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Las puertas del futuro, por JACQUES BOUSQUET En 1971 empezará la segunda década del desarrollo, plan conjunto de las Na- ciones Unidas para elevar el nivel de pro- ducción y de vida de los países en des- arrollo. Las mismas Naciones Unidas, por otra parte, han decidido que 1970 sea el Ario Internacional de la Educación, y se ha visto a menudo que tal decisión no era una coincidencia, sino que las Naciones Unidas habían querido señalar que la edu- cación era la puerta del desarrollo. La conciencia del impacto de la educa- ción sobre el desarrollo no es cosa nueva, y ya en el siglo xviir los economistas ha- bían subrayado las relaciones entre el sis- tema educativo de un país y su riqueza; sin embargo, es relativamente reciente la idea de que la planificación del desarrollo debía pasar por la planificación de la edu- cación considerada como una imprescin- dible preinversión. Pero quizá sería necesario ir más lejos. En la economía llamada post-industrial —que triunfa ya en los países más ricos del mundo y hace sentir sus efectos hasta en los países menos desarrollados—, la educación no constituye una preinversión, sino la preinversión. La razón de esto es que la llamada economía post-industrial es, de hecho, una economía del saber que va sustituyendo a la clásica economía de bienes. Hoy día las industrias de vanguar- dia son industrias del saber ; es una abso- luta evidencia en el caso de la informática por ejemplo; pero, en diversos grados, es cierto también para toda la electrónica, la mecánica de precisión, la óptica, la bio- química, etc. Así como en la industria, la extensión y sofistificación creciente de los servicios —sea los servicios de organización (análisis operacional, «marketing»), sea los servicios de información (prensa, cine, radio, televisión, traducción e interpreta- ción), o de los servicios de sanidad— se apoyan esencialmente sobre el saber. Te- nemos confirmación de esta evolución a través de las tendencias del mercado de trabajo; hace cuarenta arios un matemá- tico, un psicólogo, un sociólogo, un lin- güista apenas tenían posibilidad de colo- cación fuera de la enseñanza; hoy día este tipo de saberes permite el acceso a una gran cantidad de profesiones. Se ha calculado que la producción y dis- tribución del saber —ideas, conocimientos, informaciones— representaban la cuarta parte del producto nacional bruto de Es- tados Unidos en 1955 y la tercera parte en 1965, y se prevé que este porcentaje pasará al 50 por 100 en 1980. Pero estas estadísticas, por elocuentes que sean, no dan cuenta completa de un fenómeno mu- cho más general, que es el nacimiento de la economía del saber. Ayer las profesio- nes intelectuales se reducían a ingeniería, medicina, derecho, enseñanza, iglesia; ahora todas las profesiones tienden a ser profesiones intelectuales; en todos los campos y a todos los niveles de produc- tividad son una función directa de los co- nocimientos y de la organización. 15

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Las puertas del futuro, por JACQUES BOUSQUET

En 1971 empezará la segunda décadadel desarrollo, plan conjunto de las Na-ciones Unidas para elevar el nivel de pro-ducción y de vida de los países en des-arrollo.

Las mismas Naciones Unidas, por otraparte, han decidido que 1970 sea el ArioInternacional de la Educación, y se havisto a menudo que tal decisión no erauna coincidencia, sino que las NacionesUnidas habían querido señalar que la edu-cación era la puerta del desarrollo.

La conciencia del impacto de la educa-ción sobre el desarrollo no es cosa nueva,y ya en el siglo xviir los economistas ha-bían subrayado las relaciones entre el sis-tema educativo de un país y su riqueza;sin embargo, es relativamente reciente laidea de que la planificación del desarrollodebía pasar por la planificación de la edu-cación considerada como una imprescin-dible preinversión.

