LAS MOZUELAS DE LAS JABERAS Por esos años comenzó a...

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LAS MOZUELAS DE LAS JABERAS Dicen las viejas que esta historia es real, pero algunas dudan de ello y advierten que es sólo una leyenda . Lo cierto es que la historia de estas dos hermanas atrae la atención de todo el mundo desde hace ya cerca de 200 años. La historia nos cuenta cómo dos hermanas que no estaban satisfechas con lo que los demás querían que fuera sus vidas, lograron hacer lo que parecía imposible: vivir por ellas mismas y en libertad, entonces era casi imposible para las mujeres. MÁLAGA Y EL BARRIO. Vivieron estas hermanas en una época muy dura para las mujeres. Eran los primeros años del siglo XIX. Nacieron y vivieron en uno de los barrios más populares de Málaga: el barrio de la Trinidad. Por esos años comenzó a crecer este barrio en los alrededores de lo que era la medina musulmana, es decir, el mercado que antes tenían los malagueños y malagueñas musulmanes, los que vivieron aquí hace siglos. Cuando vivían estas hermanas a las que llamaremos Dolores y María, las calles eran de tierra, nada de asfalto y aceras. Tampoco había tráfico, bueno sí había tráfico, pero no de coches, era tráfico de carros tirados por mulos y burros. Como puedes imaginar, las calles estaban muy sucias, llenas de orines y estiércol de los animales. El puente que hoy cruza el río Guadalmedina desde calle mármoles, no existía entonces, la calle se topaba con el muro del río. Por cierto, guadalmedina significa en àrabe rio de la Medina. Allí junto al río los padres de estas hermanas tenían una fonda donde se vendía comida para las caballerizas: habas secas, etc. En esas calles era donde jugaban los niños y niñas de aquella zona, pero tenían también el cauce del río Guadalmedina, cuando estaba seco o cuando llevaba poca agua el río era un paraíso para el juego. Se formaban pequeñas charcas donde jugaban con las ranas, en primavera crecía una espesa vegetación plagada de flores que hacía que andar y jugar allí fuera algo apasionante y maravilloso. Sin embargo, en esta época que les tocó vivir, la vida era muy difícil no sólo para las mujeres, también lo era

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LAS MOZUELAS DE LAS JABERAS Dicen las viejas que esta historia es real, pero algunas

dudan de ello y advierten que es sólo una leyenda . Lo cierto es que la historia de estas dos hermanas atrae la atención de todo el mundo desde hace ya cerca de 200 años.

La historia nos cuenta cómo dos hermanas que no estaban satisfechas con lo que los demás querían que fuera sus vidas, lograron hacer lo que parecía imposible: vivir por ellas mismas y en libertad, entonces era casi imposible para las mujeres.

MÁLAGA Y EL BARRIO. Vivieron estas hermanas en una época muy dura para

las mujeres. Eran los primeros años del siglo XIX. Nacieron y vivieron en uno de los barrios más populares de Málaga: el barrio de la Trinidad.

Por esos años comenzó a crecer este barrio en los alrededores de lo que era la medina musulmana, es decir, el mercado que antes tenían los malagueños y malagueñas musulmanes, los que vivieron aquí hace siglos.

Cuando vivían estas hermanas a las que llamaremos Dolores y María, las calles eran de tierra, nada de asfalto y aceras. Tampoco había tráfico, bueno sí había tráfico, pero no de coches, era tráfico de carros tirados por mulos y burros. Como puedes imaginar, las calles estaban muy sucias, llenas de orines y estiércol de los animales. El puente que hoy cruza el río Guadalmedina desde calle mármoles, no existía entonces, la calle se topaba con el muro del río. Por cierto, guadalmedina significa en àrabe rio de la Medina. Allí junto al río los padres de estas hermanas tenían una fonda donde se vendía comida para las caballerizas: habas secas, etc.

En esas calles era donde jugaban los niños y niñas de aquella zona, pero tenían también el cauce del río Guadalmedina, cuando estaba seco o cuando llevaba poca agua el río era un paraíso para el juego. Se formaban pequeñas charcas donde jugaban con las ranas, en primavera crecía una espesa vegetación plagada de flores que hacía que andar y jugar allí fuera algo apasionante y maravilloso.

Sin embargo, en esta época que les tocó vivir, la vida era muy difícil no sólo para las mujeres, también lo era

para los hombres: Se produjo una epidemia de cólera que es una enfermedad contagiosa que hoy ya no existe en los países desarrollados, pero en aquellos años, como éramos más pobres, esa enfermedad mataba a cientos de personas.

