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y cuenta cómo se transporta el tronco a través de la mon- taña sin caminos, tarea de las más pesadas, que exigía cen- tenares de hombres y largas jornadas ele esfuerzo. "Pero -continúa- desde hace cua- tro años es un camión petro- lero, destinado al transporte de cañerías, el que lleva el tronco a la ciudad." Y me in- forma que el tronco sobre el cual se va a danzar está ya en su sitio. Me desilusionan estas modernizaciones, pero recibo con mucho placer la invitación a ir con ellos, en la mañana siguiente, al bosque en que cortarán los bejucos que deben arrollarse alrededor del tron- co. A la mañana siguiente me encuentro con Isidoro y sus hombres en la plaza de la igle- sia, muy atareados del palo. (En realidad, se han juntado dos pinos, por no ha- berse encontrado uno que fue- se lo bastante alto.) Utilizando bejucos -algunos de los cua- les tienen más de diez centí- metros de espesor- a manera de hilo, hacen enormes pun- tadas alrededor del tronco: una especie de costura para gigantes. Cuand? acaba una de las lia;nas, la unen a la se- vo LUMEN \' 11 I N l" MERO 9 MEXICO, MAYO DE 1954 E J EMP LAR $ 1.00 comprender, siquiera en parte, el sentido de esta antigua ce- remonia religiosa y el puesto que Iioy ocupa en ]a mentali- dad ele los indígenas. Por feliz casualidad, me en- cuentro con tres danzantes en casa de uno de los funciona- rios del Municipio. Isidoro, el jefe de la danza, es hombre de unos treinta años, muy bajo de estatura, de mirada vi V5L y penetrante. Sus dos compañe- ros, vestidos de blanco, a la totonaca, hablan español con dificultad. Isidoro se pone en seguida a explicarme la impor- tancia que tiene el escoger y cortar adecuadamente el árbol, , . exlCO MIEMBRO DE LA ASOCIACION' INTERNACIONAL DE U IVERSIDADES Apenas llegada a Papantla, me pongo eh busca de los dan- zantes. Tengo la intención de seguir todas las operaciones que han de efectuarse antes de la fiesta, con esperanza de Por Lauretie SEJOURNE VOLADOR significado primitivo de esta danza, de innegable origen prehispánico: se ha hablado de danzas en honor del sol, de ceremonias dedicadas El la fer- tilidad de la tierra, a las l]u- vias . .. Hoy, el· volador es parte indispensable de las fies- tas que se celebran en Corpus Christi, en diversos lugares de la sierra de Puebla y en Pa- pantla, Estado de Veracruz. ORCANO OFICIAL DE LA U. N. A. M. bres. El quinto danzante se' mantiene en pie sobre' el tam- bor de madera, ctiyo diálÍletro es de treinta y seis centíme-' tras. Al ternlinai: la danza; que dura cerca de' dos hOl'as, los hombres atados' a' las cuerdas se lanzan al vacío, ponien'do en movimiento el ctiadriláteió y el ta·mbor. .Las .cuerdas se desenrollan en espirales cada vez más amplias; hasta que los hombres-pájaros llegan al" suelo. . MUchas interpretacione-s se han propuesto para dar con el E CARAMADOS sobre un tronco de árbol cu- ya altura 'varía entre los veinticinco y' los treinta metros, cinco hombres ejecutan la danza del volador, la más bella e impresionante entre todas las practicadas por los indígenas de México. En lo alto de! tronco se co- loca un tambor móvil de 38 centímetros de diámetro. Cua- tro cuerdas lo unen El un cua- rlrilátero de madera, suspen- dido un metro más abajo, en que están sentados cuatro hombres. Otros cuatro grue- sos cables están arrollados al tronco entre el tambor y el cuadrilátero,. y atados por la punta a la cintura de los hom- t

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y cuenta cómo se transportael tronco a través de la mon­taña sin caminos, tarea de lasmás pesadas, que exigía cen­tenares de hombres y largasjornadas ele esfuerzo. "Pero-continúa- desde hace cua­tro años es un camión petro­lero, destinado al transportede cañerías, el que lleva eltronco a la ciudad." Y me in­forma que el tronco sobre elcual se va a danzar está ya ensu sitio. Me desilusionan estasmodernizaciones, pero recibocon mucho placer la invitacióna ir con ellos, en la mañanasiguiente, al bosque en quecortarán los bejucos que debenarrollarse alrededor del tron­co.

