Las Huellas de La Lectura _ Revista Replicante

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16/9/2015 Las huellas de la lectura | Revista Replicante chromeextension://iooicodkiihhpojmmeghjclgihfjdjhj/front/in_isolation/reformat.html 1/4 Las huellas de la lectura Los libros subrayados Por Javier Núñez [1] el 9 marzo, 2015 Leer un libro subrayado es asomarse a la intimidad ajena sin comprenderla, sólo intuyendo o adivinando intenciones detrás del recorte arbitrario de un párrafo o una frase. O mejor, a la intimidad de un momento de otro. El Paradiso subrayado. Hace dos años una persona cercana y querida me prestó un par de libros que

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Las huellas de la lectura

Los libros subrayados

Por Javier Núñez[1] el 9 marzo, 2015

Leer un libro subrayado es asomarse a la intimidad ajena sin comprenderla, sólointuyendo o adivinando intenciones detrás del recorte arbitrario de un párrafoo una frase. O mejor, a la intimidad de un momento de otro.

El Paradiso subrayado.

Hace dos años una persona cercana y querida me prestó un par de libros que

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deambularon durante un tiempo por los estantes de mi biblioteca y la mesa de luz sinque nunca les llegara el momento propicio. Estaban ahí, al acecho o a la espera, siendorelegados sin ningún motivo en particular. Creo que me los había prestado a raíz dealgo que había surgido en una conversación, pero no los empecé a leer la noche en quelos recibí ni al día siguiente porque ya estaba envuelto en otra lectura —aunque aveces emprendo más de una a la vez, y puedo tener un libro en el morral que leo en elcolectivo y otro par en la mesa de luz— ni tampoco cuando acabé con lo que teníaentre manos. De modo que esos libros —Mamá y La segunda vida de las flores, ambosde Jorge Fernández Díaz— siguieron dando vueltas durante meses, siempre a mano enel estante de cosas por leer. Y aunque cada tanto caían en mis manos, en esosmomentos de elección en que arrancaba tres o cuatro del estante como si los sopesara,por alguna razón siempre eran relegados y otras lecturas le ganaban el lugar, hastaque hace un par de meses empecé a leer Mamá, y cuando descubrí el tenue subrayadoa lápiz que trazaba la huella de otra lectura, me resultó imposible dejarlo.

Un libro subrayado es siempre más de un libro: la historia narrada, la que percibe ellector, y la que habla de un lector anterior. Mamá es un libro bellísimo que hubieradisfrutado aun sin el trazo ajeno entre sus páginas, pero esa huella particular, privada,lo hacía irresistible y perturbador.

Leer un libro subrayado es asomarse a la intimidad ajena sin comprenderla, sólointuyendo o adivinando intenciones detrás del recorte arbitrario de un párrafo o unafrase. O mejor, a la intimidad de un momento de otro: basta con acceder a un librosubrayado por uno mismo varios años antes para comprender cuán inaccesibles sonlos motivos y cuánto está ligado, ese acto, al tiempo en que sucede. Estoy convencidode que uno no lee el mismo libro dos veces: a distintas edades, en distintos momentosde la vida, los resultados serán siempre diferentes. El libro será el mismo, pero uno no.Los subrayados propios son testigos de ese cambio, y asomarnos a ellos, la evidenciade los que éramos. A veces, incluso, indescifrables para los que somos hoy. ¿Por quérecorté esa frase? ¿Por qué me detuve en este párrafo?

Uno, me aventuro, subraya para apropiarse de un libro, para hacer suya lapalabra ajena, para encontrar, aun en la diferencia, ese momento mágico deidentificación en que un otro supo decir, con las palabras precisas, lo que noshubiera gustado decir a nosotros.

Los motivos para subrayar un libro son siempre tan particulares que esbozar unageneralización me resulta aventurado. Están, por supuesto, los subrayados que estánvinculados a la práctica crítica, que intentan componer una lectura representativa deltexto, una serie de citas escogidas que de algún modo transmitan el espíritu de unaobra —o logren destrozarlo—. O los que tienen que ver con el reconocimiento —las

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frases perfectas, mágicas, que pueden recortarse de un libro para armar una bibliotecade posibles epígrafes o simplemente un muestrario de admiración—. Pero me refiero alsubrayado personal, al impulso de leer con un lápiz o un marcador o una birome amano para ir trazando las huellas de nuestra lectura sin ningún objetivo en particular.

Se pueden intuir algunas razones. Uno, me aventuro, subraya para apropiarse de unlibro, para hacer suya la palabra ajena, para encontrar, aun en la diferencia, esemomento mágico de identificación en que un otro supo decir, con las palabrasprecisas, lo que nos hubiera gustado decir a nosotros. Hay algo mágico en subrayaruna frase que nos identifica porque evidencia una especie de intimidad compartida, unencuentro maravilloso e inimaginable en el que dos absolutos extraños —el autor y ellector— pueden coincidir en el sentimiento más profundo. Sé, lo afirmé más arriba,que el subrayado está profundamente ligado al momento de la vida en que sucede, queno todos los recortes nos representarán para siempre. “Uno subraya desde su propiaherida”, escribió una vez Alberto Fuguet. Las hay que cierran, y los subrayados quenacieron de ellas quizá mañana no hablen de nosotros. Pero están las que perduran,las que nos acompañan. Siempre hay heridas que permanecen y los subrayados quehicimos desde ellas persistirán.

“Volver a la patria de uno es dejar de ser un holograma y aceptar que somospersonas nuevas de carne y hueso. Es reconstruir los vínculos desde la fotografíainofensiva de lo que fuimos y caminar despacio hacia la afilada y riesgosaverdad de lo que ahora somos.”

“Volver a la patria de uno es dejar de ser un holograma y aceptar que somos personasnuevas de carne y hueso. Es reconstruir los vínculos desde la fotografía inofensiva delo que fuimos y caminar despacio hacia la afilada y riesgosa verdad de lo que ahorasomos. Es también reconocer que uno es, a la vez, el mismo de siempre y todo unextraño”, había subrayado en Mamá, entre tantas otras cosas, la persona que me loprestó. Y también “¿En qué podemos creer los que alguna vez creímos?”, y “Teprometo que nunca más voy a dar tantos rodeos para terminar otra vez en el mismolugar”. Párrafos y frases sueltas que podrían resultar incomprensibles pero en las queera fácil reconocerla, o reconocer ciertos desvelos de algún momento de su vida.

¿Pasará lo mismo cuando presto mis libros? ¿Se perfilará en alguna frase subrayadauna faceta del que soy o supe ser? ¿O una inquietud, un desvelo, un afán? Y si es así,me pregunto si a veces obrará ese pequeño milagro de la comunión entre dos lectores,conocidos o no, que vislumbran la complicidad absoluta de verse reflejados en elsubrayado del otro.

Supongo que puede ocurrir. Al fin y al cabo, prestar un libro subrayado no es prestar

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1. http://revistareplicante.com/colaboradores/javier-nunez/

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un libro. Es prestar la lectura cifrada que hice de ese libro, la frase que me tocó, elpárrafo en el que me detuve para agarrar un lápiz y dejar mi huella en la palabra ajena.Prestar un libro subrayado es, al fin y al cabo, prestar la transformación que hice de unlenguaje de otro para convertirlo en algo personal, íntimo y revelador que prometedesnudarme ante la intuición del próximo lector.

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