LAS PARABOLAS DEL REINO - C. H. Dodd
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jairo-borjas -
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- 1. C. H. DODD LAS PARBOLAS DEL REINO EDICIONES CRISTIANDAD
- 2. C. H. DODD LAS PARBOLAS DEL REINO EDICIONES CRISTIANDAD Huesca, 30-32 MADRID
- 3. Ttulo original: THE PARABLES OF THE KINGDOM JAMES NISBERT & C., LTD. Londres "1965 Lo tradujo y prolog ALFONSO DE LA FUENTE Derechos para todos los pases de lengua espaola en EDICIONES CRISTIANDAD Madrid 1974 Depsito legal: M. 9.263.1974 ISBN: 84-7057-151-6 Printed in Spain by ARTES GRFICAS BENZ AL - Virtudes, 7 - MADRID-3
- 4. CONTENIDO
- 5. A. de la Fuente: Presentacin 11 Prlogo 17 Cap. I: Naturaleza y finalidad de las parbolas evan- glicas 21 Interpretacin alegrica 23.Qu es una parbo- la?, 25.Tipos de parbolas, 27.Realismo de las parbolas, 29.La parbola como argumento, 31. Cmo interpretar las parbolas, 33.Parbolas apli- cadas, 35.El mayordomo infiel, 37.Parbolas del reino, 39. Cap. II: El reino de Dios 42 La palabra reino, 43.Las expectaciones ju- das, 45.Fuentes de los Evangelios, 47.Doble empleo del trmino, 49.Del judaismo al cristianis- mo, 51.La llegada del reino, 53.Est aqu, 55. Presente y futuro, 57.Prediccin en los Evange- lios, 59.El reino de los cielos, 61.Prediccin de padecimientos, 63.Futuros desastres, 65.Destruc- ' cin del templo, 67.La conquista romana, 69. , Esta generacin, 71.Visin proftica, 73.La edad futura, 75.Escatologa de felicidad?, 77. El juicio del reino, 79.El reino y la muerte de Jess, 81. Cap. III: El da del Hijo del hombre 83 Semejante a un relmpago, 85.Su llegada como juez, 87.Es Jess el Hijo del hombre?, 89. Resonancias apocalpticas, 91.El Hijo del hom- bre en Daniel, 93.Los doce tronos, 95.La resu- rreccin, 97.El tercer da, 99.Resurreccin y venida, 101.Escatologa y tica, 103.Smbolo y realidad, 105.Historia y escatologa, 107.La se- gunda venida, 109. Cap. IV: La situacin en la vida 110 Parbolas del reino de Dios, 111.Parbola de los nios en la plaza, 113.Lo viejo y lo nuevo, 115. Parbola de la oveja perdida, 117.Parbola del gran banquete, 119.Parbola del hombre fuerte despo- jado, 121.Parbola de los prfidos viadores, 123.
- 6. 10 La era del cumplimiento, 129.Motivos del cam- Contenido bio, 131.Parbola del demandado, 133.Parbola de la sal, 134.Parbola de la lmpara y el cele- mn, 137.Parbola de los talentos, 141. I Cap. V: Parbolas de crisis 148 Parnesis de la Iglesia primitiva, 149.Los siervos fieles e infieles, 151.Los siervos vigilantes, 155. El ladrn nocturno, 159.Las diez vrgenes, 163. Cap. VI: Parbolas de crecimiento 167 La semilla que crece, 169.El sembrador, 173.La cizaa, 175.La red barredera, 177.El grano de mostaza, 179.La levadura, 181.Sentido de estas parbolas, 183. Cap. VII: Conclusiones 184 Significacin central de las parbolas, 185.Ha lle- gado el reino de Dios, 187.El reino de Dios como riesgo, 189.Lo eterno entra en la historia, 191. Visin cristiana de la historia, 193.Suprema crisis de la historia, 195. Parbolas estudiadas en particular 197 Parbolas mencionadas 197 ndice onomstico 198
- 7. PRESENTACIN Publicar hoy en espaol un libro que apareci en Inglaterra hace casi cuarenta aos podra parecer una empresa fuera de lugar. Pero en el caso de Las par- bolas del reino la publicacin est plenamente justifi- cada por tratarse de lo que llamaramos un clsico de la ciencia bblica. Esta obra no slo inaugur en su da una nueva etapa en la interpretacin de las par- bolas de Jess, sino que conserva en la actualidad una vigencia indiscutda para el conocimiento del mensaje evanglico. Junto con la satisfaccin que supone pre- sentar la obra de un maestro, slo nos cabe lamentar que su traduccin espaola se haya diferido durante tanto tiempo. Hasta hace menos de un siglo, la interpretacin de las parbolas evanglicas estuvo presidida por la ten- dencia a descubrir en cada detalle de las mismas una referencia teolgica o una implicacin moral. Este m- todo conocido con el nombre de alegorismo era sencillo: bastaba sustituir los elementos mencionados en la parbola por realidades de la existencia cristiana. As, el talento que no se multiplic en manos del siervo temeroso poda ser la gracia de Dios, o bien los vendedores de aceite en la parbola de las diez vr- genes resultaban ser los representantes del ministerio eclesistico. Esta tendencia, iniciada ya entre los pri- meros cristianos, alcanz un amplio desarrollo en algu- nos Padres de la Iglesia y se cultiv con esmero en la catequesis y la predicacin. Fue el exegeta protestante Adolf Jlicher (1857- 1938), profesor primero en Berln y luego en Marbur- go, quien puso las bases para romper definitivamente con la interpretacin alegrica de las parbolas. Su obra Die Gleichnisreden Jesu (2 vols., 1888 y 1899) fue saludada como una liberacin. En ella se describen hasta la saciedad los abusos y errores a que llev el
- 8. 12 Presentacin viejo alegorismo, sedistingue claramente entre par- bola y alegora -^HritTncin que hoy constituye un principio~elemental de~Trmenutica y se~"insiste"e qe~Jesus utiliz en su enseanza parbolas, no alego- ras. (Recordemos que la parbola se diferencia de la .alegora en que ofrece normalmente un solo punto de comparacin, de suerte que los eventuales detalles han tie considerarse como mero ingrediente literario). Pero Jlicher, fiel a la visin de la teologa liberal del siglo xix, consider a Jess como un simple predi- cador de buenas costumbres. A su juicio, el mensaje originario de las parbolas se reduce a una serie de verdades religiosas de alcance general. El reino de Dios anunciado en ellas vendra a coincidir con el estadio supremo de la evolucin cultural preconizada por el liberalismo de la poca. Quedaba as eliminado todo < contenido escatolgico. La religin de Jess ensea- da en las parbolas se distanciaba netamente de la religin cristiana proclamada por Pablo y por la Iglesia. A pesar de sus evidentes deficiencias, la obra de J- licher produjo tal impacto que pas mucho tiempo sin que apareciera ningn estudio importante sobre el tema. Pero en el ambiente flotaba una nueva consigna: estudiar las parbolas en la situacin concreta de la "vTda de Jess. Y esto es lo que hizo corTeilto Chris- tan Harld DodcT Dodd no pertenece propiamente a la escuela de la historia de las formas (los investigadores britnicos siempre han visto un exceso de crtica en la ciencia bblica alemana). Sin embargo, nos ha legado en dos libros tan breves como fundamentales una preciosa aportacin al estudio de la tradicin subyacente a los escritos del Nuevo Testamento. Uno de estos libros es precisamente Las parbolas del reino 1. Dodd afirma 1 El otro es La predicacin cristiana y sus desarrollos (Ma- drid 1973; ed. original 1936).
