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INTRODUCCIÓN El actual desarrollo de la ciudad de Jaén está propiciando la urbanización de una amplia zona de la antigua periferia de la ciudad medie- val, dedicada tradicionalmente a la explotación agrícola. Las investigaciones arqueológicas que se vie- nen realizando en la zona de Marroquíes Bajos están aportando una enorme cantidad de infor- mación (Fig. 1), que está resultando de gran uti- lidad, no sólo para conocer el origen de la ciu- dad islámica y sus áreas de abastecimiento (SALVATIERRA ET ALII, 1998; SALVATIERRA, 1998), sino también, para comprender la estructura de poblamiento existente en el entorno de este núcleo urbano (CASTILLO, 1997; 1998; SERRANO, 1997; ZAFRA, 1997; CANO, 1997; SALVATIERRA, 1998; SALVATIERRA ET ALII, 1998). El hallazgo en Marroquíes Bajos de hasta siete necrópolis medievales en distintos sectores actualmente en urbanización (RP.4, UA.23, UA.25 y SUNP .1) (Figs. 2 y 4) constituye una aportación trascendental a estas investigacio- nes arqueológicas, ya que, hasta el momento, podemos considerarlas como las únicas maq- baras de la ciudad de Jaén, que han docu- mentado un volumen significativo de ente- rramientos (350 sepulturas), sobre todo si tene- mos en cuenta que son prácticamente inexis- tentes los datos que disponemos sobre las áreas de enterramiento de la ciudad en época islámica. Tan sólo una única noticia recogida en las crónicas de la conquista de la ciudad por las tropas de Fernando III (GÓMEZ, 1943, GONZÁLEZ, 1946; 1980; BALLESTEROS, 1953; TORRES, 1985; AGUIRRE Y JIMÉNEZ, 1979). En la narración de los asedios a la ciudad de Jaén llevados a cabo por el rey Fernando III se citan en diver- sas ocasiones el Fonsario o la Puerta del Fon- sario, situada frente a Castro (Peñas de Castro o Torre Bermeja) (Fig. 1). Aparte de esta escueta noticia y otras alu- siones verbales sobre hallazgos de sepulturas islámicas, aparecidas en las obras de cimenta- ción de construcciones modernas, efectuadas en las inmediaciones de la Puerta de Martos (Fig. 1), poco más conocemos de los cemente- rios de la ciudad. No obstante, las últimas inves- tigaciones arqueológicas están aportando una mayor cantidad de información sobre la loca- lización de las maqbaras que circundaban la ciu- dad de Yayy a n. Y, paralelamente, estos hallaz- gos también recogen los suficientes elementos para poder interpretar la evolución de estas necrópolis y los ritos de inhumación emplea- dos a lo largo de todo el período islámico. Con la excepción de la reciente necrópolis islámica estudiada por J. L. Martínez y A. Man- zano (1999) en la Plaza de la Constitución (Fig. 1), la mayor parte de estos hallazgos se han producido en Marroquíes Bajos (Fig. 1, 2 y 4), Las necrópolis medievales de Marroquíes Bajos, (Jaén). Avance de las investigaciones arqueológicas José Luis Serrano Peña * Juan Carlos Castillo Armenteros ** * Arqueólogo profesional. **Área de Historia Medieval. Universidad de Jaén Grupo de Investigación del Patrimonio Arqueológico de Jaén. Universidad de Jaén

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INTRODUCCIÓN

El actual desarrollo de la ciudad de Jaénestá propiciando la urbanización de una ampliazona de la antigua periferia de la ciudad medie-val, dedicada tradicionalmente a la explotaciónagrícola.

Las investigaciones arqueológicas que se vie-nen realizando en la zona de Marroquíes Bajosestán aportando una enorme cantidad de infor-mación (Fig. 1), que está resultando de gran uti-lidad, no sólo para conocer el origen de la ciu-dad islámica y sus áreas de abastecimiento(SALVATIERRA ET ALII, 1998; SALVATIERRA, 1998),sino también, para comprender la estructura depoblamiento existente en el entorno de estenúcleo urbano (CASTILLO, 1997; 1998; SERRANO,

1997; ZAFRA, 1997; CANO, 1997; SALVATIERRA, 1998;

SALVATIERRA ET ALII, 1998).

El hallazgo en Marroquíes Bajos de hastasiete necrópolis medievales en distintos sectoresactualmente en urbanización (RP.4, UA.23,UA.25 y SUNP.1) (Figs. 2 y 4) constituye unaaportación trascendental a estas investigacio-nes arqueológicas, ya que, hasta el momento,podemos considerarlas como las únicas maq-baras de la ciudad de Jaén, que han docu-mentado un volumen significativo de ente-rramientos (350 sepulturas), sobre todo si tene-mos en cuenta que son prácticamente inexis-tentes los datos que disponemos sobre las

áreas de enterramiento de la ciudad en épocaislámica. Tan sólo una única noticia recogidaen las crónicas de la conquista de la ciudad porlas tropas de Fernando III (GÓMEZ, 1943,

GONZÁLEZ, 1946; 1980; BALLESTEROS, 1953; TORRES,

1985; AGUIRRE Y JIMÉNEZ, 1979). En la narraciónde los asedios a la ciudad de Jaén llevados acabo por el rey Fernando III se citan en diver-sas ocasiones el Fonsario o la Puerta del Fon-sario, situada frente a Castro (Peñas de Castroo Torre Bermeja) (Fig. 1).

Aparte de esta escueta noticia y otras alu-siones verbales sobre hallazgos de sepulturasislámicas, aparecidas en las obras de cimenta-ción de construcciones modernas, efectuadasen las inmediaciones de la Puerta de Martos(Fig. 1), poco más conocemos de los cemente-rios de la ciudad. No obstante, las últimas inves-tigaciones arqueológicas están aportando unamayor cantidad de información sobre la loca-lización de las maqbaras que circundaban la ciu-dad de Yayyan. Y, paralelamente, estos hallaz-gos también recogen los suficientes elementospara poder interpretar la evolución de estasnecrópolis y los ritos de inhumación emplea-dos a lo largo de todo el período islámico.

Con la excepción de la reciente necrópolisislámica estudiada por J. L. Martínez y A. Man-zano (1999) en la Plaza de la Constitución (Fig.1), la mayor parte de estos hallazgos se hanproducido en Marroquíes Bajos (Fig. 1, 2 y 4),

Las necrópolis medievales de MarroquíesBajos, (Jaén). Avance de las investigacionesarqueológicasJosé Luis Serrano Peña * Juan Carlos Castillo Armenteros **

* Arqueólogo profesional. **Área de Historia Medieval. Universidad de JaénGrupo de Investigación del Patrimonio Arqueológico de Jaén. Universidad de Jaén

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todos ellos se corresponden con varias zonasde enterramiento utilizadas por pequeños nú-cleos rurales que circundaban la ciudad. Estasáreas presentan formas y estructuras diferen-tes (ROYO, 1997; SERRANO Y PÉREZ, 1997; MARTÍNEZ

Y MANZANO, 1996; BURGOS, LIZCANO Y PÉREZ,

1996), lo que nos permite plantear algunas hipó-tesis sobre su cronología, evolución y ritos.

En este estudio presentamos un avance delos trabajos de excavación llevados a cabo enlas necrópolis documentadas en MarroquíesBajos, las cuales a partir de este momentodenominaremos N1, N2, N3, N4, N5, N6 yN7 (Fig. 2 y 4). No obstante, nos centraremosde forma particular en la mayor y más com-pleja de todas ellas, la denominada necrópolisN2, localizada en el tramo P.360/P.470 de lazanja de saneamiento practicada en la Calle A-A’ del R.P.4 de Marroquíes Bajos (Lámina 1;Fig. 2 y 4) 3. En este artículo daremos a cono-cer las primeras interpretaciones sobre sus fasesde inhumación, la tipología de las sepulturas, lasformas de deposición de los cuerpos, crono-logías, y por último, la relación que mantienela maqbara con el hábitat circundante y la pro-pia madina.

CONTEXTO HISTÓRICO

La ciudad de Jaén y su zona periurbanaen época islámica

La intensa ocupación histórica de Marro-quíes Bajos ya ha sido analizada en diversosestudios (HORNOS, ZAFRA Y CASTRO, 1998; SAL-

VATIERRA ET ALII, 1998; ZAFRA, HORNOS Y CAS-

TRO, 1999). En todos ellos se ha destacado laimportante relación existente entre la propiaciudad de Jaén y los asentamientos que a lolargo de los siglos fueron estableciéndose ensu entorno más inmediato.

