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Las cosas naturales y las cosas no naturales; las fronteras de lo hereditario en el siglo XVIII CARLOS LÓPEZ BELTRÁN Instituto de Investigaciones Filosóficas Universidad Nacional Autónoma de México [email protected] Resumen: Este artículo intenta delimitar el espacio conceptual en el que se concibió la transmisión hereditaria de peculiaridades físicas y morales durante el siglo XVIII europeo. El terreno de lo hereditario en ese periodo estaba vinculado a la comunica- ción, de padres a hijos, de componentes accidentales del cuerpo, que podían de algún modo transmitirse usando las vías de la reproducción biológica. Al mismo tiempo, todo lo que tenía que ver con la reproducción de los rasgos esenciales del cuerpo es- taba, conceptualmente, fuera del alcance de la noción de lo hereditario. Las diferentes teorías dieciochescas de la reproducción asumieron esta dicotomía, que representaba una frontera interna para la noción de herencia. El predominio en el mismo periodo del esquema galénico de las cosas naturales y las cosas no naturales permite una ex- ploración complementaria de la frontera externa para la transmisión hereditaria. La posibilidad de que el cuerpo (la constitución, el temperamento) pudiera transformarse por influencias externas, y que estos cambios en ciertas circunstancias pudieran a su vez comunicarse a la descendencia, definió la negociación de esta segunda frontera. Palabras clave: herencia, galenismo, biología e Ilustración I La transmisión hereditaria de los rasgos corporales (físicos) y conductua- les (morales) de los padres a los hijos se volvió un objeto de teorización científica independiente apenas a mediados del siglo XIX. Sólo entonces quedó claro que las cuestiones en torno a la estabilidad de las especies y la cuestión acerca de las similitudes contingentes responsables de los pareci- dos familiares se entretejían ceñidamente, y que aquéllas y ésta se podían explicar de una manera unificada. La preocupación teórica por cómo se lleva a cabo dicha transmisión se convirtió a partir de ese momento en un tema fundamental para los biólogos. 1 Hasta entonces, lo relacionado con la conservación del tipo en una línea genealógica se consideró un asunto fundamental para el conocimiento de la vida, mientras que la fenomenolo- gía de la comunicación hereditaria de los rasgos accidentales dentro de los linajes se entendía como algo de importancia secundaria. La excepción la encontramos en unos cuantos contextos locales, entre los hibridólogos, y en particular entre algunos fisiólogos y médicos cuyos intereses enfocaban 1 López-Beltrán 1992, 1994; Churchill 1987. DIÁNOIA, Volumen XLVII, Número 49(noviembre 2002): pp. 65–93.

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  • Las cosas naturales y las cosas no naturales;las fronteras de lo hereditario en el siglo XVIII

    CARLOS LÓPEZ BELTRÁNInstituto de Investigaciones FilosóficasUniversidad Nacional Autónoma de Mé[email protected]

    Resumen: Este artículo intenta delimitar el espacio conceptual en el que se concibióla transmisión hereditaria de peculiaridades físicas y morales durante el siglo XVIIIeuropeo. El terreno de lo hereditario en ese periodo estaba vinculado a la comunica-ción, de padres a hijos, de componentes accidentales del cuerpo, que podían de algúnmodo transmitirse usando las vías de la reproducción biológica. Al mismo tiempo,todo lo que tenía que ver con la reproducción de los rasgos esenciales del cuerpo es-taba, conceptualmente, fuera del alcance de la noción de lo hereditario. Las diferentesteorías dieciochescas de la reproducción asumieron esta dicotomía, que representabauna frontera interna para la noción de herencia. El predominio en el mismo periododel esquema galénico de las cosas naturales y las cosas no naturales permite una ex-ploración complementaria de la frontera externa para la transmisión hereditaria. Laposibilidad de que el cuerpo (la constitución, el temperamento) pudiera transformarsepor influencias externas, y que estos cambios en ciertas circunstancias pudieran a suvez comunicarse a la descendencia, definió la negociación de esta segunda frontera.

    Palabras clave: herencia, galenismo, biología e Ilustración

    I

    La transmisión hereditaria de los rasgos corporales (físicos) y conductua-les (morales) de los padres a los hijos se volvió un objeto de teorizacióncientífica independiente apenas a mediados del siglo XIX. Sólo entoncesquedó claro que las cuestiones en torno a la estabilidad de las especies y lacuestión acerca de las similitudes contingentes responsables de los pareci-dos familiares se entretejían ceñidamente, y que aquéllas y ésta se podíanexplicar de una manera unificada. La preocupación teórica por cómo selleva a cabo dicha transmisión se convirtió a partir de ese momento en untema fundamental para los biólogos.1 Hasta entonces, lo relacionado conla conservación del tipo en una línea genealógica se consideró un asuntofundamental para el conocimiento de la vida, mientras que la fenomenolo-gía de la comunicación hereditaria de los rasgos accidentales dentro de loslinajes se entendía como algo de importancia secundaria. La excepción laencontramos en unos cuantos contextos locales, entre los hibridólogos, yen particular entre algunos fisiólogos y médicos cuyos intereses enfocaban

    1 López-Beltrán 1992, 1994; Churchill 1987.

    DIÁNOIA, Volumen XLVII, Número 49 (noviembre 2002): pp. 65–93.

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    su atención hacia la posibilidad de la transmisión hereditaria de rasgos deascendientes a descendientes en una línea genealógica.

    En otro texto he sostenido que la adopción después del decenio de 1830de la palabra herencia, en su acepción naturalista, primero en francés y lue-go en otras lenguas europeas, marca el viraje decisivo, cuando el cambiodel uso adjetival (en el cual siempre debía haber una peculiaridad heredi-taria) al uso de un sustantivo (Hérédité ) revela una conciencia cada vezmayor de la existencia de una vía causal a la que se podían atribuir las re-gularidades (y las irregularidades) observadas.2 También he sostenido que,antes de ese periodo, había un conjunto de fenómenos aceptados que, entrelos médicos y los naturalistas, se asociaban al uso del adjetivo “hereditario”,y que fueron evaluados y explicados (habitualmente minimizándolos) dedistintas formas en las distintas épocas.

    Desde la Antigüedad hasta la era moderna puede seguirse una tradiciónmás o menos discreta que consistía en prestar atención y acumular descrip-ciones, e intentar explicar cómo se comunican los accidentes hereditariosa través de linajes y llegan a ser la causa de caracteres físicos y moralesque perviven en ellos. Algunos ejemplos famosos son la explicación mixta(cultural-hereditaria) que Aristóteles ofreció en el caso de los dolicocéfalos(“cabezas alargadas”);3 la compleja explicación (dinámica) fisiológica queel mismo Aristóteles dio del parecido de los hijos con ambos padres;4 elrecurso de los hipocráticos y los galénicos a los modelos de reproducciónde doble simiente a fin de dar cuenta del parecido en general;5 las con-cepciones astrológicas medievales de las peculiaridades distintivas de loshijos; la influyente teoría dualista de Paracelso, en la que la imaginaciónpodía inducir tanto el parecido como la monstruosidad;6 los intentos mé-dicos (después del Renacimiento) por explicar la transmisión hereditariade las enfermedades y monstruosidades dentro de líneas familiares segúndistintos marcos teóricos.7

    En 1775, Immanuel Kant propuso una distinción analítica que puede serútil en nuestras descripciones. Sugirió que las variaciones hereditarias de-berían denominarse “similitudes” si “coinciden con sus derivaciones” (loshijos “salen a” uno o a ambos padres, o a algún ancestro), y “degenera-ciones” (tomando aquí la noción de Buffon) si se alejan de la norma de talmodo “que la formación original no pueda ser restaurada”.8 A mediados delsiglo XVIII se solía incluir un conjunto de fenómenos más o menos estables

    2 López-Beltrán 1992, 1994.3 Véase Glacken 1967.4 Véase Coles 1995.5 Véanse Boylan 1984, 1986; Jacob 1970; Lloyd 1983; Coles 1995.6 Véanse, por ejemplo, Glacken 1967; Rádl 1930.7 Véase López-Beltrán 1992.8 Véase Kant 1775, en Chukwudi 1997, p. 20.

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    en esta categoría extraña de lo hereditario. Fuesen similitudes o degene-raciones, el hecho de que hubiese peculiaridades no esenciales en ciertosrasgos que no todos los miembros de una especie o linaje compartían, yque lograsen ser re-producidas con cierta fidelidad en los descendientes seconsideró un atolladero para los sistemas descriptivos y explicativos tantoen la historia natural como en la fisiología. Se puede decir que, durantelos siglos XVII y XVIII, se forjó una relación especial entre tal conjunto defenómenos hereditarios y los modelos teóricos de la generación que por en-tonces se discutían con vehemencia. El parecido con ambos progenitores,las peculiaridades mixtas de las mulas, los orígenes y la transmisión de lamonstruosidad, etc., se convirtieron en un campo de evidencias determi-nante para la discusión.