- 9. Presentacin 13 que cada parbola fue pronunciada en una situacin concreta de la vida de Jess y que esa situacin puede ser conocida mediante un anlisis del texto evanglico. No se trata, pues, de simples ilustraciones de unos principios morales o religiosos, sino de una enseanza enmarcada en la realidad histrica de cada momento. Esa enseanza, nos dir Dodd, est relacionada con una crisis tremenda cuyo principal protagonista es el propio Jess. Jlicher, llevando hasta el extremo su distincin entre parbola y alegora, supuso que las parbolas ori- ginales de Jess estuvieron exentas de todo rasgo ale- grico; por tanto, los elementos alegorizantes que apa- recen ya en la redaccin evanglica seran forzosamen- te una creacin de la comunidad cristiana. Dodd es mucho ms generoso a este respecto. Nos advierte que no debemos ser demasiado rigurosos al distinguir entre ambas formas literarias, pues, de hecho, una pa- rbola admite fcilmente detalles que tengan un signi- ficado por s mismos, y tal fue sin duda el caso en la enseanza de Jess. Pero hay ms. En este libro se estudia otro tema no menos importante: la doctrina escatolgica de Jess. Dodd tiene aqu como trmino de contraste la tesis adoptada por Albert Schweitzer, el que luego sera famoso mdico-misionero, premio Nobel de la paz, muerto en su misin de Lambaren a la edad de no- venta aos. Schweitzer (1876-1965) public en 1906 Geschichte der Leben-]esu-Forschung: un anlisis de los trabajos realizados a lo largo del siglo xix, princi- palmente en Alemania, en torno a la vida de Jess. Frente a los puntos de vista de la teologa liberal, Schweitzer subraya la dimensin escatolgica de la proclamacin evanglica sobre el reino de Dios. Pero este reino, explica, fue anunciado por Jess como una catstrofe csmica, en el sentido de la apocalptica juda, que llegara muy pronto, durante su propia
- 10. 14 Presentacin vida. Y, evidentemente, esto no sucedi. El Jess de Schweitzer fue un hroe tan noble como equivocado. A esta interpretacin radical, conocida con el nom- bre de escatologa consecuente, opone Dodd su tesis de la escatologa realizada: el reino de Dios anun- ciado por Jess era una realidad ms presente que fu- tura. A lo largo del libro no se cansar de repetir esa idea. Ya desde ahora, con la venida de Jess, el reino de Dios ha irrumpido definitivamente en la historia. No hay que esperar una segunda venida del Hijo del hombre, no hay lugar para una escatologa en el autn- tico sentido de la palabra. Queda excluida toda refe- rencia al verdadero fin de la realidad presente. Jess interpela a todos y cada uno de sus oyentes, provo- cando as una decisin y un juicio, juicio que se pro- longa a las generaciones futuras a travs de la Iglesia. Es cierto que nuestros evangelios contienen alusiones realmente escatolgicas; pero ello se debe, segn Dodd, a que los discpulos no entendieron bien y refirieron al futuro una serie de palabras que en la intencin de Jess se referan al tiempo de su ministerio. Lo que en ellas era mero smbolo apocalptico fue tomado como descripcin de una realidad futura. La tesis de la escatologa realizada es indudable- mente sugestiva. Sin embargo, resulta unilateral y no fcil de mantener en su exclusivismo. Es cierto, como se ve principalmente en el Evangelio de san Juan, que la presencia de Jess en la historia implica un juicio en el hoy; pero esto no autoriza a forzar los datos rela- tivos a una intervencin de Dios al final de la historia, cuando el tiempo confluya en la eternidad. De hecho, esa tesis no ha sido aceptada por la investigacin bbli- ca en general ni por la conciencia cristiana. El mismo Dodd ha modificado su pensamiento en escritos pos- teriores, sealando que en la predicacin escatolgica el futuro tiene un espacio lo mismo que el presente. Ya en el prlogo a la edicin que traducimos advierte
- 11. Presentacin 15 que sa no es la nica solucin posible y se disculpa del nfasis unilateral que ha puesto en el tratamiento del asunto. Pese a este reparo, Las parbolas del reino son una obra maestra. Jlicher, ciego desde 1925, no pudo leerla. Quiz tampoco la ley Schweitzer, dedicado por completo como estaba a su actividad misionera en el Gabn. Nosotros tenemos hoy la fortuna de apren- der en estas pginas una leccin de fecunda sencillez: para saber qu nos quiere decir Dios ahora con las parbolas debemos averiguar qu es lo que con ellas quiso decir Jess a sus oyentes inmediatos. Lo cual significa, en trminos generales, que la espiritualidad cristiana no puede discurrir al margen de la investiga- cin de la Biblia. ' ALFONSO DE LA FUENTE
- 12. PROLOGO Este libro tiene como base una serie de lecciones explicadas en la Vacuitad de Teologa de la universidad de Yole durante la primavera de 1935. Aquellas lec- ciones eran fruto de un trabajo de varios aos encami- nado a esclarecer el problema de la escatologa en los Evangelios, particularmente con respecto a la idea del reino de Dios. Cuando comenc a estudiar a fondo el Nuevo Testamento, este problema se hallaba en plena discusin, debido en especial a la fuerte influencia de Albert Schweitzer. Despus de su Geschichte der Le- ben-Jesu-Forschung (Historia de los estudios en torno a la vida de Jess) ya no era posible desembarazarse de los pasajes escatolgicos difciles declarndolos inau- tnticos o tratndolos como marginales y carentes de importancia. El problema de la escatologa sigue plan- teado, si bien hoy se aborda quiz desde un punto de vista diferente. Mi trabajo comenz enfocando el pro- blema tal como Schweitzer lo haba planteado. Aun- que su obra me impresion profundamente como a otros muchos, no me convenci su frmula de una escatologa consecuente. Al parecer, no se haba dado an con la clave. Todo intento de lograr una vi- sin ms clara del problema exiga obviamente tener muy en cuenta las parbolas evanglicas, en especial las que se refieren expresamente al tema del reino de Dios. As, pues, me vi arrastrado a estudiar de nuevo su naturaleza, finalidad e interpretacin. Haba seguido a Jlicher en rechazar el mtodo alegrico de interpre- tacin que era tradicional, pero apenas si haba sido capaz de seguirle ms lejos. Por otra parte, la moderna resurreccin de este mtodo, pese a su posible valor homiltico, no pareca arrojar demasiada luz sobre la pregunta que me interesaba primariamente: Cul fue la intencin original de tal o cual parbola en su situa- 2
- 13. lg Prlogo cin histrica? Esta pregunta forma parte de otra, ms amplia, relativa al contenido histrico de los Evange- lios en general; y esta pregunta, a pesar de cuanto se ha dicho y escrito en los ltimos aos, no creo que carezca de importancia ni sea, en principio, insoluble. De hecho, hay varios indicios de que ha amainado la reaccin extrema contra el historicismo, y es posible insistir de nuevo en la bsqueda del Jess histrico. Estoy persuadido de que las parbolas, estudiadas de Jorma crltica^~cblisEtuye~h una de las principales fuen- tes para conocer la actividad 'hlsTorlca~3~"]esucrTsid, ~e~ especial por lo que se refiere a sus motivacloes~y a sus consecuencias. ~M cargar el acento en el valor histrico de las par- bolas no me propongo subestimar su significado teo- lgico. Todo lo contrario. En el captulo conclusivo de esta obra he intentado sugerir, de manera bastante es- quemtica, que su doctrina aparece vitaltnente relacio- nada con la tradicin central de la teologa cristiana y con la vida sacramental de la Iglesia, cuando entende- mos esa doctrina en el sentido de lo que yo llamo es- catologa realizada. La expresin no es quiz muy feliz, pero puede servir como denominacin; espero que el concepto quede suficientemente definido a lo largo de este libro. Si insisto en la cuestin de manera un tanto unilateral es porque as lo exige el tema; creo que no faltan materiales para que el lector avisado pue- da corregir el desequilibrio. Naturalmente, no pretendo que sa sea la nica interpretacin posible. La presento como una explicacin que, a mi juicio, da razn del conjunto de las parbolas y sentencias aceptadas por una razonable crtica como parte de la tradicin primi- tiva, que concilla sus aparentes contradicciones y las relaciona de forma inteligible con el resto del Nuevo Testamento. Si algn lector estima (y yo s que esto ha sucedi- do) que mi estudio de las parbolas, rigurosamente
- 14. Prlogo 19 histrico, las priva de su inters universal y actual, slo puedo repetirle lo que digo al comienzo del ltimo captulo. Es lcito sacar de ellas por todos los medios cualquier leccin que parezcan sugerir, pero con tal que esto no est en desacuerdo con lo que descubramos acerca de su intencin original. No agotaremos fcil- mente su significado. Sin embargo, los Evangelios no se proponen principalmente ofrecernos unos relatos encaminados a indicar una moraleja. Lo que hacen es interpretar la vida para nosotros, inicindonos en una situacin en la que, como creen los cristianos, lo ter- , ' no se manifest en el tiempo de manera irrepetible, una situacin que es histrica y contempornea en el sentido ms profundo posible. Y es esa situacin la que las parbolas (tal como nosotros las entendemos) se proponan ilustrar. Con ocasin de la presente edicin he revisado com- pletamente el libro. No es que exigiera cambios impor- tantes, pero he aprovechado la oportunidad para in- troducir aqu y all una serie de pequeas modificacio- nes y adiciones, as como algunas referencias a la re- ciente bibliografa sobre mi tema. C. H. D. Oxford, febrero de 1960. > y
- 15. CAPITULO I NATURALEZA Y FINALIDAD DE LAS PARBOLAS EVANGLICAS Las parbolas son quiz el elemento ms caracters- tico de la doctrina de Jesucristo consignada en los Evangelios. En su conjunto, a pesar de los retoques que hubieron de experimentar en el curso de su trans- misin, presentan el sello de una personalidad bien de- finida. Su impacto sobre la imaginacin hizo que se fijaran en la memoria y les procur un lugar seguro en la tradicin. Ninguna otra parte del relato evangli- co tiene para el lector un tono ms claro de autenti- cidad. Pero la interpretacin de las parbolas es ya otra cuestin. En este punto no existe unanimidad. La en- seanza tradicional de la Iglesia las trat durante siglos como alegoras en las que cada trmino vena a ser el criptograma de una idea, de suerte que el conjunto deba ser descodificado palabra por palabra. Un ejem- plo famoso es la interpretacin que hace san Agustn de la parbola del buen samaritano. Un hombre bajaba de Jerusaln a Jeric: se trata de Adn; Jerusaln es la ciudad celeste de la paz, de cuya bienaventuranza cay Adn; Jeric designa la luna y significa nuestra mortalidad, porque la luna nace, crece, mengua y muere. Los ladrones son el demonio y sus ngeles. Los cuales le despojaron, es decir, le privaron de su inmortalidad; le golpearon, incitndole a pecar; y le dejaron medio muerto, porque el hombre vive en la medida en que es capaz de conocer y comprender a Dios, y est muerto en la medida en que es debilitado y oprimido por el pecado; por eso se le califica de medio muerto. El sacerdote y el levita que le vieron y pasaron de largo designan al sacerdocio y al ministerio I
- 16. 22 Naturaleza y finalidad de las parbolas del Antiguo Testamento, que eran incapaces de procu- rar la salvacin. Samaritano significa guardin, y este nombre designa al mismo Seor. El vendar las heridas es la represin del pecado. El aceite es el consuelo de la buena esperanza; el vino, la exhortacin a trabajar con espritu fervoroso. La cabalgadura es la carne en que el Seor se dign venir a nosotros. El ser colocado sobre la cabalgadura es la fe en la encarnacin de Cris- to. La posada es la Iglesia, donde los viajeros que re- gresan a su patria celestial reparan sus fuerzas despus de la peregrinacin. El otro da es el que sigue a la resurreccin del Seor. Los dos denarios son los dos preceptos del amor o bien la promesa de esta vida y de la futura. El posadero es el Apstol (Pablo). El pago supererogatorio es su consejo del celibato o bien el hecho de que l trabajara con sus propias manos para no ser una carga a ninguno de los hermanos ms dbiles cuando el evangelio estaba en sus comienzos, aunque le era legtimo vivir del evangelio (Quaes- tiones Evangeliorum, III, 19, ligeramente abreviado). Esta interpretacin de la parbola prevaleci hasta la poca del arzobispo Trench, quien sigue sus lneas principales con una artificiosidad an ms ingeniosa, y todava se puede escuchar en algunos sermones. Una persona de talento normal que se acerque a los Evan- gelios con cierto sentido literario se sentir realmente molesta con tal mistificacin. No obstante, hay que confesar que los mismos Evan- gelios dan pie a este mtodo alegrico de interpreta- cin. Marcos interpreta la parbola del sembrador, y Mateo las de la cizaa y la red barredera, de acuerdo con esos principios, y ambos atribuyen su propia inter- pretacin a Jess. El gran mrito de Adolf Jlicher, en su obra Die Gleichnisreden Jesu (1899-1910), fue aplicar una crtica acerba y mostrar no que la inter- pretacin alegrica es en tal o cual caso exagerada o fantstica, sino que las parbolas en general no admiten
- 17. Interpretacin alegrica 23 en absoluto ese mtodo y que los intentos de aplicarlo que se observan en los evangelistas se basan en un malentendido. El pasaje decisivo es Me 4,11-20. Jess, respondien- do a una pregunta de sus discpulos, dice: A vosotros se os concede el misterio del reino de Dios, pero a los que estn fuera todo se les presenta en parbolas, para que por mucho que miren no vean y por mucho que escuchen no entiendan, no sea que se conviertan y se les perdone; a lo cual sigue la interpretacin de la parbola del sembrador. Pero todo este pasaje es llama- tivamente distinto, por su lengua y estilo, de la ma- yor parte de las sentencias de Jess. Su vocabulario incluye (en este breve espacio) siete palabras que no pertenecen al acervo del relato sinptico Las siete son caractersticas del vocabulario de Pablo, y la ma- yora de ellas aparecen tambin en otros autores apos- tlicos. Estos hechos permiten ya sospechar que no nos hallamos ante un fragmento de la primitiva tra- dicin de las palabras de Jess, sino ante un retazo de la enseanza apostlica. Adems, la interpretacin propuesta es confusa. La semilla es la palabra, mientras que la cosecha resul- tante est compuesta de varias clases de personas. La primera interpretacin hace pensar en la idea griega de la palabra seminal, mientras que la segunda es muy parecida a una semejanza que hallamos en el Apo- calipsis de Esdras: As como el agricultor siembra en el terreno muchas semillas y pone una multitud de plantas, pero a su tiempo no todo lo que ha sido plan- tado echa races, as tambin no todos los que han sembrado en el mundo se salvarn (2 Esd 8,41). Se 1 MDOTTKJIOV, O S|CO, arQaxaiQoc;, rtri no aparecen en los sinpticos fuera de este pasaje; EJti/h>!xra aparece tambin en Le 22,15, con un sentido diferente; oiar/ii? y dHiJii? aparecen slo en Me 10,30 y en el apocalipsis sinptico (Me 13), pasajes que, por otras razones, son probablemente secundarios.
