Lamadrid El Inmortal

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Lamadrid, el inmortal. Lamadrid fue reconocido por propios y enemigos como un valiente. Uno de los personajes más extraordinarios literalmente, es decir, fuera de lo común, y más olvidados de nuestra historia es Gregorio Araoz de Lamadrid. Nació en Tucumán el 28 de Noviembre de 1795. El apellido Araoz, que le venía dado por su madre, era un importante pasaporte en cualquier lugar del país. Se caso con María Luisa Díaz Vélez Insiarte, con quien tuvo nada menos que trece hijos, algunos de los cuales fueron apadrinados por sus futuros enemigos, Juan Manuel de Rosas y Manuel Dorrego. Allá por 1811 se incorporo a las milicias que mandaba el general Belgrano, quien tendría en Lamadrid a uno de sus hombres más cercanos y

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Lamadrid, el inmortal.

Lamadrid fue reconocido por propios y enemigos como un valiente.

Uno de los personajes más extraordinarios literalmente, es decir, fuera de lo común, y más olvidados de nuestra historia es Gregorio Araoz de Lamadrid.

Nació en Tucumán el 28 de Noviembre de 1795. El apellido Araoz, que le venía dado por su madre, era un importante pasaporte en cualquier lugar del país. Se caso con María Luisa Díaz Vélez Insiarte, con quien tuvo nada menos que trece hijos, algunos de los cuales fueron apadrinados por sus futuros enemigos, Juan Manuel de Rosas y Manuel Dorrego.

Allá por 1811 se incorporo a las milicias que mandaba el general Belgrano, quien tendría en Lamadrid a uno de sus hombres más cercanos y confiables. Juntos pelearon en las gloriosas batallas de Salta y Tucumán pero también en las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma. Volviendo con aquellas tropas destrozadas obtuvieron las victorias de Colpayo y Costa de Quirbe.

Lamadrid no era de estarse quieto y marcho a una nueva campaña al Alto Perú, esta vez a las órdenes de Rondeau. En la batalla de Venta y Media se vio nítidamente la temeridad de

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Lamadrid que, sin importarle nada, salvo al herido general De La Cruz que estaba a punto de caer en manos del enemigo español. Esta corajeada le valió el ascenso a teniente coronel. También peleo junto al caudillo popular de las Republiquetas del Alto Perú, Vicente Camargo, derrotando a una importante partida de realistas.

Volvió a la carga con Belgrano, quien le encargo misiones imposibles, pero el hombre siempre iba por más. El 15 de Abril de 1817, al mando de cincuenta hombres, sitio y ocupo la ciudad de Tarija, tomando prisioneros a tres tenientes coroneles y diecisietes oficiales y un gran parque de artillería.

Siguió aquella temeraria campaña batallando sin parar y llego a Tucumán con 386 soldados, más del doble del numero original, porque se le fueron sumando voluntarios en el camino. Belgrano lo ascendió a coronel. Para entonces las batallas por la Independencia ya se mezclaban con nuestras guerras civiles y Lamadrid opto por el bando unitario

Sera el gran enemigo de Facundo Quiroga, quien lo derroto en El Tala, el 27 de Octubre de 1826. Aquí ocurrió una de esas escenas de película de la vida de Lamadrid: se le vino encima un pelotón de quince montoneros a los que decidió enfrentar solo. Termino con el tabique nasal roto, varias costillas quebradas, una oreja cortada, una herida punzante en el estomago y un tiro de gracia en la cabeza. En ese momento uno de sus atacantes le entro en duda de si no habían matado nada menos que a Lamadrid, pero eso era imposible. La duda siguió y el hombre convenció a sus compañeros para que regresaran a revisar el cadáver, pero ya no estaba. Sacando fuerzas de vaya a saber donde, el malherido logro arrastrarse muchos metros hasta un rancho y sobrevivir.

El Tala fue una derrota tremenda, pero también la partida de nacimiento de la leyenda de “Lamadrid, el inmortal”. Algo de eso había porque para diciembre ya había recuperado no solo la salud sino el mando de su provincia y las ganas de revancha frente a Quiroga, que lo volvió a derrotar en el Rincón de Valladares el 6 de Julio de 1827.

Eligio el camino del exilio en Bolivia, pero al enterarse de la sublevación de Juan Lavalle, a fines de 1828, se unió a sus filas pero trato por todos los medios impedir a su alcance el fusilamiento del gobernador derrocado, el federal Manuel Dorrego.

La revancha con su pesadilla, Facundo Quiroga, le llegaría en las batallas de La Tablada y Oncativo, tras las cuales desataría su furia y una verdadera y horrenda carnicería contra los montoneros derrotados.

Un hecho inesperado pondría en jaque a los unitarios del interior: la captura de su máximo jefe político militar, el general Paz, en el paraje de El Tío, por hombres de Estanislao López. El hecho era tremendamente desequilibrante y Lamadrid debió asumir la jefatura en un contexto muy desfavorable, con la creciente influencia de Rosas en todo el país y el predominio federal en el Litoral.

Llegaría la hora señalada también para Quiroga, el Tigre de los Llanos, en la Ciudadela de Tucumán, el 4 de noviembre de 1831. La derrota fue total y Lamadrid marcho nuevamente a Bolivia y de allí paso a Montevideo en 1834.

Por uno de esos extraños misterios de la historia, su enemigo, Rosas le encomendó la misión de

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poner orden en el Norte y limpiar de unitarios aquellos territorios controlados por la “Coalición del Norte”. Lamadrid fue para aquellas latitudes, pero para seguir militando en la causa unitaria con los recursos de la Buenos Aires federal.

Lavalle, que venía de fracasar en su intento de invadir Buenos Aires con apoyo francés, decidió unir fuerzas con Lamadrid en Córdoba. Pero los hombres se desencontraron faltamente y Lavalle fue completamente derrotado en Quebracho Herrado y partió a La Rioja; entonces Lamadrid decidió hacerse fuerte en su reducto de Tucumán, desde donde lanzo una ofensiva sobre Cuyo que terminaría en la derrota de Rodeo del Medio el 24 de septiembre de 1841. Luego decidió marcharse a Chile con la ayuda de un notable exiliado, Domingo Faustino Sarmiento.

Las noticias corrían muy lentas por entonces y Lamadrid no pudo enterarse a tiempo de que su compañero Lavalle moría asesinado en Jujuy. En 1846 decidió volver a Montevideo para unirse al activo exilio antirosista.

Cinco años más tarde seria contactado por emisarios de Justo José de Urquiza para que comandara una de las alas principales de su “ejercito grande”, que pondría fin al periodo rosista en la batalla de Caseros, el 3 de febrero de 1852. Cuando la tropa hizo oficial su entrada a Buenos Aires hubo un solo oficial llevado en andas por la gente: Don Gregorio Araoz de Lamadrid.

Poco después comenzaría a escribir sus celebres memorias que son, junto a las del general Paz, una fuente imprescindible para conocer nuestra historia desde la mirada unitaria. Murió en el Buenos Aires de 1857, pero su cuerpo fue trasladado en su querida Tucumán y depositado en la catedral.

Fuente: Articulo "Lamadrid, el inmortal", Revista Viva, Felipe Pigna, 13/05/12