Las ciencias sociales ante la ciudad contemporánea · ciudades de África (Togo y Camerún) y de...

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Las ciencias sociales ante la ciudad contemporánea Belém. Foto. Rodolphe Hammadi. En Capitales oubliées, Bélem-Manaus-San Luis, Paris, Hermet, 1996.

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Las ciencias socialesante la ciudad

contemporánea

Belém. Foto. Rodolphe Hammadi. En Capitales oubliées, Bélem-Manaus-San Luis, Paris, Hermet, 1996.

A flor e a náusea

[…]

Uma flor nasceu na rua!Passem de longe, bondes, ônibus, rio de aço do tráfego. Uma flor ainda desbotadailude a polícia, rompe o asfalto.Façam completo silêncio, paralisem os negócios,garanto que uma flor nasceu.

Sua cor não se percebe.Suas pétalas não se abrem.Seu nome não está nos livros.É feia. Mas é realmente uma flor.

Sento-me no chão da capital do país às cinco horas da tardee lentamente passo a mão nessa forma insegura.Do lado das montanhas, nuvens maciças avolumam-se.Pequenos pontos brancos movem-se no mar, galinhas em pânico.É feia. Mas é uma flor. Furou o asfalto, o tédio, o nojo e o ódio.

Carlos Drummond de AndradeA Rosa do Povo. Rio de Janeiro. 1945

América Latina y la antropología de la ciudad. Entrevista con Michel Agier*

Dominique Vidal**

Palabras claves: Antropología. Ciudad. Etnicidad. Brasil. Colombia.Mots-Clés : Anthropologie. Ville. Ethnicité. Brasil. Colombie.

EL ANTROPOLOGO MICHEL AGIER, nacido en 1953, es actualmente director deinvestigaciones en el Instituto de Investigación para el Desarrollo (IRD) ymiembro de la Unidad de Investigación sobre Mundialización y

Construcciones Identitarias de este Instituto. Además, en tanto que investiga-dor en el Centro de estudios africanos de la Escuela de Altos estudios enCiencias Sociales (EHESS), está habilitado para dirigir las investigaciones dedoctorado de la EHESS, y es igualmente director de investigaciones en laEscuela doctoral de la Universidad de París III – Nueva Sorbona. Desde hacevarios años, Michel Agier lleva a cabo investigaciones antropológicas en lasciudades de África (Togo y Camerún) y de América Latina (Brasil y Colombia),en donde se ha interesado, en primer lugar, en las dinámicas del cambiosocial, las identidades étnicas y los movimientos culturales urbanos, particular-mente en los ámbitos religioso y carnavalesco. Las investigaciones se centra-ron en los espacios periféricos y en los medios sociales precarios o marginales,produciendo una reflexión global sobre la ciudad, tal como la viven y la‘hacen’ sus habitantes en la vida cotidiana. Agier trabaja actualmente sobre lasreconstrucciones identitarias de los pueblos en éxodo por las guerras. Lasinvestigaciones de terreno se sitúan en los nuevos espacios de reagrupaciónde las poblaciones desplazadas y refugiadas: zonas periféricas en Colombia,campos de refugiados en Kenia y en Zambia. Esta investigación implica tam-bién una reflexión sobre el sentido de la práctica humanitaria, sobre las formasde resocialización y la definición y la acción política que surgen en los espaciosde excepción.

Michel Agier es autor de numerosos artículos y obras. Recientemente ha

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123* IRD. Institut de recherche sur le développement, París (Francia). ** Universidad de Lille III (Francia).

Resumen: En esta entrevista, el antropó-logo Michel Agier habla de su experienciade investigación en América Latina.Comenta sus investigaciones en Brasil yColombia y muestra como éstas contri-buyeron a la elaboración de su reflexiónsobre la antropología de la ciudad: desdesus trabajos sobre los medios populares yel carnaval de Salvador de Bahía hasta susinvestigaciones sobre los desplazadoscolombianos. Destaca también la diferen-cia que existe entre los contextos nacio-nales y las tradiciones de investigación enestos dos países. Sugiere finalmente unaagenda de investigaciones sobre las ciu-dades latinoamericanas.

Résumé : Dans cet entretien, l’anthropo-logue Michel Agier évoque son parcours derecherche en Amérique latine. Il revient surses enquêtes au Brésil et en Colombie etmontre en quoi celles-ci ont contribué à saréflexion sur l’anthropologie de la ville,depuis sur travaux sur les milieux popu-laires et le carnaval à Salvador de Bahiajusqu’à ses recherches sur les déplacéscolombiens. Il souligne également la diffé-rence des contextes nationaux et des tradi-tions de recherche dans ces deux pays. Ilsuggère enfin un agenda de recherches surles villes latino-américaines.

publicado tres libros: L’invention de la ville, Banlieues, townships, invasions etfavelas, París, Éditions des archives contemporaines, 1999, Anthropologie ducarnaval, La ville, la fête et l’Afrique à Bahia, Marsella, Ediciones Parenthèses,2000 y Aux bords du monde, les réfugiés, París, Flammarion, 2002.

Dominique Vidal: Para comenzar, ¿quieres decirnos cómo encontrasteel tema de la ciudad cuando comenzaste a trabajar en Brasil y luego enColombia? ¿Cuáles eran entonces tus preocupaciones y las de los investiga-dores de estos dos países? ¿En qué han influido tus investigaciones en Áfricasobre tu manera de aprehender estos nuevos terrenos?

Michel Agier: Por disponer de una experiencia sobre la antropologíaurbana en África, yo no buscaba exotismo a toda costa, y por ello, al llegar aBrasil, mi problemática ya era exactamente la de la antropología urbana delcambio social. Me incorporé a un equipo que trabajaba, desde hacia quinceaños, sobre las cuestiones del cambio social vinculado a la industrializaciónde la región de Bahía. El equipo estaba coordinado por Nadya AraujoGuimarães. Yo me concentré en el estudio de la ciudad propiamente dicha;es decir, que estudié la cuestión del cambio social no en las propias empre-sas, sino desde el punto de vista de los barrios de origen de la población tra-bajadora. Eso me llevó a trabajar durante varios años y a vivir en el barrio deLiberdade en Salvador. Fue una incursión etnográfica de larga duración enun barrio popular mestizo, pero no marginalizado (a veces se consideraLiberdade como un favela, pero es una viejísima invasión que se convirtió enun barrio popular de cerca de 200 000 habitantes). Hice un trabajo con lasfamilias. El informe sobre mis investigaciones en África se fundaba en el pesode la familia y la relación de parentesco que había estudiado en Togo y elCamerún, ya en contextos urbanos. En Togo, por ejemplo, yo había traba-jado sobre la idea de sistema residencial familiar: la forma en que las familiasse recomponen en el medio urbano siguiendo al mismo tiempo vinculadas,pero teniendo varias ramificaciones residenciales. Eso me ayudó a considerarla cuestión de la organización familiar de manera quizá original en relacióncon los estudios brasileños. Yo mostré el conjunto de recursos de que dis-ponían las familias, lo que hacía que los individuos permaneciesen juntos,incluso en situaciones de gran pobreza.

Para un etnólogo en la ciudad, la cuestión no consiste en reproducir laetnología dicha ‘clásica’; es decir: buscar a toda costa -por ejemplo- sistemasde parentesco conformes a los sistemas de parentesco de linaje o clánicos, ode cortes magnificadas que se localizarían en nichos en medio urbano a laimagen del famoso ‘principio de corte’ de Bastide. ¡No, se trataba más biende ver lo que el medio urbano introduce como otros modelos de organizaciónsocial, en este caso familiar! Es lo que me llevó a hacer un trabajo sobre lospadrinos, los compadres, las comadres, y a ver cómo, en estas prácticas deprotección espiritual y material, es el conjunto de la familia, y no solamenteun niño, el que se identifica. Es toda una parentela, en torno a la familianuclear, la que se puede así describir. Eso me llevó hacia un ámbito dereflexión más amplio que ya abordé en L’Invention de la ville: lo que al res-pecto de los Haoussas de Lomé de Togo había llamado, adoptando un tér-mino utilizado por el etnólogo del mundo haoussa1 M. G. Smith, el casiparentesco. En otros contextos se ve que los emigrantes utilizan el lenguajedel parentesco para relaciones que no son directamente relaciones padres-hijos, pero que pueden ser eventualmente relaciones de alianza, como las que

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existen entre yernos y suegros. Todo eso está inmerso en un lenguaje delparentesco y en obligaciones muy cercanas a las del parentesco. Por último,en la ciudad hay parentesco espiritual, parentesco de consideración (un purolenguaje que es un modo de interpelación y que acerca gentes que puedenser amigos y vecinos). Hay también el parentesco simbólico de las comuni-dades de culto, como en las iglesias o en los templos de candomblé. Para mí,eso era todavía antropología; no porque el parentesco sea importante para laantropología, sino porque así era posible describir, en ciudad como en otraspartes, los niveles de organización social próximos del individuo.

En Liberdade, también me confronté con la cuestión de las relacionesraciales; ya que Liberdade, aunque era un barrio mixto, era conocido comoel gran barrio negro de Salvador. Y también porque me aparecía, especial-mente por ser extranjero, que en los comportamientos existe un racismo,un prejuicio racial que es extremadamente fuerte, al mismo tiempo que hayun discurso de la cordialidad y la negación del problema racial, que es tam-bién muy importante. Me di cuenta muy rápidamente de que trabajar sobrela movilidad social implicaba reflexionar sobre la forma en que la gente sedeshace de un estigma, y, por lo tanto, del prejuicio racial. Y ello en lamedida en que o desde que una persona de color se encuentra fuera de supuesto social ‘natural’, y que a menudo se encuentra en la marginalidad,debe solucionar la cuestión de su color. Eso es el signo de lo que funda elmestizaje racial y, al mismo tiempo, muestra lo que es el blanqueo; es decir,el problema para resolver lo del color de la piel. Estando en Liberdade, yotenía juntos los problemas de pobreza y de movilidad social, de relacionesraciales y de aparición de la cultura negra, puesto que es allí en donde sefundó el Bloque carnavalesco Ilê Aiyê con jóvenes negros, vinculados a losmedios del trabajo y de la industria, que habían tenido que hacer frente aproblemas de racismo.

Dominique Vidal: Y, a continuación, ¿llegas a Colombia con una pers-pectiva de investigación centrada en la etnicidad?

Michel Agier: Aunque en estos casos soy más sensible a los contextosque al comparatismo, al principio era eso, con una pequeña idea compara-tista. Además, cuando pasé a una reflexión sobre el conjunto de la ciudad,ya no desarrollé exactamente un trabajo comparativo. El comparatismo estásiempre presente, ya que se tiene siempre presente en el espíritu otra expe-riencia, otro ejemplo; pero el comparatismo es un poco limitado en su finali-dad. Digamos que más bien adopté un planteamiento transversal, deconstrucción de un objeto a la escala global. Pretendí juntar lo que une másque lo que separa; por ejemplo, sobre la segregación o la creatividadurbana. Era así interesante constatar que todo lo que se relaciona con la cul-tura étnica, con la cultura negra o de descendencia afro, comienza en lasciudades, que es un puro producto de las ciudades. Eso no quiere decir, porsupuesto, que en los ríos y los bosques del Pacífico colombiano no haya cul-tura, en el sentido de manifestaciones culturales, rituales y creencias; peroesto no se elabora nunca como una cultura unificada, que funda una dife-rencia cultural. Es necesario estar en el contexto urbano con diferencias, jue-gos de espejos, intercambios o racismo para que, en un momento dado,algunos individuos hagan una reflexión sobre ellos mismos e intentenreflexionar sobre sus diferencias con relación a otros, y, eventualmente, aconstruirla, reconstruirla, a desarrollarla aún más. Una de las conclusiones detodo este trabajo transversal me llevó a decir que, tanto en América Latina

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como en otras partes, la ciudad es un factor de etnicización que acerca auna determinada conciencia de la diferencia cultural, y esto al mismotiempo que la ciudad contiene elementos que favorecen la homogeneiza-ción, puesto que los modos de vida se acercan y se juntan según criteriosespaciales o sociales. Es precisamente porque se está cada vez más en lomismo, en la identidad, que un cierto número de discriminaciones se reve-lan y se transforman, y en ocasiones se invierten en la reivindicación de unadiferencia cultural. Es en este sentido que escribí, para hablar de nuevo deColombia, que la cultura negra colombiana comienza en Tumaco y en Cali.

En las investigaciones que realicé en Tumaco, una pequeña ciudad delPacífico, y en el barrio de Agua Blanca en Cali, en primer lugar y como conti-nuación de lo que había hecho en Brasil, yo trabajé sobre las creaciones cultu-rales. Eso se inscribía en un programa más amplio sobre la movilidad, la urbani-zación y los cambios culturales de las poblaciones negras del litoral colombiano– una investigación colectiva coordinada por Fernando Urrea, del Universidaddel Valle (Cali), y yo. Posteriormente, la agravación de los fenómenos de violen-cia, después de 1997, me hizo interesarme a los desplazamientos forzados y ala manera en que la gente incorporaba eso y se resocializaba en un contextode guerra y violencias. El contexto, una cierta actualidad local y mundial, mecondujo a un cambio importante en mi itinerario de investigación. El investiga-dor en ciencia social, ¿no debe inquietarse siempre frente a lo que lo concierneen el estado del mundo? Esta inquietud, ¿no es precisamente la que designapara lo que sirven las ciencias sociales y sus investigadores? La unidad teóricade estas investigaciones se encuentra en la cuestión de los procesos de identi-dad, de la identificación: identificación a una cultura y/o a un lugar. Eso reenvíaa la cuestión de la identidad, en el sentido de: a lo que me identifico. No es laidentidad en el sentido sustancial, abstracto; sino en el sentido situacional: ¿aqué tipo de lugar, a qué tipo de situación, a qué tipo de configuración, en unmomento dado, me identifico? La cultura negra no tiene así nada de ancestralo de original como algunos lo dicen, sino que permite a gente que vive ensituaciones de exclusión y segregación de identificarse, de establecer vínculosentre ellos. Este vínculo comunitario se da, en un momento dado, por la identi-ficación con ciertos elementos de cultura – en este caso con esta reinvenciónde las culturas africanas o afro-brasileña – o aún por la reidentificación conlugares para gente (desplazados, refugiados) que perdió el lugar donde residíay se reinstala en otra parte. La localidad tampoco tiene que ver con una inscrip-ción ancestral. Puede y debe reconstruirse a cada nueva experiencia. Appadurailo formuló bien en la obra Modernity at Large. No cuando se sitúa al nivel,demasiado abstracto e ideológico a mi juicio, de la escala global, de las diáspo-ras postnacionales o del nomadismo universal, sino cuando él habla, de unamanera bastante nueva y precisa, de las múltiples instancias y técnicas de ‘pro-ducción de la localidad’2. Lo local no es un hecho de naturaleza, de origen,puede ser aprehendido en un enfoque constructivista. Es en este sentido queme parece importante continuar redefiniendo los modos y espacios específicosde identificación en un mundo a la vez globalizado y perturbado.

Dominique Vidal: Habida cuenta de tus experiencias en Brasil y enColombia y en términos relacionados con las ciencias sociales, ya seahaciendo referencia a las corrientes teóricas o a la práctica de la investiga-ción, ¿qué es lo que acerca y lo que separa a estos dos países?

Michel Agier: Se puede decir que la organización académica y la investi-

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En Colombia, aún no hay muchas cosas a nivel institucional. Participé, en1995, en los debates del Instituto Colombiano de Antropología, cuya direc-tora, Maria Victoria Uribe, intentaba fundar un programa de antropologíaurbana. Ahora hay investigadores trabajando sobre esos temas en elInstituto de Antropología, como también en algunos equipos universitarios(en la Universidad Nacional, en el Externado, etc.). También hubo, enBogotá, en los años noventa, un importante programa municipal paraluchar contra la violencia en la ciudad, el ‘observatorio de la cultura urbana’,gracias a la acción y a las ideas bastante originales del alcalde, filósofo ymatemático, Antanas Mokus. Muchos jóvenes investigadores participaronen este programa a través de trabajos de investigación tales que la antropo-logía de los espacios de miedo en la ciudad o de estudios de barrio, de loslugares de fiesta o culto, etc. Pero antes había muy pocas cosas, y la antro-pología que prevalecía, aún más que en Brasil, era la antropología indige-nista, y, más tardíamente la de los negros, ya que ese ámbito es menosreconocido. Ahora hay muchos programas sobre las poblaciones desplaza-das que incitan a los investigadores a investigar en los medios urbanos y areflexionar sobre la reinserción de los ‘desplazados’ en el contexto urbano.

Por lo que se refiere a los trabajos clásicos de la antropología urbana, yobviamente a los que se produjeron en los Estados Unidos, mucho de estostrabajos no parecen ser muy conocidos. Esta tradición ocupa un lugar unpoco marginal pese a que se haga mención aquí o allí a la Escuela deChicago. La antropología urbana como la antropología circunstancial, cono-cida como la Escuela de Manchester que hace hincapié en los contextos y enlas escalas, representan, sin duda, una antropología que da herramientas teó-ricas para la descripción y la interpretación, pero que no produce una granteoría del mundo social. El eco de Bourdieu en Brasil es debido fundamental-mente al hecho de ser el último que ha producido una de estas grandesteorías; aunque, por supuesto, haya muchas otras cosas en su obra. Lasteorías de la antropología urbana no son manuales para pesar, sino claves. Esuna antropología que no produce verdades sobre el mundo, sino modos deaprehensión de la realidad. Esa es quizá la explicación de su escasa difusiónen América Latina: ¡no entra en competencia con Marx o Bourdieu!

Dominique Vidal: La división entre sociología y antropología, tal como

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puede a veces existir en Francia, ¿la has percibido en Brasil y en Colombia?

Michel Agier: Por mi parte, yo no creo, de ninguna manera, en la validezde esta separación, que existe sobre todo a nivel institucional. Creo que lomejor es considerar el modo de conocimiento. El de la etnografía es el defundar cualquier conocimiento en una relación de investigación personal; esdecir, tener escalas que cualquiera puede comprender. El terreno, son lasrelaciones que se pueden tener, las relaciones interpersonales que tiene elpropio investigador, y no un investigador que hace el trabajo para él y quesólo a él da cuenta. Es la primera gran delimitación, ya que es evidente queuno pone mucho menos a prueba sus elucubraciones teóricas cuando unopermanece en su oficina y envía a un asistente de investigación a llenar cues-tionarios y éste vuelve con cuestiones a las cuales la gente no supo respon-der. Otra cosa es ponerse en situación de producir información. La segundadificultad, o más bien la dificultad que nace de eso, es la de producir unconocimiento de la ciudad a partir de la relación de investigación. Hay unadiferencia de escala muy importante que no se puede pretender solucionar,ya que se pierde esta particularidad de la etnografía, siendo la antropologíaun conocimiento basado en la etnografía y capaz de decir cosas a un nivel degeneralidad y comparabilidad que tiende a lo universal. El geógrafo, o másbien el cartógrafo y el urbanista dan una visión global de la ciudad como unatotalidad, mientras que es una totalidad que no se ve nunca en su realidad.No tienen la misma necesidad de comprobación que la del etnólogo, quesólo puede fundar su trabajo sobre el terreno, entendido como experienciade algunas relaciones que le hicieron conocer esto o eso. El planteamiento deuna antropología urbana, o de una antropología de la ciudad, reside más enun esfuerzo de teorización en el que se destacan algunos tipos de relacionesentre las personas. Es una cuestión que especialmente me planteo actual-mente, ya que estoy rehaciendo un trabajo sobre Salvador, pero sobre elconjunto de la ciudad, y me pregunto si se puede hacer la antropología detoda una ciudad. Intento trabajar esta cuestión abordando, a distintas esca-las, el sentido de las relaciones sociales y el sentido de la fiesta en las situa-ciones ordinarias y en las situaciones rituales. ¿Se puede convertir en genera-lidad las relaciones interpersonales, las relaciones de patrocinio, las relacionesde patronato, las relaciones en un barrio? ¿Es que todo eso llega a encajaridealmente siguiendo el principio de las muñecas rusas? A fuerza de encajarlas relaciones las unas en las otras, ¿se puede encontrar un modelo de razo-namiento que permita hablar del conjunto de la ciudad? Y, de la mismaforma, ¿se encuentra algo similar a propósito de la fiesta? La idea es de partirdel nivel más elemental de la fiesta, el aniversario, la forma en que hasta enlas familias más necesitadas, que se sacrifican en esas ocasiones, se celebra auna persona, y luego considerar la fiesta de la calle, la fiesta del barrio, lafiesta ‘de largo’, la fiesta de santo, la gran procesión, la fiesta de carnaval.Sería una manera de aprehender el conjunto de la ciudad, como un sistemade relaciones y significados articulados, sin dejar jamás de ser etnografía.

Para volver a las relaciones entre sociología y antropología: en Brasil y enColombia tuve la impresión de que, relativamente, había más gente que sedefinía como antropólogos que en Francia. Hay, de todas maneras, una fron-tera tenue entre etnología y sociología. En Brasil y en Colombia se dicenantropólogos cuando hay una relación con el terreno y se habla de sociólo-gos cuando se trata de la sociología histórica o de la sociología cuantitativa.Mientras que en Francia hay una sociología cualitativa y también una socio-

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logía de terreno, que no es necesariamente muy diferente de la antropología.

Dominique Vidal: Volvamos precisamente a ese proyecto de hacer unaantropología de la ciudad y no una antropología en la ciudad del que túhablas en L’invention de la ville.

Michel Agier: Lo que me han enseñado mis investigaciones es la maneracómo la gente hace la ciudad. Esto es lo que comprendí investigando enzonas marginales en las que la presencia del poder público es escasa, lo queobliga a la gente a inventar su propia existencia. Es lo que me llevó a opo-nerme a sociólogos que dicen que, en Francia, la ciudad ya no hace la socie-dad. ¿Qué es lo que puede significar decir que la ciudad debe hacer sociedad?Es la gente la que hace la ciudad, son los grupos sociales los que hacen la ciu-dad y no la ciudad la que hace sociedad. Y es este hacer-ciudad, que seobserva en las relaciones sociales y en las distintas formas de sociabilidad, elque hay que descifrar mejor cuando se parte, como un etnólogo, de unmodelo de parentesco que no funciona en la ciudad, o que se funciona, comoun sociólogo o un demógrafo, con un modelo como la pareja que no es sufi-ciente. Si la gente llega a vivir junta veinte o treinta años, en contextos depobreza, es porque tienen recursos. No se trata por lo tanto de hacer el elogiode la ‘solidaridad familiar’ o de reforzar este mito, ya que son sistemas depoder, pero sistemas de poder en los cuales la gente encuentra la manera devivir. Para mí es esto la antropología de la ciudad relacional. Y luego hay laantropología de la ciudad cultural: en sus reagrupaciones, en sus búsquedasde gente que para producir el sentido de su existencia producen ellos mismosel marco de este sentido, su simbólica, su bricolaje, y que pueden dar lugar amomentos de fiesta. También es este vínculo cultural entre la gente el quehace ciudad. El vínculo político es aún otra manera de hacer ciudad: cuandoaparecen protagonistas y que la gente, a través de estos protagonistas, artistaso líderes, se identifica a un conjunto, a un colectivo, a una ‘comunidad’ más omenos imaginaria. Es por esto que, a mi manera de ver, hablar de una antro-pología de la ciudad es hablar de todo lo que hace la ciudad. Pero, la ciudad,en tanto que totalidad, no la abordo nunca.

Dominique Vidal: En tus trabajos das mucha importancia al análisis cir-cunstancial de Clyde Mitchell y haces hincapié, en particular, en el hecho deque permite aprehender el lugar de la cultura en la comprensión de lasinteracciones en ciudad. ¿Puedes precisar en qué se distingue este interés,sobre el lugar de la cultura en las interacciones, de este otro tipo de interac-cionismo que evacúa, a partir de una lectura de Goffman, toda referencia ala cultura o la sitúa al segundo plano politico-social?

Michel Agier: El término de ‘segundo plano’ me parece el más preciso, yaque te hace pensar en lo que puede hacer un etnólogo: observar situaciones.Es Jean Bazin que escribía: ‘No veo nunca la sociedad, sólo veo situaciones.’ Yse puede igualmente decir: ‘no se ve nunca la ciudad, se ven situaciones quepasan en la ciudad’. El punto de partida es preguntarse en qué es etnográficauna descripción; es decir, cómo puedo hacer que una situación observada seauna descripción que tenga un sentido. Por ejemplo: porque se repite suficien-temente, si ella es repetitiva, banal o ritual (como la salida anual de un grupode carnaval). Lo que busco en la situación no es un punto de vista minima-lista, según la lectura interaccionista a la manera de Goffman. Como tú lo hasdestacado, no es mostrar que la gente se saluda siempre bajando la cabeza,

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en una perspectiva próxima a la etología que se niega a abordar la cuestióndel sentido. Lo que busco, es precisamente entender el sentido en el contextocultural, histórico, sociológico, local, etc., de la situación. Lo que es interesanteen la situación es llegar a poner de manifiesto en qué el contexto es inherentea la situación, ya que es estableciendo la relación situación-contexto que sepuede alcanzar un determinado nivel de comprensión. El análisis situacional‘funciona’ muy bien en ese caso. La densidad de una descripción, para adop-tar los términos de Clifford Geertz, es cuando se llega a poner juntos estos dis-tintos niveles de sentido5. Clyde Mitchell mostró así como en la danza deKalela en Zambia, ex Rodesia del Norte, los juegos de papeles entre los dan-zantes tenían la apariencia de un escarnio racial de la división blancos/negros,que era en realidad un juego sobre las relaciones de pertenencia étnica degente más o menos próxima a la modernidad6. Había todo un juego de iden-tificaciones, en el ritual y en el marco urbano, que hacía concluir a Mitchellque, en un momento dado, las adhesiones tribales de la gente que estaba allíeran formas de categorías urbanas y no formas antiguas simplemente repro-ducidas. Las divisiones que se manifestaban en esta danza tenían más bienrelación con nuevas formas de categorías urbanas. Me pareció que el mediourbano necesita esta clase de interpretación, porque se está de más en más,como lo dice Zygmunt Bauman, en la ‘modernidad líquida’; es decir: que lamaterialidad de las cosas se vuelve dudosa, inestable. ¿Qué es lo que esestable? Se construyen muy rápidamente edificios, pero se pueden tambiéndestruir o desplazar, a imagen de las casas movibles. Las periferias cambian deapariencia, y, en América Latina, los barrios de chabolas se transforman per-manentemente para convertirse en viviendas en duro o, de la misma manera,ser destruidas de la noche a la mañana. Para hablar de nuevo del tema ‘escri-bir la ciudad’, escribir un determinado número de situaciones precisas es quizátan concreto como escribir las casas o los edificios.

Dominique Vidal: ¿En qué pueden contribuir a esta antropología de laciudad las investigaciones sobre América Latina?

Michel Agier: Al menos contribuyen por dos razones: el gigantismo y laamplitud de las zonas de indefinición. Por lo que se refiere al gigantismo, seestá muy rápidamente en dimensiones demográficas y geográficas quehacen que se pueda decir que se está en la civilización urbana. Se está enuna especie de puesto avanzado de lo que sería la urbanización aún másavanzada del mundo: Brasil tiene un 80% de su población que vive en ciu-dad. Y, además, y es el segundo punto, una gran parte de esta urbanizaciónes una urbanización más bien marginal, periférica, pobre. Se hace en zonasde indefinición en las que la gente debe aprender a elaborar su existencia,material y relacional, y donde se observan situaciones especialmente inter-esantes, a nivel político, con la emergencia de organizaciones y movimien-tos populares muy importantes al lado de fenómenos populistas.

Dominique Vidal: Para terminar, me gustaría que se hable de la agendade investigaciones. En L’invention de la ville haces hincapié en dos ejes deinvestigación que te parecen esenciales: por una parte, el estudio del habi-tante urbano enfrentado al rechazo de ciudad y que reinventa la forma enque la ciudad se hace; y, por otra parte, el análisis de las formas de vida enun mundo urbano cada vez más diferenciado. ¿Podrías dar ejemplos concre-tos de investigación que se están realizando en estas direcciones o, por lo

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menos, que podrían realizarse sobre las ciudades de América Latina?

