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    LAS FPLFUERZAS POLULARES DELIBERACIÓN

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    Las FPL,una guerrilla enorme y poderosa, sectaria ydogmática

    El primero de abril de 1970, cuatro obreros ytres estudiantes de medicina se reunieron ensecreto para constituirse en el primer comandode la que llegaría a ser en El Salvador, con elcorrer de los años, la guerrilla más grande ypoderosa, pero también la más dogmática ysectaria.

    Por esos tiempos El Salvador era un herviderode batallas políticas y sociales en contra de unrégimen militar autoritario entronizado desde1932. La única organización de izquierdaexistente en ese momento, el PartidoComunista, había debatido larga peroinfructuosamente la posibilidad de lanzarse a lalucha armada. 

    Lunes 3 de febrero 2008Geovani Galeas(Primera parte)[email protected] 

     Ante el cierre progresivo de los espacios para la lucha política legal, y estimulados por eltriunfo de la revolución cubana y por la ola de rebeldía juvenil que por entonces se abría pasoen el mundo entero, los jóvenes universitarios politizados prácticamente no discutían otra cosaque no fuera la vía violenta hacia la toma del poder político.

    De hecho, un grupo de esos jóvenes, formados en su mayoría en la corriente social cristiana,ya se había lanzado al intento, formando el núcleo inicial de lo que se convertiría en el EjércitoRevolucionario del Pueblo, ERP.

    Ruptura y nacimiento

    Pero los siete conjurados de aquel primero de abril de 1970 provenían de otra tradiciónideológica. El 30 de marzo, apenas un día antes del cónclave clandestino, habían renunciadoa su militancia en el partido comunista, del cual uno de ellos, Salvador Cayetano Carpio, habíasido el máximo dirigente en los últimos seis años.

    Carpio, un panadero de 51 años de edad, se había enrolado en las luchas sindicales desde1943, y por ello había sido perseguido encarcelado en varias ocasiones. A finales de los añoscuarenta se integró al partido comunista; en 1953 cayó preso de nuevo y fue torturado por lapolicía. Cuando salió de la cárcel, después de veintiún días de mantenerse en huelga de

    Salvador Cayetano Carpio,fundador de las FPL 

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    hambre, sus camaradas lo enviaron a Moscú para que realizara estudios de marxismo-leninismo en la Escuela Superior de Cuadros del Partido Comunista de la Unión Soviética.

    Después de cuatro años concluyó su preparación, y luego de una estancia de tres meses en laChina de Mao regresó a El Salvador, en 1957. Siete años después, en 1964, fue elegidosecretario general del partido comunista. Carpio no solo era un obrero él mismo sino que

    también era profundamente obrerista. Todo su pensamiento y su actividad se basaba en laafirmación marxista de que la clase obrera era la fuerza motriz de la revolución y era, además,depositaria natural de los más altos valores humanos.

    Su radicalidad ideológica, en ese punto, generaba un permanente conflicto con los dirigentescomunistas provenientes de la clase media y aun de estratos económicos altos, intelectualesen su mayoría. A principios de la década de los sesenta, la dirigencia comunista acordócomenzar a preparar para la lucha armada a un grupo de cuadros, algunos de los cualesfueron enviados a la URSS y a Cuba para adiestrarse. La responsabilidad de esa fasepreparatoria recayó en un joven universitario, miembro además de una familia decomerciantes y agricultores muy prósperos: Schafik Hándal.

    Carpio, más ligado al trabajo sindical del partido, no tuvo mayor incidencia en ese primer

    esfuerzo y más bien lo impugnó por considerarlo una desviación militarista que aislaba alpartido de la lucha de masas. El proyecto fue declinando poco a poco, y ya en 1963 la policíadesmanteló la estructura secreta y capturó aSchafik Hándal.

     Años después, ya convertido en el comandanteMarcial, máximo jefe de las Fuerzas Populares deLiberación, FPL, Carpio le confiaría a MartaHarneker, en una entrevista recogida en el libro“Con la mirada en alto”, su propia evaluación deaquél intento:

    “La desviación militarista consistió en el despreciodel papel del movimiento de masas. Se sosteníaque los sindicatos en El Salvador no tenían razónde ser, que solo la tenían en países industrializadoscomo los europeos. Ese desprecio al movimiento demasas y la tendencia a concentrarse solo en lapreparación militar florecieron en el partido. Paradójicamente fuimos nosotros, que estábamospor la integración de la lucha armada a la línea del partido, quienes tuvimos que dar la batallaideológica contra esa desviación militarista”. 

    Sin embargo, en el ya citado libro de Marta Harneker, otro miembro de la dirigencia de lasFPL, Gerson Martínez, propone una explicación diferente a la de Carpio: “La crítica de Marcialcontra aquellos balbuceantes esfuerzos militares se tradujo en una suerte de contrapeso a esa

    actividad. Pienso que en el fondo él sentía que ese eslabón tenía condiciones para convertirseen la fuerza militar de la revolución en aquellos primeros instantes, y en sus adentros noaceptaba no estar a la cabeza de ese intento”. 

    Como quiera que fuese, lo cierto es que al enfocarse en la preparación militar, la influencia delpartido comunista en los sindicatos se debilitó considerablemente. Al asumir la dirección delpartido, Carpio se concentra de nuevo en el trabajo de organización obrera, inyectado en lossindicatos un elevado nivel de combatividad que culminó, hacia finales de los sesenta, conintensas jornadas de protestas y huelgas.

    Salvador Cayetano Carpio,conocido como Comandante

    Marcial 

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    El panadero estuvo personalmente al frente de esas luchas, mostrando una tenacidadextraordinaria y un temple combativo demostrado palmariamente en su capacidad deresistencia ante la persecución, la cárcel y la tortura. Su gesta comenzaba a ser legendaria.

    El plan de Carpio consistía en desatar la violencia insurreccional de las masas. Pero esa

    voluntad, al menos según su propia percepción, se enfrentaba a la oposición de un bloque dederecha enquistado en la dirigencia comunista. Ese bloque, “burocrático y legalista” a juicio deCarpio, se inclinaba hacia las formas legales de la lucha política, principalmente hacia laconstrucción de alianzas electorales con sectores con sectores que Carpio considerabapequeñoburgueses.

    Desatada la pugna ideológica entre esas dos corrientes, las posiciones de Carpio fueronfinalmente derrotadas en los órganos de dirección partidaria. Aislados, Carpio y susseguidores más cercanos optaron por la renuncia y por el compromiso de fundar una nuevaorganización cuyo principal esfuerzo, en esa fase inicial, se centraría en el aspecto militar.

    Carpio y sus compañeros se clandestinizaron y a los pocos días comenzaron a ejecutar susprimeras acciones, que básicamente consistieron en asaltar a policías y vigilantes nocturnos

    para quitarles las armas. En los medios obreros, donde eran muy conocidos, comenzaron apreguntar por ellos, y pronto comenzó a rumorearse de que estaban formando una guerrilla. Alparecer no eran pocos los que querían sumarse a ese nuevo esfuerzo, pero ello implicaba unagrave amenaza de desprendimientos dentro del partido comunista.

    Para conjurar ese riesgo, la dirigencia comunista comenzó a propalar una especie: quieneshabían abandonado el partido eran provocadores al servicio del enemigo, y concretamenteeran instrumentos de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos.

    Esa acusación, o más bien la tendencia a considerar como alta traición a toda disidenciapolítica, habría de marcar el aspecto más negativo de la izquierda salvadoreña en su conjunto,y sería la base directa de al menos tres de los hechos más dramáticos que marcan su historia:el asesinato de Roque Dalton, el asesinato de la comandante Ana María y la sanguinariapurga masiva ejecutada por el comandante Mayo Sibrián.

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    El 22 de abril de 1972, con un bombazo en laembajada de Argentina en El Salvador, enprotesta por la masacre contra los guerrillerospresos en la cárcel de Trelew, se daba a conoceral mundo la existencia de una nueva guerrilla:las Fuerzas Populares de Liberación, FPL. 

    Lunes 10 de febrero 2008Geovani Galeas(Segunda parte)[email protected] 

    Dos agentes de la Guardia Nacional y un civildesconocido murieron en un enfrentamientoarmado, en las inmediaciones del parque Balboa de

    Los Planes de Renderos, el 4 de abril de 1971. Losperiódicos de la fecha informaron que la pareja deguardias había intentado detener a tres individuos que, de inmediato, respondieron con fuegode armas cortas. Los dos sobrevivientes huyeron del lugar y se llevaron el fusil de unos de losagentes muertos.

    Nadie sabía por entonces que un creciente número de sindicalistas, maestros y estudiantesuniversitarios y de secundaria estaban siendo reclutados, en secreto, para formar parte de unaorganización armada clandestina. En realidad, ni siquiera los propios reclutados sabían bien abien de qué organización se trataba, con qué recursos y medios contaba, ni quiénes nicuántos eran sus miembros: “Usted no pregunte y cuanto menos sepa mejor. Lo único quetiene que saber es lo que le sirva para poder cumplir con la tarea concreta que se le asigne”,se les decía.

