La voz de las espadas -...

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JoeAbrecrombie

Lavozdelasespadas

LaPrimeraLey:LibroI

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El inquisidorGlokta,convertidoenuncínico tullido trassupasopor

lascárcelesde losenemigosde laUnión,esahoraasuvezuneficaztorturador capaz de extraer cualquier información de un criminal o dequiendecidansussuperiores...

El capitán Jezal dan Luthar no ha hecho en su vida nada máspeligrosoquedesplumarasusamigosjugandoalascartasysoñarconlagloriadevencerenelCertamendeesgrima.Peroseestáfraguandouna guerra, y en los campos de batalla delNorte la lucha se rige pornormasmuchomássangrientas...

LogenNuevededos,infamebárbarodepasadosangriento,acabadeperderasusamigosyestádecididoaabandonarsustierrasydirigirsealSur,pero losespíritus leadviertenque lebuscaunMagode losViejosTiempos...

Sushistoriasseentrelazanenunafantasíanegrarepletadeacciónypersonajesmemorables.

LavozdelasespadaseselprimervolumendelatrilogíaLaPrimeraLey,quecompletanAntesdequeloscuelguenyElúltimoargumentodelosreyes.

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Paraloscuatrolectores.Yasabéisquiénessois.

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Fin

Logenseinternódeunsaltoenlaespesura;suspiesdescalzosresbalabanypatinabansobrelatierrahúmeda,lanievefundida,lasagujasdepinomojadas;elpecholeardíaalrespirar,lasangreleretumbabaenlacabeza.Tropezó,cayódecostado y a punto estuvo de abrirse el pecho con su propio hacha; inmóvil,jadeando,escrutóelsombríobosque.

HacíasólouninstanteelSabuesoseguíaasulado,deesoestabaseguro,peroyanohabíani rastrodeél.Encuantoa losdemás,nohabía formadesaberlo.Valiente jefe estaba hecho, cómo había dejado que le separaran de suscamaradas.Deberíahaberintentadoregresar,perolosShankaandabanportodaspartes.Lossentíamoverseentrelosárbolesysuolfatoestabaimpregnadodesuolor.Desdealgúnlugarsituadoasuizquierda,leparecióoírgritos,delucha,talvez.Procurandonohacerruido,sepusolentamentedepie.Crujióunaramaysevolviócomounacentella.

Una lanzaveníahaciaél.Una lanzadeaspecto ferozveníahaciaél a todavelocidadconunShankaalotroextremo.

—Mierda—dijoLogen.Seechóaunlado,resbalóycayódebruces;luegose abrió paso entre lamaleza rodando por el suelo, convencido de que de unmomento a otro sentiría cómo la lanza se le hundía en la espalda.Respirandopesadamente, se apresuró a ponerse de pie. Vio el brillo de la punta, que selanzabadenuevocontraél;laesquivóyseescabullótraselgruesotroncodeunárbol. Se asomó por un lado, y elCabeza Plana soltó un bufido y le tiró unalanzada.Luegovolvióaasomarseuninstanteporelotrolado,seapartó,rodeóeltroncodeunsalto,salióadescubiertoydescargóunhachazo,rugiendocontodas

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sus fuerzas. Con un chasquido, el filo del hacha se hundió en el cráneo delShanka.Habíatenidosuerte,pero,alfinyalcabo,pensóLogen,yaibasiendohoradetenerunpocodesuerte.

ElCabezaPlanaseguíaenpie,mirándolesindejardepestañear.Luego,sucabezasefuecubriendodehilosdesangreyempezóatambalearse.Despuéssedesplomó, arrancando a Logen el hacha de las manos, y quedó a sus pies,retorciéndoseenel suelo.Logen tratódeagarrarelmangodelhacha,pero,dealgunamanera,elShankaseguíateniendoalgúntipodecontrolsobrelalanzaysupuntacontinuabadandosacudidasenelaire.

—¡Argh!—chilló Logen al sentir cómo la lanza le arrancaba un trozo decarnedelbrazo.Depronto,fuecomosiunanubeatravesarasusemblante.OtroCabeza Plana. Y de los grandes. Se encontraba ya en el aire con las manosextendidas.Demasiadotardeparacogerelhacha.Demasiadotardetambiénparaesquivarlo.LabocadeLogenseabrió,perotampocohabíatiempodedecirnada.¿Quépuededecirseenunasituaciónasí?

Cayeron juntos sobre la tierra húmeda, y juntos rodaronpor el suelo entreespinas y ramas sueltas, arañándose, aporreándose, gruñendo. La cabeza deLogensegolpeócontralaraízdeunárbol,ungolpetanfuertequeleretumbaronlos oídos. Sabía que en alguna parte llevaba un cuchillo, pero no recordabadónde.RodabanyrodabanpendienteabajomientraselmundoenterogirabaasualrededoryLogenintentabadespejarselacabezayestrangularalCabezaPlanaalavez.Nohabíaformadeparar.

Atodosleshabíaparecidounabuenaideamontarelcampamentocercadelcañón.Asínohabríaningunaposibilidaddequelessorprendieranporlaespalda.PeroahoraqueLogen resbalabasobresuvientrehaciaelbordedelabismo, laideahabíaperdidogranpartedesuatractivo.Desesperado,tratódeaferrarsealatierrahúmeda.Susmanossóloencontraronpolvoyagujasdepinosecas.Volvióacerrar losdedos,peroloúnicoqueatraparonfueaire.Ibaacaer.Logendejóescaparungemido.

De pronto, susmanos agarraron algo. La raíz de un árbol sobresalía de latierra,justoalbordedelprecipicio.Soltóungritoahogadoysebalanceósobreelvacío,perosupulsosemantuvofirme.

—¡Ja! —gritó—. ¡Ja! —Seguía con vida. Hacía falta algo más que unoscuantos Cabezas Planas para acabar con Logen Nuevededos. Trató de

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encaramarsehastaelborde,perolefueimposible.Ungranpesolecolgabadelaspiernas.Logenmiróhaciaabajo.

Elcañóneraprofundo.Muyprofundo,yconunasparedesderocacortadasapico.Aquíyalláunárbolencajadoenunagrietadesplegabasufrondasobreelabismo. Al fondo, muy lejos, el río, turbulento y veloz, discurría bufando yescupiendo espuma blanca encajonado entre abruptos peñascos negros. Malasunto, desde luego, aunque el verdadero problema lo tenía bastante más amano. Allí seguía el gran Shanka, columpiándose en el aire, con sus suciasmanosamarradasasutobilloizquierdo.

—Mierda —musitó Logen. Estaba metido en un buen aprieto. Ya habíapasado por otros bastante malos y había vivido para contarlo, pero resultabadifícilimaginarunasituaciónpeorqueaquélla.Esolehizopensarensuvida.Lepareció amarga y sin sentido.No había supuesto ningún bien para nadie.Unamera sucesióndeviolenciaydolor, conpocomásquepenuriasydecepcionesentremedias.Lasmanosempezabanacansársele,losantebrazosleardían.NadaparecíaindicarqueelCabezaPlanaestuvieraapuntodesoltarse.Esmás,habíatrepadounpocoporsupierna.Enesemomento,elShankasedetuvoylomiróconferocidad.

De haber sido Logen el que colgara aferrado al pie del Shanka,probablementehabríapensado:«Mividadependede lapiernade laqueestoycolgado,mejorseránocorrerningúnriesgo».Unhombreprefieresalvarlavidaantesquematarasuenemigo.Pordesgracia,losShankaveíanlascosasdeotramanera,yLogenlosabía.PoresonosesorprendiócuandoelShankaabriósuenormebocayleclavólosdientesenlapantorrilla.

—¡Aaargh!—Logensoltóungruñidoysepusoagritarya lanzarpatadascontodassusfuerzasconsutalóndescalzo.UnadesuspatadashizosangrealShanka en la cabeza, peronopor esodejódemorderle, y, cuantomás fuerteseran sus patadas,más se le escurrían lasmanos de la grasienta raíz de la queestaba sujeto.Apenas quedaba raíz a la que aferrarse, y lo poco que quedabaparecíaestarapuntoderomperse.Intentópensar,abstrayéndosedeldolordelasmanos, del dolor de los brazos, de los dientes del Shanka que aún seguíanclavadosensupierna.Ibaacaeralvacío.Setratabadeelegirentrecaerenlasrocasocaeralagua,aunque,bienpensado,aquéllaeraunacuestiónqueseibaaresolverporsísola.

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Cuandohayquehaceralgo,lomejoresnodemorarloparanotenerquevivirtemiéndolo.Esoesloquehabríadichosupadre.Logenafirmóenlarocaelpiequeteníalibre,respiróhondoyseimpulsóhaciaelvacíoconlaspocasfuerzasque le quedaban. Primero sintió cómo se soltaban los dientes que lemordían,luegolasmanosqueleteníanagarrado,y,poruninstante,quedólibre.

Entonces,empezóacaer.Rápidamente.Lasparedesdelcañónpasabancomounaexhalación:un torbellinode rocagris,musgoverdeymanchasblancasdenievegirabavertiginosoasualrededor.

Logendabalentasvolteretasenelaire,agitandoinútilmentelosmiembrosytanasustadoquenisiquieraeracapazdegritar.Elvientoleazotabalosojos,lerevolvíalasropas,learrancabaelaliento.Justodebajodeél,vioalgranShankaestrellarsecontralaparedderoca.Lovioquebrarse,rebotarycaerdesmadejado;muerto,sinduda.Unavisiónmuygrata,perosusatisfaccióndurópoco.

Elaguasealzabayaparaacogerle.Leembistióelcostadoconlafuerzadeun toro, le dio un puñetazo que le vació los pulmones, le quitó el sentido, losumióenunafríaoscuridad...

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PARTEI

«Pueselhierroporsísoloincitaalhombre.»HOMERO

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Lossupervivientes

Elagua lamiéndole lasorejas.Esofue loprimeroquesintió.El lamidodelagua,elrumordelashojasdelosárboles,elgorjeoespaciadodealgúnpájaro.

Logenentreabriólosojos.Luz.Unaluzdifusa,filtradaatravésdelashojas.¿Era eso la muerte? Pero si lo era, ¿cómo es que dolía tanto? Su costadoizquierdo era un único dolor punzante. Trató de respirar con normalidad, seatragantó,vomitóagua,escupióbarro.Gimió,sediolavuelta,sepusoacuatropatas.Conlosdientesapretados,searrastrófueradelagua.Rodóporelsueloyse tumbó boca arriba en la orilla sobre un lecho de musgo, cieno y palospodridos.

Permaneció un rato tumbado, contemplando el cielo gris que se abría porencimadelasramasnegrasdelosárboles,resollando,conlagargantaencarneviva.

—Sigovivo—gruñó.Vivo,peseatodaslasmolestiasquesehabíantomadolanaturaleza, losShanka, loshombresy lasbestias.Empapado,con laespaldapegadaalsuelo,rióentredientes.Unarisaaflautadaacompañadadeunaespeciedegorgoteo.DigamosunacosadeLogenNuevededos:esunsuperviviente.

Un viento frío barrió la pútrida orilla, y la risa de Logen se fuedesvaneciendopocoapoco.Estabavivo,sí,peromantenerseconvidaeracosabiendistinta.Seincorporóconungestodedolor.Tambaleándose,sepusodepie,apoyólaespaldaeneltroncodelárbolqueteníamáscerca.Serestrególanariz,los ojos y las orejas para quitarse la suciedad. Luego, se subió la camisaempapadaparacomprobarelalcancedelosdesperfectos.

La caída le había dejado el costado lleno demoratones.Tenía las costillas

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cubiertasdearribaabajoporunasmanchasazulesypúrpura.Dolíanaltocarlas,pero al menos no parecía que hubiera nada roto. La pierna estaba hecha undestrozo.EnsangrentadaydesgarradaporlosdientesdelShanka.Dolíabastante,peroelpieconservabaunamovilidadaceptable,yesoeraloprincipal.Esepieleibaahacermuchafaltasiqueríasalirdeaquélla.

Su cuchillo seguía en la vaina del cinturón, y, al verlo, se llevó una granalegría.Sabíaporpropiaexperienciaquenuncasetienensuficientescuchillos,yaquél era bastante bueno; aun así, las cosas seguían pintando bastante mal.EstabasoloenunbosqueinfestadodeCabezasPlanas.Y,además,noteníanilamásremotaideadedóndeestaba,aunquesiemprecabíalaposibilidaddeseguirel río.Todos los ríos fluían hacia el norte, desde lasmontañas hasta el gélidomar. Tenía que seguir el río a contracorriente en dirección sur. Seguirlo yascenderluegoalasaltiplanicies,dondelosShankanopodríanencontrarle.Erasuúnicaoportunidad.

Haríafríoalláarribaenestaépocadelaño.Unfríomortal.Bajólavistaysemiró los pies descalzos. Su típicamala suerte había hecho que los Shanka sepresentaran cuando acababa de quitarse las botas para sajarse las ampollas.Tampocollevabazamarra:lehabíanpilladosentadojuntoalahoguera.Enesascondiciones no aguantaría ni un día en las montañas. Durante la noche, lasmanos y los pies se ennegrecerían, y moriría poco a poco sin tan siquieraalcanzarlospuertos.Esosinomoríaantesdehambre.

—Mierda—masculló.Teníaqueregresaralcampamento.ConfiandoenquelosCabezasPlanashubieranproseguidosucamino,confiandoenquehubierandejadoalgoatrás.Algoqueleayudaraasobrevivir.Eramuchoconfiar,peronoteníaelección.Nuncateníaelección.

CuandoLogendioporfinconellugar,habíaempezadoallover.Elincesantechispearleaplastabaelpelocontraelcráneo,leempapabalasropas.Sepegóaun tronco cubierto de musgo. Con el corazón palpitante, y apretando laresbaladiza empuñadura del cuchillo hasta hacerse daño, escudriñó elcampamento.

En el lugar donde había estado la hoguera vio un círculo ennegrecido,rodeadodepalosamedioquemaryrestosdecenizapisoteada.VioelleñoenelqueestabansentadosTresárbolesyDowcuandoaparecieronlosCabezasPlanas.Vio algunos restos del equipo, rasgados o rotos, desperdigados por el claro.

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ContótresShankamuertos,tresbultosovilladosenelsuelo;delpechodeunodeellos sobresalía una flecha. Tres cadáveres, pero ni rastro de vivos. Era unasuerte, que, como siempre, le serviría justo para sobrevivir. Aun así, podíanregresarencualquiermomento.Habíaquedarseprisa.

Logensalióapresuradamentededetrásdelosárbolesysepusoarastrearelsueloconlamirada.Susbotasseguíanenelmismositiodondelashabíadejado.Las agarró, se las fue poniendo a saltos, y, con las prisas, estuvo a punto deresbalar y caerse. También estaba allí su zamarra, atrapada bajo el leño;desgastada, llena de rajas tras diez años expuesta a los rigores del clima y laguerra,milvecesdesgarradayvueltaacoser,yconmediamangaarrancada.Sumacuto, un bulto informe, yacía entre los matojos, y su contenido estabaesparcido por la ladera. Casi sin aliento, se agachó y volvió a meterlo tododentro.Untrozodecuerda,suviejapipadebarro,unastirasdececina,unaagujayalgodebramante,unapetacaabolladaencuyo interior chapoteabanalgunosrestosdelicor.Todoellobueno.Todoelloútil.

Enganchadadeunarama,colgabaunamantaandrajosa,empapadaymediocubierta por una capa demugre. Logen tiró de ella y sonrió. Debajo, viejo ycascado,seencontrabasupuchero.Estabavolcadodelado,comosilohubieranapartado del fuego de un puntapié durante la refriega. Lo agarró con ambasmanos. Aquel puchero, abollado y renegrido tras años de duro servicio, letransmitía una sensación de seguridad, de cotidianidad. Hacía mucho que lotenía.Lehabíahechocompañíaentodaslasguerras,enelavancehaciaelnorteyluegotambiénalavuelta.Todoslohabíanusadoparacocinarcuandoandabanporloscaminos,todoshabíancomidodeél.Forley,Hosco,elSabueso,todos.

Logencontemplódenuevoelcampamento.TresShankamuertos,perodesugentenirastro.Puedequetodavíaanduvierancerca.Quizásdebieraarriesgarse,probaraecharunvistazo....

—No—masculló.Seríauna locura.Eranmuchos losCabezasPlanas.Unaauténticamontonera.Noteníaniideadecuántotiempohabíaestadotiradoenlaorilladelrío.Aunenelcasodequealgunosdelossuyoshubieranconseguidoescapar,losShankasehabríanaprestadoacazarlos,adarlescazaporelbosque.Aesasalturasseguroqueyanoeranmásquecadáveresdesperdigadospor losvalles altos.Lo único que podía hacer era dirigirse a lasmontañas y tratar desalvarsutristepellejo.Hayqueserrealista.Hayqueserlo,pormásqueduela.

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—Ahoraya sólo quedamos tú y yo—dijoLogen, y acto seguidometió elpucheroenelmacutoyseloechóalaespalda.Sepusoenmarcha,renqueandotodolorápidoquepodía.Pendientearriba,haciaelrío,hacialasmontañas.

Sóloellosdos.Elpucheroyél.Eranlosúnicossupervivientes.

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Preguntas

¿Por qué lo hago?, se preguntó por enésima vez el Inquisidor Gloktamientras bajaba cojeando por el pasillo. Los muros estaban enlucidos yencalados,aunqueniunacosaniotraenfechareciente.Ellugartransmitíaunasensaciónsórdidayestabaimpregnadodeunintensoolorahumedad.Nohabíaventanas,elcorredorseencontrabavariosmetrospordebajodetierra,ylaslucesde los faroles proyectaban unas sombras que fluían lentamente por todos losrincones.

¿Porquéhabríadequereralguienhaceresto?LospasosdeGloktasobrelasmugrientaslosasdelsuelomarcabanunritmoconstante.Primero,elgolpesecodesutalónderecho,luegoellevetoquedelbastóny,finalmente,elinterminablearrastredesupieizquierdo,acompañado,comodecostumbre,porunosdolorespunzantesquelerepercutíaneneltobillo,larodilla,lasposaderasylaespalda.Golpe,toqueydolor.Eseeraelritmodesuandar.

Lasuciamonotoníadelpasilloquedabainterrumpidadetrechoentrechoporlapresenciadeunapesadapuerta, reforzadaconplanchasdehierroperforado.Porunmomento,trasunadeellas,Gloktacreyóoírungritoahogadodedolor.Mepreguntoquiénseráeldesdichadoalqueestáninterrogandoahídentro.¿Dequécrimenseráculpableo inocente?¿Enquésecretosestaránhurgando,porentrequémentirastratarándeabrirsecamino,quétraicionesestaránponiendoal descubierto? Pero no tuvo tiempo de detenerse demasiado en aquellospensamientos.Leinterrumpieronlosescalones.

Silehubierandadolaoportunidaddesometeratorturaaunhombre,alquefuera,Gloktahabríaelegidosindudaalinventordelosescalones.Antesdeque

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comenzaran sus desdichas, cuando era joven y vivía rodeado de admiración,nuncasehabíafijadoenellos.Losbajabadedosendosyseguíatranquilamentesucamino.Peroesosehabíaacabado.Estánentodaspartes.Esimposiblepasardeunpisoaotrosinellos.Ybajandoespeoraúnquesubiendo,nadieparecedarsecuentadeeso.Alsubir,lacaídanosuelesertanlarga.

Conocíamuybienaquel tramo.Dieciséisescalones labradosenpiedra lisa,un poco desgastados por el centro y algo húmedos, como lo estaba todo allíabajo. Sin barandilla ni nada a lo que agarrarse. Dieciséis enemigos. Unauténticoreto. Le había llevado su tiempodar con elmétodomenos dolorosoparabajarescaleras.Avanzabade lado,comoloscangrejos.Primeroelbastón,luego el pie izquierdo y después el derecho, acompañado de un dolor másagónicodelhabitual,altenerquedescargarelpesosobrelapiernaizquierda,ydeunaspunzadasconstantesenelcuello.¿Porquétienequedolermeelcuellocuandobajoescaleras?¿Acasoeselcuelloelquecargaconmipeso?Detodosmodos,eldolorerainnegable.

Acuatroescalonesdelfinal,sedetuvo.Yacasiloshabíavencido.Sumanotemblaba sobre la empuñadura del bastón y la pierna izquierda le dolíabrutalmente.Sepasólalenguaporlasencíasdelanteras,dondeentiemposhabíatenidodientes, respiró hondoy dio unpaso adelante.El tobillo cedió conunaterrible punzada de dolor, y Glokta se precipitó hacia delante, retorciéndose,tambaleándose y con la mente convertida en un hervidero de espanto ydesesperación. Tropezó como un borracho con el siguiente escalón, arañó laslisas paredes y lanzó un grito de terror. ¡Estúpido, estúpido, malditodesgraciado!Elbastóncayóalsueloconuntraqueteo,lostorpespiesdeGloktalucharoncon laspiedrasy,porpuromilagro, seencontróen lapartedeabajo,aúndepie.

Ahoravendrá.Esemomentohorrible,maravillosoyprolongadoquemediaentre el golpe que te has dado en el pie y la sensación de dolor. ¿De cuántotiempo dispongo antes de que me empiece a doler? ¿Y cómo de fuerte serácuando llegue? Respirando entrecortadamente, suelta la mandíbula; Glokta,detenidoalospiesdelaescalera,sintióelhormigueodelaanticipación.Yaestáaquí...

El tormento fueatroz,unespasmoatenazanteque se extendíadesdeelpieizquierdoalamandíbula.Apretólosojosparacontenerlaslágrimasysetapóla

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bocaconlamanoderechacontalfuerzaquelosnudillossoltaronunchasquido.Lospocosdientesquelequedabanrechinabanmientrasencajabalasmandíbulas,peronisiquieraasípudoevitarqueungemidoagudoeirregularescaparadesuboca. ¿Es esto un grito o una risa? ¿Cómo distinguirlos? Con respiracióntemblorosa,tomóaireporlanarizmientraslasmucosidadesborboteabanensumanoysucuerporetorcidoseestremecíadebidoalesfuerzopormantenerseenpie.

El espasmo pasó. Glokta fuemoviendo cautelosamente susmiembros unopor uno para evaluar los daños sufridos. La pierna le ardía, el pie se le habíaquedadoinsensibley,almásmínimomovimiento,elcuelloledabaunlatigazoqueenviabaunospunzantescalambresquelerecorríanlacolumnavertebral.Noestádemasiadomal,dadaslascircunstancias.Seagachócondificultadyagarrósubastóncondosdedos.Luegovolvióaerguirseyselimpiólasmucosidadesylas lágrimas eneldorsode lamano.Hasidoemocionante.¿Mehadivertido?Paralamayoríadelagenteunasescalerassonalgorutinario.Encambio,paramí,¡sontodaunaaventura!Reemprendiósurenqueantemarchaporelpasillo,sonriendoparasusadentros.Aúnasomabaunatenuesonrisaasurostrocuandollegóasupuertaypasóadentroarrastrandolospies.

Unacajablancaymugrientacondospuertassituadasunafrentealaotra.Eltecho era demasiado bajo para resultar cómodo y el resplandor de los farolesconferíaalasalaunailuminaciónexcesiva.Lahumedadavanzabadesdeunadelas esquinasy el enlucido se ahuecaba, formandounas ampollas salpicadasdemoho negro. Alguien parecía haber tratado de limpiar una gran mancha desangrequehabíaenunadelasparedes,aunquesinponermuchoempeñoenello.

El Practicante Frost, con los enormes brazos cruzados sobre su fornidopecho, se encontraba al otro extremode la sala. Saludó aGloktamoviendo lacabeza con la misma emoción que cabe esperar de una piedra, y Glokta lerespondió de idéntica manera. Una mesa sucia y rayada, que se encontrabaatornilladaalsuelo,seextendíaentreambos,conunasillaacadalado.Enunadeellasestabasentadounhombregrueso,desnudo,conlasmanosamarradasa laespalda y una bolsa de lona marrón cubriéndole la cabeza. Su respiraciónsofocadayconvulsaeraelúnicoruidoqueseoíaenlasala.Hacíabastantefríoallíabajoy,sinembargo,elhombreestabasudando.Bueno,alfinyalcabo,esnatural.

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Glokta se acercó cojeando a la otra silla, apoyó cuidadosamente el bastóncontraelbordedelamesay,conmuchalentitud,cautelaydolor,tomóasiento.Estiróelcuelloa izquierdayderecha,y luegosedejócaer,procurandoquesucuerpo quedara en una postura lo más cómoda posible. Si hubieran dado aGloktalaoportunidaddeestrecharlelamanoaunhombre,alquefuera,sindudahabría elegido al inventor de las sillas. Ha hecho que mi vida resulte casisoportable.

Frost abandonóen silencio la esquinay sujetó el picode labolsa entre suíndice,pálidoycarnoso,ysugruesoyblanquecinopulgar.Gloktahizoungestocon la cabeza y el Practicante tiró de la bolsa, dejando a Salem Rewsparpadeandobajolacrudaluzdelasala.

Unrostromezquino,porcino, feo.Rews,eresun feoymiserablecerdo.Unrepulsivopuerco.Yaestáslistoparaconfesar.Sí,vasahablaryahablarhastaquetengamosquedecirbasta.Ungranmoratónoscuro lecruzabalamejillayotrolerecorríalamandíbula,justoporencimadesudoblepapada.Cuandosusojosacuososseadaptaronalaclaridad,reconocióaGloktasentadofrenteaély,alinstante,surostroseiluminóconunaexpresióndeesperanza.Unaesperanzamuy,muyinjustificada.

—¡Glokta,tienesqueayudarme!—chillóatropelladamente,echándosehaciadelante con desesperación todo lo que le permitían sus ataduras—. He sidoacusadoinjustamente,losabes.¡Soyinocente!Hasvenidoaayudarme,¿verdad?¡Eres mi amigo! Tú tienes influencia aquí. ¡Somos amigos, amigos! ¡Puedeshablarenmifavor!¡Soyuninocentealquesehaacusadoinjustamente!¡Soy...!

Gloktalevantóunamano,reclamandosilencio.Miróelrostroconocidoqueteníadelantecomosinolohubieravistojamásy,luego,sevolvióhaciaFrost.

—¿Conozcoyoaestehombre?El albino no dijo nada. La parte inferior de su rostro estaba oculta por la

máscara de Practicante y la parte superior era inescrutable. Contemplaba sinparpadearalprisioneroqueestabasentadoenlasillaconunosojosrosáceosmásmuertosquelosdeuncadáver.DesdequeGloktaentrónohabíaparpadeadoniunasolavez.¿Cómoloconsigue?

—¡Soyyo,Rews!—dijoentredienteselgordoconuntonodevozquecadavez se aproximaba más al pánico—. ¡Salem Rews, tú me conoces, Glokta!¡Estuvecontigoenlaguerra...yasabes...antesde...somosamigos!Somos...

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Gloktavolvióa levantar lamanoy, trasrecostarseensuasiento,empezóadarsepequeñosgolpesconeldedoenunodelospocosdientesquelequedaban,comosiestuvierasumidoenunaprofundareflexión.

—Rews. El nombre me resulta familiar. Un mercader, un miembro delGremiodelosSederos.Adecirde todos,unhombrerico.Sí,ahorarecuerdo...—Gloktahizounapausaretóricayse inclinóhaciadelante—.¡Eraun traidor!La Inquisición locapturóyconfiscó todos susbienes.Verás,habíaconspiradoparanopagarlostributosdelRey.—Rewssehabíaquedadoconlabocaabierta—. ¡Los tributos del Rey!—exclamóGlokta descargando unamano sobre lamesa. El gordo lemiró con los ojosmuy abiertos y se pasó la lengua por undiente.Extremosuperiorderecho,segundoempezandoporatrás.

—Pero¿quémodalessonestos?—sepreguntóGloktasindirigirseanadieen particular—. No sé si nos conocemos o no de antes, pero creo que miayudante y tú no habéis sido presentados adecuadamente. Practicante Frost,saludeanuestrogruesoamigo.

Fue un golpe con la palma de lamano, pero lo bastante fuerte como paraarrancaraRewsdesuasiento.Lasillatraqueteóconviolenciaperosemantuvoensusitio.¿Cómosehaceeso?¿Sepuede tiraraun tipoal suelo sinque secaigalasilla?Despatarradoenelsuelo,Rewsgorgoteabaconlacarapegadaalasbaldosas.

—Recuerdaaunaballenavarada—dijoGloktaconvozausente.ElalbinoagarróaRewspordebajodelbrazo, loalzóyvolvióaarrojarlo sobre la silla.Tenía un corte en la mejilla del que brotaba un reguero de sangre, pero laexpresiónde susojosporcinos sehabía endurecido.Losgolpes ablandana lamayoríadeloshombres,peroloshayqueseendurecen.Nuncahabríatomadoaestetipoporunhombreduro.Enfin,lavidaestállenadesorpresas.

Rewsescupiósangresobrelamesa.—¡Has idodemasiado lejos,Glokta,ah,sí! ¡LosSederossomosungremio

muy respetable, tenemos influencias! ¡No toleraránesto! ¡Soyunhombremuyconocido!¡EnesteprecisoinstantemiesposaestarápresentandounapeticiónalReyparaqueseocupedemicaso!

—Ah,tuesposa—Gloktasonriócontristeza—.Tuesposaesunamujermuybella.Muybellaymuyjoven.Metemoquetalvezdemasiadojovenparati.Metemoqueha aprovechado la oportunidadpara librarse de ti.Me temoque fue

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ellaquienvinoatraertuslibrosdecuentas.Todosloslibros.Rewsempalideció.—Hemosestadoechandounvistazoaesoslibros—añadióGloktaseñalando

asuizquierdaunapilaimaginariadepapeles—.HemosechadounvistazoenelTesoro—dijoseñalandootraaladerecha—.Puedesimaginartenuestrasorpresaal comprobar que las sumas no cuadraban. Y luego están todas esas visitasnocturnas de tus empleados a los almacenes del barrio viejo, esos pequeñosbarcos sin licencia, esos pagos a funcionarios, esos documentos falsificados.¿Debo seguir? —inquirió Glokta meneando la cabeza en un gesto dedesaprobación.Elgordotragósalivaysehumedecióloslabios.

Sepusoadisposicióndelprisioneroplumaytinta,asícomoelpliegodelaconfesión,rellenadoaldetalleconlahermosaycuidadacaligrafíadeFrostyafaltatansólodelafirma.Yaestá,ahorasíqueletengo.

—Confiesa, Rews —susurró suavemente Glokta—, y haz que estelamentable asunto concluya de una forma indolora. Confiesa y danos losnombres de tus cómplices. Sabemos quiénes son. Será mejor para todos. Noquierohacertedaño,créeme,nomeproduceningúnplacer.Nadameloproduce.Confiesa.Confiesaysalvaráslavida.ElexilioenAnglandnoestanmalocomotehanhechocreer.Estandoallí,lavidaaúntereportaráalgúnplacer,ysiempreestálasatisfaccióndetrabajarhonradamentealserviciodetuRey.¡Confiesa!

Rewsmirabaalsueloysepasabalalenguaporeldiente.Gloktaserecostóensuasientoysuspiró.

—Onolohagas—dijo—,yregresarécon los instrumentos—Frostdiounpaso adelante y su enorme sombra se proyectó sobre el rostro del gordo—.Hallado un cadáver flotando junto a los muelles —Glokta tomó aliento—,hinchadoporelaguayhorriblementemutilado...absolutamente...irreconocible.Yaestálistoparacantar.Cebado,maduroylistoparareventar.¿Leinfligieronlas heridas antes o después de muerto? —preguntó con despreocupacióndirigiéndosealtecho—.¿Sesabesiquierasielmisteriosodifuntoeraunhombreounamujer?—Gloktaseencogiódehombros—.¿Cómosaberlo?

Un golpe seco sonó en la puerta. Rews alzó bruscamente la cabeza conrenovada esperanza. ¡Ahora no, maldita sea! Frost se acercó a la puerta y laentreabrió. Tras un breve intercambio de palabras, la puerta volvió a cerrarse.FrostseinclinóhaciadelanteparasusurrarlealgoaloídoaGlokta.

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—Ez Zeverar —masculló con un ceceo, que hizo deducir a Glokta queSeverardaguardabaenlapuerta.

¿Ya? Glokta sonrió y asintió con la cabeza, como si se trataran de muybuenasnoticias.ElrostrodeRewssedemudólevemente.¿Cómoseexplicaqueunhombrecuyaprincipalactividadeslaocultaciónseaincapazdeocultarsusemocionesenunasalacomoésta?PeroGloktaconocía la respuesta.Esdifícilmantener lacalmacuandoseestáaterrorizado, indefenso, soloyamerceddeunoshombresquenoconocenelsignificadode lapalabracompasión.¿Quiénsabe eso mejor que yo? Exhaló un suspiro y, adoptando su tono de voz máshastiado,preguntó:

—¿Estásdispuestoaconfesar?—¡No!—Losojosporcinosdelprisionerohabíanrecuperadounaexpresión

retadora. Sostuvo lamirada, silencioso y alerta, y volvió a chuparse el diente.Sorprendente.Muysorprendente.Bueno,alfinyalcabo,estonohahechomásqueempezar.

—¿Te molesta ese diente, Rews? —Los dientes no tenían secretos paraGlokta. Su propia boca había sido objeto de las atenciones de los mejoresexpertos.Odelospeores,segúnsemire—.Alparecer,voyatenerquedejartedurante un rato, pero mientras esté fuera pensaré en tu diente. Meditarédetenidamentequéhacerconél—Gloktacogiósubastón—.Quieroquepiensesenmímeditandosobretudiente.Ytambiénquieroquemeditesconcalmasivasafirmaresaconfesión.

Gloktaseenderezótrabajosamenteysacudiósupiernadolorida.—Creo,noobstante,queuna sobria tandadegolpesno te sentarámal, así

quevoyadejarteencompañíadelPracticanteFrostdurantemediahora.—LabocadeRewsdibujóunsilenciosocírculodesorpresa.Elalbinolevantóenvilola silla, con el gordo incluido, y le dio lentamente la vuelta—.No hay nadiemejor para este tipo de cosas. —Frost sacó un par de guantes de cuerodesgastadosy,consumocuidado,comenzóaponérselosensusmanazasblancas,introduciendo los dedos de uno en uno—. Tú siempre has querido para ti lomejor,¿noesasíRews?—Gloktasedirigióalapuerta.

—¡Espera!¡Glokta!—gimióRewsasusespaldas—.Espera,yo...El Practicante Frost cerró con una de sus manos enguantadas la boca del

gordoy,llevándoseundedohacialamáscara,dijo:

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—Chizzzzzzzzzzz.La puerta se cerró con un clic. Severard estaba recostado en la pared del

pasillo, con un pie apoyado en el enlucido que tenía a su espalda, silbandodesafinadamentebajolamáscarayacariciándoselalaciamelena.CuandoGloktaaparecióporlapuerta,seirguióehizounalevereverencia.Elbrillodesusojosindicabaqueestabasonriendo.Siempreestásonriendo.

—ElSuperiorKalynequiereverle—dijoconunacentocerradoyvulgar—y,amiparecer,nuncalehabíavistotanenfadado.

—PobrecitoSeverard,debesestaraterrorizado.¿Tieneslacaja?—Latengo.—¿YhascogidoalgoparaFrost?—Asíes.—Ytambiénalgoparatuesposa,espero.—Oh,sí—dijoSeverardconojosaúnmássonrientes—.Miesposaandará

bienprovista.Cuandolatenga.—Perfecto. Démonos prisa en atender a la llamada del Superior. Cuando

llevecincominutosconél,entraconlacaja.—¿Queentreasí,sinmás,ensudespacho?—Pormícomosientrasasacoylesueltasunapuñaladaenlacara.—Esoestáhecho,Inquisidor.Gloktahizoungestodeaprobaciónysegiró,pero luegovolvióadarse la

vuelta.—Ahórratelodelapuñalada,¿eh,Severard?Los ojos del Practicante sonrieronmientras envainaba su temible cuchillo.

Gloktaalzó lavistaal techoy luegoempezóa renquear,golpeteando las losasconelbastónyconlapiernapalpitándole.Golpe,toque,dolor.Eseeraelritmodesuandar.

EldespachodelSuperioreraunasalaampliayprofusamentedecoradaqueseencontrabaenlapartealtadelPabellóndelosInterrogatorios,unasalaenlaque todo resultabademasiadograndeydemasiado recargado.Una aparatosaydescomunal ventana dominaba una pared recubierta de paneles de madera,ofreciendo una vista de los cuidados jardines del patio que había debajo. Unescritorio,igualdedescomunalyornamentado,selevantabaenelcentrodeunaalfombradevivoscolorestraídadealgúnlugarcálidoyexótico.Lacabezadeun

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animal feroz, procedente de algún lugar frío y exótico, se hallaba montadaencimadeunamagníficachimeneadepiedra,encuyointeriorardíaunmíseroydiminutofuegoqueparecíaestarapuntodeapagarse.

Sinembargo,elpropioSuperiorKalynehacíaquelasalaresultaraunlugarpequeño y apagado en comparación. Era un hombre inmenso y rubicundo, deunossesentaaños,cuya incipientecalviciequedabasobradamentecompensadapor unas majestuosas patillas blancas. Incluso en el seno de la propiaInquisición,supresenciasobrecogía,peroGloktanoeradelosqueseasustabafácilmente,yamboslosabían.

Detrás del escritorio había una silla grande y muy historiada, pero elSuperior se encontraba dando vueltas por la sala, chillando y haciendoaspavientos.Glokta,porsuparte,ocupabaunasientoque,peseasu indudablevalor,habíasidodiseñadoconelexpresopropósitodehacerquesuocupantesesintieralomásincómodoposible.Pocopuedeimportarmeeso.Laincomodidadesalomásquepuedoaspirar.

MientraselSuperiorechabapestescontraél,seentretuvoimaginandoquelacabeza de Kalyne reemplazaba a la del feroz animal que había encima de lachimenea. Este viejo estúpido es idéntico a su chimenea de piedra.Impresionanteporfuera,perovacíopordentro.Mepreguntocómoreaccionaríaanteuninterrogatorio.Meparecequeempezaríaporesasridículaspatillas.ElsemblantedeGlokta,sinembargo,eraunamáscaradeatenciónyrespeto.

—¡Glokta, maldito lisiado, esta vez se ha superado usted a sí mismo!¡CuandoseenterenlosSederos,levanadespellejarvivo!

—Ya he probado el despellejamiento, pero hace cosquillas.Maldita sea,mantén laboca cerrada y sonríe. ¿Dónde sehametido ese idiota silbadordeSeverard?Encuantosalgadeaquí,haréquelodespellejen.

—¡Bravo,Glokta,esohaestadomuybien,sí,muybien,mirecómomerío!¿ConqueevasióndelostributosdelRey?—LaspatillasdelSuperiorparecieronerizarsemientraslefulminabaconlamirada—.¡LostributosdelRey!—aulló,rociando aGloktade saliva—. ¡Todos lohacen! ¡LosSederos, losEspecieros,todos!¡Todoidiotaquetengaunbarco!

—Pero, Superior, en este caso fue tan descarado... Era un insulto paranosotros.Tuvelaimpresióndequeteníamosque....

—¡Tuvo la impresión!—ElrostrodeKalyneestabarojoy temblabade ira

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—.¡TeníaórdenesexpresasdedejarenpazalosSederos,dedejarenpazalosEspecieros,dedejarenpaza todos losgremiosprincipales!—Mientras ibadeunladoparaotro,suszancadascadavezibanadquiriendomásvelocidad.Aestepaso acabará desgastando la alfombra. Y los grandes gremios tendrán quecomprarle una nueva—.Conque tuvo la impresión, ¿eh? ¡Pues bien, hay quedevolvérselo! ¡Tendremos que soltarlo, y ya puede irse preparando para pedirperdónderodillas!¡Esundesastre!¡Mehapuestoustedenridículo!¿Dóndeletieneahora?

—LehedejadoconelPracticanteFrost.—¿Con esa bestia inarticulada? —El Superior, desesperado, se mesó los

cabellos—. Estupendo, estará usted contento ¿no? ¡A estas alturas ya estaráhecho papilla! ¡No podemos devolverlo en esas condiciones! ¡Está ustedacabado, Glokta! ¡Acabado! ¡Acudiré directamente al Archilector!¡DirectamentealArchilector!

Enesemomento,laenormepuertaseabriódeunapatadaySeverardentrócomo si tal cosa, con una caja de madera en la mano. Justo en el momentopreciso.Mudodeasombroydeira,elSuperiorviocómoSeverardsoltabasobreel escritorio la caja que, al caer, produjo un ruido sordo acompañado de untintineo.

—¿Qué demonios significa...?—Severard levantó la tapa, yKalyne vio eldinero.Todo esemaravilloso dinero. Se detuvo enmedio de su perorata y suboca quedó paralizada antes de completar la siguiente palabra. Pareciósorprendido, luego desconcertado y finalmente adoptó una actitud cautelosa.Fruncióloslabiosylentamentetomóasiento.

—Gracias, Practicante Severard —dijo Glokta—. Ya puede retirarse. —MientrasSeverardsalía,elSuperiorseacariciabapensativamentelaspatillas;sutezibarecuperandopocoapocosuhabitualtonorosáceo—.SelehaconfiscadoaRews.Ahora,porsupuesto,espropiedaddelaCorona.Penséque,siendoustedmimásinmediatosuperior,midebereraentregárseloparaquefueraustedquiense encargara de hacérselo llegar al Tesoro. O lo emplee en comprarse unescritorio aún mayor, maldita sanguijuela. —Glokta apoyó los brazos en lasrodillas y se inclinóhaciadelante—.Tal vezpodríausteddecir queRews fuedemasiado lejos, que la gente había empezado a hacerse preguntas, que habíaquedarunescarmiento.Afindecuentas,tampocopodemosquedarnosdebrazos

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cruzados.Estoharáque losgrandesgremiosseponganunpoconerviosos, losmantendráaraya.Sepondránnerviososyasípodrásexprimirlosmejor.O,siloprefiere,puededecirquesoyuntullidodementeyecharmeamílasculpas.

AlSuperiorempezabaagustarleelasunto,Gloktaestabaseguro.Tratabadequenoselenotara,pero,alavistadetodoaqueldinero,suspatillassehabíanpuestoatemblar.

—De acuerdo,Glokta, de acuerdo, está bien—alargó un brazo y cerró latapa de la caja con sumo cuidado—. Pero si alguna vez vuelve a ocurrírselehaceralgoasí...,hableconmigoprimero,¿quiere?Nomegustan lassorpresas.—Haciendoungranesfuerzo,Gloktasepusodepieyavanzócojeandohacialapuerta—.Ah, una cosamás—Glokta se volvió con rigidez.Kalyne le dirigíaunamiradaseverapordebajodesuspobladasyestrambóticascejas—.CuandovayaaveralosSederos,necesitarétenerlistalaconfesióndeRews.

El rostro deGlokta dibujó una amplia sonrisa que dejó al descubierto loshuecosdesudentadura.

—Nocreoqueesosuponganingúnproblema,Superior.Kalyneestabaenlocierto.NoeraposibledejarlibreaRewsenaquelestado.

Tenía los labios partidos y ensangrentados, los costados estaban cubiertos deunasmagulladurasqueempezabanaoscurecerse,sucabezacolgabainertehaciaunladoyelrostroestabatanhinchadoqueresultabacasiirreconocible.Enotraspalabras,elaspectodeunhombredispuestoaconfesar.

—Meimaginoquenohabrásdisfrutadoenexcesodeestaúltimamediahora,Rews.Dehecho,meimaginoquenolahabrásdisfrutadoenabsoluto.Esdifícilasegurarlo,peroyodiríaquehasido lapeormediahorade tuvida.Heestadopensandoenlarazónporlaqueestásaquí,ylatristeverdadesque...estovaaser lomejorquepodamosofrecerte.Estoes labuenavida—Gloktase inclinóhacia delante hasta que su rostro quedó a unos pocos centímetros de lamasasanguinolentaenquehabíaquedadoconvertidalanarizdeRews—.Comparadoconmigo,elPracticanteFrostesunaniñita—lesusurró—.Ungatito.Unavezquehaya empezado contigo,Rews, echarás demenos esto.Me rogarás que tedejemedia hora a solas con el Practicante. ¿Me entiendes?—Exceptuando elsilbidoqueproducíaelairealatravesarsunarizrota,Rewspermanecíamudo—.Muéstralelosinstrumentos—susurróGlokta.

Frost dio un paso adelante y, haciendo un gesto teatral, abrió una caja

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lustrosamentepulimentada.Eraunmagistraltrabajodeartesanía.Alecharatráslatapa,lasdiversasbandejasqueconteníasedesplegaronenabanico,mostrandolos instrumentos en todo su horrible esplendor. Había cuchillas de todas lasformasytamaños,agujascurvasyrectas,frascosdeaceiteydeácido,clavosytornillos,pinzasyalicates,sierras,martillos,cinceles.Elmetal, lamaderayelcristalrelucíanbajolabrillanteluzdelosfaroles.Todaslasherramientashabíansido pulidas hasta volverlas brillantes como espejos y se encontraban afiladascon asesina agudeza.La gran tumescenciamorada que teníaRewsbajo el ojoizquierdoselohabíacerradoporcompleto,perosuotroojorecorríaconterroryfascinación las herramientas que tenía ante sí. La función de algunas de ellasresultaba horriblemente obvia, la de otras horriblemente oscura.Me preguntocuállecausamáspavor.

—Simalnorecuerdo,hablábamosdetudiente—murmuróGlokta.ElojodeRewsparpadeóparamirarle—. ¿O tal vez prefieras confesar?Ahora sí que tetengo.Confiesa,confiesa,confiesa,confiesa.

Desde la puerta llegó un golpe seco. ¡Maldita sea! ¿Otra vez? Frost laentreabrió y se oyó un breve intercambio de susurros. Rews humedeció suslabiosabotargados.LapuertasecerróyelalbinoseinclinóparadecirlealgoaloídoaGlokta.

—Ez elArziector—Glokta se quedó helado.No ha sido suficiente con eldinero.MientrasyoregresabapenosamentedeldespachodeKalyne,esemalditocabrónmeestabadenunciandoalArchilector.¿Esestoelfin?Alpensarlo,sintióun estremecimiento culpable.Muy bien, pero antesme ocuparé de este cerdoseboso.

—DileaSeverardqueirédentrodeunmomento—Gloktasevolvióhaciasuprisionero,peroFrostleposóenelhombrounadesusmanazasblancas.

—Ejem,elArziector—dijo,señalandolapuerta—eztáaquí.¿Aquí? Glokta sintió una palpitación en los párpados. ¿Por qué?

Apoyándose, en el borde de la mesa, se levantó. ¿Apareceré mañana en elcanal? Muerto, hinchado y absolutamente... irreconocible. La única emociónquedespertóenélaquellaideafueunalevesensacióndealivio.Seacabaronlasescaleras.

El Archilector de la Inquisición de Su Majestad aguardaba de pie en elpasillo.Elblancoresplandecienteeimpolutodesulargacapa,susguantesysu

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mata de pelo hacía que las mugrientas paredes que tenía a su espalda casiparecieranmarrones.Aunqueyapasabadelossesenta,nomostrabaningunodelosachaquespropiosdelavejez.Cadacentímetrodesufigura,alta,bienafeitaday de gráciles huesos, se encontraba inmaculadamente atildado. Parece unhombrequeensuvidasehallevadounasorpresa.

Sólosehabíanvistoenunaocasión,hacíaseisaños,cuandoGloktaingresóen la Inquisición, y apenas parecía haber cambiado desde entonces. ElArchilectorSult.UnodeloshombresmáspoderososdelaUnión.Queescomodecir,unodeloshombresmáspoderososdelmundo.Detrásdeél,comounparde sombras gigantescas, se alzaban silenciosos dos enormes Practicantes conmáscarasnegras.

Al ver salir la renqueante figura de Glokta por la puerta, el Archilectoresbozó una sonrisa. Había muchas cosas detrás de esa sonrisa. Un levedesprecio, un atisbo de compasión, un mínimo toque de amenaza. Cualquiercosamenosregocijo.

—InquisidorGlokta—dijo,alargandocon lapalmahaciaabajounadesusmanosenfundadasenunguanteblanco.Unanilloconunagranpiedrapúrpurarefulgíaenunodesusdedos.

—SirvoyobedezcoaVuestraEminencia.Gloktanopudoreprimirunamuecadedoloralagacharsepararozarelanillo

conloslabios.Unamaniobracomplejaydolorosa,queselehizoeterna.Cuandoporfinsealzódenuevo,losgélidosojosazulesdeSultlemirabanconexpresiónserena.UnamiradaqueindicabaqueconocíaperfectamenteaGloktayquenoleimpresionabaenlomásmínimo.

—Vengaconmigo.ElArchilectorsevolvióyavanzóconsolturaporelpasillo.Gloktalesiguió

cojeando,escoltadodecercaporlossilenciososPracticantes.Sultsemovíaconlánguidadesenvoltura,arrastrandoconeleganciaellargofaldóndesucapa.Hijode puta. No tardaron en llegar a una puerta bastante similar a la suya. ElArchilector abrió la cerradura y pasó dentro; los Practicantes, por su parte,tomaron posiciones a ambos lados de la entrada y cruzaron los brazos.Unaentrevista privada, pues. De la que quizá no salga jamás. Glokta traspasó elumbral.

Unahabitaciónblancaymugrienta,excesivamenteiluminadayconuntecho

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demasiado bajo para resultar cómodo. En lugar de una mancha de humedad,teníaunagrangrieta,pero,porlodemás,eraidénticaasupropiasala.Ahíestabatambiénlamesarayada,lassillasbaratas,inclusounamanchadesangreamediolimpiar.Mepreguntosinolaspintaránparaimpresionar.Derepente,unodelosPracticantescerrólapuertadegolpe.TalvezesperabaqueGloktadieraunbote,peroélnoestabadispuestoatomarseesamolestia.

El Archilector Sult se acomodó con gracilidad en su asiento, colocó unpesadofajodepapelesamarillentossobrelamesayseloacercóaGlokta.Luegole indicó con la mano la otra silla, la misma que solía destinarse a losprisioneros. A Glokta no se le pasaron por alto las implicaciones de aqueldetalle.

—Prefieropermanecerdepie,Eminencia.Sult sonrió. Tenía unos hermosos dientes puntiagudos, de un blanco

resplandeciente.—Nolocreo.Me tiene cogido. Glokta se sentó como pudo en la silla del prisionero

mientras el Archilector pasaba la primera hoja de su taco de documentos ysacudía levemente la cabeza como si lo que estaba viendo le causara unaprofundadecepción.¿Lospormenoresdemimeritoriacarreratalvez?

—Hace un rato ha venido a verme el Superior Kalyne. Estaba muydisgustado —Sult levantó sus acerados ojos azules de los papeles—. Muydisgustado con usted,Glokta. Semostrómuy locuaz al respecto.Me dijo querepresenta usted una amenaza incontrolable, que actúa sin atender a lasconsecuencias, que es usted un tullido demente.Me pidió que le sacara de sudepartamento—elArchilector esbozó una sonrisa, una sonrisa desagradable yfría,muy similar a la que empleabaGlokta con sus prisioneros.Sólo que conmásdientes—.Tengolaimpresióndequerealmenteloquepretendíaesquelequitara austed... de enmedio.—Losdoshombres semiraron fijamentedesdecadaladodelamesa.

¿Esahoracuandotengoqueimplorarclemencia?¿Esahoracuandotengoque arrastrarme por el suelo y besarle los pies? Pues bien, no piensomolestarmeenpedirclemenciayestoydemasiadoentumecidoparaarrastrarme.Sus Practicantes tendrán que matarme sentado. Rebanarme el pescuezo oreventarme la cabeza de un golpe. Lo que quieran. A condición de que

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acabemosdeunavez.PeroSultnoparecíatenerprisa.Susmanosenguantadasmovíanconsoltura

yprecisiónlaspáginas,haciéndolassilbarycrujir.—No contamos conmucha gente como usted en la Inquisición. Un noble

perteneciente a una de las mejores familias. Un campeón en el manejo de laespada, un aguerrido oficial de caballería.Un hombre que en tiempos pareciódestinado a llegarmuy lejos—Sult lomiró de arriba abajo, como si no dieracréditoaloqueveía.

—Esofueantesdelaguerra,Archilector.—Obviamente. Su captura causó gran consternación, y pocos esperaban

verle regresar con vida. A medida que la guerra se fue alargando y fueronpasandolosmeses, lasesperanzasacabarondesvaneciéndoseporcompleto,sinembargo,cuandosefirmóeltratado,resultóqueunodelosprisionerosdevueltosalaUniónerausted—contemplóaGloktaconlosojosentornados—.¿Habló?

Glokta no pudo contenerse, y estalló en una monumental carcajada. Elestruendoreverberóconunextrañoecoenlagélidasala.Noeraunsonidomuyhabitualenaquelloslugares.

—¿Quesihablé?Habléhastaquelagargantasemepusoencarneviva.Lescontétodoloquesemeocurrió.Soltéagritostodoslossecretosquerecordabahaber oído. Farfullé como un idiota. Cuando me quedé sin nada que contar,empecéainventarmecosas.Meorinéencimayllorécomounaniña.Atodoelmundolepasalomismo.

—Pero no todo elmundovive para contarlo.Dos años en las cárceles delEmperador.Nadiehaaguantadotanto.Losmédicosestabanconvencidosdequenovolveríaalevantarsedesulecho,y,sinembargo,unañodespuéspresentabaustedsusolicitudparaingresarenlaInquisición.

Losdossabemoseso.Losdosestábamosaquí.¿Quéquieredemíyporquénoacabamosconestodeunavez?Debedeserquehayhombresquedisfrutanoyendoelsonidodesupropiavoz.

—Me dijeron que era usted un tullido, que estaba acabado, que jamás serecuperaría,quenuncapodríaconfiarseenusted.Peroyomesentíainclinadoadarle una oportunidad. Todos los años algún imbécil gana el Certamen deesgrima,y lasguerrasproducenmuchossoldadosprometedores;encambio,sulogroalsobreviviresosdosañosesalgoexcepcional.Poresoseleenvióalnorte

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paraquesehicieracargodenuestrasminasenlazona.¿QuéleparecióAngland?Una inmunda cloaca de corrupción y violencia. Una prisión en la que

convertíamos en esclavos a culpables e inocentes por igual, en nombre de lalibertad. Un agujero apestoso al que enviábamos a quienes odiábamos y aquienesnosavergonzabanparaquelosmataranelhambre,lasenfermedadesylostrabajosforzados.

—Unlugarfrío—dijoGlokta.—También lo fueusted.HizopocosamigosenAngland.Muypocosen la

Inquisiciónyningunoentrelosexiliados—extrajodeentrelospapelesunacartaarrugadaylaobservócríticamente—.ElSuperiorGoyledecíadeustedqueerauntémpanodehielo,quenoteníaniunagotadesangreenlasvenas.Pensabaquenollegaríaustedaningunaparte,quenosacaríaningúnprovechodeusted.

Goyle.Esehijodelagranperra.Esecarnicero.Prefieromilvecesnotenersangreanotenercerebro.

—Pero, al cabo de tres años, la producción había aumentado. Se habíadoblado,dehecho.PoresoseletrajodevueltaaAduaparaquetrabajaraalasórdenesdelSuperiorKalyne.Penséquetalvezaprenderíaunpocodedisciplinaconél,pero,alparecer,estabaequivocado.Sigueustedempeñadoenhacer lascosasasumanera—elArchilectorlemirólevantandoelentrecejo—.Paraserlesincero, tengola impresióndequeKalynele tienemiedo.Yodiríaquetodoelmundoselotiene.Anadielegustasuarrogancia,anadielegustansusmétodos,anadielegustasupeculiarformadeentender...nuestrotrabajo.

—¿Yustedquéopina,Archilector?—Sinceramente, yo tampoco estoy muy seguro de que me gusten sus

métodosydudomuchoque su arrogancia esté justificada.Loque símegustason sus resultados, que me parecen extremadamente satisfactorios—cerró degolpeelpaquetededocumentosy,posandounamanosobreél,seinclinóhaciaGlokta. Igual que me inclino yo cuando pido a uno de mis prisioneros queconfiese—.Tengounamisiónparausted.Unamisiónquelepermitirádarasushabilidadesunmejorusoqueandaralacazadecontrabandistasdepocamonta.Unamisión que tal vez le permita redimirse a los ojos de la Inquisición—elArchilectorhizounabrevepausa—.QuieroquearresteaSeppdanTeufel.

Gloktatorcióelgesto.¿Teufel?—¿ElMaestredelaCeca,Eminencia?

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—Élmismo.ElMaestrede laCecadelRey.Unhombre importantepertenecienteauna

familiaigualmenteimportante.Unpezmuygordoalqueecharelanzueloparami pequeña pecera. Un pez con amigos poderosos. Podría resultar peligrosoarrestaraunhombreasí.Podríaresultarletal.

—¿Puedopreguntarporqué?—No, no puede. Deje que sea yo quien se ocupe de los porqués. Usted

limíteseaobtenerunaconfesión.—¿Unaconfesióndequé,Archilector?—¡De qué va a ser, de corrupción y alta traición! Según parece, nuestro

amigoelMaestrede laCecasehamostradobastante indiscretoenalgunosdesus tratos privados. Al parecer, ha aceptado sobornos y ha conspirado con elGremiodelosSederosparadefraudaralRey.Enestesentido,resultaríamuyútilque algún ilustre sedero mencionara su nombre en relación con algunacircunstanciadesafortunada.

Difícilmentepuedeconsiderarseunameracoincidenciaqueenesteprecisomomento tenga a un ilustre sedero en la sala de interrogatorios. Glokta seencogiódehombros.

—Essorprendentelacantidaddenombresquepuedenllegaramencionarseunavezquelagentesedecideahablar.

—Bien—elArchilector hizo un gesto con lamano—.Ya puede retirarse,Inquisidor,mañanaaestamismahoravendréarecoger laconfesióndeTeufel.Serámejorquelatengalista.

Glokta trataba de respirar a un ritmo acompasado mientras regresabatrabajosamentepor el pasillo.Coge aire. Expúlsalo. Así, con calma. No habíapensado salir con vida de aquella sala.Y ahora resulta quememuevo en lasaltas esferas.ElArchilector en personame encomienda unamisión, arrancaruna confesión de alta traición a uno de los dignatariosmás respetados de laUnión.Lasmásaltasesferas,sí,pero¿porcuántotiempo?¿Yporquéyo?¿Pormisresultados?

¿Oporquénosemeecharádemenossifracaso?—Aceptamismássincerasdisculpas,contantas idasyvenidasestoparece

unburdel—loslabiosrotosyabotargadosdeRewsseretorcieronparaesbozaruna sonrisa triste. Sonriendo en una situación como ésta; este hombre es un

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portento.Pero todo tiene su final—.Tevoy a hablar claro,Rews.Nadie va avenirasacartedeésta.Nihoy,nimañana,ninunca.Acabarásconfesando.Loúnico que está en tu mano es decidir cuándo y en qué estado te encontrarásllegado esemomento.No obtendrás nada postergándolo. Sólo dolor.Y de esotenemosmuchoparati.

NoerafácildesentrañarlaexpresióndelrostroensangrentadodeRews,perosushombrossehabíanvenidoabajo.Alargandounamanotemblorosa,mojólaplumaenlatintayescribiósunombre,ligeramenteinclinado,alfinaldelpliegodeconfesión.Hevueltoaganar.¿Haceesoquemeduelamenoslapierna?¿Herecuperadomisdientes?¿Mehaservidodealgodestruiraunhombrealqueentiempos considerémi amigo? ¿Por qué lo hago entonces? La única respuestaqueobtuvofueelrascardelaplumillasobreelpapel.

—Excelente—dijoGlokta.ElPracticanteFrostdio lavueltaaldocumento—. Supongo que ésta es la lista de tus cómplices, ¿no?—los ojos deGloktarepasaronconparsimonialosnombres.UnoscuantosSederossubalternos, trescapitanes de barco, un oficial de la guardia urbana, un par de oficiales deaduanasdepocamonta.Unarecetabastanteinsulsa,desdeluego.Veamossisele puede añadir alguna especia. Glokta volvió a dar la vuelta al pliego y loempujóporlamesa—.AñadeelnombredeSeppdanTeufelalalista,Rews.

Elgordoparecíaconfundido.—¿ElMaestredelaCeca?—musitaronsuslabiosabotargados.—Exacto.—Perosiyonoconozcoaesehombre.—¿Yqué?—leespetóGlokta—.Hazloquetedigo—Rewspermanecíaen

silencio con la boca entreabierta—. Escribe de una vez, cerdo seboso —elPracticanteFrosthizocrujirsusnudillos.

Rewssehumedecióloslabios.—Sepp...dan...Teufel—mascullómientrasescribía.—Estupendo —Glokta bajó cuidadosamente la tapa sobre su fastuoso y

horribleinstrumental—.Mealegromuchoporlosdosdequehoynovayamosanecesitarlo.

Frostsoltólosgrilletesquesujetabanlasmanosdelprisionero,lelevantóylocondujohacialapuertaquehabíaalfondodelasala.

—¿Yahoraqué?—gritóRewsporencimadelhombro.

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—Angland,Rews,Angland.Noolvidesincluirropadeabrigoenelequipaje.—Lapuertasecerróasusespaldasconuncrujido.

Gloktaechóunvistazoalalistadenombresqueteníaentrelasmanos.SeppdanTeufelfigurabaelúltimo.Unnombre.Afindecuentas,igualquelosdemás.Teufel.Unsimplenombre.Sóloqueespecialmentepeligroso.

Severardaguardabaenelpasillo,sonriendocomodecostumbre.—¿Tiroelgordoalcanal?—No,Severard.MételoenelpróximobarcoquesalgaparaAngland.—Tenéisundíacompasivo,Inquisidor.Gloktasoltóunresoplido.—Lo compasivo sería el canal. Ese cerdo no durará ni seis semanas en el

Norte.Olvidémosle.EstanochetenemosquearrestaraSeppdanTeufel.Severardalzólascejas.—¿NosereferiráalMaestredelaCeca?—Nimás nimenos.Órdenes expresas deSuEminencia elArchilector.Al

parecer,haestadoaceptandodinerodelosSederos.—Oh,quévergüenza.—Saldremostanprontocomosehagadenoche.DileaFrostqueestélisto.ElflacoPracticanteasintióconlacabezahaciendoondearsumelena.Glokta

sediolavueltaycomenzóarenquearporelpasillo,descargandoelbastónsobrelasmugrientaslosasyconsupiernaizquierdaardiendodedolor.

¿Porquélohago?Volvióapreguntarse.¿Porquélohago?

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Sinelección

Logendespertóconunadolorosasacudida.Estaba tumbadoenunaposturamuy incómoda: la cabeza retorcida sobre una superficie dura, las rodillasencogidascontraelpecho.Medioadormilado,entreabriólosojos.Estabaoscuro,perodesdealgún lugar le llegabauna tenueclaridad.Comodeuna luzfiltradaporlanieve.

Depronto,leacometióelpánico.Yasabíadóndeestaba.Habíaamontonadonievealaentradadeaquellaminúsculacuevaparatratardepreservarunpocoelcalor.Debíadehabernevadomientrasdormíaysehabíaquedadoatrapado.Silanevada había sido copiosa, podía haberse acumulado mucha nieve fuera.Montonesdenievedeunaprofundidadsuperioralaalturadeunhombre.Talveznopudieravolverasalir.Habíalogradorealizartodalaascensión,habíallegadoalosvallesaltosyahoraresultabaqueibaaperecerenunaoquedadtanangostaquenisiquieralepermitíaestirarlaspiernas.

Logenseretorcióenelestrechoespacioysepusoaescarbarconlasmanosentumecidas, luchando, forcejeando con la nieve, tratandode abrir unhueco agolpesmientrasseincrepabaprofiriendoentrecortadasmaldiciones.Deprontolaluzirrumpióconunbrillocegador.Apartóaempujoneslanievequequedabayreptóhaciaelexterior.

El cielo eradeun azulbrillantey en lo alto fulguraba el sol.Ledio en lacara,cerrósusojosescocidosysedejóbañarporlaluz.Elaireleentrabaenlagargantaconunfríodoloroso.Unfríocortante.Tenía labocamássecaqueelpolvoysulenguaeracomountrozodemaderaestriado.Seagachópararecogerunpuñadodenieveyselometióenlaboca.Cuandosederritió,lotragó.Estaba

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helado,ledabadolordecabeza.Desdealgúnlugarlellegabaunaespeciedehedoramuerto.Noerasólosu

propiooloragridulceahumedad,aunqueesoyaerabastantemalodeporsí.Erala manta, que había empezado a pudrirse. Llevaba dos trozos atados conbramantealasmuñecas,envolviéndolelasmanoscomosifueranmitones,yotroenroscado a la cabeza, a modo de una sucia y maloliente capucha. Tambiénllevabaalgunostrozosdentroparaquelasbotasnoselesalieran.Elrestoestabaceñidoal cuerpobajo lazamarra.Talvezolieramal,pero lanocheanterior lehabíasalvadolaviday,enopinióndeLogen,unacosacompensabaconcreceslaotra.Llegaríaaapestarbastantemásantesdequepudierapermitirseel lujodedesprendersedeella.

Tambaleándose, se puso de pie y echó un vistazo alrededor. Era un valleangostode empinadas laderas sepultadobajounmantodenieve.Tresgrandespicos lo bordeaban, tresmontones de roca gris y de nieve recortados sobre elcielo azul. Los conocía. Eran viejos amigos. Los únicos que le quedaban. SeencontrabaenlasAltiplanicies.Eneltechodelmundo.Estabaasalvo.

—Asalvo—gruñósinexcesivaalegría.Asalvodelacomida,ciertamente.Asalvo del calor, sin lugar a dudas. Ninguna de esas dos cosas le iba a causarproblemasallíarriba.TalvezhubieraescapadodelosShanka,peroaquellugarera la morada de los muertos y, si permanecía allí, no tardaría en hacerlescompañía.

Demomento,yateníaunhambreferoz.Subarrigaeraunenormeydolorosoagujero que le llamaba con gritos desgarradores. Revolvió en el macutobuscando su última tira de cecina. Un trozo rancio, marrón y grasiento, queparecía unpalo seco.Difícilmente le serviría para llenar aquel hueco, peronoteníaotracosa.Desgarrócon losdientes lacarne,correosacomounasueladebota,yselatragóacompañándolaconunpocodenieve.

Logenseprotegiólosojosconunbrazoymiróhaciaelnorte,haciaelvalleque había más abajo; por esa ruta había llegado el día anterior. El terrenodescendíapaulatinamente;lanieveylasrocasdabanpasoalaslomascubiertasde pinos de los valles altos, los árboles a una rugosa franja de pastos y,finalmente,laslomasdehierbaalmar,unalíneaquecentelleabaenelhorizonte.Suhogar.Sólodepensarenelloseponíaenfermo.

Suhogar.Allíeradondeestabasufamilia.Supadre:sabio,fuerte,unbuen

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hombre,unbuenjefedesupueblo.Suesposa,sushijos.Unabuenafamilia.Semerecíanunhijomejor,unmejormarido,unmejorpadre.Tambiénestabanallísusamigos.Losviejosy losnuevos.Estaríabienvolveraverlosa todos,muybien.Hablarconsupadreenlagransaladelclan.Jugarconsushijos,sentarseconsuesposaalaorilladelrío.CharlardetácticaconTresárboles.IrdecaceríaconelSabuesoenlosvallesaltosycorrerporelbosqueriéndosecomounloco.

UnasúbitapunzadadeañoranzaacometióaLogen.Eldolorfuetanintensoquecasileasfixió.Habíaunpequeñoproblema:todosestabanmuertos.Suhogarera un círculo de astillas chamuscadas, el río una cloaca. Jamás olvidaría lavisióndelasruinascalcinadasdelvallealbajarporlacolina.Ladesesperacióncon que se arrastró entre las cenizas, buscando algún indicio de que alguienhabía logradohuir,mientraselSabueso le tirabadelhombroy ledecíaque lodejara.Sólohabíacadáveresputrefactos, irreconocibles.Quéindiciospretendíaencontrar. Estaban todos muertos; tan muertos como hubieran querido losShanka,queeracomodecir irremisiblementemuertos.Escupió sobre lanieve;susalivateníaelcolormarróndelacecina.Muertos,fríos,podridosoreducidosaceniza.Habíanvueltoalbarro.

Logenencajólamandíbulayapretólospuñosbajolospútridosjironesdelamanta.Podíaregresaralasruinasdeaquellaaldeajuntoalmarporúltimavez.Podía lanzarsea lacarga,profiriendosugritodeguerra,comohabíahechoenCarleon,cuandoperdióundedoyseganósureputación.PodíamandaraunoscuantosShankaalotromundo.Abrirlosencanal,desdeloshombrosalabarrigaparaqueselessalieranlastripas,comohizoconShamaelCruel.Podíavengarasu padre, a su esposa, a sus hijos, a sus amigos. Sería un fin adecuado paraalguien a quien llamaban Nueve el Sanguinario. Morir matando. Sería unacancióndignadesercantada.

PeroenCarleonera joveny fuerte,ycontabaconelapoyodesusamigos.Ahora estaba débil, hambriento y completamente solo. Había acabado conShamaelCruelconunalargaespada,afiladacomopocas.Logencontemplósucuchillo.Tal vez fuera unbuen cuchillo, perodifícilmente le iba a servir paracobrarsevenganza.Y,además,¿quiéncantaríasucanción?LosShankanoteníanbuenas voces, y de imaginación andaban aún más escasos, eso si es quereconocíanaaquelmendigoenvueltoenunamantaapestosadespuésdehaberlollenadodeflechas.Quizáfuerapreferibledejar lavenganzaparamásadelante,

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hastaquetuvieraunacerodemayortamañoalmenos.Despuésdetodo,hayqueserrealista.

Hacia el sur, pues, a convertirse en un vagabundo. Siempre habría trabajopara un hombre dotado de sus habilidades. Un trabajo penoso y oscuroprobablemente,perotrabajoalfinyalcabo.Elasuntonodejabadetenerciertoatractivo, había que admitirlo. Sólo tendría que ocuparse de sí mismo, susdecisiones carecerían de importancia, no tendría en sus manos la vida o lamuerte de nadie. En el sur tenía enemigos, de eso no cabía duda. Pero elSanguinarioestabaacostumbradoahacerfrenteasusenemigos.

Volvió a escupir. Ya que había recuperado la saliva, era mejor sacarle elmáximopartido.Afindecuentas,eraprácticamenteloúnicoquetenía:saliva,unviejopucheroylosrestosapestososdeunamanta.Muertoenelnorteovivoen el sur.Ésas eran las dos únicas opciones, que era comodecir que no teníaelección.

Seguiría adelante. Eso era lo que siempre había hecho. En eso consistesobrevivir, tanto si se merece seguir con vida como si no. Se recuerda a losmuertos lo mejor que se puede. Se pronuncian unas cuantas palabras en sumemoria.Yluegosesigueadelante,esperandoquelascosasvayanmejor.

Logenaspiróunabocanadadeairefríoyluegolaexpulsó.—Adiós,compañeros—masculló—.Adiós.Acontinuación,seechóelmacutoalaespalda,sediolavueltaycomenzóa

caminarpesadamentesobrelaprofundacapadenieve.Haciaabajo,haciaelsur,lejosdelasmontañas.

Seguía lloviendo.Una lloviznaque lo cubría todo conuna fríapelículaderocíoque,trasacumularseenlasramas,enlashojasyenlasagujasdelospinos,caía formando unos goterones que se colaban entre las ropas empapadas deLogenyacababansobresupielmojada.

Estaba en cuclillas, inmóvil y silencioso, en medio de un matorralchorreante. El agua le corría por la cara y el acero húmedo de su cuchillorefulgía. Sentía el palpitar del bosque, oía susmil y un ruidos. El pulular deincontablesinsectos,elciegocorreteardelostopos,eltímidorumordeunciervoentre losmatojos, el lento palpitar de la savia en los troncos de los ancianosárboles. Cada uno de los seres vivos del bosque andaba a la búsqueda delalimentoqueleerapropio,ylomismohacíaél.Fijósumenteenunanimalque

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semovíacautamenteenel tramodebosqueque teníaa suderecha.Delicioso.Exceptuandoel constantegotearde las ramas, elbosquequedóen silencio.ElmundoseredujoaLogenyasupróximoalmuerzo.

Cuandoleparecióqueyaestabalobastantecerca,pegóunsaltoyloderribósobre la tierra húmeda. Un ciervo joven. Pataleó, se resistió, pero Logen erafuerte y rápido; le hundió el cuchillo en el cuello y lo degolló.Un chorro desangre caliente se vertió sobre lamano deLogen y luego cayó sobre la tierramojada.

Levantó el cuerpo del animal y se lo echó al hombro. Quedaría bienestofado,talvezconsetas.Muybien.Luego,cuandoyahubieracomido,pediríaconsejo a los espíritus. Sus consejos solían ser bastante inútiles, pero no levendríamalunpocodecompañía.

Cuandollegóasucampamentoelsolyaestabaapuntodeponerse.EraunamoradadignadeunhéroedelatalladeLogen:dosgrandespalossujetandounhazderamashúmedasquecubríaunhoyoexcavadoenlatierra.Almenosahídentroyaestabacasiseco,y,además,habíaparadodellover.Esanocheharíaunfuego.Hacíamuchotiempoquenosedabaunhomenajeasí.Unfuegosóloparaél.

Algomástarde,trashabercomidoydescansadounpoco,Logensepreparóunapipaconunpedazodechagga.Lohabíaencontradohacíaunosdías;unosdiscosamarillos,grandesy jugosos,quecrecíanen labasedeunárbol.Habíaarrancado un buen trozo, pero hasta hoy no se había secado lo bastante parapoder fumarlo. Cogió una rama encendida de la hoguera y la introdujo en lacazoleta, dando enérgicas caladas hasta que el hongo se prendió y empezó aquemarse,despidiendosucaracterísticoaromadulzónatierra.

Tosió, exhaló una bocanada de humomarrón y se quedó contemplando ladanza de las llamas. Su mente voló a otros tiempos, a otras hogueras ycampamentos.AhíestabaelSabuesoconunasonrisaquemostrabasusdientespuntiagudos iluminados por el resplandor del fuego. Justo enfrente se sentabaTulDuru,grandecomounamontaña, riéndoseconsusatronadorascarcajadas.También Forley el Flojo, lanzandomiradas nerviosas a su alrededor, un pocoasustado, como siempre. Y también Rudd Tresárboles, y Hosco Harding, sindecirpalabra.PoresolellamabanHosco.

Allíestabantodos.No,noestaban.Estabanmuertos,habíanvueltoalbarro.

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Logenvaciólapipaenlahoguerayladejóaunlado.Yanoleapetecía.Supadreteníarazón.Nuncasedebefumarasolas.

Desenroscóeltapóndesucascadapetaca,echóuntragoyluegoloescupióformandounalluviadegotasdiminutas.Unapequeñallamaradaascendióporelaire gélido. Logen se limpió los labios, saboreando aquel gusto picante yamargo.Luegoserecostóenelnudosotroncodeunpinoysedispusoaesperar.

Tardaron un rato en llegar. Eran tres. Surgieron silenciosos de entre lassombrasdanzantesdelosárbolesyseacercaronlentamentealfuego,cobrandoformaamedidaqueseaproximabanalaluz.

—Nuevededos—dijoelprimero.—Nuevededos—dijoelsegundo.—Nuevededos—repitióeltercero.Ensusvocesresonabanlosinnumerables

ruidosdelbosque.—Bienvenidos a mi hoguera —dijo Logen. Los espíritus se pusieron en

cuclillasylecontemplaronconexpresiónvacía—.¿Soissólotresestanoche?Eldeladerechafueelprimeroenhablar.—Cada año que pasa somos menos los que despertamos del invierno.

Nosotrossomoslosúltimosquequedamos.Pasaránunoscuantosinviernosmásy también nosotros dormiremos. Ya no quedará ninguno de los nuestros pararesponderatullamada.

Logenasintiócontristeza.—¿Cómovanlascosasporelmundo,algunanovedad?—Hemos oído que un hombre cayó por un precipicio y la corriente lo

devolvió con vida a la tierra; luego, a principios de la primavera, cruzó lasAltiplaniciesenvueltoenunamantapodrida;peronosolemosdarmuchocréditoaesetipoderumores.

—Meparecemuyrazonable.—Bethodestáenguerra—dijoelespíritudelcentro.Logenfruncióelceño.—Bethodsiempreestáenguerra.Esloúnicoquesabehacer.—Sí. Son ya tantos los combates que ha ganado, con tu ayuda, que se ha

concedidoasímismounsombrerodeoro.—Elmuyhijodeputa—dijoLogen,escupiendoalfuego—.¿Quémás?—Alnortedelasmontañas,losShankaasolanloscamposyquemantodolo

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queencuentran.Lesgustamuchoelfuego—dijoelespíritudelcentro.—Sí,mucho—apostillóeldelaizquierda—,másinclusoquealosqueson

comotú.Lesgustay lo temen—elespírituse inclinóhaciadelante—.Hemosoídoqueunhombretebuscaenlospáramosdelsur.

—Unhombrepoderoso—dijoeldelcentro.—UnMagodelosViejosTiempos—añadióeldelaizquierda.Logen se quedó pensativo. Había oído hablar de esos Magos. En cierta

ocasión se las había visto con un hechicero, pero no le había costado nadamatarle.Niasomodepoderessobrenaturales,o,silostenía,Logendesdeluegonolohabíaadvertido.PerounMagoeraotracosa.

—HemosoídodecirquelosMagossonsabiosypoderosos—dijoelespíritudelcentro—,yquelosquesoncomoellospuedenhacerqueunhombrelleguemuylejosyenseñarlemuchascosas.Perotambiénsonarterosysiemprebuscansupropiointerés.

—¿Quéesloquequiere?—Pregúntaselo a él —a los espíritus no les interesaban demasiado los

asuntosde loshombresy su fuertenoeran losdetalles.Con todo, aquello erapreferibleasustípicasconversacionessobreárboles.

—¿QuévasahacerNuevededos?Logenmeditóuninstante.—IréalsurybuscaréaeseMagoparapreguntarlequéquieredemí.Los espíritus asintieron. Pero no dieron ningunamuestra de si la idea les

parecíabienomal.Lestraíasincuidado.—Adiós, pues, Nuevededos—dijo el espíritu de la derecha—, puede que

éstahayasidolaúltimavez.—Tratarédesaliradelantesinvuestrainestimableayuda.ElhumordeLogencayóensacoroto.Losespíritussealzaron,sealejaron

delfuegoysefueronfundiendoconlaoscuridad.Alpoco,habíandesaparecidodeltodo.Logentuvoquereconocer,noobstante,quelehabíanresultadomuchomás útiles de lo que jamás hubiera imaginado. Le habían proporcionado unobjetivo.

MañanamismosedirigiríahaciaelsurybuscaríaaeseMago.¡Quiénsabe!Alomejoreraunbuenconversador.Encualquiercaso,siempreseríamejorquedejarse llenar el cuerpo de flechas por nada. Logen contempló las llamas y

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asintiómoviendolentamentelacabeza.Recordóotros tiempos,otrashoguerasyotros campamentos en losqueno

habíaestadotansolo.

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Juegosdecuchillos

Hacía un hermoso día de primavera en Adua. La luz del sol se filtrabaplacenteramente entre las aromáticas ramasde un cedro, proyectando sombrasveteadas sobre el grupo de jugadores de cartas que se encontraba debajo. Laplácidabrisaquerevoloteabaporelpatioobligabaalosjugadoresasujetarconfuerzalascartasqueteníanenlamanoyasujetarconvasosomonedaslasquereposabansobre lamesa.Lospájarosgorjeabanen losárbolesy,desdeelotroextremo del césped, se oía el agradable eco que producía el tabletear de laspodaderasdeunjardineroalrebotarcontralosaltosmurosdelpatio.Hastaquépunto los jugadores encontraban placentera la gran cantidad de dinero que seencontrabaenelcentrodelamesadependía,comoesnatural,delascartasquetuvieran.

AlcapitánJezaldanLutharindudablementeleagradaba.TrasingresarenlaGuardiaReal,habíadescubiertoqueposeíauntalentoasombrosoparaeljuego,un talentoquehabía empleado enganarles a sus camaradasgrandes sumasdedinero.Tampoco es que le faltara el dinero, pues no en vano procedía de unafamiliaextremadamenterica,perodeesaformapodíamantenerlaficcióndequeestabaahorrandocuandoenrealidadseloestabagastandoamanosllenas.CadavezqueJezalhacíaunavisitaalamansiónfamiliar,supadreaburríaatodoslospresentes perorando sobre las economías que hacía su hijo, y, pararecompensarle, hacía seis meses le había comprado su capitanía. A sushermanos,desdeluego,noleshizodemasiadagracia.Sí,eldineroerasindudaalgo muy útil, y además hay pocas cosas tan divertidas como humillar a losamigosmásíntimos.

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Jezal estiró una pierna y se arrellanó en el banco mientras sus ojosestudiaban uno por uno a los jugadores. El comandanteWest había inclinadotantolasillasobresuspatas traseras,queparecíahallarseeninminentepeligrodecaeralsuelo.Sosteníaenaltosuvaso,admirandolaformaenquela luzsefiltraba a través del ambarino licor que contenía. Sus labios esbozaban unaenigmática sonrisa, que parecía decir: «No soy noble, y es posible que seainferioravosotrossocialmente,perosoyunganadordelCertamendeesgrimayobtuveelfavordelReyenelcampodebatalla,yesohacequeseaelmejordetodos; así pues,muchachos,más vale que hagáis lo que yo os diga». Pero sehabíaquedadofueradeesamanoy,además,enopinióndeJezal,erademasiadoprecavidoconsudinero.

El teniente Kaspa se encontraba inclinado hacia delante en su silla,frunciendo el ceño y rascándose su rubicunda barba mientras contemplabaatentamente sus cartas como si contuvieran incomprensibles operacionesaritméticas.Eraunjovenjovial,perounpésimojugadordecartas,ysiempresemostrabamuyagradecidocuandoJezalleinvitabaauntragoconeldineroqueacababa de ganarle. Tampoco es que le importaramucho perderlo, al fin y alcabosupadreeraunodelosprincipalesterratenientesdeLaUnión.

Jezalhabíaconstatadoenmásdeunaocasiónquelaestupidezdeunperfectoestúpido se incrementaba notablemente cuando se encontraba en compañía degente inteligente. Una vez perdida toda esperanza de destacar sobre el resto,hacían todo lo posible por ganarse el puesto de idiota simpático y procurabanmantenerse al margen de unas discusiones que estaban condenados a perder,granjeándose así la amistad de todos. La expresión de desconcertadaconcentración de Kaspa parecía decir: «Puede que no sea inteligente, pero síhonrado y simpático, que esmuchomás importante. La inteligencia estámuysobrestimada.Ah,yademássoymuyrico,asíquedetodasformasvoyacaerlebienatodoelmundo».

—Creo que lo voy a igualar —dijo Kaspa arrojando un montoncito demonedas. Al caer sobre la mesa, las monedas lanzaron un destello y sedesperdigaronconunalegretintineo.Jezalcalculódistraídamentelasumaensucabeza.¿Ununiformenuevotalvez?SiemprequeKaspateníabuenascartaslomanifestaba con un leve estremecimiento, y en esta ocasión no estabatemblando.Suponerqueseestabamarcandoun faroleraconcederleunmérito

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que no le correspondía; lo más probable es que estuviera aburrido de estarsentadoalfresco.Jezalnoalbergabaningunadudadequealsiguienteenvitesearrugaríacomounatiendadecampañabarata.

EltenienteJalenhormfruncióelceñoyarrojósuscartassobrelamesa.—¡Hoy sólo me ha tocado basura!—soltó con voz atronadora. Luego se

recostóenlasillayencogiósusmusculososhombrosconungestoqueveníaadecir:«Soyunhombrefornidoyviril,ytengoungeniomuyvivo,demodoquemás vale que todo elmundome trate con respeto».Respeto era precisamentealgoque Jezal no le concedía jamás en lamesade juego.Tener el geniovivopuederesultarmuyútilenuncombate,peroesunlastreencuestionesdedinero.Era una lástima que no hubiera tenido una mano mejor, porque Jezal habríapodidosacarlelamitaddesupaga.Jalenhormvaciósuvasodeuntragoyechómanodelabotella.

Ya sólo quedabaBrint, elmás joven y elmás pobre del grupo. Se estabahumedeciendo los labios conuna expresión en laque la cautela se combinabaconunpuntodedesesperación,unaexpresiónqueparecíadecir:«Nosoyjoven,no soy pobre. Me puedo permitir perder este dinero. Valgo tanto comocualquieradevosotros».Hoyteníamuchodinero;puedequeacabaraderecibirlapaga.Otalvezfueratodoloquelequedabaparavivirdurantelospróximosdosmeses. Jezal hizo planes para arrebatarle ese dinero y gastárselo luego enbebidaymujeres.Peromásvalíaquedejaradesonreírmientraslopensaba.Yatendríatiempodesonreírcuandohubieraganadolamano.Brintserecostóenlasillaysesumióenprofundascavilaciones.Lomásseguroesquetardaraalgúntiempoentomarladecisión,asíqueJezalcogiósupipadelamesa.

Laencendióenunalámparaexpresamentedestinadaatalpropósitoylanzóunosdesmañadosanillosdehumoentrelasramasdelcedro.Pordesgracia,eramuchomejor jugandoa lascartasquefumando,y lamayoríade losanillosnoeranmásqueunas feaspelotasdehumodeunmarrónamarillento.Sihubierasido completamente honesto, habría reconocido que en realidad no le gustabafumar.Lemareaba,peroestabademodayademáserabastantecaro,ynoestabadispuestoarenunciaraalgoqueestuvierademodaporelsimplehechodequenolegustara.Además,laúltimavezqueestuvoenlaciudadsupadrelehabíaregaladounaespléndidapipademarfil,ylegustabaelaspectoqueledaba.Bienpensado,asushermanosaquellotampocoleshabíahechodemasiadagracia.

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—Loveo—dijoBrint.Jezalsoltólapiernadelbancoydejóquesebalancearaenelaire.—En tal caso, yo subo cien marcos.—Y, dicho aquello, empujó todo su

dinero hasta el centro de la mesa. West apretó los dientes y tragó aire. Unamonedaresbalódesdeloaltodelmontón,aterrizódecantoyrodóporencimadelamesa. Luego cayó sobre las losas del suelo con el inconfundible ruido queproducenlasmonedasalcaer.Eljardineroqueseencontrabaalotroextremodelcéspedalzóinstintivamentelacabezayluegosiguiópodandolahierba.

Kaspa lanzósuscartasalairecomosi leestuvieranquemando losdedosysacudiólacabeza.

—Malditasea,soyundesastrejugandoalascartas—selamentómientrasserecostabaenlarugosacortezamarróndelárbol.

JezalmiróaltenienteBrintalosojos,esbozandounasonrisaquenodejabatraslucirningunaemoción.

—Vadefarol—tronóJalenhorm—,notedejesamilanar,Brint.—Nolohaga,teniente—dijoWest,peroJezalestabasegurodequeloharía.

Teníaqueaparentarquepodíapermitirseellujodeperderesedinero.Brintnolodudóun instantey,conungestode indiferencia,empujó todassusmonedasalcentrodelamesa.

—Esohacencien,lotomasolodejas—Brinthacíatodoloposibleporsonarimperioso,perosuvozteníaunconmovedortonodehisteria.

—Perfecto—dijoJezal—,estamosentreamigos.¿Quétiene,teniente?—Tierras —una expresión febril asomó a los ojos de Brint mientras

mostrabasuscartasalgrupo.Jezal saboreó la tensión del momento. Frunció el ceño, se encogió de

hombros, alzó las cejas, se rascó pensativamente la cabeza. Vio cómo lasexpresionesdeBrintcambiabansiguiendolassuyas.Esperanza,desesperación,esperanza,desesperación.Finalmente,Jezalplantósuscartassobrelamesa.

—Vaya,hombre.Otraveztengosoles.LacaradeBrinteraunpoema.Westexhalóunsuspiroysacudiólacabeza.

Jalenhormfruncióelentrecejo.—Estabaconvencidodequeeraunfarol—dijo.—¿Cómolohaces?—inquirióKaspalanzandounamonedaalamesa.Jezalseencogiódehombros.

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—Loquecuentasonlosjugadores,nolascartas.—Y,dichoaquello,sepusoa recoger el montón de plata, mientras Brint, con el rostro lívido, le mirabaapretando los dientes. El dinero caía en la bolsa con un tintineo muy grato.Grato,almenos,paraJezal.UnamonedasecayódelamesayfueapararjuntoalasbotasdeBrint—.¿Le importa recogérmela, teniente?—preguntóJezalconacarameladasonrisa.

Brint se levantó bruscamente y chocó contra la mesa, haciendo que lasmonedasylosvasosdieranunboteysetambalearan.

—Tengo cosas que hacer—dijo en tono áspero, y, acto seguido, apartó aJezal de un empellóny se dirigió hacia el otro extremodel patio.Finalmente,desaparecióenelpabellóndelosoficialesconlacabezagacha.

—¿Habéis visto? —la indignación de Jezal crecía por momentos—¡Apartarme de un empujón, qué grosería! ¡Amí, que soy su superior! ¡Estoytentadodehacerleunparte!

Uncorodedesaprobaciónacompañólamencióndelparte:—¡Venga,tienemalperder,esoestodo!Jalenhormlemiróseveramentebajosuscejas.—No deberías haberle desplumado de esa manera. No es rico. No puede

permitirseellujodeperder.—¡Pues si no puede perder, que no juegue!—le espetó,molesto, Jezal—.

Además,¿quiénhasidoelquelehadichoqueyoibadefarol?¡Haríasmejorenmantenerlabocacerrada!

—Esnuevoaquí—tercióWest—.Sólotratadeintegrarse.Tambiéntúfuistenuevounavez,¿no?

—¿Quiéntehascreídoqueeres,mipadre?—Jezalrecordabaconlaceranteclaridad lo que significaba ser nuevo, y sólo oír hablar de ello hacía que sesintieraunpocoavergonzado.

Kaspahizoungestoconlamano,quitandoimportanciaalasunto.—Noospreocupéis,yaleprestaréyoalgodedinero.—Noloaceptará—sentencióJalenhorm.—Bueno,esoyaescosasuya—Kaspacerrólosojosylevantólacarahacia

elsol—.Vayacalor.Realmentesehaacabadoelinvierno.Yadebensermásdelasdoce.

—¡Mierda!—gritóJezal,y,levantándosedeunsalto,seapresuróarecoger

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suscosas.Eljardinerointerrumpiólacortadelcéspedymiróensudirección—.¿Porquénomelohasdicho,West?

—¿Quiéntehascreídoquesoy,tupadre?—inquirióelcomandante.Kaspasoltóunarisamaliciosa.

—¡Tardeotravez!—dijoJalenhormconunresoplido—.¡ElLordMariscalnoestarámuycontentoquedigamos!

Jezal agarró a toda prisa los trastos de esgrima y salió corriendo hacia elextremo opuesto del césped. El comandante West lo siguió andandotranquilamente.

—Vamos—gritóJezal.—Lesigo,capitán—dijo—.Lesigo.—¡Pinche, Jezal, pinche, pinche! —gritó el Lord Mariscal Varuz, y, acto

seguido,leatizóungolpeconsuvara.—¡Ay!—aullóJezal,ydenuevotratódealzarlapesadabarrademetal.—¡Quiero ver cómo mueve ese brazo derecho, capitán, quiero verlo salir

disparado como una serpiente! ¡Quiero que me ciegue la velocidad de esasmanos!

Jezalejecutótorpementedosnuevosataquesconaquelarmatostedehierro.Era una auténtica tortura. Los dedos, lasmuñecas, el antebrazo, los hombros,todoleardía.Teníalapielempapadaygruesasgotasdesudorleresbalabanporel rostro. El Mariscal Varuz desbarató sus torpes intentos con un par demovimientosdesuvara.

—¡Ahora un tajo, un tajo con la izquierda! —Jezal trató de descargar elenormemazo de herrero sobre la cabeza del anciano con toda la fuerza de subrazo izquierdo.Ni siquiera estando en sumejormomento le habría resultadofácil levantar aquelmaldito trasto.ElMariscalVaruz seechócon solturaaunladoylecruzólacaraconlavara.

—¡Au!—gimió Jezal trastabillando hacia atrás. El mazo se le fue de lasmanosy lecayóencimadeunpie—. ¡Aaargh!—LabarradehierrogolpeóelsueloconunsecoruidometálicomientrasJezalsedoblabaysecogíalospies,que estaban en un grito.De pronto, sintió un dolor punzante en el trasero; elgolpesecoqueacababadepropinarleVaruzretumbóenelpatioyJezalcayódebrucesalsuelo.

—¡Esto es lamentable! —gritó el anciano—. ¡Me está usted dejando en

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ridículo delante del comandante West! —El comandante había echado haciaatrássusillayseretorcíaintentandocontenerlarisa.Jezalpermanecíatumbadoenel suelocontemplando las inmaculadasbotasdel comandantey sin lasmásmínimasganasdelevantarse—.¡Arriba,capitánLuthar!—gritóVaruz—.¡Noséelsuyo,peromitiempotienemuchovalor!

—¡Estábien!¡Estábien!—Jezalselevantócondificultadysequedódepiebajoelachicharrantesol,bamboleándose,jadeando,sudandoamares.

Varuzseleacercóyleolióelaliento.—¿Yahaestadoustedbebiendo?—le interpeló,mientras subigotegris se

poníadepunta—.¡Yseguroquelanochepasadatambién!—Jezalpermanecíamudo—. ¡Peorparausted! ¡Hay trabajoquehacer,capitánLuthar,ynopuedohacerloyosolo!¡SóloquedancuatromesesparaelCertamen,cuatromesesparahacerdeustedunmaestrodelaespada!

Varuzparecíaesperaruna respuesta.Peroa Jezalno se leocurríaninguna,sólohacíaaquelloportenercontentoasupadre,aunquesospechabaqueésanoeralarespuestaquequeríaoírelviejosoldado,ynoteníaningúninterésenquelevolvieraasoltarungolpe.

—¡Bah! —le ladró Varuz a la cara. Luego se dio la vuelta sujetandofirmementelavaraalaespaldaconambasmanos.

—Mariscal Var... —empezó a decir Jezal, pero, antes de que pudieracontinuar,elviejosoldadosevolvióylediounaestocadaenlabarriga—.Gargh—soltóJezalcayendoderodillas.Varuzsealzabasobreél.

—Levoyaponeracorrerunpoco,capitán.—Aaargh.—Vaa ir corriendode aquí a laTorre de lasCadenas.Y luegova a subir

corriendoalatorrehastallegaralparapeto.Sabremoscuándohallegadoporque,entretanto,elcomandanteyyoestaremosjugandotranquilamentealoscuadrosenesaazotea—dijoseñalandoaunedificiodeseisplantasquesealzabaasuespalda—, desde donde se ve perfectamente la parte alta de la torre. ¡Meresultarámuyfácilverleconmimonóculo,asíqueestaveznopodráhacerustedtrampas!—Y,dichoaquello,ledescargóunvarazoenlacabeza.

—Aug—gritóJezal,quedeinmediatosepusoafrotarseelcuerocabelludo.—Una vez que haya aparecido en lo alto de la torre, regresará corriendo.

Correrátodolorápidoquepueda,ynodudequesabréquehasidoasí,porquesi

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noestáusteddevueltaparacuandonosotroshayamosacabadonuestrapartida,tendráqueempezardenuevo—enelsemblantedeJezalsedibujóunrictusdedolor—. El comandante West es un consumado jugador de cuadros, así quepuede que tarde una media hora en derrotarlo. Le sugiero que empiece deinmediato.

Jezalselevantótrabajosamenteytrotóendirecciónalpasadizoquehabíaalotroextremodelpatio,mascullandomaldiciones.

—Másvalequecorraustedmásrápido—legritóVaruz.Aunquelaspiernaslepesabancomoelplomo,Jezalavivóelpaso.

—¡Arribaesasrodillas!—gritódivertidoelcomandanteWest.El pasadizo retumbó con la carrera de Jezal, que, tras superar al sonriente

porteroqueseencontrabasentadoalapuerta,desembocóenlaampliaavenidaquehabíaalotrolado.PasópordelantedelosmurostapizadosdehiedradelaUniversidad, maldiciendo entre dientes a Varuz y a West, y luego frente alPabellón de los Interrogatorios, una mole sin apenas ventanas, cuya verja seencontrabacerradaacalycanto.Sólo secruzóconunoscuantos funcionariosanodinosquepululabandeacáparaallá,puesaesahoradelatardeelAgriontsolía ser un lugar bastante tranquilo, y hasta que no entró al parque no vio anadieinteresante.

Tres muchachas vestidas a la última se encontraban sentadas junto alestanque bajo la frondosa sombra de un sauce, acompañadas de una ancianacarabina.Inmediatamente,Jezalapretóelpasoysustituyósuexpresióntorturadaporunadespreocupadasonrisa.

—Señoritas—dijopasandodelantedeellascomounaexhalación.Lasoyóintercambiarrisitasasuespaldaysefelicitóensilencio.Noobstante,encuantosediocuentadequeyanopodíanverle, redujoa lamitad suvelocidad—.Alcarajo con Varuz —se dijo, ya casi andando, mientras doblaba hacia la VíaRegia,peroalinstantetuvoqueapretardenuevolamarcha.Ladisla,elPríncipeHeredero, se encontraba a menos de veinte zancadas de él, soltándole unaperorataasuvistosoymuynutridoséquito.

—¡Capitán Luthar!—gritó SuAlteza, cuyos estrafalarios botones doradosdestellabanalsol—.¡Corracuantopueda!¡HeapostadomilmarcosaqueganaráustedelCertamen!

Jezal sabía de muy buena tinta que el Príncipe había apostado dos mil

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marcos por Bremer dan Gorst, pero aun así hizo una reverencia todo lopronunciada que pudo, sin dejar de correr. La comitiva de petimetres queacompañaba al Príncipe prorrumpió en vítores y desganados gritos de ánimomientrassufiguraseibaperdiendoenladistancia.

—Hatajo de imbéciles —masculló Jezal, aunque en realidad le habríaencantadoserunodeellos.

DejóasuderechalasenormesefigiesenpiedradelosGrandesReyesdelosúltimosseiscientosaños,y,a su izquierda, lasestatuas,algomáspequeñas,desus leales servidores. Luego, justo antes de doblar hacia la Plaza de losMariscales,saludóconunainclinacióndecabezaalgranMagoBayaz.Elmago,no obstante, le respondió con su habitual mirada desaprobatoria, cuyo efectosobrecogedorsólo lograbapaliar levemente lacagadadepalomaqueadornabasupétreamejilla.

ElConsejoAbiertoestabareunido,demodoquelaplazaseencontrabacasidesierta y Jezal pudo llegar hasta la puerta del Cuartel General del Ejércitoandando tranquilamente. Un sargento bastante grueso lo saludó cuando pasójuntoaél,yJezalsepreguntósinoperteneceríaasupropiacompañía:todoslossoldados le parecían iguales. Lo ignoró y prosiguió su carrera entre los dosimponentesedificiosblancos.

—Lo que faltaba —murmuró Jezal. Jalenhorm y Kaspa se encontrabansentados juntoa lapuertade laTorrede lasCadenas, fumandosendaspipasydesternillándose de risa. Los muy cabrones debían haberse imaginado quevendríaporahí.

—¡Por el honor y la gloria!—bramó Kaspa, haciendo resonar su espadadentrodelavainamientrasJezalpasabacorriendodelantedeellos—.¡NohagasesperaralLordMariscal!—gritó luegoasusespaldas.Jezaloyóalgrandullónrugirdeplacer.

—Cretinos de mierda —resolló Jezal. Luego empujó con el hombro lapesada puerta y, casi sin aliento, comenzó a subir la empinada escalera decaracol. Era una de las torres más altas de Agriont: doscientos noventa y unescalonesentotal—.Mierdadeescalones—maldijo.Cuandollegóalquehacíael número cien, las piernas le abrasaban y tenía palpitaciones en el pecho.Cuando llegó al que hacía el número doscientos, estaba hecho una piltrafa.Realizóelrestodelasubidaandando,viendolasestrellasacadapasoquedaba,

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yfinalmenteirrumpióeneltejadoatravésdeunatorretaysequedóapoyadoenelparapeto,parpadeandoporelsúbitocambiodeluz.

Abajo,haciaelsur,seextendíalaciudad,unainterminablealfombradecasasblancas que circundaba la resplandeciente bahía. En la dirección contraria, lavista de Agriont era aún más impresionante si cabe. Una gran confusión deedificios imponentes, apiñados unos sobre otros y separados por verdesextensionesdegrandesárbolesyprados,queceñíaunampliofosoyunaelevadamurallatachonadapornomenosdecienesbeltastorres.LaVíaRegiacruzabalaciudadelaporelcentroydesembocabaenlaRotondadelosLores,cuyacúpuladorada refulgía al sol. Justo detrás se elevaban los espigados chapiteles de laUniversidady,unpocomásallá,seerguíalaadustamoledelaCasadelCreador,encumbrándosecomounaoscuramontañayproyectandosulargasombrasobrelosedificiosqueteníadebajo.

JezalcreyóvereldestellodelmonóculodelmariscalVaruzenladistancia.Volvióasoltarunamaldiciónysedirigióalasescaleras.

Cuandoporfinllegóalaterraza,sintióuninmensoalivioalverquetodavíaquedabanunascuantaspiezasblancaseneltablero.

ElmariscalVaruzarqueólascejas.—Ha tenidoustedmuchasuerte.Elcomandanteseha resistidoconuñasy

dientes —el semblante de West se desencajó formando una sonrisa—. Debeustedhabersegranjeadosurespeto,peroelmíoaúntienequeganárselo.

Jezalestabaagachadoconlasmanosapoyadasenlasrodillas,resoplandoyderramandogruesasgotasdesudorenelsuelo.Varuzcogióunestuchealargadoquehabíaencimadelamesa,seacercóaJezalyloabrió.

—Veamosquétalhacelasformas.Jezalcogióelacerocortocon lamano izquierdayel largocon laderecha.

Comparados con el pesado hierro de antes, parecían ligeros como plumas. ElMariscalVaruzdiounpasoatrás.

—Adelante.Adoptólaprimeraforma;elbrazoderechoextendidoyelizquierdopegado

alcuerpo.Lashojasdelosacerossilbabanyseentretejíanenelaire,destellandobajolaluzdelatardecer,mientrasJezalibaadoptandolasdiversasposturasconconsumadasoltura.Finalmente,terminóydejóquelosdosaceroscolgaranasuscostados.

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Varuzasintió.—Elcapitántieneunasmanosmuyrápidas,¿nocree?—Impresionante,desdeluego—dijoelcomandanteWestsonriendodeoreja

a oreja—. Un espectáculo bastante más gratificante del que yo haya ofrecidojamás.

ElLordMariscalnoparecíatanimpresionado.—Alejecutarlaterceraforma,doblaenexcesolasrodillas,ydebeesforzarse

porextendermáselbrazoizquierdoenlacuarta;quitandoeso—hizounapausa—,noestámal.—Jezalsuspiróaliviado.Viniendodequienvenía,aquelloeratodounelogio—.¡Ajá!—gritóderepenteelancianopropinándoleungolpeenlas costillas con el extremo del estuche. Jezal se derrumbó con la respiracióncortada—.Peroesosreflejoshayquemejorarlos,capitán.Deberíaestarsiemprealerta.Siempre.Tieneunosacerosenlasmanos,quéhacequenolosmantieneenalto.

—Sí,señor—graznóJezal.—Yenmateriaderesistenciaesustedundesastre,boqueacomounacarpa.

SédemuybuenatintaqueBremerdanGorstcorrequincekilómetrosdiariosyapenassisuda—elMariscalVaruzseinclinósobreél—.Deahoraenadelanteusted hará lo mismo. Ah, sí. Todas las mañanas a las seis recorrerá todo elperímetrode lamuralladeAgrionty, luego,entrenaráduranteunahoraconelcomandanteWest,queha tenido lagentilezadeaccedera servirledesparring.Confíoenqueélsabráseñalarletodoslospuntosdébilesdesutécnica.—Jezalhizounamuecadedoloryse frotósusdoloridascostillas—.Ah,otracosa; seacabaron las juergas. No tengo nada en contra de la diversión, en su debidomomento; pero ya habrá tiempo para celebraciones después del Certamen,siempre y cuando, claro está, haya usted trabajado lo bastante para ganarlo.Hastaentonces,vidasana.¿Entendido,capitánLuthar?—yacercándoseunpocomásaél,recalcóenfáticamentecadaunadelaspalabras—:Vida.Sana.Capitán.

—Sí,MariscalVaruz—mascullóJezal.Seishorasdespuésestabacompletamenteborracho.Carcajeándosecomoun

lunáticoyconlacabezadándolevueltas,selanzóalacalle.Elairefríoleazotóel rostro, las casuchas oscilaron, empezaron a balancearse, y la calle enpenumbrase ladeócomounbarcoqueestuvieraapuntode irseapique. Jezalcontuvo virilmente las ganas de vomitar, plantó un pie en la calle con gesto

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altaneroyluegosevolvióhacialapuerta.Recibióunbañodeunaluzborrosaybrillante, acompañadodeunestruendode risasygritos.Depronto,una figuraandrajosa salió disparada de la taberna y se estrelló contra su pecho. Jezalforcejeódesesperadamentey luegoperdióelequilibrio.Almorderelpolvo, lecrujierontodosloshuesos.

Elmundoquedóaoscurasduranteunosinstantesy,derepente,sedescubrióaplastadocontraelsueloconKaspaencimadeél.

—¡Mecagoenla...!»—farfullóconvozaguardentosa.Sequitódeencimaalrisueño teniente de un codazo, dio una vuelta en el suelo, se levantótambaleándoseyempezóadartumbostratandodeacomodarsealbalanceodelacalle.Kaspa,apestandoaalcoholbaratoyahumorancio,sedesternillabacaídode espaldas en el suelo. Jezal hizo un torpe intento de quitarse el polvo deluniforme.Supecheralucíaunagranmanchadehumedadconoloracerveza—.¡Mecagoenla...!—mascullódenuevo.¿Cuándodemoniosselahabíahecho?

Deprontocreyóoírunosgritosqueproveníandelotroladodelacalle.Doshombres forcejeaban en un portal. Jezal entrecerró los ojos para tratar devislumbraralgoenlaoscuridad.Unhombrecorpulentoteníaagarradoauntipobien vestido, al que parecía estar atándole las manos a la espalda. Ahora leestaba metiendo una especie de bolsa por la cabeza. Jezal pestañeó conincredulidad.Nopodíadecirsequeelbarrioenqueestabansecaracterizaraporsubuenareputación,peroaquelloparecíaexcesivo.

Lapuertade la taberna seabriódegolpeyaparecieronWesty Jalenhorm,enfrascadosenebriaconversación:algúnasuntorelacionadoconlahermanadealguien.Unchorrodeluziluminódeplenoalosdoshombresqueforcejeabanalotro ladode lacalle.Elmáscorpulento ibacompletamentevestidodenegroyllevaba la parte inferior de la cara cubierta con una máscara. Tenía el peloblanco, las cejas blancas e incluso su piel era blanca como la leche. Jezalcontemplóatónitoaaqueldemonioalbino,que,derepente,ledevolviólamiradaentornandoconferocidadsusojosrosáceos.

—¡Socorro!—eltipodelabolsaenlacabezalanzóunchillidodeterror—.Socorro, me están... —el albino le propinó un golpe brutal en la boca delestómagoyeltiposedoblóexhalandounsuspiro.

—¡Altoahí!—gritóWest.Jalenhormcorríayaacruzarlacalle.

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—¿Qué?—dijoKaspaacodadoenelsuelo.LamentedeJezalestabaenvueltaenbrumas,perosuspiesparecíanhaber

tomado la decisión de seguir a Jalenhorm, así que avanzó a trompicones,acuciado por unas irresistibles ganas de vomitar. West venía detrás de él. Elfantasmablanco se irguió y se dio la vuelta para interponerse entre ellos y suprisionero.Enesemomento,surgióotrohombredeentrelassombras,unafiguraalta y delgada, igualmente vestida de negro y enmascarada, pero con unagrasientamelena.Elhombrealzóunamanoenguantada.

—¡Por favor, caballeros, por favor, actuamos en nombre del Rey! —lamáscaraamortiguabaelsonidoquejumbrosodesuvozdeacentoplebeyo.

—ElReysiempreactúaaplenaluzdeldía—gruñóJalenhorm.Un leve temblor en la máscara del recién llegado indicó que estaba

sonriendo.—Poresorecurreanosotroscuandohayqueactuardenoche,¿eh,amigo?—¿Quiénesesehombre?—Westseñalóaltipodelabolsaenlacabeza.Elprisionerotratabadelevantarseotravez:—¡Soy Sepp dan... ufff! —el monstruo blanco le silenció soltándole un

puñetazoenlacaraquelehizocaerinertealsuelo.Jalenhormapretólasmandíbulasyposóunamanosobrelaempuñadurade

suespada.Conunavelocidadpasmosa,laimponentefiguradelfantasmablancose plantó junto a él. De cerca, resultaba aúnmás enorme, irreal y terrorífico.Jalenhorm dio un paso involuntario hacia atrás, tropezó con la irregularsuperficiedelacalleyseestampódeespaldascontraelsuelo.Jezalpensóqueleibaaestallarlacabeza.

—¡Atrás!—bramóWest.Suespadasaliódisparadadelavainaemitiendounlevetintineo.

—¡Uaaaaa!—bufóelmonstruocerrandolospuños,enormescomodosrocasblancas.

—Aargh—gorgoteóeltipodelabolsa.Jezalteníaelcorazónencogido.Sevolvióparamiraralhombredelgado.Y

losojosdelhombredelgadoledevolvieronunasonrisa.¿Cómosepodíasonreírenunasituacióncomoésa?Jezalsesorprendióalverqueteníaen lamanounlargo y feo cuchillo. ¿De dónde lo había sacado? Con ebria torpeza, buscó atientassuespada.

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—¡ComandanteWest!—dijoalguienentre lassombrasquehabíaalgomásabajo de la calle. Jezal se detuvo con el acero amedio sacar. Jalenhorm, queteníalapartedeatrásdeluniformecubiertadebarro,sepusorápidamentedepiey desenvainó su espada. El pálido monstruo los miraba sin parpadear y sinretroceder ni un solo milímetro—. ¡Comandante West! —repitió la voz,acompañada ahora de un ruido seco y áspero.West estaba lívido. Una figurasurgiódelassombras,cojeandovisiblementeytanteandoelsueloconunbastón.Un sombrerode ala ancha leoscurecía laparte superiordel rostro,peroen suboca se dibujaba una extraña sonrisa. Una súbita náusea invadió a Jezal aladvertir que le faltaban cuatro dientes delanteros. Se aproximó a ellosarrastrando los pies y, haciendo caso omiso de los aceros desenvainados, letendiólamanoaWest.

El comandante enfundó lentamente su espada, estiró lamano y se la dejóestrechar.

—¿CoronelGlokta?—inquirióconvozronca.—Tuhumildeservidor,peroyanoestoyenelejército.Ahoratrabajoparala

InquisicióndelRey—dichoaquello,alzólentamenteunamanoysedescubrió.Su rostro arrugado tenía una palidez enfermiza y su pelo entrecano estabacortado al rape. Sus ojos miraban con un centelleo febril desde unas oscurasojeras,elizquierdo,queerabastantemáspequeñoqueelderecho,teníaelborderosadoyunbrilloacuoso—.Éstossonmisayudantes,losPracticantesSeverard—ellarguiruchohizounaburlonareverencia—yFrost.

Elmonstruoblancoaupóalprisioneroconunasolamano.—¡Alto!—dijo Jalenhorm, dando un paso adelante, pero el Inquisidor le

detuvoposándolesuavementeunamanoenelhombro.—Estehombre esunprisionerode la InquisicióndeSuMajestad, teniente

Jalenhorm—elhombrecorpulentoseparó,sorprendidodequelellamaranporsu nombre—. Sé que actúamovido por lamejor de las intenciones, pero estehombre es un criminal, un traidor. Tengo una orden de arresto firmada por elArchilectorSultenpersona.Esabsolutamenteindignodesuayuda,créame.

JalenhormarrugóelentrecejoydirigióunamiradatorvaalPracticanteFrost.El pálidomonstruo parecía aterrorizado. Todo lo aterrorizado que pueda estaruna piedra. Se echó el prisionero a la espalda como si tal cosa y se fue callearriba.El talSeverard,porsuparte,sonrióconsusojos,hizounareverenciay

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luegosiguióasucompañeroapasolento,silbandodesafinadamente.El párpado izquierdo del Inquisidor empezó a temblar y unas lágrimas

resbalaronporsupálidamejilla.Sellevóeldorsodelamanoalamejillayselalimpióconsumocuidado.

—Por favor, les ruego que me disculpen. Mal están las cosas cuando unhombreyanisiquieraescapazdecontrolarsuspropiosojos,¿nocreen?Malditasecreción.Avecespiensoquedeberíahacerquemelosacaranyarreglármelasconunparche—aJezalselerevolvieronlastripas—.¿Cuántohacedelaúltimavez,West?¿Sieteaños?¿Ocho?

UnmúsculotemblabaenlasiendelcomandanteWest.—Nueve.—¡Hayquever!¡Quiénlodiría!Siparecequefueayer.Fueenlacrestade

aquellacolinadondenosseparamos,¿no?—Enlacresta,sí.—Tranquilo,West. No te culpo en absoluto—Glokta le dio una palmada

afectuosa en el brazo—. De eso no, desde luego. Trataste de disuadirme, lorecuerdo muy bien. Después de todo, en Gurkhul tuve tiempo de sobra parapensarenello.Muchotiempoparapensar,sí.Siempreteportasteconmigocomounbuenamigo.YahoraeljovenCollemWestsehaconvertidoentodounseñorcomandantedelaGuardiaReal,quécosas—Jezalnoteníanilamásremotaideadeloqueestabanhablando.Loúnicoquedeseabaeravomitareirsealacama.

ElInquisidorGloktasevolvióhaciaélconunasonrisa,quedenuevopusoaldescubiertoloshorribleshuecosdesudentadura.

—Y éste debe ser el capitán Luthar, el hombre en el que hay depositadastantasesperanzasparaelpróximoCertamen.UnmaestromuyseveroelMariscalVaruz,¿eh?—yagitandodébilmentesubastónendirecciónaJezal,añadió—:pinche,pinche,¿eh,capitán?Pinche,pinche.

Jezalsintióqueselesubíalabilis.Carraspeóyagachólacabeza,anhelandoque el mundo se estuviera quieto de una maldita vez. El Inquisidor los fuemirando a todos uno por uno en actitud expectante. West estaba pálido;Jalenhorm, cubierto de barro y con cara de pocos amigos. Y Kaspa seguíasentadoenmediodelacalle.Ningunoparecíatenernadaquedecir.

Gloktacarraspeó.—Enfin,eldebermellama—dijoinclinándoserígidamente—,peroconfío

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envolveraverlesatodos.Pronto—Jezalsediocuentadequeél,almenos,loquedeseabaeranovolveraverlejamás.

—Talvezpodríamospracticarunpocodeesgrimaalgúndía—musitóWest.Gloktasonrióafablemente.—Ah,nosabescuántomegustaría,West,pero,deveras,últimamenteando

unpoco...lisiado.Siteapetecepelear,estoysegurodequeelPracticanteFrostestará encantado de complacerte—dijo volviendo la vista hacia Jalenhorm—,pero debo advertirte una cosa, él no lucha como un caballero. En fin, buenasnochesatodos—volvióaponerseelsombrero,sevolviólentamenteysealejórenqueandoporlasórdidacallejuela.

Los tres oficiales le vieron irse, sumidos en un prolongado y embarazososilencio.Kaspaseacercóaellosandandoatrompicones.

—¿Quépasaba?—preguntó.—Nada—dijo West apretando los dientes—. Y lo mejor será olvidarnos

inclusodequehaocurrido.

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Dientesydedos

Haypocotiempo.Debemosdarnosprisa.GloktahizounaseñaaSeverard,quesonrióylequitóaSeppdanTeufellabolsadelacabeza.

ElMaestre de laCeca era un hombre robusto y de aspecto noble. Pero surostroyaempezabaaamoratarse.

—¿Qué significa esto?—rugió llenode indignacióny jactancia—. ¿Sabenquiénsoy?

Gloktadiounresoplidodedesdén.—Claro que sabemos quién es. ¿Acaso cree que tenemos por costumbre

raptaralagenteporlacallealazar?—¡Soy elMaestre de la Ceca del Rey!—aulló el prisionero, tratando de

librarsedesusataduras.ElPracticanteFrost locontemplaba impasiblecon losbrazoscruzados.Loshierrosyaestabanalrojovivoenelbrasero—.¿Cómoseatrevena...?

—¡Basta ya de interrupciones! —gritó Glokta. Frost descargó una brutalpatada en la espinilla de Teufel, que lanzó un alarido de dolor—. ¿Nopretenderásquenuestroprisionero firmeelpliegode confesióncon lasmanosatadas?Hazelfavordesoltarle.

Mientras el albino lo desataba, Teufel miraba receloso a su alrededor. Deprontosusojosseposaronenuncuchillodecarnicero.Suhojapulidabrillabacomounespejobajolacrudaluzdelosfaroles.Unobjetoverdaderamentebello.Tegustaríacogerlo,¿verdadTeufel?Apuestoaqueteencantaríacortarmeconéllacabeza.Gloktacasideseabaquelohiciera,lamanoderechadelprisioneroparecía querer alcanzarlo, pero, en lugar de ello, la utilizó para apartar de un

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golpeelpliego.—Ah—dijoGlokta—,elMaestredelaCecaesuncaballerodiestro.Teufelmirabaalotroladodelamesaconlosojosentornados.—¡Leconozco!EsustedGlokta,¿no?ElquecapturaronenGurkhul,aquel

alquetorturaron.SanddanGlokta,¿meequivoco?Puesbien,lepuedoasegurarqueestavezhaidousteddemasiadolejos.Demasiadolejos.EncuantoseenteredeestoelJuezMarovia...

Gloktaselevantódeunsaltohaciendochirriarlasillacontralaslosas.Elpieizquierdoledolíahorriblemente,peroloignoróporcompleto.

—¡Mire esto!—bufó y, acto seguido, se abrió la boca, proporcionando alhorrorizadoprisionerounaperfectavisióndesudentadura.Odeloquequedadeella—¿Havistoesto?¿Lohavisto?Cuandomearrancabanundientedearribamedejabaneldeabajo,ycuandomearrancabanunodeabajomedejabaneldearriba,asíhastaelfondodelaboca.¿Ve?—GloktaseensanchóloscarrillosconlosdedosparaqueTeufelpudieraverlomejor—.Lohicieronconunminúsculocincel.Unpoquito cadadía.Tardaronmeses en acabar—Glokta tomóasientoconunmovimientorígidoyluegosonriódeorejaaoreja—.Excelentetrabajo,¿eh? ¡Qué ironía! ¡Te dejan la mitad de los dientes, pero de tal forma queningunosirvaparanada!Lamayorpartedelosdíassólopuedotomarsopa—elMaestredelaCecatragósaliva.Gloktavioqueunagotadesudorleresbalabaporelcuello—.Ylosdientessólofueronelprincipio.Tengoqueorinarsentado,sabe, como las mujeres. Tengo treinta y cinco años y necesito ayuda paralevantarmedelacama—volvióarecostarseensuasientoyestirólapiernaconungestodedolor—.Cadadíaesparamícomounpequeñoinfierno.Cadadía.Así que, dígame, ¿realmente cree que algo que pueda usted decir va aasustarme?

Gloktaestudióasuprisionero, tomándosesu tiempo.Yano tiene lascosastanclaras.

—Confiese —susurró—. Luego le embarcaremos para Angland y asípodremosdormirunpocoestanoche.

ElrostrodeTeufelsehabíavueltocasitanpálidocomoeldeFrost,peronodijonada.ElArchilectornotardaráenllegar.Seguroqueyaestádecamino.Siparacuandolleguenoestálistalaconfesión...iremostodosapararaAngland.Consuerte.Gloktacogiósubastónysepusodepie.

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—Megustaconsiderarmecomounaespeciedeartista,perolasobrasdeartellevansutiempoyhemosperdidolamitaddelanochebuscándoleportodoslosburdelesdelaciudad.Afortunadamente,elPracticanteFrosttieneelolfatomuydesarrolladoyunexcelentesentidodelaorientación.Escapazdeolerunarataenunestercolero.

—Una rata en un estercolero—repitió Severard, cuyos ojos reflejaban elresplandoranaranjadodelbrasero.

—Vamosmuymaldetiempo,asíquemedisculparásisoyunpocobrusco.Endiezminutosvaustedaconfesar.

Teufelsoltóunresoplidoycruzólosbrazos.—Nunca.—Sujétalo —Frost agarró al prisionero por detrás y le estrujó,

inmovilizándoleelbrazoderechocontraelcostado.Severardlecogiólamuñecaizquierdayleextendiólosdedossobrelasuperficierayadadelamesa.Gloktaenroscó la mano sobre el suave mango del cuchillo de carnicero y lo fueacercandohacia el prisionero arrastrándolo por lamesa.Luegobajó la vista ymiró lamano de Teufel.Hermosas uñas. Tan largas, tan lustrosas. Con unasuñascomoesasnosepuedetrabajarenunamina.Gloktaalzóelcuchillo.

—¡Espere!—chillóelprisionero.¡Bang!Lapesadahojaseclavóenlamesa,rozandolauñadeldedomediode

Teufel.Larespiracióndelprisionerosehabíaaceleradoysufrenteestababañadaensudor.Ahoraveremosdequépastaestáshecho.

—Me parece que ya empieza a comprender de qué va el asunto —dijoGlokta—.Sabe,estomismoselohicieronauncaboquecapturaronconmigo;uncortealdía.Erauntipoduro,muyduro.Cuandomurió,andabanyaporencimadelcodo—Gloktalevantódenuevoelcuchillo.

—Nopuede...¡Bang!Elcuchillocortódeun tajo lapuntadeldedomediodeTeufel.Un

borbotónde sangre se derramó sobre lamesa.Losojos deSeverard sonrieroniluminadosporlosfaroles.Teufelestababoquiabierto.Auntardaráunpocoensentireldolor.

—Confiesa—bramóGlokta.¡Bang!ElcuchilloarrancólapuntadelanulardeTeufelyunaláminacircular

deldedomediorodóuninstanteporlamesaantesdeirapararalsuelo.Elrostro

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deFrosteraunatallademármol.—¡Confiesa!¡Bang!LapuntadelíndicedeTeufelvolóporlosaires.Eldedomedioquedó

cercenadoalaalturadelaprimeraarticulación.Gloktasedetuvoparasecarseelsudor de la frente con el dorso de la mano. La pierna empezaba a palpitarledebidoalesfuerzo.Lasangregoteabasobrelasbaldosasconunmonótonoplop,plop,plop.Teufelmirabasusdedosacortadosconlosojosfueradelasórbitas.

Severardsacudiólacabezaconungestodeadmiración.—Untrabajoexcelente,Inquisidor—dijomientraslanzabauntrozodededo

sobrelamesa—.¡Quéprecisión!Estoyasombrado.—¡Aaaargh! —aulló el Maestre de la Ceca. Por fin se ha dado cuenta.

Gloktavolvióaalzarelcuchillo.—¡Confesaré!—chillóTeufel—.¡Confesaré!—Estupendo—dijomuyalegreGlokta.—Estupendo—dijoSeverard.—Eztupendo—apostillóelPracticanteFrost.

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ElvastoydesoladoNorte

LosMagos constituyen una anciana ymisteriosa orden, conocedora de lossecretos del mundo, versada en los caminos de la magia y dotada de unasabiduríayunpoderfueradelalcancedeloshombres.Esos,almenos,eranlosrumores. A alguien de esas características no debería de resultarle difícilencontraraunhombre,inclusoaunhombresoloperdidoenmediodelvastoydesoladoNorte.Perosieraasí,seloestabatomandoconmuchacalma.

Logense rascó laenmarañadabarbaycavilósobre las razonesquepodíanhaber hecho que el gran personaje se estuviera retrasando tanto. Tal vez sehubieraperdido.Unavezmássepreguntósinohabríasidomejorquedarseenelbosque,almenosallíhabíacomidaenabundancia.Pero losespíritus lehabíanmandadoalsur,ysiseibaalsurdesdelascolinassellegabaaaquellospáramosyermos.Yallíestaba,esperandoenmediodelaszarzasyelbarro,conuntiempodeperrosysintiéndosecadavezmáshambriento.

Como de todos modos las botas las tenía ya medio destrozadas, habíadecididoquedarseallíymontarsumíserocampamentocercadelcamino,paraquedeesaformaleresultaramásfácilverveniralMago.Desdelostiemposdelas guerras, el Norte estaba infestado de escoria: desertores convertidos enbandoleros,campesinoshuidosdesuscamposasolados,hombresdesesperadosycarentes de líderes que no tenían nada que perder. Pero eso a Logen no lepreocupabagran cosa.Aquel lugar era el culo delmundo; a nadie se le habíaperdidonadaallí.Anadie,exceptoalMagoyaél.

Asípues,sesentabayesperaba,ibaabuscarcomida,noencontrabanada,yvolvíaa sentarsea esperarun ratomás.Enaquellaépocadel añoerabastante

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habitualquelospáramossequedaranencharcadosdebidoalosaguaceros,perodenoche,siemprequepodía,cogíaunascuantaszarzasyencendíaunpequeñofuegopara levantarseunpocoel ánimoypara llamar laatencióndecualquierMagoquepudierapasarporallí.Aquella tardehabía llovido,perohacíayaunratoquehabíaescampadoylatierraestabalobastantesecaparapoderhacerunahoguera.Enaquelmomentoteníaelpucheropuestoalfuegoyestabacocinandoel único trozo que le quedaba de la carne que había traído del bosque. A lamañanasiguiente tendríaqueemprender lamarchaparabuscaralgodecomer.YalecogeríamástardeelMago,esosinosehabíaolvidadoyadeél.

Estabarevolviendosuescasacomidaytratandodedecidirsialdíasiguientedebíaregresaralnorteoproseguirhaciaelsur,cuandooyóunruidodepezuñasen el camino.Un caballo avanzaba lentamente.Se recostó sobre su zamarra yaguardó.Seoyóunrelincho,luegoeltintineardeunarnés.Unjineteaparecióenlo alto de la loma. La luzmortecina del sol, que comenzaba a ponerse a susespaldas,nopermitíaaLogenverleconclaridad,perosíadvirtióquesuposturasobrelasillaerarígidaytorpe,comosifueraunhombrepocohabituadoaandarpor los caminos. El hombre espoleó suavemente sumontura en dirección a lahogueraylafrenóaunospocosmetrosdedistancia.

—Buenastardes—dijo.NoteníaabsolutamentenadaqueverconloqueLogenhabíaesperado.Un

jovenpálidoydemacrado,deaspectoenfermizoypronunciadasojeras,queteníael pelo pegado a la cabeza a causa de la lluvia y le miraba con una sonrisanerviosa. Parecía más mojado que sabio, y desde luego no tenía aspecto deposeerunospoderesquequedaranfueradelalcancedeloshombres.Deloquesíteníaaspectoeradeestarhambriento,heladoyenfermo.Dehecho,suaspectoylaformaenquesesentíaLogencoincidíanbastante.

—¿Teníaentendidoqueustedessolíanllevarunaespeciedebastón?Eljovenpareciósorprendido.—Bueno,yono...quierodecirque...Hummm...Verá,yonosoyunMago.—

Eljovenseinterrumpióysemordiónerviosoellabio.—Los espíritus me dijeron que tenía que esperar a unMago, pero, claro,

suelenequivocarsebastante.—Oh...bueno,yosólosoyunaprendiz.PeromiMaestro,elgranBayaz—y

alpronunciaraquelnombreinclinórespetuosamentelacabeza—,noesotroque

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elPrimerodelosMagos,conocedordelGranArte,versadoenlasmásprofundassabidurías. Fue él quien me mandó que le buscara para llevarle a... —unaexpresióndedudaasomóasurostro—.Oiga,ustedesLogenNuevededos,¿no?

Logenalzósumanoizquierdaymiróalpálidojovenatravésdelhuecoquedebíahaberocupadosudedomedio.

—Ah, muy bien —el aprendiz suspiró aliviado, pero, de pronto, seinterrumpió—.Bueno,quierodecirque...enfin,sientolodeldedo.

Logensepusoareír.Eralaprimeravezdesdequesalióarrastrándosedelrío.No es que fuera muy divertido, pero se rió a carcajadas. Resultaba muyreconfortante.Eljovensonrióysebajópenosamentedelasilla.

—MellamoMalacusQuai.—¿Malacusqué?—Quai—dijomientrasseacercabaalfuego.—¿Quéclasedenombreesese?—ProvengodelViejoImperio.Logenjamáshabíaoídohablardeaquellugar.—Unimperio,¿eh?—Bueno, en tiempos lo fue. Era la nación más poderosa del Círculo del

Mundo—el joven seagachó trabajosamentey sepusoencuclillas al ladodelfuego—.Perohaceyamuchoque sedesvanecieron suspasadasglorias.En laactualidadnoesmásqueun inmensocampodebatalla—Logenconocíamuybienelaspectoqueteníaesetipodelugares—.Estámuylejos.Eneloccidentedelmundo—elaprendizseñalódistraídamenteconlamano.

Logensevolvióareír.—Esoeseleste.Quaisonriócontristeza.—Soy un vidente, aunque, al parecer, no uno de los mejores. ElMaestro

Bayaz me encomendó que le encontrara, pero las estrellas no me han sidopropicias; el tiempo empeoró y me perdí —se quitó el pelo de los ojos yextendió las manos—. Traía un caballo de carga, con comida y algunospertrechos,ytambiénotrocaballoparausted,peroloperdítodoenmediodelatormenta.Metemoquenosoyhombredecampo.

—Esoparece,desdeluego.Quai se sacó una petaca del bolsillo y se inclinó hacia delante para

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ofrecérsela.Logenlacogió,laabrióyechóuntrago.Elardientelicordescendióporsugargantaylecalentóhastalasraícesdelcabello.

—Bueno, Malacus Quai, puede que hayas perdido esos víveres, pero hasconservadoalgomuchomásimportante.Últimamentenoresultademasiadofácilhacermereír.Sébienvenidoamihoguera.

—Gracias—elaprendizhizounapausayacercólaspalmasalprecariofuego—.Llevodosdíassincomer—sacudiólacabezaysucabelleraseagitó—.Hasido...muyduro—luegosehumedecióloslabiosyclavólosojosenelpuchero.

Logenlepasólacuchara.MalacusQuailemiróconlosojosmuyabiertos.—¿Yahacomidousted?Logenasintió.Noeracierto,peroeldesdichadoaprendizparecíahambriento

yapenassihabíasuficienteparaunapersona.Agarrólapetacayechóotrotrago.De momento se conformaba con eso. Quai atacó el estofado con fruición.Cuando terminó, rebañó el puchero, lamió la cuchara y después repasó con lalenguaelbordedelcazoporsiacasoquedabaalgo.Finalmente,serecostósobreunagranrocaqueteníadetrás.

—Le estaré eternamente agradecido,LogenNuevededos,meha salvado lavida.Nuncahabríaimaginadoqueibaaserustedtanhospitalario.

—Parasertehonesto,tútampocoeresloqueyohabíaesperado—Logentiródenuevodelapetacayserelamió—.¿QuiéneseltalBayaz?

—ElPrimerodelosMagos,conocedordelGranArteyversadoenlasmásprofundassabidurías.Metemoqueestarámuydisgustadoconmigo.

—Unsujetodecuidado,¿eh?—Bueno—respondióconvozapagadaelaprendiz—,digamosquetieneel

geniounpocovivo.Logen echó otro trago. El calor se iba extendiendo poco a poco por su

cuerpo;hacíasemanasquenosabía loqueerasentircalor.Duranteun ratosehizoelsilencio.

—¿Quéesloquequieredemi,Quai?Noobtuvorespuesta.Desdeelotroladodelfuegolellegóunleveronquido.

Logensonrióy,envolviéndoseensuzamarra,setumbóysedispusotambiénadormir.

El aprendiz despertó súbitamente aquejado de un ataque de tos. Era muytemprano y aquel mundo desolado se hallaba envuelto en una densa niebla.

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Probablementeeramejorasí.Tampocohabíamuchoquever;sólokilómetrosymás kilómetros cubiertos de barro, rocas y unas raquíticasmatasmarrones detojo. Una película de agua impregnaba la atmósfera, pero Logen se las habíaarregladoparamantenervivauna triste lenguade fuego.Quai tenía el cabellopegadoasupálidacara.Rodósobreuncostado,tosióyarrojóunesputoalsuelo.

—Aaargh—graznó.Tosiódenuevoylanzóotroescupitajo.Logenestabaasegurandoloquequedabadesuexiguoequipajealasilladel

desdichadocaballo.—Buenosdías—dijoy,levantandolosojosalcieloblanquecino,añadió—,

aunquenoparecequeéstevayaasermuybueno.—Voyamorir.Voyamorir,almenosasíyanotendréquemovermemás.—Notenemoscomida,demodoquesinosquedamosaquídesdeluegoque

morirás.Asípodrécomerteycruzarluegolasmontañas.Elaprendizesbozóunasonrisa.—¿Quéhacemos?—¿Quévamosahacer?¿DóndeestáeltalBayaz?—EnlaGranBibliotecadelNorte.Logen no había oído hablar nunca de ella, lo cual tampoco era raro, pues

nuncalehabíaninteresadodemasiadoloslibros.—¿Queestá,dónde?—Alsur,aunoscuatrodíasacaballo,juntoaungranlago.—¿Conoceselcamino?El aprendiz se puso de pie tambaleándose y se quedó un rato quieto,

oscilandolevementeytomandoaireconrespiraciónentrecortada.Estabapálidocomounfantasmayunapelículadesudorlerecubríalapiel.

—Creoque sí—musitó, perobastabamirarleparadarse cuentadequenoestabamuyseguro.

NiQuaini sucaballo aguantaríancuatrodías sin comer, esocontandoconquenoseperdieran.Lacomidateníaqueserloprimero.Seguirelcaminoqueatravesaba el bosque en dirección sur era la mejor opción, a pesar de queentrañabamásriesgos.Podíanmoriramanosdelosbandoleros,peroelforrajeseríabastantemejor,ydelotromodoloquelesmataríaseríaelhambre.

—Serámejorquevayasacaballo—dijoLogen.—Fuiyoquienperdióloscaballos.Lojustoseríaquefueraapie.

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Logenlepusounamanoenlafrente.Estabacalienteysudorosa.—Tienesfiebre.Serámejorquevayasacaballo.Elaprendiznointentódiscutir.Bajólosojosymirólasandrajosasbotasde

Logen.—¿Levaldríanmisbotas?Logennegóconlacabeza.—Demasiadopequeñas—luegosearrodillósobre losrestoshumeantesdel

fuegoyfrunciólaboca.—¿Quéhace?—Lashoguerascontienenespíritus.Guardarééstedebajode la lenguay lo

utilizaré luego para encender otro fuego—Quai se encontraba demasiadomalparasorprenderse.Logensorbióelespíritu;elhumolediotosyelsaboramargohizoqueseestremeciera—¿Listoparapartir?

Elaprendizalzólosbrazoscongestoabatido.—Yaestáhechoelequipaje.AMalacusQuai leencantabahablar.Hablómientrascruzaban lospáramos

caminodelsur,hablómientraselsolascendíaporelcieloturbio,hablócuandoal caer la tarde se internaron por fin en el bosque. Su enfermedad no parecíaafectarasucharlatanería,yaLogennolemolestabaenabsoluto.Hacíamuchoquenadielehablaba,yademásesoleayudabaanopensarensuspies.Estabahambriento y agotado, pero el verdadero problema eran los pies. Sus botashabíanquedadoreducidasaunoscuantosjironesdecuerodesgastado,teníalospiesmachacadosyllenosdecortes,yaúnledolíaelmordiscoquelehabíadadoel Shanka en la espinilla. Cada paso era una auténtica tortura. En tiempos lehabíanconsideradoelhombremás temiblede todoelNorte.Peroahora,hastalaspiedrasylospalosmáspequeñosdelcaminoleasustaban.Bienpensado,elasunto no dejaba de tener su gracia.Logen tropezó con un canto y su cara seretorciódedolor.

—...asíquemepasésieteañosestudiandoconelMaestroZacharus.Esunode los grandes Magos, el quinto de los doce aprendices de Juvens, un granhombre, sí—a Quai todo lo que guardara relación con losMagos le parecíagrande—. Pensaba que yo ya estaba preparado para estudiar con el MaestroBayazen laGranBibliotecadelNorte,paraasípoderobtenermibáculo.Perolascosasnomeestánresultandonadafáciles.ElMaestroBayazesmuyexigente

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y...El caballo se detuvo, lanzó un resoplido, dio un leve respingo, titubeó y

retrocedióunpaso.Logenventeóelaireyfruncióelceño.Habíahombrescerca,y nomuy limpios que digamos. Debería haberlo advertido antes, pero estabademasiadoconcentradoensuspies.Quaibajólavistaylemiró.

—¿Quésucede?Amodo de respuesta, un hombre salió de detrás de un árbol, a unos diez

pasosdedondeestabanellos,yotroaparecióunpocomásadelanteenelcamino.Escoria,sinduda.Unostipossuciosybarbudos,ataviadosconunaabigarradayandrajosaindumentariahechadejironesdepielydecuero.Unaspectobastantesimilar al de Logen, en su conjunto. El de la izquierda, que era elmás flaco,teníaunalanzaconlapuntadentada.Elgrandedeladerechallevabaunapesadaespadasalpicadaderoñaysecubríaconunviejocascoabollado,rematadoconunpincho.Seacercabanaellos,sonriendo.Unruidosonópordetrás;Logen,conel corazón encogido, volvió la cabeza. Un tercer hombre, con un enormeforúnculoenlacara,seacercabacautelosamenteporelcaminoarmadoconunapesadahacha.

Quai,conlosojosdilatadosporelmiedo,seinclinódesdelasillademontar.—¿Sonsalteadores?—Desdeluegoeresunjodidovidente—musitóLogenapretandolosdientes.Cuandoestuvieronadospasos,sedetuvieron.Eldelcascoparecíaserelque

llevabalavozcantante.—Hermoso caballo —gruñó—. ¿Podríais prestárnoslo? —El de la lanza

sonrióyagarrólabrida.Susituaciónhabíaexperimentadouncambioapeor.Hacíaunratoesohabría

parecidocasiimposible,peroeldestinoselashabíaingeniadoparaencontrarlamanera.LogenteníaseriasdudasdequeQuaipudieraserledealgunautilidadenel combate que se avecinaba. Eso suponía que tendría que enfrentarse él solocontra los tres, armadoúnicamenteconuncuchillo.Pero sinohacíanada, lesrobaríanylomásseguroesquetambiénlesmataran.Enestetipodeasuntosmásvaleserrealista.

Volvió a echar un vistazo a los salteadores. No parecía que esperaranencontrarresistencia,nodedoshombresdesarmados:lalanzaestabadelado,laespadaapuntabaalsuelo.Delhachanosabíanada,asíqueaeserespectoibaa

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tenerqueconfiarsealasuerte.Esunatristeverdad,perolociertoesquequiengolpeaprimero,golpeadosveces,demodoqueLogensevolvióhaciaeltipodelcascoyleescupióelespíritualosojos.

Alentrarencontactoconelaireseinflamóyseabalanzóvorazmentesobresupresa.La cabezadel hombrequedó envuelta en llamasy la espada cayó alsuelo.Seechó lasmanosa lacaradesesperadoyse leprendieron también losbrazos.Corriódespavoridosoltandoalaridos.

Al ver las llamas, el caballo de Quai se encabritó y se puso a lanzarresoplidos. El flaco soltó un grito ahogado y, al intentar retroceder, tropezó.Logenseabalanzósobreél,agarróelastadelalanzaconunamanoylediouncabezazoenlacara.LafrentedeLogenleestrujólanarizyeltiposetambaleóhaciaatráschorreandosangreporlabarbilla.Logendiountirónalalanzaparaatraerlohaciasí,echóparaatráslamanoderechatrazandounamplioarcoyledescargóunpuñetazoenelcuello.EltiposedesplomógorgoteandoyLogenlearrebatólalanzadelasmanos.

Sintióunmovimientoasuespalda,setiróalsueloyrodóhacialaizquierda.Elhachapasósilbandoporencimadesucabezaydioun tajoalcaballoen laijada,salpicandodesangreelsueloysoltandolahebilladelacincha.Eltipodelforúnculogirabasobresíagarradoalhacha.Logensedispusoasaltarsobreél,pero al levantarse se retorció el tobillo en una piedra y se tambaleó como unborracho,aullandodedolor.Unaflechadisparadadesdealgúnlugarsituadoeneltramodebosquequeteníaasuespaldalepasózumbandojuntoalacarayseperdióentre losmatojosquehabíaalotro ladodelcamino.Elcaballo,con losojosdesorbitadosporel terror,resoplabaycoceaba.Depronto,selanzóporelcaminoconungalopefrenético.LasillaresbalódellomoyMalacusQuaisoltóungemidoyaterrizóenunamatadearbustos.

Ahora no había tiempo de ocuparse de él. Logen lanzó un rugido y cargócontra el hombre del hacha, apuntando la lanza al corazón. El tipo levantó elhachaatiempoydesviólapunta,peronolobastantelejos.Lalanzalepenetrópor el hombro y le hizo girarse en redondo. El asta se quebró con un sonorochasquido.Logenperdióelequilibrioyseprecipitóhaciadelante,derribandoaltipo del forúnculo sobre el camino. La punta de lanza que sobresalía de suespalda le hizo un profundo tajo en el cuero cabelludo cuando cayó sobre él.Logenagarróconambasmanoslamarañadepelodelhombredelhacha,leechó

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lacabezahaciaatrásyselamachacócontraunaroca.Tambaleándose,conlacabezadándolevueltas,sepusodepieyselimpióla

sangredelosojosjustoatiempodevercómounaflechasalíadisparadadeentrelos árboles y se clavaba en un tronco a dos pasos de donde él estaba. Logencorrióhaciaelarquero.Ahoraleveía;eraunchavaldenomásdecatorceañosyyasedisponíaacogerotraflecha.Logensacóelcuchillo.Elmuchachoestabacolocandolaflechaenelarco,perosusojosestabandilatadosdepánico.Seleescapólacuerday,sorprendido,viocómolaflechaseleclavabaenlamano.

Logenseleechabaencima.Elmuchacholearrojóelarco,peroélloesquivóagachándoseysaltóhaciadelanteblandiendoelcuchilloconambasmanos.Lahoja leentróalchicopor labarbilla,alzándoloenvilo,ysequebródentrodelcuello.ElmuchachocayóencimadeLogenyunaesquirladelcuchillolehizounprofundo corte en el brazo.Había sangre por todas partes; la que brotaba delcorte queLogen tenía en la cabeza, la del corte del brazo, la del enorme tajoabiertoenelcuellodelmuchacho.

Apartódeunempujónelcadáver,seapoyóenunárbolytratóderecobrarelaliento.El corazón le latía con fuerza, la sangre le retumbaba en la cabeza, elestómagoledabavueltas.«Sigovivo—susurró—,sigovivo.»Loscortesdelacabezaydelbrazoempezabanapalpitar.Dosnuevascicatrices.Podíahabersidomucho peor. Se restregó los ojos para limpiárselos de sangre y se acercócojeandoalcamino.

MalacusQuaiestabadepie,contemplandolívidolostrescadáveres.Logenlesujetóloshombrosylomiródearribaabajo.

—¿Tehashechodaño?Quainisiquieralevantólavistadeloscadáveres.—¿Estánmuertos?El cuerpo del grandullón del casco seguía echando humo y desprendía un

olor perturbadoramente apetitoso. Logen se fijó en sus botas; eran buenas,muchomejoresquelassuyas.Eldelforúnculoteníaelcuellodemasiadotorcidohaciaun ladoparaestarvivo,y,porsiesofuerapoco, teníaensartada la lanzarota.Logen ledio lavueltaconelpieal flaco.Surostroensangrentadoestabacongeladoenunaexpresióndesorpresa:mirabaalcieloconlabocaabierta.

—Debo de haberle machacado la tráquea —masculló Logen. Sus manosestaban teñidas de sangre. Se agarró la una con la otra para que dejaran de

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temblar.—¿Tambiéneldelosárboles?Logenasintió.—¿Quéhapasadoconelcaballo?—Havolado—musitóapesadumbradoQuai—.¿Quéhacemos?—Veamossi tienenalgodecomer—Logenseñalóalcadáverhumeante—.

Peroantesayúdameaquitarleaéselasbotas.

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Prácticasdeesgrima

—¡Presiónele,Jezal,presiónele!¡Nomeseaapocado!Jezalestabadeseandocomplacerle.Selanzóhaciadelante,entrandoafondo

conladerecha.West,queyaestabadesequilibrado,setambaleóhaciaatrásconla forma descompuesta, pero logró desviar la acometida con su acero corto.Aquel día usaban hojas demedio filo, para darle un pocomás de emoción alasunto.Noservíanparaensartaraunhombre,pero,conunpocodeempeño,selepodíahaceralgúnqueotrorasguño.YJezalestabaempeñadoenhacerleunrasguñoalcomandanteparavengarsedelahumillaciónquehabíasufridoeldíaanterior.

—¡Así,noledérespiro!¡Pinche,pinche,capitán!¡Pinche,pinche!West realizó un torpe intento de contraataque, pero Jezal lo vio venir y

desvióelacerodesurival,sindejardelanzarestocadascontodassusfuerzas.Westlogrópararlasaladesesperada,pero,aldarunpasoatrás,sechocócontralaparedysetambaleó.Yaerasuyo.Jezalsoltóunarisasocarronayleacometiócon el acero largo, pero, de una forma tan súbita como sorprendente, Westconsiguió salir del paso. Se apartó y desvió con increíble firmeza la estocada.Jezalseprecipitóhaciadelante,perdióelequilibrioy,conungritodeasombro,viocómo lapuntade suespada se clavabaenunagrieta entredospiedras.Elaceroseleescapódelasmanosysequedóvibrandoenlapared.

West salió disparado hacia delante, se coló por debajo del acero que lequedabaaJezalyleembistióconelhombro.

—Uf—exhaló Jezal, luego tropezó y se estrelló contra el suelo, dejandoescapar su acero corto.El arma resbaló por el enlosado y elLordMariscal la

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detuvo con el pie. La punta roma de la espada de West se cernía a escasosmilímetros del gaznate de Jezal—. ¡Mierda! —maldijo Jezal mientras elcomandante,todosonriente,letendíalamano.

—Usted lo ha dicho—murmuró Varuz soltando un hondo suspiro—, unaauténticamierda.¡Unespectáculoaúnmásdeplorablequeeldeayer,siesqueesoesposible!—Jezal apartódeungolpe lamanodeWesty, lanzándoleunamirada iracunda, se puso de pie— ¡El comandante no ha perdido en ningúnmomentoelcontroldelasalto!¡Peroustedhacaídoenlatrampaysehadejadodesarmar! ¡Desarmar! ¡Ni siquierami nieto habría cometido ese error, y sólotieneochoaños!—Varuzgolpeóelsueloconsuvara—¿Quierehacerelfavorde explicarme, capitán Luthar, cómo piensa ganar un combate de esgrimatumbadobocabajoysinsusaceros?—Jezaltorcióelgestoysefrotólacabeza—.¿Noquiere?Puessienelfuturosecaeustedalgunavezdesdeloaltodeunprecipicio con sus aceros, espero verle espachurrado en el fondo sujetandofirmementesusarmasconsusdedosmuertos,¿meoye?

—Sí,MariscalVaruz—mascullóhurañoJezal,mientrashacíavotosporquefuera el viejo cascarrabias quien se cayera desde lo alto de un precipicio. O,mejoraún,desdelaTorredelasCadenas.YacompañadodeWestaserposible.

—¡El exceso de confianza es el peor pecado que puede cometer unespadachín! Tiene que enfrentarse a cada uno de sus rivales como si fuera elúltimo. Y en cuanto a su juego de piernas—Varuz frunció la boca con unaexpresión de asco—, brillante cuando va usted hacia delante, pero en cuantoechaelpieatrás, todo sevaal traste.Habastadoqueel comandante le rozaraparaquesedesmayaraustedcomounaniña.

WestmirósonrienteaJezal.Seestabadivirtiendo.Laestabagozandoelmuycabrón.

—DicenquelapiernadeapoyodeBremerdanGorstesfirmecomounpilardeacero.¡Comounpilardeacero,esoesloquedicen!SeríamásfácilderribarlaCasadelCreadorqueaél—elLordMariscalseñalólasiluetadelaenormetorre que se alzaba sobre los edificios que rodeaban el patio—. ¡La Casa delCreador!—remachóindignado.

Jezalsoltóunresoplidoylediounapatadaalsueloconsubota.Porenésimavezacarició laposibilidaddemandarlo todoaldiabloynovolveracogerunaespada en su vida. Pero ¿qué diría la gente? Su padre se sentía ridículamente

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orgulloso de él y no perdía la ocasión de presumir de su destreza cuandoencontrabaaalguiendispuestoaescucharle.SumayorilusióneraverasuhijocombatirenlaPlazadelosMariscalesdelantedeunamultitudenfervorizada.SiJezallomandabatodoapaseo,supadresemoriríadevergüenza,yéltendríaquedespedirse de su capitanía, de su asignación, de todas sus ambiciones. A nodudarlo,sushermanosestaríanencantados.

—El equilibrio es la clave —peroraba Varuz—. ¡La fuerza viene de laspiernas!Apartirdeahoraañadiremosasuentrenamientounahoraenlabarradeequilibrios. ¡Diaria!—la cara de Jezal se contrajo en un gesto de angustia—Veamos: una carrera, ejercicios con el mazo, formas, un combate deentrenamiento de una hora, de nuevo formas, y otra hora en la barra deequilibrios —el Lord Mariscal movió la cabeza satisfecho—. Con eso serásuficiente, demomento.Quieroverle aquímañanapor lamañanaa las seis, ycompletamentesobrio—Varuzfruncióelceño—.Completamentesobrio.

—Ya no aguanto más, ¿sabes? —dijo Jezal mientras regresaba al cuartelrenqueante y entumecido—. ¿Cuánta mierda se supone que debe tragar unhombre?

Westsonrió.—Esto no es nada. Nunca he visto al viejo cascarrabias tratar tan bien a

nadie. Debes de haberle caído en gracia. Conmigo no fue ni la mitad deagradable.

Jezalnosabíasicreerle.—¿Fuepeorqueesto?—Amínisemolestóenenseñarmelosrudimentosdelarte,cosaquesíha

hechocontigo.Mehacíasostenerlabarrasobrelacabezatodalatardehastaquesemecaíaencima—elcomandantehizoungestodedesagrado,comosielmerohechoderecordarloleresultaradoloroso—.MehacíasubirybajarcorriendolaTorre de las Cadenas con la armadura puesta. Me obligaba a entrenarme unmontóndehoras,todoslosdías.

—¿Cómopudisteaguantarlo?—Noteníaelección.Yonosoynoble.Laespadaeralaúnicaformaquetenía

de destacar. Pero al final valió la pena. ¿Conoces muchos plebeyos que seanoficialesdelaGuardiaReal?

Jezalseencogiódehombros.

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—Muy pocos, la verdad—como buen noble que era, consideraba que lomejorseríaquenohubieraninguno.

—Tú, en cambio, vienes de una buena familia y ya eres capitán. A saberadónde llegarás si lograsganarelCertamen.ElLordChambelánHoff,el JuezMarovia, el propio Varuz, todos ellos fueron campeones en su momento. Uncampeónconlasangreadecuadapuedeaspiraralomásalto.

Jezalresoplócondesdén.—¿YquémedicesdetuamigoelcoronelGlokta?Lamencióndeaquelnombrecayócomounalosa.—Bueno...casisiempre.—¡Comandante West! —sonó una voz áspera a sus espaldas. Un fornido

sargentoconunacicatrizenlamejillaveníahaciaelloscorriendo.—¿Qué tal, sargento Forest? —preguntó West, dando al soldado una

afectuosapalmadaenlaespalda.Seentendíamuybienconloscampesinos,claroqueaJezalsiemprese leestabaolvidandoqueenrealidadWestnoeramuchomejorqueuncampesino.Ciertoqueeraunapersonaconeducación,unoficialytodas esas cosas, pero, bien pensado, seguía teniendo más en común con elsargentoqueconJezal.

Elsargentosonriódeorejaaoreja.—Muy bien, gracias, señor —luego saludó a Jezal inclinando

respetuosamentelacabeza—.Buenosdías,capitán.Jezalseavinoaresponderlebajandomínimamentelacabezay,luego,ledio

laespaldaysepusoacontemplarlaavenida.Noveíaningúnmotivoparaqueunoficialdierauntratofamiliaraunsimplesoldado.Y,porsifuerapoco,aquélerafeoyteníaunacicatriz.Jezalnosoportabaalagentefea.

—¿Quépuedohacerporusted?—eraWestquienhablaba.—ElmariscalBurrquiereverle.Setratadeunareuniónurgente,señor.Están

convocadostodoslosoficialesveteranos.AWestselenublóelsemblante.—Ahoramismovoypara allá—el sargento le hizoun saludoy se alejó a

pasovivo.—¿Quédemoniospasa?—preguntóJezaldespreocupadamente,sindejarde

miraraunfuncionarioqueperseguíaunpapelqueselehabíavolado.—Angland.EseReydelNorte,Bethod—alpronunciaraquelnombre,West

habíatorcidoelgesto,comosiledejaraunregustoamargoenlaboca—.Según

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parece,haderrotadoa todos sus enemigos enelNortey ahora andabuscandocamorraconlaUnión.

—Bueno, si anda buscando camorra, la tendrá —dijo Jezal en tonodisplicente. Las guerras le parecían muy bien, constituían una excelenteoportunidad para adquirir gloria y conseguir ascensos. El papel pasó volandojuntoaunadesusbotasmecidoporunasuavebrisayseguidodecercaporeljadeante funcionario. Jezal sonrió abiertamente al verle pasar corriendo a sulado,mediodobladoensutorpeintentodeatraparlo.

El comandantecazóalvueloelmugrientodocumentoy se lo entregóa supropietario.

—Gracias—dijo el funcionario con su sudoroso rostro iluminado por unalastimeraexpresióndegratitud—,unmillóndegracias,señor.

—No tiene importancia—dijoWest en unmurmullo. El funcionario hizouna leve peromuy aduladora reverencia y siguió apresuradamente su camino.Jezalsequedóbastantechafado.Leestabadivirtiendolapersecución—.Puedequehayaguerra,peroenestemomentonoeseso loquemásmepreocupa—Westexhalóunprofundosuspiro—.MihermanaestáenAdua.

—Nosabíaquetuvierasunahermana.—Puessíquelatengo,yestáaquí.—¿Y?—AJezalnoleentusiasmabaenabsolutolaideadeoírhablardela

hermana del comandante. Tal vezWest hubiera ascendido en la escala social,peroelrestodesufamiliaquedabaclaramentefueradelámbitodesusintereses.Lo que sí le interesaba era conocer plebeyas pobres, de las que pudieraaprovecharse, ynobles ricas, con lasque cabíaplantearse laposibilidaddeunmatrimonio.Todoloquequedaraentremediasletraíasincuidado.

—Verás, mi hermana puede ser una persona encantadora, pero a veces secomportadeunaformamuypoco...convencional.Cuandoledalavenapuedesermuydifícil.Adecirverdad,prefierovérmelasconunapartidadeguerrerosdelNorteantesqueconella.

—Venga,West—soltó convozausente, sin apenasdarse cuentade loquedecía—.Seguroquenoesparatanto.

Alcomandanteseleiluminóelsemblante.—Hombre,me alegra oírte decir eso. Siempre ha tenidomuchas ganas de

visitarAgriont,y llevoañosdiciéndolequecuandovinierase loenseñaría.De

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hecho,teníamospensadohacerlohoymismo—aJezalselecayóelalmaalospies—.Pero,ahora,conestadichosareunión...

—¡Peroyasabesloocupadoqueestoyúltimamente!—protestóJezal.—Tedevolveréel favor,prometido.Nosvemosdentrodeunahoraenmis

aposentos.—Espera...—peroWestsealejabayaavanzandoagrandeszancadas.Por favor, que no sea demasiado fea, pensaba Jezal mientras se acercaba

lentamentealapuertadelcomandanteWestyalzabademalaganaelpuñoparallamar.Me conformo con que no sea demasiado fea.Y, a poder ser, tampocodemasiado estúpida. Cualquier cosa antes que perder la tarde con una chicaestúpida.Estabaapuntode llamar cuandode repente sedio cuentadeque, alotro lado de la puerta, se oía el ruido de unas voces. Se quedó inmóvil en elpasilloconaireculpableysuorejasefueacercandomásymásalapuertaconlaesperanzadeoíralgúncomentariohalagadorhaciasupersona.

—¿... y dónde has dejado a tu doncella? —sonó amortiguada la voz delcomandanteWestcontonoirritado.

—Tuveque dejarla en la casa; había unmontón de cosas que hacer.Hacesiglosquenadievaporahí—lahermanadeWest.Jezalsehundióenlamiseria.Unavozgrave;seguroqueeragorda.Nopodíasoportarlaideadequelevieranpasear por Agriont con una gorda cogida del brazo. Podía arruinarle sureputación.

—¡Peronopuedesponerteadarvueltasporlaciudadtúsola!—Hellegadohastaaquísinningúnproblema,¿ono?Meparecequeseteha

olvidadoquiénes somos,Collem.Me laspuedoarreglarperfectamente sinunacriada.Afindecuentas,paralamayoríadelagentedeaquínosoymuchomejorqueunacriada.Y,además,yaestátuamigoelcapitánLutharparacuidardemí.

—¡Peormelopones,bienlosabestú!—Bueno,cómoquieresquesupieraqueibasaestartanocupado.Mehabía

imaginado que sacarías tiempo para poder ver a tu hermana —no daba laimpresióndeserimbécil,yesoyaeraalgo,peroademásdesergordateníamalgenio—¿Quépasa,esquenoestoyasalvocontuamigo?

—Esunabuenapersona;lapreguntaes:¿estáélasalvocontigo?—Jezalnoestaba muy seguro de qué quería decir el comandante con aquel pequeñocomentario—.UnpaseoasolasporAgriontconundesconocido.¡Notehagasla

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inocente,quenosconocemos!¿Quépensarálagente?—Meimportauncarajoloquepiensen—Jezalseapartóbruscamentedela

puerta. No estaba acostumbrado a oír ese tipo de palabras de labios de unaseñorita.Gorda,malhumoraday,paracolmo,ordinaria;quédesastre.Lacosaibaa resultar aúnpeorde loque sehabía imaginado.Sevolvióhaciaelpasilloy,mientraspreparabaunabuenaexcusa,contemplólaposibilidaddeunahuidaenelúltimomomento.Malasuerte,alguiensubíaporlasescaleras.Nohabíaformadesalirsinquelevieran.Noquedabamásremedioquehacerdetripascorazónyllamar.Apretó losdientesy,embargadodeunhondo resentimiento,aporreó lapuerta.

LasvocescesaronalinstanteyenelsemblantedeJezalsedibujóunasonrisadeunacordialidadbastantepococonvincente.Queempiecelatortura.Lapuertaseabrió.

Poralguna razón,habíaesperadoencontrarseconunaversiónen femeninodelpropiocomandanteWest,sóloquemásgruesa,másbajayataviadaconunvestido.Perosehabíaequivocadodepleno.Talveztuvieraunafiguraunpocomás rellena de lo que mandaban los cánones, considerando que las mujeresflacas eran el último grito, pero gorda desde luego no era, ni mucho menos.Teníaelcabellooscuroylatezmorena,talvezunpocomásmorenadeloquesolíaconsiderarseideal.Sabíaqueunaseñoritadebíaexponersealsollomenosposible, pero, almirarla a ella, no conseguía recordar la razón. Sus ojos eranmuyoscuros,casinegros,yaquellatemporadalosojosazuleshacíanfuror,peronopodíanegarsequeelbrillodeaquellosojosalatenueluzdelumbralteníaunembrujoespecial.

Lamuchacha le sonrió.Una sonrisa un tanto extraña,más elevada por unladoqueporelotro.Leproducíaunaciertasensacióndeincomodidad,comosiella supiera algo muy divertido que él desconocía. Pero los dientes eranperfectos,blancosyrelucientes.ElenfadodeJezalseesfumabapormomentos.Cuantomáslamiraba,másdentroseleibametiendosuaspectoymásvacíaseleibaquedandolacabeza.

—Hola—dijoella.Jezalabriómaquinalmentelaboca,peronoconsiguiópronunciarniunasola

palabra.Sumenteeraunapáginaenblanco.—UsteddebedeserelcapitánLuthar,¿no?

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—Hummm...—YosoyArdee,lahermanadeCollem—depronto,sediounapalmadaen

lafrente—.Pero,quétontasoy.SeguroqueCollemlehabráhabladomuchodemí.Yaséquesonmuybuenosamigos.

Jezal lanzó unamirada apurada al comandante, que le contemplaba con elceñofruncidoyconaspectodesentirseun tantomolesto.Loúltimoquedebíadecireraquehastaesamismamañanaignorabaporcompletosuexistencia.Seesforzópordarconunarespuestamínimamenteingeniosa,peronoseleocurriónada.

Ardeelecogiódelcodoyleatrajohacialahabitaciónsinparardehablarenningúnmomento.

—Ya sé que es usted un excelente espadachín, perome han dicho que suingenioestodavíamásagudoquesuespada.Tanagudo,queconlosamigossóloemplealaespada,porquesuingenioresultaríademasiadoletal—lamuchachalemiróexpectante.Silencio.

—Bueno—masculló Jezal—, practico un poco la esgrima, sí.—Patético.Absolutamentelamentable.

—¿Esésteelhombrequeesperábamosoeseljardinero?—lemiródearribaabajoconunaexpresiónextrañaynadafácildeinterpretar.TalvezseparecieraunpocoaltipodeexpresiónquesolíaponerJezalcuandoexaminabauncaballopara decidir si valía la pena comprarlo: cautelosa, inquisitiva, penetrante y untantodesdeñosa—.Alparecer, aquíhasta los jardineros tienenunosuniformesespléndidos.

Jezal estaba prácticamente seguro de que aquello era poco menos que uninsulto,peroestabademasiadoocupadotratandodepensarenalgoingeniosoquedecir como para darle mucha importancia. Sabía que si no hablaba ahora sepasaríael restode la tardesumidoenunembarazososilencio,asíqueabrió labocayseabandonóasusuerte.

—Disculpequemehayaquedadosinhabla,pero¿cómoibayoapensarquealguien tan poco atractivo como el comandanteWest tuviera una hermana tanhermosa?

Westsoltóunarisotada.Suhermanaarqueóunacejaysepusoacontarconlosdedos.

—Ligeramente insultante para mi hermano, lo cual no está mal. Más o

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menos gracioso, lo cual tampoco está mal. Sincero, lo cual siempre resultareconfortante. Y enormemente halagador para mí, lo cual, por supuesto, esestupendo.Unpocotarde,peromerecíalapenaesperar—miróaJezalalosojos—.Puedequelatardenoestéechadaaperder.

Jezalnoestabamuysegurodequelehubieragustadoeseúltimocomentario,comotampocoestabamuysegurodequelegustaralaformaenquelemiraba,peroaéldesdeluegoleencantabamirarlayestabadispuestoaperdonarmuchascosas. Las mujeres con las que solía tratar rara vez hacían un comentariointeligente,sobretodolasmásatractivas.Jezaldabaporsentadoquelashabíanentrenadoparasonreír,asentiryescucharmientrasloshombresseencargabandellevar todo el peso de la conversación. En términos generales, compartía esavisióndelascosas,peroalahermanadeWestlesentababienlainteligenciayhabía despertado en él algo más que una simple curiosidad. La gordura y elmalhumor se habían caído delmenú, de eso no había duda.Y en cuanto a laordinariez,bueno,lagenteguapanuncaresultaordinaria,¿no?Simplementees...poco convencional.Empezaba apensar que, comoellamismahabíadicho, noibaaserunatardeechadaaperder.

Westsedirigióhacialapuerta.—Meparecequeosvoyadejarparaquepodáishacerelridículoagusto.El

LordMariscalBurrmeespera.Sólounacosa,nohagáisnadaqueyonoharía,¿eh? —el comentario parecía dirigido a Jezal, pero a quien miraba elcomandanteeraasuhermana.

—Lo cual quiere decir que podemos hacer prácticamente lo que nos dé lagana—dijoella,echándoleunamiradaaJezal,que,paragranasombrosuyo,sediocuentadequesehabíasonrojadocomounaniñita,ysoltóunatosmientrassemirabalapuntadeloszapatos.

Westalzólosojos.—¡Qué el cielo nos asista! —dijo y, acto seguido, cerró suavemente la

puerta.—¿Le apetece beber algo? —preguntó Ardee, que ya había empezado a

servirvinoenunacopa.Estaba a solas con una mujer hermosa. Nada nuevo, en realidad, se dijo

Jezal,perolociertoeraquesuhabitualseguridadensímismoparecíahaberseesfumado.

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—Sí,gracias,muyamable.Untrago,sí,justoloquenecesitabaparacontrolarlosnervios.Lamuchacha

letendiólacopaqueteníaenlamanoysesirvióotraparaella.Jezalteníaseriasdudasdequeunaseñoritadebierabeberaesashoras,peromásvalíaahorrarsecualquiercomentario.Alfinyalcabo,noerasuhermana.

—Dígame,capitán,¿conocebienamihermano?—Bueno, es el jefe demi unidad y solemos practicar esgrima juntos—el

cerebroempezabaafuncionarledenuevo—.Pero...esoyalosabe.Lamuchachalesonrió.—Claroquesí,peromigobernantasiempremedecíaquehayquedejarque

loshombresparticipentambiénenlaconversación.AJezalleentróunainoportunatosaliradaruntragoyselevertióunpoco

devinoenlaguerrera.—Oh,vaya—dijo.—Ande, sujéteme esto unmomento—lamuchacha le dio su copa y él la

cogiósinpensárseloyseencontróconlasdosmanosocupadas.Cuandoellasepusoafrotarlesuavementeelpechoconunpañueloblanconopudohacernadapararesistirse,aunqueleparecióqueaquelloeraunpocoatrevido.Enhonoralaverdad, tal vez se hubiera resistido si ella no hubiera sido tan rematadamenteguapa. Por un instante, Jezal se preguntó si Ardee no sería consciente de lagenerosa visión que le estaba ofreciendo de su escote. Pero, no, ¿cómo iba aserlo?Todoaquelloeranuevoparaella,noestabaacostumbradaalosmodalesde la corte, se comportaba con la ingenuidad propia de una chica de campo...pero,paraquénegarlo,lavistanoestabanadamal—.Asíestámejor—dijoella,aunque, a decir verdad, pese a todo aquel frotamiento no se advertía ningúncambiosignificativoenlaguerrera.Luegolequitólasdoscopasdelasmanos,sebebiólasuyaconundiestromovimientodelacabezaylasdejóencimadelamesa—.¿Nosvamos?

—Sí...claro.Ah—Jezalleofrecióelbrazo.Ardee le condujo por el pasillo y luego escaleras abajo, hablando

animadamente.Eraunaauténticatundadegolpesdialécticosy,comobienhabíaseñalado el Mariscal Varuz, la defensa de Jezal era bastante floja. Mientrascruzaban la Plaza de los Mariscales trató desesperadamente de montar uncontraataque,peroapenaspudometerbaza.ParecíacomosifueraArdeequien

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llevabaañosviviendoallíyJezalfueraelpaletodeprovincias.—El Cuartel General está ahí detrás, ¿no? —dijo ella señalando con la

cabezael imponentemuroque separaba loscuartelesdel ejércitodeLaUnióndelrestodeAgriont.

—Así es.Allí es donde tienen sus despachos los LoresMariscales y todoeso.Ytambiénhaybarraconesyarsenales,yhummm...—nopudoseguir.Noseleocurríanadamásquedecir,peroArdeeacudióalrescate.

—Entonces,mihermanodebeandarporahí.Esosiesque realmenteeselfamososoldadoqueyomeimagino.ElprimeroenatravesarlabrechadeUlriochytodasesashistorias.

—Oh,sí,elcomandanteWestgozademuchorespetoaquí...—Ya, pero a veces es un pelmazo, ¿no cree? Le gusta tanto hacerse el

misterioso y el preocupado —esbozó una sonrisa ausente y se rascópensativamente la barbilla, con un gesto que bien podría haber hecho suhermano.Lehabíacaladoalaperfección,yJezalnopudomenosdesoltarunarisa,aunque,adecirverdad,empezabaapreguntarsesiestababienqueaquellamuchacha caminara tan pegada a él y le cogiera el brazo de una forma taníntima.Noesqueaélleimportara.Todolocontrario,perolagenteempezabaamirar.

—Ardee...—dijo.—YestodebeserlaVíaRegia.—Hummm,sí,escucheArdee...Lamuchachahabíaalzadolavistaparacontemplarlaimponenteestatuade

HarodelGrande,cuyosseverosojosparecíanmiraraunpuntomuylejano.—¿HarodelGrande?—preguntó.—Hummm, sí. En las Edades Oscuras, antes de que existiera La Unión,

luchóparaunirlosTresReinos.FueelprimerodelosGrandesReyes—noseasimbécil,pensóJezal,esoyalosabeella,todoelmundolosabe—.Esto,Ardee,creoqueasuhermanonole...

—YésteesBayaz,elPrimerodelosMagos,¿no?—Sí,eraelmáslealconsejerodeHarod.EscucheArdee...—¿Es cierto que todavía guardan un asiento vacío para él en el Consejo

Cerrado?Jezalsequedódesconcertado.