También se producían inundaciones, aunque la culpa

la tenían los malagueños y malagueñas que durante cientos de años maltrataron los bosques que había en los montes de Málaga. Todos sabemos, y si no lo sabemos, es bueno que lo sepamos, que Málaga está rodeada de montes, gracias a eso tenemos el clima que tenemos. Pues bien, esos montes que nos rodean, son los que nos proporcionan el agua de las lluvias que se sostienen en sus tierras. Gracias a la vegetación; los árboles, los arbustos y demás plantas hacen que el suelo sea acolchado y esponjoso y

empape el agua de las lluvias, luego nos la va regalando poco a poco, por manantiales, fuentes naturales y cañadas; como una esponja que va dejando lentamente salir el agua que acumula en sus tejidos.

Pues bien, los malagueños y malagueñas acabaron con la vegetación de los montes y así quedaron pelados, casi desérticos, ni animales, ni plantas, el suelo era seco, duro y muy inclinado, así que cuando llovía bajaba el agua de golpe y a mucha velocidad; esto era lo que provocaba inundaciones en el centro de Málaga todos los años.

El barrio de la Trinidad, donde vivían nuestras amigas, también se inundaba porque al estar junto al río, las aguas que se desbordaban ocupaban sus calles y entraba en las casas.

Cuando se desbordaba el río, los padres de Dolores y María les prohibían salir de sus casas por miedo a que les ocurriera algo.

Hoy ya no se producen inundaciones porque se han repoblado los montes, ahora tenemos bosques que no son del mismo tipo de árboles y vegetación que había, pero gracias a ello, ya no se producen inundaciones. Se ha desarrollado tanto los bosques de los montes de Málaga que hoy son un parque natural protegido.

María y Dolores, salían a la calle y paseaban por el cauce del río cuando las aguas ya se habían retirado y cuando ya habían llegado todas al mar dejaban por las

calles, en las playas, y por todo el recorrido infinidad de objetos y animales muertos. La gente salía a recoger sus enseres (cacharros y útiles ) y de paso a veces encontraba algo que les era útil.

Los niños, niñas y ancianos andaban buscando

lentamente con la cabeza agachada y las manos cogidas en la espalda a la altura de la cintura. Búscaban con la esperanza de encontrar cualquier objeto que les pudiera

servir. Era como buscar tesoros: algún juguete, una herramienta, a veces alguna moneda , un anillo etc.

Se levantaban temprano y caminaban nerviosas e ilusionadas hacia el cauce del río que aun mantenía un pequeño riachuelo. Allí pasaban largas horas hasta que su madre con una llamada fuerte y prolongada les ordenaba que volvieran: ¡!Dolooooores, Maríííía, venga pa la caaaasa.!!.

LOS JUEGOS Aunque su madre y su padre no les regañaban por

jugar en los mismos lugares que los niños, los vecinos sobre todo los más viejos les recriminaban que siempre estaban jugando igual que los niños: saltando, corriendo, subiendo a los árboles, cruzando el río por las piedras, etc. Decían los viejos y viejas que estos eran juegos de niños, que las niñas debían estar en sus casas ayudando a sus

madres y jugando con muñecas y cocinitas y no

haciendo el “macho perico”. Las demás niñas no iban nunca donde los niños.

Decían que se manchaban sus vestidos. Que se podían hacer daño y rozaduras en las manos y brazos. Así no estarían guapas y no se podrían casar cuando fueran mayores.

A Dolores y María les gustaba jugar a las aventuras,

usar el tirachinas para probar su puntería tirándole piedras a las latas, pero luego ocultaban a los demás que habían jugado a estas cosas, por miedo a las críticas.

Una vez, mientras paseaban por el cauce del río,

vieron como dos niños querían pegarle a otro chico más pequeño que ellos, uno peladito y delgado. Rápidamente acudieron en su ayuda y lograron ahuyentar a los dos niños peleones. El chico les dio las gracias y se asombró que dos niñas fueran tan valientes. Les preguntó por qué se habían arriesgado a intervenir, y ellas le contaron que sus padres les habían enseñado que había que ayudar a los que necesitaban de ellas, y les contaron cómo sus padres, en cierta ocasión, denunciaron a un vecino que maltrataba a su mujer cada vez que llegaba borracho a su casa. Pero dejemos eso, - ¿Por qué querían pegarte? ¿Es que tú eres uno de esos niños peleones? (le preguntaron) Paquito, que así es como se llamaba les contó entonces que aunque él no lo pretendía aquellos niños se habían sentido ridículos.

