Las fiestas de mi lugar - Libro

256
CUADROS HUMORÍSTICOS DE COSTUMBRKS ARAGONESAS Crispin Botanai MEMORIA-LlSTA EN ACTIVO SERVICIO En MADRID DE ESPAÑA ZA&AGOZA Tip. y Lib. de Comas hermanos, calle del Pilar, 1 1899

Transcript of Las fiestas de mi lugar - Libro

Page 1: Las fiestas de mi lugar - Libro

CUADROS HUMORÍSTICOS DE

COSTUMBRKS A R A G O N E S A S

Crispin Botanai MEMORIA-LlSTA EN ACTIVO SERVICIO

En

MADRID DE ESPAÑA

ZA&AGOZA Tip. y Lib. de Comas hermanos, calle del Pilar, 1

1899

Page 2: Las fiestas de mi lugar - Libro

Este libro es propiedad de-8u autor (C B.y V.),(|nien p e r ­seguirá ante la ley al que lo reimprima en todo A en par­te.—Queda lieclio el depósito que se exige por la legislación vigente.

Advertencia Importante.—Este librejo j cada uno de los seis divertidos y jacarandosos l i ­bros del mismo autor, titulados: LA GENTE DE MI TiBBRA, se venden, ya sueltos, ya en colección, en las librerías y kioskos de Zaragoza, al precio d& una miserable peseliUa el tomo.

i "DOO-^O'JÍ^

Page 3: Las fiestas de mi lugar - Libro

US FIESTAS BE i M R

CUADRO PRIMERO

En el que se trata de un viaje impensado y de las

vicisitudes que ocurrieron en él.

Pues señor—, y no va de cuento—, no sé si por haber comido un día para postre cuatro 6 cinco higos á medio sazonar ó por haber bebido después un vaso de agua fresca del pozo de mi casa, que equivocadamente me sirvió la criada, ó por ambas cosas k la vez; el hecho fué que tuve una indiges­tión tan grande j tan inmerecida, que, casi casi me

Page 4: Las fiestas de mi lugar - Libro

LAS FIESTAS DE MI LUGAR

puso á las mismas puertas del otro mundo. Ni vo­mitivos de toda especie, ni purgas de todo género, ni jarabes de los que venden los mercaderes de farmacia, nada, nada sirvió, durante dos semanas, para organizar la descompuesta maquinaria de mi querido y delicado cuerpo. Al fin, un medicamen­to casero púsomela en orden pero me quedó tal ina­petencia que, en muchas horas no probé bocado, tardando algún tiempo en encontrar gusto al esca­so alimento que tomaba. Aburridísimo estaba de no aliviarme, cuando una ma&ana de fines del mes siguiente al Julio, recibí. por el correo una carta del tenor y ortografía siguientes:

«Val de Cuerbos á í de Agosto de 4899.

«Mimas querido Primo Orupin: mea legraré que al •«recÍDO deslas corlas letras le alies con lan guena s alú <icomo yo pa mi deseo, á Dios Gracias, palo que gustes «mandar, que lo aré con mucho gusto y guena bolunías: «la mia guena á Dios Gracias.»

«Esta sirbe pa icíle, que por el chico de la lia Cerila, «la mondonguera, que á heñido aqüi con Licencia Melitar «contimporánea ú temporaliva, hei savido questás lalcua-«lico de salú, y, como los Aires desle puevlo, que pité ser «que drento é poco sea Cabeza é Partido, ti an echo «ñempre guen prebo; me y determinau á escrevile pa icite «que le bengas á pasar unos dücas en nuestro lau y más tesíuvierido como estamos cerca de las fiestas de Nuestro

Page 5: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUMBBES AKAQONESAS

«Patrón San Roque el apañau, de cuya Cofadria soy yo «esíioño nada menos que el Mayordomo primeo, por lo «qual ñus ¡amos propuesto hechar la casa por la bentana, «yo y los dedemás compañeros de Junta, que son el lio Es-«cula-lazas, el lio Bolleo, el lío Alma-sola, el tío Saluda «ribazos, el lio Tripa-dura, el tío Escorre-botas y el lio «Lamina-reliquias. Pa que tanímes más y le celdas á he-«nir, haigas de saver quen la Sesión que eelevraremos «luego algunos propelarios con este Ayuntamiento, tene-«mos intinción de acordar que, antiparle de la Misa de «tres en linia con monecillos y los músicos desle Ltigar, «haiga tamien augueras y bailes en la Plaza, nubillos y «boquillas, Iravucazos, trealo, prucision, corridas de Vu-«rros. Sacos y Pollos, Rosario con Eslandalles y Santo «Crislo, tiros, Danzantes con morros, digo, con moros y «cristianos, y aun pué que mis estiremos a'que liaiya una «corridica e dos toros, y si lu bienes, tendremos otro más «i/ serán tres.»

«Ah, se mea pasau el dicilc como que lamien abrá des-«amencs de chicos, pero no de chicas, porque la seña Er-«merigilda, la Maislra, está mala en la cama ende ace «muchos días á causa i cunsecucncias dun ataque de «pelrresia dodc y ¡urminanle, que no se le pué qurar »i' «con cajas de pindólas, ni con sindapismos, ni con ¡hú-«ciones ú restregones de pintura é quina».

«Conque, sin que pongas ostacálo ni escusa arguna, «ít asperamos con el primer biaje que con el carro aga el «lio Gallofa el Ordinario. Ya carculo, que iciendo el ca-

Page 6: Las fiestas de mi lugar - Libro

LAS PIESTAS DE MI LUGAH

«mino desa manera, le sirbirá dalgún incomodo, pero «p»r agora no pué ser otro hasta el año que biene, alen~ «to de que me dijo nuestro deputau, que me paice ques un. «cha/andin, que si vulcaban al Gubierno y cogían los su-«yos el podél, nns echarían mu pronto el ramal que lanío ^nesecitam.os: eslances, Uniendo ya en tren, será ya otra «cósica».

«Vay: no te canso mas ni te digo mas, sino que rreci-«vas muchísmas esprisiones de la Livoria y de tos chicos «CMstobal, Rricarda, Juaquin y Manolico, y parliculera-«menle, digo, parlicularmenle desle te primo que leslima «y desea bele y abrázate

DoNisio CASCARULLO Y BOTANA

«Pos Data. Se mi olvidaba icíte que, como el carro «del lio GaWo/a no allegará aqui asta las nuebe de la mu-mana, yo saldré á espérate con un cavallo que corre «más quel cierzo, asía el olibar del lio Rejresca-mucrlos, «que, ya le acordarás questá junto al peirón de Santa «Varbara y cuasi frente á la ermita é San Cosme.—Naa «más. Adiós. Memo rias y ajezlos de toos.

Después de leer esta carta, híceme algunas re­flexiones sobre su contenido y mi salud, y al fin, caí en ]a tentación de marchar á Val de Cuervos, de cuyo pueblo hacía más de veintitantos años que faltaba. ¡Ay! Dios nuestro Señor me tome en cuen­ta el sacrificio de este viaje y me lo descuente de purgatorio, si es que voy á él.

Page 7: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUMBBES ARAGONESAS

Preparé, pues, mi maleta, compré para mi p r i ­mo un par de docenas de esos cigarros puros que venden en los estancos, para matar gente; compré también unos cuantos enredillos para su mujer j los chicos; y provisto de mi cédula personal, me despedí de los Santos de mi más especial devoción, hice lo propio con mis amigos y bienhechores, y saltando baches, pues había llovido mucho el día anterior, encaminéme á la posada de Santo Domin­go, en la que ya el tio Gallofa estaba llenando de innumerables encargos un carro bastante grande, en cuyos lados del toldo, que e a de hule negro, decía con letras blancas: en un lado: Pro Fino Man­zano Fa; y en otro: Piedad de Ru alias Gallo, que, en junto quería decir: Propiedad de Rufino Manzano, alias, Gallo/a, leyéndose en una tablilla clavada cer­ca de las varas: Val de Cuervos, número diez y siete.

Media docena de melones, una caja con un som­brero de teja, otra caja míis estrecha y larga en la que había una jeringa para el veterinario del pue­blo; otra caja más pequeña pero de mayor anchura que la anterior, llena de higos de Fraga; nueve ristras de ajos; ocho talegas de patatas y otras co­sas de que no hablo, constituían el cargamento del carro, al que, en calidad de viajeras, subieron una mujer ordinaria, llamada la tia Braulia; una mu­chacha de servicio, muy agraciada, de nombre Do­lores; una señorita en extremo delgada que ladeaba

Page 8: Las fiestas de mi lugar - Libro

LAS FIKSTAS DE MI LUGAB

la cabeza al nombre de Caitila j que en los brazos llevaba un falderillo llamado Tulipán; j una tia de la misma Castita, llamada doña Paz, señora muy gorda, viuda de no sé cuantos maridos, con el gu­sano de la conciencia más grande que un cordero, y que, enrroscado á la mano izquierda, llevaba un rosario de quince dieces, de cuyo remate colgaba una cruz de madera sin pulir y una calavera casi del tamaño de la cabeza de un conejo.—También, como viajeros, acomodáronse en el carro, D. Zoilo, comerciante en caldos; D. Senén, tratante en cueros y en borregos; un seminarista, de nombre Anselmo; un tal Criyiin Botana; el tío Claro, hombre muy alegre y ocurrente; y un ex-cabo de gastadores del batallón cazadores de Arapiles, que regresaba á su pueblo con la absoluta, llamado Calixto Tripas, el cual llevaba en la espalda un repleto morral y con la diestra empuñaba el mango de una buena gui­tarra.

A vísperas tocaban las campanas de las catedra­les del Pilar y La Seo, la tarde del siete de Agosto del año citado, cuando, bien 6 mal sentados los nombrados viajeros en el carro, enderezaron las muías hacia la puerta del Carmen, y, por el camino de la Casa-Blanca, partimos para el renombrado lugar de Val de Cuervos, encontrando en dirección opuesta y con más ó menos ligereza, varios arrieros detrás de sus recuas, precedida cada una de su burro

Page 9: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUMBBES ABAGONESAS 9

con cabezana y tieso penacho ó plumero, parecido á un rábano, y con flamante collerón y ante-pecho adornados de regulares y ruidosas campanas; un carro con ruedas agrietadas y casi cubiertas de lodo; y una pintarrajeada tartana con asientos de crin y fundas de percelina, y tirada por un caballejo que, en sus mocedades, quizá se bebiera los vien­tos, pero que á la sazón parecía marchar entregado á serias cavilaciones, acaso sobre lo vano de los pla­ceres y la brevedad de la vida.

Hasta mitad del trayecto que hay desde Zara­goza á la Casa-Blanca, todos los del carro fui­mos enmudecidos y mirándonos, de vez en cuando, unos á otros, como para conocernos y examinarnos la cara. El tío Gallofa, después de decir al burro que tiraba delante de las tres muías: Arre, Corru-laco, cantó lo que sigue:

Si te vas de Zaragoza no sé que te hará más duelo, si la Virgen del Pilar ú el Cristo que hay en La Seo.

La lia Braulia. Pus lo quesyo, no sea por retraído, de los dos macuerdo cuando salgo de la zuidá, y, alguna vez hatta les llevo una vélica, que, aunque soy una probé y me llamo Braulia, les estoy á los dos mu agraecida porque me dan muchísma salú, y man quitan ya, en güeña hura sea dicho, los con-tinos paicimicntcs que tenía y que no me dejaban

Page 10: Las fiestas de mi lugar - Libro

10 LAS FIESTAS DE MI LUGAR

hacer ni un amparo é Dios.; Josús, hij%! Aborrecida estaba ya.

Don Zoilo. Pues ¿qué le aquejaba á usted, buena mujer?

La Üa Braul^. Pus, miuste, que á cada istante me salían ramos de desipela. Aun no me síba uno, desiguido tenía otro en perparación, Se conoce que asinas esbotaba ú me se desahugaba la naturaleza del cuelpo.

El lio Gallofa (al borrico delantero que acaba de dar un gran tropiezo). ¡Arre burro, ridiós! ¿Con cabeza-na nueva y trupiezas?

D. Senén (riéndose de las palabras del tio Gallofa). Ji , ji, ji, ji. ¡Qué ocurrencias les vienen á estos diablillos de carreteros!

D. Zoilo (á doña Paz). ¿Va usted bien, señora? D." Paz. Ay, sí señor. Gracias. Pero extraño

mucho el cambeo del tren al carro. ¡Por Dioe! Esto de ir tan despacio y con tantos traquisobos y rem­pujones, mata á cualsiquiera. Y mas yo, que des­de pequeñita, he viajeado bastante en ferro-carril. Sobre todo desde que me casé con Castaños.

D. Zoilo. ¿Qué Castaños? ¿El general? Yo creí que había muerto.

D.* Poa. No, Bartolomé Castaños, agente de ne­gocios en Madrid y un hombre que de ten honrau cuasi había días que se le caían los calzones, digo, los pantalones. Al principio de nuestro matrimonio

Page 11: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUMBBES ABAGONESAS 1 1

fuimos muj bien, mi Castaños ganaba mucho j puede decirse que sin desajerar j lo mismo que me llamo Paz, se nos entraba el dinero hasta por la gatera de la puerta.

D. Zoilo. Y ¿en dónde vivían ustedes? Z>.' Paz. En la plazuela de Afligidos. D. Zoilo. ¡Que contraste! D.' Paz. Después, la fortuna le volvió las espal­

das á la honradez de mi Castaños. Cesaron de fa­vorecerle muchos parroquianos. Uno de ellos le dio al infeliz un gran timo; otro le pilló la firma, ¡ají ¡maldita firma!, ella nos echó por puertas, j de un. hermoso piso que teníamos, tuvimos que mudarnos 6 otro más barato y de menos comodidades. Lo arrendamos, mir» usted que cosa más rara, lo arrea-damos en el barrio de la Prosperidad.

D. Zoilo. Sí, efectivamente. Ser tan desgraciado y vivir en la prosperidad, no puede ser más raro.

/).* Paz. Al poco tiempo, enfermó de cavilación mi atrebulado Castaños, y una mañana de mucho calor, me cogió mis manos con las sujas, que eran un puro hielo, y con mi nombre en la boca, espiró el desdichado. (Llorando). ¡Pobre Castañas, digo, Castaños!

D. Zoilo. Vamos, señora, sosiégúese usted. To­dos tenemos desgracias en la vida, El tiempo forti­ficará ese corazón y aliviará ese luto que usted lle­va por él.

Page 12: Las fiestas de mi lugar - Libro

12 LAS FIESTAS DE MI LUGAE

D.' Paz. (Seremndosi). No, silo llevo por el otro. D. Zoilo. ¿Por el otro? D.' Paz. Verá usted. Al año de haber perdido á

mi difunto, heredé de mi papá, que en paz des­canse, unos cuartitos y unos bollos, digo, bonos del Tesoro, y, como una mujer sola en el mundo, no significa nada sin la sombra de un hombre...

D. Zoilo. Señora, para tener sombra, me parece que no se necesita un hombre.

D." Paz. Ah, si señor. Todo el mundo se le atre­ve á una, porque como á una la ven sola... Y lue­go todos mormuran de una mujer viuda... No puede una recibir á nadie en su casa ni salir á ninguna parte sin que hablen de ella, en fin, que una mujer sola, sino es del todo desgraciada, conlo gracias á Dios yo no lo soy, está en una posición de muchos compromises.

D. Senén (lerciando en la conversación). ¿Y quién fué el afortunado mortal?

D." Paz. Pues fué ¡ay! un capellán, digo, un ca­pitán de carabineros, que al poco tiempo de estar casado con una servidora, me salió un perro que ni los de presa. Molesto, digo Modesto se llamaba, pero mejor debía haberse llamado León, Tigre 6 Pantera. Tenía un genio muy endemoniao, era lu­nático, le olían los alientos, le dominaba el aguar­diente, le gustaban todas las mujeres menos la suya, y derrochaba cuasi todo el sueldo de su impleo en

Page 13: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUMBBEg ARAGONESAS 13

comilonas y en lifaras, y sobre todo en fritadas, de las que era muy protagonista.

D. Zoilo. Malitas eran esas cualidades, malítae. Ya comprendo que sufriría usted mucho.

Z).* Paz. i Ayl Mucho, mucho. Si señor. Les digo 6 ustedes que no tenía el diablo por donde cógelo. Después de hacerme pasar las de Caín y hasta las de San Patricio, y pegarme con el sabré desinvainao una paliza que me hizo estar un mes en cama, al ñn quiso Dios lleyáselo de una plumonía doble. También entonces vivíamos en Madrid. Il^uestro domicilio estaba en la calle de la Paz.

B. Senén. Otro contraste. Y, diga usted. ¿No se volvió usted á su marido cuando le pegó?

Z).' Paz. Ah, sí señor. Le rompí en la cabeza un puchero, unas vinagreras y un jarrón de porcelana que tenía allí cerca con un hermoso ramo de flores naturales. Entonces él se enfureció más, me se aca­pizó y por poco me ahoga con aquellas manos tan brutas. jAy, don Senén de mi alma! A ninguna seüora regular le aconsejaría yo que se casara dos veces, y menos habiéndolo hecho bien y en paz y en gracia de Dios con el primero. Crean ustedes que cuando fui & repetir la maniobra del matrimo­nio, debían de habeme arcabuciau ú habeme tirao de cabeza & un río.

El lio Claro. Pus, miste, siñora. Eso epende de cumplisiones. Lo digo, porque juendo la mujee

Page 14: Las fiestas de mi lugar - Libro

14 LAS FIESTAS DE MI LUGAR

conforme 7 másime mas tuviendo bijos, mejor suele criarlos 7 tirar pelante, si es burra, digo, viuda; pero cuando al hombre se le muere la parienta, le queda un fajo é chicos, 7 tiene que déjalos abaldo-naus pa ise á navegar po el mundo 7 ganase el pan ú la judía, no tiene más rimedio cacometer ú segun-diar esa faina ú maniobra, 7 apezonar otra vez en el matrimonio. Yo, que quiusté, S07 mu claro. Aquí me tienuste & mí que mi casau cuatro veces al arreo con cuatro hermanas destintas, queran hijas de la tia Cotorra 7 del tío Mal-piensa. La primera mujer, que se llamaba Ularia, me se murió dun avispero que le salió debajo del mo&o, 7 se quedó al morir, más negra cun tizo; la segunda parienta, quera guapísma 7 tenía por nombre Veturiana, feneció en menos de un lítes á causa 7 consecuencias duna tisis redoblante, digo, ambulante; la tercera, ¡pro-becica üstaquial, me se jué pa siempre al otro mun­do por habésele parau del todo la pindola ú la var-Yula 7 traquiteo del corazón; por fin, la cuarta hermana, que aun vive, gracias á Dios, 7 se llama Tirubia, se conserva bien 7 semos mu felices.

D.' Paz. ¡Santos del cielol ¡Cuatro mujeresl M lio Claro. Si siñora, si. Cuatro veces me han

echau 7a el jubo 7 nunca ma pesau ni penau. Con dos dallas hi tuvido tres criaturas 7 un chico, 7 los tres me hacen 7a buen juevo pa sirvime 7 «Ilúdame á ganar la manduca.

Page 15: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTüMBBES ABAGONESAS 15

D. Zoilo. Valor ha tenido usted y Valiente debía «sted llamarse.

El üo Claro. ¡Quiál ¿Pa qué? Si estoy mu content» con mi nombre. Yo me llamo Claro del Todo.

Castita. ¡A.Te María! ¿Del Todo, es el apellido de usted; buen hombre?

Él lio Claro. Del Todo, sí siñora. Castila. A j . Pues entonces nos parecemos los dos,

porque yo soy Casta del Todo. El lio Claro. Siñora. Eso no lo dudo yo, pero,

por otro lau melegro de que se llamuste lo mesmo que yo. Es un apillido mu conoció en mi lugar de Val de Cuervos y tamién en Carrasquilla, ques un pueblecico una miajica más menudo quel mío.

D.' Paz. Justamente voy «on mi sobrina á ese último punto, donde tengo un pariente de mi ma-mfi, con el cual vamos i pasar una temporadita y «rreglar al paso un herencio que tuvimos hace poco.

Castila (mirando con insislenda al seminaris(a Anselmo, que lee án cesar en un libro de Teología). Pero, tía que pena me da ver tan retrahido á ese joven tan sim­pático y tan guapo. Fíjese usted en lo embebido que está en la lectura. Desde que hemos salido de Zaragoza, apenas se le ha oido una palabra.

Anselmo (viendo con el rabillo del ojo que le miran las dot mujeres y hablando en voz baja.) De oculis, curiosi-tale $1 furore muliertm. Libera me, Domine.

Page 16: Las fiestas de mi lugar - Libro

16 LAS FIESTAS DE MI LUGAS

A este punto llegaba la conversación, cuando, de pronto y al penetrar en una hondonada, el burro que tiraba delante de las muías, comenzó á rebuz­nar y dar grandes corcobos: espantáronse aquellas, dieron á correr, y... volcó el carro que cayó sobre un montón de piedras y un charco de agua estancada que había junto á una cuneta.

¡Y, vaya un cuadro que instantáneamente se pre­sentó! El tío Claro cayó encima de doña Paz, á quien además le fué á parar al pecho la pesada caja de hijos de Fraga; don Zoilo dio da cabeza con el seminarista, escachándole el sombrero y rompiendo los dos la caja en que iba el sombrero de teja pan el señor Cura de Val de Cuervos; á Castita le fué á parar el gran cuerpo de^don Senén y un cesto de fideos que se rompieron todos del golpe; & la tía Braulia se le vino encima un talego con melones, que por poco le machucan las piernas; la muchacha Dolores tuvo valor para saltar por delante del ca­rro, causándose una pequeña contusión y escachín-dosele el moño; y el ex-cabo Calixto y yo salimos repentinamente por atrás, cayendo aquél medio de rodillas en el suelo, y yo dando de bruces contra el tronco de un árbol y produciéndome un golpe que me metió el sombrero hasta la boca, sin per^ mitirme lanzar la mis pequeña exclamación.

Fuera de los sustos consiguientes, no hubo otra desgracia que la muerte del falderiUo Tulipán, &

Page 17: Las fiestas de mi lugar - Libro

00STC1CBBB8 ABA.GK>NKSA3 1 7

quien, al caer, aplastó en el suelo el obeso y pesa­do cuerpo de D. Zoilo. Pasados los primeros ins­tantes, repuestos del inesperado sustazo, y, algfin tanto aplacados los ayes y lamentos que daba Do&a Paz, más por la muerte del perro que por el golpe atroz que había recibido con la caja de los higos; nos dispusimos todos á prestar nuestra ayuda al ordinario para levantar el carro y con él la muía de varas que, con sus tristes miradas, parecía de­mandarnos misericordia.

El lio Gallofa. Hala, jollín. A sacar la juerza to­dos, que con el mucho carguío del carro, bien se nesecita. Amos, tio Claro, rempujaste con toa su alma po el lau de la rueda, y usté, siñor Cura, á cuando lo sea, echusté una mano á ese otro lau.

El seminarista. ¡Ah! ¡Cuanto cuesta menearlo! EllioGallofa. Amos. Amos. Juerza too el mundo. Calixto. Toos á una. El tio Claro. ¡Chiquio, si sudo yol Más cun abrió.

Hala. A la una... á las dos... á las tres... ¡Aaaahl Ya es nuestro, y salvada la caballería. Cuasi se man hecho piazos los dedos de las manos.

Calixto. Pues yo hi pensau reveníame ú rómpeme algo prencipal del cuerpo.

El tio Claro. ¿Tú? Sí. ¡Ya, ya! ¡Gtten sangartana estás hechol Ende cas sido melitar y tas dau la güeña vida comiendo y bebiendo, y pasiando y luciendo la fegura, te sa olvidan el apencar el lomo.

9

Page 18: Las fiestas de mi lugar - Libro

18 LAS FIESTAS DB MI LtTGAB

Cualqué crío de pañales estuque tiene más juerza que tú.

El íio Gallofa. Ea. Ya puen asubíse ustees al carro, quel camino ya se ve po alante mfts seco. Yo' no me desaparto ya, ni un punto ni medio, de la cabezana de la muía é varas. Y po lo ques cuenta,, j a li arrimau á ese pillo é burro la paliza más cum-plidica y soberana que ha recibió nengún otrO' burro en el mundo.

El lio Claro. Sí, sí, arriba too Dios, j no haiga miedo, que un pelcance á cualísquier le pasa. Y la que pues hacer, tu, Calistro, templar esa TÍrgüela j echanus aquí una j ótica pa no -acordanus de lo pasau. ¿Verdá, seña Pez, digo, seña Paz?

2).' Paz (subiendo eon todos al carro). ¡Aaaayt ¡Co­mo usted quiera! ¡Pobrecito Tulipán! ¡Qué será de su cuerpecillo! ¡Virgen Santa de la O! ¡Qué solo lo dejamos!

El tío Claro. Amos, amos, güeña siñora. Dejesusté de chemecauras, que ya li dicho al pión camine­ro que ñus ha alludau á decantar el carro, que enterrara al perro bien hondo. Hala, Calistro. A ver como meneas bien el estrumento.

Calixto. Vaya de güeno. (Y el carro comenzó á an­dar y el ew-cabo á tañer, cantando las coplas simientes):

En martes le hablé á mi noTÍa, en martes juí y me casé, en martes me salid fura

Page 19: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUIIBBBS AIU.CK>NB8Afi 19

y en martes me disYurcié. Una rara hi cemprado

en Perdiguera, pa cáscale á mi suegra

8Í es respulera.

La tia Braulia. [OBÚS, que cinojol ¡Yaya una cancioncica chocante. Tan pronto se casaría el fu­lano como se escasaría. Y, miá pues la coda é la canta. Gñena carucia pondría la suegra, al ver quel jemo le perparaba el palo. No le faltarían desgus-to8 á la hija.

Calixto. ¡Ole, ole! Vaya otra.

Si JO fu6 rajo de luna por tus ojos penetrara, j en silencio alumbraría el sagrario de tu cara. Cuatro cosas bien dichas

dice mi Elena, hespido j murimento

zapo j cangrena. La tia Braulia. ¡Anda, anda, salero, que por tu

me muero! El tia Claro. ¡Peineta! La coplíca esa cas cantau

abura si que me gusta j tiene cilosofía j medoUa. ¡ Ah gurrión de canalera! Me paice que tú tienes tra­za de haber comido pan de muchos hornos. Amos. Que paprender mucho j de firme, no haj más que

Page 20: Las fiestas de mi lugar - Libro

20 LAS FIBSTA8 DB UI hVGAS

dír soldau 7 Uerar unos mesecicos'el chopo j la muchila. Hala, hala. Echa utra cántica, Galistro.

CalixU). Allá ya, pues.

No me mires de rabiojo ni me vengas resoplando, porque paices & un crabito cuando lo están degollando. Me han dicho que durmiendo

me pongo feo, j aunque duermo ojo alerta

nunca me veo.

La lia Braulia. Pus, hijo, bien. ¡Osús, que a&itar! Yaja unas comparanzas qui hace en sus cantas este güen melitar. ¡Pacho, pachol Lo que no locurra 6 esti hombre, estuque no li ocurre á naide.

El tío Claro. Si, ¿pus y que diremos del remate é la canta? Ende que me conozgo j tengo celebro, no hi visto 70 que denguno se vea, estuviendo dur­miendo.

Calixto. Vaya la cuarta, 7 oido á la caja, ques mu maja.

Si quieres darme la muerte tira donde más te agrade, pero no en el corazdn, porque en él llevo tu imagen. Cuando estás en tu g&erto

quisiá ser 7egúa,

Page 21: Las fiestas de mi lugar - Libro

OOSTDHBBES ABAOONKSAS 21

pa échame allí gñen pienso de hojas 7 yerba.

CoílUa. Me gusta mucho la cancioncita, pero no me sucede lo mismo con lo que sigue. ¡Por Dios, que amigo es usted de cambiarse el sexo. ¿No es verdad, Anselmo?

£1 teminarisía (dislrcüdo y meJ&o cerrando el libro). Casi no me he fijado en el c&ntico, señorita. (En voz baja y para si). De mundana el prolana lingua tñrgimm, libera me, Domine.

Calixto. Con esta va la última. Siñores. Para que naide me diga

que en el cantar soj pesado, les doj ya la despedida á cuantos van en el carro.

D. Zoilo. Muy bien, muchacho, muy bien. El lio Cla/ro. ¡Ah, pajárol ¡Ya se conoce que no es

esta la primera vez cas gubernau la guitarra! Al güelo se comprende que las negociau güeña reca­da é veces.

Calixto. {Oh! Es que es muy güeña esta guita-rrica. Se la compré en Gáceres 6 la viuda de un Premovedor ú Premotor Fiscal, que se llamaba D,* Morfina, digo, Derfina, tía de un sargento, amigo mío, nacido en Yitigudino.

Dolores (al carretero). Tio Gallofa. ¿Quiuste hacer el favor de parar una miajica el carro, que voy i bajar y andar un poco?

Page 22: Las fiestas de mi lugar - Libro

2 2 LAS FIBSTAS DB KI LVOAB

El tio Gallofa. Si, mujer. Eso j lo que quieras. ¡Soooo! [Soooo!

Calixto. ¿Que? ¿Se marea usté, Dolores? Dohres. Un poquico. D. Senén. Sin duda del susto del vuelco. Dolores. Sí, señor, de eso estuque será, porque

tengo el costumbre de ir en carros j amontada «n caballerías, j en jamás de Dios me ha pasau una cosa semejante.

Calillólo. Tamien jo YOJ á bajar j andaremos en compañía. Así estiraré las cuerdas de las piernas j se me irá el dolorcico que tengo dende que me caí el tamborinazo.

Crispin. Pues, lo propio voy á bacer yo. El lio Claro. Y yo. El lio Gallofa (después de bajar los cuatro nombrado»).

Arri, corrutaco. Calixto, oyendo con Dolores detrás del carro). Se le

pasa ya á usté, bija mía? Dolores. ¡Osús, que padre tan jovenl Sí. Ya me

se va el mareo. Muchas gracias po el interés. Calixto. Aun no lo sabusté bien el que yo le ten­

go. Dende que la vide á usté en la posada cuando íbamos á salir de Zaragoza, me comenzó usté 6 llamar la atención más de lo rigular.

Doksres. Ay, muchas gracias, pero no sé por qué. Calixto. Porque tienusté uuos ojos capaces de re­

sucitar & un santo y unos piesecillos que cojen

Page 23: Las fiestas de mi lugar - Libro

GOSTUUBBBS AIUOONSSAS 2 3

«drento mesmo del cascarullo de una avellana; j porque pa mi vista es usté tan resaláa j tan en-«hícera, que á too lo bonito le da usté un aire.

Dolores. ¡Qué cosas dice usté, Calistrol Amos, no sea usté guasón ni trapaleta j no quiera usté tomarme el pelo.

CalúcU). No, eso si que no. ¡Piacieo é cielo! Pa mí, créame usté, ¡capuUico é rosa!, es usté la me­jor mujer que he conoció en la tierra j sus cerca­nías. Su genial de usté ¡carica é miel rosáal, tiene traza é ser más güeno que las rosquillas. Tienuste un pelo m&s rubio cuna onza de oro, j una boqui­lla, que, vamos, dende ella al cielo. Y, ¡vaja un talle que tienuste! ¡Cara é sol! Con esa vistimenta clara que lleva usté ahora, está usté, ¡chorrico di oro!, apeticiblísima; j si, pongo por caso, se pu­siera usté una saja encamada, estaría usté encan-tadorosísima; 7 si fuese de color negro ú escuro, con lo blanca ques usté, estaría irresistiblísima. ¡Cacho é gloria siempitierna!

Dolores. ¡Por Dios, Calistro! No sea usté tan desagerau. Como se conoce que ha sido usté cosa é tropa. A cuántas les habrá usté dicho lo mismo.

Cálvelo. No, Dolores. Por no mentir, le contaré á usté que en Sivilla estuve en víspras de enten-deme con una doncella ú lo que fuere, que servía con el primer comendante del batallón, pero luego «•nocí que yo no hacía pa ella, j que aunque era

Page 24: Las fiestas de mi lugar - Libro

24 LAS FIESTAS DK HI LUQAB

poco abierta de carázter j paicía más mansa que una to rtola j contaba que su padre tenía las pesetas por anegas, no me cuacaba, porque con la miaja der tra­to, comprendí que era mu panda, que tenía un cora­zón más frío'que una horchata é chufas j una san­gre más negra quel intirior dun cafion de chamine-la. La conocí j me medio amodorré por ella, indo los dos en el-sudo-exprés j hablando con la mesma fui enterándome de su carázter. Y lo acerté, porqué másjadelante supe que se había enamoran de un chulo'ifandangnero, más barbián quel mundo 7 más tunante que un prestamista sobre ropas 7 alhajas. Y ¡va^a un'tono que se daba la tal moza ú lo que fuere! | Paicía que había que hacer rogatiyas, pa que removiera una miaja los labios.

Dohres. Y, oiga usté, Calistro. ¿Es usté de po aquíf

Calixto. ¿Que si soj desta tierra? Sí, amor mío. Aragonés de pura raza j hasta la mesma férula ú sustancia de los g&esos.

Dolores. Yo soj nacida en Tempujo, questá cerca de Val de Cueryos, donde me criaron 7 estuve hasta que fui á servir á Zaragoza.

Calixto. Pus 70 nací en Tencajo, á horica 7 me­dia de Yal de Cuervos, 7 allí pasé la vida hasta que caí soldau. Me llamo Calistro Tripas, 7 cual-qué conoce á mi familia.

Dolores. Pues mi nombre es Dolores Fuertes 7

Page 25: Las fiestas de mi lugar - Libro

00STÜMBBK8 ABilQOMESAS 2 5

tamien mis padres tienen aucbísma conocencia. ¿D« qué ae ríe usté?

CaUxIo. Pus me rio de nuestros apillidos, j pien. so, que si & usté, pongo por caso, le cumplo yo, aceta mis relaciones j el sifior Cura ñus eclia el santo jubo, se llamar& usté, ¡rediéz, que colinci-diencia! Dolores Ifuerlet de Tripat.

Dolores (riéndose) Ji, ji, ji, ji. Miusté ques casua-lidá, ¿verdá?

Calixto, ¡Yaja si esl Ni que ñus hubián eslegido pa ajuntanus. ¿Yerdi? Naa, que si ñus casamos, no le penará á usté, Dolores. Si no la salgo gúeno, me dejo cascar ahura mesmamente la nuca que llevo drento del cuello. Con el tratamiento que den-de ahora mesmo tengamos, usté verá por sí mesma j motru propio la táztica de mi presona, llena de saliiz, como bien se ve, j se desengañará con er tiempo de que es usté mu dizna de besar aunque sea aonde jo me siente. Con lo que usté recoja J JO reciba j me gane, iremos los dos á nuestro ojezto j á nuestra práztica, j , ambos á dos ñus po­dremos librar bien de la intimperie de la miseria j muchismas veces podremos cantar con nuestros hijos, si el Siñor ñus los da. Gloria, gloria «n excel­sas el dedo.

El Uo Claro (que venia conmigo junto al tío Gallofa, el vrdmairw). ¡Chico, chico! ¿Con que tu eres Glispín Botana?

Page 26: Las fiestas de mi lugar - Libro

26 LAS FIBSTAS DB ! • LTrOAB

Critpin. Yo, 8Í. El mismo que viste j calza. £{ lio Claro. Pus, hijo, bien me pues desimulat'

Si no te nombras por tu mesmo, es que no tuviá conoció. Como en el carro has estau enmudeció j como si tubián cuertau la lengua, no mi fegurau ni d« cien leguas quien eras tu. Y, luego como tas espaicido tanto. Cuando te juistes del pueblo eras un sangrimís j abura tas engordan j tas hecho mfs grande; j entonces tenías un pelaje más negro que la mora, j abura, chico, te sá gúelto j a tordillo y mu tordilla.

Crispin. ¡Oh, amigo mío! Es qTie"los años no pasan en vano.

El tio Claro. Conque ¿vienes á las ñestecicás con nosotros, eh?

Crispin. Si, á las ñestas y á pasar unos días entre vosotros, recordando cosas de nuestras mocedades.

El tia Claro. Mu bien hecho. No se pué rimediar, chico. La fierra siempre le tira á uno. ¡Calla, callal Pus no va á tener poca sospresa y sastifación de vete, too Val de Cuelvos! Y si es caso, tu primo Donisio. ¡Cudiau si te quiere y te tiene lay! Más que si fuá mujer y tuviá llevau doce ú trece meses drento é sus mesmas entrafias corporales. ¡Painetal Por tu sería capaz de quitase la vida con cualisquier que te tocara sisquiá un pelo.

Crispin. Yo también le estimo mucho, y lo mi»-mo á BU familia.

Page 27: Las fiestas de mi lugar - Libro

OOSTtrUBBKS ABAOONBSAS 27

El tio Claro. Ah. Tiene una mujer mu guallarda, mu trebajadera, mu poco amiga é tipitiar y tan cu­riosa como puá salir otra. Pus tamién tiene una chica, ya mu espigadíca, que no le va á perder pinta á su madre. ¡Que resuelta es y que vivaría-cha! Pues ¿y los chicos? ¡Paineta, más que repai-neta! Unos zagales son, más rubios que un panizo. Y ¡qué enjuguerridos y qué alegres son los paine-terosl Sobre too los dos más pequeños. ¡Yaya uiia listeza que tienen pa subíse á los pericuetos y 6 los arboles, pa cojer nidos! Al mejor dia se van á es-nuncar.

Crispin. Si, como hacíamos nosotros. El lio Claro. Aun macuerdo cuando yo y tu íba­

mos á la escuela y á lo mejor hacíamos pimienta pa inus á la güerta con el chico del tio Greñas. ¡Cudiau si le arrimábamos gólis ú ge tazos á aquel zanguildn y animalote. Solo tenía de presona, su m^sma semejanza j fegura. Y ¡qué amigo era de meter zuriza!

Crispí». ¡Ya no volverán aquellos días tan fe­lices!

El tio Gallofa. Ea. Estorbándoles á ustees sus ra­zones, ya ñus acercamos al pueblo ó Despeña-gatos.

Y, en efecto, divisábase en la punta de un altí­simo cerro dicho pueblo, y, pasada una revuelta del camino, vimos también al pie de aquella emi­nencia un edificio, en cuya fachada pude leer, al

Page 28: Las fiestas de mi lugar - Libro

28 LAS FIESTAS DE MI LDOAB

acercarnos más, un rótulo que, en letras negras 7 grandes como pimientos riojanos, decía:

PaRaDor DelaSi meona, alias la

(aquí había una mujer bailando). 18—J. M. j;.—61.

Que quería decir: Parador^de la Simeona, alias, la Bolera.—Jesús, María y José.—4861.

Casi entre sol j caldíl era ja cuando bajamos del carro j entramos en aquella venta, & la que serría de entrada un ancho portón con enormes pojos de piedra á derecha é izquierda: en el patio, que esta­ba empedrado, había un esportón, unas albardas, un aladro, tres cabezanas, unas pesebreras, dos horcas, un carromato, unas jamugas, y dos sacos de paja sobre los que ya dormían unos arrieros; viéndose en el interior patio de luces, una ventana en la que había una jaula con un perdigacho, cinco calabazas vinateras, un botijo, 7 unas cebollas en­ristradas; 7 al pie de la escalera esperaban derechos un mofletudo hombre de calzón corto 7 cabeza ata­da, que llevaba en la cara unas medias patillas como de capellán de regimiento, 7 que resultó ser el cebadero; 7 una mozuela, al parecer retozona 7 llena de salud, medianamente peinada, fresoota 7 coloradota, con medias azules 7 alpargatas, 7 con

Page 29: Las fiestas de mi lugar - Libro

OOSTÜHBBBS ABAOONESAS 2 9

traza de tener un corazón m6s grande que una casa de vecindad.

Guando estábamos en los saludos de ordenanza, presentóse un señor de muy buen porte con un galgo, escopeta y arreos de caza, y, á los pocos mi­nutos reconocímonos, con grandísimo júbilo, como antiguos amigos y no olvidados condiscípulos. Sa­bedor del propósito deioai viaje, se empeñó en ha­cerme subir á su casa del pueblo, en el que figu­raba como el mayor contribuyente, y, luego de despedirme de doña Paz y demás viajeros, faí con mi amigo á su domicilio, donde me recibieron ca­riñosamente su señora y sus hijos. Tratáronme con sencillez pero á cuerpo de rey, y muy & dis^ufito de toda aquella familia, me decidí & salir de allí & las tres de la madrugada siguiente, porque tenía intención de adelantarme al carro del tio Gallofa y sorprender á mi primo. Al efecto, monté, en una yegua de la pertenencia de mi amigo, yegua que en vez de correr volaba, y chana que chana y pre­cedido de un arrogante y simpático peatón, me encaminé á Val de Cuervos, á fin de llegar antes que el nuevo sol iluminase aquellas pequeñas coli­nas cubiertas de cepas cargadísimas de uvas, y aquellos hermosos campos llenos de verdura y ár­boles frutales.

Page 30: Las fiestas de mi lugar - Libro

CUADRO SEGUNDO

En el que se dan muy peregrinas noticias del lugar de Val de Cuervos y del talento de sus

siempre hospitalarios y sencillotes moradores.

No esperes, no, curioso lector, encontrar en mi inolvidable lugar, mujeres de estucada cara que den ¿ los hombres perfumadas é inortográñcas car­tas, aromatizados retratos ó mechones de pelo con más ó menos grasa, á cambio de ligas de goma, sortijas de dorada plata, pulseras con vejez de si­milor, bombones de rosa y caramelos con declara­ción en el envoltorio.—Tampoco encontrarás an­chos paseos, ni calles de árboles tiradas á soga 6 á cordel; ni fuentes lujosas pero sí naturales j rústi­cas, murmuradoras como cualquier portera j claras como chocolate de convite; ni habitaciones suntuo­sas con ensambladuras en que el arte hizo primo­res; ni colgaduras de terciopelo 6 damasco que re-

Page 31: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUMBMES ABAQONHBAB 91

cubran las paredes; ni pienseí que los sujetos con quienes voy á tratar son personajes empingorota­dos, de largo gabán, de lustroso sombrero y de honradez dudosa, no; mis estimados interlocutores son simples aldeanos, de antiguos usos y costum­bres, y de franqueza más ó menos ruda; pero sa­biendo ya, muchos de ellos, ocultar, bajo su manta 6 capa con esclavina de inocencia y virtud, vici«s aprendidos en las capitales de provincia.

Si en los edificios te fijas, verás que I09 vecinos de Val de Cuervos habitan en casas de uno 6 dos pisos, construidos de adobes 6 de cal y canto, con su portal <5 patio lleno de honduras á propdsito para retorcerse cualquiera un pie y estarse dos me­ses sentado en una silla ó en la cama sin moverse y haciendo el zángano; y verás también que detrás de muchas puertas hay, pegadas con pan mascado, estampas de San Antonio Abad, letrado, digo, abo­gado de las caballerías; 6 de San Roque, especial defensor contra la peste; percibiendo 4 la vez in­gratos olores de cuadra ó de pocilga, choza ó zoUe, y, oyendo á menudo rebuznos de burros, cacareos de gallinas, ladridos de perros y gruñidos de cer­dos. Si por curiosidad, penetras conmigo en la ma­yoría de estas mismas casas, veremos que la angosta escalera se halla dividida en dos ramales: por el primero llegaremos á varios cuartos y á la sala de respeto, en la que habrá sillas de enea, espejillo.

Page 32: Las fiestas de mi lugar - Libro

82 LAS TIESTAS DB KI LUSAB

cuadros, por lo común de santos j estampas sin marco, j en la alcoba una limpia cama con un Crucifijo 6 una Virgen del Pilar á la cabecera; y, si por el otro tramo subimos, iremos & parar al gra­nero, en uno de cuyos rincones veremos algún ces­to 6 roscadero con caracoles secos, y, colgados de diferentes cuerdas, veremos asimismo ajos, peras, horcas de cebollas, longaniza, maíz, (del que tam­bién habrá panojas adornando balcones y ventanas), pemiles, manzanas, cascabelícos, membrillos, ris~ tras de azaroUas, y alguna vez... hasta ropa sucia. £n la cocina, situada generalmente en el piso del patio, donde está la cantarera, hallaremos unos aparadores de yeso con limpia vajilla adornados con papeles de color con picos y figuras, y un ho­gar casi siempre humeante y con calderizo, que­mándose recios troncos de leña; y, á derecha é iz­quierda cedieras con anchos y respaldados asientos de madera, donde, principalmente en invierno, se reúne la familia toda bajo la presidencia del abuelo, de la abuela 6 del padre, cuya blanquísima cabeza es el copo de nieve que impone respeto á los por lo común amorenados seres, algunos de apepinado y despeinado cráneo, que contemplan á los ancianos y oyen sus palabras, como si profética voz las dijese.

Igualmente observarás que tales casas y otras muchas más, miradas ya en conjunto, forman el

Page 33: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTüHBBES ABAGONESAS 8 3

perínclito lugar de Val de Cuervos, dividido en diez 7 siete calles, un callejón j dos plazas, nom> bradas las primeras (algunas tortuosas j estrechas; otras anchas; y varias, mal empedradas ó sin em­pedrar): de San Roque (patrón del pueblo). Mayor, del Grieto, de las Huertas, de los Bolos (que no tiene salida), del Rosario, de Canta-ranas, del Horno, de Santa Águeda, (patrona también del pueblo), de Don Paco, de la Virgen del Pilar, del Calvario, de la Fuente, de las Eras, del Molino, de los Grillos (denominada por muchos de las Culadas ó de los Balsetes), del Río, 7 el callejón de la Bruja.

Las dos plazas son: la Mayor, donde están la Iglesia 7 la Casa de A7untamiento 7 una gran pa­red donde se juega & la pelota; 7 la otra plaza, algo mfis peque&a, se denomina de Mosen Pablo, cu7a bronceada estatua sobre estrecho 7 alto pedestal se halla en medio de la plaza, habiendo sido costeada 7 dedicada por el pueblo & la buena memoria de aquel virtuosísimo 7 celoso párroco, á cu7as ex­pensas, hízose una mu7 útil acequia 7 arreglóse el agrietado 7 ruinoso ediñcio donde están las escu»-las, á las que la estatua mira 7 señala con la mano derecha.