    Lo que sí se les aclaraba desde el principio es que se trataba de una organizaciónrevolucionaria, marxista-leninista, de nuevo tipo, cuyo objetivo supremo era la toma del poderpolítico por parte de la clase obrera y por medio de las armas. Por ese tiempo, otros pequeñosgrupos, básicamente universitarios, también estaban empeñados en lanzarse a la luchaarmada, pero con una estrategia más bien insurreccionalista de corto plazo, que descansabaen la posibilidad de realizar un golpe de Estado en combinación conspirativa con sectoresprogresistas de las Fuerzas Armadas.

    Para esos grupos, lo fundamental era el derrocamiento de la dictadura militar y elestablecimiento de un sistema democrático. En cambio, para la nueva organización el objetivoera el establecimiento de la dictadura del proletariado para la construcción de un régimensocialista. Por tanto, siendo lo central los intereses de la clase obrera, era exclusivamente en

    torno a esta que debía girar tanto el pensamiento como la conducta y el accionar de la nuevaorganización. Todo miembro de ella, sobre todo si provenía de las capas medias, estabaobligado a proletarizar su visión de mundo y su conducta cotidiana.

    Contra las “desviaciones pequeñoburguesas” de los otros grupos, la nueva organización seautodefinía como la garante exclusiva de los genuinos intereses proletarios, y por lo mismocomo la vanguardia indiscutible del movimiento revolucionario. Su estrategia político-militar,definida como guerra popular prolongada, GPP, partía de una certeza: luego de que elmovimiento revolucionario derrotara al enemigo local (la oligarquía terrateniente y el ejército),

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    tendría que enfrentar inevitablemente una invasión del imperialismo norteamericano.

    Por ello era preciso preparar al pueblo para una larga y sangrienta guerra (una revoluciónantioligárquica, anticapitalista y antiimperialista), mediante la combinación de todas las formasy los medios de lucha, con un principio orientador básico: avanzar siempre de lo simple a locomplejo, bajo la guía del marxismo-leninismo que, se decía, por ser un pensamiento científico

    era inimpugnable. Había también otro principio básico: el odio incesante, implacable yconsciente al enemigo de clase.

    El crecimiento

    Las autoridades comprobaron que la cédula de identidad que portaba el civil abatido en losPlanes de Renderos era falsa, pero no supieron nunca que se trataba de Mauricio GonzálezDomínguez, uno de los siete conjurados en el cónclave clandestino, presidido por SalvadorCayetano Carpio, aquél primero de abril de 1970. Mauricio González, un obrero rebautizadocon el pseudónimo de Antonio en la clandestinidad, había sido designado por Carpio como elprimer jefe militar de la incipiente organización guerrillera que, a esas alturas, después de unaño de su fundación, aún no tenía un nombre, pero sí un primer comando armado en plenaoperación.

    Uno de los primeros acuerdos tomados por los siete fundadores fue que cada uno de ellosestaba en la obligación de reclutar un mínimo de quince colaboradores, de tal modo que, enpocos días, el primer comando contaba con una red de apoyo conformada por unas cienpersonas entre obreros, maestros y estudiantes universitarias y de secundaria principalmente.

    Según el principio organizativo adoptado, los mejores de entre esos cien pasaban a conformarlos denominados grupos de apoyo a la guerrilla; a su vez, los elementos más disciplinados ycombativos de esos grupos eran seleccionados para conformar otro comando armado. Almismo tiempo, cada miembro del nuevo comando tenía que reclutar otros quincecolaboradores nuevos, y se repetía el círculo de funcionamiento.

    En su versión oficial de la historia, los dirigentes de las FPL aseguran que los fundadorespartieron de cero en prácticamente todo, incluso en el aspecto de la formación militar, peroeso es muy poco verosímil, sobre todo si se considera que muy difícilmente el curso pasadopor Carpio en Moscú, de 1953 a 1957, fuese solamente teórico.

    Pero además, es sabido que los otros seis fundadores también tenían instrucción militar. Losobreros habían participado en la fallida escuela guerrillera montada por Schafik Hándal aprincipios de los sesenta, en tanto que los estudiantes de medicina, que habían conformado lacélula Frank Pais del partido comunista, habían sido entrenados en Cuba. Desde 1961, loscubanos habían comenzado a preparar militarmente a una gran cantidad de revolucionarioslatinoamericanos, entre ellos Schafik Hándal y Roque Dalton, Carlos Fonseca y Tomás Borge.

    Ello explica por qué, desde el inicio, los comandos armados de Carpio mostraban en el terreno

    una alta capacidad técnica no solo en cuanto a las normas del clandestinaje, sino también enlos métodos de combate. En pocos meses, los primeros dos comandos pasaron del desarmede vigilantes y policías a la fabricación y colocación de bombas, golpes de mano y asaltos aagencias bancarias y a otros establecimientos comerciales.

    En esas acciones iniciales, al igual que Antonio, fueron cayendo algunos de los fundadores yde los primeros combatientes. Sin embargo, y con una celeridad sorprendente, nuevoscuadros tomaban su lugar y las redes de colaboradores se multiplicaban. Así, el 22 de abril de1972, con un bombazo a la embajada de Argentina en El Salvador, en protesta por la masacre

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    contra los guerrilleros presos en la cárcel de Trelew, se daba a conocer al mundo la existenciade una n ueva guerrilla: las Fuerzas Populares de Liberación, FPL.

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    A finales de 1973, poco más de un año despuésde haber dado a conocer públicamente suexistencia, las FPL había pasado del primernúcleo armado, o comando central, a ochonuevos comandos constituidos cada uno porseis o siete individuos. Es decir que se tratabade una estructura militar clandestina de unossetenta combatientes. Pero, como cada uno deellos estaba obligado a reclutar a por lo menosquince nuevos colaboradores, estamoshablando ya de más de mil personasinvolucradas en la organización. 

    Lunes 18 de febrero 2008Geovani Galeas(Tercera parte)[email protected] 

    Sin embargo, y a pesar de que la línea ideológica era fundamentalmente obrerista, oproletaria, la gran mayoría de entre los nuevos adherentes a las FPL no eran obreros, sinomaestros y estudiantes universitarios y de secundaria. Una posible explicación de ese hechoes que una buena parte de los obreros estaban vinculados a sindicatos influenciados por elpartido comunista, y Cayetano Carpio no creía que fuese políticamente correcto disputarle lasbases a su antiguo partido.

    Por otra parte, maestros y estudiantes conformaban un sector cuya politización se habíamultiplicado y radicalizado, en intensas jornadas de luchas reivindicativas y fuertementereprimidas por el régimen militar, al menos desde finales de la década del sesenta. En todocaso, el hecho mencionado marcaba un principio de contradicción en el interior de las FPL:

    una organización que obsesivamente reivindicaba la proletarización, pero que comenzaba acrecer y a consolidarse a partir de una militancia proveniente, en su mayoría, de sectoresmedios. Con el correr del tiempo, esa contradicción se agudizaría progresivamente y allanaríael camino hacia la tragedia ocurrida en las FPL en 1983.

    Proletarios y pequeñoburgueses 

    Melida Anaya Montes, “Ana María”,líder del sindicato magisterial ANDES

    21 de junio, en 1973 era parte delComando Central de las FPL

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    Entre los colaboradores de los dos primeroscomandos armados fue surgiendo una nuevageneración de cuadros y, entre ellos, algunosllegarían a formar parte de la dirección nacional delas FPL: dos maestros: Mélida Anaya Montes ySalvador Sánchez Cerén, y cuatro estudiantes:

    Felipe Peña, Atilio Montalvo, Medardo González yGerson Martínez.

    Mélida y Felipe fueron los primeros en destacar. Laprimera había dirigido las luchas del magisterionacional en los sesentas; el segundo, hijo de unmilitar, era un brillante estudiante de economía. Yapara 1973 ambos pertenecían al comando centralde las FPL. Pero, por estricto secreto ycompartimentación, eso solo lo sabían losmiembros de ese organismo de dirección.

    Muchos de los combatientes de los nuevos

    comandos ni siquiera sabían, a esas alturas, que eldirigente máximo de la organización en la quemilitaban era Salvador Cayetano Carpio. Peroquienes sí lo sabían, hablaban del viejo dirigenteobrero y de sus luchas con una veneración rayanaen la idolatría. Si lo mejor y más puro de la sociedad se sintetizaba en el proletariado, Carpioera el más auténtico y avanzado de entre los proletarios. En el ya citado libro de MartaHarnecker, Con la mirada en alto, historia de las FPL, Atilio Montalvo narra lo siguiente:

    “En el caso de nuestro comando todos éramos de origen burgués o pequeñoburgués. Noéramos proletarios ni sabíamos que Marcial (pseudónimo de guerra de Cayetano Carpio),dirigía la organización. Entonces nosotros comentábamos con Felipe Peña: Lenin dice que losproletarios son los que deben encabezar la revolución, pero nosotros no somos obreros, y elproletariado está influenciado por tendencias reformistas, incluidas las del partido comunista;entonces nuestra tarea debe ser la de abrirle los ojos al proletariado, abrirle el espacio, ydespués nosotros nos hacemos a un lado”. 