    Lo hereditario fue así, durante las décadas medias del siglo XVIII, unconjunto de fenómenos que unos y otros debían “salvar” para consolidarsus teorías de la generación. El diccionario Chambers (1738), por ejemplo,en su entrada relativa a “la generación”, menciona que Sir John Floyer“inaugura una dificultad que parece presionar igualmente en contra deambos sistemas (ovismo y animaculismo), tomados por separado”; se tratadel hecho de que las mulas tengan algunas de las características del ca-ballo y del asno, y que, para (explicar) la determinación del origen delfeto, los defensores de ambos sistemas elijan caprichosamente como ca-racteres importantes los que apoyan su punto de vista, y que califiquende secundarios a los caracteres que comunica el sexo opuesto.9 En 1750,cuando Diderot preparaba los élemens de physiologie, atribuyó un peso es-pecial a los hechos hereditarios para la evaluación de los diversos siste-mas teóricos sobre la generación que entonces estaban en competencia.La dificultad que las posturas preformacionistas tienen al abordar las “en-fermedades hereditarias; el parecido con los padres; las mulas y los mu-los que engendran” fue particularmente destacada por él en esas notas.10

    Al comienzo de sus Considérations sur les corps organisés, Charles Bonnetplanteó algunos de los retos que su posición preformacionista tenía queenfrentar:

    Si los gérmenes están contenidos originalmente en los ovarios de la hembra, ysi la materia seminal no es más que una especie de fluido nutriente, cuyo des-tino es convertirse en el principio del desarrollo, ¿de dónde salen los diversosrasgos del parecido de los hijos con quienes los trajeron al mundo? ¿Por quéexisten los monstruos? ¿Cómo se forman las mulas?11

    9 Véase “Generation”, en Chambers Dictionary, 1738, vol. I.10 Véase “Génération”, cap. XXIV de Diderot 1964, pp. 182–185.11 Bonnet, Considérations 1985 (1778) p. 31.

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    tarias.19 Lo que Louis se empeñaba en establecer era la imposibilidad enese caso de que algún rasgo anatómico peculiar (“sólido”) de los padrespudiera servir de origen a un rasgo similar en los hijos. Cualquier similitudtiene que obedecer a causas externas comunes; lo que es singular, indivi-dual, es que cada nuevo ser adquiere peculiaridades. Para él, la generaciónes algo completamente independiente de ello. Acerca de la posibilidad delas enfermedades hereditarias, Louis escribe: “los desórdenes de la econo-mía animal deben ser adquiridos específicamente por cada ser humano:todas las enfermedades serán individuales, porque deben ser posteriores ala formación de los gérmenes que no han recibido ninguna alteración ensu principio”.20

    En el siglo XVIII, las fronteras causales de lo hereditario se trazaron deuna manera muy diferente de como nos hemos acostumbrado a hacerlodespués de que se instauró, a finales del siglo XIX, la distinción naturaleza-crianza (nature-nurture). En el caso humano, la explicación de las peculia-ridades corporales del individuo seguía estrechamente vinculada a nocio-nes médicas complejas y abiertas, como la constitución, el temperamento,etc., en la que una interacción entre los elementos externos e internos erala causante de los rasgos idiosincrásicos de la forma y la función (o disfun-ción).

    Las restricciones que tanto Haller como Louis (en sus diferentes pro-yectos) imponen a la idea de transmisión hereditaria de las peculiaridadesdel individuo de algún modo estrangulan la posibilidad de tal transmisióncerrando la pinza entre dos dominios causalmente independientes: lo inter-no vinculado a la generación del germen (es decir, su primera formación),y las influencias externas, circunstanciales, sobre el cuerpo. Entre otras co-sas, lo que sus argumentos obstaculizaban era la posibilidad de que losefectos de las influencias externas (el clima, los alimentos, etc.) se integra-sen de algún modo en los linajes y, a la larga, se incorporasen a ellos de unamanera no accidental. Para tales autores, no es concebible la existencia deun modo en el que las variaciones accidentales (de cualquier tipo) puedanser heredadas de padres a hijos con alguna regularidad. Si, por ejemplo,las similitudes familiares fuesen causadas por una transmisión de rasgospeculiares de padres a hijos por vía de la generación, de todos modos éstastendrían poca importancia. Para ellos, lo hereditario pertenecía, si a algúnsitio, a la esfera de lo anecdótico.

    II

    Un modo particularmente iluminador y sorprendente de acercarnos al mar-co conceptual en el cual las cuestiones hereditarias se articulaban durante

    19 Véase un análisis de esta disertación en López-Beltrán 1994.20 Louis 1749, p. 35.

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    la especulación fisiológica,15 en contraste con la frontera interior definidapor la disección y la microscopía. Reunir casos convincentes de transmisiónhereditaria de una amplia gama de rasgos diferentes, y la cancelación pro-gresiva de cursos causales alternativos para dar cuenta de ellos,16 fueronasí temas centrales de los debates del siglo XVIII en torno a la generación.Algunos aspectos importantes del muy sofisticado ovismo de Bonnet (en elque adopta estratégicamente varios aspectos de teorías de doble simienterivales) fueron, sin duda, consecuencia de las presiones que los hechoshereditarios plantearon al preformacionismo.

    Con todo, lo hereditario no constituyó durante el siglo XVIII un conjuntode hechos incuestionable ni un dominio de referencia aceptado por todos.La transmisión hereditaria como hecho aún podía ser puesta en duda. Setrató de un dominio inestable, plagado de irregularidades. Al revisar lateoría de la generación de Buffon, Haller consideró importante llegar hastael extremo de negar su realidad. “Prefiero simplemente negar a MonsieurBuffon que los hijos se parezcan a los padres �� � ��, los hijos ya no son imá-genes de sus padres” (“y el resto del edificio caerá por sí solo”). Haller basasu creencia en el número mayor de excepciones que de casos positivos;en especial, en el hecho de que internamente (anatómicamente) no haynunca un patrón de nervios o venas idéntico compartido entre padres e hi-jos.17 Comentando tal negación extrema de Haller, Duchesneau escribe queésta ilustra con especial claridad el carácter “individual” de la generacióna los ojos de los sabios de la primera mitad del siglo XVIII.18 Esto habríaque matizarlo. La generación más que individual era considerada, por unamayoría, responsabilidad de leyes naturales (o divinas) que producían acada individuo por separado; esto hacía que los vínculos genealógicos seconsideraran irrelevantes para lo fundamental. Ahora bien, lo que perma-necía en disputa era si la generación era responsable de todos los rasgos,generales y particulares, del individuo, o sólo de los primeros. El aceptaresta última opción dejaba abierta la posibilidad de que justamente todo loindividual, lo accidental, fuese objeto de las intervenciones tanto del medioexterior como de la influencia ancestral (lo hereditario).

    En 1747, el médico francés Antoine Louis expresó una negación similara la de Haller en una influyente discusión sobre las enfermedades heredi-

    15 Al examinar, por ejemplo, los cambiantes conjuntos de condiciones en los cuales ocurrela transmisión hereditaria, cuándo y con qué regularidad se conservan algunos rasgos en unlinaje.

    16 Por ejemplo, desembarazarse de ellos atribuyendo su ocurrencia a la oportunidad, ollamándolos irrelevantes.

    17 Haller 1752, (Reflections. . . ), p. 32. La traducción al inglés de Phillip Sloan (Reflections onthe Theory of Generation of Mr. Buffon, p. 318) insiste en que las similitudes que niega Hallerson replicaciones “exactas”, un problema importante que se debería analizar consultando eltexto en alemán.

    18 Duchesneau 1982, nota 132, p. 539.

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    tarias.19 Lo que Louis se empeñaba en establecer era la imposibilidad enese caso de que algún rasgo anatómico peculiar (“sólido”) de los padrespudiera servir de origen a un rasgo similar en los hijos. Cualquier similitudtiene que obedecer a causas externas comunes; lo que es singular, indivi-dual, es que cada nuevo ser adquiere peculiaridades. Para él, la generaciónes algo completamente independiente de ello. Acerca de la posibilidad delas enfermedades hereditarias, Louis escribe: “los desórdenes de la econo-mía animal deben ser adquiridos específicamente por cada ser humano:todas las enfermedades serán individuales, porque deben ser posteriores ala formación de los gérmenes que no han recibido ninguna alteración ensu principio”.20

    En el siglo XVIII, las fronteras causales de lo hereditario se trazaron deuna manera muy diferente de como nos hemos acostumbrado a hacerlodespués de que se instauró, a finales del siglo XIX, la distinción naturaleza-crianza (nature-nurture). En el caso humano, la explicación de las peculia-ridades corporales del individuo seguía estrechamente vinculada a nocio-nes médicas complejas y abiertas, como la constitución, el temperamento,etc., en la que una interacción entre los elementos externos e internos erala causante de los rasgos idiosincrásicos de la forma y la función (o disfun-ción).