A la mañana siguiente meencuentro con Isidoro y sushombres en la plaza de la igle­sia, muy atareados alrededol~

del palo. (En realidad, se hanjuntado dos pinos, por no ha­berse encontrado uno que fue­se lo bastante alto.) Utilizandobejucos -algunos de los cua­les tienen más de diez centí­metros de espesor- a manerade hilo, hacen enormes pun­tadas alrededor del tronco:una especie de costura paragigantes. Cuand? acaba unade las lia;nas, la unen a la se-

v o L U M E N \' 11 I • N l" M E R O 9

MEXICO, MAYO DE 1954

E J E M P LAR $ 1.00

comprender, siquiera en parte,el sentido de esta antigua ce­remonia religiosa y el puestoque Iioy ocupa en ]a mentali­dad ele los indígenas.

Por feliz casualidad, me en­cuentro con tres danzantes encasa de uno de los funciona­rios del Municipio. Isidoro, eljefe de la danza, es hombre deunos treinta años, muy bajode estatura, de mirada vi V5L ypenetrante. Sus dos compañe­ros, vestidos de blanco, a latotonaca, hablan español condificultad. Isidoro se pone enseguida a explicarme la impor­tancia que tiene el escoger ycortar adecuadamente el árbol,

, .exlCO

MIEMBRO DE LA ASOCIACION' INTERNACIONAL DE U IVERSIDADES•

Apenas llegada a Papantla,me pongo eh busca de los dan­zantes. Tengo la intención deseguir todas las operacionesque han de efectuarse antes dela fiesta, con esperanza de

Por Lauretie SEJOURNE

VOLADOR

significado primitivo de estadanza, de innegable origenprehispánico: se ha habladode danzas en honor del sol, deceremonias dedicadas El la fer­tilidad de la tierra, a las l]u­vias . .. Hoy, el· volador esparte indispensable de las fies­tas que se celebran en CorpusChristi, en diversos lugares dela sierra de Puebla y en Pa­pantla, Estado de Veracruz.

ORCANO OFICIAL DE LA U. N. A. M.

bres. El quinto danzante se'mantiene en pie sobre' el tam­bor de madera, ctiyo diálÍletroes de treinta y seis centíme-'tras. Al ternlinai: la danza; quedura cerca de' dos hOl'as, loshombres atados' a' las cuerdasse lanzan al vacío, ponien'do enmovimiento el ctiadriláteió yel ta·mbor. .Las .cuerdas sedesenrollan en espirales cadavez más amplias; hasta que loshombres-pájaros llegan al"suelo. .

MUchas interpretacione-s sehan propuesto para dar con el

ECARAMADOS sobre

un tronco de árbol cu­ya altura 'varía entrelos veinticinco y' los

treinta metros, cinco hombresejecutan la danza del volador,la más bella e impresionanteentre todas las practicadas porlos indígenas de México.

En lo alto de! tronco se co­loca un tambor móvil de 38centímetros de diámetro. Cua­tro cuerdas lo unen El un cua­rlrilátero de madera, suspen­dido un metro más abajo, enque están sentados cuatrohombres. Otros cuatro grue­sos cables están arrollados altronco entre el tambor y elcuadrilátero,. y atados por lapunta a la cintura de los hom-

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gunda con un nudo, despuésde flexibilizar los dos extre­mos retorciéndolos. Duranteese recio trabajo, sudorosos,.cÓnversan entre sí, sonriendo,en su lengua de inflexiones taúsuaves q·ue parece la que in­ventan las madres para hablar.a los niños muy pequeños. Alotro lado de la plaza, dos pre­sos, vigilados por un soldadode fusil y bayoneta, cavan, conincreíble indolencia, el aguj e­ro en que se ha de afirmar elpalo. .

Me sorprende la poca curio-. sidad que los dánzantes handespertado. Durante' la opera­ción de los bejucos; que hadurado varias horas, sólo algu­nos indios que van al merca­do, y los niños que salen de laescuela, se han detenido P?run instante. El volador es, S111

embargo, la clave de las fiestasen Papantla, y se anunci". ílrO­fusamente. en toda la Repú··blica y hasta en los EstadosUnidos. Nunca hubiera imagi­nado vedettcs más humildes V

borrosas. Cualquier torero oactriz de tercer orden se atrae­ría los honores de la pobla­ción mientras que los danzan­tes pasan del todo inadverti­dos.

Dfsde la mañana, a pesardel insoportable calor, no hanbebido nada. Ya hemos dejadobastante atrás la hora del al­muerzo, y advierto que nopiensan en comer. Invito aIsidoro a tomar un bocado enuna cantina en que me he re­fugiado por la mañana paraevitar la insolación, y ".ceptacon toda sencillez.

