Las aventuras de lorenzo monteagudo santo domingo (1)

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Aventuras de Lorenzo Monteagudo Chema Gomez de Lora y los alumnos del Colegio Santo Domingo -

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Aventuras de Lorenzo Monteagudo

Chema Gomez de Lora

y los alumnos del Colegio Santo Domingo

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A mi sobrino Miguel,

que lucha por el amor

como un héroe trágico

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Estos son los chicos y chicas que han participado en las aventuras de lorenzo monteagudo

ALBESA CORRALES, LAURA

ABOLLADO MUGICA, JAVIER

SALMERÓN GÓMEZ, CAROLINA

SIMAL GAYTAN DE AYALA, MANUELA

FERNÁNDEZ RAMAS, ADRIAN

PRIETO PEREZ JUEZ, ALFONSO

SOTO COLLADO, ALBA

ECHAVARRIA TARACENA, MARTA

JOLLIE PEÑALBA, MARCOS SAMUEL

DOMINGUEZ YAÑEZ, LAURA

MARINA BOURNE, ISABEL

FORNOVI REYES, TERESA

BILTING GARCIA, KIRSTEN MARIA

FERNANDEZ ORONOZ DE JUAN, AFRICA

GARBAYO RUZ, JAVIER

CURBERA LÓPEZ, ÁLVARO CARMELO

PASTORIZA BELART, JIMENA

RODRÍGUEZ RUANO, MARCO

PREGEL BOLLMANN, ALEX

FORNOVI REYES, AMALIA

ALFAYA PRADO, TRIANA

PREGEL BOLLMANN, ERIK

MENÉNDEZ MARTÍN, MARTA RODRIGUEZ RAMIREZ,

DIEGO

ANASTASIO CASQUERO, MARIA

GARCÍA SELMA, JAVIER

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La tierra del fin del mundo

¿Tú sufres manías?, ¿hay algo que te dé mucha rabia? Hablo de cosas poco trascendentes, esas que dicen los adultos que no tienen importancia, pero que a ti te fastidian de verdad.

Por ejemplo, a Javier Garbayo le da muchísima rabia que un día de fútbol se pierda entre revisiones médicas. Lo cuenta en su blog: www.javiercabreado.com, en el cual dice lo siguiente:

“Iba a ser un día viendo fútbol. Me lo pasaría genial. Tras unos segundos me enteré de que tenía revisión médica, aunque la habían aplazado. Estaba muy contento. Pero resulta que la aplazaron porque me iban a hacer una radiografía en un sitio muy lejano. Cuando llegamos a casa mis padres me habían quitado la tele y cuando terminaron de verla, el fútbol se había acabado. ¡Quería explotar!”

Si le preguntas por sus manías a Lorenzo Monteagudo, el protagonista de este relato, te dirá:

- A mí lo que no me gustan son las cosas torcidas, lo que se tambalea, lo “curvoso”, yo sé lo que me digo, las olas, por ejemplo, qué ganas de estar todo el tiempo revolviendo el agua. Me tumbo en la playa y el ruido de las olas… ¡me fastidia!, sí, claro… ¡me molesta tanto baile del mar!

Dicen sus tías, que Lorenzo aprendió a los tres años a anudarse los zapatos con lazos simétricos. Se tiraba media hora ajustando los

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“Un día mi amigo Rodrigo Laguna me invitó a dormir a su casa, era su cumpleaños y montó una fiesta en la que todos nos quedábamos a dormir. Ese día lo pasamos genial, además íbamos a quedarnos todos en la buhardilla. Estaban casi todos mis amigos. Cuando se hizo tarde llegó la hora de acostarse y me di cuenta de que no había almohadas para todos:

- ¡Qué horror! –pensé– ¡Si yo necesito una almohada que abrazar para dormirme! Pasé una noche horrible, me quedé hasta las tres de la madrugada sin poder dormir

cordones. Y lloraba si le abrochaban los botones del babi en ojales equivocados.

Ahora, con 14 años, Lorenzo Monteagudo observa a las vacas holandesas de su abuelo paciendo en los montes redondos, y se pregunta si estarán cómodas, si esa forma de estar inclinadas, de tener la cabeza más arriba que el culo, es agradable.

La comodidad es fundamental. Sino que le pregunten a Marco, que en declaraciones para la revista Estar cómodo, decía lo siguiente:

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Lorenzo no pondría nunca el plato torcido para comer una ensalada: las aceitunas rodando, la lechuga con su lento resbalar en el aceite sin unos brazos de tomate que la rescaten, los dados de queso precipitados al abismo, el pimiento verde haciendo “balconing”…

El abuelo Armando le cae muy bien, pero tiene ese gran defecto: en sus tierras gallegas no hay casi espacios llanos. Son montes muy verdes, donde vacas y ovejas se dan un festín de hierba… pero si ves la orografía desde una avioneta… todo está “curvoso”, como las olas. Tantas ondulaciones, curvas y ángulos asfixiantes son una fatalidad.

Esa sensación de malestar es la misma que sufren los hermanos Alex y Erik Pregel con los anuncios. En el cumpleaños de Lorenzo, tras la tarta, todos decidieron ir a dormir la siesta a descansar. Los estaban a ambos lados del joven Monteagudo, y cuando llegaron los anuncios, comenzó Alex:

“Era un domingo lluvioso y frío. Cómo ese día no se podía salir fuera decidí prepararme un cafelito caliente con nata y ponerme a ver mi serie favorita con una mantita. Así que cogí mi cafelito y me senté en el sofá con mi mantita. Estaba viendo la serie cuando de repente... ¡pum! 5 minutos de anuncios. Además como se acercaba la Navidad todo eran anuncios de juguetes, que si las nuevas barbies, que si los transformers... y yo pensaba:

- Pero quien querría esa porquería.

Yo ya estaba hasta arriba y a punto de explotar hasta que de pronto volvió mi serie. Así que le pegué un gran trago a mi cafelito y me acurruque con mi mantita hasta que 30 segundos más tarde volvieron a los anuncios. Y en vez de 5 minutos fueron... ¡7 minutos! Además, ya no eran anuncios de juguetes, eran de pelo, que si el nuevo champú Pantene con Queratina que te arregla el pelo...

Al final, exploté. Empecé a gritar por toda la casa (...)”

Y cuando Alex aun no había terminado, siguió Erik:

“Me levante una mañana a las 8:30 y no había nadie levantado en mi casa. Me cogí un chocolatito calentito con nata y oreo. Me fui al sofá y encendí la tele, en Neox no ponían nada interesante, en Clan “Dora la exploradora”... Así que puse el Canal +. En el canal +1 estaban dando Fast and Furious 6, mi película favorita. Estaba empezando la peli, le di un sorbo a mi chocolate y dije:

- ¡Cómo me gusta esta peli!

Pero un minuto después de que empezara... ¡7 minutos de anuncios! Como no sabían que inventar, había una caca de juguetes, que si Cristalcefa, un Furby, un Monopoly nuevo... Con toda mi rabia le di un bocado a la oreo (...)”

Vive Lorenzo muy cerca de Finisterre, en el pueblo de Muxía, el extremo occidental del continente europeo, mágico rincón donde se cierra el camino de Santiago. ¡Qué nombre más bonito: Finisterre! Hasta la Edad Media pensaban que traspasadas sus rocas, el mar se precipitaba en un abismo habitado por horribles monstruos de ojos sanguinolentos y muelas con caries.

A este muchacho le gusta organizar partidos de fútbol en el pueblo. Se dividen en dos equipos fuertemente rivalizados: el Muxía Balompié, cuya camiseta es de rayas verde limón y amarillo canario. Y el Sporting Fin del Mundo de austera indumentaria: medias, pantalón y camiseta color crema de yogur.

Lorenzo es el portero del Muxía Balompié, el equipo que defiende la parte baja del campo. Siente a los contrincantes como vikingos sanguinarios dispuestos a lanzarle flechas envenenadas. Además, los chavales del Sporting Fin del Mundo tienen la mala costumbre de gritar e insultar si poseen el balón para animarse y creerse mejores:

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- Cucarachas, mamarrachos, chismosos, os vamos a machacar… –quien inventa tales insultos un poco anticuados es Chomin Chacal Chotis, un tipo peculiar, muy aficionado a usar el sonido “ch” siempre que puede para hacer honor a su nombre y apellidos.

