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Lectio Divina. Miércoles 1 de mayo de 2019. Creo, Señor, en tu amor. Invocación al Espíritu Santo: Señor Jesús, abre mis ojos y mis oídos a tu Palabra. Que lea y escuche yo tu voz y medite tus enseñanzas. Despierta mi alma y mi inteligencia, para que tu Palabra penetre en mi corazón y pueda yo saborearla y comprenderla. Dame una gran fe en ti, para que tus palabras sean para mí otras tantas luces que me guíen hacia ti por los caminos de la justicia y de la verdad. Habla, Señor, que yo te escucho y deseo poner en práctica tu doctrina, porque tus palabras son para mí, vida, gozo, paz y felicidad. Habla, Señor, tú eres mi Señor y mi Maestro y no escucharé a nadie sino a ti. Dame tu Espíritu Santo, que su gracia me basta. Amén. Lectura. Juan capítulo 3, versículos 16 al 21: Jesús dijo a Nicodemo: “Así como levantó Moisés la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por él. El que cree en él no será condenado; pero el que no cree ya está condenado, por no haber creído en el Hijo único de Dios. La causa de la condenación es esta: habiendo venido la luz al mundo, los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo aquel que hace el mal, aborrece la luz y no se acerca a ella, para que sus obras no se descubran. En cambio, el que obra el bien conforme a la verdad, se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: Estamos en la cuarta semana de Cuaresma y con el texto que nos ofrece la liturgia, el evangelista Juan nos sumerge hondamente en la celebración del misterio pascual de Cristo. Este pasaje del Evangelio continúa el diálogo de Jesús con Nicodemo, un rabí israelita (Juan capítulo 3, versículos 1 y 10). El texto concreto nos recuerda cuando Israel cayó en pecado por murmurar contra Dios y cómo Dios los castigó con la muerte por picadura de serpientes (Números capítulo 21, versículos 4 al 9). En aquel tiempo Moisés intercedió por su pueblo y Dios cambió un instrumento de muerte en otro de salvación (la serpiente). Jesús asume este signo: él es el camino de salvación para todos los pueblos de todos los tiempos. San Juan nos presenta dos palabras clave: el amor de Dios por el mundo y la fe que se exige como respuesta del hombre a ese amor. Meditación: La oscuridad nos inquieta. La luz, en cambio, nos da seguridad.

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En la oscuridad no sabemos dónde estamos. En la luz podemos encontrar un camino. En pocas líneas, el Evangelio nos presenta los dos grandes misterios de nuestra historia. Por un lado, "tanto amó Dios al mundo". Sin que lo mereciéramos, nos entregó lo más amado. Aún más, se entregó a sí mismo para darnos la vida. Cristo vino al mundo para iluminar nuestra existencia. Y en contraste, "vino la luz al mundo y los hombres amaron más las tinieblas que la luz". No acabamos de darnos cuenta de lo que significa este amor de Dios, inmenso, gratuito, desinteresado, un amor hasta el extremo. El infinito amor de Dios se encuentra con el drama de nuestra libertad que a veces elige el mal, la oscuridad, aún a pesar de desear ardientemente estar en la luz. Pero precisamente, Cristo no ha venido para condenar sino para salvarnos. Viene a ser luz en un mundo entenebrecido por el pecado, quiere dar sentido a nuestro caminar. Obrar en la verdad es la mejor manera de vivir en la luz. Y obrar en la verdad es vivir en el amor. Dejarnos penetrar por el amor de Dios "que entregó a su Hijo unigénito", y buscar corresponderle con nuestra entrega. Oración: Dios, siempre amoroso y compasivo, yo creo en tu amor incondicional a mí. Y creo que me llamas a compartir el mismo amor incondicional a todos. Que yo entre profundamente en el misterio de tu amor a nosotros, que mi pasión pueda practicar el mismo amor creativo y responsable que movió a tu Hijo Jesús a ofrecerse por amor a mí, por amor a nosotros. Que el mismo espíritu de amor empape mi vida diaria, toda interacción humana, mi relación contigo, Dios de amor y misterio. Te lo pido en nombre de Jesús. Amén. Contemplación: Catecismo de la Iglesia Católica numeral 422: “Pero, al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva” (Gálatas capítulo 4, versículos 4 al 5). He aquí “la Buena Nueva de Jesucristo, Hijo de Dios” (Marcos capítulo 1, versículo 1). Dios ha visitado a su pueblo (confrontar Lucas capítulo 1, versículo 68), ha cumplido las promesas hechas a Abraham y a su descendencia (confrontar Lucas capítulo 1, versículo 55); lo ha hecho más allá de toda expectativa: él ha enviado a su “Hijo amado” (Marcos capítulo 1, versículo 11). Del Documento de Aparecida numeral 101: En este momento, con incertidumbres en el corazón, nos preguntamos, como Tomás: ¿Cómo vamos a saber el camino?” (Juan capítulo 14, versículo 5). Jesús nos responde con una propuesta provocadora: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Juan capítulo 14, versículo 6). Él es el verdadero camino hacia el Padre, quien tanto amó al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él tenga vida eterna (confrontar Juan capítulo 3, versículo 16). Esta es la vida eterna: “Que te conozcan a ti el único Dios verdadero, y a Jesucristo tu enviado” (Juan capítulo 17, versículo 3). La fe en Jesús como el Hijo del Padre es la puerta de entrada a la Vida. Los discípulos de Jesús confesamos nuestra fe con las palabras de Pedro: “Tus palabras dan Vida eterna” (Juan capítulo 6, versículo 68); “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo” (Mateo capítulo 16, versículo 16). Conscientes y agradecidos porque el Padre amó tanto al mundo que envió a su Hijo para salvarlo (confrontar Juan capítulo 3, versículo 16), queremos ser continuadores de su misión, ya que esta es la razón de ser de la Iglesia y que define su identidad más profunda. Compromiso:

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Que mi testimonio de vida sea coherente con la Palabra de Dios, y además, que ilumine en lo posible el camino de los demás.

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Lectio Divina. Jueves 2 de mayo de 2019. El que viene del cielo. Invocación al Espíritu Santo: Ven, Creador, Espíritu amoroso, ven y visita el alma que a ti clama y con tu soberana gracia inflama los pechos que criaste poderosos. Tú que abogado fiel eres llamado, del Altísimo don perenne fuente de vida eterna, caridad ferviente, espiritual unción, fuego sagrado. Tú te infundes al alma en siete dones, fiel promesa del Padre soberano; tú eres el dedo de su diestra mano, tú nos dictas palabras y razones. Ilustra con tu luz nuestros sentidos, del corazón ahuyenta la tibieza, haznos vencer la corporal flaqueza, con tu eterna virtud fortalecidos. Por ti, nuestro enemigo desterrado, gocemos de paz santa duradera, y, siendo nuestro guía en la carrera, todo daño evitemos y pecado. Por ti al eterno Padre conozcamos, y al Hijo, soberano omnipotente, y a ti, Espíritu, de ambos procedente, con viva fe y amor siempre creamos. Amén. Lectura. Juan capítulo 3, versículos 31 al 36: El que viene de lo alto está por encima de todos; pero el que viene de la tierra pertenece a la tierra y habla de las cosas de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. Da testimonio de lo que ha visto y oído, pero nadie acepta su testimonio. El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz. Aquel a quien Dios envió habla las palabras de Dios, porque Dios le ha concedido sin medida su Espíritu. El Padre ama a su Hijo y todo lo ha puesto en sus manos. El que cree en el Hijo tiene vida eterna. Pero el que es rebelde al Hijo no verá la vida, porque la cólera divina perdura en contra de él. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: El Bautista señala que el Novio “debe crecer” y él mismo “disminuir”. Esto es lo que ocurre en la narración joánica; el Bautista no aparecerá más porque ha cumplido su papel a cabalidad. El Novio, en cambio, debe crecer y coparlo todo. El segundo cuadro es el resumen del narrador, pero que bien pudiera provenir de labios del Bautista. Aunque el tópico del amor paterno y del poder dado al Hijo todavía no ha sido desarrollado (3, versículo 35), haremos un ejercicio de relectura de 3, versículos 31 al 36 para constatar cómo se retoman algunos puntos previamente tratados. Meditación: El hombre no se contenta con las cosas de este mundo. Si ha ganado un millón, quiere más. Si consigue un puesto, busca otro mejor. ¿Por qué nunca quedamos saciados de nada? Porque el hombre es el único ser sobre la tierra que está abierto a lo infinito: puede conocerlo todo y siempre le quedará algo, puede tenerlo todo y siempre habrá algo que le falte. Este deseo tan profundo solo se colma definitivamente en la vida eterna. Y, ¿en qué consiste la vida eterna? Dice el evangelista San Juan: Padre, esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero y a tu enviado Jesucristo. El cielo es el conocimiento total de Dios. Dios es infinito, por eso, al conocerle a él nuestra inteligencia alcanza su plenitud y posesión. Y al consistir también en la posesión de Dios, como es el “Ser” por excelencia, rebasa a todos los pequeños “seres” o cosas que tanto nos llaman la atención.

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Si es así, queremos esa vida eterna. ¿Cómo podemos alcanzarla? El que haya perseverado en la fe hasta el fin, obtendrá la vida eterna. Y esa fe, que ahora es oscura, después de la muerte, será luz eterna. Oración: Gracias Señor porque al venir a nuestras vidas nos muestras el camino para ir al cielo, donde tenemos nuestra morada, como diría San Agustín nuestro corazón descansará y tendrá paz, porque en ti está la felicidad, la paz que busca inquieta nuestra alma. Queremos ser testimonio en todo lugar, momento y circunstancia de tu divina persona e implantar los valores del Reino en la tierra. Contemplación: Catecismo de la Iglesia Católica numeral 1043: Nuestra profesión de fe comienza por Dios, porque Dios es “el primero y el último” (Isaías capítulo 44, versículo 6), el Principio y el Fin de todo. El Credo comienza por Dios Padre, porque el Padre es la Primera Persona Divina de la Santísima Trinidad; nuestro símbolo se inicia con la creación del cielo y de la tierra, ya que la creación es el comienzo y el fundamento de todas las obras de Dios. La Sagrada Escritura llama cielos nuevos y tierra nueva a esta renovación misteriosa que transformará la humanidad y el mundo (2ª de Pedro capítulo 3, versículo 13). Esta será la realización definitiva del designio de Dios de “hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra” (Efesios capítulo 1, versículo 10). Compromiso: El día de hoy me esforzaré por ser un testimonio coherente en mi familia, en el trabajo o en la escuela, de la manera más atenta y amable.

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Lectio Divina. Viernes 3 de mayo de 2019. “Jesús ha venido a salvarnos”. Invocación al Espíritu Santo: Espíritu Santo, tú que ofreciste la sangre de Cristo al Padre para purificar nuestras conciencias de las obras muertas, y dar culto al Dios vivo; fortalécenos para que acudamos siempre a Cristo como Salvador que nos redimió con su muerte y resurrección, concédenos mantener siempre nuestra fe en él y en lo que nos tiene prometido. Amén. Lectura. Juan capítulo 3, versículos 13 al 17: Jesús dijo a Nicodemo: “Nadie ha subido al cielo sino el Hijo del hombre, que bajó del cielo y está en el cielo. Así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por él”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: Este es el acontecimiento de la salvación. La iniciativa de salvar al mundo ha sido de Dios, él así lo ha querido y lo ha llevado a cabo por su Hijo Jesús que viene de parte de Dios al mundo y que ha regresado a él nuevamente por el sacrificio en la cruz y que el hombre sabrá si la hace propia o la rechaza por medio de la fe o de la incredulidad. Meditación: Hoy celebramos la fiesta de la Cruz, símbolo del cristiano. En este diálogo entre Jesús y Nicodemo se anuncia de una manera oculta el momento supremo de la vida de nuestro Salvador: la crucifixión. La cruz no es solo un símbolo material, sino la guía de nuestra vida. Dios en su gran amor, viendo la necesidad que tenía el mundo de ser salvado, no dudó en entregar a su propio Hijo para su salvación. Las circunstancias históricas concurrieron para que la redención se realizara por medio de la cruz. A partir de este acontecimiento la cruz se ha convertido en señal de salvación para todo el que cree que Jesús es el redentor del hombre. A pesar de que Jesús se puso el primero en el padecer, no nos resulta fácil asumir la realidad de la cruz y todos la esquivamos de la mejor manera posible. Pero si ser cristiano es seguir al crucificado, ¿por qué rehusamos seguir sus huellas? Solo desde el amor se entiende esta entrega, y solo el amor hace posible convertir en alegría las mayores angustias de la vida. Es cuestión de amor, y cuando algo nos cuesta mucho es señal de que el termómetro del amor marca baja temperatura. Oración:

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Señor, hoy te contemplo, la imagen que está delante de mí es la prueba que por excelencia me has dado, es tu cuerpo en lo alto, tu cuerpo unido a esa cruz por unos clavos que han taladrado tu cuerpo y de cuyas heridas ha brotado tu sangre con la que hemos sido lavados, con la que has quitado el veneno mortal que pone en peligro nuestra vida, la vida que me has dado, no solo la vida aquí en la tierra, sino la vida eterna. Si por amor has hecho todo esto, con amor quiero agradecerte. Un amor que sea mi bandera, esa señal que yo también pueda elevar y que a otros llegue, que en el amor que yo pueda dar vean el inmenso amor que de ti brota. Dame la valentía de ir a esas vidas desérticas y transformarlas por el amor. Esa es la única manera de agradecer tanto amor que has tenido por mí, por todos. Gracias Dios. Contemplación: Una auténtica evangelización de nuestros pueblos implica asumir plenamente la radicalidad del amor cristiano, que se concreta en el seguimiento de Cristo en la Cruz; en el padecer por Cristo a causa de la justicia; en el perdón y amor a los enemigos. Este amor supera al amor humano y participa en el amor divino, único eje cultural capaz de construir una cultura de la vida. En el Dios Trinidad la diversidad de Personas no genera violencia y conflicto, sino que es la misma fuente de amor y de la vida. Una evangelización que pone la Redención en el centro, nacida de un amor crucificado, es capaz de purificar las estructuras de la sociedad violenta y generar nuevas. La radicalidad de la violencia solo se resuelve con la radicalidad del amor redentor. Evangelizar sobre el amor de plena donación, como solución a los conflictos, debe ser el eje cultural “radical” de una nueva sociedad. Solo así el Continente de la esperanza puede llegar a tornarse verdaderamente el Continente del amor (Documento de Aparecida numeral 543). Compromiso: Hoy dedicaré un tiempo para contemplar un crucifijo y después de un momento de contemplación diré a Dios la oración que brote de haber contemplado el crucifijo.

