Lanteri Sol

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1 La frontera sur pampeana durante la época de Rosas. Entre el comportamiento de los agentes y la reconstrucción interdisciplinaria (Azul y Tapalqué, Buenos Aires, Argentina, primera mitad del siglo XIX) * * * * Sol Lanteri (CONICET/Instituto Ravignani-UBA) Introducción El estudio de las fronteras americanas, y dentro de ellas la bonaerense, ha sido objeto de notables avances en los últimos años por parte de distintas ciencias sociales como la Historia, la Arqueología y la Antropología. En efecto, desde el retorno del sistema democrático a la Argentina en 1983, que favoreció el regreso de muchos miembros de la comunidad científica que estaban exiliados y la supresión de la censura temática, se produjo un despegue de muchas líneas de investigación y proyectos que todavía siguen dando sus frutos y que han contribuido a matizar e incluso a desechar antiguos y arraigados estereotipos (que aún continúan lamentablemente anclados en ciertos estudios y en parte del imaginario colectivo nacional), que aludían sólo a los aspectos bélicos y militares de la frontera y las relaciones interétnicas; concibiendo a los actores nativos como aislados de estructuras de sentido, sociales, económicas, culturales, sin otros intereses que robar ganado en las estancias coloniales -luego criollas- y entrar en conflicto con otros agentes fronterizos, que desde la tradicional visión dicotómica sarmientina de “civilización y barbarie”, han impregnado la historiografía, y siendo ésta parte fundamental de la construcción del Estado-Nación hacia finales del siglo XIX, han pasado al sistema educativo y a la cultura nacional con gran impacto inclusive hasta nuestros días. 1 Ciertamente, las nuevas investigaciones, si bien con sus propios marcos disciplinares y objetivos, convergen en la concepción de las sociedades aborígenes, con presencia milenaria en el territorio, como sujetos históricos efectivos y forjadores activos de las realidades coetáneas, con patrones de asentamiento y movilidad, uso del espacio y los recursos y cosmovisiones que fueron variando a lo largo del tiempo en función de sus propias lógicas internas y el contacto con otros grupos sociales y étnicos, desde la época prehispánica hasta la conquista europea y el período republicano. Y consideran a la frontera, como un ámbito dinámico y complejo, signado por la presencia e interacción de múltiples agentes que se relacionaban diplomáticamente pero también en la vida cotidiana y en los intercambios comerciales, laborales, etc., que adquirían y desarrollaban préstamos culturales y a la vez generaban un ámbito nuevo y mestizo de interacción social y dialógica, entre otras cuestiones, Anais Eletrônicos do VII Encontro Internacional da ANPHLAC Campinas - 2006 ISBN 978-85-61621-00-1

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La frontera sur pampeana durante la época de Rosas. Entre elcomportamiento de los agentes y la reconstrucción interdisciplinaria (Azuly Tapalqué, Buenos Aires, Argentina, primera mitad del siglo XIX)

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La frontera sur pampeana durante la época de Rosas. Entre el comportamiento de los agentes y la reconstrucción interdisciplinaria (Azul

y Tapalqué, Buenos Aires, Argentina, primera mitad del siglo XIX)∗∗∗∗

Sol Lanteri (CONICET/Instituto Ravignani-UBA) Introducción

El estudio de las fronteras americanas, y dentro de ellas la bonaerense, ha sido objeto

de notables avances en los últimos años por parte de distintas ciencias sociales como la

Historia, la Arqueología y la Antropología. En efecto, desde el retorno del sistema

democrático a la Argentina en 1983, que favoreció el regreso de muchos miembros de la

comunidad científica que estaban exiliados y la supresión de la censura temática, se produjo

un despegue de muchas líneas de investigación y proyectos que todavía siguen dando sus

frutos y que han contribuido a matizar e incluso a desechar antiguos y arraigados estereotipos

(que aún continúan lamentablemente anclados en ciertos estudios y en parte del imaginario

colectivo nacional), que aludían sólo a los aspectos bélicos y militares de la frontera y las

relaciones interétnicas; concibiendo a los actores nativos como aislados de estructuras de

sentido, sociales, económicas, culturales, sin otros intereses que robar ganado en las estancias

coloniales -luego criollas- y entrar en conflicto con otros agentes fronterizos, que desde la

tradicional visión dicotómica sarmientina de “civilización y barbarie”, han impregnado la

historiografía, y siendo ésta parte fundamental de la construcción del Estado-Nación hacia

finales del siglo XIX, han pasado al sistema educativo y a la cultura nacional con gran

impacto inclusive hasta nuestros días.1

Ciertamente, las nuevas investigaciones, si bien con sus propios marcos disciplinares y

objetivos, convergen en la concepción de las sociedades aborígenes, con presencia milenaria

en el territorio, como sujetos históricos efectivos y forjadores activos de las realidades

coetáneas, con patrones de asentamiento y movilidad, uso del espacio y los recursos y

cosmovisiones que fueron variando a lo largo del tiempo en función de sus propias lógicas

internas y el contacto con otros grupos sociales y étnicos, desde la época prehispánica hasta la

conquista europea y el período republicano. Y consideran a la frontera, como un ámbito

dinámico y complejo, signado por la presencia e interacción de múltiples agentes que se

relacionaban diplomáticamente pero también en la vida cotidiana y en los intercambios

comerciales, laborales, etc., que adquirían y desarrollaban préstamos culturales y a la vez

generaban un ámbito nuevo y mestizo de interacción social y dialógica, entre otras cuestiones,

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que se alejan entonces de la noción turneriana tradicional de la frontera como un mero límite

físico separador entre ambos mundos.2

Estos avances efectuados sobre las comunidades indígenas y el espacio fronterizo

fueron concomitantes a otra línea de estudios de historia rural que también comenzó a revisar,

desde la década de 1980, muchos supuestos historiográficos habidos para la campaña del Río

de la Plata desde el período tardo-colonial, que la concebían como una anomalía con respecto

de otros lugares de América, como México o Perú, donde hubo una importante presencia

histórica del campesinado. De hecho, aspectos como la gran estancia ganadera mono-

productora, una elite terrateniente forjada ya desde la época colonial y coaccionando

unilateralmente a la mano de obra de sus unidades, los gauchos, hombres solos sin estructuras

familiares que los sustentasen dedicados al ocio, al juego y al robo, entre muchos otros,

comenzaron a ser criticados y desechados de plano frente a otra realidad en principio social y

económica que fue develando el planteamiento de nuevas preguntas, la reducción de la escala

de análisis propia de los estudios micro-regionales de ese momento, la inclusión de nuevos

tipos de fuentes documentales y un uso intensivo de las mismas. Por cierto, el rescate de un

nuevo agente en la campaña rioplatense desde la colonia tardía, el pequeño-mediano

productor-propietario agrario o “campesino”, generó nuevas preguntas y complejizó el

panorama social, demográfico, económico, cultural y político de este espacio, que presentaba

así su propia dinámica como contra-cara de la sociedad indígena con la que interactuó, junto

con otros actores, hasta la unificación del Estado a finales del siglo XIX.3

Efectivamente, en base a estos estudios renovados, en la actualidad sabemos que la

formación del sector terrateniente fue un proceso no exento de conflictos que recién culminó

en la segunda mitad de la centuria, que éste si bien relacionado fue diferente al de la

formación del Estado unificado (luego Nacional) que también cristaliza en ese entonces, que

hubo variadas formas de acceso y tenencia de la tierra que excedieron con creces a la gran

estancia ganadera, una combinación de diferentes actividades productivas y económicas

diversificadas orientadas tanto al autoabastecimiento como a la comercialización en mercados

externos pero también locales y regionales, y sobre todo, distintos sujetos históricos