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—Habíaoídodecirqueteníanallíunasillasinocupar,peronosabíaque...—Quépintamásgravetienentodos,¿verdad?—Hummm... supongo que eran tiempos muy graves—dijo sonriendo sin

muchaconvicción.De pronto, se oyó un gran estruendo y, a lomos de un robusto y sudoroso

caballo, apareciópor la avenidaunCorreodelReycon las alasdoradasde sucascodestellandoalsol.Lossecretariosquepululabanporlacallesehicieronaun lado para dejarle paso y Jezal intentó apartar suavemente a Ardee de sutrayectoria.Pero,parasuconsternación,nosedejómover.Elcaballopasócomouna centella a escasos centímetros de ella; tan cerca, que los cabellos de lamuchacha golpearon a Jezal en la cara. Cuando se volvió hacia él, tenía lasmejillas coloradas de la emoción, pero no daba ninguna muestra de que lehubieraafectadohaberestadoapuntodesufrirunseriopercance.

—¿UnCorreodelRey?—preguntó,cogiendoaJezaldelbrazoyvolviendoatirardeélporlaVíaRegia.

—Sí—dijo en tono chirriante Jezalmientras trataba desesperadamente demantener suvozbajo control—, losCorreosdelRey tienen encomendadaunatarea de gran responsabilidad. Son los que se encargan de hacer llegar losmensajesdelReyatodoslosterritoriosdelaUnión—almenos,parecíaqueelcorazónyahabíadejadodemartillearleelpecho—.InclusovanmásalládelMarCircular,hastaAngland,DagoskayWestport.SuvozvaletantocomolavozdelpropioRey,yporeso tienenprohibidoabrir labocasinoespara tratarde losasuntosdelRey.

—EnelbarcoquemetrajohastaaquícoincidíconFedordanHaden.EsunCorreodelRey.Nospasamoshorasyhorashablando—Jezal,sinmuchoéxito,intentódisimularsusorpresa—.HablamosdeAdua,delaUnión,desufamilia.Ahoraquerecuerdo,tambiénmencionósunombre—Jezalvolvióafracasarensu intento de aparentar despreocupación—. Fue a propósito del próximoCertamen—Ardeeselepegóaúnmás—.FedorcreequeBremerdanGorstlevaahaceraustedpicadillo.

AJezalseleescapóunatosatragantada,perorápidamenteserepuso.—Metemoquemuchagentecomparteesamismaopinión.—Peroustedno,confío.—Hummm...

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Lamuchacha sedetuvo, le cogióde lamanoy lemiró a losojos conunaexpresiónmuyseria.

—Estoy convencida de que le ganará, da igual lo que diga la gente. Mihermanohablamaravillasdeusted,ynosuelesermuypródigoenhalagos.

—Hummm...—volvióamusitarJezal.Sentíaunagradablecosquilleoenlosdedos.LosgrandesojososcurosdeArdeelemirabanfijamente,yJezalsesentíaincapaz de decir nada. Aquella chica tenía una forma de morderse el labioinferiorquehacíaquesumentesepusieraadivagar.Unoslabiosdeliciosamentecarnosos.Dehecho,no lehubiera importadodarlesél tambiénunmordisquito—.Enfin,gracias—dijoconunasonrisaembobada.

—Así que éste es el parque—dijoArdee dándole la espalda para admiraraquellamasadeverdor—.Esaúnmáshermosodeloquehabíaimaginado.

—Hummm...sí.—Es maravilloso estar en el lugar donde se cuece todo. Me he pasado

demasiadotiempoviviendoenlaperiferia.Sontantaslasdecisionesimportantesque se toman aquí, tanta la gente importante...—Ardee pasó la mano por lafronda de un sauce que crecía junto al camino—. A Collem le preocupa quepuedaestallarunaguerraenelNorte.Temepormiseguridad.Creoqueporesoqueríaqueviniera.Peroamímeparecequeexagera.¿Quéopinausted,capitánLuthar?

Hastahacíaunpardehorashabíapermanecidoenlamássupinaignoranciadelasituaciónpolítica,pero,obviamente,aquellonovalíacomorespuesta.

—Bueno—dijo, esforzándosepor recordar elnombre,yal instanteañadiómuyaliviado—:creoqueeltalBethodsehaganadounbuenrapapolvo.

—Segúndicen,tieneasusórdenesveintemilhombresdelNorte—Ardeeseinclinóhaciaél—.Bárbaros—murmuró—.Salvajes—añadióenunsusurro—.Heoídoquedespellejanvivosalosprisioneros.

Jezal tenía la impresión de que aquel no era un tema de conversaciónapropiadoparaunaseñorita.

—Escuche,Ardee...—empezóadecir.—Peroestoyseguradeque,contandoconlaproteccióndehombrescomomi

hermanoyusted,lasmujeresnotenemosnadaquetemer.—Y,dichoaquello,sedio la vuelta y siguió andando por el sendero. Una vez más Jezal tuvo queapretarelpasoparacogerla.

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—¿Es esa la Casa del Creador? —Ardee señaló con la cabeza la adustasiluetadeunainmensatorre.

—Ah,sí,claro.—¿Nuncaentranadie?—Nunca.Oalmenosyoenmividahevistoentraranadie.Elpuenteestá

siemprecerradoacalycanto—Jezalfruncióelceño.Ahoraquelopensaba,erararoqueaquellonolehubierachocadoantes.ParalosresidentesdeAgriont,eledificioeraunapresenciafamiliar.Estabaahíypunto—.Segúntengoentendido,eledificioestásellado.

—¿Sellado?—Ardeesepegóaél.Jezalmirónerviosoasualrededor,peronohabíanadiemirando—.¿No lepareceunpocoraroquenuncaentrenadie?¿Noesunpocomisterioso?—Jezalcasipodíasentirsualientoenelcuello—.Quierodecir,¿cómoesqueanadieselehaocurridoderribarlapuerta?

A Jezal le resultaba terriblemente difícil concentrarse teniéndola tan cerca.Duranteuninstante,atemorizadoyexcitadoapartes iguales,sepreguntósinoestaría flirteando con él. No, no, eso era imposible. Lo que pasaba es quedesconocíalascostumbresdelacorte.Eralatípicaingenuidaddeunachicadecampo...pero,quédemonios,estabademasiadocerca.Siporlomenosnofueratanatractivaonotuvieratantaseguridadensímisma.Sinofueratan...hermanadeWest.

Carraspeóyechóunvistazoalsenderoconlavanaesperanzadeveralgoquedistrajera su atención. Había unas cuantas personas paseando, pero ningúnconocido,amenosque…ElhechizodeArdeesedesvaneciócomoporensalmoy Jezal sintió que se le helaba la piel. Una figura encorvada, excesivamenteabrigadaparaundíasoleadocomoaquél,selesacercabacojeandoapoyadoenungruesobastón.Estabacasidoblado,ycadapasoquedabaveníaacompañadodeungestodedolor.Lospaseantesquecaminabanporelsenderoconunpasomás vivo daban un rodeo para evitar cruzarse con él. Jezal trató de desviar aArdeeantesdequelosviera,peroellaseresistiómuygarbosamenteyavanzóenlínearectahaciaelInquisidor.

Al verlos acercarse, levantó de golpe la cabeza y sus ojos lanzaron undestellode reconocimiento.A Jezal se le cayóel almaa lospies.Yanohabíaformadeevitarle.

—¡Hombre, si es el capitán Luthar, qué inmenso placer! —exclamó con

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cordialidadGlokta,yactoseguidoseacercórenqueandoy leestrechólamano—.MesorprendequeVaruzlehayadejadolibreaestashorasdeldía.Losañosdebendehaberleablandado.

—ElLordMariscalsiguesiendounhombreextremadamenteexigente—leespetóJezal.

—EsperoquemisPracticantesnolemolestaranlaotranoche—elInquisidorsacudiólacabezaconungestodepesar—.Notienenmodales.Ningúntipodemodales.Ahorabien,enlosuyo,¡sonlosmejores!PuedoasegurarlequeelReynotienedosservidoresmásvaliosos.

—SupongoquecadacualsirvealReyasumanera—Jezalhabíaconferidoasuspalabrasuntonomáshostildeloquepretendía.

PerosiGloktasesintióofendido,nolodemostró.—Asíes.Porcierto,meparecequenomehapresentadoasuamiga.—No.Éstaes...—En realidad ya nos conocemos —dijo Ardee tendiéndole la mano al

Inquisidor,antelasorpresadeJezal—.SoyArdeeWest.Gloktaarqueólascejas.—¡Nopuedeser!—exclamóy,luego,seinclinótrabajosamenteparabesarle

lamano.Allevantarse,Jezalleviotorcerelgesto,perodeinmediatorecuperósudesdentadasonrisa—.¡LahermanadeCollemWest!¡Vayauncambio!

—A mejor, espero —dijo, soltando una carcajada. Jezal se sentíahorriblementeincómodo.

—¿Cómo?¡Puesclaroquesí!—dijoGlokta.—Usted también está cambiado, Sand —el semblante de Ardee había

cobrado de pronto una expresión de profunda tristeza—. No se imagina lopreocupadaqueestuvotodanuestrafamilia.Nuncaperdimoslaesperanzadequeregresarasanoysalvo—JezaladvirtióunsúbitotemblorenelrostrodeGlokta—.Luegonosenteramosdeloquelehabíapasado…¿Cómoestá?

El Inquisidormiró a Jezal; la expresión de sus ojos era tan fría como unamuertelenta.AJezalselehizounnudoenlagargantaybajólavista.Nohabíaningunarazónparaquetemieraaaquelmalditolisiado.Perolociertoesqueenaquel momento hubiera preferido seguir en las prácticas de esgrima. El ojoizquierdodeGloktapalpitabamientrasmirabafijamenteaArdee,quelesosteníaimpertérritalamiradaconunaexpresióndesosegadatristeza.

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—Estoybien.Todolobienquecabíaesperardadas lascircunstancias—suexpresiónresultabafrancamenteextraña.Jezalcadavezsesentíamásincómodo—.Graciasporpreguntar.Deveras.Nadielohace.

Seprodujountensosilencio.ElInquisidorestiróelcuellohaciaunladoyseoyóunsonorochasquido.

—Ajá,asíestámejor—dijo—.Enfin,hasidounplacervolveraverosalosdos,peroeldebermellama—lesobsequióconotrarepulsivasonrisaysiguióadelantearrastrandoelpieizquierdoporlagravilla.

Ardee torció el gesto mientras veía cómo su espalda encogida se alejabacojeandoporelsendero.

—Quépena—musitó.—¿Cómo?—Jezalpensóenelmonstruosogiganteblancodeojosrosáceos

quehabíavistoenlacalle.Enelprisionerodelabolsaenlacabeza.CadacualsirvealReyasumanera.Yquélodijera.Nopudoreprimirunescalofrío.

—Mihermanoy él estabanmuyunidos. Pasó un verano connosotros.Mifamilia estaba tan orgullosa de tenerle de invitado que resultaba un tantoembarazoso. Todos los días hacía prácticas de esgrima con mi hermano, ysiempre ganaba. Cómo se movía; era algo digno de verse. Sand dan Glokta,entoncesnohabíauna estrellamás rutilante en todoel firmamento—volvió aponer aquella medio sonrisa de complicidad suya y añadió—: Ahora, segúnparece,loesusted.

—Hummm…—dijoJezal,quenoestabadeltodosegurodesilodecíaparahalagarleoparaburlarsedeél.Noconseguíadesembarazarsedelasensacióndeque había sufrido dos derrotas en unmismo día amanos de cada uno de loshermanos.

Yteníalaimpresióndeque,delosdos,habíasidolahermanaquienlehabíapropinadounapalizamásgrande.

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Elritualmatinal

Eraunluminosodíadeveranoyelparqueestaballenohastalostopesdeuncoloridopúblicoconganasdediversión.ElcoronelGloktasedirigíaconpasoresuelto a una reunión de lamáxima importancia entre gentes que inclinabanrespetuosamentelacabezaysehacíanaunladoparadejarlepasar.Alamayoría,los ignoraba,ya losmás importantes losobsequiabaconuna radiantesonrisa.Encantadosdequehubiera reparado en ellos, los pocos agraciados respondíansonriendodeorejaaoreja.

—Supongo que cada cual sirve al Rey a su manera—gimoteó el capitánLutharechandomanodesuespada;peroGloktaerademasiadorápidoparaél.Lahojadesuacerocentelleóenelaireyseclavóenelcuellodel jactanciosopatán.

Una rociada de sangre salpicó el rostro deArdeeWest.La joven aplaudióentusiasmadamientrascontemplabaaGloktaconlosojosbrillantes.

Lutharparecíasorprendidodequelehubieranmatado.—Ja.Noesparamenos—dijoGloktasonriendo.Elcapitánsefuedebruces

contra su cara, echando sangre a borbotones por el cuello. La muchedumbrerugió enardecida, y Glokta la recompensó con una garbosa y pronunciadareverencia.Losvítoresseredoblaron.

—Oh,coronel,nodeberíahacereso—susurróArdeecuandoGloktaempezóalamerlelasangredelamejilla.

—¿Cómoqueno?—gruñó,y,rodeándolaconsusbrazos,laechóhaciaatrásylabesósalvajemente.Lamultitudestabaarrebatada.Cuandoseretiró,lajovenexhalóunsuspiroyselequedómirandoembelesadaconsusojazosnegrosyla

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bocaligeramenteentreabierta.—ElArziectorquiereverle—dijolamuchachaconunasonrisaencantadora.¿Cómo? Maldita sea, la multitud había enmudecido y a él se le estaba

quedandodormidouncostado.Ardeeleacariciótiernamentelamejilla.—¡ElArziector!—gritó.Ungolpeenérgicosonóenlapuerta.Gloktapestañeóyabriólosojos.¿Dóndeestoy?¿Quiénsoy?Oh,no.Oh,sí.Alinstantesediocuentadequehabíadormidoenunamalapostura:

teníaelcuerporetorcidobajolasmantasylacaraaplastadacontralaalmohada.Todosuladoizquierdoestabacomomuerto.

Losgolpessonaronconmásfuerzaqueantes.—¡ElArziector!—chillóFrostdesdeelotroladodelapuerta.Una punzada de dolor recorrió el cuello de Glokta al tratar de separar la

cabezadelaalmohada.Ah,nohaynadacomoelprimerespasmodeldíaparaponerlamenteatrabajar.

—¡Yavoy!—gruñó—¡Malditasea,dameunminuto!Lospesadospasosdelalbinosealejaronporelpasillo.Gloktapermaneció

unos instantes sin moverse; luego, con sumo cuidado, comenzó a moverlentamente el brazo derecho, jadeando por el esfuerzo, y trató de ponerse deespaldas. Al sentir que el pinchazo comenzaba a ascender por la piernaizquierda,apretóelpuño.Sialmenoslamuycabronasiguieradormida.Peroeldolor venía lanzado. Y, además, empezaba a percibir un olor desagradable.Malditasea.Hevueltoacagarmeencima.

—¡Barnam! —aulló Glokta. Con la respiración entrecortada y su ladoizquierdo palpitando de dolor, aguardó unos instantes—. ¡Barnam!—volvió agritaraplenopulmón.

—¿Seencuentrabien,señor?—llególavozdelsirvientedesdeelotroladodelapuerta.

¿Bien?¿Bien,pedazodeidiota?¿Cuándodemonioscreesquefuelaúltimavezqueestuvebien?

—¡No,malditasea!¡Hemanchadolacama!—Yahecalentadoelaguaparaelbaño,señor.¿Puedelevantarse?

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En una ocasión anterior, Frost había tenido que derribar la puerta.Tal vezdebería dejarla abierta durante la noche. Pero, entonces, ¿cómo iba a poderdormir?

—Creo que sí —masculló Glokta. Apretó la lengua contra sus encíasdesnudasy,entretemblores,selevantódelacamaysedejócaerenlasillaquehabíaallado.

Su pierna izquierda, una grotesca masa de carne sin un solo dedo, dabapequeñassacudidassinquepudieracontrolarlaaún.Gloktaleclavóunamiradallenadeodio.Malditahijadeputa.Trozodecarnerepulsivoeinútil.¿Porquénoteamputaronsinmás?¿Yporquénolohehechoyotodavía?Perosabíamuybien la razón.Mientras siguiera teniendo la pierna podía pretender que era amediasunhombre.Lanzóunpuñetazoasumusloatrofiadoeinmediatamentesearrepintiódehaberlohecho.Estúpido,estúpido.Eldolorlesubióporlaespaldaconunaintensidadalgosuperioraladeantes,peroibacreciendopormomentos.Venga,venga.Nonospeleemos.Empezóafrotarsesuavementesucarneinerte.Novesqueestamoscondenadosaestarjuntos,¿porquémetorturasasí?

—¿Puede llegar hasta la puerta, señor? —Glokta, asqueado por el olor,arrugólanarizy,agarrandosubastón,sepusodepielentaydolorosamente.Sedirigió renqueando hacia la puerta y estuvo a punto de resbalarse a mitad decamino,aunqueenelúltimomomentologróenderezarseconunaatrozpunzadadedolor.Descorrióelcerrojo,seapoyóenlaparedparanoperderelequilibrioytiródelapuerta.

Al otro lado le aguardaba Barnam con los brazos extendidos para podercogerle.Quéignominia.PensarqueSanddanGlokta,elmásgrandeespadachínquehadadoLaUnión,necesitaqueunancianoleconduzcaalbañoparaquepuedalimpiarsesupropiamierda.Todosesosidiotasalosquevencídebendeestarpartiéndosederisa,esosiesqueseacuerdandemí.Yomismomereiría,sinodolieratanto.Detodosmodos,liberódelpesoasupiernaizquierdaypasóunbrazoalrededordeloshombrosdeBarnamsinrechistar.¿Quéganaríaconello?Másvalequemepongalascosasfáciles.Todolofácilesquepueda.

Gloktarespiróhondo.—Ve con calma, la pierna aún no se ha despertado del todo —dando

pequeños saltos, avanzaron a trompicones por el pasillo, que apenas era lobastante ancho para que pudieran pasar los dos. El cuarto de baño parecía

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encontrarse a un kilómetro de distancia. O más. Preferiría caminar cienkilómetrosenmianteriorestadoqueiralcuartodebañoenmiestadoactual.Enfin,esmitristesino.Nuncasepuedevolveratrás.Nunca.

ElvaporprodujounadeliciosasensacióndecaloralaviscosapieldeGlokta.Ayudado de Barnam, que le sujetaba por debajo de los brazos, levantólentamentelapiernaderechaylaintrodujoconcautelaenelagua.Malditasea,síqueestácaliente.Elancianosirvienteleayudóameterlaotrapiernay,luego,lecogiódelasaxilasylofuebajandocomosifueraunniñohastaqueelagualellegóalcuello.

—Ahhh —una sonrisa desdentada rasgó el semblante de Glokta—. EstácalientecomolafraguadelCreador,Barnam.Justocomoamímegusta—ahoraque el calor le iba penetrando en la pierna, el dolor comenzaba a remitir.Nodesaparece.Nuncadesaparece.Peromejor.Muchomejor.Gloktacasiempezabaa sentirse capaz de afrontar un nuevo día. Hay que aprender a valorar laspequeñas cosas de la vida, como los baños calientes. Hay que valorar esaspequeñascosascuandonosetienenadamás.

EnelminúsculocomedordelpisodeabajoleaguardabaelPracticanteFrost,queselashabíaarregladoparaembutirsuvoluminosocuerpoenunasillabajaque había pegada a la pared.Glokta se dejó caer en la otra silla que había ypercibió el olorcillo de un humeante cuenco de papilla del que sobresalíainclinada sin apoyarse en los bordes una cuchara de madera. Le sonaron lastripasylabocaseleinundódesaliva.Enotraspalabras,todoslossíntomasdeunanáuseaincontenible.

—¡Hurra! ¡Otra vez papilla! —gritó Glokta, volviéndose para mirar lahierática figura del Practicante— ¡Papilla ymiel, comida de caballeros,mejorquedinero,papillaymiel!

LosojosrosáceosdeFrostnisiquierapestañearon.—Esunacanciónquesolíacantarmemimadredeniño.Peronisiquieraasí

consiguió queme comiera esta bazofia.Ahora, en cambio—dijometiendo lacucharaenelcuenco—,siempremequedoconganasderepetir.

Frostledevolviólamirada.—Es sana —Glokta se embutió en la boca una cucharada de la dulzona

papilla y luego introdujo de nuevo la cuchara en el cuenco—. Deliciosa —añadió, metiéndose otra— y, lo más importante de todo —concluyó, tras

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atragantarseunpococonelsiguientebocado—,nohayquemasticarla—apartóelcuenco,queseguíamediolleno,ytirólacucharaalamesa—.Mmmmm—serelamió—.Nohaynadacomounbuendesayunoparaempezareldía,¿nocrees?

Eracomomirarunaparedencalada,aunquebastantemenosemocionante.—DemodoqueelArchilectorquierevermeotravez,¿eh?Elalbinoasintióconlacabeza.—¿Yquécreestúquepuedequererdegentecomonosotrosnuestroilustre

jefe?Unencogimientodehombros.—Hummm—Glokta se sacó con la lengua los trozos de papilla que se le

habíanquedadometidosenlasencías—.¿Teparecióqueestabadebuenhumor?Otroencogimientodehombros.—Vamos,vamos,PracticanteFrost,nomelodigastododeunavez.Nodoy

abasto.Silencio.Barnamentróenlasalayretiróelcuenco.—¿Deseaalgomás,señor?—Puesclaro.Unbuentrozodecarnemediocrudayunamanzanacrujiente

—GloktamiróalPracticanteFrost—.Deniñomegustabanlasmanzanas.¿Cuántasveceshehechoestagracia?Frost lemiraba impasible;niasomo

de risa.Glokta se volvió haciaBarnam, y el anciano le devolvió una hastiadasonrisa.

—Oh, venga —suspiró Glokta—. Un hombre no puede perder nunca laesperanza,¿no?

—Desde luego, señor —dijo el sirviente y, acto seguido, se dirigió a lapuerta.

¿Nopuede?EldespachodelArchilectorseencontrabaenlaúltimaplantadelPabellónde

losInterrogatorios,yparallegaraélhabíaquesubirunbuentrecho.Peoraún,aesahoralospasillosestabanatestadosdePracticantes,secretarioseInquisidores,que pululaban por todas partes como hormigas en un hormiguero a punto dedesmoronarse. Cada vez que se sentía observado, Glokta proseguía surenqueantemarchaconunasonrisa,manteniendolacabezabienalta.Cadavezquesesabíasolo,separabaparatomaraliento,perjuraba,maldecíaysefrotabaysepalmeabalapiernaparatratardedevolverleunpocodevida.

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¿Por qué tiene que estar tan arriba?, se preguntaba mientras avanzabarenqueando por los lúgubres salones y las escaleras de caracol del laberínticoedificio. Cuando por fin llegó a la antecámara estaba exhausto, respiraba consumadificultady tenía lamano izquierda tan irritadaque le costaba sujetar laempuñaduradelbastón.

Atrincheradodetrásdeunoscuroescritorioqueocupabalamitaddelasala,el secretario del Archilector le examinaba con una mirada suspicaz. Enfrentehabía unas cuantas sillas para que la gente pudiera ponerse nerviosamientrasesperaba, y dos Practicantes gigantescos, tan inmóviles e inexpresivos queparecían formar parte del mobiliario, flanqueaban las enormes puertas deldespacho.

—¿Tienecita?—inquirióelsecretarioconvozchillona.Sabesperfectamentequiénsoy,engreídodemierda.

—Por supuesto—le espetó Glokta—. ¿Cree que he venido arrastrándomehastaaquíparaadmirarsuescritorio?

El secretario le lanzó una mirada displicente. Era un joven pálido y bienparecidoconunamatadepelorubio.¿Elhinchadoquintovástagodeunnoblede segunda dotado de una entrepierna hiperactiva se cree con derecho atratarmeconcondescendencia?

—¿Sunombrees...?—preguntóconsornaelsecretario.La ascensión había acabado con la paciencia deGlokta. Estrelló el bastón

contralamesayelsecretarioestuvoapuntodesaltardelasilla.—¿Quéesusted,unmaldito imbécil?¿CuántosInquisidores tullidos tienen

ustedesaquí?—Er...—dijoelsecretariomoviendonerviosolaboca.—¿Er?¿Er?¿Quéeseso,unnúmero?¿Hableclaro?—Bueno,yo...—¡SoyGlokta,pedazodeasno!¡ElInquisidorGlokta!—Sí,señor,yo...—¡Mueva el culo, cretino! ¡No me haga esperar ni un minuto más!—el

secretarioselevantódeunsalto,corrióhacialapuerta,empujóunadelashojasy se hizo respetuosamente a un lado—. Así está mejor —gruñó Gloktarenqueando detrás de él. Al pasar junto a los Practicantes, levantó la vista.Estabacasisegurodequeunodeellosteníaunalevesonrisa.

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La sala apenas había cambiado desde la última vez que había estado allí,hacía ya seis años. Era un amplio espacio circular, cubierto por una cúpuladecorada con unos rostros de gárgola, y desde cuya única ventana se podíacontemplar una espléndida vista de los chapiteles de la Universidad, un buentramodelperímetroexternodelamuralladeAgrionty,unpocomásalolejos,laimponentesiluetadelaCasadelCreador.

Lacámaraestabaprácticamenteforradadeestantesyarmarios llenoshastalostopesdearchivadoresydocumentoscuidadosamenteordenados.Unospocosretratos miraban desde las paredes blancas, entre ellos uno enorme querepresentaba al actualmonarca de laUnión de joven, con aspecto prudente ysevero.Saltaalavistaquelopintaronmuchoantesdequeseconvirtieraenunviejochocho.Enlosúltimostiempostienebastantemenosairedeautoridadyselecaenbastantemáslasbabas.Enelcentrodelasalahabíaunamesaredonda,con un mapa de la Unión muy detallado pintado en su superficie. Todas lasciudadesenlasquehabíaunaseccióndelaInquisiciónaparecíanseñaladasconuna piedra preciosa y en el centro se alzaba una diminuta réplica en plata deAdua.

ElArchilectorsehallabasentadodetrásdelamesaenunasillaaltayvetusta,enfrascado en una conversación con otro hombre: un vejestorio enjuto,encalvecido y de semblante avinagrado, que vestía una toga negra. MientrasGlokta se acercaba cojeando hacia ellos, Sult alzó la vista y le sonrió; laexpresióndelotrohombreapenasexperimentócambioalguno.

—Ah,InquisidorGlokta,mealegramuchoquehayapodidoacompañarnos.¿ConocealSupervisorGeneralHalleck?

—Nohetenidoelgusto—dijoGlokta.Aunquenomedalaimpresióndequevayaasuponerningúngusto.ElancianoburócrataselevantóyestrechólamanodeGloktaconescasoentusiasmo.

—EsSanddanGlokta,unodemisInquisidores.—Sí,claro—susurróHalleck—.Tengoentendidoqueentiemposestuvoen

elejército.Sinomeequivoco,unavezlevienuncombatedeesgrima.Gloktasedioungolpecitoenlapiernaconelbastón.—Nodebiódeserhacepoco.—No—duranteunosinstantesreinóelsilencio.—EsprobablequedentrodenomuchoseconcedaalSupervisorGeneralun

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nombramientomuyimportante—dijoSult—.UnpuestoenelConsejoCerrado,nada menos. —¿El Consejo Cerrado? ¿Es eso posible? Un nombramientoverdaderamenteimportante,sinduda.

Halleck,sinembargo,noparecíademasiadoentusiasmado.—SólolodaréporhechocuandoSuMajestadtengaabiencomunicármelo

—leespetó—,noantes.Sultsorteóhábilmenteaquelterrenoescabroso.—Estoy convencido de que el Consejo considera que es usted el único

candidatoquemerecesurecomendación,sobretodoahoraqueSeppdanTeufelhaquedadodescartado.—¿NuestroviejoamigoTeufel?¿Descartadoparaqué?

Halleckfruncióelceñoysacudiólacabeza.—Teufel.Estuvediezañostrabajandoconesehombre.Nuncamegustó—ni

élninadie,ajuzgarportuaspecto—,perojamássemehubieraocurridopensarquefuerauntraidor.

Sultsacudióapesadumbradolacabeza.—Atodosnosdejóconsternados,peroaquíestásuconfesión,ennegrosobre

blanco—y,acontinuación,levantóunpliegodobladocongestocompungido—.Me temoque la corrupción estámás arraigada de lo que pensábamos. ¿Quiénpuede saber esomejor que alguien como yo, cuya ingrata tarea es limpiar eljardíndemalashierbas?

—Cierto, cierto —masculló Halleck asintiendo con gravedad—. Mereceustednuestromáximoreconocimiento.Yustedtambién,Inquisidor.

—Oh,yonohehechonada—dijohumildementeGlokta.Lostreshombressemiraronconfingidorespeto.

Halleckechóhaciaatrássusilla.—Bueno,losimpuestosnoserecaudansolos.Deboregresaraltrabajo.—Disfrutede lospocosdíasque lequedanensupuesto—dijoSult—.Le

doymipalabradequeelReynotardaráenmandarlellamar.Halleck tansólosepermitióesbozarunamínimasonrisay,acontinuación,

inclinólevementelacabezaysefuesindecirpalabra.Elsecretarioleacompañóhastalasalidayluegocerrótrasdesílaspesadaspuertas.Unavezmássehizoelsilencio.Quemeaspensisoyyoelquelorompe.

—Imagino que se estará preguntando de qué iba todo esto, ¿no es así,Glokta?

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—Esapreguntasemehapasadoporlacabeza,Eminencia.—Seguroque sí—Sult se levantómajestuosamentede la sillay sedirigió

hacialaventanaentrelazandoasuespaldasusmanosenguantadasdeblanco—.El mundo cambia, Glokta, el mundo cambia. El viejo orden se desmorona.Lealtad,deber,orgullo,honor;todosesosconceptosestánpasadosdemoda.¿Yquéloshareemplazado?—volvióuninstantelacabezayfrunciólaboca—.Lacodicia. Losmercaderes son el nuevo poder de la nación. Los banqueros, lostenderos,loscomerciantes.Hombrespequeñosconmentespequeñasypequeñasambiciones.Hombresque sólo son leales a símismos, cuyoúnicodeber es elque tienen contraído con su propia bolsa, cuyo único orgullo es estafar a sussuperiores, cuyo único honor es el que se puede pesar en monedas de plata.—Sobra que le pregunte cuál es su postura con respecto de la clase de losmercaderes.

Sultcontemplólavistaconelceñofruncidoyluegosevolvióhacialasala.—Sediríaquehoyendíacualquierapuederecibirunaeducación,montarun

negocioyhacerserico.Losgremiosmercantiles,losSederos,losEspecieros,yvarios otros como ellos, disponen cada vez demás riqueza e influencia.Unosplebeyospetulantesyarribistaspretendendarórdenesasussuperioresnaturales.Susdedos,gruesosycodiciosos,comienzanatantearloshilosdelpoder.Resultamuydifícildesoportar—elArchilectorseestremeciómientrasdabavueltasporlasala—.Levoyahablarcontotalsinceridad,Inquisidor—elArchilectorhizoun elegante gesto con la mano como indicando que su sinceridad era unobsequiode inestimablevalor—:LaUniónnuncahabíaparecido tanpoderosacomoahora, nuncahabíadominado tantos territorios, y, sin embargo, bajo esafachada, somos débiles. No es ningún secreto que el Rey ya no es capaz detomardecisionesporsímismo.ElPríncipeHeredero,Ladisla,esunpetimetre,rodeadodeaduladoresycretinos,alquesóloimportaneljuegoylostrapos.ElPríncipeRaynaultestábastantemáscapacitadoparareinar,peroeselhermanomenor.ElConsejoCerrado,cuyamisióndeberíaserguiarestenavíoquehaceaguas,estállenodeimpostoreseintrigantes.Puedequealgunosseanleales,perootrosciertamentenoloson,ytodosellosestánresueltosaatraeralReyhaciasusposiciones.—Qué frustrante, porque supongo que lo que usted querría seríaatraerlehacialassuyas.

»Entretanto, la Unión se encuentra acosada por sus enemigos, tanto fuera

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como dentro de nuestras fronteras. Gurkhul tiene un nuevo y vigorosoEmperador, que está preparando a su país para otra guerra. LosHombres delNortetambiénsehanalzadoenarmasymerodeanporlasfronterasdeAngland.EnelConsejoCerrado, losnobles reclamanantiguosprivilegios,mientrasqueenlasaldeasloscampesinosreclamanotrosnuevos—elArchilectorexhalóunhondosuspiro—.Sí,elviejoordensedesmorona,ynadie tieneelánimoo lasagallassuficientesparasustentarlo.

Sulthizounapausaylevantólosojoshaciaunodelosretratos:unhombrecalvoycorpulentovestidodeblanco.Gloktasabíamuybienquiénera.Zoller,elmásgrandedelosArchilectores.InfatigabledefensordelaInquisición,héroedetorturadoresyazotedetraidores.Mirabatorvamentedesdelaparedcomosiaúndespuésdemuertopudieraquemaralostraidoresconunasimplemirada.

—Zoller—gruñóSult—.Lascosaserandistintasensuépoca,no lodude.Entonces no había campesinos quejosos, ni mercaderes estafadores, ni noblesdescontentos.Siaalguienseleolvidabacuálerasupuesto,selerecordabaconhierro candente, y si algún juez entrometido osaba protestar por ello, no sevolvía a tener noticias suyas. La Inquisición era una institución noble que senutríadelosmejoresylosmáscapaces.ServiralReyyerradicarlacorrupcióneransusúnicasaspiracionesysuúnicarecompensa.—Ah,todoeramagníficoenlosviejostiempos.

ElArchilectorvolvióatomarasientoyseinclinósobrelamesa.—Ahoranoshemosconvertidoenun lugardonde los tercerosvástagosde

lasfamiliasnoblesempobrecidaspuedenllenarselosbolsillosconlossobornos,dondeunaescoriadepseudocriminalespuededarriendasueltaasupasiónporlatortura. Nuestra influencia sobre la persona del Rey se ha visto seriamentemermadaynuestropresupuestohasufridoconstantesrecortes.Hubountiempoenqueéramosunainstituciónrespetadaytemida,Glokta,peroahora...—Somosuna triste sombra de lo que fuimos. Sult frunció el ceño—.Ya no tanto. Lasintrigasylastraicionesestánalaordendeldía,ymetemoquelaInquisiciónhadejadodeestara laalturade la tareaquetieneencomendada.HaydemasiadosSuperiores en los que ya no se puede confiar. El interés del Rey ya no lespreocupa,nieldelEstadonicualquierotroquenoseaelsuyopropio.—¿Queno se puede confiar en los Superiores?Medejaustedanonadado. El ceño deSultsearrugómásaún—.YahoraqueFeekthamuerto...

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Gloktaalzólavista.Esosíqueesunanoticia.—¿ElLordCanciller?—Seharápúblicomañanaporlamañana.Muriórepentinamentehaceunpar

de noches, mientras usted se ocupaba de su amigo Rews. Sigue habiendoalgunospuntososcurosenrelaciónconsumuerte,peronohayqueolvidarqueel hombre tenía casi noventa años. Lo realmente sorprendente es que duraratanto.ElCancillerDoradolellamaban,elmásgrandepolíticodesutiempo.YahanempezadoalabrarsuefigieenpiedraparacolocarsuestatuaenlaVíaRegia—Sultresopló—.Elmásaltohonoralquecualquieradenosotrospuedeaspirar.

LosojosdelArchilectorseentornaronhastaquedarreducidosadosranurasazules.

—SiesustedtaningenuocomoparapensarquelaUniónlagobiernanelReyoesascotorrasdesangreazuldelConsejoAbierto,yapuede irquitándoseesaideadelacabeza.EselConsejoCerradoquientienelasriendasdelpoder.SobretododesdelaenfermedaddelRey.Docehombres,younodeellos,sentadosendoce sillas tan enormes como incómodas. Doce hombres con puntos de vistamuy diferentes que, durante veinte años, en tiempo de paz y de guerra, Feektmantuvo en equilibrio. Enfrentaba a la Inquisición con los jueces, a losbanquerosconlosmilitares.EraelejequehacíagirarelReino,loscimientosenque se asentaba, y sumuerte ha dejado un gran vacío. En realidad, una grancantidaddevacíosquemuchagenteansiallenar.TengolasensacióndequeeseasnoquejumbrosodeMarovia,esejuezdecorazónblando,eseautoproclamadodefensor de los plebeyos, será el primerode la cola.Se trata deuna situaciónmuyfluidayextremadamentepeligrosa—elArchilectorplantóconfirmezalospuñosen lamesa—.Debemosasegurarnosdequenosaquenprovechodeellalaspersonasmenosindicadas.

Glokta asintió. Me parece que le entiendo, Archilector. Debemosasegurarnosdeque somosnosotros ynootrosquienes saquenprovechode lasituación.

—NohacefaltaquelerecuerdequeelcargodeLordCancilleresunodelosmás influyentes del reino. La recaudación de impuestos, el tesoro, las cecasreales, quedan bajo sus auspicios. Dinero, Glokta, dinero. Y dinero significapoder.Nohacefaltaqueselodiga.MañanasedesignaráalnuevoCanciller.ElprincipalcandidatoeraelotroraMaestredelaCeca,SeppdanTeufel.

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—Entiendo.Algomedicequeesaposibilidadhasidodescartada.Sultfrunciólaboca.—Teufelmanteníaunaestrechavinculaciónconlosgremiosdemercaderes,

con losSederosprincipalmente—sugestodedesaprobaciónfuesustituidoporotro de profundo desdén—. Además de eso, fue colega del Juez SupremoMarovia.Ya ve que difícilmente podía considerársele el hombremás indicadopara cubrir ese cargo.Difícilmente, sin duda—el SupervisorGeneralHalleckparecelamejorelección,enmiopinión.

Gloktavolviólavistahacialapuerta.—¿Él?¿LordCanciller?Sultselevantósonriendoyseacercóaunodelosarmariosdelapared.—Nohayningunaotraopción.Todoelmundo leodia,yélodiaa todoel

mundo, excepto a mí. Es más, se trata de un conservador furibundo quedesprecia al estamento de los mercaderes y todo lo que significan—abrió elarmarioysacódoscopasyundecantadormuyhistoriado—.AunquenosupongaexactamentecontarconunacaraamigaenelConsejo,síseráalmenosunacaracomplaciente, y hostil hacia todos los demás grupos. No se me ocurre otrocandidatomejor.

Gloktaasintió.—Parece honrado.Aunque no tan honrado como para que le confiara la

tareademetermeenelbaño.¿Loharíausted,Eminencia?—Sí—dijoSult—,nosserámuyútil—acontinuación,sirviódoscopasde

vinotinto—.Ypararematarlafaenaheconseguidoquesenombretambiénunnuevo Maestre de la Ceca muy complaciente. Según tengo entendido, losSederosestánqueechanlasmuelas.YtampocoparecequeelcabróndeMaroviaandemuy contento—Sult se rió entre dientes—. Son buenas noticias, y es austedaquienselasdebemos—dichoaquello,alzóunadelascopas.

¿Veneno? ¿Unamuerte lenta retorciéndome y vomitando en el espléndidosuelo de mosaico del Archilector? ¿O mi cabeza se desplomaráinstantáneamentesobreestamesa?Peronohabíamásopciónquecogerelvasoy echar un buen trago. El vino tenía un sabor un tanto peculiar, pero estabadelicioso.Probablementeprovengadealgún lugarparadisíacoy lejano.Simemuero aquí, al menos ya no tendré que bajar todos esos malditos escalones.Pero el Archilector, todo cortesías y sonrisas, también estaba bebiendo.Vaya,

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parecequevoyapasardeestatarde.—Sí,nuestroprimerpasohasidobastantebueno.Correntiempospeligrosos,

peronoesmenosciertoqueelpeligroylaoportunidadsuelenirdelamano.—Glokta sintió que un extraño escalofrío le subía por la espalda. ¿Es miedo,ambición,ounpocodelasdoscosas?Necesitoaalguienquemeayudeaponerorden.AlguienquenotemaalosSuperiores,nialosmercaderes,nisiquieraalConsejoCerrado.Alguien de quien se pueda esperar que actúe con sutileza ydiscreción, pero que sepa ser implacable a la vez. Alguien cuya lealtad a laUniónestéfueradetodasospecha,peroquenotengaamistadesenelgobierno.¿Alguienaquientodoelmundoaborrezca?¿Alguienquecargueconlasculpassilascosassetuercen?¿Alguiencuyamuertepocoslamentarán?

—NecesitounInquisidorquegocedetotalinmunidad,Glokta.AlguienquepuedaactuaralmargendelcontroldelosSuperiores,peroconelplenorespaldodemiautoridad.Alguienquesólorindacuentasantemí—elArchilectorarqueóuna ceja, como si se le acabara de ocurrir algo—.Yyo diría que usted reúnetodoslosrequisitosparadesempeñarestatarea.¿Quéopina?

Opinoquelapersonaqueocupeunpuestocomoésetendráunacatervadeenemigosyunsoloamigo.GloktalevantólosojosymiróalArchilector.Yqueeseamigotampocoserámuydefiar.Opinoquelapersonaqueocupeesepuestonodurarámucho.

—¿Podríatomarmeuntiempoparapensármelo?—No.Elpeligroylaoportunidadsuelenirdelamano.—Muybien,acepto.—Perfecto.Estoyconvencidoqueésteesel iniciodeunalargayfructífera

relación —Sult le miró por encima del borde de la copa, y sonrió—. Sabe,Glokta,detodoslosmercaderesquetrapicheanporahí,aquienesmenossoportoesalosSederos.SuinfluenciafuedeterminanteparaqueWestportseintegraraenlaUnión.YfueeldinerodeWestportloquenospermitióganarlaguerradeGurkhul. Como cabía esperar, el Rey los recompensó concediéndoles unosderechos comerciales de un valor incalculable, pero desde entonces suarrogancia se ha vuelto insufrible. A juzgar por los aires que se dan y laslibertades que se toman, cualquiera diría que fueron ellos mismos quieneslucharonenelcampodebatalla.ElhonorableGremiodelosSederos—dijocon

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sorna—.Semeocurrequeahoraque suamigoRewsnoshaproporcionadoelmedioparaecharleselanzuelo,seríaunalástimadejarquesenosescaparan.

Gloktaestabaperplejo,perocreíaestardisimulándolobastantebien.¿Irmáslejos? ¿Para qué? Si los Sederos se escapan, seguirán soltando dinero, y esohacefelizamuchagente.Sisedejanlascosascomoestán,seguiránasustadosydebilitados: preguntándose qué nombres habrá dado Rews, quién será elsiguienteenirapararalpotro.Sivamosmáslejos,selesharáungrandañoose acabará con ellos. Entonces dejarán de soltar dinero y mucha gente sesentirámuydisgustada.Inclusoenestemismoedificio.

—Nomeresultaríadifícilproseguirconmispesquisas,siVuestraEminencialo estima conveniente—Glokta tomó otro sorbo.Verdaderamente era un vinoexcelente.

—Debemos ser cautos. Cautos ymuy rigurosos. El dinero de los Sederosmana como la leche. Cuentan con muchos amigos, incluso en las más altasesferasdelanobleza.Brock,Heugen,Isherymuchosotrosmás.Algunosdeloshombresmás influyentesdelpaís.Todoselloshanmamadodeesa tetaalgunaqueotravez,ycuandoaunbebése leretira la leche, llora—unamuecacruelasomóalrostrodeSult—.Peroparaqueunniñoaprendadisciplina,aveceshayque hacerle llorar... ¿Qué nombres mencionó el gusano de Rews en suconfesión?

Glokta se inclinó dolorosamente hacia delante, le acercó el pliego de laconfesióndeRews,lodesdoblóyempezóarepasarlalistadenombresdearribaabajo.

—ASepdanTeufelyaloconocemos.—Oh, sí, Inquisidor, lo conocemos y lo apreciamos —dijo Sult con una

sonrisaradiante—,peromeparecequeyapodemostacharlodelalista.¿Quiénmáshay?

—Bueno, veamos —Glokta observó detenidamente el pliego—. TambiénestáHarodPolst,unsedero.Undonnadie.

Sultagitóelbrazoconimpaciencia.—Eseesundonnadie.—SolimoScandi,unsederodeWesport.Otrodonnadie.—No,no,Glokta,tienequehaberalgomejorqueeseSolimocomo-se-llame.

EsosSederosdepocamontanonossirvendenada.Arrancalaraíz,ylashojas

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caeránporsísolas.—Sinduda,Archilector.TenemostambiénaVillemdanRobb,unhombrede

la baja nobleza que tiene un cargo subalterno en las aduanas—Sult pareciópensárselo,perofinalmentenegóconlacabeza—.Luegoestá...

—¡Unmomento!VillemdanRobb...—elArchilectorchasqueólosdedos—.Suhermano,Kiral,esunodeloscaballerosdelséquitodelaReina.Medesairóenunarecepción—Sultsonrió—.Sí.TraigaaVillemdanRobb.

Empezamosaprofundizar.—Sirvoyobedezco aVuestraEminencia. ¿Hay algúnnombre en concreto

quedebasermencionado?—Gloktadepositóenlamesasucopavacía.—No —el Archilector se volvió y agitó con impaciencia la mano—.

Cualquieradeellos,todosellos,meesigual.

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ElPrimerodelosMagos

Lasuperficiedellago,plana,grisysalpicadaporlalluvia,seextendíaentreempinadasrocasyhúmedavegetaciónhastadondealcanzabalavista.Aunque,adecir verdad, con el tiempo que hacía, la vista de Logen tampoco alcanzabademasiado lejos. La otra orilla no debía de encontrarse a más de doscientospasos, pero las aguas, pese a su aspecto apacible, parecían profundas. Muyprofundas.

HacíamuchoqueLogenhabíaabandonadocualquierintentodemantenerseseco;elagualechorreabaporelpeloylacara,legoteabadesdelanariz,desdelos dedos, desde la barbilla. Estar mojado, agotado y hambriento ya formabapartedesuvida.Aunque,bienpensado,casisiemprehabíasidoigual.Cerrólosojos,sintióelrepiqueteodelalluviaensupiel,oyóelruidodelaguaquelamíalos cantos de la orilla. Luego se arrodilló junto al lago, quitó el tapón de supetaca,lasumergióyseentretuvoviendocómoestallabanlasburbujasmientrasseiballenando.

MalacusQuaisaliódelamalezadandotumbosyresollando.Sedejócaerderodillas,gateóhastalasraícesdeunárbol,soltóunatosylanzóunesputosobrelos guijarros del suelo. Ahora su tos sonaba bastante peor. Le brotabadirectamentedelasentrañasyhacíaretemblartodasucajatorácica.Estabamáspálido aún que cuando se encontraron por primera vez y mucho más flaco.También Logen estabamás flaco. Corrían tiempos de vacas flacas, de eso nocabíaduda.Seacercóaldemacradoaprendizysepusoencuclillas.

—Deme unmomento—Quai cerró sus ojos rehundidos y echó la cabezahacia atrás—. Sólo un momento—su boca colgaba inerte y sus tendones se

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destacaban en la piel de su esquelético cuello. Su aspecto era ya el de uncadáver.

—Nodescansesdemasiado;puedequenovuelvasalevantarte.Logenletendiólapetaca.Quainisiquieraalzóelbrazoparacogerla,asíque

Logentuvoqueponérselaenloslabioseinclinarlaunpoco.Elaprendizechóuntragoconunamuecadedolor,tosiódenuevoy,luego,sucabezasedesplomó.

—¿Tienesideadedóndeestamos?—preguntóLogen.El aprendiz levantó la cabeza y, al ver el agua, parpadeó como si no se

hubierafijadoenellahastaentonces.—Estodebeserelextremonortedel lago...deberíadehaberunasendaen

algunaparte—suvozseredujoaunsusurro—.Enelextremosurhayuncaminoseñalado con dosmonolitos—soltó una violenta tos y tragó saliva—. Siga elcamino,cruceunpuenteyyahabrállegado.

LosojosdeLogenrecorrieronlaplayahastaalcanzarlosárboleschorreantesdeagua.

—¿Aquédistanciaestá?—nohuborespuesta.Agarróelesqueléticohombrodel enfermo y lo sacudió. Los párpados de Quai temblaron, levantó sus ojosempañadosytratódeenfocarlavista—,¿aquédistancia?

—Sesentakilómetros.Logensepasó la lenguapor losdientes.Quainoestabaencondicionesde

hacersesentakilómetrosapie.Yaseríaunasuertesilograbadarcuarentapasosporsucuenta.Losabíamuybien,se leveíaen losojos.No tardaríaenmorir.Logen calculó que, comomucho, aguantaría dos días. Había visto a hombresmásfuertesmorirdefiebres.

Sesentakilómetros.Logenloconsideródetenidamentemientrassefrotabalabarbillaconelpulgar.Sesentakilómetros.

—Mierda—susurró.Se acercó el petate arrastrándolo por el suelo y lo abrió.Aun les quedaba

algo de comida, pero nomucha. Unas cuantas tiras correosas de cecina y untrozomohosodepannegro.Echóunvistazoallago;cuántacalma.Almenos,demomentonoparecíaquefueranaquedarsesinaguaparabeber.Sacósupesadopucheroylodepositósobreloscantosdelsuelo.Llevabanmuchotiempojuntos,peroyanohabíanadaquecocinar.Noselepuedecogercariñoalascosas,nosiunovivealaintemperie.Arrojólacuerdaentrelamalezaysecargóalhombro

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elmacutoaligerado.LosojosdeQuaihabíanvueltoacerrarseyapenassirespiraba.Logenaún

recordabalaprimeravezquetuvoqueabandonaraalguien,larecordabacomosifueraayer.Eraextraño,elnombredelmuchachoselehabíaborradodelamente,perosucaranolahabíaolvidado.

Los Shanka le habían arrancado un trozo de muslo. Un buen trozo. Noparaba de gemir mientras proseguían la marcha; no podía andar. La heridaempeoraba y, de todos modos, se estaba muriendo. Había que abandonarlo.Nadie le echó la culpa a Logen. El muchacho era demasiado joven, nuncadeberíahaberlesacompañado.Eraunsimplecasodemalasuerte,podíahaberleocurrido a cualquiera. Sus gritos les siguieron mientras la banda,apesadumbrada, silenciosa, cabizbaja, desaparecíapor la laderade la siguientecolina. Incluso cuando ya se encontraban bastante lejos, Logen creía seguiroyendosusgritos.Aúnlosseguíaoyendo.

Enlasguerraseradistinto.Constantementehabíahombresquesedesgajabandelacolumnaenlaslargasmarchasdelosmesesfríos.Primeroibanapararalacola,luegoserezagabanyalfinalacababanenelsuelo.Loshombresateridosdefrío,losenfermos,losheridos.Logenseestremecióyencorvóloshombros.Alprincipio tratas deprestarles auxilio.Luego te limitas a dar graciaspor no seruno de ellos. Finalmente, pasas por encima de los cadáveres sin prestarlesatención.Seacabaaprendiendoadistinguiralosquenosevolveránalevantar.MiróaMalacusQuai.Unamuertemásenmediodeaquellastierrassalvajesnoteníanadadeparticular.Alfinyalcabo,hayqueserrealista.

Elaprendizdespertósobresaltadodesudormitarytratódeincorporarse.Lasmanosletemblaban.LevantólacabezaymiróaLogenconunbrillofebrilenlosojos.

—Nomepuedolevantar—masculló.—Lo sé.Me sorprende que hayas llegado tan lejos—aquello ya no tenía

sentido. Logen sabía el camino. Si conseguía dar con la senda, podía llegar arecorrerveintekilómetrosaldía.

—Simedejaalgodecomida...talvez...cuandohayallegadoalabiblioteca,alguienpodría...

—No—dijoLogen,encajandolasmandíbulas—.Necesitolacomida.Quaihizounruidoextraño,mitadtos,mitadsollozo.

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Logenseagachó,posósuhombroderechoenelestómagodeQuaiylerodeólaespaldaconunbrazo.

—Nopuedocargarcontigosesentakilómetrossinella—y,dichoaquello,seechóalaprendizalhombroyseirguió.Luego,manteniendosujetoaQuaiconlazamarra, comenzó a andar por la orilla clavando sus botas en los húmedosguijarrosdelsuelo.Elaprendiznisiquierasemovía,colgabacomounsacodetraposviejos,consusbrazosinertesgolpeandopordetráslaspiernasdeLogen.

Tras recorrerunos treintapasos,Logensediomediavueltayechó lavistaatrás.El pucheroyacía abandonado junto al lagoyya empezaba a llenarsedeaguadelluvia.Habíanvividomuchascosasjuntosaquelpucheroyél.

—Adiós,viejoamigo.Elpucheronolerespondió.Logen depositó suavemente su tembloroso fardo a un lado del camino y

estirósuespaldaentumecida,luegoserascóelmugrientovendajedesubrazoyechóun tragodeaguade lapetaca.Loúnicoquehabíapasadopor sus labiosagrietadosesedíaeraagua,yelhambreleroíalastripas.Almenoshabíadejadode llover. Hay que aprender a valorar las pequeñas cosas de la vida, comodisponerdeunpardebotassecas.Hayquevaloraresaspequeñascosascuandonosetienenadamás.

Logenlanzóunescupitajoysefrotólosdedosparatratardereanimarlosunpoco.Habíadadoconellugar,deesonocabíaduda.Juntoalcaminosealzabandos vetustos y agujereados monolitos salpicados de manchas de musgo en labase y de líquenes grises en la parte superior. Estaban cubiertos de unasinscripciones borrosas, renglones de letras de una escritura que Logen nocomprendía ni lograba reconocer. Había algo en su aspecto que resultabaintimidatorio,y,másquedarlabienvenida,parecíanlanzarunaadvertencia.

—LaPrimeraLey...—¿Cómo?—dijo sorprendidoLogen.Desde que dejaron atrás el puchero,

hacíayadosdías,Quaihabíapermanecidoenunestadodeinquietaduermevela.Durante todo ese tiempo el puchero podría haber proferido unos sonidosmásinteligibles que los suyos.Aquellamañana, cuandoLogen se despertó, apenasrespiraba. En un primer momento lo había dado por muerto, pero aquelmuchachoseaferrabaalavidaconlaspocasfuerzasquelequedaban.Noeradelosqueserindenfácilmente,habíaquereconocerlo.

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LogensearrodillóyapartóloscabellosempapadosquecubríanelrostrodeQuai.Depronto,elaprendizleagarrólamuñecayseincorporó.

—¡EstáprohibidotocarelOtroLado!—susurróconlosojosmuyabiertos.—¿Eh?—Hablarcon losdemonios—susurró,aferrándosea ladesgastadazamarra

deLogen—.¡Losseresdelmundosubterráneosontodomentiras!¡Nolohaga!—Noloharé—mascullóLogen,preguntándosesialgunavezhabíallegadoa

comprender lascosasde lasquelehablabaelaprendiz—,siasí tequedasmástranquilo,noloharé.

PeronoparecióqueQuaisequedaramástranquilo.Habíavueltoasumirseenuna agitadaduermevela.Logen semordisqueóel labio.Confiaba enque elaprendizvolvieraadespertarse,aunquenoleparecíamuyprobable.QuizáseltalBayaz pudiera hacer algo al respecto; después de todo, era el Primero de losMagos, conocedor de la gran sabiduría y todo eso. Logen volvió a echarse aQuaialhombroy,conpasovacilante,cruzóentrelosdosvetustosmonolitos.

Elcamino,resaltadoenalgunos trechosyotrasvecesexcavadoenelsuelopedregoso, se iba empinando a medida que ascendía por el roquedal que seextendíaporencimadellago.Estabaenunestadodetotalabandono,sembradodeagujerosycomidodehierbajos.Dabaconstantesvueltasyrevueltas,yLogenno tardó en empezar a jadear y a sudar, mientras las piernas comenzaban aarderledelesfuerzo.Supasocadavezeramáslento.

Estaba empezando a cansarse. No ya de la ascensión o de la agotadoracaminataquesehabíadadoaqueldíaconelmoribundoaprendizalhombro,nide la caminata del día anterior o de la escaramuza en el bosque. Estabaempezandoacansarsedetodo.DelosShanka,delasguerras,detodasuvida.

—Nopuedoestar siempre caminando,Malacus, nopuedopasarme todoeltiempo luchando ¿Cuánta mierda se supone que tiene que tragar un hombre?Necesitosentarmeunrato.¡Enunasilladecente,mecagoenlaputa!¿Esmuchopedir?—eneseestadomental,maldiciendoydespotricandoacadapasoyconlacabezadeQuairebotándolecontraeltrasero,llegóalpuente.

Eratanantiguocomoelcamino,unaestructurasencillayesbelta,comidaporplantas trepadoras, que trazaba un arco de unas veinte zancadas sobre unprecipiciodevértigo.Abajo,alolejos,saltandoentrearistadaspeñas,discurríaimpetuosountorrentequellenabaelairederuidoydebrillantesgotasderocío.

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Al otro extremo, encajonado en una descomunal pared de roca, se alzaba unelevadomuro, erigido con talmaestría que casi resultaba imposible distinguirdondeterminabalaparednaturalydondeempezabalaqueeraobradelhombre.Ensucentroseabríaunapuertadeunasolahoja,reforzadaconunasplanchasdecobre,quelahumedadyelpasodelosañoshabíanrecubiertodeverdín.

Mientras avanzaba con sumo cuidado por el escurridizo suelo de roca,Logen,porpuracostumbre,sepreguntósiseríaposibletomaralasaltounlugarcomoese.No, no eraposible.Ni siquiera contando conunmillar dehombresespecialmente escogidos. El bordillo que había delante de la puerta erademasiadoestrechoparalevantarunaescalaobalancearunariete.Elmuroteníapor lo menos diez zancadas de alto y la puerta daba la impresión de serterriblemente sólida.Además, si a los defensores se les ocurría echar abajo elpuente...Logenseasomóalbordeytragósaliva.Habíaunlargotrechohastaelfondo.

Respiró hondo y aporreó el húmedo cobre verdoso con el puño. Cuatrosonorosgolpes.AsíhabíallamadoalaspuertasdeCarleondespuésdelabatalla,ysushabitantessehabíanapresuradoarendirse.Peroaquínadieseapresuróahacernada.

Aguardó.Volvió a llamar. Aguardó. Se fue empapandomás ymás con elrocíodelaguadelrío.Apretólosdientes.Alzóelbrazoparallamardenuevo.Depronto se abrióuna estrecha rejilla y unpar deojos legañosos lemiraron confrialdadtrasunasgruesasbarras.

—¿Quiénesahora?—soltóunavozbronca.—LogenNuevededosesminombre.Yo...—Noleconozco.Desdeluego,noeraeltipoderecibimientoqueLogenesperaba.—VengoaveraBayaz—nohuborespuesta—.ElPrimerodelos...—Sí.Estáaquí—perolapuertaseguíasinabrirse—.Norecibevisitas.Yase

lodijealúltimomensajero.—Yonosoyunmensajero.TraigoaMalacusQuai.—¿Malacaqué?—Quai,elaprendiz.—¿Aprendiz?—Estámuyenfermo—dijolentamenteLogen—.Puedemorir.

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—¿Enfermo,dice?¿Yquepuedemorir?—Sí.—Ycómohadichoustedquesellamaba...—¡Abra lamalditapuerta!—Logen,frustrado, lanzóunpuñetazocontra la

rejilla—Porfavor.—Aquínopuedeentrarcualquiera.Aver, levanteelbrazoyenséñeme las

manos.—¿Cómo?—Susmanos—Logenlevantólasmanos.Losojosllorososrepasaronunoa

uno los dedos—. Son nueve. Falta uno, ¿ve?—dijo arrimando elmuñón a larejilla.

—Enefecto,sonnueve.Haberempezadoporahí.Se oyó un ruido de cerrojos y la puerta se abrió lentamente. Un hombre

mayor, doblado por el peso de la armadura que llevaba puesta, le mirabasuspicazmente desde el otro lado del umbral. En la mano sostenía una largaespada demasiado pesada para él. Pese a sus intentos de mantenerla recta, lapuntabailoteabaenelaire.

Logenalzólosbrazos.—Merindo.Noparecióquealancianoguardiánlehicieramuchagracialabroma.Dejó

escaparunagriogruñidomientrasLogenpasabajuntoaél,luegoforcejeóconlapuerta hasta cerrarla, corrió los cerrojos, se dio la vuelta y se puso a andartrabajosamente sin molestarse en dirigirle la palabra. Logen le siguió por unvalleestrecho,flanqueadoporunasextrañascasas,destartaladasycubiertasdemusgo,queseincrustabanenlaempinadaparedderocafundiéndosecasiconlaladeradelamontaña.

Delante de uno de los portales, unamujer de semblante adusto que hilabaconunaruecafruncióelceñoalverpasaraLogenconelaprendizinconscientealhombro.Logenledirigióunasonrisa.Nopodíadecirsequefueraunabelleza,perohabíapasadomuchotiempo.Lamujersemetiórápidamenteensucasaycerrólapuertadeunapatada,dejandofueralaruecagirando.Logensuspiró.Laviejamagiaseguíaviva.

Lasiguientecasaeraunapanadería,rematadaporunarechonchachimeneaqueechabahumo.Elaromadelpanhorneadohizoretumbarelestómagovacío

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deLogen.Unpocomásadelante,unaparejadechiquillosdecabellososcurosreían y jugaban dando vueltas alrededor de un árbol achaparrado.ALogen lerecordaron a sus hijos. No se les parecían en nada, pero estaba de un humormorboso.

Adecirverdad,sesentíaunpocodecepcionado.Habíaesperadounlugardeaspecto más intelectual y con una presencia mucho más nutrida de barbas.Aquellas gentes no teníanpinta de ser excesivamente sabias.Tenían lamismapintaquesuelentenerentodaspartesloscampesinos.Dehecho,elaspectodellugarrecordababastantealqueteníasupropiaaldeaantesdequesepresentaranlosShanka.Logenempezabaapreguntarsesinosehabríaequivocadodesitio.Entoncesdoblaronunrecododelcamino.

Empotradasenlamontaña,unidasporlabaseperoseparadasamedidaqueascendían, se alzaban tres gigantescas torres puntiagudas cubiertas de hiedraoscura. Parecían aúnmás antiguas que el viejo puente y el camino, tan viejascomo lapropiamontaña.Asuspies seamontonabaunabigarradoconjuntodeedificios,quesedistribuíandesordenadamenteentornoaunampliopatioenelque había varias personas afanándose en sus tareas cotidianas. Una mujerdelgadabatíalecheenunportal.Unfornidoherreroprobabaunaherraduraaunayegua que se revolvía inquieta. Un viejo carnicero calvo, con un mandilsalpicado de manchas, acababa de descuartizar a algún animal y se estabalavandolosantebrazosenunabrevadero.

Yenloaltodeunaampliagradaquehabíadelantedelamásaltadelastrestorresseencontrabasentadounancianodeportemajestuoso.Ibavestidotododeblanco, tenía la barba larga, la nariz ganchuda, y sus blancas guedejassobresalíanpordebajodelcasqueteblancoquecubríasucabeza.Logen,porfin,estabaimpresionado.TeníaquereconocerqueelPrimerodelosMagosdabalatalla.MientrasLogenavanzabahaciaélconpasovacilante,elhombrelevantólavista,sepusodepiedeunsaltoyseleacercócorriendoconlosfaldonesdesutogablancaondeandoenelaire.

—Póngaleaquí—susurró,señalandountrozodehierbaquehabíajuntoaunpozo.Logensearrodillóysoltóalaprendizenelsuelocontodalasuavidaddeque fue capaz, considerando lo mucho que le dolía la espalda. El anciano seinclinóyposósunudosamanosobrelafrentedeQuai.

—Lehetraídoasuaprendiz—murmurómuygratuitamenteLogen.

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—¿Miaprendiz?—¿NoesustedBayaz?Elancianosoltóunacarcajada.—Oh,no,yosoyWells,elmayordomomayordelaBiblioteca.—Yo soyBayaz—dijo unavoz a su espalda.El carnicero se les acercaba

lentamente,limpiándoselasmanosenunpaño.Parecíatenerunossesentaaños,peroeradecomplexiónfuerte,teníaunrostroenérgico,surcadodearrugas,yentorno a su boca crecía una barba gris corta. Tenía la cabeza completamentepeladaysucalvaresplandecíabajolaluzdelatardecer.Noeranibienparecidonimajestuoso,pero,amedidaqueseacercaba,seapreciabaqueaquelhombretenía algo especial. Transmitía firmeza, un aire de autoridad. Un hombreacostumbradoadarórdenesyaserobedecido.

ElPrimerodelosMagosagarrólamanoizquierdadeLogenentresusmanosy la estrechó cordialmente.Luego se la dio la vuelta y examinó elmuñóndeldedoquelefaltaba.

—LogenNuevededos,pues.TambiénconocidocomoelSanguinario.Inclusoencerradoaquíenmibibliotecamehanllegadohistoriassobreusted.

Logentorcióelgesto.Podíaimaginarseeltipodehistoriasquehabríaoídoelanciano.

—Esofuehacemuchotiempo.—Naturalmente. Todos tenemos un pasado, ¿eh? No tengo por costumbre

fundar mis juicios en habladurías —Bayaz sonrió. Era una sonrisa amplia,cristalina,radiante.Susemblanteseiluminóconunascordialesarrugas,peroenelcolorverdebrillantedesusojosrehundidospersistíaunaexpresióndura.Duracomo la piedra. Logen le devolvió la sonrisa, pero ya había llegado a laconclusióndequenolegustaríateneraaquelhombreporenemigo.

—Yaveoquehatraídoanuestraovejaperdidadevueltaalrebaño—BayazmiróaMalacusQuai,quepermanecíainmóvilsobrelahierba,yfruncióelceño—.¿Cómoestá?

—Creoquevivirá, señor—dijoWells—,perodeberíamos resguardarlodelfrío.

ElPrimerodelosMagoschasqueólosdedosyelecodeaquelcrujidosecoresonó entre los edificios del patio. El herrero se acercó rápidamente, cogió aQuai de los pies, y entre Wells y él metieron al aprendiz por la puerta que

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conducíaalabiblioteca.—Bueno, maese Nuevededos, le he llamado y usted ha acudido, lo cual

indicaquetieneustedbuenosmodales.EsposiblequelosbuenosmodalesesténpasadosdemodaenelNorte,peroquieroquesepaqueyo,almenos,síquelosvaloro. Siempre he pensado que a la cortesía hay que responder con cortesía.Pero, bueno, ¿qué pasa ahora? —el anciano guardián, todo sofocado, se lesacercabacorriendoporelpatio—.Dosvisitasenundía.¿Quéserálosiguiente?

—¡Maestro Bayaz! —resolló el guardián— ¡Hay jinetes en la puerta,cabalganbuenasmonturasyestánbienarmados! ¡Dicenque traenunmensajeurgentedepartedelReydelosHombresdelNorte!

Bethod.Nopodíaserotro.Losespíritushabíandichoquesehabíaotorgadoa sí mismo un sombrero de oro, ¿quién sino él iba a tener la osadía deproclamarse Rey de los Hombres del Norte? Logen tragó saliva. Del últimoencuentroquetuvoconélhabíasalidoconpocomásquesuvida,y,apesardeeso,habíasalidomejorparadoquelamayoría,muchomejorparado.

—¿Quéhago,Maestro,lesdigoquesevayan?—preguntóelguardián.—¿Quiénlosmanda?—Unjovenmuyemperifolladoconcaradevinagre.Dicequeeselhijodel

Reyynoséquéhistorias.—¿EraCalderoScale?Losdossonbastanteavinagrados.—Elmásjoven,creo.Calder,pues.Erapreferible.Losdoseranunosmalosbichos,peroScaleera

con mucho el peor. Vérselas con los dos a la vez era una experiencia queconveníaevitar.Bayazpareciópensárseloduranteunosinstantes.

—El PríncipeCalder puede pasar, pero sus hombres permanecerán al otroladodelpuente.

—Al otro lado del puente, sí, señor—el guardián se alejó resoplando. ACaldernoleharíademasiadagracia.Logensedivirtióimaginándosealpresuntopríncipedesgañitándoseinútilmentedelantedelarejilla.

—¡El Rey del Norte, hay que ver!—Bayaz lanzó unamirada distraída alvalle—.ConocíaBethodcuandonosedabatantasínfulas.Ustedtambién,¿noesasí,maeseNuevededos?

Logentorcióelgesto.HabíaconocidoaBethodcuandoeraundonnadie,unjefe de clan como tantos otros. Logen había acudido a él en busca de ayuda

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contralosShanka,yBethodselahabíadadoacambiodeunprecio.Poraquelentonces,elprecioparecíallevaderoydignodeserpagado.Loúnicoquehabíaquehacereraluchar.Mataraunoscuantoshombres.ALogensiemprelehabíaresultado fácil matar, y Bethod parecía un hombre por el que valía la penaluchar: osado, orgulloso, implacable, brutalmente ambicioso. Todas ellascualidadesqueLogenadmirabaporaquelentonces,todasellascualidadesqueélmismo creía poseer. Pero el tiempo les había cambiado a los dos, y el preciohabíasubido.

—Solíasermejorpersona—cavilóBayazenvozalta—.Perohaygentealaquenolesientanbienlascoronas.¿Conoceasushijos?

—Másdeloquequisiera.Bayazasintió.—Sonunacalamidad¿verdad?Ymetemoqueahorayanomejoraránnunca.

¿Se imagina a ese cabeza de chorlito deScale convertido en rey? ¡Puag!—elMagoseestremeció—.Casientranganasdedesearle largavidaalpadre.Perosólocasi.

Laniñaa laqueLogenhabíavisto jugarseacercócorreteandohastaellos.Llevabaenlamanounacadenilladefloresamarillas,yselaofrecióalancianoMago.

—Mira loquehehecho—dijo.Logenoyóelapresuradoretumbardeunaspezuñasqueveníanporelcamino.

—¿Es para mí? Qué preciosidad —Bayaz cogió las flores—. Un trabajoespléndido,cariño.ElMaestroCreadornolohabríahechomejor.

Eljineteirrumpióenelpatio,detuvoviolentamentesumonturaysaltódelasilla.Calder.LosañoslehabíantratadomejorqueaLogen,esosaltabaalavista.Estabaprimorosamentevestidoconuntejidonegroribeteadoconpielesoscuras.Había crecido y estaba más relleno; no era más que la mitad de grande queScale, aunque no por ello dejaba de ser un hombre corpulento. Pero su cara,pálida y orgullosa, seguía siendo tal y como la recordaba Logen, y sus finoslabiosparecíancongeladosenungestopermanentededesdén.

Arrojólasriendasalamujerqueestabahaciendomantequillayluegoavanzópor el patio a grandes zancadas, lanzando miradas despectivas a diestro ysiniestro,consumelenaondeandoalviento.Cuandoseencontrabaaunosdiezpasos, reconoció aLogen.La boca se le abrió. Sorprendido, retrocediómedio

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pasoyacercólamanoasuespada.Luegosuslabiosdibujaronunasonrisa,unaleveygélidasonrisa.

—No sabía que ahora te dedicaras a la cría de perros, Bayaz. Yo que tútendríacuidadoconése.Tiene famadeserde losquemuerden lamanode suamo —sus labios se retorcieron un poco más—. Puedo encargarme desacrificarlo,siquieres.

Logenseencogiódehombros.Sólolosidiotasyloscobardesrecurrenalaspalabras gruesas. Puede que Calder fuera lo uno y lo otro, pero Logen desdeluegonoeraningunadelasdoscosas.Sideloquesetrataesdemataraalguien,hayquehacerlosinmásenlugardeponerseahablardeltema.Loúnicoqueseconsiguehablandoesqueelotrohombretengatiempodeprepararse,yesoesloúltimoquesedesea.Logennodijonada.SiCalderlotomabacomounsignodedebilidad,tantomejor.LaspeleassalíanalencuentrodeLogencondeprimenteasiduidad,perohacíayamuchotiempoqueélhabíadejadodebuscarlas.

ElsegundohijodeBethoddesviósudesdénhaciaelPrimerodelosMagos.—¡Estonolevaahacerningunagraciaamipadre,Bayaz!¡Haceresperara

mishombresfueraesunafaltadeconsideración!—Metemoqueesunadelasmuchascosasquemefaltan,PríncipeCalder

—dijotranquilamenteelMago—.Peroteruegoquenotedesanimes.Alúltimomensajero que enviaste ni siquiera se le permitió cruzar el puente.Comoves,vamosprogresando.

Caldertorcióelgesto.—¿Porquénohasrespondidoalosmensajesdemipadre?—Son tantas las cosas que requieren mi tiempo... —Bayaz le mostró la

cadenilladeflores—.Unacosaasínosehacesola,¿sabes?AlPríncipenoparecióhacerleningunagracia.—¡Mi padre,Bethod,Rey de losHombres delNorte—tronó—, te ordena

quetereúnasconélenCarleon!—Caldercarraspeó—Notolera...—soltóunatos.

—¿Cómo?—inquirióBayaz—¡Hablamásalto,muchacho!—Ordenaque...—elPríncipevolvióatoser,resopló,seatragantó.Luegose

llevó la mano a la garganta. El aire parecía haberse quedado completamenteinmóvil.

—Conque me ordena, ¿eh? —Bayaz frunció el entrecejo—. Tráeme si

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puedesalgranJuvensdelatierradelosmuertos.Élsíquepuedeordenarme.Ély nadiemás—su ceño se acentuó, y Logen tuvo que hacer un esfuerzo parareprimirunextrañodeseodeecharsehaciaatrás—.Túno.Nitampocotupadre,pormuchosnombresqueseponga.

Las rodillas de Calder cedieron y se derrumbó lentamente con el rostrocongestionadoylosojosllenosdelágrimas.Bayazlomiródearribaabajo.

—Qué atavío más solemne, ¿quién es el muerto? Toma —y arrojó lacadenilladefloressobrelacabezadelPríncipe—.Unpocodecolortealegraráel ánimo. Dile a tu padre que venga él en persona, no pierdomi tiempo conidiotasniconniñospequeños.Puedequeestéunpocochapadoalaantigua.Peromegustahablarlealacabezadelcaballo,noalculo.¿Mehasoído,muchacho?—Calderestabareclinadosobreuncostadoconlosojosrojosydesorbitados.ElPrimerodelosMagossacudióunamano—.Puedesirte.

ElPríncipelanzóunaarcada,tosióysepusodepietambaleándose.Luegosedirigiódando tumboshacia sucaballoy seaupóa la silla conbastantemenosgallardía de la que había empleado antes para desmontar. Mientras se dirigíahacia lapuerta, lanzóunamiradaasesinaporencimadelhombro,peroaquellacara roja que parecía un trasero que acabara de recibir una azotaina restóbastantefuerzaasugesto.Logensedescubrióasímismosonriendodeorejaaoreja.Hacíamuchoquenosedivertíatanto.

—Tengoentendidoquepuedehablarconlosespíritus.LaspalabrasdelMagolepillarondesprevenido.—¿Eh?—Hablar con los espíritus —Bayaz sacudió la cabeza—. Un don nada

comúnenlostiemposquecorren.¿Cómoestán?—¿Quién,losespíritus?—Sí.—Disminuyendo.—Prontotodosdormirán,¿eh?Lamagiaestádesapareciendodelmundo.Es

el curso natural de las cosas. Con los años, mis conocimientos han idoaumentandoy,sinembargo,mipoderhadisminuido.

—Calderparecíabastanteimpresionado.—Bah—Bayaz agitó lamano quitándole importancia al asunto—.Es una

nadería.Unpequeñotrucodeaireycarnedemuyfácilejecución.No,créame,la

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magia retrocede.Esunhecho.Una leynatural.Locualnoquitaparaquesigahabiendomuchas otras maneras de cascar un huevo, ¿eh, amigomío? Si nosfallaunaherramienta,siemprepodemosprobarconotra—Logenyanoestabamuysegurodeloqueestabanhablando,perosesentíademasiadocansadoparahacerpreguntas.

—Enefecto—murmuróelPrimerode losMagos—.Haymuchasmanerasdecascarunhuevo.Yyaquehablamosdeello,¿tienehambre?

LabocadeLogenseinundódesalivaaloírlapalabrahambre.—Sí—masculló—.Sí...nomevendríamalcomeralgo.—Naturalmente—Bayazlepalmeócordialmentelaespalda—.¿Yquétalsi

luego se da un baño? No es que su olor nos desagrade, desde luego, peroencuentro que hay pocas cosasmás reconfortantes que un buen baño calientedespuésdeuna largacaminata,ysospechoquesehadadoustedunacaminatabienlarga.Acompáñeme,maeseNuevededos,aquíestáasalvo.

Comida.Unbaño.Asalvo.Mientrasacompañabaalancianoalabiblioteca,Logentuvoquehacerunesfuerzoparaquenoselesaltaranlaslágrimas.

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EllabriegoHeath

Fuerahacíauncalor infernalypor losventanalessecolabaunsolradiantequeproyectabaunentramadodesombras sobreelentarimadode lacámaradeaudiencias.Eramedia tardey lasalaestabacaldeadacomounasopayconunambientetancargadocomoeldeunacocina.

Embutidoenuntrajedeceremoniasconribetesdepieles,FortisdanHoff,elLordChambelán,teníalacararoja,sudabacopiosamenteyseencontrabadeunhumorquenohabíaparadodeempeoraramedidaqueavanzabalatarde.HardenMorrow, el Subsecretario de las Audiencias, parecía encontrarse aún másincómodo,pues,ensucaso,ademásdelcalor,teníaquesoportarelterrorqueleproducía Hoff. Aunque cada uno a su manera, ambos parecían enormementefastidiados,peroellosalmenosestabansentados.

El comandante West, embutido en su uniforme de gala, sudaba a mares.Llevaba dos horas de pie en la misma posición, las manos a la espalda, losdientesapretados,mientrasLordHoffobsequiabaalossolicitantesyatodoslospresentes con un despliegue de gruñidos, refunfuños y bramidos.West deseófervientemente, y no por primera vez aquella tarde, encontrarse tumbado a lasombradeunárboldelparqueconunabebidabiencargada.Otalvezdebajodeunglaciar,sepultadoenelhielo.Contaldenoestarallí,dabaigualellugar.

MontarguardiaenesasinsufriblesaudienciasnoeraprecisamenteunadelasobligacionesmásgratasdeWest,perolociertoesquepodíahabersidoaúnpeor.Nohabíamásquepensarenlosochosoldadosquesedistribuíanalolargodelapared en posición de firmes: llevaban la armadura al completo. West estabaconvencidodequetardeotempranoalgunodeellosacabaríapordesmayarsey

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seestrellaríacontraelsueloprovocandounestruendosimilaraldeunaparadorrepletodecacerolas,unhechoque,anodudarlo,causaríaunprofundoenojoalLordChambelán,perodemomentoparecíaquese lasestabanarreglandoparamantenerseenpie.

—¿Se puede saber por qué esta maldita sala nunca tiene una temperaturaadecuada? —inquirió Hoff como si el calor fuera una afrenta dirigidaexclusivamentecontrasupersona—¡Durante lamitaddelañohacedemasiadocalorydurantelaotramitaddemasiadofrío!¡Nosoplaelaire,nosoplaniunabriznadeaire!¿Porquénosepuedenabriresasventanas?¿Porquénosepuededisponerdeunasalamásgrande?

—Mmm...—musitóabrumadoelsubsecretario,subiéndoselosanteojosporsusudorosanariz—,laspeticionesdeaudienciasiempresehancelebradoaquí,Milord Chambelán —al toparse con la furibunda mirada de su superior seinterrumpió—.Mmm...es...¿latradición?

—¡Yalosé,malditoimbécil!—tronóHoffconelrostropúrpuradecalorydeira—¿Lehapedidoalguiensumalditaopinión?

—Sí, señor, no, señor—se trabóMorrow—.Quiero decir que tiene ustedmucharazón,Milord.

Hoff sacudió lacabeza frunciendoelentrecejode forma imponenteyechóunvistazoalasalabuscandoalgúnotromotivodeenojo.

—¿Cuántosmástenemosquesoportarhoy?—Mmm...cuatromás,Excelencia.—¡Malditasea!—rugióelChambelán,revolviéndoseensuinmensasillay

abanicándose con las solapas de su cuello de piel— ¡Esto es insoportable!—Westasintióensilencio.Hoffagarróunacopadoradaysorbióunbuentragodevino.Lodebebernoseledabanadamal;dehecho,nohabíaparadodehacerloentodalatarde.Nopuededecirsequeaquellohubieracontribuidoamejorarsuhumor—¿Quiéneselsiguienteidiota?—inquirió.

—Mmm...—Morrowsecalólos lentesyescudriñóunextensodocumento,recorriendo con su dedo entintando la enojosa caligrafía—. El siguiente es ellabriegoHeath.Uncampesinode...

—¿Un campesino? ¿Un campesino ha dicho? ¿Nos va a tocar permanecersentados con este calor demencial escuchando cómo un maldito plebeyo selamentadelosperniciososefectosdelmaltiempoensusovejas?

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—Verá,Milord—musitóMorrow—,parecequeeltalHeathtieneunaquejajustificadacontrasu...mmm...arrendadory...

—¡Que se vayan todos al cuerno! ¡Estoy harto de oír quejas! —el LordChambelántomóotrotragodevino—.¡Quehaganpasaraeseidiota!

SeabrieronlaspuertasyHeathfueconducidoasupresencia.Pararecalcarelequilibrio de poder que reinaba en la sala, la mesa del Chambelán se alzabasobreunatarima,detalmodoque,aunestandodepie,elpobrehombreteníaquealzar la vista paramirarle.Era un rostro honesto, aunque bastante demacrado.Sus manos temblorosas sostenían por delante un sombrero raído. West alzóincómodoloshombrosalsentirqueunagruesagotadesudorleresbalabaporlaespalda.

—RecibeustedelnombredeHeath,¿correcto?—Sí,Milord—musitóelcampesinoconsuacentorústico—de...Hofflecortóenseco.—Y comparece ante nosotros para solicitar una audiencia de su Augusta

Majestad,elGranReydelaUnión,¿noesasí?El labriego se humedeció los labios.West se preguntó si habría sidomuy

largoelcaminoquehabíatenidoquerecorrerparavenirallíaqueserierandeél.Muylargoprobablemente.

—Hanexpulsadoamifamiliadenuestrastierras.Elhacendadodicequenohemospagadoelarriendo,pero...

ElLordChambelánleindicóconlamanoquesecallara.—Es evidente que este asunto es competencia de laComisión deTierra y

Agricultura. SuAugustaMajestad, elRey, se cuida del bienestar de todos sussúbditos,pormásbajaqueseasucondición—Westestuvoapuntodehacerunamuecadedoloranteaquellamuestradedesprecio—,peronopuedeocuparseenpersonade cualquier asunto sin importancia.Su tiempoesmuyvalioso, comotambiénloeselmío.Buenastardes—esofuetodo.DosdelossoldadosabrieronlaspuertasparaqueHeathsaliera.

Elrostrodelcampesinohabíaempalidecidoysusnudillosretorcíanelaladesusombrero.

—Milord—tartamudeó—,yaheestadoenlaComisión...Hoff alzóbruscamente la vista, interrumpiendodegolpe el tartamudeodel

granjero.

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—¡Buenastardeshedicho!Loshombrosdelcampesinosevinieronabajo.Antesdesalirechóunúltimo

vistazoalasala.Morrowobservabacongraninterésalgoqueparecíahaberenlapareddeenfrenteyevitabamirarle.ElLordChambelán,indignadoporaquellaimperdonablepérdidade tiempo, ledirigíaunamirada feroz.YWest se sentíaasqueadode formarpartede todoaquello.Heathsediomediavueltay,con lacabezagacha,saliódelasalaarrastrandolospies.Laspuertassecerrarontrasél.

Hoffdescargóunpuñetazosobrelamesa.—¿Han visto eso? —preguntó paseando sus ojos por la sudorosa

concurrencia—¡Quédesfachatez!¿Lohavisto,comandanteWest?—Sí,MilordChambelán,lohevistotodo—repusoWestconsequedad—.Es

unavergüenza.Afortunadamente,Hoffnocaptóelplenosignificadodesuspalabras.—¡Esoes, comandanteWest,unavergüenza! ¿Porquédemonios todos los

jóvenesprometedorestienenqueacabarenelejército?¡Quierosaberquiéneselresponsabledequesedejeentraraquíaesospordioseros!—lanzóunamiradaasesina al subsecretario, que tragó saliva y clavó la vista en sus papeles—.¿Quiénvieneahora?

—Mmm... Coster dan Kault —balbuceó Morrow—. Es el Maestre delGremiodelosSederos.

—¡Maldita sea, ya sé quién es!—le espetóHoffmientras se limpiabaunanuevapelículadesudorqueacababadeformárseleenlacara—.¡Cuandonosonlosmalditos campesinos, son losmalditosmercaderes!—rugió dirigiéndose alossoldadosquecustodiabanlapuertaconunavozlobastantealtaparaqueseoyeradesdeelpasillo—.¡Quepaseesemalditosacacuartos!

El aspecto del Maestre Kault contrastaba vivamente con el del anteriorsuplicante.Eraunhombrefornidoyrelleno,conunasfaccionestansuavescomoduros eran sus ojos. Las vestiduras púrpura propias de su cargo llevaban unbordadodehilodoradotanostentosoquehabríahechoenrojeceralmismísimoEmperadordeGurkhul.Venía acompañadodedosnotablesSederos, ataviadosconunos ropajes casi igual demajestuosos.West se preguntó si las gananciasqueobtuvieraellabriegoHeathendiezañosbastaríanparacomprarunodeesostrajes.Yconcluyóque,niaunenelcasodequehubieraconservadosustierras,habríapodidopagarlo.

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—Milord Chambelán —dijo en tono solemne Kault mientras hacía unaalambicada reverencia.Hoff respondió al saludodel presidente delGremio delosSederosdelaformamásescuetaquelefuehumanamenteposible:alzóunaceja y realizó un imperceptible movimiento con los labios. Durante unosinstantes,Kaultaguardóenvanoaqueseprodujeraunsaludomásacordeconsurango.Luegoseaclaróruidosamentelagargantaydijo:

—VengoasolicitarunaaudienciaconsuAugustaMajestad...ElLordChambelánsoltóunresoplido.—Elpropósitodeestasesiónesdeterminarquiénmerecerecibirlaatención

deSuMajestad.Sinoquiere,sehaequivocadousteddesala.Estaba claro que aquella entrevista iba a resultar tan infructuosa como la

anterior.Aunquedeunaformaparticularmentecruel,aquelloeraunaformadejusticia,supusoWest.Losgrandesyloshumildesrecibíanexactamenteelmismotrato.ElMaestreKaultentrecerrólevementelosojos,peroprosiguió:

—El honorable Gremio de los Sederos, del que soy su humilderepresentante...—HofflediounruidososorboasucopadevinoyKaultsevioobligado a hacer una pausa—... ha sido objeto de la más infame y perversaagresión...

—Lléneme esto, ¿quiere? —aulló el Lord Chambelán, agitando su copavacíadelantedelasnaricesdeMorrow.Elsubsecretarioseapresuróalevantarsey fue a coger el decantador. Kault apretó los dientes mientras el vino caía aborbotonesenlacopa.

—¡Prosiga,nodispongodetodoeldía!—soltóHoffhaciendoungestoconlamano.

—Unaagresiónperversaytaimada...ElLordChambelánleescrutóconsuspicacia.—¿Hadichounaagresión?¡Sinosetratamásquedeunasimpleagresión,el

casoescompetenciadelaGuardiaUrbana!El Maestre Kault hizo una mueca de disgusto. Tanto él como sus dos

compañerosyahabíanempezadoasudar.—Nose tratadeunaagresióndeese tipo,MilordChambelán, sinodeuna

agresióninsidiosaytaimada,cuyoobjetivoesmancillarlaintachablereputaciónde nuestro Gremio y perjudicar nuestros intereses comerciales en la CiudadLibredeEstiriaeinclusoentodoelámbitodelaUnión.Unaagresiónperpetrada

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porciertoselementosindeseablesdelaInquisicióndeSuMajestad,y...—¡Ya he oído bastante! —el Lord Chambelán alzó su enorme mano

reclamandosilencio—.Sisetratadeunadisputacomercial,debesertratadaporla Comisión Mercantil y Comercial de Su Majestad —Hoff hablaba con lapuntillosa parsimonia de un maestro que se dirigiera a su alumno menosaventajado—.Sisetratadeunacuestiónjurídica,entoncesdebesertratadaporel departamentodel JuezMarovia.Y si afecta al funcionamiento internode laInquisición de Su Majestad, entonces debe usted concertar una cita con elArchilectorSult.Pero,entodocaso,noesenabsolutounacuestiónquerequieralaatenciónpersonaldeSuAugustaMajestad.

El representante del Gremio de los Sederos abrió la boca para decir algo,peroelLordChambelánseleadelantóalzandoaúnmáslavoz.

—¡NuestroMonarcacreaunaComisión,eligeaunJuezSupremoynombraa un Archilector para no tener que ocuparse personalmente de cualquierinsignificancia! Y, dicho sea de paso, por esa misma razón concede ciertosderechos a algunos gremios de mercaderes, y no para que se llenen losbolsillos...—suslabiosseretorcieronenungestodedesdén—,¡elestamentodeloscomerciantes!Buenastardes—laspuertasvolvieronaabrirse.

ElrostrodeKaulthabíaempalidecidodeiraaloíraquelúltimocomentario.—Puede estar seguro, Lord Chambelán—dijo con tono gélido—, de que

acudiremosaotrasinstanciasparaobtenerunareparación,yqueloharemosconlamáximatenacidad.

Durante unos instantes, Hoff le miró fijamente con una expresión deprofundaanimadversión.

—Acudaadondequiera—gruñó—,ycontodalatenacidadquequiera.Perono aquí... ¡Buenas... tardes!—si hubiera sido posible apuñalar a alguien en lacara con la expresión «buenas tardes», en esemismomomento la cabeza delpresidentedelGremiodelosSederosyaceríamuertaenelsuelo.

Kaultparpadeóunpardevecesyluego,hechounafuria,sediomediavueltaysalióde lasalacon toda ladignidadde laque fuecapaz.Susdos lacayos lesiguieron,arrastrandotrasdesíloslargosfaldonesdesustrajes.Laspuertassecerraron.

Hoffvolvióadarunpuñetazoenlamesa.—¡Estoesunultraje!—barboteó—¡Malditospuercosarrogantes!¿Quése

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hacreídoestagente,quesepuededesacatarlajusticiadeSuMajestadyluegobuscarelauxiliodelReycuandolascosasseponenfeas?

—Enfin,no—dijoMorrow—,desdeluegoque...ElLordChambelánhizocasoomisodelsubsecretarioysevolvióhaciaWest

conunasonrisasardónica.—A pesar de lo bajo que es el techo, me parece que ya vislumbro unos

cuantosbuitrestrazandocírculossobreellos,¿eh,comandanteWest?—Ciertamente, Milord Chambelán —masculló West, que se sentía

horriblemente incómodoy estabadeseandoque aquella tortura acabaradeunamalditavez.Asípodríavolverconsuhermana.Pensarenellaleabatía.Eraaúnmásalocadadecomoéllarecordaba.Ciertoqueeramuyinteligente,puedequeinclusodemasiadointeligente.Ojalásecasaraconunbuenhombrequelahicierafeliz.Bastantedelicadaeraya supropia situaciónen la corteparaqueencimafueraellaporahídandolanota.

—Buitres,buitres—murmurabaHoffparasí—.Unospájarosdeunaspectobastanterepulsivo,peronoexentosdeutilidad.¿Quiéneselsiguiente?

—Tenemosungrupode...—elsudorososubsecretarioparecíasentirsemásincómodoaúnqueantesmientrastratabadedarconlaspalabrasadecuadas—...¿embajadores?

ElLordChambelánsedetuvocuandoestabaapuntodellevarselacopaaloslabios.

—¿Embajadores?¿Dequién?—Mmm...deesealquellamanelReydelosHombresdelNorte,Bethod.Hoffestallóenunacarcajada.—¿Embajadores?—dijoconunarisasocarrona—¡Salvajes,querrádecir!Elsubsecretariosoltóunarisitaforzada.—Ah,sí,Milord,ja,ja.Salvajes,porsupuesto.—Peropeligrosos,¿eh,Morrow?—leespetóelLordChambelán,cuyobuen

humor se había evaporado como por ensalmo. La risa del subsecretario sequebróconungorgoteo—.Muypeligrosos.Debemosactuarconsumacautela.¡Quepasen!

Erancuatro.Losdosmásbajoseranunoshombretonesbarbudosdeaspectoferoz, recubiertos de cicatrices y enfundados en unas armaduras llenas deabolladuras.Comoesnatural, leshabíandesarmadoen laspuertasdeAgriont,

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peroaunasítransmitíanunasensacióndepeligro,yWestteníalaimpresióndequedebíandehaberentregadounagrancantidaddearmasenormesybastanteusadas.Ésta era la clase de gente que se agolpaba ávidade guerra junto a lasfronterasdeAngland,nolejosdedondeseencontrabaelhogardeWest.

Los acompañaba un hombre más mayor, enfundado también en unaarmadura, con una larga melena y una poblada barba blanca. Una cicatrizamoratada le cruzaba la cara y atravesaba uno de sus ojos, que estabacompletamenteblanco.Noobstante,elhombreaquellucíaunaampliasonrisaytenía un aire cordial que contrastaba vivamente con el de sus dos adustoscompañeros,ymásaúnconeldelcuartohombre,quefueelúltimoenentrar.

Peseaqueeldintelseencontrabaanomenosdedosmetrosdelsuelo,tuvoqueagacharseparapasarporlapuerta.Llevabaunacapuchayestabaembozadoenunacapamarrónqueletapabacompletamentelasfacciones.Cuandoseirguiódenuevo,sufiguradescollóporencimadeladetodoslospresentes,creandolaabsurdasensacióndequelasalaestabaatestadadegente.Aunquesólofueraporsutamaño,aquelhombrehabríaresultadointimidante,perohabíaalgomás,algoqueparecíadesprendersedesupersonayexpandirseenoleadasenfermizasasualrededor.Lossoldadosquesealineabanalolargodelaparedlosintieronyserebulleron inquietos. El subsecretario de lasAudiencias lo sintió y, bañado desudor, sepusoa revolver suspapelescongestonervioso.ElcomandanteWestsin duda lo sintió también. A pesar del calor que hacía, la piel se le habíaquedadoheladay,bajosuhumedecidouniforme,elvelloselehabíaerizado.

Sólo Hoff parecía inmune a su influjo. Miró de arriba abajo a los cuatroHombres del Norte con expresión ceñuda, sin dar ningunamuestra de que elgiganteencapuchadoleimpresionaramásqueellabriegoHeath.

—DemodoquesonustedesmensajerosdeBethod—retuvounos instanteslaspalabrasenlabocayluegolasescupió—.ElReydelosHombresdelNorte.

—Asíes—dijoelrisueñoanciano,haciendounapronunciadareverencia—.Soy Hansul Ojo Blanco—tenía una voz bien timbrada, rotunda, afable y sinningúnacento,nadaqueverconloquehabíaesperadoWest.

—¿YustedeselemisariodeBethod?—preguntóHoffantesdeecharotrotrago a la copa. Por primera vez West se alegró de que el Lord Chambelánestuviera en la sala, pero, al alzar la vista y volver a fijarse en el hombreencapuchado,suinquietudregresó.

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—Oh,no,yosólosoyelintérprete—dijoOjoBlanco—.ElemisariodelReydelosHombresdelNorteesél—suojobuenoseñalólaoscurafiguradelacapaconunparpadeonervioso,comosiaélmismoleasustara—,Fenris—alargóla«s»finaldelnombrehaciéndolasilbarenelaire—.FenriselTemible.

Unnombremuy idóneo,desde luego.AlcomandanteWest levinierona lamemoria las canciones que había oído en su infancia, historias de gigantessedientos de sangre que habitaban en las montañas del lejano Norte. La salaquedóensilencioduranteunosinstantes.

—¡Ajá! —dijo sin inmutarse el Lord Chambelán— ¿Y están aquí parasolicitarunaaudienciaconSuAugustaMajestad,elGranReydeLaUnión?

—Así es, Milord Chambelán —respondió el viejo guerrero—. Bethod,nuestroseñor,lamentaprofundamentelaenemistadqueexisteentrenuestrasdosnaciones.Suúnicodeseoesmantenerbuenasrelacionesconsusvecinosdelsur.Traemos una propuesta de paz de parte demiRey para el suyo, así como unpresente,entestimoniodenuestrabuenafe.Esoestodo.

—Bien,bien—dijoHoffsonriendodeorejaaorejamientrasserecostabaenel elevado respaldo de su silla—. Una gentil petición realizada con sumagentileza.Mañana, en el ConsejoAbierto, podrán ver al Rey y presentarle supropuestaysuregaloenpresenciadelosprincipalesparesdelreino.

OjoBlancoseinclinórespetuosamente.—Osquedamosmuyagradecidos,MilordChambelán.—Dichoaquello, se

volvióhacialapuerta,seguidodelosdosadustosguerreros.Lafiguraembozadase demoró unos instantes, luego se volvió lentamente y cruzó el umbralagachándose.Hasta queno se cerraron las puertas,West nopudo respirar connormalidad. Sacudió la cabeza y encogió los hombros, estaban empapados desudor.¿Cancionessobregigantes?Simplesleyendas.Untipograndeenfundadoen una capa, eso era todo. Claro que, bien mirado, la puerta aquella erafrancamentealta...

—¿Havisto,maeseMorrow?—Hoffparecíaenormementesatisfechodesímismo—. ¡Nadaqueverconesos salvajesde losqueustedhablaba!Tengo laimpresión de que estamos muy cerca de solucionar nuestros problemas en elnorte,¿noleparece?

Elsubsecretarionoparecíaestarnadaconvencido:—Mmm...Sí,Milord,porsupuesto.

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—Puesclaroquesí.Muchoruidoypocasnueces.Yaveenquéquedatodoese pesimismo derrotista de nuestros asustadizos conciudadanos del norte,¿Guerra?¡Bah!—Hoffvolvióadescargarsumanocontralamesa,haciendoqueelvinosesalieradelacopaysevertierasobrelasuperficiedemadera—.¡EsosHombres del Norte jamás osarían declararnos la guerra! ¡La próxima vezvendránapedirnosquelesdejemosintegrarseenlaUnión!¿Tengoonorazón,comandanteWest?

—Mmm...—¡Bien!¡Estupendo!¡Almenoshemospodidohaceralgodeprovechohoy!

¡Uno más y podremos abandonar este maldito horno! ¿Quién nos queda,Morrow?

Elsubsecretariofruncióelceñoysecalólasgafas.—Mmm...TenemosauntalYoruSulfur—dijobregandoconaquelnombre

taninusual.—¿Quiénhadicho?—Mmm...Sulfir,oSulfor,oalgoasí.—Nunca había oído ese nombre—refunfuñó el Lord Chambelán—, ¿qué

clasedehombrees?¿Untipodelsur?¡Mientrasnoseaotrocampesino!Elsubsecretariorevisósusnotasytragósaliva.—Unemisario.—Vale,vale,pero,¿dequién?Morrowestabaliteralmenteencogido,comounniñoquetemequelevayana

soltaruncachete.—¡DelaGranOrdendelosMagos!—soltódeunatirada.Seprodujouninstantedeanonadadosilencio.LascejasdeWestsealzarony

labocaselequedóabierta,y,aunquenopodíaverlo,supusoquetrassusviseraslos soldados debían de lucir idéntica expresión.De forma instintiva, hizo unamueca de dolor, anticipando la reacción del Lord Chambelán, pero Hoffsorprendióatodossoltandounamonumentalcarcajada:

—¡Estupendo! Por fin vamos a divertirnos un poco. ¡Hace siglos que noteníamos aquí un Mago! ¡Hagan pasar al brujo ese! ¡No debemos hacerleesperar!

Yoru Sulfur resultó un poco decepcionante. Las ropas que llevaba eranbastante sencillas y estabanmuy sucias; de hecho, apenas vestíamejor que el

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labriegoHeath.Subáculonoestabarevestidodeoronilucíaensuempuñadurauna relucienteboladevidrio.Susojosno refulgíanconuna fuerzamisteriosa.Parecíaunhombrede lomásnormal,un tipodeunos treintaypicoaños,conaspecto de haber realizado un largo viaje, pero que, por lo demás, parecíasentirseabsolutamenteasusanchasenpresenciadelLordChambelán.

—Buenastardes,caballeros—dijoapoyándoseensubáculo.AWest le estaba costando bastante trabajo adivinar su procedencia.De la

Uniónno,desdeluego,teníalapieldemasiadooscura,ydeGurkhulodellejanosurtampoco,supielerademasiadoclara.DelNorteydeEstiriatampoco.Debíadevenirdemás lejos,pero,¿dedónde?Almirarloconmásatención,West sepercatódequeteníalosojosdedistintocolor,unoazulyelotroverde.

—Buenas tardes austed también, caballero—dijoHoff sonriendocomo sirealmentese lasdeseara—.Mipuerta siempreestáabiertaa laGranOrdendelosMagos.Dígame, ¿tengo el placer de estar hablando con el granBayaz enpersona?

Sulfurparecíadesconcertado.—No,¿esquemehananunciadomal?SoyYoruSulfur.ElMaestroBayazes

un caballero calvo—y, acto seguido, se pasóunamanopor lamata rizadadecabelloscastañosquecubríasucabeza—.Afuera,enlaavenida,hayunaestatuasuya.Perotuveelhonordeestudiarconélvariosaños.Esunmaestromuysabioypoderoso.

—¡Porsupuesto!¡Porsupuesto!¿Quépodemoshacerporusted?YoruSulfurseaclarólagarganta,comosisedispusieraarelatarunahistoria:—A lamuertedelReyHarodelGrande,Bayaz, elPrimerode losMagos,

abandonólaUnión.Perojuróregresaralgúndía.—Sí, sí, así es —dijo entre risas Hoff—. Muy cierto, hasta los niños

pequeñoslosaben.—Y declaró que antes de que eso sucediera vendría un heraldo que

anunciaríasullegada.—Ciertotambién.—Puesbien—dijoSulfursonriendoampliamente—.Ésesoyyo.ElLordChambelánestallóenuntorrentedecarcajadas:—¡Ése es usted! —aulló dando golpes en la mesa. Harlen Morrow se

permitiósoltarunarisita,perosecallódeinmediatocuandolasonrisadeHoff

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comenzóadesvanecerse.—DurantemimandatocomoLordChambelánherecibidoa tresmiembros

de laGranOrden de losMagos que solicitaban audiencia con elRey.Dos deellos,evidentemente,estabanfueradesuscabales,yelotroeraunimpostordeun descaro asombroso —apoyó los codos en la mesa, estiró los dedos y seinclinóhaciadelante—.Dígame,maeseSulfur,¿aquéclasedeMagosperteneceusted?

—Aningunadeesasdos.—Ya.Entalcaso,traeráalgúntipodeacreditación.—Porsupuesto.—Sulfurmetióunamanoensuzamarraysacóunapequeña

cartaconunselloblancoqueteníaestampadounextrañosímbolo.LuegoladejócaerdescuidadamentesobrelamesadelantedelLordChambelán.

Hoff frunció el entrecejo.Cogió el documentoy ledio lavuelta.Examinóatentamente el sello, se secó la cara con lamanga de la toga, rompió la cera,desdoblóelgruesopapelysepusoaleer.

Yoru Sulfur no daba ningunamuestra de nerviosismo. Ni siquiera parecíaqueleafectaraelcalor.Sepusoapasearporlahabitación,saludóconlacabezaalosguardiasencorazadosynopareciómolestarlenoobtenerningunarespuesta.Depronto,sevolvióhaciaWest.

—Vayauncalorquehaceaquí.Essorprendentequeestospobreschicosnosedesmayenyseestrellencontraelsuelomontandounestruendosimilaraldeun aparador repletode cacerolas—West parpadeó.Era exactamente lomismoqueélhabíapensado.

ElLordChambelán depositó la carta sobre lamesa con sumo cuidado; subuenhumorparecíahaberseesfumado.

—NocreoqueelConsejoAbierto seael lugar indicadopara tratardeesteasunto.

—Soy de la misma opinión. Tenía la esperanza de obtener una audienciaprivadaconelLordCancillerFeekt.

—Metemoqueesonoseráposible—Hoffsehumedecióloslabios—.LordFeekthamuerto.

Sulfurtorcióelgesto.—Esunaauténticadesgracia.—Cierto, cierto.Todoshemossentidoenormemente supérdida.Peroestoy

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segurodequeotrosmiembrosdelConsejoCerradopodránatenderle.Sulfurinclinólacabeza.—Medejoguiarporusted,LordChambelán.—Trataré de concertar una reunión para esta misma noche. Entretanto, le

buscaremos en Agriont un alojamiento... acorde con su condición—hizo unaseñaalosguardiasylaspuertasseabrieron.

—Muchasgracias.LordHoff,maeseMorrow,comandanteWest—Sulfurlesfue saludandounoporunoconunaelegante inclinacióndecabeza,y luegosediolavueltaysalió.Laspuertassecerraronunavezmás.West,entretanto,noparabadepreguntarsecómoeraposiblequeaquelhombresupierasunombre.

HoffsevolvióhaciaelsubsecretariodeAudiencias.—Vaya inmediatamente a ver al Archilector Sult y dígale que tengo que

verlecuantoantes.LuegovayaaporelJuezMaroviayelLordMariscalVaruz.Dígalesqueesunasuntodelamáximaimportancia,ynodiganiunapalabradeestoanadiemásqueaellostres—yagitandoeldedodelantedelasudorosacaradeMorrow,añadió—:¡Niunapalabra!

Elsubsecretario,queteníalosanteojostorcidos,selequedómirando.—¡Ahora mismo! —rugió Hoff. Morrow se puso de pie de un salto, se

tropezó con el dobladillo de su toga y luego salió apresuradamente por unapuertalateral.AWestselehabíaquedadolabocaseca,ytragósaliva.

Hoffdirigióacadaunodelospresentesunaseverayprolongadamirada.—Encuantoaustedes,¡niunapalabradeestoanadieotendránqueatenerse

alasconsecuencias!—lossoldadosabandonaronruidosamentelasala.Westnonecesitabaqueloanimaranylosimitó,dejandoalLordChambelán

cavilando en su sitial. Mientras cerraba la puerta, una confusa maraña depensamientossombríosseagolpabaensumente.Retazosdelasviejasleyendassobre los Magos, temores de guerra en el Norte, imágenes de un giganteencapuchado que se alzaba hasta casi tocar el techo. Ese día, Agriont habíarecibidounosvisitantesextrañosysiniestros,yaquelcúmulodepreocupacionesempezaban a pesar en su ánimo.Trató de desembarazarse de ellas, diciéndosequenoeranmásquetonterías,peroentoncesloúnicoenquepudopensarfueensuhermanaretozandoporAgriontcomounaidiota.

West gruñó para sus adentros. Seguro que en ese precisomomento estabacon Luthar. ¿Por qué demonios se le había ocurrido presentarlos? Había

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esperadoencontrarsealamismajovencitapatosa,enervanteydeslenguadaquerecordabadeunosañosatrás.Perosehabíallevadounabuenasorpresacuandoaquellamujersepresentóensusaposentos.Casinolahabíareconocido.Eraunamujerhechayderechay, loqueerapeor,muyatractiva.Luthareraarrogante,rico,apuestoy teníaelmismoautocontrolquecabeesperardeunniñodeseisaños. Sabía que habían vuelto a verse, ymás de una vez. Sólo como amigos,claro.Ardeenoconocíaanadiemásallí.Sólocomoamigos.

—¡Mierda!—maldijo.Eracomoponeraungatojuntoaunplatodecrema,confiando en que no se le ocurriría meter la lengua. ¿Por qué no lo habíapensadomejor? ¡Aquello podía acabar en desastre! ¿Pero, a esas alturas, quépodíahacerél?Levantólavistaymiróhaciaelfondodelpasillo.

Nohaynadacomocontemplarladesgraciaajenaparaolvidarsedelapropia,yallabriegoHeath,desdeluego,dabapenaverlo.Estabasentadoasolasenunlargobanco,pálidocomouncadáveryconlamiradaperdida.Afaltadealgúnotro lugar adonde ir, debía de haber estado ahí sentado esperando inútilmentemientraslosSederos,losHombresdelNorteyelMagoentrabanysalían.Westechóunvistazoaambosladosdelpasillo.Noseveíaanadie.Heathnisiquierahabía advertido supresencia: tenía la boca abierta, losojosvidriososy en susrodillasdescansabasudesgastadosombrero.

Nopodíadejarasíaaquelhombre,noteníatripasparahacerlo.—Buen hombre—dijo acercándosele. El campesino, sorprendido, alzó la

cabeza, trató de coger torpemente su sombrero e hizo ademán de levantarsemientrasmurmurabaunadisculpa.

—No,porfavor,noselevante—Westtomóasientoasuladoybajólavistaparanotenerquemiraraaquelhombrealosojos.Duranteunosinstantessehizoun silencio embarazoso—. Tengo un amigo en la Comisión de Tierra yAgricultura. Tal vez pueda hacer algo por usted...—se interrumpió azorado ymiródereojoalpasillo.

Elcampesinoledirigióunasonrisaapenada.—Leagradecerémuchocualquiercosaquepuedahacer.—Claro, claro, desde luego. Haré lo que pueda—no serviría de nada, y

amboslosabían.Westhizounamuecaysemordióel labio—.Serámejorqueacepte esto —y, dicho aquello, metió su portamonedas entre los dedosencallecidosdelcampesino.Heathentreabriólabocaylemiróalosojos.West

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esbozóunasonrisaforzadaysepusodepie.Estabadeseandosalirdeallí.—¡Señor!—lellamó,peroWestsealejabayaatodaprisaporelpasillo,yno

sediolavuelta.

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Enlalista

¿Porquélohago?Lanegra silueta de la residencia deVillen danRobb se recortaba sobre el

despejadocielonocturno.Eledificionoteníanadadeparticular:unacasadedosplantasconunmurobajoyunaverjaenlapartedelantera,comotantasotrasquehabía en esa misma calle. Nuestro viejo amigo Rews vivía en una mansiónpalaciegacercadelmercado.Desdeluego,Robbdeberíahabersemostradounpocomásambiciosocuandosedejósobornarporél.Claroqueanosotrosnosviene muy bien que no fuera así. En otras zonas de la ciudad, las grandesavenidaspermanecíanbrillantemente iluminadashastaelamanecer, repletasdejuerguistasborrachos.Peroaquellacallejuelaquedabamuyapartadadelaslucesbrillantesylasmiradasindiscretas.

Podemostrabajarsinquenosmolesten.Enunaestrechaventanadelprimerpisoquehabíaenunodeloscostadosdel

edificioardíaunaluz.Bien.Nuestroamigoestáencasa.Peroaúndespierto:nohayquemeterruido.SevolvióhaciaelPracticanteFrostyleseñalóelcostadodelacasa.Elalbinoasintióconlacabezaysedeslizósigilosohaciaelotroladodelacalle.

Gloktaaguardóhastaquellegóalmuroydesaparecióentrelassombrasqueenvolvían el costado de la casa, luego se volvió hacia Severard y señaló laentrada. Los ojos del desgarbado Practicante sonrieron un instante, y, acontinuación, corrió agachado hasta el muro, lo saltó y cayó al otro lado sinhacerruido.

Demomento, todoperfecto.Peroahorame tocaamímoverme.Glokta se

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preguntóporquéselehabíaocurridovenir.FrostySeverarderanperfectamentecapacesdeocuparseellos solosdeRobb,y supresenciaallí sólo serviríapararetrasarles.Inclusopodríapasarquemecayeradeculoyalertaraaeseimbécil.Entonces,¿porquéhevenido?Perosabíamuybienporqué.Laexcitaciónyahabíaempezadoasubirleporlagarganta.Casilehacíasentirsevivo.

Llevaba la punta del bastón envuelta en un trapo para poder acercarserenqueando hasta el muro sin armar demasiado escándalo. Severard habíaabierto la verja, sujetando sus goznes con su mano enguantada para que nohicieraningúnruido.Bienhecho.Paraalguiencomoyo,esepequeñomuroescomotenerqueescalarunapareddetreintametros.

Arrodillado en los escalones que había delante de la puerta de la casa,Severard hurgaba ya en la cerradura: la oreja pegada a la madera, los ojosentrecerradosenungestodeconcentración,lasmanosenguantadasmoviéndoseconsoltura.ElcorazóndeGloktalatíaacelerado,lapiellehormigueabadebidoalatensión.Ah,laemocióndelacaza.

Seoyóunleveclicyluegootro.Severardsemetiólasganzúasenelbolsillo,alargólamanoyempezóagirarelpicaporte,conmuchasuavidad,conextremalentitud.Lapuertaseabriósilenciosamente.Quétipomásútil.Sinolostuvieraa Frost y a él, no seríamás que un lisiado. Sonmismanos,mis brazos, mispiernas. Pero yo soy su cerebro. Severard se deslizó dentro y Glokta,gesticulandodedolorcadavezqueapoyabalapiernaizquierda,losiguió.

Elvestíbuloestabaaoscuras,perodesdeloaltodelasescalerascaíaunhazde luz que proyectaba sobre el suelo de madera la distorsionada sombra delpasamanos. Glokta señaló las escaleras, y Severard asintió con un gesto ycomenzó a avanzar de puntillas pegado a la pared. Le llevó una eternidadalcanzarlas.

Alapoyarsupesosobreeltercerpeldañoseprodujounlevecrujido.Gloktahizo una mueca de dolor. Severard se quedó paralizado. Aguardaron, quietoscomoestatuas.Desdeelpisodearribanollegóningúnruido.Gloktarespiródenuevo.Severardcontinuóascendiendopasoapaso.Cuandoseencontrabacercadel final, se pegó a la pared y se asomó con cuidado, luego subió el últimopeldañoyseperdiódevistasinhacernielmásmínimoruido.

Frost surgió de entre las sombras al otro extremo del pasillo. Glokta leinterrogóalzando lascejas,peroelPracticantehizoungestonegativo.Nohay

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nadie en el piso de abajo. Se volvió hacia la puerta de entrada y empezó acerrarlapocoapoco.Sólocuandoestuvocerradadeltodo,soltómuylentamenteelpicaporteparaqueelpestilloregresaraasuposiciónsinhacerruido.

—Tienequeveresto.Ante aquel sonido imprevisto, Glokta dio un respingo y se volvió

bruscamente: una aguda punzada de dolor le recorrió la espalda. Severard seencontraba de pie en lo alto de las escaleras con los brazos en jarras. ElPracticantesediolavueltaysedirigióhaciaellugardedondeproveníalaluz.Frost, renunciando a todo intento de no hacer ruido, subió corriendo lasescaleras.

¿Porqué lagenteno sequedanuncaenelpisodeabajo?Siempre tienenqueestararriba.Almenosnoteníaquepreocuparsedenohacerruidomientrasascendía penosamente detrás de sus Practicantes, con su pie derecho dandogolpessecosysupieizquierdoarrastrándoseporlostablonesdelasescaleras.Elpasillodearribaestabailuminadoporunchorrodeluzquesalíadeunapuertaabierta.Glokta sedirigióhacia ella.Al cruzar el umbral sedetuvoun instantepararecobrarelaliento.

Señor, qué desbarajuste. Una enorme estantería había sido arrancada decuajodelapared,y,desparramadosporelsuelo,habíagrancantidaddelibros,unos abiertosyotros cerrados.Volcada sobreun escritorio, habíauna copadevino, cuyo contenido había convertido los papeles arrugados que había porencimaenunosguiñaposteñidosderojo.Lacamaestabahechaundesastre:lasmantasylassábanasestabanamedioquitar,ylasalmohadasyelcolchónhabíansido rajadosysoltabanplumas.Habíaunarmariocon lasdospuertasabiertas,una de ellas medio desencajada. Dentro quedaban algunas prendas hechasjirones,perolamayoríadeellasseapilabanenelsueloformandounmontóndeharapos.

Debajo de la ventana había un apuesto joven, tendido de espaldas, quemirabaaltechoconelrostropálidoylabocaabierta.

Huelga decir que le habían rebanado el pescuezo. El tajo había sido tanbrutal que la cabeza se encontraba casi separada del tronco.Había sangre portodas partes: en las ropas desgarradas, en el colchón acuchillado, por todo elcuerpo del joven. En una de las paredes se veían las huellas de unas manosteñidasde rojo,ybuenapartedel sueloestabacubiertoporungrancharcode

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sangretodavíahúmeda...Lohanmatadoestamismanoche.Puedequehacesólounpardehoras.Talvezhacesólounosminutos.

—Noparecequeestéencondicionesde responderanuestraspreguntas—dijoSeverard.

—Enefecto.Tienetodalapintadeestarmuerto—Gloktarepasóeldestrozoconlamirada—.Pero,¿cómohaocurrido?

Frostalzóunadesuspálidascejasysusojosrosáceoslemiraronfijamente.—¿Veneno?Severard lanzó una carcajada bajo sumáscara. InclusoGlokta se permitió

soltarunarisita.—Desde luego. Pero, ¿cómo ha logrado entrar nuestro querido amigo

veneno?—Abriendounaventana—mascullóFrostseñalandoalsuelo.Glokta entró en la habitación, procurando que ni sus pies ni su bastón

entraranencontactoconlapegajosamezcolanzadesangreyplumas.—Demodoque,al igualquehemoshechonosotros, el talvenenovioque

habíaluz,entróporlaventanadelpisodeabajoy,luego,subiósilenciosamentelas escaleras—Glokta dio la vuelta a lasmanos del cadáver con la punta delbastón.Unascuantasgotasdesangreprovenientesdelcortedelcuello,peronirastro de heridas en los nudillos o en los dedos.No hubo lucha. Le cogierondesprevenido.Seinclinóhaciaabajo,apoyándoseenelbastón,yechóunvistazoalarajadelcuello.

—Unsolotajo,peromuyprofundo.Conuncuchillo,probablemente.—Y,nicortoniperezoso,elbuenodeVillemdanRobbempezóaperderel

preciadolíquidoaborbotones.—Dejándonosanosotrossinunconfidente—cavilóGloktaenvozalta.No

habíasangreenelpasillo.Apesarde todoestecaos,nuestrohombresecuidómuchodenomancharse lospiesmientras registraba lahabitación.Noestabafuriosoniasustado.Simplementetratabadehacerbiensutrabajo.

»El asesino era un profesional —murmuró Glokta—, entró aquí con elexpresopropósitodematarle.Luego,talvezintentóqueelasuntoparecieraunrobo,¿quiénsabe?Seacomosea,elArchilectornosedaráporsatisfechoconuncadáver—alzólavistahacialosdosPracticantes—¿Quiéneselsiguientedelalista?

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Esta vez sí que había habido lucha, de eso no cabía duda.Aunque, desdeluego, bastante desigual. Solimo Scandi se encontraba de cara a la pared,desplomadosobreuncostado,comosi leavergonzaraelestadodedestrozoenque se encontraba su camisón. Tenía los antebrazos surcados de profundoscortes.Altratardezafarsedelacuchillainútilmente.Sehabíaarrastradoporelsuelo, dejando tras de sí un reguero de sangre en la pulidamadera.Mientrasintentabaalejarseinútilmente.Nolohabíaconseguido,desdeluego.Lascuatroprofundascuchilladasqueteníaenlaespaldahabíanacabadoconél.

Mientras contemplaba el cadáver ensangrentado, el rostro de Gloktacomenzó a palpitar. Un cadáver puede ser una casualidad. Dos, son unaconspiración.Suspárpados seagitaronconun temblor.Quienquieraquehayahechoestosabíaquevendríamos,cuándovendríamosyaporquiénvendríamos.Nosllevanladelantera.Lomásprobableesqueaestasalturasnuestralistadecómplices sehayaconvertidoenuna listade cadáveres. Sonóun crujido a suespalda y la cabeza de Glokta se volvió rápidamente, haciendo que su rígidocuello se viera sacudido por un latigazo de dolor.No eramás que la ventana,movidaporlabrisa.Calma,tencalmaypiensabienlascosas.

—Sediría que el honorableGremiode losSederosha estadoponiendo enordensupropiacasa.

—¿Cómohanpodidoenterarse?—mascullóSeverard.Valientepregunta.—TienenquehabervistolalistadeRewsohaberrecibidoinformaciónsobre

los nombres que figuraban en ella.Lo cual significa...—Glokta se chupó lasencías—.AlguiendelaInquisiciónsehaidodelalengua.

PorunavezlosojosdeSeverardnosonreían.—Si saben quién figura en la lista, tienen que saber también quién la

escribió.Sabenquiénessomos.¿Tres nombres añadidos a la lista tal vez? ¿Justo al final? Glokta sonrió.

Muyemocionante.—¿Estásasustado?—Contento,desdeluego,noestoy—bajólavistahaciaelcadáver—.Acabar

conuncuchilloclavadoenlaespaldanoentradentrodemisplanes.—Nidelosmíos,Severard,puedesestarseguro.—Desdeluegoqueno.Si

mematannuncasabréquiénnoshatraicionado.

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Yquierosaberlo.Hacíaunsoleadodíadeprimavera,yelparqueestabarepletodepetimetresy

ociosos de las más variadas especies. Sentado muy quieto en un banco, a labalsámicasombradeunfrondosoárbol,Gloktacontemplabaelresplandecienteverdor,lasaguascentelleantesyalafeliz,achispadaymuycoloridamultitud.Lagente seapretujabaen losbancosquebordeabanelestanque,y,desperdigadosporlahierba,seveíangruposyparejasquebebíanycharlaban,disfrutandodelsol.Noparecíahabersitioparanadiemás.

Aunasí,nadieveníaasentarsealladodeGlokta.Detantoentanto,aparecíaalgunapersonaque,sorprendidadelainmensasuertequehabíatenidoaldarconunsitio libre tanestupendo,seacercabacorriendoalbanco.Pero,encuantoleveían,lescambiabalacaray,deinmediato,dabanunrodeoopasabandelargocomosinuncahubierantenidolaintencióndesentarseallí.Huyendemícomodelapeste.Bueno,talvezseamejorasí.Nonecesitosucompañía.

Se fijó en un grupo de jóvenes soldados que remaban en un bote en elestanque.Unodeellosestabadepieysebalanceabasobrelacubiertaconunabotella en la mano. El bote se mecía peligrosamente y sus compañeros legritaban que se sentara. Vagas ráfagas de alegres carcajadas, ligeramentedesfasadasdebidoaladistancia,llegabanflotandoporelaire.Soncomoniños.Qué jóvenes se les ve. Qué inocentes. Así era yo hace no tanto tiempo. Peroahoraparecequehubieranpasadomilaños.Omás,Parececomosi fueraunmundodistinto.

—Glokta.Sehizosombraconunamanoyalzólavista.EraelArchilectorSult,quepor

finhabía llegado:susiluetaespigadayoscurase recortabasobreelcieloazul.MientraselArchilectorledirigíaunamiradagélida,Gloktapensóquesurostroparecíaestarmásfatigado,arrugadoydemacradoquedecostumbre.

—Más vale que se trate de algo importante—Sult sacudió hacia atrás losfaldonesde su largogabánmarróny se sentómuydignamenteenelbanco—.Los plebeyos han vuelto a alzarse en armas cerca de Keln. ¡A un asno deterrateniente se le ocurre ahorcar a unos cuantos campesinos y ahora tenemosmontadounbuen follón!¿Tandifícil esmanejarunpedazode tierra conunoscuantos campesinos? ¡No hace falta tratarlos bien, pero tampoco se les puedeahorcarsinmás!—Subocaformabaunalínearectamientrasfulminabaconla

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mirada las praderas de hierba—. Más vale que se trate de algo importante,malditasea.

Bien,procurarénodecepcionarle.—VillendanRobbhamuerto—comosipretendierarecalcarsuafirmación,

elsoldadoborrachoseresbalóycayóporuncostadodelbarcoyendoapararalagua.Alcabodeunosinstantes,lascarcajadasdesusamigosllegaronaoídosdeGlokta—.Lehanasesinado.

—Hummm,esascosasocurrenaveces.Vayaaporelsiguientedelalista—Sultse levantóconcaradepocosamigos—.Nopenséquefueraasolicitarmiaprobación para cualquier pequeño detalle. Por eso le elegí para este trabajo.¡Sigaconello!—leespetóantesdedarsemediavuelta.

Aquévienenesasprisas,Archilector.Eseeselproblemaquetienelagenteque dispone de un buen par de piernas, que siempre van corriendo a todaspartes.Encambio,cuandoaunonoleresultatanfácilmoverse,sólolohaceenelmomentopreciso.

—Elsiguientedelalistatambiénhasufridounpercance.Sultsevolvióyarqueólevementeunaceja.—¿Enserio?—Todoslohansufrido.ElArchilectorfrunciólabocayvolvióasentarseenelbanco.—¿Todos?—Todos.—Hummm—musitóSult—.Interesante.LosSederosestánhaciendolimpia,

¿noesasí?Laverdad,noesperabaquesemostrarantanimplacables.Estáclaroque los tiempos están cambiando, ciertamente están... —se interrumpió ycomenzóatorcerelgesto—.CreequealguienleshadadolalistadeRews,¿meequivoco?Creequeunode losnuestrosseha idode la lengua.Poresomehapedidoqueviniera,¿verdad?

¿Nopensaráquelohehechoparaahorrarmelosescalones?—¿Todosasesinados?¿Todoslosnombresdelalista?¿Lamismanocheque

fuimos a arrestarlos? No creo demasiado en las coincidencias. ¿Y usted,Archilector?

Éltampoco,estabaclaro.Surostrohabíaadquiridounaexpresiónsombría.—¿Quiénhavistolaconfesión?

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—Yo,ymisdosPracticantes,porsupuesto.—¿Sondesutotalconfianza?—Absolutamente—seprodujounbrevesilencio.Elboteibaaladeriva.Los

soldadosdabanvueltaspor lacubiertacon los remosalzadosyelhombrequeestabaenelaguareíaylossalpicaba.

—La confesión permaneció algún tiempo en mi despacho —murmuró elArchilector—. Es posible que algunos de mis subordinados la viera. Sí, esposible.

—¿Sondesutotalconfianza,Eminencia?SultmirófijamenteaGloktaduranteungélidoinstante.—Noseatreverían.Sabencómomelasgasto.—EntoncessólonosquedaelSuperiorKalyne—dijoGloktabajandolavoz.ElArchilectorhablósinapenasmoverloslabios.—Más vale que sepa por dónde pisa, Inquisidor, más vale. Se está usted

metiendo en un terreno bastante resbaladizo. Pese a lo que pueda parecer, losidiotas no suelen llegar a Superiores de la Inquisición. Kalyne tiene muchosamigos, tanto dentro del Pabellón de los Interrogatorios como fuera de él.Amigospoderosos.Cualquieracusacióncontraéltienequeestarrespaldadaporpruebas muy concluyentes—Sult hizo una pausa esperando a que pasara delargo un grupo de señoras—. Muy concluyentes —susurró una vez que sealejaron—.Encuéntremeaeseasesino.

Esosedicepronto.—Porsupuesto,Eminencia,perometemoquemiinvestigaciónhallegadoa

unpuntomuerto.—Nodeltodo.Todavíanosquedaunasenlamanga.Rews.¿Rews?—Pero,Archilector,aestasalturasyaestaráenAngland.—Sudandolagota

gorda en las profundidades de un mina o algo por el estilo. Suponiendo quehayaaguantadotanto.

—No.Seencuentraaquí,enAgriont,encerradobajosietellaves.Penséquesería mejor tenerlo cerca. —Glokta hizo todo lo posible por disimular susorpresa. Astuto. Muy astuto. Al parecer, los idiotas tampoco llegan aArchilectores—.Rewsserásuseñuelo.HaréllegaraKalyneunmensajeatravésdemi secretario informándole de que he decidido aflojar un poco las tuercas.

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QuevoyapermitirquelosSederossiganactuando,aunquebajouncontrolmásestricto. Y que, como gesto de buena voluntad, he dejado libre a Rews. SiKalyne es la fuente de la filtración, seguro que hará saber a los Sederos quehemossoltadoaRews.Seguroqueenviaránal asesinoparaque lehagapagarpor haberse ido de la lengua. Y seguro que usted podrá atraparlo cuando lointente. Si el asesino no se presenta, tal vez tengamos que buscar a nuestrotraidorenalgunaotraparte,pero,encualquiercaso,nohabremosperdidonada.

—Unplanexcelente,Eminencia.Sultlemiróconfrialdad.—Naturalmente. Tendrá que operar desde fuera del Pabellón de los

Interrogatorios.Me ocuparé de hacerle llegar los fondos necesarios, haré queentreguen a Rews a sus Practicantes y le comunicaré el momento en que lanoticiallegueaKalyne.Encuentreaeseasesino,Glokta,encuéntreleyestrújelebien. Estrújele hasta que las pepitas crujan—el bote daba violentos bandazosmientras lossoldados tratabandesubirabordoasuempapadocompañero.Depronto,elbotesevolcóytodoscayeronalagua.

—Quiero nombres —susurró Sult lanzando una mirada ceñuda a lossoldadosquechapoteabanenelagua—.Nombres,pruebas,documentosygenteque esté dispuesta a presentar una acusación ante el Consejo Abierto —selevantódelbanco—.Manténgameinformado—dichoaquello,sealejóagrandeszancadas en dirección al Pabellón de los Interrogatorios, arrancando levescrujidos a la gravilla del sendero. Glokta le siguió con la vista. Un planexcelente.Mealegrodeque estédemiparte,Archilector. ¿Porqueestádemiparte,no?

Lossoldadoshabíanconseguidosacarelbotevolcadoalaorillayestabandepiejuntoaél,chorreandoychillándoselosunosalosotros.Delbuenhumordeantesyanohabíanirastro.Unodelosremoshabíaquedadoabandonadoenelaguayflotabaaladerivahaciaellugarenelquelacorrientesalíadelestanque.Pronto pasaría bajo el puente y sería arrastrado por debajo de lasmurallas deAgrionthastadesembocarfinalmenteenelfoso.Mientrasavanzabaporelaguagirando lentamente, Glokta lo siguió un rato con la vista.Un error. Hay quecuidarlospequeñosdetalles.Esfácilpasarporaltolascosaspequeñas:unbotesinremosnosirvedenada.

Dejóquesuvistavagaraporlosrostrosquepoblabanelparque.Susojosse

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posaronenunaatractivaparejaqueseencontrabasentadaenunodelosbancosquehabíajuntoalestanque.Unjoven,consemblanteserioyapenado,decíaalgoenvozbajaaunamuchacha.Depronto,lachicaselevantócomounresorteysealejó cubriéndose el rostro con ambas manos. Ah, el dolor de la amantedespechada.La pérdida, la rabia, la vergüenza.Crees que nunca conseguirássuperarlo.¿Quépoetafueelqueescribióquenohabíanadaquedolieratantocomouncorazónroto?Sentimentalismobarato.NolehabríavenidomalpasaralgúntiempoenlasmazmorrasdelEmperador.Sonrió,abriólabocayselamiólas encías que antiguamente ocuparon sus dientes delanteros. Los corazonesrotosserecuperanconeltiempo,losdientesrotosnoserecuperanjamás.

Gloktamiró al joven.Contemplaba a lamuchacha que se alejaba llorandoconunaleveexpresiónderegodeo.¡Elmuycabrón!Mepreguntosihabrárototantoscorazonescomorompíyoenmijuventud.Ahorameparececasiincreíble.Necesito lo menos media hora para hacer acopio del valor suficiente paraponermedepie.Deuntiempoaestaparte,alasúnicasmujeresalasquehagolloraresalasesposasdeloshombresqueexilioaAngland...

—Sand.Gloktasevolvió.—LordMariscalVaruz,quéhonor.—Oh,porfavor,notelevantes—dijoelancianosoldado,sentándoseenel

bancoconlosmovimientoságilesyprecisosdeunmaestrodeesgrima—.Seteve bien—dijo sin tan siquieramirarle.Bien lisiado, querrás decir—. ¿Cómoestás, viejo amigo? —Estoy lisiado, maldito asno pomposo. ¿Cómo me hasllamado?¿Amigo?Haceañosquevolvíyen todoese tiemponohasvenidoavermeniunasolavez.¿Aesolellamasamistad?

—Bastantebien,gracias,LordMariscal.Varuzserebullóintranquiloenelbanco.—Quisiera hablarte de mi actual pupilo, el capitán Luthar... no sé si lo

conoces.—Hemossidopresentados.—Deberías ver sus formas—Varuz sacudió la cabeza con pesar—. Tiene

talento,deesonohayduda,peronuncallegaráasercomotú,Sand.—Nuncasesabe. Tal vez algún día llegue a estar igual de lisiado que yo—. Pero tienetalento, suficienteparaganar incluso.Lomaloesque lo estámalgastando.Lo

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desaprovecha.—Oh,qué trágico.Mepone tan tristequemeparecequevoyavomitar,¿Quéhecomidoestamañana?

»Esperezoso,Sand,ymuytozudo.Lefaltacoraje.Lefaltadedicación.Noponeelcorazónenloquehace,yeltiemposeestáagotando.Mepreguntabasino te importaría,encasodequenoestésdemasiadoocupado,porsupuesto—VaruzmiróaGloktaalosojosduranteuninstante—,hacermeelfavordehablarconél.

¡Memuerodeganas!Soltarleunacharlaaeseasnolloricaeselsueñodemi vida. Arrogante botarate, ¿cómo te atreves a pedirme nada? Labraste tureputación con mis éxitos, y, cuando necesité tu ayuda, me dejaste en laestacada.¿Yahoraacudesamíymellamasamigo?

—Cómono,MariscalVaruz,estaréencantadodehablarconél.Loqueseaporunviejoamigo.

—Estupendo, estupendo. ¡Estoy seguro de que tú le harás cambiar!EntrenamostodaslasmañanasenelpatioquehayjuntoalaCasadelCreador,en el mismo sitio donde solía entrenar contigo... —el anciano Mariscal seinterrumpióazorado.

—Iréencuantomelopermitanmisobligaciones.—Tusobligaciones,claro,claro...—Varuzyahabíaempezadoalevantarse;

eraobvioqueestabadeseandolargarse.Gloktaletendiólamano,obligandoalanciano soldado a detenerse un instante. No hay de qué preocuparse, LordMariscal,noescontagioso.Varuzselaestrechófláccidamente,comosituvieramiedodequefueraaromperse,y,luego,seexcusóconunsusurroysealejóabuenpasoconlacabezaerguida.Losempapadossoldadosdelboteseinclinaronylosaludaronmientraspasabajuntoaelloscongestoaturdido.

Gloktaestiróunapiernaytratódedecidirsidebíaintentarlevantarse.¿Parairadónde?Elmundonoseacabarásimequedoaquíunratomás.Quéprisahay.Quéprisa.

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Unapropuestayunobsequio

—¡Adelante!—bramóelMariscalVaruz.Enunintentodesesperadodeconservarelequilibrio,Jezalenroscólapunta

delospiessobreelbordedelabarra,avanzóbamboleándosehaciasumaestroylanzóunpardetorpesataquesparaqueparecieraqueteníalacabezapuestaenlo que estaba haciendo. Las cuatro horas de entrenamiento diario le estabanpasandofacturaysuestadofísicohacía tiempoquehabíasuperadoyaelmeroagotamiento.

Varuzfruncióelceño,desvíoelaceroromodeJezalyempezóaavanzarporlabarraconlamismasolturaquesisetrataradelsenderodeunjardín.

—¡Atrás!Jezalseapoyóenlostalones,hizounosridículosmovimientosconelbrazo

izquierdoparanoperderelequilibrioysetrastabillóhaciaatrás.Derodillasparaarriba ledolía todoel cuerpo.Perode rodillasparaabajoeraaúnpeor.Varuz,peseatenermásdesesentaaños,nodabamuestrasdefatiga.Nisiquierasudabamientrassedesplazabaporlabarracomoundanzarín,azotandoelaireconsusaceros. Jezal, en cambio, jadeaba sin parar, estaba completamentedesequilibrado, y, mientras paraba los ataques a la desesperada con su manoizquierda, tanteaba el aire con su pie derecho buscando apoyo en el tramo debarraqueteníadetrás.

—¡Y adelante!—Jezal cambió de dirección, sintió un agudo dolor en laspantorrillasylanzóungolpecontraelexasperanteanciano.PeroVaruz,enlugarde retroceder, se coló por debajo de las desesperadas estocadas de Jezal y lebarriólospiesconeldorsodelbrazo.

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Jezal soltó un alarido mientras el patio daba una vuelta de campana porencimade su cabeza.Segolpeó lapierna contra el bordede labarra, cayódebrucessobrelahierbaysubarbillaseestampócontraelcéspedhaciendoquelecastañetearanlosdientes.Rodóuntrechoporelsueloy,finalmente,sequedódeespaldas, boqueando como un pez recién sacado del agua, y con la piernapalpitandoenellugardondehabíarecibidoelimpactodelabarra.Alamañanasiguientehabríaañadidounfeomoratónasucolección.

—Horroroso,Jezal,horroroso—gritóelveteranosoldadoaterrizandoen lahierbadeunágilsalto—.¡Setambaleaustedmásquesiestuvieraandandoporlacuerdafloja!—Jezalsediomediavueltaenelsuelo,soltóunamaldiciónysepusotrabajosamentedepie—.¡Estebloquederoblemacizoeslobastanteanchocomoparaperderseenél!—parademostrarlo,elLordMariscalledioalabarrauntajoquehizosaltarnumerosasastillas.

—Creíquehabíadichohaciadelante—sequejóJezal.Varuzenarcóbruscamentelascejas.—¿Realmente cree usted, capitán Luthar, que alguien como Bremer dan

Gorstproporcionaasuscontrincantesinformaciónfiablesobresusintenciones?¡Bremer dan Gorst tratará de vencerme, maldito viejo! ¡Y se supone que

ustedme está ayudando para que sea yo quien le venza a él! Eso era lo quepensaba Jezal, pero no era tan imbécil como para soltarlo. Se limitó apermanecerensilencio,sacudiendolacabeza.

—¡No,desdeluegoqueno!¡Hacetodoloqueestéensumanoparaengañaryconfundirasucontrincante,comodebenhacertodoslosgrandesespadachines!—elLordMariscalcaminabadeunladoparaotro,negandoconlacabeza.Jezalvolvióaplantearselaposibilidaddemandarlotodoapaseo.Estabahartodecaerexhausto en la cama todas las noches a una hora a la que debería estarempezandoaemborracharse.Estabahartodedespertarseamoratadoydoloridotodas las mañanas y tener que afrontar cuatro interminables horas de carrera,barradeequilibrio,mazoyformas.EstabahartodequeelcomandanteWestledieragolpeseneltrasero.Y,porencimadetodo,estabahartodetenerquesufrirelescarniodeaquelviejoidiota.

—... una actuación decepcionante, capitán, muy decepcionante. De hecho,estoyconvencidodequevaustedapeor...

JamásganaríaelCertamen.Nadie loesperaba,yélmenosquenadie.¿Por

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quénomandarlo todoapaseoy retomar sus juegosdecartasy susnochesdejuerga? ¿Acasonoera loúnicoque lepedía a lavida?Pero entonces, ¿qué lediferenciaría de tantos otros miles de jóvenes vástagos de la nobleza? Hacíamuchoquehabíadecididoquequeríallegaraseralguien.UnLordMariscaltalvez, y, luego, Lord Chambelán. Alguien grande e importante en todo caso.Quería disponer de un sitial en el Consejo Cerrado y tomar decisionestrascendentales. Quería que todo el mundo le adulara, le sonriera y estuvierapendiente de cada una de sus palabras. Quería que, al verle pasar, la gentesusurrara:«¡Mira,mira,eseesLordLuthar!».¿Seconformaríaconserduranteelrestodesuvidaunaversiónmásrica,inteligenteyapuestadeltenienteBrint?¡Puaj!Noqueríanipensarlo.

—...Nosquedaun trechoenormemente largoque recorrer,y, ano serquecambie usted de actitud, no habrá tiempo para alcanzar los objetivos que noshabíamos marcado. Sus combates de entrenamiento son lamentables, suresistencia sigue siendo insuficiente y, en cuanto a su equilibrio, mejor nihablar...

¿Yquépensaríalagentesilomandabatodoapaseo?¿Cómoreaccionaríasupadre?¿Quédiríansushermanos?¿Yelrestodelosoficiales?Letomaríanporuncobarde.YluegoestabaArdeeWest.Últimamentenopodíaquitárseladelacabeza.¿Se lepegaría tantosidejaba laesgrima?¿Lehablaríaenese tono tandulce? ¿Le reiría los chistes? ¿Alzaría sus ojazos negros para mirarle,acercándoseaélhastacasihacerlesentirsualientoenlacara...?

—¿Oye lo que le digo, muchacho? —tronó Varuz. Jezal casi notaba sualientoenlacara,unasgotitasdesalivaincluso.

—¡Sí, señor! ¡Combates de entrenamiento lamentables, insuficienteresistencia!—Jezal tragósalivaconnerviosismo—.¡Ydelequilibrio,mejornihablar!

—¡Exacto!Noquieronipensarlo,peroempiezoatenerlaimpresióndequedespuésdetodaslasmolestiasquemehacausadoresultaquenotieneinterésenesto—dijofulminandoaJezalconlamirada—.¿Quéopinausted,comandante?

No hubo respuesta.West se encontrabamedio tirado en una silla, con losbrazoscruzadosylamiradaausente.

—¿Comandante?—leespetóelLordMariscal.Westalzólavistadegolpe,comosiacabaradeadvertirsupresencia.

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—Losiento,señor,estabadistraído.—Yalohenotado—Varuzapretólosdientesytomóaire—.Parecequeesta

mañananadie es capazde concentrarse—eraun alivioquepartede la iradelviejosehubieradesviadohaciaotrolugar,perolafelicidaddeJezalfuedecortaduración.

—Muybien—dijobruscamenteelviejoMariscal—,ustedselohabuscado.Apartirdemañanainiciaremoselentrenamientoconunasesióndenataciónenelfoso.Unoodoskilómetrosserásuficiente—Jezalapretólosdientesparanopegar un grito—. El agua fría es ideal para agudizar los sentidos. Y tal vezconvenga que empecemos un poco más temprano, para que su disposiciónmental sea la más adecuada. En otras palabras, empezaremos a las cinco.Entretanto, capitánLuthar, le sugieroque seplantee si está aquí paraganar elCertameno simplementeparadisfrutardemi compañía—y,dichoaquello, sevolviósobresustalonesysealejóhechounafuria.

JezalesperóaqueVaruzsalieradelpatioparaperderlosestribos,perounavezqueestuvosegurodequeelancianoyanopodíaoírle,llenoderabia,estrellólosaceroscontraelmuro.

—¡Malditasea!—gritó,mientraslasespadasrebotabancontraelsueloconun repiqueteo—. ¡Mierda!—se diomedia vuelta y buscó algún objeto al quepudierapropinarunapatadasinhacersedemasiadodaño.Susojosseposaronenlapatadelabarradeequilibrios,perocalculómalelpuntapiéytuvoquehacerun supremo esfuerzo para refrenar la apremiante necesidad de agarrarse sulastimadopieyponerse adarbotes a lapata coja comoun idiota—. ¡Mierda,mierda!—rabiaba.

Parasudecepción,Westnoparecíaenabsolutoimpresionado.SelevantóconelgestotorcidoehizoademándeseguiralMariscalVaruz.

—¿Adóndevas?—inquirióJezal.—Lejos—dijoWestporencimadelhombro—.Yahevistobastante.—¿Quéquieresdecirconeso?Westsedetuvoysevolvióparaencararle.—Porincreíblequeteparezca,enelmundohayproblemasmásimportantes

queéste.Jezalsequedóboquiabierto,mientrasWestsealejabaporelpatio.—¿Quién te crees que eres? —le gritó cuando estuvo seguro de que ya

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estabalobastantelejos—.¡Mierda,mierda!—Estuvotentadodepropinarleotrapatadaalabarra,peroselopensómejor.

Jezalestabadetanmalhumorquehabíadecididoregresaralacuartelamientoevitando las zonas más concurridas de Agriont y había enfilado por lascallejuelas y los jardines más tranquilos que bordeaban la Vía Regia. Comomedida adicional para ahuyentar cualquier encuentro social, caminabamirándoselospiesconelceñofruncido.Peroaqueldíalasuertenoestabadesulado.

—¡Jezal!—eraKaspa,queestabapaseandoconunajovenrubiaataviadaconunasprendasdeaspectobastantecaro.Lesacompañabaunamujerdemedianaedad y semblante severo, seguramente la gobernanta de la chica. Se habíandetenidoparaadmirarunainsulsaesculturaquedecorabaunpatiobastantepocofrecuentado—.¡Jezal!—volvióagritarKaspa,haciendoondearsusombreroporencimadesucabeza.Nohabíamaneradeesquivarlos.Dibujóensurostrounasonrisaforzadaysedirigióhaciaellos.Cuandoestuvocerca,lamuchachapálidale sonrió; pero si lo que pretendía era cautivarle, fracasó estrepitosamente—.¿Qué,Luthar,vienesdedarlealesgrima?—preguntóbanalmenteKaspa.

Jezalestabaempapadodesudoryllevabalosdosacerosenlasmanos.Erabien sabido que se entrenaba todas lasmañanas. No hacía falta tenermuchasluces para hacer esa deducción, lo cual era una suerte, porque Kaspa, desdeluego,nolastenía.

—Sí. ¿Cómo lo has adivinado? —no era intención de Jezal matar laconversacióndeunaformatanbrusca,perodesdramatizóelasuntosoltandounarisaforzada,y,deinmediato,volvieronaaparecerlassonrisasenelsemblantedelasdosdamas.

—Ja,ja—ríoKaspa,predispuestocomosiempreaserelblancodetodaslasbromas—.Jezal,permítemequetepresenteamiprima,LadyArissdanKaspa.Esteesmioficialsuperior,elcapitánLuthar.—Asíqueéstaeralafamosaprima.Una de las más ricas herederas de La Unión, perteneciente además a unaexcelentefamilia.Kaspanuncasecansabadedecirlesloguapaqueera,peroaJezal le pareció una criatura pálida, flaca y de aspecto enfermizo. La jovenesbozóunasonrisay le tendió flácidamentesublancamano. Jezal la rozóconloslabiosconunbesomecánico.

—Encantado—musitósinningúnentusiasmo—.Debopedirledisculpaspor

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miaspecto.Vengodehacerprácticasdeesgrima.—Ah, sí. He oído decir que es usted un gran espadachín—dijo con voz

agudaychillonalajoven,unavezqueestuvoseguradequeélyahabíaacabadodehablar.Seprodujoun instantede silenciomientras lamuchachaencontrabaalgo más que decir, pero, de pronto, se le iluminaron los ojos—. Dígame,capitán,¿esmuypeligrosoesodelaesgrima?

Porfavor,quésosería.—Oh,no,señorita,paralucharenelcírculosóloempleamosespadasromas

—podría haber dicho algomás, pero no tenía ni lamásmínima intención detomarselamolestia.Acompañósuspalabrasconunatenuesonrisa.Yellaseladevolvió.Laconversaciónamenazabaconirseapique.

Agotado el tema de la esgrima, Jezal se disponía ya a dar una excusa y alargarse,cuandoArissleinterrumpiósacandootrotema.

—Ydígame,capitán,¿esciertoquepuedeestallarunaguerraenelNorte?—suvozcasisehabíadesvanecidoalllegaralfinaldelafrase,perolacarabinalamirabacongestoaprobatorio,encantadasindudadelasdotescomunicativasdesuprotegida.

Piedad.—Bueno,mepareceque...—comenzóadecirJezal.Losojosazulclarode

LadyArisslemirabanexpectantes.Losojosazulessonunaauténticabasura,sedijo Jezal para sus adentros. ¿De qué tema sabría menos aquella chica, deesgrimaodepolítica?—¿Ustedquépiensa?

Elceñodelacarabinasearrugólevemente.LadyAriss,porsuparte,parecíauntantodesconcertada,y,mientrastratabadedarconlaspalabras,sesonrojóunpoco.

—Bueno,mmm...enfin...estoyseguradequetodo...¿acabarábien?¡Benditosseanloshados,estamossalvados!,pensóJezal.Teníaquelargarse

deallícomofuera.—Claroque sí, todo acabarábien—se forzó a sonreír unavezmás—.Ha

sidounplacerconocerla,peromiturnodeguardiaempiezadentrodepoco,asíquemetemoquevoyatenerquedejarles—actoseguido,seinclinócongélidacortesía—:TenienteKaspa,LadyAriss.

Kaspa, tancordialcomodecostumbre, lediounapalmadaenelbrazo.Ladesvalidaeignoranteprimasonrióconairevacilante.Lagobernanta,encambio,

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lelanzóunamiradatorvacuandopasóporsulado.Jezalpasóolímpicamentedeella.

Jezal llegó a la Rotonda de los Lores justo en el momento en que losmiembrosdelConsejoregresabandelrecesodelahoradelacomida.Saludóalosguardiasdelvestíbuloconunsecomovimientodecabezayluegoatravesóelenorme portal y bajó por el pasillo central.Mientras bordeaba la pared curvapara acceder a su puesto tras la mesa presidencial, una deslavazada columnaintegradaporlosparesdelreinolepisabalostalones,llenandoelamplioespacioconlosecosdesuspasos,gruñidosymurmullos.

—¿Quétalhaidolaesgrima,Jezal?—eraJalenhorm,queporunavezhabíallegado pronto y no quería desaprovechar la oportunidad de charlar un pocoantesdequellegaraelLordChambelán.

—Hetenidomejoresmañanas.¿Ytú?—Oh,yome lohepasadoestupendamente.Heconocidoa laprimaesade

Kaspa.Ay,¿cómosellama?—Jalenhormtratódedarconelnombre.Jezalsuspiró.—LadyAriss.—¡Sí,esoes!¿Lahasvisto?—Hetenidolasuertedetoparmeconelloshaceunmomento.—¡Guau!—exclamóJalenhormfrunciendolaboca—.¿Nomedigasqueno

esunapreciosidad?—Hummm—Jezal, aburrido,miróparaotro ladoyvio cómo losnotables

delreino,ataviadosconsustogasribeteadasdepieles,desfilabanlentamenteendirección a sus escaños. O al menos vio un muestrario de sus hijos menosfavorecidosydesusapoderadosa sueldo.En losúltimos tiemposerabastanteraro que losmagnates acudieran en persona al ConsejoAbierto, a no ser quetuvieran alguna queja importante que presentar.De hecho,muchos de ellos nisiquierasemolestabanenenviaraalguienparaquelosrepresentara.

—Tejuroqueesunadelasmujeresmáshermosasquehevistoenmivida.YaséqueKaspasiempreestáhablandomaravillasdeella,peroparamíquesequedacorto.

—Hummm.Los consejeros empezaron a desperdigarse para dirigirse a sus respectivos

escaños.LaRotondadelosLoresestabaconcebidacomosifueraunteatro,enel

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quelosprincipalesnoblesdeLaUniónocupabanellugardestinadoalpúblico:unampliohemiciclodebancosescalonadosconunpasilloquelocruzabaporelcentro. Como suele ocurrir en los teatros, no todos los sitios eran igual debuenos.Losmenosimportantessesentabanalfondo,enlapartemásalta,ylaimportanciadelosocupantesdelosescañoscrecíaconformeseavanzabahaciadelante. La fila delantera estaba reservada a las cabezas de los principaleslinajes,oaquienquieraqueenviaranensulugar.Losrepresentantesdelsur,lasgentesdeDagoskaydeWestportsesituabanalaizquierda,muycercadedondeseencontrabaJezal.Alotroextremo,aladerecha,sesituabanlosdelnorteylosdeloeste, lasgentesdeAnglandyStarikland.Elgruesodelosescaños,queseencontraban entre medias, correspondía a la vieja nobleza de Midderland, elcorazón de La Unión. La Unión propiamente dicha, según ellos lo veían. YsegúnloveíaelpropioJezal.

—Qué porte, qué gracia —peroraba extasiado Jalenhorm—, esosmaravillosos cabellos dorados, esa piel blanca como la leche, esos fantásticosojosazules.

—Yesaenormecantidaddedinero.—Bueno,sí,esotambién—elcorpulentotenientesonrió—.Kaspadiceque

sutíoesaúnmásricoquesupadre.¡Imagínate!Yeshijaúnica.Heredaráhastaelúltimomarco.¡Hastaelúltimomarco!—Jalenhormapenaspodíacontenersuentusiasmo—.¡Afortunadoelhombrequepuedaconseguirla!¿Cómohasdichoquesellamaba?

—Ariss—dijoagriamenteJezal.Arrastrando los pies y soltandogruñidos, los lores, o sus apoderados, iban

accediendoyaasusrespectivosescaños.Nopodíadecirsequelaasistenciafueramuynutrida: ni siquiera estabanocupados lamitad de los escaños.Aunque, adecir verdad, eso era lo más que solía llenarse. Si la Rotonda de los Loreshubiese sido un verdadero teatro, sus empresarios andarían desesperadosbuscandounanuevaobra.

—Ariss, Ariss —Jalenhorm se relamió como si el nombre le dejara unregustodulceenloslabios—.Afortunadoelhombrequelaconsiga.

—Muyafortunado,desdeluego—acondición,claroestá,dequeprefieraeldinero contante y sonante a la conversación. Jezal pensó que tal vez hubierapreferido casarse con la gobernanta. Al menos parecía tener algo más de

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carácter.ElLordChambelánacababadeentrarenlasalaysedirigíaalestradodonde

se encontraba la mesa de la presidencia, que ocupaba el lugar que habríacorrespondido al escenario de haber sido laRotonda un teatro. Le seguían unenjambre de secretarios y funcionarios vestidos con togas negras, todos elloscargados en mayor o menor medida de gruesos volúmenes y documentos deaspecto oficial. Con los faldones de su traje de ceremonias aleteando a suespalda,aloquemásseparecíaLordHofferaaunamajestuosaaveexóticaquesedeslizaraperseguidaporunabandadadecuervosmarrulleros.

—Ahíestáeseviejoavinagrado—susurróJalenhormdeslizándosehaciaelotro lado de lamesa para situarse en su puesto. Jezal se puso lasmanos a laespaldayadoptólaposturahabitual:lospiesalgoseparadosylabarbillaalzada.Luegomiródesoslayoalossoldadosquesedistribuíanaintervalosregularesalo largo del muro circular: todos estaban inmóviles e impecablementeenfundados en sus armaduras, como siempre. Respiró hondo y se preparómentalmenteparasoportarvariashorasdeuntediomortal.

ElLordChambelánsedejócaerensusitialypidióqueletrajeranvino.Lossecretarios ocuparon sus puestos en torno a él, dejando un espacio libre en elcentroparaelRey,que,paranoperder lacostumbre,estabaausente.Luegosepusieronamanosearlosdocumentos,aabrirsuscartapacios,aafilarlasplumasyamojarlasen los tinteros.ElHeraldoavanzóhastaunextremode lamesaydescargóelbastóndemandocontraelsueloreclamandosilencio.Elmurmullodelosnoblesydesusapoderados,yeldelescasopúblicoqueasistíaalasesióndesdelagaleríadelaplantaalta,comenzóadesvanecerse.Finalmente,lavastacámaraquedóensilencio.

ElHeraldohinchóelpecho.—La sesión... —dijo con la parsimonia y la solemnidad propia de un

panegíricofunerario—...delConsejoAbiertode laUnión...—añadióhaciendounapausa innecesariamente largaymarcada.LosojosdelLordChambelán lelanzaron una mirada furibunda, pero el Heraldo no estaba dispuesto a que lehurtaransumomentodegloria.Hizoesperaratodosunmomentomásyluegoconcluyó—...sereanuda.

—Gracias—dijosecamenteHoff—.Sinorecuerdomal,cuandohicimoselrecesoparaalmorzar,habíapedidolapalabraelLordGobernadordeDagoska—

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elrascardelasplumasdedossecretariosquetomabannotadetodassuspalabrasacompañaba su voz, y el resonar de las plumillas se fundía con el eco de suspalabrasenlagranbóvedadeltecho.

Un anciano que sostenía con manos temblorosas un fajo de papeles selevantótrabajosamenteenunadelasfilasquehabíadelantedeJezal.

—¡ElConsejoAbierto—anuncióconvozmonocordeelHeraldocontodalaparsimonia que pudo— concede la palabra a Rush dan Thuel, representanteacreditadodeSanddanVurms,LordGobernadordeDagoska!

—Gracias, señor—lavoz cascadadeThuel sonaba ridículamente apagadaenaquelvastoespacio.Jezal,peseaqueseencontrabaanomásdediezpasosdeél,apenassialcanzabaaoírla—.Milores...—comenzó.

—¡Más alto! —gritó alguien desde las filas de atrás. Acto seguido, seprodujo una cascada de risas. El anciano se aclaró la garganta y empezó denuevo.

—Milores,traigounmensajeurgentedelLordGobernadordeDagoska—suvozhabíavueltoacaeralnivelapenasaudibledeantesy,encima,cadaunadesus palabras venía acompañada del incesante rascar de las plumas. Desde lagaleríadelpúblicoempezóalevantarseunmurmulloquehizoquefueraaúnmásdifícil entenderle—. La amenaza que representa para esa gran ciudad elEmperadordeGurkhulaumentadíaadía.

Desde el extremo opuesto de la cámara, el lugar ocupado por losrepresentantes deAngland, se levantó un vagomurmullo de desaprobación, sibien el grueso de los consejeros simplemente parecían estar muertos deaburrimiento.

—Loscontinuosataquesanuestrosbarcos,elacosoanuestrosmercaderesylas demostraciones de fuerza frente a nuestrasmurallas han impelido al LordGobernadoraenviarme....

—¡Quésuertelanuestra!—gritóalguien.Seprodujootraoleadaderisas,enestaocasiónalgomássonoraquelaanterior.

—¡Nuestraciudadsealzasobreunaestrechapenínsula—insistíaelanciano,esforzándose por hacerse oír pese al creciente ruido de fondo—, unida a unterritoriodominadopornuestros implacablesenemigos, losgurkos,y separadadeMidderland por una vasta extensión de agua salada! ¡Nuestras defensas noson tan poderosas como debieran! El Lord Gobernador tiene una necesidad

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acuciantedequeseaumentenlosfondos...Laalusiónalosfondosdesencadenóalinstanteunalborotoenelhemiciclo.

LabocadeThuelseguíamoviéndose,peroyanohabíaformadeoírle.ElLordChambelán frunció el ceño y echó un trago a su copa. El secretario que seencontrabamásapartadodeJezalhabíadejadolaplumayserestregabalosojoscon el índice y el pulgarmanchados de tinta. El que teníamás cerca, por suparte,acababadeterminarunalínea.Jezalseinclinóparaverquéhabíapuesto.Simplementedecía:

Gritos.El Heraldo descargó su bastón contra el enlosado con un gesto de honda

satisfacción.Elbarullofueremitiendo,peroahoraresultabaqueThuelsehabíavistoacometidoporunataquede tos.Tratódehablar,pero le fue imposibley,finalmente,agitólamanoysesentóconlacaraenrojecidamientrassuvecinodeescañolepalmeabalaespalda.

—Con su venia, Lord Chambelán—exclamó poniéndose de pie un jovenmuyperipuestoquesesentabaenlaprimerafiladelextremoopuestodelasala.Lasplumasdelossecretariosvolvieronaponerseenmarcha—.Amiparecer...

—¡ElConsejoAbierto—le interrumpióelHeraldo—concede lapalabraaHersel dan Meed, tercer vástago y representante de Fedor dan Meed, LordGobernadordeAngland!

—¡A mi parecer —prosiguió el apuesto joven, un tanto enojado por lainterrupción—, nuestros amigos del sur siempre están esperando un ataque entoda regla del Emperador! ¡Un ataque que nunca se materializa!—las vocesdiscrepantes se alzaban ahora desde el otro extremo de la cámara—. ¿Noderrotamosalosgurkoshaceunospocosaños,oesquemeengañalamemoria?—arreciaron los abucheos—. ¡Este alarmismo está provocando una sangríainaceptabledelosrecursosdelaUnión!—habíaempezadoagritarparaquesele oyera—. ¡Angland tiene miles de kilómetros de frontera y muy pocossoldadosquelacustodien,ylaamenazaqueplanteanBethodysusHombresdelNorteesmuyreal!Sihayalguienaquíquenecesitefondos...

Elgriteríoseredobló.Enmediodelalborotosedistinguíanvagamentegritosde«¡Eso,eso!»,«¡Tonterías!»,«¡Cierto!»,«¡Mentira!».Variosrepresentantessedesgañitabanpuestosenpie.Unosasentíanenérgicamentemoviendolacabezayotros la sacudían expresando su desacuerdo. Muchos se limitaban a bostezar

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mientrasmirabanhaciaunoyotrolado.EnlapartecentraldelasfilasdeatrásJezaldescubrióauntipoqueteníatodalapintadeestardormidoyparecíaestareninminenteriesgodedesplomarsesobreelregazodesuvecino.

LamiradadeJezalvagóporlosrostrosquesealineabantraslabarandilladela galería del público.De pronto, sintió una extraña tensión en el pecho.Allíestaba ArdeeWest, mirándole fijamente. Sus miradas se cruzaron, y la jovensonrióylesaludóconlamano.Tambiénélsonrió,pero,mientrashacíaademánde levantar lamano para devolverle el saludo, se acordó de dónde estaba. Sellevólamanoalaespalday,congestonervioso,echóunvistazoasualrededor;porfortuna,noparecíaquenadieimportantehubieraadvertidoaqueldesliz.Aunasí,lasonrisasenegabaaabandonarsusemblante.

—¡Milores!—rugióelLordChambelán,estrellandolacopacontralamesapresidencial.Jezaljamáshabíaoídounavozasídepotente.ElpropioMariscalVaruz podría aprender de Hoff un par de cosas sobre el arte de gritar. Eldurmientedelasfilasdeatrásseincorporódeunsaltoysepusoaresoplaryaparpadear. Casi al instante se desvaneció el estruendo. Los representantes queaúnseguíandepiemiraronasualrededorcongestoculpableyseapresuraronasentarse, como si fueran unos niños a los que hubieran pillado haciendo unatravesura.Losmurmullos de la galería del público enmudecieron.El orden sehabíarestaurado.

—¡Milores, puedo asegurarles que nada preocupa más al Rey que laseguridad de sus súbditos, se encuentren donde se encuentren! ¡La Unión notoleraagresiones,nicontrasusgentesnicontrasuspropiedades!—Hoffrecalcócada aseveración descargando un puñetazo sobre la mesa—. ¡Ya vengan delEmperadordeGurkhul,deesossalvajesdelNorteodecualquierotraparte!—alhacer esta última afirmación golpeó con tal fuerza la mesa que uno de lostinteros se volcó, inundando de tinta el pulcro documento de uno de lossecretarios.LasefusionespatrióticasdelLordChambelán fueronacogidas congritos de apoyo y entusiastas muestras de asentimiento—. ¡En cuanto a lascircunstanciasespecíficasdeDagoska!—Thuel,cuyopechotemblabadebidoala tos contenida, alzó esperanzado la cabeza— ¿Acaso no posee dicha ciudadunodelossistemasdefensivosmássólidosyextensosdelmundo?¿Noesciertoquehacemenosdeunadécadaresistiódurantemásdeunañounasediodelosgurkos? ¿Qué ha sido de esasmurallas, caballero, qué ha sido de ellas?—la

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amplia sala quedó en silenciomientras todo elmundo se disponía a hacer unesfuerzoparaescucharlarespuesta.

—LordChambelán,lasdefensasseencuentranenmalestadoylossoldadosde que disponemos son insuficientes para custodiarlas adecuadamente —elresuello de Thuel quedó prácticamente ahogado cuando un secretario pasó lapáginadesucartapacioyempezóaescribirenlasiguiente—.ElEmperadornoignoraningunadeestascircunstancias—susurróenuntonocasiinaudible—.Leruegoque...—enesemomento le sobrevinounnuevoataquede tosy sedejócaerensuescañoentrelasburlascontenidasdeladelegacióndeAngland.

ElceñodeHoffseacentuó.—Teníaentendidoqueelmantenimientodelasdefensasdelaciudadcorríaa

cargo de los ingresos recaudados localmente y de las tasas impuestas alHonorableGremiodelosEspecieros,quellevasieteañosoperandoenDagoskabajounalicenciaexclusivayaltamenterentable.Sinisiquieraesposibleobtenerrecursos para mantener las murallas —Hoff barrió la sala con una miradasiniestra—, tal vezhaya llegado elmomentodevolver a sacar a concurso esalicencia —una andanada de enfurecidos murmullos surgió de la galería delpúblico—. ¡En todo caso, en estos momentos la Corona no se encuentra encondicionesde realizarundesembolsoadicionaldedinero!—desdeel ladodeDagoska se alzaron abucheos de enojo, desde el de Angland, silbidos deaprobación—.¡YencuantoalascircunstanciasespecíficasdeAngland—tronóelLordChambelángirándosehaciaMeed—,creoquedentrodepocovamosarecibirbuenasnoticias,paraqueustedpuedaluegocomunicárselasasupadre,elLord Gobernador! —una oleada de excitados murmullos ascendió hasta ladorada cúpula que cubría la sala. El apuesto joven parecía gratamentesorprendido,ynoeraparamenos.EramuyrarosalirdeunasesióndelConsejoAbierto con buenas noticias; de hecho, era raro salir con cualquier tipo denoticias.

Thuel, que parecía haber recobrado el control sobre sus pulmones, habíaabiertolabocaparahablar,perounosporrazosenlaenormepuertaquesealzabadetrás de la mesa presidencial le interrumpieron. Los Lores, sorprendidos yexpectantes, alzaron la vista. El Lord Chambelán sonrió, como lo haría unilusionista que acabara de ejecutar con éxito un truco particularmentecomplicado. Hizo una seña a los guardias, y éstos descorrieron los pesados

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cerrojos de hierro; las enormes puertas de taracea emitieron un crujido y seabrieronlentamente.

Enfundados en unas armaduras lustrosas, con los rostros ocultos tras unoscascos altos y relucientes, y ataviados con unas fastuosas capas púrpura quelucían en la parte de atrás la imagen dorada de un sol, descendieron por lasescalerasochocaballerosdelaEscoltaRegiaysedistribuyeronaambosladosde lamesa presidencial. Los seguían cuatro trompeteros que, dando un firmepaso adelante, se llevaron a los labios sus resplandecientes instrumentos ylanzaronunaatronadorafanfarria.Jezalentrecerrólosojosyapretólosdientes,paraversiasíconseguíaqueledejarandecastañetear.Finalmente,elresonanteestruendosedesvaneció.ElLordChambelánsevolviófuriosohaciaelHeraldo,quecontemplababoquiabiertoalosreciénllegados.

—¿Aquéespera?—bufóHoff.ElHeraldovolviódegolpealavida.—¡Ah...sí,claro!¡Miladies,milores,tengoelhonordeanunciarles...—hizo

unapausayrespiróhondo—...aSuAltezaImperial,ReydeAngland,StariklandyMidderland,ProtectordeWestportyDagoska,SuAugustaMajestad,GuslavQuinto, Gran Rey de La Unión! —un rumor llenó la sala mientras todos,hombresymujeres,selevantabandesusasientosydoblabanunarodilla.

Elpalanquínrealcruzóconparsimonia laspuertasahombrosdeotrosseiscaballeros sin rostro. Sentado en un trono dorado y recostado en unos lujososalmohadones,elReysebalanceabasuavementedeladoalado.Mirabaentodasdireccionesconlamismaexpresiónasombradadeunhombrequesehubieraidoadormirborrachoyhubieradespertadoenunahabitaciónquenoeralasuya.

Su aspecto era lamentable. Un hombre inmensamente gordo, cuyo cuerpoparecíaunaenormecolina,envueltaenpielesysedasescarlatas,ycuyacabezase encontraba rehundida en los hombros debido al peso de una magnífica yreluciente corona. Unas pronunciadas ojeras bordeaban sus ojos saltones yvidriosos, y la punta rosácea de su lengua asomaba repetidas veces entre suspálidos labios con gesto nervioso. Los carrillos colgaban flácidos de lasmandíbulas y una gruesa papada de grasa envolvía su cuello, produciendo laimpresión de que su carne se estaba derritiendo y había empezado a resbalardesdeelcráneo.AsíeraelGranReyde laUnión,peroesono impidióque,alaproximarseaJezal,éstelosaludaraconunaleveinclinacióndecabeza.

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—Ah—dijoSuAugustaMajestad,comosiacabaradeacordarsedealgo—,por favor, levántense—un rumor volvió a alzarse en la salamientras todo elmundoseponíadepieyvolvíaatomarasiento.ElReysevolvióhaciaHoffconelceñofruncido,yJezalleoyódecir—:¿Quéhagoaquí?

—LosHombresdelNorte,SuMajestad.—¡Ah, sí! —los ojos del Rey se iluminaron. Hizo una breve pausa y

preguntó—:¿Quélespasa?—Mmm... —pero el Lord Chambelán se libró de responder, pues en ese

momento laspuertasquehabía alotro ladode la sala, lasmismaspor lasquehabíaentradoJezal,seabrieron.Doshombresdeaspectoextrañolasatravesaronyavanzaronporelpasillo.

Unodeelloseraunguerrerodepelocanoso,conunacicatrizyunojociego,quetraíaconsigounacajaplanademadera.Elotrovestíaunmantoprovistodeunacapuchaque leocultabael rostroyera tanaltoquehacíaque toda la salaparecieradesproporcionadaencomparación.Depronto,losescaños,lasmesas,incluso los propios guardias, parecieron versiones enminiatura de símismos,destinadosaservirdejuguetealosniños.Dosrepresentantesqueseencontrabanalladodelpasilloseencogieronyretrocedieronunospasoscuandopasójuntoaellos. Jezal torció el gesto. Dijera lo que dijera Lord Hoff, aquel giganteencapuchadonoteníapintadeserunportadordebuenasnoticias.UnmurmulloentreirritadoysuspicazresonóenlabóvedamientraslosdosHombresdelNortesesituabanenelenlosadofrentealamesapresidencial.

—¡Majestad—dijoelHeraldo,realizandounareverenciatanexageradaquehizoquesevieraobligadoaapoyarseensubastónparanocaerse—,elConsejoAbiertoconcedelapalabraaFenriselTemible,emisariodeBethod,ReydelosHombresdelNorte,yasuintérprete,HansulOjoBlanco!

ElRey llevabaunratocontemplandoabstraídamenteunode losventanalesdelaparedcurva,talvezadmirandoloshacesdeluzquesefiltrabanatravésdelas fastuosasvidrieras,pero,cuandoelviejoguerrero tuertocomenzóahablar,suscarrillostemblaronysevolvióhaciaél.

