Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...
Transcript of Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...
![Page 1: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/1.jpg)
1
Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del siglo XIX en Bogotá
Monografía para optar por el título de Magister en Historia
Por: Angela Mayerly Parra Amaya
Director: Dr. Ricardo Arias Trujillo
Universidad de los Andes
Departamento d Historia
Bogotá
2014
![Page 2: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/2.jpg)
2
Resumen
Este trabajo da cuenta de la presencia de las mujeres en la prensa católica bogotana de la
segunda mitad del siglo XIX. Muestra cómo las mujeres de élite a partir de su ideal femenino
decimonónico consolidaron roles diferentes al de ser madres y esposas. También revela el
respaldo y reconocimiento por parte de la sociedad a sus labores como madres, esposas,
literatas y especialmente, como maestras y amas de caridad, permitiéndoles incursionar en
espacios públicos antes poco visibles.
![Page 3: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/3.jpg)
3
Contenido
Introducción………..……………………………………………………………….……… 4
Capítulo I
La prensa como medio para que las mujeres salieran del anonimato…………...…..……... 8
Capítulo II
El liderazgo de las mujeres en la educación……………………………………...……….. 24
Capítulo III
La organización de las mujeres en las labores de caridad y beneficencia………………… 37
Conclusiones……………………………………………………………………………… 57
Referencias Citadas…………………..……………………………………………………59
![Page 4: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/4.jpg)
4
Introducción
Esta investigación estudia la visibilidad de las mujeres en la prensa católica bogotana entre
1849 y 1882. Tomando dos de los periódicos más representativos del campo católico: El
Catolicismo y La Caridad, se analiza a un grupo de mujeres de élite que, asumiendo el ideal
femenino decimonónico, se ven relacionadas en contextos y roles públicos1, respondiendo
así, a unas condiciones socio-políticas y culturales propias de la segunda mitad del siglo XIX.
La lectura de la prensa se hizo desde una perspectiva de género2, la cual nos obliga a abordar
las características de uno y otro sexo de manera comparada y relacional. El género como
categoría es una herramienta analítica que permite explicar las condiciones y características
sociales, culturales, económicas y políticas de hombres y mujeres3. A la vez que el término
género, como sustituto de las mujeres, también se emplea para sugerir que la información
sobre las mujeres es, necesariamente, información sobre los hombres, y que lo uno implica
el estudio del otro. Al mismo tiempo, el mundo de las mujeres forma parte del mundo de los
hombres.
Joan Scott4 y Marta Lamas5 coinciden en afirmar que ser hombre o mujer es una condición
construida histórica, cultural y simbólicamente que expresa relaciones sociales basadas en
las diferencias que distinguen a los sexos. Asimismo, el género como elemento constitutivo
de las relaciones sociales permitió observar las diferencias percibidas y construidas
discursivamente entre los sexos, como una de las formas primarias de las relaciones
simbólicas de poder. Las relaciones entre los sexos son un aspecto prioritario de la
organización social, en la que sus diferencias constituyen estructuras sociales jerárquicas,
1 Lola Luna, Historia, género y política. Movimiento de Mujeres y participación política en Colombia 1930 –
1991, (Barcelona: Universitat de Barcelona, 1994). Luna sostiene que la inclusión de las mujeres en la esfera
pública colombiana ocurre solamente en el siglo XX y no encuentra en el siglo XIX ningún antecedente, en:
Lola Luna, Los movimientos de mujeres en América Latina y la renovación de la historia política, (Cali:
Universidad del Valle, 2003). 2En términos de Gisela Bock, el uso del género es un modo de considerar y estudiar a las personas que, de paso,
nos ayuda a descubrir áreas de la historia que no han sido tenidas en cuenta. Es a la vez una forma conceptual
de análisis sociocultural que desafía la ceguera que la tradición historiográfica ha demostrado respecto al sexo.
Gisela Bock, “La historia de las mujeres y la historia del género: Aspectos de un debate internacional”, Historia
Social, no. 9 (España: Universidad de Valencia, Instituto de Historia Social, 1991), 55 – 77. 3Para la historiadora francesa AnnePérotin-Dumon, esta categoría constituye la posibilidad de analizar el pasado
desde las relaciones, la diferencia y la identidad; AnnePérotin-Dumon, El género en Historia (libro electrónico)
Santiago de Chile. Véase: http: //historiapolitica.com/digitales/digitales-anne-perotin-dumon/ 4Joan Wallach Scott, El género una categoría útil para el análisis histórico, en “Género e historia”, (México,
Fondo de Cultura Económica – Universidad Autónoma de la Ciudad de México, 2008), 52. Joan Wallach Scott,
El género una categoría útil, 52. 5 Marta Lamas, “La antropología feminista y la categoría de género,” en El género: La construcción cultural
de la diferencia sexual, comp. Marta Lamas (México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1996) 97-
99.
![Page 5: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/5.jpg)
5
que a la vez son constituidas por éstas6. Las mujeres como grupo subordinado participan
dentro de la producción y reproducción de los discursos de los grupos dominantes, discursos
capaces de coordinar lo público con lo privado, conduciendo a las mujeres a ser protagonistas
en escenarios fuera del hogar.
Considerando la invitación de Diana Gómez de abordar la historia de las mujeres bajo la
premisa de no dividir los ámbitos de lo privado y lo público, creemos que estas esferas deben
ser observadas como una unidad fuerte y directamente interrelacionada7. Y también
pensamos, con Carole Pateman quien, interpretando a John Locke, considera que la esfera
pública abarca toda la vida social, a excepción de la vida doméstica8. Desde esta perspectiva,
podemos hallar para las mujeres diferentes rutas de acceso a la vida pública, a pesar de su
exclusión de la esfera pública oficial. Si bien la esfera pública oficial es el lugar institucional
de mayor importancia para la construcción del consentimiento que define el modo
hegemónico de dominación9, los estudios de Ryan y de Books-Higginbotham muestran que,
aún en la ausencia de una incorporación política formal a través del sufragio, había una
variedad de formas a través de las cuales podía accederse a la vida pública y a múltiples
espacios públicos. Así pues, es pertinente observar las formas de participación que le
permitieron a ciertas mujeres decimonónicas ser visibles públicamente, siendo esta una
manera de enriquecer los estudios que se han hecho hasta el momento, debido a que se insiste
en hablar de las mujeres confinadas en el hogar como la principal característica para resaltar
en ellas.
La difusa línea divisoria es un avance histórico en la continuada lucha por lograr un equilibrio
más equitativo entre lo privado y lo público en las relaciones sociales. Tal empleo desecha la
utilidad interpretativa de la idea de las esferas separadas, y sostiene que el estudio separado
de las mujeres contribuye a perpetuar la ficción de que una esfera, o la experiencia de un
sexo, poco o nada tienen que ver con el otro sexo10. Es preciso agregar que las esferas
públicas no son sólo espacios para la formación de la opinión discursiva; son también
espacios para la formación y la concreción de las identidades sociales11.
El género se desarrolla en diferentes macro y micro esferas, tales como el Estado, los medios
de comunicación, las leyes, la familia, las escuelas y los establecimientos de caridad y
6 Joan Scott, “Women in history: The Modern Period”. En Past and Present: A Journal of Historical Studies,
1983, no. 101, 41 -157. 7 Diana Marcela Gómez, Las mujeres en la disciplina histórica, hacia la construcción de un marco teórico para
abordar el Movimiento Social de Mujeres en Colombia. Serie Cuadernos de Trabajo - Universidad Nacional de
Colombia – Facultad de Ciencias Humanas, 2004, 74 – 97. 8Carole Pateman, Críticas feministas a la dicotomía público/privado. En Perspectivas feministas en teoría
política, Comp. Carme Castells (España, Paidos, 1996), 34. 9 Nancy Fraser, “Iustitia Interrupta, reflexiones críticas desde la posición “postsocialista”, Siglo del Hombre
Editores, Universidad de los Andes, Colombia, 1997, 106. 10Joan W. Scott, El género una categoría útil, 52. 11 Nancy Fraser, Iustitia Interrupta,”, 118.
![Page 6: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/6.jpg)
6
beneficencia12, permitiendo analizar la situación de las mujeres con la de los hombres en la
estructura institucional, en la participación pública y sus propias relaciones, para luego
evidenciar las formas en que las mujeres son interpretadas por los hombres y por ellas
mismas. Finalmente, se toma a Scott cuando sugiere que al interior del género se deben
analizar las inter-relaciones de clase, etnia y edad13, y es allí donde nos permitimos ampliar
la visión de la relación de las mujeres de élite con las de diferentes clases sociales y ubicar
en la prensa a la niñez, relacionándola con cada una de las temáticas desarrolladas.
Para este trabajo se hizo lectura de cada uno de los números de los periódicos EL Catolicismo
y La Caridad. Resultó fundamental su consulta para conocer las condiciones de vida, el
pensamiento de las élites, el funcionamiento institucional (de la política, la Iglesia, la familia,
el trabajo, la educación, la caridad y la beneficencia), la influencia y los posibles cambios
que afectaban la vida de las mujeres.
Lo que se pretende en esta investigación es mostrar que todo lo que se publicó sobre las
mujeres en la prensa católica, tenía como objeto la construcción y proyección de una imagen
femenina que derivó en la emergencia de un sujeto social nuevo. Una de las novedades de la
prensa en la segunda mitad del siglo XIX será la incorporación de algunas mujeres como
autoras de artículos y peticiones públicas, del diálogo entre ellas y con sectores masculinos;
en este sentido podemos afirmar que las mujeres lograron penetrar en sitios creados y
reservados en principio para la intervención masculina. En palabras de Gloria Bonilla,
estudiar las mujeres en la prensa permite constatar el lugar que abrieron ellas en el mundo
público, puesto que los periódicos, destinados a circular en distintos circuitos de opinión, dan
cuenta de las formas en que las mujeres se posicionaron en la sociedad, aportando nuevas
perspectivas respecto a este mismo proceso14.
La lectura de la prensa desde una perspectiva de género nos permite conocer el papel que las
mujeres jugaron en el desarrollo de la sociedad bogotana, sin deslegitimar lo que ya se sabe,
sino ampliarlo de manera específica en cuanto a su rol fuera de casa. Podemos observarla en
el espacio público desde el trabajo femenino, ya sea en condición de modista, dependiente o
dueña de almacén, vendedora, maestra, dama de caridad, entre otras labores. A pesar que en
la prensa son más evidentes las continuidades históricas que los cambios, aun así se puede
percibir la manera como las mujeres logran modificar su percepción del mundo a través de
su inserción pública, el establecimiento de nuevas sociabilidades y la consolidación de
relaciones con otras mujeres.
12 Benerie, Lourdes y Roldán, Marta, Las encrucijadas de clase y género. Trabajo a domicilio, subcontratación
y dinámica de la unidad doméstica en la ciudad de México. México: El colegio de México y FCE. (1ª ed. en
inglés 1987), 1992, 12. 13 Scott, El género una categoría útil, 93. 14Gloria Bonilla, “Mujer y prensa en Colombia, “Memorias Congreso de Americanistas, no. 51, (2003): 65-70.
![Page 7: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/7.jpg)
7
En otras palabras, son las labores de educación, caridad y beneficencia -formas tradicionales
de reproducción de las representaciones de la mujer-, las principales formas en las que las
mujeres de élite “salieron de sus casas”, alejándose del ámbito doméstico y abriéndose
espacios diferentes al de la familia; esta experiencia modificó su idea de sí mismas. En esos
núcleos se consolidaban las relaciones de mujeres de la misma clase, se creaban nexos con
otras clases sociales, se fortalecían lazos con la Iglesia y con el partido Conservador. Estas
mujeres se destacaron como líderes convocando a la organización y haciéndose cargo de
diferentes establecimientos, en la consecución y administración del dinero, y un aspecto muy
importante, el ejercicio de la escritura, materializado en la elaboración de los informes
generales y de tesorería, además de las diferentes convocatorias escolares, invitaciones a
ejercer la caridad y peticiones a diferentes sectores, especialmente masculinos.
El texto se ha organizado en tres partes. En el primer capítulo, inicialmente, se hace un esbozo
de la prensa católica y el deber ser femenino en la segunda mitad del siglo XIX, para luego
entablar la relación de estos dos aspectos con la política, la literatura y secciones específicas
del periódico como los obituarios y los avisos publicitarios. Finalmente se da cuenta de la
manera como ellas se organizan públicamente en favor de la Iglesia.
El segundo capítulo aborda el liderazgo de las mujeres en la educación y muestra cómo a
partir de su labor como directoras y maestras responden a su ideal femenino y a los intereses
de la Iglesia. Allí ellas, por su labor, son reconocidas y elogiadas; no obstante, es posible
encontrar algunas discrepancias con su labor como maestras por parte de sociedad civil de
algunos eclesiásticos.
El capítulo tercero trata de las mujeres desempeñándose en la caridad y la beneficencia, como
principales organizadoras y gestoras de estas labores, que al igual que en la educación, las
conducen a espacios diferentes al hogar, dando cuenta así de la extensión de sus virtudes
como madres, esposas y devotas católicas. Allí la voz de las mujeres es más evidente, en
informes y peticiones relacionados con su rol de amas de caridad.
En general, observaremos cómo la maternidad y las virtudes cristianas son el “trampolín”
para que algunas mujeres de la élite puedan frecuentar espacios fuera del hogar. Mujeres que
empezaron a ser vinculadas directa e indirectamente en discursos y prácticas que las
condujeron a ser imagen pública.
![Page 8: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/8.jpg)
8
Capítulo I
La prensa como medio para que las mujeres salieran del anonimato
La prensa bogotana en el siglo XIX
Una vez aparece la imprenta en el mundo, en el siglo XV, esta se convierte en un arma
poderosa para la Iglesia católica y las nacientes burocracias estatales y ambas la usaron como
herramienta ideal para el proselitismo, para generar un tipo de publicidad que construyera
lealtades y cimentara legitimidades. No es fortuito que los dos productos más populares de
la imprenta sean la Biblia, con toda su parafernalia devocional tales como sermonarios,
confesionarios y novenas, y la inmensa variedad de gacetas y papeles públicos. Tampoco es
coincidencia que buena parte de las imprentas en América estuvieran en manos de las órdenes
religiosas15.
Ya para la época Colonial en Hispanoamérica, la prensa aparece por iniciativa y con el apoyo
de las autoridades virreinales, controlando sus contenidos para evitar que se contradijeran los
valores religiosos y políticos dominantes. Pero las nuevas enseñanzas de la universidad, la
experiencia de la expedición botánica, la lectura de escritores europeos ilustrados, las
discusiones en las tertulias, generalizan un ambiente en que los criollos empiezan a ver en la
imprenta y en los periódicos un elemento de discusión pública16. Como la ha hecho ver Renán
Silva, en Hispanoamérica la civilización de lo escrito es parte esencial del dominio de los
grupos gobernantes sobre una población que vive en una cultura oral, y lo escrito tiene un
prestigio y reconocimiento que lo convierte en fuente de poder y legitimidad17.
La primera imprenta en la Nueva Granada llega en 1738, la cual se limitaba a publicar algunas
novenas, y es para 1791 con el Papel Periódico de Santa Fe de Bogotá que se empiezan a
publicar noticias de libros y artículos extranjeros. Luego aparecen otros como el Correo
Curioso (1801), el Redactor Americano (1806), y el Semanario del Nuevo Reino de Granada
(1808). En esta época de Independencia, los periódicos son ante todo publicaciones oficiales,
gacetas publicadas por orden de las juntas de independencia, en las que se daban a conocerlos
15Francisco Ortega y Alexander Chaparra ed, “El nacimiento de la opinión pública en la Nueva Granada, 1785-
1830,” en Disfraz y pluma de todos, opinión pública y cultura política, siglos XVIII y XIX, (Bogotá: Universidad
Nacional de Colombia – Facultad de Ciencias Humanas – Centro de Estudios Sociales (CES) University of
Helsinki, 2012), 43. 16 Angélica Díaz, “Pluma, papel y tinta. Prensa literaria y escritores en Bogotá, 1846 – 1898” (Tesis de Maestría,
Universidad de los Andes, 2009), 6. 17 Renán Silva, “El periodismo y la prensa a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX en Colombia,
Documento de trabajo No 63, Cali, Cidse, 2002, p.7, consultado en http://socioeconomiauniversidaddel
valle.edu.co
![Page 9: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/9.jpg)
9
partes militares, las noticias políticas y algunas discusiones sobre temas como el debate entre
federalismo y el centralismo. En su gran mayoría era una prensa oficialista18.
A partir de 1820 se empieza a dar un auge de publicaciones periódicas respaldadas por la
libertad de imprenta, proclamada en 182119. En Bogotá empiezan a dominar los periódicos
partidistas. Estas publicaciones fueron promovidas por editores privados, como fue el caso
de El Día, La Civilización, El Neogranadino y El Tiempo, los cuales competían con la Gaceta
de la Nueva Granada, en el interés de los lectores y en la calidad de los colaboradores. Se
trataba de periódicos que combinaron sobre todo el interés noticioso con el debate político.
En un contexto político bipartidista, un considerable número de periódicos circularon en la
segunda mitad del siglo XIX, convirtiéndose así la prensa en uno de los principales medios
de expresión política y, asimismo, en el espacio propicio para el debate entre los partidos
Liberal y Conservador. Uno de los principales periódicos en contrarrestar las políticas
liberales fue El Catolicismo. Periódico quincenario, religioso, filosófico i literario, (1849 –
1869)20. Este periódico, órgano oficial de la Iglesia, fundado por el arzobispo Manuel José
Mosquera, se caracterizó por mantener un discurso religioso y políticamente conservador,
interviniendo por los interés de la Iglesia y defendiendo la tradición y el dogma católico.
Mientras periódicos como El Neogranadino expresaban su respaldo al liberalismo, el cual
buscaba limitar los privilegios y el poder político de la Iglesia, con el argumento de llevar el
país a la modernización.
El Catolicismo, publicado hasta 1869, a pesar de sus amplias interrupciones de circulación
en la década del sesenta, logró consolidarse como uno de los periódicos conservadores más
estables de la época, junto con La Caridad, Correo de las aldeas, libro de la familia cristiana,
(1864-1882)21, periódico que no tenía un fin de debate político, aunque sí las características
de ser católico y conservador. Para el año de 1860, El Catolicismo anunció su publicación,
18 Jesús Álvarez y Ascensión Martínez, Historia de la prensa Hispanoamericana (Madrid: Editorial Mapfre,
2002), 348. 19 Leidy Torres Cendales, “Libertad, prensa y opinión pública en la Gran Colombia, 1818-1830,”en Disfraz y
pluma de todos, opinión pública y cultura política, siglos XVIII y XIX, ed. Francisco Ortega y Alexander
Chaparra (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia – Facultad de Ciencias Humanas – Centro de Estudios
Sociales (CES) University of Helsinki, 2012), 202. 20 Circuló por trece años de manera interrumpida; durante este periodo tuvo cinco cambios de título.
Inicialmente circulaba cada quince días, al poco tiempo se publicó cada semana. Para el año de 1861 ya no es
de carácter oficial de la arquidiócesis, con el argumento de que el periódico queda más desembarazado para
desempeñar su triple misión religiosa, moral y política. Reaparece en 1868, supuestamente alejado de los
contenidos políticos, con el fin principal fin de recaudar dinero a favor de las monjas de la ciudad. Los temas
predominantes fueron la contraposición a la ideología liberal y al protestantismo; también había artículos a
favor del papel de la Iglesia en la sociedad. De igual manera, se publicaron discursos clericales, narraciones
literarias, noticias y publicidad. Gran parte de los artículos eran extranjeros. El público al que se dirigió esta
publicación fue el clero y los feligreses. En la redacción del periódico colaboraron algunos clérigos, hombres
de prestigio y ocasionalmente, alguna mujer reconocida en la literatura. 21 Presentó tres cambios de título y fue suspendió en el número 48 por falta de papel imprenta.
![Page 10: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/10.jpg)
10
el cual fue creado y liderado por José Joaquín Ortiz22, teniendo como objeto recolectar fondos
para la asistencia a los enfermos pobres, la visita y socorro de personas menesterosas, la
enseñanza de la doctrina y de la moral cristiana y la instrucción primaria a niños pobres;
todas estas labores lideradas por la Sociedad de San Vicente de Paul. Asimismo, La Caridad
incentivó a sus lectores al ejercicio de los deberes y las virtudes católicas. De esta manera,
pretendía mantener y solidificar las costumbres católicas en la sociedad, seguramente con la
finalidad de ser un instrumento de resistencia frente a las ideas liberales, a pesar de afirmar
en repetidas ocasiones que la política no era de su interés y que lo que se buscaba era publicar
contenidos que leyeran las mujeres23, cultivando así su ideal femenino que las consagraba a
las practicas hogareñas y religiosas.
Estos dos periódicos tuvieron una estrecha relación en cuanto a sus imprentas, editores y
colaboradores, y en algunas oportunidades se publicaron los mismos artículos en diferentes
periódicos. Una de las finalidades que compartían fue preservar y difundir la moral católica
bajo el poder de los gobiernos liberales. Según Suzy Bermúdez, la estabilidad de estos dos
periódicos, a pesar de la tensión política y los problemas de orden económico, se debió al
respaldo que les dio la Iglesia católica24. Finalmente, es pertinente anotar que El Catolicismo
no fue un periódico dirigido a las mujeres, como si lo fue La Caridad, seguramente por su
alto contenido político, en una que otra ocasión, las mujeres publicaron allí sus poemas,
mientras que la presencia femenina en La Caridad fue significativa, a tal punto que una mujer
hizo parte del grupo de redactores, la literata Silveria Espinosa de los Monteros. Ambos
periódicos católicos tenían la característica de dirigirse al mismo grupo de mujeres y de
expresar ideas semejantes sobre ellas.