Isidoro se muestra absolu­tamente escéptico en 10 quetoca a las creencias y tabús re­lativos a la danza, y mientras10 escucho llego a sentir ciertodespecho, como si me negaraalgo que me debía. (Mis con­versaciones con sus compañe­ros me confirman luego esamisma indiferencia, racional einesperada.) Después de re­flexionar bien en lo que lepregunto, Isidoro contesta conlentitud y precisión: "Sí, ya-sé lo que usted quiere decir ...Precisamente en un libro queme han dado, dicen que 'todoeso' era, en otro tiempo, asun­to muy delicado ... Parece quehabía que ayunar doce díasantes de la danzá y doce díasdespués ... No, todo eso yase ;tcabó. .. (Se echa a reírde buena g-an?) Solamente elf1UC no tiene qué con'er se que­da con el estómago vacío ...Dicen también que no se po­dia volar si no se usaba el palollamado volador y si no se letransportaba v se le clavabaen el suelo cori bp.zos de hom­bres ... En realidad. las des­gracias ocu rrían porque po­nían a cualquiera para jefe dela danza. .. Con un buen or-

ganizador no puede ocurrirnada. Mire usted, hace dosaños; U))o de los muchachos sefué CQn una muchacha .al aca­ba~ de? bailar ... Todos sin­tieron miedo, es verdad, perono _pasó .absolutamente nad~.

Y así, poco a poco, se da unocuenta de que 10 que se decíaera falso."

. Me llena de contrariedadtanta lógica y le hago una pre­gunta más, con la esperanza deque no todo se haya perdido;"Pero ustedes sacrifican toda­vía un pollo en el agujero, an­tes de plantar el tronco, ¿ ver­dad?" "¡ Qué va!" -exclamaIsidoro -con seriedad-o 'íl.<)spollos están. muy caros ... Siel jefe municipal nos da uno,sí, 10 matamos; pero no vamosa pagarlo de nuestro bolsillo."Y es ése uno de los ritos másconocidos y del cual se hablamucho.

Al anochecer, vaya casa deJsidoro para ver su traje dedanzante, que yo desearía com­prar para el Jnstituto Nacio­nal Indigenista. Es una casitade madera, de una sola habi­tación, con paredes tapizadasde cartelones de cines, y pisode tierra. Allí está también sumujer, una ¡'üña de quince adieciséis años, más bien fea,y su hija de dieciséis meses.El traje, que Isidoro mismo haconfeccionado, es de raso rojo,todo recamado de perlas y len­tejuelas .. El gorro, cónico, co­mo el de las hadas, está recu­bierto de espejitas redondosy flores de cera y coronadode un gran abanico de papelplateado. Multitud de cintasde colores cuelgan de la pun­ta y flotan graciosamente asu alrededor.

Isidoro, me habla con or­gullo de sus viajes y sus pro­yectos. Ya fué contratado aMéxico y a Laredo y se lesofrece <{hora ir a Tijuana."Siempre tuve el presenti­miento de que llegaría el díaen que pudiera ir fácilmentede un lugar a otro. Y se hacumplido." Le pregunto cómollegó a hacerse danzante, y meexplica: "Me gustó siemprela fiesta. Primero fuí músicoen la banda de mi pueblo;luego intervine en varias dan­zas, pero ninguna me gustó,y decidí hacerme volador. Hi­ce un aprendizaje de un año,y al cabo de este tiempo pedía mi maestro que me deiarabailar sobre el t".mbor. 'Noquiso.. Yo tenía unas ganastan irresistibles de bailar, queesa negativa. me enfermó. Mequedé veinte días en cama conuna fuerte fiebre, sin que pu­dieran descubrir la causa delmal. Una vez curado, tuve unsueño: estaba viendo bailar. yme invadía una desesperac~ón

sin límites porque sabía quenunca iba a bailar yo mismo.

'il iLe conté este s,~leño a mImaestlp y él me dijo: 'Quiere1

clecir que tienes que llegar a.,~er un gran danzante.' Pocos ¡

,\ dias después, baila,ba yo sobrel' un tronco de diecinueve me­tros de. altura. N o ,sentí.a nin­gún temor, ninguna emoción.Era como si bailara en tierra."

