La Voz de La Tortuga Cabrera Infante Cuento

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  • 8/9/2019 La Voz de La Tortuga Cabrera Infante Cuento

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    G u i l l e r m o C a b r e r a I n fa n t e

    LA VOZ DE LA TORTUGA,

    UNA HISTORIA QUE MI SUEGRA ME CONTExtrada del fondo oral de la Cuba profunda, y recreada con la sal narrativade un grande de nuestras letras, esta historia guajira se planta en el cruce entrevida salvaje y naturaleza humana. Publicado en su tiempo como indito, estecuento fue recogido en Todo est hecho con espejos (Alfaguara).

    Siempre me pareci una extraa casualidad que conociera a

    mi suegra en La Habana cuando ramos del mismo pueblo, de dondeella sali nia para vivir al otro extremo de la isla. Es andar derecho porcaminos torcidos.

    Cuando conoc a mi suegra se llamaba Carmela, pero no haba nacido con ese

    nombre. A los cuatro aos estuvo perdida varios das y su ma-dre hizo una promesa a la virgen del Carmen: si la encontrabanviva la llamara Carmen. Al tercer da encontraron a la nia enuna isla al otro lado del ro, donde haba caimanes entonces. Enese mismo ro, de nio, yo haba visto manates y todava era sal-vaje. Carmela jura ahora que cruz el ro cargada por un hom-bre alto y flaco, de pelo largo, que camin sobre el agua. Todala familia crey que quien la puso a salvo en la isla era nada me-nos que Jess en persona. Desde entonces mi suegra se llamaCarmen, Carmela.

    Ella me cont otra historia no menos increble. Ocurricuando ella no tena an diez aos. Un muchacho del pueblose haba enamorado de una belleza local y ella tambin se

    enamor. Queran casarse pero l era muy pobre. Ella tambinera pobre. Todo el mundo en el pueblo era pobre. Pero l nisiquiera tena trabajo. Desesperaban pero como toda gente

    joven esperaban. No saban qu esperar pero tenan esperan-zas. Un da l supo que no haba futuro en el pueblo dondetodo era pasado y decidi, junto con su mejor amigo, buscar fa-ma y fortuna. Ironas del destino, encontr una pero no la otraaunque, por un momento, crey que haba encontrado ambas.La nica fuente de vida del pueblo, se saba, era el mar y almar se fue.

    Pero no se hizo a la mar sino que propuso a su amigo explo-rar la costa y juntos se dirigieron a Los Caletones, en direccinopuesta a la baha y al ro. En la costa de Los Caletones, enton-ces desierta, haba aparecido un da un enorme cachalote que sevar en la playa y all muri. Cuando lo descubrieron ya estabapodrido (supieron de su existencia por una gran concentracinde auras, extrao porque los buitres no se aventuran al mar) y losemprendedores del pueblo, a pesar del hedor, lograron sacar dela carroa una gran cantidad de esperma que vendieron a buenprecio en la capital. Los Caletones, pues, parecan promisorios.

    Pero recorrieron toda la playa y no encontraron ms que es-trombos y escombros. Derrotados decidieron regresar al pueblo,el muchacho que se quera casar ms derrotado que su amigo que

    no se quera casar. (O en todo caso no enseguida.) Camino delpueblo, tratando de salir de entre dos dunas, vieron una cagua-ma y ya ellos saban de las caguamas lo que ustedes no saben.

    La caguama es un reptil y como el caimn se mueve muy bienen el agua (ros, los mares) pero muy mal en tierra. El mar essu verdadero elemento, donde puede pasar horas sumergida

    y slo sube a respirar de tarde en tarde. Una vez que unacaguama, que es el nombre indio para las tortugas gigantes,alcanza el mar, a poco de surgir torpe del huevo, slo vuelve

    caguama. Es la especie que alcanzamayor tamao entre las tortugas marinas,

    llegando a pesar veinte arrobas, pero su carne no es muy deseada. Cuba en la mano, 1936

