Las comunidades en la región de Huamanga 1824-1968

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LAS COMUNIDADES EN LA REGION DE HUAMANGA 1824 - 1968 Jaime Urrutia Ceruti* Antonio Adriano Araujo** Haydeé Joyo*** * Profesor de la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga. **Estudiante de Historia de la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga. ***Estudiante de Historia de la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga. [Material editado para su divulgación por el “Portal del Sarhuino ” en España 2011].

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LAS COMUNIDADES EN LA REGION DE HUAMANGA

1824 - 1968

Jaime Urrutia Ceruti* Antonio Adriano Araujo**

Haydeé Joyo***

* Profesor de la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga.

**Estudiante de Historia de la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga.

***Estudiante de Historia de la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga.

[Material editado para su divulgación por el “Portal del Sarhuino” en España 2011].

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LAS COMUNIDADESEN LA REGIÓN DE HUAMANGA

1824-1968

Jaime Urrutia Ceruti*Antonio Adriano Araujo**

Haydeé Joyo***

REFLEXIONES GENERALES

Es un reto demasiado grande pretender siquiera esbozar unahistoria de la comunidades en nuestra región, sobre todo sitenemos presente que no se dispone de estudios monográficossuficientes, por un lado, y, por otro, que nos enfrentamos al vacíode investigación del siglo XIX en nuestro espacio huamanguino.Solo es posible, entonces, delinear algunas ideas surgidas de unainvestigación en curso que, recurriendo básicamente a losdocumentos existentes en el Archivo Departamental de Ayacucho,trata de definir los procesos centrales y las realidades básicas porlas que han atravesado las comunidades en nuestra región rural.De otra parte, el «ritmo» registrado en los documentos sobrehechos relacionados con la vida de las comunidades es «lento»,negando casi al silencio por muchos años, lejano durante

* Profesor de la Universidad San Cristóbal de Huamanga.** Estudiante de Historia de la Universidad San Cristóbal de Huamanga.*** Estudiante de Historia de la Universidad San Cristóbal de Huamanga.

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otros; apenas nos llegan -en una documentación hecha por y paramistis- ecos de la vida campesina de los siglos XIX y XX. Quedandefinidas, pues, las limitaciones para un trabajo más profundo

La primera suposición generalizada es aquélla que señala quela pérdida de recursos comunales en momentos inmediatamenteposteriores a la independencia -gracias, fundamentalmente, a losdecretos emanados de las constituciones liberales que veían en laposesión comunal de los recursos un freno para el desarrollo delcapitalismo en el país- posibilitó el crecimiento de la gran propiedad.Si nos remitimos a los juicios registrados por la Corte Superior deJusticia, es recién —en términos globales- a partir de 1835 y hasta1855 que las comunidades parecen resistir una mayor presión departe de los hacendados sobre los recursos que disponen (vercuadro l); pero, luego de 1855, esta presión aparentementedisminuye y, más bien, son las propias haciendas las que enfrentanel inicio de un largo ciclo de parcelación y litigios entre ellas. Lacurva de diezmos en la región nos demuestra la contracción de laeconomía luego de la independencia, en un proceso de declinacióniniciado en plena guerra separatista; este proceso de contracciónse acentúa precisamente en el período que se señala (cuadro 1)como el de mayor «agresividad» de la hacienda sobre los recursoscomunales.

De hecho, el espacio regional no es homogéneo en cuanto a lapropiedad de la tierra; en otro trabajo (Urrutía 1981) hemos señaladoque las provincias norteñas son territorios casi exclusivos dehaciendas, si bien este nombre involucra propiedades muy disímilesentre sí; desde el gran latifundio de la quebrada de San Miguel o delas punas hasta los «funditos» de los valles adyacentes a la ciudadde Huamanga (ver mapa l). En este «mar» de haciendas, cuyocentro es la misma ciudad de Huamanga, «navegan» algunas delas comunidades más grandes de la región, convertidas con larepública en capitales de distrito y fuentes de mano de obra y deconflictos para la gran propiedad: Vinchos, Socos, Quinua,Huamanguilla, por citar las más importantes; la realidad del sur,desde las alturas de Pampa Cangallo hasta el Sarasara, muestrauna presencia comunera con recursos básicamente altoandinos yde zona quechua, no «atosigada» por las haciendas, si bien algunasde éstas existen en todas las regiones.

De aquellas comunidades «sumergidas» en el mar de

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haciendas se desprenderán muchas otras pequeñas a lo largodel presente siglo, en un proceso contemporáneo con ladecadencia de las haciendas; pero es también allí, en esas grandescomunidades cuya mayoría proviene de importantes núcleosmitimaes prehispánicos que surgirán, originariamente, procesosde privatización de recursos y diferenciación interna, asi como dedisolución de instituciones tradicionales; tanto la calidad de losrecursos mismos cuanto la cercanía y relación con los circuitosmercantiles contribuyen a ese proceso de disgregación comunal;en el sur, en cambio, sólo a fines del siglo pasado se inicia lacompra-venta en las comunidades, aunque el proceso tanfácilmente enunciado no se presenta con tal claridad, puesto quecomunidades como Sarhua, por ejemplo, disponen a inicios desiglo, como veremos, luchas contra la privatización, como únicavía para evitar una marcada diferenciación y una concentraciónabusiva de recursos en manos de algunos comuneros.

Nosotros partíamos en nuestra investigación del supuesto queen un período de contracción económica, y ante la expansión de lashaciendas, los conflictos intercomunales también aumentabansignificativamente; de hecho, son pocos los conflictos registrados enel siglo XIX, si bien debe tenerse en cuenta que muchos de estosconflictos no transitaron por papeles ni corredores de la justicia misti,por lo cual sería necesario seguir el rastro casi en cada arcón comunal,pues continuamos en la suposición de conflictos mucho másnumerosos y sostenidos de los que hemos hallado (ver cuadros 2 y3). Para el siglo XIX, y desde la independencia, son menos de 20 losconflictos iniciados en los tribunales por comunidades contra otrascomunidades, reconociéndose en ellos, básicamente, los antológicosy brutales enfrentamientos de las comunidades de la cuenca delQaracha, territorio libre de haciendas (Lucanamarca, Sarhua,Huancasancos, Espite), y los otros enfrentamientos de la «banda deenfrente» (Chuschi, Quispillaqta, Vinchos). En 1875, un juicio embarcaa casi todas ellas en la defensa de lo que cada una considera suslinderos de pastos; es, como veremos, el inicio del ciclo ganadero enla región (ver Montoya, 1980), y los recursos posiblemente se vuelvenmás codiciables que en otras coyunturas. De hecho, las quejas contralas autoridades locales (gobernador, juez de paz y cura) son másfrecuentes en los documentos registrados antes de la guerra conChile, lo cual no descarta el siempre latente conflicto por linderos,

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abigeato o aguas que hace explotar, a veces con violencia, losequilibrios intercomunales del sur de la región.

La estructura de dependencia de las comunidades implica,ya lo dijimos, la intermediación abusiva de dos autoridadeslocales: gobernador y juez de paz. A partir de su posición depoder, los gobernadores intentarán, como mistis que son,apropiarse de recursos en el ejercicio de su cargo -los ejemplosabundan a lo largo del siglo XIX, y los curacas, varayos, etc.intentarán proteger los recursos comunales:

«Agustín Pacheco, Cayetano Benítez, Manuel Alfaro,Manano Yrilla (y otros)... y demás curacas y cobradoresdel distrito de Anco... no podíamos sufrir tantahostilización de este Sr. Tello con nombre deGobernador... que desde que nos invocó con nombrede gobernador... estamos tan hostilizados... y hacedegollar nuestros animalitos...» (JPI: leg. 5 1; Cuad. 039,1843).

