Las Ciudades Invisibles - Extracto

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LAS CIUDADES INVISIBLES – Italo Calvino LAS CIUDADES Y LOS SIGNOS. 1 El hombre camina días enteros entre los árboles y las piedras. Raramente el ojo se detiene en una cosa, y es cuando la ha reconocido como el signo de otra: una huella en la arena indica el paso del tigre, un pantano anuncia una vena de agua, la flor del hibisco el fin del invierno. Todo el resto es mudo es intercambiable; árboles y piedras son solamente lo que son. Finalmente el viaje conduce a la ciudad de Tamara. Uno se adentra en ella por calles llenas de enseñas que sobresalen de las paredes. El ojo no ve cosas sino figuras de cosas que significan otras cosas: las tenazas indican la casa del sacamuelas, el jarro la taberna, las alabardas el cuerpo de guardia, la balanza el herborista. Estatuas y escudos representan leones delfines torres estrellas: signo de que algo —quién sabe qué— tiene por signo un león o delfín o torre o estrella. Otras señales advierten sobre aquello que en un lugar está prohibido: entrar en el callejón con las carretillas, orinar detrás del quiosco, pescar con caña desde el puente, y lo que es lícito: dar de beber a las cebras, jugar a las bochas, quemar los cadáveres de los parientes. Desde la puerta 12 de los templos se ven las estatuas de los dioses, representados cada uno con sus atributos: la cornucopia, la clepsidra, la medusa, por los cuales el fiel puede

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LAS CIUDADES INVISIBLES Italo Calvino

LAS CIUDADES Y LOS SIGNOS. 1El hombre camina das enteros entre los rboles y las piedras. Raramente el ojose detiene en una cosa, y es cuando la ha reconocido como el signo de otra: unahuella en la arena indica el paso del tigre, un pantano anuncia una vena de agua, laflor del hibisco el fin del invierno. Todo el resto es mudo es intercambiable; rboles ypiedras son solamente lo que son.Finalmente el viaje conduce a la ciudad de Tamara. Uno se adentra en ella porcalles llenas de enseas que sobresalen de las paredes. El ojo no ve cosas sino figurasde cosas que significan otras cosas: las tenazas indican la casa del sacamuelas, el jarrola taberna, las alabardas el cuerpo de guardia, la balanza el herborista. Estatuas yescudos representan leones delfines torres estrellas: signo de que algo quin sabequ tiene por signo un len o delfn o torre o estrella. Otras seales advierten sobreaquello que en un lugar est prohibido: entrar en el callejn con las carretillas, orinardetrs del quiosco, pescar con caa desde el puente, y lo que es lcito: dar de beber alas cebras, jugar a las bochas, quemar los cadveres de los parientes. Desde la puerta12de los templos se ven las estatuas de los dioses, representados cada uno con susatributos: la cornucopia, la clepsidra, la medusa, por los cuales el fiel puedereconocerlos y dirigirles las plegarias justas. Si un edificio no tiene ninguna ensea ofigura, su forma misma y el lugar que ocupa en el orden de la ciudad basta paraindicar su funcin: el palacio real, la prisin, la casa de moneda, la escuela pitagrica,el burdel. Hasta las mercancas que los comerciantes exhiben en los mostradoresvalen no por s mismas sino como signo de otras cosas: la banda bordada para lafrente quiere decir elegancia, el palanqun dorado poder, los volmenes de Averroessapiencia, la ajorca para el tobillo voluptuosidad. La mirada recorre las calles comopginas escritas: la ciudad dice todo lo que debes pensar, te hace repetir su discurso,y mientras crees que visitas Tamara, no haces sino registrar los nombres con loscuales se define a s misma y a todas sus partes.Cmo es verdaderamente la ciudad bajo esta apretada envoltura de signos,qu contiene o esconde, el hombre sale de Tamara sin haberlo sabido. Afuera seextiende la tierra vaca hasta el horizonte, se abre el cielo donde corren las nubes. Enla forma que el azar y el viento dan a las nubes el hombre ya esta entregado areconocer figuras: un velero, una mano, un elefante...