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Lectio Divina. Sábado 4 de mayo de 2019. “Partida de Jesús”. Invocación al Espíritu Santo: Espíritu Santo, llena nuestra vida con tu luz, para poder iluminar y guiar a los demás; asístenos con tu gracia para reconocer tu rostro en los que nos rodean y no rechazar a nadie. Inspira nuestros pensamientos, para que hablemos a los demás de Ti. Amén. Espíritu Santo, fuente de luz: ilumínanos. Lectura. Juan capítulo 14, versículos 6 al 14: Jesús dijo a Tomás: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre si no es por mí. Si ustedes me conocen a mí, conocen también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto”. Le dijo Felipe: “Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta”. Jesús le replicó: “Felipe, tanto tiempo hace que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conoces? Quien me ve a mí, ve al Padre. ¿Entonces por qué dices: ‘Muéstranos al Padre’? ¿O no crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que yo les digo, no las digo por mi propia cuenta. Es el Padre, que permanece en mí, quien hace las obras. Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Si no me dan fe a mí, créanlo por las obras. Yo les aseguro: el que crea en mí, hará las obras que hago yo y las hará aún mayores, porque yo me voy al Padre; y cualquier cosa que pidan en mi nombre, yo la haré para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Yo haré cualquier cosa que me pidan en mi nombre”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: Este discurso apela a la fortaleza del discípulo. La turbación del corazón es un estado anímico de confusión, zozobra y apocamiento ante una situación incontrolable, que avasalla, y ante la cual flaquean las propias fuerzas. Aquí pudiera estar causada por las negaciones petrinas, recién anunciadas, pero ante todo por la partida de Jesús. El modo de superar la indefensión y la impotencia de creer en Dios; esto se concretiza como creer en Jesús, su Enviado. El discípulo pregunta lo más elemental, pues de la meta depende la ruta. Meditación: Toda la vida de Jesús gira en torno a su Padre. Se puede decir que está realmente enamorado de Él. Busca complacerlo en todo y hacer de su voluntad la primera prioridad de su vida. “Señor, enséñanos al Padre y eso nos bastará”. ¿Por qué pide esto Felipe que es el mismo discípulo que dijo a Jesús “enséñanos a orar?” Tal vez sea porque ve a Jesús tan alegre en su quehacer cotidiano de frente al Padre, porque ve que el estar con el Padre le da tanta energía y entusiasmo. Tal vez sea porque él mismo quisiera experimentar esa felicidad que ve Jesús cuando está con el Padre. Jesús responde que el secreto de su gozo, es decir, estar con el Padre, no es tan oculto como parece. La clave está en estar con Jesús que siempre está cercano a nosotros, dispuesto a venir cuando lo llamemos. Oración:

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Gracias Señor Jesús por mostrarnos el rostro de misericordia de tu Padre que es nuestro papá, queremos seguir tu camino de vida, esa vida que el mundo no dará, esa vida que es plenitud y se muestra en las obras que realizamos en tu nombre porque tú vives en nuestro corazón. Queremos manifestar la verdad que de ti procede a todos nuestros hermanos más cercanos especialmente con los que compartimos el trabajo, la vida, las ilusiones por un mundo más humano y más llenos de amor y fraternidad, queremos que en nosotros también vean a tu divina persona. Amén. Contemplación: Catecismo de la Iglesia Católica numeral 1694. Incorporados a Cristo por el bautismo, los cristianos están “muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús” (Romanos capítulo 6, versículo 11), participando así en la vida del Resucitado. Siguiendo a Cristo y en unión con él, los cristianos pueden ser “imitadores de Dios, como hijos queridos y vivir en su amor” (Efesios capítulo 5, versículo 1), conformando sus pensamientos, sus palabras y sus acciones con “los sentimientos que tuvo Cristo” (Filipenses capítulo 2, versículo 5) y siguiendo sus ejemplos. Compromiso: El día de hoy me esforzaré por ser un testimonio para los demás, donde se manifieste en mi vida que Cristo es el camino, la verdad y la vida.

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Lectio Divina. Domingo 5 de mayo de 2019. El amor nos hace reconocer la presencia del Señor. La invitación a la Eucaristía del Resucitado. Oración inicial: Envía, oh Padre, tu santo Espíritu, para que la noche infructuosa de nuestra vida se transforme en el alba radiante en la que reconocemos a tu Hijo Jesús presente en medio de nosotros. Aletee tu Espíritu sobre las aguas de nuestro mar, como en el principio de la creación y se abran nuestros corazones a la invitación de amor del Señor, para participar en el banquete preparado de su Cuerpo y de su Palabra. Arda en nosotros, oh Padre, tu Espíritu, para que nos convirtamos en testigos de Jesús como Pedro, como Juan, como los otros discípulos y vayamos también nosotros cada día a la pesca de tu reino. Amén. Lectura. Juan capítulo 21, versículos 1 al 19: Jesús se les apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Se les apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás (llamado el Gemelo), Natanael (el de Caná de Galilea), los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: “Voy a pescar”. Ellos le respondieron: “También nosotros vamos contigo”. Salieron y se embarcaron, pero aquella noche no pescaron nada. Estaba amaneciendo, cuando Jesús se apareció en la orilla, pero los discípulos no lo reconocieron. Jesús les dijo: “Muchachos, ¿han pescado algo?” Ellos contestaron: “No”. Entonces él les dijo: “Echen la red a la derecha de la barca y encontrarán peces”. Así lo hicieron, y luego ya no podían jalar la red por tantos pescados. Entonces el discípulo a quien amaba Jesús le dijo a Pedro: “Es el Señor”. Tan pronto como Simón Pedro oyó decir que era el Señor, se anudó a la cintura la túnica, pues se la había quitado, y se tiró al agua. Los otros discípulos llegaron en la barca, arrastrando la red con los pescados, pues no distaban de tierra más de cien metros. Tan pronto como saltaron a tierra, vieron unas brasas y sobre ellas un pescado y pan. Jesús les dijo: “Traigan algunos pescados de los que acaban de pescar”. Entonces Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red, repleta de pescados grandes. Eran ciento cincuenta y tres, y a pesar de que eran tantos, no se rompió la red. Luego les dijo Jesús: “Vengan a almorzar”. Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: “¿Quién eres?”, porque ya sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio y también el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos después de resucitar de entre los muertos. Después de almorzar le preguntó Jesús a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?” Él le contestó: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis corderos”. Por segunda vez le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” Él le respondió: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Pastorea mis ovejas”. Por tercera vez le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?” Pedro se entristeció de que Jesús le hubiera preguntado por tercera vez si lo quería y le contestó: “Señor, tú lo sabes todo; tú bien sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas. Yo te aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías la ropa e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás los brazos y otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras”. Esto se lo dijo para indicarle con qué género de muerte habría de glorificar a Dios. Después le dijo: “Sígueme”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

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Indicaciones para la lectura: Antes de nada me pongo en posición de escucha leyendo con atención y amor este pasaje de Juan. Sé que es un pasaje pascual, que es una Palabra rica de luz, de presencia, de gracia; sé que es el buen alimento preparado para mí. Trato de estar atento, en la lectura, desde este primer paso para no ceder nada, para no estar en la superficie. Leo atentamente, acercando mi corazón a los personajes, a las palabras que el evangelista usa; poniendo atención a las indicaciones de los lugares, de los tiempos. Soy como Lázaro, que quiere recoger toda migaja de la mesa del Señor. Meditación: Toda la vida de Jesús gira en torno a su Padre. Se puede decir que está realmente enamorado de Él. Busca complacerlo en todo y hacer de su voluntad la primera prioridad de su vida. “Señor, enséñanos al Padre y eso nos bastará”. ¿Por qué pide esto Felipe que es el mismo discípulo que dijo a Jesús “enséñanos a orar?” Tal vez sea porque ve a Jesús tan alegre en su quehacer cotidiano de frente al Padre, porque ve que el estar con el Padre le da tanta energía y entusiasmo. Tal vez sea porque él mismo quisiera experimentar esa felicidad que ve Jesús cuando está con el Padre. Jesús responde que el secreto de su gozo, es decir, estar con el Padre, no es tan oculto como parece. La clave está en estar con Jesús que siempre está cercano a nosotros, dispuesto a venir cuando lo llamemos. Oración: Jesús, eres camino, camino al Padre. Jesús eres verdad, verdad de que podemos conocer a Dios y amarlo. Jesús eres vida, vida que da la paz, la alegría y la fuerza que tanto deseamos como Felipe. Compromiso: Al final del Evangelio dice Jesús que aquello que pidamos en su nombre lo concederá. Que la primera petición sea justamente esa: Jesús, quiero estar contigo, permíteme conocerte más.

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Lectio Divina. Lunes 6 de mayo de 2019. “Jesús, alimento que no perece”. Invocación al Espíritu Santo: Ven, Creador, Espíritu amoroso. Ilustra con tu luz nuestros sentidos, del corazón ahuyenta la tibieza, haznos vencer la corporal flaqueza, con tu eterna virtud fortalecidos. Por ti, nuestro enemigo desterrado, gocemos de paz santa duradera, y siendo nuestro guía en la carrera, todo daño evitemos y pecado. Amén. Lectura. Juan capítulo 6, versículos 22 al 29: Después de la multiplicación de los panes, cuando Jesús dio de comer a cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el lago. Al día siguiente, la multitud, que estaba en la otra orilla del lago, se dio cuenta de que allí no había más que una sola barca y de que Jesús no se había embarcado con sus discípulos, sino que estos habían partido solos. En eso llegaron otras barcas desde Tiberíades al lugar donde la multitud había comido el pan. Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaúm para buscar a Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo llegaste acá?” Jesús les contestó: “Yo les aseguro que ustedes no me andan buscando por haber visto señales milagrosas, sino por haber comido de aquellos panes hasta saciarse. No trabajen por ese alimento que se acaba, sino por el alimento que dura para la vida eterna y que les dará el Hijo del hombre; porque a este, el Padre Dios lo ha marcado con su sello”. Ellos le dijeron: “¿Qué necesitamos para llevar a cabo las obras de Dios?” Respondió Jesús: “La obra de Dios consiste en que crean en aquel a quien él ha enviado”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: La gente para ver a Jesús rema varios kilómetros en el lago de Tiberíades, y cuando, al fin, lo encuentran, los recibe con un reproche: “ustedes me buscan porque comieron hasta llenarse, y no porque hayan entendido las señales milagrosas”. No han entendido el significado espiritual del milagro; solo ven la ganancia material, y la capacidad que tiene Jesús para resolver sus problemas humanos. Meditación: Hace mucho tiempo, vivía en un pueblo una aldeana muy hermosa. Todos querían esposarla pero ella sentía que nadie le aseguraba verdadero amor. Así, se le acercó el mercader más rico diciéndole: “Te amaré a pesar de tu pobreza”. Pero como en sus palabras no encontró verdadero amor prefirió no casarse. Después se le acercó un gran general y le dijo: “ Me casaré contigo a pesar de las distancias que nos separen”. Pero tampoco aceptó la hermosa aldeana. Más tarde se le acercó el emperador a decirle: “Te aceptaré en mi palacio a pesar de tu condición de mortal”. Y también rehusó la muchacha a casarse porque tampoco veía en él un amor desinteresado. Hasta que un día se le acercó un joven y le dijo: “Te amaré a pesar... de mí mismo”. Y como en sus palabras encontró un amor verdadero y sincero, optó por casarse con él.

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Ojalá que en nuestra vida suceda lo mismo. Que estemos buscando a Dios por amor desinteresado. Que le ofrezcamos nuestro amor a pesar de nosotros mismos. No busquemos a Dios por el alimento perecedero como lo buscaban las personas que menciona el evangelio. Es claro que nosotros no buscamos a Dios por un alimento material, pues sabemos y experimentamos que ese hay que ganárselo. Pero sí podríamos acercarnos a Cristo buscando alguna ganancia personal. Pidiéndole cosas que en lugar de acercarnos a nuestra santificación nos aleja. Tal vez vemos en Jesús un genio que nos concederá deseos si pronunciamos una fórmula mágica que nosotros llamamos “oración”. Cristo ve nuestras intenciones y sabe por qué le pedimos las cosas, conoce porqué le seguimos y porqué le buscamos. Busquemos a Cristo en la Eucaristía de forma desinteresada. No a pesar de... lo que nos pueda gustar o disgustar de Él, sino sabiendo que la Eucaristía es el punto privilegiado del encuentro del amor hacia nosotros, de forma desinteresada, a pesar de nuestra condición de mortal y a pesar de nuestra pobreza. Oración: Señor tú has dicho que: “No trabajen por la comida que se acaba, sino por la comida que permanece y que les da vida eterna”. Ayúdame, Jesús, a obrar con rectitud de intención; es decir, con la intención recta, con la intención correcta, porque es la que perdura, porque es la Tuya. Ayúdame a buscar en todo momento tu voluntad, y a ponerla en práctica con todo el entusiasmo posible. Contemplación: ¿Qué es lo que nos falta para creer en Aquel que Dios ha enviado? Lo que nos falta es fe. Por su revelación, “Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos para invitarlos a la comunión consigo y en ella recibirlos” (Dei Verbum número 2). La respuesta adecuada a esta invitación es la fe. Por la fe, el hombre somete completamente su inteligencia y su voluntad a Dios. Con todo su ser, el hombre da su asentamiento a Dios que revela. La sagrada escritura llama “obediencia de la fe” a esta respuesta del hombre a Dios que revela. Obedecer en la fe, es someterse a la palabra escuchada, porque su verdad está garantizada por Dios, la Verdad misma. De esta obediencia, Abraham es el modelo que nos propone la Sagrada Escritura. La Virgen María es la realización perfecta de la misma (Catecismo de la Iglesia Católica números 142 al 144). Esa fe que es antorcha para la vida del cristiano. Cuando todo se oscurece, el creyente puede seguir andando sin temor porque lo alumbra la fe. La fe es la balanza segura en la que podemos descubrir lo que vale más para nuestra vida. La fe nos impulsa a desear las cosas del cielo... Y, si tenemos poca luz o nos falta por completo, pidámosela a Dios, Él es el Padre bueno que concede a sus hijos todo lo que le piden. Compromiso: Jesús, a veces yo también me muevo con entusiasmo para buscarte. Pero ¿con qué intención?