Frente a las autoridades directamente representativas delorden estatal y de sus leyes, con presencia cada vez máscreciente, las comunidades se organizan alrededor de unajerarquía interna de cargos que, con ligeras variantes enalgunas zonas, culmina en los varayos como autoridadesmáximas representativas de cada comunidad; aún en la mitaddel siglo XIX se mencionan «curacas» como personajesrepresentativos en juicios seguidos por comunidades, tal comovimos en la cita anterior, pero a lo largo del siglo XIX la mencióna éstos irá desapareciendo, para hacer prevalecer la autoridadde los alcaldes «de vara» y alcaldes «de campo» quienes, haciael último tercio del siglo pasado, ya detentan la máxima autoridadal interior de las comunidades. La dualidad de alcaldes coincidecon otra dualidad bastante extendida en la región y quepermanece en muchas comunidades aún en nuestros días;Hanan y Hurin son muchas veces elementos de referenciacuando se trata de litigios en las comunidades; estas mitadesson consideradas «ayllus», diferenciándose de divisiones deotro tipo, como la de ayllus de mitimaes en comunidadestambién de la región y también vigentes durante el siglopasado: «tierras de la comunidad de Quinua del ayllu.Anansayocc» y «tierras del ayllu Cañari», ambas de la comunidad de

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CUADRO No. 2Comunidades en Litigios

Comunidad Parte Año MotivoContraria

Acosvinchos matrimonio 1825 Robos y abusosIquicha Estado 1825/1840 LevantamientoSocos hacendado 1826 Despojo de tierrasTotos-Paras diezmero 1827 Oposición a diezmosHuayhuaca hacendado 1828 TierrasQuinua tintillero 1828/1843 Posesión ilegal de tierrasAcosvinchos usurpador Tierras usurpadas por deudaVinchosSocosPaccha municipalidad 1831 Oposición a reparar puente

del PongoraTambillo diezmero 1831 Abusos físicos para cobrar

diezmosCachi gobernador 1831 Abuso de autoridadChiara gobernador 1831 Abuso de autoridadParqay vecino 1833 Despojo de tierra a 35

indígenasSantiago hacendado 1835 Asonada y ocupación detierrasHualla gobernador 1835 Abuso de autoridadHuamanguilla familia 1836 Pertubar tierras de comuni-dadHualla Estado 1837 Motín contra contribuciónCcarhuauran juez de paz 1838 Abusos para obtener regalosVischongo gobernador 1838 Abusos para obtener regalosQuinua gobernador 1838 Abuso en contribucionesChusqui/Quis-pillacta Cachivinchos 1839 Robo de ganado y bienesHuamanguilla hacendado 1840 Litigio por tierrasQuinua cura 1840 Litigio por tierrasChaviña hacendado 1840 Litigio por tierrasHuambalpa intendente 1840 AbusosChanin Arr. Pomacocha 1841 Por privar de libertades indi- vidualesSantiago juez de paz 1843 ExcesosAnco gobernador 1843 Hostilización para contribuirVinchos hacendado 1843 Litigio por tierrasCachi-Vinchos monja 1844 Litigio por tierras

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Colcabamba hacendado 1844 Flagelaciones, robos, asesinatosSocos hacendado 1845 Entrega de documentosPacaycasa gobernador 1846 Oposición a contribuciónPaccha juez de paz 1846 AbusosAndamarca gobernador 1846 Despojo de tierras comunalesPomabamba forastero 1846 Uso de tierras comunalesCachivinchos monja 1846 Deslinde y propiedad de tierrasSocos Rancha 1846 Barbecho ilegal de tierrasQuinua gobernador 1847 Devolución de echaderosMaynay hacendado 1848 Uso del agua de riegoPaquec/ChacoHuamanguilla hacendado 1848 Despojo de tierrasVinchos hacendado 1848 Despojo de tierrasSocos hacendado 1848 Despojo de tierrasPaccha hacendado 1848 Despojo de tierrasPomabamba forastero 1846 Uso de tierras comunalesCachivinchos monja 1846 Deslinde y propiedad de tierrasSocos Rancha 1847 Barbecho ilegal de tierrasQuinua gobernador 1848 Devolución de echaderosMaynay hacendado 1848 Uso del agua de riegoPaquecChacoHuamanguilla hacendado 1848 Despojo de tierrasVinchos hacendado 1848 Despojo de tierrasSocos hacendado 1848 Despojo de tierrasPaccha hacendado 1848 Despojo de tierrasChuschi forastero 1849 Oposición a compra de tierras

por forastero.Pomabamba grupo indios 1850 Posesión de tierrasQuinua hacendado 1851 Litigio por tierrasdesconocida Allarpo 1851 Litigio por tierrasHuamanguilla hacendado 1852 Litigio por tierrasQuinua hacendado 1852 Juicio por deuda anteriorHuamanguilla indígena 1852 Posesión incorrecta de tierrasMaynay Reg. Aguas 1852 Reparto arbitrario del riegoQuinua hacendado 1856/62 Litigio por tierrasPinahua hacendado 1858 Litigio por tierrasApucancha juez de paz 1859 Expropiación y despojo

injusto de tierrasAnchachuasi invasores 1861 Pide linderación para evitar

invasores

Comunidad Parte Año MotivoContraria

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Chilcas familia 1861 Quieren quitarles «tierra de mita»Cordoba hacendado 1861 Litigio por estancia y pastosRancha hacendado 1862 Usurpación de tierrasPoma gobernador 1866 Despojo de tierras comunalesHuando vecino Acoria 1870 Litigio con haciendaPomahuasi hacendado 1870/75 «Asonada», litigio por tierrasAcoria hacendado 1871/73 Deslinde, litigio por tierrasSancos hacendado 1872/79 Compra de moyas comunalesChigua hacendado 1872 Restitución de tierras de Hda.Manta Auccara 1872 Deslinde de usurpac. TierrasLucanamarca Sarhua 1875 Pastos en litigioAcobambilla Manta 1875 Litigio por tierrasLucanamarca/Es-pite/Chuschi/Sarhua/Sancos/Vilcanchos/Chiara vecino 1876 Usurpación de tierrasHuanta-Huanca municipio 1877 Remate ileg. de tierras comunalesMamacocha hacendado 1878 Litigio por tierrasTincacc Manchiri 1881 Deslinde por tierrasColta Oyolo 1886 Acta de conciliaciónLorccaje Estado 1886 LevantamientoTambo Estado 1886 LevantamientoChuschi/Pujas gobernador 1887 Levantamiento contra

matrículaProv. Cangallo subprefecto 1887 Descontento de todas las comu-

nidades contra contribuciónSocos cofradía 1887 Reclamo terr. a Pdte. Repúb.Chihua hacendado 1888 Tierras de mita usurpadasHuaribamba hacendado 1888 Litigio por tierrasChihua hacendado 1888 Quieren cobrar deudas con

bienes comunalesSancocirca hacendado 1889 Piden amparo de propiedadMacachacra gobernador 1890 Oposición a contribuciónHuaribamba Yanaconas 1890 Litigio por tierrasAnyama Antaparcco 1891 Desvío río en lluvias (daños)En toda región 1891-93 Oposición a moneda feble

«boliviana»Querobamba Estado 1892 Reparto «ilegal» tierr.p.varayosPuente Anos 1893 Abigeato

Comunidad Parte Año MotivoContraria

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Fuentes: Corte Superior de Justicia, Juzgado de Primera Instancia, Prefectura,Archivo Departamental de Ayacucho.

Pomabamba, son ejemplos mencionados en 1846, entre otros,cuando ambas comunidades inician juicios por usurpación detíenus contra mistis o forasteros:

«José Yahuachi, ciudadano natural del pueblo deQuinua, con permiso de mi señor gobernador y a nombrede los alcaldes auxiliares, de los ministros de vara (así)como los mayores de ambos ayllus Anansaya yLurinsaya de aquel pueblo».

