Las Batallas de Mónica Santino

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Las batallas de Mónica Santino Reproducir esta entrevista de octubre de 2008 es desempolvar un testimonio de una protagonista crucial en los orígenes del lesbianismo en Buenos Aires: Mónica Santino. En este reportaje, que realizamos conjuntamente con Martín De Grazia, sintetiza su larga y compleja trayectoria a partir de diálogos y tensiones con diferentes interlocutorxs que fueron figuras relevantes en esos años. Ella comenzó su activismo en la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) en 1989 hasta 1996. Mónica es pionera en nuestro país en jugar, entrenar y dirigir fútbol femenino. Era algo que tenía guardado en un cajón y quería reanudar. Pero no nos vamos a ocupar ahora del presente sino del comienzo de su recorrido como referente lesbiana dentro de una organización compuesta en su mayoría por varones. Además, importa rastrear su vínculo tanto con el feminismo como con el movimiento LGT de aquel entonces. Por Mabel Bellucci ¿Cómo te definirías? Diría que soy una exmilitante de la Comunidad Homosexual Argentina, conocida como la CHA. Entre el ‘89 al ‘96, ocupé el cargo de copresidenta y después vicepresidenta. Mis primeras tareas estuvieron relacionadas con las relaciones públicas y el contacto con la prensa. Yo venía de una fuerte tradición católica familiar. Mi adolescencia estuvo cruzada por hechos históricos muy importantes: el Mundial de Fútbol del ‘78 y la guerra de las Malvinas. Mi orientación sexual la viví con tensiones. Nada jugaba a mi favor, ni en el plano político ni en el familiar. ¿Cómo llegaste a la CHA? Tenía 23 años. No fui en plan militante. Una compañera de trabajo me sugirió el nombre de la Comunidad. Eso fue en el año ‘89. Pensaba que yo era la única persona en el mundo con inclinaciones sexuales distintas. Además, había leído un largo reportaje a Alejandro Salazar, presidente y vicepresidente de la institución, en la revista Humor. A eso se sumaba la referencia que teníamos de la pareja de Sandra y Celeste; en mi medio no circulaban mujeres parecidas a mí. En ese entonces la CHA funcionaba en Rodríguez Peña entre Tucumán y Viamonte. Pedí una entrevista, entré y justo vi pasar a las corridas a Teresa De Rito, vicepresidenta de la organización en 1987. Fue una de las primeras mujeres que se movió sin ocultar su condición. En esos momentos se habían armado grupos de reflexión. Era un espacio importante en donde hablábamos de lo que le pasaba a cada uno. Diría que esa fue una de las cosas que la CHA mejor hizo: salir

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Las Batallas de Mónica Santino

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Las batallas de Mónica SantinoReproducir esta entrevista de octubre de 2008 es desempolvar un testimonio de una protagonista crucial en los orígenes del lesbianismo en Buenos Aires: Mónica Santino. En este reportaje, que realizamos conjuntamente con Martín De Grazia, sintetiza su larga y compleja trayectoria a partir de diálogos y tensiones con diferentes interlocutorxs que fueron figuras relevantes en esos años. Ella comenzó su activismo en la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) en 1989 hasta 1996. Mónica es pionera en nuestro país en jugar, entrenar y dirigir fútbol femenino. Era algo que tenía guardado en un cajón y quería reanudar. Pero no nos vamos a ocupar ahora del presente sino del comienzo de su recorrido como referente lesbiana dentro de una organización compuesta en su mayoría por varones. Además, importa rastrear su vínculo tanto con el feminismo como con el movimiento LGT de aquel entonces.Por Mabel Bellucci

¿Cómo te definirías?Diría que soy una exmilitante de la Comunidad Homosexual Argentina, conocida como la CHA. Entre el ‘89 al ‘96, ocupé el cargo de copresidenta y después vicepresidenta. Mis primeras tareas estuvieron relacionadas con las relaciones públicas y el contacto con la prensa. Yo venía de una fuerte tradición católica familiar. Mi adolescencia estuvo cruzada por hechos históricos muy importantes: el Mundial de Fútbol del ‘78 y la guerra de las Malvinas. Mi orientación sexual la viví con tensiones. Nada jugaba a mi favor, ni en el plano político ni en el familiar.