Michel Agier: El mundo de las ciudades va hacia estas dos tendencias.Una pone en evidencia aún más fragmentación y segregación. Ir a ver másconcretamente el rechazo de ciudad es ir a ver eso, como lo hizo por ejemploel trabajo de Teresa Caldeira sobre el aumento de los edificios protegidos pormuros y la privatización creciente del espacio7. El rechazo de ciudad se pro-duce cuando la ciudad deja de ser un lugar que facilita la división del trabajo,la solidaridad orgánica, como decía Durkheim. Es el desarrollo del encierro, delas segregaciones, de los barrios privados, de las aduanas urbanas, o el acanto-namiento en prisiones o campamentos para poblaciones indeseables. Seríaseguramente importante mostrar cómo, en Brasil, los campamentos de los sintierras constituyen reagrupaciones de tipo urbano que, a menudo, hacen pen-sar en el rechazo de la idea de ciudad como espacio abierto. En Colombia, lostrabajos sobre las ‘Comunidades de Paz’ plantean la cuestión de si son solu-ciones para las poblaciones desplazadas por la guerra o, al contrario, trampas,puesto que estas poblaciones se encuentran encerradas en lugares dondeestán prácticamente sin defensa. ¿Se puede, durante mucho tiempo, pensarvivir en un país donde el espacio está ocupado al 75% por la guerra y ponerseen nichos en el 25% restante? La protección no es sólo un asunto de ricos. Laotra tendencia, que es el otro elemento de la agenda de investigación, resideen la individualización creciente de la vida social. Una individualización quemuchas veces nos agrada al estar, a menudo, tan obsesionados por nuestralibertad. Entonces, ¿cómo reencontrar esta vieja idea, defendida por Weber,según la cual ‘el área de la ciudad vuelve libre’?8 Como tantos otros, yo tra-bajo sobre esto a partir del estudio de las fiestas urbanas como ocurrencias deidentificaciones comunitarias que no son más que situaciones de las que sepuede salir en cualquier momento. Y así se libera uno de toda adhesión comu-nitaria o identitaria. El problema está a menudo planteado como si no hubieramás que la posibilidad de escoger entre un gran sistema de segregación gene-ralizado o una adhesión identitaria, como si no hubiese nada entre las dos.Ahora bien, entre las dos son posibles numerosas identificaciones, y muchasinvestigaciones pueden realizarse para poner de relieve estos momentos deidentificación.

25 de febrero de 2003

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NOTAS1 Michael G. Smith. Exchange and Marketing among the Hausa. P. Bohannan and

G. Dalton (eds), Markets in Africa. Evanston, Northwestern University Press, 1962,p. 299-334.

2 Arjun Appadurai. Modernity at Large. Cultural Dimensions of Globalization. Oxford,Oxford University Press, 1996.

3 José Sérgio Leite Lopes. O vapor do diabo. O trabalho dos operários do açúcar. Riode Janeiro, Paz e Terra., 1976; A tecelagem dos conflitos de classe na cidade dos cha-minés. São Paulo, Marco Zero/CNPq/UNB.

4 Alba Valuar. A máquina e a revolta. A organizações populares e o significado dapobreza. São Paulo, Editora Brasiliense, 1985.

5 Clifford Geertz. Thick description: toward an interpretative theory of culture. TheInterpretation of Cultures, New York, Basic Books, 1973.

6 James Clyde Mitchell. Kalela Dance. Enquête (4). Dossier La ville des sciencessociales. Marseille, Editions Parenthèses, 1996 [1956], p. 213-243.

7 Caldeira, Teresa P. R. Fortified enclaves: the new urban segregation. James Holston(ed.). Cities and Citizenship, Durham and London, Duke University Press, 1999,p. 114-138.

8 Max Weber. La ville. Paris, Aubier, 1981 [1921].

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Los estados de la cuestión sobre la investigación urbana en América Latina (1990-2000)1

Arsenio González Reynoso*

Palabras claves: Ciudad. Estado de la cuestión. Investigación urbana. Ciencias sociales.América Latina.Mots clés: Ville. État de la question. Recherche urbaine. Sciences sociales. Amériquelatine.

¿AQUÉ ALUDIMOS CUANDO HABLAMOS de la ciudad latinoamericana? ¿Auna síntesis conceptual o a una representación imaginaria deorden simbólico? ¿Acaso es una ficción semejante al Aleph de

Borges, dentro de la cual podríamos asomarnos y observar simultáneamentelas realidades urbanas desde Tijuana (México) hasta Ushuaia (Argentina)?¿O tal vez sea un emblema acuñado por una comunidad que no encuentraningún paradigma teórico ni político que colme su necesidad de autodefi-nirse, de nombrarse, de volver visible su unidad constitutivamente contra-dictoria y heterónoma?

Para cuestionar la representación simbólica condensada en la noción de‘la ciudad latinoamericana’ decidimos indagar en las representaciones deorden conceptual elaboradas sobre nuestro campo. Nos propusimos partirdel análisis de esos documentos sui generis que son los ‘estados de la cues-tión’ o ‘balances’ del campo de la investigación urbana en América Latina.Nos interesaba saber quiénes habían enunciado e interpretado al campo dela investigación urbana como un corpus de obras y de ideas2 o como unared definida de investigadores y de instituciones, y bajo qué criterios sehabían realizado este tipo de balances.

Emprendimos esta búsqueda, apoyados por la Revista Europea deInformación y Documentación sobre América Latina (REDIAL)3, y así tuvimosacceso a varios centros de documentación; también incluimos una pregunta

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133* École des hautes études en sciences sociales. Paris.

Resumen: Desde hace tiempo, las cienciassociales europeas especializadas sobre lasAméricas han hecho del tema de la ciudadun eje de reflexión privilegiado. La RedEuropea de Información y Documentaciónsobre América Latina trabaja esta temá-tica, desde 1998, intentando poner demanifiesto cómo los científicos sociales han‘escrito’ la ciudad desde hace dos décadas.Es en este marco que el autor del presenteartículo hace un balance comparado de losprincipales estados de la cuestión, realiza-dos desde los principios de los añosnoventa, en relación con el discurso de lasciencias sociales sobre las ciudades lati-noamericanas.

Résumé : Les sciences sociales européennesspécialisées sur les Amériques, ont depuislongtemps fait de la ville un de leurs thèmesde réflexion privilégiés. Le Réseau européend’information et de documentation surl’Amérique latine, depuis 1998, a travaillécette thématique essayant de mettre en évi-dence comment depuis deux décennies lesscientifiques sociaux ont ‘écrit’ la ville. C’estdans ce cadre que l’auteur de cet articledresse un bilan comparé des principauxétats de la question, concernant le discoursdes sciences sociales sur les villes latinoamé-ricaines, réalisés depuis le début des annéesquatre-vingt dix.

en un sondeo efectuado a través de Internet, gracias al cual varios encuesta-dos nos aportaron indicios sobre balances que desconocíamos. El resultadode esta búsqueda fue de una veintena de balances nacionales y subregio-nales (entre los cuales destacan México y Brasil); y una decena de balancesdedicados a América Latina en su conjunto4. Entre estos últimos encontra-mos una serie de directorios e inventarios entre los que destaca el Répertoiredes institutions de recherche urbaine en Amérique latine, Espagne et Portugalelaborado en 1994 por Pascal Ferry, Hélène Rivière d’Arc y Oscar Nuñez(véase Ferry et al., 1994). Los autores de este repertorio mencionan aproxi-madamente 400 instituciones en 22 países de América Latina y el Caribe,clasificadas en centros de investigación, universidades y otro tipo de asocia-ciones. Este conjunto de instituciones permite darnos una idea de un campoque se estructura básicamente a escala nacional. No es casual que casi todoslos estados de la cuestión que se han efectuado en América Latina sobre elcampo de la investigación urbana tengan como horizonte las fronterasnacionales. Véase para México los trabajos de Gustavo Garza (1996), EmilioDuhau (1991 y 1992), Manuel Perló (1990), Araceli Damián (1991); paraBrasil, los trabajos de Licia Valladares (1995), o para Venezuela, el trabajo deAlberto Lovera (1992).

El estudio de la ciudad latinoamericana no se ha efectuado únicamentedesde las instituciones de América Latina, sino que también ha sido objeto deinterés de algunas instituciones europeas, norteamericanas e inclusive del exbloque socialista. Francia ha sido un país que ha destacado desde hace déca-das por su atención e influencia en la definición de los temas urbanos enAmérica Latina. El balance efectuado por Patrice Mélé en 1989, donde ana-liza la producción francesa de la década de los ochentas, así lo atestigua. Estetrabajo es una interesante aproximación al conjunto de instituciones, archi-vos, temas de investigación, fuentes de financiamiento que han estructuradola investigación francesa sobre ‘las ciudades latinoamericanas’. En este mismosentido el análisis estadístico y lexicológico realizado por Laurent Vidal, en1992 pone de relieve los principales temas de investigación abordados porlas tesis francesas cuyo objeto fueron las ciudades de América Latina. Por otraparte, encontramos también un fuerte dinamismo en el interés por la ciudadlatinoamericana en la producción de algunas universidades de EstadosUnidos, Canadá, Alemania y España, sin embargo no hemos hallado ningúntrabajo de reflexión que efectúe el balance de la producción anglosajona,española o alemana sobre nuestro campo de estudio.

Ahora bien, para nuestro análisis decidimos concentrarnos exclusiva-mente con los balances cuyo objetivo fuera la reflexión epistemológicasobre la constitución del campo de estudios urbanos en América Latina. Así,seleccionamos cuatro documentos cuya característica común consiste en serel fruto final de dos grandes reflexiones colectivas de los propios miembrosdel campo en cuestión.

En términos cronológicos, el primer documento fue escrito por José LuisCoraggio como introducción al libro La investigación Urbana en América Latina:las ideas y su contexto que es uno de los volúmenes donde se compilaron lasponencias presentadas en el histórico Seminario organizado en 1987 por elequipo Ciudad en Quito, Ecuador (Coraggio, 1990). El segundo documento,titulado Envahir, conseiller et gouverner. Vingt ans de recherche urbaine latino-américaine fue redactado dos años después por Etienne Henry y Céline Sachscomo reflexión basada en su observación participante en el Seminario de Quito(Henry y Sachs, 1991). Este evento fue el primero en su género y dio por resul-

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tado la primera visión de conjunto del campo de estudios elaborada colectiva-mente. Cierto es que la convocatoria fue lanzada libremente y no se establecióuna metodología común ni ningún criterio restrictivo para las ponencias, demodo que la síntesis final elaborada por Coraggio y (dos años después) el textoanalítico de Henry y Sachs responden a interpretaciones cualitativas de unconjunto heterogéneo de ponencias.

Los otros dos documentos que también elegimos para nuestro análisisfueron escritos por Richard Stren y por Jorge Enrique Hardoy como síntesisde un proyecto comparativo de gran escala que se llevó a cabo de 1991 a1993. Se trata de un enorme proyecto consultivo sobre la InvestigaciónUrbana en Mundo en Desarrollo financiado por la Fundación Ford y laUniversidad de Toronto. Este proyecto sí tuvo un conjunto de criterioscomunes y se llevó a cabo sistemáticamente en tres fases: la primera consis-tió en una serie de reuniones de trabajo de los investigadores en África, Asiay América Latina. La segunda fase consistió en la producción y supervisiónde las síntesis de dichas reuniones. Y la tercera fase fue la celebración de unareunión final entre investigadores urbanos y representantes de agenciasinternacionales que tuvo lugar en El Cairo en 1993. Este enorme esfuerzo(que requirió un gran soporte institucional, financiero y organizativo)concluyó en la publicación de cuatro volúmenes editados por la Universidadde Toronto, uno de los cuales está dedicado a América Latina (Stren, 1995).El documento de Stren, titulado Towards a Research Agenda for the 1990s yel texto de Hardoy Reflections on Latin American Urban Research son a su vezla síntesis de cuatro excelentes balances subregionales elaborados por LiciaValladares, Magda Prates, Martha Schteingart, Alfredo Rodríguez, VicenteEspinoza e Hilda Herzer (Stren, 1995).

De este modo, en el presente artículo, vamos a hacer una revisión de losprincipales criterios con los cuales estos cuatro textos construyeron unarepresentación ‘interna’ sobre el campo de la investigación urbana latinoa-mericana. Hemos de advertir que invertimos el orden de exposición de losdos primeros textos por razones de claridad, ya que el documento deÉtienne Henry y Céline Sachs, aunque sea el segundo en orden cronológico,nos permite un abordaje más sencillo para problematizar la heteronimia delcampo en cuestión.

LOS MOVIMIENTOS DEL PENSAMIENTO URBANO LATINOAMERICANO

Cuando Étienne Henry y Céline Sachs hicieron el balance de veinte añosde investigación urbana en América Latina, encontraron que el objeto comúnque nucleaba a esta comunidad de investigadores era un objeto intriganteque había venido cambiando a través de las décadas (Henry y Sachs, 1991).Este objeto común era y sigue siendo ‘la ciudad latinoamericana’ en torno alcual los investigadores urbanos discuten sin llegar nunca a un acuerdo defini-tivo. La ciudad latinoamericana ha sido y es la materia prima común con lacual esta comunidad elabora y vehicula sucesivas imágenes de los diversosproblemas urbanos. Este postulado –como sus autores lo reconocen- inducea una deformación pues al subrayar la unidad y la continuidad, deja fuera defoco las rupturas y las particularidades que también existen en este campo deestudios.

Para Henry y Sachs, la investigación urbana latinoamericana tiene doscaracterísticas fundamentales: En primer lugar, es muy sensible a las coyuntu-ras (económicas, sociales, políticas); y en segundo lugar siempre está a la bús-queda de principios unificadores y estables. Se menciona que durante el semi-

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nario de Quito, circuló entre los ponentes la expresión de estar a la búsquedade un paradigma latinoamericano que permitiera afirmar la especificidad y launidad de este campo de investigación. Esta búsqueda del paradigma perdidoo inexistente revela quizá la principal carencia de nuestra comunidad: lasconceptualizaciones del objeto ‘ciudad’ provienen de diferentes disciplinasacadémicas (desde la geografía hasta la literatura, pasando por la arquitectura,la administración, las ciencias sociales y políticas) así como de distintas cor-rientes de pensamiento (filosóficas), lo que da lugar a un debate colectivo,pero no a la construcción de una problemática coherente y articulada. Elobjeto ‘empírico’ que es la ciudad, provee un espacio común de enfrenta-miento entre diversas perspectivas de reflexión y de intervención, pero nogenera un espacio fundacional de una ciencia cuyo principio explicativo sea‘lo urbano’. De allí, que efectivamente, como señalan Henry y Sachs, la inves-tigación urbana latinoamericana pueda verse, por una parte, como la secuen-cia de ciertos objetos consensuales (de alta visibilidad social); y por otra parte,como una secuencia de divergencias de interpretación que han dado lugar aimportantes debates.

Es a partir de este razonamiento, que los autores elaboran un repertoriode los grandes temas que concentraron la atención de los investigadoresurbanos. Sin embargo, no se conformaron con inventariar los debates, sinoque imaginaron a toda la producción de la investigación urbana como ungran pensamiento colectivo, abstracto e impersonal, cuya atención se ibadesplazando lentamente de un tema a otro. Es decir, Henry y Sachsconstruyeron una bella metáfora cuya finalidad era aportar coherencia y uni-dad a este campo. Así, la falta de unidad conceptual (el paradigma faltante)fue sustituida por una unidad secuencial en el tiempo gracias a la metáforade un solo pensamiento colectivo que se mueve unidreccionalmente asegu-rando de este modo la unidad (y borrando las rupturas y antagonismos) delcampo de la investigación urbana latinoamericana.

La hipótesis de Henry y Sachs sobre la existencia de cuatro movimientosdel pensamiento permite engarzar diferentes temáticas y crear una sensa-ción de continuidad; sin embargo consideramos que es un artificio heurís-tico que responde a una necesidad del campo. Ello no significa que el reper-torio de temas dominantes y sus debates que nos proponen Henry y Sachsno sea una gran síntesis de la historia de nuestro campo de estudios. Nosparece una aportación esencial el entender los principales debates latinoa-mericanos y las conceptualizaciones divergentes; pero tomamos distanciadel dispositivo retórico que intenta dotarlos de coherencia y unidad.

Así, en el esquema de estos autores, el pensamiento urbano latinoameri-cano se ha desplazado en cuatro diferentes movimientos:

1) el movimiento general panorámico ha ido de entender los procesos glo-bales a entender los actores, de lo macro a lo micro, o de los procesosgenerales a las particularidades concretas;

2) el segundo movimiento va del descubrimiento de las colonias popularesperiféricas (favelas, asentamientos irregulares) a la conceptualización dela marginalidad;

3) el tercer movimiento establece un debate que va desde la perspectiva mar-ginalista hasta la conceptualización de los movimientos sociales urbanos;

4) el cuarto movimiento va de los movimientos sociales al poder local y conéste a la gestión urbana.

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Sin pretender desarrollar la argumentación de Henry y Sachs, me interesaenunciar los diferentes objetos de estudio consensuales que estos dosautores consideran fundamentales:

El primer objeto emerge en la realidad latinoamericana y tiene una altavisibilidad social y gubernamental por su carácter problemático. Se trata delas barriadas, las favelas, los campamentos, las villas miseria, los asentamien-tos irregulares, según fueron bautizados en cada país. Este fenómeno socioespacial representó una fuente de conflictividad para los diferentes gobier-nos de Latinoamérica y fue calificado en un principio a partir de prenocionesde los actores sociales como ‘patologías urbanas’. En un segundo momentoestos espacios populares fueron vistos como sedes de relaciones clientelarescon las élites gobernantes. Desde su origen en los años 60s hasta la fecha,estas colonias populares periféricas han sido objeto de representacionessociales de muy diversa índole y también han sido un objeto de estudio pri-vilegiado por las ciencias sociales latinoamericanas. De acuerdo al trabajo deHenry y Sachs, los investigadores urbanos conceptualizaron a este espaciocomo marginal. La noción o el concepto de marginalidad operó como unparadigma aunque las fuentes teóricas fueron divergentes: desde conceptosimportados por una corriente culturalista norteamericana (inspirada en laEcología de la Escuela de Chicago) hasta una vertiente del marxismo (la quepensaba a este espacio como la sede del ejército industrial de reserva)pasando por el enfoque del dualismo económico que postulaba el desarrollodependiente y la modernización parcial. En fin que la ‘marginalidad’ a juiciode Henry y Sachs, operó como mito fundador de una investigación urbanaespecíficamente latinoamericana, permitiendo rebasar el referente empíricode la favela y poniendo a prueba diferentes categorías de análisis.

El segundo objeto surgió a finales de los años sesenta con la proliferaciónde conflictos sociales urbanos. Los movimientos de pobladores con reivindi-caciones materiales de acceso a infraestructuras y servicios urbanos, o biende demandantes de suelo y vivienda, se multiplicaron y también fueron unfenómeno de alta visibilidad social y gubernamental. Por su parte, los inves-tigadores urbanos encontraron en el debate marxista francés las categoríasde análisis que aplicaron a la realidad latinoamericana y todas estas movili-zaciones fueron comprendidas dentro de la etiqueta de movimientossociales urbanos. Los debates más ortodoxos giraban en torno a la posiblealianza entre la lucha de pobladores y la lucha obrera, o en torno a la pre-gunta de si los movimientos sociales urbanos podían trascender sus deman-das inmediatas materiales para transformar la sociedad en su conjunto. Otracorriente marxista no ortodoxa comenzó entonces a interrogarse sobre lassolidaridades, el tejido social micro local, y la lucha por el acceso al poderlocal (la representación cívica) como estrategia de ir construyendo unahegemonía de la sociedad civil.

El tercer objeto surgió con la crisis económica en América Latina y con laspolíticas de ajuste que al aplicarse implementaron la descentralización de lagestión urbana y de sus principales servicios. En esta reestructuración admi-nistrativa, los Estados centrales cedieron responsabilidades a los niveleslocales de gobierno y así los municipios quedaron en primer plano de lagestión urbana. Esto generó una fuente de conflicto político entre el podercentral y los poderes locales quienes no disponían de capacidad económicapara cumplir con las responsabilidades descentralizadas y por otro lado, losgobiernos locales se convertían en el pararrayos de la conflictividad socialexpresada por los movimientos de pobladores5.

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El último objeto emergente que es señalado por Henry y Sachs es la infor-malidad, que es conceptualizada por los investigadores latinoamericanoscon los mismos principios con los que era entendida la marginalidad.Nosotros añadiríamos a este retorno a las nociones marginalistas, la preocu-pación de los noventa por estudiar a la pobreza y a los excluidos, como si setratara de fenómenos al margen de la sociedad.

Henry y Sachs cierran su panorámica cuestionando el retorno sobre lasnociones anteriores que tienen como característica ser fruto de prenocionesdel lenguaje popular, el saber empírico de los diferentes actores involucra-dos, el lenguaje mediático de la prensa y la televisión. Es decir, la elabora-ción conceptual más reciente es inacabada en la medida en que retoma lasprenociones del sentido común de los actores sociales y las integra en laconstrucción misma de su objeto de estudio.

Los objetos de estudio o temas dominantes, arriba señalados y losdebates son ligados por la metáfora de los cuatro movimientos del pensa-miento. Sin embargo, Henry y Sachs nos advierten que estos movimientos yesta secuencia de temas y debates no fueron sincrónicos en toda AméricaLatina, al contrario, se dio de manera diferencial en cada país, poniendo demanifiesto desfases profundos entre unos y otros. Los ritmos de estosdebates respondieron a tres especificidades nacionales:

1) las realidades urbanas locales, 2) la coyuntura política, 3) el clima intelectual. Es pertinente destacar que, para estos autores, las

particularidades de cada investigación nacional no ponen en cuestión loselementos comunes en toda Latinoamérica.

EL DESARROLLO Y LA REVOLUCION: DOS MISIONES DE LA CIENCIA

El balance elaborado por José Luis Coraggio nos permite plantear la ideade que el verdadero paradigma latinoamericano surgió en los años 60s y seencontraba fuera de la investigación urbana; era un paradigma político queguiaba a todas las sociedades de América Latina: el paradigma de la moder-nización y el desarrollo, dentro del cual, la ciencia jugaba un papel impor-tante (Coraggio, 1990). Así, la cultura política de los gobernantes incluyócomo elemento de legitimidad el justificar sus decisiones según el mejorconocimiento científico de la época6.

A partir de este verdadero paradigma político que es la noción de desar-rollo, la investigación urbana (desde su misión de aportar elementos racio-nalizadores de la realidad social) comenzó a analizar los fenómenos urbanos(entre ellos el de las villas miseria, favelas o colonias populares) como situa-ciones aberrantes, distorsionadas o irracionales, que deberían ser corregidaspor la planeación. En este diagnóstico de la realidad social coincidíanaunque desde perspectivas contrapuestas, los marxistas y los neoclásicos.Todos querían aportar su cientificidad al servicio del Estado para corregir lasirracionalidades urbanas.

Coraggio señala que “los investigadores progresistas visualizaron la posibi-lidad del cambio a través de la ilustración de los gobernantes, y el sentido delcambio estuvo dado por una utopía racional-igualitarista en lucha contraquienes planteaban que esa racionalidad debía ser provista automáticamentepor el funcionamiento sin trabas del mercado.” (Coraggio, 1990:VIII)7.

Los investigadores urbanos latinoamericanos, según Coraggio, “aparecie-ron como los portadores de esa racionalidad superior, capaces de diagnosticar

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las causas de los problemas sociales urbanos, distinguir entre paliativos y solu-ciones estructurales y, eventualmente, implementar sus propuestas si el sobe-rano los llamaba” (Ibid).

Sin embargo, el soberano (los políticos y burócratas) no parecían muyinteresados en darle al científico social urbano el papel que este creía mere-cer, limitándose a tenerlo cerca como “productor de un discurso cientificistaque la época de modernización requería para fundar su legitimidad.” (Ibid).Esta negligencia de los Estados nacionales para tomar en serio el conoci-miento científico de la investigación urbana es una queja común en AméricaLatina. Más adelante retomaremos lo que consideramos la herencia de estautopía racionalizadora de las decisiones públicas, que durante los noventasdejó los marcos institucionales nacionales para pasar a la recientementeconsolidada institucionalidad internacional de la posguerra fría.

Otro gran paradigma político latinoamericano fue el de los movimientosrevolucionarios (cuyo símbolo máximo fue Cuba) y que también vino a influirla concepción de la investigación urbana. Hay que decir, sin embargo, queCuba (como todos los países socialistas) también fue heredera y encarnó elideal planificador utópico racionalista que acabamos de enunciar. Pero a loque nos referimos como segundo paradigma es el de la ciencia al servicio delas causas populares, de los pobres y de los movimientos sociales que tratandesde la sociedad civil de generar una nueva y mejor racionalidad, diferentea la dominante. En consecuencia, la segunda gran hipótesis que orienta lainvestigación urbana – según Coraggio – es que ya no era suficiente evaluar ala realidad desde una perspectiva de una racionalidad pública abstracta. Erael juego de fuerzas e intereses organizados y no ciertos mecanismos objeti-vos, lo que iba determinando la realidad urbana. “La preocupación por ilus-trar a los gobernantes fue dando paso a la de asumirse como intelectuales delas fuerzas potencialmente portadoras de una racionalidad social (claseobrera, capital industrial) o bien la de tomar partido por el interés de losmenos favorecidos (los marginales, el capital nacional dirigido al mercadointerno).” (Coraggio, 1990:IX).

Como hemos visto, el paradigma del desarrollo dio lugar a una genera-ción de investigadores urbanos interesados en convencer a los gobernantespara que instauraran una nueva racionalidad objetiva en las ciudades. Elparadigma revolucionario, por su parte, dio lugar a un conjunto de investi-gadores urbanos que ponían su conocimiento al servicio de la construcciónde sujetos sociales portadores de una nueva racionalidad. Al principio secreyó que ese sujeto era la clase obrera, pero luego se creyó que ese sujetoera el movimiento popular urbano.

Desafortunadamente para la investigación urbana, ni los Estados nacio-nales lograron llevar a cabo esa racionalidad planificadora; ni tampoco losmovimientos sociales urbanos lograron instaurar la nueva racionalidad quecambiaría la ciudad. Pero lo que nos interesa destacar del análisis deCoraggio es que son estos paradigmas de orden político los que determinanla función y los objetos de estudio de la investigación urbana.

Para Coraggio, al final de los ochentas, la investigación urbana perdióinterés en estudiar las estructuras generales de la sociedad y se comenzó aconformar con el estudio de los fenómenos ‘micro’, cotidianos, no-políticos.Este cambio, desde su punto de vista, no obedece a que el campo de lainvestigación urbana haya logrado avanzar científicamente; “… sino a lasustitución de un dogmatismo por otro” (Coraggio, 1990: XIII). Los ochen-tas fueron la década en la que las élites neoliberales lanzaron una ofensivapara desaparecer al Estado keynesiano. En América Latina, “la crisis de la

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deuda externa es el caballo de Troya con el cual penetran las políticas neoli-berales del FMI, BM, BID, planteando la desativiación del Estado de bienes-tar y con él, del consumo colectivo urbano” (Ibid:XX). Los ochentas fueronun cambio de horizonte ideológico, y al terminar la guerra fría con el der-rumbe del socialismo, las instituciones de desarrollo internacionales seconsolidaron en el nuevo escenario geopolítico.

Aquí abro un paréntesis para señalar que – como veremos más adelante- elparadigma de la misión racionalizadora del conocimiento científico en elproyecto político del desarrollo, no ha muerto. Esta utopía racional simple-mente cambió de escala en los noventas: ya no son los Estados nacionales susprincipales portadores, ahora lo son los organismos de desarrollo y agenciasde financiamiento internacional. Estas instituciones, que no son nuevas, puesdatan de los años 50s, y fueron desde esa época las promotoras del discursodesarrollista, parecen ser las vencedoras de la coyuntura actual. La nueva insti-tucionalidad por bloques continentales o regionales parece ser la única alter-nativa de regular o racionalizar el movimiento de los capitales que se despla-zan por las redes virtuales atravesando las fronteras nacionales a todavelocidad; pero también esta nueva institucionalidad parece ser la única alter-nativa para frenar los enormes flujos de migración de los países pobres hacialos países ricos. En fin que una nueva utopía de racionalizar las decisionespúblicas vuelve a escena, pero esta vez a escala internacional.

Regresando al texto de Coraggio, podemos decir, en resumen, que haceevidentes los condicionamientos sociales externos al campo de la investiga-ción urbana, que determinan su función y la construcción de sus objetos deestudio. La pregunta que se plantea este autor es: ¿si el campo es depen-diente de las coyunturas y paradigmas políticos, su producción conceptualestaría determinada por la influencia local? A esta pregunta, Coraggioresponde que contrariamente a una determinación directa, la investigaciónurbana sí escapa a la influencia local latinoamericana, pues la producciónconceptual está en otro lado, concretamente en Europa y Norteamérica. Esdecir, la investigación urbana latinoamericana ha estado importando ideas,algunas de ellas sin clara relación con su experiencia local.

“Se importaron objetos de estudio y sus correspondientes metodologías yconceptos operativos, se importó la definición de los problemas científicos(independientemente de la peculiaridad de los problemas sociales) y tambiénlas jerarquizaciones entre problemas…” (Ibid:XXV). Se importaron tesis desar-rolladas en la coyuntura política francesa (capitalismo monopolista de estado,nuevos movimientos sociales) y se trataron de aplicar para entender las reali-dades latinoamericanas. Sí, pero todo esto no impidió que en América Latinase hicieran algunas contribuciones conceptuales tales como la teoría de ladependencia, algunos enfoques sobre la marginalidad, y el estudio históricode los sistemas urbanos coloniales. Para Coraggio es la dependencia básica delas ideas importadas lo que permite entender lo vertiginoso de su abandono.Así como las importamos, así las abandonamos.