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Lectio Divina. Martes 7 de mayo de 2019. “No fue Moisés, sino mi Padre, quien les da el verdadero pan del cielo”. Invocación al Espíritu Santo: Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía tu Espíritu y serán creados. Y renovarás la faz de la tierra. Oh Dios, que has instruido los corazones de los fieles con la luz del Espíritu Santo, concédenos según el mismo Espíritu conocer las cosas rectas y gozar siempre de sus divinos consuelos. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén. Lectura. Juan capítulo 6, versículos 30 al 35: La gente le preguntó a Jesús: “¿Qué señal vas a realizar tú, para que la veamos y podamos creerte? ¿Cuáles son tus obras? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Les dio a comer pan del cielo”. Jesús les respondió: “Yo les aseguro: No fue Moisés quien les dio pan del cielo; es mi Padre quien les da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que baja del cielo y da la vida al mundo”. Entonces le dijeron: “Señor, danos siempre de ese pan”. Jesús les contestó: “Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed”. Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: Esta parte del Evangelio de San Juan que hemos escuchado hoy, es parte central en el discurso sobre el pan de vida que pronuncia Jesús, que es una continuación del quinto signo de Jesús, en donde camina sobre las aguas, y tiene mucha relación con la multiplicación de los panes que acaba de pasar. La gente seguía buscando a Jesús y al encontrarlo entablan un diálogo con Él, pues todavía no entendían los signos que Jesús acababa de hacer en su presencia. Meditación: Jesús quiso dejarnos como señal para creer en él (y sobre todo para amarle) la Eucaristía. Es lo más precioso que tenemos en la Iglesia: es Cristo mismo. No es solo un símbolo, un adorno, un rito: es la presencia real del Señor entre nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Jesucristo quiso quedarse bajo forma de pan, pero dejó claro que ese es el verdadero pan del cielo. La Eucaristía es el alimento que elimina eficazmente el hambre más profunda del hombre, le comunica con Dios y le hace partícipe de su felicidad. Si deja en el alma algo de hambre, esta solo es de repetirlo de nuevo. En la vida de los santos encontramos como denominador común un gran amor hacia la Eucaristía. Ellos encontraron allí, por la fe, a Jesús, el Señor de sus vidas. Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí... Jesucristo habló con suma claridad, no hay espacio para interpretaciones ambiguas. Él está en el pan eucarístico y nos está esperando a todos los que sentimos hambre y sed en nuestras almas. Oración:

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Señor, no permitas nunca que te llegue a negar. Que ante todos y ante cualquier circunstancia sepa ser fiel a mi fe. Para lograrlo no me canso de pedirte que me llenes con tu amor, para que siempre pueda responderte con generosidad y firmeza, especialmente en los momentos de más dificultad. Contemplación: La Palabra del Señor debe motivarnos a aceptar el mensaje de Jesús, sabiendo que él no rompe con Moisés y el Antiguo testamento, sino que viene a darle perfección. En su predicación, Jesús da un sentido nuevo a los hechos y signos de la Antigua Alianza (Catecismo de la Iglesia Católica número 1151); pues en el Nuevo Testamento, Dios se revela a sí mismo y el designio de benevolencia que él mismo ha preestablecido desde la eternidad en Cristo a favor de los hombres, haciéndolos partícipes de la vida divina (Catecismo de la Iglesia Católica números 50 al 69); la Eucaristía es fuente y culmen de toda la vida cristiana (Catecismo de la Iglesia Católica número 1324). Jesús te invita a participar de ese pan. Compromiso: Hacer una visita a Cristo Eucaristía para agradecerle su comprensión, misericordia y amor.

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Lectio Divina. Miércoles 8 de mayo de 2019. “La voluntad de mi Padre consiste en que todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna”. Invocación al Espíritu Santo: Espíritu Santo, llena nuestra vida con tu luz, para poder iluminar y guiar a los demás; asístenos con tu gracia para reconocer tu rostro en los que nos rodean y no rechazar a nadie. Inspira nuestros pensamientos, para que hablemos a los demás de Ti. Espíritu Santo, fuente de luz: ilumínanos. Lectura. Juan capítulo 6, versículos 35 al 40: Jesús dijo a la multitud: “Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed. Pero como ya les he dicho: me han visto y no creen. Todo aquel que me da el Padre viene hacia mí; y al que viene a mí yo no lo echaré fuera, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y la voluntad del que me envió es que yo no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite en el último día. La voluntad de mi Padre consiste en que todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna y yo lo resucite en el último día”. Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: En el Evangelio del día de ayer, veíamos como le gente pide un signo más grande a Jesús, con la finalidad de creer en Él. Hoy Jesús se presenta como el pan de vida, pero la gente parece que tiene poca fe, pues a pesar de ver los prodigios del Señor no creen. Jesús los invita a que hagan la voluntad de Dios para que puedan tener parte en la vida eterna. Meditación: Todo el que vea al Hijo de Dios y crea en Él, es decir, quien lo reconoce y acoge mediante la fe, tendrá la vida eterna y resucitará en el último día. La fe es un don de Dios que nos dispone para asentir a las verdades reveladas por Dios. No es algo que se logre por un mero esfuerzo humano. Pero es necesaria nuestra colaboración con Dios. Dios ha querido sentir necesidad de nosotros. Hay cristianos que son como esos cantos redondos de los ríos, que a lo mejor llevan años dentro del agua, pero se rompen y en su interior están completamente secos. La falta no está en el cristianismo sino en esos corazones que son como el de los judíos del evangelio: “han visto pero no han creído”. Nada hemos de valorar tanto como este regalo de la fe. Por defender la fe, se da incluso la vida, como tantas veces ha ocurrido a lo largo de los siglos. Pero no nos sintamos solos. Cristo nos espera con los brazos abiertos, porque quien camina hacia Él por la fe, nunca será rechazado. Oración:

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Pidámosle al Señor, que nos permita vivir siempre según su mandato, según su ejemplo. Que no caigamos en la tentación de dividir nuestra vida en porciones sagradas y profanas. Que tengamos en cuenta que hemos sido llamados a dar testimonio con nuestra vida toda y que por lo tanto esta debe ser consagrada a Jesús desde que amanece…Pidámosle también que nos dé la fortaleza, porque sin él esta misión sería imposible; en cambio con su ayuda la victoria está asegurada. Basta ponernos en sintonía con la Voluntad del Padre y hacerla nuestra. Debemos reconocer que para poder llegar al Padre necesitamos de la fe, pidamos al Señor que aumente en nosotros el don de la fe, y nos preguntamos ¿Qué tan firme es la fe que tengo? ¿Qué situaciones hacen que mi fe se tambalee? ¿Qué tanto me he esforzado por hacer la voluntad de Padre? Contemplación: Una reconfortante promesa realizada por Jesús a todos los que creemos en Él y nuevamente la Revelación de la Voluntad del Padre. Él quiere que tengamos vida eterna y la ofrece a quienes veamos y creamos en Jesús. Se trata pues de creer, de tener fe. Pero esta solo se puede poner de manifiesto mediante nuestras obras. Ellas hablan por nosotros. Si tenemos fe, si creemos viviremos de un modo que nos pondrá en evidencia. Esta evidencia, este testimonio, es el mejor indicador de nuestra fe y hará que otros vean y crean. En la plenitud de los tiempos, Dios Padre envió a su Hijo como Redentor y Salvador de los hombres caídos en el pecado, convocándolos en su Iglesia, y haciéndolos hijos suyos de adopción por obra del Espíritu Santo y herederos de su eterna bienaventuranza (Catecismo de la Iglesia Católica número 1 y 25). Compromiso: Para que recibir la Eucaristía nunca se convierta en un acto rutinario, hoy (y siempre) me prepararé lo mejor posible para recibirla y agradeceré a Dios su infinito amor.

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Lectio divina. Jueves 9 de mayo de 2019. Todos serán discípulos de Dios. Invocación al Espíritu Santo: Espíritu Santo, tú que ofreciste la sangre de Cristo al Padre para purificar nuestras conciencias de las obras muertas, y dar culto al Dios vivo; fortalécenos para que acudamos siempre a Cristo como Salvador que nos redimió con su muerte y resurrección, concédenos mantener siempre nuestra fe en él y en lo que nos tiene prometido. Amén. Lectura. Juan capítulo 6, versículos 44 al 51: Jesús dijo a los judíos: “Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre, que me ha enviado; y a ese yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: Todos serán discípulos de Dios. Todo aquel que escucha al Padre y aprende de él, se acerca a mí. No es que alguien haya visto al Padre, fuera de aquel que procede de Dios. Ese sí ha visto al Padre. Yo les aseguro: el que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Sus padres comieron el maná en el desierto y sin embargo, murieron. Este es el pan que ha bajado del cielo para que, quien lo coma, no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre, y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida”. Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: En el Evangelio de ayer, Jesús se nos presenta como el pan de vida, y nos dice lo que tenemos que hacer si lo aceptamos como pan de vida y los buenos resultados para nosotros. Hoy nos dice que para poder llegar a la vida eterna en unidad al Padre, es necesaria la fe, que es un regalo de Dios, y quien no la tenga debe pedirla de manera constante. Meditación: Tenemos hambre, hambre de Dios. Necesitamos el pan de vida eterna. Quizás hemos probado otros banquetes y hemos descubierto que no sacian nuestro deseo plenamente. Pero Cristo se revela como el alimento que necesitamos, el único que puede colmar nuestras necesidades y darnos la fuerza para el camino. El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que en la comunión recibimos el pan del cielo y el cáliz de la salvación, el Cuerpo y la Sangre de Cristo que se entregó para la vida del mundo. Como el cuerpo es sostenido por el alimento, así nuestra alma necesita de la Eucaristía. Cristo baja del cielo al altar, por manos del sacerdote. Viene a nosotros y espera que también nosotros vayamos a Él, que le busquemos con frecuencia para recibirle, para visitarle en el Sagrario. Es pan de vida eterna, según su promesa: Que todo el que ve al Hijo y cree en Él tenga la vida eterna. Quien vive sostenido por la Eucaristía, crece progresivamente en unión con Dios, y viéndole en este mundo bajo el velo de las especies del pan y el vino, nos preparamos para contemplarle cara a cara en la vida futura.

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Oración: Señor te pedimos que nos sigas dando la luz del Espíritu Santo para poder comprender los significados que escapan a nuestros ojos, como lo es el misterio de la Eucaristía, de entender que Jesús ha venido al mundo no para castigarnos, sino para redimirnos, liberarnos del pecado y ofrecernos la vida eterna que el Padre tiene preparada para nosotros en donde hay una habitación preparada para cada uno. Gracias por alimentarnos con el pan del cielo y enviar a tu Hijo para que nos alimente. ¿Cuánto me esfuerzo por participar en la Eucaristía de manera adecuada, para poder comprender el misterio que encierra? Y en ¿qué acciones demuestro que quiero recibir el pan de la vida que Dios me ofrece por medio de su Hijo Jesucristo? Contemplación: Jesús afirma que “nadie ha visto a Dios” (Juan capítulo 6, versículo 46; capítulo 1, versículo 18). O sea, Dios no es, ni puede ser, objeto de nuestro conocimiento. Los humanos no podemos conocer si no es “objetivando” todo lo que entra en nuestra cabeza. Pero Dios no es un “objeto”. Sabemos de Dios y encontramos a Dios en Jesús. En lo más humano de Jesús encontramos lo más divino, la Ley de Dios, la voluntad de Dios, lo que Dios quiere de nosotros. Podemos conocer a Dios por medio de la creación y de la persona humana (Catecismo de la Iglesia Católica número 31 al 36). La Eucaristía es anticipación de la gloria celestial: “Partimos un mismo pan, que es remedio de inmortalidad, antídoto para no morir, para vivir por siempre en Jesucristo” (San Ignacio de Antioquía). Compromiso: Acercarme a la Eucaristía debidamente preparado y con la máxima frecuencia posible.

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Lectio Divina. Viernes 10 de mayo de 2019. “Jesús, alimento de vida eterna”. Invocación al Espíritu Santo: Rey celestial, Consolador, Espíritu de la verdad, que estás presente en todas partes y lo llenas todo, Tesoro de todo bien y Fuente de vida, ven y haz de nosotros tu morada, purifícanos de toda mancha y salva nuestras almas, Tú que eres bueno. Amén. Lectura. Juan capítulo 6, versículos 52 al 59: Los judíos se pusieron a discutir entre sí: “¿Cómo puede este darnos a comer su carne?”. Jesús les dijo: “Yo les aseguro: Si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no podrán tener vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él. Como el Padre, que me ha enviado, posee la vida y yo vivo por él, así también el que me come vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo; no es como el maná que comieron sus padres, pues murieron. El que come de este pan vivirá para siempre”. Esto lo dijo Jesús enseñando en la sinagoga de Cafarnaúm. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: He aquí el discurso eucarístico en el que el protagonista es Jesús que se da en comida y bebida, y la respuesta del hombre es comer su carne y beber su sangre. Meditación: ¡Qué extraño nos parece la gente que habla de cosas que nadie entiende! Con razón los coetáneos de Cristo pensaron que Él se había vuelto loco: cómo estaba eso de comer su carne y beber su sangre, ¿no es esto un acto de canibalismo? Y todavía son más enigmáticas las palabras del Maestro que nos promete la verdadera vida por este Cuerpo y esta Sangre. Y es que muchas veces los discursos de Dios, en las lágrimas nunca enjugadas de una persona abandonada y explotada, en las decepciones y fracasos, en las ingratitudes e incomprensiones, nos parecen contradictorios. Es entonces cuando brillan las paradojas de Dios, que promete alegría sufriendo, paz al que es perseguido, gloria al que es despreciado. Esto es lógico, pues sabemos por la Revelación que el pecado original vino a corromper la orden entre nuestras facultades espirituales y sensitivas. Nos encontramos en contradicción muchas veces entre nuestras potencias irascibles, concupiscibles y racionales. ¿Qué hacer? El Evangelio de hoy nos abre la puerta que comienza a iluminar nuestro camino sembrado de dolores y tinieblas: nos enseña el camino de la Fe.

