Las monjas en la América Colonial

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  • LAS MONJAS EN LA AMRICA COLONIAL1530-1824 *

    Las religiosas no han merecido mayor atencin de loscronistas e historiadores de la Iglesia iberoamericana. LasLeyes de Indias las despachan con un par de alusiones1 yhasta los cronistas de las rdenes religiosas fueron un pococicateros con ellas2. De ello cabra deducir que no tuvieronespecial relevancia en ella y, por tanto, parecera justificado

    Reelaboracin muy ampliada de la voz Sudamerica, monache e beate,que habr de aparecer en italiano prximamente en el vol. IX del Dizionariodegli lstituti di Vita di Perjezione. Incluyo a las ursulinas de Nueva Orlens,porque esa ciudad perteneci durante algn tiempo a la Corona espaola (1762-1803) y porque, en 1803, al trmino del dominio espaol, la comunidad hallrefugio en La Habana. Por razones obvias, excluyo a las ursulinas de Quebec,en donde han desarrollado una gran actividad evangelizado desde 1639 hastanuestros das, cf. Les Ursulines de Qubec depuis leur tablissement jusqu'h nosjours, 4 vols., Qubec, 1863-78.

    1 Recopilacin, libro I, tit. III, leyes 16-19; otras alusiones en el libro 1,

    ttulo 1, leyes 1 y 6, y libro 2, ttulo 17, ley 91. Cf. FIDEL DE LEJARZA, Expan-sin de las clarisas en Amrica y Extremo Oriente, en Archivo Ibero-Americano,14, 1954, pgs. 155-160.

    2 DIEGO DB CRDOVA SALINAS, Crnica de la religiossima provincia de los

    Doce Apstoles del Peni, Lima, 1651, pg. 422, se escuda en la amplitud dela materia y en la escasez de noticias: "Nuestra Amrica y Per tambin hangozado de sus opimos frutos en innumerables vrgenes consagradas a Dios, que,viviendo como ngeles en los monasterios, sin duda merecieron las bodas delCordero en el cielo. Y siendo tantas, grabar en este pequeo volumen losnombres de algunas de tres o cuatro conventos de esta provincia de los DoceApstoles, porque de las de los otros no me han remitido relaciones, y apuntaralgunas de sus vidas". Con todo, tanto en la crnica de este cronista franciscano,como en las de sus colegas agustinos Calancha, Torres y Vzquez, o en la deldominico novohispano A. Franco, hay recogidas bastantes noticias sobre conven-tos y religiosas de sus respectivas rdenes.

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    el desdn con que las tratan ciertos historiadores actuales8.Sin embargo, pienso que sus apreciaciones son demasiadoapresuradas, inexactas y poco atentas al origen masculinode la mayora de las fuentes disponibles e incluso a las ine-vitables interconexiones entre la vida social y la vida reli-giosa. Slo ltimamente se les est prestando alguna mayoratencin. A raz de los estudios de Josefina Muriel y Asun-cin Lavrn4, estn surgiendo por todas partes estudios sobremonjas y conventos particulares, con especial atencin a susaspectos artsticos y econmicos. Vargas Ugarte fue el pri-mer historiador de la iglesia americana que acert a reflejarcon fidelidad el papel de las monjas en la iglesia colonial.En las pginas de su Historia de la Iglesia en Per y enotros escritos ofreci documentacin suficiente y bien cernidasobre su implantacin y desarrollo en todo el territorio delinmenso virreinato sudamericano. Luego siguieron sus hue-llas Jos Manuel Pacheco y Cayetano Bruno6. En abril de1992 la Universidad de Len les dedic una buena partede su congreso sobre el monacato femenino, cuyas actas yahan visto la luz6, y la Editorial Mapfre tambin las ha re-cordado en uno de los volmenes de su prestigiosa coleccinLa Iglesia Catlica en el Nuevo Mundo7.

    3 E. HOORNAERT, A Cristiandade durante a primeira poca colonial, en

    Historia da Igreja no Brasil, II / l , Petrpolis, 1977, pgs. 372-373; HANS-JRGENPRIEN, La historia del Cristianismo en Amrica Latina, Salamanca, 1985, pgs.154-158.

    * JOSEFINA MURIEL, Conventos de monjas en La Nueva Espaa, Mxico,1946; Cultura femenina novo-hispana, Mxico, 1982; ASUNCIN LAVRN, LatnAmerican Women, Londres, 1978 (traduccin espaola, Mxico, 1985) y otrosnumerosos estudios dispersos por revistas e historias generales.

    5 JOS M. PACHECO, Historia Eclesistica, I-IV {Historia Extensa de Co-

    lombia, XIII/1-4), Bogot, 1971-1984; CAYETANO BRUNO, Historia de a Iglesiaen Argentina, 12 vols., Buenos Aires, 1966-1981.

    a / Congreso Internacional del monacato femenino en Espaa, Portugal y

    Amrica, 1492-1992, 2 vols., Len, 1993. El primer volumen esta ntegramentededicado al monacato en Iberoamrica y Filipinas.

    7 PEDRO BORGES, Religiosos en Hispanoamrica, Madrid, 1992, pgs. 267-

    311. Desgraciadamente, el captulo que el ilustre americanista dedica a las reli-giosas es muy deficiente y est plagado de errores. Sus afirmaciones tobre elnmero de monasterios, rdenes a las que pertenecan, fechas de fundacin yotros detalles bsicos no se pueden tomar en serio.

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    Las religiosas llegaron a Amrica en los primeros dece-nios de la Conquista y se propagaron en seguida por casitodas las regiones que actualmente constituyen Iberoamrica.Durante los siglos xvi y XVII todos los monasterios eran devida contemplativa, pero no por eso dejaron de jugar unpapel decisivo en el afianzamiento y desarrollo del cristia-nismo. Dejando aparte el alto valor testimonial e impetra-torio de su vida, contribuyeron eficazmente a la proteccinde esposas y viudas desamparadas, a la recuperacin de j-venes descarriadas y a la educacin de la juventud femenina,con su incalculable repercusin en la religiosidad de la fa-milia y en la moralizacin de la sociedad. A mediados delsiglo XVIII llegaron las ursulinas y la Compaa de Maracon nuevos mtodos educativos que contribuyeron a deste-rrar la nociva convivencia de educandas y monjas en losmonasterios y elevaron sensiblemente el nivel cultural delsector acomodado de la mujer americana. Actualmente seha sealado su contribucin a la humanizacin de la ciu-dad 8 y siempre se ha reconocido el valor artstico de mo-nasterios como la Concepcin, Regina, Santa Brgida y laCompaa de Mxico, la Soledad de Oaxaca, Santa Mnicade Guadalajara, Santa Rosa de Quertaro, Santa Catalinao El Carmen Alto de Lima y tantos otros. Actualmenteestn atrayendo la atencin creciente de los historiadores susaportaciones a la pastelera, a la confitera, a la floristeray al bordado, as como su influjo en las costumbres e in-cluso en el mismo comercio, que a menudo necesitaba eldinero fresco de sus dotes.

    En la segunda mitad del siglo xix, a pesar de las fre-cuentes persecuciones, la vida religiosa femenina se propagcon la aparicin de varias congregaciones autctonas y conla llegada de otras procedentes de Europa. En el siglo xxel nmero de religiosas ha crecido espectacularmente, lle-

    8 Cf. A. BONET CORKEA, El convento de Santa Catalina de Arequipa y

    los conventos de monjas en Hispanoamrica, en Simposio Internazionale subarocco latino americano, Roma, 1982; F. DE LA MAZA, Arquitectura de las casasde monjas en Mxico, Mxico, 1956.

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    gando a superar por vez primera al de los religiosos, y, ala vez, sus actividades han experimentado una gran diver-sificacin. En los ltimos aos se han hecho presentes entodos los campos de la vida eclesial: desde la atencin tra-dicional a la escuela y al hospital hasta la enseanza uni-versitaria, la promocin social en los barrios perifricos, larecuperacin de drogadictos, el trabajo misional con tribusmarginadas e incluso la administracin de parroquias des-provistas de sacerdote. En 1988 trabajaban en Iberoamrica125.895 religiosas9.

    Durante el perodo colonial todas las religiosas ibero-americanas eran monjas contemplativas que vivan en laclausura de sus monasterios. Pero junto a ellas proliferabanpor todas partes beateros y casas de recogimiento. No pocasde sus moradoras habran merecido el ttulo de religiosas,pero los prejuicios raciales, la escasez de recursos y el orde-namiento cannico de la poca las privaron de l. Muchasvivan en comunidad, se ajustaban a las normas de una delas reglas aprobadas por la Iglesia y, con frecuencia, pro-nunciaban votos simples. Durante los siglos xvi, xvn y xvmdieron origen a no pocos monasterios de vida contemplativa;y en los dos siguientes, a congregaciones religiosas de vidaactiva. Cualquier descripcin de la vida religiosa en Ibero-amrica que prescindiera de ellas sera incompleta.

    1. IMPLANTACIN Y DIFUSIN DE LOS MONASTERIOS

    a. SIGLO XVI.

    El primer convento americano surgi en la ciudad deMxico en 1540 y fue obra de Juan de Zumrraga. El granarzobispo, ntimamente persuadido de la necesidad de con-tar con algn monasterio en su dicesis, apenas obtuvo lacorrespondiente licencia de Paulo III, dio el hbito concep-

    9 Annuarium Statistictim Ecclesia 1988, [Citta del Vaticano, 1990], pg. 198

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    cionista a cuatro beatas reclutadas en Espaa por el fran-ciscano Antonio de la Cruz. Las beatas haban viajado aMxico en 1530 en compaa de Hernn Corts y durantediez aos se haban dedicado a la instruccin cristiana delas hijas de los caciques. En septiembre de 1541 ingresarondos jvenes espaolas, a las que siguieron grupos cada aoms numerosos. Entre las novicias de 1552 encontramos ados nietas del emperador Moctezuma. Muy pronto la casase qued pequea y hubo que pensar en su ampliacin. Tan-to la abadesa de la Concepcin como el cabildo eclesisticoy el ayuntamiento de la ciudad abogaron por ella en cartasa Carlos V (1552) y Felipe II (1561). En 1565 la Concep-cin alojaba ya la bonita cifra de 64 profesas. Pero todavahabra que esperar otros cuatro aos antes de que se auto-rizara la construccin del convento Regina Coeli (1570).

    Entre 1570 y 1600 las monjas de la Concepcin desple-garon una gran actividad fundacional, dando vida a cuatroconventos de su orden en la ciudad de Mxico (1573, 1580,1594 y 1600) y a otros tres en Durango (1572), Guadalajara(1578) y Guatemala (1578); encauzaron la vida religiosade las dominicas de Oaxaca (1575) y de las jernimas dela capital azteca (1585) y participaron en la fundacin delconvento de Santa Clara de la misma ciudad (1573) 10. Porsu parte, las religiosas de Regina Coeli abrieron otro con-vento concepcionista en Oaxaca (1576). Simultneamentesurgan otros monasterios de dominicas, clarisas y jernimas.En 1600 entre Mxico y Guatemala albergaban ya 22 con-ventos de clausura, distribuidos por ocho ciudades: Mxico(11), Guadalajara (2), Puebla (3), Oaxaca (2), Durango(1), Mrida (1), Guatemala (1), Morelia (1), y pertene-

    1 0 Cf. MAGDALENA HUERTA OURCEL y M* JUSTINA SARABIA VIEJO, Esta-

    blecimiento y expansin de la orden concepcionista en Mfxico: Siglo XVI, enLa orden concepcionista: Actas del I Congreso Internacional, I, Len, 1990,pgs. 463-74; ISABEL ARENAS FRUTOS, Fundacin y primeros tiempos del con-vento de Jess Mara de Mxico, ibid., pgs. 475-84. Sobre las fundaciones deGuatemala y sur de Mxico, cf. M* MILAGROS CIUDAD SUREZ, La orden con-cepcionista en la Audiencia de Guatemala, ibid., pgs. 521-36.

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    cientes a cuatro rdenes: concepcionistas (12), dominicas(5) " , clarisas (2) 12 y jernimas (3) 13.