Ha puesto a su hija sobresus rodillas y le habla con vozbaja y amahle. No es nada jac­tancioso. Es una buena p("r­sana que cumple su extrañaartesanía con amor y aplica­ción. "Muchas .veces me dicenque debo dejar este trabajo,pero por nada en el mundodejaría de bailar ... No es na­da' peligroso ... y además, sep:lga bien .. ." He calculadoque gana por cada danza, pocomás o menos, el doble de supaga diaria de carpintero.

Animada por el relato desu sueño-revelación, trato deaveriguar si sabe el signifi­cado que puede tener el vola­dor. Me asegura que no tie­ne significado alguno y quetampoco 10 conocía su maes­tro; "Si no, me lo hubiera di­cho" . Yo insisto, sugiriendo )ahipótesis de que ese juego po­día atraer la lluvia o hacermás fértil la tierra y él seecha a reír ruídosamente re­pitiendo: "No ... no ..." Mesiento avergonzada. Tengo laimpresión de haber pregun­tado a una joven madre si ("sverdad la historia de la ci­güeña.

A la mañana siguiente laplaza se ve invadida por uncamión-mastodonte provisto deuna grúa y una muchedumbrede diablos negros cubiertos decascos, guantes y. "overoles"que vienen de un campo pe­trolero. Mientras el conduc­tor del camión hace patétícosesfuerzos para colocarse enlugar tan estrecho, desnive­lado y rodeado de los frágilespuestos del mercado, alcanzoa ver por fin a los danzantesen actitud de creyentes: estántodos delante del árbol ejecu­tando pasos de danza. Josétoca la flauta y el tambor eJsidoro rocía rítmicamente eltronco con aguardiente. Estaceremonia está destinada a de­jar contento al tronco yatraerse su benevolencia.

El garfio de la grúa agarrabrutalmente el palo, que ad­quiere desde ese momento eltriste aspecto de un animal en­lazado. Se eleva por el aire y,a consecuencia de una malamaniobra, viene a colocarse so­bre Jos puestos del mercado.Todo el mundo grita y los ven­dedores abandonan precipita­damente sus barracas, quequedarían aplastadas comocastillos de naipes si el tron­co cayera sobre ellos. Una

~NfVE~rI~*D¡.DE :Mf:XICO:-\ I l., . iI ipieza de 'la 'g¡'Ú~ se qui~bra, yel tronco .rued\1 "p<1jr :jtierra,pero! s¡n que haya cjld~Taciasque Ikinentar. Hay eY.le::volver

.1a empezar. '/ ..:

, El trenca está otr~ ~z at~­do a la¡ cadena. Veo..a ISíf1"oro,el libre pensador, corriendo,con su boteJ.!a de aguardienteen la mano, para arrojar unaúltima bendición al agujero.El tronco, ya muy en lo alto,tiene el miserable aspecto deun cuerpo enfermo, y mirocon inquietud la curva que ha­ce la juntura de los dos árbo­les. La concurrencia sigue lasmaniobras como un. númerode circo cuando se sabe quehay peligro de muerte ... Derepente, se escucha un sinies­tro crujido: el tronco se hapartido en dos. Consternacióngeneral.

Al otro día, a las ocho, en­cuentro al grupito en plenotrabajo. Isidoro, con asom­brosa energía y presencia deánimo, ha decidido componerlos dos troncos. Han trabaja­do hasta altas horas de la no­che, y al alba ya estaban otravez en la tarea. "No he dor­mido nada ... tengo la impre­sión de haber estaclv velandoa un muerto", me dice. Yagrega satisfecho: "Pero es­taremos listos .. ." Me pre­gunto. llena de aprensión, có­mo podrán bailar con ese can­sancio, y le dig-o, para coñfor­tarlo, lo que he oído a los tu­ristas: es vidente que nadieviene a Papantla sino paraverlos. Me mira sonriendo,como un niño a quien consue­lan con un caramelo.

Los dos troncos están otravez juntos, y las lianas otravez arrolladas: vuelve a apa­recer el camión-mastodonte.La maniobra durará tres ho­ras, al cabo de las cuales eltronco volverá a quebrarse.Isidoro parece abrumado, perocuando una muchacha amigale dice riendo: "Ya ves, yo tehabía dicho que se rompería",él le contesta, como si adivi­nara la respuesta que ella de­seaba: "Entonces eres tú laque nos has echado el mal de'. "OJO.