Comunidad Parte Año MotivoContraria

Pampas hacendados 1893 Usur. de tierras comunalesSta. Ana/S. Pedro cura 1893 Abuso tarifas eclesiásticasAcosvinchos Estado 1893 Contra gobernadorPampas/Cochamarca juez de paz 1894 Litigio por tierrasTotos gobernador 1894 Oposic.a nombram. Gobernad.Challhuanca Estado 1894 Enfrentamiento de ejércitosHuancasancos gobernador 1895 Cambio gobernad. P. Incompet.Sancos comisario 1896 Abuso, multas y prisiones por

querer terrenosVilcas/Manchiri/Tinca, etc.Pomabamba Chivilla 1896 Oposición a entrega tierras en

posesiónCarapo cura 1896 «Primicias» atrasadasManchiri Estado 1896 Apoyo a CáceresEn toda la 1896 Contra el impuesto a la salregiónOngoy hacendado 1896 Restitución de tierrasHuachuas hacendado 1896 Invasión hacienda p. CompraLaramate vecino 1897 (?) Destrucción de cerco privadoManchiri vecino Carapo 1898 Usurpac. De tierras comunalesSancos vecino 1898 Usurpación de tierras y sguaAyahuanco gobernador 1898 Levantamiento contra gobern.Sarhua vecino Lucanas 1898 Usurpac. De tierrasSarhua Lucanamarca 1899 y ss. Arriendo de pastos y usurpac.Quije hacendado 1899 ¿1939? Usurpac. De tierras

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Está bastante claro que la autoridad de los alcaldes auxiliaresy varayos se subordina a las órdenes de los gobernadores, perotambién es claro que al interior de las comunidades los alcaldesvaras y «camayos» (ancianos) son quienes mantienen en elsiglo pasado el equilibrio del grupo y ocupan los espacios depoder interno, actuando como elementos aglutinadores delgrupo que representan; en otras palabras, están plenamentelegitimados y sus decisiones son atendidas por los comunerosinvolucrados en ellas; de allí que -al revisar los documentos deljuzgado, por ejemplo, se encuentren pocos casos donde loslitigios o conflictos internos entre indígenas hayan alcanzadolos tribunales de justicia-, mientras que los pleitos iniciados y

Cuadro 3Principales litigios intercomunales registrados

entre 1824-1899Demandante Demandado Año MotivoChusqui Cachivinchos 1839 Robo de ganado y bienesSocos Rancha 1846 Barbecho ilegal de tierrasdesconocido Allarpo 1851 Por posesión de tierrasPomabamba varios indios 1850 Por posesión de tierras comunalesAnchachuasi (invasores) 1861 Pide linderación para evitar

invasores.Manta Auccapa 1872/

1873 Usurpación de tierrasLucanamarca Sarhua 1875 Pastos en litigioAcobambilla/ Auccapa 1875 Litigio de linderos (varios presos)/MantaLucanamarca/Sarhua/Huanca-sancos/VilcanchosChuschi/EspiteTincacc Manchiri 1881 Deslinde de pastosColta/Oyolo 1886 Acta de conciliación

(continuas luchas)Anyama Antaparcco 1891 Daños por desvío de río en lluviasPuente Ancos 1893 AbigeatoPomabamba Chirilla 1896 Oposición a deslindeSarhua Lucanamarca 1898/

1955 Usurpación de tierrasSarhua Lucanamarca 1898/ Arriendo de pastos y usurpación.

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desarrollados por «mistis» o forasteros parten de trámitesnecesarios para la expropiación abusiva de los recursos deindígenas. Ante los usurpadores o los ansiosos de apropiación,las autoridades comunales son precisamente las Principalesenemigas; el gobernador aparece así en toda la dimensión desu importancia y es la alianza con él la que resulta fundamentaly la que ampara todos los abusos cometidos contra los indígenas.

PERIODOS IDENTIFICABLES EN LAS COMUNIDADES DE LAREGIÓN DE HUAMANGA (1824 -1968)

El estado actual de nuestra. investigación nos induce aproponer, tentativamente, cuatro períodos, a nuestro pareceridentificables. Además de resultar un recurso metodológico, losperiodos que a continuación especificamos han sido fijados,básicamente. en función de las tendencias y procesos centralesreconocibles en las comunidades de la región.

1824-1870Favre (1985) ha señalado, para el caso de los Asto de

Huancavelica, la finalización en 1830 del largo proceso de pérdidade la identidad étnica, así como la paralela «homogenizaciónsocial» y la atomización política. Para el caso de Huamangahabría quizá que reconocer el mismo proceso en la región dehaciendas, hacia el norte; mientras que en el sur la identidad semantiene un período mayor por ausencia de la gran propiedad.

De 1824 a 1870 el dominio ejercido por grupos descendientesde mitimaes sobre los recursos, en su mayoría condicionó ofortaleció actitudes comunales; si bien la disgregación de laidentidad étnica, —como señala Favre- parece ser ya unaevidencia a fines del siglo XVIII (siglo que aparece como el demayor agresividad de parte de la gran propiedad); de otra parte,se insinúa también desde fines de ese siglo la recuperacióndemográfica en toda la región (la visita de Huamanga de 1770así lo muestra).

De la historia de comunidades luego de la independencia, resaltala sublevación de los iquichanos -que durará casi hasta mediadosde siglo- y la oposición a ella del nuevo orden y sus clases

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dominantes, que deben recurrir a comuneros libres (losmorochucos de Cangallo) para defenderla ciudad de Huamanga.Pasado el peligro iquichano encontramos un aumento en lasquejas contra apropiación de tierras de parte de las haciendas.Nos parece, como dijimos, que entre 1835 y 1855 la granpropiedad tiende a acaparar recursos comunales.

La supresión en 1853 del tributo no implicó la eliminaciónreal de muchas cargas impuestas a los indígenas y comunidadesen la región y en todo el país; censos y contribuciones, los dosmecanismos de exacción más extendidos, continuaron frenandono sólo el desarrollo de las comunidades indígenas sino tambiénel de las mismas haciendas, que nunca pudieron librarse, a lolargo de su historia, de las pesadas cargas tributarias queimpidieron una acumulación primitiva que hubiera generado otrascaracterísticas de producción en la región. La toma de concienciapor las comunidades ante el abuso es ilustrado con el siguienteejemplo:

«El proceso criminal contra el joven Mariano Flores pordenominarse protector de la comunidad e incentivar alos indígenas a que no pagasen los censos ycontribuciones y a fuerza de pleito sacar libre lashaciendas de Huacaurara, Catarrara, Pampachacra,Sayhuapata y otras para luego repartirse entre ellos (losindígenas)». (CSJ, leg. 896, f. 6,1846-1869.)

Esta expresión de radicalismo en la comunidad de Quinua coincidecon la supresión del tributo ordenada por Castilla, precisamente enAyacucho, como mecanismo de obtención del apoyo indígena en sulucha por el poder, lo que ha sido señalado por varios historiadores.Sin embargo, a pesar de la supresión oficial o de protestas como lareseñada, los impuestos continuaron apretando su tenaza y lasrevueltas -si bien esporádicas, a veces muy violentas- no eliminaronel sistema de impuestos ni variaron el orden por el cual este sistemasobrevivía.

Al lado de los impuestos y las autoridades locales, del gobernadory el juez de paz, la figura y el rol de los curas rurales –»chacracurakuna», en el lenguaje popular huamanguino- resultanclaro ejemplo de las limitaciones a las que se enfrentan los indígenas.

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Fueron los curas, creemos, los Principales acaparadores detierras y recursos comunales a lo largo del siglo XIX e inicios delsiglo XX; ser cura resultaba, al parecer, una vía de «acumulaciónsimilar a la de comerciante, arriero o ganadero. Abundan lostestamentos en el Archivo Departamental de Ayacucho, como eldel presbítero Mariano Saturnino Muñoz, cura de Acobamba, enAngaraes, quien llegó a su diócesis sin mayores bienes propiosy luego de varios años de ejercer en la zona incluye en sutestamento las haciendas Socos y Chaupimayo, las cuales donaa su madre e hija, respectivamente; para salvarse en la eternidad,destina el producto de la venta del ganado que se hallaba enesas haciendas para, gastos al momento de «entregar su almaal señor». Ejemplos como éste de 1864 pueden hallarse encualquier momento del siglo pasado y prácticamente en cualquierrincón de la región; la dependencia ideológica indígena hacia elcura resulta mayor que hacia cualquier otra autoridad, y loschantajes ante las protestas de los comuneros son entoncestomados con mucho mayor temor: imposibilidad de enterrar alos muertos, de bautizarse, de realizar misas, etc. Los curas semuestran inflexibles y rapaces cuando se trata de obtener las«primicias» (derechos cobrados en especies) de lascomunidades, o aumentar arbitrariamente sus tarifas porservicios:

«…habiendo puesto en conocimiento del P~ de estaDoctrina D.D. Mariano M. Aybar, quien no ha dadocumplimiento a dicho arancel, por el contrario hacobrado y cobra a su arbitrio, motivo por el que losvarayos a pedimento de la comunidad fueron a esaciudad (de Huamanga) a reclamar... y lejos de sacaralgún provecho en favor de este pueblo, se asegurahan sido reducidos a prisión y sometidos a juicio» (Pref.Of. Rec.; S.P. Ayacucho; leg. 02,1893-1899).