El importante número de investigacionesarqueológicas realizadas hasta el momento enMarroquíes Bajos nos están permitiendo cono-cer en profundidad cómo la evolución históri-

ca de esta zona periférica afectó de forma sig-nificativa al propio desarrollo del núcleo urba-no de Jaén.

Han sido varios los autores que han pues-to de manifiesto la importante reestructuraciónque sufre la ciudad romana entre los siglos IIIal VIII d. C. (SALVATIERRA ET ALII, 1993; 1998; CAS-

TILLO, 1996; 1998; SERRANO, 1999), apareciendoen su interior grandes espacios abandonados,que dan lugar a una significativa reducción delárea habitada. Esta situación de auténtica cri-sis urbana presenta las mismas característicasque la desarrollada en otros núcleos urbanosromanos del Alto Guadalquivir (SALVATIERRA,

CASTILLO Y CASTILLO, 1992; SALVATIERRA, 1995;

CASTILLO, 1998).

Una situación similar puede detectarse ensu entorno más inmediato, localizándose unamplio espacio escasamente poblado, ocupa-do tan solo por algunos asentamientos depequeño tamaño que son los herederos deamplia la red de villae altoimperiales que entrelos siglos I y III d. C. circundaban la ciudad deAurgi (ZAFRA ET ALII, Inédito; ZAFRA, 1997).

Esta crítica situación se mantuvo hasta laconquista musulmana, produciéndose a partirde estos momentos un lento desarrollo, queculminaría con la construcción de una gran ciu-dad entre los siglos XI y XIII. La base de suexpansión se inicia en época emiral cuandoson reparadas y ampliadas las antiguas defen-sas de la ciudad (CASTILLO Y CANO, Inédito; CAS-

TILLO, 1995; SALVATIERRA ET ALII, 1998), que a par-tir de estos momentos pasa a convertirse enla residencia de las instituciones civiles y reli-giosas, y en la zona de refugio de las comuni-dades campesinas que la circundan. Al mismotiempo, en sus inmediaciones comienza a orga-nizarse una amplia zona agrícola de irrigación.Las investigaciones arqueológicas efectuadas enMarroquíes Bajos confirman que entre los siglosVIII y IX se ponen en funcionamiento una impor-tante red de canales y sistemas de distribuciónde agua (SALVATIERRA, 1997). Esta intensa explo-tación económica supuso la aparición de una

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3 El desarrollo de la propia excavación, las fases de ocupación y la metodología pueden consultarse en el informe de la misma (SERRA-NO Y PÉREZ, 1998).

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nueva organización del poblamiento entorno ala ciudad, formada principalmente por peque-ñas alquerías (CASTILLO, 1997), habitadas poruna mayoría de población indígena.

A partir de la segunda mitad del siglo IX seproduce una significativa reestructuración espa-cial, que supuso la destrucción de la estructu-ra anterior, y la construcción de un nuevoesquema, más concentrado y mejor organiza-do, donde es posible observar una planificacióninterna del asentamiento, a través de calles ycanales para el abastecimiento y distribución deagua (SERRANO, 1997; SALVATIERRA ET ALII, 1998).

Paralelamente, el núcleo urbano de Jaén seconsolida, sobre todo a partir de las actuacio-nes políticas y urbanísticas llevadas a cabo porel Emir ‘Abd al-Rahman II, las cuales tendríancomo objetivo principal el control político yfiscal de la Campiña de Jaén.

Los estudios arqueológicos constatan elenorme desarrollo que en estos momentosadquiere la explotación agrícola de esta zonaperiférica, generando un amplio espacio irrigadocapaz de articular toda la red hídrica que dis-curría por ella. Como han puesto de mani-fiesto V. Salvatierra, J.L. Serrano y M.C. Pérez(1998) la creación de una gran huerta en lasinmediaciones de la ciudad de Jaén pudo serel resultado de la influencia y la presión quesobre la población indígena ejercieron los gru-pos árabes, los verdaderos artífices de dichoespacio irrigado. Pero al mismo tiempo, la inten-sa reorganización que sufre la zona tuvo suorigen en la crisis del Emirato de finales del sigloIX, ya que como consecuencia de la guerra civilla zona fue reestructurada, empresa en la quejugó un papel fundamental el propio EstadoOmeya al potenciar el desarrollo de los nú-cleos urbanos de la Campiña, y al favorecer eltraslado de población rural a estos centros.Este traslado produjo un significativo despo-blamiento de las áreas rurales de la Campiña,que afectó principalmente a los asentamientoshabitados por población musulmana, quizá lamás islamizada, y por tanto más partidaria dela política centralizadora del Estado cordobés(CASTILLO, 1998). En estas circunstancias surgióun núcleo con un esquema urbano constitui-

do por un “centro amurallado y circundado porotros mayores sin estructuras defensivas. Así pues,la “ciudad en estos momentos no consiste en unnúcleo amurallado que crece por sucesivas amplia-ciones, sino que está formada por varios nú-cleos separados, (...) cada uno de los cuales crecey evoluciona con cierta independencia del resto(...) En estos casos la ciudad no es sólo el recin-to fortificado, sino que cuando los textos aludena ella deben estar refiriéndose al conjunto denúcleos, lo que quizá explique por qué en los tex-tos una misma localidad puede recibir los ape-lativos de madina y de hiSn“ (SALVATIERRA ET

ALII, 1998).

Este nuevo esquema de poblamiento deMarroquíes Bajos desapareció a principios delsiglo XI (en torno al año 1014) (SERRANO, 1997;

CANTO ET ALII, 1997; SALVATIERRA ET ALII, 1998),durante los violentos conflictos que pusieronfin al Califato de Córdoba. Como consecuen-cia de ello se abandonan todas las zonas dehábitats que circundaban la ciudad, trasladán-dose su población al interior del recinto amu-rallado. Este incremento demográfico provocóla expansión de la ciudad, surgiendo nuevasáreas urbanizadas, y la edificación de nuevasestructuras defensivas, murallas y alcazaba (SAL-

VATIERRA ET ALII, 1993; 1998; CASTILLO Y CANO,

Inédito; CASTILLO, 1995). No obstante, el aban-dono de los espacios habitados de la periferiano implicó la completa destrucción de la huer-ta, que continuó explotándose, desplazándosediariamente los campesinos desde la ciudad asus áreas de trabajo. A pesar de ello, las inves-tigaciones arqueológicas detectan la destrucciónde algunos canales y el desbordamiento dearroyos y acequias, con el consiguiente enchar-camiento de determinadas áreas de cultivo,que son abandonadas.

A partir del siglo XII, la presión de los ejér-citos cristianos sobre los territorios islámicos,provocó una mayor concentración de pobla-ción en la ciudad de Jaén, hasta el punto queel grado de macización alcanzado fue tan alto,que dio lugar a la aparición de nuevos arraba-les en la periferia. Algunas de estos se empla-zaron en Marroquíes Bajos, y para ello rea-provecharon parte de las antiguas estructurascalifales, configurando una estructura plena-

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mente urbana, con casas edificadas en torno acalles, y con sistemas subterráneos de evacua-ción de aguas.

Finalmente tras la conquista castellana desa-parece definitivamente esta zona de ocupación,y se abandona la mayor parte del espacio irri-gado, permaneciendo en uso tan solo peque-ñas zonas de huertas situadas en las áreas másinmediatas del recinto amurallado (RODRÍGUEZ,

1982, 1985).

LAS NECRÓPOLIS DE MARROQUIES BAJOS

Desde que en 1995 comenzaron los prime-ros trabajos de excavación arqueológica en laszonas de nueva urbanización de MarroquíesBajos se ha acumulado una enorme docu-mentación arqueológica de época medieval,que nos ofrece una visión bastante nítida desu extensión y naturaleza de su formación. Real-mente podemos hablar de que la determina-ción del sito se realizó a partir de la confluen-cia de numerosos cursos de agua en torno alprincipal cauce de la zona, el Arroyo de la Mag-dalena (Fig. 5). De esta manera, los denomi-nados arroyos A y B de Marroquíes (CANO, 1997;

SALVATIERRA, 1998; SALVATIERRA ET ALII, 1998),junto con aquel, comprimen una enorme super-ficie ocupada por viviendas, que al menos desdeépoca califal, podemos definir como área periur-bana, por la densidad de su ocupación y porla infraestructura viaria e hidráulica que sopor-ta. Su complejidad es tal, que creemos quepueden definirse por lo menos tres zonas biendiferenciadas en torno al arroyo A (Fig. 5). Lafase más antigua de época Emiral parece care-cer de esta complejidad periurbana, y las áreasdonde se ha podido documentar definen un tipode ocupación rural y disperso. Cuestión apar-te merece la consideración de Marroquíes comoparte de la ciudad de Jaén, o como la propiaciudad en época Califal. Las fuentes escritasque aluden a Jaén son posteriores a estemomento, y por ello no reconocen ni reflejanla situación precedente. No obstante, partimosde la hipótesis de que Jaén constituía una plazafortificada con cierto grado de administraciónen época Omeya, situada entre la ladera del

Cerro de Santa Catalina y el actual barrio dela Magdalena (SALVATIERRA ET ALLI, 1993; CASTI-

LLO, 1998). No obstante, su formación como elúnico núcleo urbano de la zona se producemucho después, con la fitna de finales del sigloX, cuando desaparecen todas las poblacionesde los alrededores.