El sábado, por la mañana,llega un nuevo tronco. Es unpino de veintiocho metros queha servido ya para bailar enotra ciudad. Esta vez son mu­chos los curiosos reunidos enla plaza. pues hace dos díasque la danza debió comenzar.Extranjeros, fotógrafos degrandes periódicos que van deun sitio a otro con aire de au­toridad, periodistas... Gru­pos de personas se detieneniunto al agujero en que se hade clavar el árbol, y siemprehay alguno que explica con­fidencialmente a un amigo losrituales misteriosos y bárbaros

(Pasa a la pág. 17)

UNIVERSIDAD DE MEXICO

demás. En este género de literatura en­contramos las siguientes expresiones:

Hombres, dejad la maldad . ..

Evitad el precipicio,mis deudos )1 mis amigosy vengan a ser testigosde mi afrentoso suplicio.

Padres, por vuestros hijos,velad en su educacióny evitar!is la ocasióncon cuidados tan prolijos,pues que la prostitución

al crimen los llevaráy Dios os castigarási dáis mala educación.

Puú la ley 1IIe ha cast'igadopor vivir a ?,iellda slte/ta

Sirva, amigos, de escarmiento,los que me venís a ver,pues ya van a fenecermis 1'11aldf!des y mi vir'ioen un terrible supliciodonde fin he de tener, ,

Hombre que vienes a ver?lIl'por una curiosidad,

1i

advierte que la maldadeste fin es el que tiene.Si sacar part-ido quieresde mi muerte, te aco'l/sejoljlte le veas el/ esle espejo.\' f¡ l/yas la lila/a ocasión,

y para concluir, ell la despedida de"El desgraciado Antonio Lozano", selee:

Adiós, hombres descarria.dos,adiós, her'/11,anos y allligo.l';teman de Dios los castigosy no seréis fusilados,

E L

LADOR(Viene de la pág. 2)

que ejecutan los danzantes:"¿ V es? Van a matar un polloy rociarlo con aguardiente".También están allí las autori­dades municipales. Me a¡se­auran que el Alcalde está en­fermo por culpa de las infi­nitas reclamaciones que le hanhecho los turistas desconten­tos. Las maniobras del ca­mión serán hoy aún más di­fíciles que los días preceden­tes, pues ha llovido, y las enor­mes ruedas patinan en la tie­rra pegajosa.

Al fin, el tronco ya estáalzado, e Isidoro, descalzo ycon un pañuelo rojo en la ca­beza, empieza a trepar sobreél, como un pirata que esca­lara el mástil de un barcopara enarbolar en él su pabe­llón.

Las cuatro de la tarde. Cie­lo nublado, y una breve llo­vizna de tiempo en tiempo. Elcalor es sofocante, y se sienteuno como en un baño turco.Llegan los amigos danzantesy me cuesta quedarme seriaviéndolos disfrazados con susbellos trajes. Los curiosos bo­tines de color amarillo ana­ranjado, muy puntiagudos,que llevan todos, y que mehabían sorprendido desde elprimer momento, resultanfrancamente extraños junto alpantalón de raso rojo. A laspocas palabras que me diceIsidoro, advierto que está algobebido, y con verdadera emo-'ción 10 veo dirigirse a tomarotro trago á. la pequeña can­tina del lugar.

Al fin, cuatro danzantes co­mienzan a subir por el palo ycada uno va a sentarse a unlado del cuadrilátero. Manipu­lan durante largo rato lascuerdas, que acaban por atar­se a la cintura. Le llega luegosu turno a Isidoro. Nunca lohabía visto tan en forma. An­da en venlao con mucho aplo­mo; ya está muy lejos de serel obrerito humilele y feo. Setrepa con agilidad a las tablasque sostienen el tronco por lapase; pide un cortaplumas,

vocon qu~ se raspa los botines,sonriendo, y empieza a subir.

Ya en lo más alto, se sientacon mucha soltura en la dimi­nuta plataforma. Arregla 'lascintas de su bonete para queno' lo molesteri y se pone atocar el, tambor y la flauta.Siempre sentado, se echa enseguida atrás, hasta tocar conla cabeza del cuadrilátero demadera. Se levanta y se incli­na sobre el lado próximo, yasí sobre los cuatro lados. Eldanzante que está bajo su ca­beza cuando él se inclina, srextiende entonces sobre la tirade madera, que tiene diez cen­tímetros de ancho, con la des­preocupación de quien estu­viera acostado en su cama.No puedo olvidar que se en­cuentran a 28 metros de al­tura, y siento vértigos.