Pasando 7 traspasando por plazas 7 calles, verás viejos 7 viejas de ochenta, noventa 7 más años con facultades intelectuales todavía perfectas, pero

3

Page 34: Las fiestas de mi lugar - Libro

3 4 LAS FIESTAS DE MI LÜOAK

desgastadas sus fuerzas físicas por el trabajo de muchos años, que pasaron expuestos & los ardien­tes rajos de an sol abrasador é inaguantable 6 6 las heladas ráfagas de un cierzo, capaz de llevarse cualquier par de orejas de la cabeza inás sana jr dura. Asimismo verás hombres de calva tersa como el marfil 6 como un queso de bola, de coloradas megillas, de gran tripa ó manchón para dar aire al cuerpo, de zancas largas, frente surcada por las arrugas, hijas 6 hijastras del tiempo; y casi todos,, por supuesto, conservando desde muchachos, los dos nombres: el de pila, que cayó sobre ellos con las aguas del bautismo; j el heredado del padre 6 de antecesores de la familia, no siendo raro oir lla­mar el tio Desperdicios, á uno que pesa doce & trece arrobas, porque su tatarabuelo era delgado como baqueta de fusil. También verás pasar hom­bres forzudos de atezado rostro que el sol quemó y que curtió el aire, dispuestos á toda hora á comerso de una sentada medio cordero asado ó cuatro ó cinco pollos con tomate, y siempre con bríos en acometer, alientos en el perseverar, destreza para arrimar un garrotazo, y maña para derribar aun­que sea una pared maestra; viéndose en todos, re­vuelto pañuelo de vivos colores sujetando crespos 7 cerdosos cabellos, y llamando la atención sus vi­gorosos y negros cuellos que tienen base en anchu­rosas espaldas y musculares hombros, muy & pro-

Page 35: Las fiestas de mi lugar - Libro

C0STÜMBDE8 ARAGÜNESAS 36

piSsito para cargarse talegas de cebada ó trigo. Yerés que su mal sujeta camisa les deja entrever grandes 7 espesos bosques de pelo en el pecho, 7, que sus remangados 7 fuertes brazos hacen adivi­nar lo fáciles que son para de un puñetazo tirar las muelas á cualquiera boca humana. Si en las pren­das de su traje paras cuenta, notarás qne llevan apri­sionada la cintura por multiplicadas vueltas de ancha faja morada; ajustados en grandes botones, holgados calzones negros en invierno 7 de pronun­ciadas ra7as en verano, 7 cubriendo sus roñosas 7 peludas piernas con calcillas blancas en día de fiesta 7 de lanilla azul 7 con estriberas en los de hacienda, ó, siempre al aire, que es más cómodo 7 barato. Observarás que su calzado consiste en al­pargatas de cáñamo llenas de tierra del campo, 6 de paja de la era, 6 de estiércol de la cuadra, 7, si con muchos de ellos te juntas algún rato, te sor­prenderá en el instante menos pensado un largo 7 ostentoso erupto 6 regüeldo, que acaso te ponga morado el rostro, 6 quizá te corte momentánea-mente'la respiración.

Por allá 7 acullá saldránte al paso, mozas de dis­tintas edades, sucias unas, limpias otras, 7 tenta­ción algunas del mismo diablo, con abultados pe­chos, ajustado corsé, guardapié ó zagalejo corto, medias de color de plata 7 zapato bajo 7 con gran fleco de negra cinta; 7, con ellas ó separados, podrás

Page 36: Las fiestas de mi lugar - Libro

3 6 LAS FIESTAS DB MI LUOAB

contemplar despeinados muchachos de seis 6 ocho años, con la cara sin lavar, el moco colgando j enseñando por detrás de la tripa un trozo de no muy blanca camisa, parecido en la forma á un ba­calao, j , sabiendo ja faltar al aula 6 hacer pimienta 6 novillos, recojer estiércol, buscar nidos de pájaro, apropiarse la fruta del cercado ageno, echarse al suelo, tirarse los pelos de coraje j arrimar limpia pedrada á los perros de ambos sexos; sin que tam­poco dejes de hallar otros más espigados chicos, alejados de la escuela por sus palurdos é ignorantes padres, para dedicarlos á la escarda del cebollino en los bancales, á la requisa de las espigas en los rastrojos, al apacentamiento de las ovejas por los campos, á la recolección de la aceituna en los olivares, á recoger boñigos en calles j caminos j á velar por las hortalizas al raso, ocupaciones que muchos cabezas de familia de mi lugar, de gran número de 'otros j aun de las tres capitales de mi querido Aragón, consideran, ¡insensatos! > más útiles, que aprender á leer, escribir j sacar cuentas. *

En muchas puertas, hallarás sentada tal cual vie­ja hilando grandes copos de estopa j quitando con la lengua el pellejo á casi todas la mozas j viudas del lugar; narrando otras veces cuentos más 6 me­nos picarescos 6 curiosas tradiciones de esa historia popular que, transmitida de padres á hijos, se guar-

Page 37: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTTTHBKBS ABAQONESAS 3 7

da mejor, mucho mejor, que en las crónicas y en los archivos. Y, no lejos de tan murmuradores ce-m enterios con faldas, encontrarás gallardas 7 va­roniles mujeres que se cargan fácilmente grandes talegas de trigo ó sacos de ropa; que van á lavar al TÍO á los dos 6 tres días de paridas; que, á causa de sus cortas sajas, medio enseñan sus no siempre muy limpias pantorrillas, que, por lo gordas, pu­dieran servir de cimiento á una catedral; y que lo mismo siguen al hombre en las duras y pesadas faenas del campo—sin olvidar las cotidianas de casa—, que se ponen, especialmente los Domingos por la tarde, en cualquier puerta, á jugar al bu­rro, á la treinta y una, al siete y medio, & la bris­ca y á la pichironga.

Si me preguntas, lector, por las cualidades de los vecinos del lugar de que te vengo hablando, te diré que su honradez corre parejas con su mucha laboriosidad. Tan contento le verás en las melan­cólicas tardes de otoño regalando precioso grano á la tierra, que esta le devuelve lozano y abundante, sino viene una mala tronada; como en la alegre y bulliciosa época de la vendimia, quitando á las ce­pas su ovalado fruto y llevándolo al lagar para convertirlo en deleitoso vino, causa principal de los fuertes tumbos que muchos cuerpos humanos dan en las calles, ó de alguna riña en la que salen & relucir armas blancas que abren pronto y seguro

Page 38: Las fiestas de mi lugar - Libro

38 LAS FIESTAS DE MI LUGAB

camino para llegar á la vida eterna. Y tan conten­tos, sin temor á dolores de costado, insolaciones, pulmonías, ni tercianas, y con gran perjuicio de los tordos, Terésles también en la recolecci<5n de la oliva, chupándose los dedos de frío, entonando in­geniosas coplas j subidos á un camajuste, expues­tos, pero muj expuestos á caerse de él j romperse la cabeza, un brazo 6 una pierna.

Si, bajo el punto de vista religioso los miras, ocasiones tendrás de observar que cuando oyen repicar las campanas de la torre de su Iglesia, les hacen saltar de alegría sus corazones, mas, cuando doblan, pronto el pecho inúndaseles de tristeaa. Cuando á la hora misteriosa de los crepúsculos, marchan al tajo 6 del tajo vuelven, se paran, la mayoría de ellos, al oír la señal del Ángelus, quí-tanse el sombrero 6 pañuelo de la cabeza, y, entre dientes 6 con perceptible voz, rezan las tres Ave-Marías. Por lo demás, nunca faltan á Misa los días de obligación de oiría; confiesan y comulgan de vez en cuando; asisten muchas tardes á vísperas j al rosario; apenas profieren blasfemia alguna; se hacen cuantos favores pueden; se descubren cuan­do hallan al señor Cura, y, si le hablan, hácenlo en frases de cariñoso respeto; los labios de los niños se posan en la mano que solícito les tiende y dicen: Ave María Pürlsma; y, en las desavenencias conyu­gales, aquel buen párroco es eficacísimo mediador.

Page 39: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUMBBES ABAGONESAS 39

así como en las públicas algaradas, es iris de paz 7 de concordia.

Y ¿qué diré de los vecinos de Val de Cuervos cuando llega el Domingo? ¡Oh, el Domingo! En este día, k las ocho en verano y á las nueve en in­vierno, así que las campanas tocan á Misa, vístanse todos con sus mejores galas, dirígense á la Casa de Dios, 7, fervorosamente, ojren el santo sacrificio, quedándose un rato antes 7 después, la ma7oría de los hombres, sobre todo los mozos, algo separados del portón, pasando por entre ellos, primero los muchachos de la escuela, en dos filas, con los bra­cos cruzados 7 presididos por su maestro 6 maes­tra; luego, renqueando, los viejos de ambos sexos, mezclados con graves mujeres casadas 7 doncellas 7 viudas jóvenes, 4 quienes los matracos, destripa­terrones 6 escacha-tormos, les echan flores ó requie­bran á media voz ó con voz entera, en estos ó pa­recidos términos:

Uno (á una sollerica muy blanca, muy desarrollada y muy amable). Hola, Golasa. Rediéz que blanquiza 7 que guapísma estás ho7. Paice tu cara un platico é natilla con bizcochos. ¡A7, pajara! Sisquiá te golviás ahura mesmo una pinocha é panizo, 7 70 un abrió muerto di hambre.

Xa mwhacha. ¡Madre mía, que ocurrencia! Pues ¿pa qué, chico?

El halurro. Ice que pa qué. Pus pa cométeme de

Page 40: Las fiestas de mi lugar - Libro

4 0 LAS FIESTAS DB HI LUQAB

una engullida j méteteme drento é mi tripa. Ga-pullico sin abrir.

Olro mancebo (aludieado á una joven guapa, per» muy pequeña de estatura). Chiquio, Zurraco, digo, Ciríaco. Miá ques lastima que se haiga quedau tan currufiaña, la chica esa del tio Escacha-zapos. No lamiente la familia, no. ]Cuidiau que son toos me­nudos! Esa zuidaána si que pue icír ques de Is marca é las mandurrias.

Olro mozo. ¿De las mandurrias, eh? ¡Aun dices mucho. Si dijiás de los pirulos.

Otro, Pero ¿qué tiene que ver quesa moza sea pequeñurria. Es hembra, j , basta. Que san diez. Pa mujer cualqué cosa vale. ¿Verde, Celipe?

Un mozo, de nombre Felipe. Y que lo digas, üsta-quio. Juendo mujer, tan igual es que sea grande como que sea pequeña.

ün matraco (alio y con las manos en la faja ó ventre­ra, dirigiéndose á una moza con cara de Pascua y un tan­tico húmeda de ojos). Haste el cargo la Nicanora, qué seria que se pasa. Ascucha, angélico con mo­ño. Que poco te asomastes anoche á tu ventano, cuando te tiré un zarpau de piedrecicas.

La Nicanora. Chico, no te vi. Bien me pues de-simular. Estaría cerniendo en la masadería.

Otro (á otra muchacha, delgada como funda de para-güas). Anicasia. ¿Irás luego á la juente?

Ella. Drentro é media hc^íca.

Page 41: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUMBBBS ABACK>MEaá.S 41

El. Pus allí estaré jo bebiendo agua entrimedío é los abrios j ñus cebaremos una miaja é conve-aaciÓQ.

Un mozo (á una graciosa jovenalla de diez y siete Abriles). Adiós. ¡Rosica sin golér!

Otro (á otra). Redidle, que gordillona te vas pu-siendo, Geltrudes.

Olro. Ya ja . Si asinas sigue, luego será como su madre, que tiene un talle como un fascél j paice su corpancbón una olla con ansas.

Olro mócele (acercándose y locándole la mano á una mozuela con un hoyuelo en la barba). Güenos días, Sabastiana. [Me caso en diez, cáspro que tienes el pellejo é la mano!

La muchacha. Otra, mira. Con el colijo de anti-jer j el fregóte de tanto vagillo anoche, me si ha puesto la piel como una lija j aemás man salido tres crebazas que mescuecen que rabian.

Otro mozo (incorporándose á una rubia que va con su madre). ¡Aj, Beltasaral ¿Cuándo serás mía?

Baltasara. Otra. Cuando ha é ser. Cuando el s i -üor Cura ñus apañe los papeles j ñus ponga ú ñus apegue pa siempre á los dos juntos, con aquella banda blanca.

Olro joven ^á una morena muy graciosa). ¡Aj , maña! Tienes unos ojos que tablan. Con una miraíca tuja se podía encender una huguera.

Otro (refiriéndose á una chica buena moza y desgarba-

Page 42: Las fiestas de mi lugar - Libro

42 LAS FIESTAS DE JO LUGAB

da). ¡Pelleta si es alta esa Calorina! Si paice un camajuste. No iría j o con túá cojer higos ni fígas.

Una moza (á un balurrico que la pretende). ¿Qué tienes, que tan triste estás?

El baturro (con cara de Viernes Santo y con vos en­trecortada). Qui de tener. Que man dicho que topo­nes á mis ideas.

La moza. No hagas caso, Cerilo, que todo son envidias j malas queriencias.

Un mozo muy jovial (á una doncella en extremo ÜÍDO-

racha). Que centurica más maja que tienes, perra, digo, pelrra. Mi alegraría ser su dueño pabrazala. ¡Sisquiá te haiga criau tu madre pa mi solícol

Otro (á su novia). Esta tarde al aboquecer pasaré con el burro por la puerta é tu corral: has un poder j sal por agua á la juente, que tengo que contate un montón de cosas.

T más de una vez suele acontecer que, algún mozo bromista, adelanta el pie para que tropiece una muchacha, j ésta, volviéndose malhumorada le llame bestia, j aquél, con sarcástica sonrisa le diga: Pa sirvite, gorrina, digo, gurriona; retirándose después hasta mediodía, unos mozos á entretenerse jugando á los bolos en la calle de este nombre; otros á cortejar á garren caido; éstos á echar una partida de pelota en la pared 6 á lo largo; j aqué­llos á comenzar una cuba de vino que, por probarlo demasiado j con pocos algodones en el estómago.

Page 43: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUMBEES AEAdONESAS 4 3

cojen una buena pítima ó trenzadera j hay que acompañarlos á casa ó llevarlos en volandas, que para ellos es más cómodo.

Mirando bajo otro aspecto el lugar á que me re­fiero, manifestaré que su fundación es muy anti­gua: haj quien la remonta á los arabescos tiempos j señala las ruinas de un castillo que se dominan desde el campanario de la Iglesia, castillo que, se­gún las gentes de mayor longevidad, diz pertene­ció á un arrogante y rico morazo, de nombre Ali-Melón, que fijó allí su asiento, seducido por la fron­dosidad y fertilidad de aquella hermosa vega tan notable por sus peras y cardos, como Zaragoza, lo es por sus verduras; Campiél, por sus melocotones; Fraga, por sus higos; Lumpiaque, por sus membri­llos; Mainar, por sus nabos; Monzón, por sus cere­zas; Riela, por sus ajos; y Monzalbarba, por sus melones.

Del propio lugar guárdense en descuidado j empolvado archivo, no pocas y curiosas tradiciones y se cuentan cosas tan raras y peregrinas, que han servido para darle un gran renombre y considerar­le como uno de los más famosos pueblos de la siempre noble y francota tierra aragonesa, por cuya razón han pretendido recientemente sus cari-serios vecinos que se le haga Cabeza de Partido, alegando, entre otras barbaridades de tomo y lomo, la de que Val de Cuervos, con su crecida Iglesia y

Page 44: Las fiestas de mi lugar - Libro

44 LAS FIESTAS DE MI LUaAB

SUS dos empingorotados j desiguales campanarios, es un pueblo bastante portátil.

A los hijos de mi lugar—notables por su muj desarrollado meollo, por su muj claro j rarísimo talento, j por su no poca brutalidad jtestarrudéz—, suele conocérseles en aquella comarca, por bs del Milagro, á causa de que en cierta ocasi(5n una sencilla mujer, llamada la tía Pantaleona, colocó un puchero de miel 6 arrope sobre una estampa de la Virgen del Pilar, y, como el puchero tuviese una casi imperceptible raja y el arrope empezara á extenderse por la estampa, al advertirlo la buena tía Pantaleona, salid precipitadamente á la calle, gritando á voz en cuello: ¡Milagro, milagrol ¡Que la Yirgen suda arrope!

Asimismo conócense á dichos vecinos de Val de Cuervos, por los de la Claraboya, con motivo de lo que voj á referir. Fué el caso que, habiendo llegado á noticia de aquellos moradores, que el rejr D. Fer­nando VII (que santa gloria ha ja), debía pasar con su augusta señora por allí, les ocurrid, para reci­birlos dignamente, la notabilísima idea de esterar la plaza Major del pueblo j cubrir con sábanas, colchas j cubiertas de cama, el suelo de las calles por donde habían de pasar. Una vez hecho esto, se reunieron en la Casa Concejil para acordar el mejor modo de recibir á su respetable soberano, j , después de una detenida discusión, se propuso,

Page 45: Las fiestas de mi lugar - Libro

GOSTCUBBES ABAGONBSAS 45

que ocho de los yecinos más forzudos, prevenidos de sus correspondientes tiros 6 atalajes, reemplaza­ran á los mulos del coche de Sus Majestades, te­niendo así el alto ó bajo honor de ponerse á tirar 6 hacer de caballerías hasta llegar á la citada plaza. Acordado esto en medio de una satisfacción indes­criptible, púsose en marcha la comitiva, j un poco antes de entrar el coche real en Yal de Cuervos, desengancharon las robustas bestias, sustituyéron­las ellos, y poseyéndose, los muy salvajes, del pa­pel que representaban, mucho más de lo que con­venia, empezaron ¿ correr tan desbocados, que casi vuelcan el coche y descocotan y matan á Sus Ma­jestades (*). Con semejante galope, no tardaron los ocho realistas transformados en machos, en llegar á la plaza, donde esperaban á su Rey, los más dis­tinguidos hijos de Val d6 Cuervos. Mostróles Fer­nando YII la complacencia que tenía de ver tan

0) Con este motivo un alegre poeta aragonés, dedicó á los de Val de Cuervos, este chistoso epigrama:

Tanto quisieron tirar del coche del rey Fernando los vecinos de un lugar, que, segura de volcar iba la reina temblando.

¡Áltol Fernando exclamó; mas como iban desbocados ninguno le obedeció. Gritóles con rabia: ¡tooool T se quedaron clavados.

Page 46: Las fiestas de mi lugar - Libro

4 6 LAS FIESTAS DE i n LÜGAK

cubiertas las calles del pueblo j sobre todo tan bien esterada aquella ancha plaza de la Iglesia, á lo cual, el mostoso del alcalde, con voz entrecortada j temblorosa, contesta: Siñor, sentimos con una barbari-dá é sinlithiento, el que la falla é tiempo ñus haiga privau del gusto de cubrila con una güeña claraboya, dizna de vos. Ri(5se Su Majestad de la supina ignorancia del alcalde, j , volviéndose ¿ su amada esposa, le dijo: Con realistas tan sumisos y con subditos de esta especie seriamos los dos muy felices.

Desde entonces se les designa á los vecinos de tal pueblo, con el nombre de los de la Claraboya, y, al llegar aquí, añaden las incorrectas y descabala­das crónicas valdecuervas, que, agradecido Fer­nando YII al buen recibimiento que le habían dis­pensado, llamó á los ocbo animales, digo, vecinos que habían tirado del coche, y les dijo que le pi­dieran una gracia que les sería concedida. Y ¿qué les parece á mis lectores que Je pidieron, de acuer­do con el alcalde, bs agudos de Val de Cuervos? ¿Una bagatela? Pues, no señor, que le pidieron una cosa que, el Rey con ser Rey, no se les pudo con­ceder apesar de toda su real omnipotencia, y fué que hiciese á Val de Cuervos nada menos que Puerto de mar, siendo así que el mar está de allí, por la parte más corta, centenares y centenares de kilóme­tros. Y como á Fernando VII, no le fuera posible hacer semejante milagro, les contestó dándoles una

Page 47: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUMBBBS ARAGONESAS 4 7

cantidad respetable, cuja primera mitad fué repar­tida entre los pobres del lugar, y la otra mitad se empleó más tarde en hacer la estatua de Mosen Pablo.

Empero, no es esto solo, no, lo que de los hijos de tal lugar se cuenta, sino que se conservan tan maravillosas tradiciones y tan extraordinarios y estupendos lances, que no puedo menos de darlos á conocer, para que se forme un exacto juicio de los satúrales de tan justamente renombrado pueblo.

Pues señor, cierto día salían varios vecinos de refocilarse con una soberbia torta y el rancio vino de una bodega, y parándose en la plaza Mayor, se puso uno á mirar las desiguales torres 6 campa­narios de la Iglesia, y le ocurrió decir «qu« puato que aquellas dos torres estaban separadas, podían juntar la más grande con la mas pequeña, y estando reunidas las dos, podría subirse á ellas por una sola escalera; añadien­do, que este hecho formaría una nombrada del pueblo, y eomtituiria un verdadero portento que indudablemente vendrían á admirarlo de todas las partes de España, de­jando los visitantes muy buenos cuartos en el lugar de Val de Cuervos». Tan rara ocurrencia, parecióles muy bien á los medio borrachos compañeros: estos di­vulgáronla, y, á los tres días, reunidos casi todos los vecinos en la plaza, una hora después de me­diodía, hora en que, según ellos, estando recien comidos, tendrían más fuerza, cogieron una larga y

Page 48: Las fiestas de mi lugar - Libro

48 LAS FIESTAS DE HI LUGAB

gruesa cuerda de lana, por distintas partes anuda­da, y rodeando la torre méts pequeña con uno de los extremos, quitáronse las chaquetas para traba­jar mejor y con más desahogo, j , todos á una, co­menzaron á tirar del otro extremo de la cuerda. Gomo para esta faena, pusiéronse de espaldas al sitio en que habían dejado sus chaquetas, no vie­ron que unas mujeres las habían metido 'en un pa­tio, para que á ningún muchacho 6 muchacha, le ocurriera quitar nada de los bolsillos. Uno de loa que más tiraban j daba la señal para hacer más fuerza, miró hacia atrás, j , como no viese dichas prendas, exclamó con aguardentosa voz: ¡Hala, rediézl Otro tirón máá, que ya himos removido la torre, puesno se ven las chaquetas aonde las himos dejan. T, tirando, tirando, aquellos macatrullos, se rompió la cuerda por varias partes, cayeron todos de culo, y, como la tierra del suelo de la calle estaba todavía blanda por la no escasa lluvia que había caído la noche anterior, hiciéronse muchos hoyos, llená­ronse estos de agua por el nuevo aguacero que cayó, y, desde entonces, llueva ó no llueva, siempre hay balsetes en aquella calle que se llama de los Grillo», Pero, lector, sí, por mal de tus pecados, vas á pa­rar alguna vez á Val de Cuervos, no te ocurra pre­guntar por la calle de La» Culada» 6 de los BaUetet, porque no saldrías vivo. Tal es la ira que á los ve­cinos les da, cuando les recuerdan la malograda j

Page 49: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUKBBES ARAGONESAS 4 9

«nimalesca intentona de juntar las dos torres de su Iglesia.

No deteniéndome en dar cuenta de lo que ocurrid con un hijo del tío Encorre-topos, sindico del mis­mo pueblo, que, habiendo salido un día de caza, j encontrado por el camino rastrojos de escremento de un animal cuadrúpedo, llamó desaforadamente á su padre, preguntándole si aquella porquería era de buey 6 de liebre; contaró otro hecho que referen los enemigos de dicho lugar j fué que en cierta ocasión ocurrióle al tio Atilano, alcalde de Yal de Cuervos, hombre rico y con venas de loco, la ex­travagante idea de subir al cielo. Al efecto, mandó comprar todos los cestos que se encontraran en la provincia y hasta se ensayó él mismo en hacer ces­tos, y, como el primero no le saliese mal, fué ha­ciendo hasta un centenar, de donde sin duda vino el adagio que dice: el que hace un cesto hará ciento, si le dan mimbres y tiempo. Pues señor, como íbamos diciendo, reunió el bruto, digo, el bueno del tio Atilano, una porción de miles de cestos, y, con la correspondiente ayuda, los fué poniendo uno sobre otro en las afueras del pueblo, formando una in­mensa pirámide, por la cual fué subiendo como <quieQ sube por un árbol hasta colocarse en la punta. Guando ya estuvo arriba, se figuró que le faltaba poco para llegar al cielo, y, dando una voz á los que estaban abajo, les pidió por favor que le alar-

Page 50: Las fiestas de mi lugar - Libro

60 LAS FIESTAS DE ! • LÜGAB

garan otro cesto que necesitaba para alcanzar el logro de sus deseos. Los zanguangos de abajo no se anduvieron con chiquitas, j viendo que j a no que­daba un cesto en todo el lugar, quitaron el primero de la columna para alargárselo & su digno alcalde, sin conocer, jlos muj burros jmentecatosl, que, aun~ que esta operación pudiera verificarse, nada habrían adelantado, puesto que la pirámide no podía ser más larga porque añadieran á una punta lo que 1& quitaban á la otra. El hecho fué que al quitar el cesto de abajo, que era la base de la misma pirá­mide, viniéronse á tierra todos los cestos, incluso el alcalde que quería subir al cielo, y que dio prue­ba de ser el mayor de los cestos. Un testigo pre­sencial me añadió, que cuando aquella desdichada autoridad descendía, bajaba diciendo:

[Ya se acabó mi consuelo!

¡Ya se acabó mi placer! ¡Llegar al dintel del cielo y tenerme que volver!

Sin embargo, otro vecino me aseguró con más fundamento, que el pobre alcalde se hizo la cabeza una tortilla.

Todavía en los chinchorreros pueblos de aquella zona se citan hasta ocho casos más, que, hace bastantes años, ocurrieron en mi lugar de Yal de Cuervos. Ocuparéme de ellos, por el orden con que me los narraron. Vamos al primero.

Page 51: Las fiestas de mi lugar - Libro

OOSTUUBBES ARIOONESAS 51

Diz que eu la torre 6 campanario mayor de la Iglesia, nació una mielga, que es una hierba de un verde oscuro que echa varias flores, y constituye un bocado muy exquisito para las caballerías: esta mata, por si no lo saben mis lectores, es más ó me­nos espesa según la tierra en que se cría, pero la frescura de su verdor y la hermosura de sus flore-cillas, forman un conjunto tan alhagüeflo y recrean la vista en tales términos, que, al reparar un chico de Yal de Cuervos en la que he dicho que había nacido en la torre, se le hizo agua la boca y entu­siasmado exclamó: ¡Ah, San Diez, que mielga más rica! ¡Quien fuá burro pa cómesela!—Pues bien, es el caso que la mielga á que me refiero, nació casi debajo de las mismas campanas, y fijándose en ella los vecinos de mi lugar, quisieron obsequiar con tan sabroso manjar al mejor caballo de todo el pueblo: al efecto, ataron á la garganta del animal una soga con nudo corredizo, y, subiéndose después al tejado de la torre, comenzaron á tirar con todas sus fuer­zas, á fin de subir al caballo para que pudiera co­merse la mielga. Como el pobre animal pesaba mu­cho y el nudo fatal de la soga íbase corriendo, cuando llegó á la mielga ya estaba ahorcado; ha­biendo quien añade que uno de los panolis vecinos de Val de Cuervos, al ver como el caballo torcía los ojos y enseñaba los dientes, exclamó con el mayor regocijo: ¡Hala, chiquios! Tirar firme, que ya

Page 52: Las fiestas de mi lugar - Libro

62 LAS FIESTAS DS UI LUOAB

güele el caballo la mielga y ahre la boca de par en par. El segundo caso fué el que se cuenta del tio Me-

nudillo, que jendo á dar agua & su burro en una noche de luna, vio reflejarse el astro en el agua, y como se atravesara una nube y desapareciese la luna mientras el borrico estaba bebiendo, murid desconsolado al día siguiente, de pensar que el burro se había bebido la luna.

El caso tercero consistió en que otro hijo de tan notabilísimo pueblo, conocido por el tio Malas-ideas, puso pleito á una cigüeña, porque le había coloca­do el nido en lo más alto de su tejado j con sus alas no dejaba salir por la chimenea el humo que, con frecuencia, se le hacía en la cocina.

El caso cuarto parece que acaecid de esta mane­ra. Un yecino del citado lugar, de nombre el tio Barrabás, tuvo la singularísima ocurrencia de plantar morcillas en su huerta, y como observara que no crecían, hurgó la tierra á los quince días con objeto de ver si habían prendido. Gomo era natural, las morcillas corrompidas debajo del te­rruño, se habían vuelto gusanos, y, dicen, que el tio Barrabás exclamó, volviendo á tapar la tierra: jBtto va bien, que ya ¡e va» formando los morcillicos!

El quinto caso me lo refirieron diciendo que el tio Pilongo, marido legítimo de la tía Emplastos, iba un día á sus majuelos montado en un burro, y, al saltar una liebre de un lado & otro del cami-

Page 53: Las fiestas de mi lugar - Libro

OOSTUHBBES ABAGONBSAS 5 3

mo, se espantó el burro j tiró al ginete por un pedregal abajo. ¡Aaay, Dios miol, exclamó el tío Pi­longo, ¡iaay, que me he roto una pierna!—Pasado un buen rato, subió como pudo al camino, cogió al burro, j yolviendo á montar á fuerza de mil traba­jos, regresó & Val de Cuervos, dirigiéndose ¿ casa del cirujano.—Deo gracias.—A Dios sean dadas.— ¿Está en casa el siñor cerujuano?—No señor, íto Pilongo, pero se le irá á buscar enseguida. ¿Está usted mah?—Es que acabo de rómpeme una pierna.—¡Todo sea por Dios! — En el acto mandaron á buscar al cirujano, j , personado éste, bajaron con gran cuidado al tio Pilongo del burro, tendiéronle sobre un colchón y se prepararon trapos, tablillas, cañas secas j otros utensilios de curar piernas rotas.—Vamos, lio Pilonr go, dijo el cirujano. Quitese usted el cahoncilh y la calcilla de la pienuí rota.—Ásperuste, contestó el en­fermo titubeando: ¿sabustéque ahura no macuerdo bien ti la pierna rota es la drecha ú la vira?—^Y, el ciruja­no, por no errar, le entablilló las dos piernas.

Otra Tez, j paso al caso sexto, disputaban el bo­ticario j el barbero, dos genios astronómicos del insigne lugar á que me yengo refiriendo, acerca del curso diurno del sol. ¿En qué consistirá, decía el barbero, que el sol sale por alli, apuntando al Orien­te, y se esconde por allá, señalando al Poniente, para volver á salir por alli?, y volvió á indicar con el dedo «1 sitio por donde sale el sol.—Pues, concho, ¿en que

Page 54: Las fiestas de mi lugar - Libro

5 4 LAS FIESTAS DE MI LUGAK

ha de consistir?. ¡ Caramba!, contestó el boticario r a s ­cándose el tozuelo: en que cuando llega el sol al Po­niente se vuelve al Oriente por el mismo camino, solo que como pasa de noche y estamos durmiendo, no lo vemos.

He aquí el caso séptimo. Una noche comenzaron á oirse tristísimas lamentaciones de amargura en una casa de la calle de Canta-ranas de Val de Cuer­vos, de tal modo que, consternada la vecindad, se agolpó á informarse de lo que pasaba. Los que con tanto desconsuelo lloraban, eran un hombre y una mujer, conocidos en el pueblo por padre é hija. Preguntando á la muchacha la causa de su dolor, respondió: ¡Ay, desgraciada de mil ¡Estoy pensando *t tendré novio y me casaré; si tendré algún hijo y lo criaré; si lo dejaré un dia debajo del vasar, y si se cae una cal­zuela le romperá la cabezal—Los convecinos procura­ron consolar á la joven inútilmente, porque ella, derramando lágrimas en abundancia j levantando m&B el grito cada vez, continuaba, sin escuchar á nadie: / Válgame el divino Señor! ¡Si tendré novio y me casaré; si tend/ré un hijo y lo criaré; y si me se muere por el golpe de la cazuela, ¿con qué vestido lo enterrarán! ¡Se lo comerán los gusanos antes que lo pudra la humedi, ó lo pudrirá la húmeda antes que lo devoren los gusanos!— Aturdidas las gentes de semejante atrocidad, deja­ron que la muchacha lamentárase lo que quisiera, se dirigieron al tio Salta-montes, que así llamaban al afligido padre, el cual, tan previsor como la hija.

Page 55: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUMBBES ABASONESAS 55

á moco tendido lloraba anticipadamente todas las desgracias que pudieran sobrevenirle, para no te­ner que lamentarlas después, y decía: Para cuando se muera mi Ayo.—Y lloraba un cuarto de hora.— Para mm^o se mueran mis amigos Avarislo y Ulogio.— Y lloraba otro cuarto de hora.—Para cuando me se ^nfuenf» burra p^rda que imgo en la cuadra.—^Y aquí estuvo l|o^i^do pxúéíji hora.—De suerte que, cuan­do despi^lssi» moría algún pariente 6 amigo, se quedaba ipi hombre tan fresco y tan sereno, por­que ya héb^a; íloMsdo áloréstamo.

Del casa octavo diré que un verano, varios veci­nos de Val de Cuervos trataron de hacer un gran lagar, y, al llevar á cabo la obra, quisieron meter una gruesa viga por una puerta pequeña, pero en lu­gar de introducirla de punta, se empeñaron, los muy majaderos, en meterla atravesada. Buscaron gente para que les ayudase, empujaron todos, y, por más hincapié que hacían y por más aceite, sebo y man­teca que á la viga dieron, para ver si se suavizaba 6 ablandaba, nada, no había fuerzas humanas ca­paces de vencer lo imposible. Al cabo de dos 6 tres horas, presentóse el médico en el sitio de la ocu­rrencia, y como persona ilustrada y conocedora de las propiedades de los cuerpos, y por tanto de su impenetrabilidad, les manifestó que se retirasen todos, se limpiaran el sudor y, que él, solo con dos hombrea, metería la viga dentro del lagar. Al

Page 56: Las fiestas de mi lugar - Libro

66 LAS FIE8TA.S BB l a LUQAR

oír tales palabras, quedóse como pasmado el con­curso, 7, lleno de admiración indescriptible, pre­senció la introducción de la viga; pero, después de unos minutos, comenzó un gran rumor entre la concurrencia, queriendo unos matar al médico por brujo; otros, calificáronle de santo milagrero; otros, que tenían la casa cerca, fueron 6 buscar la eaco-peta para descerrajarle un tiro; j en fin, otros, j con estos el alcalde, cogieron piedras j la empren­dieron contra el pobre seflor, que tuvo que aban­donar el lugar j refugiarse primero en un pue­blo cercano j más tarde en Zaragoza, donde, por algún tiempo, aun no estuvo seguro.

Sin embargo de que lo expuesto basta j sobra para formar cabal idea del peregrino talento y ma­nifiesta bestialidad de los antepasados 6 padres de los actuales residentes en Val de Cuervos; todavía mi querido é inolvidable abuelo, ¡santo varónl, me refirió de ellos cuatro hecbos más, que quiero dejar consignados en este libro.

Acerca del primer hecho, me dijo: Mira, hijo mío, una vez, dos vecinos de este nuestro lugar, se dirigían á vender fruta al mercado de Zaragoza, j , al pasar por una de las arboledas de las cercanías, oyeron á un cuclillo que, oculto en la espesttra de las ramas, cantaba con acento melancólico j amo-notonado compás: ¡CA, CU!—¡Cu, cu!—¡Cu, cu!—Chi-quio, dijo el uno, miá como te cueft el cuoo.—Te

Page 57: Las fiestas de mi lugar - Libro

00STTJ1ÍBBB8 ABAOONBSAS 57

engañas, contestó el otro, que í qui«n le cuca es á tu.—^T mientras tanto continuaba el cuco imp&yi-do, sereno, triste j monótono: ¡Cu, cu!—¡Cu, cul-^ ¡Cu, cu/—¡Hedióle! Abura, si que te cuca ¿ tu, re­plicó el primero.—^Mientes, ¡repuñáll Que & tu es 6 quien le cuca.—^Y, sobre si el cuco cucaba al uno ú al otro, empuñó cada cual su recia vara 7 empe­laron & darse leña como si tuvieran alguna afren­tosa injuria que vengar. Mas, no'paró aquí la cosa, sino que después de ponerse como nuevos, apenas entraron en Zaragoza, fuéronse enseguida á casa de on abogado medio giboso, con objeto de consultar j seguir el pleito basta que los dos, por los gastos, qmdáranse sin camisa.—Vamos. ¿Qué ha sido eso? Dijo el letrado, que llevaba barba j gafas, fumaba de á cinco céntimos 7 usaba pañolón de hierbas para escombrarse las narices.—Sifior, respondió el imo de los de Val de Cuervos, tengo que ícile que coando pasábamos por una arbole» que baj vi­niendo á esta zuidá, emprencipio á cantar un cuco: JO me pensé quel animalico le cucaba á este ques de^nú lugar, j este mesmo se empeñó en qáe me cacaba á mí, por lo cual himos tuvido los dos unas palabras j de gúenas á primeras ñus himos em­prendido á palos. ¿Qué le paice á usté? ¿Por cual de los dos cucaba el cuco? T el abogado coatestó: Pues, no señor: el pájaro no cucaba por uno ni por oteo, que por quien cucaba era por mí. Y con eita

Page 58: Las fiestas de mi lugar - Libro

58 LM nKKFOJs I»! icr ívaAs,

reapuasta quedaron satisfechos los fbrasteroa, pa-girenle un duro por cabeza al del bufete, j ^ arrc^ntidos de hdierse apaleado se fi»roa al Gafé de Ambos^Mundos, y se tomaron un o^é coa gotas de aguardiente enTeneaad» j varias copaa da rom de Jamaica 6 de donde fuere.

El hecho segundo consistiiS en que una mañana halMbace el tío Fiemcho podando su yiña, 7, de cuando an cuando Tolyfa los ojos hacía Val de GucatOB. ¿Qué esperaria? Pues, esperaba nada me^ nos que un rico guisado que le había ofrecido an mujer, por ser día de su cumpl&>afios, pwo, el tío Francho, por más que miraba 7 remiraba, á nadie veía por al camino. Sin embargo, á la salida del pueblo divisábase un diioo que llevaba una regular cacuela en la mano. El diablillo del muchacho de­bió aficionarse al dor del guisado, porque da tre­cho en trecho arrimábaselo á las narices, hasta que por ñn, no pudiendo resistir á la fatal tentación d« la gazura, sacó una tajada 7 se la comió. ¡Que re-diózl dijo «1 chico, tan igual me da comer una, oo> aro dos, 7... sacó otra tajada; 7, considerando el chiquillo que k mismo daba otaaer dos ({ue tres, 7 tres que cuatro, 7 cuatro que cinco, fué cooiién-doea todas las tajadas de la cazuela hasta que sólo quedó una, 7 esta se la comió también haciáidoM la cuenta muj sencilla, de que lo mismo lehídsáíá de castigar por llevar una tajada que no llevaado .

Page 59: Las fiestas de mi lugar - Libro

tíó"é*rÍLrkÉfiES AlftÁGioifESÁs 69

ninguna. Quedó, pues, la cazuela llena solanleíita ¿e caldo, j el chico empezó & temblar considerati-do lo que le esperaba, 7 así se deúidió á fíngit ÍUÉBL

mentira. El pobre tío Frahcbo, abrumado con tián-to trabajo, leyantóse por última v«z á mirar al ca­mino, deseando que llegara la comida prometida, cuando vid acercarse á s'ü bijo con la cazuela en la mano. Pero el chico venía llorando y esta era muy mala señal.—¿Qué te ha sucedido, chko? Preguntó el podador.—El muchacho nada respondió.—¡Adiot, mi guisado!, dijo el tio Francho, maliciando lo que había ocurrido. ¿A que me has dejau sin comerá—Sí stñor, contestó llorando el chico.—¿Pues, hombre, como ha sido eso? ¡Mala sela!—^Y repuso llorando él chico. Muste, al saltar el terrero áil eumpo dtl Uú Pid-sericas, di un tropezón y me se cayó elguisau en el suelo, sin poder recog»r más que el caldo.—^Y, acto continuo le sacudió el padre tan tremenda paliza que tíiñ lo mata.

El tercer hecho me fué contado en los términos si­guientes: Este era un tonto, natural y residente en Val de Cuervos, y este tonto, que se llamaba Candi-dico, comerciaba en miel y Vivía mortificado en Vé-rano por la tenacidad con que le perseguían las mos. ¿as. Ño sabiendo como escarmentarlas, cogió un día un palo, que era gordo como mentira de fraile, y 8e fué & casa del alcalde de su pueblo, con objeto de citar & las moscas á juicio dé conciliación. Estlt-

Page 60: Las fiestas de mi lugar - Libro

60 LAS FIESTAS DK MI I<uaAB

fidse el alcalde j dijo al pobre tonto que era inútil lo que pretendía.—^Paes señor, añadid el tonto: 70 he Tenido á reclamar justicia j quiero justicia.— Pero, hombre; ¡por los clavos de Cristo!, repuso la autoridad local, ¿qué quieres tú que haga jo con las moscas?—¡Otra que gaital Pus mételas en la cárcel. Respondió Candidico el tonto, que lo creía muy sencillo.—¡Vaya chiquio! Eso es imposible. A lo más, & lo mfis que yo puó hacer es date licen­cia ú premiso pa que aonde quiá que veas una mosca, le des un garrotazo impunimente.—^No bien el alcalde había acabado de pronunciar la última palabra, cuando una mosca pósesele en la frente. El tonto que vi6 la mosca, alz6 de pronto el garro­te, y, sin encomendarse & Dios ni al diablo, le di¿ tal golpe al alcalde en la cabeza, que lo dejd en el sitio.

El último hecho fué, que como en el mismo lu­gar se cosecha y se hace uno de los mejores vinos de Aragón, los hombres y las mujeres que allí viven, se crían gordos y sanotes, llegando á contar nlgunos noventa y hasta cien años. Esto expuesto, diré que una vez pasaban por Yal de Cuerpos va­rios estudiantes corriendo la Tuna, y, antes de en­trar en el pueblo, hallaron un pobre viejo al pie de un árbol, que estaba llorando como un niño. Ad­miráronse los estudiantes de ver llorar á aquel an^ ciano, porque, á la verdad, había pasado ya de la

Page 61: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTTJKBBXS ASACJOIilESAS 6 1

«dad de las ligrimas. Tenía la cabeza toda calva, la cara hecha una camisola de pliegues, 7 la boiea completamente desierta de muelas 7 dientas; todo lo cual hacía presumir que aquel viejo contaría lo menos, lo menos ochenta 7 tantos años. Uno de los estudiantes, el m&s atrevido, se acercó al viejo, 7, con su peculiar franqueza, le preguntó: ¿Por qué llora usted, buen viejo?—^T el viejo, abriendo mis la boca 7 pataleando como un chiquillo, le contestó: ¡Porque me ha pegau mi padrell—^Echironse i reír los alumnos de Minerva por semejante contesta­ción, 7, en tono zumbón, le dijeron: Pero, ¡hombre de Dios! ¿Es posible que le haya pegado á usted su padreT —^Entonces vieron salir de detris de un vallado & otro viejo de Val de Cuervos, mis viejo que el qae lloraba, porque era su padre, 7 con voz de caña rota, balbuciente lengua, 7 mostrando en el sem­blante la cólera de que estaba poseído, les dijo álos estudiantes: Si, siñores. Li pegau á mi hijo porque, el mu tunante y mu bribón, ha perdió el respeto á su agüelo.

Réstame hablar de otro talentazo, de otro hijo del referido pueblo, que vivió por los años de 1853, conocido por el Padre Bartolo, fraile exclaustrado 7 excesivamente popular, 7, que, aunque de esca-tMiB ó nulas dotes oratorias, tenía verdadera comezón por predicar i tontas 7 i locas. Los vecinos de Val de Cuervos, llénanse todavía la boca de agua, elo­giando i su hermano de pila el Padre Bartolo, j

Page 62: Las fiestas de mi lugar - Libro

6 2 Jj^ PUESTAS PE KI hVQAS

wntando de él, con no poca gracia, cosas ocurridas en sus vulgares sermones que, no quiero ignoren MÜ8 lectores.

Predicando un año en su pueblo el día de San Roque, j pareciéndole poco todo cuanto le ocurría para ensalzar á este Santo, dijo al principio del sermón: «¡Oh, queridos paisanos de mi alma j de mi corazón! Decirme, decirme. ¿Aonde pondremos un Santo tan esclarecido y tan ilustre como nues­tro San Roque? ¿Acaso con los otros Santos? No, porque hizo más milagros que todos ellos juntos. ¿Lo pondremos entre los Profetas? No, porque es­tuvo encima de toda la Profetería. ¿Y entre los Pa­triarcas? Menos, porque vio más cosas que ellos. ¿Lo meteremos entre los Angeles? Quiá, remenos, porque no llegaron á ser ni una sombra de nues­tro Santo. ¿Y entre los Angeles y Querubines? No y no, porque les aventajó en acciones y palabras. ¿Y entre los Serafines? Jamás, porque fué mucho más serafín y más guapo que ellos. ¿En donde, en donde, pues, pondremos á tan popular y glorioso Patrón? Por ventura, ¿entre las Virtudes? No, por­que el tuvo, hasta morir, un montón de ellas. Lo pondremos, decirme, con los Tronos, las Domina­ciones y las Potestades? Ah, no, no lo verán vues­tros ojos porque supo colocarse á mayorísima altu­ra que todos ellos. ¿Pues entonces en donde lo pon­dremos?—^Y, un vecino que tenía suelto el vientre

Page 63: Las fiestas de mi lugar - Libro

008XV1CBBE8 AMáiOOmmÁ» €»

j le oorria prisa salir da la Igleei^ «1 cvosideru <(aa el seimón iba largo, ái^o al predicador ea TOE alta j c6n la franqueza que todos gastaban con éh «Padre Bartolo, póngalo usté al Santo aquí en eate lÍBConcico, que jo me voj í hacer una nesecidá j 4 regar esta mesma mañana de boquera el güerto de mi suegro el tío Mátalas-callando».

Otro día una familia del inmediato puebleciUo de Lampaza, que babía recibido un bene&cio por intercesión de San Juan Bautista, encargó el pa­negírico de este al mismo Padre Bartolo, el cual oomensó su cbavacano discurso de esta manera: cQueridos hermanos míos: la presente es la prime­ra vez que mi pobie persona, que esta humilde hor­miguilla humana, yiene & dirigiros su palabra. En el Viejo j Nuevo Testamento se encuentran tres cabezas derribadas de los hombros: la de Goliat, la de Holofernes y la de San Juan Bautista: la pri­mera fué puesta en una pica; la segunda, fué puesta dentro de un saco; j la tercera, fué puesta en un plato: la cabeza de Goliat, significa el or­gullo; la de Holofernes, es símbolo de la impure­za; y la de San Juan, es figura de la santidad. Ahora bien: plato, saco y pica, y pica, saco y pla­to, estas tres cabezas comprenderán las tres nece­sarias partes del sermón que os voy á enderezar.»

Finalmente, en el lugar de Val de Ranas, pre­dicó el Padre Bartolo dos sermones: en el primero.

Page 64: Las fiestas de mi lugar - Libro

64 LAS FIBSTAS DB HI LUOAB

en honor á San Pancracio, dijo, entre otras risi­bles cosas, cque este Santo fué tan precoz y tan afi­cionado al ajuno, que desde la edad de dos mesas se abstenía de tetar los viernes de Cuaresma,»; j en el sermón segundo, que Yers<5 sobre la soledad de María, estuvo, como de costumbre, tan poco feliz j tan pesado, que la gente, aprovechando la obscuridad de la Iglesia, fué desfilando poco k poco, hasta dejarla completamente vacía. Al aper­cibirse el Padre Bartolo, se bajó incomodado del pulpito, j , al entrar en la sacristía, le dijo el sa­cristán: ¡Ay, Padre! ¡Que lástima que no hubiá estau usté en el Gólgota aquel día!— ¿Por qué? Le preguntó el predicador tomando aquello por tma alabanza.—Otra, respondió el sacristán, porque si les encaja usté un sermón tan desustanciau j tan largo, no queda allí ni un judío pa un remedio y no hubiém crucifican á nuestro devino Redentor.