(individuales y colectivos) vinculados con estos procesos y no sólo los grandes estancieros,

como los pequeños y medianos productores-propietarios rurales y las sociedades indígenas,

que tuvieron sus propios intereses, adscripciones étnicas, tradiciones culturales, lógicas, etc.

que explicitaron en sus situaciones de contacto, cuyas relaciones no se centraron únicamente

en el verticalismo y la coerción o el maloneo, la guerra y el conflicto, y que tuvieron una

activa participación en la conformación de la sociedad y el Estado provincial-nacional.4

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Por cierto, la conformación estatal en el Río de la Plata luego de la revolución

independentista fue diferente a la ocurrida en Brasil, donde se implementó la vía de

organización política imperial con la continuidad del sistema esclavista y otras formas socio-

económicas de raigambre colonial hasta finales del siglo; ya que en aquél, luego de la crisis

de 1820 y la caída del gobierno central propio de la primera década revolucionaria, se

conformaron “Estados provinciales”, es decir, entidades independientes y soberanas

vinculadas entre sí básicamente de manera diplomática mediante alianzas y pactos como el

federal de 1831, hasta la definitiva unificación del Estado producida hacia fines de la centuria,

luego de la firma de la constitución de 1853, pero especialmente en el decenio posterior,

debido a los problemas y discrepancias habidos entre Buenos Aires y la Confederación

Urquicista.5

El gobierno de Juan Manuel de Rosas fue uno de los que más perduró en el tiempo

desde la conformación del Estado provincial porteño en 1820, con dos mandatos

consecutivos, salvo un intersticio de tres años, de 1829 a 1832 y de 1835 a 1852

respectivamente. Tradicionalmente, la historiografía lo consideró como uno de los paradigmas

del caudillismo latinoamericano, mediante su pertenencia y connivencia con el sector de los

grandes terratenientes exportadores pecuarios de la campaña, a los que habría ayudado con

distintas políticas como la de tierras y la impositiva, fomentando la especulación inmobiliaria

y los grandes latifundios en detrimento del poblamiento de la frontera. Sin embargo, los

liderazgos vernáculos están siendo revisitados en la actualidad, a través del análisis de

diferentes aspectos como las bases y articulación de su poder (político, militar y económico),

el rol que jugaron la legalidad, institucionalidad y ritualidad en su desarrollo, su relación con

los sectores subalternos urbanos y rurales, el clientelismo, entre otros.6

En este marco, la investigación en curso conducente a nuestra Tesis Doctoral en

Historia trata grosso modo sobre las formas de construcción del orden rosista en la frontera

sur bonaerense considerando la interacción entre el Estado y los factores y agentes locales, a

través del estudio de caso de la región de Azul y Tapalqué, dos de los partidos más

meridionales de este espacio en ese entonces, que se presentan particularmente propicios para

ello, como veremos a continuación.7 El objetivo de este trabajo es exponer los resultados

centrales obtenidos hasta el momento, a la vez que realizar una reflexión metodológica

anclada en esta misma praxis investigativa que permita dar cuenta de los alcances y

limitaciones, problemas, etc. en el uso de fuentes para la reconstrucción de los múltiples

sujetos constructores del universo fronterizo coetáneo, especialmente los pequeños y

medianos tenedores rurales y las sociedades indígenas. Por ende, en un primer apartado

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estableceremos las características más relevantes que presentó el proceso colonizador y la

articulación socio-étnica y política del lugar, para luego detenernos en algunos aspectos

heurísticos y metodológicos implicados.

La frontera sur pampeana durante el rosismo: los pagos de Azul y Tapalqué

El fuerte y posterior pueblo de Azul y el cantón militar de Tapalqué fueron

establecidos en 1832 y 1831 respectivamente, al calor de la expansión fronteriza comenzada

en la década de 1820, cuando el Estado provincial de Buenos Aires inicie un proceso de

formación de asentamientos civiles y militares al sur del río Salado -cuenca hidrográfica que

sirvió de límite natural con las poblaciones indígenas durante la colonia pese a que no impidió

el establecimiento de relaciones interétnicas asiduas- con el fin de acaparar tierras e

incorporarlas al nuevo proceso productivo, fundamentalmente ganadero y orientado al

mercado externo en marcha, y aumentar el control territorial en el lugar. Esta política formal

fue concomitante al establecimiento espontáneo de población de parte de migrantes

provenientes de diferentes lugares de la campaña, del interior y extranjeros, que fueron

estableciéndose en la región desde el período tardo-colonial, pese a que hubo pocos intentos

exitosos de traspasar efectivamente el Salado hasta ese entonces, por constituir territorio

indígena desde los albores del poblamiento humano.8

De hecho, si bien proyectado por algunos funcionarios y viajeros con anterioridad, el

avance criollo se lleva a cabo en esta coyuntura, con la fundación Azul y Tapalqué, que junto

con Blanca Grande, Bahía Blanca, el fuerte Independencia (Tandil) y Carmen de Patagones,

pasaron a formar la línea de frontera fortificada más meridional al suroeste del Salado.

Aunque la zona de Azul ya presentaba ocupación “blanca” previa en el contexto del usufructo

de tierras enfitéuticas durante el decenio de 1820, su proceso colonizador se caracteriza por su

particularidad con respecto de otros lugares de la campaña bonaerense en el marco de la

activa participación que tuvo el gobierno rosista en la adjudicación de terrenos fiscales a

manos de particulares en base a donaciones de “suertes de estancia” de propiedad

condicionada y la estrecha relación con su política indígena conocida como “negocio pacífico

de indios”.9

En efecto, concretando un plan de poblamiento de la frontera en base al

establecimiento de población civil y militar y una política de conciliación con los grupos

indígenas ya esbozados previamente por Pedro Andrés García y otros, Rosas amparará este

reparto de pequeñas-medianas porciones de tierras (de 2.025 hectáreas cada una)10

paralelamente a la fundación del pueblo en el área antiguamente ocupada por las tolderías de

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Venancio Coñuepan y la reubicación de las tribus de “indios amigos” más fieles, como las de

los caciques Juan Catriel, Juan Manuel Cachul y otros aliados, en la zona de Tapalqué. Por lo

que estos grupos, ya en relación con el gobierno provincial por más de una década, de estar

establecidos en el establecimiento “Los Cerrillos” de Rosas en Monte, serán reinstalados en el

sur, dentro del territorio provincial, según estipulaba el “negocio pacífico”, con gran

permanencia regional secular, mientras la tribu de Venancio migrará hacia Bahía Blanca.11

La presencia in situ de estos grupos nativos vinculados con el gobierno y

numéricamente mucho más significativos que la población “blanca” inclusive hasta mediados

del siglo, generará un foco importante de relaciones interétnicas y sociales especialmente de

corte político y económico basadas en el trabajo rural, el comercio y las múltiples

vinculaciones que la convivencia fronteriza generaba en un circuito signado por la movilidad

de personas y recursos junto a otras zonas de la campaña como el fuerte Independencia.

