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“Laboratorio boliviano: intervención norteamericana y la economía política de la contrarrevolución, 1952-1969”Ponencia de Kevin Young para el Primer Ciclo de Conferencias en Ciencias Políticas de la Universidad Nuestra Señora de La Paz - Bolivia.

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Laboratorio boliviano: intervención norteamericana y la economía política de la contrarrevolución, 1952-1969

Kevin Young

Departamento de Historia

Universidad Estatal de Nueva York, sede Stony Brook

Septiembre de 2010

Resumen:

Esta ponencia considera la política del gobierno de los Estados Unidos frente a la revolución

boliviana de 1952. A diferencia de otros casos de intervención norteamericana en América

Latina, éste no se basaba en la fuerza militar. No obstante, no fue por eso menos “eficaz”,

siendo uno de los factores claves en la derrota de las tendencias populares dentro de la

revolución. Al mismo tiempo, el gobierno norteamericano miraba a la revolución boliviana

como una especie de laboratorio, o “experimento”, cuyo resultado tendría implicaciones

vitales para el poder norteamericano en el resto del hemisferio.

La revolución boliviana del año 1952, sin duda, impulsó muchos cambios en Bolivia—en el

campo, en las minas, en la educación y también en la cultura política del país. Pero si bien

tuvo varios legados muy importantes, tenemos que admitir que el proyecto de la gran

mayoría de los que participaron en este proceso quedó, a fin de cuentas, frustrado. En vez

de liberar al pueblo en general, la Revolución terminó por beneficiar a ciertos sectores de la

nueva clase media, tales como la creciente burocracia civil y militar y la nueva clase

latifundista cruceña, y sofocando toda visión más radical. En este proceso eran muy

importantes los dirigentes del MNR mismo, como se ha analizado bien en la historiografía

boliviana.

El enfoque acá, sin embargo, es la manera en que los factores exteriores a Bolivia

influyeron en este proceso. En particular, el tema de la intervención norteamericana frente a

la Revolución es especialmente importante para entender la derechización de la Revolución

para mediados de los cincuenta. Es un tema que me ha llamado la atención no sólo porque

soy ciudadano estadounidense y por lo tanto siento alguna responsabilidad por su política,

sino también porque muchas de las dinámicas de poder desiguales que caracterizaban este

empate histórico siguen caracterizando a nuestro mundo actual.1 En una época en que

diversos países de América Latina están intentando de nuevo liberarse de su dependencia y

subdesarrollo, quizás podamos aprender algo que será relevante al estudiar el periodo de la

Revolución del 52.

Además de su importancia para Bolivia misma, voy a sostener que este caso de intervención

tuvo una gran importancia para la política de los Estados Unidos—en particular, al servir

como un “experimento”, en las palabras de unos oficiales, para “contener” al nacionalismo

revolucionario en América Latina.

Muchas veces los académicos contrastan la respuesta del gobierno norteamericano a la

Revolución boliviana con su reacción militar a otros procesos revolucionarios.2 Al mismo

1 Aunque hoy por hoy—como sugirieron varios participantes en la conferencia—el discurso, el imaginario nacionalista, las políticas y las formas de movilización son bastante diferentes que en los años cincuenta. 2 Por ejemplo, véase Cole Blasier, The Hovering Giant: U.S. Responses to Revolutionary Change in Latin America, 1910-1985, edición revisada (Pittsburgh: University of Pittsburgh Press, 1985 [1976]).

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tiempo que los Estados Unidos tomaba la decisión de mandar ayuda económica al MNR,

estaba planeando y llevando a cabo golpes de estado contra regímenes nacionalistas-

reformistas en Guatemala e Irán, con consecuencias muy sangrientas para las poblaciones

allá. En documentos internos escritos ocho años después de la Revolución boliviana, los

EE.UU. decidieron responder a la Revolución cubana con una política de hostilidad militar y

económica, para, en sus palabras, “generar el hambre, la desesperación y la derrota del

gobierno”.3 Se persiguieron estrategias similares frente a Chile en los años 70 y a Nicaragua

de los años 80. La amenaza, según el Secretario de Estado Henry Kissinger en 1970, era la

posibilidad de “un país socialista „independiente‟” que fuera exitoso. Kissinger temía que “su

efecto „modelo‟ podría ser contagioso” a los demás países subdesarrollados,

convenciéndoles de que ellos también podrían seguir un camino de desarrollo

independientemente de sus amos norteamericanos.4 Por tales razones, los gobiernos

norteamericanos frecuentemente adoptaron políticas de extrema hostilidad frente a los

regímenes nacionalistas y revolucionarios.

