Laberintos urbanos en América Latina

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Laberintos urbanosen América Latina

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David Jiménez(Compilador)

Laberintos urbanosen América Latina

SeriePluriminor

ABYA-YALA2000

David Jiménez(Compilador)

Laberintos urbanosen América Latina

SeriePluriminor

ABYA-YALA2000

David Jiménez(Compilador)

Laberintos urbanosen América Latina

SeriePluriminor

ABYA-YALA2000

Page 4: Laberintos urbanos en América Latina

Laberintos urbanos en América LatinaCompilación: David Jiménez H.

Edición: Ediciones ABYA-YALA12 de Octubre 14-30 y WilsonCasilla: 17-12-719Teléfonos: 562633 - 506247Fax: (593-2) 506 [email protected]://www.abyayala.orgQuito-Ecuador

Serie: Pluriminor

Autoedición: Abya-Yala editingQuito, Ecuador

Impresión: DocuTechQuito, Ecuador

ISBN: 9978-

Impreso en Ecuador, 2000

Laberintos urbanos en América LatinaCompilación: David Jiménez H.

Edición: Ediciones ABYA-YALA12 de Octubre 14-30 y WilsonCasilla: 17-12-719Teléfonos: 562633 - 506247Fax: (593-2) 506 [email protected]://www.abyayala.orgQuito-Ecuador

Serie: Pluriminor

Autoedición: Abya-Yala editingQuito, Ecuador

Impresión: DocuTechQuito, Ecuador

ISBN: 9978-

Impreso en Ecuador, 2000

Laberintos urbanos en América LatinaCompilación: David Jiménez H.

Edición: Ediciones ABYA-YALA12 de Octubre 14-30 y WilsonCasilla: 17-12-719Teléfonos: 562633 - 506247Fax: (593-2) 506 [email protected]://www.abyayala.orgQuito-Ecuador

Serie: Pluriminor

Autoedición: Abya-Yala editingQuito, Ecuador

Impresión: DocuTechQuito, Ecuador

ISBN: 9978-

Impreso en Ecuador, 2000

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INDICE

Presentación................................................. 7

1. Ciudadanía y espacio público.................. 9Jordi Borja

2. La ciudad multicultural............................ 35Jordi Borja y Manuel Castells

3. Ciudad, democracia y gobernanza en América Latina............................................ 57Alfredo Rodríguez y Lucy Winchester

4. La urbe como espacio infeliz..................... 81Hernán Neira

5. Comunicación, vida cotidiana eidentidades urbanas en San Luis Potosí,en tiempos de globalización........................... 105Haydeé García Bravo

INDICE

Presentación................................................. 7

1. Ciudadanía y espacio público.................. 9Jordi Borja

2. La ciudad multicultural............................ 35Jordi Borja y Manuel Castells

3. Ciudad, democracia y gobernanza en América Latina............................................ 57Alfredo Rodríguez y Lucy Winchester

4. La urbe como espacio infeliz..................... 81Hernán Neira

5. Comunicación, vida cotidiana eidentidades urbanas en San Luis Potosí,en tiempos de globalización........................... 105Haydeé García Bravo

INDICE

Presentación................................................. 7

1. Ciudadanía y espacio público.................. 9Jordi Borja

2. La ciudad multicultural............................ 35Jordi Borja y Manuel Castells

3. Ciudad, democracia y gobernanza en América Latina............................................ 57Alfredo Rodríguez y Lucy Winchester

4. La urbe como espacio infeliz..................... 81Hernán Neira

5. Comunicación, vida cotidiana eidentidades urbanas en San Luis Potosí,en tiempos de globalización........................... 105Haydeé García Bravo

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Presentación

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Presentación Presentación

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1Ciudadanía y espacio público

Jordi Borja

La agorafobia urbana

Aunque a los urbanitas-cívicos nos complazca re-cordar aquello de que “el aire de la ciudad nos hace li-bres”, la realidad urbana actual más bien nos lleva a ci-tar lo de “malos tiempos para la lírica”. Ya no es originaltitular el “the hell is in the city” (el infierno está en laciudad) o Ia ville partout, partout en crise” (la ciudad entodas partes, en todas partes en crisis), como hicieronThe Economist y Le Monde diplomatique hace algunosaños. Todos lo hacen. Las prácticas sociales parecen in-dicar que la salida es hacerse un refugio, protegerse delaire urbano no sólo porque está contaminado sino por-que el espacio abierto a los vientos es peligroso. En lasgrandes ciudades se imponen los shopping centers con“reservado el derecho de admisión” y los ghettos resi-denciales cuyas calles de acceso han perdido su carácterpúblico en manos de policías privados.

Hay un temor al espacio público. No es un espacioprotector ni protegido. En unos casos no ha sido pensa-do para dar seguridad sino para ciertas funciones comocircular o estacionar, o es sencillamente un espacio resi-dual entre edificios y vías. En otros casos ha sido ocupa-do por las “clases peligrosas” de la sociedad: inmigrados,pobres o marginados. Porque la agorafobia es una en-fermedad de clase de la que parecen exentos aquellosque viven la ciudad como una oportunidad de supervi-vencia. Aunque muchas veces sean las principales vícti-

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1Ciudadanía y espacio público

Jordi Borja

La agorafobia urbana

Aunque a los urbanitas-cívicos nos complazca re-cordar aquello de que “el aire de la ciudad nos hace li-bres”, la realidad urbana actual más bien nos lleva a ci-tar lo de “malos tiempos para la lírica”. Ya no es originaltitular el “the hell is in the city” (el infierno está en laciudad) o Ia ville partout, partout en crise” (la ciudad entodas partes, en todas partes en crisis), como hicieronThe Economist y Le Monde diplomatique hace algunosaños. Todos lo hacen. Las prácticas sociales parecen in-dicar que la salida es hacerse un refugio, protegerse delaire urbano no sólo porque está contaminado sino por-que el espacio abierto a los vientos es peligroso. En lasgrandes ciudades se imponen los shopping centers con“reservado el derecho de admisión” y los ghettos resi-denciales cuyas calles de acceso han perdido su carácterpúblico en manos de policías privados.

Hay un temor al espacio público. No es un espacioprotector ni protegido. En unos casos no ha sido pensa-do para dar seguridad sino para ciertas funciones comocircular o estacionar, o es sencillamente un espacio resi-dual entre edificios y vías. En otros casos ha sido ocupa-do por las “clases peligrosas” de la sociedad: inmigrados,pobres o marginados. Porque la agorafobia es una en-fermedad de clase de la que parecen exentos aquellosque viven la ciudad como una oportunidad de supervi-vencia. Aunque muchas veces sean las principales vícti-

1Ciudadanía y espacio público

Jordi Borja

La agorafobia urbana

Aunque a los urbanitas-cívicos nos complazca re-cordar aquello de que “el aire de la ciudad nos hace li-bres”, la realidad urbana actual más bien nos lleva a ci-tar lo de “malos tiempos para la lírica”. Ya no es originaltitular el “the hell is in the city” (el infierno está en laciudad) o Ia ville partout, partout en crise” (la ciudad entodas partes, en todas partes en crisis), como hicieronThe Economist y Le Monde diplomatique hace algunosaños. Todos lo hacen. Las prácticas sociales parecen in-dicar que la salida es hacerse un refugio, protegerse delaire urbano no sólo porque está contaminado sino por-que el espacio abierto a los vientos es peligroso. En lasgrandes ciudades se imponen los shopping centers con“reservado el derecho de admisión” y los ghettos resi-denciales cuyas calles de acceso han perdido su carácterpúblico en manos de policías privados.

Hay un temor al espacio público. No es un espacioprotector ni protegido. En unos casos no ha sido pensa-do para dar seguridad sino para ciertas funciones comocircular o estacionar, o es sencillamente un espacio resi-dual entre edificios y vías. En otros casos ha sido ocupa-do por las “clases peligrosas” de la sociedad: inmigrados,pobres o marginados. Porque la agorafobia es una en-fermedad de clase de la que parecen exentos aquellosque viven la ciudad como una oportunidad de supervi-vencia. Aunque muchas veces sean las principales vícti-

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mas, no pueden permitirse prescindir del espacio públi-co.

Nuevamente, como en todos los momentos históri-cos de cambios sociales y culturales acelerados, se diag-nostica la “muerte de la ciudad”. Es un tópico recurren-te. Unos ponen el acento en la tribalización. Las “hor-das” están en las puertas de la ciudad (por ej. “grandesensembles” conflictivos), pero también en su corazón,en los centros históricos degradados.

Kingali, la capital ruandesa, compartimentada portribus que se odiaban, no sería un fenómeno primitivosolamente. También, una prefiguración de pesadilla denuestro futuro urbano. Un futuro ya presente en Argel,Istanbul o El Cairo, con ejércitos protegiendo los ba-rrios “civilizados” frente a la “barbarie” popular.

Otros, más optimistas, nos dicen que la ciudad mo-derna es otra ciudad, la que se puede observar en los lí-mites de la ciudad actual, en sus periferias suburbanas,en sus entradas. La Edge City (USA), o la exposición“Les entrées de la ville”(París), el auge de las teorías delcaos urbano, expresan esta mitificación de la ciudad“desurbanizada” o de la urbanización sin ciudad. Enten-diendo por ciudad este producto físico, político y cultu-ral complejo, europeo y mediterráneo, pero tambiénamericano y asiático, que hemos caracterizado en nues-tra ideología y en nuestros valores como concentraciónde población y de actividad, mixtura social y funcional,capacidad de autogobierno y ámbito de identificaciónsimbólica y de participación cívica. Ciudad como en-cuentro, intercambio, ciudad igual a cultura y comercio.Ciudad de lugares y no simple espacio de flujos.

Si la agorafobia urbana es una enfermedad produci-da por la degradación o la desaparición de los lugarespúblicos integradores y protectores pero también abier-tos a todos, la terapéutica y la alternativa parecen ser lainstalación en los flujos y en los nuevos ghettos (resi-

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mas, no pueden permitirse prescindir del espacio públi-co.

Nuevamente, como en todos los momentos históri-cos de cambios sociales y culturales acelerados, se diag-nostica la “muerte de la ciudad”. Es un tópico recurren-te. Unos ponen el acento en la tribalización. Las “hor-das” están en las puertas de la ciudad (por ej. “grandesensembles” conflictivos), pero también en su corazón,en los centros históricos degradados.

Kingali, la capital ruandesa, compartimentada portribus que se odiaban, no sería un fenómeno primitivosolamente. También, una prefiguración de pesadilla denuestro futuro urbano. Un futuro ya presente en Argel,Istanbul o El Cairo, con ejércitos protegiendo los ba-rrios “civilizados” frente a la “barbarie” popular.

Otros, más optimistas, nos dicen que la ciudad mo-derna es otra ciudad, la que se puede observar en los lí-mites de la ciudad actual, en sus periferias suburbanas,en sus entradas. La Edge City (USA), o la exposición“Les entrées de la ville”(París), el auge de las teorías delcaos urbano, expresan esta mitificación de la ciudad“desurbanizada” o de la urbanización sin ciudad. Enten-diendo por ciudad este producto físico, político y cultu-ral complejo, europeo y mediterráneo, pero tambiénamericano y asiático, que hemos caracterizado en nues-tra ideología y en nuestros valores como concentraciónde población y de actividad, mixtura social y funcional,capacidad de autogobierno y ámbito de identificaciónsimbólica y de participación cívica. Ciudad como en-cuentro, intercambio, ciudad igual a cultura y comercio.Ciudad de lugares y no simple espacio de flujos.

Si la agorafobia urbana es una enfermedad produci-da por la degradación o la desaparición de los lugarespúblicos integradores y protectores pero también abier-tos a todos, la terapéutica y la alternativa parecen ser lainstalación en los flujos y en los nuevos ghettos (resi-

mas, no pueden permitirse prescindir del espacio públi-co.

Nuevamente, como en todos los momentos históri-cos de cambios sociales y culturales acelerados, se diag-nostica la “muerte de la ciudad”. Es un tópico recurren-te. Unos ponen el acento en la tribalización. Las “hor-das” están en las puertas de la ciudad (por ej. “grandesensembles” conflictivos), pero también en su corazón,en los centros históricos degradados.

Kingali, la capital ruandesa, compartimentada portribus que se odiaban, no sería un fenómeno primitivosolamente. También, una prefiguración de pesadilla denuestro futuro urbano. Un futuro ya presente en Argel,Istanbul o El Cairo, con ejércitos protegiendo los ba-rrios “civilizados” frente a la “barbarie” popular.

Otros, más optimistas, nos dicen que la ciudad mo-derna es otra ciudad, la que se puede observar en los lí-mites de la ciudad actual, en sus periferias suburbanas,en sus entradas. La Edge City (USA), o la exposición“Les entrées de la ville”(París), el auge de las teorías delcaos urbano, expresan esta mitificación de la ciudad“desurbanizada” o de la urbanización sin ciudad. Enten-diendo por ciudad este producto físico, político y cultu-ral complejo, europeo y mediterráneo, pero tambiénamericano y asiático, que hemos caracterizado en nues-tra ideología y en nuestros valores como concentraciónde población y de actividad, mixtura social y funcional,capacidad de autogobierno y ámbito de identificaciónsimbólica y de participación cívica. Ciudad como en-cuentro, intercambio, ciudad igual a cultura y comercio.Ciudad de lugares y no simple espacio de flujos.

Si la agorafobia urbana es una enfermedad produci-da por la degradación o la desaparición de los lugarespúblicos integradores y protectores pero también abier-tos a todos, la terapéutica y la alternativa parecen ser lainstalación en los flujos y en los nuevos ghettos (resi-

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denciales, centros comerciales, áreas de terciario, de ex-celencia, etc.) En esta nueva ciudad las infraestructurasde comunicación no crean centralidades ni lugares fuer-tes, más bien segmentan o fracturan el territorio y ato-mizan las relaciones sociales. Otra manifestación deagorafobia. Pero ¿es inevitable que sea así?

¿Es el fin de la ciudad que hemos conocido históri-camente? ¿Son reversibles y reutilizables estos procesos?

Sobre la muerte de la ciudad y el punto de vista del espacio público

¿Ha muerto la ciudad? ¿Está en crisis? ¿La ciudad dela calle y de la plaza, del espacio público y cívico, la ciu-dad abierta, de mezclas y contactos es un residuo del pa-sado objeto de melancolía de urbanistas maduros?

Es fácil argumentar que la historia de las ciudades havivido cambios por lo menos tan aparatosos como losactuales. O más. Por ejemplo el tránsito de la ciudadamurallada a los ensanches modernos. O la ciudad me-tropolitana, con sus suburbios y su estructura políticaplurimunicipal, estimulada por el desarrollo del trans-porte masivo y del uso del automóvil. Incluso puedeaducirse que estamos simplemente presenciando unanueva fase del crecimiento metropolitano.

Es inevitable dar la razón a los historiadores cuandocritican el simplismo de reducir la historia urbana a tresgrandes etapas o edades, la primera siendo la ciudadconcentrada, separada de su entorno, la segunda la ciu-dad metropolitana (ciudad más periferia) y la tercera, laactual, la ciudad “a repensar” en la globalización.

Sin embargo, esta distinción que molesta a los histo-riadores es útil a los urbanistas. Porque les estimula a fo-calizar su atención en las nuevas dinámicas no comouna maldición fatal o la expresión objetiva de la moder-nidad, sino como un desafío al que se puede responder

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denciales, centros comerciales, áreas de terciario, de ex-celencia, etc.) En esta nueva ciudad las infraestructurasde comunicación no crean centralidades ni lugares fuer-tes, más bien segmentan o fracturan el territorio y ato-mizan las relaciones sociales. Otra manifestación deagorafobia. Pero ¿es inevitable que sea así?

¿Es el fin de la ciudad que hemos conocido históri-camente? ¿Son reversibles y reutilizables estos procesos?

Sobre la muerte de la ciudad y el punto de vista del espacio público

¿Ha muerto la ciudad? ¿Está en crisis? ¿La ciudad dela calle y de la plaza, del espacio público y cívico, la ciu-dad abierta, de mezclas y contactos es un residuo del pa-sado objeto de melancolía de urbanistas maduros?

Es fácil argumentar que la historia de las ciudades havivido cambios por lo menos tan aparatosos como losactuales. O más. Por ejemplo el tránsito de la ciudadamurallada a los ensanches modernos. O la ciudad me-tropolitana, con sus suburbios y su estructura políticaplurimunicipal, estimulada por el desarrollo del trans-porte masivo y del uso del automóvil. Incluso puedeaducirse que estamos simplemente presenciando unanueva fase del crecimiento metropolitano.

Es inevitable dar la razón a los historiadores cuandocritican el simplismo de reducir la historia urbana a tresgrandes etapas o edades, la primera siendo la ciudadconcentrada, separada de su entorno, la segunda la ciu-dad metropolitana (ciudad más periferia) y la tercera, laactual, la ciudad “a repensar” en la globalización.

Sin embargo, esta distinción que molesta a los histo-riadores es útil a los urbanistas. Porque les estimula a fo-calizar su atención en las nuevas dinámicas no comouna maldición fatal o la expresión objetiva de la moder-nidad, sino como un desafío al que se puede responder

denciales, centros comerciales, áreas de terciario, de ex-celencia, etc.) En esta nueva ciudad las infraestructurasde comunicación no crean centralidades ni lugares fuer-tes, más bien segmentan o fracturan el territorio y ato-mizan las relaciones sociales. Otra manifestación deagorafobia. Pero ¿es inevitable que sea así?

¿Es el fin de la ciudad que hemos conocido históri-camente? ¿Son reversibles y reutilizables estos procesos?

Sobre la muerte de la ciudad y el punto de vista del espacio público

¿Ha muerto la ciudad? ¿Está en crisis? ¿La ciudad dela calle y de la plaza, del espacio público y cívico, la ciu-dad abierta, de mezclas y contactos es un residuo del pa-sado objeto de melancolía de urbanistas maduros?

Es fácil argumentar que la historia de las ciudades havivido cambios por lo menos tan aparatosos como losactuales. O más. Por ejemplo el tránsito de la ciudadamurallada a los ensanches modernos. O la ciudad me-tropolitana, con sus suburbios y su estructura políticaplurimunicipal, estimulada por el desarrollo del trans-porte masivo y del uso del automóvil. Incluso puedeaducirse que estamos simplemente presenciando unanueva fase del crecimiento metropolitano.

Es inevitable dar la razón a los historiadores cuandocritican el simplismo de reducir la historia urbana a tresgrandes etapas o edades, la primera siendo la ciudadconcentrada, separada de su entorno, la segunda la ciu-dad metropolitana (ciudad más periferia) y la tercera, laactual, la ciudad “a repensar” en la globalización.

Sin embargo, esta distinción que molesta a los histo-riadores es útil a los urbanistas. Porque les estimula a fo-calizar su atención en las nuevas dinámicas no comouna maldición fatal o la expresión objetiva de la moder-nidad, sino como un desafío al que se puede responder

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si por una parte descubrimos los elementos de continui-dad posibles respecto al pasado, si por otra distinguimoslo necesario de lo excesivo o evitable en los nuevos pro-cesos y si finalmente somos capaces de proponer nuevosmodelos y proyectos que formulen respuestas integra-doras.

Creemos que un ángulo interesante para analizar lasnuevas dinámicas urbanas y elaborar respuestas a losdesafíos que nos planteamos es el del espacio público yel de la relación entre su configuración y el ejercicio dela ciudadanía, entendida como el estatuto que permiteejercer un conjunto de derechos y deberes cívicos, polí-ticos y sociales. El espacio público nos interesa princi-palmente por dos razones. En primer lugar porque esdonde se manifiesta muchas veces con más fuerza la cri-sis de “ciudad” o de “urbanidad”. Por lo tanto parece quesea el punto sensible para actuar si se pretende impulsarpolíticas de “hacer ciudad en la ciudad”. Y en segundolugar porque las nuevas realidades urbanas, especial-mente las que se dan en los márgenes de la ciudad exis-tente plantean unos retos novedosos al espacio público:la movilidad individual generalizada, la multiplicacióny la especialización de las “nuevas centralidades” y lafuerza de las distancias que parecen imponerse a los in-tentos de dar continuidad formal y simbólica a los espa-cios públicos. Estamos convencidos que la dialécticamovilidades-centralidades es una cuestión clave del ur-banismo moderno. Y que la concepción de los espaciospúblicos es a su vez un factor decisivo, aunque no sea elúnico, en el tipo de respuesta que se da a la cuestión an-terior.

El espacio público y sus avatares en la modernidad

El espacio público es un concepto jurídico: espaciosometido a una regulación específica por parte de la Ad-

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si por una parte descubrimos los elementos de continui-dad posibles respecto al pasado, si por otra distinguimoslo necesario de lo excesivo o evitable en los nuevos pro-cesos y si finalmente somos capaces de proponer nuevosmodelos y proyectos que formulen respuestas integra-doras.

Creemos que un ángulo interesante para analizar lasnuevas dinámicas urbanas y elaborar respuestas a losdesafíos que nos planteamos es el del espacio público yel de la relación entre su configuración y el ejercicio dela ciudadanía, entendida como el estatuto que permiteejercer un conjunto de derechos y deberes cívicos, polí-ticos y sociales. El espacio público nos interesa princi-palmente por dos razones. En primer lugar porque esdonde se manifiesta muchas veces con más fuerza la cri-sis de “ciudad” o de “urbanidad”. Por lo tanto parece quesea el punto sensible para actuar si se pretende impulsarpolíticas de “hacer ciudad en la ciudad”. Y en segundolugar porque las nuevas realidades urbanas, especial-mente las que se dan en los márgenes de la ciudad exis-tente plantean unos retos novedosos al espacio público:la movilidad individual generalizada, la multiplicacióny la especialización de las “nuevas centralidades” y lafuerza de las distancias que parecen imponerse a los in-tentos de dar continuidad formal y simbólica a los espa-cios públicos. Estamos convencidos que la dialécticamovilidades-centralidades es una cuestión clave del ur-banismo moderno. Y que la concepción de los espaciospúblicos es a su vez un factor decisivo, aunque no sea elúnico, en el tipo de respuesta que se da a la cuestión an-terior.

El espacio público y sus avatares en la modernidad

El espacio público es un concepto jurídico: espaciosometido a una regulación específica por parte de la Ad-

si por una parte descubrimos los elementos de continui-dad posibles respecto al pasado, si por otra distinguimoslo necesario de lo excesivo o evitable en los nuevos pro-cesos y si finalmente somos capaces de proponer nuevosmodelos y proyectos que formulen respuestas integra-doras.

Creemos que un ángulo interesante para analizar lasnuevas dinámicas urbanas y elaborar respuestas a losdesafíos que nos planteamos es el del espacio público yel de la relación entre su configuración y el ejercicio dela ciudadanía, entendida como el estatuto que permiteejercer un conjunto de derechos y deberes cívicos, polí-ticos y sociales. El espacio público nos interesa princi-palmente por dos razones. En primer lugar porque esdonde se manifiesta muchas veces con más fuerza la cri-sis de “ciudad” o de “urbanidad”. Por lo tanto parece quesea el punto sensible para actuar si se pretende impulsarpolíticas de “hacer ciudad en la ciudad”. Y en segundolugar porque las nuevas realidades urbanas, especial-mente las que se dan en los márgenes de la ciudad exis-tente plantean unos retos novedosos al espacio público:la movilidad individual generalizada, la multiplicacióny la especialización de las “nuevas centralidades” y lafuerza de las distancias que parecen imponerse a los in-tentos de dar continuidad formal y simbólica a los espa-cios públicos. Estamos convencidos que la dialécticamovilidades-centralidades es una cuestión clave del ur-banismo moderno. Y que la concepción de los espaciospúblicos es a su vez un factor decisivo, aunque no sea elúnico, en el tipo de respuesta que se da a la cuestión an-terior.

El espacio público y sus avatares en la modernidad

El espacio público es un concepto jurídico: espaciosometido a una regulación específica por parte de la Ad-

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ministración pública, propietaria o que posee la facul-tad de dominio del suelo y que garantiza su accesibili-dad a todos y fija las condiciones de su utilización y deinstalación de actividades. El espacio público modernoproviene de la separación formal (legal) entre la propie-dad privada urbana (expresada en el catastro y vincula-da normalmente al derecho de edificar) y la propiedadpública (o dominio público por subrogación normativao por adquisición de derecho mediante cesión) que nor-malmente supone reservar este suelo libre de construc-ciones (excepto equipamientos colectivos y serviciospúblicos) y cuyo destino son usos sociales característi-cos de la vida urbana (esparcimiento, actos colectivos,movilidad, actividades culturales y a veces comerciales,referentes simbólicos monumentales, etc.).

El espacio público también tiene una dimensión so-ciocultural Es un lugar de relación y de identificación,de contacto entre las gentes, de animación urbana, a ve-ces de expresión comunitaria. La dinámica propia de laciudad y los comportamientos de sus gentes puedencrear espacios públicos que jurídicamente no lo son, oque no estaban previstos como tales, abiertos o cerra-dos, de paso o a los que hay que ir, Puede ser una fábri-ca o un depósito abandonados o un espacio intersticialentre edificaciones. Lo son casi siempre los accesos a es-taciones y puntos intermodales de transporte y a vecesreservas de suelo para una obra pública o de protecciónecológica. En todos estos casos que defina la naturalezadel espacio público es el uso y no el estatuto jurídico.

El funcionalismo predominante en el urbanismomoderno descalificó pronto el espacio público al asig-narle usos específicos. En unos casos se confundió conla vialidad, en otros se sometió a las necesidades del “or-den público. En casos más afortunados se priorizó lamonumentalidad, el “embellecimiento urbano”. O sevinculó a la actividad comercial y a veces cultural. Y en

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ministración pública, propietaria o que posee la facul-tad de dominio del suelo y que garantiza su accesibili-dad a todos y fija las condiciones de su utilización y deinstalación de actividades. El espacio público modernoproviene de la separación formal (legal) entre la propie-dad privada urbana (expresada en el catastro y vincula-da normalmente al derecho de edificar) y la propiedadpública (o dominio público por subrogación normativao por adquisición de derecho mediante cesión) que nor-malmente supone reservar este suelo libre de construc-ciones (excepto equipamientos colectivos y serviciospúblicos) y cuyo destino son usos sociales característi-cos de la vida urbana (esparcimiento, actos colectivos,movilidad, actividades culturales y a veces comerciales,referentes simbólicos monumentales, etc.).

El espacio público también tiene una dimensión so-ciocultural Es un lugar de relación y de identificación,de contacto entre las gentes, de animación urbana, a ve-ces de expresión comunitaria. La dinámica propia de laciudad y los comportamientos de sus gentes puedencrear espacios públicos que jurídicamente no lo son, oque no estaban previstos como tales, abiertos o cerra-dos, de paso o a los que hay que ir, Puede ser una fábri-ca o un depósito abandonados o un espacio intersticialentre edificaciones. Lo son casi siempre los accesos a es-taciones y puntos intermodales de transporte y a vecesreservas de suelo para una obra pública o de protecciónecológica. En todos estos casos que defina la naturalezadel espacio público es el uso y no el estatuto jurídico.

El funcionalismo predominante en el urbanismomoderno descalificó pronto el espacio público al asig-narle usos específicos. En unos casos se confundió conla vialidad, en otros se sometió a las necesidades del “or-den público. En casos más afortunados se priorizó lamonumentalidad, el “embellecimiento urbano”. O sevinculó a la actividad comercial y a veces cultural. Y en

ministración pública, propietaria o que posee la facul-tad de dominio del suelo y que garantiza su accesibili-dad a todos y fija las condiciones de su utilización y deinstalación de actividades. El espacio público modernoproviene de la separación formal (legal) entre la propie-dad privada urbana (expresada en el catastro y vincula-da normalmente al derecho de edificar) y la propiedadpública (o dominio público por subrogación normativao por adquisición de derecho mediante cesión) que nor-malmente supone reservar este suelo libre de construc-ciones (excepto equipamientos colectivos y serviciospúblicos) y cuyo destino son usos sociales característi-cos de la vida urbana (esparcimiento, actos colectivos,movilidad, actividades culturales y a veces comerciales,referentes simbólicos monumentales, etc.).

El espacio público también tiene una dimensión so-ciocultural Es un lugar de relación y de identificación,de contacto entre las gentes, de animación urbana, a ve-ces de expresión comunitaria. La dinámica propia de laciudad y los comportamientos de sus gentes puedencrear espacios públicos que jurídicamente no lo son, oque no estaban previstos como tales, abiertos o cerra-dos, de paso o a los que hay que ir, Puede ser una fábri-ca o un depósito abandonados o un espacio intersticialentre edificaciones. Lo son casi siempre los accesos a es-taciones y puntos intermodales de transporte y a vecesreservas de suelo para una obra pública o de protecciónecológica. En todos estos casos que defina la naturalezadel espacio público es el uso y no el estatuto jurídico.

El funcionalismo predominante en el urbanismomoderno descalificó pronto el espacio público al asig-narle usos específicos. En unos casos se confundió conla vialidad, en otros se sometió a las necesidades del “or-den público. En casos más afortunados se priorizó lamonumentalidad, el “embellecimiento urbano”. O sevinculó a la actividad comercial y a veces cultural. Y en

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casos menos afortunados se utilizó como mecanismo desegregación social, bien para excluir, bien para concen-trar (por medio de la accesibilidad, de los precios, de laimagen social, etc.). En ocasiones el juridicismo buro-crático ha llevado a considerar que el espacio públicoideal es el que está prácticamente vacío, donde no sepuede hacer nada. O que se lo protege tanto que no esusado por nadie (por ej. cuando con las mejores inten-ciones se peatonalizan todos los accesos, se prohibe to-do tipo de actividades o servicios comerciales, etc.).

El espacio público supone pues dominio público,uso social colectivo y multifuncionalidad. Se caracterizafísicamente por su accesibilidad, lo que le hace un factorde centralidad. La calidad del espacio público se podráevaluar sobre todo por la intensidad y la calidad de lasrelaciones sociales que facilita, por su fuerza mixturan-te de grupos y comportamientos y por su capacidad deestimular la identificación simbólica, la expresión y laintegración culturales. Por ello es conveniente que el es-pacio público tenga algunas calidades formales como lacontinuidad del diseño urbano y la facultad ordenado-ra del mismo, la generosidad de sus formas, de su ima-gen y de sus materiales y la adaptabilidad a usos diver-sos a través de los tiempos.

El urbanismo contemporáneo, heredero de movi-miento moderno, fue reconstructor de ciudades des-pués de la Segunda Guerra Mundial. Se focalizó en unfuncionalismo eficientista, dotado de un instrumentalseparador más que integrador (el zoning, los modelos)acentuado por la compartimentación de las Adminis-traciones públicas y de los cuerpos profesionales (por ej.Transportes/ingenieros sin otras visiones del desarrolloy del funcionamiento urbanos). El resultado ha sido ca-si siempre la aplicación de políticas sectoriales en lugarde promover actuaciones que articulen la diversidad y lacomplejidad de las demandas urbanas.

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casos menos afortunados se utilizó como mecanismo desegregación social, bien para excluir, bien para concen-trar (por medio de la accesibilidad, de los precios, de laimagen social, etc.). En ocasiones el juridicismo buro-crático ha llevado a considerar que el espacio públicoideal es el que está prácticamente vacío, donde no sepuede hacer nada. O que se lo protege tanto que no esusado por nadie (por ej. cuando con las mejores inten-ciones se peatonalizan todos los accesos, se prohibe to-do tipo de actividades o servicios comerciales, etc.).

El espacio público supone pues dominio público,uso social colectivo y multifuncionalidad. Se caracterizafísicamente por su accesibilidad, lo que le hace un factorde centralidad. La calidad del espacio público se podráevaluar sobre todo por la intensidad y la calidad de lasrelaciones sociales que facilita, por su fuerza mixturan-te de grupos y comportamientos y por su capacidad deestimular la identificación simbólica, la expresión y laintegración culturales. Por ello es conveniente que el es-pacio público tenga algunas calidades formales como lacontinuidad del diseño urbano y la facultad ordenado-ra del mismo, la generosidad de sus formas, de su ima-gen y de sus materiales y la adaptabilidad a usos diver-sos a través de los tiempos.

El urbanismo contemporáneo, heredero de movi-miento moderno, fue reconstructor de ciudades des-pués de la Segunda Guerra Mundial. Se focalizó en unfuncionalismo eficientista, dotado de un instrumentalseparador más que integrador (el zoning, los modelos)acentuado por la compartimentación de las Adminis-traciones públicas y de los cuerpos profesionales (por ej.Transportes/ingenieros sin otras visiones del desarrolloy del funcionamiento urbanos). El resultado ha sido ca-si siempre la aplicación de políticas sectoriales en lugarde promover actuaciones que articulen la diversidad y lacomplejidad de las demandas urbanas.

casos menos afortunados se utilizó como mecanismo desegregación social, bien para excluir, bien para concen-trar (por medio de la accesibilidad, de los precios, de laimagen social, etc.). En ocasiones el juridicismo buro-crático ha llevado a considerar que el espacio públicoideal es el que está prácticamente vacío, donde no sepuede hacer nada. O que se lo protege tanto que no esusado por nadie (por ej. cuando con las mejores inten-ciones se peatonalizan todos los accesos, se prohibe to-do tipo de actividades o servicios comerciales, etc.).

El espacio público supone pues dominio público,uso social colectivo y multifuncionalidad. Se caracterizafísicamente por su accesibilidad, lo que le hace un factorde centralidad. La calidad del espacio público se podráevaluar sobre todo por la intensidad y la calidad de lasrelaciones sociales que facilita, por su fuerza mixturan-te de grupos y comportamientos y por su capacidad deestimular la identificación simbólica, la expresión y laintegración culturales. Por ello es conveniente que el es-pacio público tenga algunas calidades formales como lacontinuidad del diseño urbano y la facultad ordenado-ra del mismo, la generosidad de sus formas, de su ima-gen y de sus materiales y la adaptabilidad a usos diver-sos a través de los tiempos.

El urbanismo contemporáneo, heredero de movi-miento moderno, fue reconstructor de ciudades des-pués de la Segunda Guerra Mundial. Se focalizó en unfuncionalismo eficientista, dotado de un instrumentalseparador más que integrador (el zoning, los modelos)acentuado por la compartimentación de las Adminis-traciones públicas y de los cuerpos profesionales (por ej.Transportes/ingenieros sin otras visiones del desarrolloy del funcionamiento urbanos). El resultado ha sido ca-si siempre la aplicación de políticas sectoriales en lugarde promover actuaciones que articulen la diversidad y lacomplejidad de las demandas urbanas.

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Page 15: Laberintos urbanos en América Latina

Entre las grandes operaciones de vivienda (cadaoperación destinada a un segmento social determinado)y la prioridad asignada casi siempre a la vialidad comoordenamiento y como inversión, el espacio público pa-só a ser un elemento residual.

El movimiento moderno en la primera mitad de si-glo y las políticas públicas en la segunda mitad han con-figurado un urbanismo que se ha confundido con la vi-vienda y con las obras públicas (vías, puentes, accesos,etc., es decir, comunicaciones). El hacer ciudad comoproducto integral e integrador quedó olvidado y conello el espacio público. O por lo menos relegado a un rolsecundario.

Urbanismo funcionalista y reacciones ciudadanas

El urbanismo funcionalista ha tenido que pagar elprecio de sus limitaciones y además el de los usos per-versos que se han hecho de él. La combinación del mo-nofuncionalismo de los programas y de sectorializaciónde las políticas públicas con las dinámicas del mercadoen ciudades clasistas, agravadas por las rentas de posi-ción de los “instalados” respecto a los “allegados” (inmi-grados), ha dado lugar a unas situaciones urbanas inso-portables. Grupos residenciales que se degradaban rápi-damente por su mala calidad, por la falta de inserciónurbana, por su anomía sociocultural, por la pobreza delos equipamientos, por el círculo vicioso de la margina-ción física y social...

Areas centrales congestionadas y especializadas quepierden su rol integrador en beneficio de funciones ad-ministrativas. Barrios históricos despedazados y desar-ticulados por actuaciones viarias, poco respetuosas conlos entornos y con la calidad de la vida cotidiana de losresidentes. Diseminación en el territorio metropolitanode centros comerciales, campus universitarios e indus-

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Entre las grandes operaciones de vivienda (cadaoperación destinada a un segmento social determinado)y la prioridad asignada casi siempre a la vialidad comoordenamiento y como inversión, el espacio público pa-só a ser un elemento residual.

El movimiento moderno en la primera mitad de si-glo y las políticas públicas en la segunda mitad han con-figurado un urbanismo que se ha confundido con la vi-vienda y con las obras públicas (vías, puentes, accesos,etc., es decir, comunicaciones). El hacer ciudad comoproducto integral e integrador quedó olvidado y conello el espacio público. O por lo menos relegado a un rolsecundario.

Urbanismo funcionalista y reacciones ciudadanas

El urbanismo funcionalista ha tenido que pagar elprecio de sus limitaciones y además el de los usos per-versos que se han hecho de él. La combinación del mo-nofuncionalismo de los programas y de sectorializaciónde las políticas públicas con las dinámicas del mercadoen ciudades clasistas, agravadas por las rentas de posi-ción de los “instalados” respecto a los “allegados” (inmi-grados), ha dado lugar a unas situaciones urbanas inso-portables. Grupos residenciales que se degradaban rápi-damente por su mala calidad, por la falta de inserciónurbana, por su anomía sociocultural, por la pobreza delos equipamientos, por el círculo vicioso de la margina-ción física y social...

Areas centrales congestionadas y especializadas quepierden su rol integrador en beneficio de funciones ad-ministrativas. Barrios históricos despedazados y desar-ticulados por actuaciones viarias, poco respetuosas conlos entornos y con la calidad de la vida cotidiana de losresidentes. Diseminación en el territorio metropolitanode centros comerciales, campus universitarios e indus-

Entre las grandes operaciones de vivienda (cadaoperación destinada a un segmento social determinado)y la prioridad asignada casi siempre a la vialidad comoordenamiento y como inversión, el espacio público pa-só a ser un elemento residual.

El movimiento moderno en la primera mitad de si-glo y las políticas públicas en la segunda mitad han con-figurado un urbanismo que se ha confundido con la vi-vienda y con las obras públicas (vías, puentes, accesos,etc., es decir, comunicaciones). El hacer ciudad comoproducto integral e integrador quedó olvidado y conello el espacio público. O por lo menos relegado a un rolsecundario.

Urbanismo funcionalista y reacciones ciudadanas

El urbanismo funcionalista ha tenido que pagar elprecio de sus limitaciones y además el de los usos per-versos que se han hecho de él. La combinación del mo-nofuncionalismo de los programas y de sectorializaciónde las políticas públicas con las dinámicas del mercadoen ciudades clasistas, agravadas por las rentas de posi-ción de los “instalados” respecto a los “allegados” (inmi-grados), ha dado lugar a unas situaciones urbanas inso-portables. Grupos residenciales que se degradaban rápi-damente por su mala calidad, por la falta de inserciónurbana, por su anomía sociocultural, por la pobreza delos equipamientos, por el círculo vicioso de la margina-ción física y social...

Areas centrales congestionadas y especializadas quepierden su rol integrador en beneficio de funciones ad-ministrativas. Barrios históricos despedazados y desar-ticulados por actuaciones viarias, poco respetuosas conlos entornos y con la calidad de la vida cotidiana de losresidentes. Diseminación en el territorio metropolitanode centros comerciales, campus universitarios e indus-

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trias que ordenan la vida de los activos según la triadasarcástica del 68: “Metro, boulot, dodo” (Metro, trabajo,dormida).

Las reacciones no se hicieron esperar. En los años 60y 70 la conflictividad urbana irrumpió en la vida políti-ca y social de la mayoría de países de Europa y América.

El movimiento moderno no era tan simplista comoel urbanismo funcionalista del capitalismo desarrollista.Su preocupación por la vivienda masiva y la importan-cia acordada a las comunicaciones expresaba una visiónproductivista, no especulativa, de la ciudad y una preo-cupación por las condiciones de vida de las poblacionestrabajadoras. Sus propuestas urbanas podían ser intere-santes también por su complejidad, por la capacidad deintegrar objetivos sociales, ambientalistas y estéticos(por ej. Plan Macià o de Le Corbusier, Barcelona 1932).

Por su parte los movimientos sociales de los sectorespopulares no eran ajenos a las críticas y a las reivindica-ciones urbanas. Había en las ciudades europeas ciertastradiciones de luchas por la vivienda, por el precio delos transportes, por los servicios urbanos básicos y tam-bién por plazas y jardines, por centros culturales y equi-pamientos sociales y deportivos. Y contra las expropia-ciones, la corrupción y el autoritarismo, y la opacidadde las decisiones de política urbana. Los movimientosurbanos emergieron con fuerza en los 60 y 70 paraliza-ron actuaciones en unos casos, y en otros fracasaron.También consiguieron que se negociaran a veces losproyectos y se alcanzaran compromisos que satisfacíanalgunas de las reivindicaciones urbanas respecto a ex-pulsiones, accesos, equipamientos o transportes. Inclu-so en ciertos casos conseguían negociar programas devivienda, y servicios y espacios públicos para cualificaráreas marginales o muy deficitarias respetando la pobla-ción residente.

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trias que ordenan la vida de los activos según la triadasarcástica del 68: “Metro, boulot, dodo” (Metro, trabajo,dormida).

Las reacciones no se hicieron esperar. En los años 60y 70 la conflictividad urbana irrumpió en la vida políti-ca y social de la mayoría de países de Europa y América.

El movimiento moderno no era tan simplista comoel urbanismo funcionalista del capitalismo desarrollista.Su preocupación por la vivienda masiva y la importan-cia acordada a las comunicaciones expresaba una visiónproductivista, no especulativa, de la ciudad y una preo-cupación por las condiciones de vida de las poblacionestrabajadoras. Sus propuestas urbanas podían ser intere-santes también por su complejidad, por la capacidad deintegrar objetivos sociales, ambientalistas y estéticos(por ej. Plan Macià o de Le Corbusier, Barcelona 1932).

Por su parte los movimientos sociales de los sectorespopulares no eran ajenos a las críticas y a las reivindica-ciones urbanas. Había en las ciudades europeas ciertastradiciones de luchas por la vivienda, por el precio delos transportes, por los servicios urbanos básicos y tam-bién por plazas y jardines, por centros culturales y equi-pamientos sociales y deportivos. Y contra las expropia-ciones, la corrupción y el autoritarismo, y la opacidadde las decisiones de política urbana. Los movimientosurbanos emergieron con fuerza en los 60 y 70 paraliza-ron actuaciones en unos casos, y en otros fracasaron.También consiguieron que se negociaran a veces losproyectos y se alcanzaran compromisos que satisfacíanalgunas de las reivindicaciones urbanas respecto a ex-pulsiones, accesos, equipamientos o transportes. Inclu-so en ciertos casos conseguían negociar programas devivienda, y servicios y espacios públicos para cualificaráreas marginales o muy deficitarias respetando la pobla-ción residente.

trias que ordenan la vida de los activos según la triadasarcástica del 68: “Metro, boulot, dodo” (Metro, trabajo,dormida).

Las reacciones no se hicieron esperar. En los años 60y 70 la conflictividad urbana irrumpió en la vida políti-ca y social de la mayoría de países de Europa y América.

El movimiento moderno no era tan simplista comoel urbanismo funcionalista del capitalismo desarrollista.Su preocupación por la vivienda masiva y la importan-cia acordada a las comunicaciones expresaba una visiónproductivista, no especulativa, de la ciudad y una preo-cupación por las condiciones de vida de las poblacionestrabajadoras. Sus propuestas urbanas podían ser intere-santes también por su complejidad, por la capacidad deintegrar objetivos sociales, ambientalistas y estéticos(por ej. Plan Macià o de Le Corbusier, Barcelona 1932).

Por su parte los movimientos sociales de los sectorespopulares no eran ajenos a las críticas y a las reivindica-ciones urbanas. Había en las ciudades europeas ciertastradiciones de luchas por la vivienda, por el precio delos transportes, por los servicios urbanos básicos y tam-bién por plazas y jardines, por centros culturales y equi-pamientos sociales y deportivos. Y contra las expropia-ciones, la corrupción y el autoritarismo, y la opacidadde las decisiones de política urbana. Los movimientosurbanos emergieron con fuerza en los 60 y 70 paraliza-ron actuaciones en unos casos, y en otros fracasaron.También consiguieron que se negociaran a veces losproyectos y se alcanzaran compromisos que satisfacíanalgunas de las reivindicaciones urbanas respecto a ex-pulsiones, accesos, equipamientos o transportes. Inclu-so en ciertos casos conseguían negociar programas devivienda, y servicios y espacios públicos para cualificaráreas marginales o muy deficitarias respetando la pobla-ción residente.

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A las reacciones de carácter social se añadieron otrasde carácter cultural y político. No solo los profesionalesherederos de movimiento moderno podían decir al verla evolución de los “grands ensembles”, los edificios sin-gulares, la terciarización o la degradación de los centros,etc. “No es eso, no es eso”. También otros profesionalese intelectuales, tanto de la arquitectura, como de otrasdisciplinas pero unidos por la preocupación cultural,estética, a veces “paseista” respecto a la ciudad, levanta-ron su voz contra los excesos del urbanismo desarrollis-ta y funcionalista. En unos casos prevaleció la revalori-zación formal de la ciudad existente. O la mitificaciónculturalista de la ciudad histórica. En otras la preocupa-ción por el ambiente urbano. Y en otras la reivindica-ción de un urbanismo “austero” frente al despilfarro.

La crítica política a este urbanismo recogía algunaso muchas de las críticas sociales y culturales, se apoyabaen estos movimientos, aportando un plus: contra el au-toritarismo tecnocrático o corrupto, contra el someti-miento de las políticas públicas a grupos de interesesprivados, por la transparencia y la participación ciuda-dana, por la revalorización de la gestión política local yla descentralización. En esta crítica política coincidieronlos movimientos sociales urbanos y hasta cierto puntolas posiciones críticas de carácter ideológico con lasfuerzas políticas más democráticas o progresistas. Hayque decir también que en bastantes casos las direccionespolíticas partidarias tardaron bastante en “descubrir” elpotencial político de las cuestiones urbanas. Y en mu-chos casos aún no lo han hecho.

Es indiscutible la influencia que han tenido en el ur-banismo de los últimos 10 años la crítica, las reivindica-ciones y las propuestas de las reacciones ciudadanas. Larevalorización de los centros históricos, la superación deun urbanismo concebido como vivienda más vialidad,la incorporación de objetivos de redistribución social y

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A las reacciones de carácter social se añadieron otrasde carácter cultural y político. No solo los profesionalesherederos de movimiento moderno podían decir al verla evolución de los “grands ensembles”, los edificios sin-gulares, la terciarización o la degradación de los centros,etc. “No es eso, no es eso”. También otros profesionalese intelectuales, tanto de la arquitectura, como de otrasdisciplinas pero unidos por la preocupación cultural,estética, a veces “paseista” respecto a la ciudad, levanta-ron su voz contra los excesos del urbanismo desarrollis-ta y funcionalista. En unos casos prevaleció la revalori-zación formal de la ciudad existente. O la mitificaciónculturalista de la ciudad histórica. En otras la preocupa-ción por el ambiente urbano. Y en otras la reivindica-ción de un urbanismo “austero” frente al despilfarro.

La crítica política a este urbanismo recogía algunaso muchas de las críticas sociales y culturales, se apoyabaen estos movimientos, aportando un plus: contra el au-toritarismo tecnocrático o corrupto, contra el someti-miento de las políticas públicas a grupos de interesesprivados, por la transparencia y la participación ciuda-dana, por la revalorización de la gestión política local yla descentralización. En esta crítica política coincidieronlos movimientos sociales urbanos y hasta cierto puntolas posiciones críticas de carácter ideológico con lasfuerzas políticas más democráticas o progresistas. Hayque decir también que en bastantes casos las direccionespolíticas partidarias tardaron bastante en “descubrir” elpotencial político de las cuestiones urbanas. Y en mu-chos casos aún no lo han hecho.

Es indiscutible la influencia que han tenido en el ur-banismo de los últimos 10 años la crítica, las reivindica-ciones y las propuestas de las reacciones ciudadanas. Larevalorización de los centros históricos, la superación deun urbanismo concebido como vivienda más vialidad,la incorporación de objetivos de redistribución social y

A las reacciones de carácter social se añadieron otrasde carácter cultural y político. No solo los profesionalesherederos de movimiento moderno podían decir al verla evolución de los “grands ensembles”, los edificios sin-gulares, la terciarización o la degradación de los centros,etc. “No es eso, no es eso”. También otros profesionalese intelectuales, tanto de la arquitectura, como de otrasdisciplinas pero unidos por la preocupación cultural,estética, a veces “paseista” respecto a la ciudad, levanta-ron su voz contra los excesos del urbanismo desarrollis-ta y funcionalista. En unos casos prevaleció la revalori-zación formal de la ciudad existente. O la mitificaciónculturalista de la ciudad histórica. En otras la preocupa-ción por el ambiente urbano. Y en otras la reivindica-ción de un urbanismo “austero” frente al despilfarro.

La crítica política a este urbanismo recogía algunaso muchas de las críticas sociales y culturales, se apoyabaen estos movimientos, aportando un plus: contra el au-toritarismo tecnocrático o corrupto, contra el someti-miento de las políticas públicas a grupos de interesesprivados, por la transparencia y la participación ciuda-dana, por la revalorización de la gestión política local yla descentralización. En esta crítica política coincidieronlos movimientos sociales urbanos y hasta cierto puntolas posiciones críticas de carácter ideológico con lasfuerzas políticas más democráticas o progresistas. Hayque decir también que en bastantes casos las direccionespolíticas partidarias tardaron bastante en “descubrir” elpotencial político de las cuestiones urbanas. Y en mu-chos casos aún no lo han hecho.

Es indiscutible la influencia que han tenido en el ur-banismo de los últimos 10 años la crítica, las reivindica-ciones y las propuestas de las reacciones ciudadanas. Larevalorización de los centros históricos, la superación deun urbanismo concebido como vivienda más vialidad,la incorporación de objetivos de redistribución social y

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de cualificación ambiental, etc., deben mucho a estosmovimientos críticos. Y especialmente la importanciaacordada a los espacios públicos como elemento orde-nador y constructor de la ciudad. Pero como nada esperfecto no es inútil señalar algunos aspectos más dis-cutibles de estas reacciones cívicas. Citamos dos: El“conservacionismo” a ultranza de los barrios y de su po-blación. En algunos casos los residentes se consideranlos únicos “propietarios” de su barrio y se constituyenen una fuerza social contraria a cualquier cambio otransformación. Se olvida que el barrio o una área de-terminada forma parte de un todo, que también losusuarios, los que trabajan, consumen o le atraviesan tie-nen interés y derecho a esta parte de la ciudad. En otroscasos el conservacionismo es cultural y no necesaria-mente de los residentes. Ciertos sectores de la culturaurbana consideran intocable cada piedra y cada formaque tenga una edad respetable. Sin apercibirse que nohay preservación urbana sin intervención transforma-dora que contrarreste las dinámicas degenerativas.

El otro aspecto discutible sobre el que conviene lla-mar la atención es la desconfianza o el prejuicio contra-rio a los grandes proyectos urbanos presente en los mo-vimientos urbanos o ciudadanos más críticos. Es ciertoque muchas veces este prejuicio estaba más que justifi-cado por las experiencias nefastas de muchos proyectosde los 60 y 70 vinculados a corrupciones, especulacio-nes, destrucciones de ambiente urbano, pérdida de es-pacios públicos, despilfarro, proyectos urbanos exclu-yentes, etc. En todo caso parece más positivo, en unmarco democrático, debatir los grandes proyectos y si espreciso proponer alternativas, evitando el fundamenta-lismo de que solamente lo “small is beautiful”.

De todas formas los movimientos ciudadanos de losúltimos 30 años han hecho importantes contribuciones

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de cualificación ambiental, etc., deben mucho a estosmovimientos críticos. Y especialmente la importanciaacordada a los espacios públicos como elemento orde-nador y constructor de la ciudad. Pero como nada esperfecto no es inútil señalar algunos aspectos más dis-cutibles de estas reacciones cívicas. Citamos dos: El“conservacionismo” a ultranza de los barrios y de su po-blación. En algunos casos los residentes se consideranlos únicos “propietarios” de su barrio y se constituyenen una fuerza social contraria a cualquier cambio otransformación. Se olvida que el barrio o una área de-terminada forma parte de un todo, que también losusuarios, los que trabajan, consumen o le atraviesan tie-nen interés y derecho a esta parte de la ciudad. En otroscasos el conservacionismo es cultural y no necesaria-mente de los residentes. Ciertos sectores de la culturaurbana consideran intocable cada piedra y cada formaque tenga una edad respetable. Sin apercibirse que nohay preservación urbana sin intervención transforma-dora que contrarreste las dinámicas degenerativas.

El otro aspecto discutible sobre el que conviene lla-mar la atención es la desconfianza o el prejuicio contra-rio a los grandes proyectos urbanos presente en los mo-vimientos urbanos o ciudadanos más críticos. Es ciertoque muchas veces este prejuicio estaba más que justifi-cado por las experiencias nefastas de muchos proyectosde los 60 y 70 vinculados a corrupciones, especulacio-nes, destrucciones de ambiente urbano, pérdida de es-pacios públicos, despilfarro, proyectos urbanos exclu-yentes, etc. En todo caso parece más positivo, en unmarco democrático, debatir los grandes proyectos y si espreciso proponer alternativas, evitando el fundamenta-lismo de que solamente lo “small is beautiful”.

De todas formas los movimientos ciudadanos de losúltimos 30 años han hecho importantes contribuciones

de cualificación ambiental, etc., deben mucho a estosmovimientos críticos. Y especialmente la importanciaacordada a los espacios públicos como elemento orde-nador y constructor de la ciudad. Pero como nada esperfecto no es inútil señalar algunos aspectos más dis-cutibles de estas reacciones cívicas. Citamos dos: El“conservacionismo” a ultranza de los barrios y de su po-blación. En algunos casos los residentes se consideranlos únicos “propietarios” de su barrio y se constituyenen una fuerza social contraria a cualquier cambio otransformación. Se olvida que el barrio o una área de-terminada forma parte de un todo, que también losusuarios, los que trabajan, consumen o le atraviesan tie-nen interés y derecho a esta parte de la ciudad. En otroscasos el conservacionismo es cultural y no necesaria-mente de los residentes. Ciertos sectores de la culturaurbana consideran intocable cada piedra y cada formaque tenga una edad respetable. Sin apercibirse que nohay preservación urbana sin intervención transforma-dora que contrarreste las dinámicas degenerativas.

El otro aspecto discutible sobre el que conviene lla-mar la atención es la desconfianza o el prejuicio contra-rio a los grandes proyectos urbanos presente en los mo-vimientos urbanos o ciudadanos más críticos. Es ciertoque muchas veces este prejuicio estaba más que justifi-cado por las experiencias nefastas de muchos proyectosde los 60 y 70 vinculados a corrupciones, especulacio-nes, destrucciones de ambiente urbano, pérdida de es-pacios públicos, despilfarro, proyectos urbanos exclu-yentes, etc. En todo caso parece más positivo, en unmarco democrático, debatir los grandes proyectos y si espreciso proponer alternativas, evitando el fundamenta-lismo de que solamente lo “small is beautiful”.

De todas formas los movimientos ciudadanos de losúltimos 30 años han hecho importantes contribuciones

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Page 19: Laberintos urbanos en América Latina

a la gestión de la ciudad y al urbanismo de este final desiglo. Citemos por lo menos tres:

a) La revalorización del “lugar”, del espacio público,del ambiente urbano, de la calidad de vida, de la dialéc-tica barrio-ciudad, del policentrismo de la ciudad mo-derna...

b) La exigencia de la democracia ciudadana. de laconcertación y de la participación en los planes y pro-yectos, de programas integrados, la gestión de proximi-dad y la recuperación del protagonismo de los gobier-nos locales en la política urbana.

c) Y, como consecuencia de lo anterior, o quizás co-mo premisa, la recreación del concepto de ciudadano,como sujeto de la política urbana, el cual “se hace” ciu-dadano interviniendo en la construcción y gestión de laciudad. El marginal se integra, el usuario pasivo con-quista derechos, el residente modela su entorno, todosadquieren autoestima y dignidad enfrentándose a losdesafíos que les plantean las dinámicas y las políticas ur-banas. El ciudadano es el que tiene derecho al conflictourbano.

La ciudad competitiva de la globalización y las respuestas del urbanismo

La globalización económica y la revolución infor-macional tienen efectos contradictorios sobre los espa-cios urbanos.

La ciudad se convierte en un elemento nodal de sis-temas de intercambios regionales y mundiales. Pero seconecta por partes, se divide en áreas y grupos “in” y“out”. Es decir, el tejido urbano se fragmenta, se especia-liza funcionalmente y la segregación social consolida ladesigualdad en las regiones metropolitanas. La no-co-rrespondencia entre el espacio urbano de los flujos y los

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a la gestión de la ciudad y al urbanismo de este final desiglo. Citemos por lo menos tres:

a) La revalorización del “lugar”, del espacio público,del ambiente urbano, de la calidad de vida, de la dialéc-tica barrio-ciudad, del policentrismo de la ciudad mo-derna...

b) La exigencia de la democracia ciudadana. de laconcertación y de la participación en los planes y pro-yectos, de programas integrados, la gestión de proximi-dad y la recuperación del protagonismo de los gobier-nos locales en la política urbana.

c) Y, como consecuencia de lo anterior, o quizás co-mo premisa, la recreación del concepto de ciudadano,como sujeto de la política urbana, el cual “se hace” ciu-dadano interviniendo en la construcción y gestión de laciudad. El marginal se integra, el usuario pasivo con-quista derechos, el residente modela su entorno, todosadquieren autoestima y dignidad enfrentándose a losdesafíos que les plantean las dinámicas y las políticas ur-banas. El ciudadano es el que tiene derecho al conflictourbano.

La ciudad competitiva de la globalización y las respuestas del urbanismo

La globalización económica y la revolución infor-macional tienen efectos contradictorios sobre los espa-cios urbanos.

La ciudad se convierte en un elemento nodal de sis-temas de intercambios regionales y mundiales. Pero seconecta por partes, se divide en áreas y grupos “in” y“out”. Es decir, el tejido urbano se fragmenta, se especia-liza funcionalmente y la segregación social consolida ladesigualdad en las regiones metropolitanas. La no-co-rrespondencia entre el espacio urbano de los flujos y los

a la gestión de la ciudad y al urbanismo de este final desiglo. Citemos por lo menos tres:

a) La revalorización del “lugar”, del espacio público,del ambiente urbano, de la calidad de vida, de la dialéc-tica barrio-ciudad, del policentrismo de la ciudad mo-derna...

b) La exigencia de la democracia ciudadana. de laconcertación y de la participación en los planes y pro-yectos, de programas integrados, la gestión de proximi-dad y la recuperación del protagonismo de los gobier-nos locales en la política urbana.

c) Y, como consecuencia de lo anterior, o quizás co-mo premisa, la recreación del concepto de ciudadano,como sujeto de la política urbana, el cual “se hace” ciu-dadano interviniendo en la construcción y gestión de laciudad. El marginal se integra, el usuario pasivo con-quista derechos, el residente modela su entorno, todosadquieren autoestima y dignidad enfrentándose a losdesafíos que les plantean las dinámicas y las políticas ur-banas. El ciudadano es el que tiene derecho al conflictourbano.

La ciudad competitiva de la globalización y las respuestas del urbanismo

La globalización económica y la revolución infor-macional tienen efectos contradictorios sobre los espa-cios urbanos.

La ciudad se convierte en un elemento nodal de sis-temas de intercambios regionales y mundiales. Pero seconecta por partes, se divide en áreas y grupos “in” y“out”. Es decir, el tejido urbano se fragmenta, se especia-liza funcionalmente y la segregación social consolida ladesigualdad en las regiones metropolitanas. La no-co-rrespondencia entre el espacio urbano de los flujos y los

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territorios político-administrativos, así como el debili-tamiento de los “lugares”, o simplemente su inexistencia(nos referimos a los puntos fuertes de densidad social eidentificación simbólica), estimulan las dinámicas anó-micas o tribales, fracturan la cohesión social y dificultanla gobernabilidad.

Pero también se producen tendencias de signo con-trario, de revalorización de la ciudad frente a la urbani-zación con disolución ciudadana. El espacio urbanotiende a nuevos procesos de concentración y compleji-ficación de actividades y usos para optimizar las siner-gías. Las políticas públicas necesitan consolidar territo-rios gobernables mediante actuaciones positivas a favorde la cohesión social por medio de la regeneración decentros y de áreas degradadas, las nuevas centralidades,la mejora de la movilidad y de la visibilidad de cada zo-na de la región metropolitana, la promoción de “nuevosproductos urbanos” que diversifiquen y reactiven el te-jido económico y social y creen empleo y autoestima,etc.

La competividad requiere gobernabilidad y buenfuncionamiento del sistema urbano, que a su vez depen-de de la eficiencia de los servicios, de la seguridad am-biental, de la calidad de los recursos humanos y de la in-tegración cultural de los que viven y usan la ciudad.

El dilema del urbanismo actual es pues si acompañaa los procesos desurbanizadores o disolutorios de la ciu-dad mediante respuestas puntuales, monofuncionales oespecializadas, que se expresan por medio de políticassectoriales, sometidas al mercado y ejecutadas por lainiciativa privada. O si, por el contrario, impulsa políti-cas de ordenación urbana y de definición de grandesproyectos que contrarresten las dinámicas perversas yque se planteen el hacer ciudad favoreciendo la densi-dad de las relaciones sociales en el territorio, la hetero-geneidad funcional de cada zona urbana, la multiplica-

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territorios político-administrativos, así como el debili-tamiento de los “lugares”, o simplemente su inexistencia(nos referimos a los puntos fuertes de densidad social eidentificación simbólica), estimulan las dinámicas anó-micas o tribales, fracturan la cohesión social y dificultanla gobernabilidad.

Pero también se producen tendencias de signo con-trario, de revalorización de la ciudad frente a la urbani-zación con disolución ciudadana. El espacio urbanotiende a nuevos procesos de concentración y compleji-ficación de actividades y usos para optimizar las siner-gías. Las políticas públicas necesitan consolidar territo-rios gobernables mediante actuaciones positivas a favorde la cohesión social por medio de la regeneración decentros y de áreas degradadas, las nuevas centralidades,la mejora de la movilidad y de la visibilidad de cada zo-na de la región metropolitana, la promoción de “nuevosproductos urbanos” que diversifiquen y reactiven el te-jido económico y social y creen empleo y autoestima,etc.

La competividad requiere gobernabilidad y buenfuncionamiento del sistema urbano, que a su vez depen-de de la eficiencia de los servicios, de la seguridad am-biental, de la calidad de los recursos humanos y de la in-tegración cultural de los que viven y usan la ciudad.

El dilema del urbanismo actual es pues si acompañaa los procesos desurbanizadores o disolutorios de la ciu-dad mediante respuestas puntuales, monofuncionales oespecializadas, que se expresan por medio de políticassectoriales, sometidas al mercado y ejecutadas por lainiciativa privada. O si, por el contrario, impulsa políti-cas de ordenación urbana y de definición de grandesproyectos que contrarresten las dinámicas perversas yque se planteen el hacer ciudad favoreciendo la densi-dad de las relaciones sociales en el territorio, la hetero-geneidad funcional de cada zona urbana, la multiplica-

territorios político-administrativos, así como el debili-tamiento de los “lugares”, o simplemente su inexistencia(nos referimos a los puntos fuertes de densidad social eidentificación simbólica), estimulan las dinámicas anó-micas o tribales, fracturan la cohesión social y dificultanla gobernabilidad.

Pero también se producen tendencias de signo con-trario, de revalorización de la ciudad frente a la urbani-zación con disolución ciudadana. El espacio urbanotiende a nuevos procesos de concentración y compleji-ficación de actividades y usos para optimizar las siner-gías. Las políticas públicas necesitan consolidar territo-rios gobernables mediante actuaciones positivas a favorde la cohesión social por medio de la regeneración decentros y de áreas degradadas, las nuevas centralidades,la mejora de la movilidad y de la visibilidad de cada zo-na de la región metropolitana, la promoción de “nuevosproductos urbanos” que diversifiquen y reactiven el te-jido económico y social y creen empleo y autoestima,etc.

La competividad requiere gobernabilidad y buenfuncionamiento del sistema urbano, que a su vez depen-de de la eficiencia de los servicios, de la seguridad am-biental, de la calidad de los recursos humanos y de la in-tegración cultural de los que viven y usan la ciudad.

El dilema del urbanismo actual es pues si acompañaa los procesos desurbanizadores o disolutorios de la ciu-dad mediante respuestas puntuales, monofuncionales oespecializadas, que se expresan por medio de políticassectoriales, sometidas al mercado y ejecutadas por lainiciativa privada. O si, por el contrario, impulsa políti-cas de ordenación urbana y de definición de grandesproyectos que contrarresten las dinámicas perversas yque se planteen el hacer ciudad favoreciendo la densi-dad de las relaciones sociales en el territorio, la hetero-geneidad funcional de cada zona urbana, la multiplica-

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ción de centralidades polivalentes y los tiempos y luga-res de integración cultural.

Una cuestión clave para evaluar las políticas urbanasy entender cómo responder a este dilema es analizar los“proyectos urbanos” y ver la consideración que merecenlos espacios públicos en los mismos.

Los proyectos urbanos caracterizan el urbanismoactual. Entendemos por proyectos urbanos aquellas ac-tuaciones estratégicas de escala variable (desde una pla-za hasta grandes operaciones de varios centenares dehectáreas, como por ej. un frente de mar) que se carac-terizan porque dan respuesta a demandas diversas ocumplen varias funciones (aunque originariamente fue-ran monofuncionales), porque engendran dinámicastransformadoras sobre sus entornos, porque pueden in-cluir a la vez objetivos de competividad y de cohesiónsocial, por la combinación entre el rol iniciador o regu-lador del sector público y la participación de diversosactores privados en su desarrollo, porque son suscepti-bles de promover un salto de cualidad en la ciudad o enuna parte de ella porque se inscriben en el tiempo (sinperjuicio de que el proyecto se concrete en unas actua-ciones inmediatas con una fuerte capacidad impulsiva).

La polémica entre planes territoriales y proyectosurbanos diseñados no tiene mucho interés. Los planes yproyectos ejecutables son como la fe sin obras o el sand-wich de jamón sin jamón. El urbanismo actual debe darrespuestas relativamente rápidas a los desafíos de lacompetividad y de la cohesión. Asimismo debe saltarsobre las oportunidades (y si es preciso “inventarlas”),puesto que los grandes proyectos solamente son viablescuando aparece un conjunto de circunstancias favora-bles. Y estas circunstancias se dan también cuando esposible concertar las voluntades de un conjunto de ac-tores públicos y privados, lo cual no es un resultado au-

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ción de centralidades polivalentes y los tiempos y luga-res de integración cultural.

Una cuestión clave para evaluar las políticas urbanasy entender cómo responder a este dilema es analizar los“proyectos urbanos” y ver la consideración que merecenlos espacios públicos en los mismos.

Los proyectos urbanos caracterizan el urbanismoactual. Entendemos por proyectos urbanos aquellas ac-tuaciones estratégicas de escala variable (desde una pla-za hasta grandes operaciones de varios centenares dehectáreas, como por ej. un frente de mar) que se carac-terizan porque dan respuesta a demandas diversas ocumplen varias funciones (aunque originariamente fue-ran monofuncionales), porque engendran dinámicastransformadoras sobre sus entornos, porque pueden in-cluir a la vez objetivos de competividad y de cohesiónsocial, por la combinación entre el rol iniciador o regu-lador del sector público y la participación de diversosactores privados en su desarrollo, porque son suscepti-bles de promover un salto de cualidad en la ciudad o enuna parte de ella porque se inscriben en el tiempo (sinperjuicio de que el proyecto se concrete en unas actua-ciones inmediatas con una fuerte capacidad impulsiva).

La polémica entre planes territoriales y proyectosurbanos diseñados no tiene mucho interés. Los planes yproyectos ejecutables son como la fe sin obras o el sand-wich de jamón sin jamón. El urbanismo actual debe darrespuestas relativamente rápidas a los desafíos de lacompetividad y de la cohesión. Asimismo debe saltarsobre las oportunidades (y si es preciso “inventarlas”),puesto que los grandes proyectos solamente son viablescuando aparece un conjunto de circunstancias favora-bles. Y estas circunstancias se dan también cuando esposible concertar las voluntades de un conjunto de ac-tores públicos y privados, lo cual no es un resultado au-

ción de centralidades polivalentes y los tiempos y luga-res de integración cultural.

Una cuestión clave para evaluar las políticas urbanasy entender cómo responder a este dilema es analizar los“proyectos urbanos” y ver la consideración que merecenlos espacios públicos en los mismos.

Los proyectos urbanos caracterizan el urbanismoactual. Entendemos por proyectos urbanos aquellas ac-tuaciones estratégicas de escala variable (desde una pla-za hasta grandes operaciones de varios centenares dehectáreas, como por ej. un frente de mar) que se carac-terizan porque dan respuesta a demandas diversas ocumplen varias funciones (aunque originariamente fue-ran monofuncionales), porque engendran dinámicastransformadoras sobre sus entornos, porque pueden in-cluir a la vez objetivos de competividad y de cohesiónsocial, por la combinación entre el rol iniciador o regu-lador del sector público y la participación de diversosactores privados en su desarrollo, porque son suscepti-bles de promover un salto de cualidad en la ciudad o enuna parte de ella porque se inscriben en el tiempo (sinperjuicio de que el proyecto se concrete en unas actua-ciones inmediatas con una fuerte capacidad impulsiva).