Un escritor ayacuchano señala, para 1933:«Es fácil observar que por esta manera de comprenderlos trabajos agrícolas dándoles un carácter religioso, losclérigos que desempeñan los curatos y las parroquias seaprovechan para adjudicarse tierras, resultando a la larga

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verdaderos hacendados o entregando el dominio de lastierras a los conventos o iglesias que son los que en lasierra van acaparando o inmovilizando los capitales»(Parra, 1933: 17; el subrayado es nuestro).

El mismo Parra comenta agudamente el acaparamiento derecursos comunales por las cofradías, indirectamente controladaspor el cura y pequeños grupos de poder al interior de lascomunidades: «como se ve, hasta los santos tienen interés enlas comunidades» (Ibid:18).

En resumen, los curas resultan la punta de lanza del sistemade despojo permanentemente acechante sobre los recursoscomunales, lo cual motiva numerosas quejas y rebeliones contrasu autoridad a lo largo y ancho de la región.

Paralelamente a esta siempre depredadora presencia de loschacracurakuna, luego de la mitad del siglo XIX parece reducirse-como hemos señalado- la presión de las haciendas sobre losrecursos comunales, al iniciarse un proceso de fragmentaciónpor herencia y compra-venta de ellas, que se acentuará haciafines de siglo. Es significativa la relación de juicios entre supuestosherederos registrados luego de la mitad del siglo XIX hasta elpresente siglo; en realidad, la mayor incidencia de juicios estáen relación con haciendas .que podríamos llamar «de segunda»pequeñas o pobres en recursos, casi meramente proveedorasde productos obtenidos con trabajo servil de los colonos oyanaconas, para consumo de los propietarios rentistas; los líosderivan incluso en agresiones físicas y juicios criminales. Creemosque se reconocen dos procesos: de una parte, las tierrascomunales continúan sosteniendo, en términos generales, a losgrupos propietarios indígenas, a pesar de las leyes y trucosexistentes para despojarlos; de otra parte, se manifiestanclaramente los límites del desarrollo, e inclusive de la reproduccióndel sistema de haciendas, pues la ola de litigios se une a lascargas tributarias que limitan las posibilidades de acumulación ode inversión por los hacendados.

Por otro lado, los litigios intercomunales, básicamente por tierrasde pastos de altura, mantienen los mismos niveles oficiales durantetodo el siglo XIX (ver cuadro 3).

Reconocemos que muchos de los conflictos existentes entre

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las comunidades (dicho sea de paso, ¿existirán comunidadesvecinas colindantes?) no constan en los documentos registradosen el Archivo Departamental de Ayacucho, por lo que proponemosel estudio comparativo de comunidades vecinas a partir de losdocumentos archivados por cada comunidad. Muchos de losconflictos se han solucionado y se solucionan -por lo menos,transitoriamente- con acuerdo escrito de las partes, y el métodode la historia local puede resultar tremendamente provechoso,no sólo por los conflictos mismos que se puedan analizar sinopor la mejor aproximación a la evolución de las comunidades«desde abajo».

1870-1915En estos años son varias las coyunturas que inciden en la

evolución de las comunidades en la región, además de lacontinuación de los procesos más lentos y sostenidos descritosanteriormente. Nos parece encontrar en este período:- La guerra con Chile y la crisis posterior.- Un ciclo en alza ganadero-lanero, cuya curva está aún

por establecerse con precisión para toda la región..- El aumento en la producción de trigo.- Los intentos de «colonización» de la ceja de selva del

Apurímac.La guerra con Chile movilizó distintamente al campesinado de

la región. Si bien no hubo casi acciones bélicas entre los ejércitosbeligerantes, salvo la resistencia en Huanta a la expedición chilenadestacada en persecución de Cáceres, las campañas deresistencia incorporaron posiblemente importantes contingentesde comuneros de la región; no hemos podido aún analizar cuálesfueron los sectores que se incorporaron al ejército de Cáceres,pero sublevaciones posteriores nos permiten insinuar una adhesiónmuy definida en comunidades del río Pampas y de la zona de SanMiguel, a las cuales se unen los movilizados detrás (te los caudilloscaceristas locales, de los cuales Miguel Lazón, terrateniente deHuanta, es el más destacado ejemplo. Además de estos sectorescampesinos, cabría recordar el apoyo al «ejército de la resistencia»de parte de artesanos, pequeños Comerciantes y arrieros de lamisma ciudad de Huamanga, ejemplificado en el enfrentamientode Cáceres con Frías, en el llamado combate de Acuchimay.

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Muy tentativamente podemos proponer la hipótesis que lascomunidades dueñas de sus recursos, sin interferencia dehaciendas, y los sectores populares urbanos más mercantiles, esdecir, morochucos, pequeños comerciantes, viajeros, artesanos,minifundistas del valle de Huanta, así como comunidades ganaderasdel sur apoyaron o formaron parte del ejército de resistencia; por elcontrario, siervos y yanaconas, o miembros de comunidades«esclavas» fueron relativamente indiferentes al conflicto. No estádemás recordar que en el centro del territorio terrateniente, la ciudadde Huamanga brindó una acogida casi generosa, sin dificultades, ala expedición chilena, y Cáceres impuso una y otra vez cupos a losterratenientes huamanguinos, muchos de los cuales luego, poropción lógica, se convirtieron en pierolistas activos.

En este período, la mejora en la demanda de ganado y lanasbenefició, sobre todo, a las comunidades del sur, dueñas de recursosadecuados para participar en el mercado creciente de ganado enpie y de fibra. Hasta fines del siglo pasado los circuitos de ferias,que eran los que conectaban cíclicamente la demanda del mercadocon la oferta campesina, funcionaron dinámicamente en cada unade las zonas donde aquéllas se realizaban (Urrutía 1982). Si bien lacreación en 1870 del departamento de Apurímac y eldesmembramiento oficial de la provincia de Andahuaylas restaroncierto poder a la clase dominante ayacuchana, ello no hace sinodemostrar, entre otras cosas, el peso que los circuitos del sur habíancobrado en la región.

Desde Huancasancos hasta Parinacochas, el impacto de lademanda de ganado y lanas es mayor que en el resto de la región,y los mecanismos de comercialización se enlazan con el uso delpoder local o los lazos establecidos en las comunidades:

«Los pocos que saben leer y que pueden serGobernadores, reciben abilitaciones (sic) de losobligados, colectores de ganados, esto reparten a lostenientes que deben ganar algo, de modo que lospropietarios o dueños de res reciben el dinero yaaquilatado, es una verdadera plaga la que existen (sic)en esos pueblos» (Pref S.P. Luc. leg. 26, 1874-1899).

El crecimiento del abigeato -endémico en la región a lo largo desu historia- alcanza cifras bastante preocupantes en las dos últimas

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décadas del siglo pasado; las ferias, por supuesto, permitencomercializar el ganado hurtado, como lo evidencia lacorrespondencia prefectural:

«... mas aseguro a ud. que estando próximo (sic) arealizarse la feria del Rosario, en la provincia deParinacochas, a principios del próximo mes(noviembre) se encontrará en aquella (el acusado deabigeato) pues concurren centenares de personas»(PreL; Of. Rec. S.P. Lucanas, leg. 26,1874-1899).

En la provincia de Huamanga el principal cultivo mercantilera el trigo, hasta su definitiva decadencia en las dos primerasdécadas del presente siglo, cuando su poca calidad y altoprecio lo colocaron en irremediable desventaja frente al trigoo harinas importados.

No disponemos aún de series de producción y precios deltrigo en la región para el siglo XIX e inicios del presente, perosi nos remitimos a la opinión de autores de entonces la quejapor el colapso de la producción es generalizada; debeseñalarse, igualmente, que en décadas anteriores al períodoque estamos analizando este cultivo abarcaba áreas mayores.

Por su parte, y en mayor relación con la economía de lascomunidades, los intentos de colonización de la selva -yaocupada fundamentalmente en el cultivo de la coca- sonbastante mas continuos después de la guerra del Pacífico.Las comunidades de la vertiente oriental disponían de accesodirecto a t ierras de montaña, e inclusive nombrabanautoridades comunales allí, como fue el caso de Iquicha yChungui.

A los señalados corno procesos reconocibles en esteperiodo debemos añadir que, entre 1885 y 1915, la región esescenario de encuentros conflictivos en los que participaráncomo actores Principales las comunidades: oposición a latributación y la «matricula», rebelión contra el impuesto a lasal, oposición a autoridades pierolistas, oposición al trabajogratuito en las ciudades y larga Protesta contra la introducciónde la moneda feble, llamada «boliviana».