Asimismo, estudios recientes destacan que las tribus “amigas”, junto con el ejército y las

milicias existentes en Azul-Tapalqué serán pilares en la defensa del orden rosista y los

intereses de la sociedad criolla en coyunturas especialmente conflictivas, como los malones

de 1836-37 y el levantamiento de los “Libres del Sud” de 1839, contribuyendo a la

manutención del poder gubernamental.12

Por otro lado, el estudio de la composición socio-demográfica y la tenencia de la tierra

de Azul son coincidentes, otorgan información relevante y presentan su singularidad con

respecto de otros procesos colonizadores de la frontera sur y de la campaña en general, como

es el predominio de la pequeña-mediana tenencia rural frente a las grandes extensiones en un

espacio que fue considerado tradicionalmente por la historiografía como el escenario

paradigmático del gran latifundio pampeano. Por citar sólo algunos datos ilustrativos, el

padrón de 1836 registra una media de 7,9 personas por unidad censal y el de 1838 de 7,88;

estando más de la mitad de la población en estos dos años agrupada en torno a unidades

integradas dentro del segmento 1-10 personas, aunque con casos de importante acaparamiento

poblacional en otras de gran tamaño, como las del propio gobernador de Buenos Aires o sus

primos los Anchorena.13

Mientras la información sobre las modalidades de cesiones de tierras fiscales y la

estructura de la tenencia del recurso, a grandes rasgos, indica que las donaciones de “suertes

de estancia” efectuadas por el rosismo constituyeron la significativa cifra del 68% del

volumen total de terrenos públicos enajenado por el Estado provincial a particulares en la

zona durante el lapso 1820-1860, mucho mayor en verdad que la cantidad de campos

otorgados mediante otras modalidades, como las ventas de antiguas y enormes superficies

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enfitéuticas a partir de la ley de 1836 o el arrendamiento de la década de 1850. Según los

datos obtenidos, el 97,3% de los individuos con acceso a la tierra poseían el 68,5% del

recurso en la cohorte de 0-2.699 has., mientras el 1,8% concentraba el 28% en superficies

mayores a las 29.700 has. en el decenio de 1830, tendencia que se mantuvo sin variaciones

relevantes inclusive hasta 1860.14 Además, si comparamos estos datos con los que se cuentan

para otros lugares de la misma frontera sur como Dolores, Tandil, Arenales y Ayacucho,

comprobamos que allí, a diferencia de Azul, el peso de los premios y las donaciones fue poco

significativo tanto en monto oficial otorgado como en superficie media comprendida sobre la

extensión total de los partidos.15

El impacto de las donaciones del rosismo también fue confirmado mediante otros

indicadores económicos, como los embargos efectuados por el gobierno a los “unitarios” de la

campaña, que parecen haber sido menos significativos aquí que en otras áreas, y el impuesto

de la contribución directa, que demostró una distribución más equitativa de la riqueza en Azul

en contraste con otros partidos de la provincia. Este predominio del sector de los pequeños-

medianos tenedores rurales comprueba a nivel local lo que fue verificado para la campaña

bonaerense en general para finales de la década de 1830 según el mismo parámetro impositivo

en 1839, es decir, la continuación y aún el crecimiento de las unidades familiares con

posibilidad de manutención autónoma conjuntamente con el surgimiento de las grandes

explotaciones propias del período rosista.16

Esta particular estructura agraria surgió bajo el amparo de Rosas ya durante el

gobierno de Viamonte (septiembre de 1829) y comienza a efectivizarse principalmente a

partir del interregno entre sus dos mandatos gubernamentales, en una coyuntura bien especial,

signada por una fuerte sequía en la provincia que afectó a la producción rural, por las

disidencias existentes dentro del mismo federalismo porteño entre la facción rosista y las

opositoras, la realización de su campaña militar al río Colorado y el establecimiento del

“negocio pacífico”; y cuando además propuso de forma concomitante esta política de entrega

de tierras públicas como una estrategia de captación de los sectores subalternos rurales en

otros lugares como Monte, que justamente junto a Azul-Tapalqué constituirán los bastiones

más fieles a la causa rosista desde los comienzos del proceso, ya sea por la filiación política

de la población como por la posterior contribución militar a la manutención del régimen.17

Asimismo, las cesiones de suertes fomentaron la ampliación del espacio ocupado por

el Estado provincial (más allá de su efectivo control sobre el mismo en el marco de la

presencia aborigen y los intereses del vecindario local), el poblamiento efectivo y la puesta en

producción rural de los predios. Desde los comienzos, su fraccionamiento y distribución

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estuvieron a cargo de figuras estrechamente vinculadas con el gobernador, como Pedro

Burgos, militar que encabezó la “fundación oficial” del fuerte de Azul en 1832 y que murió

en la defensa del régimen en la batalla de Caseros en 1852; Prudencio Rosas, su hermano

mayor y más fiel, comandante del sexto regimiento de milicias de la campaña y ciertamente el

propietario más grande de la región (y uno de los más grandes de la campaña), con 20 leguas

cuadradas en sus manos; Pedro Rosas y Belgrano, hijo natural del general Manuel Belgrano

criado por la familia del gobernador, quien fue juez de paz durante gran parte del período

rosista, especialmente a partir de los cambios producidos luego de la crítica coyuntura de

1838-40; Ventura Miñana, que asistió al acceso al poder de Rosas en el levantamiento de

1829 y Bernardo Echeverría, comandante de las fuerzas militares acantonadas en Tapalqué,

entre otros, quienes más allá de haber sido beneficiados con tierras en la zona debido a su

contribución a la causa, constituyeron personajes clave debido a su particular posición de

nexos entre el gobierno y la sociedad local (criolla e indígena) mediante el desarrollo de sus

actividades políticas, militares y económicas.18 Ciertamente, muchos de ellos favorecerán la

articulación y legitimación del régimen movilizando recursos humanos en los actos

eleccionarios y participando de los mismos como votantes y/o miembros de las mesas

escrutadoras, donde se observa una importante intervención del vecindario en los comicios,

incluso aportando la mayoría de electores frente a los otros pagos de la misma sección

electoral de la campaña, y una activa participación de los donatarios de tierras en los mismos,

seguramente en reciprocidad por los recursos oficiales otorgados.19

La reconstrucción histórica e interdisciplinaria

El enfoque teórico-metodológico de nuestra investigación es el tratamiento del tema

de la construcción del orden rosista en la frontera sur de Buenos Aires a través de una mirada

micro-histórica y regional centrada en el análisis de dos partidos de este espacio, Azul y

Tapalqué, aunque imbricada en el marco general. Además de las diferentes características

pertinentes que ambos pagos presentan per se para efectuar esta tarea como mencionamos en

el acápite anterior, esta reducción de escala constituye una entrada plausible para indagar en el

cómo y el por qué de los procesos socio-históricos, que permite adentrarse en un

conocimiento directo y detallado de las múltiples y diversas variables del universo abordado

mediante un tratamiento intensivo de una variada gama de material documental con diferente

rango de información.20

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Asimismo, esto se acompaña de una concepción del fenómeno político de forma

holista y dialéctica, es decir, anclado y estrechamente vinculado con los aspectos social,

económico y cultural, considerados en su propia lógica particular y también en su mutuo

condicionamiento, para evitar caer en explicaciones unidireccionales y automáticas que

simplifiquen la comprensión de las problemáticas planteadas.21 Esta lectura micro,

regionalizada e integral del tema facilita su aprehensión en clave histórica y socio-

antropológica, es decir, contemplando no sólo los resultados de los procesos sino también la

dinámica, racionalidad y complejidad inherentes al accionar social coetáneo y además permite

enriquecer el conocimiento del contexto general mediante un análisis comparado centrado en

la especificidad que presenta el estudio de caso abordado.

En base a estas consideraciones, a continuación nos detendremos de forma general

(por una cuestión de espacio) en el material heurístico y la metodología implementada, así

como expondremos algunos tópicos inherentes a la reconstrucción de los pequeños tenedores

rurales y las sociedades indígenas.

a) Las fuentes utilizadas y su tratamiento

Uno de los mayores obstáculos que presenta el estudio del universo fronterizo es la

dispersión y falta de continuidad de los registros documentales, a la vez que su diferente

rango de información, que implican un esfuerzo considerable en su sistematización y la

necesidad recurrir a diversos archivos, bibliotecas y utilizar una variada gama de material

heurístico de distintos orígenes y características (inéditos y éditos, oficiales y privados,

seriales y nominales, cartográficos, etc.) a saber, entre otros:

-Duplicados de diligencias de mensuras, informes de funcionarios y agrimensores,

libros de suertes del arroyo Azul, registro de arrendamientos y enfiteusis ventas, registros

gráficos, planos y material cartográfico del Archivo Histórico de la Dirección de Geodesia y

Catastro de la Provincia de Buenos Aires (DGYC), La Plata.