Sin embargo, esta es una cuestión sobre laque no pretendemos extendernos en este tra-bajo, y sólo nos sirve de argumento para poderdefinir la ubicación cronológica, espacial y tipo-lógica de las zonas funerarias que se docu-mentan en Marroquíes Bajos. Es decir, partien-do de las bases inicialmente establecidas pordiversos autores sobre la secuencia y entidadde este asentamiento medieval (CASTILLO, 1997;

SERRANO, 1997; SALVATIERRA ET ALII, 1998) y sucontrastación con las zonas de uso funerariodetectadas, hemos reconstruido un hipotéticodesarrollo del asentamiento entre los siglos VIIIy X. La constatación de que las necrópolis exca-vadas presentan tipologías funerarias, tanto derito islámico como de rito cristiano en diversaproporción, es un elemento enriquecedor enla lectura del proceso de explotación e islami-zación del territorio durante ese período.

Hasta el momento se han podido estudiar,en diversos grados de excavación, un total de7 zonas de enterramiento bien acotadas queconstituyen autenticas maqbaras (descartán-dose enterramientos aislados). Alguna ya hasido objeto de una publicación (ROYO, 1997),pero en su mayoría se encuentran en fase deestudio y/o han sido analizadas en sus corres-pondientes memorias de excavación, aún iné-ditas. Por ello no pretendemos hacer aquí unestudio sistemático de todas ellas, a excepciónde la necrópolis 2 (N 2), que es sin duda lamás grande y compleja de todas ellas, y la quepresenta la mayor diversidad tipológica y secuen-cia cronológica. No obstante, creemos nece-sario relacionar brevemente todas estas zonasfunerarias para una mejor comprensión denuestros planteamientos:

Necrópolis 1 (N1). Podemos definirla como unaconcentración de enterramientos de ritual cris-tiano situada entre la Manzana D y la Calle Ddel R.P.4, es decir, ocupa el extremo Sur de

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Marroquíes Bajos (Fig. 5). En ella se han docu-mentado casi medio centenar de tumbas exca-vadas en la roca, con prefosa y fosa antropo-mórfica, en las que se depositaba el cadáver enposición decúbito supino (MARTÍNEZ Y MAN-

ZANO, 1996).

Necrópolis 2 (N2). Está formada por unas 200inhumaciones de rito islámico, que fueron docu-mentadas durante los trabajos de excavaciónde una zanja de infraestructura en la Calle A-A’ del R.P.4. Ocupa, por tanto, el extremo NEde Marroquíes Bajos, situándose al Oeste deldenominado Arroyo B (Lámina Nº 1; Fig. 5).Presenta la mayor extensión y variedad tipo-lógica de todas las áreas de enterramiento loca-lizadas hasta el momento. A su estudio dedi-caremos las siguientes páginas.

Necrópolis 3 (N3). Esta necrópolis la consti-tuyen una veintena de inhumaciones situadasen la zona Este del Arroyo B, ocupando variasparcelas de la UA23 (Fig. 5), por tanto relati-vamente cerca de la N2. Su excavación docu-mentó enterramientos con ritual islámico de fosasimple (ROYO, 1997).

Necrópolis 4 (N4). La componen 50 sepultu-ras que fueron exhumadas en la Calle A delSUNP-1 (Fig. 5). Se ubica al Este del denomi-nado Arroyo de la Magdalena, ocupando elextremo Noroeste de una zona de ocupaciónmedieval. Presenta enterramientos de rito islá-mico y cristino, con una tipología de tumbasque van desde la fosa simple con cubierta delosas de piedra, hasta la fosa simple, pasandopor la fosa con covacha y fosas con cubiertade madera (SERRANO et alii, 2000).

Necrópolis 5 (N5). Las investigaciones arqueo-lógicas efectuadas en el extremo Norte delSUNP-1, previas a la ejecución de las obras delDistribuidor Norte de Marroquíes, localizaron22 tumbas de ritual cristiano (Fig. 5). Aunquela zona de inhumación se ubica a unos 800metros de las principales zonas de hábitat deMarroquíes, en las proximidades y en las mis-mas obras de infraestructura se han docu-mentado varias casas altomedievales, a las quepresumiblemente se vincula. La tipología de losenterramientos varía entre el tipo de prefosa

y fosa, a los de fosa antropomorfa con cubier-ta de losas de piedra o madera, y al de fosasimple sin cubierta (SERRANO y CANO, 1999).

Necrópolis 6 (N6). Las obras efectuadas en lasmanzanas C y F del RP4 (Fig. 5) detectaron algu-nas inhumaciones en número indeterminado,que presentaban ritual de enterramiento cris-tiano. En ella se alternan sepulturas en fosa concubierta de losas de piedra, junto a otras defosa simple (PÉREZ Y SERRANO, 1996).

Necrópolis 7 (N7). La excavación de la man-zana C de la UA25 localizó una veintena desepulturas de rito cristiano, compuestas de pre-fosa y fosa de inhumación (Fig. 5). Estos ente-rramientos aparecieron distribuidos en doslíneas paralelas a lo largo de un camino orien-tado de Este a Oeste (BURGOS, LIZCANO Y

PÉREZ, Inédito).

Omitimos de este estudio la necrópolis islá-mica excavada en los trabajos de investigaciónarqueológica desarrollados en la Plaza de laConstitución en 1999 (MARTÍNEZ Y MANZANO,

1999), porque entendemos que estos enterra-mientos se vinculan claramente con el núcleourbano de Jaén y, por ello, se escapan a nues-tro objeto de estudio.

Todas estas necrópolis englobadas en Marro-quíes Bajos y su entorno constituyen un elemen-to imprescindible para analizar la estructura depoblamiento que se desarrolló en la periferiade Jaén durante buena parte de la Edad Media.No obstante, la inexistencia de ajuares funera-rios impide establecer una fijación cronológicamás precisa, por lo que será la estratigrafía ver-tical y horizontal el principal elemento de refe-rencia para la clasificación temporal de los dis-tintos enterramientos, apoyándonos tambiénpara este fin en criterios tipológicos.

ESTUDIO DE LA NECRÓPOLIS N2

Localización

La construcción de un sistema general desaneamiento que discurre de Sur a Norte, par-tiendo del casco urbano de la ciudad, y que se

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prolonga atravesando completamente la zonade crecimiento urbanístico de Marroquíes Bajos,nos ha permitido obtener una completa secuen-cia estratigráfica de este Bien de Interés Cultu-ral mediante el trazado de un transect de unos350 m. de longitud por unos 4 m. de anchura.

La lectura de esta sección estratigráfica hapuesto de manifiesto no sólo interesantes datosconcernientes al asentamiento prehistórico, sinotambién otros que valoran la extensión de laszonas de hábitat de época romana e islámicade Marroquíes, así como la complejidad de sussistemas de distribución de aguas. En los suce-sivos tramos excavados se ha constatado laenvergadura de los espacios habitados de lafase islámica, documentando suficientementelos hiatus ya presentes en otras zonas de Marro-quíes (SERRANO, 1997; SALVATIERRA ET ALII, 1998),así como el abandono definitivo de esta zonade las inmediaciones de la ciudad de Jaén trasla conquista cristiana.

Sin duda, lo más interesante de nuestro pro-yecto ha sido constatar la estrecha relaciónexistente entre la distribución de la red hídri-ca y la distribución del poblamiento de la zona,así como confirmar, que desde los primerosmomentos, la ubicación de esta red fue tam-bién determinante a la hora de establecer yorganizar las diferentes áreas de enterramien-to (Fig. 4 y 5).

En esta línea observamos como, según la pla-nimetría del asentamiento que reproducen losanálisis arqueológicos, existe una constanteorientación de las construcciones del hábitat deEste a Oeste, así como una gran aglomeraciónde casas separadas por espacios ausentes deconstrucciones (Fig. 4), que podrían interpre-tarse como calles. Todas las construccionescorresponden al período Califal, y sólo pun-tualmente se documentó ocupación de épocaEmiral. Igual sucede con la ocupación más tar-día (s. XI-XIII), apenas presente, localizándosetan sólo algunos indicios en el extremo Nortedel transect.