    Las restricciones que tanto Haller como Louis (en sus diferentes pro-yectos) imponen a la idea de transmisión hereditaria de las peculiaridadesdel individuo de algún modo estrangulan la posibilidad de tal transmisióncerrando la pinza entre dos dominios causalmente independientes: lo inter-no vinculado a la generación del germen (es decir, su primera formación),y las influencias externas, circunstanciales, sobre el cuerpo. Entre otras co-sas, lo que sus argumentos obstaculizaban era la posibilidad de que losefectos de las influencias externas (el clima, los alimentos, etc.) se integra-sen de algún modo en los linajes y, a la larga, se incorporasen a ellos de unamanera no accidental. Para tales autores, no es concebible la existencia deun modo en el que las variaciones accidentales (de cualquier tipo) puedanser heredadas de padres a hijos con alguna regularidad. Si, por ejemplo,las similitudes familiares fuesen causadas por una transmisión de rasgospeculiares de padres a hijos por vía de la generación, de todos modos éstastendrían poca importancia. Para ellos, lo hereditario pertenecía, si a algúnsitio, a la esfera de lo anecdótico.

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    Un modo particularmente iluminador y sorprendente de acercarnos al mar-co conceptual en el cual las cuestiones hereditarias se articulaban durante

    19 Véase un análisis de esta disertación en López-Beltrán 1994.20 Louis 1749, p. 35.

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    el siglo XVIII es la que ofrece la distinción galénica entre “las cosas natu-rales” y “las cosas no naturales”. En la medicina del siglo XVIII, la fronteraentre cuerpo y medio ambiente, entre fisiología y entorno (milieu), puededelimitarse usando estos conceptos. Arnulfe D’Aumont, en un artículo parala Encyclopédie, definió las (seis) cosas no naturales: “llamamos entoncesno naturales (según Galeno21) a las cosas que no componen nuestra natu-raleza ni nuestro ser, pero de las cuales la economía animal sufre grandesefectos, grandes cambios, grandes alteraciones”.22

    La lista de las seis cosas no naturales es de algún modo sorprendente pa-ra la mentalidad moderna: “el aire, los alimentos, el trabajo y el descanso,el sueño y la vigilia, las excreciones retenidas o evacuadas, y las pasionesdel alma”.23 Los galenistas contrastan estos factores externos con las llama-das “(siete) cosas naturales”, y que por naturaleza son parte esencial de laconstitución corporal del individuo: “los elementos, los temperamentos, laspartes, los humores, los espíritus, las facultades y las acciones: son aquellasque contribuyen a formar lo físico de nuestro ser”.

    La coherencia y el poder explicativo y lógico de este marco conceptualhan sido estudiados y discutidos en varios ensayos por William Coleman,quien afirma, entre otras cosas, que en el siglo XVIII

    la doctrina de los no naturales ofrecía un marco de referencia conciso, flexi-ble y ampliamente aceptado para articular las exigencias primordiales quelas condiciones de existencia imponían a hombres y mujeres que intentabanseriamente conservar su bienestar físico �� � ��. Los no naturales se convirtieronen parte integral de un nuevo orden moral y en buena medida secular.24

    Creo que también podemos hacer uso de dicho marco conceptual para con-centrarnos en cómo se delineó en la época la frontera entre las determina-ciones internas y externas de los rasgos corporales y la constitución, a finde plantear el asunto de la permeabilidad y, en algún sentido, la fluidezentre las acciones internas (naturales) y las externas (no naturales).

    La antigua idea del cuerpo como producto de una mezcla de humores(crasis, temperamento), sujeto a constantes y múltiples influencias humora-les, desempeñó un papel importante en este tipo de temas; estas cuestionesse vincularon a la individualidad del temperamento y al posible papel expli-cativo que la geografía (“aires, aguas y lugares”) y la genealogía (familia,

    21 Galeno fue el inspirador del concepto de seis cosas no naturales, aunque en realidad nolo acuñó. Basándose en unas cuantas sugerencias que dio acerca de qué influencias externasera importante verificar a fin de promover una vida saludable, sus seguidores terminaronestableciendo una estrecha lista de seis factores determinantes. Véanse estudios históricos delconcepto en Niebyl 1971, Rather 1968, D’Aumont 1765 y Nutton 1993.

    22 D’Aumont 1765.23 Véanse Louis 1749, p. 18, y D’Aumont 1765.24 Coleman 1974, p. 406. Véase también Coleman 1984.

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    tribu, nación) podían desempeñar respecto de él. Si tomamos de nuevacuenta el análisis de Antoine Louis como ejemplo de una postura radical,veremos que él insistía en la individualidad extrema del cuerpo:

    El temperamento de los hijos que nacen de un mismo padre, y de una mismamadre, es casi siempre diferente; algunos son biliosos [bilieux], otros sanguí-neos [sanguins], algunos son alegres [guais], otros sosos [pésans]: estas dife-rencias de humor, de carácter y de inclinación entre hermanos y hermanas, sonconsecuencia de la diferencia de temperamentos; y ésta depende tal vez me-nos de la constitución primitiva o radical, que parece ser la misma entre todoslos hijos, que de una disposición adquirida por la combinación infinitamentevariada de todas las cosas exteriores.25

    Entre las influencias externas que Louis menciona están el clima que habíaal nacer, el sufrimiento durante el nacimiento, la cantidad de sangre en losvasos al nacer, la calidad de la leche de la nodriza, la densidad del airerespirado durante las primeras horas, etc. (“no acabaríamos de hacer laenumeración”). Las primeras influencias externas tienen los efectos másduraderos en el temperamento del individuo. Las enfermedades futuras (olas predisposiciones a ellas) se suelen adquirir en etapas muy tempranas.Louis se mantuvo firme en que, pese a todo, estas adquisiciones (patológi-cas o no) no se transmitían a la siguiente generación.

    (si la) diversidad de los temperamentos no es hereditaria, cómo podrían lasenfermedades que son su consecuencia transmitirse a través de los padres.26

    �� � �� las variaciones no deciden entonces nada en favor de la cuestión de lasenfermedades hereditarias, ya que éstas no vienen de un principio interno y dedisposiciones inherentes e inmutables; sino que dependen únicamente de lascosas no naturales que son todas exteriores.27

    Como he mostrado en otro texto,28 unos decenios después, la mayoría delos críticos de Louis centraron su ataque en su “increíble” argumento con-tra la realidad de la transmisión hereditaria, en lo que vieron como la falsasuposición de que los temperamentos son en definitiva individuales, secun-darios y accidentales. Una proporción considerable de médicos creía que laposibilidad de transmitir peculiaridades corporales por la línea familiar eraalgo simplemente imposible de negar. En contraste con la actitud de Haller

    25 Louis 1749, p. 35.26 Ibid., p. 37.27 Ibid., pp. 74–75. Más adelante escribe: “Los hombres están sometidos a esta regla general

    como las plantas y los animales, su carácter y su temperamento dependen de una infinidadde cosas exteriores que pueden variar hasta el infinito: es una verdad aceptada en medicina.”

    28 López-Beltrán 1994.

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    y Louis, afirmaban que se debía conceder prioridad a los hechos sobre lateoría.

    Para entender las diferencias sobre este tema entre los médicos del si-glo XVIII, habría que considerar una importante división “teórica” entreellos (una división que, hasta donde sé, no se ha discutido suficientemen-te): la que separó a los solidistas de los humoralistas. La de estos últimos es,desde luego, la tradición más antigua, y es la creadora del principal esque-ma conceptual de la medicina hipocrático-galénica.29 Su justificación de launidad y diversidad de las propensiones humanas corporales y espiritualesgira en torno al equilibrio de los constituyentes fluidos (humorales) y surelación con el ambiente.30 Como lo expresó Vivian Nutton “las ventajasde este esquema lógico pueden verse mejor en el desarrollo, dentro delmarco del humoralismo, de la teoría de los seis no naturales”.31 El solidis-mo es un producto médico del mecanicismo moderno; está vinculado a labúsqueda de causas mecánicas estructurales dentro del cuerpo. Posicionesteóricas como la iatromecánica y la fisiología de fibras expresan su prin-cipal planteamiento: la enfermedad y la normalidad deberán encontrarseen las propiedades físicas de la organización. Las lesiones (y no el maltemperamento) son la causa de las enfermedades.

