Las Lágrimas de Escipión-A Moreno

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1 Las lágrimas de Escipión: Verdad, autobiografía y didáctica en las Historias de Polibio Álvaro M. Moreno Leoni Universidad Nacional de Córdoba/CONICET El tema propuesto para este panel, “El concepto de verdad en la historiografía griega”, ha rondado en mis investigaciones desde que comencé en el año 2004 a trabajar en lo que luego llegaría a ser mi tesis de licenciatura en historia sobre la obra de Polibio. El foco de mi investigación era la práctica historiográfica y las estrategias discursivas para la construcción de autoridad por parte de este historiador arcadio, oriundo de Megalópolis, que vivió aproximadamente entre los años 200 y 118 a.C., y que habría muerto a los 82 años al caer de su caballo al menos si confiamos en el testimonio al respecto del Pseudo Luciano. Comenzó a escribir los cuarenta libros de su voluminosa obra histórica, las Historias como las denominamos actualmente (o pragmateía o “trabajo” de acuerdo con el propio autor), durante su detención en Roma entre los años 167 y 151 a.C. En su obra se advierte una de las mayores preocupaciones dentro del conjunto de los historiadores antiguos por la cuestión de la veracidad, y la credibilidad, del discurso histórico. Ahora bien, la verdad en la historiografía antigua viene siendo motivo de un encarnecido debate desde fines de los años ‟80. Como resultado de la entrada en escena de las preocupaciones propias del giro lingüístico en los estudios clásicos, algunos especialistas comenzaron a proponer la necesidad de flexibilizar la noción de verdadpresente en la historiografía clásica. Para este conjunto de autores, mayoritariamente provenientes de la crítica literaria, aunque los historiadores antiguos aspiraran a escribir la verdad, debía admitirse que en la antigüedad no existía un único tipo de verdad. En rigor, el único límite que al cual los historiadores antiguos habrían estado sujetos a la hora de componer sus historias era la imparcialidad. Así, sobre la base de un núcleo fáctico mínimo, y común, disponían de una libertad casi ilimitada para la amplificación retórica, lo que haría que la historiografía antigua no se diferenciara de cualquier otro género literario. 1 Esta postura extrema suscitó, desde luego, la reacción airada por parte de varios historiadores especializados en el mundo antiguo clásico, quienes veían peligrar el estatuto de su propia disciplina por la puesta en cuestión de la naturaleza histórica de sus testimonios documentales. Para estos, pese a la naturaleza literaria, podía aún obtenerse mucha información histórica si se depuraba los textos de los inevitables ornamentos retóricos. John Lendon es quien ha expresado una de las oposiciones más fuertes al respecto, diciendo que el 1 Los clásicos estudios desde esta postura: Wiseman, T. P., Clio’s Cosmetics, 1979; Woodman, A. J., Rhetoric in Classical Historiography, 1988.

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Estudios clásicos

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    Las lgrimas de Escipin: Verdad, autobiografa y didctica en las Historias de Polibio

    lvaro M. Moreno Leoni

    Universidad Nacional de Crdoba/CONICET

    El tema propuesto para este panel, El concepto de verdad en la historiografa griega, ha

    rondado en mis investigaciones desde que comenc en el ao 2004 a trabajar en lo que luego

    llegara a ser mi tesis de licenciatura en historia sobre la obra de Polibio. El foco de mi

    investigacin era la prctica historiogrfica y las estrategias discursivas para la construccin

    de autoridad por parte de este historiador arcadio, oriundo de Megalpolis, que vivi

    aproximadamente entre los aos 200 y 118 a.C., y que habra muerto a los 82 aos al caer de

    su caballo al menos si confiamos en el testimonio al respecto del Pseudo Luciano. Comenz a

    escribir los cuarenta libros de su voluminosa obra histrica, las Historias como las

    denominamos actualmente (o pragmatea o trabajo de acuerdo con el propio autor), durante

    su detencin en Roma entre los aos 167 y 151 a.C. En su obra se advierte una de las mayores

    preocupaciones dentro del conjunto de los historiadores antiguos por la cuestin de la

    veracidad, y la credibilidad, del discurso histrico. Ahora bien, la verdad en la historiografa

    antigua viene siendo motivo de un encarnecido debate desde fines de los aos 80.

    Como resultado de la entrada en escena de las preocupaciones propias del giro lingstico

    en los estudios clsicos, algunos especialistas comenzaron a proponer la necesidad de

    flexibilizar la nocin de verdad presente en la historiografa clsica. Para este conjunto de

    autores, mayoritariamente provenientes de la crtica literaria, aunque los historiadores

    antiguos aspiraran a escribir la verdad, deba admitirse que en la antigedad no exista un

    nico tipo de verdad. En rigor, el nico lmite que al cual los historiadores antiguos habran

    estado sujetos a la hora de componer sus historias era la imparcialidad. As, sobre la base de

    un ncleo fctico mnimo, y comn, disponan de una libertad casi ilimitada para la

    amplificacin retrica, lo que hara que la historiografa antigua no se diferenciara de

    cualquier otro gnero literario.1

    Esta postura extrema suscit, desde luego, la reaccin airada por parte de varios

    historiadores especializados en el mundo antiguo clsico, quienes vean peligrar el estatuto de

    su propia disciplina por la puesta en cuestin de la naturaleza histrica de sus testimonios

    documentales. Para estos, pese a la naturaleza literaria, poda an obtenerse mucha

    informacin histrica si se depuraba los textos de los inevitables ornamentos retricos. John

    Lendon es quien ha expresado una de las oposiciones ms fuertes al respecto, diciendo que el

    1 Los clsicos estudios desde esta postura: Wiseman, T. P., Clios Cosmetics, 1979; Woodman, A. J., Rhetoric in

    Classical Historiography, 1988.