Coraggio subraya que además de importar las ideas científicas, hemosestado importando “propuestas concretas, reglas políticas o socio-técnicasdel quehacer social, un paquete de programas (incluidas sus versionescontradictorias) que venía acompañado de teorías e ideologías justificato-rias” (Ibid.:XXVI). En otras palabras, en primer lugar las coyunturas políticasy sociales de cada nación han condicionado la percepción de los problemasurbanos; en segundo lugar, los organismos financieros internacionales y lasagencias de desarrollo han contribuido a imponernos paquetes de ajustes y

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una racionalidad tecnocrática; en tercer lugar, la investigación urbana haimportado ideas desarrolladas en Europa y Estados Unidos.

Finalmente, Coraggio explica esta compleja dependencia del campo de lainvestigación urbana definiéndolo como un campo de producción de cono-cimiento para la resolución de problemas prácticos. En efecto, este seríadefinido como “un área de aplicación y encuentro de disciplinas científicas,más que una disciplina con objeto propio”.

LA COMUNIDAD POLITICA AMPLIADA A ESCALA INTERNACIONAL

Los balances de Richard Stren y Jorge Enrique Hardoy, a diferencia de losanteriores, plantean una visión estratégica de cara al futuro inmediato. Ellosse basan en una serie de balances nacionales y regionales elaborados portres equipos de investigadores latinoamericanos coordinados por LiciaValladares, Magda Prates, Martha Schteingart, Alfredo Rodríguez, VicenteEspinoza e Hilda Herzer (Stren, 1995). Sin embargo, cuando Stren y Hardoyestablecen el panorama de conjunto, no hacen ninguna retrospectiva, alcontrario, se ubican en el presente y de una manera propositiva señalan lafunción que la investigación urbana ha de cumplir en la coyuntura mundiali-zadora contemporánea. Su propuesta se encuentra completamente inmersaen el paradigma político de la modernización y el desarrollo, que como yaindicamos, asigna un rol importante al conocimiento científico. Porsupuesto que, en concordancia con la nueva coyuntura global, esta visiónsubraya el papel del conocimiento científico de las ciudades en el escenariointernacional.

Hardoy sostiene que el investigador urbano tiene ante sí el reto de apor-tar su capacidad de entender los procesos urbanos para corregir los erroresque por ignorancia puedan cometerse en las hechuras de políticas públicas.Stren, por su parte, señala que el universo político donde se toman las deci-siones se ha ampliado y ha crecido en magnitud y diversidad de los nuevosactores participantes. De este modo, las decisiones de políticas públicas seconfiguran en esta nueva comunidad política extensa (que incluye funciona-rios, políticos, empresarios y activistas de la sociedad civil). Dentro de estacomunidad amplia donde se negocian las nuevas políticas públicas, la inves-tigación urbana tiene una función importante a cumplir: Aportar el conoci-miento científico para disminuir el grado de irracionalidad propio delenfrentamiento de intereses divergentes.

Sin embargo, esta tarea no es fácil, sobre todo por las mutuas resistenciasy desconfianzas que hay entre:

a) la comunidad internacional de desarrollo; b) la comunidad de hacedores de políticas públicas de los Estados nacionales; c) la comunidad de la investigación urbana. Por una parte, las dos primeras

comunidades han visto con desconfianza la producción del conocimientoacademicista que no responde en contenido ni en velocidad a sus pregun-tas; por otra parte, los científicos urbanos encuentran que los gobiernos nohan dado prioridad al financiamiento de la investigación urbana. En suma,para lograr la comunicación entre los investigadores urbanos y esta comuni-dad política ampliada (que incluye a los organismos de desarrollo y de asis-tencia internacional) falta realizar un proceso de acercamiento mutuo en elque el conocimiento producido tenga una clara utilidad para las decisionespúblicas.

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Este acercamiento ha comenzado en dos grandes eventos cumbre aescala mundial. El primero fue la Conferencia sobre Ambiente y Desarrolloorganizada por Naciones Unidas en Río de Janeiro en 1992. Este evento ysus conclusiones plasmadas en el documento Agenda 21 son calificados porJorge Enrique Hardoy como el suceso con mayor impacto en América Latinaa principios de los noventa. En este evento, como se sabe, se dieron cita laburocracia internacional, las burocracias nacionales, los organismos financie-ros y los científicos, quienes en conjunto dieron origen a la noción (o para-digma) del desarrollo sustentable. A partir de ese momento, la BancaMundial colocó como requisito de todo financiamiento a cualquier gobiernoel adherirse a este nuevo paradigma.

El segundo evento de gran magnitud, y en el que la comunidad de inves-tigadores urbanos del mundo se involucró considerablemente, fue laConferencia de Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos Habitat II,realizada en Estambul en 1996. Este evento es posterior al documento deStren y Hardoy, sin embargo, ellos mencionan que el grupo al que pertene-cen (Global Urban Research Initiative o GURI) se encontraba involucrado enlos trabajos preparatorios para Habitat II. Los debates de este evento y losdocumentos producidos, incluida su declaración final, es un verdaderotermómetro de la vitalidad e iniciativas mutuas de la interacción entregobernantes, empresarios, sociedad civil, y comunidad científica urbana.

Como puede apreciarse, en la perspectiva representada por Stren yHardoy, la preocupación central ya no son los objetos de estudio o los para-digmas, sino las agendas de investigación. Esta palabra ‘agenda’ es muyreveladora de la nueva concepción empresarial, ejecutiva, dinámica, cuyaatención se concentra en el presente y en el futuro inmediato. Así, la agendade investigación sintetizada por Hardoy es a grosso modo la siguiente:

• El impacto de la economía mundial en los patrones de urbanización.• Las características de la nueva estructura económica de las ciudades.• Metodologías para medir y cuantificar la pobreza urbana.• Gobernabilidad y poderes locales.• Medio ambiente y desarrollo sustentable.

Con toda claridad, esta agenda expresa el nuevo rol asumido por el inves-tigador urbano de contribuir a la utopía de la racionalidad o racionalizaciónde las decisiones públicas del nuevo escenario mundial.

Cabe destacar un fenómeno que paralelamente define otra agenda notan evidente como esta. Richard Stren menciona que la diversificación deactores sociales y políticos, a escalas locales, nacionales e internacionales, hagenerado una demanda abierta de información fresca, basada en investiga-ción inmediata y directa. Esta necesidad de información para la toma dedecisiones de cada actor particular ha generado un mercado de investiga-ción al que los investigadores urbanos han respondido mediante la creaciónde consultorías privadas8. Este tipo de investigación consultante (cuyasrestricciones de tiempo y utilidad directa son bastante severas) se ha multi-plicado durante los noventas y ha tenido – a decir de Stren – tres efectosdesafortunados:

1) ha contribuido a la pulverización de los marcos conceptuales y a la dis-persión de la propia comunidad de investigación (en su competencia porcontratos y proyectos);

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2) ha tendido a transferir el proceso de selección de temas de estudio, delos investigadores hacia los actores que financian los proyectos;

3) ha minado la construcción teórica del largo plazo al generar productosinmediatos que además rara vez son publicados.

DIALOGOS COGNOSCITIVOS

En resumen, las perspectivas construidas por los autores de los cuatro docu-mentos que hemos revisado coinciden en una idea: que la secuencia de temaso de objetos consensuales de la comunidad de investigadores urbanos latinoa-mericanos, no responde de ninguna manera a un proceso de profundizacióndel conocimiento sobre una realidad determinada; tampoco responde a unproceso acumulativo de herramientas teóricas y metodológicas que generenuna base común estable. Más bien, por el contrario, el desarrollo de la investi-gación urbana no puede ser explicado desde su interior – es decir, haciendoexclusivamente la historia de sus ideas –, sino que las claves de lectura estánen las determinantes exteriores. Las obras de la investigación urbana sonrespuestas provisionales siempre a las necesidades cognoscitivas de los actoressociales y de sus paradigmas a nombre de los cuales cooperan o por cuyasdivergencias pelean. Por ello, sostenemos que la investigación urbana consti-tuye un campo heterónomo que ha de visualizarse como un espacio de ‘diálo-gos cognoscitivos’ entre los agentes productores del conocimiento y aquellosactores sociales capaces de plantear preguntas sobre la dimensión social de lasciudades. De este modo, cada libro, cada artículo, han de verse no comoobras cerradas en sí mismas y acabadas, sino como enunciados dentro de unagran conversación social cuyo tema es la ciudad.

Al plantear la noción de ‘diálogos cognoscitivos’ no nos referimos necesa-riamente a una interlocución real entre actores concretos, sino que puedeinclusive tratarse de una interlocución virtual, en la que el investigadorretoma preguntas que circulan en el espacio público y sitúa su trabajo enreferencia a las mismas. Por supuesto que también puede tratarse de traba-jos contratados por encargo de un actor del campo político, burocrático oempresarial. O más aún, actualmente no resulta extraño observar el paso dealgunos académicos hacia puestos gubernamentales, o bien de funcionarioshacia puestos de investigación.

Al postular al campo de investigación urbana latinoamericana como uncampo heterónomo, situamos a sus agentes, es decir a los investigadorescomo productores de un trabajo simbólico en cuyo interior se resuelve latensión de este ‘diálogo cognoscitivo’. En cada libro y en cada artículo, alconstruir su objeto de estudio y su propuesta de análisis cada investigadorse enfrenta y resuelve concretamente esa tensión entre la construcción teó-rica del objeto urbano por parte de las disciplinas académicas y la construc-ción social de los ‘problemas urbanos’ por parte de los agentes de la acciónpública. Hemos querido subrayar el papel activo del productor de docu-mentos y discursos urbanos porque consideramos que el campo en suconjunto y el agente individual se construyen simultánea y mutuamente.

En esta circunstancia, los investigadores urbanos latinoamericanos y lati-noamericanistas han adoptado tres roles que definiremos como ‘tiposideales’ (ideal types):

1. El experto, portador del conocimiento especializado, que tiene dosvariantes:

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a) el asesor cuyo conocimiento puede contribuir a racionalizar las deci-siones y políticas públicas;

b) el consultante cuyo conocimiento se encuentra disponible en el mer-cado de productos de investigación demandados directamente por los nue-vos agentes locales e internacionales, públicos y privados.

2. El intelectual comprometido, quien se asume como portador del cono-cimiento al servicio de actores sociales que buscan cambiar el orden social.

3. El académico, quien se asume como portador y garante de un trabajosimbólico y que se plantea como interlocutores posibles principalmente aotros miembros del círculo científico y filosófico.

En la realidad, estos tres tipos ideales se mezclan en el trabajo concretode cada investigador, que suele asumir estrategias complementarias.

Este es un esquema primario, pero en todo caso nos permite dar cuenta dela heteronimia o doble dependencia constitutiva de las prácticas de investiga-ción urbana, que impiden hablar de una autonomía del campo o de una tra-dición auto referente que se distinga de la evolución de los paradigmas teóri-cos de las ciencias sociales y de los paradigmas políticos latinoamericanos.

No obstante, a pesar de todos los rasgos heterónomos de este campo a losque hemos pasado revista, persiste una necesidad de encontrar y expresar unpunto en común compartido por todos los miembros de este campo, aúnentre los antagonistas, en su calidad de investigadores que enfrentan y asu-men una tensión análoga al construir sus objetos de estudio y redactar suslibros y artículos. Tal vez habría que suponer que de esa contradicción consti-tutiva del campo surge la necesidad de una representación simbólica unifica-dora. Así, los integrantes de este campo, como los de cualquier otra comuni-dad social, creamos nuestro propio emblema: ‘la ciudad latinoamericana’, queen su síntesis imaginaria anula toda contradicción y hace coexistir en dos pala-bras una infinidad de espacios concretos y de posiciones teóricas y políticasirreductibles.

NOTAS1 Este documento es el resultado de los trabajos preparatorios para el simposio La ciu-

dad latinoamericana : una historia reciente en construcción (1985-2000) organizadopor la REDIAL dentro del marco del 50º Congreso de Americanistas efectuado enVarsovia en julio del año 2000. Se trata de un insumo de investigación orientado aalimentar el debate entre especialistas de la documentación y de la investigacióncientífica.

2 Este inmenso corpus documental y discursivo tendría como márgenes – según ladelimitación elaborada por Patrice Mélé: en un extremo los estudios sobre las téc-nicas de construcción ingenieriles o arquitectónicas; y en el otro extremo las nove-las, o ficciones narrativas o poéticas que representan la realidad urbana latinoame-ricana. (Melé, 1989). Por supuesto que la producción simbólica sobre la ciudad ylos fenómenos urbanos es mucho más vasta que la investigación científica. La lite-ratura de entretenimiento, los medios masivos, la prensa, etc. producen continua-mente discursos sobre lo urbano; pero la característica distintiva del campo deinvestigación urbana es una serie de normas que condicionan su calidad de cono-cimiento científico o al menos protocientífico y que se reflejan en una cierta estan-darización de los productos, es decir, los requisitos que debe cumplir un artículo,un libro, una tesis, una ponencia. El criterio de inclusión y de exclusión responde auna serie de pautas, normas y relaciones distintivas de esta comunidad socio profe-sional, las cuales en caso de ser transgredidas generan la automática expulsión dela obra o de su autor.

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3 En esta búsqueda el apoyo de Mona Huerta y de Patrice Mélé fue fundamental. 4 No están incluidos los reportes de las instituciones internacionales como Naciones

Unidas o la Banca Mundial.5 Al parecer en esta coyuntura (no lo dicen Henry y Sachs) los investigadores urba-

nos no encontraron un debate intelectual del cual tomar las categorías para inter-pretar el nuevo fenómeno que emergía en las ciudades latinoamericanas; enconsecuencia se limitaron a retomar sin gran elaboración conceptual las preno-ciones que argumentaban los mismos actores de la reforma del Estado. Así lascategorías de este nuevo objeto han sido: descentralización, privatización de servi-cios, participación social y ciudadana. Y más recientemente, se ha importado lacategoría de la gobernabilidad.

6 Sin embargo, el papel de la ciencia en la modernización y en el desarrollo no fueuna invención de los años sesenta. Christian Topalov, en el mismo coloquio deCiudad en Quito, planteó que ya desde finales del siglo XIX, los reformadoressociales europeos sostuvieron el ideal de la modernización apoyada por el conoci-miento científico de la sociedad.

7 También Topalov señala, que en el caso francés, los pioneros de la investigaciónurbana se fijaron como meta aportar su ciencia como insumo de las decisionespolíticas y administrativas, “creyendo, sin duda, que si los que toman las deci-siones saben más, actuarán mejor.” (Topalov, 1990)

8 Posiblemente un paradigma que se gesta a escala global no es ya tanto el deldesarrollo como el de la competencia, principalmente entre las empresas multina-cionales, pero no únicamente entre ellas, pues también los Estados y los gobiernoslocales, juegan un rol de competidores (sea por inversiones, sea por mercados).Replanteo la pregunta: ¿en esta coyuntura de competencia económica, tecnoló-gica, política, cuál es el rol de la investigación urbana? ¿Aportar información frescaque sirva como insumo para las decisiones de cada actor competidor? ¿Sugerirconsejos a los nuevos poderes públicos urbanos y metropolitanos para remediarlos desequilibrios provocados por esta misma competencia?

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¿Qué queda de los movimientos socialesurbanos en Brasil? Reflexiones sobre el estudio de la relación con lo político en los medios populares de América Latina

Dominique Vidal*

Palabras-claves: Sociología. Política. Brasil. Movimientos sociales urbanos. Ciudad.Mots-clés : Sociologie. Politique. Brésil. Mouvements sociaux urbains. Ville.

DESDE HACE UNAS CUATRO DÉCADAS, la relación de las clases populares conlo político en las ciudades latinoamericanas ocupa un lugar central enla literatura de las ciencias sociales sobre América Latina. Desde los

grandes debates sobre la naturaleza de la marginalidad urbana1 en los años1960 hasta las recientes discusiones sobre la contribución de los mecanis-mos de participación popular en la profundización de la democracia, lacuestión del rol de las poblaciones urbanas desfavorecidas en el procesopolítico es el centro de numerosos trabajos sobre los medios populares. Estainterrogación, sobre el papel de los pobres de las ciudades, es también, enmuchos aspectos, una de las principales maneras de abordar las transforma-ciones de las ciudades de América Latina desde su urbanización masiva delos años 1950.

No es este el lugar para abordar de nuevo el conjunto de las investigacionesrealizadas sobre el tema. Por una parte, y dada la abundancia de trabajos, la

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147* Universidad de Lille3. Francia.

Resumen: En este artículo se intentarámostrar la manera en que algunas orienta-ciones recientes de la investigación urbanasobre Brasil, y más generalmente sobreAmérica Latina, surgen del final de la ima-gen integradora de la ciudad, de la que elimaginario participativo de los movimien-tos sociales urbanos era la última represen-tación. Después de abordar de nuevo eldesgaste de lo que fue un paradigma, seabordará la importancia adquirida, en lainvestigación urbana, por el tema de ladesorganización y la cuestión de la violen-cia. Se mostrará a continuación que el ima-ginario participativo conserva, no obstante,una relativa influencia en los trabajosrecientes sobre la política en la ciudad. Y seconcluirá sugiriendo el importante avanceque, para la investigación sobre la ciudaden América Latina, representa el desarrollode los trabajos basados en investigacionesde terreno.

Résumé : Cet article entend montrer com-bien certaines orientations récentes de larecherche urbaine sur le Brésil, et plusgénéralement sur l’Amérique latine, trou-vent leur origine dans la fin d’une imageintégratrice de la ville, dont l’imaginaireparticipatif des mouvements sociauxurbains était la dernière représentation.Après être revenu sur l’épuisement de cequi fut un paradigme, on évoqueral’importance prise dans la rechercheurbaine par le thème de la désorganisationet la question de la violence. On montreraensuite que l’ imaginaire participatifconserve toutefois une certaine prégnancedans les travaux récents sur la politique enville. On conclura alors en suggérantl’avancée importante que représente pourla recherche sur la ville d’Amérique latinele développement de travaux fondés surdes enquêtes de terrain.

tarea sería imposible, y, por otra parte, se dispone ya de numerosas síntesissobre estas cuestiones2. Lo que nos proponemos, principalmente a partir delas investigaciones realizadas sobre el Brasil, es más bien mostrar la imposibili-dad de analizar sociológicamente la manera en que se ha escrito la ciudad lati-noamericana durante estas dos últimas décadas, si no se toma en considera-ción el agotamiento del paradigma de los movimientos sociales urbanos quehabía permitido, desde el final de los años 1970 y durante las transiciones delautoritarismo a la democracia, pensar la integración social y política de losgrupos populares. Nuestra intención, en la materia, no es proponer un nuevobalance de los trabajos sobre los movimientos sociales urbanos ni volver denuevo al debate conceptual sobre los usos de este concepto. Estos balances yaexisten, y el debate teórico a este respecto no nos parece que tenga hoy ungran interés3.

A partir de una investigación bibliográfica, a la que han contribuido losdocumentalistas del REDIAL y un grupo de estudiantes del IHEAL(Universidad de Paris III), nos interesaremos más bien a las marcas dejadaspor el imaginario de los movimientos sociales urbanos en la manera deescribir la ciudad latinoamericana en un contexto de fuerte crisis económicay social en el que este paradigma ya no proporciona un sistema de interpre-tación del comportamiento político de los medios populares. Formulandonuestra observación diferentemente se podría decir que se intentará mostrarla manera en que algunas orientaciones recientes de la investigación urbanasobre Brasil, y más generalmente sobre América Latina, se originan en elfinal de una imagen integradora de la ciudad, de la que el imaginario parti-cipativo de los movimientos sociales urbanos era la última representación4.Después de abordar de nuevo el agotamiento del paradigma de los movi-mientos sociales urbanos se abordará la importancia adquirida, en la investi-gación urbana, por el tema de la desorganización y la cuestión de la violen-cia. Se mostrará a continuación que el imaginario participativo conserva, noobstante, una relativa influencia en los trabajos recientes sobre la política enla ciudad. Y se concluirá sugiriendo el importante avance que, para la inves-tigación sobre la ciudad en América Latina, representa el desarrollo de lostrabajos basados en investigaciones de terreno.

EL AGOTAMIENTO DEL PARADIGMA DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES URBA-NOS

Hacia mediados de los años setenta, en América Latina, el crecimiento delos movimientos reivindicativos de los habitantes desfavorecidos de las ciu-dades fue ampliamente percibido como un indicio de la capacidad de orga-nización autónoma de los sectores populares urbanos. Aunque el sentidoatribuido a estas formas de acción colectiva haya sido objeto de numerososdebates, la mayoría de los investigadores no dudaron de que estos movi-mientos marcaran una ruptura con el tiempo de la manipulación populista ylas prácticas clientelistas. Dan prueba de ello las numerosas investigacionesinspiradas de los trabajos de Manuel Castells sobre los ‘movimientos socialesurbanos’ (Castells 1975 de, 1983). Algunos ven incluso en estos movimientoslos gérmenes de una ‘democracia participativa’ en la que el pueblo partici-paría directamente en la decisión política y no vería ya sus intereses perverti-dos por representantes al servicio del poder económico de las élites. Sinembargo, los abogados de los movimientos sociales urbanos deberán desilu-sionarse muy pronto. Las movilizaciones de los pobres de las ciudades no tie-

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nen generalmente ninguna continuidad. Los dirigentes de las organizacionesde barrio se dejan cooptar como antes y el comportamiento electoral de losmedios populares parece aún depender ampliamente de transacciones clien-telarias. En un contexto dominado por una crisis económica de gran ampli-tud, la esperanza cede el lugar a la desilusión. La democracia no parece sercapaz, como muchos lo esperaban, de garantizar la integración social y laparticipación política de los pobres de las ciudades. Por otra parte, elaumento del desempleo y de la criminalidad violenta hace resurgir los cues-tionamientos dolorosos sobre la desorganización y la capacidad política delos medios populares. Y el tema de la ciudad fragmentada, amenazada por elcaos, substituye rápidamente – en el sentido común como también en lasciencias sociales – la imagen de la ciudad integradora que durante muchotiempo había predominado en América Latina. Los movimientos socialesurbanos desaparecen prácticamente de los debates al cabo de algunos años.Desde antes del cambio crucial de los años 1990, los trabajos que se refierena ellos ya no lo hacen más que de manera crítica, destacando ahora no laautonomía de los sectores populares sino, al contrario, el papel esencialdesempeñado por militantes políticos de la clase media, el clero y los investi-gadores en ciencias sociales en la aparición y la ‘producción social’ de estosmovimientos (Cardoso, 1983; Assies, 1992; Escobar & Álvarez, 1992).

Sin embargo, el debilitamiento de los movimientos sociales urbanos no hasido realmente objeto de un debate honesto en la literatura sobre AméricaLatina. La amplitud de las desilusiones que acompañaron la vuelta a la demo-cracia no es ciertamente extraña al abandono rápido de ese paradigma.Algunos autores se dedicaron a poner de relieve los límites de estas formas deacción colectiva. Alain Touraine explicó como eran su carácter comunitario ysu dependencia del sistema político los que les impedían transformarse enmovimientos sociales autónomos (Touraine, 1988). En una investigaciónsobre las protestas de los pobladores de Santiago de Chile en los últimos añosdel régimen del general Pinochet, François Dubet y Eugenio Tironi mostraron,también en la misma perspectiva, la diversidad de las lógicas de acción deestos habitantes desamparados de las ciudades (Dubet, Tironi et alii, 1989).Sin embargo, la verdad es que no se estudió suficientemente la decadencia delos movimientos sociales urbanos en una perspectiva inspirada de la sociologíade la movilización y de la acción colectiva, como lo hizo, por ejemplo, CamilleGoirand en su estudio sobre dos favelas de Río de Janeiro (Goirand, 2000).

En la literatura producida durante el cambio crucial de los años noventaaparecen en filigrana tres importantes tipos de explicación – que habríanganado ampliamente si hubiesen sido elaborados teóricamente – para expli-car la decadencia de estos movimientos en América Latina. El primero atri-buye la desmovilización popular a la crisis económica y a la incapacidad delEstado para responder a las reivindicaciones populares. Los pobres de las ciu-dades habrían renunciado a luchar colectivamente al privilegiar estrategiasindividuales de supervivencia. El segundo tipo de explicación ve el debilita-miento de los movimientos sociales urbanos como una consecuencia de suinstitucionalización al instaurarse dispositivos institucionales de participaciónpopular: como la ley de participación popular en Bolivia o los PresupuestosParticipativos en Brasil. Las reivindicaciones de los pobres de las ciudades seexpresarían ahora a través de estos dispositivos más que por intermedio de laacción colectiva. Finalmente, un tercer tipo de explicación pretende que estadecadencia sólo es relativa, ya que la importancia de la movilización de lospobres de las ciudades fue muy exagerada durante el período de transicióndel autoritarismo a la democracia.

¿Qué queda de los movimientos sociales urbanos en Brasil?

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Lo seguro es que la especificidad de los contextos nacionales reaparececon fuerza en el momento en que se vuelve obvia la incapacidad de losmovimientos sociales urbanos para transformar radicalmente el funciona-miento político. Efectivamente, cuando los movimientos sociales urbanos sehabían impuesto como un paradigma y una agenda de investigaciones parael conjunto de América Latina, su decadencia vio resurgir temas propios acada país. Así, la vieja oposición entre Civilización y Barbarie ha sido nueva-mente evocada a propósito de la desorganización creciente de la sociedadargentina, y, en Brasil, reaparecieron, aquí y allí, las viejas dudas sobre laincapacidad política del pueblo para participar de manera autónoma en elproceso político.

LA DESORGANIZACION Y LA VIOLENCIA: UN NUEVO PRISMA DE LECTURA DE LA CIUDAD LATINOAMERICANA

Desde el comienzo de los años noventa, el tema de la desorganización y lacuestión de la violencia han tomado, en las ciencias sociales latinoamerica-nas, el puesto antes ocupado por el estudio de los movimientos socialesurbanos. La palabra ‘violencia”, término “atrapa todo” e imposible a definirconceptualmente, ha permitido, ante todo, unificar fenómenos tan distintoscomo el aumento de los índices de homicidio, el aumento del tráfico de estu-pefacientes, el desarrollo de la delincuencia juvenil y algunas manifestacionesde la conflictualidad política. El tema de la violencia le daba también un sen-tido a lo que iba contra la imagen de la ciudad integradora que vehiculaba,hasta hace poco, el imaginario de los movimientos sociales urbanos. Si la cri-minalidad violenta creció indiscutiblemente en la mayoría de las ciudades deAmérica Latina, la amplitud de las interrogaciones sobre la violencia corres-ponde en efecto a una nueva lectura de un mundo urbano que aparece cadavez más desorganizado y dominado por la inseguridad. Por ejemplo,Angelina Peralva ha mostrado de qué manera el discurso sobre la violenciade los habitantes de Río de Janeiro procedía de un proceso complejo de ree-laboración mítica, al cual participaban los medios de comunicación de masay numerosos investigadores en ciencias sociales (Peralva, 1996).

El caso de Brasil ilustra muy bien el impacto sobre la representación de lavida en ciudad consecutiva a la degradación de la situación económica en elmomento de la transición democrática. Es, en efecto, en el período en quese abre la posibilidad de la integración social y política de las capas popu-lares que una serie de cambios, que afectan a las formas de organizaciónsocial y espacial, va a ser propuesta para explicar el aumento de las ten-siones sociales y de la conflictualidad. Se evocarán aquí los principales temasmencionados en la literatura brasileña: la influencia de los cambios econó-micos sobre la estructura social, la aparición de una nueva relación con laciudad, la extensión de los pentecostistas, la afirmación de una identidadafrobrasileña y el desarrollo de la violencia criminal en un contexto caracteri-zado por el restablecimiento de los procedimientos democráticos.

El impacto de las transformaciones económicas y sociales

Desde el comienzo de los años ochenta, las transformaciones económicascomenzaron reforzando la segregación social y espacial en las grandes metró-polis brasileñas. No obstante, la importancia de la globalización de la economíaen este proceso debe relativizarse. Edmond Préteceille y Luiz César de QueirozRibeiro (1999) han mostrado, también a propósito de Rio de Janeiro, que las

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evoluciones observadas eran debidas esencialmente a los cambios provocadosen el mercado laboral por el desarrollo de una economía de servicios.Contrariamente a los autores que establecen una relación de causalidad entreglobalización y dualización socio espacial, ellos ponen de relieve que elaumento de la segregación de las poblaciones desfavorecidas proviene, antetodo, de las ‘prácticas de auto segregación de las élites’, cuyo grado deconcentración en los espacios urbanos más valorizados no cesó de aumentar.En el caso de São Paulo, Teresa Caldeira puso también de relieve esta preocu-pación de las categorías más favorecidas de poner a distancia los pobresmediante la construcción de espacios residenciales protegidos (Caldeira, 1999).La proliferación de los condominios fechados, estos edificios de estanding atrin-cherados detrás de altas paredes y protegidos permanentemente por vigilantesprivados, y de los barrios cerrados reservados a las familias favorecidas muestra,según ella, la aparición de un ‘nuevo modelo de segregación social’ en unasociedad en la que las distancias que separaban los ricos de los pobres han dis-minuido considerablemente. La construcción de barreras físicas manifiesta elrechazo del contacto con las capas bajas en una época en la que las fronterassociales se han debilitado y en la que el desarrollo de una criminalidad violentano ha hecho más que aumentar el miedo suscitado por los residentes de lasperiferias. Ahora bien, este nuevo urbanismo no favorece ni la percepción delotro como similar, ni la constitución de un espacio público en el que se podríanexpresar los valores universalistas de la democracia moderna. La gran ciudadbrasileña no le parece pues hoy muy propicia para la construcción de ciudada-nos modernos por el rebasamiento de las adhesiones territorializadas.