—Majestad, os traigo un fraternal saludo demi señor,Bethod,Rey de losHombresdelNorte—laRotondasehabíasumidoenunprofundosilencioyelruidodelasplumasdelossecretarioshabíaadquiridounvolumenabsolutamentedesproporcionado.Conunasonrisatensa,elviejoguerreroseñalóconlacabeza

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la gigantesca figura del encapuchado—. Fenris el Temible es portador de unapropuestadeBethodparaSuMajestad;deReyaRey.DelNortealaUnión.Unapropuestayunobsequio—acontinuaciónalzólacajademadera.

ElLordChambelánsonriómuyufano.—Háblenosprimerodelapropuesta.—Se trata de una propuesta de paz. Una paz perpetua entre nuestras dos

grandes naciones —Ojo Blanco volvió a hacer una reverencia. Tenía unosmodalesexquisitos, Jezalnopudomenosde reconocerlo.Nadaquevercon loquecabíaesperardeunossalvajesdelfríoylejanoNorte.Labuenavoluntaddesu discurso habría bastado para despejar las inquietudes de la cámara, de nohaber sidopor lapresenciade la sombraamenazantedelhombreencapuchadoquesealzabajuntoaél.

Noobstante,aloírlapalabrapaz,elsemblantedelReyseretorcióformandounalevesonrisa.

—Bien—musitó—.Magnífico.Paz.Excelente.Esbuenalapaz,sí.—Sólopideunapequeñacosaacambio—dijoOjoBlanco.Depronto,elsemblantedelLordChambelánhabíaadquiridounaexpresión

adusta,peroyaerademasiadotarde.—No tiene más que decirlo—dijo el Rey sonriendo con indulgencia. El

encapuchadodiounpasoadelante.—Angland—siseó.Se produjo unmomento de absoluto silencio y luego la sala estalló en un

verdadero estruendo. De la galería del público llegó una oleada de risas deincredulidad.Meed, con el rostro rojo de ira, estaba de pie pegando alaridos.Thuel se levantódelescaño tambaleándosee inmediatamenteunnuevoataquede tos le hizo caerse hacia atrás. Los bramidos de furia se fundían con losabucheos. El Rey miraba en todas direcciones con la misma dignidad de unconejoasustado.

Jezalnolequitabalosojosdeencimaalencapuchado.Viocómosacabaunamano enorme de lamanga y agarraba el broche de sumanto. Jezal parpadeósorprendido. ¿Eraazul esamano?¿Oesque la luz filtradapor lasvidrieras lehabíaengañadolavista?Elmantocayóalsuelo.

Jezal, con el corazón retumbándole en los oídos, tragó saliva. Era comomirar una herida horrible: cuanto mayor era la repulsión que sentía, más le

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costaba apartar la vista. Murieron las risas, murieron los gritos, y el enormeespaciovolvióaquedarsumidoenunprofundosilencio.

Despojadadesumanto,lafiguradeFenriselTemible,descollantejuntoasuempequeñecidointérprete,parecíaaúnmásdescomunal.Jezalestabasegurodeque en su vida había visto a un hombre más grande, eso suponiendo que setrataradeunhombre.Surostroseconvulsionabaadoptandotodotipodemuecasdedesdén.Susojossaltonesnoparabandepalpitaryparpadearmientraslanzabaalaconcurrenciaunasmiradasdementes.Susfinoslabiossonreían,gesticulabanysefruncíanporturnos.Perotodoaquelloresultabanormalencomparaciónconsurasgomásextraño.

Sucostadoizquierdoestabacubiertodeletrasdelacabezaalospies.Unadensamarañaderunastatuadasseextendíaporelladoizquierdodesu

cabeza rapada, atravesándole el párpado, el labio, el cuero cabelludo, la oreja.Una minúscula escritura azul recorría su robusto brazo izquierdo, desde suprominente hombro hasta la punta de sus dedos huesudos. Incluso su piedescalzo estaba cubierto de extraños caracteres. Un monstruo tatuado,gigantescoe inhumano,sealzabaenelmismísimocorazóndelgobiernodeLaUnión.Jezalestababoquiabierto.

En torno a la mesa había catorce Caballeros de la Escolta, todos ellosconsumadosguerrerosdesangrenoble.CercadecuarentaguardiasdelapropiacompañíadeJezal,todoselloscurtidosveteranos,sedistribuíanalolargodelapared.SuperabanaaquellosdosHombresdelNorteenunaproporcióndeveintea uno y estaban armados con los mejores aceros que podían suministrar lasRealesArmerías.FenriselTemibleestabadesarmado.Pormuyextrañoygrandequefuera,nopodíarepresentarningunaamenazaparaellos.

Pero Jezal no se sentía seguro. Se sentía solo, débil, desvalido yterriblementeasustado.Teníaunaespeciedehormigueoenlapielylabocaselehabía quedado completamente seca. Sintió unas ganas irresistibles de salircorriendo,deesconderseynovolverasalirjamás.

Yaquelextrañoefectonoselimitabaaélnialosqueseencontrabanenelentorno de la mesa presidencial. Las risas indignadas se fueron tornando engorgoteosdeespantoconformeelmonstruo tatuadosegiraba lentamenteenelcentrodelsuelocircular,mirandoalamultitudconsusojospalpitantes.Meedseencogióensuescaño,desuanteriorfurianoquedabanirastro.Dosnotablesde

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laprimerafilallegaroninclusoatreparporelrespaldodesusescañosparairsealafiladedetrás.Otrosapartabanlavistaosetapabanlacaraconlasmanos.Lalanzadeunsoldadoseestrellóruidosamentecontraelsuelo.

FenriselTemiblesevolviólentamentehacialamesapresidencial,alzóunode sus enormes puños tatuados, abrió el pozo negro de su boca y un horribleespasmosacudiósusemblante.

—¡Angland! —soltó con un grito mucho más aterrador y potente quecualquiera de los proferidos por el Lord Chambelán. Los ecos de su vozrebotaronenlacúpuladeltechoyresonaronenlasparedescurvas,llenandoelamplioespaciodeunestruendoquetaladrabalosoídos.

UnodelosCaballerosdelaEscoltadiounpasoatrás,seresbalóysupiernachocóconelbordedelamesapresidencialconunecometálico.

El Rey se encogió y se cubrió el rostro con una mano; entre sus dedosasomabaunojoaterrorizadoylacoronatemblabasobresucabeza.

Laplumadeunodelossecretariosresbalóentresusdedosparalizados.Otrosehabíaquedadoconlabocaabierta,mientrassumano,porpurainercia,seguíamoviéndosesobreelpapel.Sobrelosesmeradosrenglonesquellevabaescritosgarabateóunapalabra:

Angland.ElrostrodelLordChambelánestabapálidocomolacera.Alargólentamente

lamanoparaagarrarlacopayselallevóaloslabios.Estabavacía.Conmuchocuidado, volvió a dejarla en lamesa, pero lasmanos le temblaban, y la baserepiqueteósobrelamadera.Esperóunosinstantes,respirandopesadamenteporlanariz,yluegodijo:

—Obviamente,esapropuestaesinaceptable.—Esunalástima—dijoOjoBlanco—,peroaúnnosquedaelobsequio.—

Todas lasmiradas sevolvieronhacia él—.EnelNorte tenemosuna tradición.Cuandolaocasiónlorequiere,cuandoexisteunarencillaentredosclanesohayamenazadeguerra,cadaunodelosbandospresentauncampeónquecombatiráporsugenteparaquedeesaformaladisputaseresuelva...conunasolamuerte.—Acontinuación, levantóconmuchaparsimonia la tapadelacajademadera.Dentrohabíaunpuñalmuylargoconunahojarelucientecomounespejo—.SuMajestadBethod no ha enviado al Temible solamente en calidad de emisario,sino también para que sea su campeón. Si se acepta su desafío, luchará por

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Anglandyosahorraráunaguerraquenopodéisganar—actoseguido,alzó lacajayselapresentóalmonstruotatuado—.Éseeselobsequioqueoshacemiamo,ynopuedehaberotromejor...vuestrasvidas.

LamanoderechadeFenrissaliódisparada,arrancóelpuñaldelacajaylosostuvo en alto: su hoja refulgía iluminada por la luz de los ventanales. Loscaballeros tendrían que haberse abalanzado sobre él. Jezal debería haberdesenvainado.TodosdeberíanhabercorridoadefenderalRey,perolociertoesque nadie se movió. Todas las bocas estaban abiertas, todos los ojoscontemplabanhipnotizadosaquellapuntadeaceroresplandeciente.

Lahojaseprecipitóhaciaabajo.Supuntaatravesólimpiamentelapielylacarne hasta quedar hundida a la altura de la empuñadura. Luego emergiógoteandosangreporeldorsodelbrazotatuadodeFenris.Elrostrodelgigantesecontrajo,aunquetampocomuchomásdeloqueestabaantes.Mientrasestirabalos dedos y alzaba el brazo para que todo el mundo pudiera verlo, la hojaoscilaba grotescamente.Un constante goteo de sangre salpicaba el suelo de laRotondadelosLores.

—¿Quién va a luchar conmigo?—gritó, tensando todos los tendones delcuello.Suvozcasihacíadañoaloído.

Silencio absoluto. En esemomento, el Heraldo, que era quien estabamáscercadelTemibleyyaestabaderodillas,sedesmayóycayódebrucesalsuelo.Fenrissevolvió.Susojosdesorbitadosseclavaronenelmáscorpulentodeloscaballerosformadosdelantedelamesa,alque,noobstante,sacabaunacabeza.

—¿Tú?—siseó. Los pies del pobre desdichado rasparon el suelomientrasretrocedía; en aquel momento debía de estar deseando haber sido enano denacimiento.

BajoelcododeFenrisseibaformandounoscurocharcodesangre.—¿Tú?—legruñóaFedordanMeed—.Latezdeljovenadquirióunaleve

tonalidadgrisáceaylosdienteslecastañetearon;enaquelmomentohabríadadoloquefueraporserhijodeotrapersona.

Parpadeando convulsivamente, los ojos del gigante recorrieron los rostroscenicientosdelamesapresidencial.LagargantadeJezalsecontrajocuandolosojosdeFenrissecruzaronconlossuyos.

—¿Tú?—Bueno, me encantaría, pero esta tarde estoy bastante liado. ¿Qué tal

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mañana?—no le pareció que fuera su propia voz la que había dicho aquello.Desdeluego,nohabíasidosuintencióndecirlo.Pero¿quiénibaasersino?Laspalabras se esparcieron plácidamente por el aire, ascendiendo hacia la doradacúpuladeltecho.

Seoyeronunascuantasrisasaisladasyalguiengritó:«Bravo»,desdealgúnlugarsituadoasuespalda,peroelTemibleseguíaconlosojosclavadosenJezal.Esperóaqueseapagaranlosmurmullosyluegoretorciólabocaformandounahorriblemuecalasciva.

—Mañana, pues—susurró. Jezal sintió que se le revolvían las tripas. Lagravedaddelasituaciónseabatiósobreélconlacontundenciadeunatoneladaderocas.¿Lucharél,coneso?

—No—era el LordChambelán. Seguía estando pálido, pero su voz habíarecobradobuenapartedesuvigor.Jezalseanimóunpocoyluchóvirilmentepormantenersusintestinosbajocontrol—.¡No!—gritódenuevoHoff—¡Novaahaber ningún duelo! ¡No hay ninguna disputa que resolver! ¡Según la leyantigua,AnglandformapartedeLaUnión!

HansulOjoBlancosoltóunacarcajada.—¿Quéleyantigua?AnglandpertenecealNorte.Hacedoscientosaños los

hombresdelNortevivíanallí en libertad. ¡Peroustedesnecesitabanhierro, asíquecruzaronelmar,acabaronconellosylesrobaronlastierras!Debosuponer,portanto,queserefierealaleymásantiguaqueexiste:laleydelmásfuerte—susojosseentrecerraron—.¡Tambiénnosotrosnosguiamosporesaley!

Fenris elTemible se arrancó el puñaldel brazo.Cayeronunaspocasgotasmásenlaslosasdelsuelo,peroesofuetodo.Noseapreciabaningunaheridaenla carne tatuada. No había dejado ninguna señal. El puñal se estrellóruidosamentecontralasbaldosasyquedótiradoenmediodelcharcodesangre.Fenris echó una última mirada a la asamblea con sus frenéticos ojos y, acontinuación, se dio la vuelta, cruzó a grandes zancadas el suelo y empezó aascenderporelpasillo.Alverlovenir,losLoresylosapoderadosseapresuraronaapartarse.HansulOjoBlancohizounapronunciadareverencia.

—Tal vez llegue el momento en que lamenten no haber aceptado nuestrapropuestaonuestroobsequio.Tendránnoticiasnuestras—dijoconvoztranquilay, luego,dirigiéndosealLordChambelán,alzó tresdedos—.Cuando llegueelmomento,enviaremostresseñales.

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—¡Pormícomosienvían trescientas—ladróHoff—,peroestapantomimasehaterminado!

HansulOjoBlancoinclinócortésmentelacabeza.—Tendrán noticias nuestras —se dio la vuelta y, siguiendo a Fenris el

Temible, abandonó laRotonda.Las enormes puertas se cerraron con un golpeseco.Laplumadelsecretariomáscercanorascódébilmenteelpapel.

Tendránnoticiasnuestras.Fedor dan Meed, que tenía las mandíbulas apretadas y sus agraciadas

faccionescontraídasderabia,sevolvióhaciaelLordChambelán.—¿Éstaseranlasbuenasnoticiasqueteníaquellevaramipadre?—aulló.El Consejo Abierto estalló. Todo el mundo bramaba, chillaba y soltaba

imprecacionesadiestroysiniestro:uncaosdelapeorespecie.Hoffselevantódeunsalto,tirandolasillahaciaatrás,yarticulóuntorrente

depalabras iracundasquequedaronahogadasporel tumultoque reinabaen lacámara.Meedlediolaespaldayabandonóelrecintohechounbasilisco.OtrosdelegadosdeAnglandselevantaroncongestosombríoysiguieronalhijodesuLordGobernador.Hoff,lívidodefuria,selosquedómirandomientrassuslabiosseguíanpronunciandopalabrasinaudibles.

JezalviocómoelReysequitabalentamentelamanodelrostroyseinclinabahaciaelLordChambelán.

—¿CuándodicenquevanaveniresosHombresdelNorte?—susurró.

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ElReydelosHombresdelNorte

Logen respiró hondo y contempló la vista, disfrutando de ladesacostumbrada sensación que producía el frescor de la brisa en susmejillasreciénafeitadas.

Comenzaba a alborear la mañana. Las neblinas del amanecer ya casi sehabíandisipadoy,desdeelbalcónde lahabitaciónqueocupabaen loaltodellateral de una de las torres de la biblioteca, se divisaba un vasto paisaje. Elamplio valle se extendía a sus pies, dividido en una serie de estratosperfectamente diferenciados. En lo alto quedaban los grises y los blancosdesleídos del cielo velado. Luego venía la franja aristada que formaban lososcuros riscos que bordeaban el lago, tras la que asomaban las pálidastonalidadespardasdeotrasmontañasaúnmáslejanas.Seguíaelverdeoscurodelascolinasarboladasy,luego,laestrechacurvagrisdelosguijarrosdelaplaya.El paisaje entero, como si fuera un difuso universo paralelo de imágenesinvertidas,quedabareflejadoasuvezenelespejoinmóvildelasaguasdellago,queocupabalaparteinferior.

Logen bajó la vista y miró sus manos, que descansaban en la desgastadapiedradelabarandaconlosdedosextendidos.Nirastrodesuciedad,nisiquierahabíasangresecabajosusuñasagrietadas.Selasveíapálidas,suaves,rosáceas,desconocidas. Hasta las costras y los rasguños de sus nudillos estaban casicurados.Hacíatantotiempoquenoestabalimpio,quehabíaolvidadoloqueerateneresasensación.Ahoraquehabíaperdidosuhabitualcapademugre,grasaysudorreseco,susnuevasropasleresultabanásperasaltacto.

Mientrascontemplabalasmansasaguasdellago,limpioybienalimentado,

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sesentíaunhombrenuevo.Poruninstantesepreguntóquétalresultaríaaquelnuevo Logen, pero la piedra desnuda de la baranda le devolvió la visión delhuecoquehabíadejadosudedoperdido.Esonosecuraríanunca.SeguíasiendoNuevededos,elSanguinario,yjamásdejaríadeserlo.Anoserqueperdieramásdedos.Peroalmenosolíamejor,deesonohabíaduda.

—¿Ha dormido bien, maese Nuevededos? —Wells se encontraba en elumbralmirandohaciaelbalcón.

—Comounniño—Logennosesintiócapazdedecirlealviejomayordomoque había dormido al aire libre. El primer día había probado la cama, pero lehabíaresultadoimposibleacostumbrarsealacomodidaddelcolchónyalabrigode las mantas, y se había pasado toda la noche dando vueltas. Luego habíaprobado el suelo. Había supuesto una ligera mejora. Pero el aire le seguíapareciendo demasiado confinado, insípido, viciado. Las pesadas piedras deltechoseleveníanencimacomosifueranaaplastarle.Sólocuandosetumbóenlas duras losas del balcón, abrigado con su vieja zamarra y bajo la únicacoberturade lasnubesy lasestrellas,consiguióconciliarel sueño.Noes fácilromperconciertoshábitos.

—Tienevisita—dijoWells.—¿Yo?LacabezadeMalacusQuaiasomóporelmarcodelapuerta.Teníalosojos

unpocomenoshundidosysusojerasyanoestabantanmarcadas.Supielteníaun pocomás de color y sus huesos un pocomás de carne. Ya no parecía uncadáver,solamenteunpocodemacradoyenfermizo,másomenoscomocuandoseencontraronlaprimeravez.Logensupusoqueelaprendiznodebíadetenernuncaunaspectomássaludablequeese.

—¡Ja!—rióLogen—¡Hassobrevivido!El aprendiz avanzó hacia él asintiendo con gesto cansado. Iba envuelto en

unagruesamantaquearrastrabaporelsueloyleimpedíacaminarconsoltura.Entró en el balcón y se quedó parpadeando y aspirando el frescor del airematinal.

Logennosehabíaimaginadoquesealegraríatantodeverlo.Pecandotalvezde un exceso de cordialidad, le palmeó en la espalda como si fuera un viejocamarada. El aprendiz se tambaleó, se enredó los pies con lamanta y, de nohaberlesostenidoLogenconunbrazo,habríaidoapararalsuelo.

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—Me parece que todavía no estoy listo para el combate —musitó Quaiesbozandounasonrisa.

—Tienesmuchomejoraspectoquelaúltimavezquetevi.—Tambiénusted.Veoquehaperdidolabarbay tambiénelolor.Conunas

cuantascicatricesmenospareceríacasiunsercivilizado.Logenalzólasmanos.—Esojamás.Wellsseagachóparatraspasarelumbralysalióalabrillanteluzmatinal.En

unamanotraíauntrapoenrolladoyuncuchillo.—¿Mepermitequeecheunvistazoaesebrazo,maeseNuevededos?Logen ya casi se había olvidado del corte. No había sangre fresca en la

venda,ycuandose laquitaron,aparecióuna largacostradeunmarrón rojizo,bordeadadepielrosácea,quecasilellegabadesdelamuñecahastaelcodo.Nodolía,sólopicabaunpoco.Lacostraatravesabadoscicatricesanteriores.Sinorecordabamal,unadeellas,unaauténticaobradeartedebordes irregularesycolorgrisáceo,selahabíahechocombatiendoconTresárboleshacíaunmontónde años. Logen sonrió al recordar la tunda que se habían propinado el uno alotro. La segunda, que se encontraba algomás arriba y no resaltaba tanto, norecordaba cuándo se la había hecho. Ocasiones, desde luego, no le habíanfaltado.

WellsseinclinóyexaminólacarnequerodeabalaheridamientrasQuaiseasomabadisimuladamenteporencimadesuhombro.

—Vabastantebien.Cicatrizaustedrápido.—Tengomuchapráctica.WellslevantólavistayexaminóelcortequeteníaLogenenlacara,queya

sehabíaconvertidoenotratenuelínearosada.—Ya veo. ¿Me tomaría por un idiota si le aconsejara que en el futuro

procuraraevitarlosobjetospunzantes?Logensoltóunarisotada.—Locreaono,siempreheprocuradoevitarlos.Pero,pormásempeñoque

pongo,siempreselasarreglanparadarconmigo.—Enfin,esperoqueésteseaelúltimovendajequenecesite—dijoelviejo

sirviente,y,actoseguido,cortóuntrozodetrapoyenvolviócuidadosamenteelantebrazodeLogen.

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—Yo también—dijoLogenmientras doblaba los dedos—.Yo también—peroteníaseriasdudas.

—Prontoestarálistoeldesayuno—Wellslosdejóasolasenelbalcón.Permanecieronunratoensilenciohastaquedeprontosoplódesdeelvalle

unarachadevientofrío.Quaiseestremecióysearropóconlamanta.—Allí... en el lago. Podía haberme abandonado. Yo mismo me habría

abandonado.Logenfruncióelceño.Hubounaépocaenquelohabríahechosinpensárselo

dosveces,perolascosascambian.—En tiempos abandoné amuchas personas. Pero supongoque estoy harto

delmalcuerpoquetedeja.Elaprendizfrunciólabocaysuvistaseperdióenelvalle,enlosbosques,en

laslejanasmontañas.—Nuncaanteshabíavistomataraunhombre.—Mejorparati.—Ustedhavistomuchasmuertes,¿verdad?Logen torció el gesto. De joven, le hubiera encantado responder a esa

pregunta.Sehabría jactadocomounfanfarrón,habríaenumeradounoporunotodosloscombatesenlosquehabíatomadoparte,todoslosGrandesGuerrerosalos que había dado muerte. Ya no sabía decir cuándo se había secado aquelorgullo.Habíaocurridomuypocoapoco.Amedidaque lasguerras se fueronvolviendocadavezmás sangrientas, amedidaque lascausas seconvertíanenmeras excusas, amedidaque los amigoshabían idovolviendounoporuno albarro.Logenserascólaorejaysepalpólamuescaquelehabíadejadolaespadade Tul Duru hacía ya tanto tiempo. Podría haberse callado. Pero, por algunarazón,sentíalanecesidaddesincerarse.

—He combatido en tres campañas —comenzó—. En siete encarnizadasbatallas.Eninnumerablesincursiones,escaramuzasydefensasdesesperadas,entodotipodeaccionessangrientas.Hecombatidoenmediodeventiscas,bajoelazotedelosvientos,enmitaddelanoche.Nohahabidounsolomomentodemivida en que no estuviera luchando con uno u otro enemigo, con uno u otroamigo. Nunca he conocido nada más. He visto matar a un hombre por unapalabra,porunamirada,porcualquiertontería.Enciertaocasión,lamujerdeuntipoalquehabíamatadomeatacóconuncuchilloylaarrojéaunpozo.Yeso

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no es nimuchomenos lo peor quehehecho.Lavidaparamí tenía elmismovalor que una mota de polvo. Menos seguramente. Luché en diez combatessingularesylosganétodos,perosiemprecombatíenelbandoequivocadoyporrazones equivocadas. He sido implacable, brutal, cobarde. He apuñalado ahombres por la espalda, los he quemado vivos, los he ahogado, los hemachacadocontraunaroca.Loshematadomientrasdormían,mientrasestabandesarmados, mientras trataban de huir. Yo mismo he huido en más de unaocasión.Meheorinadoencimademiedo.He rogadocon lágrimasen losojosquenomemataran.Mehanheridogravementeeninnumerablesocasionesyhegritado y berreado como un bebé al que su madre le retira la teta. Estoyconvencidodequeelmundohabríasidounlugarmáshabitablesimehubieranmatadohacemuchosaños,peronohasidoasí,y, laverdad,no logroentenderporqué—bajólavistaymirósusmanos, limpiasyrosadassobrelapiedra—.Haypocoshombresquetenganlasmanosmásmanchadasdesangrequeyo.Delosqueyoconozco,ninguno.MisenemigosmellamanelSanguinario,ytengomuchos.Muchosenemigosycadavezmenosamigos.Lasangresólo traemássangre.Ahoramesigueatodaspartescomosifueramisombra,yaligualquesucedeconmisombra,nuncapodrélibrarmedeella.Además,noseríajusto.Meloheganado.Melomerezco.Yomelobusqué.Esmicondena.

Esofuetodo.Logensoltóunsuspiroentrecortadoysequedócontemplandoellago.Nosesentíacapazdemiraralhombrequeteníaasulado,noqueríaverlaexpresióndesurostro.¿AquiénpuedeagradarlesaberqueandaencompañíadelSanguinario?Deunhombrequehacausadomásmuertesqueunaepidemiayconidénticaomayorindiferencia.Contodosesoscadáveresdepormedioyanopodríanseramigos.

SintiólamanodeQuaipalmeándoleelhombro.—Bueno,bueno—dijoelaprendizsonriendodeorejaaoreja—,elcasoes

queamímesalvólavida,yyoleestoyinfinitamenteagradecidoporello.—Esteañohesalvadoaunhombreysólohematadoacuatro,hevueltoa

nacer—losdosserieronagusto.Unalivio.—Hombre,Malacus,demodoqueyaestáotravezconnosotros.Sedieron lavuelta.Quai, tropezandocon lamantayconun levegestode

angustia. El Primero de losMagos, vestido con una larga camisa blanca quellevabaarremangadahastaloscodos,seencontrabadepieenelumbral.ALogen

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seguíapareciéndolequeteníamáspintadecarniceroquedeMago.—MaestroBayaz...esto...ahoramismoibaairaverle—tartamudeóQuai.—¡Nome diga!Entonces ha sido una suerte para los dos que seme haya

ocurridopasarmeporaquí—elMagoentróenelbalcón—.Semeocurrequeunhombrequeseencuentralobastantebienparahablar,reíryaventurarseasalirfueraconelfrescoquehacedebedeencontrarsetambiénlobastantesanoparaleer,estudiarydesarrollarsuminúsculocerebro.¿Austedquéleparece?

—Indudablemente...—¡Indudablemente, sí! Dígame, ¿progresa usted en sus estudios? —al

desdichado aprendiz se le veía bastante confuso—.Adecir verdad,meparecequeestánuntanto...¿estancados?

—¿No progresó su lectura de los Principios del Arte de Juvens mientrasanduvoperdidoporlascolinasacausadelmaltiempo?

—Hummm...nomucho...laverdad.—¿Y qué me dice de su conocimiento de las historias? ¿Progresó mucho

mientrasmaeseNuevededosletraíaalabibliotecaalhombro?—Hummm...metemoque...tampoco.—Pero seguro que ha practicado sus ejercicios y meditaciones mientras

estuvoinconscientelasemanapasada,¿eh?—Hummm...bueno...no,lainconscienciamelo...mmm...—Dígameunacosa,¿creeque,porasídecirlo,vaustedbastanteadelantado

ensusestudios?¿Omásbienretrasado?Quaiagachólacabeza.—Yaestabaretrasadocuandopartí.—Entalcaso,talvezpuedadecirmedóndepiensapasarelrestodeldía.Elaprendizlevantólavistaesperanzado.—¿Enmiescritorio?—¡Excelente!—enel rostrodeBayazsedibujóunaamplia sonrisa—¡Iba

yoasugerírselo,perosemehaadelantadousted!¡Suinterésporaprenderdicemucho en su favor!—Quai asintiómoviendo enérgicamente la cabeza y saliódisparadohacialapuerta,arrastrandoelfaldóndelamantaporlaslosas.

—Bethodestádecamino—susurróBayaz—.Llegaráhoymismo—aLogense le borró la sonrisa de los labios y sintió que se le formaba un nudo en lagarganta.Nohabíaolvidadosuúltimoencuentro.Seviocaídodebrucesenel

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suelodelgransalóndeBethodenCarleon:machacado,roto,encadenadodelospiesalacabeza,chorreandosangresobreunmontóndepajaydeseandounasolacosa,queacabaranconélcuantoantes.Luego,sindarleningunaexplicación,lehabíadejadomarchar.Learrojaronpor laspuertasde lafortaleza, juntoconelSabueso,Tresárboles,elFlojoylosdemás,yledijeronquenoregresaranunca.Nunca. Era la primera vez que Bethod mostraba un atisbo de compasión, yLogennoalbergabaningunadudadequetambiénseríalaúltima.

—¿Hoy?—preguntó,tratandodequesuvoznosonaraalterada.—Sí,ybienpronto.ElReydelosHombresdelNorte.¡Ja!¡Seráarrogante!

—BayazmiródereojoaLogen—.Vieneapedirmeunfavor,ymegustaríaqueustedestuvierapresente.

—Nocreoquelehagamuchagracia.—Deesosetrata.Elvientoparecíamásfríoqueantes.NovolveraveraBethodjamásyasería

verlo demasiado pronto. Pero hay cosas que no se pueden evitar. Es mejorhacerlas sinmás para no tener que vivir con esemiedo. Eso es lo que habríadichoelpadredeLogen.Respiróhondoyseirguió.

—Allíestaré.—Estupendo.Entoncesyasóloquedaunacosaporhacer.—¿Elqué?Bayazesbozóunasonrisacómplice.—Vaanecesitarunarma.Los sótanos de la biblioteca eran un lugar muy seco, muy oscuro y

extremadamente desconcertante. Habían subido y bajado escaleras, dobladorecodos, atravesado varias puertas, tirado unas veces a la izquierda, otras a laderecha.Parecíaunamadrigueralaberíntica.LogenconfiabanoperderdevistalatenueluzdelaantorchadelMago,porque,sino,podíapasarseelrestodesusdíasencerradodebajodelabiblioteca.

—Un ambiente muy seco el de aquí abajo, muy seco, sí, señor —ibadiciendoparasíBayaz.Alhablarsuvozresonabaporlospasadizosfundiéndoseconelsuavegolpeteodesuspisadas—.Nohaynadapeorparaloslibrosquelahumedad—de pronto, se detuvo delante de una pesada puerta—.Ni para lasarmas—empujólevementelapuerta,queseabriósinhacerruido—.¿Havisto?¡Llevaba años sin abrirse, pero los goznes siguen estando tan suaves como la

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mantequilla! ¡A eso le llamo yo un trabajo bien hecho! ¿Por qué nadie sepreocupará ya por hacer bien las cosas? —Bayaz pasó adentro sin esperarrespuestayLogenlosiguió.

La antorcha del Mago iluminó una alargada sala de techo bajo y muroslabradosconsillaresdepiedrabastacuyofondoseperdíaentrelassombras.Unasucesión de baldas y estantes se alineaba a ambos lados de la sala y el sueloestaba repleto de cajas y percheros, todo ello lleno a rebosar con un caóticoconjunto de armas y armaduras. Mientras Bayaz avanzaba por el enlosadosorteandoarmasyechandounvistazoasualrededor,lashojas,laspuntasylaspulidassuperficiesdemaderaymetalatrapabanlaluzvacilantedelaantorcha.

—Hermosa colección—murmuró Logen mientras seguía al Mago por enmediodeaqueldesorden.

—Unmontóndechatarra,ensumayorparte,perodebedehaberalgunaqueotracosaquevalgalapena—Bayazcogióelcascodeunaavejentadaarmaduradechapadoradaylocontemplóconelceñofruncido—.¿Quélepareceesto?

—Lasarmadurasnosonlomío.—No,claro,noesustedesaclasedepersona.Ningúnproblemasi sevaa

caballo,supongo,perounincordiosihayquemarcharapie—arrojóelcascoalpercherodedondelohabíacogidoy,luego,mirópensativamentelaarmadura—.Unavezquesehametidounodentro,¿cómoseorina?

Logenfruncióelceño.—Mmm...—dijo,peroBayazavanzabayaporlasalallevándoseconsigola

luz.—Debe haber utilizado un buen número de armas en su época, maese

Nuevededos.¿Tienealgunapreferencia?—La verdad es que no—dijo Logen agachándose para no darse con una

alabardaroñosaquesobresalíadeunperchero—.Uncampeónnuncasabeconquéarmaselevaapedirquecombata.

—Claro, claro—Bayaz cogió una lanza muy larga con una amenazadorahojadentadaylaagitóenelaire.Logendiounpasoatrásporsilasmoscas—.Muymortífera,sinduda.Esfácilmantenerarayaaunhombreconunacosaasí.Perounhombreprovistodeunalanzanecesitacontarconmuchoscompañerosyque ellos también estén provistos de lanzas—Bayaz la volvió a meter en labaldayreemprendiólamarcha.

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—Ésta de aquí tiene un aspecto que asusta —el Mago agarró el mangonudosodeunaenormehachadedoblehoja—.¡Demonios!—exclamótensandolasvenasdelcuelloallevantarla—.¡Vayasipesa!—lasoltóensusitioconungolpesecoquehizovibrarlabalda—.¡Conunarmatostecomoéseesfácilmataraunhombre! ¡Inclusopartirle endosdeun tajo! ¡Siempreque se estéquieto,claro!

—Estoesmejor—dijoLogen.Setratabadeunaespadabastantesencillayde aspecto sólido que estaba enfundada en una desgastada vaina de cueromarrón.

—Oh,sí,sinduda.Muchísimomejor.Esahoja laforjóelMaestroCreadorKanediasconsuspropiasmanos—BayazleentregóaLogenlaantorchaysacólaalargadaespadadelabalda.

—Dígameunacosa,maeseNuevededos,¿sehafijadoalgunavezlodistintaqueesunaespadadetodaslasdemásarmas?Lashachas,lasmazasytodoesetipodecosascuelgandelcintocomoseresinanimados—Bayazrecorrióconlamirada la empuñadura, una simple pieza de metal, surcada de muescas paramejorarelagarre,queresplandecíabajolaluzdelaantorcha—.Encambio,lasespadas...lasespadastienenvoz.

—¿Eh?—Envainadapocopuededecir,desde luego,perobastaconponer lamano

sobrelaempuñaduraparaquecomienceasusurrarlealoídoatuenemigo—susdedos ciñeron con firmeza la empuñadurade la espada—.Un leve aviso.Unapalabradeadvertencia.¿Laoye?

Logenasintiómoviendolentamentelacabeza.—Bien—murmuró Bayaz—, ahora compare esa voz y la de la espada a

mediodesenvainar—mediometrodemetalsaliódelavainaemitiendounsiseoydejandoaldescubiertounaletradeplataquebrillabacercadelaempuñadura.Lahojapropiamentedichaeramate,peroelfilodesprendíaungélidoresplandor—. Ya habla más alto, ¿verdad? Susurra una funesta amenaza. Hace unamortíferapromesa.¿Laoye?

Logenasintiódenuevomientrascontemplabahipnotizadoelresplandecientefilodelarma.

—Ahoracompárelaconlavozdelaespadacompletamentedesenvainada—la espada salió entera de la vaina con un leve tintineo y Bayaz la alzó hasta

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dejarlasuspendidaaunospocoscentímetrosdelrostrodeLogen—.Ahoragrita,¿verdad?¡Gritaretadora!¡Bramasudesafío!¿Laoye?

—Hummm—dijoLogenechándosehaciaatrásybizqueandounpocoparapoderverlabrillantepuntadelaespada.

Para gran alivio de Logen, Bayaz bajó la espada y volvió a enfundarlasuavementeensuvaina.

—Sí, las espadas tienen voz. Las hachas, las mazas y otras armas por elestilo serán todo lo letales que se quiera, pero una espada es un arma sutil,adecuada para un hombre sutil. Usted, maese Nuevededos, es un hombrebastantemássutildeloqueaparenta—LogenfruncióelceñomientrasBayazletendíalaespada.Lehabíanacusadodemuchascosasalolargodesuvida,peronuncade ser sutil—.Considérelounobsequio.Una formadedarle lasgraciasporsusbuenosmodales.

Logensequedópensativo.Nohabíadispuestodeunarmadecentedesdequecruzólasmontañas,ynolehacíademasiadagraciavolverateneruna.PeroibaavenirBethod,ybienpronto.Mejortenerla,aunquenolaquisiera,quenotenerlay luego echarla en falta.Mil vecesmejor.Con ese tipode cosasmásvale serrealista.

—Se loagradezco—dijoLogen,cogiendo laespadademanosdeBayazydevolviéndolelaantorcha—.Creo.

El pequeño fuego que chisporroteaba en la chimenea caldeaba la sala ycreabaunaatmósferacómodayacogedora.

Pero Logen no se sentía nada cómodo. Se encontraba de pie junto a laventana, mirando el patio que había debajo en un estado de nerviosismo,inquietudyaprensiónbastanteparecidoalquesolíaasaltarleantesdeentablaruncombate.Bethodyanotardaríaenllegar.Estabaahífuera,enalgunaparte.Enelcaminoquecruzabalosbosques,pasandoentrelosdosmonolitos,atravesandoelpuenteofranqueandolaspuertas.

El Primero de los Magos, en cambio, no parecía estar nada tenso. Seencontrabacómodamentesentadoensusilla,conlospiesapoyadosenunamesadondereposabauna largapipademadera,hojeandounpequeño librode tapasblancasconunasonrisaenloslabios.Costabatrabajoimaginaraalguienconunairemástranquilo,peroesosóloservíaparaqueLogensesintieraaúnpeor.

—¿Esbueno?—preguntóLogen.

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—¿Esbuenoelqué?—Ellibro.—Oh, sí. Es elmejor de los libros.Los Principios del Arte de Juvens, la

piedra angular de mi orden—Bayaz señaló con la mano que tenía libre losestantesquecubríandosdelasparedesyloscientosdelibrosidénticosaaquelque se distribuían ordenadamente por ellos—. Son todos el mismo. Un sololibro.

—¿Uno?—Los ojos de Logen recorrieron los gruesos lomos blancos quellenabanlaestantería—.Unlibrobienlargo,desdeluego.¿Lohaleídoentero?

Bayazserió.—Oh,sí,variasveces.Todoslosmiembrosdemiordentienenqueleerloy,

llegadoelmomento,hacersesupropiacopiamanuscrita—diolavueltaallibropara queLogenpudiera verlo. Sus páginas estaban repletas de unos renglonesconunossímbolostanprimorosamentetrazadoscomoininteligibles—.Yocopiééstehacemucho.Tambiénusteddeberíaleerlo.

—Nosoymuyaficionadoalalectura.—¿No? —preguntó Bayaz—. Una pena —pasó de página y continuó

leyendo.—¿Y ése de ahí?—en lo alto de uno de los estantes, separado del resto,

había un libro tumbado, un grueso volumen negro con el lomo bastantedesgastado—.¿TambiénloescribióJuvens?

Bayazlevantólavistayfruncióelceño.—No.Éseloescribiósuhermano—sepusodepie,seestiróylobajódela

estantería—. Éste trata de otro tipo de conocimiento —abrió el cajón de suescritorio,metióellibrodentroylocerródegolpe—.Mejordejarlosolo—dijo.Luego,tomóasientoyvolvióaabrirLosPrincipiosdelArte.

Logenrespiróhondo,posósumanoizquierdaenlaempuñaduradelaespaday sintió el tacto del fríometal en la palma de lamano.No era una sensacióndemasiado tranquilizadora. Soltó la mano, se volvió hacia la ventana y miróhaciaabajo.Alinstantesintiócómoelaireselequedabaatoradoenlagarganta.

—YaestáaquíBethod.—Bien,bien—musitóBayazcontonoausente—.¿Quiénvieneconél?Logenescudriñólastresfigurasquehabíaenelpatio.—Scale—dijo frunciendoelceño—.Yunamujer.No la reconozco.Están

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desmontando—Logensehumedecióloslabios—.Yaentran.—Sí,sí—murmuróBayaz—,es la formahabitualde llegaraunareunión.

Tratedecalmarse,amigomío.Respirehondo.Logenapoyólaespaldaenelmuroencalado,cruzólosbrazosytomóaire.

Nolesirviódenada.Elnudoqueteníaenelpechosetensóaúnmás.Oyóunospasospesadosqueseacercabanporelpasillo.Elpomodelapuertagiró.

Scalefueelprimeroenentrar.ElhijomayordeBethodsiemprehabíasidocorpulento,inclusodeniño,perodesdelaúltimavezquelevieraLogensehabíavuelto un auténtico monstruo. Su cabeza roqueña parecía casi un añadido deúltima hora, destinado a coronar aquella masa de músculos, y el cráneo eraconsiderablementemásestrechoqueelcuello.Teníalasmandíbulascuadradas,lanarizeraunaespeciede tacogruesoy losojos,pequeñosy saltones, teníanuna mirada iracunda y arrogante. Al igual que su hermano Calder, sus finoslabiosestabanretorcidosenunrictuspermanentededesdén,sóloqueenellossepercibíamuchamenosastuciaybastantemásbrutalidad.DesucaderacolgabaunpesadosableysumanocarnosasemanteníapróximaaélmientrasmirabaaLogenconcaradepocosamigos.

Luegoentrólamujer.Eraalta,esbeltaydeunapalidezcasienfermiza.Susojos rasgados eran tan estrechos y fríos como los de Scale eran saltones eiracundos, y la espesa capa de maquillaje negro de la que estaban rodeadosresaltabaaúnmásesaestrechezyfrialdad.Ensuslargosdedosllevabaanillosdeoro; en sus finos brazos, dorados brazaletes, y en su pálido cuello, cadenasdoradas.Nadamásentrar,susglacialesojosazulesinspeccionaronlasala,ycadacosaenlaquesefijabanohacíasinoacrecentarsuexpresiónderepugnanciaydesdén.Elmobiliarioprimero,luegoloslibros,muyespecialmenteLogeny,porencimadetodo,Bayaz.

Por finentróel sedicenteReyde losHombresdelNorte,y lohizoconunporte más magnífico que nunca, engalanado con ricos tejidos de colores yexóticas pieles blancas. Una gruesa cadena de oro rodeaba sus hombros y sucabezaestabaceñidaporunarodeoroconunsolitariodiamantedeltamañodeunhuevo.EnsucararisueñahabíamásarrugasdelasquerecordabaLogen,ytantosucabelleracomosusbarbasestabanjaspeadasdegris,peroseguíaigualdealto,igualdeenérgicoeigualdeapuesto,y,además,parecíahaberadquiridoun aire de autoridad y sabiduría, demajestad incluso.Un gran hombre de los

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piesalacabeza,unhombresabio,unhombrejusto.Unreyentodalaextensióndelapalabra.PeroLogennosedejabaengañar.

—¡Bethod! —dijo cordialmente Bayaz cerrando de golpe el libro— ¡Miviejoamigo!Noteimaginascuántomealegrodevolveraverte—bajólospiesdelamesayseñalólacadenadeoroyeldeslumbrantediamante—.¡Ydeverlobienquetevanlascosas!Aúnrecuerdoaquellostiemposenquenoteimportabavenir a verme a solas. Pero supongo que los grandes hombres necesitanacompañarse de gentes que les atiendan, ya veo que has traído alguna...compañía.Atuencantadorhijoyaleconozco,porsupuesto.Bueno,Scale,sevequetehasestadoalimentandobien.

—PríncipeScale—rugióelgigantescohijodeBethoddesorbitandoaúnmáslosojos.

—Hummm—musitóBayazalzandounaceja—.Meparecequenotengoelgustodeconoceralaotrapersonaqueteacompaña.

—SoyCaurib—Logenpestañeó.Lavozdeaquellamujer era la cosamáshermosaquehabíaoídoensuvida.Balsámica,acariciante,embriagadora—.Soyhechicera—salmodió,y,actoseguido,echóhaciaatráslacabezaconunasonrisadesdeñosa—. Una hechicera de los confines del Norte —Logen se habíaquedadoparalizadoylacontemplabaconlabocaentreabierta.Todoelodioquele embargaba se había evaporado. Estaba entre amigos.Más que amigos. Nopodía,noqueríaquitarlelosojosdeencima.Todaslasdemáspersonasquehabíaen la habitación habían desaparecido. Era como si sólo hablara para él, y loúnicoquedeseabasucorazóneraquenodejaradehablarjamás.

PeroBayazselimitóasoltarunacarcajada.—¡Una auténtica hechicera y, por si fuera poco, dotada del don de la voz

dorada! ¡Quémaravilla!Hacemucho tiempo que no la oía, pero no creo queaquí vaya a servirle de mucho —la mente de Logen se despejó, y el odio,ardienteyreconfortante,volvióaembargarle—.Dígame,¿hayqueestudiarparaserhechiceraobastaconllenarsedejoyasyembadurnarselacaraconafeites?—Cauribentornólosojoshastareducirlosadosranurasazules,peroelPrimerodelosMagosnolediotiempoderesponder—.¡YdelosconfinesdelNorte,nimásnimenos!—Bayazseestremeciólevemente—.Debedehacermuchofríoahíarribaenestaépocadelaño.Esoesmaloparalospezones,¿eh?¿Havenidoavernosparadisfrutardenuestroclimaoporalgunaotrarazón?

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—Voy a donde me ordena mi Rey —siseó alzando un poco más supuntiagudabarbilla.

—¿Su Rey? —inquirió Bayaz, echando un vistazo alrededor como siesperaraencontraraalguienmásescondidoenunrincón.

—¡Mi padre es ahora el Rey de los Hombres del Norte! —gruñó Scale.Luegomiró condesdénaLogen—¡Deberías arrodillarte ante él,Sanguinario!—YdedicandoidénticamiradaaBayaz,añadió—:¡Ytútambién,viejo!

ElPrimerodelosMagosextendiólasmanocomodisculpándose.—Verás, me temo que nome arrodillo ante nadie. Estoy demasiado viejo

paraeso.Yasabes,rigidezenlasarticulaciones.Scaleestampósubotacontraelsueloehizoademándeadelantarsemientras

suslabiossedisponíanasoltarunamaldición,perosupadreledetuvoposándoleunamanoenelhombro.

—Cálmate,hijo,nohacefaltaquenadiesearrodille—hablabaconunavoztanfríaytanplanacomolanievereciéncaída—.Nonospeleemosportonterías.¿No compartimos acaso losmismos intereses? ¿Lapaz? ¿La paz en elNorte?Sólohevenidoparasolicitarquemeayudescontusabiduría,Bayaz,comohiceenotro tiempo. ¿Quéhaydemalo enpedir ayuda aunviejo amigo?—No sepodía imaginar una vozmás sincera,más razonable,más digna de confianza.PeroLogennosedejabaengañar.

—¿PeroesquenohayyapazenelNorte?—Bayazserecostóensusillaconlas manos a la espalda—. ¿Es que no se han extinguido ya todas lasenemistades?¿Nofuistetúelvencedor?¿Acasonotienestodoloquequieresyaúnmás?¿Eh,ReydelosHombresdelNorte?¿Paraquévasanecesitaryamiayuda?

—Misplanessóloloscompartoconlosamigos,Bayaz,yúltimamentetúnote estás comportando como un amigo. Echas a mis mensajeros, incluso a mipropio hijo.Ydas cobijo amismás acérrimos enemigos—miró aLogen conexpresiónceñudayfruncióloslabios—.¿Sabesquiénesesealquetienesaquí?¡El Sanguinario! ¡Un perro! ¡Un cobarde! ¡Un perjuro! ¿Es ese el tipo decompañíaqueprefieres?—BethodsevolvióhaciaBayazconunasonrisaafable,perosuspalabrasencerrabanuninequívocotonodeamenaza—:Metemoquehallegado la hora de que decidas si estás demi lado o en contra demí.Nohaylugar para las medias tintas. O formas parte de mi futuro, o eres una mera

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reliquia del pasado.Tuya es la elección, amigomío—Logenya había visto aBethod plantear ese tipo de elecciones con anterioridad. Algunos se habíandoblegado.Losdemáshabíanvueltoalbarro.

PeroBayaznoparecíatenerprisa.—¿Qué elegir?—se inclinó lentamente hacia delante y agarró la pipa que

habíaenlamesa—.¿Elfuturooelpasado?—luegoseacercóalfuego,sepusoencuclillas,dandolaespaldaalostreshuéspedes,cogióunateadelachimenea,lametióenlacazoletay,conmuchaparsimonia,sepusoadarcaladas.Parecíacomosi lapipanofueraaencendersenunca—.¿Atufavoroentucontra?—musitómientrasregresabaasusilla.

—¿Ybien?—inquirióBethod.Bayaz levantó la vista al techo y expulsó una tenue nube de humo

amarillento.CauribmirabaalMagodearribaabajoconunagélidaexpresióndedesprecio, Scale se revolvía inquieto, Bethod aguardaba con los ojosentrecerrados.Finalmente,Bayazexhalóunhondosuspiro.

—Muybien,estoydetulado.El semblante de Bethod se iluminó con una sonrisa, y Logen se sintió

acometidopor unahondadecepción.Había esperadootra cosa delPrimerodelosMagos.Malditoidiota,cuándoaprenderíaadejardeteneresperanzas.

—Bien—murmuró elReyde losHombresdelNorte—, sabíaque al finalveríaslascosasamimanera—luegoserepasóloslabiosconlalengua,comounhombrealqueacabarandetraerunsuculentoplatodecomida—.VoyainvadirAngland.

Bayazalzóunaceja,soltóunarisitay,acontinuación,estampóunpuñetazoenlamesa.

—¡Ésasíqueesbuena,buenadeverdad!Nocreesquea tureino lesientedemasiadobienlapaz,¿noesasíBethod?Losclanesnoestánacostumbradosaseraliados,¿verdad?Seodianentresíytambiénteodianati,¿meequivoco?

—Bueno—sonrióBethod—,digamosqueandanunpocorevueltos.—¡Apuestoaquesí!PerosiseleslanzacontralaUnión,actuaráncomouna

sola nación, ¿eh? Unidos contra el enemigo común, cómo no. ¿Y si ganas?¡Seráselhombreque logró loque todoelmundocreía imposible! ¡Elhombreque expulsó a losmalditos sureñosdelNorte!Te amaráno, cuandomenos, tetemeránmásquenunca.Y, sipierdes,bueno,almenosmantuvisteocupadosa

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los clanes durante un tiempoy, de paso, socavaste su poder. ¡Ya recuerdoporquésolíaapreciarte!¡Esunplanmagistral!

Bethodsonreíaufano.—Porsupuesto.Yademásnopodemosperder.LaUniónesdébil,arrogante

ynoestápreparada.Contuayuda...—¿Mi ayuda? —le interrumpió Bayaz—. Me parece que estás yendo

demasiadolejos.—Perotú...—Oh,eso—elMagoseencogiódehombros—.Soyunmentiroso.Bayaz se llevó la pipa a la boca. Durante unos instantes reinó un tenso

silencio.LuegolosojosdeBethodseentornaron.LosdeCauribsedilataron.LaspobladascejasdeScalesearrugaronenungestodedesconcierto.Y lasonrisavolvióaloslabiosdeLogen.

—¿Unmentiroso?—siseólahechicera—.¡Algomásqueeso,diríayo!—suvoz seguía teniendo un tonomusical, pero lamelodía que entonaba ahora eramuy diferente: dura, chirriante, mortíferamente afilada—. ¡Viejo gusano! ¡Teescondes detrás de tus muros, de tus sirvientes, de tus libros! ¡Tu tiempo hapasado,malditoiluso!¡Noeresmásquepolvoypalabras!—elPrimerodelosMagos frunció tranquilamente la boca y echó una bocanada de humo—.¡Palabrasyhumo,viejogusano!Yaveremosquiénríeelúltimo.¡Asaltaremostubiblioteca!—elMagodepositólapipaenlamesaconsumocuidadoyunaroscadehumoemergiódelacazoleta—.¡Caeremossobretubiblioteca,derribaremosagolpessusmuros,pasaremospor laespadaa tussirvientesyarrojaremos tuslibrosalfuego!Hastaque...

—Silencio—Bayaz lamirabaconunaexpresiónaúnmás torvaque laquehabíaempleadoconCalderenelpatiohacíaunosdías.Logenvolvióasentirdenuevounapremiantedeseodeapartarse,peroenestaocasióndeformaaúnmásacusada si cabe. Casi sin darse cuenta se encontrómirando a su alrededor enbusca de un lugar donde ocultarse.Los labios deCaurib seguíanmoviéndose,peroloúnicoquesalíadeelloseraunbalbuceoincoherente.

—¿Derribar mis muros, dices? —murmuró Bayaz. Sus cejas grises securvaronhaciadentroyunosprofundossurcosseledibujaronsobreelcaballetedelanariz.

—¿Mataramissirvientes,dices?—inquirióBayaz.Apesardelosleñosque

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ardíanenlachimenea,elairedelasalaestabahelado.—¿Quemarmislibros,dices?—tronóBayaz—.¡Esoesmuchodecir,bruja!

—lasrodillasdeCauribsedoblaron.Seagarróalmarcodelapuertaconunadesusblancasmanosysusabaloriostintinearonmientrassederrumbabacontralapared.

—¿Palabras y polvo, eso dices que soy? —Bayaz alzó cuatro dedos—.Cuatroobsequiosobtuvistedemí,Bethod:el sol en invierno,una tormentaenverano y dos cosas más que nunca habrías conocido sin mi arte. ¿Y qué heobtenidoyoacambio,eh?Estelagoyestevalle,queyamepertenecíandeantes,eso,yunasolacosamás—losojosdeBethodmiraronbrevementeaLogenyluegosedesviaron—.¿Siguesendeudaconmigo,y,apesardeeso,meenvíasmensajeros,mevienesconexigencias,teatrevesadarmeórdenes?Noeséseelconceptoqueyotengodelacortesía.

Scaleyahabíarecuperadoelhiloyparecíacomosilosojosfueranasalírseledelasórbitas.

—¿Cortesía? ¿Qué le importa a unRey la cortesía? ¡UnRey toma lo quequiere!—y,dandounpisotón,avanzóhacialamesa.

Enmateriadetamañoycrueldad,Scale,sinduda,dabalatalla.Noseríafácilencontrar un hombre más adecuado para propinar una patada a alguien queestuvieracaídoenelsuelo.PeroLogen,demomento,noloestaba;loquesíqueestaba era harto de oír a aquel presuntuoso patán. Dio un paso adelante y seinterpusoensucamino,posandounamanosobrelaempuñaduradesuespada.

—Quietoahí.ElPríncipeclavósusojossaltonesenLogen,alzóunodesusmacizospuños

yapretólosdedoshastaquelosnudillosselepusieronblancos.—¡No me tientes Nuevededos! ¡Tus días han terminado, maldito perro!

¡Puedocascartecomoaunhuevo!—Puedesintentarlosiquieres,peronotengointencióndepermitírtelo.Sabes

cómo trabajo. Un paso más y me pondré a trabajar contigo, maldito puercoseboso.

—¡Scale!—le espetóBethod—.Está claroqueno senoshaperdidonadaaquí.Nosvamos—elgigantescopríncipeencajósusenormesmandíbulas,abrióycerró lospuñosydejócaer losbrazosmientras lanzabaaLogenunamiradateñidadelodiomásbrutalquepueda imaginarse.Luegoriódesdeñosamentey

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retrocedióunospasos.Bayazseinclinóhaciadelante.—DijistequetraeríaslapazalNorte,Bethod,¿ycuálhasidoelresultado?

¡Unaguerradetrásdeotra!¡Tuorgulloy tubrutalidadhandesangradoalpaís!¿ElReydelosHombresdelNorte?¡Ja!¡Nomerecesmiayuda!¡Pensarqueentiemposdepositéentimisesperanzas!

Bethodselimitóaarrugarelceñomientrasasusojosasomabaunaexpresióntangélidacomoeldiamantequellevabaenlafrente.

—Mehasconvertidoentuenemigo,Bayaz,ysoymuymalenemigo.Elpeorqueexiste.Tearrepentirásdeloquehashechohoy—luegovolcósudesprecioenLogen—.Yencuantoati,Nuevededos,¡noesperesnuncamásmiclemencia!¡Apartirdeahoranohabráunhombreenelnortequenosea tuenemigo!¡Teodiarán,tedaráncaza,temaldeciránalládondevayas!¡Yameencargaréyodequeseaasí!

Logenseencogiódehombros.Aquellonosuponíaningunanovedad.Bayazselevantódesusilla:

—¡Yahasdichotodoloqueteníasquedecir.Ahora,cogeatubrujaylárgatedeaquí!

Caurib,resollandoydandotumbos,fuelaprimeraensalir.ScalelanzóunaúltimamiradaaLogenyluegosediomediavueltaysefuedandopisotones.Elpresunto Rey de los Hombres del Norte, tras hacer una leve inclinación decabezaybarrerlasalaconunamiradaasesina,saliótambién.Cuandosuspasosseperdieronporelpasillo,Logenrespiróhondo,procurótranquilizarseunpocoysoltólamanodelaempuñadura.

—Bueno—dijoalegrementeBayaz—,todohasalidoapedirdeboca.

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Unacalleentredosdentistas

EramásdemedianocheylaVíaMediaestabaoscuraybastantemaloliente.Siempre olía mal en las proximidades de los muelles: a agua salada, a pecespodridos,aalquitrán,asudor,aexcrementosdecaballo.Dentrodeunaspocashoras esa misma calle sería un hervidero de ruido y actividad. Vociferantestenderos, estibadores maldiciendo bajo el peso de sus cargas, mercaderespululando de acá para allá, cientos de carros y carretas traqueteando sobre lacapademugredeladoquinado.Habríaunaauténticamareahumanasubiendoobajandoentropeldelosbarcos,gentes llegadasdetodas laspartesdelmundo,profiriendo gritos en todas las lenguas imaginables. Pero de noche reinaba lacalma.Lacalmayelsilencio.Unsilenciosepulcralyunolortanfétidocomoeldeunatumba.

—Esporaquí—dijoSeverarddirigiéndosehacia laentradadeunsombríocallejónencajonadoentredosimponentesalmacenes.

—¿Oshacausadomuchosproblemas?—preguntóGloktamientrasleseguíaarrastrandopenosamentelapierna.

—Nomuchos—el Practicante se ajustó lamáscara para que le entrara unpocodeairepordetrás.Contodoelalientoyelsudorqueseacumulaahídentrodebedeponersemuypegajosa.Noesdeextrañarque losPracticantes suelantener mal genio—. La tomó con el colchón de Rews; lo cosió a puñaladas.EntoncesFrostlesoltóunmamporroenlacabeza.Escurioso,perobastaqueesemuchacholesuelteaalguienungolpeenlacabezaparaquedeinmediatoselequitentodaslasganasdecausarproblemas.

—¿YquéhaydeRews?

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—Sigueconvida—laluzdelalámparadeSeverardiluminóunmontónderestos de comida podrida. Glokta oyó el chillido de unas ratas que salíanhuyendoenmediodelaoscuridad.

—Teconoceslosmejoresbarriosdelaciudad,¿ehSeverard?—Paraesomepaga,Inquisidor—susuciabotanegrapisóinadvertidamente

lapestilentepapilla.Gloktaselevantólosfaldonesdelabrigoconlamanoqueteníalibreylaesquivórenqueando—.Yomecriébastantecercadeestebarrio—prosiguióelPracticante—.Lagentedeporaquínosuelehacerpreguntas.

—Exceptuándonosanosotros.—Nosotrossiempretenemosalgunapreguntaquehacer.

—Claro —Severard dejó escapar una risa apagada—. Por algo somos laInquisición.—Su lámpara iluminóunaverjaabolladaque flanqueabaunmuroerizado de roñosos pinchos—. Aquí es.—Qué bien, nuestra nueva direccióntiene un aspecto muy prometedor. Era evidente que a la verja no se le dabademasiadouso,susgoznesparduzcosemitieronunchillidodeprotestacuandoelPracticante giró la llave y la abrió de un tirón. Glokta tuvo que realizar unaincómodamaniobraparasalvaruncharcoquesehabíaformadoenunsurcodelsueloy,alverqueelfaldóndesugabánsearrastrabaporlasaguasestancadas,profirióunamaldición.

LosgoznesvolvieronachirriarmientrasSeverard,conlafrentearrugadaporelesfuerzo,bregabaconlapesadaverjaparavolveracerrarla.Luegolevantólaviseradelfaroleiluminóunampliopatioprofusamenteornamentadocuyosueloestabainvadidodeescombros,trozosdemaderaymalashierbas.

—Yahemosllegado—dijoSeverard.Entiemposdebiódeserunedificiomagnífico,ensuestilo.¿Cuántohabrán

costado todas esas ventanas? ¿O esas decoraciones en piedra? Quienes lovisitaban debían de quedar impresionados por la riqueza de su propietario,aunque no tanto por su buen gusto. Pero ya no, desde luego. Las ventanasestaban cegadas con planchas de madera carcomida, las volutas de piedraestaban comidas por elmusgo y salpicadas de excrementos de pájaro. El finorevestimientodemármolverdedelospilaresseencontrabacuarteadoyllenodedescascarilladosporlosqueasomabalaescayolapodridaquehabíadebajo.Nohabíanadaquenoestuvieradesmoronado,cascadooenunavanzadoestadodedeterioro. Por todas partes había trozos caídos de la fachada que proyectaban

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alargadas sombras sobre los altos muros del patio. La cabeza partida de unangelote miró desconsoladamente a Glokta desde el suelo cuando pasórenqueandoasulado.

Había esperado encontrarse con un lúgubre almacén o un sótano frío yhúmedopróximoalagua.

—¿Qué clase de lugar es éste?—preguntó alzando la vista para mirar elruinosopalacio.

—Loconstruyóhaceañosunmercader—Severardapartódeunapatadaunfragmento de escultura, que rodó retumbando por el patio y se perdió en laoscuridad—.Unhombrerico,muyrico.Queríaresidircercadesusalmacenesydesusembarcaderosparatenerelnegociovigilado—ascendióunosagrietadosescalones cubiertos de musgo para dirigirse a un descascarillado portalón—.Pensóquealomejorcundíaelejemplo.¿Aquiénseleocurre?¡Nadieviviríaenunsitiocomoésteamenosquenolequedaramásremedio!Luego,comosueleocurrirlesa losmercaderes,searruinó.Asusacreedoresno lesestá resultandonadafácilencontraruncomprador.

Gloktasefijóenunafuenterotaqueseencontrabavencidahaciaunladoyestabamediollenadeaguaestancada.

—Noesdeextrañar.La lámpara de Severard apenas lograba horadar las tinieblas del vasto

vestíbulo.Dosenormesescalerascurvasamedioderrumbarsealzabanfrenteaellosenvueltasensombras.Unaampliagaleríarecorríalosmurosalaalturadelprimerpiso,perobuenapartedeella sehallabahundiday sobresalía entre loshúmedos tablones del suelo, cercenando una de las escaleras, que quedabasuspendida sobre el vacío.Sobre el suelohúmedo sedesparramaban trozosdeescayola,tejascaídas,maderosastillados,todoellocubiertoporunasalpicaduragrisdeexcrementosdepájaros.A travésde losnumerososagujerosdel tejadoasomabaelcielonocturno.Gloktaoyóeltenuesonidodeunaspalomasquesearrullabanentre lassombrasde lasvigasyun lentogoteodeaguaque llegabadesdealgunaotraparte.

Vaya un sitio. Glokta tuvo que reprimir una sonrisa. En cierto modo merecuerda a mí. Los dos fuimos grandes en tiempos y los dos hemos dejadodefinitivamenteatrásnuestrosmejoresaños.

—Estábiende tamaño, ¿no leparece?—preguntóSeverard, cuya lámpara

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proyectaba oscilantes sombras mientras se abría paso entre los escombros endirecciónaunenormearcoquehabíadebajodelaescaleradesmoronada.

—Yodiríaquesí,siempreycuandonotengamosmásdemilprisionerosalavez.—Gloktarenqueabatrasélapoyándoseconfuerzaenelbastónportemoraqueaquelsuelopegajosolehicieradarunostraspiés.Siresbalara,mecaeríadeculosobretodaesamierdadepájaro.Seríaperfecto.

El arco daba acceso a un salón ruinoso, de cuyas paredes colgaban largastiras de escayola que dejaban al descubierto los húmedos ladrillos que habíadebajo.Un lúgubrevanoseabríaacadaunodesus lados.El típico lugarquepondría nervioso a un hombre propenso al nerviosismo. Inmediatamenteempezaríaa imaginarsedesagradablespresencias en las cámarasquequedanmás allá de la luz del farol u horripilantes hechos que tienen lugar en laoscuridad.Miró a Severard, que caminaba con aire desenvuelto delante de él,silbandodesafinadamentebajolamáscaraunamelodíaapenasaudible,yfruncióelceño.Peronosotrosnosomospropensosalnerviosismo.Talvezporqueesaspresencias desagradables somos nosotros. Tal vez porque somos nosotros losautoresdeesoshechoshorripilantes.

—¿Cómo de grande es este sitio? —preguntó Glokta mientras avanzabapenosamenteporelsalón.

—Treintaycincohabitacionessincontarlosaposentosdelservicio.—Unverdaderopalacio.¿Cómodemoniosdisteconél?—Solíadormiraquíalgunasnoches.Fuedespuésdequemurieramimadre.

Encontrélaformadecolarmedentro.Porentonceseltechoestabacasiintactoyeraunlugardondesepodíadormirseco.Secoyseguro.Bueno,másomenos.—Ah,quémaltehatratadolavida.Tunuevaprofesióndetorturadorymatónsuponetodounascenso,¿verdad?Todohombre tienesuexcusa,ycuantomásvil sehavuelto,másconmovedora tienequeser lahistoria.Mepreguntocuálserálamía.

—Eresunapersonallenaderecursos,¿eh,Severard?—Paraesomepaga,Inquisidor.Accedieron a un amplio espacio vacío: otro salón tal vez, quizás un

despacho,puede inclusoqueunasaladebaile,a juzgarpor su tamaño.De lasparedes colgaban medio sueltos unos paneles de madera que en tiemposdebieron de ser bastante aparentes, pero cuyo revestimiento de pintura dorada

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estaba descascarillado y recubierto de moho. Severard se acercó a uno queseguíaensusitioy,posandolamano,empujóconfirmezaunodesuslados.Seoyó un leve clic y el panel cedió, dejando al descubierto un oscuro pasadizo.¿Unapuertasecreta?Quémaravilla.Quésiniestro.Quéapropiado.

—Estelugaresunaauténticafuentedesorpresas,igualquetú—dijoGlokta,renqueandodolorosamentehacialaabertura.

—Nomecreeríasiledijeraloquehacostado.—¿Lohemoscomprado?—Oh,no.Lohecompradoyo.ConeldinerodeRews.Yahoraseloalquilo

a usted—los ojos de Severard chispearon iluminados por la luz del farol—.¡Estelugaresunaminadeoro!

—¡Ja!—rióGloktamientrasbajabadespaciolosescalones.Yahoraresultaqueademás tienebuena cabezapara los negocios.Cualquier díade estosmeverétrabajandoalasórdenesdelArchilectorSeverard.Cosasmásrarassehanvisto. Caminando como un cangrejo y palpando los rugosos sillares de piedracon la mano derecha en busca de huecos que le sirvieran de apoyo, Gloktadescendíahacialaoscuridadprecedidoporsusombra.

—Hay varios kilómetros de sótanos —dijo Severard a sus espaldas—.Disponemosdeunasalidaprivadaaloscanales,ytambiénalascloacas,porsiacasoleinteresanlascloacas—dejaronatrásunoscurohuecoqueseabríaasuizquierdayluegootroa laderecha,avanzandosiempreensentidodescendente—.FrostmehadichoquesepuedeirdesdeaquíhastaAgriontsintenerquesalirniunasolavezalairelibre.

—Esopuedesernosútil.—Seguramente,sielolorresultasoportable.La lámpara deSeverard iluminóunapesadapuerta provista de unamirilla

conpequeñosbarrotes.—Yaestamosencasa—dijoy,actoseguido,descargócuatrogolpesrápidos

enlapuerta.Alcabodeunmomento,elrostroenmascaradodeFrostaparecióenlamirilla—.Somosnosotros—losojosdelalbinonodieronni lamásmínimamuestradereconocimientoodecordialidad.Nadanuevo,enrealidad.Desdeelotro lado les llegó el ruido de unos pesados cerrojos que se descorrían y, alinstante,lapuertaseabriósuavemente.

Dentrohabíaunamesa,unasillayvariasantorchasnuevasenlosmuros,si

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bien,ningunadeellasestabaencendida.Antesdequellegáramosnosotrosconelfarolestodebíadeestaroscurocomobocadelobo.Gloktamiróalalbino.

—¿Has estado todo este tiempo sentado en la oscuridad?—el gigantescoPracticanteseencogiódehombros,yGloktasacudió lacabeza—.Avecesmepreocupausted,PracticanteFrost,selodigosinceramente.

—Lo tenemos aquí mismo —dijo Severard mientras avanzaba por elenlosadoconpasodesenvuelto,produciendounleveecoconlostaconesdesusbotas.Entiempos,ellugardebíadehabersidounabodega:dispuestasaambosladoshabíavariascámarasabovedadascerradasconrobustasrejas.

—¡Glokta!—losdedosdeSalemRewsseaferrabanalosbarrotesysurostroasomabaentreellos.

Gloktasedetuvodelantedelaceldaydejóenrepososudoloridapierna.—Hombre,Rews,¿cómotevanlascosas?Laverdad,noesperabavolvera

verte tan pronto—había perdido peso, y en su piel, flácida y pálida, aún sedistinguíanlasseñalesdealgunasheridas.Notienebuenaspecto,notienebuenaspectoenabsoluto.

—¿Quéesloqueocurre,Glokta?Dimeporfavorporquéestoyaquí.Pero,bueno,dequésequejaéste.—AlparecerelArchilectorcreequetodavíapuedesserledealgunautilidad.

Quierequedeclares...—Gloktase inclinósobrelosbarrotes—anteelConsejoAbierto—susurró.

ElrostrodeRewssepusotodavíamáspálido.—¿Yluegoqué?—Yaveremos—Angland,Rews,Angland.—¿Ysimeniego?—¿SiteniegasaobedeceralArchilector?—Gloktasoltóunarisa—.No,no,

Rews.Túnoquiereshaceralgoasí—sediolavueltaysiguióaSeverard.—¡Tenpiedad!¡Estoestámuyoscuro!—¡Ya te acostumbrarás!—gritó Glokta girando la cabeza por encima del

hombro.Essorprendente,peroatodoseacostumbrauno.Enlaúltimacámaraseencontrabasumásrecientecaptura.Encadenadoaun

salientedelmuro,desnudoy,comonopodíasermenos,conlacabezaenfundadaenunabolsa.Eraun tipobajoy fornido, tirando agordo, y en sus rodillas seadvertíanunasheridas frescasquedebíadehabersehechocuando learrojaron

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contralasduraspiedrasdelacelda.—Asíqueésteesnuestroasesino,¿eh?—aloírlavozdeGlokta,elhombre

rodópor el suelo, se puso de rodillas y se adelantó, tensando las cadenas.Unpocodesangrehabíarezumadopor lapartedelanterade labolsay,alsecarse,habíadejadounamanchamarrónenlalona.

—Tienemalas pulgas—dijo Severard—.Pero ahora no parece demasiadoterrible,¿verdad?

—Nuncaloparecencuandoselestienecogidos.¿Dóndevamosatrabajar?LasonrisadelosojosdeSeverardseacentuó.—Ah,levaaencantarelsitio,Inquisidor.—Un poco teatral —dijo Glokta—, pero eso tampoco supone ningún

inconveniente.Era una gran sala circular abovedada, cuyas paredes curvas estaban

completamente cubiertas por un extraño mural. El cuerpo de un hombre quesangrabaporvariasheridasyacíasobrelahierbaconunbosqueasusespaldas.Alejándosedeélhabíaoncefigurasdeperfilvestidasdeblanco,seisaunladoycinco al otro, representadas en extrañas poses pero con los rasgos pocodefinidos.Todasellassevolvíanhaciaunhombredenegroqueteníalasmanosextendidasycuyafigurasedestacabasobreunacoloridamanchaquedebíaderepresentar un fuego.La cruda luz de siete brillantes faroles no lograba hacerquelaobraparecieramejor.Noesnadadelotromundo,desdeluego,unaobramásdecorativaqueartística,aunquenoexentadeciertoatractivo.

—Notengoniideadeloquerepresenta—dijoSeverard.—AlMaeztroCreador—mascullóelPracticanteFrost.—Claro—dijoGloktalevantandolacabezaparacontemplarlaoscurafigura

delmuroylasllamasqueteníadetrás—.PracticanteSeverard,hayqueponeraldía esos conocimientos de historia.Ese esKanedias, elMaestroCreador—sevolvióyseñalóalmoribundoquehabíaenlaparedopuesta—.YéseeselgranJuvens,suvíctima—luegoseñalóconlamanoalasfigurasdeblanco—.YesossonlosaprendicesdeJuvens,losMagos,queseaprestanavengarle.—Cuentosdemiedoparaasustaralosniños.

—¿Aquiénselepuedeocurrirgastarseloscuartosendecorarlosmurosdesusótanoconunaporqueríacomoésta?—sepreguntóSeverardsacudiendo lacabeza.

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—Bueno,setratadeunmotivoqueentiemposgozódebastantepopularidad.Enelpalacio realhayuna saladecoradaasí.Estonoesmásqueunacopia,ybastantemala,porcierto—lamiradadeGloktaseposóenelsombríorostrodeKanedias,quecontemplabalasalaconexpresiónsevera,yluegoenelsangrientocadáverquehabíaalotroladodelmuro—.Aunasí,nodejaderesultaruntantoinquietante,¿nocrees?—Oloresultaría,sinometrajeranalfrescotodasestashistorias—. Sangre, fuego, muerte, venganza. No logro imaginarme por quérazónquerríaalguientenerunacosaasíensusótano.Enfin,puedequenuestroamigoelmercadertuvieraunladooscuro.

—Todoslosricostienenunladooscuro—sentencióSeverard—¿Yesosdos,quiénesson?

Gloktafruncióelceñoyechóunvistazoalaimagenqueteníadelante.Bajolos brazos del Creador, una a cada lado, había dos figuras pequeñas bastanteborrosas.

—¡Veteasaber!TalvezseansusPracticantes.Severardsoltóunacarcajada.InclusoFrost,desdedetrásdesumáscara,dejó

escaparunalevebocanadadeaire,aunquesusojosnoreflejabanlamásmínimaalegría.Porfavor,estehombrenecesitaunasbuenascosquillas.

Gloktaseacercórenqueandoalamesaquehabíaenelcentrodelasala.Aambos ladosde lapulida superficiedemaderahabíados sillas frente a frente.Unaeraun trastoduroyaustero, similara losquehabíaenelPabellónde losInterrogatorios, pero la otra era mucho más imponente, un trono casi, conampliosreposabrazosyunrespaldoaltotapizadoencuero.

Apoyóelbastónenlamesay,conlaespaldaatenazadadedolor,dejóquesucuerpofueradescendiendolentamente.

—Oh,estasillaesmagnífica—musitó,y,trasrecostarseenelmullidocuero,estirólapierna,bastantedoloridatraslacaminata.Pero,alhacerlo,sechocóconalgo.Miródebajode lamesayviounabanquetaquehacía juegocon la silla.Gloktaechóatráslacabezaysoltóunacarcajada.

—¡Oh,quémaravilla!¡Noteníaisquehaberosmolestado!—posólapiernaenlabanquetayexhalóunsuspirodesatisfacción.

—Eralomenosquepodíamoshacer—dijoSeverardcruzandolosbrazosyapoyándoseenlaparedjuntoalafiguraensangrentadadeJuvens—.NonoshaidomalconelamigoRews,nadamal.Ustedsiemprenoshatratadobienyeso

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esalgoquenoolvidamos.—Ajá—dijoFrostasintiendoconlacabeza.—Me malcriáis —Glokta acarició la tersa madera del reposabrazos.Mis

queridosmuchachos.¿Dóndeestaríasinofueraporvosotros?Encasa,metidoenlacama,recibiendolosmimosdemimadre,quenopararíadepreguntarsecómoselasibaaarreglarahoraparaencontrarunabuenachicaquequisieracasarseconmigo.Echóunvistazoa los instrumentosquehabíaen lamesa.Sucaja,porsupuesto,estabaahí,perotambiénalgunasotrasherramientas,bastanteusadas,aunquetodavíaútiles.Sefijóespecialmenteenunpardetenacillasconunmangobastantelargo.AlzólacabezaymiróaSeverard—.¿Paralosdientes?

—Meparecióquenoestaríamalempezarporahí.—Estupendo—Gloktasepasólalenguaporlasencíasyluegoseestirólos

dedosunoauno—.Puesempezaremosporlosdientes.Nadamás quitarle lamordaza, el prisionero se puso a gritarles en lengua

estiria, mientras escupía, maldecía y trataba de zafarse inútilmente de lascadenas. Glokta no entendía ni una sola palabra de lo que decía.Peromás omenos pillo el significado. Algo bastante insultante, desde luego. Algorelacionadoconnuestrasmadresyotraslindezasporelestilo.Daigual,yonosoyunapersonaqueseofenda fácilmente.Eraun tipodeaspectorudo,con lacara picada de viruelas y la nariz rota en varios lugares y completamentedeformada.Quédecepción.TeníalaesperanzadequealmenosenestaocasiónlosSederoshubierantiradodelagamaalta,peroconlosmercaderesyasesabe,siempreandanbuscancodeunaganga.

ElPracticanteFrostpusofinaaqueltorrentedeinsultosininteligiblesconuncertero puñetazo en el estómago. Eso le dejará sin aliento durante unosinstantes.Justoeltiemponecesarioparaquenosotrospodamosmeterbaza.

—Ojo,amigo—dijoGlokta—,aquínonosgustanesas tonterías.Sabemosqueeresunprofesionaly,porlotanto,alguiendequienseesperaqueseacapazdepasardesapercibidoalahoradehacersutrabajo.Ydifícilmentepodríapasardesapercibidoalguienquenohablaralalenguadelpaís,¿nocrees?

Elprisioneroyahabíarecobradoelaliento.—¡Malrayoosparta,hijosdeputa!—dijoconunresuello.—¡Perfecto!La lenguacomúnnosvendrádeperlaspara lapequeñacharla

que queremos tener contigo. Aunque tengo la impresión de que al final

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tendremosmásdeuna.¿Hayalgoquequierassabersobrenosotrosantesdequeempecemos?¿Oteparecequevayamosdirectamentealgrano?

El prisionero alzó la vista ymiró condesconfianza la imagendelMaestroCreador,quesecerníasobrelacabezadeGlokta.

—¿Dóndeestoy?—Estamoscercade laVíaMedia, juntoalmar—Glokta torcióelgestoal

sentirunasúbitapunzadaenlosmúsculosdelapierna.Laestirócuidadosamentehastaqueoyóelchasquidodesurodillayluegoprosiguió—.LaVíaMedia,yasabes,unadelasprincipalesarteriasdelaciudad;laatraviesaporelcentro,deladoalado,desdeAgrionthastaelmar.Cruzanumerososbarriosycontienegrancantidaddeedificiosnotables.Algunasdelasmejoreszonasresidencialesdelaciudadseencuentranbastantecercadeaquí.Aunque,paramí,noesmásqueunacalleentredosdentistas.

Elprisioneroentrecerrólosojosylanzóunamiradaalosinstrumentosquehabíaen lamesa.Seacabaron los insultos.Pareceque laalusióndental lehallamadolaatención.

—Un poco más arriba, al otro extremo de la avenida —Glokta señalóvagamente hacia el norte—, se encuentra una de las zonas más caras de laciudad;allí,frentealosjardinespúblicos,enunahermosamansiónblanca,alasombradelmismísimoAgriont,tienesuconsultaelMaestroFarrad.Seguroquehasoídohablardeél.

—Quetejodan.Gloktaalzólascejas.Másquisiera.—Segúndicen,elMaestroFarradeselmejordentistadelmundo.Esnatural

deGurkhul,creo,perohuyódelatiraníadelEmperadorysevinoaLaUniónenbuscadeunavidamejor,librandoasíanuestrosconciudadanosmáspudientesdelosterriblespadecimientosdeunamaladentadura.Yomismo,cuandoregresédemiúnicaybrevevisitaalSur,fuienviadoaverlepormifamiliaparaversipodíahacer algo por mí —Glokta sonrió ampliamente mostrando al asesino lanaturaleza del problema—. La cosa, por supuesto, no tenía arreglo. LostorturadoresdelEmperadorsecuidaronmuybiendequefueraasí.Peroesonoquitaparaqueseaunexcelentedentista.Todoelmundolodice.

—¿Yamíqué?LasonrisadeGloktasedesvaneció.

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—Justo al otro extremo de la Vía Media, a orillas del mar, entre lainmundicia, la mugre y el cieno de los muelles, estoy yo. Puede que losalquileresdeporaquínoseanmuyaltos,peroestoyconvencidodequecuandollevemosunratojuntosquedarásconvencidodequemitalentonodesmerecealdelafamadoMaestroFarrad.Ocurre,simplemente,quemitalentoyelsuyosondedistintanaturaleza.ElMaestroFarradaliviaeldolordesuspacientesmientrasqueyosoyundentista...—Gloktaseinclinólentamentehaciadelante—deotrotipo.

Elasesinoselerióalacara.—¿Creéis que me vais a asustar cubriéndome la cabeza con una bolsa y

mostrándome unas pinturas de mierda?—luego volvió la vista hacia Frost ySeverard—.¡Hatajodeengendros!

—¿Quesicreoqueteasustamos?¿Nosotrostres?—Gloktadejóescaparunarisa—.Estás solo, inerme y absolutamente inmovilizado. ¿Aparte de nosotros,quiénsabequeestásaquíoaquiénleimporta?Notienesningunaposibilidaddeescaparynadievaaveniraliberarte.Aquítodossomosprofesionales.Asíque,malquebien,yateimaginasloqueteespera—Gloktasonrióperversamente—.Claro que te asustamos, no te hagas el idiota. Lo disimulas muy bien, deboreconocerlo, pero eso no durará.Llegará elmomento, y no tardarámucho, enquenosrueguesquevolvamosaponertelabolsa.

—No me sacarás nada—gruñó el asesino mirándole a los ojos—. Nada.—Untipoduro.Muyduro.Perotampocoestandifícilserlocuandolafaenaaúnno ha empezado. Nadie lo sabemejor que yo. Glokta se frotó suavemente lapierna.Lasangrecorríayaconfluidezyeldolorcasihabíadesaparecido.

—Empezaremosporalgomuysencillo.Nombres,esoestodoloquetepido,demomento.Sólonombres.¿Porquénocomenzamosporeltuyo?Almenosnopodrásdecirnosquenolosabes.

Aguardaron. Severard y Frost miraron al prisionero. Los ojos verdessonreían,losojosrosáceos,no.Silencio.

Gloktasuspiró.—Está bien—Frost plantó sus puños a ambos lados de la mandíbula del

prisioneroyempezóaapretarhastaqueésteno tuvomásremedioquesepararlos dientes. Entonces Severard introdujo entre medias el extremo de lastenacillas y le separó las mandíbulas hasta dejárselas en una posición

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extremadamente incómoda. Al asesino se le salían los ojos de las órbitas.¿Verdadqueduele?Puesestonoesnada,créeme.

—Cuidadoconlalengua—dijoGlokta—,queremosquehable.—No sepreocupe—mascullóSeverard asomándose a la bocadel asesino.

Perodeinmediatoseechóparaatrás—.¡Puaj!¡Leapestaelaliento!Vergonzoso,aunquenomesorprendenada.Elaseodiarionosuelecontarse

entre lasprioridadesde losasesinosa sueldo.Glokta se levantó lentamenteyrodeólamesa.

—Veamos —murmuró suspendiendo una mano sobre los instrumentos—¿conquéempezamos?—cogióunaagujaprovistadeunmango,seestiróhaciadelante, agarrando firmemente con la otramano la empuñadura del bastón, ypalpódelicadamentelosdientesdelasesino.Unconjuntonadaatractivo,desdeluego.Creoquesimedieranaelegir,preferiríamisdientesaéstos.

—Peroquéespanto,siestánhechosunapena.Podridosdearribaabajo.Noes de extrañar que te apeste el aliento. Es imperdonable en un hombre de tuedad.

—Aaay—aullóelprisioneroaltocarGloktaunnervio.Tratódehablar,perocon las tenacillas encajadas en la boca, lo que dijo resultaba tan ininteligiblecomolaspalabrasdelPracticanteFrost.

—Silencioahora,ya tuvisteantes laoportunidaddehablar.Puedequemásadelantetedemosotra.Todavíanohetomadounadecisiónalrespecto—Gloktadejólaagujaenlamesaysacudiólacabezacongestocompungido—.Tieneslosdientes hechos un desastre. Un auténtico asco. Yo diría que están a punto decaerseporsísolos.Sabesunacosa—dijomientrascogíadelamesaunmartillitoyuncincel—,estoysegurodequetesentirásmuchomejorsinellos.

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LosCabezasPlanas

Unamañanagrisenlagélidahumedaddelosbosques,yallísentadoestabael Sabueso, pensando en tiempos mejores. Sentado y ocupado con el asador,dándoledevezencuandounavuelta,haciendoloposibleparaquelaesperanolepusierademasiadonervioso.LaactituddeTulDurunoseloestabaponiendonadafácil.Avanzabaagrandeszancadasporlahierbahastalasviejaspiedrasyluego volvía a empezar, desgastando tontamente sus enormes botas y dandomuestrasdenotenermáspacienciaqueunloboencelo.ElSabuesosefijóenlospisotonesquepegaba:plom,plom,plom.Habíaaprendidohacemuchoquelosgrandes luchadoressólosabíanhacerunacosa: luchar.Para todolodemás,paraesperarsobretodo,eranunosperfectosinútiles.

—OyeTul,¿porquénotesientasunrato?—mascullóelSabueso—.Hayunmontóndepiedrasbuenasparaeso.Aquíarrimadoalfuegoseestámáscaliente.Para ya de dar sacudidas con esos pedazos de pies que tienes, me ponesnervioso.

—¿Que me siente? —tronó el gigantón, acercándose al Sabueso hastacernirse sobre él como si fuera unmaldito edificio— ¿Cómo quieres quemesienteycómopuedesestarsentadotú?—frunciósuspobladascejasylanzóunamiradatorvaalasruinasyalosárbolesquehabíadetrás—.¿Seguroqueesésteelsitio?

—Seguro—elSabuesoechóunamiradaalaspiedrasderrumbadas.Mierda,ojalánoestuvieraequivocado.Claroquetampocopodíanegarquedemomentonadiehabíadadoseñalesdevida—.Yallegarán,notepreocupes.—Mientrasnoles hubieran matado a todos, pensó, pero tuvo la sensatez de no decirlo. El

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tiempo que llevaba marchando con Tul Duru, Cabeza de Trueno, le habíaenseñadounacosa:noeraunhombrealqueconvinierabuscarlascosquillas.Anoserqueaunonoleimportaraacabarconlacabezarota.

—Sólotedigounacosa,másvalequevenganpronto—lasmanazasdeTulsecerraronformandounospuñoscapacesdepartirunarocaendos—.¡Nomehaceningunagraciaestaraquíparadodándoleelculoalviento!

—Ni a mí —dijo el Sabueso mostrándole la palma de las manos en unintento desesperado de que las cosas no se salieran de madre—. Venga,grandullón, no te inquietes. No tardarán en aparecer, todo va a salir según loplaneamos.Ésteeselsitio—echóunojoalcebón,quecrepitabasobreelfuegochorreandounagrasadeaspectomuysuculento.Labocaselehacíaaguaysuolfato estaba impregnado del aroma de la carne y... de algomás. Era sólo unolorcillo,pero...Alzólacabezayventeóelaire.

—¿Huelesalgo?—inquirióTul,escrutandoelbosque.—Puedeser—elSabuesoseinclinóyposóunamanosobresuarco.—¿Quées?¿Shanka?—No estoy seguro, puede —de nuevo volvió a olfatear el aire. Olía a

hombre,unoloracreyfuerte.—¡Malditoscabrones,podríahaberosmatadoalosdos!ElSabuesosevolviótandeprisaqueapuntoestuvodedesplomarseydeque

selecayeraelarcodelasmanos.Detrásdeél,anomásdediezzancadasenladireccióndelviento,seencontrabaDowelNegroavanzandosigilosamentehaciala hoguera. Pegado a su hombro venía Hosco, con el mismo semblanteinexpresivodesiempre.

—¡Malditasea!—aullóTul—¡Noaparezcáisasí,casimecagoencima!—Estupendo—repusoDowconsorna—.Notevendríamalperderunpoco

degrasa.ElSabuesorespiróhondoydejóelarcoenelsuelo.Eraunaliviosaberque

después de todo sí que estaban en el lugar convenido, aunque desde luegohubierapreferidoahorrarseelsusto.DesdequevioaLogenresbalarporelbordedelprecipicio se sobresaltabaporcualquiercosa.Habíacaídoalvacío sinquenadiepudierahacernadaparaimpedirlo.Lepodíahaberocurridoacualquiera;unbuendíalapalmasyseacabólahistoria.

HoscotrepóporlaspiedrasysesentóenunaquehabíajuntoalSabueso,al

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quesaludóconunimperceptiblemovimientodelacabeza.—¿Carne?—ladróDowy,apartandoaTul,seechójuntoalfuego,arrancó

unadelaspiernasdelcebónyladesgarródeunadentellada.Eso fue todo.No hubomás efusiones tras haberse pasadomás de unmes

separados.—Está claro, quien tiene un amigo tiene un tesoro—dijo entre dientes el

Sabueso.—¿Cómodices?—leespetóDow,girandohaciaélsusgélidosojos,conla

bocallenadecebónysubarbillamalafeitadarelucientedegrasa.ElSabuesovolvióaabrirlasmanos.—Nada que pueda ofenderte —el tiempo que llevaba con Dow le había

enseñadounacosa:antesqueenfadaraaquelhijodelagranputaerapreferiblerebanarse uno mismo el pescuezo—. ¿Algún problema mientras estuvimosseparados?—preguntóparacambiardetema.

Hoscoasintió.—Alguno.—¡LoscabronesdelosCabezasPlanas!—refunfuñóDow,salpicandolacara

delSabuesoconunalluviadetrozosdecarne—¡Esoshijosdeputaandanportodaspartes!—blandiólapatadelcebónporencimadelahogueracomosifueralahojadeunaespada—.¡Yaestoyhartodetodaestamierda!¡Mevuelvoalsur!¡Aquí hace un frío de cojones y está lleno de Cabezas Planas! ¡Los muycabrones!¡Mevoyalsur!

—¿Tienesmiedo?—inquirióTul.Dowsevolvióhaciaélconunasonrisabiliosa,yelSabuesohizounamueca

dedolor.Aquién se leocurrehacerunapregunta tan tonta.DowelNegronohabíatenidomiedoensuvida.Esapalabranoteníaningúnsignificadoparaél.

—¿Miedo de unos cuantos Shanka? ¿Yo? —Y soltó una risa agria—.Mientras vosotros dos roncabais, nosotros estábamos dándoles una buenalección.Lespreparamosunlechobiencalienteparaquepudierandormiragusto.Calientedecojones.

—Los quemamos —masculló Hosco. Con aquello ya había cumplido sucupodeconversacióndeundía.

—Quemamosunapilaenteradeellos—siseóDowconunasonrisa,comosiimaginar un montón de cadáveres ardiendo fuera el chiste más gracioso del

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mundo—. Ni me asustan ellos ni me asustas tú, grandullón, pero no piensoquedarmeaquísentadoesperandoaqueaTresárbolesledéporlevantarsufofoculodelacama.¡Mevoyalsur!—Y,dichoaquello,arrancóconlosdientesotrotrozodecarne.

—¿Quiénhasdichoquetieneelculofofo?ElSabuesosonrióalveraTresárbolesacercarsealfuegoagrandeszancadas.

Sepusodepieyestrechólamanodesuviejocamarada.ForleyelFlojoveníaconél,yelSabuesolediounapalmadaenlaespaldamientraspasabaasulado.Casilederriba,peroesqueestabamuycontentodeverquetodosseguíanvivosy que habían logrado sobrevivir unmesmás.Además, tampoco les veníamalteneraalguienquepusieraunpocodeordenenelcampamento.Porunavezselosveíaa todoscontentos, intercambiandosonrisas, apretonesdemanoy todoesetipodecosas.AtodosmenosaDow,porsupuesto.Seguíasentado,mirandoelfuego,chupandounhuesoyconlacaramásagriaquelalechepasada.

—Es una alegría volver a veros, muchachos, y de una pieza, por si fuerapoco—Tresárbolessesacódeloshombrossuenormerodelaylaapoyóenlosrestosdeunmuroenruinas—.¿Cómoestáis?

—Conunfríodecojones—dijoDowsinmolestarseenlevantarlavista—.Nosvamosalsur.

ElSabuesosuspiró.Apenasllevabanunossegundostodosjuntosyyahabíaempezadolagresca.AhoraqueLogennoestabaallíparaponerordenibaaseruna cuadrilla muy difícil de gobernar. Muy difícil, y con una peligrosapropensión al derramamiento de sangre. Pero Tresárboles no se apresuró aresponder.Setomóunmomentoparapensárselo.Eraunadeesaspersonasalasquelesgustatomarsesutiempo.Poresoeratanpeligroso.

—Al sur dices, ¿eh? —dijo Tresárboles tras haberse pasado cerca de unminutodándolevueltasalasunto—.¿Ysepuedesabercuándosehatomadoesadecisión?

—No hay nada decidido—dijo el Sabueso extendiendo una vez más laspalmasdelasmanos.Teníalaimpresióndequedeahoraenadelanteibaatenerquerecurriraesegestoconmuchafrecuencia.

TulDurudirigióunamiradatorvaalaespaldadeDow.—Absolutamentenada—tronó, indignadodequealguienhubieradecidido

porél.

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—Siesnada,mevale—dijoTresárbolesconlamismalentitudyfirmezaconquecrecelahierba—.Sinorecuerdomal,aquílascosassedecidenvotando.

Dow no necesitó ni un instante para pensárselo. No era de los que setomaban su tiempo. Por eso era tan peligroso. Arrojó el hueso al suelo y,levantándose de un salto, se encaró con Tresárboles lanzándole una miradaretadora.

—¡He dicho... al sur! —gruñó con unos ojos tan hinchados como losborbotonesdeunpotaje.

Tresárboles nodio ni unpaso atrás.No era propio de él. Pero se tomóuntiempo y, luego, dio un paso adelante hasta que su nariz y la deDow casi setocaron.

—Siquerías ser tú el que llevara lavoz cantantedeberíashabervencidoaLogenenlugardehaberperdidocomonosocurrióatodoslosdemás.

Aloíraquello,elrostrodeDowsetornótanoscurocomoelalquitrán.Nolehacíagraciaquelerecordaransusderrotas.

—¡El Sanguinario ha vuelto al barro! —le espetó—. El Sabueso lo vio,¿verdad?

ElSabuesotuvoqueasentir.—Sí,esverdad—masculló.—¡Así que no hay más que hablar! ¡No hay ninguna razón para que nos

quedemos al norte de las montañas mientras los Cabezas Planas andanpisándonoselculo!¡Nosvamosalsur!

—Puede que Nuevededos esté muerto —dijo Tresárboles con el rostropegado al de Dow—, pero tu deuda sigue en pie. Nunca entenderé por quéconsintióqueuninútilcomotúsiguieraconvida,peroterecuerdoquefueamíaquiennombrósusegundo—ydándoseungolpeenelpecho,añadió—,¡yesosignificaquequienllevalavozcantantesoyyo!¡Yoynadiemás!

ElSabuesodiounpasoatrásenprevisióndeloquepudieraocurrir.Aquellosdosnoibanatardarenponerseasoltargolpesynoqueríasalirdeltumultoconuna nariz ensangrentada. No sería la primera vez. Forley terció para intentarmantenerlapaz.

—Vamos, amigos—dijo con voz suave—, no os pongáis así—es posiblequelodematarnose ledieramuybien,peroForleyeraelmejora lahoradeevitarquelagentesemataraentresí.ElSabuesoledeseólamejordelassuertes

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—.Venga,porquéno...—¡Cierralamalditaboca!—leespetóDowapuntandoundedomugrientoa

lacaradeForley—.¡Túsíquenopintasuncarajo,Flojo!—¡Déjaleenpaz!—tronóTulponiendosugigantescopuñobajolabarbilla

deDow—¡Otedaréunabuenarazónparaquesigaschillando!El Sabueso casi ni podía mirar. Dow y Tresárboles siempre andaban a la

gresca.Secalentabanrápidoyseapagabanconidénticaceleridad.PeroCabezade Trueno era un bicho de otra especie. Nada podía parar a aquel bueygigantesco cuando se le subía la sangre a la cabeza.Nada que no fueran diezhombresbienfornidosprovistosdeunabuenasoga.ElSabuesotratódepensarquéhabríahechoLogenenesasituación.Seguroqueélhabríasabidodetenerlapelea,denohaberestadomuerto.

—¡Joder!—gritó el Sabueso, levantándose del fuego de un salto—. ¡LosmalditosShankasenosestánechandoencima!¡Bastantesproblemastenemosyacomo para encima crearnos otros! ¡Logen ya no está, y Tresárboles es susegundo,lasuyaeslaúnicavozalaquepiensoobedecer!—hizounaseriedegestos admonitorios con el dedo, sin dirigirlos a nadie en particular y luegoaguardóconlaesperanzadequeeltrucohubierasurtidoefecto.

—Asíes—gruñóHosco.Forleysubíaybajabalacabezacomosifueraunpájarocarpintero.—¡El Sabueso tiene razón! ¡Pelearnos entre nosotros nos viene tan bien

comoquesenospudralaverga!TresárboleseraelsegundodeLogen.Yahoraéleseljefe.

Seprodujouninstantedesilencio,yDowclavólosojosenelSabuesoconlamismamirada fría,vacuayasesinacon laqueungatocontemplaal ratónquetiene entre sus garras. Muchos hombres, de hecho la mayoría, ni siquiera sehabríanatrevidoa sostener lamiradadeDowelNegro.El apodo leveníaportener la reputación más negra del Norte, por su tendencia a presentarse deimproviso en medio de la oscuridad de la noche y por su afición a dejar lasaldeaspor lasquepasabanegrascomoelcarbón.Ésoseran los rumores.Ésoserantambiénloshechos.

ElSabuesotuvoqueecharmanodetodossusredañosparanobajarlosojos.Estabaapuntodehacerlo,cuandoDowapartó lavistaysepusoamirara losdemásunoporuno.Lamayoríadeloshombresnohabríaaguantadounamirada

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como esa, pero aquellos hombres no pertenecían a la mayoría. No sería fácilencontrarenelmundoungrupodehombresmássanguinariosqueaquellos.Niunosoloseamilanóocontemplólaposibilidaddehacerlo.Exceptuando,desdeluego,aForleyelFlojo,queyasehabíapuestoamirarlahierbamuchoantesdequelellegarasuturno.

Una vez queDow se dio cuenta de que todos estaban en contra de él, surostroseiluminóconunaalegresonrisacomosiallínohubierapasadonada.

—Muybien—dijodirigiéndoseaTresárbolessinelmásmínimoatisboderesentimiento—.¿Adóndevamosentonces,jefe?

LosojosdeTresárbolessevolvieronhacialosbosques.Sorbióporlanarizyserepasólosdientesconlalengua.Luegoserascólabarbamientrassetomabaun tiempo para pensarlo. Finalmente, losmiró a todos uno por uno con gestopensativo.

—Alsur—dijo.Yaloshabíaolidobastanteantesdeverlos,claroque,tratándosedeél,esono

suponía ninguna novedad. Tenía buen olfato el Sabueso, de ahí le venía elnombre.Aunque,paraserhonestos,cualquieraloshubieraolido.Apestaban.

Habíadoceabajoenelclaro.Comíansentados,gruñéndoseunosaotrosensu sucio y repulsivo idioma, enseñando sus dientes amarillentos, vestidos conapestosos retazos de pieles, trozos de cuero hediondo, roñosos restos dearmadura.Shanka.

—MalditosCabezasPlanas—dijoparasusadentroselSabueso.Depronto,oyóunsiseoasusespaldasy,aldarselavuelta,vioaHoscoasomadodetrásdeunarbusto.Alzóunamanoparadecirlequesedetuviera,sepalmeólacoronillaparaindicarlequesetratabadeCabezasPlanas,abrióycerróelpuñoylevantódosdedosparaquesupieraqueerandoceyluegoseñalóalsenderopordondedebía de venir el resto de los compañeros. Hosco asintió con la cabeza y seperdióenelbosque.

El Sabueso echó un último vistazo a los Shanka para asegurarse de queseguíanestandodesprevenidos.Loestaban.Sedeslizóporeltroncodelárbolysealejódeallí.

—Estánacampadosenunrecododelcamino,hevistodoce,peropuedequehayamás.

—¿Nosbuscan?—preguntóTresárboles.

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—Talvez,peronoparecenponermuchoempeño.—¿No podríamos esquivarlos? —preguntó Forley, siempre presto a

escaquearsedelcombate.Dow,prestocomosiempreanoperderseniuno,escupióalsuelo.—¡Docenoesnada!¡Serácoserycantar!El Sabueso miró a Tresárboles, que se estaba tomando un tiempo para

pensarlo.Doce no era nada, todos lo sabían, y además eramejor ocuparse deellosahoraquedejarloscamparlibrementeasusespaldas.

—¿Quéhacemos,jefe?—preguntóTul.Tresárbolesencajólasmandíbulas.—Conarmas.Unguerreroquenotengasusarmaslimpiasypreparadasesuninsensato.El

Sabueso ya había estado ocupándose de las suyas hacía menos de una hora.Nadie se va a morir por echarles un ojo y, en cambio, si no se hace, eso esexactamenteloquepuedesuceder.

Silbaba el acero frotado sobre el cuero, crujía la madera, chacoloteaba elmetal.ElSabuesomiróaHosco,quetensabalacuerdadesuarcoyrevisabalasplumasdesussaetas.SefijóenTulDuru,quepasabaelpulgarporelfilodesupesadaespada,tanaltacasicomoForley,ycloqueabacomounagallinaenojadaaladvertirunapequeñamotadeherrumbre.SefijóenDowelNegro,quefrotabaconunpañolacabezadesuhachayobservabasufiloconunamiradatantiernacomoladeunhombreenamorado.SefijóenTresárboles,quesacudíaelaireconlacentelleantehojadesuespada.

ElSabuesoexhalóunsuspiro, tensó lascuerdasde lamuñequeradelbrazoizquierdoycomprobóquelamaderadesuarcoestabalibredegrietas.Luegosecercioró de que todos sus cuchillos estaban en su sitio. Nunca se tienensuficientescuchillos,esoera loquesolíadecirLogen,yélse lohabía tomadomuyenserio.LuegomiróaForley,querevisabatorpementesudaga, tragandosaliva y con los ojos humedecidos por el miedo. Al verlo, a él mismo se leaceleróelcorazón.Echóunamiradaalosdemás.Unacoleccióndejetassucias,cicatrices y pobladas barbas. El miedo estaba totalmente ausente de aquellosrostros, pero tampoco era algo de lo que uno tuviera que avergonzarse. Todohombretienesupropiaformadehacerlascosasyparatenervalor,anteshayquehaber tenidomiedo, lehabíadichoLogenenciertaocasión.También sehabía

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tomadoesomuyenserio.SeacercóaForleyylediounapalmadaenelhombro.—Paratenervalor,anteshayquehabertenidomiedo.—¿Deveras?—Eso dicen, y confío que sea cierto—el Sabueso se pegó a él para que

nadiemáspudieraoírle—.Porqueyoestoyquemecago.—SuponíaquealgoasíseríaloquehabríadichoLogen,yahoraquesujefehabíavueltoalbarro,eraaélaquienletocabaocuparsedeesascosas.Forleyesbozóunasonrisa,perocasideinmediatoseleborróyparecióaúnmásasustadoqueantes.Enfin,almenoslohabíaintentado.

—Atención, muchachos —dijo Tresárboles una vez que todo el equipoestuvorevisadoyapunto—,estoesloquevamosahacer.HoscoyelSabueso,unoacadaladodesucampamento,entrelosárboles.EsperadaquedélaseñalyluegodisparadatodoslosCabezasPlanasquellevenarco.Ysinoesposible,alosquetengáismáscerca.

—Bienpensado,jefe—dijoelSabueso.Hoscoasintiómoviendolacabeza.—Tul,túyyoiremosdefrente,peroaguardaaquedélaseñal,¿eh?—Bien—tronóelgigante.—Dow,Forleyy tú iréispordetrás.Cuandonosveáis salir, salísvosotros.

¡Peroporunavezesperaaquehayamossalido!—bufóTresárboles,apuntándoleconeldedo.

—Claro,jefe—Dowseencogiódehombroscomodandoaentenderqueélsiempreobedecíalasórdenes.

—Perfecto,esoestodo—dijoTresárboles—,¿algunaduda?¿Algúncabezahuecaalrededordeestefuego?—elSabuesomascullóalgoydijoquenoconlacabeza. Los demás le imitaron—. Muy bien. Ah, una cosa más —el viejoguerreroseinclinóhaciadelanteylosmiróatodosunoporuno—:¡Esperad...a...la...maldita...señal!

ElSabuesosediocuentacuandoyaestabaocultodetrásdeunmatojoconelarcoenlamanoyunaflechalista.Noteníaniideadecuáleralaseñal.MiróalosShanka; seguíandesprevenidos, sentados,gruñendo,chillando,armandounbuenalboroto.Malditasea,seestabaorinando.Siempreleveníanlasganasantesdeentrarencombate.¿Habríandadoyalaseñal?Asaber.

—Mierda—susurró,yeneseprecisomomentoDowsaliólanzadodeentrelosárboles,blandiendounhachaenunamanoyunaespadaenlaotra.

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—¡CabezasPlanas,hijosdeputa!—chillódescargandoenlacabezadelqueteníamáscercauntajoterroríficoquelanzóunalluviadesangresobreelclaro.NuncaerafáciladivinarloquepensabaunShanka,perotodoparecíaindicarqueaquéllos se habían llevado unamonumental sorpresa. El Sabueso decidió queaquellotendríaquevalercomoseñal.

DisparóunaflechacontraelCabezaPlanamáscercano,antesdequeledieratiempodeagarrarsumaza,yobservósatisfechocómoelvenablosehundíaenlaaxiladelenemigoconunruidoseco.

—¡Ja!—exclamó.Vio aDow ensartando su espada en la espalda de otro,perotambiénaunShankaenormequeestabaapuntodearrojarlesulanza.Depronto, una flecha surgió serpenteando del bosque y le acertó en el cuello. Elbicholanzóunaullidoycayódeespaldas.ElbuenodeHoscoteníaunapunteríaendemoniada.

Tresárboles salió rugiendo desde losmatorrales que había al otro lado delclaroyloscogióporsorpresa.GolpeóconelescudoaunShankaenlaespalda,arrojándolodebrucessobreelfuego,yensartóaotroconlaespada.ElSabuesodisparó otra flecha y acertó a un enemigo en la barriga. El Shanka cayó derodillasy,antesdequesedesplomara,Tullerebanólacabezadeuntajo.

Elcombatesehabíavueltountumultovertiginoso:unacaóticasucesióndetajos,gruñidos,rocesygolpesdemetal.Lasangrevolabapor todaspartes, lasarmasbarríanelaire,loscuerpossedesplomabanatalvelocidadquealSabuesoyanoledabatiempoaapuntarsusflechas.FinalmentesóloquedaronunospocosShanka que aullaban y barboteaban rodeados por los tres guerreros. TulDuruhacía molinetes con su espada para mantenerlos a raya. Tresárboles, de unmandoble, le segó a uno las piernas, mientras Dow acababa con otro que sehabíagiradohaciasucompañero.

Elúltimoquequedabalanzóunalaridoycorrióhaciaelbosque.ElSabuesole disparó, pero iba tan deprisa que no logró acertarle. La flecha perdida casialcanza a Dow en la pierna, aunque afortunadamente él no se dio cuenta. ElShanka estaba a punto de perderse en la maleza cuando, de pronto, pegó unchillidoycayódeespaldasretorciéndose.Forley,ocultoentrelosmatorrales,lehabíaapuñalado.

—¡Mehecargadoauno!—gritó.Duranteunosinstantes,mientraselSabuesobajabaalclaroytodosechaban

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vistazos a su alrededor para asegurarse de que no quedaba nadie con quiencombatir, reinóel silencio,pero,depronto,Dowsoltóunbramidoyagitó susarmasensangrentadasporencimadesucabeza.

—¡Hemosacabadoconesoscabrones!—¡Ytú,malditoidiota,casiacabasconnosotros!—gritóTresárboles.—¿Eh?—¿Quétedijedelaseñal?—¡Meparecióoírtegritar!—¡Narices!—¿Nogritaste?—preguntóDowperplejo—Además,¿cuáldemonioserala

señal?Tresárbolesexhalóunsuspiróyhundiólacabezaentrelasmanos.Forleyseguíamirandoasombradoasuespada.—¡Me he cargado a uno! —volvió a decir. Ahora que el combate había

acabado,elSabuesoestabaapuntodereventar,asíquesediomediavueltaysepusoaorinarenunárbol.

—¡Los hemos liquidado!—exclamó Tul propinándole una palmada en laespalda.

—¡Tencuidado!—aullóelSabuesomientrasunchorrodeorinalemojabalapierna.Todosserierondeél.InclusoHoscodejóescaparunarisa.

TulcogióaTresárbolesporloshombrosylediounasacudida.—¡Loshemosliquidado,jefe!—Aéstos,sí—dijocongestoamargo—,perohabrámuchosmás.Muchos

milesmás.Tampocoaelloslesdebehacermuchagraciaestaraquíarriba,alotroladodelasmontañas.Tardeotempranotiraránparaelsur.Talvezenelverano,cuando lospasosestén transitables,o talvezunpocomás tarde.Dentrodenomucho,encualquiercaso.

ElSabuesomiróasuscompañeros:selesveíainquietosypreocupadostrashaberoídoaquellaspalabras.Elbrillode lavictoriahabía sidobastante fugaz.Siempreloera.SevolvióyechóunvistazoaloscuerposdelosCabezasPlanas,que yacían en el suelo: mutilados, ensangrentados, desmadejados, ovillados.Bienpensado,habíasidounavictoriabastanteinsignificante.

—¿No deberíamos hacer correr la voz, Tresárboles? —preguntó—. ¿Nodeberíamostratardepreveniraalguien?

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—Claro—Tresárbolessonrióapesadumbrado—.Pero,¿aquién?

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Lasendadelamorverdadero

JezalmarchabapenosamenteporelgrispaisajedeAgriontconlosacerosenlamano:bostezando,dandotraspiés,refunfuñandoysinhaberserepuestoaúndelapalizaacorrerquesehabíametidoeldíaanterior.ApenashabíavistoanadiemientrassearrastrabahaciaelmachaquediarioconelLordMariscalVaruz.Almargen del trinar ocasional de algún pájaro entre los gabletes y del cansinogolpeteo de sus botas sobre el pavimento, reinaba el más absoluto silencio.Nadie se levantaba a esas horas. Nadie debería levantarse a esas horas. Y élmenosquenadie.

Alzósusdoloridaspiernasparasubiralarcoyatravesóelpasadizo.El solapenasasomabaenelhorizonteyelpatioestabasumidoenunadensapenumbra.EscrutólaoscuridadyvislumbrólafiguradeVaruz,queyaestabasentadojuntoalamesa,aguardándole.Habíapensadoque,porunavez,seleibaaadelantar.¿Cuándodemoniosdormíaeseviejocascarrabias?

—¡LordMariscal!—exclamóJezaliniciandoundesganadotrote.—No.Hoyno—Jezalsintióqueunescalofríolerecorríaelcuello.Aquélla

no era la voz de su maestro de esgrima, pero su tono le resultabadesagradablementefamiliar—.ElMariscalVaruztieneasuntosmásimportantesqueatenderestamañana—elInquisidorGlokta,sentadoalamesa,envueltoensombras,lemirabaconsusonrisadesdentada.Jezalsintiótalascoqueleentróun picor en la piel. No se le ocurría que pudiera haber una forma peor deempezareldía.

Aminorólamarchahastareducirlaaunandarcansinoy,alllegarjuntoalamesa,sedetuvo.

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—Sin duda le alegrará mucho saber que hoy no va a haber carreras ninatación ni barra de equilibrios ni mazo—dijo el tullido—. Ni siquiera va anecesitaresoquetraeustedahí—añadióseñalandolosacerosconelbastón—.Vamosacharlarunrato.Nadamás.

Depronto, la ideadepasarsecincomartirizanteshorasconVaruzcobróunsingularatractivo,peroJezalnoqueríaquese lenotarasu incomodidad.Soltólos aceros, que cayeron en la mesa con un ruido metálico, y se sentódespreocupadamente en la otra silla bajo la atenta mirada de Glokta, que leobservaba desde la penumbra. Jezal tenía pensado imponerse a él mirándolefijamente a los ojos, pero fue un intento vano. Tras pasarse unos segundoscontemplando aquel rostro atrofiado, aquella sonrisa vacía, aquellos ojosrehundidosenlosqueanidabaunbrillofebril,lasuperficiedelamesaadquirióparaéluninterésinusitado.

—Dígame,capitán,¿porquédecidiódedicarsealaesgrima?Ah,setratabadeunjuego.Unapartidadecartasconsólodosjugadores.Y,

porsupuesto,todoloquedijeraacabaríaporllegaraoídosdeVaruz.Teníaquejugar sus cartas con suma cautela, cuidarse de no descubrirlas y andar muyatento.

—Pormi honor, por el demi familia, por el demiRey—dijo fríamente.Pocaspegasibaapoderponerleaesoaquelmalditotullido.

—Ah,demodoquelohaceustedporelbiendesunación.Debedeserustedelperfectopatriota.Quédesinterés.Quéejemploparatodosnosotros—Gloktalanzóun resoplido—. ¡Por favor!Siva amentir, escoja almenosunamentiraqueustedmismopuedacreerse.Esarespuestaesuninsultoparalosdos.

¿Cómo se atrevía esadesdentadagloria del pasado adirigirse a él con esetono?LaspiernasdeJezaldieronunasacudida:estabaapuntodeponersedepiey largarse.A lamierda conVaruz y con su deformemarioneta. Peromientrasapoyaba lasmanosen losbrazosde la sillayhacía ademánde levantarse, susojos se cruzaron con los del tullido. Glokta le contemplaba con una sonrisaburlona. Irse ahora equivaldría a admitir su derrota. Veamos, ¿por qué habíadecididodedicarsealaesgrima?

—Porqueeraloquequeríamipadre.—Ya,ya.Meparteustedelcorazón.Elhijo lealcuyosentidodeldeber le

fuerzaasatisfacerlasambicionesdesupadre.Uncuentotangastadocomouna

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de esas viejas poltronas en las que a todo el mundo le gusta sentarse. Dilessiempreloqueesperanoír,¿eh?Comorespuesta,esalgomejorquelaanterior,perosigueestandomuyalejadadelaverdad.

—¡Dígamelo usted, ya que parece saber tanto sobre el tema!—le espetóenfurruñadoJezal.

—Muybien, esoharé.Nadie se dedica a la esgrimapor suRey, ni por sufamilia, ni para hacer un poco de ejercicio, añado, por si acaso pretendíasoltármelo a ver si colaba. Lo que se busca es el prestigio, la gloria. Lapromociónpersonal.Seluchaporunomismo,silosabréyo.

—¿Lo sabe? —repuso Jezal—. Pues no parece que en su caso hayafuncionado—nadamásdecirlo,searrepintió.Malditalengua,siempreleestabametiendoenlíos.

Pero la única reacción de Glokta fue volver a poner la misma sonrisarepulsivadeantes.

—FuncionóalaperfecciónhastaquediconmishuesosenlasprisionesdelEmperador.¿Quéexcusatieneusted,señormentiroso?

A Jezal no le gustaba el cariz que estaba tomando la conversación.Estabademasiadoacostumbradoalaspartidasdecartafácilesyalosmalosjugadores.Parecía como si todo su talento estuviera embotado. Lomejor sería capear eltemporal hasta que le tuviera tomada la medida a su contrincante. Encajó lamandíbulaypermanecióensilencio.

—Paraganar unCertamenhayque esforzarse, desde luego.Debería habervistocómoseentrenabanuestrocomúnamigo,CollemWest.Sepasómesesymeses sudando la gota gorda, trabajando como una bestiamientras los demásnos reíamos de él. Qué hacía ese plebeyo, ese idiota advenedizo, tratando decompetir con sus superiores, eso era lo que pensábamos. Pero ahí seguía él,bregandoconlasformas,dandotumbossobrelabarradeequilibriosapesardenuestrasconstantesburlas.Yahoramíreleaél—Gloktadiounosgolpecitosalbastónconundedo—.Ymíremeamí.¿Quiénhareídoelúltimo,eh,capitán?Yavehastadóndesepuedellegarconunpocodeesfuerzo.Ustedtieneeldobledetalentoqueélylasangreidónea.Notendríaqueesforzarseniladécimapartey,sinembargo,seniegaahacerelmásmínimoesfuerzo.

Jezalnoestabadispuestoadejarpasarporaltoaquello.—¿Ni elmásmínimo esfuerzo? Es que acaso nome someto a diario a la

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torturaque...CuandoJezalsediocuentadeladesafortunadaeleccióndepalabrasyaera

demasiadotarde.—Estoybastantepuestoenmateriadeesgrimaydetortura.Ypuedecreerme

si ledigo—la siniestra sonrisadel Inquisidor se acentuó—que sondoscosasbiendistintas.

—Mmm—murmuróJezaltodavíadesconcertado.—Tieneambiciónylosmediosnecesariosparasatisfacerla.Conunpocode

esfuerzoseríasuficiente.Unoscuantosmesesdetrabajoduroylomásprobableesquenotengaquevolveradarunpaloalaguaduranteelrestodesuvida,sieseso lo que desea. Unos pocosmeses y asunto resuelto—Glokta se lamió lasencías—.Excluyendoaccidentes,claroestá.Tienedelanteunagranoportunidad.Yo que usted, no la dejaría escapar; claro que, tal vez, además de ser unmentiroso,seaustedtonto.

—No soy ningún tonto —terció secamente Jezal. No se le ocurrió nadamejorquedecir.

Gloktalevantóunacejay,retorciendolacaraenungestodedolor,descargótodosupesoenelbastónysepusolentamentedepie.

—Mire,mándelo todoapaseosiquiere.Puedepasarseel restodesusdíascómodamente sentado jugando a las cartas, bebiendo y charlando de sandecesconotrosjóvenesoficiales.Hayunmontóndegentequesesentiríafelizconunavidacomoésa.Unmontóndegentequenuncahatenidolasoportunidadesqueaustedselehanbrindado.Mándelotodoapaseo,sí.ElMariscalVaruzsesentirádefraudado, y el comandanteWest, también su padre de usted y alguna gentemás, pero puede creerme si le digo que a mí, particularmente—y se inclinóhacia él luciendo aún su repelente sonrisa—,me trae absolutamente al fresco.Quetengaunbuendía,capitánLuthar—y,dichoaquello,comenzóarenquearendirecciónalpasadizo.

Trasaquellaentrevistatanpocograta,Jezalseencontróinopinadamentecondoshoraslibres;elproblemaeraquesuestadodeánimonoeraelmásadecuadoparadisfrutardeellas.VagósinrumboporAgriont,recorriendocalles,plazasyjardinesvacíos,sumidoensombríascavilacionessobrelaspalabrasdeltullidoymaldiciendo el nombre de Glokta, pero sin poder quitarse de la cabeza laconversación que acababa demantener.Repasaba cada frase una y otra vez y

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siempre se le ocurría algo nuevo que podría haber dicho. Si se le hubieraocurridoensumomento.

—¡Eh,capitánLuthar!—Jezalpegóunrespingoyalzólavista.Sentadoenlahierbaempapadaderocío,alasombradeunárbol,habíaundesconocidoqueteníaenlamanounamanzanamordisqueadaylemirabatodosonriente—.Lasprimerashorasde lamañanasonelmejormomentodeldíaparasaliradarunpaseo, o, almenos, amíme lo parecen. Tranquilas, grises, limpias, solitarias.Nadaqueverconesosrojoschillonesdelashorasdelatardecer.Tanabarrotadas,tan llenas de gente pululando de un lado para otro. ¿Quién puede pensar enmedio de semejante alboroto? Y ahora resulta que a usted le pasa lo mismo.¡Quéalegría!—y,actoseguido,lediouncrujientemordiscoalamanzana.

—¿Nosconocemos?—Oh, no, no—dijo el desconocido poniéndose de pie y limpiándose las

manos en la culera de los pantalones—, todavía no. Me llamo Sulfur, YoruSulfur.

—¿Ah,sí?¿YquéletraeaAgriont?—Digamosqueestoyaquíenmisióndiplomática.Jezallemiródearribaabajo,tratandodeidentificarsulugardeprocedencia.—¿Unamisiónenrepresentacióndequién?—Demiseñor,desdeluego—dijoSulfurdejándoleenascuas.Jezalsefijó

que tenía los ojos de distintos colores. Un rasgo desagradable y un tantorepelente,pensó.

—¿Ysuseñores?—Unhombremuysabioypoderoso—extrajoconlosdienteselcorazónde

la manzana, lo arrojó entre los arbustos y luego se limpió las manos en losfaldonesdelacamisa—.Yaveoquehaestadoustedpracticandoesgrima.

Jezalbajólavistaymirósusaceros.—Sí —dijo, dándose cuenta de que en ese preciso momento acababa de

tomarladecisióndefinitiva—,porúltimavez.Voyadejarlo.—¡Pero, por favor, no haga usted eso! —el desconocido le agarró del

hombro—.¡Porloquemásquiera,nolohaga!—¿Cómo?—¡No, no!Si se enterarami señor, se quedaría horrorizado. ¡Horrorizado!

¡Sirenunciaa laesgrimahabrárenunciadoustedamuchascosasmás!Nohay

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mejor forma de hacerse notar a los ojos de la gente, ¿sabe? Y, en últimainstancia, es ella la que tiene la última palabra. ¡Sin el pueblo llano no haynobleza,ningúntipodenobleza!¡Ellostienenlaúltimapalabra!

—¿Qué? —Jezal echó un vistazo al parque con la esperanza de ver unguardaalquepudierainformardequehabíaunlocosueltoenAgriont.

—¡No,bajoningúnconceptodeberenunciarusted!¡Noquieronioírhablardeello! ¡Ni se leocurra! ¡Estoysegurodequeal final seguiráustedadelante!¡Tienequehacerlo!

JezalsesacudiódelhombrolamanodeSulfur.—¿Quiénesusted?—Sulfur.YoruSulfur,paraservirle.¡Hastaluego,capitán,yanosveremosen

elCertamen,otalvezantes,quiénsabe!—ysedespidiódeélagitandolamanoporencimadelhombromientrassealejaba.

Jezalselequedómirandoconlabocaentreabierta.—¡Malditasea!—gritóarrojandolosacerosalsuelo.Todoelmundosecreía

conderechoameterseensusasuntos,hastaunchifladodelparque.Cuando consideró que ya era lo bastante tarde, Jezal fue a visitar al

comandanteWest. Sabía que siempre estaba dispuesto a escuchar con actitudcomprensivay,además,teníalaesperanzadeengatusarleparaquefueraélquiense encargara de comunicarle la mala noticia al Lord Mariscal Varuz. Si eraposible, prefería ahorrarse esa escena. Llamó a la puerta y aguardó unosinstantes.Luegovolvióallamar.Lapuertaseabrió.

—¡CapitánLuthar!¡Quégranhonor,nosésiserécapazdesoportarlo!—Ardee —musitó Jezal un tanto sorprendido de encontrarla allí—, me

alegro de volver a verte —por una vez, lo decía de verdad. Era una chicainteresante,sí,desdeluegoqueloera.Sentirinterésporloquedijeraunamujereraparaélunaexperiencianuevayestimulante.Ynopodíanegarsequeademáserabastanteatractiva;dehecho,cadavezquelaveíase loparecíamás.Claro,queesotampocoqueríadecirquefueraahabernadaentrelosdos.Westerasuamigo y todo eso, pero ¿qué había de malo en mirar?— Hummm.. ¿está tuhermanoencasa?

Ardeesetiróenelbancoquehabíaarrimadoalapared,estiróunapiernaypusocaradepocosamigos.

—No,no está.Ha salido.Siempre está ocupado.Demasiadoocupadopara

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pasar un rato conmigo—susmejillas tenían un color rojo inconfundible. Losojos de Jezal se posaron en un decantador. Tenía el tapón quitado y el vinoestabaporlamitad.

—¿Estásbebida?—Un poco—dijo Ardee bizqueando paramirar un vasomedio lleno que

habíaalaalturadesucodo—,peromásquenadaestoyaburrida.—Nisiquierasonlasdiez.—¿Esquenopuedoaburrirmeantesdelasdiez?—Yasabesaloquemerefiero.—Deja las charlasmoralesparamihermano.Lepeganmás.Anda, sírvete

unacopa—señalólabotellaconunamano—.Tienesaspectodenecesitarla.Eneso,desdeluego,noseequivocaba.Sesirvióunacopaytomóasientoen

unasilladecaraaArdee,mientrasellalecontemplabaconlosojosentornados.Lamuchachacogiósuvasodelamesa.Juntoaél,bocabajo,habíaunlibromuygrueso.

—¿Quétalestáeselibro?—preguntóJezal.—La caída delMaestroCreador, obra en tres tomos.Uno de los grandes

clásicos de la historia, segúndicen.Un auténtico coñazo—soltó con sorna—.Repleto de sapientísimos Magos, adustos caballeros provistos de enormesespadas y damas provistas de pechos aún más enormes. Magia, violencia yaventurasenproporcionesiguales.Unaverdaderaporquería—diounmanotazoallibroque,conunbatirdepáginas,aterrizóenlaalfombra.

—¿Nopuedeshaceralgoparamantenerteentretenida?—¿Ah,sí?¿Quémesugieres?—Misprimassepasaneldíabordando.—Veteatomarporculo.—Hummm—dijoJezalconunasonrisa.LaaficióndeArdeealaspalabrotas

ya no le resultaba tan desagradable como al principio—. ¿Qué hacías cuandoestabasentucasadeAngland?

—Ah,mi casa—recostó la cabeza en el respaldo del banco—.Y yo quepensaba que allí me aburría como una ostra. Estaba deseando venir a estemagníficolugardondesecuecentodoslosasuntosimportantes.Yahoraloúnicoquedeseo esvolver, casarmeconungranjeroy tenerunadocenade crios.Almenosasí tendríaalguienconquiencharlar—cerró losojosysuspiró—.Pero

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Collemnomedeja.Se siente responsable ahoraquenuestropadrehamuerto.Creequeesdemasiadopeligroso.PreferiríaquenomemataranlosHombresdelNorte,pero su sentidode la responsabilidadnovamásallá.Ydesde luegonoincluyepasarsediezminutoshaciéndomecompañía.Conclusión,queestoyaquíatrapadaentreunmontóndeesnobsarrogantescomovosotros.

Jezalrebullóinquietoenelasiento.—Noparecequeélsesientatanadisgusto.—¡Por supuesto que no! —repuso Ardee— ¡Collem West es un tipo

estupendo! ¿Acaso no ganó un Certamen? ¿No fue el primero en entrar enUlrioch?¡Nuncaseráunodelosnuestros,claro,notieneningúnabolengo,peroes un tipo estupendo... para ser un plebeyo! En cambio, la advenediza de suhermana,sedebedecreermuylista.¡Perosihastadicenquebebe!—susurró—No sabe cuál es su lugar. ¡Qué vergüenza! Lo mejor será hacer como si noexistiera—volvióasuspirar—.Todoelmundosealegrarácuandomevaya.

—Yono—malditasea,¿habíadichoesoenvozalta?Ardeeseriódeunaformamuypocoagradable.—Bueno,esmuygenerosodetupartedecireso.Porcierto,¿cómoesqueno

estáspracticandoesgrima?—ElMariscal Varuz tenía otras ocupaciones hoy—hizo una pausa—.De

hecho,estamañanatuvedemaestrodeesgrimaatuamigoSanddanGlokta.—¿Deveras?¿Yquésecontaba?—Entreotrascosas,queyoeraunidiota.—Seráposible.Jezaltorcióelgesto.—Puessí.Mira,estoytanhartodelaesgrimacomolopuedasestartúdeese

libro. De eso es de lo que quería hablar con tu hermano. Estoy pensando endejarlo.

Ardee estalló en un torrente de carcajadas. Unas carcajadas estridentes,atropelladas.Todoel cuerpo le temblaba.Partedelvino se saliódelvasoy sederramóporelsuelo.

—¿Quétienedegracioso?—inquirióJezal.—Verás—dijomientrassesecaba las lágrimas—,esque teníaunaapuesta

conCollem.Élestabaconvencidodequenolodejarías.Pero,segúnparece,mifortunaacabadeincrementarseendiezmarcos.

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—Noestoymuysegurodequemeagradeserobjetodevuestrasapuestas—dijoconacritudJezal.

—Yyonoestoymuyseguradequemeimportetrespepinos.—Estoesserio.—¡Quévaa serlo!—leespetó—¡Paramihermano síqueera serio, élno

tenía elección!Nadie se fija en ti si no tienes un «dan» en tu apellido, ¡nadiesabeesomejorqueyo!Desdequeestoyaquí,túereslaúnicapersonaquemehahechounpocodecaso,ysóloporquetelohapedidomihermano.Tengomuypocodineroyniunasolagotadesangreazul,yesohacequea losojosde lagentecomotúseaunceroalaizquierda.Loshombresmeignoranylasmujeresmedejanconelsaludoenlaboca.Nadameretieneaquí,nadaninadie,¿yahoravas tú yme dices que tu vida esmuy dura? ¡Por favor!Tal vez sea yo quiendebiera dedicarse a la esgrima—dijo amargamente—. Pregúntale alMariscalVaruzsiaceptaríaotropupilo,¿quieres?¡Almenosasítendréalguienconquienhablar!

Jezalparpadeó.Aquellonoerainteresante.Aquelloeraunagrosería.—Unmomento,notienesniideadeloquesignificatenerque...—¡Oh, deja de lloriquear! ¿Qué edad tienes? ¿Cinco añitos? ¡Anda, nene,

vetecontumamáparaquetedéteta!Jezal apenas daba crédito a lo que estaba oyendo. ¿Cómo se atrevía a

hablarleasí?—Mimadre estámuerta—dijo. ¡Ja!Ahora se sentiría culpable y se vería

obligadaapedirledisculpas.Peronofueasí.—¿Muerta?¡Mejorparaella,asínotendráquesoportartuslloriqueos!Los

niñosricossontodosunosmalcriados.¡Noosfaltadenada,perosi tenéisquehacer un pequeño esfuerzo para conseguir algo os da una pataleta! ¡Erespatético!¡Meponesenferma!

Jezal la miraba con los ojos desorbitados. La cara le ardía como si lehubierandadounabofetada.Dehecho,habríapreferidomilveces labofetada.Jamás le habían hablado de esa forma. ¡Jamás! Era peor que lo de Glokta.Muchopeor,ymuchomásinesperado.Depronto,sediocuentadequeteníalabocaabierta.Lacerródegolpe,apretólosdientes,estampóelvasoenlamesayse levantó para irse. Cuando estaba a punto de salir, la puerta se abrió y seencontrócaraacaraconelcomandanteWest.

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—¡Jezal!—dijoWest,primeroconuntonodesorpresa,pero,luego,trasvera su hermana repantigada en el banco, con un deje de desconfianza—. ¿Quéhacesaquí?

—Mmm...laverdadesquehabíavenidoaverte.—¿Ah,sí?—Sí. Pero puede esperar. Tengo cosas que hacer—y, dicho aquello, Jezal

apartóasuamigoytiróporelpasillo.—¿Quédemonioshapasadoaquí?—leoyódeciraWestmientrassealejaba

delahabitación—.¿Estásborracha?LafuriadeJezalibacreciendoacadapasoquedaba,hastaquefinalmentele

dejó al bordede la asfixia. ¡Había sidoobjetodeunaagresión! ¡Unaagresiónbrutalyabsolutamenteinjustificada!Sedetuvoenmediodelpasillo:temblandode rabia, resoplando por la nariz como si viniera de correr diez kilómetros,apretando los puños hasta hacerse daño. ¡Y demanos de unamujer! ¡De unamujer! ¡Y una plebeya, encima! ¿Cómo se había atrevido? ¡Pensar que él lehabíadedicadosutiempo,quelehabíareídolasgracias,quelahabíaencontradoatractiva!¡Deberíasentirsehonradadequesehubierafijadoenella!

—¡Malditazorra!—gruñóparasusadentros.Estabatentadodedarsemediavuelta y decírselo a la cara, pero ya no era posible. Echó un vistazo a sualrededor para ver si había algo a lo que pudiera dar un golpe. ¿Cómo podíahacérselopagar?¿Cómo?Yentoncesseleocurrió.

Demostrándolequeestabaequivocaba.Ésaeralasolución.Ledemostraríaqueestabaequivocada,ytambiénaese

cabrón tullido de Glokta. Les demostraría lo mucho que podía llegar aesforzarse.Lesdemostraríaquenoeraunidiota,quenoeraunmentiroso,queno era un niño malcriado. Cuanto más lo pensaba, mejor le parecía la idea.¡GanaríaelmalditoCertamen,síseñor!¡Esoharíaqueselesborraralasonrisadeloslabios!Embargadodeunanovedosayextrañasensación,reemprendiólamarchaporelpasillo.

Tenía un objetivo. Sí. Puede que aún estuviera a tiempo de echarse unacarrera.

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Cómoseeducaaunperro

Totalmente inmóvil, en completo silencio, casi invisible en medio de lassombras, el Practicante Frost permanecía pegado a la pared como si formarapartedeledificio.Elalbinollevabamásdeunadehoraconlosojosclavadosenlacalledeenfrente, sinmoverseniun solomilímetro, sincambiar lospiesdeposición,sinrespirarsiquiera,o,silohabíahecho,Gloktaalmenosnolohabíaadvertido.

Él,encambio,maldecía,serevolvíaincómodo,torcíaelgesto,serascabalacara, se chupaba las encías.¿Por qué se retrasan? Si tardan un pocomásmequedarédormido,mecaeréeneseapestosocanalymeahogaré.Unfinalmuyapropiado. Bajó la vista y contempló el movimiento ondulante de las aguas,malolientes,aceitosas.Halladouncuerpoflotandojuntoalosmuelles,hinchadoporelaguayabsolutamenteirreconocible...

Frost le tocó el brazo en la oscuridad y luego señaló la calle con su dedoblanquecino. Tres hombres avanzaban lentamente hacia ellos con el andarpatizamboquesuelenadoptarquienespasanmuchotiempoabordodeunbarcoparaqueelbamboleodelacubiertanoleshagaperderelequilibrio.Bueno,ahíviene la mitad de nuestra cuadrilla.Más vale tarde que nunca. Una vez queestuvieronenmediodelpuente,lostresmarinerossedetuvieronysequedaronaguardandoanomásdeveintepasosdedondeestabanellos.Gloktadistinguíalos tonos de sus voces: vulgares, desabridos, resueltos. Arrastró los pies y sepegóunpocomásalaparedparaquelassombrasleocultaranmejor.

De pronto, desde el lado contrario, se oyó el ruido de unos pasos que seacercaban,unospasosapresurados.Aparecieronotrosdoshombres,avanzando

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deprisaporlacalle.Unodeellos,untipoaltoyflaco,vestidoconunabrigodepieles de aspecto caro, lanzabamiradas a su alrededor con gesto desconfiado.Ese debe ser el ilustre sedero Gofred Hornlach. Nuestro hombre. Suacompañante llevabaunaespadaalcintoyunpesado leñocargadoalhombro.Sirviente,guardaespaldasoambascosasa lavez.Nonos interesa.Cuandoseacercaron al puente,Glokta comenzó a sentir una especie de hormigueo en elvellodelabasedelcuello.Hornlachintercambiabaunaspalabrasconunodelosmarineros,untipoconunapobladabarbacastaña.

—¿Listo?—lesusurróaFrost.ElPracticanteasintió.—¡Altoahí,ennombredeSuMajestad!—gritóGloktaaplenopulmón—.

ElsirvientedeHornlachsevolvióehizoademándesacarlaespada,mientraseltroncoque llevaba al hombro caíadegolpe sobre el puente.El silbidodeunacuerdasonóentrelassombrasdelotroextremodelacalle.Elsirvientepusocaradesorpresa,lanzóunresoplidoycayódebruces.Alinstante,elPracticanteFrostsaliódelaoscuridadyavanzóconpasosigilosoporlacalle.

Hornlach, con los ojos muy abiertos, miró el cuerpo caído de suguardaespaldasy luegovolvió lavistahaciaelalbino.Actoseguido,sevolvióhacialosmarineros:

—¡Ayúdenme!—gritó—¡Deténganle!Eljefedelacuadrillalesonrió.—Meparecequenovaaserposible—susdoscompañerossedirigieronsin

prisasabloquearelpuente.Elsederosealejóandandoatrompiconesydiounpasovacilantehacialassombrasquehabíajuntoalcanalalotroladodelpuente.Severardsurgiódeunportalconunaballestaapoyadaenloshombros.Bastaríasustituirlaballestaporunramodefloresparaqueparecierauntipoquevadeboda.Nadiediríaqueacabademataraunhombre.

Alverserodeado,Hornlachnopudohacerotracosaquemirarestupefactoasu alrededor con los ojos dilatados en una expresión de miedo y sorpresa,mientras losdosPracticantesse leacercaban, seguidosde la figura renqueantedeGlokta.

—¡Pero yo les pagué! —gritó desesperado Hornlach dirigiéndose a losmarineros.

—Me pagó por un camarote —dijo el capitán—. La lealtad no estabaincluidaenelprecio.

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La manaza blanca del Practicante Frost se estrelló sobre el hombro delmercader, forzándole a ponerse de rodillas. Severard pasó por encima delguardaespaldas,introdujolasuciapunteradesubotabajoelcuerpoylodiolavuelta.Conlosojosvidriososylasplumasdelasaetasobresaliéndoledelcuello,elcadáversequedómirandoelcielonocturno.Lasangrequelerodeabalabocaseveíanegraalaluzdelaluna.

—Muerto—mascullóinnecesariamenteSeverard.—Sueleocurrircuandosetieneunasaetaclavadaenelcuello—dijoGlokta

—.Quítalodeenmedio,¿quieres?—Esoestáhecho—agarró lospiesdelguardaespaldasy los aupó sobre el

pretil,luegolocogiódelasaxilasy,soltandoungruñido,loarrojóporelbordedelpuente.Quéfinura,quélimpieza,quédesenvoltura.Saltaalavistaquenoeslaprimeravezquelohace.Elcadáversehundiódeunchapuzónenlasviscosasaguasde losmuelles.Frost ya tenía aHornlach con lasmanos amarradas a laespalda y con la cabeza metida en la bolsa. Mientras le ponían de pie, elprisionero dejó escapar un chillido desde detrás de la lona. Glokta, con laspiernasentumecidas tras la largaesperaenelcallejón, seacercó renqueandoalostresmarineros.

—Aquí tiene —dijo y, acto seguido, sacó una pesada bolsa del bolsillointeriordesugabánylamantuvosuspendidasobrelapalmadelcapitán—.Peroantes,dígame,¿quéhaocurridoaquíestanoche?

Elviejomarinerosonrióysurostroajadosearrugócomosifueraunabotavieja.

—Lacargaseestabaechandoaperdery teníamosquesalircon laprimeramarea.Yaselohabíadichoyo.Estuvimosesperandojuntoaeseapestosocanalhastapasadalamedianoche,peromecreerásiledigoqueelmuycabrónnosepresentó.

—Muy bien. Ésa es la historia que debe contar enWestport si alguien lepregunta.

Laadvertenciapareciómolestaralcapitán.—Esoesloquesucedió,Inquisidor.¿Quéotrahistoriaibaahaber?Gloktasoltólabolsa,yeldineroquehabíadentrotintineó.—CortesíadeSuMajestad.Elcapitáncalibróensumanoelpesodelabolsa.

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—¡Siempre es un placer prestar un servicio a Su Majestad! —y, actoseguido, sus dos compañeros y él, todo sonrientes, se dieron la vuelta y sedirigieronhacialosmuelles.

—Bien—dijoGlokta—,vamosalonuestro.—¿Dóndeestánmisropas?—gritóHornlachretorciéndoseensusilla.—Debopedirledisculpasporeso.Yaséqueresultauntantoincómodo,pero

las ropas pueden servir para ocultar alguna cosa. Si le dejas a un hombre susropas, le dejas su orgullo, su dignidad ymuchas otras cosas que en un lugarcomo éste están de sobra. Nunca interrogo a los prisioneros vestidos. ¿SeacuerdadeSalemRews?

—¿Quién?—SalemRews.Unode los suyos.Un sedero.Descubrimosqueevadía los

tributosdelaCorona.Confesóydiounaseriedenombres.Tratédehablarconellos,perotodoshabíanmuerto.

Losojosdelmercadermirarondesoslayoaizquierdayderecha.Calibrasusopciones,tratadeadivinarquéesloquesabemosrealmente.

—Lagentesuelemorirse.Gloktamiró la imagendelcadáverdeJuvens,queseencontrabadetrásdel

prisionerosangrandopinturarojaporlapared.Lagentesuelemorirse.—Desde luego, pero no de una forma tan violenta. Mi impresión es que

alguienqueríaverlosmuertos,quealguienordenóesasmuertes.Yyodiríaqueesealguienfueusted.

—¡Notieneningunaprueba!¡Ninguna!¡Nosesaldráconlasuya!—Laspruebasnosignificannada,Hornlach,perovoyasercondescendiente

conusted.Rews sigue convida.De hecho, lo tenemos ahí abajo, abandonadopor todossusamigos, lloriqueandosinpararydandolosnombresdetodoslosSederosqueseleocurreno,parasermásexactos,quesenosocurrenanosotros—elprisioneroentornólosojos,peroésafuesuúnicareacción—.LoutilizamosparacapturaraCarpi.

—¿Carpi?—dijoelsederotratandodeaparentarindiferencia.—Nomedigaqueya sehaolvidadoustedde su asesino. ¿Unestirio algo

fofo? ¿El de la cara picada de viruela? ¿Ese que suda a mares? También lotenemos.Noscontótodalahistoria.Quefueustedquienlocontrató,cuántolepagóyloquelepidióquehiciera.Todo—Gloktasonrió—.Paraserunasesino

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tieneunamemoriaexcelenteymuyprecisa.Elsemblantedelprisionerodejóasomarunatisbodepreocupación,perose

mantuvofirme.—¡EstoesunaafrentaamiGremio!—gritócontodalaautoridaddelaque

puedehaceracopiounapersonadesnudaque seencuentraatadaauna silla—.¡NuestroMaestre,CostardanKault,nosequedarádebrazoscruzados,esmuyamigodelSuperiorKalyne!

—Olvídese de eso, el cabrón de Kalyne está acabado. Y, además, Kaultpiensaqueestáustedasalvo,abordodeunbarcorumboaWestportyfueradenuestroalcance.Tardarávariassemanasenecharleenfalta—lasfaccionesdelmercadersehabíandesencajado—.Yentretantopuedenocurrirmuchascosas...muchascosas.

LalenguadeHornlachasomóuninstanteentresuslabiosyluegolanzóunamiradafurtivaaFrostyaSeverard,queestabanligeramenteinclinadossobreél.Bien.Ahoravieneelintentodellegarauntrato.

—Inquisidor—dijoHornlachconvozzalamera—,si algoheaprendidoenestavidaesquenohayhombrequenodeseealgo.Todohombretieneunprecio,¿no?Ynuestrosbolsillostienenmuchofondo.Bastaconquelodiga.Dígaloyserásuyo.¿Quéesloquequiere?

—¿Lo que quiero? —preguntó Glokta acercándose a él como si fuera ahacerleunaconfidencia.

—Sí.Nosehagaderogar.¿Quéesloquequiere?—Hornlachlesonreíaconuna sonrisita tímida, coqueta, astuta. Vaya una idea más peregrina, pero tudineronotevaasacardeésta.

—Quieroquemedevuelvamisdientes.Almercaderseleempezóaborrarlasonrisadelrostro.—Quieroquemedevuelvamipierna.Hornlachtragósaliva.—Quieroquemedevuelvalavida.Elprisionerosehabíapuestoextremadamentepálido.—¿Nopuede?En tal caso, tal vezme conforme conquemedé su cabeza

ensartada en un palo. No tiene ninguna otra cosa que pueda interesarme, pormuchofondoquetengansusbolsillos—Hornlachyahabíaempezadoatemblarun poco. ¿Se acabaron ya las bravatas? ¿Se acabaron los tratos?Muy bien,

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entoncespodemosempezar.Gloktacogióunpapelqueteníadelantedeélyleyólaprimerapregunta—.¿Cuálessunombre?

—Escuche, Inquisidor, yo... —Frost descargó un puñetazo en la mesa yHornlachseencogióensusillaaterrorizado.

—¡Cabrónhijodeputa,respondealapregunta!—leaullóSeverardalacara.—GofredHornlach—chillóelmercader.Gloktaasintióconlacabeza.—Bien.¿EsustedunmiembrodestacadodelGremiodelosSederos?—¡Sí,sí!—¿UnodelosadjuntosdelMaestreKault,dehecho?—¡Bienlosabeusted!—¿Haconspirado juntoconotrosSederosparadefraudara laHaciendade

SuMajestad el Rey? ¿Contrató a un asesino con el expreso propósito de queacabara con la vida de diez súbditos de SuMajestad? ¿Le ordenóCoster danKault,MaestredelGremiodelosSederos,quelohiciera?

—¡No!—gritó Hornlach con un estridente tono de pánico.No es ésa larespuestaquebuscamos.GloktasevolvióhaciaelPracticanteFrost.Elenormepuñodelalbinosehundióenlastripasdelmercader,quelanzóunlevesuspiroyseresbalóhaciaunladodelasilla.

—Mimadretieneperros,¿sabe?—dijoGlokta.—Perros —bisbiseó Severard al oído del mercader mientras lo volvía a

colocarrectoenlasilla.—Losadora.Lesenseña todo tipode trucos—Glokta frunció los labios—

¿Sabecómoseeducaaunperro?Hornlach seguía aovillado en la silla con los ojos vidriosos e incapaz de

hablarporelmomento.Aúnseencuentracomounpezalqueacabandesacardelagua.Abreycierralaboca,peronoconsigueemitirningúnsonido.

—Haciéndolerepetirlascosas—dijoGlokta—.Repite,repite,repite.Tienesque hacer que el perro repita cien veces elmismo truco y luego hacer que lorepita otras cien veces más. Todo consiste en hacerle repetir las cosas. Y siademás quieres que el perro sólo ladre cuando tú se lo ordenes, entonces nodebesdeescatimarelusodel látigo.Quieroque ladreparamíanteelConsejoAbierto,Hornlach.

—¡Estáloco—gritóelsederomirandoasualrededor—,todosustedesestán

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locos!Gloktalemiróconunasonrisavacua.—Siesolehaceilusión.Siesolesirvedeconsuelo,considéreloasí—luego

volviólavistaalpapelqueteníaenlamano—.¿Cuálessunombre?Elprisionerotragósaliva.—GofredHornlach.—¿EsustedunmiembrodestacadodelGremiodelosSederos?—Sí.—¿UnodelosadjuntosdelMaestreKault,dehecho?—¡Sí!—¿Haconspirado juntoconotrosSederosparadefraudara laHaciendade

SuMajestad el Rey? ¿Contrató a un asesino con el expreso propósito de queacabara con la vida de diez súbditos de SuMajestad? ¿Le ordenóCoster danKault,MaestredelGremiodelosSederos,quelohiciera?

Hornlachmiró desesperado a su alrededor. Frost le devolvió lamirada. YSeverardhizootrotanto.

—¿Ybien?—inquirióGlokta.Elmercadercerrólosojos.—Sí—gimió.—¿Cómohadicho?—¡Sí!Gloktasonrió.—Estupendo.Ahora,dígame,¿cuálessunombre?

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Téyvenganza

—Hermosa comarca, ¿no le parece? —preguntó Bayaz mientrascontemplabaelagrestepáramoqueseextendíaaambosladosdelcamino.

EllentogolpeardelaspezuñasdesuscaballosmarcabaunritmomonótonoquecontrastabavivamenteconelestadodeinquietuddeLogen.

—¿Sí?—Bueno,desdeluegoquesetratadeunacomarcaduraparaquiennosepa

cómoselasgasta.Unacomarcaduraeimplacable.Aunquenoexentadeciertanobleza—elPrimerodelosMagosabarcóconunbrazoelpaisajeyaspiróconfruiciónunabocanadadeaire fresco—.Poseehonestidad, integridad.Elmejoraceronosiempreeselquemásbrilla—balanceándosesuavementesobrelasilla,miróaLogen—.Usteddeberíasaberlo.

—Laverdad,yonoveoesabelleza.—¿Ah,no?¿Yquéesloqueve?Logen dejó que sus ojos vagaran por las empinadas laderas de hierba,

salpicadas de matas de juncia y tojo y tachonadas de peñascos y pequeñasarboledas.

—Veo un buen terreno para una batalla. A condición de que sea uno elprimeroenllegar.

—¿Deveras?¿Yesoporqué?Logenseñalólaabruptacimadeunacolina.—Ungrupodearquerosquesesituaraentreesosriscosnopodríaservisto

desdeelcamino,yenesasrocasdeallásepodríaocultartambiénlamayorpartede los soldados de a pie. Un grupo de infantería ligera se dispondría en las

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laderas,paraqueatrajeranalenemigohaciaesaspendientesdeahí.Logenseñalólasespinosasmatasquecubríanlasladerasmásbajas.—Habría que dejarles avanzar un trecho y, luego, cuando se estuvieran

abriendopasoentreesamarañadetojos,empezaríanalloverleslasflechas.Unaflechaquecaedesdearribanoesparatomárselaabroma.Caeconmásfuerza,alcanza más lejos y se clava más hondo. Eso haría que se dispersaran. Paracuando hubieran alcanzado las rocas estarían muertos de cansancio y con ladisciplinaseriamentemermada.Éseseríaelmomentodecargarcontraellos.Undestacamento de Caris de refresco que saliera de esas rocas, cargando desdearriba,llenosdeentusiasmoygritandocomodemoniosbastaríaparaacabarconellos.

Logenentornó losojosymiró la laderade lacolina.Habíaexperimentadoesetipodeencerronasenamboslados,yenningunodelosdoscasoselrecuerdoqueguardabadeellaseragrato.

—Perosi siguieranconánimode resistir,unoscuantos jinetesquesalierande esos árboles de allí los liquidarían. Un pequeño grupo de los MejoresGuerreros, unos cuantos hombres curtidos surgidos de dondemenos se esperasembraríanelpánico.Esolospondríaendesbandada.Peroconelcansancioquellevaríanencima,nopodríancorrerdemasiadorápido.Locualsignificaqueseharían prisioneros, y los prisioneros significan rescates o, al menos, unosenemigosalosquesepuedematarabajocoste.Dependiendodelbandoquelehayatocadoauno,veounacarniceríaounabatalladignadesercantada.Esoesloqueveo.

Bayazsonrióasintiendoconlacabezaconelritmopausadoquelemarcabaelcaballo.

—¿NofueStolicusquiendijoqueungeneraltienequehacerdelterrenosumejoraliadoporque,encasocontrario,seconvertiráensupeorenemigo?

—Nunca había oído hablar de él, pero tenía mucha razón. Éste es buenterreno para un ejército, siempre y cuando consiga llegar primero. Ésa es laclave,llegarprimero.

—Sinduda.Peronosotrosnotenemosejército.—Esos árboles sonmuchomejores para ocultar detrás ungrupode jinetes

pequeñoqueunogrande—Logenmiródereojoalmago.Estabatranquilamenteinclinado en la silla demontar, disfrutandodeungratopaseo a caballo por el

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campo—. No creo que a Bethod le haya hecho mucha gracia su consejo, yconmigoyatienevariascuentaspendientes.Estáheridodondemásleduele:ensuorgullo.Querrávengarse.Querrávengarseatodacosta.

—Ah, la venganza es el pasatiempo más extendido en el Norte. Supopularidadjamásdecrece.

Logencontemplócongestosombríolosárboles,lasrocas,losplieguesdelasladerasdelvalle,losnumerososlugaresquepodíanservirdeescondite.

—En esas colinas habrá gente buscándonos. Pequeños grupos de hombresdiestrosycurtidosenmilbatallas,provistosdebuenasmonturasybuenasarmasygrandesconocedoresdel terreno.AhoraqueBethodha liquidadoa todossusenemigos, no hayni un solo lugar delNorte que escape a su control. Podríanestar acechándonos allí—Logen señaló un grupo de rocas que había junto alcamino—,otrasesosárboles,oenesosotrosdemásallá—MalacusQuai,quecabalgabadelantedeellosconelcaballodecarga,mirónerviosoasualrededor—.Podríanestarencualquierparte.

—¿Esoleasusta?—preguntóBayaz.—Todomeasusta,ymenosmalqueesasí.Elmiedoeselmejoramigodel

fugitivo,graciasaélmehemantenidoconvidadurante todoeste tiempo.Losmuertos no le temen a nada, y yo no tengo ningún interés en unirme a ellos.Tambiénmandaráundestacamentoalabiblioteca.

—Oh,sí,paraquemarmeloslibrosytodasesascosas.—¿Esoleasusta?—No mucho. Las piedras de la entrada tienen grabadas las palabras de

Juvens, y eso es algoqueni siquiera en estos tiempospuedepasarsepor alto.Nadiequetengalaintencióndecometeractosviolentospuedeacercarseaellas.LoshombresdeBethodvagaránporelentornodellagohastaqueselesacabenlasprovisiones,preguntándoseunayotravezcómoesposiblequenoconsigandar con una cosa tan grande como una biblioteca. No—dijo alegremente elmago rascándose labarba—,creoque sólodebemospreocuparnosdenuestrospropiosapuros.¿Quécreeustedqueocurrirásinoscapturan?

—QueBethodnosmatará,ydelaformamásdesagradablequeseleocurra.A no ser que haya decidido mostrarse clemente y nos deje marchar con unasimpleadvertencia.

—Locualnoparecemuyprobable.

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—Yodiríaqueno.LamejoropciónesdirigirsealTorrenteBlanco,tratardecruzarelríoparallegaraAnglandyconfiarenquetengamoslasuertedequenonos vean —no le gustaba tener que confiarse a la suerte, el mero hecho depronunciaresapalabraledejabaunregustoamargoenlaboca.Logenlevantólavistaymiróelcieloencapotado—.Unpocodemaltiempononosvendríanadamal. Un buen chaparrón bastaría para ocultarnos —el cielo llevaba mesesorinándoseleencimayahoraquenecesitabaque llovierano ledaba laganadesoltarniunasolagota.

MalacusQuaivolviólacabeza,susojosestabandilatadosconunaexpresióndehondainquietud.

—¿Noseríamejorquefuéramosunpocomásdeprisa?—Tal vez —dijo Logen palmeando el cuello de su montura—, pero eso

cansaríaaloscaballos,ypuedequemásadelantenecesitemostodalavelocidadque nos puedan proporcionar. Podríamos ocultarnos durante el día y viajar denoche, pero entonces correríamos el riesgo de perdernos. Será mejor seguircomohasta ahora—Logenoteó con expresión ceñuda la cimade la colina—.Esperemosquenonoshayanvistotodavía.

—Hummm—musitóBayaz—, tal vez haya llegado elmomentode que lediga una cosa.La bruja esa,Caurib, no es nimuchomenos esa idiota que yointentéquepareciera.

ALogenselecayóelalmaalospies.—¿No?—No. Pese a su maquillaje, su oro y su cháchara sobre los confines del

Norte,sabeloquesehace.Elojolargo,lollaman.Esunviejotruco,peromuyeficaz.Noshaestadovigilando.

—¿Sabedóndeestamos?—Sabe cuando partimos, eso es casi seguro, y sabe qué dirección hemos

tomado.—Locualreducebastantenuestrasposibilidadesdesalirconbiendeésta.—Esocreoyo.—Mierda —Logen advirtió un movimiento en un grupo de árboles que

teníanasuizquierdaysumanosecerróconfuerzasobrelaempuñaduradelaespada.Unaparejadepájarosremontóelvuelo.Aguardóunosinstantesconelcorazónenunpuño.Nada.Luegosoltólamano—.Deberíamoshaberacabado

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conelloscuandosenospresentólaoportunidad.Conlostres.—Peroelcasoesquenolohicimos—BayazmiróaLogen—.Sialfinalnos

encuentran,¿cuálessuplan?—Salirpitando.Yconfiarenquenuestroscaballosseanmásrápidosquelos

suyos.—¿Yésta?—preguntóBayaz.A pesar de estar rodeada de árboles, el viento soplaba con fuerza en la

hondonada,haciendobailotear las llamasdelahoguera.MalacusQuaiencogióloshombrosysearropóconlamanta.Luego,arrugandolafrenteenungestodeconcentración,miróatentamenteelpedúnculoqueBayazsosteníaenaltodelantedesusojos.

—Hummm..—aquéllaeralaquintaplantaquelemostraba,yeldesdichadoaprendizaúnnohabíaacertadoniuna—¿ilyth...talvez?

—¿Ilyth?—repitió elmago, sin que su semblante dejara traslucir si era larespuesta correcta. En el trato con sus aprendices semostraba tan implacablecomoBethod.

—¿Talvez?—Niparecida—elaprendizcerró losojosyexhalóelquintosuspirode la

noche.Logenlosentíaporél,losentíadeverdad,perobienpocopodíahacer—.Ursilum,enlaantigualengua,delavariedaddehojasredondeadas.

—Ah,sí,claro,Ursilum,loteníaenlapuntadelalengua.—Dadoqueteníaelnombreenlapuntadelalengua,seguroquelosusosde

laplantanopuedenandarmuylejos,¿eh?El aprendiz entornó los ojos y miró al cielo nocturno, como si esperara

encontrarlarespuestaescritaenlasestrellas.—Espara...¿eldolordearticulaciones?—Ciertamente, no.Me temo que sus doloridas articulaciones van a seguir

dándoleaustedlalata—Bayazhizogirarlentamenteeltalloentresusdedos—,elUrsilumnotieneningúnuso,queyosepa.Noesmásqueunavulgarplanta—y,dichoaquello,laarrojóentrelosarbustos.

—Unavulgarplanta—repitióQuai,sacudiendolacabeza.Logensuspiróyserestregósusfatigadosojos.

—Losiento,maeseLogen,¿leaburrimos?—¿Quésentidotieneesto?—preguntóLogenalzandolasmanos—¿Aquién

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puedeimportarleconocerelnombredeunaplantaquenotieneningunautilidad?Bayazsonrió.—Interesanteobservación.Díganos,Malacus,¿quésentidotieneesto?—Quienquiera que aspire a transformar el mundo, antes deberá

comprenderlo —el aprendiz soltó las palabras de carrerilla, como si se lassupieradememoria,ymanifiestamentesatisfechodequeporfinlehicieranunapregunta que se sabía—. El herrero debe conocer el comportamiento de losmetales, y el carpintero el de las maderas, porque, de no ser así, su trabajocarecerádevalor.Lamagiapuraesincontrolableypeligrosa,puesprovienedelOtro Lado, y todo lo que proviene del mundo inferior conlleva innumerablesriesgos.LosMagosatemperanlamagiaconelconocimiento,ydeahísurgeelGran Arte; pero, al igual que el herrero y el carpintero, sólo deben intentarmodificar aquello cuyo comportamiento comprenden. Con cada nuevoconocimientoqueadquierenaumenta supoder.Ydeahíque losMagosdebanesforzarse por aprenderlo todo, para así llegar a comprender el mundo en sutotalidad.Unárbolestanfuertecomoloseasuraíz,yelconocimientoeslaraízdetodopoder.

—Nomesople:LosPrincipiosdelArtedeJuvens.—Lasprimeraslíneas—dijoBayaz.—Sientodecírselo,perollevomásdetreintaañosenestemundoyaúnnohe

conseguido comprender ni una sola cosa de las que he visto. ¿Comprender elmundoensutotalidad?¿Comprenderlotodo?¡Quéclasedetareaesésa!

ElMagosoltóunacarcajada.—Una tarea imposible, sinduda.El simplehechodeconocery entender a

fondounabriznadehierbapuede llevar todaunavida,y,porsi fuerapoco,elmundoestáenperpetuocambio.Poresosolemosespecializarnos.

—¿Yquéeligióusted?—El fuego—dijoBayazmientrasmiraba con gesto satisfecho las llamas,

que bailoteaban reflejadas en su monda cabeza—. El fuego, la fuerza, lavoluntad.Peroinclusodentrodemiespecialidad,apesardeloslargosañosdeestudio, sigosiendounprincipiante.Cuantomásseaprende,máscuenta sedaunodelopocoquesabe.Aunasí,elpropioesfuerzocompensa.Alfinyalcabo,elconocimientoeslaraízdetodopoder.

—¿Quiereesodecirque,conelconocimientosuficiente,ustedeslosMagos

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puedenhacercualquiercosa?Bayazfruncióelceño.—Haylímites.Yreglastambién.—¿ComolaPrimeraLey?—maestroyaprendizalzaronlavistaalunísono

—Estáprohibidohablarconlosdemonios,¿noesasí?—Quailemirabaconlosojosmuyabiertos,estabaclaroquenorecordabasufebrilarrebato.Bayaz,porsuparte,selimitóaentornarlosojosconunleveatisbodesuspicacia.

—Asíes,enefecto—dijoelPrimerodelosMagos—.EstáprohibidotocardirectamenteelOtroLado.LaPrimeraLeyesdecumplimientoobligatorioparatodoelmundo.ComotambiénloeslaSegunda.

—¿Quées?—Laprohibicióndecomercarnehumana.Logenalzóunaceja.—Ustedeslosmagossededicanaunascosasbastanteraras.Bayazsonrió.—Oh, si usted supiera —a continuación, se volvió hacia su aprendiz,

sosteniendoenaltounabulbosa raízdecolormarrón—.Veamos,maeseQuai,tendríalaamabilidaddedecirmequéesesto.

Logennopudoimpedirqueunasonrisaasomaraasuslabios.Ésalaconocía.—Vamos,vamos,maeseQuai,nodisponemosdetodoeldía.Logenyanopudoseguiraguantandomásladesdichadelaprendiz.Haciendo

que iba a atizar el fuego con un palo, se inclinó hacia él, tosió para tapar suspalabras y le susurró: «Botón de oro». Bayaz se encontraba algo alejado y elrumordelvientoseguíasonandoentrelosárboles.EraimposiblequeelMagolehubieraoído.

Quai interpretómuy bien su papel. Permaneció un rato observando la raízconlafrentearrugada.

—¿Podríatratarsedeunbotóndeoro?—seaventuróadecir.Bayazparecíasorprendido.—Pues, sí, esoes.Felicidades,Malacus. ¿Ypodríadecirmecuáles son sus

usos?Logentosiódenuevo.—Heridas—susurrótapándoselabocaconunamanomientrascontemplaba

la maleza con gesto ausente. Tal vez no supiera mucho de plantas, pero en

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materiadeheridaseratodounexperto.—Creoqueesbuenaparalasheridas—dijolentamenteQuai.—Excelente, Maese Quai. Botón de oro era la respuesta correcta. Y, en

efecto,esbuenoparalasheridas.Mealegromuchodequedespuésdetodovayausted haciendo algunos progresos. Aunque no deja de ser curioso que hayaempleadoustedesenombre.Aestaplanta sólose laconoceconelnombredebotóndeoroalnortede lasmontañas.Estoy segurodequeyo jamás se loheenseñado.Mepreguntosinoconoceráustedaalguienqueprovengadeesapartedelmundo—sevolvióparamiraraLogen—.Dígame,maeseNuevededos,¿seha planteado alguna vez la posibilidad de dedicarse a las artesmágicas?—elMagovolvióamiraraQuaiyentornólosojos—.Puedequedentrodenomuchovayaaquedarvacanteunpuestodeaprendiz.

Malacusagachólacabeza.—Losiento,MaestroBayaz.—Más le vale. Tal vez no le importaría hacernos el favor de limpiar los

cacharros.Puedequeseaunatareamásacordeconsushabilidades.Quai se quitó de mala gana la manta, recogió los cacharros sucios y,

arrastrandolospies,semetióentrelosarbustosparadirigirsealarroyo.Bayazseinclinó sobre el cazo que tenían puesto al fuego y añadió unas hojas secas alaguahirviendo.Elparpadeodelasllamasiluminólaparteinferiordesucarayelvapor se enroscó en torno a su calva.No sepodíanegar que en esemomentoestabamuyensupapel.

—¿Quéeseso?—preguntóLogenmientrascogíasupipa—.¿Algúntipodeconjuro?¿Unapoción?¿AlgúntrucodelGranArte?

—Esté.—¿Eh?—Lashojasdeunaplantaquesetomahervidaenagua.EnGurkhullotienen

por un artículo de lujo—luego vertió la infusión en una taza— ¿Le apeteceprobarlo?

Logenlohusmeódesconfiado.—Hueleapies.—Allá usted —Bayaz sacudió la cabeza y se recostó junto al fuego,

rodeando con ambas manos la taza humeante—. Pero se pierde uno de losregalosmásgrandesquelanaturalezahaconcedidoalossereshumanos—tomó

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unsorboychasqueósatisfecholoslabios—.Relajanteparalamente,vigorizantepara el cuerpo.Haypocosmalesqueno sepuedan sobrellevar conunabuenatazadeté.

Logenmetióuntrozodechaggaenlacazoletadesupipa.—¿Quémedicedeunhachazoenlacabeza?—Bueno,ésedebedeserunodeesospocos—reconociósonriendoBayaz

—. Dígame, maese Nuevededos, ¿de dónde viene ese resentimiento que hayentreBethodyusted?¿Noluchóasuladoenmuchasocasiones?¿Porquéeseodio?

Logendejódedarcaladasalapipaylanzóunabocanadadehumo.—Tenemosnuestrasrazones—dijosecamente.Lasheridasdeaquellaépoca

aúnnohabíancicatrizado.Nolegustabaquenadiehurgaraenellas.—Ah, las razones—Bayazmiró su tazade té—.¿Ycuáles son las suyas?

Porqueelresentimientoesmutuo,¿noesasí?—Talvez.—Peroustedestádispuestoaesperar,¿no?—Nomequedamásremedio.—Hummm.Esustedmuypacienteparaserunnorteño.Logen pensó enBethod, en sus detestables hijos y en la gran cantidad de

buenoshombresquehabíanmatadoparasatisfacersuambición.Tambiénenloshombres que él mismo había matado para que ellos pudieran satisfacer suambición.PensóenlosShanka,yensupropiafamilia,yenlasruinasdelaaldeajuntoalmar.Pensóentodossusamigosmuertos.Sorbióentredientesyclavólosojosenelfuego.

—Ya saldé muchas cuentas en su momento, pero sólo sirvió para quesurgieranotrasnuevas.Lavenganzasientamuybien,peroesunlujo.Nitellenalas tripas ni impide que te caiga encima la lluvia. Además, para poderenfrentarmeamisenemigos,necesitaría teneramigos,yamíyanomequedaninguno. Hay que ser realista. Hace tiempo que mis ambiciones se limitan aseguirvivocadadía.

Bayaz,conlosojosbrillantesporelfuego,soltóunacarcajada.—¿Quépasa?—preguntóLogenmientrasletendíalapipa.—Noseenfade,peroesqueesustedunafuenteinagotabledesorpresas.No

separeceennadaaloqueyoesperaba.Esustedunauténticoacertijo.

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—¿Yo?—¡Oh, sí!ElSanguinario—susurró abriendomucho los ojos—.Vayauna

reputaciónmás nefasta que tiene usted, amigomío. ¡Todas esas historias quecuenta la gente! ¡Si hasta lasmadres las utilizan para asustar a sus niños!—Logennoabriólaboca.Nohabíanadaquerebatir.Bayazdiounpardecaladasala pipa y luego lanzó una larga columna de humo— Últimamente he estadopensandobastanteeneldíaenqueelpríncipeCaldernoshizoaquellavisita.

Logensoltóunresoplido.—Yoprocuronodedicarledemasiadotiempoaesascosas.—Yotambién,peroloquemeinteresónofueelcomportamientodeCalder,

sinoelsuyo.—¿Ah,sí?Norecuerdohaberhechonadadeparticular.Desdeelotroladodelahoguera,BayazapuntóaLogenconlaboquilladela

pipa.—De eso se trata, precisamente. He conocido cantidad de guerreros:

soldados, generales, campeones y no sé cuántas cosasmás. Un gran guerrerodebeactuardeformarápida,decidida,yaseaconsuarmaoconelejércitoquetengaasumando,porquenormalmentequiengolpeaprimero,golpeadosveces.Por eso los guerreros acaban por fiarlo todo a sus instintosmás primitivos, areaccionar siempre de forma violenta, a volverse orgullosos, brutales—BayazdevolviólapipaaLogen—.Pero,digaloquedigasuleyenda,ustednoesasí.

—Conozcomuchaspersonasquenocompartiríanesaopinión.—Puedeser,peroelhechoesque,apesardequeCalderledesairó,ustedno

hizo nada.Lo cual indica que sabe cuándo debe actuar, y actuar rápidamente,perotambiénsabecuandonodebehacerlo.Esodemuestraquesabecontenerseyqueposeeunamentemuycalculadora.

—Talvezloúnicoquepasabaesqueteníamiedo.—¿Deél?Oh,venga.NomeparecióquetuvieraustedmiedodeScale,que

esbastantemáspreocupante.Y,porsiesofuerapoco,caminósesentakilómetrosconmiaprendizcargadoalaespalda,yesodemuestraquetambiénposeevalorycompasión.Unacombinaciónmuypococomún.Violenciaycontención,cálculoycompasión...y,encima,hablaconlosespíritus.

Logen,sorprendido,alzóunaceja.—Nomuyamenudo,ysólocuandonotengocompañía.Suconversaciónes

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bastanteaburridaymuchomenoshalagadoraquelasuya.—Ja.Esoescierto.Losespíritustienenpocoquecontarlesaloshombres,o,

almenos, eso tengo entendido, porque yo nunca he hablado con ellos; yo noposeoesedon.Hoyendíasonmuypocoslosqueloposeen—echóotrosorbodetéymiróaLogenporencimadelbordedelataza—.Apartedeusted,ahoramismonosemeocurreningúnotroqueestévivo.

Malacus, tiritandode frío, surgióa trompiconesdeentre losárbolesydejóloscacharroshúmedosenelsuelo.Luegoagarrósumanta,seenvolvióenellaymiróesperanzadoelcazohumeantequehabíaenelfuego.