    No menos vistoso fue el empuje fundacional en otrosterritorios americanos. Hacia 1551 el obispo Alonso de Fuen-mayor organiz en Santo Domingo el monasterio de SantaClara con diez clarisas tradas de Espaa y diecisis jvenesreclutadas en la isla. En diciembre de 1560 abra sus puer-tas el monasterio de Regina Angelorum con seis dominicasandaluzas. La crisis econmica de La Espaola entorpeciel desarrollo de ambas comunidades hasta mediados del si-glo xvn, cuando, gracias al apoyo de sendos bienhechores,pudieron liberarse de las garras de la pobreza. Sin embargo,de ellas salieron las fundadoras de los primeros conventos deVenezuela (Trujillo, 1633; Caracas, 1636) y Puerto Rico(1651) 14.

    Poco ms tarde aparecen conventos en la Audiencia deNueva Granada y, sobre todo, en el inmenso virreinato delPer. En 1558 el agustino Andrs de Ortega organiz enLima el convento de la Encarnacin, sujetndolo a la juris-diccin de la Orden. Pero la admisin de dos mestizasenfrent muy pronto a las monjas con su fundador. Lasmonjas persistieron en su decisin y decidieron acogerse a lajurisdiccin episcopal y a la regla de las canonesas regularesde San Agustn (1561). Este monasterio estaba llamado a

    1 1 MARA DE CRISTO SANTOS MORALES y ESTEBAN ARROYO GONZLEZ, Breve

    resea de los monasterios de las monjas dominicas fundados en Mxico desdeel siglo XVI al XX, en Dominicos en Mesoamrica: 500 aos, Mxico, 1992,pgs. 343-405.

    1 2 FIDEL DE LEJARZA, Expansin de las clarisas..., pgs. 129-90.

    1 3 A. LAGUNA, Las jernimas de a Adoracin, en Studia Hieronymiana,

    I, Madrid, 1973, pgs. 487-508, esp. 494-504; M. DEL CARMEN LAGUNA, Jerni-mas de la Adoracin, Madrid, 1991, pgs. 29-108; ANTONIO LINAGE CONDE,El monacato en Espaa e Hispanoamrica, Salamanca, 1977, pgs. 654-57. Conalguna frecuencia y, al parecer, a consecuencia del error en que incurri J.MURIEL, Conventos, pgs. 305-314, al incluir el convento de San Lorenzo entrelas fundaciones agustinas, las jernimas son clasificadas entre las agustinas, con lasque no tenan nada en comn fuera de la regla de San Agustn. Todava re-sulta ms sorprendente que haya hecho de l un convento recoleto, de "larama reformada por fray Luis de Len", ibid., pg. 309.

    1 4 JOHAKNES MEIER, Die Anjange der Kirche auj den Karibischen Inseln,

    Immensee (Suiza), 1991, pgs. 197-224.

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    convertirse en cuna de los monasterios limeos, ya que del salieron las fundadoras de la Concepcin (1573), de laSantsima Trinidad (1580) y de Santa Clara (1605), es decir,de los tres monasterios ms poblados y de mayor influjosocial a lo largo de todo el perodo colonial. La Concepcin,fundado por una parienta de Pizarra, llamada Ins, abre laserie de las fundaciones concepcionistas en el virreinato delPer. De l saldran luego las fundadoras de la Concepcinde Panam (1598) y de las concepcionistas descalzas de SanJos en Lima (1603)16.

    Un segundo grupo de monasterios concepcionistas tuvopor cabeza a la Concepcin de Quito, abierto por religio-sas espaolas en 1577. Concepcionistas quiteas dieron vidaal monasterio colombiano de Pasto (1588) y a los ecuato-rianos de Loja (1597), Cuenca (1599) y Riobamba (1605).En estos cuatro ltimos intervino activamente Luis Lpezde Sols, obispo de Quito desde 1594 a 160616. Los conven-tos de Bogot (1595) y Tunja (1600) fueron fruto de perso-nas y de circunstancias locales17.

    En estos mismos aos los franciscanos pusieron en mar-cha ocho monasterios de clarisas en el Cuzco (1560),Ayacucho (1568), La Paz (1571), Osorno (1571), Tunja(1573), Nueva Pamplona (1584), Trujillo (1587) y Quito(1596) 18. Al siglo xvi pertenecen tambin los conventos agus-tinos de Sucre (1574) y Popayn (1591) 19, los dominicos

    1 5 Adems de ANTONIO DE LA CALANCHA, Crnica moralizada, Barcelona,

    1638, ed. moderna en 6 vols. de I. Prado, Lima, 1974-81, III, pgs. 950-1.010,puede verse R. VARGAS UGARTE, Historia de la Iglesia en el Per, I (1511-1568),Lima, 1953, pgs. 341-350.

    1 6 Cf. JESS PANIAGUA PREZ, Monasterios concepcionistas en la Audiencia

    de Quito: Notas para su estudio, en La orden concepcionista: Actas del 1 Con-greso Internacional, I, Len, 1990, pgs. 563-584.

    1 7 Cf. Jos M. PACHECO, Historia eclesistica I {Historia extensa de Co-

    lombia, XIII/1), Bogot, 1971, pgs. 358-60, y Luis CARLOS MANTILLA, Lasconcepcionistas de Colombia, 1588-1990, en Archivo Ibero-Americano, 51, 1990,pgs. 97-169, esp. 101-154.

    1 8 FIDEL DE LEJARZA, Expansin de las clarisas en Amrica y Extremo

    Oriente, en Archivo Ibero-Americano, 14, 1954, pgs. 227-296, y 16, 1956, pgs.5-12, 32-37, 40-41.

    1 8 F. CAMPO DEL POZO, Monasterios de agustinas en el Nuevo Reino de

    Granada y Quito, en / Congreso Internacional del monacato femenino en Espaa,

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    de Arequipa (1579) y Quito (1592), el de la Santsima Tri-nidad de Lima (1580), que durante tres siglos sera el nicomonasterio cisterciense de Sudamrica, y el de las canonesasagustinas de Santiago de Chile (1576). Al finalizar el sigloel territorio comprendido entre Panam y Chile contaba con24 monasterios distribuidos en 18 ciudades y pertenecientesa seis rdenes diversas: concepcionistas (9), clarisas (7), do-minicas (3), canonesas de San Agustn (2), agustinas ermi-taas (2) y cistercienses (1). Slo Brasil careca de monaste-rios femeninos. El gobierno de la metrpoli, preocupadopor la escasez de mujeres blancas, no autoriz fundacinalguna hasta 1677. Hasta esa fecha las candidatas a la vidareligiosa tuvieron que viajar a Portugal20.

    Esta proliferacin de monasterios y la rapidez con quese llenaban son el mejor ndice de su aceptacin social. En1586 la Concepcin de Mxico alojaba a 130 profesas; dosaos ms tarde el de Jess Mara, fundado en 1580, yacontaba con 66 profesas y 10 novicias; y cifras muy seme-jantes arrojaban las estadsticas de la Encarnacin de Lima.Los memoriales de las autoridades, tanto civiles como ecle-sisticas, reconocen explcitamente su necesidad, y el regocijocon que las acoga el pueblo llano lo confirma.

    No siempre se trataba de una necesidad de orden estric-tamente espiritual. Junto a jvenes con autntica vocacinreligiosa abundaban en los monasterios hijas de conquista-dores y criollas sin haberes suficientes para encontrar esposode su misma condicin. Para estas ltimas el monasterio eraun refugio socialmente estimado y un amparo para su ho-

    Portugal y Amrica, I, Len, 1993, pgs. 279-97, y M? ANTONIA TRIANO, Funcineconmica de los monasterios de clausura en la Audiencia de Charcas, ibid.,pgs. 441-451.

    2 0 S. A. SOF.IRO, The Feminine Orders in Colonial Baha: Economic,

    Social and Demographic Implications: 1677-1800, en A. LAVRIN, Latn AmericanWomen, Londres, 1978, pgs. 173-197; EUGENIO DOS SANTOS, O monacato femi-nio no Brasil durante a poca moderna, en / Congreso Internacional, I, pgs.469-82, y LEILA M. ALGRANTI, Vida religiosa jeminina no Brasil colonial: con-ventos e recolhimentos (1750-1822), ibid., pgs. 483-504.

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    nestidad. En 1561 el ayuntamiento de Guatemala expresabaclaramente esta situacin en carta a Felipe II: "En esta ciu-dad hay muchos conquistadores y pobladores antiguos muypobres y con muchas hijas sin ningn remedio sino el deDios y el de V. M., y para su amparo sera necesario se fun-dase en esta ciudad un monasterio de monjas donde serecogiesen, y, por no le haber, muchas doncellas se hanperdido"21. Cuatro aos ms tarde el mismo ayuntamientovolva a abogar por un convento para las "muchas hijas deconquistadores muy pobres, que no tienen recaudo para sucasamiento"22. Poco despus Pedro Thoms fundaba enMxico el monasterio de Jess Mara para doncellas a quie-nes su pobreza impeda "tomar otro estado conforme a sucalidad"23. La mayora de las dominicas de Guadalajaraeran "nietas de conquistadores, descubridores y pacificadoresdel Reino de Nueva Galicia" *4. Y las mismas ideas abun-dan en los expedientes fundacionales de los conventos con-cepcionistas de Quito y San Cristbal de las Casas, de lasagustinas de Sucre, de las clarisas de Tunja y La Habana,las carmelitas calzadas de Puerto Rico y otros de poca pos-terior, como en los de las fundaciones brasileas de SantaClara del "Desterro" (Baha, 1677) y Nuestra Seora deAjuda (Ro de Janeiro, 1750) 25. En 1756 el franciscano Juande Torquemada vea en los monasterios femeninos un re-fugio de "doncellas que, o por desgracia o por su genio,no llegaban a los desposorios".

    Muy pronto comenzaron a afluir a los monasterios da-mas de compaa, mujeres en busca de refugio durante las

    2 1 Citado por MILAGROS CIUDAD SUREZ, La orden concepcionista en la

    Audiencia de Guatemala, en La orden concepcionista, I, pg. 522.22 Ibid.2 3

    Constituciones y ordenanzas, 2, Mxico, 4 de enero de 1580, en ISABELARENAS FRUTOS, Fundacin y primeros tiempos del convento de Jesi'is Mara deMxico, en La orden concepcionista, I, pg. 483.

    2 4 J. F. ROMN GUTIRREZ, Presencia dominica en Guadalajara (Mxico):

    El convento de Nuestra Seora de Gracia (1588-1609), en / Congreso Interna-cional, I, pgs. 129-136, csp. 129.

    2 3 Cf. S. A. SOEIRO, The Feminine Orders in Colonial Baha..., pgs.

    173-197, esp. 185-86.

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    ausencias de sus maridos, pupilas, criadas y hasta esclavas.En 1593 en San Jernimo de Mxico vivan ya 300 muje-res. En el siglo xvn la Encarnacin, Santa Clara, la Concepciny la Santsima Trinidad de Lima, Santa Catalina de Are-quipa, la Concepcin y Santa Clara de Quito, la Encarnacin,Santa Clara y Jess Mara de Mxico, la Concepcin deGuatemala y algunos otros monasterios se convirtieron encolmenas humanas con 800, 1.000 y hasta 1.300 mujeres.En 1618 el arzobispo de Bogot deploraba la abundanciade donadas y sirvientas existentes en los conventos de sudicesis, aadiendo que "el exceso era comn en casi todoslos conventos de las Indias"28.

    b . SIGLO XVII.

    Durante el siglo xvn el ritmo fundacional disminuyun poco, pero todava se mantuvo elevado. Los 48 conven-tos existentes en 1600 ascendieron a 105 en 1700 con la fun-dacin de otros 57 a lo largo del siglo. Mxico con 18conventos y Per con 10 continuaron aportando las cifrasms altas. A continuacin encontramos a Colombia con 6y Bolivia con 5. El alto nmero de fundaciones bolivianaspuede sorprender si no se repara en la prosperidad que al-canzaron en esta centuria ciudades como La Plata (Sucre)o Potos. Siguen Ecuador con 4, Guatemala y Chile con 3,Argentina, Cuba y Venezuela con 2, y Brasil (1677) y PuertoRico (1651) con 1. Para estos dos ltimos pases era el pri-mer convento erigido en su suelo. El concejo municipal deBaha estaba reclamando la apertura de un convento en laciudad desde 1603, pero sus reiteradas instancias slo llega-ron a buen puerto el 29 de abril de 1677 con la llegada decuatro clarisas de Evora.

    La mayora (32) son todava fundaciones calzadas declarisas (16), dominicas (8), concepcionistas (7), agustnas

    2 6 F. ARIAS UGARTE, Carta al rey, Bogot, 11 de junio de 1618, en J. M.

    PACHECO, Historia extensa de Colombia, XI1I/2, Bogot, 1972, pg. 521.