- No chupéis y chutad de una vez… dejaos de chorradas chulescas, chiquilicuatres –les advierte a sus compañeros del Sporting Fin del Mundo.

¿Por qué les toca a los amigos de Lorenzo la portería inferior 98 de cada 100 veces? Porque la moneda que sortea los campos la lanza al aire el eterno adversario Kike Vargas.

- Nos pedimos cruz –vocifera Vargas.

Los 20 céntimos descienden tambaleándose, como poseídos por un embrujo. Siempre quedan de canto, ladeados entre las hierbas, pero Vargas afirma:

- Ha salido cruz. ¿Lo ves?

- Una moneda que queda torcida da mal rollo –sentencia Lorenzo.

Y luego está el problema de las tres defensoras del Muxía Balompié que, en teoría, le ayudan a evitar goles: la prima Ainoa, y sus amigas íntimas, las gemelas Isabel y Belisa. Mientras no se avecinan ataques, las tres espigadas jovencitas hacen el mono colgándose y balanceándose en el larguero. Se carcajean de sus propias “chimpancerías” como diría Chomin Chacal.

- Esto no es serio –piensa Lorenzo–, un guardameta necesita silencio, soledad y concentración.

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17 de septiembre: mala fecha para nacer

Lorenzo tiene otro gran problema. Su abuelo, su prima Ainoa y él nacieron en septiembre, un mes chaquetero que abandona el verano sin previo aviso y se hace socio del club otoño, la estación más traicionera.

1 septiembre: Ainoa

10 septiembre: señor Armando

17 septiembre: Lorenzo

Ainoa organiza su cumpleaños el mismo día 1, cuando todavía no se han acercado los vientos de tristeza por el comienzo de curso. En su celebración nadie se acuerda del instituto, solo el aguafiestas de Goyo Libélulo anuncia que ya tiene forrados los libros sin una sola arruga y que ha hojeado el de Ciencias Naturales y que el octavo tema, el clima, y el undécimo, insectos y parásitos, tienen 30 páginas cada uno.

- Además, hay 25 ejercicios al final de cada capítulo y es condición necesaria cumplimentarlos –exclama exaltado Goyo–, para aprobar con Doña Norberta.

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Por suerte hay un truco muy bueno para tapar las palabras de Libélulo. Ainoa sube el volumen de la música, el baile se acelera, y el verano revive.

Pero el 17 de septiembre el curso ya lleva una semana iniciado y la playa de Lourido ha dejado de ser espacio de libertad y de alegría. Ya nadie organiza partidos de vóley en un campo construido en la arena con dos palos y una cuerda de tender. Las aguadillas, las meriendas de pipas y pitillo para cinco, se han ido desmigando tarde a tarde como el estío.

Don Gaspar, el profesor de inglés, que se las da de nativo porque nació en Gibraltar de padres sevillanos, ya ha mandado una batería de deberes engorrosos y pregunta la lista de verbos irregulares a todo el que levanta la vista del pupitre.

Lorenzo sabe que su fiesta de cumpleaños tiene menos chispa que la de Ainoa. Por eso alza dolido los ojos al cielo y exclama:

- Repartir así las fechas de nacimiento es hacer las cosas torcidas. Os habéis pasado diez pueblos –arremete mirando a las osas mayor y menor–, yo no quería ser virgo, es mucho mejor el destino de los tauro.

Porque además, al chico el número 17 le parece imperfecto. La culpa es del inestable 7, un garabato mimado que apenas se sostiene en su palito diagonal. Lorenzo lo siente como un 1 mal trazado, el 7 se va a caer cualquier día empujando al 1 y va a liarla… y en cambio, su prima Ainoa, ¡hala!, con su 1 de septiembre, un dígito tan bonito, limpio y sin preocupaciones… ¿quién podría dudar de la palabra de un 1? Pinto, el legendario guardameta del Celta de Vigo, llevó cinco temporadas un 1 de color azul añil en la espalda de su camiseta.

Lo peor no es tener que comparar la fiesta de Ainoa con la suya. Más catastrófico es que el abuelo naciera en medio. El día 10 se reúne toda la familia para homenajear al señor Armando.

La tía Casilda, que perdió el hermoso apellido Monteagudo para tomar el de su tercer marido, Pepe Troncoso, tiene la costumbre, desde que se quedó definitivamente viuda, de coger la palabra en la fiesta del abuelo para decir:

- Como dizzta nuestra hermozza tradición familiar hemos puesto dozz mezzas: la de los pequeñozz y la de los adultozz para estar más cómodozz. Ya sabéis, cada mochuelo a zu olivo.

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Lo anuncia con su dentadura brillante importada de EEUU, carísima según comentarios del pueblo:

- Aquí se zzientan los mayores de 13 años, la primera tú, Ainoa, ¡ay! ¡Qué ezztirón has dado este verano! Dame un bezzazo.

Y la dentadura de EEUU, algo desplazada de su hueco, roza la mejilla melocotón de la niña…

Lorenzo ha de oír cómo su prima habla en la mesa de los adultos con los otros primos mayores de cosas de la Universidad y a él le toca jugar, por nacer dieciséis días después, a piedra, papel, tijera con los enanos y contar chistes del tipo “era una mujer tan flaca, tan flaca que se comió un guisante y parecía embarazada”. Y la mesa entera de mocosos se parte de risa.

Al año siguiente, el 10 de septiembre, la tía Casilda Troncoso otra vez hace lo mismo:

- Los mayorezz de 14 añozz en esta mesa, la del mantel bordado que le compré al abuelo en el Zzoho de Nueva York y los pequezz en la mesa del hule. ¡Pero qué ezztironazo, Ainoa! ¡Parecezz una gacela!

Y la prima habla otra vez con el primo Alfonso que estudia medicina en Santiago.

- ¿Es verdad que algunos tenemos un pie más grande que otro y que los ojos no son realmente simétricos? –pregunta Ainoa.

- Nada es perfecto –responde Alfonso mesándose los pelillos de su incipiente barba.

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Familia de crucigramistas

Los Monteagudo tienen una particularidad que a Lorenzo le hace sentirse muy orgulloso: y es que desde hace dos décadas son los encargados de diseñar los crucigramas para la Voz de Galicia, el periódico más importante de la región. Es, por tanto, una familia de crucigramistas, como anuncian sus tarjetas de visita:

Lorenzo conoce otros compañeros cuyas familias tienen profesiones curiosas. Las gemelas Isabel y Belisa Torreazul son las hijas de una localizadora de exteriores que trabaja para Televisión Española. El trabajo de Lucía, su madre, consiste en buscar rincones medievales de ciudades y pueblos para rodar series históricas. O en encontrar paisajes naturales que no ofrezcan signos de haber sido habitados: no puede aparecer en el horizonte nada construido; solo bosque y tierra virgen para que galope con toda libertad el caballo del héroe. Y eso, en España, es muy, pero que muy difícil.

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A Lorenzo le gusta ver por la ventana de su instituto a la madre de las Torreazul trabajando en la playa. Se dedica a hacer fotos y a medir distancias.

Lorenzo se fija en que la madre de las Torreazul habla mucho por el móvil, y piensa:

- Seguro que está charlando con el productor de Águila Roja para ofrecerle que ruede algún capítulo en Muxía. Esta mujer habrá comido muchas veces con David Janer y con Miryam Gallego, los protagonistas de la serie. Y lo que más envidia le da a Lorenzo es que Lucía Torreazul luego se baña y toma una cerveza doble en el destartalado chiringuito de Otto, el holandés.

Hay profesiones que tienen esas ventajas, detalles que hacen que pasen de divertidas a geniales. Cuando el abuelo de Lorenzo se enteró de que Adrián vendía un pegamento especializado en las hojas de los árboles, no dudó en hacerle una visita. Adrián, muy amable, le explicaba lo importante que era su labor:

“Imagínate que a ti te gusta mucho un árbol muy lindo pero de hoja caduca. En otoño, claro, se caen las hojas de ese árbol que tanto te gusta. Pero si te compras el Superglue, y lo pones en la hojas, ya nunca se volverán a caer”.