—¿Esesoté?Bayaznisemolestóencontestarle.—Hay algo que me intriga, maese Nuevededos; desde que llegó a mi

bibliotecanomehapreguntadoniunasolavezporquéenviéporustedniquéhacemosahoradeambulandoporelNortecongran riesgoparanuestrasvidas.Meresultaunpocoraro,laverdad.

—Notienenadaderaro.Noselohepreguntadoporquenoquierosaberlo.—¿Noquieresaberlo?—Mehepasadotodalavidaqueriendosaberunmontóndecosas.¿Quéhay

alotroladodelasmontañas?¿Quéestaránpensandomisenemigos?¿Quéarmasusarán contra mí? ¿En qué amigos puedo confiar? —Logen se encogió dehombros—. Puede que el conocimiento sea la raíz de todo poder, pero enmicasocadacosanuevaqueheaprendidomehadejadopeordeloqueestaba—volvióadarleunacaladaalapipa,perosehabíaapagado—.Sealoquesealoqueustedquierademí, loharé,peronoquiero sabernadahastaque llegueelmomento. Estoy harto de ser siempre yo el que toma las decisiones. Nuncaacierto.Laignoranciaeslamásdulcedelasmedicinas,esosolíadecirmipadre.Noquierosabernada.

Bayazlemirófijamente.EralaprimeravezqueLogenveíaalPrimerodelosMagossorprendido.MalacusQuaicarraspeó.

—A mí sí me gustaría saberlo —dijo con un hilo de voz mirandoesperanzadoasumaestro.

—Seguro—murmuróBayaz—,peroustednotieneautorizaciónparahaceresapregunta.

Fuehaciaelmediodíacuandotodosetorció.Logenempezabaapensarquea

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lo mejor lograban llegar al Torrente Blanco e incluso salir vivos de aquellasemana.Porunmomentofuecomosiperdieralaconcentración.Pordesgracia,fueenelmomentodecisivo.

No puede negarse, sin embargo, que lo tenían todo muy bien preparado.Habíanelegidoconsumocuidadoellugar;inclusohabíanenfundadocontraposlaspezuñasdeloscaballosparaamortiguarelruido.PuedequeTresárboles,dehaberestadoconellos,loshubieravistovenir:nohabíanadiecomoélalahorade avizorar el terreno. También era posible que de haber estado con ellos, elSabueso los hubiera olfateado: tenía un olfato capaz de eso y demuchomás.Pero ninguno de ellos estaba allí. Y los muertos no suelen servir de muchaayuda.

Al doblar un recodo ciego del camino se encontraron aguardándoles tresjinetes:bienarmados, enfundadosen sendasarmaduras,de rostros suciosperoarmasrelucientesy todoselloscurtidosveteranos.Eldeladerechaerauntipograndey fornidoqueapenas teníacuello.Elde la izquierdaeraun tipoaltoychupado,con losojospequeñosy lamiradadura.Ambossecubríanconunoscascosredondeados,llevabanunascotasdemallabastantedesgastadasyteníanlaslanzasbajadasenposicióndeataque.Sujefeserepantigabasobrelasillademontarcomosifueraunsacodenabos,conlasolturapropiadeunconsumadojinete.SaludóaLogenmoviendolacabeza.

—¡Nuevededos!¡ElBrynn!¡ElSanguinario!Mealegrodevolveraverte.—Pienegro —masculló Logen, forzándose a sonreír—. También yo me

alegraríadevertesifueranotraslascircunstancias.—Pero son las que son —mientras hablaba, los ojos del viejo guerrero

inspeccionabanlentamenteaBayaz,QuaiyLogen,apercibiéndosedelasarmasquetenían,onotenían,paracalibrarelpeligrodelaspiezasqueseibaacobrar.De haberse tratado de un enemigo más estúpido, tal vez se podría haberequilibrado la balanza, pero Pienegro era uno de losMejores Guerreros y noteníanadade tonto.Alverque lamanodeLogenascendía lentamentepor sucuerpoendirecciónalaempuñaduradesuespada,sacudiólacabeza—.Nadadetrucos,Sanguinario.Sabesqueos tenemosatrapados—yseñalócon lacabezalosárbolesqueteníanasusespaldas.

El ánimo de Logen se hundió un pocomás.Otros dos jinetes aparecierondetrásdeellosyseacercaronaltroteparaacabardecerrarlatrampa;laspezuñas

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enfundadas de sus monturas apenas hacían ruido mientras avanzaban por latierra blanda que bordeaba el camino. Logen semordisqueó el labio.Malditasea,Pienegro tenía razón.Loscuatro jinetes se aproximaron: laspuntasde laslanzas bajadas oscilando en el aire, los rostros impasibles, las mentesconcentradas en la tarea que tenían entre manos. Malacus Quai los mirabafijamente mientras su caballo retrocedía unos cuantos pasos. Bayaz sonreíaplácidamente, comosi aquelloshombres fueranviejosamigos suyos.ALogennolehabríaimportadoqueelmagolehubieracedidounpocodesucompostura.El corazón lemartilleaba el pecho, la boca se le había llenado de un regustoamargo.

Pienegro,sosteniendoconunamanoelmangodelhachayapoyandolaotraenunarodilla,espoleósuavementeasucaballoylohizoavanzarsinmolestarsesiquiera en coger las riendas. Era un consumado jinete, de reconocida fama.Algo nada raro en un hombre que había perdido todos los dedos de un pie acausadelfrío.Cabalgaresmásrápidoqueandar,esoestáclaro,aunqueLogenpreferíacombatirconlospiesapoyadosfirmementeenelsuelo.

—Serámejor que vengáis con nosotros—dijo el viejo guerrero—,muchomejor.

Logen,desdeluego,noeradelamismaopinión,perolascircunstanciasnopodíanserlemásdesfavorables.PuedequeBayazestuvieraenlociertocuandodecíaque lasespadas teníanvoz,peroparadesmontaraun jinetenohaynadamejor que una lanza, y tenía cuatro muy cerca de él. Estaba atrapado: lesuperaban en número, le habían cogido con la guardia bajada y con lasherramientasmenosidóneasparalatarea.Dabaigual.Habíaqueganartiempoyconfiarenquesepresentaraunacircunstanciamáspropicia.Logenseaclarólagargantayprocuróquesuvoznoreflejaraelmiedoquesentía.

—Jamáshabríapensadoquealguiencomotú,Pienegro,haríalaspacesconBethod.

Elviejoguerreroserascósuenmarañadabarba.—A decir verdad, fui uno de los últimos, pero al final tuve que hincar la

rodilla,igualquetodoslosdemás.Mentiríasidijeraquemegustohacerlo,peroasísonlascosas.Mejorseráquemedestuacero,Nuevededos.

—¿QuéfuedelViejoYawl?¿Nopretenderáshacermecreerqueéltambiénse ha sometido aBethod? ¿No será que encontraste un señor que te agradaba

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más?LareprensiónnoparecióafectaraPienegro.Simplementeseleveíatristey

cansado.—Yawlestámuerto,bienlosabes.Casitodosloestán.Bethodnomeagrada

enabsolutocomoseñor,nitampocosushijos.Aningúnhombrepuedeagradarletener que lamer el fofo culo de Scale ni el culo huesudo de Calder, deberíassaberlo.Venga,entrégamedeunavezesaespada,estamosperdiendountiempopreciosoytenemosunlargocaminopordelante.Podemosseguirhablandoigualdebiencuandoestésdesarmado.

—¿Yawlhamuerto?—Asíes—dijoconreceloPienegro—.DesafióaBethodaunduelo.¿Note

enteraste?ElTemiblecombatióensunombre.—¿ElTemible?—¿Dóndehasestadotodoestetiempo,metidodentrodeunamontaña?—Másomenos.¿QuiéneselTemibleese?—Noséquiénesniloquees—Pienegroseinclinósobrelasillaylanzóun

escupitajoal suelo—.Hayquiendicequeni siquieraeshumano.Cuentanqueesaperra,Caurib,lodesenterródedebajodeunacolina.¿Quiénsabe?Entodocaso, es el nuevo campeón de Bethod, y resulta bastante más terrible que elanterior,dichoseasinánimodeofender.

—No es ninguna ofensa—dijo Logen. El hombre que no tenía cuello sehabía acercado un poco más. Tal vez demasiado: la punta de su lanza seencontraba suspendida en el aire a sólomediometro de él. Lo bastante cercaparaqueLogenpudieraagarrarla.Conunpocodesuerte—.ElViejoYawleraungranguerrero.

—Cierto. Por eso le seguíamos. Pero no le sirvió de nada. El Temible lomachacó.Lomachacóbrutalmente, como si fueraun simpleperro.Aunque lodejó con vida, si es que a eso se le puede llamar vida, para que los demásaprendiéramoslalección.Detodasformas,pocodespuésmurió.Lamayoríadenosotrosdoblamoslarodillaentonces,todoslosqueteníamosmujeresehijosenlosquepensar.Noteníasentidopostergarlo.ArribaenlasmontañasaúnquedanunoscuantosquesenieganasometerseaBethod.Eselocoadoradordelalunade Crummock-i-Phail y sus montaraces, y algunos otros más. Pocos, encualquiercaso.YparaesospocosBethodya tiene trazadounplan—Pienegro

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alargó una de sus callosas manazas—. Será mejor que me des esa espada,Sanguinario.Sóloconlamanoizquierda,sinoteimporta,lentolentísimoysintrucos.Serámuchomejor.

Yaestaba.Eltiemposehabíaagotado.Logenrodeólaempuñaduracontresdedos de lamano izquierda y sintió en la palma de lamano el tacto frío delmetal. La lanza del grandullón se acercó un poco más. El alto, en cambio,parecía haber bajado un poco la guardia, pensando que ya le tenían en susmanos.Nohabía formadesaber loqueestabanhaciendo losdosdedetrás.Eldeseo de echar un vistazo por encima del hombro era casi irresistible, peroLogensesobrepusoymantuvolavistaalfrente.

—Siemprehesentidoungranrespetoporti,Nuevededos,aunquehayamosluchadoenbandosopuestos.Notengonadapersonalcontrati.PeroBethodardeendeseosdevengarse,yyohejuradoservirle—Pienegrolemiróalosojosconunaexpresióndepesar—.Sientotenerqueseryo.Puedescreerme.

—Lomismo tedigo—musitóLogen—.Yo tambiénsientoque tengasqueser tú—la espada iba saliendo lentamentede la vaina—.Puedes creerme—ydesenvainando de golpe, estrelló el pomo de la espada contra la boca dePienegro.Elviejoguerrero lanzóunaullido cuando la romapiezademetal lemachacólosdientes,ysecayódelasillahaciaatrássoltandoelhacha,quesaliódisparaday se estrelló contra el camino.Logenya tenía agarradael astade lalanzadelgrandullónporencimadelahoja.

—Corre—legritóaQuai,peroelaprendizselimitóadevolverlelamiradaparpadeando atónito. El hombre sin cuello dio un fuerte tirón de la lanza, yaunqueestuvoapuntodesmontaraLogen,supulsosemantuvofirme.Sealzóapoyándoseenlosestribosylevantólaespadaporencimadelacabeza.Eltiposin cuello abriómucho los ojos, soltó una de lasmanos de la lanza y, en unmovimiento instintivo, trató de protegerse con ella. Logen descargó la espadacontodassusfuerzas.

Le sorprendió que tuviera un filo tan cortante. Arrancó el brazo de suenemigoalaalturadelcodoyluegoselahundióenelhombro,atravesandolaspielesylacotademalla,ydescendióhastalabocadelestómagopartiéndolecasien dos. Una lluvia de sangre cayó al camino y salpicó la cara del caballo deLogen. La bestia estaba educada para la monta, pero no para el combate: seencabritó,sepusoacaracolearyempezóasoltarcocesaterrorizada.Logenno

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pudo hacer otra cosa que tratar de mantenerse encima de aquel bichoendemoniado. Por el rabillo del ojo vio cómoBayaz daba unmanotazo en lagrupa a lamontura deQuai, que acto seguido salía disparada con el aprendizdandobotesenlasilla,seguidaalgalopeporelcaballodecarga.

Loquevinoluegofueuntumultodebestiasquecaracoleabanyrelinchaban,demetalesqueentrechocaban,demaldicionesygritos.Unabatalla.Unentornobastante familiar, pero no por ello menos terrorífico. Mientras su caballocorcoveaba y se revolvía, Logen aferraba las riendas con la mano derecha ylanzabamolinetes con su espada,más para asustar a sus enemigos que con elpropósito de infligirles algún daño.De unmomento a otro esperaba sentir ungolpe seco, al que seguiría el punzante dolor de una lanza que se le clavaba,luegoelsueloascenderíahaciaélyseestrellaríacontrasucara.

VioqueBayazyQuaigalopabanporelcamino,seguidosmuydecercaporel jinete alto, que los perseguía con la lanza en ristre. Vio que Pienegro,escupiendo sangre por la boca, se ponía de pie y se apresuraba a recoger suhacha.Vioquelosdoshombresquehabíanvenidopordetrásbregabanconsusencabritadasmonturasmientrassuslanzasdabansacudidasenelaire.Vioqueelcuerpodelenemigoalqueacababadematar,partidocasiendos,caíalentamentedelasillainundandodesangreelsueloembarrado.

Sintióunalanzadaenlapartedeatrásdelhombro,soltóunchillidoyapuntoestuvodesalirdespedidoporencimadelacabezadesucaballo.Peroalinstantese dio cuenta de que seguía con vida y que ahora estaba enfilado hacia elcamino.Clavólasespuelasenlasijadasdelanimalyelcaballosaliódisparado,arrojando barro con las pezuñas sobre los rostros de los hombres que teníadetrás.Secambiólaespadaalamanoderechay,alhacerlo,casiselesueltanlasriendasydaconsushuesosenelsuelo.Encogióelhombro,noparecíaque laheridafueramuyprofunda:aúnpodíamoverelbrazo.

—Sigovivo,sigovivo—elcaminopasabacomounaexhalaciónpordebajoyelvientoleazotabalosojos.Leestabaganandoterrenoaljinetealto:lostraposque cubrían las pezuñas de su caballo resbalaban en el barro y le impedían irdemasiado deprisa. Logen agarró con fuerza la empuñadura de la espada y laalzó. Su enemigo volvió de golpe la cabeza, pero ya era demasiado tarde. Laespada impactó contra el metal del casco con un ruido hueco y lo hendióprofundamente haciendo caer al hombre del caballo. Uno de sus pies seguía

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enganchadoalestribo,segolpeólacabezacontraelsuelo,quedósueltoyrodópor la hierba con los brazos y las piernas desmadejados. El caballo sin jinetesiguiógalopandoycuandoLogenloadelantólemiróconlosojosdesorbitadosdeespanto.

—Sigovivo—Logenvolviólavistaatrás.Pienegrohabíavueltoamontaryle perseguía al galope, agitando el hacha por encima de la cabeza y con suscabellos ensortijadosondeando al viento.Losotros dos lanceros veníandetrásaguijoneando susmonturas, pero aún les llevababastanteventaja.Logen soltóunacarcajada.Parecequeibaalograrlo.Justoantesdeinternarseenunbosquequehabíaalfondodelvalle,sedespidiódePienegroagitandosuespada.

—¡Sigovivo!—dijoavozengrito,pero,depronto, sucaballoseparóensecoyestuvoapuntodesalirdespedidoporencimadesucabeza.Sólolanzandoun brazo alrededor del cuello de la bestia logró que no le descabalgara. Encuanto volvió a caer sobre la silla se percató de lo que pasaba, y era algobastanteserio.

Atravesados en medio del camino había varios troncos con las ramascortadasylosmuñonesafiladoscomopinchosapuntandoentodasdirecciones.Delante había otros dosCaris enfundados en sendas cotas demalla y con laslanzasenposicióndecombate.Nisiquieraelmejordelosjineteshabríapodidosalvarunabarreracomoésa,yLogen,desdeluego,noeraelmejordelosjinetes.Bayaz y su aprendiz parecían haber llegado a la misma conclusión. Estabansentadosmuyquietossobrelassillasdemontardelantedelabarrera,elancianoconcaradedesconciertoyeljovenasustadosinmás.

Logen acarició con los dedos la empuñadura de su espada y miró a sualrededor buscando desesperadamente alguna vía de escape entre los árboles.Entonces vio que había más hombres. Arqueros. Primero uno, luego dos,despuésotros tresmás.Avanzabancautamenteaambos ladosdel camino, conlasflechasenlosarcosylascuerdastensadas.

Logensevolvióenlasilla,peroPienegroysusdoscompañerosseacercabanal trote: no había forma de escapar por ahí. Cuando se encontraron a unascuantaszancadas,tirarondelasriendasparamantenersefueradelalcancedesuespada. Logen dejó caer los hombros. La caza había terminado. Pienegro seinclinóhaciadelanteylanzóunescupitajosanguinolentoalsuelo.

—Muybien,Sanguinario,hastaaquíhasllegado.

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—Tiene gracia —masculló Logen, mirando las motas de sangre quesalpicabanlahojagrisdesuespada—.DespuésdehabermepasadotantotiempoluchandocontratialasórdenesdeBethod,ahoraresultaqueerestúquienestáasusórdenesyluchaconmigo.Tienegracia.

—Muchagracia,sí—rezongóPienegroconloslabiosensangrentados.Peronadie se rió. Pienegro y sus Caris le contemplaban con semblante fúnebre. YQuai parecía estar a punto de ponerse a llorar. Sólo Bayaz, por alguna razónincomprensible,manteníasubuenhumordesiempre—.Muybien,Nuevededos,bajadelcaballo.Bethodtequierevivo,perosinohaymásremediotambiénteaceptarámuerto.¡Hedichoquebajes!

Logensopesómentalmentelasposibilidadesquetendríandeescaparunavezquesehubieranrendido.NoerafácilquePienegrocometieraunerrorunavezquelostuvieraensusmanos.Lomásprobableesquesiintentabaalgodespuésde la guerra que les había dado, le reventaran a patadas hasta dejarle mediomuerto;esosiesqueno learrancabanlasrótulas.Losataríana todoscomosifueranunhatajodepolloslistosparaelmatadero.Seimaginótiradoenunsuelodepiedra,conelcuerporodeadoporunacadenakilométrica,mientrasBethodlecontemplabasonrientedesdeloaltodesutronoyCalderyScaleseentreteníanaguijoneándoleconalgúnobjetopunzante.

Logen echó un vistazo alrededor.Miró las frías puntas de las flechas, lasfríaspuntasde las lanzas, los fríosojosde loshombresque lesapuntabanconellas.Nohabíamaneradeescapardeesepequeñotrozodetierra.

—Deacuerdo, túganas—Logenarrojólaespadaalsueloconlapuntapordelante.Sehabíahecholaideadequeseclavaríaenlatierraysequedaríadepieoscilando levemente, pero, en lugar de ello, se volteó en el aire y se estrellócontraelsuelo.Estabavistoquenoerasudía.Pasólentamenteunapiernasobrelasillayresbalóhastaelsuelo.

—Asíestámejor.Ahoralosdemás—QuaibajódeinmediatodelcaballoysequedómirandocongestonerviosoaBayaz;peroelMagonosemovió.Pienegrofruncióelceñoyalzósuhacha—.Ustedtambién,viejo.

—Prefieroiracaballo—Logenhizounamuecadedolor.Noeraesoloquesuponía que tenía que responder. De un momento a otro, Pienegro daría lasórdenes pertinentes. Las cuerdas de los arcos cantarían y el Primero de losMagoscaeríaatierraconelcuerpoacribilladoaflechazosymuyprobablemente

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consuenervantesonrisacongeladaensurostrodedifunto.Pero las órdenes no llegaron nunca. No se oyó ninguna voz de mando,

tampocounextrañoconjuro,nisiquieraungestomisterioso.Elairequerodeabalos hombros de Bayaz pareció titilar, como el aire sobre la tierra en un díacaluroso,yLogensintiódeprontounaextrañasacudidaenlasentrañas.

Entoncesseoyóunestallido,yunabrasadormurodellamasblancassealzóentre los árboles. Los troncos reventaron, las ramas se resquebrajaron conensordecedorescrujidos,arrojandoalairebrillantesllamaradasynubesdevaporhirviendo.UnaflechaenllamaspasóvolandoporencimadelacabezadeLogeny, un segundo después, los arqueros habían desaparecido, escaldados en aquelhornoinfernal.

Logenjadeabaalbordedelaasfixiamientrassecubríaelrostroconelbrazopara tratardeprotegersedeaquelcalorabrasadory retrocedíaaterrorizado.Labarricadaescupíalenguasdefuegoycegadoraschispas,ylosdoshombresquela custodiaban rodaban por el suelo convertidos en antorchas humanas,profiriendounosgritosqueelensordecedorestruendohacíainaudibles.

Los caballos corcoveaban encabritados lanzando resoplidos de pavor.Pienegrocayóatierraporsegundavez;suhachaenllamasseleescapódelasmanos,ysucaballosetambaleó,diounostraspiésyselederrumbóencima.Unode sus compañeros tuvo peor suerte, su montura le arrojó directamente a lacortinadellamasqueseabríaaunladodelcaminoysusgritosdedesesperaciónsecortaronenseco.Enpiesóloquedabaunjinete,que,parasufortuna,llevabaguantes.Porpuromilagro,seguíaempuñandoelastaenllamasdesulanza.

Cómopudo tener lapresenciadeánimosuficientepara lanzarsea la cargamientraselmundoardíaa sualrededor, es algoqueLogenno llegaríaa sabernunca. Enmedio del fragor del combate suelen ocurrir cosas extrañas. TomócomoblancoaQuai,y,soltandoungruñido,se lanzócontraél,apuntándolealpecho con su lanza de fuego.El aterrorizado aprendiz se quedó clavado en elsitio. Logen salió disparado hacia él con la espada en alto y, de un empujón,envióalaprendizrodandoporelcaminoconlacabezaentrelasmanos,mientrasasestaba un tajo brutal a las patas del caballo cuando pasaba como unaexhalaciónasulado.

Elaceroseleescapódelasmanosyresbalóporelsuelo,luegounapezuñalegolpeóenelhombroheridoylederribó.Selecortóelalientoyelpaisajeen

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llamasgiróvertiginosoasualrededor.Perosugolpehabíasurtidoefecto.Trasavanzarunpocomásporelcamino, lasmanosheridasdelcaballocedieron:elanimal se precipitó irremisiblemente hacia delante y, tras dar una voltereta,monturayjinetedesaparecieronentrelasllamas.

Logen palpó el suelo en busca de su espada.Oleadas de hojas crepitantesbarríanelcaminoyseleclavabanenlacarayenlasmanos.Elcaloreracomoun enorme peso que le aplastaba, arrancándole sudor de la piel. Localizó laempuñadura ensangrentada de su arma y la aferró con sus dedos desgarrados.Tambaleándose, se levantó y empezó a dar tumbos mientras proferíaincomprensiblesgritosdefuria.Peroyanoquedabanadieconquienluchar.Lasllamashabíandesaparecidoconlamismarapidezconquesurgieron,dejandoaLogentosiendoyparpadeandoenmediodeunamarañadehumo.

Tras el estruendo anterior, aquel silencio resultaba sumamente espeso, y lalevebrisaque soplabaparecía fríacomoelhielo.Enunamplioperímetro, losárboles habían quedado reducidos a un montón de tocones destrozados ycarbonizados, como si hubieran estado ardiendo varias horas. La barricada noera más que un montón gris de cenizas y astillas ennegrecidas. Junto a ellayacíanachicharradoshastaloshuesosdosbultosdeformesalosquedifícilmentecabía identificar como personas. Las hojas renegridas de sus lanzas estabancaídas en el suelo, pero de las astas no quedaba ni rastro. Tampoco de losarqueros.Eranpavesasdesperdigadasporelviento.Quaiestabacaídodebrucesconlacabezahundidaentrelasmanosy,unpocomásallá,desplomadosobreuncostado,seencontrabaelcaballodePienegro:unadesuspatasseestremecíaensilencio,laotrapermanecíainmóvil.

—Bueno—aloír lavoz apagadadeBayaz,Logenpegóun respingo.Casihabía dado por sentado que ya no volvería a oír ningún ruido—. Asuntoconcluido—elPrimerode losMagospasóunapiernaporencimade lasillaydesmontó.Elcaballopermanecióensusitio,calmado,obediente.Durantetodoaqueltiemponosehabíamovidodeallí—.Enfin,maeseQuai,¿havistoloquesepuedellegarahacerconunbuenconocimientodelasplantas?

La voz de Bayaz sonaba tranquila, pero las manos le temblaban. Letemblaban convulsivamente. Se le veía demacrado, enfermo, viejo, como unhombrequellevaradiezkilómetrostirandodeuncarro.Logenlemirófijamentemientrassucuerpooscilabadeladoaladoylaespaldadabasacudidasenelaire

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colgadadeunadesusmanos.—Así que esto es elArte, ¿no?—su propia voz le sonómuy tenue,muy

lejana.Bayazsepasóunamanoporlacaraparalimpiarseelsudor.—Unade susvariantes.Aunquenounade lasmás sutiles, adecirverdad.

Claroque—añadióseñalandoconsubotaunodeloscuerposcarbonizados—esunapérdidadetiempoemplearlasutilezaconlosnorteños—hizounamuecadeasco,sefrotósusfatigadosojosyoteóelcamino—.¿Dóndedemonioshanidoapararesosmalditoscaballos?

Logen oyó un quejido entrecortado que provenía de la montura caída dePienegro.Avanzóhaciaellaconpasoinseguro,tropezó,cayóderodillas,volvióa levantarse y siguió caminando a trompicones. El hombro le dolíahorriblemente, el brazo izquierdo se le había quedado insensible y sus dedosestaban llenos de desgarrones y teñidos de sangre, pero el estado en que seencontrabaPienegroeraaúnpeor.Muchopeor.Sesosteníaapoyándoseensuscodos,teníalaspiernasaplastadasbajoelcaballohastalaalturadelascaderasysus manos eran dos muñones carbonizados. Una expresión de perplejidadasomabaenmediode sucaraensangrentadamientraspugnaba inútilmenteporsalirdedebajodelcaballo.

—¡Me has jodido vivo! —susurró contemplando con la boca abierta elestropicio de sus manos—. Estoy acabado. No saldré de ésta, y aunque lohiciera, ¿de qué me serviría? —Pienegro soltó una risa desesperada—. LaclemenciadeBethodescosadelpasado.Serámejorquemematesahora,antesdequeempieceadoler.Muchomejor—yluegosederrumbósobreelsuelo.

LogenmiróaBayaz,peronoencontróningunaayudaenél.—Las curas no son lo mío—le espetó el mago, lanzando una ojeada al

paisajedetoconesdestrozados—.Yaleexpliquéquesolemosespecializarnos—luegocerró losojosy,apoyando lasmanosen las rodillas,se inclinóyrespiróhondo.

Logen pensó en el suelo del salón de Bethod, en los dos príncipescarcajeándoseyaguijoneandoasuvíctima.

—Deacuerdo—murmuró,poniéndosedepieylevantandolaespada—.Deacuerdo.

Pienegrosonrió.

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—Tenías razón, Nuevededos. Nunca debería haberme sometido a Bethod.Nunca.MecagoenélyenelcabróndelTemible.Habríasidomejormorirenlasmontañas, luchando hasta la última gota de sangre. Habría sido un hermosofinal.Yahetenidobastante.Meentiendes,¿verdad?

—Teentiendo—musitóLogen—.Yotambiénhetenidobastante.—Unhermosofinal—dijoPienegroalzandolavistahaciaelcielogris—.Ya

hetenidobastante.Supongoquemeloheganado.Esdejusticia—luegoalzólabarbilla—.Anda,muchacho,vamosallá.

Logenalzólaespada.—Mealegrodequeseastú,Nuevededos—musitóPienegroentredientes—,

puedescreerme.—Yono—Logendescargólahojadesuespada.Los tocones achicharrados seguían ardiendo lentamente, soltando unos

anillos de humo que se elevaban hacia el cielo, pero ahora la temperatura eraextremadamentefría.Logenteníaunregustosaladoenlaboca,comodesangre.Puedequeenalgúnmomentosehubieramordidolalenguasindarsecuenta.Otal vez fuera la sangre de otro. Arrojó la espada, que rebotó en el suelosalpicando la tierra de motas rojas. Quai echó un vistazo alrededor einmediatamente se dobló y vomitó junto al camino. Logen bajó la vista ycontemplóelcuerpodecapitadodePienegro.

—Eraunbuentipo.Bastantemejorqueyo.—Lahistoriaestárepletadecadáveresdebuenostipos—Bayazsearrodilló

trabajosamente, recogió la espada y limpió la hoja en la zamarra dePienegro.Luego escudriñó el camino, tratando de vislumbrar algo en medio de lahumareda—.Tenemosqueponernosenmarcha.Puedequeno tardenen llegarotros.

Logen se miraba sus manos ensangrentadas, dándoles una y otra vez lavuelta.Sí,eransusmanos,nohabíaduda.Lesfaltabaundedo.

—Nadahacambiado—musitó.Bayazseirguióyselimpióelpolvodelasrodillas.—¿Esquealgunavezcambiaalgo?—elMagotendióaLogenlaespadapor

laempuñadura—.Meparecequevaaseguirnecesitándola.Logenmiró un instante la hoja de la espada.Estaba limpia, con elmismo

colorgrismatedesiempre.Adiferenciadeél,eldurotrabajoalquehabíasido

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sometida aquel día no había dejado en ella ningunamella.No quería cogerla.Nuncamás.

Perolacogió.

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PARTEII

«Lavida,talycomorealmentees,noconsisteenunaluchaentrelobuenoylomalo,

sinoentrelomaloylopeor.»JOSEPHBRODSKY

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Elverdaderorostrodelalibertad

La punta de la pala se hincó en el suelo con el característico sonido queproduceelmetalalrasparlatierra.Unsonidoqueleeramuyfamiliar.Apesarde la fuerza del impulso, no se hincó mucho, pues se trataba de un terrenopedregosoyendurecidoporelsol.

Perounsuelounpocoduronolaibaaarredrar.Habíacavadoinfinidaddehoyos, inclusoenterrenosbastantemásdifíciles

deexcavarqueaquél.Cuandoelcombateacaba,sisiguesconvida, teponesacavar.Acavar las

tumbasde los camaradasmuertos.Semerecen esapostrermuestrade respeto,aunquetalveznose lo tuvierasenvida.Cavas todolohondoqueteapetezca,luegolostirasdentro,lesechasunpocodetierraencima,ellossepudrenytúlosolvidas.Siempresehahechoasí.

Impulsóhaciaarribaloshombros,yunapaletadadesueloarenosovolóporlosaires.Siguióconlamiradalosterronesdetierra,laspiedrecillas.Viocómoseesparcíanporelaireyluegocaíansobrelacaradeunodelossoldados.Unodesusojospareciómirarlaconungestodereproche.Elotroestabaatravesadoporuna de las flechas que le había lanzado. Una pareja de moscas revoloteabaperezosamenteentornoasurostro.Paraélnohabríaentierro,ellasólocavabatumbasparalossuyos.Éseyloscabronesdesusamigosyaceríanalairebajoladespiadadaluzdelsol.

Tambiénlosbuitrestienenderechoaalimentarse.Lahojadelapalasilbóenelaireyvolvióahincarseenelsuelo.Otroterrón

saliódandovueltas.Seirguióyselimpióelsudordelafrente.Luegoentrecerró

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losojosymiróalcielo.Elsolqueardíaenloaltoabsorbíacualquiervestigiodehumedad que quedara en el polvoriento paisaje; la sangre que teñía las rocascomenzabaasecarse.Contemplólasdostumbasqueteníaasulado.Acabaríalaque estaba excavando ahora, echaría un poco de tierra sobre esos tres idiotas,descansaríauninstanteyluegoselargaría.

Notardaríanenvenirotrosabuscarla.Dejólapalaclavadaenlatierra,cogióelodreylequitóeltapón.Tomóun

pardetragosdeaguatibiaeinclusosepermitióellujodeverterunchorritoensuspalmasresecasparasalpicarselacara.Almenos,laprematuramuertedesuscamaradashabíapuestofinalasinterminablespeleasporelagua.

Ahorahabríadesobraparaseguirlamarcha.—Agua...—suspiróunsoldadoqueyacíajuntoalasrocas.Erasorprendente,

pero seguíavivo.No lehabíaacertadoenel corazóncon su flecha,perodabaigual,lohabíamatado,sóloquenotanrápidocomoellahabíapretendido.Habíaconseguido arrastrarse hasta las rocas, pero sus días de bestia reptante habíantocadoasufin.Laspiedrasquelerodeabanyaestabancubiertasporunaoscuracapadesangre.Pormuchoaguantequetuviera,elcalorylaflechanotardaríanendarcuentadeél.

Ellanoteníased,perohabíaaguadesobraynoibaapodercargarcontoda.Tomóunpardetragosmás,ydejóquerebosaranensubocaylechorrearanporelcuello.Todounlujodesperdiciarasíelaguaenaquellasestepasyermas.Unabrillantelloviznadegotasoscureciólatierrareseca.Luegoseechóunpocomásdeaguaenlacara,serelamióloslabiosymiróalsoldado.

—Porpiedad...—gimió.Tenía unamano apretada junto a la flechaque lesobresalíadelpechoylaotratendidadébilmentehaciaella.

—¿Piedad? ¡Ja!—volvió a poner el tapón en el odre y lo tiró junto a latumba—¿Esquenosabesquiénsoy?—volvióaagarrarelmangodelapalaehincólapuntaenelsuelo.

—¡FerroMaljinn!—dijounavozasusespaldas—¡Yosíséquiéneres!Unanuevaeinoportunacomplicación.Mientrasvolvíaaalzar lapala sumente trabajabaa todavelocidad.Desde

allínopodíaalcanzarelarco,lohabíadejadotiradojuntoalaprimeratumbaquehabía excavado. Lanzó una paletada de tierra. Aquella presencia invisible leprovocabaunaespeciedecomezónensushombrossudorosos.Echóunvistazo

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alsoldadomoribundo.Mirabaaundeterminadopuntoaespaldasdeella,yesole permitió hacerse una idea bastante aproximada de dónde se encontraba sunuevoadversario.

Hincódenuevolapuntadelapalay,depronto,lasoltó,saltófueradelhoyo,rodóporelsuelo,agarróelarco,lemetióunaflechay,deunsolomovimiento,tensólacuerda.Depie,aunasdiezzancadas,habíaunanciano.Nosemovía,nollevaba armas. Simplemente estaba ahí quieto mirándola con una expresiónbenévola.

Laflechasaliódisparada.PocaspersonaspodíanpresumirdesertanletalescomoFerroconunarcoen

las manos. Los diez soldados muertos bien podrían haberlo corroborado, dehaberestadoencondicionesdehacerlo.Seisdeellosteníansusflechasclavadas,yenesecombatenohabíafalladoniunasolavez.Queellarecordara,pormásrápido que hubiera tenido que disparar, jamás había fallado en las distanciascortas, y habíamatado hombres que se encontraban diez vecesmás lejos queaquelviejodemierda.

Peroestavezfalló.Pareció como si la flecha sedesviarade su trayectoriamientras surcaba el

aire.Unaplumaenmalestado,talvez,peroaunasíresultababastanteraro.Elancianonosemovióniunápice.Permaneciósonriendoensusitiomientras laflechalepasabarozandoyluegoseperdíaporlaladeradelacolina.

Esoconcedióatodosuntiempoparareconsiderarlasituación.Un tipo raro, el anciano aquel. Tenía la piel muy oscura, negra como el

carbón,esosignificabaqueproveníadellejanosur,másalládelvastoydesoladodesiertodearena.Noeraunviajeque sepudiera tomara la ligera,y raravezhabía visto Ferro a alguien que viniera de allí. Alto, flaco, de brazos largos,nervudos, y por todo vestido una simple sarga. En los brazos llevaba unosextraños brazaletes que le cubrían desde las muñecas hasta la mitad de losantebrazos. Refulgían bajo la intensa luz solar emitiendo unos destellos detonalidadesclarasyoscuras.

El cabello le caía por la cara formando un amasijo de cordeles grises,algunosdeloscualeslellegabancasihastalacintura,ysusafiladasmandíbulasestaban recubiertas por unabarbagris corta.Llevabaunodredebuen tamañocruzadosobreelpechoyseceñíaconuncinturóndelquecolgabanvariasbolsas

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decuero.Esoeratodo.Nirastrodearmas.Muyraroenunapersonaquevagabapor aquellas tierras desérticas. Las únicas gentes que se internaban en aquellugardejadodelamanodeDioseranlosfugitivosysusperseguidores.Ytantolosunoscomolosotrosibansiemprearmadoshastalosdientes.

No era un soldado de Gurkhul, no era un bellaco que venía a por larecompensa que habían puesto por su cabeza. No era un salteador, no era unesclavofugitivo.¿Quéeraentonces?¿Yquéhacíaallí?Teníaquehabervenidoaporella.Sí,talvezfueraunodeesos.

UnDevorador.¿Quiénsinovagaríadesarmadoporaquellasestepas?Nosabíaquetuvieran

tantasganasdeatraparla.Eltipopermanecíainmóvilfrenteaella,sonriéndola.Ferrocogiólentamente

otra flecha,y losojosdelhombresiguieronsumovimientosinmostrarelmásmínimosignodealarma.

—No hace falta que hagas eso —dijo pausadamente el anciano con vozgrave.

Ferrocolocólaflechaenelarco.Elhombrenisemovió.Ferroseencogiódehombros y esta vez se tomó un tiempo para apuntar. El anciano seguíasonriendo,comosiaquellonolepreocuparaenabsoluto.Ferrosoltólacuerda.Otravezvolvióafallarporunospocoscentímetros,enestaocasiónlaflechasefueporelotroladoydenuevoseperdióenlaladera.

Fallar una vez entraba dentro de lo posible, pero fallar dos veces ya erademasiado. Si había algo que Ferro sabía hacer, lo único que sabía hacer, eramatar.Aesasalturasaquelridículoancianoteníaqueestaryadesangrándoseenelsuelocondosflechasclavadasenelcuerpo.Peroahíseguía,quieto,sonriente,comodiciendo:«Noeres tan lista como te crees, yo soymuchomás listoquetú».

Eraexasperante.—¿Malditoviejodemierda,quiéneres?—MellamanYulwei.—¡Puesyotevoyallamarviejodemierda!—arrojóelarcoalsueloydejó

caerlosbrazosaloscostadosparaquesupropiocuerpoimpidieraalancianoverlo que hacía con la mano derecha. Luego giró la muñeca y una daga curvaresbalóporsumangaylecayóenlamano.Haymuchasformasdemataraun

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hombre,ysiunadeellasfalla,hayqueprobarotra.Ferronoeradeesaspersonasqueserindenanteelprimertropiezo.Pisando suavemente las rocas con sus pies descalzos, Yulwei comenzó a

avanzarlentamentehaciaella.Acadapasoquedabasusbrazaletestintineaban.Ahoraquelopensaba,aquellosíqueeraextraño.Siarmabaeseescándalo,cómohabíapodidoacercárseletantosinqueellasedieracuenta.

—¿Quéesloquequiere?—Quieroayudarte—seacercóhastaqueestuvoapocomásdeunbrazode

ellayluegosedetuvoylamirócongestosonriente.Conuncuchilloen lasmanosFerroera tanrápidacomounaserpienteyel

dobledeletal,unacircunstanciaqueelúltimosoldadoenmorirsindudahabríacorroborado,dehaberpodidohacerlo.Impulsadacontodasufuerzaysurabia,la hoja de la daga surcó el aire convertida en unamancha luminosa. Si aquelhombrehubieraestadodondeellacreía,aesasalturassucabezaseencontraríaprácticamente desprendida del tronco. El problema era que el hombre ya noestabaallí.Seencontrabaunpasoalaizquierda.

Ferrolanzóungritodeguerrayseabalanzósobreél,apuntandoalcorazón.Pero la brillante punta de la daga se clavó en el aire. El hombre, inmóvil,sonriente,estabaotravezenellugardeantes.Muyraro.Lentamente,conmuchacautela,deslizandosussandaliasporelpolvodelsuelo,Ferrorodeóalhombre;lamanoderechaadelantadatrazabacírculosenelaire, la izquierdaagarrabalaempuñaduradeladaga.Habíaqueirconcuidado:aquellodebíadesercosademagia.

—Nohacefaltaquetepongasasí.Estoyaquíparaayudarte.—Vetealamierdacontuayuda—bufóFerro.—Pero la necesitas, ymucho.Vienen a por ti, Ferro.Hay soldados en las

colinas,muchossoldados.—Nopodráncogerme,losdespistaré.—Sondemasiados.Nopuedesdespistarlosatodos.Ferroechóunvistazoaloscuerposasaeteadosqueyacíanenelsuelo.—Pueslosconvertiréenpastoparalosbuitres.—Esta vez no podrás. No están solos. Traen refuerzos—al pronunciar la

palabra«refuerzos»suvozsehizoaúnmásgrave.Ferrotorcióelgesto.

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—¿Sacerdotes?—Sí, pero no sólo—los ojos del hombre se dilataron—. También hay un

Devorador —susurró—. Te quieren viva. El Emperador pretende darte uncastigoejemplar.Hapensadoexhibirte.

Ferrosoltóunresoplido.—QuesejodaelEmperador.—Bastantejodidoletienesya.Ferrodejóescaparungruñidoyvolvióaalzarladaga,peroyanohabíatal

daga.Loquehabía eraunamortífera serpiente, que silbabay abría sus faucesdispuestaamorderla.

—¡Arhg! —se la quitó de encima sacudiendo la mano y, cuando cayó atierra,leaplastólacabezaconelpie;perofuesudagaloqueaplastó.Lahojasequebróconuncrujidosecoysepartióendos.

—Te cogerán—dijo el anciano—. Te cogerán y después te quebrarán laspiernas a martillazos en la plaza mayor para que así no puedas volver aescaparte.Luego,desnudayconlacabezarapada,tepasearánporlascallesdeShaffa sentada de espaldas a lomos de un asno, y la gente se congregará a lolargodelrecorridoparainsultarte.—Lamujerlelanzóunamiradaasesina,peroYulwei no se interrumpió—. Te encerrarán en una jaula delante del palacio ydejaránquetemuerasdehambreyteasesalsol,mientraslasbuenasgentesdeGurkhul semofaránde ti y te arrojaránexcrementospor entre losbarrotes.Sitienes un poco de suerte, te darán orina para beber. Cuando por fin mueras,dejaránquetucuerposepudrayquelasmoscaslodevorenapedazos,paraqueasílosdemásesclavosveancuáleselverdaderorostrodelalibertadydecidanqueprefierenseguircomoestán.

Ferroyasehabíahartadodeaquellahistoria.Quevinierantodos,inclusoelDevorador. Jamás moriría enjaulada. Antes se rebanaría su propio pescuezo.Soltó un gruñido y dio la espalda aYulwei.Luego agarró la pala y se puso acavar con furia la última tumba. Poco tiempo después ya había alcanzado laprofundidaddeseada.

Ferro se dio la vuelta. Yulwei se encontraba arrodillado junto al soldadomoribundodándoledebeberdelodrequellevabacruzadosobreelpecho.

—¡Mierda! —gritó, y, aferrando el mango de la pala, avanzó hacia él agrandeszancadas.

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Antesdequelealcanzara,elancianoselevantó.—Porcompasión...—gimióelsoldadoestirandounamano.

—¡Ya tedaréyoa ticompasión!—Y,actoseguido, lehundióel filode lapalaenelcráneo.Elcuerpodiounasacudidayluegosequedóinmóvil.Ferrosevolvióhaciaelancianoconunaexpresióndetriunfo.Yulweilamirabaapenado.Habíaalgoraroensusojos.Compasióntalvez.

—¿Quépretendeslograrconeso,FerroMaljinn?—¿Cómo?—¿Porquélohashecho?—Yulweiseñalóalhombrequeacababadematar

—¿Quéesloquepretendes?—Vengarme—lapalabrabrotódesuslabioscomounescupitajo.—¿Detodosellos?¿DetodoelpueblodeGurkhul?¿Detodossushombres,

mujeresyniños?—¡Detodos!Elancianorecorrióconlamiradaloscadáveresquehabíaesparcidosporel

suelo.—Entalcasodebesestarmuycontentaconeltrabajoquehasrealizadohoy.Ferroseforzóasonreír.—Sí—peronoestabacontenta.Yanosabíaenquéconsistíaeso.Susonrisa

leresultóunacosarara,desconocida,torcida.—¿Esvengarteenloúnicoquepiensasacadaminutodeldía,esesoloúnico

quedeseas?—Sí.—¿Hacerlesdaño?¿Matarlos?¿Acabarcontodosellos?—¡Sí!—¿Nodeseasnadaparatimisma?Ferropermanecióensilenciouninstante.—¿Qué?—Algoparatimisma.¿Quédeseasparati?Miró al anciano con desconfianza, pero de sus labios no salió ninguna

respuesta.Yulweisacudiólacabezaconpesar.—Meparece,FerroMaljinn,queenestemomentosiguessiendotanesclava

comopudierasserloantes.Ocomolopuedasllegarasernunca—luegosesentóenunarocaconlaspiernascruzadas.

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Poruninstante,Ferrolemiródesconcertada.Perodeinmediatounaoleadaderabia,calienteyreconfortante,volvióaembargarla.

—¿No dice que ha venido a ayudarme?, pues ayúdeme a enterrarlos —exclamóseñalandolostrescuerposensangrentadosquesealineabanjuntoalastumbas.

—Ah,no.Esoformapartedetutrabajo.Ferrodiolaespaldaalanciano,mientraslomaldecíaparasusadentros,yse

acercóasusantiguoscompañeros.AgarróelcuerpodeShebedpordebajodelosbrazosylolevantó.Mientrastirabadeélhacialaprimeratumba,lostalonesdelcadáversearrastrabanporelsuelomarcandodospequeñossurcos.Cuandollegóal hoyo, lo empujó dentro. Después le tocó el turno aAlugai. Un reguero detierracorriósobreélcuandoreposóenelfondodesutumba.

LuegovolvióparacogerelcadáverdeNasar.Unaespadalehabíadestrozadoel rostro. A Ferro le pareció que aquello suponía una notable mejora en suaspecto.

—Ésetienepintadebuenapersona—dijoYulwei.—ÉsteesNasar—Ferrosoltóunarisasinalegría—.Unviolador,unladrón,

un cobarde—carraspeó para desprender unas cuantas flemas y las escupió alrostro del cadáver. El gargajo resbaló suavemente por la frente delmuerto—.Era, de largo, el peor de los tres —luego bajó la vista hacia las tumbas—.Aunquetodoselloseranbasura.

—Terodeasdegentemuyagradable.—Un fugitivo no se puede permitir el lujo de elegir a sus compañeros—

FerrocontemplóelrostroensangrentadodeNasar—.Secogeloprimeroqueseencuentra.

—Si tanto te desagradan, ¿por qué no se los dejas a los buitres como hashecho con los otros? —el brazo de Yulwei señaló los soldados que yacíanmutiladosenelsuelo.

—Atugentelaentierras—replicóy,actoseguido,metióaNasarenelhoyode una patada. El cadáver se giró en el aire y cayó de bruces en la tumbaagitandolosbrazos—.Siempresehahechoasí.

Ferroagarrólapalayempezóaecharpaletadasdetierrasobrelaespaldadelcadáver.Mientras trabajaba en silencio, el sudor se le acumulaba en la cara yluegocaíagoteandoalsuelo.Yulweilaestuvoobservandohastaqueloshoyos

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quedaron cubiertos. Tres nuevosmontones de tierra emergían enmedio de laestepa. Ferro arrojó la pala, que rebotó en uno de los soldados y luego cayóretumbando entre las piedras. El pequeño enjambre demoscas que rodeaba alcadáver zumbó enfurecido y se alejó de su presa, pero al cabo de un instanteestabaotravezdevuelta.

Recogióelarcoylasflechasyseloscolgóalhombro.Luegoagarróelodre,calibrósupesoyseloechótambiénalhombro.Despuéssepusoaregistrarloscadáveres de los soldados. Uno de ellos, el que parecía ser el jefe, tenía unespléndido sable curvo. Su flecha le había atravesado el cuello antes de quetuvieratiempodedesenvainarlo.AhorafueFerroquienlodesenvainóyloprobólanzandounpardemandoblesalaire.Unabuenaarma:bienequilibrada,elfilomortíferode su largahoja centelleabay elmetalde la empuñadura refulgía alsol.Además,teníauncuchilloajuego.Cogiólasdosarmasyselasmetióenelcinto. Aunque no parecía que hubiera mucho que pudiera valerle, registrótambiénelrestodeloscadáveres.Además,siemprequenoresultarademasiadodifícil, procuraba arrancar las flechas a los cuerpos. Encontró unas cuantasmonedasylastiróalsuelo.Sóloleserviríanparaañadirlemáspesoy,además,¿quéibaacomprarenmediodeaquellaestepa?¿Polvo?

Esoeraloúnicoquehabíaallí,yeragratis.Llevaban encima algunas sobras de comida, que difícilmente les habrían

servidopara aguantar otro día.Eso significabaquedebía de habermásde lossuyos,muchosmásseguramente,yquenoandabandemasiadolejos.Yulweinolehabíamentido,peroesonocambiabalascosas.

Sedio lavueltay, dejandoatrás al anciano, comenzóa andar endireccióncontrariaalascolinas,haciaelgrandesiertodearenaqueseextendíaalsur.

—Ésenoeselcamino—dijoél.Ferrosedetuvoylemiróentrecerrandolosojosparaprotegersedelintenso

sol.—¿Nodecíaqueveníansoldados?LosojosdeYulweichispearon.—Haymuchasformasdepasardesapercibido,inclusoenunsitiocomoéste.Ferrovolviólavistahacialallanurapeladaqueseextendíahaciaelnorte.En

esadirecciónestabaGurkhul.Noseveíaniunacolina,niunárbol,casiniunarbusto.Ningúnlugardondeocultarse.

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—¿DesapercibidoinclusoparaunDevorador?Elancianoserió.—Sobretodoparaesospuercosarrogantes.Nosonnilamitaddelistosdelo

que ellos se creen. ¿Cómopiensas que he conseguido llegar hasta aquí si no?Pasépor enmediode ellos, entre ellos, alrededorde ellos, yovoyadondemeplace,yllevoconmigoaquiénquiero.

Ferrosehizosombraconlapalmadelamanoyoteóelsur.Lasarenasdeldesierto se perdían en la distancia. Mal que bien se las había arreglado parasobrevivir en las estepas, pero, ¿podría hacerlo en ese crisol de arenascambiantesycalorimplacable?

Elancianoparecióleerlelospensamientos.—Las arenas son interminables. Yo las he cruzado alguna vez. Puede

hacerse.Perotúnololograrías.Aquelviejoteníarazón.Ferroeratanfibrosayresistentecomounbuenarco,

pero eso sólo significaba que estaríamás tiempo vagando sin rumbo antes decaerrendidasobrelaarena.Puestosamorir,eldesiertoestabamejorquelajaulafrentealpalacio,aunquetampocomuchomejor.Yellaqueríaseguirviva.

Aúnlequedabanalgunascosasquehacer.Elviejoseguíasentadoconlaspiernascruzadas,mirándolaconunasonrisa.

¿Qué era ese tipo? Ferro no se fiaba de nadie, pero, si aquel hombre hubieratenido la intencióndeentregarlaalEmperador,podríahaberladerribadodeungolpeenlacabezamientrasestuvocavando,envezdehaberproclamadoaloscuatro vientos su presencia. Además, tenía poderes mágicos, bien lo habíacomprobado ella, y contar con una oportunidad, por pequeña que fuera, eramejorquenotenerninguna.

Pero¿quélepediríaacambio?Elmundojamáslehabíadadonadagratisynocreíaquefueraaempezarahacerloahora.Ferroentornólosojos.

—¿Quéesloquequieredemí,eh,Yulwei?Elancianosoltóunacarcajada.Aquellasrisasempezabanaresultarbastante

cargantes.—Digamos,simplemente,quesiteguíotehabréhechounfavor.Yque,más

adelante,túpuedesdevolvérmelohaciéndomeotro.Larespuestaerabastanteparcaendetalles,perocuandoloqueestáenjuego

eslapropiavidahayquetomarloqueaunoseleofrece.Nolehacíaninguna

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graciaponerseenmanosdeotrapersona,peronoparecíatenerotraopción.Almenos,siqueríaprolongarsuvidaunasemanamás.

—¿Quéhacemos?—Hayqueesperaraquesehagadenoche—Yulweiechóunvistazoa los

cuerposretorcidosquehabíaesparcidosporelsueloyarrugólanariz—.Aunquetalvezseamejornohacerloaquí.

Ferroseencogiódehombrosysesentósobrelatumbadelmedio.—Aquíestábien.Quierovercómosealimentanlosbuitres.El cielo estaba sembrado de brillantes estrellas y el aire se había vuelto

fresco, casi frío. Abajo, en la oscura y polvorienta llanura, ardían variashogueras: una línea curva de fogatas que parecían acorralarles empujándoleshacia el borde del desierto. Yulwei, los diez cadáveres, las tres tumbas y ellaestabanatrapadosenlaladeradelacolina.Aldíasiguiente,cuandolasprimerasluces del amanecer comenzaran a ascender por la tierra árida, los soldadosabandonaríanlashoguerasyavanzaríansigilosamenteendirecciónalascolinas.SiFerroseguíaaúnallíparacuandollegaran,lamataríancontotalseguridad,o,peoraún, lacapturarían.NiaunenelcasodequenohubierancontadoconunDevorador, habría podido enfrentarse ella sola contra tantos enemigos. Leirritabaprofundamentereconocerlo,perolociertoesqueahorasuvidaestabaenmanosdeaquelhombre.

Yulweioteóelcielonocturno.—Yaeshora—dijo.Descendieron por la pedregosa ladera en la oscuridad, poniendo mucho

cuidado de no perderse entre los grandes bloques de roca y los achaparradosmatojos que salpicaban el terreno. Avanzaban hacia el norte, en dirección aGurkhul. Yulwei se desplazaba con una velocidad pasmosa y, para poderseguirle,Ferrocasiseveíaobligadaacorrer,alavezquemanteníalavistabajaparaquelasrocasresecasnolehicieranperderelequilibrio.Alllegaralabasede la colina, levantó la vista y vio que Yulwei avanzaba hacia el extremoizquierdode la línea, que era el lugar donde la concentracióndehogueras eramayor.

—Espere—susurró agarrándolo del hombro.Ferro señaló el ladoderecho.Ahíhabíamenoshogueras,asíqueseríamássencillocolarseentreellas—.¿Porquénovamosporahí?

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Alaluzdelasestrellas,Ferroalcanzóaver losdientesblancosdeYulwei,estabasonriendo.

—Oh,no,FerroMaljinn.Ahíesdondehaymássoldados,pornomencionaranuestroqueridoamigo—Yulweinoponíaningúnempeñoenbajar lavozalhablaryestabaconsiguiendoponerlanerviosa—.Esporahípordondeesperanque pases, si decides ir hacia el norte. Pero en realidad no creen que vayas ahacerlo.Piensanquetedirigiráshaciaelsurparamorireneldesiertoporquenoquerrásarriesgarteaquetecapturen,esdecir,justoloquehabríashechodenohaberestadoyoaquí.

Yulwei se dio media vuelta y siguió caminando. Ferro lo siguiósigilosamente procurando mantenerse lo más agachada posible. Cuandoestuvieronmáscercadelashogueras,constatóqueelancianoestabaenlocierto.Había algunas figuras sentadas en torno a ellas, pero estaban bastantedesperdigadas. El anciano se dirigió con paso firme hacia un grupo de cuatrohoguerasquequedabaalaizquierdaydelasquesólounaestabaguarnecida.Nosecuidabadecaminaragachado,susbrazaletesseentrechocabanemitiendounlevecampanilleoylaspisadasdesuspiesdesnudosresonabanconfuerzasobrelatierrareseca.Losteníantancercaquecasisepodíandistinguirlasfaccionesdelostreshombresquehabíaentornoalfuego.Deunmomentoaotro,veríanaYulwei, estaba segura.Le siseó para llamar su atención, convencida de que laibanaoír.

Yulwei se dio la vuelta; su cara, iluminada por la tenue luz de las llamas,teníaunaexpresióndedesconcierto.

—¿Qué pasa? —dijo. Ferro hizo una mueca de dolor. Pensaba que lossoldados se pondrían de pie de un salto, pero, para su sorpresa, siguieroncharlandocomositalcosa.Yulweisevolvióhaciaellos—.Nonosveránninosoirán,anoserqueseteocurraponerteachillarlesaloído.Nocorremosningúnriesgo—luegosevolvióyreemprendiólamarcha,dandounrodeoparaesquivaralossoldados.Ferrolosiguió,manteniéndoseagachadayensilencio,porpuracostumbre.

Al irse acercando a ellos, Ferro comenzó a distinguir las palabras de laconversaciónquemantenían.Aminoróelpasoparaescuchar.Y,depronto,sediolavueltaysedirigióhacialahoguera.Yulweiechólavistaatrás.

—¿Quéhaces?—preguntó.

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Ferrocontemplóasustresenemigos.Unoeraunveteranodeaspectorudo,elotrountipoflacuchoconpintadecomadreja,y,eltercero,unjovenzueloconcara de buena persona, que apenas parecía un soldado. Sus armas estabandesperdigadasporelsuelo,envainadasyenvueltas,comosinoesperarantenerqueusarlas.Losrodeóconcautela,aguzandoeloído.

—Dicen que la mujer esa no está bien de la cabeza —le susurraba elflacuchoal joven, tratandodeasustarle—.Dicenquehamatadoamásdecienhombres.Yquesieresuntipoapuesto,tecortaloshuevoscuandoaúnestásvivo—acompañó sus palabras apretándose la entrepierna— y luego se los comedelantedeti.

—Cállatedeunavez—soltóelgrandullón—,poraquínolevamosaverelpelo—yseñalandoalpuntodondelashoguerasestabanmásespaciadas,añadióconunsusurro—:Siseleocurrecogerestadirección,irápordondeestéél.

—Bueno,puesesperoquenose leocurra—tercióel joven—.Viveydejavivir,éseesmilema.

Eltipoflacuchofruncióelceño.—¿Yquémedicesdetodaesapobregentealaquehamatado?¿Mujeresy

niñosincluidos?¿Esquenosemerecíanellosqueselesdejaravivirtambién?—Ferroapretólosdientes.Queellarecordara,nuncahabíamatadoniños.

—Claroque es terrible, yonodigoquenohayaque capturarla—el jovenmirónerviosoasualrededor—.Sóloqueesperoquenonostoqueanosotros.

Al oír aquello, el grandullón soltó una carcajada, pero al tipo flaco noparecióhacerleningunagracia.

—¿Quéerestú,uncobarde?—No—repusoenfadadoeljoven—,perotengomujerehijosyprefierosalir

deéstaconvida,esoestodo—sonrió—.Vamostenerunhijo.Aversiestavezesniño.

Elgrandullónasintióconlacabeza.—Mihijoyaestáhechotodounhombre.Crecentanrápido...Aquellacharlasobreniños,familiasyesperanzashizoquelarabiaqueardía

en el pechodeFerro se acrecentara aúnmás. ¿Por qué podían tener ellos unavida cuando ella no tenía nada, cuando habían sido precisamente ellos y lossuyoslosquelehabíanquitadotodoloquetenía?Ferrodesenvainóladaga.

—¿Quéhaces?—lesusurróYulwei.

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Eljovenvolviólavistahaciaellos.—¿Nohabéisoídoalgo?Elgrandullónserió.—Sí,meparecequeheoídocómotecagabasencima—elflacodejóescapar

unarisita,yeljoven,azorado,sonrió.Ferrosepusojustodetrásdeél.Estabaasólodospasos,iluminadadeplenoporlahoguera,peroningunodelossoldadoslamiraba.Alzóladaga.

—¡Ferro!—gritóYulwei.Eljovenselevantódegolpeyescudriñólaoscuraplanicie apretando las cejas. Miró a Ferro a los ojos, pero su mirada parecíadirigirseaalgúnpuntolejanosituadoasusespaldas.Ferrosentíasualientoenelrostro.Lahojadeladagabrillabaamediopalmodelgaznatedelsoldado.

Ahora.Ahoraeraelmomento.Podíamatarloalinstanteyluegoocuparsedelosotrosantesdequetuvierantiempodedarlaalarma.Sabíaquepodíahacerlo.Ellosestabandesprevenidos,peroellaestabapreparada.Ahoraeraelmomento.

Perosumanonoquisomoverse.—¿Quétepasa?—preguntóelgrandullón—Ahínohaynada.—Juraríaqueheoídoalgo—dijoeljovenmirandoaFerroalacara.—¡Esperad!—gritó el flaco levantándose de un salto y señalando con el

dedo— ¡Ahí está, es ella! ¡Justo delante de ti! —Ferro se quedó paralizadadurante un instante, mirando a los ojos del soldado, pero de inmediato elgrandullónyelflacosepusieronareír.Eljoven,avergonzado,sediolavueltayvolvióasentarse.

—Osaseguroquemeparecióoíralgo.—Ahí no hay nadie —dijo el grandullón. Ferro comenzó a retroceder

lentamente. Tenía ganas de vomitar, la boca se le había llenado de una salivaamarga y la cabeza le retumbaba. Envainó la daga, se dio media vuelta yreemprendióatrompiconeslamarcha,seguidadecercaporYulwei.

Cuando la luz de las fogatas y el sonido de la charla se perdieron en ladistancia,Ferrosedetuvoysedejócaereneldurosuelo.Unvientogélidobarríalaplanicieyerma.Unalluviadepolvolepunzólacara,peroellaapenaslonotó.El odioy la furia se habían evaporadodemomento, pero le habíandejadounenorme hueco, y no tenía nada con qué rellenarlo. Se sentía vacía, helada,enferma, sola.Seabrazóa símismay semeciódeatrásadelantecon losojoscerrados.Perolaoscuridadnoleproporcionóningúnalivio.

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Depronto,sintiólamanodelancianoapoyadaensuhombro.Encircunstanciasnormales,sehabríarevuelto,lohabríaderribadoy,deser

posible,habría acabadoconél.Pero sehabíaquedado sin fuerzas.Parpadeóyalzólavista.

—Nome queda nada. ¿Qué soy ya?—se apretó lamano contra el pecho,peroapenaslasintió—Notengonadadentro.

—Me extraña que digas eso—Yulweimiró el cielo estrellado y sonrió—.Porqueyoestoyempezandoapensarquealomejorsíquehayalgoahídentroquemerezcalapenasalvarse.

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LajusticiadelRey

NadamásllegaralaPlazadelosMariscales,Jezalsediocuentadequeallípasabaalgoraro.NoeranormalqueestuvieratanconcurridaparaunasesióndelConsejo Abierto. Se le había hecho un poco tarde, y aunque estaba casi sinaliento tras la largaseriedeentrenamientos,apretóelpasomientrasechabaunvistazo a los corrillos de gente elegantemente vestida que había en la plaza:hablabanenmurmullosysusrostrosestabantensosyexpectantes.

SeabriópasoentrelamultitudyaccedióalaRotondadelosLores,echandouna suspicaz ojeada a los guardias que flanqueaban las grandes puertastaraceadasdelaentrada.Almenosellosestabancomosiempre:impasiblestrassuspesadasviseras.Cruzólaantecámara,unasaladecoradaconunostapicesdevividoscoloresque semecían levementemovidospor lascorrientesdeaire,yluegotraspasólaspuertasqueconducíanalamplioespaciointerior.Elecodesuspasos resonó en la cúpula dorada mientras recorría a toda prisa el pasillo endirecciónalamesapresidencial.Jalenhorm,cuyorostroestabasalpicadoconloscoloresdelasvidrieras,seencontrabadepiebajounodelosventanalesmirandocongestoceñudounbancoconunrielmetálicoenlabasequehabíaaunladodelenlosado.

—¿Quépasaaquí?—¿Es que no te has enterado?—le susurró Jalenhorm preso de una gran

excitación—.Hoffhadifundidolaespeciedequehoysevaatratarunasuntodelamayorimportancia.

—¿Quétipodeasunto?¿Angland?¿LosHombresdelNorte?Elcorpulentotenientesacudiólacabeza.

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—Niidea,peroprontolosabremos.Jezaltorcióelgesto.—Nomegustanlassorpresas—susojosseposaronenelmisteriosobanco

—.¿Paraquéeseso?Enesemomentolasgrandespuertasdelasalaseabrieronyuntorrentede

consejerosinundóelpasillodeacceso.Lamezcolanzadesiempre,supusoJezal,aunque tal vez con un grado de determinación un poco superior al habitual.Terceros vástagos de la nobleza, apoderados a sueldo... pero, de pronto, se lecortó la respiración. Al frente venía un hombre muy alto, cuya majestuosavestimentalehacíadestacarinclusoenmediodetanaugustacompañía.Desushombros colgaba una gruesa cadena de oro y su semblante lucía un ceño nomenosgrueso.

—PerosiesLordBrock—susurróJezal.—Y,mira,ahívaLordIsher—Jalenhormseñalóconlacabezaaunanciano

deaspectoapaciblequeveníajustodetrásdeBrock—,ytambiénestánHeugen,yBarezin.Estotienequeseralgomuygordo.

Jezal respiró hondo mientras cuatro de los nobles más poderosos de LaUnión tomabanasiento en laprimera fila.NuncahabíavistounaconcurrenciatannotableenunasesióndelConsejoAbierto.Enelhemiciclodestinadoalosconsejeros apenas si había un escaño vacío. Y, más arriba, en la galería delpúblico,asomabaunanilloininterrumpidoderostrosimpacientes.

Porfin,Hoffirrumpióenlasalaycomenzóaavanzarporelpasillo.Peronoibasolo.Asuderecha,deslizándoseporelsuelo,veníaunhombreespigadoydeaspectoorgulloso,enfundadoenuna impecable togablancayconunamatadeblancos cabellos. El Archilector Sult. A su izquierda, algo encorvado yapoyándose en un bastón, venía un hombre con una poblada barba gris quevestíaunatogadetonosnegrosydorados.Marovia,elJuezSupremo.Jezalnodabacréditoaloqueveíansusojos.TresmiembrosdelConsejoCerrado,allí.

Jalenhormseapresuróaocuparsusitioantesdequelossecretariosacabarande disponer sus cartapacios y sus documentos sobre la pulida superficie de lamesa.ElLordChambelánsedejócaerenmediodeelloseinmediatamentepidióqueletrajeranvino.EljefedelaInquisicióndeSuMajestadsedeslizóenunasilla a su lado, sonriendo para sí. El Juez Marovia, con el ceño fruncido, seacomodólentamenteenotra.Losmurmullosansiosossubierondevolumen,los

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magnates sentados en la primera fila miraban a su alrededor con semblantesadustosyrecelosos.ElHeraldoocupósusitiodelantedelamesa:nosetratabadelidiotadesiempreconsusropajeschillones,sinodeuntipobarbudoyfornidovestidodeoscuro.Alzó subastónygolpeó las losas del suelo conuna fuerzacapazdedespertaraunmuerto.

—Queda abierta la sesión del Consejo Abierto—bramó. El alboroto quereinabaenlasalafueremitiendopocoapoco.

—Estamañana sólo hay un asunto que debatir—dijo elLordChambelán,escudriñandoconmiradaseveralasalabajosusespesascejas—,unasuntoquehacereferenciaalajusticiadelRey—sealzaronunoscuantosmurmullos—.UnasuntorelativoalalicenciaregiaparacomerciarenlaciudaddeWestport—elruidoseacrecentó: susurrosde indignación,el inquieto rebullirensusescañosde unamultitud de aristocráticos traseros, el habitual ruido de las plumas querascabanlasgrandeshojasdeloscartapacios.JezalvioqueLordBrockjuntabalas cejasyque las comisurasde los labiosdeLordHeugen se curvabanhaciaabajo. No parecía que aquello les hiciera mucha gracia. El Lord Chambelánsorbióporlanarizyseechóuntragodevinomientrasesperabaaquecesaranlosmurmullos—.Noobstante, dadoqueyono soy la personamás capacitadaparatratardeesteasunto...

—¡Y que lo diga! —soltó Lord Isher con gesto desdeñoso mientras serevolvíaensuasientodelaprimerafila.

Hofflelanzóunamiradaasesina.—¡Solicito la comparecencia de alguien que sí lo está! Mi colega del

ConsejoCerrado,elArchilectorSult.—¡El Consejo Abierto concede la palabra al Archilector Sult! —tronó el

Heraldo. Tras descender garbosamente los escalones del estrado, el jefe de laInquisiciónsesituóenelenlosadoydirigióunaseductorasonrisaalosrostrosquesevolvíanindignadoshaciaél.

—Milores—comenzóadecirconvozlentaymelodiosa,acompañandosuspalabrascongrácilesmovimientosde lasmanos—,duranteestosúltimos sieteaños,desdequetuvolugarnuestragloriosavictoriaenlaguerracontraGurkhul,elhonorableGremiodelosSederoshagozadoenexclusivadelalicenciaparacomerciarenlaciudaddeWestport.

—¡Yhanhechountrabajoexcelente!—exclamóLordHeugen.

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—¡Gracias a ellos ganamos la guerra! —gruñó Barezin descargando unpuñetazoenelescañodeallado.

—¡Untrabajoexcelente!—¡Excelente!—exclamaronvariasvocesmás.ElArchilectorasentíaconlacabeza,aguardandoaquecesaraeltumulto.—Desdeluego—dijodandounospasosdebailarínalsondelasplumasque

registrabansuspalabras—.Nopretendonegarlo.Untrabajoexcelente,enefecto—deprontosevolvióenredondo,haciendorevolotearlosfaldonesdesutoga,ysurostrosecontrajoenunamuecaderabia—.¡UnexcelentetrabajoalahoradeevadirlostributosdelaCorona!—bramó.Suspalabrasfueronrecibidasconunaexclamacióncolectivadeestupor.

—¡UnexcelentetrabajoalahoradetransgredirlasleyesdelaCorona!—lasexpresionesdeestupor se redoblaron—. ¡Unexcelente trabajodealta traición!—se levantó una tempestad de protestas, se alzaban numerosos puños, searrojabanpapelesalsuelo.Unasucesiónderostroslívidosmirabanhaciaabajodesde la galería, y, otros, enrojecidos, despotricaban y bramaban desde losescañossituados frentea lamesapresidencial. Jezalmirabaaunoyotro lado,preguntándosesinolehabríanengañadosusoídos.

—¡Cómoseatreve,Sult!—legritóLordBrockalArchilector,quesubíalospeldañosqueconducíanalestradoconunasonrisaenloslabios.

—¡Exigimospruebas!—aullóLordHeugen—.¡Exigimosjusticia!—¡LajusticiadelRey!—segritabadesdelasfilasdeatrás.—¡Tiene que presentar pruebas! —bramó Isher mientras el tumulto

empezabaaremitir.ElArchilectorseechóparaatrássu togaparasentarseysudelicado tejido

blancosehinchóentornoaél.—¡Noesotranuestraintención,LordIsher!El pesado cerrojo de una pequeña puerta lateral se descorrió con un

resonanteestrépito.LasalasellenóconelrumordelosLoresyapoderadosquesegiraban,selevantabanyseadelantabanparaverquéeraloquepasaba.Ensuafán por ver qué estaba ocurriendo, el público de la galería se inclinabapeligrosamentesobrelabarandilla.Depronto,elhemicicloquedósumidoenunprofundo silencio. Jezal tragó saliva.Desde el otro lado de la puerta llegabanunos chirridos y tintineos mezclados con un ruido de pasos, y, un instante

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después,uninsólitoysiniestrocortejosurgíadelaoscuridad.Sand dan Glokta fue el primero en aparecer. Caminaba con su habitual

cojera, descargando su peso en el bastón, pero llevaba la cabeza alta y unasonrisa deforme y desdentada iluminaba su rostro vacío. Detrás venían treshombres, encadenados entre sí por las manos, que arrastraban los pies por elsuelomientrasavanzabanhacialamesapresidencialemitiendounlevetintineo.Llevabanlascabezasrapadasyvestíanestameñaspardas.Lavestimentadelospenitentes.Delostraidoresconfesos.

El primerpreso se chupaba los labiosymiraba aunoyotro lado conunaexpresión de pavor. El segundo, más bajo y más grueso, arrastraba la piernaizquierdayavanzabaatrompiconesconeltroncoechadohaciadelanteylabocaabierta.Jezalviocómounhilillorosáceodebabassedesprendíadesuslabiosycaía al enlosado. El tercero, un hombre extremadamente delgado y conprofundasojeras,noparabadeparpadearmientrasmirabaconparsimoniaasualrededorsinquesusojosparecierancaptarnadadeloqueveía.Jezalreconociódeinmediatoalhombrequeveníadetrásdelostrespresos:eraelgigantealbinoquesehabíaencontradounanocheenlacalle.Presodeunasúbitasensacióndefríoeinquietud,Jezalsebalanceósobreunoyotropieparaaliviarlatensión.

Ahora ya estaba claro cuál era el propósito de aquel banco. Los tresprisioneros se dejaron caer en él, y el albino se arrodilló y fue amarrando losgrilletesalabarraquehabíaalolargodelabase.Lacámaraseguíalaoperaciónenabsolutosilencio.Todos losojosestabanclavadosenel Inquisidor tullidoyensustresprisioneros.

—Hace ya unos cuantosmeses que iniciamos nuestras pesquisas—dijo elArchilectorinmensamentecomplacidodehaberconseguidocaptarlaatencióndetodos los presentes—. En principio parecía una cuestión rutinaria, un simplecaso de irregularidades contables, no les aburriré con los detalles —ydirigiéndoseconunasonrisaaBrock,IsheryBarezin,añadió—:Noignoroquesonustedesunoshombresmuyocupados.¿Quiénhubierapensadoentoncesqueunasuntotaninsignificanteibaaconducirnoshastaaquí?¿Quiénibaasuponerquelatraiciónhabíaechadounasraícestanprofundas?

—Bien, bien —dijo con impaciencia el Lord Chambelán, mirando porencimadesucopa—.InquisidorGlokta,tieneustedlapalabra.

ElHeraldogolpeóconelbastónlaslosasdelsuelo.

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—¡ElConsejoAbiertodeLaUniónconcede lapalabraaSanddanGlokta,InquisidorExento!

Apoyadoensubastónenmediodelenlosadoysindarningunamuestradeemociónpesealatrascendenciadelmomento,eltullidoaguardócortésmenteaquecesaraelrasgueardelasplumasdelossecretarios.

—PóngaseenpieyvuélvasehaciaelConsejoAbierto—dijodirigiéndosealprimerprisionero.

Elaterrorizadopresoselevantódeunsalto,haciendorepicarsuscadenas,y,tras humedecerse los labios,miró con los ojosmuy abiertos a losLores de laprimerafila.

—Digasunombre—exigióGlokta.—SalemRews.AJezalselehizounnudoenlagarganta.¿SalemRews?¡Élconocíaaese

hombre!¡Supadrehabíatenidonegociosconélenelpasado,yentiemposhabíavisitado con frecuencia su finca! El espanto de Jezal crecía por momentosmientrasestudiabaalaterrorizadotraidordecabezarapada.Levinoalamentelafigura rellenaybienvestidadeunmercaderque siempre teníaunchisteen laboca. Era él, no cabía duda. Sus miradas se cruzaron un instante, y Jezal,angustiado,desviólavista.¡Supadrehabíacharladoconesehombreenelsalóndesucasa!¡Lehabíaestrechadolamano!Uncargodealtatraicióneracomounaenfermedadcontagiosa: ¡sepodíacontraerporel simplehechodecompartir lamismahabitaciónconuninfectado!Susojosseveíanarrastradosunayotravezhaciaeserostrofamiliareirreconocibleauntiempo.¿Cómoselehabíapodidoocurriralmuyhijodeputaseruntraidor?

—¿EsustedunmiembrodelhonorableGremiodelosSederos?—prosiguióGloktapronunciandoconciertoretintínlapalabra«honorable».

—Lofui—musitóRews.—¿Cuál era su función dentro del Gremio?—el sedero rapado lanzó una

miradadesesperadaasualrededor—.¿Sufunción?—inquirióGloktacontonoamenazante.

—¡Conspirar para defraudar a la Hacienda del Rey! —gritó el mercaderretorciéndoselasmanos.Unaoleadadeconmociónseexpandióporlasala.JezalingirióuntragodesalivaamargayvioaSultdirigirunasonrisadesuficienciaalJuez Marovia. El rostro del anciano permanecía impasible, pero sus puños

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estabanapretadossobrelamesa—.¡Meacusodehabercometidotraición!¡Pordinero!Hehechocontrabando,hesobornado,hementido... ¡todoshacíamoslomismo!

—¡Todos hacían lomismo!—Glokta se volvió hacia la asamblea con unasonrisasiniestra—.Yaaquellosdeustedesquealberguenalgunaduda,lesdiréque tenemos librosdecuentas,documentos,cifras.OcupanunasalaenteradelPabellónde los Interrogatorios.Unasala llenadesecretos,culpas,mentiras—sacudió lentamente la cabeza—. Una lectura nada edificante, se lo puedoasegurar.

—¡Notuvemásremedioquehacerlo!—chillóRews—.¡Meobligaron!¡Noteníaelección!

ElInquisidortullidofruncióelceñosindejardemirarasupúblico.—Porsupuestoqueleobligaron.Noignoramosqueustednoeramásqueun

ladrillo de esa inmensamansión de la infamia.Hace poco atentaron contra suvida,¿noesasí?

—¡Meintentaronasesinar!—¿Quién?—¡Ese hombre!—gimió Rews con voz quebrada señalando con un dedo

temblorosoalprisioneroque teníaa su lado,mientras tratabadealejarsedeéltodo lo que le permitían las cadenas—. ¡Fue él! ¡Él! —los grilletescascabeleabanmientrasagitabaelbrazoyescupíasalivaporlaboca.Denuevoarreciaron las voces de indignación en la sala, esta vez conmayor intensidadaún. Jezal vio que el prisionero de en medio inclinaba la cabeza y luego sedesplomaba hacia un lado, pero, al instante, elmonstruoso albino lo agarró yvolvióaenderezarlo.

—¡Despierte, maese Carpi! —gritó Glokta. El preso alzó lentamente lacabeza.Eraunrostrodesconocido,extrañamentehinchadoyconlapielpicadadeviruelas.Jezal,asqueado,advirtióque,al igualqueaGlokta, lefaltabanloscuatrodientesdedelante.

—Es usted natural de Talins, en Estiria, ¿no es así? —el hombre asintióbajando lentamente la cabeza con un gesto maquinal, como si estuvieraadormilado—.Esustedunasesinoasueldo,¿meequivoco?—volvióaasentir—. ¿No es cierto que le contrataron para que asesinara a diez subditos de SuMajestad, entre ellos, al traidor confeso Salem Rews? —de la nariz del

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prisionerobrotóunhilodesangreysusojossepusieronenblanco.Elalbinolecogió del hombro, le dio una sacudida y el hombre volvió en sí y asintiómecánicamente— ¿Qué ha sido de los otros nueve? —silencio—. Los matóusted, ¿no es cierto? —al bajar de nuevo la cabeza, el cuello del prisioneroprodujounextrañochasquido.

Gloktarecorrióconexpresiónceñudalosrostrosabsortosdelosconsejeros.—VillemdanRobb,oficialdeaduanas,untajodeorejaaoreja—sepasóun

dedoporelcuelloyunamujerdelagaleríasoltóunchillido—.SolimoScandi,sedero,cuatropuñaladasenlaespalda—alzócuatrodedosyluegoseloshundióen el vientre, imitando el gesto de alguien que fuera a vomitar—, y así hastacompletar una sangrienta nómina. Todos ellos fueron asesinados con el únicoobjetivodeobtenermayoresbeneficios.¿Quiénlecontrató?

—Él—graznóelasesino,girandosurostroabotargadoparamiraraltipoderostrodemacradoyojosvidriososque seencontraba semidesplomadosobreelbanco,ajenoatodoloquelerodeaba.

El bastón deGlokta resonó en la salamientras se acercaba renqueando alprisionero.

—¿Cuálessunombre?El prisionero levantó la cabeza de golpe y sus ojos se clavaron en el

semblantecontraídodelInquisidor:—¡GofredHornlach!—respondiódeinmediatoconvozchillona.—¿EsustedunmiembrodestacadodelGremiodelosSederos?—¡Sí!—ladrómientrasparpadeabamirandoaGloktacongestoobnubilado.—¿UnodelosadjuntosdelMaestreKault,dehecho?—¡Sí!—¿Haconspirado juntoconotrosSederosparadefraudara laHaciendade

SuMajestad el Rey? ¿Contrató a un asesino con el expreso propósito de queacabaraconlavidadediezsúbditosdeSuMajestad?

—¡Sí!¡Sí!—¿Porquélohizo?—Teníamosmiedodeque se fuerande la lengua...dequecontaran loque

sabían...loquesabíande...loque...—losojosvacíosdeHornlachsedesviaronhaciaunadelasvidrieras.Pocoapocosubocadejódemoverse.

—¿Loquesabíande...?—leapuntóelInquisidor.

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—i...delastraicionerasmaquinacionesdelGremio!—elsederosetrabó—.¡De nuestras traiciones! De las maquinaciones del Gremio... de nuestrastraiciones...

Gloktaleinterrumpióbruscamente:—¿Actuabaensolitario?—¡No!¡No!ElInquisidordioungolpeenelsueloconelbastónyseinclinóhaciaél.—¿Quiéndabalasórdenes?—siseó.—¡ElMaestreKault!—gritóalinstanteHornlach—.¡Éldiolasórdenes!—

laconcurrenciacontuvoelaliento.LasonrisasuficientedelArchilectorSultseacentuó—¡FueideadelMaestre!—lasplumasrasgabanimplacableselpapel—.¡FueKault!¡Éldiolasórdenes!¡Todaslasórdenes!¡ElMaestreKault!

—Gracias,esoestodo,MaeseHornlach.—¡El Maestre! ¡Él dio las órdenes! ¡El Maestre Kault! ¡Kault! ¡Kault!

¡Kault!—¡Yaessuficiente!—leespetóGlokta.Elprisionerosecallódegolpe.La

salaenterapermanecíaensuspenso.ElArchilectorSultalzóunbrazoyseñalóalostresprisioneros.—¡Milores,ahítienenlaspruebasquesolicitaban!—¡Estoesunafarsa!—bramóLordBrockponiéndosedepiedeunsalto—.

¡Unaafrentaintolerable!Pero pocas voces lo secundaron, y las que lo hicieron, no se mostraron

excesivamente entusiastas. Especialmente elocuente fue el silencio de LordHeugen, queparecía estar estudiando con sumo interés el espléndido cuerodesuszapatos.Barezinestabatanencajonadoensuescañoqueparecíacomosienapenasunminutosutamañosehubierareducidoalamitad.LordIshermirabaala paredmientras jugueteaba distraídamente con su cadena de oro, como si eldestinodelGremiodelosSederoshubieraperdidoparaéltodointerés.

BrockapelóalpropioJuezSupremo,quepermanecíainmóvilensuasientodelamesapresidencial.

—¡LordMarovia,seloruego!¡Ustedesunhombresensato!¡Noconsientaquesiganadelanteconestaparodia!

La sala aguardó expectante la respuesta del anciano magistrado. Maroviafrunció el ceño y se acarició sus pobladas barbas. Luego miró al sonriente

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Archilector.Yseaclarólagarganta:—Nolequepalamenordudadequecompartosupesadumbre,LordBrock,

pero tengo la impresión de que hoy no es el día de los hombres sensatos. ElConsejoCerradohaexaminadoel casoy sehadadopor satisfecho.Tengo lasmanosatadas.

Brockabrióycerrólabocadegustandoelamargosabordeladerrota.—¡Quéclasedejusticiaesésta!—gritóvolviéndosehaciasuspares—.¡Es

evidentequeestoshombreshansidotorturados!LoslabiosdelArchilectorSultsecontrajeronenungestodesdeñoso.—¿Qué trato pretende que demos a unos traidores, a unos criminales?—

gritóconvozatronadora—.¿Acasopretendealzarunescudoprotectorquesirvadecobijoalossúbditosdesleales?—descargóunpuñetazoenlamesa,comositambién ella fuera culpable de alta traición—. ¡Yo, desde luego, no piensoquedarmede brazos cruzadosmientras nuestra gran nación es entregada a susenemigos!¡Niasusenemigosexteriores,niasusenemigosinternos!

—¡AbajolosSederos!—gritóalguiendesdelagaleríadelpúblico.—¡Justiciaimplacableparalostraidores!—¡LajusticiadelRey!—bramóunhombregruesodesdelasfilasdeatrás.

La sala expresó su asentimiento con una oleada de gritos de indignación ypeticionesdejusticiaimplacableycastigosejemplares.

Brockrecorrióconlavistalaprimerafilaenbuscadealiados,peronohallóninguno.ElLordcerrólospuños.

—¡Aquínohayjusticia!—gritóseñalandoalostresprisioneros—.¡Estonovalecomoprueba!

—¡SuMajestadnoesdelamismaopinión!—bramóHoff—.¡Ynocreoquenecesitepedirleaustedpermiso!—actoseguido,blandióenaltounvoluminosodocumento—. ¡Este documento certifica la disolución del Gremio de losSederos!¡Sulicenciaquedarevocadaporedictoreal!EnlosmesesvenideroslaComisión deComercio e Intercambios deSuMajestad revisará las solicitudesquesepresentenconobjetodeadjudicarlosderechoscomercialesconlaciudadde Westport. Hasta que se encuentren unos candidatos idóneos las rutascomercialesserángestionadasporunasmanosdeprobabacapacidady lealtad.LasmanosdelaInquisicióndeSuMajestad.

ElArchilectorSultinclinóhumildementelacabeza,haciendocasoomisode

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lasprotestasqueproferíanlosrepresentantesyelpúblicodelagalería.—¡InquisidorGlokta!—prosiguióelLordChambelán—,elConsejoAbierto

os quedamuy agradecido por vuestra diligencia y os encomienda unamisiónmásen relaciónconeste asunto—Hoff alzóundocumentoalgomáspequeñoqueelanterior—.Aquí tenéisunaordenrubricadaporelReyparaprocederalarrestodelMaestreKault.Ospedimosque la llevéis a efectode inmediato—Glokta se inclinó trabajosamente y cogió el documento que le tendía el LordChambelán—.Usted—dijoHoffmirandoaJalenhorm.

—¡TenienteJalenhormasusórdenes,señor!—exclamóelgrandullóndandounfirmepasoadelante.

—Nomecuentehistorias—leespetóHoffconimpaciencia—,cojaaveintehombresdelaEscoltaRegiayescoltealInquisidorGloktaalasededelGremiodelosSederos.¡Yasegúresedequenadaninadiesaledeledificiosinsuexpresaautorización!

—¡Asusórdenes,milord!—Jalenhormatravesólasalaysubióporelpasilloalacarreraendirecciónalasalida,agarrandolaempuñaduradesuespadaconunamanoparaimpedirquelegolpearaenlapierna.Gloktalesiguiótanteandolos escalones con el bastón y aferrando con el puño la orden de arresto delMaestre Kault. El monstruoso albino, entretanto, había puesto de pie a losprisioneros,queahoraleseguían,traqueteandoydandotumbos,endirecciónalapuertaporlaquehabíanaccedidoalhemiciclo.

—¡Lord Chambelán! —aulló Brock a la desesperada. Jezal se preguntócuánto dinero habría ganado gracias a los Sederos. Y cuánto había esperadoganarenelfuturo.Mucho,evidentemente.

PeroHoffniseinmutó.—¡Milores,secierralasesión!—antesdequeelLordChambelánacabarala

frase,Marovia,queevidentementeestabaansiosopor salirde allí, ya sehabíapuesto de pie. Los cartapacios se cerraron de golpe. El destino delHonorableGremio de los Sederos había quedado sellado. La sala volvió a llenarse deexcitadosmurmullos,queibancreciendodevolumen,yalosqueprontoseunióelruidodelosrepresentantesqueselevantabandesusescañosycomenzabanaabandonar lasala.ElArchilectorSultpermanecíasentado,contemplandoasusadversariosderrotados,queabandonabandemalaganalaprimerafila.LosojosdeJezalvolvieronacruzarseunavezmásconlamiradadesesperadadeSalem

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Rewsmientras éste era conducidohacia lapequeñapuerta,pero,depronto, elPracticante Frost dio un tirón de la cadena, y el mercader desapareció en laoscuridad.

Fuera,laplazaestabaaúnmásconcurridaqueantesyelgradodeexcitaciónde la muchedumbre iba creciendo a medida que se extendía la noticia de ladisolucióndelGremiodelosSederosentrelaspersonasquenohabíanasistidoalasesión.Loshabíaquesequedabanparalizadosdelasombro;otros,encambio,corríandeunladoparaotro:asustados,sorprendidos,desconcertados.AJezallellamólaatenciónunhombrequelemirabafijamente,aunquenoparecíaverle.Teníalacarapálidaylasmanosletemblaban.Unsedero,quizás,ounhombrecomprometido con los Sederos, tan comprometido que tal vez su ruina fueratambién la suya.Apartir de ahora iban a proliferarmucho los hombres comoése.

De repente, Jezal sintió una especie de cosquilleo en la piel. ArdeeWestestaba apoyada tranquilamente en un muro que había un poco más adelante.Llevaban cierto tiempo sin verse, en concreto desde el pequeño arrebatoalcohólicodelajoven,yJezalsequedóuntantosorprendidodequelealegraratanto habérsela encontrado. Probablemente ya la había castigado bastante, sedijo. Al fin y al cabo, a todo el mundo hay que darle la oportunidad dedisculparse.Dibujó una sonrisa en sus labios y se apresuró a acercarse a ella.Pero,depronto,sediocuentadequenoestabasola.

—¡Elmuycabrón!—dijoentredientes.El teniente Brint, vestido con su uniforme de tres al cuarto, charlaba

animadamente con Ardee, a una distancia que a Jezal le pareció totalmenteindecorosa, subrayando sus comentarios con aparatosos gestos de las manos.Ella asintió, sonrió y, luego, echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada,mientraspropinabauna juguetonapalmadaalpechodel teniente.ElmierdadeBrinttambiénserió.Losdossereían.Sinquesupieramuybienporqué,Jezalsintióunaintensapunzadaderabia.

—Hombre,Jezal,¿cómoestás?—exclamóBrintsindejardereír.Jezalseacercóaellos.—¡ParaustedsoyelcapitánLuthar!—leespetó—.¡Ycómoestéodejede

estarnoesdesuincumbencia!¿Quépasa,esquenotienenadaquehacer?Durante un instante,Brint se le quedómirando estúpidamente con la boca

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abierta,peroluegosuscejassefruncieronenungestohosco.—Sí,señor—masculló,y,acontinuación,sediolavueltaysefue.Mientras

sealejaba, Jezal lomiróconundesdén todavíamásprofundoqueelquesolíasentirporél.

—Bueno,desdeluegoerestodounencanto—dijoArdee—.¿Esésalaformadecomportarsedelantedeunadama?

—Nosé.¿Porquélodices?¿Esquehabíaalgunamirando?AlvolversehaciaArdee,leparecióadvertirunasonrisaufanaenelrostrode

lajoven.Unaexpresiónbastantedesagradable,comosilehubierahechograciaelprontoquehabíatenido.Duranteunestúpidoinstantesepreguntósinohabríasidoellaquienhabíaplaneadoaquelencuentro,sinosehabríacolocadoapostaenaquellugarencompañíadeesecretinoparaqueélsintieracelosalverlos...peroentoncesArdeelesonrió,soltóunacarcajadayelenfadodeJezalcomenzóa evaporarse. Estaba muy guapa, pensó, su tez morena reverberaba al solmientras se reía a placer sin importarle lo que dijera la gente.Muy guapa, sí.Másquenunca,dehecho.Enfin,habíasidounencuentrocasual,¿quéotracosaiba a ser? Ardee le miró a la cara con sus grandes ojos oscuros y todas sussuspicaciassedesvanecieron.

—¿Hacíafaltaquetemostrarastanduroconél?—lepreguntó.Jezalencajólasmandíbulas.—Ese advenedizo arrogante es un don nadie, el hijo bastardo de algún

ricachón,probablemente.Notienenisangrenidineronimodales....—Seguroquetienemásqueyodeesastrescosas.Jezal se maldijo por ser tan bocazas. En lugar de arrancarle una disculpa

ahora le iba tocardisculparsea él.Buscódesesperadamenteuna salidapara latrampaqueélmismosehabíatendido.

—¡Ah,peroesqueélademásesuncretino!—dijoentonoplañidero.—Tengoquereconocer—yJezalvioaliviadoquelascomisurasdeloslabios

deArdee se curvaban hacia arriba esbozando una sonrisa—que en eso tienesrazón.¿Damosunpaseo?—sindarle tiempode responder, lemetióunamanoporelbrazoytiródeélendirecciónalaVíaRegia.Jezalsedejóguiarentrelamultituddegentesasustadas,excitadas,furiosas.

—¿Entoncesescierto?—preguntóella.—¿Esciertoelqué?

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—QuelosSederosestánacabados.—Esoparece.TuviejoamigoSanddanGloktahaestadometidoentodoel

ajo.Unaactuaciónbrillante,parauntullidocomoél.Ardeebajólavista.—Tullidoono,estoyseguradequeanadie lehaceningunagracia tenerlo

comoenemigo.—No—JezalrecordólamiradadeespantoquelehabíadirigidoSalemRews

antesdedesaparecerenlaoscuridad—.Desdeluegoqueno.Siguieron paseando en silencio por la avenida, pero no era un silencio

incómodo.Legustabapasearconella.Yanoparecíahacerfaltaqueningunodelosdossedisculpara.Despuésdetodo,eraposiblequeellatuvierarazónenlodelaesgrima,unpoco,cuandomenos.Ardeeparecióleerlelospensamientos.

—¿Quétaltevaconlasespadas?—preguntó.—Nomuymal.¿Yaticonlabebida?Ardeealzóunadesusoscurascejas.—Inmejorablemente.Ojaláexistiera tambiénunCertamendeeso todos los

años.Estoyseguradequenotardaríaengranjearmeelfavordelpúblico—Jezalsoltóunacarcajada,lamirócaminarasulado,yellaledirigióunasonrisa.Eratan lista, tan aguda, tan audaz.Y tan rematadamente guapa. Jezal empezaba apreguntarsesihabríaenelmundoalgunamujerqueselepudieracomparar.Quépenaquesusangrenofueralaadecuada,pensó,yquenotuvieraunpocomásdedinero.Bueno,muchomásdinero.

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Víasdeescape

—¡AbranlapuertaennombredeSuMajestad!—tronóeltenienteJalenhormporterceravez,aporreandolamaderaconsurollizopuño.Malditozoquete.Porqué será que los hombres corpulentos suelen tener unos cerebrosminúsculos.Quizásedebaaquerecurrenenexcesoasusmúsculosyelcerebroselesacabasecandocomounaciruelapuestaalsol.

LasededelGremiodelosSederoseraunedificioimponentesituadoenunaplazabastanteconcurridaqueseencontrabaenlasproximidadesdeAgriont.LapresenciadeGloktaysuescoltayahabíaatraídoaunnutridogrupodemirones:gentes curiosas, temerosas y fascinadas, cuyo número no paraba de crecer.Cualquieradiríaquehuelen lasangre.LapiernadeGloktapalpitabadedolordebido a la premura con que habían llegado hasta allí, pero aun así dudabamucho que fueran a pillar a los Sederos completamente desprevenidos. Congestoimpaciente,miróalaescoltadeguardiasconarmaduras,alosPracticantesenmascarados, a los ojos gélidos de Frost, al joven oficial que golpeaba lapuerta.

—Abran...Yaestábiendetantatontería.—Escuche,teniente,meparecequeleoyen,peroquehandecididonoabrirle

—dijosecamenteGlokta—.¿Leimportaríaecharlapuertaabajo?—¿Qué?—Jalenhormlemiróboquiabierto—¿Cómovoya...?El Practicante Frost pasó a su lado como una centella. Se oyó un ruido

ensordecedoryuncrujirdemaderas.LaembestidadelfornidohombrodeFrosthabíaarrancadodesusgoznesunahojadelapuertaenviándolacontraelsuelo

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delasalaquehabíaalotrolado.—Tal que así —masculló Glokta mientras traspasaba el umbral entre las

astillas que aún flotaban en el aire. Jalenhorm,mudode asombro, lo siguió, ydetrásdeélentraronentropelunadocenadesoldados.

UnoficialdelGremiolescerrabaelpasodelcorredorqueteníanenfrente.—Nopueden...¡ufff!—soltóalrecibirunempellóndeFrostqueloestampó

contralapared.—¡Arresten a ese hombre! —gritó Glokta señalando con el bastón al

aturdidooficial.Unodelossoldadosloagarróconsuguanteletedehierroyloarrojófueradeledificiosinmáscontemplaciones.LosPracticantes,armadosdeestacas y con los ojos ardiendo de furia tras susmáscaras, irrumpieron por lapuerta destrozada—. ¡Arresten a todo el mundo!—gritó Glokta volviendo lacabezamientrasrenqueabalomásrápidoquepodíaporelpasillo internándoseenlasentrañasdeledificiotraslasanchasespaldasdeFrost.

Detrásdeunapuertaabiertavioaunmercadervestidoconunosropajesdevivoscoloresyconlacaraempapadadesudorarrojandodesesperadamentepilasdedocumentosaunfuego.

—¡Cogedle!—chillóGlokta.UnaparejadePracticantesentróenlasaladeunsaltoy laemprendieronapalosconél.Elhombre lanzóungritoycayóalsuelo, volcando una mesa y tirando de una patada un montón de libros decuentas.Lasalasellenódepapelessueltosydecenizasenllamasquevolabanporelairemientraslasestacassubíanybajaban.

Glokta se apresuró a seguir adelante. Los golpes y los gritos se ibanextendiendoportodoeledificio.Ellugarempezabaaimpregnarsedeunolorahumo, a sudor, a miedo. Todas las salidas están custodiadas, pero no cabedescartar que Kault tenga una vía de escape secreta. Es un tipo bastanteescurridizo.Ojalá nohayamos llegadodemasiado tarde. ¡Estamaldita piernamía!Ojalá...

Gloktaexhalóunsuspiro,hizounamuecadedolorysetambaleó.Alguienlehabíaagarradodelgabán.

—¡Ayúdeme!—leaullóunhombrepegándoselealacara—.¡Soyinocente!—unrostrorechonchocubiertodesangre.Sehabíaagarradocontalfuerzaasusropasqueamenazabaconhacerlecaer.

—¡Quitádmelo de encima!—gritó Glokta golpeándolo débilmente con el

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bastónmientrastratabadeaferrarsealaparedparanoperderelequilibrio.UnodelosPracticantesseacercódeunsaltoydescargóunestacazoenlaespaldadelhombre.

—¡Confieso! —tuvo tiempo de gemir el mercader antes de recibir otroestacazoenlacabeza.ElPracticanteagarróelcuerpoporlosbrazosantesdequesedesplomarayloarrastróhacialaentrada.Gloktaseapresuróareemprenderlamarcha, seguido de Jalenhorm, que caminaba a su lado con los ojos muyabiertos. De pronto se encontraron ante una amplia escalinata, y los ojos deGloktalamiraronconprofundaaversión.Misviejasenemigassiempremeestánesperando. Emprendió la penosa ascensión mientras hacía una seña alPracticanteFrostconlamanoqueteníalibre,indicándolequeseadelantara.Unperplejo mercader al que conducían a rastras pasó junto a ellos pateando lospeldañosconlostalonesygritandoalgorelacionadoconsusderechos.

De pronto, Glokta se resbaló y estuvo a punto de caerse de bruces, peroalguien le agarró del codo y lo mantuvo derecho. Era Jalenhorm, su rostro,grueso y honesto, seguía reflejando un profundo desconcierto. Vaya, va aresultarqueloshombrescorpulentossíquesirvenparaalgo.Eljovenoficialleayudó a subir el resto de los escalones. Glokta no se sentía con fuerzas pararehusar suayuda.¿Quémasda?Unhombredebe ser capazde reconocer suspropiaslimitaciones.Másinfamanteescaersedebruces.Silosabréyo.

Al final de las escaleras se abría una espaciosa antecámara ricamentedecorada,conelsueloenmoquetadoylasparedesrecubiertasdetapicesdevivoscolores. Dos guardas vestidos con los colores distintivos del Gremio de losSederoscustodiabanunagranpuertaconlasespadasdesenvainadas.Delantedeellos estabaFrost, con lasmanos cerradas formandodos puños blancos.Nadamásllegaraldescansillo,Jalenhormsacósuaceroy,dandounpasoadelante,sesituó junto al albino. Glokta no pudo reprimir una sonrisa. El torturador sinlenguaylaflordelacaballería.Extrañaalianza.

—TraigounaordendedetencióncontraKaultfirmadaporelReyenpersona—Glokta levantó el documento para que los guardas pudieran verlo—. LosSederos están acabados. No ganáis nada interponiéndoos en nuestro camino.¡Entregadlasespadas!¡Tenéismipalabradequenoseosharáningúndaño!

Losdosguardassemiraronelunoalotrosinsaberquéhacer.—¡Entregadlas!—gritóJalenhormarrimándoseunpocomásaellos.

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—¡Está bien!—Unode los hombres se agachó y empujó la espada por elsuelo.Frostladetuvopisándolaconelpie.

—¡Ahoratú!—legritóGloktaalotro.—¡Ya voy! —el guarda obedeció; arrojó el arma al suelo y levantó los

brazos.Unsegundodespués,elpuñodeFrostseestrellabacontrasubarbillayloestampabacontralapareddejándolofueradecombate.

—Pero...—gritóelprimerguarda.Frostleagarródelapecheraylotiróporlasescaleras.Cayórodando,golpeándoseunayotravezcontralosescalones,yfinalmentesederrumbóinerteenelpisodeabajo.Sémuybienloqueeseso.

Jalenhorm, inmóvil y con la espada aún en alto, parpadeaba conincredulidad.

—Peronohabíadichoque...—Quémásda.Frost,buscaotraentrada.—Zí —el albino se alejó sigilosamente por el pasillo. Glokta le dio un

tiempoyluegoseinclinóhaciadelanteyprobóaabrirlapuerta.Elpomogiróy,parasusorpresa,lapuertaseabrió.

La sala era el colmo de la opulencia y tenía casi las dimensiones de ungranero.Elartesonadodel techoestabarecubiertodepandeoro, los lomosdelos librosde labiblioteca teníanpiedraspreciosas incrustadasyeldescomunalmobiliariobrillabacomounespejo.Todoeraexageradamentegrande,recargadoycaro.Bueno, tampocohace falta tenerbuengustocuandose tienedinerodesobra. Había varios ventanales de un nuevo diseño—unos largos paneles decristal separados por finas varillas de plomo— a través de los cuales secontemplabaunaespléndidavistadelaciudad,labahíaylosbarcosquenaveganpor ella. El Maestre Kault, ataviado con los fastuosos ropajes de su cargo,sonreíasentadotrasunenormeescritoriodoradoquehabíadelantedelventanaldelmedio,ensombrecidoparcialmenteporuninmensoarmarioencuyaspuertasaparecíangrabadaslasarmasdelhonorableGremiodelosSederos.

Así que no ha escapado. Ya es mío, ya... Atada alrededor de una de lasgruesas patas del armario había una soga. Glokta siguió con la mirada laserpenteantetrayectoriadelacuerdaporelsuelo.ElotroextremoestabaatadoalrededordelcuellodelMaestre.Vaya,despuésdetodovaaresultarquesíqueteníaunavíadeescape.

—¡InquisidorGlokta!—Kaultsoltóunachirrianterisanerviosa—.¡Nosabe

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cuántomealegrodequeporfinnosconozcamos!¡Heoídohablarmuchodesusinvestigaciones!—dichoaquello,tiródelnudodelasogaparaasegurarsedequeestababienatado.

—¿Le aprieta el cuello de su traje, Maestre? ¿No sería mejor que se loquitara?

Kaultsoltóotrochillidodejúbilo.—¡Oh, no creo que sea necesario! ¡Muchas gracias, pero no tengo la

intención de responder a ninguna de sus preguntas! —por el rabillo del ojoGloktavioentreabrirseunapuertaquehabíaenunlateral.Uninstantedespués,unosenormesnudillosblancossedoblabansobreelmarco.Frost.Todavíahayunaposibilidaddeatraparlo.Tengoquehacerquesigahablando.

—Nohayningunapreguntaquehacer.Losabemostodo.—¡No me diga! —dijo el Maestre dejando escapar una risita. El albino

penetrósigilosamenteenlasala,pegadoalassombrasdelaparedyocultoalosojosdeKaultporlamoledelarmario.

—SabemoslodeKalyne.Esepequeñotratoqueteníanconél.—¡Imbécil! ¡No había ningún trato! ¡Era demasiado honrado para poder

comprarle! ¡Jamás quiso aceptar ni un marco de mí!—En tal caso cómo esque...Kault sonreía con una sonrisa enfermiza—.El secretario de Sult—dijosoltandootrarisita—.¡Ensuspropiasnarices,sí,ytambiénenlassuyas,inútillisiado!—Idiota, idiota.¡Eraelsecretarioquienpasabalainformación,habíavisto la confesión, estaba al tanto de todo! Siempre me dio mala espina eselameculos.Kalyneeralealentonces.

Gloktaseencogiódehombros.—Todoscometemoserrores.ElMaestrehizounamuecadedesdén.—¿Errores,dice?¡Nohahechoustedotracosa,malditoimbécil!¡Nisiquiera

sabeenquébandoestá!¡Nisiquierasabequébandosexisten!—YoestoyconelRey,yustedno.Nonecesitosabernadamás—Frostya

habíallegadoalarmarioyestabapegadoaélmirandointensamenteconsusojosrosáceosy tratandodeasomarseporel recodosinque levieraKault.Unpocomásdetiempo,sólounpocomás...

—¿Qué es lo que sabe usted, maldito tullido? ¿Unos pequeños trapicheoscon los tributos, algún que otro soborno sin importancia, es de eso de lo que

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somosculpables?—Deesoydeotroasuntoinsignificante:losnueveasesinatos.—¡Noteníamoselección!—chillóKault—.¡Jamás la tenemos!¡Habíaque

pagar a los banqueros! ¡Ellos nosprestaron el dineroynosotros teníamosquedevolvérselo!¡Llevamosañospagándoles!¡EsasmalditassanguijuelasdeValintyBalk!¡Selodimostodo,perosiemprequeríanmás!

¿Valint yBalk?¿Unosbanqueros?Glokta repasó con lamirada la ridículaopulenciadelasala.

—Noparecequeestéustedconelaguaalcuello.—¡No parece! ¡No parece! ¡Todo esto es polvo! ¡Mentiras! ¡Todo es

propiedad de los banqueros! ¡Hasta nuestras propias personas! ¡Les debemosmiles,quémiles,millonesdemarcos!—Kaultserióparasí—.Peromeimaginoqueyanopodráncobrárselos,¿no?

—Supongoqueno.Kault se inclinóhaciadelante, y la sogadescendió sobre el escritorioy se

deslizósobresucubiertadecuero.—¿Buscaustedcriminales,Glokta?¿Quieretraidores?¿EnemigosdelReyy

del Estado? ¡Busque en el Consejo Cerrado! ¡Busque en el Pabellón de losInterrogatorios!¡BusqueenlaUniversidad!¡Busqueenlosbancos,Glokta!—enese momento vio a Frost, que acababa de salir de detrás del armario y seencontrabaanomásdecuatrozancadasdeél.LosojosdeKaultsedilataronenungestodesorpresayselevantódegolpedelasilla.

—¡Cógele!—aullóGlokta.FrostseabalanzósobreelescritorioyagarróeldobladillodelatogadelMaestremientraséstesegirabayseprecipitabahaciaelventanal.¡Yaesnuestro!

Seoyóel ruidoestridentedeun tejidoque sedesgarrabayFrost sequedóconuntrozodeltrajedeKaultenlasmanos.Poruninstante,lafiguradeKaultparecióquedarparalizadaenelairemientraselcostosocristalsehacíaañicosentornoaél,arrojandouna lluviadeesquirlasquecentelleabanenelaire.Luegodesaparecióylasogasetensódeungolpeseco.

—¡Puzzzz!—siseóFrostcontemplandoelventanalroto.—¡Sehatirado!—JadeóJalenhormconlabocaabierta.—Muyperspicaz—Gloktaseacercórenqueandoalescritorioycogiódelas

manosdeFrostel trozodelvestidodelMaestre.Vistodecerca,noparecía tan

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fastuoso:muchoscolorinesperomuymaltejido.—¡Quién lo iba decir! Un tejido de pésima calidad —murmuró Glokta.

Luego se acercó al ventanal y se asomó por el hueco. Unos seis metrosmásabajo, la cabeza del Maestre del honorable Gremio de los Sederos se mecíalentamenteenelairemientrassutogabordadaenoroaleteabaagitadaporunaleve brisa. Ropas baratas y ventanas caras. Si el tejido hubiera sido másresistente, lehabríamoscogido.Y si las ventanashubieran tenidomásplomo,también. A veces la vida depende de esos pequeños detalles. Una multitudhorrorizada comenzaba a congregarse en la calle: señalaban hacia arriba,parloteabanylevantabanlavistaparacontemplaralahorcado.Unamujersoltóunchillido.¿Demiedoodeexcitación?Suenanigual.

—Teniente,¿quierehacerelfavordebajaradispersaraesamuchedumbre?Luego podemos soltar a nuestro amigo y llevárnoslo—Jalenhorm lemiró sincomprender—.Muertoovivo,laordendelReysehadecumplir.

—Desde luego —el corpulento oficial se limpió el sudor de la frente y,avanzandoconpasovacilante,sedirigióalapuerta.

Glokta volvió a asomarse al ventanal y echó un vistazo al cadáver que sebalanceaba en el vacío. El eco de las últimas palabras delMaestreKault aúnresonabaensucabeza.

¡Busque en el Consejo Cerrado! ¡Busque en el Pabellón de losInterrogatorios!¡BusqueenlaUniversidad!¡Busqueenlosbancos,Glokta!

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Tresseñales

Westcayódeculoyunodelosacerosseleescapódelasmanosyresbalóporlosadoquines.

—¡Untoqueperfecto!—gritóelMariscalVaruz—¡Untoquedecisivo!¡Asíselucha,Jezal,asíselucha!

West empezaba a estar harto de perder. Era más fuerte, más alto y teníamejor alcance que Jezal, pero aquel gallito demierda era rápido. Jodidamenterápidoy,encima,cadavezloeramás.YasesabíaprácticamentetodoslostrucosdeWest, y, a esepaso,no tardaría enganarle siempre. Jezal también lo sabía.Mientras le tendía lamano para ayudarle a levantarse, su semblante lucía unairritantesonrisadesuficiencia.

—¡Estoempiezaamarchar!—Varuz,encantado,lepropinóungolpecitoenla pierna con su vara—. Parece que a lo mejor tenemos entre nosotros a uncampeón,¿eh,comandante?

—Esmuy probable, señor—dijoWestmientras se frotaba lamagulladuraque se había hecho en el codo al caerse.Miró de soslayo a Jezal, que estabasaboreandoelcomentarioelogiosodelMariscal.

—¡Peronodebemosdormirnosenloslaureles!—¡Noseñor!—dijoenfáticamenteJezal.—Claro que no—remachó Varuz—. El comandanteWest es sin duda un

espadachínmuycapaz,yesunprivilegioparaustedtenerledecompañero,pero,en fin —añadió sonriéndole a West—, la esgrima es cosa de jóvenes, ¿eh,comandante?

—Desdeluego,señor—mascullóWest—.Cosadejóvenes.

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—BremerdanGorst,esdesuponer,seráuncontrincantedeotrotipo,comotambién lo serán los demás participantes en el Certamen de este año. Sin laastuciade losveteranos, pero con todo el vigorde la juventud, ¿eh,West?—Westsóloteníatreintaañosysesentíabastantevigoroso,peronoteníasentidoponerse a discutir. Era consciente de que nunca había sido el espadachínmásdotado del mundo—. Hemos hecho grandes progresos en este último mes,grandes progresos. Simantiene la concentración, tiene posibilidades de ganar.¡Muchas posibilidades! ¡Felicidades! Les veré a los dos mañana —y, dichoaquello,elancianoMariscalsealejómuyufanoporelpatiosoleado.

Westfuearecogerelacerocaído,queestabatiradosobrelosadoquinesjuntoalmuro.Aúnledolíaelcostadoylecostótrabajoagacharsepararecogerlo.

—Yo también tengoque irme—gruñómientras seenderezaba,procurandodisimularsumalestar.

—¿Algúnasuntoimportante?—ElMariscalBurrquiereverme.—¿Habráguerra,entonces?—Puede.Nolosé—elcomandantemiróaJezaldearribaabajo.Poralguna

razóntratabadeevitarmiraraWestalacara—.¿Ytú?¿Quéplanestienesparahoy?

Jezalsepusoajuguetearnerviosamenteconsusaceros.—Mmmm,no tengoningúnplan... nada realmente—respondió lanzándole

unamirada furtiva. Era sorprendente que a alguien que jugaba tan bien a lascartasseledieratanmalmentir.

Westsintióunhormigueodeinquietud.—Ardeenoformarápartedetufaltadeplanes,confío.—Mmm..Elhormigueosetransformóenunagélidapalpitación.—¿Ybien?—Quizás—soltóJezal—,bueno...sí.Westdiounpasoadelanteysepegóaljoven.—Jezal—seoyódecir lentamentecon losdientesapretados—.Esperoque

notengaslaintencióndetirarteamihermana.—Oye,unmomento...Lapalpitaciónseconvirtióenestallido.LasmanosdeWestseclavaronen

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loshombrosdeJezal.—¡Óyeme tú!—le espetó—. No quiero verte jugar con sus sentimientos,

¿entendido?¡Yalehicierondañounavezynoquieroquenadieselovuelvaahacer! ¡Ni tú,ninadie! ¡Nolopermitiré!Noquieroque laañadasa tu listadetrofeos,¿meoyes?

—¡Vale!¡Vale!—dijoJezal,quehabíaempalidecido—.¡Noandodetrásdeella!Somosamigos,esoestodo.¡Mecaebien!¡Noconoceanadieaquíy...enfin,puedesconfiarenmí...nohaynadamaloenello,deverdad!¡Ay!¡Suéltame!

WestsediocuentadequeestabaapretandoelbrazodeJezalcontodassusfuerzas.¿Quélehabíapasado?Sólopretendíatenerunaspalabrasconélyahoraresultabaquehabíaidodemasiadolejos.¡Yalehicierondañounavez...malditasea! ¡Cómopodíahabérseleescapadoeso!Soltóa Jezaly se echóhaciaatrás,tragándosesurabia.

—Noquieroquevuelvasaverla,¿entendido?—Eh,unmomentoWest,quiénerestúpara...LarabiadeWestsereavivó.—Jezal—masculló—,soyamigotuyoycomoamigotelopido—volvióa

darunpasoadelanteysepegóaúnmásaJezal—.Perotambiénsoysuhermanoy,comohermano,teprevengo:¡Mantentealejadodeella!¡Norespondodemísinolohaces!

Jezalretrocedióhastapegarsealmuro.—¡Vale...vale!¡Deacuerdo,estuhermana!Westsedio lavueltaysedirigióconpasovivohaciaelarcodelpasadizo,

frotándoselabasedelcuelloyconlasensacióndequelacabezaleibaaestallar.ElLordMariscalBurrseencontrabasentadomirandoporlaventanacuando

West entró en su despacho. Era un hombre grande, adusto, fornido, con unapoblada barba castaña y vestido con un uniforme bastante sencillo. West sepreguntócómodemalasseríanlasnoticias.SielsemblantedelMariscalpodíaservirdepista,debíandeserbastantemalas,desdeluego.

—ComandanteWest—dijo levantando la vista por debajo de sus espesascejas—,graciasporvenir.

—Nohaydequedarlas,señor—Westsefijóentrestoscascajasdemaderaquehabíaenunamesaqueseencontrabaarrimadaalapared.Burrsediocuentadequelasestabamirando.

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—Unos regalos de nuestro amigo delNorte,Bethod—le informó en tonoagrio.

—¿Unosregalos?—Para elRey, según parece—elMariscal soltó un resoplido y se pasó la

lenguaporlosdientes—.Ande,échelesunvistazo.Westseacercóalamesa,alargóunamanoylevantóconcuidadolatapade

una de las cajas.Unolor desagradable, como a carne podrida, salió fuera, sinembargo, loúnicoquehabíadentroeraunaespeciedepolvomarrón.Abrió lasiguientecaja.Eloloreraaúnpeor.Dentrohabíamáspolvomarrón,endurecidoypegadoalosbordesdelacaja,yunmechóndepelorubio.WesttragósalivaysevolvióhaciaelMariscal,quelecontemplabaconelceñofruncido.

—¿Estoestodo,señor?Burrresopló.—Elrestotuvimosqueenterrarlo.—¿Enterrarlo?ElMariscalcogióunpapelquehabíasobreelescritorio.—Capitán Silber, capitán Hoss, coronel Arinhorm. ¿Le dicen algo esos

nombres?Westsintióunanáusea.Poralgunarazón,eloloraquellehabíahechopensar

enGurkhulenelcampodebatalla.—Conozco al coronel Arinhorm de oídas—musitómirando fijamente las

trescajas—.EseloficialalmandodelaplazafuertedeDunbrec.—Lo era —le corrigió Burr—, y los otros dos estaban al mando de dos

puestosavanzadoscercanossituadosenlafrontera.—¿La frontera? —musitó West, que ya se imaginaba lo que vendría a

continuación.—Sonsuscabezas,comandante.LosHombresdelNortenoshanenviadosus

cabezas—Westtragósalivaymiróelmechónrubioquehabíadentrodelacaja—. Dijeron que cuando llegara el momento enviarían tres señales—Burr selevantódelasillayseasomóporlaventana—.Lospuestosavanzadosnoerangran cosa, unas cuantas cabañas de madera con un foso y una empalizadacustodiadas por una pequeña guarnición. Carecían de importancia estratégica.PeroDunbrecesotrahistoria.

—DominalosvadosdelTorrenteBlanco—dijoWestcomohipnotizado—,

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lamejorvíadesalidadeAngland.—Y la mejor vía de acceso. Un enclave vital. En la construcción de sus

defensas se emplearon unos recursos y un tiempo más que considerables. Seutilizaronlastécnicasmásavanzadas,serecurrióanuestrosmejoresarquitectos.Una guarnición de trescientos hombres, con almacenes de armas y de víveressuficientesparaaguantarunañodeasedio.Locreíamosinexpugnable,eraelejede nuestro sistema defensivo en la frontera —Burr frunció el ceño y dosprofundossurcosselemarcaronenelcaballetedelanariz—.Detodoesoyanoquedanada.

AWestempezabaadolerleotravezlacabeza.—¿Cuándohasucedido,señor?—Ese«cuándo»es laclave.Considerando loquehan tardadoen llegarnos

estos«regalos»,loshechosdebierondeproducirsehacemenosdedossemanas.Me llaman derrotista —dijo con amargura—, pero mi impresión es que losHombresdelNortenoshandesbordadoyaestasalturasyadebenhaberinvadidola mitad del norte de Angland. De momento sólo habrán caído uno o dospobladosminerosyunascuantascoloniaspenales,nadadeimportancia,ningunaciudadsignificativa,peroestánencamino,West,yavanzanmuyrápido,deesopuede estar seguro. Si alguien se molesta en enviarles a sus enemigos unascabezas decapitadas no es para ponerse luego a esperar tranquilamente surespuesta.

—¿Quéseestáhaciendoalrespecto?—¡Bienpoco!Angland,desdeluego,estáenebullición.ElLordGobernador

Meed ha empezado a reclutar a todos los hombres útiles con el propósito deemprender una expedición y derrotar a Bethod él solo. ¡El muy idiota! Losinformessoncontradictorios,unossitúanalosHombresdelNorteaquíyotrosallá,ysusnúmerosvaríandesdeunoscuantosmillaresacientosdemiles.Lospuertosestáncolapsadosporloscivilesquetratandehuirdesesperadamente,portodas partes corren rumores de que la comarca está infestada de espías yasesinos, y el populacho busca a los ciudadanos con sangre del Norte paraapalearlos, robarlos o hacerles cosas aún peores. En pocas palabras, reina elcaos. Y, entretanto, aquí estamos nosotros sentados sobre nuestros gordostraseros,esperando.

—Pero... ¿no estábamos prevenidos? ¿Acaso no sabíamos lo que podía

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pasar?—¡Claro que sí! —Burr agitó una de sus manazas en el aire— ¡Podrá

creermesiledigoquenadieselotomóenserio!¡Unbárbarotatuadoseclavaunpuñal delante del Consejo Abierto, nos desafía delante delmismísimo Rey, ynadiemueveundedo!¡Asífuncionaelgobiernoporcomisiones!¡Cadaunavaalosuyo!¡Sólosepuedereaccionar,nuncaadelantarsealosacontecimientos!—elMariscal tosió,eructóy lanzóunescupitajoal suelo—.¡Puaj! ¡Malditasea!¡Esta indigestión! —se sentó en su silla y se frotó el estómago con gestocontrariado.

Westapenassisabíaquédecir.—¿Yquévamosahacer?—murmuró.—Tenemosórdenesdepartir inmediatamentehacia el norte, lo cualquiere

decirencuantoalguiensetomelamolestiadesuministrarmeloshombresylasarmasnecesarios.ElRey,mejordicho, eseborrachodeHoff,mehaordenadoque meta en cintura a los Hombres del Norte. Dispondremos de doceregimientos de la Guardia Real: siete de infantería y cinco de caballería,reforzados con levas de los nobles y con cualquier contingente que no hayandilapidadolosanglesesparacuandolleguemosallí.

Westserebullóensusilla.—Unafuerzaimpresionante.—Hummm—gruñóelMariscal—.Másvalequeseaasí.Vieneasertodolo

que tenemos, y esome inquieta—West frunció el ceño—.EstoypensandoenDagoska,comandante.Nopodemoshacer frentea losgurkosya losHombresdelNortealmismotiempo.

—Pero ¿no cree usted que es demasiado pronto para que los gurkos sedecidanaembarcarseenotraguerracontranosotros?Pensabaquehablabanporhablar.

—Eso espero.—Burr empujó con gesto distraído unos papeles que habíasobreelescritorio—.PeroUthman,sunuevoemperador,noesloquenosotrosesperábamos.Era el hijomenor, pero cuando se enteró de que su padre habíamuerto...hizoestrangularatodossushermanos.Inclusohayquienesdicenquelos estranguló con sus propiasmanos.Uthman-ul-Dosht le llaman.Uthman elDespiadado. Ya hamanifestado su intención de recuperar Dagoska. ¿Palabrashuecas?Tal vez sí.O tal vez no—Burr frunció los labios—.Dicen que tiene

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espíasportodaspartes.EsposiblequeyaestéinformadodenuestrosproblemasenAnglandynomeextrañaríaqueseestuvierapreparandoparasacarpartidodelasituación.DebemosacabarprontoconesosHombresdelNorte.Bienpronto.Doceregimientosmáslaslevasdelanobleza.Ylomaloesque,desdeesepuntodevista,lascosasnopodíanhabersucedidoenpeormomento.

—¿Señor?—PiensoenellíoquehaymontadoconlosSederos.Malasunto.Algunosde

losnoblesprincipalesandanbastanteescocidos.Brock, Isher,Barezinyvariosotrosmás. Están organizando las levas a paso de tortuga. A saber cuándo lasenviarányquénosenviarán.Probablementeaprovechenparalimpiardeescoriasustierrasytengamosquevérnoslasconunhatajodemendigoshambrientosydesarmados.Unamuchedumbredeinútilesalaquehabráquealimentar,vestiryarmar,y,porsifuerapoco,nopuededecirsequeandemossobradosdebuenosoficiales.

—Yotengoalgunoshombresmuybuenosenmibatallón.Burrserevolvióimpaciente.—¡Buenoshombres,ohsí!¡Hombreshonestos,entusiastas,perosinninguna

experiencia! La mayoría de los que combatieron en el sur no salieron condemasiadas ganas de repetir. Abandonaron el ejército y no están dispuestos areengancharse.¿Sehafijadoenlojóvenesquesonhoyendíalosoficiales?¡Noshemos convertido en una escuela para señoritos! Y encima resulta que elPríncipehaexpresadosuinterésenobtenerunmando.¡Nosabenipordóndesecoge una espada, pero anda en busca de gloria y yo no tengo forma deoponerme!

—¿ElPríncipeRaynault?—¡Qué más quisiera! —aulló Burr— ¡Raynault podría sernos de alguna

utilidad! ¡Le hablo de Ladisla! ¿Se lo imagina mandando una división? ¡Unhombrequesegastamilmarcosalmesentrapos!¡Suindisciplinaeslegendaria!Según he oído, incluso ha forzado a varias sirvientes de palacio, pero elArchilectorselasarreglóparasilenciaralasmuchachas.

—Nopuedeser—dijoWest,peseaqueéltambiénhabíaoídoesosrumores.—¿Poner en peligro al heredero del trono cuando el Rey no está bien de

salud?¡Aquiénseleocurre!—Burrselevantó,soltóuneructoycontrajolacaraen un gesto de dolor—. ¡Maldito estómago! —se acercó malhumorado a la

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ventanaycontemplóAgriontconelceñofruncido.—LosdelConsejoCerradosecreenque serácoserycantar—dijoenvoz

baja—. Una pequeña excursión hasta Angland y, antes de que caigan lasprimerasnieves,elasuntoestaráresuelto.YesodespuésdelacatástrofequehaocurridoenDunbrec.Nuncaaprenden.Lomismodijeroncuandolaguerraconlos gurkos, y casi acaban con nosotros. Los Hombres del Norte no son esosprimitivos que ellos se imaginan. Luché con mercenarios del Norte enStarikland: son gente dura acostumbrada a llevar una vida igualmente dura,hombres criados para el combate, intrépidos, tenaces, expertos en combatir enlosmontes, en los bosques, enmedio del peor frío.No se guían por nuestroscódigos,nisiquieralosentienden.Llevaránalcampodebatallaunsalvajismoyuna violencia que haría sonrojar a los propios gurkos—Burr se apartó de laventana y se volvió hacia West—. Usted nació en Angland, ¿no es así,comandante?

—Sí,señor,al sur,no lejosdeOstenhorm.Mi familia tuvoallíunagranja,hastaquemuriómipadre...—seinterrumpió.

—¿Secrióallí?—Sí.—Entonces,conoceelpaís,¿no?Westfruncióelceño.—Esazonasí,señor,peronohevueltodesdehace...—¿ConocealosHombresdelNorte?—Algo.AúnquedanmuchosenAngland.—¿Hablasulengua?—Sí,unpoco,perohablanmuchas...—Verá, estoy organizando mi estado mayor, un grupo de hombres

competentes a los que pueda confiar la ejecución de mis órdenes y que seancapacesde impedirquenuestroejércitosedesbandesinhaberentradosiquieraencontactoconelenemigo.

—Muybien, señor—West se estrujó los sesos—.El capitánLuthar es unoficialcapazeinteligente.EltenienteJalenhorm...

—¡Bah! —Burr expresó su decepción agitando la mano— ¡Conozco aLuthar, ese muchacho es un cretino! ¡Es uno de esos niñatos rebosantes deentusiasmodelosquelehablabaantes!Esaustedaquiennecesito,West.

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—¿Amí?—¡Sí,austed!Tengoahíuninformemuyelogiososobreusted,firmadopor

elpropioMariscalVaruz,elmásilustresoldadodeLaUnión.Dicequeesustedel oficial más responsable, tenaz y trabajador que conoce. ¡Y ésas son lascualidadesqueyoandobuscando!CuandoeratenienteluchóustedenGurkhulalasórdenesdelcoronelGlokta,¿meequivoco?

Westtragósaliva.—No,señor,asífue.—Ycomotodoelmundosabe,fueustedelprimeroenentrarenUlrioch.—Bueno,unodelosprimeros.Yo...—¡Ustedhamandadohombresenelcampodebatallaysuvalorestáfuera

de toda duda! ¡No sea tan modesto, comandante, usted es el hombre quenecesito!—Burr sonrió y se recostó en su silla, dando el asunto por zanjado.Volvió a eructar y se llevó lamano a la boca—.Le ruego queme disculpe...¡malditaindigestión!

—Señor,¿puedohablarlecontodafranqueza?—No soy un cortesano,West. Siempre debe hablarme con franqueza. ¡Es

unaorden!—Entiéndame,señor,estáustedhablandodeunnombramientoparaformar

partedelestadomayordeunLordMariscal.Yosoyhijodeunsimplehacendadorural. Un plebeyo. Incluso como oficial al mando de un batallón a veces meresultadifícilganarmeelrespetodelosjóvenesoficiales.Sientroaformarpartede su estado mayor, señor, tendré bajo mis órdenes a oficiales veteranos desangreazul...—hizounapausa,exasperado.ElMariscal lemirabacomosinocomprendieranadadeloqueleestabadiciendo—.¡Noloconsentirán!

LascejasdeBurrsejuntaron.—¿Quenoloconsentirán?—Suorgullonoselopermitirá,señor,su...—¡Alamierdaconsuorgullo!—Burrse inclinóhaciadelanteyclavósus

ojososcurosenWest—.Ahora,escúcheme,yprestemuchaatenciónaloquelevoyadecir.Lostiemposestáncambiando.Nonecesitogenteconsangreazul.Loquenecesitosonbuenosorganizadores,gentequesepatrazarplanes,darórdenesy ejecutarlas. En un ejército amimando no hay lugar para quienes no sepanobedecer.Medaiguallonoblesquesean.Comomiembrodemiestadomayores

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ustedmirepresentante,yyonotoleroquesememenosprecieosemeignore—seleescapóuneructoyluegoestrellóunpuñocontralamesa—.¡Lostiemposestán cambiando! ¡Puede que haya personas que todavía no se han enterado,peronotardaránenhacerlo!

Westlemirabaestupefacto.—Y,además—Burr agitó lamanoconungestodisplicente—,no le estoy

pidiendosuopinión,leestoyinformandodeladecisiónquehetomado.Éseessunuevodestino.SuReylenecesita,supaíslenecesita,ynohaymásquehablar.Tienecincodíasparaentregarelmandodesubatallón...—y,dichoaquello,elLordMariscalseenfrascóensuspapeles.

—Sí,señor—musitóWest.Salió del despacho, cerró la puerta conmano vacilante y se puso a andar

lentamenteporelpasilloconlosojosclavadosenelsuelo.Guerra.GuerraenelNorte.DunbrechabíacaídoylosHombresdelNortehabíaninvadidoAngland.A su ladopasó corriendoungrupodeoficiales.Unode ellos le rozó al pasar,pero él ni siquiera se dio cuenta. ¡Había mucha gente en peligro, en seriopeligro!Gentealaquetalvezconocía,vecinosdesuhogarnatal.¡Enesemismomomento ya se combatía dentro de las fronteras de La Unión! Se frotó lasmandíbulas.Podíaserunaguerraterrible.PeorinclusoqueladeGurkhul,yéliba a estar metido en pleno meollo. Un puesto en el estado mayor del LordMariscal.¿Él?¿CollemWest?¿Unplebeyo?Aúnlecostabacreérselo.

West comenzaba a sentir un vergonzante sentimiento de satisfacción. Sihabíaluchadocomounperrodurantetodosaquellosañoseraprecisamenteparaobtener un nombramiento como aquel. Si lo hacía bien, a saber hasta dóndepodría llegar. Aquella guerra era algo terrible, sin duda. Sin quererlo, en surostro se dibujó una sonrisa. Algo terrible, sí. Pero también podía suponer sudefinitivaconsagración.

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Latiendadeutilería

Lacubiertacrujíayoscilababajosuspies, las lonasondeabansuavemente,lasavesmarinasgraznabanyclamabanenelaireimpregnadodesal.

—Jamáspenséquellegaríaaverunacosaasí—mascullóLogen.La ciudad se desplegaba a lo largo de la amplia bahía azul formando una

enorme media luna blanca que, a través de varios puentes, minúsculos en lalejanía, seexpandíahastauna seriedepeñones rocososqueemergíandelmar.Entre laconfusiónde losedificiosasomabaelverdede losparquesy las finaslíneas grises de los canales y los ríos, que relucían al sol. También había unamuralla, tachonada de torres, que ceñía los lejanos confines de la ciudad oirrumpíabruscamenteentrelamarañadecasas.Embobado,boquiabierto,Logenlanzaba miradas a uno y otro lado en un intento inútil de abarcar el vastopanorama.

—Adua—susurróBayaz—.El centro delmundo.Los poetas la llaman laciudadde las torresblancas. ¿Verdadqueparecehermosa,vistade lejos?—elMagoseinclinóhaciaél—.Porque,puedecreermesiledigoquemásdecerca,apesta.

Encerrada trasunosenormesmurosblancosquedescollaban sobreel tapizde edificios, se alzaba una imponente fortaleza, sembrada de cúpulas querefulgían al sol. Logen nunca había imaginado que una obra realizada por elhombrepudierasertangrandiosa,tansoberbia,tanmagnífica.Unadesustorres,enconcreto,seelevabaporencimadetodaslasotras,formandounpuntiagudoracimodepilaresoscurosqueparecíansustentarelmismísimofirmamento.

—¿YBethodpiensahacerlelaguerraaesto?—susurró—.Debedehaberse

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vueltoloco.—Puedeser.Peronoesmenosciertoque,apesardesuorgulloysusmuchas

limitaciones, Bethod sabe cómo es laUnión—Bayaz señaló la ciudad con lacabeza—.Laenvidiareinaentresushabitantes.Deuniónsólotieneelnombre,ahídentro todos luchanentresíconuñasydientes.Lagentehumilde riñeporcualquier nimiedad. Los poderosos libran guerras secretas para conquistarmayores cotas de poder y riqueza, y a eso lo llaman gobernar. Guerras depalabras,deengaños,detretas,peronoporellomenossangrientas.Susvíctimassoninnumerables—elMagoexhalóunsuspiro—.Encerradostrasesasmurallasgritan,discutenyseacometenunosaotrospor laespalda.Lasviejas rencillasnuncaseresuelvenyechanunasraícesqueconelpasodeltiempocadavezsonmásprofundas.Siemprehasidoasí.Nosoncomousted,Logen.Allíunhombrepuede sonreírte,halagarte, llamarte suamigo,darteun regaloconunamanoyluegoapuñalarteconlaotra.Levaaparecerunsitiomuyraro.

ALogenyaleparecíaellugarmásraroquehabíavistoensuvida.Eracomosinoseacabaranunca.Amedidaqueelbarcoseadentrabaenlabahía,laciudadparecíacrecerhastaadquirirunasdimensionescolosales.Un tupidobosquedeedificiosblancos,salpicadosdeoscurasventanas,secerrabasobreellos,cubríade torres y tejados las colinas, se amontonaba muro contra muro y parecíaavanzarhacialalíneadelacosta.

Navíos y embarcaciones de todas clases pugnaban entre sí enmedio de labahía.Lasvelasondeabanalviento, las tripulacionesgritabanparahacerseoírentre losgolpesdemarmientrascorreteabanpor lacubiertao trepabanpor lasjarcias.Algunosdelosbarcoseraninclusomáspequeñosquesumodestovelerodedospalos.Otros,encambio,eranmuchomayores.Logenmiróembobadounenormebajelqueavanzabahaciaelloshincandolaproaenlasolasyarrojandograndescantidadesdeespuma.Unamontañademaderaqueparecíaflotarenelmarporartemagia.Elbajelpasódelargo,dejándolosbamboleándosesobresuestela; pero había más, muchos más, amarrados a los innumerablesembarcaderosquesealineabanalolargodelacosta.

Logen, haciéndose sombra con lamano para protegerse del sol, empezó adistinguirgenteenlosextensosembarcaderos.Tambiénempezóaoírlos:elleverumor de unas voces que gritaban, el traqueteo de los carromatos, el lejanoestrépito de los cargamentos que eran arrojados al suelo. Cientos de figuras

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diminutaspululabanentrelosbarcosylosedificioscomonegrashormigas.—¿Cuántagenteviveaquí?—preguntóenunsusurro.—Millares —Bayaz se encogió de hombros—. Cientos de miles. Gentes

llegadasdetodosloslugaresdelCírculodelMundo.HombresdelNorte,kanticsde tez morena de Gurkhul y de más allá. Gentes del Viejo Imperio de losconfinesoccidentales,mercaderesde lasCiudadesLibresdeEstiria.E inclusootrasllegadasdelugaresaúnmásremotos:delasMilIslas,delalejanaSuljuk,deThond,latierradelosadoradoresdelSol.Unnúmeroincontabledepersonasviviendo,muriendo, trabajando, reproduciéndose y aplastándose las unas a lasotras. Bienvenido... —Bayaz extendió los brazos para abarcar aquella bella,monstruosaeinterminableciudad—...alacivilización.

Cientos de miles. Logen trató de hacerse una idea de lo que eso podíasuponer.Cientos...demiles.¿Esquehabía tantagenteenelmundo?Sequedómirandoasombradolaciudadqueseextendíaasualrededor,frotándosedevezen cuando sus ojos fatigados. ¿Qué impresión producirían cientos demiles depersonas?

Unahoramástardetuvoocasióndecomprobarlo.Sólo en las batallas se había sentido Logen tan comprimido, estrujado y

aplastadoporotraspersonas.Sí,aloquemásseparecíanlosmuelleseraaunabatalla: los mismos gritos, el mismo furor, los empellones, el miedo, laconfusión.Unabatallaenlaquenadiemostrabalamásmínimaclemenciayqueno tenía ni final ni vencedores.Logen estaba acostumbrado al cielo abierto, adisponer de espacio a su alrededor, a tenerse a élmismopor única compañía.Duranteelviaje,cuandoBayazyQuaicabalgabanasulado,sehabíasentidounpocoapretujado.Peroahorahabíagenteportodaspartes,gentequeseabríapasoa empujones, gente que no paraba de gritar. ¡Cientos de personas! ¡Miles!¡Cientosdemiles!¿Eraposiblequetodosfueranpersonas?¿Personascomoél,con sus pensamientos, sus sentimientos, sus sueños? Caras hoscas, ansiosas,ceñudas, emergían junto a él y al punto volvían a perderse en aquelmareantetorbellinodecolores.Logentragósalivayparpadeó.Teníalagargantaseca.Lacabezaledabavueltas.Aquellugareraelmismísimoinfierno.Sabíaquenosemerecíaotracosa,pero,queélrecordara,nosehabíamuerto.

—¡Malacus!—masculló desesperado. El aprendiz volvió la vista atrás—.¡Paraunmomento!—Logenseaflojóelcuelloparaque leentraraunpocode

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aire—.¡Meahogo!Quaisonrió.—Puedequeseaacausadelolor.Sí,puedequefueraeso.Porquelosmuellesolíanarayos,nocabíaduda.El

apestosoolorapescado,aempalagosasespecias,afrutapodrida,aexcrementosfrescos, al sudor de caballos, mulas y hombres, se mezclaba y se cocíalentamentealsoldandolugaraunhedorquesuperabaconcrecesaldecadaunodeellosporseparado.

—¡Muévase!—Unhombreleapartóbruscamenteyluegodesaparecióentrelamultitud.Logenseapoyóenunaparedyselimpióelsudordelacara.

Bayazsonrió.—NadaqueverconelvastoydesoladoNorte,¿ehNuevededos?—Nada —Logen echo un vistazo a los transeúntes, a los caballos, a las

carretas,alainterminablesucesiónderostros.Unhombrequepasójuntoaéllemiróconsuspicacia.Unniñoleseñalóconeldedoygritóalgo.Unamujerconunacestasedesvióparanopasarasu lado,manteniendolavistaal frenteconcarademiedomientras se alejaba rápidamente.Ahoraque lopensaba, todoelmundoleobservaba, leseñalaba, leescrutaba,ynoparecíaquelemiraranconmuybuenosojos.

LogenseinclinóhaciaMalacus.—SoytemidoyodiadoentodoelNorte.Noesquemeguste,peroséporqué

—ungrupodemarineros se lequedómirandoconcarademuypocos amigosmientrasintercambiabanunaspalabrasenvozbaja.Logenlesdevolviólamiradaylosmarinerosdesaparecierontrasuncarromatoqueavanzabatraqueteandoporlacalle—.¿Porquésemeodiaenestelugar?

—Bethod se mueve muy deprisa —masculló Bayaz mirando a lamuchedumbreconelceñofruncido—.SuguerraconlaUniónyahacomenzado.Me temo que en estosmomentos el Norte no goza demucha popularidad enAdua.

—¿Cómopuedensaberdedóndesoy?Malacus,sorprendido,alzóunaceja.—Digamosquedestacadelresto.Logen se echó atrás para dejar paso a una pareja de jóvenes que pasaron

corriendoasuladosoltandocarcajadas.

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—¿Ahsí?¿Entretodaestagente?—Sólocomoloharíaunpostealtoysuciorecubiertodearañazos.—Ah—Logencontemplósufigura—.Entiendo.Amedidaquese fueronalejandode losmuelles, lasmultitudessehicieron

menos densas, el aire se volvió más respirable y el ruido bajó de intensidad.Seguía siendo un lugar bastante atestado,maloliente y ruidoso, pero almenosLogenpodíarespirar.

Cruzaronespaciosasplazaspavimentadas,adornadasconplantasyestatuas,de cuyos portales colgaban carteles de madera pintados de brillantes colores:pecesazules,cerdosrosados,racimosdeuvamorados,hogazasmarrones.Habíasillas ymesas al aire libre llenasdegenteque comía enuna especiede cazosplanosybebíaencopasdecristalverde.Recorrieronserpenteantescallejuelas,encajonadasentreedificiosdestartaladosdemaderayyeso,entrecuyosaleros,quecasi se juntaban sobre suscabezas, asomabauna fina franjadecieloazul.Deambularon por anchas calles adoquinadas atestadas de gente y flanqueadaspordescomunalesedificiosblancos.Logensepasabalamayorpartedeltiempoparpadeandoymirandoboquiabiertocuantolerodeaba.

Enningúnpáramo,pormásdensaquefueralaniebla,enningúnbosque,pormuyimpenetrablequefuera,sehabíasentidotanperdidocomoallí.Noteníaniideadeenquédirecciónseencontrabaelbarco,apesardequenohacíanimediahoraquelohabíandejado.Losinmensosedificiostapabanelsol,yaéltodoleparecíaigual.LeaterrorizabalaposibilidaddeperderaBayazyaQuaienmediode lamuchedumbre y quedarse extraviado para el resto de sus días.Avivó elpaso,siguiendolacabezacalvadelmago,y,depronto,seencontróanteungranespacioabierto.Unacalleenorme,mayorque todas lasquehabíanvistohastaentonces, bordeada a ambos lados por unos palacios blancos, encerrados trasaltosmurosyverjas,yflanqueadaporhilerasdeárboles.

La gente ahí era distinta. Sus ropas eran brillantes y coloridas, y estabancortadasconunasformasextrañasquenoparecíanresponderaningúnpropósito.Las mujeres apenas parecían humanas: unas criaturas pálidas y huesudas,envueltasentejidosresplandecientes,quepaseabanalsolsacudiendoelaireconunostrozosdetelatensadosenunpalo.

—¿Dónde estamos?—le gritó aBayaz. Si elmago, le hubiera respondidoqueaquelloeralaluna,Logennosehubierasorprendidolomásmínimo.

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—¡ÉstaeslaVíaMedia,unadelasprincipalesarteriasdelaciudad!¡CruzaelcascourbanoporelcentroydesembocaenAgriont!

—¿Agriont?—Fortaleza, palacio, acuartelamiento, sede gubernamental. Agriont es una

ciudaddentrodelaciudad.ElcorazóndelaUnión.Ahíesadondevamos.—¿Ah sí?—Ungrupo de jóvenesmalcaradosmiraron con desconfianza a

Logenmientraspasabajuntoaellos—¿Ynosdejaránentrar?—Oh,sí.Aunqueseguramentenolesharámuchagracia.Logensiguióavanzandoentrelamultitud.Elsolcentelleabareflejadoenlos

cristalesdelasventanas; lashabíaacientos.Tambiénhabíaventanasdecristalen algunos de los edificios principales de Carleon, al menos antes de quesaquearan la ciudad. Después, para qué negarlo, quedaron muy pocas. Enrealidad,quedómuypocode todo.AlSabueso lehabía entusiasmadoel ruidoquehacíaelcristalalromperse.Asíquesehabíadedicadoaembestirlasconlalanza,sonriendoencantadocadavezqueoíaelestallidoyeltintineodelcristal.

—Porcompasión...—Logendiountraspiéyestuvoapuntodecaerse.Teníaalgo agarrado a la pierna. Sentada en el suelo, pegada a un muro, había unamujer. Iba vestida con unos harapos mugrientos y su pálido rostro estabadesencajadoporelhambre.Enlosbrazosllevabaalgo.Unhatodeandrajos.Unbebé—.Porcompasión...—nodecíamás.

Lamareadegentesquepasabanasulado,riendoycharlando,noparecíanadvertirsupresencia.

—Porcompasión...—No llevonada—musitóLogen.Amenosde cinco zancadas, sentado en

unamesaencompañíadeunamigo,habíaunhombreconunsombreroaltoquereía mientras se disponía a atacar un humeante plato de carne con verduras.Logenmiróelplatodecomidayluegovolvióamiraralamujerhambrienta.

—¡Logen!¡Vamos!—Bayazleagarródelcodoytiródeél.—Peronodeberíamos...—¿Esquenosehadadocuenta?¡Estátodolleno!ElReynecesitadinero,así

que estruja a los nobles. Los nobles estrujan a sus arrendatarios y losarrendatarios estrujan a los campesinos. Algunos, los más viejos, los másdébiles,loshijosylashijasdesobra,acabanaplastadosenelfondo.Demasiadasbocas que alimentar. Los más afortunados se convierten en ladrones o

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prostitutas,elrestotienequededicarsealamendicidad.—Pero...—¡Abran paso!—Logen, tambaleándose, se apartó y se pegó a la pared.

Malacus y Bayaz se pusieron a su lado. La multitud se separó y una largacolumnadehombres,conducidaporunaescoltaarmada,marchóporlavíaquehabían abierto. Algunos eran jóvenes, casi niños; otros, en cambio, eranmuyviejos.Pero todos estaban sucios, todosvestíanharaposy eranmuypocos losque tenían pinta de estar sanos. Dos que avanzaban renqueando, eranindudablemente cojos. A uno que había en las filas de delante le faltaba unbrazo.Un transeúnteataviadoconunadespampanantecasacacolorpúrpura sellevóuntrapocuadradoalanarizcuandolosmendigospasaronrenqueandopordelantedeél.

—¿Yestagente,quéson?—lesusurróLogenaBayaz—¿Delincuentes?ElMagodejóescaparunarisita.—Soldados.Logen volvió a contemplarlos: mugrientos, renqueantes, a cada paso que

dabansoltabanunatosyalgunosdeellosnitansiquierallevabanunmíseropardebotas.

—¿Soldados?¿Esto?—Oh,sí.VanaenfrentarseaBethod.Logensefrotólassienes.—Unavezunclanmemandóasupeorguerrero,untalForleyelFlojo,para

que me retara a un duelo. Pero no era más que una manera de expresar susometimiento. ¿Por qué envía la Unión a combatir a sus peores hombres?—Logensacudiólacabezacongestosombrío—.CongenteasíjamásvenceránaBethod.

—También enviarán otro tipo de gente—Bayaz le señaló otro grupo algomenosnutrido—.Esosdeahítambiénsonsoldados.

—¿Ésos?—Ungrupodeespigados jóvenes,ataviadosconunos llamativosatuendos de brillantes tejidos verdes y rojos, dos de ellos cubiertos con unossombrerosdesproporcionadamentegrandes.Almenoséstosllevabanunaespeciede espadas, pero no tenían ninguna pinta de guerreros.De guerreras si acaso.Logen contempló a ambos con el ceño fruncido. A un lado, los mendigosharapientos; al otro, los jóvenes petimetres.No le resultaba nada fácil decidir

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cuáldelosdosleparecíamásraro.La puerta se abrió, acompañada del tintineo de una campanilla, y Logen

atravesó el arco de entrada detrás de Bayaz y seguido de Malacus. Tras ladeslumbranteluzdelacalle,latiendaparecíamuyoscura,ylosojosdeLogentardaronunratoenhacersea lapenumbra.Arrimadasa laparedseveíanunasplanchas de madera pintadas con unos dibujos pueriles que representabanedificios, bosquesymontañas. Junto a ellas, se alzabanunospercherosde losque colgaban extraños ropajes: vaporosas togas, armaduras, enormes cascos ysombreros,anillosyjoyas,inclusounapesadacorona.Tambiénhabíaarmasenunpequeñoestante,unaseriedeespadasy lanzasprofusamenteornamentadas.Logenseacercóaellasconelceñofruncido.Erandementira.Nadaerareal.Lasarmaserandemaderapintada,lacoronaestabahechadeláminasdehojalata,lasjoyasdecristalesdecolores.

—¿Quéclasedelugareséste?Bayazestabaechandounojoalostrajesquehabíajuntoalapared.—Unatiendadeutileríateatral.—¿Unaqué?—Aloshabitantesdeestaciudad lesencantan losespectáculos.Comedias,

dramas,todotipodeteatro.Estatiendasuministralosmaterialesnecesariosparamontarlasobras.

—¿Fábulas?—Logen propinó un golpe a una de las espadas—. Algunaspersonasnosabenenquéempleareltiempoquelessobra.

UnhombrebajoyrechonchoaparecióporunapuertaquehabíaenlapartedeatrásdelatiendaymirócongestodesconfiadoaBayaz,MalacusyLogen.

—¿Enquépuedoservirles,caballeros?Bayazdiounpasoadelantey,cambiandosinaparenteesfuerzoa la lengua

común,dijo:—Verá, vamos a montar una obra y necesitamos completar el vestuario.

Segúnnoshandicho, éstaes la tiendadeutilería teatralmás reputadade todoAdua.

Eltenderosonrióconnerviosismomientrassusojossefijabanensusrostrosmugrientosyensusropasmanchadasporelviaje.

—Cierto,cierto...pero...mmm...lacalidadtieneunprecio,caballeros.—Poreldineronosepreocupe—Bayazsacóunaabultadabolsay lasoltó

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congestodespreocupadosobreelmostrador.Labolsaseabrióyunreguerodepesadasmonedasdeorosedesparramósobrelamadera.

Losojosdelvendedorseiluminaron.—¡Ah,muybien!¿Quéesexactamenteloquetienenpensado?—Necesitounatogaespléndida,dignadeunmago,deungranhechiceroo

algoasí.Conunairemisterioso,desdeluego.Luegonecesitaremosalgosimilar,aunquenotanimponente,paraunaprendiz.Y,porúltimo,algoqueseaadecuadoparaunpoderosoguerrero,unpríncipedellejanoNorte.Algoquellevepieles,supongo.

—Bien, no creo que haya ningún problema. Voy a ver lo que tengo—elvendedordesaparecióporlapuertaquehabíadetrásdelmostrador.

—¿Quésignificatodoesto?—preguntóLogen.ElMagosonrió.—Aquítodoelmundoalnacertieneunadeterminadacondiciónsocial.Están

losplebeyos,queseocupandeiralaguerra,trabajarlatierrayrealizartodoslostrabajos manuales. Están los burgueses, que se ocupan de comerciar y de lastareas intelectuales.Está la nobleza, que son losdueñosde la tierra ymandansobrelosdemás.Yluego,claro,estálarealeza...—Bayazechóunaojeadaalacoronadehojalata—...queno recuerdoparaquésirve.EnelNorteunopuedeencumbrarse tanto como se lo permitan sus méritos. Nuestro común amigoBethodesunbuenejemplodeello.Peroaquílascosassondistintas.Seesperaquelaspersonaspermanezcantodalavidadentrodelestamentoenquenacieron.Si queremosquenos tomen en serio, debemos aparentar que somosgentes dealcurnia.VestidoscomovamosahoranoconseguiríamosfranquearlaspuertasdeAgriont.

Elvendedorleinterrumpióalaparecerporlapuertacargadoconunapiladeropasbrillantes.

—¡Una toga mística, digna del más poderoso de los magos! Durante elfestivaldeprimaveradelañopasado lausaronpara interpretara JuvensenunmontajedeElfindelImperio.Noestábienqueyolodiga,peroesunademiscreacionesmás logradas—Bayaz alzó el reluciente tejido carmesí para que ledieraunpocode luzy locontemplóadmirado.Crípticosemblemas,caracteresmísticosysímbolosdelsol,lalunaylasestrellas,todoellobordadoenhilodeplata.

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Malacuspasólamanoporelbrillantetejidodesuestrambóticaprenda.—Meparecequenomehabríatomadotanarisasimehubierapresentadoen

sucampamentovestidoasí,¿ehLogen?Logenhizounamuecadeespanto.—Yonoestaríatanseguro.—Yaquí tenemosunmagníficoatuendodebárbaro—elvendedoraupóal

mostradorunatúnicadecueronegro,adornadaconunasescarapelasdelatónyunos absurdos festones ejecutados con una primorosa cota de malla. Luegoseñalóunmantoajuego—.¡Auténticapieldemartacibelina!—Eraunaprendaridícula,taninservibleparaproporcionarabrigocomoparadarprotección.

Logencruzólosbrazossobresuviejazamarra.—¿Nopretenderáquemepongaeso?Elvendedortragósalivaconnerviosismo.—Leruegoquedisculpeamiamigo—intervinoBayaz—.Esunactordela

nuevaescuela.Yasabe,delosquecreenquehayqueestarsiempremetidoenelpersonaje.

—¿Deveras?—soltóconvozchillonael tenderomientrasmirabaaLogendearribaabajo—.Enfin,supongoquelosHombresdelNortesonuntema...depalpitanteactualidad.

—Muycierto.Ylepuedoasegurarquenohaynadiequesepuedacompararamaese Nuevededos haciendo ese papel—el ancianomago dio un codazo aLogenenlascostillas—.Eselmejor.Hetenidoocasióndecomprobarlo.

—Si usted lo dice —el vendedor no parecía nada convencido—. ¿Puedopreguntarlesquéesloquevanarepresentar?

—Oh,se tratadeunaobraoriginal—Bayazsediounosgolpecitosconundedoenlacalva—.Aúnestoydándolevueltasaalgunosdetalles.

—¿Nomediga?—Puessí.Verá, en realidadmásquedeunaobracompleta se tratadeuna

escena—Bayazvolviólavistahacialatogayadmirólosreflejosdelaluzenlossímbolosarcanos—.UnaescenaenlaqueseverácómoBayaz,elPrimerodelosMagos,ocupaporfinsupuestoenelConsejoCerrado.

—Ah—elvendedorasintiócongestocómplice—.Unaobrapolítica.¿Unamordazsátiraquizás?¿Tendráuntintecómicoodramático?

BayazmiródereojoaLogen.

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—Esoaúnestáporver.

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Losbárbarosalaspuertas

Jezalcorríacomounacentellaporelcaminoquebordeabaelfoso.Suspiesretumbaban sobre los desgastados adoquines y la interminablemuralla blancadesfilabaasuderecha,torretrastorre,mientrasrealizabasucircuitodiarioporelperímetro de Agriont. Desde que había reducido su consumo de alcohol, suresistencia había experimentado una notable mejoría. Apenas notaba que lefaltaraelaliento.Era tempranoy lascallesde laciudadestabancasidesiertas.Las pocas personas con las que se cruzaba levantaban la vista paramirarle eincluso le lanzabanalgunapalabrade ánimo,pero Jezal apenas si se fijaba enellos. Llevaba los ojos clavados en las remansadas aguas del foso y tenía lacabezaenotraparte.

En Ardee. ¿En qué si no? Había pensado que después de que West leadvirtieraquesemantuvieraalejadodeella,ydespuésdehaberladejadodever,suspensamientosnotardaríanencentrarseenotrosasuntosyenotrasmujeres.Sehabíaentregadoencuerpoyalmaalaesgrimayhabíatratadodecentrarseensusobligacionescomooficial,perolehabíaresultadoimposibleconcentrarse,ylasdemásmujeres leparecíanahoraunascriaturasburdas,sosas, tediosas.Laslargascarrerasylosmonótonosejerciciosconlamazaylabarradeequilibriosledaban amplias posibilidades de ponerse a fantasear. El tedio de la vida delsoldadoentiempodepaz—lalecturadesoporíferosinformes,lasguardiasparavigilarunoslugaresquenonecesitabandeningunavigilancia—eranlopeordetodo. Inevitablemente acababa distrayéndose y su mente volvía al tema desiempre.

Ardee en rústico atuendo, enrojecida y sudorosa por las duras faenas del

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campo. Ardee, engalanada como una princesa, cubierta de relucientes joyas.Ardeebañándoseenlapozadeunbosque,mientraséllacontemplabaocultotrasunosmatojos.Ardee,pudorosayrecatada,alzandotímidamentelavistahaciaély pestañeando.Ardee, convertida en una prostituta de losmuelles, haciéndoleseñas desde unmugriento portal. Las fantasías presentaban infinitas variantes,aunqueelfinalerasiempreelmismo.

Completó el recorridodeunahoraporAgriont y atravesó ruidosamente elpuenteparavolveraentraralaciudadelaporlapuertadelsur.Jezalobsequióalosguardasconsuracióndiariadeindiferencia,trotóporeltúnel,subiólalargarampa que daba acceso a la fortaleza y luego enfiló hacia el patio donde leaguardabaelMariscalVaruz.Durantetodoesetiempo,laimagendeArdeehabíaseguidorondándoleporlacabeza.

Tampocoesquenotuvieranadamásenquépensar.YafaltabapocoparaelCertamen.Muypoco.Prontoestaríacombatiendodelantedeunaenfervorizadamultitud, de la que formarían parte su familia y sus amistades. Podríacatapultarle a la fama... o hundirle. Lo normal habría sido que permanecieradespiertohastaaltashorasdelanoche, tensoysudoroso,repasandounayotravez las formas, losejerciciosdeentrenamiento, losaceros.Perocuandoestabaenlacamanoeraenesoprecisamenteenloquepensaba.

Yluegoestabalaguerra.EnmediodelassoleadascallesdeAgrionterafácilolvidarse de que Angland había sido invadida por una horda de bárbarosesclavistas. Pronto marcharía al Norte para entrar en combate al frente de sucompañía. Algo así, desde luego, requería toda la atención que uno pudieraprestarle. La guerra era un asunto muy serio, ¿no? Podía quedar malherido,marcado para toda la vida, incluso podían matarle. Jezal trató de evocar elconvulso rostro tatuado de Fenris el Temible. Vio legiones de salvajesvociferantes cayendo sobreAgriont.Algo terrible, ciertamente, terrible ymuypeligroso.

Hummm.ArdeeeradeAngland.¿YsiArdeecaíaenmanosdelosHombresdelNorte?

Jezal,desdeluego,correríaarescatarla.Nohabríasufridoningúndaño.Bueno,nada serio.Tal vez tuviera el vestidounpocodesgarrado, unpoco, sí.Estaríaasustada, y muy agradecida también. Y él, naturalmente, se vería en laobligacióndeconsolarla.¿Sedesmayaríatalvez?Sí,esposiblequetuvieraque

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llevarlaenbrazos,conlacabezaapoyadaensushombros.Puedequetuvieraquetumbarlaenalgúnsitioyaflojarleelvestido.Puedequesuslabiossetocaran,unsuaverocenadamás,entoncesArdeesepararíaunpocoloslabiosy...

Jezal se paró en seco. Un bulto, pronunciado y placentero a la par, habíaaparecido en su entrepierna.Muy placentero, sí, pero totalmente incompatibleconcualquiertipodemovimientoenérgico.Yacasihabíallegadoalpatio,yenese estado no podía realizar sus prácticas de esgrima.Miró desesperado a sualrededorenbuscadealgoqueledistrajeraycasiseahogóconsupropialengua.ElcomandanteWest,enfundadoensuuniformedeesgrima,estabadepiejuntoal muro viéndole venir con una expresión extraordinariamente adusta. Por unmomento,Jezalsepreguntósisuamigopodríaadivinarloqueestabapensando.Tragósalivacongestoculpableysediocuentadequesehabíapuestocolorado.West no podía saberlo, era imposible. Pero de todas formas estaba claro quehabíaalgoquenoleteníanadacontento.

—Luthar—lellamóconungruñido.—West—Jezalagachólacabeza.Desdequehabíapasadoaformarpartedel

estadomayordelLordMariscalBurrsusrelacionesnohabíansidoprecisamentebuenas.Jezalhabíatratadodealegrarseporsuamigo,peroenelfondonopodíadejardepensarqueélestabamáscualificadoparaelpuesto.Alfinyalcabo,susangre era inmejorable, tuviera o no experiencia en combate. También seinterponía lo deArdee, la desagradable e innecesaria advertencia que le habíahecho.TodoelmundosabíaqueWesthabíasidoelprimeroenentrarenUlrioch.Todo el mundo sabía que tenía un genio de mil pares de demonios. A Jezalsiemprelehabíaparecidoalgobastantedivertido,peroahoraleestabatocandoaélpadecerlo.

—Varuz está esperando, y no es el único—West descruzó los brazos y sedirigióagrandeszancadashaciaelarco.

—¡Ahno!—ElMariscalconsideraquedebesacostumbrarteatenerpúblico.Jezalfruncióelceño.—Me sorprende que haya alguien a quien pueda interesarle con todo el

asuntoestedelaguerra.—Puestesorprenderás.Loscombates,laesgrimaycualquiercosaquesuene

unpocomarcialhacenfuror.Deuntiempoaestaparte,esraroveraalguienque

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nolleveespada,aunquenohayandesenvainadounaensuvida.LagenteandarevolucionadaconelCertamen,créeme.

Alentrarenelsoleadopatio,Jezalparpadeó.Alolargodeunodelosmuroshabían levantado una tribuna provisional que estaba absolutamente repleta degente,lomenoshabíasesentapersonas.

—¡Aquílotenemos!—exclamóelMariscalVaruz.Elpúblicolorecibióconunasalvadeaplausosdecortesía.UnasonrisaasomóalrostrodeJezal:entrelamultitud había bastante gente importante. Reconoció al JuezMarovia, que seacariciaba su larga barba. Cerca de él se encontraba Lord Isher, con pinta deestar un tanto aburrido. Incluso el propio Príncipe Heredero Ladisla, querepantigado en la primera fila y enfundado en una reluciente cota de malla,aplaudíaconentusiasmo.Lagentequesesentabaenlosbancosdedetrásteníaque inclinarse a un lado para que el bamboleo de la pluma que coronaba suespectacularsombreronolestaparalavista.

VaruzentregóaJezalsusaceros,queestabanlimpioscomounapatena.—¡Másvalequenomedejeenridículo!—lecuchicheó.Jezaltosiónervioso

yluegorecorrióconlamiradalosrostrosexpectantesdelpúblico.Depronto,selehelólasangre.EnmediodelamultitudasomabaelsemblantedesdentadodeGlokta, que lemiraba con una sonrisa siniestra, y justo detrás estaba...ArdeeWest.Suexpresiónnoseparecíaennadaalaquesolíalucirensusfantasías:untercio expresaba irritación, otro tercio reproche y el tercio restante meroaburrimiento. Jezal desvió la mirada y clavó la vista en el muro que teníaenfrentemientrassemaldecíaporsertancobarde.Últimamenteparecíaincapazdemirarleanadiealosojos.

—¡Elasaltoserealizaráconacerosdemediofilo!—tronóelLordMariscal—. ¡A tres toques!—West ya había desenvainado sus espadas y se dirigía alcírculo de tiza blanco que había marcado sobre la alfombra de césped. Elcorazón de Jezal latía acelerado mientras desenvainaba atropelladamente susaceros, incapazdequitarsedelacabezaquelosojosdetodaesagenteestabanpuestosenél.SesituóensumarcafrenteaWest,poniendomuchocuidadoenafirmarbienlospiesenlahierba.Westalzósusaceros,yJezalleimitó.Duranteunosinstantespermanecieroninmóvilescaraacara.

—¡Adelante!—gritóVaruz.De inmediato quedó claro que West no iba a hacerle el favor de dejarse

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vencer.Leacometióconunaferocidad inusitada,acosándoleconuna lluviadetajos. Los aceros de los dos rivales se entrechocaron a un ritmo vertiginoso.Jezal, incomodadopor lapresenciade todosesosojosque lemiraban,algunosde ellos, encima, pertenecientes a personas muy ilustres, cedió un poco deterreno,perocuandoWestleteníayaalbordedelcírculo,losnerviosdeJezalseevaporaronysupreparaciónempezóarendirsusfrutos.Seechóaunlado,paraganar un poco de espacio, y paró los tajos con la izquierda y la derechamoviéndose con un juego de piernas demasiado rápido para que pudieranalcanzarle.

Elpúblicodesapareció,lapropiaArdeesehabíaevaporado.Lashojasdesusacerosparecíanmoverseporsísolas,atrásyadelante,arribayabajo.Nisiquierateníaquemolestarseenmirarlas.ConcentrótodasuatenciónenlosojosdeWest,sefijóquemirabanalternativamentealsuelo,asusaceros,asujuegodepiernas,ytratódeadivinarsusintenciones.

Intuyólaacometidainclusoantesdequeseiniciara.Jezalamagóconecharsehaciaun ladoyse tiróhaciael ladocontrario,deslizándosesuavementepor lahierbahastaponersedetrásdeWestmientraséstese lanzabahaciadelantecontodas sus fuerzas. Le bastó con plantar el pie en la culera del pantalón de suadversarioparaecharlefueradelcírculo.

—¡Untoque!—exclamóelMariscalVaruz.Lacaídadebrucesdelcomandantefuesaludadaconunacascadaderisas.—¡Un toque en el trasero!—se carcajeó el PríncipeHerederomientras su

plumaoscilabaalegrementedeatrásadelante—.¡VentajaparaelcapitánLuthar!—Westconlacaramordiendoelpolvonoresultabanilamitaddeintimidatorio.Jezal saludó al público haciendo una leve reverencia y, al enderezarse, seaventuróadirigirunasonrisahaciadondeestabaArdee.Sellevóunbuenchascoal comprobar que ni siquiera le miraba. La joven observaba a su hermanorevolviéndoseenelsueloconunasonrisaenlaqueseadivinabaunciertodejedecrueldad.

Westsepusolentamentedepie.—Buentoque—dijoentredientesmientrasentrabadenuevoenelcírculo.

Jezalapenaspudoreprimirunasonrisacuandovolvióaocuparsumarca.—¡Adelante!—gritóVaruz.West volvió a acometerle con todas sus fuerzas, pero Jezal ya estaba

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entregadodellenoalafaenaqueteníaentremanos.Uncrecientemurmullodeadmiraciónsealzóentrelasfilasdelpúblicocuandocomenzóabailoteardeunladopara otro.Luego empezó a adornar susmovimientos con florituras, y losespectadores reaccionaronal instante acompañandoa Jezal con«ohs»y«ahs»mientras desbarataba una tras otra todas las acometidas deWest.Nunca habíaluchadotanbien,nuncasehabíamovidocontantaagilidad.Elhombredemayorestatura comenzaba a estar un poco cansado, sus estocadas ya no eran tanenérgicas como antes. Los aceros largos de los dos rivales chocaron y JezalimprimióungiroasumuñecaderechaquehizoquelosdedosdeWestsoltaransuacero,luegoloembistióylehizountajoconelbrazoizquierdo.

—¡Ay!—ElrostrodeWestseretorciódedolor.Dejócaerelacerocorto,seapartó de un salto y se agarró el antebrazo. Unas gotas de sangre cayeron alsuelo.

—¡Dosanada!—exclamóVaruz.ElPríncipeHeredero,encantadoconlavisióndelasangre,selevantódeun

saltoyelsombreroselecayódelacabeza.—¡Fantástico!—chilló—. ¡Estupendo!—Siguiendo su ejemplo, una parte

del público se puso de pie y prorrumpió en un torrente de aplausos. Jezal,henchidodeplaceranteaquellasmuestrasdereconocimiento,sonreíadeorejaaoreja mientras un hormigueo de satisfacción le recorría todos los músculos.Ahoraentendíaparaquésehabíaestadoentrenando.

—Buencombate,Jezal.Tehasvueltodemasiadobuenoparamí—mascullóWest.Jezalsefijóenelhilodesangrequecorríaporsuantebrazo.

—Sientolodelcorte—Jezalsonrió.Nolosentíaenlomásmínimo.—No es nada. Un simple rasguño —West se alejó con gesto ceñudo

sujetándose lamuñeca.Nadieprestóatencióna supartida.Y Jezalmenosquenadie.Enlosespectáculosdeportivossólocuentanlosganadores.

Lord Marovia fue el primero en abandonar su asiento para acudir afelicitarle.

—Un jovenmuyprometedor—dijomientrasdirigíaunasonrisaa Jezal—.Pero¿creeustedquepodráderrotaraBremerdanGorst?

VaruzdescargóunapaternalpalmadaenelhombrodeJezal:—Estoyconvencidodeque,sitieneunbuendía,puedeganarleacualquiera.—Hummm.¿HavistolucharaGorst?

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—No,peroheoídodecirqueesalgoimpresionante.—Sin duda.Es un auténtico demonio—el Juez Supremo alzó sus espesas

cejas—.Estoydeseandovereseencuentro.Dígame,capitánLuthar,¿hapensadoalgunavezendedicarsealasleyes?

LapreguntapillóaJezalporsorpresa.—Mmm,no,Señoría,quierodecirque...bueno,soyunsoldado.—Desde luego que lo es. Pero las batallas y todas esas cosas acaban por

pasar factura a los nervios. Si alguna vez cambia de idea, puede que tuvieraalgúnpuestoparausted.Siemprehayunlugarparaunjoventanprometedor.

—Mmm,muchasgracias.—Entonces,hastaelCertamen.Buenasuerte,capitán—ledijovolviendoun

instante la cabeza mientras se alejaba. Por la forma de decirlo parecía dar aentenderquepensabaqueleibaahacermuchafalta.SuAltezaRealelPríncipeLadislasemostróbastantemásoptimista.

—¡Ustedesmihombre,Luthar!—exclamóensartandoelaireconlosdedoscomosi fueransendosaceros—.¡Voyadoblar laapuestaquehabíahechoporusted!