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    criterio ms importante cuando se aborda la historiografa antigua es que, aunque los

    historiadores antiguos no alcanzaran la verdad, tenan de todos modos una orientacin de

    verdad que guiaba su prctica. La historia era un gnero, pero con claras reglas definidas al

    respecto. Desde la perspectiva de Lendon, no deberamos entender la historiografa antigua,

    por lo tanto, como una libre creacin, sino como un arte limitado.2 Por otra parte, John

    Moles ha mostrado tambin sus reparos sobre el establecimiento de un lmite demasiado

    tajante entre los hechos histricos y su forma de presentacin narrativa y retrica. En ese

    sentido, ha sealado que una actitud semejante podra ejemplificarse con la actitud de

    aquellos a los que les agrada el pastel de Navidad, pero no la crema de encima y simplemente

    la apartan. Ahora bien, la pregunta que se impone es si, hecho esto, sigue tratndose de un

    pastel de Navidad o se ha convertido en otra cosa?3 Del mismo modo, Lendon se pregunta

    qu se pierde cuando quitamos la historia romana de los historiadores romanos?4

    Un pasaje del libro XXXVIII de las Historias podra ayudarnos a entender la naturaleza de

    lo que nos arriesgamos a perder sobre el pensamiento antiguo si simplemente sacamos esa

    crema que nos empalaga del pastel para acceder a los hechos. El mismo es un fragmento,

    muy escueto, sobre la toma de Cartago, que tiene como protagonistas a P. Cornelio Escipin y

    al propio Polibio ante las ruinas de la ciudad pnica. Dice el historiador lo siguiente all:

    Se volvi hacia m, me cogi de la mano diestra, y exclam: Un momento glorioso,

    Polibio, pero no s por qu temo y presiento que llegue la ocasin en que otro d la

    misma orden contra nuestra patria. Sera difcil encontrar una declaracin ms sensata o

    ms digna de un estadista. En efecto, el hecho de pensar, en medio de grandes xitos y de

    la ruina del enemigo, en los problemas del propio pas y en un posible vuelco de la

    situacin, no olvidarse, en suma, de la fortuna en medio del triunfo, es propio de un

    hombre grande y cabal, digno de ser recordado. (XXXVIII.21.1-3).

    Ni las famosas lgrimas de Escipin, ni los versos homricos, se conservan en el

    fragmento polibiano, aunque s en las obras de Apiano y de Diodoro, quienes en ltima

    instancia habran tomado la noticia de Polibio o de un comentarista intermedio. Muchos

    historiadores en el pasado se preguntaron por la naturaleza histrica del pasaje y,

    principalmente, sobre cmo poda el mismo brindar elementos para reconstruir el

    pensamiento y la praxis poltica del lder romano. Despus de todo, Polibio estaba all, era

    testigo presencial, y se trataba de un historiador muy confiable. Mommsen, por ejemplo, vio

    en la reaccin de Escipin una muestra de su propio horror y del presentimiento de la

    2 Lendon, J., Historians without history: Against Roman historiography (pp. 41-61), en A. Feldherr (ed.), The

    Cambridge Companion to the Roman Historians, Cambridge University Press, Cambridge, 2009, p. 43. 3 Moles, J., Truth and Untruth in Herodotus and Thucydides (pp. 88-121), en Ch. Gill y T. P. Wiseman (eds.),

    Lies and Fiction in the Ancient World, University of Exeter Press, 1993, p. 90 4 Lendon, J., Historians without..., op. cit., p. 60.

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    retribucin que seguira inmediatamente a dicho error poltico.5 M. Gelzer habl del

    pesimismo sin esperanza del romano, quien vio como necesaria la destruccin de Cartago,

    pero al mismo tiempo comprendi que su accin era fatal para Roma al remover su fuente

    externa de miedo (metus hostilis o miedo del enemigo).6 Por su parte, Scullard crey

    reconocer en estas palabras la muestra de una crisis emocional y psicolgica profunda, que

    sigui naturalmente a los seis das previos de continuo esfuerzo y horror. Esta crisis

    explicara, para Scullard, una supuesta determinacin posterior de Escipin de mantener la

    estabilidad de la constitucin mixta romana y su consecuente intervencin en poltica interna.7

    Por otra parte, C. Brink y F. Walbank, vieron en esto slo la prueba de que el romano posea

    una cierta sensibilidad helenstica.

    Por lo tanto, para la historiografa clsica sobre el tema, este pasaje de Polibio permita

    acceder de forma no mediada no slo al hecho en s, la escena entre Polibio y Escipin en

    Cartago, sino tambin a aspectos de la personalidad y la psicologa del romano y, como si esto

    fuera poco, al peso de las mismas en sus ulteriores preocupaciones polticas. Hoy por hoy,

    parece bastante claro que esto es resultado de lo que J. Davidson defini hace un tiempo como

    la ilusin de transparencia, de acceso no mediado a la realidad narrada, que el sobrio texto

    de las Historias, supuestamente desprovisto de ambicin literaria, generaba en los lectores

    modernos.8 El alcance de las mediaciones autoriales pareca claro, puesto que Polibio se

    encargaba constantemente de indicar de forma explcita a sus lectores sus preocupaciones

    metodolgicas y pareca limitar su narracin de los hechos a una exposicin objetiva. Todas

    estas caractersticas contribuan a generar cierta empata por parte de los estudiosos modernos

    para con el historiador griego a quien consideraban sumamente moderno.9 Se llegaba a

    pensarlo, parafraseando la frase crtica de Nicole Loraux sobre la actitud de los historiadores

    modernos frente a Tucdides, como un colega. Es claro, sin embargo, que Tucdides no era

    un colega, mucho menos lo era Polibio.