En La Caridad se encontró a una mujer que consideraba que al comprar el periódico además
de contribuir con los necesitados, entraba en diálogo con los señores que allí publicaban:
Soi una de las suscriptoras a La Caridad por tres ejemplares: dos para
amigas del campo i uno para mí. Leyendo su periódico converso con U. i
con aquellos señores que emplean sus talentos en mantener un periódico
UNICO en el mundo; pues si todos los periódicos se fundan para ganar
dinero, este está consagrado a dar de limosna sus productos. ¡Ojalá fueran
millones!25
Esta cita también nos dice, que en algunos casos el periódico llegaba a mujeres que residían
en el campo, en este caso por medio de una señora. Una mujer que lograba que otras mujeres
22 Escritor bogotano, quien fue Director de El Catolicismo en 1860 y lideró diferentes proyectos de caridad en
la ciudad de Bogotá. Fue editor de La Caridad y El Catolicismo. 23 José Joaquín Ortiz, “Prospecto”, La Caridad, Bogotá, 24 de septiembre, 1864, 1. 24Suzy Bermúdez, La prensa femenina en Santa Fé de Bogotá 1849 – 1885 (Bogotá: Banco de la República,
1990). 25 “Una entre mil”, La Caridad, Bogotá, 1 de diciembre, 1865, 220. Se conserva en la cita la ortografía de la
época. Todas las citas textuales se presentarán con la ortografía que aparece en el documento original.
![Page 11: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/11.jpg)
11
que tenía difícil acceso al periódico lo leyeran, y como lo afirmaba la suscriptora en su caso,
entraran en diálogo con los redactores.
Ahora, es preciso aclarar que durante la primera mitad del siglo XIX fue poco lo que se
escribió sobre las mujeres y es en la segunda mitad del siglo en donde aparece una muestra
significativa, específicamente de las mujeres de clase alta, ya que el periódico para esta época
se convirtió un medio de auto-comunicación de la élite26. Las mujeres fueron apareciendo
como subscriptoras y lectoras, luego, en algunos casos como autoras de artículos. Sin
embargo, en la mayoría de los casos aparecieron como objeto de discusión en artículos que
iban dirigidos a regular su comportamiento para que así se convirtieran en facilitadoras del
orden. Uno de los intereses por parte de los editores fue el compartir con el público desde el
espacio del periódico ideas, sugerencias y dictámenes acerca de los roles que debían ocupar
las mujeres en la sociedad, siendo esta una situación que permite entender cómo las mujeres
van adquiriendo más notoriedad en estos espacios discursivos de opinión social27.
Las mujeres en el siglo XIX
Para hablar de las mujeres bogotanas del siglo XIX, debemos tener en cuenta que su imagen
fue una construcción masculina influenciada por la Iglesia católica desde la Colonia28, sin
pretender establecer patrones de igualdad, más allá de lo que indicaba la comunidad cristiana.
Fueron los guías espirituales y educadores los principales en elaborar y divulgar las pautas
de conducta que las mujeres debían seguir, por medio de consejos morales, de
recomendaciones de cómo comportarse en el hogar, libros de oración, entre otros29. Ellas
debían estar relegadas al hogar, ser vírgenes o esposas sometidas, asumiendo labores que se
amoldaran a su “naturaleza” maternal y sumisa.
Sumado a lo anterior, la Iglesia católica fue la institución encargada de mostrar a las mujeres
como débiles y pecadoras, con la imagen de Eva, y al mismo tiempo de redimirlas del pecado
y la inferioridad, con la imagen de María. Por tanto, el marianismo se fue infundiendo como
un modelo simbólico que históricamente alimentó la construcción de identidad femenina,
enfocado como un elemento estereotipado derivado del culto católico a la virgen María. De
26 Gabriele Küppers, “De la protesta a la propuesta… a la protesta? Engendrando nuevas perspectivas solidarias
e internacionales desde el feminismo”, en Género, feminismo y masculinidad en América latina, Silke Helfrich,
(El Salvador: Ediciones Böll, 2001), 11 - 50. 27 Mariselle Meléndez, “La mujer y la prensa ilustrada en los periódicos suramericanos, 1790 – 1812”,
Universidad de Illinois, Urbana- Champaign, USA. En Disfraz y pluma de todos, opinión pública y cultura
política, siglos XVIII y XIX. Francisco A. Ortega Martínez y Alexander Chaparro Silva editores. Universidad
Nacional de Colombia – Facultad de Ciencias Humanas – Centro de Estudios Sociales (ces) University of
Helsinki, Bogotá, 2012. 28 Pablo Rodríguez, “El mundo colonial y las mujeres”, en Las mujeres en la historia de Colombia, Tomo III
coordinado por Magda Velásquez (Bogotá: Norma, 1995), 78. 29 Asunción Lavrin, Mujeres latinoamericanas (México: Fondo de Cultura Económica, 1985), 5.
![Page 12: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/12.jpg)
12
la misma manera, se considera como un edificio secular de creencias y prácticas relativas a
la posición de las mujeres en la sociedad30. Es preciso agregar que para 1854 se dio la
proclamación universal del dogma de la Inmaculada Concepción, que identificó la imagen
femenina con el culto mariano y en donde las mujeres de élite fueron las encargadas de aplicar
dicha proclamación para servir de modelo a las clases populares y de velar por los valores
morales de la sociedad31.
En consecuencia, la Iglesia unificó, a partir del modelo de María, la conducta de las mujeres
exaltando una serie de virtudes “innatas”, como abnegación, pasividad, obediencia,
humildad, docilidad, prudencia y sumisión, que en palabras de Ana María Bidegain, han sido
mostradas como atributos esenciales y “únicos” de las mujeres, y que no pocas veces ha sido
la justificación para una mentalidad patriarcal y marginalizadora de la mujeres32. Con el fin
de que las mujeres le sirvieran de la mejor manera a Dios y a la sociedad, la cultura católica
decimonónica le atribuyó funciones de formación religiosa y de correctivo moral, bajo la
insignia de un ilimitado espíritu de sacrificio. Este discurso se prolongó durante todo el siglo
XIX y parte del XX, pero no por ello, observaremos sus desplazamientos que involucran su
deber ser femenino en roles como maestras y amas de caridad.
La Iglesia católica para el siglo XIX era una institución con un fuerte poder económico,
político y social en Colombia, condiciones que propiciaron que la mayoría de pobladores
tuvieran un fuerte arraigo religioso por el catolicismo. Se sostiene que las mujeres han sido
uno de los pilares de la Iglesia, por ser más disciplinadas en las prácticas religiosas en
comparación a los hombres33, por eso figuraban como sus más fieles seguidoras. Por este
motivo la Iglesia tuvo en ellas todo el respaldo cuando se enfrentó a las reformas liberales,
leyes en las que ellas se veían involucradas o la misma Iglesia. Entonces, podemos observar
a partir de la prensa católica cómo el sector masculino católico conservador dispuso de sus
concepciones religiosas y políticas para con las mujeres, y cómo ellas respondieron y
dispusieron de dichos parámetros para refirmar su deber ser a favor del pensamiento católico
conservador.
30 Evelyn Stevens, “Marianismo: la otra cara del machismo en Latino-América”, en Hembra y Macho en Latino
– América: Ensayos, coordinado por Ann Pescatello (México: Diana, 1977), 123. 31 Patricia Quimbay, “La mujer bogotana del siglo XIX: imagen, educación, trabajo y delincuencia”.
Monografía, Universidad Nacional de Colombia, 2001. 32 Ana María Bidegain, “Mujer y poder en la Iglesia”, en Simbólica de la feminidad, coordinado por Milagros
Palma, (Ecuador: ABYA – YALA, 1990), 107. 33 Michela de Giorgio, “El modelo católico,” en Historia de las mujeres: siglo XIX, editado por Georges Duby
y Michelle Perrot (España: Taurus, 2000), 208.
![Page 13: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/13.jpg)
13
Las mujeres y las políticas liberales en la prensa católica
Durante el gobierno de José Hilario López (1849-1853), los liberales adoptaron medidas
anticlericales, mientras que unos pretendían garantizar la tolerancia religiosa, otros buscaban
imponer el control del Estado sobre la Iglesia y para ello separaron estas dos instituciones en
1852. Después de ganar la guerra civil de 1859-1862, los liberales radicales, y más tarde el
general caucano Tomas Cipriano de Mosquera, fueron los principales representantes de una
política anticlerical en el siglo XIX y defendieron el derecho del Estado a ejercer tutela sobre
la Iglesia. Entre 1863 y 1870 se vivió una aparente tranquilidad entre las relaciones entre la
Iglesia y el Estado, pero especialmente las medidas educativas liberales de 1870, hicieron
emerger de nuevo las tensiones. El partido liberal, aunque dividido, gobernó hasta 1885, pero
ese año fue despojado del poder, como efecto de una guerra civil que ganaron los
conservadores, asociados con el liberalismo independiente. Ahí comenzó una nueva era para
la Iglesia católica34.
Dentro de la lista de las reformas liberales de medio siglo estaban el matrimonio civil35 y el
divorcio vincular, leyes que afectaban el núcleo de la sociedad neogranadina: la familia.
Afirma Giomar Dueñas que este par de leyes no pretendía mejorar la situación legal ni social
de las mujeres casadas, ni tampoco la necesidad de una igualdad civil de los géneros, sino la
separación entre el poder civil y la Iglesia católica. La separación del clero y el Estado llevó
en forma “natural” a proveer una legislación sobre matrimonios que cayera bajo el control
del estado civil, lejos de la influencia de la Iglesia36.
En reacción a esta nueva legislatura liberal, El Catolicismo se dirigió a las mujeres de
diversas maneras. Una publicación de 1853 así lo enunciaba:
En cuanto á vosotras, jóvenes (…) que sois las que teneis mas que padecer
en las uniones que Dios no bendice; si quereis que para vosotras no sea el
matrimonio un infierno anticipado, en caso que no tengáis ni padre ni
madre, ó que sean tan indolentes que os priven de su vigilancia i de sus
consejos, vosotras podeis purgar la sociedad del azote no solo de las
uniones civiles, sino de los matrimonios contraídos sin preparación
relijiosa. (…) Mujeres! Á vosotras toca rehabilitar en esta parte las
costumbres públicas por doquiera que han sufrido alguna alteracion. No
olvidéis que en vuestras manos reposan, con la piedad de vuestros hijos, el
espíritu de los pueblos, sus preocupaciones, sus virtudes; porque si los
34 Luis Javier Ortiz, Obispos, clérigos y fieles en pie de guerra. Antioquia, 1870-1880 (Medellín: Universidad
de Antioquia, 2010), 16. 35 La constitución del1853 estableció el matrimonio civil de carácter obligatorio, como el único válido para los
varones mayores de 21 años y para las mujeres mayores de 18, por la Ley del20 de Junio de 1853, y lo definió
como contrato, más que como sacramento. Esta nueva legislación introdujo el divorcio vincular. 36 Guiomar Dueñas, “Matrimonio y familia en la legislación liberal en el siglo XIX,” Anuario Colombiano de
Historia Social y de la Cultura, no.29 (2002): 168.
![Page 14: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/14.jpg)
14
hombres hacen las leyes, las mujeres forman las costumbres que tienen
todavía mas influencia que las leyes sobre los destinos del mundo37.
Este es un ejemplo en el cual el discurso es capaz de coordinar lo público con lo privado, por
el hecho de que quien escribió estas palabras se dirigió públicamente a las mujeres,
exponiéndoles las consecuencias al asumir las leyes, siendo ellas las que tenían la posibilidad
de evitar la aplicación de las mismas y a la vez estaban en condiciones de restituir las
prácticas católicas a su estado habitual. Para luego decirles que ellas apartadas de las leyes
logran contribuir con la sociedad, formando las costumbres que pueden tener mayor
influencia en los designios del mundo.
No es difícil encontrar otros artículos que nos permitan visualizar la oposición a estas leyes
que irrumpen en la esfera privada. Para el mismo año de proclamada la ley, los católicos se
pronunciaban desde diferentes sectores; el clero afirmaba que este tipo de matrimonio era
una ley inmoral que corrompería la sociedad, denigrando a la mujer e insultando la fe de los
católicos, al ser contraria a la disciplina de la Iglesia38. Dos años más tarde seguían
publicándose los argumentos en contra de esta ley que tenía estrecha relación con el ámbito
doméstico, advirtiendo que traería a las mujeres su degradación, entre otros aspectos
negativos como la intranquilidad doméstica, el abandono de los hijos, la desorganización de
la familia y la lucha con los hábitos, la opinión y las costumbres católicas39.
Se hace preciso comprender que las mujeres no estaban excluidas radicalmente de los
discursos, ni del poder como en ocasiones se ha pensado. Si bien se les había vedado la
participación en ciertos discursos, también es cierto que podían participar de múltiples
maneras en la producción discursiva. En esta ocasión, con la trasgresión del ideal femenino
por las reformas liberales, ellas entran a ser las protagonistas de un discurso oficial que las
llama a tomar una posición protagónica frente a los intereses del catolicismo.
La literatura como expresión de lo privado y lo público
En los periódicos del siglo XVIII de las repúblicas hispanoamericanas no aparecían artículos
redactados por mujeres, y los que se relacionaban con ellas ofrecían un punto de vista
masculino y desde allí se construyó una opinión sobre las mujeres. A lo largo del siglo XIX
surgieron publicaciones especializadas en temas como: la política, la literatura, las ciencias,
la educación y la religión. Por esta época, y sobre todo en el último cuarto del siglo, creció
37 “El matrimonio” El Catolicismo, Bogotá, 9 de julio, 1853, 35. 38 José Elías Puyana, “Diócesis de Popayán, Pastoral del Obispo de Pasto”, El Catolicismo, Bogotá, 3 de
diciembre, 1853, 217. 39 Antonio Martínez, “Matrimonio”, El Catolicismo, Bogotá, 17 de abril, 1855, 52.
![Page 15: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/15.jpg)
15
el número de periódicos y revistas, al igual que el número de lectores y lectoras40. Estas
publicaciones fueron editadas en su gran mayoría por hombres, y los artículos firmados con
seudónimo trajeron algunas confusiones con la verdadera participación de las mujeres en la
prensa.
Desde la década de los treinta, más exactamente en 1836, se publica la primera revista
literaria, situación que incide para que otros periódicos comenzaran a publicar con más
frecuencia textos sobre estos temas. El Catolicismo fue uno de los periódicos que adoptó la
publicación de producciones literarias, ya que la literatura permitiría a sus suscriptores una
lectura más amena en medio de las discusiones políticas y discursos filosóficos, además de
contribuir literariamente con el credo religioso y el ideal femenino, ya en la mayoría de
composiciones literarias estos eran los temas que prevalecían. La Caridad para 1864 hacía
parte de una larga lista de periódicos literarios; allí la participación femenina fue más notoria
que en El Catolicismo.
Las mujeres aparecen como escritoras en los periódicos y revistas a partir de 1850, dado que
en décadas anteriores fue un espacio exclusivamente masculino41. En su gran mayoría, los
hombres que escribían fueron literatos o funcionarios públicos. Las únicas mujeres que tenían
la posibilidad de publicar estaban emparentadas con hombres de prestigio social, en algunos
casos, eran las hijas de los dueños de las imprentas42. Esta situación, además de su nivel de
educación, su estado económico, sus relaciones sociales, por supuesto su talento y los temas
sobre los que escribían, fueron condiciones que les permitieron a las mujeres tener
participación literaria en las diversas publicaciones de la segunda mitad del siglo XIX y en
este caso en la prensa católica.
Las mujeres que escribían composiciones literarias43 en El Catolicismo y La Caridad eran
por lo general bogotanas, aunque también había quienes eran de otros lugares. Los temas a
los que se referían eran la maternidad, el matrimonio, la religión, la familia, la educación, la
niñez, la vanidad, la caridad, la patria y las virtudes cristianas, a través de los géneros como
40 June Hahner, “La prensa feminista del siglo XIX y los derechos de las mujeres en el Brasil”, en Las mujeres
latinoamericanas: perspectivas históricas, copilado por Asunción Lavrin (México: Fondo de Cultura
Económica, 1985), 293-328. 41 Johana Mendelson muestra además que los artículos sobre la población femenina en Perú, Argentina y
México fueron aumentando en número. Sin embargo, en vísperas de la independencia, cuando llegaron a ser
más abundantes, no pasaron del 5% del total de los artículos escritos en la prensa. 42 Gloria Bonilla Vélez, “Escritura, prensa, y literatura en clave femenina. Caso colombiano”. Ponencia
presentada en el Coloquio AEIHM - Mujeres, ciencias y creación a través de la historia, Salamanca, España,
octubre de 2012. 43 Dentro de la lista de escritoras estaban: Silveria Espinosa de Rendón, Agripina Samper, Agripina Montes del
Valle, Josefa Acevedo de Gómez, Abigail Lozano, Dolores Pinto, Gertrudis Gómez de Avellaneda, Amelia
Solar de Claro, Pilar Sinues de Marco, Cecilia González, Angela Grassi, Micaela Dasilva, Josefa Estaves de
Canto, Carolina Feire de Jaimes, Isabel de Landazury, Paulina de Grandpré, Julia Pérez y Montes de Oca,
Victoria Ferrer Saldaña, entre otras.
![Page 16: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/16.jpg)
16
el cuento, la poesía y el teatro. Se dirigían a diferentes públicos, como a las señoras, las
monjas, los jóvenes, los niños, los clérigos y los señores.
El hecho de que algunas mujeres utilizaran un seudónimo44 o simplemente no firmaran sus
escritos, no impidió observar el aumento de la participación femenina en la sección literaria
de los periódicos católicos, porque en ocasiones sus modalidades eran utilizar su gentilicio,
las iníciales de su nombre, o como lo muestra la siguiente cita, se indicaba con antelación el
autor sin la necesidad de mencionar su nombre: “El Señor en su misericordia, ha aceptado
sin duda tan humildes i fervorosás oraciones hechas por medio de su divina Madre, i de ellas
dará una lijera idea la siguiente composicion poética, obra orijinal de una Señora bogotana”45.
Una flor del mes de mayo para el altar de María
Aun tienes, dulce Madre, en esta ingrata tierra,
Mil hijos fervorosos, que tu elevado altar
Adornen reverentes, con flores i con cirios
I en torno de él derramen de lágrimas un mar
Tú sabes por qué lloran, oh Madre bondadosa,
I cual es de sus almas el íntimo pesar:
¿Severa i enojada les negarás tu amparo,
Cuando ellos tu socorro se atreven á implorar!
¡Oh Madre! Si desechas sus encendidos ruegos,
Si miras con desprecio su imponderable afán,
Sus débiles virtudes, su fe, su amor sincero,
Faltando la esperanza, por fin se agostarán:
I cesará mas tarde el celestial banquete,
I el sacrificio Santo de amor i de expiación.
Mas ¡cómo á tal estremo llegarán nuestros males
Pudiendo tú alcanzarnos la gracia del perdon…..!
Alcanzánosla ¡oh Madre! De tu Hijo Sacrosanto,
Por tu sagrado nombre i amante Corazon46.
Luego de una lectura minuciosa a la prensa, este fue quizá el primer poema escrito por una
mujer. Publicado en El Catolicismo en el año de 1852, la autora expresa su veneración a la
madre de Dios, a la vez que la muestra como un ser que amparaba a quienes lo pedían e
intercedía ante Dios por quienes lo necesitaban, dado que era considerada como patrona y
protectora de todos los que sufrían. El tema religioso en las composiciones literarias
femeninas fue el más predominante, y la mayoría de ellos fueron alusivos a la virgen María,
siendo publicados con mayor frecuencia en las fechas de su celebración. Las escritoras, por
44 Como lo mencionamos en el segundo acápite, sobre la descripción de la prensa, el seudónimo era común en
las publicaciones. Posiblemente por timidez, prudencia o exigencia eran algunas de las razones por las que las
mujeres no firmaban sus escritos, y cabe aclarar que no era una condición exclusiva de las mujeres, los hombres
también lo hacían a menudo. 45 “El mes de Maria”, El Catolicismo, Bogotá, 1 de junio, 1852, 456. 46 “Una flor del mes de mayo para el altar de María”, El Catolicismo, Bogotá, 1 de junio, 1852,456.
![Page 17: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/17.jpg)
17
medio de estos poemas, ratifican a María como modelo a seguir y un medio de protección y
consuelo a su sufrimiento, debido a que este se consideraba inevitable para las mujeres.
Desde antes de casarse se les anunciaba que el matrimonio era una situación de sufrimiento,
al igual que el cuidado de los enfermos y la educación. Más adelante observaremos cómo el
sufrimiento es una condición que les permite a las mujeres asumir roles de maestras y amas
de caridad.
La lectura cuidadosa de los periódicos católicos nos permite señalar que las principales
escritoras eran mujeres adultas, mientras que a las jóvenes y a las niñas rara vez se les
publicaba sus escritos, al menos así se evidencia en quienes firmaban los poemas. Otros de
los motivos por los que las mujeres redactaban poemas, sin apartarse de lo religioso, fue la
muerte de algún clérigo, su salida del país o su trasladado a otra iglesia, con la finalidad de
resaltar sus cualidades y como gesto de reconocimiento y agradecimiento a su labor pastoral.