- 18. 24 Naturaleza y finalidad de las parbolas han mezclado dos lneas de interpretacin incompati- bles. Pero podemos suponer que el narrador de la parbola saba exactamente qu es lo que l quera decir. Ahora bien, la idea de que la parbola es una reve- lacin velada de la futura conducta de quienes oan la enseanza de Jess, una vez que se vieran sometidos a la tentacin y la persecucin, depende del punto de vista expresado en los versculos 11-12 sobre la fina- lidad de las parbolas. Segn estos versculos, el em- pleo de parbolas quiere evitar que entiendan la ense- anza de Jess quienes no estn predestinados a la sal- vacin. Esto se halla seguramente en relacin con la doctrina de la Iglesia primitiva, aceptada con algunas modificaciones por Pablo, de que el pueblo judo a que vino Jess estaba ciego por disposicin divina al sig- nificado de su venida, a fin de que se cumpliera el misterioso designio del poder de Dios mediante la re- pulsa del Mesas por ese pueblo. Esto quiere decir que la referida explicacin sobre la finalidad de las parbolas es una respuesta a una pregunta que surgi despus de la muerte de Jess y del fracaso de sus seguidores en el intento de ganar al pueblo judo. Pero una lectura sensata de los Evangelios no permite supo- ner que Jess no quisiera ser entendido por el pueblo en general y revistiera, por tanto, su enseanza de formas ininteligibles. No es probable que las parbolas fueran considera- das como piezas alegricas en un medio judo. Entre los maestros judos, la parbola era un procedimiento corriente y perfectamente asequible para ilustrar una idea, y las parbolas de Jess tienen una forma seme- jante a las rabnicas. Por tanto, no es verosmil que surgiera en un ambiente judo y menos an que re- cibiera esa paradjica respuesta la pregunta de por qu Jess enseaba en parbolas. Por el contrario, en el mundo helenstico estaba muy difundido el empleo
- 19. Qu es una parbola? 25 de mitos, interpretados alegricamente, como vehculo de una doctrina esotrica, y no es extrao que se es- perara de los maestros cristianos algo semejante. Esto es, indudablemente, lo que dio lugar a interpretaciones errneas. Qu son entonces las parbolas si no son alego- ras? Son la expresin natural de una mentalidad que ve la verdad en imgenes concretas en vez de conce- birla por medio de abstracciones. El contraste entre estas dos formas de pensamiento puede ilustrarse con dos pasajes de los Evangelios. En Me 12,33 un escriba expresa este juicio: Amar al prjimo como a s mismo vale ms que todos los holocaustos y sacrificios. En Mt 5,23-24 se expresa la misma idea en estos trmi- nos: Si al presentar tu ofrenda en el altar recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja all tu ofren- da ante el altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelve y presenta tu ofrenda. Esta forma de expresin concreta y descriptiva es plena- mente caracterstica de las sentencias de Jess. As, en vez de decir: La beneficencia no debe ser osten- tosa, dice: Cuando des limosna no toques la trom- peta; en vez de decir: La riqueza es un grave obs- tculo para la verdadera religin, dice: Es ms fcil a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios. En esas expresiones figurativas ya est presente el germen de la parbola. En su forma ms sencilla, la parbola es una met- fora o comparacin tomada de la naturaleza o de la vida diaria que atrae al oyente por su viveza o singu- laridad y deja la mente con cierta duda sobre su apli- cacin exacta, de modo que la estimula a una reflexin activa. Nuestro lenguaje corriente est lleno de met- foras muertas: una idea tiene garra; los jvenes hacen castillos en el aire; los economistas ponen un dique a la inflacin. Estas metforas muertas sue- len ser un signo de pereza mental y un sucedneo del
- 20. 26 Naturaleza, y finalidad de las parbolas discurso riguroso. Son algo muy distinto de una met- fora viva: Donde est el cadver, all se reunirn los buitres, una ciudad edificada sobre un monte no puede pasar inadvertida, procuraos tesoros que no se consumen, si un ciego gua a otro ciego, ambos caen en el hoyo. Ahora bien, esas sencillas metforas pueden conver- tirse, mediante la adicin de detalles, en una especie de cuadro. Por ejemplo: No se enciende una lmpara y se la pone bajo un celemn, sino sobre un candelero, para que ilumine a todos los que estn en la casa; nadie pone un remiendo de pao sin tundir en un vestido viejo, pues el remiendo nuevo tirara de l lo nuevo de lo viejo y se producira un desgarrn peor; por qu miras la paja que hay en el ojo de tu hermano sin reparar en la viga que hay en el tuyo? Cmo puedes decir a tu hermano: 'Djame sacarte la paja del ojo' cuando tienes una viga en el tuyo?. O en forma de comparacin: Con qu comparar a esta generacin? Se parece a los nios que, sentados en la plaza, se gritan unos a otros: 'Os hemos tocado la flauta, y no habis bailado; os hemos entonado lamen- tos, y no habis llorado'. Este tipo de parbola es lo que los alemanes llaman Gleichnis, es decir, seme- janza, smil. Es un tipo corriente al que pertenecen, por ejemplo, el hijo que pide pan, el ojo como luz del cuerpo, los invitados a una boda, la higuera como heraldo del verano (Me 13,29) y otras conocidas pa- rbolas. Tambin puede suceder que la metfora (o compara- cin) no adopte forma de cuadro, sino de relato, de modo que los detalles sirvan para desarrollar una si- tuacin. Es lo que los alemanes llaman Parabel, la pa- rbola propiamente dicha. El relato puede ser muy breve; por ejemplo: El reino de Dios es semejante a la levadura que una mujer tom y escondi en tres medidas de harina hasta que ferment toda la masa.
- 21. Tipos de parbolas 27 No son mucho ms largas las parbolas de la oveja perdida y la moneda perdida, del tesoro oculto y la perla preciosa, del grano de mostaza, de la semilla que crece calladamente y los dos hijos. Alcanzan una ex- tensin algo mayor las de las dos casas, el sembrador, el amigo importuno y algunas otras. Por ltimo, tene- mos relatos extensos (Novellen) como los del dinero confiado, el siervo inmisericorde (Mt 18,23-35), el hijo prdigo y los obreros de la via. No es posible trazar una lnea precisa entre estas tres clases de parbola: sentencias figurativas, smiles y parbolas propiamente tales 2 . Si decimos que la primera clase no tiene ms que un verbo, mientras que la segunda tiene ms de un verbo, en presente, y la tercera una serie de verbos en pretrito histrico, ya tenemos un criterio aproximado de orden gramati- cal; y esto coincide con el hecho de que el smil tiende en general a describir un caso tpico o frecuente, mien- tras que la parbola describe un caso particular tra- tndolo como tpico. Pero una clase se interfiere con las otras, y es claro que todas ellas vienen a ser la elaboracin de una sola comparacin, de modo que todos los detalles se proponen dar el mximo relieve a la situacin o serie de hechos a fin de cautivar la imaginacin. Esto nos lleva al ms importante principio de inter- pretacin. La parbola tpica, sea una simple metfora, un smil ms elaborado o un relato extenso, presen- ta un solo punto de comparacin. Los detalles no tienen un significado independiente. Por el contrario, en toda alegora cada detalle es una nueva metfora con un significado propio. As, en la obra de John Buyan El progreso del peregrino hallamos el episodio de la 2 Esta es la base de la clasificacin de Bultmann: Bildwor- ter, Gleichnisse y Parabel; c. Geschichte der synoptischen Tradition (1931) 179-222.