    En ese sentido, lo que ms ha llamado la atencin es su preocupacin por el tema de la

    verdad en la historia (I.14.6; XII.12.2-3; 25a.2; XVI.20.3-4, etc.). Ya en el libro I Polibio

    establece una identidad entre utilidad y verdad:

    5 Mommsen, Th., History of Rome, vol. III, p. 258.

    6 Gelzer, M., Nasicas Widerspruch, Philologus 86, 1931, p. 294.

    7 Scullard, H., Scipio Aemilianus, JRS 50, 1960. A. E. Astin resume las posiciones: Scipio Aemilianus,

    Clarendon Press, Oxford, 1967, pp. 284-287. 8 Davidson, J., The Gaze in Polybius Histories (pp. 10-24), JRS 81, 1991.

    9 Dubuisson, M., La vision polybienne de Rome (pp. 223-243), en H. Verdin et al. (eds.), Purposes of History,

    Louvain, 1990, p. 236; Nemirovskij, A., Polybe en tant quhistorien (pp. 87-106), Voprosy istorii 6, 1974.

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    Pues lo mismo que un ser viviente privado de la vista es totalmente intil, as lo que

    queda a la historia, una vez eliminada la verdad, resulta ser un relato inservible. (I.14.6)

    En su crtica al historiador del siglo III a.C. Filarco, dice:

    Por ello el historiador no debe, mediante su obra, sorprender a los lectores con lo

    maravilloso ni buscar discursos posibles y enumerar las circunstancias de la situacin a la

    manera de los poetas trgicos, sino narrar lo que ha sucedido y lo que se ha hablado,

    conforme, en todo, a la verdad misma, aunque se trate de algo comn. (II.56.10)

    Ahora bien, para narrar lo que haba sucedido, conforme ... a la verdad misma, era

    necesario, desde su perspectiva, que el historiador tuviera experiencia () poltico-

    militar que le permitiera no slo ser capaz de comprender mejor los hechos, sino tambin

    transmitirlos de forma vvida (con enrgeia):

    ste es el fallo de Timeo y, en general, el de los que se cien nicamente a una base

    libresca: carecen del vigor de los temas, que slo surge de la experiencia personal de los

    autores. Por ello, los que no han vivido los hechos son incapaces de despertar el

    sentimiento de la realidad en sus lectores. Nuestros antecesores pensaron que los libros de

    historia han de poseer una vida tal que, cuando en ellos se trate de poltica, hagan

    exclamar al lector: Seguro que el autor intervino aqu y que conoce por experiencia el

    asunto!; cuando traten de guerras, hagan proclamar que el autor ha sido soldado y se ha

    visto en riesgos, y, cuando traten temas propios de la vida privada, hagan pensar que el

    autor ha vivido con una mujer y que ha criado hijos. Los dems aspectos de la vida han de

    ser reflejados de modo semejante, cosa que, lgicamente, slo se encontrar en autores

    que tengan experiencia personal de aquello de que tratan y que, adems, sientan gran

    estima por este aspecto de la historia. (XII.25h.3-6)

    Muchos pasajes de la obra reflejan esta preocupacin, fundamentalmente aquellos situados

    en la larga digresin metodolgica del libro XII contra Timeo de Tauromenio, pero es quiz

    en su llamado segundo prlogo del libro III donde aparece de forma ms clara debido a la

    necesidad de Polibio de justificar su adicin de diez libros nuevos a la obra:

    En razn de esto ltimo y dada la importancia de las acciones y lo extraordinario de los

    acontecimientos pero, sobre todo, porque no slo fui testigo ocular de los ms de los

    sucesos sino colaborador de unos y autor de otros, me sent impulsado a escribir, por as

    decir, una historia nueva tomando un nuevo punto de partida. (III.4.13)

    La justificacin esgrimida por Polibio no es superflua, puesto que se trata de la adicin al

    plan original de la obra de diez libros (XXXI-XL) en los que se narraba los acontecimientos

    desde su propia detencin en Roma (c. 167-151 a.C.) hasta la Guerra Aquea y la imposicin

    de un nuevo orden poltico en Grecia por los romanos (146-145 a.C.). Estos acontecimientos

    lo haban tenido no slo como testigo (autptes), sino tambin como actor destacado

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    (sunergs, cheirists) y se convertan, por lo tanto, en una carta importante para construir su

    propia autoridad como historiador estableciendo un plano de interseccin entre el discurso

    histrico y la autobiografa. Prcticamente se niega al lector de la obra la posibilidad de sacar

    sus propias conclusiones, tal como se sugera en el libro XII, donde por la descripcin vvida

    del relato el lector deba ser por s mismo capaz de exclamar: Seguro que el autor intervino

    aqu y que conoce por experiencia el asunto!. Era el propio historiador quien se encargaba

    constantemente de sealarlo, particularmente, en el caso de estos ltimos diez libros.

    Walbank ha observado con respecto a los libros XXXI-XXXIX que lo nico que parece

    darles coherencia es haber sido redactados sobre la base de memorias y apuntes personales

    que, escritos durante los aos de la detencin en Roma, haban sido incorporados a las

    Historias para poder aprovechar todo ese material autobiogrfico.10

    Slo por ese motivo?