    En el mismo libro, Gerson Martínez abunda sobre el tema: “Nos planteamos la necesidad deinterpretar los intereses de la clase obrera y asumirlos en la práctica. Decíamos que losintereses de esta clase condensaban los intereses del pueblo y que, por tanto, esos interesesde clase eran los que tenían que hegemonizar (...) Pero lo que nos sucedió es que nosagenciamos su representación exclusiva. Entonces nos planteábamos la alianza obrero-campesina, con hegemonía proletaria, como el centro y la base de una alianza popular-revolucionaria”. Y añade: 

    “Marcial de alguna manera mistificó a la clase obrera, magnificó sus cualidades y, en ciertamedida, tuvo una especie de superstición sobre el papel revolucionario del proletariado. Creoque en la década del setenta todos en las FPL adolecimos de lo mismo, salvo Felipe Peña yMélida Anaya Montes, quienes tuvieron siempre una mentalidad irreligiosa frente a estascosas”. 

    La fuerza 

    Felipe Peña, líder de las FPL en sus

    inicios, murió en un combate urbajo en1975.

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    Como quiera que fuese, lo cierto es que a finales de1973 las FPL dieron un salto de calidad en suaccionar militar, al comenzar a operar en columnasconformadas, cada una de ellas, por trescomandos. Ese año, sus columnas de guerrillaurbana, que ya sumaban tres, asaltan unas cinco

    agencias bancarias y colocan bombas en variasempresas norteamericanas radicadas en el país.

     Al año siguiente, continuando un ininterrumpidoproceso de crecimiento, la organización clandestinacuenta ya con cuatro columnas guerrilleras en SanSalvador, y uno o dos comandos en cada ciudadimportante del país. El comando central exigía quecada unidad militar realizara por lo menos unaoperación cada semana, de tal suerte que la operatividad guerrillera en el país, aumentada porel accionar del Ejército Revolucionario del Pueblo, que había surgido apenas un mes antesque las FPL, se multiplicó.

    Los cuerpos de seguridad gubernamentales comenzaron a ser desbordados, sobre todoporque, a partir de ese año, a las guerrillas urbanas se sumaron las suburbanas, lo cual, en elplan estratégico de los insurgentes, implicaba el escalón previo para comenzar a conformarlas primeras unidades de un ejército guerrillero.

    Pero mucho más importante que el notable incremento de la estructura militar y de susacciones, cada vez más complejas, fue que ese año comenzó implementarse, en la práctica,la otra línea estratégica definida por las FPL desde el inicio: la línea política. Hasta esemomento, 1974, el esfuerzo principal y casi exclusivo de la organización había sido el de laconstrucción del aparato militar clandestino. Y aunque ya desde 1972 habían elaborado en elpapel una línea hacia las masas, esta aun no se había traducido en una organizaciónconcreta. El vuelco hacia ese esfuerzo marcaría la nueva etapa de las FPL, y fundamentaría elcamino que convertiría a esa organización político-militar en la más grande y poderosa en lahistoria revolucionaria moderna de América Latina.

    Las FPL,una guerrilla enorme y poderosa, sectaria ydogmática

    En 1975 las FPL vivió una primaveraantidogmática y antisectaria. Ese florecimiento,

    que duró apenas seis meses, le imprimió unreimpulso estratégico a la organización y seextinguió abruptamente con la muerte encombate de Felipe Peña Mendoza, un joventalentoso como ideólogo, audaz y valiente como

     jefe militar, pero de temperamento más bieninformal y aun iconoclasta. 

    Salvador Sánchez Cerén, DimasRodríguez, Facundo Guardado y

    Gerson Martínez, en 1984.

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    Lunes 25 de febrero 2008Geovani Galeas(Cuarta parte)[email protected] 

    En sus primeros tres años de existencia, las FPL en su conjunto era una extensión refleja delas virtudes y de los defectos personales de su fundador y máximo dirigente, Cayetano Carpio.Sus combatientes eran tenaces, severos, abnegados hasta el sacrificio, dogmáticos ysectarios. Todos, independientemente de su origen de clase, habían pasado por un duroproceso de proletarización en su estilo de vida y ensu pensamiento.

    Dirigentes y militantes vivían con suma austeridaden los mesones más baratos de los barrios pobres,como si de aquellos primeros cristianos de lascatacumbas se tratara, y como aquellos mismospracticaban un estricto ritual disciplinario que, enlugar de Dios, tenía por centro el ideal proletariocuya viva encarnación era Cayetano Carpio.

    Pero algo comenzó a cambiar en la medida en quelos primeros cuadros fueron cayendo en el camino.La segunda y tercera generación de dirigentes quelos relevaron eran, en su mayoría, jóvenes estudiantes de clase media. Muchos de ellos nisiquiera conocían personalmente a Carpio, dada la rigurosa compartimentación que imponía laclandestinidad.

    Cuando la organización comenzó a crecer y consolidó su aparato militar, la complejidad de lasoperaciones requería de una infraestructura más adecuada a la nueva etapa. Por ejemplo, ese

    aparato requería tener a su disposición una flotilla de automóviles no de lujo pero sí enperfectas condiciones, y no podían esos combatientes vivir en barriadas miserables y, almismo tiempo, ser propietarios de esos automóviles.

    En consecuencia, ya hacia finales de 1973 los jefes guerrilleros habían pasado de losmesones populares a las residencias de clase media. Ese solo hecho alterabasignificativamente el estilo de vida de los militantes y de la organización, y no precisamente enbeneficio de la moral proletaria predicada obsesivamente por Carpio.

    Un atisbo de unidad entre FPL y ERP 

    El aparato militar clandestino de las FPL se creó yse consolidó bajo la conducción y la vigilancia

    directa de Carpio; pero el instrumento armado, aunsiendo el principal, era solo uno de los doscomponentes estratégicos de la concepción originalde las FPL. El otro era el instrumento político: elfrente de masas.

    Los fundadores lo habían previsto en el papel, peroen esa primera etapa, comprensiblemente, sehabían concentrado en la tarea militar. Cuando

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    Felipe Peña es promovido a la dirección de la organización, en calidad de segundo al mando,a finales de 1973, reactualiza el debate interno sobre la cuestión de la línea de masas. En esadiscusión es apoyado por Mélida Anaya Montes.

    En ese momento, la otra organización guerrillera existente en el país, el ERP, estaba forjandoprecisamente un frente de masas que, ya en el 74, se concretó en el Frente Amplio Popular

    Unificado, FAPU. Felipe Peña estaba vivamente interesado en ese experimento, pero Carpiodesconfiaba de los dirigentes del ERP por considerarlos pequeñoburgueses y socialcristianos,es decir, no proletarios y no marxistas leninistas.

    Sin embargo, Felipe Peña había sido amigo de infancia, compañero de estudios y deandanzas contestatarias de la mayoría de los dirigentes del ERP, con quienes compartíaademás un origen político común: el socialcristianismo. No obstante la desconfianza deCarpio, Peña dialogó y aun llegó a negociar con el ERP en torno a la posibilidad de construirconjuntamente el frente de masas.

    Ese acercamiento fue fértil en la medida en que produjo comunicados conjuntos y laposibilidad de cooperación política y militar entre ambas organizaciones. Pero si bien fuetolerado por Carpio en un primer momento, se rompió por su intransigencia en la discusión

    sobre la naturaleza que el frente de masas unificado debería tener.

    El ERP plateaba un frente amplio antifascista, es decir que en él cabían todos los sectores,desde los revolucionarios radicales hasta progresistas, y por tanto su bandera de lucha debíaser la reivindicación de la democracia. En contraposición, Carpio argumentaba que la únicaalianza consecuente era la obrero-campesina con hegemonía proletaria, y que la metaexplícita debía ser el establecimiento de la dictadura del proletariado.

    Entre esos dos planteamientos se estancó y finalmente se disolvió aquella primera intentonade unificar a la izquierda revolucionaria. Pero Felipe Peña y Mélida Anaya Montes continuaronimpulsando y elaborando, al interior de las FPL, la estrategia para vincular la guerrillaclandestina al movimiento de masas que, justo por entonces, comenzaba a reactivarse encampos y ciudades.

    De la catacumba a las calles

    Las FPL había alcanzado un alto nivel deefectividad militar, pero su misma naturalezaclandestina entorpecía sus esfuerzos por ligarse alas masas. Sus grupos de apoyo eran bastantenumerosos y se multiplicaban con celeridad,ciertamente, sin embargo los dirigentes másdestacados de los mismos eran pronto pasados alas tareas militares de la guerrilla.

    Por otra parte, el fraude electoral de 1972 y la tomamilitar de la Universidad Nacional ese mismo año, así como la agudización de la actividadrepresiva del régimen en contra de maestros, estudiantes, sindicalistas, campesinos,demócrata cristianos y miembros de las comunidades eclesiales de base, en los añossiguientes, generó una creciente resistencia popular cada vez más y mejor organizada. ElERP sacó provecho político de la situación y se adelantó en la conformación del frente demasas, captando a su favor el descontento social.

    La salud de Cayetano Carpio se resintió por esos días. Coincidentemente, en ese momento,

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    las FPL entonces aceleró su línea de masas. Un elemento clave, en esa línea, fue lapublicación de la “Carta de las FPL a los cristianos”, en la que se expresaba que no habíacontradicción entre la revolución y el cristianismo.

    Eso tenía una importancia trascendental: para Carpio, todo militante de las FPL tenía que serexpresamente comunista, marxista-leninista y ateo. Con ese planteamiento preservó la pureza

    ideológica de la organización, pero al mismo tiempo obstaculizó su crecimiento y su ligazóncon las masas. Por el contrario, Felipe Peña argumentaba que no eran las masas las quedebían acatar la ideología de las FPL, si no que eran las FPL la que debían adecuar sudiscurso y ponerse al servicio de los intereses del movimiento popular.

