Las misiones guaraníes de los jesuitas

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Una de las consecuencias que tuvo la expulsión de los jesuitas por elRey Carlos III, fue la liquidación de las misiones que tenían enSudamérica.

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Como remate a las ya graves dificultades de la Compañía de Jesús,

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pues el desmesurado poder de la Compañía despertaba granpreocupación, tanto en los Gobiernos europeos como en el Vaticano, seañadió el motivado por la misiones en América del Sur.

Las misiones más trascendentales y llamativas de los jesuitas enSudamérica fueron las célebres reducciones guaraníes (la célebrepelícula “La Misión” de Roland Joffé relata los hechos reales), quedieron origen al mito del Estado o República jesuita, que a la postreacabó resultando nefasto para el futuro de la Compañía. Aunque losjesuitas fundaron misiones en México, California, Ecuador y cerca dellago Titicaca, los establecimientos más conocidos fueron los guaraníes,que se localizaron en una zona extensísima (la del Paraná) situada entreParaguay, Bolivia, Uruguay, Brasil y Argentina. Era una región cuyascaracterísticas permitían las fundaciones. Los indios eran sedentarios,su principal actividad era la agricultura, y podían ser reducidos aencomiendas o esclavizados por los bandeirantes, bandas de mestizosbrasileños y portugueses de Sao Paulo, armados, que se dedicaban acapturar esclavos. La Compañía se instaló en esta zona hacia 1550-1551, siendo el padre Manuel de Lobrega quien inició la evangelización.Carlos V fue reticente a conceder permiso a los jesuitas para ir aAmérica, lo mismo que Felipe II.

Pero en 1565 aparecieron las primeras reducciones de carácter oficial.En 1609 se fundó la primera misión al norte de Iguazú, y en 1615existían ya ocho reducciones o poblaciones para indígenas y misioneroscon su hinterland propio lo que les servía para proveerse de bienes desubsistencia, para poder preservar a los indios de la explotación deespañoles o portugueses y para poder adoctrinarlos católicamente,manteniendo a los indios alejados de la sociedad colonial y lascorrupciones que ésta entrañaba (también evitaban así problemas conlos encomenderos). En 1611 se publicó la real orden de protección delas reducciones. Cada reducción contaba con una iglesia y cabildopropio con total autonomía para gobernarse siempre que existiera allíun representante del Rey. Se prohibía el acceso a las reducciones aespañoles, mestizos y negros, y se garantizaba a los indios que nuncacaerían en manos de encomenderos. Sin embargo, pese a estas realesórdenes, no estuvieron libres de las incursiones portuguesas. Entre1628-1631 los indios capturados por los bandeirantes superaron los60.000. No se debe dejar de tener presente que el miedo a la esclavitudfue una de las claves del éxito de las reducciones (más que el carácter

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persuasivo de los jesuitas). Ante esta situación, los miembros de laCompañía organizaron estas reducciones con pertrechos claramentedefensivos (planta cuadrada rodeada de empalizadas y fosos, conmilicias armadas de indios adiestrados y cuerpos de Caballería para ladefensa, con plaza en el centro y la iglesia, de la que partían todas lascalles). La organización misionera no sólo se limitaba a tareasdoctrinales, sino que organizaba la vida económica y política fundadaen la sólida preparación de los jesuitas que iban allí, que poseíanconocimientos prácticos en arquitectura, medicina, ingeniería yartesanía.

Los jesuitas respetaban la organización familiar de los indígenas. Sulucha se centró principalmente contra la poligamia. Incluso a la hora deorganizar las fiestas de los matrimonios, se respetaba el ceremonialtradicional indígena, practicándose posteriormente el ceremonialcatólico. Tras el matrimonio se les dotaba a los cónyuges de casa ytierra. Los jesuitas respetaban a los caciques dándole acceso al cabildode la reducción, que era la institución de gobierno con sus alcaldesmayores, oidores, etc. Este consejo se elegía por votación entre losrecomendados por los salientes. Uno de los miembros del cabildo erajesuita. También había un corregidor, nombrado por el Consejo deIndias. Existía un director espiritual jesuita y un director ecónomo de lareducción, con una legislación a todos los niveles. La relación entre lasreducciones era semejante a la de una confederación. En lo que serefiere a la forma tributaria de distribución de la tierra, ésta se dividía entierra de Dios, comunal del pueblo y las parcelas individuales de losindígenas. La tierra de Dios la conformaban las mejores tierras, tantoagrícolas como ganaderas, y era trabajada por turnos, por todos losindios. Los beneficios de esta tierra de Dios se dedicaban a laconstrucción y al mantenimiento del templo, el hospital y la escuela.Los beneficios de la propiedad comunal también se destinaban parapagar a la Real Hacienda y los excedentes servían para fomentar lapropia economía. Las parcelas individuales proporcionaban a los indiossu sustento familiar, y si conseguían excedentes, éstos pasaban al silocomún para ser consumidos en momentos de necesidad o vendidos ensituaciones de bonanza. Para evitar el absentismo, los jesuitaspropusieron un horario de trabajo rígido, de seis horas laborablesdiarias, que era ciertamente cómodo si lo contrastamos con las docehoras que tenían que trabajar los indios en las encomiendas. Pese a ladiferencia de horas, hemos de hacer constar que los rendimientos eran

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mucho más elevados en las reducciones que en las encomiendas. Serecogían hasta cuatro cosechas de maíz; también cultivaban algodón,caña de azúcar, la hierba mate (que en el siglo XVIII cultivaban losjesuitas, y se llegó a convertir desde principios de este siglo en elprimer producto exportable hacia el resto de las áreas coloniales).También desarrollaron la ganadería, permitiendo a su vez la realizaciónde trabajos artesanales (sobre todo, el cuero y su exportación). Todosestos factores favorables impulsaron el comercio de las reducciones através de las grandes vías fluviales.