    Qu tan importante era esta incorporacin para la construccin de su autoridad como

    historiador y para los objetivos didcticos de su obra? En qu medida las referencias a la

    propia actuacin como personaje se identifican con los objetivos historiogrficos y polticos

    planteados por el historiador/narrador? Cul era el sentido del episodio narrado en el libro

    XXXVIII de las palabras de Escipin ante Cartago? Qu nos perdemos de entender sobre la

    propuesta de Polibio si lo rechazamos como falso o, por el contrario, lo tomamos al pie de la

    letra como un reflejo del estado de nimo o la psicologa de Escipin?

    La dimensin autobiogrfica en la historiografa griega y en Polibio

    Autobiografa es un trmino moderno que tiene apenas unos dos siglos de existencia.

    Aunque en Grecia y Roma se produjeron textos que podran actualmente ser considerados

    autobiogrficos, las referencias a la propia vida solan insertarse dentro de otros gneros

    literarios.11

    No existi nunca tampoco un trmino griego especfico para designar esta

    prctica, puesto que la denominacin ms cercana es tarda y aparece recin en la obra

    autobiogrfica de Nicolao de Damasco titulada en la Suda como

    o Sobre su vida y educacin.12

    Muchas definiciones de este gnero literario se han ensayado, pero aqu nos interesa

    especficamente la de George May, para quien la autobiografa es una biografa escrita por

    10

    Walbank, F., Polybius Last Ten Books (pp. 139-162), en T. Reekmans, E. Vant Dack y H. Verdin (eds.),

    Historiographia Antiqua: Commentationes Lovanienses in honorem W. Peremans septuagenarii editae, Leuven,

    1977. 11

    Tal vez la primera mencin del trmino autobiografa fuera hecha, para ser descartada, por el autor annimo

    de la resea del Monthly Review de 1797 del Miscellanies or Literary Recreations de Isaac DIsraeli de 1796:

    Momigliano, A., Gnesis y desarrollo de la biografa en Grecia, FCE, Mxico, 1986 (1971), p. 26. 12

    Ibd., pp. 26-27.

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    aquel o aquellos que son sus protagonistas.13

    Ahora bien, aunque el trmino, y el gnero con

    reglas explcitas e implcitas, no existan en la Antigedad, podra pensarse en cambio en la

    existencia de la prctica. A ello se opusieron en su momento Wilamowitz-Moellendorf y

    Leo,14

    mientras que Misch y Momigliano intentaron refutar esta postura extrema.15

    En poca

    ms reciente, Trd-Boulmer ha llamado la atencin sobre la existencia cuanto mucho en la

    literatura griega de una dimensin autobiogrfica, mientras que Geiger ha sentenciado, por

    su parte, que los griegos no escribieron autobiografas.16

    En un reciente volumen colectivo

    Gray, Bearzot y Marasco han bregado nuevamente en favor de la existencia de una

    autobiografa, incipiente en poca clsica, y desarrollada en la helenstica.17

    Al menos desde la obra de Misch, ha quedado de todos modos en claro que los autores

    clsicos no necesitaban enmarcar las referencias a sus propias vidas en un formato genrico

    de autobiografa. En el caso de Polibio, su obra historiogrfica nos permite advertir casi de

    inmediato que existe una dimensin autobiogrfica en la obra y que la misma tiene un peso

    importante dentro de su economa general, contribuyendo, tal como ha sealado J. Marincola,

    a la construccin de su autoridad, pues los detalles de las experiencias del autor y los logros

    buscan conducir al lector a formarse una opinin de Polibio como el historiador apropiado.18

    En el caso especfico de la historiografa griega, las referencias a la propia experiencia

    estn presentes desde el siglo V a.C.19

    Algunas menciones en la obra de Herdoto a la

    participacin de Hecateo de Mileto durante la rebelin jonia pueden tener un origen en la obra

    de este loggrafo.20

    Herdoto, por su parte, si bien es muy escueto sobre sus experiencias y su

    vida, menciona sus propios viajes a Egipto, Tiro y Arabia as como tambin su conversacin

    con el agente de un rey escita, aunque su referencia autobiogrfica ms clara aparece en II.143

    cuando menciona a su familia. Ms ntida es la dimensin autobiogrfica en Tucdides, quien

    en sus relatos sobre la plaga en Atenas, sobre su campaa de Anfpolis y sobre su consecuente

    13

    May, G., La autobiografa, FCE, Mxico, 1982 (1979), p. 13. 14

    von Wilamowitz-Moellendorf, U., Die Autobiographie im Altertum (pp. 1105-1114), Intern. Wochenschrift

    fr Wissenschaft, Kunst und Technik, I, 1907; Leo, F., Geschichte der rmischen Literatur, vol. I, Weidmann,

    Berln, 1913, p. 342. 15

    Misch, G., A History of Autobiography in Antiquity, vol. I, Greenwood Press, Wesport, 1974 (1950);

    Momigliano, A., Gnesis y desarrollo..., op. cit., pp. 113-114. 16

    Trd-Boulmer, M., La Grce antique a-t-elle connu lautobiographie? (pp. 13-20), en M.-F. Baslez, P.