No obstante, sería un error creer que esta puesta a distancia expresa la opo-sición entre medios homogéneos. Desde hace mucho tiempo conocida, ladiversidad de las situaciones de las capas superiores no disminuyó. Al contra-rio, todo indica que el debilitamiento del control oficial de la economíareforzó las disparidades en su seno. Las privatizaciones y la reducción delpoder adquisitivo de los funcionarios debilitaron a cuantos que su identidad sedefinía por su relación con el Estado, mientras que las transformacioneseconómicas hicieron aparecer ‘nuevos ricos’, comúnmente designados enBrasil bajo el nombre de ‘emergentes’. Los sectores populares descubren tam-bién una heterogeneidad que revela ‘desigualdades en la pobreza’ (Valladares,2000; Préteceille & Valladares, 2000). Además de niveles de renta y de ins-trucción muy distintos, que determinan modos de vida y perspectivas muydiferentes, los propios espacios ocupados por los pobres de las ciudades pre-sentan notables disparidades que los protagonistas de la intervención socialtienden a minimizar. Sobre la base de un análisis fino de los datos recogidospor el Instituto brasileño de geografía y de estadísticas (IBGE), EdmondPréteceille y Lícia Valladares ponen de relieve que, en la región metropolitanade Río de Janeiro, la favela no es un espacio socialmente homogéneo tal comogeneralmente es presentada (Préteceille & Valladares, 2000). En primer lugar,cada favela constituye un espacio específico en lo que se refiere a la calidad dela construcción, a la propiedad de las viviendas, a la actividad comercial, alsaneamiento de las aguas sucias y a la recogida de la basura. En segundolugar, las situaciones económicas que se observan son muy diversas, puestoque en ella residen tanto pobres como familias cuyos recursos y comporta-mientos apenas difieren de los de las clases medias. Por último, las diferenciasde equipamiento como los niveles de renta e instrucción no diferencian intrín-secamente las favelas de muchos barrios regularmente urbanizados de lossuburbios de la ciudad, en donde se registran más frecuentemente situacionesde pobreza extrema. La diversidad constatada en la inscripción espacial de la

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pobreza plantea pues, según Préteceille y Valladares, la cuestión de la eficaciade las políticas sociales concentradas sobre favelas pensadas como espacioshomogéneos5. La elección de este modo de intervención, adoptado de másen más por los protagonistas públicos y privados de la lucha contra lapobreza, ¿no es en efecto contraria a una acción social equitativa?

Los límites de las intervenciones que presuponen la homogeneidad de loslugares donde residen los pobres de las ciudades provienen de la dificultad deestos últimos de pensarse como miembros de un espacio común. Las circuns-cripciones administrativas no reflejan habitualmente más que muy imperfecta-mente la realidad de la experiencia vivida. El término ‘comunidad’, muy utili-zado por los protagonistas de la intervención social y de las políticas urbanas,no concierne, en Brasil, a la realidad sociológica de los espacios poblados porlas poblaciones desfavorecidas, sino que proviene de un trabajo de puesta enforma de lo social que tiene su origen en el catolicismo, en los métodos de tra-bajo social importados de los Estados Unidos y en una determinada concep-ción de la acción de los urbanistas en los medios populares (Vidal, 1996). Elespacio que un municipio o una organización no gubernamental considera serun ‘barrio’, una ‘favela’ o una ‘comunidad’ no es vivido como tal por sus habi-tantes más que en raras ocasiones. Si muchos se identifican con su lugar deresidencia al emprender una acción reivindicativa ante las autoridades públicaso cuando uno de sus antiguos residentes triunfa en el deporte o en la canción,a menudo se representan el espacio sobre el cual residen como dividido envarios subconjuntos, albergando cada uno grupos distintos que se piensancomo si estuviesen dotados de características sociales y morales diferentes(Vidal, 1998; Alvito, 2001). La prevención de los habitantes de los barriospopulares antiguos hacia los de los barrios de chabolas que se han desarrolladoen sus alrededores, y que se confunden con el núcleo de asentamiento inicial,se puso así de relieve en la mayoría de las metrópolis brasileñas. Generalmentees menos una prueba de la existencia de diferencias de niveles de renta y deinstrucción, a menudo inexistentes si se considera la antigüedad de la implan-tación como punto de medida, que de la existencia de una forma de construc-ción identitaria que supone el establecimiento de una jerarquía entre los máspobres. Además, muchas investigaciones pusieron de manifiesto que una uni-dad de análisis esencial a la comprensión de las condiciones de existencia de laspoblaciones urbanas desfavorecidas se situaba a una escala aún más reducida:la del mundo doméstico y la vecindad. En sus trabajos sobre un barrio popularde Salvador da Bahía, Michel Agier destacó, por ejemplo, la importancia delmarco físico de la callejuela y sus alrededores inmediatos en la sociabilidad delos habitantes (Agier, 1989). Este espacio de proximidad constituye la base deprácticas de ayuda mutua e intercambio en donde se observan una parteimportante de las relaciones de parentesco y de patrocinio. Y a cada uno deestos espacios corresponde un modo de identificación particular que se añadeaún a las otras formas de diferenciación observables en el medio urbano.

Pero es seguramente la aparición de una nueva relación con el espaciometropolitano el que hace que el lugar de residencia sea cada vez menos elmarco en donde se vive la experiencia de los medios populares. El desarrollode los transportes públicos, el aumento considerable de la escolarización y elacceso generalizado a los medios de comunicación de masa han engendradoun proceso de homogeneización cultural y de reducción de las distanciassociales. Sobre esto, Angelina Peralva habla de un ‘mutación igualitaria’, par-ticularmente sensible en los jóvenes de las favelas de Río que buscan cada vezmás la participación en la vida social y cultural de la ciudad y provocan así la

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desagregación de las pertenencias tradicionales (Peralva, 2001). Este fenó-meno no se manifiesta probablemente de manera tan radical en todas lasmetrópolis brasileñas, pero es innegable que la identificación con los mode-los culturales de la sociedad global en los jóvenes de los medios populares esel resultado de una exigencia más general de igualdad. Y aunque en las ciu-dades donde reina una fuerte sensación de inseguridad es en el mundodoméstico en dónde los más pobres tienen el sentimiento de estar lo menosexpuestos, la relación con el espacio está cada vez más afectada por la ambi-valencia. Según las situaciones, la metrópolis, el barrio, la vecindad e inclusola vivienda pueden muy bien constituir soportes de identidad como delugares en donde se resiente un sentimiento de vulnerabilidad (Vidal, 2000).

El desarrollo de nuevas formas religiosas y étnicas de sociabilidad hacontribuido igualmente al debilitamiento del sentimiento de pertenencia aun conjunto común en los residentes de los espacios de los desheredados.

La proliferación de las iglesias pentecostistas en los medios popularesconstituye la manifestación más evidente. El antropólogo John Burdick ve enello, por ejemplo, la causa principal del debilitamiento del movimiento asocia-tivo impulsado por el catolicismo progresista de un suburbio de Río (Burdick,1993). La extensión del pentecostismo se debe principalmente, según él, a sucapacidad para atraer a los más necesitados: social y culturalmente. En cam-bio, los participantes en comunidades eclesiales de base y en las asociacionesde habitantes que emanan de aquellas se reclutan sobre todo en la franjamenos desfavorecida de la población local. Aunque den, como los católicosprogresistas, una gran importancia a la lectura de la Biblia, los pentecostistasvalorizan más bien el entusiasmo y la devoción que la aptitud a expresarsesobre las Escrituras. Por eso los analfabetos no experimentan en el culto esesentimiento de humillación frecuentemente resentido en las comunidadeseclesiales de base. El hecho de no participar regularmente en las ceremoniasno genera tampoco en los pentecostistas una separación entre los ‘buenos’practicantes y los otros, como en los católicos. Más aún, Burdick señala que,mientras que el catolicismo se presenta como un ‘culto de continuidad’, elpentecostismo – como los cultos de posesión afrobrasileños – permite a losque se convierten construirse una nueva identidad por medio de una rupturaradical con la experiencia anterior. Su discurso ofrece, además, recursos psi-cológicos que ayudan a soportar el sufrimiento moral y la discriminación. Enun templo pensado y vivido como ‘fuera del mundo’, las mujeres evocan susproblemas domésticos de manera concreta sin correr el riesgo de hacer correrrumores, mientras que los círculos católicos se satisfacen con generalidadessobre la unidad de la familia y favorecen la expresión de cotilleos al no separarlos terrenos religiosos y no religiosos. Los jóvenes, por su parte, encuentran enel pentecostismo una respuesta a las tensiones que vive una juventud popularafectada por el desempleo y las llamadas al consumo. Y los negros encuentranun discurso que hace depender el valor de un individuo de la calidad de suvida espiritual y no del color de su piel6.

Si el discurso de las iglesias contribuyó a consolidar la legitimidad de ladenuncia del racismo, la lucha contra la discriminación ha sido principal-mente impulsada por el Movimiento negro desde el período de la transicióndemocrática. La afirmación de una identidad afrobrasileña que la acompañóha favorecido la aparición de nuevos modos de identificación sobre una baseétnica en medio urbano, particularmente en las regiones metropolitanas deRío de Janeiro, São Paulo y Salvador da Bahía. Como lo mostró Michel Agieren sus trabajos sobre esta última ciudad (Agier, 2000), esta afirmación de lanegritud resulta de un ‘bricolaje identitario’ que se ha construido a partir de

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registros históricos, religiosos y culturales muy diversos. No obstante, esindiscutible que ha ganado suficiente fuerza en el espacio de dos décadascomo para poder introducir nuevas formas de diferenciación en el seno delos medios populares. Así, algunos líderes del Movimiento negro incitan adarle la espalda a la sociedad global en nombre de una diferencia ‘negra’entendida como diferencia total. Y si generalmente no encuentran un amplioeco, las tensiones que ellos introducen afectan los modos de vida de laspoblaciones urbanas desfavorecidas. Así, en las favelas de Río de Janeiro, laanimosidad frecuentemente observada entre los descendientes de esclavos ylos emigrantes nordestinos, que se han instalado muy recientemente, revelapor ejemplo la manera en que la etnicidad puede constituir, en medio popu-lar, una forma de diferenciación tan importante como las diferencias deniveles de renta o de instrucción (Lins, 1997; Alvito, 2001).

Economía de la droga, criminalidad y violencia interpersonal

Desde el final de los años setenta, la criminalidad violenta aumentó consi-derablemente en las ciudades brasileñas. Para algunos investigadores, estoes debido principalmente al incremento del tráfico de estupefacientes, alcual se le atribuyen los dos tercios de los homicidios en los medios urbanosde São Paulo y de Río de Janeiro. Para otros, el incremento de la violenciano se explica sólo por el comercio de la droga, sino más bien por los cam-bios en la sociedad brasileña. Las investigaciones sobre los fenómenos deviolencia en Río de Janeiro muestran la diversidad de las perspectivas adop-tadas. Si la economía de la droga afecta, a distintos grados, al conjunto delas metrópolis brasileñas, es efectivamente en Rió de Janeiro que ha adqui-rido la mayor visibilidad por la mediatización de que es objeto esta ciudademblemática de la identidad brasileña.

En sus numerosos trabajos sobre la cuestión, Alba Zaluar afirma que laimplantación en profundidad del tráfico de drogas en las favelas cariocas era,a la vez, consecuencia y causa de la desorganización de los medios populares(Valuar, 1985; 1994; 1996). Según ella, esta desorganización procede de unaserie de cambios sociales y culturales que facilitaron el control de estos espa-cios por los traficantes, los cuales, por su acción, acentuaron a continuaciónlos procesos en curso. Mucho de estos cambios conciernen a las transforma-ciones socio espaciales anteriormente mencionadas; pero Zaluar los consideracomo factores que introducen un elevado grado de tensiones entre pobla-ciones que vivían, hasta hace una veintena de años, cordialmente en torno agrupos de parentesco y de asociaciones locales. La aparición de una culturajoven le parece haber debilitado una sociabilidad popular organizada alrede-dor del samba, que establecía una continuidad entre las generaciones y per-mitía una forma de encuentro entre las clases sociales. El desarrollo del pente-costismo provocó también el aumento de los conflictos interreligiosos; enparticular, con los practicantes de los cultos afrobrasileños, mientras que laIglesia Católica había tolerado, más bien que mal, los sincretismos. La identifi-cación de numerosos jóvenes con la figura del esclavo rebelde Zumbí expre-saría igualmente una interpretación bélica de la herencia africana en la culturapopular, lo que habría implicado nuevas formas de tensiones debidas a la etni-cización de las diferencias del color de la piel. Ahora bien, esta conflictualidad,según analiza Zaluar, minó la cohesión de los vínculos sociales en las familias ylos grupos de vecindad. El debilitamiento del control social, que de elloresultó, explicaría la disponibilidad de numerosos jóvenes para entrar en lasbandas de malhechores que se disputan el tráfico de drogas. Un tráfico cuya

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organización, por lo demás, ha cambiado con el aumento del comercio de lacocaína y la difusión de las armas de fuego. Las perspectivas de gananciasofrecidas por este tipo de delincuencia y el culto viril de las armas debilitarono incluso cancelaron entonces la autoridad de la que gozaban los profesores,los religiosos y los dirigentes asociativos. La vida social de los medios popu-lares se encuentra, desde entonces, ampliamente bajo el control de los trafi-cantes. De ahí que éstos impongan normas de frecuentación y desplaza-miento (como, por ejemplo, con períodos de toque de queda o la prohibiciónde las visitas de personas que residen en zonas controladas por grupos rivales)y arbitran, frecuentemente de manera violenta, los desacuerdos entre vecinoso entre padres.

La influencia de los traficantes de droga sobre los espacios desfavorecidosha también cambiado profundamente las formas de la acción política y de laintervención social en los medios populares. En una investigación etnográficasobre la favela de Acari, Marcos Alvito analizó las lógicas de constitución delas asociaciones de habitantes y mostró cómo la creciente presencia de lostraficantes modificaba sus modos de relación con la esfera pública (Alvito,2001). Mientras que estas organizaciones lucharon, hasta mediados de losaños sesenta, por la regularización del uso del suelo y la urbanización delemplazamiento, los traficantes las desviaron de estos objetivos. Recurriendo ala intimidación, las transformaron en instrumentos de promoción de supoder sobre la vida local, organizando y financiando fiestas o movilizandoregularmente a la población contra las incursiones de la policía. Estas asocia-ciones ya no son pues, como antes, vectores de integración de los pobres ala esfera pública, aunque sólo fuese en un marco populista y clientelista, sinoque ahora dificultan, por el contrario, sus relaciones con los protagonistaspolíticos. Las organizaciones no gubernamentales tampoco pueden evitarestas dificultades. La antropóloga Clara Mafra ha mostrado cómo éstas sólopodían trabajar si tomaban en cuenta la importancia de los traficantes en elsistema de poder local (Mafra, 1998). Sin embargo, en la relación de las aso-ciaciones locales y de las organizaciones no gubernamentales con las bandasde malhechores vinculados a la economía de la droga, Mafra distingue trestendencias. Algunas de ellas intentan evitar a todo precio el contacto con lostraficantes y se dedican a crear mecanismos para impedir la reproducción delos valores de honor y de fuerza. Otras, al proponer un ideal comunitariobasado en la idea de participación, no temen competir con ellos para dispu-tarles la dirección de las asociaciones de habitantes; pero sin por ello lograralcanzar los estratos sociales más desamparados de la población local, losmás expuestos a las tentaciones de la delincuencia. Finalmente, las iglesiaspentecostistas creen luchar contra la influencia de los grupos criminales pro-poniendo una vida alternativa a los delincuentes mediante la conversión,incluso olvidando los crímenes que cometieron antes.

Pero la desorganización, de la que procede la violencia criminal, es tam-bién, como lo recuerda Angelina Peralva, la misma que la de las institucionesencargadas del mantenimiento del orden (Peralva, 2001). La concomitanciade la agravación de la delincuencia violenta y de la transición democráticaretrasó, en particular, la puesta en marcha de políticas pragmáticas de seguri-dad pública. Durante los últimos años del régimen autoritario, los militaresperdieron progresivamente el control de las fuerzas de policía, lo que, entreotras consecuencias, produjo el aumento de la colusión entre criminales ypolicías, que las autoridades públicas no llegaron siempre a deshacer. Y tantomás que, para las fuerzas políticas surgidas de la oposición a la dictadura, larespuesta al aumento de la violencia parecía depender, hasta un reciente

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pasado, de la mejora de las condiciones de vida de los más desfavorecidos yno de una reforma de la policía. El resultado es una imagen deplorable de lainstitución policial en los medios populares. En las favelas cariocas, la exaspe-ración suscitada por las brutalidades y las prácticas de extorsión de la policíaes tal hoy que sus habitantes temen más a los policías que a los propios trafi-cantes, puesto que, por temidos que éstos sean, son a menudo niños delentorno que respetan mucho más las normas de la sociabilidad local, ademásde prohibir la pequeña delincuencia y proporcionar ayudas materiales a loshabitantes necesitados.

Ahora bien, la importancia que los pobres de las ciudades dan a la calidadde la sociabilidad interpersonal no aparece generalmente en los trabajos sobrelos fenómenos de violencia en el Brasil contemporáneo. La mayor parte de laliteratura se dedica efectivamente a dar cuenta del desarrollo de la criminali-dad y la persistencia de las violencias policiales desde el final del régimen mili-tar. En cambio, muy pocas investigaciones se interesan en la violencia inter-personal en la vecindad y en los espacios públicos. Todo se pasa como si lavuelta a la democracia representara una ruptura fundamental con las formasde la violencia en Brasil. De ahí que la violencia es generalmente interpretadacomo el resultado de la incapacidad de las autoridades a evitar la degradaciónde las relaciones sociales. Esta lectura tiene ciertamente su fundamento,puesto que las insuficiencias de la acción pública en este tema no pueden serocultadas; pero subestima la anterioridad de la violencia en las relacionessociales, pese a que la investigación histórica ha producido una excelentedocumentación al respecto. Y aquí encontramos sin duda este galimatías delos sociólogos que creen a menudo ser contemporáneos de cambios sin pre-cedente (Martuccelli, 1999:13). En una obra de gran calidad, desgraciada-mente pasada prácticamente inadvertida en la investigación sobre Brasil, elantropólogo Daniel Touro Linger analiza las peleas que se producen frecuen-temente durante el carnaval y en el curso de interacciones ordinarias en SãoLuís do Maranhão, una ciudad del Nordeste, una ciudad poco conocida comoteatro de escenas de violencia (Linger, 1992). Tauro muestra particularmentecomo estos conflictos, con consecuencias a veces fatales, poseen una dimen-sión cultural que sólo puede explicarse tomando en consideración la maneraen que se constituyeron históricamente las relaciones sociales en Brasil. Ya quela gran virulencia que puede apoderarse de las interacciones diarias en losmedios populares procede, según Linger, de la gran sensibilidad de los pobreshacia comportamientos que los anulan simbólicamente y que ponen en entre-dicho su dignidad como seres humanos. Entonces, la violencia ordinaria cor-responde frecuentemente a la necesidad de borrar lo que se vive como unahumillación.

L A A C C I O N P O L I T I C A E N L A C I U D A D ≤ ≤ ≤ ≤ ≤ ≤ ≤ ≤ ≤ ≤ ≤ ≤ ≤ ≤ ≤ ≤ ≤ ≤

A pesar de la importancia adquirida por el tema de la violencia en los estu-dios sobre las ciudades de América Latina, el imaginario de los movimientossociales urbanos sigue marcando los debates sobre las formas de la acciónpolítica. Aunque son pocos los investigadores que esperan hoy una transfor-mación radical de la sociedad como resultado de la movilización de los habi-tantes desfavorecidos de las ciudades, muchos de ellos destacan, en cambio,las transformaciones producidas por la participación de los pobres de las ciu-dades en el proceso político. En una obra colectiva coordinada por Sonia E.Alvarez, Evelina Dagnino y Arturo Escobar (Alvarez, Dagnino & Escobar,1998), los autores afirman que, aunque los movimientos sociales urbanos no

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hayan colmado las esperanzas que se habían puesto en ellos en los añossetenta, sin embargo su aparición implicó cambios importantes en la culturapolítica, permitiendo un mayor acceso a la ciudadanía de los medios popu-lares por la difusión del lenguaje de los derechos y la creación de mecanismosinstitucionales de participación. Por eso, aunque en los años 1970 y 1980 erala oposición entre el Estado y la sociedad civil la que organizaba el pensa-miento sociológico latinoamericano, esta perspectiva reconoce la complejidadde las relaciones entre las instituciones y los protagonistas sociales, y, de unamanera más general, el hecho de que no tiene ningún sentido pensar que elEstado y la sociedad puedan existir independientemente uno del otro. Esoexplica ampliamente el por qué la intervención de los protagonistas exterioresa los medios populares (particularmente las organizaciones gubernamentales)ya no es analizada como un factor susceptible de desvirtuar la autenticidad delas demandas sociales expresadas por los que se encuentran en la parte bajade la escalera social. Del mismo modo, la creación de instituciones destinadasa permitir la expresión de organizaciones de base es hoy vista como una nece-sidad para atenuar el carácter errático de los movimientos reivindicativos ygarantizar la distribución más equitativa de los recursos destinados a la inter-vención social. Y es así que, contrariamente al discurso sobre la participaciónautónoma y antagónica de los movimientos reivindicativos, esta literaturaconsagra también el papel principal del Estado en la integración democráticade los más desfavorecidos.

Esta aceptación de la complejidad de las relaciones entre el Estado y lasociedad muestra, en muchos aspectos, la presencia de un nuevo sentido dela matización en los trabajos sobre la relación de los pobres de las ciudadescon lo político. Como lo observa justamente Jon Shefner (Shefner, 2000),los debates sobre la participación política de los pobres en América Latinatienden a organizarse en torno a una dicotomía. Bajo distintas formas, lamayoría de los autores acaban destacando ya sea la fuerza y la persistenciade prácticas de cooptación y clientelismo o bien la autonomía de las organi-zaciones y de las movilizaciones populares. Ahora bien, Shefner muestra, apartir de una investigación sobre un barrio pobre de Guadalajara, enMéxico, la manera en que varía el sentido de la acción de las organizacioneslocales según el contexto político y económico, y no puede, por consi-guiente, analizarse de manera unívoca. El marco del barrio sigue siendo, enefecto, el marco privilegiado de la movilización política de los pobres de lasciudades en América Latina. Y es también a partir de éste que pueden serplanteadas cuestiones esenciales sobre el clientelismo y los dispositivos depromoción de la participación popular.

¿Se puede hablar de clientelismo en los medios urbanos?

En América Latina, el comportamiento político de los pobres de las ciu-dades es a menudo explicado a través del clientelismo; aunque a estos últi-mos no se les presente siempre como completamente pasivo y dependientesde empresarios políticos pertenecientes a las capas sociales favorecidas. Pero,en una parte importante de la literatura (Ray, 1969; Cornelius 1975; Cuello1976; Nelson 1979; Diniz 1982; Gay 1990), predomina la idea de que suparticipación política está controlada estrechamente por el Estado y los apa-ratos políticos. Sin embargo, trabajos recientes sugieren otras lecturas delcomportamiento político de los medios populares. En esto aún, el ejemplo deBrasil nos proporciona una buena ilustración de la renovación de los análisissobre la relación con lo político de los pobres de las ciudades.

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En Brasil, la mayoría de los candidatos utilizan efectivamente organizadoresde campañas electorales (los cabos eleitorais) para distribuir bienes de diferentetipo (medicamentos, bolsos de cemento, ladrillos, colchón, T-shirts, gorras,etc.) a los electores de los medios populares. A éstos, los cargos electos dedicantambién una parte importante de su actividad política para ayudarlos a llevaradelante sus gestiones en las administraciones. Los que ya ocupan un mandatoelectivo desempeñan generalmente el papel de intermediarios entre las comu-nidades, donde tienen sus feudos electorales, y las autoridades públicas. En unainvestigación sobre una familia de cargos electos de un suburbio de la aglome-ración de Río de Janeiro, Karina Kuschnir describe así el paciente trabajo deimplantación del padre, desde los años 1950, y el mantenimiento continuo desu influencia electoral a través de su hija, elegida concejal en las elecciones de1992 y 1996 (Kushnir, 2000). Esta influencia política pasa, en particular, por unconocimiento preciso del electorado local: un banco de datos informático clasi-fica a más de 23 000 habitantes en ‘simpatizantes’, ‘colaboradores’, ‘volunta-rios’ o ‘contactos’, y permite una organización racionalizada de las campañaselectorales, durante las cuales se organiza un centenar de reuniones en los tresmeses que preceden al día del escrutinio. Pero la influencia electoral de estafamilia depende también a su contacto constante con los habitantes del lugarpor intermedio de los consejeros del cargo electo y de agentes locales quehacen llegar las solicitudes individuales y colectivas a su gabinete; puesto quees en su capacidad para abrir el acceso a las administraciones que reside sulegitimidad política.

No obstante, ¿Se puede hablar de clientelismo a propósito de estas prácti-cas? Esta cuestión es hoy objeto de un debate en los trabajos sobre el voto enmedio popular. Se evocarán tres análisis diferentes basados en investiga-ciones de terreno y que no se excluyen, sin embargo, el uno al otro. Ya quemás allá de las diferencias de interpretación de estas formas de transacciónpolítica, la mayoría de los autores proponen hoy un enfoque matizado, quese aleja del carácter denunciador que prevaleció durante mucho tiemposobre este tema7. Se está fácilmente de acuerdo sobre el hecho de que no seve hoy, en las ciudades brasileñas, la relación de clientela que existía antes enlos pueblos de provincia, donde se hablaba de ‘recintos electorales’ (curraiseleitorais) o de ‘voto guiado por las rienda’ (voto de cabresto) para mencionarel voto masivo de las poblaciones rurales para los candidatos designados porlos jefes políticos locales8.

Por tanto, no se ha abandonado completamente la idea de una continui-dad entre el clientelismo tradicional y los intercambios que se observan hoyentre la mayoría de los candidatos y los electores de los espacios desfavore-cidos. A partir de una investigación en dos favelas de Río de Janeiro, CamilleGoirand habla de una ‘renovación’ de las prácticas antiguas, las cualeshabrían sido reforzadas incluso por el aumento de la competición políticacon la vuelta a la democracia (Goirand, 1999). El clientelismo sería entoncesun ‘método de inserción controlado de las capas populares’ y una ‘forma deadaptación estratégica de los más pobres a un sistema político y social queles excluye’. Las prácticas clientelistas se habrían pues adaptado a un nuevocontexto caracterizado por el pluralismo político y la competencia entre loscandidatos al acecho de clientes. Para Goirand, el clientelismo no deberíaser comprendido solamente como un obstáculo al establecimiento de lademocracia, puesto que, de una parte, constituiría un vector de la politiza-ción del electorado popular por el acostumbramiento al voto, y que, de otraparte, volvería aceptable la representación democrática por las élites, permi-

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tiendo, al mismo tiempo, la satisfacción parcial de las demandas de los másdesfavorecidos.

No puede negarse que, con la urbanización y el restablecimiento de losprocedimientos democráticos, no han desaparecido las transacciones entrecandidatos y electores basadas en el intercambio de bienes o servicios contraun voto. Basta, para convencerse, con observar con un poco de atención eldesarrollo de las campañas electorales en los barrios populares y las explica-ciones dadas por numerosos habitantes para justificar su opción electoral.Pero siempre puede uno preguntarse si este tipo de relaciones no difiere radi-calmente de esto que existía en el mundo rural y si no se acerca finalmente aesto que se observa en los países con tradición democrática desde hacemucho tiempo. Es lo que sugiere Karina Kuschnir, al término de su investiga-ción sobre una familia de cargos electos del suburbio de Río, cuando se pre-gunta si el enjuiciamiento comúnmente despreciativo de estas prácticas políti-cas no proviene finalmente de que se toma por norma un modelo ideal queningún país del mundo realiza verdaderamente (Kuschnir, 2000a). Por eso,más que ver en el ‘clientelismo urbano’ el índice de un retraso en el desarrollopolítico o la señal patente de una modernización social inacabada, esto nosinvita a ‘relativizar’ los aspectos negativos, y a ver más bien en ello una faceta– ciertamente cuestionable – de la figura concreta de la práctica de la demo-cracia en el Brasil urbano contemporáneo, puesto que la importancia conce-dida por los pobres de las ciudades a las mediaciones que se obtienen a travésde los cargos electos es también lo que les conecta y les hace participar en lasociedad global.