La intervención en Bolivia en los años 50 y 60 no priorizó la intervención militar, pero tenía

objetivos semejantes. Un año después del triunfo del MNR, los oficiales norteamericanos

estaban todavía debatiendo su respuesta apropiada. Un despacho de la Embajada en La Paz

apoyó una política de ayuda “para prevenir que se encienda esta bomba de tiempo, la que

podría iniciar una reacción en cadena en América Latina”.5 La ayuda norteamericana, decían

muchos oficiales norteamericanos, lograría varias cosas. Primero, detener el colapso o

derrota del MNR, que podría conducir a un régimen más radical. Segundo, la ayuda, con

condiciones muy específicas, podría “moderar” al MNR, marginando a los elementos

izquierdistas y nacionalistas que en ese momento se identificaban con el líder laboral Juan

Lechín Oquendo y la Central Obrera Boliviana. Otro factor clave fue la ausencia de una

alternativa deseable al MNR—la Revolución había desmantelado el Ejército, por ejemplo, y

no había ninguna fuerza opositora suficientemente poderosa y organizada para reemplazar

al MNR, como sí había en los casos de Guatemala e Irán. Todos estos factores quedan

explícitos en los documentos desclasificados.6

La ayuda estadounidense alcanzó niveles muy altos, especialmente cuando se considera la

pequeña población boliviana. Para 1956 los EE.UU. había enviado alrededor de 60 millones

de dólares al MNR; para 1964 la cantidad era 300 millones. Si bien esta ayuda sostuvo al

MNR, también exacerbó la dependencia del régimen a los Estados Unidos. Esa dependencia

alcanzó un nivel casi absurdo a lo largo de los años cincuenta: en el año 1958 la ayuda

norteamericana formaba la tercera parte del presupuesto nacional boliviano.7 Y por

supuesto, gran parte de las exportaciones del estaño boliviano seguía destinado al mercado

3 Asistente-Diputado Secretario de Estado para Asuntos Interamericanos (Mallory) al Asistente Secretario de Estado para Asuntos Interamericanos (Rubottom), 6 de abril de 1960, en Foreign Relations of the United States, 1958–1960, vol. VI: Cuba (Washington: US Government Printing Office, 1991), 885. 4 “NSC Meeting, November 6: Chile,” 5 de noviembre de 1970, disponible en: http://www.gwu.edu/~nsarchiv/NSAEBB/NSAEBB110/index.htm (consultado el 15 de enero de 2009). 5 Dispatch 699, 30 de abril de 1953, ubicado en el Archivo Nacional de EE.UU. (National Archives and Records Administration (NARA) Record Group 59, Central Decimal File (CDF), 1950-54, 824.00/4-3053). 6 Asesor de Embajada (Rowell) al Departamento de Estado, 26 de septiembre de 1952, en NARA 59, CDF, 1950-54, Box 3309, 724.00(W)/9-2652; Chargé d‟Affaires ad interim (Maleady) al Depto. de Estado, 2 de mayo de 1952, en NARA 59, CDF, 1950-54, Box 3309, 724.00(W)/5-252; Rowell al Depto. de Estado, 20 de febrero de 1953, en NARA 59, CDF, 1950-54, Box 3309, 724.00(W)/2-2053; Asistente Secretario de Estado para Asuntos Interamericanos (Cabot) al Depto. de Estado, 28 de agosto de 1953, en NARA 59, CDF, 1950-54, Box 3309, 724.5-MSP/8-2853; Asistente Secretario de Estado para Asuntos Interamericanos (Holland) al Secretario de Estado (Dulles), 18 de noviembre de 1954, en NARA Record Group 59, Entry 1132, Box 1,; Embajador norteamericano (Sparks) al Depto. de Estado, 6 de octubre de 1953, en NARA 59, CDF, 1950-54, Box 3309, 724.5-MSP/10-653. 7 Laurence Whitehead, The United States and Bolivia: A Case of Neo-Colonialism (London: Haslemere Group, 1969), 22; Blasier, The Hovering Giant, 144. El dato de un tercio viene de “Program [Plan Eder] in the Second Year and the Present Position” (sin fecha, pero probablemente 1958), in NARA, Record Group 59, Entry 3172, Box 1, Folder “Porter Hardy Subcommittee Cases 1-6.”

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norteamericano. Incluso si comparamos los estándares de dependencia de otros países

subdesarrollados, Bolivia era extraordinariamente dependiente.

Esa dependencia era un factor clave en la habilidad del gobierno norteamericano de

ejercitar su influencia sobre el MNR. Las condiciones norteamericanas eran explícitas desde

el principio de la ayuda en 1953. La continuación de la ayuda dependería del cumplimiento

del MNR con sus llamadas “obligaciones”: 1) el pago de compensación a los barones del

estaño cuyas minas se nacionalizaron en octubre de 1952; los oficiales de EE.UU. dijeron

públicamente que un acuerdo preliminar con Patiño abriría paso a un contrato de largo plazo

para la venta del estaño boliviano a los EE.UU.8; 2) “la [creciente] dominación de los

elementos moderados en el Gobierno” y la marginalización de las diversas fuerzas de la

izquierda—simbolizadas según los norteamericanos por la figura de Lechín y a veces por el

Ministro de AA.CC. Ñuflo Chávez Ortiz; y finalmente—la tercera condición general—3) la

implementación de políticas económicas favoreciendo una “economía basada en la empresa

privada” y un “ambiente [favorable] para el capital privado extranjero,” en las palabras del

Asistente Secretario de Estado Henry Holland. Como parte de esta última condición, quedó

prohibido usar la ayuda norteamericana para la industrialización en ciertos sectores

económicos, tanto como para ayudar a las empresas estatales de YPFB y la Comibol, hasta

fines de los años cincuenta.9

La imposición de tales condiciones satisfizo a los oficiales del Departamento de Estado.

