Lectio Divina 4 Domingo Cuaresma

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DOMINGO 4o. DE CUARESMA ciclo C La misericordia de Dios La conversión como regreso a la Casa del Padre

PADRES EUDISTAS Parroquia Santa Mónica

Cali

Ambientación

El evangelio de Lucas es conocido como el «Evangelio de la Misericordia».

Todo él puede ser leído como un gran relato que nos sumerge en el amor entrañable del Padre.

Jesús es el gran protagonista: a través de sus palabras y sus acciones se revela el

rostro misericordioso de Dios. Hace dos mil años, sus discípulos fueron testigos privilegiados de ello.

Hoy nosotros, discípulos atentos a su Palabra, nos disponemos a contemplar el

evangelio como verdadera buena noticia del amor de Dios.

1. Preparémonos: INVOQUEMOS AL ESPÍRITU SANTO

Ven, Espíritu Santo, ábrenos los oídos de la FE para acoger la PALABRA que sale de la boca de DIOS, para que EL actúe en nosotros y nos haga vencer el mal con el BIEN.

Anima a los servidores de la Palabra del Padre, como inspiraste a los profetas.

Ven, Espíritu Santo, a llenar nuestra vida con tu acción vivificadora, para que sepamos descubrir la presencia de Jesús.

Danos fe en la Palabra viva y liberadora de Jesús; que ella sacie la sed de todos los sedientos de verdad y de justicia, de paz y de amistad.

Amén.

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2. Leamos: ¿QUÉ DICE el texto?

Jos. 5,9a.l0-12. «Hoy los he despojado del oprobio de Egipto» Luego de instalarse en Palestina después de su liberación, los israelitas ofrecen a

Dios su adoración y gratitud por medio de una celebración. El mensaje hoy para nosotros: todas las formas de liberación humana, políticas u otras, tienen un significado religioso. Deben ser reconocidas como un don de Dios.

En este domingo, marcado por la proximidad de la Pascua, es adecuada esta

narración de la primera pascua de los israelitas, instalados ya en la tierra prometida: ya no es la comida del desierto-el maná- su alimento, sino los frutos de la tierra que Dios les ha dado. ¡Magnífica imagen de la Pascua cristiana! Nuestro Josué (Jesús) nos ha introducido ya en la participación de los dones de Dios en la Iglesia; no obstante, hasta que atravesemos el Jordán no habrá Pascua completa.

Salmo 33(32): «Gusten y vean qué bueno es el Señor»

El Salmo 34(33) está organizado en dos partes, así: 1. Canto de acción de gracias (v v. 2-11). 2. Reflexión sapiencial (vv. 12-23). Es un salmo «alfabético» (cada estrofa va precedida por una letra del alfabeto

hebreo) de carácter sapiencial con elementos de acción de gracias. Como es lógico, la forma alfabética de un salmo hace que, a veces, sea un poco forzado el desarrollo del pensamiento. Esta forma literaria se desarrollo durante el destierro y con posteridad a él, con vistas a retener mejor el salmo en la memoria. Los versos del salmo son como «cadencia del agua cayendo gota a gota» (Mannati).

«La enseñanza propuesta no es una doctrina teórica, sino la formulación de una experiencia espiritual. Por eso la doctrina tradicional no queda en rutina, sino que es personal y comunicativa» (A.Schökel).

Existe una estrecha relación de ambas partes. En la primera se hace ver, por experiencia, lo que Dios es para el justo. En la segunda parte el autor intenta enseñar a otros desde su experiencia personal, es decir, desde lo que Dios ha realizado en el.

La resonancia eucarística de este responsorial acompaña y complementa la lectura anterior. Es la Eucaristía, en efecto, la celebración y la manera de participar en la P ascua de Jesucristo. Para nosotros, la Eucaristía es, al mismo tiempo, maná para el presente tiempo de desierto y comunicación con la gloria de Cristo.

2Co. 5,17-21. «Dios nos ha reconciliado consigo en Cristo» El tema que desarrolla San Pablo en su segunda Carta a los Corintios es: la

reconciliación; Cristo que «nos reconcilió con Dios». La conversión como reconciliación

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con Dios por el rechazo de nuestros pecados. El ministerio de Cristo y el ministerio de la Iglesia son un servicio de reconciliación: de la gente con Dios, y de la gente entre ellos.