La polémica entre planes territoriales y proyectosurbanos diseñados no tiene mucho interés. Los planes yproyectos ejecutables son como la fe sin obras o el sand-wich de jamón sin jamón. El urbanismo actual debe darrespuestas relativamente rápidas a los desafíos de lacompetividad y de la cohesión. Asimismo debe saltarsobre las oportunidades (y si es preciso “inventarlas”),puesto que los grandes proyectos solamente son viablescuando aparece un conjunto de circunstancias favora-bles. Y estas circunstancias se dan también cuando esposible concertar las voluntades de un conjunto de ac-tores públicos y privados, lo cual no es un resultado au-

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tomático de la aprobación de los documentos de un pla-no.

Pero, por otra parte, los proyectos urbanos no ten-drán valor estratégico como proyectos constructores deciudad sino forman parte de una política de conjuntocoherente, que se propone a la vez elevar la escala de laciudad y articular la ciudad existente. Esta política glo-bal requiere instrumentos, entre ellos los planes: estra-tégico, de ordenación urbana, contrato-plan con el Es-tado, programa de grandes actuaciones concertadas conun horizonte fijo, planes sectoriales que integran variasdimensiones como transportes y circulación, medioambiente urbano, etc. Los proyectos urbanos ciudada-nos deben formar parte de un proyecto de ciudad dota-do de una triple legitimidad: normativa, política y so-ciocultural. Es decir, una base legal (planes, leyes especi-ficas, presupuestos, ordenanzas o reglamentos, etc.), unacuerdo político (más exactamente conjunto de acuer-dos contractuales entre Administraciones públicas) yun consenso ciudadano básico con diversos actores ur-banos (empresariales, sociales, profesionales, intelectua-les, medios de comunicación,...).

La consideración de los espacios públicos en losgrandes proyectos urbanos es un factor clave de su ca-pacidad creadora de ciudad. Por lo menos por tres razo-nes principales:

a) Porque el espacio público es un medio muy eficazpara facilitar la multifuncionalidad de los proyectos ur-banos, pues permite diversidad de usos en el espacio yadaptabilidad en el tiempo.

b) El espacio público es así mismo el mecanismoidóneo para garantizar la cualidad relacional de un pro-yecto urbano, tanto para los residentes o usuarios, comopara el resto de los ciudadanos. Este potencial relacional

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tomático de la aprobación de los documentos de un pla-no.

Pero, por otra parte, los proyectos urbanos no ten-drán valor estratégico como proyectos constructores deciudad sino forman parte de una política de conjuntocoherente, que se propone a la vez elevar la escala de laciudad y articular la ciudad existente. Esta política glo-bal requiere instrumentos, entre ellos los planes: estra-tégico, de ordenación urbana, contrato-plan con el Es-tado, programa de grandes actuaciones concertadas conun horizonte fijo, planes sectoriales que integran variasdimensiones como transportes y circulación, medioambiente urbano, etc. Los proyectos urbanos ciudada-nos deben formar parte de un proyecto de ciudad dota-do de una triple legitimidad: normativa, política y so-ciocultural. Es decir, una base legal (planes, leyes especi-ficas, presupuestos, ordenanzas o reglamentos, etc.), unacuerdo político (más exactamente conjunto de acuer-dos contractuales entre Administraciones públicas) yun consenso ciudadano básico con diversos actores ur-banos (empresariales, sociales, profesionales, intelectua-les, medios de comunicación,...).

La consideración de los espacios públicos en losgrandes proyectos urbanos es un factor clave de su ca-pacidad creadora de ciudad. Por lo menos por tres razo-nes principales:

a) Porque el espacio público es un medio muy eficazpara facilitar la multifuncionalidad de los proyectos ur-banos, pues permite diversidad de usos en el espacio yadaptabilidad en el tiempo.

b) El espacio público es así mismo el mecanismoidóneo para garantizar la cualidad relacional de un pro-yecto urbano, tanto para los residentes o usuarios, comopara el resto de los ciudadanos. Este potencial relacional

tomático de la aprobación de los documentos de un pla-no.

Pero, por otra parte, los proyectos urbanos no ten-drán valor estratégico como proyectos constructores deciudad sino forman parte de una política de conjuntocoherente, que se propone a la vez elevar la escala de laciudad y articular la ciudad existente. Esta política glo-bal requiere instrumentos, entre ellos los planes: estra-tégico, de ordenación urbana, contrato-plan con el Es-tado, programa de grandes actuaciones concertadas conun horizonte fijo, planes sectoriales que integran variasdimensiones como transportes y circulación, medioambiente urbano, etc. Los proyectos urbanos ciudada-nos deben formar parte de un proyecto de ciudad dota-do de una triple legitimidad: normativa, política y so-ciocultural. Es decir, una base legal (planes, leyes especi-ficas, presupuestos, ordenanzas o reglamentos, etc.), unacuerdo político (más exactamente conjunto de acuer-dos contractuales entre Administraciones públicas) yun consenso ciudadano básico con diversos actores ur-banos (empresariales, sociales, profesionales, intelectua-les, medios de comunicación,...).

La consideración de los espacios públicos en losgrandes proyectos urbanos es un factor clave de su ca-pacidad creadora de ciudad. Por lo menos por tres razo-nes principales:

a) Porque el espacio público es un medio muy eficazpara facilitar la multifuncionalidad de los proyectos ur-banos, pues permite diversidad de usos en el espacio yadaptabilidad en el tiempo.

b) El espacio público es así mismo el mecanismoidóneo para garantizar la cualidad relacional de un pro-yecto urbano, tanto para los residentes o usuarios, comopara el resto de los ciudadanos. Este potencial relacional

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debe ser obviamente confirmado por el diseño y luegoverificado y desarrollado por el uso.

c) El espacio público es una posible respuesta al di-fícil y novedoso desafío de articular el barrio (o conjun-to urbano más o menos homogéneo), la ciudad-aglo-meración y la región metropolitana. La continuidad delos grandes ejes de espacio público es una condición devisibilidad y de accesibilidad para cada uno de los frag-mentos urbanos y un factor esencial de integración ciu-dadana.

En resumen al espacio público se le pide ni más nimenos que contribuya a proporcionar sentido a nuestravida urbana.

Espacio público y ciudadanía: la dialéctica entre la condición urbana y el status político

Aproximación por la vía de las anécdotas:

- “Finalmente, después de muchos años, hoy des-filando en la marcha de los parados, me he sentidociudadano”.

Un desocupado de larga duración, París,diciembre de 1997.

- “Lo peor no es nuestro nombre, o el color denuestra piel. A pesar de que nos hayan dicho que da-mos el perfil para un puesto de trabajo, cuando debe-mos dar nuestra dirección, si es un barrio considera-do “no deseable”, lo normal es que suspendan la entre-vista”

De un programa de Televisión (Sagacités) sobrelos barrios difíciles y los jóvenes de origen inmigrado

en las ciudades europeas.

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debe ser obviamente confirmado por el diseño y luegoverificado y desarrollado por el uso.

c) El espacio público es una posible respuesta al di-fícil y novedoso desafío de articular el barrio (o conjun-to urbano más o menos homogéneo), la ciudad-aglo-meración y la región metropolitana. La continuidad delos grandes ejes de espacio público es una condición devisibilidad y de accesibilidad para cada uno de los frag-mentos urbanos y un factor esencial de integración ciu-dadana.

En resumen al espacio público se le pide ni más nimenos que contribuya a proporcionar sentido a nuestravida urbana.

Espacio público y ciudadanía: la dialéctica entre la condición urbana y el status político

Aproximación por la vía de las anécdotas:

- “Finalmente, después de muchos años, hoy des-filando en la marcha de los parados, me he sentidociudadano”.

Un desocupado de larga duración, París,diciembre de 1997.

- “Lo peor no es nuestro nombre, o el color denuestra piel. A pesar de que nos hayan dicho que da-mos el perfil para un puesto de trabajo, cuando debe-mos dar nuestra dirección, si es un barrio considera-do “no deseable”, lo normal es que suspendan la entre-vista”

De un programa de Televisión (Sagacités) sobrelos barrios difíciles y los jóvenes de origen inmigrado

en las ciudades europeas.

debe ser obviamente confirmado por el diseño y luegoverificado y desarrollado por el uso.

c) El espacio público es una posible respuesta al di-fícil y novedoso desafío de articular el barrio (o conjun-to urbano más o menos homogéneo), la ciudad-aglo-meración y la región metropolitana. La continuidad delos grandes ejes de espacio público es una condición devisibilidad y de accesibilidad para cada uno de los frag-mentos urbanos y un factor esencial de integración ciu-dadana.

En resumen al espacio público se le pide ni más nimenos que contribuya a proporcionar sentido a nuestravida urbana.

Espacio público y ciudadanía: la dialéctica entre la condición urbana y el status político

Aproximación por la vía de las anécdotas:

- “Finalmente, después de muchos años, hoy des-filando en la marcha de los parados, me he sentidociudadano”.

Un desocupado de larga duración, París,diciembre de 1997.

- “Lo peor no es nuestro nombre, o el color denuestra piel. A pesar de que nos hayan dicho que da-mos el perfil para un puesto de trabajo, cuando debe-mos dar nuestra dirección, si es un barrio considera-do “no deseable”, lo normal es que suspendan la entre-vista”

De un programa de Televisión (Sagacités) sobrelos barrios difíciles y los jóvenes de origen inmigrado

en las ciudades europeas.

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Los viernes, los sábados y los domingos, losChamps Elyseés se llenan de jóvenes africanos, árabes,asiáticos. Ocupan la avenida más simbólica de París, seapropian de la ciudad, se pueden sentir plenamentefranceses. Pero alguien nos dijo “No son franceses co-mo el resto” (un diputado socialista!). Aunque la ma-yoría de las veces hayan nacido en París y posean lanacionalidad francesa.

“Todo el mundo tiene derecho a disponer o accederfácilmente a un área con elementos de centralidad, avivir en un barrio visto y reconocido por el resto delos ciudadanos, a poder invitar a comer en su casa sinavergonzarse por ello”.

(Coloquio de Carros-Francia, de las intervencionesde Rolando Castro y Jordi Borja).

“Nosotros también tenemos derecho a la belleza”(Una abuela de favela, en Sao Paulo - Brasil).

La ciudadanía plena no se adquiere por el hecho dehabitar una ciudad. Ni tampoco es suficiente tener undocumento legal que acredite tal condición. Veamos al-gunas relaciones dialécticas entre la ciudad como espa-cio público y el ejercicio de la ciudadanía.

a) Los no-ciudadanos oficiales y la ciudad ilegal. Laciudad como espacio público, abierto, “necesita” de zo-nas ilegales o alegales, territorios de supervivencia por-que en ellos se puede obtener alguna protección y algu-nos excedentes de los bienes y servicios urbanos (zonas“rojas”, centros degradados) o porque se ocupan preca-riamente excedentes de vivienda o de suelo en los már-genes. El proceso hacia la ciudadanía requerirá un dobleproceso de legalización del habitante (papeles, empleo)y del territorio / vivienda (sea el ocupado, sea otro alter-

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Los viernes, los sábados y los domingos, losChamps Elyseés se llenan de jóvenes africanos, árabes,asiáticos. Ocupan la avenida más simbólica de París, seapropian de la ciudad, se pueden sentir plenamentefranceses. Pero alguien nos dijo “No son franceses co-mo el resto” (un diputado socialista!). Aunque la ma-yoría de las veces hayan nacido en París y posean lanacionalidad francesa.

“Todo el mundo tiene derecho a disponer o accederfácilmente a un área con elementos de centralidad, avivir en un barrio visto y reconocido por el resto delos ciudadanos, a poder invitar a comer en su casa sinavergonzarse por ello”.

(Coloquio de Carros-Francia, de las intervencionesde Rolando Castro y Jordi Borja).

“Nosotros también tenemos derecho a la belleza”(Una abuela de favela, en Sao Paulo - Brasil).

La ciudadanía plena no se adquiere por el hecho dehabitar una ciudad. Ni tampoco es suficiente tener undocumento legal que acredite tal condición. Veamos al-gunas relaciones dialécticas entre la ciudad como espa-cio público y el ejercicio de la ciudadanía.

a) Los no-ciudadanos oficiales y la ciudad ilegal. Laciudad como espacio público, abierto, “necesita” de zo-nas ilegales o alegales, territorios de supervivencia por-que en ellos se puede obtener alguna protección y algu-nos excedentes de los bienes y servicios urbanos (zonas“rojas”, centros degradados) o porque se ocupan preca-riamente excedentes de vivienda o de suelo en los már-genes. El proceso hacia la ciudadanía requerirá un dobleproceso de legalización del habitante (papeles, empleo)y del territorio / vivienda (sea el ocupado, sea otro alter-

Los viernes, los sábados y los domingos, losChamps Elyseés se llenan de jóvenes africanos, árabes,asiáticos. Ocupan la avenida más simbólica de París, seapropian de la ciudad, se pueden sentir plenamentefranceses. Pero alguien nos dijo “No son franceses co-mo el resto” (un diputado socialista!). Aunque la ma-yoría de las veces hayan nacido en París y posean lanacionalidad francesa.

“Todo el mundo tiene derecho a disponer o accederfácilmente a un área con elementos de centralidad, avivir en un barrio visto y reconocido por el resto delos ciudadanos, a poder invitar a comer en su casa sinavergonzarse por ello”.

(Coloquio de Carros-Francia, de las intervencionesde Rolando Castro y Jordi Borja).

“Nosotros también tenemos derecho a la belleza”(Una abuela de favela, en Sao Paulo - Brasil).

La ciudadanía plena no se adquiere por el hecho dehabitar una ciudad. Ni tampoco es suficiente tener undocumento legal que acredite tal condición. Veamos al-gunas relaciones dialécticas entre la ciudad como espa-cio público y el ejercicio de la ciudadanía.

a) Los no-ciudadanos oficiales y la ciudad ilegal. Laciudad como espacio público, abierto, “necesita” de zo-nas ilegales o alegales, territorios de supervivencia por-que en ellos se puede obtener alguna protección y algu-nos excedentes de los bienes y servicios urbanos (zonas“rojas”, centros degradados) o porque se ocupan preca-riamente excedentes de vivienda o de suelo en los már-genes. El proceso hacia la ciudadanía requerirá un dobleproceso de legalización del habitante (papeles, empleo)y del territorio / vivienda (sea el ocupado, sea otro alter-

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nativo). Pero un proceso puede dinamizar el otro o vi-ceversa.

b) El espacio público como espacio político, de ejer-cicio de derechos cívicos, es un medio de accesión a laciudadanía para todos aquellos que sufren alguna capi-tis diminutio, marginación o relegación en la anomía ola pasividad. Es la autoestima del manifestante en paroque sueña que ocupa la ciudad, que es alguien en la ciu-dad y no está solo.

c) La violencia urbana, la que se manifiesta en el es-pacio público, sea central o sea periférico es, aunque re-sulte paradójico, una reivindicación de ciudadanía. Laviolencia urbana expresa una rebelión de no ciudadano,una contradicción entre el hecho de estar y el no dere-cho de usar la ciudad formal y ostentosa. Se habla deviolencia urbana no cuando los pobres o marginados sematan entre sí, sino cuando agreden a los ciudadanos ose enfrentan a los cuerpos del Estado. Están reclamandoatención, que se reconozca su condición y/o su territo-rio.

d) El espacio público es indispensable, o por lo me-nos muy necesario, para desarrollar el proceso de socia-lización de los pobres y de los niños. Y de los recién lle-gados a la ciudad. En los espacios públicos que se expre-sa la diversidad, se produce el intercambio y se aprendela tolerancia. La calidad, la multiplicación y la accesibi-lidad de los espacios públicos definirán en buena medi-da el progreso de la ciudadanía.

e) Hoy el funcionamiento eficaz y democrático de laciudad se mide por la dialéctica entre movilidades ycentralidades. La ciudadanía de todos dependerá de launiversalidad de ambos componentes del sistema urba-no. Movilidad y centralidad tienen un componente deespacio público en tanto que factor de ciudadanía. Unaciudad que funciona exclusivamente con el automóvilprivado y con centralidades especializadas y cerradas

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nativo). Pero un proceso puede dinamizar el otro o vi-ceversa.

b) El espacio público como espacio político, de ejer-cicio de derechos cívicos, es un medio de accesión a laciudadanía para todos aquellos que sufren alguna capi-tis diminutio, marginación o relegación en la anomía ola pasividad. Es la autoestima del manifestante en paroque sueña que ocupa la ciudad, que es alguien en la ciu-dad y no está solo.

c) La violencia urbana, la que se manifiesta en el es-pacio público, sea central o sea periférico es, aunque re-sulte paradójico, una reivindicación de ciudadanía. Laviolencia urbana expresa una rebelión de no ciudadano,una contradicción entre el hecho de estar y el no dere-cho de usar la ciudad formal y ostentosa. Se habla deviolencia urbana no cuando los pobres o marginados sematan entre sí, sino cuando agreden a los ciudadanos ose enfrentan a los cuerpos del Estado. Están reclamandoatención, que se reconozca su condición y/o su territo-rio.

d) El espacio público es indispensable, o por lo me-nos muy necesario, para desarrollar el proceso de socia-lización de los pobres y de los niños. Y de los recién lle-gados a la ciudad. En los espacios públicos que se expre-sa la diversidad, se produce el intercambio y se aprendela tolerancia. La calidad, la multiplicación y la accesibi-lidad de los espacios públicos definirán en buena medi-da el progreso de la ciudadanía.

e) Hoy el funcionamiento eficaz y democrático de laciudad se mide por la dialéctica entre movilidades ycentralidades. La ciudadanía de todos dependerá de launiversalidad de ambos componentes del sistema urba-no. Movilidad y centralidad tienen un componente deespacio público en tanto que factor de ciudadanía. Unaciudad que funciona exclusivamente con el automóvilprivado y con centralidades especializadas y cerradas

nativo). Pero un proceso puede dinamizar el otro o vi-ceversa.

b) El espacio público como espacio político, de ejer-cicio de derechos cívicos, es un medio de accesión a laciudadanía para todos aquellos que sufren alguna capi-tis diminutio, marginación o relegación en la anomía ola pasividad. Es la autoestima del manifestante en paroque sueña que ocupa la ciudad, que es alguien en la ciu-dad y no está solo.

c) La violencia urbana, la que se manifiesta en el es-pacio público, sea central o sea periférico es, aunque re-sulte paradójico, una reivindicación de ciudadanía. Laviolencia urbana expresa una rebelión de no ciudadano,una contradicción entre el hecho de estar y el no dere-cho de usar la ciudad formal y ostentosa. Se habla deviolencia urbana no cuando los pobres o marginados sematan entre sí, sino cuando agreden a los ciudadanos ose enfrentan a los cuerpos del Estado. Están reclamandoatención, que se reconozca su condición y/o su territo-rio.

d) El espacio público es indispensable, o por lo me-nos muy necesario, para desarrollar el proceso de socia-lización de los pobres y de los niños. Y de los recién lle-gados a la ciudad. En los espacios públicos que se expre-sa la diversidad, se produce el intercambio y se aprendela tolerancia. La calidad, la multiplicación y la accesibi-lidad de los espacios públicos definirán en buena medi-da el progreso de la ciudadanía.

e) Hoy el funcionamiento eficaz y democrático de laciudad se mide por la dialéctica entre movilidades ycentralidades. La ciudadanía de todos dependerá de launiversalidad de ambos componentes del sistema urba-no. Movilidad y centralidad tienen un componente deespacio público en tanto que factor de ciudadanía. Unaciudad que funciona exclusivamente con el automóvilprivado y con centralidades especializadas y cerradas

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(centros administrativos, shopping centers jerarquizadossocialmente, etc.) no facilita el progreso de la ciudada-nía, tiende a la segmentación, al individualismo y a laexclusión.

f) El espacio público, incluyendo la infraestructura ylos equipamientos, puede ser un importante mecanis-mo de redistribución e integración sociales. Dependecómo se diseñen, o mejor dicho de cómo se conciban,las grandes operaciones urbanas. Una ronda diaria, unconjunto de equipamientos culturales, una promocióninmobiliaria de oficinas y viviendas, una renovaciónportuaria o ferroviaria, o un frente de agua, puedendualizar la sociedad urbana o en cambio articular ba-rrios y proporcionar mecanismos de integración y ma-yor calidad de vida a los sectores que sufren algún défi-cit de ciudadanía. Estos proyectos pueden ser creadoresde centralidades donde no los había, facilitar más movi-lidades, favorecer la visualización y la aceptación ciuda-dana de barrios olvidados o mal considerados en la me-dida que estos objetivos y no únicamente los específicosu originarios sean tenidos en cuenta. Por ejemplo, en uncentro histórico no es lo mismo hacer un gran museo,un gran estacionamiento y poner policía, que plantear-se paralelamente al museo la animación cultural y co-mercial de la zona, programas de ocupación de los jóve-nes y espacios de transición equipados con los barriosdel entorno.

g) El espacio público contribuirá más a la ciudada-nía cuanto más polivalente sea funcionalmente y másfavorezca el intercambio. Es preciso conocer bien el usosocial de los espacios públicos. Este uso dependerá demuchos factores, el diseño, la accesibilidad, la belleza, lamonumentalidad, la promoción, el mantenimiento, ladiversidad de usuarios posibles, etc. Queremos enfatizarla estética del espacio público. El lujo del espacio públi-co no es despilfarro, es una cuestión de justicia social.

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(centros administrativos, shopping centers jerarquizadossocialmente, etc.) no facilita el progreso de la ciudada-nía, tiende a la segmentación, al individualismo y a laexclusión.

f) El espacio público, incluyendo la infraestructura ylos equipamientos, puede ser un importante mecanis-mo de redistribución e integración sociales. Dependecómo se diseñen, o mejor dicho de cómo se conciban,las grandes operaciones urbanas. Una ronda diaria, unconjunto de equipamientos culturales, una promocióninmobiliaria de oficinas y viviendas, una renovaciónportuaria o ferroviaria, o un frente de agua, puedendualizar la sociedad urbana o en cambio articular ba-rrios y proporcionar mecanismos de integración y ma-yor calidad de vida a los sectores que sufren algún défi-cit de ciudadanía. Estos proyectos pueden ser creadoresde centralidades donde no los había, facilitar más movi-lidades, favorecer la visualización y la aceptación ciuda-dana de barrios olvidados o mal considerados en la me-dida que estos objetivos y no únicamente los específicosu originarios sean tenidos en cuenta. Por ejemplo, en uncentro histórico no es lo mismo hacer un gran museo,un gran estacionamiento y poner policía, que plantear-se paralelamente al museo la animación cultural y co-mercial de la zona, programas de ocupación de los jóve-nes y espacios de transición equipados con los barriosdel entorno.

g) El espacio público contribuirá más a la ciudada-nía cuanto más polivalente sea funcionalmente y másfavorezca el intercambio. Es preciso conocer bien el usosocial de los espacios públicos. Este uso dependerá demuchos factores, el diseño, la accesibilidad, la belleza, lamonumentalidad, la promoción, el mantenimiento, ladiversidad de usuarios posibles, etc. Queremos enfatizarla estética del espacio público. El lujo del espacio públi-co no es despilfarro, es una cuestión de justicia social.

(centros administrativos, shopping centers jerarquizadossocialmente, etc.) no facilita el progreso de la ciudada-nía, tiende a la segmentación, al individualismo y a laexclusión.

f) El espacio público, incluyendo la infraestructura ylos equipamientos, puede ser un importante mecanis-mo de redistribución e integración sociales. Dependecómo se diseñen, o mejor dicho de cómo se conciban,las grandes operaciones urbanas. Una ronda diaria, unconjunto de equipamientos culturales, una promocióninmobiliaria de oficinas y viviendas, una renovaciónportuaria o ferroviaria, o un frente de agua, puedendualizar la sociedad urbana o en cambio articular ba-rrios y proporcionar mecanismos de integración y ma-yor calidad de vida a los sectores que sufren algún défi-cit de ciudadanía. Estos proyectos pueden ser creadoresde centralidades donde no los había, facilitar más movi-lidades, favorecer la visualización y la aceptación ciuda-dana de barrios olvidados o mal considerados en la me-dida que estos objetivos y no únicamente los específicosu originarios sean tenidos en cuenta. Por ejemplo, en uncentro histórico no es lo mismo hacer un gran museo,un gran estacionamiento y poner policía, que plantear-se paralelamente al museo la animación cultural y co-mercial de la zona, programas de ocupación de los jóve-nes y espacios de transición equipados con los barriosdel entorno.

g) El espacio público contribuirá más a la ciudada-nía cuanto más polivalente sea funcionalmente y másfavorezca el intercambio. Es preciso conocer bien el usosocial de los espacios públicos. Este uso dependerá demuchos factores, el diseño, la accesibilidad, la belleza, lamonumentalidad, la promoción, el mantenimiento, ladiversidad de usuarios posibles, etc. Queremos enfatizarla estética del espacio público. El lujo del espacio públi-co no es despilfarro, es una cuestión de justicia social.

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h) Las Administraciones públicas en un Estado de-mocrático tienen que asumir como una de las fuentes desu legitimidad el promover una política de ciudad queproduzca espacios públicos ciudadanos. No son por lotanto admisibles grandes proyectos urbanos que no in-tegren objetivos sociales y ambientales que amplien laciudadanía en cantidad y calidad. El planeamiento ur-bano debe considerar la reversión a la ciudad de áreasocupadas por organismos estatales o empresas de servi-cios que por sus condiciones materiales o localizaciónpuedan considerarse obsoletas y que pueden servir paragenerar espacios y equipamientos colectivos ciudada-nos: puertos, estaciones y talleres ferroviarios, reservasde suelo no utilizado para obras públicas, instalacioneso depósitos energéticos, cuarteles, edificios de oficinaspúblicas, etc. Los “nuevos productos urbanos” no pue-den legitimarse únicamente por criterios de competiti-vidad, ni tampoco por razones de competencia burocrá-tica. Lo cual no elimina la inclusión en estas operacio-nes de promociones inmobiliarias o comerciales queademás de viabilizar económicamente la operaciónpueden contribuir a la regeneración del tejido económi-co-social y urbano del entorno.

i) La renovación del instrumental urbanístico puedeser en sí misma un mecanismo de progreso de la ciuda-danía. Los proyectos urbanos, en tanto que son a la vezrespuesta a desafíos de la ciudad y oportunidades que sepresentan a algunos actores públicos o privados, son yaun momento potencial de debate, conflicto y negocia-ción. los planes estratégicos deberán ser un ámbito im-portante de participación cívica. Otros instrumentosmás específicos como los contratos-programa, los pla-nes-proyecto, los proyectos preliminares, etc., favorecenla manifestación de aspiraciones e intereses diversos, in-cluso de sectores cuya voz se escucha normalmente po-co en la ciudad.

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h) Las Administraciones públicas en un Estado de-mocrático tienen que asumir como una de las fuentes desu legitimidad el promover una política de ciudad queproduzca espacios públicos ciudadanos. No son por lotanto admisibles grandes proyectos urbanos que no in-tegren objetivos sociales y ambientales que amplien laciudadanía en cantidad y calidad. El planeamiento ur-bano debe considerar la reversión a la ciudad de áreasocupadas por organismos estatales o empresas de servi-cios que por sus condiciones materiales o localizaciónpuedan considerarse obsoletas y que pueden servir paragenerar espacios y equipamientos colectivos ciudada-nos: puertos, estaciones y talleres ferroviarios, reservasde suelo no utilizado para obras públicas, instalacioneso depósitos energéticos, cuarteles, edificios de oficinaspúblicas, etc. Los “nuevos productos urbanos” no pue-den legitimarse únicamente por criterios de competiti-vidad, ni tampoco por razones de competencia burocrá-tica. Lo cual no elimina la inclusión en estas operacio-nes de promociones inmobiliarias o comerciales queademás de viabilizar económicamente la operaciónpueden contribuir a la regeneración del tejido económi-co-social y urbano del entorno.

i) La renovación del instrumental urbanístico puedeser en sí misma un mecanismo de progreso de la ciuda-danía. Los proyectos urbanos, en tanto que son a la vezrespuesta a desafíos de la ciudad y oportunidades que sepresentan a algunos actores públicos o privados, son yaun momento potencial de debate, conflicto y negocia-ción. los planes estratégicos deberán ser un ámbito im-portante de participación cívica. Otros instrumentosmás específicos como los contratos-programa, los pla-nes-proyecto, los proyectos preliminares, etc., favorecenla manifestación de aspiraciones e intereses diversos, in-cluso de sectores cuya voz se escucha normalmente po-co en la ciudad.

h) Las Administraciones públicas en un Estado de-mocrático tienen que asumir como una de las fuentes desu legitimidad el promover una política de ciudad queproduzca espacios públicos ciudadanos. No son por lotanto admisibles grandes proyectos urbanos que no in-tegren objetivos sociales y ambientales que amplien laciudadanía en cantidad y calidad. El planeamiento ur-bano debe considerar la reversión a la ciudad de áreasocupadas por organismos estatales o empresas de servi-cios que por sus condiciones materiales o localizaciónpuedan considerarse obsoletas y que pueden servir paragenerar espacios y equipamientos colectivos ciudada-nos: puertos, estaciones y talleres ferroviarios, reservasde suelo no utilizado para obras públicas, instalacioneso depósitos energéticos, cuarteles, edificios de oficinaspúblicas, etc. Los “nuevos productos urbanos” no pue-den legitimarse únicamente por criterios de competiti-vidad, ni tampoco por razones de competencia burocrá-tica. Lo cual no elimina la inclusión en estas operacio-nes de promociones inmobiliarias o comerciales queademás de viabilizar económicamente la operaciónpueden contribuir a la regeneración del tejido económi-co-social y urbano del entorno.

i) La renovación del instrumental urbanístico puedeser en sí misma un mecanismo de progreso de la ciuda-danía. Los proyectos urbanos, en tanto que son a la vezrespuesta a desafíos de la ciudad y oportunidades que sepresentan a algunos actores públicos o privados, son yaun momento potencial de debate, conflicto y negocia-ción. los planes estratégicos deberán ser un ámbito im-portante de participación cívica. Otros instrumentosmás específicos como los contratos-programa, los pla-nes-proyecto, los proyectos preliminares, etc., favorecenla manifestación de aspiraciones e intereses diversos, in-cluso de sectores cuya voz se escucha normalmente po-co en la ciudad.

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j) El empleo es un factor clave para el ejercicio de laciudadanía. En unos casos porque de él depende en granparte la consecución de un status legal, protección so-cial, acceso a la vivienda digna, etc. Siempre porque esnecesario para obtener reconocimiento social y evitar lamarginación progresiva. Las políticas urbanas, la cons-trucción y el mantenimiento de espacios y equipamien-tos públicos son una gran oportunidad para crear em-pleos, tanto vinculados a los servicios urbanos, como alos llamados “servicios de proximidad”, es decir, a laspersonas. Así mismo es posible establecer una relaciónentre el “salario ciudadano” (atribuido a todos los resi-dentes de un territorio y gestionado por el gobierno lo-cal o regional) y la ciudad como fuente de ocupaciones(sociales, culturales, ecológicas, etc.) y ámbito de forma-ción continuada.

Ciudadanía: un desafío político para la ciudad

La ciudadanía fue en el pasado un atributo que dis-tinguía a los habitantes permanentes y reconocidos co-mo tales de la ciudad. Suponía un status compuesto porun conjunto de derechos y deberes cívicos, socio-econó-micos y políticos, que se podían ejercer en el ámbito delterritorio de la ciudad (que en muchos casos era bastan-te más extenso que el ocupado por el núcleo aglomera-do).

Luego, a partir del siglo XVIII y sobre todo en elXIX, la ciudadanía se fue vinculando al Estado-nación.Los ciudadanos eran los que poseían la nacionalidad,atributo que concedía el Estado, y en tanto que taleseran titulares de derechos políticos exclusivos (partici-par en los procesos electorales, formar asociaciones ypartidos, ser funcionarios públicos, etc.). Los derechossociales y cívicos de los ciudadanos también eran másamplios que los de los no-ciudadanos (extranjeros resi-

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j) El empleo es un factor clave para el ejercicio de laciudadanía. En unos casos porque de él depende en granparte la consecución de un status legal, protección so-cial, acceso a la vivienda digna, etc. Siempre porque esnecesario para obtener reconocimiento social y evitar lamarginación progresiva. Las políticas urbanas, la cons-trucción y el mantenimiento de espacios y equipamien-tos públicos son una gran oportunidad para crear em-pleos, tanto vinculados a los servicios urbanos, como alos llamados “servicios de proximidad”, es decir, a laspersonas. Así mismo es posible establecer una relaciónentre el “salario ciudadano” (atribuido a todos los resi-dentes de un territorio y gestionado por el gobierno lo-cal o regional) y la ciudad como fuente de ocupaciones(sociales, culturales, ecológicas, etc.) y ámbito de forma-ción continuada.

Ciudadanía: un desafío político para la ciudad

La ciudadanía fue en el pasado un atributo que dis-tinguía a los habitantes permanentes y reconocidos co-mo tales de la ciudad. Suponía un status compuesto porun conjunto de derechos y deberes cívicos, socio-econó-micos y políticos, que se podían ejercer en el ámbito delterritorio de la ciudad (que en muchos casos era bastan-te más extenso que el ocupado por el núcleo aglomera-do).

Luego, a partir del siglo XVIII y sobre todo en elXIX, la ciudadanía se fue vinculando al Estado-nación.Los ciudadanos eran los que poseían la nacionalidad,atributo que concedía el Estado, y en tanto que taleseran titulares de derechos políticos exclusivos (partici-par en los procesos electorales, formar asociaciones ypartidos, ser funcionarios públicos, etc.). Los derechossociales y cívicos de los ciudadanos también eran másamplios que los de los no-ciudadanos (extranjeros resi-

j) El empleo es un factor clave para el ejercicio de laciudadanía. En unos casos porque de él depende en granparte la consecución de un status legal, protección so-cial, acceso a la vivienda digna, etc. Siempre porque esnecesario para obtener reconocimiento social y evitar lamarginación progresiva. Las políticas urbanas, la cons-trucción y el mantenimiento de espacios y equipamien-tos públicos son una gran oportunidad para crear em-pleos, tanto vinculados a los servicios urbanos, como alos llamados “servicios de proximidad”, es decir, a laspersonas. Así mismo es posible establecer una relaciónentre el “salario ciudadano” (atribuido a todos los resi-dentes de un territorio y gestionado por el gobierno lo-cal o regional) y la ciudad como fuente de ocupaciones(sociales, culturales, ecológicas, etc.) y ámbito de forma-ción continuada.

Ciudadanía: un desafío político para la ciudad

La ciudadanía fue en el pasado un atributo que dis-tinguía a los habitantes permanentes y reconocidos co-mo tales de la ciudad. Suponía un status compuesto porun conjunto de derechos y deberes cívicos, socio-econó-micos y políticos, que se podían ejercer en el ámbito delterritorio de la ciudad (que en muchos casos era bastan-te más extenso que el ocupado por el núcleo aglomera-do).

Luego, a partir del siglo XVIII y sobre todo en elXIX, la ciudadanía se fue vinculando al Estado-nación.Los ciudadanos eran los que poseían la nacionalidad,atributo que concedía el Estado, y en tanto que taleseran titulares de derechos políticos exclusivos (partici-par en los procesos electorales, formar asociaciones ypartidos, ser funcionarios públicos, etc.). Los derechossociales y cívicos de los ciudadanos también eran másamplios que los de los no-ciudadanos (extranjeros resi-

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dentes o de paso), pero el concepto de ciudadanía se haaplicado principalmente al status político-juridico (so-bre todo en la cultura anglosajona) en el marco del Es-tado. Su origen “ciudadano” se ha casi olvidado.

Sin embargo, hoy nos enfrentamos a algunos hechosnuevos que nos permiten replantear la relación ciudad yciudadanía.

a) La reducción de la soberanía del Estado-naciónpor la globalización de la economía y la creación deuniones políticas, supraestatales. La Unión Europeatiende a igualar los derechos y deberes de todos los ciu-dadanos de los países europeos. Los europeos que seinstalan (o que han nacido ya) en un país que no el queles da la “nacionalidad”, se integran lógicamente conmás facilidad en la “ciudad” que en la “nación”.

b) La población inmigrada o descendientes de inmi-grados, que no poseen la nacionalidad del país en el queviven, es en muchas ciudades relativamente importantey estable, es decir, en la mayoría de los casos no hay pro-yecto de retorno al país de origen. Esta población no tie-ne reconocido un status de ciudadanía, lo cual plantea ala vez un problema de política social y de gobernabili-dad democrática en las ciudades. Son los llamados enFrancia los “sans” (sin): sin papeles, sin trabajo, sin do-micilio fijo, sin protección social, sin derechos políticos,obviamente.

c) En el marco europeo una solución que parece ra-zonable y viable respecto a las problemáticas expuestas,es crear el status de ciudadano europeo, distinto al denacionalidad. Actualmente son ciudadanos europeoslos que poseen la nacionalidad de un país de la U.E. Seañadiría: también son ciudadanos europeos, con losmismos derechos y deberes los que residan en una ciu-dad (o provincia, o departamento) de la U.E. en tantoque residen en ella. Las autoridades locales atribuirán laresidencia legal al cabo de 2 años de residencia de facto

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dentes o de paso), pero el concepto de ciudadanía se haaplicado principalmente al status político-juridico (so-bre todo en la cultura anglosajona) en el marco del Es-tado. Su origen “ciudadano” se ha casi olvidado.

Sin embargo, hoy nos enfrentamos a algunos hechosnuevos que nos permiten replantear la relación ciudad yciudadanía.

a) La reducción de la soberanía del Estado-naciónpor la globalización de la economía y la creación deuniones políticas, supraestatales. La Unión Europeatiende a igualar los derechos y deberes de todos los ciu-dadanos de los países europeos. Los europeos que seinstalan (o que han nacido ya) en un país que no el queles da la “nacionalidad”, se integran lógicamente conmás facilidad en la “ciudad” que en la “nación”.

b) La población inmigrada o descendientes de inmi-grados, que no poseen la nacionalidad del país en el queviven, es en muchas ciudades relativamente importantey estable, es decir, en la mayoría de los casos no hay pro-yecto de retorno al país de origen. Esta población no tie-ne reconocido un status de ciudadanía, lo cual plantea ala vez un problema de política social y de gobernabili-dad democrática en las ciudades. Son los llamados enFrancia los “sans” (sin): sin papeles, sin trabajo, sin do-micilio fijo, sin protección social, sin derechos políticos,obviamente.

c) En el marco europeo una solución que parece ra-zonable y viable respecto a las problemáticas expuestas,es crear el status de ciudadano europeo, distinto al denacionalidad. Actualmente son ciudadanos europeoslos que poseen la nacionalidad de un país de la U.E. Seañadiría: también son ciudadanos europeos, con losmismos derechos y deberes los que residan en una ciu-dad (o provincia, o departamento) de la U.E. en tantoque residen en ella. Las autoridades locales atribuirán laresidencia legal al cabo de 2 años de residencia de facto

dentes o de paso), pero el concepto de ciudadanía se haaplicado principalmente al status político-juridico (so-bre todo en la cultura anglosajona) en el marco del Es-tado. Su origen “ciudadano” se ha casi olvidado.

Sin embargo, hoy nos enfrentamos a algunos hechosnuevos que nos permiten replantear la relación ciudad yciudadanía.

a) La reducción de la soberanía del Estado-naciónpor la globalización de la economía y la creación deuniones políticas, supraestatales. La Unión Europeatiende a igualar los derechos y deberes de todos los ciu-dadanos de los países europeos. Los europeos que seinstalan (o que han nacido ya) en un país que no el queles da la “nacionalidad”, se integran lógicamente conmás facilidad en la “ciudad” que en la “nación”.

b) La población inmigrada o descendientes de inmi-grados, que no poseen la nacionalidad del país en el queviven, es en muchas ciudades relativamente importantey estable, es decir, en la mayoría de los casos no hay pro-yecto de retorno al país de origen. Esta población no tie-ne reconocido un status de ciudadanía, lo cual plantea ala vez un problema de política social y de gobernabili-dad democrática en las ciudades. Son los llamados enFrancia los “sans” (sin): sin papeles, sin trabajo, sin do-micilio fijo, sin protección social, sin derechos políticos,obviamente.

c) En el marco europeo una solución que parece ra-zonable y viable respecto a las problemáticas expuestas,es crear el status de ciudadano europeo, distinto al denacionalidad. Actualmente son ciudadanos europeoslos que poseen la nacionalidad de un país de la U.E. Seañadiría: también son ciudadanos europeos, con losmismos derechos y deberes los que residan en una ciu-dad (o provincia, o departamento) de la U.E. en tantoque residen en ella. Las autoridades locales atribuirán laresidencia legal al cabo de 2 años de residencia de facto

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y tramitarán la ciudadanía europea, previa aceptacióndel interesado, a los tres años de residencia legal. La ciu-dad productora de ciudadanía debe garantizar la uni-versalidad de ésta, es decir, la igualdad jurídica de todossus habitantes. Lo contrario es legitimar la exclusión.

d) La ciudad es la mejor oportunidad de innovaciónpolítica. Por la complejidad de las políticas públicas queen ella deben integrarse y por una dimensión que per-mite una relación más directa con la población. El ám-bito regional-metropolitano, el de ciudad y el de barriorequieren soluciones originales, no uniformistas. Po-drían experimentarse nuevos procedimientos electora-les, como sustituir las listas de partidos nacionales porlistas cívicas, sistemas mixtos, voto programático y obli-gatorio, etc. También es el lugar de innovar en las rela-ciones entre Administración y ciudadanos, como la ven-tanilla única, la declaración oral con valor de documen-to público, etc. Otro campo en el que es imprescindibleinnovar es el de la justicia y el de la seguridad: justicialocal, consejos de seguridad por barrio y participativos,defensa de oficio de los ciudadanos ante las otras Admi-nistraciones del Estado, etc.

e) Hoy se habla más de participación ciudadana quede participación política. La gestión política local re-quiere hoy multiplicar la información, la comunicación,socializar las potencialidades de las nuevas tecnologías(que permiten el feed-back). Todos los ámbitos de lagestión local requieren formas de participación, a vecesgenéricas, muchas veces específicas: consejos, comitésad hoc, consulta popular, etc. La participación puede serinformación, debate, negociación. También puede deri-var en fórmulas de cooperación, de ejecución o gestiónpor medio de la sociedad civil (asociaciones o colecti-vos, empresarios ciudadanos, organismos sindicales oprofesionales, etc.).

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y tramitarán la ciudadanía europea, previa aceptacióndel interesado, a los tres años de residencia legal. La ciu-dad productora de ciudadanía debe garantizar la uni-versalidad de ésta, es decir, la igualdad jurídica de todossus habitantes. Lo contrario es legitimar la exclusión.

d) La ciudad es la mejor oportunidad de innovaciónpolítica. Por la complejidad de las políticas públicas queen ella deben integrarse y por una dimensión que per-mite una relación más directa con la población. El ám-bito regional-metropolitano, el de ciudad y el de barriorequieren soluciones originales, no uniformistas. Po-drían experimentarse nuevos procedimientos electora-les, como sustituir las listas de partidos nacionales porlistas cívicas, sistemas mixtos, voto programático y obli-gatorio, etc. También es el lugar de innovar en las rela-ciones entre Administración y ciudadanos, como la ven-tanilla única, la declaración oral con valor de documen-to público, etc. Otro campo en el que es imprescindibleinnovar es el de la justicia y el de la seguridad: justicialocal, consejos de seguridad por barrio y participativos,defensa de oficio de los ciudadanos ante las otras Admi-nistraciones del Estado, etc.

e) Hoy se habla más de participación ciudadana quede participación política. La gestión política local re-quiere hoy multiplicar la información, la comunicación,socializar las potencialidades de las nuevas tecnologías(que permiten el feed-back). Todos los ámbitos de lagestión local requieren formas de participación, a vecesgenéricas, muchas veces específicas: consejos, comitésad hoc, consulta popular, etc. La participación puede serinformación, debate, negociación. También puede deri-var en fórmulas de cooperación, de ejecución o gestiónpor medio de la sociedad civil (asociaciones o colecti-vos, empresarios ciudadanos, organismos sindicales oprofesionales, etc.).

y tramitarán la ciudadanía europea, previa aceptacióndel interesado, a los tres años de residencia legal. La ciu-dad productora de ciudadanía debe garantizar la uni-versalidad de ésta, es decir, la igualdad jurídica de todossus habitantes. Lo contrario es legitimar la exclusión.

d) La ciudad es la mejor oportunidad de innovaciónpolítica. Por la complejidad de las políticas públicas queen ella deben integrarse y por una dimensión que per-mite una relación más directa con la población. El ám-bito regional-metropolitano, el de ciudad y el de barriorequieren soluciones originales, no uniformistas. Po-drían experimentarse nuevos procedimientos electora-les, como sustituir las listas de partidos nacionales porlistas cívicas, sistemas mixtos, voto programático y obli-gatorio, etc. También es el lugar de innovar en las rela-ciones entre Administración y ciudadanos, como la ven-tanilla única, la declaración oral con valor de documen-to público, etc. Otro campo en el que es imprescindibleinnovar es el de la justicia y el de la seguridad: justicialocal, consejos de seguridad por barrio y participativos,defensa de oficio de los ciudadanos ante las otras Admi-nistraciones del Estado, etc.

e) Hoy se habla más de participación ciudadana quede participación política. La gestión política local re-quiere hoy multiplicar la información, la comunicación,socializar las potencialidades de las nuevas tecnologías(que permiten el feed-back). Todos los ámbitos de lagestión local requieren formas de participación, a vecesgenéricas, muchas veces específicas: consejos, comitésad hoc, consulta popular, etc. La participación puede serinformación, debate, negociación. También puede deri-var en fórmulas de cooperación, de ejecución o gestiónpor medio de la sociedad civil (asociaciones o colecti-vos, empresarios ciudadanos, organismos sindicales oprofesionales, etc.).

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f) Los déficit de la ciudad afectan de manera distin-ta y desigual a distintos sectores de la población. Enunos casos el gap es prácticamente global: los “sin” (sinpapeles, sin trabajo, sin protección social, sin integra-ción cultural, etc.). En otros es más específico: desocu-pados, viejos, niños, minorías étnicas o religiosas, etc.Una política ciudadana exige desarrollar un conjunto de“acciones positivas” hacia cada uno de estos grupos. Untest de ciudadanía será medir la “importancia” y la efi-cacia de estas acciones. Por ejemplo, desarrollar el mul-ticulturalismo, convertir las demandas de niños y viejosen criterios orientadores de los programas de espaciospúblicos y equipamientos colectivos, hacer la ciudadmás “femenina”, incorporar objetivos redistributivos yestudios de impactos sociales en todos los proyectos ur-banos, etc.

g) Los proyectos y la gestión de los espacios públicosy de los equipamientos colectivos son a la vez una opor-tunidad de producir ciudadanía y un test del desarrollode la misma. Su distribución más o menos desigual, suconcepción articuladora o fragmentadora del tejido ur-bano, su accesibilidad y su potencial de centralidad, suvalor simbólico, su polivalencia, la intensidad de su usosocial, su capacidad de crear empleo, la importancia delos nuevos públicos de usuarios, la autoestima y el reco-nocimiento social, su contribución a dar “sentido” a lavida urbana... son siempre oportunidades que nunca sedeberían desaprovechar para promover los derechos ydeberes (políticos, sociales, cívicos) constitutivos de laciudadanía.

El estatuto de ciudadano representa un triple desa-fío para la ciudad y el gobierno local.

Un desafío político: conquistar la capacidad legal yoperativa para contribuir o universalizar el estatuto po-lítico-juridico de toda la población. Y también adquirir

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f) Los déficit de la ciudad afectan de manera distin-ta y desigual a distintos sectores de la población. Enunos casos el gap es prácticamente global: los “sin” (sinpapeles, sin trabajo, sin protección social, sin integra-ción cultural, etc.). En otros es más específico: desocu-pados, viejos, niños, minorías étnicas o religiosas, etc.Una política ciudadana exige desarrollar un conjunto de“acciones positivas” hacia cada uno de estos grupos. Untest de ciudadanía será medir la “importancia” y la efi-cacia de estas acciones. Por ejemplo, desarrollar el mul-ticulturalismo, convertir las demandas de niños y viejosen criterios orientadores de los programas de espaciospúblicos y equipamientos colectivos, hacer la ciudadmás “femenina”, incorporar objetivos redistributivos yestudios de impactos sociales en todos los proyectos ur-banos, etc.

g) Los proyectos y la gestión de los espacios públicosy de los equipamientos colectivos son a la vez una opor-tunidad de producir ciudadanía y un test del desarrollode la misma. Su distribución más o menos desigual, suconcepción articuladora o fragmentadora del tejido ur-bano, su accesibilidad y su potencial de centralidad, suvalor simbólico, su polivalencia, la intensidad de su usosocial, su capacidad de crear empleo, la importancia delos nuevos públicos de usuarios, la autoestima y el reco-nocimiento social, su contribución a dar “sentido” a lavida urbana... son siempre oportunidades que nunca sedeberían desaprovechar para promover los derechos ydeberes (políticos, sociales, cívicos) constitutivos de laciudadanía.

El estatuto de ciudadano representa un triple desa-fío para la ciudad y el gobierno local.

Un desafío político: conquistar la capacidad legal yoperativa para contribuir o universalizar el estatuto po-lítico-juridico de toda la población. Y también adquirir

f) Los déficit de la ciudad afectan de manera distin-ta y desigual a distintos sectores de la población. Enunos casos el gap es prácticamente global: los “sin” (sinpapeles, sin trabajo, sin protección social, sin integra-ción cultural, etc.). En otros es más específico: desocu-pados, viejos, niños, minorías étnicas o religiosas, etc.Una política ciudadana exige desarrollar un conjunto de“acciones positivas” hacia cada uno de estos grupos. Untest de ciudadanía será medir la “importancia” y la efi-cacia de estas acciones. Por ejemplo, desarrollar el mul-ticulturalismo, convertir las demandas de niños y viejosen criterios orientadores de los programas de espaciospúblicos y equipamientos colectivos, hacer la ciudadmás “femenina”, incorporar objetivos redistributivos yestudios de impactos sociales en todos los proyectos ur-banos, etc.

g) Los proyectos y la gestión de los espacios públicosy de los equipamientos colectivos son a la vez una opor-tunidad de producir ciudadanía y un test del desarrollode la misma. Su distribución más o menos desigual, suconcepción articuladora o fragmentadora del tejido ur-bano, su accesibilidad y su potencial de centralidad, suvalor simbólico, su polivalencia, la intensidad de su usosocial, su capacidad de crear empleo, la importancia delos nuevos públicos de usuarios, la autoestima y el reco-nocimiento social, su contribución a dar “sentido” a lavida urbana... son siempre oportunidades que nunca sedeberían desaprovechar para promover los derechos ydeberes (políticos, sociales, cívicos) constitutivos de laciudadanía.

El estatuto de ciudadano representa un triple desa-fío para la ciudad y el gobierno local.

Un desafío político: conquistar la capacidad legal yoperativa para contribuir o universalizar el estatuto po-lítico-juridico de toda la población. Y también adquirir

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Page 32: Laberintos urbanos en América Latina

las competencias y los recursos necesarios para desarro-llar las políticas públicas que hagan posible el ejercicio yla protección de los derechos deberes ciudadanos.

Un desafío social, promover las políticas públicasque se ataquen a las discriminaciones que imposibilitano reducen el ámbito de la ciudadanía: empleo, situaciónde vulnerabilidad (por ej. niños), marginación cultural,etc.

Un desafío específicamente urbano: hacer de la ciu-dad, de sus centralidades y monumentalidad, de la mo-vilidad y accesibilidad generalizadas, de la calidad y vi-sibilidad de sus barrios, de la fuerza de integración desus espacios públicos, de la autoestima de sus habitan-tes, del reconocimiento exterior, etc. una productora desentido a la vida cotidiana, de ciudadanía.

La producción de ciudadanía y el rol de los gobier-nos locales es un desafío político no exclusivo de éstos.La política no reduce su espacio a las instituciones, lospartidos y las elecciones. Hay otro espacio, el de la socie-dad política (mejor que sociedad civil) que es el quecrean y ocupan todos los organismos y formas de accióncolectiva cuando van más allá de sus objetivos e intere-ses inmediatos y corporativos. Es el espacio de la parti-cipación ciudadana que plantea demandas y propuestasy aun deberes y responsabilidades para criticar y ofreceralternativas, pero también para ejecutar y gestionar pro-gramas y proyectos sociales, culturales, de promocióneconómica o de solidaridad. Y de urbanismo.

Para terminar: la responsabilidad de hacer ciudada-nía también pertenece a los profesionales del urbanis-mo. En nombre de su ética y de su tecnicidad, del cono-cimiento de los avances de la cultura urbanística y de laexperiencia internacional, por su sensibilidad respecto alas herencias de la ciudad en la que trabajan y por su po-tencial creativo de reconocer tendencias e inventar futu-ros, los profesionales del urbanismo deben reclamar au-

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las competencias y los recursos necesarios para desarro-llar las políticas públicas que hagan posible el ejercicio yla protección de los derechos deberes ciudadanos.

Un desafío social, promover las políticas públicasque se ataquen a las discriminaciones que imposibilitano reducen el ámbito de la ciudadanía: empleo, situaciónde vulnerabilidad (por ej. niños), marginación cultural,etc.

Un desafío específicamente urbano: hacer de la ciu-dad, de sus centralidades y monumentalidad, de la mo-vilidad y accesibilidad generalizadas, de la calidad y vi-sibilidad de sus barrios, de la fuerza de integración desus espacios públicos, de la autoestima de sus habitan-tes, del reconocimiento exterior, etc. una productora desentido a la vida cotidiana, de ciudadanía.

La producción de ciudadanía y el rol de los gobier-nos locales es un desafío político no exclusivo de éstos.La política no reduce su espacio a las instituciones, lospartidos y las elecciones. Hay otro espacio, el de la socie-dad política (mejor que sociedad civil) que es el quecrean y ocupan todos los organismos y formas de accióncolectiva cuando van más allá de sus objetivos e intere-ses inmediatos y corporativos. Es el espacio de la parti-cipación ciudadana que plantea demandas y propuestasy aun deberes y responsabilidades para criticar y ofreceralternativas, pero también para ejecutar y gestionar pro-gramas y proyectos sociales, culturales, de promocióneconómica o de solidaridad. Y de urbanismo.

Para terminar: la responsabilidad de hacer ciudada-nía también pertenece a los profesionales del urbanis-mo. En nombre de su ética y de su tecnicidad, del cono-cimiento de los avances de la cultura urbanística y de laexperiencia internacional, por su sensibilidad respecto alas herencias de la ciudad en la que trabajan y por su po-tencial creativo de reconocer tendencias e inventar futu-ros, los profesionales del urbanismo deben reclamar au-

las competencias y los recursos necesarios para desarro-llar las políticas públicas que hagan posible el ejercicio yla protección de los derechos deberes ciudadanos.

Un desafío social, promover las políticas públicasque se ataquen a las discriminaciones que imposibilitano reducen el ámbito de la ciudadanía: empleo, situaciónde vulnerabilidad (por ej. niños), marginación cultural,etc.

Un desafío específicamente urbano: hacer de la ciu-dad, de sus centralidades y monumentalidad, de la mo-vilidad y accesibilidad generalizadas, de la calidad y vi-sibilidad de sus barrios, de la fuerza de integración desus espacios públicos, de la autoestima de sus habitan-tes, del reconocimiento exterior, etc. una productora desentido a la vida cotidiana, de ciudadanía.

La producción de ciudadanía y el rol de los gobier-nos locales es un desafío político no exclusivo de éstos.La política no reduce su espacio a las instituciones, lospartidos y las elecciones. Hay otro espacio, el de la socie-dad política (mejor que sociedad civil) que es el quecrean y ocupan todos los organismos y formas de accióncolectiva cuando van más allá de sus objetivos e intere-ses inmediatos y corporativos. Es el espacio de la parti-cipación ciudadana que plantea demandas y propuestasy aun deberes y responsabilidades para criticar y ofreceralternativas, pero también para ejecutar y gestionar pro-gramas y proyectos sociales, culturales, de promocióneconómica o de solidaridad. Y de urbanismo.

Para terminar: la responsabilidad de hacer ciudada-nía también pertenece a los profesionales del urbanis-mo. En nombre de su ética y de su tecnicidad, del cono-cimiento de los avances de la cultura urbanística y de laexperiencia internacional, por su sensibilidad respecto alas herencias de la ciudad en la que trabajan y por su po-tencial creativo de reconocer tendencias e inventar futu-ros, los profesionales del urbanismo deben reclamar au-

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tonomía intelectual frente a los políticos y a los distin-tos colectivos sociales, deben elaborar y defender suspropuestas, asumir riesgos ante las autoridades y “opi-niones públicas” y saber renunciar públicamente antesde traicionar sus convicciones. La reinvención de la ciu-dad ciudadana, del espacio público constructor-ordena-dor de ciudad y del urbanismo como productor de sen-tido no es monopolio de nadie.

Los políticos elegidos democráticamente tienen laresponsabilidad de la decisión de los proyectos públicos.Las organizaciones sociales tienen el derecho y el deberde exigir que se tomen en cuenta, se debatan y se nego-cien sus críticas, sus demandas y sus propuestas. Losprofesionales tienen la obligación de elaborar análisis ypropuestas formalizadas y viables, de escuchar a losotros, pero también de defender sus convicciones y susproyectos hasta el final.

Bibliografía

BORJA, Jordi Local y Global. La gestión de las ciudades en la era de la In-formación. Coautor: Manuel Castells. Taurus, Madrid1997.

__________

Informe sobre la ciudadanía europea - Eurocities/Eurocités.Ajuntament de Barcelona. 1997.

__________

“Juventud y Ciudadanía. Causas sin rebeldes”. RevistaPREVENCIÓ. Ajuntament de Barcelona. 1997.

__________

Barcelona, un modelo de transformación urbana - Progra-ma de gestión urbana (P.N.U.D. - Banco Mundial). Quito1995.

__________

“La ciudad conquistada”. Revista Claves. Madrid 1991.

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tonomía intelectual frente a los políticos y a los distin-tos colectivos sociales, deben elaborar y defender suspropuestas, asumir riesgos ante las autoridades y “opi-niones públicas” y saber renunciar públicamente antesde traicionar sus convicciones. La reinvención de la ciu-dad ciudadana, del espacio público constructor-ordena-dor de ciudad y del urbanismo como productor de sen-tido no es monopolio de nadie.

Los políticos elegidos democráticamente tienen laresponsabilidad de la decisión de los proyectos públicos.Las organizaciones sociales tienen el derecho y el deberde exigir que se tomen en cuenta, se debatan y se nego-cien sus críticas, sus demandas y sus propuestas. Losprofesionales tienen la obligación de elaborar análisis ypropuestas formalizadas y viables, de escuchar a losotros, pero también de defender sus convicciones y susproyectos hasta el final.

Bibliografía

BORJA, Jordi Local y Global. La gestión de las ciudades en la era de la In-formación. Coautor: Manuel Castells. Taurus, Madrid1997.

__________

Informe sobre la ciudadanía europea - Eurocities/Eurocités.Ajuntament de Barcelona. 1997.

__________

“Juventud y Ciudadanía. Causas sin rebeldes”. RevistaPREVENCIÓ. Ajuntament de Barcelona. 1997.

__________

Barcelona, un modelo de transformación urbana - Progra-ma de gestión urbana (P.N.U.D. - Banco Mundial). Quito1995.

__________

“La ciudad conquistada”. Revista Claves. Madrid 1991.

tonomía intelectual frente a los políticos y a los distin-tos colectivos sociales, deben elaborar y defender suspropuestas, asumir riesgos ante las autoridades y “opi-niones públicas” y saber renunciar públicamente antesde traicionar sus convicciones. La reinvención de la ciu-dad ciudadana, del espacio público constructor-ordena-dor de ciudad y del urbanismo como productor de sen-tido no es monopolio de nadie.

Los políticos elegidos democráticamente tienen laresponsabilidad de la decisión de los proyectos públicos.Las organizaciones sociales tienen el derecho y el deberde exigir que se tomen en cuenta, se debatan y se nego-cien sus críticas, sus demandas y sus propuestas. Losprofesionales tienen la obligación de elaborar análisis ypropuestas formalizadas y viables, de escuchar a losotros, pero también de defender sus convicciones y susproyectos hasta el final.

Bibliografía

BORJA, Jordi Local y Global. La gestión de las ciudades en la era de la In-formación. Coautor: Manuel Castells. Taurus, Madrid1997.

__________

Informe sobre la ciudadanía europea - Eurocities/Eurocités.Ajuntament de Barcelona. 1997.

__________

“Juventud y Ciudadanía. Causas sin rebeldes”. RevistaPREVENCIÓ. Ajuntament de Barcelona. 1997.

__________

Barcelona, un modelo de transformación urbana - Progra-ma de gestión urbana (P.N.U.D. - Banco Mundial). Quito1995.

__________

“La ciudad conquistada”. Revista Claves. Madrid 1991.

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Page 34: Laberintos urbanos en América Latina

En todos estos textos se cita bibliografía. A continuacióncitamos algunos libros o artículos que han sido especialmentetenidos en cuenta en algunas partes de este trabajo. No citamosla abundante bibliografía sobre Barcelona, por considerarlaconocida y citada en otros textos del autor.

ASCHER, Francois La Metapolis. París 1995.

BOSSOLINO, AntonioLa Repubblica delle Cittá. Roma 1996.

DAVIS, Mike City of Quartz. Los Angeles 1990.

THE ECONOMIST“Tum up the Lights”. Londres, julio 1995.

FORUM EUROPEEN DE SECURITÉ URBAINE“Espaces Cultureis Urbains”. Rencontre Internationale dela Villette. Paris 1996.

GARREAU, Joel Edge City. Life in the New Frontier. New York 1995.

MONGIN Oliver Vers la troisiéme ville? Preface de C. de Portzamparc. Paris1995.

VENTURI, Marco y otrosLa festivalizzione de la política urbana. Roma 1995.

PORTAS, De Nuno “El Planeamiento Urbano como proceso de RegulaciónVariable”. Ciudades, 3 (1996) Instituto de Urbanística.Universidad Valladolid.

O PROJETO URBANOCidade e imaginaçao. PROURB. Univ. de Río de Janeiro,1996.

PLANES DIRECTORES COMO INSTRUMENTOS DE RE-GULAÇAO.

Sociedade e territorio Nº 22 (1995), Lisboa-Porto.

Véase también la colección “Trojet Urbain”, revista del Mi-nistére de I´Equipament (Francia), dirigida por Ariella Mas-boungi (12 números publicados entre 1994 y 1997) y la seriede libros “Conferénces Paris d´Architectes”. Edicions du Pavilionde l´Arsenal. Paris 1994-1997.

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En todos estos textos se cita bibliografía. A continuacióncitamos algunos libros o artículos que han sido especialmentetenidos en cuenta en algunas partes de este trabajo. No citamosla abundante bibliografía sobre Barcelona, por considerarlaconocida y citada en otros textos del autor.

ASCHER, Francois La Metapolis. París 1995.

BOSSOLINO, AntonioLa Repubblica delle Cittá. Roma 1996.

DAVIS, Mike City of Quartz. Los Angeles 1990.

THE ECONOMIST“Tum up the Lights”. Londres, julio 1995.

FORUM EUROPEEN DE SECURITÉ URBAINE“Espaces Cultureis Urbains”. Rencontre Internationale dela Villette. Paris 1996.

GARREAU, Joel Edge City. Life in the New Frontier. New York 1995.

MONGIN OliverVers la troisiéme ville? Preface de C. de Portzamparc. Paris1995.

VENTURI, Marco y otrosLa festivalizzione de la política urbana. Roma 1995.

PORTAS, De Nuno “El Planeamiento Urbano como proceso de RegulaciónVariable”. Ciudades, 3 (1996) Instituto de Urbanística.Universidad Valladolid.

O PROJETO URBANOCidade e imaginaçao. PROURB. Univ. de Río de Janeiro,1996.

PLANES DIRECTORES COMO INSTRUMENTOS DE RE-GULAÇAO.

Sociedade e territorio Nº 22 (1995), Lisboa-Porto.

Véase también la colección “Trojet Urbain”, revista del Mi-nistére de I´Equipament (Francia), dirigida por Ariella Mas-boungi (12 números publicados entre 1994 y 1997) y la seriede libros “Conferénces Paris d´Architectes”. Edicions du Pavilionde l´Arsenal. Paris 1994-1997.

En todos estos textos se cita bibliografía. A continuacióncitamos algunos libros o artículos que han sido especialmentetenidos en cuenta en algunas partes de este trabajo. No citamosla abundante bibliografía sobre Barcelona, por considerarlaconocida y citada en otros textos del autor.

ASCHER, Francois La Metapolis. París 1995.

BOSSOLINO, AntonioLa Repubblica delle Cittá. Roma 1996.

DAVIS, Mike City of Quartz. Los Angeles 1990.

THE ECONOMIST“Tum up the Lights”. Londres, julio 1995.

FORUM EUROPEEN DE SECURITÉ URBAINE“Espaces Cultureis Urbains”. Rencontre Internationale dela Villette. Paris 1996.

GARREAU, Joel Edge City. Life in the New Frontier. New York 1995.

MONGIN OliverVers la troisiéme ville? Preface de C. de Portzamparc. Paris1995.

VENTURI, Marco y otrosLa festivalizzione de la política urbana. Roma 1995.

PORTAS, De Nuno “El Planeamiento Urbano como proceso de RegulaciónVariable”. Ciudades, 3 (1996) Instituto de Urbanística.Universidad Valladolid.

O PROJETO URBANOCidade e imaginaçao. PROURB. Univ. de Río de Janeiro,1996.

PLANES DIRECTORES COMO INSTRUMENTOS DE RE-GULAÇAO.

Sociedade e territorio Nº 22 (1995), Lisboa-Porto.

Véase también la colección “Trojet Urbain”, revista del Mi-nistére de I´Equipament (Francia), dirigida por Ariella Mas-boungi (12 números publicados entre 1994 y 1997) y la seriede libros “Conferénces Paris d´Architectes”. Edicions du Pavilionde l´Arsenal. Paris 1994-1997.

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Page 35: Laberintos urbanos en América Latina

2La ciudad multicultural

Jordi Borja y Manuel Castellscon la colaboración de

Mireia Belil y Chris Benner

Nuestro mundo es étnica y culturalmente diverso ylas ciudades concentran y expresan dicha diversidad.Frente a la homogeneidad afirmada e impuesta por elEstado a lo largo de la historia, la mayoría de las socie-dades civiles se han constituido históricamente a partirde una multiplicidad de etnias y culturas que han resis-tido generalmente las presiones burocráticas hacia lanormalización cultural y la limpieza étnica. Incluso ensociedades, como la japonesa o la española, étnicamen-te muy homogéneas, las diferencias culturales regiona-les (o nacionales, en el caso español), marcan territorial-mente tradiciones y formas de vida específicas, que sereflejan en patrones de comportamiento diversos y, aveces, en tensiones y conflictos interculturales

1

. La ges-tión de dichas tensiones, la construcción de la conviven-cia en el respeto de la diferencia son algunos de los retosmás importantes que han tenido y tienen todas las so-ciedades. Y la expresión concentrada de esa diversidadcultural, de las tensiones consiguientes y de la riqueza deposibilidades que también encierra la diversidad se dapreferentemente en las ciudades, receptáculo y crisol deculturas, que se combinan en la construcción de un pro-yecto ciudadano común.

En los últimos años del siglo XX, la globalización dela economía y la aceleración del proceso de urbaniza-ción han incrementado la pluralidad étnica y cultural de

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2La ciudad multicultural

Jordi Borja y Manuel Castellscon la colaboración de

Mireia Belil y Chris Benner

Nuestro mundo es étnica y culturalmente diverso ylas ciudades concentran y expresan dicha diversidad.Frente a la homogeneidad afirmada e impuesta por elEstado a lo largo de la historia, la mayoría de las socie-dades civiles se han constituido históricamente a partirde una multiplicidad de etnias y culturas que han resis-tido generalmente las presiones burocráticas hacia lanormalización cultural y la limpieza étnica. Incluso ensociedades, como la japonesa o la española, étnicamen-te muy homogéneas, las diferencias culturales regiona-les (o nacionales, en el caso español), marcan territorial-mente tradiciones y formas de vida específicas, que sereflejan en patrones de comportamiento diversos y, aveces, en tensiones y conflictos interculturales

1

. La ges-tión de dichas tensiones, la construcción de la conviven-cia en el respeto de la diferencia son algunos de los retosmás importantes que han tenido y tienen todas las so-ciedades. Y la expresión concentrada de esa diversidadcultural, de las tensiones consiguientes y de la riqueza deposibilidades que también encierra la diversidad se dapreferentemente en las ciudades, receptáculo y crisol deculturas, que se combinan en la construcción de un pro-yecto ciudadano común.

En los últimos años del siglo XX, la globalización dela economía y la aceleración del proceso de urbaniza-ción han incrementado la pluralidad étnica y cultural de

2La ciudad multicultural

Jordi Borja y Manuel Castellscon la colaboración de

Mireia Belil y Chris Benner

Nuestro mundo es étnica y culturalmente diverso ylas ciudades concentran y expresan dicha diversidad.Frente a la homogeneidad afirmada e impuesta por elEstado a lo largo de la historia, la mayoría de las socie-dades civiles se han constituido históricamente a partirde una multiplicidad de etnias y culturas que han resis-tido generalmente las presiones burocráticas hacia lanormalización cultural y la limpieza étnica. Incluso ensociedades, como la japonesa o la española, étnicamen-te muy homogéneas, las diferencias culturales regiona-les (o nacionales, en el caso español), marcan territorial-mente tradiciones y formas de vida específicas, que sereflejan en patrones de comportamiento diversos y, aveces, en tensiones y conflictos interculturales

1

. La ges-tión de dichas tensiones, la construcción de la conviven-cia en el respeto de la diferencia son algunos de los retosmás importantes que han tenido y tienen todas las so-ciedades. Y la expresión concentrada de esa diversidadcultural, de las tensiones consiguientes y de la riqueza deposibilidades que también encierra la diversidad se dapreferentemente en las ciudades, receptáculo y crisol deculturas, que se combinan en la construcción de un pro-yecto ciudadano común.