Page 65: Las fiestas de mi lugar - Libro

CUADRO TERCERO

En el que, aparte de otras cosas, se da cuenta de una importante sesión concejil,

«e pregona un bando muy superferolitico.se explica la causa por la que San Roque es patrón

de Val de Cuervos, y se describen las fiestas que liubo la víspera del dia de aquel Insigne

y popular abogado contra la peste.

Poco más de la del alba seria, cuando llegué 6 las eras de mi querido lugar. Allí me apeé de la lijara y soberbia yegua que me había facilitado mi «xcondiscípulo y amigo de Despeña-gatos, y vol-Tidse con ella á este pueblo, el peatón que me ha-tía acompañado, recibiendo antes una erpresiva muestra de mi agradecimiento. Con mi maletín en la mano, avancé á pié hacia Val de Cuervos, sa­biéndome al paso, en dirección opuesta y camino de la fuente una mujer, la cual, hallando 6 un sujeto

s

Page 66: Las fiestas de mi lugar - Libro

LAS FIESTAS DE MI LUGAB

decentemente vestido que, casi & la par que yo, llegaba montado en una bicicleta, tomóle por un vaciador, y le dijo: ¡Ay, güen siñort Me paice que sa escudiau usté y que ya llega usté tarde.—¿Por qué? Le preguntó el biciclista. Y la mujer respon­dió: ¡Otra! Porque ayer mesmamente se jue ya otro amolador, que ñus añló toos los guchillos y navajas que tenemos en el lugar.—Sonreímonos los do» hombres: el de la bicicleta marchóse por otro ca­mino del pueblo, y yo seguí el más recto, entrando por la calle de las Eras, en ocasión que tocaban á la dula y salía de un corral un lucido burro negro 7 en extremo retozón, gritando en largos tonosr ¡Que se va! ¡A-h, ahí ¡Ah, ahí ¡Ah, ah!

Cruzando dos ó tres calles, y después de tirarme de espaldas al suelo un espantadizo cerdo que re­pentinamente apareció gruñendo por una esquina, llegué á la casa de mi primo, que, como las demá» del pueblo y á virtud de un enérgico bando del al­calde, tenía la fQchada,blanca como la paloma y muy pintarrajeados los balcones, puertas y ventanas con almagre de un color rabiosísimo. A usanaa de­pueblo, di dos golpes con una piedra en el portal, abrióse luego una ventana y asomándose por ella-lua cabeza, preguntó: ¿Quién llama?—Yo, disi­mulando la voz, pues tenía empefio en que no me conociese, le dije: ¿Se ha levantado ya el mayor­domo de la cofradía de San Roque?—Nadie iSé'

Page 67: Las fiestas de mi lugar - Libro

CQgTyifflsg^ Ai^^g^s^s.^ ^s;

W ^ t e ^ , pgro enseguida/ atíTÍflfOJíi ¿^^^ ?ITO¥J?*

Bjuba, qiie, aunque; asíoj á( x p ^ p vi^íir./ ,?^, flti?, 4^£| listó lo que Iq ociurre,—Subí, il iilo;ne;it9 copo,??^-ine, j , TÍoiiendp á B?Í;, J entre, saj udo? jjjreg'uDtas» notjdijposíau^ apretados, y cariñosos a^pazo^,— DíispMés. dirigiéndose á }.i, fanpdlia,, gptfí;. Chicíi, í< J)0TÍa, "Í yusotros, pequefiosi 4mo^t JPfí 'iV*?!' pyppntp, que tenemoBi aquí yaá ;tii pninq Qrj pín..::?-X df «tlí apoco, salid Ht Lilipria, vei;dederp pjoií é-lade bumildad y dechado, deca^adasy d^ madrea; nos dimos un apretón de manos,, saludábanos, á la vez, y mi primo le djjo: Oye. chica- Date pifisjcaf encienda lumbre y haz el chocole te cu^n;tQ antes , pa que este se desayune luego. Ah, y q ) fe traiga la Ricarda una boteja, á» agua de la fuente.—Unos minutos mes tarde 8iryi(!>me> mi prima, con su acos­tumbrada limpieza, una, buena jicara de chpoolfi^ y detrás un yaso de agua azucarada y tan fríe como la nieye. ;

T tú, Dionisio, ¿no me acompañas? Le. p?ag^f7 té,—Quiá. Yo no tomo nuB«a. d¡e eso, sino <?n«!n,4® estoy malo. Toas las m«ifi«ftas,, ya se s«fbi ,,, t pri­mer desamen es una copica de, anís,, q9^,¡hfi|3ta, la hora de almorzar, me dfga pliVueriPO,,,^^ ¡guapa­mente.—Mira, Liboria. Vinte i los pequ,?(ñ08, y ^a ana prepararás dispués pa iq^; tardía un almu rpj(K> «pitítoso. Tani-mientras, y piieslto que,. Cri^pí^

Page 68: Las fiestas de mi lugar - Libro

I/A8 FIESTAS I»B KI I.UOAB

dice que no está cansan, le enseñaré las reformas quimos hecho en la casa. Despójeme de la ropa que me incomodaba, quedándome tan fresco como boti­jo en pozo, y, yendo mi primo delante, recorrimop las desiguales estancias de arriba y abajo del edi­ficio, siendo la última el granero, que era grande y bien oreado. Al entrar en él, díjome mi pariente: Amos, Crispín, ¿qué te paice deste granerico? Mi& que parvica é trigo. ¿Es rigular, eh?— Ya lo creo que es. Le respondí yo.—Y luego añadió. Ya tene­mos pa comer pan y matar el hambre esti año. Haste tamién el cargo dése montoncico é patatas nuevas. No has visto cosa más rica en tu vida: aunque no son muy gordas, salen como una man­teca: no hacen mas que ver el fuego, y ya las tie­nes cocidas. Con que ¿si serán de güeña calida y de sastifación? Y, allí tienes colgaus dos pemiles, cebollas, panizo, longaniza, y tamien ceroUícas y membrillos, por si es caso tenemos destiemplanza ú despeño y corrida é tripas.—Pues señor, díjele yo, veo que estáis provistos de todo.—Si, chico, repuso Dionisio, y de lo qui hay, naa ñus falta.

Bajamos luego á la sala que hacía de comedor J allí mi primo me fué presentando sus hijos. Mi6i me dijo enseñándome un pequeño, que apen«S «abía andar. Este es Manolico. Mía que criatura más rica. ¿Quién dirá que sélo tiene decinueve meses? Haste cargo, haste cargo que piernas tiene.

Page 69: Las fiestas de mi lugar - Libro

OOSTUICBIUSS AIUaONBSAS 69

¿Qué carne, eh?— T lo mejor en él, añadid la Libo-ría, es su güeña condición. Por la mañana, en cuanto Dios echa la luz del día, le doj un platico é sopas, dispues una güeña tetadica, 7 me se queda dormidíco como un queso, pa cinco ú seis horas, que me vienen mucho bien para hacer las fainas de la casa.

Aquí tienes á Joaquín,—dijo mi primo haciendo acercar 6 un chisp de unos siete años de edad, con varías arañadas en la cara j un gran zoquete de pan en la mano.—Ahi, aonde lo ves, ¡ya es güen pezolaga, jal El será cbiquirrindín, pero lo ques á manifecero, guitonea y revisalsero, no hay en el lugar quien le gane. Miá que carucia se puso ayer, ññendo con el hijo de la tia Pingajos. Se conoce que los dos se cascaron la borra'á su gusto. Lo ques éste, es más malo que Geta y que el mismo Fie­rabrás. Y miá con qué Currusco se esayuna. Too el día lo tienes en un puro pienso, y, cuanto más devora ú trajela, más arguellan se ñus queda. Amos * ver, Liboria, ponle bien esa gorra, que paice que 'la lleva á la guingorria, y limpíale esas narices pa que le dé un beso á su tío Crispín.—^Ven, dámelo, que yo después te daré otra cosa. Atiende. ¿Ya •ras á la escuela? Le pregunté yo. Y mi primo, ha-Wando por él, dijo: Ah, si. Pus no ha de ir? No feltaba más. Ya sabe leer en el Julián el Bueno y te *^Qtesta ciAsi de carretilla y sin entivocase miaja

Page 70: Las fiestas de mi lugar - Libro

í'"í¿¿"íai'^^egu¿t¿ás Bé'Bb<i4»á t^ioitit. AHüta i^TtíiM'éí!Catón itíl Pi^(!-^E^dldü'^R^iMa/^ eM^ ¿íéii'óípiá'á'^éferibir létraig' góíídiij. Í l i . TÍ'p^ éíítM ítóSáíitóey'aM'tiiia''í8iil'a que la éñStóaTl éX'xi&at iííaíá»!ro;^¿Í fetf ÁCSrcátétttás; Esifiíi^lláTÍ. Záf^ 'íiáB.-'Éíí'qúé ttla i[)tói. fitfíi-íííÁfe ioí píéi^á itó Aí/ó|. ¡Chico, chico! ¡Vaya una chanada! ¡Cuidiíiti'' ¿fonkb íifeta ya4átfií[i*rgátot tosté él e^ íéJdé'0Wsií¿%(i'iíefta8 taahegías y tan dobles (Jde le tfüjO¡íáé2bíagoía la semana pasada éltíoGailbfii j^lás éátfeáó él Domingo? Mía, ya laé Héva' e«eoM<-'dais pbr la punta y áétiíáB cbñ laá tntidiaá alí^MSoi. ¡A8ul)itela8,'lEaáiáiftigbl; No hasVistoen tu vid*, Cri^pfií,'jín'criaüiiSii más roíópedory ni4ií atsabaSor quéigajEainúso edtei De gíLeba gana le ari'éaba áhii-ra Wtómé upa t¿ñina.--^l*efo, hoinbrt, dijo íú mj^^ré;'iífb sabes lo qué 'tíon criattiras y queiib paran dés'dé qué se deVáátaii hástá' que se 8¿¿«é-^n^--Í .^bs , re8{)bádi>6 mi primó, no 8a«[u:éB ta áhürii lá cara por él. TSTo seas tan madraza y COÍ3ÍÍI*

Üáándréra, ni te enfurrúsqueB po lo que di¿o. Ha-8Í«ü sabed tuque merece güénós lapóe y g&antazba 8é;néj'énte malfat&é. iiO qúb j^b Véb es que eéte erib és tina sima y uil Yerdíféíro icedocire dé oaltiéíó. An-1^'IB éompraba zajifttbs, yno le-cíütaban miaja, 7 áMrá' cbti las apar^t^s, aun eBÍtÉ|tle nua bale ] ^ bti¿i^;"Miá pues qué colorabhbha sftcttb db-M éaiícá. Í*e?b, fsi no pué ser otrb! Nb lítób aátóJ tti»

Page 71: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUMBEES ABAOONESAS 7 1

atiborrase de comer lamines j porquerías y ponese de agua como un zaque. Los vicios de su madre j de su agüela lo tienen así tan anequilau.

Vay, abura conocerás á la chica. Ven, Ricarda. Saluda á tu tio.—Y la muchacha, que tenía trece años, era en extremo agraciada, y con un color tan sano y hermoso como el de una manzana, me salu­dó y besó con el mayor cariño.—Su padre añadió: Repara que ojos más negros y más majos tiene. Pai-tcen dos moricas de zarza. Miá que alegrica es. Siem­pre la tienes así, con el riso en la boca. Miá pues el genial. Ko has visto una criatura de mejor pasta. Es toda una mujer. Pa su madre es como una estra-lica é mano. No es miaja é pendonera, y, ayuda como una mujer á toas las operaciones y gubiemo de la casa, ques la mejor adote que se le pué dar & una hija, porque, chico, lo ques abura, hay po ese mundo alante muchas chicas, ya cuasi mujeres, que se van á casar y aun no saben hacer un mal ^ e v o , ni remendar una triste media, ni hacer un miserable corcusido.

£a, Crispín, ya no te falta conocer mas que á nuestro hijo mayor. Ta lo voy á llamar, que no ^ja^á destar en la cuadra ú en el corral.^Lo llamó, y se me presentó en mangas de camisa, un chica­rrón muy fornido, de sano y envidiable color, y ^e diez y siete años de edad.—Saludóme muy afac^ tuoso, me preguntó por mí .mujer y mis hijos, y.

Page 72: Las fiestas de mi lugar - Libro

7 2 LAS FIESTAS DE MI LUQAB

tras este corto diálogo de cortesía, le hice la natu­ral pregunta de, si trabajaba mucho.—^Ta iba él á responder, pero, mi primo, que aquel día tenía co­mezón por hablar, dijo: Ta lo creo que trebaja. Más que un hombre de doble edá que él. Y, eso queste iyierno lo tuvimos á saber que mantudo j malico. Otra, se pué icir que consentimos ja que se ñus iba á la utra banda. Cerca 6 tres sema­nas se tiró en la cama.—Hola, dije yo. ¿Pues qu» tuTo?—Quiá é tener. Naa. Adiccionó mi primo. Emprencipió con pocas ganas de comer, á pénesele el color mu pocho, á echase po aquí j devantase po allá, á cántale á raticos el pecho, j á dar de cuando en cuftndo algún chilo mu juerte. El me­dico se espacenciaba de ver que nenguna melecina le hacía prebo ni lo componía, j , al &n, de muerto á morir, le recetó unas píndolas entre verdosas j blancas que estuque tenían de compostura una mia­ja é veneno. Pero, hijo mío, en tan güen hora se las engulló, comenzó á venile el cuerpo á juebo, sacó po abajo que misió cuanta ponzoña j maleza j se le espertó un hambre canina que por poco se ñus come á toos de casa. Pero, vaj, por ahura, gracias á Dios, ya está güeno 7 mu pito, y siem­pre con ánimo de apencar el hombro al trebejo.

En esto mi prima acabó de poner la mesa, cu­bierta con blanquísimos manteles, j todos almor­zamos en santa paz j eon muj buen apetito. To-

Page 73: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTtnCBBES ABAQONESAS 7 8

daría no habíamos terminado, cuando comenzaron 6 Teñir yisitas de antiguos j nunca olvidados ami­gos, 7 de otras personas más 6 menos principales de la localidad. El primero que llegó fué Mosen Rufino Perdiguero, ejemplar párroco del pueblo; siguióle el maestro de la escuela, D. Agapito Yien-trenseco, sujeto alto y delgado, de cincuenta y tan­tos años de edad, de bigote entre-cano, ojos lloro­sos j como ribeteados con seda encarnada; de apo­cado espíritu, de no comunes conocimientos musi­cales, por lo que era además organista del lugar; algo alegrillo de genio, sobre todo cuando se le ponía de frente un femenino j agraciado ros­tro: vestía entre Agosto j Enero ó de entre-tiempo; Hablaba j manoteaba con frecuencia; era pobre de bienes de fortuna y no tanto de vanidad y reuma­tismo; un poco miope; semi-cojo del derecho; no muy rollizo de entendimiento; y mentor, en fin, que bebíase los vientos á caza de chicos que desas­nar, de inteligencias que descortezar, de zagalotes que instruir, de folios y solfas que copiar, do age-nas cuentas que resolver, y de cartas y memoria­les que dictar ó «Iscribir.

Entraron después el tio Demetrio Perneras, ei-ílcalde del pueblo, cofrade perpetuo de la taberna concejil, fiscal municipal, protector de traspieses 7 padrino de pendencias. Cleto Membrana (alias) el Mudo, barbero del lugar, cuentista incansable.

Page 74: Las fiestas de mi lugar - Libro

74 1.4.8 FIESTAS DE MI LU&AB

constante manoteador, bandurrista afamado, habla­dor sempiterno, j doctor en embustes j chismes. Don Pío Calasparra, ser enjuto de carnes; botica­rio, herbolario, estrafalario, semidromedario j pro­pietario de un depósito de sanguijuelas, dueño de muchos frascos j botellas, padre de varios desfar^ gallados chicos^ hombre avaricioso hasta la majror usura, y casado con Doña Tremedal Tiesuras, (que también acompañó á su esposo), señora de su casa, amiga de hacer gestos, santurrona, con cara como de jeso j con un traje que parecía que la vestían sus enemigos.

Cuando este matrimonio se despedía, entraron D. Policarpo Membrete, veterinario, de avinagra­do rostro, de pelo en pecho, unas veces algo abru­tado, otras demasiado fino, j en extremo apasio­nado por cosas teatrales; Don Trifdn Mala-garra, médico, amigo de saludos, contorsiones j de citas de Hipócrates j Galeno, tresillista inteligente, po­lítico de afición y tan inacabable hablador como su esposa (que llegó con él), Doña Relicario Porgue-sas, señora mayor, sin hijos, desdentada, flacucha, de poco atractivo, alhabadora de sí misma, mando­na de todos y especialmente de su marido, del que tenía que dormir separada por pertenecer & la rara clase de seres que duermen á medias, ó lo que es igual, que duermen, 'pero que no descansan; que tardan en cojerel sueño y una vez dormidos, dan

Page 75: Las fiestas de mi lugar - Libro

ÍC08TÜMBEÍS ABASONESAS 75

vi)lt«¥8Ía8, ifiuéTense sin cesar, sanguijuelean con empujejlíraqueteo, suben y bajan la ropa, duermea con l<>s ojos abiertos como las liebres; bracean j có-c«a!n á diestro j siniestro; derriban la lamparilla de 1» mesa de noche, j , si alguno duerme con ello», amanece espeluznado en el suelo ó Heno de carde-nalea d aturdido de puñetazos.—Y por fin, entró Boa Jeremías Poco-pelo, abogado sin ejercicio, de acostilladas patillas, grandes orejas, narices largas, j codicioso de engordar, pero la sabia pro videncia, indifeírénte á sus ajes j á sus suspiros sorda, man-teafale casi én estado de momia; siendo, por lo d6más, cariñoso en extremo, buen ciudadano, j digno consorte de Bo&a Flagelación Trampanto­jos, alias, Boftá Mielsuda, (porque la tenía más grande quenn cabestro), señora muj obesa, hasta el punto de tener muy próximas á unírsele las mantecas, lo cual habíala vuelto indolente y esto etti la causa principal de que su amado y bon­dadoso Jeremías se corriera con los cuidados do­mésticos j con inimitable maestría diera & co­nocer sus habilidades, ya componiendo las sillas raiae. ya inventando aparatos y maquinillas úti-1«8; bien, haciendo bajo la dirección de su es­pesa, toda ciase d« conservas y compotas; bien, laborando escobas de esparto y de ramullas secas; ora, tsonleccionviBdo procedimientos químicos espé­jale» para líHipiar ila ropa manchada; ora, friendo

Page 76: Las fiestas de mi lugar - Libro

76 LAS FIBSTAS DB VX LUSAB

los caracoles de un modo nuevo; j , ora, retocando el color de las puertas, el de los marcos de los cua­dros j la tabla j tapadera del retrete; j , entrete­niéndose, por último, en quitar las pulgas al gato, en cambiar los papeles del vasar, en esquilar al perro, en construir, por Natividad, belenes 6 naci­mientos de imponderable perfeccidn, con puentes colgantes, mezquitas morunas, cuevas desmesura­das, fuentes con agua j vallee con pastores de am­bos sexos. En fin, Don Jeremías era lo que se lla­ma un estuche, una especie de ungüento blanco, un hombre sumamente ingenioso: todo lo contra­rio que su esposa Doña Mielsuda, que se pasaba la vida tumbada en un viejo sillón de guta-percha,. ojendo á un tierno vastago, hijo de una hermana suya, que empezaba & charlar en esa jerigonza in­fantil que tanto entusiasma á los padres j tan in­inteligible es á los extraños, pidiendo man por pan, llamando papá étodo bicho viviente, y aun intercalando en sus frases, siempre con inopor­tunidad, ciertas expresiones que no es posible tras­ladar al papel.

Después de estas visitas y las de Cirilo, el sastre; Roque, el confitero; el sacristán llamado Perfecto del Todo, apesar de ser jorobado y con un brazo más largo que otro; Marianico, el pelaire, y otros que habían ido conmigo á la escuela; púsome á comer con mi primo y la familia, y como aquél

Page 77: Las fiestas de mi lugar - Libro

OOSTUKBBBS ABA80NBSA8 77

tuviera que salir del pueblo para dar vuelta por unos peones que le trabajaban en la veguilla, yo m* fui primero & dar gracias & San Roque por mi íelis llegada ái Yal de Cuervos, y por cierto, que en la entrada de la Iglesia, hallé cuatro 6 cinco pobres, y, uno de ellos, al parecer forastero, que llevaba antiparras verdes y tenia asido de una cuerda k ua perro, me dijo: Güen siñor. ¡Por San Roque ben­dito! ¿Hazuste el favor de dar una limosnica á este probecico ciego?—Yo, eché mano al bolsillo, y le di media peseta en plata.—^En seguida, me añadió el mendigo: Oiga, güen siñor. ¿No le paice á usté qupsta moneda es mala?—¿A. ver?, dije yo: no se­ñor, que aunque etitá algo borrosa y es de las anti­guas, es buena y muy buena. Pero, oiga. No te­niendo usted vista, ¿cómo ha visto y dudado tan pronto de la media peseta?—Y replica el pordiose­ro: no, si yo no soy ciego, si quien es el ciego, es «1 perro.—No quise hablar más con aquel tunantón y vago, entré en el templo, recé lo que deseaba, y después encaminé mis pasos á la Casa de Ayunta-niiento, en la que más tarde había de celebrarse sesión para ultimar el programa de los festejos en honor del santo patrón del pueblo.

Dicha Casa Municipal tiene un gran balcón, cuatro ventanas y dos rejas que dan á la anch* plaza de la Iglesia. Entrando por su viejo portalón Calíanse: á la derecha el despacho del secretario.

Page 78: Las fiestas de mi lugar - Libro

7 8 I.AS E>IIISTAe OB «I LVQÁM

empleado que es mu; enrredador j más tuno que una loma; j á la izquierda la taberna del lugar, en la que constantemente se vende VÍLO, más Ó menos cristiano, por el encargado, de nombre el tio Ra­món, pero más conocido por el tio Zampa-migas, porque, cuando Habla, parece que tiene la boca lle­na de migajas de pan; y, en ausencia de tal taber­nero, despacha su hija Pepa, moza graciosísima, de negros y rasgados ojos, coloradota y frescona, blan­ca como la misma nieve, y capaz, pero muy capaz de hacer perder la virtud, aunque fuera al mismí­simo San Antonio Abad, tan justa y constante­mente admirado por sus triunfos de las tentaciones y zalamerías del demonio.

Acompañado de Paulino Lagaita (alias) Lagarto, alguacil, pregonero, enterrador y persona activa y d« precipitado genio, entré en la sala de sesiones del Concejo, llamándome desde luego la atención en el testero de la sala, un retrato del Rey Don Al­fonso XIII, á cuyos pies veíase pegado un papel en el que una mano pérfida y aleve, había escrito un letrero en esta forma:

Héste es el Siñor Don Halfonso el Trece, Rrey de Eepafia,

déla Probinzia de Zaragoza y de este Puevlo liveral.

Delante de tal retrato,—comprado de lance en una almoneda de la capital del distrito—, se ha-

Page 79: Las fiestas de mi lugar - Libro

O O S T Ü M Í B E S ÁBAtíCfííESAS 79

liábala ancha mesa presidencial Con tres grandes cajones é innumerables manchas de tinta j no po­cas de aceite, reveladoras de haberse celebrado allí Algunas Ufaras, observándose además señale» de sangre j de otras cosas dejadas con la punta del dedo.—A. cada lado de la mesa había un banco para los miembros de Apuntamiento, j enfrente un largo j enorme arcón, que, á la vez que guardaba manuscritos, dinero, velas de sebo, libros de actas J Boletines encieles de la provincia; servía para que, dando un pequeño salto, pudieran sentarse loa vecinos que asistiesen á presenciar las disca­tiones, algunas tan acaloradas, que se había he­cho necesaria la intervención de un cabo y dos ná-Oleros de la siempre benemérita Guardia civil.

Con muj manifiestas señales de haberse posado ca ellos infinidad de veces las moscas, veíanse col­gados de las paredes laterales dos cuadros, desgr^ ciiidamente retocados por profana mano, teniendo los rostros de los respectivos retratos un color entre Oiorado y rojo, que cualquiera diría que los retra­ídos habían muerto de borrachera 6 de un fuerte *i&ago de hidrofobia. Cada uno tenía su correspon­diente rótulo, hechos ambos con infame y mal cor­tada pluma, leyéndose bajo el cuadro de la iz­quierda:

Beste es el sifior don Paqo Rrodrijez, que fue Arcalde de todo este Puelvo

Page 80: Las fiestas de mi lugar - Libro

8 0 LAS S'IB3T4JS DB IQ LUQAB

j ombre mu Limosnero j mu Yondad oso,

que arregló el cimienterío y lo estrenó él mesmo. Debajo del cuadro de la derecha, que era casi de

ig;aales dimensiones que el anterior, se leia lo si­guiente:

Héste es el sifior Cura Mosen Pavlo, el que apañó las Escuelas délos chicos

j izo la zaica bancba de la bega, pa rregar la guerta.

Por último, ¡nervioso me pongo al dar cuenta de ello!, frente al testero de la sala, había otro cua­dro con una figura que representaba á un hombre mal encarado, con ojos de perro perdiguero, barba puntiaguda, nariz acotorrada j orejas como aventa­dores, teniendo en una mano un cigarro puro, j en la otra una mordaza, un martillo, cuatro clavos, j dos herraduras, leyéndose en la parte baja del marco, que estaba pintado de amarillo, lo que, temblándome la pluma, copio á continuación:

Hete es elsiñor don Casi Miro Carra-Cuca, Bitirinario que Curó delaBiruela

á muchos ombres, mugueres j abrios. Hrequiescam im Pazzem.

Finalmente, en el piso segundo y máis alto de la Gasa Consistorial, se hallaba la cárcel, en cu j o suelo había esparcidos un jergón, una jarra rota, la urna de las elecckmes, un apolillado morrión de nacio'

Page 81: Las fiestas de mi lugar - Libro

OOSTXTKBBBS AaA.GK>NBaAS Si

«ales, una jaula, un sable sin punta y muellísimas •telas de araña por los rincones, en uno de los cua­les, también en el suelo y sin duda en calidad de preso, yeíase un empolvado San Roque de talla, •con largos y negruzcos bigotes y achuladas pati­llas, hechas, como aquéllos, con tinta ó corcho ahu­mado. Al preguntarle á mi acompañante el algua­cil, porque habían veriñcado aquella profanación -con el Santo, me respondió el grandísimo membri­llo: ¿Sabusté porque? Porque cuando ñus lo tru-

. jieron al lugar, lo recibieron refunfuñando porque & cuasi toos les paició que era mu jovencico. Yo, compadeció de que naide quería al probecico Santo, y por ver si, hiciéndolo mfts hombre, lo empren-'Cipiaban á trágalo una miaj etica, mentretuve una ^rde en píntale con vino y tinta esos vigotes y pa-'tillas que lleva, y, como ni aun asinas les gustó, porque entonces icían que paicía un viegistorio, lo ^ubí y lo encerré aquí en la cárcel, con ayuda de Un tío mío, que le llaman el tio Estripa-conejos.

Después de tal respuesta, despedíme de seme­jante camueso, y, de acuerdo con el tabernero del ^anicipio, pasé á ocultarme en un cuartito que ^QÍa un disimulado ventanillo que daba & la Sala ^«sesiones, y desde allí presencié la que se cele-*ró para acordar el programa de las fiestas del pa-*'ón del pueblo..

-^ la«aÍBÓn, eran brazos de justicia ó miembroa, 6

Page 82: Las fiestas de mi lugar - Libro

82 LAS FIESTAS DE MI LUGAS

méis 6 menos menudos, del Ayuntamiento consti­tucional de Val de Cuervos, los individuos ex­presados á continuación:

El tio Antón Sobaquina, alcalde, apodado el tio Güeco, porque desde que ejercía autoridad, era menester muckas veces recomendación ó memorial para hablarle: por lo demás era bruto, testarrudo j no feo, recto en sus actos, demasiado claro en su expresión, amigo de echar temos, y, aunque le gustaba oir el parecer de todos, siempre hacía el suyo, así le pusieran delante un toro de plaza.—, Margarito Letargos, alias, Garra-seca, teniente-al­calde, cari-ancho, pequeño, regordete y más que algo aficionado al mosto.—Toribio Peraltilla, alias, el tio Barrena, síndico, especie de abogado de se­cano, alto, cuerpi-grueso, tuerto, boqui-angosto, bastante hablador y activo é inteligente destripa— dor de terrones.

Figuraban como concejales: Babíl Tobajas, alias. Mata-ratas, hombre bonachón, buen marido, ejem­plar padre y afamado coplero y bandurrista.—Se­vero del Todo, tio del sacristán del pueblo y cuyo nombre contrastaba con su genio alegre y bullan­guero, con sus graciosas ocurrencias, y con el ca­riño que á toda hora chorreaba por su cara y por au boca.—Balbino Catana, alias, Escula-topos, pe­laire acreditado, zanqui-largo, cuelli-estrecho, más trabajador que un burro y por demás habilidoso.—

Page 83: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUMBEES ARAGONESAS 8 3

Patricio Fiambrera, alias, el Bolinche, á causa de su pequeña estatura j estremada obesidad, amabilí­simo tendero, diligente secador de cuentas propias y agenas y padre de nueve criaturas.—Roque Cerra­jas, más conocido por el tio Poca-lengua, buen ti­rador 6 cazador, algo camorrista y un si es 6 no farfalloso.—Pascual Ranera, alias. Paja-larga, sin duda por la secatura y altura de su cuerpo, hom­bre decidor, formalote y gran patriota.—Tiburcio Pistache, por otro nombre Media-leche, labrador co­mo los dos anteriores, desgarbado, tozudo, capaz de fumarse la lanza de un coche, el más bruto de todo el Ayuntamiento y aun de todo el pueblo, y dis­puesto siempre lo mismo á comer y beber, que á tirar de un puñetazo 6 con la cabeza la puerta de un corral aunque detrás hubiese una branca cruzada.

Por último, funcionaba como secretario. Canuto Zangarriana, alias. Pesadumbres, ex-barbero muy pillín, ex-pasante de Colegio, ex-cabo de munici­pales, ex-escribiente de Audiencia y ex-profesor de acordeón y de escritura y contabilidad.

Abierta la puerta de la Sala Concejil, comenza­ron á entrar los señores de Ayuntamiento y otros varios Tecinos del pueblo, que se fueron sentando unos en un banco de deshecho; otros, encima dfel •rcón; otros, en los palos de dos camajustes 6 esca­las de cojer olivas, que había echados en un lado; y otros, en fin, se sentaron en... el suelo.

Page 84: Las fiestas de mi lugar - Libro

8 4 LAS FIBSTAS DB IB liVQÁX

El alcalde, di<5 coa la vara de la Justicia un palo en la mesa con tanta fuerza como si sacudiese una noguera. Al golpe, se suspendieron todas las con­versaciones, 7, aquella autoridad, con voz de so­chantre recien-comido, dijo: Se emprencipia la se­sión.—Luego, la misma alcasdesca persona, hacien­do como que tragaba saliva, poniéndose de pie, escupiendo hacia la izquierda j subiéndose los calzones con una mano por delante j otra por de­trás, habló en estos términos:

Sifwres: en nombre de la Justicia que jo, vamos »al dicir, con esta vara represiento, que se escubra »too Dios ahura mesmo la cabeza. En la sesión que »8e va é escomenzar, tenemos que tratar de las «fiestas que san di hacer esti año á nuestro aboban, »digo, abogau j patrón San Roque, que ñus ha »dalumbrar j quen la gloria esté. Amén.

Todoí. Amén, amén. El alcalde. Sastifación tengo j grande en ver que

«contestáis así. Yo, como si juera el Santo mesmo »en presona, sus doj las más ezprisivas gracias, J, »como íbamos digendo, jo soj dopinion que Jft »que semos nusotros los que estamos al frente del >lugar, debemos acordar unas fiestas que metan »raido j güen rebulieio por toos los pueblos de & »la redól, por toa la comalca j por toa la pcpvin' »cia, pa que ñus alaben los dilarios j dedemás p>' Jípeles públicos de Zaragoza j hasta del meama

Page 85: Las fiestas de mi lugar - Libro

OOSrUUBXBS ABAOONXSASr 8 6

»l(bdrí. En el año presente, rifiores, Mdé aunílata »nesecidá j estamos en la ñrme obligación de eati-»rar las fiestas j echar la casa no por la reatatia, »como sizo otras veces, sino po el barc<5n. T dito »lo digo 7 lo sustengo por dos raciones, digo, la-»zone8: la primera, porque esti afio himos tuvido, «gracias á Dios j ¿ nuestro Santo, una coaecha >m¿8 que talcualica; j la segunda por habesen re* »matau las recochinas guerras de Cuba 7 Gelipi-»aa8, que ñus han redotau 7 dejau sin una perra; »nuB han hecho redamar & zaicas 7 á rios la sangre »de nuestros hijos 7 hermanos 7 primos 7 sobrinos; >7 han llenau de luto 7 malancolía 7 amalguras 7 »trebajos, á montones de familias españolas 7 áa »nuestra esgraciada 7 probé nación. Ea. vertú desto ^cacabo de icír, S07 dopinion que lo mesmo 70 que >vu8otros, debemos animanus de firme 7 presien->tar güen recau de dívirsiones 7 atraitívos, pa que »de los pueblos desta redolada, vengan á velas mu> »cha gente 7 muchos abrios, que consumirán mu-»cha carne, muchísmo pan 7 hasta mucha cebada, ftlfalce 7 paja, 7 por de consiguiente ñus dejarán

*en el lugar mu güeñas pesetas 7 no pocas perras *8ordas 7 menudas. ¿Qué sus paice de mi preposi-»cion? ¿Opináis vusotros lo mesmo? Amos, dicílo coa franqueza.

M lio MatcM^at. Yo, opino por igual. ^ ' (to Garra-seca. Yo, ídem pelidem.

Page 86: Las fiestas de mi lugar - Libro

86 LAS FIESTAS DE MI LUGAE

El tio Poca-lengua. Yoooo... yoooo... tataaamien meme... meadero.

El lio Escula-lopos. Y yo y todos. ¡Que rediéz! El alcalck. Güeno pues. Asi me gusta, que hai ­

ga juntura é paiceres y que vayamos toos á una, como una sola presona. Que coste asi en el afta, secletario. Hala. Mano á la pluma y ponió lo pri­mero.

El tio Barrena. Una cosa se mocurre. El alcalde. Guala. Amos, dila luego, antes que te

se vaya del celebro. El tio Barrena. Que si pa ordenar las fiestas y ha-

celas saber á toos, nesecitaremos la aprebacion del arquiteuto que está en la cabeza del partido.

El alcalde. Hombre, yo estoy en el entender que no. A mi me paice quel arquiteito solo < se implea cuando hay que devantar algo de punta, como una casa, un pajar, ó una cosa paicida. Ah. Y entre parálisis, digo, entre pariéatesis. Pa que no ñus falte el orden, otra vez que quiás hablar, ya harás el favor de pidir po alante la palabra, porque ese respeto y formalidá se merecen tan igual mi pre­sona questa vara tiesa que tengo con la mano en-trimedio é las piernas. Conque, amos á ver, que ñus lea á toos el secletario la menuta de las fiestas quicimos anoche en mi casa yo, como alcalde; el tio Garra-seca, como tiniente-alcalde; y el cunee-jal tio Lengua-larga, que, sin haber estudiau, sabe

Page 87: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUMBaES ABAGONESAS 8 7

más cun abogan de la Audenoia. Si lo aprebais, lo •vociará disiguido el pregonero. Hala. Lee espacíco y sin aturrúllate miaja, pa que toos te entenda­mos bien.

Elsecrelario flcijendo). Programa de los fencejos, digo no, de los festejos...

El alcalde. Fiestas, debe icír, no te entivoques ni pongas añadienzas.

El lio Bolinche. Pido la palabra. El alcalde. La tienuste. (En voz baja). Ya esco­

menzamos á hacer la gaitica con intirruciones. El lio Bolinche. Solo pa icír quen lugar de feste­

jos, debía icir, fiestividaes. El alcalde. No siñor, no. Fiestas, que así es más

claro y lo entenderá muchísmo mejor too el mun­do. A la fin, lo mesmo siznifica una palabra cótra, porque, tan igual es jota que fandango, j lo mesmi-co es leche que caldo é tetas. Asin, pues, Bolinche, no seas cerollo y deja que se vaya liendo el plogra-^a . Amos, secletario, tira palante.

El secretario (leyendo). Punto primero. Al medudía <5 doce de la mañana de la vispra del día de San í^oque, habrá una hora de bandeo general de cam­panas, andará la gaita por too el lugar, y tañerá «n la plaza é la Iglesia el golpe de música que, junta con la nuestra, vendrá de Val de Ranas. Por la noche habrá toro de ronda, hoguera y baila Piíblico.

Page 88: Las fiestas de mi lugar - Libro

88 LIS vmsTxa x>a la iiuaAS

JE7 alcalde. ¿Se apreba? Todo». Apiebau. El alcalde (al lecretario). Anda. Hasle cruz. Que-

coste en el azta j métete en el otro punto. El tioPoco-lengua. Pipipii...do la papaaa...labra^ El alcalde. Tu la tienes, digo, usté la tiene. El lio Poco-lengua. Quequequeee... seeepremiii—

ia... tatataamien... tititiii...rar tiros. El alcalde. Güeno. Añaderás eso, Fesadumbres.^

Que dende los barcones j ventanas j en las ajue­ras del lugar, se podrán tirar salvas, pero con el conque de que se cudie de no causar daño ni ex­prejuicio á naide. Ya sabís quel a&o autipasau se leflcapó un taco al chico de la tia Capistra j dejó tuerto al tio Calores; que el criau de Cerilo el Cha­to, le socarró una oreja á la tia Lechuguina; j que! sobrino del tio Perneras, fascál, digo, fiscal mune-cipal, le metió unos perdigones loberos por detrás de la tripa á la criada del siñor Cura.

El tio Barrena. Bien alvertío está eso, siñor ar^ calde.

El alcalde. Es que á mi, aunque me esté mal el dicílo, no me se escapa ni me se pasa nunca naa.

Un mozo. Y ¿á qui hora será el jubillo ú toro é ronda?

El alcalde (dando en la mesa tan fuerte golpe con la vara, que cad rompe en dos pedazos la Justicia). Cuan­do á mí me dé la gana. ¡Emprudente! Aquí no tiC'

Page 89: Las fiestas de mi lugar - Libro

OOS'SVWSBBS AUíBOJfSSAS 89

nes tu TOZ ni bota, digo, voto, j mucho menos no pidiendo la palabra ni siendo endevido del Ajun-tamiento. Secletario. Pon como añadíenza al pun­to, que el jubillo será una hora dimpues del escu-recer. ¿Se apreba ese apegamiento?

Todos. Aprebau. El lio Media-leche. Pido la palabra. El lio Barrena. Yo tamien. El lio Escula-lopos. Y yo. El alcalde (levantándose enfadado y volcando con el

codo el tintero, cuyo liquido mancha ó cubre de riguroso luto el acia y da motivo al secretario para echar en voz baja u» terno, que la pluma se reiste á trazar). ¡Silen­cio j orden! ¡Pelleta! Que primero pida uno la pa­labra, 7, en que este remate de hablar, que la re~ clame otro, j dispues otro j asín coleitivamente. Sus pido que no menfadís ni me dis lugar i que sus balde dun multazo y sus parta pol eje.—Amos ^ ver, tu, Media-leche. Habla y gomita lo que Haiens.

El lio Media-leche. Pus, naa mas pa icír que con­vendría nombrar agora mesmamente el mozo que «»iga ó digerir, digo, dirigir con albelidá y juerza *l toro que se ronde.

El tio Barrena. Y yo y este imos pidido la voz, P& hacéle al siñor arcalde la mesma alvertencia. ^

El alcalde. Está bien. La almito, y, en preba dello, nombro pal caso ú ímpleo quicís, á Cerílo,

Page 90: Las fiestas de mi lugar - Libro

90 LAS FIESTAS DE MI LüGAB

el hijo del tío Greñas, que, en tocante á puños y á niervos j juerza, se las pué apostar con cualsiquier bestia ú animal. ¿Está aquí, por causalidá?

El mozo Cirilo. Presente, si siñor. El alcalde. Güeno, pus ya las oído y date por

nombrau. El mozo Cirilo. Yo percuraré y de mi cuenta co­

rre que no haiga nenguna esgracia. Con el marri­llo que tengo y sacando juerzas con toa mi alma, haré que vaya el toro como yo quiera, mársime más cuanto que la cuerda la pondré larga ú corta, seguntes lo desija la calle. Esté seguro el siñor ar-calde y dedemSs del Ayuntamiento, que, antes me espiazará á mí el animal ú me hará estillas el cuel-po, que por nengun caso le consienta hacer el me­nor mal á nenguno. Yo haré que me obedezga tan igual que si fuá un cordero.

El alcalde (al secretario). Amos á ver, secletario. Alante con los faroks, y tírate al segundo punto.

El secretario (leijendo). Punto segundo. El día de San Roque, al espuntar la mañana, se cantarán albadas á las mozas, se tocará diana, habrá más tarde misa solezne que la dirán tres curas á la vez y uno etrás dotro, con sermán por el Gura de La Palomilla, y música de aire. Desiguido saldrá la prucisidn, fa­cetándose al viecindario pa que mistristanto tire toas las salvas que sean de su gasto. En cuanto la mesniíL prucisidn haiga reculau á la Ilesia, tendri

Page 91: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUMBRES ABAGONESAS 9 1

. lugar el dance en meta é la plaza, con asistencia del alcalde v del Santo, de los curas j concejales j de too el publico que quiera.

El alcalde. Basta. ¿Se apreba el punto? El que no esté confolme, que devante el dedo... ¿Naide lo pone de punta?... Pus aprebau, j venga ulro.

El secretario. Punto tercero. Po la larde á las dos y media habrá víspras; dispues, tamien bajo la prisidiencia del Santo, habrá corrida é dos toros, si el tiempo lo premite, percuraudo los capiadores y toriadores tratar á los animales con las formas debidas.

El lio Paja-larga. Pido la palabra pa una prepo­sición supirficial.

Et alcalde. Continental, querrás dicir. El lio Paja-larga. No siñor, no. Supirficial ú da

esencia. El alcalde. Miá, chiquio. Aquí no ñus vengas

«hura con esencias ni charapotes. Si quiés deso, ftnda á casa del botecario.

El lio Paja-larga. Güeno, pues. Llámese como quiera. Mi ojeto es dicir que tuviendo en cuenta que ha venido á estas fiestas, dimpues de vente ú t r ^ t a años, nuestro querido paisano Crespín Bo­tana; j , tuviendo tamien presente quel pueblo le debe sirvicios y favores á manta y que h^ntregau* * la cofadría é San Roque, pa estribuilos entre los Probea del lugar, duscientas cincuenta pesetas...

Page 92: Las fiestas de mi lugar - Libro

92 LAS FIBSTAS DB MI LUOAB

El alcalde (interrumpiéndole). ¿Duscientas cincuen­ta pesetas? Tú, secletario. ¿Cuántos ríales son?

El secretario. Me paice que suben & unos mil ríales.

El tio Paja-larga. Si siñor. Mil ríales son. Pus bien, JO BOJ dopinidn que en ausequio al mesmo Botana, haiga otro toro más, que, pué ser el que tiene el tio Saca-buches, ques tuerto, lleva un cuerno roto j es talcualico de faro.

El alcalde. Manífico j estoj confolme. ¿Sus pai­ce á toos bien?

Todoí. Sí, sí. El alcalde. Güeno, pues. Aprebau. Secletario, en

lugar de los dos toros, echa utro más, j pon tres. T ahura remata é leer el punto tercero.

El secretario. Al anochecer Habrá huguera j bai­le general j á iscreción, en la plaza é Mosen Pablo j en cualquier otro sitio que quián los particulares.

El alcalde. ¿Se apreba esti otro puntico? Todos. Sí, sí. Aprebau, aprebau por ulaminidá. El alcalde. Ea, pues. Ya que llevamos tres algu-

mentos aprebaus, escansemos agora una miaja, j , si sus paice, podemos echar un taquico j una gó­tica, pa mojar la boca j escutír lo que falta.

El tio Garra-seca (que se había dormido ya, se des­pierta, y, crmen,do que pregunta algo el alcalde, dice): Aprebau.

El alcalde. Pus siñor, bien. A güeña hura respon-

Page 93: Las fiestas de mi lugar - Libro

003TÜKBBSS ABAGONBSAS 9 3

des, hombre. Siempre has de ser tu cerollo y a l ­mendruco, 7 has di hablar á sopas hechas. (Al al-guml), Ascucha, Langarto. Traite la cestica é las rosquillas j la botella el anís. Ah. Traite tamien la boteja del agua, por si es caso quié beber alguno.

El tio Mediorleche. Pol mi paite, estará de demás, polque JO dejo el agua pa los abrios j las mujeres.

El alguacil (dejando en la mesa presidencial, lo que le pidió el alcalde). Aquí tiene too su mercé.

El alcalde (á los individuos del Municipio). Amos, pues. Acercarus toos á la mesa, j caá uno que coma J beba lo que le cumpla, con ausuluta liberta.— Vusotros los del publico, hacer el favor de desacu-par por un poquico rato la sala j salirus ajuera, que luego se apiavsará ú añudará otra vez la sesidn.

Un vecino (en voz baja y retirándose con los demás). Ridiós, que pronto sancansau j han hecho ganas de trajelár. Agora á comer y á beber á costa del pueblo, y dimpués... dimpues que no hay cuartos, 7 6 echar redamas al viecindario.

Otro vecino. Hombre, me paice que naa subiá perdió porque ñus hubián convidan á una misera-We copeja. ¡Sisquiá las rosquillas ú lo que juere se les conviertan en zufre, y el agualdiente se les Suelva pitróleo y les encienda la entraña.

Otro vecino. Amos, chiquio, no desees mal á nai-^0, que te pué castigar Dios, dándote á tu lo que <Ittiés pa otri.

Page 94: Las fiestas de mi lugar - Libro

94 LAS FIESTAS DE MI LtS9AE

Transcurrida una media hora, liran las colillas de los cigarros, el alguacil abre la puerta de la sala, entra de nuevo parte del público, y se sientan todos).

El alcalde flimpiándose los labios con la manga de la chaqueta, escupiendo por el colmillo izquierdo, poniéndose entrepiernas la vara de la Justicia, y agitando una cam­panilla que suena como un esquilo). Se prusigue la se­sión, y que lea el secletario el punto que toque.