Una de las principales escritoras fue Silveria Espinosa de Rendón. Con los poemas titulados:
“Al clérigo Bernardino Medida”, “A la muerte del sacerdote Luis Lizaralde” y “En despedida
a Monseñor Lorenzo Barili”, da cuenta de su relación con el clero, tomando la literatura como
medio para expresar sus pensamientos sobre estos hombres, a la vez que se muestra portadora
de la religión católica de manera pública. Silveria, hija del dueño de la Imprenta Granadina,
el señor Bruno Espinosa de los Monteros, fue no solo una de las mujeres más visibles en la
prensa católica y una de las más fieles a la temática religiosa, sino además llegó a ser una
reconocida escritora bogotana del siglo XIX. Fue la primera, mujer en publicar en El
Catolicismo firmando con las iníciales de su nombre, y fue inicialmente la única mujer del
grupo de redacción de La Caridad. Escribió diferentes géneros literarios, entre ellos publicó
un guión de teatro referente a la labor de la caridad, el cual fue dramatizado por alumnas del
colegio de Santa Gertrudis de Bogotá, el día de reyes en 1866. Silveria también escribió en
EL Mosaico. Gilberto Loaiza sostiene que quien escribía en este periódico literario hacía
parte de un grupo muy especial: eran los literatos más importantes de Bogotá, quienes
decidían qué se publicaría y qué tendría éxito47.
Paralelamente, dos de los principales temas que se trataban en la literatura eran la educación
y la caridad, temas que se manejaban en términos católicos. Un ejemplo fue Victoria Ferrer
Saldaña de Codrus, quien publicó un cuento sobre una mujer que realizaba actos caritativos
obteniendo así grandes recompensas. En este texto se rescata que la caridad puede y debe ser
llevada a cabo por mujeres de todas las edades, y sin distinción social. En cuanto a la
educación, la literatura fue vista como un medio para enseñar las buenas costumbres, por ello
se procuraba mantener estrecha relación con las escuelas, en donde se promovían concursos
literarios y en su mayoría se premiaba aquellas composiciones literarias que dieran cuenta de
47 Gilberto Loaiza Cano, “La búsqueda de autonomía en el campo literario: El Mosaico, Bogotá: 1858-1572,”
Boletín Cultural y Bibliográfico, no. 67 (2004)
![Page 18: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/18.jpg)
18
las virtudes cristianas. El siguiente aparte nos muestra el respaldo a las mujeres católicas para
que practicaran la literatura:
Si puede decirse que el cristianismo ha dado a la mujer una elevacion
permanente, como ser intelectual i moral, tambien es cierto que la edad
presente ha abierto campo a su ingenio, i enseñándonos a respetar (s)u
influencia. Era costumbre de otros tiempos considerar las dotes literarias
del bello sexo como pedantería o vanas pretenciones, i tacharlas como (im)
compatibles como las afecciones i virtudes domésticas, que constituyen el
encanto de la sociedad.Hansenos leído muchas pájinas sobre su amable
debilidad i su sentimental delicadeza, sobre su timida mansedumbre i su
rendida obediencia; como si probar el fruto del saber fuese un mal, i la
ignorancia única salvaguardia de la inocencia. Las mas de las mujeres no
tenían otro carácter que el de la pureza i afecto a sus familias. (…) Hemos
visto que aquí, como en cualquier otra parte, el saber es favorable a la
virtud i a la felicidad humana; que el gusto literario añade lustre a la
devocion de la piedad48.
A través de esta cita podemos ver claramente cómo la literatura es un talento que puede
expresar vanidad y pedantería por parte de las mujeres, de no ser una muestra de piedad,
humildad y obediencia, es así que la literatura no fue la excepción en ser un discurso que
buscaba reflejar el femenino, a la vez que podemos encontrar ciertas fisuras para encontrar a
las mujeres en escenarios distintos al hogar. Más adelante, Soledad Acosta de Samper publica
el periódico La Mujer, reiterando lo anterior, que la intención de su periódico no era alagar
la vanidad femenina, ni hacerla olvidar sus deberes, como sí lo era de otras publicaciones
dirigidas a las mujeres, cuando lo que la sociedad necesitaba era precisamente lo contrario.
Volviendo a quienes escribían literatura, un pequeño grupo de señoras fueron invitadas a
publicar sus poemas en el libro Coleccion de poesías i cuadros de costumbres, de José
Joaquín Ortiz. En esta publicación participaron las escritoras: Silveria Espinosa de Rendón,
Josefa Acevedo de Gómez y Agripina Samper y, claro está, una lista de señores reconocidos
en el medio. Este es un ejemplo de cómo las mujeres fueron tenidas en cuenta por los hombres
en el momento de publicar junto a ellos, gracias a su talento con las letras y sus relaciones
sociales. Otros espacios públicos en los que ocasionalmente compartían las mujeres con los
hombres fueron los actos culturales, como las interpretaciones de piano o coros. En una
ocasión, continuo a un evento musical, se exponía una serie de pinturas; entre sus autores
figuraban Ramón Torres Méndez y José María Espinosa, y junto a ellos las obras manuales
de la señora Joaquina Cordovez de Tanco49. A las mujeres de clase alta se les permitía
incursionar más fácilmente en espacios artísticos predominantemente masculinos.
48Story, “La educación de la mujer”, La Caridad, 4 de agosto, 1865, 725. 49 “Bellas artes”, El Catolicismo, Bogotá, 15 de julio, 1856, 213.
![Page 19: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/19.jpg)
19
Hasta el momento, ni la edad ni el sexo fueron condiciones que limitaran la posibilidad de
publicar en la prensa católica, pero sí la condición social y letrada, porque esta determinaba
si alguien estaba en condiciones de redactar un texto literario. De otro lado, la escritura y la
lectura de las mujeres de élite eran condicionadas por la Iglesia y la sociedad, permitiéndoles
ser ellas mismas las que reafirmaran su ideal femenino en actividades no domésticas. La
participación de las mujeres en la literatura fue un aporte a la prensa y a la Iglesia católica.
En este sentido podemos afirmar que ellas lograron penetrar en sitios creados y reservados
en principio para la intervención masculina. Y como lo señala Gloria Bonilla, contribuyeron,
ante todo, a la visibilidad femenina en una sociedad que le negaba la participación en lo
público50.
Otros espacios en donde las mujeres hicieron presencia
La ruptura matrimonial producida por la muerte del cónyuge no solo tiene un significado
personal y afectivo, sino que trae consigo un cambio social profundo afectando de manera
diferente a los hombres y a las mujeres. Esto refleja la diferenciación de los roles entre
géneros asignados en la sociedad, y los derechos y obligaciones que cada uno tiene.
Tradicionalmente ha sido el hombre quien ha mantenido la identidad social de la pareja.
Varios factores determinan la posición personal y social de la viuda, su manera de afrontar
esta realidad y el tipo de relaciones sociales que establezca de nuevo51.
La sección de los obituarios fue un espacio donde tanto a los hombres como a las mujeres se
les resaltaban sus virtudes sociales y domésticas; algunos aludían a mujeres que se destacaron
por su labor como madres, esposas, católicas devotas y por sus labores sociales; hombres que
sirvieron a la patria en las guerras, funcionarios públicos destacados, clérigos de alta
jerarquía, entre otros. El reconocimiento de la labor de una persona llegó a tal punto que
existía un decreto de honores expedido por el Senado y la Cámara de representantes a quienes
habían tenido una vida pública ejemplar, este fue concedido al señor José Eusebio Caro52. En
un comunicado dirigido a la señora Blasina Tovar, viuda de Caro, se le hizo saber:
Esta comunicacion i este decreto que forman la mas completa apotesis de
la corta vida pública de CARO, servirán para enjuagar un tanto las
50 Gloria Bonilla, “Mujer y prensa en Colombia,” 65-70. 51Gloria Estela Bonilla, “Las mujeres en la prensa de Cartagena de Indias, 1900-1930” (Cartagena: Universidad
de Cartagena, 2011), 134. 52Considerado como uno de los pensadores y escritores del siglo XIX, fue ideólogo y militante del partido
conservador.
![Page 20: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/20.jpg)
20
constantes lágrimas de su digna viuda, de estímulo a sus tiernos hijos, de
satisfaccion inmensa a sus hijos i de orgullo infinito a sus conciudadanos53.
La distinción al señor Caro no fue solo una afirmación pública de lo que fue su labor social
y política, sino a la vez un reconocimiento al dolor de su esposa e hijos por la ausencia de un
esposo y de un padre. Es así que un grupo de señores se dirigieron a la señora Blasina por ser
esposa, madre y luego viuda, y si le agregamos la posición social, vemos que son condiciones
que le permitieron ser una figura pública desde la condición que la reducía al ámbito privado.
Situación algo diferente con la muerte del esposo de Silveria Espinosa de Rendón, el señor
Telésforo Rendón Sánchez; a él se le reconoce por ser el esposo de esta reconocida escritora:
Para graduar su mérito baste decir que era el esposo de nuestra ilustrada
compatriota la señora Silveria Espinosa, cuya reputacion literaria en
América i Europa hace tanto honor al pais…54.
Es así como en el mismo año, en 1855, el caso de Blasina en su condición de madre y esposa,
y Silveria esposa y literata (no tuvo hijos), fueron condiciones que ampliaron su ideal
femenino a la vez que fueron ganando una visibilidad pública.
Para la década del sesenta, en el periódico La Caridad, en la sección de avisos se observa a
las mujeres en posiciones activas. Con el fin de obtener un beneficio económico, ellas
proponían negocios inmobiliarios; como la venta o permuta de casas, promovían sus tiendas
de ropa y decoración, ofrecían a los colegios los útiles para las manualidades, vendían
alimentos en sus casas a precios módicos e impulsaban sus ventas de bebidas. Dos ejemplos
de ello son: por un lado, las señoras Álvarez, quienes preparaban un jarabe que venía
empacado en una botella por un valor de un peso, tuvo tal éxito que otros lo falsificaban; por
eso las señoras recomendaron comprarlo en cierto lugar y que se cercioraran de la viñeta y el
sello timbrado, el cual debía decir: “Jarabe Bogotano de las Señoras Alvarez”55. De otro lado,
las monjas de Nuestra Señora de la Concepción, quienes debido a la ley liberal de
exclaustración de las comunidades religiosas, quedaron en estado de pobreza extrema, y
como modo de subsistencia decidieron moler cacao y preparar chocolate para la venta56.
Esta sección de avisos también les permitía promocionar su trabajo. Así lo hacían las
modistas y hermanas Alford, quienes prometían puntualidad y confección de la última moda
en Paris y pretendían tener autoridad en decirlo ya que estaban recién llegadas de Europa.
Las señoras Alford exaltaban su experiencia en el aviso, debido a que una de ellas había
aprendido el oficio de la costura en Paris y lo ejercía desde hacía 16 años57. Un caso similar
53Arístides García Herreros, “José Eusebio Caro”, El Catolicismo, Bogotá, 8 de mayo, 1855, 80. 54“Una Lagrima”, El Catolicismo, Bogotá, 18 de febrero, 1855, 427. 55 Dolores Álvarez, “Anuncios”, La Caridad, Bogotá, 26 de noviembre, 1868, 335. 56 “Chocolate”, La Caridad, Bogotá, 10 de agosto, 1866, 1. 57 “Modas”, La Caridad, Bogotá, 12 de enero, 1866, 319.
![Page 21: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/21.jpg)
21
era el de la señora Eugenia Mounthn, quien se dirigía a las señoras de la capital para
convocarlas a aprender a coser y venderles los enseres a bajo precio58. Estos servicios que
ofrecían no estuvieron apartados de sus quehaceres como mujeres, ya que desde niñas se les
incentivaba en sus casas y/o escuelas a hacer estas labores. Esta es una forma más de
evidenciar cómo ciertos oficios femeninos se desplazan de la casa a la calle, a tal punto de
ser publicitados, y mostrando a unas mujeres que pretendían ser independientes no solo en el
ámbito económico, sino quizá también en términos creativos.
La prensa católica evidencia los diversos motivos por los que las mujeres se organizaban:
aparte de publicitar sus negocios, también lo hacían para redactar peticiones. Un ejemplo de
ello era cuando a los párrocos los trasladaban a otras parroquias. Cada grupo de mujeres
redactaba una carta solicitando a la autoridad eclesiástica que replanteara la orden,
argumentando que su párroco estaba haciendo una buena gestión religiosa en la comunidad;
en algunas oportunidades con solo la petición de las señoras bastaba, mientras que en otras
no había revocatoria por parte del alto clero59.Más de cien señoras de Ambalema se
congregaron a firmar una carta en la cual solicitaban:
Nosotras como hijas de la Relijion Católica (…) nos interesamos
vivamente con U. S. I. en que deje continuar de Cura párroco de este
desgraciado pueblo, el expresado Sr. Dr. Medina, por cuya concesión
quedamos haciendo los mas fervientes votos al cielo, i no cesaremos de
bendeciros i alabaros con tan grande favor que con esto nos dispensarais,
i no dudéis que, si para obtener este inmenso beneficio, fuera necesario
hacer cualquier sacrificio grato a los ojos de Dios, no titubearíamos en
ofrecerlo.60
Desafortunadamente para estas mujeres su petición no logró más que el reconocimiento de
sus sentimientos religiosos por parte del arzobispo Antonio Herrán, y la promesa de enviarles
un sacerdote que cumpliera con sus expectativas.
Al igual que la cita anterior, en la década del cincuenta, otro motivo que permitió que las
mujeres se organizaran fue el deseo de respaldar la incursión de los hombres a los ejércitos
conservadores para luchar en las guerras civiles. Un ejemplo de ello fue el diálogo entre un
grupo de señoras de Marinilla (Antioquia) y de Santa Fe de Bogotá. Juliana Torres y Silveria
Espinosa publicaron en el periódico El Catolicismo, en nombre de una larga lista de señoras,
una carta a las señoras de Marinilla, con el fin de agradecerles por el gesto de tenerlas en
58 “Eugenia Mounthn”, La Caridad, Bogotá, 15 de septiembre, 1870, 240. 59 El Catolicismo, Bogotá, 2 de septiembre, 1856, 282. 60Alejandra Ariza, Josefa Rico, Calixta Rico y 109 mujeres más, “El nuevo Obispo de Cartajena”, El
Catolicismo, Bogotá, 12 de agosto, 1856, 248.
![Page 22: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/22.jpg)
22
cuenta en los motivos por los cuales los soldados de Marinilla peleaban en la guerra civil del
momento:
Id a salvarlas o a morir en la demanda”. [A esta frase las señoras de Bogotá
respondieron]: …esas palabras májicas que nunca serán estériles en
vuestros lábios, volverán a producir millares de héroes, i a daros pro fruto
millares de héroes, i a daros por fruto millares de victorias.61
En agradecimiento, las bogotanas decidieron bordar una bandera como símbolo de amistad
y de apoyo por los mismos intereses. Esta bandera iba decorada con el escudo de armas de la
República, coronas de olivo, laurel, y un ramo de flores. En el caso de que se presentara de
nuevo una batalla en favor de la “moral, la paz y la virtud”, la bandera debía ser entregada a
aquellos combatientes. María de Jesús Arbeláez62 respondió en nombre de las señoras de
Marinilla, señalando que el sentimiento era reciproco y que la bandera enviada por las señoras
de Bogotá sería considerada como un monumento a las virtudes de las mujeres y al valor de
los hombres antioqueños. Esta carta resaltaba su preocupación por la patria y la solidaridad
con las señoras de Bogotá:
… ahí la teneis en depósito: recibidla, i si los enemigos de nuestra cara
patria quisiesen una vez mas ultrajar ese hermoso i bello sexo Bogotano,
si hubiese otro tirano que quisiese destruir nuestros derechos, nosotras
estamos seguras que esa bandera encenderá en vuestros corazones el fuego
del patriotismo i os hará triunfar donde quiera de pretendan humillaros63.
Este espacio de manifestación de las mujeres en la prensa evidencia el diálogo entre ellas, la
solidaridad presentándose como defensoras de las virtudes y la religión. Esta situación
permite tomar la opinión de Indalecio Barreto, quien habló sobre: la posible envidia de las
mujeres europeas, el gesto patriótico y de hermandad entre estas mujeres; la destacada labor
de los esposos, padres, hermanos e hijos, que peleaban a nombre de los intereses de la Iglesia
y por ende del partido conservador y su relación estrecha con los intereses de estas mujeres64.
Es interesante entretejer la dinámica de estas mujeres de élite en la prensa, porque son las
mismas mujeres que, sumergidas en el hogar, aprendieron a coser, para luego bordar una
bandera que es símbolo de respaldo a los soldados que pelearon en contra de los liberales y
a favor de la Iglesia y por ende del partido Conservador. De aquellas mujeres literatas como
Silveria que, lideró la carta dirigida a las señoras de Marinilla, quienes respaldaron a sus
hombres en dicha guerra. De nuevo, aquel oficio que aprenden en casa para luego sacarle
61 Juliana Torres y Silveria Espinosa de Rendón, "A las jenerosas señoras de Marinilla", El Catolicismo, Bogotá,
6 de noviembre, 1855, 283. 62 Se resalta su condición de hija de uno de los próceres de la independencia. 63 “Discurso pronunciado por la señorita Maria de Jesus Arbelaes”, El Catolicismo, Bogotá, 6 de noviembre,
1855, 285. 64 "Discurso pronunciado por el Dr. Indalecio Barreto", El Catolicismo, Bogotá, 6 de noviembre, 1855, 283.
![Page 23: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/23.jpg)
23
provecho económico, como la preparación de bebidas. Es así como los obituarios, la
literatura, los avisos publicitarios, las peticiones y cartas entre ellas, hablan de su adhesión a
la esfera privada y desde allí con toda su parafernalia doméstica y religiosa, las mujeres se
visibilizan en escenarios y temas públicos.
Finalmente, llegamos a la conclusión de que la prensa es uno de los escenarios propicios para
evidenciar cómo las mujeres participan activamente en los procesos de producción de
sentido, ya sea interiorizando, produciendo y reproduciendo los imaginarios sociales y
aceptando los límites que éstos les imponen, a la vez que generan representaciones propias,
siendo las mujeres objeto de discusión en la trasformación de la realidad del país, en ser
portadoras de los ideales católicos y el de organizarse en favor de ellos.
![Page 24: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/24.jpg)
24
Capítulo II
El liderazgo de las mujeres en la educación
Las mujeres ante la propuesta educativa liberal
Después de siglos de estar la educación en manos de la Iglesia, el liberalismo buscó disminuir
su influencia por medio de las reformas educativas promulgadas el 8 de mayo de 1848 y el
15 de mayo de 1850, advirtiendo a maestros y maestras que no sometieran a los niños y niñas
a prácticas devotas o ceremonias de culto, argumentando que esto debía ser espontáneo en
ellos y bajo la vigilancia de sus padres. El arzobispo Manuel José Mosquera criticó dicha
disposición afirmando que, quienes enviaran a sus hijos a las escuelas que adoptaban las ideas
liberales, cometerían pecado y expondrían a sus hijos a la eterna condenación65. Este llamado
a preservar las costumbres católicas en la educación fue una constante en el periódico El
Catolicismo, el cual no solo iba dirigido a los padres de familia, sino también a los maestros,
a quienes consideraba como sus “vitales aliados”, debido a que ellos decidían qué clase de
educación impartirían a los y las alumnas.
Allí, tanto madres como maestras fueron involucradas en las formas de contrarrestar la
reforma educativa liberal. Por un lado, las madres de familia podían influir en la decisión de
enviar o no sus hijos a escuelas públicas. Además, al considerar su estrecha relación con
Dios, estarían a favor de las disposiciones de la Iglesia, y es a partir de esta condición, que
las opiniones de las mujeres frente a la reforma educativa se podían tener en cuenta. Un
hombre al dirigirse a los jóvenes decía:
… ¿I cómo quereis que conozcamos, me preguntaran, ese enemigo fatal,
tan indefinible i que puede disfrazarse, como lo decis vos mismo, bajo
tantas engañosas esterioridades? Confieso que la cosa es bien difícil; pero
consultad, diré sobre todo, a las madres de familia, consultad, aquella
indecible ternura que Dios ha puesto en vuestros corazones, i ella,
semejante a un jenio divino capaz de adivinarlo i prevenirlo todo, os hará
comprender, por presentimientos que serán como avisos del cielo, todo lo
que puede hacer peligrar la virtud de vuestros hijos, i despues, seguid
todavía los consejos de un viejo Mentor que ha observado de cerca el
régimen de las escuelas66.
De acuerdo con estas declaraciones, la educación desde los parámetros liberales es un
enemigo difícil de distinguir, pero las mujeres en su condición de madres y devotas católicas,
65Manuel José Mosquera, “República de la Nueva Granada. Gobierno eclesiástico”, El Catolicismo, Bogotá, 15
de enero, 1851, 290. 66 “Importancia de la educacion en el Siglo 19 VI - Espíritu de los alumnos en las casas de educación”. El
Catolicismo, Bogotá, 1 de julio, 1850, 152.
![Page 25: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/25.jpg)
25
tenían la facultad de alertar desde su “presentimiento” acerca de las implicaciones de la
educación liberal en sus hijos.