Después de haberse inclina­do hacia los puntos cardinales,Isidoro se pone ele pie y bailaacompañándose siempre conel tambor y la flauta. Da gran­des taconazos, que resuenana lo lejos, y se echa de prontoatrás con gran fuerza mante­niéndose en un pie. Da saltosa gran altura sobre fa plata­forma. Se mueve siempre conla mayor desenvoltura. Al ca­bo de hora y media de danza,los hombres sentados en elcuadrilátero se lanzan al vacíoy llegan a tierra girando alre­dedor del tronco como avesgigantes.

Es evidente Cjue se trata deuna danza simbólica y reli­giosa que debió estar fuerte­¡Tiente enlazada a un sistemade pensamiento desaparecido,acerca del cual sólo nos cabehacer hipótesis. Para analizar­lo, debemos por fuerza sepa­rarlo de su contenido vivo,que ignoramos, y así nuncalograremos otra cosa que ha­cer la autopsia de un cadáver.

Sin embargo, un fenómenointeresante- de señalar -co­mún sin duda a otras mani-

festaciones de la cultura indí­gena mexicana- es su puestoen la sociedad actual. Y es Cjuesorprendemos esta antigua ce­remonia en un momento detransición, que es importantecaptar. Después de siglos devacío espiritual, llega a nos­otros bajo una forma que, aun­que asombrosamente pura, es­tá como flotando en él aire,pues, desarraigada de lascreencias originarias, no hapodido echar todavía nuevasraíces en la vida actual. No esimposible que algún día, a ini­ciativa de un dinámico empre­sario que asista por casualidada ese espectáculo, el voladorse modifique y se transformeen un número de circo o decabaret. Entonces, cuando sele arranque definitivamentedel pasado y se le integre enla vida actual, nadie se inquie­tará ya por averiguar su ioen­tidad.

Origen análogo podemosimaginar para muchas denuestras diversiones. Tal ocual religión, prohibida a raízde un cambio cultural, se en­cuentra de pronto al margende una sociedad, en que nue­vas creencias han venido areemplazarla. El pensamientodestronado, aislado cada vrzmás, se va debilitando hastaser una sombra de sí mismo,y muchas veces una caricaturade lo que fué en otro tiel11po.Los ritos pieroen rl sign~fi­

cado que los había hecho na..cer, y prolongan su vida sinalma hasta el fin, o hasta qucencarnan en un nuevo cuerpode pensamiento. Es probable­mente el camino seguido porel toreo. Ceremonia religiosadensa de significado, debió pa-'sal' por un largo período decrisálida después de habrrcaído en manos de quienes, almargen de la filosofía diri­gente, quisieron continuar

honrando a dioses vencidos,Prro así separada dl'l conjun­to, una creencia, un ritual aca­ban, tarde o temprano, pormorir. Hubo sin duda, en lacorrida de toros, un mOlllentode tr:lI1sición durante: el cuale:stos juegos, vaciados ya de sucarga simbólica, había pasadoa ser marginal; es decir, queno ,lo practicaban sino unasgentes que estaban situadas enlo más bajo de la escala socialy que lo conservaban por su­perstición: por ignorancia,Los que estaban en lo alto,cuando lo conocían, debíanconsiderarlo como una remi­niscencia bárbara. Si en esemomento un etnólogo, o cual­quier otro detentador de latradición, hubiese especuladosobre los orígenes del toreo,se habría sorprendido sin dudapues nadie conocía ya el sig­nificado de ese juego. Mastarde a alguien se le ocurrióalgún día insertarlo en su pro­pia sociedad, y el torero pasó,de aldeano desnutrido, a per­sonaje mimado por las mul­titudes, La antigua ceremoniaadq-uirió así nuevo esplendor.

Cuando el volador, que nupuede clesaparecer por su ex­traordinaria calidacl, se trans­forme en número de ci reo, na­die pensará tampoco en susantecedentes religiosos. J.:I fu­turo I siríoro ser::1 un señorIllUY hien pagado, :L quien ro­deará la mayor :Idmiraciún ylos más cxquisitos cuidados,Se k :11lllllciar:t COi1l0 cj ecu­tantc del nÚ!llero 11I;IS peli­groso, y l'n cl inst:í1l1l' ,'n quclIeguc :tI l'xtT('1110 del palo-donde súlo P(TIlla nl'l"('1':'1unos minutos, protegido porlas redes- la orquesta (1L-.jar:·(de tocar, y Sl' harfl alrc(kdordel astro un si lencio emocio­nante, subrayado ]Jor un n'­doble dc tambor, , ,

Cuando Isidom Inj(') deltronco, la Illuchedumbn' s,­había dispersado ya, y sólounos niños se acercaron rui­dosamente a él para hacerlebromas, ..