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    ermitaas (1) y carmelitas calzadas (1)2T, que en nadadifieren de las del siglo anterior. Pero junto a ellas encon-tramos 25 fundaciones descalzas o recoletas que transplan-tan a Amrica las ansias de perfeccin espiritual que tanprofundamente estaban sellando los conventos espaolesdesde los ltimos decenios del siglo xvi. Las primeras fun-daciones descalzas datan de los primeros aos del siglo,pero slo adquieren consistencia en su segunda mitad. Delas 24 fundaciones realizadas en la primera mitad slo 9tenan carcter descalzo, mientras que los 16 monasteriosdescalzos abiertos entre el 1651 y 1700 casi doblaban a los9 calzados.

    La primera fundacin descalza de Amrica fue el con-vento de San Jos, abierto en Lima en 1603 por cinco reli-giosas de la Concepcin28. Al ao siguiente siete beatas deVeracruz, dirigidas por el jesuita Antonio Ruiz y protegidaspor el obispo Diego Romano, levantaron en Puebla de losngeles el primer carmelo del Nuevo Mundo. Dos aos mstarde Bartolom Lobo y Juan Ladaria, obispos, respectiva-mente, de Bogot y Cartagena, organizan en sus sedes epis-copales sendos Carmelos con mujeres piadosas adiestradasen las costumbres conventuales por monjas concepcionistasy clarisas. En la apertura de los Carmelos de Mxico (1616) yCrdoba (1628) tambin fue decisiva la intervencin de mon-jas concepcionistas (Mxico) y dominicas (Crdoba)29.

    El origen de estos Carmelos fue un tanto anmalo. Eranproducto de iniciativas locales y, contra la voluntad expresa

    2 7 Fundado en 1651, tras varios aos de negociaciones, con tres monjas

    dominicas de Santo Domingo, al fracasar las gestiones hechas para traer carme-litas calzadas de Espaa. Cf. ANTONIO CUESTA y MENDOZA, Historia eclesisticadel Puerto Rico colonial, I, 1508-1700, Ciudad Trujillo [ = Santo Domingo],1948, pgs. 323-334.

    2 8 Cf. R. VARGAS UCARTE, Historia, I, pgs. 350-351; A. DE LA CALANCHA,

    Crnica III, pgs. 1.010-1.024.2 8

    Para la fundacin y primer desarrollo de los Carmelos americanos siguesiendo til la monumental Historia del Carmelo Teresiano en Espaa, Portugaly Amrica del Padre SILVERIO DE SANTA TERESA, 15 vols., Burgos, 1935-1952.Interesa de modo especial el vol. XIV, Burgos, 1949, pgs. 115-119, 131-150,175, 252-266, 294-309, 408-462, 591-609, 680-697, 777-779, 792, 803-804.

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    de santa Teresa, nacan sujetos a la jurisdiccin episcopaly bastante desconectados de los carmelitas descalzos. Todoello podra haber desfigurado su carcter teresiano, comosucedi en el sur de Italia, donde hubo 'conventos' teresia-nos que ni siquiera conocan las constituciones de la Santa.La presencia en Mxico de frailes carmelitas descalzos, lacomunicacin epistolar con monasterios espaoles y la fami-liaridad de algunos fundadores con los escritos de la Santadisiparon el peligro y aseguraron la autenticidad teresianade los Carmelos iberoamericanos, pero no lograron evitaralgunas anomalas30 En el siglo xvm este fenmeno se vol-ver a repetir en la fundacin de los conventos de la Com-paa de Mara, de Mendoza (1780) y Bogot (1783).

    A veces se ha exagerado la 'originalidad' de los con-ventos americanos y se ha insistido demasiado en su desvin-culacin de Europa y en su desconocimiento de las grandesreglas europeas31. Su implantacin responde con frecuenciaa circunstancias locales; a menudo suavizaron el rigor de la

    3 0 Cf. J. M. MUOZ JIMNEZ, LOS conventos de carmelitas descalzas en

    el barroco sudamericano: Estudio arquitectnico, en / Congreso Internacional,pgs. 37-53, esp. 39, en donde, a mi entender, exagera el alcance de esas ano-malas. 1 caso ms complicado y que ms revuelo caus ocurri en la fundacinde las catalinas de Crdoba: "Fundado en 1613 como convento de la ordenagustiniana, vistieron el hbito de dominicas, practicaron al principio las cons-tituciones de santa Teresa y se llamaron de la orden de san Agustn, pero ladireccin espiritual la llevaron los jesuitas y al cabo se hizo totalmente domi-nicano": J. M. JIMNEZ, pg. 51; cf. SILVERIO DE SANTA TERESA, Historia delCarmen Descalzo. XIV, pg. 592, y, sobre todo, C. BRUNO, Historia, II, BuenosAires, 1967, pgs. 400-409, donde describe con cierto detalle los problemasjurdico-espirituales que plante su fundacin. Tras doce aos de inquietud, en-contraron solucin el 15, VII, 1625, cuando Urbano VIII dispens a las reli-giosas de la regla de santa Teresa y las oblig a repetir la profesin "segnla regla de santa Catalina".

    3 1 UN EQUIPO DE MONJAS DE SANTA ESCOLSTICA, Aspecto sociolgico de las

    vocaciones monsticas femeninas en el cono sur de Amrica latina, en Yermo(1968), pgs. 17-34. Sin embargo, JOSEP M. BARNADAS, La organizacin de laIglesia en Bolivia, en Historia general de la Iglesia en Amrica Latina, VII:Per, Bolivia y Ecuador, Salamanca, 1987, pg. 92, ve en "estos monasteriosuno de los fragmentos de la Iglesia americana en que resulta ms difcil encon-trar huellas de sabor americano". Al parecer, Barnadas no ha reparado en lafuerte insercin de los monasterios en la vida local y en la gran aceptacin deque gozaron a lo largo de todo d perodo colonial.

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    disciplina religiosa y hubo fundadoras sin experiencia devida religiosa e ignorantes de las reglas y tradiciones de laorden a que daban vida. Baste recordar las primeras funda-ciones concepcionistas, las dominicas de Crdoba, las clarisasde Tunja, las agusanas de Lima, Santiago, Popayn y Sucrey todas las carmelitas. Pero tampoco faltaron fundadorasprovenientes de conventos europeos, como las de los dos con-ventos de Santo Domingo, las clarisas de Baha y Cartagena,las capuchinas de Mxico, Lima y Guatemala, las concep-cionistas de Quito, las brgidas de Mxico, la Compaa deMara de Cap Franjis y Mxico o las ursulinas de NuevaOrlens. De estos conventos salieron, a su vez, las fundado-ras de muchos otros conventos. En la fundacin de lascapuchinas de Santiago de Chile particip la madre MaraBernarda, una de las espaolas que poco antes haban dadovida al convento de Lima32. Otras fundaciones, como lasagustinas recoletas de Lima y Puebla, estuvieron en estrechocontacto con conventos espaoles, de los que recibieronsus constituciones. Las de Puebla dieron luego vida a losconventos de Oaxaca y Guadalajara.

    A partir del ao 1640 las fundaciones descalzas aceleranel ritmo, dando lugar a 14 nuevos conventos de carmelitasdescalzas en Per (4), Ecuador (3), Mxico (2), Bolivia (2),Colombia (1), Chile (1) y Guatemala (1); a 3 de agustinasrecoletas en Mxico (2) y Per (1) y a sendos monasteriosde capuchinas en Mxico (1665) y trinitarias descalzas enLima (1682). Las capuchinas adoptaron un sistema de vidaparticularmente austero. Sus 'advertencias' a las aspirantes"parecan ms propias para alejar del claustro a las solici-tantes que para llamarlas a l"33.

    c. SIGLO XVIII Y PRIMER CUARTO DEL XIX (1800-1824).Durante el siglo xvm se realizaron 49 nuevas fundacio-

    nes, a las que podemos aadir las 11 efectuadas en los cinco

    3 2 Cf. Bullarium Ordinis FF. Minimorum S. P. Fransci Capucinorum,

    VII, Roma, 1752, p"g. 419.3 3

    M. CUEVAS, Historia de la iglesia en Mxico, El Paso, 1928, IV, pg. 195.

  • T H . XLV, 1995 LAS MONJAS EN LA AMRICA COLONIAL 585

    primeros lustros del xix, cuando las naciones americanastodava continuaban formando parte del imperio hispano-portugus. 32 eran fundaciones descalzas o recoletas34; 16seguan la disciplina calzada, sin vida comn; y las 12 res-tantes pertenecan a rdenes docentes. La apertura de con-ventos de ursulinas en Nueva Orlens (1727) y Baha(1735 y 1739) y de la Compaa de Mara en Hait (1733),Mxico (1754 y 1811), Mendoza (1780), Bogot (1783), LaHabana (1803), Irapuato (1804), Aguascalientes (1807) yCamagey (1819) constituye una de las novedades ms no-tables del siglo. Tambin ellas eran monjas de votos solem-nes, sujetas a la ley de la clausura, pero, a diferencia delas dems, tenan desde sus orgenes una funcin educativa.Todos los conventos de la Compaa dirigan un internadopara nias pudientes y una escuela pblica gratuita. Ya elinternado introduca novedades importantes sobre su loca-lizacin y funcionamiento. Al no permitir las leyes de laCompaa la convivencia de monjas y educandas en unamisma celda, hubo necesidad de acomodarlo en un edificioo ala separada de la comunidad y encomendar su direccina una de sus monjas. Pero la novedad ms significativaconsisti en la apertura de escuelas pblicas gratuitas35, enla mejor cualificacin profesional del profesorado y en laampliacin del programa escolar. La fundacin de estos

    3 1 Incluyo en este nmero a las dominicas de Jess Mara de Guadala-

    jara (1722) y de Santa Rosa de Puebla (1740). Las primeras se obligaron desdeel principio a la vida comn y otras 'observancias' propias de la Recoleccin,cf. Dominicos en Mesoamrica, pgs. 372-373. El carcter recoleto de Santa Rosaaparece en la voluntad de su fundador, en el ttulo de sus Constituciones yen las prcticas que imponen, cf. MIGUEL DE TORRES, Dechado de principeseclesisticos [ . . . ] el ilust. y exc. seor doctor D. Manuel Fernndez de SantaCruz y Sahagn, Puebla, 1714, pgs. 235-239. Quiz habra que sumar tambinlos conventos para religiosas indias de Mxico, Morelia y Oaxaca. Los tres se-guan la primera regla de santa Clara, que no permita ninguna clase depropiedad. El convento dominico de La Habana, fundado en 1688, tambindebi de practicar la vida comn desde su fundacin.

    3 5 "Sus pensionados tenan en cuenta la procedencia racial; el primero

    era para criollas, y el segundo exclusivamente para indias. En cambio, sus es-cuelas pblicas eran para jvenes de toda condicin y raza": P. Foz y Foz,La revolucin pedaggica en Nueva Espaa (754-1820), I, Madrid, 1981,pg. 264.

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    conventos-colegios se debi, fundamentalmente, al esfuerzoy clarividencia de tres criollas distinguidas: Mara Ignaciade Azlor (1715-1767) 36, Juana Josefa Torres (f 1752) y Cle-mencia Caycedo (1710-1779) fundadoras, respectivamente,de los conventos-colegios de Mxico, Mendoza y Bogot37

    Tambin pertenece a este siglo la expansin de las capu-chinas. Religiosas del convento de Mxico, nico existenteen 1700, salieron a fundar los de Puebla (1704), Quertaro(1721), Lagos de Moreno (1756), Guadalajara (1761), Villade Guadalupe (1787) y Salvatierra (1798). Directamente deMadrid llegaron las fundadoras de Lima (1713), de donde,a su vez, salieron las fundadoras de Guatemala (1726) ySantiago de Chile (1727). Este ltimo convento proporcionreligiosas para la apertura del convento de Buenos Aires en174938. Religiosas del de Guatemala abrieron el de Oaxacaen mayo de 174430.

    Mayor relieve social alcanz la fundacin de conven-tos para mujeres indgenas. Durante dos siglos los conventoshaban sido coto exclusivo de espaolas y criollas. No obs-tante la actitud favorable del Concilio de Lima40 y de unacdula real de 1588, que mandaba dar el velo a las mestizasque lo pretendieran "no obstantes cualesquiera constitucio-nes"41, slo un puado de nativas y mestizas privilegiadashaban podido franquear sus puertas. Investigaciones recien-tes han confirmado la sospecha de Olaechea, quien, trasrecordar a Mara del Espritu Santo, monja de la Encar-

    3 8 P. Foz Y Foz, La revolucin pedaggica...

