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El discernimiento del tema de los judíos y de los gentiles bajo el punto de vista del designio salvífico de Dios, a la luz del pensamiento de los Santos Padres, es el tratado del cuarto volumen de esta serie.

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LAS PARÁBOLAS DELEVANGELIO SEGÚN LOSPADRES DE LA IGLESIA

El Misterio de Israel y de las Naciones

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LAS PARÁBOLAS DEL EVANGELIO SEGÚN LOS PADRES DE LA IGLESIA

El Misterio de Israel y de las Naciones

Alfredo Sáenz, S. J.

Asociación Pro-Cultura Occidental, A.C.Guadalajara, Jalisco, México

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Primera edición 1999Ediciones Gladius-Argentina

Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obrainclusive por fotocopia o cualquier otro medio de almacena-miento de información, sin permiso previo por escrito del editor.

Impreso en México.Printed in Mexico.

© CopyrightDerechos ReservadosSegunda ediciónSeptiembre de 2001Editorial A.P.C.Calle Pino Suárez # 532C.P. 44560Tel. (0133) 36-14-41-01Guadalajara, Jalisco, Méxicowww.procultura. com0061

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Introducción ..............................................................13

Capítulo PrimeroLOS NIÑOS ANTOJADIZOS................................21

I. El juego de los niños ............................................29

II. Ni llanto ni danza .................................................341. La insensibilidad de la Sinagoga ........................342. Ni el Bautista penitente .....................................373. Ni el Cristo que come y bebe ...........................404. Un pueblo antojadizo .......................................485. La justificación de la sabiduría ..........................53

Capítulo SegundoLA HIGUERA ESTÉRIL .........................................59

I. La predilección del agricultor ...............................68

II. La esterilidad de la higuera ...................................711. “No encuentro Fruto” ......................................712. “Córtala” .........................................................85

III. Una última apelación a la misericordia ..................871. “Déjala por este año todavía” ..........................872. “Cavaré a su alrededor” ..................................91

IV. De la Iglesia de los Judíos a la de los Gentiles ......951. El castigo divino ..............................................962. De la Sinagoga a la Iglesia ...............................98

Índice

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8 EL MISTERIO DE ISRAEL Y DE LAS NACIONES

Capítulo TerceroLOS DOS HIJOS DIFERENTES ..........................109

I. Los dos hijos ..................................................... 1171. Judíos y Gentiles ............................................. 1192. Justos y pecadores .........................................1253. Laicos y sacerdotes ........................................126

II. “¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?” ....129

III. Advertencia final ................................................1311. Los publicanos y las rameras .........................1322. Doble actitud frente al Bautista ......................1343. La precedencia de los Gentiles ......................143

Capítulo CuartoLOS VIÑADORES HOMICIDAS ........................147

I. Antecedentes veterotestamentarios ....................155

II. Un hombre plantó una viña ................................1631. El hombre de la viña ......................................1652. La viña ..........................................................1673. La cerca ........................................................1684. El lagar ..........................................................1705. La torre .........................................................172

III. El arriendo y la partida ......................................1731. “La arrendó a unos viñadores”.......................1732. “Y se fue lejos” .............................................176

IV. Los emisarios del señor .....................................1781. La primera misión ...........................................1792. La segunda misión ..........................................183

V. “Respetarán a mi hijo ..........................................1871. El último enviado ...........................................1872. El deicidio .....................................................1933. Fuera de la viña .............................................200

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9ÍNDICE

VI. El castigo y la transferencia de la viña ................2031. La vuelta del dueño .......................................2032. La autocondena .............................................2043. Nuevos iñadores ......................................... 208v

VII. La alegoría de la piedra ....................................2151. Piedra angular ..............................................2192. Piedra de tropiezo ........................................2253. La indignación de los judíos ..........................230

VIII. La alegoría de la vid y los sarmientos ..............232

Breve reseña de los Santos Padresy escritores eclesiásticos citados ..............................243

Índice de las principales siglas y abreviaturas ...........249

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Llamaré pueblo mío al que no es mi pueblo

(Os 2, 25)

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Introducción

DE acuerdo a la sistematización que nos hemosimpuesto para ir exponiendo el pensamientode los Santos Padres sobre las distintas parábolas del Evangelio, nos disponemos a consi-

derar, en este cuarto volumen de la serie, algunas pa-rábolas que se refieren especialmente al tema del pue-blo elegido y de los gentiles. Según la tradición culturalde los judíos, el mundo se dividía en dos grandessectores, el pueblo de Israel y el resto de los pueblos alos que llamaban “las naciones” o “los gentiles”. Elobjeto de nuestra investigación no deja de ser espino-so. Fácilmente se mezclan los tantos y con cierta lige-reza se tiende a reducirlo a un asunto de índole racialo a un “problema político”. Nosotros lo trataremos,como lo hacen los Padres, desde el punto de vista deldesignio salvífico de Dios, ya que en el fondo es un“problema teológico”.