Sin negar la importancia de estas prácticas que sirven para la obtención delos sufragios, un tercer enfoque hace hincapié en el debilitamiento conside-rable de su eficacia. El análisis de los resultados electorales pone de mani-fiesto, en efecto, que hay candidatos que recurren a estos procedimientosque son regularmente batidos, mientras que otros benefician de un votoimportante en los medios populares sin recurrir a este tipo de transacciones.En una investigación sobre una favela urbanizada de Recife, Dominique Vidalpuso de relieve seis factores que contribuyen a disminuir el alcance de prácti-cas clientelistas que eran antes eficaces para la recogida de sufragios (Vidal,1998). El primero, el descrédito del personal político afecta directamente a lainterpretación de las transacciones entre candidatos y electores, los que venen ello de más en más un timo. El segundo, la abundancia de ofertas detransacción, ha aumentado las posibilidades de recibir un bien de un candi-dato. Muchos electores se dirigen pues a varios de ellos, en una lógica pura-mente instrumental que no tiene ya nada que ver con el carácter emocionalque podía revestir la relación patrón-cliente en el mundo rural. El tercero, laimposibilidad de controlar la honradez electoral hace que ningún candidatopuede estar seguro de recibir un sufragio como contrapartida de una inter-vención en favor de un elector. El cuarto, la multiplicación de los protagonis-tas políticos en un contexto de descentralización administrativa provoca ladiseminación de los intermediarios y el debilitamiento de las máquinas políti-cas construidas bajo el autoritarismo. Las redes de influencia electoral nopueden, en efecto, ser hoy mantenidas tan fácilmente; al contrario, los car-gos electos deben negociar permanentemente las formas de asignación delos recursos con el poder ejecutivo. El quinto, el aumento del costo de lasprácticas clientelistas pone de relieve el aumento considerable de los gastoselectorales provocado, por una parte, por la competencia entre candidatos y,por otra parte, por las solicitudes de los electores que piden cada vez menosmateriales de construcción y cada vez más becas de estudios y empleos,

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bienes mucho más costosos y más raros. El sexto, finalmente, se refiere a losderechos constitutivos del estatuto del ciudadano, lo que induce a unnúmero creciente de electores a rechazar las transacciones clientelaresporque la elección electoral no debe depender de subvenciones o de lamediación del candidato. Para estos pobres de Recife, recibir un bien enépoca de elecciones o solicitar la ayuda de un cargo electo para una gestiónadministrativa forma parte de una posibilidad entre muchas otras de hacerfrente a una dificultad. Si muchos, a un momento u otro, han recurrido aello, su pago por un sufragio no tiene nada de automático. El voto para uncandidato depende en realidad de su capacidad para suscitar una de las for-mas de identificación, anteriormente mencionadas, más que de los bienesdistribuidos en época de elecciones. Los juicios cínicos y divertidos sobreestos ‘políticos que engañan’, y a los que uno también engaña al no remune-rar la subvención obtenida por un voto, prueban el carácter de más en másanacrónico de estas prácticas que constituyen, no obstante, el ordinario delas campañas electorales en los medios populares.

Al restaurar la importancia de las elecciones en la vida política, el retorno aun régimen civil en Brasil ha incitado a un número creciente de investigadoresa estudiar el desarrollo de las elecciones con una perspectiva etnográfica. Laheterogeneidad de las poblaciones urbanas desfavorecidas y el fuerte descré-dito de los cargos electos dificultan hoy enormemente la movilización electoralde los medios populares. Para ganar sus sufragios, los candidatos deben utilizarestrategias de recogida de votos que tengan en cuenta la diversidad de lasidentidades sociales a nivel local y superen el desafecto hacia el personal polí-tico. Son en las elecciones para el consejo municipal y para las asambleas legis-lativas de los Estados federados que estos mecanismos de movilización electoralaparecen en toda su amplitud y deciden el resultado del escrutinio.Contrariamente a los candidatos para el ayuntamiento, designados por unescrutinio mayoritario y generalmente bien identificados, los aspirantes a unescaño en estas asambleas deben antes hacerse conocer para esperar conquis-tar bastantes sufragios y así poder ser elegidos. Es la búsqueda de este objetivo,en un universo dominado por la escasa legibilidad de la competición política,lo que da su forma a las campañas electorales en las ciudades brasileñas. Yaque las campañas electorales representan en Brasil el modo principal de puestaen relación de la esfera política con los habitantes de los espacios pobres.Durante esas semanas, que estos últimos llaman comúnmente ‘el tiempo de lapolítica’, los candidatos pretenden tejer o reactivar vínculos con los electores através de todo un conjunto de símbolos y prácticas que modifica la vida coti-diana en los barrios populares. Sus estrategias de recogida de sufragios obede-cen a lógicas que se dedican a rastrear en los distintos segmentos de lo social yde su representación.

En una investigación sobre los concejales (vereadores) de Río de Janeiro, yconsiderando la distribución geográfica del voto y el tipo de campaña adop-tado (Kuschnir, 2000b), Karina Kuschnir distinguió tres grandes categorías decargos electos. Sobre los cuarenta y dos cargos electos en la comisión degobierno, en 1992, dieciséis habían recogido entre 50% y un 90% de susvotos en una o dos circunscripciones situadas esencialmente en las zonasseptentrionales y occidentales donde residen una gran parte del electoradopopular. Calificados por sus pares de vereadores ‘comunitarios’ o de ‘de cir-cunscripción’, realizan campañas que intentan crear ‘una relación de compli-cidad entre el candidato y el elector’. A tal efecto, se prevalen de un origeny/o de un lugar de residencia comunes que les permite ‘’comprender’ mejor

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que nadie las dificultades de la población local y hacen resaltar sus ‘obrassociales’ para aportar una solución. Una segunda categoría de vereadores, dela misma importancia numérica, obtuvo sufragios más o menos igualmenterepartidos sobre el conjunto del municipio. También se proponen suscitar laidentificación de los electores hacia su persona, pero sobre la base, esta vez,de su pertenencia a un mismo grupo profesional, étnico o religioso. Se pre-sentan entonces como los candidatos de los ‘empleados de banca’, de los‘negros’ o de los ‘evangélicos’ y, además de sus realizaciones en materia deacción social, ponen de relieve proyectos de leyes que defienden los interesesdel grupo. Una tercera categoría, de una decena de consejeros municipales,a quienes sus colegas llaman los vereadores ‘ideológicos’ recibió esencial-mente los votos de los barrios residenciales de la zona meridional y el Tijuca.En vez de reclamarse de un barrio o de una categoría social, éstos incitan a ladefensa de la ‘ciudad’ o a valores como la ‘justicia’, la ‘ciudadanía’ y la ‘ética’,y hacen hincapié en el significado político del mandato. Es a este título que,contrariamente a los otros cargos electos, rechazan las prácticas de asistenciay de distribución de bienes en período electoral.

El desarrollo de las candidaturas femeninas desde la transición democráticasuscitó también la aparición de nuevas formas de identificación electoral basa-das en el género que tienen las ciudades como principales escenarios. IrlysBarreira ha mostrado muy bien la complejidad de esta faceta en sus investiga-ciones sobre las elecciones municipales en Fortaleza, Maceió y Natal en elNordeste del país (Barreira, 1998). Las campañas electorales de las mujeres seapoyan, en efecto, sobre dos registros distintos, que no dejan de implicarparadojas: pretenden ser una ruptura con las prácticas políticas antiguas enbase a aptitudes asociadas a la feminidad, como la transparencia y la integri-dad, al mismo tiempo que toman prestados algunos símbolos de la fuerza virilpara superar el prejuicio que se refiere a su capacidad política. Producida al díasiguiente del final del autoritarismo y en una coyuntura política que tenía elcambio para emblema, la elección de la candidata del Partido de los trabaja-dores (PT), Maria Luíza Fontenele, al ayuntamiento de Fortaleza, en 1985, seapoyó, por ejemplo, a la vez en la idea de la renovación que se le atribuía y enuna imagen de determinación ganada en su participación en las luchas popu-lares. Ciertamente existen, como lo analiza detenidamente Barreira, variostipos de candidaturas femeninas según la orientación política, el origen socialy la trayectoria de las candidatas. Pero es también cierto que la creciente pre-sencia de mujeres en la escena electoral define un nuevo espacio político queva mucho más allá de la reivindicación feminista. Puesto que si sus discursosvan dirigidos a menudo a las mujeres, en nombre de una común identidad degénero, no se reducen nunca a esto. La elección de mujeres para gobernarvarias grandes metrópolis estos quince últimos años pone indudablemente derelieve la aparición de una representación más igualitaria de las relacionessociales de sexo.

Cualquiera que sea el tipo de identificación buscado por un candidato, larecogida de los sufragios de los pobres de las ciudades no es realmenteposible sin realizar campaña en los lugares donde éstos residen (Diniz, 1982;Caldeira, 1984; Vidal, 1998; Kuschnir, 2000a). Los candidatos se apoyan paraesta operación en organizadores de campañas electorales, los cabos eleitorais,los intermediarios bien conocidos de la política brasileña. Son ellos quieneshacen entrar lo político en los barrios populares y en las favelas organizandola difusión de la propaganda electoral y las visitas de sus candidatos. Pero, laimportancia del cabo eleitoral depende sobre todo su de su capacidad pararecoger los votos en el seno de una población diferenciada y con distintos

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intereses. Aunque éste insista frecuentemente en el interés de la comunidad,se dedica más bien a convencer a uno por uno a los electores que a suscitarsu adhesión colectiva a un proyecto político. Al corriente de los problemas decada uno, les explica, mediante una argumentación personalizada, porqué sucandidato es el único que se los puede solucionar una vez elegido, recordán-doles sus últimas realizaciones que certifican que es de los políticos que‘hacen’ y no de los que ‘engañan’. Formando parte de las mismas redessociales que los electores, el cabo eleitoral se esfuerza en convencerles devota, por el candidato al cual sirve, en nombre precisamente de su participa-ción común a estos distintos grupos. Ya sea un religioso pidiendo a su fielesvotar por un candidato conforme a lo que prescribe el culto, una personali-dad de la vida deportiva o cultural local, un comerciante o un dirigente aso-ciativo, su eficacia en la movilización electoral varía ampliamente según suinfluencia sobre la población. Si algunos sólo consiguen algunos votos, otrosconsiguen muchos sufragios. Su compromiso es pocas veces desinteresado.Si algunos cabos eleitorais se ponen al servicio de un candidato por convic-ción política, por amistad o por reconocimiento por un servicio prestado, lamayoría lo hacen para ser remunerados materialmente. El monto de la remu-neración varía según los recursos de los candidatos y las responsabilidades enla campaña, y va de una suma calculada sobre la base del salario mínimohasta gratificaciones sustanciales, o incluso un empleo en el gabinete delcargo electo o en una empresa o una administración en donde éste tienealguna influencia.

Los dirigentes asociativos desempeñan un papel principal en la recogidade los sufragios. Raros son los que no sirven de cabos eleitorais en época deelecciones. Su papel de intermediario entre los sistemas administrativos y lapoblación los colocan lógicamente en una posición que favorece la puestaen relación entre candidatos y electores. Generalmente bien remuneradospor esta actividad, no obstante ponen de relieve la necesidad de desem-peñar este papel para defender los intereses de la comunidad, recordandoque el acceso a las administraciones requiere de poder contar con un cargoelecto. Aunque también es muy frecuente que los dirigentes asociativos nose conforman con este papel de intermediario y deciden presentarse paralos cargos electos del consejo municipal. Si raramente son eligidos, debido alo reducido de sus bases, ejercen no obstante una función de abastecedoresde sufragios, permitiendo así a la formación que representan de aumentarsu cociente electoral y, por lo tanto, disponer de más cargos electos.

Nos equivocaríamos sin embargo si sólo viéramos en la proliferación deestas candidaturas más que el resultado de una estrategia de los partidospara recoger un mayor número de votos en los medios populares. Muestramás bien la conjunción de dos realidades centrales en la política local enBrasil: la permanencia del lugar de residencia como principal lugar de lamovilización electoral de los pobres de las ciudades, y la importancia adqui-rida por el barrio como espacio de socialización y aprendizaje políticos paraun número creciente de candidatos provenientes de los sectores populares.

De la participación autónoma en una organización de la participación

En América Latina, el desarrollo de las asociaciones de barrio ha sido,durante estos últimos veinticinco años, una respuesta a la incapacidad de lospartidos de representar eficazmente la diversidad de los intereses sociales. Laidea más comúnmente difundida a su propósito es que la participación asocia-tiva acercaría los ciudadanos de la esfera política; que despertaría su interés

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por la cosa pública a partir de cuestiones que les conciernen directamente, yles permitiría, además, participar en el Gobierno desde la base de la sociedad,desde dónde tendrían una mejor inteligibilidad de su funcionamiento.Frecuentemente inspiradas en las experiencias, francesa y española, las políti-cas de descentralización han pretendido promover este ideal participativo alcalor del restablecimiento de los procedimientos democráticos. Tanto másque las movilizaciones de las poblaciones urbanas desfavorecidas, en torno alas asociaciones de habitantes de los espacios desheredados, habían suscitadograndes esperanzas, durante la transición a la democracia, en las filas de laoposición al régimen militar. Por primera vez, los sectores populares aparecíandotados de autonomía y con una capacidad de organización propia que lospermitía escapar de la tutela de las élites, del clientelismo o a la manipulaciónpopulista. La participación autónoma de los medios populares organizados enasociaciones locales debía, desde este punto de vista, favorecer la realizacióndel proyecto democrático. Pero, ya se trate de su funcionamiento a menudopoco democrático, de las relaciones ambivalentes que mantienen con los par-tidos y las autoridades públicas o de no tomar en consideración el interésgeneral, los límites de las asociaciones para convertirse en los motores de unatransformación política son cada vez más evidentes.

El debilitamiento de las identificaciones territoriales es uno de estos límites,que por lo demás también se encuentra en un país como Francia, en donde,para decir las cosas muy esquemáticamente, la desindustrialización y el pro-ceso de deterritorialización de las relaciones sociales implicaron la desapari-ción del barrio trabajador: con sus solidaridades locales, su método de vida,su identidad colectiva simplemente. En Brasil, el debilitamiento del senti-miento de pertenencia a un conjunto común ha sido observado también,bajo registros diferentes, en numerosos trabajos sobre los espacios ocupadospor los pobres de las ciudades. Y ello, en particular, por la identificación cre-ciente de los jóvenes a los modelos de la sociedad global que han puesto fina formas de cultura popular que garantizaban una continuidad intergenera-cional. Como se ve, la cuestión que se plantea es la de saber hasta qué puntoel microlocal (barrio, ciudad, gran conjunto, conjunto habitacional, favela,etc.) puede constituir un marco pertinente para garantizar la representaciónpolítica de las poblaciones urbanas desfavorecidas y pesar sobre sus condi-ciones de vida. Eso cuando la unidad sociológica de estos espacios es de másen más improbable y que las dinámicas socioeconómicos que los afectan tie-nen un origen y un alcance que excede a menudo el marco de la ciudad ode la aglomeración. Ahora bien, por diferentes que sean la naturaleza de losespacios en cuestión y los modos de intervención públicos en los dos países,la experiencia brasileña muestra, mucho más claramente que se lo percibecomúnmente en Francia, como las políticas territorializadas basadas en aso-ciaciones pueden contrariar el objetivo de integración sociopolítico buscado.Por deseable que sea, la participación asociativa a nivel local no constituyeuna panacea a la ausencia de políticas de gran amplitud, ni puede sustituirlas formas clásicas de ejercicio de la ciudadanía. Es lo que pone de relieveRenato Boschi en un artículo, sobre las políticas de descentralización y partici-pación popular en Belo Horizonte y en El Salvador, en el que muestra comoestas formas de gestión de la intervención social, si no son puestas en prác-tica con una reflexión profunda sobre las relaciones entre el Estado y la socie-dad civil, “pueden conducir a constituir un mecanismo selectivo para dar alos ricos las políticas y a los pobres el trabajo comunitario (mutirão)”. Es decir:“el poder al que puede, y la participación al que no puede”.

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La experiencia del presupuesto participativo de Porto Alegre, capital de RíoGrande do Sul, suscitó un inmenso interés, inclusive más allá de las fronterasde América Latina. Puesta en práctica poco después de la llegada del Partidode los trabajadores (PT) a la cabeza del municipio en 1988, este conjunto deprocedimientos ha sido adoptado bajo distintas formas, y a veces bastantedistantes del modelo inicial, por cerca de setenta municipios brasileños ysirve hoy de referencia a dispositivos de promoción de la participación de loshabitantes en la política municipal en un número creciente de ciudades lati-noamericanas y europeas. Su éxito es debido, en gran parte, a la política decomunicación del ayuntamiento de Porto Alegre, que la convirtió en uno desus estandartes, y a la visibilidad que le ha dado la celebración, en esta ciu-dad, del Foro Social Mundial cada año desde 2001. No obstante, está claroque el presupuesto participativo de Porto Alegre representa también, paranumerosos observadores, la posibilidad de una democracia participativacapaz de superar los límites de la representación política, la que no llega hoya encarnar la diversidad de las demandas sociales y a fomentar el ejercicio dela ciudadanía. El presupuesto participativo constituye, por otra parte, unarespuesta institucional a la incapacidad de los movimientos reivindicativos aparticipar de manera autónoma en el proceso político. Al dar un marco insti-tucional a la participación, los poderes públicos se proponen estimularla ypermitir su perpetuación, más bien que estar obligados a responder ininter-rumpidamente a acciones reivindicativas realizadas por organizaciones debase. Es pues el imaginario de los movimientos sociales urbanos el que seencuentra, en parte, en este nuevo tipo de instituciones.

El dispositivo del presupuesto participativo de Porto Alegre ha sido amplia-mente presentado en numerosas obras9. Por eso nos limitaremos a recordaraquí las grandes características para apreciar mejor la novedad que representaen la política municipal y las críticas que le fueron dirigidas. El Presupuesto par-ticipativo asocia, en primer lugar, el ayuntamiento y sus administraciones (elejecutivo), el consejo municipal (el legislativo) y la población de la ciudad (loque se ha convenido en llamar la ‘sociedad civil’) a través de un conjunto deprocedimientos que asocian tres escalas de reunión y de decisión: la escalamicrolocal, que corresponde aproximadamente a los distintos barrios de la ciu-dad; la escala de las regiones, que remiten a conjuntos territoriales y adminis-trativos más amplios; el nivel municipal, en torno al Consejo del presupuestoparticipativo, que reúne delegados de las distintas regiones y de seis asambleastemáticas. Un conjunto de reuniones que van de marzo a diciembre permitedefinir las distintas solicitudes, de discutirlas a cada nivel y, al final, al Consejodel presupuesto participativo de elaborar una propuesta de presupuesto, quees discutida a continuación y votada por el consejo municipal. La instauraciónde estos canales de participación permitió participar a un número cada vezmayor de habitantes de Porto Alegre en la elaboración del presupuesto de laciudad. Esta participación es, ciertamente, aún limitada (entre 1,5% y un 6%de los adultos, según los cálculos, participaron por lo menos en una reunión) yconcierne, sobre todo, a individuos que tienen una situación social estable y unnivel de instrucción más elevado que la media. Pero se nota, no obstante, unapresencia de más en más importante de miembros de las capas populares, y,en particular, de mujeres y jóvenes.

Aún insistiendo en su originalidad y su papel en el ejercicio de la ciuda-danía por los medios populares, numerosos autores destacan también loslímites del presupuesto participativo de Porto Alegre (De Avila, 2000; Dias,2000; Gret & Sintomer, 2002). La participación no concierne aún más que a

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una fracción reducida de la población de la ciudad, sus habitantes másdesamparados no tienen a menudo ni tiempo ni los recursos culturales paracomprometerse en el proceso. La deliberación sólo tiene verdaderamentelugar en reuniones que agrupan un número reducido de participantes. LosPlenos tienden a funcionar como cámaras de registro de decisiones previa-mente adoptadas, y los delegados monopolizan a menudo la palabra. Elriesgo, por lo demás, de que estos delegados se separen progresivamente delas poblaciones de las cuales ellos deberían defender sus intereses no estáexcluido. Generalmente mucho más integrados socialmente y mejor dotadosen capital escolar que los que los designan, estos delegados podrían, a largoplazo, constituirse de hecho en un grupo distinto y especializado en el dispo-sitivo. Un punto importante del debate, sobre la contribución del presu-puesto participativo a la profundización de la democracia, se refiere tambiénal lugar que toma en el funcionamiento político municipal. Si uno de susobjetivos es hacer fracasar las relaciones de clientela que existen entre losconcejales y los habitantes, también es ampliamente utilizado por el ejecu-tivo para ejercer presión sobre el consejo municipal y obtener el apoyo de suscargos electos. Para Marcia Dias (2000), la autonomía del presupuesto parti-cipativo sigue siendo precaria, y, cerca de diez años después de su instaura-ción, y sea el que sea su éxito en los medios de comunicación y en la pobla-ción, éste sigue siendo aún básicamente una instancia consultiva del poderejecutivo, que conserva la prerrogativa decidir el presupuesto de maneraautónoma. Paulo de Avila (2000) va más lejos aún, manteniendo que si elpresupuesto participativo de Porto Alegre representa indiscutiblemente unavance en la extensión del ejercicio de la ciudadanía, posee sin embargocaracterísticas clientelistas, que permiten al Partido de los trabajadores obte-ner un apoyo político en contrapartida de la distribución de recursos políti-cos. De otra parte, son estos límites los que destacan en los trabajos sobre lospresupuestos participativos de otras ciudades brasileñas. Con respecto al deRecife, Brian Wampler muestra cómo el ejecutivo guarda el control delconjunto del dispositivo por el temor de los concejales y los delegados de versus solicitudes rechazadas si aparecen como opositores al equipo municipal(Wampler, 1999). Y concluye resaltando que los mecanismos participativospueden, en definitiva, contribuir tanto a la profundización que a la restricciónde la democracia.

* * *

El agotamiento del paradigma de los movimientos sociales urbanos comomanera de escribir la ciudad latinoamericana refleja, en muchos aspectos, elfinal del imaginario sociopolítico de los años de la transición del autoritarismoa la democracia. Contrariamente a lo que mucho esperaban, el restableci-miento de los procedimientos democráticos y la adopción de nuevos mecanis-mos institucionales no desembocaron ni en una mejora sustancial de lascondiciones de vida de los medios populares ni en su plena participación en elproceso político. Algunos indicadores sociales revelan, es cierto, un mejoracceso de las poblaciones urbanas desfavorecidas a los servicios y la mayorconsideración de sus solicitudes gracias a la instauración de los presupuestosparticipativos. No obstante, las ciudades brasileñas aparecen más que nuncadominadas por múltiples formas de desorganización. No es pues sorpren-dente que la literatura producida durante la última década haga hincapié enel rompimiento del tejido urbano y la incapacidad de las ciudades a garantizarla integración de sus habitantes en un conjunto común.

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Con todo, por importante que haya sido la amplitud de las desilusiones queacompañaron la vuelta a la democracia, el declive del populismo y del misera-bilísimo en la investigación urbana sobre América Latina introduce un cambioimportante, cuyo alcance sólo podrá ser apreciado dentro de un ciertotiempo. Un número creciente de investigadores ha renunciado a las facili-dades de la ideología, intentado apoyar sus análisis en investigaciones empíri-cas rigurosas. Dan prueba de ello muchos de los trabajos sobre Brasil anterior-mente citados. Una serie de estudios, sobre la aparición de nuevas formas depobreza, la transformación de las identidades sociales y los cambios de la rela-ción con lo político en la Argentina contemporánea, van también en estadirección (Martuccelli & Swampa, 1997; Swampa, 2000; Merklen, 2002). Noobstante, la cuestión de lo político no ha desaparecido de las preocupaciones,pero esta no toma ya la forma de una interrogación sobre la coyuntura y lasperspectivas que ofrece el momento. La relación con lo político de los mediospopulares no parece poder ser comprendida sin -sobre todo- un análisis finodel sentido que dan a su experiencia de la vida en ciudad.

Es también por esto que quizá se vislumbra poco una nueva manera deescribir sobre las ciudades de América Latina. Una escritura menos inter-esada en la producción de un discurso abstracto sobre el horizonte político,más sensible a la especificidad de los terrenos y los contextos. Es tambiénasí, con una escritura más atenta a la realidad de los hechos sociales, que lasinvestigaciones producidas sobre la ciudad en América Latina podránponerse provechosamente al servicio de trabajos comparativos de alcancemás general10.

Febrero de 2003

NOTAS 1 Sobre la marginalidad, como método de designación de los fenómenos de diferen-

ciación social y espacial en las ciudades de América Latina, se leerá a Fassin (1996).2 Entre los numerosos trabajos disponibles, se puede así referirse Schneier y Sigal

(1980), Slater (1985), Burgwal (1990), Walton (1998).3 En un artículo crítico, Manuel Castells, el sociólogo que más ha influido en los

debates sobre los movimientos sociales urbanos en América Latina ha escrito que“los movimientos sociales urbanos tuvieron más éxitos como construcción teóricaque como práctica social” (Castells, 1994: 58).

4 Sobre el tema de la fragmentación de la ciudad en América Latina y Brasil véasePrévôt Schapira (1999) y Vidal (1994).

5 Cuando están basadas firmemente en investigaciones empíricas, los conocimientosproducidos sobre la ciudad en América Latina revelan, a menudo, lo mucho quelos dispositivos de acción de los profesionales de la intervención social se basan enrepresentaciones erróneas de los comportamientos y las esperanzas de las pobla-ciones a las que aquellos van dirigidos. En una investigación sobre los niños de lascalles de Recife y las organizaciones no gubernamentales que pretenden asumirlos,Tobias Hecht muestra la manera en que la eficacia de estas últimas se ve limitadapor su incapacidad de comprender la forma en que los niños perciben la calle y losservicios sociales (Hecht, 1998).

6 En una obra posterior (1998), Burdick vuelve de nuevo sobre la relación entre losdistintos tipos de religiosidad popular y la diversidad de las formas de concienciaracial. Muestra, en particular, que, contrariamente a lo que mantienen los mili-tantes del Movimiento negro, que ven el pentecostismo una religión de asimila-ción, éste lleva a considerar el racismo como inmoral, pese a rechazar todo lo quehace referencia a una herencia africana.

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7 Trabajos recientes sobre la relación con lo político en los suburbios de Buenos Airesmuestran también los límites de los enfoques que sólo explican en términos declientelismo las relaciones complejas que se establecen entre las poblacionespobres y los protagonistas políticos. Aunque hayan perdurado formas antiguas detransacción política después del restablecimiento de la democracia, el debilita-miento de las identidades partidarias y el descrédito de la política en Argentinahacen que el clientelismo sólo explica parcialmente el comportamiento político delos pobres y la acción de las asociaciones de barrio, que se comprometen muy amenudo en relaciones de tipo instrumental donde la ideología interviene apenas.Véase Miguez (1995), y Cavarozzi y Palermo (1995).

8 Se leerán a este respecto las obras clásicas de Victor Nunes Leal (1986) y MariaIsaura Pereira de Queiroz (1970).

9 Entre las numerosas obras publicadas sobre el tema se podrá consultar a Fedozzi(1998); Rías (2000), y Gret y Sintomer (2002).

10 Es en este sentido que va, por ejemplo, la obra de Michel Agier (1999).

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¿Qué queda de los movimientos sociales urbanos en Brasil?

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Estranhos vizinhos. O lugar da favela na cidade brasileira

Paulo Cesar da Costa Gomes*

O Haiti não é aqui.O Haiti é aqui.

Tropicália

Caetano Veloso e Gilberto Gil

Palavras chaves: Ciências sociais. Investigação urbana. Favela. Universidade Federal doRio de Janeiro. BrasilMots-clés : Sciences sociales. Recherche urbaine. Favela. Université fédérale de Rio deJaneiro. Brésil

APALAVRA ‘FAVELA’ É FORTEMENTE CONOTADA de forma negativa no universosemântico cotidiano em todo o Brasil. Dizemos, assim, que algo é ‘fave-lado’ quando desejamos associá-lo à idéia de pobreza, desorganização,

feiúra, mau gosto ou má educação. Em outros termos, “favelado” é tudoaquilo que rejeitamos pela falta de prosperidade, de elegância, de ordem, debeleza ou de polidez, entre outros aspectos, no qual são ressaltadas as ausên-cias. Em síntese, podemos dizer que o uso dessa palavra indica, antes de mais

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171* Universidade Federal do Rio de Janeiro. Departamento de geografia.