    Sobre el tema de la permeabilidad de la frontera entre cuerpo y ambien-te, estas dos posiciones teóricas trabajaban sobre diferentes presupuestos.Si, mecanicistamente, se concede primacía causal (etiológica) a las par-tes sólidas (fibras, tejidos, órganos) sobre las porciones de fluidos en elcuerpo (como Louis arguye),32 entonces se vuelve mucho menos probableque presencias externas (aire, efluvios, aguas, alimentos, clima en general)puedan afectar irreversiblemente las propiedades corporales de un linaje;en especial, si el origen de los principales rasgos de los sólidos (organiza-ción) se considera preformado. Es decir, las partes sólidas de cada nuevo

    29 Sobre la historia de estas doctrinas médicas, véanse Portal 1808 y Adams 1814.30 Como Vivian Nutton lo define: “El humoralismo es un sistema de medicina que considera

    que la enfermedad es resultado de cierta alteración en el equilibrio natural de los humores, enel cuerpo como un todo o en alguna parte específica. Subraya la unidad del cuerpo y la fuerteinteracción entre procesos mentales y físicos. Es a la vez altamente individualista, pues cadapersona y cada parte corporal tiene su propia composición humoral natural (también conocidacomo crasis, mezcla, o temperamento), y universal, pues el margen de variación está limitadoy se puede pensar que los mismos patrones patológicos (enfermedades) ocurren en muchosindividuos. El equilibrio natural de la salud siempre es precario, ya que constantemente estásujeto a influencias potencialmente dañinas de la dieta, el estilo de vida y el ambiente.” Nutton1993, p. 281.

    31 Nutton 1993, p. 288.32 Louis escribe: “la acción de las fibras, más o menos fuerte y vigorosa, da forma y modifica

    de manera diferente los humores de nuestro cuerpo; estos humores se comportan dependien-do de su cantidad en los sólidos en los cuales están contenidos, y determinan de forma diversalas acciones: de ahí provienen las complexiones particulares que causan tanta diferencia entrelos seres humanos, tanto en relación con las disposiciones del cuerpo como con los rasgos delespíritu”. Louis 1749, pp. 37–37.

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    ser, responsables últimas de sus funciones, no recibirán ninguna influenciaregular, fisiológicamente normal, de las partes sólidas de sus ancestros;nada ocurre al formarse el nuevo ser que merezca el nombre de herencia.Por otro lado, si se concede la primacía a las mezclas humorales (y si sepiensa que los sólidos son producto de una solidificación o condensaciónde humores después de la fecundación), entonces resulta concebible queal formarse el nuevo ser se altere el plan de su organización debido a lasparticularidades (las calidades) de los materiales provenientes de las si-mientes parentales. Al mismo tiempo se vuelve concebible que devengarelativamente “permanente” en el linaje cualquier influencia que puedaabrirse paso por el aire, el agua, la comida, etc., y cambie drásticamente elequilibrio humoral de una persona, y que con ello se altere su constituciónfísica. Esto debido a que, a su vez, dicha alteración afectará los humo-res reproductivos de la siguiente generación, como el semen, la sangre, laleche.33

    Así, en el contexto de los rasgos hereditarios (similitudes, degeneracio-nes), creo que la distinción entre cosas naturales y no naturales, y la con-cepción de sus interacciones, pueden ser esclarecedoras. Un recurso expli-cativo tradicional de la variación en las especies biológicas, en especial enel caso del ser humano, consiste en apelar a las influencias externas. Laexplicación climática (geográfica) es antigua.34 Durante el siglo XVIII, teó-ricos importantes como Arbuthnot, Falconer, Montesquieu, Buffon, etc.,35

    confirieron un papel central a la acción del sol, el aire, el agua, etc., enla explicación de la diversidad de la constitución corporal (y de las cos-tumbres). Este origen externo de la diferencia a menudo se combinó condiscusiones concernientes a las similitudes y las degeneraciones. A menu-do, tanto la discusión empírica como la teórica tomaron como objeto lo quepodría denominarse la “persistencia” (capacidad de permanecer en el lina-je) de las alteraciones inducidas externamente. Los sistemas (o modelos)de la generación rivales se tuvieron que adaptar a los datos reunidos y a laopinión consensuada en torno al tema.

    Es de interés notar que las concepciones de la transmisión hereditariaasociadas al vitalismo francés tendían a ponerse de parte de una concep-ción más permeable respecto del vínculo entre cuerpo y ambiente. Estaposición abierta, que vio en los equilibrios (complejos) entre elementosinternos y externos del cuerpo el único enfoque realista convincente parala salud (y para la historia natural), dio cabida a la concepción posterior deun enfoque higienista de la salud, así como de un mejoramiento físico de la

    33 La capacidad que estamos dispuestos a conceder a un humor fue un tema de debate.Haller criticó severamente la disposición de los tibios humoralistas a aceptar que esos fluidosamorfos pudieran por sí mismos producir algún orden sensato.

    34 Su locus classicus está en el hipocrático Airs, Waters, Places.35 Véase Glacken 1967.

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    humanidad. Una diferencia crucial entre el hereditarismo francés y el bri-tánico en el curso del siglo XIX se debía exactamente a esta permeabilidadadoptada por los franceses. Como Coleman claramente lo mostró, la ideade las cosas no naturales fue el antecedente de los programas higienistasen los años posteriores al régimen napoleónico. Elizabeth Williams ha se-guido de manera brillante la influencia del vitalismo en los acercamientosdecimonónicos al vínculo entre cuerpo y ambiente por parte de los médicosfranceses.36

    Los humoralistas en su conjunto se inclinaron a lo que podríamos llamaruna postura holista de los vínculos entre el cuerpo y el ambiente, y lespareció concebible que algún tipo de flujo (de caracteres externamenteinducidos) pudiera viajar, por medios fisiológicos, en las líneas familiares yconformar un patrimonio corporal peculiar de familias, tribus y razas. Porotra parte, para los solidistas (à la Louis), dado que no podían imaginarninguna ruta posible de influencia que conectara el marco corporal sólidoinicial del progenitor con el de su cría, y que cada uno de los casos devariación y parecido puede ser “explicado” usando factores externos, lasatribuciones hereditarias se convierten simplemente en una façon de parler.

    Lo que quiero discutir, entonces, es la cuestión de la permeabilidad delas rutas causales hereditarias (posibles) a los factores externos durante elsiglo XVIII. La tarea debería consistir en mostrar cómo autores diferentescon diferentes puntos de vista podían coordinar (y lo hicieron) los dos ni-veles de análisis: la influencia de los factores externos en la constitucióncorporal, y la influencia hereditaria de la constitución corporal de los pa-dres en la constitución corporal del hijo.

    La discusión específica en torno a la transmisión hereditaria de las enfer-medades en el marco de las posturas dieciochescas sobre la fisiología y lageneración ofrece un acceso privilegiado a las resbaladizas conceptualiza-ciones de las posibles rutas mediante las cuales el ambiente podría afectar,de una forma drástica y más o menos permanente, la constitución de losindividuos y los linajes.

    III

    Parece útil abordar la discusión de la herencia en el siglo XVIII siguiendola sugerencia de Peter McLaughlin de que es necesario hacer “la distinciónentre los dos tipos de herencia: la transmisión legaliforme de las formasque definen las especies, y la alteración o suplementación contingentes deesta transmisión por los rasgos de individuales”.37 Me parece, sin embargo,que hay que hacer la distinción de otro modo y tener más cuidado con el

    36 Véanse Coleman 1984 y Williams 1994.37 En su “Preliminary Notes on Biological Notions of Heredity in the Enlightenment”, 2000.

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    empleo del vocabulario, porque, durante el siglo XVIII, lo que McLaughlinrefiere como el primer tipo de herencia era considerado fuera del domi-nio de lo hereditario. En general, ninguna postura respecto a la generaciónhablaba de herencia para referirse a la transmisión “legaliforme” de las for-mas; ése es un uso adoptado hasta bien entrado el siglo XIX. Todos duranteel siglo XVIII (tanto del bando preformacionista como del sucesionista)38

    pensaban que la transmisión de la forma de una generación a otra se debíaa una causa (o hecho) constante, invariable, que daba a las especies sufijeza y estabilidad, y no estaba relacionado con las contingencias de lagenealogía. La idea de la preexistencia del germen, así como la de una pro-ducción controlada por leyes (sucesiva) del nuevo ser, fuese configuradapor un molde, o conducida por una fuerza generativa, o por algún otroprincipio epigenético, compartían la idea de una estructura básica comúnpara cada especie, sobre la cual los caracteres singulares, accidentales delos ancestros no tenían influencia permanente. Por consiguiente, una acti-tud compartida hacia las características hereditarias (las peculiaridades delindividuo, de la familia o de los principales linajes) era confinarlas al domi-nio de lo accidental. Si bien se aceptaban y discutían tanto en los tratadoshipocráticos como en las obras de Aristóteles, los hechos de la transmisiónhereditaria del parecido físico y moral, la deformación y la enfermedadfueron vistas como datos fácticos innegables (aunque fastidiosos) que te-nían que ser explicados de alguna manera. Tal vez sólo en la tradiciónmédica, con su preocupación por la singularidad de la enfermedad y lospacientes, se abrió más espacio a la reflexión acerca de las peculiaridadesde los temperamentos individuales y su transmisión a través de la líneafamiliar. La distinción a la que McLaughlin apunta debe referirse entonces,para el periodo, como la de “tipo-accidente” y limitar sólo a lo segundo elámbito de lo hereditario.