Orgullosos, comentaron que la “posición moderada [seguía] fortaleciéndose” debido a la

política norteamericana. En octubre de 1953 el Embajador estadounidense escribió que, en

cuanto al discurso de los líderes emenerristas, “los comentarios amargos sobre el

imperialismo…se han reemplazado por palabras de cordialidad” hacia los EE.UU.10

Tal vez lo más preocupante, sin embargo, eran las corrientes anti-imperialistas y las

demandas socioeconómicas entre los sectores populares, a quienes el MNR no pudo siempre

controlar. Observadores norteamericanos en la Embajada estaban preocupados por el

“relajamiento de la disciplina laboral al nivel nacional” y, en el campo, por “el poder que

habían logrado” y “las crecientes expectativas de los campesinos”.11 Tales preocupaciones

aparecen muy claramente en los documentos sobre Bolivia y en los análisis generales sobre

América Latina del gobierno norteamericano a lo largo de los cincuenta, y aún más después

de la revolución cubana en 1959.

En los años posteriores al 1953, hubo tres momentos específicos en que el gobierno

norteamericano incidió de una manera muy importante en Bolivia, aprovechando las crisis y

la debilidad económicas para contrarrestar las tendencias peligrosas que veía en Bolivia: 1)

El Código de Petróleo de 1955, 2) el Plan de Estabilización Monetaria del año siguiente, y 3)

el Plan Triangular que comenzó en 1961.

Del primero, el Código de Petróleo de 1955, no voy a decir mucho por razones de tiempo,

sólo unos breves comentarios generales. Era una ley escrita en su totalidad por los

8 Blasier, The Hovering Giant, 134. 9 Sparks al Depto. de Estado, 6 de octubre de 1953; Holland al Subsecretario de Estado (Hoover), 1 de junio de 1955, en NARA Record Group 59, Entry 1132, Box 1; James W. Wilkie, “U.S. Foreign Policy and Economic Assistance in Bolivia, 1948-1976,” en Modern-Day Bolivia: Legacy of a Revolution and Prospects for the Future, ed. Jerry R. Ladman (Tempe, AZ: Center for Latin American Studies, Arizona State University, 1982), 92; Blasier, The Hovering Giant, 141; Stephen Zunes, “The United States and Bolivia: The Taming of a Revolution, 1952-1957,” Latin American Perspectives 28, no. 5 (2001): 39-40. 10 Rowell al Depto. de Estado, 9 de octubre de 1953, en NARA 59, CDF, 1950-54, Box 3309, 724.00(W)/10-953; Rowell al Depto. de Estado, 30 de octubre de 1953, en NARA 59, CDF, 1950-54, Box 3309, 724.00(W)/10-3053. 11 Maleady al Depto. de Estado, 9 de mayor de 1952, en NARA 59, CDF, 1950-54, Box 3309, 724.00(W)/5-952; Rowell al Depto. de Estado, 17 de julio de 1953, en NARA 59, CDF, 1950-54, Box 3309, 724.00(W)/7-1753.

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“asesores” norteamericanos e impuesta sin debate público alguno.12 El Código fue paso

clave en la creciente privatización del petróleo, y sería muy importante en los debates sobre

los hidrocarburos en los años sesenta, cuando hubo una fuerte reacción popular, intelectual

y hasta militar contra este Código. Era correcta la sospecha de muchos bolivianos de que el

Código fue un intento de aumentar el control norteamericano sobre los recursos petroleros.

Así, el Embajador norteamericano, Philip Bonsal, escribió a su jefe en el Departamento del

Estado en 1958, “Este problema de mantener la posición de las compañías norteamericanas

en Bolivia y en otras partes de Sudamérica es, como usted sabe mejor que yo, uno de los

[problemas] más difíciles que confrontamos”.13

El Plan Eder: una “revolución moral”

Segundo hito sumamente importante, en el que me voy a detener por unos minutos, ocurrió

en los años 1956 y 1957, con el llamado Plan de Estabilización. Para 1956 se había

producido una crisis inflacionaria muy fuerte, con el costo de bienes y servicios 22 veces

más alto que en 1952. Esta crisis fue el resultado de una diversidad de factores y no fue

simplemente la culpa del MNR, pero los cambios de dirección de la política economía y los

gastos gubernamentales sí habían contribuido a ella. Nadie podría negar la crisis, y

prácticamente todos los bolivianos vieron la necesidad de algún programa de

“estabilización” de la moneda.