- 22. 28 Naturaleza y finalidad de las parbolas casa hermosa. Se nos dice que unos viajeros, sorpren- didos por la noche, llegan a una hospitalaria casa de campo. Los comentaristas nos aseguran que esa casa se encuentra efectivamente en Bedfordshire. Pero en el relato, la doncella que abre la puerta es la discre- cin; las seoras de la casa son la prudencia, la piedad y la caridad, y el dormitorio es la paz. O, tomando un ejemplo de la Biblia, en la alegora paulina del lucha- dor cristiano, el ceidor es la verdad; el peto, la jus- ticia; las sandalias, la paz; el escudo, la fe; el yelmo, la salvacin, y la espada, la palabra de Dios. Por otra parte, si leemos la parbola del amigo importuno sera obviamente absurdo preguntar a quin representa el amigo que llega de un viaje o los hijos que estn en la cama. Estos y todos los dems detalles del relato sirven nicamente para describir el cuadro de una in- esperada necesidad y justificar una peticin que de otro modo sera intempestiva y hasta impertinente. Asimismo, en la parbola del sembrador, el borde del camino, las aves, las espinas y el suelo pedregoso no son, como Marcos supuso, criptogramas de la persecu- cin, la seduccin de las riquezas, etc. Su funcin con- siste en evocar el gran esfuerzo que ha de realizar el agricultor y as poner de relieve la satisfaccin que, a pesar de todo, produce la cosecha. Lo que se propone el autor de una alegora es com- poner su relato de manera que se lea naturalmente como tal, sin necesidad de captar la interpretacin. Pero esto requiere una habilidad muy difcil de man- tener largo tiempo. Fcilmente se trasluce la interpre- tacin. As, volviendo a la casa hermosa, Bunyan ha mostrado una gran habilidad al introducir los inci- dentes naturales de una breve estancia en una casa de campo. Entre otras cosas, las seoras muestran con toda naturalidad el rbol genealgico de la familia, que se ve todava enmarcado y colgado en algunas casas de viejo estilo. Pero aqu entra en juego la teologa: el
- 23. Realismo de las parbolas 29 rbol genealgico mostraba que el seor de la casa era el Hijo del Anciano de Das y descenda por una gene- racin eterna. En manos de alegoristas menos hbiles, el relato suele convertirse en un perfecto galimatas, y para darle algn sentido es preciso transponer los de- talles a las ideas que stos significan. As, Pablo que no siempre es feliz en su empleo de ejemplos ofrece el relato alegrico de un hortelano que cortaba las ra- mas de un olivo e injertaba en su lugar vastagos de olivo silvestre. Pero el hortelano conservaba las ramas cortadas y, una vez que haban prendido los injertos, las injertaba de nuevo en el tronco (Rom 11,16-24). Curioso ejemplo de horticultura! Sin embargo, resulta perfectamente inteligible si tenemos en cuenta que el olivo es el pueblo de Dios; las ramas cortadas, los ju- dos incrdulos, y los vastagos silvestres, los cristianos procedentes de la gentilidad. En las parbolas de los Evangelios, por el contrario, todo est de acuerdo con la naturaleza y la vida. Cada smil o relato es un cuadro perfecto de algo que puede observarse en el mundo de nuestra experiencia. Los procesos de la naturaleza son objeto de una observa- cin y descripcin minuciosa; las acciones de los per- sonajes que intervienen en los relatos son adecuadas a la situacin: son las que cualquiera considerara na- turales en esas circunstancias, o bien, en caso de que sean sorprendentes, lo que quiere subrayar la parbola es que tales acciones son sorprendentes. As, en la con- ducta del patrn que paga el mismo jornal por una hora de trabajo que por doce hay sin duda algo sor- prendente, pero la sorpresa de los obreros al ser tra- tados as es lo que da sentido al relato. Al hacer esta distincin entre parbola y alegora no debemos ser demasiado rigurosos. En efecto, si la parbola tiene cierta extensin es probable que se in- serten algunos detalles sugeridos por su especial refe- rencia a la aplicacin que se intenta, y si el oyente
- 24. 30 Naturaleza y finalidad de las parbolas efecta correctamente esa aplicacin descubrir un significado adicional en tales detalles. Pero en la ver- dadera parbola estos detalles permanecern estricta- mente subordinados al realismo dramtico del relato y no estorbarn su unidad. Y esto vale, con muy pocas excepciones, para las parbolas que aparecen en los Evangelios. A veces se interfiere la interpretacin en una parbola, entorpeciendo as su realismo. No obs- tante, las parbolas en su conjunto presentan un rea- lismo notable. En otro lugar 3 he demostrado que las parbolas ofrecen un cuadro singularmente completo y convincente de la vida en una pequea ciudad de pro- vincia, un cuadro de la vida de los pequeos burgueses y campesinos probablemente ms completo que el que poseemos de cualquier otra provincia del Imperio Romano, excepto Egipto, donde los papiros constituyen una notable fuente de informacin. Hay una razn que explica este realismo de las pa- rbolas de Jess. Este se debe a la conviccin de que no hay una mera analoga, sino una afinidad interna entre el orden natural y el espiritual, o dicho en tr- minos de las mismas parbolas: el reino de Dios es intrnsecamente semejante a los procesos de la natura- leza y de la vida diaria de los hombres. Por tanto, Jess no sinti la necesidad de ejemplos artificiosos para ilustrar las verdades que deseaban ensear. Los encontr ya preparados por el hacedor del hombre y de la naturaleza. La vida humana, incluida la vida re- ligiosa, forma parte de la naturaleza, como se afirma claramente en el conocido pasaje que comienza: Fi- jaos en las aves del aire... (Mt 6,26-30; Le 12,24-28). Dado que lo natural y lo sobrenatural forman un solo orden, podemos tomar cualquier parte de ste y hallar en ella una ilustracin para otras partes. As, el hecho de que llueva es un dato religioso, pues es Dios quien 3 The Authority of the Bible, 148-152. i
- 25. La parbola como argumento 31 hace llover sobre justos e injustos; la muerte de un gorrin puede contemplarse sin desconfiar de la bon- dad de la naturaleza, pues el pajarillo no es olvidado por vuestro Padre; y el amor de Dios est presente en el afecto natural de un padre hacia su hijo incorre- gible. Este sentido de la sacralidad del orden natural es la premisa mayor de todas las parbolas y es el pun- to en que Jess difiere ms profundamente de los auto- res apocalpticos judos, con cuyas ideas tuvo en varios aspectos gran afinidad. Los rabinos ortodoxos del Tal- mud se muestran tambin bastante libres del sombro pesimismo del apocalipsis, siendo capaces de crear ver- daderas parbolas donde los apocalpticos slo nos ofrecan alegoras sin calor; pero sus mentes son ms escolsticas y sus parbolas suelen tener una mayor dosis de artificiosidad que las de los Evangelios. Otro punto de contraste entre la parbola y la ale- gora es que, mientras sta no pasa de ser una ilustra- cin decorativa de una doctrina que se supone aceptada por otros motivos, la parbola tiene carcter de argu- mento e invita al oyente a juzgar sobre la situacin descrita, desafindole, directamente o en forma impl- cita, a aplicar ese juicio a la materia en cuestin 4 . Bs- tenos recordar una parbola familiar y tpica del An- tiguo Testamento en la que Natn cuenta a David la historia de la oveja de un pobre hombre que le fue robada por un rico. David cae limpiamente en la tram- pa y exclama con indignacin: Vive Dios que el hombre que ha hecho eso es digno de muerte!; y Natn replica: Ese hombre eres t!. Es claro que las parbolas de Jess tena una intencin semejante: 4 Este carcter argumentativo de la parbola es subrayado por Bultmann (Geschichte der synoptischen Tradition [1931] 195). Ha sido bien expuesto por A. T. Cadoux, The Parables of Jess, un libro muy interesante al que debo no poco y que citar en otras ocasiones, aunque no puedo aceptar siempre sus interpretaciones.
- 26. 32 Naturaleza y finalidad de las parbolas se ve en ocasiones por el modo como son introducidas. Por ejemplo: Qu os parece? Si un hombre tiene cien ovejas... Qu os parece? Un hombre tena dos hijos; se lleg al primero y le dijo: 'Hijo mo, ve a trabajar hoy a la via'. El respondi: 'S, seor'; pero no fue. Se lleg al segundo y le dijo lo mismo. El respondi: 'No quiero'; pero luego cambi de idea y fue. Cul de los dos cumpli la voluntad de su padre?. Pero, aun cuando no sean introducidas de este modo, la pregunta va implcita. La clave para la interpretacin consiste en juzgar la situacin imaginada y no en descifrar los diversos elementos del relato. Jlicher y sus seguidores nos han prestado un gran servicio al ensearnos cmo hay que dar el primer paso para entender las parbolas. Hemos de aceptar el relato como un retazo de la vida real y formarnos un juicio sobre l. Cul es el paso siguiente? Los que si- guen el mtodo de Jlicher tienden a terminar el pro- ceso de interpretacin con una generalizacin. Fijmo- nos, por ejemplo, en la parbola del dinero confiado (talentos o minas). Es la historia de un hombre cuyo / exceso de precaucin o cobarda le llev a la infideli- dad. Tal conducta es despreciable e indigna de un hombre honorable. Este es nuestro juicio sobre la si- tuacin. Cul es entonces la aplicacin? Debemos elegir la aplicacin ms amplia posible dice Jli- ' cher 5 : fidelidad en todo lo que Dios nos ha confia- do. Adoptando esta lnea, Jlicher nos ha liberado por fortuna de preguntar si los talentos representan el evangelio, la verdadera doctrina, el ministerio eclesis- tico o las cualidades corporales y espirituales; asimismo nos ha liberado de los modernos intentos de convertir la parbola en una instruccin dirigida a los cristianos sobre cmo invertir prudentemente su dinero, justifi- cando de paso el sistema capitalista. Pero podemos 5 Glekhnisreden Jesu II (1910) 481. 1
- 27. Cmo interpretar las parbolas 33 contentarnos realmente con la simple generalizacin que propone Jlicher como enseanza de la parbola? Es esto algo ms que un tpico moral? De manera anloga, la parbola del sembrador lleva al juicio de que en agricultura, aunque se malgaste mu- cho esfuerzo, puede lograrse una buena cosecha. He- mos de aplicar esto en el sentido genrico de que todo esfuerzo religioso est sujeto a las mismas condiciones? Hemos de afirmar que la parbola del tesoro escon- dido ensea que es preciso sacrificar siempre un bien menor a un bien mayor? Diremos que la parbola de los siervos que esperan a su seor ensea que es ne- cesario estar preparados para posibles emergencias, o que la de la lmpara y la medida significan simplemente que la verdad se apagar? Este mtodo de interpreta- cin convierte las parbolas en eficaces ejemplos para ilustrar una moral y unos principios religiosos eminen- temente slidos, pero su efecto general es ms bien decepcionante. Es posible que toda esa riqueza de amorosa obser- vacin y brillante descripcin de la naturaleza y de la vida diaria sirviera solamente para adornar unas gene- ralidades de tipo moral? Es posible que el Jess de los Evangelios fuera exactamente un maestro seguro y prctico que se limit a procurar que los espritus sencillos ponderaran los grandes temas de la moral y la religin? No es sta la impresin que ofrecen los Evangelios en su conjunto. En una de sus sentencias parablicas dice Jess: He venido a poner fuego a la tierra, y cmo deseo que arda!. Pocas parbolas son ms difciles de interpretar con exactitud, aunque quiz ninguna es ms clara en su tenor fundamental. Pero todo intento de parafrasear su significado es de hecho menos claro y menos convincente que la senten- cia tal como aparece. Es precisamente la frase que ne- cesitamos para describir la volcnica energa de la actividad meterica descrita en los Evangelios. La en- 3
- 28. 34 Naturaleza y finalidad de las parbolas seanza de Jess no es la lenta y paciente exposicin de un sistema hecha por el fundador de una escuela. Se refiere, por el contrario, a una breve y tremenda crisis que tiene a Jess por protagonista y es producida de hecho por su aparicin. Segn esto, es de esperar que las parbolas aludan a la situacin concreta y crtica en que se hallaban Jess y sus oyentes; y cuando nos preguntamos por su aplicacin, debemos centrarnos no en el terreno de los principios generales, sino en la situacin particular en que fueron pronunciadas las parbolas. La labor del intrprete consiste en descubrir, si puede, el puesto de una parbola en la situacin que contemplan los Evan- gelios y luego la aplicacin que ella misma pudo suge- rir a quienes se hallaban en tal situacin 6. Ante todo hemos de preguntar hasta qu punto los evangelistas nos ayudan a relacionar las parbolas con su situacin originaria. Podemos suponer que el lugar que ocupa una parbola en el orden de la narracin nos proporcione una clave decisiva. Pero, en primer lugar, los evangelistas presentan a veces la misma par- bola en contextos diferentes; en segundo lugar, la investigacin moderna ha contribuido a mostrar que los materiales de los Evangelios se transmitieron al principio en forma de unidades independientes cuyo enmarcamiento es obra de los evangelistas, los cuales escribieron al menos una generacin despus de la poca de Jess. Aunque yo creo que este juicio debe ser matizado y que la parte tradicional de ese marco era mayor de lo que suponen algunos autores recien- tes 7, es claro que no podemos aceptar sin ms que 6 Cf. A. T. Cadoux, op. cit. Ahora tenemos en J. Jeremas, Die Gleichnisse Jesu (trad. espaola: Las parbolas de Jess [Estella 1971]), una obra que utiliza este principio de manera coherente. 7 Cf. mi artculo The Framework of the Gospel Narraive: Expository Times 43, pp. 396ss, recogido en New Testament Studies (Manchester University Press 1953) 1-11.