En los últimos años del siglo XX, la globalización dela economía y la aceleración del proceso de urbaniza-ción han incrementado la pluralidad étnica y cultural de

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las ciudades, a través de procesos de migraciones, nacio-nales a internacionales, que conducen a la interpenetra-ción de poblaciones y formas de vida dispares en el es-pacio de las principales áreas metropolitanas del mun-do. Lo global se localiza, de forma socialmente segmen-tada y espacialmente segregada, mediante los desplaza-mientos humanos provocados por la destrucción deviejas formas productivas y la creación de nuevos cen-tros de actividad. La diferenciación territorial de los dosprocesos, el de creación y el de destrucción, incrementael desarrollo desigual entre regiones y entre países, e in-troduce una diversidad creciente en la estructura socialurbana. En este artículo, analizaremos el proceso de for-mación de la diversidad étnico-cultural en sus nuevasmanifestaciones y las consecuencias de dicha diversidadpara la gestión de las ciudades.

Globalización, migraciones y urbanización

La aceleración del proceso de urbanización en elmundo se debe en buena medida al incremento de lasmigraciones rural-urbanas, frecuentemente debidas a laexpulsión de mano de obra de la agricultura por la mo-dernización de la misma, siendo asimismo consecuen-cia de los procesos de industrialización y de crecimien-to de la economía informal en las áreas metropolitanasde los países en desarrollo

2

. Aunque las estadísticas va-rían según los países, los cálculos de Findley para unaserie de países en vías de desarrollo indican que, en pro-medio, mientras en 1960-70, la contribución de la emi-gración rural-urbana al crecimiento urbano fue de36,6%, en 1975-90, se incrementó al 40% de la nuevapoblación urbana. La contribución al crecimiento me-tropolitano, en ambos casos, fue aún mayor

3

. En casi to-dos los países, la incorporación a las ciudades de emi-grantes de zonas rurales acentúa notablemente la diver-

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las ciudades, a través de procesos de migraciones, nacio-nales a internacionales, que conducen a la interpenetra-ción de poblaciones y formas de vida dispares en el es-pacio de las principales áreas metropolitanas del mun-do. Lo global se localiza, de forma socialmente segmen-tada y espacialmente segregada, mediante los desplaza-mientos humanos provocados por la destrucción deviejas formas productivas y la creación de nuevos cen-tros de actividad. La diferenciación territorial de los dosprocesos, el de creación y el de destrucción, incrementael desarrollo desigual entre regiones y entre países, e in-troduce una diversidad creciente en la estructura socialurbana. En este artículo, analizaremos el proceso de for-mación de la diversidad étnico-cultural en sus nuevasmanifestaciones y las consecuencias de dicha diversidadpara la gestión de las ciudades.

Globalización, migraciones y urbanización

La aceleración del proceso de urbanización en elmundo se debe en buena medida al incremento de lasmigraciones rural-urbanas, frecuentemente debidas a laexpulsión de mano de obra de la agricultura por la mo-dernización de la misma, siendo asimismo consecuen-cia de los procesos de industrialización y de crecimien-to de la economía informal en las áreas metropolitanasde los países en desarrollo

2

. Aunque las estadísticas va-rían según los países, los cálculos de Findley para unaserie de países en vías de desarrollo indican que, en pro-medio, mientras en 1960-70, la contribución de la emi-gración rural-urbana al crecimiento urbano fue de36,6%, en 1975-90, se incrementó al 40% de la nuevapoblación urbana. La contribución al crecimiento me-tropolitano, en ambos casos, fue aún mayor

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. En casi to-dos los países, la incorporación a las ciudades de emi-grantes de zonas rurales acentúa notablemente la diver-

las ciudades, a través de procesos de migraciones, nacio-nales a internacionales, que conducen a la interpenetra-ción de poblaciones y formas de vida dispares en el es-pacio de las principales áreas metropolitanas del mun-do. Lo global se localiza, de forma socialmente segmen-tada y espacialmente segregada, mediante los desplaza-mientos humanos provocados por la destrucción deviejas formas productivas y la creación de nuevos cen-tros de actividad. La diferenciación territorial de los dosprocesos, el de creación y el de destrucción, incrementael desarrollo desigual entre regiones y entre países, e in-troduce una diversidad creciente en la estructura socialurbana. En este artículo, analizaremos el proceso de for-mación de la diversidad étnico-cultural en sus nuevasmanifestaciones y las consecuencias de dicha diversidadpara la gestión de las ciudades.

Globalización, migraciones y urbanización

La aceleración del proceso de urbanización en elmundo se debe en buena medida al incremento de lasmigraciones rural-urbanas, frecuentemente debidas a laexpulsión de mano de obra de la agricultura por la mo-dernización de la misma, siendo asimismo consecuen-cia de los procesos de industrialización y de crecimien-to de la economía informal en las áreas metropolitanasde los países en desarrollo

2

. Aunque las estadísticas va-rían según los países, los cálculos de Findley para unaserie de países en vías de desarrollo indican que, en pro-medio, mientras en 1960-70, la contribución de la emi-gración rural-urbana al crecimiento urbano fue de36,6%, en 1975-90, se incrementó al 40% de la nuevapoblación urbana. La contribución al crecimiento me-tropolitano, en ambos casos, fue aún mayor

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. En casi to-dos los países, la incorporación a las ciudades de emi-grantes de zonas rurales acentúa notablemente la diver-

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Page 37: Laberintos urbanos en América Latina

sidad cultural y, en los países étnicamente diversos, co-mo Estados Unidos o Brasil, la diversidad étnica.

África

La globalización también ha suscitado importantesdesplazamientos de población entre países, aunque lasmigraciones internacionales presentan un patrón com-plejo que no sigue las visiones estereotipadas de la opi-nión publica. Así, casi la mitad de los 80 millones de in-ternacionales de todo el mundo están concentrados enÁfrica subsahariana y Oriente Medio

4

. Unos 35 millonesde migrantes se encuentran en el África subsahariana,representando un 8% de su población total. Dichos mo-vimientos migratorios en África son de dos tipos: porun lado, migraciones de trabajadores, encaminados alos países de mayor dinamismo económico, en particu-lar a Sudáfrica, Costa de Marfil, Gambia y Nigeria. Porotro lado, amplios desplazamientos de refugiados delhambre, la guerra y el genocidio, en el Sahel, en el cuer-no de África, en Mozambique, en Ruanda y Burundi,entre otras zonas: tan sólo en 1987 se estimaban en 12,6millones de personas el numero de desplazados porguerras o catástrofes en África

5

. En Asia, Malasia es elpaís de mayor inmigración, con casi un millón de traba-jadores extranjeros, en general procedentes de Indone-sia. Japón cuenta también con cerca de un millón de ex-tranjeros recensados y varios miles de trabajadores ile-gales cuyo número se está incrementando rápidamente,si bien la mayoría de los extranjeros son coreanos queviven en Japón desde hace varias generaciones. Singapurcuenta con unos 300.000 inmigrantes, lo que represen-ta una alta proporción de su población, y Hong Kong,Corea y Taiwan, con contingentes inferiores a los100.000 cada uno. Sin embargo, en la medida en que seacentúe el desarrollo de estos países y aumente la pre-

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sidad cultural y, en los países étnicamente diversos, co-mo Estados Unidos o Brasil, la diversidad étnica.

África

La globalización también ha suscitado importantesdesplazamientos de población entre países, aunque lasmigraciones internacionales presentan un patrón com-plejo que no sigue las visiones estereotipadas de la opi-nión publica. Así, casi la mitad de los 80 millones de in-ternacionales de todo el mundo están concentrados enÁfrica subsahariana y Oriente Medio

4

. Unos 35 millonesde migrantes se encuentran en el África subsahariana,representando un 8% de su población total. Dichos mo-vimientos migratorios en África son de dos tipos: porun lado, migraciones de trabajadores, encaminados alos países de mayor dinamismo económico, en particu-lar a Sudáfrica, Costa de Marfil, Gambia y Nigeria. Porotro lado, amplios desplazamientos de refugiados delhambre, la guerra y el genocidio, en el Sahel, en el cuer-no de África, en Mozambique, en Ruanda y Burundi,entre otras zonas: tan sólo en 1987 se estimaban en 12,6millones de personas el numero de desplazados porguerras o catástrofes en África

5

. En Asia, Malasia es elpaís de mayor inmigración, con casi un millón de traba-jadores extranjeros, en general procedentes de Indone-sia. Japón cuenta también con cerca de un millón de ex-tranjeros recensados y varios miles de trabajadores ile-gales cuyo número se está incrementando rápidamente,si bien la mayoría de los extranjeros son coreanos queviven en Japón desde hace varias generaciones. Singapurcuenta con unos 300.000 inmigrantes, lo que represen-ta una alta proporción de su población, y Hong Kong,Corea y Taiwan, con contingentes inferiores a los100.000 cada uno. Sin embargo, en la medida en que seacentúe el desarrollo de estos países y aumente la pre-

sidad cultural y, en los países étnicamente diversos, co-mo Estados Unidos o Brasil, la diversidad étnica.

África

La globalización también ha suscitado importantesdesplazamientos de población entre países, aunque lasmigraciones internacionales presentan un patrón com-plejo que no sigue las visiones estereotipadas de la opi-nión publica. Así, casi la mitad de los 80 millones de in-ternacionales de todo el mundo están concentrados enÁfrica subsahariana y Oriente Medio

4

. Unos 35 millonesde migrantes se encuentran en el África subsahariana,representando un 8% de su población total. Dichos mo-vimientos migratorios en África son de dos tipos: porun lado, migraciones de trabajadores, encaminados alos países de mayor dinamismo económico, en particu-lar a Sudáfrica, Costa de Marfil, Gambia y Nigeria. Porotro lado, amplios desplazamientos de refugiados delhambre, la guerra y el genocidio, en el Sahel, en el cuer-no de África, en Mozambique, en Ruanda y Burundi,entre otras zonas: tan sólo en 1987 se estimaban en 12,6millones de personas el numero de desplazados porguerras o catástrofes en África

5

. En Asia, Malasia es elpaís de mayor inmigración, con casi un millón de traba-jadores extranjeros, en general procedentes de Indone-sia. Japón cuenta también con cerca de un millón de ex-tranjeros recensados y varios miles de trabajadores ile-gales cuyo número se está incrementando rápidamente,si bien la mayoría de los extranjeros son coreanos queviven en Japón desde hace varias generaciones. Singapurcuenta con unos 300.000 inmigrantes, lo que represen-ta una alta proporción de su población, y Hong Kong,Corea y Taiwan, con contingentes inferiores a los100.000 cada uno. Sin embargo, en la medida en que seacentúe el desarrollo de estos países y aumente la pre-

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Page 38: Laberintos urbanos en América Latina

sión demográfica en China, India e Indonesia, es de es-perar un aumento de las migraciones internacionales,además del incremento de migraciones rurales-urbanasen toda Asia. Así, Japón en 1975 contaba con un inmi-gración anual de unos 10.000 extranjeros, mientras queen 1990, dicha cifra se había incrementado hasta unos170.000 por año, la mayoría procedentes de Corea

6

.

América Latina

América Latina, tierra de inmigración durante el si-glo XX, ha ido convirtiéndose en área de emigración.Así, durante el período 1950-64, la región en su conjun-to tuvo un saldo neto de migraciones de + 1,8 millonesde personas, mientras que en 1976-85, el saldo fue nega-tivo: - 1,6 millones. Los cambios más significativos fue-ron la reducción drástica de la inmigración en Argenti-na y el fuerte aumento de emigración en México y Amé-rica Central, en particular hacia Estados Unidos. Losmovimientos inmigratorios latinoamericanos en estefin de siglo proceden generalmente de otros países lati-noamericanos. Así, en Uruguay en 1991, del total de ex-tranjeros residentes, el 40% eran de Argentina, el 29%de Brasil y el 11% de Chile. La mayor proporción de po-blación extranjera se da en Venezuela (7,2%), seguida deArgentina (6,8%).

En los países más desarrollados, en Europa Occiden-tal y en Estados Unidos, existe entre la población el sen-timiento de una llegada sin precedentes de inmigrantesen la última década, de una auténtica invasión en la ter-minología de algunos medios de comunicación. Sin em-bargo, los datos muestran una realidad distinta, variablesegún países y momentos históricos

7

. Es cierto que eldesarrollo desigual a escala mundial, la globalizacióneconómica, cultural y de sistemas de transporte favore-cen un intenso trasiego de poblaciones. A ello hay que

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sión demográfica en China, India e Indonesia, es de es-perar un aumento de las migraciones internacionales,además del incremento de migraciones rurales-urbanasen toda Asia. Así, Japón en 1975 contaba con un inmi-gración anual de unos 10.000 extranjeros, mientras queen 1990, dicha cifra se había incrementado hasta unos170.000 por año, la mayoría procedentes de Corea

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.

América Latina

América Latina, tierra de inmigración durante el si-glo XX, ha ido convirtiéndose en área de emigración.Así, durante el período 1950-64, la región en su conjun-to tuvo un saldo neto de migraciones de + 1,8 millonesde personas, mientras que en 1976-85, el saldo fue nega-tivo: - 1,6 millones. Los cambios más significativos fue-ron la reducción drástica de la inmigración en Argenti-na y el fuerte aumento de emigración en México y Amé-rica Central, en particular hacia Estados Unidos. Losmovimientos inmigratorios latinoamericanos en estefin de siglo proceden generalmente de otros países lati-noamericanos. Así, en Uruguay en 1991, del total de ex-tranjeros residentes, el 40% eran de Argentina, el 29%de Brasil y el 11% de Chile. La mayor proporción de po-blación extranjera se da en Venezuela (7,2%), seguida deArgentina (6,8%).

En los países más desarrollados, en Europa Occiden-tal y en Estados Unidos, existe entre la población el sen-timiento de una llegada sin precedentes de inmigrantesen la última década, de una auténtica invasión en la ter-minología de algunos medios de comunicación. Sin em-bargo, los datos muestran una realidad distinta, variablesegún países y momentos históricos

7

. Es cierto que eldesarrollo desigual a escala mundial, la globalizacióneconómica, cultural y de sistemas de transporte favore-cen un intenso trasiego de poblaciones. A ello hay que

sión demográfica en China, India e Indonesia, es de es-perar un aumento de las migraciones internacionales,además del incremento de migraciones rurales-urbanasen toda Asia. Así, Japón en 1975 contaba con un inmi-gración anual de unos 10.000 extranjeros, mientras queen 1990, dicha cifra se había incrementado hasta unos170.000 por año, la mayoría procedentes de Corea

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América Latina

América Latina, tierra de inmigración durante el si-glo XX, ha ido convirtiéndose en área de emigración.Así, durante el período 1950-64, la región en su conjun-to tuvo un saldo neto de migraciones de + 1,8 millonesde personas, mientras que en 1976-85, el saldo fue nega-tivo: - 1,6 millones. Los cambios más significativos fue-ron la reducción drástica de la inmigración en Argenti-na y el fuerte aumento de emigración en México y Amé-rica Central, en particular hacia Estados Unidos. Losmovimientos inmigratorios latinoamericanos en estefin de siglo proceden generalmente de otros países lati-noamericanos. Así, en Uruguay en 1991, del total de ex-tranjeros residentes, el 40% eran de Argentina, el 29%de Brasil y el 11% de Chile. La mayor proporción de po-blación extranjera se da en Venezuela (7,2%), seguida deArgentina (6,8%).

En los países más desarrollados, en Europa Occiden-tal y en Estados Unidos, existe entre la población el sen-timiento de una llegada sin precedentes de inmigrantesen la última década, de una auténtica invasión en la ter-minología de algunos medios de comunicación. Sin em-bargo, los datos muestran una realidad distinta, variablesegún países y momentos históricos

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. Es cierto que eldesarrollo desigual a escala mundial, la globalizacióneconómica, cultural y de sistemas de transporte favore-cen un intenso trasiego de poblaciones. A ello hay que

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Page 39: Laberintos urbanos en América Latina

añadir los éxodos provocados por guerras y catástrofes,así como, en Europa, la presión de poblaciones de lospaíses del Este que ahora disfrutan de la libertad de via-jar al tiempo que sufren el impacto de la crisis económi-ca. Pero los controles de inmigración, el reforzamientode las fronteras entre los países de la OCDE y el resto delmundo, la reducida creación de puestos de trabajo enEuropa y la xenofobia creciente en todas las sociedades,representan obstáculos formidables para el trasvase depoblación que podría resultar de las tendencias aludi-das. Veamos pues cual es el perfil real de las migracionesrecientes del Sur y el Este al Norte y al Oeste.

Estados Unidos

En Estados Unidos, sociedad formada por oleadassucesivas de inmigración, se ha producido efectivamen-te un importante incremento de inmigrantes en núme-ros absolutos desde la reforma de la ley de inmigraciónen 1965, autorizando la inmigración por reunificaciónfamiliar. Pero aun así, los actuales niveles de inmigra-ción están muy por detrás de la punta histórica alcanza-da entre 1905 y 1914 (año en que llegaron 1,2 millonesde inmigrantes a Estados Unidos). Más aun, en térmi-nos de proporción de la población, en 1914 esos 1,2 mi-llones eran equivalentes al 1,5% de la población, mien-tras que el total de inmigrantes de 1992 sólo representóel 0,3% de la población. Ahora bien, lo que ha cambia-do substancialmente es la composición étnica de la in-migración, que en lugar de provenir de Europa y Cana-dá, procede ahora, en su gran mayoría, de México, elCaribe y otros países latinoamericanos y Asia.

Un fenómeno semejante ha tenido lugar en los otrosdos países que se caracterizan, junto con Estados Uni-dos, por tener la mayor proporción de inmigrantes ex-tranjeros en su población, Canadá y Australia. En Cana-

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añadir los éxodos provocados por guerras y catástrofes,así como, en Europa, la presión de poblaciones de lospaíses del Este que ahora disfrutan de la libertad de via-jar al tiempo que sufren el impacto de la crisis económi-ca. Pero los controles de inmigración, el reforzamientode las fronteras entre los países de la OCDE y el resto delmundo, la reducida creación de puestos de trabajo enEuropa y la xenofobia creciente en todas las sociedades,representan obstáculos formidables para el trasvase depoblación que podría resultar de las tendencias aludi-das. Veamos pues cual es el perfil real de las migracionesrecientes del Sur y el Este al Norte y al Oeste.

Estados Unidos

En Estados Unidos, sociedad formada por oleadassucesivas de inmigración, se ha producido efectivamen-te un importante incremento de inmigrantes en núme-ros absolutos desde la reforma de la ley de inmigraciónen 1965, autorizando la inmigración por reunificaciónfamiliar. Pero aun así, los actuales niveles de inmigra-ción están muy por detrás de la punta histórica alcanza-da entre 1905 y 1914 (año en que llegaron 1,2 millonesde inmigrantes a Estados Unidos). Más aun, en térmi-nos de proporción de la población, en 1914 esos 1,2 mi-llones eran equivalentes al 1,5% de la población, mien-tras que el total de inmigrantes de 1992 sólo representóel 0,3% de la población. Ahora bien, lo que ha cambia-do substancialmente es la composición étnica de la in-migración, que en lugar de provenir de Europa y Cana-dá, procede ahora, en su gran mayoría, de México, elCaribe y otros países latinoamericanos y Asia.

Un fenómeno semejante ha tenido lugar en los otrosdos países que se caracterizan, junto con Estados Uni-dos, por tener la mayor proporción de inmigrantes ex-tranjeros en su población, Canadá y Australia. En Cana-

añadir los éxodos provocados por guerras y catástrofes,así como, en Europa, la presión de poblaciones de lospaíses del Este que ahora disfrutan de la libertad de via-jar al tiempo que sufren el impacto de la crisis económi-ca. Pero los controles de inmigración, el reforzamientode las fronteras entre los países de la OCDE y el resto delmundo, la reducida creación de puestos de trabajo enEuropa y la xenofobia creciente en todas las sociedades,representan obstáculos formidables para el trasvase depoblación que podría resultar de las tendencias aludi-das. Veamos pues cual es el perfil real de las migracionesrecientes del Sur y el Este al Norte y al Oeste.

Estados Unidos

En Estados Unidos, sociedad formada por oleadassucesivas de inmigración, se ha producido efectivamen-te un importante incremento de inmigrantes en núme-ros absolutos desde la reforma de la ley de inmigraciónen 1965, autorizando la inmigración por reunificaciónfamiliar. Pero aun así, los actuales niveles de inmigra-ción están muy por detrás de la punta histórica alcanza-da entre 1905 y 1914 (año en que llegaron 1,2 millonesde inmigrantes a Estados Unidos). Más aun, en térmi-nos de proporción de la población, en 1914 esos 1,2 mi-llones eran equivalentes al 1,5% de la población, mien-tras que el total de inmigrantes de 1992 sólo representóel 0,3% de la población. Ahora bien, lo que ha cambia-do substancialmente es la composición étnica de la in-migración, que en lugar de provenir de Europa y Cana-dá, procede ahora, en su gran mayoría, de México, elCaribe y otros países latinoamericanos y Asia.

Un fenómeno semejante ha tenido lugar en los otrosdos países que se caracterizan, junto con Estados Uni-dos, por tener la mayor proporción de inmigrantes ex-tranjeros en su población, Canadá y Australia. En Cana-

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dá, en 1992, más del 40% procedían de Asia, en particu-lar de Hong Kong, y tan sólo un 2,8% del Reino Unido.Vancouver, la tercera ciudad canadiense, ha sido trans-formada en la ultima década por la llegada de 110.000chinos de Hong Kong, elevando la proporción de pobla-ción china al 27% de los residentes de la ciudad. Porcierto, dicha inmigración ha supuesto un influjo de4.000 millones de dólares por año en la economía local.En cuanto a Australia, en los años noventa, el 21% de lapoblación nació en el extranjero y el 40% tiene al menosun padre que nació en el extranjero. De los nuevos in-migrantes llegados a Australia en 1992, el 51% proce-dían de Asia.

Europa

Europa Occidental presenta una panorama diversi-ficado en lo que se refiere a movimientos migratorios.Utilizando como indicador el porcentaje de poblaciónresidente extranjera sobre la población total y observan-do su evolución entre 1950 y 1990, podemos constatar,por ejemplo, que Francia e Inglaterra tenían una menorproporción de población extranjera en 1990 que en1982, mientras que Bélgica y España apenas había varia-do (de 9,0 a 9,1%, y de 1,1 a 1,1%). Si exceptuamos elcaso anómalo de Luxemburgo, el único país europeocuya población extranjera supera el 10% es Suiza, tam-bién un caso especial por el alto grado de internaciona-lización de su economía. Y la media para el total de lapoblación europea es tan sólo de un 4,5% de extranje-ros. Los incrementos significativos durante la década delos ochenta se dieron fundamentalmente en Alemania,Austria, Holanda y Suecia, fundamentalmente debidosal influjo de refugiados del este de Europa. Pero tambiéneste influjo parece ser mucho más limitado de lo que te-mían los países europeos occidentales. Así por ejemplo,

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dá, en 1992, más del 40% procedían de Asia, en particu-lar de Hong Kong, y tan sólo un 2,8% del Reino Unido.Vancouver, la tercera ciudad canadiense, ha sido trans-formada en la ultima década por la llegada de 110.000chinos de Hong Kong, elevando la proporción de pobla-ción china al 27% de los residentes de la ciudad. Porcierto, dicha inmigración ha supuesto un influjo de4.000 millones de dólares por año en la economía local.En cuanto a Australia, en los años noventa, el 21% de lapoblación nació en el extranjero y el 40% tiene al menosun padre que nació en el extranjero. De los nuevos in-migrantes llegados a Australia en 1992, el 51% proce-dían de Asia.

Europa

Europa Occidental presenta una panorama diversi-ficado en lo que se refiere a movimientos migratorios.Utilizando como indicador el porcentaje de poblaciónresidente extranjera sobre la población total y observan-do su evolución entre 1950 y 1990, podemos constatar,por ejemplo, que Francia e Inglaterra tenían una menorproporción de población extranjera en 1990 que en1982, mientras que Bélgica y España apenas había varia-do (de 9,0 a 9,1%, y de 1,1 a 1,1%). Si exceptuamos elcaso anómalo de Luxemburgo, el único país europeocuya población extranjera supera el 10% es Suiza, tam-bién un caso especial por el alto grado de internaciona-lización de su economía. Y la media para el total de lapoblación europea es tan sólo de un 4,5% de extranje-ros. Los incrementos significativos durante la década delos ochenta se dieron fundamentalmente en Alemania,Austria, Holanda y Suecia, fundamentalmente debidosal influjo de refugiados del este de Europa. Pero tambiéneste influjo parece ser mucho más limitado de lo que te-mían los países europeos occidentales. Así por ejemplo,

dá, en 1992, más del 40% procedían de Asia, en particu-lar de Hong Kong, y tan sólo un 2,8% del Reino Unido.Vancouver, la tercera ciudad canadiense, ha sido trans-formada en la ultima década por la llegada de 110.000chinos de Hong Kong, elevando la proporción de pobla-ción china al 27% de los residentes de la ciudad. Porcierto, dicha inmigración ha supuesto un influjo de4.000 millones de dólares por año en la economía local.En cuanto a Australia, en los años noventa, el 21% de lapoblación nació en el extranjero y el 40% tiene al menosun padre que nació en el extranjero. De los nuevos in-migrantes llegados a Australia en 1992, el 51% proce-dían de Asia.

Europa

Europa Occidental presenta una panorama diversi-ficado en lo que se refiere a movimientos migratorios.Utilizando como indicador el porcentaje de poblaciónresidente extranjera sobre la población total y observan-do su evolución entre 1950 y 1990, podemos constatar,por ejemplo, que Francia e Inglaterra tenían una menorproporción de población extranjera en 1990 que en1982, mientras que Bélgica y España apenas había varia-do (de 9,0 a 9,1%, y de 1,1 a 1,1%). Si exceptuamos elcaso anómalo de Luxemburgo, el único país europeocuya población extranjera supera el 10% es Suiza, tam-bién un caso especial por el alto grado de internaciona-lización de su economía. Y la media para el total de lapoblación europea es tan sólo de un 4,5% de extranje-ros. Los incrementos significativos durante la década delos ochenta se dieron fundamentalmente en Alemania,Austria, Holanda y Suecia, fundamentalmente debidosal influjo de refugiados del este de Europa. Pero tambiéneste influjo parece ser mucho más limitado de lo que te-mían los países europeos occidentales. Así por ejemplo,

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un informe de la Comisión Europea en 1991 estimabaque 25 millones de ciudadanos de Rusia y las repúblicassoviéticas podrían emigrar a Europa occidental antesdel año 2000. Y sin embargo, a mediados de los años no-venta, se estima que la emigración rusa oscila en tornoa las 200.000 personas por año, a pesar de la espantosacrisis económica que vive Rusia. La razón, para quienesconocen los mecanismos de la emigración, es sencilla:los emigrantes de desplazan mediante redes de contactopreviamente establecidas. Por eso son las metrópolis co-loniales las que reciben las oleadas de inmigrantes desus antiguas colonias (Francia y el Magreb); o los paísesque reclutaron deliberadamente mano de obra barataen países seleccionados (Alemania en Turquía y Yugos-lavia) los que continúan siendo destino de emigrantesde esos países. En cambio, los rusos y ex-soviéticos, alhaber tenido prohibido el viajar durante siete décadascarecían y carecen de redes de apoyo en países de emi-gración, con la excepción de la minoría judía que es pre-cisamente la que emigra. Así, dejar familia y país lanzán-dose al vacío de un mundo hostil sin red de apoyo es al-go que sólo se decide masivamente cuando una catás-trofe obliga a ello (la hambruna, la guerra, el nazismo).

Ahora bien, si los datos señalan que la inmigraciónen Europa occidental no alcanza proporciones tan ma-sivas como las percibidas en la opinión publica, ¿porqué existe ese sentimiento? Y, ¿por qué la alarma social?Lo que realmente está ocurriendo es la transformacióncreciente de la composición étnica de las sociedades eu-ropeas, a partir de los inmigrantes importados duranteel período de alto crecimiento económico en los añossesenta. En efecto, las tasas de fertilidad de los extranje-ros son muy superiores a las de los países europeos deresidencia (salvo, significativamente, en Luxemburgo ySuiza, en donde la mayoría de extranjeros son de origeneuropeo). Por razones demográficas el diferencial de

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un informe de la Comisión Europea en 1991 estimabaque 25 millones de ciudadanos de Rusia y las repúblicassoviéticas podrían emigrar a Europa occidental antesdel año 2000. Y sin embargo, a mediados de los años no-venta, se estima que la emigración rusa oscila en tornoa las 200.000 personas por año, a pesar de la espantosacrisis económica que vive Rusia. La razón, para quienesconocen los mecanismos de la emigración, es sencilla:los emigrantes de desplazan mediante redes de contactopreviamente establecidas. Por eso son las metrópolis co-loniales las que reciben las oleadas de inmigrantes desus antiguas colonias (Francia y el Magreb); o los paísesque reclutaron deliberadamente mano de obra barataen países seleccionados (Alemania en Turquía y Yugos-lavia) los que continúan siendo destino de emigrantesde esos países. En cambio, los rusos y ex-soviéticos, alhaber tenido prohibido el viajar durante siete décadascarecían y carecen de redes de apoyo en países de emi-gración, con la excepción de la minoría judía que es pre-cisamente la que emigra. Así, dejar familia y país lanzán-dose al vacío de un mundo hostil sin red de apoyo es al-go que sólo se decide masivamente cuando una catás-trofe obliga a ello (la hambruna, la guerra, el nazismo).

Ahora bien, si los datos señalan que la inmigraciónen Europa occidental no alcanza proporciones tan ma-sivas como las percibidas en la opinión publica, ¿porqué existe ese sentimiento? Y, ¿por qué la alarma social?Lo que realmente está ocurriendo es la transformacióncreciente de la composición étnica de las sociedades eu-ropeas, a partir de los inmigrantes importados duranteel período de alto crecimiento económico en los añossesenta. En efecto, las tasas de fertilidad de los extranje-ros son muy superiores a las de los países europeos deresidencia (salvo, significativamente, en Luxemburgo ySuiza, en donde la mayoría de extranjeros son de origeneuropeo). Por razones demográficas el diferencial de

un informe de la Comisión Europea en 1991 estimabaque 25 millones de ciudadanos de Rusia y las repúblicassoviéticas podrían emigrar a Europa occidental antesdel año 2000. Y sin embargo, a mediados de los años no-venta, se estima que la emigración rusa oscila en tornoa las 200.000 personas por año, a pesar de la espantosacrisis económica que vive Rusia. La razón, para quienesconocen los mecanismos de la emigración, es sencilla:los emigrantes de desplazan mediante redes de contactopreviamente establecidas. Por eso son las metrópolis co-loniales las que reciben las oleadas de inmigrantes desus antiguas colonias (Francia y el Magreb); o los paísesque reclutaron deliberadamente mano de obra barataen países seleccionados (Alemania en Turquía y Yugos-lavia) los que continúan siendo destino de emigrantesde esos países. En cambio, los rusos y ex-soviéticos, alhaber tenido prohibido el viajar durante siete décadascarecían y carecen de redes de apoyo en países de emi-gración, con la excepción de la minoría judía que es pre-cisamente la que emigra. Así, dejar familia y país lanzán-dose al vacío de un mundo hostil sin red de apoyo es al-go que sólo se decide masivamente cuando una catás-trofe obliga a ello (la hambruna, la guerra, el nazismo).

Ahora bien, si los datos señalan que la inmigraciónen Europa occidental no alcanza proporciones tan ma-sivas como las percibidas en la opinión publica, ¿porqué existe ese sentimiento? Y, ¿por qué la alarma social?Lo que realmente está ocurriendo es la transformacióncreciente de la composición étnica de las sociedades eu-ropeas, a partir de los inmigrantes importados duranteel período de alto crecimiento económico en los añossesenta. En efecto, las tasas de fertilidad de los extranje-ros son muy superiores a las de los países europeos deresidencia (salvo, significativamente, en Luxemburgo ySuiza, en donde la mayoría de extranjeros son de origeneuropeo). Por razones demográficas el diferencial de

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fertilidad continuará incrementándose con el paso deltiempo. Esta es la verdadera fuente de tensión social: lacreciente diversidad étnica de una Europa que no haasumido aun dicha diversidad y que sigue hablando deinmigrantes cuando, cada vez más, se trata en realidadde nacionales de origen étnico no-europeo. El incre-mento de población en el Reino Unido entre 1981 y1990 fue de tan sólo el 1% para los blancos, mientrasque fue del 23% para las minorías étnicas. Aun así, losblancos son 51,847 millones, mientras que las minoríastan sólo representan 2,614 millones. Pero existe una cla-ra conciencia del proceso inevitable de constitución deuna sociedad con importantes minorías étnicas, del tiponorteamericano. Algo semejante ocurre en los otros paí-ses europeos. Dos tercios de los extranjeros de Francia ytres cuartas partes de los de Alemania y Holanda son deorigen no europeo. A ello hay que añadir, en el caso deFrancia, la proporción creciente de población de origenno europeo nacida en Francia y que tienen derecho anacionalidad al alcanzar los 18 años. Puede ocurrir tam-bién, como es el caso en Alemania, que la ley niegue elderecho de nacionalidad a quienes nazcan en territorionacional de padres extranjeros, situación en las que seencuentran centenares de miles de jóvenes turcos quenunca conocieron otra tierra que Alemania. Pero el cos-to de dicha defensa a ultranza de la nacionalidad autóc-tona es la creación de una casta permanente de no ciu-dadanos, poniendo en marcha un mecanismo infernalde hostilidad social.

Un factor adicional es importante en la percepciónde una diversidad étnica que va mucho más allá del im-pacto directo de la inmigración: la concentración espa-cial de las minorías étnicas en las ciudades, particular-mente en las grandes ciudades y en barrios específicosde las grandes ciudades, en los que llegan a constituirincluso la mayoría de la población. La segregación espa-

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fertilidad continuará incrementándose con el paso deltiempo. Esta es la verdadera fuente de tensión social: lacreciente diversidad étnica de una Europa que no haasumido aun dicha diversidad y que sigue hablando deinmigrantes cuando, cada vez más, se trata en realidadde nacionales de origen étnico no-europeo. El incre-mento de población en el Reino Unido entre 1981 y1990 fue de tan sólo el 1% para los blancos, mientrasque fue del 23% para las minorías étnicas. Aun así, losblancos son 51,847 millones, mientras que las minoríastan sólo representan 2,614 millones. Pero existe una cla-ra conciencia del proceso inevitable de constitución deuna sociedad con importantes minorías étnicas, del tiponorteamericano. Algo semejante ocurre en los otros paí-ses europeos. Dos tercios de los extranjeros de Francia ytres cuartas partes de los de Alemania y Holanda son deorigen no europeo. A ello hay que añadir, en el caso deFrancia, la proporción creciente de población de origenno europeo nacida en Francia y que tienen derecho anacionalidad al alcanzar los 18 años. Puede ocurrir tam-bién, como es el caso en Alemania, que la ley niegue elderecho de nacionalidad a quienes nazcan en territorionacional de padres extranjeros, situación en las que seencuentran centenares de miles de jóvenes turcos quenunca conocieron otra tierra que Alemania. Pero el cos-to de dicha defensa a ultranza de la nacionalidad autóc-tona es la creación de una casta permanente de no ciu-dadanos, poniendo en marcha un mecanismo infernalde hostilidad social.

Un factor adicional es importante en la percepciónde una diversidad étnica que va mucho más allá del im-pacto directo de la inmigración: la concentración espa-cial de las minorías étnicas en las ciudades, particular-mente en las grandes ciudades y en barrios específicosde las grandes ciudades, en los que llegan a constituirincluso la mayoría de la población. La segregación espa-

fertilidad continuará incrementándose con el paso deltiempo. Esta es la verdadera fuente de tensión social: lacreciente diversidad étnica de una Europa que no haasumido aun dicha diversidad y que sigue hablando deinmigrantes cuando, cada vez más, se trata en realidadde nacionales de origen étnico no-europeo. El incre-mento de población en el Reino Unido entre 1981 y1990 fue de tan sólo el 1% para los blancos, mientrasque fue del 23% para las minorías étnicas. Aun así, losblancos son 51,847 millones, mientras que las minoríastan sólo representan 2,614 millones. Pero existe una cla-ra conciencia del proceso inevitable de constitución deuna sociedad con importantes minorías étnicas, del tiponorteamericano. Algo semejante ocurre en los otros paí-ses europeos. Dos tercios de los extranjeros de Francia ytres cuartas partes de los de Alemania y Holanda son deorigen no europeo. A ello hay que añadir, en el caso deFrancia, la proporción creciente de población de origenno europeo nacida en Francia y que tienen derecho anacionalidad al alcanzar los 18 años. Puede ocurrir tam-bién, como es el caso en Alemania, que la ley niegue elderecho de nacionalidad a quienes nazcan en territorionacional de padres extranjeros, situación en las que seencuentran centenares de miles de jóvenes turcos quenunca conocieron otra tierra que Alemania. Pero el cos-to de dicha defensa a ultranza de la nacionalidad autóc-tona es la creación de una casta permanente de no ciu-dadanos, poniendo en marcha un mecanismo infernalde hostilidad social.

Un factor adicional es importante en la percepciónde una diversidad étnica que va mucho más allá del im-pacto directo de la inmigración: la concentración espa-cial de las minorías étnicas en las ciudades, particular-mente en las grandes ciudades y en barrios específicosde las grandes ciudades, en los que llegan a constituirincluso la mayoría de la población. La segregación espa-

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cial de la ciudad a partir de características étnicas y cul-turales de la población no es pues una herencia de unpasado discriminatorio, sino un rasgo de importanciacreciente, característico de nuestras sociedades: la era dela información global es también la de la segregación lo-cal.

Diversidad étnica, discriminación social y segregación urbana

En todas las sociedades, las minorías étnicas sufrendiscriminación económica, institucional y cultural, quesuele tener como consecuencia su segregación en el es-pacio de la ciudad. La desigualdad en el ingreso y lasprácticas discriminatorias en el mercado de viviendaconducen a la concentración desproporcionada de mi-norías étnicas en determinadas zonas urbanas al inte-rior de las áreas metropolitanas. Por otro lado, la reac-ción defensiva y la especificidad cultural refuerzan elpatrón de segregación espacial, en la medida en que ca-da grupo étnico tiende a utilizar su concentración enbarrios como forma de protección, ayuda mutua y afir-mación de su especificidad. Se produce así un dobleproceso de segregación urbana: por un lado, de las mi-norías étnicas con respecto al grupo étnico dominante;por otro lado, de las distintas minorías étnicas entreellas. Naturalmente, esta diferenciación espacial hay queentenderla en términos estadísticos y simbólicos, es de-cir, como concentración desproporcionada de ciertosgrupos étnicos en espacios determinados, más que co-mo residencia exclusiva de cada grupo en cada barrio.Incluso en situaciones límite de segregación racial urba-na, como fue el régimen del apartheid en Sudáfrica, sepuede observar una fuerte diferenciación socio-espa-cial, en términos de clase, a partir del momento en que

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cial de la ciudad a partir de características étnicas y cul-turales de la población no es pues una herencia de unpasado discriminatorio, sino un rasgo de importanciacreciente, característico de nuestras sociedades: la era dela información global es también la de la segregación lo-cal.

Diversidad étnica, discriminación social y segregación urbana

En todas las sociedades, las minorías étnicas sufrendiscriminación económica, institucional y cultural, quesuele tener como consecuencia su segregación en el es-pacio de la ciudad. La desigualdad en el ingreso y lasprácticas discriminatorias en el mercado de viviendaconducen a la concentración desproporcionada de mi-norías étnicas en determinadas zonas urbanas al inte-rior de las áreas metropolitanas. Por otro lado, la reac-ción defensiva y la especificidad cultural refuerzan elpatrón de segregación espacial, en la medida en que ca-da grupo étnico tiende a utilizar su concentración enbarrios como forma de protección, ayuda mutua y afir-mación de su especificidad. Se produce así un dobleproceso de segregación urbana: por un lado, de las mi-norías étnicas con respecto al grupo étnico dominante;por otro lado, de las distintas minorías étnicas entreellas. Naturalmente, esta diferenciación espacial hay queentenderla en términos estadísticos y simbólicos, es de-cir, como concentración desproporcionada de ciertosgrupos étnicos en espacios determinados, más que co-mo residencia exclusiva de cada grupo en cada barrio.Incluso en situaciones límite de segregación racial urba-na, como fue el régimen del apartheid en Sudáfrica, sepuede observar una fuerte diferenciación socio-espa-cial, en términos de clase, a partir del momento en que

cial de la ciudad a partir de características étnicas y cul-turales de la población no es pues una herencia de unpasado discriminatorio, sino un rasgo de importanciacreciente, característico de nuestras sociedades: la era dela información global es también la de la segregación lo-cal.

Diversidad étnica, discriminación social y segregación urbana

En todas las sociedades, las minorías étnicas sufrendiscriminación económica, institucional y cultural, quesuele tener como consecuencia su segregación en el es-pacio de la ciudad. La desigualdad en el ingreso y lasprácticas discriminatorias en el mercado de viviendaconducen a la concentración desproporcionada de mi-norías étnicas en determinadas zonas urbanas al inte-rior de las áreas metropolitanas. Por otro lado, la reac-ción defensiva y la especificidad cultural refuerzan elpatrón de segregación espacial, en la medida en que ca-da grupo étnico tiende a utilizar su concentración enbarrios como forma de protección, ayuda mutua y afir-mación de su especificidad. Se produce así un dobleproceso de segregación urbana: por un lado, de las mi-norías étnicas con respecto al grupo étnico dominante;por otro lado, de las distintas minorías étnicas entreellas. Naturalmente, esta diferenciación espacial hay queentenderla en términos estadísticos y simbólicos, es de-cir, como concentración desproporcionada de ciertosgrupos étnicos en espacios determinados, más que co-mo residencia exclusiva de cada grupo en cada barrio.Incluso en situaciones límite de segregación racial urba-na, como fue el régimen del apartheid en Sudáfrica, sepuede observar una fuerte diferenciación socio-espa-cial, en términos de clase, a partir del momento en que

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se desmantela la segregación obligatoria institucional-mente impuesta.

El modelo de segregación étnica urbana más cono-cido y más estudiado es el de las ciudades norteamerica-nas, que persiste a lo largo de la historia de los EstadosUnidos y que se ha reforzado en las dos últimas décadas,con la localización de los nuevos inmigrantes en sus co-rrespondientes espacios segregados de minorías étnicas,constituyendo verdaderos enclaves étnicos en las princi-pales áreas metropolitanas y desmintiendo así en lapráctica histórica el famoso mito del melting pot que só-lo es aplicable (y con limitaciones) a la población de ori-gen europeo

8

. Así por ejemplo, en el condado de Los An-geles, 70 de los 78 municipios existentes en 1970 teníanmenos del 10% de residentes pertenecientes a minoríasétnicas. En cambio, en 1990 los 88 municipios que paraentonces componían el condado tenían más del 10% deminorías étnicas, pero 42 municipios tenían más del50% de minorías étnicas en su población

9

.

La concentración espacial

El completo estudio de Massey y Denton (1993) so-bre la segregación racial urbana en las ciudades nortea-mericanas muestra los altos niveles de segregación entrenegros y blancos en todas las grandes ciudades. Para uníndice de segregación absoluta de 100, la media es de68,3, que sube hasta una media del 80,1 para las áreasmetropolitanas del norte. Las tres áreas principales seencuentran también entre las más segregadas: NuevaYork, con un índice de 82; Los Ángeles, con 81,1; y Chi-cago con 87,8. También el índice de aislamiento de losnegros, que mide la interacción entre los negros y otrosgrupos negros (100 siendo el nivel de aislamiento abso-luto) refleja altos valores, con una media del 63,5, que

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se desmantela la segregación obligatoria institucional-mente impuesta.

El modelo de segregación étnica urbana más cono-cido y más estudiado es el de las ciudades norteamerica-nas, que persiste a lo largo de la historia de los EstadosUnidos y que se ha reforzado en las dos últimas décadas,con la localización de los nuevos inmigrantes en sus co-rrespondientes espacios segregados de minorías étnicas,constituyendo verdaderos enclaves étnicos en las princi-pales áreas metropolitanas y desmintiendo así en lapráctica histórica el famoso mito del melting pot que só-lo es aplicable (y con limitaciones) a la población de ori-gen europeo

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. Así por ejemplo, en el condado de Los An-geles, 70 de los 78 municipios existentes en 1970 teníanmenos del 10% de residentes pertenecientes a minoríasétnicas. En cambio, en 1990 los 88 municipios que paraentonces componían el condado tenían más del 10% deminorías étnicas, pero 42 municipios tenían más del50% de minorías étnicas en su población

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La concentración espacial

El completo estudio de Massey y Denton (1993) so-bre la segregación racial urbana en las ciudades nortea-mericanas muestra los altos niveles de segregación entrenegros y blancos en todas las grandes ciudades. Para uníndice de segregación absoluta de 100, la media es de68,3, que sube hasta una media del 80,1 para las áreasmetropolitanas del norte. Las tres áreas principales seencuentran también entre las más segregadas: NuevaYork, con un índice de 82; Los Ángeles, con 81,1; y Chi-cago con 87,8. También el índice de aislamiento de losnegros, que mide la interacción entre los negros y otrosgrupos negros (100 siendo el nivel de aislamiento abso-luto) refleja altos valores, con una media del 63,5, que

se desmantela la segregación obligatoria institucional-mente impuesta.

El modelo de segregación étnica urbana más cono-cido y más estudiado es el de las ciudades norteamerica-nas, que persiste a lo largo de la historia de los EstadosUnidos y que se ha reforzado en las dos últimas décadas,con la localización de los nuevos inmigrantes en sus co-rrespondientes espacios segregados de minorías étnicas,constituyendo verdaderos enclaves étnicos en las princi-pales áreas metropolitanas y desmintiendo así en lapráctica histórica el famoso mito del melting pot que só-lo es aplicable (y con limitaciones) a la población de ori-gen europeo

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. Así por ejemplo, en el condado de Los An-geles, 70 de los 78 municipios existentes en 1970 teníanmenos del 10% de residentes pertenecientes a minoríasétnicas. En cambio, en 1990 los 88 municipios que paraentonces componían el condado tenían más del 10% deminorías étnicas, pero 42 municipios tenían más del50% de minorías étnicas en su población

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.

La concentración espacial

El completo estudio de Massey y Denton (1993) so-bre la segregación racial urbana en las ciudades nortea-mericanas muestra los altos niveles de segregación entrenegros y blancos en todas las grandes ciudades. Para uníndice de segregación absoluta de 100, la media es de68,3, que sube hasta una media del 80,1 para las áreasmetropolitanas del norte. Las tres áreas principales seencuentran también entre las más segregadas: NuevaYork, con un índice de 82; Los Ángeles, con 81,1; y Chi-cago con 87,8. También el índice de aislamiento de losnegros, que mide la interacción entre los negros y otrosgrupos negros (100 siendo el nivel de aislamiento abso-luto) refleja altos valores, con una media del 63,5, que

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pasa al 66,1 en las áreas del norte y que llega a registraren Chicago un índice del 82,8.

La concentración espacial de minorías étnicas desfa-vorecidas conduce a crear verdaderos agujeros negros dela estructura social urbana, en los que se refuerzan mu-tuamente la pobreza, el deterioro de la vivienda y losservicios urbanos, los bajos niveles de ocupación, la fal-ta de oportunidades profesionales y la criminalidad. Ensu estudio sobre segregación y crimen en la América ur-bana, Massey (1995) concluye que la coincidencia de al-tos niveles de pobreza de los negros y de altos índices desegregación espacial crean nichos ecológicos en los quese dan altos índices de criminalidad, de violencia y deriesgo de ser víctima de dichos crímenes... A menos quese produzca un movimiento de desegregación, el ciclode violencia continuará; sin embargo, la perpetuaciónde la violencia paradójicamente hace la desegregaciónmás difícil porque torna beneficioso para los blancos elaislamiento de los negros. A saber: aislando a los negrosen barrios segregados, el resto de la sociedad se aísla conrelación al crimen y a otros problemas sociales resultan-tes del alto índice de pobreza entre los negros. Así, en losaños 90 han decaído, en términos generales, los índicesde criminalidad en las principales ciudades norteameri-canas. Entre 1980 y 1992, la proporción del número dehogares americanos que ha sufrido alguna forma de cri-minalidad se ha reducido en más de un tercio, pero almismo tiempo, la probabilidad para los negros de servíctimas de un crimen se ha incrementado extraordina-riamente. Los adolescentes negros tienen una probabili-dad nueve veces más alta que los blancos de ser asesina-dos: en 1960 morían violentamente 45/100.000, mien-tras que en 1990 la tasa había pasado a 140/100.000. Ensu estudio sobre la relación entre segregación de los ne-gros y homicidio de los negros en 125 ciudades, Peter-son y Krivo encontraron que la segregación espacial en-

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pasa al 66,1 en las áreas del norte y que llega a registraren Chicago un índice del 82,8.

La concentración espacial de minorías étnicas desfa-vorecidas conduce a crear verdaderos agujeros negros dela estructura social urbana, en los que se refuerzan mu-tuamente la pobreza, el deterioro de la vivienda y losservicios urbanos, los bajos niveles de ocupación, la fal-ta de oportunidades profesionales y la criminalidad. Ensu estudio sobre segregación y crimen en la América ur-bana, Massey (1995) concluye que la coincidencia de al-tos niveles de pobreza de los negros y de altos índices desegregación espacial crean nichos ecológicos en los quese dan altos índices de criminalidad, de violencia y deriesgo de ser víctima de dichos crímenes... A menos quese produzca un movimiento de desegregación, el ciclode violencia continuará; sin embargo, la perpetuaciónde la violencia paradójicamente hace la desegregaciónmás difícil porque torna beneficioso para los blancos elaislamiento de los negros. A saber: aislando a los negrosen barrios segregados, el resto de la sociedad se aísla conrelación al crimen y a otros problemas sociales resultan-tes del alto índice de pobreza entre los negros. Así, en losaños 90 han decaído, en términos generales, los índicesde criminalidad en las principales ciudades norteameri-canas. Entre 1980 y 1992, la proporción del número dehogares americanos que ha sufrido alguna forma de cri-minalidad se ha reducido en más de un tercio, pero almismo tiempo, la probabilidad para los negros de servíctimas de un crimen se ha incrementado extraordina-riamente. Los adolescentes negros tienen una probabili-dad nueve veces más alta que los blancos de ser asesina-dos: en 1960 morían violentamente 45/100.000, mien-tras que en 1990 la tasa había pasado a 140/100.000. Ensu estudio sobre la relación entre segregación de los ne-gros y homicidio de los negros en 125 ciudades, Peter-son y Krivo encontraron que la segregación espacial en-

pasa al 66,1 en las áreas del norte y que llega a registraren Chicago un índice del 82,8.

La concentración espacial de minorías étnicas desfa-vorecidas conduce a crear verdaderos agujeros negros dela estructura social urbana, en los que se refuerzan mu-tuamente la pobreza, el deterioro de la vivienda y losservicios urbanos, los bajos niveles de ocupación, la fal-ta de oportunidades profesionales y la criminalidad. Ensu estudio sobre segregación y crimen en la América ur-bana, Massey (1995) concluye que la coincidencia de al-tos niveles de pobreza de los negros y de altos índices desegregación espacial crean nichos ecológicos en los quese dan altos índices de criminalidad, de violencia y deriesgo de ser víctima de dichos crímenes... A menos quese produzca un movimiento de desegregación, el ciclode violencia continuará; sin embargo, la perpetuaciónde la violencia paradójicamente hace la desegregaciónmás difícil porque torna beneficioso para los blancos elaislamiento de los negros. A saber: aislando a los negrosen barrios segregados, el resto de la sociedad se aísla conrelación al crimen y a otros problemas sociales resultan-tes del alto índice de pobreza entre los negros. Así, en losaños 90 han decaído, en términos generales, los índicesde criminalidad en las principales ciudades norteameri-canas. Entre 1980 y 1992, la proporción del número dehogares americanos que ha sufrido alguna forma de cri-minalidad se ha reducido en más de un tercio, pero almismo tiempo, la probabilidad para los negros de servíctimas de un crimen se ha incrementado extraordina-riamente. Los adolescentes negros tienen una probabili-dad nueve veces más alta que los blancos de ser asesina-dos: en 1960 morían violentamente 45/100.000, mien-tras que en 1990 la tasa había pasado a 140/100.000. Ensu estudio sobre la relación entre segregación de los ne-gros y homicidio de los negros en 125 ciudades, Peter-son y Krivo encontraron que la segregación espacial en-

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Page 46: Laberintos urbanos en América Latina

tre blancos y negros era el factor estadísticamente másexplicativo de la tasa de homicidios de todas las varia-bles analizadas, mucho más importante que la pobreza,la educación o la edad

10

. Se mata a quien se tiene cerca.Y cuando una sociedad, rompiendo con sus tradicionesliberales y con sus leyes de integración racial, adopta laactitud cínica de encerrar a sus minorías raciales empo-brecidas en ghettos cada vez más deteriorados, provocala exasperación de la violencia en dichas zonas. Pero, apartir de ese momento la mayoría étnica está condena-da a vivir atrincherada tras la protección de la policía ya destinar a policía y a cárceles un presupuesto tancuantioso como el de educación, como ya es el caso enel estado de California.

Racismo y segregación

Si bien el racismo y la segregación urbana existen entodas las sociedades, no siempre sus perfiles son tanmarcados ni sus consecuencias tan violentas como lasque se dan en las ciudades norteamericanas. Así, Brasiles una sociedad multirracial, en la que los negros y mu-latos ocupan los niveles más bajos de la escala social

11

.Pero, aunque las minorías étnicas también están espa-cialmente segregadas, tanto entre las regiones del paíscomo al interior de las áreas metropolitanas, el índice dedisimilaridad, el cual mide la segregación urbana, esmuy inferior al de las áreas metropolitanas norteameri-canas. Asimismo, aunque la desigualdad económica es-tá influenciada por el origen étnico, las barreras institu-cionales y los prejuicios sociales están mucho menosarraigados que en Estados Unidos. Así, dos sociedadescon un pasado igualmente esclavista evolucionaron ha-cia patrones distintos de segregación espacial y discri-minación racial, en función de factores culturales, insti-tucionales y económicos que favorecieron la mezcla de

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tre blancos y negros era el factor estadísticamente másexplicativo de la tasa de homicidios de todas las varia-bles analizadas, mucho más importante que la pobreza,la educación o la edad

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. Se mata a quien se tiene cerca.Y cuando una sociedad, rompiendo con sus tradicionesliberales y con sus leyes de integración racial, adopta laactitud cínica de encerrar a sus minorías raciales empo-brecidas en ghettos cada vez más deteriorados, provocala exasperación de la violencia en dichas zonas. Pero, apartir de ese momento la mayoría étnica está condena-da a vivir atrincherada tras la protección de la policía ya destinar a policía y a cárceles un presupuesto tancuantioso como el de educación, como ya es el caso enel estado de California.

Racismo y segregación

Si bien el racismo y la segregación urbana existen entodas las sociedades, no siempre sus perfiles son tanmarcados ni sus consecuencias tan violentas como lasque se dan en las ciudades norteamericanas. Así, Brasiles una sociedad multirracial, en la que los negros y mu-latos ocupan los niveles más bajos de la escala social

11

.Pero, aunque las minorías étnicas también están espa-cialmente segregadas, tanto entre las regiones del paíscomo al interior de las áreas metropolitanas, el índice dedisimilaridad, el cual mide la segregación urbana, esmuy inferior al de las áreas metropolitanas norteameri-canas. Asimismo, aunque la desigualdad económica es-tá influenciada por el origen étnico, las barreras institu-cionales y los prejuicios sociales están mucho menosarraigados que en Estados Unidos. Así, dos sociedadescon un pasado igualmente esclavista evolucionaron ha-cia patrones distintos de segregación espacial y discri-minación racial, en función de factores culturales, insti-tucionales y económicos que favorecieron la mezcla de

tre blancos y negros era el factor estadísticamente másexplicativo de la tasa de homicidios de todas las varia-bles analizadas, mucho más importante que la pobreza,la educación o la edad

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. Se mata a quien se tiene cerca.Y cuando una sociedad, rompiendo con sus tradicionesliberales y con sus leyes de integración racial, adopta laactitud cínica de encerrar a sus minorías raciales empo-brecidas en ghettos cada vez más deteriorados, provocala exasperación de la violencia en dichas zonas. Pero, apartir de ese momento la mayoría étnica está condena-da a vivir atrincherada tras la protección de la policía ya destinar a policía y a cárceles un presupuesto tancuantioso como el de educación, como ya es el caso enel estado de California.

Racismo y segregación

Si bien el racismo y la segregación urbana existen entodas las sociedades, no siempre sus perfiles son tanmarcados ni sus consecuencias tan violentas como lasque se dan en las ciudades norteamericanas. Así, Brasiles una sociedad multirracial, en la que los negros y mu-latos ocupan los niveles más bajos de la escala social

11

.Pero, aunque las minorías étnicas también están espa-cialmente segregadas, tanto entre las regiones del paíscomo al interior de las áreas metropolitanas, el índice dedisimilaridad, el cual mide la segregación urbana, esmuy inferior al de las áreas metropolitanas norteameri-canas. Asimismo, aunque la desigualdad económica es-tá influenciada por el origen étnico, las barreras institu-cionales y los prejuicios sociales están mucho menosarraigados que en Estados Unidos. Así, dos sociedadescon un pasado igualmente esclavista evolucionaron ha-cia patrones distintos de segregación espacial y discri-minación racial, en función de factores culturales, insti-tucionales y económicos que favorecieron la mezcla de

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Page 47: Laberintos urbanos en América Latina

razas y la integración social en Brasil y la dificultaron enEstados Unidos: una comparación que invita a analizarla variación histórica de una naturaleza humana que noes inmutable.

Ahora bien, lo que sí parece establecido es la tenden-cia a la segregación de las minorías étnicas en todas lasciudades y en particular en las ciudades del mundo másdesarrollado. Así, conforme las sociedades europeas re-ciben nuevos grupos de inmigrantes y ven crecer susminorías étnicas a partir de los grupos establecidos enlas tres últimas décadas, se acentúa el patrón de segrega-ción étnica urbana. En el Reino Unido, aunque Londressólo representa el 4,7% de la población, concentra el42% de la población de las minorías étnicas. Dichas mi-norías, concentradas particularmente en algunos distri-tos, se caracterizan por un menor nivel de educación,mayor tasa de paro y una tasa de actividad económicade tan sólo el 58% comparada con el 80% de los blan-cos

12

. En el distrito londinense de Wandsworth, conunos 260.000 habitantes, se hablan unas 150 lenguas di-ferentes. A esa diversidad étnico-cultural se une el du-doso privilegio de ser uno de los distritos ingleses conmás alto índice de carencias sociales. En Göteborg (Sue-cia), el 16% de la población es de origen extranjero y tie-ne concentrada su residencia en el nordeste de la ciudady en las isla de Hisingen. Zurich, que ha visto aumentarsu población de extranjeros (sobre todo turcos y yugos-lavos) del 18% en 1980 al 25% en 1990, concentra el44% de esta población en las zonas industriales de la pe-riferia urbana. En Holanda, los extranjeros son tan sóloun 5% de la población total, pero en Amsterdam, Rot-terdam, La Haya y Utrecht dicha proporción oscila en-tre el 15% y el 20%, mientras que en los barrios anti-guos de dichas ciudades sube hasta el 50%. En Bélgica laproporción de extranjeros es del 9%, pero en la ciudadde Anderlecht alcanza el 26% y en el barrio de La Rosee,

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razas y la integración social en Brasil y la dificultaron enEstados Unidos: una comparación que invita a analizarla variación histórica de una naturaleza humana que noes inmutable.

Ahora bien, lo que sí parece establecido es la tenden-cia a la segregación de las minorías étnicas en todas lasciudades y en particular en las ciudades del mundo másdesarrollado. Así, conforme las sociedades europeas re-ciben nuevos grupos de inmigrantes y ven crecer susminorías étnicas a partir de los grupos establecidos enlas tres últimas décadas, se acentúa el patrón de segrega-ción étnica urbana. En el Reino Unido, aunque Londressólo representa el 4,7% de la población, concentra el42% de la población de las minorías étnicas. Dichas mi-norías, concentradas particularmente en algunos distri-tos, se caracterizan por un menor nivel de educación,mayor tasa de paro y una tasa de actividad económicade tan sólo el 58% comparada con el 80% de los blan-cos

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. En el distrito londinense de Wandsworth, conunos 260.000 habitantes, se hablan unas 150 lenguas di-ferentes. A esa diversidad étnico-cultural se une el du-doso privilegio de ser uno de los distritos ingleses conmás alto índice de carencias sociales. En Göteborg (Sue-cia), el 16% de la población es de origen extranjero y tie-ne concentrada su residencia en el nordeste de la ciudady en las isla de Hisingen. Zurich, que ha visto aumentarsu población de extranjeros (sobre todo turcos y yugos-lavos) del 18% en 1980 al 25% en 1990, concentra el44% de esta población en las zonas industriales de la pe-riferia urbana. En Holanda, los extranjeros son tan sóloun 5% de la población total, pero en Amsterdam, Rot-terdam, La Haya y Utrecht dicha proporción oscila en-tre el 15% y el 20%, mientras que en los barrios anti-guos de dichas ciudades sube hasta el 50%. En Bélgica laproporción de extranjeros es del 9%, pero en la ciudadde Anderlecht alcanza el 26% y en el barrio de La Rosee,

razas y la integración social en Brasil y la dificultaron enEstados Unidos: una comparación que invita a analizarla variación histórica de una naturaleza humana que noes inmutable.

Ahora bien, lo que sí parece establecido es la tenden-cia a la segregación de las minorías étnicas en todas lasciudades y en particular en las ciudades del mundo másdesarrollado. Así, conforme las sociedades europeas re-ciben nuevos grupos de inmigrantes y ven crecer susminorías étnicas a partir de los grupos establecidos enlas tres últimas décadas, se acentúa el patrón de segrega-ción étnica urbana. En el Reino Unido, aunque Londressólo representa el 4,7% de la población, concentra el42% de la población de las minorías étnicas. Dichas mi-norías, concentradas particularmente en algunos distri-tos, se caracterizan por un menor nivel de educación,mayor tasa de paro y una tasa de actividad económicade tan sólo el 58% comparada con el 80% de los blan-cos

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. En el distrito londinense de Wandsworth, conunos 260.000 habitantes, se hablan unas 150 lenguas di-ferentes. A esa diversidad étnico-cultural se une el du-doso privilegio de ser uno de los distritos ingleses conmás alto índice de carencias sociales. En Göteborg (Sue-cia), el 16% de la población es de origen extranjero y tie-ne concentrada su residencia en el nordeste de la ciudady en las isla de Hisingen. Zurich, que ha visto aumentarsu población de extranjeros (sobre todo turcos y yugos-lavos) del 18% en 1980 al 25% en 1990, concentra el44% de esta población en las zonas industriales de la pe-riferia urbana. En Holanda, los extranjeros son tan sóloun 5% de la población total, pero en Amsterdam, Rot-terdam, La Haya y Utrecht dicha proporción oscila en-tre el 15% y el 20%, mientras que en los barrios anti-guos de dichas ciudades sube hasta el 50%. En Bélgica laproporción de extranjeros es del 9%, pero en la ciudadde Anderlecht alcanza el 26% y en el barrio de La Rosee,

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el más deteriorado, los extranjeros representan el 76%de sus 2.300 habitantes

13

. En suma, las ciudades euro-peas están siguiendo, en buena medida, el camino de se-gregación urbana de las minorías étnicas característicode las metrópolis norteamericanas, aunque la forma es-pacial de la segregación urbana es diversa en Europa.Mientras que las banliues francesas configuran ghettosmetropolitanos periféricos, las ciudades centro-euro-peas y británicas tienden a concentrar las minorías en laciudad central, en un modelo espacial semejante al nor-teamericano, lo que puede contribuir a la decadencia delos centros urbanos si no se mejoran las condiciones devida de las minorías étnicas en Europa. Por otra parte, laimportancia de las pandillas y el florecimiento de activi-dades criminales es menos acentuado en Europa que enNorteamérica. Pero si las tendencias a la exclusión socialcontinúan agravándose, parece razonable suponer quesituaciones similares conducirán a consecuencias seme-jantes, salvedad hecha de las diferencias culturales e ins-titucionales. La ciudad multicultural es una ciudad en-riquecida por su diversidad, tal y como señaló DanielCohn Bendit en su intervención introductoria al Colo-quio de Francfort patrocinado por el Consejo de Euro-pa sobre el multiculturalismo en la ciudad

14

. Pero, comotambién quedó de manifiesto en dicho coloquio, la ciu-dad segregada es la ciudad de la ruptura de la solidari-dad social y, eventualmente, del imperio de la violenciaurbana.

Las poblaciones flotantes en las ciudades

La geometría variable de la nueva economía mun-dial y la intensificación del fenómeno migratorio, tantorural-urbano como internacional, han generado unanueva categoría de población, entre rural, urbana y me-tropolitana: población flotante que se desplaza con los

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el más deteriorado, los extranjeros representan el 76%de sus 2.300 habitantes

13

. En suma, las ciudades euro-peas están siguiendo, en buena medida, el camino de se-gregación urbana de las minorías étnicas característicode las metrópolis norteamericanas, aunque la forma es-pacial de la segregación urbana es diversa en Europa.Mientras que las banliues francesas configuran ghettosmetropolitanos periféricos, las ciudades centro-euro-peas y británicas tienden a concentrar las minorías en laciudad central, en un modelo espacial semejante al nor-teamericano, lo que puede contribuir a la decadencia delos centros urbanos si no se mejoran las condiciones devida de las minorías étnicas en Europa. Por otra parte, laimportancia de las pandillas y el florecimiento de activi-dades criminales es menos acentuado en Europa que enNorteamérica. Pero si las tendencias a la exclusión socialcontinúan agravándose, parece razonable suponer quesituaciones similares conducirán a consecuencias seme-jantes, salvedad hecha de las diferencias culturales e ins-titucionales. La ciudad multicultural es una ciudad en-riquecida por su diversidad, tal y como señaló DanielCohn Bendit en su intervención introductoria al Colo-quio de Francfort patrocinado por el Consejo de Euro-pa sobre el multiculturalismo en la ciudad

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. Pero, comotambién quedó de manifiesto en dicho coloquio, la ciu-dad segregada es la ciudad de la ruptura de la solidari-dad social y, eventualmente, del imperio de la violenciaurbana.

Las poblaciones flotantes en las ciudades

La geometría variable de la nueva economía mun-dial y la intensificación del fenómeno migratorio, tantorural-urbano como internacional, han generado unanueva categoría de población, entre rural, urbana y me-tropolitana: población flotante que se desplaza con los

el más deteriorado, los extranjeros representan el 76%de sus 2.300 habitantes

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. En suma, las ciudades euro-peas están siguiendo, en buena medida, el camino de se-gregación urbana de las minorías étnicas característicode las metrópolis norteamericanas, aunque la forma es-pacial de la segregación urbana es diversa en Europa.Mientras que las banliues francesas configuran ghettosmetropolitanos periféricos, las ciudades centro-euro-peas y británicas tienden a concentrar las minorías en laciudad central, en un modelo espacial semejante al nor-teamericano, lo que puede contribuir a la decadencia delos centros urbanos si no se mejoran las condiciones devida de las minorías étnicas en Europa. Por otra parte, laimportancia de las pandillas y el florecimiento de activi-dades criminales es menos acentuado en Europa que enNorteamérica. Pero si las tendencias a la exclusión socialcontinúan agravándose, parece razonable suponer quesituaciones similares conducirán a consecuencias seme-jantes, salvedad hecha de las diferencias culturales e ins-titucionales. La ciudad multicultural es una ciudad en-riquecida por su diversidad, tal y como señaló DanielCohn Bendit en su intervención introductoria al Colo-quio de Francfort patrocinado por el Consejo de Euro-pa sobre el multiculturalismo en la ciudad

14

. Pero, comotambién quedó de manifiesto en dicho coloquio, la ciu-dad segregada es la ciudad de la ruptura de la solidari-dad social y, eventualmente, del imperio de la violenciaurbana.

Las poblaciones flotantes en las ciudades

La geometría variable de la nueva economía mun-dial y la intensificación del fenómeno migratorio, tantorural-urbano como internacional, han generado unanueva categoría de población, entre rural, urbana y me-tropolitana: población flotante que se desplaza con los

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Page 49: Laberintos urbanos en América Latina

flujos económicos y según la permisividad de las insti-tuciones, en busca de su supervivencia, con temporali-dades y espacialidades variables, según los países y lascircunstancias.

