Las Visiones Del Rey Enrique IV

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José Ramón Enríquez (Sistema Nacional de Creadores) Las visiones del rey Enrique IV -- en siete cuadros y en silvas -- Para Josefina Alcázar y Roger Bartra

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Teatro

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José Ramón Enríquez(Sistema Nacional de Creadores)

Las visiones del rey Enrique IV

-- en siete cuadros y en silvas --

Para Josefina Alcázar y Roger Bartra

1999

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Personajes

El rey Enrique IV de Castilla ......... Antonio Crestani nació en 1425, subió al trono en 1454 y murió en 1474

Al-Habd ....................................... Héctor Kotsifakisun moro adolescente, sin nombre propio pues “habd” significa simplemente siervo. Nadie puede decir que existió siquiera y, tampoco, negarlo

Don Beltrán de la Cueva .............. Carlos Corres paje del rey, elevado a las mayores dignidades y aliado de los Reyes Católicos a la muerte de Enrique IV

Doña Isabel ................................. Eugenia Leñero hermanastra del rey Enrique IV. Casada con Fernando de Aragón, sucedió en el tronode Castilla a Enrique IV y la historia la conoce como Isabel la Católica

El Lector .................................... Ilya Cazés personaje del final del siglo XX, con el atuendo de cualquier estudiante o profesor universitario mexicano contemporáneo.

Producción ejecutiva ....................... Francisco AlvarezAsistente de dirección .................. Miguel Angel CantoMúsica original e interpretación .... Juan Luis EnríquezDirección .................................. José Ramón Enríquez

Se estrenó en el Teatro Coyoacán, dentro del ciclo de Teatro MeXXIcano de la SOGEM, en el año 2000.

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Cuadro primero:La decadencia

Tras la tercera llamada, en oscuro, suena música bélica. El telón se abre sobre la habitación del rey Enrique IV quien, entre mullidos almohadones más árabes que castellanos, rey reposa sobre las piernas de un joven siervo, Al-Habd, que lee al rey de un gran libro antiguo, un fragmento de la Crónica de Alfonso X, el Sabio. El volumen de la música impide que se oiga la lectura. Con un gesto de la mano, el rey detiene ambas.

EL REY ENRIQUE IVSi el conde don Juliánno fuera un vil traidory aquel Tarif, el moro,no fuera un enemigo..;si yo pudiera, Al-Habd,reconstruir las leyendasy relanzar mi historia hacia el futuro..,¿qué dirían de nosotros..?

AL-HABDQue el sueño del buen rey Enrique IVpudo vencer al tiempo...

EL REY ENRIQUE IVVuelve a leerme, Al-Habd, ese fragmentode la Primera crónica.

AL-HABDAsí dijo tu rey Alfonso el Décimosobre cómo los morosentramos en España hace ya siete siglos:

“Tarif et el cuende Julián arribaron en España et comenzaron de destroir la provincia Bética, esta es Guadalquivil, et la de Luzeña. El rey Rodrigo cuando lo sopo, ayuntó todos los godos que con ell eran; et fue mucho atrevudamientre contra ellos, et fallolos en el río que dicen Guadalet, que es acerca de la cibdad de Assidoña, la que agora dicen Jerez.”

EL REY ENRIQUE IVY comenzó una guerra que no acabani en este tiempo míoni acabará, me temo, en muchos siglos.No sólo en estas tierrassino en el mundo entero..,

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¿o crees que la cabezadel rey Lazar de Serbiano seguirá sangrando por mileniosy exigiendo más sangre en su venganza..?

AL-HABDPero hay también, zaidí, el otro encuentromuy parecido a esteque yo tengo contigo:un poeta mayor de nuestra tierra,de Al-Andalús entera,Ibn Qusmán el de Córdoballevó sangre de godo entre sus venas,porque es Qusmán, Guzmán en castellano.

EL REY ENRIQUE IVPero Ibn Qusmán presentaun caso muy extraño en nuestra historia:común es matar morosy ganarse la gloria con su sangre...

AL-HABDY el muslim, por su parte,debe matar infielespara abrir el alchana, que es el cielo...

EL REY ENRIQUE IVY, después, matar otrossin hartarnos de muertes...Borrar del horizontea todos los distintos que encontremos...¿Alguien puede pensarque, tras probar la sangre,musulmán y cristiano,no llevaremos muerte adonde lleguena pisar nuestras plantas..?

AL-HABD (tras pausa)“Et los cristianos estavan aquend el río et los moros allende, pero algunos dicen que fue esta batalla en el campo de Sangonera, que es entre Murcia et Lorca. El rey Rodrigo andaba con su corona d’oro en la cabeza et vestido de paños de peso et en un lecho de marfil que levavan dos mulos, ca assí era estonces costumbre de andar los reys de los godos.”

EL REY ENRIQUE IV¿Y qué dirán de míque prefiero almohadones

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al lecho de marfil de mis ancestros?

AL-HABDQue has sabido vivir,zaidí, para encontrar la ruta de tu piely ungirla, en vez de abrirla con la espada...Eso dirán de ti,si alguno te recuerdaporque es débil, zaidí,la memoria que queda de estas cosas,como pieles y aceitesy danzas y volutas en el viento...

EL REY ENRIQUE IVSi alguno me recuerda..:Tienes razón, Al- Habd,porque un rey sin batallasse olvida fácilmente entre las gloriasde todos sus ancestros y entre el crimen de todos sus hermanos...

AL-HABDPero, tal vez, zaidí, algún cronistaaunque sea en un futuro muy remotovuelva sobre tu piel y la acaricie...

EL REY ENRIQUE IVTal vez, sí, en el futuro... (Pausa)¡Ay, qué imbéciles sonnuestros contemporáneosy qué imbécil legado hay en sus crónicasque tal vez sean las únicasen llegar al futuro y conformarlo..! (Pausa)¡Ay, qué débil me siento en mi silencio..!

AL-HABDEl silencio, zaidí,es el lugar de Diosy la forma de hablar con las estrellas...Porque nadie es mayorque quien sabe vivir en el silencio...

EL REY ENRIQUE IVSigue leyendo, Al-Habd,lo que cuenta ese reyque tradujo a los moros

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y supo enriquecernos con sus obras,aunque hubo de guerrearcontra los mismos moros que admiraba.¿Por qué, mi Dios, no hay formade evitar tantas muertes..?Yo mismo, Al-Habd, tras ceñir la coroname tuve que lanzar contras los tuyosy hacerte siervo a ti,más sabio que ninguno de mis hombressiendo apenas un niñoque está aquí, junto a mí, y habla de pieles...¡Qué cultura, mi Dios, de Al-Andalúsque hace sabios sus niños..!Pero, ¿por cuánto tiempo?A golpes de la espadade godos y de moros en la guerraya rodarán no sólo las cabezassino toda volutase irá volviendo romahasta dejar tu Alhambra en el pasado...

AL-HABD¡Ay, zaidí, y el Islam..!¿Qué será del Islamsin volutas al viento y sin canciones..?

EL REY ENRIQUE IV¡Ay, qué altísimo el precio de la guerra! (Tras pausa, durante la cual leacaricia la cabeza)Sigue leyendo, Al-Habd,el memorial de afrentas y de muertesque consignó el rey sabio...

AL-HABD“Desí comenzaron la fazienda et duró ocho días que nunqua ficieron fin de lidiar dell un domingo fastal otro. Dicen que...”

El rey se incorpora, se lleva la mano derecha a la cara y, con un gesto violento de la mano izquierda, ordena se detengan la lectura y la música. Al-Habd lo mira azorado dudando entre intervenir o quedarse muy quieto. Opta por lo segundo.

EL REY ENRIQUE IVYa comienzan las luces... Sí... Ya es hora...Y ya me ocupa el miedo...Ya me empapó el sudor. Sudor helado...

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Necesito al amory su mano en mi frente...¡Beltrán! ¿En dónde estás..? Está en la guerra..,y he de quedarme solo..,mientras llegan las lucesy después la caíday luego, como un sueño, las visiones...(Respira profundo y ordena hacia elfondo del patio de butacas, con gran vozque se irá transformando:)¡Anota tú, escribano..!:Las visiones del rey Enrique IVcomienzan por un punto,en el ojo derecho,que se vuelve borroso y va creciendoen luces pequeñitas y alargadasque danzan en círculos concéntricoshasta ocuparlo todocomo si un balde de aguase lanzara al espejo.Cuesta trabajo hablar. Cada palabradebe ser encontrada y masticada,y hay hormigas que correnhasta ocupar los dedos de las manos.Gira la luz y ocupa el ojo izquierdo,gira la luz y ¡gira!en cristalitos bellos, multiformes,la acompasa la asfixia,y se vuelve una luz más y más blanca.¡Quiere salir del ojo!¡Quiere llenar la historia! ¡Tengo miedo!