La Maqbara N2 se estableció en la zonaNorte (Fig. 2), muy próxima a diversas áreasde ocupación, aún en proceso de análisis (SERRA-

NO Y PÉREZ, 1997; PÉREZ Y BARBA, 2000). Los lími-tes de la misma estaban marcados por diver-sos cauces de agua, conectados entre sí for-mando una red de canales, naturales o artificiales,que ocupaban toda esta zona de MarroquíesBajos (Fig. 4 y 6). Por el Sur la necrópolis esta-ba delimitada por un canal con unas dimensionesde 1,5 m. de anchura por 0,7 m. de profundi-dad, el cual derivaba agua procedente del Arro-yo B (CANO, 1997; SALVATIERRA, 1998; SALVATIE-

RRA ET ALII, 1998). Este canal toma direcciónOeste-Este hasta alcanzar un barranco naturalque con dirección Suroeste-Noreste recorre lazona. Barranco que sirve de límite de la necró-polis tanto por el Este como por el Norte(Fig.6). Finalmente por el Oeste la necrópolispudo extenderse hasta las inmediaciones deldenominado Arroyo A (Fig. 2 y 3), circunstan-cia que tendrán que confirmar futuras investi-gaciones arqueológicas.

Gracias a estos límites bastante bien defini-dos, podemos señalar que el espacio funera-rio tendría una extensión aproximada de 1 Ha.Por tanto, si tenemos en cuenta que el áreaexcavada ocupa una sección de unos 400 m2,y que en ella se localizaron aproximadamenteunas 200 inhumaciones de todas las épocas(Lámina Nº 1), la densidad de ocupación delcitado espacio funerario podría alcanzar las2000 inhumaciones, cifra que lógicamente essólo estimativa.

El espacio sobre el que se extendía la necró-polis presentaba numerosas irregularidades queinfluyeron en la peculiar distribución y ubica-ción de las tumbas. En esta zona existían dospequeñas elevaciones compuestas por arcillasblandas muy erosionadas, con una pequeñadepresión intermedia, que formaba parte de unode los fosos defensivos del asentamiento prehis-tórico (HORNOS ET ALII, 1998; ZAFRA, HORNOS Y

CASTRO, 1999; SERRANO Y PÉREZ, 1997), por lo quesu continuo encharcamiento y su nivel más infe-rior que el resto del espacio, determinó quefuese desechado para la ubicación de enterra-mientos durante la primera fase (Fig. 6), peroa medida que fue colmatándose y desecándo-se, se convirtió en una zona idónea para laampliación de la necrópolis (Fig. 4 y 5).

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Fases de Enterramiento

Primera Fase

Tipológicamente la primera fase de ente-rramiento presenta un sólo tipo de sepultura,aunque con pequeñas diferencias en cuanto altamaño, la profundidad y la orientación. Estácompuesta por una prefosa excavada en la rocade planta rectangular, con una dimensionesaproximadas de 2,10 x 1,50 m. y una profun-didad de entre 0,15 y 0,30 cm., en cuyo cen-tro se excava una fosa de inhumación, con unasdimensiones aproximadas de 1,90 x 0,35 m. y0,40 de profundidad, aunque estas podríanvariar dependiendo del tamaño del difunto(Lámina Nº 2 y Nº 3, T.78; Fig. 8). La secciónde esta fosa es ligeramente estrecha en super-ficie y más ancha en la base. Este tipo de tum-bas, con sus peculiaridades propias, también sehan documentado en Ricote (Murcia), asocia-das a la qarya de Riqut, citada por Al Razi enel siglo IX (SÁNCHEZ ET ALII, 1987).

En las mismas, el cuerpo fue depositado enposición decúbito lateral derecho, con los bra-zos cruzados sobre la pelvis. Los cadáveres pre-sentaban dos tipos de orientaciones; por un ladonos encontramos enterramientos orientadosde Oeste-Este, y por otro, sepulturas con unpequeño giro, por el cual adquieren una leveorientación Suroeste-Nordeste; en todas ellasse giraba el rostro del difunto hacia el Sur. Elcuerpo pudo cubrirse con tablones de made-ra, lo que impedía que la fosa de inhumaciónse rellenara de tierra. Finalmente se formabaun pequeño túmulo de tierra que cubría todoel conjunto, y ocupaba toda la prefosa con latierra extraída (Fig. 8; T.120).

Manteniendo esta estructura, nos encon-tramos algunas sepulturas que presentan lige-ras variaciones, que no pueden considerarsetipos evolucionados. Estas diferencias consistenen la aparición de algunos encajes en los ban-cos de la fosa de inhumación, sobre los que seapoyarían parigüelas (Lámina Nº 2; Fig. 8; T.43y T.97). Junto a ello, la presencia de clavos dis-tribuidos por la zona central de la fosa de inhu-mación cabría relacionarla con un elemento demadera que la cubría. Así mismo también pudo

indicarse la presencia de la sepultura con unao varias piedras emplazadas en los pies de latumba (Lámina Nº 2; Fig. 8; T. 120; T.54 y T.131).

Como ya hemos indicado, en esta fase lastumbas se distribuyen y orientan de Oeste aEste o bien Suroeste-Nordeste, entre unos 60ºy 75º al Oeste, siguiendo el eje marcado porlos arroyos y canales entre las elevaciones natu-rales del terreno. El criterio parece haber sidomás funcional que religioso, ya que las tumbassituadas sobre una pequeña elevación de lazona Sur de la necrópolis presentan una orien-tación de 60º al Oeste, mientras que las ubi-cadas en la zona Norte mantienen una orien-tación de 75º al Oeste. No obstante hay queindicar que la separación de ambas zonas deenterramiento viene determinada por la pre-sencia del citado foso prehistórico (Fig. 6 y 7),que aunque prácticamente colmatado, su con-tinuo encharcamiento le convertiría en una calleo vía intermedia, sistema que vuelve a repetir-se unos metros más al Norte. No creemosque el aislamiento de ambas áreas de ente-rramiento pueda atribuirse a criterios de sepa-ración por edad, sexos o grupos familiares, sinomás bien en el aprovechamiento del espaciodisponible.

Parece claro que la necrópolis comenzó aocuparse desde el Sur, es decir desde la zonamás próxima a las áreas de ocupación, exten-diéndose paulatinamente a medida que fue dis-minuyendo el espacio de esta zona Sur.

Destaca en esta fase la ausencia de ajuaresen el interior de las tumbas, así como la ausen-cia de señalizaciones externas más sofisticadas,con la sola excepción de los túmulos, o en sucaso, las piedras colocadas en los pies de latumba. Ello no impediría que si utilizó algúntipo de señalización, ésta se efectuase con mate-rias perecederas, como la madera, aunque nose han localizado huellas, ni hoyos de encaje anivel de la base geológica.

La ausencia de relleno de la fosa de inhu-mación indica que, en el momento en que lastablas de madera se descomponen, penetra enel interior de la tumba la tierra que formaba eltúmulo, lo que provocaba que frecuentemen-

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te se altere la posición del esqueleto, produ-ciéndose un desplazamiento del cuerpo haciala posición decúbito posterior, si aún no sehabía descompuesto. La frecuencia con queeste hecho se produce refleja la escasa consis-tencia de la cubierta de las tumbas, o bien surápida descomposición. Sobre todo si pensamosen unas condiciones de extrema humedad deeste terreno, puesto que de lo contrario, si elproceso fuese más lento, permitiría la comple-ta descomposición del cuerpo, y al hundirse lacubierta, el cuerpo quedaría más alterado. Perosin embargo, en nuestro caso, el cambio deposición de todo el cuerpo o de algunos desus miembros, obliga a pensar más bien en unproceso de descomposición aún inconcluso.

Finalmente, la adscripción cultural a épocaEmiral responde a criterios estratigráficos, asícomo por los materiales que contienen las tum-bas, y sobre todo por las características tipo-logías de los enterramientos.

Estratigráficamente todas las tumbas pre-sentan unas características comunes, se encuen-tran excavadas en la roca, y en numerosos casosalteradas por las tumbas correspondientes a lasfases II y III (Lámina Nº 3; Fig. 7 ), aunque siem-pre respetando los restos de la primera inhu-mación. En todos aquellos casos donde se handocumentado una superposición de varias sepul-turas, las correspondientes a la primera fase seencuentran por debajo de las demás.

Junto a ello, los materiales que contienenestas tumbas emirales frecuentemente contie-nen fragmentos de terra sigillata clara, cerámi-ca común romana, fragmentos de tégulas, tese-las de mosaicos u otros materiales de adscripcióncultural romana, así como cerámica a tornetade claras características emirales.