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Solo a esta luz se puede contemplar este pasaje. Comer el Cuerpo de Cristo, significa saciar nuestra hambre de felicidad que tantas veces buscamos en lugares que lo único que nos traen es vacío y desengaño. Nuestra alma, nuestra vida pide alimento y solo Dios puede saciarlo, lo demás se acaba, se marchita, acaba por no saciarnos. Beber la Sangre de Cristo, participar de la Eucaristía es asistir al único momento aquí en la tierra donde es posible unir lo finito con lo infinito, el tiempo con la eternidad. Pidamos la fe, para que podamos hacer una verdadera experiencia de Cristo, pues uno nunca valorará lo que nunca ha conocido, ni podrá esperar en aquello de lo que nunca ha hecho experiencia. Cada cristiano ha recibido desde su bautismo la hermosa misión de sembrar, nos abre a la dimensión del apostolado, que no significa otra cosa que compartir el tesoro más grande que hemos recibido. Mas nadie da lo que no tiene. Es un hecho que la gente está sedienta de Dios. Es evidente la falta de principios en la juventud, la falta de ideales. Hoy más que nunca nos da la impresión de que la flor espléndida y lozana de la juventud se ha trocado en un museo de energía congelado o casi fosilizado. Es muy común encontrar personas que piensan que hubiera sido mejor no haber venido a la existencia. Es entonces cuando nuestra labor apostólica cobra sentido pues en esos momentos podemos compartir la convicción de que solo aquel que ha hecho la experiencia de sentirse amado puede encontrar un sentido a su propia vida. ¿O no es esto el secreto en el matrimonio, en el noviazgo o la vida religiosa? Solo la Eucaristía nos abre a la esperanza de una vida que no se acaba aquí abajo, que solo se encuentra en quien ha aprendido a amar, es decir que ha entendido lo que significa caer en tierra cual semilla que lentamente se pudre para dar fruto. Oración: Señor en este corto peregrinar de nuestra vida, ante las sombras que amenazan oscurecer nuestra verdadera alegría, ante la desorientación y la falta de luz en nuestras vidas y en la sociedad, concédeme la gracia de tener siempre encendida la antorcha de la fe, para que en cada contacto con cada persona seas tú el que vuelva a encender esa llama, ese fuego y esa pasión que nace de aquellos corazones que han hecho una verdadera experiencia del amor de un Dios que no se cansa de esperar ni de amar con locura. Contemplación: Jesús es el Hijo de Dios, la Palabra hecha carne (confrontar Juan capítulo 1, versículo 14), verdadero Dios y verdadero hombre, prueba del amor de Dios a los hombres. Su vida es una entrega radical de sí mismo a favor de todas las personas, consumada definitivamente en su muerte y resurrección. Por ser el Cordero de Dios, Él es el salvador (Documento de Aparecida numeral 102). Compromiso: Hacer de mi próxima Eucaristía un momento de adoración y gratitud por tanto amor de Dios.

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Lectio Divina. Sábado 11 de mayo de 2019. “Discípulos verdaderos”. Invocación al Espíritu Santo: Ven Espíritu Santo Creador, ven a visitar el corazón y llena con tu gracia viva y eficaz nuestras almas, que Tú creaste por amor. Danos a nuestro Padre conocer, a Jesús, el Hijo comprender, y a ti Dios que procedes de tu mutuo amor te creemos con sólida y ardiente fe. Amén. Lectura. Juan capítulo 6, versículos 60 al 69: Muchos discípulos de Jesús dijeron al oír sus palabras: “Este modo de hablar es intolerable, ¿quién puede admitir eso?”. Dándose cuenta Jesús de que sus discípulos murmuraban, les dijo: “¿Esto los escandaliza? ¿Qué sería si vieran al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da la vida; la carne para nada aprovecha. Las palabras que les he dicho son espíritu y vida, y a pesar de esto, algunos de ustedes no creen” (En efecto, Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo habría de traicionar). Después añadió: “Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede”. Desde entonces, muchos de sus discípulos se echaron para atrás y ya no querían andar con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: “¿También ustedes quieren dejarme?” Simón Pedro le respondió: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna; y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: El Evangelio nos lleva a reflexionar sobre la oración del Padrenuestro, la oración perfecta porque fue el mismo Cristo quien la enseñó a sus discípulos y a toda su Iglesia, que la reza en todo el mundo en forma incesante. Jesús la enseña, es el Maestro quien debe enseñar a los discípulos. Uno de los discípulos, al observar su recogimiento, le ruega que les enseñe a hablar con Dios, Jesús responde: Padre, santificado sea tu nombre… (Lucas, capítulo 11) y a esta petición añade el ejemplo del amigo que “llama a la puerta y se le abre”. Meditación: Hay que desconfiar de los que venden la felicidad a bajo precio, como sospechamos cuando en el mercado nos brindan la fruta o el pescado casi regalados, seguros de que están podridos o rancios. Ninguna felicidad verdadera es barata. La felicidad que Cristo nos ofrece es tan luminosa y clara que mucha gente no la ve. Muchos la confunden con estrellas del antojo e ilusiones superficiales y endebles. Pero, claro, cuando a veces esta felicidad verdadera se oculta, se acobardan, se alejan, se amedrentan y como muchos de los discípulos no admiten y ven como inadmisibles las palabras de Jesús. ¿Por qué? Porque eran unos discípulos que buscaban la felicidad barata de los milagros, de los panes y peces gratis, que buscaban y estaban con Jesús mientras no se presentaba ninguna cuesta arriba.

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Todas las aventuras con Cristo son calvarios, cuestan. Pero el que se embarque con Él será verdaderamente feliz aunque no vivirá despreocupado y comodón. Habrá cosas que ignorará y no comprenderá, pero quien persevera hasta el final se salvará. Será verdadera y eternamente feliz. Oración: Señor, hemos recibido tanto de Ti, hemos oído y reflexionado tu Palabra, no quiero ni murmurar ni vacilar, no quiero cerrarme y dejarme dominar por la incredulidad, por nada quiero abandonarte, no quiero mirar, ni dar un paso atrás, al contrario, quiero ir contigo y quiero en el silencio del corazón decirte: “Señor, ¿a quién vamos a ir, sino a ti?”. Heme aquí, Señor, que voy…. Contemplación: Me pongo en el lugar de Pedro ante Jesús. ¿Qué respuesta doy a Jesús que me pregunta?: “¿También tú quieres irte?”. Me pongo en el lugar de Jesús. Hoy. Mucha gente está dejando de ir con Jesús. ¿Es culpa de quién? Compromiso: Me daré espacio en el día para tener un momento de oración personal, un diálogo espontáneo con Dios. En Familia rezar juntos el Padrenuestro a la hora de la comida, tratando de hacer una pausa en cada una de las peticiones para reflexionarla y tratar de hacerla vida.

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Lectio Divina. Domingo 12 de mayo de 2019. “Mis ovejas me conocen y siguen”. Invocación al Espíritu Santo: Espíritu Santo, Amor del Padre y del Hijo, inspírame siempre: lo que he de pensar, lo que he de decir, como lo he de decir, lo que he de callar, lo que he de escribir, lo que he de hacer, para obtener tu gloria, el bien de las almas y mi propia santificación. Buen Jesús, en ti he puesto toda mi confianza. Amén. Lectura. Juan capítulo 10, versículos 27 al 30: Jesús dijo a los judíos: “Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás; nadie las arrebatará de mi mano. Me las ha dado mi Padre, y él es superior a todos. El Padre y yo somos uno”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Meditación: Cristo es el verdadero pastor, que realiza el modelo más alto de amor por el rebaño: Él dispone libremente de su vida, nadie se la quita, sino que la dona a favor de las ovejas. En abierta oposición a los falsos pastores, Jesús se presenta como el verdadero y único pastor del pueblo: el mal pastor piensa en sí mismo y explota a las ovejas; el pastor bueno piensa en sus ovejas y se dona a sí mismo. A diferencia del mercenario, Cristo pastor es un guía pensativo que participa en la vida de su rebaño, no busca otro interés, no tiene otra ambición que la de guiar, alimentar y proteger a sus ovejas. Y todo esto al precio más alto, el del sacrificio de la propia vida. En la figura de Jesús, buen pastor, nosotros contemplamos la Providencia de Dios, su preocupación paterna por cada uno de nosotros. La consecuencia de esta contemplación de Jesús Pastor verdadero y bueno es la exclamación de asombro conmovido que encontramos en la segunda Lectura de la liturgia de hoy: “Mirad qué amor nos ha tenido el Padre, mirad qué amor nos ha tenido el Padre, …” Es realmente un amor sorprendente y misterioso, porque donándonos Jesús como Pastor que da la vida por nosotros, ¡el Padre nos ha dado todo lo más grande y precioso que podía darnos! Es el amor más alto y más puro, porque no está motivado por ninguna necesidad, no está condicionado por ningún cálculo, no es atraído por ningún deseo de intercambio interesado. Frente a este amor de Dios, nosotros experimentamos una alegría inmensa y nos abrimos al reconocimiento por lo que hemos recibido gratuitamente (Papa Francisco Regina Coeli, IV Domingo de Pascua 2014). Oración: Buen Jesús, pastor y guía de nuestras almas, protégenos en cada instante de la vida para que no perezcamos ante las tentaciones del enemigo, que con sus disfraces de bondad, hoy, como en tiempos antiguos, sigue engañando hombres y mujeres convirtiéndolos por ende en sus instrumentos, para que escuchando tu voz, ni ellos ni nosotros seamos arrebatados de tu mano. Amén. Contemplación: El origen eterno del Espíritu se revela en su misión temporal. El Espíritu Santo es enviado a los apóstoles y a la Iglesia tanto por el Padre en nombre del Hijo, como por el Hijo en persona, una vez que vuelve junto al Padre.

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El envío de la persona del Espíritu tras la glorificación de Jesús revela en plenitud el misterio de la Santísima Trinidad (Catecismo de la Iglesia Católica número No. 244). Compromiso: Discernir hoy mis acciones, pensamientos, sentimientos y palabras iluminándolos con la Palabra de Dios.

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Lectio Divina. Lunes 13 de mayo de 2019. “Yo soy la puerta de las ovejas”. Invocación al Espíritu Santo: Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor; envía Señor tu espíritu y todo será de nuevo creado y se renovará la faz de la tierra. Oh Dios que has iluminado los corazones de tus fieles con la Luz del Espíritu Santo, haz que este mismo Espíritu nos haga gustar y amar el bien y nos llene siempre del gozo de tus consuelos divinos. Por Cristo nuestro Señor. Amén. Lectura. Juan capítulo 10, versículos 1 al 10: Jesús dijo a los fariseos: “Yo les aseguro que el que no entra por la puerta del redil de las ovejas, sino que salta por otro lado, es un ladrón, un bandido; pero el que entra por la puerta, ese es el pastor de las ovejas. A ese le abre el que cuida la puerta, y las ovejas reconocen su voz; él llama a cada una por su nombre y las conduce afuera. Y cuando ha sacado a todas sus ovejas, camina delante de ellas, y ellas lo siguen, porque conocen su voz. Pero a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños”. Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron lo que les quería decir. Por eso añadió: “Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes que yo, son ladrones y bandidos; pero mis ovejas no los han escuchado. Yo soy la puerta; quien entre por mí se salvará, podrá entrar y salir y encontrará pastos. El ladrón solo viene a robar, a matar y a destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: Jesús se describe mediante dos alegorías, la del pastor y la de la puerta. En ambas se trata la distinta relación existente por un lado entre los fariseos y la gente a la que gobiernan, y por otro entre Jesús y los creyentes. Se pretende afirmar la seguridad de las ovejas por su pertenencia a Jesús y su acceso seguro a la salvación. Jesús es el buen Pastor que sustituirá a los pastores asalariados. Él no explota a sus ovejas sino que está a su servicio, da su vida por ellas, las conoce individualmente con un conocimiento amoroso. Meditación: Pronunciar el nombre de Cristo, escucharle y reconocerle en nuestro interior, solo nace de las almas que verdaderamente han hecho esa experiencia amorosa con Él. Una experiencia que no se reduce a un simple recitar de oraciones, o a un compromiso obligatorio dominical, sino que más bien se eleva a un contacto frecuente e íntimo con el Señor en la oración de todos los días, en el trabajo cotidiano, e incluso, en los sufrimientos que podamos padecer y ofrecer por amor a Él. Las almas que buscan la verdadera fuente de la felicidad en Cristo saben que solamente en su interior, donde Dios se hace paz, alegría, serenidad, gozo, se encuentra la verdadera e íntima amistad con Él. Son esas ovejas que entran por la puerta de la renuncia y del sacrificio, que escuchan el llamado personal del Buen Pastor, y que

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le siguen por los caminos por donde Él las lleva, siempre con la única finalidad y deseo de estar con Él delectándose con su dulce compañía. Oración: La parábola del Buen Pastor me permite recordar que Tú eres quien debe guiar mi vida. Buscas mi bien y por eso me invitas a entrar por la puerta de la fe, para que pueda realmente tener un encuentro personal contigo en la oración y mi vida sacramental. Ayúdame a nunca temer, que me atreva a abrir, entrar y recorrer el camino que me señalas, porque es el camino a la felicidad. Contemplación: Como buenos padres de familia es necesario seguir actuando de corazón “según la imagen del Buen Pastor, es decir; es necesario estar particularmente atentos en ofrecer el divino bálsamo de la fe, sin descuidar el ‘pan material’ (Documento de Aparecida numeral 550). Compromiso: Renovar mi compromiso de meditar diariamente, para vivir de acuerdo con la Palabra de Dios.