-Sala de representantes, juzgado de paz, expedientes de la escribanía mayor de

gobierno y listas de elecciones del Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires

(AHPBA), La Plata.

-Padrones y censos de población, juzgado de paz, sucesiones, tribunal civil, secretaría

de Rosas, listas de revista y rendiciones de cuentas de los regimientos militares, listas de

elecciones y material cartográfico del Archivo General de la Nación (AGN), Buenos Aires.

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-Documentación variada del Museo Etnográfico y Archivo Histórico “Dr. Enrique

Squirru” de Azul.

-Fuentes éditas diversas como crónicas de viajeros y funcionarios, censos de población

y económicos, recopilaciones de leyes, correspondencia, publicaciones periódicas,

diccionarios biográficos, atlas y bibliografía general (de distintas ciencias sociales).

Como es de rigor, luego de la respectiva crítica interna de cada fuente y su

contextualización en el marco de su propio cuadro de producción, se procede al tratamiento

de la información que presenta en base a los problemas y objetivos de la investigación, a

través de distintas técnicas, como la confección de bases de datos en sistemas operativos

como M-Word y/o M-Excel, para luego contrastarla con el resto.

En el caso de las listas nominales (padrones y censos de población y económicos,

listas de revista y electores, etc.) su abordaje contempla un análisis cualitativo, cuantitativo y

temporal de su contenido, es decir, centrando la atención en los sujetos individuales y

colectivos involucrados, las cantidades cuando se pueden establecer y los cambios-

continuidades que surgen durante el período abordado.

Para el estudio de la relación entre el Estado y la sociedad local se torna necesario el

complemento del plano material (nombramiento de autoridades, legislación emitida,

donaciones de tierras efectuadas, etc.) con el simbólico, mediante el análisis del contenido de

los vínculos establecidos y las formas y estrategias de interpelación discursiva perpetrada

entre los sujetos protagonistas, que de cuenta de los conocimientos, intereses, apropiaciones y

mestizajes en la frontera, así como también de las filiaciones étnicas y de los recursos

empleados para negociar, consensuar o resistir en el proceso de construcción del orden estatal

y las múltiples relaciones formales e informales de la vida cotidiana fronteriza, a través de la

pesquisa de documentación complementaria, como correspondencia (inédita y édita) y fuentes

judiciales.

Por su parte, las crónicas de viajeros permiten obtener información etnográfica sobre

diferentes rasgos de los grupos indígenas y el ámbito fronterizo, y son analizadas teniendo en

cuenta los resguardos metodológicos propios del tratamiento de este tipo de fuentes de

carácter indirecto, cuya información, si bien rica y detallada, está mediada por la

cosmovisión, escala axiológica e intereses de estos observadores participantes; por lo que la

crítica interna y la consideración del marco temporal de cada relato se torna prioritario

además de su contraste con los datos otorgados por otra clase de material, para poder soslayar

en su aprehensión las consideraciones subjetivas y distorsionantes de las realidades narradas.

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Finalmente, la bibliografía general sirve de contexto y permite establecer

comparaciones sobre los distintos tópicos y procesos específicos estudiados en nuestra

investigación con los sucedidos en otras latitudes de forma coetánea, a la vez que otorga

herramientas teóricas y metodológicas provenientes de distintas ciencias sociales; mientras los

atlas y diccionarios constituyen material de consulta adicional.22

b) Los pequeños tenedores rurales y las sociedades indígenas: entre la parquedad de la documentación y su inteligibilidad histórica

Estas observaciones y resguardos metodológicos de carácter general pueden apreciarse

de forma más concreta en ciertas dificultades encontradas para la reconstrucción de estos dos

agentes fronterizos que, como ya destacamos, tuvieron una activa participación en el

forjamiento de los procesos contemporáneos a nivel regional.

Por cierto, la falta de visibilidad directa y el sub-registro de los pequeños tenedores

rurales en algunas fuentes oficiales como los registros gráficos de la provincia de Buenos

Aires constituyen una de ellas. Esta documentación catastral fue realizada por el

departamento topográfico (creado en el año 1824 en base a la comisión topográfica de 1821)

dentro del proceso de construcción y expansión estatal provincial y constituye un claro indicio

de la importancia territorial (urbana y rural) y su monopolización oficial, bastante temprana

en comparación con lo ocurrido en otros espacios americanos como Brasil.23

Los registros gráficos de Buenos Aires en el siglo XIX comenzaron a realizarse a

partir del año 1830 hasta 1890, y fueron seis en total (efectuados en 1830, 1833, 1853, 1855,

1864 y en la década de 1890 respectivamente, éste último confeccionado por partidos y no a

nivel general). Las “suertes de estancia” del Azul no se encuentran delineadas en los de 1830

y 1833, seguramente debido a la inmediatez de su asignación en ese entonces. En los de 1853

y 1855 aparecen delimitadas sólo algunas junto a las grandes propiedades, pero hay un sub-

registro importante, o más aún, un encuadre espacial significativo en blanco bajo el rótulo de

“terrenos destinados a las suertes del Azul” en el primero, cuando sabemos, a través de otra

documentación complementaria, que para ese momento éstas ya habían sido entregas y

efectivamente ocupadas por particulares. Y de todos ellos, recién el de 1864 registra la

existencia y ubicación precisa de 249 suertes y su predominio territorial frente a las enormes

extensiones de la región.

Por su parte, los duplicados de diligencias de mensura -que para Azul constituyen 437

expedientes (436 en verdad porque uno está perdido) durante el lapso 1829-1942- también

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fueron realizados por la misma entidad oficial para cada partido (siendo la base para la

confección de los registros gráficos provinciales) a partir de los agrimensores designados.

Estas fuentes realizan un raconto histórico de los traspasos y tenedores de cada predio, a la

vez que adjuntan un informe técnico del funcionario comisionado sobre la mensura del

terreno con su plano respectivo. En el caso particular de Azul para el primer tramo de la

centuria, en lo referido a las “suertes de estancia”, los expedientes sólo reconocen a las únicas

tres que pasaron a la propiedad legal plena mediante la escrituración, y comienzan a dar un

registro más sistemático de las mismas recién a partir de la década de 1860 (aunque con

información retrospectiva), luego de la ley de arrendamientos rurales de 1857, que permitía el

acceso a la propiedad legal de estos terrenos en el contexto de la revisión de los derechos de

los tenedores precarios de tierras públicas que había dejado irresuelta la legislación anterior.24

De hecho, si para la reconstrucción del acceso y la tenencia de la tierra a nivel local

sólo hubiésemos trabajado a partir de esta clase de documentación catastral oficial, recién

hubiéramos registrado de forma directa la presencia de este significativo sector social luego

de la caída del rosismo, cuando en verdad, sabemos por otro tipo de material complementario,

como el informe y el plano del sargento Cornell de 1859, los libros de suertes del arroyo

Azul, padrones y censos de población y económicos, entre otros, muchas cuestiones que

fueron concomitantes, como la cantidad de terrenos cedidos, la dinámica de su poblamiento,

el perfil de sus tenedores, etc., que son coincidentes en la información que presentan entre sí,

junto con los informes de los agrimensores sobre las suertes comenzados a partir de 1863 y

los datos del registro gráfico de 1864. Ciertas limitaciones y resguardos en el uso de fuentes

cartográficas, de apropiación y traspaso de la tierra, ya habían sido advertidas por algunos

investigadores en base a sus propias experiencias de investigación para otros lugares de la

campaña bonaerense, especialmente el norte o la frontera allende el río Salado, donde, entre

otras cuestiones, se destacó la importancia de los datos otorgados por las mensuras de los

agrimensores para la visibilidad de los pequeños tenedores y la dinámica social además del

informe histórico de las propiedades para San Nicolás; y se observó que el registro gráfico de

1830 subestimaba al espacio provincial ocupado en un porcentaje elevado así como que la

presencia de los pequeños propietarios en la primer parte del siglo era mayor a la estipulada

por los registros posteriores para los partidos de Chascomús, Ranchos y Monte.25

Para el área que nos concierne, además del sub-registro de los pequeños tenedores en

parte de la documentación oficial, también se encuentran dificultades en lo referente a la

reconstrucción de la territorialidad de las sociedades indígenas, fundamentalmente de las

tribus “amigas”, que recordemos, estaban obligadas a establecerse dentro del territorio

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provincial según los acuerdos con el gobierno rosista, a diferencia de las “aliadas” y

“enemigas”, que presentaron una mayor autonomía y movilidad en el uso del espacio.