    La distinción “tipo-accidente” permite un seguimiento cuidadoso del lu-gar que ocupó lo hereditario en distintos marcos teóricos. Por ejemplo,los médicos hipocrático-galénicos se contentaban con el hecho de que elmodelo pangenético, de doble simiente, de solidificación de fluidos, podía,entre otras virtudes explicativas, dar cuenta de los datos de las recurrenciashereditarias. Al mismo tiempo, se consideró que el modelo de la generaciónmás sofisticado teóricamente que concibió Aristóteles daba pie a algunosenigmas difíciles de resolver, en relación con esta clase de hechos.39 Hayde hecho una discusión actual entre los especialistas en Aristóteles acerca

    38 Sucesionista, como dije, es una etiqueta que incluye tanto a epigenetistas como a lospartidarios de la formación rápida de doble simiente del germen, o primer rudimento.

    39 Al menos desde la época de Empédocles, a cualquiera que le interesara dar una expli-cación de la generación humana (y animal), las paradojas de lo hereditario fueron un serioescollo: la postura de Aristóteles de la semilla masculina como único contribuyente causala la forma del cuerpo de la descendencia tenía que esquivar la evidencia empírica de lascaracterísticas (similitudes, moldes) transmitidas por la hembra. La versión más convincente

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    de cómo entender su propósito de explicar en su esquema (dar cuenta deél de algún modo) el hecho hereditario del parecido con ambos padres, y aveces con algunos ancestros.

    Como es bien sabido, en el esquema aristotélico de la generación, lasemilla masculina era la responsable de la forma y la femenina interve-nía en las particularidades del individuo.40 En un reciente y esclarecedortexto, Andrew Coles ofrece un análisis fisiológico complejo del origen yla función de la semilla masculina (semen) en Aristóteles, de modo quequedan superadas las principales dificultades que surgen con los hechoshereditarios. Contra lo que se suele creer, según Coles, nuestro naturalistalo logró rescatando la noción cnidiana (hipocrática) del origen pangenéti-co del semen: “Es en la concepción aristotélica de los orígenes fisiológicosdel semen, y más en particular de sus propiedades hereditarias, donde losvínculos entre su biología y la de los cnidianos se acercan más.”41 Apa-rentemente, esta postura consiste en que el semen (simiente masculina)es producto de un proceso especial de separación de la sangre, y que ensu paso por todas las distintas partes del cuerpo del padre adquiere tiposparticulares de capacidades (dunamis) secundarias que pueden ser los cau-santes de que continúen las similitudes hereditarias de la descendencia. Elresultado de la lucha (parte por parte) de estas dunamis paternales concapacidades similares que se oponen a ellas, y que llegan en la materiagenerativa de la madre, define a qué lado saldrán las distintas partes delhijo.42

    La aguda percepción aristotélica de los espinosos problemas causalesque planteaban las similitudes hereditarias al parecer fue diluida progre-sivamente por sus intérpretes, de modo que los aspectos de su sistemaespecíficamente diseñados para lidiar con ellos parecen haberse perdido.Galeno, por ejemplo, estaba convencido de que no había manera de queAristóteles pudiese explicar las similitudes transmitidas por la madre, ypor esa razón planteó un argumento contundente en favor de la existen-cia de una simiente femenina, con facultades fisiológicas equivalentes paratransmitir peculiaridades hereditarias.43

    Harvey creía ser aristotélico cuando restringía la influencia material dela fisiología a la acción de los espíritus masculinos en la producción (con-cepción) de la forma en el nuevo ser, y orilló la influencia (similitudes,

    de las mezclas irregulares del parecido con ambos padres provino de las teorías de doblesimiente.

    40 La cuestión, entonces, como la plantea Sharples 1985, es que si se supone que el padreimparte la forma y nada más, ¿por qué los padres de nariz respingada tienden a tener hijosde nariz respingada? Véase Sharples 1985.

    41 Véase Coles 1995, p. 50.42 Véase ibid., pp. 70–76.43 Véanse Coles 1995, p. 76, y Boylan 1984.

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    etc.) hereditaria al dominio paracelsiano de la acción de la imaginación dela madre.44

    Como señala McLaughlin, el conflicto entre modelos pangenéticos (dedoble simiente) de la generación (con su apoyo en lo hereditario) y lasexigencias epistemológicas (y teológicas) que promovían las posturas pre-formacionistas produjo, en el siglo XVII, diferentes intentos por combinarlas virtudes de ambas explicaciones, como aparentemente lo había hechoAristóteles.

    A principios del siglo XVIII, Bourguet propuso un modelo sintético de esetipo: un germen preformado afectado después de la fecundación por unainfluencia pangenética, de doble simiente, causante de todos los rasgoshereditarios.

    Como se ha dicho, Haller usó primero lo hereditario como un armapara la epigénesis sucesionista, y más adelante cambió de lado y negóenfáticamente su realidad cuando criticó a Buffon.

    Bonnet, a su vez, adoptó la estrategia de Bourguet al separar clara-mente el origen de la forma (en el germen) y los orígenes externos delas similitudes,45 que obedecían a la incorporación (intususcepción) de losaccidentes en el proceso de crecimiento-desarrollo nutricional, en el cualpodían intervenir partículas (pangenéticamente reunidas) de ambos oríge-nes. Aunque autores sucesionistas como Maupertuis y Buffon insistieronen que es importante la manera (nueva) en que se produce el germen encada fecundación, varios autores46 han sostenido que hay una estructuracomún entre su hipótesis y un preformacionismo complicado como el quepropone Bonnet. Hace más de cien años, en un ensayo histórico perspicazllamado “Evolution in Biology” (1878), T.H. Huxley llegó a la conclusiónde que si hacemos a un lado el tiempo y la manera en que se produce elgermen (el rudimento de Harvey), la mayoría de los teóricos dieciochescosde la generación, preformacionistas o sucesionistas, apoyaba alguna for-ma de la doctrina de la evolución o el desarrollo, que considera una fasedoble en la producción del cuerpo del nuevo ser; en primer lugar, la crea-ción o reproducción de la estructura básica en el germen, y en segundoel crecimiento y el desarrollo de este rudimento.47 Huxley ve en la des-cripción de Bonnet de tal proceso el “ejemplar” común de la época. Parael caso del huevo de la gallina, Bonnet en sus Considérations. . . afirma losiguiente:

    44 Véase Harvey 1651.45 Aunque, en las últimas versiones de su teoría de la generación, Bonnet se acercó cada vez

    más a un esquema protoepigenético, en el cual la estructura organizada no está realmentepresente en el germen preformado, sino de algún modo “preprogramada”. Véanse Huxley1878, y Bonnet 1779.

    46 Incluido en McLaughlin 2000.47 Incluso Cuvier en el siguiente siglo [XIX] adoptó un esquema similar, añade T.H. Huxley

    (1878, p. 190).

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    la fecundación y la incubación simplemente causan que el germen absorbalas materias nutritivas, que se depositan en los intersticios de las estructuraselementales de las cuales se forma el polluelo miniatura, o germen. La conse-cuencia de este crecimiento intususceptivo es el “desarrollo” o “evolución” delgermen para convertirse en el ave visible. Así, un individuo organizado es uncuerpo compuesto que consiste en las partes originales, o elementales, y en lasmaterias que se han asociado a ellas con ayuda de la nutrición, de modo que siestas materias pudieran ser extraídas del individuo, por así decirlo, éste termi-naría concentrándose en un punto, y se restauraría de este modo su condiciónprimitiva de germen.48

    Modificaciones posteriores a esta noción de germen hicieron que la po-sición de Bonnet fuera todavía más general e inclusiva:49 “Esta palabra(germen) no sólo designará un cuerpo organizado reducido en pequeño;designará incluso toda especie de preformación original de la que puede re-sultar un todo orgánico (un individuo), así como su principio inmediato.”50

    La conclusión de Huxley es elocuente: “Pero así definido, el germen no esni más ni menos que la ‘particula genitalis’ de Aristóteles, o el ‘primodiumvegetale’ u ‘ovum’ de Harvey; y la ‘evolución’ de tal germen no se podríadistinguir de la ‘epigénesis’.”51

    Así, aun algo tan obtuso como el “molde interior” de Buffon podía ver-se, desde esa perspectiva, como equivalente al “germen” generalizado deBonnet. Pese a importantes sutilezas que se dejaron de lado cuando Huxleyintegró grosso modo estos conceptos, sin duda él está señalando algo impor-tante. La mayoría de los teóricos del siglo XVIII compartían la idea de quehay un hiato conceptual profundo entre la explicación de la organización(similitudes taxonómicas) y la de peculiaridades individuales accidentales(variaciones, similitudes).