Sin embargo, el contenido y la inclinación política de ese programa fue objeto de mucho

debate. Como reconocen los economistas políticos, la inflación misma y la manera en que

un gobierno la maneja siempre reflejan prioridades políticas, ya que cualquier inflación o

proyecto anti-inflacionario en efecto es un mecanismo para la redistribución de la riqueza de

alguna u otra manera. Muchos observadores alineados con la clase obrera argüían que la

inflación controlada era rasgo necesario en los momentos revolucionarios, para ayudar a las

clases oprimidas e impulsar la producción nacional.14

Pero estas voces no triunfaron en este momento. El Presidente Hernán Siles Zuazo, quien

asumió la presidencia en agosto de 1956, inició su término al invitar al abogado y bancario

George Jackson Eder para encabezar el “Consejo Nacional de Estabilización Monetaria”;

usamos el verbo invitar con algo de ironía acá, ya que según el propio Eder la “invitación”

fue “extendida bajo presión” y con la clara implicación de que la ayuda norteamericana no

continuaría si él fuera rechazado.15 Todo esto no necesariamente quiere decir que Siles u

otros altos dirigentes del MNR no estuvieran de acuerdo con los rasgos centrales del plan de

Eder, pero en este momento no tuvieron otra opción.

El Plan Eder consistía en un “Plan de Cincuenta Pasos” que el mismo Eder escribió bajo la

dirección del Departamento del Tesoro y otras entidades norteamericanas. Entre los

cincuenta pasos podemos identificar cuatro ejes fundamentales:

1. Una sola tasa de intercambio para el boliviano, en vez de una que fluctuara

12 Whitehead, The United States and Bolivia, 11; Kenneth D. Lehman, Bolivia and the United States: A Limited Partnership (Athens and London: University of Georgia Press, 1999), 122. 13 Bonsal al Asistente Secretario de Estado para Asuntos Interamericanos (Rubottom), 20 de mayo de 1958, en NARA Record Group 59, Entry 1162, Box 27, Folder “Bolivia 1958—Chronological—93—Letters from Amembassies—Jan.-June.” 14 Por ejemplo, Guillermo Lora, La estabilización, una impostura (La Paz: Ediciones “Masas,” 1960), 5-8. 15 George Jackson Eder, Inflation and Development in Latin America: A Case History of Inflation and Stabilization in Bolivia (Ann Arbor: University of Michigan, 1968), 479.

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2. Un presupuesto nacional balanceado, lo que quería decir que Bolivia ya no podría

gastar más de lo que actualmente tenía

3. La priorización de la llamada compensación a los ex barones del estaño

4. El reinicio de los pagos hacia la cancelación de la deuda nacional16

Por tanto, podemos condensar estos cuatro ejes en dos puntos generales: primero, el

gobierno tendría que reducir drásticamente sus gastos sociales y económicos con el objetivo

de detener la inflación; este cambio tendría el efecto de reducir tanto el bienestar de la

población obrera como el rol del Estado en la economía. Y segundo, Bolivia tendría que usar

una gran parte de los gastos restantes para cumplir con sus acreedores; en cuanto a los

barones del estaño, para 1963 el MNR se había visto forzado a entregar más de 20 millones

de dólares para compensarles.17

George Jackson Eder no era un simple tecnócrata, sino un ideólogo capitalista de la escuela

monetarista, un predecesor de los economistas neoliberales que vendrían veinte o treinta

años después. Durante su visita a Bolivia Eder abogó lo que llamaba una “revolución

moral”.18 Tal revolución era imprescindible, decía, para purgar el país de las enfermedades

psicológicas que lo habían contagiado. Entre estas enfermedades eran el fuerte deseo entre

obreros, campesinos y muchos políticos de lograr la “reforma social” fundamental; la

eliminación de la “pesada legislación obrera”; y el “excesivo nacionalismo”. Eder repudiaba

fuertemente a las escuelas económicas estructuralistas y keynesianas, insistiendo que “son

solamente la ignorancia, y la incompetencia y la corrupción de sus líderes, que han

producido el atraso [boliviano]”. Los obstáculos históricos y estructurales, como por ejemplo

el legado del feudalismo, la desigualdad y la extrema dependencia de la economía nacional

aparecían como imaginarios, o por lo menos fáciles de superar si los bolivianos sólo

quisieran hacerlo. Su discurso además reflejaba un fuerte aspecto racista que se puede ver

en sus memorias cuando habla de los indígenas, quienes eran perezosos y “trabajan sólo

bajo la amenaza de hambre”.19

Para Eder, uno de los blancos más concretos en esta “revolución moral” eran los mineros.

En los primeros años de la revolución los mineros y su sindicato habían adquirido mucha

influencia en el gobierno. Esa influencia, y la de la clase obrera más generalmente, era

fuente de preocupación constante para los norteamericanos desde el 52. Eder mismo

resentía la “posición privilegiada” de los mineros y los culpaba por contribuir al atraso de la

economía. Insistía en que el MNR congele los sueldos mineros, y sugirió un sueldo general

de 1 dólar al día. (Cabe mencionar que el propio Eder exigía un sueldo de 75 dólares al día

para su tan valioso trabajo.)20 En este momento—alrededor de 1956—se empieza a ver un

[nuevo] discurso en el país, que culpaba a los mineros y los retrataba como una aristocracia

laboral intransigente. Siles y los demás dirigentes recurrieron muy frecuentemente a este

discurso durante el próximo año, 1957, para repudiar a los mineros que se oponían al Plan

Eder, y así aislarlos de los demás sectores obreros. Y es más o menos en este momento

histórico de 1956 y 1957 que vemos el principio de la ruptura entre los mineros y el MNR,

proceso que sería increíblemente importante para el destino del proceso revolucionario.