El rey Enrique IV ahoga un grito que se vuelve un ronquido hondo y se derrumba. Se hace un oscuro durante la caída que deja al rey en penumbra, al tiempo que se va iluminando otra área iluminada por un cenital hasta donde llega el Lector, vestido como cualquier conferencista moderno. Siempre en penumbra, durante la lactura, el rey Enrique IV hace esfuerzos inútiles por detener la lectura y aclarar aquello que le parece inexacto.

EL LECTORVoy a leer a ustedes un fragmento de La historia de España contada con sencillez por el académico franquista don José María Pemán: “Si sus inmediatos antecesores venían siendo todos débiles e inútiles, don Enrique IV superó a todos en ruindad, y su reinado es, acaso, el más triste y desgraciado que nunca hubo en España. Según los escritores de la época, don Enrique era flaco de cuerpo, bajo de estatura, con cara de mono y los ojos saltones. En su cuerpo, lo mismo que en

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sus costumbres, mostraba ser un hombre inferior y degenerado. Signo de esto era, sin duda, su afición a toda inferioridad. Le gustaba rodearse continuamente de moros y judíos, y, en su cámara, para levantar la cortina tenía un alto negrazo vestido de amarillo. Era también un enamorado de toda clase de animales. Fue el primer europeo, seguramente, que tuvo en sus jardines un zoológico, y el andar entre fieras y cuidarlas era su gran delicia. Este gusto enfermizo por todo lo inferior, por lo salvaje, por lo animal y bajo, es el síntoma de todos los tiempos decadentes. Es el mismo gusto que ha habido en un mundo reciente por las costumbres y los bailes negros, por todo lo que oliera a selva o a barbarie. (...) Don Enrique IV quiso, sin embargo, empezar su reinado con una expedición contra los moros. Llegó con facilidad casi a las mismas puertas de Granada, porque los moros, que no tomaban en serio la tropa de aquel rey, ni siquiera le presentaron batalla. No pudo caer más bajo un sucesor de San Fernando. Y, en cuanto en un encuentro hubo algunos muertos y heridos, don Enrique dio la orden de volver hacia atrás, porque “no quería que se derramase sangre”. Además de todo era lo que ahora se llama un pacifista. Síntoma también de todas las decadencias.”

Baja la luz del Lector y desaparece al tiempo que ha ido subiendo la del rey Enrique IV. El rey se incorpora con dificultad y vuelve a sus almohadones ayudado por Al-Habd.

EL REY ENRIQUE IVYa vuelve el rey de un sueño y quiere músicaque le acompañe el miedo.

A un gesto de Al-Habd se reanuda la música.

AL-HABDZaidí, yo estoy contigo.Te daré una masajaen los pies y las piernaspara bajar la sangre del chajánamque te llenó los ojos.Recuéstate, zaidí, en tus almohadas.

EL REY ENRIQUE IV¿Qué es chajánam, Al-Habd?

AL-HABD¿Chajánam? El infierno.

EL REY ENRIQUE IVAl infierno he bajado en mis visiones.Y no ladran mis perros en sus jaulascomo el que ahora he visto en el chajánam,ni hay fiera que babée con tanta furia.

AL-HABDAxxaytán, Satanás, te ha visitado

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pero tu siervo Al-Habdsiempre estará contigopara expulsar sus huestes mientras duermes.

EL REY ENRIQUE IV¡El rey quiere dormir acompañado..!Quiere brazos amablesy una mano en la frente.

AL-HABDMasajearé tu frente,te besaré la nuca y las orejasy rezaré una adoa en aljamía.oración en tu lengua,por tu salud, zaidí, señor Enrique.

EL REY ENRIQUE IVQuiere música y danzael rey que ya retorna del averno.Quiere música y danzacon tu cuerpo y tu voz, hermoso Al-Habd...

AL-HABDTe danzaré las danzas del alchanaque así llama el muslim al paraíso.

EL REY ENRIQUE IVQuiere música y danzapara soñar el rey en cosas buenas...

Al-Habd comienza a danzar. El rey Enrique IV se va adormeciendo y, en algún momento, llama hacia sí a Al-Habd y le canta muy suave y dulcemente mientras lo ama:

EL REY ENRIQUE IVPues soy un rey perdido, de traidores rodeado.Un pájaro sin árbol que se conoce odiadoy vive entre sus sueños. Trastámara olvidado,Hasta por sus hermanos, fantasma calumniado.Ven arcángel pagano, Al-Habd adolescente,a que huela en tu axila los humos del oriente.Pon tu sexo en mis labios, orgullo de tu gente,y al bañarme en tus jugos, embriaga al rey doliente.Que griten cuanto quieran aquí y en el futuro,me llamen impotente, indigno rey oscuro,me borren de la historia, mientras tu miembro durome explote en las entrañas y me reinvente puro.

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Ha ido bajando la luz hasta el oscuro total.

Cuadro segundo:El eclipse

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El rey se despierta y se incorpora angustiado. Mira hacia el lugar sobre el cual sube la luz, al tiempo que la del rey queda en penumbra. Entra el Lector y lee:

EL LECTORDe la Historia de España del Instituto Gallach: “A lo largo de todo el siglo XV se reproducen los enfrentamientos nobiliarios sin solución de continuidad (...) Ya rey Enrique IV, (...) se recrudece la lucha por el poder entre los grupos nobiliarios dirigidos por Juan Pacheco y Beltrán de la Cueva. El rey pierde toda su autoridad y el reino se halla en manos de la nobleza, que impone como sucesor al infante Alfonso y, más tarde, a Isabel contra los derechos de Juana, hija de Enrique IV. La guerra civil continúa después de la muerte del monarca y los nobles habrán de ser dominados por (Isabel y Fernando,) los Reyes Católicos.”

Baja la luz y desaparece el Lector. El rey cae nuevamente en brazos de Al-Habd. Este lo conduce, tiernamente, a descansar, mientras le habla:

AL-HABDHabrá eclipse, zaidí,en esta noche ingrata en que velamos.Deja que yo te cante, en castellano,lo que un poeta nuestro,--lo llaman Avempace en tu lenguajey él se llamó Ibn Bayyá--le cantara a un amigo en el sepulcro...No porque tú estés muerto,ni vayas a morir, Alá te guarde:para hablar con la luna solamente...

Al-Habd entona para el rey el siguiente poema, traducido por M. Asín Palacios. Durante el canto, el rey logra dormirse:

“Tu hermano gemelodescansa en la tumbay ¿te atreves, estando ya muerto,a salir luminosa y brillantepor los cielos azules, oh luna?¿Por qué no te eclipsas? ¿Por qué no te ocultas,y tu eclipse será como el lutoque diga a las gentesel dolor que su muerte te causa,tu tristeza, tu pena profunda?”

De golpe entra don Beltrán de la Cueva, haciendo ruido con su armadura. Al-Habd va hacia él a pedirle silencio.

AL-HABDNo hagas ruido, zaidí,

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que el rey está dormido y está enfermo.

DON BELTRAN DE LA CUEVA¡Déjame el paso, esclavo,que Beltrán de la Cuevapuede entrar cuando quiera y como quieraen las habitaciones del monarca!

Humillado, Al-Habd se retira y Beltrán va hacia el rey. Enrique IV despierta y, con un gesto, llama a don Beltrán hasta su lecho. Este, muy afectuoso se le acerca y lo abraza. El rey le habla lenta, entrecortadamente.

EL REY ENRIQUE IV¿Sabes, Beltrán? Veo cosas...Me visita un fantasma del futuro...Y lo oigo hablar ahí.., desde algún sitio..,siempre bajo una luz...Y no me ve el fantasmani puedo articular palabra alguna...Más que visión, Beltrán,se me aparecen voces...O es la visión la mismay las voces diversas y terribles...Sí, Beltrán, son terribles...Nuestro futuro, amor, es algo turbio...

Tras besarle la frente y acariciarle el rostro, Beltrán extrae unos pliegos y los muestra.

DON BELTRAN DE LA CUEVATe visita otra voz, en mi garganta,y pide que la escuches con cuidado.

EL REY ENRIQUE IVPero es voz del presente y es la tuya.No la temo, Beltrán... En cambio ese fantasma,lee desde ahí las voces de mañana...

DON BELTRAN DE LA CUEVATal vez una sangría pueda sanarte.(A Al-Habd) Trae al médico, siervo,porque quiero que el rey esté bien cuerdopara oír mis palabras...