Jezalseinclinóservilmente.—SuAltezaesdemasiadoamable.—¡Ustedesmihombre!¡Unverdaderosoldado!Unespadachíndebeluchar

porsupaís,¿eh,Varuz?¿CómoesqueGorstnoesunsoldado?—Meparecequesí,Alteza—dijocontactoelLordMariscal—.Espariente

deLordBrockysirveensuguardiapersonal.—Oh—duranteuninstante,elPríncipeparecióconfundido,peroserepuso

de inmediato—. ¡Es lomismo,ustedesmihombre!—exclamódirigiéndose aJezal,mientras volvía a lanzar unpinchazo al aire y la plumade su sombrerooscilabafuriosamentedeunladoaotro—.¡Ustedeselhombrequeyonecesito!—Y, dicho aquello, se alejó con paso danzarín hacia el arco del pasadizolanzandodestellosconsucotademalladeadorno.

—Impresionante—Jezal se volvió en redondo y, de inmediato, retrocediótrastabillando.Gloktaselehabíaacercadoporunángulomuertoylemirabaconuna sonrisa siniestra. Para ser un tullido, tenía una habilidad pasmosa paraacercarse inadvertidamente a la gente—.Es una suerte para todos que al finaldecidieranodejarlo.

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—Nuncatuveintencióndehacerlo—leespetógélidamenteJezal.Gloktasechupólasencías.—Siustedlodice,capitán.—Lo afirmo—le dio la espalda sin lamásmínima consideración, con la

esperanzadenotenerquevolverahablarensuvidaconaquelserabominable,yseencontrócaraacaraconArdee,queestabaaapenasunpasodeél.

—Mmm...—titubeóvolviendoadarunpasoatrás.—Jezal—dijolajoven—,hacealgúntiempoquenoteveo.—Mmm... —Jezal miró nervioso a su alrededor. Glokta se alejaba

renqueando. West hacía tiempo que se había esfumado. Varuz estaba muyatareadosoltándolesunaperorataaLordIsheryaungrupodepersonasqueaúnseguía en el patio.Nadie se fijaba en ellos. Tenía que decirle algo. Tenía quedecirlealasclarasquenopodíavolveraverla.Eralomenosquepodíahacer—.Mmm...

—¿Esquenovasadecirmenada?—Mmm... —Jezal se volvió sobre sus talones y, con la vergüenza

cosquilleándoleenloshombros,sefue.Trasaquelcúmulodeemocionesinesperadas,eltediosoturnodeguardiaen

lapuertadelsurparecíacasiunabendición.Jezalestabadeseandoquellegaraelmomentodepasarsevariashorasdepie sinhacerotracosaquevera lagenteentrarysalirdeAgriontmientrasescuchabalachácharainsustancialdeltenienteKaspa.O,cuandomenos,loestabahastaquellegóallí.

Kaspa y el cuerpo de guardia, compuesto como era de costumbre por ungrupode soldados provistos de armadura, se agrupaban en torno a las puertasexterioresfrentealpuentequecruzabaelfosoydabaaccesoalasdosenormestorresblancasdelabarbacana.CuandoJezalllegóalfinaldeltúnelsediocuentadequehabíaalguienconellos.Untipobajoconanteojosqueteníapintadeestarbastanteagobiado.Jezal teníaunavaga ideadequiénera.Morrowse llamaba,uno de los adláteres del Lord Chambelán. No había ninguna razón para queestuvieraallí.

—¡CapitánLuthar,quéfelizcoincidencia!—Jezalpegóunbote.Ellunáticoaquel, el tal Sulfur, estaba detrás de él sentado en el suelo con las piernascruzadasyrecostadoenelmurodelabarbacana.

—¿Quédemonioshaceaquíesetipo?—preguntóJezal.Kaspaabriólaboca

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paradeciralgo,peroSulfurseleadelantó.—Nosepreocupepormí,capitán.Simplementeestoyesperandoamiseñor.—¿Su señor?—no quería ni imaginarse a qué clase de idiota serviría el

idiotaaquel.—Así es. No tardará en llegar—Sulfur entornó los ojos ymiró al sol—.

Aunque,laverdad,esqueseestáretrasandounpoco.—¡Nomediga!—Sí—el locovolvióa sonreírle afablemente—.Perovendrá, Jezal,puede

estarseguro.Queeltipoaquellellamaraporsunombredepilaerayaelcolmo.Apenas

sabía nada de él, y lo poco que sabía no le gustaba nada. Jezal abrió la bocadispuestoacantarlelascuarenta,peroentoncesSulfursepusodepiedeunsalto,agarrósubastón,quehabíadejadoapoyadoenelmuro,ysequitóelpolvodeunosmanotazos.

—¡Yaestánaquí!—dijomirandoalotroladodelfoso—.LosojosdeJezalsiguieronlamiradadelidiota.

Un anciano de porte majestuoso cruzaba el puente con paso decidido, unhombre calvo, con la cabeza erguida, y ataviado con una flamante túnica derefulgentes tonos plateados y carmesíes que se ondulabamecida por la brisa.Pegadoaélveníaun jovendeaspectoenfermizo,quecaminabacon lacabezaligeramenteinclinada,comoexpresandosureverenciaporelanciano,ysosteníaantesí,conlaspalmashaciaarriba,unlargobáculo.Untipodeaspectobrutal,quesacabamásdeunacabezaalosotrosdosyvestíaunpesadomantodepieles,cerrabalacomitiva.

—¿Qué demonios...?—Jezal se interrumpió. Aquel anciano le sonaba dealgo.¿NoseríaalgúnLorddelConsejoAbierto?¿Ounembajador?Desdeluego,tenía un aspecto imponente. Jezal se estrujó los sesos mientras se acercaban,peronoconsiguióidentificarlo.

Elancianosedetuvofrentealabarbacana,ysusojos,deunverdebrillante,sefueronposandoalternativamenteenJezal,enKaspayenelcuerpodeguardia.

—Yoru—dijo.Sulfurseadelantóehizounapronunciadareverencia.—MaestroBayaz—dijorespetuosamenteenunmurmullo.Ya lo tenía.Deesoerade loque le sonaba.Teníaungranparecidocon la

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estatuadeBayazquehabíaenlaVíaRegia.Habíapasadounmontóndevecespor delante de esa estatua. Tal vez fuera un poco más gordo, pero aquellaexpresión que rezumaba severidad y sabiduría e imponía respeto erainconfundible.Jezaltorcióelgesto.PerodeahíahacersellamarBayazmediabaun trecho. Le daba mala espina. Como también se la daba la pinta deldesgarbado jovenzuelo del báculo. Y más aún la del otro acompañante delanciano.

West le había dichomuchas veces que losHombres delNorte que podíanverseenAdua,por reglageneralunos seresdesarrapadosque solíanmerodearpor los muelles o andar borrachos como cubas por los peores barrios de laciudad, tenían muy poco que ver con el típico habitante del Norte. Los quevivían en libertad en el lejano Norte, siempre prestos a entrar en combate,enfrascadoseninterminablesdisputasyfestejosydedicadosatodoaquelloquegustabandehacerloshabitantesdeaquellastierras,noselesparecíanennada.Jezal los solía imaginar altos, feroces, apuestos y dotados de un toque deromanticismo. Robustos, pero gallardos. Salvajes, pero nobles. Brutales, perosagaces.Eltipodehombrescuyosojosmiransiemprealalontananza.

Peroéste,desdeluego,noeraunodeésos.Jamáshabíavistounhombreconunaspectomásbrutal.Comparadoconél,

hastaFenriselTemibleparecíaunsercivilizado.Surostrosurcadodecicatriceshacíapensarenunaespaldaalaquesehubieradadodelatigazos.Teníalanarizquebradayligeramentedesviadahaciaunlado.Aunadelasorejaslefaltabauntrozo de carne.Uno de sus ojos parecía estar un pocomás alto que el otro yestaba rodeado de una herida con forma demedia luna.No había ni una solapartedesurostroquenoestuvieracascada,cuarteadaodeformadaenmayoromenor medida, parecía un boxeador que hubiera peleado en demasiadoscombates.Inclusosuexpresiónevocabaaladeunboxeadorsonado.Permanecíaembobado frentea las torresde labarbacana, con la frentearrugaday labocaabierta,lanzandomiradasaunoyotroladoconunaexpresióndeunaestupidezcasianimal.

Vestíaungranmantodepielesyuna túnicadecuerocuajadadeoro,peroaqueldesplieguedebárbaroesplendorsóloservíaparaconferirleunaspectoaúnmássalvaje,algoquenohacíasinocorroborarlaenormeespadaquellevabaalcinto.Mientras levantabalavistaparaadmirar los imponentesmurosquetenía

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delante,elnorteñosepusoarascarseunainmensacicatrizrosáceaqueasomabatraslabarbaquecubríasusmejillas.Jezaladvirtióquelefaltabaundedo.Comosihicierafaltauntestimoniomásdeunavidapreñadadesalvajismoyviolencia.

¿IbanadejarqueesabestiaprimitivaentraraenAgriontcuandoestabanenguerraconelNorte?¡Eraimpensable!PeroMorrowsedeslizabayahaciaellos:

—El Lord Chambelán les aguarda, caballeros, si hacen el favor deseguirme...—soltódeuntirónacompañandosuspalabrasconunapronunciadareverencia.

—Unmomento—Jezalagarróalsubsecretariodelcodoyleapartóunpoco—. ¿Ése también? —preguntó con incredulidad señalando con la cabeza alsalvajedelmanto—.¿Sehaolvidadodequeestamosenguerra?

—¡Las órdenes de Lord Hoff son terminantes!—los anteojos deMorrowlanzaronundestellomientrassesoltabaelbrazo—.¡Reténgaloaquí,siquiere,perodespuéstendráqueserustedquienselasentiendaconelLordChambelán!

Jezal tragósaliva.Laideanoleresultabanadaapetecible.Miróalanciano,peronopudosostenersumirada.Teníaunairemisterioso,elairedealguienquesabe algo que nadie puede adivinar, y aquello resultaba profundamenteperturbador.

—¡Tiene... que dejar... aquí... las armas!—exclamó procurando hablar lomáslentoylomásclaroposible.

—Muybien—elhombredelNortesesacólaespadadelcintoyselatendió.Elpesodelaespada,unarmagrande,sencillaydeaspectosalvaje,hizoqueaJezalseledoblaranunpocolasmanos.Luegovinounlargocuchillo,despuéssearrodillóysesacóotrode labota.Extrajoun tercerode laparte inferiorde laespalda, luego una fina cuchilla de la manga, y los depositó en los brazosextendidosdeJezal.ElhombredelNortesonriódeorejaaoreja.Lavisiónerahorripilante:lasirregularescicatricessefruncieronysecontorsionaronhaciendoqueladeformidaddesurostroseacentuaraaúnmás.

—Nunca se tienen suficientes cuchillos —gruñó con una voz ronca ychirriante.Nadieserió,peroaélnoparecióimportarle.

—¿Vamos?—dijoelanciano.—Sindemora—respondióMorrowdándoselavuelta.—Voy con ustedes—Jezal soltó su cargamento de armas en lasmanos de

Kaspa.

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—Noesnecesario,capitán—protestóMorrow.—Insisto.—UnavezquefueraconducidoenpresenciadelLordChambelán,

el norteño podía asesinar a quien le viniera en gana: eso ya no era problemasuyo.Perohastaqueesoocurriera,cualquierbarbaridadquepudierahacerseríaresponsabilidaddeJezalynoestabadispuestoaqueesosucediese.

Los guardas se hicieron a un lado y la extraña comitiva cruzó las puertas.Delante ibaMorrow, que de vez en cuando volvía la cabeza para hacer algúnhalago insustancial al anciano de la fastuosa túnica. Luego venía el jovenpaliducho,seguidodeSulfur.Acola,marchandopesadamente,ibaelnorteñodelosnuevededos.

Detrásdeél,conelpulgarmetidoenelcinto juntoa laempuñaduradesuespadaparapodersacarlarápidamenteyatentoacualquiermovimientobruscoquepudierahacerelbárbaro,marchabaJezal.Pero,trashaberloseguidoduranteunrato, tuvoqueadmitirqueaquelhombrenoparecíaalbergarlaintencióndematar a nadie. Lo que parecía sentir más bien era curiosidad, desconcierto einclusociertadesazón.Cadadosportresaminorabaelpaso,alzabalavistaparacontemplarlosedificiosquelerodeaban,sacudíalacabeza,serascabalacaraymurmurabaalgoentredientes.Apartedeaterrorizaraalgúnqueotroviandantealdirigirleunasonrisa,noparecíarepresentarningunaamenaza,ylavigilanciadeJezalserelajó,hastaquellegaronalaPlazadelosMariscales.

EntonceselnorteñoseparóensecoyJezalbuscóatientassuespada,peroloúnicoquehizoelsalvajefuequedarsemirandocomohipnotizadounafuentequetenía delante.Avanzó lentamente hacia ella y, luego, con suma cautela, alargóunodesusgruesosdedosylometióenelrelumbrantechorro.Elagualesalpicólacarayelbárbaroseechóhaciaatrás,derribandocasiaJezal.

—¿Unmanantial?—susurró—¿Perocómoesposible?¡Porfavor!Aquelhombreeracomounniño.Unniñodecercadedosmetros

dealturayconunacaramásmachacadaquelatabladeuncarnicero.—¡Haytuberías!—Jezaldiounpisotónenelsuelo—¡Están...bajo...tierra!—Tuberías—repitióenvozbajael salvaje sindejardemirarel espumoso

chorro.Los otros se les habían adelantado un poco y se encontraban ya cerca del

imponenteedificioquealbergabaeldespachodeHoff.Jezalcomenzóaalejarsedelafuente,conlaesperanzadequeaquelbárbarodescerebradolesiguiera.Con

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granalivio,comprobóqueasíera.El salvaje le seguíasacudiendo lacabezaymusitandounayotravezlapalabra«tuberías».

Accedieron a la fresca penumbra de la antesala del despacho del LordChambelán. Había varias personas sentadas en los bancos que bordeaban lasparedes, algunasde ellas con aspectode llevarunbuen rato esperando.Todosmiraron fijamente a Morrow mientras conducía a la singular comitivadirectamente a la entradadel despachodeHoff.El secretario gafudo abrió laspesadaspuertasdedoblehojay,haciéndoseaunlado,aguardóaqueelancianocalvo,sucompinchedelbáculo,ellunáticoSulfury,finalmente,elsalvajedelosnuevededos,pasaránpordelantedeél.

Jezalhizoademándeseguirlos,peroMorrowseplantóenmediodelumbralparaimpedirleelpaso.

—Graciasporsuayuda,capitán—dijoconunaescuetasonrisa—.Yapuederegresar a su puesto. —Jezal echó un vistazo por encima del hombro delsecretarioyvislumbrólafiguraceñudadelLordChambelánsentadadetrásdeungran escritorio. A su lado estaba el Archilector Sult, con semblante adusto ysuspicaz.TambiénestabaelJuezMarovia;ensurostroarrugadosedibujabaunasonrisa.TresmiembrosdelConsejoCerrado.

EntoncesMorrowlecerrólapuertaenlasnarices.

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Luego

—Hevistoquetieneunsecretarionuevo—dijoGloktacomodepasada.ElArchilectorsonrió.—Porsupuesto.Elantiguonoerademiagrado.Teníalalenguamuysuelta,

¿sabe?—lamanodeGlokta sedetuvo antesde llevarse la copadevino a loslabios—.Sededicabaa filtrarnuestrossecretosa losSederos—prosiguióSultdespreocupadamente, como si aquello fuera de dominio público—. Hace yaalgún tiempo que estaba al tanto de ello. Pero no debe preocuparse, nunca seenteródenadaqueyonoquisieraquesupiera.

Entonces...ustedsabíaquiéneraeltraidor.Siemprelosupo.Gloktarepasómentalmentelosacontecimientosdelasúltimassemanas,losseparóy,probandodistintascombinaciones,volvióajuntarlosalaluzdelosnuevosdatoshastaquetodas las piezas encajaron, procurando a su vez que no se le notara losorprendidoqueestaba.Dejó laconfesióndeRewsenun lugardondepudieraverla su secretario. Sabía que los Sederos se enterarían de los nombres quefigurabanenlalistaysupusocuálseríasureacción,conscientedequeaquellolos pondría en sus manos y le proporcionaría la pala con que sepultarlos.Entretanto,permitióquemispesquisasseorientaranhaciaKalyne,apesardeque sabía perfectamente quién era el verdadero soplón. Todo salió según susplanes.ElArchilectorlemirabaconunasonrisadecomplicidad.Apuestoaquesabeloqueestoypensandoahora.Soyunsimplepeóndesujuego,igualqueelmiserablegusanodesusecretario.Gloktareprimiólasganasdesoltarunarisa.Puestosaserunpeón,hasidounasuertequemehayatocadoserloenelbandovencedor.Nosospechabanada.

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—Le decepcionaría saber la mísera cantidad de dinero por la que nostraicionó —prosiguió Sult frunciendo asqueado los labios—. Apuesto a queKaulthabríaestadodispuestoadarlediezvecesmássihubieratenidolaagudezadepedírselo.Lasjóvenesgeneracionescarecentotalmentedeambición.Secreenmucho más listas de lo que son —el Archilector observó a Glokta con susaceradosojosazules.Sí,malquebien,yotambiénformopartedeesasjóvenesgeneraciones.Metengobienmerecidaestacuradehumildad.

—¿Susecretariohasidosancionado?El Archilector depositó su copa en la mesa con tal suavidad que la base

apenashizoruidoalentrarencontactoconlamadera.—Oh, sí. Con toda severidad. No hace falta que perdamos más tiempo

hablando de él. —Seguro que no. Hallado un cadáver flotando junto a losmuelles...—DebodecirlequemedejóustedmuysorprendidocuandoapuntóalSuperiorKalyne como el origen de las filtraciones. Es un hombre de la viejaguardia. Seguro que alguna que otra vez se avenía a hacer la vista gorda enrelaciónconalgúnasuntosinimportancia,pero,¿traicionaralaInquisición?—Sult soltó un resoplido—. Eso nunca. Me temo que dejó usted que suanimadversiónpersonalafectarasujuicio.

—Aparentemente era la única posibilidad —murmuró Glokta, pero deinmediato se arrepintió de haberlo dicho. Idiota, idiota. En fin, ya no tieneremedio.Serámejorquemantengaslabocacerrada.

—¿Aparentemente?—el Archilector chasqueó la lengua para expresar sudisgusto—. No, no, no, Inquisidor. Aquí no nos dejamos llevar por lasapariencias.Deahoraenadelanteserámejorqueseatengausteda loshechos.Pero tampoco se lo tome demasiado a pecho. Al fin y al cabo, yo mismo lepermitíqueseguiaraporsuinstintoy,vistoelresultado,hayquereconocerquesumeteduradepatanoshadejadoenunaposiciónmuchomásfuerte.Kalynehasidocesado—Halladouncuerpoflotando...—,yelSuperiorGoylevienedesdeAnglandparaocuparelcargodeSuperiordeAdua.

¿Goyle?¿Aquí?¿EsecabrónvaaserelnuevoSuperiordeAdua?Gloktanopudoevitarqueselefruncieranloslabios.

—Ustedesdosnosonprecisamentebuenosamigos,¿noesasí,Glokta?—Esuncarcelero,noun investigador.Laculpabilidady la inocenciano le

interesan.Torturaporplacer.

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—Vamos,Glokta. ¿Nopretenderáhacermecreerqueustednoexperimentaningunaexcitacióncuandoextrae los secretosde susprisioneros?¿Cuando loshacecantar?¿Cuandolograquefirmenlaconfesión?

—Nomeproduceningúnplacer.—Nadameloproduce.—Y, sin embargo, lo hace usted muy bien. En todo caso, Goyle está de

camino y, almargen de lo que piense usted de él, es uno de los nuestros.Unhombrecapaz,dignodetodaconfianzaydedicadoencuerpoyalmaalserviciodelaCoronayelEstado.Entiemposfuealumnomío,sabe.

—¿Deveras?—Sí.¡Leantecedióaustedenelpuesto...Asíqueyavequenosontanmalas

las perspectivas de futuro!—elArchilector se rió de su propia gracia.Gloktaesbozó una sonrisa—. En conjunto todo ha salido bastante bien y se mereceustedunafelicitación,porlapartequeletoca.Hahechoustedunbuentrabajo.—Lo bastante bueno como para seguir vivo al menos. Sult alzó su copa ybrindaron sin alegría mirándose con suspicacia por encima del borde de suscopas.

Gloktacarraspeó.—El Maestre Kault mencionó algo interesante antes de su lamentable

muerte.—Cuente.—Al parecer, los Sederos tenían un cómplice en sus maquinaciones. Un

cómplicebastanteimportante.Unbanco.—Hummm,bastacondarlelavueltaaunSederoparaencontrarseunbanco

debajo.¿Quépasaconeso?—Verá, estoy convencido de que esos banqueros estaban al tanto de todo.

Del contrabando, de los fraudes, incluso de los asesinatos. Creo que losalentaron,inclusoesposiblequefueranellosmismosquienesdieranlasórdenesparaasípoderobtenermejoresinteresesdesuspréstamos.¿Leparecequeinicieunainvestigación,Eminencia?

—¿Québancoes?—ElValintyBalk.ElArchilectorpareciópensárseloduranteunos instantesmientrasmiraba a

Gloktaconsusaceradosojosazules.¿Estáinformadodelasactividadesdelossusodichosbanqueros?¿Sabedeellosmuchomásqueyo?¿Quéfueloquedijo

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Kault? ¿Quiere traidores, Glokta? Busque en el Pabellón de losInterrogatorios...

—No—soltóSultdegolpe—.Esosbanquerostienenmuybuenoscontactos.HaydemasiadagentequelesdebefavoresysineltestimoniodeKaultserámuydifícil que podamos probar algo. Ya tenemos lo que necesitábamos de losSederosy,además,tengounamisiónmásapremianteparausted.

Gloktaalzólavista.¿Otramisión?—Había pensado interrogar a los prisioneros que hicimos en la Sede del

Gremio,Eminencia,puedeque...—No —el Archilector interrumpió a Glokta agitando una de sus manos

enguantadas—.Esopuedellevarvariosmeses.HaréqueGoyleseencarguedelasunto—miróceñudoaGlokta—.Siaustednoleparecemal.

¿Demodoquesoyyoelquearael terreno,elqueplanta lassemillasyelqueriegalascosechasyluegovieneGoylearecogerlosfrutos?Gloktaagachóhumildementelacabeza:

—Porsupuestoqueno,Eminencia.—Bien. Supongo que estará informado de los extraños visitantes que

llegaronayeraAdua.¿Quévisitantes?Laespaldalehabíaestadomartirizandobastantedurantelas

últimassemanas.EldíaanteriorselashabíaarregladoparasalirdelacamaparaverlucharalcretinodeLuthar,perotodoelrestodeltiemposelohabíapasadoconfinadoensuminúsculahabitación,prácticamenteinmovilizado.

—Nosabíanada—selimitóaresponder.—Bayaz, el Primerode losMagos—Glokta volvió a esbozar una sonrisa,

peroelArchilectornosereía.—Seráunabroma,¿no?—Ojalálofuera.—Uncharlatán,¿nocree,Eminencia?—¿Quéibaasersino?Perosetratadeuncharlatánmuyespecial.Lúcido,

coherente,astuto.Lafarsaestámuybienmontada.—¿Hahabladoustedconél?—Lohehecho,sí.Yresultaincreíblementeconvincente.Sabemuchascosas,

muchas cosas queno tendría por qué saber.No se le puededesestimar así sinmás.Ignoroquiénes,perodesdeluegotienerecursosymuybuenasfuentesde

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información—elArchilector torció el gesto—.Le acompaña un renegado delNorte,unpedazodeanimal.

Gloktafruncióelceño.—¿Unnorteño?Noparecesuestilo.Suelensermásdirectos.—Lomismopiensoyo.—¿UnespíadelEmperador,quizás?¿Delosgurkos?—Puede ser. Los kantics son muy aficionados a las intrigas, pero suelen

actuar en la sombra. No les pega tanta teatralidad. Sospecho que la respuestapuedehallarsebastantemáscerca.

—¿Losnobles,Eminencia?¿Brock?¿Isher?¿Heugen?—Tal vez, tal vez —dijo pensativo Sult—. Andan bastante revueltos.

AunquetampococabedescartaranuestroviejoamigoelJuezSupremo.Parecíamuycontentocontodoelasunto.Estátramandoalgo,estoyseguro.

Losnobles,elJuezSupremo,losHombresdelNorte,losgurkbish:podríasercualquieradeellos,oninguno,pero¿quéesloquepretenden?

—Hayalgoqueno entiendo,Archilector.Si no sonmásqueunos simplesespías, ¿para qué tomarse tantas molestias? Sin duda hay formas mucho mássencillasdeentrarenAgriont.

—Ahíestáelproblema—elrostrodeSultsecontrajoenlamuecamásagriaque Glokta recordaba haberle visto nunca—. En el Consejo Cerrado hay unasientovacío,siemprelohahabido.Unatradiciónabsurda,unameracuestióndeprotocolo,unasiento reservadoparauna figuramíticao, en todocaso,muertahace cientos de años. Nadie imaginó que un día se presentaría alguien parareclamarlo.

—¿Ylohahecho?—¿Lohahecho?¡Lohaexigido!—elArchilectorselevantóysepusoadar

vueltasalrededordelamesa—.¡Losé!¡Esinconcebible!¡Unespía,unimpostorsurgidoasaberdedónde,accediendoalasdeliberacionesdelmáximoórganodegobiernodeLaUnión!¡Perocomotieneunoscuantosdocumentospolvorientos,resulta que somos nosotros quienes tenemos que desacreditarle a él! ¡Puedecreerlo!No,nopodíacreerlo.Perotampocovalelapenamolestarseendecirlo.

»He solicitado que se me conceda un tiempo para llevar a cabo unainvestigación—prosiguióSult—,peroelConsejoCerradonopuedepostergarsudecisiónindefinidamente.Sólodisponemosdeunpardesemanasparademostrar

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queesesupuestoMagoesunimpostor.Entretanto,susacompañantesyélestánalojadosenunasmagníficasestanciasenlaTorredelasCadenasynopodemoshacer nada para impedir que deambulen a sus anchas por Agriont, ¡causandotodoelmalquelesplazca!Algopodríahacerse...

—La Torre de las Cadenas es muy alta. Si alguien se cayera desde allíarriba...

—No. Aún no. Ya hemos tentado demasiado a la suerte en determinadoscírculos.Demomento,almenos,debemosprocurarnodarningúnpasoenfalso.

—Siempre cabe la posibilidad de someterlos a un interrogatorio. Si losarrestaranocreoquetardaramuchoenaveriguarparaquiéntrabajan...

—¡Ningúnpasoenfalso,hedicho!QuieroquevigileaeseMago,Glokta,aélyasusacompañantes.Averigüequiénesson,dedóndeproceden,quéesloquebuscan.Y, por encima de todo, averigüe quién está detrás de ellos y por qué.TenemosquedesenmascararaeseBayazdepacotillaantesdequepuedacausaralgúndaño irreparable.Unavezque lohayaconseguido,puedeustedemplearlosmétodosqueseanmásdesuagrado—Sultsediomediavueltayseacercóalaventana.

Glokta,entumecido,selevantótrabajosamentedelasilla.—¿Pordóndeempiezo?—¡Sígalos!—gritóimpacienteelArchilector—.¡Vigílelos!Fíjeseconquién

hablan, a qué se dedican. ¿No es usted Inquisidor, Glokta? —le espetó sinmolestarseendarselavuelta—.¡Pueshagapreguntas!

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Peoreslamuerte

—Buscamosunamujer—dijoeloficialmirándolescondesconfianza—.Unaesclavafugitiva,unaasesinamuypeligrosa.

—¿Una mujer, jefe?—inquirió perplejo Yulwei arrugando el ceño. —¿Ydicequeesmuypeligrosa,jefe?

—¡Sí,unamujer!—eloficial,impacientado,agitóunbrazo—.Alta,depelocortoyconunacicatrizenelrostro.Irábienarmada,seguramenteconunarco—justodelantedeél,conlavistaclavadaenelpolvodelcamino,estabaFerro,alta,depelocorto,conunacicatrizenelrostroyunarcocolgadodelhombro—.¡Lasmásaltas autoridades labuscan! ¡Una ladronayunaasesina, culpabledeinnumerablescrímenes!

Yulweisonrióconhumildadyextendiólasmanos.—No hemos visto a nadie así, jefe. Ya ve que mi hijo y yo no llevamos

armas—Ferromiróconaprensiónlaresplandecientehojacurvadelaespadaquetenía metida en el cinto. Pero no parecía que el oficial hubiera advertido supresencia.Lanzabamanotazos a unamoscamientrasYulwei proseguía con superorata—.Ningunodelosdossabríamosquéhacerconunarco,seloaseguro.Dios es nuestra única protección, jefe, Dios y los invencibles soldados delEmperador.

Eloficialsoltóunresoplido.—Sabiaelección,anciano.¿Quéletraeporaquí?—Mededicoalcomercio,voyaDagoskaacomprarespecias—yhaciendo

unapronunciadareverencia,añadió—,consuamablepermiso.—Comercia usted con los pálidos esos, ¿eh? ¡Maldita Unión!—el oficial

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escupióalsuelo—.Enfin,todoelmundotienequeganarselavida,aunqueseadeunamanera tanvergonzosa.Comerciemientraspueda,porquedentrodenomuchonovaaquedarnirastrodelospálidos.¡Losvamosaarrojaralmar!—eloficialhinchóelpechollenodeorgullo—.¡ElEmperador,Uthman-ul-Doshtlohajurado!¿Quéopinadeeso,eh,anciano?

—Oh, ése sí que será un gran día —dijo Yulwei volviendo a hacer unapronunciadareverencia—.¡QuieraDiosqueloveamospronto,jefe!

EloficialmiróaFerrodearribaabajo.—Suhijopareceunmuchachofuerte.Talvezvalieraparasoldado—dioun

pasoadelanteylecogióelbrazo—.Unbrazofuerte.Yodiríaqueunbrazoasípodríatensarunarcosiseleenseñaracómohacerlo.¿Quémedices,muchacho?LucharparamásgloriadeDiosydetuEmperador,esesíqueesuntrabajodehombres.¡Muchomejorqueandarderrengándoseparaganarunamiseria!—LacarnelehervíaaFerroenelpuntodondeelsoldadoteníaposadosusdedos.Lamanoqueteníalibresedeslizóhaciaelcuchillo.

—Ay —se apresuró a terciar Yulwei—, mi pobre hijo es... tonto denacimiento.Apenassisabehablar.

—Vaya.Unapena.Aunquetalvezllegueeldíaenquetengamosquerecurrira todos los hombres disponibles. Los pálidos esos serán unos bárbaros, perosabencombatir—eloficialsediomediavueltayFerro lemiróalejarseconelceñofruncido—.¡Estábien,puedenpasar!—ymoviólamanoindicándolesquesiguieran.Los ojos de sus soldados, que estaban tumbados a la sombra de laspalmeras que bordeaban el camino, los siguieronmientras pasaban delante deellos,aunquesinmostrardemasiadointerés.

Ferronoabriólabocahastaqueelcampamentonofuemásqueunpuntoenlalejanía,entoncesseencaróconYulwei:

—¿Dagoska?—Para empezar —dijo el anciano mientras echaba un vistazo a la árida

vegetacióndelallanura—.YluegohaciaelNorte.—¿HaciaelNorte?—CruzaremoselMarCircularparairaAdua.—¿Cruzarelmar?—sedetuvoenmediodelcamino—.¡Yuncarajo!—¿Por qué tienes que ponerle pegas a todo, Ferro? ¿Acaso prefieres

quedarteenGurkhul?

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—¡Los delNorte están locos, todo elmundo lo sabe! Pálidos, laUnión ocomosellamen.¡Todoslocos!¡GentesinDios!

Yulweialzóunaceja.—NosabíaqueestuvierastaninteresadaenDios,Ferro.—¡Almenosyoséquehayuno!—gritóseñalandoalcielo—.¡Lospálidos

esosnopiensancomonosotros,comolaspersonasdeverdad!¡Nonostratamoscon losdesucalaña! ¡Prefieroseguirentre losgurkos!Además, todavía tengomuchascuentaspendientes.

—¿Quécuentas?¿MataraUthman?Ferrofruncióelceño.—Puede.—Hummm—Yulwei se dio la vuelta y siguió andando—.No sé si te has

dadocuenta,Ferro,peroteestánbuscando.Sinmiayudanopodríasdarnidiezpasosseguidos.Esajaulatodavíaestáesperándote,¿yatehasolvidado?Sí,esaquehayfrentealpalacio.Estándeseandollenarla—Ferroapretólosdientes—.Uthman es el nuevo Emperador. Ul-Dosht le llaman. ¡El poderoso! ¡Eldespiadado!YaempiezanadecirquenohahabidounEmperadormásgrandeenlos últimos cien años. ¡Matar al Emperador!—Yulwei se rió—.Eres todo unpersonaje,tengoquereconocerlo.Todounpersonaje.

Ferrosiguióalancianocolinaarribaconelceñofruncido.Nopensabaserlamarionetadenadie.Yulweipodíahacerqueesossoldadossólovieranloqueélquisiera,yesoerauntrucomuybueno,perolollevabaclarosisecreíaqueibaaconvencerla para que fuera al norte. ¿Qué se le había perdido a ella con esosimpíospálidos?

Yulweiseguíariéndosecuandoledioalcance.—¡MataralEmperador!—exclamósacudiendolacabeza—.Metemoqueel

Emperador tendrá que esperar a que estés de vuelta. Me debes un favor,¿recuerdas?

Ferroloretuvoagarrándoledelbrazo.—¡Norecuerdoquedijeranadadecruzarelmar!—¡Niyorecuerdoquemelopreguntaras,Maljinn,ydeberíasalegrartedeno

haberlo hecho! —Yulwei se despegó suavemente los dedos de la mujer—.Porque,silohubierashecho,aestasalturasseríasunesqueletosecándosebajoelsoldeldesiertoynounapersonadecarneyhuesoqueanda rezongándomeal

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oído.Piensaeneso,¿quieres?Demomento, aquello bastó paramantenerla callada. Siguió caminando en

silencio, mirando con gesto torvo los matorrales mientras sus sandaliasrechinabansobreelpolvorientocamino.Sustrucoslehabíansalvadolavida,esonopodíanegarlo.

Perolollevabaclarosipensabaqueibaairalnorte.Lafortalezaestabaocultaenunacaletarocosa,perodesdedondeestaban,en

loaltodeunacantiladoachicharradoporelsolque lucíaasusespaldas,Ferrodistinguíaconbastanteclaridadsusilueta.Unaelevadamurallaquecircundabaunas hileras bien ordenadas de edificios, lo bastante numerosos como paraconstituirunapequeñaciudad.Juntoaella, tendidossobreelagua,habíaunosembarcaderosalargados.Amarradosalosembarcaderoshabíabarcos.

Unosbarcosenormes.Torresdemadera,fortalezasflotantes.Ferrojamáshabíavistounbarcoque

fuerani lamitaddegrandequeaquéllos.Susmástilesconformabanunbosqueoscuroqueserecortabasobreelbrillantefondodelagua.Diezdeellosestabanfondeados, pero algo más adentrados en la bahía había otros dos más, quesurcabanlentamentelasolasconsusenormesvelasondeandoalviento,repletosdeunasfigurasdiminutasquepululabanporlascubiertasotrepabanporlateladearañadelosaparejos.

—Yocuentodoce—murmuróYulwei—,perotútienesmejorvista.Ferro oteó la masa de agua. En un recodo de la costa, a unos treinta

kilómetros de distancia, vislumbró otra fortaleza y otro conjunto deembarcaderos.

—Porahíhaymás—dijo—,ochoonueve,todavíamásgrandes.—¿Másgrandesqueéstos?—Muchomásgrandes.—¡PorelalientodeDios!—musitóYulwei—.Jamáshabíanconstruidolos

gurkosunosbarcosdeesetamaño,nilamitaddegrandessiquiera,ymenosaúnentalcantidad.Entodoelsurnohaymaderasuficienteparaconstruirsemejanteflota.Debendehaberlacompradoenelnorte,alosestiriosprobablemente.

AFerro,losbarcos,lamaderayelnorteledabanigual.—¿Yesoqué?—Conuna flota de estas dimensiones los gurkos pasan a ser una potencia

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naval.PodríantomarDagoskaporlabahía,einclusoinvadirWestport.AFerroaquellosnombresdelugaresremotosnoledecíannada.—¿Yesoqué?—Esquenotedascuenta,Ferro,tengoquepreveniralosdemás.¡Tenemos

quedarnosprisa!—Selevantódelsueloyregresóapresuradamentealcamino.Ferro soltó un gruñido.Volvió a echar un vistazo a las enormes cubas de

maderaquediscurríanporlabahíayluegoselevantóysiguióaYulwei.Barcosgrandes, barcos pequeños... ¡qué más daba! Por ella como si los gurkosconvertíanenesclavosatodoslospálidosquehubierasobrelafazdelatierra.

Siesoservíaparaquedejaranenpazalagentedeverdad...—¡Apártense del camino!—el soldado espoleó sumontura y se acercó a

ellosconellátigoenalto.—¡Mil perdones, jefe! —gimió Yulwei y, tras postrarse en el suelo, se

escabulló hacia la hierba que había a un lado del camino arrastrando a surenuentecompañeraporelcodo.Desde losmatojos,Ferroobservó lacolumnaquedesfilabalentamentepordelantedeella.Unasucesióndefigurasdelgadas,andrajosas, suciasydeexpresiónausente,queavanzabanatadas lasunasa lasotrasconlosojosclavadosenelsuelo.Hombresymujeresdetodaslasedades,niños incluso. Lo menos serían cien personas, tal vez más. Seis guardasmarchabanasulado,cabalgandoconsolturasobresusaltassillasdemontarconloslátigosenrolladosenlasmanos.

—Esclavos—Ferrosepasólalenguaporsuslabiosresecos.—En Kadir se han rebelado —dijo Yulwei contemplando ceñudo la

desdichada procesión—. Estaban hartos de formar parte de la gloriosa naciónGurkhulypensaronquelamuertedelEmperadorlesofreceríalaoportunidaddeindependizarse. Todo parece indicar que estaban equivocados. El nuevoEmperador es aún más duro que el anterior, ¿eh, Ferro? Su revuelta ya hafracasado.ParecequetuamigoUthmanhadecididotomaresclavosparaquelessirvadeescarmiento.

Ferrose fijóenunamuchachaescuálidaqueavanzabaarrastrandosuspiesdesnudosporelpolvo.¿Quétendría,treceaños?Noerafácilsaberlo.Surostroapáticoestabacubiertodemugre.Uncortepustulosolecruzabalafrenteyensuespaldaseapreciabanvariosmás.Marcasdelátigo.Ferrotragósalivamientrasobservaba a lamuchacha seguir su penosamarcha. Un anciano que iba justo

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delantedeellatropezóycayódebrucesalsuelo,haciendoquetodalacolumnasepararadegolpe.

—¡Muévete!—ladróunodelosjinetes,espoleandosucaballoparaacercarsea él—. ¡Ponte de pie!—el anciano se revolvía en el polvo—. ¡Muévete!—ellátigodelsoldadorestallóenelaireyunalargamarcadesangreaparecióenladescarnadaespaldadelanciano.ElrostrodeFerroseretorciódedolorysintióunhormigueoenlaespalda.

Enellugardondeellateníasuspropiascicatrices.Eracomosiellatigazoselohubierandadoaella.YnadiepodíadarunlatigazoaFerroMaljinnyseguirconvida.Yano.Se

sacudióloshombrosyelarcocayóensusmanos.—¡Calma, Ferro! —musitó Yulwei cogiéndola del brazo—. ¡No puedes

hacernadaporellos!Lamuchachaseagachóparaayudaralevantarsealancianoesclavo.Ellátigo

restalló de nuevo, los alcanzó a ambos y se oyó un aullido de dolor. ¿Quiénhabíagritado,elanciano,lamuchacha?

¿OquizáshabíasidoFerro?SesacudiólamanodeYulweiysacóunaflecha.—¡Aesecabrónsíquelopuedomatar!—gruñó.Elsoldadovolviólacabeza

haciaellosylosmiróconcuriosidad.YulweivolvióasujetarlamanodeFerro.—¿Y luego qué? —murmuró—. Aunque mataras a los seis, ¿luego qué?

¿Tienes agua y comida para cien esclavos? ¿Eh?Porque si es así, te lo teníasmuybienguardado.¿Yquépasarácuandoechenenfaltalacolumna?¿Eh?¿Ycuando descubran que han matado a los guardas? ¿Qué pasará entonces?¿Puedesocultaracienesclavos?¡Porqueyo,desdeluego,nopuedo!

Apretandolosdientesyresoplandoporlanariz,FerroclavólamiradaenlososcurosojosdeYulwei.Quizásdeberíavolveraintentarmatarlo.

No.Teníarazón,malditasea.Pocoapoco,consiguiótemplarunpocosurabia.

Tirólaflechaalsueloysevolvióhacialacolumnadeesclavos.Unairaintensacomo el hambre le roía las entrañas mientras veía al anciano avanzar atrompiconesseguidodelamuchacha.

—¡Eh, tú! —el soldado se acercaba a ellos espoleando suavemente sumontura.

—¡Miraloquehasconseguido!—mascullóYulweiy,actoseguido,hizouna

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reverencia,sonriendo,restregandolospiesenelsuelo—.Lepidodisculpas,jefe,mihijoes...

—¡Cierralaboca,viejo!—elsoldadocontemplóaFerrodesdelaalturadelasilla—.Dime,muchacho,¿tegustalachica?

—¿Qué?—mascullóentredientes.—Noseasvergonzoso—dijorisueñoelsoldado—.Mehefijadoenque la

estabasmirando—sevolvióhacialacolumna—.¡Detenedlosahí!—gritó,ylosesclavos se pararon en seco. Luego se inclinó hacia la huesuda muchacha y,agarrándoladelasaxilas,lasacóbruscamentedelacolumna.

—Estábastantebien—dijoarrastrándolahaciaFerro—.Unpocojoven,peroyaestáapunto.Si la limpias,quedaráperfecta.Cojeaunpoco,sí,peroesosecura, les hemos llevado amarchas forzadas. Tiene una dentadura estupenda...¡enséñalelosdientes,zorra!—loslabiosagrietadosdelamuchachasesepararonlentamente—.Unabuenadentadura.¿Quémedices,chico?¡Teladejoendiezmonedasdeoro!¡Abuenprecio!

Ferrocontempló inmóvila lamuchacha,que ledevolvió lamiradaconsusgrandesojosinexpresivos.

—¡Mira!—dijo el soldado inclinándose sobre su silla—. ¡Vale el doble yademásnohayningúnriesgo!CuandolleguemosaShaffalesdiréquesemurióporelcamino.¡Anadielesorprenderá,ocurremuyamenudo!¡Yoganodiezytúteahorrasdiez!¡Todossalimosganando!

Todossalimosganando.Ferromiróalguarda.Elsoldadosequitóelcascoyselimpióelsudordelacaraconeldorsodelamano.

—Calma,Ferro—susurróYulwei.—¡Está bien, que sean ocho!—exclamó el soldado—. ¡Tiene una sonrisa

muybonita!¡Muéstralecómosonríes,zorra!—lascomisurasdeloslabiosdelamuchacha securvaron levementehaciaarriba—. ¡Loves! ¡Ocho,y te laestoyregalando!

Ferroteníalospuñosapretadosylasuñasdelosdedosseleclavabanenlapalmadelasmanos.

—Calma,Ferro—volvióaadvertirleYulweiconunsusurro.—¡PorlosdientesdeDios,muchacho,esunaganga!Vale,teladejoensiete.

¡Siete,ynosehablemás!—elsoldado,frustrado,agitósucascoenelaire—.¡Silausasconunpocodecuidado,dentrodecincoañosvaldrámuchomás!¡Esuna

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inversión!Teníaelrostrodelsoldadoamenosdeunmetro.Podíadistinguircadaunade

las gotas de sudor de su frente, cada uno de los pelos de sus mejillas, cadamancha,cadahendidura,cadaunodelosporosdesupiel.Casipodíaolerlo.

Lanecesidaddebeberdeunapersonaverdaderamentesedientaestangrandeque, pese a lomal quepuede sentarle, con tal de saciarla será capazdebeberorina,aguasaladaoaceite.Ferrohabía tenidoocasióndecomprobarlocuandoestuvo en las estepas.Así era también la necesidad que ella sentía dematar aaquelhombre.Queríadesgarrarloconlasmanos,arrebatarle lavida,arrancarlelacaraamordiscos.Eldeseoeratanintensoqueapenaspodíaresistirlo.

—¡Calma!—susurróYulwei.—Nopuedopagarla—seoyódecirFerro.—¡Ya podías haberlo dicho antes, muchacho, me habría ahorrado las

molestias!—el soldadosecalóelcasco—.En fin, tampocopuedo reprocharteque la miraras, la verdad es que está bastante bien—se agachó, agarró a lamuchachadeunbrazoylaarrastróhaciadondeestabanlosdemásesclavos—.¡Pagarán veinte monedas por ella en Shaffa! —gritó girando la cabeza. Lacolumnareemprendió lamarcha.Ferrosiguióa lamuchachacon lavistahastaque losesclavos,cojeando,dando tumbos,arrastrando lospies,desaparecierontrasunpromontoriocaminodelaesclavitud.

Ahorasentíafríoyunaespeciedevacíointerior.Teníaquehabermatadoaeseguardasinpreocuparsedelasconsecuencias.Almenoshabríallenadoaquelvacío,aunquesólofueraduranteunrato.Eraasícómofuncionabanlascosas.

—Yocaminéenunacolumnacomoésa—dijolentamente.Yulweiexhalóunprolongadosuspiro.—Losé,Ferro,losé,peroeldestinodecidiósalvarte.Muéstrateagradecida

porello,siesquesabeshacerlo.—Teníaquehabermedejadoquelomatara.—Puaj —basqueó asqueado el anciano—. Apuesto lo que sea a que si

pudieras no dejarías a nadie vivo en el mundo. ¿No anida en tu pecho nadaapartedeesedeseodematar,Ferro?

—Hubomás cosas—masculló—, pero me las arrancaron a latigazos. Noparandeazotartehastaqueestánsegurosdequeyanotequedanadadentro—Yulwei permanecía quieto mirándola con gesto compasivo. Era extraño, pero

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aquellaformademirarlayanoleirritabatantocomoantes.—Lo siento,Ferro.Lo sientopor ti y por ellos—y, sacudiendo la cabeza,

volvióalcamino—.Peropeoreslamuerte.Ferro permaneció quieta durante un instante contemplando el polvo que

levantabalacolumna.—Eslomismo—dijoenvozbaja.

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Bichosraros

Logen se apoyó en el antepecho del balcón, entrecerró los ojos paraprotegersedelabrillanteluzmatinalycontemplólavista.

Parecía haber pasado siglos desde que hizo esomismo en el balcón de sucuartodelabiblioteca.Lasdosvistasnopodíansermásdistintas.Porunlado,elamanecersobreelquebradotapizdeedificios:caluroso,brillante,llenoderuidosdefondo.Porotro,elbrumosopaisajedelgélidovalle:suave,vacíoysilenciosocomolamuerte.Recordabaaquellamañana,recordabaquesehabíasentidounhombrediferente.Ahora también se sentíaunhombrediferente.Unverdaderoestúpido.Empequeñecido,asustado,feoyconfuso.

—Logen—Malacussalióalbalcónysepusoasulado.Mirósonrientealsolyluegobajólavistaparaadmirarlabahía,pobladayadenumerososbarcos—,hermosolugar,¿eh?

—Sitúlodices,peronoestoymuysegurodequeamímeloparezca.Todaesagente...—Logensintióunescalofrío—.Noesnormal.Measusta.

—¿Asustado?¿Usted?—Siempre—desde que llegaron, Logen apenas había podido conciliar el

sueño.Demasiadocalor,demasiadasestrechuras,demasiadapeste.Losenemigospuedenserterroríficos,peroalosenemigosselespuedecombatiryacabarconellos.Logenpodíaentenderqueleodiaran.Peronohabíaformadecombatirelanonimato, la indiferencia y el estruendode la ciudad. Parecía sentir odio portodo—.Estelugarnoesparamí,mealegrarédedejarlo.

—Puedequetardemosalgúntiempoenirnos.—Lo sé —Logen respiró hondo—. Por eso iba a bajar para echarle un

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vistazoaAgriontaverquépuedosacarenclarosobreelsitioeste.Cuandohayquehaceralgo,lomejoresnodemorarloparanotenerquevivirtemiéndolo.Esoeraloquesolíadecirmemipadre.

—Buenconsejo.Leacompañaré.—No—Bayazestabaenelumbralmirandoasuaprendizconcaradepocos

amigos—. Su progreso durante estas últimas semanas ha sido calamitoso,inclusoparaalguiencomousted—diounpasoysalióalbalcón—.Lesugieroquemientrasestemosociosos,aguardandoaqueSuMajestadtengalaveniaderecibirnos,aprovecheparaseguirestudiando.Puedequetardebastanteenvolverapresentarseunaocasióncomoésta.

Malacussemetiódentrosinpermitirsesiquieraecharunamiradaatrás.Sabíaquenoeraunabuenaideabuscarlelascosquillasasumaestrocuandoestabaasí.NadamásponerelpieenAgriont,elbuenhumordeBayazsehabíaesfumado,ytodoparecíaindicarqueibaatardarbastanteenrecobrarlo.Logen,desdeluego,nopodía reprochárselo;al finyalcabo,el tratoque leshabíandispensadoeramás propio de unos prisioneros que de unos huéspedes. No sabía mucho deprotocolo,peropodíaimaginarloquesignificabaquetodoelmundolesmiraraconmalosojosyquehubierasoldadoscustodiandolaspuertasdesusaposentos.

—Nopuedeimaginarselomuchoquehacrecido—gruñóBayazabarcandocon una mirada ceñuda la enorme extensión de la ciudad—. Me acuerdo decuandoAduanoeramásqueunmontóndechozasapiñadasentornoalaCasadelCreadorcomomoscasalrededordeunaboñigafresca.Entoncesnoerantanarrogantes,puedecreerme.VenerabanalCreadorcomoaunDios.

Se arrancó ruidosamente un gargajo de la garganta y lo escupió al vacío.Logen vio cómo salvaba el foso y desaparecía entre los edificios blancos quehabíaalotrolado.

—Fui yo quien les di esto—masculló Bayaz. Logen comenzó a sentir ladesagradable sensación que solía embargarle siempre que el anciano estabacontrariado—.Lesdilalibertad,¿ycómomeloagradecen?¿Coneldesdéndeunosfuncionarios?¿Deunosrecaderosengreídos?—Unapequeñaexcursiónaesemundodelocurayrecelosdeahíabajocomenzabaaparecerunaalternativabastanteapetecible.Logenseescurrióhacialapuertaysemetióenlahabitación.

Tal vez estuvieranprisioneros, peroLogennopodíamenosde admitir quehabía conocido prisiones bastante peores que aquella. El salón circular al que

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dabansusaposentoseradignodeunreyo,almenos,aélseloparecía:robustassillasdemaderaoscuraprimorosamentetalladas,paredesdecoradascongruesostapicesconrepresentacionesdebosquesyescenasdecaza.SeguroqueBethodsehabríasentidomuyagustoenunasalacomoaquélla.Logen,encambio,sesentía comounpez fueradel aguay andaba siempredepuntillaspormiedo aromperalgo.Enelcentrodelacámara,encimadeunamesa,habíaunajarraaltapintada con flores de brillantes colores. Logen lamiró con recelomientras sedirigíaalasescalerasparabajaraAgriont.

—¡Logen! —la silueta de Bayaz, enmarcada en el umbral del balcón, lemirabaconelceñofruncido—.Tengacuidado.Ellugarpuedeparecerextraño,perosushabitanteslosonaúnmás.

Elaguaborboteabaespuma,elevándoseenunestrechochorroquebrotabadeun tubodemetalcon formadebocadepez,y luegosedesparramabaporunaamplia tazadepiedra.Una fuente, así lahabía llamadoaquel jovenarrogante.Habíatuberíasbajotierra,esohabíadicho.Logenseimaginóquebajosuspiesdiscurríanunosarroyossubterráneosqueanegabanloscimientosdetodoaquellugar.Sólodepensarloledabavértigo.

La plaza era inmensa: una enorme llanura de losas circundada por losimponentesfarallonesblancosdelosedificios.Unosfaralloneshuecos,llenosdepilaresyrelieves,sembradosdeluminososventanalesyplagadosdegente.Algoraro pasaba aquel día.Alrededor de los lejanos contornos de la plaza estabanerigiendo un enorme armazón inclinado sustentado con vigas de madera. Unauténtico ejército de obreros se desplegaba sobre él dando tajos, pegandomartillazos, columpiándose sobreclavijasy juntasy lanzándose imprecacionesunosaotros.Portodasparteshabíamontañasdetablonesytroncos,barrilesdeclavos, pilas de herramientas, en unas cantidades que hubieran bastado paraconstruirdiezpoderosasmurallas,másincluso.Enalgunoslugareslaestructuraseelevabayabastantesobreelsuelo,montadasobreunospostesqueseerguíanenelairecomolosmástilesdeunosbajelesenormeshasta igualar laalturadelosdescomunalesedificiosqueteníandetrás.

Logen, con lasmanos en las caderas, contemplaba boquiabierto el enormearmazón de madera, su utilidad constituía todo un misterio. Se acercó a unhombre bajo y musculoso que llevaba un delantal de cuero y serrabafuriosamenteuntablón.

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—¿Quéesesto?—¿Eh?—eltiponisiquieralevantólavistadesutrabajo.—Esto.¿Paraquées?El serrucho acabó de morder la madera y un trozo del tablón se estrelló

contraelsuelo.Elcarpinteroaupóelrestodeltablónylopusoenunmontónqueteníaallado.LuegosediolavueltaymiróaLogencondesconfianzamientrassesecabaelsudordelafrente.

—Unatribuna.Depieydeasiento—Logenlemiróatónito.¿Cómosepodíaestarsentadoydepiealavez?—.¡ParaelCertamen!—legritóelcarpinteroalacara. Logen retrocedió lentamente. Sandeces. Palabras sin sentido. Se dio lavuelta y se alejó a toda prisa procurando no pasar demasiado cerca de laestructurademaderaydeloshombresquehabíaencaramadosaella.

De pronto, se encontró enmedio de una amplia calle, un profundo cañónflanqueado por enormes edificios blancos. A ambos lados, frente a frente, seerguíanunasestatuasde tamañosuperioralnaturalquemirabanconexpresiónceñudaalostranseúntesquedeambulabanapresuradamentebajoellas.Laquelequedabamáscercaleresultóextrañamentefamiliar.Logenseacercó,lamiródearribaabajoyensuslabiossedibujounasonrisa.ElPrimerodelosMagoshabíaganadoalgodepesodesdequeloesculpieron.Talvezhubieraabusadounpocode la comida durante su estancia en la biblioteca. Logen se volvió hacia unhombrecilloconunsombreronegroquecaminabaconunvoluminosolibrobajoelbrazo.

—Bayaz—dijoseñalandoalaestatua—.Esamigomío—elhombrelemirófijamente,luegomirólaestatua,volvióamirarleaél,y,actoseguido,semarchóapresuradamente.

Las estatuas se prolongaban a ambos lados de la avenida. Los reyes de laUnión,supusoLogen,eranlosquesealineabanalaizquierda.Algunosllevabanespadas,otrospergaminosobarcosenminiatura.Habíaunoconunperroalospiesyotroconunagavilladetrigobajoelbrazo,peroquitandoesosdetallesnohabíanadaquepermitieradistinguirlos.Todosllevabanlasmismascoronasaltasylucíanidénticogestoceñudo.Viéndolosasícualquieradiríaquedesuslabiosjamáshabíasalidoningunaestupidez,quenuncahabíanhechoningunatontería,quejamáslahabíancagado.

Logen oyó unos pasos apresurados a su espalda y se dio la vuelta justo a

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tiempodeveraljovenarrogantedelabarbacanatrotandoporlaavenidaconlacamisaempapadadesudor.Noconseguíaimaginarseadóndepodíaircontantasprisas, pero con el calor que hacía ni loco iba a ponerse a correr con él parapreguntárselo.Además,aúnteníaqueresolvermuchosotrosenigmas.

La avenida desembocaba en un inmenso espacio verde. Era como si unasmanosgiganteshubieranarrancadountrozodecampoylohubieranarrojadoenmediode loscolosalesedificios.Aunque laverdadesque teníamuypocoqueverconeltipodecampoalqueLogenestabaacostumbrado.Lahierbaeramuylisa, un tapiz de un intenso color verde, y estaba cortada casi al raso. Habíaflores, pero crecían formando hileras, círculos y líneas rectas de brillantescolores.Había lozanos árboles y arbustos, todos ellos apretujados, cercados yrecortados con las formas más extrañas que pueda imaginarse. Incluso habíaagua:burbujeantes arroyuelosquediscurrían sobreunos escalonesdepiedraytambién un enorme estanque plano flanqueado por unos árboles de aspectotristón.

Las minúsculas piedras grises del camino crujían bajo sus botas mientrasLogen deambulaba por el cuadrado de verdor. Mucha gente había acudido aaquellugarparagozardelsol.Sesentabanenlasbarcasdellagodeminiaturayremaban pausadamente dando vueltas ymás vueltas sin ir a ninguna parte.Oharaganeabanenlahierbamientrasbebíanycharlaban.Algunos,alveraLogen,leseñalabanconeldedoysoltabanungrito,otrosintercambiabansusurrososeescabullían.

Elaspectodeaquellamultitudleresultabasumamenteextraño,sobretodoelde las mujeres. Unos seres pálidos y fantasmales, envueltos en complicadostrajes,quellevabanelcabellorecogidoenaltoconalfileresypeinetasylucíanunossombrerosdiminutosounasplumastanenormescomoextravagantes.Lespasaba lo mismo que a la gran jarra de la cámara circular: era demasiadoestrechayfrágilparateneralgunautilidadyelexcesodedecoraciónsóloservíapara afearla. Pero como tenía mucho tiempo, cuando pasaba cerca de ellas,probaba suerte y las sonreía. Algunas parecían conmocionadas, otras sequedabanconlabocaabiertadelespanto.Logensuspiró.Laviejamagiaseguíaviva.

Unpocomásadelante,enotragranplaza,Logensedetuvoparacontemplarungrupode soldados que hacían la instrucción.En este caso no se trataba de

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mendigosnidejóvenesafeminados,sinodeunoshombresdeverdad,provistosdepesadasarmaduras,conunospetosyespinillerasrelucientescomoespejos,yarmados de largas picas que llevaban apoyadas al hombro. Estaban formadosmuy juntos, cada hombre idéntico al de al lado, en cuatro cuadrados de unoscincuenta hombres cada uno, y se movían tan poco como las estatuas de laavenida.

Alavozdemandodeunhombrebajovestidoconunacasacaroja—sujefe,supusoLogen— lamasa de soldados diomedia vuelta, emparejó las lanzas ycomenzóaavanzarporlaplaza,haciendoresonarlasbotassobreelpavimento.Todosellosuniformadosdelamismamanera,provistosdelasmismasarmasymoviéndosealunísono.Eraunauténticoespectáculoveruncuadradodemetalreluciente,encrespadodebrillantespuntas,avanzarconpasouniformecomosise tratara de un enorme erizo cuadrado con dos centenares de patas.Un armaletal para enfrentarse en terreno llano contra un enemigo que tuviera delante.Logen, sin embargo, albergaba seriasdudas sobre su efectividadenun terrenorocoso,bajoelazotedela lluviaoenunenmarañadobosque.Cargadosconelpesode susarmaduras,no tardaríanen fatigarse, ¿yquépasaría si el enemigolograba romper su formación? ¿Cómo reaccionarían unos hombresacostumbrados a tener siempre a alguien pegado al lado? ¿Sabrían combatirsolos?

Logen prosiguió su marcha. Avanzando con paso lento y pesado, cruzóamplios patios, bordeó jardines, pasó junto a burbujeantes fuentes y soberbiasestatuas,recorriócuidadascallejuelasyanchasavenidas.Subióybajóangostasescalinatas, atravesó puentes que cruzaban arroyos, carreteras u otros puentesmás bajos. Vio guardias, ataviados con no menos de una docena de libreasdistintas,acualmásespléndida,quecustodiabaninnumerablesverjas,murosypuertas, y ninguno de los cuales se privó de lanzarle una mirada llena desuspicacia.Elsolascendíaenelcielo,losaltosedificiosblancossesucedíanunotrasotroyLogenempezabaasentirmolestiasenlospies,estabadesorientadoyledolíaelcuellodetantomirarparaarriba.

Laúnicapresenciaconstantedurantetodoelpaseohabíasidolamonstruosatorre que descollaba sobre todo cuanto la rodeaba, haciendo que hasta losedificiosmásgrandesparecieranpequeñosencomparación.Siempreestabaahí,apareciendo por el rabillo del ojo, asomando en la lejanía por encima de los

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tejados.Pocoapoco,suspasossefueronencaminandohaciaella.Porfin,llegóaundescuidadorincóndelaciudadelaqueseencontrabaasusombra.

Encontró un vetusto banco junto a un trozo de hierbamal cuidada, tras elcual se alzaba un gran edificio en ruinas, comido por elmusgo y la hiedra, ycuyotejadosehabíadesmoronadoporelcentroyhabíaperdidonumerosastejas.Se dejó caer en el banco, infló los carrillos y contempló con gesto ceñudo laenormesiluetaquesealzabatraslosmuros:unasombraoscurarecortadasobreelcieloazul,unamontañaconstruidaporelhombreconunapiedraárida,adusta,inerte.Ningunaplantatrepabaporlaimponentemole,nisiquieraseadvertíaunmíseromojóndemusgoentrelosintersticiosdelosgrandessillaresdepiedra.LaCasadelCreador,asílahabíallamadoBayaz.NoseparecíaaningunacasaquehubieravistoLogen.Noteníatejadoyensusparedesdesnudasnoseabríannipuertasniventanas.Erasimplementeunhazformadoporunosdescomunalesypuntiagudos pilares de roca. ¿Qué necesidad había de construir algo así degrande? ¿Y quién demonios era el tal Creador? ¿Eso era todo lo que habíacreado?¿Unacasaenormeeinútil?

—¿Leimportaquemesiente?—Delantedeél,mirándole,habíaunamujerqueseajustababastantemásasuconceptodelsexofemeninoquelasextrañascriaturas fantasmales que había visto en el parque. Una mujer guapa con unvestidoblancoyelrostroenmarcadoporunamelenamorena.

—¿Quesimeimporta?Claroqueno.Escurioso,peronadiequieresentarseamilado.

Lamujersedejócaerenelextremoopuestodelbanco,seagarrólabarbillacon las manos, apoyó los codos en las rodillas y, alzando la vista, miró sinmuchointeréslatorrequesealzabafrenteaella.

—Alomejoresqueletienenmiedo.Logensefijóenunhombreque llevabaunfajodepapelesbajoelbrazoy

que,alpasarpordelantedeellos,apretóelpasomientraslemirabaconlosojosmuyabiertos.

—Esomismoempezabaapensaryo.—Laverdadesquetieneustedunaspectounpocopeligroso.—¿Noquerrádecirmásbienhorrendo?—Yosémuybienloquequierodecir,yquierodecirpeligroso.—Bueno,lasaparienciasengañan.

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Lamujeralzóunacejaylomiródearribaabajo.—Demodoqueesustedunhombredepaz,¿eh?—Hummm...nodel todo—seestudiaronelunoalotromirándosedelado.

Aquellamujer no parecía tenerlemiedo, ni despreciarle; de hecho, ni siquieraparecíaqueleinteresaragrancosa—.¿Ycómoesqueustednotienemiedo?

—SoydeAngland, conozcoamuchagentecomousted.Además—añadiódejando caer la cabeza en el respaldo del banco—, nadie más quiere hablarconmigo.Estoydesesperada.

Logensemiróelmuñónde sudedoy lomoviódeatrásadelanteparaverhastadondellegaba.

—Síquedebedeestarlo.YosoyLogen.—Mejorparausted.Porqueyonosoynadie.—Todoelmundoesalguien.—Yono.Nosoynada.Soyinvisible.Logen miró a la mujer con el ceño fruncido: estaba vuelta hacia él,

arrellanada en el banco al sol; su cuello, largo y suave, estirado, su pechosubiendoybajandopausadamente.

—Puesyolaveo.Lamujeralzólacabezaparamirarle.—Usted...esuncaballero.Logensoltóunarisotada.Lehabíanllamadomuchascosasensuvida,pero

esonunca.Lajovennoparecíacompartirsuregocijo.—Nopertenezcoaestelugar—dijocomosihablaraconsigomisma.—Niyo.—No.Peroésteesmipaís—lamujerselevantó—.Adiós,Logen.—Quelevayabien,nadie—lamujersediomediavueltaysealejó.Logen

se la quedó mirando sacudiendo la cabeza. Bayaz tenía razón. El lugar eraextraño,perosushabitantesloeranaúnmás.

Logen se despertó sobresaltado, parpadeó y miró desconcertado a sualrededor.Estabaoscuro.Nocompletamenteoscuro,porsupuesto,ahíseguíaelomnipresenteresplandordelaciudad.Leparecíahaberoídoalgo,peroahorayano se percibía nada.Hacía calor.Un calor envolvente y sofocante, que el airepegajosoqueentrabaporlaventanaabiertanocontribuíaprecisamenteaaliviar.Soltó un gruñido, se bajó lasmantas humedecidas hasta la cintura, se frotó el

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pechoconlasmanosparalimpiarseelsudoryluegoselassecóenlaparedquehabíadetrásde lacama.Cerró losojos,pero la luz leatravesaba lospárpados.Aunque tampoco era ése elmayor de sus problemas.Digamos esto de LogenNuevededos:teníaganasdeorinar.

Por desgracia, en un lugar como aquel no se podía orinar en un simplecacharro.Teníanunacosaespecialparaeso,unaespeciedetablónplanoconunagujero, que había en una pequeña habitación. Cuando llegaron había estadoinspeccionando el agujero tratando de adivinar para que servía. Parecía muyhondoyolíabastantemal.Malacus lehabía explicado su función.Un inventobárbaro y absurdo. Había que sentarse sobre la dura madera mientras unadesagradablecorrientedeaireteoreabalaspartes.Pero,porloquealcanzabaaentenderLogen,enesoconsistíalacivilización.Unasgentesque,afaltadealgomejorquehacer,empleabansutiempoenencontrarlamaneradequelascosasmássencillasresultarandifíciles.

Salió a trompicones de la cama y avanzó a tientas en la oscuridad endirección hacia el lugar donde creía que estaba la puerta.Demasiada luz paradormirydemasiadapocaparapoderver.

—Malditacivilización—masculló,y,trasdescorreratientaselcerrojo,posósigilosamente sus pies desnudos en el suelo de la gran sala circular a la quedabansusaposentos.

Hacía fresco, bastante fresco.Después de haber padecido el calor húmedodeldormitorio,supieldesnudaagradecíaaquellasensacióndefrescor.¿Porquénolehabíanpuestoadormirallíenlugardeenelhornoesedeallado?Conlacabeza embotada aún por el sueño, escudriñó las oscuras paredes tratando deadivinarcuáldelasborrosaspuertaseralaquedabaalatablaparaorinar.Dadalamalasuertequesolíatener,lomásprobableesquesemetieraporerrorenlahabitacióndeBayazyleorinaraencimaalPrimerodelosMagos.Justoloquefaltabaparaacabardeagriarleelhumor.

Diounpasoadelante.Supiernachocóconlaesquinadeunamesayseoyóuntraqueteo.Soltóunamaldición,seagarrósuespinillalastimaday,depronto,seacordódelajarra.Seechóhaciadelanteylacogióporelbordejustoantesdeque se cayera. Sus ojos ya empezaban a acostumbrarse a la penumbray pudodistinguir las flores que decoraban su fría y lustrosa superficie. Se disponía acolocarladenuevoenlamesa,cuandoseleocurrióunaidea.¿Paraquéseguir

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dandovueltascuandoahímismoteníauncacharroquelepodíaserviralasmilmaravillas? Miró furtivamente a uno y otro lado y luego colocó la jarra enposición...entoncessequedóhelado.

Noestabasolo.Había alguien más en la sala, una silueta difusa, alta, esbelta. Logró

distinguirunacabellera largaque flotabamovidapor la levebrisaqueentrabaporlaventana.Forzólavistaperonoconsiguiódisiparlaoscuridad.

—Logen...—unavozfemenina,bajaysuave.Nolehacíanipizcadegraciacómosonabaesavoz.Hacíafríoenlahabitación,muchofrío.Logenapretóconfuerzalajarra.

—¿Quiéneres?—leparecióque suvoz roncaatronabaenmediodeaquelsilencio sepulcral. ¿No estaría soñando? Sacudió la cabeza y agarró con másfuerzalajarra.Parecíareal.Horriblementereal.

—Logen...—lamujer se le acercaba lentamente.La tenue luzque entrabaporlaventanaleiluminóunladodelacara.Unamejillablanca,laórbitadeunojoenvueltoensombras,lacomisuradeunoslabios.Luegovolvióahundirseenlaoscuridad.Algoteníaesacaraqueleresultabafamiliar.Sindejardemiraralasilueta,Logenretrocedióparainterponerlamesaentreellosmientrashurgabaensumemoria.

—¿Quéquieres?—teníaunasensaciónfríaenelpecho,unamalasensación.Sabíaquedeberíaestarpidiendoayudaagritos,quedebíadespertaralosdemás,peroporalgunarazónantes teníaqueadivinarquiéneraesamujer.Necesitabasaberlo.Elaireeragélido;Logencasidistinguíaelvahodesualientodelantedesucara.Suesposaestabamuerta, losabía,muertayfría.Habíavueltoalbarrohacíamuchotiempo,enunlugarmuylejano.Habíavistoconsuspropiosojoslaaldea incendiada, reducidaacenizas, sembradadecadáveres.Suesposaestabamuerta,y,sinembargo...

—¿Thelfi?—susurró.—Logen...—¡Era suvoz! ¡Suvoz!LabocadeLogen se abrió. Iluminada

por la tenue luz de la ventana vio lamano que le tendía lamujer.Unamanoblanquecina, de dedos pálidos, de uñas blancas. La habitación estaba helada,completamentehelada—.¡Logen!

—Estásmuerta—alzólajarradispuestoarompérselaenlacabeza.Lamanoselanzóhaciaélconlosdedosextendidos.

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De pronto, la habitación resplandeció como si fuera de día. Más aún.Resplandecíaconunbrillohiriente.Losdifusoscontornosdelaspuertasydelosmueblessetransformaronenbordesblancoscondensassombras.Logenapretólosojos,secubrióconunbrazoyretrocediójadeandohacialapared.Seoyóunruido ensordecedor, como si se hubiera producido un corrimiento de tierras,luegouncrujidodesgarradorcomoeldeunárbolgigantescoquesedesplomara,y la sala quedó impregnada de un apestoso olor a madera quemada. Logenentreabrióunojoymiróporentrelosdedos.

Lacámarahabíaexperimentadounaextrañatransformación.Estabaotraveza oscuras, aunque no tanto como antes. En el lugar que ocupara el balcón seabría un enorme boquete por el que se colaba la luz.Dos de las sillas habíandesaparecidoyunatercerasetambaleabasostenidasobretrespatas;susbordesquebradosrefulgíancomosillevaranunbuenratoardiendo.Lamesa,quehacíasólouninstanteseencontrabajuntoaél,estabapartidaendosenelotroextremodelahabitación.Unapartedeltechohabíasidoarrancadadecuajodelasvigasyel suelo estaba cubierto de trozos de piedra y escayola, maderas astilladas,fragmentosdecristal.Delamisteriosamujernohabíanirastro.

Bayazseabriópasoenmediodeaqueldesbarajustey, conel faldónde sucamisónondeandoentornoasusgruesaspantorrillas,seacercóalagujerodelaparedyseasomóalanoche.

—Parecequelacosaesasehaido.—¿Lacosa?—Logenmiróhaciaelboquetehumeante—.Sabíaminombre...Elmagoseacercó tambaleándosea laúnica sillaquequedaba intactay se

dejócaerenellaexhausto.—UnDevorador,probablemente.EnviadoporKhalul.—¿Unqué?—preguntódesconcertadoLogen—.¿Enviadoporquién?Bayazsesecóelsudordelafrente.—Creíaquehabíadichoquepreferíanosabernada.—Esverdad—Logennopodíanegarlo.Sefrotó labarbilla,apartó lavista

delcielonocturnoqueasomabaporelboqueteysepreguntósinoseríaunbuenmomento para cambiar de idea. Pero para entonces ya era demasiado tarde.Alguienestabaaporreandolapuerta.

—Abra,¿quiere?—lepidióBayaz.Logen,aturdido,avanzóa trompiconesporlasalaydescorrióelcerrojo.Unguardaenfurecido,quesosteníaunfarolen

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unamanoyunaespadadesenvainadaenlaotra,irrumpióenlasalaapartándoledeunempellón.

—¡Quéruidoseranésos!—Laluzdelalámparasepaseóporlosescombrosquellenabanlasalahastadarconelbordeirregulardelaescayoladesgarrada,las piedras quebradas y el vacío del cielo nocturno que se abría al fondo—.¡Mierda!—susurró.

—Hemostenidounavisitainesperada—mascullóLogen.—Mmm...Debodarparte...—elguardaparecíaabsolutamenteperplejo—...

deesto—diounpasoatrás,tropezóconunavigaquehabíaenelsueloyestuvoapuntodecaerse.Uninstantedespués,suspasosatronabanenlaescalera.

—¿QuéesunDevorador?—Logennoobtuvorespuesta.Elmagotenía losojos cerrados, un profundo ceño en el semblante y su pecho se movíalentamente.Sehabíaquedadodormido.Logenbajó lavistaysesorprendiódeverqueladelicadajarraaúnseguíaintactaensusmanos.Despejóconcuidadountrozodesueloylacolocóenmediodelosescombros.

Depronto,unadelaspuertasseabriódegolpeyaLogenlediounvuelcoelcorazón.EraMalacus,conlosojosdesorbitadosyelpelotodorevuelto.

—¿Quédemonios...?—seacercóconpasovacilantealboquetey, tomandomuchasprecauciones,seasomóalanoche—.¡Mierda!

—Malacus,¿quéesunDevorador?QuaisevolvióbruscamenteymiróaLogen;surostroeralavivaimagendel

espanto.—Estáprohibidocomercarnehumana—susurró.

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Preguntas

Gloktasellenólabocadepapillaatodaprisaconlaesperanzadeingerirlamitaddesuracióndiariaantesdequeleentraranlasnáuseas.Laengulló,soltóuna tosy se estremeció.Luegoapartódeungolpe el cuenco, como si su solapresenciafuerauninsultoparalavista.Dehecho,loes.

—Másvalequeseaalgoimportante,Severard—refunfuñó.ElPracticanteseapartóelpelodelacaraconunadesusmanosgrasientas.—Depende de lo que considere importante. Se trata de nuestros mágicos

amigos.—Ah,elPrimerodelosMagosysusintrépidoscompañeros.¿Quépasacon

ellos?—Aparentemente, la otra noche se produjeron ciertos disturbios en sus

aposentos. Alguien se coló en su habitación o, almenos, eso es lo que dicenellos. Hubo una especie de trifulca. Y parece que se produjeron algunosdestrozos.

—¿Aparentemente? ¿Alguien? ¿Una especie de trifulca? ¿Algunosdestrozos?—Gloktaexpresósudisgustosacudiendolacabeza—.¿Apariencias?Aquínonosdejamosllevarporlasapariencias,Severard.

—Puesestaveznovaaquedarmásremedio.Elguardasehamostradomuyparcoendetalles.Meparecióqueestabaseriamentepreocupado—Severardsearrellanóunpocomásensusillaalzandoloshombroshastaquecasiletocaronlas orejas—. Alguien debería ir a echar un vistazo, y bien podríamos sernosotros. Así podría ver cómo son de cerca. E incluso hacerles algunaspreguntas.

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—¿Dóndeestán?—Estolevaaencantar.EnlaTorredelasCadenas.Glokta torció el gestomientras se sacaba con la lengua algunos restos de

papilla de las encías.Cómono. Y apuesto a que están en el último piso.Unainfinidaddeescalones.

—¿Esoestodo?—Elnorteñosalióayeradarunpaseo,sepasóunbuenratodandovueltas

porAgriont.Loestuvimosvigilando,porsupuesto—elPracticantesorbióporlanarizyseajustólamáscara—.Untipohorrible,elcabrónese.

—Ah, la mala fama de los norteños. ¿Hizo alguna atrocidad? ¿Violó aalguien, cometió un asesinato, quemó algún edificio o alguna otra cosa por elestilo?

—Laverdadesquenohizograncosa.Fueunamañanamuyaburridaparatodos.Anduvodeambulandodeacáparaallámirándolotodoconlabocaabierta.Yhablóconunascuantaspersonas.

—¿Algúnconocidonuestro?—Nadie importante.Conunode loscarpinterosque trabajaen las tribunas

delCertamen.ConunfuncionarioquepasabaporlaVíaRegia.Yconunachica,cercadelaUniversidad.Fueconellaconlaqueestuvohablandomástiempo.

—¿Unachica?LosojosdeSeverardsonrieron.—Exacto,ybastanteguapapor cierto. ¿Cómo se llamaba?—chasqueó los

dedos—.Vaya,siyomismoloaverigüé.TieneunhermanoenlaGuardiaReal.Ah,ya,West.NoséquéWest.

—¿Ardee?—¡Esoes!¿Laconoce?—Ajá—Gloktasepasólalenguaporsusencíasdesnudas.Mepreguntóqué

talestaba.Noloheolvidado—.¿Dequéhablaron?ElPracticantealzólascejas.—Probablementedenadaenparticular.PeroellaesdeAnglandyno lleva

muchotiempoenlaciudad.Puedequetenganalgunaconexión.¿Quierequelatraiga?Seguroquelesacamosalgo.

—¡No!—exclamóGlokta—.No.¡Nohacefalta!Suhermanofueamigomíoentiempos.

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—Entiempos.—Nilatoques,Severard,¿entendido?ElPracticanteseencogiódehombros.—Loqueusteddiga,Inquisidor.Loqueusteddiga.—Esoesloquedigo.Duranteuninstantelosdospermanecieronensilencio.—EntoncesyanovamosaseguirconlosSederos,¿no?—lavozdeSeverard

teníaunlevedejenostálgico.—Asíparece.Estánacabados.Yasóloquedadarlesunrepasofinal.—Unrepasolucrativo,meimagino.—Supongoquesí—dijoagriamenteGlokta—.PeroSuEminenciaconsidera

quenuestrostalentostendránmejorempleoaplicadosaotrosmenesteres—comovigilaraunosmagosdepacotilla—.Confío que los beneficios de tu pequeñapropiedadjuntoalosmuellesnoseresientanporello.

Severardseencogiódehombros.—Nomesorprenderíaquedentrodenomuchovolvieraanecesitarunlugar

a salvodemiradas indiscretas.Siguea sudisposición.Aunprecio justo.Perosiempreesunapenadejaruntrabajoalamitad.

Cierto. Glokta permaneció un rato en silencio, cavilando. Peligroso. ElArchilectordijoquelodejáramos.Desobedecerleseríamuypeligroso,perohayalgoquemehuelemal.Noconsigoquitármelode lacabezay,además,nomegustaquequedencabossueltos,yapuededecirloquequieraSuEminencia.

—Talvezhayaalgomás.—¿Deveras?—Sí,peromantenloensecreto.¿Sabesalgodebancos?—Sí,sonunosedificiosgrandesquesededicanaprestardineroalagente.Gloktaesbozóunasonrisa.—Nosabíaquefuerasunexpertoenel tema.Meinteresaunoenconcreto.

ValintyBalksellama.—Noheoídohablardeél,peropuedopreguntarporahí.—Bien,perosédiscreto,Severard,¿entendido?Nadiedebeenterarsedeesto,

lodigomuyenserio.—Ladiscreciónesmilema,jefe,pregunteaquienquiera.Soyladiscreción

personificada.Todoelmundolosabe.

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—Mástevale,Severard.Mástevale.—Porquenospuedecostaralosdoslacabeza.

Glokta teníael traseroembutidoenuna tronera, laespalda recostadasobrelaspiedrasylapiernaizquierdaestiradaenelsuelo:sucuerpoeraunpalpitanteherviderodedolor.Sabíaqueleibaadoler,desdeluego;alfinyalcaboeldolorno leabandonabaenningúnmomentodeldía.Peroéstedeahoraesun tantoespecial.

Cada vez que inspiraba aire un gemido tembloroso traspasaba susmandíbulas apretadas, el más mínimo movimiento le suponía un esfuerzocolosal. Recordó que hace años, cuando se preparaba para el Certamen, elMariscalBaruzlehacíasubiresasmismasescaleras.Lassubíasylasbajabasdetres en tres sin pensártelo dos veces. Y mírate ahora. ¿Quién te iba a decirentoncesqueacabaríasasí?

Elsudorcorríaporsucuerpoestremecido,susojosirritadosestabanbañadosde lágrimas, su nariz chorreaba mocos. Suelto agua por todas partes y, sinembargo,estoymuertodesed.¿Tieneestoalgunalógica?¿Latuvoalgunavez?¿Ysipasaalguienymeveenesteestado?¿Quépensaríaalveral terroríficopaladíndelaInquisiciónconelculometidoenunaventanaysinapenasfuerzasparamoverse?¿Yquéharíayo,conseguiríaforzarunasonrisadespreocupadaenestarígidamáscaradeagonía?¿Aparentaríaquenopasanada?¿Diríaquetengoporcostumbreveniraquíparaarrellanarmeunratoenlasescaleras?¿Omepondríaagimotearyamendigaragritosquemeecharanunamano?

Pero no pasaba nadie.Y allí seguíaGlokta, encajonado en aquel hueco, afaltade completarun cuartode la ascensióna laTorrede lasCadenas, con lanucaapoyadaenlasfríaspiedrasylasrodillastemblorosasarrimadasalcuerpo.Sand dan Glokta, maestro de la espada, gallardo oficial de caballería, ¿quéglorioso futuropodríahaberleaguardado?En tiempospodíapasarmehorasyhoras corriendo. Corría sin parar, nunca me cansaba. Sintió que un hilo desudorleresbalabaporlaespalda.¿Porquélohago?¿Porquédemonioshabríadequereralguienhaceralgoasí?Podríadejarlohoymismo.Podría volveracasaconmimadre.Yluego¿qué?¿Qué?

—Inquisidor,québienqueestéustedaquí.Estarábienparati,malditocabrón.Peronoparamí.Alllegaraloaltode

lasescaleras,Gloktaseapoyóenlapared.Lospocosdientesquelequedabanse

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entrechocabancontrasusencíasdesnudas.—Estándentro,enmediodeldesbarajuste...—lamanodeGloktatemblabay

lapuntadelbastónrepiqueteabasobreelenlosado.Lacabezaseleiba.Atravésdel temblor de sus párpados la figura del guarda no eramás que unamanchaborrosa—. ¿Se encuentra bien? —el soldado se acercó a él tendiéndole unamano.

Gloktaalzólavista.—¡Malditoimbécil,abralapuerta!El hombre dio un salto atrás, se acercó apresuradamente a la puerta y la

abrió.LoúnicoqueansiabaGloktaeramandarlotodoapaseoytumbarsebocaarriba,perohaciendounsupremoesfuerzodevoluntadsemantuvoerguido.Seforzó a poner un pie detrás de otro, se forzó a respirar acompasadamente, seforzóaecharatrásloshombrosyamantenerlacabezaalta,ypasóimperiosopordelantedelguardamientrastodaslaspartesdesucuerpoaullabandedolor.Aunasí, lo que vio al entrar en la habitación casi acaba con aquel barniz decompostura.

HastaayeréstoseranunodelosmejoresaposentosdeAgriont,reservadospara los huéspedes más ilustres y los dignatarios extranjeros de mayorimportancia.Hastaayer.Porunenormeagujeroqueseabríaenellugardondedebería haber estado la ventana asomaba un trozo de cielo que brillaba coninusitada intensidad tras lapenumbradelhuecode lasescaleras.Unapartedeltechosehabíaderrumbadoysobrelahabitacióncolgabanvigasrotasytirasdeescayola. El suelo estaba sembrado de cascotes, de trozos de cristal, defragmentos desgarrados de telas de colores. Las venerables antigüedades quecomponían su mobiliario estaban hechas trizas, astilladas por los bordes,chamuscadas y ennegrecidas como si hubieran estado ardiendo. Lo único quehabía escapado a la destrucción era una silla,mediamesa y un esbelto jarróndecorativoque,poralgunamisteriosarazón,seguíaintactoentrelosescombrosquecubríanelsuelo.

En medio de tan onerosa devastación se encontraba un joven con pintaenfermiza y una expresión de perplejidad en el semblante. Mientras Gloktarodeaba la puerta y comenzaba a abrirse paso entre los escombros, el jovenlevantólavistay,dandomuestrasevidentesdehallarsealbordedeunataquedenervios,serepasóloslabiosconlalengua.¿Cabeimaginaraalguienconmás

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pintadefarsante?—Mmm,¡buenosdías!—Losdedosdeljovenretorcíannerviosossutúnica,

unapesadaprendaque llevababordadosunos símbolosde aspectomisterioso.¡Cómo se le nota lo incómodoque se sientemetido en eso! Si este tipo es unaprendizdemago,yosoyelEmperadordeGurkhul.

—Soy Glokta. De la Inquisición de Su Majestad. Me han enviado parainvestigareste...desdichadoincidente.Creíaqueeraustedunapersonademásedad.

—Oh,sí,disculpe,verá,yosoyMalacusQuai—dijoatrompiconeseljoven—,el aprendizdelgranBayaz, elPrimerode losMagos,dominadordelGranArte,versadoenlasmásprofundas...¡Pontederodillasenmipresencia!¡SoyelpoderosoEmperadordeGurkhul!

—¿Malacus...Quai?—leinterrumpióbruscamenteGlokta—.¿EsusteddelViejoImperio?

—Oh,sí—lapreguntaparecióanimarleunpoco—.Conoceustedmi...—No.Enabsoluto—elpálidorostrodeljovenvolvióaabatirse—.¿Estaba

ustedaquíayerporlanoche?—Mmm, sí. Dormía en la habitación de al lado. Perome temo que no vi

nada... —Glokta le miró sin pestañear, tratando de descubrir su juego. Elaprendizcarraspeóymiróal suelocomosiestuvierapreguntándosepordóndedebía empezar a limpiar. ¿Cómo puede alguien así poner nervioso alArchilector? Jamás había visto un actor más desastroso. Todo en él hiede afalsedad.

—Perodebedehaberalguienquevieraalgo,¿no?—Bueno,hummm,supongoquemaeseNuevededos.—¿Nuevededos?—Sí, nuestro compañero del Norte —el joven volvió a animarse—. Un

guerreroderenombre,uncampeón,unpríncipeentrelos...—Usted,delViejoImperio.Yél,unnorteño.Formanustedesungrupomuy

cosmopolita.—Puessí,ja,ja,supongoquesí.—¿DóndeseencuentraahoraNuevededos?—Creoquesiguedormido.Puedodespertarle...—¿Sino le importa?—Gloktagolpeteóel sueloconelbastón—.Hayque

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subirbastanteparallegarhastaaquíypreferiríanotenerquevolvermástarde.—No,mmm,claroqueno...discúlpemeunmomento—elaprendizsedirigió

apresuradamenteaunadelaspuertas,mientrasGloktasedabalavueltacomosituvieraintencióndeinspeccionarlaanchabrechaabiertaenlapared.Contrajolacaraenungestodedolor,semordióellabioparanoponerseaberrearcomounniñoenfermoyseaferróconlamanoqueteníalibrealaspiedrascuarteadasquebordeabanelboquete.

Cuando el espasmo pasó, comenzó a prestarle más atención a losdesperfectosquehabíasufridoelmuro.Apesardeestartanalto,debíadetenercerca de un metro de espesor y su fábrica era bastante sólida: un núcleo demamposteríaunidaconargamasayrevestidaconsillaresdepiedra.Paraabrirunabrechacomoéstasenecesitaríaunapoderosísimacatapultacapazdelanzarunarocaenorme,eso,ounacuadrilladefornidosobrerosquetrabajarandíaynochedurantetodaunasemana.Unaenormemáquinadeguerraounnutridogrupodeobrerossindudahabríanllamadolaatencióndelcuerpodeguardia.¿Cómo han podido hacerlo entonces? Glokta pasó una mano por las piedrascuarteadas. Alguna vez había oído rumores de que en el lejano Sur habíaninventadounaespeciedepolvoexplosivo.¿Sepuedehaceralgoasíconunpocodepolvo?

Lapuertaseabrióy,aldarselavuelta,Gloktavioaunhombreenormequeseagachabaparapasarpordebajodeldintelmientrasseabotonabalentamentelacamisa.Unalentitudqueteníaalgodedeliberada.Comosipudierahacerlomásrápido pero no lo considerara necesario. Tenía el cabello revuelto y su caradesfiguradaestabasurcadadecicatrices.Lefaltabaeldedocorazóndelamanoizquierda.DeahílodeNuevededos.Quéoriginal.

—Duermehastatarde,¿eh?Elnorteñoasintió.—Su ciudad es demasiado calurosa para mí. Me quita el sueño por las

nochesymelodaporlamañana.LapiernadeGloktapalpitabadedolor,laespaldasequejabaamargamentey

teníaelcuellomásrígidoqueunaramaseca.Nopodíahacerotracosasiqueríaquenosenotarasusufrimiento.Habríadadoloquefueraporpodertirarseenlaúnicasillaqueseguíaintactayponerseapegaralaridos.Pero,enlugardeeso,tengo que estar aquí de pie intercambiando unas palabras con estos

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charlatanes.—¿Podríaexplicarmequéesloquehapasadoaquí?Nuevededosseencogiódehombros.—Salíameardurantelanocheyviaalguienenlahabitación—noparecía

que le resultara difícil expresarse en la lengua común, aunque su elección depalabrasdejabamuchoquedesear.

—¿Pudoidentificaraesapersona?—No.Pero eraunamujer.Esoes todo loquepudever.—Reacomodó los

hombroscomosialgoleinquietara.—Conqueunamujer,¿eh?—Acadasegundoquepasalahistoriasevuelve

más absurda—. ¿No podría decirme algo más? ¿Algo que nos permitieracircunscribirunpocomáslabúsquedaparaquenocomprendieraalamitaddelapoblacióndelaciudad?

—Hacíafrío.Muchofrío.—¿Frío? —Pues claro, nada más natural en una de las noches más

calurosasdelaño.Glokta sequedóun ratomirando losojosdel norteño, y éste le sostuvo la

mirada.Eranunosojosdeuncolorazuloscuro,fríosyrehundidos.Noson losojosdeunidiota.Puedequeparezcaunsimio,peronohablacomosilofuera.Antesdedeciralgoselopiensa,ysólodiceloquequieredecir.

—¿Quéasuntoslehantraídoalaciudad,maeseNuevededos?—Hevenidopara acompañar aBayaz.Pero si quiere saber cuáles son sus

asuntos,serámejorquelepregunteaél.Porqueyo,laverdad,notengoniidea.—¿Lepagaentonces?—No.—¿Lesigueporlealtad?—Noexactamente.—Peroustedessusirviente,¿no?—No.Laverdadesqueno—elnorteñoserascólentamentesusmandíbulas

malafeitadas—.Enrealidad,noséloquesoy.Unmalditomentiroso,esoesloqueeres.Pero¿cómodemostrarlo?Glokta

señalóconsubastónladevastacióndelasala.—¿Cómopudoesaintrusadelaquemehablacausarsemejantedestrozo?—Nolohizoella,fueBayaz.

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—¿Ah,sí?¿Ycómo?—ÉllollamaArte.—¿Arte?—Lamagiapuraes incontrolableypeligrosa,puesprovienedelOtroLado

—salmodiósolemnementeelaprendizcomosiloqueestabadiciendotuvieralamáxima importancia—, y todo lo que proviene del mundo inferior conllevainnumerablesriesgos.LosMagosatemperanlamagiaconelconocimiento,ydeahísurgeelGranArte,pero,aligualqueelherreroyel...

—¿ElOtroLado?—tercióGloktacortandolasartadeestupidecesdeaqueljoven tarado—¿Elmundo inferior? ¿De qué demonios habla? ¿Magia? ¿Sabeustedalgodemagia,maeseNuevededos?

—¿Yo? —el norteño soltó una carcajada—. Claro que no —se quedópensativouninstantey, luego,comosise lohubierapensadomejor,añadió—:Peropuedohablarconlosespíritus.

—¿Conlosespíritus?¡Nomediga!—Estoeselcolmo—.Ynocreequetalvezellospudierandecirnosquiéneraesaintrusa.

—Metemoqueno—Nuevededossacudióapesadumbrado lacabeza.Onohabíacaptadoel sarcasmoohabíadecidido ignorarlo—.Aquínohayningunodespierto.Estántodosdormidos.Desdehacemucho.

—Ah,claro—Todoslosespíritussehanidoalacama.Yaestábiendetantatontería—.¿EsustedunhombredeBethod?

—Podría decirse que sí—ahora era Glokta el sorprendido. Comomucho,había esperado una súbita inspiración de aire, un precipitado intento deocultación, todomenosunaconfesióntandirecta.PeroNuevededosnisiquierapestañeaba—.Entiemposfuisucampeón.

—¿Sucampeón?—Luchédiezduelosensunombre.Gloktanosabíamuybienquédecir.—¿Yganó?—Tuvesuerte.—Me imagino que estará usted informado de que Bethod ha invadido La

Unión.—Desdeluego—Nuevededosexhalóunsuspiro—.Hacemuchoquedebería

habermatadoaesecabrón,peroentoncesyoerajoven,yestúpido.Dudomucho

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que vuelva a tener otra oportunidad; en fin, así son las cosas. Hay que ser...¿cómosedice?

—Realista—leapuntóQuai.Glokta torcióelgesto.Hacíaunmomentoparecíacomoside repente todo

fueraaencajar,peroelmomentohabíapasadoylascosasahoraestabanaúnmásembrolladasqueantes.MirófijamenteaNuevededos,peroaquelrostrosurcadode cicatrices no ofrecía respuestas, sólo nuevos interrogantes.Habla con losespíritus. Ha sido el campeón de Bethod pero ahora es su enemigo. Unamisteriosamujerleatacaenmediodelanoche.Ynisiquierasabequéhavenidoahaceraquí.Cualquierembusteromínimamenteastutoprocuradecirtodaslasverdades quepueda, pero éste cuenta tantasmentiras queno sé ni por dóndeempezar.

—¡Vaya, tenemos visita!—Un anciano bajo y fornido, con una barba griscorta, entróen la sala frotándosevigorosamente sucabezacalvaconun trapo.AsíqueésteesBayaz.Elancianosedejócaerenlaúnicasillaquequedabaenpieconuna faltadeaposturaque secompadecíamalcon tan ilustrepersonajehistórico—.Leruegoquemedisculpe.Estabadándomeunbaño.Porcierto,queelbañoquetienenaquíesexcelente.DesdequellegamosaAgriontnohedejadodeusarloniunsolodía.Heacumuladotantopolvoduranteelviaje,quesiempreque tengo la oportunidad aprovecho para asearme un poco —el anciano serepasólacalvaconunamanoproduciendounlevechirrido.

Glokta comparómentalmente sus facciones con lasde la estatuadeBayazquehabíaenlaVíaRegia.Elparecidonotienenadadeasombroso,desdeluego.Noesnilamitaddeimponentey,además,esbastantemásbajo.Notardaríaniuna hora en encontrar cinco ancianos que dieran más el pego. Hasta elArchilectorSultquedaríamejorsiselepasaraunanavajaporelcráneo.Gloktaobservólalustrosacalvadelanciano.Mepreguntosinoselarasurarátodaslasmañanas.

—¿Ustedes...?—inquirióelsupuestoBayaz.—ElInquisidorGlokta.—Ah,unmiembrodelaInquisicióndeSuMajestad.¡Quégranhonor!—Porfavor,elhonoresmío.AlfinyalcaboesustedellegendarioBayaz,el

PrimerodelosMagos.Losojosverdesdelancianolemiraronconextremaseveridad.—Calificarme

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delegendariotalvezseauntantoexcesivo,pero,enefecto,soyBayaz.—Su compañero, maese Nuevededos, me estaba narrando los

acontecimientosdelaotranoche.Unrelatomuypintoresco.Segúnmehadicho,esustedelcausantede...todoesto.

Elancianosoltóunresoplido.—Notengoporcostumbrerecibirahuéspedesquenohansidoinvitados.—Yquelodiga.—Lo sé, lo sé, la habitación ha sufrido algunos desperfectos. Pero mi

experienciame dice que en estos casos lomejor es actuar de forma rápida ycontundente.Yahabrátiempoluegoderecogerlostrozossueltos.

—Sin duda. Disculpe mi ignorancia, maese Bayaz, pero, ¿podría decirmecómoseprodujeronexactamente...losdesperfectos?

Elancianosonrió.—Como comprenderá, no tenemos por costumbre compartir nuestros

secretos con cualquiera, yme temoque ya tengo un aprendiz—acto seguido,señalóalartificiosojoven.

—Ya hemos sido presentados. ¿No podría decirme algo de una formasencillaqueyofueracapazdecomprender?

—Supongoqueustedlollamaríamagia.—Magia,ya.—Asíes.Afindecuentas,poresosomosfamososlosMagos.—Hummm. Me imagino que no sería tan amable de hacerme una

demostración.—¡Ohno!—el supuestomago se rió con ganas—.Nome dedico a hacer

trucos.EsteviejoidiotaestanimpenetrablecomoeltipodelNorte.Elunoapenas

hablayelotrohablasinpararperonodicenada.—Deboreconocerquenoconsigoexplicarmecómoselaspudoarreglaresa

intrusaparaentraraquí—Gloktaechóunvistazoalahabitaciónexaminandolasposiblesvíasdeentrada—.Elguardanovionada,demodoquesólonosquedalaventana.

Se acercó con cuidado al agujero y se asomó afuera. Del balcón sóloquedabanunoscuantosfragmentosdepiedra.Almargendeeso,elmurocaíaapicohastaelaguaquebrillabaabajoalolejos.

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—Unaescaladabastanterespetable,másaúnsisellevaunvestido.Yodiríaqueimposible,¿noleparece?¿Cómocreequepudohacerloesamujer?

Elancianosoltóunresoplido.—¿Quépretende,quelehagasutrabajo?¡Alomejortrepóporelconducto

de la letrina!—lasugerenciapareció inquietarbastantealnorteño—.¿Porquénolacapturayselopregunta?¿Nohavenidoparaeso?

Susceptible, muy susceptible, pero magníficamente interpretado. Muylogradoeseairedeinocenciaofendida.Casiconsiguequemecreaesabasura.Casi.

—Ahíresideelproblema.Sumisteriosaintrusanohadejadonirastro.Unoscuantostrozosdemadera,restosdemuebles,algunaspiedrasdelmuro...esoeratodoloquehabíadesparramadoporlacalle.Peronirestodeunintruso,nideunsexonidelotro.

Elancianolemirófijamenteyunprofundoceñocomenzóadibujarseensusemblante.

—Puedequeelcuerpohayaquedadoreducidoacenizas.Puedequesehayadesintegrado en unos trozos tan pequeños que resulten irreconocibles o puedequesehayaconsumidoysehayaevaporadoenelaire.Soncosasqueocurrenconbastantefrecuencia.Sobretodocuandoestoyenojado.

—Metemo,sinembargo,quevoyatenerquearriesgarmeaenojarle.Verá,estoy empezando a pensar que tal vez no sea usted Bayaz, el Primero de losMagos.

—¿Nomediga?—laspobladascejasdelancianosejuntaron.—Creoquecuantomenosdebocontemplarlaposibilidaddequeseausted...

—lahabitaciónsesumióenuntensosilencio—...unimpostor.—¿Un farsante? ¿Yo? —le espetó el supuesto Mago. El joven paliducho

agachó la cabeza y empezó a retroceder hacia la pared.De pronto,Glokta sesintiócompletamentesoloenmediodeaquelcírculodeescombros,soloycadavezmenossegurodesí,perodetodosmodossemantuvoalpiedelcañón.

—Se me ha ocurrido que todo este asunto bien podría ser un montajedestinado a impresionarnos. Una muy oportuna demostración de sus poderesmágicos.

—¿Oportuna? —bufó el anciano alzando inusitadamente la voz—.¿Oportunahadicho?¡Looportunoseríaquemedejarandormirporlanochesin

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interrupciones! ¡Lo oportuno sería estar ahora cómodamente sentado en miasiento del Consejo Cerrado! ¡Lo oportuno sería que en lugar de hacerme unmontón de preguntas estúpidasmis palabras fueran ley para los habitantes deestaciudadcomoocurríaantes!

Depronto,elparecidoentreelancianoylaestatuadelaVíaRegiasehabíaacentuado de formamuy notable. El mismo ceño autoritario, el mismo rictusdesdeñoso, la misma amenaza de una furia terrible. Las palabras del ancianocayeron sobreGlokta como una losa. Le cortaban la respiración, amenazabancon aplastarle las rodillas, se le hundían en el cráneoy dejaban tras de sí unasombradeduda.Alzólavistayvolvióamirarelenormeboquetede lapared.¿Polvo explosivo? ¿Catapultas? ¿Obreros? ¿No habría una explicación mássencilla? Al igual que le había ocurrido hacía unos días en el despacho delArchilector, tuvo la sensación de que el mundo se había puesto a girar a sualrededor.Sumenterevolvíalaspiezas,lasseparabaylasvolvíaajuntar.¿Ysiestuvieradiciendolaverdad?¿Ysi...?

¡No!Gloktadesterrólaideadesumente.Alzólacabezaylanzóalancianouna mirada desdeñosa para darle también a él algo en qué pensar.Un actoravejentado con la cabeza rapada y unasmanerasmás omenos convincentes.Esoestodo.

—Siesustedquiendiceser,notienenadaquetemerdemispreguntas,nidesusrespuestas.

Elancianosonrióyalinstantelaextrañaopresiónsedesvaneció.—Al menos, Inquisidor, su franqueza resulta reconfortante. No dudo que

harácuantoestéensumanoparaprobarsuteoría.Ledeseosuerteenelempeño.Yo,comobiendiceusted,notengonadaquetemer.Loúnicoquelepidoesquenovengaaimportunarnoshastaquenotengaalgunapruebaconcluyente.

Gloktaseinclinóconrigidez.—Procuraréqueseaasí—dijoy,acontinuación,sedirigióalapuerta.—¡Una cosa más! —el anciano miraba el boquete de la pared—. ¿Sería

demasiado pedir que se nos proporcionaran nuevos aposentos? En éstos haybastantescorrientesdeaire.

—Meencargarédeello.—Bien.Yaserposiblequenohayaquesubirtantosescalones.Misrodillas

yanoestánparaesostrotes.—¿Deveras?Bueno,enesoalmenoscoincidimos.

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Glokta echó un último vistazo a los tres impostores. El anciano calvo lesostuvo impertérrito la mirada. El joven desgarbado levantó la vista connerviosismoydeinmediatolaapartó.Elnorteñoseguíamirandoconexpresiónceñuda la puerta de la letrina. Charlatanes, impostores, espías. Pero ¿cómodemostrarlo?

—Quetenganunbuendía,caballeros—y,actoseguido,avanzórenqueandohacialasescalerasconlamáximadignidadposible.

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Nobleza

Jezal se rasuró los pocos pelos rubios que le quedaban en lamandíbula ylavólanavajaenelcuenco.Luegolasecóconunpaño, lacerróy ladejóconcuidadoenlamesa,admirandolosreflejosnacaradosdelmango.

Sesecólacarayacontinuación—sumomentofavoritodeldía—semiróenelespejo.Unespejobastantebueno,reciénimportadodeViserine,unregalodesu padre, un óvalo de un cristal liso y brillante con un marco de maderaprimorosamente tallado. Un marco idóneo para el apuesto joven que lecontemplaba sonriente desde la pulida superficie. Aunque, a decir verdad,llamarleapuestoeraquedarsecorto.

—Eresunabelleza, ¿eh?—sedijo Jezal sonriendomientras se repasaba lalustrosa piel de su mandíbula con los dedos. Una señora mandíbula. Todo elmundo le asegurabaque era sumejor rasgo, aunque eso tampocoquería decirque el resto desmereciera en lomásmínimo. Se volvió a derecha e izquierdaparapoderadmirarmejorsuespléndidabarbilla.Noerademasiadopronunciada,no resultaba animal, pero tampoco demasiado fina, ni femenina ni floja. Unagenuina mandíbula masculina, con una leve hendidura en la barbilla quetransmitíafuerzayautoridad,confiriéndolealavezunairesensibleyreflexivo.¿Existíaalgunamandíbulaquepudieracomparársele?Esposiblequeentiemposremotos un rey o algún héroe legendario tuvieran una mandíbula igual deespléndida.Nocabíaduda,encualquiercaso,quesetratabadelamandíbuladeunnoble.Unplebeyojamáspodríatenerunamandíbulacomoésa.

Debía de venirle de su madre, supuso Jezal. La barbilla de su padre erabastantefloja.Yladesushermanos,ahoraquelopensaba,también.Dabanun

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pocodepena,laverdad,peroeraindudablequeéleraelguapodelafamilia.—Y también el más inteligente—se dijo alegremente. Se apartó de mala

ganadelespejo,entróensucuarto,sepusolacamisayempezóaabotonársela.Tenía que ir de punta en blanco. Al pensar en ello, un leve escalofrío, queparecía arrancar de su estómago, le trepó por la tráquea y se le alojó en lagarganta.

A esas alturas, las puertas ya estarían abiertas.Un flujo continuo de genteestaría entrando enAgriont y ocupando sus asientos en los grandesbancosdemadera de la Plaza de los Mariscales. Millares de personas. Todas lasimportantes y muchas otras que no lo eran. En ese momento se estabacongregando una multitud que vociferaba excitada, que se hacía sitio aempujones,esperandoaquellegara...él.Soltóunatosyseesforzópordesterraraquella idea de su mente. Ya se había pasado la mitad de la noche despiertodándolevueltasaltema.

Se acercó a lamesa donde le aguardaba la bandeja con su desayuno.Congestoausente,cogióunasalchichaentrelaspuntasdelosdedos,arrancóuntrozodeunmordiscoylomasticócondesgana.Arrugólanarizytirólasalchichaalplato.Noteníaapetito.Seestaba limpiandolasmanosconun trapocuandoderepentesefijóqueenelsuelo, tiradojuntoalapuerta,habíaalgo:untrozodepapel. Se agachó, lo cogió y lo desdobló. Sólo contenía una línea, escrita conesmeradacaligrafía.

ReúneteconmigoestanochejuntoalaestatuadeHarodelGrandequehaycercadelasCuatroEsquinas.

A.—Mierda—murmuró incrédulomientras repasaba la frase una y otra vez.

Volvióadoblar elpapely echóunvistazoa lahabitacióncongestonervioso.Esa «A» sólo podía ser una persona. Se había pasado los dos últimos díasentrenandoyhabíaconseguidoquitárseladelacabeza.Peroaquellolavolvíaasituarenprimerplano.

—¡Mierda! —Abrió el papel y lo volvió a leer. ¿Reunirse con ella estanoche?Alpensarenello,nopudoevitarunsúbitosentimientodesatisfacción,que no tardó en convertirse en una inequívoca oleada de placer. Una sonrisaidiota se le dibujó en los labios. ¿Una cita secreta en la oscuridad? Sólo depensarlo sentía un cosquilleo. Pero los secretos tenían la mala costumbre de

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acabaraflorandoalasuperficie.¿Ysiseenterabasuhermano?Laideaprodujoalinstanteunrebrotedenerviosismo.Cogióconambasmanoseltrozodepapel,dispuestoapartirloendos,peroenelúltimomomentolodoblóyselometióenelbolsillo.

Elestruendodelamultitudlealcanzócuandoaúnestabaenelpasadizo.Unrumorextrañoyresonantequeparecíabrotarde lasmismísimaspiedras.Ya lohabíaoído antes, en elCertamendel añopasado, pero entonces eraun simpleespectador y no había hecho que su piel se empapara de sudor y que se lerevolvieran las tripas. Ser parte del público es una cosa, formar parte delespectáculootramuydistinta.

Fueaminorandolamarchayfinalmentesedetuvo.Cerrólosojos,seapoyóenelmuroy,mientraselruidodelamultitudleatronabaenlosoídos,tratóderespirarhondoyderecobrarlacompostura.

—Tranquilo,sécómotesientes—JezalsintiólamanoreconfortantedeWestposada en sus hombros. Es posible que él hubiera pasado ya por un par deCertámenes, pero a Jezal le parecía bastante poco probable que se hubieraplanteadoalavezlaposibilidaddetenerunacitasecretaesamismanocheconlahermanadesumejoramigo.SepreguntósiWestsemostraría tanconsideradoconélsisupieraelcontenidodelacartaquellevabaenelbolsillodelapechera.Seguramenteno.

—Serámejorquevayamos.Noquerrásqueempiecensinnosotros.—No—Jezalaspiróunaúltimabocanadadeaire,abriólosojosyloexpulsó

con fuerza. Luego se separó delmuro y avanzó a buen paso por el túnel.Depronto, sintió una nueva oleada de pánico, ¿dónde estaban sus aceros? Miródesesperadoasualrededorysuspiróaliviado.Losteníaenlamano.

El vestíbulo que había al final del túnel estaba abarrotado de gente:entrenadores,padrinos,amigos,familiaresyunnutridogrupodeparásitos.Aloscontendientes, sin embargo, se los distinguía con mucha facilidad: quincejóvenesque empuñabancon fuerza sus aceros.La atmósferademiedoera tanpatente como contagiosa. Allá donde mirara, Jezal veía semblantes lívidos ynerviosos,frentesbañadasdesudor,ojosinquietosquelanzabanmiradasfurtivashaciatodaspartes.Elominosoruidodelamultitud,quellegabaaoleadasdesdeelotroladodelaspuertascomounmartempestuoso,nocontribuíaprecisamenteamejorarlascosas.

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Sólohabíaunhombrealquelasituaciónnoparecíapreocuparleenabsoluto.Estaba separado del resto, recostado en la pared con un pie apoyado en elencaladoylacabezaechadahaciaatrás,mirandoa laconcurrenciaporencimadelanarizconlosojosentornados.Lamayoríadeloscontendienteseranunostiposágiles,nervudosyatléticos.Éleratodolocontrario.Unhombrecorpulentoy pesado que llevaba el pelo cortado al cero. El cuello era extremadamentegruesoyteníaunasmandíbulastanampliascomoelumbraldeunapuerta:unasmandíbulas propias de un plebeyo, pensó Jezal, pero de un plebeyo enorme,poderosoyconpintadetenermuymalaspulgas.Denohabersidoporlosacerosquecolgabandesusmanos,Jezallehabríatomadoporunsirviente.

—Gorst—lesusurróWestaloído.—Puff.Pareceunjornaleromásqueunespadachín.—Puede. Pero las apariencias engañan —el ruido de la muchedumbre

comenzóaremitiryelmurmullonerviosodelasalasefuedesvaneciendo.Westalzólascejas—.LaalocucióndelRey—susurró.

—¡Amigos!¡Compatriotas!¡ConciudadanosdelaUnión!—resonóunavozperfectamenteaudiblepesealgrosordelaspuertas.

—Hoff—resoplóWest—.HastaparaestosustituyealRey.¿Porquénosedejadetonteríasyseciñelacoronadeunamalditavez?

—Hoyhaceunmes—seoyóbramar a lo lejos alLordChambelán—miscolegas del Consejo Cerrado me plantearon la siguiente pregunta... ¿no seríaconvenientequeesteañonosecelebraraelCertamen?—seoyeronlosabucheosylosgritosdeprotestadelamultitud—.¡Eraunapreguntalógica!—gritóHoff—¡Estamos enguerra! ¡Luchamos amuerte en elNorte! ¡Esas libertadesquetantovaloramos,esaslibertadesquesonlaenvidiadelrestodelmundo,nuestropropiomododevida,seveamenazadoporunossalvajes!

Un secretario comenzó a dar vueltas por la sala separando a loscontendientesdesusfamiliares,entrenadoresyamistades.

—Buena suerte—le deseóWest palmeando a Jezal en el hombro—. Nosvemosahí fuera—Jezal tenía laboca secay sólopudo responderle asintiendoconlacabeza.

—¡Quienesmehacíanesapreguntaeranhombresdeprobadovalor!—rugíalavozdeHoffalotroladodelapuerta—.¡Hombressabios!¡Grandespatriotastodosellos!¡MisfielescolegasdelConsejoCerrado!¡Yyocomprendíaporqué

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pensabanque tal vez fuerapreferibleque este añonohubieseCertamen!—seprodujounaprolongadapausa—.¡Perolesdije...no!

Suspalabrasfueronrecibidasconunfrenéticoestallidodevítores.—¡No!¡No!—coreabalamultitud.Jezalylosdemáscontendientesfueron

colocados en una fila de dos en fondo formando ocho parejas. Aunque ya lohabíahecholomenosveinteveces,Jezalsepusoarepasarlosacerosmientras,fuera,LordHoffseguíaconsuperorata.

—¡No,lesdije!¿Vamosapermitirqueesosbárbaros,esasbestiasdelgélidoNorte pisoteen nuestra forma de vida? ¿Vamos a permitir que este rayo delibertadquebrillaenmediodelaoscuridaddelmundoseextinga?¡No,lesdije!¡Nuestra libertad ni está en venta ni tiene precio! ¡Compatriotas, queridosconciudadanosdeLaUnión, deuna cosapodéis estar seguros... esta guerra lavamosaganar!

El público expresó su aprobación con una nueva oleada de vítores. Jezaltragósalivaymirónerviosoasualrededor.BremerdanGorstestabadepieasuladoytuvolaosadíadeguiñarleunojoysonreírlecomosinotuvieraningunapreocupaciónenelmundo.

—Cretinodemierda—mascullóJezalcuidándosedenoabrirlaboca.—Y,poreso,queridosamigos,poreso—sonaronlosalaridosfinalesdeHoff

—, ¿qué mejor momento para celebrar este evento que cuando nos vemosenfrentadosatangrandespeligros?¡Quémejorocasiónparacelebrarladestreza,la fortaleza y la pericia de algunos de los más bravos hijos de la Unión!¡Conciudadanos,compatriotasdelaUnión,aquítenéisavuestroscampeones!

Se abrieron las puertas y el rugido de la multitud irrumpió en la salahaciendoquedeprontolavigasdeltechovibrarandeformaensordecedora.Losespadachinesqueibana lacabezatraspasaronelresplandecientearco, luegolasiguiente pareja, después otra. Jezal estaba seguro de que se iba a quedarparalizado,conlamiradafija,comounconejoasustado,pero,cuandolellegóelturno, sus pies arrancaron virilmente, a la par que los de Gorst, y, haciendoresonarlostaconesdesusresplandecientesbotas,cruzóelarco.

LaPlazadelosMariscalesestabairreconocible.Unenormegraderío,llenoarebosar por una enfervorizada multitud, se extendía a lo largo de todo superímetro y se alzaba hasta alcanzar una enorme altura. Los contendientesavanzaronenfilaporelestrechovallequeseabríaentrelasaltísimasgradaspara

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dirigirsealcentrodeaquelinmensoruedo,flanqueadosporunsombríobosquede vigas, puntales y pilares hechos de troncos de árboles. Enfrente de ellos,aunqueparecíahallarseinfinitamentelejos,sehallabaelcírculodondeseibanadesarrollarloscombates:unpequeñoredondeldehierbaamarillentaenmediodeunmarderostros.

Enlapartededelante,Jezaldistinguiólosrasgosdelosricosylosnobles.Iban ataviados con sus mejores galas, se hacían visera con la mano paraprotegerse del sol y, en su conjunto, mostraban un afectado desinterés por elespectáculoqueteníandelante.Amedidaqueseibaascendiendo,lasfigurassevolvían más difusas y las ropas bastante menos exquisitas. Aunque la mayorparte del público no era más que una masa de borrones y motas de colores,apelotonada en el extremo más lejano del mareante cuenco, los plebeyoscompensabansualejamientomostrándoseextremadamentebulliciosos:gritaban,vitoreaban,seponíandepuntillasyagitabanlosbrazos.Másarriba,cualislasenmediodelocéano,emergíanlosmurosylostejadosdelosedificiosmásaltosdela plaza, cuyas ventanas y pretiles estaban abarrotados de minúsculosespectadores.

Jezalparpadeóante lavisióndeaqueldesplieguedehumanidad.Unapartedesíeraconscientedequetenía labocaabierta,peroeraunapartedemasiadopequeñacomoparahacerquelacerrara.Demonios,sesentíaunpocomareado.Sabía que debería haber comido algo, pero ya era demasiado tarde. ¿Y sivomitabadelantedemediomundo?Denuevosesintióacometidoporunaoleadade pánico. ¿Dónde había puesto sus aceros?En susmanos, en susmanos. Lamultitudrugía,suspiraba,aullabaconunamiríadadevocesdistintas.

Los contendientes comenzaron a alejarse del círculo. No todos iban acombatiresedía,lamayoríaselimitaríaamirar.Cómosihubieranecesidaddecontarconmásespectadores.Losdescartadoscomenzaronadirigirsehacia lasprimerasfilas,pero,parasudesgracia,Jezalnoeraunodeellos.Emprendióelcaminodeloscercadosdondeloscontendientessepreparabanparaelcombate.

SedejócaerpesadamentejuntoaWest,cerrólosojosysesecóelsudordelafrente mientras la multitud continuaba con su terrible alboroto. Todo erademasiado brillante, demasiado ruidoso, demasiado apabullante. El MariscalVaruzestabacercadeél,apoyadoenunladodelcercadoparapoderchillarlealoído. En un intento vano de encontrar algo que le distrajera un poco, Jezal

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dirigiólavistahaciaelpalcoreal,queseencontrabaalotroladodelruedo.—Parece que Su Majestad está disfrutando mucho del espectáculo —le

susurróWestaloído.—Hummm—elRey,enrealidad,parecíahabersequedadodormidoytenía

la corona ladeada. Jezal se preguntó con desgana qué pasaría si finalmente secayera.

También estaba el Príncipe Ladisla, vestido tan fastuosamente como decostumbre,mirandohaciael ruedoconunasonrisa radiante,comosi todos lospresenteshubieranacudidoparaverleaél.ElaspectodelPríncipeRaynaultnopodía ser más distinto: vestía con sencillez y sobriedad y miraba con gestoceñudo a su semiinconsciente progenitor. A su lado, muy erguida y con labarbilla alzada, se sentaba su madre, la Reina, tratando de aparentar que sumarido estaba completamente despierto y que la corona no amenazaba conaterrizarsúbitaydolorosamenteensuregazo.EntreellayLordHoff,aJezallellamólaatenciónunajovendegranbelleza.VestíaconmáslujoaúnqueLadisla,siesqueesoeraposible,yllevabaalcuellounacadenadeenormesdiamantesquerelucíanalsol.

—¿Quiénesesamujer?—preguntóJezal.—Ah,laPrincesaTerez—susurróWest—.LahijadelGranDuqueOrso,el

SeñordeTalins.Siempreheoídodecirqueeraunamujerbellísimay,porunavez,parecequelosrumoresnoexageraban.

—CreíaquedeTalinsnopodíasalirnadabueno.—Yo también, pero da la impresión de que ella es la excepción, ¿no te

parece?—Jezalnoestabadeltodoconvencido.Despampanantesindudaloera,peroen laexpresióndesusojosseadivinabaunaespeciedegélidoorgullo—.Creo que la Reina tiene enmente casarla con el Príncipe Ladisla—Jezal viocómoelPríncipeherederoseinclinabapordelantedesumadreparaobsequiaralaPrincesaconalgúnchisteinsustancialyluegosereíaencantadodesupropiaocurrencia y se palmeaba regocijado las rodillas. La mujer le respondióesbozando una sonrisa glacial, que incluso a esa distancia irradiaba desdén.Ladisla,sinembargo,nopareciópercatarse,yenesemomentosucedióalgoqueatrajo la atención de Jezal. Un hombre alto, vestido con una casaca roja, seaproximabaalcírculoavanzandoagrandeszancadas.Elárbitro.

—Hallegadolahora—lesusurróWest.

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El árbitro alzó teatralmente un brazo con dos dedos extendidos y se diolentamentelavueltaesperandoaqueremitieraelalboroto.

—¡Hoytendránelplacerdeasistiradosasaltosdeesgrima!—tronó,y,actoseguido,alzólaotramanoyextendiótresdedos;lamultitudaplaudió—.¡Cadaunodeellosatrestoques!—despuéslevantólosdosbrazosalavez—.¡Cuatrohombreslucharánanteustedes!Dosdeellosseretirarán...conlasmanosvacías—elárbitrodejócaerunbrazomientrassacudíacongestopesarosolacabeza;lamultitudexhalóunsuspiro—.¡Pero losotrosdospasarána larondasiguiente!—Lamuchedumbreexpresóruidosamentesuaprobación.

—¿Listo?—preguntó el Mariscal Varuz inclinándose sobre el hombro deJezal.

Vaya una preguntamás estúpida. ¿Y si no estaba listo? ¿Quépasaría? ¿Sesuspenderíaelespectáculo?¡Disculpentodos,peroesquenoestoy listo!¿Quétalsinosvemosalañoqueviene?PeroJezalsólofuecapazdedecir:

—Ajá.—¡Elprimerasaltovaacomenzar!—exclamóelárbitrodándoselentamente

lavueltaenelcentrodelaarena.—¡Laguerrera!—leespetóVaruz.—¡Ah! —Jezal bregó con los botones, se quitó la guerrera y se puso a

arremangarsemaquinalmente la camisa.Miró de reojo a su contrincante y vioquetambiénélestabahaciendounospreparativossimilares.Eraunjovenaltoydelgado,debrazoslargos,conunosojosapagadosyuntantoacuosos.Nopodíadecirse que su aspecto fuera demasiado intimidatorio. Jezal advirtió que susmanostemblabanunpocomientrascogíalosacerosqueletendíasupadrino.

—¡PreparadoporSeppdanVissen,yllegadodesdeRostod,enStarikland...—el árbitro hizo una pausa efectista—... Kurtis dan Broya! —El público lededicó una enardecida ovación. Jezal soltó un resoplido. Aquellos payasosaplaudíanacualquiera.

El joven espigado se levantó de su asiento y avanzó con decisión hacia elcírculoconsusaceroscentelleandoalsol.

—¡Broya!—repitióelárbitromientrasaquel idiotadesgarbadosecolocabaensumarca.Westdesenvainólosaceros.EltintineometálicodesushojashizoqueaJezalvolvieranaentrarlelasganasdevomitar.

Elárbitroseñalódenuevohacialoscercadosdeloscontendientes:

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—¡Ysucontrincantedehoy!¡UnoficialdelaGuardiaReal,entrenadoporelmismísimo Mariscal Varuz! —sonaron unos cuantos aplausos y el rostro delanciano soldado se iluminó con una sonrisa—. Llegado desde Luthar, enMidderland, pero residente en Agriont... ¡el capitán Jezal dan Luthar! —Elpúblico prorrumpió en una salva de aplausos bastantemás ruidosa que la quehabíarecibidoBroya.Enmediodelbarullosealzóunaráfagadegritosagudos.Números cantados. Se hacían apuestas. Mientras se ponía lentamente de pie,Jezalvolvióasentirnáuseas.

—Buenasuerte—West leentregóporel ladode laempuñadura losacerosdesnudos.

—¡No la necesita!—bramóVaruz—. ¡EseBroya es un don nadie! ¡Bastaconquelemantengaadistancia!¡Presiónele,Jezal!¡Presiónele!

El trayecto hasta aquel círculo de hierba rasa y seca se le estaba haciendoeterno.Mientras avanzaba retorciendo una y otra vez las empuñaduras de susacerosconsusmanossudorosas,elgriteríode lamultitud le retumbabaen losoídos,aunquemásatronadoraúneraelpalpitardesupropiocorazón.

—¡Luthar! —repitió el árbitro sonriendo ampliamente al ver acercarse aJezal.

Todotipodepreguntasabsurdase irrelevantesse lepasabanpor lacabeza.¿EstaríaArdeeentreelpúblicopreguntándosesiacudiríaareunirseconellaporla noche? ¿Le matarían en la guerra? ¿Cómo se las habrían ingeniado paratrasladaraquelcírculodehierbaalaPlazadelosMariscales?Levantólavistaymiró a Broya. ¿Sentiría lomismo que él? Lamultitud había enmudecido porcompleto.ElpesodelsilencioseabatiósobreJezalmientrassecolocabaensumarcayafirmabalospiesenlahierbaseca.Broyaencogióloshombros,sacudiólacabezayalzósusaceros.AJezalleentrarondeprontoganasdeorinar.Unasganasenormes.¿Ysiselohacíaencima?Unagranmanchaoscuraextendidaporsuspantalones.EltipoquesemeóenplenoCertamen.Sepasaríanelrestodelavidaburlándosedeél.

—¡Adelante!—tronóelárbitro.Pero no ocurrió nada. Los dos hombres permanecían inmóviles frente a

frente con los aceros en la posición inicial. Jezal sintió un picor en las cejas.Teníaganasderascárselas,pero¿conqué?Sucontrincantesechupóloslabiosyluego, con mucha precaución, dio un paso a la izquierda. Jezal le imitó.

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Haciendocrujirsuavementelahierbasecaconsuspisadas,sefueronrodeandoeluno al otro con suma cautela mientras se iban acercando muy poco a poco.Conformedisminuíaladistanciaentreellos,elmundodeJezalsefuereduciendocadavezmásalespacioquehabíaentrelasdospuntasdelosaceroslargos.Yaestaban sólo auna zancada.Ahora aunmetro.Ahora amediometro.Toda laatención de Jezal estaba concentrada en esas dos puntas brillantes. Trescentímetros.Broyaselanzóhaciadelantesinmuchafuerza,yJezal,sinpensarlosiquiera,desvióelgolpe.

Lashojasde los aceros repicaron al entrechocarsey, como si se trataradeunaseñalacordadapreviamente,elpúblicorecuperólavoz.Primerofueronsólounoscuantosgritosaislados:

—¡Machácale,Luthar!—¡Sí!—¡Pinche!¡Pinche!Pero pronto quedaron absorbidos por el furioso y atronador oleaje de la

multitud,quesubíaybajabaalcompásdelosmovimientosdeloscontendientesenelcírculo.

CuantomássefijabaJezalenaquelimbécildesgarbado,menosimponenteleparecía.Sunerviosismoempezóaremitir.Broyaintentóunatorpeacometida,yJezal la esquivó casi sin moverse. Broya le lanzó un tajo sin demasiadaconvicción, y Jezal lo paró sin ningún problema.Broya entró a fondo con unmovimientoinepto,desequilibradoyexcesivamenteextendido,yJezalloeludiógirándoseytocóasucontrincanteenlascostillasconlapuntaromadesuacerolargo.Todohabíasidomuyfácil.

—¡UnoparaLuthar!—gritóelárbitromientrasunaovaciónseextendíaporlas gradas. Jezal sonrió para sí, regodeándose con la admiración del público.Varuz tenía razón,aquelbobono le ibaaplantearningúnproblema.Un toquemásyyahabríapasadoalasiguienteronda.

Regresóasumarca,ylomismohizoBroya,quesefrotabalascostillasconunamanomientras lanzabaaJezalunamirada torvaarrugando lascejas.Jezalno se sintió intimidado en absoluto. Las miradas torvas no sirven de nada sidespuéslaformadecombatirnoestáasualtura.

—¡Adelante!Esta vez se acercaron rápidamente e intercambiaron un par de tajos. Jezal

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estabasorprendidodelalentituddesucontrincante.Era como si cada una de sus espadas pesara una tonelada. Broya lanzaba

golpesalaireconelacerolargotratandodeaprovecharlalongituddesusbrazosparaalcanzaraJezal.Hastaelmomentoapenashabíarecurridoalacerocorto,ytodavíamenos a un uso coordinado de ambos. Peor aún, a pesar de que sólollevaban luchando unos pocos minutos, parecía que empezaba a faltarle elaliento. ¿Se habría entrenado aquel paleto? ¿O es que andaban cortos departicipantesyhabíancogidoalprimersirvientequepasabaporlacalle?Jezalseapartódeunsaltoysepusoabailaralrededordesurival.Broyatratabadedarlealcance de una forma tan obstinada como incompetente. La cosa empezaba aresultaruntantoembarazosa.Loscombatestandisparejosnodiviertenanadieylatorpezadeaquelpatánleestabaimpidiendolucirse.

—¡Oh, venga ya!—gritó Jezal. Una cascada de risas se extendió por lasgradas.Broyaapretólosdientesyseabalanzósobreélcontodoloquetenía,quetampocoeramucho.Jezaldesbaratósus torpesataques,seagachóysedeslizóhasta el otro lado del círculo mientras su estúpido contrincante le seguía sinlograr acercársele amenos de tres pasos. Aquel tipo no tenía ni precisión, nivelocidad, ni ideas. Hacía sólo unos minutos la perspectiva de tener queenfrentarseaaquelidiotadesgarbadoleteníamedioaterrorizado.Peroahoraloqueempezabaaestareraaburrido.

—¡Ja! —Jezal pasó súbitamente al ataque, cogió desequilibrado a sucontrincante y le lanzó un tajo brutal que le obligó a echarse hacia atrástambaleándose. La multitud se reanimó y rugió mostrándole su apoyo. Actoseguido, Jezal descargó sobre su rival una tanda de estocadas. Broya trató depararlas a la desesperada, perdió por completo el equilibrio, retrocediótrastabillando y, tras parar un último golpe, tropezó, se le desmadejaron losbrazos,perdióelacerocortoycayósentadofueradelcírculo.

Elpúblicoprorrumpióenuntorrentederuidosascarcajadas,alqueJezalnopudoevitarsumarse.Elpobreimbécilteníaunaspectomuygraciosotendidodeespaldasconlaspiernasenelairecomosifueraunatortuga.

—¡ElcapitánLuthareselvencedor!—proclamóelárbitro—.¡Dosacero!—LasrisassetornaronenabucheoscuandoBroyasediolavueltaenelsuelo.Elmuy patán parecía estar al borde de las lágrimas. Jezal se acercó a él paraofrecerlesumano,peroleresultóimposibleborrardesurostrounasonrisitade

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suficiencia.El contrincante derrotado rechazó su ayuday se levantó de golpe,lanzándoleunamiradaentredolidayrencorosa.

Jezalselimitóaencogersedehombros.—Yonotengolaculpadequeseasunmierda.—¿Másh?—preguntóRaspaconlosojosnubladosporelalcoholmientrasle

acercabalabotellaconmanotemblorosa.—No, gracias —Jezal apartó suavemente la botella antes de que Kaspa

tuvieratiempodeservirle.Duranteuninstantelosojosempañadosdeltenientelemiraronconperplejidad,luegosevolvióhaciaJalenhorm.

—¿Másh?—Shiempre —el gigantón deslizó su copa por la mesa como queriendo

decir: «No estoyborracho», aunque saltaba a la vista que lo estaba, ymucho.Kaspa inclinó la botella y, entornando los ojos, miró la copa como si seencontraraaunaenormedistancia.Jezalviocómoelcuellodelabotellaoscilabaenel airey luego repiqueteaba sobre el bordede la copa.El resultadoera taninevitable que casi hacía daño a la vista. El vino se vertió sobre la mesasalpicandoelregazodeJalenhorm.

—¡Estáscomounacuba!—sequejóelgrandullónmientras se levantabaatrompiconesytratabadelimpiarseconsusmanosdeborracho,haciendocaerlabanquetaalsuelo.Algunosdelosotrosparroquianosdelatabernamiraronasumesaconpatentedesdén.

—Shiempre—dijoKaspasoltandounarisita.Westalzólavistadesucopa:—Losdosestáiscomounacuba.—Noesculpanuestra—Jalenhormbuscóatientassubanqueta—.¡Laculpa

latieneél!—YapuntóconundedovacilanteaJezal.—¡Porganar!—gorgoteóKaspa—.Porqueganaste,¿no?¡Asíquehayque

selebrarlo!Jezalhubierapreferidoquenolocelebrarantanto.Lasituaciónempezabaa

resultaruntantoembarazosa.—Mi primaAriss estuvo allí... lo vio todo. Estaba impresionada—Kaspa

rodeóaJezalconelbrazo—.Latieneshshiflada...shiflada...shiflada—pegósuslabios humedecidos a la cara de Jezalmientras bregaba con la palabra—.Eshmuyrica,¿shabes?Muyrica.Shifladalatienes.

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Jezalarrugólanariz.Noteníaningúninterésporlafantasmalbobaliconadesuprima,pormuyricaquefuera,yencimaaKaspaleapestabaelaliento.

—Bien... estupendo —se desembarazó del teniente y le apartó sindemasiadosmiramientos.

—Bueno,¿cuándovamosaempezarconelasuntoesedelNorte?—inquirióBrintalzandoexcesivamentelavozcomosiestuvieradeseandoentrarenfaena—.Pronto,espero.Asíestaremosdevueltaantesdelinvierno,¿eh,comandante?

—Hummm —resopló West torciendo el gesto—. Al paso que vamos,bastantesuertetendremossinosponemosenmarchaantesdelinvierno.

Brintsequedóunpocodesconcertado.—Bueno, tardemos lo que tardemos, seguro que cuando lleguemos les

daremosaesossalvajesunabuenapaliza.—¡Unabuenapaliza!—gritóKaspa.—Asísehabla—sentencióJalenhormasintiendoconlacabeza.Westnoparticipabadesuentusiasmo.—Yo no estaría tan seguro. ¿No os habéis fijado en el estado en que se

encuentran algunas de las levas? Apenas están en condiciones de caminar ymenosaúndecombatir.Esundesastre.

Jalenhormdesechóelcomentariodandounenérgicomanotazoalaire.—¡Esagentenosonmásqueunosmalditossalvajes!¡Lesharemoscaerde

culo, igual que ha hecho hoy Jezal con el idiota ese! Eh, Jezal. ¡Antes delinviernoestaremosdevuelta,todoelmundolodice!

—¿Tienes idea de cómo son las cosas ahí arriba? —inquirió Westinclinándosesobrelamesa—.Unasucesióninterminabledemontañas,bosquesy ríos. Apenas hay campo abierto, apenas hay caminos para que marche unejército.Parapoderdarunapalizaalenemigo,primerohayquecogerlo.¿Estarde vuelta antes del invierno? Del próximo invierno quizás, eso si es quevolvemos.

Brintlemirabahorrorizadoconlosojosmuyabiertos:—¡Nopuededecirloenserio!—No... no, claro que no—West suspiró y se sacudió el cuerpo—. Todo

saldrábien, seguro.Habrágloriayascensospara todos.Yestaremosdevueltaantesdelinvierno.Peroharíaismejorenllevarosunbuenabrigoporsiacaso.

Un tenso silencio se abatió sobre el grupo. El semblante de West estaba

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contraídoenunceñomuycaracterístico,unceñoqueindicabaqueporesanocheya no cabía esperar más diversión de él. Brint y Jalenhorm exhibían unasexpresiones entre hurañas y perplejas. El único que parecíamantener el buenhumoreraKaspa:estabaapoltronadoensusillaconlosojosentrecerrados,ajenoatodocuantolerodeaba.

Unacelebraciónportodoloalto.Elpropio Jezal se sentía cansado, inquieto,preocupado.Preocupadoporel

Certamen,preocupadoporlaguerra...preocupadoporlodeArdee.Ahímismo,dobladaenelbolsillo, teníalacarta.MiródesoslayoaWesteinmediatamentedesviólavista.Mierda,sesentíaculpable.Eralaprimeravezensuvidaquesesentíaculpable,ylasensaciónnoeranadaagradable.Sinosereuníaconellasesentiría culpable de haberla dado plantón. Y si acudía a la cita se sentiríaculpable por haber quebrantado la promesa que había hecho a West. Era undilema.Jezalsechupólauñadeldedopulgar.¿Quédemonioslepasabaaélconaquelladichosafamilia?

—Bueno—dijobruscamenteWest—,yaeshoradequemevaya.Mañanatengoquemadrugar.

—Hummm—mascullóBrint.—Vale—dijoJalenhorm.WestmiróaJezalalosojos.—¿Puedohablarcontigounmomento?—Suexpresióneraseria,grave,casi

enojada.AJezallediounvuelcoelcorazón.¿Ysisehabíaenteradodelodelacarta?¿YsiselohabíadichoArdee?Elcomandantesediolavueltaysedirigióa un rincón donde no había nadie. Jezal miró desesperado a su alrededorbuscandoalgunaformadehuir.

—¡Jezal!—lellamóWest.—Sí, sí—se levantó demala gana y siguió a su amigo adoptando la que

esperabafueraunasonrisainocente.Talvezsetrataradeotracosa.AlgoquenotuvieranadaqueverconArdee.Porfavor,quefueraotracosa.

—No quiero que nadie se entere de esto... —West echó un vistazo a sualrededor para asegurarse de que nadie los miraba. Jezal tragó saliva. De unmomentoaotrorecibiríaunpuñetazoenlacara.Unoalmenos.Nuncalehabíandadounpuñetazoenlacara,unodeverdad.Unavezunachicalehabíadadounbuenbofetón,peronoeralomismo.Sepreparólomejorquepudo,apretandolos

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dientesyesbozandoungestodedolor—.Burryahapuestolafecha.Nosquedancuatrosemanas.

Jezallemirófijamente.—¿Cómo?—Paraembarcar.—¿Embarcar?—¡RumboaAngland,Jezal!—¡Ah,sí,claro...Angland!¿Cuatrosemanashasdicho?—PenséqueyaqueestástanvolcadoenelCertamendebíassaberloparaque

pudierasirtepreparando.Peronoselodigasanadie.—Claro,claro—Jezalsesecóelsudordelafrente.—¿Teencuentrasbien?Setevemuypálido.—Estoy bien, estoy bien—Jezal respiró hondo—. Son las emociones, ya

sabes,elcombateytodoeso.—Notepreocupes,hasestadomuybien—West lediounapalmadaenun

hombro—. Pero aún quedamucho camino por delante. Te quedan tres asaltospara poder proclamarte campeón, y cada vez resultarán más duros. ¡No terelajes, Jezal... y tampoco te emborraches demasiado!—añadió volviendo uninstantelacabezaantesdellegaralapuerta.Jezalexhalóunprofundosuspirodealivio y regresó a la mesa donde estaban sentados sus compañeros. Su narizseguíaintacta.

Al comprobar que West no volvía con ellos, Brint ya había empezado arefunfuñar.

—¿Aquédemoniosveníaeso?—preguntóconelgestotorcidoseñalandoalapuertaconelpulgar—.¡Vale,yaséqueesunhéroeytodoeso,pero...noloentiendo!

Jezallemirófijamente.—¿Adóndequieresiraparar?—No sé, pero... ¡esa forma de hablar! ¡Es... es... puro derrotismo! —

envalentonadopor labebida,Brintno semordió la lengua—: ¡En fin... loquequierodeciresqueesaformadehablarespropia...deuncobarde,síseñor!

—¡Escúchamebien,Brint—leespetóJezal—,estáshablandodeunhombrequehaluchadoentresencarnizadasbatallas,deunhombrequefueelprimeroenentrar en la brecha de Ulrioch! ¡Puede que no sea un noble, pero es un tipo

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valientecomopocos!¡Y,además,conoceelejército,conocealMariscalBurryconoceAngland!¿Tú,Brint,quésabes?—Jezalfruncióloslabios—.¿Apartedeperderalascartasyvaciarbotellasdevino?

—En mis ordenanzas no dice que haya que saber nada más —soltóJalenhormconunarisanerviosa,enun intentodealiviar la tensión—.¿Dóndeestáesevino?—gritósindirigirseanadieenparticular.

Jezalsedejócaerensubanqueta.Sielánimodelaconcurrenciayaestabaalgo alicaído antes de que se fueraWest, ahora se encontraba bajo mínimos.Brint refunfuñaba. Jalenhorm se balanceaba en su banqueta. Kaspa se habíaquedado profundamente dormido y estaba desplomado sobre la pringosasuperficiedelamesa,emitiendopequeñoseructosalrespirar.

Jezal apuró su copa y echó un vistazo a las poco prometedoras caras quetenía a su alrededor.Maldita sea, estabamás aburrido que una ostra. Aunquehastaahoranosehabíadadocuenta,resultabaevidentequelasconversacionesde borrachos sólo interesaban a los borrachos. Bastaban unas pocas copas devinoparaqueuncompañerohilaranteseconvirtieraenunpesadoinsufrible.Sepreguntó si también él resultaría tan tedioso como Kaspa, Jalenhorm y Brintcuandoestababorracho.

Esbozóunalevesonrisamientrasmirabaaaquelidiotaenfurruñado.SifueraRey,caviló,castigaríaconlapenademuertealosmalosconversadores,o,porlomenos,conlargaspenasdecárcel.Jezalselevantódesuasiento.

Jalenhormalzólavistaylomiró:—¿Quéhaces?—Serámejorquemevayaadescansarunpoco—repuso Jezal—,mañana

tengo que entrenar —aquella excusa era la única alternativa posible a salircorriendo.

—¡No,hombre,no!¿Esquenovasacelebrarlo!—Sólohasidolaprimeraronda.Todavíatengoquevenceratresrivales,y

bastantemejoresqueelzoquetedehoy—Jezalcogiósuguerreradelrespaldodeunasillayselaechóporloshombros.

—Túverás—dijoJalenhormyluegoeructóruidosamentemientrasmetíalabocaenlacopa.

Kaspa,conelpelodeunodelosladosaplastadocontraelcráneodebidoalpringuedelvino,selevantóuninstantedelamesa.

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—¿Tevashya?—Ajá—dijoJezal,y,dándoselavuelta,sealejóapresuradamente.Fuerasoplabaunvientoheladorquehizoquesesintieramássobrioaúnque

antes. Dolorosamente sobrio. Tenía que encontrar como fuera una compañíainteligente,peroaesashorasde lanoche¿dónde ibaaencontrarla?Sólo se leocurríaunsitio.

Se sacó la carta del bolsillo y, aprovechando la tenue luz que salía de lataberna, la leyó una vez más. Si se daba prisa, puede que aún la pillara. Seencaminó lentamentehacia lasCuatroEsquinas.Charlaríanun rato,nadamás.Necesitabahablarconalguien...

No. Jezal se forzó a pararse. ¿De veras se creía que sólo la quería comoamiga?Laamistadentreunhombreyunamujereraaloquesellegabacuandounode losdossehabía tiradounmontónde tiempodetrásdelotroynohabíallegadoaningunaparte.Esetipodearreglosnoibanconél.

¿Yentoncesqué?¿Elmatrimonio?¿Conunamujersinalcurniaysindinero?¡Era impensable! Se vio a sí mismo llevando a Ardee a su casa parapresentárselaasufamilia.¡Tepresentoamiesposa,padre!¿Esposa?¿Cuálessuascendencia?Sólodepensarloledabanescalofríos.

¿No habría forma de encontrar una solución intermedia que resultarasatisfactoria para ambos? Jezal se puso lentamente enmarcha. ¿Algo amediocamino entre la amistad y el matrimonio tal vez? Jezal comenzó a avanzar agrandeszancadasendirecciónalasCuatroEsquinas.Podríanreunirsedeformadiscreta,ycharlar,yecharseunasrisas,talvezenalgúnlugardondehubieraunacama...

No.No.Jezalvolvióapararsey,frustrado,sediounapalmadaenlasien.Élnopodríaaceptarlo,niaunenelcasodequeArdeeseprestaraaello.Yanosetrataba sólo de West. ¿Qué pasaría si se enteraba más gente? Su reputaciónestaría a salvo, pero la de ella quedaría arruinada. Completamente arruinada.Sólodepensarlo se leponía la carnedegallina.Ardeeno semerecía eso.Nobastabacondecirqueafindecuentaseraproblemasuyo.No,enabsoluto.¿Ytodo para que él se divirtiera un poco?Qué egoísmo. Le sorprendía no haberpensadoenelloantes.

Suspensamientoshabíanvueltoaconducirleaunpuntomuerto,comoyalehabía sucedidovarias veces en esemismodía: aquel encuentro no podía traer

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nadabueno.Además,prontomarcharíanalaguerrayesopondríapuntoyfinalaaquelridículoafán.Alacama,pues,ymañana,apasarsetodoeldíaentrenando.EntrenaríayentrenaríahastaqueelMariscalVaruz learrancarael recuerdodeArdee.Respiróhondo,cuadróloshombros,sediolavueltayseencaminóhaciaAgriont.

LaestatuadeHarodelGrandeseerguíaenmediodelaoscuridadsobreunpedestal de mármol casi tan alto como Jezal; su tamaño y su solemnidadparecíanunpocofueradelugarenaquellarecoletaplazuelaquehabíapegadaalasCuatroEsquinas.Habíallegadohastaallípegandounbotecadavezqueveíauna sombra, evitando a la gente, haciendo todo lo posible para pasardesapercibido.Pero a esashorasnohabíaprácticamentenadie en la calle.ErabastantetardeylomásseguroeraqueArdeesehubierahartadodeesperarhacíamucho,esosiesquenohabíadecididofinalmentenoacudiralacita.

Rodeó sigilosamente la estatua, escrutando las sombras y sintiéndose unperfecto idiota.Habíapasadounmillóndevecespor aquellaplazay jamás sehabíafijadoenella.Peroeraunlugarpúblico,¿no?Teníaelmismoderechoquecualquieraaestarahí,y,sinembargo,sesentíacomosifueraunladrón.

Laplazaestabadesierta.Mejorasí.Muchomejor.Comosueledecirse,habíamuypocoqueganarymuchoqueperder.Pero¿porquésesentía tanabatido?AlzólavistaymiróelrostrodeHarod,inmortalizadoconeseceñopétreoquelosescultoressuelen reservarpara losgrandespersonajeshistóricos.Teníaunamandíbulafuerteyelegante,casiidénticaaladeJezal.

—¡Despierta!—lesusurróunavozaloído.Jezalchillócomounaniñita,seapartó trastabillando, tropezó y sólo consiguió mantener la verticalidadaferrándose al enorme pie del Rey Harod. Detrás de él se erguía una siluetaoscura,unasiluetaencapuchada.

Lasiluetasoltóunacarcajada.—Noseasacojonado—musitóArdee.Lamuchacha seechóhaciaatrás la

capucha. La luz de una ventana iluminó sesgadamente la parte inferior de surostromostrandounamediasonrisa—.Soyyo.

—No te he visto venir—farfulló estúpidamente mientras se apresuraba asoltar el pie de la estatua y trataba de aparentar despreocupación. Tenía quereconocer que no era un buen comienzo. Aquel tipo de embrollos no eran losuyo.AArdee,encambio,selaveíatanensusalsa,queJezalsepreguntósino

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seríaposiblequeaquéllanofueralaprimeravez.—Últimamentenotedejasvermucho—dijolamuchacha.—Bueno,mmm—mascullóJezalconelcorazóntodavíasobresaltado—.Es

queheestadobastanteliado,yasabes,conelCertamenytodoeso...—Ah,elimportantísimoCertamen.Porcierto,tehevistocombatirhoy.—¿Ah,sí?—Muyimpresionante.—Mmm,gracias,yo...—Mihermanohahabladocontigo,¿verdad?—¿Dequé,deesgrima?—No,tarugo.Demí.Jezalhizounapausatratandodedarconlamejormaneraderesponderaeso.—Bueno,él...—¿Letienesmiedo?—¡No!—Silencio—.Enrealidad,sí.—Perodetodosmodoshasvenido.Supongoquedeberíasentirmehalagada

—Ardee se puso a dar una vuelta alrededor de él,mirándole de arriba abajo,desde la frente hasta la punta de los pies y vuelta a empezar—. Pero te hastomadotutiempo.Estarde.Dentrodenadatendréquevolveracasa.

Habíaalgoensuformademirarlequenocontribuíaprecisamenteacalmarsu corazón desbocado.Más bien al contrario. Tenía que decirle que no podíavolveraverla.Eraunerror.Paraambos.Nolestraeríanadabueno...nadabueno.

Jezalrespirabaaceleradamente,tenso,excitado,sinpoderapartarlavistadelrostro en penumbra deArdee. Tenía que decírselo ya. ¿No era a eso a lo quehabía venido? Abrió la boca para decir algo, pero, de pronto, todos susargumentos le parecieron muy lejanos, válidos sólo para otro tiempo y otrasgentes,insignificantes,carentesdepeso.

—Ardee...—empezóadecir.—¿Hummm?—Ardeeladeólacabezayseleacercó.Jezaltratódeapartarse

unpoco,peroteníalaestatuajustodetrás.Ardeeselearrimóunpocomás.Teníalos labiosentreabiertosy losojos fijosen labocadeJezal.Bueno,despuésdetodo,tampocoteníanadademalo,¿no?

Máscercaaún,ahoracon lacabezaalzadahaciaél.Podíaolerla:sumenteestabaempapadadesuolor.Podíasentir lacalidezdesualientoensumejilla.

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¿Quéteníademalo?Notóen lapiel el tactode lasyemasde susdedosque le recorrían la cara

siguiendolalíneadesusmandíbulas,queseenroscabanensucabelloytirabandesucabezahaciaella.Suslabios,suaves,cálidos,lerozaronlamejilla,luegolabarbilla, la boca. Le chupaba suavemente. Se apretó contra él y le rodeó laespaldaconlaotramano.Sulenguasemovíaporsusencías,porsusdientes,porsulengua,mientrasproducíaunaespeciederuiditosconlagarganta.Esposiblequeéltambiénloshiciera,noestabamuyseguro.Uncosquilleo,fríoycálidoalavez,lerecorríaelcuerpo,todasumenteestabavolcadaensuboca.Eracomosinuncahubierabesadoantesaunamujer.¿Cómoibaaestarmalunacosaasí?Sus dientes lemordisqueaban los labios, le hacían un poco de daño, un pocosólo.

Jezal,sinaliento,tembloroso,conlasrodillasflojas,abriólosojos.Ardeelemiraba. Distinguía el brillo de sus ojos en la oscuridad, observándole conatención,estudiándole.

—Ardee...—¿Qué?—¿Cuándopuedovolverteaver?—Teníalagargantaseca,lavozronca.La

muchacha bajó la vista y sonrió. Era una sonrisa cruel, como si se hubieramarcadounfarolylehubierasacadounmontóndedinero.PeroaJezalledabaigual—:¿Cuándo?

—Oh,yateloharésaber.Teníaquevolverabesarla.Aldiablocon lasconsecuencias.Aldiablocon

West.Aldiablocontodoelmundo.Seinclinóhaciaellaycerrólosojos.—No,no,no—Ardeeapartólaboca—.Teníasquehabervenidoantes—sin

dejar de sonreír, se separó de él, se dio la vuelta y se alejó lentamente. Jezalapoyó la espaldaenelpedestalpétreode la estatuay la contempló silencioso,paralizado,fascinado.Jamáshabíasentidonadaigual.Jamás.

Ardeevolviólavistaatrás,unasolavez,comosiquisieraasegurarsedequeseguíamirándola. Sólo de verla, el pecho de Jezal se contrajo dolorosamente.Luegodoblóunaesquinaylaperdiódevista.

Permanecióunratosinmoverseconlosojosmuyabiertos,ocupándosetansóloderespirar.Depronto,unafríaráfagadevientobarriólaplazayelmundovolvió a hacerse presente. La esgrima, la guerra, su amigo West, sus

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responsabilidades. Un beso, eso era todo. Un simple beso y toda sudeterminaciónsehabíaescurridocomoorinaenunorinalagrietado.Miróasualrededor y, de pronto, se sintió culpable, confuso, asustado. ¿Qué demonioshabíahecho?

—Mierda—dijo.

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Trabajosucio

Unobjetoalarderpuededesprender todotipodeolores.El incendiodeunárbolvivo,lozanoyrebosantedesavianoproduceelmismoolorqueeldeunárbolmuerto,secoymustio.Uncerdoyunhombrequemadoshuelendeformabastante parecida, aunque detrás de cada uno de ellos haya una historia muydistinta.EloloraquemadoqueacababadeolfatearelSabuesoeraeldeunacasaincendiada.Lascasasnosuelenquemarseellassolas.Normalmenteparaqueesoocurra tienequehaberhabidoalgún tipodeviolencia.Locual significabaquedebía de haber hombres por los alrededores, y, con toda probabilidad, prestospara el combate. El Sabueso se arrastró con suma cautela entre los árboles,resbaló sobre su vientre hasta el lindero del bosque y se asomó entre losarbustos.

Lavistaahoraeraperfecta.Unaaltacolumnadehumonegrosealzabadesdeunlugarpróximoalrío.Unacasucha,todavíahumeante,peroarrasadahastaloscimientospor el fuego.Tambiéndebiódehaberungranero, aunqueyanoeramásqueunmontóndepalitroquesydetierraennegrecida.Unospocosárboles,un trozo de tierra arada. Ni siquiera en sus mejores momentos debió deproporcionarmucho sustento en unas latitudes como aquellas.Demasiado fríoparaquerindieramucho;unoscuantostubérculos,algunaqueotraoveja.Conunpocodesuerte,unoodoscerdos.

ElSabuesosacudiólacabeza.¿Aquiénpodríahabérseleocurridoquemarleslacasaaunasgentestanpobres?¿Quiénpodíatenerinterésenapropiarsedeunaparcela tan improductiva? En fin, había gente que se entretenía prendiéndolefuegoa las cosas.Poniendomuchocuidado, sacóunpoco la cabezayoteó el

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valleaizquierdayderecha,tratandodeavistaralosautoresdeaquelestropicio,peroloúnicoqueviofueronunasmíserasovejasquepastabanenlasladerasdelosmontes.Retrocedió serpenteando por el suelo y volvió ameterse entre losarbustos.

Cuandoseaproximabasigilosamentealcampamentoselecayóelalmaalospies.Seoíangritos,vocesque,paranoperder la costumbre,discutían.Poruninstante estuvo tentado de pasar de largo, estaba hasta las narices de aquellasriñas interminables. Pero, finalmente, optó por no hacerlo. Un verdaderoexploradornuncaabandonaalossuyos.

—¿Porquénocierraslabocadeunavez,Dow?—eralavozatronadoradeTulDuru—. ¡Querías ir al sur,ycuando tiramosparael sur tepasaste todoeltiempo quejándote de las montañas! ¡Y ahora que ya hemos cruzado lasmontañas, te pasas todo el día gruñendo porque dices que tienes el estómagovacío!¡Yateheaguantadobastante,malditoperroquejica!

LuegoseoyóeldesagradablegruñidodeDow:—¿Tienesquetenerracióndoblesóloporqueseasunpuercoseboso?—¡Malditocabrón!¡Tevoyaaplastarcomoaungusano!—¡Terebanaréelpescuezomientrasduermes,boladesebo!¡Asítendremos

comidadesobraynotendremosqueaguantartusputosronquidos!¡YaentiendoporquétellamanCabezadeTrueno,malditopuercoruidoso!

—¡Cerradlabocalosdos!—elSabuesooyórugiraTresárbolesconunavozcapazdedespertaralosmuertos—.¡Metenéisharto!

Ya los veía a los cinco. Tul Duru y Dow el Negro, el uno frente al otro,Tresárboles en medio con las manos levantadas, Forley sentado con aspectoapenadoyHoscorevisandosusflechassintansiquieramolestarseenmirarlos.

—¡Chiss!—leschistóelSabueso.Todossevolvierondegolpe.—EselSabueso—dijoHoscosinapenaslevantarlavistadesusflechas.No

habíaquiencomprendieraaaqueltipo.Sepasabadíasydíassindecirpalabraycuandohablabaeraparadeciralgoquetodoelmundopodíaverconsuspropiosojos.

Forley, comodecostumbre, tratódedistraer a sus camaradas.Noera fáciladivinarcuántohabríantardadoenmatarseunosaotrosdenohabersidoporél.

—¿Quéhasencontrado,Sabueso?—preguntó.—¡Quévoyaencontrar:cincoestúpidoscabronesenmediodeunbosque!

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—bufómientrassalíadelosárboles—.¡Selesoyeaunkilómetroalaredonda!¡Y se supone que son de los Mejores Guerreros! ¿Puedes creerlo? ¡Deberíadarlesvergüenza!¡Siempreestánpeleándose!Cincoestúpidoscabrones...

Tresárbolesalzóunamano.—Tienesrazón,Sabueso.Deberíadarnosvergüenza—ymirófuriosoaTul

DuruyaDow,quesehabíancalladoperoseguíanmirándoseconcaradepocosamigos—.¿Quéhasencontrado?

—Haygentecombatiendoporestastierras.Hevistounacasaardiendo.—¿Ardiendo,dices?—inquirióTul.—Asíes.Tresárbolesfruncióelceño.—Llévanoshastaallí.ElSabuesonolohabíavistocuandoechóunvistazodesdeelbosque.Desde

dondehabíaestadoantesnoseveía.Habíademasiadohumoy ladistanciaerademasiado grande. Pero ahora lo veía perfectamente y hacía que le entraranganasdevomitar.Todosloveían.

—Untrabajosucio—dijoForleylevantandolavistahaciaelárbol—.Muysucio.

—Desde luego—asintió entre dientes el Sabueso. No se le ocurría nadamejorquedecir.Laramacrujíamientraselancianosebalanceabalentamenteenelaireconlospiesdesnudoscolgandoaescasoscentímetrosdelsuelo.Debíadehaber opuesto resistencia, tenía dos flechas clavadas. La mujer parecíademasiadojovenparasersuesposa.Suhijaseguramente.ElSabuesosupusoquelas dos criaturas serían hijos suyos—. ¿Cómo puede haber alguien capaz deahorcaraunniño?—masculló.

—Se me ocurren algunas personas con una reputación lo bastante negracomoparahacereso—dijoTul.

Dowlanzóunescupitajoalahierba.—¿Lodicespormí?—gruñó,ydenuevovolvieronaenzarzarse,comoun

yunqueyunmartillo—.Hequemadoalgunaqueotragranjaytambiénunaodosaldeas, perohabíauna razón, estábamos enguerra.Ya losniños losdejé convida.

—Noesesoloqueyoheoído—dijoTul.ElSabuesocerrólosojosyexhalóunsuspiro.

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—¡Meimportauncarajoloquetúhayasoídoodejadodeoír!—ladróDow—¿Nosetehaocurridopensarquealomejormireputaciónesmásnegradeloquememerezco,gigantedemierda!

—¡Sémuybienloquetemereces,grandísimohijodeputa!—¡Basta!—gruñóTresárbolessindejardemirarcongestoceñudoelárbol

—.¿Esquenosentísrespetopornada?ElSabuesotienerazón.Yahemossalidode lasmontañas y parece que por aquí se está cociendo algo.Se acabaron lasriñas.Ypunto.Deahoraenadelanteosquierovertanfríosysilenciososcomoelinvierno.SomosdelosMejoresGuerrerosytenemosuntrabajoquehacer.

Satisfechodequeporfinseoyeraunavozsensata,elSabuesoasintióconlacabeza:

—Tiene que haber gente luchando por aquí cerca —dijo—. Es la únicaexplicación.

—Aja—dijoHosco,aunquenoresultabanadafácildeterminarquéeraconloqueestabadeacuerdo.

Los ojos de Tresárboles seguían mirando fijamente los cuerpos de losahorcados.

—Tienesrazón.Ahoratenemosquecentrarnoseneso.Nadamásqueeneso.Seguiremoslapistadelagentequehahechoestoytrataremosdeaveriguarporquéluchan.Pocopodemoshacerhastaquenosepamosquébandoshay.

—Quienhahechoesto tieneque lucharparaBethod—dijoDow—.Es suestilo.

—Yaveremos.Tul,Dow,bajadlosyenterradlos.Aversiasíseostemplanunpocolosnervios—losdossecruzaronunamiradaasesina,peroTresárbolesnoloshizonicaso—.Sabueso,aversipuedesolfatearlapistadelosquehanhecho esto. Localízalos y esta noche iremos a visitarlos. Les devolveremos lavisitaquehanhechoaestagente.

—Perfecto—dijomuysatisfechoelSabueso—.Lesdevolveremoslavisita.ElSabuesonosalíadesuasombro.Silostiposesosandabancombatiendo,si

teníanmiedodecaerenunaemboscadaenemiga,cómoesqueponíantanpocoempeñoenborrarsurastro.Leestabaresultandosencillísimoseguirleslapista.Calculabaunoscincohombres.Sehabíanalejadosinningunaprisadelagranjaincendiada, habían avanzado por el valle bordeando el río y luego se habíaninternadoen losbosques.El rastroera tanclaroquedevezencuando tenía la

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aprensióndeque se tratabadeuna trampaydeque ibana aparecerdeprontoentrelosárbolesparacolgarledeunarama.Peronoparecíaserelcaso,y,justoantesdequeanocheciera,dioconellos.

Primero le llegó un olor a carne: añojo asado. Luego los oyó: hablaban,gritabanysereían;nosepreocupabanenabsolutodemantenerseensilencio,seles oía perfectamente a pesar del continuo borboteo del río que tenían junto aellos.Y,porfin,losvio:sentadosenunclaroentornoaunagranhoguera,sobrelacualhabíaunaovejadespellejadaensartadaenunespeto, sinduda frutodelpillaje de la granja. El Sabueso se apretó contra los arbustos y se quedó taninmóvilysilenciosocomodeberíanhaberloestadoellos.Contócincohombreso,parasermásexactos,cuatroyunchavaldeunoscatorceaños.Todosestabansentados, no había nadie de pie haciendo guardia, no habían tomado ningunaprecaución.ElSabuesonosalíadesuasombro.

—Estánahídelante,tranquilamentesentados—susurrócuandollegóadondeestabanlosotros—.Nicentinelasninada.

—¿Tranquilamentesentados?—preguntóForley.—Ajá.Soncinco.Sentados,riéndose.Nomegusta.—Amítampoco—dijoTresárboles—,peroloquehemosvistoenlagranja

mehagustadoaúnmenos.—Conarmas—siseóDow—.Conarmas,nohayelección.Porunavez,Tulsemostródeacuerdoconél.—Conarmas,jefe.Démoslesunalección.Ni siquiera intervino Forley para tratar de evitar el combate, pero aun así

Tresárbolesselopensó,noseprecipitó,setomósutiempo.Yalpocoasintió:—Conarmasserá.NohayformadeveraDowelNegroenlaoscuridadsiélnoquiereservisto.

Tampocoselepuedeoír;sinembargo,mientrasavanzabaarrastrándoseentrelosárboles, el Sabueso sabía que le tenía cerca. Cuando uno ha pasado muchotiempo combatiendo junto a un hombre acaba por entenderle. Se entiende suformadepensaryseaprendeapensarcomoél.Dowestabacerca.

El Sabueso tenía un objetivo. Ya veía la silueta del hombre que estabasentado más a la derecha, una espalda negra recortada sobre la hoguera. Demomentosuspensamientossedesentendieronde losotros.Sólopensabaensuobjetivo.Unavezqueunosehapuestoenmarcha,oquetujefetehadichoque

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tepongasenmarcha,hayquellegarhastaelfinalsinvolverlavistaatráshastaquesehayacumplidoconelobjetivo.Eltiempoqueempleesenpensarenotracosaseráelmismotiempoqueaprovecharátuenemigoparamatarte.EraLogenquienselohabíaenseñadoyselehabíaquedadograbado.Eslamejorformadehacerlascosas.

ElSabuesocadavezestabamáscerca.Sentíaelcalordelfuegoenlacara,elfríotactometálicodelcuchilloenlamano.Malditasea,yaestabanahíotravezesasmalditasganasdeorinar.Apenasleseparabaunazancadadesuobjetivo.Almuchacholoteníadefrente:sihubieraseparadoduranteuninstantelavistadeltrozodecarnequeestabacomiendo,lehabríavistoacercarse,peroporfortunaparecíatenermuchahambre.

—¡Urg!—seoyógritaraunodeloshombres.EsoqueríadecirqueDowyalohabíaalcanzado,queeracomodecirquehabíadejadodeexistir.ElSabuesodiounsaltoadelanteyclavóelcuchilloenelcuellodesuobjetivo.Elhombreseirguióun instantemientras se llevaba lamanoa la rajadelcuello,y, luego, setambaleóycayódebruces.Unodelosotrosselevantódeunsalto,arrojandoalsuelo la pierna de cordero que tenía en la mano, y una flecha le atravesó elpecho.Hosco,desdeelrío.Duranteuninstantepareciósorprendido,luegocayóderodillasconelrostrocontorsionadodedolor.

Ya sólo quedaban dos, uno de ellos el chico, que miraba hipnotizado alSabuesoconuntrozodecarnecolgandodesubocaentreabierta.Elotroestabadepie,respirandoagitadamenteyblandiendouncuchilloenorme.Debíadeserelqueestabausandoparacomer.

—¡Tira ese cuchillo!—bramó Tresárboles. El Sabueso ya veía a su viejocamarada.Avanzaba hacia ellos a grandes zancadas y el bordemetálico de suenorme rodela lanzaba destellos a la luz de las llamas.El tipo del cuchillo semordíaloslabiosmientrasmirabaalternativamentealSabuesoyaDow,quesele acercaban lentamente cada uno por un lado. De pronto vio la imponente einhumanafiguradeCabezadeTruenoemergerdelaoscuridaddelbosqueconsuenorme espada centelleando sobre su hombro. Aquello ya fue demasiado.Inmediatamentearrojóelcuchilloalsuelo.

Dowseabalanzósobreél,leagarrólasmuñecas,selasatórápidamentealaespalday luego lopusode rodillas junto al fuegodeun empujón.ElSabuesohizootro tantoconelmuchacho,que tenía losdientesmuyapretadosyestaba

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mudocomounatumba.Todohabíaocurridoenunospocossegundos,fríamentey en silencio, tal y como les había pedido Tresárboles. El Sabueso tenía lasmanos ensangrentadas, pero eran gajes del oficio. Ya se acercaban los otros.Hoscocruzabaelríochapoteandomientrasvolvíaacolgarseelarcoalhombro.Al pasar junto al hombre al que había alcanzado, le dio una patada, pero elcuerponosemovió.

—Muerto—sentencióHosco.Forley,queveníadetrásdeél,escudriñabaalosdosprisioneros.Dow,porsuparte,mirabafijamentealtipoalqueacababadeatar,lomirabaconenormeintensidad.

—Yo a este le conozco —dijo como si aquello le causara una inmensasatisfacción—. Tú eres Groa el Fangal, ¿verdad? ¡Qué coincidencia! Hacemuchotiempoquetetengometidoenlacabeza.

ElFangalmirabaalsueloconelceñofruncido.Unapintabastantecruel ladel tipo aquel, pensó el Sabueso, el típico aspecto de alguien a quien no leimportaríaahorcaraunoscampesinos.

—Sí,soyelFangal.¡Vuestrosnombresnohacefaltaquemelosdigáis!¡Encuanto se sepa que habéis matado a unos recaudadores del Rey, todos seréishombresmuertos!

—AmímellamanDowelNegro.ElFangallevantódegolpelacabezaylomiróboquiabierto.—¡Mierda!—susurró.Elmuchacho,queestabaarrodilladoasulado,mirabaasualrededorconlos

ojosdesorbitados.—¿DowelNegro?¿Esposible?ElmismoDowelNegroque...¡Mierda!Dow asintió moviendo lentamente la cabeza mientras una desagradable

sonrisaseibaextendiendoporsusemblante,unasonrisaasesina.—Tienesmuchoporloquepagar,Groa.Tetengometidoenlacabezadesde

hace mucho tiempo, pero ahora te tengo delante de mis ojos —y le golpeósuavementelamejilla—.Yenmismanostambién.¡Quéfelizcoincidencia!

ElFangal,peseaestaratado,apartólacabezatodoloquepudo.—¡Tehacíaenelinfierno,Dow,malditocabrón!—Esocreíayotambién,peroresultaquesóloestabaalnortedelamontañas.

Tenemos que hacerte algunas preguntas, Fangal, antes de darte tu merecido.¿Quiéneseserey?¿Quéesloqueestáisrecaudandoparaél?

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—¡Guárdatetuspreguntas!Tresárboleslesoltóungolpeenunladodelacabeza,bienfuerteypordonde

nopodíaverlovenir.Cuandosevolvióparamirarle,Dowlegolpeóenelotrolado.Lacabezaestuvounratoyendodeunladoparaotrohastaquelotuvieronlobastanteablandadoparahacerlohablar.

—¿Contraquiéncombatís?—¡No estamos combatiendo! —el Fangal escupió las palabras entre sus

dientes rotos—. ¡Malditos cabrones, daría lo mismo que estuvierais muertos!¿Aúnnooshabéisenteradodeloquehapasado?

ElSabuesofruncióelceño.Nolegustabaloqueacababadeoír.Parecíaquelascosashabíancambiadoyensuvidahabíavistouncambioamejor.

—Soy yo quien hace las preguntas —dijo Tresárboles—. Limítate aconcentrar tu minúsculo cerebro en la tarea de contestarlas. ¿Quién sigueresistiendo?¿QuiénseniegaasometerseaBethod?

Apesardeestaratado,elFangalserió:—¡Noquedanadie! ¡La luchaha terminado!BethodeselRey. ¡ElReyde

todoelNorte!Todoelmundosehasometidoa...—Nosotrosno—rugióTulDuruinclinándosesobreél—.¿YelviejoYawl?—Muerto.—¿YSythingyelAtronado?—¡Muertos, todosmuertos,malditos idiotas! ¡Ahorasólo secombateenel

sur!¡BethodhadeclaradolaguerraalaUnión!¡Sí!¡Ylosestamosmachacando!ElSabuesonosabía sicreérseloono.¿Rey?Nuncaanteshabíahabidoun

rey en elNorte. Jamás había hecho falta y, puestos a elegir a alguien,Bethodseríaelúltimoenquienpensaría.¿DeclararlaguerraalaUnión?Esoeracosadelocos.Lossureñoserandemasiados.

—Sidicesqueaquínosecombate—preguntóelSabueso—,¿porquéhabéismatadoaesagente?