- 29. Parbolas aplicadas 35 el contexto actual de la parbola responda precisa- mente a su contexto histrico originario. A menos que algn elemento de la misma parbola parezca vincular- la con una frase especial del ministerio, no nos atre- veramos a urgir una conexin precisa. En la mayora de los casos tendremos que contentarnos con referir- la al conjunto de la situacin. Pero, aparte del engarce de las parbolas en la na- rracin, los evangelistas dan a veces no siempre, ni mucho menos alguna indicacin sobre la aplicacin que se intenta. Estas aplicaciones, usualmente breves, son muy distintas de las elaboradas alegorizaciones del sembrador, la cizaa y la red, y merecen mayor aten- cin. Sin embargo, es peciso preguntar hasta qu punto esas aplicaciones pueden considerarse como originales. Algunos autores modernos, de Jlicher a Bultmann, tienden exageradamente a rechazarlas. Pero no convie- ne ir demasiado lejos en esta direccin. Por de pronto, en los cuatro principales estratos evanglicos hay pa- rbolas con aplicaciones (no menos que sin ellas). Por tanto, si bien una aplicacin particular puede ser obra de este o aquel evangelista, la primitiva tradicin sub- yacente a las tradiciones diferenciadas de que se deri- van nuestros Evangelios conoca ciertamente algunas parbolas aplicadas. Adems, en muchos casos, la aplicacin, por su forma, patentiza la existencia de una conexin orgnica con la parbola desde el estadio ms antiguo que pode- mos rastrear. As, en la parbola de las dos casas la aplicacin est tan ntimamente trabada con el relato tanto en Mateo como en Lucas que no podra ser eliminada sin volver a redactar el relato por com- pleto. Y observemos que esa aplicacin no es general, sino particular. No se trata de un simple contraste entre or y hacer. Los oyentes inmediatos de las pala- bras de Jess seran, de no tomarlas en cuenta, tan
- 30. 36 Naturaleza y finalidad de las parbolas insensatos como un constructor que eligiera un terreno aluvial, sin una base slida. Asimismo, la parbola de los nios que cantan en la plaza va seguida inmediatamente de un pasaje que, por su forma, se presenta como parte de la misma tradicin: Vino Juan, que no coma ni beba, y decs: 'Est endemoniado'. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y decs: 'Ah tenis a un glotn y bebedor, amigo de publcanos y pecadores'. Para m es indudable que la tradicin primitiva con- tena esta aplicacin de la parbola a la actitud de la gente con respecto a Jess y Juan. Es claro que todo intento de entenderla por medio de una equivalencia alegrica de los trminos est condenada al fracaso. No se puede decir que Jess y sus discpulos sean los nios que tocan la flauta, y Juan y sus discpulos los que entonan lamentos; el cuadro no encaja. Por el con- trario, el cuadro de los nios quisquillosos que rien en sus juegos hace pensar en la actitud frivola de una generacin que, incapaz de ver que el movimiento inaugurado por Juan y llevado por Jess a un trmino inesperado era una crisis de primera magnitud, gastaba su tiempo en criticar neciamente el ascetismo del uno y la camaradera del otro. Tocaban la lira mientras arda Roma. As, sin necesidad de resolver el problema posi- blemente insoluble de si nos hallamos ante los ipsis- sima verba de Jess, hay casos en los que podemos estar seguros de que la aplicacin de la parbola se remonta, junto con la parbola misma, n la primera tradicin, lo cual nos indica al menos cmo fue en- tendida la parbola por aquellos que se hallaban prxi- mos a la autntica situacin que dio lugar a ella. Por otra parte, hay razones para sospechar que en
- 31. El mayordomo infiel 37 muchos casos la aplicacin no formaba parte de la tra- dicin primitiva, sino que fue hecha por el evangelista o por su inmediata autoridad, reflejando sin duda la exgesis corriente en aquella parte de la Iglesia a que l perteneca. Es de notar que a veces una parbola aparece sin aplicacin en un evangelio y con ella en otro, como sucede, por ejemplo, con la parbola de la lmpara, que aparece en Marcos y Lucas sin aplicacin alguna, mientras que en Mateo va seguida de una re- comendacin: De la misma manera debe brillar vues- tra luz ante los hombres, para que vean vuestras bue- nas obras y glorifiquen a vuestro Padre celestial. Tambin sucede a veces que una parbola aparece en dos o ms Evangelios con aplicaciones diferentes e in- cluso incompatibles, como es el caso de la parbola de la sal inspida. Debemos suponer que Jess intent alguna aplicacin concreta; por tanto, una de esas apli- caciones o ms probablemente las dos tiene que ser secundaria. En ocasiones es un mismo evangelista el que pro- porciona aplicaciones diferentes. As, a la dificilsima parbola del mayordomo infiel (Le 16,1-7) el evange- lista ha aadido toda una serie de moralejas: 1) Los hijos de este mundo son ms prudentes en relacin con su tiempo que los hijos de la luz; 2) Haceos amigos por medio de la riqueza injusta, y 3) Si no fuisteis fieles con la riqueza injusta, quin os confia- r la verdadera?. Casi podemos ver aqu unas notas para tres sermones distintos sobre la misma parbola. Es posible que la frase con que actualmente con- cluye la parbola fuera su aplicacin en la forma ms primitiva de la tradicin. El narrador de la parbola aadira: El Seor (Jess) alab al mayordomo in- justo porque haba obrado prudentemente. En este caso podemos relacionar la parbola con su situacin originaria del siguiente modo. El relato habla de un hombre situado ante una crisis que puede llevarle a la
- 32. 3& Naturaleza y finalidad de las parbolas ruina. Comprendiendo la gravedad de su situacin, se pone a reflexionar y descubre un medio drstico para salir del apuro. Los oyentes son invitados a admitir que ese hombre, a pesar de ser un canalla, tuvo el mrito de afrontar la crisis con realismo y espirito prctico. Entonces pensaran que, segn Jess afirma- ba constantemente, ellos mismos se hallaban ante una crisis decisiva. Seguramente Jess les habra dicho en conclusin que era de sentido comn reflexionar en serio y actuar con audacia para afrontar la crisis. Esta es, a mi juicio, la aplicacin ms probable de la par- bola, y entonces es bastante adecuado el ulterior co- mentario del evangelista: Los hijos de este mundo son ms prudentes que los hijos de la luz. Por otra parte, es posible que la frase El seor alab al mayordomo injusto forme parte de la par- bola. Entonces el seor es el personaje del relato, el dueo defraudado, y la afirmacin de que alab a su mayordomo desleal es tan palpablemente absurda que incita a los oyentes a negarla vigorosamente. De hecho, es una manera eficaz de plantear la pregunta Qu os parece?. En tal caso debemos relacionar el relato con su situacin originaria del modo siguiente. Se trata de un hombre que obtena un inmenso pro- vecho mediante una estafa y esperaba ser alabado por semejante conducta. Ahora bien, quin entre los oyen- tes, o entre la gente que ellos conocan, actuaba de esa manera? Posiblemente los sacerdotes saduceos, que tenan a gala el estar en buenas relaciones con los ro- manos mediante una serie de concesiones que no te- nan derecho a hacer 8 . O tal vez los fariseos, quienes buscaban, mediante una limosna fcil, convertir sus mal adquiridas riquezas en un medio para lograr el favor divino 9 . Es claro que en ese caso la parbola, 8 As, A. T. Cadoux, Tbe Parables of Jess, 135. ' As, Henri Cavier, en tudes Thologiques et Religeu- ses (1929) 333.
- 33. Parbolas del reino 39 cuando lleg al evangelista Lucas, ya no ofreca una pista certera para su aplicacin, y el propio Lucas reci- bi varias interpretaciones habituales. A continuacin intentar indicar algunos cambios de la situacin histrica que han llevado a reaplicar algunas parbolas en unos sentidos no intentados ori- ginariamente. En tales casos hemos de examinar cuida- dosamente la parbola en cuestin y procurar relacio- narla con su situacin original, en la medida en que nos es posible reconstruirla. De ah se seguir una conclusin sobre su significado y su aplicacin origi- nal, conclusin que puede guiarse por los siguientes principios: 1) La clave debe buscarse no en unas ideas surgidas en la experiencia de la Iglesia primitiva, sino en las ideas que cabe suponer en los oyentes de Jess durante su ministerio. Nuestra gua mejor para conocer esas ideas ser normalmente el Antiguo Testamento, que sin duda les era familiar. As, las imgenes de un viador, una higuera, la recoleccin, una fiesta, etc., tenan resonancias que no podan pasar inadvertidas a una persona instruida de acuerdo con el Antiguo Testamento 10. 2) El significado que nosotros atribuya- mos a la parbola ha de estar de acuerdo con la inter- pretacin que hace Jess de su propio ministerio en las sentencias claras y explcitas que han llegado hasta nosotros; y en todo caso ha de ser tal que encaje en la visin general de su doctrina, que se desprende de un estudio de las sentencias independientes de las par- bolas. Por tanto, una tarea preliminar ser definir, hasta donde nos sea posible, la orientacin general de la doctrina de Jess. Entre las parbolas recogidas en los Evangelios hay una serie de ellas que son introducidas con esta u otra frmula parecida: El reino de Dios es seme- 10 En este punto insisten Hoskyns y Davey, The Riddle of the New Testament, 177ss.