¿Cómo llegaste a la CHA?Tenía 23 años. No fui en plan militante. Una compañera de trabajo me sugirió el nombre de la Comunidad. Eso fue en el año ‘89.  Pensaba que yo era la única persona en el mundo con inclinaciones sexuales distintas. Además, había leído un largo reportaje a Alejandro Salazar, presidente y vicepresidente de la institución, en la revista Humor. A eso se sumaba la referencia que teníamos de la pareja de Sandra y Celeste; en mi medio no circulaban mujeres parecidas a mí. En ese entonces la CHA funcionaba en Rodríguez Peña entre Tucumán y Viamonte. Pedí una entrevista, entré y justo vi pasar a las corridas a Teresa De Rito, vicepresidenta de la organización en 1987. Fue una de las primeras mujeres que se movió sin ocultar su condición. En esos momentos se habían armado grupos de reflexión. Era un espacio importante en donde hablábamos de lo que le pasaba a cada uno. Diría que esa fue una de las cosas que la CHA mejor hizo: salir del discurso de la enfermedad. Porque, sin darte cuenta, saltabas de la discriminación social a la autodiscriminación.

¿Y tu coming out como activista?Mi primera aparición pública fue en un programa del periodista Hernán López Echagüe, sobre homosexualidad. Luego llegó Patricio Kelly. Mejor olvidarlo: recuerdo que decía que los homosexuales tenían la culpa del sida. Igualmente, debíamos ir porque era un momento álgido con el tema del sida. Siempre yo ponía la siguiente condición, nada de preguntas personales. Era mi privacidad y a nadie le importaba.

¿Cómo fue tu relación con el feminismo de la época?El planteo de la organización se basaba a ir por todos los derechos, los de las mujeres también. Las feministas prácticamente nos relegaban y eso nos daba mucha bronca. Cuando asistíamos a encuentros feministas escuchábamos decir que nosotras estábamos subordinadas a los varones. Para nosotras, el feminismo era una alianza estratégica por la

lucha de la liberación de las minorías sexuales. Y nos molestaba que en los lugares feministas estuviéramos solas y se discutiera si éramos homosexuales o lesbianas. Para mí la identidad lésbica entraba en el marco de reconocimiento de los derechos humanos de integrar a ambos sexos a la lucha. Algunas lesbianas consideraban que yo no traspasaba el límite que imponían los varones.

¿Cuándo te integras al feminismo?Con el V Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, que se hizo en San Bernardo en l990. Ese espacio me conectó con mi compromiso con el feminismo. Fuimos en representación de la CHA. El Comité Organizador estaba compuesto por feministas heterosexuales y lesbianas. Cuando enviaron los boletines de difusión del encuentro por toda América Latina, en ninguno de ellos figuraba la palabra lesbiana. Ni tampoco se había asignado un lugar adecuado para un taller. Ya que no teníamos lugar, tomamos uno. Todas las tardes a las 17 nos reuníamos allí. Nos autoconvocamos y éramos más de 500. Cuestionábamos básicamente la invisibilidad que las heterosexuales feministas hacían del lesbianismo. Para nosotras fue un empuje total por la presencia del lesbianismo internacional y nos llevó a hacernos más fuertes dentro de la asociación. Después, al volver, en la CHA se formó una comisión directiva de 11 integrantes, de los cuales 8 éramos mujeres. Hicimos un avance muy grande. Tanto que se tuvieron que reunir varones por su lado para discutir por qué razón asistían tan pocos a la CHA. A partir de ahí empezamos a pensar en la sexualidad como un derecho humano y en dejar de hablar de los homosexuales como un sector, para unir nuestra lucha a muchas otras más.

¿Cómo conocés a Carlos Jáuregui*?A Carlos lo conocí cuando armaron Gays por los Derechos Civiles (GayDC), en 1991. Creo que su mayor diferencia con la CHA era respecto a cómo enfocar el sida. Él y otros más decían por entonces que el sida no existía. Empezamos a relacionarnos a partir de compartir mesas de debate en televisión. Esa fue la etapa dura ya que había que marcar una diferencia entre nosotros, pero sin matarnos. De última, nos perjudicábamos si lo hacíamos, ya que estábamos por lo mismo.