EL REY ENRIQUE IV (decepcionado)No. No vayas Al-Habd.

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Y tú, Beltrán, confundes con locuralo que entiende tu rey como un milagro..,lo que es magia, tal vez..,o es una extraña fuerzaque quiere, ante tu rey, romper los tiempos...Mas, para oír tu voz, estoy bien cuerdo.¿Y qué son estos pliegos?

DON BELTRAN DE LA CUEVALas órdenes, señor, de mi destierro.

EL REY ENRIQUE IV¿Y tú mismo, Beltrán,pides que te destierre?

DON BELTRAN DE LA CUEVA No hay salida.Yo quisiera quedarmecontigo hasta la muerte, señor mío,y hablar con el lenguajeque he aprendido en tus labios:(Canta:)“Mi rey, mi bienamado, entre tus brazos,tu paje como entonces,amado amante y padre de este niño.Mi piel para tus dedos,mis labios en los tuyosy mis púberes músculosde corcel para el rey, mi Enrique IV.”(Cesa el canto y dice con voz grave:)Pero los dos crecimoshacia un nuevo lenguajey creció el enemigoy piden mi cabeza o mi destierro.Firma ya de una vez, que ya se acercan.

EL REY ENRIQUE IVNo les temas. Que lleguen.¡Tu rey Enrique IV te protege!

DON BELTRAN DE LA CUEVATus razones, señor,son razones de amor, que yo comparto.Esto es razón de Estado. Nos rebasa.

EL REY ENRIQUE IV

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Era razón de Estadocuando a un paje plebeyolo puse a gobernar,y ese paje eras tú. Luchamos juntoscontra los mismos celos de Pachecosin que quisieras irte.

DON BELTRAN DE LA CUEVAPero el tiempo es distintoy hasta tu mismo pueblo se rebela.¿No has oído, señor, cómo se burlan?

EL REY ENRIQUE IVSiempre se burla el pueblo de sus reyes.Es la esencia, Beltrán, de nuestro puebloy está bien que así sea.

DON BELTRAN DE LA CUEVA¿Has oído sus coplas?

EL REY ENRIQUE IVUnas, sí. Y otras, no. Serán graciosas...

DON BELTRAN DE LA CUEVA“Ah, fray capellán mayor,don Enrique de Castilla,¿a cómo vale el ardorque traéis en vuestra silla?”

EL REY ENRIQUE IVPues si a mis reales nalgas llaman “silla”de mi ardor tendrá culpa la polilla.

DON BELTRAN DE LA CUEVANo te burles, señor.

EL REY ENRIQUE IVNo me burlo, Beltrán, tan sólo rimo...

Al-Habd ríe y don Beltrán de la Cueva enfurece y saca su espada para amedrentarlo.

DON BELTRAN DE LA CUEVATe burlas y permites a tu siervoque se burle también.¿Vas a investirlo, acaso,como primer ministro?

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EL REY ENRIQUE IVNo lo tengo pensadoporque investí a mi paje hace unos años.

DON BELTRAN DE LA CUEVAY ahora nos lo cobran,por eso debo irme.Canta el pueblo sus coplas en mi contra:“Ah, fray conde sin condado,condestable sin provecho,¿a cómo vale el derechode ser villano probado?:‘A joder y ser jodidoy poder bien fornicary aunque me sea sabidono me pueden castigar’.”Y si a ti no te importan sus insultosa mí sí me rebelanporque soy caballero castellano.

EL REY ENRIQUE IVCoplas del Provincial, llaman aquéllasy de Mingo Revulgo llaman éstas:“Uno le quiebra el cayado,otro le toma el zurrón,otro’l quita el zamarróny él, tras ellos, desbabado.”Las he oído cantar y me hacen graciaporque el pueblo es así...Sus coplas no me asustanni me asustan las farsas de los noblesque, en Avila, destronan a un pelele.He luchado. ¡Luchamostú y yo juntos, Beltrán..!Por eso he ennoblecido a los plebeyospara hacer equilibriosde ambiciones que a todos nos desangran.

DON BELTRAN DE LA CUEVAPero ahora te acusande haberte aliado al moro.Y eso sí, mi señor, nos unifica.

EL REY ENRIQUE IV¿Eso sí.., don Beltrán.., los unifica..?

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¿Pides que te destierreporque estás de su parte?

DON BELTRAN DE LA CUEVANo, mi señor, contigo hasta la muerte.Pero debes pactar,es la razón de Estado.

EL REY ENRIQUE IVEsto sí me confirma esas palabrasque llegan del futuro.Te has vendido, Beltrán,a Isabel mi hermanastra...

DON BELTRAN DE LA CUEVANo, no es así, señor,mas debes escucharlosa ella y a Fernando el de Aragón...Firma paz españolay vierte sangre mora...

EL REY ENRIQUE IVNi una sangre ni otra.(Con un gesto llama a Al-Habd)¿Qué nos dice el Corán de cuanto pasa?

AL-HABD (lee)“Ellos han olvidado una parte de aquello por lo cual han sido edificados, y Alá ha excitado entre ellos la hostilidad y el odio hasta el día de la Resurrección..”

DON BELTRAN DE LA CUEVA¡Eso es traición, señor,que te inspiren sus libros!Perdóname, mi rey, si así te hablopero es mi amor, Enrique, el que me obliga.Te amo a ti y a Castilla...

EL REY ENRIQUE IVHay también en la Biblia mil versículosque te puedo citar.Si Castilla no entiende, está perdida.Sólo en paz, y leyendolos unos y los otros nuestros libros,con los moros de aquíy con todos los pueblos que encontremos,

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habremos de cumplir nuestro destino.

DON BELTRAN DE LA CUEVASon otras las palabrasde Isabel y Fernando.

EL REY ENRIQUE IVDe Isabel y Fernando.¿Y que será, Beltrán, de doña Juana?

DON BELTRAN DE LA CUEVA¡Mi espada la defiendey te defiende a ti!

EL REY ENRIQUE IV ¿Desde el destierro?

DON BELTRAN DE LA CUEVAAhora es necesario que me ausentepara pactar con ellos,para salvarte a ti con doña Juana.

Tras un largo silencio, en el que pide a Al-Habd le sirva un vino que consume con fruición, el rey Enrique IV toma los pliegos de don Beltrán y los firma. Don Beltrán, feliz, le da un beso en los labios y sale. El rey lo ve salir y dice, muy bajo:

EL REY ENRIQUE IV¿Con un beso, Beltrán..?

Como en el primer cuadro, el rey Enrique IV se lleva la mano derecha a la cabeza y baja luz. El Lector entra y se ilumina su área, mientras el rey, sostenido por Al-Habd queda en penumbra, escuchando.

EL LECTORAlgunos fragmentos de El Príncipe de Nicolás Maquiavelo: “Cuán loable es en un príncipe mantener la fe jurada y vivir de un modo íntegro y no con astucia, todos lo comprenden: sin embargo, la experiencia de nuestros días nos muestra príncipes que han hecho grandes cosas y, no obstante, han hecho poco caso de la buena fe y han sabido atraerse con astucia las mentes de los hombres, de modo que incluso han acabado triunfando de los que se fundaban en la lealtad. (...) Un príncipe prudente no puede ni debe mantener fidelidad en las promesas. (...) Si los hombres fueran todos buenos, este precepto no sería bueno; pero como son malos y no observarían su fe con respecto a ti, tú tampoco tienes que observarla con respecto a ellos. (...) Los hombres son tan simples y se someten hasta tal punto a las necesidades presentes, que quien engaña encontrará siempre quien se deje engañar. (...) Un príncipe de nuestros tiempos, (Fernando el Católico), jamás predica otra cosa que paz y lealtad, y en cambio es enemigo acérrimo de una y otra; si él las hubiera observado, muchas veces le habrían quitado la reputación

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o el Estado. (...) Ninguna cosa le granjea mayor estimación a un príncipe que las grandes empresas y las acciones raras. Tenemos en nuestros tiempos a Fernando (el Católico), actual rey de España. A éste se le puede llamar casi príncipe nuevo, porque de rey débil que era se convirtió, guiado por la astucia y la fortuna más que por el saber y la prudencia, en el primer rey de la cristiandad. (...) Al principio de su reinado, atacó Granada, y esta empresa fue el fundamento de su Estado. La comenzó sin pelear y sin miedo de hallar estorbo en ello: tuvo ocupados en esta guerra los ánimos de los nobles de Castilla. (...) Con el dinero de la Iglesia y del pueblo pudo mantener ejércitos y formarse, mediante esta larga guerra, sus tropas que le atrajeron mucha gloria. Además, alegando siempre el pretexto de la religión para poder llevar a efecto mayores hazañas, recurrió a una devota crueldad, expulsando y despojando a los moros de su reino. No puede ser éste ejemplo más miserable ni más extraño.

