LAS PARÁBOLAS DEL REINO

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LAS PARÁBOLAS DEL REINO Semanas XIV a XVII del Tiempo Ordinario (A). Domingos y fiesta de Santiago apóstol. 07/06/2011 Guía para el conjunto de lecturas bíblicas. Ildefonso Fernández Caballero.

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Guía para las lecturas de los domingos 14 al 17 del Tiempo Ordinario (A) en la perspectiva de las parábolas del Evangelio de Mt 11,25 a 13,52. Y fiesta de Santiago Mt 20, 20-28.

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LAS PARÁBOLAS DEL REINO Semanas XIV a XVII del Tiempo Ordinario (A). Domingos y fiesta de Santiago apóstol. 07/06/2011 Guía para el conjunto de lecturas bíblicas. Ildefonso Fernández Caballero.

VISIÓN DE CONJUNTO DE LOS DOMINGOS Y FIESTA DE SANTIAGO

APÓSTOL.

SEMANAS XIV AL XVII DEL TIEMPO ORDINARIO.

LAS PARÁBOLAS DEL REINO

(Ciclo A, 2011)

Introducción general

Después de las fiestas que, en cierto modo, recapitulan el tiempo de Pascua,

volvemos a la celebración de los domingos del Tiempo ordinario del ciclo A. Aún

dentro de este Tiempo ordinario, el domingo irrumpe como un día diferente y festivo

que da orientación y sentido trascendente a nuestro acontecer diario. Recordamos que

la selección de perícopas del evangelio según san Mateo del ciclo A, presenta a

Jesús como síntesis y plenitud de la historia de salvación, hijo de David, nuevo

Moisés, plenitud de la Ley y los profetas, inauguración de la última etapa de la historia.

En estos domingos se le destaca también como formador del nuevo pueblo de Dios, y

su único maestro. En las celebraciones de las semanas 14 al 17, las parábolas

evangélicas dan ocasión a la comunidad cristiana para presentarse ante Dios Padre,

juntamente con Cristo, como signo e instrumento de la realización del misterio del

Reino en la etapa presente de la historia.

Las primeras lecturas, del Antiguo Testamento, se han seleccionado

teniendo en cuenta su relación con el evangelio, tratando de subrayar la unidad de

ambos Testamentos. En Cristo se cumplen las profecías de Zacarías (9, 9-10) sobre el

rey escatológico. Él es la Palabra que realiza su finalidad como había anunciado el

profeta Isaías (55, 10-11). Inaugura el tiempo de gracia y misericordia vislumbrado en el

libro de la Sabiduría (12, 13. 16-19). Es más que Salomón (1 Re 3, 5. 7-12).

Para las segundas lecturas se propone seguir una selección semicontínua del

capítulo 8 de la carta de san Pablo a los Romanos, acerca de la vida de los

ciudadanos del Reino durante su peregrinación por este mundo.

El pequeño ciclo de estas celebraciones dominicales se cierra con la fiesta de

Santiago apóstol, patrono de España cuya figura puede presentarse en este ciclo a la luz

de las parábolas del Reino

Domingo XIV, 3 de julio.

Primera lectura Za 9, 9-10. Mira a tu rey que viene a ti modesto.

El Mesías, instaurador del Reino de Dios, viene sin poder y sin armas. En una

época de crisis económica y de decepción por la forma de ejercer la acción política,

puede surgir la tentación de buscar la realización de las legítimas esperanzas por los

caminos de la fuerza y la violencia. El rey que viene no tiene los atributos del que

domina por el poder. Nos invita a reconocer lo que tanto nos cuesta descubrir: que la

raíz de las crisis está en una forma incorrecta de relacionarnos con Dios y,

consiguientemente, con nuestros hermanos. El rey que viene es “justo” porque lleva a

cabo la voluntad de Dios e imparte justicia a las pobres. La realización de las esperanzas

mesiánicas, que incluye la prosecución de las legítimas esperanzas terrenas, no se

alcanzan con actitudes evasivas, por el contrario, requiere la participación diligente en

los asuntos temporales, si bien rechaza la violencia, la ostentación y el despilfarro. El

rey que viene salva, dicta la paz y la justicia pero lo hace utilizando medios pacíficos y

humildes.

Salmo.144 Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mio, mi rey

Segunda lectura Rm 8, 9. 11-13. Si con el Espíritu dais muerte a las obras del

cuerpo, viviréis.

