Las reglas del juego del sistema familiar

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Las Reglas del Juego del Sistema Familiar En la década del 70, Alejandro Jodorowsky sentaba las bases de la psicogenealogía; es decir la influencia del árbol genealógico en nuestras vidas, o para decirlo de forma más clara, los diferentes tipos de sucesos familiares acaecidos en una generación familiar pueden influenciar en las dinámicas de las generaciones posteriores. Sería BertHellinger, quien a través de sus constelaciones familiares, lograse explicar a través de un método vivencial estas influencias transgeneracionales, estableciendo, a partir de la observación y la experiencia, una tríada de reglas de juego presentes en los sistemas familiares. La primera ley o regla es el derecho de pertenencia, el segundo el orden y la tercera la compensación adecuada. Veamos más detenidamente cada una de ellas. La primera ley o derecho de pertenencia nos indica que cada miembro de la familia pertenece a la familia; esto determina que cada miembro del sistema, vivo o muerto, tiene el mismo derecho a pertenecer. Esta última acepción tambalea las creencias occidentales de la muerte, muchas veces vista como tabú. ¿Cuántas personas han tenido pérdidas de bebes y se les olvido? El decir solo tengo dos hijos, cuando en sí, hubo tres, dos vivos y un no nacido, implica una exclusión, y un negar el derecho de pertenencia a un integrante de la familia, cuando esto sucede el sistema familiar no lo tolera, porque su máxima es velar por su integridad. Como dice Peter Bourquin: Imagínate el cuerpo humano: ¿Qué pasaría si una instancia decidiera que hay un órgano o una parte del cuerpo que ya no vale y que por eso hay que dejarle sin sangre? Esto no pasará porque el cuerpo vela por su integridad y sabe que si un órgano dejara de funcionar, afectaría a las demás partes del cuerpo, causando la muerte de todo el organismo en el caso más grave. De la misma forma, como en el ejemplo de Bourquin, existe una fuerza de conservación que rige en un sistema familiar, a la cual se le denomina conciencia familiar, una conciencia que, para preservar la integridad de la familia, hace lo siguiente: si un miembro queda excluido en una generación, será incluido por otro miembro de la siguiente generación. Éste es el origen de las repeticiones de destinos en familias. Un miembro posterior retoma un asunto pendiente. De forma inconsciente se identifica con la persona excluida y acaba reviviendo y repitiendo su destino, a manera de guión de vida de Berne, a los que Hellinger les llama: lealtades familiares. La segunda ley o regla del juego familiar es el orden, y este orden se basa en el tiempo, cuán importante es este elemento, de una u otra forma tenemos una perspectiva histórica y lineal al describir nuestras existencias, hablamos de cuando tenía tres años o cuando mama y papa se casaron, haciendo referencia a momentos en el tiempo. En el sistema familiar el tiempo define quién ha venido antes y quién después, lo que genera un orden que establece la prioridad de los que han venido primero; es decir que quienes han venido antes tienen más derechos de los que han venido después. Veamos esto en un ejemplo que a menudo ocurre en la pareja: Carlos y María se enamoran y deciden formar una familia, se casan y con el tiempo logran tener hijos. Ahora no solo son una pareja; sino ya son padres de sus hijos. Pero siguen siendo en primer lugar pareja, y solo después padres. ¿Acaso María conoció primero a sus hijos que a Carlos o viceversa? ¿Acaso primero Carlos y María fueron padres y después pareja? Por supuesto que no, (aunque en estos últimos años se ve

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Las Reglas del Juego del Sistema Familiar

En la década del 70, Alejandro Jodorowsky sentaba las bases de la psicogenealogía; es

decir la influencia del árbol genealógico en nuestras vidas, o para decirlo de forma más

clara, los diferentes tipos de sucesos familiares acaecidos en una generación familiar

pueden influenciar en las dinámicas de las generaciones posteriores.

Sería BertHellinger, quien a través de sus constelaciones familiares, lograse explicar a

través de un método vivencial estas influencias transgeneracionales, estableciendo, a partir

de la observación y la experiencia, una tríada de reglas de juego presentes en los sistemas

familiares. La primera ley o regla es el derecho de pertenencia, el segundo el orden y la

tercera la compensación adecuada. Veamos más detenidamente cada una de ellas.

La primera ley o derecho de pertenencia nos indica que cada miembro de la familia

pertenece a la familia; esto determina que cada miembro del sistema, vivo o muerto, tiene

el mismo derecho a pertenecer. Esta última acepción tambalea las creencias occidentales de

la muerte, muchas veces vista como tabú. ¿Cuántas personas han tenido pérdidas de bebes y

se les olvido? El decir solo tengo dos hijos, cuando en sí, hubo tres, dos vivos y un no

nacido, implica una exclusión, y un negar el derecho de pertenencia a un integrante de la

familia, cuando esto sucede el sistema familiar no lo tolera, porque su máxima es velar por

su integridad. Como dice Peter Bourquin: Imagínate el cuerpo humano: ¿Qué pasaría si una

instancia decidiera que hay un órgano o una parte del cuerpo que ya no vale y que por eso

hay que dejarle sin sangre? Esto no pasará porque el cuerpo vela por su integridad y sabe

que si un órgano dejara de funcionar, afectaría a las demás partes del cuerpo, causando la

muerte de todo el organismo en el caso más grave.