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Lectio Divina. Martes 14 de mayo de 2019. “Jesús es mi amigo”. Invocación al Espíritu Santo: Escúchanos, Espíritu Santo, tú que eres nuestro amigo. Tú que estás siempre cerca de nosotros, llena nuestros corazones de tu amor. Te damos gracias, oh Padre, porque cuando Jesús volvió contigo nos enviaste al Espíritu Santo para que ocupara su puesto. Aunque no podemos verle, sabemos que está actuando en el mundo, en todo lo que es bueno y santo, y en nuestras vidas para que cumplamos tu voluntad. Envíanos al Espíritu Santo, te rogamos, para que moldee nuestras vidas y nos guíe siempre. Lectura. Juan capítulo 15, versículos 9 al 17: Jesús dijo a sus discípulos: “Como el Padre me ama, así los amo yo. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecen en mi amor; lo mismo que yo cumplo los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea plena. Este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande a sus amigos que el que da la vida por ellos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a ustedes los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que le he oído a mi Padre. No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los ha elegido y los ha destinado para que vayan y den fruto y su fruto permanezca, de modo que el Padre les conceda cuanto le pidan en mi nombre. Esto es lo que les mando: que se amen los unos a los otros”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: De la relación que ofrece entre la vid y los sarmientos, se muestra claramente la necesidad de una íntima relación entre Jesús y los que creen en él. De esta relación se deduce que la salvación no se opera de modo mágico, y por eso se insiste en la necesidad de permanecer, de dar frutos, de guardar los mandamientos, de amarse mutuamente. Meditación: El pasaje evangélico de este domingo es una perfecta continuación de la semana pasada. No solo en cuanto al tema, sino también en los versículos de la liturgia. Hace ocho días, el Evangelio nos ofrecía para nuestra meditación la bella alegoría de la Vid y los sarmientos (Juan capítulo 15, versículos 1 al 8). Y hoy la Iglesia nos presenta la aplicación de ese discurso: cómo podemos vivir unidos a Cristo para ser buenos sarmientos y buenos amigos suyos (Juan capítulo 15, versículos 9 al 17). “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo. Permaneced en mi amor”, nos dice nuestro Señor. Al meditar en la alegoría de la Vid, sentíamos la necesidad apremiante de permanecer unidos a Jesús para tener vida y para llevar frutos de eternidad. Y ahora el Señor nos va a mostrar el camino: “Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y

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permanezco en su amor” (Juan capítulo 15, versículo 10). El modo de vivir unidos a Él es por medio del amor. Pero un amor hecho obras, real y operante. Un amor de puras palabras o discursos bonitos es un amor platónico y vacío por dentro. Un amor de puros sentimientos, propósitos y buenas intenciones es falso, engañoso y estéril. No es real. Es una farsa y una pantomima. Ya lo decían nuestros abuelos con una expresión muy plástica: “El camino del infierno está empedrado de buenas intenciones”. No bastan los “quisieras” para ser buenos cristianos y verdaderos discípulos del Señor. Se necesita un “quiero” rotundo, operante y con todas sus consecuencias. Se cuenta que, en una ocasión, le preguntó la hermanita pequeña a santo Tomás de Aquino, cuando todavía este era muy joven: “Oye, Tomás, ¿qué tengo yo que hacer para ser santa?”. Ella esperaba una respuesta muy complicada y profunda; pero el santo le respondió: “Hermanita, para ser santa basta querer”. Querer. Pero quererlo de verdad; o sea, poniendo todos los medios para lograrlo, con la ayuda de Dios; que las obras y los comportamientos respalden y confirmen luego nuestros propósitos. La sabiduría popular lo ha condensado en la conocidísima sentencia: “Obras son amores... que no buenas razones”. Y “del dicho al hecho, hay mucho trecho”. ¡Tenemos que acortar ese trecho para mostrarle al Señor que de verdad le amamos con las obras! Así lo hizo Él: “lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor”. Solo así construiremos nuestra casa sobre roca, y no sobre arenas movedizas (Mateo capítulo 7, versículos 21 al 27). Pero el Señor nos concreta aún más el camino. Si cumplimos sus mandamientos -nos dice- permanecernos en su amor. ¿Y cuáles son sus mandamientos? “Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado”. ¡La caridad hacia el prójimo! Durante su vida pública nos dijo muchísimas veces que “el primer mandamiento es amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos”, y que no había un mandamiento mayor que este (Marcos capítulo 12, Marcos capítulo 29 al 31). La caridad es el centro de las bienaventuranzas y de toda su doctrina: “Por eso, cuanto quisiereis que os hagan a vosotros los hombres, hacédselo vosotros a ellos, porque en esto consiste toda la Ley y los Profetas” (Mateo capítulo 7, versículo 12). En esto resume toda su enseñanza. Y no solo nos lo dijo con su predicación, sino que así nos lo demostró con sus obras: siempre amando, sirviendo, curando, perdonando, acercando a los hombres a Dios, predicando el amor con sus palabras y, sobre todo, con sus actitudes y comportamientos hacia todas las personas. “Pasó haciendo el bien”, resumió san Pedro la vida del Señor (Hechos capítulo 10, versículo 38). La caridad es el núcleo de la Buena Nueva, de todo el Evangelio. Este es SU mandamiento nuevo, el signo distintivo por el que todos reconocerían a sus discípulos (Juan capítulo 13, versículos 34 al 35). Y es tan fundamental este precepto del amor al prójimo que esta será la principal materia del juicio final: “En verdad os digo que cuantas veces hicisteis eso a uno de estos mis hermanos menores, a mí me lo hicisteis” (Mateo capítulo 25, versículo 40). San Juan de la Cruz, comentando este pasaje, afirma con cierto aire de poesía: “En el atardecer de la vida, seremos juzgados sobre el amor”. Oración: Señor, te damos gracias por darnos tanto amor, por habernos llamado a la existencia. Gracias por elegirnos de entre los hombres, a pesar de nuestra condición de pecado. Gracias por llamarnos a una vocación tan excelsa, por invitarnos a formar parte de la divinidad. No permitas que nuestro egoísmo y pereza nos aparte de ese plan de amor, antes bien danos la gracia de corresponder con amor y generosidad. Amén. Contemplación: Veamos qué nos dice el Documento de Aparecida en el numeral 132: El siervo no tiene entrada a la casa de su amo, menos a su vida. Jesús quiere que su discípulo se vincule a él como “amigo” y como “hermano”. El “amigo” ingresa a su Vida, haciéndola propia. El amigo escucha a Jesús, conoce al Padre y hace fluir su Vida (Jesucristo) en la propia existencia (confrontar Juan capítulo 15, versículo 14), marcando la relación con todos

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(confrontar Juan capítulo 15, versículo 12). El “hermano” de Jesús (confrontar Juan capítulo 20, versículo 17) participa de la vida del Resucitado, Hijo del Padre celestial, por lo que Jesús y su discípulo comparten la misma vida que viene del Padre, aunque Jesús por naturaleza (confrontar Juan capítulo 5, versículo 26; y capítulo 10, versículo 30) y el discípulo por participación (confrontar Juan capítulo 10, versículo 10). Compromiso: Haré una visita al Santísimo y experimentaré su presencia y su amor.

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Lectio Divina. Miércoles 15 de mayo de 2019. “Luz del mundo y Palabra del Padre”. Invocación al Espíritu Santo: Señor Jesús hoy que estamos en tu presencia a través de tu palabra, queremos que nos envíes tu Santo Espíritu para poder comprender y vivir tu mensaje de salvación que nos transmites hoy. Amén. Lectura. Juan capítulo 12, versículos 44 al 50: Exclamó Jesús con fuerte voz: “El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado; el que me ve a mí, ve a aquel que me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz, para que todo el que crea en mí no siga en tinieblas. Si alguno oye mis palabras y no las pone en práctica, yo no lo voy a condenar; porque no he venido al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo. El que me rechaza y no acepta mis palabras, tiene ya quien lo condene: las palabras que yo he hablado lo condenarán en el último día. Porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que mi Padre, que me envió, me ha mandado lo que tengo que decir y hablar. Y yo sé que su mandamiento es vida eterna. Así, pues, lo que hablo, lo digo como el Padre me lo ha dicho”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: En este pasaje de hoy nos ofrece una nueva identificación de Jesús, pues en él afirma Cristo abiertamente: “Yo he venido al mundo como luz, y así el que cree en mí no quedará en tinieblas”. El pasaje pertenece al final de la primera mitad del evangelio de Juan o libro de los signos, que concluye constatando la incredulidad de los judíos. Meditación: Me gusta pensarme como una barca. Una barca pequeña, frágil. Una barca en medio del mar de la vida. Hermoso, sí; pero al mismo tiempo tremendo. Un mar que se presenta sereno y generoso en sus frutos. Pero que es terrible en su cólera. La travesía por el mar, sin duda fascinante, resulta peligrosa. Durante la noche y la borrasca es fácil perder el puerto y no llegar a la otra orilla. En medio de este mar fluctuante y caprichoso, es necesario encontrar un punto fijo, un guía seguro. Y es en este momento cuando lo encontramos, o mejor dicho, se nos revela. Jesús nos lo dice clarísimo: Yo soy la luz de este mundo. Él es nuestro faro. Faro de esperanza y salvación. Este Faro nos señala dónde está el puesto seguro y, además, traza el camino con su luz. Un camino estrecho, pero claro. Durante la travesía, las sirenas de nuestro egoísmo y sensualidad nos llamarán para separarnos del camino. ¡Cuidado! Recuerda que solo Cristo es el Camino.

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Por si esto fuera poco, contamos con otro auxilio. San Bernardo intuyó muy bien al invocar a María como “Estrella de los mares”. San Bernardo exhortaba así a los cristianos: “Si alguna vez te alejas del camino de la luz y las tinieblas te impiden ver el Faro, mira la Estrella, invoca a María. Si se levantan los vientos de las tentaciones, si te ves arrastrado contra las rocas del abatimiento, mira a la estrella, invoca a María. (...) Que nunca se cierre tu boca al nombre de María, que no se ausente de tu corazón”. No dudemos ni un solo instante de pedir su maternal cariño y protección. Si la sigues, no te desviarás; si recurres a ella, no desesperarás. Si Ella te sostiene, no vendrás abajo. Nada temerás si te protege; con su favor llegarás a puerto. Oración: Señor Jesús ayúdanos a glorificar a Dios Padre esa luz eterna que se ha manifestado en ti, para que cuando creamos en ti caminemos a la luz de tu verdad. Concede señor que tu luz brille siempre en nosotros para que nuestras obras resplandezcan ante el mundo y te den gloria en el corazón de nuestros hermanos, fortaleciendo a cuantos luchan por un mundo mejor. Contemplación: Para nuestra contemplación nos ayudaremos de algunos números del Documento Verbum Domini. *Jesús se manifiesta con toda su singularidad precisamente en relación con la Palabra de Dios. Él, en efecto, en su perfecta humanidad, realiza la voluntad del Padre en cada momento; Jesús escucha su voz y la obedece con todo su ser; él conoce al Padre y cumple su palabra (Juan capítulo 8, versículo 55); nos cuenta las cosas del Padre (Juan capítulo 12, versículo 50); les he comunicado las palabras que tú me diste (Juan capítulo 17, versículos 8). * Los cristianos han sido conscientes desde el comienzo de que, en Cristo, la Palabra de Dios está presente como Persona. La Palabra de Dios es la luz verdadera que necesita el hombre. Sí, en la resurrección, el Hijo de Dios surge como luz del mundo. Ahora, viviendo con él y por él, podemos vivir en la luz. Compromiso: Terminamos esta Lectio Divina repitiendo durante toda la jornada esta frase: “Oh Jesús, todo lo que haces, nos maravilla”.

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Lectio Divina. Jueves 16 de mayo de 2019. “El siervo no es más que su amo”. Invocación al Espíritu Santo: Espíritu Santo, dulce huésped del alma, muéstranos el sentido profundo de tu palabra y prepara nuestro espíritu para entenderlo con fe, en la esperanza de la cual tú nos invitas a vivir, y en la caridad que no espera recompensa. Espíritu Santo fuente de luz… Lectura. Juan capítulo 13, versículos 16 al 20: Después de lavarles los pies a sus discípulos, Jesús les dijo: “Yo les aseguro: el sirviente no es más importante que su amo, ni el enviado es de mayor que quien lo envía. Si entienden esto y lo ponen en práctica, serán dichosos. No lo digo por todos ustedes, porque yo sé a quiénes he escogido. Pero esto es para que se cumpla el pasaje de la Escritura, que dice: El que comparte mi pan me ha traicionado. Les digo esto ahora, antes de que suceda, para que, cuando suceda, crean que Yo soy. Yo les aseguro: el que recibe al que yo envío, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me ha enviado”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: El texto evangélico de hoy, no sin influencias de los evangelios sinópticos, es un comentario a la escena que precede inmediatamente. Siendo el maestro y el Señor, Cristo se ha humillado a un gesto de esclavo: lavar los pies a sus discípulos. Meditación: Estamos en el tiempo pascual, que es el tiempo de la glorificación de Jesús. El Evangelio que acabamos de escuchar nos recuerda que esta glorificación se realizó mediante la pasión (...) Judas sale del Cenáculo para cumplir su plan de traición, que llevará al Maestro a la muerte: precisamente en ese momento comienza la glorificación de Jesús. El evangelista san Juan lo da a entender claramente: de hecho, no dice que Jesús fue glorificado solo después de su pasión, por medio de la resurrección, sino que muestra que su glorificación comenzó precisamente con la pasión (Benedicto XVI, Homilía, domingo 2 de mayo de 2010). En este pasaje evangélico, el Maestro, nos invita entrañablemente a ser fieles a su amor, a no dejarle solo, a no fallarle. Judas es aquel de quien el Señor dijo: “El que come mi pan ha alzado contra mí su talón”. Ese apóstol no abrió su corazón a Jesús de par en par, no creyó en el Hijo de Dios y prefirió el camino del egoísmo y del amor propio. Ser fiel a Jesucristo significa creer en Él cuando la sombra de la cruz se acerca a las puertas de nuestra vida. Creer en el Señor es acoger a quienes Él envía.

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Oración: Te damos gracias, Dios nuestro, por ejemplo de humilde servicialidad que Cristo nos dejó, él nos dio un mandamiento de amor fraterno para ser contados entre sus amigos y conocer el secreto del Reino. Contemplación: *El cristiano comprometido que piensa, habla y actúa como Cristo participará necesariamente en su destino de humillación y de gloria. *Cuando Dios revela, el hombre tiene que “someterse con la fe” (confrontar Romanos capítulo 16, versículo 26; Romanos capítulo 1, versículo 5; 2ª de Corintios capítulo 10, versículos 5 al 6), por la que el hombre se entrega entera y libremente a Dios, le ofrece “el homenaje total de su entendimiento y voluntad”, asintiendo libremente a lo que Él ha revelado. *La relación entre Cristo, Palabra del Padre, y la Iglesia no puede ser comprendida como si fuera solamente un acontecimiento pasado, sino que es una relación vital, en la cual cada fiel está llamado a entrar personalmente. En efecto, hablamos de la presencia de la Palabra de Dios entre nosotros hoy: “Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta al fin del mundo” (Mateo capítulo 28, versículo 20). Compromiso: Al terminar esta Lectio te sugiero estas preguntas para una responsabilidad más plena a la palabra. El siervo no es mayor que su señor. ¿Cómo hago de mi vida un servicio permanente a los otros? Jesús sabe convivir con las personas que no lo aceptaban. ¿Yo lo consigo?