Cuándo hablás de su militancia en pro de una cultura homosexual, ¿incluís también el lesbianismo?Sí, me parece que ahí él no hacía esa distinción entre varones y mujeres. De hecho, creo que en Gays DC propiciaba la participación de mujeres. Y, además, durante su último tiempo tuvo una alianza muy fuerte con lesbianas feministas: Ilse Fuskova, Claudina Marek, Alejandra Sardá, Laura Eiven, Mónica Pavicich. Eran las mujeres que lo acompañaron mucho en los últimos momentos. Carlos estaba rodeado básicamente de mujeres cuando la enfermedad lo atravesó.

¿Qué pensás sobre su manera de desarrollar acciones políticas?Con muchas yo estaba en desacuerdo. Las Marchas del Orgullo las generó Carlos. Él arrancó con toda esa movida. Es el día de hoy que yo sigo en desacuerdo con ese armado de marcha. Él respetaba bastante las fechas, los primeros años se hacían el 28 de junio. Creo que Carlos partía de traer algo de afuera que no se consensuaba; no se trataba de traer otros grupos que no fueran homosexuales que adhirieran a lo mismo a la manifestación. Y, para mí, estratégicamente quedaba como el día del homosexual. Para afuera no se entendía muy bien qué era.

¿Él no intentaba incluir otros colectivos?Sí, pero no se veía en un resultado y quedaba como una especie de festival. Yo creo que estaba mucho más asentado y peor por el cambio de fecha. Poca gente se enteraba de que es un día tan importante, que marcaba la lucha organizada en el mundo. Nosotras íbamos a las reuniones preparatorias de las marchas con otra postura: si se armaba una marcha teníamos que convocar a otros grupos con los que nosotras interactuábamos y plantear el problema de la sexualidad como algo más general, no partiendo de la homosexualidad. La homosexualidad sí planteaba un conflicto, el conflicto de las minorías sexuales, pero la sexualidad globalmente incluía un montón de cosas que en aquella época eran materia pendiente en democracia: la educación sexual en las escuelas, el embarazo adolescente, la prostitución, el aborto. Mientras que la marcha sólo permitía hablar de una minoría sexual. Nosotros, en cambio, hablábamos del “libre ejercicio de la sexualidad como un derecho humano”. Era muy complicado, porque yo de ninguna manera quería trenzarme con Carlos. Entonces había que ver cómo se podía hacer alguna cintura para que se notara la diferencia de planteo, pero sin matarnos entre nosotros.

La demanda sobre aborto, embarazo adolescente, etcétera, ¿era de la CHA o era una demanda tuya a partir de las mujeres que la integraban?No, era de la CHA, algo consensuado entre todos y todas. No digo que ese consenso fuera liviano, ni que lo consiguiéramos fácilmente. Pero era algo que salía del conjunto de las reuniones, de las reflexiones de las que después hacíamos escritos; era algo que en la CHA se discutía permanentemente. El feminismo era nuestro aliado estratégico en todas esas reivindicaciones.

¿Jáuregui no veía el feminismo como un aliado?Yo creo que sí, pero, al momento de llevarlo a acciones concretas, no traslucía. Se hizo, eso sí, más evidente en la última época de Carlos, en coincidencia con su apertura hacia las travestis y transexuales. Durante esa época se ocupó de aggiornar más el discurso.

¿Vos pensabas que la CHA posterior a Carlos lo había hecho antes?Sí, yo creo que la CHA antes lo había hecho. Lohana Berkins dio sus primeros pasitos en esa época de la asociación. Todavía se prostituía y tenía millones de problemas con la policía, en la Comisaría 50 en Flores. Más de una vez la ayudamos a salir... Lohana era alguien valiosísima y se notaba ya todo lo que ella podía hacer.