Por otro lado, a las maestras se les pedía abstenerse de enseñar las doctrinas de Aimé Martin,
las cuales solo buscaban eliminar la moral y la fe de las preceptoras y las niñas. Y tanto a los
hombres como a las mujeres se les sugería la utilización de libros escolares con contenido
religioso y moralista67. Asimismo, las mujeres, al crear establecimientos educativos que
respondían con lo dictaminado por la Iglesia, apoyaban a la Iglesia y se oponían a la
implantación de reformas educativas liberales en sus colegios. Un ejemplo de estas mujeres
fue la señora Sixta Pontón de Santander, quien a finales a 1853 abre una escuela para niñas
pobres en Bogotá:
El aviso i programa que hoy publicamos del próximo establecimiento i
apertura de una escuela de niñas bajo la direccion i cuidado de la Directora
del Colejio del Corazon de Jesus en esta capital, es una noticia que
consolará el patriotismo de nuestros lectores, como ha satisfecho el nuestro
en medio del dolor que causa la destrucción completa de la instrucción
primaria por efecto de las reformas llamadas liberales68.
Para 1855, se les reconocía a las mujeres por su buena labor como maestras, en un
contexto en el que la educación pública en Bogotá se encontraba “destruida” por los
liberales. En otras palabras ellas de alguna manera enmendaban la crisis educativa de
la ciudad, además de ser un argumento para validar la educación privada y lamentar la
pública:
Los colejios particulares de la capital, únicos que han quedado despues de
la desentralizacion, o mejor dicho, de la destruccion oficial de la enseñanza
pública, obra de las ideas liberales que han dominado en los últimos seis
años, han presentado actos lucidos i satisfactorios en el mes pasado (…).
No seria posible decir cual de estos establecimientos ha dado mejores
muestras de adelantamiento en la educacion secundaria: cada una de ellos
se ha esmerado en su respectiva tarea. -[Entre ellos]- La escuela de niñas
de la señora Dolores Abondano de Mutis i la del Sagrado Corazon de Maria
dirijida por las señoras Francisca Dominga i Josefa Salazar han confirmado
respectivamente sus esfuerzos que se hacen por la educacion de la mujer69.
De manera que las mujeres, como madres y maestras, asumían una posición política
claramente definida al estar de parte de la Iglesia, así que, su postura no se puede reducir al
ámbito religioso, porque la misma Iglesia lo había convertido en una condición política.
67 “Mision de las familias piadosas i caritativas del campo”, La Caridad, 7 de octubre, 1864, 34. 68 “Escuela gratuita de niñas”, El Catolicismo, Bogotá, 12 de noviembre, 1853, 195. 69 "Certámenes literarios", El Catolicismo, Bogotá, 11 de diciembre, 1855, 236.
![Page 26: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/26.jpg)
26
Las mujeres como educadoras
Desde la época Colonial y parte del siglo XIX en Colombia, las mujeres antes de acceder a
los establecimientos educativos fueron educadas en sus hogares por sus madres y, en ciertos
casos, por algún maestro particular. Luego, quienes salieron de sus casas para educarse lo
hacían en los conventos70. Rápidamente, varios monasterios se abrieron al servicio de la
educación de las mujeres, convirtiéndose en los lugares en donde ellas daban sus primeros
pasos como educadoras e instruyéndose para ser madres y esposas. Clemencia Caicedo fue
un referente como educadora para las mujeres decimonónicas; fundó el Monasterio de la
Enseñanza de Bogotá en el año de 178371, con el propósito de instruir a las niñas en diferentes
ramos de la enseñanza: en los deberes religiosos, en hábitos de orden y aseo; en lecciones de
lectura, escritura, aritmética, costura y bordado.
A lo largo del siglo XIX, diferentes sectores se pronunciaban sobre la necesidad de educar a
las mujeres para el hogar72, argumento que permitió que la sociedad en general se interesara
por la educación de las niñas. De manera que la educación haría de las mujeres madres,
esposas y amas de casa ejemplares y aquellas que no querían casarse, tenían la opción de ser
monjas. Asimismo, la educación serviría para regular su comportamiento moral y religioso73.
Lo que se puede observar es que las mujeres hicieron de la educación un espacio a su favor,
logrando así hacer una fisura en las imposiciones sociales de la época y desarrollar
actividades que le estaban vedadas: escribir, trabajar o adelantar labores asistenciales74.
Para el caso de Bogotá, la segunda mitad del siglo XIX fue un periodo en el cual una minoría
de mujeres de clase alta, como consecuencia de su acceso a la educación, logra
significativamente el aumento en la fundación de planteles educativos femeninos, situación
que incrementó tanto el número de niñas que asistían a las escuelas, como la competencia y
la calidad en la educación que se impartía. La fundación y dirección de los colegios junto con
la instrucción de niñas y jóvenes, hicieron que su labor fuese respaldada y elogiada por la
Iglesia y el resto de la sociedad: “No desconociendo el sacerdocio católico, la influencia de
la mujer en los destinos i condición moral del hombre, ha prestado su cooperación i ayuda a
70 Entre las congregaciones femeninas dedicadas de lleno a la enseñanza se destaca la Compañía de María,
conocida popularmente como las monjas de la enseñanza, siendo la primera de Hispanoamérica que se dedicó
a la labor social, manteniendo los tradicionales votos de la enseñanza. Martha Cecilia Herrera, “Las mujeres en
la historia de la educación,” en Las mujeres en la historia de Colombia, ed. Magdala Velásquez, (Bogotá:
Norma, 1995), 336. 71 En ese mismo año erigieron un convento en capital del país llamado el Monasterio de la Enseñanza de monjas
Benitas Patricia Londoño Vega, Religión, cultura y sociedad en Colombia, Medellín y Antioquia 1850 – 1930.
(Bogotá: Fondo de Cultura Económica, 2004), 103. 72 “La educación del bello sexo”, El Catolicismo, Bogotá, 25 de agosto, 1857, 273. 73 “Educación de la mujer”, El Catolicismo, Bogotá, 6 de enero, 1857, 8. 74Martha Cecilia Herrera, “Las mujeres en la historia de la educación,” en Las mujeres en la historia de
Colombia, editado por Magdala Velásquez. (Bogotá: Norma, 1995), 97.
![Page 27: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/27.jpg)
27
la educación de las niñas”75. Las maestras tenían relevancia en la sociedad, y más aun para
la Iglesia católica, porque principalmente se ocupaban de enseñar la doctrina católica, la cual
se estimaba de igual o mayor importancia que cualquier arte o rama del conocimiento.
Las condiciones que legitimaron a las mujeres como maestras, además de su condición de
católicas, tenían que ver con sus condiciones de madres, estimado como el rol femenino por
excelencia: si una mujer estaba en condiciones de educar a sus hijos, de la misma manera
podía hacerlo con los hijos de los demás. El ser madre no era una condición obligatoria, pero
se consideraba que todas las mujeres tenían el “instinto” maternal. La maternidad se pensaba
como la identidad natural y única de las mujeres, además de ser de suma importancia para el
régimen republicano, debido a que de las mujeres dependía la primera educación de los
futuros ciudadanos y de las niñas que luego serían madres y esposas. La escritora Soledad
Acosta aseguraba que la maternidad y las labores hogareñas eran la profesión más seria en la
vida de una mujer, y agregaba que su único equivalente era el ser maestra.
El respaldo a las mujeres en su labor como maestras estaba basado principalmente en su
prestigio moral, religioso y social, visto su ejemplo como vital para educar a las niñas y
jóvenes76. Las mujeres que lideraban los establecimientos educativos, solían ser viudas o
solteras (no podemos olvidar que para que las mujeres casadas ejercieran su labor como
maestras debían tener la autorización de sus maridos)77. La prensa católica da cuenta de las
estrategias e iniciativas de las mujeres frente a la educación, de quienes fundaban colegios e
impartían clases particulares. Ellas acudían a la prensa para promocionarlos. Y dentro de sus
motivaciones por abrir establecimientos educativos y ser instructoras, figuraba el tener un
ingreso económico, ocupar su tiempo libre o tener reconocimiento familiar y social, pero lo
que resaltaba la prensa católica en cuanto a su labor, era su contribución con la educación de
las niñas.
Las mujeres acudían a la prensa católica para promocionar sus colegios, publicaban sus,
prospectos los cuales incluían la fecha de inicio de clases, el plan de estudios y la lista de
maestros y maestras; de paso invitaban a los padres de familia a inscribir a sus hijas. Los
periódicos El Catolicismo y La Caridad, al tener circulación en varias regiones del país,
fueron espacios para que los colegios se dieran a conocer no solo en Bogotá sino en otras
ciudades. De la misma manera, quienes residían fuera de la ciudad también anunciaban sus
establecimientos educativos en estos periódicos. Las encargadas de la dirección de los
colegios e impartir las clases, en varias oportunidades eran familiares, incluso hermanas; por
citar algunos ejemplos en la década del sesenta, señalados por La Caridad, están los colegios
del Sagrado Corazón de María, La Merced, La Santísima Trinidad, Nuestra Señora de la Paz,
75“Influencia del sacerdocio católico en la educación i bienestar social de los granadinos”, El Catolicismo,
Bogotá, 1 de diciembre, 1849, 26. 76 “Educación de la mujer”, El Catolicismo, Bogotá, 6 de enero, 1857, 8. 77"Código Civil y de Comercio". En Los doce códigos del estado de Cundinamarca, Bogotá, Imprenta de
Echeverría Hermanos, 859, tomo 2, título preliminar, capítulo 4, art. 22, 18.
![Page 28: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/28.jpg)
28
pero estas alianzas no fueron exclusivamente entre mujeres, como fue el caso de Juana
Sandino Groot con su hermano Jesús Sandino. Las mujeres se apoyaban no solo entre ellas
o en sus familias para llevar a cabo su proyecto educativo, sino que acudían a diferentes
maestros de colegios masculinos para impartir instrucción a las niñas, entre ellos los señores
Benigno Perilla, Roman Isaza, Oresteres Sindici, Celestino Figueroa, Victor Touzet entre
otros reconocidos maestros de la ciudad.
La enseñanza de música, arte e idiomas era un conocimiento agregado que contribuía a
moldear el ideal femenino de las mujeres de élite, pues se consideraba indispensable formar
mujeres “brillantes en el gran mundo”78. No todos los colegios ofrecían música, ni los
idiomas inglés o francés; pero para llenar esos vacíos, había mujeres que hacían público el
anuncio de ofrecer sus servicios como profesoras en estos ramos de la enseñanza. La sección
de avisos de La Caridad permite apreciar que las tarifas que cobraban las maestras; los
precios dependían si las clases eran a domicilio o en planteles educativos, de la intensidad
horaria y del número de alumnas.
Abigail Silva ofrecía enseñanza de piano con clases teóricas y prácticas, impartidas a
domicilio o en su casa de residencia en donde las lecciones eran más económicas79. Las clases
no solo eran en las casas, también estaba la opción de ofrecerlas en los colegios, como el caso
de Madalena Lion80, quien ofrecía clases de francés. Lucia Dikson, profesora de inglés, fue
un poco más allá del resto de las mujeres educadoras de niñas: se dirigió a los directores de
los colegios de varones masculinos, pretendiendo acceder a un espacio casi exclusivamente
masculino. Como en otras oportunidades, había quienes intermediaban en los roles
educativos de las mujeres, en este caso los interesados en las clases de Lucia debían hablar
con José Joaquín Ortiz o con Ricardo Carrasquilla, dos figuras públicas muy conocidas por
la élite bogotana.81.
El hacer público el ofrecimiento de sus servicios de instrucción a los colegios no era
exclusividad de ninguno de los dos sexos, como son los casos del señor Froilán Gómez, quien
se ofrecía a enseñar los últimos métodos y “descubrimientos” en el arte a precios módicos y
en corto tiempo. Y del señor Diego Fallon quien se dirigía a las señoras y señores regentes
de colegios, para prestar sus servicios como profesor de inglés, música, religión, moral y
ciencias intelectuales82. Pero el caso de las mujeres que hemos señalado muestra que éstas
eran muy activas, dinámicas, y que no dudaban en recurrir a múltiples iniciativas.
78 Valido en la medida que la primera mujer graduada de una universidad en Bogotá en la segunda mitad del
siglo XIX lo hizo en música, en la Universidad Nacional. 79“Lecciones de piano”, La Caridad, 2 de junio, 1870, 80Magdalena Lion, “A las señoritas”, La Caridad, Bogotá, 15 de diciembre, 1865, 209. 81 "Anuncios", La Caridad, Bogotá, 7 de octubre, 1868, 224. 82 “AnunciosLa Caridad, Bogotá, 10 de diciembre, 1868, 368
![Page 29: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/29.jpg)
29
El reconocimiento a su labor
Para el año de 1853, El Catolicismo habla de la señora Juliana Malo, quien trabajó junto con
su esposo, el señor José Joaquín Ortiz, fundador, director y profesor del Instituto de Cristo;
a ella se le reconoció la manera impecable de llevar a cabo su trabajo como administradora
doméstica del colegio. Primero se resaltaba su relación matrimonial, sus virtudes y luego su
condición de ama de casa y madre, permitiéndole cumplir a cabalidad su labor en favor de
los niños de un establecimiento educativo:
… pues debe ocupar un lugar mui distinguido el de la estimabilísima
Señora Juliana Malo, digna compañera de su virtuoso esposo Dr. Jose
Joaquin Ortiz. Esta Señora, cuyo espíritu de órden i buen gobierno es
admirable, se halla dotada de una amabilidad tan natural, de un carácter
franco i apacible, que mas que Señora de la casa, aparece en ella como
madre universal de todos los niños confiados á la vigilancia i
responsabilidad de su esposo: á todos atiende, i con admirable inteligencia
tiene en el mas exacto órden i regularidad todo lo concerniente á la
economía doméstica del establecimiento. I me atrevo á asegurar que en
ningun Colejio de los establecimientos hasta ahora en esta ciudad, ha
habido una mesa mas esmerada, mas abundante, ni servida con mas aseo i
esmero, cuidado encargado enteramente á tan estimable señora83.
Este reconocimiento público a la labor administrativa de Juliana muestra dos aspectos: el
primero, la extensión directa de los deberes domésticos de las mujeres a los establecimientos
educativos; segundo, si pensamos que el grupo de mujeres al que alude El Catolicismo estaba
constituido por mujeres viudas que tomaban los hábitos religiosos y se dedicaban a la
educación, en este caso se trata de una mujer casada a quien su esposo le proporcionó un
espacio diferente para hacer las labores del hogar. Así, las mujeres no solo legitiman su
presencia en la educación por ser madres, sino por ser organizadoras del hogar, por ello aquí
podemos encontrarlas no solo como maestras, sino administradoras de establecimientos.
Si tenemos en cuenta que en la mayoría de los colegios femeninos, las directoras cumplían
funciones de maestras, vemos que las mujeres, tal como se aprecia en la prensa católica,
fueron objeto de reconocimiento público por las diversas tareas que llevaban a cabo como
educadoras: ya fuese como fundadoras, directoras o maestras, o por todas a la vez.
Ya para el año de 1868 evidenciamos que además de elogiar las virtudes y laboriosidad de
las señoras vinculadas a la educación, se resaltaba también su método de enseñanza:
Si á la demostración que han dado las señoras mencionadas en su
laboriosidad y de la bondad de los métodos empleados, se agrega la
esmerada educación y virtudes que a ellas las distinguen y el trato material
que dispensan á las alumnas, no hay duda que el establecimiento que
83 Fernando Caicedo i Camacho, “Al deber i a la amistad”, El Catolicismo, Bogotá, 3 de diciembre, 1853, 222.
![Page 30: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/30.jpg)
30
dirigen ofrecen a los padres de familia todas las garantías apetecibles para
la educación intelectual y moral de sus hijas84.
Para hablar de la distinción a las mujeres como gestoras de la educación femenina, debemos
aludir su papel como fundadoras de establecimientos educativos. El abrir un nuevo colegio
femenino dentro de los parámetros conservadores era motivo de congratulación, afirmando
que era una obra con beneficios religiosos, morales y civilizatorios para la sociedad. En el
momento de la inauguración, asistían las autoridades gubernamentales y eclesiásticas, padres
de familia y demás ciudadanos a respaldar la nueva iniciativa. El evento se amenizaba con
coros de niñas, que acostumbraban a cantar en las ceremonias religiosas85. El reconocimiento
venía, en la mayoría de las veces, de los clérigos y señores reconocidos socialmente, quienes
daban su aval y en ocasiones colaboraban con la iniciativa de las mujeres; aparte de hacer
público su respaldo, contribuían con dinero o con el alquiler de la casa en donde funcionaría
el colegio86.
En ocasiones, las mismas mujeres al abrir un colegio, buscaban el aval de personas
reconocidas en el campo educativo, con la finalidad de darle credibilidad a su institución y a
sus capacidades como orientadoras y educadoras. En el caso de las hermanas Eloísa y Zoila
Franco, quienes fundaron el Liceo de niñas: “Como comprobante de nuestra aptitud para la
enseñanza, nos atrevemos a evocar el testimonio de la señora Directora i los señores
profesores del Colegio La Merced”87. Y de otra parte, está la señora Abigail B. de Jessup,
quien por medio de una carta le pidió al señor Isidro Arroyo, uno de los maestros del colegio
de La Merced, que diera su opinión sobre ella como posible educadora. En su respuesta, el
señor Arroyo decía:
Mi muí estimada señora: Contesto gustosamente a U. la pregunta que me
hace diciéndole: que recuerdo perfectamente que U. fué una de las
distinguidas alumnas de las muchas del Colejio de "La Merced" i mui
aprovechada en los ramos que espresa geografía i aritmética), i que estudió
bajo mi dirección. En consecuencia, creo que U. tiene las aptitudes
necesarias para la enseñanza de los indicados ramos, i que concurren en U.
las circunstancias que demanda la dirección de un Establecimiento de
educación88.
El respaldo muchas veces venía acompañado de recomendaciones. Para el año de 1866
diferentes artículos mostraban aspectos importantes que se debían tener en cuenta en el
momento de asumir la instrucción de las niñas y los niños, entre ellos, la educación moral, el
84 Felipe Zapata, Leónidas Olarte, Diego Uscategui, Aquileo Parra, entre otros, "Colegio de señoritas de Velez",
La Caridad, Bogotá, 17 de diciembre, 1868, 85 “Colejio del Sagrado Corazón de Jesus”, El Catolicismo, Bogotá, 8 de enero, 1856, 568. 86 “Colegio de la Providencia”, La Caridad, Bogotá, 4 de marzo, 1869, 549. 87 Eloísa y Zoila Franco, “Liceo de niñas”, La Caridad, Bogotá, 20 de enero, 1865, 288. 88Isidro Arroyo, “Colejio de Santa Ana”, La Caridad, Bogotá, 2 de diciembre, 1864, 176.
![Page 31: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/31.jpg)
31
deporte y la higiene. En una carta dirigida a la señora Faustina Saenz de Melgar, el señor
Fernán Caballero le aconsejaba inculcar la obediencia con cariño para no hacer de ellos niños
rebeldes; para las niñas sus juguetes deben ser muñecas y cocinas, ya que podrían ser el ABC
de las mujeres de su casa y de madres de familia; las niñas se deberían vestir sin lujo, además
de inculcarles obediencia y sumisión89. En el mismo año, la señora María de Jesús Santander
Herreros, desde la ciudad de San José de Cúcuta, dirigió una carta al señor Rafael Niño,
director de la Escuela de San Agustín, a quien felicitó y le expresó su admiración por su
labor:
Al felicitar a usted por el feliz resultado de sus primeros ensayos, brindo
mi homenaje de mi admiracion a sus esfuerzos; i al alentarle con el consejo
de mi experiencia a no desmayar ante tan espinosa carrera, permítame
usted que, con la autoridad de mis años i valida de la influencia i bondad
que le son características, le exhorte dar preferentemente a sus alumnos
educacion moral i relijiosa, porque creo que conviene dar mas en este siglo
formar completamente el corazon según el evangelio i las altas enseñanzas
católicas, que abrir solo de par en par las puertas del saber humano, sin el
apoyo i norte de la verdad relijiosa90.
María de Jesús no solo reconocía la labor del hombre, sino que además le recomendó enseñar
la moral y la religión a sus estudiantes; quien así se atrevía a aconsejar, validaba su autoridad
en su mayoría de edad y en su experiencia como educadora. La legitimidad, como vemos al
menos en este caso, no siempre venía del lado de los varones.
Los certámenes como escenarios de reconocimiento
Una manera de legitimar y, al mismo tiempo, de publicitar la buena labor de las maestras,
fue a través de la celebración de los certámenes. La gran mayoría de los establecimientos
educativos, públicos y privados, llevaban a cabo certámenes que consistían en evaluar a los
estudiantes en las diferentes áreas y en la exposición de trabajos manuales, obras literarias
y/o artísticas. A estos eventos asistían las directivas y maestros del colegio, los padres de
familia y algunas personalidades públicas, como clérigos y representantes del gobierno.
Podían tener la duración de uno a tres días y por lo general se llevaban a cabo al finalizar el
año escolar. Su fin era dar cuenta de los avances y resultados de los estudiantes, demostrando
así que la inversión de los padres en materia educativa había sido fructífera. La publicación
de dichos eventos en la prensa católica contribuyó para que se le reconociera públicamente
el liderazgo y el buen trabajo de las mujeres en los colegios femeninos. Entre otros ejemplos,
podemos aludir al del colegio de Santa Teresa de Jesús:
89 “Sobre la educación”, La Caridad, Bogotá, 2 de febrero, 1866, 354. 90 María de Jesús Santander Herreros, "Instrucción pública", La Caridad, Bogotá, 19 de enero, 1866, 334.