El secretario (leyendo). Punto cuarto y dia tercero de las fiestas. Por la mañana á las nueve habrá Misa de los mozos en la Ilesia, y á las once se ripitirá el dance en la era del tío Tripa-dura. Por la tarde á las tres, habrá corrida de novillos y vaquillas, y en cuanto se toquen las oraciones, habrá primera quema de fuegos artificiales en las eras de detrás de la Ilesia, socarrándose borraehuelos, carritillas y güetes, saliendo al remate San Roque con el pe­rro, hiciendo guau, guau, y echando po atrás un eelemín de chispas y purnas de colores.

El tio Barrena (aplaudiendo como todos). ¡Bien, mu bienl

El lio Bolinche. ¡Sobelbio! ¡Bravo! ¡Mu bonico! Una voz (salida del público). ¡Que baile! El alcalde (levantándose rabioso). ¿Eeeh? ¿Quién

ha sido ese prepasau y ese indeciente y alcagüete? Que venga aquí si satreve y que se prebe á haceme bailar, que pué que por disprecio lo llene de escu-pinatas y dimpues lo esnuque ú lo espiace con mis

Page 95: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUMBBES AKAGONESAS 9B

manos. Oje, Lagarto. Como otra vez oigas otra recochina voz como esa, échate encima del que sea, átalo codo con codo y enciérralo en la cárcel, que JO dimpues, aemáe del multazo que le encajaré, daré parte al Juez de primera estancia, pa que le forme causa creminal por desataque á la autoridá j le empuje una pesa que le quite las ganas de bailar. Ojo, pues, sus digo á toos. Ya sabís que yo tengo malas pulgas y que tanimienlras empuñe esta vara, no almito pencas de naide,—¿Conque, se apreba lo de los auvillos y güetes? ¿Estáis toos confolmes y á una?

El lio Esculo-topos. Si siñor y con toa nuestra al­ma. ¡Redíale! Pus ¡poquico que ñus alegran á toos los del pueblo las colebrinas y los codetes que se asuben hanza arriba y rematan echando bombicas de que misió cuantos colorines!

El alcalde. Güeno. Pus se le dirá al pirotómico que cargue en eso la mano. Por un duro más, no seremos ni más probes ni más ricos. La cosa es que too el mundo se quede acontentan y sastifecho.

Todos (aplaudiendo). ¡Mu bien! ¡Viva nuestro al-caldel... ¡Vivaaa!

El alcalde. Hombre. Sus agradezgo muchísmo Suestros palmeos y guestros vivas. Malegro de ve-'M daber intrepetau con acielto guestras intincio-aes y deseos.—Siga liéndose el ploglama.

El secretario. Punió quinto y día cuarta. Por la ma-

Page 96: Las fiestas de mi lugar - Libro

96 LAS 7IESTAS DK KI L09AB

flana á las diez habrá corrida de entalegaus; por la tarde ft las tres última corrida é nuvillos y vaqui­llas; y por la noche á las siete comedia de treatro en el pajar del tio Encorre-yiudas, que es aonde ha estau la paja pal consumo del Ayuntamiento.

El alcalde. ¿Se apreba este punto en seco y sin añadienza nenguna?

Todos. Aprebau. El alcaide. Alante, pues, secletario. Ponte en el

sesto. El secretario (leyendo). Punto sesto y perultimo y día

quinto. Por la mañana á las diez se celebrarán de-sámenes en la escuela con asistencia del Santo y bajo su presidiencia: á las tres de la tarde corrida en burros, unos en pelo, y otros con la albarda suelta; y por la noche á las ocho, Rosario general con su correspondiente gorpe de música.

El alcalde. Esto tampoco tendrís nengún aquel en aprebalo. ¿Verdá?

Todos. Tampoco. El alcalde. Corriente, Anda, Pesadumbres. Re­

mata ya la letura. El secretario. Punto sétimo y final.—^Por la mañana

& las diez, corrida de pollos; por la tarde, baile publico; y por la noche más fuegos y quema de un sosprendente castillo.

El alcalde. Aprebau tamién. ¿No es eso? Todos. Si, si.

Page 97: Las fiestas de mi lugar - Libro

OOSTUICBBBS ABA(K>NBSAS 9 7

El alcalde. Y si es caso conviene varear en algo •el ploglama, yo quedo facurtau pa varéalo. Y, no hubiendo más de que tratar, se devanta la sesión.

Un vecino (á los restantes del público). Ea, pues. Si sa rematan ya, ameraos nusotros pa juera, que ya estamos aquí por dedemás.

El alcalde (qtiedándose solamente con sus compañe-Tos de Municipio y el secretario y el alguacil). Ascu-cha. Pesadumbres. Ya pondrás bien en claro lo que has lido y se lo darás dimpués & Lagarto, pa que lo pregone po el lugar. Ab. Toma. Mañana po la mañana, que vocee este bando qui traído en el seno.—^Nusotros, agora, amónos á remojar el verbo á mi bodega con un vino como un balsamo, que tengo encerrau en una cuba dende bace dos añicos y la meta di otro.—Ab, seoletario, que me solvidaba. Diles á Pulseras, al Chato y á Pistoli-cas, que ya han Uegau los vistidos de los dan­zantes. Dimpués llégate á échate un piscolavia en la bodega, porque, con tanta letura, te sabrá rese­quido la garganta.—(Pasada una hora, á varios de estos concejales hubo que acompañarlos á su casa, porque el revolvedor zumo de la vid, les puso la

"Cabeza más pesada que una bomba de artillería).— ^or la tarde, en la grata compañía de mis parien-'*w y antiguos amigos, fui al monte y á la vegui-lle. para ver las heredades de mi primo. Este, pro-^ en los cerros sus habilidades cinegéticas-, y >a

1

Page 98: Las fiestas de mi lugar - Libro

9 8 LAS FÍHSTAS DE MI LUGAB

mujer, demostró en el huerto que poseía muy bue­nos j variados conocimientos culinarios.

La mañana siguiente la dediqué á varias visitas,, siendo la primera la del maestro Don Agapito Yientre-seco, quien, apesar de hallarse en periodo de vacaciones, tenia escuela por las mañanas, hasta que los niños despacháranse de sus exámenes. La parte más interior del edificio «s irregular y destar­talada como lo son la mayor parte de los que en Aragón se destinan á la primera enseñanza, en cu­yos locales suele haber abundantes grietas, donde por fuera crecen el musgo, la parietaria, la yedra y otras plantas que constituyen, como si dijéramos, la

' flora obligada de la soledad y de los escombros.—En al testero del espacioso salón que servía de escuela, había un retrato del Rey, y, sobre la mesa del maes­tro, veíase un descomunal tintero de vajilla y diver­sos y manoseados libros, titulados: El Mentor de la ni-ñez. Las Fábulas de Samaniego y Julián el Bueno, siendo el más nuevo, pero también el más lleno de polvo, el que en el tejuelo decía: Alfalfa e^ritual para los ho~ rregos de Crislo.—Detrás de la mesa y con destino al maestro había un sillón que estuvo hecho de cuero, pero á la sazón ya no tenía más que diversos peda­zos de forro. A lo largo de la estancia hallábanse bancos y mesas de escribir: en las paredes se veían carteles ó muestras de letras, alfabetos, cuadros de Historia sagrada, tablas de Aritmética, bastantes-

Page 99: Las fiestas de mi lugar - Libro

OOSTUUBBBS XSLÁBOÜ^SÁ» 99

manchas de tinta y muy mal hechos muñecos de todos tamaños, entre los que había una cabeza con orejas de burro, leyéndose debajo: Ete a Venilo; otro, que estaba junto á un mapa de África, figu­raba un viejo con gorro, levitón y anteojos, que tenía 6 los pies este rótulo: Yo soy el Maelro dm Ga-piU), el que loca el Órgano y el Pilo; y, próximo al con­tador había pintado un imperfecto hombre, en ade­mán de pegarle con un palo al asno que montaba, con un letrero que decía: Are Vuro.

Un corto rato pasé conversando placenteramente eon dicho profesor, y cuando llegó la hora de entrar BUS jóvenes discípulos en la escuela, salíme 6 ver loB inmediatos locales y un pequeño pero bien cui­dado jardinillo. Los chicos panetraron en el salón formados en dos hileras, hablando unos entre sí, y dando otros á la vez los buenos días 6 su maestro.

Don Ágapilo (dirigiéndose á los muchachos). Silencio en las filas, y cada cual que ocupe luego su asien­to, porque voy á pasar lista.—^Vamos á ver. Aten­ción todos.—Roque Cabezana.

El chico. Presente. D. Agapilo. Aquilino Truchuela. El chico. Sirvidor de usté. D. Ágapilo. ¿Cuándo es la boda de tu hermana? El chico. Se ha estorban, pero todas las noches

habla mi hermana con su cortejo, unas veces po al Ventano del corral, y otras se e»han en el suelo y

Page 100: Las fiestas de mi lugar - Libro

1 0 0 LAS FIBSTAS DB Kt LTTOAK

festejan po la gatera é la puerta. Mi madre dice quel sifior Gura cojera por su cuenta á mi padre, ques el quicen que tiene la culpa, j se apañará todo.

D. Agapüo. Me alegraré mucho. Siéntate.—Otro. Casimiro Rodajas.

El chico. Aquí está. D. AgapiU). Dromedario, digo, Trinitario Capa-

rota y Pan-seco. El chico. Servidor de su mercé. D. Ágapiío. ¿Ha parido ja tu madre? El chico. Si siñor, ajer al medudía tuvo el desa-

cupo, 7 estando 70 en casa de mi agüela, trujo mi tia Merenciana al chico pa que lo conociéramos, 7 echaba unos lloros 7 gritazos como el ternerico que tiene el tio Anicleto .el pelaire.

D. Ágapito. Bien, bien. Sea enhorabuena. El ehko. Y tamien tiene mi hermanico orejas,

ojos 7 narices lo mesmo que nusotros. D. Agapüo. Hombre, es claro: siná no tendría

ser de persona.—Ponciano Garraspas. El chico. Sirridor de usté. D. Ayapilo. Timoteo Morcilla, digo, Marcilla. El muchacho. Servidor dusté. v D. Agapito. Y tu padre ¿cómo signe? El mwfiaeho. S($lo una miaja talcualíco. Bnde ca-

noehe lecharon el golpe de sandrijuelas debajo del melíoo, está más animau, habla más, come sémida 7 gaiéantos fritos 7 se le ve 7a más pitorrieo.

Page 101: Las fiestas de mi lugar - Libro

OOSa^CHBBB» ABA.GONSSAS 101

D. Agapito. Me alegro.—^Policarpo Fiambrera y Chuchumeco. ' El ekko. Sirvidor dusté.

D. Ágapiio. ¿Ha venido ja tu abuela? El chico. Si siñor, ya vino antiantayer, pero ano­

che al poquico rato que rematemos de cenar, tuvo un cólico raquítico i|^itíco.

Z>. Agapito. Nefritico, querrás decir. El chico. Si sifior, eso, y fué por haber comido

mucho besugo con cpibeza y coda. Lo menos dps horas estuvo subiendo y bajando al corral, hasta que se desacupó del todo y se quedó más asosegadaí Todos ñus traguemos que se moria.

D. Agapito. Mas vale asi.—^Nazaiio Piobúi»!* Naxam. Servidor dusté. D. Agapito. ¿Aun tenéis los conejos? Nazario. No sifior, que mi padre los vendió ayer

todos á una mano k los mozos del lugar, pero ha dicho mi madre que esta noche le trairá á usté uno mu grande y mu gordo, que ha criau diseparau de los otros, con el prepósito de que usté se Ip coma.

D. Agapito (queriendo inlemmpir al muehacho), Ejem. Ejem... (Alcahuete: soplón: estos mocosos no saben callar nada: todo cuanto oyen, todo lo ca­carean y escudillan). Ea. Ya veo que no falta nadie. Ahora, vamos & empezar la lección. (Coje una caña, apunta en una de Uu muestrai de la pared, y varios ehi-

Page 102: Las fiestas de mi lugar - Libro

102 LAS FIESTAS DB VI LUGKAB

quilines repiten, con otros, en coro): Ma-ña-na-ba-ja-rá-la-cha-fa-Ua-da-la-pa-ca-ta-ga-rra-sa-ya-za.

Un muchacho (dirigiéndose á otro): Estáte quieto j no me pizques ni empentes: enredador.

D. Agapito. \k callari Continuad vosotros mis­mos mascando esas mismas sílabas.

Un chico (con las manos en ln~farte trasera). Siñor maistro ¿me deja usté bajar al corral que me estoj hiciendo del cuerpo y no puó aguantar más?

D. Agapito. Si, si. Anda, veste.—Vamos á ver. Los de cuentas. Mucho oido. (Con sonsonete). Doe jrdos.

Los chicos. Son cuatro. •' D. Agapito. Cuatro j cuatro. Los chicos. Son ocho. D. Agapito. Ocho y ocho. Los chicos. Diez y seis. D. Agapito. Diez y seis y diez y seis. Los chicos. Son treinta y dos. D. Agapito. Perfectamente. Veo que vais desarro­

llando bien el órgano de la contabilidad. Basta de Matemáticas.—Veamos ahora como anda la Geo­grafía, Tú, Gordillo. ¿Qué sabes del África?

Gardillo. El África es una de las cinco partes del mundo y la tercera en orden, porque indo po el horizonte y bajando hasta el ecuador, sencuentran las tribus de animales salvajes que se comen era­dos y vivos & los hombres.

Page 103: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUMBRES ARAGONESAS 103

D. Agapilo. Bueno, bueno. Lo que es tu no te •quedarás corto en hablar.—Otro. Tu, Gazapo. ¿En dónde se halla Aragón?

Gazapo. En España j la rodean po los laus las provincias de Portugal, la Galicia y Alicante.

D. Agapito. ¡Ave María Purísima! Galla, natizo, j no digas disparates. Ponte ahí en medio en cruz, para que otra vez no hagas viajar las provincias.

D.' Demetria, esposa de Don Agapito (entrando con el chocolate y un DOÍO de leche). Vamos, hijo, que ya es hora que te desayunes.

D. Agapito (á los muchachos). Vayase cada uno 4 su puesto y á ver si se repasa bien esa Geografía..

D. Agapito se sienta para tomar el chocolate, y cuando se ha sorbido la mitad, entra un chico, le dice que le espera el sindico del Ayuntamiento y sale del local, siguiéndole m esposa y quedando la escuela al cuidado de un alto y bon­dadoso muchacho, llamado ladro. Sin hacer caso de éste, se juntan varios chicos y juegan á la baraja: otro chico, de nombre Onofre, sube agachándose á la plata-forma, se loma el resto del chocolate, limpiando con Icis puntas de los dedos la jicara que lame y relame, y se bebe la leche del vaso: por fin, otros muchachos se cojen de la mano, y hailan alrededor del encargada del orden, cantando á media wz: Un chico. Una moza de veinte años

& la fuente se escapó. Coro. A la fuente se escapó.

Page 104: Las fiestas de mi lugar - Libro

104 LAS FIBSTAS DE UI liüOÁS

El chico de antes. Y el novio que la esperaba en un güerto la encerró.

Coro, En un güerto la encerró. Isidro. Callar, que me atontáis j después lo pa­

garé JO por todos. Los chicos (en alta wz). ¡Que lo pagueeee! ¡Que lo

pagueeee! D. Ágapiio (entrando en la escuela con avinagrado roS'

tro). ¡Eeeeeehl |Qué república es estal ¡De rodillas todo el mundol ¡Yaja con los gaznápiros estosl— (Mire usted que es pretensión la del sindicucho ese. ¡Habrá mastuerzo semejante! Tiene un hijo que es un grandísimo zoquete, j quiere que des­pués de los exámenes le de una de las primeras co­ronas. Una le daría, sí, pero sería de hojas de pa­tatera ó de panizo).—¡Silencio! Y, sigan todos arrodillados. (Repara en la jicara y en el vaso). ¿Eh? Juraría que no me había concluido de tomarme el chocolate ni la leche. Si me parece que dejé media jicara... ¡A Ter! ¿Quién^^ha sido el insolente que sfr me ha bebido el chocolate?

Un chico. Unofre ha sido. El muchacho Ono/re. Mentira. Varios muchachos. ¡Mentiiiiral ¡Mentiiiiral D. Agapilo. ¡A callar! Tú, Espanta-moscas, digo^

p&jaros. Ponle á ese descarado^de Onofre la cabeza de burro, cuélgale del cuello la afrentosa horca do ajos, j que tenga al revés en la mano la escoba d»

Page 105: Las fiestas de mi lugar - Libro

OOSTUUBBi» A&10ONBSA8 105

barrer la escuela, para que otra vez no se propase á desayunarse con lo ajeno.

Onofre (llorando). Si j o no he sido, si&or maistro. D. Agapito. ¡Cállese usted, imprudentel Estarán

ustedes media hora de rodillas, j , cuidado que nin­guno me alce el gallo, porque lo dejo encerrado y no va á comer en tres días.

(Antet de media hora, D. Agapito perdona á los muchachos, y, Imgo de encargarles que el día de los exa­mines se presenten bien lavados y peinados y con vestido limpio, los despide de la escuela, en medio de gran alga­zara y repelidos gritos de ¡VIVA DON AGAPITOOO!— ¡VIVAAAI ¡VIVA EL SISORMAISTEOOOI—¡VIVAAAI

En estas j otras cosas fuéronse pasando los días más inmediatos al en que habían de comenzar las fiestas, y durante ellos no cesaron de llegar foras­teros á Val de Cuervos, así como peatones y los dos ordinarios del pueblo que, procedentes de Za­ragoza, entraban con sus carros cargados, hasta no más, de encargos, y todo hacinado y revuelto, figu­rando entre ellos cubos de sardinas; paquetillos de cigarros puros y de papel; cajas, unas de galleta, y otras de esponjados y de bizcochos; sombreros de felpa y gorras de chico, banastas de chorizos, bor­ceguíes y zapatos de becerro, cestos de roscones 6 de fideos, sacos de garbanzos, sayas de mujer y faldillas de niña, fardos de arroz <5 de bacalao, ca­jones con botellas de rom y aguardiente, toneles de

Page 106: Las fiestas de mi lugar - Libro

106 LAS FIESTAS DE MI LUQAB

aceitunas seyillanas, alpargatas de retorcido j blan­quísimo cáñamo, naipes, bultos de cbocolate en­vuelto en papeles y sobre éstos arpilleras, y pa­quetes de velas de cera, sebo y esperma. A la vez, entre confusa gritería y muy sonoros rebuznos de inquietos borricos, y, unos andando y otros montados, penetraron también en el pueblo un buen número de vecinos de los lugares más cerca­nos, que se fueron hospedando, ya en casas de parientes; ya en las de amigos; bien en la po­sada; bien en otros puntos donde, por favor, les dieron albergue.

De Misa mayor (como festividad de la Asumpción de la Virgen), salían, el día 15 de Agosto, los fieles del pueblo y muchos de fuera de él, cuando se oyó en la plaza mayor un ronco y largo redoble de tambor que atrajo infinidad de curiosos, y, acto seguido el ministro 6 alguacil Lagarto, con voz alta, clara y llena, leyó, parándose muy á menudo, el siguiente morrocotudo y arcipicúndico

BANDO.

Yo, Antón Sobaquina, alcalde costitucional y prisidente del ilustre Ayuntamiento de este lugar de Val de Cuervos y sus alrredores, por la gracia de Dios y del Rey, y pa beneficio de los habitantes y habitantas de la mesma julisdición; HAGO SABER Y ORDENO Y MANDO:

Page 107: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUMBBES ABAOONESAS 107

Artieulo primero. Dende la vispra de San Roque »hasta el día que se rematen las ñestas, toos los »vecinos cuelgarán corgaduras en sus barcones j »Tentanas, pusiendo colchas, cubiertas de cama ú »telas blancas, ribitiadas de color royo; y po la «noche pondrán luces de velas de sebo ú espelma, »ú candiles ú luminarias de caracoles.

Articulo segundo. Tani-mientras duren las divir-»sione8, prohibo que por el prado del Munecipio, »pasen animales de cualqué clase que sean, esceición »hecha de mi presona y de la sefiá alcaldesa mi »pariente, so pena de pagar tres pesetas de multa.

Artículo terutero. Se prohibe asímesmo que las «mujeres, juera de fregar los cocharros de la coci-»na, laven, ínterin duren las fiestas, en el río ú en »la zaica, nenguna clAse de ropas puercas, juesen »del color que juesen, pus, como lo hagan sin mi »compiten te premiso, iré mu aspacio y á bonico »aonden estén lavando, y, sin diciles nada, me les »echaré encima, les quitaré, quiás que no, to& la »ropa, y, en el auto mesmo les encajaré cinc<f pe^r, «setas de multa ú dos días de cárcel, á eslijír.

Articulo cuarto. Como quiera que haiga Uegau 6. »mis uidos, que algunos regolvedores doficio tra-»tan de alterar el orden publico en las fiestas de «nuestro patrón San Roque, que hoy se emprenci-»pian, y que en paz descanse en el cielo; prohibo »de terminantemente y en ausoluto que denguna

Page 108: Las fiestas de mi lugar - Libro

108 LAS PIXSTAS DB MI LUaAB

»pre8ona, tanto paisana como melitar, haga uso, sin »mí premiso, de armas de fuego, guchillos, pisto-»licas, regolvers, navajas de muelle, palos con «punchas ni otros estrumentos dañinos; bajo la »pena de un mes de cárcel j multa de cien riales.

Articulo quinto. Mando tamién que estos días, no ^Tajan sueltos po las calles, ni po los judiares ni »patatares, nenguna clase de güejes ni abrios, & »fines de que no causen exprejuicios en los campos »ni malmetan la Hortalicia, tan necesaria estos »d£a8 pal consumo y ausequio del lugar y de los »forasteros de los respeltivos sesos. El que faltare »á esta dispusici(5n, pasará ocho días ^ la cárcel j »pagará multa de vainte riales y el justinprecio de »los estragos cocasione.

Articulo sesto. Prohibo, bajo la multa de un duro »en plata ú en perras, que tanimientras dure la »funcidn de títeres ú comedias, sestornude, ni se »echen regoldos á juerte, ni se esperece ú se esti-»re el cuerpo, ni se den patadas en el suelo, ni se ;^Sc£en vientosidades con ruido, porque todas estas »cosas, antiparte de que no son miaja rigulares, «acreitan falta de modos j crianza, j los que las «hacen se igualan á las mesmas bestias ú caba-»llerías del pueblo.

Articulo seztimo. Se prohibe tamien, bajo la su-»sodicha pena, bailar bailes de los llamados aga-»rrau8, tan igual en los varses como en las mazulcas

Page 109: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUMBRES ABAOONKSAS 109

»y porcas, evitando así autos desolventes y contra la »moral y las güeñas costumbres, que siempre han »de ser el espejo ú virdrio aonde se miren las chi-»cas y los chicos pequeños, tengan ú no padres y »madres.

Articulo ozlavo. Con too el peso de mi autoridá, »prohibo asimesmo y ausulutamente dicir blasfe-»mias ni dijerir, digo, derigír palabras feas & las »mozas y viudas jóvenes ú sin casase segunda vez' »pues de lo contrario al que falte se le castigará se-«veramente en su cuerpo y en su bolsillo. •

Articulo final. Por últimas, queda prohibido dis-»parar salvas con balas de fusil ú carabina, ni con «perdigones loberos: el que lo hiciere será ence~ »rrau un mes en la cárcel, pagando aemás los pre-»juicios ú heridas que preduzca á cualqué animal »ú presona que pase po la calle.

»Dau en Val de Cuervos á 15 de Agosto del «corriente año.—El alcalde, ANTÓN SOBAQUINA.— »El secretario, CANUTO ZANGARRIANA.»

Un aplauso general se oyó después de la publi-cacidn de estebando,bBndo que fué comentado por el auditorio muy favorablemente para la primera autoridad del pueblo y que vino á ser, como muy digno preludio,de las renombradas y popularísimas fiestas que Val de Cuervos dedicaba á su esclare­cido patrdn San Roque, Santo que en el mismo patronato había sustituido á'SanLesmes, & causa

Page 110: Las fiestas de mi lugar - Libro

l i o LAS FIESTAS DE UI LUOAK

de lo que me contó un vecino del pueblo, conocido por el tio Chupa-huevos, marido de la tia Rabosa, al preguntarle j o porque habían cambiado de pa­trón. He aquí lo que me dijo:

Pus, á é saber usté, siñor don Clispín, que, allá po los años de mil ochocientos cincuenta j nueve ú sesenta, ú po el tiempo que cogíamos las habas y las pataticas nuevas, tuvimos en este lugar una peste empidémica y contagiosa, con turmentas y que misió cuantas cosas más. El medico lo atribuía á la falta de arboliau en los montes; el siñor Cura á un castigo é Dios por la impiedá general de la gente y la particular de su rábano; y el alcalde á los malos Gubiernos de España, que, estuque tie­nen la culpa é too, hasta de las sequías y inunda­ciones que ñus dejan completamente redotaua y poco menos que á la limosna. La verdá es, siñor don Clispín, que los hombres y las mujeres morían conío chinchecicos, porque los médicos hacían de las suyas, al paso que los botecarios de aquí y de á la redól hacían de las agenas, con virtiendo en oro sus charapotes, póncimas y agua é pozo. De los fí-ligreses del lugar, unos se daban caá puñetazo que, los probecicos, se hundían loe paños ú telas del corazón; y otros, en vez de darse allí, se daban un poco más abajo y se metían los nudillos en la par­te inferior del estomago, de lo cual debió venir sin duda aquello de chacer de tripas corazón»; y, entre

Page 111: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUMBBES ABAGONKSAS 111

tanto la peste, ni por esas... En esto, á uno dellos le TÍao al celebro el nombre de San Lesmes, quera «B-tonces nuestro patrón j que llevaba fama de espan­tar los nublaus y las malas pestes, y, tanto el Ayun­tamiento como los dedemás vecinos, acordamos hacer una rogativa publica, llevando en andas la imagen del mesmo San Lesmes, y al efeuto se ce­lebró el Domingo más cerca, indo por las calles, primero la cruz parroquial, á la que seguían dos hileras de ñeles y ñelas y los estandaltes de las co-fadrías: detrás el siñor Cura revistido con capa de color amoratan, y dos monacillos con sotana roya, sarpicada con churriones de cera, ahumada por el inciensario, y oliendo á pabilo y aceite lamparero; formando la coda é la rogativa los concejales j el alcalde, hinchado y mu majo, lucienáo la gruesa vara juresdicional y la capa ó barredera. Varios de los concurrentes tresportaban al hombro, como en pinitencia, gordas y pesadas cruces hechas de troncos di árbol; otros llevaban á rastro re­cias cadenas; y, aun hubo otros, que se cascaban en las desnudas espaldas con esciplinas de rama­les de caballerías adornaus con clavos y pun­tas de virdrio. Pus siñor, cuando asinas íbamos toes po las plazas y calles del lugar, mu compun­gidos, llenos de fe y cantándola Letania de los Santos, acompaüaus de un alcordión, se ñus vino «ncima é la peste, un tronadón tan juerte, que

Page 112: Las fiestas de mi lugar - Libro

112 I/AS FIESTAS DE UI LUOAB

paicia que el cielo se ajuntaba con la tierra. ;Otra! Como que cajeron algunos pedruscos de la mesma semilitú y de la mesma grandura de la cabeza don crio recienndcío. Toos ñus pusimos de repente ft saber catrebulaus. El hombrío miraba á San Lea­mos j á la vez se ponía too afligidico: el mujerío lloraba á glarima viva, digendo en voces que esa-cían el pecho: ¡Ay, Dios mío! ¡Ay San Lesmes hendiiot ¡Libranus, libranus del trebajo qw mis m á venir 1 Al oír estos gritos de las mujeres, que partían á piazos ú estillas el corazón, macerqué al sifior alcalde y dacuerdo con él j ajudau po el sacristán y un hijo del tio Escoda-gatos, bajemos el Santo de la piaña, lo pusimos solico en meta é la plaza é la Ilesia, pa ver si con su poder espantaba luego la tronada y se llevaba la peste, digéndole yo á bonico y como de mi cuenta: Amos á ver, San Lesmes: amos á ver »i le portas bien. Aqui te quedas solitario. Chúpale lamien el agua que te cai dencima, y, ya coíras veces has hecho algún milagñco, á ver como ahura haces otro nuevo, rempujando elnublaupa utra parle y llevándote tapeste aunque sea á los quintos infiernos.—Pero, hijo mío, el Santo, como sino: lo mesmo que si hubiá dicho truco. Dej6 escargar á su gusto la tronada, ae ñus apedriaron los campos y las viñas, se nos malmetieron las cosechas, y se ñus murieron á fajos un celimín de cabezas de ganan y que mi-BÍ6 cuantos abrios, premitiendo aem&i San Leamw

Page 113: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTÜMBBES ABAGONBSAS 113

que á la media hura se ñus viniera encima otra tronada pior que la primera, que ñus atortol<$ j ñus dej6 perdiícos del too. Asinas que se pasó, y viendo lo malismamente que sabia portan el tal San Lesmecico, ñus llenemos toos de codaje, y, ¡Dios nuestro Siñor y el Santo ñus lo perdonen!, lo emprendimos á ñrme tomatazo, limpia pedrada y juerte membrillazo, hasta que lo vulquemos en el suelo sin dejale ni sisquiá un gileso sano. Estonces el siñor Cura, too temblando y viendo caun siguía el cielo hinchan y anublan, sacó de la Ilesia á San Roque, y, oiga usté bien, siñor don Clispín, en cuanto San Roque amaneció en la plaza, disiguido escomenzaron á venir gurriones; el color del filma-mento, hasta estonces plomizo, se cambió en un azul más claro que las sayas que llevan las mozas los días de fiesta;'y emprencipiaron, en fin, otras se­ñales de alivio, con|lo cual la probé gente escomenzó á respirar con mayor facilidá, es dicir, los vivos, pues uno de los síntomas más alarmantes de tal ipidemia era, que á los que morían de ella, se les remataba la respiración, hubiendo vecinos que se tocaban el cuerpo pa asegurase de que vivían, y aun así no querían crer que lo estaban, hasta que, desengañándose de que no eran almas en pena, se deicaron ya, bien ensanchan el pecho, á sus fai-tnas acostumbradas. Se jueron, pues, la peste y los nublaus; y, pa avergüenzar y abichornar al antiguo

8

Page 114: Las fiestas de mi lugar - Libro

114 LAS FIESTAS DE MI LUOAB

patrdn San Lesmes, lo quitemos del cargo, nom­bremos nuevo patrón nuestro á San Roque, j , de-•iosos de que viera lo agradecios que le habíame» quedau, eterminemos ausequiale toos los años con güeñas fiestas, hubiendo entrellas, función de toros. Conque, vaj, naa más, siflor don Clispín.

A muy poco de terminar esta relación el tia Qhupa-huevos, señaló las doce del día el reloj d& sol de la torre de la Iglesia. En el momento un bandeo general de campanas, hizo saber á todo él Tecindario de Val de Cuervos, que comenzaban las fiestas en honor de su excelso patrón San Roque,, alternándose en los intermedios del volteo con una marcha granadera improvisada en el campanario por algunos muchachos de la escuela. Al mismo tiempo, para hacer como el contrapunto de esta estrepitosa armonía, se encargó el alguacil Lagarto de disparar en las afueras los trabucos del pueblo, cargados con media libra de pólvora j otra media de carbón, todo ello á costa del Ayuntamiento, que suministró para tacos papeles del archivo-concejil y algunos ejemplares del Boletín oficial. Así que los vecinos oyeron las campanas y los tra­bucazos, los más pudientes de aquéllos adornaron con tapices en sus balcones; otros, colgaron colchas en sus ventanas; y algunos, pusieron sábanas más 6 menos blancas. Al poco rato una gran caterva de chiquillos apareció por la calle donde yo estaba.

Page 115: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUHBBSS ABAGONESAS 116

acompañando al gaitero, hombre en extremo gor­dinflón, colorado como un tomate y rechoncho como sapo en estación de lluvias, que, llevando el tamborilero & la izquierda, tocaba á maravilla el alegre y popular instrumento, cubierto ó empañado con un sayo de color de oliva sevillana. Asimismo la música, compuesta de sujetos vestidos unos da calzón y alpargata, y otros de pantalón y borcequí ó zapato, recorrió el pueblo y sus afueras, oyéndose al propio tiempo un gran escopeteo de salvas que pusieron en peligro la vida de algunos transeúntes y de diversas caballerías, que, con visible manse­dumbre unas, y alegres y coceando otras, iban 6 volvían de apagar su sed en el pilón de la fuente.

En diferentes boca-calles y en la puerta de la Iglesia, levantáronse muchos y frondosos arcos de ramaje, y, en la plaza de Mosen Pablo, llamada también de las Escuelas, estableciéronse variedad de mesas, unas con rosquillas, perillos, bolas de miel y cañamones, confituras, turrones y peladi­llas; otras, con botellas de licores más ó menoa compuestos; y otras, con ricas frutas de diferentes clases; y colocáronse también puestos con objetos de quincalla, de hojalata y hasta de bronce, gorras para diferentes cabezas, un titiri-mundi, un juego de ruleta, y demás cosas que constituyen una feria y rompen la monotonía de la vida cuotidiana de un. pueblo.

Page 116: Las fiestas de mi lugar - Libro

116 LAS FIBSTAS DE MI LüGAB

Aquella tarde se cantaron vísperas solemnes, apa-reciendo la Iglesia profusamente iluminada en sus altares y en la nave, de cuyo techo pendían tres arañas de cristal con gran número de velas, y muy engalanada con gasas y cortinones que revelaban el celo del párroco y el interés de la muy piadosa Hermandad del venerable San Roque.

A. muy poco de oscurecer se encendió en la pla­za una gran hoguera, para la; cual tuvo que con­tribuir cada vecino, según costumbre, con una carga de leña ó de sarmientos, siendo de ver como, al son de la gaita y del tamboril, veinte 6 treinta mozarrones de uno y otro sexo, saltaban 6 bailaban al rededor de la hoguera (cosa muy útil para exci­tar la transpiración en el |mes de Agosto), chi­llando unos, dejando oir otros frases intencionadas é ingeniosas, y dirigiendo otros mozos á boca de jarro y casi á tiro de beso á las mozas, raros pero graciosos chicoleos en términos, á veces, no muy morales. A la revuelta y aumentando el bu­llicio y la algazara, saltaba también uu cente­nar de muchachos, en su mayor parte vestidos casi á la usanza de nuestro padre Adam con las hojas de la higuera, fruto que tan mal probó á él y á la diabla y tentadora de su mujer, y todos re­tozaban igualmente en torno de aquel gran montón de leña ó brincaban al través de ella con no pooo peligro de sus pelos.

Page 117: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUMBRES ARAGONESAS 117

Tan caliente j variado espectáculo era presen­ciado, entre otros muchos, por viejas y viejos bas­tante gruñones, quejumbrosos y muy censuradores de lo calamitoso de nuestros tiempos, y, cuando más alegría había, cuando la música más regoci­jaba los corazones, y cuando allí reinaban la ma­yor animación y movimiento, he aquí que de pron­to se oye una confusa y cercana gritería, y en dis­tintas direcciones comenzó á escapar cada cual por donde mejor pudo, quedando en un instante de­sierta la plaza. Los que nos hallábamos en una casa de ésta, contemplando gozosos el baile y la hoguera, y recordando con grau placer nuestros buenos años, levántamenos presurosos de los asien­tos que ocupábamos, haciendo lo propio otros amigos, entre ellos cuatro sacerdotes, que en la sala jugaban al tresillo. Enseguida vimos venir un toro amarrado con una cuerda de la que tiraba un hombre de hercúleas fuerzas, auxiliado por tre mozos de buena talla y empuje, aflojándola cuandos querían que avanzara el toro, y acortándola cuan­do no convenía que fuese por determinados puntos. Aunque la solitaria hogueiti de la plaza daba muy buena luz, idearon algunos mozos que el toro mismo llevase la iluminación por donde quiera que fuese, para que nadie se quejara de que el animal le había cogido á oscuras. Consiguieron su deseo con el sen­cillo medio de ponerle al toro entre sus astas unas

Page 118: Las fiestas de mi lugar - Libro

118 LAS WBSTAS DB MI LÜGAB

bolas de pez j resina, á las cukles pegaron fuego; j , & fin de que dicho toro de ronda (6 jubillo, como decimos en Aragón), no muriese pronto, llenáronle de barro el cuello j la espalda j le cubrieron su ca­beza con unas chapas de plomo, chapas que no im­pedían que los lamparones de pez que caían, levan­tasen un insoportable olor á chamusquina, de modo que cuando al cabo de dos horas se le antojó al cansado animal morirse, después de haber favore­cido con asperges j tremendos coscorrones á varios añcionados al toreo, estaba ja medio asado j casi no había más que principiar á comer.

Pasado un cuarto de hora, comenzó el baile en la plaza, de la que 70 me retiré luego á casa, sin que apenas me dejaran dormir las músicas, gritaría j algazara que toda la noche hubo en el lugar.

Page 119: Las fiestas de mi lugar - Libro

CUADRO CUARTO

€n ei que el lector, como día de San Roque, oye Misa mayor y sermón,

ve la procesión, presencia el dance, y por la tarde asiste á la corrida de toros

y á un baile de confianza.

Aun no anunciaba la Hermosa j sonrosada auro­ra la venida del nuevo día, cuando ya los mozos de Val de Cuervos, iban rasgando por calles y pla­zas las cuerdas de sus bien templadas víbuelas, bandurrias y guitarros, y, haciendo alto en las ca-MB de sus respectivas novias, amigas 6 paríentas, «antaron 6 cada una un par de tiernas y signiñca-tívas canciones, elogiando á unas, sus gracias; & otras, su hermosura; 6 estas, su gentileza; & aque­llas, su blancura; y & todas su candor y habilida­des para el doméstico gobierno; siendo devueltaa

Page 120: Las fiestas de mi lugar - Libro

120 LAS FIESTAS DE MI LÜQAB

más tarde estas atenciones por las mozas con gran­des j azucaradas tortas, que los mismos mozos, acompañados entonces de la gaita, recogían en pa­ños 6 sábanas, limpias como bandeja de plata y blancas como pluma de cisne.

Terminadas estas alboradas, 6 albadas, que así llama el vulgo en Aragón á aquel sencillo galanteo de los mozos, recorrió el pueblo tocando diana la música del lugar, sobresaliendo los golpes de bom­bo y los bien manejados palillos del redoblante. Al poco rato comenzaron ét poblarse de gentes la» plazas y calles: hermosas muchachas iban de aquí para allí, luciendo sus moños de picaporte, sus ri­cos pañuelos de seda, sus basquinas de azul oscuro 6 claro, sus poco vistas medias de plata y su zapato abotinado ó sujeto con gran flecada de negra y lustrosa cinta. Los mozos lucían también su encar­nado ó azulado pañuelo de seda en la cabeza, lim­pia camisa, ancha faja ó ventrera, chaqueta y cal­zón negros, blanquísimas calcillas, y borceguíes 6 alpargatas pasadas á lo miñón. Y todos, todos ha­bían sacado el fondo del arca ó del cofre, para adornarse el cuerpo con sus mejores galas y honrar así el día del insigne patrón de su pueblo. Los danzantes, solteros en su mayoría, iban indivi­dualmente por las calles á reunirse con los demás en la Casa del Concejo, dejando oir los numerosos cascabelillos que llevaban en sus gorras 6 turban-

Page 121: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUMBBES ABÁOONBSAS 121

tes, en sus brazos j hasta en sus más 6 menos ro­bustas pantorrillas, fijándose más la pública aten­ción en el rabadán, con su palitroque adornado con variedad de rolladas cintas de colores; en el ángel, espigado y macilento hijo del escribano, con el pelo rizado por el barbero, con alas no muj mal hechas de pliegos de papel de barba j algunas pe­gadas plumas de gallo, j con un espadín parecido 6 un asador de cocina; sobresaliendo, excitando la risa j siendo causa de repetidas j graciosas chiri­gotas, el diablo, personaje que á las mil maravillas desempeñó, como otras veces, el herrero del pue­blo, llamado el tio Chispas, no sé si por las que despedía de su fragua 6 por las que solía cojer con vino añejo: era de achaparrada 6 rechoncha figura, j el más feo que se había conocido en el lugar des­de los años del horrible campanero, apodado el tio Podenco, habiendo aumentado ahora su fealdad con la gran piel de lobo en que se había envuelto, con una larga cola de buey por aj)óudice, j con la ne­grura que se había puesto en la cara, en los brazos j en las piernas con el cisco que tenía en su he­rrería, dando origen con todo esto á que el señor Cara tomáralo por ejemplo cuando explicaba la doctrina á los muchachos, diciéndoles: «El pecado, hijos míos, es una cosa mucho más fea j espanto­sa, que nuestro herrero el tio Chispas, cuando hace de diablo en las fiestas de San Roque.»

Page 122: Las fiestas de mi lugar - Libro

132 LAS FIESTAS DB MI LUC^AB

En cuanto al vestuario de los danzantes, uno de los dos bandos iba equipado á lo morisco, aunque «on trajes tan ideales, que en África probablemente hubiéranlos tenido por trajes de máscara. £1 bando opuesto, que era el de los cristianos, iba armado, como el moro, con no muy limpias espadas, y sus individuos llevaban unas gorras de cartdn con un Mcapulario enmedio, pantalón blanco atado por «bajo, 7 un tonelete, si es que tonelete podía lla­marse á las repicoteadas enaguas de la paríenta 6 de la novia.

A las ocho j media de la mañana, las campanas comenzaron á llamar al vecindario á la festividad religiosa, que en nada desmereció de las esperan­zas concebidas. La Iglesia, sobre todo el altar de San Roque, parecía con tanta luz, un ascua de oro, j el pavimento estaba sembrado de tomillo, hier­ba-buena, laurel j otras plantas que aromatizaban «1 ambiente de la nave. A las nueve, llegaron las niñas y niños de la escuela, colocándose separada­mente en medio y cerca de los blandones del pres­biterio. En seguida entraron los danzantes, bailando hasta el pie del altar mayor, delante del Ayunta­miento, cuyos miembros llevaban aguaderas capas, y una vez sentados en el banco delantero, situa­do en el lado del Evangelio, tocó el sacristán la •campanilla, el coro popular entonó la Misa, acom­pañado de la banda de música, y comenzó la so-

Page 123: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTVUBBES ABAOONSSAS 123

lemne funcidn, luciendo un precioso temo encar­nado j bordado, el párroco j los otros dos sa­cerdotes.

El alcalde, cuja cara en aquel día parecía no conocer linaje de piedad cristiana, celo de pública quietud, rastro de verdad, ni sombra de justicia; daba & cada momento por lo bajo, órdenes j más iSrdenes al secretario j al alguacil, abriendo su des­garradísimo agujero oral, por el que con holgura €abía un queso manchego.

Después de cantarse admirablemente la Epístola, tocó la música una retozona habanera, 7, luego del Evangelio, subió al pulpito, precedido del sacris­tán, acólitos, dos concejales 7 cuatro danzantes, el predicador, párroco del vecino lugar de La Palomi­lla, llamado Mosen Dímas, á quien por el sermón habíale ofrecido el alcalde, además de la caridad acostumbrada, una perra pequeña ó cinco céntimos por cada vez que nombrase á San Roque. Mientras el orador subía á la cátedra del Espíritu Santo, varios casados j mozos que estaban en el coro ó abajo, se salieron poco á poco á la plaza á fumar un cigarro, J, no faltaron algunas mujeres que, con el major disimulo, se fueron en un momento á casa á dar vuelta por el puchero.

Al entrar el orador en la sagrada cátedra, díjole en voz baja el alguacil Lagarto: Mosen Dimos: aqui en esta sillica tímusti un vaso de agua con azucal y anís.

Page 124: Las fiestas de mi lugar - Libro

124 LAS FIESTAS DE MI LUQAB

por si se nota su mercé que se le remala la palabra. Echuste los ojos po la Ilesia y verá que hay presonas de Zaragoza que han lido muchos libros. Esfórcese cuanto pueda en la echada del sermón, pa que vean los folasteros y los del pueblo, que no es uslé rana ni nengun iznoranle sino un siñor clérigo de esperencia y de lelras.

Enterado Mosen Dímas, tosid tres veces, se san­tiguó una j habló en estos términos, primero 6 media voz y luego con voz entera:

Ifihil novum sub solé: nada hay nuevo debajo del sol.

üsque ranw vocant Roquem: Hasta las ranas llaman á Roque.

Queridos hermanos y hermanas mías en Dios, en Adáim y Eva, y en Nuestro Señor Jesucristo. Ilus­tre y muy perínclito y peripatético Ayuntamiento de Val de Cuervos. El mundo, no hay que darle vueltas, es como una granada 6 mengrana, según decís vosotros, y, dentro de ella existe una enor­me porción de tierra, que se dice Europa: en ésta, desde tiempos muy nebulosos y lejanos, hay una nación que todos nombramos España; y, en una parte alícuota de ésta, se encuentra, y no hay que darle vueltas, un hermoso y extenso territorio di-TÍdido en tres partes, porciones ó provincias, que forman el antiguo Reino de Aragón, patria esclare­cida de insignes varones y hembras de toda especie j catadura. En este mismo suelo aragonés, surcado

Page 125: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUMBBKS ABAGONESAS 126

de ríos caudalosos y de campos llenos de abundan­tísima y envidiable verdura, estay estará siempre, y no hay que darle vueltas, la grandiosa provincia de Zaragoza, que con su cerúleo y estrellado manto cobija, cual cariñosa oveja, á éate por demás hos­pitalario pueblo de Val de Cuervos, pueblo aní­malo y distinguido por su celebrada historia, por sus buenas costumbres, por la fortaleza de sus an­tepasados, por la protuberancia y fertilidad do su suelo, por la larga vida de sus animales y sobre todo por su magnífico y perilustrísimo protector y patrón San Roque, San Roque y San Roque.

El sindico (al secretario, que, por orden del alcalde, va haciendo con una navajiCa en un trozo de caña seca, ton— tas rayas como veces nombra elpredicador á San Roque). Apunta, apunta, chiquio. Ya van cuatro Roques en castellano claro y uno en francés ú extranjero. Ri-dios. A este pasico, ya podemos preparar cascajo.

El lio Pampurrias (á su convecino el lio Royo). ¡Que boca, que boca tiene este Cura pa echar sermones! Ya se conoce ca dau güen recau de ferrete á los li­bros y á la letra, el gurrioncico ese. Asinas sa que­dan él sin un pelo ni medio en la cabeza. Haste cargo. Paice que lleva un queso ú melón blanco encima é los hombros.

El lio Royo. Hombre, sisquiá este pedricaor da gusto, porque ñus nombra güen tajo é veces á San Roque. En un pronto se paice al del otro año. Con

Page 126: Las fiestas de mi lugar - Libro

ͻ6 LAS FIESTAS DE MI BUOAB

trebajo nombi6 al probé santo unas cuatro vece» y aun estuque lo hacía como con reparo ú ver­güenza.