La iniciativa de la reconciliación viene de Dios, por Jesucristo. La misión apostólica está íntegramente al servicio de esta reconciliación, para proclamarla y para comunicarla, como embajadores y como ministros. El sentido profundo del ministerio está muy bien descrito en estas frases de Pablo, especialmente el ministerio de la reconciliación: «en nombre de Cristo, en la persona de Cristo...».

Lc. 15,1-3.11-32. «Este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido».

(Para leer el texto lo hacemos de acuerdo a los personajes: Padre, Jesús, Narrador, Hijo Menor, Fariseos, Hijo Mayor).

EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS

R/. Gloria a Ti, Señor.

1Todos los que cobraban impuestos para Roma y otra gente de mala fama se acercaban a Jesús, para oírlo.

2Los fariseos y los

maestros de la ley lo criticaban por esto, diciendo: - Este recibe a los pecadores y come con ellos. 3Entonces Jesús les dijo esta parábola:

11 «Un hombre tenía dos hijos,

12y el más joven le dijo a su

padre: "Padre, dame la parte de la herencia que me toca". Entonces el padre repartió los bienes entre ellos.

13Pocos días después el hijo menor vendió su parte de la propiedad, y con ese dinero se fue lejos, a otro país, donde todo lo derrochó llevando una vida desenfrenada.

14Pero cuando ya se lo había

gastado todo, hubo una gran escasez de comida en aquel país, y él comenzó a pasar hambre.

15Fue a pedir trabajo a un hombre del

lugar, que lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. 16

Y tenía ganas de llenarse con las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie

se las daba. 17

Al fin se puso a pensar: "¡Cuántos trabajadores en la casa de mi padre tienen comida de sobra, mientras yo aquí me muero de hambre!

18Regresaré a casa de mi

padre, y le diré: Padre mío, he pecado contra Dios y contra ti;

19ya no merezco llamarme tu hijo; trátame como

a uno de tus trabajadores". 20

Así que se puso en camino y regresó a la casa de su padre.

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Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y sintió compasión de él. Corrió a su encuentro, y lo recibió con abrazos y besos.

21El hijo

le dijo: "Padre mío, he pecado contra Dios y contra ti; ya no merezco llamarme tu hijo".

22Pero el padre ordenó a sus criados: «Saquen pronto la mejor ropa y vístanlo; pónganle también un anillo en el dedo y sandalias en los pies.

23Traigan el becerro más gordo y

mátenlo. ¡Vamos a celebrar esto con un banquete! 24

Porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a vivir; se había perdido y lo hemos encontrado».

Comenzaron la fiesta. 25

“Entre tanto, el hijo mayor estaba en el campo. Cuando regresó y llegó cerca de la casa, oyó la música y el baile.

26Entonces llamó a

uno de los criados y le preguntó qué pasaba. 27

El criado le dijo: "Es que su hermano ha vuelto; y su padre ha mandado matar el

becerro más gordo, porque lo recobró sano y salvo". 28

Pero tanto se enojó el hermano mayor, que no quería entrar, así que su padre tuvo que salir a rogarle que lo hiciera.

29Le dijo a su

padre:

"Tú sabes cuántos años te he servido, sin desobedecerte nunca, y jamás me has dado ni siquiera un cabrito para tener una comida con mis amigos.

30En cambio, ahora

llega este hijo tuyo, que ha malgastado tu dinero con prostitutas, y matas para él el becerro más gordo".

31“El padre le contestó:

«Hijo mío, tú siempre estás conmigo, y todo lo que tengo es tuyo.

32Pero había que celebrar esto con un banquete y

alegrarnos, porque tu hermano, que estaba muerto, ha vuelto a vivir; se había perdido y lo hemos encontrado».

Palabra del Señor. R/. Gloria a Ti, Señor Jesús.

Interioricemos el texto

En un momento de silencio volvemos a leer el pasaje, despacio, fijándonos bien en lo que dice. Podemos ayudarnos de las notas de nuestra Biblia.

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Después, juntos, leemos las siguientes orientaciones e intentamos responder a las sencillas preguntas que se proponen.

El evangelio de Lucas es conocido como el «Evangelio de la Misericordia».