Sube la luz sobre el rey Enrique IV y Al-Habd abrazados, llenos de temor, sólo para decrecer junto con la luz del Lector hasta el oscuro total.

Cuadro tercero:El diagnóstico

El rey Enrique IV se encuentra recargado en sus almohadones mientras Al-Habd le masajea tanto las piernas como los pies que tiene en una bandeja con agua caliente. Se alcanza a oír el ruido del agua que cae en la bandeja.

EL REY ENRIQUE IVEs muy rara cuestiónésta de las visiones:completamente fuera de mi arbitrio...Si quiero ver, no puedo.Es preciso que lleguen

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solas, sin ser llamadas, las visiones,como un ladrón, así,como llega la muerte... ¿Ya es la muerteque burla centinelaspara hacerme saber que ella se acerca..?¡Ay, Al-Habd! ¿Qué me pasa?

AL-HABDHubo un médico nuestro,Al-Hussein Ibn Siná, al que llaman ustedes Avicena...Este médico nuestro, enorme sabio,afirmaba en sus díasque la imaginación engendra lluvias...Así, la de zaidí engendra vocesy a un hombre en una luz que lo visita...

EL REY ENRIQUE IVYo no imagino, Al-Habd, ¡oigo el futuro!No es delirio de un lococomo quería Beltrán... Es un encuentrode fuerzas y de sueños que confluyenen la alcoba del rey Enrique IV.¿O quieres tú, también,llamar a que me sangren..?

AL-HABDImaginar, zaidí, es lo más grande,la potencia rectriz...

EL REY ENRIQUE IV¿La potencia rectriz..?

AL-HABD Dijo Avicena.Que suele hallar figuras del pasadoy es capaz de buscar en el futuro.Es el centro del ser...

EL REY ENRIQUE IV¿Es el centro del ser imaginar..?

AL-HABDY es el lugar de todos los encuentros.Imaginar, zaidí, no es cosa mala.

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EL REY ENRIQUE IV¿No es la locura, Al-Habd?

AL-HABD No es la locura...Es el arte, zaidí, la música que llega sin saberlodesde siglos remotos,o el rostro del ancestro que nos mira,o un hombre en el futuro que lee historias.Imaginar, zaidí,es vivir para siempresi el que usa esa potenciaes capaz de hacer suyas las imágenesy pasarlas, después, a otro que espera...

EL REY ENRIQUE IV¿Y por qué yo, entre todos?

AL-HABDPorque Zaidí está solo...Sólo Alá lo acompaña..,o su Dios en la cruz.., o sus fantasmas...Porque sabe zaidí, como esos lobosque guarda en sus jardines,cómo cantar de noche en luna llena...

EL REY ENRIQUE IV¿Cómo aullar? ¿Eso dices?¿Me piensas contagiadopor la licantropíatan sólo por tener en mis jardinesla belleza de tantos animalesy por jugar con ellos,y entender de mis perroscasi todos sus signosmientras no entiendo signos de los hombres..?¿Han de quemarme, Al-Habd, cual hombre lobo?

AL-HABD¿Por qué quemar, zaidí,ni a brujas ni a hombres lobos..?¿Por qué no oír, humildes, esas voces,repetirlas, después,y permitir corrientes de agua claraque transitan debajo de la tierra

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y esperan nuestra sed para saciarla..?¿Licantropía, zaidí..? Melancolía.

EL REY ENRIQUE IVEl rey Enrique IV te parecetan sólo un melancólicoque aúlla por las noches a la lunay debe ser sangradopara que salga tanta bilis negrao abierta su cabezapara extraer aquello que han llamadopiedra de la locura...

AL-HABDNo es lo que pienso, no.Ni extraer, ni sangrar,ni quemar, ni matar.Escuchar, solamente, con ternuraEso que los antiguosllamaban compasión:no lástima, zaidí.., la compasión,vivir pasión de otro, su pathós,eso que no se acaba con la muertey que flota en la historia y que nos llegacon la melancolía.., y también,que es lo mismo, con la licantropía.Otro médico nuestro,Ishaaq ibn Imrán, de hace seis siglos,dice que el melancólicoo piensa demasiado o es un místicoo perdió al bienamado o a sus libros.Haly Abbás asegura que hay profetasy hombres lobos entre ellos...Yo digo que zaidí es todo esoy es un rey que Castilla no merece...

EL REY ENRIQUE IV¿Porque soy compasivo y busco al otropara encontrarme a mí..?¿Porque he amado al amado y lo he perdido..?¿Porque mejor me encuentroen medio de mis lobosque en medio de los hombresy entiendo la mirada de mis perroscomo voces divinasy me duele, me explota la cabeza

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y recibo mis luces, me derrumboy un hombre en esa luz cuenta una historiaque escucho con terrory sin saber si puedo transformarla..?

AL-HABDPues sí, por todo esoCastilla no merecea este rey melancólicoque ha llamado Impotente y lo calumnia.Pero tampoco el moro de mi tierramerece este enemigo.El futuro, tal vez, por eso llega...

EL REY ENRIQUE IVAl-Habd, me canonizas y te engañas.No siempre, ni con todoshe sido compasivo,y en estas horas largas lo recuerdoy entiendo que, tal vez,me cerca el enemigopara hacerme vivir esos doloresque tanto he provocado...

AL-HABDEres bueno, zaidí, yo soy testigo.

EL REY ENRIQUE IVLo contrario dirían mis dos mujeresy también doña Juana, mi heredera...Ellas tres, inocentes,se han quemado, al tocarme...Y sus voces, Al-Habd, no las olvido.Fue Blanca de Navarrami primera mujer, la repudiada,sin culpa de su parte.Tampoco doña Juana, la actual reina,ha sonreído nunca, por mi causa.Y la hija, nacida en un torrenteque va a ahogarla, ay Al-Habd,lo han dicho mis visiones... ¿Así y todo, tú piensas que soy bueno..?

AL-HABDSon víctimas los cuatro, al mismo tiempo,de idéntico destino

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y de leyes escritas de tal formaque vuelven victimario al inocente.

EL REY ENRIQUE IVSoy un verdugo, al fin...

AL-HABDEres lobo en la nocheaullándole a la luna tristemente...

EL REY ENRIQUE IVAy, Al-Habd, estás locopero eres bueno y bello y verdaderocomo querían los griegos...No sé si cuanto dices me lo inventas..,pero tú sigue hablando que, en tus manos,se siente el rey seguro.

Va bajando la luz hasta un oscuro silencioso.

Cuadro cuarto:Visión de los vencidos

Sobre el oscuro total, se escucha la voz del Lector:

LECTORDe la Visión de los vencidos, compilada por Miguel León Portilla: “Mientras se está gozando de la fiesta, ya es el baile, ya es el canto, ya se enlaza un canto con otro, y los cantos son como un estruendo de olas, en ese preciso momento los españoles toman la determinación de matar a la gente. Luego vienen hacia acá, todos vienen en armas de guerra. Vienen a cerrar las salidas, los pasos, las entradas: la Entrada del Aguila, en el palacio menor; la de Acatl iyacapan, la de Tezcacoac. Y, luego que hubieron cerrado, en todas ellas se apostaron: ya nadie pudo salir.

El Lector continúa leyendo mientras va subiendo la luz sobre el rey Enrique IV quien se encuentra de hinojos, en proscenio, mirando como hipnotizado a las imágenes propuestas por el Lector y ubicándolas en un punto impreciso al fondo del patio de butacas. La luz del Lector va subiendo después de la del rey. El Lector no hace pausa alguna mientras las luces suben:

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Dispuestas así las cosas, inmediatamente entran al Patio Sagrado para matar a la gente. Van a pie, llevan sus escudos de madera, y algunos los llevan de metal y sus espadas. Inmediatamente cercan a los que bailan, se lanzan al lugar de los atabales: dieron un tajo al que estaba tañendo: le cortaron ambos brazos. Luego lo decapitaron: lejos fue a caer su cabeza cercenada. Al momento todos acuchillan, alancean a la gente y les dan tajos, con las espadas los hieren. A algunos los acometieron por detrás; inmediatamente cayeron por tierra dispersas sus entrañas. A otros les desgarraron la cabeza, enteramente hecha trizas quedó su cabeza. Pero a otros les dieron tajos en los hombros: hechos grietas, desgarrados quedaron sus cuerpos. A aquéllos hieren en los muslos, a éstos en las pantorrillas, a los de más allá en pleno abdomen. Todas las entrañas cayeron por tierra. Y había algunos que aún en vano corrían: iban arrastrando los intestinos y parecían enredarse los pies en ellos. (...) La sangre de los guerreros cual si fuera agua corría: como agua que se ha encharcado, y el hedor de la sangre se alzaba al aire, y de las entrañas que parecían arrastrarse. Y los españoles andaban por doquiera (...) por doquiera lanzaban estocadas (...) por doquiera anduvieron, (los españoles) todo lo escudriñaron...