El catastro estatal se muestra nuevamente parco para otorgar rigor e inteligibilidad

histórica a estos actores sociales. Los registros gráficos realizados durante la primera mitad

del siglo y la década de 1850 no reconocen su presencia, y el de 1864 no considera la

territorialidad de las tolderías indígenas de los grupos catrieleros establecidos en la zona

mediante las alianzas concertadas hacia fines del decenio, luego de los disturbios producidos a

la caída del rosismo. Que sí expresan, por ejemplo, el plano del sargento Cornell realizado

sólo cinco años antes de éste (en 1859) y el efectuado por los agrimensores Czetz, Sordeaux y

Romero sobre el informe de las suertes del Azul en 1863; así como otras diversas fuentes de

información, como relatos de viajeros, informes de militares y fuentes arqueológicas (ver ítem

siguiente), que son coincidentes en la ubicación de estos asentamientos aborígenes en el

arroyo Nieves, hacia el oeste, entre las cuencas del Azul y del Tapalqué, inclusive hasta

finales de la centuria.26

Por su parte, las mensuras de tierras tampoco constituyen un material relevante en este

sentido en cantidad de datos encontrados, aunque sí a nivel de la calidad de la información

que poseen. Además de los significativos “silencios” sobre la materia, hemos registrado

algunas alusiones referidas a la vida cotidiana y las relaciones interétnicas y sociales, como la

existencia de toldos y ranchos indígenas ubicados dentro de algunas suertes, aunque para las

décadas de 1860 y 1870. E indicios de comportamientos defensivos de la territorialidad, como

la resistencia que impusieron estos grupos nativos a los agrimensores encomendados para

medir las suertes del Azul en los terrenos ubicados especialmente por la zona del arroyo

Nieves, quienes en sus informes de 1863 y 1872, se quejan explícitamente de la oposición

aborigen recibida, que les habría impedido cumplimentar exitosamente su labor.27

Junto con el sub-registro o la ausencia indígena en las fuentes catastrales oficiales se

observa también una sobre-estimación del espacio ocupado por el Estado en el registro

gráfico de 1864, pues en lo referido a los pagos de Azul y Tapalqué, figuran varios

arrendatarios fuera de la línea de fronteras de 1858, que según otra documentación analizada

como los expedientes de la escribanía mayor de gobierno de la provincia, no lograron

consolidar efectivamente sus tenencias durante el período estipulado por las normativas

oficiales.

c) El aporte de la Arqueología

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Intrínsecamente vinculado con la dificultad de la reconstrucción indígena a través de

ciertos documentos escritos se encuentra el aporte realizado por los estudios arqueológicos de

las regiones de pampa-patagonia fundamentalmente desde los últimos veinte años, que han

permitido visualizar a estos agentes desde su registro material y con una temporalidad mucho

más abarcadora que el análisis histórico, otorgando luz sobre diferentes aspectos. En especial,

los patrones de asentamiento y movilidad, el uso de los recursos naturales, los circuitos

productivos y de intercambio comercial, las formas tecnológicas y el mundo simbólico y

ritual de los grupos nativos, que confirman los resultados de la Historia y/o agregan nueva

información, en el marco de la utilización de los recursos heurísticos y metodológicos propios

de esta disciplina. En este sentido, diversas investigaciones llevadas a cabo para la llanura

inter-serrana bonaerense, los valles neuquinos y los sistemas serranos de Tandilia y Ventania

han comprobado el uso de tecnología pecuaria para el siglo XIX o inclusive antes, planteando

la utilización de estructuras de pircas encontradas en los yacimientos por parte de las

comunidades contemporáneas a modo de corrales de ganado vinculados con estos circuitos de

control e intercambio pastoriles inter-tribales, interétnicos e interregionales.28

Específicamente para el área abordada en nuestro estudio, la pesquisa desarrollada en

la zona del arroyo Nieves (actual partido de Olavarría, aunque comprendido dentro de la

región de Azul y Tapalqué en la primera mitad de la centuria) desde la “arqueología

histórica”, ha contribuido a develar diversos aspectos significativos de estas sociedades, en

especial de las tribus catrieleras y parcialidades aliadas, mediante el análisis de su registro

material contextualizado y confrontado con el uso de una variada gama de documentos

escritos. En primer lugar, como ya aludimos, ha confirmado la presencia de los “indios

amigos” a nivel regional también en la segunda mitad del siglo. Luego, ha revelado la

utilización de estructuras de pircas de diferentes tamaños y características con distintos tipos

de funciones y no sólo como usos tecnológicos vinculados tradicionalmente con las

actividades productivas realizadas como los corrales de ganado. Planteándose de forma

original a estas construcciones -según ciertos parámetros como el tipo de emplazamiento, el

tamaño de las estructuras, su morfología, etc.- también como lugares de vigilia, defensa y

control territorial, habitaciones domésticas, etc. Finalmente, ha contribuido a establecer sus

patrones de consumo y su participación en circuitos comerciales regionales e interregionales

de gran envergadura.29

En síntesis, los estudios arqueológicos ayudan a otorgar accesibilidad a estos agentes

fronterizos, ya sea complementando la pesquisa histórica o develando nueva información

mediante técnicas y procedimientos propios de la disciplina y dentro de un marco temporal

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mucho más amplio, que contempla una progresiva pérdida de su autonomía hasta su definitiva

extinción (física y cultural) en las postrimerías del siglo decimonónico, en pos de la

consolidación del Estado unificado y del mercado interno vinculado al “modelo agro-

exportador”.

Breves consideraciones finales El objetivo de este trabajo fue exponer los resultados centrales obtenidos hasta el

momento en el marco de nuestra investigación doctoral en curso, que trata, en líneas

generales, sobre la construcción del orden rosista en la frontera sur de Buenos Aires mediante

el estudio de caso de Azul y Tapalqué, a la vez que realizar una reflexión metodológica

anclada en esta misma praxis investigativa que permita dar cuenta de los alcances y

limitaciones, problemas, etc. en el uso de fuentes para la reconstrucción de los múltiples

sujetos constructores del universo fronterizo coetáneo, especialmente los pequeños-medianos

tenedores rurales y las sociedades indígenas.

Para esto, en un primer apartado, hemos destacado el importante rol que tuvo el

gobierno de Rosas en la colonización de la región mediante las decisiones generadas en lo

concerniente a su política indígena y de tierras, estrechamente ligadas entre sí. En efecto,

hemos referido que si bien la zona presentaba poblamiento espontáneo previo desde el

decenio de 1820, las donaciones de suertes asignadas a partir de 1832, en una coyuntura

bastante singular, contribuyeron al establecimiento efectivo de población, a la puesta en

producción agraria y a la ampliación del espacio territorial oficial en el lugar (más allá del real

control sobre el mismo en el marco de la presencia indígena y de los propios intereses del

vecindario local). Asimismo, destacamos la centralidad numérica y la larga presencia secular -

aunque con variaciones en el tiempo- de los “indios amigos” y la significatividad de los

pequeños productores en esta zona de la frontera sur, que fue tradicionalmente considerada

por la historiografía como el paradigma del gran latifundio pampeano. Y referimos también la

relación de estos dos actores con la expansión de la “frontera política” además de la

económica, por contribuir, según destacan algunos estudios, a la articulación y sostenimiento

del gobierno mediante su participación en las milicias, la defensa del área en períodos

especialmente conflictivos y la legitimación del régimen rosista a nivel electoral (cuestión que

estamos profundizando en la actualidad); procesos en los que tuvieron una participación

activa junto a otros sectores como los grandes propietarios.