La elucidación del tema de los Judíos y de losGentiles resulta inobviable si se quiere entender lo quese ha dado en llamar “la teología de la historia”. Conllamativa frecuencia los Padres han interpretado nu-merosas parábolas recurriendo a ese telón de fon-do. Por ejemplo las del fariseo y el publicano, el hijopródigo, el rico y el pobre Lázaro, y tantas otras. Lasdos últimas nombradas las hemos analizado en el pri-mer y segundo volumen de la serie patrística en queestamos empeñados, porque si bien incluían conside-raciones sobre el misterio de los Judíos y los Gentiles,por razones metodológicas las estudiamos preva-lentemente a la luz de otros temas, como el de lamisericordia de Dios y la misericordia con el prójimo.

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Así en la parábola del hijo pródigo, los Padres veíanen el hijo menor la figura de los Gentiles y en el hijomayor la del Judío que envidiaba la entrada de aqué-llos en el Reino. De manera semejante, en la parábolade los invitados a las bodas sostenían que la terceraconvocatoria del rey que preparó las bodas de su hijo,se dirigió a los Gentiles, que estaban lejos, luego delfracaso de las dos primeras, dirigidas al pueblo judío,que eran los más cercanos. En el presente tomo he-mos elegido cuatro parábolas más especialmente refe-ridas a este gran tema de la teología de la historia.

Reiteremos nuestra disposición a ubicar el asuntoen su verdadero terreno, que es el teológico, en plenacomunión con la enseñanza patrística. Porque cuan-do los Padres hablan de los Judíos se refieren princi-palmente a “la religión judía” o, si se prefiere, al “ju-daísmo”, entendiendo por ello la comunidad (el qahal)de los que, cualquiera sea el lugar donde se encuen-tran y la época en que vivan, profesan la religiónmosaica, y, por consiguiente, se consideran como el“pueblo elegido” de Dios. Dejamos así de lado el temadel judaísmo político, del sionismo, del Estado de Is-rael, y otras cosas por el estilo. Si bien no carecen dealguna conexión con el judaísmo religioso, queremoshacer esta distinción para evitar equívocos.

Según el pensador ruso Vladímir Soloviev, cuandoDios suscita una nación lo hace con un propósitodeterminado, o, en otras palabras, cada nación esuna “Idea” de Dios, una vocación, un designio parti-cular, propio y exclusivo de ella. ¿Cuál fue la “Idea”que Dios tuvo cuando suscitó a Israel, cuál fue sumisión histórica? Una misión doble, etnológica, antetodo, y luego religiosa. Como raza, los judíos habíansido “segregados” por Dios para posibilitar un origencarnal al Mesías. En el plan de Dios, el Mesías, cualnuevo Adán, debía unirse al primer Adán por vía de

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generación humana, a través de David, Jacob, Isaac,Abraham. Esta misión del pueblo judío, misión étnica,se cumplió cabalmente con la gestación de Jesús en elseno de la Virgen María, “de la casa de David” (Lc 1,27). Pero ello no era todo. Más allá de lo étnico, alpueblo judío le quedaba por realizar el fin religioso desu elección, que consistía en reconocer en ese Jesús alMesías esperado, aceptándolo como tal, para luegodifundir su conocimiento y su doctrina a todos losdemás pueblos de la tierra.