- 34. 40 Naturaleza y finalidad de las parbolas jante a.... Esta frmula introductoria puede conside- rarse como un elemento que indica la aplicacin de tales parbolas. En Marcos hay dos parbolas con esa introduccin: la de la semilla que crece calladamente y la del grano de mostaza. En Lucas, otras dos: la del grano de mostaza y la de la levadura. Como estas dos aparecen tambin en Mateo con la misma introduccin, podemos suponer que figuraban en la fuente comn (O) del primero y tercer Evangelios. En Mateo hay otras ocho parbolas introducidas de ese modo. Una de ellas, la del gran banquete, tiene una forma dife- rente en Lucas, donde no se aplica explcitamente al reino de Dios. Las dems son las de la cizaa, el tesoro escondido, la perla preciosa, la red barredera, el siervo inmisericorde n, los trabajadores de la via y las diez vrgenes. Resulta que esta forma de introduccin es una de las favoritas del primer evangelista, y es posi- ble que l la empleara en algunos casos en que se ha- llaba ausente de la tradicin primitiva. Como hemos visto, los evangelistas se conceden cierta libertad al aplicar las parbolas. Pero Mateo no ha procedido en este aspecto indiscriminadamente, pues la mayor parte de las parbolas que refiere no tienen tal introduccin. En todo caso, tenemos tres parbolas la semilla que crece calladamente, el grano de mostaza y la leva- dura- cuya referencia al reino de Dios est atestigua- da por una u otra de nuestras fuentes ms antiguas, y en un caso por dos de ellas (la ms fuerte atestacin que pueden proporcionarnos los Evangelios). En con- secuencia, es cierto que Jess utiliz parbolas para ilustrar lo que Marcos llama el misterio del reino de 11 Aparte la nocin general de juicio, no he hallado ninguna relacin especfica entre esta parbola (Mt 18,23-35) y la idea del reino de Dios. Sospecho que en este caso la frmula se ha hecho convencional. En otros casos parece tener un propsito efectivo.
- 35. Parbolas del reino 41 Dios (4,11). Intentar demostrar que a esta idea se refieren de hecho no slo las parbolas que aluden ex- plcitamente al reino de Dios, sino muchas otras, y que un estudio de las mismas arroja una luz considerable sobre su significado. r
- 36. CAPITULO II EL REINO DE DIOS Las expresiones reino de Dios y reino de los cielos la ltima de las cuales es peculiar del primer Evangelio son sinnimas, pues el trmino cielos se empleaba corrientemente entre los judos como una perfrasis reverencial del nombre divino. El trmino reino es un tanto ambiguo, pero obviamente sugiere la idea de un territorio o comunidad gobernada por un rey. El trmino griego (JOKHXEGC tambin es ambiguo. Pero no cabe duda de que la expresin a que nos refe- rimos representa una frase atamea bien consolidada en el uso judo: malkut de los cielos. Malkut, como otros sustantivos de la misma estructura, es propia- mente un nombre abstracto que significa realeza, autoridad real, reinado o soberana. La expre- sin malkut de Dios indica que Dios reina como rey'. Atendiendo no ya a la forma gramatical, sino al sentido de la expresin reino de Dios, la idea sus- tantiva es Dios, y el trmino reino indica el aspecto especfico, atributo o actividad de Dios, con que l se revela como rey o seor soberano de su pueblo o bien del universo por l creado 2 . 1 As, Ex 15,18: El Seor reinar para siempre, es para- fraseado en el Targum de Onkelos: Su malkut permanece para siempre (Dalman, Worte Jesu [1898] 79). Es induda- ble dice Dalman que en el Antiguo Testamento, como en la literatura juda, malkut, referido a Dios, significa siempre 'autoridad real' y nunca 'reino'. Sin embargo, parece prefe- rible mantener la expresin tradicional reino de Dios, te- niendo en cuenta que la palabra reino tiene en este caso el sentido de autoridad real. 2 Podramos preguntarnos si el frecuente uso moderno del trmino reino como abreviatura de la expresin evanglica no refleja una suposicin inconsciente en el sentido de que la
- 37. La palabra reino 43 En el lenguaje judo contemporneo de los Evange- lios podemos distinguir dos maneras principales de hablar sobre el reino de Dios. Primero, Dios es rey de su pueblo Israel, y su auto- ridad real es efectiva en la medida en que Israel es obediente a la voluntad divina revelada en la Tora. Someterse incondicionalmente a la ley es tomar sobre s la malkut de los cielos 3. En este sentido, el reino de Dios es un hecho presente. Pero, en otro sentido, el reino de Dios es algo que todava est por revelarse. Dios no es slo rey de Israel, sino de todo el mundo. Pero el mundo no le reconoce como tal. Su propio pueblo est sometido de hecho a unas potencias seculares autorizadas a ejer- cer malkut en la edad presente. No obstante, Israel espera el da en que los santos del Altsimo recibirn el reino 4 , y as el reino de Dios se har efectivo sobre el mundo entero. Con esta intencin suplicaban los judos piadosos del siglo i (y siguen suplicando los de hoy): Establezca su reino durante vuestra vida y du- idea primaria es la de una sociedad estructurada, que puede ser un reino de justicia, fraternidad, etc., por ms que cuando pedimos a Dios que nos ayude para implantar o edificar ese reino podamos llamarlo reino de Dios. En un libro del lder obrero norteamericano Bouck White, The Cali of the Carpenter, escrito para reivindicar a Jess como profeta pro- letario, el autor dice con bastante ingenuidad: El lector mo- derno podr quiz comprender el trmino de Jess 'reino de los cielos' en la medida en que una sola expresin puede sintetizarlo sustituyndolo siempre por otro trmino: 'reino de la propia dignidad'. Es de notar que, cuando un judo hablaba del reino sin ms, se refera al gobierno secular; por ejemplo, en Pirq Abot 3,7: Todo el que acepta el yugo de la Tora se libera del yugo del reino y del yugo de la ocupa- cin mundana. Sean cuales fueren las aplicaciones que se hagan de la enseanza de Jess, en el fondo se halla la idea esencialmente religiosa de que Dios reina en la vida de los hombres y en la sociedad humana. ' Cf. los pasajes citados en Dalman, Worte Jesu, 79s. 4 Dn 7,18.
- 38. 44 El reino de Dios rante vuestros das y durante la vida de toda la casa de Israel 5 . En este sentido, el reino de Dios es una esperanza para el futuro. Es el sjaton, lo lti- mo, aquello de que se ocupa la escatologa. Como tal, la idea puede asociarse a diversas pers- pectivas del buen tiempo futuro anunciado en la profeca y en la apocalptica. La esperanza puede ser temporal y poltica. As, en las Dieciocho Bendicio- nes 6 hallamos esta plegaria: Recuerda a nuestros jueces como al principio y a nuestros gobernantes como antao, y s rey sobre nosotros, Seor, t solo. Por otra parte, esa esperanza puede estar relacio- nada con el estado final y absoluto de bienaventuranza en un orden trascendente, como en la Asuncin de Moiss (cap. 10): Entonces su reino aparecer en toda la creacin, y Satn dejar de existir, y el dolor desaparecer con l... Porque el Celeste se levantar de su trono real y saldr de su santa morada con indignacin e ira en atencin a sus hijos... Porque surgir el Altsimo, el nico Dios eterno, y aparecer para castigar a los gentiles y destruir a todos los dolos. Y t, Israel, sers dichoso... Dios te exaltar y te acercar a los cielos de las estrellas 7. 5 Kaddsh, segn el Authorized Daily Prayer-Book judo, traducido por S. Singer, con la autorizacin del Rabino Jefe, y publicado por Eyre y Spottiswoode (1908) 86. 6 Shemoneh Esr; texto en Dalman, Worte Jesu, 299-301, segn Schechter, en Jewish Quarterly Review (1898) 564- 659. 7 Traduccin, segn Charles, en Apocrypha and Pseudepi- grapha.