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En segundo lugar, adentrándonos en las formas de abordaje más que en el contenido

de la investigación, marcamos algunas dificultades presentadas para el estudio del universo

fronterizo contemporáneo, como la falta de continuidad del material heurístico, su dispersión

y el distinto rango de información que presenta, así como la diversidad, los diferentes

orígenes y características de las fuentes utilizadas, sus alcances, limitaciones y la metodología

implementada para su sistematización. Haciendo especial hincapié en el estudio de los

registros de acceso y tenencia de la tierra y cartográficos oficiales y sus silencios, planteando

la necesidad de recurrir a otra clase de documentación complementaria así como a la

disciplina arqueológica para el rescate y visibilidad de estos dos agentes históricos.30

La ocupación de las fronteras constituye un proceso estrechamente ligado a la

formación de los Estados republicanos y a la implantación del sistema capitalista en América,

que se encuentra a la luz de nuestro presente y que debería ser analizado en su dinámica

intrínseca, rescatando a los diversos agentes históricos forjadores del mismo por más

obstáculos que presente su reconstrucción, recurriendo a lecturas interdisciplinarias y

considerando las múltiples y complejas aristas y posibilidades que el propio marco

contemporáneo presentó per se y no a través de una mirada teleológica que contemple sólo

los resultados que ya todos ciertamente conocemos.

∗ Este trabajo fue presentado en la Mesa Redonda “Aportes interdisciplinarios para el estudio de las

fronteras indígenas e hispano-criollas americanas, ca.1780-1880”, VII Encontro Internacional da Associaçao Nacional de Pesquisadores de História Latino-Americana e Caribenha, PUC-Campinas, Sao Paulo, Brasil, 12 de octubre de 2006, coordinada junto a la Dra. Victoria Pedrotta. Agradezco los comentarios suyos y del resto de los participantes de la jornada. 1 Sobre esta última cuestión Sarmiento, Domingo Faustino (1999) [1845], Facundo. Civilización y barbarie, Buenos Aires, Emecé. Halperín Donghi, Tulio (1995) [1980], Proyecto y construcción de una Nación (1846-1880), Buenos Aires, Ariel. Altamirano, Carlos y Beatriz Sarlo (1997), Ensayos argentinos. De Sarmiento a la vanguardia, Buenos Aires, Ariel. 2 Entre otros, Weber, David and Jane M. Rausch (Eds.) (1994), Where cultures meet. Frontiers in Latin American History, Baltimore, Jaguar Books. White, Richard (1991), The middle ground. Indians, empires and republics in the Great Lakes region, 1650-1815, New York, CUP. Palermo, Miguel Ángel (2000), “A través de la frontera. Economía y sociedad indígenas desde el tiempo colonial hasta el siglo XIX”, en Tarragó, Myriam (Direct.), Nueva Historia Argentina. Los pueblos originarios y la conquista, Buenos Aires, Sudamericana, pp. 343-382. Ratto, Silvia, (2003), La frontera bonaerense (1810-1828): Espacio de conflicto, negociación y convivencia, La Plata, AHPBA. Mandrini, Raúl y Carlos Paz (Comps.) (2003), Las fronteras hispanocriollas del mundo indígena latinoamericano en los siglos XVIII-XIX. Un estudio comparativo, Neuquén, Bahía Blanca, Tandil, UNCo, UNSur, UNCPBA. Boccara, Guillaume (2003), “Fronteras, mestizaje y etnogénesis en las Américas”, en Mandrini, R. y C. Paz (Comps.), Ibid., pp. 63-108. Bjerg, M. Mónica (2004), El mundo de Dorotea: la vida en un pueblo de la frontera de Buenos Aires en el siglo XIX, Buenos Aires, Imago Mundi. Mandrini, R. (Ed.) (2006), Vivir entre dos mundos. Las fronteras del sur de la Argentina. Siglos XVIII y XIX, Buenos Aires, Taurus. Politis, Gustavo y Patricia Madrid (2001), “Arqueología pampeana: estado actual y perspectivas”, en Berberian, E. y A. Nielsen (Eds.), Historia argentina prehispánica, Córdoba, Brujas, Tomo II, pp. 737-814. Pedrotta, Victoria (2005), “Las sociedades indígenas del centro de la provincia de Buenos Aires entre los siglos XVI y XIX”, Tesis Doctoral, Facultad de Ciencias Naturales y Museo, UNLP. Turner, Frederick J. (1958), The frontier in American History, New York, Henry Holt and Company.

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3 Las primeras discusiones sobre la presencia del campesinado y la agricultura en la región en Mayo, Carlos et al (1987), “Polémica. Gauchos, campesinos y fuerza de trabajo en la campaña rioplatense colonial”, Anuario IEHS, Nº 2, Tandil, UNCPBA, pp. 23-70. Un estado de la cuestión sobre la historia rural rioplatense en Garavaglia, Juan Carlos y Jorge Gelman (1998), “Mucha tierra y poca gente: un nuevo balance historiográfico de la historia rural platense (1750-1850)”, Noticiario de Historia Agraria, Nº 15, Murcia, SEHA, Enero-Junio, pp. 29-50. Fradkin, Raúl y J. Gelman (2004), “Recorridos y desafíos de una historiografía. Escalas de observación y fuentes en la historia rural rioplatense”, en Bragoni, Beatriz (Ed.), Microanálisis. Ensayos de historiografía argentina, Buenos Aires, Prometeo Libros, pp. 31-54. Míguez, Eduardo (2000), “El capitalismo y la polilla. Avances en los estudios de la economía y la sociedad rural pampeana, 1740-1850”, Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani” , Nº 21, Tercera Serie, Buenos Aires, UBA, 1º semestre, pp. 117-133. Fradkin, R. (2006), “Caminos abiertos en la pampa. Dos décadas de renovación de la historia rural rioplatense desde mediados del siglo XVIII a mediados del XIX”, en Gelman, J. (Coord.), La historia económica argentina en la encrucijada. Balances y perspectivas, Buenos Aires, AAHE-Prometeo Libros, pp. 189-207. 4 Ibid. notas 1 y 2, entre otros. Sobre la formación del sector terrateniente puede consultarse las distintas

tesis de Halperín Donghi, T. (1963), “La expansión ganadera en la campaña de Buenos Aires (1810-1852)”, Desarrollo Económico, Vol. 3, Buenos Aires, IDES, abril-septiembre, pp. 57-110 y Halperín Donghi, T. (1992), “Clase terrateniente y poder político en Buenos Aires (1820-1930)”, Cuadernos de Historia Regional, Luján, Universidad Nacional de Luján, 2º semestre, pp. 11-45. Fradkin, R. (1993), “¿Estancieros, hacendados o terratenientes? La formación de la clase terrateniente porteña y el uso de las categorías históricas y analíticas (Buenos Aires, 1750-1850)”, en Bonaudo, Marta y Alfredo Pucciarelli (Comps.) La problemática agraria. Nuevas aproximaciones, Buenos Aires, CEAL, pp. 17-58. Hora, Roy (2002), Los terratenientes de la pampa argentina. Una historia social y política 1860-1945, Buenos Aires, Siglo XXI. 5 Jancsó, István (Org.) (2003), Brasil: Formaçao do Estado e Da Naçao, Sao Pablo, Hucitec, Ed. Unijuí,