    Para nuestros fines, la similitud que ve Huxley entre los modelos de lageneración del tipo Bonnet-Haller y los del tipo Buffon-Maupertuis gira entorno al hecho de que ambos suministran un germen que sufre un procesode crecimiento y transformación bajo la influencia de un medio fluido queofrece los elementos que terminan siendo incorporados. Este medio explicala influencia hereditaria. El origen, las cualidades y la manera de la ac-ción se convierten en tema de las consideraciones hereditarias. Los rasgospermanentes, esenciales, tipológicos de la organización se identifican conel marco sólido; mientras que los rasgos accidentales, efímeros, entran en

    48 Huxley 1878, p. 191.49 Huxley dice: “Bonnet �� � ��, en sus escritos posteriores, por fin �� � �� admite que el germen

    no tiene por qué ser la miniatura real del organismo, que tal vez sea meramente una ‘pre-formación original’ capaz de producir a aquél”, en 1878, p. 193, donde cita a Bonnet 1779,parte X, cap. II.

    50 Bonnet 1779, parte X, cap. ii, citado por Huxley 1878, p. 193.51 Huxley 1878, p. 193.

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    juego mediante las influencias humorales (de los fluidos). La dialéctica dela interacción sólido-humoral tiene un papel decisivo en la separación entrela estabilidad estructural y las desviaciones individuales. La organizaciónsólida (dada, por ejemplo, por el germen o conducida por una fuerza soli-dificante) recibe influencias constantes y materia del ambiente fluido; éstasalteran y modelan el marco corporal.

    La agregación o intususcepción de partículas de diferentes orígenes (pa-ternos, maternos, externos) son procesos que a la ruta hereditaria le sonindiferentes. Tanto una explicación sucesionista como una preformacionis-ta de la generación pueden igualmente explicar (o desembarazarse de lanecesidad de explicar) la transmisión hereditaria mediante la incorpora-ción de elementos durante el crecimiento o el desarrollo.

    Hay una diferencia importante que se debe tener presente acerca delas consecuencias de aceptar la explicación preformacionista y las de unaexplicación sucesionista del origen del germen (o “primera formación”).Aunque en ambos casos se pueden explicar algunos hechos hereditariosmediante los suplementos externos52 a la primera formación durante la“evolución”, o crecimiento, la preservación de una separación nítida entreel origen (causal) de la forma y el origen (causal) de las similitudes o dege-neraciones se vuelve más problemático para el sucesionista. En un modelodel tipo Maupertuis-Buffon, por ejemplo, algunas de las variaciones here-ditarias importantes más drásticas (degeneraciones) podían ser incorpora-das, hasta cierto punto, en la secuencia genealógica esencial; la polidacti-lia, u otras degeneraciones, puede ser transmitida o “copiada” mediante elproceso de la generación53 causante de la primera formación, de manerasimilar a como ocurre con las características más básicas de la especie.De hecho, para algunos defensores de la preformación, como Haller, estavaguedad acerca de los límites de lo individual (similitudes) y lo formal(tipos) se convirtió en una de las principales razones para oponerse a losesquemas sucesionistas. Al mismo tiempo, el hecho de que la preformaciónno explicara (por sí sola) la persistencia en las líneas genealógicas de losrasgos accidentales hizo que el recurso subsecuente a una influencia pan-genética suplementaria (de doble simiente) resultara metodológicamentesospechoso.54 De nuevo, la permeabilidad o impermeabilidad de la formaespecífica a influencias accidentales externas es una de las cuestiones queestán en juego en estas discusiones.

    52 De doble simiente, más sangre materna, más otras fuentes de nutrimento.53 V.gr., mediante el molde interior modificado, o la memoria material de Maupertuis. En

    los escritos de Buffon parece haber evidencia en favor de una posibilidad de modificación delmolde interior, así como en favor de su inalterabilidad. Véase Aréchiga 1996.

    54 En su obra de 1878, Huxley concluye que sólo cuando C.F. Wolff observó cuidadosamenteel desarrollo del polluelo terminó el impasse especulativo, y la embriología pudo tomar unaruta progresiva.

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    Aunque hay que recordar que los hechos hereditarios podían tener, toda-vía durante el siglo XVIII, explicaciones no fisiológicas (v.gr., la constanciao repetición de algunas influencias climáticas externas, o apelando a laacción de la imaginación u otras intervenciones de la “mente sobre la ma-teria”), la búsqueda de una fuente fisiológica estable y regular se fue viendocada vez más como la única estrategia explicativa sensata. Para una estra-tegia de este tipo, había una pregunta importante que giraba alrededordel origen, el tipo y las cualidades de las partículas materiales que fueronincorporadas (mediante la generación, la nutrición, el desarrollo y el cre-cimiento) en las diferentes partes del cuerpo. La noción de una fronteraontológica estricta entre partículas orgánicas e inorgánicas, como propuso,por ejemplo, Buffon, ofreció otra frontera que había que tener en cuenta.El acceso de las influencias externas a los rasgos corporales distintivos decada individuo podía claramente ser limitado por tales consideraciones.Las climáticas, las nutricionales y otras fuentes de variación corporal (cap-turadas elocuentemente en la etiqueta de las cosas no naturales) puedentener muy diferente capacidad para alterar la constitución conforme a lacontinuidad o discontinuidad postulada entre constituyentes corporales ymateria externa (aire, agua, lugares. . . ). En mi opinión, el marco médicode influencias naturales y no naturales, y de sólidas frente a humorales,era el principal recurso que se tenía para lidiar con estas cuestiones; sinduda estaba en la raíz de las especulaciones de Buffon concernientes a lainfluencia del clima y la alimentación en la producción de degeneraciones,que comienzan como variaciones individuales y se generalizan progresiva-mente en un linaje, ya que se transmiten hereditariamente (“tal como lasenfermedades se transmiten del padre o la madre al hijo”).55

    Otro problema que no se suele formular claramente es la “persistencia”(que las hace más o menos permanentes o efímeras) de las peculiarida-des incorporadas por las rutas ambientales y nutricionales, en el marco delas sucesiones genealógicas. Esta cuestión se puede volver crucial en unaexplicación sucesionista si hay una dilución de la diferencia entre organi-zación individual y específica.56 El problema se les presentó a Maupertuisy a Buffon, y también a Blumenbach. Los tres postulaban una transfor-mación semipermanente del tipo debido a la conservación de variacionesaccidentales en el linaje.57 Es probablemente en las extensas discusiones deBuffon sobre la noción de degeneración donde las complejidades de este

    55 Véase Buffon 1749. Véase también Aréchiga 1996, p. 74.56 El proceso de usar la constitución corporal o el temperamento completo de uno de los

    progenitores como un patrón o molde original para la producción del nuevo ser (en el mo-mento de su primera formación) ha inducido incluso a que se hable paradójicamente de laconservación de un tipo individual (!). Véanse Duchesneau 1982, p. 539, y López-Beltrán1992.