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Lectio Divina. Viernes 17 de mayo de 2019. Creer en Jesús es creer en el Padre… Invocación al Espíritu Santo: Oh, Espíritu Santo en un acto de abandono ante tu presencia pido que nos otorgues la confianza en ti, ayúdanos a vivir seguros de la fortaleza que Tú nos das para cumplir lo que nos inspiras. Ilumina Señor cada día más nuestros pensamientos y nuestro modo de entender las cosas. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio ahora siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Espíritu Santo fuente de Luz, ilumínanos. Lectura. Juan capítulo 14, versículos 1 al 6: Jesús dijo a sus discípulos: “No pierdan la paz. Si creen en Dios, crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones. Si no fuera así, yo se lo habría dicho a ustedes, porque voy a prepararles un lugar. Cuando me vaya y les prepare un sitio, volveré y los llevaré conmigo, para que donde yo esté, estén también ustedes. Y ya saben el camino para llegar al lugar a donde voy”. Entonces Tomás le dijo: “Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?” Jesús le respondió: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre si no es por mí”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: El texto que acabamos de leer es la instrucción que Jesús hace a sus discípulos tras la partida de Judas. El evangelista utiliza para exponer esta situación la incomprensión de las palabras de Jesús por parte de los discípulos; Jesús hace afirmaciones que mueven a los discípulos a hacer preguntas. Las preguntas que los discípulos hacen son también el pie para que Jesús presente una explicación más detallada sobre el camino que seguirá hacia el Padre. En la explicación Jesús se presenta a sí mismo como el único camino para llegar al Padre y las obras que él realiza atestiguan sus palabras; por tanto los discípulos deben de confiar plenamente en las palabras que les ha dicho Jesús. Meditación: Cuando alguien ama a una persona y la ve en problemas, lo primero que le viene a la mente es: “no te preocupes, yo te ayudaré”. ¿Cuánta alegría siente el corazón, al escuchar estas palabras? Mucha paz da que el hombre sienta el apoyo de aquel que ama, además porque se nos presenta como una ayuda querida. Esto es lo mismo que Cristo ha visto en sus discípulos. “No se turbe vuestro corazón”, les ha dicho y continúa a decírnoslo cada día. Él es la Paz, la Bondad, la Felicidad. Él nos dará los consuelos necesarios en los momentos de mayores dificultades en nuestra vida. Cristo quiere que le pidamos la gracia de la paz del alma, de la tranquilidad de la vida, de la sencillez con la que viven los niños, despreocupados de todo, metidos solo en lo que están haciendo en ese momento. Las dificultades se presentarán, pero si tenemos a Cristo, que es la Paz, será más fácil sobrellevarlas.

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Vivamos con la sencillez de quien sabe que todo lo recibe de Aquél a quien ama, y le cuida en todo momento. Oración: Señor, al meditar tu palabra en este día nuestra mirada quiere centrarse en la figura de tus discípulos y queremos ser en esta oración parte de ellos, ya que sus esperanzas y su falta de preparación para llevar adelante la misión que les has confiado parecen ser las mismas que nosotros experimentamos o hemos experimentado. Señor nuestro, queremos agradecerte el mensaje que nos has regalado en este día, tu palabra siempre será fuerza para seguir en el camino que tú nos has trazado, será también humildad para acoger la verdad que nos has revelado y será el anhelo de disfrutar algún día de la vida eterna en aquella habitación que nos has preparado. Te pedimos Señor que aumentes nuestra fe para que logremos comprender tus designios y que hagamos a un lado aquello que nos estorba para comprender tus designios y hacer tu voluntad. Así sea. Contemplación: En nuestra contemplación de la Palabra que hemos reflexionado, la fe tiene una importancia grande, por ello, nos ayudará la Exhortación Apostólica Verbum Domini del Papa Benedicto XVI sobre la Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia publicada en Roma el 30 de septiembre del 2010: * El cristianismo es una religión de la Palabra de Dios no de una palabra escrita y muda, sino del Verbo encarnado y vivo (7). * La fe apostólica testifica que la Palabra eterna se hizo uno de nosotros. La Palabra divina se expresa verdaderamente con palabras humanas (11). * Cuando Dios revela, el hombre tiene que someterse con fe, por la que el hombre se entrega entera y libremente a Dios, le ofrece el homenaje total de su entendimiento y voluntad, asintiendo libremente a lo que Él ha revelado (25). * La respuesta propia del hombre al Dios, que habla, es la fe. La fe, con la que abrazamos de corazón la verdad que se nos ha revelado y nos entregamos totalmente a Cristo, surge precisamente por la predicación de la Palabra divina: la fe nace del mensaje, y el mensaje consiste en hablar de Cristo. La historia de la salvación en su totalidad nos muestra de modo progresivo este vínculo íntimo entre la Palabra de Dios y la fe, que se cumple en el encuentro con Cristo (25). * La fe adquiere la forma del encuentro con una Persona a la que se confía la propia vida (25). Nuestra misión hoy es ser presencia de Dios en un mundo donde Dios está ausente. Demos vida eterna revelando a la gente el rostro y el corazón de Jesús.

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Lectio Divina. Sábado 18 de mayo de 2019. “El que me ve a , ve al Padre”. Oración: Espíritu Santo, Amor del Padre y del Hijo, inspírame siempre: lo que he de pensar, lo que he de decir, cómo lo he de decir, lo que he de callar, lo que he de escribir, lo que he de hacer, para obtener tu gloria, el bien de las almas y mi propia santificación. Buen Jesús, en ti he puesto toda mi confianza. Amén. Lectura. Juan capítulo 14, versículos 7 al 14: Jesús dijo a sus discípulos: “Si ustedes me conocen a mí, conocen también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto”. Le dijo Felipe: “Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta”. Jesús le replicó: “Felipe, tanto tiempo hace que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conoces? Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Entonces por qué dices: ‘Muéstranos al Padre’? ¿O no crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que yo les digo, no las digo por mi propia cuenta. Es el Padre, que permanece en mí, quien hace las obras. Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Si no me dan fe a mí, créanlo por las obras. Yo les aseguro: el que crea en mí, hará las obras que hago yo y las hará aún mayores, porque yo me voy al Padre; y cualquier cosa que pidan en mi nombre, yo la haré para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Yo haré cualquier cosa que me pidan en mi nombre”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: Conocer a Jesús es conocer al Padre, verlo a Él con los ojos de la fe es ver al Padre. Conocer es una de las palabras clave del Evangelio de Juan. La unión íntima de Jesús con el Padre implica las palabras, obras, la persona, las tres apuntan y convergen al Padre. Por la fe el creyente se adhiere a Jesús, puede cooperar con su actividad, hacer las obras de Jesús. Meditación: “La comunidad cristiana está integrada por hombres que, reunidos en Cristo, son guiados por el Espíritu Santo en su peregrinar hacia el reino del Padre” (Gaudium et Spes 1) El Santo Padre describe al cristiano como un hombre que camina hacia la casa del Padre. Esta meta es la que explica y rige todo su obrar. ¡Queremos ver al Padre! Con esas palabras el cristiano recorre la vida como un verdadero hijo de Dios, como hombre resucitado. De ahí nace un caminar alegre y lleno de esperanza. Bajo ese deseo los mártires pudieron soportar los más atroces tormentos. Y está claro el porqué, pues no es solo un deseo humano noble y bueno, sino una ayuda continua del Espíritu Santo. Como dicen algunos cantos, él es la mano de Dios que cura al hijo enfermo cuando este lo necesita, consuela al afligido, fortalece al débil y cuida al que ya avanza por la vía que conduce al cielo.

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Cristo, con su muerte y resurrección, nos ha donado y asegurado esta esperanza y esta asistencia. No divaguemos más en nuestro caminar. Vayamos a la oración y pidamos al Padre que nos permita vivir con el deseo de llegar a Él al final de la vida, amparados por su misericordia y guiados por su Espíritu de Amor. Oración: Señor, concédenos la gracia de conocerte cada día más y vivir de acuerdo con el Evangelio. Que cada momento y gesto de nuestra vida refleje tu persona y que seamos verdaderos portadores de tu mensaje. Que nuestra caridad sincera manifieste el verdadero amor de Dios. Contemplación: Veamos qué nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica: La invocación de Dios como “Padre” es conocida en muchas religiones. La divinidad es con frecuencia considerada como “padre de los dioses y de los hombres”. En Israel, Dios es llamado Padre en cuanto Creador del mundo (confrontar Deuteronomio capítulo 32, versículo 6; Mateo capítulo 2, versículo 10). Pues aún más, es Padre debido a la alianza y del don de la Ley a Israel, su “primogénito” (Éxodo capítulo 4, versículo 22). Es llamado también Padre del rey de Israel (confrontar 2ª de Samuel capítulo 7, versículo 14). Es muy especialmente “el Padre de los pobres”, del huérfano y de la viuda, que están bajo su protección amorosa (confrontar Salmo 68, versículo 6). Al designar a Dios con el nombre de “Padre”, el lenguaje de la fe indica principalmente dos aspectos: que Dios es origen primero de todo y autoridad transcendente y que es al mismo tiempo bondad y solicitud amorosa para todos sus hijos. Esta ternura paternal de Dios puede ser expresada también mediante la imagen de la maternidad (confrontar Isaías capítulo 66, versículo 13; Salmo 131, versículo 2) que indica más expresivamente la inmanencia de Dios, la intimidad entre Dios y su criatura. El lenguaje de la fe se sirve así de la experiencia humana de los padres que son en cierta manera los primeros representantes de Dios para el hombre. Pero esta experiencia dice también que los padres humanos son falibles y que pueden desfigurar la imagen de la paternidad y de la maternidad. Conviene recordar, entonces, que Dios transciende la distinción humana de los sexos. No es hombre ni mujer, es Dios. Transciende también la paternidad y la maternidad humanas (confrontar Salmo 27, versículo 10), aunque sea su origen y medida (confrontar Efesios capítulo 3, versículo 14; Isaías capítulo 49, versículo 15): Nadie es padre como lo es Dios. Compromiso: Trataré de discernir la presencia de Dios en mi vida para vivir en su presencia.

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Lectio Divina. Domingo 19 de mayo de 2019. “ a e e a se lla e ser rande”. Invocación al Espíritu Santo: Espíritu Santo, Tú que ofreciste la sangre de Cristo al Padre para purificar nuestras conciencias de las obras muertas, y dar culto al Dios vivo; fortalécenos para que acudamos siempre a Cristo como Salvador que nos redimió con su muerte y resurrección, concédenos mantener siempre nuestra fe en Él y en lo que nos tiene prometido. Así sea. Lectura. Mateo capítulo 13, versículos 31 al 33 y 34 al 35: Cuando Judas salió del cenáculo, Jesús dijo: “Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo y pronto lo glorificará. Hijitos, todavía estaré un poco con ustedes. Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado; y por este amor reconocerán todos que ustedes son mis discípulos”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: El objetivo de estas parábolas es revelar, por medio de comparaciones, el misterio del Reino de Dios presente en la vida del pueblo. Las parábolas del grano de mostaza y de la levadura son gemelas, en ambas se subraya el contraste entre sus comienzos insignificantes y un final desbordante. La presencia del Reino es ahora germinal, es una realidad que comienza, va naciendo, pero su fuerza transformadora ha prendido ya en la historia de forma irreversible. Meditación: Muchas veces he escuchado decir que el mandamiento que Cristo nos dejó en la Última Cena es “nuevo” porque está todavía sin estrenar, y que si los cristianos y la gente de buena voluntad realmente lo viviéramos, el mundo sería mucho mejor, más humano y feliz. Es verdad. Pero tampoco seamos tan pesimistas y digamos que “está todavía sin estrenar”. Gracias a Dios, hay muchos buenos cristianos que viven el mandamiento de la caridad y, gracias a ellos, el mundo no es más cínico y cruel de lo que ya es. Gracias a los santos y al testimonio de tantos hombres y mujeres, todavía podemos vivir en este mundo con alegría y esperanza: ¡porque aún existe el amor! Y tenemos tantísimos ejemplos de esta gran verdad. Lo que pasa es que la gente buena no hace noticia. Solo los escándalos, las guerras, las injusticias y el mal encuentran eco en la prensa y en los medios de comunicación masiva, salvo muy raras excepciones. Nos gusta leer chismes y noticias “amarillistas”. Pero no olvidemos que existen legiones enteras de cristianos que se dedican a sembrar el bien y a repartir amor por doquier sin esperar ninguna recompensa. ¡Gracias al cielo! ¿Qué sería del mundo sin las hijas de la caridad de la Madre Teresa de Calcuta? ¿O sin tantas almas buenas que se pasan la vida entera sirviendo a los pobres, a los enfermos, a los huérfanos, a los marginados y a los

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moribundos en todos los rincones del planeta: en los hospitales, en las cárceles, en los asilos, en las barricadas, en los campos de refugiados, en las escuelas y en las parroquias, lo mismo de las grandes metrópolis de Occidente que de las tierras de misión y los suburbios del tercer mundo? Recordemos hoy el maravilloso testimonio de tantos sacerdotes, misioneros, religiosos, religiosas y laicos del pueblo de Dios que se desviven por ayudar a aquellos que no son nada a los ojos del mundo y de la sociedad opulenta, egoísta y utilitarista del siglo XXI. ¡Tenemos muchos santos en nuestra Iglesia Católica, de todas las épocas de la historia, que han sido verdaderos mártires de la caridad cristiana! Por citar solo algunos nombres conocidos, allí están Francisco y Clara de Asís, Juan de Dios, Vicente Ferrer, Francisco de Sales, Juana de Chantal, Vicente de Paúl, Camilo de Lelis, Isabel de Hungría, Don Bosco, Maximiliano María Kolbe, el Padre Damián, Charles de Foucald y tantísimos otros hombres y mujeres cuya lista sería interminable... San Felipe Neri, fundador del Oratorio, se dedicaba a educar en la fe a niños y adolescentes pobres que recogía de la calle y los llevaba a su casa o a la parroquia para atenderlos en sus necesidades materiales. Pero tenía que hacer con frecuencia diversos recorridos por la ciudad para pedir limosna y poder proveer a sus muchachos del alimento necesario. En una ocasión, recibió una agria negativa de parte de un señor muy rico. Como el santo sabía que ese hombre poseía bastantes riquezas, insistió y volvió a tocar la puerta de la casa. El señor salió molesto y furioso, lo insultó y lo escupió en la cara. San Felipe, sin inmutarse, se limpió el rostro y le dijo: “Bien, eso ha sido para mí. ¿Y qué me va a dar para mis muchachos?”. Aquí tenemos otro ejemplo de lo que es la auténtica caridad cristiana, que sabe servir, ayudar al necesitado, perdonar las ofensas y seguir amando, sin guardar odios ni resentimientos. Porque la caridad que Cristo nos enseñó es hacer el bien sin esperar recompensa. Así tendremos un gran premio en el cielo y seremos hijos de nuestro Padre celestial, que es bueno con todos, también con los malos y los ingratos. Se cuenta una bella historia de san Hugo, obispo de Grenoble. Se retiraba de vez en cuando a la Cartuja Mayor para vivir, bajo la guía de san Bruno, como un religioso más. En cierta ocasión le tocó ser compañero de celda de un monje llamado Guillermo -es costumbre, como se sabe, que los cartujos vivan de dos en dos en cada habitación-. Pues fray Guillermo se quejó amargamente del obispo ante san Bruno. ¿Cuál fue su queja? Que, con gran pesar suyo, el santo obispo realizaba las faenas más humildes y penosas, y se portaba no como compañero, sino como criado, prestándole los servicios más bajos. Por ello, rogó insistentemente a san Bruno que moderara aquella humildad y solicitud del santo obispo y diera orden de que las labores humildes de la celda fuesen compartidas igualmente por los dos. San Hugo, a su vez, suplicaba también con insistencia a san Bruno que le permitiera satisfacer su devoción y entregarse con solicitud al servicio de su hermano. Tales son las contiendas de los santos. Nuestro Señor nos dijo que la caridad sería la señal con la que nos distinguirían que somos realmente sus discípulos. ¿A cuántos de nosotros se nos distingue, efectivamente, por la práctica de esta virtud? Y es que la caridad es como el resumen y la culminación de muchísimas otras virtudes. No en vano nuestro Señor la llamó “su mandamiento nuevo”, la plenitud de la Ley, el primero y el más grande de todos los mandamientos, hasta el punto de equipararla con el amor a Dios, ya que, como nos recuerda san Juan: “Si uno dice amar a Dios, pero aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues el que no ama a su hermano, a quien ve, no es posible que ame a Dios, a quien no ve” (Primera de Juan capítulo 4, versículo 20). Y Jesús nos dijo que lo que hiciéramos a uno de estos, sus humildes hermanos, lo habríamos hecho a Él en persona (Mateo capítulo 25, 40). San Pablo, por su parte, nos recuerda que “la caridad es paciente, es benigna, no es envidiosa, no es jactanciosa, no se hincha; no es descortés, no busca lo suyo, no se irrita, no piensa mal; no se alegra de la injusticia, se complace en la verdad; todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera… Ahora permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza, la caridad; pero la más excelente de ellas es la caridad” (1ª de Corintios capítulo 13, versículos 4 al 7 y 13).