También es llamativa la tarea del padre de Goyo Libélulo, que trabaja como poeta comercial: su misión es suavizar los nombres, quitar a las palabras las aristas, los malos olores: él fue quien sustituyó cajera de supermercado por “azafata de ventas” y la expresión: crisis económica, por “reajuste con crecimiento coyuntural de signo negativo”.

Lorenzo critica mucho a este tipo de poetas vendidos ,según él, al sistema y al capitalismo, pero no se lo dice a Libélulo porque hablar mal de los padres de otro duele.

- Los poetas vendidos lo tergiversan todo –le cuenta Lorenzo al abuelo Armando–. Han cambiado la palabra mentira por el eufemismo “faltar a la verdad” y eliminaron el término pobres. Ahora dicen “desfavorecidos”.

En realidad, lo que pretende Goyo Libélulo es que las palabras sean ideales.

A Lorenzo no le gustan esos oficios. No le parece que estén bien. Prefiere, incluso, que la gente haga lo que hace Álvaro, su vecino. Es verdad que Álvaro no es muy aficionado a complicarse, pero tampoco hace nada malo. Así es como le suele describir Álvaro su trabajo ideal:

“Yo quiero ser alguien que está en el mismo sitio siempre. Si, ese alguien que está en el mismo sitio siempre y le pagan por eso”.

A Lorenzo, ningún oficio le parece tan delicado y sutil como el de los Monteagudo. Se encuentra muy a gusto ayudando a su abuelo, que es un verdadero lince en el coser de sílabas y letras. Y a su prima y a sus tías a buscar palabras que se cruzan en un mundo exclusivo de horizontales y verticales, un territorio sin curva alguna. ¡Qué divertidas las largas tardes merendando e inventando crucigramas! ¡Toda la familia entretenida en buscar nombres de ríos lejanos, subclases de mariposas y reptiles, cordilleras y volcanes oceánicos, políticos decentes, granjeros geniales, industriales generosos!

Ainoa fue la introductora de vocablos al revés en otros idiomas. Los aficionados expertos en crucigramas son entusiastas de esos tejemanejes.

A la tía Casilda hay que vigilarla muy estrechamente: un día escribió Manhattan con j para que le saliera en la vertical “jazmín”; y otro se empeñó en defender que Fagor pronunciado como palabra llana y

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no aguda, es el nombre de una ciudad norteamericana y no el de una empresa de electrodomésticos.

Aunque a veces duden de la eficacia de la Tía Casilda, no la van a despedir. Peor suerte tuvo Anthony en su trabajo. Así se lo contó a Lola, la tía de Lorenzo, abogada especialista en despidos que vive en Orense:

“El trabajo de inspector de patatas fritas consiste en separar las patatas crudas o quemadas de las buenas. Primero puse en Internet mi oferta de trabajo y al cabo de quince días o más McDonalds me contrató. Un día vino un señor que me puso como una docena de bolsa de cien kilos con más de un millón de patatas fritas en cada bolsa para inspeccionar en cinco días. Yo, un poco sofocado, decidí coger cada bolsa y poner patatas ya inspeccionadas, pero no eran

suficientes. Al final lo dejé todo como estaba. Al día siguiente me pidieron las patatas y al ver que no había hecho nada decidieron echarme del trabajo.”

M A N J A T A N

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Objetivo: alcanzar la altura de Ainoa

- La vida es lucha, y si te pones un objetivo y lo persigues con ahínco, lo alcanzas -piensa Lorenzo, que no acepta para sí un futuro torcido.

Hay objetivos que se cumplen, y a Lorenzo no le faltan ejemplos, historias de superación auténtica, de verdadero ingenio, de personas que utilizaron los obstáculos como aliados. Una de ellas, es, por ejemplo, la de Manuela, que fue la protagonista de un reportaje que realizó Antena 3:

“Manuela Simal, una buena chica, buena estudiante, buena amiga, deportista... pero con una meta en la vida, ser diseñadora de moda. Había un pequeño problema, sus padres, dentistas, y claro estaba, querían que Manuela fuera dentista. Ella sabía que podía demostrar su talento. De repente, tuvo una idea. Robó todas las telas, botones, cremalleras y zapatos de todo el país. Después, puso a las más guapas y delgadas del instituto a desfilar en una pasarela. Llevó a su madre al desfile, y a ella le encantó. Al final, esta le permitió ser diseñadora, pero Manuela se convirtió en diseñadora de batas para dentistas”.

El objetivo de Lorenzo es igualar primero y superar después la altura de su prima Ainoa que desde pequeña siempre le lleva la delantera en dos, tres o cuatro centímetros según el año. Así lo atestigua la

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puerta de la cocina de la casa del abuelo, el lugar donde se marcan al final del año los centímetros que mide cada uno de los dos primos.

Para Lorenzo esa puerta es como un podio, un símbolo de su derrota constante contra su prima. ¡Como le gustaría ser como la amazona Triana y dejar a Ainoa, por una vez, por debajo de él! Lorenzo cuelga en el corcho todas las crónicas que escribe su heroína en el Faro de Vigo. En ella cuenta sus épicas victorias y el contexto épico que las ha rodeado:

“¡AL FIN LLEGO EL DÍA! Después del concurso me recogió Manuela, tenía mucha prisa por contarme algo. Al fin cuando nos quedamos solas me dijo que mi padre iba a ir al campeonato en secreto, me puse a llorar por que el plan se iba a ir al garete, bueno nosotras seguimos a lo nuestro y si nos pillan nos pillaron. Al llegar al campeonato preparé al caballo corriendo y salí la primera, estaba muy muy nerviosa.

Después de la prueba me choqué con mi padre y le pedí perdón por mentirle. El me dijo que lo sentía por que se había equivocado en mí, y tenía que a verme dejado venir desde el principio (...)”.

La tía Casilda es la encargada de dirigir el rito en Navidad. Pone un libraco encima de la cabeza de cada uno para saber la medida y luego anota la fecha. Pero, como dice muy bien Lorenzo, las cabezas son redondas y es muy fácil torcerse. Y, claro, con una árbitro como la tía Casilda… ya se sabe que con Ainoa el libro sube y con Lorenzo baja.

Cuando el muchacho le cuenta indignado este tongo a su amiga Amalia, esta siempre le responde que si volara no tendría este problema. Para Amalia la solución a todos los problemas es alzar el vuelo. Pero Lorenzo siempre la escucha, aunque se repita, porque le contagia optimismo, paciencia y humildad:

“Sentir el aire acariciando mi pelo y rozando mis mejillas. Es muy fácil volar pero no se sienten todas esas emociones ni sentimientos. Cuando uno se mete en un avión, estás volando pero no te da el aire. Hay otras posibilidades como, por ejemplo, el paracaidismo...

Pero soy muy pequeña y me da mucho miedo. Por ahora tengo que conformarme con abrir la ventana y respirar el aire tan fresquito mañanero”.

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Para ser más alto que Ainoa, Lorenzo consultó en Internet y descubrió varios trucos para acelerar el crecimiento: uno es dormir estirado, muy estirado, inmóvil como una momia; entonces los pies, si están atados a la madera de la cama con un cordelito, se extienden un poco cada noche, unos milimetrillos. Y así, pasito a pasito…

El joven Monteagudo probó esta artimaña. Se medía cada semana en la farmacia y… sí, creció en mes y medio un milímetro.

Y es cierto que en ocasiones el entrenamiento da sus frutos. Pero el método de Lorenzo exigía mucho sacrificio. ¿Sabéis cómo pica que dos moscas zumbonas bailen un “agarrao” en el gordo de tu pie derecho y que solo puedas intentar expulsarlas encogiendo los dedos?