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    a tierra la hembra para desovar. Los machos, se sabe, no vuel-ven nunca. La caguama es lenta en tierra porque sus patas sehan convertido en aletas natatorias y por su enorme peso, quea veces alcanza las dos mil libras. Otras pueden medir dosvaras de ancho por tres de largo. Dice un zologo, llevandoconsigo su armadura, que es su refugio la caguama no ne-cesita ser tan veloz como Aquiles para surcar los mares comoUlises. Pero la caguama sigue nadando aun cuando sale delmar para recorrer aleteando los pocos metros de playa que laseparan de su nido. As hace su viaje de ida y vuelta al mar.Como todos los reptiles, la caguama practica la fertilizacininterna y no es siempre fcil detectar su sexo. En muchas es-pecies, sin embargo, es posible distinguir el sexo de un ani-mal ya adulto. Cuando la caguama acaba de desovar, su sexoadquiere un aspecto curiosamente humano. Siempre se hacredo que la caguama ve mal y no oye nada, aunque algunasespecies tienen voz, sobre todo en poca de celo. Quieneshan estado en contacto estrecho con una caguama, dicen que

    posee una inteligencia slo posible en un mamfero.

    La vieron los dos al mismo tiempo y al mismo tiempo pensaronlo mismo. Los dos muchachos eran de veras muy parecidos,slo que uno era bien parecido y el otro no. Pero los dos eranigualmente fuertes y a menudo pulsaban con brazos idnticos,luchaban libres y ejecutaban otras hazaas de fuerza para delei-te de ambos. Eran, de hecho, los muchachos ms fuertes del pue-blo, slo que uno era listo y el otro no. Ahora el ms listo de losmuchachos concibi una idea que no tuvo que decirla a su ami-go (a menudo los dos pensaban lo mismo al mismo tiempo)sino que decidi ponerla en prctica y su amigo lo secund en

    segundos. Se trataba de apoderarse del enorme animal que avan-zaba con gran trabajo hacia el mar. Venderan en una fortuna sucarne (que era poco comestible), sus conchas de carey (aunqueno era un carey) y la grasa almacenada debajo del carapacho,que se sabe (slo ellos lo saban) que es mejor que el unto de ga-llina. Grasa de caguama, todo sana, deca un refrn que ellosconocan y tomaban por un verdadero axioma aunque no su-pieran qu es un axioma.

    Ahora la caguama se detuvo alarmada no porque distinguie-ra siquiera a uno de los muchachos, sino porque haba sentidoa travs de las patas la vibracin de los pies calzados corriendoen su direccin. Como a menudo en su trayecto, la caguama ex-hal un suspiro, no porque presintiera su fin (la caguama llega

    a vivir cien aos), sino porque este animal marino siempre sus-pira en tierra. (Algunos creen que es la exhalacin del resto deenerga que han necesitado para moverse en la arena, cuandodetienen su marcha.) Sea como fuere, en su excitacin ningunode los dos muchachos oy este sordo canto de sirena en tierra.(O tal vez uno de ellos s lo oy.) Cuando llegaron junto a la ca-guama gritaron de excitacin y de entusiasmo y enseguida sepusieron a la tarea de voltear a la tortuga paralizada por la con-fusin. Se sabe que una caguama volteada ms que inerme que-da inerte y no puede recobrar su estado cuadrpedo sin ayuda.

    Una caguama vuelta es una caguama muerta. Mejor que muer-ta para los dos muchachos: era una fortuna inmvil. Con gritosde nimo y mucha fuerza, ms de la que haban malgastado

    juntos, lograron voltear al animal, que se qued patas arriba yaleteando, como si ese otro elemento, el aire, fuera agua. Las ca-guamas, pensaron, no son tan inteligentes como nosotros. Aun-que slo uno de ellos fuera inteligente.

    Uno de los muchachos o tal vez el otro (eran indiscernibles)propuso ir a pedir prestada la rastra de su to que viva en el mon-te vecino. Ya ustedes saben lo que es un monte (cuando no esuna montaa), pero tal vez pocos sepan qu es una rastra. Es unvehculo usado por los indios, de Norte y Sudamrica, donde lollaman travoisy sirve para suplir la rueda que nunca conocieron.Es, aunque simple, una gran invencin. No hay ms que buscartres varas largas; dos sirven de ejes convergentes donde se apli-ca la fuerza, y de la tercera vara se hace una traviesa pero tam-bin puede llevar una armazn. Al extremo opuesto se le tira dela rastra, que puede soportar un peso considerable. El to pro-

    pietario de la rastra viva aparentemente cerca. El otro mucha-cho se fue por entre las dunas.