El apetito de alcanzar de inmediato los deseos

terrenos puede fácilmente arrastrarnos a vivir “según la

carne”, es decir en oposición a la voluntad de Dios. No

es posible vivir como cristianos en este mundo sin

mortificación de los instintos en cuanto nos separan de

Dios. “Vivir en el Espíritu” es un don de Dios al mismo

tiempo que empeño diario del cristiano para participar

de la libertad de Cristo glorioso.

Evangelio Mt 11, 25-30 Soy manso y humilde de

corazón.

Cuando tenemos que resolver alguno de tantos problemas que surgen en la vida

diaria, y acudimos a quien puede ayudarnos, nos sentimos aliviados y descansados si

somos acogidos con benevolencia, comprensión y con disposición de facilitarnos la

orientación y el apoyo que necesitamos. La vida se hace mucho más agradable si

desterramos de nuestras relaciones la arrogancia y la prepotencia, y nos mostramos

dispuestos a acoger y servir.

El rey que viene a configurar un mundo conforme a la voluntad de Dios da

gracias al Padre porque es la gente sencilla la que obtiene el conocimiento de los

misterios del Reino y, al mismo tiempo, manifiesta que él está con esa gente sencilla,

que es manso y humilde de corazón, y brinda a todos el descanso y el alivio de quien

está siempre dispuesto a acoger y servir a los que están cansados y agobiados.

Domingo XV, 10 de julio

Primera lectura Is 55, 10-11.

La palabra cuando es mendaz mendaz e hipócrita devalúa las relaciones

interpersonales y siembra recelos y desconfianzas en la vida social. La Palabra de Dios

es sincera, de por sí eficaz y poderosa, fecunda como la nieve y la lluvia mansa que

hacen germinar la semilla.

“En nuestra época se ha difundido lamentablemente, sobre todo en Occidente la

idea de que Dios es extraño a la vida y los problemas del hombre, y, más aún, de que su

presencia puede ser una amenaza para su autonomía. En realidad, toda la economía de la

salvación nos muestra que Dios habla e interviene en la historia en favor del hombre y

de su salvación integral. Por tanto, es decisivo desde el punto de vista pastoral mostrar

la capacidad que tiene la Palabra de Dios para dialogar con los problemas que el hombre

ha de afrontar en la vida cotidiana” (Benedicto XVI. Verbum Domini n 23).

Salmo 64 La semilla cayó en tierra buena, y dio fruto.

Segunda lectura Rm 8, 18-23 La creación, expectante, está aguardando la plena

manifestación de los hijos de Dios.

Las catástrofes naturales y las crisis sociales y económicas que atravesamos nos

hacen conscientes de la precariedad de la condición humana. A pesar de las fatigas y

trabajos del tiempo presente, la Palabra de Dios alimenta la esperanza de los cristianos.

Debemos recurrir a ella para encontrar sentido al dolor y al sufrimiento. “En el

momento del dolor es cuando surgen de manera más aguda en el corazón del hombre las

preguntas últimas sobre el sentido de la propia vida. Mientras la palabra del hombre

parece enmudecer ante el misterio del mal y del dolor, y nuestra sociedad parece valorar

la existencia sólo cuando ésta tiene un cierto grado de eficiencia y bienestar, la Palabra

de Dios nos revela que también las circunstancias adversas son misteriosamente

«abrazadas» por la ternura de Dios. La fe que nace con el encuentro de la divina Palabra

nos ayuda a considerar la vida humana como digna de ser vivida en plenitud también

cuando está aquejada por el mal” (Benedicto XVI, Verbum Domini n 106).

Evangelio Mt 13, 1-23 Salió el sembrador a sembrar.

En la predicación sobre las parábolas del Reino conviene tener en cuenta la

necesaria distinción, y, al mismo tiempo, los aspectos coincidentes entre el Reino de

Dios y la Iglesia. La Iglesia no es el Reino, pero sí el signo e instrumento de su

realización. El Reino es más que la Iglesia en su forma presente, aunque ésta debe tener

las características esenciales del Reino y ser su signo eficaz en medio de nuestro mundo.