Asimismo, el hecho de que en este tipo desepulturas no se rellenase la fosa de inhuma-ción, sino que se cubrían con tablones de made-ra, nos podría indicar que aún se mantenía vivala tradición de la reutilización de las fosas paraacoger a más de una inhumación. De ahí lasmúltiples coincidencias que existen entre lastumbas de esta fase de enterramiento y lasdocumentadas en otras zonas de Marroquíes

Bajos, localizadas bajo los muros y pavimentosde viviendas datables en épocas califal y almo-hade (MARTÍNEZ Y MANZANO, 1996; PÉREZ, 1997;

PÉREZ Y SERRANO, 1996; SERRANO Y PÉREZ, 1997).

Por tanto, las tumbas de esta primera fasepueden identificarse como las estructuras crea-das por una comunidad hispanovisigoda queha decidido convertirse al islam, y que ha empe-zado a islamizarse adaptando sus antiguas cos-tumbres de enterramiento al ritual islámico,pero donde se denota una hegemonía de lasprimeras sobre el segundo.

Segunda Fase

Al contrario que en la primera fase, dondeobservábamos una estricta rigurosidad y regu-laridad en las tumbas, a partir de este momen-to aparece una evolución y diversificación de lostipos y del ritual de enterramiento. Esta trans-formación se produciría a lo largo del siglo X,y cabría relacionarla con la total islamización dela sociedad hispanovisigoda, tras el triunfo delEstado Omeya y la instauración del Califato.

Sin que se produjese un hiatus importanteentre esta nueva fase y la anterior, las tumbasde este segundo momento se distribuyen portoda la zona (Fig. 6 y 7). No obstante, a pesarde que el número de inhumaciones se incre-menta, esto no supuso rebasar los antiguoslimites de la maqbara, sino que a partir de estosmomentos se ocuparon áreas que hasta enton-ces fueron desechadas, quizá por una excesi-va humedad o encharcamiento. Incluso, obser-vamos como en la zona Sur los nuevosenterramientos respetan los antiguos e inclu-so los ejes del enterramiento, cosa que sinembargo no ocurre en la zona Norte, dondela superposición entre las tumbas de esta fasey la anterior es más significativa, aunque estasuperposición tan sólo afecta a la prefosa, enningún caso los nuevos enterramientos des-truyen o alteran las fosas de inhumación (Fig.7). Esta superposición de fases sin interrupciónes la misma que se observa en las zonas dehábitat (SERRANO, 1997; CASTILLO, 1997; SALVA-

TIERRA ET ALII, 1998), de forma que podría esta-blecerse una clara correspondencia entre laszonas habitadas y las de enterramiento.

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La evolución de las sepulturas de esta faseafecta más a su morfometría que al ritual fune-rario. A partir de estos momentos no se docu-mentan tumbas con orientación Oeste-Este,sino que se generaliza la tendencia a orientarlos enterramientos de Suroeste-Nordeste. Elhecho más representativo es el desplazamien-to de la fosa de inhumación hacia el Este de laprefosa, al tiempo que ésta última pierde suforma cuadrangular o rectangular y altera su pro-fundidad, para convertirse en un pequeño reba-je del terreno (Fig. 9 y 10 ). El conjunto, igualque la fase anterior, sería rematado por unpequeño túmulo de tierra.

En cuanto a la fosa de inhumación, pode-mos observar las siguientes modificaciones:

1. Un desplazamiento a la zona Este de la pre-fosa (Fig. 9)

2. Un completo desplazamiento hacia el Esteque rebasa el extremo de la prefosa, colo-cándose fuera de ésta, y ser un elementoinapreciable al excavarse en forma above-dada totalmente subterránea (Fig. 9; T.92).

3. La evolución de estas estructuras culmina-rá con la desaparición de la prefosa, que-dando reducida la sepultura exclusivamen-te a la fosa de inhumación (Lámina 3, T. 77;Fig. 10; T.74; T.4 y T.35 ).

Por el contrario, el ritual funerario se man-tiene prácticamente igual, ya que seguimosdocumentando la fosa sin rellenar, producién-dose el desplazamiento total o parcial del indi-viduo al introducirse la tierra a posteriori. Sinembargo, existen algunos casos con fosas muyestrechas, en las cuales tras producirse la inhu-mación, el cuerpo era cubierto con la tierraextraida, de forma que se mantiene intacta suposición.

Como ya indicábamos, en esta fase se gene-raliza la tendencia, ya iniciada en la fase ante-rior, de orientar las sepulturas Suroeste-Nor-deste, colocándose el cadáver también enposición decúbito lateral derecho, con el ros-tro hacia el Sur. No obstante, en algunas de lasque aparecen configuradas exclusivamente por

la fosa de inhumación, se aprecia un pequeñogiro hacia el Noreste.

Asímismo, sigue sin aparecer ajuar fúnebreen el interior de las sepulturas, aunque en elrelleno de las mismas aparecen escasos mate-riales de todas las épocas, incluidos los califales.

La explicación de la existencia de dos tiposde sepulturas dentro de la misma fase habríaque relacionarla, no con una sucesión crono-lógica por la evolución del ritual funerario islá-mico, sino con la implantación paulatina de laislamización de una comunidad hispanovisigo-da, que ya empieza a abandonar definitivamentesus antiguas costumbres funerarias para implan-tar otras completamente islámicas. De estamanera en esta fase de enterramiento la hege-monía recae en las sepulturas estrechas sin pre-fosa, que reproduce modelos de enterramien-to frecuentes en todo al-Andalus (SALVATIERRA

ET ALII, 1984; DE JUAN, 1987; ROSELLÓ, 1989; IZQUIER-

DO, 1989; POZO, 1990; TORRES Y ACIÉN, 1995).

El final de esta fase está marcado por unclaro hiatus en la ocupación de la necrópolis,durante la cual, al igual que sucede con laszonas habitadas, los canales y arroyos se des-bordan, ensanchan y desdibujan su cauce, arra-sando todo lo que encuentran a su paso.

Tercera Fase

Si para las zonas habitadas de época califalse ha podido establecer como fecha de su aban-dono y su posterior destrucción el año 1014,gracias a los estudios arqueológicos y numis-máticos (SERRANO, 1997; CANTO ET ALII, 1997), yparalelamente también los análisis arqueológi-cos han constatado la reocupación de algunosespacios en época almohade, (SERRANO Y PÉREZ,

1997; 1998); el abandono y destrucción parcial dela necrópolis debió tener un proceso similar.

Las consecuencias de este completo aban-dono se traducen:

- Primero, en la destrucción lenta por ruinade todas aquellas construcciones que no sevieron afectadas por la destrucción violen-ta del año 1014.

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- Segundo, en la desconfiguración de toda lared hidrológica de canales y arroyos quecirculaban por la zona, de forma que el pai-saje se transforma sustancialmente en ampliaszonas encharcadas, que reciben los aportesde numerosas arroyadas temporales.

En tal situación, los arroyos que marcabanlos límites de la necrópolis se desbordan yabren numerosos regueros, que alteraron orellenaron los antiguos cauces. Esto provocó laerosión de los túmulos funerarios de las fasesanteriores, e incluso pudo arrasar con cualquierseñalización, si es que las hubo, llegando a nive-lar el terreno de forma que ya no fueron reco-nocibles las antiguas elevaciones naturales y elfoso prehistórico (Fig. 6 y 7).

Por tanto, una vez que vuelve a reocupar-se la zona en el siglo XII, solo debía existir unvago y aproximado recuerdo de la existenciaen aquella zona de una antigua maqbara, peroal tener sus límites desdibujados, éstos se rein-terpretan a la vista de los nuevos cauces de agua.Por ello la mayoría de las tumbas de esta fasese concentran en torno al extremo Este, sir-viendo el arroyo B como eje vertebrador, yaque según los estudios realizados por M.A.Royo (1997) también en la margen derecha delmismo se localizaron varios enterramiento deeste período. Por tanto, a par tir de estosmomentos la necrópolis ocupará ambos már-genes de dicho cauce.

Tipológicamente las sepulturas de esta nuevafase presentan importantes variaciones conrespecto a las pertenecientes a las anteriores.En esta tumbas han desaparecido completa-mente las prefosas (Lámina Nº 4, T. 55; Fig. 11).Por otro lado, todas las fosas de inhumaciónse rellenan con tierra, una vez que fue depo-sitado el cadáver en su interior, circunstanciaque formaba parte del propio ritual de ente-rramiento.