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La caridad es perdón, es comprensión, es bondad de corazón; es incapaz de negar nada y está siempre atenta para prestar un servicio a los demás. La caridad no piensa mal, no habla mal, no quiere mal a nadie, ni siquiera a nuestros enemigos o a los que nos ofenden y maltratan. ¡Qué hermosa virtud, pero cuánto heroísmo requiere en ocasiones, cuánta abnegación nos exige y cuánto olvido de nosotros mismos para ayudar a nuestros prójimos! Oración: El protagonismo hace presa en todos, oh Señor. Tampoco yo soy ajeno a él. Te agradezco que me hagas comprender que soy, ciertamente, necesario, pero no indispensable. Te doy gracias por repetirme que solo en comunión contigo, oh fuerza mía, lo puedo todo y participo en el milagro de producir resultados grandiosos cuyos frutos nutren todo mi ser de manera profunda. Necesito que me lo recuerden, para aprender esa verdadera sabiduría que me hace vivir como si todo dependiera de mí y, al mismo tiempo, como si todo dependiera de ti. Contemplación: “La oración es la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes”. ¿Desde dónde hablamos cuando oramos? ¿Desde la altura de nuestro orgullo y de nuestra propia voluntad, o desde “lo más profundo” (Salmo 130, versículo 14) de un corazón humilde y contrito? El que se humilla es ensalzado (confrontar Lucas capítulo 18, versículos 9 al 14). La humildad es la base de la oración. “Nosotros no sabemos pedir como conviene” (Romanos capítulo 8, versículo 26). La humildad es una disposición necesaria para recibir gratuitamente el don de la oración: el hombre es un mendigo de Dios (Catecismo de la Iglesia Católica numeral 2559). Compromiso: Hoy me trabajaré en la humildad y la sencillez. Haré un momento de oración en el que le pida especialmente a Dios estas dos virtudes.

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Lectio Divina. Lunes 20 de mayo de 2019. El que ama a Dios cumple sus mandamientos. Oración: “Ven, Espíritu creador, visita las almas de los fieles, e inunda con tu gracia los corazones que tú creaste. Ilumíname y hazme conocer lo bueno para obrarlo y lo malo para detestarlo por el don de la Sabiduría. Intensifica mi vida interior por el don del Entendimiento. Aconséjame en mis dudas por el don del Consejo. Dame la energía necesaria en la lucha contra mis pasiones, por el don de la Fortaleza. Envuelve todo mi proceder en un ambiente sobrenatural, por el don de la Ciencia. Haz que me sienta hijo tuyo en todas las vicisitudes de la vida y acuda a ti, por el don de la Piedad. Concédeme que te venere y ande con cautela en el sendero del bien, guiado por el don del santo Temor a Dios”. Amén. Lectura. Juan capítulo 14, versículos 21 al 26: Jesús dijo a sus discípulos: “El que acepta mis mandamientos y los cumple, ese me ama. Al que me ama a mí, lo amará mi Padre, yo también lo amaré y me manifestaré a él”. Entonces le dijo Judas (no el Iscariote): “Señor, ¿por qué razón a nosotros sí te nos vas a manifestar y al mundo no?” Le respondió Jesús: “El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos en él nuestra morada. El que no me ama no cumplirá mis palabras. Y la palabra que están oyendo no es mía, sino del Padre, que me envió. Les he hablado de esto ahora que estoy con ustedes; pero el Consolador, el Espíritu Santo que mi Padre les enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo cuanto yo les he dicho”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: Es parte del discurso continuado por Jesús, donde anuncia su regreso próximo, para estar con sus discípulos cuando resucite de entre los muertos. Entonces la presencia del Padre y de Jesús será plena en los que lo aman. Es el segundo anuncio del Espíritu Consolador que presenta al Espíritu como el “maestro” que recordará y descubrirá en toda su profundidad la enseñanza de Jesús y la verdad, que es el mismo Jesús. Meditación: El que tiene mis mandamientos y los guarda, ese es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él. Y entonces Judas le dice que por qué no se manifiesta también al mundo y no solo a ellos. ¡Qué respuesta de Cristo! No me manifestaré solo a ustedes sino a todo aquel que me ame, es decir que guarde mis mandamientos por amor, y no solo me manifestaré sino que además vendré a él y haré morada en él... ¿Qué gracia más grande podemos pedir? Tener a Dios dentro de nosotros, es una experiencia única. No nos la podemos perder. Es la mejor oferta que alguien te puedo hacer. Pues, ¿quién puede ofrecernos algo mejor que Dios mismo habite en nuestra alma? Es tanto como adelantarnos y vivir el cielo por anticipado, y eso sí que es excepcional, una vida terrena llena de cielo y por si fuera poco, una eternidad vivida junto a él. Lo único que

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tienes que hacer para vivir así, con sabor a cielo, es guardar sus mandamientos, vivir amando a Dios sobre todas las cosas. La verdad es que no es fácil, amar a Dios sobre todas las cosas, no es fácil, pero llena el alma de felicidad. Es un camino difícil pero no complicado, Cristo lo ha caminado primero y está dispuesto a caminarlo contigo otra vez. Cuando te cueste, cuando te parezca imposible, mira a Cristo crucificado, y está seguro de que su amor es suficiente para darte fuerzas. Entre los que somos cristianos, el desaliento, la desesperanza, no caben, porque sabemos que si es verdad la primera parte, cruz, sufrimiento, dolor... no es menos verdad la segunda, felicidad, resurrección, esperanza, amor... Con inmensa emoción deberíamos recibir las palabras de Cristo en este evangelio. ¡Lo tenemos en el corazón! Sí, lo tenemos, cuando estamos en vida de gracia, cuando lo amamos cumpliendo sus mandamientos. En la vida hay cosas que son esenciales, como por ejemplo: amar, es más, es lo esencial, pues al final de la vida nos van a juzgar de lo que hayamos hecho por Dios y por nuestros hermanos los hombres, dicho en otras palabras, nos van a juzgar de cuánto hayamos amado... Sí, hay que amar, es maravilloso, para eso fuimos creados, para amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. Y ahí tenemos el camino: Guardar sus mandamientos. Oración: Jesús, te damos gracias porque has dado respuesta a nuestras interrogantes, manifestándote como Hijo, y en tu persona misma nos has revelado al Padre que tanto nos ama y nos muestra los medios necesarios para unirnos con él cumpliendo los mandamientos y escuchando tu Palabra. Ayúdanos a no desfallecer en nuestra lucha constante por escucharte y meditar cuanto nos dices en la Sagrada Escritura y en los acontecimientos de la vida diaria, continúa enviando al Espíritu Santo que guía e ilumina nuestros pasos para que la enseñanza que un día nos dejas en tus palabras continúe prolongándose y germinando en más corazones que quieran acoger al Padre, por medio del Hijo, iluminados por el Espíritu Consolador. Contemplación: Veamos lo que nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica en el numeral 2054: Jesús recogió los diez mandamientos, pero manifestó la fuerza del Espíritu operante ya en su letra. Predicó la ‘justicia que sobrepasa la de los escribas y fariseos’ (Mateo capítulo 5, versículo 20), así como la de los paganos (Mateo capítulo 5, versículos 46 al 47). Desarrolló todas las exigencias de los mandamientos: ‘han oído que se dijo a los antepasados: No matarás... Pues yo les digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal’ (Mateo capítulo 5, versículos 21 al 22). Catecismo de la Iglesia Católica numeral 2055: Cuando le hacen la pregunta: ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley? (Mateo capítulo 22, versículo 36), Jesús responde: ‘Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas’ (Mateo capítulo 22, versículos 37 al 40; Deuteronomio capítulo 6, versículo 5; Levítico capítulo 19, versículo 18). El Decálogo debe ser interpretado a la luz de este doble y único mandamiento de la caridad, plenitud de la Ley. Catecismo de la Iglesia Católica numeral 101: En la condescendencia de su bondad, Dios, para revelarse a los hombres, les habla en palabras humanas: “La palabra de Dios, expresada en lenguas humanas, se hace semejante al lenguaje humano, como la Palabra del eterno Padre asumiendo nuestra débil condición humana, se hizo semejante a los hombres “ (Dei Verbum número 13). Catecismo de la Iglesia Católica numeral 736: Gracias a este poder del Espíritu Santo los hijos de Dios pueden dar fruto. El que nos ha injertado en la Vid verdadera hará que demos “el fruto del Espíritu que es caridad,

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alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza” (Gálatas capítulo 5, versículos 22 al 23). “El Espíritu es nuestra Vida”: Cuanto más renunciamos a nosotros mismos (Mateo capítulo 16, versículos 24 al 26), más “obramos también según el Espíritu” (Gálatas capítulo 5, versículo 25): Compromiso: Me esforzaré en no descuidar mi lectura de la Palabra de Dios, e invitar a familiares y amigo a acercarse a ella también, a fin de propiciar un ambiente de cercanía y vivencia de la Palabra.

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Lectio Divina. Martes 21 de mayo de 2019. “Jesús regresa al Padre para mostrarnos su Espíritu”. Invocación al Espíritu Santo: “Ven, Espíritu creador, visita las almas de los fieles, e inunda con tu gracia los corazones que tu creaste. Ilumíname y hazme conocer lo bueno para obrarlo y lo malo para detestarlo por el don de la Sabiduría. Intensifica mi vida interior por el don del Entendimiento, Aconséjame en mis dudas por el don del Consejo. Dame la energía necesaria en la lucha contra mis pasiones, por el don de la Fortaleza. Envuelve todo mi proceder en un ambiente sobrenatural, por el don de la Ciencia. Haz que me sienta hijo tuyo en todas las vicisitudes de la vida y acuda a ti, por el don de la Piedad. Concédeme que te venere y ande con cautela en el sendero del bien, guiado por el don del santo Temor a Dios”. Amén. Lectura. Juan capítulo 14, versículos 27 al 31: Jesús dijo a sus discípulos: “La paz les dejo, mi paz les doy. No se la doy como la da el mundo. No pierdan la paz ni se acobarden. Me han oído decir: ‘Me voy, pero volveré a su lado’. Si me amaran, se alegrarían de que me vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Se lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, crean. Ya no hablaré muchas cosas con ustedes, porque se acerca el príncipe de este mundo; no es que él tenga poder sobre mí, pero es necesario que el mundo sepa que amo al Padre y que cumplo exactamente lo que el Padre me ha mandado”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: Termina el primer discurso con las alusiones a los temas centrales del mismo: la partida y el retorno de Jesús, la relación entre el Padre y el Hijo, también aparece un tema nuevo: la partida de Jesús debe ser motivo de alegría para los discípulos, pues será entonces cuando el Espíritu les haga comprender mejor sus enseñanzas. Meditación: Cristo se está despidiendo. Se acerca su pasión, morirá en la cruz por nosotros, y nos quiere dar las recomendaciones finales, nos quiere dejar las lecciones que él considera más importantes. Primero nos da su paz, y nos dice que no se turbe nuestro corazón porque “me voy pero volveré” y en otro pasaje: “yo estoy y estaré con ustedes, todos los días, hasta el final del mundo...” En él está nuestra paz, es más, él es nuestra paz, y con él a nuestro lado, ¿qué nos puede turbar? Solo nos podemos preocupar por aquello que afecte nuestra amistad con Él o nuestra salvación eterna, lo demás no es esencial. Solo Dios, solo Él. Las últimas dos líneas de este pasaje son las más importantes: “...llega el príncipe de este mundo. No tiene ningún poder sobre mí, pero ha de saber el mundo que amo al Padre y que obro según me ha ordenado”. Dicho en palabras más claras, Cristo está diciendo que el demonio no tiene poder sobre Él, pero que va a morir en la cruz libremente porque quiere que aprendamos, que sepamos que lo más importante es amar a Dios, y amar es

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cumplir sus mandamientos, es obedecerle. Adán y Eva pecaron desobedeciendo, Cristo nos redimió obedeciendo, y obedeciendo por amor. Oración: Señor, agradecemos por el don que nos has regalado, signo de tu presencia entre nosotros que se traduce en una “Paz” que viene de lo alto. Por medio de ella nos acompañas y disipas las tinieblas que pudieran atemorizar nuestro camino, pues con nuestras propias fuerzas no podríamos combatir todo cuanto nos separa de ti. Gracias porque tu regreso al Padre nos garantiza tu Espíritu entre nosotros y nos prepara para comprender mejor todo cuanto nos quieres enseñar para retornar a ti algún día. Ayúdanos a ser signos vivos de tu paz entre los que nos rodean, y a invocar la presencia de tu espíritu que nos enseña y acompaña. Contemplación: Catecismo de la Iglesia Católica numeral 2305: La paz terrenal es imagen y fruto de la paz de Cristo, el ‘Príncipe de la paz’ mesiánica (Isaías capítulo 9, versículo 5). Por la sangre de su cruz, ‘dio muerte al odio en su carne’ (Efesios capítulo 2, versículo 16; confrontar Colosenses capítulo 1, versículos 20 al 22), reconcilió con Dios a los hombres le hizo de su Iglesia el sacramento de la unidad del género humano y de su unión con Dios. ‘Él es nuestra paz’ (Efesios capítulo 2, versículo 14). Declara ‘bienaventurados a los que construyen la paz’ (Mateo capítulo 5, versículo 9). Numeral 659. “Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al Cielo y se sentó a la diestra de Dios” (Marcos capítulo 16, versículo 19). El Cuerpo de Cristo fue glorificado desde el instante de su Resurrección como lo prueban las propiedades nuevas y sobrenaturales, de las que desde entonces su cuerpo disfruta para siempre (confrontar Lucas capítulo 24, versículo 31; Juan capítulo 20, versículos 19 y 26). 689. Aquel al que el Padre ha enviado a nuestros corazones, el Espíritu de su Hijo (confrontar Gálatas capítulo 4, versículo 6) es realmente Dios. Consubstancial con el Padre y el Hijo, es inseparable de ellos, tanto en la vida íntima de la Trinidad como en su don de amor para el mundo. Pero al adorar a la Santísima Trinidad vivificante, consubstancial e indivisible, la fe de la Iglesia profesa también la distinción de las Personas. Cuando el Padre envía su Verbo, envía también su aliento: misión conjunta en la que el Hijo y el Espíritu Santo son distintos pero inseparables. Sin ninguna duda, Cristo es quien se manifiesta, Imagen visible de Dios invisible, pero es el Espíritu Santo quien lo revela. Compromiso: Pediré al Espíritu de Dios que nunca falte la paz en nuestras familias, en nuestro trabajo. Me haré el propósito de no criticar o ser signo de discordia con los que me rodean.