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La oposición a la contribución es bastante más generalizada delo que se pueda haber pensado, y las «asonadas» contra ellas sesuceden, desde 1887, en muchas. comunidades de Cangallo, VíctorFajardo y Lucanas. El Estado quiere cargar la crisis de la posguerraen los indígenas y éstos se resisten tenazmente; lo demuestra en1896 la rebelión contra el impuesto a la sal, impulsada violentamentepor los campesinos y comunidades de Huanta, La Mar y Huamanga.Inclusive el argumento usado por los enemigos de Lazón, el caudillocacerísta latifundista de Huanta, es que éste pretendía el pago dela contribución personal; la protesta contra este rumordesencadenará la muerte del mismo Lazón y la violenta represiónde las comunidades en 1890. El fenómeno se repite en Cangallo yen Lucanas, donde:

« ... los indígenas de esta población se resisten a sermatriculados en el Padrón General de Contribuciones deesta provincia; parece que hubiese una mano oculta queinstigue a aquellos para tal resistencia» (Pref. Oí. Rec.,S.P. Luc. leg..26,1874-1899).

Las autoridades caceristas en ejercicio achacan a sus enemigospierolistas lo que era una protesta legítima y generalizada.

Los desaciertos de la política gubernamental se ahondan con laintroducción de la llamada moneda feble, que genera una masivarespuesta de protesta en toda la región por la pérdida de liquidezque significaba su cambio.

Esta protesta nos revela que, además de los sectores urbanosrelacionados con la circulación mercantil, el uso de dinero en efectivode alguna manera está presente también en la vida de lascomunidades, pues las quejas no sólo provienen «(del) comercio,sino de los vecinos y especialmente de la clase trabajadora ymenesterosa de los diversos pueblos» como dice el subprefectode Parinacochas en 1891. El motín, en 1892, de los sectorespopulares de la ciudad de Huamanga es el máximo momento deoposición, pero quienes están en el circuito de ganado y lanas, o el,de productos agrícolas, sean comuneros o no, se resisten a canjearsu dinero por la devaluada moneda feble.

Como señalamos anteriormente, el apoyo a la resistencia deCáceres contra los chilenos se puede apreciar a posteriori en las suble-

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vaciones producidas al asumir los pierolistas el gobierno en 1895.Así, por ejemplo, los comuneros de las alturas de san Miguelcercan esta capital de provincia:

«...para hacer resistencia a mano armada puesto queel General Cáceres, a quien vivaban, estaba próximo allegar con 60,000 (sic) hombres para apoyarles y otrosadefesios tendientes (sic), al desconocimiento del actualJefe Supremo del Estado» (S.P. La Mar, leg. 22,1878-1899).

En este mismo período el fraccionamiento de la granpropiedad se acentúa, pero en las áreas de haciendas deproducción mercantil con demanda significativa: coca, azúcar,algunas zonas trigueras, pastos y ganadería se fortalece. Estambién a fines del siglo pasado que la propiedad privadadefinitiva -es decir, al margen del control directo de las autoridadescomunales- se va introduciendo en territorios de comunidad.

Puede reconocerse en este período la existencia de otrosprocesos confluyentes: crecimiento del mercado, pequeño intentode modernización y expansión del aparato del Estado y búsquedade recursos fiscales. En 1888, el gobierno impulsa inclusive unproyecto de ley de «abolición completa» de las comunidadescampesinas en toda la república, buscando con ello la introducciónde la propiedad Privada definitiva al interior de las comunidades;sin embargo éstas, en términos generales, continuaron funcionandoalrededor de sus propias autoridades y normas en cuanto al accesoa los recursos disponibles; así, el reparto de tierras en muchascomunidades siguió siendo, como desde siglos atrás,responsabilidad de la máxima autoridad indígena, en esa época, elvarayoc. El Estado también dictara normas para eliminar esta formade reparto y fortalecer el mercado de tierras y -en su lógica- dinamizarla producción al interior de las comunidades; pero las comunidadestenían otra lógica y es por ello que a la disposición gubernamentalque prohibía el reparto de tierras por los varayos, las mismasautoridades políticas de Lucanas responden, en 1892:

«…acerca de la repartición de tierras que hacen losvarayos... sólo tengo que añadir... que esta costumbre

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perniciosa es general en esta Provincia y la autoridadtoma parte únicamente cuando hay reclamo de algúninteresado, de lo contrario se ven despojados losposeedores de muchos años de las dehesas o tierrasde cultivo» (subrayado nuestro).

En otras palabras, allí donde las comunidades han mantenidosu acceso a los recursos merced a una cohesión interna adecuada,los varayos siguen siendo el poder principal por carencia deautoridades representativas y legitimadas del Estado; pero en lascapitales de distrito en las regiones de hacienda o en las áreas deproducción eminentemente mercantil, los varayoc son, cada vezmás, un elemento puramente decorativo, y la recurrencia por loscampesinos a las autoridades «nacionales» (estatales) es mayor.De esta manera se tendrá que, en el primer caso, el mercado detierras es prácticamente nulo, mientras que en el segundo lacompra-venta de parcelas se acentúa, si bien la transacción seejecuta al interior y entre miembros de la comunidad.

El panorama comunal se complica, si consideramos que laintermediación legal debe efectuarse obligatoriamente a travésde los «apoderados», generalmente mistis con acceso a loscomplicados trámites judiciales; después de todo, ser apoderadode una comunidad no era mal negocio para algunos: el secretariode la municipalidad de Huamanga, en 1888. reclama por susgestiones 17 vacas de s/.18 c/u, 4 burros de 15 pesos, dos añosde herbaje 6 fanegadas de trigo y otras especies, que Sumabanuna cantidad tan considerable que se originó un juicio entre lacomunidad y su intermediario, reclamando éste la cancelación desus honorarios. A partir de este ejemplo podríamos plantearnos lanecesidad, para una historia social regional, de investigar quiéneseran requeridos como apoderados, y qué tipos de alianzas oconflictos se generaron en esta recurrente figura de mistis-representantes de indígenas, mistis que en algunos casos no eranprecisamente imagen del gamonalismo, como aquel. comerciantede Puquio que se opone a la leva de sus «representados» e increpaal subprefecto de Lucanas en 1894, gritándole que:

«...por que (sic) abusaba con estos infelices, por queno llevaba a los blancos y que no permitía que losconscriptos avanzasen un paso más».

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Sea como fuere, los varayoc continuaron siendo autoridadesfundamentales en las comunidades, Por lo menos hasta la décadade los treinta del presente siglo. Los diversos intentos hechos por elq^ gubernamental para suprimirlos resultaron vanos, puesto queestando físicamente ausentes los representantes del Estado en lascomunidades, los varayoc resultaban autoridades imprescindiblespara ese mismo Estado.

En 1904, inclusive en un territorio de comunidades rodeadas dehacienda como el de Acosvinchos, en la provincia de Huamanga:

« ... se acentúa (sic) el clamor de todos los varayoc queprivados de sus varas que son la insignia de la autoridadque invisten, reclaman con el mayor ahinco (sic) se lesdevuelvan para que con eficacia cumplan las órdenesimpartidas Por este despacho, la que se relacionan con lade esa superioridad; pues que sin la intervención de dichosvarayoc, mis disposiciones son ilusorias y entre ellos mismosno hay ese respeto que antes les dispensaba lascomunidades de su dependencia» (S.P. Huamanga, leg. 3,1904). (Las cursivas son nuestras).

No se trata de mero simbolismo, si bien hay algo de ello en loseñalado por el subprefecto, sin varayoc no hay presencia del Estado,ni tampoco cohesión comunal; ya lo señalaba claramente ArístidesGuillén en 1915 (Guillén 1915: 66). Luego, de casi 100 años derepública los curacas han desaparecido totalmente, pero las leyesliberales republicanas no han podido eliminar el sistema de varas,fortalecido, por el contrario, a lo largo del siglo pasado, aunque comoseñalaba M.V. Villarán: «Ias comunidades de indígenas carecen dederechos para ser representados en juicio como personas colectivas»(citado en Guillén op. cit. pág. 68). Será recién en las primeras décadasdel siglo XX, en un proceso paralelo al resquebrajamiento regionaldel régimen terrateniente, que las comunidades de indígenas resultenmotivo de una legislación específica, aunque esa legislación quedaráen buena parte como letra muerta al interior del funcionamientoconcreto del aparato judicial; señala Guillén que es recién en 1902que se reconoce por primera vez y expresamente el derecho de lascomunidades indígenas al mencionarse en el código promulgadoese año su acceso al uso de aguas.