LAS CIUDADES Y LOS SIGNOS. 2De la ciudad de Zirma los viajeros vuelven con recuerdos bien claros: unnegro ciego que grita en la multitud, un loco que se asoma por la cornisa de unrascacielos, una muchacha que pasea con un puma sujeto con una tralla. En realidadmuchos de los ciegos que golpean con el bastn el empedrado de Zirma son negros,en todos los rascacielos hay alguien que se vuelve loco, todos los locos se pasan horasen las cornisas, no hay puma que no sea criado por un capricho de muchacha. Laciudad es redundante: se repite para que algo llegue a fijarse en la mente.Vuelvo tambin yo de Zirma: mi recuerdo comprende dirigibles que vuelan entodos los sentidos a la altura de las ventanas, calles de tiendas donde se dibujantatuajes en la piel de los marineros, trenes subterrneos atestados de mujeres obesasque se sofocan. Los compaeros que estaban conmigo en el viaje, en cambio, juranque vieron un solo dirigible suspendido entre las agujas de la ciudad, un solotatuador que dispona sobre su mesa agujas y tintas y dibujos perforados, una solamujer gorda apantallndose en la plataforma de un vagn. La memoria esredundante: repite los signos para que la ciudad empiece a existir.

LAS CIUDADES Y LOS SIGNOS. 3El hombre que viaja y no conoce todava la ciudad que le espera al cabo delcamino, se pregunta cmo ser el palacio real, el cuartel, el molino, el teatro, el bazar.En cada ciudad del imperio cada edificio es diferente y esta dispuesto en un ordendistinto; pero apenas el forastero llega a la ciudad desconocida y echa la miradasobre aquel racimo de pagodas y desvanes y cuchitriles, siguiendo la maraa decanales, huertos, basurales, de pronto distingue cules son los palacios de losprncipes, cules los templos de los grandes sacerdotes, la posada, la prisin, el barriode los lupanares. As dice alguien se confirma la hiptesis de que cada hombrelleva en la mente una ciudad hecha slo de diferencias, una ciudad sin figuras y sinforma, y las ciudades particulares la rellenan.No as en Zoe. En cada lugar de esta ciudad se podra sucesivamente dormir,fabricar arneses, cocinar, acumular monedas de oro, desvestirse, reinar, vender,interrogar orculos. Cualquier techo piramidal podra cubrir tanto el lazareto de losleprosos como las termas de las odaliscas. El viajero da vueltas y vueltas y no tienesino dudas: como no consigue distinguir los puntos de la ciudad, aun los puntos queestn claros en su mente se le mezclan. Deduce esto: si la existencia en todos susmomentos es toda ella misma, la ciudad de Zoe es el lugar de la existenciaindivisible. Pero por qu, entonces, la ciudad? Que lnea separa el dentro del fuera,el estruendo de las ruedas del aullido de los lobos?