    Hoffmann y L. Pernot (eds.), Linvention de lautobiographie dHsiode Augustin, Paris, 1993; Geiger, J.,

    Cornelius Nepos and Ancient Political Biography, Historia Einzelschriften 47, Franz Steiner Verlag, Stuttgart,

    1985. p. 79. Cfr. Engels, J., Die Hypomnemata-Schriften und die Anfnge der politischen Biographie und

    Autobiographie in der griechischen Literatur (pp. 19-36), ZPE 96, 1993. 17

    Marasco, G. (ed.), Political Autobiographies and Memoirs in Antiquity. A Brill Companion, Brill, Leiden,

    2011. 18

    Marincola, J., Authority and Tradition in Ancient Historiography, Cambridge University Press, Cambridge,

    1997, p. 136. 19

    Puede consultarse al respecto: Darbo-Peschanski, C., Temps de lhistoire, temps de lhistorien (pp. 57-69),

    in M.-F. Baslez, Ph. Hoffmann y L. Pernot (edd.), Linvention..., op. cit., 1993. 20

    Hdt. V.36.2-4; 125.

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    exilio, incorpora una dimensin autobiogrfica.21

    Jenofonte es, sin embargo, quien lo hace de

    forma ms clara. Aunque atribuy la autora de su Anbasis a un tal Temistgenes de

    Siracusa,22

    buscando que sus acciones quedaran narradas en tercera persona para desviar as la

    atencin de s como narrador y conferir mayor credibilidad y autoridad a su propio relato, es

    claro que no enga a nadie en la Antigedad. En De gloria Atheniensium (Sobre la gloria de

    los atenienses), Plutarco deca lo siguiente: Jenofonte, ciertamente, fue historia l mismo

    ( ). Escribi sobre su generalato y sobre sus

    xitos y dijo que Temistgenes, el siracusano, haba hecho un compendio sobre esto para

    ganar credibilidad al referirse a s mismo como a una tercera persona y favorecer a otro con la

    fama de lo escrito.23

    Por lo tanto, la historiografa poda ser considerada autobiogrfica y los autores podan

    hablar de s mismos y de sus acciones, pero sus dichos eran ms crebles si eran colocados en

    boca de un tercero. En rigor, en el caso concreto de la Anbasis, lo que sorprenda era el

    carcter auto laudatorio de Jenofonte, que no haba sino recurrido al precepto que expondra

    Aristteles ms tarde sobre recurrir a que otro hablara por uno mismo (

    ) cuando era necesario mencionar las propias acciones ( ).24

    La autoalabanza en los discursos y escritos (la periautologa), adems, como explica

    Plutarco en su De laude ipsius (Sobre la alabanza propia), era aceptable solamente en

    determinadas circunstancias. Una de ellas era justamente cuando el autor tena que recurrir a

    exaltar sus propias acciones por haber sido l mismo objeto de calumnias o acusaciones

    previas.25

    Como seal Mazzarino, los escritos autobiogrficos helensticos, ephemrides o

    hypomnmata, diarios, memorias o comentarios, tenan un sentido eminentemente pblico y

    apologtico.26

    De acuerdo con el precepto expuesto por Plutarco, Polibio habra intensificado

    las referencias a sus propias acciones en algunos momentos de su narrativa, como en los

    libros XXVIII-XXIX, que se centran en sus propias acciones durante la Tercera Guerra

    Macednica y por las cuales habasido detenido en Roma o, con posterioridad, para realzar su

    actuacin en la mediacin entre romanos y aqueos tras la Guerra Aquea en 146 a.C., en los

    libros XXXVIII-XXXIX.27

    21

    Gray, V., Ch. 1. Classical Greece (pp. 1-36), en G. Marasco (Ed.), Political Autobiographies..., op. cit.,

    2011, p. 25; Thuc. II.48.3; IV.104; V.25-26. 22

    Xen., Hell. III.1.2. 23

    Plu., Mor. 345 E. 24

    Arist., Rhet. 1418b. 25

    Plu., Mor. 540 C. 26

    Mazzarino, S., Diario e Hypomnmata: Da Alessandro a Tolemeo VIII (pp. 27-37), en Il pensiero storico

    classico, Laterza, Roma-Bari, 1974 (1966), pp. 30-37. 27

    Thornton, J., Tra politica e storia: Polibio e la guerra acaica (pp. 585-634), MediterrAnt 1(2), 1999;

    Champion, C., Polybian Demagogues in Political Context (pp. 199-212), HSCPh 102, 2004a.

  • 8

    Pero un pasaje autobiogrfico donde se pone en juego una apologa de las propias acciones

    polticas, al mismo tiempo que una construccin de su autoridad para escribir la historia

    ocurre en el mencionado XXXVIII.21.1-3 ante las ruinas de Cartago junto con Escipin. Este

    pasaje representa la conclusin lgica de su experiencia en Roma, tal como l la haba

    presentado desde el libro XXXI: La conversin del poltico activo, preocupado por los

    problemas cvicos, en educador y consejero de un joven romano de la lite. En este relato de

    su amistad, Polibio habra buscado borrar el costado romano de la relacin, es decir, el

    vnculo de poder que ligaba a los nobiles (aristcratas) con individuos de otros estamentos,

    buscando interpretarla desde su posicin de griego.28

    En efecto, en XXXI.23.1-3, clebre

    pasaje ambientado un ao despus de la llegada del historiador a Roma, ste afirma lo

    siguiente:

    El progreso de la narracin y el perodo presente nos han conducido a esta familia, y me

    propongo, en atencin a mis lectores, cumplir la promesa que dej anunciada en el libro

    anterior. En efecto, me compromet a exponer la causa y las circunstancias por las que

    creci y brill con tan inusitada rapidez la fama de Escipin en Roma, y, al mismo

    tiempo, cmo fue que la amistad y la intimidad de Polibio con este personaje tomaron tal

    auge, que su noticia se expandi no slo por Italia y Grecia, sino que tal conducta y trato

    entre ellos fue algo conocido por las gentes ms lejanas.