Todo él puede ser leído como un gran relato que nos sumerge en el amor entrañable del Padre. Jesús es el gran protagonista: a través de sus palabras y sus acciones se revela el rostro misericordioso de Dios. Hace dos mil años, sus discípulos fueron testigos privilegiados de ello. Hoy nosotros, discípulos atentos a su Palabra, nos disponemos a contemplar el evangelio como verdadera buena noticia del amor de Dios.

El capítulo 15 del evangelio de Lucas es un magnífico retablo formado por tres

parábolas en el que podemos contemplar el rostro misericordioso de Dios, con un preámbulo que nos hace contemplar a «todos los publicanos y pecadores» que se

acercan a Jesús para escucharlo (Lc 15,1). Éstos se reflejan en el hijo menor, que

entra dentro de sí y comienza a reflexionar sobre su condición y sobre lo que ha perdido yéndose fuera de la casa de su padre (Lc 15,17-20).

Es interesante tener en cuenta el verbo “escuchar”, que nos lleva a la escena de

María la hermana de Marta, «la cual, sentada a los pies de Jesús, escuchaba su

palabra» (Lc. 10, 39); o también a aquella otra de la gente «que habían venido para escucharle y ser curada de sus enfermedades» (Lc. 6,18).

Jesús reconoce a sus parientes, no por el lazo de la sangre, sino por este

comportamiento. María, la Madre de Jesús, ha sido alabada por este comportamiento

de escucha contemplativa, ella que «guardaba todas estas cosas meditándolas en su corazón» (Lc. 2, 19,51). Isabel la proclama dichosa porque

«ha creído que se cumplirá lo que se le ha dicho de parte del Señor» (Lc. 1,45), revelado en la escena de la anunciación (Lc. 1, 26.38).

Vamos a leer la tercera de las parábolas, la del «Hijo pródigo», que hemos

rebautizado con un nuevo nombre: la parábola del «Padre misericordioso». La actitud de Jesús para con los pecadores -crítica ante el comportamiento de los

fariseos y jefes del pueblo- provoca la parábola de la misericordia por excelencia. En el centro de la parábola está el misterio de la reconciliación -el paso de la muerte a la vida- proclamado por San Pablo, realizado por Jesucristo, obra del Padre-Dios.

- Los dos primeros versículos del texto nos presentan la escena. Unos fariseos y

maestros de la ley, que se consideran justos, se indignan y murmuran porque Jesús acoge a los pecadores y come con ellos. Jesús les responde con esta parábola. Con ella justifica su comportamiento y revela el rostro misericordioso de Dios. En su modo de actuar con los pecadores y publícanos se aprecia en Jesús la forma de ser del Padre.

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- La historia comienza presentando a unos personajes: un padre y sus dos hijos. El pequeño de ellos no se comporta correctamente. En la sociedad de aquella

época, emanciparse del padre era un atentado contra su autoridad, porque lo deshonraba y manchaba su reputación.

El padre muere en vida. Y el hijo también: abandona la protección y el amor de la

casa y derrocha lejos su fortuna, llega al límite de cuidar cerdos (impuros para los judíos) y de querer comer lo que a ellos les daban.

Cuando se encuentra en un callejón sin salida, el hijo menor calcula la posibilidad

de volver a casa para saciar su hambre. Es fácil reconocer en este hijo la vida de los pecadores y publícanos a quienes simboliza. Pero en la meditación de esta Palabra

nos debemos fijar, no sólo en el hijo menor, sino también en su hermano mayor

y, por supuesto, en el padre: ellos son los protagonistas de esta historia.

3. Meditemos: ¿QUÉ NOS DICE la Palabra?

El perdón de Dios, fiesta pascual También la perícopa de este domingo es exclusiva y típicamente lucana. Es

importante poner como centro de la parábola la misericordia del padre más que la actitud del hijo menor; así se puede valorar a un tiempo la manera de proceder de los dos hijos.

La descripción del itinerario hacia el padre, y la actitud de éste es

paradigmática para el proceso de la reconciliación del cristiano con Dios. Por

eso, si el domingo anterior se insistía en la llamada a la conversión, hoy hay que describir e invitar a la celebración del perdón de Dios, como una fiesta pascual:

«Porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido».