Baja la luz del Lector y éste desaparece. Con dificultad, el rey Enrique IV se incorpora y, sin dejar de mirar al mismo punto lejano, se lleva las manos a la cabeza y se aprieta las sienes. Mientras habla va hacia su lecho.

EL REY ENRIQUE IVAl-Habd.., Al-Habd.., Al-Habd...

AL-HABD(Acercándosele para apoyarlo)Zaidí.., zaidí.., zaidí...

EL REY ENRIQUE IVTenía su canto un pocolos tonos de los tuyos.El cabello era lacio, hasta los hombrosy su grito espantosocomo el de todo pueblo que agoniza. (Pausa)Fui al infierno otra vez...¿Cómo dices, Al-Habd..?

AL-HABD Fuiste al chajánam.

EL REY ENRIQUE IV¿Otra vez San Bernardo, en otras tierras,bendiciendo cruzadascomo en el año Mil..?¿Otra vez esa prédica“Matar al musulmán da gloria a Dios...”,cercenando cabezas de hombres nuevos?¡Otra matanza, Al-Habd, en otro templo!

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AL-HABDPero, zaidí, ¿qué has visto?

EL REY ENRIQUE IVSu desnudez cubierta brevementey, en medio de sus danzas, canto dulcede pájaro abatido.Eran muchos, Al-Habd,y no quedó ninguno...Y empapada con sangre de esos hombres,tan distintos, Al-Habd, de ti o de mí,la espada castellana,en el nombre de Cristo, nuevamente...Santiago Matamoroscruzó la mar inmensapara matar a aquellos en su templo...¡El chajánam, Al-Habd! ¡Era el infierno!

AL-HABDYa descansa, zaidí.

EL REY ENRIQUE IVMe estalla la cabeza...

AL-HABDEl aceite en tu frente, con mis dedos,es remedio seguro.

EL REY ENRIQUE IVPero, ¡no tengo tiempo!Aunque estallara entero, ¡he de evitarlo!(Algo escribe en un pliego)Venga ante mí la infanta...Lleva presto a Isabel este mensaje...

Al-Habd sale.

¿Rodrigo perdió España o, simplemente,entraron a esta tierrahombres de otras culturascomo han entrado siempredesde Gerión tricápite..?¿Por qué luchar a muerte con Tarif,desde el Guadalquivir al Pirineo,y cuidar nuestra sangre de unas mezclas

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que son inevitables..?Si el conde don Julián,en vez de un vil traidorsólo hubiera cumplidola voluntad divinade un largo mestizaje entre nosotros,tal vez al encontrarnos otros pueblosal final de otros maresen vez de masacrarlos en sus templosy evitar, con horror,la fusión de las sangres,pudiéramos amarlos simplementey admirar, en sus cantos, otras formasdel Cantar de Cantares,que habla de esposas negrasmás bellas que las tiendas de Quedarcomo los pabellones del judío Salomón...“¡Mejores son que el vino tus amores...”

La infanta Isabel ha entrado a tiempo de oír la última línea.

DOÑA ISABEL (furiosa)¿Hay canciones de infieles en tus labios,hermano mío y mi rey, Enrique IV?

EL REY ENRIQUE IV (conciliador)No, mi hermana Isabel,tan sólo recitaba la Escriturade nuestra sacrosanta religión...

DOÑA ISABEL ¿Me llamaste, señor..?

EL REY ENRIQUE IV Siéntate un poco...

DOÑA ISABELPues ordena a tu siervoque me traiga una sillaporque Isabel, la infanta castellana,no puede estar echada en almohadonesque obsequia el enemigo.

EL REY ENRIQUE IVTrae una silla, Al-Habd,

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de madera muy durapara los glúteos godos de la infanta.

DOÑA ISABEL (otra vez furiosa)Si sólo me has llamadopara pelear, Enrique...

Al-Habd introduce una silla de tijera en la que acabará sentándose Doña Isabel.

EL REY ENRIQUE IV (rogando)Por caridad, te ruego que me escuches.Y atiende bien, hermana,que he tenido visiones del futuro.

DOÑA ISABEL¿Debo escuchar que el rey,que heredó su coronadel mismo San Fernandoahora se complace en brujeríasy convive no sólo con los morossino con el demonio y sus visiones..?

EL REY ENRIQUE IV¡Las visiones del rey Enrique IVno vienen del demonio!Son un misterio, sí,y algún médico afirma que son humosde la sangre quemadapor la melancolía.Pero de nada informan los diagnósticos.Es un hecho, Isabel,que crucé un mar ignoto tras mis lucesy llegué a una ciudadconstruida sobre un lagocuyo centro era un temploen el cual sus guerreros, desarmados,adoraban sus diosescon cantos y con danzas.

DOÑA ISABELSeñor, ¿de qué me hablas? ¿De quimeras?¿De los mares ignotos?

EL REY ENRIQUE IVSí, mi señora, sí. Debes creerme.

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DOÑA ISABELEs herejía, señor. No puedo oírte.

EL REY ENRIQUE IVComo tal vez un día,así han dicho unas voces del futuro,tú arrebates el tronoa la reina legítima,debes saber, señora, que hay un mundomás allá de los mares,donde hay seres distintos a nosotrosque cantan y que danzan a sus dioses...Y yo los vi danzary los oí cantary estaban desarmados en su templo.Ahí entramos los hijos de Castillaa matarlos a todos...¡Me estremecí de espanto..!

DOÑA ISABEL (lo interrumpe) ¿Por qué espanto?Entiendo que el monarca castellanose estremezca de orgulloal ver que sus ejércitoscumplen la orden divinade terminar con todos los infieles.¡Te recuerdo, señor, que eres cristianoaun en tus delirios!

EL REY ENRIQUE IV¿Ser cristiano es matarlo que no se conoce?

DOÑA ISABELSer cristiano es matar a los infielescuando no han aceptado bautizarse.

EL REY ENRIQUE IVNo los toques, señora, cuando lleguessi acaso tú eres reinay ocupa a tu reinadocruzar la mar ignota y encontrarlos.Deja crecer las hierbas de los camposy el canto de otros pueblosy que los dioses hablen entre ellos,

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sin soldados ni espadas de por medio,hasta encontrar sus vocestan diversas como son en los pájarosformando el gran conciertocon que siempre he soñado...No quieras bautizarlos.

DOÑA ISABELSé que debo reinary espero que se cumpla ese momentoDe lo que estoy segura es que algún díapalabras como estas que profieresmerecerán la hoguera.Y si reino, señor, yo te lo juro,habrá los tribunales que la enciendan.(Se levanta y hace por salir)Ahora soy, tan sólo,infanta castellana y tu hermanastra.Permíteme salir de este aposentopues mi lealtad de súbdito se estrellacon mi lealtad a Dios y hacia Castilla...

EL REY ENRIQUE IVEscúchame, Isabel, mientras hay tiempo.Sé que Fernando y túencabezan el bando en contra míay en contra de mi hija, doña Juana...

DOÑA ISABELA ti somos leales mientras vivas,pero no a doña Juanaporque no es hija tuyani corre por sus venasla sangre de los reyes de Castilla...

EL REY ENRIQUE IV¡Es mi hija, Isabel, y mi heredera!Cuanto hagas en su contraserá en contra de Dios que la ha escogido.

DOÑA ISABEL(Cada vez más furiosa)¡Apelas ahora a Diostras haber blasfemado hace un momento!¡No, mi señor y rey,yo no puedo aceptarlo!

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Hasta tus partidariosinventan mil historias diferentessobre tu miembro real. Las has oído:si delgado en la base, ancho en la punta,no puede levantarse como debe;si en forma de espiral;si tan pequeño apenas puede versey no llega a las cuevas de la reina.

EL REY ENRIQUE IV¿Insultas a tu reyque también es tu hermano..?

DOÑA ISABELRepito aquellas cosasque hasta las piedras gritan en palacio,de las cuales dependeel futuro del reino castellano.Por eso has levantadoesta guerra civilen la que sí, es verdad,he tomado partido porque soy la heredera de tu trono.Y yo también me río de esas historiassobre tu miembro realque buscan ocultar grandes verdades:¡el rey Enrique IV es un maricay Beltrán de la Cueva, el favorito,es padre de la niñapor un favor de amantes, vergonzoso!¿O es quizás este moro que te acuna?