El evangelio de hoy presenta la parábola del sembrador y la semilla. Jesús

mismo dio a los discípulos la aclaración de su significado: el Reino de los cielos

comienza por la proclamación de la

Palabra, y germina y se desarrolla según las

disposiciones con que es acogida. Sólo los

hombres bien dispuestos acogen el

Reino, y la siembra de la Palabra da fruto en

proporción a la acogida de quienes la

reciben. Por difíciles que puedan parecer

las circunstancias, “nuestro tiempo ha de

ser cada día más el de una nueva escucha de

la Palabra de Dios y de una nueva

evangelización. Redescubrir el puesto

central de la Palabra divina en la vida

cristiana nos hace reencontrar de nuevo así el sentido más profundo de lo que el Papa

Juan Pablo II ha pedido con vigor: continuar la missio ad gentes y emprender con todas

las fuerzas la nueva evangelización, sobre todo en aquellas naciones donde el Evangelio

se ha olvidado o padece la indiferencia de cierta mayoría a causa de una difundida

secularización” (Benedicto XVI, Verbum Domini n. 122).

Domingo XVI, 17 de julio.

Primera lectura Sb 12, 13. 16-19 El justo debe ser humano.

Jesús, al comienzo de su ministerio en Nazaret, proclamó que se cumplía el

momento de la llegada de un año de gracia del Señor, es decir la liberación plena

prometida para el año jubilar. (cf Lc 4, 19). El tiempo que se inaugura con Jesús es una

oportunidad de gracia para todos los hombres, especialmente para los necesitados de

indulgencia, benignidad, compasión y esperanza. El Libro de la Sabiduría describe un

estado de cosas donde Dios despliega su fuerza y poder en la compasión y la

misericordia, y los que formen parte de su reino y de su justicia han de imitarle porque

en el reino de Dios el justo debe ser humano.

Cada tiempo, cada época, abre nuevas perspectivas apostólicas. Aunque crezca

la cizaña, Dios cuida desde un principio para que su Buena Noticia se introduzca

eficazmente en todos los tiempos. El espíritu de la época no es sólo un peligro. A partir

de Jesús, todo tiempo es tiempo de gracia del Señor y la Iglesia debe utilizar la

orientación del tiempo como puerta de entrada para su misión.

Salmo 85 Tu, Señor, eres bueno y clemente.

Segunda lectura Rm 8, 26-27 El Espíritu intercede con gemidos inefables.

El Reino de Dios está llegando pero, durante la etapa presente, seguimos

experimentando nuestra debilidad hasta el punto de que no solamente no hacemos, a

veces, el bien que conocemos sino que nos cuesta comprender dónde está el bien

verdadero. Ni siquiera sabemos orar como es debido. Aunque nos cueste, hemos de

aceptar este tiempo de prueba y de gestación lenta y progresiva de la creación nueva, de

la irrupción plena del reinado de Dios. Debemos vivir en la fe la presencia del Espíritu

que viene en ayuda de nuestra flaqueza e intercede por nosotros con gemidos inefables.

Prosigue en la historia el escándalo de la cruz de Cristo, en la que Dios ha hecho suyo el

dolor del hombre y de la creación entera y les entrega el Espíritu que resucitó a Jesús de

entre los muertos y que resucitará también nuestros cuerpos mortales.

Evangelio Mt 13, 24-43 Dejadlos crecer juntos hasta la siega.

“A partir de las Asambleas sobre la evangelización y sobre la catequesis el

contexto socio-cultural se ha confrontado con cambios importantes y también

imprevistos, cuyos efectos – como en el caso de la crisis económico-financiera –

resultan todavía bien visibles y activos en nuestras respectivas realidades locales. La

misma Iglesia ha sido tocada en modo directo por estos cambios, ha sido obligada a

enfrentarse con interrogantes, con fenómenos que han de ser comprendidos, con

prácticas que deben ser corregidas, con caminos y realidades en los cuales ha de

infundirse en modo nuevo la esperanza evangélica. Un contexto como éste nos lleva en

modo natural hacia la próxima Asamblea sinodal. De la escucha y la confrontación

recíproca todos resultaremos enriquecidos y preparados para reconocer aquellos

caminos que Dios, a través de su Espíritu, está construyendo para manifestarse y dejarse

encontrar por los hombres, según la imagen del profeta Isaías (cf. Is 40, 3; 57, 14; 62,

10)” (Lineamenta para la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos n

4)