Es muy fácil reunir alrededor de esta parábola las tres lecturas de hoy si la homilía

la toma como centro. La segunda lectura da la interpretación eclesial del ministerio de la reconciliación, que es obra de Dios. La fórmula de la absolución sacramental tiene, como trasfondo, este texto paulino.

El banquete de fiesta es, sobre todo, la Eucaristía pascual, a la que los pecadores

que somos todos hemos de prepararnos mediante el proceso de renovación de la Cuaresma.

Este domingo, con su tradicional nota de alegría por la proximidad de la Pascua, es

adecuado por la narración de la primera lectura: el término del camino de Israel, con la celebración de la Pascua en la llanura de Jericó, el cese del maná y la comida de los productos del país. La comida del camino (provisional) es substituida por la comida de la estabilidad. Aquella Pascua fue el signo de la libertad plena.

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Pensemos en el HIJO MENOR: - creyendo encontrar su felicidad y su libertad lejos de la casa paterna, toma una

radical decisión: la dde «vivir su vida». - con su actitud pone distancia y se va... - vive las consecuencias de su decisión: su «ida» de la casa paterna lo llevo

lejos, no sólo del padre y del hermano, sino de su propia identidad: llegó a ser «nadie»... Dejó de ser «hijo» (lo que era en la «casa paterna») y se convirtió en «sirviente» en «tierra extranjera»...

- representa a quienes abusan de los dones de Dios y a quienes actúan egoístamente poniéndose a sí mismos como norma sin consideración a los demás ni a los sufrimientos causados...

- pero asumió su realidad... reconoció... y REGRESO: volvió al Padre, volvió a

ser hijo...: ¡Resucitó!

Muy sugestivo es el contraste entre los dos hermanos. El menor reconoce su

miseria y su culpa, regresa a casa diciendo: «Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no soy digno de llamarme hijo tuyo» (Lc 15, 18-19,21). El mayor nos muestra una postura de arrogancia, no sólo con respecto a su hermano, sino

¡hasta con su padre! Sus reproches contrastan mucho con la dulzura del padre que saliendo de la casa, va a su encuentro a “rogarle” que entre en casa.

¿Qué actitudes muestra el HERMANO MAYOR? ¿A quiénes simboliza?

A la misericordia del padre que se conmueve (Lc. 15,20), se contrapone la

conducta severa del hijo mayor, que no acepta a su hermano como tal, sino que en el diálogo con el padre lo define “este hijo tuyo que ha malgastado todos sus bienes con prostitutas” (Lc. 15,30). Aquí se entrevé la conducta de los escribas y de los fariseos

que “murmuraban: «Éste recibe a los pecadores y come con ellos..».

Ellos no se mezclan con los «pecadores» considerados inmundos, sino que se

distancian de ellos. La conducta de Jesús es totalmente diversa y es escandalosa a sus ojos. A Él le gusta entretenerse con los pecadores y alguna vez hasta se invita por su cuenta a visitar sus casas y comer con ellos. (Lc. 19, 1-10). La murmuración de los escribas y fariseos impide la escucha de la Palabra.

- Aunque el hijo mayor no ha abandonado la casa también vive alejado del padre.

En su dureza de corazón, en su incapacidad de perdonar y acoger a su hermano, descubrimos a los fariseos y maestros de la ley. Jamás han desobedecido una orden de Dios, pero en su fidelidad no se aprecia ni un ápice de alegría ni amor.

- Nunca han experimentado el perdón del Padre, y por eso no comprenden la alegría y la fiesta en la reconciliación. En la rigidez de su comportamiento

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marginan de la salvación a los que no son como ellos. Son incapaces de entender la inesperada actitud de Dios.

- encuentra dificultad para perdonar el agravio producido por su hermano menor...

- le resulta enojoso participar en la fiesta que el padre organizó por el regreso de su hermano menor...

- ofrece la estampa mezquina y distante de quien no sabe perdonar.... - a pesar de estar en casa, no disfruta de la convivencia con el padre... - no llega a descubrir lo que significa «todo lo mío es tuyo»... - y vive con amargura la nueva felicidad de ju hermano... - es el hombre «cumplidor», pero ¡sin amor!, duro de corazón, insensible a los

errores de su hermano y sin piedad para con quien reconoce su error y su

pecado… Es el «siervo sin entrañas» del evangelio de Mateo: Mt. 18,

¿Cuál es el comportamiento del PADRE ante estos dos

hijos?