Uno de los factores importantes del Plan Eder era su rápida implementación. En sus

palabras, “tenía que haber una quiebra completa e instantánea con el pasado”. En gran

parte, este argumento partió de su comprensión de la resistencia popular, y sobre todo

16 Subsecretario del Departamento de Tesoro (Burgess) a Holland, agosto de 1956, en NARA Record Group 59, Entry 1132, Box 1. 17 Eder, Inflation and Development, 548-49. 18 Ibíd., 153. 19 Ibíd., 311, 56, 568, 19, 15-16. 20 Ibíd., 53, 132-33, 508*, 178, 394, 703n3; Whitehead, The United States and Bolivia, 19.

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minera, que su programa iba a generar. Eder insistía en que el gobierno no podía prestar

ninguna atención a la opinión popular—en sus palabras, “las pasiones de la multitud”. En

sus memorias aconsejaba a sus seguidores que ignoren las voces de resistencia de la

población cuando ellos implementaran políticas semejantes en otros países.21 (Podemos

especular que en 1985, Jeffrey Sachs y el Presidente Paz Estenssoro, habían escuchado bien

este consejo, dada la manera en que el plan privatizador de “reajuste económico” fue

impuesto.)

El Plan Triangular: “rehabilitando” a los mineros

Muchas de las mismas dinámicas iban a repetirse unos años después, con el Plan Triangular

para reestructurar la industria minera. Desde la nacionalización de las minas en 1952, la

existencia de una gran empresa nacionalizada como Comibol causaba mucha preocupación

a los oficiales norteamericanos. Ellos escribían muchas veces que deseaban el “desarrollo de

la minería privada” y que el MNR “aceptara la participación privada en [la Comibol]”.22 Y

como demuestra el ejemplo de George Eder, también se preocupaban por el enorme poder

de los mineros.

Pronto llegó una buena oportunidad para resolver estos problemas. A fines de los años

cincuenta, Comibol estaba apenas sobreviviendo. Entre 1958 y 1960 había perdido más de

29 millones de dólares. Algo tenía que hacerse para rehabilitar la empresa, porque si no una

gran parte de la economía podría colapsar. En marzo de 1961, y después de la oferta de la

Unión Soviética de donar a Bolivia un horno de fundición, los gobiernos de EE.UU. y

Alemania Occidental, y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), se juntaron para

financiar lo que llamaban la “rehabilitación” y “capitalización” de la Comibol; a lo largo de

los sesenta, estas tres entidades enviaron 62 millones de dólares a Bolivia para este

proyecto, con los EE.UU. proporcionando dos tercios de esa cantidad.23

Pero igual que en el caso de la crisis inflacionaria de 1956, no había una sola propuesta ni

una sola diagnosis de los problemas de Comibol. Por un lado, los mineros mismos y diversos

intelectuales señalaron el impacto fiscal negativo de la burocracia administrativa dentro de

Comibol; además, observaron que el descenso de Comibol en años anteriores tenía mucho

que ver con el agotamiento de las reservas de estaño, con las bajas en el precio del estaño

en el mercado mundial, y con el fracaso del MNR de dedicar suficientes fondos a la

exploración y la adquisición de tecnologías modernas. Así, la tendencia de largo plazo desde

los años treinta era una de productividad descendiente.24 Por otro lado, los Estados Unidos y

la administración de Comibol sostuvieron que la mala suerte de la empresa se debía casi

exclusivamente a lo que decían “la anarquía” y “el desmedro del principio de autoridad” en

las minas. En palabras de uno de los principales asesores extranjeros del Plan Triangular,

V.E. Bjorkman, “la única causa del fracaso se deb[ía] al fracaso de la administración de

21 Ibíd., 92*, x, 511, 285*, 267, 332*. 22 “Future of the Tin Industry in Bolivia” (sin fecha, pero probablemente 1958), en NARA Record Group 59, Entry 3172, Box 1, Folder “Porter Hardy Subcommittee Cases 1-6”; “Summary of and Comments on USOM Bolivia‟s Criticism of Aid Policy in Bolivia” (sin fecha), en la misma ubicación. 23 Melvin Burke, The Corporación Minera de Bolivia (Comibol) and the Triangular Plan: A Case Study in Dependency, Latin American Issues Monograph No. 4 (Meadville, PA: Allegheny College, 1987), ii, 16. 24 Amado Canelas O., Mito y realidad de la Corporación Minera de Bolivia (COMIBOL) (La Paz: Los Amigos de Libro, 1966), 19-36; para análisis mineros, véase El Diario, 19 de octubre de 1957 y 19 de enero de 1963. También véase El Diario, 4 de abril, 6 y 12 de junio de 1961; Sinforoso Cabrera R., La burocracia estrangula a la COMIBOL (La Paz: s.e., 1960).

