Las protestas airean tabúes sociales

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El estallido muestra la insatisfacción de una parte de la población, en su mayor parte joven, que rechaza a Erdogan y a su partido :: JOSUNE MURGOITIO ESTAMBUL. El primer ministro de Turquía, Erdogan, ha logrado un acuerdo en precario –en espera de que los tribunales se pronuncien so- bre el futuro Centro Cultural Atatürk– con representantes de los manifes- tantes que, desde finales de mayo, protestan en contra de las políticas restrictivas del Partido de la Libertad y Justicia que lidera, inspirado en un islamismo moderado y de centrode- recha. La protesta contra la demoli- ción del parque Gezi en Estambul y la destrucción implícita del Centro Cultural Atatürk desencadenó un contagio de manifestaciones masi- vas en Esmirna, Ankara o Marmaris, entre otras ciudades, como reacción al uso de la fuerza excesiva por la Po- licía. El estallido social muestra la insa- tisfacción de una parte de la pobla- ción, en su mayor parte joven, que rechaza a Erdogan y a su partido, con mayoría en el Parlamento turco, por ejercer «represión» e intentar «isla- mizar» una Turquía constitucional- mente laica. Dos ideas tensan Turquía El visitante percibe misticismo y con- fluencia de culturas en Estambul. Pero la candidata a los Juegos Olím- picos 2020 y competidora de Madrid, es conocida en Turquía como «la ciu- dad de la libertad». Taksim, epicen- tro de las protestas, es el nuevo sím- bolo de «quienes queremos la liber- tad, la democracia y el respeto», afir- ma Asu, una joven de 30 años. El ba- rrio donde se ha situado la acampa- da tiene fama de vanguardista: librerías de segunda mano, música en directo, pintadas reivindicativas, bares para tomar una cerveza, tien- das comerciales (Zara, Mango…) y, sobre todo, la libertad de besarse en público. Las parejas gays pasean aga- rradas de la mano y los transexuales se sienten menos intimidados. Un ambiente de apertura que contrasta con la zona de Sultanahmet, al otro lado del Bósforo, donde los monu- mentos emblemáticos deleitan a los turistas: La Mezquita Azul, Santa So- fía y el Palacio Topkapi. Los cantos del imán resuenan en las calles para- lelas al Gran Bazar; no se observan besos, es difícil beber una cerveza y necesario restringir el uso de vesti- mentas ligeras. Al hilo de esa contracción entre progreso y conservadurismo en la propia Estambul, los turcos catego- rizan las ciudades más modernas: Es- mirna, Çanakkale (antigua Troya), Mugla y Marmaris, entre otras. El simbolismo de Mustafá Kemal Atatürk impregna sus fachadas, los Bar Streets y los lugares de trabajo. También las conversaciones de los ciudadanos, incluso de los más jóve- nes, a pesar de que Atatürk fundara la Turquía «moderna» hace ya 80 años; hablan de él con orgullo, a di- ferencia del primer ministro Erdo- gan, al que rechazan, por intentar «islamizarles». De ahí que las ciuda- des donde tiene más peso sean cate- gorizadas como más restrictivas: An- kara, Bursa o el este del país. No hay calles de bares y no está bien visto besarse en público. «Se libra una guerra entre dos ideas de cómo debería ser Turquía», afir- ma Aksel, un joven residente en Es- tambul. «Los jóvenes y la mayor par- te de la población con estudios no apoya a Erdogan por ser conservador. Queremos vivir con libertad y no bajo la presión de la tradición», declara. En opinión de Asu, bajo la aparien- cia de la libertad y la justicia, se crea un «régimen autoritario a través del uso del miedo». Mirando a Europa «La situación de los derechos huma- nos» es el mayor problema del país, y «el desempleo», opina Asu. El Ins- tituto de Estadística de Turquía mues- tra un 9% de paro, aunque «cuestio- nable». Aksel recalca que Turquía «tie- ne más oportunidades» que EE UU o la Unión Europea (UE). La educa- ción también es un gran problema. «Todavía hay mucha gente que no sabe leer ni escribir y aún hay padres que no dejan ir a sus hijas a la escue- la», afirma el joven que ve en la UE «una buena oportunidad» pero «ellos piensan que aún no estamos prepa- rados». Turquía solicitó la adhesión en 1987 y asiste desconfiada a un pro- ceso de integración difícil. A pesar de las «reformas democráticas y econó- micas, la