Fapesp. Lázaro, Silvia (Coord.) (2000), Estado y cuestiones agrarias en Argentina y Brasil: Políticas, impactos y procesos de transformación, La Plata, UNLP, entre otros. Chiaramonte, José Carlos (1991), Mercaderes del Litoral. Economía y sociedad en la provincia de Corrientes, primera mitad del siglo XIX, México, FCE, Chiaramonte, J.C. (1997), Ciudades, provincias, Estados: Orígenes de la Nación Argentina (1800-1846), Buenos Aires, Ariel Historia. 6 Carretero, Andrés (1971), La llegada de Rosas al poder, Buenos Aires, Pannedille y Carretero, A. (1972), La propiedad de la tierra en la época de Rosas, Buenos Aires, Coloquio. Oddone, Jacinto (1967), La Burguesía Terrateniente Argentina, Buenos Aires, Libera. Lynch, John (1997) [1981], Juan Manuel de Rosas, Buenos Aires, Emecé y Lynch, J. (1993), Caudillos en Hispanoamérica, 1800-1850, Madrid, Mapfre. Nuevas perspectivas sobre el particular en Goldman, Noemí (Dir.) (1998), Nueva Historia Argentina. Revolución, República, Confederación (1806-1852), Buenos Aires, Sudamericana y Goldman, N. y Ricardo Salvatore (Comps.) (1998), Caudillismos Rioplatenses. Nuevas miradas a un viejo problema, Buenos Aires, Eudeba. Salvatore, R. (2003), Wandering Paysanos: state order and subaltern experience in Buenos Aires during the Rosas era, Durham, Duke University Press. 7 Tesis Doctoral en curso “Un vecindario federal. La construcción del orden rosista en la frontera sur de Buenos Aires. Un estudio de caso (Azul y Tapalqué)”, Programa de Doctorado Inter-Universitario en Historia, Instituto de Estudios Histórico-Sociales, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, sede Tandil, Argentina. 8 Halperín Donghi, T. (1963), Op. Cit. Garavaglia, J. C. (1999), Pastores y labradores de Buenos Aires. Una historia agraria de la campaña bonaerense 1700-1830, Buenos Aires, Ediciones de la Flor. Barsky, Osvaldo y Julio Djenderedjian (2003), Historia del capitalismo agrario pampeano. La expansión ganadera hasta 1895, Tomo 1, Buenos Aires, UB, Siglo XXI. Politis, G. y P. Madrid (2001), Op. Cit. 9 Infesta, María Elena (1994), “Propiedad rural en la frontera. Azul, 1839”, en Enrique Barba, In Memoriam. Estudios de Historia, Buenos Aires, ANH-Fundación Banco Municipal de La Plata, pp. 269-286 e Infesta, M. E. (2003), La pampa criolla. Usufructo y apropiación privada de tierras públicas en Buenos Aires, 1820-1850, La Plata, AHPBA. Lanteri, Sol (2002), “Pobladores y donatarios en una zona de la frontera sur durante el rosismo. El arroyo Azul durante la primera mitad del siglo XIX”, Quinto Sol, Año 6, Nº 6, Santa Rosa, IESH, FCH, UNLPam, pp. 11-42. El “negocio pacífico” implicaba, en líneas generales, una contraprestación de servicios entre el gobierno provincial y algunas tribus indígenas catalogadas según estas relaciones como “amigas” y “aliadas” (y “enemigas”, las que no pactaron), que a cambio de asistencia médica y manutención de sus caciques y comunidades mediante la entrega regular de ganado y “vicios de costumbre”, estaban obligadas a establecerse dentro del territorio provincial y brindar auxilio militar las primeras, y realizar servicios de chasque, etc., las segundas. Para más detalles véase Ratto, S. (1994), “El `negocio pacífico de indios´: La frontera bonaerense durante el gobierno de Rosas”, Siglo XIX, Nº 15, Monterrey, enero-junio, pp. 25-

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47, Ratto, S. (1994), “Indios amigos e indios aliados. Orígenes del `Negocio Pacífico´ en la Provincia de Buenos Aires (1829-1832)”, Cuadernos del Instituto Ravignani, Nº 5, Buenos Aires, UBA, pp. 5-34 y Ratto, S. (2003), “Una experiencia fronteriza exitosa: el `negocio pacífico´ de indios en la provincia de Buenos Aires (1829-1852)”, Revista de Indias, Vol. LXIII, Madrid, CSIC, pp. 191-222. 10 Si bien este promedio puede considerarse de grandes dimensiones en comparación a los registros territoriales encontrados para otros lugares de América, al interior del espacio bonaerense constituían pequeñas-medianas extensiones de tierra, que según la tecnología y el acceso a los mercados coetáneos, sólo habrían permitido cubrir la reproducción agraria familiar. Las suertes de estancia eran equivalentes a ¾ de legua cuadrada, y éstas a 2.700 hectáreas (has.) cada una hasta 1881, por lo que aquéllas medían 2.025 has. Mientras las grandes estancias en la región podían llegar a tener hasta 20 leguas cuadradas, como veremos a posteriori. 11 Gelman, J. (1997), Un funcionario en busca del Estado, Pedro Andrés García y la cuestión agraria bonaerense, Bernal, UNQ. Lanteri, S. (2002), Ibid. Ratto, S. (1994) y (2003), Ibid. Sobre el traslado de las tolderías de Venancio y la formación del pueblo de Azul a finales de 1832, Archivo General de la Nación (AGN), Buenos Aires, X, 24-8-2. Sobre la presencia secular y el devenir espacial de los “indios amigos”, Pedrotta, V. (2005), Op. Cit., Lanteri, S. y V. Pedrotta (2006), “Mirando de a dos: espacio y territorio en la frontera sur bonaerense durante el siglo XIX, un enfoque interdisciplinario”, II Encuentro de Investigadores. Fuentes y Problemas de la Investigación Histórica Regional, Santa Rosa, IESH-UNLPam. 12 Ratto, S. (2003), “Soldados, milicianos e indios de “lanza y bola”. La defensa de la frontera bonaerense a mediados de la década de 1830”, Anuario IEHS, Nº 18, Tandil, UNCPBA, pp. 123-152 y Gelman, J. (2002), “La rebelión de los estancieros. Algunas reflexiones en torno a los Libres del Sur de 1839”, Entrepasados, Nº 22, Buenos Aires, pp. 113-144. 13 Lanteri, S. (2002), Op. Cit. 14

Lanteri, S. (2005), “Estado, tierra y poblamiento en la campaña sur de Buenos Aires durante la época de Rosas. La frontera del arroyo Azul”, Anuario de Estudios Americanos, Nº 62, Vol. 2, EEHA-CSIC, Sevilla, julio-diciembre, pp. 251-283 y Lanteri, S. (2006), “Una verdadera `isla en el nuevo sur´. Las donaciones condicionadas en el arroyo Azul durante el rosismo”, en Banzato, Guillermo et al (Eds.), Acceso y tenencia de la tierra en Argentina. Enfoques locales y regionales, siglos XVIII-XX, en prensa. 15 Mascioli, Alejandra (2004), Productores y propietarios al sur del salado (1798-1860), Mar del Plata, UNMdP. Mosse, Valeria (2003), “La propiedad de la tierra en la frontera sur de Buenos Aires. El caso de Tandil visto a través de los Duplicados de Mensura”, CD de las IX Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia, Córdoba, UNC. D´agostino, Valeria (2006), “Propiedad y modalidades de acceso a la tierra en el `nuevo´ sur de Buenos Aires: los partidos de Arenales y Ayacucho (1823-1860)”, en Banzato, G. et al (Eds.), Ibid. 16 Gelman, J. y Ma. Inés Schroeder (2003), “Juan Manuel de Rosas contra los estancieros: Los embargos a los “unitarios” de la campaña de Buenos Aires”, Hispanic American Historical Review, 83:3, Duke University, pp. 487-520. Gelman, J. y Daniel Santilli (2003), “Distribución de la riqueza y crecimiento económico. Buenos Aires en la época de Rosas”, Desarrollo Económico, Vol. 43, Nº 169, Buenos Aires, IDES, abril-junio, pp. 75-101. 17