    Mientras tanto el primer muchacho se qued vigilando la ca-guama. Saba que estaba inmovilizada para siempre y no temaque se volteara, pero no estaba seguro de que alguien pudiera ro-barla en ese estado esttico. Mientras vigilaba, el muchacho pen-saba en la cantidad innmera de peines, peinetas, estuches y otrosobjetos de lujo que podran hacerse de semejante ejemplar. Lacaguama sera fuente de incontables riquezas en el pueblo. Lle-varla hasta all no precisaba ahora ms que de fuerza, perovender la caguama demandaba cacumen. Su amigo slo podraarrastrarla, pero slo l sabra venderla y hacerse rico y casarse.

    En estas consideraciones en cadena estaba cuando, aburrido,decidi examinar la caguama de cerca. La piel del pecho y delvientre pareca dura pero era plida, casi blanca, lo que le daba alanimal ya vulnerable un aspecto suave y sedoso que desmenta sucarapacho oscuro. La cobertera inferior terminaba en las aletas,que eran muy fuertes y remaban todava en el aire, como si el ani-mal no supiera que estaba inmvil sobre su coraza. Las caguamasson estpidas, pens el muchacho. Ahora la caguama detuvo supataleo y exhal un soplido que era otro suspiro ms fuerte. Elmuchacho se alarm ante el sonido casi humano, mezcla de de-sespero y de resignacin. Pero la curiosidad fue ms fuerte que laalarma y sigui examinando al animal. Estpida, estpida. Fueentonces cuando hizo un descubrimiento que crey maravilloso.

    El sexo de la caguama se haba hecho visible de pronto. Des-pus del desove, dice un naturalista, es frecuente que, debido alesfuerzo de poner decenas de huevos en muy poco tiempo otal vez por una manifestacin natural, la vagina de la caguamaquede expuesta al aire y en este caso a miradas indiscretas. Aho-ra la caguama exhiba su sexo, que pareca virgen (las tortugas,al revs del manat, no tienen pelos en el pubis) y el muchachosinti que la curiosidad ceda a lo que no era ms que duro de-seo. Decidi (o intuy) que tena que penetrar a la caguama, unahembra dispuesta. Ah mismo, ahora mismo. Mir con un lti-

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    mo pudor a todas partes. No vio a nadie. Los Caletones estabansiempre desiertos y a su amigo le tomara todava algn tiempotraer la rastra a rastras. El muchacho dio otra vuelta alrededorde la caguama y el animal al sentirlo se agit un poco, pero vol-vi a quedarse tranquilo. El muchacho se acerc de nuevo a lapudenda, que se mova con lo que le pareci una segura suc-cin. El sexo depilado (o de nia) exhibi un temblor en sus par-tes ms suaves. Movido por su propio sexo, el muchacho se abrila rstica bragueta (no tuvo que bajarse los calzoncillos que porpobre no usaba) y extrajo su pene, que era grande y gordo y con-trastaba en su color oscuro con la blancura de la hembra. (Aun-que junto al animal su pene no pareca tan grande.) Se acerchasta encimarse, casi acostarse, sobre la caguama. Con una ma-no (la izquierda: era zurdo) se agarr al carapacho y con ayudade la otra mano introdujo el pene ansioso en la vasta vagina, quelo acept entero. Sinti un placer que le pareci descomunal,tal vez porque hasta entonces no conoca ms que la masturba-cin, pero tambin porque era un placer animal: estaba come-

    tiendo el pecado nefando de bestialismo pero era feliz porqueno lo saba. El xtasis ocurri segundos antes de que a su vez lopenetraran, al parecer, por todas partes al mismo tiempo.

    Cuando una caguama est en celo (y la combinacin deldesove seguido por la penetracin sbita haba creado ahora enella condiciones semejantes al celo) est sometida a fuerzas con-trarias pero igualmente perentorias. Una fuerza es la parlisis:la pasividad de la hembra ante el ataque del macho. La otra fuer-za es una actividad para asegurar el coito una vez que se inici.La fornicacin ocurre siempre en alta mar, donde la pareja estingrvida y al mismo tiempo bajo una presin marina superiora varias atmsferas. A veces las caguamas se aparejan en la mis-

    ma corriente del Golfo visible desde la playa. La cpula est,pues, amenazada a menudo por elementos adversos. Pero lanaturaleza, la evolucin o lo que sea ha dotado a la caguama conun mecanismo de unin que supera todas las contrariedades. Lahembra de la especie cuenta con un apndice hecho del mismomaterial que su coraza, pero curvo y agudo en la punta, que sir-ve para retener al macho en firme durante el coito. Este ganchoes un verdadero espoln que se mantiene oculto cuando el ma-cho se encima a la hembra y trata de mantenerse en posicinpenetrante sobre el resbaladizo carapacho y entre las aguas, po-sicin precaria que la hembra hace segura enseguida. El garfio(o ms bien el arpn) se dispara desde su escondite en el inte-rior de la hembra para hacer presa. Literalmente la hembra cla-

    va al macho debajo y por detrs. Slo la dureza del carapacho(quelonio quiere decir coraza) impide que el caguamo sea, co-mo la mantis macho, muerto por la hembra durante el coito.