Pero quizá sería necesario ir más lejos.En la economía llamada post-industrial—que triunfa ya en los países más ricosdel mundo y hace sentir sus efectos hastaen los países menos desarrollados—, laeducación no constituye una preinversión,sino la preinversión. La razón de esto esque la llamada economía post-industriales, de hecho, una economía del saber queva sustituyendo a la clásica economía debienes. Hoy día las industrias de vanguar-dia son industrias del saber ; es una abso-luta evidencia en el caso de la informáticapor ejemplo; pero, en diversos grados, es

cierto también para toda la electrónica, lamecánica de precisión, la óptica, la bio-química, etc. Así como en la industria, laextensión y sofistificación creciente de losservicios —sea los servicios de organización(análisis operacional, «marketing»), sealos servicios de información (prensa, cine,radio, televisión, traducción e interpreta-ción), o de los servicios de sanidad— seapoyan esencialmente sobre el saber. Te-nemos confirmación de esta evolución através de las tendencias del mercado detrabajo; hace cuarenta arios un matemá-tico, un psicólogo, un sociólogo, un lin-güista apenas tenían posibilidad de colo-cación fuera de la enseñanza; hoy día estetipo de saberes permite el acceso a unagran cantidad de profesiones.

Se ha calculado que la producción y dis-tribución del saber —ideas, conocimientos,informaciones— representaban la cuartaparte del producto nacional bruto de Es-tados Unidos en 1955 y la tercera parteen 1965, y se prevé que este porcentajepasará al 50 por 100 en 1980. Pero estasestadísticas, por elocuentes que sean, nodan cuenta completa de un fenómeno mu-cho más general, que es el nacimiento dela economía del saber. Ayer las profesio-nes intelectuales se reducían a ingeniería,medicina, derecho, enseñanza, iglesia;ahora todas las profesiones tienden a serprofesiones intelectuales; en todos loscampos y a todos los niveles de produc-tividad son una función directa de los co-nocimientos y de la organización.

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Estamos, por tanto, frente a una situa-ción completamente nueva : no solamentela educación no es un lujo, una actividadde consumo; ni siquiera se puede conside-rar como un sector del desarrollo entreotros, sino que es la energía primera deldesarrollo económico.

Del desarrollo económico, pero tambiéndel desarrollo humano en general. La mis-ma aceleración del progreso científico ytécnico que podemos observar en este si-glo y que está desembocando en una eco-nomía del saber provoca graves tensionespsicológicas y sociales.

Las tensiones sociales están en la mentede todos los que leemos el periódico decada mañana; es el constante peligro deguerra que producen exageradas diferen-cias de nivel de vida entre países ricos ypaíses pobres; dentro de cada país, es laexagerada diferencia de nivel económico,social y cultural, entre los más privilegia-dos y los más necesitados. Los mismos ri-cos, o por lo menos sus hijos, no dejan deestar inquietos, y la rebelión de la juven-tud contra la sociedad de consumo es unsigno que no se puede ignorar; cualesquie-ra que sean las causas inmediatas de tal ocual movimiento estudiantil no se podríanexplicar las explosiones del ario 1968, porejemplo, si no existiera una situación ge-neral sumamente explosiva; ninguna se-milla puede crecer donde no hay terrenoque la nutra.

La crisis de la sociedad es, por tanto,también una crisis de las personas. El pro-fundo cambio de los marcos tradicionalesde la sociedad (familia, profesión, comu-nidad...), los cambios de costumbres, demodas, del ambiente general de la vida, elpeso de la iniciativa y de la libertad quela sociedad, por así decirlo, exige ahora delindividuo al mismo tiempo que no le dejaen condición de iniciativa y libertad, todoeso conduce a una inquietud fundamentaly permanente. Los disturbios emocionalesy mentales que fueron una de las caracte-rísticas de la psicología del hombre occi-dental en la primera mitad de nuestro si-glo (que fue la época del psicoanálisis)están tomando ya una dimensión socioló-gica. A los comienzos de la economía delsaber corresponde hoy día una cultura deinquietud.

Tal situación no puede prolongarse in-definidamente sin inmensos peligros parala raza humana considerada tanto en sutotalidad como en la persona de cada uno.En estas condiciones, nuestro casi únicorecurso es la educación : una educaciónpara la paz internacional y social a travésde la justicia internacional y social; unaeducación del equilibrio individual a tra-vés de una formación para la libertad y lainiciativa, una educación de la conviven-cia a través de una mejor comunicacióncon el otro.