Mosen Dimos (siguiendo su sermón). Pues bien, no hay que darle vueltas, queridos hermanos y her­manes míes, no hay que darle vueltas.

El lio Luquete. Ridiez, cuantas güeltas que da este güen hombre. Quies juate algo é güeno, Ru-maldo, á que desta hecha se güelve loco ú mono-maniético, dando tanta güeltecica.

El lio Romualdo. Quiá. Se conoce ques un cos­tumbre que ha cogido, y lo ques agora, me paice que ni aun San Pedro se lo quita.

Mosen Dimos [prosiguiendo su panegirico). Nadie podrá negar que en este pueblo hay clavada una Iglesia, que es esta, y en ella un santo muy prin­cipal, de nombre Roque. Roque, sí, patrón de vuestros mayores; Roque, patrón también de vues­tras almas y las de vuestros hijos; Roque, protector de vuestros hogares; Roque, guardador de vuestros campos; Roque, abogau de vuestras enfermedades pegajosas y pestilentes; Roque, guardián de vues­tros rebaños; Roque, mantenedor de vuestras aguas; Roque, en fin, patrocinador de vuestros olivos y árboles frutales y de vuestras cuadras, gallineros, chozas y palomares.

Elsecrelario (al alcolde). Miuste que van ya cator­ce perras, y lleva trazas de subir hasta el duro.

Page 127: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUMBUES ARAGONESAS 127

Bl alcalde. Pus, oje. ¿Cuántas perras pequeñas tiene un duro?

El secrelario. Otra. El duro es cinco pesetas: cada peseta son diez perras gordas ú veinte pequeñas; conque, cinco pesetas, á veinte perricas, son cien perras menudas.

El alcalde. Güeno, güeno. Pus, que tire po alan­te, j ya se acontentará con dos pesetas y una falsa que tengo y que se laremos tragar quiás que no.

Mosen Dimos (continuando su predicación). Desde este pulpito os diré, honrados valdecuerveros, que poquísimos días al año se os presentan con tanta solemnidad como el día de hoy^ en el que yo qui­siera tener la lengua del sol de ios soles, Santo Tomás de Aquino; las palabras de Claudio Cicerón, llamado así, porque de pequeño vendió ciruelas Claudias y garbanzos turrados; los dichos de San Agustín, hijo y obispo de la virtuosa madre Santa Mdnica; y por último, quisiera tener también la fa­cundia de San Feliz, del Crisóstomo y de otros ex­celsos varones que tuvieron el habla clara, torren­cial y hermosa, para poder publicar, bien á mis anchas, las glorias tuyas, amado Roque, compasi­vo Roque, humilde Roque, bondadoso Roque, ge­neroso Roque, y santo Roque; empero, haré lo posi­ble para salir bien del paso, contando con Vos, Ma­dre del Cordero inmaculado, á quien os suplico que, conmigo, saludéis diciendo: Ave María.

Page 128: Las fiestas de mi lugar - Libro

128 LAS FIKSTAS SE MI LUaAB

El lio Mata-chinches (despertánchse de su profundo tue-ño y dirigiéndose á su convecino el lio Rampas, que, como él, eslá senlado en el suelo). ¿Ha rematan ya de hablar este güen hombre?

El lio Raspas. ¡Quiá é rematar! Ni maldita la tra­za que lleva é parase. Aun está en el descansico del Ave-María. Me paice cay caldo pa rato.

El lio Mala-chinches (dando media vuella y acomodán­dose bien contra la pared). Si, ¿eh? Pus, ea, á dormir otro ratico, y ya me darás un rempujón cuando se haiga cansan de pedricar.

El alcalde (dando en la espalda al alguacil, eon la punta de la vara de la Justicia). Ascucha, Langarto. Miá. Lo que pues hacer es subíte arriba con desi-mulo y á gato-miau, y dicile á bonico á ese Mosen Simas ú Mosen Dimas, que no nombre ya tanto á San Roque, porque ya me doy por sastifecho. Gúe-no es complacenus, pero, rediole, no abusar ni des-tralimitase.

(El algtuicil sube al pulpito como le dijo el alcalde, y al dar el recado al orador, le dá ésle con el talón izquier­do un empujón, y lo lira escaleras abajo).

Mosen Dimas (continuando). Dsque ranm clamant Ro­que: hasta las ranas suspiran por Roque.—Mis que­ridos hermanos y hermanas en Cristo: la historia dice, y, cuando la historia lo dice, no hay que darle vueltas, que vuestros antepasados 6 sea log que vinieron al mundo antes que vosotros, cela-

Page 129: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTüUBBES ABAOONESAS 129

i>raron siempre este día con muchísima solezni-dad. Solamente hace dos años que, por habéd­seos apedreado la cosecha y no haber cogido trigo ni aun para hacer hostias de comulgar, os enojasteis con vuestro bienaventurado patrón, y no quisisteis hacerle fiesta el día de su santo y cumple-años, contentándoos con una muy sencilla Misa. Pero al año siguiente fué ya talcualica, y sobre toda ponderación ha sido muy buena en el presente, en el que, no hay que darle vueltas, te-neis granos abundantes, y lo mismo os deseo para los años consecutivos et per omnia scecula scecu-lorum.

Muchos fieles, especialmente mujeres. Amen. Mosm Dimos. El cuadro que hoy presenta este

lugar, no hay que darle vueltas, es en extremo hermoso y lisonjero; tenéis alfalce, tenéis cuanta paja necesitáis, tenéis grandes montonadas de ce­bada y tenéis también panizo para vuestro con­sumo y para vender. En vista de esta pespeltiva, no puedo menos, tomando el nombre del ben­dito San Roque, de daros las gracias; y alabar vuestro propósito de haber preparado estas solezneg y concurridas festividades, ad majorem gloriam populi etsanti.—Ved aquí, ved aquí porque en el día de hoy se os presenta vuestro ínclito patrón, como con rostro sonriente, vestido con su conchada

• esclavina, apoyado en su palitroque y teniendo á 9

Page 130: Las fiestas de mi lugar - Libro

130 LAS FIESTAS DB MI LUQAB

SUS pies el manso perrillo; j , así como el Santo j la Iglesia j sus ministros, rebosan alegría, tam­bién la rebosa el pueblo piadoso j entero. Por to­das las calles haj bulla j algazara: arcos de triun­fo se ven en las entradas; colchas j sábanas en la» ventanas; olorosa comida en los hogares; conejos, liebres, perdices ó cabritos, tortas j cabezudo vino en las mesas; sabroso café j agradables bebidas en el casino; y por todos los lados, en fin, se ensan­chan los cinco sentidos de que libremente dispone sin traba alguna vuestra alma espiritual en este pi­caro y tacaño mundo, gran valle de lágrimas y verdadera escuela de danzantes. Y, para que todo sea completo, hasta la misma naturaleza participa también de vuestro regocijo. Los huertos están lle-nicos de uvas y moscateles; los árboles cargados de dorasnillas y ciruelas y de manzanas y peras de Don Guindo, que á brazadas ó capazos podéis trae­ros á casa; y, si recorréis cerrados como el del tio Topo 6 campos como los de la tia Cuanto-antes, os admirará la contemplacidn de tantos melones y membrillos, casi tan gordos como vuestras cabezas-Todo, todo, no hay que darle vueltas, todo se lo debéis á Dios Nuestro Señor por intercesión de vuestro amado patrón San Roque. '

El alcalde [en uoz bajaj. Si. Nómbralo, nómbralo las veces que quieras, que, en pasar de las dos pe­setas, no te doy un chavo más, aunque me lo pida»

Page 131: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTÜKBKES ABAOONESAS 131

con un trabuco. Si piensas espicular conmigo, ya tas caido, pajaro.

Un matraco (áoíro, que no cesa de bostezar). Ch i -quio, Ustaquio. ¿Que no tas esayunau ú qué?

El mozo Eustaquio. Si, Cielidonio. ¡Pus no mi de esayunar! Dimpues de cómeme un pizco é torta y bebéme un trago de anís, aun mi tirau al venir aquí una herraura é pan, un güen casco é conejo y un trago é vino largo é talle; pero abura chico, no sé á qué atrebuir este abrimiento é boca.

Otro matraco. ¿Antimás si tienes arguno desos animaluchos que les icen desolitarias?

El mozo Eustaquio. Otra. Cosa es que pue ser, Ulogio.

Mosen Dimos. La vida de vuestro Santo, que voy á tratar de refilón, fué, no hay que darle vueltas, un verdadero portento: nació, por casualidad, en tierra de Francia, y sus padres tenían regular pasa­miento, porque á su tiempo habían ahorrado muy buenos cuarticos. Al salir el niño Roque del nace­dero, conoció su madre que sería más lijero que una liebre y más agudo que un esquirol, y notóle una mancha colorada en la boca del estómago, llamando esto luego la atención á toda la familia, que se volvió turulata y loca de alegría, al consi­derar que aquello era presagio de que la Providen­cia lo tenía destinado para algo bueno. Muerto el padre de unas perniciosas tercianas colaterales, y

Page 132: Las fiestas de mi lugar - Libro

182 LAS FIESTAS DS¡ HI LUOAB

muerta también la madre déla última enfermedad, quedóse Roque solfeo, joven, pues que aun no iba á ninguna barbería, lleno de virtudes j modestia, amo y se&OT de muchas viñas j olivares j de varias casas j un abejar, j , dueño también de no pocas onzas, medias onzas j duros. Viéndose Roque en aquel crítico estado, ¿que te hizo? ¿No os lo figu­ráis, hermanos míos?

El lio Luquete (en voz baja á otro vecino). ¡Concho! ¿Pus qui había de hacer? Lo que haría cualisquier en BU caso. Echase á la güeña vida. Comer bien, enca­jase largos chaparrazos de vino clarete, bebese firme taza é cafó j güeñas copicas, fumase ricos puros de tabaco ligitímo y tirase po atrás güen cuesco.

MosenDimos (continuando su sermón). Pues bien, repartió todo entre los pobres, se vistió de pele-grino, se fué solíco & Roma con su palo y una ca­labacica con vino rancio, y, allí, con licencia del Santo Padre, que no me acuerdo en este instante como se llamaba, se consagró al cuidado y servicio de los enfermos apestados, curando lo mismo á jó­venes que ancianos, y k chicos que chicas; y libran­do á gran número de prógimos y prógimas, de que fueran á parar al hoyo para in eternum. ¡Ahí No hay que darle vueltas. ¡Cuántos dolores pasaría el compasivo Roque, y qué cuadros más tristes y os­curos se le presentarían á los dos ojos de la caral Después, ¡oh!, después, ¡maldita sea la envidial

Page 133: Las fiestas de mi lugar - Libro

OOSTÜMBKES ABAQONBSAS 133

por causa de viles calumnias^ lo metieron preso en la cárcel, no dándole al infeliz ni aun el preciso alimento para matar el gusano del hambre.

Una beata (á media voz]. ¡Aaay, Josúsl ¡Que izno-minia j que corazones más secos j más empieder-nidos y previersosl

Mosen Dimos (prosiguiendo su predicación). Estando prisionero, le salió sin más ni más, una terrible llaga en una pierna, j , j a en libertad, se subió co­mo pudo j cayéndose de necesidad á un monte próximo á la ciudad, j allí unos cariñosos pastores le hicieron unas miguicas con sebo j hasta un pe­rneo del ganado le llevó un pan en }a boca, para que apagase el desventurado Roque la necesidad que tenía. Pasados tres días j seguido del mismo perro, bajó nuevamente á la ciudad, moviendo Roque con su ejemplo no pocos corazones, entre ellos el de un elegantísimo caballero, que, por imitar á vuestro santo Patrón, se despojó de su vestimenta, dio su bolsa á los pordioseros andrajosos, j se cubrió con hábito pelegrinante, sin hacer maldito caso de los chuflidos de los chicos, ni de las cuchuñetas de las mozas, ni de los dimes de los hombres treinte­nos, ni de los diretes de los viejos ó de los que j a bajaban la escala de la vida. En fin, queriendo Bios recompensar al ejemplarísimo Roque tanto Servicio á la humanidad j tanto cúmulo de virtu­des, le llamó & su seno, colmándole de gloria y

Page 134: Las fiestas de mi lugar - Libro

134 LAS FIESTAS DE MI LÜGAB

permitiéndole gozar una felicidad eterna; porque^ her nanos míos, no haj que darle yueltas, al que obra bien, el Señor le premia.

Una beata {con voz casi ininleligible). ¡Aj, Virgea bendita! ¡Cuantisma razón que tiene!

Mosen Dimas (águiendo su discurso). Desde enton­ces, muchísimos pueblos, especialmente en los có­leras, han venerado á San Roque, modelo de san­tos, de humildes, de compasivos y de hombres trabajadores, como debéis serlo vosotros, descen­dientes de Adám, y sobre todo vosotras, amadas y descendientes hijas de aquella desgraciada, nogo-ciera, curiosona y revisalsera Eva, mujer que, sin embargo de ser más viva que una cardelina y más lista que un falcino, fué la individua más liviana de su tiempo, y una mala pécora, porque, no con­tenta con haber sido la causanta del pecado origi. nal, aun le dio la falaguera y tuvo la desfachatez de atreverse, ]la muy infame!, á dirigir sus voces y clamores al cielo. Afortunadamente fueron como clamores de burro que no llegan á lo alto, según palabras del Doctor inconsútil San Venancio. ¡Ayl ¡Infelices de vosotras, mujeres de Val de Cuervos! ¡Infelices de vosotras si llegáis á imitar á vuestra madre Eva! Sufriréis amarguras y penalidades sin cuento...

Un matraco (en voz muy perceptible). ¡Dnro, duro con ellas! Que too es poco.

Page 135: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTÜMBBES AKAGONESAS 136

Otro. ¡Rediez, si raja este güen hombre! Cuidiau ques muermo! Ni aun se para pa escupir. Por juer-aa que ebe é tener una garganta más dura cun mango é jada. Pa mi sería güeno. Desiguido ten­dría que tírame una escuillica é vino.

Mosen Dimos (concluyendo ya el sermón). Pero, no, no, yo espero de vosotras y de vosotros, que seguiréis la senda del bien, contando con la protección vuee-tra, ilustre pelegrino y gloriosísimo San Roque. jOh, Sancho, digo, Santo dichoso! Míranos, míra­nos con esos tus ojos. Aquí nos tienes hincados do rodillas á tus pies, como buenos cristianos y fervo­rosos devotos tuyos. Líbranos, si, líbranos de toda peste nacional y extranjera, que cuanto más hagas por nosotros, más festejos te haremos, y, áfin de que veas nuestro ardiente y abrasador deseo de tenerte alegre y contento, te llevaremos en procesión por el pueblo con música y luces encendidas, y presidi­rás el dance, los toros, los bailes, los fuegos y to­dos aquellos espectáculos en que puedas divertirte á tus anchas. Tu, en cambio, Santo mío, nos apar­tarás las malas nubes y las horribles tronadas, y, rogarás á Dios, en el cielo donde vives, que á todos nos conceda veros y gozaros en la dichosa mansión eterna, que, para mi quiero, y que á todos os do-seo ahora y siempre y por los siglos de los siglos. —Amen.» Tres Ave-Marías os encargo. La prime­ra, por mi intención; la segunda, por la del que

Page 136: Las fiestas de mi lugar - Libro

186 LAS FIESTAS DB MI LÜQAB

os ha predicado; j , la tercera, por la del que ahora 08 habla.—^Ave María Purísima.

Muchos fieles. Sin pecado concebida. Esto dijo en su sermón el venerable Mosen Di-

mas, quien, en un cuartito de la sacristía, refrigeró luego su estómago con media docena de rosquillas blanqueadas con azúcar; se bebió un vaso de vino blanco; j recibió más tarde, además de la caridad ofrecida (seis pesetas, dos pollos y una gallina), dea-cargas cerradas de plácemes, enhorabuenas j apre­tones de manos.

Después del Credo, tocó la música la Marsellesa; al alzar, la Marclia real; luego el Himno de Riego; y, al fin, una Jota fematera, que hizo mover los nervios á todos los jóvenes j aun á muchos fieles j fíelas cargados de años. Terminada esta solemnidad reli­giosa, se fueron agrupando en las distintas capillas de la Iglesia los individuos de Cofradías ó Herman­dades, para la procesión que había de recorrer las calles del pueblo. El sacristán repartió velas á to­dos, j luego, con un papel en la mano, señaló á cada cual su sitio, expresándose de esta manera: Yusotros, los cuatro mozos que habís de llevar el Santo, irus j asperarus en la sacristía j quietos allí: usté, señor maistro, ponga en fila los chicos 7 detrás que vaya la maistra adujanta con las chicas, J al que enrede ó á la que enrede, cocotazo limpio. Tu, Anicasia, tu que eres la moza que ha de He-

Page 137: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUHBBES ABAOOKE3AS 137

var el estandarte de las Hijas de María, aprétate firme á la centura la correa con el gancho, ponte el palo sobre el pecho j metete bien la punta po entre piernas pa que no te se vaya hancia atrás el estandarte. Ustedes, las mujeres de la Cofradía de la Soledad, sigan detrás de las Madres Cristianas, j vajan apartadas de los hombres, porque, como éstos muchas veces paleen papis j á menudo van mirando & las abutardas, llevan los cirios tiesos y les puen echar churriones de cera ú socárrales las sajas j los melindrujes. A ver. Que se prepare á salir ya la cabeza de la prucisión y que rompa el fuego la cruz con los candeleros, indo delante la escopetería. Ah. Que se molvidaba. £1 gaitero que se ajunte á los danzantes cuando lleguen aquí, y, á renglón seguido ú después del Santo, que se ape­gue la música al Ayuntamiento. Sobre too, que haiga orden y que no se preduzca confusión, no sea que, sin querer, se arme aquí algún fandango á causa del muchísmo estrapalucio y me carguen & mí el muchuelo.

Comunicadas estas disposiciones, y, entre un gran volteo de campanas y disparo de buen núme­ro de cohetes y no pocas descargas, salió de la Iglesia la procesión, por el orden siguiente: 1.° Cua­tro escopeteros, gastando pólvora en salvas y dando pruebas de su mucha agilidad y destreza en el manejo del arma, si bien con el pequeño inconve-

Page 138: Las fiestas de mi lugar - Libro

138 LAS FIESTAS DE MI LUGAS

niente de que alguna que otra baqueta quedárase olvidada en el cañón y saliese luego entre torbe­llinos de humo.—2." La cruz parroquial con un acólito á cada lado.—3." Los chicos de la escuela, presididos por el maestro Don Agapito, que aquel día llevaba piramidal chistera j una especie de leviti-bata negra.—4.® En dos filas, como los chi­cos, seguían las niñas, bajo la custodia (por enfer­medad de la maestra), de la auxiliar Doña Letanía Firulete, mujer casi recien llegada al pueblo, de apacible j agradable rostro j de una arquitectura de miembros muy discretamente proporcionados. —5.° La Asociación de Hijas de María y Congre­gación de la Soledad de la Virgen, con sus respec­tivos estandartes, con mucho primor bordados.—: 6.° Los pendones de las Madres Cristianas, en cu­yas hileras figuraban: la señora doña Belém, casta esposa del cirujano; la tia Rita, mujer fecunda en partos y amiga de echar tacos; doña Silvestra Pa­lominos, dama de recomendable cepa; la seña Per­petua, mujer torcida de ojos, torcida de geta, tor­cida de alma y torcida de cuerpo; la tia Pindonga, muy charanguera y por demás alegre de semblan­te; la seña Liboria, individua de penetrantes mira­das y detenida de movimientos; la tia Miñona, mujer en extremo husmeadora y habilidosa, y, tan económica y regatona, que era capaz de encontrar polvo debajo del agua y hasta de sacar pelos do

Page 139: Las fiestas de mi lugar - Libro

OOSTUMBKES ABAGONESAS 139

una calavera vieja; j la tia Pelada, persona seria y muy k propósito para armar cualquier quimera 6 pleito hasta con el mismísimo lucero del alba.— 7.° Las banderas de las Hermandades de Santa Águeda, San Antonio Abad, Santa Pantaria, San Blas, Santa Quiteria y San Roque,—8." El gaitero haciendo música á los danzantes que iban bailando y paloteando delante del patrón del pueblo, mar­chando á la cabeza y en amigable consorcio, el ángel, el rabadán y el diablo.—9.° San Roque, con flamante y colorada banda de General en jefe, rodeado de flores, en medio de cuatro faroles y lle­vado en andas en una alta peana por los cuatro más bien plantados mozos del lugar, cada uno con BU camisa de mujer, de esas que llevan sin man­gas en el verano para hacer alarde de sus más 6 menos gruesos, limpios y torneados brazos.—10. El terno con antiguas y bordadas capas pluviales. —11. El muy ilustre Ayuntamiento constitucional del lugar de Val de Cuervos, todos con aguadera capa y gran sombrero de rodela, por cuyos lados asomaban despeinadas greñas, llevando también largos cuellos de camisa, alpargatas nuevas, cal­cillas blancas y ancha y encarnada faja.—12. La murga ó banda de música tocando de rasgan con dos cornetines, un clarinete, un figle, un bombar-dino, un bombo enorme, dos descomunales plati­llos y un sucio tambor-redoblante muy parecido á

Page 140: Las fiestas de mi lugar - Libro

140 LAS FIESTAS DE MI LUQAB

un roscadero 6 cesto por demás estrecho y largo,— 13. Numeroso séquito de mujeres del pueblo j fo­rasteras, cari-risueñas unas, cari-acontecidas otras, j todas con luces.—Y 14 y último. Una veintena de hombres, á guisa de piquete, con carabinas unos, y con escopetas otros, llevando el que hacía de cabo un trabuco naranjero de esos que calzan balas de media libra, y el jefe de la fuerza una espada no muy brillante, pero sí suficiente para cortar pronto y á cercén el cuello más duro del mundo. El suelo de las calles hallábase cubierto de hojas de laurel y menta, romero, panizo y yerbabuena, y en dos puntos principalmente, sobresalían dos altos arcos de hiedra y hojarasca, leyéndose en el rótulo del uno: ¡Viva San Roque y su enáne Ayunla^ míenlo!, y en el del otro: ¡Biba San Roqey el Lujar de Bal de Cuelbos!

En la forma indicada siguió la procesión su ca­rrera en medio de infinidad de disparos de cohetes y de salvas y más salvas desde tejados, ventanas y miradores, sin otra novedad que la que produjo el anímalo te hijo del tío Escula-grillos, el cual mozo habiendo cargado su escopeta con mucha pólvora y unos cuantos perdigones loberos, disparó con tan mala suerte, que del tiro, que hizo un estrepita atroz, se le llevó el sombrero á San Roque, con gran susto y disgusto de todos, especialmente del alcalde, quien hizo traer á su presencia al autor

Page 141: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUHBBES ABAGK)NBSÁS 141

de tamaño desaguisado, rompióle en dos pedazos en sus costillas, la respetable y dura rara de la Justicia, mandóle á la cárcel é hízole pagar, ade­más de una multa de veinticinco pesetas, un som­brero de fieltro semejante al abrasado del Santo, al cual, con el debido permiso, y á fin de que no se le mojara la cabeza con la llovizna que comenzaba á caer, le puso el veterinario (y lo llevó hasta la Iglesia), su antiguo y altísimo sombrero de copa, que sólo se ponía los días de incienso, canto recio y sopa roya.

Celebrada la procesión, sereno el tiempo y des­pués de haber echado los Curas y Ayuntamiento un lijero piscolavis, tente en pie ó puntalíco, acu­dieron á la plaza, (llenísima ya de gente apiñada al ancho tablado, para presenciar el dance, y contando con los muchos espectadores que había en balcones, ventanas, rejas y tejados), acudieron, decía, y se sentaron en un banco el señor párroco de Val de Cuervos; el del vecino pueblo de Despeña-gatos, llamado Mosen Leal, porque lo era y mucho, dis­tinguiéndose por su pesada locuacidad, y por sus repetidas manifestaciones y deseos de ser canónigo, para cuya dignidad deeía que estaba cortado; el ecónomo de Val de llanas, presbítero bautizado con el nombre de Jerónimo, sujeto de cara de luna en lleno, que parecía un bendita tu eres y era muy amigo do referir consejas y salpicar su con-

Page 142: Las fiestas de mi lugar - Libro

142 LAS FIESTAS DE MI LUQAE

versación con variedad de cuentos, chascarrillos y agudezas; acompañándoles, por supuesto, Mosen Dimas el predicador, hombre bien criado y man­tenido (según lo demostraban sus lustrosos y colo­rados mofletes y su voluminoso abdomen), y apa­sionadísimo por el tabaco hasta el punto de encen­der un cigarro con la colilla de otro.—El segundo y tercer banco fueron ocupados por los individuos del Ayuntamiento; y en el cuarto sentáronse, con sus respectivas señoras, el juez municipal, el médico, el escribano, el veterinario, el maestro y el botica­rio, hallándose en medio de los bancos San Roque en su peana.

Luego que se hubo reunido en la plaza tan va­riado, numeroso y animado concurso, aguantando todos un sol abrasador, quitóse el alcalde su apara-güado sombrero y acercándose á San Roque, ha­blóle así: «Con premiso de su mercé. Patrón ben­dito, se va á escomenzar el dance bajo güestra dizna presidiencia.» Acto seguido se volvió á su puesto, llamó al pregonero, que estaba ocupado en echar requiebros á una viuda joven y guapa, y le mandó vocear lo que estaba escrito en el papel que le dio. Pronto se oyó el tambor, y, en seguida La­garto, con voz de figle, unas veces; y de falsete sobre-agudo, otras; leyó, en tantos tiempos como comas, lo que sigue:

De orden, del siñor alcalde, coslitucional, de este pue-

Page 143: Las fiestas de mi lugar - Libro

OOSTÜMBBES ABIGONESAS 143

blo, se manda, y se hace saber, que todo Dios, lo mesmo del pueblo, que de ajuera, guarde, ñlencio, por toa las partes, tanimienlras, se prenuncia, el dance, por los dan­zantes, en honor, y bajo, la prisidiencia, de nuestro pro-ietor, y patrón San Boque, y, se prohibe, durante el mesmo, el más liviano remor, so pena, de pagar, la mul­ta, de tres pesetas, y aplicación, del Código penal, dis­puesto, po el Gubierno, que con el Rey, me en Madrí.

Anunciado esto, el alcalde levantó la vara, guiñó el ojo derecho, meneó la oreja del mismo lado, y al momento avanzaron al centro del tablado el gai­tero y tamborilero, siguiéndoles cinco cristianos con su caudillo y el ángel al frente, brillando las mu­chas lentejuelas de sus vestidos, especialmente el del rabadán. Tras éste, presentáronse cinco moros con su jefe, á quien llamaban Muza, junto al cual iba el diablo, haciendo muecas y travesuras. Todos saludaron con la cabeza á San Roque y al Ayunta­miento; los del bando cristiano se colocaron, como agazapados, detrás de la peana del Santo; y en medio del tablado se quedaron los del bando moro, cuyo caudillo, meneando una vez un brazo y otra vez otro, habló de esta manera:

Antes que salga la aurora coronada de gacíntos, quiero como General y como reuto caudillo, registrar mis ciutinelas

Page 144: Las fiestas de mi lugar - Libro

144 LAS FIESTAS DB UI LUOAB

pa ver si me san dormido; quel General que no vela al frente de su enemigo no es presonaje arrogante ni espavilau ni atrevido.

El velmncrio (enlerrumpiendo á media voz). Bien: muy bien va eso.

Uno de los Curas. Alta la cabeza, alta y derecha. El secretario. Más alma, más alma en esos brazos. El alcalde (levantando el símbolo de la Justicia). ¡Si­

lencio, paineta! Al que intirrumpa, sea quien sea, le atizo un varazo que le parto el casco é la cabeza y lo dejo seco. Sigue tu, cadillo, digo, cau­dillo. El cg,udillo moro. Hoy que celebra el cristiano

con gritos y regocijos, aquel día en que nació el que llaman Dios devino, quiero saber si es que tiene este altanero castillo, algún General valiente que quiá pelear conmigo. Porque ardo ya de coraje, y, de mi cochilla el filo, está rabiando por dales muerte á cuantos atrevidos se pongan frente á los brazos deste trigue vengativo.

Page 145: Las fiestas de mi lugar - Libro

OOSTÜHBBES ABA(K)NSSAS 145

que quiere pronto espiazar ú cómese á un hombre vivo.

(Repara en el cuadro de la Virgen del Pilar, que está ú los pies de San Roque entre bs dos faroles delanteros)'

Mas ¡cielos! ¡Ques lo que miro! ¿Estoj ú no esturdecido? ¿Quién el mantecato jué que con su esmengüado brío, se atrevió k poner allí esa fegura, ese benchizo que los de la Cruz le dicen María, madre de Cristo? ¿Cómo el cristiano abatido no ba temblau al ver que yo sojr su más juerte enemigo? Vojr á llamar á esa puerta, que no estaré sastifecho hasta que línque este sabré á su deñensor po el pecho.

(Da un fuerte golpe con la espada en el suelo, tomo si llamara, y continúa).

¡Ah deste insizne castillo! Salir cuantos estís drento, que hay aquí juera un león de vor&z temperamianto; y si pronto no salís por ser unos cobardazos,

40

Page 146: Las fiestas de mi lugar - Libro

146 -LAS FIESTAS DK KI hVaJJt

SUS juro quése retrato lo voy á hacer en mil piazos.

(Va á cojer el retrato y es detenido por el ángel y de­más cristianos que salen de detrás de la peana que, según «líos, fyuraba el castillo. Enseguida el caudillo cristiano, después de limpiarse con la manga derecha del tonelete los labios, manchados del vino que á hwtadillas acaba de­beber, para tener más expedito el órgcmo del habla, se-miélica de este modo:

¡Detente, impío barbare! que si te sufrí el valor para llegarte atrevido á desafiar á cuantos defienden la laj de Cristo; ya no puedo aguantar más al ver tu infernal desiznio, porque, tocando á María, de pureza claro almiño, y hermosa y suprema Raína de los ángeles devinos, es como ofenderme á mí y herirme en lo ques más vivo. Aquí me tienes delante bien sereno y no mohino, á icíte en tu cara mesma quéres un vil y un cochino. Y ya que ahura te las echas

da matón y fíemientido.

Page 147: Las fiestas de mi lugar - Libro

OÓSTTJHBBES iJU0K}ir8»A8 147

saca tu encorvada espada, saca ese cortante &lo, j verás en poco tiempo al más humilde caudillo, córtate las dos orejas como te mereces, ¡pillol Ea, africano de África desinvaina ese cochillo.

El caudillo moro (preparándose á la pelea con hs cris-Áanos).

Desinvainado está j a . ¡Asísteme, gran Maromal

El caudillo cristiano. De naide auxilio tendrás, porque vas é morir. ¡Tomal

(fface como que le clava la espada y cae el moro ton ¡os suyos: á la vez el diablo cae también boca abajo, po— niMosele encima el ángel que le amenaza clavarle su espadín en un átio opuesto al vientre, lo cual produce en elpúblico grandísimas carcajadas).

El caudillo moro (cayendo). ¡Aj de mí, que j a la tierra

que pisaba, me ha faltado! El caudillo cristiano. Estás vencido, tirano,

j castigada tu infamia. Si ahura 6 Dios no te conviertes ni de tu sezta te alpartas, te cuertaré la cabeza, j en la punta desta espada

Page 148: Las fiestas de mi lugar - Libro

148 LAS FIESTAS DK MI LUGAB

la llevaré por bandera j por trunfo de mi hazaña.

El caudillo moro (íodmía echado en el suelo). [Oh, valeroso cristiano!

deten tu tajante espada, j ajúdame á devantar que me duelen las espaldas: me venció j a tu algumento, j agora te doy palabra de recibir el bautismo, j asistido de la gracia confesar de Dios el nombre 7 el de su Madre sagrada.

(El caudillo cristiano le ayuda á levantarse, como íam-

bién h hacen los cristianos con los moros). Dudaba no poder ser

que de una mujer intauta, naciese Dios hecho un hombre quedando ella inmaculada.

SI caudillo cristiano. No tienes que poner duda pues no hubo en el apto mancha. ¿No has visto tu en un cristal, allá en tus falsos rituales, quel sol Bosprendente dentra sin causar al virdrio males? Pues, asina el sol devino de Jesús, dentrd en María, quedándose tan purísma

Page 149: Las fiestas de mi lugar - Libro

C0STUMBKE18 ABAaoNESASJ 149

como luz de hermoso día. Por tanto sé dende hoy güeno y no hagas más el babieca, renegando bien sereno de Maroma y de la Meca. Así, serás güen cristiano así, seremos amigos, y yo viviré á tu lado po los siglos de loa siglos.

M caudillo moro. Alabo en estos momentos, gracias á Cristo y su Madre, la juerza é tus algumentos y el gran poder de tu sabré.

El cavdillo cristiano. Pues, ¡ea! ¡á la mar pelillos 1 ¡Seamos dende hoy hermanos!

Los crislianos. ¡Viva el ray de los caudillos! Los moros. ¡Viva el ray de los cristianos!

Grandes aplausos y nutrido y variado griterío oyéronse por toda la plaza. Los danzantes, satisfe­chos hasta no más, hicieron luego diferentes evo­luciones al son de la gaita y palilleo del tamboril, descargando acompasados golpes sobre los broque­les que habían tomado, los cuales, de paso sea dicho, eran tapaderas de tinajas. Enseguida danza­ron con los palitroques, todo entre numerosísimos "vítores de la concurrencia, y después, rodeándose al palo del rabadán, éste dejó caer del extremo su­perior doce cintas, y, cogiendo cada caudillo y cada

Page 150: Las fiestas de mi lugar - Libro

160 LAS FIBSTAS DB UI LUQAB

soldado la suya, tegieron j destegiéronlas, Hacien­do bonitos trenzados j formando vistosos grupos, en uno de los cuales, los moros doblaron la rodilla, j los cristianos, sostuvieron al ángel en un broquel colocado sobre la cabeza del diablo; obligando al fin los mismos cristianos á los moros, á desfilar bajo una bóveda de espadas, como si pasaran por otras horcas caudinas. Estando el ángel en aquella elevada posición, dijo al popular abogado contra la peste:

Oh, Roque, patrón glorioso que estás gozando en el cielo, míranos siempre amoroso, j sé de todos consuelo.

No olvides á estos cristianos en sus dolores acerbos, j bendice con tus manos al pueblo de Val de Cuervos.

Nutridísimos aplausos siguieron á estas angéli­cas palabras, j tras unos instantes de descanso, ordenáronse moros j cristianos: el rabadán se puso enmedio sin dejar el adornado palo de las cintas, j se le fué presentando cada uno de aquéllos, para los que tuvo su dicho correspondiente ejecutándo­se á la vez una lijerisima vuelta bailable entre uno 7 otro acto. Antes de comenzar, se dirigió, descu­briéndose, al patrón del pueblo, y le habló d» esta manera:

Page 151: Las fiestas de mi lugar - Libro

003TUUBBBS ABA.GONBSAS 151

¡Oh, San Roque verginal que presidís el dance estel, librarnos de todo mal j en especial de la peste.

Y, puesto que aquí ante todos, tengo los dichos que icír, y que, de diversos modos, por mi boca han de salir;

sus pido que con presteza, vos, que de amor sois alhaja, deis á mi lengua clareza pa no entiyocame miaja.

Desahogado así, se cubrió, se colocó enmedio, j poniéndosele delante el caudillo de los cristianos, he aquí el dicho que le dedicó:

Este chico está esmirriáu dende casistió á un bautizo, y á juerza é pan se comió más de un almú de panizo.

Ejecutada la bailable vuelta al compás de la gai­ta y tamboril, le dijo el mismo rabadán al caudillo de los moros:

Este mozo pal trabajo es mu torpe y es mu brozas, pero encorre como un galgo 6 las viudas y á las mozas.

Ál cristiano i." Este sí ques guapo chico y amigo de divirsiones.

Page 152: Las fiestas de mi lugar - Libro

152 LAS FIESTAS DE MI LUGAR

Al moro 1.

Al cristiano 2°

Al moro 2.'

Al cristiano 5.'

Al moro S.°

Al erisliano i.

Al moro 4.°

que se come sin pelar á docenas los gurriones.

Este se llama Perico, pero le dicen el Chato, porque tiene la nariz como el morro de un zapato.

Este mozo, por lo bruto, debía llevar ramal, porque gana á comer paja á cualsiquiér animal.

Este es chico mu beato que reza siempre el rosario, y á luz y á sombra presigue á la hija del botecario.

Este sí ques guapo chico que tiene ojicos de liebre, y se pirra por comer con su burra en el pesebre.

Este, según mi memoria, ques mozo tan lechuguino, fué un día á besar la novia y le dio el beso á un pullino.

Este sí ques guapo chico, que empina mucho la bota, y por eso baila tanto el bolero de cocote.

Este á quien llaman Licér, es hombre de mucho brío.

Page 153: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUMBBES ABAOONBSAS 153

pero en tocante á comer anguila más cun abrió.

Al cristiano 5° Este sí ques guapo chico, que no tiene nengun diente, por comer tanto pepino y beber tanto aguardiente.

Al moro S." Este, de tan mal color, tiene á menudo torzones, porque una vez se tragó un zarpan de perdigones.

Terminados estos dichos, cuja gracia fué pre­miada con innumerables vítores j salvas de aplau­sos, se OJO un aguardentoso vozarrón que gritó: ¡Que diga el diablo alguna cósica! á cujas palabras s i ­guieron otras, gritando: ¡Si, á! ¡Que diga y cable alguna cosicaaal Y acto continuo el diablo, rindien­do el chuzo, que era un palo con una bayoneta en la punta, se fué al ilustre patrón j le dijo:

Yo, San Roque, te prometo comprarme una carabina, pa matar á los tenderos que en el vino echan fuchina.

Grandes j generales carcajadas demostraron el gusto con que el tio Chispas el herrero ó el diablo había sido oido. Seguidamente bajaron del tablado los danzantes j aun recorrieron algunas calles, haciendo el mismo diablo mil travesuras j asus­tando á chicos j mujeres, contra las cuales di-

Page 154: Las fiestas de mi lugar - Libro

164 LAS FIESrTAS DB UI LUSAB

rigía principalmente sus embestidas el maligno tentador, sin duda por desempeñar su papel más al natural, llegando en esto á tal punto que, cuando se dirigía á algún grupo de mujeres, poníanse éstas en defensa como las vacas al embestirlas un lobo, j , en este estado permanecían, basta que llegaba el ángel, á cuja vista buía repentinamente el diablo.

Al poco rato, quedaron desiertas plazas j ca­lles. Todos se fueron á participar de los placeres de la mesa, habiéndose consumido, según estadísticos datos culinarios, siete terneras, trescientos veinti­siete panes, ciento tres cántaros de vino, setenta j un carneros, treinta j cinco liebres, sesenta j tres conejos, ochenta j seis pollos j muchísimos postres: también se hicieron cincuenta j nueve grandes pucheros de achicoriado café, j se despacharon gran número de botellas de aguardiente, que produjeron bastantes pítimas j algunos partos que no necesi­taron asistencia de comadrón.

A las dos j media de la tarde comenzó á acudir gente á la plaza (deshecho ya el tablado), para pre­senciar la lidia y muerte de tres toros, hallándose enmedio del balcón del Ayuntamiento en calidad de presidente honorario, el venerable San Roque. Allí era de ver como á las cari-risueñas y muy em-peregiladas mozas bailábales el corazón de alegría al contemplarse miradas y remiradas por los baturros del pueblo y forasteros; y como, [las muy gitanas!

Page 155: Las fiestas de mi lugar - Libro

OOBTUMBBBS ABAQONSSAS 155

se esponjaban por los chicoleos más 6 menos subidos de color, que varios de aquéllos les dirigían, yién-doee 6 la vez precisadas á aguantar el espeso humi­llo de los cigarros puros que los matracos fumaban j chupaban con más afán que los muchachos de la escuela saborean j chupan los caramelos j los ciga­rrillos de azúcar. También era de ver como el alcal­de, hecho un portugués de finchado, multiplicábase por los cuatro ámbitos de la plaza, j daba órdenes por acá j acullá, sin reparar á veces en lo que hacía, pues, entre otras cosas aconteció que, al pasar de una casa particular á la del Ayuntamiento, necesitó con urgencia sonarse, y, como no encontrara el pañue­lo, hízolo por equivocación con los dedos, jendo á parar la sustancia mucosa á la arrugada mejilla de una vieja, que, por haber padecido de viruelas en BUS mocedades, tenía la cara como regilla de confesonario, sirviendo el hecho para que hubiese un lijero tiroteo de fuertes palabras entre el supe­rior j la subordinada.

Las ventanas j balcones de la plaza estaban l l e ­nos de espectadores, j , no siendo suficientes aque­llos, rebosaba la gente por los tejados, sin temor al sol abrasador que calentaba de firme: todas las boca-calles afluentes á la misma plaza estaban ce­rradas con carros, troncos de árbol, aladres, cama-justes, puertas j maderos, coronados por mozos de ambos sexos, j especialmente por una caterva de

Page 156: Las fiestas de mi lugar - Libro

156 LAS FIESTAS DE IQ LUaAB

muchachos, que, asomando las cabezas j los brazos por donde podían, representaban muj al vivo cua­dros del Purgatorio.—Hasta que dieron las tres, hora en que había de dar principio la función, en­tretuviéronse los aficionados al arte de Pepe-Hillo j Costillares, en ejecutar algunos ensajos, hacien­do unos de toreros j otros de toros, dando un buen número de mugidos que, por lo perfectamente que los daban, era lástima no estuviesen dotados de una buena cornamenta.—La autoridad suprema, vulgo, alcalde, después de ponerse varias veces detrás de San Roque, para cerciorarse de si el Santo vería bien el espectáculo, advirtió desde allí que en una esquina de la plaza quedaba un portillo por el que fácilmente podría escaparse el toro, j queriendo cerrarlo j no encontrando en tan crítico momento ningún objeto con que atravesar el paso, ordenó ¡el muj bruto! al alguacil j al secretario que pusieran allí fuertemente atado á dos rejasy aun carro, el San Roque que había en la cárcel, pareciéndole que de esta manera quedaba el portillo convenientemente asegurado. Pasados unos instantes, el mismo al­calde asomó la geta por el balcón municipal y luego de decirle en voz baja á San Roque: Congms-tra venia se va á escomenzar la junción, se subió con ambas manos los calzones, sacó de la faja un paño­lón de yerbas, destinado á conservar la policía en flua aloritadas narices, y, haciendo con él una se-

Page 157: Las fiestas de mi lugar - Libro

coermiBBxs ASAGKJNESAS 157

nal entre aplausos j algazara, púsose cada toreador en su punto con la mirada ñja en la puerta de la camecería, por donde había de salir el toro.

Apenas el tío Te-jeringo vid la sefial del alcalde, alargó palmo j medio el cuello j empujando 6 dos hombres que con él estaban en una reja baja, j , echándoselas de andaluz, porque motivo tenía para ello, dijo: ¡Por vía é miz tripaz! Dezapartenzea como coza de un canto de peceta culinaria, que quid ver bien con loz ojoz de la cara, zi eze vicho ez retinto, cuerni-gacho, blando, pegajozo, bravu­cón y de güen trapío.—Tio güeno, echesusté & un lau, decía una mujer tuerta á un hombre bizco que, con otros, estaba dentro de un carro.—Amos, ri-dids. ¿Aonde ñus pondremos pa que la dejemos & usté ver?—¡Otral, replicó la tuerta, como lleva usté pal sol un sombrero que paice un batiagas ú pilámide escachuflada, no me deja usté ver á mí ni á esta criaturica que llevo en brazos.—A estos puestos, añadió el bizco, no se viene con crios. ¡Vaya una sustancia que sacará de la junción!— ¡El crío! ¡El crío! adiccionó la mujer, el crío será usté. ¡TÍO morral! ¿Porque no hi de veníl coa k criatura? Pus puó hacelo, y con más drecho que usté, ques folastero y no ha nació en el lugal.

En esto abrióse la puerta de la camecería, y sa­lió un toro de cuatro hierbas llamado Hermoso. Dio tres ó cinco vueltas por la plaza abriendo repeüdaí

Page 158: Las fiestas de mi lugar - Libro

158 LA.8 FlKSTAS DB HI lAJ&ASL

Teces la boca en señal de hambre 6 de admiración 6 mofa, j , al pasar por junto á las ruedas de un carro, recibid un garrotazo de un mozo que le dijo: ¡Áhi m eso, paisano/ Con saludo semejante, principia el bicho á dar nuevas vueltas á todo correr por la plaza, saliendo primeramente á ella el hijo del tío Casca-huevos, pero, en tan mal hora, que, el animal, enganchándolo con el pitón izquierdo por la culera del calzón, sacóselo por el cuello de la chaqueta, co­giéndole hasta la camisa j algo de carne. Con avi­nagrada cara j abandonado por el toro, se levantó enseguida, enseñando toda la parte occidental del cuerpo, recibiendo ¿ la vez una gran ovación por 8u atrevimiento. Otros mozos, que dieron algunas suertes con fortuna, comenzaron, como en vengan­za, & descargar sobre el toro sendos estacazos con los que le menguaron las fuerzas, fuerzas que se le acabaron del todo por los veinte j tres navajazos que le propinaron los toreros más brutos j de más empuje del pueblo.—Sacado á rastras el ensan­grentado animal, hubo un pequeño descanso, y, pasado éste, el alcalde dijo al carnicero: «Celipe, j a pues abrile al otro toro j púnchale bien po en­cima é la coda, pa que salga furo y escopetiando». Y dirigiéndose á varios de los toreadores, les habló así: «Yusotros, ¡ojo al Cristo! Cudiar que no sus enganche el que va á salir, porque al que le pes­que, ya pué hacer cuenta que se va á cenar esta

Page 159: Las fiestas de mi lugar - Libro

OOSTUHBBBS AIUOONB8A.S 159

noche con la mesma Santisma Trenidá en presona». El carnicero di6 suelta al segundo toro, con sínto­mas de buey, mogón del cuerno derecho 7 de bas­tante genio, por lo cual al principio mir&ronle los mozos con algún respeto, pero luego fueron salien­do á la plaza hasta los menos animosos, hicieron diversas suertes j sufrieron muy buenos porrazos al saltar por unos maderos que les servían de valla. Sin hacer caso de esto, entráronle ganas i un mozo forastero, j a rancio, llamado Rudesindo, hijo del tío Calambres, vecino de Mata-puercos, de lucir un poco su arrogancia en la plaza j darse & conocer del público con una sorpresa. Al efecto, j ¿ guisa de capa, cogió una saja de bajete encarnada j se puso delante del toro, el cual acometiéndol» en seguida, de un topetazo lo tiró patas arriba ocasio­nándole una regular herida en el muslo izquierdo. Los mozos, corrieron luego en su auxilio j condu-jéronle á la Casa de Ajuntamiento, á donde acu­dieron para curarle varias compasivas mujeres que prorrumpían en sollozos j frases de sentimiento j amargura, á la vez que otras mujeres—para las que no había más prójimos que los nacidos en Yal de Cuervos—, decían á las primeras: Callana, tontas. No sus asuslU. ¿Pus no vis que aforlunaamenle este mozo no es daqvi de nuestro lugar?