-A ver, explícanos eso, dijo Dolores.

-Hablábamos de la escuela (respondió Paquito) y dijeron que a ellos no le gustaba y que era muy aburrida, entonces yo les dije que a mí si me gustaba y que muchas veces nos enseñaba cosas interesantes sobre las cosas que nos rodean y que nuca llegamos a saber si no es por la escuela.

Ellos retándome con tono muy creído me dijeron con rotundidad

- ¡A ver pon un ejemplo! Sin interés por ridiculizarlos les pregunté: -Veis, aquel sapo y la rana. ¿Serán pareja? -Pues claro que sí (respondieron ellos) si están juntos

serán pareja, seguro que tienen en algún lugar sus renacuajos.

Entonces me reí mientras les contaba que la semana

pasada, el maestro explicó en clase, que los sapos son un tipo de anfibios y las ranas otro tipo distintos, así que hay sapos machos y hembras y ranas machos y hembras.

No terminé de contarlo cuando comenzaron a golpearme sin decir ni una palabra.

-Vaya, vaya, (dijo María) pues yo tampoco sabía eso de las ranas, aunque ya me había dado cuenta de que las ranas saltan y los sapos andan con pasos muy largos.

Paquito y las dos hermanas se hicieron muy amigos desde aquel día.

A él no le gustaban las peleas y cada vez que tenía que discutir con alguien se ponía muy nervioso y le daba taquicardia, no soportaba la violencia y rehuía todas las situaciones en las que pudiera haber enfrentamientos, peleas, o discusiones. Los amigos eran muy crueles y le llamaban “gallina”, cobardita, nenaza y otras cosas desagradables.

Los demás niños, al principio, en las primeras discusiones que terminaban a golpes, se habían sentido como él, pero habían podido vencer sus miedos y volverse violentos, aunque ellos decían que se habían vuelto valientes. Así les decían los mayores que tenían que ser los hombres, y así se esforzaban por ser los niños. Los niños habían aprendido a ocultar su miedo y sus sentimientos, se habían vuelto duros e insensibles.

Sin embargo, a Paquito le resultaba muy difícil esconder sus emociones, cuando tenía miedo, cuando sentía pena o tristeza siempre se le notaba y los demás le decían : -¡venga hombre no seas blandengue que eres un hombre!.

Los demás estaban siempre compitiendo y se enfadaban mucho si perdían a un juego o en algún tipo de competición. Él no se alteraba por esas cosas y prefería jugar en equipo para conseguir lo que se proponían entre todos. Le gustaba ayudar y recibir ayuda, sin embargo, los demás querían distinguirse de los otros por ser los mejores. ¡Claro, eso no podía ser!, nadie puede ser mejor que los demás en todo, y además a él no le gustaba que le humillaran cuando no era el mejor, por supuesto tampoco le gustaba humillar a nadie cuando él era el mejor en algo.

Por ejemplo, él solía ser muy bueno colocando las piedras de la mejor forma para cruzar el río, construyendo con cañas y cuerdas una cabaña, descubriendo pistas en el campo para observar a los animales, nombrando a cada una de las constelaciones y otras muchas cosas que sabía hacer y que dejaba con la boca abierta a sus amigos.

Pero luego todos intentaban humillarle porque no era el más fuerte o el más rápido o el más agresivo.

Cuando Paquito , que así se

llamaba les contaba esto a Dolores y María, ellas lo entendían muy bien, porque a ellas también les decían cómo tenían que ser, qué podían y no podían hacer. Si se mostraban fuertes o valientes les decían que fueran más tranquilitas y dulces, si mostraban su interés por viajar

y por realizar aventuras recorriendo el planeta, les decían que se prepararan para cuidar de la casa que sería su universo.

Si mostraban interés por pensar y reflexionar sobre el sentido de las cosas, sobre el por qué de todo , les decían: “deja los razonamientos para los hombres, vosotras dejaros llevar por el instinto, por la intuición, las mujeres no se han hecho para pensar. Vuestro lugar en la vida es mostrar cariño y amor a los demás” . Si respondían con un opinión contraria les recriminaban su actitud diciéndoles que no debían discutir lo que los hombres y las personas mayores

les decían, debían ser modestas y obedientes, no soberbias y creídas.

Ellas tenían que ser dóciles, es decir dulces y obedientes, nunca debían contestar a los demás. Debían ser agradables , estar guapas y delicadas y aprender todo sobre las tareas de la casa.