     Algunos antiguos militantes de las FPL han contado a este redactor que la discusión entreCarpio y Felipe Peña era intensa y que, al tiempo que Carpio se iba quedando sin argumentosconsistentes, Felipe iba sumando apoyos a sus posturas dentro del comando central.

    Como quiera que fueses, a mediados de 1974 muchos de los más experimentados cuadrosclandestinos de las FPL son enviados al trabajo estrictamente político organizativo, dandopaso a una restructuración completa de la organización. El protagonismo en esa tarea fueasumido por Felipe Peña, Mélida Anaya Montes y un grupo de jóvenes estudiantes

    universitarios.

    Cada vez más enfermo, Carpio salió del país a finales de ese año. La jefatura de laorganización quedó en manos de Felipe Peña, que intensificó el trabajo hacia las masas.

    El problema consistía en que el ERP, por medio del FAPU, ya había copado gran parte delmovimiento popular organizado. Con todo, el esfuerzo de las FPL se vio favorecidocasualmente, debido a un gravísimo problema interno ocurrido en el ERP en mayo de 1975: elasesinato de Roque Dalton, bajo la infundada acusación de traición, y la consecuente divisiónde esa organización.

    En esa trágica refriega interna el movimiento popular afiliado al FAPU quedó en el aire, y lasFPL supieron pescar con gran efectividad en río revuelto. Muy pronto un enorme contingentede maestros, estudiantes, campesinos y cristianos pasaron a las organizaciones bajo controlde las FPL. Eso se facilitó porque, en ausencia de Carpio, Felipe Peña había logradoflexibilizar considerablemente la extrema rigidez ideológica de esa organización.

    El trabajo de Felipe Peña dio su fruto cuando, el 6 de agosto de 1975, se anunciapúblicamente el surgimiento del Bloque Popular Revolucionario, el frente de masas de lasFPL. Pero Felipe Peña muere en combate diez días después, el 16 de agosto. Esa muertevolvió a colocar Carpio en el liderazgo indiscutido de las FPL, pero tuvo otra consecuencia queen pocos años revelaría su importancia: Mélida Anaya Montes pasó a ser la segunda almando. Y ella estaba mucho más de acuerdo con las ideas de Felipe Peña que con las deCarpio.

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    Con la conformación del Bloque PopularRevolucionario, las FPL crecieroninusitadamente, y ganaron mayor incidenciapolítica y militar, pero al mismo tiempo, parabien y para mal, perdieron lo que era su sellodistintivo: su identidad de clase, proletaria, y su

    pureza ideológica. 

    Lunes 3 de marzo 2008Geovani Galeas(Quinta parte)[email protected] 

    El Bloque Popular Revolucionario, y enconsecuencia las FPL, crecieron como la espuma a

    partir de la cooptación de dos sectores masivos: elmagisterio, que arrastró consigo al estudiantado, yel de las comunidades cristianas de base. CayetanoCarpio y su núcleo de marxistas-leninistas ateos,proletarios o proletarizados, seguían colocados enla vanguardia del movimiento en términos formales, pero la incorporación del sector obrero,nido y nudo de la revolución según Carpio, fue notablemente raquítica.

    El acercamiento al ERP

    Los acercamientos entre el ERP y las FPL, hacia 1974, para elaborar una estrategia conjuntade lucha de de masas, mediante la conformación de un frente amplio, se rompieron cuandoCarpio, ante el planteamiento de amplitud formulado por el ERP, propuso su teoría de los tres

    anillos: primero la vanguardia marxista-leninista como garantía ideológica, después el frenterevolucionario de masas concebido como una alianza obrero-campesina con hegemoníaproletaria, y solo al final un frente amplio que admitiría en su seno, y más bien en calidad decompañeros de ruta, a los sectores democráticos y progresistas.

    “Estábamos convencidos de que en casi todos los esquemas de frentes amplios que sehabían configurado con anterioridad, los trabajadores habían sido relegados en sus interesespor la sencilla razón de que no habían consolidado su propio campo de fuerzas, que la alianzarevolucionaria no estaba bien articulada y fogueada y, por eso, otros sectores norevolucionarios a menudo se comían el mandado”, le comenta Gerson Martínez a MartaHarnecker, “teníamos bien metida la idea de que primero había que crear y desarrollar unaalianza popular revolucionaria que tuviera como centro y base la alianza obrero campesina. Ylo identificábamos en el interior de las FPL como un frente único de la revolución popular hacia

    el socialismo” 

    Esa era la línea de Carpio, pero estaba basada en su experiencia en los años cuarenta ycincuenta, nada que ver con los nuevos liderazgos surgidos en su propia organización en losaños setenta. Así lo confirma Gerson Martínez: “Era una línea que venía marcada por losreveses y sinsabores de un pasado muy anterior, y que de cara al proceso que nosotrosmismos estábamos contribuyendo a desencadenar, esa política y esa mentalidad se volvíaestrecha y sectaria”. 

    Felipe Peña, es descrito por GersonMartínez como “ irreverencia frente a

    los formalismos y a toda la liturgiadogmática que reinaba en la

    organización” 

    mailto:[email protected]:[email protected]:[email protected]

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    Peña vrs. Carpio

    Sin embargo, una vez rota la relación con el ERP, ladiscusión sobre la línea de masas continuó alinterior de las FPL teniendo como protagonistas aCarpio y Felipe Peña, entre quienes había una

    considerable distancia no solo generacional (Carpiopasaba de los cincuenta años y Peña no llegabaaun a los veinticinco), sino también de estilo ypensamiento. Gerson Martínez describe así a FelipePeña:

    “Felipe descollaba como el principal dirigente militarde la organización (...) pero sobre todo había unacosa muy especial en él: su irreverencia frente a losformalismos y a toda la liturgia dogmática quereinaba en la organización. En medio de aquellaseveridad de los colectivos, él ironizaba todas lassolemnidades. Siempre andaba muy alegre y

    frecuentemente metía algún revuelo en aquellasreuniones secretas. Tenía un espíritu fraterno, pero también muy crítico hacia el llamadosocialismo real y a las contadas senectudes que a lo lejos podíamos atisbar”. Es decir, todo locontrario a la severa formalidad y seriedad de Carpio.

    Por otra parte, el marxismo que Carpio había estudiado en Moscú, en los años cincuenta, erauna doctrina simplificada y bastante superficial, condensada en aquellos tristemente célebresmanuales hechos a la medida de la pequeña estatura intelectual de José Stalin, en tanto queFelipe Peña había estudiado un marxismo actualizado y matizado por los filósofos europeosde los años sesenta, entre ellos Louis Althusser, Herbert Marcuse y Nikos Poulantzas, quienesprecisamente habían abominado de aquellos manuales.

    Ateos por decreto

    La pureza ideológica propugnada por Carpio había hecho posible la mística combativa de losprimeros dirigentes de las FPL, pero sectarizaba a la organización y obstaculizaba sucrecimiento. Un detalle ilustra cabalmente esa situación: aunque todo mundo en el país eracatólico, no se podía ser cristiano y miembro de las FPL al mismo tiempo. Lorena Peña, quese integró a la organización a principios de 1973, se lo cuenta en los siguientes términos aMarta Harnecker: “En mi caso yo dejé la religión por decreto, porque según las FPL había queser ateo. Te daban un librito de filosofía marxista que criticaba el idealismo y defendía elateísmo científico”. 

    Cayetano Carpio, defensor a ultranzade la pureza ideológica, había hechoposible la mística combativa de los

    primeros dirigentes de las FPL, perosectarizaba a la organización yobstaculizaba su crecimiento.

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    Cuando Carpio enfermó y dejó en manos de FelipePeña, temporalmente, el mando de la organización,las FPL lanzaron un documento llamado “Carta alos cristianos”, en donde se planteaba que no habíacontradicción entre la revolución y el cristianismo.Ese año, justamente, Felipe Peña, había sostenido

    una serie de reuniones clandestinas con tresseminaristas jesuitas involucrados en el trabajo deconcientización social que desarrollaba el padreRutilio Grande, en la zona de Aguilares, bajo laspremisas de la teología de la liberación.

    Esos jesuitas, dos guatemaltecos y unnicaragüense (Alberto Enríquez, Fernando Áscoli y

     Antonio Cardenal), habían llegado a la conclusiónde que el compromiso cristiano con losdesposeídos pasaba por asumir no solo elacompañamiento en sus esfuerzos reivindicativos,que era el planteamiento de Rutilio Grande, sino

    también por sumarse a la lucha armada “paraconstruir el reino de dios en la tierra”. 

    Lo que Felipe Peña vislumbró, en términos estratégicos, fue el enorme filón que la ligazón conlos cristianos le daría a las FPL. En efecto, los jesuitas, que habían desarrollado un intensotrabajo en la Federación Cristiana de Campesinos Salvadoreños, FECCAS, pusieron toda esared al servicio de las FPL. Eso, sumado al trabajo organizativo tan amplio en el gremio de losmaestros, y en el de la asociación de estudiantes de secundaria y universitarios, marcaría elrelanzamiento exitoso de las FPL.