    3 7 P. Foz Y Foz, Las enseanzas ibero-americanas 1754-1820, Bogot, 1988.

    3 8 FELICE DA MARETO, Le Capticcine nel mondo (1538-1969): Cenni

    storici e bibliograjici, Parma, 1970, pgs. 61-67.39 JOS ANTONIO CAY, Historia de Oaxaca, Mxico, 1990, pg. 421.4 0

    Accin 3f, cap. 36: "Si alguna mestiza quisiera ser monja no se lepida ms dote, ni se resciba, que a las dems, ni por admitirla de monja decoro se le pida, o se lleve ms, que las otras monjas de coro suelen dar. Puescualquier concierto semejante tiene sabor y nota de simona, mas teniendo lastales personas las partes que se requieren, no deuen ser excluidas de monjasde coro por sola la falta de su nacimiento, pues delante del Seor la virtudes la que tiene estima y no el linaje", en R. VARGAS UGARTE, Concilios Limenses,I, Lima, 1951, pg. 297; texto latino en pg. 358.

    4 1 Recopilacin de las leyes de Indias, Libro 1, ttulo 7, ley 7.

  • TH. XLV, 1995 LAS MONJAS EN LA AMRICA COLONIAL 587

    nacin de Lima, y a Luisa de Tapia, hija del fundador delas clarisas de Quertaro, admita la posibilidad de que hu-bieran profesado algunas ms en otros monasterios, espe-cialmente entre las legas42. Las mismas carmelitas descalzasde Bogot, que exigan sangre espaola "por todos cuatroabuelos" para las religiosas de coro, admitan sin dificultadmestizas y cuarteronas para religiosas legas o de velo blan-co43. Al parecer, en los conventos mexicanos de Jess Mara,San Juan de la Penitencia, Santa Clara y Santa Isabel vivie-ron indias nobles. En 1564 doce de las treintaids clarisas delCuzco eran mestizas44. Sin embargo, a finales del siglo xvnya slo es designada como india sor Isabel de la Purifica-cin 4". A principios del siglo xvn profes en Santa Catalinadel Cuzco una tataranieta de Huayna Cpac48. Tambinse encuentran mestizas a fines de ese mismo siglo entre lasagustinas de Popayn as como entre las clarisas y agustinasde Sucre4T. Santa Clara de Quito fue fundado en 1596 parahijas de caciques con vocacin religiosa. Pero la escasez desolicitudes le habra obligado a admitir a algunas jvenesblancas, que poco a poco se apoderaron del gobierno delmonasterio y excluyeron a las nativas, a no ser que quisieran

    4 2 J. B. OLAECHEA, Doncellas indias en Religin, en Missionalia Hispnica,

    27, 1970, pgs. 341-378.4 3

    J. M. PACHECO, Historia eclesistica, 2, en Historia Extensa de Colombia,Xlll/2, pgs. 515-516. Sin embargo, a fines del siglo xvm todava haba quiense opona a la admisin de una mulata en Santa Clara de Bogot, cf. E. CR-DENAS, Los mestizos hispanoamericanos como destinatarios del Evangelio, enHistoria de la Evangelizacin de Amrica, Simposio Internacional, pg. 380.Una simple duda sobre la pureza racial de una novicia mantuvo revuelta a lacomunidad capuchina de Buenos Aires desde 1769 hasta 1789, cf. C. BRUNO,Historia de la Iglesia en la Argentina, VI, Buenos Aires, 1970, pgs. 387-402.

    4 4 DONALD L. GIBBS, Economic Adivines of Ntins, Friars, and their Con-

    ventos in Mid-Colonial Cuzco, en The Americas, 45, 1989, pgs. 343-362,esp. 344.

    4 5 Cf. KATHRYN BURNS, LOS monasterios del Cuzco colonial: Orgenes y

    desarrollo, en / Congreso Internacional, I, pgs. 427-28.4 6

    Ibid., pg. 429.4 7

    Cf. M9 ANTONIA TRIANO, Funcin econmica de los monasterios declausura en a Audiencia de Charcas, en / Congreso Internacional, pgs. 443 y 449.

  • 588 NGEL MARTNEZ CUESTA, O. R. A. T H . XLV, 1995

    profesar como hermanas legas48. En el siglo xvm la socie-dad continuaba desconfiando de la idoneidad de las ind-genas para la vida religiosa, y no faltaban quienes temanque los votos podan comprometer su misma salvacin eter-na. Todava en 1798 el arzobispo de Baha recelaba de lasmestizas y slo se avena a admitirlas en los conventos comodonadas o educandas40.

    Entre las donadas, que no eran ni enteramente religio-sas ni enteramente laicas, siempre hubo muchas indias,mulatas y mestizas. Josefina Muriel tiene para ellas palabrasde admiracin y simpata: "Las donadas son, por lo regu-lar, personas que, teniendo vocacin religiosa, por algunacausa no pueden llegar a adquirir plenamente el estadoreligioso". Llevaban una vida de religiosas, pero sin votos,y consuman su vida en el servicio de las religiosas sin reci-bir paga alguna. "Constituan este grupo casi siempre lasindias y las mestizas, excepcionalmente algunas espaolas"e0.Entre ellas hubo siempre personas de profundos sentimien-tos religiosos. En su resea del convento de Jess Mara,Muriel recuerda la vida ejemplar de Petronila de la Con-cepcin (f 1667), una india de Xochimilco, a la que sepermiti pronunciar votos simples. Tambin fue india Fran-cisca de San Miguel, a quien se atribuye la prediccin delmotn de 1624. Mara de San Juan (f 1634) era negra, y enSanta Clara de Lima se santific la mulata rsula de laCruz.

    El marqus de Valero, virrey de Mxico entre 1716y 1722, fue el primero que desafi pblicamente tales pre-juicios. El 12 de septiembre de 1720, en una solemne cere-monia a la que asistieron el arzobispo y un grupo defranciscanos, puso la primera piedra de un convento desti-nado exclusivamente para hijas de caciques e indias de noble

    4 8 JORGE JUAN y ANTONIO DE ULLOA, Noticias secretas de Amrica, Bogot,

    1983, pg. 304. A. LAVRIN, Vales and Meaning of Monastic Life for Nuns inColonial Mxico, en Catholic Histrica! Review, 58, 1972, pgs. 367-387, esp. 370.

    4 9 Cf. S. A. SOEIRO, The Feminine Orders in Colonial Baha..., pgs.

    173-197, esp. 189.5 0

    JOSEFINA MURIEL, Conventos, pgs. 77-78.

  • T H . XLV, 1995 LAS MONJAS EN LA AMERICA COLONIAL 589

    abolengo. En los aos siguientes no faltaron dificultades. Elayuntamiento de la ciudad no lo crea necesario y los jesu-tas de San Gregorio seguan dudando de la aptitud de lasindgenas para la vida religiosa. Pero Valero no cej en suempeo. El 5 de marzo de 1724 obtuvo la licencia real ypoco despus el convento de Corpus Christi comenzaba suandadura histrica con cuatro clarisas de la capital y la tomade hbito de las dos primeras nativas, a las que siguieronotras hasta completar el nmero fijado por el fundador.Valero lo haba fijado en 18 o 20, pero la abundancia desolicitudes oblig a elevarlo a 33.

    A la muerte de la primera priora, sor Petra de SanFrancisco ( t 1728), el convento estuvo a punto de perdersu identidad. Las dos religiosas espaolas encargadas a lasazn de su gobierno, pretendieron admitir a otras espa-olas, con la consiguiente reduccin del nmero de candi-datas indias, a las que, adems, se exigira un noviciadode ocho aos de duracin y se las privara del derecho devoto durante los primeros veinte aos de vida religiosa.Afortunadamente, la vigilancia de los franciscanos y lasdenuncias del cacique Diego Torres troncharon sus planes.En 1745 Madrid ratific la naturaleza del convento y ordenla inmediata salida de las tres novicias blancas. La infor-macin sobre los antecedentes raciales de las candidatas sellevaba con todo rigor. Entre las 78 religiosas que profesa-ron entre 1757 y 1820 slo encontramos a una espaola ya otra mestiza. Las dems eran nativas, casi todas ellas pro-cedentes de la dicesis de Mxico. De las 143 indgenas queprofesaron entre 1724 y 1821, 106 (74%) haban nacido enella; 26 (18%) pertenecan a la de Puebla; 6 (4,2%), a lade Oaxaca; 3 (2,2%), a la de Guadalajara; y 2 ( l3%) ala de Michoacn. En la comprobacin de su nobleza seproceda con menos severidad. Al menos ocho plebeyas lo-graron pasar el control. Las restantes fueron todas hijas decaciques o principales61.

    51 J. MURIEL, Indias caciques del Corpus Christi, Mxico, 1963; J. B.OLAECHEA, Doncellas indias en Religin, pgs. 341-378; M. GALLAGHER, TheIndian Nuns of Mxico City's Monasterio of Corpus Christi, en A. LAVRIN,Latn American Wornen, Londres, 1978, pgs. 150-172.

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    Muy pronto el convento del Corpus Christi se quedpequeo. Se pens entonces en abrir otros semejantes enGuadalajara, Puebla y en la misma capital azteca. Peroninguno de los tres lleg a cuajar. Los promotores del deGuadalajara no lograron allegar rentas suficientes y losde Mxico y Puebla encallaron en obstculos burocrticos.Mejor suerte corrieron las fundaciones proyectadas en Mo-relia y Oaxaca. La primera abri sus puertas en 1737 en unedificio contiguo a la capilla de Nuestra Seora de Cosmo-loapn, construida aos antes por los caciques de Ptzcuaro.El segundo, patrocinado y costeado por los caciques delvalle de Oaxaca, se inaugur en 1782 tras una engorrosatramitacin que se prolong durante casi cuarenta aos52.

    Las fundadoras de ambos conventos eran religiosas delCorpus Christi que llevaron consigo la primitiva regla deSanta Clara, bastante ms rgida que la vigente en los res-tantes monasterios mexicanos83. En los trmites fundacio-nales se habla repetidamente de adscribir los conventos ala orden capuchina, pero en realidad los tres pertenecieronsiempre a la orden clarisa.

    El 8 de diciembre de 1811 don Juan Francisco de Cas-taiza, futuro obispo de Durango, lograba convertir enrealidad el sueo de su vida. Seis religiosas del conventomexicano de El Pilar se trasladaron al colegio-recogimientode Nuestra Seora de Guadalupe, fundado en 1753 por eljesuita Antonio Martnez de Herdoana para la educacinde mujeres nativas, y lo transformaron en convento-cole-gio de la Compaa de Mara. El nuevo convento dispondrade 21 plazas gratuitas ms un nmero imprecisado paracandidatas que pudieran pagar la dote, cuya cuanta se de-jaba a la discrecin del arzobispo. Al contrario de los tresconventos anteriores, que estaban reservados a las hijas delos caciques, ste slo abrira sus puertas a indgenas delestado llano. Al principio fue dirigido por criollas, pero se

    5 2 J. B. OLAECHEA, Doncellas indias en Religin, pgs. 357-360.

    5 3 El convento de Santa Isabel, fundado en 1601, naci sujeto a la pri-

    mera regla y, por tanto, con vida comn, sin rentas y sin educandas, pero pasen seguida a la segunda regla. Cf. MURIEL, Conventos, pgs. 189-198.

  • TH. XLV, 1995 LAS MONJAS EN LA AMERICA COLONIAL 591

    indigeniz rpidamente. En 1816 eran ya varias las indiasque ocupaban cargos dirigentes. La nueva comunidad con-jug desde el primer momento las exigencias de la vidacontemplativa con las tareas educativas propias de su orden.El internado sola albergar a unas setenta nativasM.

    A finales del siglo xvm hubo en Brasil intentos de fun-dar un convento para mestizas, ya que haba "innumerablesmujeres de color de familias de buena reputacin, que eranllamadas por Dios". Pero se estrellaron contra la abiertaoposicin del arzobispo de BahaS5.