Las fosas son simples, excavadas en la rocao sobre sepulturas anteriores (Lámina Nº 4),normalmente estrechas, todas presentan unaorientación más acusada Suroeste-Nordeste.en las cuales el individuo fue colocado en posi-ción decúbito lateral derecho, o bien en aque-

llas de mayor anchura, el individuo pudo sercolocado en posición decúbito prono con eltronco girado ligeramente y el rostro orienta-do al Este (Fig. 11; T.111), a veces acogiendouna doble inhumación de un adulto y un niño(Fig. 11; T.13). También se observa un mejoracabado de la cubierta de la tumba, que pudoefectuarse con madera y piedras en los pies(Fig. 11; T.53) o con tejas (Fig. 11; T.19). Estassepulturas presentan numerosos paralelos ennecrópolis documentadas en Murcia, Granada,Almería, Zaragoza, Málaga, etc. (TORRES, 1957;

SALVATIERRA ET ALII, 1984; NAVARRO, 1986; DE

JUAN, 1987; TORO ET ALII, 1992; FRESNEDA ET ALII,

1992; PERAL, 1995; GALVE, 1995; MARTÍNEZ, MELLA-

DO Y MUÑOZ, 1995; FERNÁNDEZ, 1995).

Estas modificaciones, también alcanzan a laorientación de estas sepulturas, que es dife-rente a las fases anteriores, puesto que ahoraya no existen las referencias y condicionantesfísicos que marcaban los ejes de la necrópolis.Dentro de la tradicional orientación del cuer-po de Oeste-Este, ahora presentan un marca-do giro hacia el Nordeste.

Así mismo, al contrario que a la fase ante-rior, que supuso la máxima extensión de lanecrópolis, ahora existe un número muchomenor de enterramientos (Fig. 6 y 7), lo quetambién se corresponde con un hábitat menosdenso de la zona de Marroquíes Bajos. Estenúmero inferior de inhumaciones corrobora elarrasamiento del cementerio anterior de mane-ra que las tumbas ahora se superponen y rom-pen las prefosas y las fosas de inhumación delas más antiguas (Lámina Nº 4; Fig. 11; T.111).No obstante observamos como, si en el mo-mento de la elaboración de la fosa aparecenrestos humanos, ésta se paraliza, ocupando lanueva tumba una cota superior.

Tipología de las Tumbas

En este apartado expondremos los dife-rentes tipos de tumbas documentados en laintervención arqueológica, agrupándolos den-tro de cada una de las fases de enterramien-to que hemos establecido, según su ubicaciónestratigráfica dentro del contexto de la exca-vación. Para su clasificación tendremos en cuen-

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ta, la estructura de la tumba y las característi-cas de su cubierta.

Tipología de la Primera Fase

El estudio detenido de las sepulturas de estafase de enterramiento identifica un único tipode sepultura, definida como una tumba exca-vada en la base geológica, compuesta por unaprefosa rectangular, en cuyo centro ha sidoexcavada una estrecha fosa de inhumación.Finalmente todo el conjunto se cubría con latierra, configurando un pequeño túmulo.

No obstante, atendiendo a la forma decubrirse la fosa de inhumación podemos dife-renciar dos variantes:

• A. Tumbas cubiertas con una o varias tablasde madera, de las que no se conservan res-tos materiales (Fig. 8; T.132; T.78 y T.72 ).Algunas de ellas presentan, a modo de seña-lización, una o varias piedras colocadas enlos pies de la sepultura (Fig. 8; T.120; T.54y T.131).

• B. Tumbas que se cubren con parihuelas, obien con una estructura de madera, detec-tada por la presencia de ranuras en los ban-cos laterales de la fosa y por restos de cla-vos en su interior (Fig. 8; T.43 y T.97).

Tipología de la Segunda Fase

En ella observamos las suficientes diferen-cias para estructurar esta fase en cuatro tiposdiferentes de tumbas:

• Tipo I. Tumba excavada en la roca, forma-da por una prefosa de planta rectangular, muyirregular, ubicándose la fosa de inhumaciónen su extremo Este. Finalmente, ambasestructuras se cubrían con la tierra extrai-da, formando un pequeño túmulo. El usode diferentes elementos como cubierta, nospermite establecer las siguientes variantes:

• A. Fosa de inhumación excavada conforma abovedada aprovechando la esca-sa dureza de la base geológica, lo quefacilitaría la cubrición parcial de la sepul-tura, que pudo completarse con tablas

de madera (Fig. 9). Dentro de esta varian-te se documentan casos en los que seseñalizó la zona de los pies y la cabece-ra con piedras. Posiblemente estas pie-dras también ejercieran la función de cal-zos que evitasen el desplazamiento dela cubierta de la sepultura (Fig. 9; T.92 )

• B. Fosa de inhumación cubierta con unao varias tablas de madera, y sin señali-zación (Fig. 9; T.30 y T.152).

• Tipo II. Se define como una tumba com-puesta por una prefosa de inferiores dimen-siones que la del tipo anterior, de plantaovalada o rectangular irregular, en cuyo cen-tro se excavó la fosa de inhumación. Deforma semejante al tipo I, también todo elconjunto se cubría con un pequeño túmu-lo de tierra. Dentro de este tipo constata-mos cuatro variantes:

• A. Fosa de inhumación excavada conforma abovedada, lo que permitió cubrirparcialmente la sepultura (Fig. 10; T.37).

• B. Fosa de inhumación cubierta con unaestructura de madera de la que se con-servan tan solo los clavos (Fig. 10; T.65).

• C. Fosa de inhumación cubierta con unao varias tablas de madera, de la que nose conservan restos, pero señalizándo-se la zona de los pies y la cabecera conpiedras (Fig. 10; T.99).

• D. Fosa de inhumación cubierta con tejas(Fig. 10; T.94).

• Tipo III. Se define como una sepultura com-puesta exclusivamente por una fosa de inhu-mación de planta rectangular. El análisis deta-llado del mismo nos permite diferenciar dosmodalidades:

• A. Fosa de inhumación excavada en labase geológica, sin elementos que pudie-ran indicarnos el tipo de cubierta, la cualposiblemente se cubrió con tablas demadera (Fig. 10; T. 74 y T.77 ). Los cadá-veres no presentan alteraciones, por loque la fosa se rellenó de tierra en elmomento del enterramiento. Dentro de

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esta variedad, se documentan casos don-de la fosa se delimita superficialmentecon piedras de pequeño tamaño (Fig.10; T.4).

• B. Fosa de iguales características que laanterior, pero en cuyo interior se hanlocalizado fragmentos de clavos, lo queindica el uso como cubierta de unasparihuelas o bien de una estructura demadera (Fig. 10; T.35 y T.164).

• C. Fosa cubierta con varias losas de pie-dra (Fig. 10; T.105).

• Tipo IV. Fosa de inhumación excavada enla roca formando una pequeña bóveda, loque permitía la cubrición parcial de la pro-pia fosa de inhumación (Fig.10; T.89), pro-ceso que pudo efectuarse con tablas demadera o con piedras (Fig.10; T.103).

Tipología de la Tercera Fase

Dentro de esta última secuencia de ocupa-ción de la maqbara diferenciamos tan sólo untipo de tumba, definido como una fosa de inhu-mación de planta rectangular excavada en laroca. No obstante, si analizamos su cubiertapodemos diferenciar dos modalidades:

• A. Fosa simple sin que se conserven res-tos de su cubierta, que pudo ser detablas de madera (Fig. 11; T.136; T.7; T.55;T.13 y T.111). En ella encontramos algu-nos casos en los que se señalan los piesde la sepultura con varias piedras (Fig.11; T.53).

• B. Fosa cubierta con tejas (Fig. 11; T.19)

CONCLUSIONES

El principal problema que plantean las necró-polis medievales de Marroquíes Bajos es la impo-sibilidad de adscribirlas a un periodo concreto,dada su diversidad tipológica y ritual, y la ausen-cia de ajuares. En líneas generales, de la tipolo-

gía de enterramientos que hasta el momentoconocemos podemos determinar que:

1. Las tumbas con demarcación de prefosa yfosa central de enterramiento, sin relleno detierra, así como las tumbas de fosa simpley cubierta de losas de piedra y tégulas,corresponden al momento más tempranode Marroquíes Bajos, con independencia delrito religioso aplicado, sea cristiano o islá-mico. La tipología claramente hispanovisi-goda de las tumbas cristianas de la N7 y N1,y algunas de la N5, así como la presenciaen esta última de una moneda datada en elEmirato Dependiente 4, confirman su perio-dización en época Emiral. A ella pertene-cerían las tumbas de la primera fase de laN2, las cuales poseen claros paralelos conlas documentadas en las necrópolis N7, N5y N1, por lo que podemos entender quedicha primera fase de las tumbas se haceextensible tanto a enterramientos cristianoscomo islámicos (Fig. 8).