decisión final depende de los estados europeos importantes», explica Alicia Cebada, profesora de Relaciones Internacionales de la Uni- versidad Carlos III de Madrid. Ade- más, «el posible conflicto sirio» de- sestabiliza la seguridad nacional. «Ser un Estado miembro de la Unión Europea no supondría ningu- na ventaja, a excepción de no tener que solicitar un visado de turista para viajar al extranjero», asegura Murat, músico afincado en Estambul que considera que «España y Grecia» son las grandes perjudicadas. Viajar como turista implica un largo trámite bu- rocrático que abruma a los jóvenes y les hace sentirse como en una «pri- sión». El servicio militar obligatorio durante 15 meses ahoga a muchos. Deben acudir a los 29 años como má- ximo y se matriculan en universida- des a distancia o másteres para retra- sar el momento y reducirlo a seis me- ses. Ante el tradicionalismo La presión social y religiosa, el con- cepto de tradición y familia, dificul- ta vivir en pareja o tener hijos sin ha- ber contraído matrimonio. Los jóve- nes turcos aluden constantemente a la «mentalidad restrictiva» de la mujer turca, aunque ellos se posicio- nan en una visión paternalista. Hay pudor en el sexo. «La vida de la mu- jer no ha sido importante en los úl- timos diez años», explica la joven. La exigencia de Erdogan de que tengan al menos tres hijos y el intento de ile- galizar el aborto (legal en las prime- ras 10 semanas de gestación) les mo- lesta, aunque ahora pueden tomar la píldora anticonceptiva con prescrip- ción. «Las mujeres tienen que hacer todo en casa, aunque trabajen fuera, y tener respeto a sus maridos», ex- plica Asu que participó en el Socia- list Feminist Collective (grupo fe- minista social). A los precios de por sí caros de las bebidas alcohólicas (unos 4 euros una cerveza) se le suma la nueva ley apro- bada en el Parlamento turco antes del estallido social. No se puede be- ber alcohol a menos de cien metros de un centro de culto o educativo, lo que supone no poder consumirlo en el centro de Estambul. Una autocen- sura social que influye también en la libertad de expresión. Turquía es el país con más periodistas encarce- lados del mundo. :: J. MURGOITIO ESTAMBUL. Las protestas pro y contra Erdogan manifiestan una batalla en las calles sobre cómo debería ser el país. La línea que «reúne a personas con diferentes ideas. Gays, kurdos, cristianos, ateos, grupos más próximos a la izquierda, algunos islamistas como los alevis, liberales, neonaciona- listas, nacionalistas…», explica Asu. Por otra parte, «la gran ma- yoría que apoya a Erdogan no res- peta a los ateos, gays o cristianos», sentencia la joven. Los acampados en Taksim nom- braron de forma simbólica una ca- lle como Hrant Dink, en referen- cia a un periodista armenio asesi- nado por ultranacionalistas tur- cos. Turquía no reconoce el geno- cidio armenio. Los alevis reivin- dicaron el reconocimiento de su religión, una corriente musulma- na heterodoxa enfrentada a la ma- yoría suní. El diputado kurdo Si- rri Sureya Onder se situó delante de las excavadoras en el parque Gezi y en las barricadas en Taksim se mostraron fotografías de Abdu- láh Öcalan, líder del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK, en turco), condenado a cadena per- petua. Los jóvenes ven positivo el pro- ceso de paz que Erdogan conduce con el PKK. El líder de esta orga- nización considerada «terrorista» anunció, el pasado marzo, un alto el fuego permanente y la sustitu- ción de la violencia por las «ideas». Reivindicaban primero la inde- pendencia y ahora la autonomía kurda y el reconocimiento de la lengua. Según el coordinador de Lokarri Paul Ríos, la «unilaterali- dad del cese de la violencia y la sustitución por vías políticas» son «claves» que se asemejan a las del proceso de paz en Euskadi, desde que ETA anunciara, hace un año y medio, el cese definitivo de la actividad armada. «El proceso de paz en Euskadi es un referente para Turquía», admite Ríos. «Todos unidos somos uno» Acampada de jóvenes manifestantes en el parque Gezi, situado junto a la plaza Taksim. :: SEDAT SUNA / EFE «Ser un Estado miembro de la Unión Europea no supondría ninguna ventaja» Las protestas airean tabúes sociales 51 Sábado 15.06.13 EL DIARIO VASCO MUNDO