Israel realizó la misión que Dios le había confiadosólo en su primera parte, la parte carnal, pero no ensu aspecto religioso, que era el primario. Cuando llegóel momento culminante de su historia, infringió suAlianza con el Señor. Dios le había dicho: “Si guar-dáis mi alianza, vosotros seréis mi propiedad personalentre todos los pueblos” (Ex 19, 5). Su promesa eracondicional: si guardáis mi alianza. E Israel no la guar-dó. No se trataba ya de una transgresión a los man-damientos de Dios (muchas veces había cometido di-cho pecado, y Dios siempre le había perdonado) sinode haber desestimado el fin mismo al que se ordenabala Alianza, que no era sino el reconocimiento del Ver-bo encarnado, ya que, como dice San Pablo, “el finde la ley es Cristo” (Rom 10, 4). Donde el plan deDios sobre su pueblo elegido se cumplió plenamentefue en la Santísima Virgen, la hija santa de Israel, queno sólo le dio su carne al Hijo de Dios sino que tam-bién le rindió su fe. No se comportó así el pueblo ensu generalidad.

Fue sobre todo San Pablo quien con más profundi-dad se abocó a exponer la teología de la historia deIsrael, de la elección del judaísmo y su ulterior rechazopor parte de Dios, sobre todo en los capítulos 9 a 11de la epístola a los romanos, que los Santos Padresleyeron con especial atención. Erik Peterson ha escrito

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un libro realmente notable, Die Kirche aus Juden undHeiden, traducido al francés como Le mystère desJuifs et des Gentils dans l’Église, con prefacio deJacques Maritain, donde comenta, versículo por versí-culo, aquellos tres capítulos.

El Apóstol, que jamás ocultó su condición de judío,más aún, se glorió de ella, confiesa la tristeza y eldolor continuo que le producía la defección de su pue-blo; incluso declara que hubiera deseado ser anate-ma, separado de Cristo, por sus hermanos de razasegún la carne, “de los cuales es la adopción filial, lagloria, las alianzas, la legislación, el culto, las prome-sas y los patriarcas, de quienes procede Cristo segúnla carne” (Rom 9, 4-5). No fueron muchos, por cierto,los judíos que aceptaron a Jesús como Mesías, cum-pliéndose la profecía de Isaías de que “aunque loshijos de Israel fueran numerosos como las arenas delmar, sólo un resto volverá al Dios poderoso” (Is 10,22-23), texto que hace suyo San Pablo (cf. Rom 9,27), el grupo que no dobló la rodilla ante Baal (cf. 1 R19, 18; citado en Rom 11, 4). Ello basta para que lafidelidad de Dios a sus promesas quede a salvo, yaque no arrojó totalmente y para siempre a su pueblo(cf. Rom 11, 1). En realidad aquel “resto”, formadopor los que creen en Cristo, constituye el verdaderoIsrael de Dios. Como se ve, no es cuestión de razasino de fe. Porque “no todos los descendientes deIsrael son Israel” (Rom 9, 6).

Entra aquí en escena el gran tema de la “transfe-rencia” del pueblo judío al pueblo de los gentiles. Se-gún una imagen bien paulina, Israel era como un oli-vo fecundo, cuyas raíces fueron los Patriarcas, sobretodo Abraham. Cuando llegó la plenitud de los tiem-pos, algunas de sus ramas se desgajaron del olivo.Son los Judíos que no quisieron convertirse a Cristo.

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17INTRODUCCIÓN

Por el contrario, otras ramas, esta vez de un olivosalvaje, se vieron injertadas en el olivo de Dios. Sonlos Gentiles, que no pertenecían al pueblo elegido,como los Judíos. Su pertenencia original a un olivomontaraz muestra que por naturaleza habían caído enel salvajismo y la idolatría. Hubo, pues, algo artificial,casi violento, en esta transferencia, imposible sin laoperación del injerto. Nada tiene, por consiguiente, dequé gloriarse el Gentil. Como dice el Apóstol, “si algu-nas ramas fueron desgajadas, mientras tú, siendo oli-vo silvestre, fuiste injertado entre ellas, hecho partícipecon ellas de la raíz y de la savia del olivo, no te engríascontra las ramas” (Rom 11, 17-18). Nuestras raícesson Abraham y los Patriarcas, que eran Judíos y noGentiles. Por eso, como dice San Pablo en otro lugar,“si sois de Cristo, luego sois descendencia de Abraham,herederos según la promesa” (Gal 3, 29).