¿En el discurso de Carlos estaba en germen la mercantilización de lo gay, acompañando otros posicionamientos?Yo creo que sí. Pero lo que siempre voy a rescatar de él era esa capacidad de ir cambiando y transformando lo que iba diciendo y su política de acercamiento a otros grupos, también. Pero, en el fondo, estaba esa cuestión de escribo un poema, y era un poema homosexual... Yo juego al fútbol, y no creo que lo haga porque soy homosexual, o que tenga una manera lésbica de jugarlo. Prefiero dar batalla en otros espacios, donde se respete a las lesbianas que quieren jugar al fútbol. Y no creo en esas estrategias como forma de lucha. Carlos sí podía adherir a eso. En sus actitudes, en su discurso, en las acciones que generaba. En la historia de la lucha hubo gente valiosísima. Hoy me parece que ya no hay ese debate en torno a diferentes posturas, y este fenómeno de poder comunicarnos masivamente con todo el mundo hace que, de golpe, tres personas se juntan en una pieza con una computadora y ya son un grupo de activistas. Pero están completamente lejos de poder generar un movimiento social. Y, además, se les sigue escapando el análisis de ese contexto, porque no

es lo mismo ser lesbiana y vivir en la Villa 31 o en el interior del país. Y me parece que todavía no se generaron debates en torno a esas cosas, ni se establecieron luchas en torno a esos temas. Recuerdo que juntos hicimos una protesta muy grande en contra del entonces cardenal Antonio Quarracino, frente al Episcopado. Llovía, hacía frío y me acuerdo que estábamos todos con gabanes. Ese Carlos era combativo, y hablábamos de lo mismo.  Pero después su forma de replicar otras cosas no era la misma.

Y con las organizaciones de Derechos Humanos, ¿cómo se vinculaban?La CHA tenía vínculos fuertísimos con las organizaciones de Derechos Humanos. De hecho, nosotros íbamos a la marcha de la resistencia de las Madres de la Plaza de Mayo permanentemente y con una presencia fuerte en la organización, con banderas, con una actividad específica. A Hebe Bonafini le costó entender eso, pero a la larga lo entendió, y nos admitió en esa lucha. Cuando la CHA cumplió diez años, hicimos una acto contando la historia de la asociación en el Centro Cultural Ricardo Rojas –me acuerdo que llamamos de moderadora a la periodista María Moreno- y Hebe apareció. Eso para nosotros fue buenísimo. En definitiva, entendió que también forma parte de nuestra lucha. La CHA iba a muchísimas reuniones que tenían que ver con la derogación de edictos policiales, con el CELS, con la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, con la APDH. Cantidad de actividades en conjunto con ellos. Me acuerdo de un dirigente radical, Simón Lázara, él fue personalmente a dar charlas a la CHA por el tema de los edictos; él había logrado la cuestión de la llamada telefónica, y que no te podían tener detenido 48 horas por averiguación de antecedentes.

¿Cuándo se produce una alianza entre lesbianas y gays?Con el Primer Encuentro Sudamericano de Reflexión Lésbico-Homosexual. Fue desde el 24 hasta el 29 de noviembre de 1992. Se hizo en el Canelo de Nos, un asentamiento en las afueras de Santiago de Chile. Era un hecho sin precedentes en la historia del movimiento Lésbico-Gay de la región. Convocó a treinta y cuatro representantes de veinticuatro grupos de gays y lesbianas de ocho países de América Latina. En representación de la Argentina participamos Carlos Jáuregui, de Gays DC; Andrés Febbraio, de ISIS; Alejandra Sardá, de Las Lunas y las Otras; Enrique Rojas y yo por la CHA. Allí entré en diálogo con Alejandra. Para ella las lesbianas tenían como lema que con varones no se trabajaba por considerarse una pérdida de tiempo. La revolución lesbiana la iban hacer sin ellos. Su postura de crear un mundo amazónico era muy fácil. Para mí era lo contrario. Había varones que podían ser nuestros aliados y solo en espacios compartidos entre ambos podía darse la discusión. Y así se presentó tiempo después.

*  Primer presidente de la CHA entre 1984 y 1987. Fue uno de los principales referentes del movimiento homosexual en la Argentina y luego de la comunidad LGTB hasta 1996, año de su muerte.