Otra idea, de las que Lorenzo trata de ejecutar para ser más alto que Ainoa, es poner a tu rival enfrente, sin hablar, contar hasta 55 aguantándole la mirada y gritándole tu ambición por dentro:

- Voy a ser más alto que tú, Ainoa… 25… 26… 27… mucho más, 33… 34…, te alcanzaré, primita…48, 49…”.

Los labios han de estar bien sellados y la sonrisa balanceándose; tus frases chocarán en tu paladar como niños gordos que se lanzan a las colchonetas. Y, según asegura internet, se cumplirá tu deseo.

Lorenzo también probó esta táctica una tarde que Ainoa y él ordeñaban las vacas del abuelo. Y la prima, sin sospechar nada del conjuro que le lanzaba el chico, le devolvía una mirada fresquita y dulce como si no fueran primos hermanos.

- Qué gracioso estás cuando ordeñas, Ja Ja, me pones unas caras… ¡Eres tan mono!

Esa expresión es insoportable: “mono”. No, por favor, que no la vuelva a pronunciar jamás. Suena a cariñito para bebés… a esas

vecinas que te cogían las mejillas con sus dedos-tenazas, dejándote dolorido y exclamaban:

- Qué mono, está para comérselo.

Por si el muchacho no tuviera suficiente con esos desafíos a su paciencia, también tiene que aguantar la burla y el cachondeito de sus compañeros de colegio, a los cuales les da mucho juego la relación de estos dos primos.

Teresa, por ejemplo, no para de recitar en el recreo un monólogo dirigido al pobre Lorenzo:

“La semana pasada, vino una niña nueva al cole. Es guapísima. Creo que me he enamorado de ella. Para qué me entendáis, el amor a simple vista, del que surgen en las pelis, si, de ese mismo. Lo único que me desagrada de ella es su nombre. ¿A qué no adivináis como se llama? Se llama Ainoa, pero bueno, no voy a perder la calma, porque que yo sepa, no todas las Ainoas son iguales. Creo que tengo un nuevo sueño, tener una cita con esa hermosura que tengo en clase. Y si la cosa surge ,podríamos ser... ¡novios! Pero claro, yo lo único que sé es que Ainoa me gusta. Pero, ¿y si yo no le gusto? Que complicado es el amor. De momento la iré conquistando”.

Además, Lorenzo no puede comprender por qué las chicas tienen a los 14 años la habilidad de poner caras simpáticas, risueñas, castigadoras, brillantes… delante de ellos, y en cambio los tíos a esa edad solo ponen jeta de máscara arrugada, de lata de coca cola aplastada.

Lorenzo no sabe si prefiere la cara de esos adolescentes o la de cualquier madre al ver las notas de su hijo. Especialmente si éstas son malas. Cada tres meses, hay por lo menos un fin de semana en el que no se le puede ver el pelo a África, una de las chicas más guapas de la pandilla de Lorenzo. La razón la explicó ella misma en una entrada de Tuenti:

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Partidas de futbolín

Otra cosa torcida en este injusto mundo: Lorenzo no ha conseguido ganar a Ainoa tres veces seguidas al futbolín. Dos sí, incluso llegando a cinco-cinco en la tercera partida. Pero eso no cuenta, son tres las que necesita para sentirse bien, para no sufrir la maldita humillación de tener que mentir a Goyo Libélulo todos los comienzos de curso. Porque Goyo no se corta un pelo:

- Cuentan por ahí que tu prima te da palizas al futbolín –sonríe Libélulo–, que tienes un portero que es un paquete y una defensa patética…

- ¿Pero tú qué dices? Le he ganado trillones de veces, cuatrillones de veces por lo menos… –contesta irritado Lorenzo.

Por las tardes de verano, a las seis en punto, Ainoa y Lorenzo sacan el futbolín del granero de don Armando y lo empujan hasta el acantilado, hasta el único espacio no torcido de las tierras del abuelo. El Depor es de Ainoa y el Celta de Vigo de Lorenzo. El muchacho lleva los cascos puestos con música potente y contagiosa para animarse; así se concentra mejor y no tiene que mirar a los ojos de su contrincante. Es algo que ha visto en los jugadores de su equipo de Vigo: se presentan en el estadio de Balaídos y se bajan del autobús sin apagar el ipod, los ojos en el suelo, nada de desconcentrarse con los gritos de sus fans pidiéndoles autógrafos.

“Ayer fue el día de las notas, el día en que te dan el disgusto o la alegría, y yo sabía que este año no estaba sacando muy buenas notas. Cuando me las dieron vi lo malas que eran y me preocupé porque si mi madre se enteraba me iba a matar. Yo quería salir con mis amigos este finde para ir al cine, pero ahora que sabe la notas que he sacado, mi madre nunca me dejará quedar con ellos”.

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Lorenzo llega al acantilado muy cansado a pesar de que el armatoste tiene cuatro ruedas grandes. Sospecha que su prima no empuja, hace que empuja, pero no de verdad, porque es imposible que por las mejillas de melocotón de Ainoa no caiga ni una gota de sudor al comienzo del partido.

Los ternerillos los siguen y se quedan merodeando alrededor del futbolín, pero se les da una patadita, incluso una pequeña zancadilla y se espantan. Al ganado vacuno se le expulsa sin complejos, pero a los peregrinos no. Y es que, ya lo hemos anunciado, las tierras del abuelo Armando lindan con el camino de Santiago, con la última etapa, la que choca con el mar, en los acantilados de Muxía.

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Desde pequeños los dos primos están acostumbrados a ver pasar hileras de caminantes con grandes mochilas, esos personajes maravillosos que tratan de perpetuar desde hace 10 siglos el mismo rito: andar, pensar, cantar, algunos rezar, quitarse penas y hacer amigos.

Lorenzo y Ainoa nunca han sentido vergüenza por que los peregrinos los vieran jugar, montar en bicicleta, subirse a la cabaña que tienen en el viejo castaño a jugar a las familias con las muñecas de Ainoa. Pero, ahora en la adolescencia… eso de tener encima un montón de ojos grandes, pequeños, rasgados de chinos, claros de nórdicos, oscuros de andaluces… no tiene tanta gracia. Y a los viajeros les parece muy peculiar encontrarse a dos jóvenes jugando al futbolín junto a una mole de tierra y el horizonte del océano. Entonces, además de descorchar y brindar con la última botella de agua que les queda, a los caminantes les atrae hacerse fotos junto a los dos primos.

Al principio, bueno; no importaba interrumpir el juego para posar con dos polacas, o tres daneses. Pero, los partidos fueron ganando en intensidad y emoción y, como Lorenzo casi siempre iba perdiendo, era el único que no sonreía en las fotos de peregrinos japoneses. ¡Menuda gana tenía él de posar para un retrato justo cuando la rabia por perder lo estaba torturando!

Por otra parte, la afición siempre tiene que opinar y meter un poco las narices en la sartén:

- Vamos, vamos, rapaz, aprieta ese puño, centra el portero, hombre, prueba a meter un globito, o mejor un latiguillo, es una jugada letal, pero ¿cómo fallas eso? ¿Te cojo yo la defensa? Eh, tú, Valeriano, pilla mi mochila un momento que le voy a ayudar a dar la vuelta al marcador al rapaciño este.

Y lo que no tiene perdón es oír eso de:

- Vaya con la chavalita, pero si es una auténtica amazona, le está dejando a su novio hundido en la miseria…

- Punto número 1 –se enfada Lorenzo por dentro–. ¿De dónde sacan que soy su novio? Punto número 2. ¿Sabrá este tío lo que significa amazona? Punto número 3, nunca me ha importado perder ni me volverá a importar.

Los niños pequeños del pueblo también hacen de espectadores. Según avanza la temporada, suben con más entusiasmo a ver esos quiebros de muñeca de Ainoa impulsando feroces lanzamientos desde la defensa. Aunque el portero del Celta de Vigo se estire todo lo que sueña estirarse un portero de futbolín, recibe unos chupinazos majestuosos de la delantera coruñesa. Luego cuentan los pequeños que los tantos de la muchacha son tan potentes que el balón se sale del futbolín y rueda acantilado abajo.

- ¡Golazoooo! –grita la prima mientras la esfera se descalabra por las rocas.