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Las limitaciones y carencia del capital y su falta de interéspor la región resultan evidentes para quienes vivieron en eseentonces. El proceso ha sido señalado claramente (Cano yGálvez, 1974) para el caso de la gran propiedad: desde 1900,en términos relativos, el hegemónico régimen latifundista sedebilita lentamente, pero su crisis se acelera a partir de los años40, contribuyendo al resquebrajamiento inicial tanto el bajo nivelde desarrollo alcanzado cuanto la reproducción limitada y endeficiencia permanente; en este contexto, la penetración delcapital mercantil termina por desplazar a la manufactura local ya los pocos productos agrícolas de exportación, sobre todo eltrigo.Las comunidades están allí, introduciéndose en tierras dehaciendas,reproduciéndos como unidades economico sociopo-líticas, comprando en varios casos fragmentos de haciendas,defendiendo sus recursos contra otras comunidades o contralos hacendados; en fin, demostrando que los intentos paraextinguirla no han tenido mayores efectos y que los cambiosprincipales están ocurriendo más bien al interior de las tierrasindígenas y los grupos comunales.

Ya hemos señalado cómo, a fines del siglo pasado, en algunascomunidades del Pampas aparece como forma legal la sucesiónhereditaria, a la vez que se aceptan de manera crecienteescrituras de compra-venta entre comuneros. Este proceso puedereconocerse fácilmente en los distritos donde lo que se hereda onegocia son chacras de cultivo; pero cuando las reglas decompraventa intentan expandirse a las tierras de pastos, lareacción grupal es generalmente contraria. En 1917 la inmensacomunidad de Huancasancos (más de 250,000 Hás.) derriba loscercos de quienes pretenden ser gamonales, privatizando parauso individual los pastos y tierras, comunales; inclusive, medianteacta, se prohibe en 1918 la privatización de los pastos (Gonzales1982). La defensa de los pastos es el elemento unificador porexcelencia de las comunidades «y se levantan en masa unoscontra otros por sus pastos» (S.P. Cangallo, leg. 16, 1887-1859.)

1915-1940Este período representa, a partir de la penetración del capital

extranjero y sus inversiones, no sólo la definitiva subordinación del

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país al imperialismo norteamericano sino que, y a partir de estaarticulación de dependencia, los intentos sucesivos de modernizaciónde las estructuras del Estado; estos intentos estuvieron reflejados,para el caso de las comunidades, en las leyes emitidas y en lanecesidad de articular más estrechamente al campesinado con elmercado, es decir, de hacer crecer el mercado interno para asíexpandir el capital.

Con el oncenio de Leguía se sanciona, por primera vez, laexistencia legal de las «comunidades indígenas» reconocién-doselespersonería jurídica y potestad sobre los recursos declarados por ellas;este movimiento de reconocimiento del Estado a la principalorganización del campo resulta el corolario de dos procesos conocidos:de una parte, la gestación de los movimientos proindígenas en lossectores urbano-intelectuales del país y, de otra parte, una ola demovilización campesina de toma de tierras, de menor incidencia ennuestra región, pero con profundo impacto en el altiplano sureño.

El surgimiento del «indigenismo» -con todas sus variantes y anivel nacional- tendrá en Ayacucho un muy pálido reflejo en los escritosde los profesionales -casi en su totalidad miembros de familiasterratenientes- publicados en revistas locales; en ellos los prejuicioscontra «el indio» seguían vigentes, si bien se trataba paternalistamentede «integrarlos» a las cooperativas, o «erradicar el consumo debebidas». o «darles educación»; este débil indigenismo es quizás unreflejo de la baja intensidad de las pugnas directas entre los sectorescampesinos y los propietarios terratenientes.

En nuestra región, el movimiento campesino de La Mar resultacasi un ejemplo aislado de lucha violenta contra el poder local,impuestos y, secundariamente, la gran propiedad.

Veamos algunas de las particularidades regionales en esteperíodo. Los ayacuchanos coinciden en señalar, desde finesde la primera década del presente siglo, la crisis por la cualatraviesa la región. A la Incapacidad estructural del régimenterrateniente por «modernizar» se Suma, en esa época, lapenetración del capital mercantil, que afectara o transformarácon diferente intensidad la vida comunal indígena. De una parte,la construcción del ferrocarril Huancayo-Ayacucho iniciada en1908, resumirá las esperanzas de «desarrollo regional» de lossectores mercantiles y la intelectualidad ayacuchana; de otraparte, y confirmando aislados intentos de décadas pasadas, la

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‘conquista de la selva» será planteada como complementoindispensable de la ampliación de las vías de comunicación, envirtud de representar casi la única posibilidad ante la crisis de lashaciendas serranas, a través de una producción agrícola deexportación.

La debilidad de la clase dominante huamanguina, parasitariaen gran medida de sus propiedades semifeudales, quedademostrada con la anulación del ferrocarril mencionado, suplidopor el rarnal Huancayo-Huancavelica, apoyado por el poderosoManchego Muñoz y los sectores más «modernos» de hacendadosligados al leguiismo. Otro indicador directo de la debilidad del poderterrateniente tradicional está representado por la venta de haciendasa comerciantes y funcionados, fenómeno que se acentúa desdefines de la primera década. Los cambios generados condicionan,de otra parte, lo que Montoya ha estudiado como «el mito de laescuela»: para amplios sectores rurales, la instalación de escuelasrepresentaba la vía ideal por la que se podían integrar a la sociedadmayor, en una concepción democrática de ésta. Desde inicios desiglo, y en forma creciente conforme transcurren los años, lascomunidades construirán locales escolares además de capillas,canales de riego, caminos, etc. y solicitarán a las autoridades -opagarán ellas mismas- un «preceptor».

A la crisis regional mencionada por los contemporáneos sesuman dos fenómenos de importancia: de una parte, los hacendadosen quiebra permanente empiezan a abandonar sus propiedades olas venden a colonos y comuneros; por otra parte, haciendo uso delas nuevas rutas, y por primera vez en la historia regional, loscampesinos migran -en algunas comunidades masivamente, sobretodo hada la costa- para trabajar en las haciendas o en lasextracciones de guano, si bien estas migraciones sonmayoritariamente cíclicas y no desprenden a los migrantes de sucomunidad de origen.

Al arriendo -en especies o dinero- de fragmentos de hacienda,fenómeno existente desde períodos anteriores, se suma entoncesla venta de tierras de poca rentabilidad para los propietarios. (Noestamos señalando sino el inicio de un fenómeno que se acentuaráen los años 1940-68.) Debe reconocerse, sin embargo, que losterrenos en transacción resultan periféricos en cuanto a calidad detierras, disponibilidad de riego, etc. En las tierras con riegopermanente, o allí donde la demanda del mercado sostiene una gran

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propiedad, ésta se fortalece e inclusive intenta ampliarse. Debe,por lo tanto, realizarse un análisis más detenido, básicamenteen el Registro de propiedades Inmuebles de Ayacucho, de laevolución de ambas tendencias.

Decíamos líneas arriba que la expansión del capital y delEstado tendrá luego incidencia variada en las comunidades dela región, pero algunos cambios importantes son ya visibles eneste período.

En primer lugar, el consumo de productos manufacturados,comercializados a través del nuevo sistema de ferias, vacreciendo en conforme avanzan las carreteras, y ello implica nosólo cambios en la vida cotidiana del campesino en general, sinosu dependencia creciente a los productos industriales. A lacarretera Huancayo-Ayacucho, que suplió el ferrocarril frustradoy que fue concluida en primera instancia en 1924, año delcentenario de la batalla de La Quinua, se sumaran dos víasimportantes, finalizadas en la década siguiente: la carretera aAndahuaylas y la vía de penetración a la ceja de selva del ríoApurímac. Conforme avanza la construcción de estas carreterasla ferias crecen, introduciendo el consumo cada vez másgeneralizado de velas, fósforos, aceite, kerosene, etc. a cambiogranos y productos de pan llevar en general, acaparados por loscomerciantes feriantes, quienes luego los trasladarán a lasciudades. El sistema de arriaje, que llevó a la especialización deamplios sectores urbanos y rurales de nuestra región fuedesapareciendo, empobreciéndose quienes dedicaban a él buenaparte del año.