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Comibol de ganar el derecho de administración…Los obreros, a través del Sindicato,

imp[edían] el uso racional y económico de los materiales y equipos”.25

Fue este último análisis el que predominó dentro del gobierno estadounidense. Es decir, de

que el problema de Comibol consistía en el poder de sus obreros; los demás factores en el

declive de la minería boliviana les importaban muy poco. El objetivo principal sería

“reducir…el papel de los trabajadores en la economía”.26 En los años ochenta el economista

independiente Melvin Burke hizo un análisis del Plan Triangular, concluyendo que el declive

de Comibol se debía a “una multitud de factores complejos e interrelacionados”; además de

los factores ya citados, Burke culpaba a “la política gubernamental” del MNR que “consistía

en tomar de Comibol” sin reinvertir los recursos necesarios. El MNR tomaba de Comibol en

forma de impuestos, algunos de los cuales “ocultos”. Pero también era muy probable,

agregaba Burke, que Comibol “fuera en verdad una empresa pública exitosa que

simplemente nunca tuvo acceso a la plusvalía que ésta generaba”. No obstante, dice Burke,

“en un sistema capitalista, la fuerza laboral es siempre la causa fundamental de todos los

problemas financieros y económicos del sistema o firma[,] mientras que el capital y la

administración reclaman el crédito por la productividad, las ganancias, y la prosperidad”.27

El plan de rehabilitación por tanto tenía como un blanco principal el poder de los mineros—y

en este sentido, los arquitectos del plan pretendieron “rehabilitar” a los mineros quizás más

que rehabilitar la empresa misma.

Las condiciones de los socios del Plan eran explícitas, resumidas en un memorándum de

1963: “el establecimiento de la disciplina controlada dentro de las filas laborales, la

reducción numérica de la fuerza laboral minera, y la reorganización de la Comibol”.28 Estas

condiciones pretendían debilitar el poder económico y político de los mineros, y minar el

poder de la gran empresa estatal. Los oficiales norteamericanos explicaron que una

condición central sería la aceptación del gobierno boliviano de la “administración extranjera”

de Comibol. Para 1963 especificaron además que se debía “establecer una o más compañías

mixtas, con Comibol reteniendo el 51 por ciento de la propiedad y, en cada caso, la

compañía privada tendría control completo de las operaciones”.29 Al mismo tiempo, se lanzó

una intensa campaña de propaganda en los periódicos para culpar a los mineros y

desacreditar el proyecto de una economía basada en las empresas estatales; los líderes de

esta campaña fueron los asesores extranjeros tanto como el Presidente Paz Estenssoro, el

Presidente de la Comibol Guillermo Bedregal y otros oficiales bolivianos.

Los efectos del Plan Triangular fueron significantes. En el corto plazo, el plan resultó en el

despido a varios miles de obreros mineros y así debilitó a la FSTMB. También contribuyó a

la creciente privatización de la industria minera, aunque este objetivo no se pudo lograr

completamente. El proyecto aumentó la dependencia de los consumidores y las industrias

bolivianas en la economía norteamericana, puesto que una de las condiciones del Plan

requería que Comibol usara la mitad de los préstamos para comprar las importaciones

norteamericanas, hecho que impidió aún más el crecimiento industrial del país y aumentó

25 “desmedro del principio de autoridad”: Presidente de Comibol (Guillermo Bedregal), carta a Víctor Paz Estenssoro, en Última Hora, 10 de julio de 1961; Bjorkman al Depto. de Estado, incluido en Director de la Oficina de Asuntos de la Costa Occidente (Belcher) al Asistente Secretario de Estado para Asuntos Interamericanos (Martin), et al., 29 de mayo de 1963, en NARA Record Group 59, Entry 3172, Box 3, Folder “Industries & Commodities INCO—COMIBOL—April-June, 1963.” 26 Sin firma, “Action to Meet Soviet Economic Pressures on Bolivia,” 4 de noviembre de 1960, en NARA Record Group 59, Entry 3172, Box 1, Folder 730. 27 Burke, Comibol and the Triangular Plan, 6-16. 28 Especialista de América Latina (Anderson) al Jefe de la División de Actividades Internacionales (Barr), 4 de diciembre de 1963, en NARA Record Group 59, Entry 3172, Box 3, Folder “INCO—COMIBOL, Oct.-Dec., 1963.” 29 “Suggestions for Improvement in the Management of Mines Owned by the Government of Bolivia,” 2 de diciembre de 1963, incluido con Ibíd.

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los costos internos de Comibol.30 Otro efecto de largo plazo era la enorme deuda extranjera

que Comibol fue acumulando. Para 1970 la empresa ya debía 40 millones de dólares a sus

acreedores, y esta deuda, en su momento, contribuyó a la crisis en los años ochenta que

fue la justificación para el Decreto 21060 y la reestructuración neoliberal impuesta en esa

década.31

Conclusión

Para entender la política norteamericana ante Bolivia, necesitamos reconocer que los

oficiales norteamericanos casi siempre miraron a Bolivia dentro de un contexto hemisférico.