Pensar en el PADRE de la parábola nos cuestiona: - Respeta la decisión alocada de su hijo... - no duerme pensando en la suerte del hijo... - madruga todos los días esperando el regreso del hijo... - cambia por traje nuevo y joyas los harapos del hijo... - no pide cuentas al hijo... - insiste en la alegría de haber recuperado al hijo que «se había perdido»: hace

la fiesta más grande por la recuperación, por la resurrección...

Verdaderamente, ¡Dios no «tiene», sino que ES misericordia!

- La reacción del padre desborda todas las expectativas. Cuando el hijo aún está lejos el padre se adelanta. El verdadero acercamiento es el del padre; él es quien toma

la iniciativa. «Profundamente conmovido, salió corriendo a su encuentro, lo abrazó y lo cubrió de besos». No importa la ambigüedad de las motivaciones del

hijo: mediante el vestido, el anillo y las sandalias el padre le dice que sigue

siendo hijo suyo. Sin una recriminación ni un reproche. El desprestigio sufrido por el

padre no importa.

Este padre, que simboliza a Dios, quiere hacer fiesta porque el hijo que había

muerto ha vuelto a la vida, porque el perdón conduce siempre a la alegría. Y el padre sale también a buscar al hijo mayor, al que no quiere unirse a esta

fiesta. Con él desea reconstruir la filiación y la fraternidad perdidas.

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La reconciliación lleva a la pascua

«Tu hermano, que estaba muerto, ha vuelto a vivir… »: La

reconciliación es un tema esencial en la Cuaresma. No es una sorpresa que el

Evangelio recae sobre el mismo tema de la carta paulina de la segunda lectura. Cristo nos ha conducido hacia la novedad definitiva, pero no de una tierra y de

unos manjares, sino de una nueva relación con Dios -reconciliación-, una nueva creación, un mundo nuevo. Para llegar a esta novedad, Cristo fue tratado como pecador: el camino de la cruz. Por este camino, el Cristo pascual se ha manifestado Nuevo Adán, comunicador del Espíritu que vivifica.

La vida en la Iglesia es la experiencia constante de esta obra de Dios: el mensaje

de la reconciliación, el ministerio apostólico que es responsable de llevarlo, y sobre todo la Eucaristía, el manjar de la nueva Pascua, que es a la vez alimento de camino -tiempo presente- y pregustación del término: «Gustad y ved qué bueno es el Señor» (Salmo responsorial).

4. Oremos: ¿QUÉ LE DECIMOS NOSOTROS a DIOS?

Dios de amor, Tú sales a nuestro encuentro como un Padre lleno de misericordia. Concédenos acoger tu amor entrañable que nos abre a la alabanza y a la acción de gracias, nos viste de fiesta. Reconocemos, Padre, que te hemos fallado, nos hemos alejado de tu Casa. Con soberbia y autosuficiencia, hemos creído que nos bastamos por nosotros mismos. Nos creemos mejores que los demás, que no necesitamos conversión y no participamos de la alegría de un hermano que vuelve a la Casa… Somos intolerantes y mezquinos…

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Estamos lejos de tus sentimientos de misericordia… Nos alegran los fracasos de los demás y no les damos la oportunidad de recuperarse, de convertirse, de regresar a casa. Concédenos, Padre, la gracia de la conversión, que reconozcamos que hemos pecado y, acogiendo tu perdón y misericordia, decidamos volver a Ti, tener un corazón misericordioso para acoger a nuestros hermanos y alegrarnos por su conversión y celebrar la fiesta de la reconciliación: «Misericordia, Señor, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa».

5. Contemplemos - Actuemos: ¿QUÉ NOS PIDE HACER la Palabra?

Todos invitados a la fiesta También nosotros estamos llamados a participar con alegría en la fiesta del perdón

que nace del amor de un Dios que es como el padre de la parábola. Este mensaje de la Palabra es para nosotros una nueva ocasión para saborear el

perdón de Dios que surge de un corazón misericordioso como el suyo. - «Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y sintió compasión de él. Corrió a su encuentro, y lo recibió con abrazos y besos»: ¿Cuál es el rostro de Dios que

manifiesta esta parábola? ¿De qué formas concretas podemos ser testigos de este rostro de Dios?