Al interior de las comunidades la integración creciente deáreas a la circulación mercantil y las ferias, las expectativas porla escuela y la educación, así como la migración golondrinacondicionan la perdida de legitimidad de los varayos; además,un nuevo intento desde arriba fortalecerá, -esta vez con éxito- latendencia a la desaparición de estas autoridades tradicionales ysu suplantación por una nueva autoridad: el personero de lacomunidad. El Congreso Regional realizado en Huánuco en 1921acuerda un decreto por el que se establece:

«Art. 1. Queda abolida de manera absoluta entre losindígenas de la Región del Centro, el nombramiento deAlcaldes de Vara o Varayos.

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Art. 2. Las autoridades que de alguna manerainfringieran esta ley interviniendo en el nombramientode alcaldes o permitan hacerlo, serán destituidas desus cargos inmediatamente».

Los varayos continuaron siendo elegidos en muchascomunidades de la región, pero conforme estas comunidadesson incorporadas a los procesos señalados las varas irándesapareciendo paulatinamente; el fenómeno es mucho mástardío que en el valle del Mantaro donde, según Arguedas, casiya no quedaba nada del sistema de varas en 1905 (Arguedas1985, pág. 80), reemplazado por una organización más moderna.

Aunque no hemos obtenido aún información suficiente,pensamos que, de la misma manera que las comunidades semuestran dinámicas en la obtención-recuperación de recursos,aumentan en este período los conflictos intercomunales, puestoque uno de los requisitos del reconocimiento de las comunidadeses el claro deslinde de sus fronteras. Además, las ideologías delos partidos nacionales recién creados y la propagandademagógica del oncenio refuerzan las reivindicacionescomuneras.

El gráf ico 2 resume el reconocimiento legal decomunidades por los gobiernos, desde Leguía hasta elsegundo período de Belaunde. Los gobiernos de economíaliberal, abierta al capital extranjero, son los que mayor númerode comunidades han reconocido en el departamento deAyacucho. El lo representa posiblemente, entre otrasconsideraciones, los intentos del capitalismo por ampliar elmercado, por modernizar las estructuras rurales y pordinamizar la economía de las áreas comuneras.

De otra parte, el cuadro 4 nos permite apreciar conclaridad la evolución del reconocimiento de comunidadesen cada una de las provincias del departamento deAyacucho.

Mientras que en el norte, en las provincias de Huamanga y Huanta,apenas 8 comunidades se hacen reconocer ante los organismos deEstado entre 1926-1940, en las provincias del sur (Cangallo, VíctorFajardo y Lucanas), de mayor densidad comunera, se extiende elreconocimiento, en el mismo período, a 24 comunidades; Lucanas,provincia básicamente de pastos, representa el área

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de mayor número de comunidades reconocidas (más del 50 porciento).

Por su parte, Parinacochas se asemeja a las provinciasnorteñas, principalmente Huanta, en una combinación dehaciendas, medianas propiedades, minifundio independiente ycomunidades: apenas 3 comunidades de esta provincia logranreconocimiento legal en el período. Volveremos luego a las cifrasdel cuadro 4, pero podríamos recordar, a modo de digresión, uncuento de Arguedas escrito en esta época, y que resulta unresumen de comportamientos comunales en relación al dominiode recursos:

«Los utej no son indios humildes y cobardes, soncomuneros propietarios. Entre todos y en faena labranla pampa, y cuando las eras están llenas, tumban loscercos que tapan las puertas de las chacras y arreansus animales parra que coman la chala dulce. Utej esentonces de todos, por igual ( ... ) Por eso los utej sonunidos y altivos. Ningún misti abusa así nomás con losutej ( ... ) Los sanjuanes, en cambio, son muy pobres; lamayor parte son sirvientes de los mistis; vaqueros,concertados, arrieros («Los comuneros de Utej pampa».)

El mismo Arguedas señalará, en otro cuento («Los comunerosde Akòla»), un ejemplo de enfrentamiento intercomunal por elagua, acaparada más de media semana por el hacendado localy el cura.

La privatización de las parcelas antes repartidas es, comodijjimos, otra de las características del período, si bien estaprivatización mantiene reglas de compra-venta bastante clarasal interior de las Comunidades (Ossio, 1983). Las comunidadescapitales de distrito (Gávez y Cano, op. cit.), donde la presenciade mistis es hegemónica, tendrán un mercado de tierras quesocavará de tal manera las estructuras comunales, que las«comunidades madres» capitales de distrito serán -a mediadosde este siglo- lo más semejante a un conglomerado de parcelariosregidos por normas municipales y no comunales.

Al inicio de migraciones golondrinas, característica importantedel período, se irá agregando el desplazamiento definitivo de

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comuneros hacia la costa, básicamente hacia Lima. En la comunidadde Vischongo, por ejemplo, la migración aumenta desde 1920, y enla década de los treintas ya- existe una institución de migrantesvischon-guinos en Lima. En esa misma época escribe el ayacuchanoManuel Bustamante:

«Se sabe que en Lima hay más de 15,000 ayacuchanosde todo el departamento, entregados a múltiplesactividades, desde el cargo más encumbrado de lamagistratura y la cátedra, hasta el sirviente más modestodel cafafri de barrio» (Bustamante, 1943, pág. 28).

Las carreteras y la penetración del capital mercantil hancondicionado esta migración que, como vemos, cruza toda lasociedad ayacuchana, pero es mayor en las comunidades y pueblosde las provincias del sur, Lucanas y Parinacochas; no olvidemosque por competencia entre ayllus los comuneros de Puquioconstruyeron -a fines de la década de los veintes y en sólo 28 días—la carretera hacia Nazca, vía que los conduciría a las haciendas, alas islas guaneras, a la capital, a «Ia educación», etc.

De otra parte, en las comunidades donde los pastos y laganadería son la principal fuente de recursos, el abigeato inter ointracomunal continuó siendo un problema importante, al igual queen las décadas anteriores. Un resumen de denuncias por robo deganado en la comunidad de Quispillaqta, entre 1925 y 1928,demuestra la alta incidencia de este tipo de delito.

Destaca el aumento del abigeato en la década de los treintas,posiblemente relacionado con un nuevo crecimiento en lademanda de carnes y lanas. Algunas tesis de grado en laUniversidad de Huamanga señalan una nueva alza del mercadode ganado empieza desde la década de los veintes; un ejemplode ello lo encontrarnos en la comunidad de Carapo, adondellegaban los «obligados» de las cabezadas a comprar vacunos.Esta demanda de vacunos «abrió los ojo» a los comuneros,que privatizan entonces totalmente algunas moyas antes deusufructo común en ciertos períodos del año; a esa mismacomunidad llegaban los «villinos» desde Huancavelica a obtenerganado ovino, básicamente a través del trueque con ropa ysombreros. En Carapo, pues, en la década de los veintes, los

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intercambios articulan la economía comunera con el mercadoregional - a través del dinero o el trueque, complementariamente.Bastante más al sur, en Parinacochas, también se «privatizan»las moyas en varias comunidades. Estas comunidades,vinculadas a la circulación mercantil variaciones de intensidad ydueñas de recursos suficientes, las principales opositoras de laLey de conscripción vial; en el subprefecto de Cangallo se quejaen 1922 que:

«...no me es posible ordenar a los comuneros de estepueblo para que vayen (sic) al trabajo del puente sobreel río Macro porque todos estan con ánimo desublevarse tratándose de la conscripción vial».

Los hacendados y grupos de poder del área de haciendas síen Posición de fuerza suficiente como para reclutar forzosamentecomuneros en la construcción de caminos hacia las haciendasMar y la ceja de selva, hacia el valle del Mantaro o hacia lashaciendas del curso medio del Pampas y del Andahuaylas.

Años Vacunos Ovinos Caballos Llamas

1925 33 300 22 101926 16 0 0 01927 73 109 6 01928 33 115 4 01929 25 450 2 01930 16 3 11 01936 58 205 8 501937 72 1130 19 141938 33 310 10 25

Cuadro 5

Abigeato en la comunidad de Quispillaqta: 1925 - 1938

Fuente: Palomino, 1982.