Resumo: No Brasil, os critérios tradicional-mente retidos pelas ciências sociais paradistinguir a cidade informal (favela) dacidade formal creditaram a idéia de umaoposição entre estes dois universos sociaise espaciais. A permanência destas noçõese destes conceitos explica a dificuldade decertos discursos atuais, buscando sublin-har a continuidade entre as duas faces damesma realidade urbana e a dar contacom pertinência de sua articulação. A dis-tância demasiada entre a intenção e osinstrumentos de análise, cria uma distor-ção nociva.Afim de provar a inadequação destes crité-rios, o autor propõe de os utilizar paradescrever uma realidade sócio-espacialparticular: aquela do departamento degeografia da Universidade Federal do Riode Janeiro. Chega-se então a constataçãode uma similitude da dinâmica sócio-espa-cial entre o departamento de geografia e afavela vizinha.

Résumé : Au Brésil, les critères tradition-nellement retenus par les sciences socialespour distinguer la ville informelle (favela)de la ville formelle ont accrédité l’idéed’une opposition entre ces deux universsociaux et spatiaux. La permanence de cesnotions et concepts explique la difficulté decertains discours actuels, cherchant à sou-ligner la continuité entre les deux faces dela même réalité urbaine et à rendrecompte avec pertinence de leur articula-tion. La distance trop importante entrel’intention et les outils d’analyse crée unedistorsion nuisible. Afin de prouver l’inadéquation de ces cri-tères, l’auteur propose de les utiliser pourdécrire une réalité socio-spatiale particu-lière : celle du département de géographiede l’université fédérale de Rio de Janeiro.On aboutit alors au constat d’une simili-tude de la dynamique socio-spatiale entrele département de géographie et la favelavoisine !

nada, um julgamento de valor. Talvez por isso haja atualmente uma tendên-cia crescente a se difundir o uso da expressão ‘comunidade’, para substituir ade favela e então, por esse expediente, o discurso parece querer indicar ainclinação positiva daquele que fala em relação aquele espaço e às pessoasque nele habitam. Nesse caso, a palavra ‘comunidade’ parece se prestar aveicular as idéias de solidariedade, de autenticidade, de simplicidade e deharmonia, ou seja, valores que indicam “quentes” laços afetivos em oposiçãoà ‘fria’ sociedade urbana contratual da cidade formal.

Assim construído esse universo de significação, fica fácil estabelecercontrastes entre o que é ‘favela’ e o que não é, ou seja, entre o que é negativoe ruim e o que é positivo e bom. Há toda uma enorme tradição no uso desseraiocínio dualista para interpretar as formas e manifestações da cultura brasi-leira1. Na interpretação dos problemas urbanos também essa esquema é cha-mado a depor como peça fundamental de convicção para demosntrar que adesigualdade social brasileira funda dois mundos diversos e opostos e isso doponto de vista morfológico e sociológico. Esse espaço assim ‘dividido’ é achave para construírmos uma associação que uniria formas específicas e dinâ-micas próprias aos espaços dos pobres e dos remediados2. É esse raciocíniodualista e simplista que explica em parte o sucesso dos esquemas do tipo‘cidade partida’ ou da oposição muito comum no vocabulário atual entre‘favela e asfalto’ ou ainda entre ‘bairro e comunidade’. Trabalhamos assim comcategorias em perfeita oposição, o que nos favorece a apresentação de univer-sos mutuamente exclusivos, onde à ausência se opõe, de forma simétrica einversamente proporcional, a abundância.

É possível, no entanto, construir outras formas de significação onde a per-feita oposição não seja mais o único modo de compreensão e, ao fazê-lo, tal-vez mais facilmente deixemos um lugar para a complexidade advinda da nãoexclusividade de aspectos e de valores. Ao assim procedermos, poderemostalvez conceber essa categoria de ‘favelado’ não como algo estritamente deli-mitado e exclusivo a uma faixa de renda ou a um localizado aglomerado depessoas e de casas.

Certo, como geógrafos, devemos relacionar essa categoria a formas preci-sas de organização do espaço e a determinados comportamentos associados aessas formas espacial. Não obrigatoriamente, entretanto, essa associação deveter um caráter exclusivo e nosso desafio pode ser o de justamente demonstrarcomo essa organização espacial deriva de uma dinâmica que não é particulare unicamente associado a uma parte da cidade ou fatia da população, emborase condense com mais ênfase e visibilidade em determinados locais.

É bom que sejamos muito bem compreendidos. Não estamos negando aexistência de um espaço onde predomina uma forma espacial particular, umcerto tipo de agenciamento do espaço, com alta densidade de casas, arrua-mentos irregulares, padrões de edificação derivados da chamada “auto-construção”, entre outras características, que estamos acostumados a identifi-car dentro do tecido urbano e a denominá-las como ‘favelas’. Essas unidadesexistem e não são apenas construções voluntárias, perversas, segregadoras ouideológicas de minha percepção. O que queremos dizer é que as formas evalores que associamos à favela não necessariamente devem permanecerrestritos a ela e talvez nem mesmo lhes sejam inteiramente próprios.

As razões que erigem esse espaço denominado como ‘favela’ existem noresto da cidade e talvez apenas apareçam com maior visibilidade no espaçodela pois aí o controle e a coerção social são menores ou, pelo menos, nãosão aí tão eficientes. O fato de ver uma continuidade entre a favela e a

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cidade pode parecer banal, mas com certeza não o é. Em primeiro lugar,essa continuidade dissolve o raciocínio esquemático, estabelecido pelaconcepção de uma ruptura total, que se nutre do aparente confinamento decaracterísticas, ou seja, de um lado a cidade formal, do outro a informal,cada qual com sua moral, seus costumes, seus valores – mundos paralelos eopostos. Em segundo lugar, a continuidade nos permite reconhecer graus eintensidades diferentes de uma mesma dinâmica. Embora esses graus eintensidades resultem em aparências diversas no que diz respeito à organi-zação do espaço, não quer dizer que eles sejam completamente estranhosuns aos outros – aliás, a sociedade que produz a favela não poderia mesmolhe ser completamente estranha.

Podemos assim ver esse espaço da favela como um cenário exemplar eexagerado de certos aspectos que, todavia, são compartilhados por muitosoutros espaços que compõem a vida urbana brasileira.

São alguns desses aspectos que gostariamos de examinar aqui. Eles devemser concebidos como ‘marcas’ que caracterizam uma dinâmica e, dessaforma, podem, como dissemos anteriormente, ser identificados em outroslugares, diversos daqueles onde eles ganham inteira visibilidade ou prepon-derância – a favela. Nossa observações serão feitas, por razões de modulaçãodisciplinar, sobre dois principais campos: o da estética e o dos comporta-mentos que são orientados espacialmente. Tentaremos relacioná-los e,sempre quando possível, apontaremos alguns elementos ou indicaremos asprováveis razões que os explicam.

O primeiro traço flagrante é dado pela observação de que se trata deuma espaço de forte densidade, tanto em relação à intensidade do usoquanto em relação à apropriação. Parafraseando um autor especialista dacidade medieval, trata-se de um espaço que parece demonstrar ‘horror aovazio’ (Le Goff, 1980). Todas as áreas devem ser fisicamente ocupadas etudo deve conter explicitamente os sinais de uma apropriação. O espaçolivre pode ser ambiguamente interpretado como “terra de ninguém”, porisso as marcas que indicam o uso e a posse devem ser explícitos, claros esempre quando possível devem constituir um obstáculo ao acesso dosoutros. Há também uma intensidade diferencial nessa ocupação, uma espé-cie de lei de concentração em torno de pontos valorizados, centros, a partirdos quais o uso e a posse se fazem mais presentes e densos.

Resulta dessa forte concentração de usos e de apropriações uma sensívelcompartimentação, como se cada pequena parcela de área necessitasse deuma atribuição especifica, de uma qualificação. Esse é o segundo aspectocaracterístico desses espaços, a compartimentação. Os espaços tendem assima apresentar uma forte densidade de ocupação e uma divisão em variadasparcelas, seguindo um padrão ‘orgânico’, ou seja, a compartimentação vaisendo construída a medida que a pressão e a disputa, de diferentes usos oude diferentes agentes, se acentua. Dessas pressões deriva um tipo de morfo-logia irregular, asimétrica, estabelecida ao sabor da composição de forças decada momento e dos recursos e interesses que lhes são específicos.

O terceiro ponto característico desses espaços diz respeito aos bloqueios eobstáculos à circulação que são correlatos das restrições e controles estabelecidose exercidos pelos agentes locais. As delimitações se erguem como barreiras,muros, trancas, cercas, entre outros expedientes, que são utilizados para demar-car domínios, em geral, ganhos sobre um terreno que antes era comum, fre-quentemente destinado à circulação. Parece inclusive haver uma forte correlaçãodo imaginário que faz coincidir a imagem dos becos e a caracterização de uma“verdadeira favela”, segundo algimas entrevistas colhidas (Andrade, 2002)3.

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Finalmente, um quarto e último aspecto deve ser mencionado: a diferençaconstrastante, no arrajo, no cuidado e na responsabilidade entre o espaçointerno e o externo. De fato, percebe-se que o cuidado, a limpeza, a ordena-ção e o investimento feito no espaço interno não encontram nenhum para-lelo no espaço externo às casas. As paredes das residências demonstrammesmo essa diferença. São muitas aquelas em que o revestimento internocontrasta nitidamente com o tijolo, sem massa e sem pintura, do exterior.Toda melhoria deve ser feita no interior. Talvez pudessemos mesmo dizerque não existe uma concepção de ‘fachada’ nessas casas, tudo se passacomo se as necessidades internas ditassem de forma absoluta o exterior eesse não merecesse nenhum tratamento específico. O mesmo ocorre com alimpeza, por exemplo, e a higiene no interior da casa pode conviver com aextrema insalubridade exterior, sem que isso pareça ser associado a mesmafonte de responsabilidade.

Todos reconhecemos nessa descrição aspectos típicos das favelas: casassem recuo em relação às ruas, coladas umas as outras, estreitas e sempreprontas a ganhar mais uma laje; aglomeração máxima face às maiores viasde circulação, onde a acesibilidade é maior, forte densidade e verticalizaçãonas partes mais baixas do morro, quando as favelas se desenvolvem nasencostas; becos, escadas, passagens; inúmeras ligações elétricas sobre ummesmo poste, grande quantidade de tubulação em ‘pvc’, ocupando os can-tos das passagens; e finalmente, o aspecto geral das paredes em ‘osso’contrastando com os interiores devidamente acabados.

O passo seguinte é o de identificar esses aspectos não mais lá onde a visi-bilidade é maior, mas sim alí onde o senso comum criou a imagem de umaperfeita oposição, na cidade formal. Escolhemos para a comparação umespaço bem característicos e dos mais difíceis, pois em princípio ele é objetode uma estrita legislação que o controla como em outras áreas da cidadeformal. Porém, o mais significativo, é que ele abriga pessoas que estãoencarregadas socialmente de refletir sobre o espaço, sua natureza, sua mor-fologia, sua explicação. Escolhemos para essa breve comparação os espaçosda Universidade Federal do Rio de Janeiro, mais especificamente aquelaparte dela dedicada a essa tarefa de pensar o espaço, o Departamento deGeografia.

Com o objetivo de proceder a essa comparação entre a favela e a cidadeformal, representada aqui pelos espaços do Departamento de Geografia,organizamos um pequeno projeto de reconhecimento desses espaços, reco-nehcendo os usos, os expedientes de apropriação e mobilização utilizadospelos diferentes agentes locais (grupos de pesquisa, professores individual-mente, funcionários e alunos). Acrescentamos a isso um levantamento dasopiniões dos principais envolvidos para esclarecer, primeiramente, se o dis-curso sobre a apropriação diferencial dos espaços apareceria claramente ede forma justificada e, em segundo lugar, se esses mesmos envolvidosteriam consciência dos processos paralelos aos da favela, uma dela, a maiorda cidade, situada ao lado do Campus da Universidade.

Percebemos que a atribuição de parcelas de área são muitos desiguais seconsiderarmos todos os professores desse Departamento (vide gráfico 1). Háum enorme grau de dispersão nessa distribuição o que nos indica a forteconcentração de um lado e a fragmentação de outro. Quando arguidossobre esse processo, os envolvidos costumam fazer apelo à historia paraexplicar como e porque isso ocorreu. Há assim uma busca de legitimidadeque viria através da tradição. Essa tradição se mostra fortemente marcada

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pelo patrimonialismo como se pode verificar em algumas das entrevistasrealizadas. Esse patrimonialismo, como aliás em outras circunstâncias nasquais eles intervem, procura dar um ar de tranquilidade e acordo a aquiloque é conflituoso e injusto, nesse caso a disputa pelo controle de áreas doDepartamento.

As portas, dos laboratórios, das salas dos professores ou dos grupos depesquisa, são individualmente gradeadas, algumas fechadas com diversoscadeados. Muitas grades foram colocadas diante da porta e não atrás comuma nítida delimitação a ser imediatamente identificada. É claro que osmotivos que aparecem em primeiro e as vezes único plano estão relaciona-dos à segurança e à proteção do patrimônio. O que nunca aparece nestajustificativa é a razão dessas iniciativas sempre terem sido tomadas em sepa-rado, ou seja, “cada um que cuide de si”. Não há assim barreiras comuns, asportas delimitam domínios e não atributos. As restrições são de cada um e,dessa forma, indicam simultaneamente uma apropriação de uma área que éparticular ou, para usar um preciso vocabulário geográfico, indicam umaterritorialização.

Gráfico 1

Área total ocupada por professor do Departamento de Geografia da UFRJ.

Muitos equipamentos são individualizados, computadores, impressoras,ligações com a rede de provedores da internet, bebedouro e até banheirospodem ser de uso exclusivo de cada laboratório. As imagens das ligaçõesdos fios de cada sala nos provedores, executadas individualmente e semnenhuma iniciativa coletiva são idênticas àquelas que poderiam ser geradasem um poste de uma favela. Os recursos que permitem esses investimentossão muitas vezes oriundos de projetos particulares, o que gera uma enormeambiguidade entre a unanimidade das opiniões consultadas contra a privati-zação e a prática cotidiana dos grupos de pesquisa.

Finalmente, a diferença entre o ambiente interno dos laboratórios e gru-pos contrastam enormemente com os corredores, salas de aula, banheiros

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etc. Os equipamentos de última geração, a iluminação impecável, o confortoambiental da temperatura e dos ruídos e a limpeza e manutenção, criamuma imagem abissal, com os velhos e descascados muros dos corredoressombrios, percorridos por cães que vagam.

As similaridades não são absolutas, nem esse foi o ponto de vista que que-riamos sustentar. Desejamos apenas mostrar que há inegáveis vínculos entrea organização do espaço dito da “favela” e seus comportamentos e aquelesobservados na Universidade. Esses vínculos existem pois há um êmulocomum na produção do espaço que se nutre, entre outros ingredientes, daidéia de maximização de oportunidades, da falta de pactos reguladorescapazes de federar espaços e pessoas, regulamentando e controlando seususos e, por último, do banimento dos limites entre as esferas que definemum contrato de coabitação, inclusive aquelas que estabelem as fronteirasentre o público e o privado. Hoje, cada vez mais, a ambiguidade dessas bor-das tem servido aos interesses do momento e daqueles que se beneficiamdela. Não deixa de ser irônico que cada vez mais utilizemos a palavra ‘comu-nidade’ para falar desses dois conjuntos sociais – favelados e professores uni-versitários –, quando nos damos conta do egoísmo individualista extremadoque eles podem conter.

Nenhum dos entrevistados foi capaz de observar qualquer similaridadeentre a dinâmica espacial do Departamento e a favela vizinha. Quandoinquiridos sobre isso todos unanimamente sublinharam as diferenças e ten-deram a demontrar a necessidade da ‘comunidade científica’ ajudar a‘comunidade favelada’.

Podemos, entretanto, provocadoramente afirmar que a vizinhança dessesdois grupos não é, nesse caso, fruto da proximidade física. De fato, aUniversidade Federal do Rio de Janeiro se situa ao lado de um dos maioresconjuntos favelados do Brasil, mas não é a distância em metros que nosaproxima. Nesse caso é a morfologia e um certo tipo de comportamentoque pode ser correlacionado independentemente da distancia física queseparam esses dois objetos espaciais, instalações universitárias e favelas, notecido da cidade. É isso que nos faz vizinhos.

NOTAS1 Os exemplos são muito numerosos. Entre os mais clássicos podemos citar Freyre

(1933), Holanda (1936), Bastide (1957) e Lambert (1959)2 O livro de Santos Milton cujo título é O espaço dividido, tem como imagem de

cobertura uma foto onde no bairro de Ipanema aparecem, dividindo o clichê, afavela e o bairro.

3 Essas entrevistas forma colhidas para a Tese de Doutorado de Andrade, Luciana,Espaço público e favela: uma análise da dimensão dos espaços coletivos não-edificadosda Rocinha, defendida e aprovada no PPGG-UFRJ em abril de 2002.

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Globalización urbana en Argentina.Formas de representación de la dependencia en las ciudades pampeanas

Hugo Gaggiotti*

Palabras claves: Ciudad. Ciudadanía. Globalización. Campana. Argentina.Mots clés : Ville. Citoyenneté. Globalisation. Campana. Argentine.

DE UNA MANERA DESIGUAL según las áreas – no fue lo mismo ni por flujo,ni por composición sociocultural – la relación entre espacio y socie-dad en América Latina cambió drásticamente a fines de la última

década del siglo XIX y principios del siglo XX. De la mano de los constantesflujos migratorios – externos e internos – que se iniciaron en este período y,con altibajos, no dejaron de producirse hasta la actualidad, la tasa de creci-miento de la población urbana se elevó exponencialmente y no dejó ni dejade crecer.

A partir de ese momento, muchos países latinoamericanos comenzaron apadecer una densificación que acentuó y acentúa hoy día los desajustes socialesde las ciudades, especialmente de las grandes metrópolis. Muchos trabajos hanmostrado que el trabajo urbano metropolitano produjo fuertes desigualdades,el hacinamiento proliferó y degradó la vida cotidiana (Hardoy, 1984), la altaconcentración comenzó a favorecer el incremento de las enfermedades y,contemporáneamente al crecimiento urbano y a la concentración de poblaciónurbana, aumentó significativamente la criminalidad y la prostitución (Sabato yRomero, 1990).

Sin embargo, paralelamente a los desajustes experimentados por la primerageneración de extranjeros, la inmigración consiguió, especialmente en las ciu-dades y periferias de ciudades de escasa o nula población receptora y en lasciudades no metropolitanas, crear las bases de otro mundo urbano. Contra loque la mayor parte de la historiografía ha subrayado, los movimientos migrato-rios, con sus fuertes pautas de comportamiento urbano – en el caso de la inmi-gración ultramarina, un comportamiento básicamente euromediterráneo –,

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Resumen: La relación entre espacio ysociedad ha cambiado radicalmente enAmérica latina a finales del siglo XIX y aprincipios del siglo XX. Los desajustessociales en las ciudades, en particular enlas grandes metrópolis, han sido el resul-tado del crecimiento continuo de la pobla-ción. Las migraciones rurales consiguieroncrear, en muchos casos, nuevas basespara el mundo urbano. Estudiando el casode Campana, en Argentina, el autor poneen evidencia, a través de las representa-ciones espaciales, la conflictiva relaciónciudad-ciudadanía.

Résumé : La relation entre espace etsociété a radicalement changé enAmérique latine à la fin du XIXe siècle et audébut du XXe. Les dysfonctionnementssociaux dans les villes, et en particulierdans les grandes métropoles, ont résultéde la croissance continue de la population.Dans de nombreux cas, les migrationsrurales sont parvenues à créer de nouvellesbases pour le monde urbain. En étudiant lecas de Campana en Argentine, l’auteurmet en évidence, à travers les représenta-tions spatiales, la relation conflictuelleentre ville et citoyenneté.

reorganizó el espacio y, gradualmente, se preparó para un cambio decisivo: enpoco más de una generación, de formar parte de las funciones de una redurbana organizada sólo alrededor de economías agro-exportadoras (1880-1930) una parte de las ciudades latinoamericanas fundadas por los inmigrantes– a veces llamadas, por criterios puramente demográficos, ciudades interme-dias –, como ellos mismos, pasó a integrarse, primero, a un esquema de inci-piente industrialización derivada de una economía de sustitución de importa-ciones y, posteriormente, a un sistema industrial nacional, multinacional y, másrecientemente, global.

En un proceso bastante similar aunque con peculiaridades, un conjuntoextenso de ciudades intermedias latinoamericanas comenzó a ser sede de, porun lado, una burocracia administrativa destinada a la organización del estado,local o regional o, por otro, de actividades manufactureras e industriales.

Ahora bien. Pareciera ser que estas sociedades urbanas desarrollaron for-mas parecidas a la hora de construir y representar elementos básicos de sucultura urbana, como por ejemplo, su pasado. A partir de trabajos decampo realizados en las ciudades intermedias argentinas de Santa Rosa,Rafaela, Ensenada y Campana se advierte que existen formas contrapuestas,discursos urbanos complejos y, a veces, contradictorios, enfrentamientos yausencias, condicionantes ideológicos recurrentes, modus operandi repetiti-vos a la hora de concebir la relación entre espacio urbano y sociedad, queparecen tener relación, por un lado, con la marcada subsidiariedad y depen-dencia extralocal de estas ciudades con respecto al centro metropolitanoalrededor del cual orbitan – en el caso argentino, Buenos Aires – y, por otro,con la profunda incapacidad de estas ciudades para crear una localidad pro-pia – es decir, un locus – que forme parte de su ethos social y que sirva debase para la construcción social de sus identidades urbanas.

Un sin fin de imágenes de lo físico de estas ciudades dan una idea de estadificultad. Ciudades con plazas y calles con nombres copiados a los deBuenos Aires; apropiación de los principales espacios simbólicos urbanos porparte de empresas y particulares extralocales que simulan una localidad; diso-lución de la construcción simbólica de una burguesía local arraigada; desapa-rición de celebraciones conmemorativas de los momentos fundacionales delespacio urbano; construcción y reconstrucción permanente de los espaciospúblicos y semipúblicos en aras de una “modernización” oscilante en cuantoa las ventajas ciudadanas y onerosa en cuanto su financiación; permeabilidady arbitrariedad en el manejo y establecimiento de los referentes espacialescolectivos, que toda sociedad urbana siempre crea y que, necesariamente, elpoder local debería proteger pero que en cambio destruye.

Este desmoronamiento de la construcción simbólica del espacio urbano esimportante no tanto como diagnóstico histórico sino porque la imposibilidaden la creación de una ciudadanía sigue siendo una problema en AméricaLatina. Una ciudadanía que siempre se ha considerado en relación a la creaciónde los estados nacionales latinoamericanos pero que nunca, como han seña-lado en un reciente trabajo Arjun Appadurai y James Holston, se ha conside-rado en relación a la ciudad, a pesar de que parece mucho más complejo, ale-jado, irreal e inmaterial, imaginarnos ciudadanos de uno de nuestros estadosnacionales que ciudad-anos, valga la redundancia, de una de nuestras ciudades(Holston, J., Appadurai, A., en Houston, 1999:1-21).

Esta imposibilidad histórica en la creación de la ciudadanía se manifiestacon particular crudeza en las formas de representar el espacio colectivo enlas ciudades no metropolitanas. En tanto que la ciudad es una forma de

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organización social que existe en América Latina, negar la ciudad es negarun plano de las prácticas sociales y los comportamientos socioculturales degran parte sino de la mayoría de latinoamericanos. Estudiar la ciudadaníaurbana puede servir, por lo tanto, para repensar la marginalidad, la exclu-sión social, la precariedad y el estancamiento social y cultural en la ciudad,quizás incluso, con muchas más posibilidades de éxito que desde una pers-pectiva estatal nacional, especialmente en un mundo global y transnacionalcomo el actual. Volviendo a citar a Appadurai y Holston, ciudad y ciuda-danía parecen estar vinculados más allá de los debates de academia, quizásporqué, como citaba Castells, la cultura urbana está, ante todo, en la cabezade la gente (Castells, M. 1979 (1974):5 y ss.).

Uno de los casos estudiados donde se pone en evidencia con particularclaridad, la conflictiva relación ciudad-ciudadanía a través de las representa-ciones espaciales es en la ciudad de Campana (Argentina). La ciudad deCampana se levanta sobre la margen derecha de uno de los brazos del ríoParaná de las Palmas. La ruta panamericana la une con las ciudades deBuenos Aires, Rosario, Córdoba y el norte del país; la ruta provincial 6 y lasnacionales 7 y 8 la conectan con el centro de Argentina; la ruta 12 con laciudad de Zárate y, desde allí, al complejo vial (sistema de puentes sobre eldelta del Paraná) Zárate-Brazo Largo, que cruza toda las llamadas provinciasmesopotámicas argentinas y que vincula la llanura con Uruguay y Brasil. Lavía fluvial a través del Paraná de las Palmas y el ferrocarril permite el trans-porte de mercancías y personas desde Campana hacia Buenos Aires y, desdeallí, al resto del mundo.

El partido de Campana, división administrativa provincial de Argentina,está situado a 75 km al norte de Buenos Aires, sobre la margen derecha delrío Paraná. Posee una superficie de 954,54 km2, de los cuales 377 km2 sontierra firme y 577,54 km2 pertenecen al llamado Sector Islas (tierras anegadi-zas del Delta del Paraná); el partido limita al Norte con el Río Paraná Guazú(brazo norte del Paraná), que lo separa de la provincia de Entre Ríos, al surcon el partido de Exaltación de La Cruz, al este con los de Pilar y Escobar y aloeste con el partido de Zárate. La población actual (censo de 1991) es de71 217 habitantes.

La ciudad cuenta con escuelas primarias, secundarias, una sede universitaria,un hospital general con 20 centros periféricos asistenciales, centros de recrea-ción, infraestructura urbana – agua corriente, cloacas, gas, teléfonos, energíaeléctrica, pavimento, seguridad pública – y disponibilidad de viviendas. Lapoblación de la ciudad está vinculada estrechamente al sector secundario. Casiel 90% se emplea en las industrias siderúrgicas, químicas o metalúrgicas.

Los territorios del eje Campana-Zárate, hoy concentradores de una partesustancial del potencial industrial argentino, no fueron, en sus inicios, distintosa los del resto de la llanura rioplatense: estuvieron habitados por aborígenescazadores recolectores seminómades; el reparto original de tierras (que reali-zara Juan de Garay en 1580) cambió de manos, como muchas propiedadescoloniales, varias veces; la actividad se concentró en la caza del ganadocimarrón, la instalación de una grasería y, luego, de una estancia ovina(Estancia Costa). También la consolidación del espacio económico campa-nense como parte de la gestación del estado moderno argentino no difirió dela tendencia general que llevó el resto de la llanura: la fragmentación de tier-ras tuvo propósitos especulativos con el objetivo de conseguir la sobrevalora-ción inmobiliaria de los campos y, posteriormente y de la misma forma queen cientos de poblados de la llanura, la llegada del ferrocarril (1876) se consi-guió mediante las relaciones personales de los grupos de poder local con el

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poder extralocal, especialmente de Buenos Aires, ligado a las empresas de fer-rocarril inglesas; por último, y lo que sí fue una característica más propia delentorno cercano de Buenos Aires que del borde urbano de la llanura, haciafines de siglo irrumpió la industrialización de transformación agrícola gana-dera, que se manifestó en la ciudad con la instalación de un molino harinero,una destilería y un frigorífico (1885-1924).

A partir de entonces, la globalidad económica en la que se integró la lla-nura diversificó sus actividades según distintas funciones, que se distribuyeronsobre la base de la ocupación urbana que había experimentado gracias a unconstante y elevado flujo inmigratorio. Tras el estallido de la primera guerramundial se produjo el inicio de un tímido proceso de sustitución de importa-ciones; las ciudades ya vinculadas al sector servicios, como el caso deCampana, de mayor actividad terciaria, acentuaron el proceso de industrializa-ción e iniciaron un lento camino de especialización ligado a la transformaciónde las materias primas agrícolas, al comercio y al tránsito ferrocarrilero y flu-vial. A medida que se consolidaba la actividad de su puerto como transborda-dor de productos y crecía la capacidad de acopio en la estación de ferrocarril,Campana se especializó como área administrativa y de servicios del partido. Elproceso se interrumpió, como en otras partes de América Latina a finales de ladécada de 1920, para reanudarse 30 años más tarde, luego de que unasegunda fase en el proceso de sustitución de importaciones (iniciado durantela segunda guerra mundial) produjera la creación de las principales industriasbásicas; los ventajosos terrenos sobre el río, todavía baratos en comparacióncon aquellos más cercanos del sur de Buenos Aires (pero peor comunicadospor vía fluvial), sumado a la rapidez de llegada de productos desde BuenosAires por ferrocarril, transformaron al lugar en un foco óptimo para la radica-ción de las actividades del sector secundario. Se instalaron entonces unafábrica de trinitotolueno (Fábrica Militar de Tolueno Sintético, 1952) y unarefinería de petróleo (Compañía Nativa de Petróleo, luego ESSO SAPA).