    2. MONJAS, PUPILAS Y CRIADAS

    La multitud de criadas, esclavas, educandas y 'nias',trmino elstico que, al menos en Mxico, comprenda desdecriaturas de pocos aos hasta mujeres octogenarias, la liber-tad con que se movan por las dependencias del monasterioy la residencia continua de algunas de ellas en las habita-ciones de las monjas daban al traste con el clima de oracin,recogimiento y austeridad propio de todo convento de clau-sura. Al autorizar la admisin de educandas en los conven-tos, Paulo V impuso algunas condiciones ya experimentadasen conventos europeos. Su edad no deba bajar de los sieteaos ni superar los 25. Al cumplir los 25 aos tendran queabandonar el convento. Su atuendo deba ser modesto ysencillo, su habitacin estara separada de la de las monjasy no podran salir de la clausura bajo pena de no volverms a ella5G. Pero esas condiciones quedaron en letra muer-ta. Muy pocos monasterios respetaron la separacin entremonjas y 'nias' y muchas de ellas continuaron en los con-ventos despus de cumplir la edad sealada. En 1812, de

    5 4 Ibid., pgs. 361-362, y, sobre todo, P. Foz Y FOZ, ha revolucin peda-

    ggica en Nueva Espaa, I, pgs. 416-438; II, pgs. 184-200, y Los archivoshistricos de la Compaa de Mara Nuestra Seora, Roma, 1992, pgs. 672-682.

    6 5 Cf. S. A. SOEIRO, The Feminine Orders in Colonial Baha..., pgs.

    173-197, esp. 189.5 8

    Breve del 9 de febrero de 1616, en VARGAS UGARTE, Historia, II, pg.508. El convento de la Encarnacin haba obtenido permiso para admitir edu-candas ya en 1575. Cf. F. J. HERNEZ, Coleccin de bulas, breves y otros do-cumentos relativos a la Iglesia de Amrica y Filipinas, I, Bruselas, 1879, pg. 526.

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    las 305 'nias' residentes en los nueve conventos calzadosde la capital azteca, 39 eran menores de quince aos, 123estaban entre los quince y veinticinco aos, y las 143 restan-tes superaban ese lmite57.

    Tambin la admisin de seglares, en calidad de criadas,damas de compaa o seoras de piso, se remonta a los pri-meros aos de vida de los conventos. En no pocos la prcticaera legal y estaba explcitamente autorizada por las consti-tuciones. En 1631 los conventos calzados de Lima albergabana ms de 1.000 criadas. En la Concepcin de Guatemalavivan por esa misma poca ms de trescientas seglares88,y en Mxico la situacin no era diversa. En 1700 los con-ventos limeos tenan a su servicio casi 2.000 criadas, mu-chas de ellas esclavas. En Santa Clara de Cochabamba,"cada una de las monjas clarisas de velo negro tena tres,cuatro o ms criadas" M. La misma proporcin encontramosa mediados del siglo xvn en el convento agustino de Sucre 60.En 1722 todos los conventos de Quito, a excepcin de loscarmelitas, contaban con cerca de quinientas personas se-glares. En 1778 la Concepcin de Lapa (Baha) tena a suservicio ms de 400 esclavas. Aos ms tarde (1795) se refu-giaron en La Habana 52 clarisas y dominicas de SantoDomingo con 60 criadas, algunas de ellas esclavas61.

    Pero no en todos los conventos se daba esa situacin.Por constitucin, clarisas de la primera regla (Santa Isabelde Mxico y los tres conventos de indias), carmelitas des-calzas, capuchinas, agustinas recoletas y brgidas prohibanla admisin de 'nias' y reducan al mnimo el nmero decriadas. De acuerdo con las primeras constituciones de la

    5 7 Foz Y Foz, Revolucin pedaggica en Nueva Espaa, I, pgs. 371-372.

    r's M. CIUDAD SUREZ, La orden conccponista en la Audiencia de Gua-

    temala, en La orden conccpcionista, I, pg. 525.5

    FRANCISCO VIEDMA, Descripcin de la provincia de Santa Cruz de laSierra, Buenos Aires, 1926, pg. 125, citado por TRIANO, Funcin econmica...,en / Congreso Internacional, I, pg. 444.

    60 Ibid.6 1

    Cf. NGEL HUERTA MARTNEZ, El monacato femenino en Cuba duranteel primer tercio del siglo XIX, en / Congreso Internacional, I, pgs. 495-510,esp. 498-502.

  • T H . XLV, 1995 LAS MONJAS EN LA AMERICA OOLONIAL 593

    Orden, que prohiban la admisin de seglares, "ni por vade depsito, aunque sea con hbito de monja y con inten-cin de recogerse" 62, el fundador de las agustinas recoletasde Puebla les orden "que en dicho convento no se puedanrecibir criadas seglares" 63. Sin embargo, las agustinas reco-letas de Lima atenuaron esa prohibicin y, tras algunasvacilaciones, dieron cabida en su convento a doce criadas.En 1669, al trmino de su fase constituyente, el nmero decriadas qued fijado en doce, segn se desprende de lacircular con que el arzobispo Villagmez, su gran protector,ejecut los breves pontificios: "En conformidad de lo con-cedido por Su Santidad, podr haber para el servicio dedicho monasterio doce criadas de buenas costumbres, sinque este nmero, con ningn pretexto ni ocasin, se puedaaumentar. Y porque al presente se hallan ya ms criadasque las del nmero referido y por estar algunas enfermas,permitimos que las que al presente se hallan ya en el dichoconvento se queden dentro, con calidad que en adelanteno pueda entrar otra alguna si no es a cumplir el nmerode doce" 6 \ Tambin las carmelitas descalzas de Crdobaadmitan educandas y criadas. En 1733 tenan trece "niasespaolas", cuatro mestizas, tres mulatas libres y quince es-clavas. La mayora de las veinte religiosas que componanla comunidad dispona de "dos seglares y criadas", con quie-nes compartan la celda y, a veces, tambin la comida 6 .

    En 1679 el arzobispo de Lima, al hablar de la abundan-cia de seglares en los monasterios de la ciudad, excluyeexplcitamente a las descalzas, carmelitas y recoletas delPrado60. En 1700, de los cinco conventos recoletos o des-

    6 2 Regla dada por N. P. S. Agustn a sus monjas con las constituciones

    para la nueva recoleccin de las monjas, Madrid, 1616, fol. 39.6 3

    Constituciones de Manuel Fernndez de Santa Cruz para el conventode Santa Mnica, Puebla, 7 de agosto de 1683, N9 4, en B. RANO, LOS primerostiempos del convento de agustinas de Puebla de los ngeles en los documentosde su archivo y del archivo vaticano, en Archivo Agustiniano, 71, 1987, pgs.235-390, esp. 306.

    w Circular del arzobispo Pedro de Villagmez, 17 de sept. de 1669, en E.

    ESTEBAN, Historia documentada del monasterio de Nuestra Seora del Prado,Lima, 1944, pgs. 69-70.

    6 5 C. BRUNO, Historia de a Iglesia en la Argentina, IV, pgs. 458-465.

    ** Carta al Papa, 29 agosto 1679, en Asv, Lettere dei vescovi, 69, fol.

    38

  • 594 NGEL MARTNEZ CUESTA, O. R. A. T H . XLV, 1995

    calzos de Lima slo las concepcionistas descalzas alojabana seglares entre sus muros. En los otros cuatro (agustinasrecoletas de El Prado, trinitarias descalzas de San Miguely carmelitas de Santa Jos y Santa Ana) no tenan seglaralguna y slo disponan de un nmero limitado de criadas,que, adems, estaban al servicio de la comunidad, no de lasreligiosas particulares. El Prado llegaba a 30; los otros tresoscilaban entre las 13 de las trinitarias y las 6 y 9 de losdos conventos carmelitas. En 1773 los padres del conciliode Lima constatan con alegra que "en los monasterios quellaman recoletos no hay sirvientas particulares ni muchachasde educacin" y encargan "a todos los prelados el que celensobre el exacto cumplimiento de tan loables costumbres" 6T.Algo similar deba de ser la situacin de las dominicas deJess Mara de Guadalajara, Santa Rosa de Puebla y LaHabana, de las concepcionistas de Tunja o de las clarisasde Bogot. Las concepcionistas de Tunja prohiban la en-trada en el monasterio de personas que no tuvieran inten-cin de ser monjas, "porque conviene a la quietud de dichasmonjas", y las clarisas de Bogot obtuvieron un breve delPapa en que se vedaba la admisin de seglares en el con-vento bajo pena de excomunin 68.

    La magnitud y el prestigio social de los monasterios losconvertan en centros de poder apetecidos por mujeres ambi-ciosas, los exponan a intromisiones constantes de los seglaresy ponan en jaque perpetuo la paz y tranquilidad de lasmonjas.

    Obispos reformadores, religiosos y simples observadorescoincidan en la necesidad de disminuir la poblacin con-ventual. Uno tras otro, con regularidad digna de mejorsuerte, se fueron sucediendo planes y ms planes sobre lalimitacin de las profesiones y la drstica reduccin de cria-das y damas de compaa. Pero todos ellos caan en el vacoal no encontrar eco ni en los conventos ni en la sociedad.266, citada por R. VARGAS UGARTE, Historia de la Iglesia en el Per, III, pgs.195-97.

    6 7 R. VARGAS UGARTE, Concilios intenses, II, Lima, 1952, pg. 108.

    6 8 JESS PANIAGUA PREZ, El monacato femenino en la Audiencia de Santa Fe

    (siglos XVII y XVIII), en / Congreso Internacional, I, pg. 305.

  • T H . XLV, 1995 LAS MONJAS EN LA AMERICA COLONIAL 595

    La sociedad no poda aceptar la disminucin de la pobla-cin conventual, porque careca de estructuras docentes yasistenciales alternativas; y los conventos, porque implicabaun cambio de vida que no estaban dispuestos a asumir.

    El primer plan reductor lleva la firma del arzobispolimeo Hernando Arias de Ugarte (1630-1638), quien yadurante su episcopado en Santaf de Bogot (1618-1625) habaintentado algo semejante69. Desempolvando la vieja normatridentina sobre la proporcin entre las religiosas de los con-ventos y sus rentasro, se propuso reducir drsticamente sunmero, mientras que un decreto de la congregacin deObispos y Regulares del 12 de julio de 1592 le proporcio-naba base legal para expulsar de los conventos a dos terceraspartes de sus criadas. Poco despus los franciscanos intenta-ron reducir el nmero de criadas en los conventos mexica-nos, pero sus esfuerzos no encontraron eco alguno entre lasmonjas. Tambin en Chile se alzaron voces contra la super-poblacin de los conventos. Diego de Humansoro (1662-1676) habra querido que ninguna religiosa tuviera a suservicio ms de una criada y en ese sentido elev en 1668una consulta a Roma. Pero sus planes no surtieron efecto.En 1757 la abadesa de las agustinas de Santiago se lamen-taba del crecido nmero de monjas de su monasterio71. Losarzobispos Villagmez, en 1669, y Manuel de Lin, en 1679,tambin se esforzaron por cercenar la poblacin conventualde Lima. Llegaron incluso a conseguir un breve pontificio(30 de junio de 1681) que fijaba en ochenta monjas decoro, cincuenta legas y una sola criada por religiosa, la po-blacin mxima de cada convento72. Pero ninguna de estas

    6 0 J. M. PACHECO, Historia eclesistica, 2, en Historia extensa de Colombia,

    XIII/2, pg. 521.7 0

    CONCILIUM TRIDENTINUM, Sessio XXV: Decretum de regularibus et mo-nialibus, 3, en Conciliorum oecumenicorum decreta, Bolonia, 1973, pg. 777.Las Leyes de Indias, libro 1, tt. 3, ley 1, tambin se hacan eco de la normatridentina.

    7 1 CARLOS OVIEDO CAVADA, Chile: La iglesia diocesana, en Historia de la

    Iglesia en Hispanoamrica y Filipinas, II (BAC maior, 42), Madrid, 1992, pg.610; P. Foz Y Foz, Las mujeres en los comienzos de la Evangelixacin...,pg. 135.

    7 2 VAKGAS UGARTE, Historia de la Iglesia en el Per, III, pgs. 195-97.

  • 596 NGEL MARTNEZ CUESTA, O. R. A. T H . XLV, 1995

    medidas lleg a buen puerto. Lejos de disminuir, el nmerode monjas continu aumentando, segn consta en el cuadrosiguiente:

    Cuadro 1: Conventos de Lima en el siglo xvn

    Monasterio

    EncarnacinConcepcinSanta ClaraSma. TrinidadDesca. S. JosSanca CatalinaEl PradoEl Carmen

    AoReligiosas

    2201901701005527

    1631Criadas

    25033018076

    15042

    AnoRe. de coro

    215284259

    8951982017

    1669Legas

    2516215

    1911

    3

    Novicias

    252140191111

    1

    TOTAL 762 1.028 833 100 128

    (Fuente: VARGAS UCARTE, Historia de la Iglesia en el Per, II, pg. 358; III,pg. 24).