Las tres parábolas del evangelio de hoy anuncian que el Reino de Dios no

irrumpe triunfalmente en la historia y que la victoria sobre las fuerzas del mal no se

llevará a cabo definitivamente en el mundo presente. La Iglesia, signo del Reino e

instrumento de su realización, es concernida

por los cambios de la historia, está obligada a

enfrentarse con interrogantes, con fenómenos

que deben ser comprendidos, con prácticas

que deben ser corregidas. Pero no nos

corresponde a los cristianos constituirnos en

jueces y ejecutores inmediatos de lo que

pensamos ser la justicia divina. El Reino de

los cielos está presente, no con la irrupción

impositiva de una victoria militar sino con la

vitalidad, en apariencia insignificante, del grano de mostaza. Dios, a través de realidades

humildes como la levadura en la masa, realiza cosas admirables sirviéndose de medios

humildes. En cada etapa de la historia la Iglesia inmersa en ella se encuentra “con

caminos y realidades en los cuales ha de infundirse en modo nuevo la esperanza

evangélica” (ib).

Domingo XVII, 24 de julio.

Primera lectura 1R 3, 5. 7-12 Pediste discernimiento.

Hoy concluimos el capítulo 13 del evangelio que Mateo dedica a las parábolas

del Reino. La búsqueda del Reino de Dios consiste en la opción por la verdad, por la

vida, por la justicia, por el amor como servicio al bien de los demás, y por todo lo que

conduce a la paz. Salomón agradó a Dios porque no buscaba bienestar, poder o

gloria terrenas: larga vida, riquezas y destrucción de los enemigos sino un corazón sabio

e inteligente, capaz de discernir lo mejor para su pueblo con equidad y veracidad. Las

intenciones y deseos profundos de Salomón estaban en sintonía con los valores del

Reino de Dios.

Salmo 118 Cuanto amo tu voluntad, Señor

Segunda lectura Rm 8, 28-30 Nos predestinó a ser la imagen de su Hijo.

La búsqueda del Reino de Dios lleva consigo reconocer y proclamar

explícitamente la gloria de Dios. Así se cumple toda justicia. La dignidad de la persona

tiene su último fundamento en haber sido llamada a entrar en el designio divino. Y la

verdadera dignidad del hombre resplandece cuando éste se integra libremente en el

designio de Dios que consiste en “reproducir la imagen de su Hijo, llamado a ser el

primogénito entre muchos hermanos. Y a los que desde el principio destinó, también los

llamó; a los que llamó los puso en camino de salvación; y a los que puso en camino de

salvación les comunicó su gloria”.

Allí donde la Iglesia se hace presente y actúa, es decir allí donde enseña,

confiesa su fe, ora, celebra el sacrificio de Cristo, todos los hombres son invitados, no

sólo interiormente sino también de manera sensible y eficaz, a entrar en el Reino de

Dios para alabanza de su gloria.

Evangelio Mt 13, 44-52 Vende todo lo

que tiene y compra el campo.

Este evangelio propone las tres

últimas parábolas que, con imágenes de

realidades presentes, apuntan, sin embargo

a las realidades últimas y definitivas: el

tesoro y la perla como imagen del carácter

decisivo del Reino, y la red llena de peces

que después son seleccionados, como

ilustración del juicio último y definitivo de

Dios sobre los destinatarios del Reino; el

maestro de la ley que se ha hecho discípulo como imagen del creyente abierto a la

novedad del Reino que viene.

El tesoro escondido y la perla preciosa del Reino son de tal valor que quien los

encuentra ha de estar dispuesto a posponerlo todo. Es esta una invitación a los

cristianos, que ya han descubierto el Reino, a mantenerse firmes en la elección que han

hecho y a vivirla con alegría. En el momento presente se hace especialmente necesario

insistir en que el del Reino de Dios es un tesoro para la sociedad y para cada uno de los

creyentes y en que la orientación de la vida hacia él no puede ser sino causa de

satisfacción y alegría.

La red que recoge en el mar toda clase de peces evoca el hecho de que la oferta

del Reino se hace a todos. Mientras que la aplicación de la parábola a la selección de

peces, que se hará al fin del mundo, es una exhortación a vivir poniendo en práctica las

enseñanzas de Jesús.

El breve diálogo final en el que se encuadra la presentación del escriba que

entiende el Reino de los cielos es una invitación al discípulo a conjugar la fidelidad a lo

que es permanente en el Antiguo Testamento con la apertura a la novedad del Reino que

ha llegado en la persona y la predicación de Jesús.