Aunque por su propia naturaleza el fenómeno es dedifícil medida, una corriente de investigación cada vezmás amplia aporta datos sobre su importancia y sobrelas consecuencias que tiene para el funcionamiento ygestión de las ciudades

15

.Tal vez la sociedad en la que la población flotante al-

canza mayores dimensiones es China durante la últimadécada. Durante mucho tiempo imperó en China elcontrol de movimientos de población regulado en 1958en el que cada ciudadano chino estaba registrado comomiembro de un hukou (hogar) y clasificado sobre la ba-se de dicha residencia. Bajo dicha regulación un cambiode residencia rural a urbana era extremadamente difícil.Los viajes requerían permiso previo y el sistema de ra-cionamiento obligaba a presentar en las tiendas o res-taurantes los cupones asignados al lugar de residencia ytrabajo. Así, el sistema hukou fue un método efectivo decontrolar la movilidad espacial y reducir la migraciónrural-urbana

16

. Sin embargo, con la liberalización eco-nómica de China durante los años ochenta la inmovili-dad se hizo disfuncional para la asignación de recursoshumanos según una dinámica parcialmente regida porleyes de mercado. Además la privatización y moderniza-ción de la agricultura aumentó la productividad y ex-pulsó de la tierra a decenas de millones de campesinosque resultaron ser mano de obra excedente

17

. Imposibi-litado de atender las necesidades de esta población ruraleconómicamente desplazada, el gobierno chino optópor levantar las restricciones a los movimientos de po-blación y/o aplicarlas menos estrictamente, según las re-giones y los momentos de la coyuntura política. El re-sultado fue la generación de masivas migraciones rural-

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flujos económicos y según la permisividad de las insti-tuciones, en busca de su supervivencia, con temporali-dades y espacialidades variables, según los países y lascircunstancias.

Aunque por su propia naturaleza el fenómeno es dedifícil medida, una corriente de investigación cada vezmás amplia aporta datos sobre su importancia y sobrelas consecuencias que tiene para el funcionamiento ygestión de las ciudades

15

.Tal vez la sociedad en la que la población flotante al-

canza mayores dimensiones es China durante la últimadécada. Durante mucho tiempo imperó en China elcontrol de movimientos de población regulado en 1958en el que cada ciudadano chino estaba registrado comomiembro de un hukou (hogar) y clasificado sobre la ba-se de dicha residencia. Bajo dicha regulación un cambiode residencia rural a urbana era extremadamente difícil.Los viajes requerían permiso previo y el sistema de ra-cionamiento obligaba a presentar en las tiendas o res-taurantes los cupones asignados al lugar de residencia ytrabajo. Así, el sistema hukou fue un método efectivo decontrolar la movilidad espacial y reducir la migraciónrural-urbana

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. Sin embargo, con la liberalización eco-nómica de China durante los años ochenta la inmovili-dad se hizo disfuncional para la asignación de recursoshumanos según una dinámica parcialmente regida porleyes de mercado. Además la privatización y moderniza-ción de la agricultura aumentó la productividad y ex-pulsó de la tierra a decenas de millones de campesinosque resultaron ser mano de obra excedente

17

. Imposibi-litado de atender las necesidades de esta población ruraleconómicamente desplazada, el gobierno chino optópor levantar las restricciones a los movimientos de po-blación y/o aplicarlas menos estrictamente, según las re-giones y los momentos de la coyuntura política. El re-sultado fue la generación de masivas migraciones rural-

flujos económicos y según la permisividad de las insti-tuciones, en busca de su supervivencia, con temporali-dades y espacialidades variables, según los países y lascircunstancias.

Aunque por su propia naturaleza el fenómeno es dedifícil medida, una corriente de investigación cada vezmás amplia aporta datos sobre su importancia y sobrelas consecuencias que tiene para el funcionamiento ygestión de las ciudades

15

.Tal vez la sociedad en la que la población flotante al-

canza mayores dimensiones es China durante la últimadécada. Durante mucho tiempo imperó en China elcontrol de movimientos de población regulado en 1958en el que cada ciudadano chino estaba registrado comomiembro de un hukou (hogar) y clasificado sobre la ba-se de dicha residencia. Bajo dicha regulación un cambiode residencia rural a urbana era extremadamente difícil.Los viajes requerían permiso previo y el sistema de ra-cionamiento obligaba a presentar en las tiendas o res-taurantes los cupones asignados al lugar de residencia ytrabajo. Así, el sistema hukou fue un método efectivo decontrolar la movilidad espacial y reducir la migraciónrural-urbana

16

. Sin embargo, con la liberalización eco-nómica de China durante los años ochenta la inmovili-dad se hizo disfuncional para la asignación de recursoshumanos según una dinámica parcialmente regida porleyes de mercado. Además la privatización y moderniza-ción de la agricultura aumentó la productividad y ex-pulsó de la tierra a decenas de millones de campesinosque resultaron ser mano de obra excedente

17

. Imposibi-litado de atender las necesidades de esta población ruraleconómicamente desplazada, el gobierno chino optópor levantar las restricciones a los movimientos de po-blación y/o aplicarlas menos estrictamente, según las re-giones y los momentos de la coyuntura política. El re-sultado fue la generación de masivas migraciones rural-

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Page 50: Laberintos urbanos en América Latina

urbanas en la ultima década, sobre todo hacia las gran-des ciudades y hacia los centros industriales exportado-res del sur de China. Pero dichas ciudades y regiones,pese a su extraordinario dinamismo económico (de he-cho, los centros de más alta tasa de crecimiento econó-mico del mundo en la última década) no pudieron ab-sorber como trabajadores estables a los millones de re-cién llegados, ni proveerlos con viviendas y servicios ur-banos, por lo que muchos de los inmigrantes urbanosviven sin residencia fija o en la periferia rural de las me-trópolis, y otros muchos adaptan un patrón de migra-ciones pendulares estacionales yendo y viniendo entresus aldeas de origen y los centros metropolitanos

18

. AsíGuangzhou (Cantón), una ciudad de unos seis millonesde habitantes, contabilizaba en 1992, un total de 1,34millones de residentes temporales a los que se añadían260.000 turistas diarios. En el conjunto de la provinciade Guandong se estimaban en al menos 6 millones elnúmero de migrantes temporales. En Shanghai, a finesde los 80 había 1,83 millones de flotantes, mientras queen 1993, tras el desarrollo del distrito de industrial dePudong, se estimaba que un millón más de flotantes ha-bían llegado a Shanghai en ese año. La única encuestamigratoria fiable de la última década, realizada en 1986,estimó que en esa fecha el 3,6% de la población de las 74ciudades encuestadas eran residentes temporales. Otraestimación a nivel nacional, evalúa el número de flotan-tes en 1988, entre 50 y 70 millones de personas. Lo queparece indudable es que el fenómeno se ha incrementa-do. La estación central de ferrocarril de Pekín, construi-da para 50.000 pasajeros diarios, ve transitar por ella ac-tualmente entre 170.000 y 250.000, según los períodos.El gobierno municipal de Pekín estima que cada incre-mento de 100.000 visitantes diarios a la ciudad consume50.000 kilos de grano, 50.000 kilos de verduras, 100.000kilovatios de electricidad, 24.000 litros de agua y utiliza

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urbanas en la ultima década, sobre todo hacia las gran-des ciudades y hacia los centros industriales exportado-res del sur de China. Pero dichas ciudades y regiones,pese a su extraordinario dinamismo económico (de he-cho, los centros de más alta tasa de crecimiento econó-mico del mundo en la última década) no pudieron ab-sorber como trabajadores estables a los millones de re-cién llegados, ni proveerlos con viviendas y servicios ur-banos, por lo que muchos de los inmigrantes urbanosviven sin residencia fija o en la periferia rural de las me-trópolis, y otros muchos adaptan un patrón de migra-ciones pendulares estacionales yendo y viniendo entresus aldeas de origen y los centros metropolitanos

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. AsíGuangzhou (Cantón), una ciudad de unos seis millonesde habitantes, contabilizaba en 1992, un total de 1,34millones de residentes temporales a los que se añadían260.000 turistas diarios. En el conjunto de la provinciade Guandong se estimaban en al menos 6 millones elnúmero de migrantes temporales. En Shanghai, a finesde los 80 había 1,83 millones de flotantes, mientras queen 1993, tras el desarrollo del distrito de industrial dePudong, se estimaba que un millón más de flotantes ha-bían llegado a Shanghai en ese año. La única encuestamigratoria fiable de la última década, realizada en 1986,estimó que en esa fecha el 3,6% de la población de las 74ciudades encuestadas eran residentes temporales. Otraestimación a nivel nacional, evalúa el número de flotan-tes en 1988, entre 50 y 70 millones de personas. Lo queparece indudable es que el fenómeno se ha incrementa-do. La estación central de ferrocarril de Pekín, construi-da para 50.000 pasajeros diarios, ve transitar por ella ac-tualmente entre 170.000 y 250.000, según los períodos.El gobierno municipal de Pekín estima que cada incre-mento de 100.000 visitantes diarios a la ciudad consume50.000 kilos de grano, 50.000 kilos de verduras, 100.000kilovatios de electricidad, 24.000 litros de agua y utiliza

urbanas en la ultima década, sobre todo hacia las gran-des ciudades y hacia los centros industriales exportado-res del sur de China. Pero dichas ciudades y regiones,pese a su extraordinario dinamismo económico (de he-cho, los centros de más alta tasa de crecimiento econó-mico del mundo en la última década) no pudieron ab-sorber como trabajadores estables a los millones de re-cién llegados, ni proveerlos con viviendas y servicios ur-banos, por lo que muchos de los inmigrantes urbanosviven sin residencia fija o en la periferia rural de las me-trópolis, y otros muchos adaptan un patrón de migra-ciones pendulares estacionales yendo y viniendo entresus aldeas de origen y los centros metropolitanos

18

. AsíGuangzhou (Cantón), una ciudad de unos seis millonesde habitantes, contabilizaba en 1992, un total de 1,34millones de residentes temporales a los que se añadían260.000 turistas diarios. En el conjunto de la provinciade Guandong se estimaban en al menos 6 millones elnúmero de migrantes temporales. En Shanghai, a finesde los 80 había 1,83 millones de flotantes, mientras queen 1993, tras el desarrollo del distrito de industrial dePudong, se estimaba que un millón más de flotantes ha-bían llegado a Shanghai en ese año. La única encuestamigratoria fiable de la última década, realizada en 1986,estimó que en esa fecha el 3,6% de la población de las 74ciudades encuestadas eran residentes temporales. Otraestimación a nivel nacional, evalúa el número de flotan-tes en 1988, entre 50 y 70 millones de personas. Lo queparece indudable es que el fenómeno se ha incrementa-do. La estación central de ferrocarril de Pekín, construi-da para 50.000 pasajeros diarios, ve transitar por ella ac-tualmente entre 170.000 y 250.000, según los períodos.El gobierno municipal de Pekín estima que cada incre-mento de 100.000 visitantes diarios a la ciudad consume50.000 kilos de grano, 50.000 kilos de verduras, 100.000kilovatios de electricidad, 24.000 litros de agua y utiliza

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730 autobuses públicos. Dicho número de visitantesocasiona 100.000 kilos de basura y genera 2.300 kilos dedesechos de alcantarillado. Las condiciones de vida deesta población flotante son muy inferiores a las de la po-blación permanente

19

y son, a la vez, presa fácil del cri-men y refugio de criminales, lo que aumenta los prejui-cios contra ellos entre la población residente. Aunque demenor dimensión que en China, el fenómeno de la po-blación flotante es característico de la mayor parte delmundo en desarrollo y en particular de Asia

20

. Así enBangkok, de los emigrantes llegados la ciudad entre1975 y 1985, el 25% habían vivido ya en tres ciudadesdiferentes y el 77% de los encuestados no pensaban que-darse en Bangkok más de un año, mientras que sólo el12% de los migrantes se habían censado regularmenteen su residencia de Bangkok, indicando una existencia acaballo entre sus zonas de origen y los distintos merca-dos de trabajo urbanos. En Java, el Banco Mundial esti-mó que en 1984 el 25% de los hogares rurales tenían almenos un miembro de la familia trabajando en un cen-tro urbano durante una parte del año, lo que equivalíaal 50% de la población activa urbana. Tendencias simi-lares han sido observadas en Filipinas y Malasia

21

. Laamplitud del fenómeno, y su difusión en otras áreas delmundo, hace cada vez más inoperante la distinción en-tre rural y urbano, en la medida en que lo verdadera-mente significativo es la trama de relaciones que se esta-blecen entre el dinamismo de las grandes ciudades y losflujos de población que se localizan en distintos mo-mentos en distintos tiempos y con distintas intensida-des, según los ritmos de articulación entre economíaglobal y economía local.

En las ciudades de los países desarrollados tambiénse asiste a un incremento de población flotante de un ti-po distinto. Así, Guido Martinotti, en un interesante es-tudio

22

ha insistido en la importancia de poblaciones de

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730 autobuses públicos. Dicho número de visitantesocasiona 100.000 kilos de basura y genera 2.300 kilos dedesechos de alcantarillado. Las condiciones de vida deesta población flotante son muy inferiores a las de la po-blación permanente

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y son, a la vez, presa fácil del cri-men y refugio de criminales, lo que aumenta los prejui-cios contra ellos entre la población residente. Aunque demenor dimensión que en China, el fenómeno de la po-blación flotante es característico de la mayor parte delmundo en desarrollo y en particular de Asia

20

. Así enBangkok, de los emigrantes llegados la ciudad entre1975 y 1985, el 25% habían vivido ya en tres ciudadesdiferentes y el 77% de los encuestados no pensaban que-darse en Bangkok más de un año, mientras que sólo el12% de los migrantes se habían censado regularmenteen su residencia de Bangkok, indicando una existencia acaballo entre sus zonas de origen y los distintos merca-dos de trabajo urbanos. En Java, el Banco Mundial esti-mó que en 1984 el 25% de los hogares rurales tenían almenos un miembro de la familia trabajando en un cen-tro urbano durante una parte del año, lo que equivalíaal 50% de la población activa urbana. Tendencias simi-lares han sido observadas en Filipinas y Malasia

21

. Laamplitud del fenómeno, y su difusión en otras áreas delmundo, hace cada vez más inoperante la distinción en-tre rural y urbano, en la medida en que lo verdadera-mente significativo es la trama de relaciones que se esta-blecen entre el dinamismo de las grandes ciudades y losflujos de población que se localizan en distintos mo-mentos en distintos tiempos y con distintas intensida-des, según los ritmos de articulación entre economíaglobal y economía local.

En las ciudades de los países desarrollados tambiénse asiste a un incremento de población flotante de un ti-po distinto. Así, Guido Martinotti, en un interesante es-tudio

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ha insistido en la importancia de poblaciones de

730 autobuses públicos. Dicho número de visitantesocasiona 100.000 kilos de basura y genera 2.300 kilos dedesechos de alcantarillado. Las condiciones de vida deesta población flotante son muy inferiores a las de la po-blación permanente

19

y son, a la vez, presa fácil del cri-men y refugio de criminales, lo que aumenta los prejui-cios contra ellos entre la población residente. Aunque demenor dimensión que en China, el fenómeno de la po-blación flotante es característico de la mayor parte delmundo en desarrollo y en particular de Asia

20

. Así enBangkok, de los emigrantes llegados la ciudad entre1975 y 1985, el 25% habían vivido ya en tres ciudadesdiferentes y el 77% de los encuestados no pensaban que-darse en Bangkok más de un año, mientras que sólo el12% de los migrantes se habían censado regularmenteen su residencia de Bangkok, indicando una existencia acaballo entre sus zonas de origen y los distintos merca-dos de trabajo urbanos. En Java, el Banco Mundial esti-mó que en 1984 el 25% de los hogares rurales tenían almenos un miembro de la familia trabajando en un cen-tro urbano durante una parte del año, lo que equivalíaal 50% de la población activa urbana. Tendencias simi-lares han sido observadas en Filipinas y Malasia

21

. Laamplitud del fenómeno, y su difusión en otras áreas delmundo, hace cada vez más inoperante la distinción en-tre rural y urbano, en la medida en que lo verdadera-mente significativo es la trama de relaciones que se esta-blecen entre el dinamismo de las grandes ciudades y losflujos de población que se localizan en distintos mo-mentos en distintos tiempos y con distintas intensida-des, según los ritmos de articulación entre economíaglobal y economía local.

En las ciudades de los países desarrollados tambiénse asiste a un incremento de población flotante de un ti-po distinto. Así, Guido Martinotti, en un interesante es-tudio

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ha insistido en la importancia de poblaciones de

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Page 52: Laberintos urbanos en América Latina

visitantes que utilizan la ciudad y sus servicios sin resi-dir en ella. No sólo proviniendo de otras localidades delárea metropolitana, sino de otras regiones y otros paí-ses. Turistas, viajeros de negocios y consumidores urba-nos forman en un día determinado en las principalesciudades europeas, (pero también norteamericanas ysudamericanas) una proporción considerable de losusuarios urbanos que, sin embargo, no aparecen en lasestadísticas ni son contabilizados en la base fiscal e ins-titucional de los servicios urbanos que, no obstante, uti-lizan intensamente.

Tres son los principales problemas ocasionados porlas poblaciones flotantes en la gestión urbana. En pri-mer lugar, su existencia suscita una presión sobre losservicios urbanos mayor de lo que la ciudad puede asu-mir, a menos de recibir ayudas especiales de los nivelessuperiores de la administración, en consonancia con supoblación real y el uso efectivo que se hace de su infraes-tructura. En segundo lugar, la falta de contabilidad esta-dística adecuada de dicha población flotante, así comola irregularidad de sus movimientos, impiden una pla-nificación adecuada de los servicios urbanos. En tercerlugar, se crea una distorsión entre las personas presentesen la ciudad y la ciudadanía capaz de asumir los proble-mas y el gobierno de la ciudad. Ello es negativo tantopara los flotantes, carentes de derechos y, en ocasiones,ilegalizados, como para los residentes que ven rota la so-lidaridad de la ciudadanía por la existencia de diferen-cias de status jurídico y de pertenencia comunitaria enel seno de la población real de la ciudad. Así pues, el de-sarrollo de poblaciones flotantes, directamente relacio-nado con la globalización de los flujos económicos y decomunicación, constituye una nueva realidad urbanapara la que todavía no tienen respuesta las ciudades.

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visitantes que utilizan la ciudad y sus servicios sin resi-dir en ella. No sólo proviniendo de otras localidades delárea metropolitana, sino de otras regiones y otros paí-ses. Turistas, viajeros de negocios y consumidores urba-nos forman en un día determinado en las principalesciudades europeas, (pero también norteamericanas ysudamericanas) una proporción considerable de losusuarios urbanos que, sin embargo, no aparecen en lasestadísticas ni son contabilizados en la base fiscal e ins-titucional de los servicios urbanos que, no obstante, uti-lizan intensamente.

Tres son los principales problemas ocasionados porlas poblaciones flotantes en la gestión urbana. En pri-mer lugar, su existencia suscita una presión sobre losservicios urbanos mayor de lo que la ciudad puede asu-mir, a menos de recibir ayudas especiales de los nivelessuperiores de la administración, en consonancia con supoblación real y el uso efectivo que se hace de su infraes-tructura. En segundo lugar, la falta de contabilidad esta-dística adecuada de dicha población flotante, así comola irregularidad de sus movimientos, impiden una pla-nificación adecuada de los servicios urbanos. En tercerlugar, se crea una distorsión entre las personas presentesen la ciudad y la ciudadanía capaz de asumir los proble-mas y el gobierno de la ciudad. Ello es negativo tantopara los flotantes, carentes de derechos y, en ocasiones,ilegalizados, como para los residentes que ven rota la so-lidaridad de la ciudadanía por la existencia de diferen-cias de status jurídico y de pertenencia comunitaria enel seno de la población real de la ciudad. Así pues, el de-sarrollo de poblaciones flotantes, directamente relacio-nado con la globalización de los flujos económicos y decomunicación, constituye una nueva realidad urbanapara la que todavía no tienen respuesta las ciudades.

visitantes que utilizan la ciudad y sus servicios sin resi-dir en ella. No sólo proviniendo de otras localidades delárea metropolitana, sino de otras regiones y otros paí-ses. Turistas, viajeros de negocios y consumidores urba-nos forman en un día determinado en las principalesciudades europeas, (pero también norteamericanas ysudamericanas) una proporción considerable de losusuarios urbanos que, sin embargo, no aparecen en lasestadísticas ni son contabilizados en la base fiscal e ins-titucional de los servicios urbanos que, no obstante, uti-lizan intensamente.

Tres son los principales problemas ocasionados porlas poblaciones flotantes en la gestión urbana. En pri-mer lugar, su existencia suscita una presión sobre losservicios urbanos mayor de lo que la ciudad puede asu-mir, a menos de recibir ayudas especiales de los nivelessuperiores de la administración, en consonancia con supoblación real y el uso efectivo que se hace de su infraes-tructura. En segundo lugar, la falta de contabilidad esta-dística adecuada de dicha población flotante, así comola irregularidad de sus movimientos, impiden una pla-nificación adecuada de los servicios urbanos. En tercerlugar, se crea una distorsión entre las personas presentesen la ciudad y la ciudadanía capaz de asumir los proble-mas y el gobierno de la ciudad. Ello es negativo tantopara los flotantes, carentes de derechos y, en ocasiones,ilegalizados, como para los residentes que ven rota la so-lidaridad de la ciudadanía por la existencia de diferen-cias de status jurídico y de pertenencia comunitaria enel seno de la población real de la ciudad. Así pues, el de-sarrollo de poblaciones flotantes, directamente relacio-nado con la globalización de los flujos económicos y decomunicación, constituye una nueva realidad urbanapara la que todavía no tienen respuesta las ciudades.

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Page 53: Laberintos urbanos en América Latina

Multiculturalismo y crisis social urbana

En mayo de 1991 se reunieron en Francfort, bajo losauspicios del Consejo de Europa, representantes de dis-tintos gobiernos municipales europeos para tratar laspolíticas municipales para la integración multiculturalde Europa. En la declaración publicada al final de dichareunión

23

se constataba que los países europeos, comoconsecuencia de décadas de inmigración y emigración,se habían tornado sociedades multiculturales. Asimis-mo, en la medida en que los inmigrantes y las minoríasétnicas resultantes se concentraban en las grandes ciu-dades, las políticas de tratamiento de la inmigración yde respeto del multiculturalismo constituían un com-ponente esencial de las nuevas políticas municipales.Concluían afirmando que sólo una Europa genuina-mente democrática capaz de llevar adelante una políti-ca de multiculturalismo puede ser un factor de estabili-dad en el mundo y puede combatir efectivamente losdesequilibrios económicos entre el norte y el sur, el estey el oeste, que conducen a la emigración desordenada(p.167). Una constatación similar puede hacerse en lasociedad norteamericana y con relación al mundo engeneral. Y sin embargo, las reacciones xenófobas en to-dos los países y el incremento del racismo y el fanatismoreligioso en todo el mundo no parecen augurar un fáciltratamiento de la nueva realidad urbana. Los inmigran-tes, y las minorías étnicas, aparecen como chivos expia-torios de las crisis económicas y las incertidumbres so-ciales, según un viejo reflejo históricamente establecido,explotado regularmente por demagogos políticos irres-ponsables. Aun así, la terca nueva realidad de una eco-nomía global interdependiente, de desequilibrios so-cioeconómicos y de la reproducción de minorías étnicasya residentes en los países más desarrollados hacen ine-vitable el multiculturalismo y la plurietnicidad en casi

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Multiculturalismo y crisis social urbana

En mayo de 1991 se reunieron en Francfort, bajo losauspicios del Consejo de Europa, representantes de dis-tintos gobiernos municipales europeos para tratar laspolíticas municipales para la integración multiculturalde Europa. En la declaración publicada al final de dichareunión

23

se constataba que los países europeos, comoconsecuencia de décadas de inmigración y emigración,se habían tornado sociedades multiculturales. Asimis-mo, en la medida en que los inmigrantes y las minoríasétnicas resultantes se concentraban en las grandes ciu-dades, las políticas de tratamiento de la inmigración yde respeto del multiculturalismo constituían un com-ponente esencial de las nuevas políticas municipales.Concluían afirmando que sólo una Europa genuina-mente democrática capaz de llevar adelante una políti-ca de multiculturalismo puede ser un factor de estabili-dad en el mundo y puede combatir efectivamente losdesequilibrios económicos entre el norte y el sur, el estey el oeste, que conducen a la emigración desordenada(p.167). Una constatación similar puede hacerse en lasociedad norteamericana y con relación al mundo engeneral. Y sin embargo, las reacciones xenófobas en to-dos los países y el incremento del racismo y el fanatismoreligioso en todo el mundo no parecen augurar un fáciltratamiento de la nueva realidad urbana. Los inmigran-tes, y las minorías étnicas, aparecen como chivos expia-torios de las crisis económicas y las incertidumbres so-ciales, según un viejo reflejo históricamente establecido,explotado regularmente por demagogos políticos irres-ponsables. Aun así, la terca nueva realidad de una eco-nomía global interdependiente, de desequilibrios so-cioeconómicos y de la reproducción de minorías étnicasya residentes en los países más desarrollados hacen ine-vitable el multiculturalismo y la plurietnicidad en casi

Multiculturalismo y crisis social urbana

En mayo de 1991 se reunieron en Francfort, bajo losauspicios del Consejo de Europa, representantes de dis-tintos gobiernos municipales europeos para tratar laspolíticas municipales para la integración multiculturalde Europa. En la declaración publicada al final de dichareunión

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se constataba que los países europeos, comoconsecuencia de décadas de inmigración y emigración,se habían tornado sociedades multiculturales. Asimis-mo, en la medida en que los inmigrantes y las minoríasétnicas resultantes se concentraban en las grandes ciu-dades, las políticas de tratamiento de la inmigración yde respeto del multiculturalismo constituían un com-ponente esencial de las nuevas políticas municipales.Concluían afirmando que sólo una Europa genuina-mente democrática capaz de llevar adelante una políti-ca de multiculturalismo puede ser un factor de estabili-dad en el mundo y puede combatir efectivamente losdesequilibrios económicos entre el norte y el sur, el estey el oeste, que conducen a la emigración desordenada(p.167). Una constatación similar puede hacerse en lasociedad norteamericana y con relación al mundo engeneral. Y sin embargo, las reacciones xenófobas en to-dos los países y el incremento del racismo y el fanatismoreligioso en todo el mundo no parecen augurar un fáciltratamiento de la nueva realidad urbana. Los inmigran-tes, y las minorías étnicas, aparecen como chivos expia-torios de las crisis económicas y las incertidumbres so-ciales, según un viejo reflejo históricamente establecido,explotado regularmente por demagogos políticos irres-ponsables. Aun así, la terca nueva realidad de una eco-nomía global interdependiente, de desequilibrios so-cioeconómicos y de la reproducción de minorías étnicasya residentes en los países más desarrollados hacen ine-vitable el multiculturalismo y la plurietnicidad en casi

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Page 54: Laberintos urbanos en América Latina

todo el mundo. Incluso Japón, una de las sociedadesculturalmente más homogéneas en el mundo, está expe-rimentando un rápido aumento de su población ex-tranjera, mientras que se asiste al crecimiento de los yo-seba (trabajadores ocasionales sin empleo ni residenciafija) y a su localización espacial temporal en ghettos ur-banos, como el de Kamagasaki en Osaka. Hay quienespiensan, incluidos los autores de este libro, que la plu-rietnicidad y la multiculturalidad son fuentes de rique-za económica y cultural para las sociedades urbanas

24

.Pero incluso quienes estén alarmados por la desapari-ción de la homogeneidad social y por las tensiones so-ciales que ello suscita deben aceptar la nueva realidad:nuestras sociedades, en todas las latitudes, son y seránmulticulturales, y las ciudades (y sobre todo las grandesciudades) concentran el mayor nivel de diversidad.Aprender a convivir en esa situación, saber gestionar elintercambio cultural a partir de la diferencia étnica y re-mediar las desigualdades surgidas de la discriminaciónson dimensiones esenciales de la nueva política local enlas condiciones surgidas de la nueva interdependenciaglobal.

Jordi Borja. Urbanista.Manuel Castells. Profesor de investigación

en el Instituto de Estudios Sociales Avanzados (CSIC) de Barcelona.

Notas

1 Carlos Alonso Zaldívar y Manuel Castells (1992) España,fin de siglo, Madrid: Alianza Editorial 1992.

2 G. Papademetriou y P. Martín (eds) (1991) The unsettledrelationship: labor migration and economic development,Wetsport: Greenwood Press.

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todo el mundo. Incluso Japón, una de las sociedadesculturalmente más homogéneas en el mundo, está expe-rimentando un rápido aumento de su población ex-tranjera, mientras que se asiste al crecimiento de los yo-seba (trabajadores ocasionales sin empleo ni residenciafija) y a su localización espacial temporal en ghettos ur-banos, como el de Kamagasaki en Osaka. Hay quienespiensan, incluidos los autores de este libro, que la plu-rietnicidad y la multiculturalidad son fuentes de rique-za económica y cultural para las sociedades urbanas

24

.Pero incluso quienes estén alarmados por la desapari-ción de la homogeneidad social y por las tensiones so-ciales que ello suscita deben aceptar la nueva realidad:nuestras sociedades, en todas las latitudes, son y seránmulticulturales, y las ciudades (y sobre todo las grandesciudades) concentran el mayor nivel de diversidad.Aprender a convivir en esa situación, saber gestionar elintercambio cultural a partir de la diferencia étnica y re-mediar las desigualdades surgidas de la discriminaciónson dimensiones esenciales de la nueva política local enlas condiciones surgidas de la nueva interdependenciaglobal.

Jordi Borja. Urbanista.Manuel Castells. Profesor de investigación

en el Instituto de Estudios Sociales Avanzados (CSIC) de Barcelona.

Notas

1 Carlos Alonso Zaldívar y Manuel Castells (1992) España,fin de siglo, Madrid: Alianza Editorial 1992.

2 G. Papademetriou y P. Martín (eds) (1991) The unsettledrelationship: labor migration and economic development,Wetsport: Greenwood Press.

todo el mundo. Incluso Japón, una de las sociedadesculturalmente más homogéneas en el mundo, está expe-rimentando un rápido aumento de su población ex-tranjera, mientras que se asiste al crecimiento de los yo-seba (trabajadores ocasionales sin empleo ni residenciafija) y a su localización espacial temporal en ghettos ur-banos, como el de Kamagasaki en Osaka. Hay quienespiensan, incluidos los autores de este libro, que la plu-rietnicidad y la multiculturalidad son fuentes de rique-za económica y cultural para las sociedades urbanas

24

.Pero incluso quienes estén alarmados por la desapari-ción de la homogeneidad social y por las tensiones so-ciales que ello suscita deben aceptar la nueva realidad:nuestras sociedades, en todas las latitudes, son y seránmulticulturales, y las ciudades (y sobre todo las grandesciudades) concentran el mayor nivel de diversidad.Aprender a convivir en esa situación, saber gestionar elintercambio cultural a partir de la diferencia étnica y re-mediar las desigualdades surgidas de la discriminaciónson dimensiones esenciales de la nueva política local enlas condiciones surgidas de la nueva interdependenciaglobal.

Jordi Borja. Urbanista.Manuel Castells. Profesor de investigación

en el Instituto de Estudios Sociales Avanzados (CSIC) de Barcelona.

Notas

1 Carlos Alonso Zaldívar y Manuel Castells (1992) España,fin de siglo, Madrid: Alianza Editorial 1992.

2 G. Papademetriou y P. Martín (eds) (1991) The unsettledrelationship: labor migration and economic development,Wetsport: Greenwood Press.

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Page 55: Laberintos urbanos en América Latina

UNDIESA (United Nations Department for InternationalEconomic and Social Affairs) (1991) World UrbanizationProspects: Estimates and Projections or urban and rural po-pulations and of urban agglomerations, Nueva York: UnitedNations. John Kasarda y Allan Parnell (eds) (1993) ThirdWorld Cities: Problems, Policies and Prospects, Londres: Sa-ge Publications.

3 Findley, 1993. En Kasarda y Parnell, op. cit.4 Duncan Campbell “Foreign investment, labor immobility

and the quality of employment”, International Labour Re-view, 2, 1994.

5 Sharon Stanton Rusell y otros “International Migrationand Development in Subsaharan Africa”, World Bank Dis-cussion Papers 101-102, Washington DC: World Bank,1990.

6 Peter Stalker (1994) The work of strangers. A survey of in-ternational labour migration, Ginebra: International La-bour Office.

7 Peter Stalker, op. cit.8 Ed Blakely y William Goldsmith (1992) Separate societies,

Philadelphia: Temple University Press.9 Robert Bullard, Eugene Gribsby y Charles Lee (1994) Re-

sidential apartheid: the American Legacy, Los Ángeles:UCLA Center for Afro-American Studies.

10 Ruth Peterson y Lauren Krivo (1993) “Racial Segregationand black urban homicide”, en Social Forces, 71.

11 Neuma Aguiar, Río de Janeiro plural: um guia para politicassociais por genero e raça, Río de Janeiro: IUPERJ, 1994.

12 Trevor Jones (1993) Britain’s Ethnic Minorities, Londres:Policy Studies Institute.

13 Consejo de Europa (1993) “Europe 1990-2000: Multicul-turalism in the city, the integration of immigrants” Estras-burgo, Studies and Texts, n. 25, Consejo de Europa, 1993.

14 Consejo de Europa, op. cit.15 Sidney Goldstein (1993), en Kasarda y Parnell, op. cit.

Linda WONG (1994) “China’s urban migranst-the publicpolicy challenge”, in Pacific Affairs, v. 67. n. 3, otoo.

16 Linda Wong, op. cit.

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UNDIESA (United Nations Department for InternationalEconomic and Social Affairs) (1991) World UrbanizationProspects: Estimates and Projections or urban and rural po-pulations and of urban agglomerations, Nueva York: UnitedNations. John Kasarda y Allan Parnell (eds) (1993) ThirdWorld Cities: Problems, Policies and Prospects, Londres: Sa-ge Publications.

3 Findley, 1993. En Kasarda y Parnell, op. cit.4 Duncan Campbell “Foreign investment, labor immobility

and the quality of employment”, International Labour Re-view, 2, 1994.

5 Sharon Stanton Rusell y otros “International Migrationand Development in Subsaharan Africa”, World Bank Dis-cussion Papers 101-102, Washington DC: World Bank,1990.

6 Peter Stalker (1994) The work of strangers. A survey of in-ternational labour migration, Ginebra: International La-bour Office.

7 Peter Stalker, op. cit.8 Ed Blakely y William Goldsmith (1992) Separate societies,

Philadelphia: Temple University Press.9 Robert Bullard, Eugene Gribsby y Charles Lee (1994) Re-

sidential apartheid: the American Legacy, Los Ángeles:UCLA Center for Afro-American Studies.

10 Ruth Peterson y Lauren Krivo (1993) “Racial Segregationand black urban homicide”, en Social Forces, 71.

11 Neuma Aguiar, Río de Janeiro plural: um guia para politicassociais por genero e raça, Río de Janeiro: IUPERJ, 1994.

12 Trevor Jones (1993) Britain’s Ethnic Minorities, Londres:Policy Studies Institute.

13 Consejo de Europa (1993) “Europe 1990-2000: Multicul-turalism in the city, the integration of immigrants” Estras-burgo, Studies and Texts, n. 25, Consejo de Europa, 1993.

14 Consejo de Europa, op. cit.15 Sidney Goldstein (1993), en Kasarda y Parnell, op. cit.

Linda WONG (1994) “China’s urban migranst-the publicpolicy challenge”, in Pacific Affairs, v. 67. n. 3, otoo.

16 Linda Wong, op. cit.

UNDIESA (United Nations Department for InternationalEconomic and Social Affairs) (1991) World UrbanizationProspects: Estimates and Projections or urban and rural po-pulations and of urban agglomerations, Nueva York: UnitedNations. John Kasarda y Allan Parnell (eds) (1993) ThirdWorld Cities: Problems, Policies and Prospects, Londres: Sa-ge Publications.

3 Findley, 1993. En Kasarda y Parnell, op. cit.4 Duncan Campbell “Foreign investment, labor immobility

and the quality of employment”, International Labour Re-view, 2, 1994.

5 Sharon Stanton Rusell y otros “International Migrationand Development in Subsaharan Africa”, World Bank Dis-cussion Papers 101-102, Washington DC: World Bank,1990.

6 Peter Stalker (1994) The work of strangers. A survey of in-ternational labour migration, Ginebra: International La-bour Office.

7 Peter Stalker, op. cit.8 Ed Blakely y William Goldsmith (1992) Separate societies,

Philadelphia: Temple University Press.9 Robert Bullard, Eugene Gribsby y Charles Lee (1994) Re-

sidential apartheid: the American Legacy, Los Ángeles:UCLA Center for Afro-American Studies.

10 Ruth Peterson y Lauren Krivo (1993) “Racial Segregationand black urban homicide”, en Social Forces, 71.

11 Neuma Aguiar, Río de Janeiro plural: um guia para politicassociais por genero e raça, Río de Janeiro: IUPERJ, 1994.

12 Trevor Jones (1993) Britain’s Ethnic Minorities, Londres:Policy Studies Institute.

13 Consejo de Europa (1993) “Europe 1990-2000: Multicul-turalism in the city, the integration of immigrants” Estras-burgo, Studies and Texts, n. 25, Consejo de Europa, 1993.

14 Consejo de Europa, op. cit.15 Sidney Goldstein (1993), en Kasarda y Parnell, op. cit.

Linda WONG (1994) “China’s urban migranst-the publicpolicy challenge”, in Pacific Affairs, v. 67. n. 3, otoo.

16 Linda Wong, op. cit.

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Page 56: Laberintos urbanos en América Latina

17 Richard Kirkby (1985) Urbanization in China, Londres:Oxford University Press.

18 Lincoln Day y Ma Xia (eds,) Migration and Urbanizationin China, Armonk, Nueva York: M.E. Sharpe, 1994.

19 Sidney Goldstein (1993), en Kasarda y Parnell, op. cit.20 Lincoln Day y Ma Xia, op. cit.21 Corner, 1994.22 Martinotti, G. Metropoli. La nuova morfologia sociale della

cittá. Il Mulino, Bologna, 1993.23 Consejo de Europa, op. cit.24 Aleksandra Alund y Carl-Ulrik Schierup (1991) Paradoxes

of multiculturalism, Aldershot: Avebury.

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17 Richard Kirkby (1985) Urbanization in China, Londres:Oxford University Press.

18 Lincoln Day y Ma Xia (eds,) Migration and Urbanizationin China, Armonk, Nueva York: M.E. Sharpe, 1994.

19 Sidney Goldstein (1993), en Kasarda y Parnell, op. cit.20 Lincoln Day y Ma Xia, op. cit.21 Corner, 1994.22 Martinotti, G. Metropoli. La nuova morfologia sociale della

cittá. Il Mulino, Bologna, 1993.23 Consejo de Europa, op. cit.24 Aleksandra Alund y Carl-Ulrik Schierup (1991) Paradoxes

of multiculturalism, Aldershot: Avebury.

17 Richard Kirkby (1985) Urbanization in China, Londres:Oxford University Press.

18 Lincoln Day y Ma Xia (eds,) Migration and Urbanizationin China, Armonk, Nueva York: M.E. Sharpe, 1994.

19 Sidney Goldstein (1993), en Kasarda y Parnell, op. cit.20 Lincoln Day y Ma Xia, op. cit.21 Corner, 1994.22 Martinotti, G. Metropoli. La nuova morfologia sociale della

cittá. Il Mulino, Bologna, 1993.23 Consejo de Europa, op. cit.24 Aleksandra Alund y Carl-Ulrik Schierup (1991) Paradoxes

of multiculturalism, Aldershot: Avebury.

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Page 57: Laberintos urbanos en América Latina

3Ciudad, democracia y

gobernanza en América Latina1

Alfredo Rodríguez Lucy Winchester

Introducción

Caracas: explosión social en febrero de 1989, el Cara-cazo. Buenos Aires: asaltos a supermercados y tiendasen mayo y junio 1989. Santiago del Estero, Argentina:quema de edificios de gobierno y de las casas de polí-ticos y funcionarios públicos en diciembre 1993. Cu-ranilahue, Chile: toma de caminos como protesta porel cierre de minas de carbón, 1994. Chiapas: ocupa-ción de doce ciudades, enero 1994.

En los años recientes, las ciudades de América Lati-na han sido escenario de grandes manifestaciones dedescontento social. Desde una perspectiva de “goberna-bilidad”, estos estallidos sociales se pueden definir como“ingobernabilidad democrática”. Desde una aproxima-ción de “gobernanza”

2

, corresponden a conflictos quesurgen al contraponerse los cambios en las estructuraseconómicas y sociales, de una parte, y la inercia de lasestructuras políticas y sociales tradicionales, de otra

3

.Por tanto, no son resultado de demandas excesivas queno pueden ser procesadas por un sistema democrático,no son asunto de gobernabilidad. Son resultado de laforma como se gobierna, son cosa de gobernanza.

Desde esta segunda perspectiva, queremos en esteartículo explorar los cambios que están ocurriendo en

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3Ciudad, democracia y

gobernanza en América Latina1

Alfredo Rodríguez Lucy Winchester

Introducción

Caracas: explosión social en febrero de 1989, el Cara-cazo. Buenos Aires: asaltos a supermercados y tiendasen mayo y junio 1989. Santiago del Estero, Argentina:quema de edificios de gobierno y de las casas de polí-ticos y funcionarios públicos en diciembre 1993. Cu-ranilahue, Chile: toma de caminos como protesta porel cierre de minas de carbón, 1994. Chiapas: ocupa-ción de doce ciudades, enero 1994.

En los años recientes, las ciudades de América Lati-na han sido escenario de grandes manifestaciones dedescontento social. Desde una perspectiva de “goberna-bilidad”, estos estallidos sociales se pueden definir como“ingobernabilidad democrática”. Desde una aproxima-ción de “gobernanza”

2

, corresponden a conflictos quesurgen al contraponerse los cambios en las estructuraseconómicas y sociales, de una parte, y la inercia de lasestructuras políticas y sociales tradicionales, de otra

3

.Por tanto, no son resultado de demandas excesivas queno pueden ser procesadas por un sistema democrático,no son asunto de gobernabilidad. Son resultado de laforma como se gobierna, son cosa de gobernanza.

Desde esta segunda perspectiva, queremos en esteartículo explorar los cambios que están ocurriendo en

3Ciudad, democracia y

gobernanza en América Latina1

Alfredo Rodríguez Lucy Winchester

Introducción

Caracas: explosión social en febrero de 1989, el Cara-cazo. Buenos Aires: asaltos a supermercados y tiendasen mayo y junio 1989. Santiago del Estero, Argentina:quema de edificios de gobierno y de las casas de polí-ticos y funcionarios públicos en diciembre 1993. Cu-ranilahue, Chile: toma de caminos como protesta porel cierre de minas de carbón, 1994. Chiapas: ocupa-ción de doce ciudades, enero 1994.

En los años recientes, las ciudades de América Lati-na han sido escenario de grandes manifestaciones dedescontento social. Desde una perspectiva de “goberna-bilidad”, estos estallidos sociales se pueden definir como“ingobernabilidad democrática”. Desde una aproxima-ción de “gobernanza”

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, corresponden a conflictos quesurgen al contraponerse los cambios en las estructuraseconómicas y sociales, de una parte, y la inercia de lasestructuras políticas y sociales tradicionales, de otra

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.Por tanto, no son resultado de demandas excesivas queno pueden ser procesadas por un sistema democrático,no son asunto de gobernabilidad. Son resultado de laforma como se gobierna, son cosa de gobernanza.

Desde esta segunda perspectiva, queremos en esteartículo explorar los cambios que están ocurriendo en

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las ciudades de América Latina y sus implicaciones en elproceso y la forma como se gobiernan.

1. Cambios en el entorno económico, social y políticode la ciudad

Desde fines de los años setenta en adelante, los paí-ses de la región han experimentado, con distinta inten-sidad, profundos cambios en sus estructuras económi-cas, sociales y en los paradigmas sobre el Estado y la so-ciedad (Restrepo 1994: 95-96; Schvarzer 1994; Tenti1993; Infante 1993). América Latina se encuentra en unproceso de transformación de su modelo de crecimien-to, desde uno hacia adentro, basado en la industrializa-ción substitutiva de importaciones, a un modelo abier-to a los mercados internacionales, cuyo motor principales el sector privado.

No ha sido ni es un proceso fácil. Los cambios quese han expresado primeramente y con mayor fuerza enel plano económico, han ocurrido en el marco de unasociedad estructurada de acuerdo a otras lógicas: se hanenfrentado a la inercia de la organización política y so-cial del Estado, a las formas tradicionales de la vida po-lítica local y a una estructura física de la ciudad que na-ció como expresión de modalidades de producción y re-producción diferentes a las que hoy están tomandocuerpo (Schvarzer 1994; Restrepo 1994:99; Díaz 1993).Por tal razón, las consecuencias de los cambios econó-micos han tomado mayor tiempo en expresarse en elconjunto de la sociedad que en el campo económicopropiamente tal, generando conflictos y nuevas áreas depreocupación política.

El contexto económico, social y político de la ciudadha cambiado y sigue estando sujeto a un proceso decambio, resultado de la transformación del sistema eco-nómico mundial y de la transición democrática propia

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las ciudades de América Latina y sus implicaciones en elproceso y la forma como se gobiernan.

1. Cambios en el entorno económico, social y políticode la ciudad

Desde fines de los años setenta en adelante, los paí-ses de la región han experimentado, con distinta inten-sidad, profundos cambios en sus estructuras económi-cas, sociales y en los paradigmas sobre el Estado y la so-ciedad (Restrepo 1994: 95-96; Schvarzer 1994; Tenti1993; Infante 1993). América Latina se encuentra en unproceso de transformación de su modelo de crecimien-to, desde uno hacia adentro, basado en la industrializa-ción substitutiva de importaciones, a un modelo abier-to a los mercados internacionales, cuyo motor principales el sector privado.

No ha sido ni es un proceso fácil. Los cambios quese han expresado primeramente y con mayor fuerza enel plano económico, han ocurrido en el marco de unasociedad estructurada de acuerdo a otras lógicas: se hanenfrentado a la inercia de la organización política y so-cial del Estado, a las formas tradicionales de la vida po-lítica local y a una estructura física de la ciudad que na-ció como expresión de modalidades de producción y re-producción diferentes a las que hoy están tomandocuerpo (Schvarzer 1994; Restrepo 1994:99; Díaz 1993).Por tal razón, las consecuencias de los cambios econó-micos han tomado mayor tiempo en expresarse en elconjunto de la sociedad que en el campo económicopropiamente tal, generando conflictos y nuevas áreas depreocupación política.

El contexto económico, social y político de la ciudadha cambiado y sigue estando sujeto a un proceso decambio, resultado de la transformación del sistema eco-nómico mundial y de la transición democrática propia

las ciudades de América Latina y sus implicaciones en elproceso y la forma como se gobiernan.

1. Cambios en el entorno económico, social y políticode la ciudad

Desde fines de los años setenta en adelante, los paí-ses de la región han experimentado, con distinta inten-sidad, profundos cambios en sus estructuras económi-cas, sociales y en los paradigmas sobre el Estado y la so-ciedad (Restrepo 1994: 95-96; Schvarzer 1994; Tenti1993; Infante 1993). América Latina se encuentra en unproceso de transformación de su modelo de crecimien-to, desde uno hacia adentro, basado en la industrializa-ción substitutiva de importaciones, a un modelo abier-to a los mercados internacionales, cuyo motor principales el sector privado.

No ha sido ni es un proceso fácil. Los cambios quese han expresado primeramente y con mayor fuerza enel plano económico, han ocurrido en el marco de unasociedad estructurada de acuerdo a otras lógicas: se hanenfrentado a la inercia de la organización política y so-cial del Estado, a las formas tradicionales de la vida po-lítica local y a una estructura física de la ciudad que na-ció como expresión de modalidades de producción y re-producción diferentes a las que hoy están tomandocuerpo (Schvarzer 1994; Restrepo 1994:99; Díaz 1993).Por tal razón, las consecuencias de los cambios econó-micos han tomado mayor tiempo en expresarse en elconjunto de la sociedad que en el campo económicopropiamente tal, generando conflictos y nuevas áreas depreocupación política.

El contexto económico, social y político de la ciudadha cambiado y sigue estando sujeto a un proceso decambio, resultado de la transformación del sistema eco-nómico mundial y de la transición democrática propia

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de los países latinoamericanos. Estos procesos, que co-mienzan a aparecer en las ciudades de la región, tieneny tendrán incidencia importante en la vida de las ciuda-des y en la capacidad que requieren y requerirán los “de-cision makers” locales para asegurar el futuro desarrollourbano.

Mercado laboral urbano

En los países de la región, la apertura de las econo-mías y las reformas de ajuste estructural afectaron nega-tivamente el mercado laboral urbano en dos dimensio-nes: el empleo y el salario (Infante 1993:6).

Respecto al primero, Infante (1993:7-10) señala tresgrandes cambios en la naturaleza de los problemas delempleo:

a) Aumento de la oferta de fuerza de trabajo urbana de-bido al incremento de la tasa de participación de lasmujeres -en parte por exclusión de los hombres, quetradicionalmente tienen salarios más altos- y al mante-nimiento de la migración hacia zonas urbanas.b) Pérdida en la calidad de las ocupaciones. Dado el me-nor requerimiento de fuerza de trabajo por parte delsector moderno de la economía, se está produciendo unaumento de empleos en el sector informal urbano. Jun-to a lo anterior, la menor estabilidad laboral y el aumen-to en la subcontratación por empresas grandes han pre-carizado la calidad incluso de los empleos formales ur-banos (Díaz 1993).c) Aumento y cambio de composición del desempleo.Como señala Herzer (1992:37), por primera vez en Bue-nos Aires el número de desempleados hombres es supe-rior al de mujeres.

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de los países latinoamericanos. Estos procesos, que co-mienzan a aparecer en las ciudades de la región, tieneny tendrán incidencia importante en la vida de las ciuda-des y en la capacidad que requieren y requerirán los “de-cision makers” locales para asegurar el futuro desarrollourbano.

Mercado laboral urbano

En los países de la región, la apertura de las econo-mías y las reformas de ajuste estructural afectaron nega-tivamente el mercado laboral urbano en dos dimensio-nes: el empleo y el salario (Infante 1993:6).

Respecto al primero, Infante (1993:7-10) señala tresgrandes cambios en la naturaleza de los problemas delempleo:

a) Aumento de la oferta de fuerza de trabajo urbana de-bido al incremento de la tasa de participación de lasmujeres -en parte por exclusión de los hombres, quetradicionalmente tienen salarios más altos- y al mante-nimiento de la migración hacia zonas urbanas.b) Pérdida en la calidad de las ocupaciones. Dado el me-nor requerimiento de fuerza de trabajo por parte delsector moderno de la economía, se está produciendo unaumento de empleos en el sector informal urbano. Jun-to a lo anterior, la menor estabilidad laboral y el aumen-to en la subcontratación por empresas grandes han pre-carizado la calidad incluso de los empleos formales ur-banos (Díaz 1993).c) Aumento y cambio de composición del desempleo.Como señala Herzer (1992:37), por primera vez en Bue-nos Aires el número de desempleados hombres es supe-rior al de mujeres.

de los países latinoamericanos. Estos procesos, que co-mienzan a aparecer en las ciudades de la región, tieneny tendrán incidencia importante en la vida de las ciuda-des y en la capacidad que requieren y requerirán los “de-cision makers” locales para asegurar el futuro desarrollourbano.

Mercado laboral urbano

En los países de la región, la apertura de las econo-mías y las reformas de ajuste estructural afectaron nega-tivamente el mercado laboral urbano en dos dimensio-nes: el empleo y el salario (Infante 1993:6).

Respecto al primero, Infante (1993:7-10) señala tresgrandes cambios en la naturaleza de los problemas delempleo:

a) Aumento de la oferta de fuerza de trabajo urbana de-bido al incremento de la tasa de participación de lasmujeres -en parte por exclusión de los hombres, quetradicionalmente tienen salarios más altos- y al mante-nimiento de la migración hacia zonas urbanas.b) Pérdida en la calidad de las ocupaciones. Dado el me-nor requerimiento de fuerza de trabajo por parte delsector moderno de la economía, se está produciendo unaumento de empleos en el sector informal urbano. Jun-to a lo anterior, la menor estabilidad laboral y el aumen-to en la subcontratación por empresas grandes han pre-carizado la calidad incluso de los empleos formales ur-banos (Díaz 1993).c) Aumento y cambio de composición del desempleo.Como señala Herzer (1992:37), por primera vez en Bue-nos Aires el número de desempleados hombres es supe-rior al de mujeres.

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Los cambios económicos han significado también eldeterioro de los ingresos laborales urbanos en la región,por:

a) Ajuste de los salarios. Según PREALC (1992), en ladécada de los ochenta, las remuneraciones en el sectorpúblico se redujeron en 30 por ciento en términos rea-les, y los salarios mínimos en 33 por ciento (Infante1993:10).b)Contracción de los ingresos reales del sector informalurbano. Según PREALC (1992), la caída del ingreso realde los ocupados en el sector informal urbano habría al-canzado un 42 por ciento en la década (Infante1993:11).

El resultado más nítido de estos cambios en el mer-cado laboral ha sido la precarización de la fuerza de tra-bajo urbana, esto es, una fuerza de trabajo con altos ín-dices de desempleo e inestabilidad, con condiciones detrabajo desreguladas, con reducción en los salarios mí-nimos y altos índices de informalidad. Esta precariza-ción genera nuevas demandas sociales y económicas enel espacio local de la ciudad.

Desmaterialización

La reducción a lo largo del tiempo del número deplantas productoras, de su tamaño medio y, por consi-guiente, del empleo en las grandes empresas fabriles, hamodificado las condiciones del empleo en la ciudad y lapropia fisonomía de la urbe. Quizás una de las condi-ciones que inciden con mayor fuerza en este cambio esla tendencia a la desmaterialización de la producción, yello en diversos sentidos (Schvarzer 1994:6-9):

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Los cambios económicos han significado también eldeterioro de los ingresos laborales urbanos en la región,por:

a) Ajuste de los salarios. Según PREALC (1992), en ladécada de los ochenta, las remuneraciones en el sectorpúblico se redujeron en 30 por ciento en términos rea-les, y los salarios mínimos en 33 por ciento (Infante1993:10).b)Contracción de los ingresos reales del sector informalurbano. Según PREALC (1992), la caída del ingreso realde los ocupados en el sector informal urbano habría al-canzado un 42 por ciento en la década (Infante1993:11).

El resultado más nítido de estos cambios en el mer-cado laboral ha sido la precarización de la fuerza de tra-bajo urbana, esto es, una fuerza de trabajo con altos ín-dices de desempleo e inestabilidad, con condiciones detrabajo desreguladas, con reducción en los salarios mí-nimos y altos índices de informalidad. Esta precariza-ción genera nuevas demandas sociales y económicas enel espacio local de la ciudad.

Desmaterialización

La reducción a lo largo del tiempo del número deplantas productoras, de su tamaño medio y, por consi-guiente, del empleo en las grandes empresas fabriles, hamodificado las condiciones del empleo en la ciudad y lapropia fisonomía de la urbe. Quizás una de las condi-ciones que inciden con mayor fuerza en este cambio esla tendencia a la desmaterialización de la producción, yello en diversos sentidos (Schvarzer 1994:6-9):

Los cambios económicos han significado también eldeterioro de los ingresos laborales urbanos en la región,por:

a) Ajuste de los salarios. Según PREALC (1992), en ladécada de los ochenta, las remuneraciones en el sectorpúblico se redujeron en 30 por ciento en términos rea-les, y los salarios mínimos en 33 por ciento (Infante1993:10).b)Contracción de los ingresos reales del sector informalurbano. Según PREALC (1992), la caída del ingreso realde los ocupados en el sector informal urbano habría al-canzado un 42 por ciento en la década (Infante1993:11).

El resultado más nítido de estos cambios en el mer-cado laboral ha sido la precarización de la fuerza de tra-bajo urbana, esto es, una fuerza de trabajo con altos ín-dices de desempleo e inestabilidad, con condiciones detrabajo desreguladas, con reducción en los salarios mí-nimos y altos índices de informalidad. Esta precariza-ción genera nuevas demandas sociales y económicas enel espacio local de la ciudad.

Desmaterialización

La reducción a lo largo del tiempo del número deplantas productoras, de su tamaño medio y, por consi-guiente, del empleo en las grandes empresas fabriles, hamodificado las condiciones del empleo en la ciudad y lapropia fisonomía de la urbe. Quizás una de las condi-ciones que inciden con mayor fuerza en este cambio esla tendencia a la desmaterialización de la producción, yello en diversos sentidos (Schvarzer 1994:6-9):

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a) Cada vez más, los bienes que aporta la industria re-quieren menos materiales, y hasta no los utilizan en elsentido clásico.b) La evolución industrial tiende a exigir un uso mayordel conocimiento y de la materia gris sobre la fuerzamuscular. Ello conlleva la modificación de la estructurasocial de la mano de obra urbana en los lugares en don-de predomina.c) Nuevas características de las plantas fabriles vincula-das a los sistemas de comunicaciones y transporte: sepueden alejar de las fuentes de materias primas, existeun mayor contacto con mano de obra calificada.d) Desplazamiento de las sedes de las grandes empresasdesde las grandes ciudades a pequeñas, o desde el centrode la ciudad hacia localizaciones periféricas.

Con la desmaterialización de la producción, los sec-tores obreros tradicionales y los insumos físicos pierdenimportancia en el proceso productivo, lo cual suponecambios en cuanto a los actores sociales urbanos y a lasformas de capacitación de la fuerza de trabajo. Para lasciudades, esta tendencia implica modificaciones adicio-nales. Los nuevos sectores y actividades dinámicas con-figuran un segmento de una economía urbana que re-quiere soportes para productos inmateriales: patronesde localización diferentes; mercado de trabajo con unnuevo tipo de trabajador, menos obreros.

Desde la perspectiva de estos cambios, la ciudad la-tinoamericana, centro y soporte material de la indus-trialización substitutiva, experimenta fuertes tensionesal desaparecer el modelo económico que la hizo creceren los últimos cuarenta años. En una imagen: las zonascercanas al centro de la ciudad, esas viejas áreas indus-triales abandonadas, los rieles de ferrocarriles que ya noexisten, los muelles vacíos: Montevideo, Santiago, Bue-nos Aires...

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a) Cada vez más, los bienes que aporta la industria re-quieren menos materiales, y hasta no los utilizan en elsentido clásico.b) La evolución industrial tiende a exigir un uso mayordel conocimiento y de la materia gris sobre la fuerzamuscular. Ello conlleva la modificación de la estructurasocial de la mano de obra urbana en los lugares en don-de predomina.c) Nuevas características de las plantas fabriles vincula-das a los sistemas de comunicaciones y transporte: sepueden alejar de las fuentes de materias primas, existeun mayor contacto con mano de obra calificada.d) Desplazamiento de las sedes de las grandes empresasdesde las grandes ciudades a pequeñas, o desde el centrode la ciudad hacia localizaciones periféricas.

Con la desmaterialización de la producción, los sec-tores obreros tradicionales y los insumos físicos pierdenimportancia en el proceso productivo, lo cual suponecambios en cuanto a los actores sociales urbanos y a lasformas de capacitación de la fuerza de trabajo. Para lasciudades, esta tendencia implica modificaciones adicio-nales. Los nuevos sectores y actividades dinámicas con-figuran un segmento de una economía urbana que re-quiere soportes para productos inmateriales: patronesde localización diferentes; mercado de trabajo con unnuevo tipo de trabajador, menos obreros.

Desde la perspectiva de estos cambios, la ciudad la-tinoamericana, centro y soporte material de la indus-trialización substitutiva, experimenta fuertes tensionesal desaparecer el modelo económico que la hizo creceren los últimos cuarenta años. En una imagen: las zonascercanas al centro de la ciudad, esas viejas áreas indus-triales abandonadas, los rieles de ferrocarriles que ya noexisten, los muelles vacíos: Montevideo, Santiago, Bue-nos Aires...

a) Cada vez más, los bienes que aporta la industria re-quieren menos materiales, y hasta no los utilizan en elsentido clásico.b) La evolución industrial tiende a exigir un uso mayordel conocimiento y de la materia gris sobre la fuerzamuscular. Ello conlleva la modificación de la estructurasocial de la mano de obra urbana en los lugares en don-de predomina.c) Nuevas características de las plantas fabriles vincula-das a los sistemas de comunicaciones y transporte: sepueden alejar de las fuentes de materias primas, existeun mayor contacto con mano de obra calificada.d) Desplazamiento de las sedes de las grandes empresasdesde las grandes ciudades a pequeñas, o desde el centrode la ciudad hacia localizaciones periféricas.

Con la desmaterialización de la producción, los sec-tores obreros tradicionales y los insumos físicos pierdenimportancia en el proceso productivo, lo cual suponecambios en cuanto a los actores sociales urbanos y a lasformas de capacitación de la fuerza de trabajo. Para lasciudades, esta tendencia implica modificaciones adicio-nales. Los nuevos sectores y actividades dinámicas con-figuran un segmento de una economía urbana que re-quiere soportes para productos inmateriales: patronesde localización diferentes; mercado de trabajo con unnuevo tipo de trabajador, menos obreros.

Desde la perspectiva de estos cambios, la ciudad la-tinoamericana, centro y soporte material de la indus-trialización substitutiva, experimenta fuertes tensionesal desaparecer el modelo económico que la hizo creceren los últimos cuarenta años. En una imagen: las zonascercanas al centro de la ciudad, esas viejas áreas indus-triales abandonadas, los rieles de ferrocarriles que ya noexisten, los muelles vacíos: Montevideo, Santiago, Bue-nos Aires...

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Y las ciudades no sólo cambian en lo que se refiere asus características físicas, sino que “la tendencia a la re-ducción del empleo fabril en el empleo total, a la menorconcentración de trabajadores en las grandes plantas, alcambio de sus calificaciones y de sus formas de operar,al menor uso de materiales físicos en favor de insumosintelectuales y el desplazamiento de sus sedes hacia nue-vas direcciones” (Schvarzer 1994:10), son factores queindican que también las características sociales de lasciudades son diferentes.

Cambios en lo social

Los cambios en la economía urbana se expresan enel orden social por la pérdida de importancia “de losgrandes actores colectivos nacionales clásicos, particu-larmente de la burguesía y de la clase obrera organiza-dos en el marco de una economía volcada hacia el mer-cado interno” (Tenti 1993:75). Las transformaciones su-fridas por el mercado del empleo y por el marco jurídi-co institucional que lo rige, han contribuido a la deses-tructuración del mundo obrero. En la mayoría de lasciudades de la región, el aparato sindical cuenta con me-nos adherentes, ha perdido capacidad de movilización ynegociación frente a patrones y el Estado, y cada vez esmenos capaz de participar en acciones colectivas de in-terés general (Tenti 1993:63).

El lugar que “el movimiento obrero organizado” ce-de poco a poco, tiende a ser ocupado por diferentes ac-tores locales, que no necesariamente se ordenan desde launidad productiva con un carácter hegemónico de cla-se. Tienden actuar en el espacio local de la ciudad, y seaglutinan desde:

a) lo espacial (movimientos barriales, regionales);

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Y las ciudades no sólo cambian en lo que se refiere asus características físicas, sino que “la tendencia a la re-ducción del empleo fabril en el empleo total, a la menorconcentración de trabajadores en las grandes plantas, alcambio de sus calificaciones y de sus formas de operar,al menor uso de materiales físicos en favor de insumosintelectuales y el desplazamiento de sus sedes hacia nue-vas direcciones” (Schvarzer 1994:10), son factores queindican que también las características sociales de lasciudades son diferentes.

Cambios en lo social

Los cambios en la economía urbana se expresan enel orden social por la pérdida de importancia “de losgrandes actores colectivos nacionales clásicos, particu-larmente de la burguesía y de la clase obrera organiza-dos en el marco de una economía volcada hacia el mer-cado interno” (Tenti 1993:75). Las transformaciones su-fridas por el mercado del empleo y por el marco jurídi-co institucional que lo rige, han contribuido a la deses-tructuración del mundo obrero. En la mayoría de lasciudades de la región, el aparato sindical cuenta con me-nos adherentes, ha perdido capacidad de movilización ynegociación frente a patrones y el Estado, y cada vez esmenos capaz de participar en acciones colectivas de in-terés general (Tenti 1993:63).

El lugar que “el movimiento obrero organizado” ce-de poco a poco, tiende a ser ocupado por diferentes ac-tores locales, que no necesariamente se ordenan desde launidad productiva con un carácter hegemónico de cla-se. Tienden actuar en el espacio local de la ciudad, y seaglutinan desde:

a) lo espacial (movimientos barriales, regionales);

Y las ciudades no sólo cambian en lo que se refiere asus características físicas, sino que “la tendencia a la re-ducción del empleo fabril en el empleo total, a la menorconcentración de trabajadores en las grandes plantas, alcambio de sus calificaciones y de sus formas de operar,al menor uso de materiales físicos en favor de insumosintelectuales y el desplazamiento de sus sedes hacia nue-vas direcciones” (Schvarzer 1994:10), son factores queindican que también las características sociales de lasciudades son diferentes.

Cambios en lo social

Los cambios en la economía urbana se expresan enel orden social por la pérdida de importancia “de losgrandes actores colectivos nacionales clásicos, particu-larmente de la burguesía y de la clase obrera organiza-dos en el marco de una economía volcada hacia el mer-cado interno” (Tenti 1993:75). Las transformaciones su-fridas por el mercado del empleo y por el marco jurídi-co institucional que lo rige, han contribuido a la deses-tructuración del mundo obrero. En la mayoría de lasciudades de la región, el aparato sindical cuenta con me-nos adherentes, ha perdido capacidad de movilización ynegociación frente a patrones y el Estado, y cada vez esmenos capaz de participar en acciones colectivas de in-terés general (Tenti 1993:63).

El lugar que “el movimiento obrero organizado” ce-de poco a poco, tiende a ser ocupado por diferentes ac-tores locales, que no necesariamente se ordenan desde launidad productiva con un carácter hegemónico de cla-se. Tienden actuar en el espacio local de la ciudad, y seaglutinan desde:

a) lo espacial (movimientos barriales, regionales);

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b) lo cultural (movimientos étnicos, de mujeres, ecoló-gicos);c) las condiciones para la reproducción (servicios públi-cos: agua, vivienda, educación; servicios sociales).

Las formas colectivas dejan de ser consideradas sólocomo instrumentos que se utilizan para relacionarse di-rectamente con el Estado en búsqueda de la resoluciónde conflictos generados por demandas sociales, políticasy económicas. Restrepo (1994:96) nos señala que ahora“las empresas, asociaciones, partidos, gremios, vuelvenla mirada sobre su estructura, sus rutinas y procesos de-cisionales, ya que de ellos depende la eficiencia en la ob-tención de fines económicos, administrativos o políti-cos”.

A menudo la presencia de estos actores sólo es efi-caz, y ello relativamente, en los contextos locales y con-centrados en lo local de las ciudades, generalmente mu-nicipios. Y es allí precisamente donde se discute y se de-terminan las políticas sociales más asistencialistas, ydonde éstas son las más inestables y las más ligadas a ob-jetivos políticos inmediatos (Tenti 1993), lo que las ha-ce vulnerables a la dinámica propia de la vida políticalocal de la ciudad.

Cambios en el papel del Estado

En el marco de “la reforma del Estado”, el Estado na-cional deja progresivamente de ser el responsable direc-to de la integración social y nacional. Actualmente estafunción es cada vez más resultado de la lógica del mer-cado y de la acción de medios de comunicación de ma-sas. Las identidades nacionales y de clases tienden a serreemplazadas por identidades locales (de empresa, pro-fesionales, regionales, religiosas, etc.) y particularistas, opor identidades supranacionales (el consumo, la asimi-

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b) lo cultural (movimientos étnicos, de mujeres, ecoló-gicos);c) las condiciones para la reproducción (servicios públi-cos: agua, vivienda, educación; servicios sociales).

Las formas colectivas dejan de ser consideradas sólocomo instrumentos que se utilizan para relacionarse di-rectamente con el Estado en búsqueda de la resoluciónde conflictos generados por demandas sociales, políticasy económicas. Restrepo (1994:96) nos señala que ahora“las empresas, asociaciones, partidos, gremios, vuelvenla mirada sobre su estructura, sus rutinas y procesos de-cisionales, ya que de ellos depende la eficiencia en la ob-tención de fines económicos, administrativos o políti-cos”.

A menudo la presencia de estos actores sólo es efi-caz, y ello relativamente, en los contextos locales y con-centrados en lo local de las ciudades, generalmente mu-nicipios. Y es allí precisamente donde se discute y se de-terminan las políticas sociales más asistencialistas, ydonde éstas son las más inestables y las más ligadas a ob-jetivos políticos inmediatos (Tenti 1993), lo que las ha-ce vulnerables a la dinámica propia de la vida políticalocal de la ciudad.

Cambios en el papel del Estado

En el marco de “la reforma del Estado”, el Estado na-cional deja progresivamente de ser el responsable direc-to de la integración social y nacional. Actualmente estafunción es cada vez más resultado de la lógica del mer-cado y de la acción de medios de comunicación de ma-sas. Las identidades nacionales y de clases tienden a serreemplazadas por identidades locales (de empresa, pro-fesionales, regionales, religiosas, etc.) y particularistas, opor identidades supranacionales (el consumo, la asimi-

b) lo cultural (movimientos étnicos, de mujeres, ecoló-gicos);c) las condiciones para la reproducción (servicios públi-cos: agua, vivienda, educación; servicios sociales).

Las formas colectivas dejan de ser consideradas sólocomo instrumentos que se utilizan para relacionarse di-rectamente con el Estado en búsqueda de la resoluciónde conflictos generados por demandas sociales, políticasy económicas. Restrepo (1994:96) nos señala que ahora“las empresas, asociaciones, partidos, gremios, vuelvenla mirada sobre su estructura, sus rutinas y procesos de-cisionales, ya que de ellos depende la eficiencia en la ob-tención de fines económicos, administrativos o políti-cos”.

A menudo la presencia de estos actores sólo es efi-caz, y ello relativamente, en los contextos locales y con-centrados en lo local de las ciudades, generalmente mu-nicipios. Y es allí precisamente donde se discute y se de-terminan las políticas sociales más asistencialistas, ydonde éstas son las más inestables y las más ligadas a ob-jetivos políticos inmediatos (Tenti 1993), lo que las ha-ce vulnerables a la dinámica propia de la vida políticalocal de la ciudad.