![Page 32: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/32.jpg)
32
…han quedado sus asistentes “sorprendidos y admirados” de los progresos dirigidos por
la señorita Clelia Peña “joven matrona de virtudes i de instrucción, i de sus hábiles i
virtuosas hermanitas. La enseñanza moral i relijiosa, la mas importante de todas, se dá
allí por un Sacerdote ilustrado i de notoria virtud, aparte de que esa enseñanza, así como
la de urbanidad i de cultura91.
Las mujeres eran conscientes de la importancia de brindar un servicio educativo que llenara
las expectativas tanto de los padres de familia como de cualquiera que estuviera en condición
de juzgarlas, se preocupaban por sus currículos, por los profesores que les colaborarían con
ciertas materias92, con las instalaciones del colegio, entre otros aspectos. En cuanto podían,
las directoras agradecían a los padres de familia por la confianza que habían depositado en
ellas y se comprometían a seguir educando a las niñas con esmero para así no desmeritar el
respaldo y la confianza que ya habían conseguido.
Los colegios femeninos no eran los únicos reconocidos por sus buenos resultados en los
exámenes, también estaban los colegios masculinos, y por lo mismo los directores y maestros
así mismo eran congratulados en la prensa. Es pertinente anotar que no solo se mencionaba
los logros de los colegios de Bogotá, sino de otras provincias, como el caso del Colegio de
señoritas de Vélez, que tenía como directoras a las señoras Araceli de Codazzi y Hersilia de
Codazzi, en donde un grupo de doce “distinguidos” señores evaluaron a las niñas en las áreas
de religión, historia sagrada, aritmética, gramática castellana, geografía, dibujo, escritura,
manualidades y música teórica y práctica. Estos señores afirmaron: “...habiendo quedado
completamente satisfechos del resultado de dichos actos, nos creemos en el deber de
recomendar a los padres de familia este interesante plantel”93. Araceli y Hersilia de Codazzi
invitaron a evaluadores reconocidos y externos como una forma de garantizar públicamente
el nivel académico de su colegio.
Otra manera de reconocer su labor fue vincular sus establecimientos en una lista única de los
mejores colegios. Para el año de 1879, La Caridad hablaba de los cinco mejores
establecimientos educativos de Bogotá, advirtiendo que no se trataba de desmeritar a los
demás. No hacían mención del nombre del colegio, sino el de sus directores. Dos de los cinco
seleccionados eran planteles femeninos: uno de ellos bajo la dirección de la señora Eufemia
Cabrera, viuda del escritor y poeta José Joaquín Borda; el otro, dirigido por las señoritas
Isaza94.
91 “Colejio de Santa Teresa de Jesus”, El Catolicismo, Bogotá, 14 de diciembre, 1858, 402. 92 Los colegios de niñas contaban con un sacerdote, profesoras de canto, piano, bordados, tejidos y otras
costuras. Y profesores de francés, castellano, aritmética, geografía, caligrafía y dibujo. 93Felipe Zapata, Aquileo Parra, Leónidas Olarte, entre otros. “Colegio de señoritas en Vélez”, La Caridad, 17
de diciembre, 1868, 364. 94 “Educación”, La Caridad, Bogotá, 9 de enero, 1879, 598.
![Page 33: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/33.jpg)
33
El respaldo y el reconocimiento a las mujeres educadoras expresado en la prensa fue una
constante. Sin embargo, los elogios en ocasiones cedían el paso a ciertos cuestionamientos,
como le sucedió a la señora Sixta Pontón de Santander.
Los cuestionamientos a Sixta Pontón de Santander
La señora Sixta Pontón de Santander, quien tras la muerte de su esposo, el general Santander,
decidió invertir su fortuna en obras de educación, fundó tres colegios, uno femenino, otro
masculino y el tercero, una escuela gratuita para niñas pobres, además de dos congregaciones.
La señora Sixta fue una de las mujeres más reconocidas en la labor educativa; sus obras eran
resaltadas recordando la imagen de su esposo, afirmándose que ella hacía honor a la memoria
de quien siempre se preocupó por la educación de la república. Y ella misma se amparaba en
la memoria de su esposo para validar o exaltar su rol como directora y educadora95. Por su
labor se pensaba que lograría librar a muchos de la ignorancia y las malas costumbres. Y
otros afirmaban: “… aprecio i gratitud con que nosotros recomendamos esta accion jenerosa
i de efectos tan trascendentales para el bien moral de la capital de la República”96.
Sixta fue una mujer que recogió las distintas condiciones que llevaban a las mujeres a ser
figuras públicas: venía de la clase alta, casada con un hombre influyente públicamente, madre
y devota religiosa, a tal punto que, una vez enviudó se convirtió en monja. Invirtió su dinero
en colegios, se interesó en educar a las mujeres para que fueran madres y maestras cultivando
la religión en ellas, y dado el caso en orientar la vocación de aquellas que serían ser monjas.
Se distinguía por sus obras de caridad, y uno de los medios para lograrlo fueron los colegios.
En El Catolicismo, con la fecha del primero de junio de 1850, a la señora Sixta Pontón se le
ratifica su labor como directora y maestra del Colegio del Corazón de Jesús, afirmando que
50 alumnas a su cargo, demostraron en los certámenes adelantos religiosos, morales e
intelectuales. Este acto fue visto como un gesto de porvenir para la República y se agregaba,
no sin sorpresa, que “no se podía comprender cómo en tan corto tiempo pudieron hacerse
procesos tan rápidos y notables en la variedad de materias como las que se habían presentado
en los certámenes”97. Sixta fue un ejemplo de lo que mencionábamos anteriormente: a saber,
que algunas mujeres contribuían con el modelo educativo pensado por la Iglesia y el
conservadurismo, a la vez que alcanzaban el reconocimiento público por su buenos resultados
como directoras y maestras.
Sin embargo, la señora Sixta presentó algunos inconvenientes. Para finales del mes de
diciembre de 1856 se publicó en El Catolicismo el prospecto de su nuevo colegio masculino,
95 Sixta Ponton de Santander, “Escuela del Sagrado Corazon de Jesus para la enseñanza de las niñas pobres”,
El Catolicismo, Bogotá, 12 de noviembre, 1853, 195. 96 “Escuela gratuita de niñas”, El Catolicismo, Bogotá, 12 de noviembre, 1853,195 97 “Colejio del Corazon de Jesus”, El Catolicismo, Bogotá, 1 de junio, 1850, 131.
![Page 34: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/34.jpg)
34
el Sagrado Corazón de Jesús. En él podía leerse: “cada niño debe estudiar todos los ramos de
la enseñanza”. El periódico El Porvenir afirmó que esta frase era errada, manifestando que
los conocimientos que se les impartía a los niños debían ir de acuerdo con sus edades, que
un niño de ocho años no debía aprender lo que aprendía el niño de 13 años. Además, agregó
que solo los jesuitas sabían y podían dirigir bien la enseñanza.
El Catolicismo, en defensa de Sixta, expuso que el autor del artículo, como persona educada,
debió acercase a la señora Sixta para resolver sus dudas, como lo habían hecho otros padres
de familia, y no divulgarlo públicamente; y aseguraba que el plan de estudios del Colegio
Sagrado Corazón de Jesús estaba basado en los parámetros de la Compañía de Jesús. Acto
seguido, el periódico reconoció que hubo una equivocación por parte de la señora Sixta. Aun
así, sostuvo que la crítica fue injusta y altamente ofensiva con una mujer que había fundado
establecimientos educativos sobre la base de la religión y la moral, siendo a la vez una señora
consagrada a su patria, ofreciendo su juventud, su inteligencia y cuantiosos fondos en favor
de la sociedad, y como ella pocos ejemplos había, por lo que merecía todo respeto e
indulgencia en sus pequeños errores98.
Este nuevo colegio masculino suscitó con el tiempo nuevas críticas. Entre 1857 y 1858, Sixta
tuvo inconvenientes con monseñor Miecislao Ledochowsky, delegado apostólico. Este
hombre le afirmó al cardenal Antonelli, secretario de Estado, por medio de una carta fechada
en Bogotá el 11 de noviembre de 1858, que el establecimiento de niñas fundado y dirigido
por la señora Sixta se había elevado en breve tiempo a una insólita prosperidad, y él la
justificaba por la protección y apoyo de monseñor Mosquera, arzobispo entonces de Bogotá.
Ledochowsky llegó a afirmar que este establecimiento anduvo en perfecta regularidad hasta
la muerte de monseñor Mosquera, porque luego ella había asumido la regencia del
establecimiento a su manera99.
Monseñor Ledochowsky la acusó ante el arzobispo Antonio Herrán y solicitó a Pablo de
Blas, superior de las Jesuitas, que inspeccionara todos los establecimientos que ella había
fundado y dirigía. Ledochowsky afirmaba que Sixta permitía el contacto entre hombres y
mujeres por medio de una puerta que comunicaba el nuevo colegio de varones con el de las
mujeres y que los jóvenes seglares entraban con frecuencia al colegio femenino; que tenía el
cuerpo de su esposo debajo de la capilla, que cargaba en su cuello la llave del sagrario y junto
a ella la del cajón donde estaba su marido; aludía a los lujos del colegio, únicos en
comparación con los demás de la ciudad; insinuó que confesaba a sus monjas, impartía la
bendición trina a las alumnas, a quienes les pedía que besaran sus pies y les daba la orden de
arrodillarse cuando ella pasara cerca; la juzgaba por haber afirmado que había sido curada de
98 “Colejio del Sagrado Corazon de Jesus”, El Catolicismo, Bogotá, 1 de enero, 1856, 360. 99 Archivo Segreto Vaticano, Año 158, Rubr.251, fasc.2 fol. 3r-7v, en Luis Carlos Mantilla, “La viuda del
general Santander cuestionada por el delegado apostólico de la Nueva Granada”
Ramón Luis Acevedo Marrero, “Un poeta nacional: Juan Antonio Corretjer,” Revista del Instituto de Cultura
Puertorriqueña 8, no. 15 (2008): 15.
![Page 35: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/35.jpg)
35
una mortal enfermedad, que recibía revelaciones sobrenaturales y que gracias a sus oraciones
algunos niños habían sido liberados del limbo, y finalmente, que ella ejercía influencia y
superioridad sobre los sacerdotes100.
En total fueron 15 acusaciones, las cuales fueron confrontadas con Sixta y en su mayoría
resultaron ser falsas. Aun así se ajustaron algunas medidas por orden del padre Pablo de Blas,
quien inspeccionó durante dos meses los establecimientos. A pesar de que monseñor
Ledochowsky expresó su aprobación a lo que el padre De Blas había señalado, en una carta
posterior, fechada el 25 de septiembre de 1858, apretó sus exigencias y las resoluciones que
de acuerdo con el arzobispo Herrán había juzgado oportunas, a fin de que se las hiciera saber
a la señora, invitándola a cumplirlas. Entre las nuevas exigencias estaban el sellar la puerta
que comunicaba el colegio femenino con el masculino y prohibir a los alumnos visitar a sus
hermanas en el colegio que estaba continuo.
Tomaremos como ejemplo una de las acusaciones de monseñor Ledochowsky y
observaremos el manejo que se le dio: “Se afirmaba que Sixta asegura a las personas que la
acompañan, que ella ha sido milagrosamente curada de una enfermedad que sufría el año
pasado y que hace celebrar algunas fiestas anuales y mensuales en agradecimiento de esa
presunta resurrección”101. Ante este hecho, el padre De Blas responde: “… parece ser cierta,
pero sin que la señora pretenda que haya tenido lugar una verdadera resurrección, ni parece
que las fiestas que se celebran hayan tenido otro carácter que una acción de gracias a Dios
por un favor recibido de su divina mano”102. Monseñor Ledochowsky determinó suprimir las
fiestas mensuales y anuales con motivo de agradecimiento por parte de la señora Pontón,
advirtiendo que no quedaba prohibido agradecer a Dios por los beneficios recibidos.
La intención del clérigo fue disminuir el protagonismo de Sixta dentro del mismo
establecimiento educativo, apaciguando su liderazgo como directora y su imagen de religiosa
devota. No por ello, Sixta respondió a Monseñor Ledochowsky en una carta con fecha de 30
de octubre de 1858:
En algunos no hay materia para que recaiga prohibición; en otros se me hiere mi
delicadeza personal, cosa que de ninguna manera puedo dejar pasar en silencio, y otros
finalmente están en relación directa con casos muy delicados de conciencia que no pude
manifestar al padre Blas porque el restringe enteramente mi confianza manejando un
asunto tan delicado con personalidad, dando golpes tan profundos que no habrá en el
mundo quien pueda cicatrizar heridas tan mortales (…). En esta carta solamente me
propongo hacerle saber a vuestra excelencia que tengo motivos justos, los cuales no me
100 ASV, fol. 10r-12r 101 ASV, fol. 16r 102 ASV, fol. 17r
![Page 36: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/36.jpg)
36
permiten practicar cuanto se me exige. He sido sentenciada sin antes escuchar mis
razones particulares, que únicamente podrían ser expuestas a una persona imparcial103.
La respuesta de Sixta fue más que un gesto de defensa, asumió una posición frente a sus
acusaciones cuando ella lo contradice diciendo en algunos no hay materia para que recaiga
prohibición. Y el mismo Ledochowsky consideró la carta de Sixta agravante: “Señora:
deseando evitar consecuencias que podría producir la carta que usted se dignó
dirigirme…”104. Esta frase ratifica que los términos de Sixta no eran los más benévolos y
sumisos como se podría esperar, sino más bien una voz de protesta, y no lo miremos como
una injusticia a Sixta, como pudo o no haber sido, sino como la manera en que este clérigo
pretendió frenar el liderazgo de Sixta como regente educativa, poniendo en tela de juicio la
manera como ella conducía los establecimientos, y a ella misma como mujer religiosa, siendo
estos dos aspectos por los que las mujeres se debían destacar para validar su labor en la
educación.
Esta confrontación entre Sixta y el clérigo nos permite preguntarnos sí el respaldo a las
labores educativas de las mujeres por parte de la Iglesia no era generalizado, o sí consientes
de la autonomía ganada por parte de las mujeres, la Iglesia buscaba vigilarlas y controlarlas,
cualquiera de las dos opciones, nos llevaría a pensar en las dificultades que se les presentaron
a las mujeres al asumir el rol de directoras y educadoras. Lo cual será motivo de otras
investigaciones.
103 ASV, fol. 27r 104 ASV, fol. 135r
![Page 37: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/37.jpg)
37
Capítulo III
La presencia de las mujeres en las labores de caridad y beneficencia
Caridad vs. Liberalismo
Los periódicos El Catolicismo y La Caridad, para la segunda mitad del siglo XIX, publicaron
diversos discursos que hablaron sobre la caridad, dando una amplia y compleja definición
sobre ella, considerándola la vez como el principio, la condensación y el símbolo de todas
las responsabilidades cristianas, y al mismo tiempo, una forma de contribuir con la justicia y
el progreso de la sociedad. Se pretendía que la caridad cimentara un compromiso colectivo,
como el vínculo entre los cristianos y Dios, con el argumento de que para amar a Dios había
que amar al prójimo.
Jaime Blames105 afirmaba que la caridad era un mandato divino, una forma de llegar a Dios
y de concebir el "bienestar para el espíritu", una manera vivencial de ciertos sentimientos y
de poder transmitirlos, a la vez que se debían sentir los ajenos, es decir, la caridad permitía
que las buenas acciones estuviesen acompañadas de buenos sentimientos, consiguiendo ser
receptivo ante los sufrimientos del afligido e incentivando el compromiso de ayuda106. Se
consideraba que la religión católica era la más indicada para desarrollar la caridad, toda vez
que Jesús había sido su fundador y precursor. El dogma católico consideraba la caridad como
deber de todos los católicos y su cumplimiento llevaría a los clérigos a la santidad y a los
laicos a obtener el perdón de sus pecados107, además de ofrecer satisfacción personal a
todos108.
De otro lado, La Caridad advertía de la posible confusión entre los conceptos de caridad y
filantropía, debido a que podían ser interpretados como sinónimos. La Iglesia afirmaba que
quienes ayudaban a los necesitados con la bandera de la filantropía, lo hacían con la finalidad
de conseguir prestigio social, mientras que quienes lo hacían en nombre de la caridad, era
con sinceridad y por amor109. La discrepancia entre los dos términos se le achaca a las
105 Sacerdote, filósofo, apologista, sociólogo y político español; uno de los principales articulistas en la prensa
católica bogotana. Defensor de los principios católicos, tanto en el terreno de la filosofía como en el de las
cuestiones políticas y sociales; pensador familiarizado con la especulación doctrinal de Santo Tomás (M.
Grabmann, Historia de la teología católica, Madrid 1946, 342-343. 106 Jaime Balmes, "La Caridad", La Caridad, Bogotá, 1 de febrero, 1867, 409. 107 Manuel Canuto Restrepo, “Discursos pronunciados en la casa episcopal el día de la consagración del
ilustrísimo Sr. Dr. Antonio Herrán”, El Catolicismo, Bogotá, 24 de abril, 1855, 59. 108 “Caridad católica”, La Caridad, Bogotá, 17 de noviembre, 1865, 117. 109 Frente a esta distinción, podemos agregar que con la caridad los católicos podían lograr que sus pecados
fuesen perdonados, es así que, tanto la caridad como la filantropía buscaban un beneficio personal, sin importar
cuál fuese.
![Page 38: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/38.jpg)
38
diferencias que había entre la Iglesia y el liberalismo para la segunda mitad del siglo XIX,
así pues, el clero afirmaba que los liberales no asumían la caridad sino la filantropía.
Recordemos que uno de los propósitos del liberalismo fue disminuir la influencia de la Iglesia
en el pensar y accionar de la sociedad, por lo que puso en marcha la constitución sancionada
el 21 de mayo y la ley 15 de junio de 1853, estableciendo la separación completa de la Iglesia
y el Estado, motivo por el cual el arzobispo Antonio Herrán, por medio de El Catolicismo,
solicitó a los clérigos impedir que dicha reforma liberal atentara contra la buena marcha de
la Iglesia, manteniendo las costumbres católicas, orientando y gestionando los deberes
católicos, entre ellos la caridad:
… se unirán estrechamente en el noble i sagrado vínculo de la caridad, para
dirijir á los fieles todos, por el buen camino, recordándoles el cumplimiento
de sus deberes respectivos: (…) recordando al rico i poderoso la brevedad
de la vida i la nada de las grandezas humanas: que en medio de los goces i
comodidades que esas riquezas le proporcionan, no debe olvidar que hai
muchos seres hermanos suyos que sufren, i que él debe consolarlos i
socorrerlos110.
Así, una forma de la Iglesia de contrarrestar las medidas liberales, fue seguir manteniendo
las labores de caridad por las que se había distinguido desde siglos atrás, demostrando su
liderazgo en la gestión y la contribución social, además de legitimar su presencia en la
sociedad en un asunto que debía asumir el Estado. Para este mismo año se reconoció que se
debía llamar a las mujeres a ejercer la caridad, como una manera de hacerle frente a la
inconformidad política:
Preciso es confesar que, á la vanguardia de este ejército de caridad, se notan
siempre matronas i las vírgenes que ahora, mas que en ningun tiempo, están
llamadas a salvar con su ejemplo i su piadoso zelo la nave de la Iglesia, de
las embravecidas olas del indiferentismo. Grande i fructuosa es la mision
de la mujer cristiana; á su piedad deberemos en mucha parte el arribo feliz
al puesto de salvacion despues de la borrasca que hoy combate á la Iglesia
granadina111.
Se habla de la presencia femenina en la caridad, explícitamente como una forma de
salvaguardar los intereses de la Iglesia y de la sociedad. Así que le asignaba a la mujer los
destinos de la patria por medio de sus deberes como católica. En suma, las mujeres al cumplir
con su deber cristiano cumplían con un deber social y político, debido a que los intereses de
la Iglesia eran los mismos, según el clero, que los de la sociedad.
110 Antonio Herrán, “Nueva situacion de la Iglesia Granadina”, El Catolicismo, Bogotá, 1 de septiembre, 1853,
102. 111 “En el mes de María”, El Catolicismo, Bogotá, 6 de agosto, 1853, 71.
![Page 39: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/39.jpg)
39
Un llamado a la caridad
Desde la Colonia hasta bien entrado el siglo XX, la Iglesia se encargó de la asistencia social.
Durante la segunda mitad del siglo XIX, la Iglesia atendió desvalidos, huérfanos, viudas y
pobres, como también fue responsable de los hospitales, hospicios y asilos. Y dada la relación
de las mujeres con la Iglesia, fueron ellas las principales en ser vinculadas a esta labor.
A las mujeres era a quienes principalmente se les invitaba a contribuir con los pobres y
enfermos con el argumento de que eran por “naturaleza” más sentimentales que los hombres,
y se pensaba que los sentimientos era el lenguaje que facilitaba la comunicación con el
necesitado. Asimismo, la prensa decía que Dios había dotado a la mujer con un corazón más
tierno y más fácil de conmoverse, por tal razón se consideraba como una persona idónea para
asistir a los necesitados. Seguidamente se mencionaba que las mujeres que ejercían la caridad
respondían a un llamado celestial. Esta propaganda de la presencia femenina en la caridad,
durante el siglo XIX, fue auspiciada por el papado de Pío IX, acerca de las virtudes intrínsecas
de la mujer para ser difusora de la fe cristiana.