La defección de los Judíos tiene, así, una impor-tante e inesperada repercusión histórica, ya que seencuentra en el origen de la salvación de los pueblosno judíos. O, como dice el Apóstol, “su caída ha traí-do la salvación a los gentiles” (Rom 11, 11). Repercu-te igualmente en los integrantes del propio pueblo ju-dío quienes al ver cómo los Gentiles entran masiva-mente en la Iglesia, experimentan celos, no exentos deenvidia. La idea de que Israel se vuelva celoso seencuadra perfectamente en la mentalidad religiosa delpueblo elegido. Desde el Antiguo Testamento, Diostrató a Israel como si fuera su esposa, su única ylegítima esposa. Cuando los judíos advierten que, araíz de su deslealtad, Dios se inclina hacia otra espo-sa, es natural que se sientan celosos. Y así fue enrealidad, ya que, según leemos en el Nuevo Testamen-to, Cristo, el Verbo encarnado, tomó a una virgen, laEcclesia, por esposa (cf. Ef 5, 25-27). Por eso, SanPablo, apóstol de los gentiles pero de raza judía, que-

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riendo aprovechar aquella envidia para el bien de lossuyos, dice que no pierde la esperanza “de despertarcelos en los de mi raza y salvar a algunos de ellos”(Rom 11, 14).

La Iglesia no es, pues, la prolongación de la Sina-goga, ni tampoco una Iglesia hecha de Gentiles. “He-mos sido llamados no sólo de entre los judíos sinotambién de entre los gentiles”, afirma el Apóstol (Rom9, 24). Tanto Judíos como Gentiles hemos sido con-vocados a integrar la única Iglesia de Dios, en torno aJesucristo, el Esposo divino. Queda así suprimida ladistinción que los miembros de Israel establecían entreJudíos y Gentiles. Con lo que se encuentra trascendi-da la idea judía de la elección, según la cual un pue-blo único era elegido con exclusión de los demás. Deahí que se pueda hablar de la “Iglesia de los Judíos yde los Gentiles”, de los judíos que han aceptado aCristo y de los gentiles que se han adherido a Él,cumpliéndose aquello que, a propósito de Jesús, decíaSan Pablo en una de sus cartas: “Él es nuestra paz,que hizo de todos los pueblos uno, derribando el muroque los separaba, la enemistad” (Ef 2, 14). Con todo,fueron los Gentiles quienes se adhirieron al Señor demanera multitudinaria, formando un nutrido grupo denaciones cristianas, que constituyeron ulteriormente laCristiandad, mientras que la mayor parte de los Ju-díos han permanecido hasta ahora ajenos a Cristo.

Sin embargo queda por esperar un momento glo-rioso para Israel, su conversión al cristianismo al finde los tiempos. Los cristianos gentiles nos alegramosdesde ya en la expectativa de dicho momento, clara-mente anunciado por San Pablo: “El endurecimientoparcial que sobrevino a Israel, durará hasta que entrela totalidad de los gentiles, y entonces todo Israel serásalvo” (Rom 11, 25-26). Como se ve, el endureci-

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miento del pueblo judío, obstinadamente cerrado alverdadero Mesías, no es total en cuanto al número desus miembros, ni tampoco perpetuo en cuanto a suduración en el tiempo. Se trata del endurecimiento deuna parte de Israel, que sólo durará hasta la conver-sión de los pueblos gentiles. Entonces todo Israel serásalvado. No será, por cierto, una obra meramente hu-mana, ya que, como dice el Apóstol al gentil hechocristiano “poderoso es Dios para injertarlos de nuevo;porque si tú fuiste cortado del olivo silvestre que eraspor naturaleza, para ser injertado contra tu natural enun olivo cultivado, ¡con cuánta más razón ellos, segúnsu naturaleza, serán injertados en su propio olivo!”(Rom 11, 23-24).

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Capítulo Primero

LOS NIÑOSANTOJADIZOS

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La luz del triángulo que viene de arriba es laluz de la revelación. La cruz simboliza a Cristo, yla antorcha al Bautista.

Los niños a ambos lados figuran los referi-dos en la parábola, "los sentados en las plazas".

La lectura sería: Vino Juan el Bautista, queexhortaba a conversión, y no lo habéis escucha-do. Vino Cristo, que comía y bebía, y habéisdicho de Él que es un comilón y un borracho.

El niño sentado a la derecha (nuestra) escu-cha canciones tristes y no se lamenta, sino quese ríe. El niño sentado a la izquierda escuchatocar la flauta, pero no baila, se queda inmóvil.