El bueno de Lorenzo no termina de ver justo con la Naturaleza lanzar tan fuerte la bola, asustar a las gaviotas patiamarillas, contaminar el mar con pelotas de futbolín… Y otra cosa: ¿es que Ainoa no piensa en el trauma de ese minúsculo ser de madera abocado a los temporales del fiero Atlántico?

La prima es definitivamente una inconsciente. ¿Cuánto cree que cuestan los balones (¿bolas?)de futbolín? ¿Eh? Pues un euro ochenta cada uno. Así las cosas, no quedará más remedio que amenazar con reponerlos de corcho, sí, de corcho, ese material que desluce el juego, propio de tapones de vino y cisternas de retrete. La corteza de los alcornoques no retumba en la madera, no hay ruidos de percusión en el estadio, es un material que emite un silencio tonto, vaporoso, blandengue.

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- Tres goles violentos más de Ainoa y nos pasamos de la madera al corcho. Ya veremos entonces si la sonrisita de la prima no se convierte en llanto amargo –piensa Lorenzo. 6

Un futbolín defectuoso

Una noche calurosa de finales de julio, Lorenzo tiene insomnio. Sentado en la almohada repasa mentalmente las jugadas del futbolín. ¿Cómo es posible, con todo lo que él entrena, que Ainoa lo siga venciendo? ¿No será que la mesa de juego está mal hecha y que el equipo de su prima juega con algún tipo de ventaja?

Lorenzo se calza sus deportivas Nike rotas, baja al granero y, con su lupa gigante y una cinta métrica, comienza a repasar todos los rincones del campo: los córner, las áreas, el grado de desnivel del centro del campo. También el estado de las barras de acero, el movimiento de palanca de los jugadores, la distancia entre porteros y defensas…

- ¡Cuánto vacío en mi área pequeña! –se dice mosqueado.

Mide la separación entre los brazos de los delanteros no vaya a ser que los del Depor estén más cerca unos de otros… De pronto algo le llama la atención en los zapatos de los jugadores de su equipo.

-¡ Pero si son más cortos! ¿Qué mierda de botas he comprado a mis jugadores? ¿De qué marca son? Tienen las suelas desgastadísimas… ¡pobrecillos!… Les dolerán un montón los pies después de cada partido.

Lorenzo, dada la gravedad del tema, tiene que convocar a su prima en una reunión al más alto nivel diplomático en cuanto llega la hora

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del desayuno. Pertrechado con un cuaderno para levantar acta, el muchacho afirma con solemnidad:

- Ya sabes, Ainoa, que nosotros jugamos sin trampa ni cartón, que nos costó mucho encontrar un terreno llano en las tierras del abuelo para que la pelota no rodara a su libre albedrío dentro del cuadrilátero, pues bien…

En ese momento la prima lo interrumpe muerta de risa para decirle:

- Qué mono eres, resultas tan divertido cuando te pones serio y pedantillo… El otro día ordeñando a la vaca Pascuala estabas muy gracioso…

- ¡Hablo en serio, Ainoa Monteagudo! Nuestra mesa necesita revisión técnica. Ya sabes, lo que hacen las empresas, ¿cómo lo llaman? Una auditomía.

- Ja, ja, ja… Se dice auditoría… Estás loco ¿Vas a contratar una empresa de Boston para que audite nuestros campeonatos de futbolín?

- De acuerdo –exclama Lorenzo–, no hay que llegar a tanto, pero deberíamos repasar la pintura, colorear de nuevo ojos y bocas de los jugadores…

La prima sigue tomando su taza de cereales envuelta en risas, en ese tipo de risa que los chicos no creen auténtica, que parece forzada, como ensayada para una obra de teatro.

- Te resbalan las cosas importantes –medio grita el primo-. Estos muñecos tienen una expresión bobalicona, mortecina… además, te digo otra cosa, lo justo sería igualar el tamaño de las botas de todos los jugadores. Los del celta las tienen desgastadísimas…

Por fin, Ainoa se pone seria y dice:

- De acuerdo ¿cuál es la solución?

- Conozco un carpintero de Santiago que nos puede ayudar. Pedimos permiso, madrugamos un día de estos y, empujando el futbolín…

Los detalles del plan le encantan a Ainoa, tanto que cambia de parecer: se trata de empujar el futbolín por tres carreteras distintas hasta el centro de Santiago de Compostela para que resuelva el asunto el famoso ebanista Serafín Cañoto, el restaurador más famoso de Galicia que trabaja con la precisión de un relojero. Ha restaurado varias tallas románicas del museo de la catedral… Siempre que la escultura medieval de algún santo se rompe la nariz, él la repone: los deja más guapos que el mejor cirujano plástico.

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Dicen en casa que se van a un congreso internacional de futbolinistas (el abuelo Armando es muy crédulo) y ponen el despertador de madrugada, tal y como estaba previsto.

- ¿Dónde habéis dicho que os vais? –pregunta chismosa la tía Casilda que baja corriendo las escaleras en rulos y bata de guata.

-No lo veo muy claro. Es peligroso, en todo caso Ainoa que es muy responsable… -añade poniéndose de barrera delante de la mesa de juego.

- ¡El abuelo nos deja! –levanta la voz Lorenzo para acallar los dardos de su tía Troncoso.

Por fin, tía Casilda cede y los dos primos emprenden el viaje.

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El Camino de Santiago al revésHallan caminantes con las primeras luces y Lorenzo tiene la

tentación de pedirles ayuda porque desde el principio le parece que la prima no empuja el futbolín con toda la fuerza que podría. Y es que Lorenzo piensa que si Ainoa lanza esos derechazos a las barras de la mesa con la potencia de un Ronaldo o un Messi… ¿acaso no podría aportar más apoyo en estas ocasiones?

El problema es que las últimas etapas del camino van de Santiago a Muxía y Finisterre, y los dos primos quieren llegar a Santiago, es

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decir, van en sentido contrario. Por suerte, a algunos caminantes no les importa desandar un kilómetro o dos para colaborar dando unos empujoncitos en la espalda del futbolín. Luego retomarán la ruta.

Un grupo de estos peregrinos son unos ingleses de Newcastle, una ciudad tan al norte de Inglaterra que casi se cae al mar. En cuanto han visto a dos chavales empujando un armatoste con ruedas en medio del camino echan a correr hacia ellos entre gritos y risas. Al oírlos, Ainoa y Lorenzo se dan la vuelta al mismo tiempo, como accionados por un resorte, y se encuentran con cuatro chicarrones embutidos en camisetas del Manchester United que los miran con una sonrisa de oreja a oreja.

- Hey, kids! What’s that? −pregunta uno de ellos, el que tiene la cara más coloradota de todos.

Ainoa, que siempre saca sobresalientes en inglés (otra cosa en la que le lleva la delantera a su primo), rápidamente toma la iniciativa y, con su perfectísima pronunciación al más puro estilo Oxford, contesta:

- It’s a table football.

- Cool! –Gritan todos a la vez− We love football!

- Are you hooligans? –interviene Lorenzo, y automáticamente su prima lo fulmina con la mirada.

- ¿No sabes que eso es un insulto, metepatas? –y, luego, dirigiéndose a los ingleses: − Forgive my cousin, his English is not very good.

Lorenzo Monteagudo se siente en ese momento tan pequeñito como un guisante.

- Don’t worry, that’s alright! –dice el de la cara coloradota, y con su gran manaza le da una palmada en el hombro a Lorenzo, que casi se le descoyunta un omóplato.

- I’m Jim –dice otro, que es pelirrojo y tiene pecas hasta en las orejas− and these are my friends: Tom, Willy and Chris.

- Nice to meet you! –contestan Lorenzo y Ainoa.

- Do you want to play a football match with us? –les propone Willy, que es alto y delgado como una escoba.

Ainoa y Lorenzo se miran y no lo dudan ni un momento:

- Sure!

- Great! –vociferan los ingleses y se abalanzan sobre el futbolín.