A ellas les gustaba muchas cosas y juegos que disfrutaban los niños, y a Paquito les gustaba muchas cosas de las que hacían y tenían las niñas. A veces, Paquito cogía el muñeco de la vecinita y sin que esta lo viera lo acariciaba y besaba tiernamente como si fuera su hermanito, le encantaba las cocinitas, porque admiraba a su madre cuando cocinaba los platos tan ricos que tanto le gustaban, Tenía un don especial para entender a los demás cuando se sentían mal.

Sin embargo, Todos se empeñaban en decirle que debía ser duro y fuerte, no sensiblero y cariñoso, eso era cosa de niñas, le decían.

Cuando se reunían los tres se reían y lloraban juntos comentando estas cosas y se sentían mejor porque se desahogaban hablando de sus problemas e ilusiones. Hablar de todo esto les hacía sentirse mejor y hasta se reían de la gente que no los entendía.

LA ESCUELA Los mayores, siempre habían separado a los niños y

niñas, hasta en las escuelas estaban separados, tenían una escuela para niñas y otra para niños. Y esto si que era injusto y doloroso para las niñas. Cuando Paquito les explicaba todas las cosas que aprendían los niños en las escuelas, ellas se enfadaban mucho y a veces hasta lloraban de impotencia.

Ellas aprendían en el colegio muchas cosas interesantes que daban envidia a Paquito como coser y bordar, cocinar, lavar, planchar, rezar y cuidar a todos los

miembros de la familias. Pero ni siquiera les enseñaban a leer y escribir. Así que no podían disfrutar de las aventuras y relatos mágicos que mostraban los cuentos, tampoco podían enterarse de cuanto costaban los caramelos, ni la entrada al cine o los juguetes que tenían que pedir a los reyes. Ni podían escribir una carta a un amigo o felicitar con una tarjeta su cumpleaños a su padre y su madre.

Paquito decía que ellos , los niños no aprendían en el cole nada de lo que aprendían las niñas...bueno sí, a rezar si aprendían, pero nada de la casa , así cuando faltaba la madre porque estaba enferma, nadie sabía hacer nada en casa y había que buscar a la tía o a la abuela para que lo hiciera todo, él entonces se sentía un inútil, porque esas cosas eran fáciles de aprender, pero no le dejaban.

Pero a Paquito si que le enseñaban en el colegio otras cosas muy interesantes: leer, escribir, sumar, restar y multiplicar. Aprendían cosas, sobre cómo vivían las personas en la Prehistoria, en la Edad Media y otras épocas. También estudiaban qué astros había en el cielo: las estrellas, el sol, las galaxias, etc. Sabían cosas del Polo Norte, los desiertos y todos los animales y plantas que vivían en estos paisajes. Cómo se desarrollaban las plantas y cómo se reproducían., y otras cosas apasionantes.

Dolores y María se quedaron tristísimas no acababan de comprender por qué a los niños les enseñaban tantas

cosas maravillosas y a las niñas solo cosas para trabajar en la casa.

Cuando las dos, indignadas, hicieron esa pregunta en

voz alta Paquito les respondió con tono misterioso - “Yo sé porque a las niñas les enseñan menos que a los niños”

-¿Y cómo es que tú lo sabes Paquito? Le preguntaron las dos a la vez .

Paquito de nuevo bajó la voz y en tono lento y mirando hacia su alrededor como si alguien los espiara dijo:

-Hace unos días oí una conversación entre mi hermana y su amiga “la rica”, que vive al otro lado del río. Decía su amiga que con ayuda de profesores particulares que han pagado sus padres, ella aprendió todas las cosas que los niños estudian en los colegios.

A pesar de ello no la han dejado matricularse en la universidad y otra amiga a la que si dejaban ir a clase en la universidad, lo hace sabiendo que al final de la carrera, no le darán el titulo. Esto es así porque los hombre que dirigen el gobierno y la universidad no quieren que las niñas y mujeres estudien y sean cultas. Mi hermana y su amiga dicen que no les interesa que las mujeres tengan cultura y profesiones con los que tengan sueldos para vivir por ellas mismas, sin necesidad de casarse y tener maridos que las mantengan.

Así serán siempre obedientes y se someterán a lo que digan los hombres.