No se trata ya de una posible renovaciónpedagógica y de mejoras deseables, sinode algo vital y apremiante.

La educación es la puerta del futuro enun sentido estricto, porque sin la debidaeducación puede ser que no haya futuropara los hombres. No se trata solamentede desarrollo, sino de la misma supervi-vencia.

Son estas perspectivas las que dan, a miparecer, una importancia trascendental alArio Internacional de la Educación en lasvísperas de la segunda década del des-arrollo. La educación no se puede ya con-siderar como una parte del desarrollo, sinocomo la primera condición del mismo.

El mismo hecho de que los efectos dela educación sean relativamente lentos yque tengan un impacto sobre el desarrollosocioeconómico, con cinco, diez y a me-nudo quince arios de retraso, nos indicaque conviene empezar cuanto antes el es-fuerzo de la sociedad sobre la educación.

En buen análisis operacional, tal deduc-ción parece irrefutable. Desde hace unosdiez arios, así como lo señalaba previa-mente, la idea de que la educación era unapreinversión indispensable se ha ido im-poniendo al pensamiento económico; perola planificación general no ha sacado enseguida todas las consecuencias de estaidea; si la educación es una preinversión,es lógico que un desarrollo racionalmenteplanificado debe empezar por la educa-ción. Dar prioridad financiera a la educa-ción no es ningún gesto de demagogia,sino lógica elemental. Por enormes quehayan sido los esfuerzos realizados porla comunidad internacional en el sectorde la educación durante la primera déca-da del desarrollo (1960-1970), estos esfuer-

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zos no han sido, sin embargo, suficientesen vista de la prioridad absoluta que debíatener la educación. No han sido suficien-tes, pero tampoco han estado siempreorientados de la manera más adecuada.El desarrollo de la educación significa de-masiado a menudo extender un ciertotipo de educación, el cual es: 1) única-mente escolar; 2) hipnotizado a veces porel concepto de enseñanza y de maestroque enseña; 3), de rendimiento excesiva-mente bajo; 4) adaptado a las necesidadessocioeconómico-culturales de manera mássimbólica que real.

Sería sumamente absurdo bajo el pre-texto que el esfuerzo cuantitativo no hayatenido en el pasado tanto rendimientopráctico como lo hubiera podido tener, in-terrumpir o restringir la extensión de laeducación para llevar toda nuestra aten-ción hacia los aspectos del perfecciona-miento de la educación; pero en la segun-da década es imprescindible que extensióny perfeccionamiento estén mucho másíntimamente ligados de lo que han estadohasta ahora. En efecto, se ha comprobadode manera cada vez más evidente durantelos últimos arios, que el sistema de educa-ción necesita no de unos cuantos retoques,sino de una renovación profunda. La edu-cación debe hacer su «aggiornamento».

Aunque las ciencias de la educación es-tén todavía en sus comienzos, existe unadistancia escandalosa entre lo que se sabede pedagogía y lo que se hace en una clase.Desde hace medio siglo todos los pedago-gos insisten sobre temas, como la ense-ñanza activa, la enseñanza individualiza-da, la enseñanza mutua, la adaptación delos programas al desarrollo del joven y alas necesidades verdaderas de la vida pro-fesional, social e individual; y, sin em-bargo, con unas reformas muy superficia-les, la escuela permanece fundamental-mente igual que en el siglo xix, mientrasque en torno a ella todo ha cambiado.

Con el riesgo de repetir trivialidades, heaquí, por ejemplo, siete puntos sobre loscuales creo que todo el mundo está máso menos de acuerdo:

1. Hace falta mejorar la comunica-ción dentro de la clase; demasiado amenudo el profesor da información sinhaber establecido comunicación; para me-

jorar la comunicación hay que reducir lastensiones del grupo, hacer que el grupode alumnos se transforme en una pequeñasociedad; además, la vida social de la cla-se es la única preparación posible a lavida social futura.

2. Dentro de la micro-sociedad de laclase, hay que aprovechar las inmensasposibilidades de la enseñanza mutua entrelos alumnos; tal es, a primera vista, la so-lución más fácil y más elegante del pro-blema universal de las clases demasiadonumerosas.