Pasado tan triste incidente, unos mozos capearon un poco al toro, j otros, armados de varas j garro-

Page 160: Las fiestas de mi lugar - Libro

160 LAS FIESTAS DE MI LUGAB

tes arremetiéronle con infernal gritería: el pobre animal, viéndose tan acosado, recorrió toda la línea de carros, j , abriendo brecha por donde estaba San Roque, echólo á rodar como si lo hubiera estado ensayando quince días, y se coló fuera de la plaza, dando lugar con esto 4 que muchos espectadores se rieran j gritaran, j á que otros, especialmente fo" rásteres, censarasen la brutalidad del alcalde que había mandado poner allí la imagen.—Dos pasto­res consiguieron traer al huido toro, que, muerto 6 asesinado, sirvió al día siguiente de alimento á la majoría del vecindario, consumiéndose del propio modo la carne del tercer toro, á quien no fué nece­sario matar, porque á poco de salir á la plaza, so­brevínole un accidente que lo dejó espatarrado y sin vida al pie mismo de la Casa Concejil.

A las ocho de la noche, encendiéronse unas cuan­tas teas en la plaza, y, á su luz y al compás de la música, comenzó un baile general que duró hasta las doce de la noche.—Yo, como simple espectador y cediendo á las repetidas instancias del dueño, asistí al baile particular que se dio, con asistencia de la rondalla, en un granero de la casa del popu­lar y graciosísimo tio Bolchacas, granero en el que, fuera del espacio que ocupaba la música, había sillas al rededor, y daban luminaria un grande y antiguo velón de cuatro mecheros, colgado en medio del techo, y varias arandelas con velas de sebo & lo*

Page 161: Las fiestas de mi lugar - Libro

OOSTüMBBES ASAGtONESAS 161

lados: iluminaban las escaleras dos averiados quin--qués de petróleo, colocados en los rincones del suelo, j , al patio dábale luz un enorme candil tabernario, <{ue despedía no tan mal olor como el que salía de la cuadra j de la zolle ó choza en que se oían gru­ñir unos cerdos.—^En el intermedio del segundo al tercer baile, entró la seña Filara, dueña de la casa, •con una gran bandeja de rosquillas blanqueadas, sequillos j bizcochos, jendo detrás su hija Lucía, rubia como las espigas del campo, con otra ban-•deja llena de copas de retafía y aguardiente; y por fin, acompañábalas la criada Manolíca, mozuela decidora y vivaracha, con otra bandeja con vasos do agua muy fresca y cristalina. Después que todos participaron del obsequio, que se repitió de hora en hora, continuó el baile con mucha mayor animación que antes, hasta allá á las diez que se oyó una estentórea voz que dijo: Siñmes: que se sal­ga too Dios ajuera un útantico, porque se va á rujiar. Obedeció la concurrencia y entró un bien plantado mozo con un pozalón de agua que derramó á su gus­to por el yesoso suelo y hasta por algunas sillas; y terminada esta operación, volvió á gritar á los asistentes: Ea. Ya puen dealrar loas ol/ra ves, que ya se Íes hi puesto too bien fresco. Enseguida fué reanudado el baile por unas cuantas parejas, mientras otras departían amorosamente, explicándose de este mo­do: Chiquia, Panlaliona, le decía un desmanga-mazos

44

Page 162: Las fiestas de mi lugar - Libro

162 LAS FIESTAS OB Itl hVOÁB,

á SU prometida: como no me case con (u pa esta Namdá^ es que me tiro de punta cabeza á la balsa. GontestaBdo la moza: ¡JUiá que cosa quies hacer! ¿Sólo eso? Pus yo-aun más.—Otro baturro le hablaba «sí á una m u ­chacha picada de viruelas: áicucAa, Berlolumea. ¿Quies échale una porquica con este cura? Y la doncella le res­pondió: No pué ser, maño. Te lo agraezgo mtwhismo, pero, dende quel mes pasan tuve aquellos ataques á los nkroos, no puó vakiar ni dar la más pequeña gütUa, porque desiguido matonlo y me dan varios de cabeza, me dentran stidaeras y acongojo, y gamito loo cuanto llevo encierrau drenlo del arca del cuerpo.—¿Te cansas, salero mió?, le preguntaba un matraco 6 su corteja con quien bailaba; y ella le contestó: ¡Qmmi de cansar! ¡Ni por pienso! Causalmente me pasaría bailando toa h taniisma noche sin hártame ni alosigame miaja. Y con tu menos, ¡mostrenco! A lo cual replicó él; ¡Jolin, quere-quierbos y que florecicas mechas, ¡pelindruscal Y ella le añadió: No hagas caso, mañico. Masiau sabes, Apapudo, caunque le diga lo que me paizca, siempre hago patuy tengo el animo y prepósito de ser tuya ú del sepuclo. A esto repuso el matraco: ¡Concho! No mobles d mi de co­sas de cimenterio, porque se me enliernece el corazón y me te pone más blando cun ingüento. Y, hago al lector gra­cia de otras conversaciones baturriles un tantico maliciosas. Se me olvidaba decir que también yo i&e determiné á echar mi cuarto á espadas con una joven forastera, bisoja y con un sombrero

Page 163: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUICBBBS AIU.€K)NBSAS 1€3

lleno de flores j animales de pluma, que cirejéa-dola apasionada por la música & causa de oiría ta­rarear algunos de los bailes que tocaban, la dije^Ss-ñorita: usted es filarmónica, ¿verdad? Y ella me respon­dió: Quid, no señor: si soy de Balbaslro.—Por fin, se bailó la Jota por todos los concurrentes; se canta­ron varias coplas sumamente ingeniosas j hasta picarescas; y al último hubo trago de despedida 6 de arranque, con lo cual terminaron ¡las fiestas se­ñaladas para el día de San Roque.

Page 164: Las fiestas de mi lugar - Libro

CUADRO QUINTO

En el que hay solemnidad religiosa, corridas en borricos y en talegas y de vaquillas y novillos,

repetición del dance, fuegos artificiales, función de teatro y otras cosas

que sabrá el curioso lector.

El diez y siete de Agosto ó sea el tercero de las fiestas (contando como primero el día quince, vís­pera de San Roque), se celebró á las ocho de la mañana. Misa de un solo Cura, cantada por los mozos con acompañamiento de instrumentos de cuerda, que, al alzar tocaron la consabida Marcha real, y antes y después un par de habaneras y una polka, ejecutando al fin la verdadera Jota aragonesa del maestro Lahdz, que hizo bailar el corazón de todas las mozas, el de varias casadas y hasta el de algunas Hora-duelos y viejas carrasqueñas que.

Page 165: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTÜKBBSS ABAQ0NB8AS 166

con cara de responso, habían concurrido á la Igle^ sia.—A las nueve repitióse el dance en las afueras del pueblo, j sobre las once tuvo lugar la corrida en burros con albardas sueltas, que produjo gran ale­gría é incesante risa k la apiñada muchedumbre J ocasionó no pocas caídas y ridículos movimientos & los mozos que tomaron parte, distinguiéndose, por su seguridad 7 diligencia, el hijo del tio Cata-salsas, el sobrino de doña Calvario, hermana del cirujano, j el hijo del tio Poco-pelo, dándoseles, como premio, al primero, seis pollos; al segundo, cuAtro; j al tercero, dos, j siendo acompañados después hasta la Casa Consistorial por la destem­plada murga del lugar.

Por la tarde acudió un gentío inmenso á la ce­rrada plaza para presenciar la corrida de novillos 7 vaquillas, saliendo al medio unos cuantos mozos que hicieron alarde de sus atléticas formas, capaces de habérselas mano á mano con los astados brutos con que iban á divertirse ó salir descalabrados. Hasta la hora de la función entretuviéronse un re­gular número de mozalvetes jugando al toro, reci­biendo, en vez de cornadas, fuertes puñetazos j tremendos cachetes. La casualidad hizo que me tocara presenciar este espectáculo en un balcón in­mediato al en que, entre otras personas, se halla­ba un señor septuagenario, jubilado del ramo de Hacienda y llamado don Espiridión, natural de la

Page 166: Las fiestas de mi lugar - Libro

166 LAS FIB8TAS DB KI LUOAB

Almolda, vecino de Zaragoza j hospedado durante las fiestas en casa del conocido en mi lugar por el tio> Cosca. Así que el anciano forastero, que lleva­ba grandes gafas, se asomd al balcón,, empezd é no­tarse en la más inmediata parte del público, cierto susurro de mal agüero con síntomas alarmantes, particularmente en las mujeres, que fué en aumen­to, basta que baciéndose general, no se ojeron otras voces que las de: ¡Que se quite los sarUiojos! ¡Que it desamonte hs antriparrasl ¡Que se desaparte los virdriosl ]Ajuera las antojerasl Y el bueno de don Espiridión, que no les entendía y que estaba muy lejos depen-sar que aquellas voces referíanse á él, quedó gran­demente sorprendido cuando el tio Cosca le advir­tió que él mismo era el motor de aquel tumulto, «iladiéndole: «que sino se quitaba los antiojos le sería imposible responder de su seguridad, porque, en aquel pueblo no le gustaba á naide que le vio-tan de otra manera y hechura que aquella que Dios le había dado».—^Maravillóse de esto el medroso don Espiridión, y, aunque no adivinó la razón do tan garrafal desatino, le pareció, y nos pareció lo m&B prudente para calmar pronto los ánimos, que descabalgara¡sus anteojos,con lo cual aquellos semi-aalvajes se dieron por satisfechos. Debo consigntf' aquí, que el motivo que tenían para mirar coa tanta ojeriza 6 los anteojos, según pude averiguar, dimanaba de que los lugareños habían oído deeir

Page 167: Las fiestas de mi lugar - Libro

(XWTXTMBBES ABAGONESAS 167

que con los cristales de aumento se veían las imá­genes invertidas, j sacaban la consecuencia de que «i las cosas se ponían patas arriba, las mujeres se pondrían también, lo cual era un escándalo, j no podía menos de ser una invención de Satanás.— Luego que dieron las tres, el mofletudo alcalde, que {Leseaba cortar el barullo armado por las gafas del pobre don Espiridión, asomó su avinagrada cara por el ancho balcón de la Casa Concejil, con no poca algazara y aplauso de los concurrentes, y, sacando «u pañolón de hierbas, hizo la señal para dar co­mienzo á la función, previa, por supuesto, lávenla del santo Patrón del lugar que, como en el día an­terior, presidía honorariamente la taurina fiesta.

No bien tremoló en los aires el alcaldesco mo­quero, digo, pañuelo, cuando ya se abrieron de par en par las puertas de la carnecería, para dar franca salida á un robusto novillo. Después de ha­berlo capeado y más capeado los mozos, oyéronse varias voces que decían: ¡Que salga eltio Jabalil ¡Que íalga el lio Jahalil; y, en efecto, inmediatamente se presentó en la plaza una ñgura gigantesca, cerdosa y atezada, de formas atléticas y espantosa catadura. Por todas partes resonaron numerosos aplausos, á los que el atento tio Jabalí correspondió con grave continente, y, luego de persignarse antes de aco­meter el peligro, como cristiano á prueba de bom­ba que era, se dirigió al novillo que sin duda no

Page 168: Las fiestas de mi lugar - Libro

168 LAS FIESTAS DB lU LUOAB

creía tan bravo como él, j haciéndole señuelo coa un ancho j encarnado delantal de mujer, comenzó á incitarle j á llamarle: Collón, güey cansino, poco-hombre, hijo de mal padre, j otros términos más in ­sultantes, con los que se figuraba picar el pundo­nor de la bestia: al fin, esta incomodóse como era de esperar, y, escarbando la tierra y levantando el polvo con sus bufidos, arremetió con el major em­puje & su contrario, quien le sacudió tan recio ma­notazo en el hocico que resonó como la palmada de un gigante. Pero no fué esto lo peor para lares, sino que metiéndole los dedos por los agujeros de las narices, la asió con la otra mano del asta con tal destreza, que, con pocos esfuerzos que hizo le torció la cabeza j dio con ella en tierra enmedio de estrepitosos aplausos j aclamaciones. Levantóse el vencido animal estornudando y se fué mohíno á un rincón de la plaza huyendo de su adversario, que con grandes voces decía á los espectadores: ¿De qué íKi almirais? ¿De qui tumbau al novillo? Pm, ¡moñol ¿Que no soy^yo de carne y güeso lo mesmo que él? Un largo palmoteo siguió á estas palabras, retirándose el tio Jabalí más colorado que un cangrejo cocido j completamente satisfecho de su brutal hazaña.

Otro jabalí, digo no, otro novillo vivaracho y corretón salió luego á la plaza repartiendo testarra-208 á todo ser viviente que se ponía delante. Llamó la atención un rollizo y afanfarronado patán que

Page 169: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUIfBBES ABAOOMESAS 169

estaba haciendo muecas debajo del balcón de la Justicia, á cuja barandilla había atado la faja para subirse por ella apoyando los pies en la pared en caso que el novillo le embistiese: acometióle en efecto, j , cual fué sir apuro al intentar la subida que él había creído fácil, pues no tuvo la precau­ción de quitarse unas alpargatas que había estre­nado aquel día, y como la suela no se había dea-gastado aun, se escurría en la pared j todo se le volvía hacer zapatetas en el aire sin poder elevarse á más altura. El público reía á mandíbula batiente: las bellezas, más ó menos palurdas, estiraban la gaita cuanto podían para ver la cara del paciente, á quien el novillo daba de cuando en cuando un amable boleo, habiendo perecido quizá si la mano ó los buenos puños de la Justicia de Val de Cuer­vos, no le hubiera auxiliado tirando de la faja, visto lo cual por un mozalvete forastero que había en un carro, se encaramó sobre sus compañeros j pronun­ció estas palabras: Siñor arcalde, mire sú mercé lo qui hace. Porque ha é saber mié que ese mozo es de mi pueblo y yo sé que debe morir, porque la lia Grulla, que tiene fama de bruja y enchicera, le dijo en una ocasión que habia é morir por unos cuernos. Y cuando ella lo dijo, *e cumplirá. Yu lo nerá su mercé, porque ese es su sino y naide debe oponese al sino de naide.

Pasado este risible acontecimiento, siguieron los ntozos capeando bastante diestramente al robusto

Page 170: Las fiestas de mi lugar - Libro

170 LAS FIESTAS BB MI LÜGAB

noyillo; j otros, desde la parte exterior de un im­provisado toril, comenzaron á descargar limpios garrotazos sobre las costillas del animal, cuantas veces pasaba éste por junto al armatoste que les servía de valla. Escocido sin duda, de tanto palo como recibía, se fué al centro de la plaza, j desde allí principió á dar tan buena cuenta de sus cuadrú­pedas j cornúpetas facultades, que la dejó con esca­so número de lidiadores. Estos, sin embargo, supie­ron volver también por el decoro de la humanidad, j en breve rato se halló ya {el ¡cornúpeto sin ganas de ñestas. Apesar de esto, tenía de vez en cuando salidas tan repentinas que terminaban con tozoladas j batacazos de padre y muy señor mío. A la par que menguaban las fuerzas del animal crecia el número de aficionados, los cuales principiaban ya á des­cargarle nuevos estacazos, cuando la autoridad al-caldesca mandó que sacaran los güeyes para relevar­lo, y por evitar que, á su vista misma, cometiérase un nomllicidio. Siguiéronse tres ó cuatro vaquillas por el mismo estilo poco más ó menos, pero como la relación de sus fecliorías sería quizá demasiado pesada y monótona, dejaré por un momento vacas y novillos, para dar una ojeada sobre ciertas nota­bilidades de la plaza.

Entre la cuadrilla de lidiadores excitó la curiosi­dad un joven que parecía reunir la lijereza del ga­mo, la agilidad de la ardilla y la astucia y serenidad

Page 171: Las fiestas de mi lugar - Libro

oosTUítKaas ASAOONESAS 171

de la raposa: al yer sus formas airosas j livianas, su aspecto siempre alegre, sus ojos vivarachos j saltones, fácilmente le marcará cualquiera por na­cido en las orillas del Manzanares: parchear al toro, saltar al trascuerno. j capearlo coa un ancho pa­ñuelo limitándose á un estrecho círculo, todo se lo hallaba hecho con la mayor soltura j destreza: si la vaca acosaba algún indiscreto aficionado, al punto estaba allí para echarle su capa torera; si sacaban algún moñaco, él era el que lo empinaba y citaba á la res para que le embistiese j sacase sus pajizas tripas: la plaza toda resonaba con sus aplau­sos, j , tanto las hermosas como las feas, tremola­ban sus pañuelos en obsequio sujo. Algunas h i -ciéronse con él ilusiones, pero en vano, porque las miradas de Chirivias (que así se llamaba el mozo), tenían su norte en un balcón donde estaba la Cola-sica, hija del tio Tripa-güeca j una de las doncellas más garridas que comía j bebía en Val de Cuervos. Empero, por mucho que Chirivias la mirase, más aún mirábala desde un rincón, otro mancebo, de viril musculatura, apostura gentil j andar resuelto, apodado Rompe-esquinas, hijo de la tia Barrigona 7 del tio Bscula-grillos, y el mozo más valiente que se paseaba por la ribera del Ebro. £1 ojo más pers­picaz conociera en la alteración de su rostro, que alguna pasión violenta le agitaba y esta pasión era la ds los celos, que paralizaban sus movimientos al

Page 172: Las fiestas de mi lugar - Libro

172 LAS FIESTAS D£ UI LtlOAB

paso que hacían hervir su sangre con un fuego devoradoT. Cada aplauso que se daba al madrileño era una flecha que atravesaba su abatido corazón.

Apercibido Chirivías del motivo de la inacción j desasosiego de su rival, quiso jugarle una partida serrana. Al efecto, encaminóse derechamente al bravo j bien armado novillo que había en la plaza, hizo dos ó tres cabriolas delante del balcón de la Colasica, y dirigiendo á esta una mirada como de lidiador que toma la venia de la autoridad, j , mar­chando hacia la res, la citó, le persiguió hasta el ángulo donde estaba el mohíno Rompe-esquinas, y, al llegar junto á él dio una media vuelta, do-jando burlado al animal, y, casi frente á frente de su desapercibido adversario: al oir éste el ruido, miró en derredor de sí y vióse enteramente perdi­do, pues no tenía escape: todos los espectadores prorrumpieron en un grito de terror, especialmente la Colasica, que dio un alarido que penetró hasta lo íntimo del alma de Rompe-esquinas, y por el cual conoció éste que todavía la moza abrigaba a l ­gún interés en favor suyo, pues de lo contrario no se asustara por su suerte. Animado por esta instan­tánea reflexión, y viendo al terrible animal que ya le embestía, decidióse á una acción desesperada, y después de arrojarle la manta á los ojos, se le aga­rró á los agudísimos cuernos y principió con él una lucha descomunal. Avalanzóse entonces un robusto

Page 173: Las fiestas de mi lugar - Libro

00STU1CBBBS ASAOONESAS 173

gañán j comenzó á tirar de la cola del fiero novillo con toda su fuerza. Alparta, chiqüio (le dijo Rompe­esquinas), que quió habemelas con él mano á mano.— Ya sabes, chico, dijo el gañán, ^ue íu amigo Calisíro en jamás de Dios ti ha dejau solo; j sacando una na­vaja de media vara fué á clavársela al bicho, pero antes que pudiera hacerlo, apretó Rompe-esquinas los dientes con toda su rabia y haciendo un gran esfuerzo, dio con el animal en tierra sin ajenas in­tervenciones, diciéndole con aire de triunfo: ¡Ah, ffurriónl ¿Qué le paicia, que no ti haUa é vukar? ¡Qué pro-hecico eres I A conocimiento me podrás ganar, pero lo ques á juerza, m toa lu recochina vida.—Y con esto finalizó la corrida de aquella tarde.—Por la noche se que­mó una regular colección de fuegos artificiales, que gustaron mucho, sobre todo cuando en el último apareció dando vueltas la imagen de San Roque, y el perrillo que abría y cerraba la boca y á menudo meneaba la cola ó la coda, como decía la gente.

En las primeras horas del siguiente día, diez y ocho de Agosto, estuvo ocupadísimo el maestro don Agapito preparando iodo pera los exámenes que habían de celebrarse á las diez de la mañana in­mediata. Mira, Demetria, le decía á su esposa, cuenta los diplomas y las estampas, mientras yo pongo en la mesa las coronas: una de ellas tiene que ser para el hijo de la tia Rita, que ya sabes que con frecuencia me manda fruta, algún pollas—

Page 174: Las fiestas de mi lugar - Libro

174 I<A8 FIBSTAS DB ID IiUOtAB

tre j tal cual pichoncico; otra la destino para el sobrino del alcalde, que aunque es muj bruto y muj exigente, es el que nos gobierna con la vara de la autoridad; otra corona guardo para el cbito de la tía Ponciana, que en el invierno no» trae presente de mata-puerco, y en el verano magias y alguna libreja de chocolate; otra para el nieto del secretario que es el que nos paga y conviene te­nerlo contento; y las demás coronas para los chicos que las merezcan, gi bien yo, para que nadie se ofendiera, coronaría á todos los muchachos y 6 sus padres, y al Ayuntamiento y hasta al pueblo en­tero, sin dejar al buey ero, al dulero y al pregonero.

La lia Rita (entrando con una cesta de peroi). Güenos días tengan ustedes, siñor maistro y siñá maistra. ¿Qué tal, va bien?

D. Agapiío. Hola, tía Rita. No hay novedad. ¿Y usted?

La lia Rita. Tamien estoy güeña, gracias k Dios, y en casa naide se quié morir. Hi salido al ama­necer á la güerta y como había tanta fruta madura pol suelo, hi dicho: voy á llévale unas pericas á Don Gapito, y aquí las tienuste.

D. Agapito. Ah. Muchas gracias, muchas gracias. No sé porque se incomoda usted.

La tía Rita. Quiá. Si no es nengún incomodo. Al contrario. Causalmente á mi y á mi marido ni» paice too poco pa ausequiale á usté y págale en

Page 175: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUHBBBS ASÁdOÜSSAS 175

nuestros cortos alcances lo mucbísmo que baoe por nuestro chico.

B. Agapilo. Es deber mío, tía Rita. Para eso me pagan.

La tia Rila. Si, pero masiau que no se ñus escon­de y que vemos nusotros que mi cbico le ba den-trau á usté po el ojo drecbo. Con la boca abierta ñus quedamos j la baba se ñus cai, cuando viene á casa j ñus redata que misió cuantas cosas que usté con su santa pacencia le mete en- el celebro.

D.* Demetria. Mire usted. Estas coronas j estos otros premios son ya para los niños.

La tia Rita. Desiguido que lo bi visto, me lo hi fegurau, dueña Dimetria. Pero, oiga usté. Bato aera pa dimpués de los desámenos, ¿verdá?

D. Agapiío. Naturalmente. Vea usted, que bien le ban salido á mi mujer las coronas.

La tia Rila. Vaja. Si. Mu majas y mu bonicas están. Si yo hubiá sabido esto, le podía haber trai-dq & usté un güen manojo de viruletas y ababoles j un gran fajo ú brazau de alfalce, pa cubiá usté hecho esas coronas más grandes y más verdes.— Oiga usté, siñor maistro. Supongo que una cotoni-ca no ejará é ser pal hijo é la botecaria, ¿eh?

D. Agapiío. ¡Válgame Dios y que cosas le ocurren 6 usted, tia Rita! Eso no puede decirse hasta la terminacidn de los exámenes.

La tia Rita. Amos. No se haga usté el desímulau.

Page 176: Las fiestas de mi lugar - Libro

176 LAS VIESTAS DE MI LUGÁB

Si sabré yo quel novio ú cortejo de su hija de usté es hermano dése chico que viene 6 la escuela. Pri-cisamente pega usté con una mujer que sabe po la menuda too lo güeno y lo malo que pasa en el lugar, sin que se me reselve nengún escondrijo. Ah. Oiga usté. Áspero que á mi Geronimico no ejará é dale tamién una coronica, ¿verdá?

Don Agapilo. "Ño quedará usted descontenta, y si puedo he de hacer que su hijo de usted sea herma-frodita 6 cosmopolita en las letras. Además de que se la merece,sobre todo en la asignatura de Moral.

La lia Rila. ¿En moral? No me extraña, porque su agüelo era mu añcionau á eso, y como criaba gusanos de seda, les daba á too pasto unas veces hojas de morera y otras veces hojas de moral.— Conque, vay, Don Cabrito, digo, Don Gapito, le doy á usté las gracias por su interés en que mi chico se respingue y samonte encima é toos en las cosas de letra, y me voy ya á casa, porque se está hiciendo tarde y aun tengo que negociale el |al-muerzaá mi hombre. Ea, malogro é velos tan gua­nos y tan guapicos, y quedensen con Dios.

Dan Agapilo. Con él vaya, tia Rita, y muchas gracias. (¡Qué guapa y qué frescona ha debido ser esta mujer en sus buenos tiempos! ¡Aaay! ¡Si yo volviera á tener veinte años!).

Unas tres horas después de esta escena, se veri­ficó la corrida de entalegados, llevando los corre-

Page 177: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUMBBES ABAGONESAS 1T7

dores 6 saltadores la boca de la talega atada por el pecho j por debajo de los sobacos, habiendo toma­do parte en ella el hijo del tio Campa-solo, el nieto de la tia Girula, el hijastro del tio Cotorro, el so­brino de la tia Santera j el entenado del tio Casca-rabias; y después de sufrir innumerables caldas y golpes en la cabeza, entre inacabables risas de la nutrida concurrencia, ganaron solamente premio de pollos, el segundo y último de los corredores.

Por la tarde á las tres se celebró la úl t i ­ma función de novillos y vaquillas, función en la que no fué ya Chirivías el que llamó la atención y logró arrebatar los aplausos, porque su censura­ble conducta había concitado los ánimos en contra Buya, y él mismo había dado margen á que le su­plantase su competidor, el cual, reanimado con el grito de su adorada Golasica y la consecuencia que de él sacó, transformóse en otro hombre y recobró sus abatidos bríos. Además, el supremo esfuerzo y ánimo sereno mostrados en la lucha sostenida, habíale atraído en su favor un interés casi gene­ral; así es que, por donde quiera que iba, convi­dábale la gente de bota con el blanco de Cosuenda, con el clarete de Robres ó con el tinto de Aniñón, según eran las facultades de los de botos. Por su parte Rompe-esquinas, envalentonado con tantas «tenciones, excedíase á sí mismo haciendo á cada paso prodigios de valor, pues es sabido que para

13

Page 178: Las fiestas de mi lugar - Libro

1 7 8 LAS FIESTAS DB MI LUGAB

obligar á un hombre á que sea temerario, no ha j mejor medio que tributarle desmedidos aplausos. Y poco faltó para que este arrojo no tuviese funestas consecuencias. Digo esto, porque habiendo pre­senciado la función de la tarde anterior un zanqui­largo j boqui-tuerto aprendiz de sastre, apodado Chupa-guindas, hijo de la tia Gila y del tio Poco-culo, y teniendo por demás envidia de los palmoteos que consiguieran Rompe-esquinas, Chirivías y otros varios aficionados, ardía en rabiosos deseos de cu­brirse de ¡guales laureles, y determinó tomar una parte muy activa en aquella tercera función de Caemos y hacer todo lo posible para atraer sobre sí todas las miradas del público. A ñn de conseguirlo ideó un plan ingenioso á la par que original. Para llevarlo á cabo se dirigió á la plaza durante el me­diodía, mientras los novillos y vaquillas consolá­banse á su modo de las averías pasadas, y ayudado de algunos amigos, á quienes reveló parte del pro­yecto, abrió un hoyo en un lado de la plaza (no sin previo permiso de la autoridad), y metieron dentro de él una tinaja de las más grandes y barrigudas que se hacen en la aragonesa villa de Muel: luego que estuvo bien apisonada la tierra de alrededor y nivelado el piso de modo que los bordes no salie­ran de la superficie del suelo, embutióse en ella el impávido Chupa-guindas, ni más ni menos que como se mete un conejo casero en el cántaro que le sirve

Page 179: Las fiestas de mi lugar - Libro

CXJSTTJHBRES A I U O O N E Í A S 179

de gazapera, j desde aquella especie de trinchera comenzó á acosar impunemente con una garrocha al novillo, novillo que por fuerza debió admirarse (si es que los novillos se admiran), de que hasta la tierra pariérale enemigos. Ocurrió, pues, que ha­biendo atisbado el animalejo el objeto estimulante é irritado sin duda de tan baja osadía, arremetió hacia él con tal ímpetu, que faltó poco para que sucediera un de-sastre, porque apenas le dio tiempo para tirar la garrocha j cubrirse á medias con una tapadera fuerte de madera que, para tales casos, tenía al lado. Pero el bicho, que sin duda debía ser gran geómetra, calculó tan bien la distancia y supo bajar los cuernos tan perfectamente, que de una topetada arrojó por los aires la tapadera hecha pedazos, dejando al pobre Chupa-guindas con el agarradero en la mano j agazapado j sin defensa. Después, bien fuera porque conociese la dificultad de penetrar en aquella sima,. á la que manifestaba gran querencia; bien por no contaminar sus glorias con una victoria desastrosa; 6 bien porque tenía demasiado suelto el vientre; el hecho fué que el animal volvió las posaderas, j , tendiendo su cola sobre el espinazo, hizo encima de Chupa-guindas cierta cosa, que jo quisiera no tener que indicar ni aun remotamente, en obsequio del olor j la lim­pieza. Yírnot!, que lo puso al sastre peididica de porquería.

Page 180: Las fiestas de mi lugar - Libro

180 LAS FIESTAS DE JO LÜQAE

Viendo esto Rompe-esquinas, j temiendo que el peligro fuese mayor, se arrojó á la defensa del en-tinajado, que era primo suyo, y, como tal, habíale cosido y pespuntado los calzones de pana azul con que campaba en aquel momento, pero esta vez la fortuna no le fué propicia, pues queriendo repetir la suerte de la tarde anterior y postrar en tierra al novillo para subsanar de este modo la afrenta de su pariente, intentó asirle de las astas, pero yolvién-dose repentinamente el animal, le dio una lijara cornada en un brazo: y, no fué esto lo peor, sino que, por evitar una cogida, se vio en la precisión de arrojarse de cabeza en la tinaja, con no pequeño detrimento de la limpieza de su cara y sus vestidos, que se pusieron llenos de escrementosa sustancia. Claro es que tan sucio y tan mal oloroso incidente dio que reír muchísimo á la concurrencia, y que esta lo comentó con singular gracia y alegría.

El alcalde-presidente, viendo ya que el rubicun­do Febo se despedía para ir á ver otros novillos y vaquillas en los antípodas, mandó sacar los cabes-tees que volvieron al toril conduciendo á su com­pañero como en triunfo, y con esto se suspendió la sesión basta nueva orden, para dar tiempo á que refrescase la autoridad, ínterin que la aristocracia de los balcones tomaba chocolate y agua con holats, j el pueblo soberano, convirtiendo la plaza en me­rendero, comía de largo y esprimia hasta la pez de

Page 181: Las fiestas de mi lugar - Libro

OOSTÜMBHES ABAGONESAS 181

los botillos: es decir, suspendiéronse las vacas para dar lugar á Baco.

Así que se conclujd el refresco, Tolvidse & anudar el hilo interrumpido de las vaquillas, sa­cando á la plaza un ternerito de medio año para diversión de los muchachos, y con el plausible ob­jeto de irlos avezando á estas lides: acosado el pe­queño animal por aquella diabólica turba, se de­fendió muy bien por un rato, con perjuicio de los calzones y aun de las pueriles nalgas, hasta que agotadas sus nacientes fuerzas principió ái ceder, viendo lo cual la autoridad y los vivos deseos de los ciudadanos adultos de probar que tal se lidiaba con el compañero, mandó sacar la última vaquilla, que por cierto no íué vaquilla, sino un toro más grande que un trinquete. Entonces Rompe-esqui­nas, deseoso de recobrar el honor comprometido de resultas de la pesada aventura del penúltimo comú-peto, tomó un cuéoano que le prestaron en el me­són, y salió con bizarro continente gritando: «ai aiémno, al cuévano: á formar la culebra.» Agregósele una turba de hasta doe docenas de mozos, y se abrazaron de la cintura unos detrás de otros for­jando una larga cadena en pos de Rompe-esqui­nas. Luego que éste vio tan bien cubierta su reta­guardia, se desprendió de los brazos de su amigo Caliste, que le tenía ceñido por la cintura, y vol­viéndose con aire marcial para ver quiénes eran

Page 182: Las fiestas de mi lugar - Libro

182 LAS ÍIBSTAS DB MI LÜGAB

aquellos intrépidos que se habían alistado bajo la enseüa del cuéyano, divisó entre ellos á su. compe­tidor Cbirivías, y, alzando enseguida la voz j con los ojos centellantes de cólera,les dirigid, en vez de arenga, la siguiente orden del dia:

«Sus aviso que cuakiquiera que rompa la trena pagará el «tno pa loos, y el que no quiera que se vaya más allá de donde jue el Padre Padilla.» Amen, gritaron todos, j Caliste añadid: Hala, chiquios. A ver si sus agarráis bien, y noMlis quel que la haga la paga. Acto seguido volvió á sujetar con sus fornidos brazos la cintura de Rompe-esquinas, j , con cierta expresión de ter­nura j valor al mismo tiempo, le dijo: «Ea maño, va­mos andúviendo, que la pracision está detuvia y...» No tuvo tiempo para concluir la frase, pues adivinan­do quizá el toro su pensamiento, determinó abo­rtarles el trabajo de buscarlo, j se fué para ellos co­mo un cohete. Avalanzóse contra aquella columna cernde,imágen en miniatura de la falange mace­dónica, que le recibió con un grito de ánimo empu­jando con brío para hacerle retroceder: en vano el toro luchaba contra la boca del cuévano, que apoya­do en la tripa de Rompe-esquinasysostenido por su^ nervudos brazos, le obligaba á conservarse á cierta distancia, pero no respetuosa. Retiróse el animal viendo la inutilidad de sus esfuerzos, y tomando otro partido principió á embestir de flanco con no poco trastorno de los que estaban los últimos, que

Page 183: Las fiestas de mi lugar - Libro

C09TU1ÍBBES AEAGONESAS 183

tenían que recorrer un radio demasiado extenso, para conservarse siempre á retaguardia de Rompe­esquinas. Este, por su parte, se afanaba en presen­tar al toro el cuévano, pues su obligación era dar­le siempre la cara para proteger á los que guar­daban sus espaldas: con todo lio pudo evitar que ¿ujesen los que estaban los últimos, viendo la obs­tinación del bicho en no atacar de frente sino por el flanco. Lo peor fué que así que se desbandaron embistió el toro con tanta fuerza, que después de forcejear por largo rato, abandonado Rompe-esqui­nas de todos excepto de su inseparable Calistro, j debilitado algún tanto su brazo por la herida, aun­que pequeña, vinieron ambos al suelo, pero sin soltar el cuévano. Levantóse Rompe-esquinas rápi­damente, y avalanz&ndose hacia el toro que bre­gaba por desprenderse de una manta que le habían echado sobre la cabeza, le sacudió con el cuévano tan estupendo porrazo sobre los cuernos, que reso­nó el golpe por todos los ángulos de la plaza.

Atónito el animal con golpe tanto, huye llevando la funesta manta: y, dolido el alcalde del quebranto, abre el toril, y la sesión levanta.

Llegó la noche y con ella la hora de ir á la co­media. El veterinario y el doctor de Val de Cuer­vos, es decir, los médicos de los animales irracio­nales y racionales respectivamente, tomaron á em-

Page 184: Las fiestas de mi lugar - Libro

184 LAS FIESTAS DK MI LUGAB

peño (sobre todo el primero y por eso le nombré antes), en que había de haber espectáculo cómico. Al efecto pudieron conseguir, muy á duras penas, tres ó cuatro aficionados que accidentalmente resi­dían en Zaragoza en precarisimo estado económico, y se trasladaron al pueblo en compañía de la mu­jer é hija de uno de ellos, que desempeñaban, la primera, el papel de característica, y la segunda, estaba cortada para dama joven. El teatro se levan­tó en el largo granero y antes pajar del tio Man­cha-paredes, mediante la cantidad de veinticinco pesetas. El veterinario-director Don Policarpo, hizo desentelarañar el local, y pintó con albayalde, amarillo y almazarrón un telón de boca con un sol en el centro: para bastidores, se pusieron unas cortinas que facilitó su prima Doña Corazón; y, para marco de la embocadura, se colocaron rolla­dos dos trozos de esterilla que sacó del sótano de su casa, la señora doña Remedios, viuda de un coronel retirado, ya difunto. En medio de lo que ya lla­maremos salón, se colgó para dar luz una enorme cebolla forrada con papel de color, de cuyo centro salían dos palos cruzados, pendiendo de sus puntas cuatro grandes candiles pintados de blanco: en las paredes se fijaron arandelas con velas de esperma^ en la entrada y paso una linterna de cuadra y un farol de la posada; y, en el patio, dos velas de sebo en una mesa, donde se cobraba el precio de la en-

Page 185: Las fiestas de mi lugar - Libro

OOSTÜMBBES ARAGONESAS 186

trada á la función, que, según pregón, se componía del drama el Puñal del Godo, la comedia De Potencia á Potenáa j el sainete El Robo consentido, amenizan­do los intermedios la música de un piano, tocado por un joven forastero, amigo j huésped del maes­tro y organista Don Agapito. El alcalde, después de recibir del síndico la noticia de que se iban á echar El Pañal del Gordo, de Pacencia á Pacencia j el Robo sin sentido, husmeó todo antes de la hora de la representación, diciéndole aparte al que hacía de primer actor: «Tengo que encargar á usté que en la comedia que van ustees á hacer, no hablen por nengun caso de amoríos, porque á causa de unos amores mal intincionaus, hubo hace poco aquí en el lugar una gran riña entre dos familias, caun están las dos mu de punta j no se puen ver ni la una ni la utra; y aemás tengo yo una so­brina, de nombre Anselma, que, por habese ena-moriquiau de un hijo del tio Zampa-bollos, qui ha colgau los manteos, la himos tuvido á la muer­de, y, ya quimos conseguío desapártale esa pasión de su pecho, no quiero que si viene á ver la come­dia, güelva otra vez á renacele la cosa, si es qui oye hablar de pasos de amor.»—Y, acercándose luego el alcalde al joven pianista, D. Segundo, amigo fo­rastero del maestro de escuela, le dijo: «Ascuchus-te, Don Primero, digo, Don Segundo: amosá ver como se luce usté esta noche, tocando tocaticas

Page 186: Las fiestas de mi lugar - Libro

186 LAS FISSTAS DB MI LUGAB

nuevas con esas tabletas del peano, porque haiga usté de saber, siñor Don Tercero, digo, Don Se­gundo, caunque semos de pueblo, ¡que badajo!, tamien ñus gusta k manta lo ques güeno.»

Poco después fueron entrando y sentándose di­ferentes personas, entre ellas una señora muy obe­sa, llamada Doña Oliva, y sus hijas Rosa y Sera­fina, ambas descoloridas y delgadas como un junco, 6 quienes enseguida se dirigid Lagarto, que hacía de acomodador.

£1 alguacil (á Doña Oliva). Asiéntesusté en este silloncico, güeña siñora, caqui estará su mercó con más comenencia pa regolvese hancia toos laus, si es que asina le cumple. Aemás aquí no le caira de las luces nengun churrión que le puá emporcar el vistido ú malmétele el gorro.

Doña Oliva. Ay. Muchas gracias, muchas gracias. La hermana del Cura (de nombre Matea). ¿Está us­

ted bien. Doña Oliva? Doña Oliva. Si, no estoy mal. Vosotras, niñas,

sentaos á mi lado en estas sillitas. El lio Conejo. Ghiquio, Celivestre. ¿Como la d i ­

cho dueña Matea, á esa siñora del murrión? Silvestre. Oliva, me paice que la Uamau. E tio Conejo. Recdl. Pus si toas las olivas

juán como esa, ¡vaya unos olivarcicos que ten­dríamos!

Un baturro (á oliro). ¡Ochí que Dios! Gaitano, ¿El

Page 187: Las fiestas de mi lugar - Libro

0OSTUMBBE8 ABAGK)NBSAS 187

que gosa ser eso qui hay pintan en ese paño y que paice una tartuga vistida é coloran?

El baturro Cayetano. Hombre, bien se endevina lo ques: un sol con puntas j rayos royos.

Doña Matea. Me parece. Rosita, que no lleva us­ted bien colocado el lazo de la cinta del cuello.

Rosa (que tiene una imperfección en el órgano vocal). Zi, zi. Ya lo llevo en zu punto. Ez que uzted, co­mo vive en pueblo, no zabe el zignificado de la colocación de loz lazoz. (Bajando la voz). Mire u&-ted, Matea. En Zaragoza, llevándolo á la derecha, quiere decir «que no tengo novio»; á la izquierda «que lo eztoy dezeando»; y detráz zignifica: «que ya he pezcado uno».

Doña Matea. T doña Calostros, la del boticario, ¿vendrá?

Rosa. Zi, no tardará. Ze ha quedado en caza, acoztando á loz pequenez y le ha dicho á mam& que vendría muy prezto.

ün matraco (aparte). Mu estorbada tienes la len-guecíca, hija mía. Y que vistido más verde que llevas. ¿Verdá, Escolástico, que paice un arraclán soltero y con hambre? Si fuá de noche pol monte y se la encontrara mi burro, estuque se la trajelaba pensando quera un fajo é hierba.

La (ia Ambrosia. La madre, la madre sí questá bien mantuyida y bien gordaza. ¡Quien tuviá un tocino é su peso.

Page 188: Las fiestas de mi lugar - Libro

188 LAS FIESTAS DE MI LUQAB

Un mozo, llamado Cipriano (empujando y dando un pellizco á su novia, al oir locar en el piano una tanda de valses). ¡Ay, cariño! De que güeña gana bailaría yo agora este Talsecico con tu.

La moza. Amos, por Dios, Cirpiano. Ten forma-lidá y no rempujes ni pizques. No Tes qui hay aquí tantisma gente y mormurarán de nusotros.

En esto se oyó un largo repique de almirez, se descorrió el telón, y, en medio de Tsrios árboles refirmados en la pared y cortados en el soto del Ayuntamiento, apareció sentado á la lumbre de un brasero (que era el de la taberna del pueblo), el ac­tor que íacía de ermitaño en el Puñal del Godo, con gran barba pintada, y Testido con una bata de os­curos cuadros pequeños, atada con una recia cuer­da por la cintura. El ermitaño. «¡Qué tormenta nos amaga!

¡Qué noche! ¡Válgame el cielo! Y esta lumbre se me apaga... ¡Si está UoTiznando hielo!»

Un baturro (en voz baja). Rediéi, que embustero! ¡Pus no ice questá lluTÍendo hielo! Causalmente está hiciendo agora una calor que se asan TITOS ios pájaros.

Otro baturro. Güeno, hombre, pero has de tener en cuenta que en los treatos se habla siempre de mentiricas y que caá uno es caá uno y nenguno no es naide.

Page 189: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUMBBES ABAG0NE3AS 189

Ermitaño. «¿Y no queréis que me asombre de que hajais aquí llegado?

Tmdia. En verdad, que es aprensión tener, como una cigüeña, en la punta de esta peña un hombre su habitación. Pero fatigado estoy, ¿tenéis algo que cenar?

Ermitaño. Fruta seca os puedo dar. La lia Tecla. ¡Osús, fruta seca en este tiempol

¡Miá que regalo? Lo ques con comidica como esa no ejará el enfeliz de criar güeñas pantorrillas. ¿Verdá, tio Licér?

El lio Licér. ¡Painetal ¡Yo lo creo! En un pronto se paice á mí, que, antes de venir aquí, j a mi ti­ran al coleto cerca de un pan entero con cuatro sardinas escabichadas j un par de tragos de vino, que m^n sabido á gloria.

La lia Pindonga. ¡Recielo! Envidia sus tengo á los que tenis tan güeña gana é comer. Aquí me tenis á mí que dende medudía no hi metido en la tripa más que un platico é sopas bailando y un sorbico é vino rancio. Dende que tuve el cólico, se me ha quedau el cuelpo mu esguitarriau j too cuanto prebo me sabe unas veces mu amargo j otras como á güevog corrompidos, hubiendo días que paice que no me quié aturar naa en el estomago-

Xa tia Poco-moño. Pus, hija mía, dame la mano.

Page 190: Las fiestas de mi lugar - Libro

190 LAS ITIBSTAS DB MI L^flAB

Asinas estoj yo tamien dende que tuve aquel aca­loro con la mujer del tio Fencejo: desiguido que eomo algo caliente, ya me tienes regoldando sin parar, tan igual que si mubiá atracan de comida como un pavo.

El tio Licér. Pus eso, ¿sabis lo ques? Pus, una pura endigesti<5n. Si querís curarus, tomarus ma­ñana por la mañanica en ayunas, una güeña purga de clémol bárbaro, y, á la hura, sacaría toa la ma-leaa y se sus quedará el cuerpo tan corriente como un reíd. Rodrigo. «¿Conque es hoy un día aciago

para España? Teudia. ¡Sí, por Dios!

¿Qué, no ha llegado hasta vos la noticia de ese estrago?

Ermitaño. En este desierto hundidos...» El tio Mal-queda. ¡Otra que gaita! ¡Pus no llama

disierto á este pueblo! Pus, hijo mío, si te paice qui hay aquí pocas presonas, anda y veste á Ma-drí ú las Andalucías, y allí encontrarás güen recau de gente güeña y mala.

La lia Blasa (tapándose las narices). ¡María Santís-ma, que olor! ¡Vaya una bufada que san echau! Bien descansan sabrá quedan el que haiga sido. Impusible que no haiga comido carne de perro co­rrompido.

El lio Salehichicas. Y ques la verdá. ¡Ridiéz, que

Page 191: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUUBBES ABA(H)NEaÍLS 191

tufarrera y que corrompiciónl Miá ques una olor que atapal ¡No, no: güeña salú tiene A cuelpo que saiga esacupau asinasl

El tío líogue. Pus yo no güelo nada. Con eso que no tengo fato, lo mesmo mimporta que saquen el mal aire con ruido como que se esbafen.

La íia Rita. Amos, callar, callar con esa convesa-ción tan fea pa este puesto, j oír lo quicen esos tios que hacen la comedia.

Rodrigo [quitándose un largo puñal del cinto y claván­dolo á su tiempo en una silla).

«Esta arma vil que á mi existencia amaga quédese aquí después de mi partida, j quede en este tronco con mi daga enclavado el misterio de mí vida.»

Un matraco (aludiendo alpuñal). Ghiquío, Dímétrio. Que chismecico ese pa escarbase los dientes, ¿eh?

Demetrio. Ya lo creo, Veturiano. No es mala pu-guica pa hacele á cualsiquier una fíestecica en la ombliguera ú en meta é la andorga. ¡Que güen ras-trico ejaría en cualqué canal de cuerpo!