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El estallido muestra lainsatisfacción de unaparte de la población,en su mayor partejoven, que rechaza aErdogan y a su partido:: JOSUNE MURGOITIOESTAMBUL. El primer ministro deTurquía, Erdogan, ha logrado unacuerdo en precario –en espera deque los tribunales se pronuncien so-bre el futuro Centro CulturalAtatürk–con representantes de los manifes-tantes que, desde finales de mayo,protestan en contra de las políticasrestrictivas del Partido de la Libertady Justicia que lidera, inspirado en unislamismo moderado y de centrode-recha. La protesta contra la demoli-ción del parque Gezi en Estambul yla destrucción implícita del CentroCultural Atatürk desencadenó uncontagio de manifestaciones masi-vas en Esmirna, Ankara o Marmaris,entre otras ciudades, como reacciónal uso de la fuerza excesiva por la Po-licía.

El estallido social muestra la insa-tisfacción de una parte de la pobla-ción, en su mayor parte joven, querechaza a Erdogan y a su partido, conmayoría en el Parlamento turco, porejercer «represión» e intentar «isla-mizar» una Turquía constitucional-mente laica.

Dos ideas tensan TurquíaEl visitante percibe misticismo y con-fluencia de culturas en Estambul.Pero la candidata a los Juegos Olím-picos 2020 y competidora de Madrid,

es conocida en Turquía como «la ciu-dad de la libertad». Taksim, epicen-tro de las protestas, es el nuevo sím-bolo de «quienes queremos la liber-tad, la democracia y el respeto», afir-ma Asu, una joven de 30 años. El ba-rrio donde se ha situado la acampa-da tiene fama de vanguardista:librerías de segunda mano, músicaen directo, pintadas reivindicativas,bares para tomar una cerveza, tien-das comerciales (Zara, Mango…) y,sobre todo, la libertad de besarse enpúblico. Las parejas gays pasean aga-rradas de la mano y los transexualesse sienten menos intimidados. Unambiente de apertura que contrastacon la zona de Sultanahmet, al otrolado del Bósforo, donde los monu-mentos emblemáticos deleitan a losturistas: La Mezquita Azul, Santa So-fía y el Palacio Topkapi. Los cantosdel imán resuenan en las calles para-lelas al Gran Bazar; no se observanbesos, es difícil beber una cerveza ynecesario restringir el uso de vesti-mentas ligeras.

Al hilo de esa contracción entreprogreso y conservadurismo en lapropia Estambul, los turcos catego-rizan las ciudades más modernas: Es-mirna, Çanakkale (antigua Troya),Mugla y Marmaris, entre otras. Elsimbolismo de Mustafá KemalAtatürk impregna sus fachadas, losBar Streets y los lugares de trabajo.También las conversaciones de losciudadanos, incluso de los más jóve-nes, a pesar de que Atatürk fundarala Turquía «moderna» hace ya 80años; hablan de él con orgullo, a di-ferencia del primer ministro Erdo-gan, al que rechazan, por intentar«islamizarles». De ahí que las ciuda-des donde tiene más peso sean cate-

gorizadas como más restrictivas: An-kara, Bursa o el este del país. No haycalles de bares y no está bien vistobesarse en público.

«Se libra una guerra entre dos ideasde cómo debería ser Turquía», afir-ma Aksel, un joven residente en Es-tambul. «Los jóvenes y la mayor par-te de la población con estudios noapoya a Erdogan por ser conservador.Queremos vivir con libertad y no bajola presión de la tradición», declara.En opinión de Asu, bajo la aparien-cia de la libertad y la justicia, se creaun «régimen autoritario a través deluso del miedo».

Mirando a Europa«La situación de los derechos huma-nos» es el mayor problema del país,y «el desempleo», opina Asu. El Ins-tituto de Estadística de Turquía mues-tra un 9% de paro, aunque «cuestio-nable». Aksel recalca que Turquía «tie-ne más oportunidades» que EE UUo la Unión Europea (UE). La educa-ción también es un gran problema.«Todavía hay mucha gente que nosabe leer ni escribir y aún hay padresque no dejan ir a sus hijas a la escue-la», afirma el joven que ve en la UE«una buena oportunidad» pero «ellospiensan que aún no estamos prepa-rados». Turquía solicitó la adhesiónen 1987 y asiste desconfiada a un pro-ceso de integración difícil. A pesar delas «reformas democráticas y econó-micas, la decisión final depende delos estados europeos importantes»,explica Alicia Cebada, profesora deRelaciones Internacionales de la Uni-versidad Carlos III de Madrid. Ade-más, «el posible conflicto sirio» de-sestabiliza la seguridad nacional.