Se solicitaban personas para que colaboraran con diversos oficios que demandaban los
establecimientos de beneficencia, como la repartición de la comida, el cambio de camas, el
suministro de medicamentos, entre otras. Aparte de solicitar pizarras, lápices, vestuarios,
comida, medicamentos, ropa de cama, entre otros. Uno de los elementos más solicitados eran
las hilas, se pedían con insistencia a las mujeres, pues eran necesarias para los enfermos del
hospital San Juan de Dios y del Lazareto Agua de Dios:
Es cosa muy fácil y hacedera. En todas las casas sobra ropa blanca, y las hilas se
sacan sin trabajo, por distracción, y aun pudiendo conversar. No estamos seguro de
ello, pero creemos que aun se ganan indulgencias por mandar hilas á los hospitales.
¡Ved que clase de religion es la católica que abre las puertas del cielo… hasta al
que consume un artefacto destruido, hecho trizas, que para nada ni para nadie sirve,
y lo envía reducido a materia prima para alivio de los pobres enfermos! Señoras!
hablamos con ustedes! Y al hablar con ustedes… sabemos con quienes
hablamos112.
Los encargados de hacer este llamado se sentían, al parecer, con la libertad de exigir la
colaboración de las mujeres para con los enfermos, ya que se les consideraba obligadas social
y religiosamente a ejercer la caridad. Se consideraba que todas las mujeres debían ser
activistas en la caridad, sin importar su clase social o sus compromisos como madre y esposa,
ya que quienes tuvieran obligaciones con sus familias, podían desde sus hogares hacer
112 “Hilas para el hospital de San Juan de Dios”, La Caridad, Bogotá, 8 de abril, 1869, 593.
![Page 40: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/40.jpg)
40
plegarias por los necesitados y por aquellas personas que se ponían al servicio de los pobres
y enfermos.
Formas de contribución a los necesitados
En la sección “Fastos de Caridad” del periódico La Caridad, aparecía todo lo relacionado
con las obras de caridad. Allí se publicaban las donaciones, que se daban en dinero o bienes
materiales, por parte de diferentes sectores como el clero, las sirvientas, los artesanos, los
campesinos, los establecimientos educativos, tanto femeninos como masculinos, además del
seminario conciliar, las sociedades de beneficencia, señoras, señores, clérigos, jóvenes, niños
y niñas. Los registros de donaciones se hacían de manera individual o colectiva.
Los fondos contaban con las colectas y donaciones dominicales, de personas particulares, de
los colegios, de los bazares, de las rifas, de la organización de eventos culturales, de la cuota
de las congregantas y herencias. Las donaciones tenían diferentes destinos, como a las
familias pobres, mendigos, misiones, construcción y mantenimiento de templos y
monumentos, arquidiócesis, establecimientos de beneficencia y caridad, ente ellos escuelas
gratuitas, casa de refugio para los pobres y huérfanos, cárceles y hospitales. La mayoría de
las donaciones eran en dinero, aunque había quienes contribuían con elementos de aseo o
alimentos113.
Algunos eventos culturales como conciertos de ópera y lírica fueron organizados con el fin
de recolectar fondos a favor de los establecimientos de caridad y beneficencia; sus
organizadores eran quienes se llevaban todos los elogios. Situación que encontramos algo
contradictoria, cuando se publican las buenas ganancias y se menciona a la organización del
evento del señor Zenon Padilla como un “acto laudable de beneficencia”114. Y luego, en un
artículo que pretende hacer la distinción entre los conceptos de caridad y filantropía, de esta
última a la que se cuestiona duramente, se alude que: “marcha al ruido estrepitoso de la
publicidad i la fama, la caridad se oculta. La filantropía consuela el infortunio riendo, i pide
para ella i para el pobre en los bailes, los espectáculos i grandes reuniones, i juega así con la
frívola vanidad del mundo”115. Vemos, pues, que los eventos culturales avalados por la
Iglesia fueron elogiados, mientras que los que eran organizados por sectores liberales, eran
motivo de críticas.
Las mujeres también se encargaban de organizar eventos culturales de beneficencia; está el
caso de la Señora Vissoni, quien organizó una ópera en la ciudad a favor de los pobres de
113 Pan, chocolate, fideos, sagu, panela, cargas de maíz, bultos de papa, racimos de plátano, jabón, ropa de cama,
camisas, enaguas, medias, utensilios de cocina, una balanza de cobre para la botica, entre otros. 114 “La Traviata”, La Caridad, Bogotá, 10 de marzo, 1865, 399. 115 “La Filantropía y La Caridad”, La Caridad, Bogotá, 19 de mayo, 1865, 529.
![Page 41: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/41.jpg)
41
San Vicente de Paul116. Para ello, trabajó junto con un grupo de señores encargados de la
recaudación y distribución de los fondos de la función. El liderazgo de las mujeres en
organizar eventos culturales contaba con el respaldo y la congratulación por parte de las capas
altas de la sociedad bogotana; más que por su gestión, por la finalidad con que se hacía el
evento.
Para las misiones también se organizaban eventos culturales; la señora Rosalía Galindo de
Brigad organizó una función de teatro para recolectar recursos en beneficio de las misiones
del Casanare, a cargo de los Apóstoles de San Alfonso María de Liguorio. Los resultados de
la recolección de dinero fue tal, que la arquidiócesis de Bogotá encomendó a la señora
Rosalía, junto con las señoras Jacinta Rivadeneira de Rota, Natalia Gómez de Rivadeneira y
Mercedes Barreto de Torres, el recaudo de las contribuciones tanto de la capital como de
otras poblaciones cercanas. Antonio María Amezquita, en relación a la labor de este grupo
de mujeres, se dirigía a ellas afirmándoles que estaban cumpliendo con las exigencias de la
religión y la patria.
La caridad en los colegios
Podríamos abordar la caridad en los colegios117 desde dos perspectivas: una, nos permite dar
cuenta de cómo los establecimientos educativos fueron escenario para que las maestras y
alumnas ejercieran la caridad. Y otra, la organización de mujeres interesadas en ejercer la
caridad abrían escuelas gratuitas para niñas pobres. Dicho de otro modo, unas mujeres, a
partir de su proyecto de educación, llegaban a ejercer la caridad y otras, para ejercer la
caridad, llegaban a la labor educativa.
Los colegios femeninos se caracterizaban por cumplir con la cuota de caridad, la cual
consistía en ofrecer educación gratuita a un determinado número de alumnas. Por ejemplo,
en el colegio La Merced de 60 niñas, ocho de ellas recibían enseñanza gratuita. Las directoras
eran las encargadas de coordinar el ingreso de las niñas pobres. Los colegios masculinos
también cumplían con esta cuota de caridad, como la Academia Mutis, que tenía como
director a José Caicedo Rojas, con un número de 77 alumnos de los cuales 15 recibían
instrucción gratuitamente. Las escuelas les permitieron a las señoras directoras tener un
espacio para incentivar a sus alumnas a la caridad, de paso dar ejemplo concreto y contribuir
en la organización de donaciones a los más necesitados.
Las directoras de los colegios lideraban actos de caridad, exigiendo a sus alumnas contribuir
con limosnas para los pobres. Eustoquia Carrasquilla como directora del colegio de la
116 “Fastos de la caridad”, La Caridad, Bogotá, 22 de septiembre, 1865, 63. 117 La Iglesia en sus diferentes discursos hablaba de la condición de sufrimiento, abnegación y resignación que
debían tener las mujeres, condiciones que justificaban que ellas asumieran labores educativas y de caridad, ya
que eran oficios molestos, uno más que otro, pero ambos demandaba asiduidad y paciencia.
![Page 42: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/42.jpg)
42
Santísima Trinidad, quien con ayuda de sus alumnas hicieron una recolecta en favor de los
pobres que socorría la Sociedad de San Vicente de Paul, ante este hecho La Caridad se
refirió: “…séame permitido pensar, que no ha dejado satisfecha la justicia, ha pasado en
silencio, no solo su nombre, sino hasta el modo como se reúnen aquellas limosnas en su
colegio”118. Los colegios masculinos también contribuían con los menesterosos, recolectan
dinero y auxilian con comida y ropa cada sábado entre dos y cuatro familias vergonzantes y
a los alumnos pobres de su colegio119.
Como lo mencionamos anteriormente, las mujeres que daban ejemplo de virtud, eran
consideradas como las más idóneas para la instrucción de los niños y niñas pobres y
huérfanos, y en algunas oportunidades de instruir a adultos en el catequismo en las iglesias,
hospitales y cárceles. Es así como las mujeres comprometidas con la caridad ejercieron la
instrucción en los centros de beneficencia, en temas de religión y moral, lecciones de lectura
y escritura, a diferentes edad, clases y género.
La apertura de escuelas para niñas pobres tenía el mismo protocolo que otros
establecimientos educativos, contaban con la presencia de un numeroso grupo de ciudadanos
y señoras. Este acto de caridad dirigido al sexo femenino era importante ya que no solo
beneficiaría a las niñas, sino también a sus familias y en general a la sociedad. La Sociedad
de San Vicente de Paul no fue la excepción en fundar una escuela para niñas pobres, esta
tenía un número que oscilaba entre las 60 niñas, de las cuales siete eran asiladas en sus
instalaciones de beneficencia. Las mujeres en su mayoría eran quienes dirigían las escuelas
femeninas, pero hubo algunas excepciones como la de Leónidas Posada Gutiérrez, quien
dirigía la escuela de las hijas de San Vicente de Paul en 1868120.
En suma, la educación y la caridad fueron dos actividades que se mostraron viables para las
mujeres por medio de la prensa católica, bajo los preceptos religiosos que consolidaban un
deber ser femenino, por ello hablar de una mujer caritativa o maestra entraba en la lista de
ser madre, esposa o monja sin ningún ruido, al menos para un grupo muy reducido de
mujeres.
Reconocimiento a las labores de caridad
Por medio de la prensa católica se hizo público el reconocimiento a las mujeres por sus
labores de caridad y beneficencia. En ocasiones se referían a ellas, dependiendo de su edad,
como venerables matronas o virtuosas y bellas señoritas. Su reconocimiento venía de
118 “Al Sr. Presidente de la Sociedad de San Vicente de Paul”, Bogotá, La Caridad, Bogotá, 15 de diciembre,
1864, 119 “Jeneroso desprendimiento”, La Caridad, Bogotá, 14 de octubre, 1864, 63. 120 “Escuela de las hijas de San Vicente de Paul”, La Caridad, Bogotá, 26 de noviembre, 1868, 330.
![Page 43: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/43.jpg)
43
diferentes sectores de la sociedad: por parte de la niñez eran respetadas y queridas; vistas
como maestras, amigas y madres, y de sectores como el eclesiástico, el civil y el
gubernamental eran consideradas ejemplos de caridad y patriotismo.
La Caridad, en uno de sus números publicados en 1869, registraba el reconocimiento que le
hizo la legislatura del Estado de Antioquia a la señora María Josefa Zulaiba, por medio del
periódico Oasis de Medellín, en donde se le “reconoce, aprecia y recomienda á la gratitud
pública los importantes servicios prestados con acendrada y ejemplar caridad en el hospital
del Estado”121. La Caridad se preguntaba quién había sido esta señora, o cuáles habían sido
sus acciones para que la primera corporación del Estado de Antioquía se hubiera ocupado de
ella. El mismo periódico respondía que María Josefa se había distinguido por casi treinta
años de haber servido a los necesitados consagrándoles su juventud, salud e inteligencia, y
se decía que cuando ya no había espacio en el hospital, los enfermos acudían a su casa.
El reconocimiento más amplio y sentido venía de parte de las mismas mujeres. Cuando
Vicenta Gutiérrez murió, Silveria Espinosa de Rendón aludía a sus virtudes y labores de
caridad:
Si sobre la tumba de los buenos patriotas, de los héroes i de los sabios, se
pueden escribir grandes i ruidosos elojios, i grabar palabras que brillen a los
ojos del mundo; sobre la tumba de una mujer, por recomendables que hayan
sido sus cualidades personales, casi nunca se puede gravar sino palabras
modestas, dictadas por la ternura, por la amistad o por la gratitud. Los
hombres distinguidos dejan un gran vacio en la sociedad, las matronas
recomendables dejan el recuerdo de sus buenos ejemplos, el buen olor de las
virtudes (…). Sin embargo, tan grandes, tan jenerosas, tan heroicas pueden
haber sido las virtudes de una débil mujer, que no solo la sociedad a que
perteneció sino la humanidad entera, deban vestir luto i llorar su ausencia,
cuando se despide de la tierra que embelleció con su vida i enriqueció con
sus beneficios. (…) Ella fue contagiada de fiebre tifoidea y murió de 45 años
el 16 de enero de 1861. Su familia la quiso sacar de aquel lugar pero ella
manifestó que: “quería morir allí, como muere el buen artillero al pie del
cañon”122.
Silveria Espinosa hizo una comparación entre un hombre destacado por su labor con la patria
y una mujer por su labor de caridad, diferenciando la importancia de cada uno y determinando
que la humanidad entera debía valorar la labor la difunta. Al final de la cita encontramos que
tanto Silveria como Vicenta utilizan el apelativo de soldado como una forma de relacionar
las labores de caridad.
121 “La señora Zulaibar”, La Caridad, Bogotá, 30 de septiembre, 1869, 220. 122 Silveria Espinosa de Rendón, “Una perdida para la humanidad o un recuerdo de las virtudes de la señora
Vicenta Gutiérrez”, El Catolicismo, Bogotá, 12 de febrero, 1861, 108.
![Page 44: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/44.jpg)
44
Fue tal el reconocimiento que le hizo Silveria Espinosa a Vicenta Gutiérrez que, además de
un extenso discurso acompañado de un poema, invitó a que en honor a su memoria se fundara
una escuela para niñas pobres:
Todas las ciudades católicas de Europa i algunas de América tienen sus
conservatorios, en donde van a asilarse las esposas virtuosas abandonadas,
las doncellas piadosas i desválidas i las niñas pobres, para consagrarse, las
primeras a la enseñanza de las últimas, bajo la direccion de algún o algunas
matronas respetables i de algunos sacerdotes fervorosos; i allí, con el
trabajo mutuo i bien ordenado, procurarse los medios de subsistencia de
que carecen estando aisladas, cultivar en sus almas las semillas de la virtud,
i ser útiles para si mismas i para la sociedad. Entre nosotros, las buenas
Religiosas de la Enseñanza i la señora Pontón de Santander, tiene sus
escuelas en favor de las niñas pobres. Sin embargo, estos dos
establecimientos no son suficientes para satisfacer todas las necesidades de
nuestra pobre sociedad; i un Establecimiento como el que dejamos
descrito, sería una fuente de bendiciones para ella.123
La Sociedad de San Vicente de Paul estaba de acuerdo con la propuesta, pero no contaba con
los recursos para llevar a cabo el proyecto, razón por la cual Silveria pidió a la congregación
Hermanas de la Caridad, a la que pertenecía Vicenta, se comprometieran con la labor y
recolectaran los fondos necesarios. El reconocimiento de Silveria a las labores de Vicenta
pretendía ir más allá del discurso, al tener la intención de llevar a cabo el proyecto de caridad
que Vicenta en vida había pensado realizar.
El sentido de reconocérseles a las mujeres sus labores de caridad y beneficencia
públicamente, les permitió ser parte de círculos masculinos, no solo clericales, sino como se
evidenció anteriormente, gubernamentales. Ahora, si tomamos en cuenta las palabras y la
gestión de Silveria, una mujer que tuvo liderazgo en las labores de caridad y beneficencia al
igual que Vicenta, podemos deducir la forma en que las mujeres se percibían a sí mismas,
reconociendo sus propias labores como dignas de elogio y veneración. La prensa no
evidencia situaciones de desaire a las labores de caridad en las mujeres, pero al parecer se
presentaban algunos comentarios en contra, ya que les recomendaban hacer caso omiso a las
burlas y críticas por su labor124.
Sociedades de caridad y beneficencia
Las mujeres contribuyeron en la organización y gestión de las labores caritativas y de
beneficencia, especialmente por medio de sociedades, también llamadas congregaciones o
123 Silveria Espinosa, “Una perdida para la humanidad…”, El Catolicismo, Bogotá, 12 de febrero, 1861, 110. 124 "Casa de Refujio", El Catolicismo, Bogotá, 30 de octubre, 1855, 177.
![Page 45: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/45.jpg)
45
asociaciones. Estas organizaciones promovían la limosna, realizaban actividades para
recolectar fondos, distribuían donaciones a las familias pobres, y diferentes funciones en los
hospitales, casas de asilo, cárceles y escuelas. En algunos casos, cuando el clero tenía la
intención de llevar a cabo la construcción de un establecimiento de beneficencia o templo
religioso, se veían en la necesidad de acudir a una congregación de caridad, y dado el caso
de fundarla, con la finalidad de que las mujeres les ayudaran en la gestión de fondos para el
proyecto: "con la ayuda de las señoras y demás congregantas que se unirán con el tiempo se
llevará a cabo dicho edificio"125.
Las mujeres al hacer parte de una sociedad de caridad y beneficencia, en palabras de
Mercedes Arango, constituyeron una de las formas más importantes para “salir de casa”,
dejar en ámbito doméstico y abrir espacios diferentes al de la familia. En esos núcleos se
establecían nuevas sociabilidades, se consolidaban las relaciones de mujeres de la misma
clase social, se creaban nexos con otras clases sociales, se fortalecían los lazos con la Iglesia
y con los partidos políticos. Estas agrupaciones se convirtieron en la forma como las mujeres
se adiestraban en la consecución y administración del dinero, el rodaje de los hospitales, los
asilos y los orfanatos, el entrenamiento como maestras, y un aspecto muy importante, que
poco se ha resaltado, el ejercicio de la escritura, materializado en la elaboración de los
informes generales y de tesorería126. Estas mujeres hicieron parte de agrupaciones mixtas,
bajo la dirección masculina. Esta experiencia modificó su percepción del mundo, su idea de
sí mismas y, hasta cierto punto, su inserción pública127.
En la prensa católica las sociedades de beneficencia y caridad podían publicar sus informes,
y no solo las que estaban organizadas en Bogotá, sino en otras poblaciones. Como lo hizo la
directora de la Hermanas de la Caridad de San Gil, Ignacia Duran: hacia el año de 1868, se
dirigía a las señoras y hermanas que conformaban la sociedad, reconociéndoles que gracias
a ellas había llevado a cabo un año en el cargo de directora, y cumpliendo con el reglamento
rendía un informe general sobre los asuntos de la sociedad:
Si el objeto de nuestra Asociacion no fuera de caridad y de santificacion,
sino puramente mundano, no estoy segura de que hoy tendría el gusto de
saludaros en este recinto y de dirigiros la palabra en vuestra cuarta reunion
semestral, habiendo pasado por las penalidades y angustias que hemos
125 Pedro José Vargas, "Congregación de caridad en San Gil", El Catolicismo, Bogotá, 2 de diciembre, 1856,
397. 126 Gloria Mercedes Arango, Sociabilidades católicas, entre la tradición y la modernidad. Antioquía, 1870 -
1930 (Medellín: Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín – IME dirección de investigaciones, 2004),
15. 127 Michelle Perrot, “Salir”, Historia de las mujeres, Vol.8, Georges Duby y Michelle Perrot (Madrid: Taurus,
1993), 155-189.
![Page 46: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/46.jpg)
46
tenido que atravesar. Dios vela, pues por vuestros pobres, y nos estimula
con ello á no desmayar en la labor emprendida128.
Este fragmento del discurso de Ignacia, deja ver que la caridad era motivo para que ellas se
organizaran, y se consideraba que era la religión la que estimulaba sus labores y la manera
de afrontar las dificultades.
Se reportaba en la prensa la creación de nuevas sociedades de caridad y beneficencia de
diferentes ciudades y pequeñas poblaciones del país, dando cuenta de las labores que allí se
hacían, entre ellas Chiquinquirá, Neiva, San Gil, Honda, Medellín, Pasto, Tunja, entre otras.
Y de ciudades extranjeras como Caracas, Buenos Aires, Santiago de Chile y México. Cuando
se publicaba sobre las sociedades extranjeras, no solo se hacía mención sobre la organización
de las mujeres, sino que se comparaba con las neogranadinas129. De otra parte, se deduce que
eran con el propósito específico de incitar a fundar sociedad de caridad y beneficencia, ya
que eran publicadas en 1854 por El Catolicismo, año en que no se registraba aún ninguna
sociedad bogotana.
La prensa católica muestra con insistencia dos eventos relacionados con las sociedades de
caridad y beneficencia: los bazares y los ejercicios espirituales. Por un lado, los bazares a
favor de la caridad, los cuales se definían como una piadosa industria que buscaba recolectar
la mayor cantidad de objetos posibles para la venta. Y quienes donaran los productos, como
quienes los compraran, realizaban una obra caritativa, debido a que las ganancias serían
destinadas a los establecimientos de beneficencia y obras de caridad. El bazar se llevaba en
un local alquilado o tienda con reconocimiento en la ciudad, este tendía a durar varios días,
en ocasiones semanas.
El primer bazar que registró, promovió y respaldó El Catolicismo fue en 1855, organizado
por un grupo de señoras de Colozal, con el fin de recolectar fondos para la construcción de
un templo. Considerado como un ejemplo para las mujeres bogotanas. La prensa católica era
uno de los principales aliados de los bazares. La Caridad era un medio de comunicación para
convocar a las mujeres hacer parte de la comisión del bazar: "… se solicita respetuosamente
que las virtuosas señoras de Bogotá se encarguen de la penosa, pero humanitaria comisión
que en ella se les asigna, procede convencido de que emplea un recurso completamente
análogo a la naturaleza de la Sociedad". De igual manera, allí se publicaba todo lo relacionado
a la organización de los bazares.