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1940-1968En este período es posible destacar dos procesos que, como

hemos visto, se venían perfilando desde antes: la crisis definitiva delsistema terrateniente y la movilización campesina por la tierra y laampliación de los recursos comunales. A ellos se suma el crecimiento-también ya mencionado- de las relaciones con el mercado, elquecontribuye a modificar las estructuras socioeconómicas de laregión.

El proceso de ampliación de recursos ha sido, para el caso de laprovincia de Huamanga, descrito minuciosamente por Gálvez y Cano;ellos señalan que a partir de la década de los cuarenta los colonos ylas comunidades -principalmente los primeros- comienzanextensivamente a adquirir haciendas fragmentadas, gracias al capitalobtenido por la venta de ganado, que les permite la liquidez necesaria;paralelamente, señalan los mismo autores, se inicia un movimientode recuperación de tierras por campesinos y, si bien cada movimientoes aislado de los otros y no existe un movimiento masivo simultáneo,la lucha adquiere un nivel nunca antes existente en la región, que seacentuará a inicios de la década de los sesenta, al igual que en elresto del país. Un claro ejemplo, en los años cuarenta, es el surgimientode una fuerte organización gremial campesina en Pomacocha, quetiene como reinvindicación central la expropiación de las tierras de laIglesia para su venta a los colonos comuneros.

En Socos Vinchos, otro territorio tradicional de haciendas, condos grandes comunidades «cercadas» por ellas (Socos y Vinchos),Tapia encontró que entre los años 1938-1953 se da un aumentolento pero creciente de compra de tierras de hacienda por comunerospara luego, desde 1963, intensificarse estas compras (Tapia, 1968).Precursora de esta corriente de expansión de recursos es lacomunidad. de Rancha, muy cerca de Huamanga, que en la décadade los treinta adquirió tierras de haciendas y logró su reconocimientolegal en 1935, luego de diversos conflictos con la hacienda vecina,la cual inclusive fue saqueada por los comuneros en 1926 (Solier,1982). En 1936, en otro contexto, el fenómeno se repite; lascomunidades de Ocobamba en Andahuaylas y:

«... los indígenas de los lugares ya indicados, de hecho Ysin más títulos que su voluntad, se han declarado dueños

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y señores de las tierras indicadas, que no pertenecen a lahacienda Socos Grande (dicen), sino son terrenoscomunales y por consiguiente de la exclusiva propiedadde sus ocupantes. Probablemente esta determinación delos indios está regida por consejos de índole comu-nista (... ) lo cierto del caso es que hace cerca de un año que nopodemos ejercitar nuestros legítimos derechos (ni) ( ... )podemos llegar ( ... ) pues nos tienen amenazados demuerte» (Pariona y Ochoa 1975, págs. 43-44).

El movimiento por recuperación de tierras de parte de lascomunidades forma parte de una historia por escribirse, partiendode la verificación de que no fue precisamente la invasión violenta lacaracterística principal, sino, más bien, una lenta y sostenidainvasión-compra de los territorios de haciendas tradicionales. Yahemos señalado anteriormente las características de estancamientode los hacendados tradicionales, pero veamos éste tan bien reflejadoen la opinión de Don Joaquín Lopez Antay, el imaginero huamanguino:

«(Los vecinos principales de Huamanga)... guardan su plataenterrando. Ellos no hacen gasto para la fiestas, tanto terrenohay que aprovechar. ¡Qué van a sacar de la petaca o delentierro» (Arguedas, 1985)

Pero existían también haciendas cuyos recursos permitían alos, propietarios, «enganchados» en otra dinámica, realizar inver-siones significativas a fin de competir en el mercado regional o na-cional, si bien todos estos intentos modernizadores fracasaron(Gálvez y Cano, op. cit.).

A partir de 1940 algunos latifundios empiezan a introducirmaquinarias junto con forma salariales que descartan paulati-namente los servicios gratuitos. Un ejemplo de estos intentosde modernización agrícola es el de la hacienda Cangari, en elvalle de Huanta. Adquirida en 1945 por un miembro de la pro-minente familia Trelles de Apurimac, las 150 Hás. muy bienregadas representaron para su nuevo propietario el pago deSI. 120 000 a los antiguos y parásitos dueños de Trelles tras-ladó inclusive, sus propios colonos asalariados desde Abancay(alrededor de 90 peones), la hacienda recibió un préstamo

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del banco para sembrar frutales, además de incursionar en elcultivo de algodón, intento que fracasó. El endeudamiento pau-latino del propietario le obliga a la venta progresiva de las tierrasa los campesinos de la zona, como salida a sus deudas.

La estructura de dependencia regional impide el desarrolloexitoso de estas inversiones que pretenden dinamizar algunasáreas con recursos suficientes para cultivos de mercado; desdeeste período, y hasta la actualidad, la única posibilidad para ca-pitalizarse a partir de la agricultura, de manera segura y sosteni-da, estará en la ceja de selva, hacia donde convergen masiva-mente tanto hacendados como comuneros pequeños propieta-rios e, inclusive, empleados urbanos y comerciantes.

Cuando la Universidad de Huamanga se reabre, en 1959,confluyen casi simultáneamente la invasión de Pomacocha, laexpropiación de las tierras de cofradías por la comunidad deHuancasancos, la parcelación definitiva y el cerco de esas par-celas en Carapo, el arrendamiento y/o compra por casi toda laregión (como en Chumpi, Coracora, donde los campesinos com-pran dos haciendas en 1958), los conflictos intercomunales en-tre Huancasancos, Ocoña, Lucanamarca, Quesca, o entreChuschi y Canchacancha, cuyos comuneros afirman, al recor-dar ese conflicto, que:

«En este lugar no hay ni ha habido hacienda mhacendados porque no han venido a vivir los mistis»(ArquifiegO, Chipana y Barreto, 1978 pág. 66)..

Años Colonos Pequeños propietarios

1950 60 1 1960 30 10 1965 10 40 1970 5 46

Fuente: Luján, 1981.

CUADRO 6

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Las comunidades, reconocidas o no, y los colonos oyananaconas se movilizan por la tierra, pero la movilizaciónalcanzará mayor incidencia en la década siguiente, cuando elmovimiento campesino permite -conforme coinciden en señalarlas investigaciones sobre comunidades: a partir de la recuperaciónde tierras- la articulación de federaciones campesinas,condicionando, ya en su fase de reflujo, el surgimiento delmovimiento guerrillero de 1965 en la provincia de la Mar, una decuyas acciones más importantes fue el justiciamientode unterrateniente del río Apurímac, que condujo indirectamente alabandono apresurado de varios fundos y haciendas de laprovincia por hacendados que nunca más volvieron a ella,dejando las tierras en manos de los campesinos.

El movimiento por la recuperación de tierras está ligado a lapresencia de nuevas corrientes ideológicas y organizativasdebidas, en alguna forma, a la reapertura de la Universidad SanCristóbal de Huamanga, aunque el fenómeno es reconocible engran parte de la sierra, luego de las incumplidas promesas dereforma agraria realizadas al iniciarse el gobierno de Belaunde,en 1963. El reconocimiento de comunidades es, también, unindicador de la movilización campesina; si observamos el gráfico2, veremos que ningún ha reconocido tantas comunidades comoéste, que reprimió de tierras por comuneros.

En esos años la población rural de Ayacucho llegó a 307,000habitantes, 74.7 por ciento del total departamental; en aquéllase inconcluyen 184 comunidades reconocidas legalmente (11.1por ciento del país), del las cuales el 72 por ciento enfrenta algúntipo de litigio por aguas u otros (Dobyns, 1970). Para entonces,la migración es ya un fenómeno generalizado en todas lasprovincias, aunque mayor entre las del sur, Lucanas yParinacochas, en déficit demográfico permanente por la fuertemigración a la costa; en las provincias norteñas la migracióndefinitiva a la costa se combina con golondrina hacia la ceja deselva del río Apurímac. La gran mayoría de hacendadostradicionales no sólo ha perdido sus tierras, sino que ha sidodefinitivamente desplazada de su hegemonía del poder regional ylocal Cuando la reforma agraria de l964 se realizó en nuestrodepartamento, poco fue lo que tuvo que expropiar, de las afectacionessurgió menos de una decena de pequeñas cooperativas,

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ninguna SAIS en funcionamiento y numerosos gruposcampesinos, convertidos ahora, en su mayoría, en comunidadescampesinas.

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