EL REY ENRIQUE IV(tras contener su furia, dice con tristeza:)Así que está perdida doña Juanasi tu marido y tú ganan la guerra...

DOÑA ISABELBeltraneja la llaman: ¡Beltraneja!

EL REY ENRIQUE IVPropongamos un pactopara salvar su vida. Serás reinasi juras respetar la de todos aquellos que te encuentrescuando cruces la mar con tus guerreros.

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DOÑA ISABEL¡Yo me debo a mi Dios!

EL REY ENRIQUE IVEn su nombre te pidoque no se vierta sangre de inocentes.

DOÑA ISABELEn el nombre de Dios, puedo jurarteque, mientras vivas tú,seré leal al rey aunque me cueste.

EL REY ENRIQUE IV¿Y si cruzas la mar?

DOÑA ISABEL Seré cristianay habré de bautizar a los infieleso arrancarlos como a hierba maligna...Si triunfo en este guerra, ay de los morosay del hereje, del pérfido judío,de quien se nieguea cargar nuestra cruz en sus espaldas...

EL REY ENRIQUE IVArderán las hoguerasy correrá la sangre...Ya puedes retirarte.

DOÑA ISABEL¡Brillará la verdad en todo el mundo!

Doña Isabel hace mutis rápido. El rey Enrique IV se apoya en Al-Habd.

EL REY ENRIQUE IV¿El Dios de los cristianosserá tan sanguinario como ellao es, también, una víctimacomo dices que soy..,como mis pobres Juanas, como Blanca..,o como aquellos pueblos de ultramarque he visto tras mis luces..?¿Cómo impedir que ocurracuanto dicen mis voces..?

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AL-HABDTal es, zaidí, la forma en que el guerreroha conquistado tierras,pero hay seres distintosque escriben sus historias en silenciosin saber para quiénni qué voz obedecen.Esos también, zaidí,han poblado la tierra...

EL REY ENRIQUE IVTal vez tengas razón, pero es posibleque yo busque construir un imposibleo me equivoque en todoo me toque sembrarpara que riegue Dios con lágrimas del Gólgota y quizás algún día crezca algún árbol.(Dirige sus palabras hacia lo alto delpatio de butacas, con voz potente:)¿Escuchas, escribano,y anotas cuanto diceel rey Enrique IV en su silencio..?

Gira sobre sí mismo y, apoyado en Al-Habd se dirige a acostarse, mientras, lentamente, baja la luz hasta el oscuro.

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Cuadro quinto:La oración del instante

Sube la luz sobre el rey Enrique IV que mira fijamente hacia el fondo del patio de butacas. Comienza a dar muestras de un malestar que alarma a Al-Habd, quien está siempre a su lado.

AL-HABDPermite que preguntesi aquel dolor te aqueja.

EL REY ENRIQUE IV Este es muy nuevo...Siento un ardor de estómago muy seco,un sabor a metaly un zumbido constante en los oídos.

AL-HABDLos sudores, zaidí,son guirnalda en tu frente y palideces.

EL REY ENRIQUE IVCreo que se acerca el tiempo tan temidode hablarle al capellány entregarme a los médicos.

AL-HABDSi te digo, zaidí,que algo malo presiento de tus médicos¿me mandarás callar?

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EL REY ENRIQUE IVTe diré que lo mismosiento siempreque un médico se acerca con navajasa sacar de mis venasno sé cuáles espíritus...El capellán, tal vez, pueda ayudarme,pero, mejor, Al-Habd, prepárame infusiones de esas florescon que tú juegas siempre...Pero, Al-Habd, hazlo pronto.

AL-HABDA melancholia cápiti,infusión de melisa.

EL REY ENRIQUE IV ¡Lo que sea..!

Las últimas palabras han sido un estertor previo al desmayo. Conforme Enrique IV va cayendo, baja su luz y sube la del Lector.

EL LECTORDe la Poesía indígena, traducida por el padre Garibay, voy a leer a ustedes un Canto de Primavera: “¿Es verdad que vives allí do hay tristeza, oh dador de la vida? / Tal vez sí, tal vez no, como dicen. No se aflijan vuestros corazones. / ¿Cuántos podrán decir si es verdad o no es verdad? / ¡Cuán difícil te muestras de conocer y de mudar, / oh dador de la vida! No se aflijan vuestros corazones. / ¡Oh dador de la vida, yo sufro: ¿acaso nunca será? / ¿acaso nunca habré de ir a tu lado? / Tú distribuyes amoroso y de tu poder viene / la felicidad, oh dador de la vida: / las flores valiosas, las flores fragantes: / esas mismas que yo ambiciono y por las que sufro. / Esmeraldas y plumas de quetzal en abundancia / son tus palabras y tú corazón, padre mío por quien se vive: / tú ves al que sufre y al sufrimiento: / un breve instante, y estará junto a ti y a tu lado. / Abren sus corolas de piedras preciosas tus flores, / oh dador de la vida; brotan en sembrados las flores, / abren sus corolas de brillante turquesa: / un breve instante, y estará junto a ti y a tu lado. / Oh, yo no gozo, no tengo bienestar, no saboreo bien en la tierra: / así he vivido, así nací; sólo infortunio he gustado al lado de otros. / Téngase por prestada esta tierra, oh amigos. / Mañana o pasado, según tu fallo, oh dador de la vida, / hemos de ir a su casa, oh amigos míos: ¡gocemos!”

Baja la luz del Lector, quien desaparece, y sube la luz del rey Enrique IV, quien es llevado a acostar por Al-Habd. Le da pequeños sorbos de infusión y el rey se va, poco a poco, recuperando. Pasado un largo silencio, comienza a hablar.

EL REY ENRIQUE IVEsta vez fue distinto. No hubo luces,participé del canto

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y no bajé al chajánam...

AL-HABDFue distinto, es verdad,pues yo te oí cantary pude acompañartesin entender la letra de tus himnos.

ENRIQUE IV¿Habré tenido un eco, algún vestigiode la visión beatífica,salpicada de dudas y esperanzasque se abren como floresinermes en un campo hermoso y triste..?¿Adónde fui en el canto..?

AL-HABDZaidí, si no sufristey escuchaste el sonido de unos vuelos,fueron voces de Alá,aunque no haya certezas racionales...Toda consolación viene del cielo,con sabor agridulce,con fatigas y asfixias,pero con esos dedos en la frenteque incendian y que hielan y transforman...

EL REY ENRIQUE IV¿Y tú has viajado, Al-Habd, por esos valles?

AL-HABDYo no lo sé, zaidí, pero entonadocanciones de poetas de mi tierraque enseñan esos viajesy recuerdan los pradosy el susurro del viento.

EL REY ENRIQUE IV(hablando hacia el fondo del patio de butacas)Pues anota, escribano, que esta nocheel rey Enrique IVa todas las visiones anteriores,en que bajó al chajánampara escuchar mentiras del futuro,con júbilo agridulceha sumado los cantos celestiales

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que al dador de la vida le dedicanen regiones remotasvoces sabias de liras bien templadas,y el rey Enrique IV,en su espacio y su tiempo,quisiera conocerlospara cantar con elloslos cantos aprendidos en la tierraque llamamos Castilla,y los que ha oído de árabes y hebreos.Quisiera Enrique IVcomponer con todos esos tonoslo que llama la Biblia un canto nuevo...(Se detiene, se lleva las manos a la cabeza, sonríe y se apoya en Al-Habd)¡Ay, deliro, deliro..!¡Ya comienzo a creer que estamos locostú y yo, Al-Habd..! ¡Rey y moro,dos locos de remate a los que temenCastilla y Aragón y Andalucía..!Porque a ti, estar conmigo como estamos,te costaría la vida entre tu gente.

AL-HABDMe costaría la viday dicen que la entrada en el alchana...

EL REY ENRIQUE IV¿Tú me amas, Al-Habd?

AL-HABDPues sí, zaidí, te amo.

EL REY ENRIQUE IV¿Sobre el Corán lo juras..?

AL-HABD Te lo juro.¿Por qué..? No lo preguntes...Al principio era esclavoy permiten mis leyes que te sirvaen todo cuanto pidas,aunque odiándote siempre.

EL REY ENRIQUE IV¿Inclusive en la entrega de tu cuerpo?