La tia Camila. ¡Osús, OBÚS! ¡Miá que es mucbo con los bombrazos! No saben salir de casa sino llevan el estrumento encima. ¡Lastima é multa que los baldara! A puro ó multas y de cárcel, les había yo dacer abaldonar las armas que llevan. Rodrigo. «Tú te complaces en mi sino adverso

y todo es obra tuya, Conde infame,

Page 192: Las fiestas de mi lugar - Libro

192 LAS'FIESTAS DK MI LUSAB

Por tí desprecio soy del universo; fuerza es que sangre nuestra se derrame.»

El lio Babil. ¡Ah, repainetal Me paice que aquí va él haber alguna que güelga. Cuando ha sacau ese puñal, ya hi dicho yo pa mí: ¿á que tenemos aquí arguna trifulca ú zaragata? Y miá, por lo que se explica, la va á haber, y con sangre. Pero, por eso, no tasustes, Camila.

La lia Camila. Si, no pues menos, hombre. De lo que tengo ganas es de que se arremate esto luego, porque lo encuentro á saber que soso: no me gustan á mí los teratros tan jautos y tan tristes. Rodrigo. «¿Quién hará de ello ante mi vista alarde? Conde. ¿Tú eres el torpe rey. Rodrigo. Tú el vil cobarde. Conde. Yo el Conde Don Julián. Rodrigo. Yo Don Rodrigo.»

¿7» matraco. Chiquio, Anrique. A un me paice á mí questos dos zuidaanos se van á cascar la borra. Pus, duro, duro, acarrazarus luego y que salga pronto la colorada.

La tía Melcliora. No ejará é ser la plaitina po al­guna desas mujerotas barranqueras y embrollonas y alparceras, que no piensan más que en no treba-jar, tener güen morro, ir bien majas, y laminiar y preporcionar ú acarríar compromisos álostontus-cos de los hombres.

Page 193: Las fiestas de mi lugar - Libro

OOSTüHBBES A]lA«ONESAS 193

€<mde. El mismo cieno nuestro timbre enloda, la misma tumba nos dará cabida.

Teudia. ¡Mientes! Aun queda quien su honorrepare y del traidor al infeliz separe. (Da al Conde un golpe mortal y cae).

Varias mujeres (gritando). ¡¡A.aaay!! Olra mujer (en voz alia y enfadada). ¡Amos! ¡Mal

«ristiano! ¿Sa quedan usté sastifecho? Siñor alcal­de, ¡porla Virgen Santísma! Coja usté á ese infame dombre j sepúltelo en la cárcel pa toa su vida. ¡Dios mío. Dios mío! ¿Pero sus paice camargura y que trebajo? Él, perdido; perdida su probecica mujer; y perdidicos tamién sus hijos, si es que los tiene. Naa. Abura pué que tengan que dir toos 6 la l i ­mosna. Pero, ¡Santismd pañuelo é la Vieronical ¿Pa cuando, amos 6 ver, pa cuando se reselvar&n la burea y el patículo?

El sindico. Vay, se arremató ya. Amos, siñor ar-«alde. ¿Qué tal la paicido á usté esto?

El alcalde. Que va güeno y que me gusta porque no se ha charrán naa de lilailas diamor.

El lio Pichirris. Ea, mistristanto tañen el peano, «mos á echanus ajuera un cigarrico.

Su mujer. Si, si, al vicio: á que se sus ponga el garganchón más negro cuna chaminera.

Doña Matea (á Doña Oliea). Voy á hacer que le traigan á usted y á las señoritas unos vasitos d» Agua fresca con azucarillos.

43

Page 194: Las fiestas de mi lugar - Libro

194 LAS FIESTAS DE MI LUQAB

Rosa. Por Diez, doña Matea. Tanta moleztia por nozotraz.

Doña Malea. Ca, si no es molestia: al contrario, tengo en ello mucho gusto.

Rosa. Ay, puez muchaz graciaz: uzted ziempre tan amable y tan carifloza.

Evaristo (á su novia). Sedapia, paice questás mu ealladica.

Serapia. Pich. No mocurre nada. Estaba miran­do á esa dueña Oliva, que no pué resollar de gor­da. Pesadumbre tendría yo de véme con tanta carne.

Evaristo. Amos, maña: pus tampoco tu estás de mal ver ni de mal año.

Serapia. ¡Osús! Más estaba antes: nenguna cosa lo ice mejor quel corsé, que mi madre me lo tuvo questrechar el otro día, lo menos cuatro dedos.

Evaristo. Va, chica. Lo ques á mí, tan igual me es que estés gorda , como que estés flaca: la mesma lay te tengo dun modo como di otro. Conque me mires con esos ojos tan ricos y tan furminantes, macontento y tengo bastante.

Dn baturro. Hola, tio Seco. Amos, ¿qué tal le van paiciendo estas fíestecícas?

El tio Seco. Que quies que me paizcan, Niceto, que estuque no serán tan güeñas ni de tanta nom­brada como las qui hubo hace tres años: cuando menos en aquellas se hicieron tres muertes y hubo siete heridos. Sabes lo que ma gustau muchísmo esta

Page 195: Las fiestas de mi lugar - Libro

OOSTUMBEES ARAGONESAS 195

mañana, la funci<5n de títeres cabido en la place-tica é Mosén Pablo: han puesto un paño en el suelo, han tocau un bombo y unos platillos rotos, y asi-nas que sa formau corrinche, han trebajau mu bien j medio esnudos, dos hombres j una chica y un chico: allí han dau que misió cuantas golteretas; han hecho un montón de piculinadas como si tu-bián los güesos á torno; y, subiéndose los unos en­cima é los otros, han andau de cabeza por toa la redól del corro. Amos, ca estau aquello á saber que majamente.

Vuélvese ahora á oír el almirez y aparece el es-eenario con varios árboles y aperos de labranza, comenzando la representación de la comedía en un acto. De Potencia á Potencia. En un sillón traído de la barbería se ve sentada la gracíosilla hija del direc­tor, que hace el interesante papel de Carlota; y de pie, junto á ella, está el segundo actor, que des­empeña el papel del médico Don Gabino. Don Gabino. «Me gusta poco esa calma,

y tu tristeza denota que no te hallas bien Carlota, ¿qué te duele, niña?

Carbta. ¡El almal

La lia Peregiles. Atiende, mujer. Con que man-séz y con que entrefenura dice, la probeciea lo que le duele. Y que guapica es y que rubia, ¿verdá. Qalorina?

Page 196: Las fiestas de mi lugar - Libro

196 LAS PIBSTAa DB MI LUGAB

La lia Carolina. Taya. Más royo tiene el pelo quel que se saca de las pinochas del panizo. Y ¡qué modos, qué modos y qué crianza! ¡Miá pues que vistido tan bien hecho y tan bien cosido que Ueval ¿Eh, tía Trebucia?

La tía Tiburcia. ¡Si, chica, mu bonico es! No ha­brá ejau di haceselo en Zaragoza una siñora mu kien paicida j mu refina, que vive en una esquina del Coso, debajo de una retratería y encimica mes-mo di un barcón cerrau con virdrios, que paice un mirador y que pues ver dende él too lo que pasa po la talle, sin temor á pillar un resfrian ni cojer nenguna plumonía.

Un matraco (refiriéndose á la joven que hace el papel de Ca/rhta). Chiquio, Valantín. Haste cargo que caidica di ojos que tiene la perdigana esa: así los ponen las liebres asustadizas.

Valentín. Erdaeramente ques maja esa zagala. Paice una codornicica asentada en un ribazo. Hom­bre, mié lo que son las cosas, mejor le daría yo á ella un güen colchoncico pa que durmiera encima, que á tu un mal celpudo 6 un piazo de estera vieja desa que dejan de desecho en las ofecinas.

El matraco anterior. ¡Rediéz! ¡Miá que milagro! Lo ^ e s eso, chiquio, aunque no me lo jures, te lo ereo. Mié si te conozgo yo. ¡Ya estás hecho tú güen sarga, güen escalambrujo y güen gurrión de sar­mentera, yal

Page 197: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUMBBES ABAGONESAS 197

Carlota. «Hable usted quedo. D. Gabino (mirando en derredffr).

¡Qué!... ni una mosca veloz... Coríota. Hasta de mi propia voz,

Don Gabino, tengo miedo. D. Gabino. Acaba por San Antonio... Carlota. Ha tres meses... D. Gabino. Tres... ¿y qué? Carlota. Con Enrique, me casó. D. Gabino. ¡Demonio, chica, demonio!

La tia Peregiles. ¡Purísma Virgen del Carmen! ¡Osús que enfelizona é criatura! Pus ¡esgraeiada! Si eres como aquel quice una florecica sin eseapu-11 ar, ¿en cas pensau de cásate tan pronto? ¿Qué mal te mataba, ¡recontra!, estuviendo solterica y co­miendo y bebiendo sin penas ni cuidiaus al arri-mico mesmo é tus padres?

La lia Casiana [tocándose el perigallo). Si, miá, que son jovenzanas, no tienen refleisión y no reparan en malimpliase y arguellase pa siempre: aun no hacen más que salir del cascarullo, como aquel quice, y ya piensan en festejurriary en casase, pa llenase de nesecidaes y dijos, ques la lotería m&s segura é los casaus. Cuando sea tan viejestoria co­mo yo, ya verás que pocas eslusiones tiene.

El tío Esharra-eahras. ¡Rediéz, callar si querís, cabíais mas que las picarazas! A ver el quice la Calrrotiea esa.

Page 198: Las fiestas de mi lugar - Libro

198 LAS FIESTAS DE MI LUGAR

Carióla. Ser uno de otro juramos, mas él, temiendo el deslío de su padre y jo del mío en secreto nos casamos.

D. Gabina. No es la cosa tan atroz... Capitán es, ¡voto á tal! y es hijo del General que ahora manda en Badajoz.

Carlota. ¡Cómo! ¿Su padre? El lio Mal-trabaja. ¡Otra que Dios! Pus po lo que

se ve, esa chica no sabía quel era é tropa cuando so casó con ella docultis, y quera hijo dotro melitar de los gordos. ¿Eh, tia Pencracia?

La lia Pancracia. Si, eso paice. Pero, vay meno s mal, porque pal brazo é la chica, ques una probé labradora, no tiene motivos pa quejase y no ha ido mu desencaminada. Agora tendrá con pricisión que mudase de juboncico y basquinas y ponese gorro con flores y flocos y una miajica más alegante.

La lia Socarra-cenas. Mujer, eso por juerza. A la fin, viniendo él de una familia de pu arriba y sien­do lo ques, tendrá que dir ella con una vistimienta al consolante.

La lia Capislra. Pero, ¡que labia, que labia tiene la paniquesica esa! No ma contentaría nunca de estala oyendo. Cuidiau si habla con esparpajo. Ni una caidilina le gana. Enrique. ¡Carlota!

Page 199: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTÜMBBES ABAGONESAS 199

Carlota (arrojándose en sus brazos). ¡Enrique mío! Enrique. Ignoro si ante el señor Carlota. Si, si. D. Gabina. * Estoy en el secreto.

Todo lo sé: soy el médico. Enrique. Es muy urgente el remedio. Carlota. ¿Qué sucede? Enrique. Que sin duda

se ha desatado el infierno contra nosotros.

Carlota. ¡Dios mío! ¿Qué dices?

Enrique. Aprovechando, esta mañana un momento de buen humor de mi padre, quise romper el silencio en que yace la pasión inmensa que te profeso. Le dije cuanto adoraba tus encantos: que en mi pecho está grabada tu imagen: que eres de bondad modelo... y digna de que me honres ante el ara de himeneo. No me dejó proseguir, pues con ademán colérico temblando el labio de enojo me arrojó del aposento.»

Page 200: Las fiestas de mi lugar - Libro

2 0 0 LAS FIESTAS DK MI LUGAB

El tio Lamparones. Ya verás tá ya, qué salsica s& va á preducir aquí. Se conoce cal padre no la sen-tau bien el que su hijo se haiga enamoran duna probé.

La lia Vuka-pucheros. Otra, miá. Quel hombre es too un General y presona de campanillas, y hubiá querido que su chico subía acomodan con una jo­venzana de BU par igual. Hija mía, el que tiene, busca á la que tiene.

La lia Rencores. Si, pero casándose asinas, se tie­ne & veces dimpues lo que no sasperaba, porque, ¡qué pacho!, en eso hay tamién sus mas y sus menos.

La lia Desíripa-pollos. Pero, ¡fepaflo!, y si él quie­re á la moza, ¿por qué, amos á ver, la é romper su padre esa pasión y ese cariño? Hijal, ¡miá ques mucha lilaila esa!

El iifi Poca-tripa. No, pues ya se conoce; que la probé tiene güeña cerotipia, ya. ¡Hum! Síucho ssrá que no haiga casquina, en cuanto su papa a | p ^ e á columbrar que san casan.

La lia Pela-vivos. Pus, hijo mío, hará mu mal de pégale á la enfeliz. ¿Ques algún pecan el ajuntaso po la Ilesia dos jóvenes que se quieren y saprecian? Tamien yo me casó con este hombre que tengo con­tra la volunta é mi familia, pero dimpues vieron que me salió güeno, y luego tanto mi padre como mi madre, no sabían aonde ponelo. ¡Miá pues, en

Page 201: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTCUBHHS AHAOONBSAS 201

(pie Dios ñus dio el primer chico! Se gol vían locos j hacían un sendero á mi casa de tanto ir j venir & maitiniar el nieto j á dale más besos que se dan á una relica que tiene drento güesos de santo. D. Gabino. ¿Quién viene? Carlota, Mi padre.

¡Á-j, San Francisco de Salesl Sálveme usted, Don Gabino.

D. Gabmo. Yo procuraré con tino aliviar todos tus males.

Carióla. En vos confío, doctor. D. Gabitw. ¡Oh amor! ¡Oh amor!

El alcalde (grilando enfoMíimu) g excitando una risa general). ¡Oh mierda! ¡Oh mierda!

El dndico. Esa j a me la llevaba yo tragada, si-ñoc aroalde.

El alcalde. A la fin sa nombrau el amor.j AO sa hicho caso é mi pruhibición. Pus güeno, ese Don Gorrino, digo, Don Gabino, pagará vainte pesetais de multa ú sais días de cárcel, por haber desatacau ámi autoridá. ¡Ya le daré yo á ese j álos dedemás comediantes j comediantes con el amorcico ú al cuernol U soy ú no soy alcalde. No, lo ques la mul­ta, no se la quita ni el mesmo Cerineo é la Pasidn.

La tia Peregiles. ¡Repecho que lengua más dulce y ft la vez que iudeciente ha estau ese hombre! ¿Qué dirá la forastería?

La lia Coja. El quiá de icír, que tenemos por ca-

Page 202: Las fiestas de mi lugar - Libro

2 0 2 LAS FIESTAS DE MI LÜ&AB

beza de Ayuntamiento un brutaña, un animal y un mal hablau y deeolapau.

Rosita. Jezú, mamá. Que perzona máz inconve­niente ez eze alcalde. Que ezprezionez y que po-quízimo rezpeto & loz que hemoz venido á honrar el ezpectáculo.

Don Talenlin (padre de Carlota, qw sak con escopeta y unas perdices colgadas de la bandolera).

Esto te traigo, hija mía. De un tiro dos he tumbado.

Un matraco. Aunqui cenan, agora mesmamente me las comería yo las dos.

El tio Dingo-lindango. Pus siñor, sintiría que se espacenciára esti hombre por habésele casan á es­condidas la hija. Tiene traza é ser mu güeña pre-sona. Ya se va pa drento. En la andana, paice que tiene algún dolorcíco en una pierna. Pue que sea dalguna caida ú de cualqué balazo cuando estaba en la tropa.

(Don Valentín sale de nuevo i. la escena, pero envuelto ahora en un levitón antiguo y abrochado para recibir á Don León, padre de Don Enrique, que entra también, enseñando la faja de General). D. León. Buenos días, señor mío. D. Valentín. Buenos días. General. D. Lean. ¡Holal ¿Me conoce usted? D. Valentín. No hay que ser muy perspicaz.

Page 203: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUMBEES ABAGONESAS 203

pues veo su noble insignia bajo el chaleco asomar.

D. León. Su hija de usted, ¿no se llama Carlota?

D. Valentín. Así es la verdad. D. León. Pues yo también tengo un hijo

•hijo único,., y ambos han determinado casarse.

D. Valentín. ¿Cómo? D. León. Lo que oyendo está.

En ella no hay que extrañarlo. D. Valentín. Me asombra lo que le escucho,

¿tiene usted seguridad? D. León. TeHgo la evidencia y quiero

con tiempo el daño evitar. No me conviene un bodorrio de esta clase: ella será un prodigio de virtud, de hermosura, una deidad, pero yo tengo proyectos y en ellos no entra jamás, el tener por nuera á su hija.

D. Valentin. Y, sabe usted ¡voto á San! si aunque usted me la pidiera se la querría yo dar?

D. León. ¡Oh, si á mi hijo le pillo vive Dios que va á un castillo.

D. Valentín. De eso yo me'encargaré.

Page 204: Las fiestas de mi lugar - Libro

204 LAS FIESTAS DE MI LUQAB

2). León. Yo aquí soy la autoridad y represento á la ley. ¿Sabe usted que si se estrella conmigo, mando sin tasa que prendan fuego á esta casa y también á usted con ella?

La tia María. ¡Rebaraja, que geniucho más abru-tau y avinagran tiene ese Don Lion! Pus si con esa rabia y (todaje que le domina, allega á pillar de ga-lafatón á los dos jóvenes, ¡güeña, güeña pecina se arma!

Un baturro. Chico, chico. Que turbio y que me-dianico se va pusiendo esto. Si yo hubiá estau drento del pelejo é Don Valantín, y ese Don Lion mice á mí esas palabricas, que pronto se las hago meter en el cuerpo. T sino lo hace á las güenas, es que le pego una tozolada como á un perro.

El lio Borrascas. Sabes lo que te digo, Rumaldo. Que si ese tío sencára con mí estuviendo solos y mi-ce lo que la dicho al probé Don Valentín, del primer puñetazo le bato las muelas ú de un rempujón lago dar más güeltas cuna galdrufa. Pus que, ¿así como así se linsulta y se le da un desenrruejo á un en-feliz labraor, porque él lleve gambeto con cuello y botones gordos? ¡Lastima que dun tirón no larran-cára ese trapo royo que lleva atau á la centura! D. Valentín. General... aquí tratamos. D. León. ¿Qué?

Page 205: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUMBRES ABAGONESAS 206

D. Valentín. De potencia á potencia. D. León. Le escucho á usted con desdén.

No se hará lo que usted quiera. ¡Soy General 1

D. Valentín (desabrochándose el lecilón y enseñando la faja de Teniente General, la banda de San HeTmenegildo y otras placas).

¡Yo también! El tú) Poca-pena. ¡Anda, chúpate esa, escurabajo

pelotero! La tia Poco-moño. No se le ha estau mal esa sus-

presa, no. Miá en que istantico se la bajan la so-belbia al cocodrillo ese. A. él si que se le puicír que cuando menos se ha repensau, la saltau un conejo. ¡Miá que cara pone! Se conoce que agora le muerde de firme el gusarrapo é su concencia por haber hablau con tanta esvergüenza, con tanto escaro j con tanto arguUo.

D. León. (Cuadrándose lleno de asombro y con el som­brero en la mano).

Saludo esa cruz bendita que aún no he podido ganar. Bsa gran banda, es señor el mejor de los trofeos, el blanco de los deseos de todo oficial de honor.

(Carlota y Enrique salen de la mano, y de rodillas pi-dea perdón á sus padres).

Page 206: Las fiestas de mi lugar - Libro

2d6 LAS FIESTAS DE MI LU&AB

D. Lean. ¡Sed felices, hijos míosl h. Vahntin. ¡Y que os bendiga Dios!

General, mi mano es esta la mano de un veterano.

D. León (estrechando la mam de D. Valentín). Mi buena estrella bendigo. General, la de un amigo.

D. Valentín (abrazándole). General, la de un hermano.

Corrióse en seguida la cortina ó telón de boca j una estrepitosa salva de aplausos j voces se ojó en el teatro. Obligados á salir los actores, se presenta­ron don Valentín j don León, teniendo en medio él Carlota, á la que doña Oliva, le dio un ramo de flores; su hija Rosita, una papeleta de caramelos; su hermana Serafina, un papeletón de confitura; y otras mujeres y mozos echaron panecillos de mos­tillo, cascabelicos, higos secos, peras, pilongas y manzanas, y, hasta una infeliz mujer le entró una oestilla de caracoletas, á fin de que se las comiera al día siguiente para almorzar.—El pianista co­menzó á tocar una serie de aires nacionales que entusiasmaron al concurso, y, habiendo transcurri­do más de media hora, sin que hubiera señales de acabar la función con el saínete titulado: El Robo eontentido; el alcalde mandó al alguacil para que comenzara la representación, pero ¡cual fué la sor­presa de la misma autoridad, cuando supo que la

Page 207: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUMBRES ARAGONESAS 207

compañía habíase escapado con los cuartos recau­dados, por la ventana del escenario! En un princi­pio se incomodó muchísimo, pensó en hacer salir varios mozos con trabucos para cojerlos y meterlos en la cárcel, pero se fué serenando poco á poco así que supo que los comediantes se habían fugado por no pagar la multa que el alcalde les había im­puesto á causa de haber hablado, en mal hora, del amor. Y todavía se conformó más el de la vara de la Justicia, cuando don Policarpo el veterinario, que no desconocía la miseria de los desventurados comediantes, intercedió por éstos y aconsejó al al­calde que puesto que se había frustrado el fin del espectáculo, permitiese que se armara un baile. Concedida la autorización, colocáronse las sillas á los lados, comenzaron á bailar diferentes parejas, y el alcalde, reunido con sus compañeros de Munici­pio, se fué á la Gasa del Lugar, en cuya sala de sesiones se comieron cinco liebres farnacas, once kilos de costillas, dos grandes almudes de olivas y veintiún panes, bebiéndose dos cántaros y medio de vino y unas cuantas copas de anís que trastor­naron completamente la mayoría de las cabezas de los miembros ó individuos del Concejo.—A la ma­ñana siguiente encontráronse en la plaza de la Igle_ sia el tio Babíl (alias) Mata-ratas, con el tio Rane-ra, (alias) Paja-larga, concejales los dos, y el pri­mero le dijo al segundo: Tio Ranera, con la me-

Page 208: Las fiestas de mi lugar - Libro

2 0 8 LAS FIESTAS DE MI LUGAS

riéndola que tuvimos ayer, ¡chico que nochecica más güeña qui pasaul: toa en un solo sueño.—¡Ohl, añadió el tio Paja-larga, es que te tirastes largos chaparrazos de vino: lo ques anoche no estabas tu pa cantar cantas ni ráscale las cuerdas al guita­rro.—Pero, hombre, repuso el tio Babíl, ¿en qué consistirá quel vino me da á mi tanta juerza?—^Y el tio Paja-larga respondió: chico, eso te podrá pa­sar á tú, pero lo ques á mí, en cuanto bebo un tra-guico más de lo rigular, ja no me puó tener en pie. —Pus á mi ni uno ni otro, dijo el alcalde—, que se había agregado § los concejales—, porque en punto á beber vino, me paice que siempre hi tuvi-do más aguante cun abrió pa beber agua: cuando menos bebo es en el mes de Febrero.—¡Otra que Diosl, replicó el tio Babíl, ¿y eso porque?—Pus, ¡cerollo!, adiccionó el alcalde, porque solo tiene vaintiocho días.—Y separándose luego de sus in­terlocutores, se fué á la Casa Concejil á firmar dos oficios: uno dirigido al señor Gobernador, que le había preguntado por el número de mozos que exis­tían en Val de Cuervos para la próxima quinta; y otro para el señor Juez de Instrucción, dándole no­ticia de un ahogado en el río. A la autoridad civil, le dijo en el escrito: «Boy por hoy, el número de mo-eos, digo de mozos disponibles en esle pueblo, es el de quince, pero como mié sabe tí no iznora pu6n nacer otros hasta el dia del sorteo». T á la autoridad judicial, le

Page 209: Las fiestas de mi lugar - Libro

OOSTUMBRBS ABAQONESAS 209

ofició así: «En las arenas del río deste lugar, sa encon-irau nadando esta mañanada, el cadaber de un ahugau, y como de los intirrogalorios que por tres veces se lan hecho, no resulta contra el mesmo nenguna climinalidá, hei mandau procedel contra los autores del defunto.»

Después de cerrados estos oficios, bajó el alcalde á la plaza, j viendo al tio Faccioso, que pasaba montado en un jumento, le dijo: Tio Faicioso, pero ¿tienuste vergüenza ú qué? Cuatro días, como aquel quice, que sa muerto su madre, ¿y ya lleva el bu­rro con cabezana con cintas j aparejo ribitiau con. colorines?—¡Otra, que chinflaina!, replicó el tio Faccioso, ¡pus esto si questá güeno!: hasta abura no sabía yo que mi burro tuviese nengun parien-tesco con mi madre.—Y, sin hablar más, siguió su camino cantando:

Cuando voy al cimenterio y veo tanto gusano, me digo pa mis adrentos: ¡rediéz, cuanto parroquiano!

44

Page 210: Las fiestas de mi lugar - Libro

CUADRO SEXTO Y ÚLTIMO

En el que se celebran exámenes con notables discursos, se verifican giras campestres

y corrida de pollos, se queman fuegos de artificio, se repiten los bailes

y se concluye con un rosario general

A las nueve de la mañana del día inmediato, lora señalada para la celebración de los exámenes, el Ayuntamiento en pleno se trasladó desde la Casa del Lugar al edificio de la escuela, donde, desde hacía rato, hallábase tocando, de rasgan como casi siempre, la incansable música de la localidad. Con la municipal corporación fueron la Junta local de primera enseñanza y otros varios sujetos distingui­dos de dentro y fuera de Val de Cuervos. El alcal­de, al llegar junto á los músicos, díjoles amoscado

Page 211: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUMBSES AKAGIONESAS 211

j bajando un poco la voz: ¡Tocar la marcha nal, grandismos brutos! ¿Pus no vis, ridiós, que venimos «UÍ— otros que sernos los brazos de la Justicia, y que yo, con esta vara, represiento al mesmo Ray en presona? T , en efecto, al punto la música tocó la marcha real has­ta que recibió orden de guardar silencio. El tio Lucas el gaitero, que estaba al pie de la plataforma de la escuela, tocó con su bien hinchado instru­mento la misma marcha j después una especie de muñeira, que casi convidaba al sueño. Los chicos ocuparon los primeros bancos de derecha é izquier­da, y, en los restantes de atrás y de los lados, se sentaron los padres, hermanos y demás parientes de los muchachos, y loe amigos y relacionados de las familias, teniendo que permanecer muchos de pie. Tanta fué la concurrencia que asistió á aquel solemne acto, presidido por San Roque.

Comenzó dicho acto—previa la venia del alcal­de, que de tanta huecura casi no cabía en el sillón presidencial—, con un coro de alumnos dirigido por el maestro Don Agapito, y, tan medianamente ensayado, que producía igual efecto que una mul­titud de gallinas poniendo al mismo tiempo un huevo. Sin embargo de lo mal que lo hicieron, el benévolo ó indulgente concurso tributó á los can­tantes, largos y ruidosos aplausos. A continuación adelantóse dos pasos Don Agapito, y después de estirarse los puños de la camisa y de pasarse lai

Page 212: Las fiestas de mi lugar - Libro

212 LAS FIESTAS DE MI LUGAB

mano derecha por la garganta para facilitar la pa­labra, soltó el siguiente discurso:

Señor Alcalde Consliliieional, Concejales y Cónchalas del Ayuntamiento, y Junta local de este perilustre y arclii-célebre ptteblo de Val de Cuervos: como humilde direc­tor de la muj acreditada escuela de este insigne y rubicundo lugar, que con tanta honradez y con tan­to acierto representáis personalmente y á diario

El alcalde (en wz baja al señor Cura). Este maistro es una lince y tiene una boca á manta é clara pa hacenus justicia: me gusta como se preduce.

Don Agapilo fcontimaiido). Tengo el indiscutible, altísono y superabundante honor de presentaros en el deseado é impermeable día de hoy á mis ino­centes y muy aplicados discípulos, para que ante vosotros y ante el ilustrado, alegre y numeroso coneurso que nos rodea, dé, como las dará, inequí­vocas, admirables y maravillosas pruebas de sus múltiples, profundos y raros conocimientos en las diversas y variadas materias que son otras tantas ramas del irreflagable, frondoso y universal árbol del saber humano, y que, después de grandes é in­cesantes sudores y desvelos por mi parte, he logra­do abrirles las válvulas del cerebro y cerebelo y he conseguido inocularles gran número de necesarias ideas en sus juveniles, ignorantes, pusilánimes é ineoncupicentes inteligencias, esmeriladamente en­cerradas en sus tiernas, virginales y eilíndricas

Page 213: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUMBBKS ABAGK)NESAS 213

raíces, para que andando el tiempo y creciendo en ilustración, nunca los seres envidiosos y pornográ­ficos puedan calificarles de torpes, ni de almen­drucos, ni muchísimo menos de alcornoques. Por este camino y de esta manera cuando sean grandes como nosotros, servirán, no lo dudéis, servirán de gloria al omnipotente Dios; de honor, á su inolvi­dable y estudioso y sabio maestro; de alegría, á sus bondadosos abuelos, padres, hermanos y primos; de orgullo inmaculado y deletéreo á este corto, digo, culto y renombrado pueblo; de satisfacción inmensa al franco, noble y hospitalario país de Aragón; y de júbilo constante á la que ha sido, es y será eternamente, arcipicúndica, superferolítica y magnánima nación española.

El alcalde (aplaudiendo como lodos). ¡Bien dicho está eso, rediez! ¡Que torrente, que torrente y que barranco é palabras ha soltau usté, Don Grajjito. Que sea la enhorabuena.

Un mozo [á otro, y aludiendo al maestro). Chiquio, Nicumedes. Métele mano y échale cañamones á ese gurriónl

El mozo Nicomedes. Si, cañamones. Mejor le sa­brían un parecico é costillas con tomate.

El alcalde. Don Gapito. Dende el mes que viene se le darán á usté tres perras gordas más de paga; aemás en cuanto entre el ivierno se le dará tamién toa la leña que nesecite pa calentase el cuerpo; y

Page 214: Las fiestas de mi lugar - Libro

214 LAS FIESTAS DE MI LUGAB

en el verano toa la fruta y too el verde que se pu án comer usté, su mujer y su chica.—Tu, secletario. Ya percurarás que coste en el azta.

D. Agapilo. Ah. Muchas gracias, muchas gracias. El alcalde (dirigiéndose al lio Lucas). Oiga, tio gai­

tero. Usté, ya sabe cual es el costumbre: tani-mien-tras ú mistristanto los chicos se cambean de puesto y hacen cambeo de desamen, ñus tocará el estru-mento, hasta que yo, como prisidiente, le toque á usté la campanila.—Ea, siñor maistro: ya puen emprencipiar los desámenos.

D. Agapilo. Pues, con permiso de usía, señor al­calde.

El alcalde. Si, si. Escomience la cosa. (Tocando una campanilla). ¡Silencio!

Don Agapilo. A ver. Que suba á la plata-forma para decir la fábula, el muchacho Juaquinico Cas­carullo.

Joaqtün (hace una pequeña reverencia, y con voz alta y lonillo de escuela y levantando un hrazo al decir u» verso, olro al otro verso y asi alternando, dice): En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen.

LA PALOMA Un pozo pintado vio

una paloma sedienta, y tiróse 6 él tan violenta que contra la tabla di6.

Page 215: Las fiestas de mi lugar - Libro

OOSTÜMBaES ABAOONBSAS 2 1 5

Del golpe al suelo cayó y allí murió de contado. De itt apelilo guiado por no consultar al juicio, así vuela al precipicia el hombre desenfrenado.

Don Agapito. Muy bien, muy bien. Tomad ejem­plo, hijos míos.

La seña Liboria (madre del chico). ¡Que salau ha es­tán! Si lo tubiá aquí á ese hijo mío, es que delante é toos, me lo comía á besos.

La lia Visle-muerlos. Es que, ¡ciruelo! Ha tuvido razón y ha dicho el Avangelio en esa faula. A cuan­tos jóvenes del día les lleva á su pirdición el des-ienfreno ó los vicios. Y sino que lo diga su sobrino de usté, ¿verdá, tio Nabos, digo, tio Coles?

Ll lio Coles. ¡Vaya! Ya habrá dan cuenta á Dio3, el enfeliz. ¡Quien labift daber dicho que á los vain-ticinco años se habiá de ver calave! Y no por falta de consejos. Toos licíamos, y yo el primero: Vetu-rián, desapártate desos amigos mandrias que t ie­nes, y déjate de burinas y arrauca-siegas. Miá que te llevaren por malos pasos y á la unitiva darás con el cuerpo en tierra. Pero... ¡que si quieres! Siguió con ellos y él fué el que antes pagó el pato y dejó a l a familia en un sumidero é desgracias y trebejos.

La lia Reimunda. ¡Probecicos padres! Ya no echa­ron luz ende estonces.

Page 216: Las fiestas de mi lugar - Libro

2 1 6 LAS FIESTAS DE MI LUQAB

D. Agapilo (en vos alta). Vamos á ver. Que se acerque la sección de la DOCTRINA CRISTIANA.

La lia Roya. Miuste, miuste, seña Pabla. Agora les van á preguntar á nuestros chiclanes. El que va el zaguero es el mío. Atienda que pitorrico que va.

La lia Javiera. Hoy ha estrenan mi pequeño cha­queta, pantalones y calcero. Y míe que bien pai-nadico que li traído.

El lio Mala-sangre. Callar, pa veír como se espli-can esos chicos tan remenudos.

D. Agapilo. Usted. El primero. ¿Qué es Doctrina cristiana?

El primer chico. Un librico pequeño como un al-menaque ú calandario de borsillo, que ñus enseña lo que debemos creer, esperar, obrar y recibir.

D. Agapilo. Muy bien. Otro. ¿Cuántas partes tie­ne la Doctrina cristiana?

El segundo chico Ccon voz de falselej. Cuatro, que son: Credo, Padre nuestro, Mandamientos, Sacra­mentos, y tamien las Bienaventuranzas y el Siñor mío Jesucristo.

D. Agapilo. ¡Eeeeeh! Párate en los Sacramentos, que ya son bastantes partes. Otro. ¿Quién hizo el Credo?

El lercer chico. Los doce apóstales cuando salie-• ron á merendar, digo, á predicar el santo Avange-lio por too el mundo y á toos los seres vivientes que tenían vida y se movían ellos solos.

Page 217: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUMBEES ABAGONESAS 217

D. Agapilo. Conforme. Otro. Y ¿quiénes fueron los apóstoles?

El cuarto chico. Los apostóles fueron unos probe-cicos hombres, crudos, digo no, rudos é iznorantes, que en su major parte se ganaban la vida, pescan­do con cañas j con redes, barbos, tencas, abadejos, engullas y besugos.

D. Agapilo. Está bien. Otro. Dígame usted, Pe­rico Entre-ellas. ¿Cuántos dioses haj?

El quinto chico (con voz chillona y precipitada). Siete, á saber:

El señor Cura. ¡Como siete! Muchacho, mira lo que dices.

El chico {sin pararse un momento y contando eon los dedos). Siete, si siñor, que son: El Padre, uno; el Hijo, dos; el Espíritu Santo, tres; las tres presonas destintas, sais; y un solo Dios verdadero, siete.

El señor Cura. Pues, no señor, que no hay más que un Dios verdadero, autor de cielos y tierra. A ver si no te se olvida jamás.—Otra pregunta, D. Agapito.

D. Agapito. Voy allá. Usted. El sexto. ¿Qué ar­tículos comprende el Credo?

bl sexto chico. Los doce prencipales de nuestra Santa Fe, perteneciendo el primero al Padre; los sais que siguen, al Hijo; y los cinco zagueros al .Espritu Santo.

D. Agapilo. De manera que no hay más artículos que esos, ¿verdad?

Page 218: Las fiestas de mi lugar - Libro

218 LAS FIESTAS DE MI LUOAB

El chico. No siñor, digo, si siñor, que hay otros que son artículos de primera nesecidá, como el pan, el arroz, la carne, el vino, el chocolate, la le­ña, la cebada, los garbanzos, el trigo j el panizo; j haj tamien articules suzmarinos, digo, ultrama­rinos, como el cacaUj las especias, el queso, las co-raletas, el café, las sardinas, el pimentón, las chu­fas y calcagués, y el azúcar y el escabeche.

El tie Roña. Miá que me quedo como pelrrático de oiles tantas cosas á estos chicos tan pequeñurrios.

La tia Macaría. Y que tienuste razón, tio Roña. ¿Qué más les pue pidir naide á unas criaturicas como esas? Con la meta que suplamos nusotros, ya pudiamos estar contentos.

D. Agapito. Usted, Antón Pirulero. ¿Cuál es el primer Sacramento de la Iglesia?

(El chico no responde). D. Agapito. Piénsalo bien: el Sacramento que re­

cibe el niño recién nacido en la Iglesia y que le administra el Cura en presencia del padrino ó de la madrina, ¿cómo se llama?

Antón. £1 Bautismo. D. Agapilo. Perfectamente. Y el segundo Sacra­

mento, el que se administra al niño algún tiempo después de bautizado, ¿qué nombre tiene?

Antón (después de meditar un momento). La vacuna. D. Agapito. No, hijo no. La Confirmación. A ver.

Otro. ¿Ha criado y cría Dios todas las cosas?

Page 219: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUMBBES ARAGONESAS 219

El séptimo chico. Si siñor, pero haj algunas que no las cría Dios, como verbo en gracia, la gallina que tenemos en mi casa, que ella solíca cría trece pellicos, que nus los comeremos con tomate, según, dice mi madre, cuando sean grandes j estén gordos.

El lio Mala-sangre (riéndose con lodos). Esle chiclán es de los míos, porque está po lo pusitivo.

La tia Roya. ¡Osús, cuantísma gracia me ha he­cho el criíco ese! Con que¿puHicos con tomate, eh?

El tio Mala-panes.t'iQnion los pillara agora! Y an-timás con la gazuza que jo tengo siempre!

Don Aí^apiU). Ea. Basta de Doctrina cristiana. Marcharos j que vengan las Fuentes de conocimienlbs generales ó reflexiones infantiles.

La tia Frisca (á su chiquito, que es uno de la sección). Anda tieso, hijo mío, y no ti aturdas ni ta turru-lles, quesos siñores questan ahirriba quieren mu­cho á los chicos y no se comen á nenguno.

D. Agapito (luego de cesar el corto intermedio de gaita y tamboril). Vamos ái ver. Usted. Andrés Zurribu­rri. ¿Qué son fuentes de cocimiento, digo, de co­nocimiento?

El muchacho baja la cabeza, se pone colorado, después pálido, mira luego al lecho y sigue enmudecido),

D. Agapito. Pero, ¿no s^bes lo que son fuentes? El chico. Ah, si siñor. Unos platos grandes que

hay en las cocinas pa sacar la comida á la mesa. D. Agapito. Galla, hombre, calla. Tu, Gregorio.

Page 220: Las fiestas de mi lugar - Libro

2 2 0 LAS FIESTAS DE MI LUGAB

¿Qué animal es el que ladra y cuál el que relincha? El muchacho. El que ladra es el perro, j el qviié

relincha abriendo la boca y enseñando los dientes, es el caballo.

D. Agapito. Muy bien. Sandalio. Qué animales son los que rebuznan y cuáles los que mayan?

El muchacho. Rebnznian los burros y las burras, y los que mayan son los gatos cuando van por los tejaus en el mes de Enero.

D. Ágapilo. Está bien. Otro. Valentín Zurrapas. Qué bestias 6 animales son los que mugen 6 gruñen?

El muchacho. Los que mugen son los toros cuan­do llaman á su madre ú salen á la plaza pa toria-los; y los que gruñen son los tocinos cuando no les dan salvau ú peladizos de patatas, y cuando ba­rruntan que los van á egoUar pa hacer con ellos longanizas, morcillas y churizos.

El lio Bolo. ¡Chico, chico! ¡Si paice mentira! ¡Cuidiau si responden sin entivocase miaja estos pardalicos! Menudos son, pero si siguen asinas, van á ponese muy po encima é todos los mesaches desta redolada.

El lio Poca-pena. No, no, pa tener tan pocos años, no espuntan mal. ¿Quien sabe si algún chico des-tos llegará á ser ubispo, menistro ú abogan.

La lia Mari-apuros. Otra. Cose es que pue ser. Miá. El chico del tio Lesmes, era pequeño como un pernio, lo llevaron á Madrí, entró en unas re-

Page 221: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUMBHES ABAGONESAS 221

posiciones, y ganó una plaza desos que escriben con garabatos y rayas con puntos y cuernos too lo que hablan delante dellos. Tinquingrafos ú taquin-grafos estuque les dicen.

D. Agapito. Otro. Usted, Fecundo, digo, Facun­do. ¿Qué bichos son lo que cacarean y cuáles los que tienen venenosa la picadura?

El muchacho. Los que cacarean son las gallinas, cuando van á poner los güevos en el ponedero; y los que tienen la picadura ú mordedura vienenosa son: el arraclán, las avrispas, la vibdra, el farda-«ho, la sirpiente y la colebra.

D. Agapito. El otro. Cosme. ¿Qué animal es el que cría la lana?

El muchacho. El cordero, lo mismo que sea blan­co como que sea negro.

D. Agapito. Muy bien, y muy rebien. La tia Camila (con entvMasmo). Ese ha sido mi Cos-

mecico. Tiene razón el maistro, que lo ha hecho mu bien y con mucha serenidá. En que pase po aquí, es que lo estrozo á besos y abrazos.

La tia Mauricia. Hija, que suerte tenis las que tenis hijos tan estutos y tan agudos. En un pronto paicen al mío, que no piensa más que en la man­duca, en juar, en dormir y en no estudiar ni des-currir miaja: sólo le gusta ir con los abrios. No sé lo que daría porque tubiá una miaja dañción á la letra.

Page 222: Las fiestas de mi lugar - Libro

222 LAS FIESTAS DE MI LUGAB

D. Agapito. Usted, Ramón. ¿De dónde se saca el aceite y con qué fruta se hace el vino?

Ramón. El azaite se saca de las olivas, que cuan­do hace mucho frío, se cojen de los arboles que haj tiesos en los olivares; j el vino sa produce de las uvas que haj en las viñas j sirven pa chorriar mosto y emborrachase los hombres, las mujeres y los chicos si se echan muchos tragos.

D. Agapito. Está,bien. Otro. Usted, Crisanto. Nos sabrá usted decir con qué substancia se hacen el queso y el pan?

El muchacho. Si siñor. El queso se hace del trigo, y el paíi se hece de la leche, digo, no, viciviersa, el pon dol trigo y el queso de la leche que se saca de las uvejas, du las erabas y de las tetas de las vacas que son mansas, no cornean y sestan quietas.

D. Agapito. Vamos á ver. Usted mismo. El be­cerro es hijo de la vaca?

El chico. Si siñor. D. Agapito. Y el padre ¿cual será? El chico. El toro. D. Agapito. Pues entonces ¿qué es el buey? El chico. El buey... el buey... ¡otra! el tío. D. Agapito. Usted, Mastín, digo, Martín. Que

árboles son los que dan nueces ó bellotas? El muchacho. Las nogueras son las que dan las

nueces sagudiéndolas ú emprendiéndolas á palos, á pedradas ú á membrillazos; y las abellotas, que son

Page 223: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUMBEES ABAGONESAS 2 2 3

mu güeñas pa los cbicos y pa los tocinos, las pre-duce un árbol muy ancbo y muy viejo, que se llama cecina, digo, encina.

D. Ágapilo. Perfectamente. Diga usted, Bernabé. ¿Qué plantas tienen el fruto debajo de la tierra?

El muchacho. Las patatas, los nabos, las cebollas, los ojos, digo, los ajos, y las azanorias.

D. Ágapilo. Conforme. Basta. Váyansen á sentar­se en su Lauco res|)ectivo las Reflexiones injanliles, y venga aquí á ponerse en fila la HISTORIA, SAGRADA.

El alcalde (en voz baja al gaitero). Hala, tio Lucas. Duro al boto y firme gailazo, que viene abura mu­cho rebullo ó cliicos.

D. Ágapilo. Oído á la caja. Cada cual que respon­da por su nombre y apellido. Vamos á ver. Fabián Solomillo. ¿Qué es Historia sagrada?

Solomillo. La que nos enseña las grandezas de Dios y las maravillas obradas por su mercé en fa­vor nuestro.

D. Ágapilo. Bien. Otro. Bolero, digo, Valero Per-digacho. ¿Quién fué el primer hombre?

Perdigacho. Adám. D. Ágc^pilo. Sigue contestando tu mismo. Adám

¿fué casado ó soltero? Perdigachs. Casau. D. Ágapilo. ¿Con quién? Perdigacho. Con Eva. D. Ágapilo. Está bien. Oye, y siendo Adam el

Page 224: Las fiestas de mi lugar - Libro

224 LAS FIESTAS DE MI LüGAE

primer hombre 6 marido, y Eva la primera mujer, ¿tuvo suegra Adam?

Perdigacko. Si siñor: la sirpiente. D. Agapilo. Bien, chico, muy bien. El medico. ¿Me sabrás decir por qué causa Adam

j Eva fueron echados del Paraíso? El chico. Si siñor. Por no págale al casero. D. Agapito. Otro. Petronilo Miserias. ¿Quién fué

Abrahám? Miserias, ün pastor viejo j aneianicc que se de­

dicaba al cudiau de ovejas, cordercíí y crabitos y que fué mu buen servidor de Dios nuestro Siñor, que está en los cielos.

D. Agapilo. Muy bien. Otro. Acisclo Casca-hue­vos. ¿Cómo puso Dios á prueba la fidelidad del pa­triarca Abrahám?

Acisclo. Mandándole matar á su chico Isaac, pero no lo hizo porque al ir á enclávale el guchillo por meta del cuello, vio enredau en unas zarzas un crabitico, digo, un corderico blanco, y lo saclificó en lugar de su hijo.

D. Agapito. Quedo satisfecho de tu respuesta. La lia Bernabea. Amoe, tio Pablico, ya se puede

usté poner bien güeco con esas palabricas que la dicho el siñor maistro á su chico.

El lio Pablico. Mujer, ya se ve que tengo motivo pa poneme asinos. A cualsiquier en mi lugar, locurriría lo mesmo.

Page 225: Las fiestas de mi lugar - Libro

GOSTUUBItES ABA(K)NESAS 225

La lia Nazaria. Cuasi dende que nacid ese chico, le pornostiqué yo á su padre y su madre, que ha­bía é ser mu agudico pa cosa é libros.

El lio Mal-queda. Si, pues, si lo viás alludar á Mi­sa. Aquello es un refinallo. Tan igual techa pala­bras en latín, como si se bebiá un vaso de agua.