3. Es preciso actualizar los programasescolares a la vista de los progresos de laciencia y de las nuevas estructuras de losconocimientos; las distintas materias sedeben integrar (ejemplo: centros de in-terés); lo que se enseña en la clase se deberelacionar, de manera mucho más estric-ta, con las realidades de la vida.

4. Es preciso utilizar al máximo losnuevos medios puestos a disposición de laeducación por la tecnología moderna; ha-cerlo sin fetichismo, pero sin timidez.

5. La educación no debe obsesionarsecon la evaluación del alumno; es intere-sante evaluar, pero es mucho más impor-tante educar; se debe pasar de la actualescuela del fracaso hacia una educacióndel éxito.

6. La educación no debe encerrarse enla escuela y en la edad llamada escolar,sino aprovechar todos los recursos de for-mación y de información de la sociedadmoderna, desembocando en una educa-ción permanente que deje a todos, duran-te toda la vida, todas sus posibilidades depromoción socioeconómico-cultural.

7. Para alcanzar estos objetivos, es im-prescindible empezar por la formación delprofesorado; maestros y profesores del fu-turo no pueden prepararse con los méto-dos librescos de ayer; la formación delprofesorado debe ser la primera en adop-tar la pedagogía de la comunicación, laenseñanza mutua, los medios tecnológicosmodernos que se pretende introducir enlas clases.

En teoría, todas estas ideas se aceptande manera general, y todos proclamamosla necesidad del cambio y de la innova-ción. Sin embargo, la práctica es muy dis-tinta de la teoría. Sería sumamente inte-

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resante estudiar por qué no pocas refor-mas educativas se han estancado paravolver a lo de antes; tal historia de lasreformas pasadas no sería reflexión ma-soquista, sino que, quizá, nos permitiríaencontrar la estrategia de la imprescindi-ble renovación educativa.

Una primera razón de los fracasos en elpasado puede ser la falta de planificaciónde las reformas. Una reforma, por ser algomucho más complicado y delicado que unamera extensión cuantitativa, exige cuida-dosa planificación y programación. Espreciso, por tanto, montar con todo rigorel mecanismo de la reforma, previendo lasetapas de la misma en estrecha relacióncon las etapas del plan de extensión y, so-bre todo, estableciendo un sistema de «de-multiplicación» de las innovaciones a tra-vés de la formación y del perfeccionamien-to del profesorado.

Pero esta primera respuesta conduce auna nueva pregunta. ¿Por qué no suelehacerse esta planificación y programaciónde las reformas, aparentemente tan nece-saria? Debe de haber alguna razón pro-funda. Y aquí es preciso, si queremos iradelante, aceptar una realidad cruel, peroevidente: una verdadera reforma de laeducación choca contra resistencias colo-sales de orden social, profesional y cultu-ral. El primer paso de la reforma es, enconsecuencia, tomar plena consciencia de

las resistencias, analizarlas, comprender-las. Y el segundo paso será establecer unplan para reducir las resistencias a travésde una campaña —quizá muy larga— convista a explicar, convencer, convertir. An-tes de emprender el cambio de la educa-ción, es preciso educar para el cambio, ytoda la dificultad está en encontrar el pri-mer grupo, a lo mejor muy reducido, dehombres absolutamente convencidos ydesinteresados que empiecen esta campa-ria para la reforma.

Así —y como, en el fondo, es muy natu-ral— el progreso de la educación comienzacon educación y, probablemente, con edu-cación mutua y auto-educación. El ArioInternacional de la Educación, más quecualquier otra cosa, debería, en mi opi-nión, ser una ocasión de meditar sobre laeducación. Meditar sobre el significado dela educación para el futuro de la huma-nidad, su desarrollo y, quizá, su supervi-vencia. Meditar sobre la necesidad de serlógico, serio y honesto dando a la educa-ción en nuestras preocupaciones y ennuestros actos la prioridad que le corres-ponde. Meditar sobre nuestras resistenciasfrente a cambios que se proclaman nece-sarios, pero que a la hora de la verdadraramente se realizan. El Ario Internacio-nal de la Educación es una oportunidadpara dejar abiertas de par en par laspuertas del futuro.

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