2. Las tumbas de los Tipos I y II de la segun-da fase sólo se localizan en la N2; todasellas presentan ritual islámico, por lo quecabría fecharlas en época Califal (Fig. 9 y 10).

3. Las tumbas de los Tipos III y IV de la segun-da fase se localizan tanto en la N2, N3 yN4, son todas ellas de rito islámico, por loque podría fecharse en época Califal (Fig. 10).

4. Finalmente, las tumbas de la tercera faseque se localizan en la N2, son completa-mente de rito islámico, y cabría datarlas enépoca islámica avanzada, entre el siglos XIIy la primera mitad del siglo XIII (Fig. 11).

Estas conclusiones sobre la tipología de ente-rramiento y la distribución de ritos religiososaplicados nos llevan a formular dos hipótesisinterpretativas sobre su origen y desarrollo:

Una primera hipótesis propone la existen-cia de necrópolis de dos momentos cronológi-cos diferentes. Inicialmente áreas de enterra-miento cristiano en función del poblamiento

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4 Agradecemos su datación a D. Alberto Canto García y a Dña. Lourdes Ruiz Quintanar.

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hispanovisigodo de la zona, pero que tras laconquista musulmana, darán ligar a necrópoliscon rito islámico. Su estudio muestra una claraevolución del ritual de enterramiento, y cómode los tipos de sepulturas típicamente hispano-visigodos se pasa a otros claramente islámicos.Quizá estas modificaciones sean una clara con-secuencia de la islamización sufrida por la pobla-ción hispanovisigoda de esta zona entre los siglosIX-X. El análisis arqueológico nos muestra tresáreas de enterramiento claramente definidas,que corresponden a tres momentos sucesivos:

• Una zona de enterramiento, consideradacomo hispanovisigoda, se ubica junto al men-cionado camino que comunicaba variospequeños núcleos rurales con la propia ciu-dad, o bien que permitía el acceso a un edi-ficio de culto. En ella las sepulturas apare-cían alineadas en torno a esta calle o vía decomunicación. Esta proximidad de la necró-polis a una iglesia o edificio de culto resul-ta una constante en la cultura hispanovisi-goda (CERRILLO, 1989). Las tumbas estabanorientadas Oeste-Este, y habían sido exca-vadas en la roca con formas antropomórfi-cas (BURGOS, LIZCANO Y PÉREZ, Inédito).No obstante, se documentan algunos casosque presentan en la cabecera un encaje cua-drado para la cabeza del difunto (MARTÍNEZ

Y MANZANO, 1996; PÉREZ Y SERRANO, 1996).Estos últimos tipos de sepulturas, tambiénpresentan una prefosa o enmarque de formarectangular de gran profundidad, en cuyocentro se excava la fosa de inhumación, enla que se depositaba el cadáver en posicióndecúbito supino, con los brazos extendidosa lo largo del cuerpo. Por lo general, y salvoalgunos matices particulares, son sepulturastípicamente tardorromanas y visigodas, queposeen claros paralelos en otras zonas dela Península Ibérica durante la Alta EdadMedia, (CASTILLO, 1970; BIELSA, 1975; 1977;

BOLOS Y PAGES, 1981; SALVATIERRA ET ALII,

1984; ANDRIO, 1987; 1994; KLIEMANN, 1989; DE

LA CASA, 1992). Son sepulturas documenta-das en las necrópolis N1, N5, N6 y N7.

• Junto a ella, se ha documentado una segun-da zona de enterramiento, ubicada en elsector Norte de Marroquíes Bajos (N2 y

N3). El análisis detallado de las mismas con-firma la existencia de varias fases de ente-rramiento, las cuales podrían marcar, comoya indicábamos, el abandono o la adapta-ción de los rituales de enterramiento his-panovisigodos a ritos claramente islámicos,hasta alcanzar, en las últimas fases, la con-solidación de un modelo de sepultura cla-ramente islámico (SERRANO Y PÉREZ, 1998;

ROYO, 1997; CANO, 1999). Todo ello cabríarelacionarlo con la culminación del proce-so de islamización llevado a cabo por elEstado Omeya entre los siglos IX y X.

• Finalmente, en la necrópolis N4 se ha docu-mentado una alternancia de inhumacionescon uno y otro ritual, sin que se trate deuna superposición de enterramientos, sinode la convivencia de los mismos (SERRANO

et alii, 2000), que nos daría el punto de evo-lución intermedio.

La segunda hipótesis aborda la posibilidadde la existencia varias necrópolis de un sólomomento segregadas en función del rito reli-gioso que se aplica, lo que permite la convi-vencia de áreas de enterramiento con ritualcristiano junto a otras islámicas.

De esta manera se establecerían dos áreasalternativas de inhumación:

• Una de ellas reservada a la población cris-tiana que habita la zona, se situó en el extre-mo Sur de Marroquíes. A ella pertenecenlas sepulturas con una prefosa rectangular,y fosa de inhumación antropomórfica cono sin encaje para la cabeza, orientadas deOeste-Este, depositándose el cuerpo deldifunto en posición decúbito supino con losbrazos extendidos a lo largo del cuerpo(N1, N6 y N7). Algunas áreas de esta necró-polis fueron alteradas y cubiertas por estruc-turas de hábitat datadas en época Califal.

• Otra reservada para el enterramiento de lapoblación islámica (N2 y N3), situada en elextremo de las principales áreas de resi-dencia, presenta algunas sepulturas conestructuras semejantes, pero donde se apre-cian cambios significativos, los cuales ya hansido expuestos en el apartado anterior.

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• No obstante, la necrópolis N4 documentaen una misma área de enterramiento sepul-turas con ritual cristiano e islámico.

Ambas hipótesis son igualmente válidas paraexplicar los tipos de enterramiento descritosen las diferentes necrópolis. Pero tambiénambas interpretaciones contienen notablesdudas; por ejemplo, respecto de la primera,desconocemos la ocupación visigoda en lazona, puesto que el registro de la cultura mate-rial tanto de prospección como de excava-ción presenta materiales islámicos en los nive-les más antiguos, siendo la olla trípode, lascerámicas elaboradas a mano/torneta o lascerámicas vidriadas los fósiles guías más fre-cuentemente localizados. Respecto a la segun-da, sobre la hipotética continuidad de una granmasa de población cristiana entre los siglosVIII y XII, caben aún más dudas. Y aún máspresentan las superposiciones estratigráficasque obligarían a desmenuzar en innumerablesfases el asentamiento de Marroquíes Bajos.Ahora bien, si introducimos la distribución delpoblamiento en Marroquíes Bajos como unanueva variante del problema, creemos quepodría hacerse una tercera lectura que apor-ta quizá, la visión más completa y sugerentedel problema:

Aunque hasta la fecha no se ha llevado acabo un estudio en conjunto sobre la organi-zación estructural del asentamiento islámico deMarroquíes Bajos, una observación apenassuper-ficial sobre la distribución de las zonashabitadas basta para apreciar una cierta regu-laridad en los límites de la zona y entrever unentramado callejero bastante regular. El espa-cio se organiza en dos núcleos de forma máso menos cuadrangular (Fig. 4), separados y/oconectados por el arroyo A de MarroquíesBajos. Estas dos superficies, que denominare-mos Sector Este y Sector Oeste, ocupan unaextensión de unas 20 Has. para la época Cali-fal. A estas dos zonas habría que añadir, parael mismo período, al menos otro espacio habi-tado mucho más reducido y nuclear, situado alo largo de la margen derecha del arroyo A,en su desembocadura en el Arroyo de la Mag-dalena, que denominaremos Sector Norte.

En los tres casos la secuencia estratigráficaes similar, como demuestran las numerosas inter-venciones arqueológicas de los últimos años,presentando coincidencias en las periodizacio-nes en puntos tan distantes entre sí, que hemosde considerar válidas para todo el poblado.

En líneas generales, sobre extensas superfi-cies horadadas por fosas de época Emiral, ori-ginadas por escasos y reducidos puntos habi-tados, pero con buenas condiciones para eldesarrollo de una agricultura intensiva de irri-gación, se construye de nueva planta un pobla-do perfectamente organizado en época califal.Éste no se constituye propiamente como unarrabal de la ciudad de Jaén, sino que parececonstituir un núcleo periurbano que forma parte,junto con otros, del concepto de ciudad quese impone con el nuevo Estado, como una uni-dad vertebrada en áreas especializadas: centroadministrativo, huertas, talleres, zonas comer-ciales, etc. y que por tanto podría extenderseampliamente en el espacio. En el caso de Marro-quíes Bajos su planificación y desarrollo puedeestar vinculado a un proyecto de explotaciónde las fértiles vegas de la cuenca del Arroyo dela Magdalena. Este núcleo se mantiene habita-do hasta la crisis que trajo consigo la fitna definales del Califato, siendo destruido y abando-nado hacia el año 1014. Años después, en elsiglo XII, sobre las ruinas del poblado se recons-truyen antiguas casas o se edifican otras denueva planta, pero de forma dispersa a lo largode los sectores Este y Oeste, y en ningún casoen la Norte. Ahora si podría hablarse de losarrabales de una gran ciudad, que surgen, perotambién a su vez desaparecen, por la presiónbélica de los ejércitos cristianos.