D. Ágapito. Usted. Silvestre del Todo. ¿Porqué vendió Esaú su derecho de primogenitura?

Sikeslre. Por una cesta de judías verdes. Olro muchacho (llamado Gil). Mentira, que fué por

un plato de lentejas. ¿Verdá, siñor maistro? D. Agapito. Exactísimo, hijo mío. Y, vamos á ver.

Tu mismo. Díme. ¿Gualas fueron las dos principa­les ciudades nefandas, á las que Dios abrasd con el fuego celeste?

Gil. Las dos más prencipales fueron Solsona y Camorra, y sufrieron aquel castigo porque sus hom­bres eran mu malos y mu preversos, porque no te" nían temor de Dios, y porque siempre estaban regolviendo con las mujeres.

D. Agapilo. Sodoma y Gomorra, eran las ciuda­des. No equivoques otra vez los nombres.—Otro. Jacinto Mórcales. Sírvase usted referirnos la his­toria del casto José.

Mórcales. José era un chico pequeñico hijo de un siñor viejo llamado Jacob, y por envidia lo arro­jaron sus infames hermanos en una linterna, digo, en una cisterna, pero, salvado por unos mercade-

15

Page 226: Las fiestas de mi lugar - Libro

226 LAS FIBSTAS DE MI LÜOAB

res que vendian telas, chaquetas, camisas j gorras j pantalones, llegó á ser dispués el primer me-nistro del faraón de Egizto, que se llamaba Bon Pepe, digo no, Apepi.

El lio Mal-qúeda. ¡Rediole! Pa mí serían güenos esos nombrecicos. Ni en una semana estuque me los encasquetaba en la cabeza.

D. Agapito. Vamos á ver otro. Agustín Pulgari-Uas. ¿Quién fué David?

Agustín. Un rej mu guapo j mu valiente que de un pedruscazo mató al gigante Goliác, 7 que sabía tocar, bailar y cantar jotas, fandangos y boleros, con un guitarro mu grande y con cuerdas largas que le icían arpa.

D. Agapito. Está bien. Celestino Salta-tumbas. Oído á la pregunta. ¿Qué sabe usted de Salomón?

Celestino. (Sin fijarse en lo que le preguntan y hablando precipitadamente). Samsón fué un tío de mucho cuer­po j de muchos puños, que solo con las manos tiró una ilesia potrestante, matándose él con tres mil felibusteros, digo, fardiseos, quemándoles las v i ­ñas, los trigos 7 las cebadas, j los alfalces, panizos y remolachas, con el fuego de unas achas encendi­das que les puso atadas en la coda á una montona-da é zorras hambrientizas que se escaparon llenas de nbia j de codaje.

D. Agapito (después de la risa general). No le he preguntado á usted por Samsón, sino por Salomón-

Page 227: Las fiestas de mi lugar - Libro

OOSTUMBBES ABA(K)NESAS 227

Celestino (siempre con igual preápitación). Ah, si. Salmón, digo, Salomón fué un rej de mucho saber que tenía tamién mucha sabeduría j conocimiento, j que hacía justicia cogiendo á los chicos pequeños entre dos mujeres j cortándoles con un sabré j por la meta, la canal del cuerpo.

D. Agapito. (A ti si que te cortaría yo la mitad de la lengua por embrollón, hablador y embustero). No, hombre, que para administrar justicia no obra­ba de esa manera, sino dando á cada uno lo suyo. Lo que usted ha citado es solo un caso que le ocu­rrió entre dos madres, una falsa y otra verdadera.

D. Agapito. Otro. Timoteo Guindilla. ¿Cuáles fueron los jefes de las doce tribus de Israel?

Timoteo. Esos doce se llamaron Rubén, Simion, Lerví, Judá, Dandarandán, Nietalí, Guad, Asér, Isacár, Zambulón, Joséf y Bienjamín, que fué el más pequiñico, pero que, como todos, tenía su ban­dera y sus trompetas y tambores.

D. Agapito. Bueno. Usted. Pío Calostros. Ultima pregunta. ¿Quién fué Herodes Antipas?

PÍO. Herodes Sin-tripas, fué un siflor muy tuno, muy malo y muy endino, indumeo por nacimien­to y judío de religión, que se apoderó de la Judía, digo, de la Judea, y de envidia y soberbia que lei3 cogió á los Reyes Magos porque fueron á adorar al Niño-Dios, y supiendo que éste había nacido de noche en un establo delante de una mulica y un

Page 228: Las fiestas de mi lugar - Libro

2 2 8 LAS FIESTAS DE MI LUQAB

toro con cuernos, mandd matar á todos los chicos de Belén que pasaran de dos años.

D. Agapito. Bien, sublime, muy perfectísima-mente bien. Quedamos altamente satisfechos y complacidos de los adelantos de esta sección. ¿Ver­dad, señor alcalde?

El alcalde. Si siñor, mu sastifechos y mu llenos de sastifación.

D. Agapito. Póngase ya en su sitio la Historia Sa­grada y que se vaya acercando la GRAMÁTICA CAS­

TELLANA.

Un baturro (hablando con otro forastero que acaba de separarse de una moza que está sentada en un banco de junto á la puerta de la escuela). Hola, Sedapio. Que güeña tripada tas dau de cortejar con la Birbiana.

El baturro Serapio. Cas di hacer, Matías; aprove­char el tiempo lo mejor que se pueda. A.emáB hi venío tamién por ver al hijo é mi hermana, que se desamina hoy con toa la chiquillería.

Matías. De cuando acá vas tan afaitadico: miá que ayer llevabas unos pelos po la cara que te ras-piaban más que los de cualqué tocino.

Serapio. Otra, como que no me quise resurar con el barbero é mi pueblo: sisquiá el daquí trebaja más curiosico. Aquel, cuando va un folastero J tiene prisa, aun le moja el jabón con saliva.

Mallas. ¡Moño, con salival Pus oye. ¿Y el qni bace cuando sus afaita á los que sois del lugar?

Page 229: Las fiestas de mi lugar - Libro

OOSTUMBBES AHAOONKSAS 229

Serapio. Estonces, ante» de danus jabdn, ñus escupe en los laus de la cara. Así es que no esta­mos contentos con él, ni yo tampoco con el medico nuevo, porque es un siñor mu desolapau j á saber que argulloso. La semana pasada fí á icíle que, como por la noche duermo con la boca abierta j hay tantismo ratón en mi casa, tenía la aprensión ú escupió de si mabría tragau alguno, porque me sentía en el estomago algo así como si se movisse. Y el mu bruto me dijo; pus mira, chico: si tas Iragau un ratón, anda y trágate ahur a un gato.

Matías. Miá no sea cosa quel medico ese te tenga por algo, alguna miaja é tirria.

Serapio. Si que me la tiene, Matías. Y ¿sabes dende cuando? Dende el día que se ajustó con el Ayuntamiento pa vesitanos y lo truje al pueblo amontau en el burro é mi tío, que al pasar por el cimenterio vio cabía crecido hierba por toas partes y me preguntó que porque lo teníamos asínas.

Matías. Y antonces tú ¿qué le digistes? Serapio. Pus le dije, que había crecido tanto la

hierba, porque no se moría naide dende que no te­níamos medico.

D. Agapito. Vamos á ver esta nueva sección. ¿Es-tais dispuestos á contestar bien, queridos míos?

Todos hs chicos. Si siñoooooor. D. Agapito. Pues, vamos allá. Tu, Ciriaco Chupa-

guindas. ¿Qué es Gramática castellana?

Page 230: Las fiestas de mi lugar - Libro

230 LAS FIESTAS DK MI LUGAB

driaco. Gramática castellana es el arte que nos da las reglas que neseci tamos saber pa 1er y escri­bir correztamente lo mismo despacico que de co­rrida j tan igual en yerso como en prosa.

D. Agapilo. Muy bien. Tu, Santiago Ghifli-cliafla. La tia Genara. Abura, abura' le perguntan á mi

chico, ¡Ah, rico mío! Quien fuá Espritu Santo pa ilumínate po atrás ese celebro y que dejaras bizcos á toos con tus mesmas exprisiones.

D. Agapilo. Di. ¿Cuántas son las partes de la Gra­mática?

Santiago. Cuatro, á saber: Analogía, Sintaxis, Oltografía y Presodia, y otros ponen por añadienza la Carcómanla.

D. Agapilo. Lo has dicho perfectamente, pero su­primiendo la última.

La lia Genara. ¡Ah, salau mío! ¡Con qué clareza la contestau á don Gapito! Si no pudía ser otro con tantismo ferrete como la dau á la Garmatíca. Hoy, en recompiensa li de dar al medudía pa pren-cipio un güevo fresco y estrellan con su correspon­diente piacico é longaniza y su canterico ú herra-durica é pan.

D. Agapilo. Otro. Blas Retaco. ¿Qué es número gramatical?

Blas. La variación que distingue á un endevido, animal, bestia ú otro ojete, digo, ojeto solo, de dos <5m6s.

Page 231: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUMBRES ABAOONESAS 231

D. Agapito. Corriente. Vamos á ver el que sigue. Luisito Cata-salsas. ¿Cuántos son los números?

Luis. Dos, singular y plural. Es singular si s« reñere á una cosa sola, como cuando icimos: zapo, eangartana, gurrión, tartuga y alifante: y será plu­ral, si afeta á dos ú más endevidos ú presonas, como cuando icimos: las burras, los abrios, las ye­guas y los tocinos.

D. Agapito. (Te digo, hijo mío). Otro. Serafín Mestizo, digo, Melguizo. ¿Qué es declinación?

Serafín. Declinación es la barbaridá, digo, la va­riada de casos en que el nombre y pronombre se encuentran en la oración, la cual se puede hacer lo mismo en casa que en la iglesia, porque en todas partes nos oye Nuestro Señor Jesucristo, Dios y hombre verdadero, premiador de buenos y casliga-dor de malos, dándoles á los unos la gloria eterna y á los otros el infierno per omnia ssecula secu-lorum.

D. Agapito. Has contestado bien en un principio, pero, por tu exceso de saber, te has pasado de ma­teria y te has metido en otro granero. A ver Froilán Cotorro, si recuerda cuantos son los casos.

Froilán. Los casos son seis: nominativo, geniti­vo, dativo, acusativo, vocativo y ablativo, como el conejo, del conejo, á ó para el conejo, al conejo, oh conejo, y con, de, por, sin, sobre el conejo.

El alcalde (en voz baja al veterinario). Ahura ñus

Page 232: Las fiestas de mi lugar - Libro

2 8 2 LAS FIESTAS DE III liUOAB

comeríamos un parecico dellos con arroz, ¿verdá, siñor albaitar?

El veterinario [también en voz baja). Hombre, por mí, aunque fueran dos pares.

D. Ágapilo. A ver, tu, Nicolás Mariposo. ¿Cuán­tas son las partes de la oración?

Nicolás. Diez: nombre, aljetivo, altículo, prenom-bre, verbo, palticipio, alverbio, preposición, con­junción é interjezción.

D. Agapito. Otro. Martinico Cerrajas. ¿Cuántos géneros se conocen?

El muchacho. Tres: masculino, que es el que me conviene á mí; femenino, que es el que no le con­viene á usté; y neutro, que es el género humano, porque participa de los dos. Tamién se dividen en géneros ñnos, como los ñdeos, los pañuelos de seda, los meriengues, la natilla y el arroz con leche; y en géneros bastos, como las azanorias, los churizos, los membrillos, el cordellate y los celpudos.

D. Agapito. Besta de Gramatiquería y que venga la sección de GEOGRAFÍA. Usted. El primero. Agus­tín Vientre-seco. ¿Qué es Geografía?

El muchacho. La ciencia que trata de la descrición de todo cuanto hay y puede haber en las entrañas ú tripas de la tierra.

D. Agapito. No, hombre, no. La ciencia que s© ocupa de la descripción de la tierra.—Otro. Jorge Lamparilla. ¿Qué es nube?

Page 233: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUHBBES ABAGONESAS 233

El niño (con tono de papagayo). Nube es un feláme-no que se presenta bajo tres especies destintas. La primera es un glupo de color de plomo que se des-colga del cielo en gotas de agua; la segunda es una mancha blanca que se pone en los ojos j no deja ver nenguna cosa; y la tercera es un trapo largo ú bufanda que se ponen las mujeres por el cuello pa no tener miaja é frío.

D. Ágapito. Bueno, bueno. Basta. A ver, usté. Ger(5nimo Carratraca. ¿Qué es río?

El chico. Una corriente ú regacha de agua, que por sí sola y sin rempújala denguno, se va siempre hancJa abajo, como el Ebro, la Güerva 7 el Gallego.

D. Agapito. A ver. Tú. BlasPicolomini. ¿En don­de desemboca el Ebro?

El chico. En el mar. D. Ágapito. Y ¿por qué puerto? El chico. Por el puerto de Cariñena. D, Agapilo. ¡Por Dios hombre! Cállate. A ver. El

que sigue. Leopardo, digo, Leopoldo Cabezuela. ¿Qué entiende usted por continente?

Leopoldo. Continente es un cuerpo que contie­ne á otro, el cual se llama contenido, como por ejemplo; la bota ú el porrón es el continente del vino.

D. Agapito. No señor, que continente en Geogra­fía es Tina vasta extensión de tierra no interrumpi­da por el mar, como el continente antiguo que

Page 234: Las fiestas de mi lugar - Libro

284 liAS FIESTAS DE MI LITOAIt

comprende Europa, Asia j África.—Otro. Sebas­tián Buti-bamba. ¿Qué es istmo?

SebastiÁn. Un estrecho de tierra que une h una península ó á un continente. Tamién es ismo el conjunto de cuatro 6 cinco letras sin valor por sí soles, pero que lo tienen como finales en algunas palabras, como egoismo, sinapismo, buenísmo, cla-taclismo j abismo. • D. Agapilo. Usted, Mames Cusculina. ¿Qué es cabo?

Mames. El cabo es un poquico más que el soldau raso j muy poco menos que el sarjento. Hay cabo primero y segundo cabo, pero éste ya es cabo más gordo porque lleva sabré y cobra más perras men-sualmente al año.

D. Agapilo. Ga, hombre, ca. Hoy están ustedes por equivocarlo todo. ¿No se acuerda usted que ca­bo es una punta de tierra que avanza en el mar?

Mames (llorando y algo enfadado). ¡Si siñooor! La lia Peregiles (á un viudo que tiene al lado). Tio

Sidro. Ese que llora tan rabioso es su chico. ¡Pus hijol Sobre no saber le que le preguntan, aun se atufa.

El lio Isidro. Que llore, que llore, que el ombligo tiene atau. Tan guen geniecico ha sacau ese como su madre. Hasta que Dios se la llevó y me dejó viudo, mizo pasar en este mundo más crudas que iQiaduras. Al prencipio de casaus era mu goberna-

Page 235: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTüIífiBES ABAGONESAS 285

da y callada, mu amorosica, más mansa cuna ove­ja y enemiga é contornillos; pero dimpues, ende que sajuntó con la tia Ustaquia la masobera, se golvió mu niquitosa, mu chorrotera y mu fura," y, á dos por tres, se asubía á la parra y se ponía como uua gripia, pero yo, siempre que se encarrañaba, me llamaba andana, mi armaba é pacencia y me aplicaba desiguido mi melecina.

La tia Polonia. Y ¿cuála era la melecina, tio Sidro? El tio Isidro. Unas pulgarillas. La tia Benita. ¡Osús, unas pulgarillas! El tio Isidro. Si. En cuanto ella emprencipiaba k

dar rabadas, á mormotiar y á desalar gritos y chi-los por cualqué cosa, yo sacaba mis pulgarillas y repicándolas me echaba á bailar como un tonto, aunque no tubiá ganas, pero llegó un día en que me devanló la mano pa dame una ofeláa y eston­ces perdí la pacencia, y le pegué una tabarda que le rompí un retabillo en las costillas. No, no jué aquella mala soba, no. ¡Otra!, como que de sus re­sultas, le entró un moquillo ú tos que se desca­saba, se jué pusiendo toa á saber quinchada, y vi­niéndole luego una humorragia y un patatús tras di otro, se quedó defunta en el último, y más negra cun cabrón, digo, cun carbón. Gloria se llamaba, pero en la gloria me quedé yo cuando la vesitó la muerte y le dijo: «marchen y ajuera daquí pa siempre».

Page 236: Las fiestas de mi lugar - Libro

236 LAS FIESTAS DB MI LüOAB

D. Agapilo. Dígame usted, León. ¿Qué es golfo? El muchacho. Golfo es una porción de agua que

con desimulo y sin decir nada, se mete drento é la tierra. Tamien es golfo un juego que mi padre se sabe de memoria j con el que gana muchas pe­setas en el casino, supiendo juar además á la bris­ca, al tute, al sietimedio, al guiñóte, al mus y á la treinta y una.

D. AgapiCo (riéndose como lodos). Bien, hombre, bien. No digas más, que eso nada nos importa.— Usted, Marcos. ¿Qué forma de gobierno hay ahora en España?

Marcos. Monárquico, que es el ejercido por una sola presona, y lo mesmo que sea macho que sea hembra.

D. Agapilo. Usted, Cañuto, digo. Canuto. Según eso, ¿cuántos Reyes hay en España?

El mwhacho. Mi padre dice que, tantos como Menistros, que son unos siñores con levita y chis­tera, que, en su mayoría, hacen dende su ofecina lo que les da la gana, no'premian á los que lo me­recen, reparten turrón, sin ser Navidá, á los parien­tes y amigos, y en muchas cosas no les importa nada del escurabajo é la concencia.

El alcalde (aparte al Cura). Hombre, me gusta este chico, porque habla con muchísma yerdá y clarura.

D. Agapilo. Diga usted, Delfinito Mosquitera. ¿Cuántas son las partes del mundo?

Page 237: Las fiestas de mi lugar - Libro

OOSTXJMBBES ABAGONBSAS 2 3 7

Delfin. Por ahora cinco, á saber: Earopa, Asia, África, las Américas y la Oceanía, que es un mon­tón de islas pobladas de personas con figura de hombre, que están unas á meta é civilizar, y otras se comen cruda la carne humana de los varones ú hembras que pillan, dejándolos en esquileto.

D. Agapüo. Otro. Germán Habichuelas. ¿Cuáles son los Estados de Europa?

Germán. España, capital Madrí; Francia, capital París; Inglaterra, capital Londres; Austria, capital Viena; Italia, capital Roma, donde vive el Santo Padre, que va vistido de blanco y represienta á Dios en la tierra y sus arrabales.

D. Agapito. Soberbiamente bien.—Otro. Usted. Aquilino Sal-si-puedes. Vamos á ver. ¿Dónde está

El chico. Valdepeñas está en la bodega de mi pa­dre, con otros vinos en cubas y botellas.

D. Agapito. No, hombre, no. (¡Jesús, que cría-tura más cernícala!).—^A ver, usted, Matatías Ga­rra-seca. ¿Dónde está Ceuta?

El chico. En África. D. Agapito. Y ¿por dónde se pasa para ir á Ceuta? El mismo chico. Por los Trebunales de justicia. D. Agapito. No, hijo, no: por el Estrecho gibral-

tarefio.—Retiraros todos, y que venga á desocupar­se la sección de HISTORIA DE ESPAÑA. A ver si se portan ustedes bien y dejan solidariamente puesto

Page 238: Las fiestas de mi lugar - Libro

288 LAS FIKSTAS DB MI LITGAK

el pabellón mío j el de la escuela. Yamos al acto. Usted. Perico Cerilleta. Respóndame. ¿Qué es Historia de España?

El muchaclio. Ave María Purisma, Dominus te-cum. Historia de España es la narracidn de los principales sucesos ocurridos en nuestra península, que se halla comprendida desde el estrecho de Gi-braltar hasta los montes Pirineos y el mar Can­tábrico.

D. Agapito. Muy bien. Superferolíticamente bien. Otro. Ruperto Cascarilla. ¿Qué es Era?

Ruperto. El sitio donde se extienden y se trillan las parvas del trigo. Hay varias eras como son la del tio Tripote, la de la tia Garrosa, la del tio Mala-gana y la del tio

D. Agapito (interrumpiendo al muchacho). No es eso. Yo le pregunto á usted por la Era histórica.

Ruperto. Ah. Esa era es el momento que sirve de partida para la existencia histórica de un pueblo, sea grande ú sea pequeño.

D. Agapito. Casimiro Perdigacho. ¿En qué épo­cas se divide la Historia de España?

Caámiro. En primitiva, cartaginesa, romana, gorda, digo, goda, sarracena, castellana, austríaca y borbónica. »

D. Agapito. Está dicho culminantemente bien. El que sigue. Perico Nariguetas. Vamos á ver. ¿Has­ta que siglo dominaron los romanos en España?

Page 239: Las fiestas de mi lugar - Libro

OOSTTTHBBES ABAODMESAS 2S9

Perico (titubeando, mirando al techo y después de mal-oir á un compañero que le dice: <s.Hasla el' siglo cinco que la invadieron los vándalos y alanos»). Hasta el siglo Teinticinco que los echaroa los bandoleros con perros alanos.

D. Agapito. (Osús, qué barbaridad! ¡Tú ai que eres perro alano! ¡Afrenta maestros!). Otro exami­nando. Policarpo Escorreduras. ¿Qué sabe usted de la Historia de España?

Policarpo (disparado como un coliele y en tonillo de romance).

Libre España, feliz é independiente se abrió al cartaginés incautamente.

D. Ágapilo (interrumpiéndole en vano). Bueno, bue­no. Basta.

Policarpo (con la vista fija en el techo). Vióronse estos traidores fingirse amigos para ser señores.

D. Agapito. Pero Policarpo (sin hacerle caso al maestro).

Y el comercio afectando entrar vendiendo por salir mandando, comiéndose además con mucba maña cual viboreznos la mete de España.

D. Ágapilo (en voz baja).—^A tí sí que te me come­ría JO ahora. ¡Ojos de pato!—A ver otro. Antolín Gatera. ¿Qué sabe usted de Aníbal?

Anlolin. Que fué un general cartaginés mu gua-

Page 240: Las fiestas de mi lugar - Libro

240 LAS FIBStAS DE MI LUGAB

po y mu agudo y rabioso que extendió sus conquis­tas por el corazón de España, y atacó y tomó á Sa-gunto, cuyo3 habitantes murieron herméticamente, arrojándose á sus propias llamas.

D. Agapiío. Bien. Emeterio Pelotas. ¿Quién fué Viriato?

Emeterio. ün pastor muy caliente, digo, muy va­liente y muy melitar que llegó á ser general y les cascó la badana á los romanos, quienes le asesina­ron cobardemente cuando el enfeliz estaba dur­miendo en el suelo.

D. Agapito. Corriente. Esto marcha como una seda. Vamos á ver. El que sigue. Bienvenido Es­crófula. ¿Podría usted darnos alguna noticia de Quinto Sertorio?

Bienvenido. Si siñor. Quinto Sertorio, sucesor de su padre Cuarto Sertorio, fué otro general que vino y peleó en España contra la romanería, digendo que le daba ispireciones al oído y á bonico una perra, digo, una cierva que le acompañaba á toa las partes.

D. Agapilo. Insignemente bien. Otro. Melquía­des Chupa-tintas. ¿Quién fué Pelayo?

El muchacho. Pelayo fué un recaudiador de con-trebuciones que vino el año pasau á Val de Cuervos, y que lo emprendieron á pedradas y á tiros, por­que se quería llevar los dineros que no eran suyos.

D. Agapito. No, hijo mío, no. Si le pregunto á usted por nn rey que se llamó Don Pelayo.

Page 241: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUMBBES ABAGtONESAS 241

El muchacho. Ab. Si. Ese fué un primo segundo <>í tercero de otro rey de nombre el siñor Bodrigo, que peleó con mucho valor contra los municipales, digo, contra los musulmanes; los venció hiciéndo-les correr un montón de leguas; y dispues hizo ase­sinar á Don Sopas, digo, á Don Oppas, por haber hecho traición en Ik batalla de Guardalete.

D. Agapito. Muy bien. Otro. Columbano Pan-crudo. ¿Tiene usted alguna noticia de un rey que se llamó Wamba?

Columbano. Si padre, digo, si siñor. Wamba fué un hombre muy güeno y más gordo cun celindro: aunque era del campo tenía muchismas pesetas á rento y papeles de Banco, y el probé tuvo que ser rey á la fuerza, porque si no lubián degoUau lo mes-mo que á un crabito. Dispues, otro que tamien que­ría ser rey, lo atontó con una bebida desas quedan sueño, le cortó los pelos con una navaja de barbero y lo vistió de flaire, y cuando Wamba se regolvid «n sí y se vio sin pelaje y con aquel vistuario, tiró la corona y se fué él solíco á cantar y rezar á un convento que había po allí cerquica.

D. Agapilo. Bien. Otro. Evaristo Suda-miel. Qué detalles tiene usted del Cid Campeador?

El muchacho. El Cid Capiador fué un soldau mu güen mozo, mu guapetón y mu valiente, que iba siempre con capa y que con un sabré de dos «ortesganó é. Valencia, mató á muchos enemigos,

46

Page 242: Las fiestas de mi lugar - Libro

2 4 2 LAS FIESTAS DE MI LÜGAB

amenazó á su rey Don Alfonso porque no había sido güeno, y VÍTÍÓ siempre dispuesto á reñir has­ta con su mesma sombra.

D. Agapito. Otro. Usted. Antonino Traga-aldabas. ¿Quién fué Don Ramiro II de Aragón?

Antonino. Un siñor que fué monge ú flaire, y obispo, casado y rey, que porque le hacían burlas y muecas unos ricachones pulíticos, mandó córta­les la cabeza á catorce ú quince dellos, y con las mismas cabezas hizo una campana que, cuando la bandiaban, sonaba el son por toda España y sus alredores.

£l lio Liendres (carlista de opinión). Una campaoica como esa quice ese chico, hacía falta hacer ahura en Madrí. ¿Verdá, tio Anicasio?

El lio Nicasio. Y que lo digas, chico. Yo mesma-mente iría y alludaría á hacela de mu güeña gana. A ver si asinas sacababa duna vez contantismo em­bustero y engaña-pueblos y con tantismo palrran-chín y granuja de levita y sombrero.

D. Agapito. Usted, Hilarión Cebollino. ¿Sabe us­ted cómo se llamaban los Reyes Católicos?

Hilarión. Si siñor, Melchor, Gaspar y Baltasar. D. Agapito. No, criatura, no. Isabel y Fernando.

Vamos otro. Vicente Garapatillo. ¿Con quién es­tuvo casada la nombrada reina D.* Isabel la Cató­lica, que reinaba soberanamente en Castilla?

El muchacho (retpondiendo muy decidido). Estuvo

Page 243: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUMBBES AKAGONHSAS 243

easada con... con... con el siñor Don Baldomcro Espartero, j ambos á dos devantaron el Trebunal de la Inquisición, ajuntaron la España que estaba partida en dos piazos, y, pa que no hubiera revol-tinas ni zaragatas, armaron la Malicia nacional, que sólo sirvió pa hacer formaciones y lucir los cuerpos, preducir pendencias y riñas, tocar trom­petas y tamborea, y tirar á lo mejor guen recau de tiros por las calles, hiciendo cerrar las botigas j atrancar las puertas de las casas.

D. Agapüo (en vos baja). ¡El Santo Cristo de La Seo me valga! Yo creo que tengo calentura de oír á estos majaderos que se han olvidado de todo). Sepa usted que Isabel la Católica se casó con el rey de Aragón, Don Fernando.—^Vamos á ver, otro. Usted, Aniceto Pelusilla. ¿A quién nombró suce­sor Carlos III, último monarca ó rey de la casa de Austria?

Aniceto (muchaeko bástanle leido y satisfecho de qut tabe más que sus compañeros). Carlos II , llamado el Enchizau ú el Emboban, porque una bruja le había dan los enemigos en una copica de anis, nombró por su heredero á Don Felipe de Borbón, nieto del Rey de Francia y descendiente de los Doce Pares

El señor Cura (con exlrañeta). ¿De los Doce Pares áe Francia?

Ánkelo. Si siñor, que fueron San Fabián y San

Page 244: Las fiestas de mi lugar - Libro

2 4 4 LAS FIESTAS DB VI LUOAB

Sebastián, San Felipe y San Santiago, San Cosme y San Damián, San Pedro y San

El señor Cura (no dejándole conlinmr). Cállate, hom­bre, cállate y no digas disparates. Lo equivocas todo y no miras lo que respondes. A ver si sabes esta otra pregunta. ¿Quién es el Sultán?

Ankelo. El Sultán es un perro negro que tiene el tío Mira-paredes para cudiar la casa, y que cuando lo sueltan po la nocbe se acarraza y se tira á toos los que puede, igual que sea hombre como que sea mujer.

El alcalde. Voy á hacele yo una miajica é pre­gunta á este chico. Amos á ver, pequeño. ¿Sabes tú quién fué Don Rafél del Riego?

El chico. Si siñor. Un hombre mu liberal y de sa­bré, que en los veranos cuando había mucho polvo, se deicaba á rujiar con agua las plazas y las calles.

El alcalde. Me paice questás medio entivooau. Pasuste á otra examinadura, Don Gapito.

D. Ágajñlo. Aléjese la Historia, y venga más sere­na y segura la URBANIDAD.—^Vamos á ver, el pri­mero. ¿Qué es urbanidad?

El chico. El manojo ú montón de reglas que nos enseñan la manera con que debemos portarnos en el viecindario, pa que todos ñus quieran, ñus apre­cien y nua estimen con todas sus potencias y sen­cidos corporales.

D. Agapilo. Muy bien. Otro. Doroteo Claraboya.

Page 245: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUHBBES ABAOONBSAS 246

¿Gdmo se consigue el cariño de las personas que nos tratan?

Dwoleo. Cuidando de la limpieza del cuerpo j del vestido y de la manera de hablar, comer, beber j vesitar á los endevidos y endevidas, que tan de carne y güeso son como nusotros mesmos.

D. Agapito. El siguiente. Ceferino Mosqueruela. ¿Porque debemos procurar la limpieza corpórea?

Ceferino. Pa que no demos repuznancia á nadie; pa que no echemos mal olor y se desaparten de nusotros las personas; y pa que gustemos á todos igual ú poco menos que si fuamos onzas di oro.

D. Agapilo. Bien, muy bien, y archi-bien. El que sigue. Crescendo Zaragatona. ¿Qué se debe hacer para conservar limpio el cuerpo?

Crescendo. Darse por la mañana en la cara güe-Dos chaparrazos de agua fresca; restregase luego con un paño ú toballa los carrillos y las orejas, pa que se asomen los colores; sonase firme con el mo­quero los caños de las narices pa que salga la ma­leza y podamos hablar con claridá; y no escarbase-las con la punta de los dedos, pa que no se ñus haga drento cangrena ú mal de alcance.

D. Agapito. Conforme. Otro. Espiridión Sopla-caldos. ¿Qué se debe hacer después del lavatorio?

Espiridión. Almorzar de güeña gana, y, con un güen currusco de pan en la mano, ise luego muy contento á la escuela.

Page 246: Las fiestas de mi lugar - Libro

246 LAS FIESTAS DS MI LUQAB

D. Agapito (riéndose como todos). No, si le pregun­taba á usted respecto de la limpieza del cuerpo.

Espiridión. Ah. Painese bien las greñas con un paine pa que se caiga la caspa, y dales un repasí-co á las uñas pa que no paizcan á las de los gavi­lanes ú escribanos.

D. Agapito. Está bien. A ver usted. Marcelino Saca-corchos. ¿Qué se debe hacer para llevar lim­pios los vestidos?

Marcelim. Cepíllalos bien con la escubilla pa que se les vaya el polvo; cuidar de que cuando co­memos ú cenamos no ñus caiga nengún churrión de caldo, unto ú redetido; y precurar que no se ñus vea nunca nengun roto ni rasgan.

D. Agapito. Bueno. £1 siguiente. Joaquín Cosca-rana. ¿Qué se debe evitar en la mesa?

Joaquín. No llenarse de comida la boca, pa no atragantase; no barrer los platos con el pan; no empentar lo que se coma con los dedos sino con el tenedor; no regoldar afuerte ni k la redól de los que ñus acompañan en la mesa; no lámese la cuchara ni bebese el caldo con el plato; no ponese el pr i ­mero los alimentos que saquen; y no beber más que aquella cantidá que se crea suficiente y de neseci-dá, pa que no se paren los bocaus en el vedan j ñus hagan tener hipo.

D. Agapito. Bien. Otro. Baldomero Moco-ver­de. ¿Qué se debe procurar en la conversación?

Page 247: Las fiestas de mi lugar - Libro

CXJSTÜMBBES ABAGONESAS 2 4 7

Baldomero. Hablar siempre con naturaleza, digo no, con naturalidá; no meter la cucharada en la convesación cuando no ñus preguntan; decir siem,-pre la verdá; no mirar de rabiojo á la gente con quien hablamos; y desimular los debilidades y co­sas flacas de los dedemás semejantes nuestros.

D. Agapilo. Ea. Ultima pregunta. Vamos á ver. Marcial Pela-gatos. ¿Gomo dehe portarse el ser hu­mano en las visitas?

Marcial. Se ha de llamar en la puerta j decir dispués «Ay María»; se ha de saludar con la gorra en la mano; se ha de ser apestoso, digo, afectóse; se ha de callar sino preguntan; no se ha de tener á carramanchones una garra, digo, una pierna so­bre otra, cuando estemos osentaus; y no se ha de despeler con desimulo ú con ruido nengún cuesco ú ventosidá pa que no ñus llamen bruto, salvaje, gorrino ni animal.

D. Agapilo. Admirablemente bien. Retírense á sus puntos los jóvenes miembros de este postrero y último ejercicio. Con esto, señof alcalde, quedan finiquitados los exámenes y terminada la faena 6 tarea de mi jurisdicción megistérica.

El alcalde. Corriente. Pus yo agora voy á echar un piacico ó descurso, pa que naide ni denguno diga que no sé hacer lo ques ligítimo y me corres­ponde. (Seguidamente escupió de soslayo—y tan distraí­do que por poco deja tuerto al leniente alcalde—, tosió

Page 248: Las fiestas de mi lugar - Libro

2 4 8 LAS FIESTAS DB MI LUSAB

dos veces, y, luego de limpiarse los labios con la mano de­recha mella del revés, habló asi en voz alia): Siñorea Val de Cuerveros y Val de Cuerveras: ha llegau el momento de rematar este espetáculo que habís visto con vuestros ojos y habís oído con vuestros oídos. Yo, por la cercustancia de estar con mi vara encima é toos los que me escucháis, tengo nese-cidá de prenunciar algunas palabras 6 cápsulas, digo, cláusulas, que han de comprender j abrazar á toos vusotros sin esceición. (En vos baja al párro­co), ¿Qué tal? ¿Voj bien, siñor Cura?

El Cura. Muj bien. Adelante, adelante. El alcalde (lleno de salisfacáón). Primeramente j

en primer lugar tengo que darle á D. Gapito mi más completa enhoragüena, por los grandes esfuer­zos que ha redochau tarde y mañana pa intro­ducir ú meter drento é las cabezas desos chicos de todos tamaños, tantísma letra y tantísma esplicati-va, hiciendo que los desamenes hayan salido luci­dos, subidos y floridos, demuestrando los aciantos desas criaturas que, con la meta qui han aprendió, ñus encajan la garra encima á cuasi toos del lugar, capenas sabemos echar ni sacar cuentas,ler un libro, ni escrebir una mala carta, hubiendo algunos que ni aun saben delitrear cual qué escritura que se les ponga por delante. Con la pacencia y con su sabe-duría y longaminidá, ha conseguido este siñor maistro una gloria simpitierna en este pueblo, qu»

Page 249: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUIfBBBS ABAOONESAS 249

naide le podrá desputar. Estrechemuste esa mano, D. Gapito, y que sea este apretujen una exprisiva preba de mi gratitú, como güen represientante que soy aquí del Rey en su presona mesma y en nom­bre de toos los habitantes del ilustre, sano,]urétrico y resplandeciente lugar de Val de Cuervos, que sa­brá premiarus como sus merecís. Tamien susdo y la enhoragüeca, digo, la enhoragüena á vusotros, h i ­jos menudos de este pueblo, porque sus habís apli-cau y habís aprendió tautisma montonáa é bocaula-rios, pusiéndoos mu por dencima de toos los chicos de Carrasquilla, Tencajo, Val de Grillos, Lampa-za, Tempujo, Despeña-gatos, Mata-puercos, Val de Ranas, y dedemás pueblos desta redolada. El Ayuntamiento, que sabe aonde tiene su mano dre-cha y aonde se ha de atar el sedalíz ú hiladillo de las apargatas, sus dará güenos premios asín de coronas con flores y verdes, como de libros y es­tampas, carambelos y coufeturas.

Y ¿qué sus diré á vusotros, maníficos vecinos y vecinas de Val de Cuervos? Cuasi se me ataruga la lengua en la boca, y cuasi no sé como emprenci-piar, de tanto comal qiisiá hicirus. Ya habís visto los grandísmos aelantamientos de vuestros hijos, que BUS han dau á prebar la manera conque ha re­daman la simiente de las letras en sus celebres este siñor maistro, que estoy por dicir, que no ñus me­recemos, y ques modelo, espejo de virdrio y ver-

Page 250: Las fiestas de mi lugar - Libro

2 5 0 I.AS FIESTAS DE MI LUGAS

daero ejemplo de bondadosidá, suaveza y cariño con sus descipulos, porque ha demuestrau que, asín como pa quen los canipos se críen güenosme-lones y otros predutos de la tierra, hay nesecidá de échales güen recau de ciemo, pa que salga too gustosico; y asín tamien como hay que cudiar y dales bien de comer á los pollicos, pa que crezgan y se hagan grandes y se puan vender dispues á güen precio ú cómelos con güen apitito con toma­te ú á la chilindrón; asinas hay que curtivar ta­mien las cabezas de los chicos, pa que sepan ser presonas estruidas cuando nusotros ñus vayamos al otro mundo, porque á la ñn, mortales sernos nus­otros los hombres, y moríalas tamien sois vusotras las mujeres. Por eso, yo, que soy mu claro, sus diré que sus pegaría cuatro tiros cuando respaldiais ó sus echáis hanza atrás, porque sus piden el tanti cuan-ti que hay que págale al que sesvive por la ense­ñanza de vuestros hijos. Acordarus estonces de las paccncias que tienen que tener y de las impelti-nencias que tienen que sufrir los enfelices mais-tros, sobre too cuando hacen de madres con los chicos más ruines y que cuasi no se van solos, ya dándoles un corrusquico ú canterico é pan cuando ven que tienen gazuza; ya indo con ellos cuando tienen que echar las aguas; y ya cuando tienen que limpíalos cuando tienen nesecidá de hacer del cuerpo. No sus olvidís nunca, no, de mantener en

Page 251: Las fiestas de mi lugar - Libro

CX>STUMBaES ARAGONESAS 2 5 1

vuestro celebro que la estrucidn es el pilan ande descansa la felicidá, garbosidá, prosperidá j maz-nanimidá de los pueblos. El no págales bien y pun­tualmente á los probes maistros, es como querer vivir en trinieblas; es criar hijos pa burros ú ani­males; es andar atrás como los cangrejos y las tar-tugas en el mundo é la cevilización; y es querer que se bulrren de nusotros y de nuestros hijos y hijas, los otros habitantes de España y los estran-jeros de Francia, Ingalaterra y dedemás naciones terratinientes y tirritoriales.

Finalmente, y por ultimas y pa rematar, porque ya me se apega la lengua de reseco, sus diré que eus doy las gracias á toos los da drento como de ajuera del pueblo, por haber venido á honrar este solezne é impereciedero espeláculo que me llena de sastifaición á mi por ser alcalde; al siñor maistro por ser maistro; á vusotros, porque sois padres y madres;y ávuestros hijos porque son vuestros hijos, hijos can de allegar á ser el arguUo deste honran y hermosísmo pueblo, en el que como nusotros han nació, y que siguiendo como estiaño po el camino é la estrucián, allegarán por juerza y con razón á amontase á gran altura sobre toos los dedemás de las tres provincias de Aragón.—Hi dicho, y se de-vantan los desaménes.

Numerosos aplausos se oyeron en el local, y, acto seguido comenzó á moverse el concurso que

Page 252: Las fiestas de mi lugar - Libro

S52 LAS FIESTAS DB VX LUOAB

con el major entusiasmo prorrumpid en: Viva el siñor alcalde!—¡Vivaaa! ¡Viva el siñormaisirol—¡Vi-vaaa!—¡Viva el lugar de Val de Cuervos!—I Vivaaa! Siendo el último grito el que dijo: / Vivan los que sernos desle pueblo!— / Vivaaa!

Después de tales vivas, el gaitero, tocando la gaita delante del Ayuntamiento, regresó con este y sus acompañantes á la Casa Concejil, al com­pás de un pasa-calle de la música del pue­blo, teniendo lugar en la sala de sesiones un lunch, donde se devoraron tortas, bizcochos j esponjados; desapareció el aguardiente de varias botellas; y se fumó de largo sin que nadie se escondiera nada en los bolsillos ni se llevase para la familia ningún objeto envuelto en papeles, como suelen hacer en las ciudades muchos hambrones mal educados que gastan sombrero y visten gabán ó levita más ó me­nos sebosa.—A las tres de la tarde del mismo día tuvo lugar la corrida de pollos, en la que tomaron parte cinco mozos del pueblo y cinco de los inme­diatos, habiendo llegado el primero á tocar el palo donde estaban colgados los plumíferos animales, el hijo de la tía Medalla; el segundo, el sobrino del tío Cabeza-dura; y el tercero, el hijo del tío Mos­carda, recibiendo respectivamente ocho, cuatro, y dos pollos.—Después de la corrida, hubo baile pú­blico en la plaza hasta el anochecer, y á esta hora se quemaron varios fuegos de artificio, entre ellos

Page 253: Las fiestas de mi lugar - Libro

COSTUMBBES ABAGfONESAS 253

un castillo que causó gran admiración y fué muy aplaudido, especialmente cuando comenzó á arro­jar bombas.

Al día siguiente, último de los festejos á San Roque, hubo giras campestres, animados bailes en los que se cantaron graciosas coplas, muchísimas meriendas al aire libre, y no pocas borracheras que originaron abundantes escenas cómicas.

Por la tarde, á eso de las siete, enmedio de un gran bandeo de campanas y disparo de cohetes, salió, presidido, por supuesto, por el Ayunta­miento, el rosario general, en cuya preparación estuvieron ocupadísimos toda la tarde el señor Cura del pueblo y los Mayordomos de las cofra­días. Llegada la hora de salida, fueron distribu­yéndose en la espaciosa sacristía, entre los mo­zos, seis estandartes y diez y ocho faroles, siendo los del medio mSs grandes y de mayor número de lu­ces que los laterales. Solo quedaba en un rincón un pesado Crucifijo que se había de llevar al fin del rosario y delante del último estandarte. Como no quedaba por allí otro mozo desocupado que un hijo del tío Palomo, llamado Carlos, dirigióse á él el Mayordomo mayor y le dijo: Hala, Calrros. Cuélgale la correa del cuello y engancha el gancho en la anilleía del Santo Cristo, pa llévalo tu. Mas como el mozo no se moviese é hiciera gestos y movimientos de ne­gativa, por el mucho peso del madero de la Cruz y

Page 254: Las fiestas de mi lugar - Libro

254 LAS FIESTAS BB HI LUCtAB

de la imagen del Crucifijo, tuvo que mediar el pá­rroco, el cual, á fuerza de reflexiones pudo con­seguir que lo cogiera, exclamando el mozo, que era un gran pedazo de atún y más torpe que un cerrojo enmohecido: ¡Güeno, güeno. Ya lo llevaré yo, ya, siñor Cura; pero está visto, ¡rediez!, que agora «orno antes, siempre me encajan á mi lo pior.

Ya había recorrido el rosario varias calles, sir-yiendo de guión con una pequeña bandera encar­nada el pelaire conocido por el tío Forra-gaitas, cuando este, que aquella tarde había merendado bien j empinado la bota más de lo necesario, me­tióse de hoz j coz en la calle de los Bolos, sin acordarse, ¡el muj mastuerzo!, que no tenía salida. Llegado á la tapia que cerraba el camino, paróse en seco, hicieron lo propio los que le seguían, j , al intentar la vuelta para regresar por otra calle á la iglesia, se presentó el alcalde con gran corajina, y, dando muestras de su reconocida tozudez, dijo con voz de trueno, á unos mozos que iban á la cabeza del rosario: Chiquios: amos á ver: dejar refir-maus en ¡aparé los faroles y el estandalte, y con esos pi­tos qite sus traigo con el aguacil, precurar en un istantico tirar á la paineta esa tapia, pa que siga alante el rosario y no esté más detmido; porque ¡que badajo!

¡ Yal de Ctiervos no recula, aunque ¡o mande la Bula!

Y, en efecto, poco después continuó su marcha el

Page 255: Las fiestas de mi lugar - Libro

C08TUMBBES ARAGONESA» 265

rosario, pasando porentre los escombros de la tapia, cruzando varias eras, y entrando en la iglesia sobre las diez de la noche.

Tales fueron las FIESTAS DE MI LUGAB, y tales son, por lo general, las fiestas que los pmeblos de Ara­gón celebran en honor de sus respectivos patronos.

FIN.

Page 256: Las fiestas de mi lugar - Libro

ÍNDICE

Cnadtos

I

11

III

IV

VI

EPÍGRAFES

En el que se trata de un viaje impensado y de las vicisitudes que ocurrieron en él .

En el que se dan muy peregrinas noticias del lugar de Val de Cuervos y del talento de sus siempre hospitalarios ysencillotes moradores

En el que, aparte de otras cosas, se da cuen­ta de una importante sesión concejil, se pregona un bando muy superferolítico, se explica la causa por la que San Roque es patrón de Va! de Cuervos, y se descri­ben las fiestas que hubo la víspera del día de aquel insigne y popular abogado con­tra la peste

En el que el lector, como día de San Roque, oye Misa mayor y sermón, vé la proce­sión, presencia el dance, y por la tarde asiste á la corrida de toros y á un .baile de confianza

En el que hay solemnidad religiosa, corridas en borricos y en talegas y de vaquillas y novillos, repetición del dance, fuegos ar­tificiales, función de teatro y otras cosas que sabrá el curioso lector

En el que se celebran exámenes con notables discursos, se verifican giras campestres y corrida de pollos, se queman fuegos de artificio, se repiten los bailes y se conclu­ye con un rosario general. . . . . . .

FgnM.

30

65

419

164

910

Este divertido libro de das Fieataa <te mi Iingrar, se vende en Zaragoza por una sola pesetica; y, por igual precio se venden también, sueltos ó en colección, cada uno de log seis humorísticos libros de costumbres baturras, titulados: liM e e n t e d e mt T i e r r a , escritos por el mismo autor C B I S P Í N B O T A B A , presona que, no soa por retraído y aunque le esté mal el dicilo, es á manta é católica, mu rigu-lar y corriente, más gttena quel pan, mucbísmo fina, y de mu sanas y reutas costumbres.