—¡Quetejodan!Tul le cruzó la caradeun fuertebofetón,y el tipo cayóde espaldas.Dow

aprovechóparasoltarleunapatadayluegoloincorporó.—¿Porquélosmatasteis?—preguntóTul.—¡Por los tributos! —gritó el Fangal, que sangraba profusamente por la

nariz.

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—¿Tributos?—inquirióelSabueso.Extrañapalabra,nisiquieraestabamuysegurodeloquesignificaba.

—¡Senegabanapagarlos!—¿Paraquiéneranesostributos?—preguntóDow.—Para Bethod, ¿para quién quieres que fueran? ¡Conquistó todo este

territorio,disgrególosclanesyseapoderódetodo!¡Lagentetienequepagarletributos!¡Ynosotroslosrecaudamos!

—Conquetributos,¿eh?¡Unmalditoinventodelsur,comosiloviera!Ysino pueden pagarlos, ¿qué pasa? —preguntó asqueado el Sabueso— ¿Losahorcáisypunto?

—¡Sinopagan,podemoshacerconellosloquenosplazca!—¿Loqueosplazca?—Tulleagarródelcuelloyseloapretóconunadesus

manazas hasta que al Fangal comenzaron a salírsele los ojos de las órbitas—.¿Loqueosplazca?¿Osplacemuchoahorcarlos?

—Déjalo,CabezadeTrueno—dijoDowsoltándolelosdedosdelcuellodelprisionero y apartándole suavemente—.Anda, anda, grandullón, déjalo, no espropio de ti matar a un hombre atado —le dio unas palmadas en el pechomientrasconlaotramanosacabasuhacha—.Parahacerestetipodetrabajosyametenéisamí.

ElFangalparecíahaberserecuperadoalgodelamagodeestrangulamiento.—¿CabezadeTrueno?—soltóentretosesechandounvistazoasualrededor

—.Estáis todos,¿verdad? ¡TúeresTresárboles,y túHosco,yésedeahíeselFlojo!Demodoquenooshabéis sometido,¿eh? ¡Estáis jodidos!¿DóndeestáNuevededos?¿Eh?—secarcajeóelFangal—.¿DóndeestáelSanguinario?

Dowsediolavueltaypasóeldedopulgarporelfilodelhacha:—Havueltoalbarro,ytúvasahacerlecompañía.Yahashabladobastante.—¡Maldito hijo de puta, déjame que me levante! —gritó el Fangal

forcejeando con sus ataduras—. ¡No eresmejor que yo, Dow el Negro! ¡Hasmatado más gente que una peste! ¡Deja que me levante y dame un acero!¡Vamos!¿Oesquetienesmiedodelucharconmigo,cobarde?Notienesagallasparadarmeunaoportunidad,¿eh?

—¿Teatrevesallamarmecobarde?—gruñóDow—.¿Túquehasmatadoaunos niños por pura diversión? Tenías un acero y lo tiraste. Ésa fue tuoportunidad, deberías haberla aprovechado. La gente como tú no merece una

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segundaoportunidad.Sitienesalgomásquedecir,másvalequelodigasya.—¡Mecagoenvosotros!—gritóelFangal—.¡Mecagoenlaputaque...!ElhachadeDowselehundióentrelosojosdeungolpesecoyloderribóde

espaldas. Las piernas dieron un par de sacudidas y luego todo acabó. Nadiederramóunasolalágrimaporél:elpropioForleyselimitóacontraerlacaraenunamuecadedolorcuandocayólahojadelhacha.Dowseagachóyescupióalcadáver,yelSabuesoapenaspudoreprochárselo.Elotroprisionero,encambio,planteaba más problemas. El muchacho miró el cadáver con los ojos muyabiertosyluegolevantólavista.

—Asíquesoisvosotros—dijo—.LabandadeNuevededos.—Sí—dijoTresárboles—,ésossomos.—Heoídomuchashistoriassobrevosotros.¿Quévaisahacerconmigo?—Buena pregunta —se dijo el Sabueso. Lo malo es que ya sabía la

respuesta.—No podemos llevarlo con nosotros —dijo Tresárboles—. Ni podemos

cargarconeseequipajenipodemoscorrereseriesgo.—No es más que un muchacho—dijo Forley—. Podríamos dejar que se

fuera—bonitaidea,peronoseteníaenpie,ytodoslosabían.Elrostrodelchicoseiluminóconundestellodeesperanza,peroTulseocupódeapagarlo.

—No podemos fiarnos de él. No en un lugar como éste. Haría correr lanoticiadequehemosvueltoyempezaríalacaza.Nopodemoshacerlo.Además,éltambiéntomóparteenelasuntodelagranja.

—¿Quépodíahacer?—preguntóelmuchacho—.¿Qué?¡Yoqueríairalsur!Ir al surpara luchar contra laUnióny forjarmeunnombre, peromeenviaronaquíarecaudartributos.Simijefemedicehazesto,yotengoquehacerlo,¿no?

—Claroquesí—dijoTresárboles—.Aquínadieestádiciendoquepudierashacerotracosa.

—¡Yonoqueríahacerlo!¡Ledijequedejaranconvidaalosniños!¡Tenéisquecreerme!

Forleybajólavistaymirósusenormesbotas.—Tecreemos.—¿Yapesardetodovaisamatarme?ElSabuesosemordióloslabios.—Nopodemosllevarteconnosotrosnipodemosdejartelibre.

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—¡Yonoqueríahacerlo!—elmuchachoagachólacabeza—.Noesjusto.—No,no loes—dijoTresárboles—.Noesenabsoluto justo.Peroasíson

lascosas.ElhachadeDowsehundióenlanucadelchico,quecayódebruceshacia

delante.ElSabuesohizounamuecadedoloryapartólavista.SabíaqueDowlohabíahechoasíparaquenotuvieranqueverlacaradelmuchacho.Seguramenteera una buena idea, y esperaba que a los demás les hubiera servido de algo,porque, para él, que estuviera boca arriba o boca abajo no suponía ningunadiferencia.Sesentíacasitanasqueadocomocuandoviolodelagranja.

Noeranimuchomenoselpeordíaporelquehabíapasado.Peronoporesodejabadeserunmaldía.

ElSabueso losveíadesfilarporelcaminodesdeunpuestodeobservaciónentrelosárbolesdondenopodíaservisto.Tambiénsehabíaaseguradodequeelvientosoplaraencontra,porque,laverdadseadicha,olíaqueapestaba.Eraunaprocesiónbienextraña.Porunlado,parecíanguerrerosquefueranareunirseconelgruesodeun ejércitoque sedispusiera a entrar en combate.Pero, porotro,parecíantotalmenteinadecuadosparadichatarea.Unascuantasarmas,viejasensumayor parte, y algunos retales de armadura, eso era todo lo que llevaban.Marchabanenformación,perodeunaformabastantedesordenada.Lamayoríadeelloserandemasiadoviejosparaserbuenosguerreros,hombrescalvosodecabellocano,yelrestoerantanjóvenesquenisiquierateníanbarba,casiunosniños.

ElSabuesoempezabaatenerlaimpresióndequetodoelmundoenelNortesehabíavueltoloco.PensóenloquehabíadichoelFangalantesdequeDowlomatara.GuerraconlaUnión.¿Esabandadedesarrapadosibaalaguerra?Sieraasí,unacosaestabaclara:Bethodestabaechandomanodetodoloquetenía.

—¿Quéhay,Sabueso?—lepreguntóForleycuandollegóalcampamento—.¿Quéocurreahíabajo?

—Hombres.Armados,aunquenomuybien,laverdad.Uncentenar,talvezmás. Viejos y niños en su mayor parte. Marchan en dirección suroeste —elSabuesoseñalóhaciaelcamino.

Tresárbolesasintióconlacabeza.—Se dirigen a Angland. Eso quiere decir que Bethod va en serio. Se ha

lanzado contra laUnión con todas sus consecuencias. Ese cabrón nunca tiene

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suficientesangre.Estáreclutandoa todos loshombrescapacesdesostenerunalanza—tampocopodíadecirsequeaquellofueraunanovedad.ABethodnolegustaban lasmedias tintas. Tenía que ser todo o nada, y no importaba cuántagentesequedaraporelcamino—.Todosloshombres...—mascullóTresárboles—.SialosShankaselesocurrecruzarlasmontañasahora...

ElSabuesomiróasuscamaradas.Rostrossucios,ceñudos,preocupados.Aligual que él, sabían muy bien a qué se refería Tresárboles. Si los Shanka sepresentabanahoraquenohabíanadieenelNorteparaenfrentarseaellos,loquehabíanvistoenlagranjanoseríanadaencomparaciónconloquepodíallegarapasar.

—¡Perotenemosquepreveniraalguien!—exclamóForley—.¡Tenemosqueprevenirlos!

Tresárboleshizoungestonegativoconlacabeza.—YaoísteisalFangal.YanoestáYawl,nielAtronado,niSything.Todos

hanmuerto,todoshanvueltoalbarro.YahoraBethodeselRey,elReydelosHombresdelNorte—DowelNegrotorcióelgestoylanzóungargajoalsuelo—.Escupecuantoquieras,Dow,peroasísonlascosas.Noquedanadieaquienpodamosprevenir.

—NadieexceptoBethod—mascullóelSabuesoconamargura.—¡Entonces,hablemosconél!—Forleymiródesesperadoasuscompañeros

—.¡Seráunmalditocabrón,peroalmenosesunhombre!SiempreesmejorquelosCabezasPlanas,¿no?¡Tenemosquedecírseloaalguien!

—¡Ja!—ladró Dow—. ¡Ja! ¿Crees que nos hará caso, eh Flojo? ¿Te hasolvidado ya de lo que nos dijo? ¿A nosotros y al propio Nuevededos? ¡Novolváis nunca! ¿Te has olvidado de que estuvo a punto dematarnos? ¿Te hasolvidadodelodioquenostiene?

—Ydelmiedo—dijoHosco.—Nos odia y nos teme —masculló Tresárboles—, y no es para menos.

SomosdelosMejoresGuerreros, todosnosconocen.Laclasedehombresalaquelagenteestádispuestaaseguir.

Tulasintiómoviendosugigantescacabeza.—Así es, no habrá bienvenida para nosotros en Carleon. No habrá

bienvenidaquenolleveunbuenpinchopegadoenlapunta.—¡Yo no soy fuerte!—gritó Forley—. ¡Todo el mundo sabe por qué me

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llamanelFlojo!Bethodnotieneningúnmotivoparatemerme,niparaodiarmetampoco.¡Iréyo!

ElSabuesolomirósorprendido.Todoslohicieron.—¿Tú?—inquirióDow.—¡Sí,yo!¡Talveznoseaunguerrero,perotampocosoyuncobarde!Iréy

hablaré con él. Tal vez me escuche—el Sabueso le miraba fijamente. Hacíatanto tiempoqueno intentabansalirdeunaprietorecurriendoa lapalabraquecasisehabíaolvidadodequeexistíaesaposibilidad.

—Puedequeteescuche,sí—mascullóTresárboles.—Puedequesí—dijoTul—.¡Ypuedequeluegotemate,Flojo!ElSabuesosacudiólacabeza.—Esmuyprobable.—Talvezsí,perovalelapenaintentarlo,¿no?Todossemiraroncongestoabatido.Forleyteníaagallas,peroalSabuesono

lehacíaningunagraciaelplan.RecurriraBethoderadejarquesusesperanzascolgarandeunhilomuyfino.Extremadamentefino.

Pero,comobiendecíaTresárboles,nohabíanadiemás.

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Palabrasypolvo

Kurster, con su larga melena rubia rebotando sobre sus hombros, pegababrincosalrededordelperímetroexteriordelcírculosaludandoalamultitudconla mano y lanzando besos a las muchachas. El público aclamaba las vistosasvueltas que daba el joven con vítores y aullidos. Era un oficial de laGuardiaReal,naturaldeAdua.Unpaisano,unchicomuypopular.

BremerdanGorstestabaapoyadoenlabarrera,contemplandoelbailoteodesu contrincante con los ojos entrecerrados. Sus aceros, unos mazacotesdesgastadosporeluso,parecíansorprendentementepesados,talvezdemasiadopesados para resultar rápidos. El propioGorst parecía demasiado pesado pararesultarrápido.Erauntipograndecomountoro,decuellogrueso,queparecíaunluchadormásqueunespadachín.Teníatodalapintadellevarlasdeperder.Yasíparecíacreerlolamayorpartedelpúblico.Peroyonomedejoengañartanfácilmente.

CercadedondeseencontrabaGlokta,uncorredordeapuestasvociferabasusnúmerosyrecogíaeldinerodelasbulliciosasgentesquesearremolinabanasualrededor.CasitodaslasapuestaseranporKurster.Sinlevantarsedesuasiento,Gloktaseinclinóhaciaél.

—¿CómoestánlasapuestasporGorst?—¿PorGorst?—preguntóelcorredor—.Alapar.—Apuestodoscientosmarcosasufavor.—Losiento,amigo,peronopuedocubriresacantidad.—Cienentonces,cincoacuatro.Elcorredordeapuestasse lopensóunmomentomirandoalcielomientras

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hacíacuentas.—Hecho.Elárbitroyaestabapresentandoaloscontendientes,yGloktaserecostóen

su asiento y se fijó en Gorst, que en esemomento estaba arremangándose lacamisa.Teníaunosantebrazosanchoscomotroncosyunospoderososhacesdemúsculos que se tensaban cuandomovía sus gruesos dedos. Estiró el cuello aunoyotrolado,cogiólosacerosqueletendíasupadrinoylanzóalaireunpardeestocadasdeprueba.Muypocagenteentreelpúblicoreparóenello.Estabandemasiado ocupados vitoreando a Kurster, que se disponía a colocarse en sumarca.PeroaGloktanoselepasóporalto.Esmásrápidodeloqueaparenta.Muchomásrápido.Ensusmanosesosacerosyanoparecentanpesados.

—¡Bremer dan Gorst! —proclamó el árbitro mientras el grandullón seacercaba pesadamente a sumarca. Apenas hubo aplausos. Aquel hombre conpintadebueynosecorrespondíaconlaideaqueteníandeunespadachín.

—¡Adelante!No podía decirse que lo hiciera bonito. Gorst se dedicaba a soltar

desmañadostajosconsuacerolargo,profiriendosonidosguturalesacadagolpe,comosifueraunmaestrodelaespadacortandotroncos.Eraunavisióninsólita.Unodelosdoscontendientesparticipabaenuncampeonatodeesgrima;elotro,en cambio, parecía estar en un combate a muerte. ¡Basta con que le toques,hombre,nohacefaltaquelopartasendos!Pero,alfijarsemejor,Gloktasediocuentadequeaquellostajosbrutalesnoerantantorpescomoparecían.Estabanperfectamente sincronizados y eranmuy precisos. Kurster soltó una carcajadamientras eludía con un bailoteo la primera acometida, sonrió al esquivar latercera, pero cuando llegó la quinta, la sonrisa ya se había borrado de susemblante.Ynodalaimpresióndequevayaaregresar.

Bonito no era, desde luego. Pero tiene un poderío innegable. Kurster seagachódesesperadotratandodeeludirunnuevotajo.Pormuyromosqueseanlosaceros,siesetajollegaaalcanzarle,ledecapita.

Elfavoritodelasmasashizotodoloposibleportomarlainiciativa,ylanzóunaseriedeestocadascontodasuenergía,peroGorstestuvoalaaltura.Soltóungruñidomientrasdesviabacongranpericia la acometidacon suacerocortoy,luego, profirió otro gruñido y descargó un tajo sobre su contrincante con suacero largo. Glokta hizo un gesto de dolor al ver cómo el acero se estrellaba

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estrepitosamente contra la espada de Kurster, doblándole la muñeca yarrancándolecasielacerodelasmanos.Fuetallafuerzadelgolpe,queKurster,conelrostrocontraídoenunamuecadeespantoydolor,setambaleóhaciaatrás.

SeentiendequelosacerosdeGorstesténtandesgastados.Kurstertratódeeludir la arremetida de su enemigo dando vueltas por el círculo, pero aquelgiganteerademasiadorápido.Condenadamenterápido.Gorstyaleteníatomadala medida: se anticipaba a todos los movimientos de su rival mientras lo ibaarrinconandoconunalluviaincesantedegolpes.Nohabíaescapatoria.

Dospoderosasestocadasempujaronaldesdichadooficialhastaelbordedelcírculo y, luego, un revés le arrancó de las manos el acero largo, que quedóincrustadoenelcéspedvibrandobrutalmente.Duranteuninstante,Kurster,conlosojosdesorbitadosy lamanovacía temblando, se tambaleó; entoncesGorstsoltóunrugido,seabalanzósobreélyleembistiólascostillasdesprotegidasconsurobustohombro.

Glokta estalló en carcajadas.Nunca había visto volar por los aires a unespadachín.Kurster,enefecto,habíasalidodespedidogritandocomounaniñita.Diounavueltadecampanaenel aire, se estampócontra el sueloy sedeslizócabezaabajoagitandolosbrazosylaspiernas.Finalmentequedótendidoenlaarena que bordeaba el círculo, a unas tres zancadas del lugar donde le habíaembestidoGorst,gimiendolastimeramente.

Lamultitud, conmocionada, sehallaba sumidaenun silencio tanprofundoque las risotadas de Glokta debían de poder oírse desde las últimas filas. ElentrenadordeKurstersalióatodaprisadelrecintoyconmuchocuidadodiolavueltaasupupilo.Eljovenpateaba,gimoteabayseapretabalascostillas.Gorst,con gesto impasible, le miró un instante y luego se encogió de hombros yregresólentamenteasumarca.

ElentrenadordeKursterseacercóalárbitro.—Losiento—dijo—,peromipupilonopuedecontinuar.Glokta, incapazdecontenerse, tuvoque taparse labocaconambasmanos.

Todo su cuerpo se agitaba con las carcajadas.Cada nuevo borboteo de risa leproducíaunespasmodedolorenelcuello,peroledabaigual.Alamayorpartedelpúblico,sinembargo,elespectáculonoparecíaresultarletangratificante.Entorno a él comenzaba a alzarse unmurmullo de indignación. Cuando sacarontendidoaKursterentreelpreparadoryelpadrino,losrefunfuñossetornaronen

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abucheosyluegoenuncorodegritosairados.Gorst entornó los ojos y recorrió conmirada cansina las filas del público.

Luegovolvióaencogersedehombrosy,caminandopesadamente,regresóasucercado.UnarisaretozonaseguíaacompañandoaGloktamientrasabandonabarenqueandolaarenaconsubolsabastantemáspesadaquecuandollegó.Hacíasiglosquenoselopasabatanbien.

LaUniversidadsealzababajolasombradelaCasadelCreadorenunrincóndeAgriont tan abandonadoquehasta lospájarosque lo frecuentabanparecíanviejos y cansados.El enorme y destartalado edificio estaba cubierto de hiedrasemisecaypertenecíaaunestilopropiodeotrasépocas.Segúnsedecía,eraunodelosedificiosmásantiguosdelaciudad.Yloparece.

Enlapartecentraldelatechumbrehabíavariostejadosrehundidos,algunosde ellos con pinta de estar a punto de venirse abajo. Los esbeltos chapitelesestaban cuarteados y amenazaban con derrumbarse sobre los descuidadosjardinesquehabíadebajo.Elenlucidodelosmurosestabasucioydesgastado,yse encontraba desprendido en varios tramos por los que asomaban la piedradesnuda y el deslavazado mortero. En otro lugar, una mancha de humedadmarrónquearrancabadeuncanalónrotorecorríaelmurodearribaabajo.Huboun tiempo en que el estudio de las ciencias atrajo a algunos de los hijosmásilustresdelaUnión;duranteesaépocaaqueledificiohabíasidounodelosmásimponentes de la ciudad.Para que luego diga Sult que la Inquisición se estáquedandoobsoleta.

Dosestatuasflanqueabanladesvencijadaverjadelaentrada.Representabanadosancianos,unodeellossosteníaunalámparayelotroseñalabaunlibro.Lasabiduría y el progreso o alguna otra sandez por el estilo. El que sostenía ellibrodebíadehabersequedadosinnarizenalgúnmomentodelsiglopasadoyelotro estaba vencido hacia un lado con la lámpara extendida, como si buscaradesesperadamenteunpuntodeapoyo.

Glokta alzó un puño y aporreó las vetustas puertas, que retemblaron y semovierondeformapatentecomosifueranadesprendersedesusgoznesdeunmomentoaotro.Gloktaesperó.Esperóunbuenrato.

De pronto, al otro lado de las puertas, se oyó un ruido de cerrojos que sedescorrían,unadelashojastemblóyluegoseabrióunarendija.Elrostrodeunancianoasomóporlaestrechaaberturayleescudriñóalaluzdeuncabodevela

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queaferrabaconunamanosurcadadearrugas.Susojosacuososleexaminarondelospiesalacabeza.

—¿Sí?—SoyelInquisidorGlokta.—Ah,ya,unodeloshombresdelArchilector.Glokta,extrañado,fruncióelceño.—Sí,esoes.—Nodebendeestartandesconectadosdelmundo.Pareceque

sabenquiénsoy.Dentro estaba peligrosamente oscuro. A la tenue luz del cabo de vela del

portero distinguió el brillo mate de dos enormes candelabros de latón que sealzabanaambosladosdelapuerta,peronoteníanvelasyhacíamuchoquenosehabíanlimpiado.

—Sígame, señor—resolló el anciano, y, acto seguido, se puso a renquearcon el tronco casi dobladopor lamitad.Ni siquiera aGlokta le resultó difícilseguirsupasocansinocuandocomenzóaabrirsepasoenmediodelaoscuridad.

Avanzaron juntos por el sombrío vestíbulo arrastrando los pies.A un ladohabía unas ventanas muy antiguas, formadas por unos paneles de cristal tanminúsculosysuciosquenisiquieraenundíamuysoleadohabríandejadopasardemasiadaluz.Aesashoras,cuandolatardeestabaapuntodecaer,simplementenodejabanpasarniunrayodeluz.Lavacilantellamadelavelabailoteabasobrelos polvorientos retratos que colgaban de la pared contraria: unos ancianosenfundadosenunastúnicasnegrasydoradasquemirabanconojosdesorbitadosdesde los marcos descascarillados y sostenían en sus avejentadas manosmatraces,ruedasdentadas,compases.

—¿Adónde vamos?—peguntó Glokta cuando ya llevaban varios minutosdeambulandoenlaoscuridad.

—LosAdeptosestáncenando—dijoconvozcascadaelportero,levantandolavistaymirándoleconunaexpresióndeinfinitocansancio.

ElcomedordelaUniversidaderacomounacavernaresonante,rescatadadelaoscuridadmásabsolutagraciasalapresenciadeunascuantasvelasllenasdechurretes. En una enorme chimenea parpadeaba un pequeño fuego queproyectaba sobre las vigas del techo una danza de sombras. El suelo estabaocupadocasiensu totalidadporunamesagigantesca, satinadaporelusoa lolargodelosañosyflanqueadaporunacoleccióndesillasdesvencijadas.Aunque

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podríahaberacomodadosinproblemasaochentapersonas,enaquelmomentosólo había cinco comensales, apretujados en el extremo más próximo a lachimenea.AloírelrepiqueteodelbastóndeGlokta,dejarondecomer,alzaronlavista y le observaron con gran interés. El hombre que se encontraba en lacabeceradelamesasepusodepieyseleacercóapresuradamente,recogiéndoseconunamanoeldobladillodesulargatúnicanegra.

—Unavisita—carraspeóelporteroseñalandoaGloktaconlavela.—UnhombredelArchilector,¿verdad?¡SoySilber,elAdministradordela

Universidad! —Y dicho aquello, estrechó la mano de Glokta. Sus colegas,entretanto, se habían levantado a trancas y barrancas de sus sillas, como siacabaradellegarelinvitadodehonor.

—Soy el InquisidorGlokta—dijo paseando sumiradapor aquel grupodeávidosancianos.Laverdad,nomeesperabatantadeferencia.EsevidentequeelnombredelArchilectorabretodaslaspuertas.

—Glokta, Glokta—farfulló uno de los ancianos—, me suena el nombre,creoqueunavezconocíaunGloktaenalgunaparte.

—Siempre estás acordándote de gente que conociste en alguna parte, peroluegonuncateacuerdasdedónde—dijoocurrenteelAdministrador,arrancandoalospresentesunarisadesganada—.Permítamequehagalaspresentaciones.

Los cuatro científicos, todos ellos ataviados con sendas togas negras, lefueronpresentadosunoporuno.

—Saurizin, nuestro Adepto Químico —un anciano fornido con la togasalpicadadequemadurasymanchasyconbastantesrestosdecomidaentrelospelosde labarba—.Denka,nuestroAdeptoMetálico—elmás jovende todosellosconmucho,aunqueestababastantelejosdeserjoven;untipoconunrictusarrogante—.Chayle,nuestroAdeptoMecánico—Gloktanuncahabíavistoaunhombre con una cabeza tan grande y una cara tan pequeña. Le llamaron laatención sus orejas, eran gigantescas y estaban llenas de pelos grises—. YKandelau, nuestroAdeptoMédico—una especie de pájaro esquelético con elcuellolargoyunosanteojosquedescansabansobreunapéndicenasalcurvoqueteníamásdepicoquedenariz—.Siénteseconnosotros—elAdministrador leseñalóunasillavacíaencajonadaentrelosasientosdedosdelosAdeptos.

—¿Unpocodevino?—leofrecióobsequiosoChayle.Unasonrisacortéssedibujó en susminúsculos labiosmientras inclinaba el decantador y llenaba la

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copasinesperarsurespuesta.—Muchasgracias.—Enestemomentoestábamosdebatiendosobre los respectivosméritosde

cada una de nuestras disciplinas —susurró Kandelau observando a Glokta atravésdesuscentelleantesanteojos.

—Paranoperderlacostumbre—selamentóelAdministrador.—El cuerpo humano es sin lugar a dudas el único campo digno de ser

sometido aun estudiopormenorizado—prosiguió elAdeptoMédico—.Antesdevolcarseenelconocimientodelmundoexteriorhayqueconocerlosmisteriosdelmundointerior.Todostenemosuncuerpo,Inquisidor.Lasformasdecurarloy losmodosdedañarlo tienenuna importanciaprimordialpara todosnosotros.Elcuerpohumanoesmiespecialidad.

—¡Cuerpos! ¡Cuerpos! —protestó Chayle frunciendo los labios mientrasrevolvíalacomidaqueteníaenelplato—.¡Novesqueestamoscomiendo!

—¡Cierto!¡EstásperturbandoalInquisidorconturepulsivacháchara!—Oh,nocreanquemeperturbotanfácilmente—Gloktasonrió,ofreciendo

alAdeptoMetálicounagenerosavisióndesubocadesdentada—.Dehecho,eltipode trabajoque realizoen la Inquisición requiere tenerunosconocimientosanatómicosbastantepasables.

Duranteunosinstantesseprodujounembarazososilencio.Saurizincogiólafuentedelacarneyselaofreció.Gloktaechóunvistazoalasrojaslonchasquebrillabanenlafuenteysepasólalenguaporsusencíasdesnudas.

—No,gracias.—¿Entonces es cierto? —preguntó en un susurro el Adepto Químico

asomándoseporencimade la fuente—.¿Senosasignaránmás fondos?AhoraqueelasuntodelosSederosyaestásolucionado,merefiero.

Gloktafruncióelceño.Todoelmundoaguardabaexpectantesurespuesta.EltenedordeunodelosancianosAdeptosestabasuspendidoenelaireamitaddecaminodelaboca.Entiendo.Dinero.Pero¿porquéesperanobtenerdinerodelArchilector? La pesada fuente de metal comenzaba a oscilar. Bueno... si asíconsigoquemeescuchen.

—La disponibilidad económica dependerá, como es natural, de losresultados.

Untenuemurmulloseextendióporlamesa.LamanotemblorosadelAdepto

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Químicodepositócuidadosamentelafuenteenlamesa.—Últimamenteherealizadograndesavancesconlosácidos...—¡Ja!—seburlóelAdeptoMetálico—.¡Resultados,esoesloquequiereel

Inquisidor,resultados!¡Misnuevasaleacionesseránmásresistentesqueelacerocuandolashayaperfeccionado!

—¡Ydaleconlasaleaciones!—suspiróChaylealzandosusminúsculosojoshaciaeltecho—.¡Nadiesabeapreciarlaimportanciadeunsólidopensamientomecánico!

Los otros tres Adeptos se disponían ya a arremeter contra él, cuando elAdministradorselesadelantó.

—¡Caballeros, por favor! ¡El Inquisidor no está interesado en nuestraspequeñasdiferencias!Habrátiempoparaquetodoelmundohabledesusúltimostrabajos y demuestre sus respectivos méritos. Esto no es una competición,¿verdad, Inquisidor? —Todas las miradas se volvieron hacia él. Los ojos deGlokta recorrieron lentamente los rostros expectantes de los ancianos, peronodijonada.

—Hepuestoapuntounamáquinapara...—Misácidos...—Misaleaciones...—Losmisteriosdelcuerpohumano...Gloktaloscortóensecoatodos.—Enrealidadelcampoenelqueestoyinteresadosecorrespondeconloque

supongoqueustedesllamaríansustanciasexplosivas.ElAdeptoQuímicoselevantódeunsalto.—¡Éseesmiterreno!—gritómirandotriunfalmenteasuscolegas—.¡Tengo

muestras! ¡Tengo ejemplos! ¡Haga el favor de acompañarme, Inquisidor! —Arrojóloscubiertosalplatoysedirigióaunadelaspuertas.

EllaboratoriodeSaurizinsecorrespondíahastaensusmásmínimosdetallescon lo que cabía esperar de un lugar de esas características. Una habitaciónalargadaconuntechoabovedado,oscurecidoatrechospormanchascircularesyvetasdehollín.Losmurosestabancubiertosensumayorparteporunosestantesrepletosdecajas, tarrosybotellasqueconteníanpolvos, líquidosy láminasdeextraños metales. La distribución de los diferentes recipientes no parecíaresponder a ningún orden predeterminado y la mayoría de ellos carecía de

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etiquetas.Elordennoparececontarseentresusprioridades.Enlosbancosdetrabajoquehabíaenmediodelasalareinabaunaconfusión

aúnmayor: estaban ocupados en su totalidad por unas elevadas estructuras decristalycobreroñoso:unamarañadetubos,matraces,platosylámparas,unadeestasúltimasardiendoconunallamaviva.Laimpresióneraque,deunmomentoa otro, todo aquel conjunto podía desmoronarse, vertiendo sobre cualquierdesgraciadoquetuvieralamalasuertedeencontrarsecercaunagenerosaraciónde hirvientes y letales sustancias venenosas.ElAdeptoQuímico rebuscaba enmediodeaqueldesbarajustecomountopoensumadriguera.

—Veamos—farfullómesándosesubarbagrasienta—,lospolvosexplosivosteníanqueandarporaquí...

MientrasGloktaentrabarenqueandoenlasalalanzóunamiradaaprensivaaaquelcaosdetubos.Alinstante,arrugólanariz.Laatmósferaestabaimpregnadadeunoloracreyrepulsivo.

—¡Aquí está! —cacareó el Adepto blandiendo un tarro polvoriento llenohastalamitaddeunosgránulosnegros.Luegoposósufornidoantebrazosobreunodelosbancosybarrióconestrépitolaspiezasdecristalymetalparadejarunsitiolibre.—¡Esunasustanciamuyescasa,sabeInquisidor,muyescasa!—quitólatapayvertióunreguerodepolvonegrosobrelamadera—.¡Muypocoshombreshantenidolasuertedevercómoactúaestasustancia!¡Yustedestáapuntodeserunodeellos!

Glokta,porsi lasmoscas,diounpasoatrás; la imagendelenormeboqueteabiertoenelmurodelaTorredelasCadenasseguíafrescaensumemoria.

—Confío en que no correremos ningún riesgo si nos mantenemos a estadistancia.

—Porsupuestoqueno—susurróentonoprecavidoSaurizin,y,actoseguido,extendióelbrazoyaplicóunavelaencendidaalextremodelreguerodepolvo—.Nohaypeligroalgu...

El polvohizo«pum»y luego se produjouna lluvia de chispas blancas.ElAdeptoQuímicopegóunbotehaciaatrás,queapuntoestuvodehacerlechocarconGlokta,ydejócaer lavelaencendida.Seoyóotro«pum»másfuerteydenuevosaltaronlaschispas.Unahediondahumaredacomenzóaesparcirseporellaboratorio. Luego se produjo un destello, un ruidoso estallido, un levechisporroteo,yahíseacabóelasunto.

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Saurizin sacudió el aire con las holgadasmangas de su togapara tratar dedisiparlahumareda,queyahabíasumidolasalaenunaprofundaoscuridad.

—Impresionante, ¿eh, Inquisidor? —alcanzó a preguntar antes de verseacometidoporunataquedetos.

Notanto.Gloktaapagólavelaencendidaaplastándolaconlabotayluegoseabrió paso entre las tinieblas para acercarse al banco. Apartó el montón decenizasconeldorsodelamano.Enlasuperficiedelbancohabíaquedadounamarca negra, pero eso era todo. De hecho, lo único verdaderamenteimpresionante era aquel humo apestoso cuyo picor comenzaba a irritarle lagarganta.

—Desdeluego,producemuchohumo—dijoconvozronca.—Asíes—dijoorgullosoelAdeptoentre tosy tos—,ysuhedorasciende

hastaloscielos.LosojosdeGloktavolvieronaposarseenlamanchanegradelbanco.—¿Sisedispusieradeunacantidadsuficientedeestasustanciaseríaposible,

porejemplo,abrirunboqueteenunmuro?—Posiblemente... ¿quién sabe loque sepodría llegar ahacer si sepudiera

disponer de una cantidad suficiente? Pero, que yo sepa, nadie lo ha intentadotodavía.

—¿Enunmurodemásdeunmetrodeespesor,porejemplo?ElAdeptotorcióelgesto.—Quizás, ¡pero para eso se necesitarían varios barriles llenos a rebosar!

¡Varios barriles! ¡No hay cantidad suficiente en toda La Unión para eso y,además, el coste sería enorme! Debe de entender, Inquisidor, que loscomponentes se importandeKanta, enel lejano sur,yqueni siquieraallí sonmuy abundantes. Desde luego, estaría encantado de investigar el asunto, peroparaellonecesitaríacontarconunasubvenciónbastanteconsiderable...

—Graciasporhabermededicadosutiempo—Gloktasediomediavueltayrenqueóendirecciónalapuertaentreelhumoquecomenzabaadisiparse.

—¡Últimamentehehechograndesprogresosconlosácidos!—gritóconvozcascada el Adepto—. ¡Seguro que también le interesarán! —tomó aliento yexclamó—: ¡Grandes progresos... dígaselo al Archilector! —luego volvió aacometerlelatos.Gloktacerrólentamentelapuertatrasdesí.

Unapérdidadetiempo.EsimposiblequeelamigoBayazintrodujeraenla

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sala unos barriles de ese polvo sin que nadie se diera cuenta. Y, además,¿adóndefueapararelhumoyeltufoinsoportable?Unapérdidadetiempo.

Silberestabaalacechoenelvestíbulo.—¿Hayalgomásquepodamosenseñarle,Inquisidor?Gloktasequedóensilenciounosinstantes.—¿Quiénhayaquíquesepaalgodemagia?LosmúsculosdelamandíbuladelAdministradorsetensaron.—Lodiceenbroma,¿no?—Noacostumbroabromear,hedichomagia.Silberentornólosojos.—Debeentenderqueéstaesunainstitucióncientífica.Enunlugarcomoéste

laprácticadeesoquellamanmagiaseríaabsolutamente...inadecuada.Gloktalelanzóunamiradatorva.Malditoimbécil,noleestoypidiendoque

mesaqueunavarita.—¡Miinterésesmeramentehistórico!—leespetó—.¡Yasabe,laOrdende

losMagos,Bayazytodasesascosas!—Ah, entiendo, un interés meramente histórico —el tenso semblante de

Silber sedistendióunpoco—.Ennuestrabibliotecadisponemosdeunampliocatálogodetextosantiguos,algunosdeellospertenecientesaunasépocasenlasquelamagianoeraconsideradaalgotan...chocante.

—¿Quiénpuedeorientarme?ElAdministradoralzólascejas.—Bueno,supongoqueelAdeptoHistórico,aunquepordesgraciaescasiuna

reliquia.—Setratadehablarconél,noderetarleauncombatedeesgrima.—Porsupuesto,Inquisidor,sígame.Gloktaagarróelpomodeunavetustapuerta,tachonadaderemachesnegros,

yempezóagirarlo.PerodeinmediatosintióqueSilberlereteníaelbrazo.—No—ledijobruscamentemientrastirabadeélhaciaelpasillodeallado

—.Alabibliotecasevaporaquí.ElAdeptoHistórico,enefecto,parecíaformarpartedelahistoriaantigua.Su

rostronoeramásqueunamáscaradepielarrugada, flácida,casi transparente.Unoscuantoscabellosblancoscolgabandespeinadosdesucabeza.Notendríaniunacuartapartede loque suele sernormal,perocadaunodeelloseracuatro

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vecesmáslargodelohabitual,y,así,suscejas,apesardeserpocopobladas,seexpandíanentodasdireccionescomosifueranlosbigotesdeungato.Subocacolgabalaxa,débil,desdentada.Susmanosparecíandosguantesdesgastadosdeunatallavariasvecesmayorque lasuya.Sóloensusojos,queescudriñabanaGlokta y alAdministradormientras se acercaban, se adivinaba algún signodevida.

—¿Unavisita?—graznóelanciano,dirigiéndoseaparentementeaunenormecuervoquehabíaposadoensuescritorio.

—¡LepresentoalInquisidorGlokta!—bramóelAdministradorinclinándosesobrelaorejadelanciano.

—¿Glokta?—¡VienedepartedelArchilector!—¿Ahsí?—LosavejentadosojosdelAdeptoHistóricoescrutaronaGlokta.—Está un poco sordo—susurró Silber—, pero nadie conoce estos libros

mejorqueél—luegomiró las interminablesfilasdeestanteríasqueseperdíanenlaoscuridadyparecióreconsiderarloqueacababadedecir—.Nadiemáslosconoce.

—Gracias—dijoGlokta—.ElAdministrador inclinó la cabeza y luego sedirigió hacia las escaleras. Glokta dio un paso para acercarse al anciano y elcuervo alzó el vuelo, soltando una lluvia de plumas, y se puso a aletearfrenéticamente pegado al techo. Glokta retrocedió cojeando penosamente.Maldita sea, creía que estaba disecado. Se quedó un rato observándolo condesconfianza hasta que por fin el pájaro se posó en lo alto de una de lasestanteríasysequedóquietomirándoleconsusojosamarillos.

Gloktaagarróunasillaysedejócaerenella.—NecesitoobtenerinformaciónsobreBayaz.—Bayaz —musitó el anciano Adepto—. La primera letra del antiguo

alfabeto,muybien.—Nosabíaeso.—Elmundoestá llenodecosasqueusteddesconoce, jovencito—elpájaro

soltóunásperograznidoqueretumbóenmediodelpolvorientosilenciode lasestanterías—.Llenoarebosar.

—Entalcasocomencemosconmieducación.QuienmeinteresaesBayazelhombre,elPrimerodelosMagos.

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—Bayaz.ElnombrequeelgranJuvensdioasuprimeraprendiz.Unaletra,unnombre.Primeraprendiz,primeraletradelalfabeto,¿entiende?

—Yamedoycuenta.Dígame,¿existiórealmente?ElancianoAdeptotorcióelgesto.—Indudablemente.¿Notuvousteduntutordeniño?—Sí,pordesgracia.—¿Ynoleenseñóhistoria?—Lointentó,peroyoteníalacabezaenotrascosas.Laesgrima,laschicas.—Ah,hacemuchoqueesascosasdejarondeinteresarme.—Amítambién.PerovolvamosaBayaz.Elancianoexhalóunsuspiro.—Hacemucho tiempo,cuandoaúnnoexistía laUnión,Midderlandestaba

constituidaporunaseriedepequeñosreinos,amenudoenfrentadosentresí,queibansurgiendoydesapareciendoconelpasodelosaños.EnunodeellosreinabaunhombrellamadoHarod,elmismoquemástardeseríaconocidocomoHarodelGrande.Supongoquehabráoídohablardeél,¿no?

—Porsupuesto.—Un día, Bayaz se presentó en el salón del trono de Harod y prometió

convertirleenelreydetodoMidderlandsihacíaloqueélledijera.Harod,queera jovenybastante testarudo, no le hizo caso, pero entoncesBayazpartió endoslagranmesadelsalónconsuArte.

—Magia,¿eh?—Esoesloquecuentalahistoria.Harodsequedóimpresionado...—Escomprensible.—...yseavinoaaceptarelconsejodelMago.—¿Queera...?—Que estableciera su capital aquí, en Adua. Que hiciera las paces con

algunosdelosreinos,quedeclararalaguerraaotros,ycuándoycómodebíadehacerlo—elancianoentornólosojosymirófijamenteaGlokta—.Oiga,¿quiéncuentaaquílahistoria,ustedoyo?

—Usted.Yseloestátomandoconmuchacalma,porcierto.—Bayazcumpliósupalabra.Transcurridountiempo,Midderlandseunificó

yHarodseconvirtióenelprimerodelosGrandesReyes.HabíanacidolaUnión.—¿Yluegoquéocurrió?

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—Bayaz pasó a ser el principal consejero deHarod. Según se dice, todasnuestras leyes y códigos, incluso la propia estructura de nuestro sistema degobierno, fueroncreaciónsuyayapenashancambiadodesdeaquellos tiemposlejanos. Fue él quien estableció los dos Consejos, el Cerrado y el Abierto, ytambién fue él quien creó la Inquisición. A la muerte de Harod abandonó laUnión,peroprometióregresaralgúndía.

—Yaveo.¿Ycuántodeestocreeustedqueesverdad?—Esdifícil saberlo.¿Mago?¿Brujo?¿Mero ilusionista?—elancianomiró

latitilantellamadelavela—.Paraunbárbaroesavelapuedesercosademagia.Lalíneaquedividelamagiadelengañoesmuyfina,¿nocree?Nocabeduda,encualquiercaso,queBayazdebiódeserunhombreadelantadoasuépoca.

Todoestonomesirveabsolutamenteparanada.—¿Yquépasabaantes?—¿Antesdequé?—AntesdelaUnión.AntesdeHarod.Elancianoseencogiódehombros.—Durantelasedadesoscurasnoseconcedíamuchaimportanciaalregistro

de la historia. Elmundo quedó sumido en el caos después de la guerra entreJuvensysuhermanoKanedias...

—¿Kanedias?¿ElMaestroCreador?—Elmismo.Kanedias. Sus ojos miran hacia abajo desde las paredes de mi pequeño

salónen los sótanosde ladeliciosamansióndeSeverard.Juvenshamuertoysus once aprendices, losMagos, se aprestan a vengarlo.Ese cuento yame loconozco.

—Kanedias, el Maestro Creador, ¿existió? —susurró Glokta mientrascontemplabamentalmentelaoscurafigurarecortadasobreunfondodellamas.

—Esdifícil saberlo.Supongoque su figura semueveen ladifusa fronteraqueexisteentreelmitoylahistoria.Probablementehayaalgodeverdadentodoello.Alfinyalcabo,alguiendebiódeconstruiresamalditatorre,¿noleparece?

—¿Quétorre?—¡LaCasadelCreador!—luegoelancianoseñalóconelbrazolasalaenla

queestaban—.Ytambién,segúndicen,todoesto.—¿Cómo,estabiblioteca?

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Elancianoserió.—Todo Agriont o, al menos, los cimientos sobre los que se levanta. La

Universidad también, desde luego. La construyó y nombró a los primerosAdeptosparaqueleayudaranensustrabajos,queasabercuálesserían,yparaqueinvestigaranlanaturalezadelascosas.Sí,somoslosdiscípulosdelCreador,aunquedudomuchoquealláarribalosepan.Élsehaido,perosuobracontinúa.

—Porasídecirlo.¿Yquéfuedeél?—Ja.Murió.SuamigoBayazlomató.Gloktaalzóunaceja.—¿Deveras?—Esodicelaleyenda.¿NohaleídoLacaídadelMaestroCreador?—¿Esabazofia?Creíaquenoeramásqueuncuento.—Loes.Unapaparruchadasensacionalista,perobasadaen los testimonios

escritosdelaépoca.—¿Testimoniosescritos?¿Aúnseconservan?Elancianoentornólosojos.—Algunos.—¿Algunos?¿Lostienenaquí?—Hayuno.Gloktaclavólamiradaenelanciano.—Tráigamelo.El vetusto papel crujía entre las manos del Adepto Histórico mientras

desenrollabacuidadosamenteelmanuscritoyluegoloextendíasobrelamesa.Setratabadeunpergaminoamarillentoyarrugado,conlosbordesendurecidosporel tiempo, y cubierto con una escritura apretada cuyos caracteres resultabanabsolutamenteininteligiblesparaGlokta.

—¿Enquéestáescrito?—Enlalenguaantigua.Hoyendíamuypocossoncapacesdeentenderla—

elancianoseñalóconeldedolaprimeralínea—.RelatodelacaídadeKanedias,dice,tercerodelostres.

—¿Tercerodelostres?—Delostresrollos,supongo.—¿Dóndeestánlosotrosdos?—Perdidos.

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—Hummm—Gloktaescudriñólainterminableoscuridaddelasestanterías.Esunauténticomilagroquesepuedaencontraralgoenunsitiocomoéste—.¿Quéesloquecuenta?

El anciano bibliotecario comenzó a inspeccionar la extraña caligrafía a latenueluzdelavela,pasandosudedotemblorosoporelpergaminoymoviendoensilencioloslabios.

—Grandeerasufuror.—¿Cómodice?—Esasícomoempieza.Grandeerasufuror—luegocontinuóleyendocon

lentitud—. LosMagos persiguieron a Kanedias, aplastando a aquellos que leseguíansiendofieles.Irrumpieronensufortaleza,destruyeronsusedificaciones,mataronasusservidores.ElpropioCreador,gravementeheridotraselcombateconsuhermanoJuvens,tuvoquerefugiarseensuCasa—elancianodesenrollóotrotrozodeltexto—.Durantedocedíasydocenoches,losMagosdescargarontoda su furia contra las puertas sin conseguir quebrantarlas. Hasta que Bayazencontróunaformadeentrar...—elAdepto,frustrado,diounmanotazoalaire—.Lahumedadoalgunaotracosahadesdibujado loscaracteresdel siguientecapítulo. No consigo descifrarlo... pero parece hacer referencia a la hija delCreador.

—¿Estáseguro?—¡Cómovoyaestarlo!—leespetóelanciano—.¡Faltatodouncapítulo!—¡Dejémosloentonces!¿Quéeslosiguientedeloqueestáseguro?—Bueno,veamos...Bayazlesiguióhastaeltejadoyloarrojóalvacío—el

anciano carraspeó ruidosamente—. El Creador cayó envuelto en llamas y seestrellócontraelpuente.LosMagosbuscaronportodasparteslaSemilla,peronopudierondarconella.

—¿LaSemilla?—preguntódesconcertadoGlokta.—Esoesloquepone.—¿Quédemoniossignificaeso?El anciano, que evidentemente estaba encantado de aquella inesperada

oportunidaddepontificarsobresuespecialidad,serecostóensusilla.—Elfindelaeramítica,eliniciodelaeradelarazón.BayazylosMagos

representan el orden. El Creador es una figura semidivina, representa lasuperstición,laignorancia.Nosé,talvezhayaunfondodeverdadentodaesta

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historia.Afindecuentas,alguiendebiódeconstruiresamalditatorre,¿no?—y,actoseguido—,dejóescaparunarisacascada.

Gloktano semolestóen indicarlequehacíaunosminutoshabíahechoesemismochiste.Yni siquiera entonces tuvo gracia. La repetición es una de lasmaldicionesdelavejez.

—¿QuémedicedelaSemillaesa?—¿Magia,secretos,poder?Unasimplemetáfora.No voy a impresionarmucho alArchilector si le voy con unametáfora. Y

menosaúnconunatanmalacomoésa.—¿Nodicenadamás?—Sigue un poco, veamos —de nuevo volvió a mirar los enigmáticos

caracteres—.Seestrellócontraelpuente,buscaronlaSemilla...—Ya,ya.—Tenga paciencia, Inquisidor —el decrépito dedo del Adepto repasó los

caracteres—. Sellaron la Casa del Creador. Enterraron a los caídos, incluidosKanedias y su hija. Eso es todo—escudriñó la hoja con el dedo suspendidosobrelasúltimasletras—.YBayazsequedóconlallave.Ahorasíqueestátodo.

Gloktaalzólascejas.—¿Cómo?¡Repítameesaúltimaparte!—Sellaronlaspuertas,enterraronaloscaídosyBayazsequedóconlallave.—¿Lallave?¿LallavedelaCasadelCreador?ElAdeptovolvióamirarelpergamino.—Esoesloquepone.Nohayningunallave.Esatorrellevasiglossellada,todoelmundolosabe.

Nuestro impostornopuede tenerninguna llave,esoes seguro.Enel rostrodeGloktasefuedibujandounasonrisa.Espocacosa,muypocacosa,peroconunaescenificación y un énfasis adecuados puede ser suficiente. El Archilector sesentirásatisfecho.

—Melollevo—Gloktaagarróelmanuscritoycomenzóaenrollarlo.—¿Cómo?—elAdepto lemirabacon losojosdesorbitadosdel espanto—.

¡No puede hacerlo! —se levantó de su asiento con una dificultad superiorinclusoalaquehabríamostradoGlokta.Sucuervosealzótambiénysequedósuspendido junto al techo, aleteando y graznando con furia. PeroGlokta hizocasoomisodeambos—.¡Nopuedellevárselo!Es irremplazable—resollabael

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anciano lanzando manotazos al aire en un intento inútil de arrebatarle elmanuscrito.

Gloktaabriólosbrazos.—¡Deténgame!¡Ande,hágalo!¡Serádivertidoverlo!¿Seloimagina?¿Dos

lisiadosdandotrompiconesentrelosestantesytirandocadaunodeunextremodelmanuscritomientrassupájarosededicaacagarnosencima?—soltóunrisamaliciosa—.Unespectáculomuypocoedificante,¿nocree?

El Adepto Histórico, exhausto por sus lastimosos esfuerzos, se derrumbójadeandoenlasilla.

—Anadieleimportayaelpasado—susurró—.Nosedancuentadequesinpasadonopuedehaberfuturo.

Profundareflexión.Gloktasemetióelpergaminoenrolladoenelbolsillodelgabánysediolavueltaparairse.

—¿Quiénseocuparádelpasadocuandoyonoesté?—¿A quién le importa? —preguntó Glokta mientras se dirigía

apresuradamentehacialasescaleras—.Siempreycuandonoseayo.

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LosnotablesdonesdelHermanoPielargo

HacíaunasemanaquelosvítoresdelamultituddespertabanaLogentodaslas mañanas. Comenzaban muy temprano y le arrancaban del sueño con unestruendoparecidoalqueproduciríaunabatallaqueseestuvieralibrandoallíallado.Dehecho, laprimeravezque losoyópensóqueeraunabatalla,peroyasabíaquesetratabadelestúpidodeportequepracticabanenaquelmalditolugar.Las cosasmejoraban un poco si se cerraba la ventana, pero entonces el calorresultabainsoportable.Habíaqueelegirentredormirunpocoonodormirnada.Envistadeello,habíaoptadopordejarlaventanaabierta.

Logenserestrególosojosyselevantódelacama.OtrosofocanteytediosodíaenlaCiudaddelasTorresBlancas.Enlasagrestessoledadesdeloscaminoslebastabaconabrirunojoparaencontrarsetotalmentedespierto,peroenaquellugar las cosas eran distintas. El aburrimiento y el calor le volvían lento yperezoso. Bostezando y frotándose las mandíbulas con una mano, cruzó atrompiconeselumbralparaaccederalsalóny,depronto,separóenseco.

Habíaalguienenelsalón,undesconocido.Estabadepiejuntoalaventana,bañadoporlaluzqueentrabadefuera,conlasmanosagarradasalaespalda.Unhombrebajoymenudo,quellevabaelpelocortadoalrapesiguiendoelirregularcontorno de su cráneo y vestía una extraña prenda con aspecto de estar muyviajada:untejidoholgadoydesvaídoquedabavariasvueltasasucuerpohastaenvolverloporcompleto.

Antes de queLogen tuviera la oportunidad de abrir la boca, el hombre sevolvióyseplantófrenteaéldeunbrinco.

—¿Ustedes?—inquirió—.Surostrorisueñoestabatanbronceadoycurtido

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comoelcuerodeunpardebotasmuyusadas.Unacircunstanciaquedificultabamucho la tarea de determinar su edad. Lomismo podía tener veinticinco quecincuentaaños.

—Nuevededos—mascullóLogen,retrocediendoconcautelahacialapared.—Ah,Nuevededos, claro—elhombrecillo se pegó a él, agarróunade las

manosdeLogenentrelassuyasylaestrechóconfuerza—.Esungranhonoryuninmensoprivilegioconocerle—dijocerrandolosojoseinclinandolacabeza.

—¿Haoídohablardemí?—Oh,no,perotodaslascriaturasdelSeñormerecenelmáximorespeto—y,

dicho aquello, volvió a hacer una reverencia—. Soy el Hermano Pielargo, unviajeropertenecientealailustreOrdendelosNavegantes.Apenashayunlugarbajo el sol que no hayan hollado estos pies—señaló sus botas desgastadas yluegoextendiólosbrazos—.¡DesdelasmontañasdeThondhastalosdesiertosdeShamir,desdelasllanurasdelViejoImperiohastalasaguasplateadasdelasMilIslas!¡Mipatriaeselmundoentero!¡Síseñor!

Hablaba bastante bien la lengua del Norte, tal vez mejor que el propioLogen.

—¿ElNortetambién?—Hiceunabrevevisita enmi juventud.Pero el climame resultóun tanto

desapacible.—Hablamuybiennuestralengua.—Bienpocassonlas lenguasqueyo,elHermanoPielargo,nosepahablar.

Uno de los notables dones que atesoro es una habilidad innata para elaprendizajedeidiomas—eltiposonriódeorejaaoreja—.Diosmehacolmadodebendiciones—añadió.

Logensepreguntabasitodoaquellonoseríaunaespeciedebromapesada.—¿Quéletraeporaquí?—¡Hesidollamado!—Susojososcuroslanzaronundestello.—¿Llamado?—¡Desdeluego!PorBayaz,elPrimerodelosMagos.¡Élmehallamadoy

yoheacudido!¡Yosoyasí!Ciertoque,comocontraprestaciónpormisnotablesdones,harealizadounagenerosaaportaciónalasarcasdelaorden,peroaunquenofueraasí,yohabríaacudido.¡Aunquenofueraasí!¡Síseñor!

—¿Deveras?

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—¡Desdeluego!—elhombrecilloseapartódeélysepusoadarvueltasporlasalaaunritmoinfernalmientrassefrotabalasmanos—.¡Elretoquesuponeesta misión apela tanto al orgullo de nuestra orden como a su largamenteatestiguadacodicia!¡YdetodoslosNavegantesdelCírculodelMundohasidoamí,amí,aquienhanseleccionadoparacumplirestamisión!¡Amí,alHermanoPielargo!¡Amíyanadiemásqueamí!¿Alguienconunaposicióncomolamía,alguienconmireputación,podríaresistirseasemejantereto?—sedetuvoanteLogeny lomirócongestoexpectantecomosiaguardara respuesta—:Mmm...¡Yodesdeluegoqueno!—gritóPielargoiniciandounanuevarondaporlasala—.¡Yonomeresistí!¿Porquéibaahacerlo?¡Esonovaconmigo!¿UnviajealosconfinesdelMundo?¡Quégranhistoriaquecontar!¡Quéinspiraciónparalosdemás!¡Qué...

—¿LosconfinesdelMundo?—inquiriórecelosoLogen.—¡Sí,losé!—elextrañohombrecillolediounapalmadaenelbrazo—.¡Los

dosestamosprofundamenteemocionados!—Usted debe de ser nuestro Navegante —Bayaz acababa de salir de su

habitación.—Asíes,elHermanoPielargoasuservicio.Yusted, imagino,debedeser

miilustrepatrón,Bayaz,elPrimerodelosMagos.—Elmismo.—Esunhonoryungranprivilegioconocerle—exclamóPielargo,ydeun

brincoseplantójuntoalMagoyleestrechólamano.—Lomismodigo.Esperoqueelviajelehayaresultadograto.—¡Viajar siempre me resulta grato! ¡Siempre! Lo que llevo peor son los

intervalos entre los viajes. ¡Sí señor!—Bayaz interrogó a Logen con el ceñofruncido, pero éste, por toda respuesta, se encogió de hombros—. ¿Puedopreguntarlecuántotardaremosenpartir?¡Estoydeseandoembarcar!

—Pronto, espero. El últimomiembro de nuestra expedición no tardará enllegar.Peroantesdenadahabráquefletarunbarco.

—¡Naturalmente!¡Seráparamíungranplacerocuparmedeello!¿Quérutadebodaralcapitán?

—Rumbooeste,cruzaremoselMarCircularhastallegaraStariksay,deallí,seguiremosrumboaCalcis,enelViejoImperio—elhombrecillosonrióehizounapronunciadareverencia—.¿Leparecebienlaruta?

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—Perfecta, aunque hoy en día son pocos los barcos que hacen escala enCalcis.Las interminablesguerrasdelViejo Imperiohanvueltomuypeligrosasesas rutas. Están infestadas de piratas. Tal vez no resulte fácil encontrar uncapitánquequierairallí.

—Esto debería contribuir a convencerlo—Bayaz arrojó sobre la mesa subolsa,queandabatanabultadacomosiempre.

—Sinduda.—Asegúresedequesetratadeunbarcoveloz.Unavezqueestemoslistos,

noquieroperderniunsolodía.—Deesopuedeestarseguro—dijoelNavegantearramblandoconlapesada

bolsadelasmonedas—.¡Navegarenbarcoslentosnovaconmigo!¡Noseñor!¡Leencontraréelbarcomásvelozde todoAdua! ¡Síseñor! ¡Volará tanrápidocomoelalientodeDios!Surcarálasolascomo...

—Conquesearápidobasta.Elhombrecilloinclinólacabeza.—¿Lafechadepartida?—Dentro de este mismo mes —Bayaz miró a Logen—. ¿Por qué no le

acompaña?—¿Eh?—¡Sí! —exclamó el Navegante—. ¡Iremos juntos! —agarró a Logen del

codoytiródeélhacialapuerta.—¡Espero que haya vueltas,Hermano Pielargo!—le gritó Bayaz antes de

quesefuera.ElNavegantesediolavueltaenelumbral.—Descuide,queasíserá.¡Buenojoparatasarelvalordelascosas,facilidad

paraelregateoeinquebrantabletesónalahoradenegociar!¡Ésosnosonsinotresdemisnotablesdones!—dijosonriendodeorejaaoreja.

—Magnífico lugar esta ciudad de Adua. ¡Sí señor! Pocas ciudades se lepueden comparar. Shaffa tal vez sea más grande, pero resulta excesivamentepolvorienta.WestportyDagoska,quédudacabe,tienenmuchascosasquever.YhayquienpiensaqueOspria,consussuavescolinas,eslaciudadmásbelladelmundo.Perodéjemequeledigaunacosa,enelcorazóndelHermanoPielargosólo hay lugar para la grandiosa Talins. ¿Ha estado alguna vez allí, maeseNuevededos?¿Conoceesanoblepoblación?

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—Mmm... —Logen estaba bastante atareado tratando de no perder alhombrecilloenmediodeaquellamareainterminabledegente.

PielargoseparótandeimprovisoqueLogenestuvoapuntodeestamparsecontraél.ElNavegantesediomediavuelta,alzólasmanosylecontemplóconunosojosqueparecíanmirarunpuntoperdidoenlalejanía.

—¡Talinsvistadesdeelocéanocuandoelsolsepone!Hetenidoocasióndevercosasverdaderamentenotables,puedecreerme,peroleaseguroquenoexistenadaenelmundoquese lepuedacomparar. ¡Elbrillodelsol reflejadoensusinfinitoscanales,enlascúpulasdoradasdelaciudadeladelGranDuque,enloscoquetos palacios de los príncipes mercaderes! ¿Dónde termina elresplandeciente mar, dónde acaba la resplandeciente ciudad? ¡Ah! ¡Talins!—volvióadarsemediavueltaysaliódeestampida.Logenseapresuróaseguirlo—.Pero estaAdua es unhermoso lugar, sin duda, y cada añoquepasa crecemás.Lascosashancambiadomuchodesdelaúltimavezqueestuveaquí,vayasihancambiado.Hubountiempoenquesólohabíanoblesyplebeyos.Losnobleseranlosdueñosdelatierray,porlotanto,deldineroydelpoder.¡Ja!¿Vequésencillo?

—Bueno...—aLogenleestabacostandobastanteverotracosaquenofueralaespaldadePielargo.

—Peroahoracomercian,ymucho.Haymercaderes,banquerosytodasesascosas.Estálleno.Loshayacientos.Ahora,sedacuenta,unplebeyopuedeserrico.Yunplebeyo rico tienepoder. ¿Quéesentonces?¿Noble?¿Plebeyo?¿Oalgunaotracosa?¡Ja!Derepentetodosecomplica,¿nocree?

—Mmm..—Mucha riqueza. Mucho dinero. Pero mucha pobreza también, ¿eh?

Multitudes de mendigos, multitudes de pobres. Tanta riqueza y tanta pobrezajuntasnoparecesaludable,perodetodosmodosesunbonitolugar,ycadaañoquepasacrecemás.

—Yo lo encuentro demasiado masificado —masculló Logen justo en elmomento en que un hombro le daba un empellón—, y demasiado calurosotambién.

—¡Bah! ¿Masificado? ¿A esto le llama usted masificado? ¡Debería habervistoelgrantemplodeShaffaalahoradelrezomatinal!¡Olagranplazaquehay frente al palacio del Emperador cuando hay subasta de esclavos! Y en

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cuantoalodelcalor,¡nomedigaqueaestolellamaustedcalor!¡EnUl-Shaffa,enelextremosurdeGurkhul,hacetantocalordurantelosmesesdeveranoquelagentefríeloshuevosenelumbraldesuscasas!¡Síseñor!Vamosporaquí.¡Sellegaantes!—Pielargoatajóentrelamareadegenteysedirigióaunacallejuela.

Logenlecogiódelbrazoyescrutólaoscuridad.—¿Porahí?¿Estáseguro?—¿Lo duda?—inquirió Pielargo, que de pronto parecía escandalizado—.

¿Esposiblequelodude?¡Sepaqueelsentidodelaorientacióntalvezseaelmásdestacadodemismuynotablesdones!¡EsprecisamenteesedonelqueexplicalagenerosacontribuciónqueelPrimerodelosMagoshahechoanuestrasarcas!No puedo creer que usted, pero... un momento, claro, ya lo entiendo —elNavegantelevantóunamano,recuperólasonrisayluegogolpeteóaLogenenelpechoconsudedoíndice—.LoquepasaesqueustedtodavíanoconocebienalHermano Pielargo. No, todavía no lo conoce. Mantiene una actitud cauta,vigilante, unas cualidades excelentes siempre que se sepa cuándo han deutilizarse.Nopuedoesperardeustedlamismafeinquebrantablequeyotengoenmis dones. ¡Claro que no! No sería justo. Y la injusticia no es una cualidadadmirable.¡Ah,no!Lainjusticianovaconmigo.

—Loquequeríadeciresque...—¡Pues le convenceré!—aullóPielargo—. ¡Vaya si lo haré! ¡Acabarápor

confiarmásenmipalabraqueenlasuyapropia!¡Sí,señor!¡Yaverácomoporaquísellegaantes!—yenfilóporlasórdidacallejuelaaunavelocidadpasmosa,queobligóaLogenahacerunconsiderableesfuerzoparaseguirleapesardequesus piernas eran casimás del doble de largas—. ¡Ah, los barrios bajos!—ibadiciendo el Navegante por encima del hombro mientras avanzaban por unascallejaslúgubresycochambrosascuyosedificiosparecíanabrumarloscadavezmás—.¡Quélugarlosbarriosbajos!—pormomentos,loscallejonessevolvíancada vez más estrechos, más oscuros, más sucios. El hombrecillo giraba aizquierdayderecha, sinhacerniuna solapausaparadecidir la rutaquedebíaseguir—.¿Hueleeso,maeseNuevededos?¿Lohuele?Huelea...—sinparardeandar, elNavegante chasqueó los dedos tratando de dar con la palabra— ¡...amisterio!¡Aaventura!

ALogenleolíamásbienarayos.Tiradoenelsuelo,conlacabezametidaenundesagüe,habíauntipoquedebíadeestarborrachocomounacubaotalvez

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muerto.Otrosdeambulabanconpasotambaleanteycarasdemacradasoestabanparadosen losportales formandoamenazadorescorrillosypasándosebotellas.Tambiénhabíamujeres.

—¡Cuatro marcos y te haré ver el cielo, norteño!—le dijo una a Logencuandopasópordelantedeella—. ¡No loolvidarásen lavida! ¡Te lodejoentres!

—Prostitutas—susurróPielargo,sacudiendolacabeza—,ybastantebaratas.¿Legustanlasmujeres?

—Bueno...—¡DeberíairaUl-Nahb,amigomío!¡Ul-Nahb,enlacostadelMardelSur!

Ahísepuedecomprarunaesclavasexual.¡Vayasisepuede!¡Cuestanunojodelacara,peroesqueaesaschicassetiranañosentrenándolas!

—¿Sepuedecomprarunachica?—preguntóLogenperplejo.—Yunchicotambién,sisusgustosvanporahí.—¿Eh?—Losentrenanduranteaños.¡Sí,señor!Estodaunaindustria.¿Legustaque

sepantrucos?¡Puesesaschicassesabenunostrucosincreíbles!¡O,sino,vayausted a Sipani! ¡En esa ciudad hay algunos lugares que..., para qué le voy acontar! ¡Las mujeres de allí son una preciosidad! ¡Sí, señor! ¡Auténticasprincesas!Ylimpias—mascullóechandounvistazoalasdesaliñadasmujeresdelacalle.

ALogen,enrealidad,unpocodesuciedadnolemolestabaenabsoluto.Todoaquellodelostrucosylapreciosidadlesonabademasiadocomplejo.Depronto,sefijóenunachicaqueestabaapoyadaenelmarcodeunportalconunbrazoenalto.Lesmirabapasarconunasonrisadesganada.ALogenleparecióguapadeunmodoun tantodesesperado.Desde luego, erabastantemásguapaqueély,además,hacíamuchotiempo.Másvaleserrealistaenesetipodeasuntos.

Logensedetuvoenmediodelacalle.—¿NodijoBayazquehabríavueltas?—preguntó.—Desdeluego.Lodejómuyclaro.—Esoquieredecirquesobraalgodedinero,¿no?Pielargoalzóunaceja.—Bueno, tal vez sí, deje que mire... —sacó la bolsa con un gesto muy

alambicado, la abrió y se puso a hurgar dentro. Las monedas comenzaron a

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tintinear.—Oiga, ¿cree usted que es una buena idea hacer eso? —Logen miró

nerviosoaambosladosdelacalle.Variosrostrossehabíanvueltohaciaellos.—¿Cómo dice?—preguntó el Navegante sin dejar de hurgar en la bolsa.

Extrajounascuantasmonedas,lasalzóparamirarlasalaluzyluegoselaspusoaLogenenlapalmadelamano.

—Por lo que veo, el disimulo no es uno de sus dones —algunos de losdesarrapados,picadosporlacuriosidad,comenzabanaacercarselentamente,dospordelanteyunopordetrás.

—¡Ah,no!—serióPielargo—.¡Desdeluegoqueno!¡Esonovaconmigo,amímegustairalasclaras!¡Sí,señor!Soyun...¡oh!—acababadefijarseenlasoscurassiluetasqueselesaproximaban—.Vaya,hombre.Estoseponefeo.

Logensevolvióhacialamuchacha.—Le importaría que... —la chica le cerró la puerta en las narices. Otras

puertasdelacallecomenzaronacerrarsetambién—.Mierda—dijo—.¿Quétalseledaluchar?

—Diosha tenidoabienbendecirmeconmuchosymuynotablesdones—murmuró—,peroésenoesunodeellos.

Unodelostiposteníaunabizqueramuydesagradable.—Esabolsaesdemasiadograndeparaun tipo tanpequeñocomotú—dijo

acercándoseunpocomásaellos.—Bueno, mmm... —musitó Pielargo y, acto seguido, se metió detrás de

Logen.—Unpesodemasiadograndeparaquecargueconélunhombrecillocomotú

—dijoelotro.—¿Porquénodejasqueteayudemosallevarlo?Ninguno de los dos llevaba armas a la vista, pero por la posición de sus

manos estaba claro que sí las tenían. Detrás había un tercer tipo, le sentíaavanzar hacia ellos. Estaba cerca. Más cerca que los otros dos. Si pudieraocuparseprimerodeltipodedetrás,tendríabastantesposibilidadesdesalirconbien del asunto. No se podía arriesgar amirar atrás, eso estropearía el efectosorpresa.Teníaqueactuaryconfiarenquetodosalierabien.Comosiempre.

Apretólosdientesylanzóelcodohaciaatrás.Seestrellócontralamandíbuladel tipoconungolpeseco,yLogenlecogió lamuñecaconlaotramano.Fue

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unasuerte,porqueeraenesamanodonde teníael cuchillo listoparaclavarlo.Logenlesoltóotrocodazoenlabocaydesprendiósusdedosinertesdelcuchilloantes de que el tipo se estrellara contra losmugrientos adoquines de la calle.Luego se giró como una centella, sorprendido de que aún no le hubieranapuñalado por la espalda. Pero los otros dos no habían sidomuy rápidos. Yahabían sacado los cuchillos y uno de ellos había avanzadomedio paso en sudirección,pero,encuantovioaLogenblandiendoelcuchilloenalto,sedetuvo.

Comoarmaresultababastanteprecaria,quincecentímetrosdehierroroñososin tan siquiera unmísero travesaño, pero eramejor que nada.Muchomejor.Logen loagitóenelaire,paraasegurarsedeque todoelmundo lohabíavistobien. No iban mal las cosas. Sus posibilidades habían mejorado de formanotable.

—Muybien—dijoLogen—,¿quiéneselsiguiente?Losdostipossesepararon,sopesaronsuscuchillosconlasmanosytrataron

de acercársele uno por cada lado, aunque, a decir verdad, no parecían tenermuchaprisaporlanzarelataque.

—¡Esnuestro!—susurróelbizco,perosuamigonoparecíatenerlotanclaro.—Conformaosconesto—Logenabrióelpuñoylesmostrólasmonedasque

lehabíadadoPielargo—.Ydejadnosenpaz.Es todo loqueospiensodar—volvió a sacudir el aire con el cuchillo para dar un poco más de peso a susargumentos—. Esto es lo que valéis para mí, ni una moneda más. Vosotrosveréis.

Elbizcoescupióalsuelo.—¡Esnuestro!—siseódenuevo—.¡Veaporél!—¡Vetú!—gritóelotro.—Coged lo que os ofrezco —dijo Logen—, y así nadie tendrá que ir a

ningunaparte.El tipo al que había propinado el codazo emitió un gruñido y rodó por el

suelo.Elrecordatoriodeloquelehabíapasadoacabódedecidirlos.—¡Estábien,malditonorteño,estábien,túganas!Logen sonrió. Tenía pensado arrojar las monedas a la cara del bizco y

apuñalarle luego, aprovechando la distracción. Eso es lo que habría hecho dejoven,perodecidiónohacerlo.¿Paraquémolestarse?Enlugardeello,abriólosdedos y arrojó el dinero a su espaldamientras se retiraba hacia el muromás

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cercano.Losdosladronesyélserodearonconcautela:acadapasoquedabanellosseacercabanmásaldineroyéla laescapatoria.Pocodespuésyahabíanintercambiado sus posiciones, y Logen caminaba de espaldas por la calle sindejar de blandir el cuchillo. Cuando los tenía ya a unos diez pasos, los doshombres se agacharon y se pusieron a recoger las monedas que habíadesperdigadasporelsuelo.

—Sigovivo—sedijoLogenparasusadentrosmientrasavivabaelpaso.Habíatenidosuerte,losabía.Pormuyduroquesesea,sólounidiotasecree

que no puedemorir en una pequeña trifulca callejera. Había tenido suerte deacertaraltipodedetrás.Suertedequelosotrosdosfuerantanlentos.Pero,alfiny al cabo, él siempre había tenido suerte en los combates. La suerte de habersalidovivode todosellos.Aunqueno tanta cuando se tratabadeevitarlos.Encualquiercaso,sesentíasatisfechodecómohabíansalidolascosas.Sealegrabadenohabertenidoquemataranadie.

Logensintióunamanoque lepalmeaba laespalday sevolvióen redondoblandiendoelcuchillo.

—¡Soy yo! —el Hermano Pielargo alzó los brazos. Logen casi se habíaolvidadodelNavegante.Debíadehaberpermanecidodetrásdeéldurantetodoesetiempoenelmásabsolutosilencio—.¡Québienlohamanejadotodo,maeseNuevededos, qué bien! ¡Sí, señor! ¡Ya veo que también usted está dotado deciertosdones!¡Estoydeseandoviajarconusted,vayasiloestoy!¡Losmuellesestánporaquí!—exclamóponiéndoseenmarchadeinmediato.

Logen echó un último vistazo a los dos tipos, pero como seguíanarrastrándoseporelsuelo,tiróelcuchilloyseapresuróaseguiraPielargo.

—¿Quépasa,esqueustedeslosNavegantesnuncapelean?—Oh,algunossí,conlasmanoseinclusocontodotipodearmas.Yloshay

muyletales,nocrea,peroyonosoyunodeellos.Ah,no.Esonovaconmigo.—¿Nuncapelea?—Nunca.Yotengootrotipodehabilidades.—Pensaba que en sus viajes se habría visto obligado a hacer frente a

numerosospeligros.—Yasíes—dijoalegrementePielargo—,asíes.Yesentoncescuandomi

notabledonparaocultarmeresultamásútil.

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Lasdesuespeciejamásserinden

Noche.Frío.Elvientosaladoazotaba lacimade lacolina,y las ropasquellevabaFerroeranfinasyestabanhechasjirones.Seabrazó,encogióelcuerpoycontempló el mar con mirada torva. Dagoska no era más que una lejanaaglomeración de puntos luminosos apelotonados en la empinada roca que sealzabaentrelacurvadelabahíayelreverberanteocéano.Susojosdistinguíanlasvagassiluetasdemurallasy torresenminiatura,negrassombras recortadassobreelcielooscuro,yelestrechoistmoqueuníalaciudadatierrafirme.Eracasi una isla. Entre ellos yDagoska se extendían las hogueras. Campamentoslevantadosalolargodelcamino.Muchoscampamentos.

—Dagoska—susurró Yulwei, que estaba sentado al borde de la roca queFerro tenía a su lado—.Una pequeña astilla de laUnión, clavada enGurkhulcomounaespina.UnaespinaclavadaenelorgullodelEmperador.

—Hummm—gruñóFerro,encogiéndoseunpocomás.—Laciudadestámuyvigilada.Haymuchossoldados.Másquenunca.No

vaaresultarfácildespistarlosatodos.—Talvezdeberíamosvolvernos—mascullóFerroesperanzada.Elancianohizocasoomisodelasugerencia.—Ellostambiénestánaquí.Yhaymásdeuno.—¿Devoradores?—Tengoqueacercarmemás.Aversipuedoencontrarunaformadeentrar.

Espérameaquí—secalló,aguardandosurespuesta—.¿Meesperarás?—¡Vale!¡Vale!—masculló—.¡Esperaré!Yulweiresbalópor larocaysedeslizópor la tierrablandade la ladera;su

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figura resultabacasi invisibleen la impenetrableoscuridad.Cuandoel tintineodesusbrazaletesseperdióenlanoche,Ferrodiolaespaldaalaciudad,respiróhondoyseescurrióporlaladerasurendirecciónaGurkhul.

Ferro podía correr. Rauda como el viento, varias horas seguidas. Habíapasadomuchotiempocorriendo.Nadamásllegaralabasedelacolina,corrió:suspiesvolabanporelcampoabierto,surespiraciónmarcabaunritmorápido,enérgico.Oyódelantedeellaunruidodeagua,bajóresbalandoporunterraplénycayóenlaorilladeunríoquediscurríalentamente.Avanzóchapoteandoconelaguaporlasrodillas.

Avercómoselasarreglaesemalditoviejoparaseguirmeahora,pensó.Al cabodeun rato,hizoun fardocon sus armas, se lo echóa la cabezay

luchócontra la corriente conel brazoque tenía libre.Al llegar a laotraorillasalióatrompiconesdelríoycorrióporsumargenmientrassesecabaelaguaquelechorreabaporlacara.

El tiempodiscurríacon lentitudy lasprimeras lucesdeldíacomenzabanaasomar en el cielo. El río murmuraba a un lado y las sandalias de Ferrorepercutían veloces contra la hierba crecida. Se separó del río y corrió por elllanoquecomenzabaapasardelnegroalgris.Frenteaellasealzabaunpequeñogrupodeárbolesachaparrados.

Irrumpióentrelostroncosy,casisinaliento,sedejócaerentrelosmatojos.Sucuerpo temblabaen lapenumbra,elcorazón le latíaaceleradoenelpecho.Másalládelosárbolesreinabaelsilencio.Perfecto.Metióunamanoentresusropasysacóuntrozodepanyunatiradecarne.Sehabíanempapadoduranteelcruce del río, pero todavía eran comestibles. Sonrió.Durante los últimos díashabíaestadoguardandolamitaddelasracionesqueledabaYulwei.

—Malditoviejo—sedijoconunarisitasofocadamientrasseibametiendolacomidaatrozosenlaboca—,miraquecreersequeibaapoderaprovecharsedeFerroMaljinn.

Estabamuerta de sed. Poco podía hacer demomento, ya encontraría aguamás adelante. Pero estaba cansada, muy cansada. Incluso Ferro se cansaba.Descansaríaunrato,sólounrato.Recuperaríalafuerzadelaspiernasyluegosedirigiría hacia... hacia... Ferro se revolvió inquieta. Ya lo pensaría luego. Iríadondemejorpudieravengarse.Esoharía,sí.

Searrastróentre losmatojosyseapoyóenunárbol.Losojosse le fueron

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cerrandolentamente.Ahora,adescansarunpoco.Luego,lavenganza.—Malditoviejoestúpido—masculló.Lacabezaselecayóhaciaunlado.—¡Hermano!Ferrosedespertósobresaltadaysedioconlacabezacontraelárbol.Había

luz,muchaluz.¿Cuántotiempollevabadurmiendo?—¡Hermano!—unavozdemujer,nomuylejosdeallí—.¿Dóndeestás?—¡Poraquí!—Ferrosequedóparalizadacontodoslosmúsculosentensión.

Unavozmasculina,profunda,fuerte.Ymuycercana.Luegooyóunoscascosdecaballoqueavanzabanlentamente;varioscaballos,amuypocadistancia.

—¿Quéhaces,hermano?—¡Andaporaquícerca!—gritólavozmasculina.AFerroselehizounnudo

en la garganta—. ¡Puedo olerla! —Ferro tanteó los matojos para coger susarmas. Se metió en el cinto la espada y un cuchillo, y el otro cuchillo se locolocó entre los harapos de la única manga que le quedaba—. ¡Ya siento susabor,hermana!¡Estáaquíallado!

—Pero ¿dónde? —la voz de la mujer se acercaba—. ¿Crees que puedeoírnos?

—¡Es posible!—dijo el hombre riéndose— ¿Estás ahí, Maljinn?—Ferrosacudió el hombro para soltar su carcaj, y agarró el arco—. Te estamosesperando...—cantó la voz del hombre, que sonaba justo al otro lado de losárboles—.VenMaljinn,venasaludarnos...

Ferro salió de entre los matorrales como una centella y corriódesesperadamenteporelcampoabierto.

—¡Mírala!¡Ahíva!—gritólavozdemujerasusespaldas.—¡Cógela!—gritóelhombre.Ante Ferro se extendía una pradera cubierta de matojos. No había dónde

resguardarse.Soltóungruñido, sevolvióen redondoymetióuna flechaenelarco. Cuatro jinetes cabalgaban hacia ella, guerreros gurkos; el metal de suscascospuntiagudosylasferocespuntasdesuslanzascentelleabanalsol.Detrásdeellos,aciertadistancia,habíaotrosdosjinetes,unhombreyunamujer.

—¡DetenteennombredelEmperador!—gritóunodelossoldados.—¡QuesejodatuEmperador!—Laflechaalcanzóenelcuelloalprimerode

lossoldados,quecayódeespaldasemitiendoungorgoteoysoltandosulanza.—¡Buentiro!—gritólamujer.

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Elsegundojineterecibióunaflechaenelpecho.Supetoaminoróelimpacto,perolaflechasehundiólobastantecomopararesultarmortal.Elsoldadosoltóungritomientrassuespadasalíadespedidaycaíaenlahierba.Luegoagarrólaflechaysedoblósobrelasilla.

Elterceronisiquieratuvotiempodeemitirningúnsonido.Laflechaleentrópor la boca cuando se encontraba a no más de diez zancadas. La punta leatravesó el cráneo y le arrancó el casco. Pero para entonces Ferro ya teníaencimaalcuartojinete.Tiróelarcoyselanzóalsuelojustoatiempodeevitarlaembestida.Selevantócorriendo,lanzóunescupitajoydesenvainólaespada.

—¡La queremos viva! ¡Viva! —gritó la mujer picando levemente sumontura.

El caballo del soldado se volvió conunbufidoy su jinete lo espoleóy seacercóconcautelaaFerro.Erauntipocorpulentoconlasmejillascubiertasdeuntupidovellonegro.

—EsperoqueestésenpazconDios,muchacha—dijo.—¡QuesejodatuDios!—Ferrocorreteódeunladoparaotroparaesquivar

sutrayectoria,pegándoselomásposiblealsuelo.Elsoldadoletirabalanzadas,manteniéndolaadistancia,mientrassucaballopiafabaarrojandopolvoalacaradeFerro.

—¡Atízala!—oyóquegritabalamujerasusespaldas.—¡Sí,atízala!—lasecundabasuhermanoentre risas—. ¡Perono tepases!

¡Laqueremosviva!Elsoldadosoltóungruñidoyespoleósumontura.Ferroleesquivóysetiró

delantede laspatasdelanimal.Lapuntade la lanza lehizoun rasguñoenunbrazoyFerrorespondiódescargandosuespadacontodassusfuerzas.

La hoja curva penetró entre las láminas de la armadura del soldado, lecercenólapiernaalaalturadelarodillayabrióunaprofundaheridaenlaijadadel caballo. El hombre y el animal gritaron al unísono y cayeron al suelo. Latierrasetiñódesangre.

—¡Lehaalcanzado!—lavozdelamujersonabauntantodecepcionada.—¡Arribahombre!¡Arribayaporella!—exclamóentrerisassuhermano—.

¡Todavíatienesunaoportunidad!—elsoldadoserevolvíaenelsuelo.Ferropusofina sus aullidoshundiéndole la espadaen la cara.Aunospasosdedonde seencontraba, el segundo jinete agonizaba montado en su silla con las manos

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aferradas al asta de la flecha. Su caballo agachó la cabeza y se puso amordisquearlahierbaquecrecíaentresuspezuñas.

—¡Haacabadocontodos!—dijolamujer.—Ya—suhermanoexhalóunhondosuspiro—.¡Al finalsiemprenos toca

hacerlotodoanosotros!Ferrolosmirómientrasdevolvíaasucintolaespadaensangrentada.Estaban

tranquilamente sentados en susmonturas, de espaldas al sol, nomuy lejos dedonde ella estaba. Sus rostros, apuestos y crueles, lucían una sonrisa. Vestíancomo grandes señores, con unos tejidos de seda que flotaban en torno a ellosmecidospor labrisa,y llevabannumerosas joyas,peroningunode losdos ibaarmado.Ferroechómanodesuarco.

—Tencuidado,hermano—dijolamujermientrassemirabalasuñas—.Noesmalacombatiendo.

—¡Esunauténticodemonio!Peronotepreocupes,hermana,notienenadaquehacer contramí—acto seguido, desmontódel caballo—.Bueno,Maljinn,¿te parece que...—la flecha se le hundió en el pecho con un golpe seco—...empecemos?—elastavibrabaylapuntaasomabarelucientepordetrássinunasola gota de sangre. Comenzó a avanzar hacia ella. La siguiente flecha leatravesóelhombro,peroelhombre,enlugardedetenerse,rompióacorrerhaciaellaagrandeszancadas.Ferroarrojóelarcoybuscóatientaslaempuñaduradesuespada.Nofue lobastante rápida.Lamanodelhombre leagarródelpechoconunafuerzaterribleylaestrellócontraelsuelo.

—¡Asísehace,hermano!¡Asísehace!—lamujeraplaudíaentusiasmada.Ferrorodóportierratosiendo.Mientrasseponíadepieblandiendolaespada

con ambasmanos, el hombre la observaba. Trazando un amplio círculo en elaire,Ferrodescargósobreéluntremendomandoble.Laespadasehundióenlatierra. El tipo se las había arreglado para deslizarse hacia un lado.De pronto,como salido de la nada, un pie se incrustó en el estómago de Ferro. Lospulmones se le vaciaron de golpe y se dobló inerme. Sus dedos dieron unasacudida,abandonaronlaespadaclavadaenlatierraysusrodillasempezaronatemblar.

—Yahora...—unpuñetazoimpactóenlanarizdeFerro.Selecombaronlaspiernas y se estrelló de espaldas contra el suelo.Aturdida, se puso de rodillasmientras todogirabaa sualrededor.Teníael rostroensangrentado.Parpadeóy

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sacudió lacabezapara intentardeteneraquel torbellino.La figuradelhombre,ladeadayborrosa,avanzabahaciaella.Searrancólaflechadelpechoylaarrojólejosdesí.Nohabíasalidosangre,sólopolvo.Unalevenubedepolvoquesedispersóenelaire.

UnDevorador.Nopodíaserotracosa.Ferro se levantó tambaleándose y sacó su cuchillo del cinto. Se abalanzó

sobre él, falló, volvió a la carga, y de nuevo falló.La cabeza le daba vueltas.Gritando,lelanzóunacuchilladacontodassusfuerzas.

El hombre la agarró de lamuñeca con unamano. Sus rostros quedaron amenosdemediometro.Teníaunapiel lisa e impolutacomouncristaloscuro.Parecíajoven,casiunniño,perosusojoseranviejos.Viejosyduros.Lamirabaconcuriosidad,divertido,comounniñoqueacabaradeencontrarunescarabajomuyinteresante.

—Noserinde,¿eh,hermana?—¡Esunafiera!¡Elprofetaquedaráencantado!ElhombreolisqueóaFerroyarrugólanariz.—¡Puaj!Anteshabráquelavarla.Ferrolediountopetazoenlacara.Lacabezacayóunpocohaciaatrás,pero

elhombresimplementesoltóunarisita.Luegolaagarródelcuelloconlamanoqueteníalibreylaapartóaladistanciadesubrazo.Ferrotratódearañarle,perotenía el brazo demasiado largo y no podía alcanzarle. Le estaba soltando losdedosdelaempuñaduradelcuchillo.Lamanoquelasujetabaporelcuelloerafuerte como una garra de hierro. Ferro apenas podía respirar. Enseñaba losdientes,forcejeaba,gruñía,serevolvía.Todoerainútil.

—¡Hermano,laqueremosviva!¡Viva!—Viva,peronoilesa—susurróelhombre.Lamujerdejóescaparunarisita.LospiesdeFerroselevantarondelsuelo,y

sepusoalanzarpatadasalaire.Sintióunintensodolorenundedo,yelcuchillocayó a la hierba.Lamano se cerró conmás fuerza sobre su cuello, y tratódearañarla con sus uñas quebradas. Todo era inútil. El luminoso mundo que larodeabacomenzóaoscurecerse.

Ferrooyóa lamujer reírseen la lejanía.Un rostroapareció flotandoen laoscuridad y una mano le acarició la mejilla. Sus dedos eran suaves, cálidos,delicados.

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—Anda,muchacha,estátequieta—susurrólamujer.Teníaunosojososcurosyprofundos.Ferrosentíasualiento,cálidoyfragante,juntoasurostro—.Estásherida, necesitas descansar. Venga, estate quieta ya... duérmete —a Ferro lepesabanlaspiernascomoelplomo.Casisinfuerzas,lanzóunaúltimapatadayluegosucuerposequedóinerte.Loslatidosdesucorazónseralentizaron...

—Ahora descansa —Ferro se clavó los dientes en la lengua, y un gustosaladoseesparcióporsuboca.

—Tranquila...—Ferroleescupiósangrealacara.—¡Argh!—lamujersoltóungritodeascoysequitólasangredelacara—.

¡Sigueluchando!—Lasdesuespeciejamásserinden—lavozdelhombresonabapegadaal

oídodeFerro.—¡Malditaputa,escúchamebien!—bufólamujeraferrandolamandíbulade

Ferroconunosdedosdeaceroyzarandeándoladeunladoaotro—.¡Vasavenirconnosotros!¡Porlasbuenasoporlasmalas!¿Meoyes?

—Ella no va a ninguna parte—otra voz, profunda ymelodiosa. Una vozfamiliar.Ferroparpadeóy,aturdida,sacudiólacabeza.Lamujersehabíadadolavueltaymirabaaunancianoqueseencontrabanomuylejosdeellos.Yulwei.Sus brazaletes tintineabanmientras avanzaba pisando suavemente la hierba—.¿Estásviva,Ferro?

—Uj—gruñó.LamujermirócondesdénaYulwei.—¿Quiénerestú,viejodemierda?Yulweisuspiró.—Eso,unviejodemierda.—¡Largodeaquí,perro!—gritóelhombre—.¡SomosemisariosdelProfeta,

delgranKhalulenpersona!—¡Yellasevieneconnosotros!Yulweiparecíaapenado.—¿Nopuedohaceroscambiardeopinión?Losdoshermanosserieron.—¡Iluso!—gritóelhombre—. ¡Nosotros jamáscambiamosdeopinión!—

luego soltó uno de los brazos de Ferro y avanzó cautamente, arrastrándolaconsigo.

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—Esunapena—dijoYulweihaciendoungestonegativocon lacabeza—.OsibaapedirquepresentaraismisrespetosaKhalul.

—¡ElProfetanosejuntaconpordioseroscomotú!—Tesorprenderásaberlo,peroentiemposllegamosatenerbastantetrato.—Entalcasopresentarétusrespetosanuestroseñor—semofólamujer—

¡ylecomunicaréturecientefallecimiento!—Ferrohizogirarsumuñecaysintiócómoelcuchillolecaíaenlapalmadelamano.

—Oh,aKhalul leharíamuy feliz lanoticia,perome temoqueeso tendráqueesperar.Oshabéiscondenado.HabéisquebrantadolaSegundaLey.Habéiscomidocarnehumanaytenéisquepagarporello.

—¡Viejoiluso!—seburlólamujer—.¡Tusleyesnovalenparanosotros!Yulweisacudiólentamentelacabeza.—La palabra de Euz lo gobierna todo. No puede haber excepciones.

Ninguno de los dos saldréis vivos de aquí—en torno al anciano el aire habíaempezadoareverberar,aretorcerse,adifuminarse.Lamujeremitióungorgoteoysedesplomódegolpe.Másquecaerse,pareciódisolverse,deslavazarse.Susnegrassedasflotaronenelairealrededordesucuerpodesmoronado.

—¡Hermana!—ElhombresoltóaFerroyseabalanzósobreYulweiconlosbrazosestirados.Sóloalcanzóadarunpaso.Soltóunchillidoycayóderodillas,sujetándoselacabezaconlasmanos.Haciendounsupremoesfuerzo,Ferrologróquesuspiesdieranunpasoadelante,luegoagarróalhombredelcabelloconsumano herida y le hundió el cuchillo en el cuello. Una nube de polvo volóimpulsadaporelviento.Unacascadadepolvo.Delabocadelhombresalieronunas lenguas de fuego que le carbonizaron los labios y lamieron ardientes losdedos de Ferro. Atragantada, resoplando, se echó encima de él y lo tiró deespaldas sobreel suelo.Lahojadel cuchillo le abrióelvientre, le recorrió lascostillasyselepartióenelpecho.Delcuerposalieronllamas.Llamasypolvo.El hombre había dejado de moverse, pero Ferro, ciega de rabia, seguíaacuchillándoloconlahojaquebrada.

Depronto,sintióqueunamanoseposabaenelhombro.—Estámuerto,Ferro.Losdosestánmuertos.—Teníarazón.Elhombre,con

la nariz y la boca carbonizadas, yacía de espaldas mirando al cielo. De susmúltiplesheridasbrotabanhilosdehumo.

—Lohematado—dijoFerroconvozquebrada.

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—No, Ferro, he sido yo quien lo ha matado. Eran Devoradores jóvenes,débiles e insensatos. Pero aun así, has tenido suerte de que sólo quisierancapturarte.

—Hetenidosuerte—alabrir laboca,unchorrodesalivasanguinolentasevertiósobreelcadáverdelDevorador.Soltóelcuchillorotoysealejógateando.Juntoaellayacíaelcuerpodelamujer,aunqueapenasmerecíatalnombre.Noeramásqueunamasainformedecarne.Sólosedistinguíansuslargoscabellos,unojo,unoslabios.

—¿Cómolohahecho?—borboteóconlabocallenadesangre.—Heconvertidosushuesosenagua.Yaéllohequemadopordentro.Agua

paraunayfuegoparaelotro.Cualquieradelasdoscosassirveparaacabarconla gente de su calaña —Ferro rodó sobre la hierba y se quedó boca arribamirandoelcieloresplandeciente.Alzóunamanodelantedesucaraylaagitóenelaire.Unodesusdedososcilabaflácidodeatrásadelante.

LacaradeYulweiaparecióporencimadeella.—¿Duele?—No—susurródejandocaerelbrazo—.Nuncameduelenada—pestañeóy

miróaYulwei—.¿Porqué?Elancianoarrugóelentrecejo.—Novanadejardeperseguirte.¿Vescómotienesquevenirconmigo?Haciendo un supremo esfuerzo, Ferro asintió moviendo lentamente la

cabeza.—Sí—susurró—.Sí...—elmundovolvióaquedarentinieblas.

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Mequiere...nomequiere

—¡Ay!—gritóJezalalsentirelpinchazodelapuntadelacerodeFilioenunhombro.Unrictusdedolorasomóasurostromientrassetambaleabahaciaatrássoltandounamaldición.Elestirioledirigióunamiradarisueñayblandióenelairesusaceros.

—¡UntoqueparaelMaestroFilio!—proclamóelárbitro—.¡Empateados!—SeoyeronalgunosaplausosaisladosmientrasFilioregresabapavoneándosealcercado de los contendientes con una irritante sonrisa en la cara—. Malditavíbora escurridiza—murmuró Jezal caminando detrás de él. Tenía que habervistoveniresaacometida.Sehabíadescuidado,ylosabía.

—¿Dosados?—bufóVaruzmientrasJezalsedejabacaerresollandoenlasilla—. ¿Dos a dos? ¿Contra un don nadie como ése? ¡Si ni siquiera es de laUnión!

Jezal tuvo lasensatezdenorecordarlequeen laactualidadsesuponíaqueWestportformabapartedelaUnión.SabíamuybienloquequeríadecirVaruz,comotambiénlosabíantodoslosasistentes.Porloqueaellosrespectaba,eltipoaqueleraunforastero.AgarróeltrapoqueletendíaWestysesecóelsudordelacara. Un combate a cinco toques era muy largo, y Filio no parecía estardemasiadocansado.Jezalmiróensudirecciónyloviopegandobotessobrelaspuntasdelospiesyasintiendoalosruidososconsejosqueledabasuentrenadorenestirio.

—¡Puedesderrotarlo!—lesusurróWestmientraslepasabalabotelladeagua—. ¡Derrótalo y luegoya sólo quedará la final!—La final.Enotras palabras,Gorst.Jezalnoestabamuysegurodequelaidealehicierademasiadagracia.

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Varuz,encambio,loteníamuyclaro.—¡Vénzalodeunamalditavez!—bufabaelMariscalmientrasJezalechaba

un trago de la botella y se enjuagaba la boca—. ¡Vénzalo, y punto!—Jezalescupióenuncubolamitaddelaguayse tragóelresto.Vénzalo,ypunto.Sedecíafácil,peroaquelmalditoestirioeraunauténticozorro.

—¡Puedes hacerlo! —insistió West mientras le masajeaba el hombro—.¡Ahoraquehasllegadohastaaquí!

—¡Macháquelo!¡Macháquelo,ypunto!—elMariscalVaruzlemirabaalosojos—.¿Quéesusted,capitánLuthar,undonnadie?¿Heperdidomitiempoconusted?¿Eh?¡Hallegadoelmomentodedecidirse!

—¡Caballeros,porfavor!—lesllamóelárbitro—.¡Elúltimoasalto!Jezalsoltóunresoplido,cogiólosacerosqueletendíaWestysepusodepie.

OyólosgritosdeánimodelentrenadordeFilioquesealzabanporencimadelatronadorrugidodelamultitud.

—¡Macháquelo!—gritó por última vezVaruz y, luego, Jezal se encaminóhaciaelcírculo.

Elasaltodecisivo.Decisivoenmuchosaspectos.¿Llegaríaa la finalono?¿Llegaríaaseralguienenlavidaono?Laverdadesqueestabacansado,muycansado.Llevabacasimediahoraluchandosinpararbajouncalorsofocante,yesoacabapasandofactura.Dehecho,yaempezabaasudarotravez.Sentíacómounosgruesosgoteronesleresbalabanporlafrente.

Sedirigióasumarca.Unaseñaldetizasobrelahierbaseca.Filioestabaallí,esperándole con la misma sonrisa de antes, como si ya anticipara su triunfo.Cretino. Si Gorst había sido capaz de sacar a sus contrincantes del círculo agolpes, él también podía hacer que ese imbécil mordiera la hierba. Apretó laempuñadura de sus aceros y se concentró en la repelente sonrisa de suadversario.Poruninstante,deseóquelosacerosnofueranromos,hastaquesediocuentadequetambiénpodíaserélquienrecibierauntajo.

—¡Adelante!Jezalrepasósuscartasylasfuecambiandodesitiosintansiquierafijarseen

loqueteníaysinpreocuparseapenasdeocultárselasalosdemás.—Suboadiez—dijoKaspadejandocaerunamonedasobrelamesaconun

gestoquequeríadecir...algo,seguramente.AJezalledabaigual,teníalacabezaenotraparte.Seprodujounprolongadosilencio.

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—Tetocaatiapostar,Jezal—refunfuñóJalenhorm.—¿Ah,sí?Esto,mmm...—Echóunvistazoalossignosqueteníadelantesin

prestarles apenas atención—.Mmm... esto... No voy.—Jezal arrojó las cartassobrelamesa.Estababajodemoral,másbajodeloquerecordabahaberestadonunca.Puedeinclusoqueporprimeravezensuvida.NopodíadejardepensarenArdee:noparabadepreguntarsecómopodíaarreglárselasparaacostarseconella sin que ninguno de los dos sufriera un perjuicio irremediable y, másconcretamente,sinqueWestlematara.Pordesgracia,seguíaestandomuylejosdedarconlarespuesta.

Kaspaarramblócon todas lasmonedas,sonriendodeorejaaorejaante taninesperadavictoria.

—Buencombateeldehoy,Jezal.Muyjusto,perosalistedelpaso,¿eh?—Uh—repusoJezalmientrascogíalapipadelamesa.—Te juro que por un instante creí que ya te tenía, pero entonces... —

chasqueólosdedosbajolanarizdeBrint—¡zas!Vastúyletirasalsuelo.¡Elpúblicoestabaentusiasmado!¡Mereítantoquecasimemeoencima,telojuro!

—¿CreesquepodrásvenceraGorst?—preguntóJalenhorm.—Uh—Jezalseencogiódehombros,encendiólapipa,serecostóenlasilla

ysepusoamiraralcielogrismientrasdabachupadas.—Parecestomárteloconmuchacalma—dijoBrint.—Uh.Lostresoficialessemiraron,decepcionadosporelescasointerésquehabía

despertadoeltema.Kaspaoptóporelegirotro.—Eh,muchachos,¿habéisvistoyaalaPrincesaTerez?BrintyJalenhormexhalaronunprofundosuspiroy,actoseguido,lostresse

embarcaronenunababosaponderacióndeladama.—¿Quesilahevisto?¿Quesilahevisto,dices?—¡LaperladeTalinslallaman!—¡Losrumoresquellegabansobreellanomentían!—HeoídodecirquelabodaconelPríncipeLadislaescosahecha.—¡Vayasuertequetieneelmuycabrón!Jezal no se movió de su sitio, seguía recostado en la silla arrojando

bocanadasdehumoalcielo.Élno tenía lascosas tanclarassobre la talTerez,porlopocoquehabíapodidover.Delejos,sinduda,eramuyguapa,perotenía

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la impresión de que el tacto de su cara sería frío como el cristal: frío, duro,rígido.NadaqueverconeldeArdee...

—De todas formas, Kaspa, debo reconocer que mi corazón sigueperteneciendoatuprimaAriss—perorabaJalenhorm—.DondehayaunachicadelaUnión,quesequitentodasesasextranjeras.

—Dondehayatodoesedinero,querrásdecir—susurróJezalsinlevantarlacabezadelrespaldo.

—¡No! —protestó el grandullón—. ¡Es toda una dama! Dulce, recatada,distinguida.¡Ah!—Jezalsesonrió.Terezseríauncristalfrío,peroArisseraunpescadomuerto.Besar a una chica comoésadebíade ser una experiencia tanmustia y tediosa como darle un beso a un viejo adefesio. Jamás podría besarcomoArdee.Nadiepodíahacerlo...

—Bueno, las dos son unas bellezas, de eso no cabe ninguna duda —parloteaba Brint—. Unas mujeres estupendas para soñar con ellas, si osconformáis con soñar... —se inclinó hacia delante situándose a una distanciapropicia para las confidencias y lanzó una mirada furtiva a su alrededoresbozandounasonrisita,comosi sedispusieraadesvelarunexcitante secreto.Losotrosdoscorrieronlassillashaciadelante.Jezal,encambio,nosemoviódesu sitio.Ledaba igual saberquiénera laputacon laque seacostabaahoraelidiotadeBrint.

—¿ConocéisalahermanadeWest?—susurróBrint.TodoslosmúsculosdelcuerpodeJezalsetensaron—.Notienenipuntodecomparaciónconellas,perodentrode lavulgaridadesmuyhermosa...yyodiríaqueesunachica fácil—BrintserelamióypropinóuncodazoaJalenhormenlascostillas.Elgrandullónesbozóunasonrisaculpablecomounniñoalqueacabarandecontarunchisteverde.

—Ah, sí, tiene toda lapintade seruna chica fácil—terció risueñoKaspa.Jezaldepositósupipaenlamesaysediocuentadequeletemblabalamano.Laotramanoestabaaferradacontalfuerzaalbrazodelasillaquelosnudillosselehabíanpuestoblancos.

—SinofueraporqueelcomandanteWestmeensartaríaconsuespada—dijoBrint—,osaseguroqueestaríatentadodeensartarasuhermanaconlamía,¿eh?—Jalenhormsetronchóderisa.CuandoBrintsevolvióhaciaél,Jezalsintióunapalpitaciónenelojo—.Dinos,Jezal,¿quéopinastú?Porquetúlaconoces,¿no?

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—¿Quequéopino?—Mientrascontemplabaaqueltríoderostrossonrientesleparecióque suvoz llegabadesde algún lugar infinitamente lejano—.Opinoquedeberíastenermáscuidadoconloquedices,malditohijodeputa.

Sehabíapuestodepieyteníalosdientestanapretadosqueparecíacomosifueranarompérseleenlaboca.Lastressonrisasvacilaronuninstanteyluegoseborraron.JezalsintiólamanodeKaspaensubrazo.

—Venga,hombre,loúnicoque...Jezal se soltó el brazo, agarró el borde de la mesa y la volcó. Monedas,

cartas,botellasyvasosvolaronpor losairesysedesparramaronpor lahierba.Enlaotramanoblandíasuespada,afortunadamenteenfundada,suspendidaunoscentímetrosporencimadelacabezadeBrint.

—¡Escúchamebien!—leespetó soltandosobreéluna rociadade saliva—.¡Sivuelvoaoírtedecireso,noserádeWestdequientengasquepreocuparte!—Y apretando la empuñadura de su acero contra el pecho de Brint, añadió—:¡Porqueseréyomismoquientetrinchecomoaunpollo!

LostreshombreslemirabanaterradosconlabocaabiertaytanatónitosporaquelsúbitoarrebatodefuriacomoloestabaelpropioJezal.

—Pero...—alcanzóadecirJalenhorm.—¿Peroqué?—chillóJezalagarrandoalgrandullóndelachaquetaymedio

sacándolodesuasiento—.¿Quétienesquedecirtú?—Nada —gimió, alzando las manos—. Nada —Jezal lo dejó caer. Ya

empezabaapasárselelafuria.Casiestabatentadodedisculparse,peroalfijarseenelrostrolívidodeBrintlevinootravezalacabezasufrase,«yodiríaqueesunachicafácil».

—¡Comoaun...malditopollo!—rugiódenuevoy,actoseguido,sevolvióen redondo y se marchó hecho una furia. Cuando estaba ya entrando en elpasadizosediocuentadequesehabíadejadoolvidadoelabrigo,peronoestabadehumorpararegresaracogerlo.Seadentróunospasosenelpasadizoyluegoseapoyóenlapared,respirandoentrecortadamenteytemblandocomosiacabarade correr diez kilómetros. Ahora entendía lo que significaba tener el geniopronto,vayasiloentendía.Hastaesemomentonisiquierasabíaquelotuviera,peroyanolecabíaningunaduda.

—¿Qué mosca le ha picado? —la voz atribulada de Brint resonó por elpasadizo,apenasunpocomásaltaqueloslatidosdesucorazón.Jezaltuvoque

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contenerelalientoparapoderoíralgo.—Niidea—eraJalenhormconuntonodevozaúnmássorprendidosicabe.

Luegoseoyóuntraqueteoyunchirrido;debíandeestarenderezandolamesa—.Nosabíaquetuvieratanmalgenio.

—Lo que pasa es que tiene muchas cosas en la cabeza —dijo Kaspadubitativamente—,yasabes,elCertamenytodoeso.

Brintlecortóenseco:—¡Esonoesunaexcusa!—Bueno,esqueWestyélestánmuyunidos,¿no?Yasabes,hanentrenado

muchojuntosytal.Puedequeconozcamuybienalahermana,enfin,nosé.—Puesamí semeocurreotra explicación—Brinthablabaconel tonode

alguien que va a contar la guinda de un chiste—. ¡Y si resulta que estáenamoradode la tíaesa!—los tresestallaronenun torrentedecarcajadas.Unchistegenial.ElcapitánJezaldanLutharenamoradoy,para rematarlo,deunachica de una condición tan inferior a la suya. ¡Qué idea más ridícula! ¡Quéocurrenciamásabsurda!¡Quéchistemásbueno!

—Mierda—Jezalocultólacabezaentrelasmanos.Aélnolehacíaningunagracia.¿Quélehabíahechoesamujer?¿Qué?¿Quéteníaesachica?Dabagustomirarla, desde luego, y, además, era lista y divertida, y todo eso, pero eso noexplicaba nada—. No puedo volver a verla —se dijo—. ¡Y no la veré! —estampó unamano contra la pared. Tenía una voluntad de hierro. Siempre lahabíatenido.

Hastaqueaparecieralasiguientenotapordebajodelapuerta.Gimióysediounapalmadaenlasien.¿Porquésesentíaasí?¿Porqué...apenassiseatrevíaapronunciar la palabra... le gustaba tanto? Pero, de pronto, lo vio claro. Ya losabía.

Aellanolegustaba.Esas medias sonrisas burlonas. Esas miradas de soslayo que a veces le

pillaba.Esaspullasun tanto subidasde tono.Pornohablar de lasmanifiestasmuestrasdedesprecio.Loquelegustabaerasudinero,sí,seguramente.Loquelegustabaerasuposiciónsocial,porsupuesto.Loquelegustabaerasucuerpo,deesonohabíaduda.Pero,enelfondo,aquellamujerledespreciaba.

Y ese era un sentimiento que jamás había experimentado. Siempre habíadado por sentado que todo el mundo tenía que quererle, nunca había tenido

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motivosparadudardequefuerauntipoestupendo,dignodelmáximorespeto.PeroaArdeenolegustaba,ahora loveíacontotalclaridad,yeso ledabaquepensar.Dejandoaunladolamandíbula,eldineroylasropas,¿habíaalgoenélquevalieralapena?

Sabíaquesemerecíaeldesdéndeaquellamujer.Ycuantomásdesdeñosasemostraba,máslegustaba.

—Qué extraño —musitó Jezal, recostado lastimosamente en la pared delpasadizo—.Quéextraño.

Leentrabanganasdehacerlacambiardeopinión.

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LaSemilla

—¿Quétalestás,Sand?El coronelGlokta abrió los ojos. La habitación estaba a oscuras. ¡Maldita

sea,ibaallegartarde!—¡Malditasea!—exclamómientrasapartabadegolpelassábanasysalíade

lacama.Agarrólospantalonesdesuuniforme,metiólaspiernas,forcejeóconelcinturón.

—¡No te preocupes por eso, Sand! —la voz de su madre sonaba entretranquilizadoraeimpaciente—.¿DóndeestálaSemilla?

Gloktalamiróconelceñofruncidomientrasseponíalacamisa.—¡Madre, ahora no tengo tiempo para esas tonterías! ¿Por qué tienes que

empeñartesiempreensaberquéesloquemásmeconviene?—echóunvistazoasualrededorbuscandosuespada,peronolavioporningunaparte—.Estamosenguerra,¿sabes?

—¡Vayasiloestamos!—elcoronelalzólavistasorprendido.EralavozdelArchilectorSult—.Endosguerras.Unaseluchaconfuegoyacero,ylaotraessubterránea:unaguerraantiguaque lleva luchándosedesdehacemuchosaños.—Gloktatorcióelgesto.¿Cómoeraposiblequehubieraconfundidoaeseviejocharlatán con sumadre?Y, además, ¿qué demonios hacía en su cuarto? ¿Quéhacía sentado en la silla que había a los pies de su lecho perorando sobreantiguasguerras?

—¿Quédemonioshaceenmisaposentos?—gruñóelcoronelGlokta—.¿Ydóndehametidomiespada?

—¿DóndeestálaSemilla?—denuevounavozdemujer,peronoeraladesu

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madre.Eraotrapersona.Nolareconoció.Escrutólaoscuridad,tratandodeverala persona que había en la silla. Distinguió una silueta difusa, pero estabademasiadooscuroparaidentificarla.

—¿Quiénesusted?—preguntósecamenteGlokta.—¿Quién fui? ¿Oquién soy?—La figurade la silla se revolvióy sepuso

lentamentedepie—.Fuiunamujerpaciente,perohedejadodeserunamujer,y,conlosaños,mipacienciasehaidoagotando.

—¿Quéesloquequiere?—lavozdeGloktasequebrómientrasretrocedíaconpasovacilante.

Al avanzar hacia él, la figura atravesó un rayo de luna que entraba por laventana. Una forma femenina, esbelta y grácil. Su rostro, no obstante,permanecíaenvueltoensombras.Unsúbitotemorseapoderódeél,ysepegóalapared,estirandounbrazoparamanteneradistanciaalamujer.

—QuierolaSemilla—unamanopálidasaliódisparadahaciadelantecomounaserpienteyleagarróelbrazoqueteníaextendido.Untactosuave,perofrío.Fríocomounapiedra.Gloktaseestremeció,soltóungritosofocadoyapretóconfuerzalosojos—.Lanecesito.Nopuedesimaginartelomuchoquelanecesito.¿Dónde está? —Los dedos de la mujer comenzaron a tentarle la ropa, lecachearon,leregistraron,leentraronenlosbolsillos,selemetieronpordebajodelacamisa,rozándolelapiel.Estabanfríos.Fríoscomoelcristal.

—¿LaSemilla?—chillóGloktamedioparalizadodelterror.—Sabesmuybiendeloquetehablo,hombreroto.¿Dóndeestá?—ElCreadorcayó...—susurró.Laspalabrasbrotarondesuslabiossinque

Gloktasupieraexplicarsededóndevenían.—Losé.—...envueltoenllamas...—Lovi—sucaraestabatancercaquepodíasentirsualientosobresupiel.

Frío.Fríocomolaescarcha.—...yseestrellócontraelpuente...—Lorecuerdo.—...buscaronlaSemilla...—Sí...—leapremiólavozsusurrándolealoído—,¿dóndeestá?—Sintióun

roceenlacara,enlamejilla,enelpárpado,unrocesuaveyviscoso.Unalengua.Fríacomoelhielo.Selepusolacarnedegallina.

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—¡Nolosé!¡Nolograronencontrarla!—¿No lograron encontrarla? —Los dedos se cerraron sobre su cuello,

estrangulándole, apretándole, arrancándole el aliento. Fríos y duros como elhierro—. ¿Crees conocer el dolor, hombre roto? ¡Pues no sabes nada! —Elgélido aliento le raspaba la oreja, los dedos de hielo apretaban, apretaban—.¡Peroyopuedoenseñarte!¡Yopuedoenseñarte!

Glokta gritaba, se revolvía, daba vueltas en la cama. Se levantóatropelladamenteyduranteuninstantevertiginososemantuvoenpie, luegoseledoblólapiernayseprecipitóhaciaelespaciovacío.LahabitaciónsevolteóenlaoscuridadyelInquisidor,conlosbrazosdobladospordelantedelcuerpo,seestampócontralostablonesconunestruendoespeluznante.Sufrenterebotócontraelsuelo.

Seagarróalapatadelacamay,pegándosealapared,comenzóalevantarse,respirando entrecortadamente, volviendo sus ojos desorbitados hacia el lugardondeestabalasillasinapenasatreverseamirar.Porlaventanaentrabaunrayodelunaquevertíasuluzsobrelasropasrevueltasdelacamaylamaderapulidadelasiento.Vacío.

Gloktainspeccionóelrestodelahabitación;susojostratabandehacersealaoscuridadmientrasescudriñabantodoslosrincones.Nada.Vacía.Unsueño.

Yentonces,cuandoelmartilleodesucorazóncomenzóaremitirysualientoagitadoseacompasó,llegóeldolor.Leestallabalacabeza,teníalapiernaenungrito, su brazo palpitaba con una punzada sorda. Un regusto a sangre se fueesparciendoporsuboca,losojoslellorabanylepicaban,lastripasserevolvíanconvulsivamente.Soltóungemidoagónico,se lanzóhacia lacamaysequedótendidoenelcolchóniluminadoporlaluna,exhaustoyempapadodeunsudorfrío.

Unosgolpesapremiantesresonaronenlapuerta.—¿Señor? ¿Se encuentra bien?—La voz de Barnam. Volvió a llamar.Es

inútil.Estácerradaconllave.Siempreloestá,peromeparecequenomevoyamover.Frosttendráqueecharlaabajo.Peroalcabodeuninstante,lapuertaseabrió,yGlokta tuvoque taparse losojosparaprotegersede la luz rojizade lalámparadelancianocriado.

—¿Seencuentrabien?—Mehecaído—farfullóGlokta—.Elbrazo...

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El anciano sirviente se sentó al borde de la cama, le cogió suavemente lamanoylearremangólacamisa.Gloktahizoungestodedolor.Barnamchasqueóla lengua. El antebrazo estaba surcado de lado a lado por una gran mancharosáceaqueyahabíaempezadoahincharseyaenrojecerporlosbordes.

—Noparecequeestéroto—dijoelsirviente—,perode todosmodos iréallamaralmédico.

—Sí,sí—GloktaapartóaBarnamconlamanosana—.Vayaallamarlo.Gloktaviocómoelancianosirvientetraspasabaapresuradamenteelumbral

conlaespaldadoblada,luegoleoyórenquearporelestrechopasilloydescenderporlasangostasescaleras.Alcabodeunratoseoyóunportazoenlaentradaysehizoelsilencio.

Sus ojos se volvieron hacia elmanuscrito que había arrebatado al AdeptoHistórico.Estabadondelohabíadejado,enrolladosobreelaparador, listoparaser entregado al Archilector Sult. El Creador cayó envuelto en llamas y seestrellócontraelpuente.Quécurioso, los sucesosquenosocurrenduranteeldía acaban colándose en nuestros sueños. Elmaldito norteño y su intrusa, lamujerfría.Deahídebodehaberlosacado.

Glokta se frotóelbrazo,presionando la carnedoloridacon layemade losdedos.Nada.Sólounsueño.Y,sinembargo,habíaalgoqueleinquietaba.Mirólapartedeatrásdelapuerta.Lallavebrillabaenlacerradurareflejandolaluzanaranjada de la lámpara.No está echada, pero es imposible que no la hayaechado. Imposible. Nunca se me olvida. Glokta volvió la vista hacia la sillavacía. ¿Qué fue lo que dijo el idiota del aprendiz? La magia viene del OtroLado.Elmundoinferior.Elinfierno.

Dealgúnmodo,enesemomento,trasunsueñoasí,noresultabatandifícildecreer. Ahora que volvía a estar solo, elmiedo crecía de nuevo en su interior.Estirólamanoilesaendirecciónalasilla.Letemblabayletrepidabatantoquetardóunaeternidadenalcanzarla.Porfin,susdedostocaronlamadera.Fresca,pero no fría. No fría. Ahí no hay nada. Retiró lentamente la mano y apretócontraelpechosubrazopalpitantededolor.Nada.Vacía.Unsueño.

—¿Quédemonioslehapasado?Gloktasechupólasencíascongestoavinagrado.—Me he caído de la cama—luego se rascó distraídamente la venda que

cubríasumuñeca.Hastahacíasólouninstantelehabíaestadodandobastantela

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lata, pero lo que tenía ante él había hecho que el dolor pasara a un segundoplano.Podía estar peor.Mucho peor—.No puede decirse que sea una visióndemasiadoagradable,desdeluego.

—Yquelodiga,malditasea—peseatenermediacaratapada,noeradifíciladivinarqueelsemblantedeSeverardestabacontraídoenunaexpresióndeasco—.Casivomitocuandoloviporprimeravez.¡Yo!

Sujetándosealtroncodeunárbolconunamanoyapartandoconlapuntadelbastónloshelechosparapodervermejor,Gloktacontemplabacongestoceñudounamasainformequehabíaenelsuelo.

—¿Sabemossiquierasisetratadeunhombre?—Tambiénpodríaserunamujer.Peroestáclaroqueesunapersona.Esode

ahíesunpie.—Cierto.¿Cómolohanencontrado?—Fue ese tipo quien lo encontró —Severard señaló con la cabeza a un

jardinerodemiradaperdidayrostrolívidoqueestabasentadoenelsuelojuntoaunvómitosecoquehabíaenlahierba—.Entreestosárbolesdeaquí,escondidoenlamaleza.Alparecer,quienlomatótratódeocultarlo,aunquenodebiódeserhacemucho.Estáfresco.—Vayasiloestá.Apenashueleycasinohaymoscastodavía.Muyfresco,talvezdelanochepasada—.Podríahabertardadovariosdías en aparecer si no llega a ser porque a un tipo se le ocurriómandar quepodaran esos árboles. Le tapaban la luz o algo así. ¿Ha visto alguna vez algoparecido?

Gloktaseencogiódehombros.—Sólounavez, enAngland, cuandoaúnnohabías llegado tú.Unode los

cautivos trató de fugarse. Consiguió alejarse unos cuantos kilómetros, pero elfrío acabó con él. Luego un oso se cebó con el cadáver. Hizo un verdaderodestrozo,aunqueéstelosupera.

—Nocreoquenadiemuriera congeladoayerpor lanoche.Hacíaun calorsofocante.

—Hummm—dijoGlokta.Estáporverqueelinfiernoseaunlugarcaliente.Yo siempreme lo imagino frío.Frío como el hielo—.En todo caso, hay unoscuantosososenAgriont.¿Sesabealgosobrelaidentidaddeesta...persona?—añadióseñalandolosrestosconelbastón.

—Nada.

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—¿Algunadesapariciónquehayasidodenunciada?—Noqueyosepa.—Enotras palabras, que no tenemosni lamás remota idea de quién es la

víctima,¿no?¿Porquédemoniosnospreocupamosentonces?¿NotenemosunMagodepacotillaalquevigilar?

—De eso se trata. Sus nuevos aposentos están ahí mismo —la manoenguantadadeSeverardseñalóunedificioqueseencontrabaanomásdeveintezancadas—.Losestabavigilandocuandoapareció.

Gloktaalzóunaceja.—Entiendo.Sospechasquepuedehaber alguna conexión, ¿no es así?—el

Practicante se encogió de hombros—. ¿Misteriosos intrusos que aparecen enplena noche, truculentos asesinatos al lado del portal de su casa? Nuestrosvisitantesatraenlosproblemascomolamierdaalasmoscas.

—Ajá —soltó Severard mientras espantaba una mosca con la mano—.Tambiénheinvestigadosobreaquelloquemedijo.LodelosbanquerosValintyBalk.

Gloktaalzólavista.—¿Ahsí?¿Yquéhay?—Poca cosa. Es una casa antigua. Muy antigua y muy respetable. Sus

pagarés valen tanto como el oro entre losmercaderes.Tienendelegaciones entodaspartes,enMidderland,enAngland,enStarikland,tambiénenWestportyenDagoska.InclusofueradeLaUnión.Unasgentesmuypoderosas,adecirdetodos.Medalaimpresióndequetodotipodegentelesdebedinero.LoextrañoesquenoparecehabernadiequehayaconocidopersonalmentealostalesValintyBalk.Peroyasesabecómosonlosbancos.Lesencantanlossecretos.¿Quierequesigaescarbandounpocomás?

Podría resultarpeligroso.Muypeligroso.Si escarbasmuchopuedequealfinalloqueestésescarbandoseannuestraspropiastumbas.

—No.Serámejordejarlo.Demomento.Peromanténlosoídosabiertos.—Misoídossiempreestánabiertos,jefe.Dígameunacosa,¿quiéncreeque

ganaráelCertamen?GloktamiróalPracticante.—¿Cómopuedespensarenesoconestodelante?ElPracticanteseencogiódehombros.

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—No creo que le importe—Glokta volvió a mirar el cuerpo destrozado.Supongoqueno—.Ande,dígame,ustedtienequesaberlo.¿LutharoGorst?

—Gorst.Esperoquepartaendosaesemalditoimbécil.—¿Deveras?Lagentedicequeesmástorpequeunbuey.Queloquepasa

esquetienesuerte.—Bien,puesyodigoqueesungenio—sentencióGlokta—.Dentrodeun

pardeañostodoelmundolucharácomoél,aunqueestáporverqueaesoselepuedaseguirllamandoesgrima.¡Noolvidesloquetedigo!

—Gorst,¿eh?Bueno,puedequemeanimeahacerunapequeñaapuestaporél.

—Hazlo.Pero,demomento,serámejorquerecojasestosdespojosy te losllevesalaUniversidad.DileaFrostqueteecheunamano,tienebuenestómagoparaestascosas.

—¿AlaUniversidad?—Bueno, no podemos dejarlos aquí tirados. Si pasa por aquí una de esas

peripuestasdamasquesalenadarunavueltaporelparque,sepuedellevarunsustodemuerte—Severard soltó una risita—.Y, además, creoque conozco aalguienquepuedearrojarunpocodeluzsobreestepequeñomisterio.

—Ha hecho usted un hallazgo francamente interesante, Inquisidor —elAdeptoMédicointerrumpiósutrabajoymiróaGloktaatravésdesurefulgentemonóculo con un ojo monstruosamente aumentado—. Un hallazgo en verdadfascinante—musitó,y,actoseguido,sevolviódenuevohaciaelcadáverconsuinstrumental:levantabalosrelucientestrozosdecarne,lospunzaba,losretorcía,losinspeccionabaentrecerrandolosojos.

Glokta echó una mirada al laboratorio, y sus labios se fruncieron en unaexpresióndeasco.Dosdelascuatroparedesestabanocupadasporunacolecciónde tarrosde todos los tamaños imaginablesqueconteníanun líquidoenelqueflotabanpedazosdecarne.Algunosdeellospodíanidentificarseconpartesdelcuerpohumano,perootrosno.Inclusoélsesentíaunpocoincómodoenmediodetanmacabracolección.MepreguntocómoseloshabráagenciadoKandelau.¿Noacabaránsusvisitasflotandotroceadasendocenasdetarros?¡Talvezyoresultaraunespécimeninteresante!

—Fascinante—elAdeptoaflojó lacorreadesumonóculo,se losubióa lacabezaysefrotóelrodalrosáceoquelehabíadejadoalrededordelojo—.¿Qué

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mepuededeciralrespecto?Gloktafruncióelceño.—Estoyaquíparaverquémepuedeusteddeciramí.—Claro,claro—Kandelaufruncióloslabios—.Veamos,mmm,enrelación

conelgénerodenuestrodesdichadoamigo,mmm...—seinterrumpió.—¿Ybien?—Je, je, bueno, ejem, el caso es que los órganos que nos permitirían

determinarlo se encuentran... —el Adepto señaló la mesa donde reposaba lacarne bajo la cruda iluminación de las llamas que ardían en las lámparas—...ausentes.

—¿Esésalaúnicaconclusiónalaquehanllegadosusinvestigaciones?—Bueno,hayalgunacosamás,el tercerdedodeunhombresuelesermás

largoqueelprimero,mientrasqueenelcasodeunamujernotieneporquésernecesariamente así, pero, ejem, a nuestros restos les faltan demasiados dedospara poder obtener un veredicto. En lo referente al género, por tanto, y encarenciadelosdedos,metemoqueestamos,comoquiendice,¡enmuñones!—ElAdeptocelebrósuchisteconunarisitanerviosa.Gloktanolesecundó.

—¿Pertenecenaunjovenoaunviejo?—Bueno,ejem,metemoqueesotambiénesbastantedifícildeprecisar.Los

dientes están en bastante buen estado—el Adepto dio unos golpecitos en elcadáverconsustenacillas—,ylapocapielquequedapareceresponderaladeunapersonajoven,aunque,enfin,tampocoesqueeso...je,je...

—Concluyendo,¿quémepuededecirustedsobrelavíctima?—Mmm...bueno...nada—elAdeptosedisculpóconunasonrisa—.¡Perohe

hechoalgunoshallazgosmuyinteresantessobrelacausadesumuerte!—¡Nomediga!—¡Oh, sí, mire esto! —Preferiría no hacerlo. Glokta se acercó

aprensivamentealbancoyescudriñóelpuntoqueseñalabaelanciano.—¿Love?¿Velaformadeestaherida?—ElAdeptodiounpinchazoaun

cartílago.—No, no lo veo —dijo Glokta—. Todo esto me parece una única y

monstruosaherida.Elancianoseinclinóhaciaélabriendomucholosojos.—Sondeunhumano.

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—¡Yasabemosquesondeunhumano!¡Esodeahíesunpie!—No,no,merefieroaesasmarcasdedientes...¡sondeunhumano!Gloktafruncióelceño.—¿Marcasdedientes...humanos?—¡Sin lugar a dudas! —la radiante sonrisa de Kandelau desentonaba

bastanteenunentornocomoaquél.Yconeltematambién—.Esteindividuohamuertopor lasdentelladasdeotrapersonay,con todaprobabilidad, je, je...—añadió, señalandocongesto triunfal losdespojosquehabíaen lamesa—. ¡Hasidoparcialmentedevorado!

Duranteuninstante,Gloktamirófijamentealanciano.¿Devorado?¿Porquédemonios cada pregunta que obtiene una respuesta da lugar a otras diezpreguntasmás?

—¿PretendequelevayaalArchilectorconeso?ElAdeptoseriónervioso.—Bueno,je,je,esossonloshechos,talcomoyolosveo...¿Una persona sin identificar, quizás un hombre, quizás unamujer, tal vez

joven, talvezvieja,esatacadaenelparqueporunagresordesconocidoquelamataadentelladasamenosdedoscientaszancadasdelPalacioRealyluegoladevoraparcialmente?

—Mmm... —Kandelau desvió la vista y miró a la puerta con gestopreocupado.Gloktasevolvióparaecharunvistazoyfruncióelceño.Acababadeentraralguien,ylohabíahechosinqueéllooyera.Enmediodelapenumbra,justofueradeláreailuminadaporlosbrillantesfaroles,habíaunamujerconlosbrazos cruzados. Una mujer alta, de cabello pelirrojo, corto y puntiagudo,cubierta con una máscara, que escrutaba a Glokta y al Adepto con los ojosentornados.UnaPracticante.Peronomesuena,yesoquelasmujeressonunararezaenlaInquisición.Creíaque...

—¡Buenastardes,buenastardes!—Unhombreentróconpasoenérgicoenlasala:un tipoenjuto, conuna incipientecalvicie,que ibaembutidoenun largogabán negro y lucía en su cara una sonrisilla afectada. Una figuradesagradablementefamiliar.Goyle,malditocabrón.PorfinhallegadoelnuevoSuperior de Adua. Qué gran noticia—. ¡Inquisidor Glokta —dijo con vozacaramelada—,cuántomealegrodevolveraverle!

—Lomismodigo,SuperiorGoyle.—Hijodelagranputa.

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Otras dos figuras entraron pegadas al risueño Superior, haciendo que deprontolaresplandecientesalitaparecieraabarrotada.Unadeellaseraunfornidokantic de piel oscura, que lucía ungrueso aro dorado enunade sus orejas; laotra, un gigantesco norteño con una cara que parecía una losa de piedra.Casituvoquedoblarseendosparaatravesarelumbral.Ambosllevabanmáscarasyestaban enfundados de los pies a la cabeza con el negro uniforme de losPracticantes.

—LepresentoalaPracticanteVitari—dijoGoyleconunarisilla,señalandoalamujerpelirroja,quesehabíadeslizadohastaellugardondeseencontrabanlostarrosylosestabaobservandoatentamentemientrasdabagolpecitosalcristalhaciendoquelosespecímenestembletearan—.YéstossonelPracticanteHalim—elsureñorodeóconpasosigilosoaGoyleypasóadentrolanzandomiradasentodas direcciones—yByre—elmonstruoso norteño, que casi tocaba el techoconlacabeza,bajólavistaparamiraraGlokta—.Ensutierra,querrácreerlo,lellaman Quebrantapiedras, pero no creo que eso funcione aquí, ¿eh, Glokta?¿PracticanteQuebrantapiedras,seloimagina?—serióparasímientrashacíaungestonegativoconlacabeza.

¿A esto ha llegado la Inquisición? No sabía que hubiera un circo en laciudad.Mepreguntosinosededicaranahacerequilibriossubiéndoseelunoahombrosdelotro.Oasaltarporanillosdefuego.

—Unsurtidomuyvariado—dijoGlokta.—Oh, sí —rió Goyle—. Los he ido escogiendo en los distintos lugares

adondemehanllevadomisviajes,¿eh,amigos?Lamujer se encogió de hombros y siguió husmeando entre los tarros. El

Practicantedetezoscurainclinólacabeza.Yelgigantesconorteñopermanecióinmóvilensusitio.

—¡Enlosdistintoslugaresadondemehanllevadomisviajes!—repitióentrerisasGoylecomositodoelmundoseestuvierariendoconél—.¡Ytengovariosmás!¡Hansidounosañosmuyfructíferos!—Sesecóunalágrimadealegríayseacercóalamesaquehabíaenelcentrodelasala.Dabalaimpresióndequetodoeraunafuentedediversiónparaél,inclusolosdespojosquehabíaenlamesa—.¿Quéesesto?¡Uncuerpo,sinomeequivoco!—GoylelevantólavistaymiróaGlokta conojos chispeantes—.¿Uncadáver? ¿Unamuerteviolentadentrodelperímetrodelaciudad?EntiendoquecomoSuperiordeAduaestoentradentro

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demiscompetencias,¿noesasí?Gloktahizounainclinación.—Naturalmente. No estaba informado de su llegada, Superior Goyle. Y

penséque,dadoelcarácterexcepcionaldel...—¿Excepcional? No veo nada de excepcional —Glokta permaneció en

silencio.¿Aquéjuegaestepayasorisueño?—Coincidirá conmigo en que un grado de violencia como éste es...

excepcional.Goyleencogióampulosamenteloshombros.—Perros.—¿Perros?¿Dequétipo,perrosdomésticosquesehanvueltolocosoperros

asilvestrados que han escalado las murallas? —inquirió Glokta, incapaz decontenerse.

ElSuperiorselimitóasonreír.—Losqueustedprefiera,Inquisidor,losqueustedprefiera.—Me temo que no es posible atribuir esto a unos perros—terció en tono

pomposo el AdeptoMédico—. Precisamente acababa de señalar al InquisidorGloktaque...estasmarcasdeaquí,¿lasven?,yesasotrasquehayenesetrozodepiel,sondebidassinningúngénerodedudasaunosdienteshumanos...

Lamujerseapartódelostarros,sedirigiólentamentehaciaelAdeptoysefue pegando más y más a él hasta que su máscara quedó a unos pocoscentímetrosdesunarizpicuda.Kandelauenmudeció.

—Perros—lesusurróy,actoseguido,leladróalacara.ElAdeptodiounbote.—Bueno,puedohabermeequivocado,claroestá—retrocedióunpasoy se

topó con el enorme pecho del norteño, que se había desplazado con pasmosaceleridad para situarse justo detrás de él. Kandelau se volvió lentamente y,alzandolavista,lemiróconlosojosmuyabiertos.

—Perros—recalcóelgigante.—Perros,perros,perros—canturreóelsureñoconunacentomuymarcado.—Perros, claro, por supuesto—farfullóKandelau— ¡Cómo he podido ser

tanestúpido!—¡Perros! —exclamó Goyle alzando los brazos encantado—. ¡Misterio

resuelto! —Ante el asombro de Glokta, dos de los tres Practicantes

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prorrumpieronenaplausos.Lamujerpermanecíaensilencio.Jamáspenséqueecharía de menos al Superior Kalyne, pero creo que empieza a invadirme lanostalgia.Goyle sevolviócon lentitudhaciendouna leve inclinación—. ¡Sólollevo aquí undía y ya he cogido el ritmode trabajo!Yapueden enterrarlo—añadióseñalandolosdespojosmientrasdirigíaunasonrisaalacoquinadoAdepto—.Estarámejorenterrado,¿eh?—Luegomiróalnorteño—.¡Devueltaalbarro,comodicenentutierra!

El descomunal Practicante no hizo elmásmínimo gesto que indicara quealguienacababadedirigirseaél.Elkanticpermanecíainmóvildándolevueltasal aro que tenía en la oreja. La mujer observaba los despojos mientras losolisqueabadesdedetrásdesumáscara.ElAdeptoMédicoestabaconlaespaldapegada a sus tarros, sudando profusamente. Basta ya de patochadas. Tengocosasquehacer.

—Muy bien—dijo secamenteGloktamientras se encaminaba renqueandohacialapuerta—,misterioresuelto.Meparecequeyanosemenecesitaaquí.

El Superior Goyle se dio la vuelta para mirarle: su buen humor parecíahaberseesfumadodegolpe.

—¡En efecto!—bufómirándole con unos ojos tan iracundos que parecíanqueibanasalírseledelasórbitas—.¡Ya..no..se...le...necesita!

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Nuncaapuesteconunmago

Logensesentabaencorvadoensuasientobajounsoldejusticia,ysudaba.Las ridículas ropas que llevaba no servían de mucho para la cuestión del

sudor,niparaningunaotracosa,dehecho.Eraevidentequelatúnicanohabíasidodiseñadaparasentarsey,cadavezquetratabademoverse,elrígidocueroseleclavabadolorosamenteenlaentrepierna.

—Maldito armatoste —gruñó, despegándose por enésima vez la ropa.Tampoco Quai parecía sentirse muy cómodo con su atuendo de mago: elcentelleodeloroylaplatanohacíasinoresaltarmáslapalidezenfermizadesurostroyelconstanteparpadeodesusojossaltones.Apenashabíaabiertolabocaentodalamañana.Delostres,tansóloBayazparecíaestarpasándoselobien:surostrolucíaunasonrisaradiantemientrasmirabaalaenfervorizadamultitudysucalvamorenarelucíaalsol.

Sus figuras destacaban en medio del bullicioso público como una frutapodrida, y parecían despertar idéntico entusiasmo.A pesar de que la gente seapelotonaba en las gradas hombro con hombro, en torno a ellos se había idoformadounaprudencialzonadeseguridadenlaquenadiequeríasentarse.

Elestruendoresultabaaúnmásabrumadorqueelcalorylamuchedumbre.ALogen le zumbaban los oídos. No le quedaba más remedio que aguantarse,porquelaotrasoluciónerataparselasorejasybuscarrefugiodebajodelbanco.Bayazseinclinóhaciaél.

—¿Separecíansusduelosaesto?—AunquesubocaestabaapenasaunoscentímetrosdelaorejadeLogen,tuvoquegritar.

—¡Uh!—NisiquieraensucombatecontraRuddTresárboles,cuandogran

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partedel ejércitodeBethod,gritando, chillandoygolpeando sus armascontralos escudos, se había dispuesto a su alrededor formando un semicírculo, y lasmurallasdeUffrithsealzabansobreellosrepletasdecuriosos,habíacontadoconun público tan numeroso y ruidoso como aquél. No debieron de ser más detreinta los hombres que le vieron acabar conShama elCruel, acabar con él yluegoabrirleencanalcomoauncerdo.Alrecordar laescena,Logenhizounamuecadedolor,seestremecióyseencogióaúnmásensuasiento.Entrecorteycortese lamía lasangrede losdedosante lamiradahorrorizadadelSabuesoylasrisasy losgritosdeánimodeBethod.Elregustode lasangre levinoa loslabios,sintióunescalofríoysepasólamanoporlaboca.

Habíamuchamenosgentey,sinembargo,loqueestabaenjuegoeramuchomásimportante.Enprimerlugar,lavidadelospropioscontendientesy,luego,laposesión de numerosas aldeas y ciudades o el futuro de clanes enteros. A sucombateconTulDurunodebierondeasistirmásdecienpersonas,peroenesasangrientamediahorasehabía jugadoeldestinodelNorte.Sihubieraperdidoentonces,siCabezadeTruenolehubieramatado,¿habríansidoiguallascosas?SiDowelNegrooHoscoHardingocualquieradelosotroslehubieramandadodevueltaalbarro,¿tendríaahoraBethodunacadenadeoro,seharíallamarasímismoRey?¿EstaríalaUniónenguerraconelNorte?Sólodepensarenelloledolíalacabeza.Todavíamás.

—¿Seencuentrabien?—lepreguntoBayaz.—Hummm—farfullóLogen,pero lociertoesqueapesardelcalorestaba

temblando. ¿A qué había venido toda esa gente? Simplemente a divertirse unrato. Muy pocos debieron de encontrar divertidos los combates de Logen,Bethodtalvezfueralaexcepción.Pocosmás—.Estonotienenadaqueverconmiscombates—sedijoenvozbaja.

—¿Decíaalgo?—leinterrogóBayaz.—No,nada.—Ah—elancianomirórisueñoa lamultitudmientrasserascabasubarba

gris—.¿Quiéncreequeganará?ALogenletraíasincuidado,perocualquiercosaqueledistrajeraunpocode

sus recuerdos era bienvenida. Echó un vistazo a los cercados, que quedabanrelativamentecercadedondeestabasentado,ysefijóenlosdoscontendientes.EljovenapuestoyorgullosoquelesrecibióalaspuertasdeAgrionteraunode

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ellos.Elotroerauntipopesadoyfornido,conelcuellomuygrueso,yconpintadeestarcasiaburrido.Logenseencogiódehombros:

—Yonoentiendodeestascosas.—Pero ¿qué me dice? ¿Usted? ¿El Sanguinario? ¿Un campeón que ha

luchadoyvencidoendiezcombatessingulares?¿ElhombremástemidodetodoelNortenotieneopinión?¡Seguroqueloscombatessonmuyparecidosentodaspartes!

Logenhizounamuecadedolorysehumedeciólos labios.ElSanguinario.Aquello le quedaba yamuy atrás, aunque no todo lo atrás que a él le hubieragustado.Aúnlevolvíaavecesalabocaunregustoasal,asangre.Tocaraunhombreconlapuntadeunaespadayabrirleencanalerancosasmuydistintas,perodetodosmodosvolvióaecharunvistazo.Eljovenorgullososearremangó,luegohizounaflexiónhastatocarselapuntadelospiesysevolvióaunoyotrolado,haciendomolinetescon losbrazos, todoellobajo laatentamiradadeunadusto y veterano soldado ataviado con un inmaculado uniforme rojo. Otrohombre, un tipo alto y con cara de preocupación, le tendió dos espadas muyfinas, una más larga que la otra, y el joven las hizo centellear en el airemoviéndolasaunavelocidadvertiginosa.

Su contrincante estaba apoyado en la barrera de madera de su cercado,estirando lentamenteaun ladoyaotrosucuellode toromientrasmirabaasualrededorconindiferencia.

—¿Quiénescadacual?—preguntóLogen.—ElasnopresuntuosodelabarbacanasellamaLuthar.Yelquepareceestar

mediodormido,Gorst.Estaba claro cuál era el favorito de las masas. De cuando en cuando, en

mediodelbarullo,sedistinguíaclaramenteelnombredeLuthar,ycadaunodelosmovimientosquehacíaconsusfinasespadaserasaludadoconunasalvadeaplausos.Parecía rápidoyhábily astuto,perohabíaalgomuymortíferoen laactitud desganada con que esperaba el grandullón, algo muy oscuro en suspárpados caídos. A pesar de su velocidad, puestos a elegir, Logen habríapreferidotenerquevérselasconLuthar.

—Gorst,supongo.—¿Gorst?¿Lodiceenserio?—LosojosdeBayazchispearon—.¿Quétalsi

hacemosunapequeñaapuesta,eh?

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LogenoyóaQuaicontenerruidosamenteelaliento:—NuncaapuesteconunMago—lesusurróelaprendiz.Logennoveíaqueesocambiaramucholascosas.—Noséquédemoniosquierequemeapueste.Bayazseencogiódehombros.—Bueno,¿quéleparecesilodejamosenunameracuestióndehonor?—Comoquiera.—NoeraalgodeloqueLogenanduvierasobrado,ylopoco

queteníaledabaigualperderlo.—¡BremerdanGorst!—Lospocosaplausosqueseoyeronfueronacallados

porunaavalanchadepitosyabucheosenelmomentoenqueaquelpedazodebuey se dirigió con paso cansino hacia su marca, con los ojos entrecerradosmirando al suelo y sus grandes y pesados aceros colgando de sus grandes ypesadasmanos. Entre su pelo rapado y el cuello de su camisa, donde deberíahaberestadosucuello,nohabíamásqueungruesoplieguemusculoso.

—Qué feo es el cabrón—murmuró Jezal al verle pasar—.Qué feo es esemalditocabrón—perohastaélmismosedabacuentadequeasusinsultoslesfaltabaconvicción.Lehabíavisto luchar trescombatesyaplastara tresrivalesbastante buenos. Uno de ellos seguía guardando cama una semana después.Durantelosúltimosdías,JezalsehabíaentrenadoafondoparacontrarrestarelestilobrutaldeGorst:VaruzyWestlehabíanestadoarreandocongrandespalosdeescobamientras él los esquivabamoviéndosedeun ladoparaotro.Másdeuna vez le habían acertado, y aún le escocían los moratones que le habíandejado.

—¡Gorst! —sugirió lastimeramente el árbitro tratando de arrancar algúnaplausomás,peroelpúbliconoestabaporlalabor.Losabucheosarreciaron,ycuandoGorstsedispusoacolocarseensumarca,seunieronaellosuncorodemofaseimprecaciones.

—¡Eresmástorpequeunbuey!—¡Vuélveteatugranjaatirardelarado!—¡BremerelBruto!—yotraslindezasporelestilo.Elmardegenteseextendíamásymásatráshastaperderseenlaoscuridad.

Habíaacudidotodoelmundo.Todalagentedelmundo,sediría.Losplebeyosde la ciudad se apelotonaban en las filas más alejadas. Los artesanos y loscomerciantes en los bancos de en medio. Los nobles de Agriont, desde los

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quintosvástagosdelosdonnadiedealcurniahastalosgrandesmagnatesdelosdosConsejos,seconcentrabanenlapartedelantera.Elpalcorealestaballenoarebosar:laReina,losdosPríncipes,LordHoff,laPrincesaTerez.YelRey,todounhonor,porunavezparecíaestardespierto:susojossaltoneslanzabanmiradasen todas direcciones con expresiónde asombro.Allí, en algunaparte, estaríantambién el padre y los hermanos de Jezal, sus amigos y sus camaradas delejército,pocomásomenostodossusconocidos.YtambiénArdee,oalmenosesoesperaba.

Unpúblicoimponente,enresumidascuentas.—¡Jezal danLuthar!—bramó el árbitro.El confusomurmullo del público

diopasoaunaovaciónatronadora,aunaestruendosamanifestacióndeapoyo.LosgritosylosaullidosresonabanportodalaarenahaciendoqueelcorazóndeJezallatieraacelerado.

—¡Vamos,Luthar!—¡Luthar!—¡Mataaesecabrón!—Vamos allá, Luthar—le susurró al oído elMariscalVaruz, dándole una

palmada en la espalda y empujándole suavemente en dirección al círculo—,ybuenasuerte.

Jezal estaba como en una nube. El estruendo de la muchedumbre lepenetrabacontalfuerzaporlosoídosqueteníalasensacióndequelacabezaleibaaestallar.Losentrenamientosdelosúltimosdíaspasaronfugazmenteporsumente. Las carreras, la natación, los ejercicios con elmazo. Los combates, labarrade equilibrios, los interminables ensayosde las formas.Todoparapoderllegarhastaallí.Alossietetoques.Elprimeroenllegaracuatro.Alfinaltodosereducíaaeso.

Secolocóensumarca,frenteaGorst,ycontemplólosojosentrecerradosdesu contrincante. Le devolvían una mirada fría y tranquila que parecíaconcentrarseenalgúnpuntolejano,casicomosiélnoestuvieradelante.Aquellole sacódequicio: alzó sunoble barbilla e intentónopensar en ello.No iba apermitir,nopodíapermitir,queesepalurdolevenciera.Demostraríaatodaesagenteelvalordesutemple,desusangre,desutalento.ÉleraJezaldanLuthar.Ganaría.Eraunhechoincontestable.Estabaseguro.

—¡Adelante!

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Elprimertajolodejótambaleante,acabóconsuseguridadensímismo,consu aplomo y a punto estuvo de acabar también con su muñeca. Había vistocombatir aGorst y sabía que saldría atacando, pero no había esperado que elprimer contacto fuera tan devastador. Al igual que él, la multitud contuvo larespiración al verle trastabillar hacia atrás. Todos los meticulosos planes quehabíatrazado,todoslosatinadosconsejosquelehabíadadoVaruzseevaporaronenelaire.Ensu rostrosedibujabaungestodedoloryaturdimiento, sumanoaún vibraba por la fuerza del golpe, sus oídos seguían zumbando tras elestruendoquehabíaproducidoelchoquedelosaceros,teníalabocaabierta,lasrodillasletemblaban.

No era un comienzo demasiado prometedor, pero la siguiente estocada seabatíayasobreélconunapotenciaaúnmayorsicabe.Jezalsaltóhaciaunladoyse escabulló para tratar de hacerse con un poco de espacio y ganar tiempo.Tiempo para elaborar una estrategia, para pensar en alguna treta que pudieraponercotoaaquellaimplacablelluviadeacero.PeroGorstnoparecíadispuestoa concederle un respiro. Ya había soltado otro gruñido y su acero largocomenzabaatrazarenelaireunaparáboladestinadaaconvertirseenungolpeirresistible.

Jezal tratabadeesquivar losgolpes siemprequepodía,ycuandono le eraposible, procuraba pararlos; las muñecas cada vez le dolían más debido alincesante castigo al que se estaban viendo sometidas.En un principio tenía laesperanzadequeGorstacabaracansándose.Nadiepodíaaguantarmuchotiempolanzandoesosarmatostesdemetaldelaformaenqueéllohacía.Dentrodenomuchoaquelritmoendiabladolepasaríafactura,entonceslosmovimientosdelgigantónseralentizarían,flaquearíaysuspesadosacerosperderíanbuenapartedesumordiente.EnesemomentoJezalcontraatacaríacontesón,haríasudarlagotagordaasucontrincanteyganaría.

El problema era que Gorst no parecía cansarse. Aquel hombre era unamáquina.Llevabanyaluchandovariosminutosyenlosojosentrecerradosdesurivalseguíasinadvertirseelmásmínimosignodefatiga.LaspocasvecesqueJezal se había atrevido a apartar la vista de las vertiginosas espadas de suadversarionohabíadescubiertoensusojosniunatisbodeemoción.Elenormeacero largo subía y bajaba, subía y bajaba, segando brutalmente el aire, y elacerocortosiempreestabaprestoa frustrar los tímidoscontraataquesdeJezal,

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sintitubearniuninstante,sinbajarlaguardianiunsolomilímetro.Lapotenciade susgolpesnodecrecía, los sonidosguturalesque emanabande sugargantasonaban tan vigorosos como al principio. La multitud, al no tener nada quecelebrar, se había sumido en un apesadumbrado silencio. De hecho, era Jezalquien comenzaba a sentir que sus piernas semovían conmás lentitud, que sufrenteseempapabadesudor,queelpulsoconquecogíasusaceroscadavezeramenosfirme.

Loviovenirconbastanteantelaciónperonopudohacernadaparaimpedirlo.Habíaidoretrocediendohastallegarallímitedelcírculo.Habíaestadoparandoyesquivando golpes hasta que los dedos casi se le habían quedado insensibles.Estavez,cuandoalzósudoloridobrazoylosmetalesseentrechocaronconunestruendo,elcansanciohizoqueunodesuspiesresbalara.Jezalsoltóungrito,perdióelequilibrioyseprecipitófueradelcírculodecostadomientrassusdedosdabanunasacudidaydejabancaerelacerocorto.Seestampócontraelsuelodecara y se tragó un buen bocado de arena.Una caída dolorosa y bochornosa apartes iguales, pero estaba tanmachacadoy exhaustoqueni siquiera se sintiódemasiadodesilusionado.Enciertomodoeraunalivioqueelcastigosehubierainterrumpido,aunquesólofueramomentáneamente.

—¡Uno para Gorst! —exclamó el árbitro. Se oyó una tímida salva deaplausos,quefueacalladadeinmediatoporunaoleadadeabucheos.Nodabalaimpresióndequealgrandullónleafectaramucho.Regresóasumarcaconpasocansinoparaprepararseparaelsiguienteasalto.

Jezalsediolavuelta,sepusoacuatropatas,flexionósusmanosdoloridasyse tomóuntiempopara levantarse.Necesitabaunmomentopararecuperarseypara tratar depensar enuna estrategia.Gorst le aguardaba: grande, silencioso,inmóvil.Mientrassesacudíalaarenadelacamisa, lamentedeJezal trabajabafebrilmente. ¿Qué podía hacer para vencerle? ¿Qué? Volvió a colocarsecautamenteensumarcayalzólosaceros.

—¡Adelante!EstavezGorstarremetióconmásfuerza todavía:sus tajoscortabanelaire

como si estuviera segando trigo, y obligaron a Jezal a bailotear alrededor delcírculoparaesquivarlos.Unodeelloslepasótancercadelladoizquierdodelacaraquepudosentirensumejillaelairequehabíalevantado.Elsiguientenoleacertóenel ladoderechoporunmargenapenasmayor.Acontinuación,Gorst

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descargóunrevéscontrasucabezay,depronto,Jezalviounhuecopordondecolarse.Seagachóypasópordebajo,convencidodequelahojadelacerodebíadehaberleafeitadolospelosdelacoronilla.Luegocerróladistanciamientraselgolpedelaceropasabadelargoyestabaapuntodedaralárbitroenlacaraenelretroceso.ElcostadoderechodeGorsthabíaquedadodesprotegido.

Jezal entró a fondo contra él, convencido de que ya tenía el empate. PeroGorst detuvo la acometida con su acero corto y la desvió hacia un lado; losguardamanosdeambosaceros se rasparony luegoquedaronengarzados. Jezalatacóferozmenteconsuacerocorto,peroGorstconsiguiólevantaratiemposuotraespadaydetuvolahojadeJezaljustoantesdequeledierauntoqueenelpecho.

Durante un instante los cuatro aceros se engarzaron: empuñadura contraempuñadura,losrostrosapenasseparadosporunoscentímetros.Jezalenseñabalos dientes y gruñía como un perro, los músculos de su rostro formaban unatensamáscara.LaspesadasfaccionesdeGorstapenasreflejabantensiónalguna.Parecía un hombre orinando: una tarea rutinaria y un tanto desagradable queconvienequitarsedeenmedioloantesposible.

Duranteun instante lashojasdesusacerosseengarzaron.Jezal tensabasudesarrolladamusculaturay empujaba con todas sus fuerzas: laspiernashacíanfuerza contra el suelo, el abdomen hacía fuerza para retorcer sus brazos, losbrazos hacían fuerza para empujar sus manos y las manos aferraban laempuñaduradelosacerosconciegadeterminación.Empleabacadamúsculodesu cuerpo, cada tendón, cada fibra. Sabía que su posición era mejor, que elgrandullónestabadesequilibrado,quebastaríaconhacerleretrocederunpaso...unsolomilímetro.

Duranteun instantesusacerosseengarzaron,perodeprontoGorstagachóunhombro, lanzóungruñidoysedesembarazódeJezalcomosedesembarazaunniñodeunjuguetedelqueyasehaaburrido.

Sorprendido, abriendo desmesuradamente los ojos y la boca, Jezal saliódespedido hacia atrás dando patadas contra el suelo y con toda la atencióncentradaennoperderelequilibrio.OyóqueGorstvolvíaasoltarungruñidoysequedóheladoalvercómoelacerolargodesurivaldibujabaunacurvaenelairey se precipitaba hacia él. En aquella posición no podía echarse a un lado y,además, ya era demasiado tarde para eso. Alzó instintivamente el brazo

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izquierdo, pero la gruesa hoja roma le arrancó el acero corto de las manoshaciéndolo volar como una paja arrastrada por el viento y luego se estrellócontrasuscostillas.ElgolpelecortólarespiraciónyJezalsoltóungemidodedolor que resonó en medio del silencio de la arena. Sus piernas cedieron y,suspirandocomounfuellecascado,cayódespatarradosobrelahierba.

Esta vez no hubo aplausos. La multitud manifestó atronadoramente sudescontentoabucheandoysilbandoaGorstcontodassusfuerzasmientrasésteregresabacaminandopesadamenteasucercado.

—¡Muérete,Gorst!—¡Ánimo,Luthar!¡Ánimoyaporél!—¡Veteacasa,bestia!—¡Salvaje!Los pitos se transformaron en una desganada aclamación cuando Jezal se

levantó de la hierba con todo el costado izquierdo dolorido. Si le hubieraquedado una pizca de aliento, habría aullado de dolor. Pese a todos susesfuerzos,peseatodosuentrenamiento,estabatotalmentesuperado,ylosabía.Sólodepensarqueelpróximoañotendríaquevolverapasarportodoaquelloleentrabanganasdevomitar.Mientrasregresabapenosamentealrecintohizotodolo posible por mostrarse imperturbable, pero cuando llegó no pudo evitardesplomarseenlasillaydejarcaerenelsuelosusacerosmellados.

Westseagachóasuladoylelevantólacamisaparacomprobarelalcancedelosdañossufridos.Jezalseasomóconaprensión,medioconvencidodequeseibaaencontrarunenormeagujeroabiertoenelcostado,peroloúnicoquehabíaeraunverdugónrojoquelecruzabalascostillasycuyosbordescomenzabanyaaamoratarse.

—¿Algo roto?—preguntó el Mariscal Varuz asomándose por encima delhombrodeWest.Jezaltuvoquehacerungranesfuerzoparaquenoselesaltaranlas lágrimasmientras el comandante le palpaba el costado—. ¡Parece que no,pero...malditasea!—Westarrojólatoallaalsuelo—.¿Esaestoaloquellamanelnobledeportedelaesgrima?¿Esquenohayunareglaqueprohíbausarunosacerostanpesados?

Varuz,congestosombrío,sacudiólacabeza:—Todos tienen que tener lamisma longitud, pero no existe ninguna regla

relativaalpeso.¿Paraquéibaaquereralguienusarunosacerosasídepesados?

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—Puesahorayasabemosparaqué,¿no?—leespetóWest—¿Nocreequedeberíamospararestoantesdequeesecabrónlearranquelacabeza?

Varuzhizocasoomisodelcomentario:—Escuche,muchacho—dijoelancianomariscalagachándoseparahablarle

a Jezal a la cara—: ¡Es a siete toques! ¡El primero que llegue a cuatro gana!¡Aúnestáatiempo!

¿Atiempodequé?¿Atiempodeque,pormuyromosquefueranlosaceros,Jezalacabarapartidoendos?

—¡Esdemasiadofuerteparamí!—resollóJezal.—¿Demasiadofuerte,dice?¡Nadieesdemasiadofuerteparausted!—peroel

propioVaruzparecía no tenerlas todas consigo—. ¡Aún está a tiempo! ¡Puedevencerle!—elancianomariscalseestirólosmostachos—.¡Puedevencerle!

PeroaJezalnoselepasóporaltoquenolehabíadichocómo.Gloktaempezabaaestarpreocupado;sinoconseguíapararaquelconvulsivo

ataquederisa,podíallegaraahogarse.Tratódeimaginaralgoqueledivirtieramásquever cómomachacabana JezaldanLuthar enuncombatedeesgrima,pero no se le ocurrió nada.En aquelmomento el joven retorcía la cara en ungesto de dolor tras haber parado por los pelos el devastador tajo que le habíasoltado su contrincante. Desde que recibiera aquel golpe en las costillas noparecíamanejarmuybiensuladoizquierdo,yGloktacasipodíasentirsudolor.Ah,quéagradableessentireldolorajenoparavariar.MientrasGloktaapretabalas encías para tratar de contener la risa y Gorst hostigaba una y otra vez alfavoritodelasmasasconsustajosbrutales,lamultitud,malhumorada,rumiabaensilenciosudecepción.

Luthar era un luchador rápido, vistoso y semovía bien una vez que habíaintuidopordóndeleibanavenirlosaceros.Unluchadorcompetente.SindudalobastantebuenoparaganarunCertamenenunañoconunacompetenciaunpocomediocre.Esrápidodepiesydemanos,perosumentenoeslobastanteaguda.Notodoloquedebieradeser.Resultademasiadoprevisible.

La propuesta de Gorst era de una naturaleza completamente distinta.Aparentementenohacíaotracosaquedescargarunasucesióndetajossinningúnpropósitopredeterminado.PeroGloktanosedejabaengañarporlasapariencias.Esunanuevaformadehacerlascosas.Enmistiempostodosereducíaalanzarunaestocadatrasotra.Seguroqueelañoquevienetodoelmundosededicaa

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soltar tajos con unos aceros tan pesados como ésos. Glokta se entretuvopreguntándose si en sus buenas épocas habría podido vencer a Gorst.Desdeluego, habría sido un combate digno de verse, mucho más que esteenfrentamientodesigual.

Gorst desbarató sinmayor dificultad dos tímidos intentos de acometida deJezal,y,actoseguido,Gloktacrispóelrostroylamultitudprorrumpióenpitidosal ver cómo Luthar conseguía desviar por los pelos otro de aquellos tajos decarnicero,cuyafuerzacasilelevantólospiesdelsuelo.Arrinconadoenelbordedel círculo como estaba, no tenía ninguna posibilidad de esquivar el siguientegolpe,ynolequedómásremedioquesaltaralaarena.

—¡Tresanada!—gritóelárbitro.Glokta se retorció de felicidad al ver cómo Luthar, en su frustración,

descargaba una tanda de golpes contra el suelo lanzando puñados de arena adiestroysiniestrocomounniñoenrabietado.Surostrolívidoeralavivaimagendelaautocompasión.Ah,miqueridocapitánLuthar,meparecequeestosevaaresolverconuncuatroacero.Quépaliza.Québochorno.Aversiasíaprendeaserunpocomáshumildeesearrogantedemierda.Aalgunaspersonasno lesvienemalquelesdenunabuenapaliza.Míremeamísino.

—¡Adelante!El cuarto asalto comenzó exactamente de la misma manera en que había

concluido el tercero.ConLuthar aguantando un aluvión de golpes. Glokta lotenía muy claro, a aquel hombre se le habían acabado las ideas. Su brazoizquierdo se movía con dolorosa lentitud y sus pies parecían haberse vueltoextremadamentepesados.Otrogolpeavasalladorseestrellócontrasuacerolargoobligándolearetrocedertambaleándoseyjadeandohastaelbordedelcírculo.LoúnicoqueteníaquehacerGorsterapresionarleunpocomás.Yalgomedicequenoeseltipodehombresquedejanescaparunaoportunidadcomoésta.Gloktaaferrósubastónysepusodepie.Aquelloestabayaacabadoynoqueríaquelecogieraeltumultoqueseibaaformarcuandoladecepcionadamultitudsalieraenestampida.

El acero largodeGorst caía comounacentella.Ahí estaba, el golpe final.Luthar trataríadepararloysaldríadespedidofueradelcírculo.Opuedequelepartaendosesacabezotaquetiene.Conunpocodesuerte.Gloktasonrióysedispusoadarselavueltaparairse.

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Pero por el rabillo del ojo vio que el tajo fallaba. Los ojos de Gorstparpadearon al ver cómo su acero largo se estrellaba contra la hierba con ungolpeseco,luegogruñóalsentirqueLutharlealcanzabalapiernaconuntajodesumanoizquierda.Eraelmayorsignodeemociónquehabíamostradoalolargodetodoeldía.

—¡Uno paraLuthar!—gritó tras una breve pausa el árbitro, sin conseguireliminardeltodoeltonoasombradodesuvoz.

—No—sedijoGloktamientraslamultitudestallabaenungritodejúbiloasualrededor.No.Ensujuventudhabíaparticipadoencentenaresdecombatesyhabía asistido amiles de ellos como espectador, pero nunca había visto nadaigual, nunca había visto a nadie moverse tan rápido. Luthar era un buenespadachín,losabía.Peronadiepuedeserasídebueno.Conelceñofruncidocontempló a los dos contendientes, que, tras un breve descanso, volvían acolocarseensusmarcas.

—¡Adelante!Lutharsehabíatransformado.AntesdequeGorsttuvieratiempodeentraren

faena,leacosódescargandoconfuriaunatandadeestocadasrápidascomounacentella.Ahoraeraelgigantónquienparecíaestarallímitedesusposibilidades:parandogolpes,esquivándolos, tratandodemantenerse fueradelalcancedesurival. Era como si durante el descanso hubieran sacado a hurtadillas al viejoJezalylohubieranreemplazadoporotrocompletamentedistinto,unaespeciedehermanogemelomásfuerte,másrápidoyconmásconfianzaensímismo.

Trashabersevistoprivadadurantetantotiempodeunmotivodecelebración,lamuchedumbresepusoasoltaralaridosyaaullarcomosileshubierancortadoa todos layugular.Glokta,desde luego,noparticipabadesuentusiasmo.Aquípasa algo raro.Algomuy raro. Echó un vistazo a los rostros de la gente quetenía a su alrededor, pero aparentemente nadie había notado nada fuera de lonormal.Sóloveíanloquequeríanver:aLutharpropinandounamonumentalymuymerecidapalizaaaquelbrutomalcarado.LosojosdeGloktarecorrieronlosbancossinsabermuybienquéesloqueestababuscando.

Vaya, el presunto Bayaz. Estaba sentado en las filas delanteras, inclinadohaciadelanteycontemplandoalosdoscontendientesconungestodeprofundaconcentración;su«aprendiz»yelnorteñodelascicatricessesentabanjuntoaél.No,nadiemáslohabíaadvertido,todoelmundoteníalosojosclavadosenlos

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combatientesqueteníandelante,peroGloktasíquelohabíanotado.Serestrególosojosyvolvióamirar.Aquípasaalgoraro.

—DigamosunacosadelPrimerodelosMagos:esunmalditotramposo—refunfuñóLogen.

Las comisuras de los labios de Bayaz se curvaron levemente mientras sesecabaelsudordelafrente:

—¿Hedichoyoalgunavezquenolofuera?Luthar volvía a estar en aprietos. En serios aprietos.Cada vez que paraba

unodelospesadosgolpesdesurival,elretrocesodesusespadaseramayorysupulsosehacíamenosfirme.Cadavezqueesquivabaungolpe,acababaunpocomáscercadelbordedelcírculoamarillo.

Entonces,cuandoelfinparecíaestarcerca,LogenvioporelrabillodelojoqueelairehabíaempezadoareverberarentornoaloshombrosdeBayaz,igualquehabíasucedidoenelcaminodel surcuando losárbolesardieronyél tuvoesaextrañasensaciónenlasentrañas.

De repente,Lutharpareció cobrar nuevosbríos.El siguientegolpe loparóconlaempuñaduradesuacerocorto.Hacíasólounosinstantesesemismogolpehabríahechoqueelarmaseleescaparadelasmanos.Peroahoraretuvoelacerode su rival duranteun instantey luego soltóungritoy lo apartódeungolpe,dejandoaGorstdesequilibrado.Diounsaltoadelanteyselanzódeinmediatoalataque.

—Si le pillaran en elNorte haciendo trampas en un duelo—gruñóLogenhaciendo un gesto negativo con la cabeza—, le abrirían el vientre y learrancaríanlasentrañas.

—En tal caso esuna suerteparamíquenoestemosya en elNorte—dijoBayazentredientes.Lacalvayahabíavueltoacubrirsedeperlasdesudorqueleresbalabanporlacaraenformadegruesasgotas.Suspuñosapretadostemblabandebidoalesfuerzoqueestabarealizando.

Los furiosos ataques deLuthar se sucedían uno tras otro. Sus dos espadaseran un borrón en el aire. Gorst gruñía y refunfuñaba mientras desviaba losgolpes,peroahoraJezalerademasiadorápidoydemasiadofuerteparaél.Lefueacosandoporelcírculocomosifueraunperrorabiosoqueacosaraaunavaca.

—Unmalditotramposo—rezongódenuevoLogenjustoenelmomentoenque la hoja del acero de Jezal surcaba el aire y dejaba una marca roja en la

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mejilla deGorst. Unas gotas de sangre salpicaron a las gentes que había a laizquierdadeLogen,quede inmediatoprorrumpieronenun torrentedevítores.Poruninstanteaquelloseparecióunpocomásaunodesuspropiosduelos.Elgritodelárbitroproclamandoelempateatresapenaspudooírse.Gorstfrunciólevementeelceñoysellevólamanoalacara.

Enmediodelabarahúnda,LogenoyóaQuaisusurrarle:—NuncaapuesteconunMago...Jezalsabíaqueerabueno,peronuncasehabíaimaginadoquelofueratanto.

Teníalaagudezadeungato,laagilidaddeunamosca,lafuerzadeunoso.Lascostillashabíandejadodedolerle,todorestodecansanciosehabíaesfumadoytambién todo asomo de duda. Era indomable, incomparable, imparable. Elpúblico le aclamaba estruendosamente, pero él distinguía cada una de suspalabras y veía cadaunode los rostros de lamultitud.En lugar de sangre, sucorazónbombeabaunfuegohormigueante,ysuspulmonestomabanaireenlasnubes.

Nisiquierasemolestóentomarasientoduranteeldescanso:estabaansiosoporretornaralcírculo.Lapresenciadeaquellasillaeraunaafrentaparaél.Nooía loque ledecíanVaruzyWest.Dos seres insignificantes.Unasminúsculasfigurillasquelemirabanconojosasombrados.Noeraparamenos.

Seencontrabananteelmásgrandeespadachíndetodoslostiempos.EltullidodeGloktajamáshabríasospechadocuántarazóntenía:alparecer

bastabaqueJezalpusieraunpocodesuparteparaquepudieraconseguircuantosepropusiera.Rióentredientesmientrasregresababailoteandoalcírculo.Soltóunacarcajadacuandoarreciaronlosvítoresdelamultitud.YcuandoGorstllegóalcírculo, ledirigióunaamplia sonrisa.Todoestabasaliendoapedirdeboca.Losojosqueasomabanporencimadelpequeñocorte rojoque lehabíahechoJezalseguíanentrecerradosylucíanunamiradaindolente,peroseadvertíaalgomás:unatisbodeconmoción,dedesconfianza,derespeto.Noeraparamenos.

No había nada que Jezal no pudiera hacer. Era invencible. Era imparable.Estabaaunpasodel...

—¡Adelante!...desastre.Eldolorlepenetróporelcostadoyledejósinaliento.Depronto

sintiómiedoycansancioydebilidad.Gorst lanzóungruñidoydesatósobreélun torrentedegolpesbrutalesquehicieronque losaceros levibraranentre las

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manosyleobligaronaretrocederdandosaltoscomounconejoasustado.Desumaestría,desuanticipación,desucorajenoquedabanirastro,ylaacometidadeGorsteramásferozquenunca.Ladesesperaciónseabatiósobreélcuandosintióun zumbido en los dedos y luego vio cómo su acero largo salía volando y seestrellabacontra labarrera.Lasrodillasse ledoblaron.Lamultitudcontuvolarespiración.Todohabíaterminado...

...No,todono.Elgolpecaíahaciaéltrazandounaampliaparábolaenelaire.Era el golpe definitivo. Pero, de pronto, pareció ralentizarse. Caía lento,muylento,comosiestuvieraatravesandounacapademiel. Jezalsonrió.Sólo teníaquedesviarloconsuacerocorto.Sintióquelevolvíanlasfuerzas.Selevantódeunsalto,apartóaGorstconsumanoinerme,desvióunnuevogolpeyluegootromás;losmovimientosdesurivaleratanlentosquesuúnicaespadapodíahacerlafuncióndedos.Elpúblicoconteníaelaliento,sóloseoíaelvelozentrechocardelosaceros.Derecha,izquierda,derecha,izquierda.Elacerocortovolabaporelairemásrápidoquesuvista,másrápidoquesuspropiospensamientos,comosituvieravidapropiaylearrastraraconsigo.