    Tres siglos ms tarde, Pausanias coment con respecto a esta relacin lo siguiente: en

    todo en lo que el romano obedeci los consejos de Polibio le fue bien; pero en aquello en lo

    que no escuch sus instrucciones dicen que tuvo errores.29

    Pausanias, al comentar la

    inscripcin en honor de Polibio, lgicamente tena en mente su obra. Como detenido poltico

    en Roma, Polibio habra buscado insertar en su relato histrico una dimensin autobiogrfica

    para mostrar que su escritura de la historia no haba sido el resultado del ocio, sino, bien por

    el contrario, de la accin. Parafraseando el pasaje de Plutarco sobre Jenofonte, podra decirse

    que as Polibio logr hacerse historia l mismo. Se establece, por cierto, una relacin directa

    entre la llegada de Polibio a Roma y el inicio de la relacin. En el pasaje del libro XXXI da a

    entender que ya desde el libro XXX haba prometido narrar los orgenes de esta relacin, por

    lo que de ese libro al XXXVIII (y XXXIX si se tiene en cuenta un pasaje de Estrabn sobre

    Alejandra), dicha amistad se vuelve central en el relato histrico.

    28

    Sommer, M., Scipio Aemilianus, Polybius, and the Quest for Friendship in Second-Century Rome (pp. 307-

    318), en B. Gibson y Th. Harrison (eds.), Polybius & his World. Essays in Memory of F. W. Walbank, Oxford

    University Press, Oxford, 2013. 29

    , :

    , (Paus. VIII.30.9).

  • 9

    Dicha relacin, adems, se presentaba no como la prdida de su carcter de actor en la

    historia, sino todo lo contrario: no creo que encuentres un colaborador, un compaero de

    lucha ms apropiado que yo mismo, dice Polibio a su futuro discpulo, definindose a s

    mismo, pues, como sunagonists (compaero de lucha) y sunergs (colaborador), como

    haca en el libro III para explicar la adicin de los ltimos diez libros.30

    El paralelo con la

    referencia autobiogrfica del libro XXXI sobre su participacin en la fuga de Demetrio,

    prncipe selucida, de Roma es, desde esta perspectiva, sintomtica de la necesidad de seguir

    presentndose como un hombre fundamentalmente de accin, pero, al mismo tiempo, como

    un hombre de buenos consejos.31

    Una clave interpretativa la brinda XXXI.30.2-3, donde Polibio explicita que decide narrar

    las circunstancias de la educacin y los primeros logros del joven romano para evitar que la

    gente, por desconocimiento, vaya a adjudicarlos a la fortuna, ignorando las causas de su

    realizacin ( ). De ms est aclarar que, aunque el joven tena

    condiciones naturalmente aptas, Polibio implcitamente considera que la formacin que l le

    provey fue decisiva. Nuevamente, esto puede estar relacionado de algn modo con las

    nociones griegas sobre periautologa o hablar sobre uno mismo.

    Como se ha ya sealado, Aristteles observaba que la forma ms aceptable de hablar de

    uno mismo era poner las palabras de autoalabanza en boca de otra persona. En ese sentido, la

    ancdota de las lgrimas de Escipin ante Cartago, aunque revela ciertos aspectos de un

    tpico, buscaba mostrar al mismo tiempo la eficacia de Polibio como maestro. En efecto, el

    vnculo entre ambos hombres pudo estar presente de manera explcita en el relato, puesto que

    Apiano seala que Polibio haba preguntado con parrhesa (libertad de palabra) a Escipin,

    pues haba sido su maestro, por qu pronunciaba los versos de la Ilada en los que

    Agamemnn (Il. IV.164-165) y luego Hctor (Il. VI.448-449) predecan la cada de Troya.32

    Esta moderacin en la victoria puede parecer contradictoria con otros numerosos testimonios

    que muestran, en cambio, la brutalidad y crueldad del Escipin histrico.33

    Su respuesta,

    sobre la inconstancia de las cosas humanas, coincida exactamente con la postura de Polibio

    sobre la tche (fortuna, destino), tal como haba sido formulada a propsito de su

    30

    Pol. XXXI.24.8. 31

    Pol. XXXI.11.1-15.8.

    (Pol. XXXI.12.1-2). Ver: Miltsios, N., The

    Shaping of Narrative in Polybius, Walter de Gruyter, Berln, 2013, p. 136. 32

    (Pol. XXXVIII.22.3 = App.,

    Lyb. 132). Sobre el origen polibiano del pasaje (Walbank 1999, vol. III, 725). Ver: Guelfucci, M.-R., Troie,

    Carthage et Rome: les larmes de Scipin (pp. 407-424), en M. Fartzoff, M. Faudot, E. Geny y M.-R. Guelfucci

    (eds.), Reconstruire Troie: permanence et renaissances dune cit emblmatique, Presses Universitaires de

    Franche-Comt, Pars, 2009, p. 409. 33

    Astin, E., Scipio..., op. cit., p. 17.

  • 10

    reflexin sobre la tesis de Demetrio de Falero.34

    No sabemos con certeza si en el texto

    polibiano Escipin, tras pronunciar estas palabras, lloraba o no, pero es muy posible que lo

    hiciera, dado que se trataba de una expresin comn del pthos (sufrimiento, sentimiento)

    que, en ltima instancia, se remontaba en la historiografa griega al famoso llanto de Jerjes en

    Herdoto.35

    En la obra de Polibio, esto se observa, por ejemplo, cuando el rebelde Aqueo es

    entregado a Antoco III para ser castigado.36

    Pero es la cuestin de la tche y la inestabilidad

    de las cosas humanas expresada por Escipin lo que aqu nos interesa particularmente. Como

    ha mostrado Guelfucci, tche en Polibio desempea un doble papel en su interpretacin

    histrica, primero, como sentido de la marcha de la historia, segundo, como recordatorio de la

    fragilidad de la condicin humana.37

    Las palabras de Escipin, pensamos, contribuyen a

    ligarlo directamente al pensamieno de su mentor, Polibio.