- 39. Las expectaciones judas 45 Cuando se espera un Mesas personal, la autoridad regia de Dios se concibe como ejercida por el Mesas, tanto si ste es un prncipe humano de la casa de David como si es un personaje sobrenatural. Tal es el caso del Apocalipsis de Baruc (cap. 73): Y esto es lo que suceder. Cuando l (el Mesas) abaje cuanto hay en el mundo y se siente en paz para siempre en el trono de su reino, entonces se revelar esa alegra y un resto aparecer8. En todas estas formas de expectacin subyace la idea de que el poder soberano de Dios se hace mani- fiestamente efectivo en el mundo de la experiencia humana. Cuando Dios tenga a bien revelar o es- tablecer su autoridad regia, entonces sobrevendr el juicio sobre todas las maldades del mundo, la victoria sobre todas las potencias del mal y, para todos los que han aceptado su soberana, la liberacin y una vida bendecida en comunin con l 9 . 8 IMd. 9 Para Rudolf Otto, en su importante libro Reich Gottes und Menschensohn (1934) 9ss, al que debo mucho, la idea escatolgica del reino de Dios procede del zoroastrismo y, en ltimo trmino, de las primitivas concepciones religiosas arias. La influencia irania sobre el judaismo es innegable, y as era de esperar, dado que los judos estuvieron casi dos siglos sometidos al Imperio persa. Pero hay ciertos hechos, consigna- dos por el mismo Otto, que nos hacen dudar de si esa influen- cia fue realmente decisiva para la idea del reino de Dios. En los escritos iranios, al parecer, el trmino habitual es chshathra (reino) o chshathra varya (reino de eleccin o deseo), y chshathra, aunque puede significar autoridad real, tiene nor- malmente el significado de reino en sentido estricto (territo- rio de soberana). Por otra parte, en el judaismo se dice siem- pre reino de Dios (o de los cielos). De hecho, los apocalipsis, donde la influencia de la escatologa irania es ms marcada, evitan casi siempre la expresin reino de Dios. Adems la
- 40. 46 El reino de Dios Al considerar el significado del reino de Dios en los Evangelios tendremos muy en cuenta los resultados de la crtica de las fuentes. Hoy se suele admitir: a) que el material consignado en los tres Evangelios sinpticos nos ofrece (en trminos generales) su forma ms antigua en Marcos; b) que cuando Mateo y Lucas concuerdan entre s independientemente de Marcos, estn siguiendo una fuente concreta. Gran parte de su material comn parece proceder de un solo documen- to, pero otra parte puede haber sido transmitida en una tradicin ms o menos fluida. Para designar ese supuesto documento perdido se suele emplear el sm- bolo Q; pero, dado que la reconstruccin de tal docu- mento es problemtica, parece preferible usar este smbolo para designar el estrato de los Evangelios pri- mero y tercero en que ambos coinciden, pero no pa- recen depender directamente de Marcos. Al utilizar los Evangelios como documentos referentes a la vida y la doctrina de Jess no es necesario decidir si un deter- minado pasaje form o no form parte de un docu- idea de Dios como rey es caracterstica de la religin semtica. El dios es rey de la tribu, su caudillo en la guerra, su juez en la paz, la fuente de su ley y el objeto de su culto. En Israel esta ingenua creencia en la realeza de Yahv se complic con la aparicin del monotesmo tico en la doctrina de los pro- fetas. Yahv es el rey de Israel, pero es tambin el Dios nico, y su voluntad es la justicia universal. Su realeza se extiende, por tanto, a toda la tierra, y donde l es rey prevalece la jus- ticia. Pero, de hecho, el pueblo cuyo rey era e] Seor qued sometido a los injustos, que daban culto a otros dioses. En aquella perspectiva ingenua, esto significaba que Yahv que- daba sometido a esos otros dioses. Pero la fe superior man- tena resueltamente, frente a cualquier desaliento, que el Al- tsimo gobierna el reino de los hombres y lo da a quien l quiere (Dn 4,17). Tarde o temprano revelar su soberana. Ser rey de todo el mundo, no slo de iure, sino de jacto: Los santos del Altsimo recibirn el reino (Dn 7,18). As, la idea escatolgica del reino de Dios parece surgir naturalmente de ciertas concepciones hebreas primitivas por influjo de la en- seanza proftica y de los acontecimientos externos.
- 41. Fuentes de los Evangelios 47 ment escrito antes de ser incorporado a nuestros Evangelios. En todo caso, si Mateo y Lucas muestran una sorprendente cantidad de coincidencias, y si estas coincidencias no pueden explicarse por su comn utili- zacin de Marcos, entonces es claro que el material en cuestin perteneci a una tradicin sustancialmente anterior a cualquier fecha que podamos asignar a los Evangelios en su forma actual. Esto es todo lo que realmente necesitamos saber. Por lo que se refiere a las otras porciones de los Evangelios primero y tercero, poco podemos decir de las fuentes de que proceden. Si es correcta la teora de B. H. Streeter, que goz en su da de amplia acep- tacin, podramos pensar en cuatro fuentes relativa- mente primitivas, representadas por Marcos, Q y las porciones peculiares de Mateo y de Lucas. Pero aunque podamos sospechar que las dos ltimas eran quiz tan antiguas como Marcos o como Q, nunca sabremos si un pasaje dado de Mateo o de Lucas fue tomado direc- tamente de las fuentes primitivas o, por el contrario, representa un producto posterior. Por la forma en que Mateo y Lucas trataron a Marcos sabemos que utili- zaron sus fuentes con cierta libertad. Y aunque fuera cierto (cosa que para m es probable) que detrs del tercer Evangelio hay un Proto-Lucas que bien po- dra ser tan antiguo como Marcos, no nos es lcito conceder el mismo peso a este documento hipottico que al segundo Evangelio; y ello por dos razones: a) no sabemos hasta dnde lleg la revisin de que fue objeto el Proto-Lucas al ser incorporado al tercer Evangelio, y b) el material peculiar de Lucas parece en algunos lugares casi evidentemente secundario con respecto a Marcos, si bien en algunos casos se puede suponer que ha conservado una tradicin ms primi- tiva. Nos quedan, pues, Marcos y Q como fuentes prima- rias; y no creo que la crtica nos haya proporcionado
- 42. 48 El reino de Dios todava un instrumento mejor para acercarnos a la tradicin original de los hechos y dichos de Jess que el que nos proporciona un cuidadoso estudio y cotejo de esos dos 10. Nadie supone que ninguna de tales fuen- tes sea totalmente segura. Pero ambas se pueden co- rregir, confirmar y complementar mutuamente n, y su coincidencia en una serie de puntos importantes nos permite confiar que estamos, efectivamente, en con- tacto con la tradicin en un estadio muy primitivo, antes de que comenzaran a separarse las dos lneas de transmisin que dieron lugar a Marcos (en Roma) y a Q (en Palestina o quiz en Siria). As, pues, al estudiar la complicada cuestin del reino de Dios no slo ahorraremos tiempo prescindien- do (excepto en muy pocos casos) de aquellas partes de Mateo y de Lucas que carecen de paralelo en otros Evangelios, sino que tambin utilizaremos un material que cuenta con las mximas garantas de ponernos en contacto con la ms antigua tradicin a que podemos tener acceso. El doble empleo judo de la expresin reino de Dios se refleja en la enseanza de Jess que recogen las ms antiguas tradiciones. 10 La escuela de la Formgeschichte (historia de las formas) se propone ir ms all de nuestras fuentes escritas y llegar hasta la tradicin oral. Con frecuencia ilumina el desarrollo de la tradicin. Personalmente, en lo que sigue he tenido en cuenta sus mtodos. Pero no creo que nos haya proporcionado todava un criterio fidedigno para discernir el valor histrico de los relatos evanglicos. Y debemos tener muy en cuenta que todo ulterior anlisis en torno a Marcos y Q ha de ser especulativo en cierto sentido, mientras que la determinacin de las fuentes prximas de los Evangelios no es especulativa, sino demostrativa. 11 Doy por supuesto que Marcos y Q son independientes el uno del otro. Los intentos encaminados a mostrar que Mar- cos depende de Q y que Q depende de Marcos se neutralizan mutuamente, y ninguno de ellos ha logrado convencer.
- 43. Doble empleo del trmino 49 La expresin rabnica tomar sobre s la malkut de los cielos tiene un paralelo en la sentencia de Me 10, 15: Quien no recibe el reino de Dios como un nio no entrar nunca en l. Los rabinos aludan con esto a la observancia escrupulosa de la Tora. La declaracin de Jess intentaba evidentemente poner en contraste la conducta del nio (Mt 11,25; Le 10,21) 12 con la de los sabios y prudentes 13. Para l, aceptar la sobe- rana de Dios es distinto de la observancia escrupu- losa de la Tora u. Por otra parte, la oracin juda Establezca su reino durante vuestra vida y durante vuestros das encuen- tra un paralelo en la peticin central del padrenuestro: Venga a nosotros tu reino. Las predicciones apoca- lpticas de una manifestacin futura y definitiva del poder soberano de Dios resuenan (aunque, como ve- remos, con una diferencia) en las palabras de Me 9,1: Algunos de los aqu presentes no gustarn la muerte hasta que vean que el reino de Dios ha venido con poder; asimismo, en las de Mt 8,11: Muchos ven- drn de Oriente y de Occidente y se sentarn a la mesa con Abrahn, Isaac y Jacob en el reino de Dios. Pa- rece ser que Jess, al igual que algunos autores apo- calpticos, situaba el reino definitivo de Dios ms all del espacio y del tiempo, donde los muertos bienaven- turados viven para siempre como ngeles (Me 12, 12 En Mt 11,29 Jess habla de su yugo, sin duda en con- traste con el yugo de la Tora, al que tambin se llamaba yugo de la malkut de los cielos. 13 Los discpulos de los sabios son en el Talmud los miem- bros de las escuelas rabnicas de la Tora. 14 El precepto buscar el reino de Dios (que es probable- mente la forma de la sentencia de Q en Mt 6,33; Le 12,31) pertenece quiz a este captulo. Es difcil encontrar una refe- rencia al reino de Dios escatolgico. Buscar el reino de Dios es proponerse como objetivo supremo el cumplimiento de la voluntad divina. Cf. Me 3,35. 4
- 44. 50 El reino de Dios 25). Segn esto, la expresin reino de Dios se em- plea en Me 9,43-47 y 10,17.24.25 alternando con vi- da o vida eterna. Esta ltima expresin equivale a la frmula rabnica vida de la edad futura, que en nuestras fuentes judas es una expresin mucho ms usual que reino de Dios para designar el gran obje- tivo de la esperanza, el sjaton. Hasta aqu el empleo de la expresin reino de Dios en los Evangelios encaja perfectamente en el marco del uso judo contemporneo. El reino de Dios puede ser aceptado aqu y ahora, y quienes cumplan las condiciones necesarias disfrutarn a la larga sus ben- diciones. Pero hay otras sentencias que no encajan en ese mar- co. El reino de Dios ha llegado a vosotros (Mt 12, 28 = Le 11,20) 15 . Aqu el reino de Dios es un hecho de experiencia actual, pero no en el sentido que hemos visto en el uso judo. Cualquier maestro judo poda haber dicho: Si os arrepents y os comprometis a observar la Tora, habris aceptado el reino de Dios. Jess, en cambio, dice: Si yo expulso demonios por el dedo de Dios es que el reino de Dios ha llegado a vosotros. Ha sucedido algo que no haba sucedido antes y cuyo significado es que el poder soberano de 15 "EcpfraoEv q)' viac, T| fiaoi^Ea TO d-eo. El verbo ' viac, r P a a d s a TO &ov parece ser un eco de Dn 7,22 (segn la versin de Teodocin):