    Las desviaciones pequeñoburguesas

    Solo que como queda dicho, en ese relanzamiento, una vez caído en combate Felipe Peña, elprotagonista real ya no sería Cayetano Carpio sino su segunda al mando: Mélida AnayaMontes y su equipo, que no eran obreros sino maestros y estudiantes de capas medias. Ellostendrían la dirección directa y efectiva de la red masiva de la organización. Pero Carpio, desdela catacumba sectaria, mantendría el férreo control del pequeño aparato militar clandestino.

    En ese aparato, y particularmente, en el más reducido círculo de los encargados de laseguridad interna de la organización, y de la seguridad personal de Carpio, casi todos habíanmitificado la figura del viejo dirigente obrero y comunista, y se consideraban los guardianes dela moral proletaria, dispuestos a combatir en todo momento y hasta la muerte, con odioimplacable, no solo al enemigo de clase sino también las desviaciones pequeñoburguesas quepudieran germinar dentro de la misma organización.

    Mélida Anaya Montes, asumiría elprotagonismo después de que FelipePeña cayera en combate. Ella y su

    grupo integrado por maestros yestudiantes de capas medias tendrían

    el control de la red masiva de laorganización.

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    Se trataba de un largo proceso eslabonado hacia la toma del poder que, bajo el criterio deavanzar de lo simple a lo complejo, no dejaba lugar al salto de etapas. Sin embargo, en larealidad, la dinámica desatada por la laucha de masas y la consecuente crisis política y social,estaba abriendo una clara coyuntura de poder para el movimiento revolucionario en suconjunto.

    La pureza o la victoriaHacia 1979 la situación del régimen militar, que noofrecía otra alternativa que no fuera la represión,era ya insostenible. Había cuatro organizacionesguerrilleras fortalecidas (FPL, ERP, RN y PRTC),cada una con su respectivo movimiento de masas, yel partido comunista, hasta ese momento reacio a lalucha armada, estaba a punto de sumarse a lamisma.

    En esas circunstancias la posibilidad de una victoriarevolucionaria se volvió factible, solo que exigía la

    unidad de toda la izquierda dispersa. PeroCayetano Carpio no estaba dispuesto ni a la unidadni a la victoria a cualquier precio. Para él, esaunidad pasaba necesariamente porque los aliadosaceptaran sin condiciones la hegemonía de la líneapolítica e ideológica de su organización. En 1990Facundo Guardado, entonces comandante de lasFPL, se lo explicaba autocríticamente MartaHarnecker:

    “El mal del sectarismo y del radicalismo las FPL lollevaba en la sangre desde su nacimiento. Considerábamos que solo era revolucionario quienestaba en la línea proletaria, en la línea marxista-leninista (...) quien no esté por eso no tienecabida en nuestro proyecto, y si quiere caminar con nosotros que vaya a remolque por lasbuenas o por las malas (...) Partíamos solo de nuestro interés como organización,ignorábamos por completo el interés de otras fuerzas, de las otras organizaciones y deaquellos medianos y pequeños empresarios y elementos democráticos”. 

    En la misma entrevista, el también comandante de las FPL Atilio Montalvo profundiza sobreese sobre ese tema, y explica que el debate sostenido por Carpio y sus seguidores dentro delas filas del partido comunista, en torno a las posiciones reformistas y electoralistas del mismo,“Fue el caldo de cultivo del pensamiento sectario y opuesto y opuesto a toda forma de luchaelectoral, parlamentaria, que caracterizó a toda nuestra militancia, y generó en la organizaciónpoca capacidad para analizar y actuar tomando en cuenta el factor político”. Y continúa: 

    “Se bloqueó así nuestra capacidad creadora y se asentó un pensamiento dogmático basadoen esquemas, en fórmulas y en recetas que caracterizó nuestra conducción durante muchosaños y en el cual fue educada nuestra militancia. Aquel militante que profundizara en estecampo y tomara iniciativas en el acercamiento a otras fuerzas tipificadas comopequeñoburguesas, electoreras o revisionistas, era vapuleado a través de la crítica, o eratildado de pequeñoburgués y visto con malos ojos. Esta profunda debilidad de Marcial,(Cayetano Carpio), al oponerse a la lucha política le generó grandes problemas”.  

    Cuando la crisis del régimen estalló, con el golpe de estado en octubre de 1979, la izquierda

    Gerson Mar tínez: “Es entrado ya elaño ochenta cuando las FPL afirmanque guerra prolongada no significa

    guerra interminable”.

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    dispersa no pudo aprovechar la coyuntura a su favor, pero puso en mayor evidencia lanecesidad de la unidad por encima de los intereses sectarios. Para ese momento, los cuadrosque habían ingresado a las FPL durante la corta primavera anti dogmatica protagonizada porFelipe Peña entre el 74 y el 76, constituían ya casi toda la dirigencia intermedia de las FPL.Eran bastante jóvenes y muy poco tenían que ver con los antiguos litigios doctrinarios deCarpio; además no eran marxistas-leninistas sino, en su mayoría, cristianos radicalizados por

    la teología de la liberación.Dentro de las FPL volvió a abrirse el debate, peroya Carpio y sus seguidores más cercanos estabanen franca minoría. Gerson Martínez lo deja ver conclaridad en una de sus declaraciones a laHarnecker:

    “Es entrado ya el año ochenta cuando las FPLafirman que guerra prolongada no significa guerrainterminable, que el carácter dilatado que puedeabarcar un proceso liberador no es decisión de losrevolucionarios, sino una determinación marcada

    por el desarrollo y posibilidades de la situación, yque en nuestro país la extensión de la guerraestaría determinada por la resistencia ofrecida porla dictadura y el imperialismo al empujerevolucionario. Se concluye que su carácterprolongado no puede elevarse a rango teórico-doctrinario como algo obligado o deseable”. 

    Con ese viraje en la concepción estratégica de lasFPL se hacía posible la unidad de toda la izquierda revolucionaria, y la alianza de esta con lossectores democráticos, pero Cayetano Carpio, aunque lo intentara, ya no estaba encondiciones de hegemonizar ese nuevo proceso.

    Facundo Guardado: “El mal del

    sectarismo y del radicalismo las FPL lollevaba en la sangre desde sunacimiento. Considerábamos que soloera revolucionario quien estaba en lalínea proletaria, en la línea marxista-

    leninista”

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    Las FPL,una guerrilla enorme y poderosa, sectaria ydogmática

    Cayetano Carpio había puesto un cargamentode dinamita al interior del FMLN, pero con ellotambién dinamitaba la unidad de las FPL. Habíacorroborado lo que ya sospechaba: “la traicióna los intereses de proletariado” ya no solo era,como él pensaba, un riesgo proveniente de lasotras organizaciones guerrilleras, sino quetambién acechaba en las filas de las FPL. 

    Lunes 24 de marzo 2008Geovani Galeas(Séptima parte)[email protected] 

     A partir de 1979, y por lo menos hasta noviembre de 1980, la crisis política nacional abrió unaoportunidad de poder para los revolucionarios salvadoreños. Solo que para darle un vuelcofavorable a la situación era imprescindible la unidad de sus esfuerzos dispersos.

    Durante todos los años anteriores habían discutido sus diferencias en la clandestinidad y casiexclusivamente entre las cúpulas dirigenciales. La voz más alta y moralmente más autorizada

    en esa etapa había sido la de Carpio, a quién los otros dirigentes respetaban aun sin estar deacuerdo con él. Pero ahora la discusión se había desbordado y se hacía pública en las callespor obra y gracia de un vigoroso movimiento de masas, que se encontraba en constanteascenso combativo.

    El único camino, la guerra popular prolongada

    La posibilidad de obtener una victoria rápida mediante una insurrección generalizadaencandiló a toda la izquierda, excepto a Carpio. La razón era simple: él no creía en cualquierpoder ni en el poder a cualquier precio; es decir, no quería un gobierno compartido entrerevolucionarios y reformistas, orientado hacia el establecimiento de la democracia, sino unadictadura del proletariado que garantizara la construcción del socialismo.

    Para él no habían medias tintas: tanto la lucha revolucionaria como la toma y el ejercicio delpoder debían estar regidas por una clara conciencia de clase, lo cual suponía la imposición dede la hegemonía proletaria a cualquier costo. Y en este punto Carpio fue expresamenteintransigente hasta su muerte.

    Por eso había rechazado siempre la estrategia insurreccionalista, que pasaba por pactosconspirativos de repartos de cuotas de poder entre los revolucionarios y otros sectores de lasociedad. Por eso había convertido en carne y sangre de las FPL la estrategia de la guerrapopular prolongada, “verdadero y único camino hacia la toma del poder y la construcción del

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    socialismo”, solía decir. 

    Por eso mismo había rechazado, hasta ese momento, ya no digamos la alianza con sectoresreformistas, sino incluso con las otras organizaciones guerrilleras. “Las FPL sostenían que launidad revolucionaria debía construirse alrededor de la hegemonía de las FPL, ya que era laportadora de la verdad estratégica (...) sin duda, ello obedecía a una posición sectaria”, señala

    Salvador Sánchez Cerén, quien a la muerte de Carpio se convertiría en el primer responsablede las FPL (Con sueños se escribe la vida, autobiografía de un revolucionario).