De la misma forma, como en el ejemplo de Bourquin, existe una fuerza de conservación

que rige en un sistema familiar, a la cual se le denomina conciencia familiar, una

conciencia que, para preservar la integridad de la familia, hace lo siguiente: si un miembro

queda excluido en una generación, será incluido por otro miembro de la siguiente

generación. Éste es el origen de las repeticiones de destinos en familias. Un miembro

posterior retoma un asunto pendiente. De forma inconsciente se identifica con la persona

excluida y acaba reviviendo y repitiendo su destino, a manera de guión de vida de Berne, a

los que Hellinger les llama: lealtades familiares.

La segunda ley o regla del juego familiar es el orden, y este orden se basa en el tiempo,

cuán importante es este elemento, de una u otra forma tenemos una perspectiva histórica y

lineal al describir nuestras existencias, hablamos de cuando tenía tres años o cuando mama

y papa se casaron, haciendo referencia a momentos en el tiempo. En el sistema familiar el

tiempo define quién ha venido antes y quién después, lo que genera un orden que establece

la prioridad de los que han venido primero; es decir que quienes han venido antes tienen

más derechos de los que han venido después. Veamos esto en un ejemplo que a menudo

ocurre en la pareja: Carlos y María se enamoran y deciden formar una familia, se casan y

con el tiempo logran tener hijos. Ahora no solo son una pareja; sino ya son padres de sus

hijos. Pero siguen siendo en primer lugar pareja, y solo después padres. ¿Acaso María

conoció primero a sus hijos que a Carlos o viceversa? ¿Acaso primero Carlos y María

fueron padres y después pareja? Por supuesto que no, (aunque en estos últimos años se ve

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de todo). Muchas veces me topo con este fenómeno, de padres que ven como única razón

de vivir sus hijos, olvidándose de su vida de pareja. Cuando esto sucede la continuidad de

la pareja está en riesgo, y a pesar que los hijos se sienten más importantes, en el fondo de

toda esta situación se sienten más inseguros, porque de ellos está dependiendo la felicidad

de sus padres y la estabilidad de la familia. Aquí la respuesta a muchos padres que dicen:

¿pero porque mi hijo es malagradecido conmigo si yo le he dado todo? Primero, entonces la

pareja debería dar prioridad a su relación, cuidándola, fortaleciéndola y desarrollándola,

solo así evitaría tambalear su unión y mostraría un modelo familiar que los hijos podrían

emular para tomar la vida con seguridad y confianza.

Finalmente, la última regla del juego llamada la compensación adecuada. Citando a Peter

Bourquin: “Cuando a algún miembro de la familia se le niega el mismo derecho de

pertenencia, el alma familiar o la conciencia familiar trata de restablecer el orden mediante

una compensación. Por regla general, la conciencia familiar conecta a una persona nacida

posteriormente con la persona que fue excluida de manera que lo reemplace. La persona

nacida posteriormente entonces sufre como aquel y se vuelve como aquel”. En sí, esto es la

explicación de las pautas repetitivas en las familias, o por ejemplo cuando se habla: ¡ay,

pobre Juancito tuvo el mismo destino que su bisabuelo, murió violentamente! En un

aspecto generacional esta regla nos indica que la generación anterior da y la generación

posterior toma, y lo que se recibe, a su vez, lo pasa a la siguiente generación. Algunas veces

esto implica en los hijos una sensación de necesidad de compensación, se olvidan de sus

propias vidas, y se enfocan solo en las vidas de sus padres, tratando de complacerlos o

cambiar el destino de sus padre, sacrificando incluso su propia felicidad por la felicidad de

sus padres. Y si, hemos recibido de nuestros padres, un regalo invaluable que es la vida,

pero eso no lo podemos compensar por más que queramos hacia ellos, es algo inútil

intentarlo. La vida es como el agua de un rio que corre, va hacia adelante, no intenta ir

hacia atrás, el respetar este movimiento natural, implica que la forma que podemos

compensar el regalo de nuestros padres es hacia adelante, con nuestros hijos o con la

comunidad.

En el ámbito de la pareja es importante aceptar que se trata de una relación entre iguales,

por lo tanto ambos dan y ambos toman. Si se mantiene un cierto equilibrio en el

intercambio, la relación crece. Pero si uno da mucho y el otro da poco o si uno da y se niega

a tomar, el equilibrio se rompe y pone en peligro la continuidad de la pareja.

Cabe reflexionar, entonces, si estamos siguiendo estas reglas del juego. Estas a manera de

leyes físicas como la gravedad, nos inducen a tener ciertos comportamientos coherentes. No

vamos a ser irrespetuosos con la gravedad y tirarnos por el balcón de un edificio de diez

pisos y pretender salir ilesos y sin sufrimiento para nosotros, nuestras familias, o la gente

que nos rodea. Del mismo modo si respetemos la pertenencia, el orden y en qué medida

podemos equilibrar el dar y tomar en nuestras relaciones de familia, pareja e

interpersonales, podamos ser cada día un poco más felices y ayudar también a la felicidad

de nuestras familias, y porque no, ayudar también con nuestros cambios a la felicidad de

esa otra familia más grande, que es la humanidad.

Paúl Alan Arkin Alvarado García