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¿Con quién compararé a esta generación?Se parece a los chiquillos que,sentados en las plazas,se gritan unos a otros diciendo:“Os hemos tocado la flauta,y no habéis danzado,os hemos entonado cantos fúnebres,y no os habéis lamentado”.Porque, vino Juan,que ni comía ni bebía,y dicen:“Está endemoniado”.Vino el Hijo del hombre,que come y bebe,y dicen:“Ahí tenéis un glotón y un borracho,amigo de publicanos y de pecadores”.Mas la sabiduríaha sido justificada por sus obras.

Mateo 11, 16-19

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LA presente parábola, tal cual la consigna Mateo,tiene su lugar paralelo en Lc 7, 31-35, con pequeñasdivergencias que señalaremos en su momento.

Como lo hemos hecho al iniciar el comentario deotras parábolas, ubiquemos también a ésta en su lugarcronológico. Tanto Lucas como Mateo la ponen encontinuidad con la embajada que el Bautista, detenidoa la sazón en una celda, envió para cerciorarse de laidentidad de Jesús. Así leemos en Mateo: “Juan, queen la cárcel había oído hablar de las obras de Cristo,envió por sus discípulos a decirle: «¿Eres tú el que hade venir, o debemos esperar a otro?» Jesús le respondió:«Id y contad a Juan lo que habéis oído y visto: losciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios,los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia alos pobres la Buena Nueva; y bienaventurado aquelque no se escandalizare de mí!»” (11, 2-6).

Cuando los enviados de Juan retornaron con larespuesta del Señor, sigue diciendo Mateo, Jesúspronunció un encendido elogio de Juan: “¿Qué habéisido a ver en el desierto? ¿Una caña agitada por el viento?¿Qué habéis ido a ver? ¿A un hombre elegantementevestido? Los que visten con elegancia están en los palaciosde los reyes. Entonces, ¿a qué habéis ido? ¿A ver unprofeta? Sí, yo os digo que más que a un profeta. Éste esde quien está escrito: «He aquí que yo envío mi mensajerodelante de ti, que preparará por delante tu camino» (Mal3, 1)” (Mt 11, 7-10; cf. Lc 7, 19-27). Más aún, agregó el

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Señor, “en verdad os digo que no ha surgido entre losnacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista” (Mt11, 11; cf. Lc 7, 28). Era, a juicio de Jesús, un granprofeta, o si se quiere, el último de los profetas suscitadospor la Providencia para que Israel accediese al cono-cimiento del Mesías (cf. Mt 11, 14-15). Así se entiende locrucial que resultaba para el pueblo elegido acoger orechazar aquella voz inspirada, próxima a expirar pororden de Herodes.

Lucas, por su parte, señala el resultado concreto dela predicación del Bautista: “Todo el pueblo que leescuchó, incluso los publicanos, reconocieron la justiciade Dios, recibiendo el bautismo de Juan, pero losfariseos y los doctores de la ley frustraron el plan deDios sobre ellos no haciéndose bautizar por él” (Lc 7,29-30). Como se ve, los sencillos y humildes de corazón,abiertos a la gracia, acataron el designio divino, másque con palabras con las obras, aceptando el bautismoal que los invitaba el profeta que Dios les habíaenviado. Es muy propio del evangelio de San Lucasdestacar la universalidad de la buena nueva, que noexcluye a los más sencillos, aunque sean pecadores,con tal que estén dispuestos a salir del pecado. Losfariseos soberbios y los arrogantes doctores de la ley,teniendo tanto mayor motivo, por su conocimiento ysu formación, para reconocer y aceptar el plan deDios, lo desdeñaron y defraudaron.

¿Cuál era el plan de Dios? Preparar la inmediatallegada del Mesías con la ayuda del Precursor,derramando gracias especiales, de modo que por lapredicación del Bautista y por el rito sensible delbautismo, los miembros del pueblo judío se dispusie-sen a recibir y reconocer a Cristo como el Mesíasesperado, como el Verbo encarnado. Mas sus dirigentescerraron los oídos a las palabras de Juan y se negaron

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29 LOS NIÑOS ANTOJADIZOS

a recibir su bautismo, frustrando de esta manera, enlo que estaba de su parte, la gracia que Dios les habíapreparado. He ahí el terrible privilegio del libre albedríoy de la obstinada voluntad del hombre, su capacidadde invalidar el plan divino.

Tal es el contexto de nuestra pequeña parábola,que Cristo pronunció tras su panegírico de San JuanBautista, y luego de constatar los diversos resultadosde la predicación del Precursor, ya en el pueblo, yaentre los fariseos y doctores de la ley.