Finalmente, en 1964, se instaló al norte de la ciudad, en terrenos del anti-guo frigorífico, Siderca. Siderca se transformó, en poco tiempo, en laempresa fabril más importante del lugar. Ocupa actualmente cerca de 5 000personas, sumando internas y contratadas. Si se considera que, en promedio,la unidad familiar de las ciudades de la pampa húmeda oscila entre 3 y 4 per-sonas, alrededor de 20 mil habitantes de Campana están relacionados,directa o indirectamente con Siderca, a los cuales habría que sumar aquellosvinculados a Cometarsa (otra de las empresas del grupo radicada enCampana) más el resto de empresas contratistas que trabajan para Siderca.En suma, la mitad de la población de Campana está relacionada, directa oindirectamente con Siderca o con alguna empresa del grupo Techint ocontratista del grupo Techint. El grupo Techint es dueño de la firma de inge-niería y construcciones más grande de Argentina y produce actualmente lacasi totalidad del acero argentino. Fue creado en la década de 1950 por elingeniero italiano Agostino Rocca y es conducido actualmente por sus des-cendientes. Cuenta con más de 100 empresas, emplea 53 000 trabajadores yfactura 7,5 billones de dólares por año1.

La planta industrial de Siderca está ubicada en la ciudad de Campana,Argentina. Ocupa 300 hectáreas y posee en la actualidad uno de los másmodernos trenes de laminación para tubos de acero sin costura que existen enel mundo. La capacidad anual de producción es superior a las 700 000 tonela-das de tubos de acero, exporta el 70% de la misma a más de 50 países en todoel mundo y es proveedor de las mayores compañías petroleras mundiales.

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Sobre la base de documentos etnográficos de trabajos de campo enempresas del grupo Techint y en Campana se advierte que, al interior deSiderca se ha gestado un discurso cultural corporativo que reconoce al espa-cio de la empresa local (Campana) y extralocal (Buenos Aires) como un espa-cio propio (Hofstede, 1980)2. No pareciera suceder lo mismo con las repre-sentaciones espaciales que se generan desde las instituciones que controlanlo público de la ciudad. A pesar de que, especialmente en Campana, existecierta identidad de propósitos a nivel superficial discursivo entre la comuni-dad y la administración de la empresa, las instituciones colectivas de ordenpúblico no representan ni reconocen esta identificación. Esa falta de identifi-cación de lo público institucional con lo privado empresarial se manifiesta nosólo en un escaso sentido de pertenencia por parte del funcionariado y delmundo de la administración pública, sino que se transmite al resto de lacomunidad. En el entorno social de las empresas del grupo Techint, especial-mente de Siderca, los empleados tienden a establecer un contexto propiopero aislado que se defiende, hipotéticamente, de peligros externos, entendi-dos como las idas y venidas de las medidas gubernamentales federales y pro-vinciales, la estabilidad laboral derivada de los vaivenes gremiales o, enmucha menor medida, de las decisiones municipales, que, siempre, seentienden contrarias al desarrollo de las actividades del grupo3.

De esta manera, esa localidad identitaria, tan común en grupos indus-triales multinacionales, especialmente estadounidenses, no ha conseguido enCampana generar el círculo, virtuoso para toda empresa, de una localidadque apoya las actividades del grupo. Al día de hoy no podría decirse que lasempresas del grupo Techint en Campana, y especialmente Siderca, formanparte de un contexto social que, a través de décadas y generaciones, hayaintegrado al mundo urbano y al industrial y hayan instalado en la sociedad laidea de que ciudad e industria han formado un ethos indisoluble y se hanmantenido en el lugar que ocupan como patrimonio colectivo.

Esto tiene su correlato con las representaciones gubernamentales deCampana. Es cierto que, a diferencia de otras ciudades sin impronta industrial,el discurso local ha registrado en, por ejemplo, las narraciones sobre el desar-rollo de la comunidad, la presencia de sus actividades industriales. Sinembargo, nunca se han reconocido las formas creadas para justificar un ori-gen – elemento básico en la constitución de la identidad colectiva –; nada semenciona, ni se ha mencionado, acerca de la responsabilidad que las activi-dades industriales, iniciadas primero con la transformación agroalimentaria ycontinuadas luego por otras empresas, especialmente Siderca, produjeron enla historia de la ciudad.

Todo lo contrario: para el discurso local, el problema de las explicacioneshistóricas del origen, la fundación y el desarrollo de Campana, consiste enno subrayar debidamente el pasado rural de la ciudad y puntualizar, alcontrario, que se construyó

“Sobre un espacio vacío. La tradición popular quiso ver en los hermanos Costa –los poseedores de la primer estancia ovina –, los fundadores-creadores de nuestrahistoria, echando, por lo tanto, un manto de oscuridad sobre el pasado históricoanterior al hecho fundacional. No se trata de negar la trascendencia que tuvieronen la historia, ni de menospreciar el lugar relevante que siguen ocupando, y cree-mos que con justicia, en la memoria colectiva de los campanenses. La intención deeste trabajo es “desenterrar” de la oscuridad, una historia previa, muy rica en pro-cesos y hechos que contribuyeron a forjar nuestro pasado. Haciendo un análisis delpasado de la estancia, sus actividades agropecuarias, la mano de obra, la evoluciónde su propiedad, por citar algunos ejemplos, creemos preparar el camino para quenuevas investigaciones nos ayuden a comprender nuestro pasado. Aún cuando no

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ocupen un lugar importante en nuestra cultura local, esos hechos, esos procesosnos pueden servir para reflexionar sobre aquellos hombres que vivieron en nuestrazona, antes de los Costa”4.

En los textos y entrevistas llevadas a cabo he advertido que no existenreferencias a los orígenes urbanos e industriales de la ciudad; es más, algu-nos textos llegan a argüir que el pasado de los campanenses debe ser bus-cado en los orígenes rurales de la zona, en las actividades a las cuales sededicaron, en sus inicios, los anteriores dueños de la estancia de los Costa(que tampoco fueron sus primeros dueños y que, en sentido extricto, tam-poco se dedicaron a actividades agrícolas tal cual las entendemos hoy).

Si nos remontamos a la primera fase de actividades de transformacióncampanense, nos toparíamos con un pasado industrial de, por lo menos 114años. Este es un período de tiempo sustancialmente mayor a los 35 años defuncionalización de la estancia ganadera de los Costa e incluso superior a los96 años de organización rural ligada a la caza del cimarrón y a la producciónde sebos, cueros y salazón de carnes. Ésto tomando en cuenta cómo válida laasociación que las instituciones gubernamentales, educativas y estatales engeneral hacen entre el pasado urbano, es decir el de Campana-ciudad y elCampana-partido, asociación poco justificable. Si se toma, en cambio, sólocómo válido para el pasado de Campana, su historia urbana, el contexto deindustrias de transformación campanense comenzó sólo 10 años después dela fundación oficial de la ciudad, es decir en 1885.

Además de la profunda tendencia del discurso ideológico argentino porencontrar, siempre, la justificación del pasado dentro del marco de una exten-dida ruralización, incluso para las ciudades – la pampa ha llegado a ser consi-derada en el Río de la Plata como la única forma de entender todo pasadocolectivo –, otras causas podrían sugerirse para justificar esta explicación parael caso de Campana. Entre ellas, la más sugerente, es la de la interrupción deese proceso de industrialización durante 40 años, entre 1924 (fecha del incen-dio y destrucción del frigorífico, a lo que se agregó, poco después, la crisisfinanciera internacional de 1929) y 1964 (fecha de la instalación de Siderca).

Buena parte de la historiografía rioplatense, incluso la más actual, sugiereque la construcción urbana, industrial e incluso nacional argentina debe susproblemas a su discontinuidad. Según esta idea, hubiera sido necesaria unacontinuidad para la consolidación de ese trasfondo industrial; la interrupción setradujo, por lo tanto, en una forma de representar el mundo colectivo privadocomo externo y distinto al público. Las empresas, y especialmente Siderca,quedaron fuera del mundo campanense, de su historia y de su pasado, por loque, tampoco, sirven para explicar su presente. Son objetos alejados, presentespero ajenos, a pesar de que el gobierno local puntualiza “que las exportacionesprimarias son irrelevantes, lo que en parte se explica por la transferencia demano de obra al sector secundario, más productivo y dinámico”5.

Esta contradicción entre la idea de una Campana historiográfica y unaCampana industrial, de alguna forma, es reflejada en las expresiones de losvecinos de Campana. Uno de ellos comentaba que

“los de Siderca están muy preocupados porque a pesar de que han hecho unasescuelas a todo lujo, el nivel de los estudiantes que sale es muy bajo.”6

Por el contrario, las explicaciones dadas por Siderca acerca de su relacióncon el mundo urbano campanense se manifiestan estrechas:

“Every day – se acota en las informaciones que da la empresa acerca de susactividades comunitarias – the operative level receives a greater participation of

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industrial technicians graduated from technical schools of the neighboring cities.The appointment of qualified people to this level es mainly done through theyoung technician program. Every year a group of young students attending thelast year at the technical schools complete their studies with a training programwhich provides the basis of the technology used in our plant together with itsapplication.”7

Es obvio que, detrás de estas manifestaciones promovidas desde Siderca,existe el interés por mostrar una empresa con una decidida vocación social,atenta a las necesidades locales que, incluso, señala un aporte unidireccionalentre empresa-sociedad que se sugiere no del todo correspondido, lo que,como se ha estudiado en otras partes de la investigación mencionada, formaparte de los patrones culturales del grupo Techint. A pesar del cuestiona-miento que ello merezca, cabría preguntarse hasta qué punto la negacióndel pasado y del presente industrial de la sociedad urbana de Campana porparte de los que han controlado y controlan los ámbitos de decisión pública(instituciones educativas y gobierno municipal, especialmente), favorece laconstrucción de mejores bases de entendimiento de las formas culturales delas empresas del grupo Techint, de su accionar, de la sociedad campanenseen general y de los proyectos conjuntos entre empresa y sociedad urbana, o,por el contrario, no sólo entorpece las actividades industriales de Techint enCampana sino que separa a su comunidad de un contexto al cual se hayaunida fuertemente y contribuye, finalmente, a reproducir un esquema deorganización físico e ideal del espacio que tan bien ha funcionado en el Ríode la Plata: un centro concentrador en un puerto y una organización, no sólomaterial, de la circulación a través de él.

Metrópolis concentradoras no sólo de lo económico, y Campana es unejemplo que justamente contrasta con esta idea muy generalizada de quefuera de las grandes ciudades latinoamericanas sobrevive un depreciadomundo rural expulsador de población. Metrópolis que han conseguido yconsiguen reproducir una apropiación simbólica del espacio urbano y hancondicionado la construcción de la ciudadanía y la identidad urbana. ¿Hastaqué punto en sociedades urbanas como la campanense esta apropiaciónsimbólica del espacio – tanto por empresas como Siderca como por el dis-curso institucionalizado oficial urbano – no atenta contra la constitución de laciudadanía? ¿Es la empresa, en su entorno global, la responsable? ¿Es un pro-ceso reciente? ¿Nos enfrentamos a otra clase de marginalidad, una margina-lidad ciudadana, operada por empresas y gobiernos locales, elites urbanas,que por tradición y reproducción han negado y niegan la construcción de unethos social desde el cual integrar a los sectores sociales y han impedido eimpiden la consolidación de las sociedades urbanas latinoamericanas comoformas nucleares de identidad?

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NOTAS1 Las grandes obras públicas – gasoductos, oleoductos, centrales energéticas, líneas

de alta tensión, plantas industriales – y los tubos de acero para la industria petro-lera, producidos por la mayor de las empresas del grupo, Siderca, – fueron los ejesen torno de los cuales el holding creció durante cuatro décadas. Fundada en 1954,Siderca SAIC es hoy uno de los principales productores mundiales de tubos deacero sin costura. La gama de productos incluye tubos de entubación (casing), deproducción (tubing), conducción (line pipe) y tubos para usos mecánicos y de altapresión y temperatura. Siderca integra, además, la DST una alianza con Tamsa– de México – y Dálmine – de Italia –, quienes complementan sus instalaciones,gama de productos, redes de comercialización y recursos humanos. El conjuntoSiderca, Tamsa y Dálmine tiene una participación del 25% del comercio mundialde tubos de acero sin costura. Dicha participación crece al 30% si se consideransolo los tubos destinados a la industria del petróleo.

2 Los trabajos de campo consistieron en estancias en tres empresas del grupo yempresas contratistas del grupo, encuentros y entrevistas con trabajadores deempresas y vecinos de Campana, intermitentemente, entre 1983 y 1993.

3 Entrevistas a GG, AR, ST, SQ, TC, TES y GH.4 www.campana.gov.ar5 www.campana.gov.ar/frameppal.htm6 Entrevista a L. P. ; enero 1993. 7 www.siderca.com

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La Nueva colonización urbana. El desplazamiento forzado1

Rubén Darío Guevara Corral*

Palabras Claves: Colonización urbana, Desplazamiento forzado, Reconfiguración espa-cial. ColombiaMots clés : Colonisation urbaine, Déplacement forcé, Recomposition spatiale. Colombie

LAS CONDICIONES HISTORICAS por las cuales está pasando el país con res-pecto a la violencia que se agudiza por el conflicto entre los sectoresarmados que de alguna manera afecta a la población civil, ha venido

teniendo su respuesta en las ciudades, capitales municipales, o poblacionescon un relativo número de población desplazada que allí se concentra y quese manifiesta como: ‘los nuevos colonizadores urbanos’.

El concepto de ‘nuevos colonizadores urbanos’ hace alusión a esa pobla-ción desplazada que ha llegado a la ciudad y se ha ubicado no sólo en unespacio no apto para vivir y establecer su vivienda familiar, sino a los que sehan ubicado en el centro de la ciudad con sus mercancías, constituyendoesa cultura del rebusque de los vendedores ambulantes en los andenes(como en Popayán) o recorriendo la ciudad o parados en los semáforos(como en Cali) con lo cual se proveen del dinero necesario para satisfacersus necesidades básicas, pero que también, de alguna manera, favorecenpor medio de la economía no formal, a su propia familia. Ahora, quienesacuden a ellos lo hacen por encontrar mejores precios en los productos omercancías que les ofrecen y necesitan y así, contribuyen a equilibrar suspropios ingresos, accediendo a lo más barato.

Esta reconfiguración del espacio por lo económico ha obligado a que seden procesos socioculturales, organizativos y de mutua colaboración entrevendedores y consumidores que de todas maneras no dejan de ser mal vis-tos por los propietarios de almacenes, por los peatones citadinos y por elgobierno municipal

Lo que sí es cierto, es que esta complejidad humana al servicio de lo econó-mico requiere de atención inmediata por parte del Estado que debe evitar elconflicto y la represión como mecanismos de control de un orden espacial y

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191* Antropólogo Ms Salud pública Univalle- Asprodeso (Asociación de Profesionales para el

Desarrollo Social). E-correo : cefletcher @telesat.com.co

Resumen: Este ensayo pretende mostrarlas causas del desplazamiento forzado ylas características del modo de vida de lapoblación que se desplaza, haciendo énfa-sis en los afroamericanos de la costa pací-fica y los indígenas andinos. El referentegeográfico son los Departamentos delCauca y del Valle del Cauca, y principal-mente las ciudades de Cali y Popayán, lascuales permiten poner en evidencia lacategoría de los nuevos colonizadoresurbanos como un mecanismo explicativode la reconfiguración socio cultural y espa-cial de esta zona.

Résumé : Cet article veut souligner lescauses du déplacement forcé et les caracté-ristiques du mode de vie de la populationqui se déplace, en prenant le cas des afro-américains de la côte pacifique colom-bienne et des indigènes andins. La régionde référence est celle du département et dela Vallée du Cauca et plus précisément lesvilles de Cali et de Popayán qui permettentde mettre en évidence la catégorie desnouveaux colonisateurs urbains et le méca-nisme expliquant la recomposition socio-culturelle et spatiale de cette zone.

atención a la norma constitucional, por cuanto que ellos, son el resultado de esafalta de atención, incapacidad y descontrol histórico del Estado para superar lainjusticia en todos los órdenes que son los causantes de la pobreza y la miseria.

Dos ideas enmarcan el interés de adelantar este trabajo: una, mostrarcuáles son las características del desplazamiento y del modo de vida de lapoblación que se desplaza (indígenas, campesinos, afro-descendientes) porcausa del conflicto armado y otra, dar cuenta de las ‘nuevas’ formassociales, económicas, políticas y culturales que asumen y manifiestan ellos,los desplazados, en los asentamientos y de manera especial, dar a conocercómo los aportes culturales en sus proyectos de vida, las experiencias y pro-puestas alternativas apara acabar con la guerra, tienen validez y son signossignificativos del renacer de esos grupos humanos.

Hacerles un merecido reconocimiento a estos sujetos históricos in visibili-zados, es más que indispensable y necesario en una sociedad que como lacolombiana ha hecho caso omiso de este problema o trata de ocultarloscuando no, los estigmatiza, dejándolos por sus condiciones, sin el reconoci-miento de sus derechos políticos, sociales y culturales, y considerándoloscomo diferentes frente a las políticas del Estado.

Nuestro interés particular radica en mostrar cómo afecta el conflictoarmado a los habitantes de la Región del Pacífico colombiano y a los indí-gena andinos, dueños ancestrales de su territorios y sustentadores de unacultura que se cementa en la racionalidad que hacen del principal medio deproducción: la tierra.

Así, a manera de propuesta, insisto en el diálogo con los desplazados asícomo con los actores en conflicto para que podamos tener un sitio en donderealizar nuestros sueños y hacer posible sus y nuestras esperanzas de vida.

Es menester decir que este ensayo sigue la dirección de una línea de tra-bajo y recoge las experiencias de la investigación que se realizó con‘Mujeres desplazadas por el conflicto armado. Perspectivas de género enCali y Popayán’, y que contó con la ayuda de Asprodeso2.

CAUSAS Y CONSECUENCIAS DEL CONFLICTO

Son variadas, complejas y múltiples las causales del conflicto, atravesadaspor toda la historia de la conformación de la nacionalidad y del estado colom-biano. Sin embargo, a manera de síntesis sólo presentaré en esta reflexión lasque pueden servir más como medio de explicación coyuntural frente al temaque nos ocupa que a la de una explicación del conflicto en sí mismo.

Permítanme decir que: las reiteradas políticas del Estado colombiano quese han ido plegando a los intereses foráneos que los favorecen por una aper-tura económica, una privatización; la formación de zonas de libre explota-ción y comercio en manos de multinacionales así como la apropiación detierras que históricamente y por tradición han ocupado las poblaciones, aligual que los intereses de un mercado global que tiene capital foráneo,junto con la producción y comercio de drogas ilícitas, que se apoya en fuer-zas insurgentes irregulares, (paramilitares, guerrilla), y regulares (ejército) yla aplicación del Plan Colombia, son como las causas más significativas a mimodo de ver, del desplazamiento forzado interno.

COMPORTAMIENTO DEL DESPLAZAMIENTO

Las causas enunciadas anteriormente, han tenido su incidencia de maneradiferente en el comportamiento del desplazamiento interno entre los

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actores de nuestro interés: los afro-descendientes y los indígenas andinos ypor ende, en lo que manifiestan como resultado del desplazamiento puestoque la violencia se experimenta de manera diferente según la cultura local.Si bien la Constitución de 1991 y la Ley 70 de Negritudes les dio tanto aunos como a los otros herramientas para organizarse, defender su territorio,promover su cultura y fortalecer sus comunidades, así como hacerlosimprescriptibles, inembargables e in enajenables, el hecho es que hoy ellos,no han encontrado de manera efectiva, la ayuda institucional y por elcontrario, la siguen buscando aún a costa de su propia vida.

Como consecuencias de este conflicto se ha visto: la pérdida de tierras yterritorios ancestrales, así, como sus forma de vida tradicionales que se venafectadas y con ellas, los procesos organizativos, la desintegración de las rela-ciones de identidad étnica-culturales, la destrucción del medio ambiente ypor ende, la persecución y hechos atentatorios contra la integridad personalque causan miedo, rabia y dolor cuya respuesta es el éxodo violento que losconducen a la miseria, al abandono, al hambre, a la pérdida de la autoestimay a lo que más los ha identificado: sus relaciones de parentesco-familiar.

Con respecto a los afro-descendientes habitantes históricos ribereños, quehan basado su modo de vida en particulares formas de apropiación de latierra y del agua y en sistemas de producción tradicionales basados en ladiversidad, en donde se percibe la baja intensidad productiva y un exce-dente escaso para el mercadeo y que socializan esos productos a través derelaciones y sistemas propios de un parentesco en donde el género es unvalor significativo para las tareas productivas y cuyas relaciones sociales parala reproducción se enmarcan en una cosmovisión natural, cualquier altera-ción de estas estructuras irá a modificar su cultura.

En el proceso del desplazamiento, los afro-descendientes ha pasado por unaserie de etapas que sólo las enunciamos más adelante a manera de informaciónpara dar cuenta del conjunto pero que dadas las circunstancias, ellas varíansegún los actores que influyan y según como los ‘sienta y perciba’ esta gente.

A manera de ejemplo, permítanme mostrar cómo la masacre por losparamilitares en el Naya (municipios de Suárez y Buenos Aires en el Cauca yBuenaventura en el Valle) como represalia por los secuestros cometidos enla Iglesia de La Maria y en el kilómetro 18 en la vía Cali a Buenaventura porparte del ELN, un grupo de paramilitares recorrieron los ríos de la región yasesinaron a un sinnúmero de personas habitantes de esa región (negros eindios), acusándolos de ser auxiliares de la guerrilla. Mas tarde con elsecuestro de los diputados de la Asamblea del Valle del Cauca por parte delas FARC, nuevamente se agudiza el problema en el Naya con asesinatosselectivos y la violación de los derechos humanos de los habitantes que acu-saron a los paramilitares y al ejército de intimidar la población y ejercer coer-ción a sus derechos fundamentales. En esta región fueron asesinados indíge-nas paeces quienes habían constituido el Cabildo pero que no tenían aún elreconocimiento y legalización por parte del Incora, del Resguardo.

Los pobladores acusan a todos los grupos armados de imponer su autori-dad y desconocer las autoridades propias de la región, de persecución a suslíderes cuando no, de sus asesinatos, además, manifiestan, que se hace casoomiso de las alertas tempranas. Lo anterior ha llevado a que muchas de estasfamilias abandonen la región, individualmente y en silencio piden denunciade esta situación y solidaridad, así como el respeto que deben todos los gru-pos armados a su territorio, a la autonomía y a los derechos humanos3.

Es que el litoral Pacífico: Tumaco, Guapi, Buenaventura. Bahía solano yJurado, se ha convertido en una región estratégica para el tráfico de armas

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lo cual lo hace una zona en disputa que afecta tanto a negros como a indios(emberas y waunanas) que se obligan a desplazar. Los paras en Iscuandé(Octubre 2001) obligaron a desplazarse a la mayor parte de la poblaciónnegra a Guapi, Cauca. En el Saija, cometieron masacres, y se presentancombates entre paras y guerrillas por el control territorial en Tumaco,Barbacoas y Ricaurte en Nariño.

No es de interés aquí, mencionar la cantidad de personas desplazadas aCali, Popayán, Santander de Quilichao (Cauca), Timba (Cauca) y probable-mente a otras cabeceras municipales, de un número significativo de familiasde afro-descendientes por los hechos anteriormente descritos.(Se mencio-nan que hubo 200 indígenas desaparecidos y 7 000 indígenas desplazados(El Tiempo: Octubre 2002)). Sin embargo, acudiendo a nuestra experienciay trabajos de campo y con el ánimo de hacer referencia al número de afro-descendientes desplazados, detallaremos los siguientes:

• El número de personas expulsadas de la Costa Pacífica Caucana: Guapi,López, Timbiquí: es de 1912

• El número de personas expulsadas del norte del Cauca: indígenas, afro-descendientes y campesinos: 2 725

• El número de personas expulsadas del sur del Chocó: afro-descendientes:2 620.

• El número de personas expulsadas del sur del valle: indígenas, campesinoy afro-descendientes: 5 538 (RSS. Sistema único de Registro. SUR. Junio 19de 2002.)

Señalaré a continuación a manera de información y atendiendo a loobtenido en el trabajo de campo, las etapas por las cuales han pasado losdesplazados que llegan a la ciudad.

En la etapa de salida, mencionan los desplazados que hay miedo, rencor yrabia frente a lo sucedido. Que el sufrimiento a que han sido sometidos seresiste pero que es en una fase muy superior cuando este aflora con sentimien-tos de odio y profundo dolor.

En la etapa de llegada, hay incertidumbre aunque esperanzas de ser acogi-dos por parientes, amigos o conocidos (entre los afro-descendientes, las rela-ciones de parentesco son muy fuertes y la expresión “familia” transciende todoel entramado de la afectividad), transcurre un proceso en donde el anonimatoy el ocultamiento disfrazan una “culpa” que no se tiene pero que se lesendilga. Buscan en este proceso acomodarse para resolver necesidades insatis-fechas de vivienda para alojarse, comida y estudio para sus hijos. Recorrenespacios acompañados por familiares o amigos en busca de ayuda institucionaly empiezan a conocer la ciudad con todas sus dificultades y problemas.

Si la dispersión del desplazado es una condición del anonimato y sepierde el principio de comunidad y de pertenencia, se inicia otro, el de lasolidaridad inmediata, para evitar el aislamiento. Surge el señalamiento porsu condición y con ello el resentimiento que empieza a tener su curso per-filándose el odio y la rabia por su situación. En algunos casos esto desem-boca en huidas, en el abandono de los hombres de su núcleo familiar ydejar a las mujeres solas. Las mujeres abandonan sus hijos y los dejan al cui-dado de parientes o amigos para efectuar actividades diversas: prostitución,servicio doméstico, ventas ambulantes. Las redes de socialización en estascomunidades étnicas son fuertes culturalmente.

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Esta etapa de consolidar la llegada es de lo más traumática por cuanto laintolerancia, la exclusión e inequidad del grueso de los pobladores urbanosse hacen manifiestos, de allí los resentimientos y las culpabilidades, elconflicto intergeneracional se acelera y los sueños y pesadillas en los hij@smenores van definiendo un comportamiento.

Teniendo en cuenta esta visión panorámica de la forma como transcurrenlas etapas del desplazamiento en la ciudad de Cali principalmente entre y enlos desplazados, afrontaremos en el capítulo correspondiente, una aproxi-mación tentativa de la situación en general de ellos con el fin de mostrar lascaracterísticas socioculturales y políticas de los desplazados en la ciudad.

DESPLAZAMIENTO INDIGENA EN EL SUR DEL PAIS

En Colombia existen 597 resguardos, con una extensión aproximada de30 206 741 hectáreas que representan aproximadamente el 28 por cientodel territorio nacional, en ese espacio habitan solo 13 764 familias integra-das por 392 500 indígenas. El resto vive en alquiler o préstamo en propie-dades de terratenientes, un pequeño grupo son nómadas y no tienen elconcepto de propiedad asimilado.

Uno de los graves problemas que están sufriendo los indígenas colombianoses que en sus tierras se está llevando a cabo parte de la guerra que sostienenguerrilleros y paramilitares.

El conflicto armado está repercutiendo en el desplazamiento del indígenaque habitan en los territorios de la Costa Pacífica y en el, algunos del sur delpaís. De una manera significativa aunque presenta modalidades diferentesdadas las estructuras sociales y políticas construidas por tradición histórica, aestas etnias, se les está violando el derecho internacional humanitario y susderechos humanos por parte de los sectores armados ante la degradaciónque ha tomado la guerra.

La organización indígena de Colombia: ONIC, manifiesta que hastaagosto pasado habían sido asesinados 115 indígenas durante este año en elpaís y que en el Cauca, los paéces del norte han sufrido la pérdida de por lomenos 80 líderes asesinados por las FARC y el ELN.

De manera breve, veamos cómo inciden los grupos armados en el despla-zamiento indígena:

La insurgencia tiene su culpa en la medida en que los señala como ‘del otrobando’ pero también, porque les incautas sus bienes de subsistencia y demanera especial, recluta a los jóvenes a la fuerza, asesina a sus líderes o desa-parece a sus autoridades tradicionales, para no mencionar el irrespeto a susterritorios y a la jurisprudencia indígena. Es por ello que han planteado: “quela insurgencia pare las acciones criminales contra las comunidades y dirigentesde los pueblos indígenas, exigirles el respeto de su propio discurso de com-promiso con los sectores populares. Que salgan del territorio, que modifiquensus procedimientos contrarios al pueblo, que respeten la autoridad, territorio,gobierno y ejercicio de la jurisprudencia indígena, que entiendan que losreglamentos, guardias y procesos organizativos indígenas son institucionesmilenarias. Así mismo exigen que no recluten a los jóvenes” (Declaración delCongreso de los Pueblos Indígenas, Cota Cundinamarca: 2001).

Geográficamente, la insurgencia busca su ubicación en la cordillera, lascabeceras de los ríos, zonas de colonización y cerca de las cabeceras munici-pales, centros urbanos y capitales de departamentos. Así, como cerca de lasbases paramilitares (Timba en el Cauca; Tumaco en Nariño y en Bahía

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Solano y Jurado en el Chocó) y los cruces de vías de acceso (carretera pana-mericana) para ejercer el control de acceso.