    En efecto, la leccin sobre la mutabilidad de la fortuna, la conciencia de la fragilidad

    humana y la necesidad de la moderacin en la victoria se expresa en varias oportunidades en

    la obra.38

    Polibio interviene, por ejemplo, en ocasin de la peripetea (peripecia o vuelco

    de la fortuna) de M. Atilio Rgulo en frica, para sealar que se poda extraer de este pasaje

    muchos elementos capaces de contribuir al enderezamiento de la vida de los hombres (

    ), al mostrarles que deban desconfiar siempre de

    tche. El enderezamiento (dirthosis) de los lectores poda alcanzarse por dos caminos: El

    ms evidente (enargsteron) era a travs de la experiencia personal, pero el ms seguro

    (ablabsteron) era a travs de la de los otros.39

    Polibio defenda aqu, por lo tanto, el lugar de

    la historia como la mejor educacin (kallsten paidean) capaz de brindar experiencia a los

    hombres polticos, sin necesitar de sufrir para aprender.40

    Escipin se muestra capaz de

    aprender, por lo tanto, sin necesidad de sufrir, contemplando slo la desgracia ajena, pero,

    adems, y a diferencia de Antoco III, de comprender lo que ve y expresarlo por s mismo sin

    intervencin del historiador-narrador. Adems, Escipin ya haba demostrado su comprensin

    de la fragilidad humana con su reaccin ante la rendicin del soberbio Asdrbal:

    34

    Pol. XXIX.21. 35

    Hdt. VII.46.1-2. 36

    Lateiner, D., Tears and Crying in Hellenic Historiography: Dacryology from Herodotus to Polybius (pp.

    105-134), en Th. Fgen (ed.), Tears in the Graeco-Roman World, De Gruyter, Berln, 2009, pp. 121-122. 37

    Guelfucci, M.-R., Polybe, la et la marche de lHistoire (pp. 141-167), en F. Frazier & D. Leo (eds.),

    Tych et Pronoia. La marche du monde selon Plutarque, Sines & Linhares, Coimbra, 2010, pp. 161-165. 38

    Pol. I.35.1-10; II.4.3; X.36.5-7; XXIII.12.4-6; XXIX.20; XXXVIII.20.1-2. 39

    Pol. I.35.6-10. 40

    Pol. I.35.9.

  • 11

    Ved la fortuna, hombres, cun hbil es para ofrecer un escarmiento a los mortales ms

    desconsiderados ... Si nos lo ponemos ante la vista, no vamos a entender que, por el

    hecho de ser hombres, no debemos ni hablar ni obrar soberbiamente?.41

    La estricta identidad expuesta entre el pensamiento del maestro y el del alumno sobre

    se expone como la seal de xito de la propia actividad como maestro-consejero. El

    historiador buscaba presentarse como el formador de un gran lder romano moderado en

    poltica y perfectamente consciente de la fragilidad humana. Polibio conclua la escena frente

    a Cartago diciendo que habra sido difcil encontrar una habilidad ms perceptiva y propia de

    un poltico ( ), lo que permita caracterizar a

    Escipin como un gran hombre y uno digno de recuerdo (... ...

    ).42

    Este recuerdo permita al historiador trazar eficientemente el origen de estas ideas

    hasta el inicio de la relacin entre ambos y reforzaba de ese modo su autoridad como

    historiador. Por lo tanto, Escipin es presentado como el lector ideal de sus Historias, como

    alguien que ha absorbido completamente sus lecciones.

    A modo de cierre. Apologa y sentido poltico-didctico

    Pero la escena de Escipin y Polibio ante Cartago no slo tiene el sentido de mostrar el

    xito didctico de Polibio, y la autoridad de su obra histrica, sino tambin mostrar la

    eficiencia de su actuacin poltica como mentor. Dos de los escritos ms explcitamente

    autobiogrficos del siglo IV a.C., la Antdosis de Iscrates y la Carta VII de Platn, si esta

    ltima puede efectivamente ser considerada autobiogrfica, describen el involucramiento de

    sus autores en la poltica como mentores de jvenes polticos.43

    De forma similar, la relacin

    con Escipin permita establecer una continuidad en la accin poltica despus del 167 a.C.

    Esto se observa concretamente en su intento de poner de relieve su continua actividad en

    favor de los griegos. En ese sentido, Plutarco en su Praecepta gerendae reipublicae

    (Consejos polticos) adverta sobre la importancia de tener amigos romanos en las altas

    esferas del poder y, para ello, pona como ejemplo los beneficios para los griegos que tanto

    Polibio como Panecio haban obtenido por su amistad con Escipin.44

    En las Historias se

    reconoce frecuentemente el peso de los consejos de los amigos sobre la toma de decisiones

    polticas.45

    En particular, se destaca su opinin sobre el comportamiento brutal de L. Mumio

    41

    Pol. XXXVIII.20.1-3. Cf. Diod. XXXII.23. 42

    Pol. XXXVIII.21.2-3. 43

    Gray, V., Ch. 1. Classical..., op. cit., p. 22. 44

    Plu., Mor. 814C. 45

    Pol. IX.23.5-24.8; V.12.5-8; etc.