«Ser un Estado miembro de la

Unión Europea no supondría ningu-na ventaja, a excepción de no tenerque solicitar un visado de turista paraviajar al extranjero», asegura Murat,músico afincado en Estambul queconsidera que «España y Grecia» sonlas grandes perjudicadas. Viajar comoturista implica un largo trámite bu-rocrático que abruma a los jóvenes yles hace sentirse como en una «pri-sión». El servicio militar obligatoriodurante 15 meses ahoga a muchos.Deben acudir a los 29 años como má-ximo y se matriculan en universida-des a distancia o másteres para retra-sar el momento y reducirlo a seis me-ses.

Ante el tradicionalismoLa presión social y religiosa, el con-cepto de tradición y familia, dificul-ta vivir en pareja o tener hijos sin ha-ber contraído matrimonio. Los jóve-nes turcos aluden constantementea la «mentalidad restrictiva» de lamujer turca, aunque ellos se posicio-nan en una visión paternalista. Haypudor en el sexo. «La vida de la mu-jer no ha sido importante en los úl-timos diez años», explica la joven. Laexigencia de Erdogan de que tenganal menos tres hijos y el intento de ile-galizar el aborto (legal en las prime-ras 10 semanas de gestación) les mo-lesta, aunque ahora pueden tomar la

píldora anticonceptiva con prescrip-ción. «Las mujeres tienen que hacertodo en casa, aunque trabajen fuera,y tener respeto a sus maridos», ex-plica Asu que participó en el Socia-list Feminist Collective (grupo fe-minista social).

A los precios de por sí caros de lasbebidas alcohólicas (unos 4 euros unacerveza) se le suma la nueva ley apro-bada en el Parlamento turco antesdel estallido social. No se puede be-ber alcohol a menos de cien metrosde un centro de culto o educativo, loque supone no poder consumirlo enel centro de Estambul. Una autocen-sura social que influye también enla libertad de expresión. Turquía esel país con más periodistas encarce-lados del mundo.

:: J. MURGOITIOESTAMBUL. Las protestas pro ycontra Erdogan manifiestan unabatalla en las calles sobre cómodebería ser el país. La línea que«reúne a personas con diferentesideas. Gays, kurdos, cristianos,ateos, grupos más próximos a laizquierda, algunos islamistas comolos alevis, liberales, neonaciona-listas, nacionalistas…», explicaAsu. Por otra parte, «la gran ma-yoría que apoya a Erdogan no res-peta a los ateos, gays o cristianos»,sentencia la joven.

Los acampados en Taksim nom-braron de forma simbólica una ca-lle como Hrant Dink, en referen-cia a un periodista armenio asesi-nado por ultranacionalistas tur-cos. Turquía no reconoce el geno-cidio armenio. Los alevis reivin-dicaron el reconocimiento de sureligión, una corriente musulma-na heterodoxa enfrentada a la ma-yoría suní. El diputado kurdo Si-rri Sureya Onder se situó delantede las excavadoras en el parqueGezi y en las barricadas en Taksimse mostraron fotografías de Abdu-láh Öcalan, líder del Partido de losTrabajadores del Kurdistán (PKK,en turco), condenado a cadena per-petua.

Los jóvenes ven positivo el pro-ceso de paz que Erdogan conducecon el PKK. El líder de esta orga-nización considerada «terrorista»anunció, el pasado marzo, un altoel fuego permanente y la sustitu-ción de la violencia por las «ideas».Reivindicaban primero la inde-pendencia y ahora la autonomíakurda y el reconocimiento de lalengua. Según el coordinador deLokarri Paul Ríos, la «unilaterali-dad del cese de la violencia y lasustitución por vías políticas» son«claves» que se asemejan a las delproceso de paz en Euskadi, desdeque ETA anunciara, hace un añoy medio, el cese definitivo de laactividad armada. «El proceso depaz en Euskadi es un referentepara Turquía», admite Ríos.

«Todos unidossomos uno»

Acampada de jóvenes manifestantes en el parque Gezi, situado junto a la plaza Taksim. :: SEDAT SUNA / EFE

«Ser un Estadomiembro de la UniónEuropea no supondríaninguna ventaja»

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51Sábado 15.06.13EL DIARIO VASCO MUNDO