I. EL JUEGO DE LOS NIÑOS

Cristo propone la parábola como quien da respuestaa una pregunta que Él mismo se hace, en forma deproemio: ¿Con quién compararé a esta generación?

La frase tiene cierto halo de misterio. ¿A quiénalude al decir “esta generación”? Refiérese, sin duda,a aquellos fariseos y escribas que hicieron oídos sordosa la predicación de Juan y se negaron a recibir subautismo, según acabamos de verlo. Pero tras aquellospersonajes concretos, quiso sin duda incluir a todossus contemporáneos que se cerrarían al plan de Dios,al reconocimiento y aceptación del Mesías, especialmentea los dirigentes del pueblo judío, como nos lo dirán losPadres.

¿Con quién los compararé? No halló el Señor nadamás adecuado que parangonar su conducta con la quemostraban los niños al jugar en la plaza. ¿En dónderadica la semejanza? Ante todo en que tratándose deun asunto tan crucial como es el de la Redención y delReino, los contemporáneos del Señor lo tomarían sin ladebida seriedad, poco menos que como un pasatiempo.Y en segundo lugar, en que más allá de considerarlocomo un juego, se mostrarían veleidosos y sin juicio, al

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modo de niños volubles y antojadizos, que no se aplicancon formalidad a un juego ni a otro.

El texto que nos ocupa se encuentra a mitad decamino entre lo que podría ser una sencillacomparación y una auténtica parábola. A diferenciade otros textos semejantes, no se relata aquí ningunahistoria, como por ejemplo en la parábola del hijopródigo, sino que se recurre del modo más natural auna imagen tomada de la vida cotidiana del pueblo, elmodo de comportarse de los niños cuando se diviertenen la plaza. Unos quieren jugar a las bodas, y por esotocan la flauta en corro, pero ello no les agrada a losotros; entonces éstos proponen jugar al entierro, perotampoco encuentran aceptación en los primeros.

Destaquemos cómo Jesús, para dar a conocer sudoctrina, se ayuda de cosas tan triviales como ésta.Nada hay que no le sirva para instaurar un parangónatractivo y rico en enseñanzas. La imagen es de lasque se ven en todas partes y en todos los pueblos:chicos que juegan, remedando las acciones de los gran-des, y a veces acaban gritando o riñendo. Sin dudaque cuando era niño en Nazaret ha de haber tomadoparte en los juegos de sus coetáneos en la plaza delpueblo. Asimismo, viajando por las ciudades y aldeasde Galilea, habrá tenido frecuentemente ocasión deobservar a los chicos que jugaban en grupo. ¡Quésimpatía la de Cristo por esos niños –“dejad que losniños vengan a mí” (Lc 18, 16)–, hasta detenerse aobservar sus juegos e interesarse por ellos! Pero almirarlos, su mirada no fue sólo una mirada humana.Fue una mirada divino-humana, que penetró hasta lorecóndito, la realidad de la vida en sus dos momentosmás solemnes, el uno festivo de las bodas, el otro tristede las exequias, sacando de allí las derivaciones másinesperadas y sobrenaturales.

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31 LOS NIÑOS ANTOJADIZOS

Se parece a los chiquillos, que sentados en las plazas...El término griego παιδιοις significa niños. Pero comportaun ligero matiz peyorativo que no se traduce bien sinopor el término chiquillos, chicos traviesos, es decir, esoschicos revoltosos que están siempre corriendo por lascalles y las plazas, divirtiéndose a los gritos y peleándose.

Para captar mejor el sentido de la parábola ayudaconocer en qué consistía detalladamente esteentretenimiento practicado por los niños orientales,sobre todo judíos. El juego incluía escenas dialogadasdonde un solista, a voz en cuello, cantaba sucesivasestrofas de alegría o de tristeza, mientras suscompañeros le hacían eco, batiendo las palmas yrepitiendo siempre el mismo estribillo.

Era un juego no carente de belleza y simbolismo. LaSagrada Escritura contiene, si bien en otro nivel, algunoscasos similares de cantos religiosos –juegos sacrales–, enforma de poesía dialogada, por ejemplo el salmo 136“Dad gracias el Señor”, con su insistente refrán: “porquees eterna su misericordia”. Algo semejante se advierte en“el canto de los tres jóvenes” arrojados al horno por losesbirros de Nabucodonosor (cf. Dan 3, 51-90).