Cambios en el papel del Estado

En el marco de “la reforma del Estado”, el Estado na-cional deja progresivamente de ser el responsable direc-to de la integración social y nacional. Actualmente estafunción es cada vez más resultado de la lógica del mer-cado y de la acción de medios de comunicación de ma-sas. Las identidades nacionales y de clases tienden a serreemplazadas por identidades locales (de empresa, pro-fesionales, regionales, religiosas, etc.) y particularistas, opor identidades supranacionales (el consumo, la asimi-

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lación de estereotipos o estilos de vida supranacionales)(Tenti 1993:76).Desde distintas perspectivas se propone una “recupera-ción” de espacios de poder y libertad anteriormente es-tatales, por la sociedad civil. Esta recuperación podríatomar tres formas (Restrepo 1994:96):

a) La devolución o privatización de propiedades o fun-ciones antes de dominio estatal (la privatización de lopúblico) (Pírez, 1994:1-3).b) La construcción de lo público.c) La invocación a la participación de ciudadanos, co-munidades, gremios y localidades de diferente tamaño yestatuto.

El Estado comienza a reconfigurarse y descentrali-zarse en muchos actores e instancias. La fase de transi-ción se caracteriza por “el desmonte del carácter estatalde una serie de servicios y empresas, las nuevas tenden-cias de la administración pública, la valorización de lapluralidad de actores privados, la primacía de las seña-les del mercado y sus agentes como determinantes de laasignación de recursos en la sociedad, y la revaloriza-ción de la concepción de la democracia como un siste-ma político” (Restrepo 1994:97)

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.

Lo público

Parece existir una tendencia a culpar al Estado portodos los males: el desempleo, la falta de desarrollo, ladestrucción de la naturaleza. El mercado, por el contra-rio, pareciera contener las soluciones a estos problemas.Hinkelammert (1992:191) nos hace ver que “si antes elEstado se asignaba una función clave en el desarrolloeconómico y social de la sociedad, en las décadas de lossetenta y ochenta el Estado es designado como el gran

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lación de estereotipos o estilos de vida supranacionales)(Tenti 1993:76).Desde distintas perspectivas se propone una “recupera-ción” de espacios de poder y libertad anteriormente es-tatales, por la sociedad civil. Esta recuperación podríatomar tres formas (Restrepo 1994:96):

a) La devolución o privatización de propiedades o fun-ciones antes de dominio estatal (la privatización de lopúblico) (Pírez, 1994:1-3).b) La construcción de lo público.c) La invocación a la participación de ciudadanos, co-munidades, gremios y localidades de diferente tamaño yestatuto.

El Estado comienza a reconfigurarse y descentrali-zarse en muchos actores e instancias. La fase de transi-ción se caracteriza por “el desmonte del carácter estatalde una serie de servicios y empresas, las nuevas tenden-cias de la administración pública, la valorización de lapluralidad de actores privados, la primacía de las seña-les del mercado y sus agentes como determinantes de laasignación de recursos en la sociedad, y la revaloriza-ción de la concepción de la democracia como un siste-ma político” (Restrepo 1994:97)

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Lo público

Parece existir una tendencia a culpar al Estado portodos los males: el desempleo, la falta de desarrollo, ladestrucción de la naturaleza. El mercado, por el contra-rio, pareciera contener las soluciones a estos problemas.Hinkelammert (1992:191) nos hace ver que “si antes elEstado se asignaba una función clave en el desarrolloeconómico y social de la sociedad, en las décadas de lossetenta y ochenta el Estado es designado como el gran

lación de estereotipos o estilos de vida supranacionales)(Tenti 1993:76).Desde distintas perspectivas se propone una “recupera-ción” de espacios de poder y libertad anteriormente es-tatales, por la sociedad civil. Esta recuperación podríatomar tres formas (Restrepo 1994:96):

a) La devolución o privatización de propiedades o fun-ciones antes de dominio estatal (la privatización de lopúblico) (Pírez, 1994:1-3).b) La construcción de lo público.c) La invocación a la participación de ciudadanos, co-munidades, gremios y localidades de diferente tamaño yestatuto.

El Estado comienza a reconfigurarse y descentrali-zarse en muchos actores e instancias. La fase de transi-ción se caracteriza por “el desmonte del carácter estatalde una serie de servicios y empresas, las nuevas tenden-cias de la administración pública, la valorización de lapluralidad de actores privados, la primacía de las seña-les del mercado y sus agentes como determinantes de laasignación de recursos en la sociedad, y la revaloriza-ción de la concepción de la democracia como un siste-ma político” (Restrepo 1994:97)

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Lo público

Parece existir una tendencia a culpar al Estado portodos los males: el desempleo, la falta de desarrollo, ladestrucción de la naturaleza. El mercado, por el contra-rio, pareciera contener las soluciones a estos problemas.Hinkelammert (1992:191) nos hace ver que “si antes elEstado se asignaba una función clave en el desarrolloeconómico y social de la sociedad, en las décadas de lossetenta y ochenta el Estado es designado como el gran

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culpable de los mayores problemas que aparecen”. Y si-gue, señalando que “esta fijación en el Estado como cul-pable de todos los males no es sino la otra cara de unafijación contraria, en la cual el mercado soluciona todoslos problemas”.

Sin embargo, el mercado no soluciona todos losproblemas. El mercado produce distorsiones. La pro-ducción produce problemas. Siempre existen externali-dades relacionadas a las decisiones de producción, seaque ellas se generen en el ámbito estatal o en el merca-do.

Como dice Heilbroner (1992:89), la producciónocurre principalmente en el sector privado y los proble-mas -los conflictos generados por externalidades- seoriginan ahí, en el mercado. Sin embargo, la sociedad ci-vil, los individuos y sectores sociales, sufren las conse-cuencias -los costos- de aquellos conflictos y buscan re-solución, reivindicación y/o recompensación en el Esta-do.

Así, la resolución de estos conflictos depende de ladistribución de poder y de cómo se ejerce el poder, tan-to desde el mercado, como de la sociedad civil o del Es-tado.

Lo público es el espacio donde se manifiesta la inter-conectividad de las decisiones políticas y de sus resulta-dos sobre el uso de los recursos económicos y socialespara el desarrollo. Es ahí donde convergen y se hace ma-nifiesta la interdependencia entre los actores del merca-do, de los distintos sectores sociales de la sociedad civily del Estado. Y es ahí donde el sistema de toma de deci-siones resuelve los problemas y conflictos sociales, eco-nómicos y políticos generados por la producción para eldesarrollo.

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culpable de los mayores problemas que aparecen”. Y si-gue, señalando que “esta fijación en el Estado como cul-pable de todos los males no es sino la otra cara de unafijación contraria, en la cual el mercado soluciona todoslos problemas”.

Sin embargo, el mercado no soluciona todos losproblemas. El mercado produce distorsiones. La pro-ducción produce problemas. Siempre existen externali-dades relacionadas a las decisiones de producción, seaque ellas se generen en el ámbito estatal o en el merca-do.

Como dice Heilbroner (1992:89), la producciónocurre principalmente en el sector privado y los proble-mas -los conflictos generados por externalidades- seoriginan ahí, en el mercado. Sin embargo, la sociedad ci-vil, los individuos y sectores sociales, sufren las conse-cuencias -los costos- de aquellos conflictos y buscan re-solución, reivindicación y/o recompensación en el Esta-do.

Así, la resolución de estos conflictos depende de ladistribución de poder y de cómo se ejerce el poder, tan-to desde el mercado, como de la sociedad civil o del Es-tado.

Lo público es el espacio donde se manifiesta la inter-conectividad de las decisiones políticas y de sus resulta-dos sobre el uso de los recursos económicos y socialespara el desarrollo. Es ahí donde convergen y se hace ma-nifiesta la interdependencia entre los actores del merca-do, de los distintos sectores sociales de la sociedad civily del Estado. Y es ahí donde el sistema de toma de deci-siones resuelve los problemas y conflictos sociales, eco-nómicos y políticos generados por la producción para eldesarrollo.

culpable de los mayores problemas que aparecen”. Y si-gue, señalando que “esta fijación en el Estado como cul-pable de todos los males no es sino la otra cara de unafijación contraria, en la cual el mercado soluciona todoslos problemas”.

Sin embargo, el mercado no soluciona todos losproblemas. El mercado produce distorsiones. La pro-ducción produce problemas. Siempre existen externali-dades relacionadas a las decisiones de producción, seaque ellas se generen en el ámbito estatal o en el merca-do.

Como dice Heilbroner (1992:89), la producciónocurre principalmente en el sector privado y los proble-mas -los conflictos generados por externalidades- seoriginan ahí, en el mercado. Sin embargo, la sociedad ci-vil, los individuos y sectores sociales, sufren las conse-cuencias -los costos- de aquellos conflictos y buscan re-solución, reivindicación y/o recompensación en el Esta-do.

Así, la resolución de estos conflictos depende de ladistribución de poder y de cómo se ejerce el poder, tan-to desde el mercado, como de la sociedad civil o del Es-tado.

Lo público es el espacio donde se manifiesta la inter-conectividad de las decisiones políticas y de sus resulta-dos sobre el uso de los recursos económicos y socialespara el desarrollo. Es ahí donde convergen y se hace ma-nifiesta la interdependencia entre los actores del merca-do, de los distintos sectores sociales de la sociedad civily del Estado. Y es ahí donde el sistema de toma de deci-siones resuelve los problemas y conflictos sociales, eco-nómicos y políticos generados por la producción para eldesarrollo.

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La descentralización

Es un proceso de cambios institucionales reciente einacabado en América Latina, apoyado tanto por aque-llos que la perciben como un mecanismo de disminuirel control sobre el capital del Estado y el tamaño de ello,como por aquellos que ven en ella la posibilidad poruna mayor democratización del Estado y de la sociedadcivil.

Nunes (1994:185) nos indica que “a la descentraliza-ción del Estado corresponde así una igual descentraliza-ción del conflicto, lo que en la práctica implica la trans-formación de los gobiernos locales en espacios de luchay de experiencias de conquista para la ciudadanía”. Losactores sociales urbanos, el sector privado nacional y ex-tranjero, los gobiernos locales y el Estado, comparten elámbito público de la ciudad, representado tanto por lainfraestructura de la ciudad y los servicios públicos, co-mo por el sistema de toma de decisiones sobre el desa-rrollo urbano y los conflictos derivados de ello.

En este proceso, la identidad local puede verse forta-lecida. Si bien esto tiene aspectos favorables y posibilitauna proximidad que facilita la participación, tambiéntiene limitaciones y no debe ser sobrevalorado. La legi-timidad de este espacio -acceso equitativo para la socie-dad civil urbana, participación efectiva y transparenciaen la toma de decisiones- es asunto de discusión y estu-dio. Este espacio tiende a ser vulnerable a la vida políti-ca local, y algunos ven en lo local bloqueos a los cambiosy reforzamiento de los aspectos más tradicionales (Gon-zález, 1994:12).

Frente a estos cambios, en los países de la región noexiste aún una clara propuesta sobre lo local. Hasta cier-to punto, como afirma Velásquez, “la descentralizaciónsorprendió a los partidos políticos fuera de base y hantenido que inventar sobre la marcha un discurso sobre

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La descentralización

Es un proceso de cambios institucionales reciente einacabado en América Latina, apoyado tanto por aque-llos que la perciben como un mecanismo de disminuirel control sobre el capital del Estado y el tamaño de ello,como por aquellos que ven en ella la posibilidad poruna mayor democratización del Estado y de la sociedadcivil.

Nunes (1994:185) nos indica que “a la descentraliza-ción del Estado corresponde así una igual descentraliza-ción del conflicto, lo que en la práctica implica la trans-formación de los gobiernos locales en espacios de luchay de experiencias de conquista para la ciudadanía”. Losactores sociales urbanos, el sector privado nacional y ex-tranjero, los gobiernos locales y el Estado, comparten elámbito público de la ciudad, representado tanto por lainfraestructura de la ciudad y los servicios públicos, co-mo por el sistema de toma de decisiones sobre el desa-rrollo urbano y los conflictos derivados de ello.

En este proceso, la identidad local puede verse forta-lecida. Si bien esto tiene aspectos favorables y posibilitauna proximidad que facilita la participación, tambiéntiene limitaciones y no debe ser sobrevalorado. La legi-timidad de este espacio -acceso equitativo para la socie-dad civil urbana, participación efectiva y transparenciaen la toma de decisiones- es asunto de discusión y estu-dio. Este espacio tiende a ser vulnerable a la vida políti-ca local, y algunos ven en lo local bloqueos a los cambiosy reforzamiento de los aspectos más tradicionales (Gon-zález, 1994:12).

Frente a estos cambios, en los países de la región noexiste aún una clara propuesta sobre lo local. Hasta cier-to punto, como afirma Velásquez, “la descentralizaciónsorprendió a los partidos políticos fuera de base y hantenido que inventar sobre la marcha un discurso sobre

La descentralización

Es un proceso de cambios institucionales reciente einacabado en América Latina, apoyado tanto por aque-llos que la perciben como un mecanismo de disminuirel control sobre el capital del Estado y el tamaño de ello,como por aquellos que ven en ella la posibilidad poruna mayor democratización del Estado y de la sociedadcivil.

Nunes (1994:185) nos indica que “a la descentraliza-ción del Estado corresponde así una igual descentraliza-ción del conflicto, lo que en la práctica implica la trans-formación de los gobiernos locales en espacios de luchay de experiencias de conquista para la ciudadanía”. Losactores sociales urbanos, el sector privado nacional y ex-tranjero, los gobiernos locales y el Estado, comparten elámbito público de la ciudad, representado tanto por lainfraestructura de la ciudad y los servicios públicos, co-mo por el sistema de toma de decisiones sobre el desa-rrollo urbano y los conflictos derivados de ello.

En este proceso, la identidad local puede verse forta-lecida. Si bien esto tiene aspectos favorables y posibilitauna proximidad que facilita la participación, tambiéntiene limitaciones y no debe ser sobrevalorado. La legi-timidad de este espacio -acceso equitativo para la socie-dad civil urbana, participación efectiva y transparenciaen la toma de decisiones- es asunto de discusión y estu-dio. Este espacio tiende a ser vulnerable a la vida políti-ca local, y algunos ven en lo local bloqueos a los cambiosy reforzamiento de los aspectos más tradicionales (Gon-zález, 1994:12).

Frente a estos cambios, en los países de la región noexiste aún una clara propuesta sobre lo local. Hasta cier-to punto, como afirma Velásquez, “la descentralizaciónsorprendió a los partidos políticos fuera de base y hantenido que inventar sobre la marcha un discurso sobre

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la ciudad, sobre lo local, sobre la participación. Este esun tema de interés investigativo, pero también práctico.No existe un discurso democrático sobre lo local, sobrelo público, etc., que de cuenta de un proyecto al respec-to. Tampoco existe un liderazgo social y político localque lo suscriba y lo sustente en una perspectiva demo-crática.

Probablemente los actores que más camino han re-corrido son las organizaciones no gubernamentales(ONGs), en particular aquellas especializadas en esecampo. Pero, aun así, aparece como una necesidad la deconstruir una propuesta sobre lo local, que sea discuti-da y compartida por muy distintos actores sociales y po-líticos” (Rodríguez 1994).

2. Pobreza urbana y de la ciudadPobreza en la ciudad

En los años noventa, en América Latina, los pobres -personas con ingresos inferiores a la línea de pobreza- seconcentran en las ciudades. Este es un fenómeno nuevoy creciente, que ha ocurrido en los últimos veinte años.

Si bien el porcentaje total de personas pobres en laregión ha crecido levemente en términos porcentuales,la población urbana pobre -en el período entre 1970 y1990- pasó del 29 al 39 por ciento, mientras que la po-blación rural pobre disminuyó porcentualmente del 67al 61 (CEPAL 1994:157).

Las mayores concentraciones de pobreza están aho-ra situadas en las áreas urbanas. En veinte años prácti-camente se ha revertido la situación: si en 1970 en lasáreas rurales se encontraba el 63 por ciento de los po-bres de América Latina, hoy el 59 por ciento de ellos es-tá en áreas urbanas. (Véase Cuadro 1).

En todos los países de la región, el efecto de la crisiseconómica de fines de los setenta en adelante, y del ajus-

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la ciudad, sobre lo local, sobre la participación. Este esun tema de interés investigativo, pero también práctico.No existe un discurso democrático sobre lo local, sobrelo público, etc., que de cuenta de un proyecto al respec-to. Tampoco existe un liderazgo social y político localque lo suscriba y lo sustente en una perspectiva demo-crática.

Probablemente los actores que más camino han re-corrido son las organizaciones no gubernamentales(ONGs), en particular aquellas especializadas en esecampo. Pero, aun así, aparece como una necesidad la deconstruir una propuesta sobre lo local, que sea discuti-da y compartida por muy distintos actores sociales y po-líticos” (Rodríguez 1994).

2. Pobreza urbana y de la ciudadPobreza en la ciudad

En los años noventa, en América Latina, los pobres -personas con ingresos inferiores a la línea de pobreza- seconcentran en las ciudades. Este es un fenómeno nuevoy creciente, que ha ocurrido en los últimos veinte años.

Si bien el porcentaje total de personas pobres en laregión ha crecido levemente en términos porcentuales,la población urbana pobre -en el período entre 1970 y1990- pasó del 29 al 39 por ciento, mientras que la po-blación rural pobre disminuyó porcentualmente del 67al 61 (CEPAL 1994:157).

Las mayores concentraciones de pobreza están aho-ra situadas en las áreas urbanas. En veinte años prácti-camente se ha revertido la situación: si en 1970 en lasáreas rurales se encontraba el 63 por ciento de los po-bres de América Latina, hoy el 59 por ciento de ellos es-tá en áreas urbanas. (Véase Cuadro 1).

En todos los países de la región, el efecto de la crisiseconómica de fines de los setenta en adelante, y del ajus-

la ciudad, sobre lo local, sobre la participación. Este esun tema de interés investigativo, pero también práctico.No existe un discurso democrático sobre lo local, sobrelo público, etc., que de cuenta de un proyecto al respec-to. Tampoco existe un liderazgo social y político localque lo suscriba y lo sustente en una perspectiva demo-crática.

Probablemente los actores que más camino han re-corrido son las organizaciones no gubernamentales(ONGs), en particular aquellas especializadas en esecampo. Pero, aun así, aparece como una necesidad la deconstruir una propuesta sobre lo local, que sea discuti-da y compartida por muy distintos actores sociales y po-líticos” (Rodríguez 1994).

2. Pobreza urbana y de la ciudadPobreza en la ciudad

En los años noventa, en América Latina, los pobres -personas con ingresos inferiores a la línea de pobreza- seconcentran en las ciudades. Este es un fenómeno nuevoy creciente, que ha ocurrido en los últimos veinte años.

Si bien el porcentaje total de personas pobres en laregión ha crecido levemente en términos porcentuales,la población urbana pobre -en el período entre 1970 y1990- pasó del 29 al 39 por ciento, mientras que la po-blación rural pobre disminuyó porcentualmente del 67al 61 (CEPAL 1994:157).

Las mayores concentraciones de pobreza están aho-ra situadas en las áreas urbanas. En veinte años prácti-camente se ha revertido la situación: si en 1970 en lasáreas rurales se encontraba el 63 por ciento de los po-bres de América Latina, hoy el 59 por ciento de ellos es-tá en áreas urbanas. (Véase Cuadro 1).

En todos los países de la región, el efecto de la crisiseconómica de fines de los setenta en adelante, y del ajus-

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te estructural de los ochenta en adelante, ha sido másfuerte en las áreas urbanas que en las rurales.

Los datos presentados en el Cuadro 2 muestran que,con la sola excepción de Uruguay, en el resto de países,los porcentajes de hogares bajo la línea de pobreza, alre-dedor de los años noventa, son mayores que los queexistían en los años setenta. Las mejorías recientes sonsólo recuperación parcial de índices logrados en el pasa-do (CEPAL 1994:17).

Cuadro 1América Latina: Cambios en la distribución

urbano/rural de la población pobre, 1970-1990(a) Personas con ingresos inferiores a la línea de pobreza. Incluyea las personas que viven en situación de indigencia.(b) Estimación para 19 países de la región.Fuente: CEPAL (1994), Cuadro 21, pág. 157.

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te estructural de los ochenta en adelante, ha sido másfuerte en las áreas urbanas que en las rurales.

Los datos presentados en el Cuadro 2 muestran que,con la sola excepción de Uruguay, en el resto de países,los porcentajes de hogares bajo la línea de pobreza, alre-dedor de los años noventa, son mayores que los queexistían en los años setenta. Las mejorías recientes sonsólo recuperación parcial de índices logrados en el pasa-do (CEPAL 1994:17).

Cuadro 1América Latina: Cambios en la distribución

urbano/rural de la población pobre, 1970-1990(a) Personas con ingresos inferiores a la línea de pobreza. Incluyea las personas que viven en situación de indigencia.(b) Estimación para 19 países de la región.Fuente: CEPAL (1994), Cuadro 21, pág. 157.

te estructural de los ochenta en adelante, ha sido másfuerte en las áreas urbanas que en las rurales.

Los datos presentados en el Cuadro 2 muestran que,con la sola excepción de Uruguay, en el resto de países,los porcentajes de hogares bajo la línea de pobreza, alre-dedor de los años noventa, son mayores que los queexistían en los años setenta. Las mejorías recientes sonsólo recuperación parcial de índices logrados en el pasa-do (CEPAL 1994:17).

Cuadro 1América Latina: Cambios en la distribución

urbano/rural de la población pobre, 1970-1990(a) Personas con ingresos inferiores a la línea de pobreza. Incluyea las personas que viven en situación de indigencia.(b) Estimación para 19 países de la región.Fuente: CEPAL (1994), Cuadro 21, pág. 157.

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1970 44.200 76.600 119.800 37 63 100

1980 62.900 73.000 135.900 46 54 100

1986 94.400 75.800 170.200 55 45 100

1990(b) 115.500 80.400 195.200 59 41 100

Urbano Urb.Año Rural Rur.Total Tot.

Pobres (miles de personas) (a) Pobres (porcentaje)

1970 44.200 76.600 119.800 37 63 100

1980 62.900 73.000 135.900 46 54 100

1986 94.400 75.800 170.200 55 45 100

1990(b) 115.500 80.400 195.200 59 41 100

Urbano Urb.Año Rural Rur.Total Tot.

Pobres (miles de personas) (a) Pobres (porcentaje)

1970 44.200 76.600 119.800 37 63 100

1980 62.900 73.000 135.900 46 54 100

1986 94.400 75.800 170.200 55 45 100

1990(b) 115.500 80.400 195.200 59 41 100

Urbano Urb.Año Rural Rur.Total Tot.

Pobres (miles de personas) (a) Pobres (porcentaje)

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Cuadro 2América Latina: Porcentaje de hogares bajo la línea de po-

breza en áreas urbanas, 1970-1992

(a) 1987, (b) 1979, (c) 1987, (d) 1981.Fuente: CEPAL (1994), Cuadro 22, pp. 158-159.

Se tiene así en las áreas urbanas una situación socialmás compleja: hay una mayor concentración de pobre-za y, a su vez, una mayor desigualdad en cuanto a la dis-tribución del ingreso. CEPAL (1994:35-45) señala queesta tendencia se ha mantenido aun en los casos en queha habido una recuperación, dado que los sectores so-ciales de menores ingresos han aumentado su participa-ción en el mercado laboral en ocupaciones de salariosmuy bajos, mientras que los sectores profesionales y téc-nicos han logrado comparativamente mayores aumen-tos de sus salarios reales.

Pobreza de la ciudad

Además de la concentración de pobres en la ciudad,del aumento de las desigualdades de ingresos (por con-diciones de trabajo) de los habitantes urbanos, la ciudaden sí misma se ha empobrecido en las dos últimas déca-das (Herzer 1992).

Se expresa ese empobrecimiento por una reducciónde la capacidad que tienen las ciudades para mantener

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Cuadro 2América Latina: Porcentaje de hogares bajo la línea de po-

breza en áreas urbanas, 1970-1992

(a) 1987, (b) 1979, (c) 1987, (d) 1981.Fuente: CEPAL (1994), Cuadro 22, pp. 158-159.

Se tiene así en las áreas urbanas una situación socialmás compleja: hay una mayor concentración de pobre-za y, a su vez, una mayor desigualdad en cuanto a la dis-tribución del ingreso. CEPAL (1994:35-45) señala queesta tendencia se ha mantenido aun en los casos en queha habido una recuperación, dado que los sectores so-ciales de menores ingresos han aumentado su participa-ción en el mercado laboral en ocupaciones de salariosmuy bajos, mientras que los sectores profesionales y téc-nicos han logrado comparativamente mayores aumen-tos de sus salarios reales.

Pobreza de la ciudad

Además de la concentración de pobres en la ciudad,del aumento de las desigualdades de ingresos (por con-diciones de trabajo) de los habitantes urbanos, la ciudaden sí misma se ha empobrecido en las dos últimas déca-das (Herzer 1992).

Se expresa ese empobrecimiento por una reducciónde la capacidad que tienen las ciudades para mantener

Cuadro 2América Latina: Porcentaje de hogares bajo la línea de po-

breza en áreas urbanas, 1970-1992

(a) 1987, (b) 1979, (c) 1987, (d) 1981.Fuente: CEPAL (1994), Cuadro 22, pp. 158-159.

Se tiene así en las áreas urbanas una situación socialmás compleja: hay una mayor concentración de pobre-za y, a su vez, una mayor desigualdad en cuanto a la dis-tribución del ingreso. CEPAL (1994:35-45) señala queesta tendencia se ha mantenido aun en los casos en queha habido una recuperación, dado que los sectores so-ciales de menores ingresos han aumentado su participa-ción en el mercado laboral en ocupaciones de salariosmuy bajos, mientras que los sectores profesionales y téc-nicos han logrado comparativamente mayores aumen-tos de sus salarios reales.

Pobreza de la ciudad

Además de la concentración de pobres en la ciudad,del aumento de las desigualdades de ingresos (por con-diciones de trabajo) de los habitantes urbanos, la ciudaden sí misma se ha empobrecido en las dos últimas déca-das (Herzer 1992).

Se expresa ese empobrecimiento por una reducciónde la capacidad que tienen las ciudades para mantener

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Año Arg

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1970 5 35 12 38 15 20 28 10 20

1980 7 30(b) 36 16 35(b) 9(b) 18(d)

1986 12 34(c) 37(c) 36 21 28 45 14 25

1990 50(a) 39 34 35 22 34 12 33

1992 46 27 38 25 30 8 32

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1970 5 35 12 38 15 20 28 10 20

1980 7 30(b) 36 16 35(b) 9(b) 18(d)

1986 12 34(c) 37(c) 36 21 28 45 14 25

1990 50(a) 39 34 35 22 34 12 33

1992 46 27 38 25 30 8 32

Año Arg

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1970 5 35 12 38 15 20 28 10 20

1980 7 30(b) 36 16 35(b) 9(b) 18(d)

1986 12 34(c) 37(c) 36 21 28 45 14 25

1990 50(a) 39 34 35 22 34 12 33

1992 46 27 38 25 30 8 32

Page 70: Laberintos urbanos en América Latina

al día los servicios públicos, la infraestructura física y, encasos extremos, de mantener la seguridad ciudadana. Esdecir, la pobreza de la ciudad es una crisis en la dotaciónde los bienes y servicios colectivos que se manifiesta através del deterioro de los servicios públicos, por unacrisis fiscal, y en particular por una muy baja producti-vidad de la ciudad.

Esta crisis es una manifestación de la fragmentaciónde la ciudad latinoamericana producida por la intersec-ción de los procesos globales y lugar, el territorio de laciudad (Sassen 1991).

Las ciudades al borde del colapso funcionan graciasa que diferentes grupos sociales -organizaciones de ve-cinos, de pobladores, de padres de familia, ONGs, cen-tros de madres- asumen tareas compensatorias de pres-tación de los servicios públicos (Pírez 1994:2). Sin em-bargo, existen casos en los cuales los usuarios van másallá de realizar actividades compensatorias o comple-mentarias, y se autonomizan. Por ejemplo, en la ciudadde Santo Domingo han desarrollado servicios parcialesde transporte y de energía eléctrica -generadores indivi-duales- (Douzant & Faxas 1991); o en Buenos Airesexisten cooperativas que prestan servicios autónomosde dotación de agua potable (Brunstein 1991; Montaño& Coing 1991; Rodríguez 1991).

El colapso de los servicios urbanos tiene distintosefectos:

a) Sobre la estructura física y social de la ciudad. Al co-lapsar los servicios públicos, sectores urbanos se desga-jan de la ciudad, autonomizándose; la ciudad deja defuncionar como una entidad interrelacionada (Pírez1994).b) Sobre la eficiencia de las actividades productivas ur-banas. Al no existir servicios públicos -en su sentido li-teral-, el conglomerado urbano pierde sentido y limita

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al día los servicios públicos, la infraestructura física y, encasos extremos, de mantener la seguridad ciudadana. Esdecir, la pobreza de la ciudad es una crisis en la dotaciónde los bienes y servicios colectivos que se manifiesta através del deterioro de los servicios públicos, por unacrisis fiscal, y en particular por una muy baja producti-vidad de la ciudad.

Esta crisis es una manifestación de la fragmentaciónde la ciudad latinoamericana producida por la intersec-ción de los procesos globales y lugar, el territorio de laciudad (Sassen 1991).

Las ciudades al borde del colapso funcionan graciasa que diferentes grupos sociales -organizaciones de ve-cinos, de pobladores, de padres de familia, ONGs, cen-tros de madres- asumen tareas compensatorias de pres-tación de los servicios públicos (Pírez 1994:2). Sin em-bargo, existen casos en los cuales los usuarios van másallá de realizar actividades compensatorias o comple-mentarias, y se autonomizan. Por ejemplo, en la ciudadde Santo Domingo han desarrollado servicios parcialesde transporte y de energía eléctrica -generadores indivi-duales- (Douzant & Faxas 1991); o en Buenos Airesexisten cooperativas que prestan servicios autónomosde dotación de agua potable (Brunstein 1991; Montaño& Coing 1991; Rodríguez 1991).

El colapso de los servicios urbanos tiene distintosefectos:

a) Sobre la estructura física y social de la ciudad. Al co-lapsar los servicios públicos, sectores urbanos se desga-jan de la ciudad, autonomizándose; la ciudad deja defuncionar como una entidad interrelacionada (Pírez1994).b) Sobre la eficiencia de las actividades productivas ur-banas. Al no existir servicios públicos -en su sentido li-teral-, el conglomerado urbano pierde sentido y limita

al día los servicios públicos, la infraestructura física y, encasos extremos, de mantener la seguridad ciudadana. Esdecir, la pobreza de la ciudad es una crisis en la dotaciónde los bienes y servicios colectivos que se manifiesta através del deterioro de los servicios públicos, por unacrisis fiscal, y en particular por una muy baja producti-vidad de la ciudad.

Esta crisis es una manifestación de la fragmentaciónde la ciudad latinoamericana producida por la intersec-ción de los procesos globales y lugar, el territorio de laciudad (Sassen 1991).

Las ciudades al borde del colapso funcionan graciasa que diferentes grupos sociales -organizaciones de ve-cinos, de pobladores, de padres de familia, ONGs, cen-tros de madres- asumen tareas compensatorias de pres-tación de los servicios públicos (Pírez 1994:2). Sin em-bargo, existen casos en los cuales los usuarios van másallá de realizar actividades compensatorias o comple-mentarias, y se autonomizan. Por ejemplo, en la ciudadde Santo Domingo han desarrollado servicios parcialesde transporte y de energía eléctrica -generadores indivi-duales- (Douzant & Faxas 1991); o en Buenos Airesexisten cooperativas que prestan servicios autónomosde dotación de agua potable (Brunstein 1991; Montaño& Coing 1991; Rodríguez 1991).

El colapso de los servicios urbanos tiene distintosefectos:

a) Sobre la estructura física y social de la ciudad. Al co-lapsar los servicios públicos, sectores urbanos se desga-jan de la ciudad, autonomizándose; la ciudad deja defuncionar como una entidad interrelacionada (Pírez1994).b) Sobre la eficiencia de las actividades productivas ur-banas. Al no existir servicios públicos -en su sentido li-teral-, el conglomerado urbano pierde sentido y limita

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la competitividad de las actividades allí localizadas.Coing (1989) señala, como ejemplo, las dificultades queexisten para el desarrollo de actividades económicas depunta en ciudades que no pueden asegurar un serviciode energía eléctrica sin cortes diarios.

Como hemos visto, en términos generales el pano-rama urbano no es muy alentador: empobrecimientotanto de los habitantes como de las mismas ciudades.Sin embargo, en términos de Reilly (1994:1), “hay unabuena noticia: una tendencia hacia la democracia y el(re)descubrimiento de la sociedad civil -lo que existefuera de la familia-, pero sin llegar al Estado”.

3. ¿Cómo se gobierna en esa nueva escena urbana?

Tal como señalamos anteriormente, los estallidossociales de los últimos años en las ciudades de la regiónexpresan los nuevos conflictos y demandas sociales sur-gidos de la interdependencia e interpenetración entre elmercado, el Estado y la sociedad civil. La resolución deestos conflictos depende de cómo ejercen el poder estosactores, es decir, la forma y el proceso de gobernanza.

La ciudad, espacio importante en el desarrollo de lasociedad, vive hoy transformaciones fundamentales ensus estructuras políticas, sociales y económicas. Está so-metida a una situación cambiante de mucha incerti-dumbre. Un aspecto relevante de este proceso es la re-novación de la importancia relativa del espacio localrespecto al Estado central y a los espacios nacionales.Tanto la expresión de problemas y conflictos relaciona-dos a la pobreza urbana y los problemas sociales -desi-gualdad, precarización de la fuerza de trabajo y el em-pobrecimiento de la ciudad- como la resolución de és-tos, parecen dirigirse a y experimentarse en lo local. Es-

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la competitividad de las actividades allí localizadas.Coing (1989) señala, como ejemplo, las dificultades queexisten para el desarrollo de actividades económicas depunta en ciudades que no pueden asegurar un serviciode energía eléctrica sin cortes diarios.

Como hemos visto, en términos generales el pano-rama urbano no es muy alentador: empobrecimientotanto de los habitantes como de las mismas ciudades.Sin embargo, en términos de Reilly (1994:1), “hay unabuena noticia: una tendencia hacia la democracia y el(re)descubrimiento de la sociedad civil -lo que existefuera de la familia-, pero sin llegar al Estado”.

3. ¿Cómo se gobierna en esa nueva escena urbana?

Tal como señalamos anteriormente, los estallidossociales de los últimos años en las ciudades de la regiónexpresan los nuevos conflictos y demandas sociales sur-gidos de la interdependencia e interpenetración entre elmercado, el Estado y la sociedad civil. La resolución deestos conflictos depende de cómo ejercen el poder estosactores, es decir, la forma y el proceso de gobernanza.

La ciudad, espacio importante en el desarrollo de lasociedad, vive hoy transformaciones fundamentales ensus estructuras políticas, sociales y económicas. Está so-metida a una situación cambiante de mucha incerti-dumbre. Un aspecto relevante de este proceso es la re-novación de la importancia relativa del espacio localrespecto al Estado central y a los espacios nacionales.Tanto la expresión de problemas y conflictos relaciona-dos a la pobreza urbana y los problemas sociales -desi-gualdad, precarización de la fuerza de trabajo y el em-pobrecimiento de la ciudad- como la resolución de és-tos, parecen dirigirse a y experimentarse en lo local. Es-

la competitividad de las actividades allí localizadas.Coing (1989) señala, como ejemplo, las dificultades queexisten para el desarrollo de actividades económicas depunta en ciudades que no pueden asegurar un serviciode energía eléctrica sin cortes diarios.

Como hemos visto, en términos generales el pano-rama urbano no es muy alentador: empobrecimientotanto de los habitantes como de las mismas ciudades.Sin embargo, en términos de Reilly (1994:1), “hay unabuena noticia: una tendencia hacia la democracia y el(re)descubrimiento de la sociedad civil -lo que existefuera de la familia-, pero sin llegar al Estado”.

3. ¿Cómo se gobierna en esa nueva escena urbana?

Tal como señalamos anteriormente, los estallidossociales de los últimos años en las ciudades de la regiónexpresan los nuevos conflictos y demandas sociales sur-gidos de la interdependencia e interpenetración entre elmercado, el Estado y la sociedad civil. La resolución deestos conflictos depende de cómo ejercen el poder estosactores, es decir, la forma y el proceso de gobernanza.

La ciudad, espacio importante en el desarrollo de lasociedad, vive hoy transformaciones fundamentales ensus estructuras políticas, sociales y económicas. Está so-metida a una situación cambiante de mucha incerti-dumbre. Un aspecto relevante de este proceso es la re-novación de la importancia relativa del espacio localrespecto al Estado central y a los espacios nacionales.Tanto la expresión de problemas y conflictos relaciona-dos a la pobreza urbana y los problemas sociales -desi-gualdad, precarización de la fuerza de trabajo y el em-pobrecimiento de la ciudad- como la resolución de és-tos, parecen dirigirse a y experimentarse en lo local. Es-

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tos problemas representan demandas insatisfechas yconflictos no resueltos derivados de la contraposiciónde intereses económicos, sociales y políticos en el ámbi-to urbano.

Por tanto, es condición clave para la sostenibilidadde la ciudad su capacidad de conjugar las distintas de-mandas originadas en el mercado, en la sociedad civil yen el Estado, y distribuir los beneficios y costos sin per-judicar la estabilidad y continuidad del desarrollo de lasociedad. Nos parece importante preguntarnos cuálesson las estrategias de resolución de conflicto y sus impli-caciones -la incorporación de las demandas de sectoressociales a la ciudad- que operan, y que podrían operar,en nuestras ciudades.

¿Cómo se incorpora a los pobres a la ciudad?

Pírez (1994:4-5) responde a esta pregunta señalandoque lo hacen de dos formas fundamentales: ya sea a tra-vés de la integración formal y política, en el caso de es-trategias democráticas, o de la represión y exclusión te-rritorial, en las estrategias autoritarias. Estas estrategiasno refieren solamente a la incorporación de “los po-bres”, sino también a los sectores sociales sujetos a otrosproblemas sociales.

Las estrategias democráticas de gobernar tienden adesarrollar experiencias basadas en alguna forma de in-tegración. Esta puede estar relacionada con la represen-tación política, la representación simbólica, formas declientelas políticas y/o la participación (Pírez 1994:5).

Los casos de participación efectiva de los sectorespopulares en los gobiernos locales son escasos. Toman-do en cuenta diversas experiencias de participación po-pular en América Latina, Herzer y Pírez (1988:139) ob-servan dos condiciones fundamentales para que ellaocurra:

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tos problemas representan demandas insatisfechas yconflictos no resueltos derivados de la contraposiciónde intereses económicos, sociales y políticos en el ámbi-to urbano.

Por tanto, es condición clave para la sostenibilidadde la ciudad su capacidad de conjugar las distintas de-mandas originadas en el mercado, en la sociedad civil yen el Estado, y distribuir los beneficios y costos sin per-judicar la estabilidad y continuidad del desarrollo de lasociedad. Nos parece importante preguntarnos cuálesson las estrategias de resolución de conflicto y sus impli-caciones -la incorporación de las demandas de sectoressociales a la ciudad- que operan, y que podrían operar,en nuestras ciudades.

¿Cómo se incorpora a los pobres a la ciudad?

Pírez (1994:4-5) responde a esta pregunta señalandoque lo hacen de dos formas fundamentales: ya sea a tra-vés de la integración formal y política, en el caso de es-trategias democráticas, o de la represión y exclusión te-rritorial, en las estrategias autoritarias. Estas estrategiasno refieren solamente a la incorporación de “los po-bres”, sino también a los sectores sociales sujetos a otrosproblemas sociales.

Las estrategias democráticas de gobernar tienden adesarrollar experiencias basadas en alguna forma de in-tegración. Esta puede estar relacionada con la represen-tación política, la representación simbólica, formas declientelas políticas y/o la participación (Pírez 1994:5).

Los casos de participación efectiva de los sectorespopulares en los gobiernos locales son escasos. Toman-do en cuenta diversas experiencias de participación po-pular en América Latina, Herzer y Pírez (1988:139) ob-servan dos condiciones fundamentales para que ellaocurra:

tos problemas representan demandas insatisfechas yconflictos no resueltos derivados de la contraposiciónde intereses económicos, sociales y políticos en el ámbi-to urbano.

Por tanto, es condición clave para la sostenibilidadde la ciudad su capacidad de conjugar las distintas de-mandas originadas en el mercado, en la sociedad civil yen el Estado, y distribuir los beneficios y costos sin per-judicar la estabilidad y continuidad del desarrollo de lasociedad. Nos parece importante preguntarnos cuálesson las estrategias de resolución de conflicto y sus impli-caciones -la incorporación de las demandas de sectoressociales a la ciudad- que operan, y que podrían operar,en nuestras ciudades.

¿Cómo se incorpora a los pobres a la ciudad?

Pírez (1994:4-5) responde a esta pregunta señalandoque lo hacen de dos formas fundamentales: ya sea a tra-vés de la integración formal y política, en el caso de es-trategias democráticas, o de la represión y exclusión te-rritorial, en las estrategias autoritarias. Estas estrategiasno refieren solamente a la incorporación de “los po-bres”, sino también a los sectores sociales sujetos a otrosproblemas sociales.

Las estrategias democráticas de gobernar tienden adesarrollar experiencias basadas en alguna forma de in-tegración. Esta puede estar relacionada con la represen-tación política, la representación simbólica, formas declientelas políticas y/o la participación (Pírez 1994:5).

Los casos de participación efectiva de los sectorespopulares en los gobiernos locales son escasos. Toman-do en cuenta diversas experiencias de participación po-pular en América Latina, Herzer y Pírez (1988:139) ob-servan dos condiciones fundamentales para que ellaocurra:

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a) la existencia de organizaciones populares con ciertapresencia al nivel local; yb) la ocupación de cargos en el municipio por partidoso individuos favorables a la participación popular

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.

Concluyen indicando que de estas dos condiciones,la segunda es determinante: para que exista participa-ción, es necesario que desde el gobierno local se tengauna actitud favorable. Esta conclusión nos parece muyimportante porque muestra, en términos más amplios,que la relación entre sociedad civil y Estado no es dico-tómica, sino que se fortalece mutuamente. En este sen-tido, Hinkelammert (1992:199) afirma que el Estado yla sociedad civil “están directamente coordinados, nohay sociedad civil si no hay un Estado que la acepte yque la fomente”.Que se identifique dos formas tipo para incorporar asectores sociales de la ciudad -democrática y autorita-ria-, no quiere decir que una sola de estas formas preva-lezca, ni que no se entremezclen. En este sentido, Pírez(1994) muestra que la ciudad, y sus procesos económi-cos, sociales y políticos, se mueven entre la ilegalidad yla legalidad, y entre el enfrentamiento y el consenso po-lítico.

Las políticas sociales

Las políticas de ajuste estructural, como vimos alcomienzo, redujeron los salarios y los beneficios socia-les, y aumentaron el desempleo. “Ahora la pobreza es unproblema puramente económico. Una disfuncionalidadtransitoria” que debe ser resuelta para asegurar el fun-cionamiento del mercado. Como señala Papadópulos(1994:23-24), este cambio tiene un impacto muy gran-de sobre la conceptualización de las políticas sociales;éstas que, desde la perspectiva desarrollista, eran “dere-

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a) la existencia de organizaciones populares con ciertapresencia al nivel local; yb) la ocupación de cargos en el municipio por partidoso individuos favorables a la participación popular

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.

Concluyen indicando que de estas dos condiciones,la segunda es determinante: para que exista participa-ción, es necesario que desde el gobierno local se tengauna actitud favorable. Esta conclusión nos parece muyimportante porque muestra, en términos más amplios,que la relación entre sociedad civil y Estado no es dico-tómica, sino que se fortalece mutuamente. En este sen-tido, Hinkelammert (1992:199) afirma que el Estado yla sociedad civil “están directamente coordinados, nohay sociedad civil si no hay un Estado que la acepte yque la fomente”.Que se identifique dos formas tipo para incorporar asectores sociales de la ciudad -democrática y autorita-ria-, no quiere decir que una sola de estas formas preva-lezca, ni que no se entremezclen. En este sentido, Pírez(1994) muestra que la ciudad, y sus procesos económi-cos, sociales y políticos, se mueven entre la ilegalidad yla legalidad, y entre el enfrentamiento y el consenso po-lítico.

Las políticas sociales

Las políticas de ajuste estructural, como vimos alcomienzo, redujeron los salarios y los beneficios socia-les, y aumentaron el desempleo. “Ahora la pobreza es unproblema puramente económico. Una disfuncionalidadtransitoria” que debe ser resuelta para asegurar el fun-cionamiento del mercado. Como señala Papadópulos(1994:23-24), este cambio tiene un impacto muy gran-de sobre la conceptualización de las políticas sociales;éstas que, desde la perspectiva desarrollista, eran “dere-

a) la existencia de organizaciones populares con ciertapresencia al nivel local; yb) la ocupación de cargos en el municipio por partidoso individuos favorables a la participación popular

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.

Concluyen indicando que de estas dos condiciones,la segunda es determinante: para que exista participa-ción, es necesario que desde el gobierno local se tengauna actitud favorable. Esta conclusión nos parece muyimportante porque muestra, en términos más amplios,que la relación entre sociedad civil y Estado no es dico-tómica, sino que se fortalece mutuamente. En este sen-tido, Hinkelammert (1992:199) afirma que el Estado yla sociedad civil “están directamente coordinados, nohay sociedad civil si no hay un Estado que la acepte yque la fomente”.Que se identifique dos formas tipo para incorporar asectores sociales de la ciudad -democrática y autorita-ria-, no quiere decir que una sola de estas formas preva-lezca, ni que no se entremezclen. En este sentido, Pírez(1994) muestra que la ciudad, y sus procesos económi-cos, sociales y políticos, se mueven entre la ilegalidad yla legalidad, y entre el enfrentamiento y el consenso po-lítico.

Las políticas sociales

Las políticas de ajuste estructural, como vimos alcomienzo, redujeron los salarios y los beneficios socia-les, y aumentaron el desempleo. “Ahora la pobreza es unproblema puramente económico. Una disfuncionalidadtransitoria” que debe ser resuelta para asegurar el fun-cionamiento del mercado. Como señala Papadópulos(1994:23-24), este cambio tiene un impacto muy gran-de sobre la conceptualización de las políticas sociales;éstas que, desde la perspectiva desarrollista, eran “dere-

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chos de ciudadanía”, ahora son “gastos públicos” y vin-culadas al problema de la pobreza.

Cuando la política frente a la pobreza es la realiza-ción de inversiones dirigidas a aliviar la condición de losque la sufren, lo que hay tras ella es una definición depobreza en términos absolutos: los pobres constituyenun estrato socioeconómico definido a partir de una me-dición (sea ésta de ingresos o de carencias). Esta concep-tualización no considera la pobreza como una categoríasocial que sólo se puede definir en relación a otras; porejemplo, la precarización de la inserción laboral de cier-tos sectores sociales en comparación a otros o el colap-so de los servicios públicos básicos (agua potable, luz)en unas partes de la ciudad y no en otras. La actual con-ceptualización de la pobreza y las políticas socialesorientadas a ella no consideran así la vulnerabilidad deciertos sectores sociales en su relación a la invulnerabi-lidad de otros sectores. Y, así, no incorporan la resolu-ción de conflictos sociales derivados de ella.

Existe una contradicción entre, por una parte, lospropósitos de muchas propuestas de descentralización yfortalecimiento de lo local -que se expresan en un dis-curso de búsqueda de la identidad local: la ciudadanía-y, por otra, el transfondo intelectual de la tendencia ac-tual de las políticas sociales que descartan la ciudadanía-los derechos civiles- y se plantean sólo como gasto so-cial (Papadópulos 1994:27).

No existe una propuesta sobre el sentido de las polí-ticas sociales en el marco de la democracia. Las nuevaspolíticas sociales de combate a la pobreza tienden a in-vocar la participación y la organización de los destina-tarios. Sin embargo, como hemos mencionado, ellas noreconocen la posición relativa de “los pobres” frente aotros sectores sociales. Una propuesta democrática ten-dría que, como señalan Duhau y Schteingart (1994:37),“reivindicar e impulsar en el plano de la ciudadanía, el

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chos de ciudadanía”, ahora son “gastos públicos” y vin-culadas al problema de la pobreza.

Cuando la política frente a la pobreza es la realiza-ción de inversiones dirigidas a aliviar la condición de losque la sufren, lo que hay tras ella es una definición depobreza en términos absolutos: los pobres constituyenun estrato socioeconómico definido a partir de una me-dición (sea ésta de ingresos o de carencias). Esta concep-tualización no considera la pobreza como una categoríasocial que sólo se puede definir en relación a otras; porejemplo, la precarización de la inserción laboral de cier-tos sectores sociales en comparación a otros o el colap-so de los servicios públicos básicos (agua potable, luz)en unas partes de la ciudad y no en otras. La actual con-ceptualización de la pobreza y las políticas socialesorientadas a ella no consideran así la vulnerabilidad deciertos sectores sociales en su relación a la invulnerabi-lidad de otros sectores. Y, así, no incorporan la resolu-ción de conflictos sociales derivados de ella.

Existe una contradicción entre, por una parte, lospropósitos de muchas propuestas de descentralización yfortalecimiento de lo local -que se expresan en un dis-curso de búsqueda de la identidad local: la ciudadanía-y, por otra, el transfondo intelectual de la tendencia ac-tual de las políticas sociales que descartan la ciudadanía-los derechos civiles- y se plantean sólo como gasto so-cial (Papadópulos 1994:27).

No existe una propuesta sobre el sentido de las polí-ticas sociales en el marco de la democracia. Las nuevaspolíticas sociales de combate a la pobreza tienden a in-vocar la participación y la organización de los destina-tarios. Sin embargo, como hemos mencionado, ellas noreconocen la posición relativa de “los pobres” frente aotros sectores sociales. Una propuesta democrática ten-dría que, como señalan Duhau y Schteingart (1994:37),“reivindicar e impulsar en el plano de la ciudadanía, el

chos de ciudadanía”, ahora son “gastos públicos” y vin-culadas al problema de la pobreza.

Cuando la política frente a la pobreza es la realiza-ción de inversiones dirigidas a aliviar la condición de losque la sufren, lo que hay tras ella es una definición depobreza en términos absolutos: los pobres constituyenun estrato socioeconómico definido a partir de una me-dición (sea ésta de ingresos o de carencias). Esta concep-tualización no considera la pobreza como una categoríasocial que sólo se puede definir en relación a otras; porejemplo, la precarización de la inserción laboral de cier-tos sectores sociales en comparación a otros o el colap-so de los servicios públicos básicos (agua potable, luz)en unas partes de la ciudad y no en otras. La actual con-ceptualización de la pobreza y las políticas socialesorientadas a ella no consideran así la vulnerabilidad deciertos sectores sociales en su relación a la invulnerabi-lidad de otros sectores. Y, así, no incorporan la resolu-ción de conflictos sociales derivados de ella.

Existe una contradicción entre, por una parte, lospropósitos de muchas propuestas de descentralización yfortalecimiento de lo local -que se expresan en un dis-curso de búsqueda de la identidad local: la ciudadanía-y, por otra, el transfondo intelectual de la tendencia ac-tual de las políticas sociales que descartan la ciudadanía-los derechos civiles- y se plantean sólo como gasto so-cial (Papadópulos 1994:27).

No existe una propuesta sobre el sentido de las polí-ticas sociales en el marco de la democracia. Las nuevaspolíticas sociales de combate a la pobreza tienden a in-vocar la participación y la organización de los destina-tarios. Sin embargo, como hemos mencionado, ellas noreconocen la posición relativa de “los pobres” frente aotros sectores sociales. Una propuesta democrática ten-dría que, como señalan Duhau y Schteingart (1994:37),“reivindicar e impulsar en el plano de la ciudadanía, el

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ejercicio pleno de los derechos ciudadanos y la partici-pación en la formulación y orientación de políticas pú-blicas”.

El gobierno de la ciudad

Cuando nos enfrentamos a la pregunta respecto acómo se resuelven los conflictos de sectores sociales enesta nueva escena urbana, la primera respuesta que sur-ge es que de ellos se hace cargo el gobierno de la ciudad.Pero, al mirar la ciudad latinoamericana, nos encontra-mos con muy pocos casos de un “gobierno de la ciudad”,un gobierno metropolitano efectivo

6

. Muchos otros, sinembargo, ven en la institución del municipio, como ins-tancia de gobierno en la ciudad, la capacidad de articu-lar y conjugar las distintas demandas emergentes desdela sociedad civil, el mercado y el Estado. Así, asignan almunicipio un rol protagánico en el desarrollo sustenta-ble de las ciudades latinoamericanas.

Es cierto que los municipios han comenzado a tenermás importancia política durante los últimos diez aquince años y que seguirán tomando más importanciaen el futuro. Esta revalorización del municipio es resul-tado de los procesos de democratización experimenta-dos en los años ochenta, de las reformas del Estado, dela descentralización y desconcentración administrativa,y de la aplicación de políticas sociales compensatoriaspara aliviar la pobreza, entre otras causas. El municipiolatinoamericano, no obstante, no está consolidado, ex-perimenta un proceso de cambio institucional. Con ladescentralización se ha visto fortalecido en aspectos ad-ministrativos, pero frecuentemente el traspaso de com-petencias que ello significa, se ha hecho sin un traspasocorrespondiente de autoridad efectiva ni acceso a recur-sos financieros adecuados. Con el proceso de democra-tización, se ha visto el comienzo de la creación de meca-

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ejercicio pleno de los derechos ciudadanos y la partici-pación en la formulación y orientación de políticas pú-blicas”.

El gobierno de la ciudad

Cuando nos enfrentamos a la pregunta respecto acómo se resuelven los conflictos de sectores sociales enesta nueva escena urbana, la primera respuesta que sur-ge es que de ellos se hace cargo el gobierno de la ciudad.Pero, al mirar la ciudad latinoamericana, nos encontra-mos con muy pocos casos de un “gobierno de la ciudad”,un gobierno metropolitano efectivo

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. Muchos otros, sinembargo, ven en la institución del municipio, como ins-tancia de gobierno en la ciudad, la capacidad de articu-lar y conjugar las distintas demandas emergentes desdela sociedad civil, el mercado y el Estado. Así, asignan almunicipio un rol protagánico en el desarrollo sustenta-ble de las ciudades latinoamericanas.

Es cierto que los municipios han comenzado a tenermás importancia política durante los últimos diez aquince años y que seguirán tomando más importanciaen el futuro. Esta revalorización del municipio es resul-tado de los procesos de democratización experimenta-dos en los años ochenta, de las reformas del Estado, dela descentralización y desconcentración administrativa,y de la aplicación de políticas sociales compensatoriaspara aliviar la pobreza, entre otras causas. El municipiolatinoamericano, no obstante, no está consolidado, ex-perimenta un proceso de cambio institucional. Con ladescentralización se ha visto fortalecido en aspectos ad-ministrativos, pero frecuentemente el traspaso de com-petencias que ello significa, se ha hecho sin un traspasocorrespondiente de autoridad efectiva ni acceso a recur-sos financieros adecuados. Con el proceso de democra-tización, se ha visto el comienzo de la creación de meca-

ejercicio pleno de los derechos ciudadanos y la partici-pación en la formulación y orientación de políticas pú-blicas”.

El gobierno de la ciudad

Cuando nos enfrentamos a la pregunta respecto acómo se resuelven los conflictos de sectores sociales enesta nueva escena urbana, la primera respuesta que sur-ge es que de ellos se hace cargo el gobierno de la ciudad.Pero, al mirar la ciudad latinoamericana, nos encontra-mos con muy pocos casos de un “gobierno de la ciudad”,un gobierno metropolitano efectivo

6

. Muchos otros, sinembargo, ven en la institución del municipio, como ins-tancia de gobierno en la ciudad, la capacidad de articu-lar y conjugar las distintas demandas emergentes desdela sociedad civil, el mercado y el Estado. Así, asignan almunicipio un rol protagánico en el desarrollo sustenta-ble de las ciudades latinoamericanas.

Es cierto que los municipios han comenzado a tenermás importancia política durante los últimos diez aquince años y que seguirán tomando más importanciaen el futuro. Esta revalorización del municipio es resul-tado de los procesos de democratización experimenta-dos en los años ochenta, de las reformas del Estado, dela descentralización y desconcentración administrativa,y de la aplicación de políticas sociales compensatoriaspara aliviar la pobreza, entre otras causas. El municipiolatinoamericano, no obstante, no está consolidado, ex-perimenta un proceso de cambio institucional. Con ladescentralización se ha visto fortalecido en aspectos ad-ministrativos, pero frecuentemente el traspaso de com-petencias que ello significa, se ha hecho sin un traspasocorrespondiente de autoridad efectiva ni acceso a recur-sos financieros adecuados. Con el proceso de democra-tización, se ha visto el comienzo de la creación de meca-

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nismos de participación política y de participación ciu-dadana y comunitaria, pero con escasa capacidad derespuesta. Los municipios son instituciones general-mente débiles, de poco poder económico, político eideológico, limitados en su autonomía, autoridad, legi-timidad y capacidad de gestión. Y, a veces, con poca cla-ridad sobre su rol en la vida política local de la ciudad.Los estallidos sociales ocurridos en distintas ciudades lodemuestran.

La perspectiva de gobernanza nos hace ver que elgobierno de la ciudad no está representado solamentepor la institución de gobierno local. Coaliciones de di-ferentes actores sociales, del sector privado, de otras ins-tancias de gobierno nacional e internacional y sus insti-tuciones también influyen en cómo se gobierna, y a ve-ces decisivamente. La distribución final de los costos ybeneficios relacionados a la resolución de conflictos so-ciales depende de las capacidades que estas coaliciones einstituciones tengan para influir y actuar en el espaciopúblico de la ciudad.

Entonces, ¿cómo se podría gobernar para efectiva-mente incorporar las demandas sociales emergentes enlas ciudades? Es una pregunta difícil, porque no se pue-de responder sin un empowerment de la ciudadanía y uncambio y fortalecimiento institucional paralelos. Paraello es clave una comprensión de la vida política local,de tal manera que, tanto los cambios como los reforza-mientos, tengan en cuenta los rasgos culturales y meca-nismos de funcionamiento particulares de la sociedadlocal. Desconocerlos o ignorarlos es mala gobernanza,y crea problemas de gobernabilidad.

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nismos de participación política y de participación ciu-dadana y comunitaria, pero con escasa capacidad derespuesta. Los municipios son instituciones general-mente débiles, de poco poder económico, político eideológico, limitados en su autonomía, autoridad, legi-timidad y capacidad de gestión. Y, a veces, con poca cla-ridad sobre su rol en la vida política local de la ciudad.Los estallidos sociales ocurridos en distintas ciudades lodemuestran.

La perspectiva de gobernanza nos hace ver que elgobierno de la ciudad no está representado solamentepor la institución de gobierno local. Coaliciones de di-ferentes actores sociales, del sector privado, de otras ins-tancias de gobierno nacional e internacional y sus insti-tuciones también influyen en cómo se gobierna, y a ve-ces decisivamente. La distribución final de los costos ybeneficios relacionados a la resolución de conflictos so-ciales depende de las capacidades que estas coaliciones einstituciones tengan para influir y actuar en el espaciopúblico de la ciudad.

Entonces, ¿cómo se podría gobernar para efectiva-mente incorporar las demandas sociales emergentes enlas ciudades? Es una pregunta difícil, porque no se pue-de responder sin un empowerment de la ciudadanía y uncambio y fortalecimiento institucional paralelos. Paraello es clave una comprensión de la vida política local,de tal manera que, tanto los cambios como los reforza-mientos, tengan en cuenta los rasgos culturales y meca-nismos de funcionamiento particulares de la sociedadlocal. Desconocerlos o ignorarlos es mala gobernanza,y crea problemas de gobernabilidad.

nismos de participación política y de participación ciu-dadana y comunitaria, pero con escasa capacidad derespuesta. Los municipios son instituciones general-mente débiles, de poco poder económico, político eideológico, limitados en su autonomía, autoridad, legi-timidad y capacidad de gestión. Y, a veces, con poca cla-ridad sobre su rol en la vida política local de la ciudad.Los estallidos sociales ocurridos en distintas ciudades lodemuestran.

La perspectiva de gobernanza nos hace ver que elgobierno de la ciudad no está representado solamentepor la institución de gobierno local. Coaliciones de di-ferentes actores sociales, del sector privado, de otras ins-tancias de gobierno nacional e internacional y sus insti-tuciones también influyen en cómo se gobierna, y a ve-ces decisivamente. La distribución final de los costos ybeneficios relacionados a la resolución de conflictos so-ciales depende de las capacidades que estas coaliciones einstituciones tengan para influir y actuar en el espaciopúblico de la ciudad.

Entonces, ¿cómo se podría gobernar para efectiva-mente incorporar las demandas sociales emergentes enlas ciudades? Es una pregunta difícil, porque no se pue-de responder sin un empowerment de la ciudadanía y uncambio y fortalecimiento institucional paralelos. Paraello es clave una comprensión de la vida política local,de tal manera que, tanto los cambios como los reforza-mientos, tengan en cuenta los rasgos culturales y meca-nismos de funcionamiento particulares de la sociedadlocal. Desconocerlos o ignorarlos es mala gobernanza,y crea problemas de gobernabilidad.

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Notas

1 Este trabajo fue publicado bajo el nombre “Cities, demo-cracy and governance in Latin America” en marzo de 1996en la revista International Social Science Journal, Nº 147.

2 Hemos utilizado la antigua palabra castellana “gobernan-za” para traducir el término governance del inglés. Usa-mos “gobernabilidad” como equivalente a governability.

3 El World Bank (1993:2), define el término governance(para nosotros “gobernanza”) como “la manera en que seejerce el poder en el manejo de los recursos económicos ysociales para el desarrollo”, refiriéndolo al poder de los go-biernos para definir y resolver las políticas relacionadascon el desarrollo. Nosotros consideramos el ejercicio delpoder -la gobernanza- no como un atributo exclusivo delos gobiernos, sino también de la sociedad civil y del mer-cado. Por tanto, la forma en que el sistema resuelve losconflictos sociales y la distribución subsecuente de suscostos y beneficios depende tanto del régimen político, co-mo del proceso de definición y toma de decisiones y de lacapacidad para implementarlas y ejecutarlas. Es decir, quela distribución final de los beneficios y costos entre los ac-tores del mercado, el Estado y la sociedad civil depende decómo se gobierna, y de la distribución original del poderentre ellos.

4 Restrepo (1994:96) visualiza la democracia y el desarrollo“como un proceso inacabado, problemático, reversible, demúltiples instancias, y no como variables de cantidad yunivocidad”. señala que en este contexto “gana terreno laideología de los pactos sociales, la búsqueda de consensos,el reconocimiento de las especificidades y, por tanto, el de-recho a la autonomía y a la participación”.

5 Herzer y Pírez (1988) observan que un rasgo particular decasi todas las experiencias participativas es su mayor vin-culación con los ejecutivos municipales (alcaldes) que conlos órganos representativos.

6 El Distrito Metropolitano de Quito, Ecuador, es el únicocaso de un gobierno metropolitano con definición decompetencias y atribuciones.

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Notas

1 Este trabajo fue publicado bajo el nombre “Cities, demo-cracy and governance in Latin America” en marzo de 1996en la revista International Social Science Journal, Nº 147.

2 Hemos utilizado la antigua palabra castellana “gobernan-za” para traducir el término governance del inglés. Usa-mos “gobernabilidad” como equivalente a governability.

3 El World Bank (1993:2), define el término governance(para nosotros “gobernanza”) como “la manera en que seejerce el poder en el manejo de los recursos económicos ysociales para el desarrollo”, refiriéndolo al poder de los go-biernos para definir y resolver las políticas relacionadascon el desarrollo. Nosotros consideramos el ejercicio delpoder -la gobernanza- no como un atributo exclusivo delos gobiernos, sino también de la sociedad civil y del mer-cado. Por tanto, la forma en que el sistema resuelve losconflictos sociales y la distribución subsecuente de suscostos y beneficios depende tanto del régimen político, co-mo del proceso de definición y toma de decisiones y de lacapacidad para implementarlas y ejecutarlas. Es decir, quela distribución final de los beneficios y costos entre los ac-tores del mercado, el Estado y la sociedad civil depende decómo se gobierna, y de la distribución original del poderentre ellos.

4 Restrepo (1994:96) visualiza la democracia y el desarrollo“como un proceso inacabado, problemático, reversible, demúltiples instancias, y no como variables de cantidad yunivocidad”. señala que en este contexto “gana terreno laideología de los pactos sociales, la búsqueda de consensos,el reconocimiento de las especificidades y, por tanto, el de-recho a la autonomía y a la participación”.

5 Herzer y Pírez (1988) observan que un rasgo particular decasi todas las experiencias participativas es su mayor vin-culación con los ejecutivos municipales (alcaldes) que conlos órganos representativos.

6 El Distrito Metropolitano de Quito, Ecuador, es el únicocaso de un gobierno metropolitano con definición decompetencias y atribuciones.

Notas

1 Este trabajo fue publicado bajo el nombre “Cities, demo-cracy and governance in Latin America” en marzo de 1996en la revista International Social Science Journal, Nº 147.

2 Hemos utilizado la antigua palabra castellana “gobernan-za” para traducir el término governance del inglés. Usa-mos “gobernabilidad” como equivalente a governability.

3 El World Bank (1993:2), define el término governance(para nosotros “gobernanza”) como “la manera en que seejerce el poder en el manejo de los recursos económicos ysociales para el desarrollo”, refiriéndolo al poder de los go-biernos para definir y resolver las políticas relacionadascon el desarrollo. Nosotros consideramos el ejercicio delpoder -la gobernanza- no como un atributo exclusivo delos gobiernos, sino también de la sociedad civil y del mer-cado. Por tanto, la forma en que el sistema resuelve losconflictos sociales y la distribución subsecuente de suscostos y beneficios depende tanto del régimen político, co-mo del proceso de definición y toma de decisiones y de lacapacidad para implementarlas y ejecutarlas. Es decir, quela distribución final de los beneficios y costos entre los ac-tores del mercado, el Estado y la sociedad civil depende decómo se gobierna, y de la distribución original del poderentre ellos.

4 Restrepo (1994:96) visualiza la democracia y el desarrollo“como un proceso inacabado, problemático, reversible, demúltiples instancias, y no como variables de cantidad yunivocidad”. señala que en este contexto “gana terreno laideología de los pactos sociales, la búsqueda de consensos,el reconocimiento de las especificidades y, por tanto, el de-recho a la autonomía y a la participación”.

5 Herzer y Pírez (1988) observan que un rasgo particular decasi todas las experiencias participativas es su mayor vin-culación con los ejecutivos municipales (alcaldes) que conlos órganos representativos.

6 El Distrito Metropolitano de Quito, Ecuador, es el únicocaso de un gobierno metropolitano con definición decompetencias y atribuciones.

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Page 78: Laberintos urbanos en América Latina

Bibliografía

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Page 80: Laberintos urbanos en América Latina

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THE WORLD BANKGovernance: The World Bank Experience. Washington:World Bank, 1993.

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Page 81: Laberintos urbanos en América Latina

4La urbe como espacio infeliz

Hernán Neira1

Resumen

Inspirándonos en el análisis de la imagen del espa-cio feliz hecho por Gaston Bachelard, hacemos un aná-lisis de la imagen del espacio infeliz y estudiamos su re-lación en el concepto de espacio en la ciudad. Para ellodistinguimos entre polis (comunidad de vida) y urbe(conglomerado humano con vínculos volumétricos) yvemos cómo la ciudad actual está más cerca de la ima-gen de urbe que de la de polis. Ello genera un tipo de an-gustia específica, la angustia urbana, tal vez suelo igno-rado de la angustia analizada por la filosofía existencial.En la urbe se permanece metafísicamente libre, pero hu-manamente preso, por el hecho de que las libertades nose ponen de acuerdo.

Based upon Gaston Bachelard’s analysis on the imageof the “happy space”, we analyse the “unhappy space”and we study its relation with the image of city space.We distinguish between polis (life’s community) andthe latin word “urbs” (human conglomerate linked byvolumetric relations) and we stablish that the contem-porary city is more closed to the image of “urbis” thanto the image of polis. This generates a specific kind ofanguish, the urban anguish, that might be the unvei-led ground of the anguishd analysed by the existencialphilosphy. In the city one is metaphysicaly free, buthumanly prisioner, because everybody is free, but the-re is no agree on what to do with freedom.

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4La urbe como espacio infeliz

Hernán Neira1

Resumen

Inspirándonos en el análisis de la imagen del espa-cio feliz hecho por Gaston Bachelard, hacemos un aná-lisis de la imagen del espacio infeliz y estudiamos su re-lación en el concepto de espacio en la ciudad. Para ellodistinguimos entre polis (comunidad de vida) y urbe(conglomerado humano con vínculos volumétricos) yvemos cómo la ciudad actual está más cerca de la ima-gen de urbe que de la de polis. Ello genera un tipo de an-gustia específica, la angustia urbana, tal vez suelo igno-rado de la angustia analizada por la filosofía existencial.En la urbe se permanece metafísicamente libre, pero hu-manamente preso, por el hecho de que las libertades nose ponen de acuerdo.

Based upon Gaston Bachelard’s analysis on the imageof the “happy space”, we analyse the “unhappy space”and we study its relation with the image of city space.We distinguish between polis (life’s community) andthe latin word “urbs” (human conglomerate linked byvolumetric relations) and we stablish that the contem-porary city is more closed to the image of “urbis” thanto the image of polis. This generates a specific kind ofanguish, the urban anguish, that might be the unvei-led ground of the anguishd analysed by the existencialphilosphy. In the city one is metaphysicaly free, buthumanly prisioner, because everybody is free, but the-re is no agree on what to do with freedom.