- «Había que celebrar esto con un banquete y alegrarnos… ».

¿Cómo es la acogida que puedo esperar de Dios a partir de la enseñanza que transmite esta parábola? ¿Qué esperanza habría para nuestro mundo con unas relaciones así?

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Por la misericordia del padre, la conversión y el arrepentimiento hacen

renovar la amistad rota: el perdón rehace una nueva «comunión» entre perdonado y perdonador.

Actualicemos la parábola Dios sale a nuestro encuentro como un Padre lleno de misericordia. Acoger su

amor entrañable nos abre a la alabanza y a la acción de gracias, nos viste de fiesta. Cada uno de nosotros elevamos una oración de reconocimiento de nuestro pecado y de actitud de conversión por habernos alejado de la casa del Padre o por haber creído que no necesitamos de conversión y criticamos a aquellos que han caído en pecado para que nos ayude a tener la gracia de volver a él y tener un corazón misericordioso: «Misericordia, Señor, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa».

Cierro los ojos y visualizo la palabra escuchada, me pongo en el papel del hijo que ha dejado la casa paterna o el hijo mayor que no reconoce la misericordia del Padre, me pongo en la presencia de Dios.

Me comprometo a hacer una buena confesión, a un cambio profundo en mi vida, a no condenar a los demás, sino ayudarles a encontrar el camino de la reconciliación con el Padre de las misericordias.

Destacamos tres grandes mensajes ante la proximidad de la Semana Santa:

a) nuestro error al creer que lejos de Dios, lejos de la Casa del padre, encontraremos la felicidad...

b) el gran amor de Dios para con todos nosotros y su actitud de misericordia y perdón para quien reconoce su pecado y quiere volver a casa...

c) la alegría del perdón que se recibe y la fiesta que se organiza cuando tomamos la decisión de decir: «me levantaré y volveré a la casa de mi Padre».

La Cuaresma es el momento oportuno para valorar estas realidades básicas de la vida cristiana, para redescubrirlas: acoger el mensaje de la reconciliación y celebrar la misericordia divina, revisar la participación en la Eucaristía como momento de alegría, de esperanza, de compromiso vital con el camino de Cristo y de la Iglesia, en el servicio de reconciliación de los hombres.

«Gusten y vean qué bueno es el Señor» (Sal. 34(33), 9ª

Muchas personas a lo largo de mi vida me han invitado a leer la Biblia, estudiarla, comentarla. Nadie, como Tú, Señor, me ha invitado a gustarla, saborearla, experimentarla. Gustar es una palabra mística. Y yo me creía - ¡tonto de mi! - que eso estaba reservado sólo a los santos... Hoy descubro que esa invitación que Tú haces es para todos, es también para mí. ¡Gracias, Señor! Hoy quiero experimentar el gozo profundo

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de tu presencia dentro de mí. Hoy quiero saborear el abrazo inefable de la criatura con el Creador. Hoy quiero quedar embriagado con el vino nuevo y desbordante de tu amor.

«Es preciso gustar las santas dulzuras. Dios nos ha dado en esta vida una salida de la gloria en la gracia; una prueba de la clara gloria en la fe; un gusto anticipado de la posesión en la esperanza; un destello de la caridad consumada en la caridad comenzada. Comencemos, pues, a gustar qué dulce es el Señor». (Bossuet).

Algunas preguntas para meditar durante la semana

1. ¿He tenido alguna vez en la vida una experiencia fuerte de Dios? ¿Qué ha supuesto para mí?

2. ¿ Vivo en mi comunidad descubriendo el gozo de aceptar a mis hermanas(os) y ser aceptado por ellos(as); amar a mis hermanos(as) y ser amado por ellos(as); confiar en mis hermanos(as) y recibir confianza de ellos(as)?

3. ¿Es realmente la fraternidad una fiesta para mí? 4. Cuando hago catequesis o hablo de Dios, ¿qué Dios estoy dando a los

demás? El Dios que aprendo en las clases de teología o el Dios que actúa en mi vida con misericordia?

PADRES EUDISTAS Parroquia Santa Mónica

Cali