Seoyóunchirridometálicoyelmelladoacero largodeGorstvolóde susmanos,luegootrocuandounnuevogolpedeJezalhizootrotantoconelacerocorto.Duranteuninstantetodoquedódetenido.Elgigante,alversedesarmadoyconlostalonesalbordedelcírculo,miróaJezal.Lamultitudhabíaenmudecido.

Jezal alzó lentamente su acero corto, que de pronto parecía pesar unatonelada,ypinchósuavementeaGorstenlascostillas.

—Uf—dijoenvozbajaelgrandullónalzandolascejas.Acto seguido, la multitud prorrumpió en una ensordecedora ovación. El

estruendonoparabade crecery sevolcabaenoleadas sobre Jezal.Ahoraquetodo había acabado se sentía completamente exhausto. Cerró los ojos, setambaleó,laespadaseleescapódeentrelosdedosysedejócaerderodillas.Eracomo si hubiera gastado en un instante todas las energías de una semana. Elsimple hecho de estar de rodillas le suponía un esfuerzo que no estaba muysegurodepodermantenerdurantemuchoratoyteníamiedodenopodervolveralevantarsesisecaía.

Perodeprontosintióqueunaspoderosasmanosleagarrabandelosbrazosytirabandeél.El ruidode lamultitudse intensificócuandoJezal fuealzadoenvolandas. Abrió los ojos: una borrosa masa de colores difusos giraba a su

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alrededor.Eratalelestruendoquelacabezaleretumbaba.Alguienlellevabaahombros.Unacabezarapada:Gorst.Elgigantelellevabaahombros,comoharíaunpadreconsuhijo,yloestabamostrandoalamultitud.Sufeorostrolemirabaconunaampliasonrisa,yJezal,casisinquerer,seladevolvió.Elmomentonopodíasermásraro.

—¡Luthareselvencedor!—proclamabaabsurdamenteelárbitroconunavozapenasaudible—.¡Luthareselvencedor!

Laovaciónsehabíatransformadoenuncantomachacón:¡Luthar!¡Luthar!¡Luthar! La arena vibraba. La cabeza de Jezal flotaba mecida por su ritmo.Estabaebrio.Ebriodevictoria.Ebriodesímismo.

Cuando los cantos de la multitud comenzaron a remitir, Gorst le bajó alcírculo.

—Me has vencido en buena lid—dijo sonriendo de oreja a oreja. Su vozteníauntonoextraño,suaveyagudo,casifemenino—.Quieroserelprimeroenfelicitarte —acto seguido, inclinó su cabezón y volvió a sonreír mientras sefrotaba el corte de la mejilla sin dar la más mínima muestra de rencor—.Merecesserelcampeón—añadiólevantándolelamano.

—Gracias—Jezal le lanzó una sonrisa forzada, estrechó sumanaza de laformamásapresuradaposibley luegosedirigióhaciaelcercado.Desde luegoquese lomerecía,peroelmuycabrón lo llevabaclarosicreíaque ibaadejarquesiguieradisfrutandounsolominutomásdelreflejodesugloria.

—¡Haestadomagnífico,muchacho,magnífico!—babeóelMariscalVaruzpalmeándolelaespaldamientrasJezalsedejabacaerconlaspiernastemblorosasenlasilla—.¡Estabasegurodequeloconseguiría!

Westsonrióampliamentealpasarlelatoalla:—Sevaahablardeestoduranteaños.La gente se agolpaba junto a la barrera para felicitarle. Un remolino de

rostros risueños, uno de ellos el del padre de Jezal, que estaba radiante deorgullo.

—¡SabíaquelolograríasJezal!¡Nolodudéniuninstante!¡Hasllenadodehonraatufamilia!—Jezalnotóquesuhermanomayornoparecíaprecisamenteentusiasmado. Incluso en el momento de mayor gloria de Jezal su semblantelucía lahabitual expresiónavinagradaycelosa.Malditoenvidioso. ¿Nopodía,aunquesólofueraundía,alegrarseporsuhermano?

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—¿Podría felicitaryo tambiénalvencedor?—oyóquedecíaunavoz justodetrásdesuhombro.Eraelidiotaaquel,eldelabarbacana,eltipoalqueSulfurllamaba su señor. El que había empleado el nombre deBayaz. Tenía la calvaempapada de sudor, el semblante pálido y los ojos hundidos.Casi como si sehubieraenfrentadoconGorstenuncombateasietetoques—.Muybienhecho,jovenamigo,hasidounaactuacióncasi...mágica.

—Gracias —masculló Jezal. No estaba muy seguro de quién era aquelanciano ni qué era lo que pretendía, pero no le daba buena espina—.Discúlpeme,tengoque...

—Claro, claro, ya hablamos luego—dijo con un tono resolutivo como sifueraalgoacordadodeantemano.Actoseguido,sediomediavueltayseperdióentre la multitud. El padre de Jezal le miró alejarse con el rostro demudado.Parecíahabervistounfantasma.

—¿Leconoces,padre?—Pues...—¡Jezal!—Varuz,muyexcitado, lecogiódelhombro—.¡Vengaconmigo!

¡ElReyquierefelicitarle!—ArrebatóaJezaldesufamiliayloarrastróhaciaelcírculo.Unasalvadeaplausoslosacompañómientrascaminabanpor lahierbaseca en dirección al escenario del triunfo de Jezal. El LordMariscal le rodeópaternalmenteconelbrazoysonrióalasmasascomosiélfueraeldestinatariode laovación.Alparecer, todoelmundoquería arrebatarlepartede sugloria,pero, antes de subir los escalones que conducían al palco real, Jezal logródesembarazarsedelbrazodeVaruz.

ElPríncipeRaynault,elhijomenordelRey,eraelprimerodelafila.Vestíacon sobriedady su semblante dejaba traslucir un carácter honesto y reflexivo;apenasparecíaunmiembrodelarealeza.

—¡Bienhecho! ¡Muybienhecho!—gritó imponiéndosealestruendode lamultitud.ParecíaalegrarsesinceramentedeltriunfodeJezal.Suhermanomayor,noobstante,semostróbastantemásefusivo.

—¡Increíble!—aullóelPríncipeHerederoLadisla,quevestíaunachaquetablanca con unos botones dorados que centelleaban al sol—. ¡Fantástico!¡Asombroso! ¡Espectacular! ¡Jamáshabíavistocosa igual!—Jezal sonrióy seinclinóhumildementealpasarpordelantedeél,viéndoseobligadoaencogerloshombrosantelapalmadaexcesivamenteenérgicaquelepropinóelPríncipe—.

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¡Estabasegurodequeloconseguiría!¡Siempredijequeeraustedmihombre!LaPrincesaTerez,hijaúnicadelGranDuqueOrsodeTalins,miróa Jezal

pasar con una minúscula y desdeñosa sonrisa mientras se golpeabalánguidamente la palma de la mano con dos dedos en una desganadísimaimitación de un aplauso. Tenía la barbilla tan levantada que sólo de mirarlaproducía dolor, y con su gesto parecía querer indicar que el mero hecho derecibir unamirada suya eraunhonorque él jamáspodría apreciar en su justovaloryque,sinlugaradudas,nosemerecía.

FinalmentellegóalsitialdeGuslavQuinto,elGranReydelaUnión.Estabacaídosobreuncostadoycomprimidoporelpesodesucentelleantecorona.Susdedoserandeunapalidezenfermizaytemblequeabansobrelasedapúrpuradesumantocomosifueranungrupodebabosasblancas.Teníalosojoscerradosysupechosubíaybajabasuavemente,acompañadodeunoslevesresoplidosquehacían brotar de sus flácidos labios un reguero de babas que discurría por subarbillayseuníaalsudordesuprominentepapadaformandounamanchanegraenelelevadocuellodesutraje.

No cabía ninguna duda, Jezal se hallaba en presencia de la auténticagrandeza.

—Majestad —murmuró Lord Hoff. El jefe del Estado no reaccionó. LaReina, que semantenía dolorosamente erguida, contemplaba a sumarido conuna sonrisa rígida e inexpresiva emplastada en su rostro profusamenteempolvado. Jezal, que ya no sabía dóndeponer los ojos, optó pormirarse suspolvorientoszapatos.ElLordChambelántosiósonoramente.Bajoladensacapade grasa que recubría el rostro del Rey, palpitó unmúsculo, pero elmonarcaseguíasindespertarse.Hoffhizounamuecadedolor,miróentodasdireccionesparaasegurarsedequenadieestabamirandoypinchólasregiascostillasconundedo.

ElReydiounrespingoy,derepente,suspárpadosseabrierondeltodo.Suvoluminosa papada temblequeó y sus ojos sanguinolentosmiraron fijamente aJezal.

—Majestad,ésteeselcapitán...—¡Raynault!—exclamóelRey—.¡Hijomío!Jezaltragósalivaconnerviosismo,mientrasseesforzabapormantenerensu

rostrosupropiaversióndeunasonrisa rígida.Malditasea,aquelviejosenil le

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habíaconfundidoconsuhijomenor.Y loqueerapeoraún,elPríncipeestabaapenas a dos pasos de ellos. La acartonada mueca de la Reina vacilómínimamente. Los labios perfectos de la Princesa Terez se retorcieron en ungestodedesdén.ElLordChambeláncarraspeóazorado.

—Mmm,no,Majestad,setratade...Pero ya era demasiado tarde. De improviso, el monarca se puso

trabajosamentedepieyabrazóemocionadoaJezal.Lacoronaseladeóyunadesuspuntas, que tenía incrustadas varias piedras preciosas, por poco le sacaunojoaJezal.LordHoff,mudodeasombro,contemplababoquiabiertolaescena.LosdosPríncipesmirabanconlosojoscomoplatos.LoúnicoquepudohacerJezalfueemitirungorgoteodeimpotencia.

—¡Hijomío!—lloriqueóelReyconlavozentrecortadapor laemoción—.¡Cuántomealegrodequehayasvuelto,Raynault!Cuandoyoyanoestéentrevosotros,Ladislanecesitarátuayuda.¡Estandébilylacargadelacoronaestanpesada! ¡Siempre fuiste elmás indicadopara recibirla! ¡Tanpesada!—sollozórecostadoenelhombrodeJezal.

Era como una pesadilla espantosa. Ladisla y el verdadero Raynault semiraron boquiabiertos y luego se volvieron hacia su padre con el rostrodemudado.Terezcontemplabaasufuturosuegroporencimadesunarizconunindisimulado gesto de desprecio. Todo iba demal en peor. ¿Qué demonios sesuponequesedebehacerenunasituaciónasí?¿Cómoibaelprotocoloaprevercosa semejante? Jezal, abochornado, descargó unas palmaditas en la gruesaespaldadelRey.¿Quéibaahacersino?¿Apartardeunempujónaaquelidiotasenilytirarledeculoalsuelodelantedelamitaddesussúbditos?Laverdadesqueestuvotentadodehacerlo.

ElúnicoconsuelofuequelamultitudinterpretóelabrazodelReycomounsonororefrendodelahabilidaddeJezalcomoespadachínyahogólaspalabrasdel monarca con una nueva oleada de vítores. Al margen de las personaspresentes en el palco real, nadie había oído lo que había dicho. Todos seperdieronelverdaderoalcancede loque sindudahabía sidoelmomentomásembarazosoquehabíapasadoJezalensuvida.

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Elpúblicoideal

El Archilector Sult, tan espigado e imponente como siempre en suinmaculada togablanca, se encontrabaasomadoaunode losventanalesde sudespachocuandoentróGlokta.SuvistamirabamásalládeloschapitelesdelaUniversidad y se dirigía hacia la Casa del Creador. Corría por la gran salacircularunaagradablebrisaquealborotabalamatadepeloblancodelancianoyhacíacrujiryaletearlospapelesquecubríansumesa.

AloírelrenqueantepasodeGlokta,sediolavuelta.—Inquisidor—selimitóadecir.Luegoalargóunadesusmanosenguantadas

deblancoylagranpiedrapreciosaquelucíaelanillodesucargocentelleóconunfuegopúrpuraalrecibirlaluzqueentrabaporlaventanaabierta.

—Sirvo y obedezco a Vuestra Eminencia—Glokta cogió la mano que letendíay,conungestodedolor,seagachóparabesarelanillomientrassubastóntemblabadebidoalesfuerzoqueestabarealizandoparanoperderelequilibrio..

Sult se deslizó suavemente hacia su sitial, posó los codos en la mesa yentrelazó las manos. Glokta permanecía de pie, la pierna le ardía tras laascensióndecostumbreporelPabellónde los Interrogatoriosyel sudorhacíaquelepicaraelcuerocabelludo,peronolequedabamásremedioqueaguardaraqueleinvitaraasentarse.

—Haga el favor de tomar asiento—murmuró elArchilector.Una vez queGloktallegópenosamenteaunadelassillasbajasquehabíadispuestasalrededorde la mesa redonda, volvió a dirigirse a él—: Dígame, ¿han obtenido algúnresultadosusinvestigaciones?

—Alguno.Laotranocheseprodujeronunosdisturbiosenlosaposentosde

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nuestrosvisitantes.Segúnellos,setratóde...—Un intentode conferirmayor credibilidad a su ridículahistoria. ¡Magia!

—soltó desdeñoso Sult—. ¿Ha averiguado cómo se produjo realmente eseboqueteenelmuro?

—Metemoqueno,Archilector.¿Cosademagia,talvez?—Unapena.Nonoshubieravenidomalcontarconalgunapruebasobre la

forma en que llevó a cabo ese truco. En fin —Sult suspiró como dando aentenderque se loesperaba—,no sepuede tener todo. ¿Hahabladoconesa...gente?

—Sí,señor.EltalBayaz,siesquepuedollamarloasí,respondesiempreconevasivas.Nocreoquepodamossacarlenadasinorecurrimosaunmétodomásexpeditivoquelasimpleformulacióndeunaseriedepreguntas.Ysuamigoelnorteñotambiénesuncasodignodeestudio.

UnaarrugasurcólalisafrentedeSult.—¿Sospechaqueexistealgunaconexiónconesebárbaro,Bethod?—Esposible.—¿Posible?—repitió agriamente el Archilector como si se tratara de una

palabravenenosa—.¿Quémáshay?—Laalegrecompañíacuentaconunnuevomiembro.—Losé.ElNavegante.Noséniparaquémemolesto.—Enefecto,Eminencia,unNavegante.—Puesque lesvayabien.Esosembaucadores sacacuartos sólo sirvenpara

traerproblemas.SiempreandangimoteandosobresuDiosyotraszarandajasporelestilo.Nosonmásqueunosbárbaroscodiciosos.

—Desde luegoque sólo sirvenpara traer problemas,Archilector, pero aunasímeparecequeseríainteresanteaveriguarparaquélohancontratado.

—¿Yparaquéhasido?Gloktahizounapausa:—Nolosé.—Ja—soltódesdeñosoSult—.¿Quémás?—Tras la indeseada visita nocturna nuestros amigos fueron realojados en

unos aposentos en las proximidades del parque.Hace unos días, a nomás deveintepasosdesusventanas,seprodujounasesinatobrutal.

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—ElSuperiorGoyleyamehainformadodeello.Medijoquenoeraalgodelo que debiera preocuparme, que no existía conexión alguna con nuestrosvisitantes.Hepuestoelasuntoensusmanos—dirigióaGloktaunmiradatorvayañadió—:¿Creequehehechomal?

Oh,porfavor,nocreoquetengaquepensarmemucholarespuesta.—Por supuesto que no, Archilector —Glokta inclinó respetuosamente la

cabeza—.SielSuperiorestáconvencidodequeesasí,tambiénloestoyyo.—Hummm.Enconclusión,loquemetratadedeciresquenotenemosnada.Algohay.—Tenemos esto —Glokta sacó del bolsillo de su gabán el antiguo

manuscritoyselotendió.El semblantedeSultdejaba trasluciruna levecuriosidadmientrascogíael

manuscrito,lodesenrollabasobrelamesayluegoexaminabasusindescifrablescaracteres.

—¿Quéesesto?Vaya,demodoquehayalgoquenosabe.—Supongo que es lo que suele llamarse un trozo de historia. En ese

manuscritosenarracómoBayazderrotóalMaestroCreador.—Untrozodehistoria—Sultsequedópensativoytamborileóconlosdedos

sobrelamesa—.¿Ydequénossirveesto?Dequélesirveausted,querrádecir.—Segúnestemanuscrito, fuenuestroamigoBayazquien selló laCasadel

Creador—Gloktaseñalóconlacabezalaimponentesiluetaqueseveíadesdelaventana—.Laselló...ysellevólallave.

—¿Lallave?Esatorresiemprehaestadosellada.Siempre.Porloqueyosé,nisiquieratieneunacerradura.

—Esoesexactamentelomismoquehepensadoyo,Eminencia.—Hummm—los labios de Sult comenzaron a esbozar una sonrisa—. La

salsadecualquierhistoriaresideenlaformadecontarla.Yodiríaqueesoesalgoque nuestro buen amigo Bayaz sabe muy bien. Ha estado usando nuestrashistorias en su propio beneficio, pero ahora podemos pagarle con la mismamoneda.Megustalaironía—denuevocogióelmanuscrito—.¿Esauténtico?

—¿Esoimporta?—Enabsoluto—Sult se levantógarbosamentede la sillay conpaso lento

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avanzóhaciaelventanalgolpeteandoelmanuscritoenrolladocontrasusdedos.Permanecióunos instantesmirandopor laventanay luegosedio lavuelta: susemblanteirradiabasatisfacción.

—Acabo de recordar que mañana tendrá lugar una fiesta para agasajar anuestro nuevo campeón, el capitán Luthar. —Maldito gusano tramposo—.Asistirálaflorynatadelasociedad:laReina,losdospríncipes,casitodoslosmiembros del Consejo Cerrado y varios de los principales nobles del reino.—SinolvidaralRey.Essignificativoquelagenteyanisemolesteenmencionarsuasistenciaaunacena—.Elpúblicoidealparanuestrapequeñaceremoniadedesenmascaramiento,¿nocree?

Gloktatuvolaprecaucióndemanifestarsuasentimientoconunainclinacióndecabeza:

—Desde luego,Archilector. El público ideal.—Siempre y cuando la cosasalgabien.Porquesinoesasí,puederesultarelpeorpúblicoimaginable.

PeroSultyaestabaanticipandoeltriunfo:—Una reunión perfecta, pero conviene que nos demos prisa con los

preparativos.EnvíeunmensajeroanuestroamigoelPrimerodelosMagosparahacerle saber que ha sido cordialmente invitado a una cena que tendrá lugarmañanaporlanoche.Porcierto,ustedasistirá,¿no?

¿Yo?Gloktavolvióainclinarlacabeza.—Nomeloperderíapornadadelmundo,Eminencia.—Bien. Y no se olvide de llevar a sus Practicantes. Puede que nuestros

amigosseponganviolentoscuandosedescubraelpastel.Conunosbárbarosasí,¿quiénsabeloquepuedepasar?—Conunmovimientocasiimperceptibledesumano enguantada, el Archilector le dio a entender que la entrevista habíaconcluido.¿Mehahechosubirtodasesasescalerasparaesto?

Cuando Glokta alcanzó por fin el umbral, Sult tenía la cabeza agachadasobreelmanuscrito:

—Elpúblicoideal—murmurómientrassecerrabanlaspesadaspuertas.EnelNorte,losCarisdeunjefeacudentodaslasnochesasusalaparacenar

conél.Lasmujerestraenlacomidaencuencosdemadera.Laspiezasdecarnesesacanensartándolasconuncuchillo,conesemismocuchillosecortanyluegosecogenlostrozosconlosdedosysemetenenlaboca.Sialguienencuentraunhuesoouncartílago,lotiraalapajadelsueloparaqueselocomanlosperros.

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Lamesa,siesquelahay,laformanunascuantastablasmalencajadas,bastantesuciasyconabundantesarañazosyagujerosprovocadospor loscuchillos.LosCarissesientanenlargosbancosdemaderay,comomucho,puedehaberunaspocas sillasdestinadasa losMejoresGuerreros.La sala, sobre tododuranteelinvierno, está enpenumbray envuelta en el humoquedesprende el fuegodelhogar y las pipas de chagga. Con frecuencia se cantan canciones, de vez encuandoseprofiereninofensivosinsultos,yalgunoqueotronotaninofensivo,ylabebidacorregenerosamente.Sólohayunanormadeurbanidad:nosepuedeempezaracomerhastaquenolohayahechoeljefe.

Logennoteníaniideadecuáleseranlasnormasenaquellugar,peroledabalaimpresióndequedebíadehabermuchísimas.

Loscomensales,nomenosdesesenta,sedistribuíanalrededordetreslargasmesas colocadas en forma de herradura. Cada persona disponía de su propiasilla,ylamaderaoscuradelasmesasestabatanrelucientequeLogenpodíaverensusuperficieelreflejoborrosodesupropiorostroalaluzdeloscientosdevelasque se repartíanpor lasparedesy lasmesas.Dispuestosdelantedecadacomensal había por lo menos tres cuchillos sin filo, así como varios otrosutensilios, entre ellos una lustrosa circunferencia plana demetal cuya utilidadconstituíaunauténticoenigmaparaLogen.

Gritosnohabía,ymenosaúncantos;loúnicoqueseoíaeraunleverumor,similar al ruido de un enjambre de abejas, producido por el cuchicheo de losinvitados, que, cuando hablaban, se inclinaban hacia sus vecinos como siestuvieran intercambiando secretos. Los atuendos eran todavía másextravagantes que de costumbre. A pesar del calor que hacía, los ancianosvestían unas pesadas túnicas de tonos negros, rojos y dorados, ribeteadas conlustrosaspieles.Losjóvenesllevabanunascasacasajustadasdecolorescarmesí,verdeoazul, festoneadasconcordonesylazadasdehilosdoradosyplateados.Lasmujereslucíanrelucientescolgantes,anillosdoradosycentelleantesjoyas,yllevaban unos extraños vestidos de vivos colores, ridículamente holgados einflados en algunas partes, dolorosamente ceñidos en otras y dejando tambiénalgunasmásenunaperturbadoradesnudez.

Hastalossirvientes,quepululabanpordetrásdelasmesasyseinclinabandecuando en cuandopara llenar en silencio las copas conun suavevinodulzón,vestían como grandes señores. Logen ya había dado cuenta de una buena

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cantidaddevino,ylaluminosasalahabíaadquiridounbrillobastanteacogedor.Elproblemaeraqueaúnnohabíallegadolacomida.Nohabíatomadonada

desde por la mañana y su estómago comenzaba a protestar. Llevaba un ratofijándoseenlasplantasquesobresalíandelasjarrasquehabíadispuestasenlamesadelantede loscomensales.Teníanunasfloresdecoloresmuyvivosynoparecían tener aspecto de ser comestibles, pero ya se sabía que en aquel paíscomíancosasmuyraras.

Mejorprobarlas para salir dedudas.Arrancódeunade las jarras un trozolargo de una planta verde que tenía una flor amarilla en la punta. Resultababastanteinsípidayacuosa,peroalmenosestabacrujiente.Diounmordiscoalgomayorysepusoamasticarsindemasiadoentusiasmo.

—Meparecequenosonparacomer—Logenvolviólavista,sorprendidodeoírenun lugarcomoaquel la lenguadelNorteymássorprendidoaúndequealguien se hubiera decidido a hablar con él. Su vecino, un tipo alto y desemblante adusto, con un rostro afilado en el que se dibujaban ya algunasarrugas, se había inclinado hacia él y le miraba con una sonrisa azorada. ALogenlesonabaunpocosucara.Lehabíavistoeneljuegoaqueldelasespadas:eraeltipoquesosteníalosacerosdeljovendelabarbacana.

—Ah—mascullóLogen con la boca llena.Cuantomásmasticaba, peor lesabíalacosaaquella—.Disculpe—apostillóunavezqueconsiguióqueeltrozodeplantalebajaraporlagarganta—,noentiendomuchodeestascosas.

—Adecirverdad,yotampoco.¿Aquésabía?—Arayos—Logencontemplóindecisolafloramediocomerqueteníaentre

los dedos. Las baldosas del suelo estaban inmaculadamente limpias. No leparecíabientirarlacosaaquelladebajodelamesa.Alfinyalcabo,allínohabíaperros,y,aunenelcasodequeloshubierahabido,teníaseriasdudasdequesehubiesen comido una cosa como ésa. Un perro habría tenido bastante mássentido común que él. Dejó los restos de la planta en el plato de metal y selimpiólosdedosenelpecho,confiandoenquenadielehubieravisto.

—MellamoWest—dijoeltipotendiéndolelamano—.SoydeAngland.Logenleestrechólamano:—Nuevededos. Soy un Brynn, de las tierras que hay más al norte de las

Altiplanicies.—¿Nuevededos?—Logenmovióunpocoelmuñóndesudedoyelhombre

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asintió—.Ah,yaentiendo—luegosonriócomosiacabaraderecordaralgoquele hiciera mucha gracia—. Una vez, en Angland, oí una canción sobre unhombre que sólo tenía nueve dedos. ¿Cómo le llamaban? ¡Ah, ya! ¡ElSanguinario!—Logennotóquelasonrisaseleestababorrandodelrostro—.EraunadeesastípicascancionesdelNorte,yasabe,unadeesashistoriasllenasdeviolencia. El tal Sanguinario se pasaba todo el tiempo cortando cabezas,incendiando ciudades, bebiendo cervezamezclada con sangre y no sé cuántasbarbaridadesmás.Noseráusted,¿verdad?

Lodecíaenbroma.Logensoltóunacarcajadanerviosa:—No, no.Nunca he oído hablar de ese tipo. Por fortuna,West cambió de

tema:—Oiga,medalaimpresióndequeentiemposhadebidousteddeverunas

cuantasbatallas.—Hetenidoalgúnqueotroencontronazo,sí.—Denadaservíanegarlo.—¿ConoceaesetipoalquellamanelReydelosHombresdelNorte?¿Altal

Bethod?Logenechóunamiradadereojoasualrededor.—Loconozco.—¿Luchócontraélenlasguerras?Logentorcióelgesto.Laplantaparecíahaberledejadounregustoamargoen

laboca.Cogiósucopayechóuntrago.—Peorqueeso—dijolentamentemientrasvolvíaadejarlacopaenlamesa

—.Luchéasulado.Aquellonohizosinodespertaraúnmáslacuriosidaddesuvecino.—Entalcaso, tienequesaberbastantesobresus tácticasdecombateysus

tropas.Sobresuformadehacerlaguerra—Logenasintióconlacabeza—.¿Quémepuededecirdeél?

—Quenohayenemigomásastutoeimplacableyquenotieneniescrúpulosni compasión. Entiéndame, odio profundamente a ese hombre, pero desde lostiemposdeSkarlingelDesencapuchadonohahabidounjefeguerreroqueselepueda comparar. Posee esa cualidad que hace que los hombres le respeten, letemano,almenos,leobedezcan.Fuerzaalmáximoasushombresparallegarelprimero al campo de batalla y así poder elegir el terreno, y ellos se prestan arealizar esasmarchas porque están seguros de que les conducirá a la victoria.

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Sabecuándodebemostrarsecautelosoycuándodebeserintrépido,ynuncadejanadaalazar.Sientepasiónportodaslasestratagemasdelaguerra:lastrampas,lasemboscadas,losamagos,losengaños,lasincursionesquepillanporsorpresaalenemigo.Hayquebuscarledondemenosseleespera,yesperarqueseamásfuertedondeparezcamásdébil.Pero sobre todohayque estarmuyprevenidocuandoparecequehaemprendidolahuida.Lamayoríadeloshombresletemen,ylosquenoletemensonunosinsensatos.

Logencogiólaflordelplatoylafuedesmenuzando.—Susejércitosseagrupanentornoalosjefesdelosclanes,muchosdelos

cualessontambiéngrandesjefesguerreros.ElgruesodesustropaslocomponenlosSiervos,campesinosalistadosalafuerzaprovistosdeunarmamentoligero,lanzas o arcos, que forman pequeños grupos dotados de gran movilidad.Antiguamenteselessacabadelasgranjasduranteuncortoespaciodetiempoyestabanbastantemalpreparados,pero lasguerras sehanprolongado tantoquemuchos de ellos han acabado por convertirse en unos guerrerosmuy duros ypocodadosalacompasión.

A continuación, se puso a distribuir los trozos como si fueran grupos deguerreros,utilizandoelplatoamodocolina.

—Cada jefecuentaademásconsusCaris, lasmesnadasdeguerrerosdesupropiacasa,hombresprovistosdecorazasybuenasarmas,diestrosenelmanejodel hacha, la espada y la lanza, ymuy disciplinados. Algunos de ellos irán acaballo,peroaésosBethodlosmantendráfueradelavistaylosreservaráparaelmomentomásadecuado,paracuandohayaquehacerunacargaoemprenderunapersecución—arrancó los pétalos amarillos de la flor y los transformó en ungrupo de jinetes oculto en los flancos del ejército—. Por último, están losGrandesHombres, losMejoresGuerreros,que son losque sehan labradounareputación en el campo de batalla. Pueden entrar en combate al frente de unapartidadeCaris,actuarcomoexploradoresollevaracaboincursiones,avecesmuypordetrásdelasfilasdelenemigo.

Al fijarse en el plato y advertir que estaba repleto de trozos de planta, seapresuróabarrerloshacialamesa.

—ÉsaeslaformatradicionaldecombatirenelNorte,peroBethodsiempreha sidomuy aficionado a las novedades.Ha leído libros y ha estudiado otrasformas de combatir, ymás de una vez le he oídomencionar la posibilidad de

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acudir a los mercaderes del sur para adquirir ballestas, armaduras pesadas ycorcelesdeguerrapara así poder formarun ejércitoquedespierte el temordetodoelmundo.

Logensediocuentadequellevabaunbuenratosinparardehablar.Hacíaaños que no pronunciaba tantas palabras seguidas, aunque, a decir verdad,durantetodoesetiempoWestlehabíaestadoescuchandoabsorto.

—Senotaquesabeustedmuybiendeloquehabla.—Bueno,loquepasaesquehadadoustedconelúnicotemaenelqueseme

puedeconsiderarunexperto.—¿Quéconsejo ledaríaaunhombreque tuvieraqueenfrentarseaBethod

enunaguerra?Logenfruncióelceño:—Que se anduviera con mucho cuidado. Y que nunca descuidara su

retaguardia.Jezalnoseloestabapasandodemasiadobien.Enunprimermomento,desde

luego,laidealehabíaparecidofantástica,noenvanoeraloquesiemprehabíasoñado:unafiestaensuhonorquecontaracon laasistenciademuchosde losmás grandes gerifaltes de la Unión. Sin duda se trataba del comienzo de sunuevaymaravillosavidacomocampeóndelCertamen.Todaslasgrandescosasquelehabíanpronosticado,quelehabíanprometido,estabanapuntodecaerensu regazo como frutamadura. Los ascensos y la gloria no tardarían en llegar.Quién sabe, puede que esa misma noche le ascendieran a comandante y quepartieraparalaguerradeAnglandalmandodesupropiobatallón...

Pero, curiosamente, la mayoría de los comensales parecían estar bastantemásinteresadosensuspropiosasuntos.Hablabanunosconotrosdelgobierno,de losnegociosde lascasasmercantiles,de tierras,de títulosdepropiedad,depolítica. La esgrima, y su notable talento en tan noble arte, apenas semencionaban. Y nada permitía suponer que su ascenso estuviera al caer. Alparecer, lo único que se esperaba de él era que estuviera ahí sentado con unasonrisapermanenteyque,devezencuando,aceptaralastibiasfelicitacionesqueledirigíaalgúndesconocidofastuosamentevestidoquenisiquierasemolestabaenmirarle a los ojos.Una figura de cera podría haber hecho igual de bien elpapel.Adecirverdad,lasmuestrasdeadmiracióndelosplebeyosenlaarenalehabían resultado bastante más gratificantes. Al menos su entusiasmo parecía

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sincero.Claro que también era cierto que nunca antes había estado en el complejo

palaciego,unafortalezadentrodelafortalezadeAgriontquemuypocosteníanderechoapisar.Ahora,encambio,seencontrabasentadoenlamesapresidencialdelmismísimocomedordelRey,aunqueJezalnoalbergabaningunadudadequelamayoríadelasvecesSuMajestadhacíasuscomidasincorporadoenlacamayquemuyprobablementeselasdaríaalgúnsirvienteacucharadas.

Enlaparedquehabíaalotroextremodelasalahabíanmontadounpequeñoescenario.JezalrecordabahaberoídoenciertaocasiónqueOstus,elReyniño,solía tener juglares que actuabanpara él durante las comidas.Morlic elLoco,por su parte, prefería amenizar sus cenas montando ejecuciones. También sedecíaquetodaslasmañanaselReyCasamirhacíaqueunossosiasdesuspeoresenemigoslegritaraninsultosmientrasdesayunabaparaqueasísuodioporellossemantuvieravivo.Perocomodemomentoeltelónpermanecíaechado,aJezalnolequedabamásremedioquebuscarladiversiónenotraparte,aunque,adecirverdad,nohabíamuchodondeescoger.

ElmariscalVaruznoparabadesoltarleparrafadasaloído.Aél,almenos,leseguíainteresandolaesgrima.Lomaloeraquenoparecíatenerotrotema.

—Jamáshabíavistonadaigual.Enlaciudadnosehabladeotracosa.¡Nadierecuerda haber visto jamás un combate como ése! ¡Juraría que es ustedmejoraúnqueSanddanGlokta,yesoquenuncapenséquevolveríaaveranadiequese le pudiera comparar! ¡En ningúnmomento sospeché que llevara usted esodentro, Jezal, jamás tuve elmásmínimo presentimiento de que pudiera ustedlucharasí!

—Hummm—dijoJezal.En la cabecera de la mesa, justo al lado del adormilado monarca, se

encontrabaladeslumbranteparejaformadaporelPríncipeHerederoLadislaysuprometida,TerezdeTalins.Parecíanajenosatodocuantolesrodeaba,aunquenode la forma que suele esperarse de dos jóvenes enamorados: discutíanferozmente sin apenas cuidarsedebajar lavoz.Susvecinos se esforzabanporquenoparecieraqueseestabanenterandodetodo.

—¡...dentrodepocomeiréalaguerradeAnglandyasíyanotendréisqueaguantarme más!—gemía Ladisla—. ¡Puede que me maten! ¿Haría eso másfelizaSuAlteza?

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—Osruegoquenooshagáismatarparahacermeunfavor—repusoTerez,destilandovenenoconsuacentoestirio—,pero,enfin,sitienequeserasí,quesea,supongoquetendréqueaprenderasobrellevarmidolor...

UntipoqueestabaalgomáscercadeJezaldistrajosuatenciónaldescargarunpuñetazosobrelamesa.

—¡Malditos plebeyos! ¡Los campesinos se han alzado en armas enStarikland!¡Esosperrosholgazanessenieganatrabajar!

—Laculpalatienenesosmalditostributos—refunfuñósuvecino—,sonlostributosparalaguerralosquelostienenrevueltos.¿HaoídohablardeltipejoesealquellamanelCurtidor?¡Esemalditocampesinoquevaporahípregonandolarevolucióncon tododescaro!Segúnheoído,unode los recaudadoresdelReyfueasaltadoporelpopulachoamenosdeunkilómetrodelasmurallasdeKeln.¿Puedecreerlo?¡UnodelosrecaudadoresdelRey!¡Asaltadoporelpopulacho!¡YamenosdeunkilómetrodelasmurallasdeKeln!

—¡Maldita sea, nosotrosmismos nos lo hemos buscado!—Jezal no podíaver la cara del hombre que acababa de pronunciar aquellas palabras, pero loreconocióporlospuñosbordadosenorodesutoga.EraelJuezMarovia—.Sise trata a los hombres como si fueran perros, tarde o temprano acabarán pormorder, es así de sencillo.Nuestro deber comogobernantes y comonobles esrespetaryprotegeralosplebeyos,nooprimirlosydespreciarlos.

—¿Quién habla de despreciarlos o de oprimirlos?,LordMarovia, lo únicoque yo pido es que se nos pague lo que nos corresponde comodueños de lastierrasycomosusseñoresnaturales...

ElMariscalVaruz,entretanto,nohabíadejadodedarlelatabarraniunsoloinstante:

—¡Hasidoimpresionante!¡Unsoloacerocontradosyvaustedyconsiguedoblegarlo!—elancianosoldadodiounmanotazoalaire—.Enlaciudadnosehabladeotracosa.Llegaráustedmuylejos,noolvideloqueledigo.Muylejos.¡Quiénsabe,a lomejorundíaacabaustedocupandomipuestoenelConsejoCerrado!

Aquelloempezabaapasardecastañooscuro.Sehabíapasadovariosmesesaguantándole, pero había dado por sentado que si ganaba se libraría de él.Eneso,comoentantasotrascosas,sehabíaequivocado.Locuriosoeraquehastaese momento Jezal no se había dado cuenta de que el Lord Mariscal fuera

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tamañoimbécil.Peroahoraloveíamuyclaro,vayasiloveía.Paramayorconsternación,habíavarioscomensalesque,dehaberdependido

deél,jamáshabríansidoinvitadosalacelebración.ElcasodeSult,elArchilectordelaInquisición,podíapasarseporalto,alfin

y al cabo era unmiembro delConsejoCerrado, además de un personajemuyimportante, pero Jezal no alcanzaba a comprender cómo se le había ocurridotraer consigo al cabrón de Glokta. Los ojos palpitantes del tullido estabanrodeados por unas profundas ojeras que le conferían un aspecto todavía másenfermizo de lo habitual. Por alguna extraña razón, de vez en cuando sededicaba a lanzarle unas miradas siniestras y desconfiadas, como si leconsiderara sospechoso de algún crimen. Un comportamiento intolerable,considerandoqueaquéllaeraunafiestaensuhonor.

Paracolmo,alotroextremodelasalaestabaaquelviejocalvo,eltipoquesehacíallamarBayaz.JezalnohabíaconseguidotodavíadesentrañarlasextrañaspalabrasdefelicitaciónquehabíapronunciadoalaconclusióndelCertamen,nitampoco,puestosaello,lareaccióndesupadrealveraaquelhombre.Y,porsifuera poco, su horrendo amigo, el bárbaro de los nueve dedos, estaba sentadojuntoaél.

El comandanteWest había tenido la desgracia de que le tocara sentarse allado de aquel salvaje, aunque al parecer había optado por sacarle el máximopartido a la situación: los dos estaban enfrascados en una animada charla. Elnorteño,detantoentanto,prorrumpíaencarcajadasygolpeabalamesaconsuenormepuñohaciendotraquetearlosvasos.Porlomenoshabíaalguienqueseloestabapasandobienensufiesta,pensóamargamenteJezal.Porunmomentocasideseóhaberestadoabajoconellos.

De todos modos, seguía teniendo claro que algún día quería llegar a seralguien importante.Quería llevar trajes conmuchas pieles y lucir las grandescadenas de oro que llevaban los altos cargos. Quería que le colmaran deatenciones, que le halagaran. Hacía mucho tiempo que había tomado esadecisiónyseimaginabaquelaideaseguíaatrayéndole.Loquepasabaeraqueaquel mundo, visto de cerca, le parecía insoportablemente falso y aburrido.HabríapreferidomilvecesestarasolasconArdee,yesoqueyalahabíavistolanocheanterior.Aquellachicaeratodomenosaburrida...

—¡...losbárbarosseaproximanaOstenhorm,dicen!—exclamóalguienala

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izquierdadeJezal—.¡PeroelLordGobernadorMeedestáreclutandounejércitoyhajuradosacarlosapatadasdeAngland!

—¿Meed?¡Nomehagareír!¡Eseestúpidoengreídonisiquieraescapazdesacarunatartadeunmolde!

—Loqueusteddiga,perosebastaysesobraparaderrotaraesasalimañasdelNorte.UnhombredelaUniónvalepordiezdelossuyos...

JezaloyólavozdeTerezalzarsechirrianteporencimadelmurmullogeneralconunapotenciasuficienteparaqueseleoyeraenlaotrapuntadelasala:

—¡...porsupuestoquemecasaréconquienmeordenemipadre,peroesonoquieredecirquetengaquegustarme!

Parecíaestartanfuriosa,queJezalnosehubierasorprendidoenabsolutodevercómoleclavabaeltenedorenlacaraalPríncipeHeredero.Enciertomodo,resultabagratificantecomprobarqueélnoeraelúnicoqueteníaproblemasconlasmujeres.

—¡...oh,sí,uncombateexcepcional!Todoelmundohabladeello.—Varuzseguíadalequetepego.

Jezal se revolvió en su silla. ¿Faltaría mucho para que acabara aquelsuplicio? Se estaba ahogando. Volvió a echar un vistazo a las caras de lospresentes y se topó con el rostro deforme de Glokta, que le miraba con unaexpresióntétricaysuspicaz.Pormuchoquefueraunafiestaensuhonor,Jezalseguíasintiéndoseincapazdesostenermuchotiempoaquellamirada.¿Quéteníacontraélesemalditotullido?

Elmuycabrónhahechotrampas.Nosécómo,perolosé.LosojosdeGloktarecorrieron lentamente la mesa que tenía enfrente y se detuvieron al llegar aBayaz.Ahíestabaesemalditoimpostor,conpintadesentirsecomoensucasa.Yéltambiénestáenelajo.Hanhechotrampas,losdos.Nosécómoperolosé.

—¡Damas y caballeros!—el murmullo se fue apagando mientras el LordChambelánseponíadepieparadirigirsealaconcurrencia—.Quisieradarleslabienvenida a esta humilde reunión en nombre de Su Majestad —el Rey serebullóuninstante,lanzóunamiradaausenteasualrededor,parpadeóyvolvióacerrar los ojos—. El motivo de esta reunión es, por supuesto, homenajear alcapitánJezaldanLuthar,queacabadeañadirsunombrealagloriosalistadelosespadachinesquehansalidovictoriososdelCertamenestival—sealzaronunascuantascopasyseoyóalgúnqueotromurmullodeasentimiento.

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»ReconozcoentrelospresentesaalgunosantiguosvencedoresdelCertamen,muchos de los cuales ocupan hoy en día altos cargos del Estado: el LordMariscalVaruz,elcomandanteenjefeValdisdelosCaballerosdeSuMajestad,el comandante West, que en la actualidad forma parte del estado mayor delMariscalBurr.Yomismo,enmiépoca,ganéunCertamen—sonrióysemirósuprominentebarriga—,aunquedeesohaceyabastantetiempo,desdeluego—elcomentariofuerecibidoconunalevecascadaderisasdecortesía.Aminosememenciona, claro.No todos losvencedoresdelCertamenhan tenidoundestinotanenvidiable,¿eh?

»NoesnadainfrecuentequelosvencedoresdelCertamenacabenrealizandograndescosas—prosiguióelLordChambelán—,ydeseo,todosdeseamos,queéseseatambiénelcasodenuestrojovenamigoelcapitánLuthar.—Loqueyodeseoesqueesemaldito tramposoencuentreunamuerte lentaenAngland. Acontinuación,sinembargo,Gloktalevantósucopayseunióalbrindisgeneralenhonordeaquelasnoarrogante,mientrasLutharpermanecíasentadodisfrutandointensamentedelmomento.

PensarquedespuésdeganarelCertamenyoestuvesentadoenesamismasilla, envidiado por todo el mundo, recibiendo aplausos y palmadas en laespalda.Eranotrosloshombresataviadosconlujososvestidos,otroslosrostrosempapadosdesudor,pero,quitandoeso,lascosasapenashancambiado.¿Eramisonrisamenospetulantequelasuya?Nimuchomenos.Siacaso,loseríaaúnmás.Pero,almenos,yomelomerecía.

EratallaentregadeLordHoff,quenoparódehacerbrindishastaquevaciólacopa.Luegoladepositódeungolpeenlamesayserelamió.

—Y ahora, antes de que llegue la comida, contamos con una pequeñasorpresa que ha preparadomi colega, elArchilector Sult, en honor de otro denuestrosinvitados.Esperoquelesresulteentretenida.—Dichoaquello,elLordChambelán se dejó caer en su asiento y tendió la copa vacía para que se lallenaran.

Glokta echó un vistazo a Sult. ¿Una sorpresa del Archilector? Malasnoticiasparaquienyomesé.

El pesado telón rojo se descorrió lentamente. En el escenario había unancianoqueyacíasobrelastablasconunavestimentablancapintarrajeadaconchillonasmanchasdesangre.Detrásdeél,pintadoenunampliolienzo,seveía

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unbosquebajoun cielo estrellado.Glokta advirtió que la escenaguardabaundesagradable parecido con la que figuraba en el mural que decoraba la salacircular,lasalaquehabíadebajodeladestartaladamansiónqueSeverardteníajuntoalosmuelles.

Unsegundoancianosaliódeentrebastidores:untipoaltoconunasfaccionesextraordinariamentefinasyafiladas.Teníaelcráneorasuradoysehabíadejadounabarbablancacorta,peroaunasíGloktaloreconocióalinstante.IosivLestek,uno de los actores más reputados de la ciudad. Al advertir la presencia delcadáverensangrentado,expresósusobresaltoconungestoafectado.

—¡Ooooooooh!—soltóungemidoyabrióampliamente losbrazos,enunaaproximación actoral al sentimiento de conmocionada desesperación.Convencido de haber captado ya la atención de todos los presentes, Lestek,agitandolasmanosadiestroysiniestroparaexpresarlasirrefrenablespasionesqueagitabansualma,procedióarecitarsutexto.

«Juvens,migranmaestro,yaceaquíinerteY,conél,todaesperanzadepazhallatambiénsumuertePorlaviltraicióndeKanediasdesbaratada.Cualocasodeunsol,sucaídainesperadaMarcaelfinaldeunaera.»Elancianoactorechó lacabezahaciaatrás,yGloktaadvirtióque tenía los

ojosvidriosos.Notablehabilidadesadepoder lloraravoluntad.Unasolitarialágrimacorrióporsumejilla.Elpúblicolocontemplabahipnotizado.Luegosevolviódenuevohaciaelcadáver.

«Unhermanoporsuhermanomuerto.JamáslahistoriaDeuncrimenmáscruentoguardómemoria.Casiesperovercómoseapaganlasestrellas.¿AquéaguardalaTierraparaarrojarcentellasypavorosasllamas?»Sehincóderodillasyempezóadarsegolpesensupechoavejentado.«¡Oh,sinocruel,cuángratoseríaparamíseguirElcaminodemiseñor,masno,nohedepartir!Cuandomuereungranhombre,losqueaquípermanecemos,Aunqueenunmundomenguado,seguiradelantedebemos,Venciendonuestrodolor.»

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Lesteklevantólentamentelavistahaciaelpúblicoy,conidénticalentitud,sefueponiendodepiemientrassuexpresióndehondopesardabapasoaotradeinquebrantabledeterminación.

«PormásquelaCasadelCreador,todaelladerocayacerolabrada,Trasimpenetrablesmurosseencuentreguardadaysellada;Seaaguardandoaquelaherrumbreelacerorompa,Seapulverizandoconmispropiasmanoslaroca...¡Mecobrarévenganza!»Con los ojos echando chispas, el actor se volvió, sacudiendo su toga, y

abandonóconpasofirmelaescenaenmediodeunaovaciónatronadora.Eraunaversiónabreviadadeunaobramuyconocidaquesolíarepresentarseconbastantefrecuencia. Aunque pocas veces con tanta maestría. Glokta se sorprendió aldescubrirseasímismoaplaudiendo.Unainterpretaciónimpecable,demomento.Llenadenobleza,depasión,deautoridad.Bastantemásconvincentequeladeese otro falso Bayaz que yo me sé. Se recostó en su silla, estiró la piernaizquierdapordebajodelamesaysedispusoadisfrutardelespectáculo.

ElsemblantedeLogenestabacontraídoenunamuecaqueexpresabalamásabsolutaperplejidad.AquellodebíadeserunodeesosespectáculosdelosquelehabíahabladoBayaz,perosudominiode la lenguanoera lobastantebuenoyhabíamuchosdetallesqueseleescapaban.

Un grupo de personas, ataviadas con unos ropajes chillones, que sededicabanapaseardeun ladoaotro, suspirandoyagitando losbrazos,yque,másquehablar,canturreaban.Dosdeellos,intuyó,pretendíanpasarpornegros,pero resultabaevidentequenoeranmásquedoshombresblancoscon la carapintada.Enotraescena,eltipoquehacíadeBayazhablabaensusurrosconunamujera travésdeunapuertayparecíarogarlequelaabriera,perolapuertaencuestiónnoerasinountrozodemaderapintada,hincadaenmediodelescenario,y la mujer era un chico con un vestido. Todo habría resultado bastante mássencillo, pensóLogen, si a unode losdos se lehubieraocurrido rodear aqueltrozodemaderaparaasípoderhablarcaraacara.

SólohabíaunacosaqueLogenteníabastanteclara:alverdaderoBayaztodoaquellonoparecíahacerlenipizcadegracia.Podíasentircómocrecíasuenojoamedidaqueseibansucediendolasescenas.Suindignaciónalcanzóelniveldelrechinardedientescuandoelvillanode laobra,unhombretónque llevabaun

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sologuanteyunparcheenunojo,arrojóalchicodelvestidoporunasalmenasdemadera.Evidentemente,sesuponíaqueelchico,olachica,habíacaídodesdeunagranaltura,peroLogenoyóperfectamentecómochocabaconalgoblandoquedebíadehaberjustodetrásdelescenario.

—¿Cómoseatreven?—gruñóelverdaderoBayaz.Dehaberpodido,Logenhabríaabandonadolasaladeinmediato,perotuvoquecontentarseconarrastrarsu sillahaciadondeestabaWestparamantenerse lomás alejadoposiblede lafuriadelMago.

Entretanto,enelescenario,elotroBayazluchabaconeltipodelguanteyelparche,aunqueenrealidadloúnicoquehacíaneradarvueltaselunoalrededordelotrohablandosinparar.Finalmente,elvillanosiguióelmismocaminoqueelchico y cayó por detrás del escenario, pero no sin que antes su adversario learrebataraunaenormellavedorada.

—Hay muchos más detalles que en el original —masculló el verdaderoBayaz mientras su doble alzaba la llave y soltaba unos cuantos versos más.Logenseguíaestandobastanteperdidocuandollegóelfinaldelarepresentación,perologróentenderlosdosúltimosversosquepronuncióelancianoactorantesdehacerunapronunciadareverencia:

«Sienestahistoria,queahorallegaasuconclusión,Habéishalladoofensa,PermitirnosdecirennuestradefensaQuenoeraesanuestraintención».—Y un carajo que no —masculló Bayaz haciendo rechinar sus dientes

mientrasaplaudíaconunasonrisaforzada.Gloktaseguíaconlamiradafijaenelescenariomientrassecorríaeltelóny

Lestekhacíasusúltimasreverenciasconlallaveaúnenlamano.AllevantarseelArchilectorSultdesuasiento,cesaronlosaplausos.

—Me alegromucho de que estemodesto entretenimiento haya sido de suagrado—dijo paseando su acaramelada sonrisa por los semblantes satisfechosdelpúblico—.Estoysegurodequemuchosdeustedesyahabíanvistoantesestaobra; sin embargo, debo decirles que en esta ocasión reviste un significadoespecial.El capitánLutharno es laúnica ilustre figuraque se encuentra entrenosotros,estanoche tenemosotro invitadodehonor.Yese invitadonoesotroqueelprotagonistadelaobra:¡elpropioBayaz,elPrimerodelosMagos!—Sult

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sonrióyseñalóconelbrazohaciael lugardondesesentabaelviejo impostor.Unlevefrufrúinundólasalamientrasloscomensalessegirabanparamirarle.

Bayazsonrióalaconcurrencia:—Buenasnoches—dijo.Algunosdelospróceres,intuyendoquesetrataba

deunanuevadiversión,dejaronescaparunarisa,peroSultnolessecundóysujúbiloseextinguiódeinmediato.Unsilenciotensodescendiósobreelsalón.Unsilencioletal,quizás.

—ElPrimerodelosMagos,enefecto.YallevaunassemanasconnosotrosenAgriont.Élyalgunosdesus...acompañantes—Sultagachólacabeza,miróendirecciónalnorteñodelascicatricesyluegovolvióamiraralsupuestoMago—.Bayaz—añadió, jugueteandocon lapalabra en labocaparaquea todoelmundoleentrarabienporlosoídos—.Laprimeraletradelalfabetodelaantigualengua.ElnombredelprimeraprendizdeJuvensylaprimeraletradelalfabeto,¿meequivoco,maeseBayaz?

—¿Qué pasa,Archilector, es que ha estado usted haciendo averiguacionessobre mi persona?—inquirió el anciano sin perder su sonrisa de suficiencia.Impresionante. Aunque a estas alturas ya tiene que saber que el juego está apuntodeterminar,seresisteaabandonarsupapel.

PeroSultniseinmutó:—Esmideberinvestigarafondoacualquierpersonaquepuedasuponeruna

amenazaparamiReyomipaís—recitócontonogélido.—Quéactitud tan tremendamentepatriótica la suya.Sin lugaradudas, sus

investigaciones le habrán revelado que, aunque mi asiento se encuentredesocupadoporelmomento,sigosiendomiembrodelConsejoCerrado,asíquemeparecequeeltratamientoadecuadoparadirigirseamíeseldeLordBayaz.

LagélidasonrisadeSultnosealteróniunsolomilímetro.—¿Y cuándo fue exactamente la última vez que nos honró usted con su

presencia, Lord Bayaz? No deja de ser sorprendente que una persona tanrelevante para nuestra historia no haya mostrado el más mínimo interés pornosotrosdurante todosestosaños.¿Aquésedebequedurante todoslossiglostranscurridosdesdeelnacimientodeLaUniónyelreinadodeHarodelGrandenohayavueltoapasarseporaquíniunasolavez?Buenapregunta.Ojalásemehubieraocurridoamí.

—Porsupuestoquehevuelto.DuranteelreinadodeMorlicelLoco,yenel

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períododeguerracivilquevinoacontinuaciónfuieltutordeunjovenllamadoArnault. Luego, cuandoMorlic fue asesinado yArnault ascendió al trono pormandatodelConsejoAbierto,ejercílafuncióndeLordChambelán.Enaquellostiemposmehacía llamarBialoveld.Volvídenuevoduranteel reinadodelReyCasamir. Él solía llamarme Zoller, y, por aquel entonces, ocupé su puesto,Archilector.

Gloktaapenaspudoreprimirungritosofocadodeindignación,yoyóavariaspersonasquenohabíanlogradocontenerlo.Otracosanotendrá,perohayquereconocerqueendescaronohayquienlegane.BialoveldyZollerfuerondosdelos más leales servidores de La Unión. ¿Cómo se atreve? Y, sin embargo...RecordóelretratodeZollerquehabíaeneldespachodelArchilectorylaestatuade Bialoveld de la Vía Regia. Los dos son calvos, los dos tienen un aspectosevero,losdostienenbarba...¿Peroenquéclasedetonteríasestoypensando?ElcomandanteWesttambiénseestáquedandosinpeloenlacoronillaynoporeso es un mago legendario. Lo más probable es que este charlatán se hayalimitadoaescogeradosdelosmásilustrescalvosdenuestrahistoria.

Sultadoptóunanuevatáctica.—Hagamosunacosa,Bayaz.Comoesbiensabido,cuandoestuvoaquípor

primera vez en aquellos tiempos remotos, el propioHarod dudó de usted. Enaquellaocasión,parademostrarsuspoderes,partióustedendossugranmesa.Dado que parece haber algunos escépticos entre nosotros, ¿tendría algúninconvenienteenhacernosahoraesamismademostración?

Cuantomásgélido sevolvía el tonodeSult,mayor era la indiferenciadelancianoimpostor.Desechósupropuestaagitandoindolentementelamano.

—Archilector, eso de lo que usted habla no son unos simples juegosmalabaresounamerarepresentaciónteatral.Esetipodecosastienesuscostesysus riesgos.Además, sería una pena reventarle la fiesta al capitánLuthar sólopara que yo pudiera lucirme, ¿no cree? Y no digamos ya destrozar unaantigüedad tan espléndida como esta mesa. Yo, a diferencia de mucha gente,sientounsanorespetoporelpasado.

Mientrasasistíanalcombatedeesgrimaquesosteníanaquellosdoshombres,algunos de los presentes sonreían dubitativamente, tal vez porque seguíansospechando que se trataba de una especie de broma rebuscada. Pero otros,menosingenuos,teníanelceñofruncidoytratabandedesentrañarquéeraloque

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estabapasandoyquiénseestaba llevandoelgatoalagua.Gloktase fijóenelJuezSupremoMarovia:parecíaestarencantadodelavida.Comosisupieraalgoquelosdemásignoramos.Glokta,sinquitarlelosojosdeencimaalactorcalvo,se revolvió inquieto en su silla.Las cosas no están saliendo todo lo bien quecabíaesperar.¿Cuándolevendráelsudorfrío?¿Cuándo?

Alguien acaba de plantar delante de Logen un cuenco humeante lleno desopa.Paraqueselotomara,sinduda,peroyanoteníaapetito.PuedequeLogenno fuera un cortesano, pero sabía reconocer perfectamente una situación queamenazaba con acabar violentamente. A medida que se sucedían losintercambiosdepalabras, las sonrisasde los ancianos se ibanborrandode suslabios,susvocescobrabanmásaspereza,lasalaparecíaencogerseyelambientesevolvíacadavezmásopresivo.Prontoenlacaradetodoslospresentesasomóun gesto de preocupación: en la deWest, en la del joven arrogante que habíaganadoeljuegoaquelgraciasalastrampasdeBayaz,enladeltullidofebrilquesiempreestabahaciendopreguntas...

Depronto,Logensintióqueseleerizabaelvellodelanuca.Enelvanodelapuertaqueteníamáscercaacechabansemiocultasdossiluetas.Ibandenegroyllevaban el rostro cubierto con máscaras de ese mismo color. Sus ojosrecorrieronlasotrasentradas.Entodashabíadosfigurasdenegro,alavistasólodos,ydesdeluegonoteníanpintadeestaresperandopararecogerlosplatos.

Habíanvenidoaporél.AporélyaporBayaz,losentía.Nadieseocultaelrostrotrasunamáscarasinoesparahaceralgúntrabajosucio.Noteníaningunaposibilidaddehacerfrentenialamitaddeellos,perodetodosmodoscogiódelamesaunodeloscuchillosquehabíajuntoasuplatoyseloescondiódetrásdelbrazo.Sitratabandecogerlo,sedefendería.Esoloteníamuyclaro.

Bayazestabaempezandoaperderlapaciencia.—¡Lehepresentadotodaslaspruebasquemesolicitó,Archilector!—¡Pruebas!—exclamódespectivamenteeltipoaltoalquellamabanSult—.

¡Palabrasypapelespolvorientos,esoesdeloúnicoqueentiendeusted!¡Actúausted comounmíseroburócratamásque comounpersonaje legendario! ¡Sonmuchos los que piensan que un Mago sin magia no es más que un viejointrigante!¡Estamosenguerraynonospodemospermitircorrerningúnriesgo!HaaludidoalArchilectorZoller.Todoelmundosabedesudiligenciaalserviciode la causade la verdad.Estoy segurodequeusted comprenderá lamía—se

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inclinó hacia delante y plantó firmemente los puños sobre la mesa—.¡Muéstrenossumagia,Bayaz,o,sino,muéstrenoslallave!

Logen tragó saliva. No le hacía ni pizca de gracia el cariz que estabantomando los acontecimientos, aunque no era menos cierto que ignoraba porcompleto las reglas por las que se regía aquel juego. Por la razón que fuera,habíadepositadotodasuconfianzaenBayaz,yahílaibaadejar.Yaeraunpocotardeparacambiardebando.

—¿Notienenadamásquedecir?—inquirióSult.Luegovolvióasonreírysesentó lentamente. Sus ojos recorrieron los arcos de acceso a la sala y Logensintió cómo los enmascarados comenzaban a moverse, pensando que habíallegadosumomento—.¿Yasehaquedadosinpalabras?¿Yasehaquedadosintrucos?

—No. Aún me queda uno—Bayaz se metió la mano por el cuello de lacamisa.Agarróalgoyempezóasacarlo:unacadenalargaymuyfina.Unodelosenmascarados,creyendoquesetratabadeunarma,diounpasoadelante,yLogenapretóelmangodelcuchillo:perocuandolacadenasaliódeltodo,loqueapareciócolgandodelotroextremofueunavarilladeunmetaloscuro.

—La llave —dijo Bayaz levantándola para que le diera la luz. El metalapenasbrillaba—.Talveznoseatanlustrosacomoladesuobradeteatro,peropuedeestarsegurodequeéstaeslaverdaderallave.Kanediasnuncatrabajabaeloro. Le daba igual que las cosas que hacía no fueran bellas. Lo único que leimportabaesquefuncionaran.

ElArchilectorfruncióloslabios.—¿Deveraspretendequenosfiemosdesupalabra?—Por supuesto que no. Su obligación es desconfiar de todo el mundo, y

debo reconocer que lo hace usted admirablemente bien. Pero, como ya se hahechounpoco tarde,mepareceque esperaré amañanapara abrir laCasadelCreador —en ese momento una cuchara se estrelló contra el suelo con unestrépito metálico—. Como es natural, tendrá que haber testigos para que seasegurendequenohayatrampanicartón.¿Quéleparecen...—losgélidosojosverdes de Bayaz recorrieron la mesa—... el Inquisidor Glokta y... nuestroflamantecampeóndeesgrima,elcapitánLuthar?

Al oír su nombre, el tullido torció el gesto. Luthar, por su parte, estabaabsolutamenteperplejo.ElArchilectorpermanecíasentado:sumuecadesdeñosa

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se había trocado en un gesto hierático. Sus ojos se posaron en el semblanterisueño de Bayaz, luego en la varilla de metal, que oscilaba en el aire, y denuevoenBayaz.Actoseguido,volviólavistahaciaunadelaspuertasehizounleve gesto con la cabeza. Las oscuras siluetas desaparecieron en la oscuridad.Logendejódeapretarsusdoloridosdientesylentamentedevolvióelcuchilloasusitio.

Bayazsonriódeorejaaoreja.—Verdaderamenteesustedunhombremuydifícildecontentar,maeseSult.—Me parece que el tratamiento adecuado es Eminencia —siseó el

Archilector.—Cierto,muycierto.Enfin,estávistoquenosevaaquedarustedcontento

hasta que no haya roto algúnmueble. Pero como nome hace ninguna graciatenerquederramarleslasopaatodoslospresentes...—seoyóunestruendoylasilla del Archilector se desmoronó. Mientras se precipitaba hacia el suelo enmedio de un amasijo de maderos sueltos, Sult lanzó una mano y agarró elmantel,luegosoltóungemidoysedesplomósobrelosrestosdelasilla.ElReypegóunboteysedespertó.Susinvitadossoltaronunaexclamación,parpadearonysequedaronmirandoconlabocaabierta.Bayazsedesentendiódetodosellos.

—Estasopatieneunapintaestupenda—dijo,yactoseguidodiounruidososorboalacuchara.

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LaCasadelCreador

Eldíaamenazabatormenta,yalolejos,recortadasobrejironesdenubes,sealzabalalúgubreyadustasiluetadelaCasadelCreador.Elvientoquesecolabaentre los edificiosbarría lasplazasdeAgriontyhacíaondear los faldonesdelgabán negro de Glokta mientras renqueaba detrás del capitán Luthar y delpresuntoMago, que llevaba al norteño de las cicatrices caminando a su lado.Sabía que los estaban vigilando. No nos han quitado ojo durante todo eltrayecto.Tras las ventanas, en losportales, en los tejados.HabíaPracticantesportodaspartes,sentíasusojos.

Gloktahabíapensado,casilohabíadeseado,queBayazysusacompañantesaprovecharían la nochepara salir huyendo, peronohabía sido así.Al ancianocalvoseleveíatantranquilo,comosisimplementefueraaabrirunalmacéndefrutas.AGloktaaquellonolehacíaningunagracia.¿Cuándosevaa terminaresta farsa?¿Cuándo tirará la toallayreconoceráqueel juegoha terminado?¿CuandolleguemosalaUniversidad?¿Cuandocrucemoselpuente?¿Cuandonos encontremos en las mismísimas puertas de la Casa del Creador y secompruebe que su llave no encaja en ninguna parte? No obstante, en algúnrincónde sumente le rondabanotras ideas:¿Ysino se termina?¿Ysiabre lapuerta?¿Ysirealmenteesquiendiceser?

MientrascruzabanelpatiodesiertoendirecciónalaUniversidad,Bayaznoparaba de hablarle a Luthar. Con la misma naturalidad que un abuelo queestuvieracharlandoconsunietofavorito,eigualdepesado.

—... hayquever lo queha crecido esta ciudaddesde la últimavezque lavisité.Aúnmeacuerdodecuandoesebarrio tanpopulosoalqueahora llaman

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TresGranjasnoloformabanmásque¡tresgranjas!¡Vayasimeacuerdo!¡Estabalejísimodelasmurallasdelaciudad!

—Mmm...—mascullóLuthar.—¿YesanuevasedequesehahechoconstruirelGremiodelosEspecieros?

Jamáshabíavistosemejanteostentación...Mientrasrenqueabadetrásdeellos,lamentedeGloktatrabajabafebrilmente,

intentando pescar algún significado oculto en aquel mar de naderías,esforzándosepordescubrirunordenenaquelcaos.¿Porquémehaelegidoamícomo testigo? ¿No habría sido más lógico elegir al propio Archilector?¿Pensará el tal Bayaz que soy más fácil de engañar? ¿Y por qué a Luthar?¿PorquehaganadoelCertamen?¿Perocómolohaganado?¿Noseráqueéltambiénestámetidoenelajo?PerosiLutharestabacomplicadoenunsiniestroplan, lo cierto es que no lo aparentaba. Glokta no había advertido ni el másmínimoindiciodequefueraalgodistintodeloqueparecíaser:unjovenidiotayególatra.

Yluegoestáeseotroenigma.GloktamiródereojoalgigantedelNorte.Trasaquelrostrocubiertodecicatricesnoseadivinabaningúnfunestopropósito;dehecho,noparecíahabernadaahídentro.¿Esmuyestúpidooesmuylisto?¿Selepuede ignorarohayque temerlo?¿Es el sirviente o es el señor?Ningunadeesaspreguntasteníarespuesta.Porelmomento.

—Vaya, este lugar no es más que una sombra de lo que fue —dijosorprendido Bayaz deteniéndose ante la puerta de la Universidad ycontemplando la descoyuntada y mugrienta pareja de estatuas. Acto seguido,descargóunpardepuñetazossobrelamaderacarcomida,ylapuertagirósobresusgoznes.ParagransorpresadeGlokta,sehabíaabiertocasideinmediato.

—Lesestánesperando—dijoelancianoportero.Lerodearonyseinternaronenlaoscuridad—.Lesconduciréhasta...—comenzóadecirelancianomientrascerrabalachirriantepuertaconunforcejeo.

—¡Nosemoleste,conozcoelcamino!—ledijoBayazgirandolacabezayponiéndoseaandarabuenpasoporelpolvorientopasillo.Gloktaseesforzóporseguirlo.Pesealfríoquehacíaahídentro,sudabaamaresylapiernaleestabamartirizando.Elesfuerzoqueteníaquehacerparamanteneraquelritmoapenasle dejaba tiempo para plantearse cómo era posible que aquel maldito calvoconociera tanbien el edificio.Pero está claro que lo conoce. Avanzaba raudo

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porelpasillocomosisehubierapasadoallítodalavida,expresandodevezencuandosudisgustoporelestadodellugarconunchasquidodelalenguaysinparardeparlotearenningúnmomento.

—¿Había visto alguna vez tanto polvo junto, capitán Luthar? ¡No meextrañaríanadaquenohubieranlimpiadodesdelaúltimavezqueestuveaquí!¡Nollegoacomprendercómoesposiblequealguienpuedapensarensemejantescondiciones! No llego a comprenderlo... —Los Adeptos fallecidos ymerecidamenteolvidadosalolargodelossigloslescontemplabanconexpresiónsombríadesdeloslienzoscomosisesintieranmolestosporelruidoqueestabanmetiendo.

Amedidaqueseibansucediendolospasillos,cadavezestabamásclaroquelaUniversidad no eramás que un edificio abandonado, vetusto y polvoriento,dondeloúnicoquehabíaerancuadrosmugrientosylibrosenmohecidos.AJezallos libros nunca le habían interesado demasiado. Había leído algún que otromanualdeesgrimaydeequitación,unpardetratadossobrecampañasmilitaresfamosasyenciertaocasiónhabíaabiertolastapasdeungruesovolumensobrelahistoriadelaUniónqueencontróeneldespachodesupadre,pero,trasleertresocuatropáginas,lohabíadejado,muertodeaburrimiento.

Bayazseguíaconsuperorata:—Aquí fue donde nos enfrentamos a los seguidores del Creador. Jamás

podréolvidarlo.Noparabandegritar pidiendo aKanedias que acudiera en suauxilio, pero él ni semolestó en bajar. Aquel día estas salas se inundaron desangre,retumbaroncongritosdeterror,sellenarondehumo.

Jezalnoteníaniideadeporquéaquelviejoidiotalehabíaescogidoaélparahacerlepartícipedesusbatallitas,y,encima,noseleocurríanadaquedecir.

—Debiódeserbastante...violento—aventuró.Bayazasintió:—Lo fue. Y no me siento orgulloso de ello. Pero también los hombres

buenostienenquerecurriravecesalaviolencia.—Ajá—apostilló el norteño. Jezal ni se había dado cuenta de que estaba

siguiendolaconversación.—Enfin,eranotrostiempos.Tiemposviolentos.Poraquelentonces,sólolas

gentes del Viejo Imperio habían salido del estado de barbarie. Lo crea o no,Midderland,elcorazónde laUnión,erapocomásqueunapocilga.Una tierra

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baldíahabitadaportribusprimitivasquesepasabantodoel tiempoguerreandounas con otras. Losmás afortunados entraron al servicio del Creador. Pero elresto no eranmás que unos salvajes con la cara pintarrajeada que carecían deescrituraydecienciayqueapenassedistinguíandelasfierassalvajes.

JezallanzóunamiradafurtivaaNuevededos.Noresultabadifícilimaginarseun estado de barbarie como ese con aquel bruto al lado, pero era absurdopretenderquesuhermosopaíshabíasidoentiemposunatierrabaldíayqueéldescendía de unos seres tan primitivos. Aquel viejo calvo era un mentirosocompulsivo o un demente, pero por la razón que fuera había mucha genteimportantequeparecíatomárseloenserio.

YJezalconsiderabaquesiempreerapreferibleseguirelcriteriodelagenteimportante.

Siguiendoalosdemás,Logenaccedióaunpatiodestartalado,ceñidoentresdesusladosporlosruinosospabellonesdelaUniversidadyenelcuartoporlacarainternadeunodelosimponenteslienzosdelasmurallasdeAgriont.Todoestabacubiertodemusgo,degruesasmatasdehiedra,dezarzassecas.Enmediodelamaleza,sentadoenunasilladesvencijada,habíaunhombrequelosmirabaacercarse.

—Lesestabaesperando—dijomientrasseponíadepieconciertadificultad—. Dichosas rodillas. Ya no estoy para muchos trotes —un tipo común ycorriente,algoentradoenaños,quevestíaunacamisaraídaconvariasmanchasenlapechera.

Bayazlemiróconelceñofruncido.—¿EsustedelJefedelosGuardianes?—Asíes.—¿Ydóndeestáelrestodelaguardia?—Mi esposa está preparando el desayuno, pero, quitándola a ella, aquí no

hay más guardia que yo. Hoy hay huevos —dijo alegremente dándose unaspalmadasenelestómago.

—¿Cómo?—Megustatomarhuevosparadesayunar.—Que a usted le sienten bien —repuso Bayaz con un tono un tanto

destemplado—. En tiempos del Rey Casamir, los cincuenta soldados másvalientes de la Guardia Real eran nombrados Guardianes de la Casa y se

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ocupabandecustodiarsuspuertas.Nohabíahonormásaltoqueése.—Deesohaceyamucho—dijoelúnicoguardiánmientrassearreglabaun

poco la camisa—. En mis años mozos éramos nueve, pero todos acabarondedicándose a otrosmenesteres, o semurieron, y nunca fueron reemplazados.No sé quién se ocupará de esto cuando yo ya no esté. No parece que hayamuchassolicitudes.

—Enfin,medejaustedpasmado—actoseguido,Bayazseaclarólagarganta—.¡Oh,JefedelosGuardianes!Yo,Bayaz,elPrimerodelosMagos,solicitosupermiso para ascender por las escaleras que conducen al quinto portillo, paratraspasarelquintoportilloyaccederalpuente,yparacruzarelpuenteyllegarhastalapuertadelaCasadelCreador.

ElJefedelosGuardianeslemiróentornandolosojos.—¿Hablaustedenserio?Bayazestabaempezandoaperderlapaciencia.—Sí.¿Porqué?—Aúnrecuerdoalúltimotipoquelointentó,fuecuandoyonoeramásque

un chaval. Un tipo importante, uno de esos sabios, supongo. Subió por esasescalerasacompañadodediez fornidosobrerosprovistosdecinceles,piquetas,martillosynosécuantascosasmás.Nosdijoqueibaaabrir laCasayasacartodossustesoros.Aloscincominutosyaestabandevuelta.Sefueronsindecirpalabrayconlamismacaraquesihubieranvistocaminaralosmuertos.

—¿Quélesocurrió?—susurróLuthar.—Niidea,perolepuedoasegurarquenollevabanningúntesoro.—Unrelatobastantedesalentador,sinduda,perodetodosmodosiremos—

sentencióBayaz.—Enfin,ustedesverán—y,dichoaquello,elancianosediomediavueltay,

con la espalda encorvada, comenzó a caminar por el destartalado patio.Ascendieron por una angosta escalera, cuyos peldaños estaban bastantedesgastadosporelcentro,accedieronaunpasadizoquehabíaenloaltodelasmurallasdeAgriont,y,trasrecorrerlo,llegaronaunestrechoportilloenvueltoensombras.

Cuando se descorrieron los cerrojos, Logen sintió un extraño ramalazo deinquietud.Encogióloshombrosytratódedesembarazarsedeaquellasensación.ElGuardiánlemiróyledirigióunasonrisa.

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—¿Yalosiente,eh?—¿Elqué?—ElalientodelCreador,asíescomolollaman—luegoempujósuavemente

lapuerta.Seabrieronlasdoshojasylaluzrasgólaoscuridad—.ElalientodelCreador,síseñor.

Gloktarenqueabaporelpuenteconlosdientesapretadoscontralasencíasyelánimoembargadoporladolorosaconcienciadelinmensoabismoqueseabríabajo sus pies. Se trataba de una elegante construcción de un solo arco, quearrancabadelapartealtadelasmurallasdeAgriontydesembocabaenlapuertade laCasadelCreador.Másdeunavez lohabíaadmiradodesde laciudad,alotroladodellago,preguntándosecómoeraposiblequehubieraaguantadoenpietantos años. Una obra notable, espectacular y hermosa.Aunque ahora, desdeluego,nomeparecetanhermosa.Suanchura,apenassuperioraladeunhombretumbado, no daba ninguna seguridad, sobre todo considerando que a ambosladosseabríaunvertiginosoprecipicioqueterminabaenelagua.Peoraún,notenía pretil.Ni siquiera unamísera barandilla demadera.Y hoy sopla un airemuyfresco.

Luthar y Nuevededos tampoco parecían tenerlas todas consigo.Y eso queellospuedenusarlasdospiernassinquelesduela.SóloBayazrealizabaellargorecorridosindarningunamuestradeinquietud;caminabaconunpasotansegurocomosiestuvieradandounpaseoporunsenderocampestre.

SobreellossealzabaentodomomentolaimponentesombradelaCasadelCreador.Cuantomásseaproximabanaella,másdescomunalparecía;inclusosupretilmásbajoseencontrababastanteporencimadelamuralladeAgriont.Unaadustamontañanegraqueemergíadelasaguasdellagoyocultabalaluzdelsol.Unedificiodeotrasépocas,construidosegúnlasescalasdeotrostiempos.

Glokta volvió la cabeza y miró hacia el portillo que habían dejado atrás.¿Qué era eso que se veía entre las almenas de la muralla? ¿Un Practicantevigilando?Perfecto,asíveríancómoelancianofracasabaensuintentodeabrirla puerta. Cuando regresaran, le estarían esperando para apresarlo.Pero entretanto tengo que arreglármelas yo solo. No era un pensamiento demasiadotranquilizador.

Y Glokta estaba muy necesitado de algo que le tranquilizara un poco. Amedida que proseguía su renqueante marcha por el puente, se iba sintiendo

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invadidoporelmiedo.Nosedebíasóloalaaltura,alaextrañacompañíaoalatorrequesealzabaimponenteanteellos.Eraunmiedoprimigenioeirracional.Elterroranimaldelaspesadillas.Concadapasovacilantequedaba,elmiedoseincrementabaunpocomás.Yadistinguíalapuerta,uncuadradodemetaloscuroinserto en las lisas piedras de la torre. En su centro tenía grabado un círculoformadoporunaseriedeletras.Poralgunaextrañarazón,alverlas,tuvoganasdevomitar,peroapesardeelloseaproximóparacontemplarlasmásdecerca.Eran dos los círculos: uno de letras grandes y otro de letras más pequeñas,escritas en un alfabeto de finos caracteres que le era desconocido. Gloktaempezabaasentirunnudoenelestómago.Leparecióvermuchoscírculos:unainfinidaddeletrasytrazosdemasiadointrincadosparapodercaptarlos.Bailabanante sus ojos, que empezaban a picarle y a llenársele de lágrimas. No pudoseguir avanzando.Sequedóquieto, apoyadoen subastón, empleandohasta laúltimagotade suvoluntad en refrenar susdeseosdedoblar las rodillas, darsemediavueltayalejarsedeallíarastras.

Nuevededostampocolollevabamuchomejor.Respirabaruidosamenteporlanarizyen su semblante sedibujabaunaexpresióndelmásabsolutoespantoyrepulsión.PeroelestadodeLuthareraaúnpeor:teníalosdientesapretados,lacarapálidayparecíaestarparalizado.MientrasGloktapasabarenqueandoasulado,hincólentamenteunarodillaysequedójadeandoenelsuelo.

Bayaz,encambio,noparecíasentirningúntemor.Sedirigiódirectamentealapuertaypasólosdedosporlossímbolosdemayortamaño.

—Onceguardasaunladoyotrasonceensentidoinverso—luegopalpóelcírculo de los caracteres más pequeños—. Y once veces once —finalmente,recorrióconundedo la fina líneaque losbordeabapor fuera.¿Esposiblequeesa línea esté formada también por unas letras minúsculas?— ¿Quién sabecuántoscientoshabráaquí?¡Unconjuroverdaderamentepoderoso!

La atmósfera de sobrecogimiento sólo se vio parcialmente aliviada por elruidoquehizoLutharalvomitardesdeelpuente.

—¿Qué es lo que dice? —graznó Glokta, que también había tenido quetragaralgodebilis.

Elancianoledirigióunamiradarisueña.—¿Esquenolosiente,Inquisidor?Dice:densemediavuelta.Dice:largode

aquí.Dice:...nadie...podrá...pasar.Peroelmensajenoestádirigidoanosotros

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—acto seguido, semetió lamanopor el cuello de la camisa y sacó la varilla.Estabahechadelmismometaloscuroquelapuerta.

—No deberíamos estar aquí —gruñó Nuevededos a sus espaldas—. Estelugarestámuerto.Seríamejorquenosfuéramos—peroBayaznoparecióoírle.

—Lamagiahadesaparecidodelmundo—leoyósusurrarGlokta—,ytodosloslogrosdeJuvensyacenenruinas—calibróuninstantelallaveenlamanoyluegolafuealzandopocoapoco—.PerolasobrasdelCreadorsemantienentanfirmescomoelprimerdía.Eltiemponohaconseguidomenoscabarlas...ynuncaloconseguirá.—Aunquenoseapreciabaquehubieraningunaapertura,lallaveseintrodujolentamenteenlapuerta.Despacio,muydespacio,justoenelcentrodelosdoscírculos.Gloktacontuvoelaliento.

Clic.Nopasónada.Lapuertanoseabrió.Yaestá.Eljuegohaterminado.Glokta

sintióunramalazodealiviomientrassegirabahaciaAgriontparahacerunaseñaalosPracticantesquehabíadistribuidosalolargodelamuralla.Nohacefaltairmásallá,nohacefalta.Pero,entonces,desdelasprofundidadesdeledificioseoyóuneco.

Clic.Glokta notó que su cara palpitaba al unísono con aquel ruido. ¿Me lo he

imaginado?Deseabacontodassusfuerzasquefueraasí.Clic.Otra vez. No hay error posible. De pronto, ante su mirada atónita, los

círculosdelapuertasepusieronagirar.Glokta,asombrado,retrocedióunpaso,ysubastónarañólaslosasdelpuente.

Nada permitía suponer que el metal no fuera de una sola pieza, no habíagrietas, ni ranuras, ni ningúnmecanismo,y, sin embargo, los círculosgiraban,cadaunoaunritmodistinto.

Clic,clic,clic.Cadavezmásrápido.Gloktasintióquesemareaba.Elcírculointerno,elde

lasletrasmásgrandes,girabaconextremadalentitud.Peroelcírculoexterno,elmásfino,semovíaatalvelocidadquesusojoseranincapacesdeseguirlo.

...Clic,clic,clic.Mientraslossímbolossesucedíanunosaotros,comenzaronaaparecerunas

formas:líneas,cuadradosytriángulosdeunacomplejidadinimaginablebailaban

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uninstanteantelamiradadeGloktayluegosedesvanecíandebidoalcontinuogirardelasruedas.

Clic.Loscírculossedetuvieronenunadisposicióndistintaalaoriginal.Bayazse

irguióy retiró la llavede lapuerta.Entoncesseoyóun tenue rumor,comounruidodeagualejana,y,depronto,enelcentrodelapuertaaparecióunarendija.Pocoapoco,muysuavemente,lasdoshojascomenzaronasepararse.Elespacioentreellasseibaampliandocadavezunpocomás.

Clic.Las hojas se insertaron en los lados del arco de entrada. La puerta estaba

abierta.—Aestolellamoyounaobrabienhecha—dijoenvozbajaBayaz.Del interior no llegaba ningún aire fétido, ningún hedor a podredumbre y

descomposición, nada que indicara el largo tiempo transcurrido, sólo una levebrisadeunairefrescoyseco.Y,sinembargo,lasensaciónesdehaberabiertounataúd.

Exceptuando el ruido del viento que rozaba las oscuras piedras, el susurrodelalientodeGloktaensugargantaresecayelrumordelaguaabajoalolejos,reinabaelmásabsoluto silencio.El terror sobrenaturalhabíadesaparecido.Loúnico que sentía Gloktamientrasmiraba el arco de entrada era una profundainquietud.Peronomayorque laquesientocuandoespero fueradeldespachodelArchilector.Bayazsediolavueltaylosmiróconsemblanterisueño.

—Muchosañoshanpasadodesdequeselléestelugary,alolargodellentotranscurrirdeltiempo,ningúnhombrehatraspasadoesteumbral.Debensentirsemuyhonradoslostres—peroGloktanosesentíahonrado.Sesentíaenfermo—.Haypeligrosahídentro.Notoquennadaysiganentodomomentomispasos.Noseseparendemí,porqueloscaminoscambian.

—¿Cambian?—inquirióGlokta—.¿Cómoesesoposible?Elancianoseencogiódehombros.—Soyelportero—dijomientrasvolvíaameterselallaveylacadenadebajo

delacamisa—,noelarquitecto—yseinternóenaquelmundodesombras.Jezal no se sentía bien, nada bien.No se trataba sólo de las incontenibles

náuseas que por alguna razón le habían provocado las letras de la puerta, eraalgomás.Unsúbitoaccesodeespantoyrepulsión,comosihubieracogidouna

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copayselahubierabebidopensandoqueconteníaaguayhubieraresultadoserotra cosa. En este caso, seguramente, orina. La sensación de asco era similar,sóloquedabatodalaimpresióndequenoibaapasarsealcabodeunosminutos,nisiquieraalcabodevariashoras.Deformasúbita,muchascosasqueanteslehabían parecido meras sandeces, o simples cuentos de viejos, se presentabanantesusojoscomohechos incuestionables.Elmundosehabíavueltoun lugarmuy distinto a como era el día anterior, un lugar extraño y perturbador, y legustabainfinitamentemáscomoeraantes.

No entendía qué pintaba él ahí. Jezal apenas sabía nada de historia.Kanedias,Juvens,inclusoelpropioBayaz,noeranmásqueunosnombresquehabía oído de niño y que ni siquiera entonces le habían interesado en lomásmínimo.Lo suyo eramala suerte, nadamás.Habíaganado elCertameny, sinembargo,ahíestaba,deambulandoporunaabsurdayvetustatorre.Porquenoeramásqueeso.Unatorreabsurdayvetusta.

—BienvenidosalaCasadelCreador—dijoBayaz.Jezal alzó la vista del suelo y se quedó boquiabierto. La palabra «casa»

proporcionaba una descripción muy pobre de la inmensidad de aquel ámbitosumidoenpenumbra.LaRotondadelosLoreshabríacabidoenterasinningúnproblema,einclusohabríasobradoespacio.Losmurosestabancompuestosporunaspiedrasbastas,colocadasahueso,queseapilabandesordenadamenteunassobre otras y se perdían en las alturas. Sobre el centro de la sala, a bastantealtura,habíaalgocolgado.Unobjetoenorme,fascinante.

A Jezal le hizo pensar en una reproducción a escala gigantesca de uninstrumento de navegación. La estructura estaba compuesta por dos inmensosanillosmetálicosentrelazados,quebrillabanenmediodelapenumbra,ymuchosotrosanillosmáspequeñosqueseinsertabanenellosolosrodeaban.Debíadehabervarioscentenares,yensusuperficiesedistinguíanunaespeciedemarcas:un tipo de escritura tal vez o quizás simplesmuescas carentes de sentido. Enmediodetodocolgabaunagranbolanegra.

Los pasos de Bayaz resonaban en las alturas mientras avanzaba hacia elcentrodelvastoespaciocircular.Elsuelosehallabasurcadoporunasintrincadaslíneasdeunmetalbrillantequeseengastabaenlapiedranegra.Jezalleseguíaandando muy lentamente. Caminar por un espacio tan vasto como aquélproducíaunaespeciedesensacióndetemor,demareo.

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—EstoesMidderland—dijoBayaz.—¿Cómo?Elancianoseñalóalsuelo.Depronto,lasenmarañadaslíneascomenzarona

cobrarsentido.Representabancostas,montes,ríos,tierras,mares.LasiluetadeMidderland, que Jezal había visto representada en innumerables mapas, seextendíabajosuspies.

—La totalidaddelCírculodelMundo—Bayazhizoungesto señalandoelsuelo interminable—. En esa dirección se encuentra Angland y, un pocomásallá, el Norte. Gurkhul está a ese otro lado. Ahí están Starikland y el ViejoImperio;porallí, lasciudadesestadodeEstiriay, trasellas,Suljuky la lejanaThond.Kanediassediocuentadequelastierrasdelmundoconocidoformabanuncírculo,cuyocentroseencontrabaaquí,enestamismaCasa,ycuyoslímitesexteriorespasabanporlaisladeShabulyan,enellejanooeste,másalládelViejoImperio.

—LosconfinesdelMundo—sedijoelnorteño,asintiendolentamenteconlacabeza.

—Valiente arrogancia pensar que la casa de uno es el centro de todas lascosas—observóentonodespectivoGlokta.

—Sí, sí—Bayaz recorrió con lamirada la vasta sala—.ElCreador nuncaanduvoescasodearrogancia.Ysushermanostampoco.

Jezal miraba embobado hacia arriba. La altura de la sala parecía superarinclusoasuanchura;sutecho,siesquelotenía,seperdíaentrelassombras.Aunasveintezancadasdealturasedistinguíaunabarandilladehierroquerodeabalas bastas piedras del muro, una galería tal vez. Más arriba todavía, casiindistinguibles, se veía otra y otra y otra. Por encima de todo ello colgaba elextrañoartilugio.

De pronto, Jezal pegó un bote. ¡Se estaba moviendo! ¡Todo se estabamoviendo! Lenta, suavemente, sin hacer ruido, los anillos cambiaban deposición, giraban, daban vueltas unos alrededor de los otros. No podíaimaginarse qué era lo que los impulsaba. Puede que al girar la llave en lacerradura se hubieran puesto enmarcha... ¿o es que no habían parado de darvueltasdurantetodosesosaños?

Empezabaamarearse.Ahoratodoelmecanismoparecíadarvueltas,girandocadavezamayorvelocidad,ylomismosucedíaconlasgalerías,quesemovían

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en sentidos opuestos. No parecía quemantener la vista alzada contribuyera amejorar su estado de desorientación, así que bajó la cabeza y clavó sus ojosdoloridos en el mapa de Midderland que tenía bajo los pies. ¡Era aún peor!¡Ahora parecía que todo el suelo se movía! ¡La cámara entera giraba a sualrededor! Los arcos de los pasadizos, no menos de una docena, le parecíantodosiguales.Nolograbareconocerporcuáldeelloshabíanentrado.Sesintióacometido por una intensa sensación de pánico. Lo único que permanecíainmóvil era aquel lejano orbe negro que colgaba en medio del artilugio.Desesperado,fijóenéllavistayseforzóarespirarmáslentamente.

Lasensaciónselefuepasando.Lainmensasalavolvíaaestarparada,ocasi.Aunque de forma casi imperceptible, los anillos continuaban avanzandocentímetro a centímetro.Tragó saliva, encorvó los hombros y,manteniendo lacabezaagachada,seapresuróaseguiralosdemás.

—¡Por ahí no!—rugió de pronto Bayaz. Su voz rasgó el denso silencio,rebotócontralosmurosysuecosepropagóunmillardevecesporelcavernosoespacio.

—¡Porahíno!—¡Porahíno!Jezaldiounsaltohaciaatrás.Elarco,yeloscuroámbitoqueseabríaalotro

lado,parecía idénticoalquehabíantomadosuscompañeros,peroahorasediocuentadequeseencontrabanenotroquehabíaunpocomásaladerecha.Debíadehabersedesviadosindarsecuenta.

—¡Yalehedichoquemesigaatodaspartes!—siseóBayaz.—¡Porahíno!—¡Porahíno!—Losiento—titubeóJezalconunavozquesonabamiserablementeapagada

enmediodeaquelinmensoespacio—.Penséque...¡todomepareceigual!Bayaz le posó una mano en el hombro para tranquilizarle y lo empujó

suavementehaciadelante.—Noerami intención asustarle, amigomío, pero sería una auténticapena

que alguien tan prometedor como usted nos fuera arrebatado a una edad tantemprana —Jezal tragó saliva y volvió la vista hacia el umbral oscuro,preguntándose qué le habría aguardado allí. Sumente le proporcionó un buennúmerodealternativas,acualmásdesagradable.

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Losecosseguíansusurrándolealoídomientrasseapartabadeallí:...porahíno,porahíno,porahíno...

ALogenlerepugnabaaquellugar.Laspiedrasteníanunafrialdaddemuerte,el aire una inmovilidaddemuerte, hasta el ruidode sus propios pasos sonabaapagadoymortecino.Nohacíanifríonicalor,y,sinembargo,teníalaespaldaempapadadesudorysentíaenelcuellolapicazóndeuntemorinexplicable.Acadapocospasossevolvíadegolpeasediadoporlasúbitasensacióndequelevigilaban,peronuncahabíanadiedetrás.Sóloaquelchico,Luthar,yel tullidoGlokta, que, a juzgar por su aspecto, debían de sentirse tan inquietos yconfundidoscomoél.

—Leperseguimosporestosmismosvestíbulos—susurróBayaz—.Éramosonce. Fue la última vez que estuvimos juntos todos losMagos. Bueno, todosmenos Khalul. Zacharus y Cawneil lucharon aquí con el Creador y fueronderrotados. Tuvieron suerte de salir con vida. Anselmi y Dientemellado notuvieron tanta suerte. Kanedias acabó con ellos. Aquel día perdí dos buenosamigos,doshermanos.

Bordearonconcautelaunestrechobalcóniluminadoporunapálidacortinade luz.Aun lado, laspiedras lisasascendían formandounescarpadomuro;alotro,seprecipitabanhaciaabajohastaperderseenlaoscuridad.Unpozonegro,lleno de sombras, sin lado opuesto ni límite superior o inferior.A pesar de lainmensidaddelespacio,nohabíaeco.Elairenosemovía.Noseapreciabanilamáslevebrisa.Unaatmósferatanviciadayenrarecidacomoladeunatumba.

—Seguro que ahí abajo hay agua —musitó Glokta asomándose a labarandillaconelceñofruncido—.Algotienequehaber,¿no?—luegoentornólosojosymiróhaciaarriba—:¿Dóndeestáeltecho?

—Este lugar apesta —se quejó Jezal mientras se apresuraba a taparse lanariz.

Logen,porunavez,estabadeacuerdoconél.Eraunolorqueconocíamuybien,y,alsentirlo,suslabiossefruncieronconungestodeasco.

—HueleigualqueloscabronesdelosCabezasPlanas.—Claro—dijoBayaz—,losShankatambiénsonobradelCreador.—¿Obrasuya?—Desdeluego.Tomóarcilla,metalyrestosdecarneyloscreó.Logenlemirabafijamente.

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—¿Loscreó?—Sí, para que lucharan en su guerra. Contra nosotros. Contra losMagos.

Contra suhermanoJuvens.FueaquímismodondeconcibióalprimerShanka;luegolossoltóparaquecrecieran,sereprodujeranysembraranladestrucciónenel mundo. Para eso fueron creados. Muchos años después de la muerte deKanedias aún seguíamos dándoles caza, pero no pudimos capturarlos a todos.Losempujamoshacia losrinconesmásrecónditosdelmundo,allíhancrecido,se han reproducido y ahora vuelven para seguir creciendo, reproduciéndose ysembrando la destrucción, que es lo único que saben hacer. —Logen lecontemplababoquiabierto.

—Los Shanka —Luthar dejó escapar una risilla sarcástica y sacudió lacabezaconincredulidad.

Pero Logen consideraba que los Cabezas Planas no eran cosa de risa. Sevolvióbruscamenteysu imponentefigurasealzóanteLutharen lapenumbra,bloqueándoleelpasoenmediodelangostobalcón.

—¿Quétienedegracioso?—Porfavor,todoelmundosabequenoexistenadasemejante.—Mehepasadotodalavidaluchandocontraellosconmispropiasmanos—

gruñóLogen—.Mataronamiesposa,amishijos,amisamigos.ElNorteestáinfestadode esosmalditosCabezasPlanas—Logen se inclinóhacia él—.Asíquenomedigaquenoexisten.

Luthar había empalidecido. Miró a Glokta en busca de ayuda, pero elInquisidor se había recostado en la paredy se frotaba la pierna con los labiosapretadosysurostrohieráticoempapadodesudor.

—¡Nomeinteresasiexistenono!—exclamó.—ElmundoestállenodeShanka—mascullóLogenpegandosucaraalade

Luthar—.Así que esmuy posible que llegue un día en que se encuentre conalguno—luegosediolavueltaysiguióenojadoaBayaz,quedesaparecíayaporel arco que se abría al otro extremo del balcón. No le hacía ninguna graciaquedarserezagadoenunsitiocomoaquél.

Otrovestíbulomás.Aquéleraenorme,yasuslados,envueltoenpenumbra,sealzabasilenciosounbosquedecolumnas.Desdearribacaíanunoshacesdeluz que dibujaban extrañas formas en el enlosado, un entramado de luces ysombras,delíneasblancasynegras.

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Comosicompusieranun texto.¿Algúnmensajeoculto?¿Dirigidoamí talvez?Gloktaseestremeció.Talvezsimequedounbuenratomirándolo,consigadesentrañarlo...

Luthar pasó por delante de él y su sombra se proyectó sobre el suelo: laslíneassequebraronylasensaciónsedesvaneció.Gloktasesacudió.Estemalditolugarvaaconseguirquepierda larazón.Debopensarconclaridad.Atentealoshechos,Glokta,nadamásquealoshechos.

—¿Dedóndeprovieneesaluz?Bayazagitóunamano.—Dearriba.—¿Hayventanas?—Esposible.Glokta avanzaba lentamente, su bastón repicaba sobre un tramo de luz y

luego sobre otro de oscuridad, mientras su bota izquierda se arrastraba pordetrás.

—¿Esqueaquísólohayvestíbulos?¿Quésentidotieneeso?—¿Quiénpuedeconocer lamentedelCreador?—salmodiópomposamente

Bayaz—. ¿Cómo adivinar sus inescrutables designios? —Se diría que secomplacíaennodarnuncaunarespuestaclara.

AGloktatodoaquellugarleparecíaunaobradescabellada:—¿Cuántagentevivíaaquí?—En susmejores tiempos, hacemuchos años, varios cientos de personas.

TodotipodegentesqueservíanaKanediasyleayudabanensustrabajos.PeroelCreador era desconfiado y semostrabamuy celoso de sus secretos. Poco apocofueechandoasuscolaboradores,enviándolosaAgriontoalaUniversidad.Hacia el final, ya sólo quedaban aquí tres personas. El propio Kanedias, suayudanteParemias—Bayazhizounabrevepausa—ysuhija,Tolomei.

—¿LahijadelCreador?—Sí,¿porqué?—leespetóelanciano.—Por nada, por nada. —Pero parece que durante un instante se le ha

desprendidolamáscara.Resultaextrañoqueconozcatanbientodoloreferenteaestelugar—.¿Cuándovivióustedaquí?

LascejasdeBayazsejuntarondibujandounprofundoceño:—Haceusteddemasiadaspreguntas.

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Glokta se quedó quieto mirando cómo Bayaz proseguía su marcha. Sultestabaequivocado.Despuésdetodo,vaaresultarqueelArchilectortambiénesunserfalible.¿QuiénesestecalvoirritablequepuedehacerqueelhombremáspoderosodeLaUniónparezcaun simplepatán?Enmediode las entrañasdeaquellugarsobrenaturallarespuestanosonabatandescabellada.ElPrimerodelosMagos.

—Aquíestá.—¿El qué? —preguntó Logen. El vestíbulo se prolongaba en todas

direcciones,trazandounalevecurvayflanqueadoporunosmurosformadosporunasucesiónininterrumpidadebloquesdepiedraqueseperdíanenlaoscuridad.

Bayaznolerespondió.Estabapalpandolaspiedrascomosibuscaraalgo.—Sí, aquí está—Bayaz se sacó la llave de la camisa—. Tal vez quieran

prepararse.—¿Paraqué?ElMago introdujo la llave enun agujero invisible.Al instante, unode los

bloquesdelmurodesapareció:saliódisparadohaciaarribaeimpactóeneltechoconuntremendoestrépito.Logensetambaleabaysacudíalacabeza.SefijóqueJezal estaba doblado hacia delante tapándose las orejas con las manos. Elvestíbuloenteroretumbabaconunosecosatronadores.

—Esperen aquí —dijo Bayaz, aunque el zumbido que tenía Logen en lacabeza apenas le permitió oírle—. No toquen nada. No se muevan —actoseguidoseintrodujoenlaapertura,dejandolallavealojadaenelmuro.

Logentratódeveradóndesedirigía.Unaluztrémulailuminabaunestrechopasadizoporelquesefiltrabaunrumorparecidoaldeunchorrodeagua.Luegosevolvióparamiraralosotrosdos.PuedequelaadvertenciadeBayazsóloserefirieraaellos.Seagachóparatraspasarelumbral.

Y al alzar la cabeza tuvo que entrecerrar los ojos. Se encontraba en unacámaracircularbrillantementeiluminada.Traslaoscuridaddelrestodeledificio,aquellaluzcegadora,quecaíadesdeunagranaltura,casihacíadañoalavista.Los muros curvos estaban magistralmente labrados con una impoluta piedrablancaporlaquecorríaninnumerableshilosdeaguaquecaíanenunestanqueredondo.Logensentíalafrescuraylahumedaddelaireenlapiel.Unaestrechapasarela escalonada arrancaba del pasadizo y ascendía hasta un esbelto pilarblanco que emergía del agua. Bayaz se encontraba allí arriba con la cabeza

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agachadacomosiestuvieramirandoalgo.Con respiración contenida, Logen se acercó por detrás al Mago. Lo que

miraba era unbloquede piedra blanca.Las gotas de agua rebotaban contra elcentrodeaquellasuperficielisaydura:unplop,plop,plopconstantequedabasiempre en el mismo punto. Sobre la fina capa de humedad reposaban dosobjetos.Unoeraunasimplecajacuadradadeunmetaloscuro,deuntamañoquetal vez fuera suficiente para acomodar la cabeza de un hombre. El otro erabastantemásraro.

Quizásfueraunarma,unaespeciedehacha.Elastaeraunapiezaalargadaformadaporunosminúsculostubosdemetalqueseentrelazabancomolasramasdeunaviñavieja.Unodesusextremosacababaenunmangoestriadoyelotroenunapiezademetalplanahoradadaquerematabaunganchomuyfino.Laluzbailoteaba sobre las oscuras superficies del objeto, arrancando destellos a lasgotas dehumedad.Unobjeto extraño, hermoso, fascinante.En la empuñadurarefulgía una letra de plata que resaltaba sobre el oscuro metal. Logen lareconoció,era lamismaque teníasuespada.LamarcadeKanedias.UnaobradelMaestroCreador.

—¿Quéesesto?—preguntóalargandolamanohaciaelobjeto.—¡Nolo toque!—gritóBayazapartandodeungolpe lamanodeLogen—

¿Nolesdijequeesperaran?Logen retrocedió con paso vacilante. Nunca había visto tan alarmado al

Mago,perodetodasformasleeraimposibleapartarlavistadelextrañoobjetoquehabíaencimadelalosa.

—¿Esunarma?Bayazrealizóunaaspiraciónlentayprofunda.—La más terrible que pueda existir, amigo mío. Un arma contra la que

ningún acero, ningunapiedra, ningunamagiapodría proporcionarle protecciónalguna.Noseleocurraacercarse,seloadvierto.Esmuypeligrosa.ElDivisor,así la llamaba Kanedias; con ella mató a su hermano Juvens, mi maestro.Recuerdoqueunavezmedijoque teníados filos.UnoaquíyotroenelOtroLado.

—¿Quédemoniossignificaeso?—mascullóLogen.Noveíaquelacosaesatuvieranadaqueseparecieraaunfiloquepudieraservirparacortaralgo.

Bayazseencogiódehombros.

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—Me imagino que si lo supiera, sería elMaestroCreador en lugar de sersimplementeelPrimerodelosMagos—actoseguidoseinclinóhaciadelantey,al tratar de levantar la caja, contrajo el rostro como si pesara mucho—. ¿Leimportaríaecharmeunamanoconesto?

Logen rodeó la caja con las manos y dejó escapar un grito ahogado. Nisiquieraunbloquedehierromacizohabríapesadomás.

—Vayasipesa—gruñó.—Kanediaslaforjóparaquefueralomásfuerteposible.Todolofuerteque

pudoempleandosusgrandesdones.PeronolohizoparaprotegersucontenidodelMundoexterior—Bayazseinclinóhaciaély,bajandolavoz,añadió—:lohizoparaprotegeralMundodesucontenido.

Logencontemplólacajaconelceñofruncido.—¿Quéhaydentro?—Nada—musitóBayaz—.Aún.Jezalestabaintentandodecidircuáleseranlastrespersonasquemásodiaba

enelmundo.¿Brint?Noeramásqueunfatuopatán.¿Gorst?Loúnicoquehabíahechoeraunprecariointentodederrotarleenuncombatedeesgrima.¿Varuz?Sóloeraunviejoasnopresuntuoso.

No. La lista la encabezaban los tres tipos con los que estaba ahora. Elanciano arrogante, con su necia cháchara y su sabiondo aire de misterio. Eldescomunalbárbaro,consusrepulsivascicatricesysusgestosamenazadores.Elengreídotullido,consuaficiónarealizarcomentariospetulantesyadárselasdesaberlotodosobrelavida.Lostres,encombinaciónconlaatmósferaviciadayla oscuridad perpetua de aquel horrible lugar, bastaban casi para que a Jezalvolvieran a entrarle ganas de vomitar. Sólo había una cosa que le parecía aúnpeorquesuactualcompañía:notenerninguna.

Echóunvistazoalassombrasquelerodeabanyseestremecióalpensarlo.Peroaldoblarunrecodo,selelevantóelánimo.Arribaseveíaunpequeño

trozo de cielo. Apretó el paso y adelantó aGlokta, que avanzaba renqueandoapoyadoensubastón.Sólodepensarquenotardaríaenhallarsealaluzdeldíaselehacíalabocaagua.

Alentrarenlazonaqueestabaacieloabiertocerrólosojoscondeleite.Unviento frío le acarició la cara y Jezal abrió la boca para llenarse con él lospulmones. Sentía un tremendo alivio, como si llevara semanas atrapado en

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aquella oscuridad, como si unos dedos que le apretaban el cuello se hubieransoltadoderepente.Diounospasosporlasgrandeslosasdepiedradesnudaquepavimentabanelamplioespacioabierto.Delantedeél,unoal ladodelotro,seencontrabanNuevededos yBayaz asomados a un pretil que les llegaba por lacintura,ymásallá...

Se desplegaba una impresionante vista de Agriont. Un mosaico de murosblancos,detejadosgrises,deventanasresplandecientes,deverdesjardines.NoestabannimuchomenosenlacúspidedelaCasadelCreador,sóloenunodelostejadosmás bajos, encima de la entrada, pero aun así la altura era de vértigo.JezalreconocióeldestartaladoedificiodelaUniversidad,labrillantecúpuladelaRotondade losLores, lamolecompactadelPabellónde losInterrogatorios.TambiénseveíalaPlazadelosMariscales,conuncuencodegradasdemaderaentre los edificios. Incluso le pareció distinguir en su centro el minúsculoresplandor amarillo del círculo de esgrima.Más allá de la ciudadela, lamasagrisáceadelaciudad,ceñidaporsusblancasmurallasyporelcentelleantefoso,seextendíabajouncieloencapotadohastalaorilladelmar.

Jezalreíaconunamezcladeincredulidadyplacer.Comparadoconaquello,laTorredelasCadenaseraunamíseraescalerademano.Seencontrabatanporencimadelrestodelmundoqueleparecíacomositodoestuvierainmóvil,comosieltiemposehubieradetenido.Sesentíaunauténticorey.Nadie,desdehacíacentenares de años, había contemplado aquella vista. Se sentía un serdescomunal,grandioso,infinitamentemásimportantequelasdiminutaspersonasquedebíandehabitarytrabajarenlospequeñosedificiosqueseveíanallíabajo.SevolvióymiróaGlokta,peroeltullidonosonreía.Dehecho,seleveíamáspálidoquenunca.Contemplabalaciudaddejugueteconunamiradatorvaysuojoizquierdopalpitabanervioso.

—¿Leasustanlasalturas?—dijoentrerisasJezal.Gloktavolvióhaciaélsurostrolívido.—Nohabíaescalones. ¡Hemos llegadohastaaquísin tenerquesubirniun

soloescalón!—lasonrisacomenzóaborrarsedelsemblantedeJezal—.Niunsoloescalón,¿loentiende?¿Cómoesposible?¿Cómo?¡Dígamelo!

Jezal tragó saliva mientras repasaba mentalmente el trayecto que habíanrecorrido. El tullido tenía razón.Ni escalones ni rampas, en ningúnmomentohabíansubidonibajado.Y,sinembargo,ahoraseencontrabanmuyporencima

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delatorremásaltadeAgriont.Volvíaasentirnáuseas.Lavistaahoraleparecíamareante, repulsiva, obscena. Se apartó del pretil con paso tambaleante. Loúnicoquedeseabaeravolveracasa.

—Leseguíenmediodelaoscuridad,yosolo,yaquímismomeenfrentéaél.Sí, aquí estaba Kanedias, el Maestro Creador. Aquí luchamos. Fuego, acero,carne.Aquímismoestábamos.ArrojóaTolomeialvacíoantemispropiosojos.Lovi,peronopudehacernadaparaimpedirlo.Supropiahija.¿Seloimaginan?Nadiese lomerecíamenosqueella.Jamásexistióunespíritumásinocente—Logenfruncióelceño.Lefaltabanlaspalabras.

—Aquíluchamos,sí—mascullóBayazapretandosusgruesospuñoscontrala piedra desnuda del pretil—.Yo le lanzaba zarpazos de fuego, de acero, decarne,yélmelosdevolvía.Porfinconseguíarrojarlealvacío.Cayóenvueltoenllamasyseestrellócontraelpuente.AsífuecómoelúltimodeloshijosdeEuzabandonóestemundo,llevándoseparasiempreconsigomuchosdesussecretos.Noquedóningunodeloscuatrohermanos,sedestruyeronentresí.Quéabsurdo.

BayazmiróaLogen.—Pero, bueno, todo eso ocurrió hace mucho tiempo, ¿eh, amigo? Hace

muchotiempo—luegohinchóloscarrillosyencogióloshombros—.Vámonosyadeaquí.Estelugarseparecedemasiadoaunatumba.Dehecho,esoesloquees.Volvamosasellarlounavezmás, juntocon todossus recuerdos.Todoestoperteneceyaalpasado.

—Hummm—musitó Logen—. Mi padre solía decir que las semillas delpasadodansusfrutosenelpresente.

—Yasíes—Bayazestiró lentamenteunamanoydeslizósusdedospor lafríasuperficiedelmetaloscurodelacajaqueLogenteníasujeta—.Asíes.Supadreeraunhombresabio.

LapiernadeGloktaardíayunríodefuegolerecorríalacolumnadesdeeltraserohastaelcráneo.Teníalabocamássecaqueelserrín,lacarasudorosaypalpitante,ylanarizlesilbabaalrespirar,pero,apesardetodo,siguióadelanteen medio de la oscuridad, alejándose del inmenso vestíbulo donde seencontraban el orbe negro y el extraño artilugio, hasta que por fin llegó a lapuertaabierta.Alaluz.

Allí, junto al arranquedel angostopuentequehabíadelantede la estrechapuerta,sequedóquieto,conlacabezaechadahaciaatrásylamanotemblando

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sobre el mango del bastón, parpadeando, frotándose los ojos, tragandobocanadas de aire fresco, disfrutando de la gozosa caricia de la brisa.¿Quiénhubierapensadoqueelvientopudieraseralgotandelicioso?Quizáshayasidomejorquenohubieraescaleras.Sillegaahaberlasalomejornosalgonuncadeahí.

Lutharibayaporlamitaddelpuenteyavanzabaatodavelocidad,comosiun demonio le pisara los talones. Nuevededos le seguía de cerca, respirandoentrecortadamente y farfullandouna y otra vez unas palabras en la lengua delNorte —«Sigo vivo», le pareció entender a Glokta—. Sus gruesas manosapretabanconfuerzalacajacuadradademetalylostendonessedestacabanensus brazos como si la caja aquella fuera tan pesada como un yunque. Segúnparece, el propósito de esta excursión no se limitaba a hacer una pequeñademostración. ¿Qué es lo que han sacado de ese lugar? ¿Qué puede pesartanto?Volviólavistahacialaoscuridadquehabíadejadoatrásyseestremeció.Noestabamuysegurodequereraveriguarlo.

Caminandotranquilamente,consuhabitualexpresióndesuficiencia,Bayazaparecióporelpasadizoysalióalairelibre.

—Bueno, Inquisidor —preguntó en tono jovial—, ¿qué le ha parecidonuestrapequeñavisitaalaCasadelCreador?

Unaextraña,enrevesadayhorrendapesadilla.Noestoymuysegurodesinohubiera preferido regresar durante un par de horas a las mazmorras delEmperador.

—Unabuenaformadeemplearlamañana—respondióconbrusquedad.—Mealegromuchodequelehayaresultadoamena—dijoentrerisasBayaz,

mientras se sacaba de debajo de la camisa la varilla demetal oscuro—.Pero,dígame, ¿todavía piensa que soy un farsante? ¿O al fin se han disipado sussospechas?

Gloktadirigióunamiradatorvaalallave.Luegoalanciano.Yfinalmentealaabrumadoraoscuridadde laCasadelCreador.Missospechascrecenacadaminutoquepasa.Nosedisipanjamás.Sólocambiandeforma.

—Paraserlehonesto,noséquépensar.—Estupendo.Reconocerlapropiaignoranciaeselprimerpasohacialaluz.

Pero,entreustedyyo,creoquedeberíadepensaralgunaotracosaparacuandotenga que hablar con el Archilector —Glokta sintió una palpitación en un

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párpado—. En fin, Inquisidor, qué tal si empieza a cruzar, ¿eh? Yo ya voy acerrar.

La caída hasta las frías aguas de abajo ya no le parecía tan temible comoantes.Simecayera,almenosmoriríaacieloabierto.DurantetodoelrecorridoGloktasólomiróparaatráscuandooyóunleveclic: laspuertasdelaCasadelCreador habían vuelto a cerrarse, los círculos habían regresado a su posiciónoriginal.Todo vuelve a estar como al principio. Giró su dolorida espalda, sechupó las encías al sentir cómo regresaban las viejas náuseas de siempre y,soltandounamaldición,reemprendiósurenqueantemarchaporelpuente.

Luthar se encontraba al otro extremo aporreando con desesperación elvetustoportillo.

—¡Ábranos!CuandoGlokta llegóasualtura,su tonodevozrozabaelpánicoyparecía

hallarsealbordedelaslágrimas.—¡Ábranos!El portillo osciló un poco y finalmente se abrió. El Guardián les miraba

desdeelotroladoconcaradeasombro.Unalástima.Apuestoloqueseaaqueelcapitán Luthar estaba a punto de romper a llorar. El orgulloso vencedor delCertamen,elmásbravodelosjóveneshijosdelaUnión,laflordelavirilidad,lloriqueandoderodillas.Unavisióncomoésahubierabastadoparahacerqueestamalditaexcursiónvalieralapena.Lutharcruzó lapuertacomounrayoyNuevededos,congestoserio,lesiguiórodeandoconlosbrazoslacajademetal.

ElGuardiánentrecerrólosojosymiróaGlokta,queseacercabarenqueandoalapuerta.

—¿Cómoesquehanvueltotanpronto?Viejoimbécil.—¿Pronto?¿Quéquieredecir?—Nimehadadotiempoaacabarmeloshuevosfritos.Hanestadoahímenos

demediahora.Gloktasoltóunatétricacarcajada.—Mediodía,querrádecir—peroalmirarhaciaelpatio,seletorcióelgesto.

Las sombras se encontraban prácticamente en la misma posición que cuandoentraron. Todavía estamos en las primeras horas de la mañana, ¿cómo esposible?

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—Enciertaocasión elCreadormedijoque el tiempono eramásqueunapercepciónmental—Gloktahizoungestodedoloralgirarlacabeza.Bayazlehabíaalcanzadoyseencontrabadetrásdeéldándosegolpecitosenlacalvaconuno de sus gruesos dedos—. Podría ser peor, créame. Lo verdaderamentepreocupanteeshabersalidosinllegaraentrar—sonrió,ysusojos, iluminadospor la luzqueveníade lapuerta, lanzaronundestello.¿Sehace el tonto?¿Otratadehacerqueyo loparezca?Seacomosea,estos jueguecitosempiezanacargarme.

—¿Por qué no se deja de acertijos y me dice de una vez qué es lo quepretende?—leespetóGlokta.

LasonrisadelPrimerodelosMagos,siesqueloera,seensanchó.—Megustausted,Inquisidor.Deveras.Nomesorprenderíaquefuerausted

elúnicohombrehonestoquequedaenestemalditopaís.Llegadoelmomento,usted y yo deberíamos tener una pequeña charla. Una charla sobre lo que yopretendoysobreloqueustedpretende—lasonrisaseleborródelacara—.Peronohoy.

Y, dicho aquello, traspasó el umbral, dejando a Glokta solo entre lassombras.

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Comoaunperro

—¿Porquéamí?—dijoWestentredientesmientrasmirabaendirecciónalaPuertadelSur,quesealzabaalotroladodelpuente.Latonteríaaquelladelosmuelleslehabíallevadomásdeloesperado,muchomás.Claroqueúltimamente¿había algoqueno llevaramásde lo esperado?Aveces tenía la impresióndequeeralaúnicapersonaenlaUniónqueseestabapreparandoenserioparalaguerra,yqueencimateníaqueocuparsedetodoslosdetalles,inclusodecontarlos clavos que se necesitaban para las herraduras de los caballos. Iba a llegartardealareuniónconelMariscalBurr,ysabíaque,dadalahoraqueera,habríaun centenar de cosas que ya no le daría tiempo a hacer ese día. Siemprequedaban cosas por hacer. Lo último que le faltaba era verse retenido en lasmismaspuertasdeAgriontdebidoaunabsurdoincidente.

—¿Por qué me tiene que tocar siempre a mí? —La cabeza empezaba adolerledenuevo.Ahíestabaotravezesadichosapalpitaciónquesentíadetrásdelosojos.Cadavezleveníaantesyacababapeor.

Enatenciónalcalorquehabíaestadohaciendodurante losúltimosdías,sehabía permitido que los soldados hicieran la guardia sin llevar la armadura alcompleto.West tenía la impresióndequealmenosdosdeellos teníanbuenosmotivosparalamentarlo.Unoestabadobladoenelsuelo,conlasmanosentrelaspiernas,gimiendoruidosamente.Agachadojuntoaél,seencontrabasusargento;unchorrodesangrelemanabadelanarizycaíaformandounasgotasdecolorrojooscuroquetamborileabansobrelaslosasdelpuente.Losotrosdossoldadostenían las lanzas bajadas: sus hojas apuntaban a un escuálido joven de pielmorena. Cerca había otro sureño, un viejo de melena gris, que permanecía

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apoyado contra la barandilla contemplando la escena con una expresión dehondaresignación.

Depronto,eljovenlanzóunamiradafurtivaporencimadelhombro,yWestsellevóunamonumentalsorpresa.Eraunamujer:supelonegro,bastantecorto,formaba un revoltijo de pinchos grasientos. Una de las mangas de su camisaestaba rota a la altura del hombro, dejando al descubierto un brazomoreno ynervudo, acabado en un puño que apretaba con fuerza elmango de una dagacurva.Lahojarelucíacomounespejoyteníaunfilomortífero;eralaúnicacosalimpiaqueteníaaquellamujer.Unafinacicatrizgrisqueteníaenelladoderechodelacaraseextendíadesdeunadesuscejasnegrashastasuslabiosfruncidos.PeroloquemássorprendióaWestfueronsusojos:rasgados,contraídosenungesto de profunda hostilidad y desconfianza, amarillos. Cuando estuvocombatiendo en Gurkhul durante la guerra, tuvo ocasión de ver todo tipo deKantics, pero era la primera vez que veía unos ojos como ésos. Aquel coloramarillodorado,intensoycálido,recordabaunpocoaldel...

Orina.Alacercarseunpocomás,comprobóquetambiénolíaaeso.Aquellamujerolía aorina, a suciedad, a sudor rancio.Eraunolorque recordabamuybien de cuando la guerra, el característico hedor de los hombres que llevanmucho tiempo sin lavarse. West avanzaba hacia ella tratando de refrenar elimpulso de arrugar la nariz y respirar por la boca o la tentación de trazar unampliocírculoparamantenerselomásalejadoposibledelarefulgentehojadeladaga.Cuandose tratadedesbarataruna situaciónpeligrosaes fundamentalnomostrarque se tienemiedo,pormuchoque se tenga.Supropiaexperiencia lehabíaenseñadoquequienconsigueaparentarquetodoestábajocontrol,yatienerecorridolamitaddelcamino.

—¿Qué demonios pasa aquí? —gruñó dirigiéndose al sargento del rostroensangrentado.Nolehizofaltafingirsuenojo;acadasegundoquepasabaselehacíamástardeysuenfadocrecíaproporcionalmente.

—¡EstospordioserosqueríanentrarenAgriont,señor!¡Leshe impedidoelpaso,señor,peroalparecertienenunascartas!

—¿Unascartas?ElancianodeaspectoextrañodiounapalmadaaWestenelhombroyluego

leentregóunpliegoconlosbordesuntantosucios.Conformeloleía,elceñodeWestseibaacentuando.

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—Esun salvoconducto firmadopor elpropioLordHoff.Hayquedejarlospasar.

—¡Peronoarmados,señor!¡Yalesdijequenopodíanpasarconlasarmas!—elsargentoalzólasmanos:enunateníaunextrañoarcodemaderaoscurayenla otra una espada curva del tipo que solían emplear los gurkos—. Bastantetrabajonoscostóyaarrebatarleesto,y, luego,cuando tratédecachearla... estaperragurka...—Ferrosoltóunbufidoyselanzóunpasoadelante;elsargentoylosdosguardias,alarmados,retrocedieronenformacióncerradaarrastrandolospies.

—Calma,Ferro—suspiróelancianoenlenguakantic—.PoramordeDios,cálmate—ellaescupióenlaslosasdelpuente,soltóunamaldición,queWestnoconsiguió comprender, ymovió la dagade atrás a delante para dar a entenderquesabíacómousarlayqueestabadispuestaahacerlo.

—¿Porquéamí?—dijoWestentredientes.Estabaclaroquenoibaapoderhacer nada hasta dejar aquel asunto resuelto.Como si no tuviera ya bastantespreocupaciones.Respiróhondoehizotodoloposibleporponerseenellugardeaquellamujerapestosa:unaextranjera,rodeadadetiposdeaspectoextrañoquehablabanenunalenguaquenocomprendía,quelaapuntabanconsuslanzasyquetratabandecachearla.Noleextrañaríanadaqueeneseprecisomomentoellaestuvierapensandoqueeraélquienapestaba.Seguramentenoeratanpeligrosa,lo que pasaba es que estaba desorientada y asustada.Aunque, a decir verdad,teníatodalapintadeserpeligrosaynoparecíaestarenabsolutoasustada.

El anciano parecía, conmucho, elmás razonable de los dos, así queWestoptópordirigirseaélenprimerlugar:

—¿SonustedesdeGurkhul?—preguntóenmalkantic.ElviejovolviósusojosfatigadoshaciaWest.—No.EnelSurhaymáspueblosapartedelosgurkos.—¿DeKadirentonces?¿DeTaurish?—¿ConoceelSur?—Unpoco.Luchéahíenlaguerra.Elancianovolvióbruscamente lacabezahacia lamujer,que losobservaba

condesconfianzaconsusojosamarillos.—EllavienedeunlugarllamadoMuntaz.—Nuncaheoídohablardeél.

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—Noesdeextrañar—elancianoencogiósushuesudoshombros—.Esunpequeño país, está en la costa, bastante al este de Shaffa, al otro lado de lasmontañas.Losgurkosloconquistaronhaceyaalgunosaños.Dispersaronaunapartedesushabitantesyalrestolostomaroncomoesclavos.Alparecer,desdeentoncesestádeunhumordeperros—lamujerleslanzóunamiradaasesinasinquitarojoalossoldados.

—¿Yusted?—Oh,yovengodeunlugartodavíamásalsur,másalládeKanta,másallá

deldesierto,inclusomásalládelCírculodelMundo.Mitierranatalnoapareceensusmapas,amigo.MellamoYulwei—yletendióunamano,oscura,larga.

—Collem West —Ferro los miró con recelo mientras se estrechaban lasmanos.

—¡ÉstesellamaWest!¡Yluchócontralosgurkos!¿Haráesoqueconfíesenél?—Ajuzgarporsu tonodevoz,Yulweino teníamuchasesperanzasdequefueraasí,y,dehecho,lamujerseguíaconloshombrostanencorvadosytensoscomoantes,y tampocodaba la impresióndequehubieradisminuido la fuerzacon que empuñaba su daga. En ese momento, uno de los soldados tuvo laperegrinaideadeadelantarseunpasoyagitarsulanzaenelaire.Lamujersoltóun gruñido, volvió a escupir y luego profirió una retahíla de insultosininteligibles.

—¡Yaestábien!¡Levantenesasmalditaslanzas!—seoyóWestasímismogritándolealosguardias.Lossoldados,sorprendidos,lemiraronparpadeando,yWest tratóde recuperarelcontroldesuvoz—Nomeparecequeestoseaunainvasiónagranescala,¡Levántenlas!

Laspuntasdelaslanzasseapartaronconrenuenciadelamujer.Westavanzóhacia ella con paso firme,mirándola a los ojos y haciendo acopio de toda laautoridaddequeeracapaz.Quenoparezcaque tienesmiedo,sedijoparasusadentros,aunquesucorazónlatíaatodavelocidad.Estiróunbrazoconlamanoabiertayseacercóhastacasitocarla.

—Dameesecuchillo—dijocon firmezaensupésimokantic—.Por favor.Noseteharáningúndaño,tienesmipalabra.

Ellaclavóenélsusojosamarillos,despuésmiróalosguardiasdelaslanzasy luego volvió a mirarle a él. Se lo estaba tomando con mucha calma.Westpermanecía inmóvil, con la boca reseca y la cabeza a punto de estallarle,

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pensandoen lo tardequeera,sudandoamaresbajosuuniformey tratandodeignorarlapestequedesprendíalamujer.Eltiempoibapasando.

—¡PorlosdientesdeDios,Ferro!—soltódeprontoelanciano—.¡Yaestoymuy viejo! ¡Compadécete de mí! ¡Puede que no me quedenmuchos años devida!¡Entrégaleelcuchilloaesehombreantesdequememuera!

—Chisss —siseó ella frunciendo la boca. Durante un instante eterno,mareante, el cuchillo permaneció en el aire, luego aterrizó sobre la palma delcomandanteporel ladode laempuñadura.Westsepermitióexpresarsualiviodando un trago con su boca reseca. Hasta el último momento había estadoconvencidodequeelcuchillovendríadelladodelfilo.

—Gracias—dijo con una calma que no se correspondía con su verdaderoestado de ánimo. Luego entregó el cuchillo al sargento—. Ponga las armas abuen recaudo y escolte a nuestros huéspedes a Agriont. Si le pasa algo acualquiera de ellos, en especial a la mujer, le haré a usted responsable,¿entendido?—Dichoaquello,lelanzóunamiradafulminantey,actoseguido,seapresuróaatravesarlapuertayaentrarenelpasadizoantesdequevolvieranatorcerse las cosas, desentendiéndose del anciano y de la mujer apestosa. Lacabezaleretumbabatodavíamásqueantes.Mierda,selehabíahechotardísimo.

—¿Porquédemoniosmetienequetocarsiempreamí?—refunfuñó.—Lo siento pero la armería ya está cerrada por hoy—dijo con desdén el

comandanteVallimirmirandoaWestporencimadelanariz,comosisucolegafueraunpordioseroquelemendigaraunasmonedas—.Hemoscubiertoelcupoantesdeloprevistoyestasemanayanosevolveránaencenderlasfraguas.Talvez si hubiera llegado a tiempo...—elmartilleoque resonaba en la cabezadeWestcadavezibaapeor.Seforzóarespirardeformamásreposadayahablarsin levantar lavoz.No leserviríadenadaperder losestribos.Nuncaservíadenada.

—Locomprendo,comandante,peronoolvidequeestamosenguerra—dijopacientementeWest—.MuchasdelaslevasquehemosrecibidoapenasdisponendearmasyelLordMariscalBurrhasolicitadoqueseenciendanlasfraguasparaqueselespuedadotardeunequipoadecuado.

No era del todo cierto, pero desde que había entrado a formar parte delestado mayor del Mariscal había optado por no contar nunca toda la verdad.Haciéndolo, no se llegaba a ninguna parte.Recurría a unamezcla de halagos,

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bravatas y flagrantes mentiras, salpicadas de humildes súplicas o veladasamenazas.Aesasalturasyaeraunauténticoexpertoalahoradeevaluarcuáleralaestrategiamásadecuadaacadacaso.

Pordesgracia,aúnnole tenía tomadalamedidaalcomandanteVallimir,elSuperintendente de las Armerías Reales. El hecho de que tuvieran la mismagraduación no hacía sino complicar aún más las cosas: no podía tratar deavasallarle,perotampocopodíarebajarseasuplicarle.

Peoraún,desdeunpuntodevistasocial,erantodomenosiguales.Vallimireraunmiembrode laviejanobleza,pertenecíaaun linajemuypoderosoy suarroganciano conocía límites.Comparado con él, Jezal danLutharparecíauntipohumildeydesinteresado,ysuabsolutafaltadeexperienciaenelcampodebatalla sólo servíaparaempeorar lascosas:paracontrarrestarlo secomportabade una formadoblemente estúpida. Pese a que las órdenes deWest emanabandirectamentedelMariscalBurr,recibíanlamismaconsideraciónquesivinierandeunporquero.

Aqueldíanoeraunaexcepción.—Elcupodeestemesyaestácubierto,comandanteWest—Vallimirse las

habíaarregladoparapronunciarsunombreconuninconfundibletonodedesdén—,asíquelasfraguasestáncerradas.Asísonlascosas.

—¿NopretenderáquelevayaconesoalLordMariscal?—Elarmamentodelaslevasesresponsabilidaddelosloresquelasreclutan.

Yonotengolaculpadequeellosnocumplanconsusobligaciones—recitóconretintín—.Simplemente,noesproblemanuestro,comandanteWest,dígaseloasíalLordMariscal.

Siemprelomismo.Sepasabaeldíaenteroyendodeunladoparaotro:delasoficinasdeBurralosdistintosdepartamentosdeintendencia,alosjefesdelascompañías, de los batallones, de los regimientos; a los almacenes que habíarepartidos por Agriont y por la ciudad; a las armerías, los cuarteles y losestablos;alosmuellesdondedentrodeunospocosdíasempezaríanaembarcarlossoldadosysusequipos;aotrosinnumerablesdepartamentos,y,luego,vueltaa empezar tras haber recorridodecenasdekilómetros sin apenashaber sacadonadaenlimpio.Todaslasnochescaíaexhaustoenlacamayalaspocashorasvolvíaaestarenpieyteníaqueempezardenuevo.

Sumisióncomojefedeunbatallónconsistíaenenfrentarsealenemigocon

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elacerodesnudo.Comooficialdeestadomayor,encambio,sumisiónparecíaconsistirenenfrentarseconlosdesupropiobandoarmadosimplementeconunfajo de papeles;más que un soldado parecía un burócrata. Se sentía como unhombrequetrataradesubirunapiedragigantescaporunacolina.Pormásqueempujaba, nunca llegaba a ninguna parte, pero no podía dejar de hacerlo portemoraquelarocaleaplastara.Y,entretanto,unosarroganteshijosdeputaquecorríantantopeligrocomoélharaganeabanenlasladerasyledecían:«Amínomemires,queesarocanoesmía».

AhoracomprendíaporquédurantelaguerradeGurkhulhubovecesenquefaltó comida para los hombres, o ropas, o carromatos para transportar lossuministros, o caballos para tirar de los carromatos, o muchas otras cosasigualmenteimportantescuyanecesidadhabríasidomuyfácildeprever.

Noestabadispuestoaqueundescuidosuyodieralugaraunasituacióncomoaquéllas.Ymenos aún a vermorir a sus hombres por carecer del armamentoadecuado.Denuevotratódesosegarse,perocadavezledolíamáslacabezaysuvozcomenzabaaquebrarsedebidoalesfuerzoqueestabahaciendo.

—¿YsinosquedamosempantanadosenAnglandal frentedeunamultituddecampesinos inermesydesarrapados,quéharemosentonces,eh,comandanteVallimir? ¿De quién será el problema? ¡Suyo no, desde luego! ¡Usted seguiráaquítantranquiloencompañíadesusfraguasfrías!

Nadamásdecirlo,Westsediocuentadequesehabíapasado:eltipoaquelsehabíaerizadoliteralmente.

—¡Cómo se atreve, señor! ¿Está poniendo en entredichomi honor? ¡SepaquenuevegeneracionesdemifamiliahanservidoenlaGuardiaReal!

Westsefrotólosojos.Nosabíasireírollorar.—Lepuedoasegurarqueenningúnmomentohepretendidoponerenduda

suvalor—tratódeponerseenellugardeVallimir.Alfinyalcabo,nosabíaaqué tipo de presiones estaría sometido aquel hombre: probablemente habríapreferidotenersoldadosbajosumandoenvezdeherreros,probablemente...erainútil.Aqueltiponoeramásqueuncabrón,nolosoportaba—.Loqueaquíestáenjuegonoessuhonornieldesufamilia.¡Deloquesetrataesdesiestamospreparadosonoparaentrarenguerra!

UnaexpresiónglacialasomóalosojosdeVallimir.—¿Con quién se cree usted que está hablando, maldito plebeyo? Toda su

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autoridadse ladebeaBurr,quenoesmásqueunpalurdoprovincianoquehaalcanzado su rango por una simple cuestión de suerte —West pestañeó conincredulidad.Dabaporsentadoquelagentemurmuraríaasusespaldas,peroqueselodijeranalacaraeracosabiendistinta—.¿QuéserádeustedcuandoyanoestéBurr?¿Eh?¿Dóndeestaríaustedsinolotuvieraaélparaescondersedetrás?¡Notieneustedsangre,nifamilia!—LoslabiosdeVallimirseretorcieronenungestodegélidodesdén—.Apartedeesahermanasuya,queporloqueheoído...

Casisindarsecuenta,Westseabalanzóhaciaél.—¿Cómo? —rugió—. ¿Qué ha dicho? —Su expresión debía de ser

verdaderamenteferoz:latezdeVallimirhabíaperdidotodosucolor.—Bueno,esto,yo...—¿CreeustedquenecesitoaBurrparaquemesaquelascastañasdelfuego,

malditogusanocobarde?—Antesdequetuvieratiempodedarsecuenta,habíavuelto a avanzar, yVallimir, tambaleándose, retrocedía de lado hacia la paredconelbrazoenaltoparaprotegersedelesperadogolpe.Peroeralomínimoquepodía hacerWest si noquería que susmanos agarraran a aquel gilipollas y lozarandearan hasta reventarle la cabeza. Su cráneo parecía estar a punto deestallar.Lapresióneratanfuertequetemíaquelosojosselefueranasaltardelacara.Tomólentamenteairepor lanarizyapretó lospuñoshastahacersedaño.La furia fue remitiendo hasta encontrarse por debajo del punto en queamenazabacondominarleporcompleto.Ahorayanoeramásqueunaespeciedepalpitaciónqueselehabíaquedadoagarradaalpecho.

—Si tiene algo que decir de mi hermana, dígalo de una vez —susurrómientrasdejabacaersumanoizquierdasobrelaempuñaduradesuespada—.Ypodemosarreglarelasuntofueradelosmurosdelaciudad.

ElcomandanteVallimirreculóunpasomás:—Noheoídonada—susurró—,absolutamentenada.—Absolutamentenada—Westlanzóunaúltimamiradaalpálidosemblante

deVallimiryluegoseseparódeél—.Bien,yahora,¿seríatanamabledeabrirlasfraguas?Tenemosmuchotrabajopendiente.

Vallimirparpadeóunosinstantes:—Desdeluego.Ahoramismolasenciendo.Westsevolviósobresustalonesysealejó,convencidodequeeltipoaquel

le estaría lanzando unamirada asesina, convencido de que lo único que había

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conseguidoeraqueunasituaciónyadeporsímalaempeoraraaúnmás.Sehabíaganadootroenemigodealtaalcurnia.Perolopeordetodoeraqueeltipoteníarazón. No era nadie sin Burr. No tenía familia, aparte de esa hermana suya.Malditasea,leibaaestallarlacabeza.

—¿Porquéamí?—sedijo—.¿Porqué?Aún le quedabanmuchas cosas por hacer, suficientes para ocuparle el día

entero,peroWestnopodíamás.Ledolía tanto la cabezaquecasi se le iba lavista.Teníaquetumbarseaoscurasconunpañohúmedoenlafrenteduranteunahoraalmenos,aunquesólofueraduranteunminuto.Apretólosdientesyhurgóen el bolsillo buscando la llave,mientras se cubría con la otramano sus ojosdoloridos.Depronto,desdeelotroladodelapuerta, lellegóunruido.Ellevetintineodeuncristal.Ardee.

—No—sedijoenunsusurro—.¡Ahorano!¿Porquédemoniosselehabíaocurridodejarleunallave?Lanzandomaldicionesenvozbaja,alzóelpuñoparallamaralapuerta.Llamandoasupropiapuerta,aesohabíallegado.Supuñonollegó a alcanzar la madera. Una imagen sumamente desagradable habíacomenzadoaformarseenalgúnrincóndesumente:ArdeeyJezal,desnudosysudorosos, revolcándose sobre la alfombra. Se apresuró ameter su llave en lacerradurayabriólapuerta.

Ardee estaba de pie junto a la ventana, sola, y, para gran alivio suyo,completamentevestida.Menosgracia lehizoverque teníaeldecantadoren lamanoyqueseestaballenandoarebosarunacopa.Alverleentrarbruscamente,alzósorprendidaunaceja.

—Ah,erestú.—¿Quién demonios querías que fuera?—le espetóWest—.Estos sonmis

aposentos,¿no?—Vaya, parece que hay alguien que no está de muy buen humor esta

mañana.—Unpocodevinosederramódesdeelbordede lacopaycayóa lamesa.Ardee lo limpió con lamano, se chupó los dedos y luego dio un buentrago a la copa para asegurarse de que no volvía a pasar. Cada uno de susmovimientosirritabaprofundamenteaWest.

Hizounamuecadedisgustoycerrólapuertadeunempujón.—¿Esnecesarioquebebastanto?—Tengoentendidoquelasseñoritasdebentenerunpasatiempoprovechoso.

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—Hablabaconsutonodespreocupadodesiempre,pero,apesardesudolordecabeza,Westsediocuentadequeahípasabaalgoraro.Desdequeentró,Ardeehabíaestadolanzandomiradasfurtivasalamesayahora,depronto,comenzóaavanzarhaciaella.Westseleadelantóyagarróunpapelquehabíaencima.Teníaalgoescrito,unasolalínea.

—¿Quéesesto?—¡Nada!¡Dámelo!Lamantuvoadistanciaconunamanoyloleyó:

Mañanaporlanocheenelsitiodesiempre.A.UndolorosohormigueorecorriólapieldeWest.—¿Nada?¿Nada?—Agitólanotadelantedelacaradesuhermana.Ardee

sacudiómínimamente la cabeza, como espantando unamosca, y luego se diomediavuelta, sindecir palabra, pero sorbiendo ruidosamentede la copa.Westapretólosdientes.

—EsparaLuthar,¿no?—Yonohedichoeso.—Nifaltaquehace.—Elpapelquedóreducidoaunaminúsculabolitaentre

susnudillos.Contodoslosmúsculospalpitandoporlatensión,hizoademándevolverse hacia la puerta. Era lo mínimo que podía hacer si no quería salirdisparado a estrangular a aquel maldito cabrón. No obstante, logró pararse apensarunmomento.

EldesagradecidodeJezallehabíafallado.Claroquetampocoeracomoparasorprenderse:esejovenzueloeraunpatán.Quienguardaelvinoenunabolsadepapel no debe llevarse un berrinche si se escurre fuera.Además, no era Jezalquien estaba escribiendo cartas. ¿Qué ganaría aplastándole el pescuezo? Aúnseguiríanquedandomuchosjóvenesdescerebradossueltosporelmundo.

—¿Adóndecreesquevaairaparartodoesto,Ardee?Ardee se sentó en el bancoy le dirigióunamiradaglaciar por encimadel

bordedelacopa.—¿Adóndecreoquevaairapararelqué,hermano?—¡Notehagaslatonta!—Somosunafamilia,¿no?¿Nopodemoshablaralasclaras?¡Sitienesalgo

quedecirme,suéltalodeunavez!¿Adóndecreestúquevaairaparar?

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—¡Yaquemelopreguntas,creoquevaa iraparara lamierda!—aunquecongrandificultad,consiguióbajarsutonodevoz—.EsteasuntodeLutharyaha ido demasiado lejos. ¿Cartas? ¿Cartas? ¡Se lo advertí, pero al parecer elproblemanoeraél!¿Enquéestáspensando?¿Estáspensandoalmenos?¡Estotienequepararantesdequelagenteempieceamurmurar!—sentíaenelpechouna opresión sofocante, respiró hondo, pero su voz volvió a brotar como unestallido—.¡Peroquédigo,yaestánmurmurando!¡Vayasiloestán!¡Estotienequeacabarsedeinmediato!¿Meoyes?

—Teoigo,pero¿aquién le importa loquepiense lagente?—dijoen tonodespreocupado.

—¡Amímeimporta!—casihabíachillado—.¿Tienesideadelomuchoquehe tenido que esforzarme? ¿Me tomas por tonto? ¡Sabes muy bien lo quepretendes,Ardee!—ungestohoscocomenzabaaasomarenelsemblantedesuhermana, pero él siguió adelante—. ¡Ni que fuera la primera vez! ¿Hace faltaqueterecuerdequenohastenidodemasiadasuerteconloshombres?

—¡Con los hombres de mi familia desde luego que no! —ahora estabasentada muy erguida y su rostro estaba contraído en un gesto de rabia—. Yademás, ¿quédemonios sabes túdemi suerte? ¡Apenashemoshabladoen losúltimosdiezaños!

—¡Ahoraestamoshablando!—gritóWestmientrasarrojabaalsueloeltrozoarrugadodepapel—.¿Haspensadoenlasconsecuencias?¿Quépasarásialfinalleconsigues?¿Haspensadoeneso?¿Creesquesufamiliasequedaráencantadacuando conozca a la ruborosanovia? ¡Con suerte no te dirigirán la palabra entodatuvida!¡Esosinoosrepudianalosdos!—Luegoseñalólapuertaconundedo—:¿Esquenotehasdadocuentadequenoesmásqueuncerdovanoyarrogante?¡Todossoniguales!¿Cómocreesqueselasarreglaríasinsugenerosaasignación?¿Sinamigosenlasaltasesferas?¡Nosabríanipordóndeempezar!¿Cómopodríaisserfelicesasí?—Lacabezaestabaapuntodeestallarle,perodetodas formas siguió despotricando—: ¿Y qué pasará si, como es mucho másprobable,noloconsigues?¿Quépasará,eh?¡Tehabrásarruinadolavida!¿Haspensadoeneso?¡Yaestuvoapuntodepasarteunavez!¡Yluegodicenque túeres la lista de la familia! ¡Te estás convirtiendo en el hazmerreír de todo elmundo!—Lairacasileasfixiaba—:¡Vasaconseguirquelosdosloseamos!

Ardeedejóescaparungritoahogado.

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—¡Ahoraloentiendo!—dijosoltandocasiunchillido—.Loquemepasenoteimporta,perosiesoponetureputaciónenpeligro...

—¡Maldita estúpida! —el decantador voló por los aires. Se hizo añicoscontralaparedcercadelacabezadeArdeeydejóelenlucidoperdidodevino—.¿Porquénoescuchasloquetedigo?

Unsegundodespuésseencontrabaalotroladodelahabitación.DuranteuninstanteunaexpresióndesorpresaasomóalsemblantedeArdee, luegoseoyóunruidoseco:elpuñodeWestlehabíadadoenlacara.Susmanoslaagarraronantesdequecayeraalsuelo,laalzarondeuntirónyluegolalanzaroncontralapared.

—¡Vas a arruinarnos la vida a los dos!—La cabeza de Ardee se golpeócontraelyeso:unavez,dosveces, tresveces.Unamano la teníaagarradadelcuello.Westenseñabalosdientes.Sucuerpolaaplastócontralapared.Cuandolos dedos comenzaron a apretar, la garganta de Ardee dejó escapar una leveexhalación—.¡Egoísta...inútil...putademierda!

Elpelocolgabaenmarañadosobre lacaradeArdee.Westsóloalcanzabaaverunestrechotrozodepiel,unacomisuradellabio,unojooscuro.

El ojo le miraba fijamente. No expresaba dolor. Ni miedo. Estaba vacío,inerte,igualqueelojodeunmuerto.

Apretó.Seoyóotraexhalación.Volvióaapretar.Otravezmás...Con una violenta sacudida, West recobró el juicio. Sus dedos soltaron el

cuelloyretiróbruscamentelamano.Suhermanaestabaapoyadaenlapared.Laoíarespirar.Entrecortadamente.¿Oeraélquienrespirabaasí?Lacabezaleibaaestallar.Elojoseguíamirándole.

Nopodía ser real.Era imposible.Dentrodeun instante lapesadillahabríaterminado.Noeramásqueunsueño.Ardeeseapartóelpelodelacara.

Sutezestabapálidacomolacera.Desunarizmanabaunhilodesangrequeencontraste con su tez casi parecíanegro.Alrededordel cuello sedistinguíanunasmarcasrosáceas.Lasmarcasdeunosdedos.Lossuyos.Erareal.

Westsintióqueselerevolvíaelestómago.Abriólabocaperonoconsiguióemitirningúnsonido.Mirólasangrequehabíaenloslabiosdesuhermanaylediounaarcada.

—Ardee...—sesentía tanasqueado,quealpronunciar sunombreestuvoa

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puntodevomitar.Mientrassuvozseguíaborboteandopalabras,sentíalabilisenlapartedeatrásdelpaladar—.Losiento...losiento...¿Estásbien?

—He pasado por cosas peores—alzó lentamente una mano y se pasó lapuntadeundedoporloslabios.Lasangreseesparcióporsuboca.

—Ardee... —alargó hacia ella una mano, pero de inmediato la retiró,temerosodeloquepudierahacer—.Losiento.

—Tambiénéllosentía.¿Noteacuerdas?Primeronoscogíayluegolloraba.Siemprelosentía.Peronoporesodejabadevolverahacerlo.¿Lohasolvidado?

West sintió una náusea y tuvo que volver a reprimir un vómito. Si por lomenoshubierallorado,silehubierainsultado,silehubieradadodepuñetazos,habríasidomásfácildesoportar.Cualquiercosaerapreferibleaeso.Procurabanopensarnuncaenello,peronolohabíaolvidado.

—No—susurró—.Noloheolvidado.—¿Creesqueparócuandotefuiste?No,fueapeor.Sóloqueentoncestuve

queescondermeyosola.Soñabaconeldíaenquevolvieras, enquevolvieraspararescatarme.Perocuandoporfinviniste,apenastequedaste,lascosasentrenosotrosyanoerancomoantesytúnohicistenadaparacambiarlo.

—Ardee...Nosabíaque...—Claro que lo sabías, pero te largaste. Era más fácil no hacer nada.

Disimular.Y,déjameque tedigaunacosa, loentiendo,no te lo reprocho.Poraquel entonces me reconfortaba pensar que tú al menos habías conseguidoescapar.Eldíaenquemuriófueelmásfelizdemivida.

—Eranuestropadre...—Sí,claro.Debedesermimalasuerte.Mimalasuerteconloshombres.El

día de su entierro lloré como una buena hija. Lloré sin parar hasta que losasistentes al sepelio temieron que fuera a perder la razón. Luegome fui a lacamayaguardéaquetodosestuvierandormidos.Salídelacasasinhacerruido,regreséalatumba,estuveunratomirándolayluego...¡meorinéencimadeella!¡Melevantélasenaguas,mepuseencuclillasymeorinéencimadelapuñeteratumba! ¡Ymientras lo hacía., me decía a mí misma: nadie volverá a tratartenuncacomoaunperro!—selimpiólasangredelabocaconeldorsodelamano—. ¡Deberías haber visto lo contenta que estaba cuandomemandaste llamar!Leía una y otra vez tu carta. Todas mis ridículas ilusiones renacieron. Misesperanzas,¡ja!¡Cómopuedosertanidiota!Ibaairmeavivirconmihermano.

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Conmiprotector.Élmecuidaría,élmeayudaría.¡Porfinibaatenerunavidadeverdad!Perolapersonaalaqueencontrénoeralamismaqueyorecordaba.Oh,era una persona muy madura, eso sí. Primero me ignoraste, luego mesermoneasteyahoramepegasydicesquelosientes.¡Ereslavivaimagendetupadre!

West dejó escapar un gemido. Ardee no le habría hecho más daño si lehubieraclavadounaagujaenelcráneo.Y,enrealidad,eramenosdeloquesemerecía.Teníarazón.Lehabíafallado.Desdehacíamuchotiempo.Mientrasélse dedicaba a jugar con espadas y a lamerles el culo a unas gentes que en elfondo le despreciaban, ella sufría en soledad. Habría bastado con hacer unpequeñoesfuerzo,perolehabíafaltadoelvalor.Cadaminutoquehabíapasadoconellahabíasentidoelpesodelaculpa,unpesoinsoportablequeleaplastabalasentrañas.

Ardeeseseparódelapared.—MeparecequevoyairaveraJezal.Puedequenohayaentodalaciudad

un idiotamás superficialqueél, peronocreoquenuncavayaa levantarme lamano,¿noteparece?—leapartóysedirigióalapuerta.

—¡Ardee!—laagarródeunbrazo—Porfavor...Ardee...Perdóname...Ardeesacólalengua,fruncióloslabiosylanzóunescupitajosanguinolento.

ElgargajoresbalósuavementeporlapecheradeluniformedeWest.—Ahítienestuperdón,malditocabrón.Lapuertasecerróantesurostro.

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Cadacualessupropiodios

Ferromiraba con los ojos entornados al pálido grande, y él le devolvía lamirada.Llevabanasíunbuenrato;notodoeltiempo,perosílamayorpartedeél.Mirándose.Todosaquellosserespálidosyblandoseranfeos,peroaquélerauncasoaparte.

Erahorrendo.Noignorabaquetambiénellaestabacubiertadecicatrices,quelosañosque

habíapasadoa la intemperieamerceddelvientoydel sol lehabíancurtidoyajado la piel, pero la tez pálida de aquel tipo —picada, sajada, desgarrada,mellada—parecíaunescudoreciénsalidodeunaencarnizadabatalla.Loquelesorprendíaeraque,apesardelomachacadaqueteníalacara,susojossiguieranteniendovida,perolateníanynodejabandeobservarla.

Ferrohabíallegadoalaconclusióndequeerauntipopeligroso.No sólo era grande, sino también fuerte. Brutalmente fuerte. Debía de

doblarle el peso, y su grueso cuello era puromúsculo. Todo en él desprendíafuerza.No le habría sorprendido en absoluto que fuera capaz de levantarla enviloconunasolamano,peroesonolepreocupabademasiado.Antestendríaqueatraparla.Loshombresgrandesyfuertessuelenserlentos.

Ylalentitudylapeligrosidadnohacenbuenapareja.Tampocolepreocupabanlascicatrices.Indicabanquehabíatomadoparteen

muchoscombates,peronoqueloshubieraganado.Loquelepreocupabaneranotrascosas.Laformadesentarse:inmóvilperonorelajado.Alerta.Paciente.Laforma demover los ojos: con astucia, con cautela, mirándola a ella, luego alrestode la salayotravezaella.Ojososcuros,vigilantes, sagaces.Laestaban

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sopesando.Venasgruesaseneldorsodelasmanos,perodedoslargos,hábiles,conmanchasdesuciedadbajolasuñas.Lefaltabauno.Unmuñónblanquecino.Nadadeloqueveíalegustaba.Olíaapeligro.

Noleharíaningunagraciatenerqueenfrentarseaéldesarmada.Perolehabíaentregadosucuchilloalpálidodelpuente.Habíaestadoenun

trisdeapuñalarlo,peroenelúltimoinstantehabíacambiadodeidea.Algoensumirada lehabíahechopensaren la expresióndeArufantesdeque losgurkosclavaran su cabeza en una pica. Una mirada triste, sosegada, como sicomprendieraloqueellasentía.Comosifueraunserhumanoynounacosa.Enelúltimomomento,casisindarsecuenta,lehabíaentregadoladaga.Ysehabíadejadoconducirhastaaquellugar.

¡Quéestúpida!Ahora se arrepentía amargamente, pero, si llegaba el caso, lucharía con lo

quefuera.Lamayoríadelagentenosedacuentadelollenodearmasqueestáel mundo. Cosas que se pueden romper o se pueden usar a modo de mazos.Trapos anudados con los que se puede estrangular a una persona. Polvo quearrojaralacara.Ysinoencontrabanada,learrancaríalagargantaadentelladas.Doblóhaciaatrásloslabiosyleenseñólosdientesparademostrárselo,peroeltiponopareciódarseporaludido.Ahíseguíasentado,observándola.Silencioso,inmóvil,feoypeligroso.

—Pálidosdemierda—sedijoFerroenunsusurro.El flaco, por contra, no parecía nada peligroso. Tenía pinta de enfermo y

llevaba el pelo tan largo como una mujer. Sus movimientos eran torpes ynerviosos,ynoparabadehumedecerseloslabios.Devezencuandolelanzabauna mirada furtiva, pero al encontrarse con su expresión ceñuda, desviaba lavista, tragaba saliva, y el bulboso bulto de su cuello subía y bajabaaceleradamente.Parecíaasustado,nosuponíaunaamenaza,pero,por si acaso,Ferroleobservabaconelrabillodelojomientrasvigilabaaltipogrande.Mejornodescartarlodeltodo.

Lavidalehabíaenseñadoaesperarsorpresas.Luegoestabaelviejo.Nosefiabadeningunodeaquellospálidos,perodeél

menosquedenadie.Teníalacarallenadearrugas;entornoalosojos,alrededorde la nariz.Unas arrugas que indicaban crueldad. Pómulosmarcados, fuertes.Manosgruesasygrandes,conpelosblancoseneldorso.Siteníaquematarlosa

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los tres, había decidido que, pese a todos los peligros que parecía plantear elgrandullón,empezaríaporelcalvo.Ensusojos,quelamirabandearribaabajo,se adivinaba lamirada de unmercader de esclavos.Unamirada fría, como sitrataradeevaluarcuálerasuvalor.

Elmuyhijodeputa.Bayaz, así lehabía llamadoYulwei, y losdoshombresparecíanconocerse

muybien.—Bueno, hermano —decía hablando en kantic el pálido calvo, aunque

saltaba a la vista que no eran familia—, ¿cómo andan las cosas por el granImperiodeGurkhul?

Yulweiexhalóunsuspiro:—No hace más que un año que se hizo con el poder y Uthman ya ha

sofocado los últimos focos rebeldes y ha metido en vereda a todos losgobernadores.AestasalturaseljovenEmperadoresmástemidodeloquenuncalo fuera su padre. Uthman-ul-Dosht, le llaman sus soldados, con orgullo. LaprácticatotalidaddeKantaseencuentrayabajosucontrol.ReinasinoposiciónentodaslastierrasquebordeanelMardelSur.

—ConlaexcepcióndeDagoska.—Cierto,peroya tiene losojospuestosenella.Susejércitos sedirigenen

masahacialapenínsulaysusagentestrabajanactivamentetraslasmurallasdeDagoska.AhoraquehayguerraenelNorte,notardarámuchoendecidirquehallegado elmomento de comenzar el asedio y, cuando lo haga, no creo que laciudadpuedaresistirmuchotiempo.

—¿Estásseguro?LaUniónaúntieneelcontroldelosmares.Yulweifruncióelceño.—Hemosvistobarcos,hermano.Muchosbarcos.Losgurkoshanconstruido

unaflotaensecreto.Unaflotamuypoderosa.Debierondeempezarhacemuchosaños,durantelaanteriorguerra.MetemoquelaUniónnovaapodermantenersudominiodelosmaresdurantemuchotiempo.

—¿Una flota? Tenía la esperanza de que todavía dispondríamos de unoscuantosañosmásparaprepararnos—lavozdelpálidocalvosonabaalarmada—.Esohacequemisplanesseanaúnmásapremiantes.

A Ferro le aburría toda aquella cháchara. Estaba acostumbrada a estar enconstante movimiento, a ir siempre una zancada por delante de todo: estarse

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quieta le sacaba de quicio. Quédate mucho tiempo en un mismo sitio, y losgurkos acabarán cogiéndote. No tenía ningún interés en que los pálidos seentretuvieranmirándola como si fuerauna especiedebicho raro.Mientras losdoshombresproseguíanconsuinterminablecharlasepusoadarvueltasporlasala, echandomiradas furibundas a su alrededory sorbiendo entre los dientes.Balanceaba losbrazos.Pateaba lasdesgastadas tablasdelsuelo.Dabagolpesalas telas que colgaban de las paredes y se asomaba a ver qué tenían detrás.Pasaba losdedospor losbordesde losmuebles, chasqueaba la lenguayhacíarechinarlosdientes.

Poniendonerviosoatodoelmundo.Alpasarjuntoalasilladelhorrendopálidogrande,seleacercótantoqueel

balanceo de una de sus manos casi roza su piel picada. Así vería que leimportabaunbledosutamaño,suscicatricesytodolodemás.Luegosedirigióhaciaeltiponervioso.Elpálidoflacuchodelpelolargo.Cuandoseacercóaél,eltipotragósaliva.

—Fuuuu—le bufó. El pálidomusitó algo y se alejó arrastrando los pies.Ferroocupóellugarquehabíadejadolibrejuntoalaventanaabierta.Volviólaespaldaalasalayseasomófuera.

Asíveríanesospálidosquetodosellosleimportabanunbledo.Abajohabíaunosjardines.Árboles,plantas,ampliospradosdecéspedbien

cuidado.Holgazaneandosobrelaalfombradehierbaseveíangruposdegentespálidasygruesas,hombresymujeres,quese llevabancomidaasussudorosascaras.Obebíanagrandestragos.Losmiróconprofundodesprecio.Esosfeosyholgazanespálidosnoteníanotrodiosquelacomidaylapereza.

—Jardines—mascullóasqueada.También había jardines en el palacio de Uthman. Solía mirarlos desde la

diminutaventanadesucuarto.Desucelda.Muchoantesdequeaquelhombreseconvirtiera en Uthman-ul-Dosht. Cuando él sólo era el hijo menor delEmperador.Yellaunade susmuchasesclavas.Suprisionera.Ferro se inclinóhaciadelanteyescupióporlaventana.

Leasqueabanlosjardines.Le asqueaban las ciudades en general. Eran sinónimo de esclavitud, de

miedo, de degradación. Cuanto antes se largara de aquel maldito lugar, máscontentasesentiría.Omenosdescontenta,porlomenos.Seapartódelaventana

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yvolvióafruncirelceño:todoelmundolaestabamirando.ElprimeroenhablarfueeltalBayaz.—Realmente has hecho todo un descubrimiento, hermano. No pasaría

desapercibidanienmediodeunamultitud.¿Estássegurodequerespondealoqueandababuscando?

YulweimiróaFerrouninstante.—Todoloseguroquesepuedeestar.—Eh,queestoyaquí—lesgruñóFerro,peroelpálidocalvosiguióhablando

comosiellanopudieraoírlos.—¿Quétalaguantaeldolor?—Bastantebien.DecaminoaquíseenfrentóconunDevorador.—¿Deveras?—Bayazdejóescaparunarisita—.¿Lehizomuchodaño?—Bastante.Peroalcabodedosdíasyacaminaba,yenunasemanasehabía

recuperado del todo. No le ha quedado ni una sola marca. Y eso no es nadanormal.

—Ennuestraépoca losdosvimos tambiénmuchascosasquenoerannadanormales. Conviene que nos aseguremos —el calvo se metió la mano en elbolsillo.Ferroobservócondesconfianzacómolasacabaconelpuñocerradoylaponíaencimadelamesa.Cuandolaretiró,vioquehabíadospiedrecillaspulidassobrelamadera.

Elcalvoseinclinóhaciadelante.—Dime,Ferro,¿cuáleslaazul?Ferrolemirófijamenteyluegobajólavistahacialaspiedrecillas.Nohabía

ninguna diferencia entre ellas. Todos la miraban, con más atención aún queantes.Ferrohizorechinarsusdientes.

—Ésa—dijoseñalandoladelaizquierda.Bayazsonrió.—Exactamente la respuesta que esperaba—Ferro se encogió de hombros.

Había acertado por pura suerte, pensó. Pero luego se fijó en la expresión delpálidogrande.Teníaelceñofruncidoycontemplabalasdospiedrecillascomosinoentendieranada.

—Las dos son rojas —dijo Bayaz—. No distingues los colores, ¿verdad,Ferro?

Elpálidocalvosehabíaburladodeella.Noentendíacómosehabíaenterado

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deeso,peroloquesísabíaesquenolehacíaningunagracia.DeFerroMaljinnnoseburlabanadie.Sepusoareír.Lafaltadeprácticahacíaquesurisasonaramásbiencomoungorgoteoásperoydesagradable.

Y,depronto,seabalanzóhacialamesa.Laexpresióndesorpresaaúnnosehabíaformadodeltodoenelsemblante

del anciano pálido cuando su puño impactó contra su nariz. El tipo soltó ungruñido, lasillasefuehaciaatrásycayódespatarradoenelsuelo.Ferrogateósobrelamesaparairaporél,peroYulweilaagarródeunapiernaytiródeellapara atrás. Las zarpas de Ferro no consiguieron agarrar el cuello del calvo demierdapormuypoco, pero lo que sí consiguió fue que lamesa se volcara deladoyquelasdospiedrecillassalieranrodandoporelsuelo.

Se soltó la pierna de una sacudida y fue a por el viejo pálido, que estabatratandodelevantarsedelsuelo.PeroYulwei,quenoparabadegritarle«calma»,lacogiódelbrazoyvolvióaecharlahaciaatrás.Ferrorecompensósusesfuerzospropinándole un codazo en la cara yYulwei se chocó con la pared y cayó alsuelo arrastrándola consigo. Ferro fue la primera en levantarse y se aprestó alanzarsedenuevocontraelcalvodemierda.

Pero, para entonces, el tipo grande ya estaba de pie y avanzaba hacia ellamirándola fijamente. Ferro le sonrió y cerró los puños. Ahora averiguaría sirealmenteeratanpeligroso.

Eltipodiounpasomás.PeroenesemomentoBayazalargóunamanoylodetuvo.Laotramanola

teníaen lanarizpara tratardepararel flujodesangre.El tipocalvosepusoareír.

—¡Muybien!—Luegosoltóunatos—.Todaunafiera,yendemoniadamenterápidaademás. ¡Sin lugaradudases loqueandábamosbuscando!Aceptamisdisculpas,Ferro.

—¿Qué?—Pormispésimosmodales—Bayazse limpiólasangredel labiosuperior

—. Me lo tengo bien empleado, pero tenía que asegurarme. Lo siento. ¿Meperdonas?—Ahorateníaunaspectodistinto,aunqueesonocambiabalascosas.Amistoso,considerado,sincero.Arrepentido.PeroparaganarselaconfianzadeFerrosenecesitabamásqueeso.Bastantemás.

—Yaveremos—bufó.

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—Es todo lo que te pido. Eso, y que nos concedas a Yulwei y a mí unmomentoparaquehablemosdeciertas...cosas.Ciertascosasdelasqueesmejorhablarenprivado.

—Tranquila, Ferro—tercióYulwei—, son amigos.—Amigos suyos desdeluego no eran, de eso estaba segura, pero de todas formas dejó queYulwei lacondujeraaotrahabitaciónjuntoconlosotrosdospálidos—.Procuranomataraninguno.

La sala era casi idéntica a la de antes. Debían de ser ricos los pálidosaquellos, a pesar de sus pintas.Había una gran chimenea de piedra con vetasnegras.Había almohadonesy, a los ladosde lasventanas, colgabanunas telassuaves,conunasfloresyunospájarosbordadosconunaspuntadasmuyfinas.Elcuadrodeunhombreconunacoronalamirabaconaspectoseverodesdeunadelasparedes.Ferroledevolviólamirada.Lujo.

AFerroellujoleasqueabatodavíamásquelosjardines.Ellujoeraunsignodecautividadmáselocuenteaúnqueunosbarrotes.Unos

mueblesmullidosaugurabanmáspeligroqueunarma.Tierradurayaguafría,esoeratodoloqueellanecesitaba.Lascosasblandastereblandecen,yellanoqueríasabernadadeeso.

Enlasalaaguardabaotrohombre,untipoquedabavueltasconlasmanosala espalda como si no pudiera parar quieto.No era exactamente un pálido, eltonodesutezcurtidaestabaamitaddecaminoentreelsuyoyeldelosotros.Tenía la cabeza rapada igual que un sacerdote. A Ferro aquello no le hizoningunagracia.

Nohabíanadaenelmundoquelaasquearamásquelossacerdotes.Peroapesardeldesprecioconquelomiró,alverla,losojosdelhombrese

iluminaronyseacercórápidamenteaella.Eraunhombrecilloraroyvestíaunasropasmuydesgastadas;lapartemásaltadesucabezalellegabaaFerroporlaboca.

—SoyelHermanoPielargo—dijohaciendoaspavientosconlasmanos—,delailustreordendelosNavegantes.

—Qué suerte la suya —Ferro se volvió y aguzó el oído para tratar deescuchar la conversación que mantenían los dos ancianos al otro lado de lapuerta,peroPielargonopareciódarseporaludido.

—¡Una suerte, sí señor! ¡Una inmensa suerte! ¡Dios me ha colmado de

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bendiciones!¡Puedoasegurarlequealolargodetodalahistoriajamáshahabidounhombrequeestuvieramáshechoalamedidadeuntrabajo,niuntrabajoqueestuvieramáshechoalamedidadeunhombre,comoloestamosyo,elHermanoPielargo, y la noble ciencia de laNavegación! ¡Elmundo entero esmi patria,desde las nevadas montañas del lejano Norte hasta las calcinadas arenas delremotoSur!

Luegose lequedómirandoconunasonrisaufanabastanterepelente.Ferrono lehizoni caso.Losdospálidos, elgrandeyel canijo, conversabanalotroextremodelasala.HablabanenunalenguaqueFerronoentendía.Parecíandoscerdossoltandogruñidos.Puedequehablarandeella,peroesoletraíaalfresco.Salieron por otra puerta y la dejaron a solas con el sacerdote, que seguíamoviendoloslabios.

—Sonmuy pocas las naciones en elCírculo delMundo en las que yo, elHermanoPielargo, sea un forastero, y, no obstante, debo admitir que ando unpocodespistadoconrespectoasuprocedencia—aguardóexpectante,peroFerrono abrió la boca—. Ah, ¿quiere que intente adivinarlo? Todo un acertijo,ciertamente. Déjeme pensar... la forma de sus ojos se parece a la de loshabitantesdela lejanaSuljuk,yasabe,allídondela tierrasealzasobreelmarcentelleante formando vertiginosas montañas; ciertamente, se parece, sí, encambiosupiel...

—Cierrelabocadeunavez.El tipo se interrumpió amitad de la frase, carraspeó y se alejó, dejando a

Ferro atenta a lo que decían las voces que sonaban en la habitación contigua.Sonrió para sí. La madera era gruesa y los sonidos llegaban bastanteamortiguados,perolosdosancianosnohabíancontadoconlofinoqueteníaeloído.Seguíanhablando enkantic.Ahoraque el idiota delNavegante se habíacallado,lograbaoírtodoloquedecíaYulwei.

—¿...Khalul quebranta la SegundaLey y vas tú y haces lomismo con laPrimera?¡Nomegustaeso,Bayaz!¡Juvensjamáslohubieratolerado!—Ferrofruncióelceño.HabíaundejeextrañoenlavozdeYulwei.Miedo.LaSegundaLey. Ferro recordaba haberle oído hablar de eso con los Devoradores. Estáprohibidocomercarnehumana.

Luegooyólavozdelpálidocalvo:—La Primera Ley es una paradoja. Toda magia proviene del Otro Lado,

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inclusolanuestra.Cadavezquellevasacabounatransformaciónestástocandoelmundo inferior,cadavezquecreasalgo lo tomasprestadodelOtroLado,yesosiempreconllevaunriesgo.

—¡Peroenestecasoelriesgopuedeserdemasiadogrande!¡EsaSemillaestámaldita,esmaligna!¡Loúnicoquepuedetraeresmáscaos!Acuérdatedeloquelespasó a loshijosdeEuz.Apesarde toda su sabiduríay todo supoder, esaSemillafuesuperdición,ladetodosellos.¿EresmássabioqueJuvens,Bayaz?¿EresmásastutoqueKanedias?¿MásfuertequeGlustrod?

—No,hermano,no lo soy, perodimeuna cosa... ¿cuántosDevoradoreshacreadoKhalul?

Seprodujounprolongadosilencio.—Noestoysegurodeltodo.—¿Cuántos?Otrapausa.—Nosé, talvezdoscientos.Puedequemás.LossacerdotesrastreanelSur

enbuscadecandidatos.Cadavezloscreaconmayorrapidez,perolamayoríadeellosaúnsonjóvenesydébiles.

—Doscientos omás y no paran de crecer.Muchos son débiles, pero entreelloshayalgunosquepodríansuponerunauténticoretoparatioparamí.PiensoenlosantiguosaprendicesdeKhalulentiemposdelaViejaEra,esosalosquellamabanelVientodelEste,oenlasmalditasgemelas.

—¡Esasperrasendemoniadas!—gruñóYulwei.—Eso,pornohablardeMamun;alfinyalcabofueronsusmentiraslasque

desencadenaronelcaosactual.—Lasraícesdelproblemaseremontanamuchoantesdequeélnaciera,bien

lo sabes, Bayaz. Pero hay una cosa, Mamun anda por las estepas. Sentí supresencia.Ysehavueltoterriblementepoderoso.

—Sabesquetengorazónenloquetedigo.Entretanto,elnúmerodenuestrospartidariosapenashacrecido.

—Penséqueelchicoese,Quai,prometíabastante.—Necesitamos cien más como él y veinte años para formarlos. Entonces

puedequeestemosenigualdaddecondiciones.No,hermano,no.Tenemosqueenfrentarnosalfuegoconelfuego.

—¿Aun a riesgo de que ese fuego te reduzca a ti y a toda la creación a

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cenizas?Deja que vaya a Sarkant. Puede que aún sea posible hacer entrar enrazónaKhalul...

Seoyeronunascarcajadas:—¡Ha esclavizado a medio mundo! ¿Cuándo vas a despertar, Yulwei?

¿Cuando haya esclavizado al otro medio? ¡No puedo permitirme perderte,hermano!

—RecuerdaquehaycosaspeoresqueKhalul,Bayaz.Muchopeores—bajólavozhastaconvertirlaenunsusurro,yFerro tuvoqueaguzareloído—.LosContadoresdeSecretossiempreestánalaescucha...

—¡Bastaya,Yulwei!¡Másvalenopensarenello!—Ferrofruncióelceño.¿Quéerantodasesastonterías?¿ContadoresdeSecretos?¿Quésecretos?