    El arzobispo Pedro de Villagmez (1669) no computaa las criadas, pero las estadsticas posteriores muestran quetampoco stas haban disminuido. En su carta propona unmximo de cien religiosas para los conventos de Santa Ca-talina y la Santsima Trinidad y de doscientas para los dela Encarnacin, Concepcin y Santa Clara. Su sucesor Mel-chor de Lifin (1677-1708) quiso ser ms radical. En 1681consegua un breve pontificio que fijaba entre 50 y 80 elnmero mximo de religiosas por monasterio. Adems, nin-guna podra tener a su servicio ms de una criada. Perotambin estas medidas cayeron en el vaco. Segn el padrngeneral de Lima de 1700 la ciudad contaba ese ao con37'.259 habitantes y en sus diez conventos vivan casi 3.500personas. Esas cifras muestran que la poblacin conventualhaba aumentado ms rpidamente que la total de la ciu-dad. Desde el padrn del marqus de Montesclaros (1614),casi se haba multiplicado por tres, mientras que la pobla-cin total slo haba crecido en un 75%. En 1614 la poblacintotal de Lima ascenda a 21.154 habitantes, y la de susconventos a 1.3307S

    7 3 Bibliotheca peruana, 1, pigs. 292-293.

  • Cuadro 2: Los conventos de Lima en 1700

    Monasterio

    ConcepcinEncarnacinSanta ClaraSanta CatalinaS. JosSma. TrinidadPradoTrinitariasS. Jos OCDSta. Ana OCD

    Re. de coro

    247202172140538331261816

    Novicias

    106965422

    Legas

    142120131454

    32

    Donadas

    4729481571

    6

    Seglaresespaolas

    147

    9054

    Seglamesti

    15

    15

    Criadas Criadasmestizas Seglares esclavas libres Criadas Total

    135

    3420

    271144130

    5682

    290 280 148 16695 78 30 13 6 9

    1.041817632394328278

    67412727

    TOTAL 988 44 96 216 291 30 189 683 891 224 3.652

    (Fuente: VARCAS UCARTE, Bibliotheca Peruana. V, Buenos Aires, 1947, pgs. 210-216).

  • 598 NGEL MARTNEZ CUESTA, O. R. A. T H . XLV, 1995

    El arzobispo Diego Morcillo (1723-1730) expuls 400de las 1.300 mujeres que abarrotaban Santa Clara. Pero lapoblacin conventual de Lima slo comenz a disminuirsensiblemente a raz del terremoto de 1746, que redujo aruinas varios de sus edificios. Una cdula real de 1749ordenaba la reunin en un nico monasterio de todas lasreligiosas pertenecientes a una misma orden, prohiba ter-minantemente la admisin de nuevas candidatas, mientrasque el nmero de religiosas excediera sus posibilidadeseconmicas y limitaba el nmero de criadas a una por cadaocho o diez religiosas.

    Slo la segunda de estas clusulas fue urgida con sufi-ciente energa. Las estadsticas confeccionadas en 1755 porel arzobispo Antonio Barroeta manifiestan una notable dis-minucin de las religiosas, que en los aos siguientes se hizotodava ms patente. En 1755 ningn convento limeo lle-gaba ya al centenar de monjas y slo tres la Concepcincon 88, la Encarnacin con 82 y Santa Catalina con 72 pasaban de 50. En 1790 las monjas limeas eran slo 434contra las 988 del ao 1700, mientras que la poblacin habaascendido de 37.259 habitantes en 1700 a 62.910 en 1791.Seis aos ms tarde en el actual territorio peruano vivan1.144 religiosas. La primera clusula fue ignorada, y Limacontinu con dos conventos de dominicas, otros dos de con-cepcionistas y tres de carmelitas descalzas, si, como parecejusto, hay que contabilizar entre ellas a las nazarenas. Dela tercera no poseo datos suficientes.

    Tambin en otras regiones disminuy la poblacin con-ventual a partir de la segunda mitad del siglo xvm, aunqueen menor escala. Con el fin de reducir la comunidad de laConcepcin mexicana a cien miembros, el arzobispo Juande Ortega y Montas (1700-1708), orden que no se dieranhbitos a quien no pudiera pagar una dote de 6.000 pesos.Su sucesor, Lanciego y Eguilaz (1711-1728) comparta lasmismas ideas74. Pero en 1790 los conventos de Mxico (888),

    7 4 JOS LUIS SENZ, Jos Prez de Lanciego y Eguilaz, abad benedictino

    de Njera y arzobispo de Mxico, en Mayutica, 18, 1992, pgs. 359-408, csp. 387.

  • T H . XLV, 1995 LAS MONJAS EN LA AMERICA COLONIAL 599

    Los conventos de lima en 1755

    Rentas * Monjas de coro Legas Novicias DonadasMonasterio

    ConcepcinTrinidadEncarnacinSanta ClaraSanta CatalinaSan JosCarmen AltoSanta TeresaMerced ariasSanta RosaAgustinas Rccol.NazarenasTrinitariasCapuchinas

    TOTAL

    26.0878.120

    18.70820.934

    9.2098.2914.7724.1683.8617.0439.6535.0824.082

    80.010

    8846792465301816213333333235

    553

    312722

    36

    253035502513

    183

    Puebla (427) y Quertaro (143) todava albergaban a 1.458profesas. De Guadalajara, Oaxaca, Morelia y otras ciudadeslas estadsticas disponibles son incompletas. En 1824, en losalbores de la Independencia, las monjas mexicanas eran2.40075. Las criadas tambin haban disminuido. En la ca-pital haban bajado de 943 en 1790 a 809 en 1824. Sin em-bargo, las 'nias' haban ascendido a 485.

    La Concepcin, Encarnacin, Trinidad, Santa Clara, Santa Catalina,San Jos, Santa Rosa y las nazarenas gozaban, adems, de censos no contabiliza'dos en este recuadro.

    No admitan rentas y se sustentaban de limosna.(Fuente: R. VARGAS UGARTE, Bibliotheca peruana, II, pg. 239).

    7 5 A. LAVRIN, Vales and Meaning of Monastic Lije for Nunt..., pg.

    367. En 1860, en vsperas de los decretos de Jurez, haban bajado a pocomenos de 1.500. Cf. M. RAMREZ DE APARICIO, LOS conventos suprimidos deMxico, Mxico, 1961, pg. 350.

  • 600 NGEL MARTNEZ CUESTA, O. R. A. T H . XLV, 1995

    En Brasil el nmero de religiosas fue siempre menorque en las colonias espaolas. En el siglo xvm el gobiernoportugus, que siempre haba mirado con recelo la implan-tacin de la vida religiosa femenina, continuaba atribuyendo"el reducido crecimiento de ese Estado [Brasil] a la grancantidad de mujeres que vienen a Portugal con el pretextode hacerse religiosas" En 1732 trat de impedir con penasseversimas el embarque de mujeres a Portugal, y en 1764endureci todava ms su oposicin, prohibiendo terminan-temente la admisin de nuevas novicias76. Con todo, en1800 los cuatro monasterios de Baha todava contaban con200 religiosas. Los cinco conventos de Guatemala alojabanen 1815 a 194 monjas.

    En total las tres comunidades existentes en la dicesis deCaracas a fines del siglo xvm no llegaban a 120 religiosas.Sin embargo, Santa Catalina de Arequipa en 1796 conti-nuaba abarrotada con 80 monjas, 17 donadas, 70 criadas,71 damas de compaa y unas 80 pupilas77. Desconozco laevolucin de comunidades como la Limpia Concepcin deSantiago de Chile o la Encarnacin de Popayn, que en1698 albergaba a cerca de 600 mujeres78, Santa Clara deTrujillo (Per), que en 1700 tena 120 monjas con el co-rrespondiente nmero de criadas y damas de compaa79,o Santa Clara, la Concepcin y Santa Catalina de Quito,que en 1722 superaban ampliamente el lmite de las 700personasso. En 1767 Santa Clara de La Habana todava alo-jaba a 114 religiosas y a otras tantas personas de servicio,pero una orden real de 1787 orden reducir el nmero a 65.Mientras no se alcanzara esa cifra, slo podra dar un h-

    7 6 S. A. SOEIRO, The Femtnine Orders..., en A. LAVIUN, Latn American

    Wornen, pgs. 180 y 197.7 7

    Cf. R. VARGAS UGARTE, Historia de la Iglesia en el Per, IV, pg. 315.7 8

    F. CAMPO DEL POZO, Monasterios de agustinos en el Nuevo Reino deGranada y Quito, en / Congreso Internacional, pg. 283.

    7 R. VARGAS UGARTE, Historia, III, pg. 342.

    8 0 En 1745 la Concepcin de Quito alojaba a ms de mil mujeres, cf.

    J. PANIAGUA PREZ, Monasterios de concepcionistas en a Audiencia de Quito, enLa orden concepcionista, I, pg. 567.

  • TH. XLV, 1995 LAS MONJAS EN LA AMRICA COLONIAL 601

    bito por cada tres religiosas fallecidas8l. A mediados delsiglo xviii Jos Fialho, obispo de Baha (1739-1740), expulsdel monasterio de Santa Clara a casi un centenar de mu-jeres 82.

    3. VIDA RELIGIOSA, JURISDICCIN EPISCOPALY ACTIVIDADES APOSTLICAS

    Todava escasean los estudios monogrficos serios sobrela vida religiosa de los monasterios iberoamericanos, y lasapreciaciones de la historiografa general, sin excluir a laeclesistica, no merecen plena confianza. Los historiadoreshan preferido concentrar su atencin sobre aspectos ms bienperifricos de la vida conventual base econmica, condi-cionamientos sociales, tesoros artsticos y han dejado untanto al margen la atmsfera espiritual que en ellos se res-piraba. De ah que toda visin sinttica resulte todava pre-matura y arriesgada.

    Generalmente, se tiene de ella una idea bastante nega-tiva. Algunos conventos ni siquiera mereceran el nombrede casas religiosas. El padre Mariano Cuevas vio en los con-ventos concepcionistas "algo intermedio entre la vida seglary la vida monstica", un gnero de vida similar al de lasbeguinas medievales de Blgica y se lament de que se leshubiera dado el nombre de conventos en vez del de begui-najes83. La multiplicidad de sus funciones y la heterogenei-dad y abundancia de sus moradoras, la ambigedad voca-cional de no pocas religiosas y el constante contacto con elmundo a travs de criadas y servidoras habran puesto enjaque continuo el silencio, la piedad, el recogimiento y lamisma convivencia religiosa. Probablemente, sa era la situa-cin en ms de un convento. Pero antes de generalizar espreciso distinguir tiempos, lugares y comunidades. Hubo

    8 1 F. DE LEJARZA, La expansin de las clarisas..., pg. 69; RAMN R.

    SERRERA, El monacato femenino en Cuba durante el primer tercio del siglo XIX,en I Congreso Internacional, I, pgs. 495-510, esp. 500-501.

    8 2 R. Azzi, As ordens religiosas femininas, en Historia da Igreja no Brasil,

    11/1, Petrpolis, 1977, pg. 225.83 M. CUEVAS, Historia, IV, pg. 201.

  • 602 NGEL MARTNEZ CUESTA, O. R. A. T H . XLV, 1995

    abusos e incluso escndalos, pero, como apunta el mismoCuevas, fueron cadas aisladas prontamente corregidas porla autoridad. Ms alarmantes, por ser mucho ms comunesy no haber suscitado una reaccin adecuada, fueron la tibie-za, con la consiguiente cada de la tensin religiosa, el par-ticularismo que dio al traste con los fundamentos de la vidacomn, y la creciente infiltracin de criterios mundanos enel seno de las comunidades.

    Ya queda indicado que los grandes conventos calzadoseran autnticas colmenas humanas de 500, 600 y hasta 1.000y ms mujeres. Muchas monjas compartan la celda connias y educandas, y todas tenan criadas a su servicio yconvivan con docenas de seglares. Como todava puedeverse en Santa Catalina de Arequipa, las celdas eran verda-deros apartamentos de dos, tres o cuatro piezas, ms patioo azotea84. En tales circunstancias es comprensible que ca-yeran vctimas de la tibieza, la frialdad, el lujo, el indivi-dualismo, la ambicin y la desigualdad. Tambin el peculio,la construccin de celdas especiales85, el disfrute privadode rentas propias, la preparacin individual de la comida,la confeccin y venta individual de dulces, bordados y otrasmercaderas cobraron carta de naturaleza en todos ellos, conlo que la vida comn quedaba reducida a un simple con-cepto sin apenas contenido real. En el siglo xvm se acusabaa las monjas de la Concepcin de "negociar con bizcochos,dulces, lanas, gneros que compraban al mayoreo y vendanal menudeo"86. Entre las clarisas de Baha hubo monjas queposean y administraban millones de reales8T.