    57 John Hunter llegó a una postura similar, con la influencia de Blumenbach. Véase López-Beltrán 1992.

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    tema comenzaron a ser resueltas. La creencia en una correlación estricta ygeneralizada entre clima y temperamento corporal en grupos humanos fueduramente cuestionada en el curso del siglo XVIII. La tenacidad y la debi-lidad (i.e. diferencias en “persistencia”) de los rasgos raciales accidentalestuvieron tanto evidencias como testimonios en su favor.58 El problema deestablecer cómo y cuándo la influencia externa en las características físicasse “arraigaba”59 en un linaje adquirió importancia progresiva después dela obra de Buffon. Este autor francés siempre sostuvo que existía un límitepara la cantidad y el tipo de variación aceptada por el molde interior.60

    Kant, por su parte, creyó en la debilidad de las adquisiciones acciden-tales:

    Gradualmente, por lo menos, la constitución del suelo (humedad o sequía), yde la alimentación también, induce una diferencia hereditaria o variedad entreanimales del mismo ganado y la misma raza, especialmente en talla, propor-ción de las extremidades, y también en el temperamento; que más adelante sehibridiza cuando se mezcla con otro tipo; pero sobre otro suelo y en presenciade otro tipo de alimento (aun sin alteración del clima) desaparece en unascuantas generaciones.61

    Blumenbach, a su vez, vaciló ante la evidencia. Después de haber descarta-do también la postura de que lo que Buffon llamaba degeneraciones se po-día convertir en una parte hereditaria estable de la constitución de un ani-mal (o de una persona), llegó a aceptar lo que denominó “peculiaridadeshereditarias de los animales ocasionadas por temperamentos enfermos”:

    A primera vista parecería que una disposición hereditaria a la enfermedadpertenece más bien a la patología que a la historia natural de los animales.Pero cuando se examina el asunto con mayor detenimiento, queda claro quehay más de una forma en la que tiene algo que ver con aquellas causas dedegeneración que nos ocupan.62

    58 Escribe Blumenbach: “tal es la diferencia de sus efectos �� � ��; [algunos] se conservanperfectos por un tipo de constancia tenaz durante largas series de generaciones, o, por algunafacultad de cambio, se retiran de nuevo en un lapso breve”. (Blumenbach 1865) Véanse Roger1989, Aréchiga 1996 y Glacken 1967.

    59 Su metáfora de la profundidad, del arraigo, tomada, en mi opinión, de especulacionesiatroquímicas de la semilla o la causa material de la enfermedad, se invocó con frecuencia eneste contexto.

    60 Blumenbach mismo titubeó ante la evidencia. Compárense Blumenbach 1775 y 1795.Véase también López-Beltrán 1992.

    61 Kant 1775, en Chukwudi 1997.62 Blumenbach 1865, específicamente “On the Natural Varieties of Mankind”, 3a. ed., 1895,

    p. 202.

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    Blumenbach escribe posteriormente que cuando alguno de éstos (enferme-dades o trastornos de constitución. . . ) se propaga por causas hereditariasdurante una larga secuencia de generaciones, termina fundiéndose sen-siblemente en un tipo de segunda naturaleza, y en algunas especies deanimales da pie a variedades peculiares y constantes.63

    IV

    La analogía que Blumenbach estableció entre enfermedad hereditaria y va-riación hereditaria, y la forma en que borra la distinción son, en mi opi-nión, reveladoras, en cuanto a que dentro de la tradición médica existíaun marco que permitía abordar los problemas del vínculo entre el cuerpo(temperamento, constitución) y el ambiente. En éste se podían contemplarconjuntos de factores causales complejos, y mutuamente dependientes, ac-tuando sobre el mismo efecto (el cuerpo), de tal forma que el resultadofinal no pudiese ser atribuido por completo a una u otra influencia particu-lar. Las nociones de crasis (mezcla), fluidez, individualidad, permitían quela imaginación concibiera un resultado dado como determinado y causado,y también como un producto complejo de un conjunto variable e inanali-zable. Por otro lado, la distinción entre cosas naturales (marco corporal,temperamento) y cosas no naturales (que afectan y cambian a aquéllas)permitía una separación de espacios causales que es, empero, muy dife-rente de la separación moderna naturaleza-crianza a la que nos hemoshabituado. Por ejemplo, el hecho de que pasiones, sueños y otros elemen-tos psicológicos fueran situados en el mismo nivel que el aire, la comida oel agua, revela una concepción muy diferente de las fronteras y de las de-pendencias causales que están implicadas. Los organismos (los cuerpos),más que estar, como los concebimos hoy, en una secuencia dialéctica deexpresión (frente a un medio) y transmisión a la siguiente generación delmaterial hereditario, eran concebidos inmersos en su entorno, abiertos aél e íntimamente dependientes de él. La compleja malla de influencias queafectaban a cada organismo particular era el tema y la preocupación de latradición médica, y la herencia física y moral que pasaba de progenitores avástagos a través de la reproducción constituía sólo una porción pequeñade ésta.

    Las cosas naturales (humores, elementos, temperamento) pueden equi-pararse sin distorsión con los constituyentes del cuerpo de los que es res-ponsable la generación. Es decir, el germen, o el conjunto preordenado deelementos que se unen para dar cuerpo al nuevo individuo organizado,es el efecto de las cosas naturales. Las cosas no naturales (aire, alimentos,sueños, pasiones, etc.) forman el conjunto de influencias “externas” que de

    63 Ibid., p. 259.

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    algún modo entran en contacto con el cuerpo, o que lo afectan determi-nantemente a medida que crece, vive y decae. Un análisis somero puededescribir estos dos conjuntos de causas como desconectadas o indepen-dientes. Es significativo, por ejemplo, el hecho de que fueran abordadosen dos tratados hipocráticos diferentes.64 Pero, por supuesto, el vínculoentre ellos es poderoso, y como Arnulfe D’Aumont insiste, cuando esta in-teracción (natural/no natural) se desbalancea aparece lo præter-natural (laenfermedad).65 Como vimos antes, en el argumento de Antoine Louis, es-tos seis no naturales pueden fácilmente tener pertinencia en la discusiónconcerniente a las causas externas de degeneración, y la “persistencia” queadquieren conforme a su origen y momento de influencia.66 Médicos dedistintas orientaciones consideraban más o menos abierta la posibilidad deque, a través de la generación, las influencias externas se volviesen más omenos permanentes dentro de una línea genealógica.

    Un acceso privilegiado a cómo se abordaron estos asuntos, y a los deta-lles de la fisiología y la etiología, durante el siglo XVIII, lo tenemos cuan-do examinamos las discusiones del periodo en torno a las enfermedadeshereditarias.67 Con base en ellas podemos aclararnos las distintas conse-cuencias para la fenomenología de lo hereditario que los médicos veíancuando aceptaban o rechazaban la apertura (permeabilidad) de la prime-ra formación ante causas accidentales externas. Distintas fronteras podíanestablecerse dependiendo de las diferentes posturas fisiológicas. Hay paraello que recuperar la pregunta de si acaso los rasgos corporales hereditariosaccidentales son inducidos por los seis no naturales, y añadirle la de si estastransformaciones son de un orden tal que el linaje familiar se vea afectadode manera permanente. En los siguientes párrafos intentaré resumir breve-mente varias posiciones que se pueden encontrar entre los médicos durantela segunda mitad del siglo XVIII.

    Una posición solidista estricta puede conducir de inmediato a un puntode vista antihereditario; hemos visto eso con Louis:68 la imposibilidad dela incorporación (en el nivel de profundidad requerido) de algo externo o

    64 “Airs, Waters, Places” y “The Nature of Man”, en Hipócrates 1923.65 D’Aumont 1765.66 La división que describimos entre humoralistas y solidistas cobra relevancia. Desde un

    punto de vista humoralista, el equilibrio entre humores es crucial, y hay un flujo continuode materiales, mezclas, dentro y fuera del cuerpo, transportados por el aire, los líquidos ylos alimentos. Las partes sólidas del cuerpo están siempre cambiando de acuerdo con estasinteracciones. Desde un punto de vista solidista, la raíz de la enfermedad está en una lesióno malformación en el nivel de los órganos o partes sólidas. Son los sólidos y sus propiedadeslos que dominan o controlan los humores.

    67 He hecho un estudio minucioso de los debates en torno a este tema, ocurridos en Franciaentre 1745 y 1810, en López-Beltrán 1997.

    68 El propio Louis sitúa la confianza de su argumento antihereditario en la vieja obra deLuis Mercado, donde aparentemente también se niega toda influencia de sólido a sólido.Véase Louis 1749.

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    accidental en el marco corporal (i.e., el germen original). éste es el prin-cipal argumento de Louis. Si las enfermedades tienen una raíz solidista,cualquier lesión tendría que ser local, aislada, y sus efectos terminaríancon la muerte del lesionado. En contraste, una postura humoralista incor-pora lo hereditario a una coreografía de influencias internas y externas;en ellas no hay una separación nítida entre humores externos e internos.La influencia hereditaria no tiene un estatuto (ontológico) especial; es másbien una consecuencia (un “efecto secundario”) del flujo de generacionessucesivas que adquieren y alcanzan a veces a transmitir a la descendencia(mediante la generación) peculiaridades físicas (y morales). A lo más, eladjetivo “hereditario” hace referencia a una posible ruta de transmisión deinfluencias que también actúan por otras vías.