Los distintos “planes” no eran vistos como proyectos meramente específicos a Bolivia, sino

también como demostraciones del modelo económico y político que favorecía los Estados

Unidos. En el caso del Plan Triangular, los oficiales norteamericanos y alemanes decían

claramente que Bolivia debe “servir como un experimento y una demostración”.32 En estos

momentos, 1960-61, lo más preocupante era la posibilidad de que el modelo cubano

contagiara al resto de América Latina. En 1961 un documento interno del Departamento de

Estado observó que en América Latina “los pobres y poco privilegiados, animados por el

ejemplo de la revolución cubana, están ahora exigiendo oportunidades para una vida

decente”.33

La solución “correcta”, según un consejero y amigo de Kennedy, no era la que llamaba “la

idea castrista de tomar el asunto en sus propias manos”. No era impulsar una “revolución

„obrera-campesina‟”, sino apoyar la “revolución de clase media”.34 Esta última idea llegó a

formar la base filosófica de la Alianza para el Progreso en 1961. Para evitar la revolución

popular, reconocían los políticos norteamericanos, tendrían que apoyar ciertas reformas

sociales. En este mismo año Bolivia también fue invocada por Kennedy como un “modelo”

para la llamada Alianza, un país que ejemplarizaba la revolución buena a diferencia del

peligroso ejemplo de Cuba.35

En estos momentos Estados Unidos también ponía mucho énfasis en el fortalecimiento de

las fuerzas armadas y policiales en América Latina—este énfasis era el otro componente

principal de la “Alianza” de Kennedy, y como parte de ello se fue creando unas de las

primeras escuadrones de la muerte modernas en América Latina. Este fortalecimiento era,

de hecho, una continuación de la política del Presidente Eisenhower, quien había empezado

los programas de “seguridad interna” para América Latina. El nombre mismo es ilustrador:

el enemigo principal no estaba en la Unión Soviética, sino en los países de América Latina;

no era el comunismo como tal que preocupaba a los norteamericanos, sino el anhelo

nacionalista y popular “para una vida decente”.36 Por esta razón, la ayuda militar

30 Burke, Comibol and the Triangular Plan, 23; James Dunkerley, Rebellion in the Veins: Political Struggle in Bolivia, 1952-1982 (London: Verso, 1984), 111. 31 Burke, Comibol and the Triangular Plan, 23-24. 32 Embajada alemana en Washington al Depto. de Estado, 17 de octubre de 1964, en NARA Record Group 59, Subject Numeric Files (SNF), 1964-66, Box 535, Folder “AID (U.S.)—Grants; Tech. Assistance.” 33 “Summary Guidelines Paper: United States Policy toward Latin America,” 3 de Julio de 1961, en Foreign Relations of the United States, 1961-1963, vol. XII: American Republics (Washington, DC: United States Government Printing Office, 1996), 33. 34 Arthur Schlesinger, Jr., “Report to the President on Latin American Mission, February 12-March 3, 1961” (s.f.), en ibíd., 12-13. 35 Blasier, The Hovering Giant, 141. 36 Esto no quiere decir que los norteamericanos no temieran el comunismo en sí, sino que el temor era mucho más amplio, y que las “amenazas” que surgieron más comúnmente eran de carácter nacionalista y/o socialista—en vez de ser Comunistas en el sentido de subordinarse a los lineamientos moscovitas. Sobre el temor norteamericano del nacionalismo económico, véase James F. Siekmeier, “Fighting Economic Nationalism: U.S. Economic Aid and Development Policy toward Latin America, 1953-1961” (tesis de doctorado, Cornell University, 1993), y, del mismo

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estadounidense a América Latina aumentó de una manera drástica bajo Kennedy, incluso en

Bolivia.

Pero en el caso de Bolivia, la ayuda militar no era el factor clave. En verdad no era tan

necesaria en las décadas de los 1950 y 1960, dada la extrema dependencia de la economía

boliviana. Como sabemos, las exportaciones bolivianas seguían dependiendo de los

mercados norteamericanos y europeos, y además, como otro indicador de esta dependencia

sabemos que la ayuda de los Estados Unidos constituía la tercera parte del presupuesto

nacional de Bolivia en 1958. Todo esto indica un grado de dependencia que pocas veces se

ha visto en América Latina. La derechización del MNR fue lograda de una manera

relativamente pacífica, aunque sea cierto que la violencia física contra los mineros aumentó

considerablemente para mediados de los sesenta.

Dada la relación relativamente pacífica entre Bolivia y los EE.UU., algunos historiadores han

mirado a Bolivia como un ejemplo de las “buenas intenciones” de los EE.UU., como una

indicación de la posibilidad de “reconciliación” entre el gobierno norteamericano y los países

subdesarrollados.37 Yo estoy en desacuerdo con este argumento. No es que el impacto de la

intervención en Bolivia haya sido precisamente igual a la intervención en, por ejemplo,

Guatemala en 1954. En el caso boliviano no se asesinaron a 200.000 de personas, ni hubo

una política genocida contra la población indígena aprobada por el gobierno de EE.UU. Pero

lo que sí deseo enfatizar es que si bien la forma de intervención en Bolivia fue diferente y

significante en cierta medida, los objetivos fundamentales no difirieron de los casos de