Un análisis de esta coyuntura en Pagani, Rosana, N. Souto y F. Wasserman, “El ascenso de Rosas al poder y el surgimiento de la Confederación (1827-1835)”, en Goldman, N. (1998) Op. Cit., pp. 283-321. Garavaglia, J. C. (2004), “La propiedad de la tierra en la región pampeana bonaerense: algunos aspectos de su evolución histórica (1730-1863)”, en Fradkin, R. y J. C. Garavaglia (Eds.), En busca de un tiempo perdido. La economía de Buenos Aires en el país de la abundancia, 1750-1865, Buenos Aires, Prometeo Libros, pp. 65-106. Gelman, J. (2004), “La construcción del orden postcolonial. El `sistema de Rosas´ en Buenos Aires, entre la coerción y el consenso”, Tiempos de América, Nº 11, Castellón, Universitat Jaume I, pp. 27-44, Gelman, J. (2004), “Unitarios y federales. Control político y construcción de identidades en Buenos Aires durante el primer gobierno de Rosas”, Anuario IEHS, Nº 19, Tandil, UNCPBA, pp. 359-390 y Gelman, J. (2005), Rosas, estanciero. Gobierno y expansión ganadera, Buenos Aires, Claves para Todos, Capital Intelectual. 18 Lanteri, S. (2002), (2005) y (2006), Op. Cit. Cutolo, Vicente O. (1971), Nuevo Diccionario Biográfico Argentino (1750-1930), Buenos Aires, Elche. Yaben Jacinto (1940), Biografías argentinas y sudamericanas, Buenos Aires, Metrópolis. Capdevila, Rafael (1973), Pedro Rosas y Belgrano, el hijo del General, Tapalqué, Patria. González Bernaldo, Pilar (1987), “El levantamiento de 1829: el imaginario social y sus implicaciones políticas en un conflicto rural”, Anuario IEHS, Nº 2, Tandil, UNCPBA, pp. 137-176. 19 AGN, X, 43-10-3 y 30-7-8. Lanteri, S. (2006), “¿Una frontera bárbara y sin instituciones? Elecciones y clientelismo en la formación del Estado provincial durante el gobierno de Rosas”, mimeo. 20 Levi, Giovanni (1990) [1985], La herencia inmaterial. La historia de un exorcista piamontés del siglo XVll, Madrid, Nerea y Levi, G. (1993), “Sobre Microhistoria”, en Burke, Peter (Ed.), Formas de Hacer Historia, Madrid, Alianza, pp. 119-143.

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21 Joseph, Gilbert M. and Daniel Nugent (1994), Everyday forms of state formation. Revolution and the negotiation of rule in modern Mexico, Durham and London, DUP. 22 Más detalles en la sección de Fuentes y Metodología del Proyecto de Tesis Doctoral en curso, Ibid. nota 7. 23 Aliata, Fernando (1998), “Cultura urbana y organización del territorio”, en Goldman, N. (1998), Op. Cit, pp. 199-254. Lázaro, S. (2000), Op. Cit. 24 Las tres únicas suertes efectivamente escrituradas durante el lapso fueron las de Prudencio y Juan Rosas, hermano e hijo del gobernador respectivamente, en 1839. El resto de los terrenos fueron apropiados pero no pasaron a la propiedad legal plena sino hasta las décadas de 1860 y 1870, cuestión que no impidió su poblamiento, puesta en producción e incluso la enajenación entre particulares. Sobre la revisión de la política rosista y los arrendamientos rurales ver Infesta, M. E. y Marta Valencia (1987), "Tierras, premios y donaciones. Buenos Aires: 1830-1860", Anuario IEHS, Nº 2, Tandil, UNCPBA, pp. 177-211. Valencia, M. (1999), “Las tierras de Buenos Aires: el sistema de arriendo público. 1857-1876”, Trabajos y comunicaciones, (2ª Época), Nº 25, La Plata, UNLP, pp. 179-216 y Valencia, M. (2000), “Los derechos adquiridos y las nuevas ocupaciones en la frontera bonaerense: el sistema de arriendo público, 1857-1876”, en Amaral, Samuel y M. Valencia (Comps.), Argentina: el país nuevo. Problemas de historia económica: 1800-1914, [Edición Revisada], La Plata, UNLP, pp. 116-156. 25 Infesta, M. E. y M. Valencia (1987), Ibid. Canedo, Mariana (2000), Propietarios, ocupantes y pobladores. San Nicolás de los Arroyos, 1600-1860, Mar del Plata, UNMdP. Banzato, Guillermo (1999), “Análisis y comentario de fuentes para el estudio de la propiedad de la tierra en los partidos de Chascomús, Ranchos y Monte, 1779-1850”, Trabajos y comunicaciones, (2ª Época), Nº 25, La Plata, UNLP, pp. 151-178. 26 Un mayor desarrollo de esta cuestión en Pedrotta, V. (2005), Op. Cit. y Lanteri, S. y V. Pedrotta (2006), Op. Cit. 27 Duplicados de diligencia de mensuras de Azul, Nº 101 y 159, DGYC, La Plata, 1863 y 1872, respectivamente. 28 Biset, Ana María y Gladys Varela (1990), “Modelos de asentamiento y ocupación del espacio de la sociedad pehuenche del siglo XVIII: la Cuenca del Curi Leuvú”, Revista de Historia, Nº 1, Neuquén, UNCo, pp. 17-27. Goñi, Rafael (1983-1985), “Sitios de ocupación indígena tardía en el departamento Picunches (Prov. del Neuquén, Argentina), Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología, Buenos Aires, pp. 363-386. Madrid, P. (1991), “Infraestructura indígena para el mantenimiento y traslado de ganado introducido: el caso del sistema serrano de Pillahuinco, Prov. de Buenos Aires”, Boletín del Centro, Nº 3, La Plata, pp. 65-71. Mazzanti, Diana (1993), “Control del ganado caballar a mediados del siglo XVIII en el territorio indio del sector oriental de las serranías de Tandilla”, en Mandrini, R. y Andrea Reguera (Comps.), Huellas en la tierra. Indios, agricultores y hacendados en la pampa bonaerense, Tandil, IEHS-UNCPBA, pp. 75-89. Slavsky, Leonor y Gladys Ceresole (1988), “Los corrales de piedra de Tandil”, Revista de Antropología, Nº 4, pp. 43-50. Politis, G. y P. Madrid (2001), Op. Cit. 29 Pedrotta, V. (2005), Op. Cit. Ferrer, Eduardo y V. Pedrotta (2006), Los corrales de piedra. Comercio y asentamientos aborígenes en las sierras de Tandil, Azul y Olavarría, Tandil, Crecer. 30 Por otro lado, no nos detuvimos en otro tipo de material utilizado para la reconstrucción de estos sectores subalternos rurales, como las fuentes judiciales, ni en el aporte de otras disciplinas como la Antropología, por una cuestión de espacio e hilo argumental y porque todavía nos encontramos trabajando con los mismos. Sobre sus posibilidades ver Ratto, S. (2006), “Rompecabezas para armar. El estudio de la vida cotidiana en un ámbito fronterizo”, Memoria Americana, Nº 13, Buenos Aires, UBA, en prensa.

Anais Eletrônicos do VII Encontro Internacional da ANPHLAC Campinas - 2006ISBN 978-85-61621-00-1