Lunes 25 de Julio, SANTIAGO, apóstol patrono de España, Solemnidad.

Primera lectura Hch 4, 33; 5, 12. 27-33; 12, 2. El rey Herodes hizo pasar a cuchillo

a Santiago.

El martirio de Santiago es el testimonio de un discípulo consecuente con la

invitación de Jesús a dejarlo todo y seguirle. Una vez que ha descubierto el Reino de los

cielos en todo su valor, ni siquiera el precio de la vida es demasiado alto.

En el mundo crecen juntos el trigo y la cizaña: el trigo de la vida de Santiago,

entregada por el evangelio, y la cizaña del poder ejercido despóticamente por el

Sanedrín, el sumo sacerdote y el rey Herodes.

La difusión del evangelio entre persecuciones, muy presentes en el libro de los

Hechos, debe hacernos reflexionar sobre la evangelización actual. Hay muchos lugares

en nuestro mundo donde los cristianos son perseguidos por el mero hecho de serlo.

Debemos oponernos enérgica y pacíficamente a esta violación del derecho de toda

persona a la libertad religiosa. Ciertamente, no es legítimo ni deseable que alguien sufra

a causa de su religión. Pero cuando no hay contradicción por parte de un mundo injusto

y pecador, podemos preguntarnos si presentamos el evangelio como es debido Porque la

persecución aparece allí donde se presenta a Jesús y a su mensaje con incidencia en la

vida real.

Sal 66. Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.

Segunda lectura 2Co 4, 7-15 Llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús.

Los encargados de presentar el tesoro escondido y la perla preciosa del Reino

están sujetos a las limitaciones propias de la condición humana. Son seres humanos, no

superhombres. Llevan un tesoro en vasos de barro. También actualmente, los cristianos

en muchas partes del mundo están siendo entregados a la muerte por causa del nombre

de Jesús.

Sin embargo, en la fragilidad y debilidad del hombre se pone de manifiesto la

fuerza de Dios. Cuando la evangelización se hace difícil, los mensajeros del evangelio

deben tomar conciencia de que sus limitaciones, trabajos, sufrimientos y hasta la muerte

física cooperan a que la semilla del Reino germine y crezca. Santiago, como Pablo, puso

su confianza en la fuerza de Dios, que ya se ha hecho presente en la cruz y la

resurrección de Cristo, y entregó su vida por el evangelio.

Evangelio Mt 20, 20-28 Mi cáliz lo beberéis.

Los apóstoles Santiago y Juan,

como los demás discípulos, y a pesar del

anuncio que Jesús acaba de hacer de su

pasión, no han comprendido que el Reino

iniciado por él tiene unos esquemas y

procedimientos diversos de los reinos de

este mundo. Piden para sí un puesto de

honor. Quieren sentarse a la derecha de

Cristo en su Reino. Jesús les remite al cáliz

de su pasión y les muestra que lo que

verdaderamente importa en el reino no son los puestos honoríficos, sino seguirle a él por

el camino de la humildad, la entrega y el servicio.

La renovada implantación de los valores del Reino de Dios en nuestra patria, no

puede hacerse por el camino de la búsqueda de honores y reconocimientos humanos,

sino que exige beber el cáliz del Señor, es decir, asumir el costo de impopularidad que

lleva consigo realizar los valores del Reino en nuestra propia vida, defenderlos con

firmeza y hacerlos presentes, con palabras y con obras, en los diferentes ámbitos de

nuestra vida social.

La actitud de los demás discípulos manifiesta

que tampoco ellos han entendido a Jesús. Éste

insiste, con una nueva instrucción sobre el servicio,

en que las comunidades de creyentes no han de

regirse por los criterios de poder y de dominio

usuales en el mundo. En estas comunidades la

grandeza ha de estar en el servicio, y el que quiera

ser primero ha de hacerse servidor de todos. Los

cristianos, en medio de una lucha despiadada por la

consecución del poder en el mundo, hemos de

ofrecer el testimonio de que hay mayor honor en

servir que en ser servido.

Finalmente, Jesús pone en su propio ejemplo el modelo de ejercicio de toda

autoridad en su Iglesia. Los discípulos deben fijar los ojos en la cruz, donde el Maestro

y el Señor ha ejercido la máxima autoridad en el Reino sirviendo a todos con la entrega

de su propia vida.