Rápidamente se forman dos equipos: el UK Tigers con Ainoa a la portería, Tom ,alias cara colorada, en la defensa y pelirrojo Chris en la ofensiva. Por otra parte, el Santiago United está compuesto por Lorenzo Monteagudo como delantero estelar, Jim manos nerviosas en la defensa y escoba Willy custodiando la portería.

Están todos listos. Ainoa ya va a lanzar la bola en medio del campo cuando…

- Wait! –interrumpe Lorenzo con un grito sofocado− The table is not well balanced!

- You’re right! –constata Tom cara colorada zarandeando el futbolín− It’s leaning towards our side. You’re a real professional, Lorenso.

Inmediatamente compensan la inclinación del aparato colocando unas piedrecitas debajo de las patas. En cuanto Lorenzo da el visto bueno, empieza el partido. Escoba Willy pone voz de locutor de radio y arranca su retransmisión entusiasmada del encuentro:

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«Ladies and gentlemen, the game is about to begin and the ball flies into the pitch. The crowd is shouting. The atmosphere in the stadium is amazing…»

- Rrrrrraaaaaa‼! –corean todos enloquecidos.

«Watch out! The UK Tigers dangerously approach the goal posts. Red-haired Chris’s game is very aggressive. Nervous hands Jim tries to defend his area. Chris dribbles and tricks his opponent. Lorenso Monteagudo intervenes to help his friend. He tries to steal the ball, but, watch out, ladies and gentlemen, Red-haired Chris finally gets free from him; Lorenso Monteagudo falls to the floor and bites the green grass…»

- Falta, falta! –se desgañita Lorenzo.

- Foul, foul! –repiten todos los jugadores del Santiago United, pero el árbitro no silba y continúa el partido.

«The ball stays in Santiago’s area. Red-faced Tom takes the pass from Chris and shoots to the goal posts. Brush Willy is all alone in this dangerous situation. Lorenso Monteagudo is still on the ground. Tom shoots as hard as he can. You can see the tension on Brush Willy’s face, but he reacts in time. He makes a long stride with his one kilometer long legs and, streching his arms like chewing gum, he catches the ball in the last second. The UK Tigers players damn their bad luck»

- Rrrrraaaaa!!! –gritan los seguidores del Santiago United enfervorecidos.

«Lorenso Monteagudo recovers from his fall. Willy passes him the ball and brave as a lion he runs all down the pitch. Nervous hands Jim follows him closely. The opponents try to stop him, but they can’t. Finally Lorenso Monteagudo is face to face with Goalkeeper Ainoa, who is moving very nervously in the net. Lorenso tries to trick her with fast moves of his feet. Ainoa has no idea where the ball will go to.

The stadium is full of tension. The crowd can’t keep still in their seats. Lorenso Monteagudo prepares himself for the shoot of his life…»

- Aaaaahhhh!!!–gritan los jugadores del UK Tigers.

«Lorenso shoots and the ball flies like a bullet. Ainoa jumps like a rocket towards the right end of the net trying heroically to stop the ball, but, no, ladies and gentlemen, the ball hits the net. It almost went straight through it.»

- Goal!!! Goal!!!

«The Santiago United players pick up Lorenso in their arms and throw him up and down in the air to celebrate the victory. You can see the defeat in the faces of the UK Tigers…»

- We won! We won! Bravo, Lorenso! –vociferan Jim y Willy.

- Rematch! – grita desesperada Ainoa.

- Sorry, kids, we can’t play anymore –dice Tom−. We’ve got to go.

Lorenzo se hincha de orgullo, como un grano de maíz que explota en palomita.

- What are you doing with this table football anyway? –pregunta Chris, volviendo a la realidad.

- We’re taking it to Santiago. It needs to be fixed –contesta Ainoa.

- Can you help us? –pregunta Lorenzo.

- No problem! –contestan los ingleses.

−Push! Push! –van diciendo por el camino mientras empujan el futbolín.

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44 45Los ingleses ayudan durante un buen rato, hasta que encuentran

un bar de pueblo con una tele gigantesca donde retransmiten un partido de su equipo favorito. Piden unos refrescos y allí se quedan.

Medio kilómetro después los que colaboran son italianos, y luego chinos, y más tarde…

- ¡Viva el mundo!… ¡Qué solidario es el planeta! –grita por dentro loco de alegría Lorenzo recordando su reciente victoria.

Lorenzo y Ainoa han recibido apoyos de gentes tan distintas que pueden hacer afirmaciones muy certeras sobre las razas y los pueblos del mundo: que los coreanos y vietnamitas son más fuertes de lo que aparentan, todo lo contrario de alemanes y polacos que empujan con cara de sansones, pero luego, nada, es casi todo falso; también que los extremeños cantan sin parar cuando hacen fuerza y que los vascos son los que más callos tienen en los pies. Que los italianos

llevan botas de senderismo muy bonitas y que las chilenas son las más guapas del planeta. Y una cosa que ya sabían: los andaluces cuentan un chiste en cada frase que pronuncian.

A la altura del puente de piedra de Brandomil, que cruza el río Xallas, ya están cansadísimos. Paran a beber agua y a tomar los bocatas de queso con membrillo que Lorenzo ha preparado la noche anterior.

Tumbado en la hierba junto a la orilla descansa un hombre alto. Es un chamarilero, el conductor de uno de esos camiones que recoge papel, madera usada o hierros para reciclar.

- Eh, amigos ¿cuánto cuesta ese futbolín? Os lo compro por 600 euros –propone el hombre alto que, por lo que saben luego, trabajaba hasta hacía unos meses de ingeniero en una empresa auxiliar de componentes para satélites espaciales.

Camino de Santiago

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- Si nos da 725 euros, o mejor 735… –dice Ainoa con su blanca sonrisa.

- ¡No se vende de ninguna manera! –interrumpe Lorenzo-, este glorioso futbolín lo compró mi abuelo en 1952 a un viejo amigo de la mili tras vender cuatro vacas. Es sagrado.

- Además –añade Lorenzo mirando a Ainoa– ¿tú por qué propones esa cifra tan irregular, tan extraña?

El chamarilero, de nombre Federico, se da cuenta enseguida de que no tiene sentido insistir y pregunta:

- Pero ¿dónde lo lleváis? Es la primera vez que veo un futbolín de excursión.

- Vamos a Santiago, a la plaza del Obradoiro, allí un carpintero…

- Ya entiendo –se ríe irónico Federico–, queréis que lo bendiga el santo.

A Ainoa le parece muy divertida la ocurrencia del chamarilero y suelta una carcajada.

- Vale, subid en la caja del camión, que os lo llevo.

Con el apoyo de siete ciclistas sorianos que vienen pedaleando desde Roncesvalles, colocan el armatoste. Lorenzo y Ainoa se tumban encima de los cartones. La chica está feliz y comienza a hacerle cosquillas a su primo. Pero Lorenzo, aunque aliviado por no tener que empujar el resto del camino hasta Santiago, no está para mimoseos, le preocupa que el viejo camionaco desajuste las barras o maree a los muñecos de madera y los haga vomitar.

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Plaza del Obradoiro

A las seis de la tarde ya están en la carpintería de Cañoto, muy cerca de la famosa plaza del Obradoiro. Esta vez son siete boy scout húngaros los que ayudan a bajar el futbolín para introducirlo en el local. Lorenzo y Ainoa se despiden muy agradecidos de Federico y se sientan a esperar el diagnóstico del gran restaurador.

Cañoto es un hombre robusto, tiene un bigote turco que acaba en punta, aunque no es tan fino y afilado como el de Dalí; los dedos son gruesos, pero los maneja con la delicadeza y habilidad de un oculista. Con una lupa enorme examina el estadio de madera por completo. Anota palabras en un cuadernito negro muy pequeño con un lápiz más enano aún. Las muecas y gestos de Lorenzo contemplando al maestro representan el estado perfecto de felicidad y admiración.

El diagnóstico del carpintero no llega hasta las ocho menos diez de la tarde, momento en que las tripas de ambos muchachos han olvidado por completo los bocadillos de queso con membrillo del mediodía.