    En todo caso, las masas exigían en las calles una respuesta a su pedido de unidad y unpronto desenlace insurreccional. Pero no solo las masas. Una buena parte de las dirigenciasde las FPL y del BPR estaban en la misma sintonía, y comenzaban a cuestionar elhegemonismo de sus organizaciones como un freno al proceso revolucionario. Ello constituía,indirectamente, un reclamo a Carpio por parte de sus mismos compañeros.

    Las FPL celebraron en esas condiciones su Sexto Consejo. La posición de Carpio siguiósiendo rectora pero se vio sometida a una fuerte presión que lo obligó a aceptar algunosmatices en su planteamiento.

    La concesión más importante que tuvo que hacer estaba relacionada a una de susobsesiones: la creación de “un verdadero partido marxista-leninista del proletariadosalvadoreño”. Él estaba seguro de que ese partido tendría que construirse a partir de las FPL,y aunque consiguió que ese objetivo se mantuviera como prioridad, tuvo que admitir que seharía a partir de la unidad de todos los revolucionarios.

    Desde ese momento las FPL se empeñaron en la construcción de la unidad, y entonces fueposible la elaboración conjunta de un programa, el Gobierno Democrático Revolucionario, y deuna estrategia hacia la toma del poder. Sobre esa base se fundó, el diez de octubre de 1980,un frente conformado por las cinco organizaciones revolucionarias salvadoreñas, el FMLN,cuyo primer coordinador general fue precisamente Cayetano Carpio, ya conocido comocomandante Marcial.

    “Traición a los intereses del proletariado” 

    Pero, en el ínterin, la represión militar habíadesgastado y casi anulado el empuje de la lucha decalle de las masas. Toda la energía revolucionariase volcó entonces hacia los preparativos de unaoperación militar estratégica conjunta que fueconcebida como una ofensiva final. Y así comoentre 1974 y 1975, las FPL habían volcado hacia laconstrucción del BPR el grueso de sus cuadros,medios y recursos, ahora se realizaba la operacióninversa: el grueso del BPR pasaba a las unidades militares de las FPL.

    La ofensiva guerrillera, que inició el 10 de enero de 1981, no tuvo el desenlace esperado y losrevolucionarios, después de algunos días de intensos combates, se vieron forzados areplegarse de las ciudades al campo.

    ¿Qué había pasado? ¿Por qué no fue posible la victoria revolucionaria? Cada una de lasorganizaciones del FMLN haría su propia evaluación, y generaría su propia versión de loshechos. Pero las cuentas evaluativas no cuadraban, a l menos no para Cayetano Carpio, cuyaconclusión fue que había sido un error tanto el proceso unitario como la adopción de una

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    estrategia insurreccional, que contemplaba la toma del poder a corto plazo.

    Esa conclusión, que ponía un cargamento de dinamita al interior del FMLN, también dinamitóla unidad de las FPL. A partir de ese momento, Cayetano Carpio tuvo evidencias de lo que yasospechaba: “la traición a los intereses de proletariado” ya no solo era, como él pensaba, unriesgo proveniente de las otras organizaciones guerrilleras, sino que también acechaba en las

    filas de las FPL.

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    Las FPL,una guerrilla enorme y poderosa, sectaria ydogmática

    “Cayetano se va a morir cuando mire esto”, medijo don Fabio Castillo Figueroa, y me mostróBohemia, la famosa revista cubana. Era finalesde 1981 y estábamos en una casa ubicada en lacarretera sur de Managua. En la portada de larevista aparecía una fotografía a toda página deJoaquín Villalobos, a quien presentaban como“el más joven y experimentado estrategapolítico-militar de la revolución salvadoreña”. 

    Lunes 31 de marzo 2008Geovani Galeas(Octava parte)[email protected] 

    “Esto, en el lenguaje político de los cubanos, significa casi un reconocimiento a un jefe deEstado, y deja claro que Fidel está dándole a Villalobos el papel de principal dirigente delfrente”, me dijo don Fabio. El problema era que el coordinador general del FMLN y su mayorreferente, desde el momento de su fundación, era Cayetano Carpio. ¿Qué había sucedidopara que eso comenzara a cambiar?

    Por esas fechas yo había estado apoyando a Joaquín Villalobos en la elaboración de unbalance sobre la situación del FMLN, y había percibido una diferencia en el trato que loscontactos cubanos comenzaron a dispensarle. Si lo llamaban por teléfono preguntaban por “elLobito” o por el “el Jefe”, y esas llamadas eran cada vez más frecuentes. 

    Luego del fracaso de la ofensiva general guerrillera de enero de 1981, las cinco fuerzasrevolucionarias salvadoreñas se reagruparon en sus respectivas zonas de influencia en elcampo. Los militantes, los simpatizantes y los aliados del FMLN, dentro y fuera del país, quehabían creído en la posibilidad de un desenlace victorioso, esperaban una explicación porparte de la comandancia insurgente.

    En paralelo, el ejército comenzó su contraofensiva y durante los primeros seis meses de 1981se sucedieron fuertes operativos militares en todos los reductos guerrilleros. Esacontraofensiva también fracasó en la medida en que no logró su objetivo de aniquilamiento y,por el contrario, las guerrillas no solo sobrevivieron sino que lograron algunas victorias en elterreno.

    Hacia septiembre de ese año, el FMLN hacía público un balance de la situación: el argumentocentral consistía en que si bien la ofensiva general no había logrado la consecución de losobjetivos estratégicos, sí había permitido el fogueo de mandos y combatientes, pero sobretodo la consolidación de una retaguardia efectiva donde poder concentrar y entrenar sus

    Cayetano Carpio

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    tropas, hasta el punto en que habían comenzado a pasar de las escuadras y los pelotones a laconformación de compañías y hasta brigadas. Resistir, desarrollarse y avanzar, había sido laconsigna.

    El balance era optimista y su telón de fondo, o su base, era el fortalecimiento de la unidad detodas las fuerzas revolucionarias. En ese periodo, en lo concerniente a la elaboración de la

    estrategia militar y a la formulación de una línea política que contemplaba la combinación de laguerra con una propuesta el diálogo y la negociación, había comenzado a destacarse JoaquínVillalobos, comandante en jefe del ERP. De hecho, se había convertido en el principalinterlocutor de Fidel Castro y los sandinistas, los aliados estratégicos del FMLN.

    Pero entre Villalobos y Cayetano Carpio no existía prácticamente ningún tipo de afinidad. Elmencionado balance, asumido como postura oficial del FMLN, estaba fuertementeinfluenciado por Villalobos pero no era compartido por Carpio. En agosto, justo un mes antesde que ese balance fuera dado a conocer, el Comando Central de las FPL, encabezado porCarpio, había evaluado la situación de manera totalmente distinta.

    Las diferencias

    El informe elaborado por Carpio en esa reunión del Comando Central de las FPL, aunque erade carácter interno, fue conocido por el resto de dirigentes del FMLN y por los aliados, y anadie le cayó en gracia. He aquí uno de sus pasajes:

    “Durante los meses de enero y febrero, de 1981, sobre todo después de la ofensiva, fueroncada vez más grandes las presiones del imperialismo, de la burguesía europea, y de losgobiernos democráticos amigos, para que no apareciera el FMLN como dirigido por lascorrientes marxistas-leninistas dentro del mismo (...) La RN y el ERP fueron proclamando sufiliación democrático burguesa y fueron siendo muy claros sus intentos de quitarse el aspectomarxista-leninista que habían proclamado anteriormente, e irse dando el barnizsocialdemócrata, e incluso solicitaron las condiciones para ingresar a la InternacionalSocialista. Eso significaba plantearle a la burguesía internacional que el FMLN está integradopor diferentes intereses de clase, no solo por los intereses fundamentales de la clase obrera yel campesinado, sino que el FMLN representa también los intereses de la burguesía y queesos intereses son los que deben dirigir esa unidad y esta revolución”. 

    El documento en cuestión iba mucho más allá en sus conclusiones y disparaba juiciospeyorativos y de clara desconfianza, no solo al ERP y la RN, sino a las otras fuerzas delFMLN, que habían logrado un consenso en torno a las líneas políticas y militares, y seempeñaban en hacer avanzar su unidad hasta la conformación de un partido único:

    “Las otras organizaciones están pensando que la guerra es necesario terminarla digamos yadentro de un mes, y que la guerra prolongada es dañina. No se basan en la realidad de quemientras más combatimos más nos fortalecemos. A las otras organizaciones no les podemosquitar de la cabeza el deseo de tirar los fusiles. No, allí no puede haber un partido único. El

    partido de la clase obrera necesita una sola ideología: el marxismo-leninismo. No podemoshacernos tontos tratando de ignorar que entre el FMLN hay influencias de la DemocraciaCristiana mundial y de la Social Democracia. La Social Democracia es la teoría de laburguesía que trata de endulzarse y subir a su carro burgués al proletariado”. 

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    Carpio no renunciaba a la idea de construir elpartido único, pero en su concepción “el verdaderopartido comunista, vanguardia indiscutible de larevolución salvadoreña”, no podía construirse apartir del FMLN sino sobre la base delfortalecimiento y la hegemonía de las FPL. Así lo

    explicitaba en el referido informe:

    “Si nosotros consideramos que no debemosorganizar el partido del proletariado a partir de lasFPL, porque ya existe el FMLN, estamos cayendoen el más grave error la más grave interpretaciónde lo que debe ser la lucha de clases para haceravanzar los intereses del proletariado (...) Porsuerte vimos que esa meta era idealista, utópica,infantil”. 