—AcuérdatedeloquetedijoJuvens,Bayaz.Cuídatedelorgullo.HasestadousandoelArte,losé.Veounasombraenti.

—¡Nomevengasotravezcontusdichosassombras!¡Hagoloquetengoquehacer!Acuérdate tambiénde loqueJuvens tedijoa ti.Nobastaconquedarsemirando.Eltiemposenosagota,yyonopiensoquedarmemirando.Yesamíaquiencorrespondetomarunadecisión.

—¿Acasonomehedejadoguiarsiemprepor ti?¿Siempre, inclusocuandomiconcienciamedecíalocontrario?

—¿Yacasoteheguiadomalalgunavez?—Esotodavíaestáporver.Ereselprimerodeentrenosotros,Bayaz,perono

eres Juvens. Plantear dudas forma parte de mi tarea, como también de la deZacharus.Estoleharámenosgraciaqueamí.Muchamenosgracia.

—Hadehacerse.—Perootrospagaránelprecio,comosiemprehaocurrido.Mehasdichoque

esenorteño,Nuevededos,puedehablarconlosespíritus,¿escierto?—Asíes—Ferrotorcióelgesto.¿Espíritus?Elpálidodelosnuevededosni

siquieraparecíacapazdehablarconotroserhumano.—Yencasodequeencuentres laSemilla—llegódesdeelotro ladode la

puertalavozdeYulwei—,¿pretendesqueseaFerroquienlalleve?—Tienelasangreadecuada,yalguientienequehacerlo.—Tencuidado,Bayaz.Te conozco, no loolvides.Pocos te conocenmejor

queyo.Dametupalabradequelamantendrásasalvo,inclusodespuésdequehayacumplidosumisión.

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—Laprotegeréconmásahíncoquesifueramipropiahija.Se produjo un prolongado silencio. Ferro movía las mandíbulas como si

tratarademasticartodoloquehabíaoído.Juvens,Kanedias,Zacharus:aquellosextrañosnombresnoledecíannada.¿Yquéclasedesemillaeraesaquepodíareduciracenizas toda lacreación?Deunacosaestabasegura,noquería sabernadadetodoelasunto.Sulugarestabaenelsur,luchandocontralosgurkosconunasarmasqueellapudieraentender.

Seabriólapuertayentraronlosdosancianos.Erancomolanocheyeldía.Unodepieloscura,alto,huesudoyconunalargamelena;elotro,detezblanca,fornidoycalvo.Losmiróllenaderecelo.Fueelblancoelprimeroquehabló:

—Ferro,tengoquehacerteunaproposición...—Nopiensoirconusted,viejolocopálido.Unasombradeenojoasomóenelsemblantedelcalvo,perodeinmediatola

hizodesaparecer.—¿Porquéno?¿Quéesesotanimportantequetienesquehacer?Noteníaniquepensarlo.—Vengarme—supalabrafavorita.—Ah,entiendo.Odiasalosgurkos,¿noesasí?—Sí.—Tienencontraídaunadeudacontigoporloquetehicieron,¿verdad?—Sí.—Porhabertearrebatadotufamilia,tupueblo,tupaís,¿no?—Sí.—Por haberte convertido en una esclava —susurró. Ferro le lanzó una

miradaasesina.Sepreguntabacómoeraposiblequesupiera tantascosassobreella,sepreguntabasinodeberíavolveraabalanzarsesobreél—.Tehanrobado,Ferro, te lohan robado todo. Incluso tupropiavida.Simehubieraocurrido amí...sihubierasufridocomotúhassufrido...,nohabríasangresuficienteentodoel Sur para satisfacerme. ¡Hasta que no viera a todos los soldados gurkosconvertidosencadáveresnomedaríaporsatisfecho!¡Hastaquenovieratodaslas ciudades gurkas arrasadas por el fuego nome daría por satisfecho! ¡HastaquenovieraasuEmperadorpudriéndoseenunajaulafrenteasupropiopalacionomedaríaporsatisfecho!

—¡Esoes!—bufómientrasunasonrisaferozseledibujabaenlacara.Aquel

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hombrehablabasumismoidioma.Yulweinuncalahabíahabladoasí,puedequedespués de todo aquel viejo pálido no fuera tan mala gente—. ¡Usted meentiende!¡PoresotengoqueregresaralSur!

—No,Ferro—elcalvoahorasonreía—.Meparecequenotedascuentasdelaoportunidadqueteestoyofreciendo.QuienmandadeverdadenKantanoesel Emperador. Por muy poderoso que pueda parecer, no es más que unamarionetamovidaporunamanooculta.Khalullellaman.

—ElProfeta.Bayazasintióconlacabeza.—Dimeunacosa,Ferro,sitedanunapuñalada,¿aquiénodias,alcuchilloo

a la mano que lo empuña? El Emperador y los gurkos no son más que lasherramientasdeKhalul.LosEmperadorespasan,peroelProfetasigueahí,detrásde ellos. Susurrando. Sugiriendo. Ordenando. Es él quien tiene contraída unadeudacontigo,Ferro.

—Khalul...sí.—LosDevoradoreshabíanempleadoesenombre.Khalul.ElProfeta.ElpalaciodelEmperadorestaballenodesacerdotes,todoelmundolosabía.Ylospalaciosdelosgobernadorestambién.Lossacerdotespululabanportodas partes, como un enjambre de insectos. Por las ciudades, por las aldeas,entre las tropas, esparciendo siempre sus mentiras. Susurrando. Sugiriendo.Ordenando.Yulweiteníaelceñofruncidoyparecíaapesadumbrado.PeroFerrosabíaqueelancianopálidoteníarazón—.¡Sí,esverdad!

—Ayúdame, Ferro, y yo te daré esa venganza que buscas. Una auténticavenganza.Nolamuertedeunsoldado,odediez,sinodemiles.¡Decientosdemiles! Tal vez la del propio Emperador, ¿quién sabe?—luego se encogió dehombrosyseapartódeella—.Peronopuedoobligarte.Vuelvealasestepas,sies loquedeseas: sigue escondiéndote, huyendo, escarbando en el polvo comounarata,siconesotedasporsatisfecha.Siesesalavenganzaalaqueaspiras.LosDevoradores,loshijosdeKhalul,ahoravanaporti.Sinnuestraayuda,másprontoquetarde,tecogerán.Peroladecisiónestuya.

Ferro torció el gesto. Todos los años que había pasado en las estepas,luchando con uñas y dientes, huyendo constantemente, no la habían llevado aninguna parte.No le habían traído una venganza digna de tal nombre.De nohabersidoporYulwei,aesasalturasyahabríanacabadoconella.Noseríamásqueunmontóndehuesosblancosenmediodeldesierto.Ocarneenlasbarrigas

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delosDevoradores.OenunajauladelantedelpalaciodelEmperador.Carnepodrida.Nopodíadecirqueno, lo sabía,perono legustaba la idea.Elviejo aquel

sabíaexactamenteloqueteníaqueofrecerle.Lerepugnabanotenerelección.—Melopensaré—repuso.Unavezmás,un leveatisbodeenojoasomóenel rostrodelpálidocalvo,

perodeinmediatofuesuprimido.—Deacuerdo,piénsatelo,peronotardesmuchoendecidirte.Lastropasdel

Emperador se están concentrando y el tiempo se acaba—siguió a los demásfueradelasala,yFerrosequedóasolasconYulwei.

—Nomegustan lospálidosestos—dijoconunavoz lobastante altaparaque el anciano lo oyera desde el pasillo y, luego, en vozmás baja, añadió—:¿Tenemosqueirconellos?

—Túsí,yotengoqueregresaralSur.—¿Cómo?—Alguientienequeseguirvigilandoalosgurkos.—¡No!Yulweisoltóunacarcajada.—Hastratadodematarmeendosocasiones.Yunavezintentastehuirdemí,

yahoraresultaquecuandosoyyoelqueseva,quieresquemequede.Ferroarrugóelceño.—Elcalvodicequepuedeayudarmeavengarme.¿Miente?—No.—Entonces,tengoqueirconél.—Losé.Poresotetrajeaquí.AFerronoseleocurríaquédecir.Bajólavistay,entonces,parasusorpresa,

Yulweiseplantójuntoaella.Ferroalzóunbrazopensandoquelaibaagolpear,peroenvezdeesoelhombre laestrechócon fuerzaentre susbrazos.Eraunasensación extraña. Sentirse tan cerca de otra persona. Una sensación cálida.LuegoYulweiseseparódeella,dejandounamanosobresuhombro.

—Camina siempre por la senda que marcan los pasos de Dios, FerroMaljinn.

—Ja.AquínotienenDios.—Dimásbienquetienenmuchosdioses.

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—¿Muchos?—¿Esquenotehasdadocuenta?Aquícadacualessupropiodios—Ferro

asintió con la cabeza. Eso parecía estar muy cerca de la verdad—. Cuídate,Ferro.YescuchasiempreaBayaz.Eselprimerodemiordenyhaymuypocagentetansabiacomoél.

—Puesyonoconfíoenél.Yulweiseinclinóhaciaella.—Yonotehepedidoqueconfíesenél.—Actoseguido,sonrióysediola

vuelta.Ferroleviocaminardespaciohacialapuertayluegosaliralpasillo.Oyólospasosdesuspiesdesnudosalejándose,acompañadosdellevetintineodelosbrazaletesdesusbrazos.

Seibayladejabasola,solaconellujo,conlosjardines,conlospálidos.

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Viejosamigos

Habíasonadoungolpeenlapuerta.LacabezadeGloktaselevantódeunasacudidaysuojoizquierdosepusoapalpitar.¿Quiénpuedeseraestashoras?¿Frost?¿Severard?¿Oalgunaotrapersona?¿ElSuperiorGoyle,quizás,quevieneahacermeunavisitaacompañadodesu trouppedeengendros?¿OseráqueelArchilectorsehacansadoyadesumarionetatullida?Nopuededecirsequeelbanquetesalierasegúnloplaneado,ySuEminencianoesprecisamenteunhombreindulgente.Halladouncuerpoflotandojuntoalosmuelles...

Volvieron a sonar golpes en la puerta. Unos golpes fuertes, decididos.Deesosquedanaentenderquesinoabrenlapuerta,tiraránlapuertaabajo.

—¡Yava!—gritóconvozuntantoquebradamientrasseapoyabaenlamesaeimpulsabahaciaarribasuspiernastemblorosas—.¡Yava!—agarrósubastónyseacercócojeandoalapuerta,respiróhondoyforcejeóconelpestillo.

No era Frost, ni Severard. Tampoco Goyle o uno de sus grotescosPracticantes.Eraunavisitamuchomásinesperada.Gloktaalzóunacejayluegoseapoyóenelmarcodelapuerta.

—ComandanteWest,¡vayaunasorpresa!Aveces,cuandodosviejosamigosvuelvenaencontrarsealcabodemuchos

años, al instante todo vuelve a ser igual que como era antes. La amistadpermaneceintactaysereanudacomosinohubierahabidointerrupciónalguna.Aveces,peronoenestecaso.

—Inquisidor Glokta—balbuceóWest, titubeante, torpe, azorado—, sientopresentarmeaestashoras.

—Notieneimportancia—dijoGloktacongélidacortesía.

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Elcomandantecasihizounamuecadedolor.—¿Puedopasar?—Desdeluego—Gloktacerrólapuertacuandopasóadentroyluegosiguió

aWestrenqueandohastaelcomedor.ElcomandantesesentóenunadelassillasyGloktaenotra.Duranteunosinstantespermanecieronsentadoselunofrentealotro sin decir palabra. ¿Qué quiere de mí a estas horas o, para el caso, acualquierotrahora?Gloktaexaminóelrostrodesuviejoamigoiluminadoporelresplandordelachimeneayporlaluzvacilantedeunasolitariavela.Ahoraquepodíaverlemejor,sedabacuentadequehabíacambiado.Estáenvejecido.Teníaunasentradasmuypronunciadasylassienesencanecidas.Sucaraestabapálida,demacrada,casiconsumida.Parecepreocupado.Abatido.Allímitedesusfuerzas.Westrecorrióconlamiradalamezquinahabitación,elmezquinofuego,elmezquinomobiliario.LuegolanzóunamiradafurtivaaGloktaydeinmediatobajólavista.Nervioso,comosihubieraalgoquelereconcomiera.Estáinquieto.Ynoesparamenos.

Noparecíasentirsecapazderomperelsilencio,asíquetuvoqueserGloktaquienlohicieraporél.

—Bueno, ¿cuándo fue la últimavez, eh?Dejando a un ladonuestrobreveencuentronocturnoenlaciudad,quenocreoquecuente,¿no?

El recuerdo de aquel desafortunado encuentro flotó un instante en el airecomosifueraunpedo.Westcarraspeó:

—Nueveaños.—Nueveaños.Quién lodiría.Desde lavezaquellaen loaltode lacolina:

dosviejosamigosjuntosmirandohaciaeseríoquehabíaabajo,y,alotro ladodelpuente, todos esosgurkos.Parecequehubieranpasado siglos, ¿eh?Nueveaños sólo.Québien lo recuerdo.Me rogastequenobajaraperoyono tehicecaso. Qué tonto fui, ¿no? Pensaba que era nuestra única esperanza.Me creíainvencible.

—Esedíanossalvasteatodos,alejércitoentero.—¿De veras? ¡Qué maravilla! Apuesto a que si hubiera muerto en aquel

puente,ahorahabríaestatuasmíasportodaspartes.Lomaloesquenofueasí.Unapena.Paratodos.

Westhizounamuecadedoloryserebullóensusilla.Acadamomentoquepasabaparecíasentirsemásincómodo.

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—Fuiabuscarte,después...—balbució.¿Mefuisteabuscar?Quéasquerosamentenoble.Quéamigomásleal.Yde

quépocomesirvióamí.Yamehabíansacadodeallíarastras,muertodedoloryconlapiernahechapicadillo.Yesonofuemásqueelprincipio.

—Supongo que no habrás venido para hablar de los viejos tiempos, ¿eh,West?

—No,no...hevenidoparahablar...demihermana.Gloktapermanecióunosinstantesensilencio.Noseesperabaesarespuesta.—¿DeArdee?—DeArdee,sí.ProntopartiréhaciaAnglandy...penséquetalvezatinote

importaría echarledevezencuandounvistazomientrasyoesté fuera—Westalzó la vista y sus ojos parpadearon con nerviosismo—. Siempre tuvistemuybuenamanoconlasmujeres...Sand—Gloktahizounamuecaaloírsunombredepila.Yanadielellamabaasí.Nadieapartedemimadre—.Siempresabíasdarconlaspalabrasadecuadas.¿Teacuerdasdelastreshermanasaquellas?¿Cómose llamaban? Lasmanejabas a tu antojo—West sonrió, pero Glokta no pudoacompañarle.

Seacordaba, sí, pero eranunos recuerdos tenues,desvaídos, sin color.Losrecuerdos de otro hombre. De un hombre que murió. Mi vida empezó enGurkhul, en las mazmorras del Emperador. A partir de ese momento losrecuerdossevuelvenmuchomásnítidos.Micuerpoestiradoenlacamacomosifuera un cadáver cuando regresé, aguardando en la oscuridad las visitas deunosamigosquenunca sepresentaron.Miró aWest, consciente de la terriblefrialdaddesumirada.¿Creesquevasaconquistarmeponiendocaradebuenapersonayhablándomedelosviejostiempos?¿Comosifuerasunperrofielquealfinregresaalhogar?Amínomeengañas.Apestas,West.Apestasatraición.Eserecuerdoalmenossíquemepertenece.

Gloktaseinclinólentamentehaciadelante.—Sand dan Glokta —susurró como si fuera el nombre de alguien que

conoció hace tiempo—. ¿Qué habrá sido de él, ehWest? ¿Sabes de quién tehablo, no, aquel viejo amigo tuyo, aquel joven aguerrido, apuesto, orgulloso,osado?¿Aquel alque se ledaban tanbien lasmujeres?¿Aquel alque todoelmundoapreciabayrespetaba,ydelqueseesperabangrandescosas?Sí,¿adóndehabráidoaparar?

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West,desconcertado,inseguro,lemiró,peronodijonada.Glokta se echó hacia delante extendiendo las manos sobre la mesa y

retorciendohaciaatrásloslabiosparamostrarsubocaarruinada:—¡Estámuerto!¡Murióenaquelpuente!¿Yquéesloquequedadeél?¡Un

malditodespojoque aún lleva sunombre! ¡Una sombrahuidizay renqueante!¡Unfantasmatullidoqueseagarraalavidaigualqueeloloraorinaseagarraalcuerpode unpordiosero! ¡Este repulsivodesechohumanono tiene amigos, niquieretenerlos!¡Lárgate,West!¡VuelveconVaruz,conLutharycontodosesoscabronesvanos!¡Aquínovivenadiequetúconozcas!—LoslabiosdeGloktanohabían parado de temblar mientras escupían con asco las palabras. No sabíaquiénleproducíamásrepugnancia,siWestoélmismo.

Elcomandanteparpadeabamientrassusmaxilaressemovíanensilencio.Selevantótambaleándose.

—Losiento—dijoy,actoseguido,sediomediavuelta.—¡Dime una cosa!—le gritó Glokta antes de que alcanzara la puerta—.

Siempre supeque sólopodría contar con losdemásmientras les resultaraútil,mientrasmicarrerafueraenascenso.Nomesorprendióquenoquisieransabernadademícuandoregresé.Perotúerasdistinto,West.Siemprete tuveporunbuen amigo, por un buen hombre. Siempre pensé que al menos tú, sólo tú,vendríasaverme—seencogiódehombros—.Peroalparecerestabaequivocado—luego se volvió y se quedó contemplando el fuego con gesto ceñudoesperandooírelruidodelapuertaalcerrarse.

—¿Esqueellanotelodijo?Gloktasevolvió.—¿Dequiénhablas?—Detumadre.Gloktasoltóunresoplido.—¿Mimadre?¿Nomedijoelqué?—Quefuiaverte.Dosveces.Encuantomeenterédequehabíasvuelto,fuia

verte.Tumadremeobligóadarmemediavueltaenlaverjadetufinca.Dijoqueteencontrabasdemasiadomalpararecibirvisitasyqueademásnoqueríassabernadadelejército,ymenosaúndemí.Unosmesesdespués,volví,penséqueeralomínimo que podía hacer. Esa vez envió un criado a decirme queme fuera.Más tardeme enteré de que habías entrado en la Inquisición y que te habían

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destinadoaAngland.Tratédeolvidarmede ti hastaquenos encontramos... lanocheaquellaenlaciudad...—Westnopudoseguir.

Gloktatardóuntiempoenasimilarloqueacababadeoíry,cuandolohizo,se dio cuenta de que tenía la boca abierta.Así de sencillo.Nada de conjuras.Ningunatupidareddetraiciones.Eratanridículo,queestuvoapuntodesoltaruna carcajada.Mimadre le echó y nodudéni un solomomentode quenadiehabía venido a verme. Nunca tragó a West. Era un amigo muy pocorecomendable,estabamuypordebajodesuamadohijo.Seguramenteleculpóaélde loquemepasó.Tendríaquehaberlo imaginado,peroestabademasiadoocupado regodeándome en el dolor y la amargura. Demasiado ocupadoponiéndometrágico.Tragósaliva.

—¿Asíqueviniste?Westseencogiódehombros.—Puedesestarseguro.Enfin,yanotieneremedio.Lapróximavezhabráqueintentarhacermejor

lascosas.Gloktaparpadeóyrespiróhondo.—Mmm...Losiento.Olvidaloquehedicho,siesquepuedes.Siéntate,por

favor.Meestabashablandodetuhermana,¿no?—Demihermana,sí—Westregresóasusillaconpasovacilante.Llevabala

cabezagachayensusemblanteasomabadenuevounaexpresiónpreocupadayculpable—.ProntopartiremoshaciaAnglandynosécuándovolveré,osi...enfin... ella no conoce a nadie en la ciudad y, bueno, pensé que como tú laconocistecuandoestuvisteencasa...

—Cierto,perotambiénnoshemosvistoenfechasbastantemásrecientes.—¿Sí?—Oh,sí.Andabaencompañíadenuestrocomúnamigo,elcapitánLuthar.West se puso aún más pálido.Hay algo que no me está contando. Pero

Gloktanoestabadispuestoametersudeformepataycargarseaquellaamistad,sobretodoahoraqueacababaderesucitar.Permanecióensilencio,y,alcabodeunosinstantes,elcomandantesiguióhablando.

—Lavida...nolahatratadomuybien.Seguramenteyopodríahaberhechoalgo.Deberíahaberlohecho—mirócongestoapesadumbradoa lamesayunaconvulsióndeformósusemblante.Ésemeloconozco.Esunodemisfavoritos.Se llama sentir ascodeunomismo—.Peropreferí ocuparmedeotras cosasy

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tratédeolvidarmedeello,hacercomositodofuerabien.Lohapasadomuymalyyo tengo la culpa—carraspeóy luego tragó saliva.Sus labios sepusieronatemblar y se cubrió el rostro con lasmanos—.Todoha sido culpamía... si lepasara algo, creo que...—sacudió sus hombros en silencio y Glokta alzó lascejas.Estabaacostumbradoaqueloshombreslloraranensupresencia.Peroporreglageneralantestengoqueenseñarleslosinstrumentos.

—Venga,Collem,estonoespropiodeti—alargóunbrazo,yaunqueestuvoapuntoderetirarloamitaddecamino,finalmentelediounastorpespalmadasaWest en el hombro—. Habrás cometido errores, ¿y quién no? Son cosa delpasadoypuedencorregirse.Ahorasetratadehacerlascosasmejorlapróximavez, ¿eh? —¿Qué es esto?¿Soy yo quien habla?¿El Inquisidor Gloktaconvertido en paño de lágrimas de los afligidos? Pero West parecía sentirsemejor.Alzó la cabeza, se limpió elmoqueo de la nariz ymiró esperanzado aGloktaconlosojosvidriosos.

—Tienes razón, mucha razón. Tengo que reparar el mal que he hecho.¡Tengo que hacerlo! ¿Me ayudarás, Sand? ¿Cuidarás de ella mientras yo estéfuera?

—Haréporellatodoloquepueda,Collem,cuentaconello.Entiemposfueparamíunorgulloconsiderartemiamigo...yvolveráaserlo—eraextraño,pero,por un instante, Glokta tuvo la sensación de que se le estaba formando unalágrimaenunojo.¿Amí?¿Esesoposible?¿ElInquisidorGloktaconvertidoenamigo leal? ¿El Inquisidor Glokta convertido en protector de jovencitasdesvalidas? Sólo de pensarlo le entraban ganas de reírse a carcajadas, pero,bueno,ahíestabaélcomosi talcosa.Nuncahabríapensadoque lonecesitara,perolociertoesqueleagradabalasensacióndevolveratenerunamigo.

—Hollit—dijoGlokta.—¿Qué?—Las tres hermanas esas. Hollit era su apellido —Glokta rió para sí, el

recuerdo le llegaba ahora con bastante más claridad que antes—. Sentíandebilidadporlaesgrima.Lasvolvíalocas.Debíadeserporelsudor.

—Creoquefueesoloquehizoquemedecidieraapracticarla—Westserióy luego contrajo la cara como si tratara de recordar algo—. Oye, ¿cómo sellamabanuestrointendente?Esealquelegustabalamásjovendelastresyqueestabamuerto de celos. ¿Cómo demonios se llamaba el tipo ese? ¡Sabes, uno

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gordo!AGloktanolesupusoningúnproblemarecordarelnombre.—Rews.SalemRews.—¡Rews,esoes!Semehabíaolvidadodel todo.¡Rews!Aquel tipoeraun

fenómeno contando historias. ¡Nos pasábamos noches enteras escuchándolepartidosdelarisa!¿Quéhabrásidodeél?

Gloktahizounabrevepausa.—Meparecequedejóelejército...paradedicarsealcomerciooalgoasí—

luego agitó la mano con un gesto displicente—. He oído decir que se hatrasladadoalNorte.

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Devueltaalbarro

CarleonnoseparecíaennadaalrecuerdoqueelSabuesoteníadeella,nadararo en realidad, pues solía recordarla en llamas. Ese tipo de recuerdos no seborranfácilmente.Tejadosquesederrumban,ventanasquerevientan,hordasdeguerreros, ebrios dedolor, devictoria y, desde luego, de alcohol, dedicadas alsaqueo,alincendio,alasesinatoyatodasuertedeactosdesagradables.Mujereschillando,hombresgritando,unhedorahumo,amiedo.Ensuma,unsaqueoentodareglaenelqueLogenyélmismohabíanparticipadodeformamuydirecta.

Bethodhabía apagado los incendios y se había apropiadode la ciudad.Setrasladóallíysepusoareconstruirla.NohabíahechograncosacuandoenvióaLogen,alSabuesoyatodoslosdemásalexilio,perodesdeentoncesnodebíadehaberparado.Laciudaddoblabasuanterior tamaño, inclusoelque teníaantesde que la incendiaran. Cubría la totalidad de la colina y se extendía por lasladerasquedescendíanhastaelrío.EramásgrandequeUffrith.Másgrandequecualquier ciudad que hubiera visto el Sabueso. Desde donde estaba, subido aunosárbolesquehabíaalotro ladodelvalle,noseveíaa sushabitantes,perodebía de haber un montón de gente metida ahí dentro. Tres caminos nuevosconducíanhastasuspuertas.Habíatambiéndosnuevospuentes.Portodaspartesasomabanedificiosnuevos,ydondeantessolíahaberunopequeñoahorahabíaotrobastantemásgrande.Loshabíaacientos.Depiedralamayoría,contejadosdepizarra,inclusoseveíanalgunasventanasconcristales.

—Parecequehanestadomuyatareados—dijoTresárboles.—Murallasnuevas—tercióHosco.—Ybiengrandes—mascullóelSabueso.Estaballenodemurallas.Unamuy

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extensa, con sus torres y todo lo demás, rodeaba el perímetro externo de laciudad y tenía un gran foso delante. Otra, aún más alta, se alzaba sobre elaltozanoqueentiemposocupóelgransalóndeSkarling.Unacosaenorme.ElSabueso no alcanzaba a imaginarse de dónde habían sacado piedras paraconstruirtantamuralla—.Jamáshabíavistounamurallatangrandecomoésa—dijo.

Tresárboleshizoungestonegativoconlacabeza.—Malasunto.SiretienenaForley,jamáspodremossacarlodeahí.—SiretienenaForley,jefe,todavíaquedaremosnosotroscinco,yvendrána

pornosotros.Élnorepresentaningunaamenaza,peronosotrossí.Sacarlodeahíserálamenordenuestraspreocupaciones.Alfinalselasarreglaráparasalirporsuspropiosmedios,comosiempre.Seguroqueesecabrónnossobreviveatodos.

—No sería de extrañar —masculló Tresárboles—. Hemos elegido unaprofesiónbastantearriesgada.

Retrocedierondeslizándoseporentrelamalezayregresaronalcampamento.Ahí estaba Dow el Negro, con pinta de estar de más malas pulgas que decostumbre. Y también Tul Duru, que estaba remendando un agujero de lazamarraconunaaguja;sucarasecontraíaenungestodeconcentraciónmientrassus dedazos bregaban con la fina astilla de metal. Sentado a su lado seencontraba Forley, contemplando el cielo que asomaba entre las hojas de losárboles.

—¿Cómotesientes,eh,Forley?—preguntóelSabueso.—Como unamierda, pero, ya sabes, para tener valor antes hay que haber

tenidomiedo.ElSabuesolesonrió.—Eso dicen. Lo cual significa que tú y yo debemos de ser unosmalditos

héroes,¿eh?—Claro—dijo,devolviéndolelasonrisa.Tresárbolesfuedirectamentealgrano.—¿Estássegurodequequiereshacerlo,Forley?Pormuybienquesetedé

hablar,unavezqueestésdentropuedequenovuelvasasalir.—Estoyseguro.Puedequemeestécagando,perovoyair.Ahídentropuedo

hacer bastante más que aquí fuera. Alguien tiene que prevenirles contra losShanka.Túmismolodijiste,jefe.Nohaynadiemás.

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Elviejoguerreroasintiómoviendolacabezaconlamismaparsimoniaconlaquesaleelsol.

—Cierto. De acuerdo, pues. Diles que les estaré esperando aquí, junto alviejopuente.Dilesqueestoyyosolo.PorsiacasoBethodnotedalabienvenida.¿Entendido?

—Entendido. Estás solo, Tresárboles. Los únicos que salimos vivos de lasmontañasfuimostúyyo.

TodosseencontrabanyarodeandoaForley,quelesmirabasonriendo.—Enfin,amigos,sóloquierodecirosunacosa:havalidolapena.—Cierra laboca,Flojo—soltóDow torciendoelgesto—.Bethodno tiene

nadacontrati.Vasavolver.—Vale,peroporsiacasonovuelvo,quieroquesepáisquehavalidolapena

—elSabuesolemiróyasintiócontorpeza.Eranlasmismascarassuciasyllenasde cicatrices de siempre, sólo quemás tétricas que nunca.Aninguno le hacíagraciadejarqueunodelossuyossepusieraenpeligro,peroForleyestabaenlocierto, alguien tenía que hacerlo, y él era el más indicado. A veces, pensó elSabueso,serflojopuedeprotegertemejorqueserfuerte.Bethoderaunmalditohijodeputa,peronoeratonto.LosShankaestabandecaminoynecesitabaqueselepreviniera.Sólocabíaconfiarenquesemostraraagradecido.

Caminaron juntos hasta el lindero del bosque y miraron en dirección alcamino.Cruzabaelviejopuenteyluegodescendíaserpenteandoporelvalle.DeahíhastalaspuertasdeCarleon.YluegohastalafortalezadeBethod.

Forleyrespiróhondo,yelSabuesolediounapalmadaenelhombro.—Suerte,Forley.Buenasuerte.—Lomismotedigo—cogiódelamanoalSabuesoysetirócasiunminuto

estrechándosela—.Suerteatodos—luegosediomediavueltaysedirigióhaciaelpuentecaminandoconlacabezabienalta.

—¡Suerte,Forley!—gritóDowelNegro,paragransorpresadetodos.Forleysediouninstantelavueltajuntoalpuenteysonrió.Luegoseperdió

devista.Tresárbolestomóaire.—Preparadlasarmas—dijo—.NovayaaserqueBethodnoquieraentraren

razón.Yestavezesperadaquedélaseñal.La espera entre las hojas de los árboles, inmóviles y en silencio,

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contemplando aquellas murallas nuevas, se hacía eterna. El Sabueso estabatumbado sobre su barriga con el arco a mano, vigilando, aguardando,preguntándose qué tal le estaría yendo a Forley. Una espera larga, tensa. Yentonceslosvio.Ungrupodejinetessalíadelapuertamáscercana,atravesabaunodelospuentesnuevos,cruzabaelrío.Trasellosveníauncarro.ElSabuesonoentendíamuybienparaquéqueríanelcarroaquel,peroledabamalaespina.NohabíanirastrodeForley,ynoestabamuysegurodesiesoeraunabuenaounamalaseñal.

Venían a toda prisa, espoleando sus monturas por un lado del valle,ascendiendo por el empinado camino en dirección al bosque, al arroyo, alpuente.JustohaciadondeestabaelSabueso.Yaoíaelretumbardelaspezuñassobreelpolvo.Ahoraestabanlobastantecercaparapodercontarlosyecharlesun buen vistazo.Lanzas, escudos, buenas armaduras.Cascos, cotas demallas.Erandiez,másotrosdosqueibanenelcarro,aambosladosdelconductor,conunas cosas en la mano, una especie de arcos pequeños montados sobre unaspiezasdemadera.Nosabíadequéibatodoaquelloynolehacíaningunagracianosaberlo.Sesuponíaqueeraélquienteníaquedarlesunasorpresa.

Se escurrió por entre los matorrales reptando sobre su vientre, cruzóchapoteandoelarroyoysedirigióatodaprisaallinderodelbosquedesdedondeseveríabienelviejopuente.Tresárboles,TulyDowaguardabandepiejuntoalextremomás próximo; agitó lamano para llamar su atención. AHosco no leveía,debíadehaberseocultadoyaentrelosárbolesquehabíaunpocomásallá.Hizolaseñaparaindicarlapresenciadejinetes,abrióycerrósumanoparaquesupieranqueerandiezy luegosepasó lapalmade lamanoporelpechoparainformarlesdequellevabanarmadura.

Dowcogiósuespadaysuhacha,semetiócorriendodetrásdeunmontónderocasquebradasquehabíaporencimadelpuenteysequedóagachadodetrásdeellasmanteniéndoseensilencio.Tulresbalóporunadelasorillas,avanzóporelrío,queporfortunaenesaépocadelañosólocubríahastalarodilla,ypegósucorpachóncontraelarcomásalejado,sosteniendoenaltosuenormeespadaparamantenerla fuera del agua. Aquello hizo que el Sabueso se pusiera un poconervioso; desde donde él estaba se le veía perfectamente. Pero los jinetes nopodríanverleamenosquesesalierandelcamino.EsperabanencontrarunsolohombreyelSabuesoteníalaesperanzadequenohubierantomadodemasiadas

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precauciones.Esoesperaba,porque,denoserasí,todoelasuntopodíaacabarenunputodesastre.

ViocómoTresárbolesseatabaelescudoalbrazo,desenvainabasuespada,estirabaelcuelloyluegoseplantaba,grande,firme,enmediodelcaminojuntoalextremomáspróximodelpuenteysequedabaesperandoconaspectodeestarsoloenelmundo.

ElSabuesoyaoíaelestruendode laspezuñasyel traquetearde lasruedasdelcarrounpocomásalládelbosque.Sacóunascuantasflechasylasdejóenelsuelocon lapuntahaciaabajoparapodercogerlas rápidamente.Hacía todo loposible para controlar su miedo. Los dedos le temblaban, pero no importaba.Cuandotuvieranqueponerseatrabajarseestaríanquietos.

—Esperalaseñal—sesusurróasímismo—.Esperalaseñal.Colocóunaflechaenelarco,tensólacuerdahastalamitadyapuntóhaciael

puente.Mierda,yaestabanahíotravezesasmalditasganasdeorinar.La primera punta de lanza asomó por lo alto de la loma y de inmediato

fueronapareciendolasdemás.Luegocascosdandobotes,pechosenfundadosencotas demallas, cabezas de caballos; los jinetes se acercaban poco a poco alpuente.Elcarro,consuconductorysusdosextrañosacompañantes,veníadetrástiradoporunlanudopercherón.

El primer jinete atisbó por encima de la giba del puente a Tresárboles yespoleósumontura.ElSabuesorespiróunpocomástranquilocuandovioqueelresto de los jinetes le seguían trotando en formación cerrada. La historia deForleyparecíahaberles convencido: sólo esperabanencontrar aunhombre.ElSabuesovioaTulasomarsedetrásdeunarcocubiertodemusgoymirarhaciaarribamientrasloscaballospasabanporencimadeél.Malditasea,letemblabanlas manos. Tenía miedo de que la flecha que tenía tensada a medias se leescaparayloecharatodoaperder.

ElcarrosedetuvoenlaorillaopuestaylosdoshombresqueveníanenélsepusierondepieyapuntaronconsusextrañosarcosaTresárboles.ElSabuesoseprocuró un buen blanco sobre uno de ellos y tensó la cuerda del todo. Lamayoríadelosjinetesseencontrabanyasobreelpuente;loscaballos,inquietosdeverse tancercaunosdeotros, respingabany se revolvían.El jineteque ibadelante azuzó sumontura y se acercó a Tresárboles con la lanza en ristre. Elantiguocompañeronosemovióniunápice.Nohubierasidopropiodeél.Alzó

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lavistaconelceñofruncido,cuidándosedenodejarningúnespacioporelquepudieran rodearle los jinetes, obligándolos a mantenerse apelotonados en elpuente.

—Bueno,bueno,bueno—oyódecirelSabuesoaljefedelacuadrilla—.ElviejoRuddTresárboles.Tehacíamosmuertohacemuchotiempo—reconociólavoz.EraunodelosmásveteranosCarisdeBethod.Malasangrelellamaban.

—Me imagino que aún puedo aguantar un par de combates —dijoTresárbolessinretrocederniunsolopaso.

Malasangremiróasualrededoryescrutólosárboles,noeratantontocomoparano saberque suposiciónnoerabuena,pero tampocoparecíadispuestoatomardemasiadasprecauciones.

—¿Dóndeestánlosdemás?¿DóndeestáelcabróndeDow,eh?Tresárbolesseencogiódehombros.—Sóloquedoyo.—De vuelta al barro, ¿eh?—el Sabueso alcanzó a ver cómoMalasangre

sonreíabajosucasco—.Unapena.Mehubieragustadoseryoquienacabaraconesehijodeputa.

ElSabuesohizounamuecadedolor,casiesperabaveraDowsalirdisparadodeentrelasrocas,peronohabíanirastrodeél.Porunavezestabaesperandolaseñal.

—¿DóndeestáBethod?—inquirióTresárboles.—¡ElReynosemolestaensalirarecibiragentecomotú!Además,ahora

estáenAngland,dándoleunapatadaenelculoalaUnión.EselpríncipeCalderquienestáalmandodetodo.

Tresárbolessoltóunresoplido:—¿Ahoraespríncipe?Meacuerdodecuandomamabalatetadesumadre.

Nisiquieraesolohacíademasiadobien.—Lascosashancambiado,viejo.Ymucho.ElSabuesoestabadeseandoqueelasuntoseresolvieradeunavezparabien

o para mal. Apenas podía contener sus ganas de orinar. Espera la señal, serepetíaasímismoparaversiasíconseguíaquelasmanosnoletemblarantanto.

—LosCabezasPlanasandanportodaspartes—estabadiciendoTresárboles—.Elpróximoveranovendránparaacá,puedeinclusoqueantes.Hayquehaceralgo.

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—Muybien,entalcaso¿porquénotevienesconnosotros,eh?Asípodrásprevenir en persona a Calder. Te hemos traído un carro para que vayas máscómodo.Unhombredetuedadnodebeirandando—dosdelosjinetesrieronaloírelcomentario,peroTresárbolesnoseunióaellos.

—¿DóndeestáForley?—gruñó—.¿DóndeestáelFlojo?Denuevosonaronrisasentrelosjinetes.—Oh, no está muy lejos de aquí —dijo Malasangre—, nada lejos. Si te

montas en el carro, te llevaremos con él. Luego nos sentaremos todos ycharlaremostranquilamentesobrelosCabezasPlanas.

AlSabuesonolegustabaaquello.Nolegustabanada.Teníaunasensaciónfunesta.

—¿Metomaspor tonto?—dijoTresárboles—.Novoya iraningunapartehastaquenohayavistoaForley.

Aloíraquello,Malasangretorcióelgesto.—No estás en condiciones de decirnos lo que vas a hacer. Puede que en

tiempos fuerasungranguerrero,peroyanoeresnadie,nohaymásqueverte.Así que entrega tu acero y súbete al maldito carro antes de que pierda lapaciencia.

Trató de hacer avanzar suavemente su caballo, pero Tresárboles noretrocedióniunpaso.

—¿Dónde está Forley? —preguntó de nuevo—. O me das una respuestaclara,oahoramismotearrancolasentrañas.

Malasangrevolvió lacabezaysonrióasushombres,que ledevolvieron lasonrisa.

—Está bien, viejo, ya que te empeñas.Calder pretendía que lo hiciéramosmástarde,peroyonoquieroperdermetucara—sonrióydejócaerunbultoquellevaba colgando de la silla. Un saco con algo dentro. El Sabueso supoinmediatamenteloqueera.CayóalsuelojuntoalospiesdeTresárboles.Loquehabía dentro salió rodando, y al ver la expresión de su viejo camarada, elSabuesosupoquehabíaacertado.EralacabezadeForley.

Nohacía faltamás.Al carajo con la señal.La primera flecha del Sabuesoatravesóelpechodeunode lossoldadosdelcarro.El tipo lanzóunchillidoycayóenlapartedeatrás,arrastrandoconsigoalconductor.Habíasidounbuentiro,peronohabíatiempodepensarenello,sumanobuscabayaotraflechaysu

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boca se había puesto a lanzar gritos. Ni siquiera sabía lo que decía, sólo queestabagritando.Hoscodebíadehaberempezadoadisparartambién,unodelosCaris que había en el puente soltó un aullido, cayó del caballo y se estrellócontralasaguasdelrío.

TresárbolessehabíaagachadoyretrocedíaprotegidotraselescudomientrasMalasangreleazuzabaconlalanzayespoleabasumonturaparatratardesacarladelpuenteyllevarlaalotroladodelcamino.Eljinetequeteníadetrás,ansiosoporsalirdelpuente,tratódeabrirsepasoporsucostadoyseacercóalasrocas.

—¡Malditoscabrones!—Dowsaliócomounaexhalacióndeentrelasrocasqueeljineteteníaporencimayseabalanzósobreél.Cayeronjuntosformandoun amasijo de miembros y armas, pero el Sabueso vio que era Dow quienquedaba arriba. Su hacha subió y bajo un par de veces a toda velocidad.Unomenosdelquepreocuparse.

La segunda flecha del Sabueso falló por un amplio margen, estabademasiadoocupadodesgañitándose,peroalcanzóen lagrupaauncaballoyelresultadofuemejordeloesperado.Labestia,encabritada,sepusoadarcocesypronto todos loscaballosse revolvíanyrelinchabandespavoridosmientrassusjinetes proferían maldiciones y se tambaleaban sobre sus sillas y las lanzassacudíanelaireentodasdirecciones.Untumultodetresparesdedemonios.

El jinete que se encontraba más retrasado se partió de pronto en dosrociándolo todo de sangre. Cabeza de Trueno había salido del río y se habíaacercado a ellos por detrás. No había armadura que pudiera resistir un golpecomoese.Elgigantelanzóunrugidoyalzósobresucabezalainmensahojadeaceroteñidadesangre.Alsiguientejinetelediotiempodelevantarsuescudo,peropodíahaberseahorradolasmolestias.El tajolearrancóunbuentrozodelescudo,lepartiólacabezaylolanzófueradelasilla.Elgolpefuetanbrutalqueelpropiocaballosedesplomósobreelsuelo.

Uno de los jinetes había conseguido dar la vuelta a su montura y estabaalzando su lanza para tratar de alcanzar a Tul en un costado. Antes de quepudierahacerlo,dejóescaparungruñido,diounasacudida,arqueólaespalda.ElSabueso alcanzó a ver un manojo de plumas que sobresalían de su costado.Debía de haber sido Hosco. Un pie se le quedó enganchado en el estribo ycomenzó a balancearse colgado de la silla. Gruñía, gemía, trataba deincorporarse,perosumontura,aligualquelosdemás,comenzóacorcovearyel

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soldadobailoteóbocabajoysegolpeórepetidasveceslacabezacontralosladosdelpuente.Echólalanzaalríoytratódeincorporarse,peroentoncessucaballoledescargóunacozenelhombroylosoltó.ElsoldadorodóbajolaspezuñasdelcaballoencabritadoyelSabuesosedesentendiódeél.

El segundo arquero se había puesto de pie sobre el carro. Parecía haberserecuperado del sobresalto inicial y trataba de enfilar con su extraño arco aTresárboles, que seguía agachado cubriéndose con el escudo. El Sabueso ledisparó, pero se había apresurado demasiado y, además, seguía gritando. Enlugardeacertarenelblanco,alcanzóenelhombroalconductordelcarro,queacababadelevantarse,yloenviódenuevoalapartedeatrás.

Se oyó el tañido del extraño arco y vio cómoTresárboles se separaba delescudopegandounsalto.Poruninstante,elSabuesosealarmó,peroluegovioque,apesardequelaflechahabíatraspasadolasólidamadera,sehabíadetenidojustoantesdealcanzaraTresárbolesenlacara.Estabaencajadaenelescudo,lasplumasaunlado,lapuntaalotro.Unarquitobastantecabrón,pensóelSabueso.

OyóelrugidodeTulyviocómootrojineteseprecipitabaalrío.LuegocayóotroconunadelasflechasdeHoscoalojadaenlaespalda.Dowsevolvióydeun solo tajo segó los cuartos traserosdel caballodeMalasangre.El caballo setambaleó,abriólaspatasyledescabalgó.Losdosúnicosjinetesquequedabanestabanatrapados:aunladodelpuenteestabanDowyTresárboles,alotroTul.Apretujados entre los despavoridos caballos sin jinete, no podían ni girarse nihacerningunaotracosa.Hosco,desdeelbosque,losteníaasumerced,yaqueldíanoestabadehumorparaconcederleslamerceddedejarlosconvida.Enuninstanteacabóconellos.

Eltipodelarcotratódehuir.Sedesprendiódeltrozodemaderaysaltódelcarro.EstavezelSabueso sepreocupódeapuntar conelmáximocuidado, suflecha le entróal arqueroentre losomoplatosy lehizocaerdebrucescuandoapenashabíadadodospasos.Hizounintentodeseguirarastras,peronollegómuy lejos. El conductor del carro, gimiendo y agarrando la flecha que teníaincrustada en el hombro, volvió a asomar la cabeza. El Sabueso no tenía porcostumbrematar a loshombresque estaban fuerade combate, pero leparecióqueaqueldíahabíaquehacerunaexcepción.La flecha leentrópor labocayacabóconél.

ElSabuesoadvirtióqueunjinetesealejabacojeandoconunadelassaetas

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de Hosco en la pierna, y le apuntó con la última flecha que le quedaba.Tresárbolesseleadelantóyleensartósuespadaenlaespalda.Habíaotromásqueaúnsemovía,tratabadeponersederodillas,elSabuesoleapuntó.Antesdeque soltara la cuerda, aparecióDow y le decapitó. Un chorro de sangre saliódisparado en todas direcciones. Sobre el puente, los caballos, arremolinados,relinchabanyresbalabansobrelasescurridizaslosas.

ElSabuesodivisóaMalasangre;eraelúnicoquequedaba.Debíadehaberperdidoelcascoalcaersedelcaballo.Gateabaporelrío,ralentizadoporelpesode su cota de mallas. Se había desprendido del escudo y de la lanza con laesperanzadequeasítendríamásposibilidadesdeescapar,peronosehabíadadocuentadequesedirigíaderechoadondeestabaelSabueso.

—¡Cogedlevivo!—gritóTresárboles.Tulcomenzóadescenderporunadelasorillas, peroavanzabaconmucha lentitud, resbalandoypatinando sobre elbarroquehabíaremovidoelcarro—.¡Cogedlevivo!—Dowfuetambiénaporél, maldiciendo y chapoteando por el río. Malasangre se encontraba ya muycerca.ElSabuesooíalosaterrorizadosjadeosquelanzabamientrasbregabaconlasaguas.

—¡Argh!—aulló.LaflechadelSabuesoseleclavóconungolpesecoenlapierna justo por debajo de su cota de mallas. Perdió el equilibrio y cayó decostado junto a la orilla, tiñendo de sangre las aguas turbias. Luego trató deauparsealahierbahúmedaquecrecíajuntoalarroyo.

—¡Valeasí,Sabueso!¡Loqueremosvivo!—gritóTresárboles.ElSabuesosaliódeentre losárboles, resbalópor laorillaysemetióenel

agua. Luego sacó su cuchillo. Tul y Dow se acercaban todo lo deprisa quepodían,peroaúnestabanunpocolejos.Conlacaracontraídapordolorque leproducíalaflechaqueteníaalojadaenlapierna,Malasangrerodósobreelbarroyluegoalzólasmanos.

—Basta,basta,meurgh...—¿Tequé?—inquirióelSabuesobajandolavistaparamirarle.—Urgh...—volvióadecir.Susemblanteexpresabaunaprofundasorpresay

se había llevado una mano al cuello. Un chorro de sangre brotaba entre susdedosyseescurríaporlapecheradesucotademallas.

Dowseacercóchapoteando,sedetuvoymiróhaciaabajo.—Bueno,asuntoconcluido—dijo.

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—¿Quéoshabíadicho?—gritóTresárbolesmientrasseacercabacorriendo.—¿Eh? —inquirió el Sabueso. Luego miró su cuchillo. Estaba lleno de

sangre—.Ah—sóloentoncessediocuentadequehabíasidoélquienlehabíarebanadoelpescuezoaMalasangre.

—¡Podíamos haberle interrogado! —dijo Tresárboles—. ¡Podía haberllevadounmensajeaCalderparadecirlequiénhabíahechoestoyporqué!

—¡Despierta,jefe!—mascullóTulDuru,queyasehabíapuestoalimpiarsuespada—.Anadieleimportanyalosviejoscódigos.

Y, además, dentro de nada los tendremos aquí. Cuanto menos sepan denosotros,mejor.

DowdiounapalmadaalSabuesoenlaespalda.—Has hecho bien.La cabeza de este cabrón nos servirá demensaje.—El

SabuesonoestabamuysegurodequeleagradararecibirlaaprobacióndeDow,pero ya era demasiado tarde. Dow tuvo que emplear dos tajos para cortar lacabezadeMalasangre.Unavezquelatuvoseparadadeltronco,lacogióporloscabellosycargóconellaconlamismaindiferenciaydespreocupaciónquesisetrataradeunabolsadenabos.Agarróunadelaslanzasqueflotabanenelarroyoysefueabuscarunlugarquefueradesuagrado.

—Yanadaescomoantes—mascullabaTresárbolesavanzandoporlaorillaendirecciónalpuente,dondeHoscoestabaregistrandoaloscadáveres.

Mientras le seguía, el Sabueso vio cómo Dow clavaba la cabeza deMalasangreenlalanza,lahincabaentierraporlaempuñadurayluegodabaunpasoatrásyseponíadejarrasparaadmirarsuobra.Laladeóunpocohacialaderecha y luegootro pocohacia la izquierda hasta que consiguió que quedaraperfectamente recta.Acto seguido, sedio lavueltaymiróalSabuesoconunasonrisadeorejaaoreja.

—Asíestábien—dijo.—¿Yahoraqué,jefe?—inquirióTul—¿Ahoraqué?Tresárbolesestabaagachadoalaorilladelarroyolavándoselasangredelas

manos.—¿Quéhacemos?—preguntótambiénDow.Elviejoselevantólentamente,sesecólasmanosenlazamarraysetomóun

tiempoparapensarlo.—AlSur.EnterraremosaForleyporelcamino.Nosvanaperseguir,asíque

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cogeremosestoscaballos.Luego,alSur.Tul,serámejorquedesenganchesaldelcarro,eselúnicoquepuedecargarcontigo.

—¿Al Sur?—preguntó desconcertado Cabeza de Trueno—. ¿Adonde delSur?

—AAngland.—¿Angland? ¿Paraqué? ¿Noes ahí donde están enguerra?—preguntó el

Sabueso,haciéndoseecodeloquetodospensaban.—Claroquesí,poresomismosemehaocurridolaideadeirahí.Dowfruncióelceño.—¿Porquénosotros?¿QuétenemosnosotroscontralaUnión?—Noseasidiota—repusoTresárboles—,miideaesqueluchemosdellado

delaUnión.—¿DelladodelaUnión?—inquirióTulretorciendoloslabios—.¿Conesos

afeminados?¡Ésanoesnuestraguerra,jefe!—DeahoraenadelantecualquierguerracontraBethodesmiguerra.Quiero

verelfinaldeesehijodeputa—ahoraquelopensaba,elSabuesonuncahabíavistoaTresárbolescambiarde idea.Nunca jamás—.¿Quiénestáconmigo?—preguntó.

Todosloestaban.Porsupuesto.Llovía.Unalluviafinaqueloimpregnabatododehumedad.Suavecomoel

besodeunadoncella,comosueledecirse,aunqueelSabuesoyanorecordabaaquésabíaeso.Lluvia.Enciertomodoparecíaapropiadopara laocasión.Dowacabóconelmontóndetierra,sesorbiólanarizehincólapalajuntoalatumba.Estaba alejada del camino. Muy alejada. No querían que la encontraran ydesenterraranaForley.Sedistribuyeronasualrededor,loscincoquequedaban,y bajaron la vista. Hacía mucho que no enterraban a uno de los suyos. LosShanka,porsupuesto,habíanacabadoconLogenhacíanotanto,peronohabíanencontrado su cadáver. Puede que sólo faltara unmiembro del grupo, pero elSabuesoteníalaimpresióndequehabíanperdidomuchomásqueeso.

Tresárboles frunció el ceño y se tomó un tiempo para pensar lo que iba adecir.Eraunasuerteque,comojefe,fueraaélaquiencorrespondieraencontrarlaspalabras,porqueelSabuesoestabasegurodequeaélnoselehabríaocurridonada. Al cabo de un minuto, Tresárboles comenzó a hablar con la mismaparsimoniaconqueseextinguelaluzenelocaso.

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—Éste de aquí era un tipo flojo. El más flojo, sin duda. Por eso lellamábamosasí.ResultaextrañollamaraunhombreElFlojo,¿no?Fueelpeorguerreroqueunopodríaimaginar,sesometióaNuevededos.Unguerreroflojo,escierto,peroconuncorazónmuyfuerte.

—Asíes—asintióHosco.—Uncorazónmuyfuerte—apostillóTulDuru.—Elmásfuerte—mascullóelSabueso.Laverdadesqueteníaunnudoenla

garganta.Tresárbolesasintió.—Hayque teneragallasparaenfrentarsea lamuertecomolohizoél.Para

caminardefrentehaciaella,sinsoltarniunaqueja.Parairasuencuentro.Ynolohizoporél,sinoporotrosalosquenisiquieraconocía—Tresárbolesapretólos dientes y permaneció un rato en silencio con la vista clavada en la tierra.Todosleimitaron—.Estodoloquetengoquedecir.Devueltaalbarro,Forley.Latierraesahoramásricaynosotrosmuchomáspobres.

Dowsearrodillóyposóunamanoenlatierrahúmeda.—De vuelta al barro. —Por un instante al Sabueso le pareció que una

lágrimacaíadesunariz,perolomásprobableesquefueraunagotadelluvia.Alfinyalcabo,setratabadeDowelNegro.Luegoselevantóysealejócabizbajo;losotroslesiguieronunoporunoendirecciónaloscaballos.

—Adiós,pues,Forley—dijoelSabueso—.Seacabóelmiedo.Apartirdeahora,supuso,élpasabaaserelcobardedelgrupo.

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Desconsuelo

Jezalarrugóelceño.Ardeeseloestabatomandoconmuchacalma.Noeranormal.Quedarandondequedaran,siempreestabaallícuandoellallegaba.Nolehacíaningunagraciatenerlaqueesperar.Bastantehumillanteresultabayatenerque esperar susmisivas.Estar ahí de pie comoun idiota le hacía sentirse aúnmásesclavizadodeloqueyaestaba.

Alzólavistacongestoceñudo.Comosinoquisieradesentonarconsuestadodeánimo,elcielollevabaunratosoltandogotasdelluvia.Decuandoencuandole alcanzaba una y sentía un alfilerazo en la cara. Miraba las ondas queproducíanlasgotasenlasuperficiegrisdellago,lasvetaspálidasqueformabansobreelfondoverdedelosárbolesyelgrisdelosedificios.TambiénhacíanquelasiluetadelaCasadelCreadoraparecieraborrosa.Alfijarseenaqueledificiosuceñoseacentuó.

A esas alturas ya no sabía qué pensar. Todo lo ocurrido le parecía unapesadillafebril,y,comosideunapesadillasetratase,habíadecididoborrarlodesu mente y hacer como si nunca hubiera sucedido. Tal vez podría haberloconseguido si no fuera porque cada vez que ponía un pie en la calle aquelmaldito lugar aparecía en su campo visual recordándole que, bajo la aparentetranquilidad de la superficie, el mundo era un hervidero lleno de misteriosincomprensibles.

—Malditosea,ymalditoseatambiéneldementedeBayaz—masculló.Contemplócongestoceñudolospradosencharcados.Lalluviamanteníaala

gentealejadadelparque;hacíamuchotiempoquenoloveíaasídevacío.Dostiposdeaspectotristónsesentabanapáticamenteenlosbancos,recreándoseen

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sus pequeñas tragedias privadas, y en los senderos se veían también algunospaseantesquecaminabanconpasoapresuradodirigiéndoseasaberdónde.Unoqueibaembutidoenunlargoabrigoavanzabahaciaél.

El ceño de Jezal se desvaneció. Era ella, seguro. Llevaba el rostrocompletamentearrebujadoenlacapucha.Ciertoquehacíaunpocodefrío,peroaquello parecía un tanto teatral. Nunca había pensado que fuera una de esaspersonas que se echan para atrás porque caigan cuatro gotas. Pero se sentíacontentodeverla.Ridículamentecontento.Sonrióyavanzó rápidamentehaciaella.Cuandoseencontrabanasólodospasos,Ardeesequitólacapucha.

AJezalselecortóelalientodelaimpresión.¡Teníaunmoratónenormeenlamejilla,alrededordeunojo,enlacomisuradellabio!Duranteunosinstantessequedóinmóvil,embargadodelestúpidodeseodeserélynoellaquiensehubierahechoeso.Seguroquelehabríadolidomenos.Jezalsediocuentadequeteníauna mano apretada contra la boca y que la estaba mirando con los ojosdesorbitados, comouna niñita que acabara de descubrir una araña en el baño,peronopodíahacernadaparaevitarlo.

Ardeeselimitóaponerlemalacara.—¿Quépasa?¿Esquenuncahasvistounmoratón?—Bueno,sí,pero...¿estásbien?—Pues claro que sí—Ardee le rodeó y comenzó a andar por el sendero.

Jezaltuvoqueavivarelpasoparacogerla—.Noesnada.Unacaídatonta.Soyunatorpe.Siemprelohesido.Desdequeerapequeña—dijoenuntonoqueaJezallesonóexcesivamenteamargo.

—¿Puedohaceralgo?—¿Quéquiereshacer?¿Curármeloconunbeso?—Dehaberestadoasolas,

no le habría importado nada intentarlo, pero de todos modos el semblanteceñudodeArdeedejababienalasclarasloquepensabadeaquello.Erararo:elmoratóndeberíahaberledadounpocodeasco,peronoeraasí.Enabsoluto.Loque sentíamás bien era un incontenible deseo de rodearla con sus brazos, deacariciarle el pelo, de susurrarle al oído palabras de consuelo. Patético. Si lointentaba, lomás probable es que le soltara un bofetón. Y seguramente se lotendríabienmerecido.Nonecesitabasuayuda.Además,malditasea,nopodíatocarla.Pordondeestabanahorahabíamásgente.Ojosportodaspartes.Nuncasesabequiénpuedeestarmirando.Laideahizoquesepusieraunpoconervioso.

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—Ardee... ¿no es esto un poco arriesgado? No sé, imagínate que tuhermano...

Ardeesoltóunresoplido:—Olvídatedeél.Noharánada.Lehedichoquenometalasnaricesenmis

asuntos—Jezalnopudoreprimirunasonrisa.Seimaginabalaescenaydebíadehabersidomuydivertida—.Además,segúnheoído,partíshaciaAnglandconlasiguientemarea y no estaba dispuesta a permitir que te fueras sin despedirte,¿sabes?

—¡Yo jamás haría eso! —dijo horrorizado. El simple hecho de oírlapronunciar lapalabradespedida lehacíadaño—.¡Anteshubieradejadoquesefueransinmí!

—Ja.Caminaronunratoensilencio,bordeandoellago,conlosojosclavadosenla

gravilladelsendero.Aquellonoseparecíademasiadoa ladespedidaagridulceque él se había imaginado. Pasaron por entre los troncos de unos sauces queesparcíansusramassobrelasaguas.Eraunlugarbastanteapartadoyasalvodemiradasindiscretas.Noeraprobablequefueraaencontrarotrositiomejorparasoltarloqueteníaquedecir.MiródereojoaArdeeyrespiróhondo.

—Ardee..., esto,no sécuánto tiempovoyaestar fuera.En fin,pueden servarios meses...—se mordió el labio superior. No le estaba saliendo tan biencomoesperaba.Habíaensayadoaqueldiscursofrentealespejolomenosveinteveces hasta dar con la expresión más idónea: seria, confiada, un puntohalagadora.Ahora, en cambio, las palabras brotaban de sus labios confusas yatropelladas—.Confíoque,bueno,quequizás,enfin,confíoquemeesperarás.

—Bueno,meimaginoqueseguiréporaquí.Tampocotengoningúnotrositioadondeir.Peroyoquetúnomepreocuparía,cuandoestésenAnglandtendrásmuchas cosas en las que pensar: la guerra, el honor, la gloria, todo eso.Muyprontomehabrásolvidado.

—¡No! —gritó agarrándola del brazo—. ¡Jamás te olvidaré! —volvió asoltarlaa todaprisa, temerosodequealguien lehubieravisto.Almenoshabíaconseguidoquelemiraraalacara.Parecíaalgosorprendidaporlarotundidaddesunegación,aunquenotantocomoloestabaél.

Jezal bajó la vista y se la quedó mirando con los ojos parpadeando. Unachica guapa, aunque demasiado morena, de tez demasiado bronceada y

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demasiado inteligente; su traje era bastante sencillo, no llevaba joyas y teníamediacaracruzadaporunmoratónenorme.Seguramentenohabríadadolugaramuchoscomentariosenelcomedordeoficiales.¿Cómoeraposibleentoncesqueaélleparecieralamujermáshermosadelmundo?Asulado,laprincesaTerezeracomounperrosinlavar.Laspalabrasfluyeronlúcidasdesumenteyhablósin pensar, mirándola directamente a los ojos. Puede que eso fuera lo que lagentellamabasinceridad.

—Escucha,Ardee.Séquepiensasquesoyunasnoy,bueno,supongoqueenrealidadlosoy,perotepuedoasegurarquenotengolaintencióndeserloduranteel restodemivida.No séporquémemiras siquieray tampoco sémuchodeestascosas,pero,enfin...piensoentiatodashoras.Esenloúnicoquepienso—volvió a respirar hondo—. Creo que... —volvió a echar un vistazo paraasegurarsedequenohabíanadiemirando—¡Creoquetequiero!

Ardeesoltóunacarcajada.—Desdeluegoqueeresunasno—dijo.Desesperación.Jezalsehundióenla

miseria.Era tal su decepción que apenas podía respirar. Su rostro se contrajo,dejó caer la cabeza y clavó la vista en el suelo. Tenía lágrimas en los ojos.Lágrimas de verdad. Lastimoso—. Pero te esperaré —júbilo. Rebosó en supechoybrotóhaciafueraconvertidoenunsollozoinfantil.Sesentíatotalmenteindefenso.Eraabsurdoqueaquellachicatuvierasemejantepodersobreél.Conunas pocas palabras podía hacerle pasar del más profundo desconsuelo a lafelicidadmásabsoluta.

Ardeevolvióasoltarunacarcajada.—Pero ¿tú te has visto, pedazo de idiota?—alzó un brazo y le quitó una

lágrimade lamejillaconelpulgar—.Teesperaré—dijoconunasonrisa.Conunadeesastorcidassonrisassuyas.

Lagentesehabíavolatilizado,elparque,laciudad,elmundoentero.Duranteun buen rato, ni siquiera sabía cuánto, estuvo mirando a Ardee tratando degrabar en sumente todos los rasgos de su cara. Tenía la impresión de que elrecuerdodeesasonrisaletendríaqueservirparasobrellevarmuchascosas.

Losmuellesbullíanconunaactividadinusitadainclusoparalohabitualallí.Los embarcaderos rebosabande gente, el aire vibrabay reverberabadebido alestruendo.Unaprocesiónconstantedesoldadosysuministrosascendíapor lasescurridizas pasarelas que conducían a los barcos. Se izaban cajas, rodaban

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barriles,cientosdecaballos,bestiasdeojosdesorbitadosybocasespumeantes,eran conducidos a los barcos a rastras, a empujones, a patadas. Los hombresgruñían y gemían mientras tiraban de sogas húmedas o cargaban maderosempapados,sudabanygritabanbajolalluviaincesante,andandoatrompiconespor las resbaladizas cubiertas, corriendo de acá para allá en medio de unaconfusióncolosal.

Portodasparteshabíagenteabrazándose,besándose,diciendoadiósconlasmanos.Esposasdespidiendoasusmaridos,madresdespidiendoasushijos,hijosdespidiendo a sus padres, todos ellos calados hasta los huesos. Unos se lotomabanconentereza,otrosllorabanygimoteaban.Yaotrosparecíatraerlessincuidado:simplescuriososquehabíanacudidoacontemplaraquellalocura.

ParaJezal,queseencontrabaapoyadoeneldesgastadorieldelbarcoqueleiba a llevar a Angland, nada de aquello tenía sentido. El agua le resbalaba achorrosporlanariz,teníaelpelopegadoalacabezayseencontrabasumidoenunestadodeprofundamelancolía.Ardeenoestabaallíy,sinembargo,parecíaestarentodaspartes.Deprontoleparecíaoírsuvoz,quesealzabaporencimadeltumultollamándoleporsunombre.Luegocreíaverlaporelrabillodelojo,mirándole,y se lecortaba la respiración.Sonreía,hacíaademánde levantar lamanoparasaludarlay,derepente,sedabacuentadequenoeraella.Otramujermorenaquesonreíaaalgúnotrosoldado.Loshombrosvolvíanahundírsele.Ladecepcióneracadavezmáshonda.

Ahora se daba cuenta del tremendo error que había cometido. ¿Por qué lehabíadichoque leesperara?¿Que leesperaraparaqué?Nopodíacasarseconella, esoestabaclaro.Era imposible.Sinembargo, sólodepensarquepudierafijarseenotrohombreleponíaenfermo.Estabahundidoenlamiseria.

Amor.Nolehacíamaldita lagracia tenerquereconocerlo,perosólopodíaser eso.Siemprehabía sentido elmás absolutodespreciopor aquella idea.Noera más que una estúpida palabra. Una palabra que sólo servía para que losmalospoetastuvieranalgoconloquedarlatabarraylasmujeresimbécilesuntemadelquecotillear.Unaideapropiadeuncuentodeniñosycarentedetodarelevancia en elmundo real, donde las relaciones entre hombres ymujeres sereducían al sexo y al dinero. Y, sin embargo, ahí estaba él, hundido hasta elcuello en una ciénaga de temor y culpa, de deseo y confusión, de dolor ypérdida.Amor.Quémaldición.

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—MegustaríaveraArdee—susurróKaspaentononostálgico.Jezalsevolvióylemirófijamente.—¿Cómo?¿Quéhasdicho?—Bueno, sólo digo que sería agradable verla, nadamás—dijo el teniente

alzandolasmanos—.Desdequeseprodujoelincidentemientrasjugabanalascartas, todo el mundo andaba con pies de plomo por temor a que volviera aestallar.

Jezal sevolvióhacia lamultitudcongestohosco.Abajo sehabía formadouna especie de tumulto. Un jinete trataba de abrirse paso enmedio del caos,espoleandouncaballoempapadodesudorygritandocadadosportres:«¡Dejenpaso!».Inclusobajoaquelchaparrón,lasalasdelcascodeljineteresplandecían.UncorreodelRey.

—Alguienvaarecibirmalasnoticias—susurróKaspa.Jezalasintió.—Y parece que somos nosotros. —En efecto, el jinete avanzaba

directamente hacia su barco, dejando a sus espaldas una estela de soldados yestibadoresdesconcertadosyfuriosos.Sebajódelcaballodeunsaltoycomenzóa subir con paso decidido por la pasarela; el semblante adusto, la relucientearmaduraempapada,lasespuelascascabeleandoacadapasoquedaba.

—¿ElcapitánLuthar?—preguntó.—Yosoy—dijoJezal—.Llamaréalcoronel.—Noesnecesario.Elmensajeesparausted.—¿Paramí?—ElJuezMaroviarequierequesepresenteinmediatamenteensudespacho.

Serámejorquecojamicaballo.Jezal fruncióel ceño.Aquello ledabamalaespina.Noveíaninguna razón

que justificara que se recurriera a un correo del Rey para hacerle llegar unmensaje,anoserqueelasuntoguardararelaciónconsupresenciaenelinteriorde la Casa del Creador. No quería saber nada más sobre aquello. Preferíarelegarloalolvido,juntoconBayaz,sunorteñoyelrepulsivotullido.

—ElJuezleestáesperando,capitán.—Sí,sí,yavoy—alparecernohabíanadaquehacer.—¡Ah,capitánLuthar!¡Quéhonorvolveraverle!—Talycomoestabanlas

cosas, a Jezal apenas le sorprendió toparse con el demente de Sulfur en las

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proximidades de las oficinas del Juez Supremo. De hecho, ya ni siquiera leparecía un loco, sólo una pieza más de un mundo que había perdido porcompletolarazón—.¡Quéinmensohonor!—babeó.

—Lomismodigo—dijoentonoausenteJezal.—¡Qué suerte haberle encontrado ahora que los dos estamos a punto de

partir!Miseñormehaencomendadounnúmeroingentedetareas—exhalóunhondosuspiro—.Nonosdanrespiro,¿eh?

—No,tieneustedrazón.—¡De todosmodos, es un honor verle y, por si fuera poco, convertido en

todoun triunfador delCertamen!Estuve allí, sabe, fue un auténticoprivilegiopoderasistiraunacontecimientocomoése—sonrióampliamenteysusojosdedoscoloreschispearon—.Ypensarqueestabadecididoadejarlo.¡Ja!¡Peronolohizo,yaselodijeyo!¡Nolohizoyahorarecogelosfrutos!LosconfinesdelMundo—añadióenvozmuybajacomosipronunciaraquellaspalabrasenvozalta pudiera desencadenar una catástrofe—. Los confines del Mundo. ¿Se loimagina?¡Leenvidio,vayasileenvidio!

Jezalparpadeó.—¿Qué?—¡Qué!¡Ja!¡Qué,dice!¡Esustedunvaliente,señor!¡Unauténticovaliente!

—Y,actoseguido,SulfursealejóconpasovivoporlaencharcadaPlazadelosMariscales, riéndose para sí. Jezal estaba tan desconcertado que ni siquiera sesintió con fuerzas para llamarlemaldito idiota cuando estuvo demasiado lejosparapoderoírle.

Uno de los innumerables secretarios de Marovia le condujo por unretumbante pasillo desierto que desembocaba en unas puertas colosales. Sedetuvodelantedeellasyllamó.Aloírungritoderespuesta,giróelpomo,tiróhaciasíunadelashojasyseapartócortésmenteparadejarpasaraJezal.

—Yapuedepasar—dijoenvozbajaalverqueJezalnosemovía.—Ah,sí,sí,claro.Lagigantescacámaraestabasumidaenuninquietantesilencio.Apenashabía

mueblesenaquelinmensoespacioforradodemadera,ylospocosquehabíaerandeuntamañoexagerado,comosiestuvieranpensadosparaunaspersonasmuchomásgrandesqueJezal.Poruninstantetuvolaimpresióndequehabíaacudidoaaquellugarparaversesometidoaunjuicio.

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ElGranJuezMaroviaestabasentadotrasunamesadescomunal,querelucíacomounespejo.Mirabaa Jezalconunasonrisacordial, aunque teñidadeunacierta expresión de lástima. A su izquierda se sentaba elMariscal Varuz, quemiraba hacia abajo contemplando con gesto culpable el reflejo borroso de supropiorostro.Jezalnocreíaquefueraposiblesentirsemásdeprimidodeloqueyaestaba,pero,alfijarseenel tercermiembrodelgrupo,sediocuentadequeestaba equivocado. Ahí estaba Bayaz, con su característica sonrisa desuficiencia. Sintió un leve ataque de pánico cuando la puerta se cerró a susespaldas:elclicdelpestillolehizopensarenelcerrojodeunamazmorra.

Bayazselevantóyrodeólamesa.—CapitánLuthar,mealegromuchodequehayavenido—elancianocogió

lamano húmeda de Jezal, la estrechó con fuerza y luego le condujo hacia elinteriordelasala—.Graciasporvenir.Muchasgracias.

—Mmm...nofaltabamás—niquehubieratenidootraopción.—Bueno, me imagino que estará preguntándose a qué viene todo esto.

Permítamequeseloexplique—diounpasoatrásysesentósobrelamesa,comosifuerauntíoquesedispusieraasoltarunacordialcharlaasusobrino—.Yoyun pequeño grupo de valientes compañeros, personas escogidas, me entiende,personasdistinguidas,vamosaemprenderunlargoviaje.¡Unviajeépico!¡Unagrandiosa aventura!Nome cabe ninguna duda de que si nuestramisión se vecoronadaporeléxito,sehablarádeelloduranteaños.Durantemuchosaños—Bayaz arqueó sus blancas cejas y su frente se cubrió de arrugas—. ¿Y bien?¿Quéleparece?

—Mmm...—JezalmirónerviosoaMaroviayaVaruz,peroningunodelosdos le dioningunapista que le permitiera adivinar dequé iba todo aquello—.¿Puedohacerleunapregunta?

—Porsupuesto,Jezal.NoleimportaquelellameJezal,¿verdad?—No,mmm,claroqueno.Esto,elcasoesque...verá,mepreguntoquétiene

esoqueverconmigo.Bayazsonrió.—Nosfaltaunhombre.Seprodujountensoyprolongadosilencio.Unagotadeaguasedesprendió

delcuerocabelludodeJezal,resbalóporsufrente,sedeslizóporsunarizyfueaparar a las baldosas del suelo. Un sentimiento de espanto se fue esparciendo

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lentamenteportodosucuerpo,desdelasentrañashastalapuntadelosdedos.—¿Yo?—masculló.—Setratadeuntrayectolargo,difícily,contodaprobabilidad,preñadode

peligros. Ahí fuera tenemos enemigos, tanto usted como yo. Muchos másenemigos de los que se imagina. ¿Quién podría sernos más útil que unconsumadoespadachíncomousted?¿TodounvencedordelCertamen?

Jezaltragósaliva.—Le agradezcomucho su ofrecimiento, se lo digo sinceramente, perome

veoobligadoadeclinarlo.Mipuestoestáconelejército,¿comprende?—diounpasovacilantehaciaatrásendirecciónalapuerta—.DeboiralNorte.Ahora,simedisculpan,mibarcodebedeestarapuntodezarpary...

—Me temoque subarcoyaha zarpado, capitán—tercióMarovia.SuvozcálidahizoqueJezalsepararaenseco—.Nohacefaltaquesigapreocupándosedeeso.NovaairaAngland.

—Pero,Señoría,micompañía...—Yaencontraremosotrooficialparaquelamande—dijosonriendoelJuez

Supremo; su tono era comprensivo y cordial pero tremendamente firme—.Valoromuchosussentimientos,créame,peroconsideramosqueestoesbastantemásurgente.EsmuyimportantequehayaunrepresentantedelaUniónenesteasunto.

—Terriblemente importante —murmuró Varuz sin demasiado entusiasmo.Jezal miraba atónito a los tres ancianos. No había escapatoria. ¿Era esa larecompensa por haber ganado el Certamen? ¿Un viaje descabellado a váyaseusted a saber dónde en compañía de un anciano trastornado y un grupo desalvajes? ¡Cuántodeseabanohabersededicado jamása la esgrima! ¡Nohaberpuestosusojosenunaceroensuvida!Perodesearnoservíadenada.Nohabíavueltaatrás.

—Tengoqueserviramipatria...—musitóJezal.Bayazsoltóunacarcajada.—AcabarformandopartedeunapiladecadáveresenelgélidoNortenoes

laúnicamaneradeserviralapatria,muchacho.Zarpamosmañana.—¿Mañana?Perositodasmiscosasestánen...—No se preocupe, capitán, todo está arreglado—el anciano se bajó de la

mesa, se le acercó y le palmeó la espalda con entusiasmo—. Antes de que

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zarpara su barco se desembarcaron sus bártulos. Dispone de esta tarde paraescoger lo que se va a llevar al viaje, pero debemos ir ligeros de equipaje.Armas,desdeluego,y tambiénroparesistente.Noseolvidetampocodemeterunbuenpardebotas,¿eh?Metemoquetendráqueolvidarsedelosuniformes,podríanllamarlaatencióndeunaformamuypocorecomendableenloslugaresadondevamos.

—Estábien—dijoabatidoJezal—.¿Ypuedopreguntarle...adóndevamos?—¡A los confinesdelMundo,muchacho, a los confinesdelMundo!—los

ojosdeBayazemitieronundestello—.Yluegodevueltaacasa..espero.

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ElSanguinario

DigamosunacosadeLogenNuevededos:estabacontento.Por fin se iban.PeseahaberoídoalgunoscomentariosimprecisossobreelViejoImperioylosconfines del Mundo, no tenía ni la más remota idea de a dónde iban, perotampocoleimportaba.Cualquiersitiolepareceríabiencontaldesalirdeaquelmalditolugar,ycuantoantesselargaran,tantomejor.

Elúltimomiembroenunirsealgruponoparecíacompartirsuentusiasmo.SetratabadeLuthar,eljovenarrogantedelabarbacana.EltipoquehabíavencidoeneljueguecitoaqueldelasespadasgraciasalastrampasdeBayaz.Desdequellegó, apenas había pronunciado más de dos palabras seguidas. Se limitaba apermanecer de pie con la cara rígida y pálida como la cera, mirando por laventanamástiesoquesilehubieranensartadounalanzaenelculo.

Logen se dirigió lentamente hacia él. Si se va a viajar con un hombre, ypuedequetambiénalucharasulado,espreferiblecharlarconély,siesposible,echarse unas risas. Es así cómo surge primero la comprensión y luego laconfianza.Eslaconfianzaloquemantieneunidaaunabanda,y,enmediodelanaturalezasalvaje,esopuederepresentarladiferenciaentrelavidaylamuerte.Generarunaconfianzadeese tipo lleva su tiempoyexigeunesfuerzo.Logenpensabaque,puestosaello, eramejorempezarcuantoantes,y, además, aqueldíaestabademuybuenhumor.SepusoalladodeLutharysequedómirandoalparquemientras trataba de encontrar un terreno común en el que sembrar lassemillasdetanimprobableamistad.

—Hermosopaíselsuyo—nolopensaba,peroandabaescasodeideas.Lutharsevolvióhaciaélylemiródearribaabajocongestoaltanero:

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—¡Quésabráusted!—Siemprehepensadoque laopinióndeunhombrevale tantocomo lade

cualquierotro.—Ja —replicó el joven con gélida sorna—. Ésa debe de ser una de las

muchas cosas que nos diferencian —y, dicho aquello, siguió mirando por laventana.

Logen respiró hondo. Parecía que la confianza mutua iba a tardar algúntiempo en surgir.Dejó aLuthar y probó conQuai, aunque, a decir verdad, elaspectodelaprendizeradelomenosprometedor:estabaarrellanadoensusillaconlamiradaperdidayelceñofruncido.Logensesentóasulado.

—Bueno,debesdeestardeseandovolveratupaís,¿no?—Mipaís—musitócondesánimoelaprendiz.—Sí,elViejoImperio...ocomosellame.—Niseimaginacómosonallílascosas.—Pues cuéntamelo —dijo Logen esperando oír hablar de la paz de sus

valles,desusciudades,desusríosytodoesetipodecosas.—Allínohaymásquesangre.Sangreyanarquía.Lavidavalemenosque

unamotadepolvo.Sangre, anarquía. Aquellas palabras tenían un regusto desagradablemente

familiar.—¿NohayunaespeciedeEmperadoroalgoasí?—Haymuchos,ysiempreestánluchandoentresí,forjandounasalianzasque

duran una semana, un día, una hora, pues nada más sellarlas se apresuran aapuñalarseunosaotrosporlaespalda.CuandocaeunEmperador,surgeotroyluegootroyotro,y,entretanto,enlosmárgenesdelasociedad,losdesesperados,losdesposeídos,hurganentrelabasuraosededicanalpillajeoalasesinato.Lasciudades menguan, las grandes obras del pasado se convierten en ruinas, lascosechas no se recogen y la gente pasa hambre. Derramamiento de sangre ytraiciones,asíhasidodesdehacecientosdeaños.Lasraícesdelasrivalidadessontanprofundas,tanenmarañadas,queyacasinadiesabequiénesenemigodequiénniporqué.Yanosenecesitanrazones.

Logenhizounúltimointento.—Nuncasesabe.Puedequeahoralascosasvayanmejor.—¿Porqué?—mascullóelaprendiz—¿Porqué?

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Logen trataba de encontrar desesperadamente una respuesta, cuando depronto se abrieron las puertas. Con gesto preocupado, Bayaz inspeccionó lahabitación.

—¿DóndeestáMaljinn?Quaitragósaliva.—Hasalido.—Yaveoquehasalido.¡Perocreoqueledijequelaretuvieraaquí!—Sí,peronomedijocómo—mascullóelaprendiz.Sumaestroleignoró.—¿Dónde se habrámetido esa endemoniadamujer? ¡Mañana almediodía

zarpamos!¡Hacesólotresdíasquelaconozcoyyametienehastalasnarices!—apretólosdientesyrespiróhondo—.Vayaaversilaencuentra,Logen,¿quiere?Encuéntrelaytráigaladevuelta.

—¿Ysinoquierevolver?—¡Amíquémecuenta,cójalayécheselaalhombro!¡Pormícomosilatrae

hastaaquíapatadas!Se decía pronto, pero aLogen no le entusiasmaba en absoluto la idea.De

todosmodos,yaquehabíaquehacerloparapoderzarpar,mejorhacerlocuantoantes.Exhalóunsuspiro,selevantódelasillaysedirigióhacialapuerta.

Logensepegóalassombrasdelmuroyechóunvistazo.—Mierda—sedijoenunsusurro.Ahorateníaqueser,justocuandoestaban

a punto de irse. A unas veinte zancadas de él, con un gestomás torvo de lohabitual, se encontraba Ferro. La rodeaban tres hombres. Unos enmascaradosvestidosdenegro.Juntoalaspiernas,apenasvisibles,llevabanunasestacas;lastenían bajadas, pero Logen no albergaba ninguna duda sobre cuáles eran susintenciones. Podía oír lo que estaba diciendo uno de ellos, tras su máscarasiseabaalgoasí comoque se fuera conellos sin armar follón.Logen torció elgesto.NoarmarfollónconcordabamalconelcarácterdeFerro.

Se preguntó si no seríamejor escabullirse y avisar a los demás.No podíadecirsequeaquellamujerlecayerademasiadobien,desdeluegonolobastantecomo para dejarse abrir la cabeza por ella. Pero eran tres contra uno, y si ladejabaamerceddeaquellostipos,pormuyduraquefuera,lomásprobableesqueparacuandoestuvieradevueltalahubieranhechopicadilloyselahubieranllevadoarastrasasaberadónde.Yentoncespuedequenopudierasalirjamásde

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aquellamalditaciudad.Se puso a calibrar la distancia, a pensar en la mejor manera de hacerles

frente, a sopesar las distintas alternativas, pero llevaba demasiado tiempoinactivoysumentehabíaperdidoagilidad.Aúnseguíadándolevueltasalasuntocuando,depronto,Ferrolanzóunalarido,seabalanzósobreunodeloshombresylesoltóungolpequelehizocaerdeespaldas.Tuvotiempodedescargarledosbrutales puñetazos en la cara antes de que los otros dos la agarraran y lalevantaran.

—Mierda —farfulló Logen. Ahora los tres estaban enzarzados, dandobandazos en medio de la calle, chocándose contra las paredes, gruñendo,profiriendomaldiciones,lanzandopatadasypuñetazos,formandounamarañadebrazos y piernas. El momento de abordar el asunto de una forma inteligentehabíapasado.Logenapretólosdientesyselanzóalacarga.

Eltipoqueestabacaídosehabíapuestodepie,y,mientraslosotrosdosseesforzaban por amarrar a Ferro, se sacudió la cabeza para quitarse elaturdimiento.LuegoalzólaestacadispuestoaestrellárselaaFerroenelcráneo.Logensoltóunrugido.Elenmascarado,sorprendido,volviólacabeza.

—¿Eh?—ElhombrodeLogenseestampócontrasuscostillas,levantándoloenviloyarrojándoloporelaire.Logenvioporelrabillodelojounaestacaquecaía hacia él, pero les había cogido desprevenidos y el golpe venía con pocafuerza.Loparóconelbrazo,secolópordebajodesuoponenteydescargósuspuños contra la máscara, dos señores puñetazos, uno con cada mano. Elenmascarado se tambaleó hacia atrás agitando los brazos. Antes de que secayera,Logen le cogió lospuñosde sugabánnegro, lo alzó envolandasy loarrojóbocabajocontraelmuro.

Salió rebotado emitiendo un gorgoteo y se desplomó sobre el adoquinado.Logen sevolvió en redondo con lospuños cerrados, pero el tercer tipo estabacaídodebrucesenelsueloyFerroestabamontadaencimadeél,conunarodillahundida en su espalda, levantándole la cabeza por el cabello y golpeándoselacontraelsuelomientrasproferíauntorrentedemaldicionesininteligibles.

—¿Quéhabíashecho?—gritóLogencogiéndoladeuncodoyapartándoladeltipo.

Ferrosezafóysequedóquieta, jadeando,conlosbrazoscaídos,lospuñoscerradosylanarizchorreandosangre.

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—Nada—gruñó.Logen,porprecaución,retrocedióunpaso.—¿Nada?¿Yaquéhavenidotodoestoentonces?Ferroretuvouninstantecadaunadelaspalabrasyluegoselasescupiócon

sudesagradableacento:—Yo...qué...sé—luegoselimpiólasangredelabocaconunamanoy,de

pronto,sequedóparalizada.Logenvolviólacabezaparamirarporencimadesuhombro.Porlacallejuelaveníancorriendootrostresenmascarados.

—Mierda.—¡Mueve el culo, pálido! —Ferro se volvió y salió corriendo. Logen la

imitó. ¿Podía hacer otra cosa? Corrió. La angustiosa y jadeante carrera de lapresa:loshombrosaguardandorecibirungolpeporlaespalda,elaireentrándoleabocanadasporlaboca,elecodelospasosdesusperseguidoresretumbándoleenlosoídos.

A ambos lados pasaban como una exhalación altos edificios blancos,ventanas,puertas,estatuas,jardines.Tambiéngente,quegritabanyseechabanaunladoosepegabanalasparedes.Noteníaniideadedóndeestaban,noteníaniideadeadóndeiban.Deunportalqueteníajustodelantesalióuntipoconunfajo de papeles bajo el brazo. Se chocaron, cayeron al suelo, rodaron por unaalcantarillaenmediodeunanubedepapeles.

Intentó levantarse,pero leardían laspiernas. ¡Ynopodíaver!Un trozodepapelselehabíapegadoalacara.Seloquitóysintióquelecogíandelbrazoytirabandeél.

—¡Arriba, pálido! ¡Muévete! —Ferro. Aquella mujer ni siquiera jadeaba.Mientrasseesforzabaporseguirsuritmo,Logenteníalasensacióndequeseleiban a reventar los pulmones, pero ella seguía sin bajar la marcha, la cabezagacha,lospiesvolandosobreelsuelo.

Depronto, semetió en unpasadizoquehabía delante, yLogen, dandounpatinazo al doblar la esquina, trató de seguirla.Un espacio amplio y sombrío,una elevada estructura de madera, un extraño bosque de vigas cuadradas.¿Dóndedemoniosestaban?Alfondobrillabaunaluz.Seprecipitóhaciafueraysusojosparpadearon.Ferroestabaunpocomásdelante,dándoselentamentelavuelta,respirandoentrecortadamente.Seencontrabanenmediodeuncírculodehierba,unpequeñocírculo.

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Ya sabía dónde estaba. Era la arena, el lugar donde había estado sentadoentre la multitud viendo el juego aquel de las espadas. Las gradas vacías seextendíantodoalrededordelperímetrodelaplaza.Encaramadosaellasseveíancarpinteros, que martilleaban y serraban. Algunas de las gradas de la parteposterioryahabíansidodesmontadasylossoportesseerguíanenelairecomosifueranelcostillardeungigante.Posólasmanosensusrodillastemblorosasyseagachótratandodetomaraire,escupiendosaliva.

—¿Yahora...qué?—Por aquí—Logen hizo un esfuerzo, se irguió y avanzó detrás de ella a

trompicones.PeroFerrosehabíadadolavuelta—:No,poraquíno.Logen los vio.Otrogrupode figuras enmascaradas.Ladedelante era una

mujer,alta,conunamatarevueltadepuntiagudoscabellospelirrojos.Avanzabaen silencio hacia el círculo, caminando sobre la punta de los pies, mientrasmovía los brazos por detrás indicándole a sus compañeros que fueran por losflancospararodearles.Logenechóunvistazoasualrededor,buscandoalgoquepudieraservirledearma,peronohabíanada,sólolasgradasvacíasylosgrandesedificios blancos que se alzaban al fondo. Ferro se encontraba a unos cincometros y retrocedía hacia donde estaba él; un poco más allá otros dosenmascarados, provistos de sendas estacas, avanzaban hacia ellos bordeandosigilosamenteloscercados.Cinco.Cincoentotal.

—Mierda—dijo.¿Por qué demonios se están retrasando tanto?—refunfuñóBayazmientras

dabavueltasporlasala.EralaprimeravezqueJezalveíaenfadadoalviejo,y,aunquenosabíamuybienporqué,leponíaextremadamentenervioso.Cadavezquepasabaa su lado, Jezal sentíael impulsodeapartarse—.Mevoyadarunbaño, maldita sea. Quizá pasen meses antes de que pueda volver a hacerlo.¡Meses!—Bayaz salió de la habitación hecho una furia y cerró la puerta delcuartodebañodeunportazo,dejandoaJezalasolasconelaprendiz.

Debíandesermásomenosdelamismaedad,pero,apartedeeso,Jezalnoveíaque tuvierannadamásencomúny,mientras lomiraba,nodisimulaba sudesprecio.Un ratón de biblioteca, uno de esos tipos enfermizos y enclenques.Esa forma de dar vueltas por la habitación con aspecto enfurruñado y abatidoresultaba patética. Y grosera, además. Indignantemente grosera. Jezal echabahumo en silencio. ¿Quién se había creído que era ese crío arrogante? ¿Qué

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razones tenía él para sentirse tan contrariado? No era a él a quien le habíanrobadolavida.

Claroque,puestosatenerquequedarseconunodeellos,lascosaspodríanhaber sido bastante peor. Podría haberle tocado el norteño tarado, con suchácharatrabadaytitubeante.Olabrujagurka,queloúnicoquesabíahacereramirarfijamenteconsusmalignosojosamarillos.Sólodepensarloseestremeció.Gentedistinguida,habíadichoBayaz.Denohabersidoporqueestabaapuntodequeselesaltaranlaslágrimas,sehabríapuestoareíracarcajadas.

Jezalsedejócaerenunasilladerespaldoaltoqueteníavariosalmohadonesen el asiento, pero ni siquiera así consiguió sentirse cómodo. Sus amigos yaestabancaminodeAnglandylosempezabaaechardemenos.AWest,aKaspa,aJalenhorm.InclusoalcabróndeBrint.Caminodelhonor,caminodelafama.Laguerra terminaríamuchoantesdequeél regresaradelpozoalque le ibaaconducir ese anciano demente; eso si es que regresaba. Quién sabe cuándovolveríaahaberotraguerra,otraoportunidaddealcanzarlagloria.

Habría dado lo que fuera por poder ir a combatir contra losHombres delNorte.OporpoderestarconArdee.Parecíanhaberpasadosiglosdesdelaúltimavez que fue feliz. Su vida era un desastre.Un auténtico desastre.Mientras searrellanabaunpocomásen lasillasepreguntósi lascosaspodían llegaraserpeor.

—Argh—gruñóLogenalsentirunestacazoenelbrazo.Luegorecibióotroen el hombro, después en un costado. Retrocedía tambaleándose, medioarrodillado,haciendotodoloposibleporesquivarlosgolpes.OíaaFerrochillara sus espaldas, perono conseguía distinguir si erangritos de furia o dedolor,estabademasiadoocupadorecibiendoaquellasomantadepalos.

Recibióungolpetazoenelcráneoysaliódespedidocontralasgradas.Cayódebrucesysupechoseestrellócontraelprimerbanco,vaciándoledeaire lospulmones. Le chorreaba sangre por el cuero cabelludo, por lasmanos, por laboca.Losojoslellorabandebidoaungolpequehabíarecibidoenlanariz,teníalos nudillos despellejados y llenos de sangre, tan desgarrados casi como susropas.Duranteuninstante,permanecióinmóvil,tratandodehaceracopiodelaspocas fuerzas que le quedaban.Detrás del banco, tirado en el suelo, había unlargotrozodemadera.Loagarróporunextremo.Estabasuelto.Seloacercó.Legustósutacto.Pesaba.

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Tomóaireysedispusoahacerunúltimoesfuerzo.Moviólaspiernasylosbrazos para probarlos.Nada roto, exceptuando tal vez la nariz, pero no era laprimera vez. Oyó unos pasos a su espalda. Unos pasos que se acercaban sinprisas,tomándosesutiempo.

Se fue incorporando poco a poco, tratando de aparentar que aún estabaaturdido.Depronto,lanzóunrugidoysevolviódegolpeblandiendoenaltosunuevaarma.Elmaderosepartióendoscontraelhombrodelenmascaradoyunadelasmitadesvolóporencimadelahierbayluegorodóporelsuelo.Elhombreexhaló un gemido sofocado y se vino abajo; los ojos apretados, una manoaferrada al cuello, la otra caída e inerte, abriendo los dedos, dejando caer laestaca. Logen alzó con ambasmanos el trozo demadera que le quedaba y lecruzólacaraconél.Lacabezasaliórebotadahaciaatrásyeltiposedesplomósobre el césped; bajo su máscara desgarrada manaba un copioso caudal desangre.

UnalluviadeestrellasinundólacabezadeLogen.Diountraspiésysehincóderodillas.Lehabíandadoungolpeenlanuca.Unbuengolpe.Sebamboleóuninstante tratando de no caer de bruces y, de pronto, sus ojos recuperaron lavisión.Lamujerpelirrojasealzabajuntoaélysedisponíaalevantardenuevosuestaca.

Logensepusodepiedeunsalto,seechósobreelladandomanotazosytratóde sujetarle el brazo, tirando de ella unas veces, apoyándose en ella otras,mientras le zumbaban los oídos y el mundo entero giraba vertiginoso a sualrededor. Daban bandazos por el círculo de hierba, tirando cada uno de unextremode la estaca, comodosborrachosque sepelearanporunabotella.Lamujerlegolpeabaenelcostadoconlamanoqueteníalibre.Fuertespuñetazosdirigidoscontrasuscostillas.

—Aargh—gruñíaLogen,peroyaseleestabapasandoelaturdimientoylamujererabastantemenosfuertequeél.Leretorcióelbrazoconelquesujetabalaestacayselopusoalaespalda.Lamujerlesoltóunpuñetazoenlacara,ungolpetanfuertequehizoqueporuninstanteLogenvolvieraaverlasestrellas;pero,apesardeello,consiguióagarrarladelamuñecayleinmovilizótambiénelotrobrazo.Luego,ayudándoseconunarodilla,ladoblóhaciaatrás.

La pelirroja se retorcía y pataleaba, apretando los ojos hasta dejarlosreducidosadoscentelleantesranuras,peroLogenlateníabiensujeta.Liberósu

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mano derecha de lamaraña demiembros, alzó el puño y se lo incrustó en elestómago.Lamujerexhalóunsuspiro,desorbitólosojosyquedóinerte.Logenlalanzólejosdesí.Lapelirrojasearrastróporelsuelo,sequitólamáscaraysepusoavomitarenlahierba.

Logensebamboleabasobrelahierba,sacudíalacabeza,escupíasalivazosdesangre mezclada con tierra. Aparte de la mujer, que seguía en el suelo conarcadas, había otros cuatro bultos negros arrebujados en distintos lugares delcírculo.Unode ellosdejaba escapar levesgruñidosmientrasFerrodescargabasobre él una lluvia de patadas. Aunque tenía la cara teñida de sangre, Ferrosonreía.

—Sigovivo—mascullóLogen—.Sigo...—veníanmásporelpasadizo.Sevolvió y estuvo a punto de caerse.Otros cuatro por el lado contrario.Estabanatrapados.

—¡Muévete,pálido!—Ferropasójuntoaélcomounaexhalaciónysesubiódeunsaltoalprimerbancodelgraderío,luegoalsegundoyaltercero,brincandodeuno a otro congrandes zancadas.Estaba loca. ¿Adóndepensaba llegar porahí?Lapelirrojahabíadejadodevomitaryavanzabaa rastrashaciasuestaca.Losotros se aproximaban a toda velocidad, se habían juntadounamontonera.Ferroyahabíaascendidounacuartapartedelasgradasynodabamuestrasdecansancio,seguíasaltandodebancoenbancohaciendoretemblarlostablones.

—Mierda—Logenlasiguió.Trassuperarunadocenadebancos,sintióquelas piernas volvían a arderle. Dejó de pegar saltos y continuó la ascensióngateando.Mientrastrepabaporencimadelosrespaldosdelosbancosveíaalosenmascarados que tenía detrás: le seguían con la mirada, le señalaban y sellamaban a gritos los unos a los otros mientras se iban esparciendo por elgraderío.

Ahora avanzaba muy despacio. Cada banco era como una montaña. Elenmascaradoqueteníamáscercaseencontrabayaasólodosfilasdeél.Siguiótrepando, alto, cada vezmás alto: susmanos ensangrentadas se aferraban a lamadera,susrodillasensangrentadasseraspabancontralosbancos,elruidodesupropia respiración le retumbabaen lacabeza, lapiel lehormigueabadebidoalsudor y almiedo. De repente se encontró frente a un hueco. Exhaló un gritoahogado y se quedó oscilando al borde del vacío agitando lasmanos para noperderelequilibrio.

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Estaba cerca de los tejados de los edificios, pero la mayor parte de losasientos de aquella zona ya habían sido desmontados y lo único que quedabaeranlossoportes:unospilaresunidosentresíporestrechasvigasyconmuchoespaciovacío entremedias.Vio cómoFerro saltabadeposte enpostey luegoatravesabacorriendountablónqueoscilaba,sinqueparecierapreocuparleenlomásmínimoelvacíoque se abría a ambos lados.Finalmente, seplantódeunsaltoenuntejadoplanoquehabíaalotroextremo,muyporencimadedondeélseencontraba.ALogenleparecióqueestabainfinitamentelejos.

—Mierda—Logen estiró los brazos paramantener el equilibrio y avanzótambaleándoseporlavigaquelequedabamáscerca,arrastrandolospiescomosi fuera un anciano. El corazón le martilleaba el pecho como una maza quegolpeara un yunque; las rodillas, fatigadas por la ascensión, le temblaban.Intentóabstraersedelosruidosydelosgritosdeloshombresqueleperseguíanparaconcentrarsuvistaenlanudosasuperficiedelaviga,yaquenopodíamirarhaciaabajosinverellaberintodemaderaqueteníadebajoylasdiminutaslosasquesedivisabanalfondo.Muyalolejos.

Conpaso inseguro se plantó en una pasarela que seguía intacta y la cruzómuydeprisahastallegaralotroextremo.Luegoseaupóaunavigaquehabíaporencimade sucabeza,enroscósobreella laspiernasycomenzóa treparconeltraseropegadoa lamaderamientrasserepetíaunayotravez:«Sigovivo».Elenmascarado que le seguía más de cerca había llegado ya a la pasarela y lacruzabacorriendoendirecciónaél.

La viga moría en lo alto de uno de los postes aislados. Un cuadrado demadera de apenas un metro de superficie. Más allá se abría el vacío. Doszancadasdevacío.Luegootrocuadradoenloaltodeotromástilvertiginosoy,finalmente, el tablón que desembocaba en el tejado plano. Ferro le estabaobservandodesdeelpretil.

—¡Salta!—chilló—¡Salta,pálidodemierda!Saltó.Sintiólaacometidadelviento.Supieizquierdoaterrizóenelcuadrado

demadera,peronohuboformadefrenarse.Segolpeóelpiederechocontraeltablón. Se le torció el tobillo, la rodilla cedió. El mundo dio un vuelcovertiginoso.Supieizquierdoaterrizó,mitadenlamadera,mitadfuera.Eltablóntraqueteó.Duranteuninstanteeternoseencontróenelaireagitandolosbrazos.

—¡Uuufff!—Su pecho se estrelló contra el pretil. Intentó agarrarse, pero

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estaba sin aliento. Empezó a resbalar hacia atrás, poco a poco, centímetro acentímetro.Primerovio el tejado, luego sólo susmanosy finalmente lo únicoqueviofueronlaspiedrasqueteníapegadasalacara.

—Socorro—susurró,peronadievinoasocorrerle.Debajoteníaunabuenacaída, losabía.Unacaídamuy,muyprolongada,y

esta vez al fondo no había agua. Sólo piedras, duras, planas, letales. Oyó untraqueteo.Elenmascaradoestabacruzandoel tablón.Oyótambiénquealguiengritaba,peronadadeesoimportabaya.Resbalóhaciaatrásotropocomás,ysusmanostratarondeaferrarsedesesperadamentealfrágilmortero.

—Socorro—masculló,peronohabíanadiequepudierasocorrerle.SólolosenmascaradosyFerro,yningunodeellosparecíaperteneceraltipodepersonasquesuelensocorrerasussemejantes.

Depronto,oyóungolpesecoseguidodeunchillidodepánico.Ferrohabíadadounapatadaaltablónyelenmascaradoseprecipitabaalvacío.Duranteunbuenratoelchillidosefuedesvaneciendoalolejoshastaquefinalmenteseoyóungolpeysecortóenseco.Elenmascaradosehabíaestrelladocontraellejanosuelo,yLogenno ignorabaqueno tardaríaenhacerlecompañía.Másvaleserrealista con este tipo de cosas. Esta vez no habría ninguna corriente que ledepositara en la orilla. Las puntas de sus dedos resbalaban lentamente, elmorteroempezabaadesmenuzarse.Elcombate, lacarrera, laascensiónhabíanconsumidotodassusfuerzas.Sepreguntóquéruidoharíacuandoseprecipitaraalvacío.

—Socorro—musitó.Unosdedosfuertessecerraronen tornoasumuñeca.Unosdedososcuros,

sucios.Oyó un gruñido y sintió que tiraban de su brazo con fuerza. Soltó ungemido.Elbordedelpretilvolvióaaparecer.LuegovioaFerro,conlosdientesapretados,losojosentrecerradosporelesfuerzo,lasvenasdelcuellohinchadas,lacicatrizdesucaramorenalívida.Logenseaferróaltablónconlaotramano,pasósupechoporencimayluegologrómontarunarodilla.

Ferroleizóeltrechoquequedaba,yLogenrodóhaciaelotrolado,cayódeespaldasy sequedó tumbadomirandoel cieloblanquecinomientrasboqueabacomounpezreciénsacadodelagua.

—Sigovivo—masculló al cabodeun instante.Casi no se lo creía.No sehabríasorprendidoenexcesosiFerrolehubierapisadolasmanosylehubiera

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hechocaer.Elrostrodeellaaparecióporencimadeél,mirándolefijamenteconsusojos

amarillos,enseñándolelosdientesenungestodefuria.—¡Malditogordopálido!Ferroseapartódeélsacudiendolacabeza,seacercóaunmuroycomenzóa

treparlorápidamenteendirecciónauntejadodeescasapendientequehabíaunpocomásarriba.Mientraslamiraba,unrictusdedolorsedibujóenelsemblantede Logen. ¿Es que no se cansaba nunca? Él tenía los brazos machacados,cubiertos de arañazos, de moratones. Las piernas le ardían y otra vez estabasangrandopor la nariz.Ledolía todo el cuerpo.Sedio la vuelta ymiróhaciaabajo.Aunasveintezancadas,justoalbordedelaúltimafiladebancos,habíaun enmascarado mirándole. Otros cuantos buscaban un poco más abajo unaforma de seguir subiendo. Muy a lo lejos, en el círculo amarillo de hierba,distinguió una pequeña figura negra de cabello pelirrojo que daba órdenesseñalandoaunoyotroladoyluegoapuntabahaciadondeestabaél.

Tardeotempranoconseguiríansubirhastaallí.Ferroestabaencaramadaalacúspide del tejado; su silueta, andrajosa y oscura, se recortaba sobre el cieloresplandeciente.

—Quédateahísiquieres—legritó,y,actoseguido,sediomediavueltayseperdió de vista. Logen soltó un gemido y se levantó, soltó otro gemido y sedirigióhaciaelmuroarrastrandolospies,suspiróysepusoabuscarunasideroparalasmanos.

—¿Dónde se ha metido todo el mundo? —inquirió maese Pielargo—.¿Dóndeestámiilustrepatrón?¿DóndeestámaeseNuevededos?¿DóndeestálaencantadoradamaMaljinn?

Jezal echó un vistazo alrededor. El enfermizo aprendiz estaba demasiadoabsortoconsuspropiaspenalidadesparamolestarseenresponderle.

—Losotrosdosnosé,peroBayazestáenelbaño.—Válgame Dios, jamás he conocido un hombre más aficionado al baño.

Esperoque losotrosdosno tardenmucho.Todoestáapunto,¿sabe?Elbarcoestálisto.Lospertrechosembarcados.Lasdemorasnovanconmigo.¡Noseñor!Sinopartimosconlamarea,nostocaráquedarnosaquíhasta...—elhombrecilloseinterrumpióymirófijamenteaJezal;unasombradepreocupaciónasomóasusemblante—.Mi jovenamigo,pareceustedcontrariado.Acongojado,diríayo.

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¿HayalgoqueelhermanoPielargopuedahacerporusted?Jezalestuvoapuntodedecirlequenosemetieradondenolellamaban,pero

finalmenteoptóporresponderconundestemplado:—No,no.—Apuesto a que se trata de una mujer, ¿me equivoco? —Jezal alzó

bruscamentelavista,preguntándosecómoeraposiblequeaqueltipolohubieraadivinado—.¿Suesposa,talvez?

—¡No!¡Noestoycasado!Nosetratadeeso.Essóloque,bueno...—intentódarconlaspalabrasadecuadasperonoloconsiguió—.¡Notienenadaqueverconeso!

—Ah,entoncessetratadeunamorprohibido,unamorsecreto,¿verdad?—dijoelNaveganteconunasonrisacómplice.Abochornado,Jezal sediocuentadeque sehabía sonrojado—. ¡Aja, yaveoquehe acertado!Nohay frutamásdulce que la fruta prohibida, ¿eh, querido amigo? ¿Eh? ¿Eh? —Pielargoacompañó sus palabras con un movimiento de cejas que a Jezal le resultóprofundamentedesagradable.

—¿Porquéseestarán retrasando tantoesosdos?—Le traíaal fresco,peroteníaquecambiardetemacomofuera.

—¿Maljinn yNuevededos? Ja—rióPielargo inclinándose hacia él—. ¿Noserá que también ellos tienen un amor secreto, eh? ¡A lo mejor se hanescabullidoaalgunaparteparadar riendasueltaa sus impulsosnaturales!¿Seimaginaaesosdos...?Debedesertodounespectáculo,¿no?¡Ja!

Jezal torció el gesto. Ya sabía que el horrendo norteño era un pedazo deanimal,yporlopocoquehabíavistodeaquellasiniestramujer,parecíaseraúnpeor.Elúnico impulsonaturalquepodíaasociarconesosdosera laviolencia.Sólodepensarenellosesentíasucio.

Los tejados no parecían acabarse nunca. Subían uno y bajaban otro.Caminaban con cautela por las aristas, posando un pie a cada lado de lasresbaladizasvertientes,avanzabanpasoapasopor lascornisas, tratandodenopisarlostrozosdemuroqueparecíanmásinestables.Devezencuando,Logenalzaba un instante la mirada. Y tras recorrer un mar interminable de pizarrashúmedas, tejas picadas y plomo desgastado, obtenía unamareante vista de lalejanamuralladeAgriont,einclusoavecesdelaciudad,queasomabaunpocomásallá.Aquellopodríahaberseparecidobastanteaun tranquilopaseodeno

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haber sido por Ferro, que seguía avanzando a toda prisa, con paso seguro,maldiciéndole, apremiándole e impidiéndole pensar en la vista, en losescalofriantes precipicios que bordeaban o en las negras figuras que sin dudaseguíanbuscándolesporahíabajo.

EnalgúnmomentodelapeleaaFerrolehabíandesgarradounamangadelacamisa, y el jirón de tela ondeaba en torno a sumuñeca incomodándola en laescalada.Soltóungruñidoyselaarrancóalaalturadelhombro.LogensonrióparasíalrecordarlomuchoquelehabíacostadoaBayazconvencerlaparaquecambiara susapestososharapospor ropasnuevas.Ahoraestabamássuciaquenunca, tenía la camisa empapada de sudor, salpicada demanchas de sangre yrecubiertaconlamugredelostejados.Ferrosevolvióunmomentoyvioquelaestabamirando.

—Muévete,pálido—leapremió.—No distingues los colores, ¿verdad? —Ferro no le hizo caso y siguió

trepando;rodeóunachimeneahumeanteyresbalósobresuvientreporlassuciaspizarras hasta desembocar en una estrecha cornisa que separaba dos tejados.Logenlasiguióatrancasybarrancas—.Ningúncolorenabsoluto,¿no?

—¿Y?—lesoltósintansiquieravolverse.—¿Porquémellamaspálidoentonces?Ferrosevolvió:—¿Esquenoerespálido?Logen se miró los antebrazos. Dejando a un lado el morado de los

cardenales, el rojo de los arañazos y el azul de las venas, el resto, tenía quereconocerlo,eramásomenospálido.Fruncióelceño.

—Loqueyodecía.—Luegosealejócorreteandoporentrelosdostejadosyal llegar al final del edificio miró hacia abajo. Logen la siguió y se asomócautelosamentealprecipicio.En lacalleque teníandebajoseveíaaunpardetipos deambulando. Estaba muy lejos y no había ningún medio para bajar.Tendríanque regresarpordondehabíanvenido.Ferroya sehabía retiradodelbordeyseencontrabadetrásdeél.

Una leve brisa rozó lamejilla de Logen. Los pies de Ferro se impulsaronsobre el borde del tejado y un instante después estaba en el aire. LogencontemplóboquiabiertocómoFerrovolabasobreelvacío,laespaldaarqueada,lospiesylosbrazosdandosacudidasenelaire.Aterrizóenuntejadoplano,una

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superficiedeplomogrisveteadademusgo,diounavolteretay luegorecuperósuavementelaverticalidad.Logensehumedecióloslabiosyseseñalóelpecho.Ferro asintió. Era posible que el tejado sólo estuviera unos tres metros másabajo, pero el espacio vacío que le separaba de él debía de rondar los seismetros,unlargotrayecto.Retrocediólentamenteparatomarlamáximacarrerillaposible.Respiróhondounpardevecesycerrólosojosuninstante.

Enciertomodotampocoestaríatanmalcaerse.Nadadecanciones,nadadehistorias.Unasimplemancharojaenmediodeunacalleperdida.Logenechóacorrer.Suspasosretumbaronsobrelapiedra.Elairesoplabaensuboca,azotabasusropasdesgarradas.Eltejadoseacercabavolandohaciaél.Aterrizóconunasacudida, rodó una vez, igual que Ferro, y luego se levantó a su lado. Seguíavivo.

—¡Ja!—gritó—¿Quémedicesaeso?Seoyóuncrujido,luegounchasquidoy,actoseguido,eltejadocedióbajo

los pies deLogen.Antes de caer se agarró desesperadamente a Ferro, que nopudohacernadaparaevitarcaerconél.Duranteuninstanteterrible,Logendiounavolteretaenelairemientrasaullabaylanzabazarpazosinútilmente,tratandodeagarrarseaalgunaparte.Luegoseestrellódeespaldas.

Tosió,medioasfixiadoporelpolvo,sacudiólacabeza,comenzóamoversucuerpo dolorido. Se encontraba en una habitación que parecía sumida en unaoscuridad impenetrable por contraste con la luminosidad de fuera. Grandescantidades de polvo flotaban en el haz de luz que entraba por el agujero deltejado.Debajoteníaalgoblando.Unacama.Estabavencidahaciaunladoylasmantas se encontraban cubiertas de trozos de escayola.Encimade sus piernashabíaunbulto.Ferro.Nopudoreprimirunarisa.Alfinvolvíaaestarenlacamacon unamujer.Aunque, por desgracia, no se parecía demasiado a como él lohabíaimaginado.

—¡Malditopálidodemierda!—refunfuñóFerro,queactoseguidoselevantódeunsaltoycorrióhacialapuertasoltandounreguerodeastillasypedazosdeescayolaporsupolvorientaespalda.Agarróelpomoydiountirón—.¡Cerrada!Está...—Logenpasócomounacentellaasulado,embistiólapuerta,laarrancódecuajoycayódespatarradoenelpasilloquehabíaalotrolado.

Ferrosaltóporencimadeél.—¡Arriba, pálido, arriba!—Del borde de la puerta se había desgajado un

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trozodemadera conunpar de clavos en un extremo.Logenpensó que podíaserleútilyarramblóconél.Luegosepusotrabajosamentedepieyavanzóconpaso tambaleante por el pasillo hasta llegar a una bifurcación.A cada lado seextendía un corredor en penumbra. Unas pequeñas ventanas proyectabanmanchas de luz sobre las oscuras esteras del suelo. No había forma de saberhaciadóndehabíatiradoFerro.Decidiótomareldeladerecha,endirecciónauntramodeescaleras.

Alfondo,avanzandohaciaél,divisóunafiguraquesemovíalentamenteporelpasillo enpenumbra.Una figura espigaday fina comounaarañanegraquecaminaba sobre las puntas de los pies. Un rayo de luz iluminó unos cabellospelirrojos.

—¿Otra vez tú?—dijo Logen mientras sopesaba en su mano el trozo demadera.

—Sí.Otravezyo.—Seoyóuncascabeleoyundestellometálico surcó laoscuridad.Logensintiócómoeltrozodemaderaseleescapabadelosdedosyluego lo vio pasar volando por encima del hombro de la mujer y rodarestrepitosamenteporelpasillo.Volvíaaestardesarmado,perolamujertampocolediotiempodeangustiarse.Teníaalgoenlamano,unaespeciedecuchillo,ylolanzócontraél.Esquivósutrayectoriayelobjetopasósilbandojuntoasuoreja,luegolamujerhizounmovimientobruscoconelotrobrazoyLogenrecibióunacuchilladaen lacara, justopordebajodeunojo. Inmediatamentesepegóa lapared,tratandodecomprenderaquéclasedemagiaseestabaenfrentando.

Unaespeciedecruzdemetal,esoeraloqueteníalamujerenlamano,treshojascurvas,unadeellasconunganchoenlapunta.Unacadenacolgabadeunaargollaquehabíaenelmangoydesaparecíaenlamangadelamujer.

Elextrañocuchillovolvióasalirdisparado.Logenladeólacabezaylacosaaquella le pasó a un centímetro de la cara, luego salió lanzada hacia atrássoltandochispasalolargodelaparedyregresósuavementealasmanosdelamujer. La pelirroja lo dejó caer; el objeto se balanceó colgado de la cadena,repiqueteó contra el suelo y, luego, cuando la mujer comenzó a avanzarlentamente,sepusoabailotearyadarbotesenelaire.Depronto,lapelirrojadiootra sacudida con sumuñeca y aquello volvió a salir lanzado. Logen trató deesquivarlo, pero las cuchillas le rasgaron el pecho y un reguero de su sangresalpicólapared.

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Logenselanzóhaciadelanteconlosbrazosestiradosperonologróatraparnada.Luegooyóuncascabeleoysintióqueperdíapie:sutobillo,atrapadoporlacadena,seretorciódolorosamentemientraslamujersehacíaaunlado.Cayódebruces,comenzóa levantarse.Lacadenase leenrollóalcuello. Justoantesdeque se tensara del todo logró interponer unamano. Tenía a la mujer encima,sentía su rodilla apretada contra su espalda, la oía resoplar tras la máscaramientrastirabaytirabadelacadena,quecadavezseleclavabamásenlapalmadelamano.

Logen soltó un gruñido, logró ponerse de rodillas y se levantó con pasovacilante.Lamujerseguíamontadaasuespalda,descargandotodosupesosobreél, tirandode lacadenacon todassus fuerzas.Logenechóhaciaatrás lamanoque tenía libre pero no consiguió agarrarla, no podía quitársela de encima, latenía pegada como si fuera un percebe. Apenas podía respirar ya.Tambaleándose,diodospasosadelanteyluegosedejócaerdeespaldas.

—Uuurgh—oyó susurrar a la mujer junto a su oído mientras su peso laaplastabacontraelsuelo.LacadenaseaflojólobastanteparaqueLogenpudieraahuecarlayescurrirsefuera.Estabalibre.Rodóporelsuelo,agarróelcuellodelamujerconsumanoizquierdayempezóaapretar.Lapelirrojalegolpeabaconlas rodillas, le lanzabapuñetazos,pero teníaencima todosupesoysusgolpesllegabanconmuypocafuerza.Gruñían,bufaban,graznabancomoanimalesconlascarasprácticamentepegadas.UnpardegotasdesangresedesprendierondelcortequeLogen teníaen lamejillaycayeronsobre lamáscara.Lamujeralzóunamanoylefuetentandolacaramientrastratabadeempujárselahaciaatrás.Depronto,lemetióundedoenunadesusfosasnasales.

—¡Aaargh!—aullóLogen.Undolorpunzanteletaladrólacabeza.Soltóasupresa y se pusode pie cubriéndose la cara con lasmanos.Lamujer se apartódando toses y le soltó una patada en las costillas que le hizo doblarse, peroLogenseguía teniendosujeta lacadenay tiródeellacon todassus fuerzas.Elbrazodelapelirrojaseestiródegolpe,soltóunalaridoysaliódisparadahaciaLogen, que la recibió con un rodillazo que le cortó la respiración. Luego laagarró por la parte de atrás de la camisa, la alzó en vilo y la arrojó por lasescaleras.

Lapelirrojarodódesmadejadadandobotespor losescalonesy, finalmente,sequedódetenidasobreuncostadopocoantesdellegaralfinaldelasescaleras.

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Logen estuvo tentado de bajar para rematar la faena, pero no había tiempo.Seguroqueenellugardedondeveníahabíamásdelossuyos.Sediolavueltaycomenzóadeshacerelcaminosinparardemaldecirsutobillotorcido.

Se oían ruidos por todas partes, ecos de procedencia desconocida quellenabanelpasillodeecos.Lejanostraqueteosygolpes,gritos,chillidos.Logenescrutaba la oscuridad mientras avanzaba cojeando, empapado de sudor yapoyando unamano en la pared para no perder el equilibrio. Al llegar a unaesquina,seasomóparaversielcaminoestabadespejado.Entoncessintióalgofríoenelcuello.Uncuchillo.

—¿Sigues vivo?—le susurró una voz al oído—.No es fácilmatarte, ¿eh,pálido?—Ferro.Logenleapartólentamentelamano.

—¿Dedóndehassacadoesecuchillo?—Ojalátuvieraéluno.—Melohadadoése—enelsuelo,aovilladojuntoalapared,habíaunbulto;

lasesterasqueteníaasualrededorestabanteñidasdesangreoscura—.Poraquí.Ferrocomenzóaavanzarporelpasillo,caminandoagachada.Logenseguía

oyendoruidospordebajodeellos,porloslados,portodaspartes.Descendieronuntramodeescalerasyllegaronaunsombríovestíbuloforradoconpanelesdemadera oscura. Ferro avanzaba rápidamente saltando de sombra en sombra.Logennopodíahacerotracosaqueseguirlacojeando,arrastrandounapiernayprocurandonochillardedolorcadavezquedescargabasupesosobreella.

—¡Ahí están! ¡Son ellos!—En el oscuro pasillo que tenían detrás habíanaparecido unas siluetas. Logen se volvió para salir corriendo, pero Ferro ledetuvo. Por el otro lado veníanmás. A su izquierda había una puerta grandeentreabierta.

—¡Adentro!—Logen entró de un empujón yFerro le siguió.Al otro ladohabía un voluminosomueble, una especie de armario en cuya parte de arribahabía unos estantes repletos de platos. Logen lo agarró de un extremo y loarrastró hasta ponerlo delante de la puerta. Un par de platos cayeron y sehicieronañicoscontraelsuelo.Luegoloempujóconlaespalda.Almenosesolosretendríaduranteunrato.

Una sala amplia con unos techos abovedados bastante altos. Paredesrevestidasconpanelesdemadera,unadeellasocupadaensumayorpartepordos enormes ventanas y, frente a ellos, una gran chimenea de piedra. Entremedias,unamesamuylarga,flanqueadapordiezsillas,conlacuberteríaylos

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candelabrospuestoscomosiestuvierapreparadaparaunacomida.Unespaciosocomedorconunasolaentrada.Yunasolasalida.

Al otro lado de la puerta se oían unos gritos sordos. Logen sintió unavibraciónenlaespalda,elarmariosemovía.Sonóuntraqueteoyunplatocayódel estante, rebotó en su hombro y se estrelló contra las losas esparciendofragmentosdelozaporelsuelo.

—Vayaunplandemierda—gruñóFerro.Logenhacíafuerzasparaimpedirqueeltambaleantearmariosevinieraabajo,perolospiesseleibanresbalandopocoapoco.Ferrocorrióhacialaventanamáspróxima,forcejeóconlosmarcosdemetal que bordeaban los pequeños paneles, trató de hacer palanca con lasuñas,nohabíamanera.

Entonces Logen se fijó en algo. Sobre la chimenea, a modo de adorno,colgaba un viejo espadón. Un arma. Tras dar un último empujón al armario,corrióhaciaél,agarróconambasmanoslalargaempuñadurayloarrancódesusoporte. Era tan romo como un arado y la pesada hoja estaba salpicada deherrumbre, pero seguía siendo sólida. Es posible que un golpe con aquelarmatoste no sirviera para partir a un hombre en dos, pero bastaría paraderribarlo. Se dio la vuelta a tiempo de ver cómo el armario se venía abajodesperdigandotrozosdevajillaporelsuelo.

Unas figuras negras irrumpieron en la habitación. Enmascarados. El queveníadelanteblandíaunhachadeaspectobrutalyelsiguienteunaespadacorta.El de más atrás era un negro con aros dorados en las orejas. En cada manollevabaunalargadagacurva.

Noeraeltipodearmasqueseempleanparadaraunhombreungolpeenlacabeza,anoserquesepretendaarrancarledepasoelcerebro.Alparecer,habíanrenunciadoacogerprisioneros.Eranarmasparamatar,yconesepropósito lasibanausar.Bueno,mejorasí,sedijoLogen.Digamosunacosa,sólounacosa,deLogenNuevededos:sabíamatar.Mientraslosenmascaradostrepabanporelarmarioderrumbadoysedistribuíanconcautelaporlaparedopuesta,Logenlosexaminaba atentamente. Luego miró a Ferro: tenía los labios fruncidos, elcuchilloenlamanoysusojosamarillosechabanchispas.Tanteóconlosdedosla empuñadura de la espada que acababa de robar: pesada y brutal. Justo laherramientaquenecesitaba,porunavez.

Soltó un aullido y, haciendo molinetes con la espada, arremetió contra el

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enmascaradomáspróximo.Eltipotratódeesquivarelgolpeperolapuntadelahoja le alcanzó en el hombro y lo dejó tambaleante. El que tenía detrás saltósobreél lanzándoleuntajoconsuhacha.Logenseechóhaciaatrásysoltóungritoahogadoalapoyarsesobresutobillolesionado.

Barrióelaireconelespadón,lanzandomandoblesadiestroysiniestro,peroerandemasiadosparamantenerlosaraya.UnodeellossaltósobrelamesayseinterpusoentreFerroyél.Logensintióungolpeenlaespalda,setambaleó,girósobresí,seresbalóydescargóuntajoqueimpactócontraunasuperficieblanda.Se oyó un chillido, pero para entonces el tipo del hacha ya había vuelto a lacarga. El combate era un caos demáscaras, hierro, armas que entrechocaban,maldiciones,alaridos,bufidos.

Logenvolvióaalzarlaespada,peroestabaagotado,dolorido,debilitado.Laespadaerapesadaycadavezseloparecíamás.Elenmascaradoesquivóelgolpeylaherrumbrosahojaseestrellócontralapared,desgajandountrozodepanelymordiendolaescayolaquehabíadebajo.Elimpactofuetanbrutalqueestuvoapuntodearrancarlelaespadadelasmanos.

—Uuuf —resopló al recibir en el estómago el impacto de la rodilla delenmascarado. Luego sintió otro golpe en una pierna y estuvo a punto dedesplomarse.Le ardía el pechoy tenía un regusto amargo en la boca.Sangre.Estaba cubierto de sangre.Apenas podía respirar. El enmascarado sonrió y seadelantóunpaso,olfateando lavictoria.Logenretrocedió tambaleándosehastalachimenea.Diountraspié,seledoblóunarodilla.

Todotienesufinal.Yanopodíalevantarelviejoespadón.Nolequedabanfuerzas.Lahabitación

empezóadifuminarse.Todo tiene su final, pero algunas cosas no desaparecen, sólo aguardan

inmóviles,olvidadas...Logensintióunaespeciedefríoenlasentrañas,unasensaciónquenohabía

experimentadodesdehacíamuchotiempo.—No —murmuró—. Ya me libré de ti —pero era demasiado tarde.

Demasiadotarde......sí,estabacubiertodesangre,ylegustaba.Élsiemprehabíaestadocubierto

desangre.Peroestabaderodillas,yesoyanolegustabatanto.ElSanguinarionosearrodillaanteningúnhombre.Buscóatientaslasgrietasentrelaspiedras

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delachimenea,encajóenellaslosdedoscomosifueranlasraícesdeunárbolcentenarioy se irguió.El dolor es elmejor combustible para avivar un fuego.Unasfigurasborrosassemovíandelantedeél.Figurasenmascaradas.Enemigos.

O,mejordicho,cadáveres.—¡Estásherido, norteño!—losojosdel tipoque teníamás cerca lanzaban

chispasdetrásdesumáscaray lahojadesuhachabailoteabaenelaire—.¿Aquéesperaspararendirte?

—¿Herido?—elSanguinarioechólacabezahaciaatrásysoltóunacarcajada—. ¡Te voy a enseñar lo que es estar herido!—dando una voltereta se lanzóhaciadelante,seescurriópordebajodelhachacomounpezenunríoytrazóungrancírculoconlapesadahoja.Elespadónmachacólarodilladesuoponente,doblándolaensentidocontrarioalaarticulación,yluegolebarriólaotrapiernadel suelo. El enmascarado exhaló un grito sofocado, se derrumbó y se quedógirando en el suelo como una peonza con sus piernas destrozadas dandosacudidasenelaire.

UnobjetopunzanteseclavóenlaespaldadelSanguinario,peroyanosentíael dolor.Aquello era una señal.Unmensaje en un código secreto que sólo élentendía.Leindicabalaposicióndelsiguientehombrequeibaamorir.Sevolviócomounacentellaylaespadalesiguió,trazandoenelaireunaparábolaferoz,majestuosa,irresistible.Seincrustóenlasentrañasdealguien,lodoblóendos,loarrancódesuspiesyloarrojóporelaire.Elbultorebotócontralaparedquehabía juntoa lachimeneaycayóalsueloenmediodeuna lluviade trozosdeescayola.

UncuchillosilbóenelaireysehundióenelhombrodelSanguinarioconungolpeseco.Elnegrodelosarosenlasorejaseraquienlohabíalanzado.Estabaalotroladodelamesaysonreía,parecíaestarmuysatisfechodesulanzamiento.Fueaporél.Otrocuchillopasózumbandoasuladoyseestrellócontralapared.ElSanguinariosaltóporencimadelamesaseguidodesuespada.

Elnegro esquivóel primer tajo, y el segundo.Un tipoágil, taimado, listo,peronolobastante.Eltercertajolemordióuncostado.Unmordiscodetanteo.Unsimplepicotazo.Sóloleaplastólascostillasylodejóderodillasaullando.Elúltimoestuvobastantemejor,unmovimientocirculardecarneyhierroque lepenetróporlaboca,learrancóamediaslacabezayempapódesangrelapared.ElSanguinariosearrancóelcuchillodelhombroyloarrojóalsuelo.Unchorro

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desangremanódelaherida,rezumóatravésdelacamisa,dibujandosobreellaunahermosaycálidamancharoja.

Secayó,sedesvanecióenelaire,y,comounahojavolteadaporelviento,rodóporelsuelo.Unhombrepasóasuladocomounaexhalaciónylanzóunacuchilladaconunaespadacortaalespacioqueacababadedejarvacío.Antesdeque tuviera tiempo de darse la vuelta, el Sanguinario se le echó encima y leaferró ambasmuñecas. Forcejó, se revolvió, pero todo era inútil. El pulso delSanguinarioeratanfirmecomolasraícesdeunamontaña,tanimplacablecomolasmareas.

—¿Envíanalucharcontramíatiposcomotú?—arrojóalhombrecontralaparedy se estrujó contra él, apretándole lasmanos sobre la empuñadurahastaque hizo que la espada girara y se quedara apuntando a su pecho—. ¡Es unmalditoinsulto!—rugiómientrasleensartabaconsupropiaespada.

El hombre soltaba chillidos tras su máscara y el Sanguinario se reía yretorcía la hoja. Tal vez Logen se hubiera apiadado de él, pero Logen seencontraba muy lejos, y el Sanguinario era tan inclemente como el invierno.Menosaún.Acuchillaba,ycortaba,ycortaba,ysonreía,hastaquedeprontolosalaridosseconvirtieronenunborboteoycesaron;entoncesdejóqueelcadáverse desplomara sobre las frías losas del suelo. Tenía los dedos pringados de lasangre;seloslimpióenlaropa,enlosbrazos,enlacara:comodebeser.

Eltipodelachimeneaestabasentadoflácidamenteconlacabezacaídahaciaatrás;susojos,vueltoshaciaeltecho,parecíandospiedrashumedecidas.Volvíaaformarpartedelatierra.ElSanguinarioledesgarrólacaraconlaespadaparaasegurarse.Mejorquenoquedarandudas.Eltipodelhacha,jadeando,gimiendo,reptabahacialapuerta,arrastrandotrasdesísuspiernasretorcidas.

—Quieto—lapesadahojalemachacóelcráneoylaslosasdealrededorsecubrierondesangre.

—Más—susurróelSanguinario,ylahabitacióngiróentornoaélmientrasbuscaba a la siguiente víctima—. ¡Más! —bramó, se rió; las paredes ledevolvieronsurisayloscadáveresrieronconél—.¿Dóndeoshabéismetido?

Vio una mujer de piel morena, con una herida sangrante en la cara y uncuchilloenlamano.Noseparecíaalosotros,peroserviría.Sonrióysedirigiólentamentehaciaella,alzandolaespadaconambasmanos.Lamujerretrocedióhasta interponer entre los dos la mesa, mirándole fijamente con sus ojos

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amarillosde loba.Unavocecillaparecíadecirlequeeraunode lossuyos.Unapena.

—¿Eh,norteño?—lellamódesdeelumbralunafiguragigantesca.—¿Quiénmellama?—ElQuebrantapiedras.Eragrandeeltipoaquel,muygrande,muyduro,muysalvaje.Nohabíamás

quevercómoapartabaelarmariopropinándoleunapatadaconsuenormebotayluego avanzaba con paso retumbante triturando los platos rotos. Pero eso alSanguinarioleimportababienpoco:élestabahechoparadarcuentadegenteasí.MásgrandehabíasidoTulDuruCabezadeTrueno.MásduroRuddTresárboles.YDowelNegroeraporlomenoseldobledesalvaje.ElSanguinarioloshabíavencido a todos ellos, y amuchosmás. Cuantomás grande,más duro ymássalvajefuera,másterribleseríasucaída.

—¿Quebrantamierdas? ¡A mí qué más me da! —dijo carcajeándose elSanguinario—. ¡No eres más que el próximo en morir! —alzó su manoizquierda, teñida de sangre, extendió tres dedos y sonrió por el hueco que entiemposocupósudedomedio—.AmímellamanelSanguinario.

—¡Bah!—elQuebrantapiedras se quitó lamáscara y la arrojó al suelo—.¡Mientes!ElNorteestállenodehombresalosquelesfaltaundedo.¡YnotodossonNuevededos!

—No.Sóloyo.Ungestoderabiadeformólaenormecaradelgigante.—¡Mientes,maldito!

¿CreesquevasaasustaralQuebrantapiedrasapropiándotedeunnombrequenotepertenece?¡Voyamarcarteconlacruzdesangre!¡Voyamandartedevueltaalbarro,malditocobardementiroso!

—¿Matarme, tú? —el Sanguinario soltó una carcajada ensordecedora—.¡Iluso,aquíelúnicoquematasoyyo!

Nohubomáspalabras.ElQuebrantapiedrasseabalanzósobreélblandiendounhachaenunamanoyunamazaenlaotra,dosarmasgrandesypesadasquesin embargo manejaba con suma agilidad. La maza barrió el aire y abrió unenormeagujero enel cristal deunade lasventanas.Luegodescargóel hacha,quepartióendosunodelostablonesdelamesa,haciendosaltarporlosaireslosplatos y derribando todos los candelabros. El Sanguinario se apartaba dandosaltos:aúnnohabíallegadosumomento.

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Luegorodósobrelamesaylamazalepasórozandoelhombroysehundióenunade las losasdel suelo,hendiéndolapor lamitady lanzandoal aireunalluvia de esquirlas. El Quebrantapiedras rugió y comenzó a soltar golpes adiestro y siniestro con su hacha: partió en dos una silla, arrancó un trozo depiedradelachimenea,abrióunaprofundagrietaenlapared.Elhachasequedóenganchada durante un instante en la madera y entonces la espada delSanguinariosurcóelairecomounacentellaypartióendosmitadeselmango,dejandoalQuebrantapiedras conmediopalo en sugarra.Sedesprendióde él,alzólamazay,soltandounbramido,ladescargócontodasufuria.

El Sanguinario se agachó y, mientras el golpe le pasaba por encima, suespadaenganchólacabezadelamazayselaarrancóalaenormemanoquelateníasujeta.Elarmasaliódandovueltasporelaireyseestrellócontraunrincón.El Quebrantapiedras, alargando sus gigantescas manos, se abalanzó sobre él.Ahoraestabademasiadocercaparapoderusarlaespada.Mientrassusfornidosbrazos rodeaban al Sanguinario, doblándole, estrujándole, elQuebrantapiedrassonreía.

—¡Yatetengo!—gritócuandolotuvopresoenunabrazoasfixiante.Crasoerror.Máslehubieravalidoabrazarunfuegoabrasador.¡Crack!La frente del Sanguinario se estrelló contra la boca del Quebrantapiedras.

Notóqueelabrazoseaflojaba,y,comoeltopoensumadriguera,seretorció,seretorcióyseretorcióparahacersemáshueco.Luegoechólacabezahaciaatrástodo lo que pudo. La embestida del macho cabrío. El segundo cabezazo lerompiólanariz.ElQuebrantapiedrasexhalóungruñidoysusenormesbrazosseaflojaronotropocomás.Eltercertopetazolerompióunpómulo.LosbrazosdelQuebrantapiedrascolgabaninertes.Elcuartolerompiólamandíbula.AhoraeraelSanguinarioquien lo sujetaba,y,mientrasestrellaba su frentecontra lacaradestrozadadesuenemigo,noparabadesonreír.Elpicoteodelpájarocarpintero,toc, toc, toc.Cinco.Seis.Siete.Ocho.El ritmoquemarcaban loshuesosde lacaraalirsequebrandoresultabaextremadamentesatisfactorio.Alnoveno,soltóalQuebrantapiedras,quesederrumbódeladoycayódesmadejadoalsueloconsucaradestrozadachorreandosangre.

—¿Quétehaparecido?—dijoentrerisaselSanguinario.SelimpiólasangredelosojosydescargósobreelcuerposinvidadelQuebrantapiedrasunparde

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patadas.Depronto, lahabitaciónsepusoadarvueltas,a flotarasualrededor,riendo, riendo—.Qué... te...mierda...—se tambaleó,pestañeó somnoliento, elfuegoestaba apuntode extinguirse—.No... todavíano...—se ledoblaron lasrodillas.Todavíano.Aúnhabíacosasquehacer,siemprelashay.

—Todavíano—rezongó,peroeltiemposelehabíaacabado......Logensoltóunchillido.Sedesplomó.Ledolíatodoelcuerpo.Laspiernas,

loshombros,lacabeza.Gimióhastaquelagargantaseleinundódesangre,seatragantó, tosió, rodó sobre sí, arañó el suelo. El mundo se había vuelto unamancha borrosa. Gárgaras de sangre se acumulaban en su garganta; las fuesegregandohastaquetuvolabocalobastantevacíaparaseguirgimiendo.

Unamanolecerrólaboca.—¡Maldito pálido, deja de llorar de una vez!Basta, ¿meoyes?—unavoz

apremiante le susurraba al oído. Extraña, áspera—. Si no dejas de llorar, melargo,¿entiendes?¡Nolodirémás!—Lamanoseapartó.Losdientesapretadosde Logen dejaron escapar una bocanada de aire acompañada de un lamentoagudo,prolongado,aunquenomuyalto.

Unamanolerodeólamuñeca,lelevantóelbrazo.Soltóungritoahogadoalnotarun tirónenelhombro, luego sintióque le arrastrabanporuna superficiedura.Eraunsuplicio.

—¡Levántate,malditocabrón,nopuedocontigo!¡Levántatedeunavez!Notelovolveréarepetir,¿meoyes?

Le alzaban poco a poco y él trataba de ayudar haciendo fuerza con laspiernas.Elairesilbabaychasqueabaensugarganta,peropodíahacerlo.Elpieizquierdo, el derecho. Fácil. La rodilla se le dobló y una punzada de dolor lerecorriólapierna.Volvióachillar,sederrumbóysequedópostradoenelsuelo.Mejorestarsequieto.Susojossecerraron.

Recibióunbofetónen lacara, luegootro.Gruñó.Algosedeslizóbajo susaxilas,tirabandeél.

—¡Arriba, pálido!Arribao te dejo aquí tirado.Yano te lo digomás, ¿meoyes?

Inspirar,espirar.Primerounpie,luegoelotro.Pielargo estaba hecho un manojo de nervios; primero se pasaba un rato

tamborileandoconlosdedossobreelbrazodelasillayluegoseponíaacontarconellosmientrashacíaungestonegativoconlacabezaymusitabaalgosobre

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lasmareas. Jezalpermanecía en silencio, esperandocontra toda esperanzaquelosdossalvajessehubieranahogadoenelfosoyquelaempresasehubieraidoaltraste.TodavíaestabaatiempodepartirparaAngland.Puedequenoestuvieratodoperdido...

Oyócómolapuertaseabríaasusespaldas,ysussueñossereventaroncomounglobo.Otravezestabahundidoenlamiseria,perobastóconquesedieralavuelta para que ese sentimiento se viera reemplazado por otro de horrorizadasorpresa.

En el marco de la puerta se alzaban dos figuras andrajosas cubiertas demugreydesangre.Dosdemoniosescapadosdelinfierno.Lamujergurkaentróatrompiconesenlahabitaciónprofiriendomaldiciones.LacabezadeNuevededoscolgabahaciadelante,unodesusbrazosrodeabaelhombrodelamujer,elotro,inerteaunlado,chorreabasangreporlaspuntasdelosdedos.

Dieronunpardetumbosyluegoelpievacilantedelnorteñotropezócontrala pata deuna silla y los dos cayeron al suelo.Lamujer lanzóungruñido, sedesembarazódelbrazoconqueseagarrabasucompañero,loapartóaunladoyse puso trabajosamente de pie.Nuevededos rodó por el suelo gimiendo, y unprofundotajoqueteníaenelhombroseabrióyempezóarezumarsangresobrelaalfombra.Unasangredeunrojomuyintenso,comoeldelacarnecrudadeunanimalenunacarnicería.Jezaltragósaliva,horrorizadoyfascinadoauntiempo.

—¡PorelalientodeDios!—Veníanapornosotros.—¿Cómo?—¿Quiénes?Enesemomento,unamujer se colópor lapuerta; unapelirrojavestidade

negroconelrostroocultotrasunamáscara.UnaPracticante,sedijoelcerebroembotado de Jezal, aunque no comprendía cómo es que estaba tan llena demoratonesyporquécojeabade forma tanpronunciada.Detrásdeella secolóotroPracticante,unhombrearmadoconunaespadaenorme.

—Acompáñennos—dijolamujer.—¡Oblígame!—Maljinnleescupió.Jezalsequedóheladoalverlasacarun

cuchillo,yteñidodesangreademás.¡Sesuponíaquenopodíaestararmada!¡Noallí!

Sesintióunpocoestúpidoaldarsecuentadequeélllevabaunaespada.Pues

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claroquesí.Forcejeóuninstanteconlaempuñaduraydesenvainóconelvagopropósito de dar un golpe en la cabeza a aquel demonio gurko antes de quehiciera alguna barbaridad. Si la Inquisición quería llevársela, por él no habíaningúnproblema,ysiyadepasosellevabanatodoslosdemás,tantomejor.Pordesgracia,losPracticantesinterpretaronmalsugesto.

—Tireeso—bufólapelirrojaentornandolosojosylanzándoleunamiradaasesina.

—¡Meniego!—dijoJezal,tremendamenteofendidodequehubierancreídoqueestabadelladodeaquellosbárbaros.

—Mmm...—mascullóQuai.—Aaargh—gimióNuevededosmientrasagarrabauntrozoensangrentadode

laalfombraytirabadeellaarrastrandolamesaporelsuelo.UntercerPracticantesedeslizódentroyrodeóalamujerpelirroja,sumano

enguantada blandía una pesada maza. Un arma con un aspecto nadatranquilizador. Jezal no pudo evitar imaginarse el efecto que tendría sobre sucráneosial tipoesese ladescargabaencimacon todassus fuerzas.Susdedosjuguetearon indecisos con la empuñadura de su espada: tenía una apremiantenecesidaddequealguienledijeraquédebíahacer.

—Hedichoquenosacompañen—volvióadecir lamujermientrassusdoscompañerosseadentrabanlentamenteenlahabitación.

—VayaporDios—murmuróPielargo,y,actoseguido,buscórefugiodetrásdelamesa.

Enesemomentolapuertadelcuartodebañoseabriódegolpeyseestrellócontra la pared. Bayaz, completamente desnudo y chorreando agua jabonosa,apareció en el umbral. La lenta mirada de sus ojos vio primero a Ferro, queblandíauncuchilloymirabacongestotorvo;luegoaPielargo,agazapadodetráslamesa;después a Jezal, con la espadadesenvainada; aQuai, depiey con laboca abierta; a Nuevededos, tirado en medio de un charco de sangre, y,finalmente,alostresenmascarados,conlasarmasprestasparaatacar.

Seprodujountensosilencio.—¿Peroquépasa aquí?—rugió, y, acto seguido, sedirigió al centrode la

habitación, chorreando agua por la barba, por lamaraña de pelos blancos delpecho,porsuspartes,quedabanbotesmientrascaminaba.Lavisiónnopodíasermás singular. Un anciano desnudo haciendo frente a tres Practicantes de la

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Inquisición.Eraabsurdo,y,sinembargo,nadiesereía.Aunestandodesnudoyempapado, aquel hombre tenía algo que imponía. De hecho, fueron losPracticantesquienesdieronunpasoatrás,confundidos,asustadoscasi.

—Acompáñennos—repitiólamujer,perosuvozhabíaadquiridodeprontountonodubitativo.UnodesusacompañantesavanzóconcautelaendirecciónaBayaz.

Jezalsintióalgoraroenelestómago.Unaespeciedetirón,unasucción,unanauseabundasensacióndevacío.Eracomovolverahallarseenmediodelpuentetendido a la sombra de la Casa del Creador. Sólo que peor. El semblante delmagohabíaadquiridounaexpresióndeextremadureza.

—Semehaagotadolapaciencia—dijo.Comounabotellaquehubieracaídodesdeunagranaltura,elPracticanteque

teníamáscercasehizoañicos.Noseoyóningúnestruendo,sólounaespeciedechapoteo. Hacía unmomento era un hombre de una sola pieza que avanzabahaciaelancianoblandiendoenaltounaespada.Yuninstantedespuéssehabíarotoenmilpedazos.UnaparteindeterminadadesucuerposeemplastócontraelenlucidodelaparedalaalturadelacabezadeJezal.LaespadadelPracticanterepiqueteabaenelsuelo.

—¿Quédecía?—gruñóelPrimerodelosMagos.LasrodillasdeJezalsehabíanpuestoatemblar.Labocaselehabíaquedado

abierta. Se sentía desfallecido, mareado, hueco por dentro. Tenía la caramanchada de sangre, pero no se atrevió a moverse para limpiarse. Mirabafijamentealancianodesnudosindarcréditoaloqueveíansusojos.Eracomoside repente un bienintencionado payaso se hubiera transformado sin la másmínimavacilaciónenunasesinobrutal.

Duranteunosinstantes,lamujerpelirroja,salpicadadesangreycubiertaderestosdecarneydehuesos,permanecióinmóvilcontemplandolaescenaconlosojos como platos, luego comenzó a retroceder hacia la puerta arrastrando lospies. El otro Practicante la imitó, y, en su prisa por salir de allí cuanto antes,estuvoapuntodetropezarconunodelospiesdeNuevededos.Todoslosdemásestabanquietoscomoestatuas. Jezaloyóunospasosapresuradosenelpasillo:losPracticanteshuíanparasalvarlavida.Casiledieronenvidia.Almenosellosibanaescapar.Peroélestabaatrapadoenaquellapesadilla.

—¡Partimos de inmediato! ¡En cuanto me ponga los pantalones! —dijo

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Bayazhaciendounamuecacomosiledolieraalgo—.¡Ocúpesedeél,Pielargo!—gritó por encima del hombro. Por una vez, el Navegante parecía habersequedado sin palabras. Pestañeó, se puso de pie, se acercó al norteñoinconsciente,seagachóyarrancóunatiradesucamisadesgarradaparausarlaamodo de venda. Luego se detuvo un instante, como si no supiera por dóndeempezar.

Jezal tragó saliva. Seguía con la espada en lamano, pero ni siquiera teníafuerzasparavolveraenvainarla.EsparcidosporlahabitaciónseveíantrozosdeldesdichadoPracticante:pegadosalasparedes,altecho,alaspersonas.Jezalnohabíavistonuncamoriraunhombre,ymenosaúndeunamaneratanespantosay antinatural. Lo lógico hubiera sido sentirse horrorizado, pero en realidad loúnico que sentía era un inmenso alivio. En aquel momento sus propiastribulacionesleparecíanunainsignificancia.

Él,almenos,seguíavivo.

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Losinstrumentosdequedisponemos

Gloktaaguardabadepieenelestrechovestíbuloapoyadoensubastón.Alotroladodelapuertaseoíanvoces.

—¡Hedichoquenadadevisitas!Glokta suspiró. Teníamejores cosas que hacer que permanecer ahí de pie

apoyadoensupiernadolorida,perohabíadadosupalabrayestabadispuestoacumplirla.Unminúsculo vestíbulo, bastante corriente, de una casaminúscula,igualmentecorrienteeidénticaacientosdeotras.Elbarrioenteroeraderecienteconstruccióny,segúneralamoda,locomponíaunasucesióndecasasadosadas:edificiosdetresplantas,construidosparcialmenteenmadera,adecuadostalvezpara albergar una familia con dos sirvientes. Cientos de casas, todas muyparecidas.Casasdegenteacomodada.Nuevosricos.Plebeyosconínfulas,comoseguramente los habría denominado Sult. Banqueros, mercaderes, artesanos,tenderos,funcionarios.Puedequetambiénlaresidenciaurbanadeunprósperocampesino,comoenestecaso.

Lasvoceshabíancesado.Gloktaoyómovimientos, luegoel tintineodeunvasoy,depronto,seentreabriólapuertayasomóunadoncella.Unachicapocoagraciada congrandesojos acuosos.Parecía asustaday culpable.Nada nuevo.AntelaInquisicióntodalagentepareceasustadayculpable.

—Le recibirá ahora —masculló la chica. Glokta asintió y pasó adentroarrastrandolospies.

TeníaelvagorecuerdodehaberpasadounaodossemanasenAnglandconlafamiliadeWesthacíaunosdoceaños,aunqueahoraleparecíaquehubieranpasadomásdecien.RecordabaqueWestyélsolíanhacerprácticasdeesgrima

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en el patio de la casa y que todos los días una niña de cabellos negros lesobservabaconunaexpresiónmuyseria.Tambiénrecordabaquehacíanomuchosehabíaencontradoenelparqueconunajovencitaquesehabíainteresadoporsusalud.Poraquelentoncesandabacontantosachaquesquecasinopodíaver,yelrecuerdoqueteníadelrostrodelajovenerabastantedifuso.Asípues,Gloktanoestabamuysegurodeloqueseibaaencontrar,peroloquedesdeluegonoseesperaba eran esos moratones. Durante un instante se quedó un tantodesconcertado.Perocreoquelodisimulobastantebien.

Oscuros,morados,marrones, amarillentos, rodeandoelojo izquierdo, cuyopárpado inferior estaba muy hinchado. Alrededor de la comisura de la bocatambién,ellabiopartidoyrecubiertoconunacostra.Enmateriademoratones,pocos hombres sabían más que Glokta. Dudo mucho que sean fruto de unaccidente.Lehandadounpuñetazoenlacara,yquienselohadadopretendíahacerdaño.Miró las desagradablesmarcas, recordó a su viejo amigoCollemWestllorandoensucomedoryrogándolequeleayudara,ycasólasdospiezas.

Interesante.Entretanto, ahí seguía ella sentada, sosteniéndole lamirada, con elmentón

alzado y ofreciéndole el lado de la cara donde estaban los peores moratonescomo desafiándole a que se atreviera a decir algo.No se parece mucho a suhermano.No,nosepareceenabsoluto.Nomelaimaginorompiendoallorarenmicomedor,nienningúnotrositio.

—¿Quépuedohacerporusted,Inquisidor?—preguntóconfrialdad.GloktapercibióunalevepastosidadensuformadepronunciarlapalabraInquisidor.Haestadobebiendo...aunquelodisimulabastantebien.Nolobastantecomoparaponerse idiota,encualquiercaso.Glokta frunció los labios.Poralguna razón,teníalaimpresióndequeconveníaandarseconcuidado.

—Hevenidoatítulopersonal.Suhermanomehapedidoque...Leinterrumpióconbrusquedad.—¿Ah,sí?¿Nomediga?Havenidoparaasegurarsedequetengocuidadoa

la hora de elegir con quien follo, ¿no?—Glokta se quedó callado durante uninstantemientrasdigeríaloqueacababadeoír, luegosoltóunarisitasofocada.¡Vaya, esto esmagnífico! ¡Esta chica empiezaa caerme francamentebien!—.¿Dóndeestálagracia?—leespetóArdee.

—Discúlpeme —dijo Glokta mientras se pasaba un dedo por su ojo

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lagrimeante—, pero, verá, pasé dos años en lasmazmorras del Emperador. Ycréame si le digoquede haber sabidodesdeunprincipio que iba a pasar ahí,siquieralamitaddeesetiempo,hubierapuestomásafánporacabarconmivida.Setecientos días condenado a la más absoluta oscuridad. Jamás pensé que unhombrepudiera llegara tenerenvidaunaexperiencia tanparecidaal infierno.Loquelequierodeciresquesipretendeescandalizarme, tendráquerecurriraalgomássustanciosoquealusodepalabrasmalsonantes.

Glokta la obsequió con la más repulsiva, desdentada y trastornada de sussonrisas.Habíapocagentequetuvieraestómagoparaaguantarunavisióncomoésa durante mucho tiempo, pero ella no apartó la vista. Y, al cabo de unmomento,tambiénsonreía.UnamediasonrisabastantepeculiarqueaGloktaledejódesarmado.Probemosconotroenfoque.

—El caso es que su hermanome ha pedido queme cuide de su bienestardurante su ausencia. Por lo que amí respecta puede usted follar con quien levengaengana,aunquemiexperienciamediceque,enrelaciónconlareputacióndelasjovencitas,cuantomenossefolle,mejor.Enelcasodeloshombres,porsupuesto,ocurreexactamentelocontrario.Ciertoquenoesmuyjusto,perohaytantascosasenlavidaquenoloson,queunasuntocomoéseapenassimerecemencionarse.

—Hummm.Enesotienerazón.—Bien,meparecequeyanosvamosentendiendo—dijoGlokta—.Veoque

sehahechodañoenlacara.Ardeeseencogiódehombros.—Mecaí.Soymuytorpe.—Entiendomuybien cómo se siente, yo soy tan torpequemedestrocé la

mitad de la dentadura y me machaqué la pierna hasta dejarla reducida a unamasade carne amorfa e inútil.Y, fíjese, ahora soyun tullido.Es asombroso adóndepuedellevarleaunolatorpeza,sinoseesfuerzaporcorregirla.Creoquelagentetorpecomonosotrosdeberíamosayudarnos,¿noleparece?

La joven se le quedó mirando pensativamente durante unos instantesmientrasseacariciabalosmoratonesdelacara.

—Sí—dijo—,supongoquesí.Vitari,laPracticantedeGoyle,seencontrabatiradaenunasillaenfrentede

Glokta junto a las grandes puertas del despacho del Archilector. Estaba

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desplomada,vertida, tendida sobre la silla comosi fueraunpañohúmedo, losbrazos colgando a los lados, la cabeza recostada en el respaldo. De vez encuando, sus ojos entornados recorrían el vestíbulo y se posaban en Gloktaduranteunratodescaradamentelargo.Lohacíasinvolverlacabeza,sinmoverniunsolomúsculo,comosipensaraqueelesfuerzopodríaresultarledemasiadodoloroso.

Comoseguramenteocurriría.Eraevidentequehabíaparticipadoenuna refriega increíblementeviolenta,

luchada cuerpo a cuerpo. Por encima de su camisa negra, su cuello estabasembradodecardenales.Alrededordelamáscarahabíamás,muchosmás,yenlafrente teníaunaenormecicatriz.Unamanollevabaunaparatosovendaje, laotra tenía los nudillos llenos de costras y arañazos. Le han dado una buenapaliza.Sehadefendido,perolapersonaconlaqueluchabanoseandabaconchiquitas.

Lacampanilladiounasacudidaytintineó.—Inquisidor Glokta—dijo el secretario mientras se apresuraba a salir de

detrás del escritorio para acompañarle a la puerta—,SuEminencia le recibiráahora.

Glokta suspiró, soltó un gruñido y, apoyándose en el bastón, se pusotrabajosamentedepie.

—Buenasuerte—ledijolamujermientraspasabacojeandodelantedeella.—¿Cómo?Lamujerhizounmovimientocasi imperceptiblecon lacabezay señalóel

despachodelArchilector.—Hoyestádeunhumordeperros.Al abrirse lapuerta, lavozdeSult, quehasta entoncesno eramásqueun

murmullo, se convirtió en un grito atronador que se esparció por el vestíbulocomo un torrente. El secretario dio un salto hacia atrás como si acabara derecibirunbofetónenlacara.

—¡VeintePracticantes!—aullabaelArchilectoralotro ladode lapuerta—¡Veinte!¡Ahoradeberíamosestarinterrogandoaesazorraenlugardeestaraquísentadoslamiéndonoslasheridas!¿CuántosPracticanteshadicho?

—Veinte,Archi...—¡Veinte! ¡Maldita sea!—Glokta respiróhondoy asomó la cabezapor la

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puerta—. ¿Y cuántosmuertos?—elArchilector caminaba a grandes zancadaspor el enlosado de su despacho circular haciendo aspavientos. Iba vestido deblancoyestabatanatildadocomodecostumbre.Aunquemepareceadvertirquetiene un pelomal colocado, dos quizás. Sí, parece que estámuy enfadado—.¿Cuántos?

—Siete—murmuróelSuperiorGoyleencogiéndoseensusilla.—¡Laterceraparte!¡Unterciodeltotal!¿Yheridos?—Ocho.—¡Casitodoslosdemás!¿Contracuántos?—Seis,entotal.—¿Ah, sí?—elArchilector estampó lospuñoscontra lamesay se inclinó

sobreelacogotadoSuperior—.Lasnoticiasqueyotengoesquesóloerandos.¡Dos,yademásunossimplesbárbaros!—chillóysepusodenuevoadarvueltasalrededordelamesa—.¡Dos!Unblancoyunmoreno.¡Yencimaresultaqueelmorenoeraunamujer!¡Unamujer!—lasillaqueestabaalladodeGoylerecibióuna brutal patada del Archilector y se tambaleó—. ¡Y, lo que es peor, hayinnumerables testigos de esta ignominia! ¿Acaso no le exigí discreción? ¿Quépartedelapalabradiscrecióneslaquenocomprende,Goyle?

—Pero,Archilector,lascircunstanciasnopermitían...—¿Nopermitían?¿Nopermitían?—elchillidodeSultsealzóunaoctava—.

¿Cómoseatreveadecirmequenopermitían,Goyle?¡Lepidodiscreciónyvausted ymemonta una carnicería por todoAgriont, y encima fracasa! ¡Hemosquedadocomoidiotas!

¡Peor aún, como idiotas débiles! Los enemigos que tengo en el ConsejoCerradonovanaesperarnimedio segundopara sacarprovechodeesta farsa.¡Ese viejo charlatán deMarovia ya ha empezado con sus jeremiadas sobre lalibertad, la necesidad de establecer controlesmás estrictos y todo ese tipo desandeces! ¡Malditos leguleyos! ¡Como se salgan con la suya, no va a haberformadedarniunsolopaso!¡Ygraciasausted,estánapuntodeconseguirlo!¡Tratodeganartiempo,pidodisculpas,intentopresentarlascosasbajolamejorluz,perounaboñigaesunaboñiga,semirecomosemire!¿Tieneustedideadeldañoquenoshahecho?¿Delosmesesdetrabajoquehadesbaratado?

—PeroArchilector,alfinyalcabo,yasehanidoy...—¡Volverán,cretino!¡Secreequehanmontadoestopara irseynovolver!

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¡Claro que se han ido, maldito idiota, y se han llevado consigo todas lasrespuestas!¡Quiénesson,quépretenden,quiénestádetrásdeellos!¿Quesehanido?¡Esustedquiensevaairalinfierno,Goyle!

—Estoydesolado,Eminencia.—¡Ymásquelovaaestar!—Leruegoencarecidamentequeaceptemisdisculpas.—¡Tienesuertedenoestarpidiendodisculpassobreunlechodefuego!—

Sultresoplóasqueado—.¡Desaparezcademivista!Antesdeabandonarencogidoeldespacho,Goylelanzóunamiradaasesinaa

Glokta.Adiós,SuperiorGoyle,adiós.ElArchilectornopodíahaberencontradouncandidatomásidóneoparadescargarsufuria.Gloktanopudocontenerse,y,mientrasveíaalejarsealSuperior,nopudoevitaresbozarunamínimasonrisa.

—¿Y usted de qué se ríe?—inquirió Sult con una voz fría como el hielomientras extendía el guante blanco donde centelleaba la piedra púrpura de suanillo.

Gloktaseagachóparabesársela.—Denada,Eminencia.—¡Más levale,porque lepuedoasegurarqueno tienemotivoalgunopara

reírse!¿Llaves?—seburló—.¿Cuentos?¿Manuscritos?¿Cómoesposiblequehayahechocasodesussandeces?

—Losé,Archilector,ylepidodisculpas—GloktasedirigióhumildementealasillaqueacababadedejarlibreGoyle.

—¡Mepidedisculpas!¡Todoelmundomepidedisculpas!¿Dequémesirveeso? ¡Menos disculpas y más éxitos, eso es lo que necesito! ¡Con la deesperanzas que tenía depositadas en usted! En fin, supongo que habrá quearreglárselasconlosinstrumentosdequedisponemos.

¿Locualquieredecir?PeroGloktapermanecióensilencio.—TenemosproblemasenelSur.Seriosproblemas.—¿EnelSur,Archilector?—LasituaciónenDagoskaesmuydelicada.Losejércitosgurkossedirigen

enmasahacialapenínsula.YasuperananuestraguarniciónenunaproporcióndediezaunoytenemoselgruesodenuestrasfuerzasdestinadoenelNorte.Tresregimientosde laGuardiaRealpermanecenenAdua,peroconloscampesinosrevueltos enmedioMidderland no podemos permitirnos disponer de ellos. El

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SuperiorDavoustmemanteníainformadosemanalmenteporcarta.Esehombreeran mis ojos, ¿entiende Glokta? Al parecer, sospechaba que había unaconspiraciónenmarchadentrode laciudad.Unaconspiraciónparaentregar laciudad.HacetressemanaselcorreoseinterrumpióyayermismomeenterodequeDavoust ha desaparecido. ¡Desaparecido! ¡Un Superior de la Inquisición!¡Sindejarnirastro!¡Estoyciego,Glokta,enestosmomentoscrucialesavanzoatientasenlaoscuridad!Necesitotenerallíaalguienenquienpuedaconfiar,¿meentiende?

ElcorazóndeGloktalatíaacelerado:—¿Amí?—Ah, veo que ya empieza a aprender—dijo con displicencia Sult—. En

efecto,esustedelnuevoSuperiordeDagoska.—¿Yo?—¡Sí, enhorabuena, pero confío que no le moleste que dejemos las

celebraciones para alguna otra ocasión! ¡Sí, Glokta, usted, usted! —elArchilector se inclinó hacia él—. Vaya a Dagoska y póngase a escarbar.Averigüe qué le ha pasado a Davoust. Limpie el jardín de malas hierbas.Erradiquecualquieratisbodedeslealtad.Cualquiercosa,cualquierpersona. ¡Yluegohagaunapirayquémelotodo!¡Necesitosaberquéestápasandoallí;siesnecesario,asealLordGobernadorhastaquesueltetodosujugo!

Gloktatragósaliva.—¿AsaralLordGobernador?—¿Hay eco en esta habitación?—le espetó Sult inclinándose aúnmás—.

¡Husmee la podredumbre y elimínela! ¡Córtela de raíz! ¡Quémela! ¡Toda, estédondeesté!Hágaseustedmismocargodeladefensadelaciudadsiesnecesario.Usted fue soldado, ¿no?—alargó unamano y cogió un pergamino que habíasobre la mesa—. Esto es un edicto real, firmado por los doce miembros delConsejo Cerrado. Por los doce sin excepción. Tuve que sudar sangre paraconseguirlo.DentrodelaciudaddeDagoskadispondráusteddeplenospoderes.

Glokta bajó la vista ymiró el documento.Una simple hoja de papel colorcremaconun texto escrito ennegroyungran sello rojo en lapartede abajo.Nosotros, los abajo firmantes, concedemos al fiel servidor de Su Majestad,Superior Sand danGlokta, plenos poderes y autoridad... Luego venían variospárrafosmás,escritosconesmeradacaligrafía,yabajodeltododoscolumnasde

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nombres. Enmarañados manchones, historiadas volutas, garabatos casiininteligibles.Hoff, Sult,Marovia,Varuz,Halleck,Burr,Torlichormy todos losdemás. Poderosos nombres. Glokta sintió un leve mareo mientras sostenía eldocumentoconmanotemblorosa.Parecíacomosipesaraunaenormidad.

—¡Quenoselesubaalacabeza!Aúntienequeandarseconpiesdeplomo.No estamos en condiciones de soportar un nuevo bochorno, pero hay queimpediratodacostaquelosgurkosconquistenlaciudad,almenoshastaquesehayaresueltoelasuntodeAngland.Atodacosta,¿meentiende?

Entiendo. Me destina a una ciudad rodeada de enemigos y llena detraidores,dondeyahadesaparecidomisteriosamenteunSuperior.Másqueunascensopareceunapuñaladaporlaespalda,pero,claro,hayquearreglárselasconlosinstrumentosdequedisponemos.

—Entiendo,Archilector.—Bien.Manténgameinformado,quierovercómomeinundadecartas.—Porsupuesto.—TieneusteddosPracticantes,¿noesasí?—Sí,Eminencia,FrostySeverard,ambosmuy...—¡Noessuficiente!Cuandoestéallínodebefiarsedenadie,nisiquierade

las gentes de la Inquisición—Sult pareció pensárselo unmomento—. De lasgentes de la Inquisición de quien menos. Le he elegido media docena dePracticantes,personasdeprobadacapacidad,entreelloslaPracticanteVitari.

¿Lamujerquemeestabaespiando?—PeroArchilector...—¡No me ponga peros, Glokta!—bufó Sult—. ¡No se atreva a ponerme

peros, hoy no! ¡No está usted ni lamitad de lisiado de lo que podría llegar aestar!¡Nilamitaddelisiado,meentiende!

Gloktainclinólacabeza.—Lepidodisculpas.—Estápensando,¿verdad?Sí,sientocomosemuevensusengranajes.Está

pensando que no quiere que se meta de por medio la gente de Goyle. Puesdéjemequeledigaunacosa,antesdetrabajarparaélesamujertrabajóparamí.EsunaestiriadeSipano.Esagentesonmásfríosqueelhielo,yellaeslamásfríadetodos,selopuedoasegurar.Yavequenotienedequépreocuparse.DeGoyleno,almenos.No,sólodeusted,locualesaúnpeor.

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—Mesentirémuyhonradodetenerlaconmigo.Nolaquitaréojo.—¡Siéntasetodolohonradoquelevengaengana,perocuídesedefallarme!

Comoesteasuntoacabemal,necesitaráalgomásqueunpedazodepapelparasalirbienparado.Subarcoleaguardaenlosmuelles.Yapuedeirse.

—Porsupuesto,Eminencia.Sultsediolavueltayseacercóalaventana.Gloktaselevantóensilencio,

deslizó su silla debajo de la mesa y cruzó la habitación renqueandosigilosamente. El Archilector seguía de pie, con las manos agarradas a laespalda,mientrasGlokta cerraba cuidadosamente las puertas.Hasta que no secerraron con un clic no se dio cuenta de que durante todo ese tiempo habíaestadoconteniendolarespiración.

—¿Cómohaido?Gloktasevolvióbruscamenteysintióunadolorosapunzadaenelcuello.Es

increíble, siempre se me olvida que no debo hacer ese gesto. La PracticanteVitari, que seguía derrumbada en la silla, le miraba con ojos cansinos. Noparecía haberse movido ni un ápice durante todo el tiempo que él habíapermanecidodentro.¿Cómoha ido?Mientrasse lopensaba,sepasó la lenguaporlabocaysechupólasencías.Esoestáaúnporver.

—Hasidointeresante—dijoporfin—.VoydestinadoaDagoska.—Esoheoído—ahoraquesefijaba,lamujerteníaunacentomuymarcado.

EltípicodejedelasCiudadesLibres.—Tengoentendidoqueustedsevieneconmigo.—Eso tengo entendido yo también —pero la mujer no hizo ademán de

moverse.—Tenemosunpocodeprisa.—Losé—y,dichoaquello,extendióunamano—.¿Meayudaalevantarme?Glokta, sorprendido, alzó las cejas.Me pregunto cuándo fue la última vez

que alguien me pidió que hiciera eso. Estuvo tentado de decir que no, pero,aunque sólo fuera por la novedad, finalmente le tendió lamano. Lamujer seaferróaella,ysepusoatirar.Mientrasseibaseparandopocoapocodelasilla,apretaba los ojos, y Glokta podía oír perfectamente el fatigado silbido de sualiento.Leestabahaciendodañoaltirar,ledolíaenelbrazo,enlaespalda.Peromás le duele a ella. Detrás de su máscara, estaba convencido, apretaba losdientesparapodersoportareldolor.Movíacadaunodesusmiembrosconsuma

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cautela, como tratando de averiguar cuál de ellos le dolería y cuánto le iba adoler.Gloktanopudoreprimirunasonrisa.Yopasoporesotodaslasmañanas.Escuriosoqueresultetanestimulanteveraotrapersonahaciendolomismo.

Cuandoporfinestuvodepie,seapretólamanovendadacontralascostillas.—¿Puedecaminar?—preguntóGlokta.—Yameirédesentumeciendo.—¿Quéhansido?¿Perros?Lacarcajadaquesoltólamujerrecordababastanteaunladrido.—No.Unnorteñogigantescomehizoverlasestrellas.Gloktaresopló.Bueno,almenosessincera.—¿Nosvamos?Lamujermiróelbastón.—Notendráporcasualidadotrodeésos,¿verdad?—Metemoqueno.Eselúnicoquetengoynopuedoandarsinél.—Sécómosesiente.No del todo. Glokta se dio la vuelta y comenzó a alejarse con paso

renqueante del despacho del Archilector.No del todo. Oía a la mujer cojeardetrásdeél.Escuriosoquemeresultetanestimulantetenerdetrásaalguienquetratadeseguirmipaso.Intentóforzarunpocolamarcha,yledolió.Peromásledueleaella.

Enfin,devueltaalSur.Gloktasechupólasencías.Nopuededecirsequeellugarmetraigamuybuenosrecuerdos.Hedelucharcontralosgurkos,despuésdelprecioquetuvequepagarlavezanterior.Hedeerradicarladeslealtaddeunaciudaddondenopuedoconfiarennadie,y,menosaún,en laspersonasquesesuponequehansidoenviadasparaayudarmeenmilabor.Hedebregarenmediodelcalorydelpolvoconunatareadesagradecidaque,contodaprobabilidad,sesaldaráconunfracaso.Unfracasoqueseguramentemecostarálavida.

Sintió un pálpito en la mejilla, y sus ojos pestañearon. ¿A manos de losgurkos? ¿A manos de los conspiradores contra la Corona? ¿O simplementedesapareceré como mi predecesor? ¿Ha existido alguna vez un hombre quepudiera elegir entre tantos tipos de muerte? Las comisuras de sus labios securvaronhaciaarriba.Estoydeseandoponermemanosalaobra.

Y entonces volvió a pasársele por la cabeza aquella vieja pregunta para laqueaúnnoteníarespuesta.

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¿Porquélohago?¿Porqué?

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Agradecimientos

Acuatropersonassinlascuales...ABrenAbercrombie,quesefatigólosojosleyéndola.ANickAbercrombie,quesefatigólosoídosoyendohablardeella.ARobAbercrombie,quesefatigólosdedospasandosuspáginas.ALouAbercrombie,quesefatigólosbrazossosteniéndome.Ytambién...AMatthewAmos,porsusbuenosconsejosenlosmomentosdifíciles.AGillianBedfearn,queleyómásalládelprincipioymehizocambiarlo.ASimonSpanton,quelacomprósinhaberllegadoalfinal.

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Títulooriginal:TheBladeItself

Autor:JoeAbecrombie,2006

Traducción:BorjaGarcíaBercero,2007