Cuando Dolores y María volvieron a sus casa,

hablaron entre llantos con sus padres y el padre que sabía leer y escribir, las consoló diciéndoles que no se preocuparan, que si ellas tenían siempre presente, esa necesidad de aprender y ser libres , conseguirían lo que quisieran. Se comprometió a enseñarles a escribir y a leer y todo aquello que él les pudiera enseñar. La madre lloró abrazada a ellas y se dio cuenta de muchas cosas que no

había pensado acerca de su vida y de porque ella había recibido esa misma educación. También se propuso ayudarlas y enseñarles todo lo que pudiera.

LA MÚSICA Y EL FLAMENCO Para celebrar que habían descubierto algo muy

importante decidieron ir a la fiesta que se celebraba en el barrio ese fin de semana.

En la fiesta llegaron unos cantaores que cantaban unos cantes que llamaban seguidillas, otros llamados

fandangos y verdiales, boleros, chaconas, zarabandas, y otras canciones populares. Algunos cantaban acompañándose con botellas, panderos, platillos, violines, bandurrias y laudes. Pero había unos cantaores modernos que cantaban sólo acompañados de una guitarra. Estos cantaban cosas nuevas que llamaban abandolaos o malagueñas, la gente decía que eran cantaores flamencos.

Ellas tenían muy buena voz y siempre habían cantado

en las fiestas de la familia, en bautizos, comuniones, bodas y demás fiestas. Quedaron sorprendidas, no lograban olvidar lo que habían cantado con tanto ritmo y las voces tan briosas que tenían el cantaor y su guitarrista que

también cantaba acompañándose ella misma a la guitarra. Si, he dicho “ella”, la guitarrista era una mujer morena y joven. Antes, en aquellos años había muchas mujeres que tocaban la guitarra. Todavía se recuerda a muchas cantaoras que se acompañaban a la guitarra, por ejemplo Aniya la de Ronda, La Serneta, María de los Habichuela y otras muchas. No se sabe muy bien como ocurrió, pero cuando el flamenco fue conviertiéndose en un arte de profesionales, los guitarristas se encargaban de hacer las contrataciones del grupo de artistas, y la guitarra fue quedando en manos sólo de hombres.

Bueno, como iba contando, las dos hermanas, quedaron sorprendidas por la actuación del cantaor y la guitarrista. Cuando llegaron a casa, con más tranquilidad reflexionaron sobre algo que les había llamado la atención especialmente.

Se trataba de las caras y los gestos de los cantaores y cantaoras. Se ponían feísimos, unos gestos muy exagerados, bocas muy abiertas, cejas, ojos desencajados, manos y dedos retorcidos, queriendo abarcarlo todo, como si quisieran coger algo que no se ve, como si quisieran apretar, arañar, se agarraban la camisa y casi se la rompen. Sólo les importaba expresar lo que sentían, si era alegría, se ensanchaban el pecho y la cara abriendo los brazos y si se trataba de penas, se retorcían y encogían los gestos de la cara y el cuerpo se cerraba hacia dentro. No les daba

vergüenza ni sentían ridículo de estar feos y feas. Sóo les importaba expresar los sentimientos. Después de esta conversación ellas repetían los cantes que oyeron y hacían variaciones con sus voces y se divertían mucho viendo lo que salía de sus gargantas. A veces la vecina les gritaba desde la cocina ¡!OLE!!, ¡!BIEN CANTAO!! Y ellas se ponían muy contentas.

LAS HABAS Así poco a poco iban creciendo. Un día su padre tuvo

una idea para explicarles cómo se desarrollaban las plantas.

Detrás de la casa tenían un solar pequeño en el que crecía unos grandes matorrales, donde él guardaba los trastos viejos y donde tenían un perro que él llevaba siempre al campo cuando iba de caza con sus amigos, y el padre decidió limpiarlo de yerbas y sembrar algo con lo que demostrar a sus hijas cómo crecen las plantas.

Sembraremos habas que crecen bien, con pocos cuidados y en tierra no muy buena. (Les dijo el padre)

Era el mes de noviembre y el padre les dijo que mejor

sembrarlas cuando la luna estuviera en menguante, porque en esa fase, la luna, ejercía un efecto beneficioso sobre las plantas, que hacía que echaran más y mejores frutos.

Así lo hicieron y en menguante sembraron las habas. El padre les preparó un diario de las habas. Este diario era una plantilla en la que había que ir recogiendo información sobre el desarrollo de las habas. Había que apuntar cuando se sembraron, cuando germinaban, cuando echaba las primeras hojas, las ramas, las flores y que tipo de flores eran, etc. Poco a poco fueron descubriendo muchas cosas sobre las plantas.