    8 4 A. BONET CORREA, El convento de Santa Catalina de Arequipa y los

    conventos de monjas en Hispanoamrica, en Simposio Intemazionale sul baroccolatino americano, Roma, 1982; tambin, L. ZAHIO PEAFORT, El convento deJess Mara ante el IV concilio provincial mexicano, en ha orden concepcionista,pg. 516.

    8 5 Las concepckraistas descalzas de Lima tambin se construan sus propias

    habitaciones, cf. ANTONIO SAN CRISTBAL S., Arquitectura virreinal religiosa deLima, Lima, 1988, pg. 168.

    8 8 J. MUBJEL, Conventos, pg. 42.

    8 7 S. SOEIRO, The Social and Economic Role of the Convent: Women and

    Nuns in Colonial Baha, en Hspanle American Historical Review, 54, 1974,pgs. 209-232, esp. 230.

  • T H . XLV, 1995 LAS MONJAS EN LA AMRICA COLONIAL 603

    De ordinario se hace remontar este estado de cosas alarzobispo Payo de Rivera, quien, a raz de una visita pasto-ral y con nimo de remediar la pobreza de los monasteriosque no alcanzaban a satisfacer las necesidades ms elemen-tales de las monjas, asign a las religiosas de Mxico unacantidad de dinero con la que cada una deba procurarse elvestido y el sustento diario (1672). Consta, sin embargo,que la administracin individual, con todas las consecuen-cias que conlleva, era ya entonces una prctica comn enmuchos conventos calzados tanto en Amrica como en Eu-ropa. En el convento dominico de Nuestra Seora de Gua-dalajara, fundado en 1588, y en el concepcionista de Panam(1598), cada religiosa entraba en clausura acompaada deuna esclava y luego reciba ayudas regulares de sus fami-liares 88. Con todo, la licencia fue funesta para la vidareligiosa, porque facilit la infiltracin en la mayora de losconventos calzados del Continente de una prctica que so-cava los fundamentos de la vida comn y hasta fines delsiglo xvn apenas encontr resistencia. Durante todo un sigloninguno de los sucesores de monseor Payo se sinti obliga-do a revocarla.

    Tambin en los conventos limeos la vida comn caymuy pronto en desuso. Por un viajero francs sabemos quedentro de sus muros se repeta la jerarquizacin social delmundo exterior. Las clarisas del "Desterro" de Baha y, enmenor escala, tambin las religiosas de los otros tres conven-tos de la ciudad, procedan de las clases ms elevadas desta. Slo entre las de velo negro o legas encontramosreligiosas procedentes del pueblo llano. Y las mismas con-clusiones se desprenden de los estudios de Donald Gibbssobre las comunidades de El Cuzco89, de Soeiro y Huerta

    8 8 J. F. ROMN GUTIRREZ, Presencia dominica en Guadalajara..., en

    / Congreso Internacional, I, pgs. 129-136, esp. 129; PILAR HERNNDEZ APARICIO,Primer convento de las concepcionistas en la ciudad de Panam, en La ordenconcepcionista, I, pg. 559.

    8 9 D. L. GIBBS, The Economic Activities of Nuns, Friars and their Con-

    ventos in the Mid-Colonial Cuzco, en The Americas, 45, 1989, pgs. 343-362,esp. 345-50.

  • 604 NGEL MARTNEZ CUESTA, O. R. A. T H . XLV, 1995

    Martnez sobre las clarisas de Baha y La Habana90 y deRamn R. Serrera sobre la Concepcin de Caracas: "Alatravesar la clausura, la muchacha no perda el rango so-cial ni el status familiar de su vida en el mundo. Y menosan si la profesin iba acompaada de una generosa doteque le asegurase una vida relativamente confortable en sunuevo estado"91. En El Cuzco hubo novicias que aportarondotes de diez mil y de hasta de diecisiete mil pesos, cuandola dote normal rondaba en torno a los 3.300 pesos92, can-tidad ya suficiente a cerrar la puerta de los conventos a lamayora de la poblacin.

    9 0 NGEL HUERTA MARTNEZ, El monacato femenino en Cuba durante

    el primer tercio del siglo XIX, en / Congreso Internacional, I, pgs. 495-510,esp. 500.

    9 1 RAMN R. SERRERA, El convento de la Concepcin de Caracas y el cr-

    dito agrario en el nacimiento de la economa del cacao en Venezuela (siglo XVII),en La Orden concepcionista, I, pgs. 542-43.

    9 2 D. L. GIBBS, The Economic Activities oj Nuns, Friars..., pgs. 346-

    347. Muy semejantes eran las dotes exigidas en Nuestra Seora de Gracia deGuadalajara, cf. J. F. ROMN GUTIRREZ, Presencia dominica en Guadalajara...,en / Congreso Internacional, pg. 129, y en los conventos calzados de NuevaEspaa, cf. J. MURIEL, Conventos, pgs. 33, 168, 191, 254, 310, 320, 367, 406,451, y Venezuela, cf. RAMN M. SERRERA, El convento de la Concepcin deCaracas..., en La orden concepcionista, I, pg. 542. En 1618 el convento con-cepcionista de Chiapas se contentaba con 1.500 pesos, cf. ibid., pg. 535. Ynunca faltaron plazas para pretendientes pobres. Algunos conventos, como losde Jess Mara (entre 1580 y 1586 admiti candidatas con dotes que iban de1.500 a 2.200 pesos), Santa Brgida y Corpus Christi de Mxico, Santa Mnicade Puebla y todos los de las capuchinas, no exigan dote, cf. J. MURIEL, Con-ventos, pgs. 204-205, 215, 230; B. RANO, LOS primeros tiempos del conventode agustinos (sic) de Puebla..., en Archivo Agustiniano, 71, 1987, pgs. 235-390, esp. 306. Otros muchos tenan por clusula fundacional alguna plazagratuita o perdonaban la dote a candidatas con habilidades para el canto o paralas cuentas, cf. J. MURIEL, Conventos, pg. 321. Las carmelitas novohispanasexigan una dote de 4.000 pesos, pero sus constituciones se preocupaban de nocerrar la puerta a las pretendientes pobres con autntica vocacin y mandabanestudiar el modo de conseguirles la dote requerida. A principios del siglo xvmlas teresas de Crdoba slo exigan entre 1.500 y 2.000 pesos, cf. BRUNO,Historia, IV, pg. 460. En la Enseanza de Indias de Mxico haba 21 plazasgratuitas, y en Santa Teresa la Nueva de Mxico, de un total de 22 plazas,18 eran gratuitas, cf. MURIEL, Conventos, pgs. 406-466. En Nueva Granadalas dotes oscilaban entre los 800 pesos que exigan las carmelitas descalzas deSamaf y los 2.000 de las dominicas de Santa Catalina de la misma ciudad,cf. JESS PANIAGUA, El monacato femenino en la Audiencia de Santa Fe, en/ Congreso Internacional, pg. 306. A principios del siglo XVII en las coneep-

  • T H . XLV, 1995 LAS MONJAS EN LA AMRICA COLONIAL 605

    Miguel lvarez Corts, obispo de Quito (1796-1801),escribe en una carta a Carlos IV que Santa Clara no tenani asomo de convento y se reduca a una casa de mujeres,en la que menos de la mitad eran "honestas y recogidas"98.Las conclusiones de una estudiosa actual sobre el convento declarisas de Baha son desalentadoras: "era renombrado en elsiglo XVIH por lo destacado de las familias a las que perte-necan sus religiosas, por sus joyas y sus atavos, por susinnumerables sirvientes personales y por su escandalosa mo-ralidad" 94. En casi todos, incluso en algunos conventosreformados, como en los de las agustinas recoletas de Limay Puebla, se impuso una interpretacin suave de las reglas.Con todo, una de las mejores conocedoras de los conventosnovohispanos no duda en sostener que de ordinario preva-leci en ellos un ambiente de observancia y sano ascetismo95.

    Muchas de estas irregularidades eran casi inevitables.La necesidad y la costumbre las haban legitimado y no lla-maban la atencin. Algunas existan ya a mediados delsiglo xvn y, sin embargo, un obispo tan celoso como Juande Palafox, tras una visita a los conventos de Puebla, notuvo dificultad en escribir (1647), que no haba "halladocosa alguna escandalosa que necesite de hacer castigo pbli-co ni que pase de las comunes imperfecciones que se corri-gen con una obediencia, antes muchas religiosas de vida

    cionistas de Panam era de 1.600 pesos, cf. PILAR HERNNDEZ APARICIO, Primerconvento de las concepcionistas en la ciudad de Panam, en La orden concep-cionista, pg. 559. Sus hermanas de Loja (Ecuador) exigan 1.400 pesos, peroperdonaban la mitad a las hijas y nietas de los conquistadores, cf. JESS PANIACUA,Los monasterios concepcionistas en la Audiencia de Quito, ibid., pg. 572. Entrelas trinitarias de Lima la dote de las religiosas de coro ascenda a 3.195 pesos,y la de las legas, a 1.547, cf. VARGAS UGARTE, Historia, III, pgs. 180-181. Delas 28 beatas que dieron comienzo al convento de mcrcedarias descalzas de Lima,21 tenan derecho a dote gratuita, cf. R. VARGAS UGARTE, Historia, IV, pg. 37.La dote de las legas siempre era inferior a la de las de coro y en no pocosconventos entraban sin dote alguna, cf. J. MURIEL, Conventos, pg. 452, y JESSPANIAGUA, El monacato femenino en la Audiencia de Santa Fe, en / CongresoInternacional, pg. 306.

    9 3 R. VARGAS UGARTE, Historia de la Iglesia en el Per, IV, pg. 276.

    9 4 S. A. SOEIRO, The Feminine Orders..., pg. 186.

    9 5 A. LAVRIN, Vales and Meaning oj Monastic Lije..., pgs. 378-379.

    Del mismo parecer es Josefina Muriel en su estudio del ao 1946.

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    espiritual y ejercicio de la mejor perfeccin en todas las vir-tudes"96.

    Ms llamativos resultaban a los ojos de los contempo-rneos los enfrentamientos electorales, las violaciones de laclausura, la excesiva familiaridad entre monjas y confesoresy las frecuentes visitas de seglares a los conventos, conocidasen Mxico, Colombia y otras regiones con el nombre de"devociones"97, alguna eventual insubordinacin o los en-frentamientos con frailes y obispos por motivos jurisdiccio-nales. De todos estos abusos queda constancia en los relatosy crnicas de la poca, pero slo el primero parece que fuerabastante general. Tambin se dieron violaciones graves de losvotos, pero los datos disponibles no nos permiten cuantifi-carlas. Escndalos graves como los que tuvieron lugar en elmonasterio de Santa Catalina de Puebla a fines del siglo xvi,en su homnimo de Quito y en el de la Encarnacin dePopayn a principios del siglo XVII o en Santa Catalinade Arequipa a principios del xix no debieron de ser frecuen-tes. Entre 1770 y 1780 algunas comunidades de Oaxaca sevieron implicadas en los con confesores poco escrupulososque las envolvieron en escndalos y juicios en que hubo deintervenir la Inquisicin98. En 1701 las monjas de la Con-cepcin de Mxico se amotinaron y llegaron a amenazarde muerte a la abadesa99. En 1718 el virrey de Nueva Es-paa se vio obligado a acudir a la fuerza para reducir a

    9 6 M. CUEVAS, Historia de la Iglesia en Mxico, IV, pg. 199.

    8 7 J. M. PACHECO, Historia extensa de Colombia, XIII/1, pg. 352; XIII/2,

    pg. 5. Libros dirigidos a religiosas como los de RAIMUNDO LUMBIER, Destierrode ignorancias, Mxico, 1694, pg. 11, y TOMS DE BORDA, Prctica de confe-sores de monjas, Mxico, 1708, pgs. 45, 86, las censuran speramente. Puedeverse tambin M* LUISA CANDAU CHACN, Devociones y galanteos de monjas ena Sevilla de fines del Antiguo Rgimen, en / Congreso Internacional, II, pgs.551-68. A mediados del siglo xvm una Real Cdula encargaba a las autoridadesamericanas tanto civiles como eclesisticas que atajaran "el referido abuso" y ame-nazaba a los recalcitrantes con el destierro, cf. Disposiciones complementariasde las leyes de Indias, II, Madrid, 1930, pgs. 43-44.