    El problema

    Pero así como el balance presentado por el FMLNcomo una postura oficial no era tal, pues nocontaba con la aprobación de las FPL, tampoco elinforme de Carpio, aprobado por el Comando Central, era la posición de toda la dirigencia delas FPL. Una parte de esa dirigencia ya había dejado de comulgar en los hechos con las ideasde Carpio. Se trataba de un grupo de cuadros de la Comisión Política, encabezados porMélida Anaya Montes, segunda al mando en las FPL.

    Casi cinco años antes, luego de la corta primavera pluralista y antidogmática protagonizadapor Felipe Peña dentro de las FPL, Carpio había previsto ese problema que, a su juicio, teníabase en la creciente incorporación de elementos no proletarios, sino más bienpequeñoburgueses, tanto en la base como en los organismos de dirección de las FPL.

     Así, en el informe que elaboró para el primer Congreso de las FPL, realizado en 1976,advertía de posibles problemas futuros.

    “No poner el acento fundamental en la clase obrera, retardaría la proletarización marxista denuestra organización sustituyéndola por las características pequeñoburguesas del grueso desu membresía. Esto generaría un menosprecio por el papel rector que debe alcanzar la claseobrera en nuestra revolución”. 

    Ya para finales de 1981, en efecto, para el resto del FMLN Carpio se había convertido en elobstáculo de la unidad, en tanto que Mélida Anaya Montes había pasado a ser la ventanaoxigenante dentro de las FPL. Desafortunadamente para Carpio, esa misma idea lacompartían también Fidel Castro y los sandinistas, quienes por su ayuda financiera, logística y

    en entrenamiento militar, tenían cada vez mayor peso en las decisiones internas del FMLN.

    Una cosa era enfrentarse a Joaquín Villalobos y a Schafik Hándal, a quienes Carpioevidentemente despreciaba, pero otra muy distinta era oponerse a una decisión de FidelCastro, el jefe de jefes entre los revolucionarios latinoamericanos. Y en los planes de FidelCastro ya no había cabida para las ideas de Carpio.

    Eso quedaría demostrado en una reunión de la comandancia general del FMLN realizada enLa Habana, en diciembre de 1981. En esa reunión, de la que nada o muy poco se ha hablado,

    Comandancia General del FMLNdurante la guerra y después de la

    muerte de Cayetano Carpio. RobertoRoca, Shafik Hándal, Fermán

    Cienfuegos, Leonel González, JoaquínVillalobos.

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    Castro sometería al legendario comandante Cayetano Carpio a la mayor humillación de suvida, al obligarlo a firmar, contra su propia y expresa voluntad, un documento que lo obligaba aacatar la estrategia político-militar consensada por los otros cuatro comandantes del FMLN.

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    Las FPL,una guerrilla enorme y poderosa, sectaria ydogmática

    Entonces llegó Fidel Castro, tomó el documentoy lo puso frente a Carpio. “Fírmalo”, le dijoescuetamente. Carpio firmó, pero no sin antesexigir que se hiciera constar en acta que lohacía bajo reserva y solo porque se encontrabaen minoría absoluta. Fue entonces cuandorecibió el otro golpe, el decisivo. 

    Lunes 7 de abril 2008Geovani Galeas(Novena y penúltima parte)[email protected] 

    Cayetano Carpio se mantenía impasible frente al resto de dirigentes del FMLN, del sandinismoy de la revolución cubana. Nadie en esa reunión realizada en La Habana en diciembre de1982, y no 1981 como por un error de digitación se dijo en la entrega anterior, quería unaguerra prolongada en El Salvador. Más bien todos, incluyendo a los otros representantes de ladirección de las FPL ahí presentes, estaban de acuerdo en la necesidad de buscar una prontasolución política negociada al conflicto.

    Eso, para Carpio, que había jurado “no negociar jamás sobre una montaña de cadáveres”, yvengar hasta la última gota de sangre de sus compañeros caídos en la lucha, era nada más ynada menos que una traición, un claro abandono del ideal revolucionario, y él no estabadispuesto a claudicar. Tomando en cuenta su trayectoria, sus ideas y su personalidad, no sepodía esperar otra cosa.

    El documento consensado sobre la nueva estrategia del FMLN estaba sobre la mesa, y solofaltaba la firma del máximo comandante de las FPL, pero Carpio, impasible, guardaba unempecinado silencio mientras entrecruzaba los dedos de las manos y hacía girarincesantemente los pulgares. Todo estaba dicho, ya no había espacio para lasargumentaciones. El silencio de Carpio era un muro que nadie de los presentes tenía lacapacidad de saltar o tumbar.

    Donde manda capitán...

    Y entonces llegó Fidel Castro, tomó el documento y lo puso frente a Carpio. “Fírmalo”, le dijoescuetamente. Carpio firmó, pero no sin antes exigir que se hiciera constar en acta que lohacía bajo reserva y solo porque se encontraba en minoría absoluta. Fue entonces cuandorecibió el otro golpe, el decisivo.

    Joaquín Villalobos redactó a vuelapluma y a mano una lista de diez puntos de compromisosoperativos concretos, metió la página en un folder verde y se lo extendió a Fidel Castro.

    Cayetano Carpio

    mailto:[email protected]:[email protected]:[email protected]

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    “Todos aquí tenemos suficientes antecedentes como para desconfiar de que se cumplarealmente el acuerdo asumido. Considero necesario que firmemos además estos diezcompromisos específicos”, dijo. El resto de los reunidos aprobaron la moción.

    Eso fue el colmo de la humillación para Carpio. “En apariencia estaba tranquilo, pero tenía elrostro lívido y hacía esfuerzos para que no se le notara que le temblaban las manos”, me

    contó Joaquín Villalobos muchos años después. Carpio se incorporó de su silla y sin decir unasola palabra caminó hacia los baños. “Yo creí que en ese momento se iba a matar”, me dijoVillalobos.

    Entre otros, eran dos los antecedentes a los que Villalobos se había referido en relación a ladesconfianza: el primero constaba en el informe de la reunión sostenida por del ComandoCentral de las FPL en agosto de 1981, y se relacionaba a los mensajes anti unitarios queCarpio había comenzado a difundir entre la militancia de las FPL, y en los que se advertíacontra la línea de solución política negociada del conflicto y prácticamente se acusaba detraición a las otras organizaciones queconformaban el FMLN:

    “La necesidad de disminuir la influencia de las FPL,

    no solo en el interior del FMLN, sino en el interiordel proceso revolucionario salvadoreño para deesta manera encontrar fórmulas de agrado de laburguesía interna e internacional, y eventualmentetambién del imperialismo, y que esta no sea unarevolución profunda y verdadera, sino unarevolución moderada de acuerdo con los criteriosde la burguesía (...) Ese es el fondo de clase queestá en juego en este momento en el país, en elproceso revolucionario y al interior del FMLN”. 

    Sobre el punto, y desde su propia perspectivaideológica, Carpio no estaba diciendo una mentira.Cuatro meses antes de que ese informe delcomando central de su organización fueraelaborado, los jefes del ERP y de la RN, Villalobosy Fermán Cienfuegos, habían participado en unareunión del Comité para América Latina y el Caribede la Internacional Social Demócrata, realizada enPanamá, y ahí habían lanzado, por primera vez, lasolicitud de una mediación internacional para resolver políticamente, mediante unanegociación, la guerra salvadoreña.

    Pero no solo eso. Inmediatamente después, Fermán Cienfuegos había declaradopúblicamente que la RN se consideraba “el brazo armado de la social democracia”, y junto a

    Villalobos había renegado del empeño de construir en El Salvador una dictadura delproletariado, poniendo en su lugar el objetivo de construir una república democrática con elconcurso de todos los sectores progresistas del país.

    El segundo antecedente era un hecho concreto. La solicitud de la mediación internacionalhabía tenido eco positivo en Europa. El partido social demócrata alemán había designado,casi de inmediato, a Hans Jurgen Wishnewski para comenzar las gestiones necesarias. Elintermediario viajó a San Salvador para hacer la propuesta al presidente José NapoleónDuarte. Pero este lo recibió con una sorpresa sumamente desagradable.

    Comandancia General del FMLNdurante la guerra y después de la

    muerte de Cayetano Carpio. RobertoRoca, Shafik Hándal, Fermán

    Cienfuegos, Leonel González, JoaquínVillalobos.

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    “Yo no dudo de que ustedes en Europa tienen buena intención para ayudarnos a resolver esteconflicto interno”, le dijo Duarte, “pero los guerrilleros se están aprovechando de la buena fede ustedes, los están engañando vilmente”. Wishnewski alegó que el mismo y las fuerzaspolíticas que representaba estaban convencidos de la sinceridad de los revolucionarios.Duarte sacó de una de las gavetas de su escritorio un documento. “Lea esto”, le dijo a

    Wishnewski.

    Era un documento interno de las FPL en el cual se afirmaba que la mediación internacionalsolo era una táctica para ganar espacio político mientras la guerrilla avanzaba militarmente, locual era el verdadero y único objetivo, se decía. Al respecto, en su libro La reforma pactada,Salvador Samayoa, que fue miembro de la Comisión político diplomática del FMLNprecisamente en representación de las FPL, se refiere en los siguientes términos a eseincidente:

    “El líder más duro del FMLN en ese momento, Salvador Cayetano Carpio, filtró un documentointerno en el cual se afirmaba que, para los insurgentes, la mediación internacional no era másque una maniobra táctica. El documento llegó a manos de Duarte y le suministró unaargumento inobjetable para rechazar la propuesta de Wishnewski”. 