San Cirilo de Alejandría se refiere así al juego de nuestraparábola: “Había cierto modo de entretenerse entre loshijos de los judíos. Un grupo de niños se dividía en dospartes para burlarse de las vicisitudes fugaces de la vidapresente. Unos cantaban, y otros se lamentaban; los quelloraban, no se alegraban con los que cantaban, ni los quese alegraban se conformaban con los que lloraban; despuésse reprendían mutuamente y censuraban su falta desimpatía” 1. Ni los unos se movían a la risa, ni los otros alllanto. En la vida real de los adultos, tanto las bodas comolas exequias se celebraban en Oriente con aparato y

1 Comment. in Lc., cap. 7, 32: PG 72, 620.

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ostentación, lo que se estila aún en nuestros días. Por lodemás, los chicos, los de entonces y los de ahora, nonecesitan ser incentivados para que remeden a los mayores.Eso es lo que sucedía en estos juegos.

Os hemos tocado la flauta, y no habéis danzado,decían unos. “Vamos a jugar a las bodas”, gritabanlos muchachos a sus compañeros. El baile en corrodurante las bodas era, por lo general, cosa de varones,y solía acompañarse con los sonidos de la flauta. Esteinstrumento, normalmente en forma de caña dotadade varios agujeros, al estilo de nuestras quenas, eracomún entre los pastores de aquellos tiempos.

Os hemos entonado cantos fúnebres, y no os habéislamentado, decían otros. “Vamos a jugar al entierro”,gritaban las niñas a sus amigas. En los entierros reales,los lamentos fúnebres eran propios de las mujeres, lasllamadas “lloronas” (cf., por ejemplo, Ez 32, 16). En laSagrada Escritura se consigna que a raíz de lacorrupción y decadencia del pueblo elegido, una es-pecie de muerte espiritual, Dios dijo por medio del profeta:“Llamad a las plañideras, que vengan, enviad por lasmás hábiles, que vengan, que se apresuren y entonenpor nosotros lamentaciones, y descienda de nuestrosojos el llanto, y manen lágrimas nuestros ojos” (Jer 9,16-17). Las plañideras o lloronas se reunían en la casadel difunto. Tras hacer el elogio del muerto, una de ellaslanzaba un grito triste y prolongado, que las otrasacompañaban en coro, con acentos lúgubres. A vecesdanzaban vertiginosamente, mesándose los cabellos, ogolpeándose la cara. Herida con semejantes escenas laimaginación viva de los niños, nada más natural quelas quisieran reproducir en sus juegos infantiles.

El juego se desplegaba en una especie de contra-punto, con diversas combinaciones. O bien los dosgrupos proponían respectivamente su juego preferido;

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33 LOS NIÑOS ANTOJADIZOS

unos querían formar un corro feliz, otros un cortejofúnebre; cada grupo se obstinaba en que se aceptasesu deseo, y como no llegaban a ponerse de acuerdo,acababan por sentarse tercamente en la vereda. Obien de los chicos que se habían reunido unos que-rían jugar y otros no; los que querían jugar proponíanprimero un juego alegre, y los otros les decían que no,luego un juego triste, con el mismo resultado. Las doscombinaciones son posibles, aun cuando la segundaparece más probable.

Dice el evangelio que los niños estaban “sentados”, dedonde se deduce que se habían instalado cómodamentecomo espectadores, reservándose los papeles menosfatigosos para el juego. Ellos se limitaban a tocar la flautao entonar cantos de duelo, mientras sus compañeros dejuego debían saltar y bailar. Pero estos últimos no quisieronhacer su parte y por ello fueron cubiertos de reproches.

Un último detalle. El texto de Mateo señala que loschicos estaban sentados “en las plazas”, mientras queen Lucas se dice “en la plaza” (7, 32). San Jerónimoprefiere la segunda versión. “Estos niños están senta-dos en la plaza pública, en el ágora –el término griegoes más expresivo– donde hay un mercado bien pro-visto” 2, sin duda porque las pequeñas ciudadespalestinas no tenían sino una plaza.

He aquí el ejemplo elegido por Cristo. Veamos aho-ra lo que a partir de él nos enseña Jesús y los Padresse esmerarán por explicar.

II. NI LLANTO NI DANZA

2 Comment. in Mt., lib. II, 11, 19: SC 242, p. 226.

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