    9 8 Ix>s expedientes relativos en Archivo General de la Nacin (Mxico),

    Inquisicin, ts. 1.183, fols. 65-159, y 1.195, fols. 124-147; Archivo Generaldel Estado de Oaxaca, Eclesistico, leg. 13, exp. 5.

    9 9 J. MURIEL, Conventos, pg. 43.

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    las monjas de Santa Clara, que estaban enfrentadas con elprovincial de los franciscanos 10. Poco ms tarde las carme-litas descalzas de Crdoba desconocan la autoridad de JosAntonio Gutirrez de Ceballos, obispo de Tucumn (1733-1740), que quera extirpar algunos abusos que se haban in-filtrado entre ellas101, y un grupito de capuchinas de BuenosAires, encabezadas por Ana Mara Cceres (f 1787), se nega aceptar las rdenes de su obispo durante casi cuatrolustros102.

    En los monasterios grandes las elecciones daban, a ve-ces, ocasin a tumultos y escndalos. En 1675 el arzobispode Lima vea en ellas el origen de la relajacin que se habaapoderado de los conventos y abogaba por su abolicin:

    El peso mayor que esta dignidad de arzobispo de Lima tienees su gobierno de los conventos de monjas, porque, siendo mu-chos, estn todos sujetos a ella y son algunos tan numerosos quepasan de trescientas religiosas de velo negro, fuera de legas, donadasy criadas, que componen nmero de ms de mil mujeres en cadauno, y los dems son a esta proporcin. Esta numerosidad tan gran-de [... ] es una de las causas para la relajacin en que han venido.Pero la principal, que lo perturba todo, se reduce a las eleccionesde las abadesas, que, por tener mucha mano en las haciendas, queson cuantiosas, se pretenden las abadas con extraordinarias y muytorcidas diligencias, tanto que poco ha, en tiempo del conde deLemos, una eleccin de stas tuvo inquieta y alborotada toda laciudad y escandalizado todo el reino por los alborotos que en ellahubo. Que como las ms monjas son naturales de la ciudad y de loprincipal de ella, empean a sus deudos en la pretensin, con queviene a ser causa comn casi de todos.

    Estas diligencias se anticipan mucho tiempo antes que vaquenlas abadas, con demostraciones exteriores en las parcialidades quesiguen esta o aquella pretendiente, trayendo listones de colores dife-rentes en los tocados, con que dicen la parte que siguen y esto llegaa tanto exceso que los seglares y los devotos usan de la misma seaen los sombreros para que se conozca la parcialidad que fomentan.Y despus de muy controvertida la eleccin, en saliendo la electa,

    100 Ibid., pg. 153.1 0 1

    C. BRUNO, Historia de la Iglesia en la Argentina, IV, Buenos Aires,1968, pgs. 457-481.

    !02 C. BRUNO, Historia, VI, pgs. 387-402.

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    hay festejos pblicos, con carreras de caballos en la parte vecina alconvento, y las criadas, negras y mulatas, salen fuera con diferentesinstrumentos y divisas a festejar la eleccin 103.

    Cuatro aos antes el virrey tuvo que rodear el conventode la Encarnacin con doscientos soldados para impedir lacomunicacin de las electoras con el exterior104. El conventomexicano de San Bernardo (1636) hunde sus races en unenfrentamiento electoral105. A finales del siglo xvn los arzo-bispos de Bogot se vieron obligados a intervenir repetidasveces en los conventos de Tunja y Bogot106. A veces seformaban facciones que organizaban autnticas campaaselectorales y luego celebraban la victoria de sus candidatascon carreras de caballos y otros festejos tanto dentro comofuera del monasterio. En 1785 criadas y otras mujeres dela Concepcin de Lima desfilaron por las calles de la ciudaddando vtores a la nueva abadesa y proclamando que habasalido elegida contra la voluntad del arzobispo107. Por lasmismas fechas las monjas de la Encarnacin andaban divi-didas en dos bandos y durante algunos aos formaron doscomunidades separadas108. Sin embargo, en 1771 el virreyde Nueva Espaa subrayaba la paz y quietud con que secelebraban en Mxico: "Las elecciones de oficios de las re-ligiosas no dan quehacer, por la docilidad con que se go-biernan por sus prelados, y rara vez se oyen en la calle susdisputas, y en este reino mucho menos, pues todo el tiempode mi gobierno [1766-1771] no he tenido queja de su mo-do de vivir, porte y conducta" 109.

    Otro abuso bastante frecuente era la malversacin o,al menos, la mala administracin de los bienes materiales.

    1 0 3 Carta del arzobispo Juan de Almoguera al Rey, Urna, 10 de julio de

    1675, en R. VARGAS UCARTE, Historia, III, pg. 177.">4 Ibid.1 0 5

    J. MURIEL, Conventos, pg. 136.i6 J. M. PACHECO, Historia extensa de Colombia, XIII/2, pgs. 522-523.17 R. VARGAS UGARTE, Historia, IV, pgs. 293-294.ios Ibid.. pg. 276.1 0 9

    Memoria que el virrey Carlos Francisco de Croix dej a don frayAntonio Mara de Bucareli y Ursia, 1. x. 1771, punto 130, en Instrucciones ymemorias de los virreyes novohispanos, II, Mxico, 1991, pg. 993.

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    Sola correr a cargo de procuradores seglares que no siem-pre actuaban con la diligencia y transparencia debidas. Lasconsecuencias de tales deficiencias pesaban gravemente sobrelas monjas, quienes, a pesar de su aparente bonanza eco-nmica n 0 , caan a menudo en las redes de la pobreza yse vean incapaces de satisfacer las necesidades ms elemen-tales de sus miembros. Ya queda dicho que el deseo dealiviarlas movi al arzobispo Payo de Rivera en 1672 a per-mitir la administracin individual. Desde esa fecha, todaslas religiosas recibiran, indistintamente, 50 pesos anualespara ropa. Sin embargo, en la asignacin alimenticia se dis-crimin a las legas, que slo reciban 10 reales semanalescontra los 18 que se entregaban a las religiosas de coro111.En el convento de Santa Catalina de Arequipa y otros con-ventos calzados de Lima, Quito, Caracas y La Habanatambin se impuso esta costumbre, sin que ni sus superiorasni los obispos advirtieran su incompatibilidad con la vidareligiosa. El convento de Ajuda de Ro de Janeiro, fundadoen 1750, suspendi la vida comn en 1769 y no la reanudhasta fines del siglo xix112.

    Durante el siglo xvi y a partir de la segunda mitad delsiglo xvni la observancia alcanz niveles ms altos. En losconventos de ciudades como San Juan de Puerto Rico, Pa-nam, Loja, Cuenca o San Cristbal de las Casas la obser-vancia parece que alcanz casi siempre niveles ms altosque en los grandes conventos calzados de Mxico, Lima,Quito, Puebla de los ngeles, Arequipa o Guatemala. En

    1-

    1" El convento de Santa Catalina de Arequipa, bien dotado y con co-

    piosas propiedades, en 1680 deba 34.000 pesos, cf. R. VARGAS UCARTE, Historia,III, pg. 358. Manuel de Santa Cruz, obispo de Puebla a fines del siglo xvn,para corregir sus atropellos cre en la curia una "contadura" con el fin deadministrar los "haberes monsticos", cf. MIGUEL DE TORRES, Dechado de prn-cipes eclesisticos [ . . . ] el ilust. y exc. seor doctor D. Manuel Fernndez deSanta Cruz y Sahagn, Puebla, 1714, pgs. 131-133. MURIEL, Conventos, pg.44, defiende su honorabilidad y afirma no haber encontrado casos de mala ges-tin y menos de apropiacin indebida de fondos.

    1 1 1 ISABEL ARENAS FRUTOS, El convento de ess Mara en el Mxico criollo

    del siglo XVII, en / Congreso Internacional, I, pgs. 143-154, esp. 149.1 1 2

    LEILA M. ALCRANTI, Vida religiosa jeminina no Brasil colonial: Con-ventos e Recolhimentos (1750-1822), en I Congreso Internacional, pg. 490.

    39

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    1626 el arzobispo Julin de Cortzar elogiaba la observanciade los conventos de Tunja y Pamplona113. En 1661 el obis-po de Panam informaba a la Santa Sede de que en sudicesis exista un solo convento de clausura, con 37 monjasconcepcionistas "de velo negro, dos de velo blanco, seis no-vicias y cinco educandas seglares. Reina en l la observancia,pero sus rentas son escasas" 114. En 1680 es el obispo de Are-quipa quien se hace eco de la buena conducta de las monjasde Santa Catalina 115. En 1778 el obispo de San Cristbal delas Casas escriba que las 27 concepcionistas de su dicesisse distinguan por su pobreza y su observancia. Todava serams arbitraria la inclusin, en una misma censura, de co-munidades calzadas y descalzas, sin reparar en la profundadiversidad de su tradicin espiritual.

    Los obispos eran los responsables ltimos de la vidade los conventos, ya que casi todos estuvieron sujetos a sujurisdiccin desde el mismo momento de su fundacin. In-cluso las carmelitas descalzas permanecieron siempre bajola obediencia de los obispos. Otras, como las de la Encar-nacin de Lima (1561), Nuestra Seora de los Remediosde Sucre (1585) y las clarisas de Cartagena (1683) y Sucre(ha. 1758), pasaron a la jurisdiccin episcopal tras incom-prensiones entre frailes y monjas o entre frailes y obispos.Las dominicas de Nuestra Seora de Gracia de Guadajalaracambiaron tres veces de jurisdiccin entre 1588 y 1619. Sloalgunos conventos de clarisas y dominicas mantuvieron re-laciones jurdicas con los frailes de sus respectivas rdenes.

    1 1 3 J. M. PACHECO, Historia extensa de Colombia, XIII/2, pg. 516.

    1 1 4 R. VARGAS UGARTE, Historia, III, pg. 97. Treinta aos ms tarde,

    a causa, entre otras, de la invasin de Morgan (1671), la situacin del conventohaba empeorado notablemente. El obispo Diego Ladrn de Guevara acusabaa la abadesa de no guardar la clausura, de descuidar la atencin material delas religiosas, que deban buscar lo necesario fuera del convento, de vestir aluso mundano y de tratar demasiado con seglares. Para librar a la comunidadde la ruina que la amenazaba no vea otro medio que la venida de dos o tresmonjas de Espaa y la bsqueda de nuevos recursos econmicos. Entre 1682y 1688 las monjas firmaron varias instancias para trasladar el convento a Pero Guayaquil, cf. R. VAKGAS UGARTE, Historia, III, pgs. 326-327.

    1 1 5 R. VARGAS UGARTE, Historia, III, pg. 354.

  • T H . XLV, 1995 LAS MONJAS EN LA AMERICA OOLONIAL 611

    En 1690 la Santa Sede fall en favor de los dominicos deQuito en la controversia que mantenan con el obispo de laciudad acerca de la jurisdiccin sobre el monasterio de SantaCatalina. Sin embargo, de los nueve conventos dominicosde Nueva Espaa, slo los de Mxico y Oaxaca permanecie-ron bajo la jurisdiccin de la orden l i e . En Chile los seisconventos estuvieron siempre sujetos al ordinario del lugar.

    De ordinario, los obispos mostraron inters por el bie-nestar material y espiritual de los conventos. Luis Lpezde Sols, en los doce aos que gobern la dicesis de Quito(1594-1606), reform el convento concepcionista de Pastoy secund la fundacin de un convento de clarisas y tresde concepcionistas. Agustn Ugarte de Saravia patrocin lasfundaciones de las carmelitas descalzas en Cartagena, Limay Quito. Pedro Villagmez, arzobispo de Lima (1641-1671),dot esplndidamente a las agustinas recoletas de El Prado.Lo mismo hicieron Manuel Fernndez de Santa Cruz (1676-1699), con sus hermanas de Puebla, y Luis Ladrn de Gue-vara (1700-1704), con las carmelitas descalzas de Ayacucho.Jaime Mimbela (1721-1739) favoreci la fundacin de lascarmelitas descalzas en Trujillo e intent transformar enconvento el beatero de Concebidas de Cajamarca. JuanBravo de Rivero (1735-1743),