Este extenso poblado presenta estratigráfi-camente una continua superposición de fasesconstructivas que constituyen una maraña dedifícil estudio, aún más complejo si añadimosla distribución de las necrópolis, que es en defi-nitiva el objeto de este trabajo.

Partiendo del trazado que proponemospara el momento de máxima extensión delpoblado en época Califal, podemos observarque la N2 se sitúa al Noreste de los Sectores

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Este y Oeste, y que la N4 lo hace en un espa-cio central del Sector Norte. En ambos casoslas necrópolis se encuentran aisladas de laszonas de hábitat. Por el contrario, la N1 y N6quedan completamente sepultadas por la cons-trucción de los Sectores Este y Oeste, connítidas superposiciones estratigráficas, siendoen ambos casos de rito cristiano. Los tipos detumbas de estas dos últimas necrópolis guar-dan una estrecha relación con los integradosen la primera fase de la N2. Al mismo tiem-po, las zonas de hábitat claramente fechablesen época Emiral quedan engullidas por la enor-me extensión del asentamiento Califal en losSectores Este, Oeste y Norte. Entre todo ellohabría que incluir un edificio de culto cristia-no situado en el sector Este, del que por elmomento sólo han aparecido algunos ele-mentos ornamentales de claras característicasvisigodas (SERRANO Y PÉREZ, 1997) en contex-tos de época Emiral.

Caso aparte lo constituye la N5 porque sevincula a un asentamiento monofásico situadoen las proximidades, que sólo presenta mate-riales emirales. Este dato viene corroboradopor la presencia de una moneda de ese perí-odo en el interior de una tumba, y por la tipo-logía de enterramientos idénticos a los de laprimera fase de la N2 y a los de la N6.

De todo ello deducimos que los primerosnúcleos habitados de época Emiral se organi-zaron de forma más o menos dispersa en elterritorio de la zona Norte de Jaén, como indi-ca la secuencia de Marroquíes Bajos y los datosde la Prospección del Suelo Urbanizable deJaén (ZAFRA ET ALII, 1994). En determinadas zonasla proximidad de algunos de ellos dio lugar ala primera organización de canales y trasvasesde aguas entre arroyos, como en los SectoresEste y Oeste de Marroquíes. Estos núcleoshabitados se nutrieron de población hispanovi-sigoda y en menor grado de grupos foráneosislámicos. En esta línea, cada asentamiento gene-ró su propia necrópolis, con ritual cristiano oislámico, presentando tumbas con característi-cas similares a las de los tipos de la primerafase de N2, N1, N4, N5, N6 y N7, todos elloscon ritual cristiano; y N2 y N3 islámicas.

La organización de los nuevos espacios urba-nos califales en los Sectores Este, Oeste y Norteanula la continuidad de las necrópolis y zonasde hábitat cristianas emirales. Desde luegopodría tratarse de la continuidad del pobla-miento, pero el arrasamiento de las construc-ciones más antiguas y el abandono de otraszonas no afectadas por el área periurbana deMarroquíes Bajos (como las del SUNP-1) pare-ce más bien indicar una reordenación de las tie-rras y por ende del campesinado. La interven-ción estatal Omeya en este poblamiento ha deser entendida como una política de desarrollode las ciudades de la Campiña (SERRANO ET

ALII, 1997) más que como algo puntual en laciudad de Jaén.

Su objetivo era ejercer un mayor control delterritorio y de las rentas que generaba la explo-tación agrícola de la Campiña. Esta política pro-vocó la reacción violenta frente al Estado dediversos sectores tribales (árabes y beréberes)y de la población muladí, que veían como laactuación estatal lesionaba sus intereses. Laoposición al Estado Omeya culminó con la fitnade finales del Emirato, que finalizó con la impo-sición de la sociedad islámica y el triunfo delproceso de islamización, tras los éxitos milita-res y políticos del emir ‘Abd al-Rahman III.

Tras el conflicto se estimuló la islamizaciónde la población autóctona, mayoritaria en épocaEmiral, así como el establecimiento en la ciu-dad de un nutrido número de pobladores ára-bes, los más islamizados y partidarios de lapolítica centralizadora del Estado, que aban-donan gran cantidad de asentamientos ruralespara trasladarse a la ciudad de Jaén y su entor-no más inmediato (CASTILLO, 1998). El resulta-do de este proceso fue el enorme desarrolloespacial de la única necrópolis islámica de esteperiodo, es decir, la N2, hasta convertirse enla única de los Sectores Este y Oeste durantelos siglos X y XI.

Para finalizar, la respuesta a esta problemá-tica se debe resolver con estudios específicosque determinen la linealidad familiar y la con-tinuidad de los mismos contingentes de pobla-ción desde ritos cristianos e islámicos, y su pro-

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porción. Esta continuidad de los mismos con-tingentes de población campesina tendría sumejor expresión en el mantenimiento de la N4en época Califal con enterramientos islámicosno superpuestos a los cristianos. También habráde tenerse en cuenta en futuros estudios, enrelación a la organización del poblamiento, lasituación de los Sectores Este y Oeste a amboslados del arroyo A de Marroquíes Bajos, y pro-fundizar en su naturaleza, es decir, si se tratade una división puramente administrativa delpoblamiento o si bien se trata de una divisiónbasada en diferencias culturales y religiosas.

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RESUMEN

Las investigaciones arqueológicas efectuadas en los últi-mos años en la zona de expansión urbana de Marro-quíes Bajos (Jaén) han documentado varias necrópolismedievales, cuyo análisis nos ha permitido conocer, nosólo la evolución tipológica de las sepulturas, sino tam-bién las transformaciones producidas en los rituales deenterramiento. Todos estos cambios deben relacio-narse con dos factores:

- El proceso de islamización de una comunidad indí-gena, desarrollado entre los siglos VIII y IX.

- El propio desarrollo experimentado por la ciudadde Jaén, que supuso la aparición en sus inmedia-ciones de un complejo espacio agrícola, donde selleva a cabo una significativa concentración de pobla-ción musulmana, procedente de diversos asenta-mientos rurales de la Campiña, que fueron aban-donados tras la fitna de finales del siglo IX.

PALABRAS CLAVE

Necrópolis, Época Emiral, Islamización.

ABSTRACT

Archaeological investigations carried out over the lastfew years in the developing area of Marroquíes Bajos(Jaén) have documented several medieval necropolis.Their study has brought out understanding on the tipo-logycal evolucion of tombs, as well on transformationsin burying rituals. All this changes must be connectedwith the following factors:

- The islamization of a native community, taking placebeetwen VIII and IX centuries.

- The development of the city of Jaén, resulting inthe emergence in the lands nearby of a complexagricultural space, with a significative increase ofmuslim population coming from various countrysettlements in the Jaen Campiña, abandoned afterthe fitna in the IX century.

KEY WORDS

Necropolis, Emirate period, islamization

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Plano base: JUNTA DE ANDALUCÍA-CONSEJERÍA DE CULTURADelegación Provincial de Jaén - Elaboración: ARQUEOTEC-JAÉN S.L.

Localización de la necrópolis islámica estudiada en este trabajo

Localización de sepulturas

RNP 1

RS 4

UA 23

Fig. 1. Plano de situación, con la localización de hallazgos arqueológicos y noticias documentales de la ubicación de necrópolis islámicas de la ciudad de Jaén.

Fig. 2. Localización de necrópolis medievales en la Zona Arqueológica de Marroquíes Bajos.

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Fig. 4.

Fig. 5.

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Fig. 6.

Fig. 7.

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Fig. 8. Primera Fase. Variantes A y B

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Fig. 9. Segunda Fase. Tipo I. Variantes A y B

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Fig. 10. Segunda Fase. Tipos II, III y IV.

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Fig. 11. Tercera Fase. Variantes A y B.

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Lám. 1. Panorámicade la zona excavada.

Lám. 2. Tumba nº 82. Primera Fase.

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Lám. 3. Superposición de la Tumba nº 78, Primera Fase y nº 77, Segunda Fase.

Lám. 4. Superposición de la Tumba nº 55, Tercera Fase y nº 56, Segunda Fase.