    Un desarrollo teórico importante ocurre entre los médicos cuando soli-distas comprometidos, no muy satisfechos con las explicaciones humoralesproteicas de las enfermedades de origen hereditario, aceptan, sin embargo,la realidad del hecho de la transmisión hereditaria, basándose en el pesode la evidencia que aportan los casos acumulados de rasgos y enfermeda-des que recorren linajes. Se reconoce así un nuevo tipo de especulaciónacerca de la posibilidad de influencia hereditaria de sólido a sólido, y comoconsecuencia se propone una distinción entre la transmisión propiamentehereditaria y las influencias congénitas paralelas.69

    También podríamos resumir los diferentes “modelos” de la transmisiónde enfermedades hereditarias atendiendo a la noción de la generación quepresuponen los médicos. Según la preformación: el germen es invadido porla “semilla” de la enfermedad,70 y su equilibrio humoral se ve alterado; obien, es dañado por una influencia externa (v.gr., un fluido) durante sudesarrollo y la alteración puede entonces transmitirse de algún modo a lasiguiente generación mediante la simiente parental (pangenéticamente).De modo que la transmisión no es inevitable. En una explicación suce-sionista puede suceder algo análogo. Después de la “primera formación”,se pueden sufrir alteraciones heredables; los humores son la causa de lasidiosincrasias. No hay una distinción etiológica importante entre recibirla mala acción por primera vez en el linaje (por una causa ambiental) orecibirlo a través de los líquidos de los padres durante el crecimiento y eldesarrollo, o incluso durante la crianza.

    En la tradición solidista, hacia fines del siglo XVIII, se comienza a bos-quejar una idea muy diferente de transmisión hereditaria que sólo es posi-ble en un esquema sucesionista. Se propone alguna forma de mecanismocopiador como responsable de producir, en cada generación, las partes sóli-

    69 Para un análisis detallado de esta innovación conceptual, y sus consecuencias tanto enlas discusiones francesas como en las británicas de lo hereditario, véase López-Beltrán 1992,1997.

    70 De una forma iatroquímica.

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    das del nuevo ser.71 Esto último podría enmarcarse (como hicieron Buffony Maupertuis) bajo la analogía de la cristalización. Se considera que loscuerpos (sólidos) de los progenitores son la fuente (o el molde) que se usacomo base para producir la nueva organización en el hijo. Tanto los rasgosesenciales como los no esenciales pueden entonces ser candidatos a serreproducidos por los mecanismos copiadores. Bajo esta óptica, el sucesohereditario (la transmisión de peculiaridades) ocurre siempre en el mo-mento de la “primera formación” de las partes sólidas (la producción delgermen). Las variaciones corporales atribuibles a la influencia externa sepueden convertir en hereditarias sólo si se originan en el momento de la“primera formación”. Además, no todo rasgo se transmite exactamente dela misma manera. Hay más bien una tendencia diferente entre ellos a sertransmitidos según ciertas propiedades. Los rasgos esenciales se transmitencon más constancia, y los rasgos accidentales tienen menos oportunidad deser copiados. Las similitudes tienen más abierto el camino que las degene-raciones. Mientras más antiguo es un rasgo en un linaje, más fuerte serásu tendencia a transmitirse debido a cierto arraigo que habrá generadoya. Lo que hemos estado llamando la “persistencia” de una variación sevincula, por tanto, a su propensión a ser arrastrada a generaciones pos-teriores mediante el mecanismo “copiador”. Así se explica la variación enla descendencia. La organización corporal del nuevo ser es una versión dela organización de los progenitores, de donde se copian tanto los rasgosesenciales como los accidentales. Aun las deformidades se pueden trans-mitir si su origen es un accidente ocurrido en el momento de la primeraformación; esto es lo que se puede denominar una explicación de la trans-misión hereditaria de la variación accidental debida a causas externas porun “accidente incorporado”. Esta forma de pensar se puede encontrar es-bozada en el modelo de la generación de Maupertuis, y fue usada despuéspor John Hunter en Inglaterra. La distinción nítida que pretende estable-cer entre la transmisión hereditaria y la no hereditaria dentro de los linajesfue utilizada por los médicos franceses, y también por Hunter y sus se-guidores, para marcar una diferencia entre transmisión de enfermedadescongénita e innata (connate).72 Lo que a menudo se discute —insisto—es la profundidad de la incorporación de las variaciones hereditarias en elflujo normal conducido por el mecanismo de reproducción. Normalmente,entre los médicos, la pregunta que se aborda es cómo se puede eliminarla enfermedad hereditaria, si acaso hay manera de hacerlo. La respuesta adicha pregunta refleja la postura que sostiene el médico. Los humoralistasson menos fatalistas al respecto, pues en su visión la transmisión del malhereditario es evitable limpiando de algún modo la simiente.73

    71 Véase Pujol 1802; también Prichard 1813, 1826.72 Véanse Pagès 1798; Pujol 1802, y Adams 1814.73 Véase López-Beltrán 1997.

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    V. CONCLUSIONES

    Con base en lo dicho hasta aquí, podemos hablar de que durante el si-glo XVIII existen dos tipos de obstáculos o fronteras para la noción detransmisión hereditaria. Se puede considerar que la “canalización” de lasinfluencias hereditarias por la “línea de producción” fisiológica de los nue-vos seres durante el siglo XVIII estuvo delimitada por una frontera internay otra externa. La frontera interna se define por la separación entre la re-producción (generación tras generación) de la forma específica, y la adqui-sición y la transmisión de accidentes peculiares de constitución por partede individuos y linajes. Tanto el punto de vista preformacionista como elepigenetista de la generación aceptaron el reto de explicar los hechos (o dedar cuenta de ellos de algún modo) acerca de los vínculos hereditarios en-tre padres e hijos. En ambas posiciones se colocó una frontera estricta a finde preservar la integridad y la estabilidad de la forma. Los accidentes no seveían como incorporables definitivamente a los rasgos organizativos esen-ciales, es decir, a la forma. Todo nuevo ser, al integrarse como un germen,estaba libre de los accidentes debido a lo exterior, incluido lo hereditario.

    La frontera externa se define por los hechos fisiológicos del crecimiento,el desarrollo y la nutrición. De la cantidad de aislamiento que se considera-ba que mantenían estos procesos con respecto al entorno físico dependía lacantidad de variación regular aceptada para el crecimiento y el desarrollo(i.e. para el temperamento del individuo maduro). Está claro, además, quelas nociones sobre la profundidad de los cambios también podían variar.Muchos compartían la creencia de que sólo las modificaciones en el tempe-ramento causadas por las cosas no naturales lograban abrirse paso hacia elflujo de la cadena pangenética de la transmisión. El misterio, por supuesto,era definir cómo podía ocurrir esto realmente. ¿Qué es exactamente lo quetenían que modificar las influencias externas para hacer permanentes susefectos? ¿El molde o las partículas? Buffon, Blumenbach y otros pensadoresdel siglo XVIII concibieron los mecanismos mediante los cuales las modifi-caciones físicas inducidas por el ambiente podían preservarse hereditaria-mente y dar lugar a variedades dentro de las especies. La reversibilidaddebido a influencias externas fue siempre una opción que considerar, comolo fue la idea del mejoramiento físico de las especies, sobre todo de loshumanos, por medio de las medidas higienistas.74 En Francia, el programavitalista mantuvo esta actitud a lo largo del siglo XIX, lo que permitió quela idea de determinación hereditaria de los caracteres físicos y morales seviera equilibrada por una contrapartida higienista.

    Con todo, la idea de transmisión hereditaria fue restringida y tuvo unaimportancia menor en el siglo XVIII. Al rompimiento de lo que acabo dellamar la frontera interna se puede atribuir el endurecimiento de la he-

    74 Trasladarse a otros climas, cambiar la dieta o la forma de vida.

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    rencia y su transformación progresiva, durante el siglo XIX, en una causacentral del pensamiento fisiológico. La permanencia y la trascendencia delas variaciones “accidentales” necesitaban una nueva conceptualización delo hereditario. A finales del siglo XVIII y principios del XIX, las estrechasfronteras entre las cuales era concebible que ocurriera la transmisión here-ditaria se fueron rompiendo y se borraron progresivamente, como se puedeobservar en las cambiantes posturas de Blumenbach, y con más prominen-cia en el uso lamarckiano de las modificaciones hereditarias (y en un sen-tido “accidentales”) como la fuente de la transformación de las especies.El resultado de esta apertura fue que entonces se pudo considerar que lascausas externas climáticas y psicológicas afectaban y modificaban a largoplazo la forma esencial de los organismos y de sus descendientes. Se po-día pensar que algunas degeneraciones —que tocaban profundamente laconstitución del organismo— poseían una considerable persistencia y eranasí testimonio del poder, tanto del ambiente como de la herencia, paradar forma a los cuerpos (y a las mentes). Entonces fue posible ver que lassimilitudes, las degeneraciones y la transmisión de la forma a través de lageneración tenían dependencias causales estrechamente vinculadas.

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