    El otro muchacho, mientras tanto, regresaba a la playaarrastrando alegre su pesada rastra, demostrando lo fuerte queera. Casi cantaba. Cuando dej detrs el monte y se abri pasoalegre por entre los matojos de la costa, vio de lejos lo que eraahora una pareja que se haca ms ntima cuanto ms se acerca-ba. De pronto se detuvo, no por recato sino por miedo. Lo quevio no lo olvidara nunca. Se acerc ms. Saba que una cagua-

    ma es un animal pasivo (manso dira l) y aunque no saba loque ustedes saben, vio lo que vio. El otro muchacho, su amigo,estaba yerto sobre la tortuga y sangraba por todas partes porencima y por debajo de su pantaln: por las nalgas, por las pier-nas, por los pies y fuera de los zapatos de vaqueta. Un examensomero revelara que el otro muchacho se haba desmayado (nohaba muerto todava aunque haba causa para que muriera va-rias veces) y al acercarse todo lo que el miedo, el horror y la de-masiada sangre que haca un charco en la arena permitan al otromuchacho, vio por fin la inusitada arma (o un pedazo de ella)con que la caguama haba ensartado a su amigo. Una autopsia,de haberla habido, habra mostrado que el aguijn del animalhaba penetrado al fornicador intruso poco ms arriba del co-xis, pero la accin curva del espoln haba traspasado el ano dearriba abajo para dirigir despus el garfio hacia el recto hastaperforarlo en seccin transversal, ms adentro haba hecho tri-zas la prstata y finalmente haba obliterado los dos testculos(o uno solo) hasta quedar la punta de la espuela como otro mea-

    to dentro del pene que estaba doblemente rgido.El otro muchacho comprendi que su amigo estaba herido

    de extrema gravedad y que morira con certeza de quedarse enla playa. No trat de extricarlo, ni siquiera de moverlo. No poruna inhibicin inteligente o por misericordia sino porque esta-ba cada vez ms asustado. Ahora no saba si temer a la seguramuerte de su nico amigo o a la peligrosidad de la caguama, quele pareci una manifestacin espantosa. Se le ocurri una ideaque en otras circunstancias habra sido salvadora: la rastra ser-vira para lo que haba sido hecha y arrastrara a su amigo y a lacaguama hasta el pueblo.

    Con ms fuerza que pericia empuj los dos ejes de la rastra

    por la arena suelta y suave y los insert lateralmente por debajode la bestia. Cuando coloc bien el artefacto, lo asegur con lassogas que haba trado. At bien juntos a la caguama y su amigo,que se vea lvido, plido como la muerte. La palidez haba acen-tuado sus rasgos perfectos, que ahora parecan dibujados sobresu cara campesina. Comenz a tirar de su carga feliz, infeliz.

    Cmo el otro muchacho logr arrastrar a la pareja las ocholeguas que lo separaban del pueblo es tan extraordinario co-mo la tragedia que motiv esta hazaa. Lleg por fin al pueblodespus del medioda en medio de la indiferencia de siempre.Pero, como en todos los pueblos, la extraordinaria presencia con-greg enseguida un pblico demasiado asombrado para reac-cionar ante el horror de inmediato. Poda parecer una feria.

    Pero entre los que acudieron ltimos, estaba la pretendida no-via por un da cuyo horror tuvo un lmite. Claro que reconocienseguida a su novio. Lo que no vio es que ahora, ante la alga-raba, haba entreabierto l los ojos.

    Nadie lo vio porque en ese momento la caguama, que, comotodas las tortugas, era inmortal, exhal una especie de alaridoque no pareci salir de la boca de la bestia sino de entre los la-bios abiertos de la novia ante su pretendiente. El muchacho, to-dava sobre la tortuga, cerr los ojos y por un momento creyque soaba con su noche nupcial. ~