La comisión del bazar se encargaba de solicitar la colaboración de los bogotanos,
principalmente se dirigían a las preceptoras de los colegios y casas de educación de niñas,
128 Ignacia Duran, "Fastos de la Caridad, Informe presentado por la señora directora de la hermandad de La
Caridad de San Gil en la sesión solemne del 1° de julio último", La Caridad, Bogotá, 5 de agosto, 1868, 66. 129 "Sociedad de caridad", El Catolicismo, Bogotá, 22 de abril, 1856, 87.
![Page 47: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/47.jpg)
47
para que las alumnas donaran sus manualidades, y a las señoras y señoritas, para que
contribuyeran con objetos de sus casas que estuvieran en condiciones de venta; o los
recolectaran por las casas en nombre de los pobres.
Los bazares tendían a ser organizados por las sociedades de caridad y beneficencia, las cuales
nombraban una comisión encargada. Dependiendo de los organizadores se hacían llegar las
donaciones, en los bazares de la Congragación de Caridad era la superiora la encargada de
recibir los objetos para luego hacerlos llegar a las demás mujeres del bazar quienes debían
organizarlos y venderlos. Mientras que en la Sociedad de San Vicente de Paul, al comienzo
cuando era exclusivamente conformado por socios, los objetos se entregaban al tesorero,
luego cuando las mujeres tuvieron participación en la Sociedad, cualquiera de las señoras
integrantes de la comisión podían recibirlos. Para el bazar de 1865 la encargada fue la señora
Rudencia Otero de Quijano junto con nueve señoras más130.
La sociedad de San Vicente de Paul mantuvo el liderazgo en organizar bazares, cada año
como lo indicaba su reglamento, y sus principales organizadores eran los hombres, por ser
una sociedad de caridad y beneficencia masculina, pero no por ello la presencia de las mujeres
fue evidente, ya que eran ellas sus fieles colaboradoras. Para el bazar de 1866, la señora
Sótera Lorenzana de Mejía lideró una comisión de 50 señoras, 15 de ellas solteras. Sótera
tenía la autonomía de organización como ella lo viera conveniente, al igual que las demás
señoras que hacían parte de la comisión. El bazar tuvo gran éxito que fue resaltado por los
socios de la Sociedad. Para la organización del bazar de 1867 se hizo un llamado público a
un determinado grupo de señoras, como fue el caso de las señoras Isabel Santamaría, Trinidad
Sarmiento, Isabel Caicedo de Acevedo y Evarista Quijano de Caicedo, para que cada una
ellas se organizara con diez señoras, y cada una de éstas formaban un círculo de otras diez,
de modo que en total se completaban cuatrocientas colaboradoras con el Bazar de los pobres.
Para el bazar que se organizó en el mes de agosto de 1868, el reconocimiento a las mujeres
que contribuyeron en su organización fue evidente: "Los nombres de las señoras Carolina
Elvers de Pizano, Antonia Gölkel de Paredes, Ana Orrantia de Pérez y María Josefa de Arias
Vargas quedan inscritos con letras de oro en el libro de los benefactores de la Sociedad, por
el interés que manifestaron en la obra del bazar"131.
Para 1873 se mantenía la costumbre de invitar públicamente a un grupo de señoras para
contribuir con el bazar de los pobres. El presidente de la Sociedad de San Vicente de Paul,
Justino Valenzuela, se dirigió a la señora Isabel Bunch de Cortés y a un grupo de 38 mujeres,
130Ana Rebolledo de Pombo, Joaquina Cordovez de Tanco, María de Jesús Pinzón de Sáenz, Teresa Sáenz de
Restrepo, Carmen Duque de Duque, Isabel Santamaría, Evarista Quijano de Caicedo, Josefa Siz de Gómez,
Bárbara Álvarez de Obregón. 131 "Fastos de la caridad", La Caridad, Bogotá, 19 de agosto, 1868, 104.
![Page 48: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/48.jpg)
48
considerándolas como “las principales donantes y quienes tomaban parte activa, prestando
sus servicios con abnegación y desinterés, logrando que sus indicaciones no fuesen
desatendidas; consagradas a hacer el bien, obteniendo fácilmente los medios, además que su
acción causaban los mejores efectos”132.
Los fondos recolectados en el bazar de 1874 fueron los más altos a comparación de los años
anterior, aquí el agradecimiento iba dirigido a la señora Carlina Paris de Leheman y demás
mujeres que habían colaboraron. En 1875, el consejo directivo de la Sociedad de San Vicente
de Paul, debido al bazar que se llevó a cabo en noviembre de ese año, acordó ofrecer el mayor
elogio y agradecimiento a la señora Sara París de Lafaurie y demás señoras que recogieron
los efectos y el dinero del bazar:
Yo doy constancia del trabajo y la buena voluntad. Todos los del consejo
directivo ofrecen el mayor elogio y agradecimiento por su labor y las de
las señoras deseándoles bendiciones del cielo. (…) gracias a todas las
señoras que prestaron el importantísimo servicio de recoger efectos y
dinero para el bazar que se llevó a cabo en noviembre de 1875133.
La presencia de las mujeres en los bazares -estos como principal fuente de donaciones-,
organizados por la Sociedad de San Vicente de Paul, esta sociedad de beneficencia
masculina, conscientes de la importancia de la ayuda por parte de las mujeres, nos evidencia
la manera como los señores estimulan a que las mujeres salieran de sus casas a colaborarles,
invitándolas y exaltando sus resultados para así seguir contando con su apoyo.
Por otro lado, para la segunda mitad del siglo XIX en Bogotá los ejercicios espirituales fue
una modalidad católica de congregar a los católicos. La prensa católica menciona en
constantes oportunidades la importancia y la organización de estos, pero no aclara en qué
consistían. Al parecer los sacerdotes allí abrían espacios de confesión, oración y reflexión134.
Eran dirigidos a las señoras, señores, jóvenes, artesanos, sirvientas, campesinos, hombres y
mujeres en prisión. Los ejercicios espirituales hacían parte de la caridad, era igual de
valorados como la asistencia a los enfermos y pobres, porque en lugar de dar alimento y
medicamentos, se estaba ofreciendo alimento espiritual. Siendo así, una de las actividades de
las sociedades de caridad y beneficencia. Y así mismo entraba en la lista de gastos de las
132 “Bazar de los pobres”, La Caridad, Bogotá, 20 de noviembre, 1873, 404. 133 J. J. Marroquin, “Beneficencia, Señora Sara París de Lafaurie”, La Caridad, Bogotá, 23 de marzo, 1876,
344. 134 Fue en Manresa, donde Loyola escribió su libro sobre cómo debían establecerse los ejercicios espirituales,
practicados al pie de la letra por él mismo; estos se convirtieron en su más atinado medio para convencer a sus
primeros correligionarios, y tras ello todos los jesuitas los habrían de practicar invariablemente. La práctica se
extendió por supuesto a sus seguidores laicos y se empleaban para dar paso a la confesión. En:
http://www.archivohistorico.buap.mx/tiempo/2001/num6.htm consultado 12-06-2013 -por María del Pilar
Paleta Vázquez, Casa de Ejercicios Espirituales de los jesuitas, en Año 4/ No. 6, H. Puebla de Zaragoza a 22
de marzo de 2001, Tiempo Universitario, Gaceta histórica de la BUAP
![Page 49: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/49.jpg)
49
asociaciones. Por ejemplo en la Sociedad de San Vicente de Paul hacía parte de los gastos de
la sección docente.
Estos retiros espirituales eran orientados por sacerdotes y su organización no fue exclusividad
de las sociedades de caridad y beneficencia, también los costeaban personas particulares, y
en los casos en que iban dirigidos a las señoras y señores de clase acomodada, cada uno
costeaba la actividad. Beatriz de Pombo fue una de las señoras encargadas de organizar los
ejercicios espirituales para las señoras, las interesadas en tomarlos debían hablar con ella. En
1857 un hombre con la intención de hacer un acto caritativo, reunió cincuenta pobres para
que asistieran a los ejercicios espirituales que había organizado en el Convento de San
Agustín. Los ejercicios espirituales también conocidos como retiros, fueron criticados por la
prensa liberal, sosteniendo que esta era forma de ganar dinero el prelado, ya que el dinero
que se cobraba era más del que realmente se utilizaba para pagar el alquiler del lugar y la
alimentación de los días que duraba el retiro. Por supuesto las autoridades eclesiásticas
respondían que no era cierto, que los únicos beneficios recibidos era una sociedad en progreso
social, ya hiciera algo similar "las constituciones y las leyes que se expiden anualmente por
las legislaturas"135.
Ahora es preciso hablar de las sociedades de caridad y beneficencia bogotanas que figuraban
en la prensa católica, entre ellas: la Sociedad de San Vicente de Paul, una de las primeras
sociedades masculinas en Colombia, protagonista por sus significativas labores,
especialmente con los pobres vergonzantes y la fundación y gestión de sus establecimientos
de beneficencia. Esta sociedad se creó en 1857 y se encargó de la fundación y manutención
del hospital de caridad que llevaba su nombre. La gestión en el Hospital de San Vicente de
Paul fue uno de los proyectos más visibles en el periódico La Caridad. El hospital,
inicialmente, fue un lugar de hibridación de las diferentes labores de caridad que ejercía esta
sociedad, allí no solo se cuidaban a los enfermos, sino también se hospedaban algunas viudas,
ancianos desamparados y niñas huérfanas. Incluso en un cuarto aledaño abrieron la primera
escuela gratuita para niñas. Allí todos los domingos se acostumbraba a enseñar la doctrina
cristiana, concurriendo entre 30 y 40 personas. El hospital no solo fue escenario de enlace
entre las labores de caridad, sino de la relación entre hombres y mujeres, el contacto que
tenían las mujeres con los enfermos y los médicos.
Allí es interesante observar cómo las labores de caridad y beneficencia permiten que tanto
hombres como mujeres se relacionen en un mismo espacio y con funciones similares, esto se
afirma específicamente por el caso de Leoncia Ardila, quien llegó a ser la Directora del
Hospital San Vicente de Paul, con la ayuda de sus hermanas. Es pertinente tomar en cuenta,
como se hizo en el capítulo anterior al referirnos al respaldo que solicitaba una mujer para
135 "Ejercicios espirituales", El Catolicismo, Bogotá, 15 de julio, 1856, 210.
![Page 50: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/50.jpg)
50
ofrecer sus servicios como maestra, en este caso es el doctor José Félix Merizalde quien
expresó:
Creo de mi deber recomendar a la Sociedad el manejo de las señoritas
Leoncia Ardila i hermanas, encargadas de dirijir el Hospital. Señor: unas
jóvenes en la flor de la edad, que se dedican exclusivamente al cuidado de
los enfermos, merecen, no esta recomendación que es un pequeño tributo
a su virtud; si no un premio grande, que solo Dios se lo podrá
conceder…136.
Leoncia fue una mujer destacada en las labores de caridad y beneficencia en la ciudad, a sus
17 años de edad en 1857 entró a servir a los pobres en el Hospital de San Juan de Dios,
haciendo parte de las Hermanas de la Caridad. En 1859 salió de allí para dirigir el hospital
fundado por la Sociedad de San Vicente de Paul, en 1868 debido a su muerte deja la dirección
del hospital. Fue la única mujer en ocupar el cargo de directora en dicho hospital para el siglo
XIX. Leoncia no solo se encargaba de su buen funcionamiento y de rendir informes a la junta
directiva del hospital, además servía como enfermera, había aprendido a hacer
procedimientos terapéuticos, entendido estos como curaciones de diferente tipo.
La Sociedad de San Vicente de Paul tuvo el apoyo incondicional de la Sociedad de
Beneficencia Bogotana. El 4 de marzo de 1865 se fundó esta sociedad, con el propósito de
proporcionar dinero, alimentos, vestidos y ropa de cama para los pobres y los enfermos. La
asociación la encabezaba la directora, la señora María Antonia Castilla de Márquez, y el
secretario, el señor José Joaquín Ortiz, quienes fueron elegidos por las socias. La directora
estaba acompañada de tres señoras que conformaban el concejo central. Cada una de las
integrantes del consejo central elegía a dos señoras, y cada una de estas dos señoras elegía a
otras dos, y así sucesivamente, haciendo que el número de consejos fuera indeterminado y
con la intención de cada socia se comprometiera a vincular más mujeres. Los consejos una
vez recolectaban la ayuda, la entregaban a una de las socias que estaba encargada del
almacén, y luego ella los podía a disposición del director de la sección hospitalaria de la
Sociedad de San Vicente de Paul, con destino al hospital de dicha Sociedad.
Las señoras que iniciaron la sociedad fueron Dolores Grillo de Murcia, Dolores Ortega de
Rivas, Eduvijis Vega de Sánchez, Josefa Benítez de Orrantia, María Regia Imbuetch de
Herrera, Mercedes Cabal de Mallarino, Rudencia Otero de Quijano, Susana Mallarino de
Delgado. Y las señoritas Omaira Silva, Nicolasa Grau y Martina Calvo. Estas mujeres eran
animadas por la prensa la cual exclamaba: “Rogamos al señor misericordioso bendiga a estas
piadosas señoras, a ellas, a sus familias i a todas las personas que les son queridas por el bien
que emprenden, i las fortifique para que no desmayen en la comenzada tarea”137.
136 José Félix Merizalde, “Sociedad de San Vicente de Paul”, El Catolicismo, Bogotá, 9 de octubre, 1860, 644. 137 “Beneficencia Bogotana”, La Caridad, Bogotá, 10 de marzo, 1865, 398.
![Page 51: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/51.jpg)
51
Bogotá no fue el único lugar donde se trazó esta estrecha relación entre las sociedades:
“Mientras que el mundo se preocupa por soluciones temporales, el catolicismo se esmera por
solucionarlo de manera callada y por la eternidad. Se habla de un joven sacerdote caritativo
llamado Hipólito Quintero, quien es párroco de Oiba y está estableciendo dos asociaciones:
la de San Vicente de Paul y la de Beneficencia de señoras. Finalmente, fue Bogotá el principal
lugar donde se empezaron a organizar las mujeres en congregaciones de caridad y
beneficencia, sirviendo como ejemplo a otras poblaciones, con el fin de llevar a cabo
proyectos sociales en nombre de la religión católica.
Pero al hablar de la primera sociedad de caridad y beneficencia femenina bogotana debemos
referirnos a la Congregación de Caridad. En 1857 la legislatura provincial por medio de la
ordenanza 231 sancionó su organización y reglamentación, conformada por un grupo de
mujeres y unos cuantos clérigos a la cabeza. En cada sección de la sociedad había una
superiora y un prelado. Una vez fundada la Congregación de Caridad se asignó como
superiora general a la señora Soledad de O´Leary y bajo la dirección del presbítero Vicente
Cándido Beltrán, además la secretaria general la señora Silveria Espinosa de Rendón y una
tesorera. Tanto el director como la superiora fueron los encargados de redactar el reglamento
que los regiría, y el cual debió ser aprobado por el arzobispo.
La congregación debía estar al servicio y cuidado de los enfermos de ambos sexos en los
hospitales, de los mendigos y expósitos en la Casa de refugio, se debían encargar de la
enseñanza de la doctrina cristiana a los expósitos y a las mujeres en la cárcel y de la
recolección de limosnas para formar un fondo para los gastos de traslado y mantenimiento
de las Hermanas de la Caridad. A partir de estas funciones se conformaron las secciones
respectivas: hospital San Juan de Dios, la casa de refugio y la cárcel.
Cada sección tenía un sacerdote que tenía como función vigilar y dirigir las labores de las
congregantas, una superiora que se encargaba de organizar y gestionar las funciones de su
sección, además de conducir las señoras bajo su cargo, y una tesorera quien recibía y
administraba el dinero recolectado en la sección. Estas mujeres con mayor responsabilidad
eran elegidas por las mismas mujeres que hacían parte en la sociedad de caridad y
beneficencia, este evento democrático estaba acompañado de un retiro espiritual, con el fin
que Dios guiara sus decisiones138. Y cada vez que había elecciones se le debía poner en
conocimiento al arzobispo.
La permanecía de las mujeres en la sociedad no siempre fue estable, en las mujeres entradas
en edad se veían obligadas a retirarse por motivos de salud, mientras que las más jóvenes por
cuestiones familiares, pero con el tiempo algunas volvían o se integraban nuevas mujeres.
138 “Congregacion de caridad”, El Catolicismo, Bogotá, 8 de julio de 1868, 201.
![Page 52: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/52.jpg)
52
Para el caso de la superiora de la sección hospitalaria, la señora siguiente Dolores Fernández
de Briseño, al retirarse de su cargo la prensa justificó: “…no pudo seguir como superiora
debido a que sus deberes de esposa i madre no le permitieron su reelección”139. Por otra
parte, la directora Joaquina Cordovez de Tanco invitaba a las 348 mujeres que para ese
entonces hacían parte de la congregación a no desfallecer con el argumento, que las
bendiciones eran muchas tanto para ellas como para sus familias140.
La voz de las mujeres en la prensa no solo se dirigía entre ellas mismas, también se observó
en el momento de rendir informes, de hacer solicitudes o simplemente de dar un
reconocimiento o agradecimiento. En esta ocasión, nos referiremos a quien fue la directora
encargada de la Casa de refugio de Bogotá en 1858, la señora Dolores Caicedo de Porteño,
quien se dirigió al gobernador agradeciéndole el nombramiento del señor Pedro Gutiérrez
como nuevo director de la Casa de refugio, y agregando reconocer la buena labor que hizo
su pasado director el señor Padilla. Enseguida, la señora Dolores deseaba que: “Ojalá que esa
Gobernación le pueda proporcionar los recursos necesarios para sostener el establecimiento;
i para dar impulso a las mejoras que necesita”141. Esta constante evidencia de tomar la palabra
las mujeres, ante personas y escenarios públicos, nos ratifica que el ejercicio de la caridad le
permitió a las mujeres relacionase en espacios diferentes al hogar. Podemos agregar el
agradecimiento de Silveria Espinosa se al señor Urbano Perilla:
El deber de la congregación es el alivio y moralización de los desvalidos,
en casa de refujio no son suficientes los recursos y los esfuerzos de la
congregación. Por este motivo se me ha dado la orden de manifestar a U.
el agradecimiento por los nuevos recursos y orden del establecimiento que
tanto le interesa a la congregación. Es esta una manifestación de aprecio y
gratitud en nombre del consejo directivo142.
Por otro lado, esta congregación de caridad bogotana no solo recolectaba fondos para auxiliar
los establecimientos oficiales de beneficencia, sino también tenían la responsabilidad de
reunir el dinero para traer a las hermanas francesas, conocidas como las hermanas de la
caridad. Agregando que la sociedad debía también recolectar fondos para la construcción de
monumento en el cerro Guadalupe, que consistía en una inmensa cruz que alcanzara a ser
divisada desde la ciudad.
139 "Congregacion de Caridad", 350. 140 “Informe de la direccion jeneral de la congregación de caridad”, El Catolicismo, Bogotá, 16 de marzo, 1858,
86. 141 Dolores Caicedo Porteño, “Sociedades de beneficencia i caridad”, El Catolicismo, Bogotá, 27 de abril, 1858,
132. 142 Silveria Espinosa de Rendón, “Congregación de Caridad”, La Caridad, Bogotá, 27 de abril, 1858, 132. En
esta cita vemos ha cambiado la “i” por la “y”.
![Page 53: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/53.jpg)
53
Como bien se dijo, la prensa en el siglo XIX fue un medio de comunicación entre los
diferentes sectores. El Neo-granadino afirmaba oponerse a que se utilizaran los fondos que
eran destinados para la venida de las Hermanas de la caridad para la construcción de la cruz
en el cerro de Guadalupe. EL Catolicismo respondió que dicho dinero estaba íntegro y
ganando intereses a la orden de la señora Soledad Soublette de O´Leary, quien era la
superiora general de la Congregación y a disposición del prelado diocesano. Y dado el caso
que el denunciante se hubiese referido a las limosnas que las señoras de la misma
congregación colectaban en los templos, estas se distribuían periódicamente para socorrer las
necesidades de la casa de refugio, el hospital San Juan de Dios y la cárcel de mujeres143.
Los editores de El Catolicismo invitan al prelado junto con las señoras de la Congregación
de caridad a contribuir con la construcción de la Cruz de Guadalupe, con la frase: "Eficaz
será la ayuda que preste la Congregación para esta obra..." se les comprometía a las señoras
a ofrecer sus limosnas y a invitar a la clase pobre de la sociedad, a que contribuyan con las
suyas para construir aquel monumento. A esta petición respondió Silveria Espinosa, como
secretaria de la congregación:
He tenido ayer el honor de presentar al consejo directivo, la atenta i piadosa
invitacion que, con este objeto, i para hacer participe a nuestra benéfica
Sociedad, del laudable proyecto de construir una Cruz monumental en la
cima del Guadalupe (...). Mui satisfactorio me es poder decir a UU. Que
este poético i santo pensamiento ha sido aceptado con entusiasmo, por el
Sr. Perfecto Jeneral i por todas las Señoras que componen el consejo
directivo de la Congregacion. I no podía ser de otro modo. Las hijas de la
Cruz, que deben a ellas su honor, su gloria, su dignidad, que la veneran
como el símbolo de su fé, que la bendicen con el apoyo de su esperanza, i
que la aman como la prenda santa144.