- Tendré que poner calzas nuevas a tres delanteros del Celtiña (mueca de satisfacción de Lorenzo) y a uno del Depor, este que tiene cara de pringadillo (subida de cejas del chico). La barra de los medios del Deportivo no gira bien, los que han jugado con ella la ha forzado un poco, no deben ser muy expertos (sonrisa extrema de Lorenzo). Puedo repintar las camisetas con barniz escocés (boca abierta del

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joven Monteagudo); y los postes y el larguero de las porterías con pintura reflectante. Bueno, traédmelo mañana a primera hora.

¡Qué contento está Lorenzo! Hay que celebrarlo. Por eso dice:

-Vamos al bar A Ladeira, aquí muy cerca, en la rúa Vilar. Te invito a pulpo y calamares que los preparan muy bi…

-¡Qué generoso! –interrumpe Ainoa–, ¿Con qué dinero? Te recuerdo que tú siempre estás “pelao”.

-Es que la tía Casilda me ha dado un sobre con euros para el viaje.

-Qué morro, ese dinero es de los dos. Entonces no me estás invitando…-Bueno, no discutamos, hoy es un gran día, después de cenar elegimos un hotel “apañao” y mañana regresamos con nuestro futbolín renovado.

Mientras disfrutan del mejor pulpo y de los mejores calamares del mundo, les hace gracia que varias personas, creyendo que el futbolín pertenece al bar, les pregunten dónde se echan las monedas.

-No es del bar, es nuestro, nunca haremos negocio con él –contesta muy digno Lorenzo.

Cuando los platos han quedado más limpios que en el lavavajillas, Ainoa se acerca a la barra con el sobre de la tía Casilda a pedir la cuenta. Sale del local pálida y le dice a su primo con la voz temblona:

-En el sobre solo hay 15 euros, las raciones “a las que me querías invitar” cuestan 18 euros con 70. Ráscate los bolsillos a ver si encuentras algo porque si no…

Estos son los finales que los chicos y chicas del colegio Santo Domingo han inventado. Todas las historias pueden tener muchos finales, dependen de matices mínimos. Una vida entera puede verse alterada porque se te desabrochen los cordones

en medio de la Gran Vía, o porque cojas el autobús de las 3 menos 10 en vez del de las tres menos

cuarto. Después de este inciso, ¿no te preguntas cómo acabará la historia de Ainoa y Lorenzo?

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Final de Alba Soto

Ainoa le dijo entonces:

- Aquí, hay mucha gente que pagaría por jugar una partida de futbolín...

Y Lorenzo le contesto:

- Pero Ainoa, ¿como hacemos que la gente sepa que pueden jugar al futbolín?

- Fácil –le dijo Ainoa– Lo que podemos hacer es convencer al señor del bar para que lo diga por megafonía, así, todo el mundo se enterará.

- Perfecto –contestó Lorenzo.

Y así fue. Ainoa y Lorenzo consiguieron el dinero suficiente para pagar la cuenta del bar, y ganaron de más, con lo que renovaron el futbolín.

Final de Carolina Salmerón

“Yo, Lorenzo Montiagudo, acepto que por primera vez no tengo ni idea de que hacer, y eso me pone cada vez más nervioso, porque si no salgo de aquí, me voy a asfixiar. ¡Aquí dentro huele fatal, como si se hubiera podrido un pescado justamente en este asiento!

No tengo ni idea de que hacer, así que se lo preguntaré a Ainoa” –pensó Lorenzo.

- ¡Ainoa! –exclamó en tono pelota.

- ¿Qué quieres? –le respondió.

- Pues mira, resulta que se me ha ocurrido una serie de ideas para salir de aquí –le dijo, para parecer que lo tenía todo controlado– pero me gustaría que...

- Yo quiero oír esas ideas, estoy deseando salir de aquí –le interrumpió inesperadamente Ainoa.

- Bueno...pues...es que...son un poco arriesgadas –dijo él para hacerme el interesante.

- Da igual, con tal de salir de aquí, hago lo que sea.

Se me ha ocurrido decirle una mentirijilla a los viejitos del bar.

- Señores y señoras –comenzó el muchacho.

- ¡Lorenzo, baja de la silla ya! –me dijo Ainoa avergonzada.

- Señores, señoras, mi prima, Ainoa y yo, Lorenzo somos jugadores profesionales de futbolín .Hemos venido aquí, a España para hacer una competición estatal.

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-¿Pero... de dónde venís? –pregunto uno de los viejitos del bar.

- De...de...de....Futbolinalandia, tranquilos, se habla español –dijo Lorenzo, deseando que se lo creyeran–. Pero eso no es todo. La gente nos dará dinero para votar por alguien. Por ejemplo, si pensáis que yo voy a ganar, me dais 10 €, ¿lo entendéis?

- Siiiiii –bramaron los viejitos.

- Pues a empezar –dijo Lorenzo.

Después de 1 hora y media de partida...

- No me lo puedo creer, ¡he ganado! –dijo Lorenzo, extrañado pero contentísimo.

- Yujuuuu, he apostado 100 € por ti, señoritingo, así que aquí los tienes –me dijo un viejecito muy majo.

- ¡Ainoa, lo hemos conseguido! –le dijo Lorenzo emocionado.

Al final pudieron salir y como les sobraron 90€ nos compramos un helado y un nuevo futbolín para el año que viene.

- Tranquila Ainoa, te dejaré tener la revancha –dijo Lorenzo.

Final de Laura Albesa

A Ainoa se le ocurrió cobrar por partida al futbolín, pero Lorenzo se negaba. Ainoa estaba enfadadísima y no paraba de gritar a Lorenzo:

- ¡Pero tú estás loco, sino como vamos a cubrir los gastos! Todo esto es por tu culpa, ¡Si al menos te hubieras molestado en revisar el sobre y contar el dinero, no habría pasado nada de esto! Ya estoy harta.

Estuvo así media hora, diciendo cosas a las que Lorenzo no quiso prestar atención, porque le sacaban de quicio sus aburridos y largos discursos sobre cómo debía actuar. Lo importante ahora era idear un plan para ganar dinero y pagar la cuenta del bar. En este preciso instante entró por la puerta del bar un vendedor de cromos, que venía a tomarse un zumo de naranja. Minutos después le sirvió una camarera que llevaba unas gafas naranjas fosforitas que le hacían parecer un extraterrestre, y no pudo evitar soltar una leve carcajada.

- ¡Ainoa, ya lo tengo! –exclamó–. ¿Y si le vendo 3 de mis cromos de colección? A lo mejor así nos llega el dinero para pagar la cuenta...

- Pero Lorenzo, ¿tú estás loco? A esos cromos no les podrás sacar ni 50 céntimos...

Pero entonces a Lorenzo se le ocurrió algo mucho mejor.

- Ainoa, ¿y si le decimos al camarero: “Cóbreselo a los señores de la mesa 123, que son nuestros padres”, y acto seguido huimos corriendo?

- Lorenzo, cada vez me sorprende más tu tontería. ¡Siempre con tus terribles ideas! ¿Acaso a ti te haría gracia que te pasaran la cuenta de otra persona? ¿Sabes en el lio que nos podríamos meter? ¿Y si llamaran a la policía?

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- Ainoa, ¡ya lo tengo! Venderé mi reloj. Apenas lo uso y casi nunca me lo pongo.

- Lorenzo, ¿enserio harías eso para sacarnos de esta?

- Claro que sí, ¿por qué no?

Lorenzo corrió hacia la mesa de delante:

- Perdone señor, ¿usted querría comprar un reliquia perteneciente a los reyes de España? Sin duda es de los objetos más valiosos que tenemos...

- ¿Es que acaso tienen más? Y en ese caso ¿usted podría enseñármelos?

- Yo estaría encantado de hacerlo, pero mi jefa acaba de organizar una subasta y entre muchos otros objetos nos ha quedado esta valiosa pieza de oro que usted desea comprar, ¿me equivoco?

- Es usted un gran vendedor, sin duda. Me lo voy a quedar, ¿qué precio lo tiene?

- Señor, está a 543 euros, pero creo que se lo podría dejar por 500... ¿qué le parece?