4La urbe como espacio infeliz

Hernán Neira1

Resumen

Inspirándonos en el análisis de la imagen del espa-cio feliz hecho por Gaston Bachelard, hacemos un aná-lisis de la imagen del espacio infeliz y estudiamos su re-lación en el concepto de espacio en la ciudad. Para ellodistinguimos entre polis (comunidad de vida) y urbe(conglomerado humano con vínculos volumétricos) yvemos cómo la ciudad actual está más cerca de la ima-gen de urbe que de la de polis. Ello genera un tipo de an-gustia específica, la angustia urbana, tal vez suelo igno-rado de la angustia analizada por la filosofía existencial.En la urbe se permanece metafísicamente libre, pero hu-manamente preso, por el hecho de que las libertades nose ponen de acuerdo.

Based upon Gaston Bachelard’s analysis on the imageof the “happy space”, we analyse the “unhappy space”and we study its relation with the image of city space.We distinguish between polis (life’s community) andthe latin word “urbs” (human conglomerate linked byvolumetric relations) and we stablish that the contem-porary city is more closed to the image of “urbis” thanto the image of polis. This generates a specific kind ofanguish, the urban anguish, that might be the unvei-led ground of the anguishd analysed by the existencialphilosphy. In the city one is metaphysicaly free, buthumanly prisioner, because everybody is free, but the-re is no agree on what to do with freedom.

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Page 82: Laberintos urbanos en América Latina

¡Oh, cúmulo de angustias!, parece escucharse comoeco al oir la palabra ciudad, al menos entre filósofos deciudades de las que ya no se sabe dónde comienzan,dónde terminan, ni menos a dónde van (como lo sonmuchas de las grandes urbes latinoamericanas). ¿Cuáles la naturaleza espacial de la ciudad en lo relativo a lafelicidad y la infelicidad? ¿es la angustia una condicióndel ser humano como tal o del ser humano en la urbe,vale decir, de un tipo particular de existencia surgidohace algunos milenios en oriente y hace algunos siglosen Europa y América?

2

¿podemos describir qué aspectosde la ciudad contribuyen de manera esencial a ello? Pre-suntuoso sería intentar responder todas esas preguntas.Sin embargo, creemos que es posible dar algunas pistaspara que otros puedan hacerlo. Con esa finalidad, es útilexaminar brevemente qué dice la tradición griega sobreel concepto de ciudad y qué dice la filosofía contempo-ránea sobre el espacio feliz.

Polis, en la filosofía de Aristóteles quiere decir, sobretodo, ciudad, en el sentido de comunidad y unidad po-líticas, así como lugar moral de realización de las virtu-des ciudadanas

3

. Para Aristóteles, la comunidad prima-ria está constituida por la familia. Varias familias cons-tituyen un pueblo o aldea, y varias aldeas una ciudad.Una comunidad política es entendida por Aristótelescomo una comunidad autosuficiente, “y así, habiendocomenzado a existir simplemente para proveer la vida,existe actualmente para atender a una vida buena. Deaquí que toda ciudad-estado existe por naturaleza en lamisma medida en que existe naturalmente la primerade las comunidades”

4

.Esa autosuficiencia es la finalidad de la ciudad o de

la comunidad política. Lo relativo a la ciudad no se de-fine por la espacialidad ni por un tipo de construcciónni distribución de funciones urbanas. Tampoco debeentenderse en el sentido de autosuficiencia de energía,

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¡Oh, cúmulo de angustias!, parece escucharse comoeco al oir la palabra ciudad, al menos entre filósofos deciudades de las que ya no se sabe dónde comienzan,dónde terminan, ni menos a dónde van (como lo sonmuchas de las grandes urbes latinoamericanas). ¿Cuáles la naturaleza espacial de la ciudad en lo relativo a lafelicidad y la infelicidad? ¿es la angustia una condicióndel ser humano como tal o del ser humano en la urbe,vale decir, de un tipo particular de existencia surgidohace algunos milenios en oriente y hace algunos siglosen Europa y América?

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¿podemos describir qué aspectosde la ciudad contribuyen de manera esencial a ello? Pre-suntuoso sería intentar responder todas esas preguntas.Sin embargo, creemos que es posible dar algunas pistaspara que otros puedan hacerlo. Con esa finalidad, es útilexaminar brevemente qué dice la tradición griega sobreel concepto de ciudad y qué dice la filosofía contempo-ránea sobre el espacio feliz.

Polis, en la filosofía de Aristóteles quiere decir, sobretodo, ciudad, en el sentido de comunidad y unidad po-líticas, así como lugar moral de realización de las virtu-des ciudadanas

3

. Para Aristóteles, la comunidad prima-ria está constituida por la familia. Varias familias cons-tituyen un pueblo o aldea, y varias aldeas una ciudad.Una comunidad política es entendida por Aristótelescomo una comunidad autosuficiente, “y así, habiendocomenzado a existir simplemente para proveer la vida,existe actualmente para atender a una vida buena. Deaquí que toda ciudad-estado existe por naturaleza en lamisma medida en que existe naturalmente la primerade las comunidades”

4

.Esa autosuficiencia es la finalidad de la ciudad o de

la comunidad política. Lo relativo a la ciudad no se de-fine por la espacialidad ni por un tipo de construcciónni distribución de funciones urbanas. Tampoco debeentenderse en el sentido de autosuficiencia de energía,

¡Oh, cúmulo de angustias!, parece escucharse comoeco al oir la palabra ciudad, al menos entre filósofos deciudades de las que ya no se sabe dónde comienzan,dónde terminan, ni menos a dónde van (como lo sonmuchas de las grandes urbes latinoamericanas). ¿Cuáles la naturaleza espacial de la ciudad en lo relativo a lafelicidad y la infelicidad? ¿es la angustia una condicióndel ser humano como tal o del ser humano en la urbe,vale decir, de un tipo particular de existencia surgidohace algunos milenios en oriente y hace algunos siglosen Europa y América?

2

¿podemos describir qué aspectosde la ciudad contribuyen de manera esencial a ello? Pre-suntuoso sería intentar responder todas esas preguntas.Sin embargo, creemos que es posible dar algunas pistaspara que otros puedan hacerlo. Con esa finalidad, es útilexaminar brevemente qué dice la tradición griega sobreel concepto de ciudad y qué dice la filosofía contempo-ránea sobre el espacio feliz.

Polis, en la filosofía de Aristóteles quiere decir, sobretodo, ciudad, en el sentido de comunidad y unidad po-líticas, así como lugar moral de realización de las virtu-des ciudadanas

3

. Para Aristóteles, la comunidad prima-ria está constituida por la familia. Varias familias cons-tituyen un pueblo o aldea, y varias aldeas una ciudad.Una comunidad política es entendida por Aristótelescomo una comunidad autosuficiente, “y así, habiendocomenzado a existir simplemente para proveer la vida,existe actualmente para atender a una vida buena. Deaquí que toda ciudad-estado existe por naturaleza en lamisma medida en que existe naturalmente la primerade las comunidades”

4

.Esa autosuficiencia es la finalidad de la ciudad o de

la comunidad política. Lo relativo a la ciudad no se de-fine por la espacialidad ni por un tipo de construcciónni distribución de funciones urbanas. Tampoco debeentenderse en el sentido de autosuficiencia de energía,

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provisiones y servicios, sino como logro moral en unsistema de relaciones donde las más altas virtudes de loshombres libres pueden tener lugar, lo que supone ciertobienestar económico, pero que no se define por éste yque incluso este mismo puede anular. Autosuficiencia esaquí la plena realización del ser humano, lo que en Aris-tóteles supone el ejercicio de la previsión racional, de laparticipación en el destino de la comunidad y ocio parano estar sometido a exigencias contrarias a dicho ejerci-cio. Lo que es autosuficiente es el sistema de relaciones,costumbres y valores, que no requieren de intervenciónexterna o de importación de costumbres foráneas paraque los hombres alcancen la virtud. En otras palabras, laciudad aristotélica es un tipo de vínculo entre los hom-bres, acordado libremente, de tal manera que gracias aese vínculo se pueden realizar, sin intervención de terce-ros, las funciones políticas, morales, económicas y do-mésticas sin las cuales el hombre, aunque viva en socie-dad, no puede ser feliz. Sólo algunas de estas funcionestienen que ver con la construcción y la habilitación ma-terial de espacios domésticos, laborales y públicos, perono puede pensarse que ello sea lo esencial de la ciudad(polis) aristotélica.

No desconocemos que ésta subsiste en parte graciasa los esclavos, marginados del espacio de libertad, delocio y de lo que el estagirita considera la realización delas virtudes más propiamente humanas, pues para Aris-tóteles la virtud del esclavo consistiría en obedecer a unamo sabio que le conduzca a un bien que por sí sólo nopodría alcanzar. Con todo, hay autores que inspiradosen Aristóteles, pero alejándose de él, han entendido lanoción de ciudad casi exclusivamente en el sentido desistema de relaciones morales y costumbres librementeacordadas, es decir, como polis que no excluye a ningu-no de sus miembros y en la cual no hay esclavos. En elsiglo XVI Francisco de Vitoria ve en las ciudades indíge-

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provisiones y servicios, sino como logro moral en unsistema de relaciones donde las más altas virtudes de loshombres libres pueden tener lugar, lo que supone ciertobienestar económico, pero que no se define por éste yque incluso este mismo puede anular. Autosuficiencia esaquí la plena realización del ser humano, lo que en Aris-tóteles supone el ejercicio de la previsión racional, de laparticipación en el destino de la comunidad y ocio parano estar sometido a exigencias contrarias a dicho ejerci-cio. Lo que es autosuficiente es el sistema de relaciones,costumbres y valores, que no requieren de intervenciónexterna o de importación de costumbres foráneas paraque los hombres alcancen la virtud. En otras palabras, laciudad aristotélica es un tipo de vínculo entre los hom-bres, acordado libremente, de tal manera que gracias aese vínculo se pueden realizar, sin intervención de terce-ros, las funciones políticas, morales, económicas y do-mésticas sin las cuales el hombre, aunque viva en socie-dad, no puede ser feliz. Sólo algunas de estas funcionestienen que ver con la construcción y la habilitación ma-terial de espacios domésticos, laborales y públicos, perono puede pensarse que ello sea lo esencial de la ciudad(polis) aristotélica.

No desconocemos que ésta subsiste en parte graciasa los esclavos, marginados del espacio de libertad, delocio y de lo que el estagirita considera la realización delas virtudes más propiamente humanas, pues para Aris-tóteles la virtud del esclavo consistiría en obedecer a unamo sabio que le conduzca a un bien que por sí sólo nopodría alcanzar. Con todo, hay autores que inspiradosen Aristóteles, pero alejándose de él, han entendido lanoción de ciudad casi exclusivamente en el sentido desistema de relaciones morales y costumbres librementeacordadas, es decir, como polis que no excluye a ningu-no de sus miembros y en la cual no hay esclavos. En elsiglo XVI Francisco de Vitoria ve en las ciudades indíge-

provisiones y servicios, sino como logro moral en unsistema de relaciones donde las más altas virtudes de loshombres libres pueden tener lugar, lo que supone ciertobienestar económico, pero que no se define por éste yque incluso este mismo puede anular. Autosuficiencia esaquí la plena realización del ser humano, lo que en Aris-tóteles supone el ejercicio de la previsión racional, de laparticipación en el destino de la comunidad y ocio parano estar sometido a exigencias contrarias a dicho ejerci-cio. Lo que es autosuficiente es el sistema de relaciones,costumbres y valores, que no requieren de intervenciónexterna o de importación de costumbres foráneas paraque los hombres alcancen la virtud. En otras palabras, laciudad aristotélica es un tipo de vínculo entre los hom-bres, acordado libremente, de tal manera que gracias aese vínculo se pueden realizar, sin intervención de terce-ros, las funciones políticas, morales, económicas y do-mésticas sin las cuales el hombre, aunque viva en socie-dad, no puede ser feliz. Sólo algunas de estas funcionestienen que ver con la construcción y la habilitación ma-terial de espacios domésticos, laborales y públicos, perono puede pensarse que ello sea lo esencial de la ciudad(polis) aristotélica.

No desconocemos que ésta subsiste en parte graciasa los esclavos, marginados del espacio de libertad, delocio y de lo que el estagirita considera la realización delas virtudes más propiamente humanas, pues para Aris-tóteles la virtud del esclavo consistiría en obedecer a unamo sabio que le conduzca a un bien que por sí sólo nopodría alcanzar. Con todo, hay autores que inspiradosen Aristóteles, pero alejándose de él, han entendido lanoción de ciudad casi exclusivamente en el sentido desistema de relaciones morales y costumbres librementeacordadas, es decir, como polis que no excluye a ningu-no de sus miembros y en la cual no hay esclavos. En elsiglo XVI Francisco de Vitoria ve en las ciudades indíge-

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nas comunidades autosuficientes que no necesitan delos españoles para gobernarse moralmente y llegar a servirtuosas, aun cuando el tipo de gobierno de la ciudadindígena sea distinto del español

5

. En ese sentido, a dife-rencia de lo que entendemos hoy por ciudad, no existenen Aristóteles, ni en Vitoria

6

, indicios de que la ciudadsea impedimiento para que las funciones políticas, mo-rales, económicas y domésticas puedan realizarse o pa-ra que una de ellas se realice en detrimento de las de-más, como sucede en las ciudades actuales. Por eso, unaimagen de ciudad de inspiración aristotélica, con exclu-sión de lo que el estagirita piensa del rol de los esclavosen ella, puede ser una imagen de espacio feliz, con as-pectos semejantes a los que se integran en la imagen decasa tal como la definirá Bachelard veinticuatro siglosmás tarde.

En La Poétique de l’espace7

Gaston Bachelard centrasu reflexión en la casa y sus objetos interiores con el finde poner de relieve la imagen poética del espacio bajo elsigno del hombre feliz. Para Bachelard, la casa, y no laciudad, es el lugar de la imagen espacial feliz. La búsque-da bachelardiana de imágenes de espacios felices eraparte de una polémica con el sicoanálisis, cuyo objeto detrabajo también habría sido, según él, las imágenes, pe-ro en lugar de imágenes felices, imágenes de desgracia ysufrimiento propias de un hombre infeliz. Bachelard seproponía analizar imágenes que no fueran vividas y quehubiesen sido creadas por la imaginación poética, supe-rando la felicidad o la pena de quien las crea. Bajo ins-piración kantiana y fenomenológica, concebía la ima-gen como el sobrepasamiento de todos los datos de lasensibilidad y buscaba describir las imágenes del espaciofeliz sin preocuparse de si lo era o no quien las creaba.No le interesaba fundamentalmente lo existente y lopresente sensible, ni lo pasado, pues, como decía él: “laimaginación, en sus acciones vivas, nos separa a la vez

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nas comunidades autosuficientes que no necesitan delos españoles para gobernarse moralmente y llegar a servirtuosas, aun cuando el tipo de gobierno de la ciudadindígena sea distinto del español

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. En ese sentido, a dife-rencia de lo que entendemos hoy por ciudad, no existenen Aristóteles, ni en Vitoria

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, indicios de que la ciudadsea impedimiento para que las funciones políticas, mo-rales, económicas y domésticas puedan realizarse o pa-ra que una de ellas se realice en detrimento de las de-más, como sucede en las ciudades actuales. Por eso, unaimagen de ciudad de inspiración aristotélica, con exclu-sión de lo que el estagirita piensa del rol de los esclavosen ella, puede ser una imagen de espacio feliz, con as-pectos semejantes a los que se integran en la imagen decasa tal como la definirá Bachelard veinticuatro siglosmás tarde.

En La Poétique de l’espace7

Gaston Bachelard centrasu reflexión en la casa y sus objetos interiores con el finde poner de relieve la imagen poética del espacio bajo elsigno del hombre feliz. Para Bachelard, la casa, y no laciudad, es el lugar de la imagen espacial feliz. La búsque-da bachelardiana de imágenes de espacios felices eraparte de una polémica con el sicoanálisis, cuyo objeto detrabajo también habría sido, según él, las imágenes, pe-ro en lugar de imágenes felices, imágenes de desgracia ysufrimiento propias de un hombre infeliz. Bachelard seproponía analizar imágenes que no fueran vividas y quehubiesen sido creadas por la imaginación poética, supe-rando la felicidad o la pena de quien las crea. Bajo ins-piración kantiana y fenomenológica, concebía la ima-gen como el sobrepasamiento de todos los datos de lasensibilidad y buscaba describir las imágenes del espaciofeliz sin preocuparse de si lo era o no quien las creaba.No le interesaba fundamentalmente lo existente y lopresente sensible, ni lo pasado, pues, como decía él: “laimaginación, en sus acciones vivas, nos separa a la vez

nas comunidades autosuficientes que no necesitan delos españoles para gobernarse moralmente y llegar a servirtuosas, aun cuando el tipo de gobierno de la ciudadindígena sea distinto del español

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. En ese sentido, a dife-rencia de lo que entendemos hoy por ciudad, no existenen Aristóteles, ni en Vitoria

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, indicios de que la ciudadsea impedimiento para que las funciones políticas, mo-rales, económicas y domésticas puedan realizarse o pa-ra que una de ellas se realice en detrimento de las de-más, como sucede en las ciudades actuales. Por eso, unaimagen de ciudad de inspiración aristotélica, con exclu-sión de lo que el estagirita piensa del rol de los esclavosen ella, puede ser una imagen de espacio feliz, con as-pectos semejantes a los que se integran en la imagen decasa tal como la definirá Bachelard veinticuatro siglosmás tarde.

En La Poétique de l’espace7

Gaston Bachelard centrasu reflexión en la casa y sus objetos interiores con el finde poner de relieve la imagen poética del espacio bajo elsigno del hombre feliz. Para Bachelard, la casa, y no laciudad, es el lugar de la imagen espacial feliz. La búsque-da bachelardiana de imágenes de espacios felices eraparte de una polémica con el sicoanálisis, cuyo objeto detrabajo también habría sido, según él, las imágenes, pe-ro en lugar de imágenes felices, imágenes de desgracia ysufrimiento propias de un hombre infeliz. Bachelard seproponía analizar imágenes que no fueran vividas y quehubiesen sido creadas por la imaginación poética, supe-rando la felicidad o la pena de quien las crea. Bajo ins-piración kantiana y fenomenológica, concebía la ima-gen como el sobrepasamiento de todos los datos de lasensibilidad y buscaba describir las imágenes del espaciofeliz sin preocuparse de si lo era o no quien las creaba.No le interesaba fundamentalmente lo existente y lopresente sensible, ni lo pasado, pues, como decía él: “laimaginación, en sus acciones vivas, nos separa a la vez

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del pasado y de la realidad. Se abre hacia el futuro. A lafuncion de lo real, instruida por el pasado, [...] hay queagregar una función irreal igualmente positiva”

8

. ParaBachelard, la función irreal de la imagen del espacio fe-liz viene a seducir, inquietar y despertar aquello que yaes. Pero no se trata aquí de la inquietud temible, de lacatástrofe o de la situación límite, sino de:

“imágenes bien simples, las imágenes del espacio feliz[...] que tienden a determinar el valor humano de losespacios de posesión, de espacios prohibidos contraslas fuerzas adversas, espacios amados”

9

.

En muchos casos Bachelard sitúa la imagen del es-pacio feliz en ambientes aparentemente hostiles, comola soledad de una casa en la tormenta. Sin embargo, lahostilidad del paisaje no hace mella en la beatitud de laimagen de espacio feliz e incluso puede contribuir a suconstitución. Para Bachelard, el cosmos se opone a lacasa, pues una de las estructuras básicas de las imágenesdel espacio feliz es la oposición casa versus no-casa, esdecir, casa versus mundo. La imagen de casa se constru-ye oponiéndola a la de mundo y a las fuerzas naturales,pero se trata de una oposición que contribuye a consti-tuir la naturaleza moral del ser humano, no de una opo-sición de indiferencia. A propósito de unos versos deRilke, quien escribe de una casa que es “envuelta por losbrazos de una tormenta”, Bachelard comenta que casa yuniverso están en una relación de oposición y de simpleyuxtaposición. “La casa capitaliza sus victorias contra elhuracán”, comenta

10

. La resistencia de la casa contra latormenta es un valor humano, una especie de cuerpohumano bajo el cual cada uno abriga su cuerpo contrala tormenta. La tormenta es una agresión animal, perocontra ella la casa adquiere las energías físicas y moralesde un cuerpo humano”

11

, su protección y resistencia se

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del pasado y de la realidad. Se abre hacia el futuro. A lafuncion de lo real, instruida por el pasado, [...] hay queagregar una función irreal igualmente positiva”

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. ParaBachelard, la función irreal de la imagen del espacio fe-liz viene a seducir, inquietar y despertar aquello que yaes. Pero no se trata aquí de la inquietud temible, de lacatástrofe o de la situación límite, sino de:

“imágenes bien simples, las imágenes del espacio feliz[...] que tienden a determinar el valor humano de losespacios de posesión, de espacios prohibidos contraslas fuerzas adversas, espacios amados”

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.

En muchos casos Bachelard sitúa la imagen del es-pacio feliz en ambientes aparentemente hostiles, comola soledad de una casa en la tormenta. Sin embargo, lahostilidad del paisaje no hace mella en la beatitud de laimagen de espacio feliz e incluso puede contribuir a suconstitución. Para Bachelard, el cosmos se opone a lacasa, pues una de las estructuras básicas de las imágenesdel espacio feliz es la oposición casa versus no-casa, esdecir, casa versus mundo. La imagen de casa se constru-ye oponiéndola a la de mundo y a las fuerzas naturales,pero se trata de una oposición que contribuye a consti-tuir la naturaleza moral del ser humano, no de una opo-sición de indiferencia. A propósito de unos versos deRilke, quien escribe de una casa que es “envuelta por losbrazos de una tormenta”, Bachelard comenta que casa yuniverso están en una relación de oposición y de simpleyuxtaposición. “La casa capitaliza sus victorias contra elhuracán”, comenta

10

. La resistencia de la casa contra latormenta es un valor humano, una especie de cuerpohumano bajo el cual cada uno abriga su cuerpo contrala tormenta. La tormenta es una agresión animal, perocontra ella la casa adquiere las energías físicas y moralesde un cuerpo humano”

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, su protección y resistencia se

del pasado y de la realidad. Se abre hacia el futuro. A lafuncion de lo real, instruida por el pasado, [...] hay queagregar una función irreal igualmente positiva”

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. ParaBachelard, la función irreal de la imagen del espacio fe-liz viene a seducir, inquietar y despertar aquello que yaes. Pero no se trata aquí de la inquietud temible, de lacatástrofe o de la situación límite, sino de:

“imágenes bien simples, las imágenes del espacio feliz[...] que tienden a determinar el valor humano de losespacios de posesión, de espacios prohibidos contraslas fuerzas adversas, espacios amados”

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En muchos casos Bachelard sitúa la imagen del es-pacio feliz en ambientes aparentemente hostiles, comola soledad de una casa en la tormenta. Sin embargo, lahostilidad del paisaje no hace mella en la beatitud de laimagen de espacio feliz e incluso puede contribuir a suconstitución. Para Bachelard, el cosmos se opone a lacasa, pues una de las estructuras básicas de las imágenesdel espacio feliz es la oposición casa versus no-casa, esdecir, casa versus mundo. La imagen de casa se constru-ye oponiéndola a la de mundo y a las fuerzas naturales,pero se trata de una oposición que contribuye a consti-tuir la naturaleza moral del ser humano, no de una opo-sición de indiferencia. A propósito de unos versos deRilke, quien escribe de una casa que es “envuelta por losbrazos de una tormenta”, Bachelard comenta que casa yuniverso están en una relación de oposición y de simpleyuxtaposición. “La casa capitaliza sus victorias contra elhuracán”, comenta

10

. La resistencia de la casa contra latormenta es un valor humano, una especie de cuerpohumano bajo el cual cada uno abriga su cuerpo contrala tormenta. La tormenta es una agresión animal, perocontra ella la casa adquiere las energías físicas y moralesde un cuerpo humano”

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, su protección y resistencia se

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convierten en valores humanos, con lo cual la casa hu-manizada se convierte en un instrumento para afrontarel cosmos. Por eso Rilke, según Bachelard, hablaría sinangustia de la casa bajo el mal tiempo, pues esa casa so-litaria es un espacio tan feliz o más que la ciudad (re-cuérdese que el efecto de una tormenta en época de Ril-ke es bien distinto del actual).

Bachelard tiene razón al afirmar que en la imagen decasa los distintos componentes del siquismo humanoencuentran un lugar propio y que por lo tanto sirve demodelo para la integración sicológica. En las imágenesdel espacio feliz se integran todos los niveles del siquis-mo, de modo que un ser humano se puede reconocerpor entero en ellas, sin necesidad de disgregarse, de es-cindirse o de reprimir ciertos aspectos de la personali-dad.

Las imágenes del espacio no son sustituto de espa-cios reales, pues no pretenden estar en lugar de ellos nison significantes de algo ausente, como sería si enten-diéramos lingüística o sicoanalíticamente el trabajo deBachelard. Las imágenes del espacio feliz se valen por símismas y son lugar de integración síquica imaginaria,pero no falsa, pues cabe hacer de ellas una descripcióneidética, una especie de ontología fenomenológica delos espacios imaginarios, tal como se podría hacer de losespacios reales.

El sentido clásico de la noción de ciudad ha tendidoa desaparecer de las imágenes de la ciudad moderna pa-ra ser absorbido por el significado de la palabra urbe,que no en vano el Diccionario de la Lengua Española dela Real Academia de la Lengua

12

vincula con las ciudadespopulosas, o sea, con cantidades de población y de edi-ficios más que con la realización de un tipo de vida(aunque lo populoso traiga consigo una manera de vi-vir). Es decir, en algún momento de la historia empíricay de la historia de la filosofía se produce una derivación

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convierten en valores humanos, con lo cual la casa hu-manizada se convierte en un instrumento para afrontarel cosmos. Por eso Rilke, según Bachelard, hablaría sinangustia de la casa bajo el mal tiempo, pues esa casa so-litaria es un espacio tan feliz o más que la ciudad (re-cuérdese que el efecto de una tormenta en época de Ril-ke es bien distinto del actual).

Bachelard tiene razón al afirmar que en la imagen decasa los distintos componentes del siquismo humanoencuentran un lugar propio y que por lo tanto sirve demodelo para la integración sicológica. En las imágenesdel espacio feliz se integran todos los niveles del siquis-mo, de modo que un ser humano se puede reconocerpor entero en ellas, sin necesidad de disgregarse, de es-cindirse o de reprimir ciertos aspectos de la personali-dad.

Las imágenes del espacio no son sustituto de espa-cios reales, pues no pretenden estar en lugar de ellos nison significantes de algo ausente, como sería si enten-diéramos lingüística o sicoanalíticamente el trabajo deBachelard. Las imágenes del espacio feliz se valen por símismas y son lugar de integración síquica imaginaria,pero no falsa, pues cabe hacer de ellas una descripcióneidética, una especie de ontología fenomenológica delos espacios imaginarios, tal como se podría hacer de losespacios reales.

El sentido clásico de la noción de ciudad ha tendidoa desaparecer de las imágenes de la ciudad moderna pa-ra ser absorbido por el significado de la palabra urbe,que no en vano el Diccionario de la Lengua Española dela Real Academia de la Lengua

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vincula con las ciudadespopulosas, o sea, con cantidades de población y de edi-ficios más que con la realización de un tipo de vida(aunque lo populoso traiga consigo una manera de vi-vir). Es decir, en algún momento de la historia empíricay de la historia de la filosofía se produce una derivación

convierten en valores humanos, con lo cual la casa hu-manizada se convierte en un instrumento para afrontarel cosmos. Por eso Rilke, según Bachelard, hablaría sinangustia de la casa bajo el mal tiempo, pues esa casa so-litaria es un espacio tan feliz o más que la ciudad (re-cuérdese que el efecto de una tormenta en época de Ril-ke es bien distinto del actual).

Bachelard tiene razón al afirmar que en la imagen decasa los distintos componentes del siquismo humanoencuentran un lugar propio y que por lo tanto sirve demodelo para la integración sicológica. En las imágenesdel espacio feliz se integran todos los niveles del siquis-mo, de modo que un ser humano se puede reconocerpor entero en ellas, sin necesidad de disgregarse, de es-cindirse o de reprimir ciertos aspectos de la personali-dad.

Las imágenes del espacio no son sustituto de espa-cios reales, pues no pretenden estar en lugar de ellos nison significantes de algo ausente, como sería si enten-diéramos lingüística o sicoanalíticamente el trabajo deBachelard. Las imágenes del espacio feliz se valen por símismas y son lugar de integración síquica imaginaria,pero no falsa, pues cabe hacer de ellas una descripcióneidética, una especie de ontología fenomenológica delos espacios imaginarios, tal como se podría hacer de losespacios reales.

El sentido clásico de la noción de ciudad ha tendidoa desaparecer de las imágenes de la ciudad moderna pa-ra ser absorbido por el significado de la palabra urbe,que no en vano el Diccionario de la Lengua Española dela Real Academia de la Lengua

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vincula con las ciudadespopulosas, o sea, con cantidades de población y de edi-ficios más que con la realización de un tipo de vida(aunque lo populoso traiga consigo una manera de vi-vir). Es decir, en algún momento de la historia empíricay de la historia de la filosofía se produce una derivación

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del concepto de ciudad desde la noción de polis hacia elconcepto de urbe, perdiéndose el sentido del espaciomoral donde se realizaban las virtudes de los hombreslibres para adquirir el de aglomerado indiferente a losseres humanos y sus virtudes. Como aglomerado, lagran ciudad contemporánea no es autosuficiente enmateria política, moral y económica, aspectos que rele-ga al Estado o a la vida doméstica. La gran ciudad con-temporánea confía en el Estado para resolver la mayoríade los conflictos morales y proveerla de un marco polí-tico-jurídico dentro del cual las municipalidades pue-dan resolver los conflictos espaciales, y relega al campodoméstico la realización de la felicidad y de la virtud. Lagran urbe elimina de su espacio el espacio de realizaciónde la comunidad de vida humana y de vínculo moral decada persona respecto de las demás para sustituirlos poruna relación de contiguidad: los ciudadanos están todosjuntos físicamente, pero desunidos moralmente. En laimagen de urbe los seres humanos se integran sin vín-culo interno, tan sólo por la separación a que les obligaun espacio geométrico, sin intensidad, profundidad nimoralidad y donde, siguiendo las leyes de la geometríaeuclidiana, dos volúmenes no pueden ocupar el mismolugar. De ahí que en la imagen de la urbe cada uno qui-ta el lugar al otro, en vez de contribuir a que todos ten-gan su sitio en el mundo, como sucede cuando la ciudades entendida como polis, como comunidad.

La urbe ha dejado de ser el lugar de reunión naturalde los hombres virtuosos para convertirse en lugar dedegradación o al menos de peligro moral. En la épocaactual existe una tendencia a centrar lo moral en la vidadoméstica, espacio físico y moral en el cual siempre hayposibilidad de salvación, sin importar lo que sucedaafuera. Con ello, la vida privada, no entendida como ac-tividad productiva sino en tanto vida doméstica (lo do-méstico no es sinónimo de lo privado), aparece como el

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del concepto de ciudad desde la noción de polis hacia elconcepto de urbe, perdiéndose el sentido del espaciomoral donde se realizaban las virtudes de los hombreslibres para adquirir el de aglomerado indiferente a losseres humanos y sus virtudes. Como aglomerado, lagran ciudad contemporánea no es autosuficiente enmateria política, moral y económica, aspectos que rele-ga al Estado o a la vida doméstica. La gran ciudad con-temporánea confía en el Estado para resolver la mayoríade los conflictos morales y proveerla de un marco polí-tico-jurídico dentro del cual las municipalidades pue-dan resolver los conflictos espaciales, y relega al campodoméstico la realización de la felicidad y de la virtud. Lagran urbe elimina de su espacio el espacio de realizaciónde la comunidad de vida humana y de vínculo moral decada persona respecto de las demás para sustituirlos poruna relación de contiguidad: los ciudadanos están todosjuntos físicamente, pero desunidos moralmente. En laimagen de urbe los seres humanos se integran sin vín-culo interno, tan sólo por la separación a que les obligaun espacio geométrico, sin intensidad, profundidad nimoralidad y donde, siguiendo las leyes de la geometríaeuclidiana, dos volúmenes no pueden ocupar el mismolugar. De ahí que en la imagen de la urbe cada uno qui-ta el lugar al otro, en vez de contribuir a que todos ten-gan su sitio en el mundo, como sucede cuando la ciudades entendida como polis, como comunidad.

La urbe ha dejado de ser el lugar de reunión naturalde los hombres virtuosos para convertirse en lugar dedegradación o al menos de peligro moral. En la épocaactual existe una tendencia a centrar lo moral en la vidadoméstica, espacio físico y moral en el cual siempre hayposibilidad de salvación, sin importar lo que sucedaafuera. Con ello, la vida privada, no entendida como ac-tividad productiva sino en tanto vida doméstica (lo do-méstico no es sinónimo de lo privado), aparece como el

del concepto de ciudad desde la noción de polis hacia elconcepto de urbe, perdiéndose el sentido del espaciomoral donde se realizaban las virtudes de los hombreslibres para adquirir el de aglomerado indiferente a losseres humanos y sus virtudes. Como aglomerado, lagran ciudad contemporánea no es autosuficiente enmateria política, moral y económica, aspectos que rele-ga al Estado o a la vida doméstica. La gran ciudad con-temporánea confía en el Estado para resolver la mayoríade los conflictos morales y proveerla de un marco polí-tico-jurídico dentro del cual las municipalidades pue-dan resolver los conflictos espaciales, y relega al campodoméstico la realización de la felicidad y de la virtud. Lagran urbe elimina de su espacio el espacio de realizaciónde la comunidad de vida humana y de vínculo moral decada persona respecto de las demás para sustituirlos poruna relación de contiguidad: los ciudadanos están todosjuntos físicamente, pero desunidos moralmente. En laimagen de urbe los seres humanos se integran sin vín-culo interno, tan sólo por la separación a que les obligaun espacio geométrico, sin intensidad, profundidad nimoralidad y donde, siguiendo las leyes de la geometríaeuclidiana, dos volúmenes no pueden ocupar el mismolugar. De ahí que en la imagen de la urbe cada uno qui-ta el lugar al otro, en vez de contribuir a que todos ten-gan su sitio en el mundo, como sucede cuando la ciudades entendida como polis, como comunidad.

La urbe ha dejado de ser el lugar de reunión naturalde los hombres virtuosos para convertirse en lugar dedegradación o al menos de peligro moral. En la épocaactual existe una tendencia a centrar lo moral en la vidadoméstica, espacio físico y moral en el cual siempre hayposibilidad de salvación, sin importar lo que sucedaafuera. Con ello, la vida privada, no entendida como ac-tividad productiva sino en tanto vida doméstica (lo do-méstico no es sinónimo de lo privado), aparece como el

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lugar natural de la integración siquica y moral del hom-bre: allí se dan la solidaridad, el amor y el respeto mu-tuo. En la urbe, en cambio, se da la indiferencia, las re-laciones utilitarias y la violencia, moral o física. Bache-lard, influido (probablemente sin saberlo) por la nociónde urbe, ve la imagen de la felicidad y de la virtud no enla ciudad, sino en la vivienda familiar, rural o urbana,pero en todo caso sin integración arquitectónica conotras viviendas, con la ciudad o con la urbe, ya se la en-tienda como ente moral o espacial. En ese sentido, el“fallo” de la poética del espacio bachelardiana es noconcebir la posibilidad, ni siquiera como pura imagen,de un espacio público feliz, donde los vínculos que per-miten la felicidad y la plena realización moral sobrepa-san la esfera doméstica para alcanzar la esfera de lo pú-blico y del espacio generado por multitud de viviendas,servicios y lugar de circulación y esparcimiento propiosde una ciudad

13

.Bachelard sólo concibe la imagen del espacio feliz en

la vivienda unifamiliar aislada, a pesar de que los versosen los cuales rastrea esta imagen pertenecen a poetasque vivieron en épocas de amplio desarrollo de las ciu-dades. Sus imágenes de espacio feliz corresponden a unavivienda preferiblemente campestre o con grandes jar-dines. Ahora bien, imaginar un espacio feliz con jardínes una forma de integrar la ruralidad a la imagen del es-pacio urbano, pues es propio de la imagen de lo rural lapresencia de grandes espacios verdes y cierto nivel deaislamiento de las viviendas. La casa bachelardiana esindiferente a la urbe, cosa que es fácilmente comprensi-ble, teniendo nosotros que lamentar el hecho de que elfilósofo francés no vea la relación natural de la casa y lapolis. Por cierto que a nivel de imágenes espaciales, casay urbe se oponen, aunque en la realidad subsistan casasen medio de la urbe, sin que por ello se integren en laimagen de un espacio feliz. Ello es comprensible, pues la

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lugar natural de la integración siquica y moral del hom-bre: allí se dan la solidaridad, el amor y el respeto mu-tuo. En la urbe, en cambio, se da la indiferencia, las re-laciones utilitarias y la violencia, moral o física. Bache-lard, influido (probablemente sin saberlo) por la nociónde urbe, ve la imagen de la felicidad y de la virtud no enla ciudad, sino en la vivienda familiar, rural o urbana,pero en todo caso sin integración arquitectónica conotras viviendas, con la ciudad o con la urbe, ya se la en-tienda como ente moral o espacial. En ese sentido, el“fallo” de la poética del espacio bachelardiana es noconcebir la posibilidad, ni siquiera como pura imagen,de un espacio público feliz, donde los vínculos que per-miten la felicidad y la plena realización moral sobrepa-san la esfera doméstica para alcanzar la esfera de lo pú-blico y del espacio generado por multitud de viviendas,servicios y lugar de circulación y esparcimiento propiosde una ciudad

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.Bachelard sólo concibe la imagen del espacio feliz en

la vivienda unifamiliar aislada, a pesar de que los versosen los cuales rastrea esta imagen pertenecen a poetasque vivieron en épocas de amplio desarrollo de las ciu-dades. Sus imágenes de espacio feliz corresponden a unavivienda preferiblemente campestre o con grandes jar-dines. Ahora bien, imaginar un espacio feliz con jardínes una forma de integrar la ruralidad a la imagen del es-pacio urbano, pues es propio de la imagen de lo rural lapresencia de grandes espacios verdes y cierto nivel deaislamiento de las viviendas. La casa bachelardiana esindiferente a la urbe, cosa que es fácilmente comprensi-ble, teniendo nosotros que lamentar el hecho de que elfilósofo francés no vea la relación natural de la casa y lapolis. Por cierto que a nivel de imágenes espaciales, casay urbe se oponen, aunque en la realidad subsistan casasen medio de la urbe, sin que por ello se integren en laimagen de un espacio feliz. Ello es comprensible, pues la

lugar natural de la integración siquica y moral del hom-bre: allí se dan la solidaridad, el amor y el respeto mu-tuo. En la urbe, en cambio, se da la indiferencia, las re-laciones utilitarias y la violencia, moral o física. Bache-lard, influido (probablemente sin saberlo) por la nociónde urbe, ve la imagen de la felicidad y de la virtud no enla ciudad, sino en la vivienda familiar, rural o urbana,pero en todo caso sin integración arquitectónica conotras viviendas, con la ciudad o con la urbe, ya se la en-tienda como ente moral o espacial. En ese sentido, el“fallo” de la poética del espacio bachelardiana es noconcebir la posibilidad, ni siquiera como pura imagen,de un espacio público feliz, donde los vínculos que per-miten la felicidad y la plena realización moral sobrepa-san la esfera doméstica para alcanzar la esfera de lo pú-blico y del espacio generado por multitud de viviendas,servicios y lugar de circulación y esparcimiento propiosde una ciudad

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.Bachelard sólo concibe la imagen del espacio feliz en

la vivienda unifamiliar aislada, a pesar de que los versosen los cuales rastrea esta imagen pertenecen a poetasque vivieron en épocas de amplio desarrollo de las ciu-dades. Sus imágenes de espacio feliz corresponden a unavivienda preferiblemente campestre o con grandes jar-dines. Ahora bien, imaginar un espacio feliz con jardínes una forma de integrar la ruralidad a la imagen del es-pacio urbano, pues es propio de la imagen de lo rural lapresencia de grandes espacios verdes y cierto nivel deaislamiento de las viviendas. La casa bachelardiana esindiferente a la urbe, cosa que es fácilmente comprensi-ble, teniendo nosotros que lamentar el hecho de que elfilósofo francés no vea la relación natural de la casa y lapolis. Por cierto que a nivel de imágenes espaciales, casay urbe se oponen, aunque en la realidad subsistan casasen medio de la urbe, sin que por ello se integren en laimagen de un espacio feliz. Ello es comprensible, pues la

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imagen de casa y la imagen de urbe son incompatibles,del mismo modo que resulta incompatible un lugar deintegración de las virtudes humanas respecto de otroque las desintengra. Con todo, queda por explicar enBachelard dos cosas: que no perciba la compatibilidadde la imagen de polis (en la medida que la polis se opo-ne a la urbe) respecto de la de casa (ambas son ademáscompatibles en la realidad), y que no estudie la imagende espacio urbano infeliz, poético o no, lo que para no-sotros hubiera sido de gran relevancia, pues la imagende la gran ciudad es hoy, sobre todo, la de un espacio in-feliz.

En la actualidad, la imagen de la ciudad fortalece suaspecto espacial en detrimento del moral, es más urbeque polis

14

. Con todo, la urbe no renuncia a la ambicióngriega de ser dueña de su destino, pues no renuncia deltodo a ser polis. Ahora bien, mientras que en la ciudadmoderna la búsqueda del destino moral produce angus-tia, en la antigüedad clásica es fuente de plenitud síqui-ca y metafísica (las que a veces son alcanzadas tras gran-des conflictos). La angustia que forma parte de la ima-gen de ciudad contemporánea no proviene tanto delsimple hecho de que en ella haya conflictos, sino de quees imposible escapar a los conflictos a pesar de que, ade-más, su resolución no lleva a una plenitud síquica, mo-ral o metafísica, como sucedía con el conflicto trágicogriego. Los conflictos de la urbe no llevan a la catársis,sino al mero enfrentar un nuevo conflicto. En la imagende la ciudad contemporánea los conflictos son indivi-duales (aunque sus causas sean colectivas) y nunca lle-gan a ser gradiosos. En la ciudad no se muere heróica-mente, sino atropellado como un perro; en la ciudad nose llega tarde porque un daimon interrumpa la marcha,sino porque se pierde horas en un embotellamiento. Losconflictos que forman parte de la imagen de la urbecontemporánea no son nunca comunitarios, sino a lo

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imagen de casa y la imagen de urbe son incompatibles,del mismo modo que resulta incompatible un lugar deintegración de las virtudes humanas respecto de otroque las desintengra. Con todo, queda por explicar enBachelard dos cosas: que no perciba la compatibilidadde la imagen de polis (en la medida que la polis se opo-ne a la urbe) respecto de la de casa (ambas son ademáscompatibles en la realidad), y que no estudie la imagende espacio urbano infeliz, poético o no, lo que para no-sotros hubiera sido de gran relevancia, pues la imagende la gran ciudad es hoy, sobre todo, la de un espacio in-feliz.

En la actualidad, la imagen de la ciudad fortalece suaspecto espacial en detrimento del moral, es más urbeque polis

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. Con todo, la urbe no renuncia a la ambicióngriega de ser dueña de su destino, pues no renuncia deltodo a ser polis. Ahora bien, mientras que en la ciudadmoderna la búsqueda del destino moral produce angus-tia, en la antigüedad clásica es fuente de plenitud síqui-ca y metafísica (las que a veces son alcanzadas tras gran-des conflictos). La angustia que forma parte de la ima-gen de ciudad contemporánea no proviene tanto delsimple hecho de que en ella haya conflictos, sino de quees imposible escapar a los conflictos a pesar de que, ade-más, su resolución no lleva a una plenitud síquica, mo-ral o metafísica, como sucedía con el conflicto trágicogriego. Los conflictos de la urbe no llevan a la catársis,sino al mero enfrentar un nuevo conflicto. En la imagende la ciudad contemporánea los conflictos son indivi-duales (aunque sus causas sean colectivas) y nunca lle-gan a ser gradiosos. En la ciudad no se muere heróica-mente, sino atropellado como un perro; en la ciudad nose llega tarde porque un daimon interrumpa la marcha,sino porque se pierde horas en un embotellamiento. Losconflictos que forman parte de la imagen de la urbecontemporánea no son nunca comunitarios, sino a lo

imagen de casa y la imagen de urbe son incompatibles,del mismo modo que resulta incompatible un lugar deintegración de las virtudes humanas respecto de otroque las desintengra. Con todo, queda por explicar enBachelard dos cosas: que no perciba la compatibilidadde la imagen de polis (en la medida que la polis se opo-ne a la urbe) respecto de la de casa (ambas son ademáscompatibles en la realidad), y que no estudie la imagende espacio urbano infeliz, poético o no, lo que para no-sotros hubiera sido de gran relevancia, pues la imagende la gran ciudad es hoy, sobre todo, la de un espacio in-feliz.

En la actualidad, la imagen de la ciudad fortalece suaspecto espacial en detrimento del moral, es más urbeque polis

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. Con todo, la urbe no renuncia a la ambicióngriega de ser dueña de su destino, pues no renuncia deltodo a ser polis. Ahora bien, mientras que en la ciudadmoderna la búsqueda del destino moral produce angus-tia, en la antigüedad clásica es fuente de plenitud síqui-ca y metafísica (las que a veces son alcanzadas tras gran-des conflictos). La angustia que forma parte de la ima-gen de ciudad contemporánea no proviene tanto delsimple hecho de que en ella haya conflictos, sino de quees imposible escapar a los conflictos a pesar de que, ade-más, su resolución no lleva a una plenitud síquica, mo-ral o metafísica, como sucedía con el conflicto trágicogriego. Los conflictos de la urbe no llevan a la catársis,sino al mero enfrentar un nuevo conflicto. En la imagende la ciudad contemporánea los conflictos son indivi-duales (aunque sus causas sean colectivas) y nunca lle-gan a ser gradiosos. En la ciudad no se muere heróica-mente, sino atropellado como un perro; en la ciudad nose llega tarde porque un daimon interrumpa la marcha,sino porque se pierde horas en un embotellamiento. Losconflictos que forman parte de la imagen de la urbecontemporánea no son nunca comunitarios, sino a lo

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más colectivos, pues no es lo mismo un grupo de perso-nas con identidad unitaria y simpatía entre sus miem-bros, que un grupo que se encuentra forzosamente uni-do por la falta de espacio, como en un ascensor, y quellama a éste, por su tamaño, urbe.

En la imagen de urbe existen medios infinitos peraser feliz, pero en ella la felicidad permanece siempreinalcanzable. En la imagen de la ciudad moderna se pro-duce una contradicción consistente en que los mediostécnicos para decidir un destino son más abundantesque nunca (planificadores, estadísticas, medios econó-micos, etc.), pero las posibilidades de realizarlo son qui-zás menores que en imágenes de la ciudad antigua. Ladificultad de realización no proviene de fuerzas exter-nas. La ciudad como lugar de realización moral no sedebilita por enfrentarse a enemigos que quizás quierandestruirla, sino que incluso se fortalece ante ellos, comolo demuestran la estatua de Rodin Los Burgueses de Ca-lais, que representa a un grupo de notables que tras unadeliberación de los prohombres de la ciudad decidenentregarse para que Calais no sea arrasada por los britá-nicos; o los efectos de cohesión de muchas ciudades in-glesas bajo la presión de los bombardeos durante la Se-gunda Guerra Mundial. Es más, el existencialimo, al me-nos el sartreano, tiene razón cuando insinúa que la mo-ral nunca ha sido puesta en peligro por conflictos mo-rales, pues el suelo fértil para la moral es justamente elde la tentación de ser inmoral. En cambio, la imposibi-lidad en que se encuentra la imagen de la urbe, especial-mente la urbe latinoamericana, de realizar su destino,proviene de fuerzas que ella misma ha generado, peroque no se sitúan en un plano moral. En la imagen deciudad contemporánea hay un anhelo de autodetermi-nación, lo que supone la práctica de ciertas virtudes pú-blicas, pero siendo la urbe el lugar del simple vínculoexterno y espacial, como el que se produce en un ascen-

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más colectivos, pues no es lo mismo un grupo de perso-nas con identidad unitaria y simpatía entre sus miem-bros, que un grupo que se encuentra forzosamente uni-do por la falta de espacio, como en un ascensor, y quellama a éste, por su tamaño, urbe.

En la imagen de urbe existen medios infinitos peraser feliz, pero en ella la felicidad permanece siempreinalcanzable. En la imagen de la ciudad moderna se pro-duce una contradicción consistente en que los mediostécnicos para decidir un destino son más abundantesque nunca (planificadores, estadísticas, medios econó-micos, etc.), pero las posibilidades de realizarlo son qui-zás menores que en imágenes de la ciudad antigua. Ladificultad de realización no proviene de fuerzas exter-nas. La ciudad como lugar de realización moral no sedebilita por enfrentarse a enemigos que quizás quierandestruirla, sino que incluso se fortalece ante ellos, comolo demuestran la estatua de Rodin Los Burgueses de Ca-lais, que representa a un grupo de notables que tras unadeliberación de los prohombres de la ciudad decidenentregarse para que Calais no sea arrasada por los britá-nicos; o los efectos de cohesión de muchas ciudades in-glesas bajo la presión de los bombardeos durante la Se-gunda Guerra Mundial. Es más, el existencialimo, al me-nos el sartreano, tiene razón cuando insinúa que la mo-ral nunca ha sido puesta en peligro por conflictos mo-rales, pues el suelo fértil para la moral es justamente elde la tentación de ser inmoral. En cambio, la imposibi-lidad en que se encuentra la imagen de la urbe, especial-mente la urbe latinoamericana, de realizar su destino,proviene de fuerzas que ella misma ha generado, peroque no se sitúan en un plano moral. En la imagen deciudad contemporánea hay un anhelo de autodetermi-nación, lo que supone la práctica de ciertas virtudes pú-blicas, pero siendo la urbe el lugar del simple vínculoexterno y espacial, como el que se produce en un ascen-

más colectivos, pues no es lo mismo un grupo de perso-nas con identidad unitaria y simpatía entre sus miem-bros, que un grupo que se encuentra forzosamente uni-do por la falta de espacio, como en un ascensor, y quellama a éste, por su tamaño, urbe.

En la imagen de urbe existen medios infinitos peraser feliz, pero en ella la felicidad permanece siempreinalcanzable. En la imagen de la ciudad moderna se pro-duce una contradicción consistente en que los mediostécnicos para decidir un destino son más abundantesque nunca (planificadores, estadísticas, medios econó-micos, etc.), pero las posibilidades de realizarlo son qui-zás menores que en imágenes de la ciudad antigua. Ladificultad de realización no proviene de fuerzas exter-nas. La ciudad como lugar de realización moral no sedebilita por enfrentarse a enemigos que quizás quierandestruirla, sino que incluso se fortalece ante ellos, comolo demuestran la estatua de Rodin Los Burgueses de Ca-lais, que representa a un grupo de notables que tras unadeliberación de los prohombres de la ciudad decidenentregarse para que Calais no sea arrasada por los britá-nicos; o los efectos de cohesión de muchas ciudades in-glesas bajo la presión de los bombardeos durante la Se-gunda Guerra Mundial. Es más, el existencialimo, al me-nos el sartreano, tiene razón cuando insinúa que la mo-ral nunca ha sido puesta en peligro por conflictos mo-rales, pues el suelo fértil para la moral es justamente elde la tentación de ser inmoral. En cambio, la imposibi-lidad en que se encuentra la imagen de la urbe, especial-mente la urbe latinoamericana, de realizar su destino,proviene de fuerzas que ella misma ha generado, peroque no se sitúan en un plano moral. En la imagen deciudad contemporánea hay un anhelo de autodetermi-nación, lo que supone la práctica de ciertas virtudes pú-blicas, pero siendo la urbe el lugar del simple vínculoexterno y espacial, como el que se produce en un ascen-

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sor, y siendo además el lugar de la repetición, más que elde la síntesis, no puede practicar virtud alguna porqueen la relación de repetición cada uno se determina enfunción de los demás, comportándose cada cual como sifuera el otro

15

. Este entregar al otro la responsabilidad demi destino es una forma de evacuar la moral, del mismomodo que en un ascensor se sale segundo porque otroha salido primero, no porque alguno de ambos haya ele-gido salir antes. En el ascensor, como en la ciudad, cadauno de los que suben se deja determinar en su orden deentrada respecto de los demás por la simple relación vo-lumétrica. En la imagen de la urbe los ciudadanos des-cubren su libertad como imposibilidad de autogobiernourbano y como desintegración síquica, por haber trans-formado el espacio moral en un espacio de volúmenes.He sabido que para oponerse a esa tendencia FernandoCastillo Velasco

16

comenzó alguna vez sus clases de ar-quitectura mostrando un ladrillo y preguntando a la sa-la: “¿qué es esto?”. Los alumnos le respondieron: “un la-drillo”, “arcilla”, “material de construcción”, etc., hastaque él les dijo: “no; están todos equivocados, esto es vi-da”, mostrando así el paso de la materia geométrica a lamateria humana.

Una de las características de la imagen de la ciudadactual, especialmente de la latinoamericana, es que laurbe no gobierna lo que crea. Ahora bien, lo que crea noes diferente a sí misma y quizás en ello resida el motivode no poder gobernarlo. La urbe se autogenera y repro-duce en unidades idénticas por medio de segmentos quecarecen de relación, de modo que se les saca y pone co-mo si se tratara de simples volúmenes, a diferencia delos seres vivos, que se reproducen mediante unidadesespecializadas que contribuyendo todas a un mismo fin,aunque no se lo hayan propuesto

17

. La ciudad es tal vezla institución cultural de la que más masivamente se ha-ce uso, habiéndose llegado a tal familiaridad con ella

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sor, y siendo además el lugar de la repetición, más que elde la síntesis, no puede practicar virtud alguna porqueen la relación de repetición cada uno se determina enfunción de los demás, comportándose cada cual como sifuera el otro

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. Este entregar al otro la responsabilidad demi destino es una forma de evacuar la moral, del mismomodo que en un ascensor se sale segundo porque otroha salido primero, no porque alguno de ambos haya ele-gido salir antes. En el ascensor, como en la ciudad, cadauno de los que suben se deja determinar en su orden deentrada respecto de los demás por la simple relación vo-lumétrica. En la imagen de la urbe los ciudadanos des-cubren su libertad como imposibilidad de autogobiernourbano y como desintegración síquica, por haber trans-formado el espacio moral en un espacio de volúmenes.He sabido que para oponerse a esa tendencia FernandoCastillo Velasco

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comenzó alguna vez sus clases de ar-quitectura mostrando un ladrillo y preguntando a la sa-la: “¿qué es esto?”. Los alumnos le respondieron: “un la-drillo”, “arcilla”, “material de construcción”, etc., hastaque él les dijo: “no; están todos equivocados, esto es vi-da”, mostrando así el paso de la materia geométrica a lamateria humana.

Una de las características de la imagen de la ciudadactual, especialmente de la latinoamericana, es que laurbe no gobierna lo que crea. Ahora bien, lo que crea noes diferente a sí misma y quizás en ello resida el motivode no poder gobernarlo. La urbe se autogenera y repro-duce en unidades idénticas por medio de segmentos quecarecen de relación, de modo que se les saca y pone co-mo si se tratara de simples volúmenes, a diferencia delos seres vivos, que se reproducen mediante unidadesespecializadas que contribuyendo todas a un mismo fin,aunque no se lo hayan propuesto

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. La ciudad es tal vezla institución cultural de la que más masivamente se ha-ce uso, habiéndose llegado a tal familiaridad con ella

sor, y siendo además el lugar de la repetición, más que elde la síntesis, no puede practicar virtud alguna porqueen la relación de repetición cada uno se determina enfunción de los demás, comportándose cada cual como sifuera el otro

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. Este entregar al otro la responsabilidad demi destino es una forma de evacuar la moral, del mismomodo que en un ascensor se sale segundo porque otroha salido primero, no porque alguno de ambos haya ele-gido salir antes. En el ascensor, como en la ciudad, cadauno de los que suben se deja determinar en su orden deentrada respecto de los demás por la simple relación vo-lumétrica. En la imagen de la urbe los ciudadanos des-cubren su libertad como imposibilidad de autogobiernourbano y como desintegración síquica, por haber trans-formado el espacio moral en un espacio de volúmenes.He sabido que para oponerse a esa tendencia FernandoCastillo Velasco

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comenzó alguna vez sus clases de ar-quitectura mostrando un ladrillo y preguntando a la sa-la: “¿qué es esto?”. Los alumnos le respondieron: “un la-drillo”, “arcilla”, “material de construcción”, etc., hastaque él les dijo: “no; están todos equivocados, esto es vi-da”, mostrando así el paso de la materia geométrica a lamateria humana.

Una de las características de la imagen de la ciudadactual, especialmente de la latinoamericana, es que laurbe no gobierna lo que crea. Ahora bien, lo que crea noes diferente a sí misma y quizás en ello resida el motivode no poder gobernarlo. La urbe se autogenera y repro-duce en unidades idénticas por medio de segmentos quecarecen de relación, de modo que se les saca y pone co-mo si se tratara de simples volúmenes, a diferencia delos seres vivos, que se reproducen mediante unidadesespecializadas que contribuyendo todas a un mismo fin,aunque no se lo hayan propuesto

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. La ciudad es tal vezla institución cultural de la que más masivamente se ha-ce uso, habiéndose llegado a tal familiaridad con ella

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que ya nadie se da cuenta de que la organización de lascostumbres en el espacio no es un asunto de volúmenesy de materiales de construcción, sino de opciones cultu-rales. Este hecho ha sido olvidado, de ahí que las ciuda-des enfermen y queden segregadas de su matriz moral yde su pasado comunitario, los cuales quedan fuera de laimagen de urbe. La urbe de hoy no teme la arbitrariedadde un señor que quiera someterla, ni ser presa de caci-ques indígenas que la incendien, ni de las jacqueries queasolaban algunas ciudades después de la revoluciónfrancesa; la urbe contemporánea se teme a sí mismaporque teme un crecimiento que no sabe detener y yano sabe ser ciudad en tanto polis.

Polis y urbe son conceptos contradictorios, los quesin embargo pueden ser comprendidos bajo la nocióngenérica de “ciudad”. Construida bajo el ideal de aplacarlos peligros que asolaban las comunidades aisladas y co-mo instrumento de concentración de poblaciones enépocas en que el Estado no encontraba otros medios decontrolarlas

18

, la urbe ha trasmitido los peligros de la si-tuación de aislamiento a la situación de aglomeración,sólo que el origen de las amenazas ya no proviene delexterior. La urbe contemporánea ha excluido de sí mis-ma la virtud, no tanto porque sea “mala”, ni porque seaun antro de perversiones, sino porque la virtud no esparte de los componentes esenciales del concepto actualde ciudad, y porque los criterios morales de opción porun destino han sido sustituidos por las “técnicas” de pla-nificación, una de cuyas finalidades es evacuar la nociónde destino. Lo que se llama técnica es en una opciónideológica caracterizada por la reducción de los finesposibles a un pequeño espectro y que tiene, entre otrascaracterísticas, la de hacer creer que la libertad es inne-cesaria para resolver los problemas fundamentales delhombre y de la ciudad. Ahora bien, no es por eso que unejército de planificadores priva a la ciudad de su desti-

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que ya nadie se da cuenta de que la organización de lascostumbres en el espacio no es un asunto de volúmenesy de materiales de construcción, sino de opciones cultu-rales. Este hecho ha sido olvidado, de ahí que las ciuda-des enfermen y queden segregadas de su matriz moral yde su pasado comunitario, los cuales quedan fuera de laimagen de urbe. La urbe de hoy no teme la arbitrariedadde un señor que quiera someterla, ni ser presa de caci-ques indígenas que la incendien, ni de las jacqueries queasolaban algunas ciudades después de la revoluciónfrancesa; la urbe contemporánea se teme a sí mismaporque teme un crecimiento que no sabe detener y yano sabe ser ciudad en tanto polis.

Polis y urbe son conceptos contradictorios, los quesin embargo pueden ser comprendidos bajo la nocióngenérica de “ciudad”. Construida bajo el ideal de aplacarlos peligros que asolaban las comunidades aisladas y co-mo instrumento de concentración de poblaciones enépocas en que el Estado no encontraba otros medios decontrolarlas

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, la urbe ha trasmitido los peligros de la si-tuación de aislamiento a la situación de aglomeración,sólo que el origen de las amenazas ya no proviene delexterior. La urbe contemporánea ha excluido de sí mis-ma la virtud, no tanto porque sea “mala”, ni porque seaun antro de perversiones, sino porque la virtud no esparte de los componentes esenciales del concepto actualde ciudad, y porque los criterios morales de opción porun destino han sido sustituidos por las “técnicas” de pla-nificación, una de cuyas finalidades es evacuar la nociónde destino. Lo que se llama técnica es en una opciónideológica caracterizada por la reducción de los finesposibles a un pequeño espectro y que tiene, entre otrascaracterísticas, la de hacer creer que la libertad es inne-cesaria para resolver los problemas fundamentales delhombre y de la ciudad. Ahora bien, no es por eso que unejército de planificadores priva a la ciudad de su desti-

que ya nadie se da cuenta de que la organización de lascostumbres en el espacio no es un asunto de volúmenesy de materiales de construcción, sino de opciones cultu-rales. Este hecho ha sido olvidado, de ahí que las ciuda-des enfermen y queden segregadas de su matriz moral yde su pasado comunitario, los cuales quedan fuera de laimagen de urbe. La urbe de hoy no teme la arbitrariedadde un señor que quiera someterla, ni ser presa de caci-ques indígenas que la incendien, ni de las jacqueries queasolaban algunas ciudades después de la revoluciónfrancesa; la urbe contemporánea se teme a sí mismaporque teme un crecimiento que no sabe detener y yano sabe ser ciudad en tanto polis.

Polis y urbe son conceptos contradictorios, los quesin embargo pueden ser comprendidos bajo la nocióngenérica de “ciudad”. Construida bajo el ideal de aplacarlos peligros que asolaban las comunidades aisladas y co-mo instrumento de concentración de poblaciones enépocas en que el Estado no encontraba otros medios decontrolarlas

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, la urbe ha trasmitido los peligros de la si-tuación de aislamiento a la situación de aglomeración,sólo que el origen de las amenazas ya no proviene delexterior. La urbe contemporánea ha excluido de sí mis-ma la virtud, no tanto porque sea “mala”, ni porque seaun antro de perversiones, sino porque la virtud no esparte de los componentes esenciales del concepto actualde ciudad, y porque los criterios morales de opción porun destino han sido sustituidos por las “técnicas” de pla-nificación, una de cuyas finalidades es evacuar la nociónde destino. Lo que se llama técnica es en una opciónideológica caracterizada por la reducción de los finesposibles a un pequeño espectro y que tiene, entre otrascaracterísticas, la de hacer creer que la libertad es inne-cesaria para resolver los problemas fundamentales delhombre y de la ciudad. Ahora bien, no es por eso que unejército de planificadores priva a la ciudad de su desti-

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no, sino porque a pesar de ellos, a veces por culpa deellos y otras contra ellos, la urbe se reproduce según unconcepto carente de las virtudes de la polis y como pro-ducto material, como espacio de aglomeración, no co-mo lugar de encuentro o de vida moral. No es porque latécnica haya reducido a uno sólo los destinos posiblesde la ciudad que en ella no hay libertad (ya que tal des-tino único pudo haber sido elegido responsablemente),sino porque un destino único se ha impuesto sin ser ja-más elegido. La posibilidad de un acuerdo de libertadesha desaparecido de la imagen de ciudad sin por ello ha-ber desaparecido la noción de libertad, la que subsisteen la imagen de ciudad como irrealizable absoluto, co-mo utopía.

Si en Bachelard la imagen poética de la casa se con-vierte en un instrumento de análisis del alma humanafeliz, integrada y virtuosa, la imagen de ciudad, en espe-cial la latinoamericana, puede ser instrumento de análi-sis del alma desgraciada, al menos si aceptamos que elhallarse desprovisto de virtud es una desgracia. La nove-la y el cine (Metrópolis, West Side History, Farenheít 451,Blade Runner) han producido múltiples imágenes delespacio infeliz, pero este no equivale en la mayoría delos casos a la ciudad decadente ni a barrios marginalesde la ciudad actual. Sorprende que para representar laurbe en desgracia se haya acudido tanto a imágenes fu-turistas de ciudades de países del norte, siendo que enalgunas ocasiones hubiera bastado con representar imá-genes de algunas grandes urbes con componentes lati-noamericanos. Muchas de las imágenes cinematográfi-cas de la urbe como prototipo del espacio infeliz sonimágenes de ciudades que han extremado el afán de serdueñas de su destino mediante técnicas y medios eco-nómicos con los que se espera evitar los antiguos peli-gros del aislamiento rural (robos, dificultad de trans-portes, etc.) o las amenazas provenientes de la naturale-

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no, sino porque a pesar de ellos, a veces por culpa deellos y otras contra ellos, la urbe se reproduce según unconcepto carente de las virtudes de la polis y como pro-ducto material, como espacio de aglomeración, no co-mo lugar de encuentro o de vida moral. No es porque latécnica haya reducido a uno sólo los destinos posiblesde la ciudad que en ella no hay libertad (ya que tal des-tino único pudo haber sido elegido responsablemente),sino porque un destino único se ha impuesto sin ser ja-más elegido. La posibilidad de un acuerdo de libertadesha desaparecido de la imagen de ciudad sin por ello ha-ber desaparecido la noción de libertad, la que subsisteen la imagen de ciudad como irrealizable absoluto, co-mo utopía.

Si en Bachelard la imagen poética de la casa se con-vierte en un instrumento de análisis del alma humanafeliz, integrada y virtuosa, la imagen de ciudad, en espe-cial la latinoamericana, puede ser instrumento de análi-sis del alma desgraciada, al menos si aceptamos que elhallarse desprovisto de virtud es una desgracia. La nove-la y el cine (Metrópolis, West Side History, Farenheít 451,Blade Runner) han producido múltiples imágenes delespacio infeliz, pero este no equivale en la mayoría delos casos a la ciudad decadente ni a barrios marginalesde la ciudad actual. Sorprende que para representar laurbe en desgracia se haya acudido tanto a imágenes fu-turistas de ciudades de países del norte, siendo que enalgunas ocasiones hubiera bastado con representar imá-genes de algunas grandes urbes con componentes lati-noamericanos. Muchas de las imágenes cinematográfi-cas de la urbe como prototipo del espacio infeliz sonimágenes de ciudades que han extremado el afán de serdueñas de su destino mediante técnicas y medios eco-nómicos con los que se espera evitar los antiguos peli-gros del aislamiento rural (robos, dificultad de trans-portes, etc.) o las amenazas provenientes de la naturale-

no, sino porque a pesar de ellos, a veces por culpa deellos y otras contra ellos, la urbe se reproduce según unconcepto carente de las virtudes de la polis y como pro-ducto material, como espacio de aglomeración, no co-mo lugar de encuentro o de vida moral. No es porque latécnica haya reducido a uno sólo los destinos posiblesde la ciudad que en ella no hay libertad (ya que tal des-tino único pudo haber sido elegido responsablemente),sino porque un destino único se ha impuesto sin ser ja-más elegido. La posibilidad de un acuerdo de libertadesha desaparecido de la imagen de ciudad sin por ello ha-ber desaparecido la noción de libertad, la que subsisteen la imagen de ciudad como irrealizable absoluto, co-mo utopía.

Si en Bachelard la imagen poética de la casa se con-vierte en un instrumento de análisis del alma humanafeliz, integrada y virtuosa, la imagen de ciudad, en espe-cial la latinoamericana, puede ser instrumento de análi-sis del alma desgraciada, al menos si aceptamos que elhallarse desprovisto de virtud es una desgracia. La nove-la y el cine (Metrópolis, West Side History, Farenheít 451,Blade Runner) han producido múltiples imágenes delespacio infeliz, pero este no equivale en la mayoría delos casos a la ciudad decadente ni a barrios marginalesde la ciudad actual. Sorprende que para representar laurbe en desgracia se haya acudido tanto a imágenes fu-turistas de ciudades de países del norte, siendo que enalgunas ocasiones hubiera bastado con representar imá-genes de algunas grandes urbes con componentes lati-noamericanos. Muchas de las imágenes cinematográfi-cas de la urbe como prototipo del espacio infeliz sonimágenes de ciudades que han extremado el afán de serdueñas de su destino mediante técnicas y medios eco-nómicos con los que se espera evitar los antiguos peli-gros del aislamiento rural (robos, dificultad de trans-portes, etc.) o las amenazas provenientes de la naturale-

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za (frío, oscuridad, etc.). La urbe creada en las imágenesde las películas antes mencionadas o la que ha surgidoen algunas capitales latinoamericanas busca evitar el pe-ligro de la ruralidad y de la incertidumbre, pero en suafán crea peligros similares a aquellos de los que deseaescapar. La creación de esos peligros, que son netamen-te urbanos, no corresponde a fracasos del modelo de laurbe actual, sino a su modelo de perfección en una co-rriente que no la concibe como lugar de realización devirtudes, sino como espacio, como materia y, en espe-cial, como materia funcional e iterable. Su supone en-tonces que la funcionalidad aumenta por simple cons-trucción repetida de algunos de sus componentes en te-rrenos hasta entonces sin urbanizar.