- 45. Del judaismo al cristianismo 51 Dios ha comenzado a operar efectivamente. No se trata de tener a Dios por rey en el sentido de obedecer sus mandamientos, sino de ser confrontados con el poder de Dios que acta en el mundo. En otras palabras: el reino escatolgico de Dios se presenta como un hecho presente que los hombres deben reconocer, tanto si lo aceptan como si lo rechazan con sus acciones. El mismo sentido parece encerrarse en la frmula con que Marcos resume la predicacin de Jess en Galilea (Me 1,14-15): El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios est cerca. Arrepentios y creed en el evangelio. Al parecer, esto puede significar dos cosas: o bien que el reino de Dios est cerca en el tiempo, es decir, que llegar pronto, o bien (con una metfora espacial, cf. Me 12,34) que est al alcance. Pero en los LXX YY^EIV se emplea a veces (principalmente en pretrito) para traducir el verbo hebreo naga* y el arameo m'ta, los cuales significan alcanzar y llegar. Estos dos verbos se traducen tambin por el verbo 0vt.v, que se emplea en Mt 12,28 y Le 11,20. No parece, pues, que se insine una diferencia de signi- ficado entre ecpQaffEV
- 46. j>2 El reino de Dios estad seguros, con todo, de que el reino de Dios est cerca (yyocEv)' (Le 10,9-11)16. Es instructivo comparar esto con un pasaje apoca- lptico como el Testamento de Dan 5,13-6,4: El Seor estar en medio de l, y el Santo de Israel reinar so- bre l... porque sabe que, el da en que Israel se con- vierta, el reino del Adversario llegar a su fin. En el contexto de Q, de donde han sido tomadas las pala- bras el reino de Dios ha llegado a vosotros, los exorcismos realizados por Jess se presentan como un signo de victoria sobre el reino de Satn. Como en el Testamento de Dan, esto equivale a la llegada del reino de Dios. Pero aqu la llegada no ha supuesto el previo arrepentimiento de Israel. En cierto modo, el reino de Dios ha venido con Jess 17, y este reino es proclamado tanto si escuchan como si no escu- chan, segn la expresin de Ezequiel. Es una inter- vencin de la gracia de Dios para revelar su reino a una generacin impenitente a fin de estimularla al arrepentimiento. Hay otros pasajes en nuestras fuentes evanglicas ms antiguas que ayudan a esclarecer cmo Jess se propuso proclamar el reino de Dios no como algo venidero para un futuro prximo, sino como un objeto de la experiencia presente. Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis, pues os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis y no lo vie- ron, y or lo que vosotros os y no lo oyeron (Le 10, 16 Puede verse una exposicin ms completa de los datos que esclarecen el significado de '
- 47. La llegada del reino 53 23-24 y, con significativas variantes, Mt 13,16-17). Lo que desean profetas y reyes (tales como David, el salmista, y Salomn, a quien se atribuan los mesini- cos salmos de Salomn) es, naturalmente, la afirma- cin definitiva de la soberana de Dios en el mundo, la llegada del reino de Dios. Eso es lo que ven y oyen los discpulos de Jess. Asimismo, la reina del Medioda se alzar en el juicio con esta generacin y la condenar, porque ella vino de los confines de la tierra a or la sabidura de Salomn, y aqu hay algo mayor 18 que Salomn. Los ninivitas se alzarn en el juicio con esta generacin y la condenarn, porque ellos se arrepintieron con la predicacin de Jons, y aqu hay algo mayor que Jons (Le 11,31-32 = Mt 12,41-42). Qu es ese algo mayor que el pro- feta Jons y que el sabio rey Salomn? Sin duda es lo que profetas y reyes desearon ver: la llegada del reino de Dios. La misma idea parece encerrarse en la serie de sen- tencias sobre Juan Bautista que, procedentes de una fuente comn, hallamos en Mt 11,2-11 y Le 7,18-30. En respuesta a la pregunta de Juan Eres t el que ha de venir o hemos de esperar a otro?, Jess se re- fiere a los fenmenos de su propio ministerio en unos trminos que aluden claramente a las profecas sobre el buen tiempo futuro. Esto quiere decir que el cumplimiento ha llegado: que lo que desearon ver los profetas es ya objeto de la experiencia presente. El mismo Juan no es simplemente uno de los profetas, sino mayor que todos ellos, porque es el mensajero de aquel que, segn los profetas, precedera inmediata- mente al gran acontecimiento divino, la llegada del reino de Dios. La deduccin es clara: Juan desempe el papel que le corresponda, y el reino de Dios ha " jiJleov es neutro; no uno mayor que Salomn, que exi- gira el masculino.
- 48. 54 El reino de Dios llegado. Y as como los discpulos de Jess son ms privilegiados que los profetas y reyes que desearon la venida del reino de Dios, pues ellos ven y oyen los signos de su presencia, as tambin son mayores que Juan Bautista, porque se hallan en el reino de Dios 19 que l haba anunciado. Mateo aade aqu u n a sentencia que adopta una forma diferente en Le 16,16. He aqu las dos variantes: MATEO LUCAS Desde los das de Juan La ley y los profetas lie- Bautista hasta ahora, el rei- gan hasta Juan: desde en- no de los cielos sufre vio- tonces se proclama el reino lencia y los violentos lo de Dios y todos hacen vio- conquistan. Pues todos los lencia para entrar en l, profetas y la ley profetiza- ron hasta Juan. Es muy difcil determinar la forma originaria de la sentencia y su significado preciso, pero parece claro que se establece un contraste entre el pasado y el pre- sente. La lnea divisoria est marcada por Juan Bau- tista: antes de l, la ley y los profetas; despus de l, el reino de Dios 2 0 . Al menos en Lucas, est claro que 19 O, en otros trminos, suyo es el reino de Dios (Mt 5,3; Le 6,20; cf. Me 10,14). Las distintas expresiones no suponen distintas concepciones del reino: un mbito en el que se puede entrar, en un caso, y un tesoro que se puede poseer, en el otro (cf. Me 10,15; Mt 13,44-46). Son dos maneras de decir que el reino de Dios se realiza en la experiencia. 20 Segn Mt 3,2, tambin Juan dijo TYYLXEV r fSaodea TWV ovQavwv. Pero no podemos fiarnos de que Mateo dis- tinga entre las palabras de Juan y las de Jess. En 7,19 ha introducido en un pasaje de Q las palabras jtav ovSgov |x| jtoiov Kapjiv xaXv ExxjTreTai, xai si; rcQ p^Xsxai, que pertenecen a la noticia de Q sobre la enseanza del Bau- tista (Mt 3,10 = Le 3,9 palabra por palabra); y en 23,33 ha .puesto en boca de Jess las palabras Yswrniara xiSvrov, n&c, (pyate OCT tfj; tcoaecDc; %rc, ^eyrc,, que ningn otro tes-
- 49. Est aqu 55 se excluye cualquier perodo intermedio. En Mateo es posible que las palabras adicionales hasta ahora (ew r e f i e r e n a l a s " S 1 " 0 8 3 5 exi" x En Le 14p4- q u e se u d e s seguidores de Jess scu^. de sentencia a i ^i s ^-everj e i^ cunsixucior r quee no serie v^ - c . constructo qu no 1 gencias planteada* ^ ?&tf>r / e va a a g u e r r a c o n . e introducen las y del L La l e c d n de e s t a s e introducen las ^ v del r .?_ e s capaz d e u 1terflii fu t e q ^ ^ < 1 3 . p e r o m i e n . persona. Quiza a r 0 xima se r e f i e r e d i n f l u j o en trTen mareo el s eef /ruei'-U s * b o r . d e k s a l ^ tras en S e gS cristiano. ^ el mundo, en L ^ ver daf abundantes indi- Jess, cual era d a d e v alor. de semejante Y
- 131. "Parbola de la lmpara y el celemn 137 cios de que Jess vea esa tragedia en el estado del judaismo de su tiempo. No necesitamos preguntarnos si la sal de la parbola es el pueblo judo o su reli- gin 31. El tertium comparationis es sencillamente el hecho lamentable de que una cosa buena y necesaria ha sido irrevocablemente estropeada y destruida. Apli- cada de este modo, la parbola est de acuerdo con otras sentencias de Jess. Viene a ser un agudo co- mentario sobre toda la situacin del momento. Los evangelistas, al haber perdido el sentido de ese mo- mento, han empleado de diversas maneras la parbola para dar una leccin o amonestar a la Iglesia de su poca. Es parecido el caso de la breve y notable parbola de la lmpara y el celemn. Tambin aqu nos hallamos ante un pasaje contenido en Marcos y en la fuente comn de Mateo y Lucas. La versin de Marcos dice as: Acaso se trae la lmpara para ponerla debajo del celemn o debajo de la cama? No se trae para ponerla sobre el candelero? (4,21). La versin de Mateo (5,15) presenta esta forma: No encienden una lmpara y la ponen debajo del celemn, sino sobre el candelero, y as alumbra a todos los que estn en la casa. Es probable que la forma original de Q se aseme- jara a sta 32 . 31 La Tora es comparada con la sal en un pasaje del Talmud, citado por Strack-Billerbeck a propsito de Mt 5,13. 32 La dos versiones de Lucas tienen variantes explicables. En 8,16, Lucas fusiona los textos de Marcos y Q y luego in- troduce la cama. En 11,33 alude al stano como posible lugar de ocultamiento. En ambos pasajes dice que la lmpara es puesta sobre el candelero para que todos los que entran vean la luz. Es decir, imagina la lmpara colocada en el vest-
- 132. 13 g La situacin en la vida Mateo es el nico que ofrece una aplicacin expl- cita de la parbola en estos trminos: De la misma manera brille vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que est en los cielos. Esta mxima nos resulta un tanto sorprendente en boca de Jess si tenemos en cuenta sus duras palabras sobre la conducta de quienes obran como justos para ser vistos por los hombres; adems, es muy parecida a la doctrina rabnica de aquel tiempo 33. En los otros dos Evangelios tenemos que deducir la aplicacin del contexto en que aparece la parbola. En Marcos est incluida en un pasaje introducido por una pregunta de los discpulos sobre la naturaleza y finalidad de las parbolas (4,10). A esta pregunta se responde que la verdad sobre el reino de Dios es pro- clamada en parbolas, para que los extraos no la entiendan. Luego, a modo de ejemplo, se ofrece una interpretacin de la parbola del sembrador. Y des- pus viene la parbola de la lmpara y el celemn, seguida de una sentencia que dice: Nada hay oculto si no es con la intencin de que M llegue a manifestar- bulo de una casa de tipo grecorromano, como las casas de Pompeya, que tienen en el vestbulo una hornacina para la lmpara. Mateo piensa en una casa galilaica de una sola estan- cia, donde basta una sola lmpara para toda la familia. Sin duda, el stano es tambin una caracterstica de la casa ms ostentosa que imagina Lucas, mientras que en la casa rural, si se quiere esconder una lmpara, no hay otro lugar para ello ms que debajo del celemn o quiz de la cama. El ovSe jcaotiaiv Xvfyov de Mateo, que reproduce la forma plural impersonal que el arameo emplea en vez de la pasiva, tiene ms probabilidades de ser original que el O>8EIa