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AL-HABDUn siervo es para eso.Pero después, zaidí, te fui escuchandoy viendo en torno tuyo tantos odiosque aquella compasión de los antiguosse fue enraizando en mí.Te comprendí tan soloy te vi renacer cuando tus dedosbajaban por mi espalday se perdía tu lengua en mis rinconesque rompí las barreras y las leyesy todas las distanciaspara empezar a amarte, mi zaidí,como nadie te ha amado.Como el arte de amar de nuestro sabio,Ibn Hazim el de Cordobanos lo dice en su libro,el Tawq al-Hamamá,Collar de la paloma,que me ha enseñado a amarte cada instante.Y tú, zaidí, ¿me amas?

EL REY ENRIQUE IVYo soy peor que tú, soy un rey godo,desciendo de Fernandoy del culto a Santiago Matamoros..,no sé si puedo amar como tú amas.

AL-HABDSi el odio de los tuyosfuera precisamenteporque el rey sabe amar como un esclavo,sabe arriesgar incluso el paraísoy su sitio en la historia.Si así fuera, tal vez cuanto sucedehallaría su sentidoaunque doliera mucho comprenderlo.¿Tú no lo crees, zaidí?

EL REY ENRIQUE IVYo sólo creo que Dios envía sus ángelespara un encuentro extrañocon este rey perdido.Eres un ángel tú y aquellos que he escuchado

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hace sólo un instante en mi desmayohablando de las flores y el instanteque debemos gozaraunque flores y todos los instantesse habrán de marchitar...Esas voces que dudan y que cantanson de ángeles también.

AL-HABD¿Y si lo fueras túy todo fuera asunto entre los vuelosde quien habita el viento?

EL REY ENRIQUE IV¿Que sería de los hombres?

AL-HABD ¡Ay, los hombres!Es la pregunta eterna y sin respuesta.Tal vez el rey pudierainventar un lenguaje para ellos.

EL REY ENRIQUE IVSi todo es un encuentroen busca de un lenguajecon que elevar a Dios un Canto Nuevo,tal vez haya esperanzas.¿Si cruzaran la maraquellos cuyos cantos he escuchado,en sentido contrario al de nosotros,y llegaran tambiénde su ciudad lacustrea encontrarse en el airey llegaran los moros de sus cálidas tierrasy nosotros del fríoy el hebreo del Ebrón,y danzáramos juntos,en todos los espacios intermediosentre el cielo y la tierra,una danza construidacon todas nuestras danzas,y el color de las pieles se mezclaray el fulgor de los ojos..?

AL-HABD

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Tal vez sería una alchánam imposibleporque los hombres, ay, porque los hombresno saben escuchar los aleteos...

EL REY ENRIQUE IVO ¿si la muerte me esperara un pocopara que yo llegaraal frente de los hijos de Castillahasta esas playas suyas tan lejanasy tú fueras conmigoy cantáramos juntos,el moro, Enrique IVy las voces que he oído..?

AL-HABD (muy triste)¿Qué pasaría, zaidí..? Que tus guerrerosy los míos y los suyosse enfrascarían a muerte en un combatetan cruento como todos los que ahora sufrimos..,y tú serías un locoy yo sería un traidory ellos, quién sabe...

EL REY ENRIQUE IV¿Entonces no hay salida en este juego?

AL-HABDEs cosa de enraizar en el futuro.

EL REY ENRIQUE IV¿Por la metempsicosisde que hablan algunosfilósofos prohibidos por la Iglesia?

AL-HABDTal vez, señor. Seguro en las corrientesque fluyen bajo tierra o en los cieloscomo en venas la sangre,sin que se vean siquiera,y van fuera del tiempohacia atrás y adelante, eternamente,de unos seres a otros, en los sueños,los cantos y las danzas y en el llanto.

EL REY ENRIQUE IV

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¿Cómo entrar a esos ríos?

AL-HABDComo dicen las voces que escuchaste:en el intenso gozo de un instanteque se ha de marchitar...

EL REY ENRIQUE IV Y en la esperanzaque va sin entenderpero no muere nunca aunque la maten...

AL-HABDEn la esperanza, sí, en la esperanza.

EL REY ENRIQUE IVPero eso significaque Isabel reinará con sus hogueras,los éxodos, la sangre, las conquistas...

AL-HABDQue se han de marchitar.

EL REY ENRIQUE IV Sí, pero cuándo.

AL-HABDQué te importa saberlosi vas por otros ríos y en silencio.

EL REY ENRIQUE IVEstoy cansado, Al-Habd,ya no puedo pensar en lo que dices.(Comienza a recostarse y a quedaren posición fetal)Sólo anhelo que aquellos ríos secretosde los que hablas, Al-Habd,me enfrenten, por virtud de un escribanoal que he soñado siempre,con hombres de otro tiempo a los que expliquelas visiones del rey Enrique IV...

El rey Enrique IV se va quedando dormido. Al-Habd lo acuna y, con la misma melodía del final del primer cuadro, es ahora él quien canta suavemente al oído del rey mientras éste se va durmiendo.

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AL-HABDEste moro te cuida, señor Enrique IV,pues conoce tus ansias y sabe que estás hartode una corte podrida, de serpiente y lagarto,y sabe que la tierra prepara un nuevo parto.Como un triste cachorro con crueles domadoreshas crecido ocultando la miel de tus amores.La corona de hierro te ha prohibido las floresy en tu cráneo y tus ojos concentras los dolores.En tus últimas noches, duerme, rey de tormentas.Olvida tantas odios que, despierto, lamentas,los espejos quebrados y las muertes violentas,mientras, sobre mis piernas, gozas tus horas lentas.

Va bajando la luz muy lentamente hasta el oscuro.

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Cuadro sexto:El testamento

La luz sube poco a poco y encuentra al rey Enrique IV en proscenio, tratando de distinguir los rostros del público, al que, finalmente, se dirige. En cada pausa parece buscar, con impaciencia, algún rostro amigo:

EL REY ENRIQUE IV¿Una visión de mí,cinco siglos después,en un país que apenas he soñadopero en mi misma lenguacabalgando en proscenio, entre la bruma,con público de teatro?(Pausa)Una visión así,¿me llega o la he buscado?(Pausa)La he buscado.., fantasma.., tanto tiempo...(Pausa)Quise llegar a ustedespensando que, tal vez, quinientos añosya fueron suficientespara hablarles de mí, de mis impulsos.(Pausa)Me busqué un escribano de este sigloy lo ocupé un domingo por la tarde.Yo conservo mi vozpero con su lenguaje.Los chispazos del sueño son los míospero es de él la sintaxis.Así, no estoy segurode qué pueda ocurrir en este encuentro.(Pausa)Son los riesgos de siemprecuando un fantasma hablapor boca de un poseso.(Pausa)No sé si en este tiemporesulta escandaloso

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que un hombre ame a otro hombreo si quinientos años han borrado los límitesde una piel y otra piel para encontrarsesin importar las órdenesque nadie sabe cuándoni por qué ni por quiénes se dictaron.(Pausa)No sé si les indigne todavíaque moros y judíoshayan estado aquí, junto a mi trono,o si las guerras santas se acabarony el Islam es amigoy el judío ha olvidado crematoriosy los nuevos diversosestán aquí entre ustedescon toda dignidad:las mujeres, los jóvenes,los indios y los negros, por ejemplo.(Pausa)Son ya quinientos años, me repito,suficientes para barrer fronteras.(Pausa)No sé si escandalice en este sigloque protegí en la guerralos árboles frutales,que nos dan con su savia nueva viday a los que hay que cuidar hasta del viento.O continúen pensandoque fueron deslealtad y cobardíaaquello que detuvo las batallasy no mi voluntad bien calculadade no regar la sangre inútilmentede moros y cristianosporque, muertos, ya no podían hablarse,conocerse e intercambiar mensajesque llegan de otros tiemposen cada tradiciónpara sembrar el mundocon semillas mestizas y más fuertes.(Pausa)No lo sé.., cinco siglostal vez ya desterraron toda guerra.(Pausa)Vengo a decir a ustedesque el olvido es la muerte

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y que miente quien digaque ya no importa a nadiela desgraciada historiade este rey traicionado.Ganaron los que en Avilacon toda su violencia me insultarony a un muñeco escupieroncomo si fuera yo su rey de trapo.(Pausa)No lo fui, de verdad,y eso vengo a jurarles. Rey de carne,con un sueño constante,escuchar al diverso, protegerloy aprender su lenguajepara, al final de cuentas,enriquecer el mío y el de mi reino.(Pausa)Mas no lo permitieron... Fui vencido.(Pausa)Tras cinco siglos ya,tal vez se haya olvidadoallá en la Nueva España, que es su México,el que mis enemigos principales,Fernando e Isabel,--mi cuñado y mi hermanay responsables ambos de mi muertey de la Inquisición y las conquistas--,fueron llamados, ¡sí!, reyes católicos,lo cual al fin de cuentas me permitesumar dioses al Cristo en el que esperoy abrir mi patria a todos.Tal vez se haya olvidadoel que Fernando diera a Maquiavelosu fígura de Príncipe,lo cual me vuelve a mí el antipríncipe.(Pausa)Y si palabra mora es almohaday guerra es de los godos, de mis padres,yo escogí las almohadas y el almizcley el sonido del agua en los jardines.Tal vez, de haber vivido,y haber habido encuentro con la tierraque hoy habitan ustedesla historia se contara de otra forma.(Pausa)Tal vez el mariquita.., el rey de trapo..,