Ya sea que hablemos de la urbe imaginaria o de lareal, aunque de ningún modo ideal, la gran urbe no des-pierta de modo espontáneo una imagen de felicidad, nide virtud ni integración. Es posible que algunos filóso-fos hayan confundido la angustia de la ciudad con unaangustia metafísica propia de la condición humana, demodo que al describir la esencia de la angustia descri-bían uno de los componentes de la esencia de la vida ur-bana. Nos parece válido el postulado existencialista se-gún el cual es posible trascender desde el análisis decualquiera de las actitudes humanas a las estructurasesenciales del hombre

19

. Por ello, es posible que anali-zando la angustia urbana se llegue a describir la estruc-tura esencial de la angustia. Con todo, sigue vigente lapregunta de si una angustia como la descrita por Sartreo Heidegger es una estructura esencial del ser humanoen cualquier condición o bien una estructura exclusivadel vivir en la urbe.

La angustia que genera la ciudad proviene de ofrecerpor un lado el sentimiento de que el ser humano escompletamente libre en su hábitat, habiéndose desliga-do de dependencias del mundo rural y de los rigores del

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za (frío, oscuridad, etc.). La urbe creada en las imágenesde las películas antes mencionadas o la que ha surgidoen algunas capitales latinoamericanas busca evitar el pe-ligro de la ruralidad y de la incertidumbre, pero en suafán crea peligros similares a aquellos de los que deseaescapar. La creación de esos peligros, que son netamen-te urbanos, no corresponde a fracasos del modelo de laurbe actual, sino a su modelo de perfección en una co-rriente que no la concibe como lugar de realización devirtudes, sino como espacio, como materia y, en espe-cial, como materia funcional e iterable. Su supone en-tonces que la funcionalidad aumenta por simple cons-trucción repetida de algunos de sus componentes en te-rrenos hasta entonces sin urbanizar.

Ya sea que hablemos de la urbe imaginaria o de lareal, aunque de ningún modo ideal, la gran urbe no des-pierta de modo espontáneo una imagen de felicidad, nide virtud ni integración. Es posible que algunos filóso-fos hayan confundido la angustia de la ciudad con unaangustia metafísica propia de la condición humana, demodo que al describir la esencia de la angustia descri-bían uno de los componentes de la esencia de la vida ur-bana. Nos parece válido el postulado existencialista se-gún el cual es posible trascender desde el análisis decualquiera de las actitudes humanas a las estructurasesenciales del hombre

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. Por ello, es posible que anali-zando la angustia urbana se llegue a describir la estruc-tura esencial de la angustia. Con todo, sigue vigente lapregunta de si una angustia como la descrita por Sartreo Heidegger es una estructura esencial del ser humanoen cualquier condición o bien una estructura exclusivadel vivir en la urbe.

La angustia que genera la ciudad proviene de ofrecerpor un lado el sentimiento de que el ser humano escompletamente libre en su hábitat, habiéndose desliga-do de dependencias del mundo rural y de los rigores del

za (frío, oscuridad, etc.). La urbe creada en las imágenesde las películas antes mencionadas o la que ha surgidoen algunas capitales latinoamericanas busca evitar el pe-ligro de la ruralidad y de la incertidumbre, pero en suafán crea peligros similares a aquellos de los que deseaescapar. La creación de esos peligros, que son netamen-te urbanos, no corresponde a fracasos del modelo de laurbe actual, sino a su modelo de perfección en una co-rriente que no la concibe como lugar de realización devirtudes, sino como espacio, como materia y, en espe-cial, como materia funcional e iterable. Su supone en-tonces que la funcionalidad aumenta por simple cons-trucción repetida de algunos de sus componentes en te-rrenos hasta entonces sin urbanizar.

Ya sea que hablemos de la urbe imaginaria o de lareal, aunque de ningún modo ideal, la gran urbe no des-pierta de modo espontáneo una imagen de felicidad, nide virtud ni integración. Es posible que algunos filóso-fos hayan confundido la angustia de la ciudad con unaangustia metafísica propia de la condición humana, demodo que al describir la esencia de la angustia descri-bían uno de los componentes de la esencia de la vida ur-bana. Nos parece válido el postulado existencialista se-gún el cual es posible trascender desde el análisis decualquiera de las actitudes humanas a las estructurasesenciales del hombre

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. Por ello, es posible que anali-zando la angustia urbana se llegue a describir la estruc-tura esencial de la angustia. Con todo, sigue vigente lapregunta de si una angustia como la descrita por Sartreo Heidegger es una estructura esencial del ser humanoen cualquier condición o bien una estructura exclusivadel vivir en la urbe.

La angustia que genera la ciudad proviene de ofrecerpor un lado el sentimiento de que el ser humano escompletamente libre en su hábitat, habiéndose desliga-do de dependencias del mundo rural y de los rigores del

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clima, y, por otro, de entregarle la libertad como impo-sibilidad de acuerdo de las voluntades y como ingober-nabilidad de la aglomeración. La impotencia no provie-ne de fuerzas invencibles externas, la impotencia provie-ne del hecho de que se sabe que la libertad de cada cuales ilimitada y perfectamente autónoma, razón por lacual la aglomeración es ingobernable. La fuerza internaconstituida por la libertad de cada cual sin acuerdo conlas demás libertades se convierte en una fuerza externaingobernable para los demás.

Analizada filosóficamente y teniendo presente elmodelo de la ciudad aristotélica, en la imagen de ciudad(en cuanto es urbe) se permanece metafísicamente li-bre, pero humanamente preso, y preso justamente por-que en ella se manifiesta más que en otros espacios lacondición libre del hombre como posibilidad que ya nose puede realizar. Si la ciudad y sus miembros carecen dedestino, no es porque se les lleve inexorablemente haciaun destino determinado, sino porque siendo libres paraelegirlo e incluso para realizarlo, se permanece en ella enun situación de desintegración que impide ponerse deacuerdo sobre el destino o al menos hay una situaciónen la que de hecho no hay acuerdo sobre él. En la ima-gen de la urbe la planificación ha eliminado la incerti-dumbre relativa a la búsqueda del destino. En la granurbe siempre hay luz para saber por dónde se camina;por eso, en lugar de la incertidumbre que asolaba a losprimeros poblados españoles en América, hoy se sabecon certeza que el destino de algunas grandes urbesamericanas es la infelicidad. El desacuerdo conduce a latotalidad de los ciudadanos a un lugar al que nadiequiere ir, sobre todo porque se ignora en qué consiste(aunque se conozca su carácter infeliz) y, sin embargo,todos van por ese camino porque la misma libertad queles permititiría evitarlo, les impide generar el acuerdopara hacerlo. La situación es absurda, no porque el ab-

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clima, y, por otro, de entregarle la libertad como impo-sibilidad de acuerdo de las voluntades y como ingober-nabilidad de la aglomeración. La impotencia no provie-ne de fuerzas invencibles externas, la impotencia provie-ne del hecho de que se sabe que la libertad de cada cuales ilimitada y perfectamente autónoma, razón por lacual la aglomeración es ingobernable. La fuerza internaconstituida por la libertad de cada cual sin acuerdo conlas demás libertades se convierte en una fuerza externaingobernable para los demás.

Analizada filosóficamente y teniendo presente elmodelo de la ciudad aristotélica, en la imagen de ciudad(en cuanto es urbe) se permanece metafísicamente li-bre, pero humanamente preso, y preso justamente por-que en ella se manifiesta más que en otros espacios lacondición libre del hombre como posibilidad que ya nose puede realizar. Si la ciudad y sus miembros carecen dedestino, no es porque se les lleve inexorablemente haciaun destino determinado, sino porque siendo libres paraelegirlo e incluso para realizarlo, se permanece en ella enun situación de desintegración que impide ponerse deacuerdo sobre el destino o al menos hay una situaciónen la que de hecho no hay acuerdo sobre él. En la ima-gen de la urbe la planificación ha eliminado la incerti-dumbre relativa a la búsqueda del destino. En la granurbe siempre hay luz para saber por dónde se camina;por eso, en lugar de la incertidumbre que asolaba a losprimeros poblados españoles en América, hoy se sabecon certeza que el destino de algunas grandes urbesamericanas es la infelicidad. El desacuerdo conduce a latotalidad de los ciudadanos a un lugar al que nadiequiere ir, sobre todo porque se ignora en qué consiste(aunque se conozca su carácter infeliz) y, sin embargo,todos van por ese camino porque la misma libertad queles permititiría evitarlo, les impide generar el acuerdopara hacerlo. La situación es absurda, no porque el ab-

clima, y, por otro, de entregarle la libertad como impo-sibilidad de acuerdo de las voluntades y como ingober-nabilidad de la aglomeración. La impotencia no provie-ne de fuerzas invencibles externas, la impotencia provie-ne del hecho de que se sabe que la libertad de cada cuales ilimitada y perfectamente autónoma, razón por lacual la aglomeración es ingobernable. La fuerza internaconstituida por la libertad de cada cual sin acuerdo conlas demás libertades se convierte en una fuerza externaingobernable para los demás.

Analizada filosóficamente y teniendo presente elmodelo de la ciudad aristotélica, en la imagen de ciudad(en cuanto es urbe) se permanece metafísicamente li-bre, pero humanamente preso, y preso justamente por-que en ella se manifiesta más que en otros espacios lacondición libre del hombre como posibilidad que ya nose puede realizar. Si la ciudad y sus miembros carecen dedestino, no es porque se les lleve inexorablemente haciaun destino determinado, sino porque siendo libres paraelegirlo e incluso para realizarlo, se permanece en ella enun situación de desintegración que impide ponerse deacuerdo sobre el destino o al menos hay una situaciónen la que de hecho no hay acuerdo sobre él. En la ima-gen de la urbe la planificación ha eliminado la incerti-dumbre relativa a la búsqueda del destino. En la granurbe siempre hay luz para saber por dónde se camina;por eso, en lugar de la incertidumbre que asolaba a losprimeros poblados españoles en América, hoy se sabecon certeza que el destino de algunas grandes urbesamericanas es la infelicidad. El desacuerdo conduce a latotalidad de los ciudadanos a un lugar al que nadiequiere ir, sobre todo porque se ignora en qué consiste(aunque se conozca su carácter infeliz) y, sin embargo,todos van por ese camino porque la misma libertad queles permititiría evitarlo, les impide generar el acuerdopara hacerlo. La situación es absurda, no porque el ab-

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surdo niegue la libertad, sino porque el absurdo surgesobre el campo de una libertad frustrada por la libertadmisma. Las libertades que permitirían, en principio,conducir la ciudad, se comportan bajo el supuesto deque la ciudad es ingobernable y que por tanto es mejorrenunciar a tal gobierno tolerando que cada cual hagaen ella lo que quiera. Porque otra de las característicasde la urbe contemporánea es que ella asegura el respetode la diversidad. La urbe es fruto de un prolongado tra-bajo de tolerancia en el que se ha aprendido a vivir conpersonas disímiles, y en la cual la tolerancia se transfor-ma imperceptiblemente en indiferencia. Al atribuir alespacio doméstico las virtudes del espacio público, se dapor supuesto que en el primero existe una auténtica rea-lización moral. Pero una de las diferencias entre el espa-cio privado y el doméstico como lugar de realizaciónmoral, es que en el primero cabe la realización moral enmedio de la indiferencia hacia quienes no son miem-bros del grupo de parentesco, mientras que en la ciudad,entendida como polis, sólo hay realización moral y porlo tanto realización plena de la humanidad cuando sesobrepasa el cuidado por el círculo de parentesco haciael cuidado por comunidad y los asuntos públicos. En esesentido, la afirmación aristotélica de que no hay noble-za en el dar órdenes domésticas

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, aunque resulte hoyun poco extrema, puede servir de inspiración en la me-dida que recuerda la importancia que tiene la participa-ción en los asuntos de la polis para la plena realizacióndel ser humano, así como la imposibilidad de alcanzaruna realización plena exclusivamente en el ámbito do-méstico y familiar.

Uno de los componentes de la urbe como imagendel espacio infeliz es que en ella existen espionaje y de-nuncia en distintos niveles, desde el inofensivo hasta elmás grave (recuérdese, por ejemplo, la novela El jardínde al lado, de José Donoso; El Proceso, de Kafka; o la pe-

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surdo niegue la libertad, sino porque el absurdo surgesobre el campo de una libertad frustrada por la libertadmisma. Las libertades que permitirían, en principio,conducir la ciudad, se comportan bajo el supuesto deque la ciudad es ingobernable y que por tanto es mejorrenunciar a tal gobierno tolerando que cada cual hagaen ella lo que quiera. Porque otra de las característicasde la urbe contemporánea es que ella asegura el respetode la diversidad. La urbe es fruto de un prolongado tra-bajo de tolerancia en el que se ha aprendido a vivir conpersonas disímiles, y en la cual la tolerancia se transfor-ma imperceptiblemente en indiferencia. Al atribuir alespacio doméstico las virtudes del espacio público, se dapor supuesto que en el primero existe una auténtica rea-lización moral. Pero una de las diferencias entre el espa-cio privado y el doméstico como lugar de realizaciónmoral, es que en el primero cabe la realización moral enmedio de la indiferencia hacia quienes no son miem-bros del grupo de parentesco, mientras que en la ciudad,entendida como polis, sólo hay realización moral y porlo tanto realización plena de la humanidad cuando sesobrepasa el cuidado por el círculo de parentesco haciael cuidado por comunidad y los asuntos públicos. En esesentido, la afirmación aristotélica de que no hay noble-za en el dar órdenes domésticas

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, aunque resulte hoyun poco extrema, puede servir de inspiración en la me-dida que recuerda la importancia que tiene la participa-ción en los asuntos de la polis para la plena realizacióndel ser humano, así como la imposibilidad de alcanzaruna realización plena exclusivamente en el ámbito do-méstico y familiar.

Uno de los componentes de la urbe como imagendel espacio infeliz es que en ella existen espionaje y de-nuncia en distintos niveles, desde el inofensivo hasta elmás grave (recuérdese, por ejemplo, la novela El jardínde al lado, de José Donoso; El Proceso, de Kafka; o la pe-

surdo niegue la libertad, sino porque el absurdo surgesobre el campo de una libertad frustrada por la libertadmisma. Las libertades que permitirían, en principio,conducir la ciudad, se comportan bajo el supuesto deque la ciudad es ingobernable y que por tanto es mejorrenunciar a tal gobierno tolerando que cada cual hagaen ella lo que quiera. Porque otra de las característicasde la urbe contemporánea es que ella asegura el respetode la diversidad. La urbe es fruto de un prolongado tra-bajo de tolerancia en el que se ha aprendido a vivir conpersonas disímiles, y en la cual la tolerancia se transfor-ma imperceptiblemente en indiferencia. Al atribuir alespacio doméstico las virtudes del espacio público, se dapor supuesto que en el primero existe una auténtica rea-lización moral. Pero una de las diferencias entre el espa-cio privado y el doméstico como lugar de realizaciónmoral, es que en el primero cabe la realización moral enmedio de la indiferencia hacia quienes no son miem-bros del grupo de parentesco, mientras que en la ciudad,entendida como polis, sólo hay realización moral y porlo tanto realización plena de la humanidad cuando sesobrepasa el cuidado por el círculo de parentesco haciael cuidado por comunidad y los asuntos públicos. En esesentido, la afirmación aristotélica de que no hay noble-za en el dar órdenes domésticas

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, aunque resulte hoyun poco extrema, puede servir de inspiración en la me-dida que recuerda la importancia que tiene la participa-ción en los asuntos de la polis para la plena realizacióndel ser humano, así como la imposibilidad de alcanzaruna realización plena exclusivamente en el ámbito do-méstico y familiar.

Uno de los componentes de la urbe como imagendel espacio infeliz es que en ella existen espionaje y de-nuncia en distintos niveles, desde el inofensivo hasta elmás grave (recuérdese, por ejemplo, la novela El jardínde al lado, de José Donoso; El Proceso, de Kafka; o la pe-

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lícula Vista desde la ventana, de Hitchcock y Los Golfos,de Carlos Saura). Pero espionaje y denuncia no formanparte de las virtudes domésticas ni tampoco públicas dela ciudad. La indiferencia por un lado y el monocultivode formas y paisajes urbanos por otro, promueven laexistencia de esquinas olvidadas fácilmente usables co-mo cobijos para aquellos que sobrepasan los límites delo que se considera permitido. ¿Es concebible una polissin cobijos? Difícilmente. En la imagen de la urbe tam-bién hay lugares donde esconderse, sobre todo hacién-dose uno más entre los demás, pero no hay guaridasconstruidas con el fin de cobijar; la funcionalidad, la in-diferencia y el monocultivo de la urbe excluyen la cons-trucción de escondrijos, pero en el cumplimiento de sufuncionalidad deja lugares tan muertos, desatendidos orepetitivos que se convierten en escondrijos superandotodo esfuerzo planificado por negarlos.

Sucede, con la urbe, como con las máquinas; haymecanismos que ya nadie cuida u observa porque nun-ca fallan. Habiendo infinidad de mecanismos, el fallo deuno pasa desapercibido, tanto más cuanto los demásfuncionan y, globalmente, la máquina cumple su fin.Donde mejor es posible esconderse en una urbe sin co-bijos es en los puntos de máxima funcionalidad e indi-ferencia, ya sea mimetizándose o simplemente esperan-do que en un momento falle o caiga en el olvido, porquealguno de los núcleos de hiperfuncionalidad siempretermina fallando o siendo olvidado. La hiperfuncionali-dad, pues, tiene dos caras: por un lado, tiene escasas fa-llas y es fiable y, por otra, sus fallas son siempre absur-das e impiden el uso de la libertad, sin anularla (embo-tellamientos porque todos hacen uso de su libertad in-dividual en el espacio hiperfuncional de la vía rápida,pero no se ponen de acuerdo comunitariamente parausarla o preferir vías alternativas). Cuanto más intensoha sido el esfuerzo por eliminar los escondrijos para lo

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lícula Vista desde la ventana, de Hitchcock y Los Golfos,de Carlos Saura). Pero espionaje y denuncia no formanparte de las virtudes domésticas ni tampoco públicas dela ciudad. La indiferencia por un lado y el monocultivode formas y paisajes urbanos por otro, promueven laexistencia de esquinas olvidadas fácilmente usables co-mo cobijos para aquellos que sobrepasan los límites delo que se considera permitido. ¿Es concebible una polissin cobijos? Difícilmente. En la imagen de la urbe tam-bién hay lugares donde esconderse, sobre todo hacién-dose uno más entre los demás, pero no hay guaridasconstruidas con el fin de cobijar; la funcionalidad, la in-diferencia y el monocultivo de la urbe excluyen la cons-trucción de escondrijos, pero en el cumplimiento de sufuncionalidad deja lugares tan muertos, desatendidos orepetitivos que se convierten en escondrijos superandotodo esfuerzo planificado por negarlos.

Sucede, con la urbe, como con las máquinas; haymecanismos que ya nadie cuida u observa porque nun-ca fallan. Habiendo infinidad de mecanismos, el fallo deuno pasa desapercibido, tanto más cuanto los demásfuncionan y, globalmente, la máquina cumple su fin.Donde mejor es posible esconderse en una urbe sin co-bijos es en los puntos de máxima funcionalidad e indi-ferencia, ya sea mimetizándose o simplemente esperan-do que en un momento falle o caiga en el olvido, porquealguno de los núcleos de hiperfuncionalidad siempretermina fallando o siendo olvidado. La hiperfuncionali-dad, pues, tiene dos caras: por un lado, tiene escasas fa-llas y es fiable y, por otra, sus fallas son siempre absur-das e impiden el uso de la libertad, sin anularla (embo-tellamientos porque todos hacen uso de su libertad in-dividual en el espacio hiperfuncional de la vía rápida,pero no se ponen de acuerdo comunitariamente parausarla o preferir vías alternativas). Cuanto más intensoha sido el esfuerzo por eliminar los escondrijos para lo

lícula Vista desde la ventana, de Hitchcock y Los Golfos,de Carlos Saura). Pero espionaje y denuncia no formanparte de las virtudes domésticas ni tampoco públicas dela ciudad. La indiferencia por un lado y el monocultivode formas y paisajes urbanos por otro, promueven laexistencia de esquinas olvidadas fácilmente usables co-mo cobijos para aquellos que sobrepasan los límites delo que se considera permitido. ¿Es concebible una polissin cobijos? Difícilmente. En la imagen de la urbe tam-bién hay lugares donde esconderse, sobre todo hacién-dose uno más entre los demás, pero no hay guaridasconstruidas con el fin de cobijar; la funcionalidad, la in-diferencia y el monocultivo de la urbe excluyen la cons-trucción de escondrijos, pero en el cumplimiento de sufuncionalidad deja lugares tan muertos, desatendidos orepetitivos que se convierten en escondrijos superandotodo esfuerzo planificado por negarlos.

Sucede, con la urbe, como con las máquinas; haymecanismos que ya nadie cuida u observa porque nun-ca fallan. Habiendo infinidad de mecanismos, el fallo deuno pasa desapercibido, tanto más cuanto los demásfuncionan y, globalmente, la máquina cumple su fin.Donde mejor es posible esconderse en una urbe sin co-bijos es en los puntos de máxima funcionalidad e indi-ferencia, ya sea mimetizándose o simplemente esperan-do que en un momento falle o caiga en el olvido, porquealguno de los núcleos de hiperfuncionalidad siempretermina fallando o siendo olvidado. La hiperfuncionali-dad, pues, tiene dos caras: por un lado, tiene escasas fa-llas y es fiable y, por otra, sus fallas son siempre absur-das e impiden el uso de la libertad, sin anularla (embo-tellamientos porque todos hacen uso de su libertad in-dividual en el espacio hiperfuncional de la vía rápida,pero no se ponen de acuerdo comunitariamente parausarla o preferir vías alternativas). Cuanto más intensoha sido el esfuerzo por eliminar los escondrijos para lo

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imprevisto, más los valoran quienes tienen necesidad deellos haciendo de esquinas, túneles, recovecos, estacio-namientos, poblaciones de viviendas idénticas (en lascuales se niega todo síntoma de identidad) y basurales(morales y materiales) lugares privilegiados. En la ima-gen de la ciudad caben más refugios para lo sórdido quepara lo conspícuo, pues este último se encuentra en ellasiempre amenazado, nunca tan protegido como pudie-ra estarlo en un ambiente rural, aunque allí no logre losbeneficios inherentes a su naturaleza: el hacerse admi-rar. Los refugios para lo sórdido, en cambio, se generanespontáneamente en los espacios disfuncionales a fuer-za de funcionalidad, neutros u olvidados por la reitera-ción indefinida del monocultivo urbano. Ese monocul-tivo, que tan decididamente intenta doblegar la flexibi-lidad de las formas más organizadas del habitar cobija losórdido, por una parte, físicamente por consecuenciaimprevista de la interacción infinita de las formas urba-nas, y por otra, lo cobija moralmente por el hecho deque al excluir ciertas formas de ocupar el espacio, lasconvierte en prohibidas y las hace sórdidas en relaciónal patrón de habitabilidad preestablecido. El vagabundoy el ocupante del espacio sin derechos contractuales sonproscritos de la imagen de urbe por la misma voluntadque intenta enaltecerlos asignándoles espacios planifi-cados, contradictorios muchas veces con la naturalezadel ocupante “sin casa” y contradictorios siempre con lanaturaleza del vagabundo. La imagen de urbe integra alos proscritos y vagabundos asignándoles lugares fun-cionales no elegidos por ellos, de los que por cierto és-tos no hacen uso por no destruir su esencia. La esenciadel vagabundo es el ejercicio de una libertad inestable yen permanente movimiento. Entre ésta y las opcionesfundamentales mediante las cuales la urbe le asigna es-pacios fijos e iterables no hay conciliación alguna. Lasopciones fundamentales de la urbe se establecen sin que

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imprevisto, más los valoran quienes tienen necesidad deellos haciendo de esquinas, túneles, recovecos, estacio-namientos, poblaciones de viviendas idénticas (en lascuales se niega todo síntoma de identidad) y basurales(morales y materiales) lugares privilegiados. En la ima-gen de la ciudad caben más refugios para lo sórdido quepara lo conspícuo, pues este último se encuentra en ellasiempre amenazado, nunca tan protegido como pudie-ra estarlo en un ambiente rural, aunque allí no logre losbeneficios inherentes a su naturaleza: el hacerse admi-rar. Los refugios para lo sórdido, en cambio, se generanespontáneamente en los espacios disfuncionales a fuer-za de funcionalidad, neutros u olvidados por la reitera-ción indefinida del monocultivo urbano. Ese monocul-tivo, que tan decididamente intenta doblegar la flexibi-lidad de las formas más organizadas del habitar cobija losórdido, por una parte, físicamente por consecuenciaimprevista de la interacción infinita de las formas urba-nas, y por otra, lo cobija moralmente por el hecho deque al excluir ciertas formas de ocupar el espacio, lasconvierte en prohibidas y las hace sórdidas en relaciónal patrón de habitabilidad preestablecido. El vagabundoy el ocupante del espacio sin derechos contractuales sonproscritos de la imagen de urbe por la misma voluntadque intenta enaltecerlos asignándoles espacios planifi-cados, contradictorios muchas veces con la naturalezadel ocupante “sin casa” y contradictorios siempre con lanaturaleza del vagabundo. La imagen de urbe integra alos proscritos y vagabundos asignándoles lugares fun-cionales no elegidos por ellos, de los que por cierto és-tos no hacen uso por no destruir su esencia. La esenciadel vagabundo es el ejercicio de una libertad inestable yen permanente movimiento. Entre ésta y las opcionesfundamentales mediante las cuales la urbe le asigna es-pacios fijos e iterables no hay conciliación alguna. Lasopciones fundamentales de la urbe se establecen sin que

imprevisto, más los valoran quienes tienen necesidad deellos haciendo de esquinas, túneles, recovecos, estacio-namientos, poblaciones de viviendas idénticas (en lascuales se niega todo síntoma de identidad) y basurales(morales y materiales) lugares privilegiados. En la ima-gen de la ciudad caben más refugios para lo sórdido quepara lo conspícuo, pues este último se encuentra en ellasiempre amenazado, nunca tan protegido como pudie-ra estarlo en un ambiente rural, aunque allí no logre losbeneficios inherentes a su naturaleza: el hacerse admi-rar. Los refugios para lo sórdido, en cambio, se generanespontáneamente en los espacios disfuncionales a fuer-za de funcionalidad, neutros u olvidados por la reitera-ción indefinida del monocultivo urbano. Ese monocul-tivo, que tan decididamente intenta doblegar la flexibi-lidad de las formas más organizadas del habitar cobija losórdido, por una parte, físicamente por consecuenciaimprevista de la interacción infinita de las formas urba-nas, y por otra, lo cobija moralmente por el hecho deque al excluir ciertas formas de ocupar el espacio, lasconvierte en prohibidas y las hace sórdidas en relaciónal patrón de habitabilidad preestablecido. El vagabundoy el ocupante del espacio sin derechos contractuales sonproscritos de la imagen de urbe por la misma voluntadque intenta enaltecerlos asignándoles espacios planifi-cados, contradictorios muchas veces con la naturalezadel ocupante “sin casa” y contradictorios siempre con lanaturaleza del vagabundo. La imagen de urbe integra alos proscritos y vagabundos asignándoles lugares fun-cionales no elegidos por ellos, de los que por cierto és-tos no hacen uso por no destruir su esencia. La esenciadel vagabundo es el ejercicio de una libertad inestable yen permanente movimiento. Entre ésta y las opcionesfundamentales mediante las cuales la urbe le asigna es-pacios fijos e iterables no hay conciliación alguna. Lasopciones fundamentales de la urbe se establecen sin que

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nadie las haya establecido nunca deliberadamente, do-tándose de una fuerza pública para asegurarse la llegadaa ese destino aceptado pero nunca elegido, y del que elvagabundo intentará sustraerse siempre.

Ahora bien, si los anteriores no son peligros urbanosmayores, pues ya se les tiene previsto un destino “técni-co”, sí lo son las perversiones. La perversión más sofisti-cada encuentra su lugar natural en la urbe, sin que nin-gún policía ni ley puedan ponerle coto, no porque noexistan ni la policía ni la ley, sino porque la hiperfuncio-nalidad de la urbe ofrece escondrijos inimaginables quese sustraen al destino al que la urbe se conduce sola. Laperversión es uno de los componente esenciales de laurbe como imagen del espacio infeliz. Las perversionesnunca son únicas en la ciudad; en la imagen de las per-versiones que pueden existir en la urbe cada caso singu-lar pone de manifiesto que hay muchos más, sin dudaalguna demasiado escondidos para ser detectados, perocon toda seguridad existentes. El perverso nunca es úni-co en la urbe, pero siempre está solo, y así se ve él mis-mo en la imagen que tiene de la urbe. Sabe que en ellanunca encontrará ayuda, pero en contrapartida a la im-posibilidad de generar una banda solidaria, encuentraprotección en la indiferencia. La indiferencia urbana esen parte consecuencia de la contracción de las virtudesciudadanas a lo doméstico. El perverso sabe que encon-trará múltiples formas de connivencia hacia perversio-nes menores y que las mayores pasarán desapercibidasen la indiferencia. Y además, si se le llegara a descubrir ycastigar, encontrará a muchos como él en la cárcel, cuyaforma de vida interna queda fuera de la imagen de la ur-be (no así su exterior).

La urbe es el lugar de la repitición; la más grande delas perversiones es por definición repetible y extensiblea cada uno de los ciudadanos, motivo por el cual cadauno de ellos tiene razones para temer a los demás. Todo

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nadie las haya establecido nunca deliberadamente, do-tándose de una fuerza pública para asegurarse la llegadaa ese destino aceptado pero nunca elegido, y del que elvagabundo intentará sustraerse siempre.

Ahora bien, si los anteriores no son peligros urbanosmayores, pues ya se les tiene previsto un destino “técni-co”, sí lo son las perversiones. La perversión más sofisti-cada encuentra su lugar natural en la urbe, sin que nin-gún policía ni ley puedan ponerle coto, no porque noexistan ni la policía ni la ley, sino porque la hiperfuncio-nalidad de la urbe ofrece escondrijos inimaginables quese sustraen al destino al que la urbe se conduce sola. Laperversión es uno de los componente esenciales de laurbe como imagen del espacio infeliz. Las perversionesnunca son únicas en la ciudad; en la imagen de las per-versiones que pueden existir en la urbe cada caso singu-lar pone de manifiesto que hay muchos más, sin dudaalguna demasiado escondidos para ser detectados, perocon toda seguridad existentes. El perverso nunca es úni-co en la urbe, pero siempre está solo, y así se ve él mis-mo en la imagen que tiene de la urbe. Sabe que en ellanunca encontrará ayuda, pero en contrapartida a la im-posibilidad de generar una banda solidaria, encuentraprotección en la indiferencia. La indiferencia urbana esen parte consecuencia de la contracción de las virtudesciudadanas a lo doméstico. El perverso sabe que encon-trará múltiples formas de connivencia hacia perversio-nes menores y que las mayores pasarán desapercibidasen la indiferencia. Y además, si se le llegara a descubrir ycastigar, encontrará a muchos como él en la cárcel, cuyaforma de vida interna queda fuera de la imagen de la ur-be (no así su exterior).

La urbe es el lugar de la repitición; la más grande delas perversiones es por definición repetible y extensiblea cada uno de los ciudadanos, motivo por el cual cadauno de ellos tiene razones para temer a los demás. Todo

nadie las haya establecido nunca deliberadamente, do-tándose de una fuerza pública para asegurarse la llegadaa ese destino aceptado pero nunca elegido, y del que elvagabundo intentará sustraerse siempre.

Ahora bien, si los anteriores no son peligros urbanosmayores, pues ya se les tiene previsto un destino “técni-co”, sí lo son las perversiones. La perversión más sofisti-cada encuentra su lugar natural en la urbe, sin que nin-gún policía ni ley puedan ponerle coto, no porque noexistan ni la policía ni la ley, sino porque la hiperfuncio-nalidad de la urbe ofrece escondrijos inimaginables quese sustraen al destino al que la urbe se conduce sola. Laperversión es uno de los componente esenciales de laurbe como imagen del espacio infeliz. Las perversionesnunca son únicas en la ciudad; en la imagen de las per-versiones que pueden existir en la urbe cada caso singu-lar pone de manifiesto que hay muchos más, sin dudaalguna demasiado escondidos para ser detectados, perocon toda seguridad existentes. El perverso nunca es úni-co en la urbe, pero siempre está solo, y así se ve él mis-mo en la imagen que tiene de la urbe. Sabe que en ellanunca encontrará ayuda, pero en contrapartida a la im-posibilidad de generar una banda solidaria, encuentraprotección en la indiferencia. La indiferencia urbana esen parte consecuencia de la contracción de las virtudesciudadanas a lo doméstico. El perverso sabe que encon-trará múltiples formas de connivencia hacia perversio-nes menores y que las mayores pasarán desapercibidasen la indiferencia. Y además, si se le llegara a descubrir ycastigar, encontrará a muchos como él en la cárcel, cuyaforma de vida interna queda fuera de la imagen de la ur-be (no así su exterior).

La urbe es el lugar de la repitición; la más grande delas perversiones es por definición repetible y extensiblea cada uno de los ciudadanos, motivo por el cual cadauno de ellos tiene razones para temer a los demás. Todo

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es realizable en la ciudad, menos las virtudes públicasclásicas, menos una acción común, menos darle un sen-tido político-moral a esa comunidad de fronteras espa-ciales correspondientes a la imagen del espacio urbano,menos que el perverso pueda mentenerse en situaciónde singularidad total y ser uno sólo. ¿Pero acaso tene-mos el derecho de exigirle a esa urbe la realización devirtudes que son propias de la polis, es decir, de una for-ma de comunidad que posee rasgos que en muchos as-pectos son políticos? No podemos dar una respuestaacabada aquí, para ello se requeriría una revisión de lateoría democrática desde sus fundadores hasta la actua-lidad. Con todo, cabe la duda de si la unidad moral de lapolis griega es realizada hoy en día por el Estado nacio-nal, pues más bien parece que al modificarse el tamañode la comunidad, también cambie su esencia, o al me-nos que algunas de sus virtudes fundamentales desapa-rezcan. De este modo, la polis griega y toda polis queconserve un tamaño pequeño no sólo es política, sinoque es política de una forma en que no pueden llegar aser ni el Estado ni la gran ciudad modernas.

Bachelard, al tratar la imagen del espacio feliz, re-cuerda que el invierno refuerza la felicidad de habitarciertas casas. Las casas que resisten los temporales, porejemplo, contribuyen a constituir la imagen de fortalezamoral de su dueño

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. Sin embargo, es de destacar que enla imagen de la urbe no aparecen fenómenos morales li-gados a la metereología. La urbe, más que hecha para re-sistir temporales, ha sido construida para negar su exis-tencia y efecto, para que no se sepa de ellos. Si la vivien-da que resiste el temporal hace del invierno una estaciónfeliz, se debe a que previamente existe la situación de in-timidad protegida, que el rigor dimático hace más in-tensa. En la urbe, en cambio, los hombres nunca sonmedidos por los elementos, los que sólo aparecen, comoladrones, para hacer que existan desgracias

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, en las cua-

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es realizable en la ciudad, menos las virtudes públicasclásicas, menos una acción común, menos darle un sen-tido político-moral a esa comunidad de fronteras espa-ciales correspondientes a la imagen del espacio urbano,menos que el perverso pueda mentenerse en situaciónde singularidad total y ser uno sólo. ¿Pero acaso tene-mos el derecho de exigirle a esa urbe la realización devirtudes que son propias de la polis, es decir, de una for-ma de comunidad que posee rasgos que en muchos as-pectos son políticos? No podemos dar una respuestaacabada aquí, para ello se requeriría una revisión de lateoría democrática desde sus fundadores hasta la actua-lidad. Con todo, cabe la duda de si la unidad moral de lapolis griega es realizada hoy en día por el Estado nacio-nal, pues más bien parece que al modificarse el tamañode la comunidad, también cambie su esencia, o al me-nos que algunas de sus virtudes fundamentales desapa-rezcan. De este modo, la polis griega y toda polis queconserve un tamaño pequeño no sólo es política, sinoque es política de una forma en que no pueden llegar aser ni el Estado ni la gran ciudad modernas.

Bachelard, al tratar la imagen del espacio feliz, re-cuerda que el invierno refuerza la felicidad de habitarciertas casas. Las casas que resisten los temporales, porejemplo, contribuyen a constituir la imagen de fortalezamoral de su dueño

21

. Sin embargo, es de destacar que enla imagen de la urbe no aparecen fenómenos morales li-gados a la metereología. La urbe, más que hecha para re-sistir temporales, ha sido construida para negar su exis-tencia y efecto, para que no se sepa de ellos. Si la vivien-da que resiste el temporal hace del invierno una estaciónfeliz, se debe a que previamente existe la situación de in-timidad protegida, que el rigor dimático hace más in-tensa. En la urbe, en cambio, los hombres nunca sonmedidos por los elementos, los que sólo aparecen, comoladrones, para hacer que existan desgracias

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es realizable en la ciudad, menos las virtudes públicasclásicas, menos una acción común, menos darle un sen-tido político-moral a esa comunidad de fronteras espa-ciales correspondientes a la imagen del espacio urbano,menos que el perverso pueda mentenerse en situaciónde singularidad total y ser uno sólo. ¿Pero acaso tene-mos el derecho de exigirle a esa urbe la realización devirtudes que son propias de la polis, es decir, de una for-ma de comunidad que posee rasgos que en muchos as-pectos son políticos? No podemos dar una respuestaacabada aquí, para ello se requeriría una revisión de lateoría democrática desde sus fundadores hasta la actua-lidad. Con todo, cabe la duda de si la unidad moral de lapolis griega es realizada hoy en día por el Estado nacio-nal, pues más bien parece que al modificarse el tamañode la comunidad, también cambie su esencia, o al me-nos que algunas de sus virtudes fundamentales desapa-rezcan. De este modo, la polis griega y toda polis queconserve un tamaño pequeño no sólo es política, sinoque es política de una forma en que no pueden llegar aser ni el Estado ni la gran ciudad modernas.

Bachelard, al tratar la imagen del espacio feliz, re-cuerda que el invierno refuerza la felicidad de habitarciertas casas. Las casas que resisten los temporales, porejemplo, contribuyen a constituir la imagen de fortalezamoral de su dueño

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. Sin embargo, es de destacar que enla imagen de la urbe no aparecen fenómenos morales li-gados a la metereología. La urbe, más que hecha para re-sistir temporales, ha sido construida para negar su exis-tencia y efecto, para que no se sepa de ellos. Si la vivien-da que resiste el temporal hace del invierno una estaciónfeliz, se debe a que previamente existe la situación de in-timidad protegida, que el rigor dimático hace más in-tensa. En la urbe, en cambio, los hombres nunca sonmedidos por los elementos, los que sólo aparecen, comoladrones, para hacer que existan desgracias

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les el concepto de medición moral se esfuma para darlugar a la fatalidad propia de la ausencia de destino. Es-ta fatalidad refuerza el sentido de impotencia con que seexperimenta la libertad de cada uno de los ciudadanos.Los meteoros y sus efectos quedan así prácticamentefuera de la imagen de la gran urbe; en la imagen de lagran urbe nunca hay meteoros porque no hay imagende urbe sin una suerte de microclima que distancia alser humano de la metereología.

Designación de los espacios de cobijo como resulta-do marginal o incluso como fracaso de las políticas deplanificación, protección e iteración de lo perverso, quesiempre puede aparecer en la esquina más cercana y, so-bre todo, el descubrimiento de la libertad como imposi-bilidad de darle un destino a la urbe, son constitutivosesenciales de la imagen de ciudad como espacio infeliz.Este último hecho obliga a hacer de la angustia uno delos componentes característicos de la imagen del espa-cio infeliz al que se llama urbe, al mismo tiempo quepermite caracterizar un tipo especial de angustia quedesignamos como angustia urbana. Por ello, nos pareceque toda descripción eidética de la imagen de la urbedebiera incluir una imagen de angustia, diferente quizásde otras formas de angustia, pero tal vez suelo ignoradode las descripciones de angustia hecha por la filosofíaexistencial. ¿Significa eso que la imagen de ciudad tengaque ser una imagen de espacio infeliz? No necesaria-mente. La recuperación de la filosofía clásica por algu-nos filósofos contemporáneos y la constitución de imá-genes del espacio como comunidad, permiten revalori-zar la ciudad frente a la urbe y fundar en aquella la ima-gen de ésta.

Hay que insistir en que el espacio de la ciudad comocomunidad es hoy una “simple imagen” de algo pasado,más fruto de una especie de arqueología urbano-imagi-naria que una realidad vivida, como lo fue en la antigüe-

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les el concepto de medición moral se esfuma para darlugar a la fatalidad propia de la ausencia de destino. Es-ta fatalidad refuerza el sentido de impotencia con que seexperimenta la libertad de cada uno de los ciudadanos.Los meteoros y sus efectos quedan así prácticamentefuera de la imagen de la gran urbe; en la imagen de lagran urbe nunca hay meteoros porque no hay imagende urbe sin una suerte de microclima que distancia alser humano de la metereología.

Designación de los espacios de cobijo como resulta-do marginal o incluso como fracaso de las políticas deplanificación, protección e iteración de lo perverso, quesiempre puede aparecer en la esquina más cercana y, so-bre todo, el descubrimiento de la libertad como imposi-bilidad de darle un destino a la urbe, son constitutivosesenciales de la imagen de ciudad como espacio infeliz.Este último hecho obliga a hacer de la angustia uno delos componentes característicos de la imagen del espa-cio infeliz al que se llama urbe, al mismo tiempo quepermite caracterizar un tipo especial de angustia quedesignamos como angustia urbana. Por ello, nos pareceque toda descripción eidética de la imagen de la urbedebiera incluir una imagen de angustia, diferente quizásde otras formas de angustia, pero tal vez suelo ignoradode las descripciones de angustia hecha por la filosofíaexistencial. ¿Significa eso que la imagen de ciudad tengaque ser una imagen de espacio infeliz? No necesaria-mente. La recuperación de la filosofía clásica por algu-nos filósofos contemporáneos y la constitución de imá-genes del espacio como comunidad, permiten revalori-zar la ciudad frente a la urbe y fundar en aquella la ima-gen de ésta.

Hay que insistir en que el espacio de la ciudad comocomunidad es hoy una “simple imagen” de algo pasado,más fruto de una especie de arqueología urbano-imagi-naria que una realidad vivida, como lo fue en la antigüe-

les el concepto de medición moral se esfuma para darlugar a la fatalidad propia de la ausencia de destino. Es-ta fatalidad refuerza el sentido de impotencia con que seexperimenta la libertad de cada uno de los ciudadanos.Los meteoros y sus efectos quedan así prácticamentefuera de la imagen de la gran urbe; en la imagen de lagran urbe nunca hay meteoros porque no hay imagende urbe sin una suerte de microclima que distancia alser humano de la metereología.

Designación de los espacios de cobijo como resulta-do marginal o incluso como fracaso de las políticas deplanificación, protección e iteración de lo perverso, quesiempre puede aparecer en la esquina más cercana y, so-bre todo, el descubrimiento de la libertad como imposi-bilidad de darle un destino a la urbe, son constitutivosesenciales de la imagen de ciudad como espacio infeliz.Este último hecho obliga a hacer de la angustia uno delos componentes característicos de la imagen del espa-cio infeliz al que se llama urbe, al mismo tiempo quepermite caracterizar un tipo especial de angustia quedesignamos como angustia urbana. Por ello, nos pareceque toda descripción eidética de la imagen de la urbedebiera incluir una imagen de angustia, diferente quizásde otras formas de angustia, pero tal vez suelo ignoradode las descripciones de angustia hecha por la filosofíaexistencial. ¿Significa eso que la imagen de ciudad tengaque ser una imagen de espacio infeliz? No necesaria-mente. La recuperación de la filosofía clásica por algu-nos filósofos contemporáneos y la constitución de imá-genes del espacio como comunidad, permiten revalori-zar la ciudad frente a la urbe y fundar en aquella la ima-gen de ésta.

Hay que insistir en que el espacio de la ciudad comocomunidad es hoy una “simple imagen” de algo pasado,más fruto de una especie de arqueología urbano-imagi-naria que una realidad vivida, como lo fue en la antigüe-

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Page 102: Laberintos urbanos en América Latina

dad clásica, al menos por aquel segmento de poblaciónque no era ni esclavo ni extranjero. La filosofía es sólouna de las disciplinas constituyentes de la imagen deciudad y hay que reconocer que otros creadores de ima-gen, como el cine y la literatura, muchas veces han con-tribuido a recrearla como imagen del espacio infeliz.Con todo, no atribuyamos a los creadores profesionalesde imágenes el hecho de que la urbe sea uno de los ar-quetipos de la imagen del espacio infeliz. Si la imagen deurbe se ha poblado de pesar, es porque muchos de sushabitantes se la representan de ese modo, de forma quela ciudad vive en ellos con esas características. Por esomismo hay que rescatar la poética del espacio de Bache-lard, pues, como decía él, la función irreal de la imagenfeliz viene a seducir, inquietar o despertar aquello queya es, pero no en el sentido de la catástrofe, sino justa-mente en el de la felicidad. No sería posible ni siquieraconcebir la idea de espacio infeliz si no se tuviera la con-traparte lógica constituida por la imagen del espacio fe-liz provista por una filosofía de inspiración aristotélica,la literatura y los análisis de Bachelard. Para que el espa-cio infeliz sea pensable y nombrable como tal, es nece-sario concebir aquello que lo niega, de lo contrario apa-recerá como simple espacio. Corresponde entonces a al-guien que venga después de nosotros, que hemos esbo-zado la imagen del espacio infeliz, detectar qué aspectosde la imagen de la urbe pueden ser comprendidos bajoel modelo de la polis, buscando sus elementos esencia-les de felicidad y realizando aquello que Bachelard novislumbró: la integración de la imagen del espacio do-méstico feliz con el espacio común, colectivo y libre.

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dad clásica, al menos por aquel segmento de poblaciónque no era ni esclavo ni extranjero. La filosofía es sólouna de las disciplinas constituyentes de la imagen deciudad y hay que reconocer que otros creadores de ima-gen, como el cine y la literatura, muchas veces han con-tribuido a recrearla como imagen del espacio infeliz.Con todo, no atribuyamos a los creadores profesionalesde imágenes el hecho de que la urbe sea uno de los ar-quetipos de la imagen del espacio infeliz. Si la imagen deurbe se ha poblado de pesar, es porque muchos de sushabitantes se la representan de ese modo, de forma quela ciudad vive en ellos con esas características. Por esomismo hay que rescatar la poética del espacio de Bache-lard, pues, como decía él, la función irreal de la imagenfeliz viene a seducir, inquietar o despertar aquello queya es, pero no en el sentido de la catástrofe, sino justa-mente en el de la felicidad. No sería posible ni siquieraconcebir la idea de espacio infeliz si no se tuviera la con-traparte lógica constituida por la imagen del espacio fe-liz provista por una filosofía de inspiración aristotélica,la literatura y los análisis de Bachelard. Para que el espa-cio infeliz sea pensable y nombrable como tal, es nece-sario concebir aquello que lo niega, de lo contrario apa-recerá como simple espacio. Corresponde entonces a al-guien que venga después de nosotros, que hemos esbo-zado la imagen del espacio infeliz, detectar qué aspectosde la imagen de la urbe pueden ser comprendidos bajoel modelo de la polis, buscando sus elementos esencia-les de felicidad y realizando aquello que Bachelard novislumbró: la integración de la imagen del espacio do-méstico feliz con el espacio común, colectivo y libre.

dad clásica, al menos por aquel segmento de poblaciónque no era ni esclavo ni extranjero. La filosofía es sólouna de las disciplinas constituyentes de la imagen deciudad y hay que reconocer que otros creadores de ima-gen, como el cine y la literatura, muchas veces han con-tribuido a recrearla como imagen del espacio infeliz.Con todo, no atribuyamos a los creadores profesionalesde imágenes el hecho de que la urbe sea uno de los ar-quetipos de la imagen del espacio infeliz. Si la imagen deurbe se ha poblado de pesar, es porque muchos de sushabitantes se la representan de ese modo, de forma quela ciudad vive en ellos con esas características. Por esomismo hay que rescatar la poética del espacio de Bache-lard, pues, como decía él, la función irreal de la imagenfeliz viene a seducir, inquietar o despertar aquello queya es, pero no en el sentido de la catástrofe, sino justa-mente en el de la felicidad. No sería posible ni siquieraconcebir la idea de espacio infeliz si no se tuviera la con-traparte lógica constituida por la imagen del espacio fe-liz provista por una filosofía de inspiración aristotélica,la literatura y los análisis de Bachelard. Para que el espa-cio infeliz sea pensable y nombrable como tal, es nece-sario concebir aquello que lo niega, de lo contrario apa-recerá como simple espacio. Corresponde entonces a al-guien que venga después de nosotros, que hemos esbo-zado la imagen del espacio infeliz, detectar qué aspectosde la imagen de la urbe pueden ser comprendidos bajoel modelo de la polis, buscando sus elementos esencia-les de felicidad y realizando aquello que Bachelard novislumbró: la integración de la imagen del espacio do-méstico feliz con el espacio común, colectivo y libre.

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Page 103: Laberintos urbanos en América Latina

Notas

1 Profesor de la Universidad Austral de Chile, Valdivia, doc-tor en Filosofía y escritor. Into. de Filosofía/Univ. Austral-/Casilla 567/Valdivia/Chile 1 fax: (56-63) 218 510.

2 De ser así, habría que examinar la relación entre concep-ciones de la angustia como la de Heidegger o de Sartre y laciudad, tema que, sin embargo, dejamos para otra oportu-nidad.

3 No siendo helenista, agradeceré las precisiones que los lec-tores puedan hacer a mi descripción del significado de po-lis en la Política de Aristóteles.

4 Aristóteles, Política, 1252, b; in Obras, Ed. Aguilar, Madrid1973.

5 Vitoria, Francisco de; “De Los Indios Recién Descubier-tos”, # 858, en Escritos Políticos, Ed. Depalma, Buenos Ai-res 1967.

6 Quien se inspira en el estagirita, pero no en su teoría de ladesigualdad natural.

7 Todos los textos de Bachelard han sido traducidos por no-sotros. El original dice: “Il faudra bien nous accorder quel’image poétique est sous le signe d’un être nouveau. Cetêtre nouveau, c’est l’homme heureux. Heureux en parole,donc malheureux en fait, objectera tout de suite le psycha-nalyste [...] le psychanalyste quitte l’étude de l’image; uilcreuse l’histoire d’un homme; il voit, il montre les souf-frances secrètes du poète. Il explique la fleur por l’engrais”.Bachelard, Gaston; La Poétique de l’espace; Presses univer-sitaries de France, Paris 1964. Nosotros traducimos.

8 “Elle ouvre sur l’avenir. A la fonction du réel instruite parle passé [...] il faut ajouter une fonction d”iréel tout aussipositive”. Bachelard, ibid, p. 16.

9 “des images bien simples, les images de l’espace heureux[...] Elles visent à déterminer la valeur humaine des espa-ces de possession, des espace dégendus contre des forcesadverses, des espaces aimés [...] L’espace saisi par l’imagi-nation ne peut rester l’espace indifférent liré à la mesure età la réflexion du géomètre. Il est vécu “. Bachelard, ibid, p17.

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Notas

1 Profesor de la Universidad Austral de Chile, Valdivia, doc-tor en Filosofía y escritor. Into. de Filosofía/Univ. Austral-/Casilla 567/Valdivia/Chile 1 fax: (56-63) 218 510.

2 De ser así, habría que examinar la relación entre concep-ciones de la angustia como la de Heidegger o de Sartre y laciudad, tema que, sin embargo, dejamos para otra oportu-nidad.

3 No siendo helenista, agradeceré las precisiones que los lec-tores puedan hacer a mi descripción del significado de po-lis en la Política de Aristóteles.

4 Aristóteles, Política, 1252, b; in Obras, Ed. Aguilar, Madrid1973.

5 Vitoria, Francisco de; “De Los Indios Recién Descubier-tos”, # 858, en Escritos Políticos, Ed. Depalma, Buenos Ai-res 1967.

6 Quien se inspira en el estagirita, pero no en su teoría de ladesigualdad natural.

7 Todos los textos de Bachelard han sido traducidos por no-sotros. El original dice: “Il faudra bien nous accorder quel’image poétique est sous le signe d’un être nouveau. Cetêtre nouveau, c’est l’homme heureux. Heureux en parole,donc malheureux en fait, objectera tout de suite le psycha-nalyste [...] le psychanalyste quitte l’étude de l’image; uilcreuse l’histoire d’un homme; il voit, il montre les souf-frances secrètes du poète. Il explique la fleur por l’engrais”.Bachelard, Gaston; La Poétique de l’espace; Presses univer-sitaries de France, Paris 1964. Nosotros traducimos.

8 “Elle ouvre sur l’avenir. A la fonction du réel instruite parle passé [...] il faut ajouter une fonction d”iréel tout aussipositive”. Bachelard, ibid, p. 16.

9 “des images bien simples, les images de l’espace heureux[...] Elles visent à déterminer la valeur humaine des espa-ces de possession, des espace dégendus contre des forcesadverses, des espaces aimés [...] L’espace saisi par l’imagi-nation ne peut rester l’espace indifférent liré à la mesure età la réflexion du géomètre. Il est vécu “. Bachelard, ibid, p17.

Notas

1 Profesor de la Universidad Austral de Chile, Valdivia, doc-tor en Filosofía y escritor. Into. de Filosofía/Univ. Austral-/Casilla 567/Valdivia/Chile 1 fax: (56-63) 218 510.

2 De ser así, habría que examinar la relación entre concep-ciones de la angustia como la de Heidegger o de Sartre y laciudad, tema que, sin embargo, dejamos para otra oportu-nidad.

3 No siendo helenista, agradeceré las precisiones que los lec-tores puedan hacer a mi descripción del significado de po-lis en la Política de Aristóteles.

4 Aristóteles, Política, 1252, b; in Obras, Ed. Aguilar, Madrid1973.

5 Vitoria, Francisco de; “De Los Indios Recién Descubier-tos”, # 858, en Escritos Políticos, Ed. Depalma, Buenos Ai-res 1967.

6 Quien se inspira en el estagirita, pero no en su teoría de ladesigualdad natural.

7 Todos los textos de Bachelard han sido traducidos por no-sotros. El original dice: “Il faudra bien nous accorder quel’image poétique est sous le signe d’un être nouveau. Cetêtre nouveau, c’est l’homme heureux. Heureux en parole,donc malheureux en fait, objectera tout de suite le psycha-nalyste [...] le psychanalyste quitte l’étude de l’image; uilcreuse l’histoire d’un homme; il voit, il montre les souf-frances secrètes du poète. Il explique la fleur por l’engrais”.Bachelard, Gaston; La Poétique de l’espace; Presses univer-sitaries de France, Paris 1964. Nosotros traducimos.

8 “Elle ouvre sur l’avenir. A la fonction du réel instruite parle passé [...] il faut ajouter une fonction d”iréel tout aussipositive”. Bachelard, ibid, p. 16.

9 “des images bien simples, les images de l’espace heureux[...] Elles visent à déterminer la valeur humaine des espa-ces de possession, des espace dégendus contre des forcesadverses, des espaces aimés [...] L’espace saisi par l’imagi-nation ne peut rester l’espace indifférent liré à la mesure età la réflexion du géomètre. Il est vécu “. Bachelard, ibid, p17.

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Page 104: Laberintos urbanos en América Latina

10 “La maison capitalise ses victoires contre l’ouragan”, Ba-chelard, op. cit., p. 55.

11 “La maison prend les énergies physiques et morales d’uncorps humain. Bachelard, op. cit., p. 57.

12 Ed. Espasa-Calpa, Madrid 1980.13 El espacio y la imagen del espacio nunca son puramente

materiales para el ser humano. Debo algunas de las refle-xiones sobre la falta de integración del espacio feliz bache-lardiano al espacio público al profesor Humberto Gianni-ni.

14 El lector habrá notado que por ciudad entendemos a la vezurbe y polis.

15 Sobre las consecuencias en la constitución de la voluntadpolítica de este hecho véase nuestro artículo La encuesta deopinión como método para destruir la opinión pública (o dela tradición democrática revisitada), traducido y publicadoen gallego en Revista GRIAL, Nº 129, marzo 1996, Vigo,España. La definición de la serialidad que usamos aquí seapoya en la que Sartre usa en la Critique de la raison dia-lectique, vol I, Les collectifs, Paris 1980.

16 Arquitecto chileno contemporáneo, Premio Nacional deArquitectura.

17 Todas las células de una planta contribuyen a que ésta vi-va y cumpla un ciclo, pero no se puede decir que la plantase haya propuesto realizar propósito alguno ni respecto desí ni de los otros vegetales, ni tampoco que haya “propó” lanaturaleza.

18 Fundación de ciudades coloniales, creación de “pueblos deindios” durante el siglo XVI, etc.

19 Sartre, Jean-Paul; Lêtre et le néant; Introduction. Galli-mard, collection TEL, Paris 1980.

20 Política, op. cit., libro VII, capítulo 3.21 Bachelard, Gaston; ibid, p. 52.22 Damnificados se les llama en Chile.

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10 “La maison capitalise ses victoires contre l’ouragan”, Ba-chelard, op. cit., p. 55.

11 “La maison prend les énergies physiques et morales d’uncorps humain. Bachelard, op. cit., p. 57.

12 Ed. Espasa-Calpa, Madrid 1980.13 El espacio y la imagen del espacio nunca son puramente

materiales para el ser humano. Debo algunas de las refle-xiones sobre la falta de integración del espacio feliz bache-lardiano al espacio público al profesor Humberto Gianni-ni.

14 El lector habrá notado que por ciudad entendemos a la vezurbe y polis.

15 Sobre las consecuencias en la constitución de la voluntadpolítica de este hecho véase nuestro artículo La encuesta deopinión como método para destruir la opinión pública (o dela tradición democrática revisitada), traducido y publicadoen gallego en Revista GRIAL, Nº 129, marzo 1996, Vigo,España. La definición de la serialidad que usamos aquí seapoya en la que Sartre usa en la Critique de la raison dia-lectique, vol I, Les collectifs, Paris 1980.

16 Arquitecto chileno contemporáneo, Premio Nacional deArquitectura.

17 Todas las células de una planta contribuyen a que ésta vi-va y cumpla un ciclo, pero no se puede decir que la plantase haya propuesto realizar propósito alguno ni respecto desí ni de los otros vegetales, ni tampoco que haya “propó” lanaturaleza.

18 Fundación de ciudades coloniales, creación de “pueblos deindios” durante el siglo XVI, etc.

19 Sartre, Jean-Paul; Lêtre et le néant; Introduction. Galli-mard, collection TEL, Paris 1980.

20 Política, op. cit., libro VII, capítulo 3.21 Bachelard, Gaston; ibid, p. 52.22 Damnificados se les llama en Chile.

10 “La maison capitalise ses victoires contre l’ouragan”, Ba-chelard, op. cit., p. 55.

11 “La maison prend les énergies physiques et morales d’uncorps humain. Bachelard, op. cit., p. 57.

12 Ed. Espasa-Calpa, Madrid 1980.13 El espacio y la imagen del espacio nunca son puramente

materiales para el ser humano. Debo algunas de las refle-xiones sobre la falta de integración del espacio feliz bache-lardiano al espacio público al profesor Humberto Gianni-ni.

14 El lector habrá notado que por ciudad entendemos a la vezurbe y polis.

15 Sobre las consecuencias en la constitución de la voluntadpolítica de este hecho véase nuestro artículo La encuesta deopinión como método para destruir la opinión pública (o dela tradición democrática revisitada), traducido y publicadoen gallego en Revista GRIAL, Nº 129, marzo 1996, Vigo,España. La definición de la serialidad que usamos aquí seapoya en la que Sartre usa en la Critique de la raison dia-lectique, vol I, Les collectifs, Paris 1980.

16 Arquitecto chileno contemporáneo, Premio Nacional deArquitectura.

17 Todas las células de una planta contribuyen a que ésta vi-va y cumpla un ciclo, pero no se puede decir que la plantase haya propuesto realizar propósito alguno ni respecto desí ni de los otros vegetales, ni tampoco que haya “propó” lanaturaleza.

18 Fundación de ciudades coloniales, creación de “pueblos deindios” durante el siglo XVI, etc.

19 Sartre, Jean-Paul; Lêtre et le néant; Introduction. Galli-mard, collection TEL, Paris 1980.

20 Política, op. cit., libro VII, capítulo 3.21 Bachelard, Gaston; ibid, p. 52.22 Damnificados se les llama en Chile.

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Page 105: Laberintos urbanos en América Latina

5Comunicación, vida cotidiana e

identidades urbanas en San Luis Potosí, en tiempos de globalización

Haydeé García Bravo1

Pequeña Introducción

En un primer momento haré un recorrido por algu-nos conceptos que considero claves en mi proyecto deinvestigación: la ciudad y la identidad. Este recorridopuede pensarse más antropológico que comunicológi-co, sin embargo, es necesario para, posteriormente, esta-blecer la crisis, la ruptura paradigmática, la irrupción delas nuevas tecnologías

Algunos conceptos claveLas identidades, o los caminos de la diferencia

Hablar de comunicación e identidad tiene algunasimplicaciones de orden teórico, la identidad es un con-cepto formulado desde la antropología y la psicología yretomado por todas las ciencias sociales. Frente a lacomplejización de los objetos de estudio, una sola cien-cia no puede dar cuenta de la totalidad, así que hay queconstruir redes cognitivas inter y transdisciplinarias pa-ra poder comprehender la realidad social. Hagamospues el recorrido por los caminos de la identidad queson también los caminos de la diferencia:

De manera sencilla, la identidad es la pertenencia auna comunidad, pero ¿cómo se representa esa pertenen-cia, con qué elementos y cómo se construye una comu-

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5Comunicación, vida cotidiana e

identidades urbanas en San Luis Potosí, en tiempos de globalización

Haydeé García Bravo1

Pequeña Introducción

En un primer momento haré un recorrido por algu-nos conceptos que considero claves en mi proyecto deinvestigación: la ciudad y la identidad. Este recorridopuede pensarse más antropológico que comunicológi-co, sin embargo, es necesario para, posteriormente, esta-blecer la crisis, la ruptura paradigmática, la irrupción delas nuevas tecnologías

Algunos conceptos claveLas identidades, o los caminos de la diferencia

Hablar de comunicación e identidad tiene algunasimplicaciones de orden teórico, la identidad es un con-cepto formulado desde la antropología y la psicología yretomado por todas las ciencias sociales. Frente a lacomplejización de los objetos de estudio, una sola cien-cia no puede dar cuenta de la totalidad, así que hay queconstruir redes cognitivas inter y transdisciplinarias pa-ra poder comprehender la realidad social. Hagamospues el recorrido por los caminos de la identidad queson también los caminos de la diferencia:

De manera sencilla, la identidad es la pertenencia auna comunidad, pero ¿cómo se representa esa pertenen-cia, con qué elementos y cómo se construye una comu-

5Comunicación, vida cotidiana e

identidades urbanas en San Luis Potosí, en tiempos de globalización

Haydeé García Bravo1

Pequeña Introducción

En un primer momento haré un recorrido por algu-nos conceptos que considero claves en mi proyecto deinvestigación: la ciudad y la identidad. Este recorridopuede pensarse más antropológico que comunicológi-co, sin embargo, es necesario para, posteriormente, esta-blecer la crisis, la ruptura paradigmática, la irrupción delas nuevas tecnologías

Algunos conceptos claveLas identidades, o los caminos de la diferencia

Hablar de comunicación e identidad tiene algunasimplicaciones de orden teórico, la identidad es un con-cepto formulado desde la antropología y la psicología yretomado por todas las ciencias sociales. Frente a lacomplejización de los objetos de estudio, una sola cien-cia no puede dar cuenta de la totalidad, así que hay queconstruir redes cognitivas inter y transdisciplinarias pa-ra poder comprehender la realidad social. Hagamospues el recorrido por los caminos de la identidad queson también los caminos de la diferencia:

De manera sencilla, la identidad es la pertenencia auna comunidad, pero ¿cómo se representa esa pertenen-cia, con qué elementos y cómo se construye una comu-

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Page 106: Laberintos urbanos en América Latina

nidad identitaria? Estas preguntas remiten a la subjetivi-dad, al imaginario social y al mundo de lo simbólico.

“Los procesos conformadores de la identidad estánhechos de las negociaciones de las expectativas, delplanteamiento de ciertas interrogantes, de la evaluacióncrítica, de la concepción de un futuro posible”. (DíazCruz, 1994).

La identidad es concebida como dimensión subjeti-va de los sujetos sociales, no es un atributo o propiedaddel sujeto en sí mismo, sino que tiene un carácter inter-subjetivo y relacional. La identidad, dice Gilberto Gimé-nez (1993), es un sistema de relaciones y de representa-ciones, sin embargo, la identidad no es algo esencial einmutable, es un proceso activo y complejo, resultantede conflictos, de negociaciones. “De ahí su plasticidad,su capacidad de variación, de reacomodamiento y demodulación interna. Las identidades emergen y varíancon el tiempo, son instrumentalizables y negociables, seretraen o se expanden... y a veces resucitan”. (Las cursi-vas son mías).

Considero que estas características de la identidadremiten al ámbito del poder. De la lucha por lograr lahegemonía identitaria, es decir, por homogeneizar, porubicar a los sujetos, por asignarles/designarles un lugar,por delimitar una situación y aquí se intersectan el pa-pel de los medios, las ideologías y el proceso de cons-trucción de las identidades.

La identidad es una actitud colectiva, una cualidad,orientación cognitiva y afectiva bajo un cierto sistemade valores culturalmente compartido.

La identidad es también sede de la competencia dis-cursiva (“uno habla como quien es y desde donde se si-túa”). La identidad individual y la identidad colectiva esuna distinción analítica, la identidad individual es el re-sultado de las múltiples pertenencias a las identidadescolectivas. Toda identidad individual es multidimensio-

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nidad identitaria? Estas preguntas remiten a la subjetivi-dad, al imaginario social y al mundo de lo simbólico.

“Los procesos conformadores de la identidad estánhechos de las negociaciones de las expectativas, delplanteamiento de ciertas interrogantes, de la evaluacióncrítica, de la concepción de un futuro posible”. (DíazCruz, 1994).

La identidad es concebida como dimensión subjeti-va de los sujetos sociales, no es un atributo o propiedaddel sujeto en sí mismo, sino que tiene un carácter inter-subjetivo y relacional. La identidad, dice Gilberto Gimé-nez (1993), es un sistema de relaciones y de representa-ciones, sin embargo, la identidad no es algo esencial einmutable, es un proceso activo y complejo, resultantede conflictos, de negociaciones. “De ahí su plasticidad,su capacidad de variación, de reacomodamiento y demodulación interna. Las identidades emergen y varíancon el tiempo, son instrumentalizables y negociables, seretraen o se expanden... y a veces resucitan”. (Las cursi-vas son mías).

Considero que estas características de la identidadremiten al ámbito del poder. De la lucha por lograr lahegemonía identitaria, es decir, por homogeneizar, porubicar a los sujetos, por asignarles/designarles un lugar,por delimitar una situación y aquí se intersectan el pa-pel de los medios, las ideologías y el proceso de cons-trucción de las identidades.

La identidad es una actitud colectiva, una cualidad,orientación cognitiva y afectiva bajo un cierto sistemade valores culturalmente compartido.

La identidad es también sede de la competencia dis-cursiva (“uno habla como quien es y desde donde se si-túa”). La identidad individual y la identidad colectiva esuna distinción analítica, la identidad individual es el re-sultado de las múltiples pertenencias a las identidadescolectivas. Toda identidad individual es multidimensio-

nidad identitaria? Estas preguntas remiten a la subjetivi-dad, al imaginario social y al mundo de lo simbólico.

“Los procesos conformadores de la identidad estánhechos de las negociaciones de las expectativas, delplanteamiento de ciertas interrogantes, de la evaluacióncrítica, de la concepción de un futuro posible”. (DíazCruz, 1994).

La identidad es concebida como dimensión subjeti-va de los sujetos sociales, no es un atributo o propiedaddel sujeto en sí mismo, sino que tiene un carácter inter-subjetivo y relacional. La identidad, dice Gilberto Gimé-nez (1993), es un sistema de relaciones y de representa-ciones, sin embargo, la identidad no es algo esencial einmutable, es un proceso activo y complejo, resultantede conflictos, de negociaciones. “De ahí su plasticidad,su capacidad de variación, de reacomodamiento y demodulación interna. Las identidades emergen y varíancon el tiempo, son instrumentalizables y negociables, seretraen o se expanden... y a veces resucitan”. (Las cursi-vas son mías).

Considero que estas características de la identidadremiten al ámbito del poder. De la lucha por lograr lahegemonía identitaria, es decir, por homogeneizar, porubicar a los sujetos, por asignarles/designarles un lugar,por delimitar una situación y aquí se intersectan el pa-pel de los medios, las ideologías y el proceso de cons-trucción de las identidades.

La identidad es una actitud colectiva, una cualidad,orientación cognitiva y afectiva bajo un cierto sistemade valores culturalmente compartido.

La identidad es también sede de la competencia dis-cursiva (“uno habla como quien es y desde donde se si-túa”). La identidad individual y la identidad colectiva esuna distinción analítica, la identidad individual es el re-sultado de las múltiples pertenencias a las identidadescolectivas. Toda identidad individual es multidimensio-

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nal. Y hoy cada vez más esto es palpable. No sólo actua-mos papeles y cumplimos roles sino que también perte-necemos a diversos públicos, a grupos de consumo, a re-des cibernéticas.

Siempre la identidad trae consigo el problema delreconocimiento, es un proceso de percepción-accióncon base en un proceso de construcción de un “noso-tros” frente a “los otros”.

La identidades, porque ya no podemos hablar deuna única y estática, las comprendo como procesos di-námicos e históricos, en el que se negocian los significa-dos que dan sentido a la práctica, que van construyendolas relaciones sociales en un determinado espacio y estasdinámicas están necesariamente mediadas por las rela-ciones de poder. La identidad remite a un territorio geo-gráfico o a una construcción espacio-temporal no geo-gráfica (comunidades imaginarias e imaginadas).