Todas las sociedades de caridad y beneficencia se caracterizaron por responder a los
designios católicos, a continuar y solidificar los proyectos de la Iglesia que venían desde los
tiempos de la colonia. Cada sociedad tenía su fin propio. Por ejemplo la Asociación del
Sagrado Corazón de Jesús, destacada por sus escuelas gratuitas. Esta asociación fue fundada
el 1 de agosto de 1864, su fundadora y primer directora fue la señorita María Josefa Osorio,
quien junto con las demás socias y el reglamento fueron avalados por el arzobispo Herrán,
concediéndoles a la vez, como se acostumbraba, indulgencias para todas las socias. Para el
año siguiente, la dirección fue asumida por la señora Evarista Quijano de Caicedo,
inicialmente contaba con 260 mujeres y al segundo año con 404; a pesar que, algunas mujeres
se retiraban de la congregación, nos atrevemos a decir que debido a sus deberes en el hogar,
ya que las mujeres que desistían eran por lo general jóvenes casadas.
143 "Cruz de Guadalupe", El Catolicismo, Bogotá, 24 de diciembre, 1855, 354. 144 Silveria Espinosa de Rendon, "Señores editores de El Catolicismo", El Catolicismo, Bogotá, 23 de octubre,
1855, 266.
![Page 54: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/54.jpg)
54
Las asociaciones se preocupaban por los enfermos, pobres y analfabetas, por ello el proyecto
de escuela era en la mayoría de los casos un objetivo a conseguir. En ese mismo año de
fundación abrieron una escuela con 8 alumnas inicialmente, y para el año de 1866 contaba
con 42 alumnas. También abrieron una escuela para niños con 42 alumnos. Como era
acostumbrado el colegio de niñas era dirigido por una mujer y el de niños por un hombre, en
este caso por Salómé Junguito e Ignacio Rojas, según corresponde.
Los fondos con los que contaban eran sus propias contribuciones, con ellos atendían a lo
largo del año un gran número de ejercicios espirituales para personas de ambos sexos, y cada
mes iba uno dirigido a las criadas; al cual concurrían cerca de trescientas. Estos ejercicios se
llevaban a cabo en el edificio del Dividivi, en la penitenciaria, en el Divorcio y en varias
casas de particulares. Otras de las actividades que promovieron misiones, en poblaciones
como Subachoque, Facatativa, Zipaquirá, Fute, entre otras. Además de organizar
matrimonios y bautizos145.
Para el año de 1868, las dos de las sociedades de beneficencia y caridad más tenidas en
cuenta, en relación al número de beneficios que brindaban a la sociedad menesterosa, la
Asociación del Sagrado Corazón de Jesús y la Sociedad de San Vicente de Paul, de ellas se
afirmaba que era una especia de "segunda providencia que venía en auxilio de los menos
favorecidos, para brindarles no solo lo material, sino lo más importante la limosna moral, la
instrucción, el consejo y al mismo tiempo desarrollar las virtudes”146.
La Asociación del Sagrado Corazón de Jesús de Bogotá, para finales de 1870, contaba con
739 socias, y sucursales establecidas en poblaciones como Chiquinquirá, Fómeque,
Mariquita, Moniquirá, Ráquira, Subachoque, Samacá, Sopó, Anapoima, Santa Ana, Tenza,
La Capilla, Zipaquirá, Ubaté, Neumocon, Onzaga y Santa Ana de las Lajas y ciudades como
Pasto y Medellín quienes acataban el reglamento de la asociación de Bogotá. La asociación
hacía misiones en zonas rurales y organizaban ejercicios espirituales, al año realizaban dos
para señoras, dos para señores, dos para artesanos, uno para sirvientas, uno para campesinos,
y dos más para los hombres y las mujeres de la penitenciaría. Allí distribuían
aproximadamente unos doscientos vestidos. Mantenían cuatro escuelas gratuitas, las cuales
reunían un total de 99 niñas y 71 niños. Y más de 100 concurrían dos veces a la semana a la
capilla a recibir instrucción religiosa. Entre otras responsabilidades asistían al hospital, a la
cárcel de mujeres y a la casa de asilo de indigentes a enseñar el catequismo. Para la natividad
preparaban a casi 100 niñas, actividad que venía en aumento, ya que el año anterior habían
sido 69. Y más de 60 adultos para la primera comunión, y durante el año habían facilitado
más de 60 matrimonios, costeando los derechos147.
145 “Sociedad del Corazón de Jesús”, La Caridad, Bogotá, 10 de diciembre, 1868, 354. 146 "Beneficencia y patriotismo", La Caridad, Bogotá, 31 de diciembre, 1868, 412. 147 “Una Asociación católica”, La Caridad, Bogotá, 8 de diciembre, 1870, 417.
![Page 55: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/55.jpg)
55
Los señores por diferentes motivos intervenían en las sociedades de beneficencia,
manifestaban estar en disposición de ayuda en lo que ellas necesitaran. Las rifas no eran de
los colegios, personas particulares y sociedades de beneficencia también acudían a este medio
para recolectar dinero. La congregación del Sagrado Corazón de Jesús, al recibir como
donativo un costoso prendedor de diamantes por una señora, decidió organizar una rifa y el
señor Ignacio Osorio Ricaurte fue el agente encargado148.
El periódico La Caridad sostenía que esta asociación de mujeres procuraba por mantenerse
y mejorar cada vez más, ser referían a las socias como un grupo de mujeres trabajaban
infatigablemente sin que nadie lo notara, a tal punto que los únicos que podían dar testimonio
de sus labores eran a quienes socorrían y los integrantes de sus hogares, ya que no tenían
secciones públicas, ni periódicos que se refirieran sus trabajos. Según la editorial, las mujeres
deseaban que todo se mantuviera en secreto, siendo una forma de enaltecer su labor de
caridad.
Uno de los grandes proyectos de la asociación fue el asilo de mujeres, en donde para 1872
refugiaba a un considerable número de mujeres pobres, instruyéndolas en las virtudes y el
dogma católico, y al mismo tiempo se les enseñaba trabajos manuales y hábitos de
laboriosidad, para ello, la asociación dispuso de una gran alberca para lavar ropa, un horno
para cocer pan y aparatos para moler chocolate, hacer dulces, torcer cigarros y aplanchar
ropa, y acomodó corredores para coser y hacer sombreros149.
En Bogotá, existieron otras sociedades más pequeñas, sin mayor mención en la prensa, de las
que se decía que se destacaban por hacer sus labores en silencio, causa por la cual la prensa
no hizo mayor mención sobre ellas. Estas pequeñas congregaciones se caracterizaban por ser
de medio tiempo, respondiendo al llamado de no descuidar las obligaciones del hogar por
atender los compromisos de la congregación, se les recomendaba sacar un momento de su
tiempo para llevar a cabo obras caritativas, como cuando disponía a dar un paseo o cualquier
otra diversión. Se afirmaba que pertenecer a una sociedad de caridad demandaba tiempo y
compromiso, razón seguramente por la que la mayoría de sus integrantes eran mujeres viudas
o solteras, y posiblemente por la que algunas mujeres esporádicamente se reunían a recolectar
limosna para los pobres, sin necesidad de pertenecer a una sociedad.
En último lugar, al pretender mostrar el respaldo, el reconocimiento y la organización de las
mujeres en las labores de caridad, se buscó a la vez posibles contradictores de su labor, y
encontramos un aparte que nos habla:
148 “Beneficencia”, La Caridad, Bogotá, 25 de mayo, 1871, 2. 149 “Asilo de mujeres”, La Caridad, Bogotá, 18 de abril, 1872, 712.
![Page 56: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/56.jpg)
56
Los espiritus desconfiados demieron por la existencia de nuestra benéfica
Sociedad, desde el mismo dia de la instalacion, jusgando que los esfuerzos
de los eclesiásticos i de las señoras, a quienes V. S. I. la confió, serian
impotentes contra los obstáculos que donde quiera se encuentran, cuando
se trata de fundar una obra grande, santa i digna de bendición; pero por
dicha, nuestra Sociedad ha continuado su marcha progresiva...150.
Surge la pregunta si esta supuesta reacción en contra de la sociedad de caridad venía de parte
de los liberales o se podrían incluir otros sectores y si fueron más visibles las críticas a las
amas de caridad en el resto de la prensa.
150 "Congregacion de Caridad", El Catolicismo, Bogotá, 28 de octubre, 1856, 350.
![Page 57: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/57.jpg)
57
Conclusiones
La prensa católica más representativa de la segunda mitad del siglo XIX en Bogotá, nos
permitió observar los diferentes escenarios donde la mujer se vio envuelta. Y a pesar del
discurso católico reducir a las mujeres a la esfera privada a partir de la imagen de la virgen
María y asimismo, de insistir en el ideal romántico de las mujeres virtuosas, obedientes,
sumisas; limitadas a los lineamientos generales de una sociedad patriarcal, fue mostrando
líneas que permitieron ver el lento cambio de las mujeres en la sociedad bogotana.
La prensa fue un espacio para las mujeres liderar sus propuestas, ser imágenes públicas, ser
reconocidas y respaldadas por la sociedad. Allí no solo se vio una imagen a través del
discurso, sino que ellas mismas se tomaron la palabra, no en la medida en que nos hubiera
gustado encontrarlas, pero si con las palabras necesarias para ampliar el concepto que se
tiene de la mujer decimonónica.
No se desconoce que las mujeres desde la colonia se habían dedicado a la caridad y la
instrucción que ellas daban en la segunda mitad del siglo XIX no iba más allá de la
catequesis, la música, las artes y la lecto-escritura, e incluso, a comienzos del siglo XX y
gran parte de este, las mujeres seguían caracterizándose por su rol de madres y esposas. El
cambio radica en la manera significativa como ellas empiezan a hacer presencia en la prensa,
y cómo a partir de un contexto político-social se requiere su inserción pública, como
responsables e idóneas en mantener y solidificar las tradiciones católicas.
Los mismos argumentos que redujeron a las mujeres al hogar, son los mismos que le
permitieron salir de él, su instinto maternal y sus altos niveles de sensibilidad y religiosidad
la llevaron ser las personas idóneas para educar, cuidar y consolar tanto a las niñas en los
colegios y asilos, como a los enfermos, pobres y mujeres encarceladas. No por ello el control,
la vigilancia, las recomendaciones y algunos juzgamientos de los hombres hacía ellas fue
una constante, sin ser un impedimento para que los hombres las elogiaran, las respaldaran y
solicitaran su colaboración. Estas mujeres demostraron que en medio de la posible presión
masculina, tuvieron iniciativas, hacían recomendaciones y peticiones, reconocían la labor de
otros y otras, además de ser líderes con reconocimiento público y respaldo en general de la
sociedad, y entre ellas.
El caso de Leoncia Ardila, una mujer que llegó a la dirección de Hospital San Vicente de
Paul, es uno de esos casos que nos permite evidenciar la inserción pública de las mujeres,
que en su condición de mujer llegó a ocupar un cargo masculino para el momento, aun así
no podemos desconocer que llegó a tal cargo gracias al respaldo que le brindaron en ese
momento personas reconocidas públicamente en la ciudad, y cabe agregar el reconocimiento
a sus cualidades como mujer entregada al sacrificio y a las obligaciones católicas como lo
era la caridad.
![Page 58: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/58.jpg)
58
Las mujeres fueron validando sus roles a partir de su experiencia, en las maestras en los
métodos y resultados de la enseñanza impartida, de la amas de caridad en la gestión de
eventos y otras formas de conseguir fondos, además, en el caso de las superioras de las
congregaciones, de conducir a un gran número de congregantas. Estas posiciones jerárquicas
dentro de las organizaciones le permitieron ser mujeres evidentes en la prensa, por las
peticiones, agradecimientos e informes que rendían en relación a la sociedad a la que
pertenecían.
Finalmente, cabe agregar que las mujeres en la prensa inevitablemente fueron vistas de forma
paralela, tanto las madres, esposas, literatas, costureras, niñas, las jóvenes, la amas de
caridad, las maestras y fundadoras, debido a que respondían a un interacción con el ideal
femenino en roles y edades diferentes.
![Page 59: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/59.jpg)
59
Bibliografía
Fuentes primarias:
"Código Civil y de Comercio". En Los doce códigos del estado de Cundinamarca II: 4 artículos 22, 18.
Bogotá: Imprenta de Echeverría Hermanos.
<http://www.archivohistorico.buap.mx/tiempo/2001/num6.htm consultado 12-06-2013> -por María del Pilar
Paleta Vázquez, Casa de Ejercicios Espirituales de los jesuitas, en Año 4: 6. H. Puebla de Zaragoza
a 22 de marzo de 2001, Tiempo Universitario, Gaceta histórica de la BUAP.
La Caridad. Bogotá, 1853.
La Caridad. Bogotá, 1864.
La Caridad. Bogotá, 1865.
La Caridad. Bogotá, 1866.
La Caridad. Bogotá, 1867.
La Caridad. Bogotá, 1868.
La Caridad. Bogotá, 1869.
La Caridad. Bogotá, 1870.
La Caridad. Bogotá, 1871.
La Caridad. Bogotá, 1872.
La Caridad. Bogotá, 1873.
La Caridad. Bogotá, 1876.
La Caridad. Bogotá, 1879.
El Catolicismo. Bogotá, 1849.
El Catolicismo. Bogotá, 1850.
El Catolicismo. Bogotá, 1851.
El Catolicismo. Bogotá, 1852.
El Catolicismo. Bogotá, 1853.
El Catolicismo. Bogotá, 1855.
El Catolicismo. Bogotá, 1856.
El Catolicismo. Bogotá, 1857.
![Page 60: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/60.jpg)
60
El Catolicismo. Bogotá, 1858.
El Catolicismo. Bogotá, 1860.
El Catolicismo. Bogotá, 1861.
Fuentes secundarias:
Álvarez, Jesús y Martínez, Ascensión. Historia de la prensa Hispanoamericana. Madrid: Editorial Mapfre,
2002.
Arango, Gloria Mercedes. Sociabilidades católicas, entre la tradición y la modernidad. Antioquía, 1870 -
1930. Medellín: Universidad Nacional de Colombia / IME dirección de investigaciones, 2004).
Benerie, Lourdes y Roldán, Marta. Las encrucijadas de clase y género. Trabajo a domicilio, subcontratación
y dinámica de la unidad doméstica en la ciudad de México. México: El colegio de México y Fondo
de Cultura Económico FCE, [1987], 1992.
Bermúdez, Suzy. La prensa femenina en Santa Fé de Bogotá 1849 – 1885. Bogotá: Banco de la República,
1990.
Bidegain, Ana María. “Mujer y poder en la Iglesia”. En Simbólica de la feminidad, coordinado por Milagros
Palma. Ecuador: ABYA – YALA, 1990, 107.
Bock, Gisela. “La historia de las mujeres y la historia del género: aspectos de un debate internacional”,
Historia Social 9: (1991): 55 – 77.
Bonilla Vélez, Gloria. “Escritura, prensa, y literatura en clave femenina. Caso colombiano”. Ponencia
presentada en el Coloquio AEIHM - Mujeres, ciencias y creación a través de la historia, Salamanca,
España, octubre de 2012.
Bonilla, Gloria. “Mujer y prensa en Colombia”. Memorias Congreso de Americanistas 51 (2003): 65-70.
Bonilla, Gloria Estela. Las mujeres en la prensa de Cartagena de Indias, 1900-1930. Cartagena: Universidad
de Cartagena, 2011.
Díaz, Angélica. “Pluma, papel y tinta. Prensa literaria y escritores en Bogotá, 1846 – 1898”. Tesis de Maestría
en, Universidad de Los Andes, 2009.
Dueñas, Guiomar. “Matrimonio y familia en la legislación liberal en el siglo XIX” Anuario Colombiano de
Historia Social y de la Cultura 29 (2002): 168.
Dumon, Anne-Pérotin. El género en Historia. Santiago de Chile. <http:
//historiapolitica.com/digitales/digitales-anne-perotin-dumon/>.
Fraser, Nancy. Iustitia Interrupta, reflexiones críticas desde la posición “postsocialista”. Bogotá: Siglo del
Hombre Editores, 1997.
Giorgio, Michela de. “El modelo católico,” en Historia de las mujeres: siglo XIX, editado por Georges Duby
y Michelle Perrot. España: Taurus, 2000, 208.
![Page 61: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/61.jpg)
61
Gómez, Diana Marcela. Las mujeres en la disciplina histórica, hacia la construcción de un marco teórico
para abordar el Movimiento Social de Mujeres en Colombia. Bogotá: Serie Cuadernos de Trabajo -
Universidad Nacional de Colombia – Facultad de Ciencias Humanas, 2004.
Grabmann, M. Historia de la teología católica. Madrid: 1946.
Hahner, June. “La prensa feminista del siglo XIX y los derechos de las mujeres en el Brasil”, en Las mujeres
latinoamericanas: perspectivas históricas, compilado por Asunción Lavrin. México: Fondo de
Cultura Económica, 1985, 293-328.
Herrera, Martha Cecilia. “Las mujeres en la historia de la educación,” en Las mujeres en la historia de
Colombia, editado por Magdala Velásquez. Bogotá: Norma, 1995.
Küppers, Gabriele. “De la protesta a la propuesta… a la protesta? Engendrando nuevas perspectivas solidarias
e internacionales desde el feminismo”, en Género, feminismo y masculinidad en América latina, Silke
Helfrich. El Salvador: Ediciones Böll, 2001.
Lamas, Marta. “La antropología feminista y la categoría de género,” en El género: La construcción cultural
de la diferencia sexual, compilado por Marta Lamas. México: Universidad Nacional Autónoma de
México, 1996, 97-99.
Lavrin, Asunción. Mujeres latinoamericanas. México: Fondo de Cultura Económica, 1985.
Loaiza Cano, Gilberto. “La búsqueda de autonomía en el campo literario: El Mosaico, Bogotá: 1858-1572”
Boletín Cultural y Bibliográfico 67 (2004).
Londoño Vega, Patricia. Religión, cultura y sociedad en Colombia, Medellín y Antioquia 1850 – 1930.
Bogotá: Fondo de Cultura Económica, 2004.
Luna, Lola. Historia, género y política. Movimiento de Mujeres y participación política en Colombia 1930 –
1991. Barcelona: Universitat de Barcelona, 1994.
Luna, Lola. Los movimientos de mujeres en América Latina y la renovación de la historia política. Cali:
Universidad del Valle, 2003.
Meléndez, Mariselle. “La mujer y la prensa ilustrada en los periódicos suramericanos, 1790 – 1812”, En
Disfraz y pluma de todos, opinión pública y cultura política, siglos XVIII y XIX, editado por Francisco
A. Ortega Martínez y Alexander Chaparro Silva. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia/
Facultad de Ciencias Humanas / Centro de Estudios Sociales CES / University of Helsinki, 2012.
Ortega, Francisco y Chaparra, Alexander. “El nacimiento de la opinión pública en la Nueva Granada, 1785-
1830”. En Disfraz y pluma de todos, opinión pública y cultura política, siglos XVIII y XIX, editado
por Francisco Ortega y Alexander Chaparra. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia – Facultad
de Ciencias Humanas – Centro de Estudios Sociales (CES) y University of Helsinki, 2012, 43.
Ortiz, Luis Javier. Obispos, clérigos y fieles en pie de guerra. Antioquia, 1870-1880. Medellín: Universidad
de Antioquia, 2010.
Pateman, Carole. “Críticas feministas a la dicotomía público/privado”. En Perspectivas feministas en teoría
política, compilado por Carme Castells. España, Paidos, 1996, 34.
![Page 62: Las mujeres en la prensa católica de la segunda mitad del ...](https://reader036.fdocuments.es/reader036/viewer/2022071411/62cebf3454ad383a1e31f3a8/html5/thumbnails/62.jpg)
62
Perrot, Michelle. “Salir”, Historia de las mujeres 8. Madrid: Taurus, 1993.
Quimbay, Patricia. “La mujer bogotana del siglo XIX: imagen, educación, trabajo y delincuencia”.
Monografía pregrado en, Universidad Nacional de Colombia, 2001.
Rodríguez, Pablo. “El mundo colonial y las mujeres”, en Las mujeres en la historia de Colombia III,
coordinado por Magda Velásquez. Bogotá: Norma, 1995.
Silva, Renán. “El periodismo y la prensa a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX en Colombia”.
Documento de trabajo 63 (2002): 7, en http://socioeconomia.univalle.edu.co/
Scott, Joan. “Women in History: The Modern Period”, Past and Present: A Journal of Historical Studies 101
(1983): 41 -157.
Stevens, Evelyn. “Marianismo: la otra cara del machismo en Latino-América”, en Hembra y Macho en Latino
– América: Ensayos, coordinado por Ann Pescatello. México: Diana, 1977, 23.
Torres Cendales, Leidy. “Libertad, prensa y opinión pública en la Gran Colombia, 1818-1830”en Disfraz y
pluma de todos, opinión pública y cultura política, siglos XVIII y XIX, editado por Francisco Ortega
y Alexander Chaparra. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia – Facultad de Ciencias Humanas
– Centro de Estudios Sociales (CES) University of Helsinki, 2012), 202.
Wallach Scott, Joan. “El género una categoría útil para el análisis histórico”, en Género e historia. México:
Fondo de Cultura Económica – Universidad Autónoma de la Ciudad de México, 2008, 52.