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el que pide esta noche que no olviden..,digo.., tal vez.., tal vez...(Pausa)Mas se alza entre nosotros,entre este rey de teatro y este públicode un milenio que empieza,la enorme pequeñezde quienes me vencieron,de los que simplemente no me oyeron,de quien narra la historiay la cambia y la ocultay construye palacios por los siglosen calumnia y silencios cimentados.(Pausa)Sí, aquí está, frente a mí,y se alza frente a ustedes,la mezquindad fastuosa de quien triunfa,que es capaz, en sus ecos,de elevar las montañas de mentirasde su simple torpeza y vida inútil,mientras mi voz no va a llegar a nadiey todas mis visionesse perderán conmigosin poder derrumbar de sus caballosa todos los imbéciles armadosno sólo con espadassino con tinta y pluma.(Pausa)Aquí estoy, incapazde cambiar ni una coma en sus escritosy apostando tan sóloa que este extraño juegode la metempsicosisrebase cinco siglos en el tiempoy haga llegar a ustedesalgunas de las notas de mis cantoso un dolor en el vientreque les recuerde el mío.(Pausa)No sé qué más se pueday ya se acaba el tiempode estar, aquí en proscenio, frente a ustedes.Ya vuelvo a mi palacioa llorar entre almohadastantas guerras como las veo venir,tantas hogueras

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y tanto crepitar de carne fresca...

Se hace el oscuro, en silencio.

Cuadro último:

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La muerte

La luz sube sobre el Lector. El rey Enrique IV, en penumbra, escucha gravemente sus palabras.

EL LECTOR De la obra Castilla, de Anselmo Carretero: “En diciembre de 1474, tras rápida enfermedad, murió en Madrid Enrique IV. Si la personalidad moral y fisiológica de este rey ha sido objeto de dudas y discusiones (y hay quienes la consideran una) calumniosa ‘invención forjada en gracia a los reyes don Fernando y doña Isabel’, no son menos controvertidas las causas y circunstancias de su muerte, aunque sobre este tenebroso asunto, en contraste con el de su impotencia, los cronistas reales procuran guardar prudentísimo silencio. La sintomatología que el doctor Gregorio Marañón ha recogido sobre la enfermedad y muerte de Enrique IV ‘encaja (...) tan bien en la sospecha del envenenamiento que moralmente nos queda la casi certidumbre de que ésta fue la causa del término de su infeliz vida y reinado’. En una extensa carta (...) doña Juana (la Beltraneja) acusa del asesinato de su padre Enrique IV a los partidarios de su tía Isabel (la Católica) que (dice textualmente doña Juana) ‘por codicia desordenada de reinar, acordaron y trataron, ellos y otros por ellos (...) de hacer dar, y le fueron dadas, yerbas y ponzoñas de que después falleció’.”

Sube la luz en la habitación real y desaparece el Lector. El rey Enrique IV busca a Al-Habd para que lo ayude, pero se encuentra ausente. El rey se incorpora trabajosamente, muy serio. Recorre su habitación, al tiempo que comienza a sonar la vihuela. Toma una jarra de vino, duda en servirla, pero lo hace e ingiere el vino lentamente, con la mirada perdida y siguiendo con los dedos de una mano el ritmo de la música. Entra Al-Habd con una bandeja llena de viandas.

AL-HABDDoña Isabel, la infanta,ha enviado estos manjares.No los comas, zaidí, te lo suplico.

EL REY ENRIQUE IV¿Alguien te ha dicho algo..,ya lo gritan las piedras?

AL-HABDAy, zaidí, nadie hablapero es su plan tan claro como el díay se refleja en todas las miradasy aun en sus sonrisas cortesanas.

EL REY ENRIQUE IVMe ha jurado lealtad hasta una muerteque busca apresurar

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Isabel, tan católica...Y va a lograrlo, Al-Habd,no hay modo de impedirlo...Son meses de veneno en cada plato.(Algo toma de la bandeja y lo consume)¿Qué piensas de la muerte?

AL-HABDQue duele, que no es buena, que no es bellapero que es verdadera y que nos llegacuando menos pensamos...(Le aleja la bandeja)Mas podemos, zaidí,retrasar su llegada.Si desde hoy comiéramos tan sólolo que yo te trajera.

EL REY ENRIQUE IVSi pudiera burlarme del veneno,moriría de otra formaporque todos lo tienen decidido...

AL-HABDTal vez fuera posible...

El rey Enrique IV lo interrumpe y lo conduce hacia los almohadones, para tenderse con él. También acerca la bandeja.

EL REY ENRIQUE IVAl-Habd, ven a mi lado,que abrazos como el nuestro hacen la historia.Ayer imaginé que nos veíandentro de muchos siglos y de frente.Pero, ahora, me voy...Me van a asesinar y lo sabíasporque intuyes las cosascomo yo que las oigo en el futuro.Me van a derrumbar hoy o mañanay ya todo es inútil. Son más fuertesporque saben matar correctamente.(Pausa)He de beber el cáliz,también yo, hasta las hecescomo dijo el Señor en aquel huerto.

AL-HABD

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Tal vez quede una forma de evitarlo:es tu hermana, zaidí...

EL REY ENRIQUE IV Y es su marido.Y son los nobles todos y, con ellos,los que envenenan siemprehasta el fin de los tiempos.(Se abrazan con gran ternura)Ya nada puedo hacerporque llegó el momento:van a borrar mi nombre de la historiay lucharán a muerte con tu puebloy matarán judíosy cruzarán la marpara acabar con todo cuanto encuentren.(Intenta alejarlo de sí)Pero tú tendrás tiemposi dejas de comer estos venenos...

AL-HABDAunque pudiera hacerlo,si tú mueres, yo muero, es mi destino.Es mi forma de amar y ser amado.

EL REY ENRIQUE IV (insiste)No te quedes conmigo.Huye, morito, ¡corre..! Si te encuentranno dejarán de ti ni un hueso sanoni un trozo de tu pielpara posar los labios.

AL-HABDUn veneno peor sería otra bocadistinta de la tuyarecorriendo esta pielque nació para ti, para tus dedos.Marchitémonos juntospero, antes de morir,gocemos el instante intensamentey así nos burlaremos del verdugo...Católico verdugo y también moro...

EL REY ENRIQUE IV (al besarlo)Me has enseñado a amar,morito adolescente...

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Durante un largo silencio, Al-Habd consume también de la bandeja. Ambos comen. Al-Habd desnuda a Enrique IV y comienza a ungirlo con aceite. Lo invita a que él haga lo mismo consigo. Una vez concluido su ritual, caen en el lecho. El rey siente un profundo escalofrío:

EL REY ENRIQUE IVEl odio de mi pueblo va conmigo...

Al-Habd lo interrumpe y lo abraza, para después decirle:

AL-HABDSoy también un traidor para mi genteporque amo a un infielal que niega el Coránsu entrada en el alchana.Pero, al morir contigo,moriré combatiendo a otros infielesy mi espíritu, entonces,sí subirá al profetay le hablaré de tide que amaste a su pueblo y fuiste buenopara que abra el alchana y te conduzca.Moriremos guerreros y abrazados.Tú le dirás lo mismoa tu Dios cuando lleguesy alchana y paraíso serán unopara ti y para mí, los dos ungidosy algún día, en muchos siglos,alguien sabrá cantarnosy actuará la potencia del suspirocon que vamos a irnos de esta tierra.¡Caiga el poder que mata cuanto amamos!,será el grito de guerraque habrá de resonar...

EL REY ENRIQUE IVQue habrá de resonardentro de cinco siglos:¡Caiga el poder que mata cuanto amamos!Pero no hay que gritarlo, hay que decirloen un tono muy bajoporque suelen los reyesmorirse dando gritosy este rey invertido, con su amado,quiere morir tranquilo, en un susurro.

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Quedan abrazados e inmóviles, mientras sube la música y va haciéndose, muy lentamente, el oscuro final.

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