Cuando recogieron las habas, estuvieron comiendo

habas muchos días, pero eran tantas, que pronto se cansaron de comer siempre lo mismo y tuvieron que dejarlas secar. Llenaron varios sacos de habas secas y

como no tenían ni cerdos ni caballos para dárselas de comer, un día pensaron en ir a venderlas al mercadillo que se montaba en calle Mármoles todos los sábados.

La madre les dijo: En Málaga nunca se ha visto a mujeres vendiendo habas en la calle, y ellas dijeron: Pues ya es hora de que se vean. Y se dispusieron a marchar al mercadillo.

Una vez allí, colocaron unas cajas y encima de ellas pusieron las habas. Las cosas no les iba muy bien, porque había más puestos con habas y los clientes estaban acostumbrados a comprarlas en esos sitios.

Así pasaron dos o tres sábados, pero ellas no se aburrían, al contrario siempre estaban felices porque hacían lo que querían aunque no estuviera bien visto por la gente.

EL CANTE DE JABERA Un sábado llegaron muy contentas porque el viernes

anterior estuvieron escuchando a los cantaores en el barrio. Ellas llegaron con la música en sus cabezas y entre bromas, comenzaron a cantar entre ellas inventando las letras, decían entre gritos y cantes: ¡Cómprarme las habas, son las mejores!.

Hacían variaciones con la voz y competían entre ellas para ver cual de las dos cantaba mejor, pregonando las habas:

¡Las tengo muy buenas y baratas!, !! Habas para los animales, qué buenas son!! Así poco a poco fueron componiendo casi sin darse

cuenta una nueva forma de cantar aquellos fandangos que llamaban los cantaores cantes abandolaos.

Pero estos que ellas cantaban eran más difíciles, prolongaban la voz y subían y bajaban con muchas florituras. La gente que empezó a estar atentas, se acercaban para oírlas, después le compraban habas en señal de agradecimiento y reconocimiento por lo bien que habían cantado.

Así cada sábado pregonaban cantando, hasta que acabaron las habas. Entonces vieron que tenían tanto éxito, que decidieron dedicarse a eso de vender habas, compraron más habas secas y siguieron vendiendo todo los sábados.

De la misma manera seguían pregonando las habas con ese cante que habían inventado. Cada día eran más conocidas, no sólo en el mercadillo, ya toda Málaga conocía a las hermanas por su forma de pregonar.

Cierto día apareció por su puesto de habas un señor

que les propuso que cantaran ese pregón en un escenario para que el público lo oyera. Ellas rápidamente dijeron que sí acordándose de lo feliz que se la veía a la guitarrista que vieron actuar en otras ocasiones. Muy nerviosas, actuaron aquella tarde acompañadas de su padre, su madre y su amigo Paquito que siempre las animaba. Tuvieron tanto éxito que decidieron dedicarse a esa profesión. El padre y la madre les advirtieron que la vida de artistas flamencas no estaba bien vista para las mujeres, pero ellas decidieron enfrentarse a esas críticas, y su madre y su padre lo entendieron y las apoyaron en todo. Como sabéis, el cante sirve para expresar lo que se vive y se siente, así que ellas hacían cantaban las cosas alegres que les pasaba y cantaban también a aquellas cosas que les parecían

injustas: que niños y niñas estuvieran separados en el colegio, en los juegos, y no pudieran compartir, que las mujeres no pudieran tener las mismas oportunidades que los hombres para hacer lo que quieren, etc.

Nunca más les faltó el trabajo como artistas. Así se cumplió aquello que tanto habían deseado: vivir de lo que ellas ganaban y tener libertad para hacer lo que querían en la vida. A partir de ese momento se habían convertido en cantaoras flamencas.

El público comenzó a llamar al cante que ellas hacían cante de jaberas. Ya sabemos que los andaluces y andaluzas pronunciamos la “h” como una jota, por eso al escribir por primera vez Haberas, lo escribieron con jota y quedó para siempre como jaberas.

Las jaberas es hoy uno de los cantes malagueños más difíciles de cantar y es tan distinto a los demás que no se sabe bien si se parece más a una malagueña o a un fandango abandolao.

Las dos hermanas son conocidas desde entonces y cada día se valora más la creación del cante que ellas inventaron, la jabera. La letra más conocida de este cante es la que cuenta parte de su historia:

Dos hermanas, dos mozuelas Del barrio la Trinidad Pregonaron por jaberas Y desde entonces para acá Las canta Málaga entera

Y así fue como estas dos hermanas consiguieron lo que más deseaban : libertad para vivir como querían.