El estudio de la identidad, siguiendo a GuadalupeValencia tiene implicaciones en el plano epistemológi-co... “se trata de concebir la identidad como parte de laproblemática de los sujetos, con un carácter relacional yno esencial, mutable y no dado; que posee eficacia, estoes, que no sólo representa lo real sino que lo tranforma.Estamos hablando de una realidad que exige, para su re-construcción, la consideración del movimiento (comohistoricidad) y la multidimensionalidad (como la apre-hensión y articulación entre las dimensiones constituti-vas de lo social), ambos requisitos del análisis concreto”.

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nal. Y hoy cada vez más esto es palpable. No sólo actua-mos papeles y cumplimos roles sino que también perte-necemos a diversos públicos, a grupos de consumo, a re-des cibernéticas.

Siempre la identidad trae consigo el problema delreconocimiento, es un proceso de percepción-accióncon base en un proceso de construcción de un “noso-tros” frente a “los otros”.

La identidades, porque ya no podemos hablar deuna única y estática, las comprendo como procesos di-námicos e históricos, en el que se negocian los significa-dos que dan sentido a la práctica, que van construyendolas relaciones sociales en un determinado espacio y estasdinámicas están necesariamente mediadas por las rela-ciones de poder. La identidad remite a un territorio geo-gráfico o a una construcción espacio-temporal no geo-gráfica (comunidades imaginarias e imaginadas).

El estudio de la identidad, siguiendo a GuadalupeValencia tiene implicaciones en el plano epistemológi-co... “se trata de concebir la identidad como parte de laproblemática de los sujetos, con un carácter relacional yno esencial, mutable y no dado; que posee eficacia, estoes, que no sólo representa lo real sino que lo tranforma.Estamos hablando de una realidad que exige, para su re-construcción, la consideración del movimiento (comohistoricidad) y la multidimensionalidad (como la apre-hensión y articulación entre las dimensiones constituti-vas de lo social), ambos requisitos del análisis concreto”.

nal. Y hoy cada vez más esto es palpable. No sólo actua-mos papeles y cumplimos roles sino que también perte-necemos a diversos públicos, a grupos de consumo, a re-des cibernéticas.

Siempre la identidad trae consigo el problema delreconocimiento, es un proceso de percepción-accióncon base en un proceso de construcción de un “noso-tros” frente a “los otros”.

La identidades, porque ya no podemos hablar deuna única y estática, las comprendo como procesos di-námicos e históricos, en el que se negocian los significa-dos que dan sentido a la práctica, que van construyendolas relaciones sociales en un determinado espacio y estasdinámicas están necesariamente mediadas por las rela-ciones de poder. La identidad remite a un territorio geo-gráfico o a una construcción espacio-temporal no geo-gráfica (comunidades imaginarias e imaginadas).

El estudio de la identidad, siguiendo a GuadalupeValencia tiene implicaciones en el plano epistemológi-co... “se trata de concebir la identidad como parte de laproblemática de los sujetos, con un carácter relacional yno esencial, mutable y no dado; que posee eficacia, estoes, que no sólo representa lo real sino que lo tranforma.Estamos hablando de una realidad que exige, para su re-construcción, la consideración del movimiento (comohistoricidad) y la multidimensionalidad (como la apre-hensión y articulación entre las dimensiones constituti-vas de lo social), ambos requisitos del análisis concreto”.

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El concepto de ciudad: una construcción antrocomunicológica

“...una ciudad corazón, una ciudad memoria, una ciu-dad infamia.”

Julio Cortázar

“Escenarios urbanos entendidos como “lugares” de cons-titución de lo simbólico y puesta en escena de la rituali-dad ciudadana, producción y recreación de una culturaen la que participan los grupos y los individuos como“actores” mediante su actividad de selección y reconoci-miento”

Jesus Martin-Barbero

Para desarrollar nuestro proyecto es necesario cons-truir a la ciudad como objeto de estudio. Y esto implicavarias cuestiones: la primera tiene que ver con su defi-nición teórica y su relación con otras categorías que ladefinen y determinan. (Una de ellas es cultura urbana).

Hay una serie de elementos que, geopolítica y admi-nistrativamente, determinan lo que se entiende por ciu-dad: Número de habitantes, grado de urbanización, de-sarrollo de los sectores económicos, desarrollo indus-trial, etcétera.

En la comunicación y en la antropología, la ciudadtambién es concebida como comunidad imaginaria,construcción de representaciones vividas en un espacio,“hay que entender la ciudad como un espacio generadopero también generador de estilos de vida” (Safa, 1993)y como “una gran red de comunicación que interpela alos sujetos de diversas maneras” (Reguillo, 1995)

Anteriormente mencioné un concepto clave para ladefinición de ciudad, éste es el de cultura urbana, la cualpara Eduardo Nivón (1994) implica:

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El concepto de ciudad: una construcción antrocomunicológica

“...una ciudad corazón, una ciudad memoria, una ciu-dad infamia.”

Julio Cortázar

“Escenarios urbanos entendidos como “lugares” de cons-titución de lo simbólico y puesta en escena de la rituali-dad ciudadana, producción y recreación de una culturaen la que participan los grupos y los individuos como“actores” mediante su actividad de selección y reconoci-miento”

Jesus Martin-Barbero

Para desarrollar nuestro proyecto es necesario cons-truir a la ciudad como objeto de estudio. Y esto implicavarias cuestiones: la primera tiene que ver con su defi-nición teórica y su relación con otras categorías que ladefinen y determinan. (Una de ellas es cultura urbana).

Hay una serie de elementos que, geopolítica y admi-nistrativamente, determinan lo que se entiende por ciu-dad: Número de habitantes, grado de urbanización, de-sarrollo de los sectores económicos, desarrollo indus-trial, etcétera.

En la comunicación y en la antropología, la ciudadtambién es concebida como comunidad imaginaria,construcción de representaciones vividas en un espacio,“hay que entender la ciudad como un espacio generadopero también generador de estilos de vida” (Safa, 1993)y como “una gran red de comunicación que interpela alos sujetos de diversas maneras” (Reguillo, 1995)

Anteriormente mencioné un concepto clave para ladefinición de ciudad, éste es el de cultura urbana, la cualpara Eduardo Nivón (1994) implica:

El concepto de ciudad: una construcción antrocomunicológica

“...una ciudad corazón, una ciudad memoria, una ciu-dad infamia.”

Julio Cortázar

“Escenarios urbanos entendidos como “lugares” de cons-titución de lo simbólico y puesta en escena de la rituali-dad ciudadana, producción y recreación de una culturaen la que participan los grupos y los individuos como“actores” mediante su actividad de selección y reconoci-miento”

Jesus Martin-Barbero

Para desarrollar nuestro proyecto es necesario cons-truir a la ciudad como objeto de estudio. Y esto implicavarias cuestiones: la primera tiene que ver con su defi-nición teórica y su relación con otras categorías que ladefinen y determinan. (Una de ellas es cultura urbana).

Hay una serie de elementos que, geopolítica y admi-nistrativamente, determinan lo que se entiende por ciu-dad: Número de habitantes, grado de urbanización, de-sarrollo de los sectores económicos, desarrollo indus-trial, etcétera.

En la comunicación y en la antropología, la ciudadtambién es concebida como comunidad imaginaria,construcción de representaciones vividas en un espacio,“hay que entender la ciudad como un espacio generadopero también generador de estilos de vida” (Safa, 1993)y como “una gran red de comunicación que interpela alos sujetos de diversas maneras” (Reguillo, 1995)

Anteriormente mencioné un concepto clave para ladefinición de ciudad, éste es el de cultura urbana, la cualpara Eduardo Nivón (1994) implica:

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1. Que la ciudad es el espacio privilegiado de la moder-nidad, aunque también de la “sobremodernidad”, diríaAuge

2

.

2. Que los habitantes de la ciudad han desarrollado unaserie de instituciones con un principio de identificaciónsocial: la ciudadanía. Es importante mencionar que laciudadanía, la mayoría de las veces, se relaciona con lapolítica. Se vuelve necesario estudiar cómo se viven di-ferenciadamente la ciudadanía y los procesos políticos

3

.

3. Que hay un vínculo entre el individuo y las institucio-nes. Un sistema de prácticas unificadas en las que losmedios son fundamentales (cultura de masas).

Como lo señala García Canclini (1995): “los estu-dios urbanos reconocen ahora como el agente económi-co más dinámico no a la industrialización sino a losprocesos informacionales (mediáticos y tecnológicos)”.

Retomo aquí el trabajo sobre imaginarios urbanosde Armando Silva (1992) porque es una propuesta inte-resante donde plantea estudiar la ciudad como lugar delacontecimiento cultural y como escenario de lo imagi-nario. “Una ciudad, desde el punto de vista de la cons-trucción imaginaria de lo que representa, debe respon-der, al menos, por unas condiciones físicas naturales yfísicas construidas; por unos usos sociales; por unasmodalidades de expresión; por un tipo especial de ciu-dadanos en relación con las de otros contextos, naciona-les, continentales o internacionales; una ciudad haceuna mentalidad urbana que le es propia”.

Lo urbano de la ciudad se construye, “en una ciudadlo físico produce efectos en lo simbólico: sus escriturasy representaciones. Y las representaciones que se hagande la urbe, de la misma manera, afectan y guían su usosocial y modifican la concepción del espacio”.

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1. Que la ciudad es el espacio privilegiado de la moder-nidad, aunque también de la “sobremodernidad”, diríaAuge

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2. Que los habitantes de la ciudad han desarrollado unaserie de instituciones con un principio de identificaciónsocial: la ciudadanía. Es importante mencionar que laciudadanía, la mayoría de las veces, se relaciona con lapolítica. Se vuelve necesario estudiar cómo se viven di-ferenciadamente la ciudadanía y los procesos políticos

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3. Que hay un vínculo entre el individuo y las institucio-nes. Un sistema de prácticas unificadas en las que losmedios son fundamentales (cultura de masas).

Como lo señala García Canclini (1995): “los estu-dios urbanos reconocen ahora como el agente económi-co más dinámico no a la industrialización sino a losprocesos informacionales (mediáticos y tecnológicos)”.

Retomo aquí el trabajo sobre imaginarios urbanosde Armando Silva (1992) porque es una propuesta inte-resante donde plantea estudiar la ciudad como lugar delacontecimiento cultural y como escenario de lo imagi-nario. “Una ciudad, desde el punto de vista de la cons-trucción imaginaria de lo que representa, debe respon-der, al menos, por unas condiciones físicas naturales yfísicas construidas; por unos usos sociales; por unasmodalidades de expresión; por un tipo especial de ciu-dadanos en relación con las de otros contextos, naciona-les, continentales o internacionales; una ciudad haceuna mentalidad urbana que le es propia”.

Lo urbano de la ciudad se construye, “en una ciudadlo físico produce efectos en lo simbólico: sus escriturasy representaciones. Y las representaciones que se hagande la urbe, de la misma manera, afectan y guían su usosocial y modifican la concepción del espacio”.

1. Que la ciudad es el espacio privilegiado de la moder-nidad, aunque también de la “sobremodernidad”, diríaAuge

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2. Que los habitantes de la ciudad han desarrollado unaserie de instituciones con un principio de identificaciónsocial: la ciudadanía. Es importante mencionar que laciudadanía, la mayoría de las veces, se relaciona con lapolítica. Se vuelve necesario estudiar cómo se viven di-ferenciadamente la ciudadanía y los procesos políticos

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3. Que hay un vínculo entre el individuo y las institucio-nes. Un sistema de prácticas unificadas en las que losmedios son fundamentales (cultura de masas).

Como lo señala García Canclini (1995): “los estu-dios urbanos reconocen ahora como el agente económi-co más dinámico no a la industrialización sino a losprocesos informacionales (mediáticos y tecnológicos)”.

Retomo aquí el trabajo sobre imaginarios urbanosde Armando Silva (1992) porque es una propuesta inte-resante donde plantea estudiar la ciudad como lugar delacontecimiento cultural y como escenario de lo imagi-nario. “Una ciudad, desde el punto de vista de la cons-trucción imaginaria de lo que representa, debe respon-der, al menos, por unas condiciones físicas naturales yfísicas construidas; por unos usos sociales; por unasmodalidades de expresión; por un tipo especial de ciu-dadanos en relación con las de otros contextos, naciona-les, continentales o internacionales; una ciudad haceuna mentalidad urbana que le es propia”.

Lo urbano de la ciudad se construye, “en una ciudadlo físico produce efectos en lo simbólico: sus escriturasy representaciones. Y las representaciones que se hagande la urbe, de la misma manera, afectan y guían su usosocial y modifican la concepción del espacio”.

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La potosinidad, discursos y prácticas

Es importante preguntarnos:¿Cómo se vive la mentalidad urbana potosina?

¿Cuáles son las metáforas colectivas de la identidad enSan Luis Potosí? ¿Cómo narrar linealmente la ciudad?¿Cómo hacerlo cuando en ella convergen voces y tiem-pos distintos? Una ciudad es una estrutura polífona enla que existen diversos signos y símbolos y muchas ma-neras de leerlos, de interpretarlos. Sin embargo, se cons-truyen referentes colectivos. La ciudad es un lugar deconstrucción simbólica, pero hay lugares y o “centros”que parecen concentrar esos símbolos. En San Luis, laPlaza de los Fundadores y la Plaza de Armas se hanconstituido en los centros recurrentes de la política, laprimera porque al ser una explanada era el lugar de lasgrandes manifestaciones y la segunda porque ahí se en-cuentran no sólo el palacio municipal sino también elpalacio de Gobierno, el Congreso del Estado y la Cate-dral. Es decir, se constituye en un lugar de alta densidadsimbólica, en cuanto que contiene los poderes (político,eclesiástico, y económico) y se cree encontrar en estosescenarios las soluciones a los problemas urbanos. Elcentro forma parte también de la oferta artístico-cultu-ral más importante de la ciudad. Ahí se concentran losmuseos, el Instituto de Cultura, el Teatro de la Paz, etc.

Conforme se avanza hacia la periferia la potosinidaden cuanto tal se desdibuja, pierde dimensión porque lascaracterísticas urbanas son muy semejantes a las deotras ciudades: colonias marginadas, con muchas caren-cias en cuanto a servicios, aunque no se deja de tenercierta relación con el centro o con los centros pues cadavez más la ciudad se vuelve policéntrica, sin por elloperder su especificidad.

Hay lugares que mapean nuestra experiencia y tie-nen que ver no sólo con lo pragmático sino con una cos-

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La potosinidad, discursos y prácticas

Es importante preguntarnos:¿Cómo se vive la mentalidad urbana potosina?

¿Cuáles son las metáforas colectivas de la identidad enSan Luis Potosí? ¿Cómo narrar linealmente la ciudad?¿Cómo hacerlo cuando en ella convergen voces y tiem-pos distintos? Una ciudad es una estrutura polífona enla que existen diversos signos y símbolos y muchas ma-neras de leerlos, de interpretarlos. Sin embargo, se cons-truyen referentes colectivos. La ciudad es un lugar deconstrucción simbólica, pero hay lugares y o “centros”que parecen concentrar esos símbolos. En San Luis, laPlaza de los Fundadores y la Plaza de Armas se hanconstituido en los centros recurrentes de la política, laprimera porque al ser una explanada era el lugar de lasgrandes manifestaciones y la segunda porque ahí se en-cuentran no sólo el palacio municipal sino también elpalacio de Gobierno, el Congreso del Estado y la Cate-dral. Es decir, se constituye en un lugar de alta densidadsimbólica, en cuanto que contiene los poderes (político,eclesiástico, y económico) y se cree encontrar en estosescenarios las soluciones a los problemas urbanos. Elcentro forma parte también de la oferta artístico-cultu-ral más importante de la ciudad. Ahí se concentran losmuseos, el Instituto de Cultura, el Teatro de la Paz, etc.

Conforme se avanza hacia la periferia la potosinidaden cuanto tal se desdibuja, pierde dimensión porque lascaracterísticas urbanas son muy semejantes a las deotras ciudades: colonias marginadas, con muchas caren-cias en cuanto a servicios, aunque no se deja de tenercierta relación con el centro o con los centros pues cadavez más la ciudad se vuelve policéntrica, sin por elloperder su especificidad.

Hay lugares que mapean nuestra experiencia y tie-nen que ver no sólo con lo pragmático sino con una cos-

La potosinidad, discursos y prácticas

Es importante preguntarnos:¿Cómo se vive la mentalidad urbana potosina?

¿Cuáles son las metáforas colectivas de la identidad enSan Luis Potosí? ¿Cómo narrar linealmente la ciudad?¿Cómo hacerlo cuando en ella convergen voces y tiem-pos distintos? Una ciudad es una estrutura polífona enla que existen diversos signos y símbolos y muchas ma-neras de leerlos, de interpretarlos. Sin embargo, se cons-truyen referentes colectivos. La ciudad es un lugar deconstrucción simbólica, pero hay lugares y o “centros”que parecen concentrar esos símbolos. En San Luis, laPlaza de los Fundadores y la Plaza de Armas se hanconstituido en los centros recurrentes de la política, laprimera porque al ser una explanada era el lugar de lasgrandes manifestaciones y la segunda porque ahí se en-cuentran no sólo el palacio municipal sino también elpalacio de Gobierno, el Congreso del Estado y la Cate-dral. Es decir, se constituye en un lugar de alta densidadsimbólica, en cuanto que contiene los poderes (político,eclesiástico, y económico) y se cree encontrar en estosescenarios las soluciones a los problemas urbanos. Elcentro forma parte también de la oferta artístico-cultu-ral más importante de la ciudad. Ahí se concentran losmuseos, el Instituto de Cultura, el Teatro de la Paz, etc.

Conforme se avanza hacia la periferia la potosinidaden cuanto tal se desdibuja, pierde dimensión porque lascaracterísticas urbanas son muy semejantes a las deotras ciudades: colonias marginadas, con muchas caren-cias en cuanto a servicios, aunque no se deja de tenercierta relación con el centro o con los centros pues cadavez más la ciudad se vuelve policéntrica, sin por elloperder su especificidad.

Hay lugares que mapean nuestra experiencia y tie-nen que ver no sólo con lo pragmático sino con una cos-

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mología, con una configuración intersubjetiva. Así po-demos hablar de que la avenida Carranza, (una de lasavenidas principales de San Luis, no sólo porque conec-ta el centro histórico de la ciudad directamente con lazona de Las Lomas y la zona universitaria, sino porqueen ella se encuentran lugares nocturnos de diversión,tiendas de artículos importados, el jardín de Tequis,bancos y varios de los edificios comerciales más impor-tantes de la ciudad) los domingos por la noche tiene unsentido de encuentro, y por supuesto, es un lugar de li-gue. El carrancear puede caracterizarse como una prác-tica ritual, de cortejo e identidad.

Hay espacios que se resignifican. En San Luis Poto-sí, la plaza del Carmen, por ejemplo, otrora símbolo decapital artístico y testigo de acontecimientos históricostiene hoy un nuevo sentido como lugar de reunión dejóvenes rockeros, generalmente de clase media y baja,que visten de negro y que a pesar de que viven lejos deeste punto se concentran en él para escuchar música yencontrarse con otros que comparten sus gustos e inte-reses.

Los usos sociales se diversifican, son múltiples y va-riados pero se unifican frente a lo otro. Ese otro extran-jero, extraño. ¿Qué ofrece San Luis Potosí al visitanteque llega por primera vez? Las postales, los recuerdosturísticos y los lugares que se recomiendan, guardan re-lación estrecha con lo tradicional. En este sentido pode-mos decir que se retratan y “ofrecen” los lugares históri-cos y lo potosino típicamente colonial: el Teatro de laPaz, el museo de la Máscara y la iglesia del Carmen. LaCaja del Agua (construcción que se encuentra en la Cal-zada de Guadalupe, camino que va al Santuario de Gua-dalupe y antiguo paseo dominical, además de ser el sím-bolo del municipio).

Los lugares son resemantizados y en ellos se vive unalucha por obtener capital simbólico. Un lugar que pue-

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mología, con una configuración intersubjetiva. Así po-demos hablar de que la avenida Carranza, (una de lasavenidas principales de San Luis, no sólo porque conec-ta el centro histórico de la ciudad directamente con lazona de Las Lomas y la zona universitaria, sino porqueen ella se encuentran lugares nocturnos de diversión,tiendas de artículos importados, el jardín de Tequis,bancos y varios de los edificios comerciales más impor-tantes de la ciudad) los domingos por la noche tiene unsentido de encuentro, y por supuesto, es un lugar de li-gue. El carrancear puede caracterizarse como una prác-tica ritual, de cortejo e identidad.

Hay espacios que se resignifican. En San Luis Poto-sí, la plaza del Carmen, por ejemplo, otrora símbolo decapital artístico y testigo de acontecimientos históricostiene hoy un nuevo sentido como lugar de reunión dejóvenes rockeros, generalmente de clase media y baja,que visten de negro y que a pesar de que viven lejos deeste punto se concentran en él para escuchar música yencontrarse con otros que comparten sus gustos e inte-reses.

Los usos sociales se diversifican, son múltiples y va-riados pero se unifican frente a lo otro. Ese otro extran-jero, extraño. ¿Qué ofrece San Luis Potosí al visitanteque llega por primera vez? Las postales, los recuerdosturísticos y los lugares que se recomiendan, guardan re-lación estrecha con lo tradicional. En este sentido pode-mos decir que se retratan y “ofrecen” los lugares históri-cos y lo potosino típicamente colonial: el Teatro de laPaz, el museo de la Máscara y la iglesia del Carmen. LaCaja del Agua (construcción que se encuentra en la Cal-zada de Guadalupe, camino que va al Santuario de Gua-dalupe y antiguo paseo dominical, además de ser el sím-bolo del municipio).

Los lugares son resemantizados y en ellos se vive unalucha por obtener capital simbólico. Un lugar que pue-

mología, con una configuración intersubjetiva. Así po-demos hablar de que la avenida Carranza, (una de lasavenidas principales de San Luis, no sólo porque conec-ta el centro histórico de la ciudad directamente con lazona de Las Lomas y la zona universitaria, sino porqueen ella se encuentran lugares nocturnos de diversión,tiendas de artículos importados, el jardín de Tequis,bancos y varios de los edificios comerciales más impor-tantes de la ciudad) los domingos por la noche tiene unsentido de encuentro, y por supuesto, es un lugar de li-gue. El carrancear puede caracterizarse como una prác-tica ritual, de cortejo e identidad.

Hay espacios que se resignifican. En San Luis Poto-sí, la plaza del Carmen, por ejemplo, otrora símbolo decapital artístico y testigo de acontecimientos históricostiene hoy un nuevo sentido como lugar de reunión dejóvenes rockeros, generalmente de clase media y baja,que visten de negro y que a pesar de que viven lejos deeste punto se concentran en él para escuchar música yencontrarse con otros que comparten sus gustos e inte-reses.

Los usos sociales se diversifican, son múltiples y va-riados pero se unifican frente a lo otro. Ese otro extran-jero, extraño. ¿Qué ofrece San Luis Potosí al visitanteque llega por primera vez? Las postales, los recuerdosturísticos y los lugares que se recomiendan, guardan re-lación estrecha con lo tradicional. En este sentido pode-mos decir que se retratan y “ofrecen” los lugares históri-cos y lo potosino típicamente colonial: el Teatro de laPaz, el museo de la Máscara y la iglesia del Carmen. LaCaja del Agua (construcción que se encuentra en la Cal-zada de Guadalupe, camino que va al Santuario de Gua-dalupe y antiguo paseo dominical, además de ser el sím-bolo del municipio).

Los lugares son resemantizados y en ellos se vive unalucha por obtener capital simbólico. Un lugar que pue-

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de decir mucho de la potosinidad es La Lonja, club (porlo que se requiere membresía para entrar) que cuentacon restaurante, bar (exclusivo para hombres, por nin-guna razón puede entrar una mujer) y un salón, en elcual se llevan a cabo las fiestas de los políticos y algunosempresarios. A la Lonja no puede entrar cualquier po-tosino, sino aquel que comparte ciertos valores y prácti-cas. No es sólo el dinero (hay quienes van y ya no lo tie-nen) sino también el ser conocido y reconocido dentrodel grupo, el apellido, la familia, la tradición.

En las ciudades ya no podemos hablar de las dicoto-mías tradición/modernidad y lo público/lo privado, enla ciudad estas tendencias y su gama se empalman, setrastocan. Se torna necesario hacer la crónica del imagi-nario urbano y cómo ese imaginario se despliega enmúltiples sentidos y prácticas.

La ciudad es un espacio físico, un espacio social y unespacio histórico. Jorge González señala que la ciudad ytodo su desarrollo y distribución de sus equipamientosculturales pueden ubicarse como “resultado de luchashistóricas permanentes entre actores sociales con posi-ciones, intereses, valores y proyectos antagonistas enpugna por la definición de lo que Castells llama ‘el sig-nificado urbano’”. Menciona que hay que ver a las ciu-dades como centros neurálgicos de las inequidades delmercado, de las desigualdades del poder y de los desni-veles culturales. Lo anterior nos permite entrar a uncruce: la ciudad y el poder. ¿Cómo se vive el poder en laciudad? ¿Es distinto de como se vive en una comunidadrural? La ciudad es un un territorio social e histórica-mente construido, pero que al mismo tiempo constru-ye, propicia o impide, genera o limita la vida de sus ha-bitantes. Vivir en determinado lugar no es ajeno a lamanera como se usa el tiempo libre, se educa a los hijos,se construyen las expectativas y los deseos, se satisfacen

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de decir mucho de la potosinidad es La Lonja, club (porlo que se requiere membresía para entrar) que cuentacon restaurante, bar (exclusivo para hombres, por nin-guna razón puede entrar una mujer) y un salón, en elcual se llevan a cabo las fiestas de los políticos y algunosempresarios. A la Lonja no puede entrar cualquier po-tosino, sino aquel que comparte ciertos valores y prácti-cas. No es sólo el dinero (hay quienes van y ya no lo tie-nen) sino también el ser conocido y reconocido dentrodel grupo, el apellido, la familia, la tradición.

En las ciudades ya no podemos hablar de las dicoto-mías tradición/modernidad y lo público/lo privado, enla ciudad estas tendencias y su gama se empalman, setrastocan. Se torna necesario hacer la crónica del imagi-nario urbano y cómo ese imaginario se despliega enmúltiples sentidos y prácticas.

La ciudad es un espacio físico, un espacio social y unespacio histórico. Jorge González señala que la ciudad ytodo su desarrollo y distribución de sus equipamientosculturales pueden ubicarse como “resultado de luchashistóricas permanentes entre actores sociales con posi-ciones, intereses, valores y proyectos antagonistas enpugna por la definición de lo que Castells llama ‘el sig-nificado urbano’”. Menciona que hay que ver a las ciu-dades como centros neurálgicos de las inequidades delmercado, de las desigualdades del poder y de los desni-veles culturales. Lo anterior nos permite entrar a uncruce: la ciudad y el poder. ¿Cómo se vive el poder en laciudad? ¿Es distinto de como se vive en una comunidadrural? La ciudad es un un territorio social e histórica-mente construido, pero que al mismo tiempo constru-ye, propicia o impide, genera o limita la vida de sus ha-bitantes. Vivir en determinado lugar no es ajeno a lamanera como se usa el tiempo libre, se educa a los hijos,se construyen las expectativas y los deseos, se satisfacen

de decir mucho de la potosinidad es La Lonja, club (porlo que se requiere membresía para entrar) que cuentacon restaurante, bar (exclusivo para hombres, por nin-guna razón puede entrar una mujer) y un salón, en elcual se llevan a cabo las fiestas de los políticos y algunosempresarios. A la Lonja no puede entrar cualquier po-tosino, sino aquel que comparte ciertos valores y prácti-cas. No es sólo el dinero (hay quienes van y ya no lo tie-nen) sino también el ser conocido y reconocido dentrodel grupo, el apellido, la familia, la tradición.

En las ciudades ya no podemos hablar de las dicoto-mías tradición/modernidad y lo público/lo privado, enla ciudad estas tendencias y su gama se empalman, setrastocan. Se torna necesario hacer la crónica del imagi-nario urbano y cómo ese imaginario se despliega enmúltiples sentidos y prácticas.

La ciudad es un espacio físico, un espacio social y unespacio histórico. Jorge González señala que la ciudad ytodo su desarrollo y distribución de sus equipamientosculturales pueden ubicarse como “resultado de luchashistóricas permanentes entre actores sociales con posi-ciones, intereses, valores y proyectos antagonistas enpugna por la definición de lo que Castells llama ‘el sig-nificado urbano’”. Menciona que hay que ver a las ciu-dades como centros neurálgicos de las inequidades delmercado, de las desigualdades del poder y de los desni-veles culturales. Lo anterior nos permite entrar a uncruce: la ciudad y el poder. ¿Cómo se vive el poder en laciudad? ¿Es distinto de como se vive en una comunidadrural? La ciudad es un un territorio social e histórica-mente construido, pero que al mismo tiempo constru-ye, propicia o impide, genera o limita la vida de sus ha-bitantes. Vivir en determinado lugar no es ajeno a lamanera como se usa el tiempo libre, se educa a los hijos,se construyen las expectativas y los deseos, se satisfacen

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las necesidades, se disfruta o sufre, y se da sentido a lavida. (Safa, 1993).

Es necesario mencionar que hay una una tipologíade las ciudades de acuerdo con su número de habitantesy su extensión: metrópolis, ciudades medias y ciudadespequeñas. El concepto de ciudades medias tiene másuna naturaleza descriptiva que analítica. Entendemospor ciudad media al “conjunto de procesos sociales, eco-nómicos, políticos y culturales que son específicos de lasciudades que, sin ser pequeñas comunidades, tampocoson grandes metrópolis”. Son espacios urbanos que ad-quieren debido a lo anterior una significación propia.(Estrada, et al). Generalmente las ciudades medias soncapitales de Estados (como San Luis Potosí) y tienen porlo mismo un peso político, económico y administrativoparticular.

El reto de la antropología y de la comunicación escómo dar cuenta de la ciudad en tanto que totalidadcompleja y múltiple.

He hablado de la ciudad como un espacio simbóli-co, como un lugar donde se despliegan representacionesacerca de lo que es lo urbano y de lo que debiera ser. Enla ciudad se pone en acción la identidad. Se materializaen actitudes colectivas, en cualidades, en símbolos queoperan dentro de un sistema de valores compartido. Porende no todas las ciudades son iguales, hay cosas que lascaracterizan y las hacen diferentes. Estas diferencias sondadas por la ubicación geográfica, por el clima, por suhistoria, así como por la forma contemporánea de viviren ella, y también, por supuesto, por la forma de pensar-la, de imaginarla.

“Lo que hace diferente a una ciudad de otra no es tan-to su capacidad arquitectónica, (...) cuanto más bienlos símbolos que sobre ella construyen sus propiosmoradores. Y el símbolo cambia como cambian las

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las necesidades, se disfruta o sufre, y se da sentido a lavida. (Safa, 1993).

Es necesario mencionar que hay una una tipologíade las ciudades de acuerdo con su número de habitantesy su extensión: metrópolis, ciudades medias y ciudadespequeñas. El concepto de ciudades medias tiene másuna naturaleza descriptiva que analítica. Entendemospor ciudad media al “conjunto de procesos sociales, eco-nómicos, políticos y culturales que son específicos de lasciudades que, sin ser pequeñas comunidades, tampocoson grandes metrópolis”. Son espacios urbanos que ad-quieren debido a lo anterior una significación propia.(Estrada, et al). Generalmente las ciudades medias soncapitales de Estados (como San Luis Potosí) y tienen porlo mismo un peso político, económico y administrativoparticular.

El reto de la antropología y de la comunicación escómo dar cuenta de la ciudad en tanto que totalidadcompleja y múltiple.

He hablado de la ciudad como un espacio simbóli-co, como un lugar donde se despliegan representacionesacerca de lo que es lo urbano y de lo que debiera ser. Enla ciudad se pone en acción la identidad. Se materializaen actitudes colectivas, en cualidades, en símbolos queoperan dentro de un sistema de valores compartido. Porende no todas las ciudades son iguales, hay cosas que lascaracterizan y las hacen diferentes. Estas diferencias sondadas por la ubicación geográfica, por el clima, por suhistoria, así como por la forma contemporánea de viviren ella, y también, por supuesto, por la forma de pensar-la, de imaginarla.

“Lo que hace diferente a una ciudad de otra no es tan-to su capacidad arquitectónica, (...) cuanto más bienlos símbolos que sobre ella construyen sus propiosmoradores. Y el símbolo cambia como cambian las

las necesidades, se disfruta o sufre, y se da sentido a lavida. (Safa, 1993).

Es necesario mencionar que hay una una tipologíade las ciudades de acuerdo con su número de habitantesy su extensión: metrópolis, ciudades medias y ciudadespequeñas. El concepto de ciudades medias tiene másuna naturaleza descriptiva que analítica. Entendemospor ciudad media al “conjunto de procesos sociales, eco-nómicos, políticos y culturales que son específicos de lasciudades que, sin ser pequeñas comunidades, tampocoson grandes metrópolis”. Son espacios urbanos que ad-quieren debido a lo anterior una significación propia.(Estrada, et al). Generalmente las ciudades medias soncapitales de Estados (como San Luis Potosí) y tienen porlo mismo un peso político, económico y administrativoparticular.

El reto de la antropología y de la comunicación escómo dar cuenta de la ciudad en tanto que totalidadcompleja y múltiple.

He hablado de la ciudad como un espacio simbóli-co, como un lugar donde se despliegan representacionesacerca de lo que es lo urbano y de lo que debiera ser. Enla ciudad se pone en acción la identidad. Se materializaen actitudes colectivas, en cualidades, en símbolos queoperan dentro de un sistema de valores compartido. Porende no todas las ciudades son iguales, hay cosas que lascaracterizan y las hacen diferentes. Estas diferencias sondadas por la ubicación geográfica, por el clima, por suhistoria, así como por la forma contemporánea de viviren ella, y también, por supuesto, por la forma de pensar-la, de imaginarla.

“Lo que hace diferente a una ciudad de otra no es tan-to su capacidad arquitectónica, (...) cuanto más bienlos símbolos que sobre ella construyen sus propiosmoradores. Y el símbolo cambia como cambian las

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fantasías que una colectividad despliega para hacersuya la urbanizacion de una ciudad”. (Silva, 1992).

Siguiendo a Silva podemos hablar de que a cada ciu-dad corresponde una mentalidad y un estilo de vida; enese sentido, aquí abordaremos la potosinidad. Es decir,la forma cultural que nos señala cómo se vive (en) laciudad de San Luis Potosí.

El ser potosino de la capital, en un primer momen-to, es identificarse con canciones, comidas, fiestas, for-mas de sentir, es una forma de tratar y ver lo público ylo privado, es reconocerse con quienes se comparte loanterior por oposición a otros, como los regios, los jaro-chos, y hasta los huastecos.

Sin embargo, no podemos olvidar que hay muchasformas de ser potosino. Estas formas de vivir la ciudadestán mediadas por el lugar social que ocupe el sujeto,por el sexo, por la edad, etcétera.

Frente a esto hay un discurso que puede llamarse deldeber ser. Un deber ser mediado por un proceso ideoló-gico; aquí echamos mano de los conceptos propuestospor Claudio Lomnitz (1995) para dar cuenta de esteproceso. La potosinidad tiene una base histórica, es par-te de un proceso identitario no exento de conflictos:

La cultura de relaciones sociales es el campo simbóli-co en el que se establecen objetivamente las relacionesde poder entre culturas íntimas , es decir, es el campoen el que se da la negociación de significados entreculturas íntimas

4

. Esto puede verse claramente en laorganización de las fiestas religiosas, las cuales se vivende manera diferenciada, con sentidos distintos y sinembargo en conjunto representan una parte de la po-tosinidad y así se “vende” a los visitantes.

Para que pueda darse la negociación de significadossin que la ruptura cultural sea tan grande como para de-

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fantasías que una colectividad despliega para hacersuya la urbanizacion de una ciudad”. (Silva, 1992).

Siguiendo a Silva podemos hablar de que a cada ciu-dad corresponde una mentalidad y un estilo de vida; enese sentido, aquí abordaremos la potosinidad. Es decir,la forma cultural que nos señala cómo se vive (en) laciudad de San Luis Potosí.

El ser potosino de la capital, en un primer momen-to, es identificarse con canciones, comidas, fiestas, for-mas de sentir, es una forma de tratar y ver lo público ylo privado, es reconocerse con quienes se comparte loanterior por oposición a otros, como los regios, los jaro-chos, y hasta los huastecos.

Sin embargo, no podemos olvidar que hay muchasformas de ser potosino. Estas formas de vivir la ciudadestán mediadas por el lugar social que ocupe el sujeto,por el sexo, por la edad, etcétera.

Frente a esto hay un discurso que puede llamarse deldeber ser. Un deber ser mediado por un proceso ideoló-gico; aquí echamos mano de los conceptos propuestospor Claudio Lomnitz (1995) para dar cuenta de esteproceso. La potosinidad tiene una base histórica, es par-te de un proceso identitario no exento de conflictos:

La cultura de relaciones sociales es el campo simbóli-co en el que se establecen objetivamente las relacionesde poder entre culturas íntimas , es decir, es el campoen el que se da la negociación de significados entreculturas íntimas

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. Esto puede verse claramente en laorganización de las fiestas religiosas, las cuales se vivende manera diferenciada, con sentidos distintos y sinembargo en conjunto representan una parte de la po-tosinidad y así se “vende” a los visitantes.

Para que pueda darse la negociación de significadossin que la ruptura cultural sea tan grande como para de-

fantasías que una colectividad despliega para hacersuya la urbanizacion de una ciudad”. (Silva, 1992).

Siguiendo a Silva podemos hablar de que a cada ciu-dad corresponde una mentalidad y un estilo de vida; enese sentido, aquí abordaremos la potosinidad. Es decir,la forma cultural que nos señala cómo se vive (en) laciudad de San Luis Potosí.

El ser potosino de la capital, en un primer momen-to, es identificarse con canciones, comidas, fiestas, for-mas de sentir, es una forma de tratar y ver lo público ylo privado, es reconocerse con quienes se comparte loanterior por oposición a otros, como los regios, los jaro-chos, y hasta los huastecos.

Sin embargo, no podemos olvidar que hay muchasformas de ser potosino. Estas formas de vivir la ciudadestán mediadas por el lugar social que ocupe el sujeto,por el sexo, por la edad, etcétera.

Frente a esto hay un discurso que puede llamarse deldeber ser. Un deber ser mediado por un proceso ideoló-gico; aquí echamos mano de los conceptos propuestospor Claudio Lomnitz (1995) para dar cuenta de esteproceso. La potosinidad tiene una base histórica, es par-te de un proceso identitario no exento de conflictos:

La cultura de relaciones sociales es el campo simbóli-co en el que se establecen objetivamente las relacionesde poder entre culturas íntimas , es decir, es el campoen el que se da la negociación de significados entreculturas íntimas

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. Esto puede verse claramente en laorganización de las fiestas religiosas, las cuales se vivende manera diferenciada, con sentidos distintos y sinembargo en conjunto representan una parte de la po-tosinidad y así se “vende” a los visitantes.

Para que pueda darse la negociación de significadossin que la ruptura cultural sea tan grande como para de-

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sintegrar una identidad es necesario llegar a formarconsenso en torno a los signos y símbolos urbanos y es-te consenso se logra cada vez más en los medios de co-municación, imponiendo lo que Lomnitz llama ideolo-gía localista (“conjuntos de elementos que se sintetizan,sistematizan u ordenan de diferentes maneras y que serelacionan con lo intereses de un grupo o de una clase”).La imposición a la que hacemos referencia tiene que vermás con sanciones socio-morales que con alguna acciónde represión física, aunque esta última no se descarta.

Si se mantiene el consenso a través del tiempo esta-mos hablando de hegemonía, de una configuración cul-tural que conlleva la construcción de ideologías institu-cionales, mediadoras entre los intereses de las diversasélites.

Se retoman y resemantizan elementos de las distin-tas formas de ser potosino para entretejer una imagencon la que haya identificación, una representación iden-titaria. La potosinidad es pues un discurso que da cuen-ta de expresiones, de prácticas en espacios simbolizadosy ritualizados.

Los centros comerciales, por ejemplo, son apropia-dos como espacios de encuentro, se tornan en “vitrinas”donde generalmente los jóvenes van a “mostrarse”. El ira la plaza comercial que está de moda representa, toda-vía hoy, un rasgo de distinción. El ser potosino se cons-truye en la cotidianidad, hay hábitos que constituyen lapotosinidad.

Tiene una parte positiva y una negativa, como todaidentidad, en ocasiones se relaciona con el atraso, con elestancamiento por las pugnas políticas, con la frase y ladoble moral o hipocresía y en otras se exalta la educa-ción, las buenas costumbres y la tolerancia política.

La potosinidad tiene que ver con el consumo deltiempo y el espacio en San Luis Potosí con el ritmo de laciudad, un ritmo asociado con el tiempo de “la provin-

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sintegrar una identidad es necesario llegar a formarconsenso en torno a los signos y símbolos urbanos y es-te consenso se logra cada vez más en los medios de co-municación, imponiendo lo que Lomnitz llama ideolo-gía localista (“conjuntos de elementos que se sintetizan,sistematizan u ordenan de diferentes maneras y que serelacionan con lo intereses de un grupo o de una clase”).La imposición a la que hacemos referencia tiene que vermás con sanciones socio-morales que con alguna acciónde represión física, aunque esta última no se descarta.

Si se mantiene el consenso a través del tiempo esta-mos hablando de hegemonía, de una configuración cul-tural que conlleva la construcción de ideologías institu-cionales, mediadoras entre los intereses de las diversasélites.

Se retoman y resemantizan elementos de las distin-tas formas de ser potosino para entretejer una imagencon la que haya identificación, una representación iden-titaria. La potosinidad es pues un discurso que da cuen-ta de expresiones, de prácticas en espacios simbolizadosy ritualizados.

Los centros comerciales, por ejemplo, son apropia-dos como espacios de encuentro, se tornan en “vitrinas”donde generalmente los jóvenes van a “mostrarse”. El ira la plaza comercial que está de moda representa, toda-vía hoy, un rasgo de distinción. El ser potosino se cons-truye en la cotidianidad, hay hábitos que constituyen lapotosinidad.

Tiene una parte positiva y una negativa, como todaidentidad, en ocasiones se relaciona con el atraso, con elestancamiento por las pugnas políticas, con la frase y ladoble moral o hipocresía y en otras se exalta la educa-ción, las buenas costumbres y la tolerancia política.

La potosinidad tiene que ver con el consumo deltiempo y el espacio en San Luis Potosí con el ritmo de laciudad, un ritmo asociado con el tiempo de “la provin-

sintegrar una identidad es necesario llegar a formarconsenso en torno a los signos y símbolos urbanos y es-te consenso se logra cada vez más en los medios de co-municación, imponiendo lo que Lomnitz llama ideolo-gía localista (“conjuntos de elementos que se sintetizan,sistematizan u ordenan de diferentes maneras y que serelacionan con lo intereses de un grupo o de una clase”).La imposición a la que hacemos referencia tiene que vermás con sanciones socio-morales que con alguna acciónde represión física, aunque esta última no se descarta.

Si se mantiene el consenso a través del tiempo esta-mos hablando de hegemonía, de una configuración cul-tural que conlleva la construcción de ideologías institu-cionales, mediadoras entre los intereses de las diversasélites.

Se retoman y resemantizan elementos de las distin-tas formas de ser potosino para entretejer una imagencon la que haya identificación, una representación iden-titaria. La potosinidad es pues un discurso que da cuen-ta de expresiones, de prácticas en espacios simbolizadosy ritualizados.

Los centros comerciales, por ejemplo, son apropia-dos como espacios de encuentro, se tornan en “vitrinas”donde generalmente los jóvenes van a “mostrarse”. El ira la plaza comercial que está de moda representa, toda-vía hoy, un rasgo de distinción. El ser potosino se cons-truye en la cotidianidad, hay hábitos que constituyen lapotosinidad.

Tiene una parte positiva y una negativa, como todaidentidad, en ocasiones se relaciona con el atraso, con elestancamiento por las pugnas políticas, con la frase y ladoble moral o hipocresía y en otras se exalta la educa-ción, las buenas costumbres y la tolerancia política.

La potosinidad tiene que ver con el consumo deltiempo y el espacio en San Luis Potosí con el ritmo de laciudad, un ritmo asociado con el tiempo de “la provin-

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cia”, del centro de la República, un ritmo que compartecon Zacatecas, Guanajuato, Aguascalientes y un pocomenos con Querétaro.

Aun así, el ser potosino es una identidad que seconstruye frente a los otros estados de la República yfrente a la nación entera. Corresponde a un ethos, a unestilo o tono cultural, a unas prácticas específicas quecaracterizan a San Luis Potosí como ciudad.

Intersección: tecnologías, medios e identidades

En estos tiempos de globalización las identidades seestán reconfigurando, se resignifican en distintas di-mensiones. Se pueden observar dos grandes tendencias:

1.- Aquella por la cual se desintegran las identidadesconstruidas desde poderes autoritarios, y resurgen iden-tidades fundamentalistas que enfatizan las diferencias.(Lógica de la diferencia), y 2.- La “famosa” tendencia a la masificación, desterrito-rialización, estandarización de las prácticas, de los usos,de las identidades. (Lógica de la integración). Aunquepodemos dar cuenta de dinámicas intermedias, dondetambién se están construyendo identidades diferentes.Como ejemplo están las llamadas culturas de fronteray/o las culturas híbridas. (García Canclini, 1989).

La vida cotidiana se ha vuelto una serie de tiemposy espacios diversos y complejos. Como importantes me-diadores en este proceso están los medios de comunica-ción y las nuevas tecnologías. Hoy, cultura y tecnologíavan de la mano.

La era de la globalización está marcada por la tecno-logía en la vida cotidiana, por la desestructuración delantiguo orden.

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cia”, del centro de la República, un ritmo que compartecon Zacatecas, Guanajuato, Aguascalientes y un pocomenos con Querétaro.

Aun así, el ser potosino es una identidad que seconstruye frente a los otros estados de la República yfrente a la nación entera. Corresponde a un ethos, a unestilo o tono cultural, a unas prácticas específicas quecaracterizan a San Luis Potosí como ciudad.

Intersección: tecnologías, medios e identidades

En estos tiempos de globalización las identidades seestán reconfigurando, se resignifican en distintas di-mensiones. Se pueden observar dos grandes tendencias:

1.- Aquella por la cual se desintegran las identidadesconstruidas desde poderes autoritarios, y resurgen iden-tidades fundamentalistas que enfatizan las diferencias.(Lógica de la diferencia), y 2.- La “famosa” tendencia a la masificación, desterrito-rialización, estandarización de las prácticas, de los usos,de las identidades. (Lógica de la integración). Aunquepodemos dar cuenta de dinámicas intermedias, dondetambién se están construyendo identidades diferentes.Como ejemplo están las llamadas culturas de fronteray/o las culturas híbridas. (García Canclini, 1989).

La vida cotidiana se ha vuelto una serie de tiemposy espacios diversos y complejos. Como importantes me-diadores en este proceso están los medios de comunica-ción y las nuevas tecnologías. Hoy, cultura y tecnologíavan de la mano.

La era de la globalización está marcada por la tecno-logía en la vida cotidiana, por la desestructuración delantiguo orden.

cia”, del centro de la República, un ritmo que compartecon Zacatecas, Guanajuato, Aguascalientes y un pocomenos con Querétaro.

Aun así, el ser potosino es una identidad que seconstruye frente a los otros estados de la República yfrente a la nación entera. Corresponde a un ethos, a unestilo o tono cultural, a unas prácticas específicas quecaracterizan a San Luis Potosí como ciudad.

Intersección: tecnologías, medios e identidades

En estos tiempos de globalización las identidades seestán reconfigurando, se resignifican en distintas di-mensiones. Se pueden observar dos grandes tendencias:

1.- Aquella por la cual se desintegran las identidadesconstruidas desde poderes autoritarios, y resurgen iden-tidades fundamentalistas que enfatizan las diferencias.(Lógica de la diferencia), y 2.- La “famosa” tendencia a la masificación, desterrito-rialización, estandarización de las prácticas, de los usos,de las identidades. (Lógica de la integración). Aunquepodemos dar cuenta de dinámicas intermedias, dondetambién se están construyendo identidades diferentes.Como ejemplo están las llamadas culturas de fronteray/o las culturas híbridas. (García Canclini, 1989).

La vida cotidiana se ha vuelto una serie de tiemposy espacios diversos y complejos. Como importantes me-diadores en este proceso están los medios de comunica-ción y las nuevas tecnologías. Hoy, cultura y tecnologíavan de la mano.

La era de la globalización está marcada por la tecno-logía en la vida cotidiana, por la desestructuración delantiguo orden.

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En los medios de comunicación, las identidades sonmetaforizadas, materializadas, objetivadas. En tanto quemediaciones construyen, reconstruyen, fragmentan lasidentidades.

Hoy, los medios se han vuelto la arena donde se ne-gocian los significados. La división entre lo público y loprivado está continuamente resemantizándose, (¿quépasa cuando tenemos la guerra de Bosnia en el centro denuestra sala o en la intimidad de la recámara? Es unaparadójica sensación de cercanía lejana). Cada vez máslo que pasa en la televisión mapea nuestra experiencia,muchas de las pláticas cotidianas giran en torno de losrelatos televisivos.

En este contexto me parece de suma importanciatraer a un autor que propone una serie de conceptos queapuntan hacia lo emotivo, las sensaciones y nos extraedel paradigma político y económico para apuntar haciaun paradigma ético y estético: Michel Maffesoli.

Maffesoli “construye una galaxia -quizá nebulosa-de miniconceptos: comunidad emocional, potenciasubterránea, socialidad, tribalismo, policulturalismo,proxemia” (prol. de J. Ibáñez).

Nos invita a pasear por los vericuetos de las atmós-feras o ambientes afectuales, a mirar por el caleidosco-pio difractado al infinito que son las sociedades actua-les. Entre la masa y el individuo, la tribu, como grupocon una sensibilidad colectiva, como grupos de compo-sición cambiante, efímeros, donde la comunicación to-ma el papel principal porque constituye las redes, esasredes que se multiplican con el apoyo de la proxemia.Sensibilidad vivida en común. Es estudiar la cotidiani-dad como, escribiera Walter Benjamin, lo “concreto másextremo”.

Lo anterior nos orilla a dejar de pensar en polarida-des y a abrirnos a pensar rizomáticamente.

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En los medios de comunicación, las identidades sonmetaforizadas, materializadas, objetivadas. En tanto quemediaciones construyen, reconstruyen, fragmentan lasidentidades.

Hoy, los medios se han vuelto la arena donde se ne-gocian los significados. La división entre lo público y loprivado está continuamente resemantizándose, (¿quépasa cuando tenemos la guerra de Bosnia en el centro denuestra sala o en la intimidad de la recámara? Es unaparadójica sensación de cercanía lejana). Cada vez máslo que pasa en la televisión mapea nuestra experiencia,muchas de las pláticas cotidianas giran en torno de losrelatos televisivos.

En este contexto me parece de suma importanciatraer a un autor que propone una serie de conceptos queapuntan hacia lo emotivo, las sensaciones y nos extraedel paradigma político y económico para apuntar haciaun paradigma ético y estético: Michel Maffesoli.

Maffesoli “construye una galaxia -quizá nebulosa-de miniconceptos: comunidad emocional, potenciasubterránea, socialidad, tribalismo, policulturalismo,proxemia” (prol. de J. Ibáñez).

Nos invita a pasear por los vericuetos de las atmós-feras o ambientes afectuales, a mirar por el caleidosco-pio difractado al infinito que son las sociedades actua-les. Entre la masa y el individuo, la tribu, como grupocon una sensibilidad colectiva, como grupos de compo-sición cambiante, efímeros, donde la comunicación to-ma el papel principal porque constituye las redes, esasredes que se multiplican con el apoyo de la proxemia.Sensibilidad vivida en común. Es estudiar la cotidiani-dad como, escribiera Walter Benjamin, lo “concreto másextremo”.

Lo anterior nos orilla a dejar de pensar en polarida-des y a abrirnos a pensar rizomáticamente.

En los medios de comunicación, las identidades sonmetaforizadas, materializadas, objetivadas. En tanto quemediaciones construyen, reconstruyen, fragmentan lasidentidades.

Hoy, los medios se han vuelto la arena donde se ne-gocian los significados. La división entre lo público y loprivado está continuamente resemantizándose, (¿quépasa cuando tenemos la guerra de Bosnia en el centro denuestra sala o en la intimidad de la recámara? Es unaparadójica sensación de cercanía lejana). Cada vez máslo que pasa en la televisión mapea nuestra experiencia,muchas de las pláticas cotidianas giran en torno de losrelatos televisivos.

En este contexto me parece de suma importanciatraer a un autor que propone una serie de conceptos queapuntan hacia lo emotivo, las sensaciones y nos extraedel paradigma político y económico para apuntar haciaun paradigma ético y estético: Michel Maffesoli.

Maffesoli “construye una galaxia -quizá nebulosa-de miniconceptos: comunidad emocional, potenciasubterránea, socialidad, tribalismo, policulturalismo,proxemia” (prol. de J. Ibáñez).

Nos invita a pasear por los vericuetos de las atmós-feras o ambientes afectuales, a mirar por el caleidosco-pio difractado al infinito que son las sociedades actua-les. Entre la masa y el individuo, la tribu, como grupocon una sensibilidad colectiva, como grupos de compo-sición cambiante, efímeros, donde la comunicación to-ma el papel principal porque constituye las redes, esasredes que se multiplican con el apoyo de la proxemia.Sensibilidad vivida en común. Es estudiar la cotidiani-dad como, escribiera Walter Benjamin, lo “concreto másextremo”.

Lo anterior nos orilla a dejar de pensar en polarida-des y a abrirnos a pensar rizomáticamente.

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Sin embargo hay que tener cuidado con la superfi-cialidad. Intentemos conocer la superficie para llegar alo profundo, donde la dimensión emocional es funda-mental. Donde esa dimensión emocional da paso a lasocialidad, es decir, lo lúdico de la socialización. Eso lú-dico que siempre está presente y que muchas veces ne-gamos por inasible, por cambiante, por múltiple.

Es la calidad de los intercambios lo que nos interesa,los momentos del encuentro, el aquí y el ahora. Ese aquíy ahora que los medios materializan.

Es estudiar el cotorreo intrascendente, trivial, el co-mensalismo, la proximidad, comunidad, promiscuidad.

Para Maffesoli, la comunidad agota su energía en supropia creación y genera un círculo energético en su re-creación.

Apunta hacia atender las expresiones vanguardistasde una socialidad que ya se está viviendo. Y que aún noscuesta comprender.

Otro concepto para pensar la globalización y el po-der es el de potencia subterránea: esa manera de vivirque resiste los poderes, construyendo pequeños poderesalternativos, en la lucha por vivir: empowerment.

Las nuevas tecnologías han puesto en crisis las for-mas de ver el mundo, su apropiación ha dado como re-sultado, entre otras cosas, nuevos dispositivos cultura-les, nuevas formas de percibir, sentir y pensar las rela-ciones sociales, pero sobre todo nuevas formas de vivirel tiempo y el espacio.

Si hoy estamos aquí hablando de esto, y construyen-do una tribu, va pues la apuesta por ver la incertidum-bre como construcción de redes plurales, tolerantes,afectuales, cognitivas, donde se reflexione sobre el nue-vo orden mundial y se genere una nueva socialidad.

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Sin embargo hay que tener cuidado con la superfi-cialidad. Intentemos conocer la superficie para llegar alo profundo, donde la dimensión emocional es funda-mental. Donde esa dimensión emocional da paso a lasocialidad, es decir, lo lúdico de la socialización. Eso lú-dico que siempre está presente y que muchas veces ne-gamos por inasible, por cambiante, por múltiple.

Es la calidad de los intercambios lo que nos interesa,los momentos del encuentro, el aquí y el ahora. Ese aquíy ahora que los medios materializan.

Es estudiar el cotorreo intrascendente, trivial, el co-mensalismo, la proximidad, comunidad, promiscuidad.

Para Maffesoli, la comunidad agota su energía en supropia creación y genera un círculo energético en su re-creación.

Apunta hacia atender las expresiones vanguardistasde una socialidad que ya se está viviendo. Y que aún noscuesta comprender.

Otro concepto para pensar la globalización y el po-der es el de potencia subterránea: esa manera de vivirque resiste los poderes, construyendo pequeños poderesalternativos, en la lucha por vivir: empowerment.

Las nuevas tecnologías han puesto en crisis las for-mas de ver el mundo, su apropiación ha dado como re-sultado, entre otras cosas, nuevos dispositivos cultura-les, nuevas formas de percibir, sentir y pensar las rela-ciones sociales, pero sobre todo nuevas formas de vivirel tiempo y el espacio.

Si hoy estamos aquí hablando de esto, y construyen-do una tribu, va pues la apuesta por ver la incertidum-bre como construcción de redes plurales, tolerantes,afectuales, cognitivas, donde se reflexione sobre el nue-vo orden mundial y se genere una nueva socialidad.

Sin embargo hay que tener cuidado con la superfi-cialidad. Intentemos conocer la superficie para llegar alo profundo, donde la dimensión emocional es funda-mental. Donde esa dimensión emocional da paso a lasocialidad, es decir, lo lúdico de la socialización. Eso lú-dico que siempre está presente y que muchas veces ne-gamos por inasible, por cambiante, por múltiple.

Es la calidad de los intercambios lo que nos interesa,los momentos del encuentro, el aquí y el ahora. Ese aquíy ahora que los medios materializan.

Es estudiar el cotorreo intrascendente, trivial, el co-mensalismo, la proximidad, comunidad, promiscuidad.

Para Maffesoli, la comunidad agota su energía en supropia creación y genera un círculo energético en su re-creación.

Apunta hacia atender las expresiones vanguardistasde una socialidad que ya se está viviendo. Y que aún noscuesta comprender.

Otro concepto para pensar la globalización y el po-der es el de potencia subterránea: esa manera de vivirque resiste los poderes, construyendo pequeños poderesalternativos, en la lucha por vivir: empowerment.

Las nuevas tecnologías han puesto en crisis las for-mas de ver el mundo, su apropiación ha dado como re-sultado, entre otras cosas, nuevos dispositivos cultura-les, nuevas formas de percibir, sentir y pensar las rela-ciones sociales, pero sobre todo nuevas formas de vivirel tiempo y el espacio.

Si hoy estamos aquí hablando de esto, y construyen-do una tribu, va pues la apuesta por ver la incertidum-bre como construcción de redes plurales, tolerantes,afectuales, cognitivas, donde se reflexione sobre el nue-vo orden mundial y se genere una nueva socialidad.

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Notas

1 Técnica académica en el Centro de Investigaciones Inter-disciplinarias en Ciencias y Humanidades de la UNAM.Actualmente cursa el 2o. semestre de la maestría en Antro-pología en la ENAH.

2 La sobremodernidad entendida como saturación de imá-genes, de tiempos, de espacios.

3 Hablar de ciudadanía y de política son temas que porcuestiones de espacio no abordaré aquí.

4 Entendidas como el “conjunto de las manifestaciones rea-les, regionalmente diferenciadas, de la cultura de clase”.

Bibliografía

AGUADO, José Carlos y María Ana PORTAL“Tiempo, espacio e identidad social”, en Alteridades.UAM-I. Año1, Núm. 2, México, 1991.

ALTERIDADES“Identidad” Año 1, Número 2. UAM-I. 1991.

AUGÉ, MarcLos no lugares. Espacios del anonimato. Una antropología dela sobremodernidad.

BERIAIN, JosextoRepresentaciones colectivas y proyecto de modernidad. Edi-torial Anthropos, Barcelona, 1990.

BOURDIEU, PierreLa distinción. Criterio y bases sociales del gusto. Taurus Hu-manidades. Madrid, 1988.

__________

“Los tres estados del capital cultural” en Revista Sociológi-ca. Explorando en la universidad. Año 2, número 5, otoño1987, UAM-A, México.

__________

El sentido práctico. Taurus Humanidades, Madrid, 1991.__________

Sociología y cultura. Editorial Grijalbo, México, 1990.

119

Notas

1 Técnica académica en el Centro de Investigaciones Inter-disciplinarias en Ciencias y Humanidades de la UNAM.Actualmente cursa el 2o. semestre de la maestría en Antro-pología en la ENAH.

2 La sobremodernidad entendida como saturación de imá-genes, de tiempos, de espacios.

3 Hablar de ciudadanía y de política son temas que porcuestiones de espacio no abordaré aquí.

4 Entendidas como el “conjunto de las manifestaciones rea-les, regionalmente diferenciadas, de la cultura de clase”.

Bibliografía

AGUADO, José Carlos y María Ana PORTAL“Tiempo, espacio e identidad social”, en Alteridades.UAM-I. Año1, Núm. 2, México, 1991.

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Notas

1 Técnica académica en el Centro de Investigaciones Inter-disciplinarias en Ciencias y Humanidades de la UNAM.Actualmente cursa el 2o. semestre de la maestría en Antro-pología en la ENAH.

2 La sobremodernidad entendida como saturación de imá-genes, de tiempos, de espacios.

3 Hablar de ciudadanía y de política son temas que porcuestiones de espacio no abordaré aquí.

4 Entendidas como el “conjunto de las manifestaciones rea-les, regionalmente diferenciadas, de la cultura de clase”.

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“Esto no cambia hasta que cambia”. Revista Umbral XXI,UIA, México, 1990 (b).

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“Vía pública, vida pública”. Revista Estudios sobre las cultu-ras contemporáneas. Volumen IV, número 13 y 14. Progra-ma Cultura, Universidad de Colima, México, 1992.

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MAFFESOLI, MichelEl tiempo de las tribus. Icaria, Barcelona, 1990.

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VALENCIA, GuadalupeComentario al primer tema del curso de Gilberto Giménez.FCPyS, UNAM, México, 1995. Mimeo.

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VALENCIA, GuadalupeComentario al primer tema del curso de Gilberto Giménez.FCPyS, UNAM, México, 1995. Mimeo.

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Page 123: Laberintos urbanos en América Latina

Títulos publicados en esta colección

- Para entender el concepto de género Martha Lamas, Vania Salles, Rodolfo Tuirán, Fernando Flores

- Desde su propia palabraGiulio Girardi

- Las fronteras del cuerpoArturo Rico Bovio

- PostmodernidadJosé E. Juncosa (Editor)

- Mujeres, poder e identidadSoledad Dueñas, Carmen Gangotena, Mónica Garcés

- Contextos y balances de la teología de la liberaciónE. Dussel, J. L Martínez, R. Flores, E. Lara, J. Tonello, P. Morales, L. Rodrí-guez

- Teología feminista latinoamericana Ma. Pilar Aquino y Elsa Támez

- Una minga por la vidaM. Chiriboga, M. Lluco, L. Martínez, R. Flores, E. Lara, J. Tonello, P. Mora-les, L. Rodríguez

- Apuntes sobre fútbolKintto Lucas

- Semiótica para principiantes Daniel Chandler

- Es un monstruo grande y pisa fuerte. La minería en el Ecuador y el mun-do. Defensa y conservación ecológica de Intag (DECOIN)Mary Ellen Fieweger

- El pentecostalismo en América LatinaAngelina Pollak-Eltz y Yolanda Salas

- Códigos subterráneosLeonela Cucurella (Compiladora)

- El Chamanismo a revisión Josep Ma. Fericgla

Títulos publicados en esta colección

- Para entender el concepto de género Martha Lamas, Vania Salles, Rodolfo Tuirán, Fernando Flores

- Desde su propia palabraGiulio Girardi

- Las fronteras del cuerpoArturo Rico Bovio

- PostmodernidadJosé E. Juncosa (Editor)

- Mujeres, poder e identidadSoledad Dueñas, Carmen Gangotena, Mónica Garcés

- Contextos y balances de la teología de la liberaciónE. Dussel, J. L Martínez, R. Flores, E. Lara, J. Tonello, P. Morales, L. Rodrí-guez

- Teología feminista latinoamericana Ma. Pilar Aquino y Elsa Támez

- Una minga por la vidaM. Chiriboga, M. Lluco, L. Martínez, R. Flores, E. Lara, J. Tonello, P. Mora-les, L. Rodríguez

- Apuntes sobre fútbolKintto Lucas

- Semiótica para principiantes Daniel Chandler

- Es un monstruo grande y pisa fuerte. La minería en el Ecuador y el mun-do. Defensa y conservación ecológica de Intag (DECOIN)Mary Ellen Fieweger

- El pentecostalismo en América LatinaAngelina Pollak-Eltz y Yolanda Salas

- Códigos subterráneosLeonela Cucurella (Compiladora)

- El Chamanismo a revisión Josep Ma. Fericgla

Títulos publicados en esta colección

- Para entender el concepto de género Martha Lamas, Vania Salles, Rodolfo Tuirán, Fernando Flores

- Desde su propia palabraGiulio Girardi

- Las fronteras del cuerpoArturo Rico Bovio

- PostmodernidadJosé E. Juncosa (Editor)

- Mujeres, poder e identidadSoledad Dueñas, Carmen Gangotena, Mónica Garcés

- Contextos y balances de la teología de la liberaciónE. Dussel, J. L Martínez, R. Flores, E. Lara, J. Tonello, P. Morales, L. Rodrí-guez

- Teología feminista latinoamericana Ma. Pilar Aquino y Elsa Támez

- Una minga por la vidaM. Chiriboga, M. Lluco, L. Martínez, R. Flores, E. Lara, J. Tonello, P. Mora-les, L. Rodríguez

- Apuntes sobre fútbolKintto Lucas

- Semiótica para principiantes Daniel Chandler

- Es un monstruo grande y pisa fuerte. La minería en el Ecuador y el mun-do. Defensa y conservación ecológica de Intag (DECOIN)Mary Ellen Fieweger

- El pentecostalismo en América LatinaAngelina Pollak-Eltz y Yolanda Salas

- Códigos subterráneosLeonela Cucurella (Compiladora)

- El Chamanismo a revisión Josep Ma. Fericgla

Page 124: Laberintos urbanos en América Latina

- Buscando raíces. Don Quijote y Simón BolívarJosé Yánez del Pozo

- Análisis del discurso social y políticoTeun A. Van Dijk e Iván Rodrigo M.

- El hilo del discurso. Ensayos de análisis conversacionalAna María Vígara Tauste

- Conectores contextuales en el discursoJoaquín Garrido

- El placer de la representación María Angela Cifuentes

- Género y desarrollo sostenibleAna María Brasileiro (Editora)

- Desarrollo rural y pueblos indígenas amazónicosJürg Gasche

- Mujeres e imaginarios. Quito en los inicios de la modernidadAna María Goetschel

- El otro saber. Psicología social, psicoanálisis y culturaLeonela Cucurella (Compiladora)

- Comunicación educativaLeonela Cucurella (Editora)

- De cisnes dolientes a mujeres ilustradasLucía Moscoso Cordero

- Literatura oral. O la literatura de tradición oral Gonzalo Espino Relucé

- Desarrollo sustentable. ¿Realidad o retórica?Dossier de la revista de la Universidad de Guadalajara

- Antropología del ciberespacioLeonela Cucurella (Compiladora)

- Pensar lo cotidianoLeonela Cucurella (Compiladora)

- Laberintos urbanos en América LatinaDavid Jiménez (Compilador)

- Buscando raíces. Don Quijote y Simón BolívarJosé Yánez del Pozo

- Análisis del discurso social y políticoTeun A. Van Dijk e Iván Rodrigo M.

- El hilo del discurso. Ensayos de análisis conversacionalAna María Vígara Tauste

- Conectores contextuales en el discursoJoaquín Garrido

- El placer de la representación María Angela Cifuentes

- Género y desarrollo sostenibleAna María Brasileiro (Editora)

- Desarrollo rural y pueblos indígenas amazónicosJürg Gasche

- Mujeres e imaginarios. Quito en los inicios de la modernidadAna María Goetschel

- El otro saber. Psicología social, psicoanálisis y culturaLeonela Cucurella (Compiladora)

- Comunicación educativaLeonela Cucurella (Editora)

- De cisnes dolientes a mujeres ilustradasLucía Moscoso Cordero

- Literatura oral. O la literatura de tradición oral Gonzalo Espino Relucé

- Desarrollo sustentable. ¿Realidad o retórica?Dossier de la revista de la Universidad de Guadalajara

- Antropología del ciberespacioLeonela Cucurella (Compiladora)

- Pensar lo cotidianoLeonela Cucurella (Compiladora)

- Laberintos urbanos en América LatinaDavid Jiménez (Compilador)

- Buscando raíces. Don Quijote y Simón BolívarJosé Yánez del Pozo

- Análisis del discurso social y políticoTeun A. Van Dijk e Iván Rodrigo M.

- El hilo del discurso. Ensayos de análisis conversacionalAna María Vígara Tauste

- Conectores contextuales en el discursoJoaquín Garrido

- El placer de la representación María Angela Cifuentes

- Género y desarrollo sostenibleAna María Brasileiro (Editora)

- Desarrollo rural y pueblos indígenas amazónicosJürg Gasche

- Mujeres e imaginarios. Quito en los inicios de la modernidadAna María Goetschel

- El otro saber. Psicología social, psicoanálisis y culturaLeonela Cucurella (Compiladora)

- Comunicación educativaLeonela Cucurella (Editora)

- De cisnes dolientes a mujeres ilustradasLucía Moscoso Cordero

- Literatura oral. O la literatura de tradición oral Gonzalo Espino Relucé

- Desarrollo sustentable. ¿Realidad o retórica?Dossier de la revista de la Universidad de Guadalajara

- Antropología del ciberespacioLeonela Cucurella (Compiladora)

- Pensar lo cotidianoLeonela Cucurella (Compiladora)

- Laberintos urbanos en América LatinaDavid Jiménez (Compilador)