LAS CIUDADES Y LOS SIGNOS. 4De todos los cambios de lengua que debe enfrentar el viajero en tierras lejanas,ninguno iguala al que le espera en la ciudad de Ipazia, porque no se refiere a laspalabras sino a las cosas. Entr en Ipazia una maana, un jardn de magnolias seespejeaba en lagunas azules, yo andaba entre los setos seguro de descubrir bellas yjvenes damas bandose: pero en el fondo del agua los cangrejos mordan los ojosde los suicidas con la piedra sujeta al cuello y los cabellos verdes de algas.Me sent defraudado y quise pedir justicia al sultn. Sub las escalinatas deprfido del palacio de las cpulas mas altas, atraves seis patios de maylica consurtidores. La sala del medio estaba cerrada con rejas: los forzados con negrascadenas al pie izaban rocas de basalto de una cantera que se abre bajo tierra.No me quedaba sino interrogar a los filsofos. Entre en la gran biblioteca, meperd entre anaqueles que se derrumbaban bajo las encuadernaciones de pergamino,segu el orden alfabtico de alfabetos desaparecidos, sub y baj por corredores,escalerillas y puentes. En el mas remoto gabinete de los papiros, en una nube dehumo, se me aparecieron los ojos atontados de un adolescente tendido en una estera,que no quitaba los labios de una pipa de opio.Donde esta el sabio? El fumador seal fuera de la ventana. Era un jardncon juegos infantiles: los bolos, el columpio, la peonza. El filsofo estaba sentado enla hierba. Dijo:Los signos forman una lengua, pero no la que crees conocer.Comprend que deba liberarme de las imgenes que hasta entonces mehaban anunciado las cosas que buscaba: slo entonces lograra entender el lenguajede Ipazia.Ahora, basta que oiga relinchar los caballos y restallar las fustas para que measalte un ansia amorosa: en Ipazia tienes que entrar en las caballerizas y en lospicaderos para ver a las hermosas mujeres que montan a caballo con los muslosdesnudos y la caa de las botas sobre las pantorrillas, y apenas se acerca un joven25extranjero, lo tumban sobre montones de heno o de aserrn y lo aprietan con durospezones.Y cuando mi nimo no busca otro alimento y estmulo que la msica, s quehay que buscarla en los cementerios: los intrpretes se esconden en las tumbas; deuna fosa a la otra se responden trinos de flautas, acordes de arpas.Claro que tambin en Ipazia llegar el da en que mi nico deseo ser partir.Se que no tendr que bajar al puerto sino subir al pinculo mas alto de la fortaleza yesperar que una nave pase por all arriba. Pero pasar alguna vez? No hay lenguajesin engao.

LAS CIUDADES Y LOS SIGNOS. 5Nadie sabe mejor que t, sabio Kublai, que no se debe confundir nunca laciudad con el discurso que la describe. Y sin embargo, entre la una y el otro hay unarelacin. Si te describo Olivia, ciudad rica en productos y beneficios, para significarsu prosperidad no tengo otro medio sino hablar de palacios de filigrana y cojines conflecos en Los antepechos de los ajimeces; ms all de la reja de un patio, unagirndula de surtidores riega un prado donde un pavo real blanco hace la rueda.Pero con este discurso tu comprendes en seguida que Olivia est envuelta en unanube de holln y de pringue que se pega a las paredes de las casas; que en la red devas los remolques, en sus maniobras, aplastan a los peatones contra los muros. Si hede contarte la laboriosidad de los habitantes, hablo de las tiendas de los talabarteros30olorosas de cuero, de las mujeres que parlotean mientras tejen tapetes de rafia, de loscanales pensiles cuyas cascadas mueven las palas de los molinos: pero la imagen queestas palabras evocan en tu conciencia iluminada es el gesto que acerca al mandrilhasta los dientes de la fresa repetidos por millares de manos millares de veces en eltiempo fijado por los turnos de los equipos. Si he de explicarte cmo el espritu deOlivia tiende a una vida libre y a una civilizacin refinada, te hablar de damas quenavegan cantando por la noche en canoas iluminadas entre las orillas de un verdeestuario; pero es slo para recordarte que en los suburbios donde desembarcan todaslas noches hombres y mujeres como filas de sonmbulos, hay siempre quien en laoscuridad rompe a rer, da rienda suelta a las bromas y a los sarcasmos.Esto quiz no lo sabes: que para hablar de Olivia no podra pronunciar otrodiscurso. Si hubiera verdaderamente una Olivia de ajimeces y pavos reales, detalabarteros y tejedores de alfombras y canoas y estuarios, sera un msero agujeronegro de moscas, y para describrtelo tendra que recurrir a las metforas del holln,del chirriar de las ruedas, de los gestos repetidos, de los sarcasmos. La mentira noest en las palabras, est en las cosas.