- Me parece estupendo. ome aquí tiene sus 500 euros. Muchísimas gracias.

-A usted.

Anduvo Lorenzo con aspecto serio, de hombre de negocios, hasta encontrarse con Ainoa.

-Lo ves, sabía que funcionaría.

-Muchísimas gracias Lorenzo, te debo una.

Lorenzo pagó la cuenta. De camino al hotel Ainoa le preguntó:

- Oye, ahora que lo pienso ¿tu desde cuando tienes un reloj de oro?

- ¿Quien ha dicho que sea de oro?

Desde ese día Ainoa y Lorenzo no solo fueron dos buenos primos, sino que también fueron dos primos inseparables.

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Final de Laura Domínguez

Ainoa y Lorenzo se quedaron perplejos al ver que la comida costaba bastante más de lo que se imaginaban. Estuvieron mucho tiempo pensando en una idea para conseguir dinero y así pagar la comida. Al cabo de treinta minutos a Lorenzo se le ocurrió una idea, al ver tantos turistas y peregrinos que querían jugar con su futbolín. Los primos preguntaron al dueño del bar si podían dejar allí el futbolín y volver en un par de horas. El dueño, al principio, no les dejó, pero tras unas pequeñas negociaciones, el hombre pensó que así atraería a más clientes y aceptó.

Vinieron miles y miles de personas que querían jugar con el futbolín, la cola era tan grande que llegaba hasta Pamplona. Entre las personas de la cola, había, un bailarín, un actor muy famoso y un cura, pero había una persona que a Lorenzo no le caía bien, ¡uno de sus rivales en el fútbol! Él era el siguiente y pidió jugar contra Lorenzo. Empezó el partido, y Martín Martínez, su contrincante, ¡metió un gol!. Lorenzo se quedó asombrado. Pero diez minutos después, Lorenzo cerró los ojos, giró la muñeca y ¡GOL!.

Fue un gol espectacular y todo el mundo aplaudía y aplaudía. Lorenzo lo hizo repetidamente. El partido estaba 2-3 y quedaban cinco minutos. Cuando ya no había más que hacer Lorenzo se despistó y Martín Martínez metió el gol que empataba el partido.

Para saber quien había ganado, tenían que hacer una carrera desde el bar hasta la fuente que estaba a 200 metros, ida y vuelta. Todo el mundo se quedó alucinado al saber quien había ganado. Una voz dijo:

- Y el ganador es... ¡LORENZO!

Nadie podía creerlo. Cuando todo terminó fueron a mirar cuánto dinero habían recaudado. En total, 120 euros, ¡tenían lo suficiente como para pagar la comida! Y todavía sobraban 50 euros. Al final Lorenzo y Ainhoa se fueron a su casa con su futbolín y 50 euros en las manos.

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Final de María Anastasio

Lorenzo y Ainoa decidieron ir al del bar y preguntarle:

- ¿Nos deja su restaurante para hacer un torneo? Él que gane….

De repente el camarero les interrumpió: “Le doy la comida gratis” Lorenzo y su prima estaban muy contentos, ya que si ganaban, podrían pagar su deuda.

Cinco minutos después, empezó el torneo de futbolín, la prima de Lorenzo, Ainoa, era tan buena que ya había eliminado a cinco de golpe. Ahora le tocaba a Lorenzo. Ainoa le daba muchos ánimos, pero Lorenzo estaba muy concentrado en el juego, se jugaban mucho en este campeonato...

El muchacho consiguió batir a su contrincante, pero cuando se disponía a celebrar esta pequeña victoria, entró en el restaurante Jaime, uno de los compañeros de fútbol más duros que se había encontrado en su vida. En su último enfrentamiento, Jaime había salido herido por una zancadilla de Lorenzo y le guardaba un poco de rencor por ello.

Jaime pidió jugar contra Lorenzo en el campeonato de futbolín, ¡era todo o nada! Lorenzo estaba muy asustado, sabía que Jaime iría a por todas para hacerle perder: era su pequeña venganza. Ainoa le miraba con cara de miedo, casi habían ganado y ahora de nuevo todo estaba en el aire. ¡No era justo!

Lorenzo tragó saliva, cerró los ojos e intentó tranquilizarse. El sonido de un silbato le sacó de su concentración; y la partida comenzaba…

Notó como todo le daba vueltas, no podía controlar sus nervios, ¡GOL! Se oyó en la sala. No puede ser, Jaime había marcado y Lorenzo

apenas daba crédito a lo que pasaba a su alrededor. Miró a Ainoa que estaba sentada frente a él, sus ojos denotaban tristeza pero con su sonrisa consiguió darle los ánimos que Lorenzo necesitaba para seguir adelante.

Puso la pelota en juego, cerró los ojos y concentró toda su fuerza en su brazo izquierdo, un movimiento certero y... Un grito volvió a recorrer la sala, ¡había marcado!, No se lo podía creer. Jaime le miraba con cara de verdadera furia y Ainoa saltaba por la sala sin control. Su corazón empezó a latir de nuevo fuertemente, había conseguido empatar, todavía quedaba mucho por delante.

Los veinte minutos siguientes fueron una continua subida y bajada de adrenalina. El marcador seguía empatado, 5-5, y solo quedaban 2 minutos para el final, había que ir a por todas.

Le tocaba sacar, apenas tenía tiempo para reaccionar, cerró los ojos, impulsó su brazo, la pelota golpeó el marco de la portería y salió despedida. Piiiiii, final del partido.

A Lorenzo le invadió una pena tremenda: no había conseguido ganar para poder alimentar a su familia, no se sentía con fuerzas para enfrentarse a Ainoa, pero tenía que hacerlo. Levantó la cabeza, vio a Jaime, que le tendía la mano en señal de paz, levantó el brazo y de mala gana le dio la enhorabuena.

Con paso lento, se dirigió hacia su prima que estaba hablando con el camarero, le tocó el hombro, Ainoa se volvió y... tenía una enorme sonrisa en su cara. ¿Cómo podría ser?

Ainoa le explicó que el camarero había comprendido la enorme necesidad que tenían ellos de ganar y había decidido darles el premio aún cuando no habían ganado. A cambio, les pidió que al menos una vez a la semana se pasaran por su bar para organizar algún torneo: con este último había triplicado sus ganancias.

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Lorenzo y Ainoa salieron muy contentos del bar con una enorme cesta de alimentos camino de casa, estaban deseando ver la cara de felicidad de su Abuela cuando le contaran su aventura...

Final de Marta Echavarría

Ya que no podían pagar la cuenta del bar, Lorenzo le dijo a Ainoa que pensara un plan. Él pensaba y pensaba, pero con los nervios de la situación no se le ocurría nada. De repente, Ainoa saltó y dijo:

- ¡Tengo un plan!

- ¿De verdad? –contestó Lorenzo emocionado.

- Sí –dijo con un tono alegre– Mira, ya que en esta ciudad hay muchos jóvenes, peregrinos y turistas, podemos organizar una partida de futbolín apostando dinero, y quien gane el partido, se lleva la pasta.

- Entonces, así podremos pagar la cuenta y no meternos en un lío, ¿no?

- Exacto –contesto Ainoa con una sonrisita.

- ¡Pues no perdamos más tiempo y a jugar! –exclamó el chico.

Una hora más tarde ya tenían candidatos. Una hora más tarde ya teníamos candidatos. Se presentaron 3 chinos, 4 franceses, 6 españoles y 3 ingleses.

Los del bar tenían en su local un futbolín más grande que el de Lorenzo y Ainoa. Les preguntaron que si les dejaban el suyo para jugar los partidillos y ellos aceptaron. En el futbolín cabían tres personas por cada equipo. Los partidos los hacían de seis en seis, así terminaban antes. Hicieron seis equipos.

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Football glossary:

Crowd: público

Dribble: regatear

Goalkeeper: portero

Goalposts: portería

Match: partido

Net: red de portería

Opponent: contrario

Pitch: campo de juego

Rematch: revancha

Seats: asientos

Shoot: chutar

Stride: zancada

Table football: futbolín

Team: equipo

To keep still: quedarse quieto

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FIN