  • 12

    en Grecia, que se hace depender exclusivamente de los malos consejos de sus amigos.46

    Esto

    hara coherente la representacin de su amistad con Escipin y de los consejos que le haba

    dado como un modo prctico de actuar e influir polticamente sobre Roma a travs de uno de

    sus jvenes lderes: en todo en lo que el romano obedeci los consejos de Polibio le fue bien;

    pero en aquello en lo que no escuch sus instrucciones dicen que tuvo errores,47

    como

    comentaba Pausanias (seguramente leyendo a Polibio). En este sentido, resulta significativo el

    epgrafe de la inscripcin de Megalpolis en su honor: que recorri la tierra toda y el mar,

    que fue aliado de los romanos, y que hizo que depusieran su ira contra el mundo griego (

    ).48

    Esto

    coincide con la propia representacin del historiador en la introduccin a su narracin de la

    Guerra Aquea:

    Si hay conmociones, conviene que los griegos socorran a los griegos, defendindolos,

    velando sus errores y apaciguando la ira de los gobernantes, cosa que hicimos de verdad

    cuando se present la ocasin.49

    De estas referencias autobiogrficas, la imagen de Polibio que emerge es, por un lado, la de

    amigo y maestro-consejero de Escipin y, por el otro, la de aliado de los romanos,

    preocupado, al mismo tiempo, por la situacin de los griegos. Sus Historias estaban pensadas

    como un reservorio de ejemplos para la lite poltica, fundamentalmente griega, que poda

    acceder a lecciones tiles para enfrentar la nueva realidad de la hegemona romana. Su

    autofiguracin como maestro y buen consejero del joven Escipin lo colocaba en la posicin

    de modelo poltico para sus lectores de la lite griega.

    Un pasaje fragmentario del libro XXXIX, sobre el ordenamiento romano del Peloponeso

    tras la Guerra Aquea, brinda una clave sobre este perfil de responsabilidad de los lderes para

    convencer por medio del dilogo.50

    Un ciudadano romano comenz a clamar por el derribo de

    las estatuas de Filopemn, debido a que ste haba sido, segn l, un enemigo perverso de los

    romanos. Polibio hizo ver all que si Filopemn alguna vez se haba opuesto a las rdenes de

    los romanos, haba sido slo para ensearles y convencerles de lo que tenan de discutibles

    ( ).51

    El propio historiador se presenta all

    46

    Pol. XXXIX.6.4. 47

    , :

    , (Paus. VIII.30.9). 48

    Paus. VIII.30.8. 49

    , , , (Pol.

    XXXVIII.4.7); Walbank, F., A Historical Commentary on Polybius, vol. III, 1999 (1979), p. 689. 50

    Pol. XXXIX.3.1-11. 51

    Pol. XXXIX.3.5.

  • 13

    como un poltico greigo en una situacin de aleccionamiento y convencimiento de los

    vencedores romanos mediante la palabra, como lo haba hecho en el pasado supuestamente el

    mismo Filopemn, incluso, en la hora ms brutal de la afirmacin del dominio romano sobre

    Grecia. De forma parecida habra actuado Arato en el monte Itome, donde haba tratado de

    ensear a Filipo a respetar los trminos de su alianza con los mesenios. Esto se recreaba

    tambin en la propia imagen que Polibio haba construido de s mismo y que, como tal, tenda

    a ubicarlo en el mismo sendero que Arato, Filopemn y Licortas, aunque adaptado a la nueva

    situacin.52

    De modo indirecto, la escena de las lgrimas de Escipin ante Cartago muestra cmo

    Polibio quera ser percibido. Las mltiples referencias autobiogrficas sobre su relacin con

    Escipin demuestran que historia y autobiografa no estn del todo disociadas. Su alejamiento

    forzoso de la poltica aquea no le habra impedido seguir cumpliendo con su papel de aliado

    responsable de Roma, en la construccin discursiva polibiana, esta vez como educador de un

    romano de primera lnea. Se estableca as una continuidad en la trayectoria de vida del

    historiador en torno a la responsabilidad poltica. Al mismo tiempo, su relato histrico llegaba

    a ser ms veraz a los ojos de sus lectores porque era la historia escrita por alguien que no slo

    haba sido autopts (testigo presencial), sino tambin autourgs (hacedor) de los principales

    hechos narrados. Esto era parte de su estrategia discursiva de construccin de autoridad como

    historiador con experiencia personal (empeira), pero es difcilmente disociable de sus

    intentos por construir su imagen de poltico responsable, aun durante su cautiverio. El pasaje

    de las lgrimas de Escipin muestra a sus lectores, por lo tanto, que Polibio y sus enseanzas

    sobre moderacin haban sido efectivas, que su conocimiento de los actores y los

    acontecimientos desde adentro lo situaban en una posicin inmejorable para escribir la

    historia y, al mismo tiempo, que, aunque estuvo detenido en Roma, alejado de la vida poltica

    en el Peloponeso, pudo seguir haciendo poltica por otros medios.

    Tanto si intentamos reconstruir la verdad histrica del dilogo ante Cartago entre Polibio y

    Escipin, como si pretendemos negar su historicidad y, por lo tanto, obviarlo, nos perdemos

    de comprender uno de los captulos ms importantes de la relacin entre los intelectuales

    griegos y el poder romano, as como tambin de comprender aspectos penetrantes de la

    respuesta polibiana a la experiencia del imperialismo romano. No parece sensato, por lo tanto,

    retirar la crema del pastel de Navidad y esperar que siga siendo un pastel de Navidad.

    52

    Pol. II.40.1-2.