Guatemala, Cuba, Chile, etcétera. Las mayores preocupaciones del gobierno de los Estados

Unidos en América Latina no han sido el comunismo como tal—y no, como escuchamos

ahora, la eliminación del narcotráfico—sino el nacionalismo económico, la militancia popular

y el deseo de países como Bolivia de seguir un camino independiente. Estas preocupaciones

centrales no han cambiado en los últimos años; aunque la retórica pública de Barack Obama

tal vez parezca más conciliadora, en los documentos desclasificados y los informes oficiales

podemos advertir todavía la centralidad de estos objetivos.38

La asunción más básica, y una que sigue predominando hoy, es que las élites

norteamericanas tienen el derecho de controlar el destino político y los recursos de América

Latina. Esta asunción es tan profundamente incrustada en el pensamiento de los oficiales y

los empresarios norteamericanos que nadie tiene que decirlo explícitamente. Desde la

Doctrina de Monroe de 1823 hasta el presente siempre se ha considerado que el hemisferio

pertenece a los Estados Unidos. Esta actitud no ha disminuido en los últimos años, aunque

sea más sutil y aunque ahora los Estados Unidos se ve más limitado a causa del poder de

los movimientos sociales y los gobiernos anti-imperialistas en países como Bolivia.

Pero todo este análisis del imperialismo norteamericano no quiere decir que el imperio

siempre haya podido lograr todos sus objetivos. El ejemplo de Irak hoy día, donde el

gobierno de EE.UU. se ha visto forzado a retirar casi cien miles de soldados por la

resistencia iraquí, es un buen ejemplo. Y también en Bolivia misma, la intervención

norteamericana no logró hacer todo lo que quería. En Bolivia en los años cincuenta, y hasta

hoy día, ha existido una fuerte conciencia anti-imperialista que ha limitado el éxito de los

autor, Aid, Nationalism, and Inter-American Relations: Guatemala, Bolivia, and the United States, 1945-1961 (Lewiston, NY: E. Mellen Press, 1999). 37 Lehman, Bolivia and the United States, 106-07, 126; Blasier, The Hovering Giant, 146, 150; Robert J. Alexander, The Bolivian National Revolution (New York: Rutgers University Press, 1958), xvii-xviii. 38 Por ejemplo, véase J. Michael McConnell (Director de Inteligencia Nacional), Annual Threat Assessment of the Director of National Intelligence for the Senate Select Committee on Intelligence, 5 de febrero de 2008, página 34 (disponible en http://www.cfr.org/publication/15454/annual_threat_assessment_of_the_director_of_national_intelligence_2008.html; el equivalente informe para 2010 se encuentra en http://www.dni.gov/testimonies/20100202_testimony.pdf).

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norteamericanos, el capital extranjero y las élites bolivianas. Muchas veces en los años

cincuenta y sesenta los políticos norteamericanos lamentaron cómo “el contexto político-

social boliviano” limitaban su habilidad de imponer su agenda; la “presión de poderosos

grupos laborales y políticos” constituía un gran obstáculo para los norteamericanos.39 A los

políticos bolivianos, y incluso a los reaccionarios como el General Barrientos, les forzaba

recurrir siempre al discurso del nacionalismo revolucionario, aún cuando estaban actuando

directamente en contra de los sectores populares, como bien han analizado varios autores

bolivianos como Luis H. Antezana y Fernando Mayorga.40

Tampoco quiero implicar que los norteamericanos eran necesariamente el factor decisivo en

todo este proceso. Si la política de los EE.UU. jugó un papel clave—y tal vez decisivo en

ciertos momentos—no podemos ignorar el papel importante de ciertos sectores

conservadores bolivianos y sobre todo muchos de los dirigentes del MNR mismo. Los planes

que he mencionado fueron apoyados entusiastamente por los presidentes Paz Estenssoro y

Siles Zuazo, entre otros oficiales emenerristas, y hasta por algunos líderes del sector

izquierdista del partido como Juan Lechín Oquendo. Lastimosamente, un análisis adecuado

de la importancia de todos estos actores queda más allá de los parámetros de esta

ponencia. Lo que he tratado de hacer, más bien, es demostrar algunas maneras en que las

fuerzas exteriores a Bolivia han influido en el proceso de la revolución y contrarrevolución

del régimen del 52.

39 Sin firma, a Mann y Lane, 28 de octubre de 1960, en NARA Record Group 59, Entry 3172, Box 1, Folder 730; “United States Policy toward Bolivia” (s.f), en NARA Record Group 59, Entry 3172, Box 1, Folder “Porter Hardy Subcommittee Cases 1-6”; “Summary of and Comments on USOM Bolivia‟s Criticism of Aid Policy in Bolivia”; “Program [Plan Eder] in the Second Year and the Present Position.” 40 Luis H. Antezana J., “Sistema y procesos ideológicos en Bolivia (1935-1979),” en René Zavaleta Mercado (ed.), Bolivia, hoy, segunda edición (México: Siglo XXI, 1987 [1983]), 60-84; Fernando Mayorga, Discurso y política en Bolivia (La Paz: CERES/ILDIS, 1993).