    Desconcertado y quizá enfurecido, Wishnewski viajó a Managua en donde, según supe, senegó a recibir a dirigentes del FMLN que se proponían darle las explicaciones del caso. Lohabían hecho quedar en ridículo sencillamente, ya no podía confiar en ellos y se fue directo aLa Habana para poner la queja a Fidel Castro. Samayoa lo narra a su manera:

    “El alemán se sintió traicionado y viajó hacia La Habana para conferenciar con los dirigentescubanos. . Preocupado por la incómoda situación, Fidel Castro envió un emisario a Méxicopara prevenir al liderazgo del FMLN sobre el incidente. Los diplomáticos rebeldes pidierondisculpas a Wishnewski y le expresaron, de buena fe, que desconocían la existencia delpolémico documento. Las gestiones continuaron pero la iniciativa fracasó”. 

    Todo ello jugaba en contra de Carpio en la citada reunión de La Habana, y aunque es evidenteque el peso de Fidel Castro fue decisivo, lo que seguramente más le dolió a Carpio fuecomprobar que los otros dirigentes de su propia organización, en representación de lacomisión política y del comando central de las FPL, se alineaban con sus adversarios.

    En esas condiciones le quedaban muy pocas alternativas. Su situación era tan desesperadaque muy bien, como había vislumbrado Villalobos, podía optar por el suicidio. O como lo hansostenido hasta ahora los dirigentes de las FPL, por el crimen.

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    Mi amigo, por supuesto, no era un adivino, solo era un conspirador experimentado que, porañadidura, estaba muchísimo mejor informado que yo en cuanto a la dimensión de losproblemas internos de las FPL.

    La situación

     A los dos golpes recibidos por Cayetano Carpio, en la reunión de La habana, se sumó otromás devastador, casi de inmediato: el Comando Central de las FPL en pleno acordó que lamáxima dirección de esa organización tenía que autocriticarse, y reconocer su sectarismoante su propia militancia, las otras agrupaciones del FMLN y los aliados estratégicos.

    Ese cónclave se realizó en Managua entre el 25 de enero y el 5 de febrero de 1983. Ladecisión solo tuvo dos votos en contra: el del propio Carpio y el de Rogelio Bazzaglia, jefe delaparato seguridad de las FPL. Años después, Salvador Guerra le contaría a Marta Harneckerque “tanto en la comisión política como en el comando central habíamos derrotado losplanteamientos de Carpio. En todos sus escritos y expresiones finales nos acusa de ser unatajo de pequeñoburgueses”. 

    Por su parte, en su libro “Con sueños se escribe la historia”, Salvador Sánchez Cerén afirma:“Da da la composición de la dirección de la organización, una mayoría de maestros yestudiantes, Marcial señaló que el foco del pensamiento pequeñoburgués estaba aglutinadoen torno a Ana María (Mélida Anaya Montes), y que ella generaba una influencia decisiva enlas nuevas posiciones”. 

    Como quiera que fuese, la autocrítica debíarealizarse en el Séptimo Consejo Revolucionario dela organización, que debía efectuarse en ElSalvador hacia agosto de ese mismo año. Porsupuesto que a la autocrítica debía seguir, enconsecuencia, toda una readecuación estratégicade la línea política y militar de las FPL, yprobablemente también un recambio en susorganismos de dirección.

    De hecho, otro de los acuerdos tomados en esareunión fue que el representante de las FPL ante lacomandancia general del FMLN ya no sería Carpiosino Salvador Sánchez Cerén.

    Hasta ese momento Carpio había contado con unprivilegio exclusivo: su sola autoridad moral leconfería el poder de veto en las discusionesinternas de las FPL. Pero a esas alturas su autoridad, por lo menos en lo tocante a los

    organismos dirigentes de su organización, estaba ya tan deteriorada que no tuvo másalternativa que asumir la decisión de la mayoría. Y lo hizo, pero solo formalmente.

    Dos meses después contramaniobró: el primero de abril convocó a una reunión de militantesde las FPL que en ese momento se encontraban en Managua, y que en su totalidadsimpatizaban con sus posiciones.

    Eran la flor y nata de la corriente cayetanista dentro de las FPL, quienes habían impulsado ysostenido con tenacidad y fervor dos consignas significativas: “Marcial es el Ho Chi Min de

    Reunión 7o consejo revolucionario delas FPL, ellos asumieron las jefaturas

    de la organización después de lamuerte de Marcial

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     América Latina”, y “Bajo el mando único de Marcial, hasta la victoria final”. En esa reunión, enun discurso que después sería conocido como su testamento político, Carpio se lanzó contralos acuerdos tomados por el Comando Central:

    “¿Por qué nos vamos a dar golpes de pecho nosotros, considerarnos como grandes sectarios,por el hecho de que proclamamos un nuevo enfoque de alianzas de clases favorables a los

    obreros y los campesinos? (...) La autocrítica no significa ponerle el calificativo de sectario atodo lo grande que nuestra organización tiene”, dijo. 

     Al día siguiente partió hacia Libia a gestionar apoyos. Se suponía que, a su regreso, ingresaríaa uno de los frentes de guerra en El Salvador para comenzar a preparar el ConsejoRevolucionario, junto a Mélida Anaya Montes. No es muy aventurado imaginar que, paraentonces, él sabía muy bien que el resto de los dirigentes de su propia organización ya habíantomado la decisión de desplazarlo de la máxima jefatura.

    El suicidio

    Carpio se encontraba Libia cuando fue Informado de la muerte de Anaya Montes; tomó elprimer vuelo que tuvo a mano, y llegó a Managua el día 9, justo para asistir a los funerales.

     Ahí, en el estrado de honor, junto a los comandantes sandinistas y otros dirigentes del FMLN,pronunció casi a media voz un breve y dolido discurso en la Plaza de la Revolución. Estabadevastado. Ese mismo día, la seguridad sandinista capturó a varios salvadoreños, bajo laacusación de haber sido los asesinos de la comandante.

    Se trataba de Rogelio Bazzaglia y de los elementos que conformaban un comando especialbajo sus órdenes. Según las autoridades Sandinistas, Bazzaglia confesó que había actuadopor órdenes precisas de Cayetano Carpio, quien fue confinado bajo vigilancia en su propiacasa de seguridad. Carpio negó en todo momento su responsabilidad, pero ni los sandinistasni los otros dirigentes de las FPL le creyeron.

    La noche de 12 de abril Carpio recibió la visita de Salvador Sánchez Cerén, quien le exigió laentrega de todas las estructuras y redes de colaboradores de las FPL, y le comunicó que seríatrasladado a Cuba. Eran las nueve y media de la noche. Carpio no respondió. Se encerró ensu oficina, escribió unas cartas alegando su inocencia y acto seguido se disparó una bala en elcorazón.

    Las dos versiones

    La dirigencia de las FPL no le creyó a Carpio. El frente metropolitano de las FPL y laestructura internacional de la organización no le creyeron a la dirigencia de las FPL y seescindieron.

    Un año después de esos acontecimientos, en abril de 1984, quienes se quedaron al mando de

    las FPL dieron a conocer un documento titulado “Las desviaciones de los renegados”, en elque, entre otras cosas, revelan cual habría sido el plan de Carpio y de sus seguidores. AntonioMorales Carbonell se refiere a ese escrito y lo cita en su artículo “El suicidio de Marcial”. 

    Resumiendo lo dicho en el documento, Morales Carbonell escribe: “El plan habría consistidoen crear una fracción alrededor de Marcial, para imponer su liderazgo en el Séptimo Consejo,aislando previamente y, si era necesario, eliminando físicamente a todos aquellos que seopusieran, como había sucedido con Mélida Anaya Montes. Sin embargo, al ser descubiertoslos autores del crimen, el plan se habría frustrado. Las medidas y los acuerdos adoptados

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    posteriormente por el Séptimo Consejo habrían cerrado los espacios a los miembros de lafracción quienes, según el documento:

    “se vieron en peligro de ser desenmascarados, y por ello optaron por fraccionar las FPL, alseparar de su estructura algunas redes y colectivos del frente urbano y del exterior, utilizandolos mismos argumentos y métodos usados por Marcial y su camarilla”. 

    Por su parte, quienes han sostenido desde entonces la inocencia de Carpio, se basan en queen el proceso judicial llevado a cabo por el asesinato de Anaya Montes, Bazzaglia nuncaratificó que Carpio le hubiese dado la orden, y tampoco se presentó ninguna otra evidenciaque comprobase su responsabilidad. Eso permitió que el tribunal, que sí condenó a Bazzagliay a sus cómplices, sobreseyera definitivamente a Carpio.

    Los dirigentes de las FPL que relevaron a Salvador Cayetano Carpio han sostenido, hasta lafecha, que el suicidio de este fue “un acto de cobardía política”. Quienes aun honran sumemoria sostienen que se trató de un acto heroico más en la vida de un revolucionariointachable, víctima de una traición de sus propios compañeros, los sandinistas y los cubanos.