Hoy, ante el desconocimiento que han hecho los actores insurgentes delas autoridades indígenas y a sus formas de organización social y territorial,no obstante, los diálogos se han obstaculizados “por órdenes del estadomayor” de la insurgencia y frente a esto, los indígenas se han obligado a laresistencia (en Coconuco, Puracé, Caldono y Bolívar, en el Cauca) comomovimiento social. En días pasados, la comunidad negra del Charco enNariño, presentó su resistencia frente al accionar de los paramilitares (ElTiempo 10-26-2002) de una manera que presagia el asomo de las fortalezasde la organización.

También, las inversiones del capital extranjero en estas regiones a través demultinacionales: mineras, del petróleo, energía y vías carreteables (Popayán-Cali) que son parte del nuevo modelo de desarrollo mundial y en donde haypresencia indígena, hacen que surja la contradicción por las formas comoestas actúan y que no responden a los concepciones ideológicas ni de los indí-genas ni de los afro-descendientes por cuanto alteran el ecosistema y la visióndel mundo natural. Los que defienden aquellos intereses económicos son gru-pos armados (AUC, grupos de seguridad privada) que buscan exterminar aquienes dirigen las protestas o a desalojar a las comunidades que se oponen.

Los cultivos ilícitos han llevado a la invasión del territorio indígena por partede colonos y cultivadores de coca y amapola y con ello a la deforestación,desorganización comunitaria, sometimiento de la juventud, desintegración delos lazos parentales, violencia, delincuencia común y grupos armados. Juntos,han deteriorado las condiciones de las comunidades indígenas.

Este incremento de los cultivos ilícitos ha contribuido al narco-latifundio.Apoyado por paras, se han expulsado colonos, indígenas, negros y campesi-nos. Territorios de afro-descendientes han sido adquiridos aún a costa de laley y los de los indígenas “han sido profanados y arrasados por las políticasestatales, las multinacionales y los actores armados quienes desconocennuestro derecho mayor y la autonomía territorial”.

En la década del 80 cuando surge y se desarrolla el movimiento armado‘Quintín Lame’ integrado por indígenas, tenía como arma de combate la rei-vindicación específica de la etnia. Hoy no han entendido ni mucho menosaceptado a los actores del conflicto por tener otras ideas e intereses con hondocontenido militarista que rebasa la lógica y la fuerza de su autonomía. El resen-timiento del indígena se ha venido acrecentando en la medida en que ha vistoasesinar a sus líderes, gobernadores y cabildantes, a sus médicos y autoridadestradicionales y evitando enfrentamientos, han preferido desplazarse.

Consideran los indígenas que “los territorios indígenas ancestrales sonsagrados, otorgados por nuestros dioses teniendo presente que es el espaciodonde recreamos nuestra cultura, nuestro pensamiento y nuestras formas deconvivencia ” (Declaración… 2001).

Lo que uno observa es cómo en general, los actores amados han involu-crado a todos los civiles en el conflicto, obligándolos a ingresar en sus filas, así,negros, indios y campesinos, tienen parientes en esos grupos y por eso, sonvíctimas de uno u otro. Se da el caso que la no colaboración de los indígenasa los actores armados, los obligue a desplazarse de sus territorios con amena-zas, por lo tanto: “exigimos la desmilitarización de nuestros territorios”(Declaración…… 2001).

Frente a esto, se ha manifestado que “las organizaciones indígenassiempre han sido señaladas como auxiliares de las fuerzas insurgentes, lo que

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es equivocado porque los gobiernos anteriores reconocieron la legitimidadde ellas en el Cauca” (Solano, Ángel. Fundecima. El Liberal. 2002.10.29)

CONTRA EL DESPLAZAMIENTO: RESISTENCIA CIVIL

Como se mencionó, uno de los problemas más graves que estánsufriendo las comunidades indígenas en el Cauca es que en sus territorios seestá librando parte de la guerra que sostienen paramilitares y guerrilleros.

Ante la guerra, la población indígena ha propuesto hacer una caracteriza-ción del desplazamiento indígena como estrategia al conflicto, así, como delas experiencias de la resistencia.

Desde finales de los años 90, los 110 000 indígenas paéces del norte delCauca, agremiados en 16 cabildos, se han convertido en ejemplo de organi-zación social, política, cultural y ancestral y también se inicia una lucha paraconservar el poder en las alcaldías, concejos y en la Asamblea Departamental.

La resistencia indígena que no consiste en demostrar fuerza sino fortalezaen términos de cohesión social, es una respuesta al acoso insurgente y para-militar que las comunidades indígenas organizadas han venido manifes-tando como formas de resistencia. Hacia 1994 se dio lo que se denominócomo la “neutralidad activa” por parte de la Organización Indígena deAntioquia, OIA exigiendo a los actores armados que tienen que respetar suterritorio. En mayo de 1999, se creo el denominado ‘Territorio deConvivencia, Diálogo y Negociación’, en el sitio de ‘La María’ en el munici-pio de Piendamó en el Cauca y cerca a la carretera panamericana en la víaCali-Popayán. A partir del Congreso de los Pueblos Indígenas de Colombia,celebrado en Cota en noviembre del 2001, las organizaciones indígenasempezaron a promover a nivel nacional la resistencia indígena desarmada.

La resistencia indígena entonces, se sustenta en ese sentido de pertenenciaque le brinda la cohesión social y el arraigo territorial para defenderse y perma-necerse en sus territorios ancestrales así como mostrar la autonomía en elcontrol y administración del territorio, en los recursos naturales y en los asuntoscomunitarios. La posición de autonomía que defienden los indígenas no signi-fica como ellos lo manifiestan “que nos aislemos del país y mucho menos frenteal conflicto armado. El conflicto se da en nuestros territorios, se presiona a nues-tros jóvenes y en general a toda la comunidad, se disputan nuestros recursos yes imposible que no tomemos una posición de defensa de nuestros intereses, denuestras vidas, de nuestros territorios y de nuestra cultura.” (op. cit., 2001).

Es que un elemento de resistencia fundamental es el arraigo al territorioen la medida en que ello impide el desplazamiento, los fortalece y sólo encasos extremos optan desplazarse dentro de su territorio o hacia otrascomunidades de su propio pueblo, aprovechando las redes étnicas, los vín-culos familiares o claniles al interior de la etnia y sus lazos con otras comuni-dades y pueblos indígenas, como se da en Risaralda con los catíos, en elChocó con los embera y en el Cauca con los paéces.

Otra forma de afirmación, protección, recuperación y defensa del territo-rio es la reactivación de sus tradiciones ancestrales como son los the’walasde los paéces; los ‘médicos tradicionales’ en Tierradentro, Cauca; los jai-banás de los emberas chocoanos que por su intermedio, buscan protecciónespiritual contra los actores armados.

Pero en la medida en que ha arreciado el conflicto, la resistencia páez porejemplo, empieza a darse por medio de los médicos (braveros) que utilizandoplantas denominadas como ‘bravas’, buscan defenderse y atacar a los espíritusy fuerzas duras como un último recurso. La utilización de la lengua nativa, el

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impulso de las técnicas tradicionales para la producción de alimentos básicosen su dieta alimenticia, asi como los medios del Internet, radio comunitaria yteléfono, junto a las audiencias públicas, marchas, congresos y concentra-ciones, parecen reunirse para ejercer la resistencia pacífica.

Los indígenas constituyen casi la única fuerza social portadora de un proyectopolítico social autónomo, como dice Manuel Santos del cabildo indígena de SanFrancisco: ‘nuestra gente atiende las convocatorias porque somos dueños delproyecto indígena’, y agrega, “desde ese punto de vista, amenazar a un alcaldeelegido popularmente no es simplemente atentar contra el Estado, sino interrum-pir a la fuerza un proceso del que todos hacemos parte” (Vélez, Atisbos Analíticosn°23). Y Floro Tunubalá, gobernador del departamento del Cauca, agrega: “quela vida de las comunidades no depende de la alcaldía, sino de las decisiones queellas mismas vayan tomando, independientemente de la guerrilla”.

En general, uno alcanza a ver que la resistencia indígena es una formaalternativa de apertura democrática y pacífica por parte de la sociedad civilen la medida en que también involucra a afro-descendientes y campesinos.Ya la declaración de indígenas lo decía: “como hijos de la selva, de las mon-tañas, de los paramos y de los valles, del desierto y las llanuras, le decimos aColombia que nuestros territorios están cansados de recibir harta sangreinjustamente derramada, que nuestros pueblos están hastiados de que lasarmas decidan sobre sus vidas… vamos a continuar resistiendo la destruc-ción, y a la muerte que traen todos aquellos que quieren someternos y vin-cularnos a los proyectos de guerra.” (Declaración de 70 delegadas de 25pueblos indígenas reunidas en Bogotá en el Primer Encuentro de mujeresindígenas por la autonomía y la Paz).

Sin embargo, se ha venido planteando la necesidad de crear una zona deRehabilitación y Consolidación en el Cauca lo que implicaría la presencia masactiva del Estado en las zonas en donde el conflicto se ha desbordado si sehace de manera fragmentada, implicaría tanto la radicación del conflictoarmado como la presencia de la institucionalidad. El Cauca es un microcos-mos de los conflictos políticos colombianos en donde convergen el para-mili-tarismo, la guerrilla, el narcotráfico y la delincuencia común. El conflicto en elCauca no coincide con la división administrativa municipal y si bien es ciertolas zonas pretenden una re-institucionalización del Estado, también se mue-ven dentro del mapa tradicional del Estado y la organización territorial tradi-cional, cosa que no respeta el conflicto”. (Fernández, Julián: El Liberal:Septiembre 29-2002)

De todas maneras, tomar las armas, dice Analtolio Quirá, Presidente delCRIC, “sería resquebrajar las enseñanzas que hemos recuperado en los últimosaños que nos llevó a fundar el Primer Consejo Regional Indígena del Cauca,CRIC, y a elegir el primer gobernador y los primeros senadores nuestros, laspoblaciones se van a mantener en pie de lucha así acaben con los municipios.”

CALI. CIUDAD DE CONTRASTES Y CONFLICTOS

La ciudad de Cali, ha tenido en las dos últimas décadas, como dosgrandes oleadas poblacionales de afro-descendientes que han marcado suterritorio y demarcado una identidad que aún está por concretar. Una, laque ocurrió en la década de los años 80 cuando se formó el Distrito deAguablanca a donde llegaron afro-descendientes principalmente, emi-grantes de la Costa Pacífica huyendo de los desastres naturales y la otra, laque hace presencia a fines del siglo pasado en donde nuevamente afro-des-cendientes, son desplazados por efectos de la guerra en sus territorios y

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sabiendo de la presencia y existencia de familiares, amigos y conocidos yevitando el embate de los actores armados, se obligaron a migrar a la ciu-dad o a otros municipios vecinos en busca de un área de refugio. Seríancomo los ‘segundos nuevos pobladores urbanos’.

Se afirma que en el Valle del Cauca hay 1 720 000 afro-descendientes yen Cali 1 200.00 constituyéndose en la mayor concentración de esta pobla-ción en el país, son los mas pobres de los pobres agravados ahora por pro-blemas de desempleo y desplazamiento que conservan muchas de sus cos-tumbres y que las características de los vallecaucanos se deben a la‘africana’. (Agustín Valencia).

La ciudad hoy, no parece percatarse del grave problema de quienes porser desplazados, no son considerados como ciudadanos. Se recaba en la idade vendedores ambulantes que obstaculizan al peatón por ocupar las callesy se altera el orden urbano. La visión que se tiene del desplazado es unavisión negativa, de rechazo, de estigmatización y discriminación.

En Cali, los desplazados son más in visibilizados en la medida en que sepierden en la urbe y en medio de un entramado social que permite su oculta-miento4. Si en un principio son recibidos por su condición de tales por partede quienes tienen la potestad de censarlos (Personería, Defensoría y Red deSolidaridad Social), con el tiempo sus vecinos los señalan y se obligan a huir, abuscar otro sitio en donde el anonimato les permite fortalecer su modo devida. En este peregrinaje, algunos van olvidando su condición de desplazados,pero otros persisten día a día y exigen la ayuda del Estado y cuando no, surgeel desespero y acceden a las acciones de hecho como lo que ocurrió cuandouno de ellos: Juvencio, afro-descendiente, desplazado del Tambo-Cauca,‘secuestró’ cuchillo en mano, a los funcionarios de la RSS exigiendo ayudainmediata.

Sus sitios de llegada se han localizado en el Distrito de Aguablanca, lasladeras vecinas y algunos otros barrios periféricos entremezclándose con“los otros”, sus habitantes, y haciendo más aguda su situación en la medidaen que se presentan dinámicas diferentes y unas formas de articulación en elespacio que atentan contra un orden pre-establecido.

La urbanización del conflicto ya es una realidad.

CARACTERISTICA DE LA POBLACION DESPLAZADA

Quizá la principal característica de la población afro-descendiente que sellega a Cali, es que lo hacen silenciosamente – bola de nieve – lo que seconoce como desplazamiento individual o a cuenta gotas, de familias conun promedio de seis personas, haciendo desde luego, más complejo teneruna visión concreta de la situación.

Otra característica es su gran homogeneidad cultural en la medida enque se han desplazado de sitios en donde muchas de las características cul-turales son semejantes: comida, parentesco, vivienda, relaciones sociales, sis-tema simbólico, productivo, etc.

En promedio llegan a Cali cuatro familias desplazadas por la violenciapolítica, de las cuales dos de ellas son procedentes de la Costa Pacífica(Solivida-OMS: diciembre del 2001).

Como ya se mencionó, al lugar de llegada se hace por encontrarse enaquellos sitios algún familiar amigo o pariente. No parece darse comocondición determinante el de ir escalando cabeceras municipales hasta lle-gar al sitio final, sin embargo el peregrinar por la ciudad es algo que hayque tener en cuenta. El 76% se han asentado en las comunas 14 y 15 de la

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ciudad que son conocidas no sólo por su extrema pobreza sino por que sonlas más peligrosas.

Es que en Cali se viene presentando un cúmulo de jóvenes también, quecomo víctimas dela situación de sus padres, frente a los hechos recurrentes,van tomando posiciones radicales y apasionadas que encuentran vías desalida en grupos de identificación como las pandillas juveniles o se insertancomo miembros activos en las filas de la insurgencia, de los paramilitares odel ejército nacional. Así, parece ponerse de presente ese ‘poder’ como unindicativo de superioridad y venganza.

Las condiciones deplorables de hacinamiento por su pobreza, obligan a unmodo de vida en donde la supervivencia diaria los conmina a realizar trabajosque no requieren una especialización, pero también a inducirse por elcamino de lo más fácil. Los ‘cambuches’ como se denominan sus viviendasde cartón, madera y plástico, sin servicios higiénicos o públicos domiciliarios,junto a la contaminación ambiental por su proximidad a los caños de aguasresiduales los someten al riesgo de contraer toda clase de enfermedades,siendo la población infantil la mas afectada.

Es aquí en donde la cultura de la solidaridad cumple su papel aglutinantepara ‘dar la mano’ a los paisanos, a ‘otro negro’ que lo solicita. Pero tam-bién es de relevar que estas situaciones, llevan a que se sobrepongan losconocimientos adquiridos por tradición con respecto a la salud, a lavivienda, a la alimentación por nombrar sólo algunos y que hacen recordarla relaciones de parentesco de la familia extensa propia de esta cultura.

Sin embargo, aparece un patrón segregador o estigmatizador cuando porvenir del campo o de otra región, en la cotidianidad es llamado como “negro”lo que denota una exclusión y un señalamiento de inferioridad que hace que elo ella oculte su origen, su lugar de procedencia, para evitar esos señalamientosde los habitantes de los centros urbanos que no obstante su etnia igual, vencómo su espacio simbólico construido históricamente, empieza a ser transfor-mado y en esta medida, los sataniza. (Guevara, R D. 2002).

El señalamiento de una realidad como la que vive hoy Cali, se deja vercuando los medios presentan las noticias de los afro-americanos que haninfringido la ley y se pone de presente el mote de que a causa del desplazadonegro, la ciudad se ha vuelto violenta.

Hay una marcada división del trabajo por parte de esta población afro-descendiente que se observa en la ciudad de una manera palpable en lo querespecta al género. Los hombres, cabeza de hogar optan en primera instan-cia por los oficios no calificados como son el de la construcción, si tienesuerte obtiene algún ingreso, sino, se obliga al rebusque, a la venta ambu-lante, a recoger basura que son como las opciones mas propicias a su situa-ción. La mujer pide la caridad pública pero principalmente se ubica comodoméstica en las casas de familia. Este trabajo incluso supera en la obten-ción de recursos al que realiza el hombre que se ha obliga a aceptar el‘abandono’ del hogar de su compañera.

POPAYAN, CIUDAD DE EMBLEMAS Y BLASONES. TERRITORIO DE SIERVOS Y ARISTOCRACIA

La ciudad de Popayán, fundada por el conquistador Sebastián deBelalcázar el 13 de Enero de 1537 en el sitio donde se asentaba el pueblo dePubén, recibió el nombre de Asunción de Popayán el 15 de agosto de 1537,capital de la antigua Gobernación de Popayán que abarcaba tierras desde la

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frontera con Panamá hasta el río Mira, desde Otavalo en el Ecuador hastalos límites con Brasil y Venezuela. Es decir, que comprendía la mitad de loque ocupa actualmente el territorio colombiano. En el año de 1538 le fueconcedido escudo de armas y el título de “muy noble y muy leal”. Fue en laépoca colonial la segunda ciudad en el orden administrativo después deSanta Fe y uno de los centros de mayor importancia e influencia históricadel país. Cuna de ilustres y prominentes servidores patricios en todos loscampos del saber y la ciudad que más presidentes ha dado para el país.Denominada la ‘Ciudad Universitaria de Colombia’.

Entender el problema del desplazamiento hacia Popayán es remontarse alaño de 1983 cuando se sucedió el terremoto del 31 de marzo en donde unafuerte oleada de gentes procedentes de varios municipios del departamentoy de los vecinos, llegó a Popayán en busca de nuevas esperanzas de vida yen especial, de conseguir un espacio para hacer vivienda. La ciudad se dife-renció tanto espacial como culturalmente. Un sinnúmero de asentamientossurgieron dispersos y en terrenos difíciles para construir obras de infraestruc-tura. Estos ‘primeros nuevos pobladores urbanos’ que llegan sin tener unapertenencia de ciudad, se acomodaron como mejor pudieron y empezarona hacer vida comunitaria al amparo de organismos del Estado que buscarondarles una rápida solución a sus necesidades sentidas.

Un segundo instante en este problema del desplazamiento es el que se havenido presentando desde hace unos 10 años aprox. cuando Popayán empiezaa ser considerada como una ciudad receptora de población desplazada delCaquetá, Putumayo, norte de Nariño y de algunos municipios del Cauca: LaVega, El tambo, Bota Caucana, Cajibío, Mondomo, Belalcázar, Rosas, PuracéArgelia, Balboa, Totoró Santa Rosa, Inzá, Santander de Quilichao, Páez, Patía,La Sierra, Buenos Aires, Jambaló, Timba, habitados por población campesina,indígena y afro-descendiente, quienes han sido expulsados por tomas guerrille-ras, por ser acusados de informantes o colaboradores de uno u otro bando yque han venido sufriendo los embates de la guerra irregular.

Eminentemente esta nueva población es procedente del área rural con unalto porcentaje de mujeres, niñ@s y ancianos, que como minifundistas, eranauto-subsistentes, vendedores de un mínimo de excedente en las plazas demercado de sus municipios y trabajadores o jornaleros de fincas vecinas.

Se ha podido constatar que los motivos de su llegada a la ciudad son losde buscar seguridad, posibilidades de trabajo o el de contar con familiares oamigos que en primera instancia pueden brindarle ayuda y protección.

Se han distribuido en áreas geográficas diferentes y de manera dispersaen: las comunas 7 y 2, en la Loma de la Virgen y la Vereda González (sectoresmarginales urbanos); en Las Guacas, cerca de La Penitenciaría de San Isidro(sector rural) en donde se ha asentado población procedente de Cajibío y susveredas cercanas, son aproximadamente 35 familias que están junto a gru-pos de destechados; y en algunos asentamientos espontáneos o invasionescomo son Carlos Pizarro, Los Pinos, Belén; en barrios consolidados como son:Guayabal, Tomás Cipriano de Mosquera, Pandiguando y en algunos de losantiguos asentamientos posterremoto: 31 de Marzo, Las Palmas, Santiago deCali, Matamoros. La Personería Municipal muestra que desde 1998 al año2001, existe un total de 44 31 personas desplazadas en Popayán

CARACTERISTICAS DE LOS DESPLAZADOS

Contrario a lo que se presenta en Cali a donde llegan desplazados porgrupos o familias, en Popayán, por las contradicciones mismas del conflicto

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armado, el desplazamiento muestra como características el de ser masivos,en grupo y por lo tanto, las consecuencias son diferentes y por ende el tra-tamiento que se le debe dar a estos sectores de población con respecto asuministros y alojamiento por parte de los organismos del Estado.

“Los desplazados del Cauca traen consigo su biografía, marcada por lascaracterísticas socioculturales de la comunidad de procedencia, el rol socialque habían cumplido en ellas y unas destrezas sociales y culturales… esto lespermite construir y reconstruir relaciones de vecindad pero también conflic-tos y es lo que va a marcar definitivamente la manera de ser y habitar losnuevos territorios, los barrios de llegada.” (Ortiz, J. y otros, 2002).

No obstante el que en Popayán se encuentren grupos de diversas regionesdel departamento y de algunos otros vecinos, muestran como característica elde ser campesinos dedicados al cultivo de la tierra y por lo tanto con referentessemejantes en cuanto a organización y participación pero que por su escasacapacitación, no encuentran otra forma de ubicarse en la ciudad que comoauxiliares en la construcción, vendedores estacionales ambulantes, coteros, ylas mujeres en el servicio doméstico, en la microempresa familiar: hacen y ven-den arepas, empanadas y tamales y en la informalidad vendiendo artículos deconsumo directo. (Guevara, R. D., 2002).

Los sitios de residencia denominados ‘asentamientos’ recogen sinembargo una amalgama de expresiones, reivindicaciones, formas de cohe-sión y participación sin aparente consistencias, en las cuales las políticas cen-tralizadas no encuentran un camino que de salida a las particularidades delos desplazados. Los nuevos habitantes no son montoneras, son personasque llegan con hábitos, costumbres sueños, realidades, esfuerzos, pasados eideales hacia un futuro y en su mayoría provienen de localidades que no tie-nen un sentido articulado o colectivo de pueblo o caserío y que por lotanto, sus expectativas están relacionadas a una historia de un territorioancestral generacional que se ha construido estableciendo nexos duraderoscon los vecinos y juntos, han adquirido un sentido de pertenencia y algunasexpresiones de identidad en las veredas de donde son originarios.

La convivencia en espacios de alto hacinamiento reduce ostensiblementelas relaciones intra-familiares de intimidad y privacidad, se acrecientan lastensiones y angustias y en muchas ocasiones los conflictos intrafamiliarestiene que ventilarse en público. Pero también las deplorables condicioneshigiénicas y de salubridad propician las enfermedades de un entorno declima húmedo y son los niños y las mujeres las que más se ven afectadas.

Aún no se han manifestado un incremento de las actividades delictivas enlos barrios con respecto por ejemplo a pandillas o milicias urbanas, supongoque ello se debe a un patrón cultural de socialización mucho más fuerte porparte del núcleo familiar que aglutina a los hij@s o a que no existe en ellos unaedad que permita este tipo de actividades.

El choque cultural que produce el desarraigo afecta la manera en que laspersonas desplazadas se ven así mismas y altera negativamente la imagen quelos demás tienen de ellos. Esos efectos, claro, varían según edad, sexo ygénero, según la etnia, la cultura la escolaridad y la intensidad de las violencias.(RUT. Informa. Enero-marzo de 199. Boletín trimestral, n°1 SNPS. Bogotá).

Por último, quisiera agregar que las mujeres en la ciudad, tiene mejoresperspectivas de rehacer su vida social y familiar no obstante tener escasa opoca capacitación para hacerlo y haber sido quienes en un principio sufrie-ron más los rigores de la guerra y sus consecuencias: el desplazamiento. Laadscripción a la ciudad les posibilita un nuevo rol y mejores condiciones

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sociales y económicas, nuevos proyectos de vida que sin lugar a dudas lesfacilitará como mujeres, establecer relaciones de género reivindicatorias.

CONTRIBUCIONES DE LOS DESPLAZADOS EN LOS SITIOS COLONIZADOS

No puede uno hacerse el de oídos sordos y cierre de ojos para dar cuentaque en el fondo el desplazado aporta a la ciudad unos elementos de su cul-tura, que no por ser desconocidos deben estar ocultos y que deben serresaltados por quienes nos preocupamos por este fenómeno social en elpaís. Valga la pena hacer como un inventario de ese aporte:

Con respecto a la economía informal, ellos de una manera efectiva estáncontribuyendo a que muchas de las empresas no sólo nacionales sino multi-nacionales, tengan una mano de obra barata que les comercie sus produc-tos, pero por otra parte favorecen los bolsillos de los consumidores en lamedida en que estos están más a su alcance y con ello, les facilitan racionarsus ingresos y la reducción de gastos.

Los valores comunitarios por ejemplo que identifican al indígena como sonla solidaridad, reciprocidad, equilibrio y respeto para con la naturaleza y sussemejantes, se ponen de presente en los sitios a donde estos han llegado. Enigual forma, los afro-descendientes desplazados, han aportado cohesiónsocial a sus raíces, fortalecimiento de las redes familiares y reconstrucción delentramado del parentesco, fortaleciendo la línea materna.

En Cali, empieza a surgir una homogeneidad cultural entre los desplazados,gracias a la ayuda que prestan sus familiares y amigos, aunque nuevas expre-siones sincréticas en la música y la vivienda, por ejemplo, se ponen de mani-fiesto y se fortifican otras como las ayudas comunitarias para enterrar a susmuertos, para los velorios y algunas otras ceremonias que se festejan en estacultura como son los bautizos y uniones en matrimonios y el día del Santo.

La minga, una forma de expresión de solidaridad comunitaria con hondosentido económico es puesta de presente entre indígenas y afro-descen-dientes. Últimamente, han aparecido las ‘ollas comunitarias’ como mecanis-mos de aprovisionamiento de víveres y de hacer la comida en dondehombres y mujeres dividiendo el trabajo, participan en conjunto. La ollacomunitaria es un espacio de encuentro y alternativa de organización comu-nitaria con lo cual se responde a las necesidades de alimento pero de maneraespecial, de confrontación de la realidad y así resolver problemas. “La ollacomunitaria permite acogernos, acompañarnos, escucharnos y ser solidarios.Incentiva la organización y el desarrollo de las facultades que permiten admi-nistrar nuestros derechos.”

De hecho uno observa cómo se han venido dando como unas estrategiasde sobre vivencia que buscan oponer resistencia a la vida dura de quieneshan llegado a las cabeceras municipales sin medios económicos y sólo concapacidad de resistencia para vivir y sacar avante a sus grupos familiares.

No pueden desmeritarse las acciones que adelantan con respecto a lagestión y organización por parte de líderes que se hacen en la lucha y en lacotidianidad para exigir la atención del Estado, como también para estable-cer contacto con ONGs, y demás formas de organización que se dan en laciudad como son los sindicatos. Es en esta forma como se adquiere unaconciencia, se desarrollan habilidades y destrezas para afrontar su situacióny exigir los derechos y el reconocimiento como ciudadanos.

Si bien la estigmatización ha causado y causa hoy daño en y entre los des-plazados, esto les ha permitido poco a poco ser visibilizados. Afrontando contozudez una lucha no sólo contra el Estado sino contra los grupos armados y

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aún contra la delincuencia común, su sentir en el contexto de la ciudad es elde fortalecer la organización aún a costa de la vida de muchos de los líderesy dirigentes.

En síntesis, en el acontecer de esta modernidad avasallante que nos hatraído estos ‘problemas’, las diferencias que se nos presentan, deben serrespetadas por cuanto ellas son las expresiones que dimensionan las nuevasciudades colombianas y para lo cual debemos prepararnos en este cuatrie-nio que ha empezado a colocar la guerra como estrategia determinantepara el cambio.

Cali. Noviembre de 2002.

NOTAS1 El término ‘colonización urbana’ hace alusión a lo que Jaques Aprille define en La

ciudad Colombiana. Siglo XLX y XX. Santafé de Bogotá, Biblioteca Popular deColección Textos Universitarios 1992.

2 Asprodeso. Asociación de Profesionales para el Desarrollo Social. Popayán.3 ONIC, CRIC, ACIN, ORIVAC, Proceso de comunidades Negras, Palenque de

Buenaventura y otros. Comunicado a la Opinión Pública Nacional e Internacional.Agosto 1 de 2002.

4 ‘No se sabe quién es quien’. Naranjo. Gloria. Desplazamiento forzado en ‘ámbitosurbanos’. Ponencia en seminario Desplazamiento Bogotá 2002.

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