Como hecho significativo, cabe destacar que dentro de las reduccionesno existía la moneda, sino que se practicaba el trueque. En el comercioexterior sí se utilizaba moneda, que se atesoraba para comprar losartículos que no se producían en la misión. Con su gran desarrollo, lasreducciones guaraníes se transformaron en fuertes competidoras de lasciudades cercanas (como Asunción o Buenos Aires). En éstas, comenzóel malestar y el mito de las grandes riquezas atesoradas en lasmisiones. Llamaba la atención que comprasen artículos de oro y platapara magnificar el culto. Es posible que no sea del todo equivocadoeste mito, porque existían conexiones entre las reducciones y loscolegios jesuitas de toda América, y se sabe que los bienes de loscolegios, seminarios y las tierras que los sustentaban, pudieron sercomprados gracias al dinero de las reducciones. También se decía delos padres de la Compañía que mantenían circuitos de capitales yactuaban de depósito de muchos seglares. La situación estratégica delas reducciones, entre las posesiones de españoles y portugueses, seconvirtió en tema peligroso y una de las causas de su ruina, porque lasmilicias de las reducciones eran un obstáculo serio para el avanceportugués hacia el sur. Durante el reinado de Felipe V, la monarquíaapoyó a los jesuitas por estas razones. Pero lentamente los constanteschoques de España contra Portugal y la necesidad de concretar loslímites entre ambos países vieron en las reducciones un gran obstáculo.Los jesuitas esgrimieron su obediencia al Papa, resistiéndose a aceptarlos acuerdos entre Lisboa y Madrid.

En 1767 había 30 reducciones con una población de 110.000 nativos.Aunque los dos o tres jesuitas que habitaban en ella tenían la últimapalabra, la autoridad inmediata del gobierno pertenecía a un consejo delos nativos, que ostentaba el poder legislativo, ejecutivo y judicial. Lasreducciones no eran pequeños asentamientos puesto que cada

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reducción tenía molinos de harina, panaderías, mataderos, y otrasinstalaciones semejantes, con abundante suministro de agua y un buensistema de alcantarillado. La iglesia, la construcción más importante encualquier reducción, era el lugar donde se celebraban las liturgias,perfectamente preparadas. A mediados del siglo XVIII, que fue la épocadel máximo esplendor, el desarrollo urbano de las reducciones igualabao superaba en mucho al de las ciudades cercanas con la excepción deBuenos Aires y Córdoba. La pena más dura era de diez años de cárcel.La pena de muerte no existía, algo insólito en aquella época. Como lasreducciones funcionan de hecho con independencia de losgobernadores e incluso de la jerarquía, estas autoridades las mirabancon recelo, envidiando su prosperidad, por lo que trataban de arrebatarsu control a los jesuitas. Cuando se propagó el rumor, infundado, deque éstos explotaban en secreto minas de oro y fábricas de pólvora,aumentaron las presiones para que se adoptasen medidas. Los colonosespañoles, además, se sentían agraviados por la competenciaeconómica de la venta de los productos de las reducciones quefuncionaba más eficazmente que la de ellos, y se quejaban de que losindígenas pagaban menos impuestos.

La crisis estalló en 1750. Ese año, Madrid y Portugal firmaron el célebreTratado de Límites de Madrid, impulsado por el ministro José deCarvajal, que era el Presidente del Consejo de Indias, en el que seestableció que Portugal devolviera a España la provincia de Sacramentoa cambio del territorio cercano al río Paraguay, donde había sietereducciones con más de 30.000 indios que tenían que abandonar sushogares y trasladarse a territorio español. Los jesuitas denunciaron lainjusticia de las medidas, la violación de los derechos de los indios y lapráctica imposibilidad de un traslado tan masivo de personas a travésde selvas y terrenos escabrosos sin grave peligro para sus vidas. Susprotestas no fueron atendidas. Los jesuitas se negaron a abandonar lasreducciones iniciándose la guerra guaraní entre las tropas hispano-portuguesas y los indios, capitaneados por algunos jesuitas. La guerrano finalizó hasta 1756. Tras ella, las reducciones nunca volverían arecuperarse.

Autor: José Alberto Cepas Palanca para revistadehistoria.es

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BibliografíaBibliografía

RÍOS MAZCARELLE, Manuel. Diccionario de los Reyes de España.

PÉREZ SAMPER, María de los Ángeles. Carlos III.

ENCICLOPED.

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