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Lectio Divina. Miércoles 22 de mayo de 2019. “Tiempo de Pascua”. Oración inicial: ¡Oh Dios!, que amas la inocencia y la devuelves a quienes la han perdido; atrae hacia ti el corazón de tus fieles, para que siempre vivan a la luz de tu verdad los que han sido librados de las tinieblas del error. Por nuestro Señor. Jesucristo. Lectura. Juan capítulo 15, versículos 1 al 8: Jesús dijo a sus discípulos: “Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Al sarmiento que no da fruto en mí, él lo arranca, y al que da fruto lo poda para que dé más fruto. Ustedes ya están purificados por las palabras que les he dicho. Permanezcan en mí y yo en ustedes. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante, porque sin mí nada pueden hacer. Al que no permanece en mí se le echa fuera, como al sarmiento, y se seca; luego lo recogen, lo arrojan al fuego y arde. Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y se les concederá. La gloria de mi Padre consiste en que den mucho fruto y se manifiesten así como discípulos míos”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Meditación: Para realizar esto, debéis permanecer unidos a Cristo. Sus palabras son la base de vuestra eficacia: “Yo soy la vid. Vosotros los sarmientos... porque sin mí no podéis hacer nada” (Juan capítulo 15, versículo 5). Él os llama también hoy a un mayor amor, porque os invita a una permanente conversión del corazón. Os llama a una mayor unión con El en su Iglesia, pues es allí donde le encontráis. Y la unión con Cristo en su Iglesia es la condición esencial de toda vuestra eficacia apostólica. Es Cristo quien os confía vuestra misión, una misión que, sin embargo, está coordinada dentro de la unidad de su Cuerpo mediante los Pastores de la Iglesia. Esto explica el gran valor que tiene una amorosa comunión de fe y disciplina con vuestros obispos quienes, como dice la Carta a los Hebreos, “velan sobre vuestras almas, como quien ha de dar cuenta de ellas” (Hechos capítulo 13, versículo 17). Habéis escuchado la Buena Noticia de la salvación y la habéis abrazado con alegría, produciendo frutos de justicia y santidad de vida. Pero es importante que la gracia de la fe se desarrolle en vosotros y en todos los creyentes con la ayuda de Dios, y os conduzca a un conocimiento más profundo de la persona y del mensaje de nuestro Señor Jesucristo. La necesidad de una catequesis sistemática es una de las mayores necesidades de la Iglesia en este momento. Es un gran reto para vosotros como católicos. Como seglares, estáis llamados, individual y colectivamente, a hacer frente a este reto. Entre todas las oportunidades que tenéis abiertas para el ejercicio del apostolado individual, la familia ocupa un lugar de primordial importancia. La familia puede proporcionar una respuesta eficaz a la secularización del mundo; la familia tiene un carisma especial para transmitir la fe y para estimular en su desarrollo una evangelización inicial. Dentro de la intimidad de la familia, cada individuo puede encontrar la oportunidad para

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dar un testimonio personal del amor de Cristo. Los padres tienen el derecho y el deber de catequizar a sus hijos; tienen el inmenso privilegio de ser los primeros en enseñar a sus hijos a rezar. Con palabras de mi predecesor Juan Pablo I, me gustaría “estimular a los padres en su papel de educadores de los hijos; ellos son los primeros catequistas y los mejores. ¡Qué gran tarea tienen y qué reto! Enseñar a sus hijos a amar a Dios, a hacer de este amor una realidad de su vida. Y, por gracia de Dios, qué fácilmente aciertan algunas familias a cumplir la misión de ser primum seminarium; el germen de una vocación al sacerdocio se alimenta a través de la oración familiar, el ejemplo de fe y apoyo de amor” (Discurso en Filipinas de Juan Pablo II el 20 de febrero de 1981). Para la reflexión personal: • ¿Cuáles son las podas o momentos difíciles que he pasado en mi vida y que me ayudarán a crecer? ¿Cuáles son las podas o momentos difíciles que pasamos en nuestra comunidad y nos ayudaron a crecer? • Lo que mantiene viva una planta, capaz de dar frutos, es la savia que la atraviesa. ¿Cuál es la savia que está presente en nuestra comunidad y la mantiene viva, capaz de dar frutos? Oración final: ¡Cantad a Yahvé un nuevo canto, cantad a Yahvé, tierra entera, cantad a Yahvé, bendecid su nombre! (Salmo 96, versículos 1 al 2).

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Lectio Divina. Jueves 23 de mayo de 2019. La alegría de permanecer en el amor de Jesús. Invocación al Espíritu Santo: Ven, Espíritu de amor y de paz. Espíritu de comunión, alma y sostén de la Iglesia, haz que la riqueza de los carismas y ministerios contribuya a la unidad del Cuerpo de Cristo, y que los laicos, los consagrados y los ministros ordenados colaboren en la edificación del único Reino de Dios. Espíritu de consuelo, fuente inagotable de gozo y de paz, suscita solidaridad para con los necesitados, da a los enfermos el aliento necesario, infunde confianza y esperanza en los que sufren, acrecienta en todos, el compromiso por un mundo mejor. Ven, Espíritu de amor y de paz. Lectura. Juan capítulo 15, versículos 9 al 11: Jesús dijo a sus discípulos: “Como el Padre me ama, así los amo yo. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecen en mi amor; lo mismo que yo cumplo los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea plena”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: La vid deja su lugar a aquello que lo justifica en profundidad, el amor que tiene su fuente en el Padre. Habiendo terminado la perícopa sobre la finalidad última que es la glorificación del Padre, Jesús se remonta al origen, al amor con que el Padre lo ha amado y que es la base de su propio amor a los hombres. Meditación: El buen ejemplo de una persona siempre nos deja algo grabado en nuestro corazón. Nos dan ganas de querer imitar sus acciones, incluso superarlas. Qué mejor aun cuando estas acciones van profundamente ligadas a las virtudes que sobrepasa todo aquello que es común y corriente, lo de todos los días. No podemos negar que al ver el trazo de la huella de esas almas que pasan por esta vida no solo haciendo el bien sino que se sacrifican por dar todo de sí, nos hacen querer estar con ellas siempre, experimentamos un cierto magnetismo de tal grado que queremos pisar su rastro. Unos simples pescadores vieron en la arena las huellas de un hombre. Le siguieron y le conocieron; al encontrarlo, les habló mucho más que de una pesca, les hizo conocer los misterios más profundos que los océanos, vieron sus obras, escucharon sus palabras y llegado el momento recibieron el consejo de preparar su alma para imitar su amor. Quien es amado, sabe corresponder amando sin límites, como un padre que no duda en entregar su vida por el hijo. Es en este caso que el Hijo, amando al Padre, da la vida por muchos otros, para que su relación filial como hijos, sea recuperada y vuelva de nuevo la alegría. Por ello, nuestra correspondencia debe ser de donación semejante. La entrega de lo que somos, a aquellos que amamos y conocemos, a los que nos son cercanos, pero también a los que no tenemos ni cercanos en nuestro corazón ni nos son conocidos. Allí radica nuestra alegría: “amor es donación”.

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Oración: Señor, tú que has dicho: Yo soy la vid; ustedes los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ese da mucho fruto; porque separados de mí no pueden hacer nada. Concédenos la gracia de vivir íntimamente unidos a ti para dar frutos de amor y en el último día poder ser hallados dignos de tu presencia, tú que vives y reinas por los siglos de los siglos, Amén. Contemplación: Veamos que nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica en el numeral 1823: Jesús hace de la caridad el mandamiento nuevo. “Amando a los suyos hasta el fin” (Juan capítulo 13, versículo 1), manifiesta el amor del Padre que ha recibido. Amándose unos a otros, los discípulos imitan el amor de Jesús que reciben también ellos. Por eso Jesús dice: “Como el Padre me ama a mí, así los amo yo a ustedes. Permanezcan en mi amor” (Juan capítulo 15, versículo 9). Y también: “este es el mandamiento mío: que se amen unos a otros como yo los he amado”. Compromiso: Trataré de poner en práctica los mandamientos y vivirlos con alegría para ser testimonio de vida.

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Lectio Divina. Viernes 24 de mayo de 2019. La fuerza del amor. Invocación al Espíritu Santo: Humildemente te pido a ti, Señor, que eres la luz verdadera y la fuente misma de toda luz que, meditando fielmente tu Palabra, viva siempre en tu claridad. Por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor. Amén. Lectura. Juan capítulo 15, versículos 12 al 17: Jesús dijo a sus discípulos: “Este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande a sus amigos que el que da la vida por ellos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a ustedes los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que le he oído a mi Padre. No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los ha elegido y los ha destinado para que vayan y den fruto y su fruto permanezca, de modo que el Padre les conceda cuanto le pidan en mi nombre. Esto es lo que les mando: que se amen los unos a los otros”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: Juan presenta ese amor-modelo de Jesús en medio de dos versículos que repiten el mismo mensaje: mi mandamiento es “que se amen unos a otros como yo los he amado”. Entre estos dos versículos, el evangelista presenta las cualidades del amor cristiano ejemplificadas por Jesús: se mide en términos de sacrificio, de obediencia, de autorrevelación y manifestación, de compromiso y de fidelidad. Cuando uno ama de verdad está dispuesto a los mayores sacrificios, a escuchar y obedecer, a revelar sus secretos e intenciones, y a ser fiel a ese amor aunque se presenten fallos humanos. Meditación: En el Cenáculo, Jesús resucitado, enviado por el Padre, comunicó su mismo Espíritu a los Apóstoles y con su fuerza los envió a renovar la faz de la tierra. Salir, marchar, no quiere decir olvidar. La Iglesia en salida guarda la memoria de lo que sucedió aquí; el Espíritu Paráclito le recuerda cada palabra, cada gesto, y le revela su sentido. El Cenáculo nos recuerda el servicio, el lavatorio de los pies, que Jesús realizó, como ejemplo para sus discípulos. Lavarse los pies los unos a los otros significan acogerse, aceptarse, amarse, servirse mutuamente. Quiere decir servir al pobre, al enfermo, al excluido, a aquel que me resulta antipático, al que me molesta. El Cenáculo nos recuerda, con la Eucaristía, el sacrificio. En cada celebración eucarística, Jesús se ofrece por nosotros al Padre, para que también nosotros podamos unirnos a Él, ofreciendo a Dios nuestra vida, nuestro trabajo, nuestras alegrías y nuestras penas…, ofrecer todo en sacrificio espiritual. Y el Cenáculo nos recuerda también la amistad. “Ya no les llamo siervos –dijo Jesús a los Doce–… a ustedes les llamo amigos”. El Señor nos hace sus amigos, nos confía la voluntad del Padre y se nos da Él mismo. Esta

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es la experiencia más hermosa del cristiano, y especialmente del sacerdote: hacerse amigo del Señor Jesús, y descubrir en su corazón que Él es su amigo.” (Homilía de Su Santidad, Papa. Francisco, 26 de mayo de 2014). Oración: ¿Qué me Pide Dios en mi familia? El mandamiento más importante de Jesús es el de amar; es por eso por lo que la invitación que nos hace como familia, es que vivamos en el verdadero amor que no ofrece Él. Y hagamos a un lado el amor materialista y superficial que se puedan dar en nuestras familias, no dejemos que las situaciones de nuestra sociedad acaben con el tesoro que Jesús nos dejó, sino todo lo contrario, hagamos de nuestras familias una verdadera fuente del amor en el cual seamos testimonio para las familias que se encuentra en situaciones difíciles. Mostrarles el verdadero rostro del amor, es responder a la vocación a la que cada uno está llamado, no como siervos sino como amigos. Porque es Jesús quién comparte con nuestra familia los momentos felices que se tienen, pero también es Él quién da las fuerzas en los momentos de desánimo. “Aprender amar es una tarea de todos y de todos los días”. Contemplación: Catecismo de la Iglesia Católica numeral 1337: El Señor, habiendo amado a los suyos, los amó hasta el fin. Sabiendo que había llegado la hora de partir de este mundo para retornar a su Padre, en el transcurso de una cena, les lavó los pies y les dio el mandamiento del amor. Para dejarles una prenda de este amor, para no alejarse nunca de los suyos y hacerles partícipes de su pascua, instituyó la Eucaristía como memorial de su muerte y de su resurrección y ordenó a sus apóstoles celebrarlo hasta su retorno, constituyéndoles entonces sacerdotes del Nuevo testamento. Sin duda alguna la prueba de amor que nos legó Jesús es una gran muestra de que debemos vivir en el amor, para poder vencer todo lo que la vida nos presenta. Cuando se ama de verdad se entrega la vida. Catecismo de la Iglesia Católica numeral 160: El hombre, al creer, debe responder voluntariamente a Dios; nadie debe ser obligado contra su voluntad a abrazar la fe. Dios llama a los hombres a servirle espíritu y en verdad. Catecismo de la Iglesia Católica numeral 2566: Dios es quien primero llama al hombre. Esta iniciativa de amor del Dios fiel es siempre lo primero en la oración, la actitud del hombre es siempre una respuesta. A medida que Dios se revela, y revela al hombre a sí mismo, la oración aparece como un llamamiento recíproco, un hondo acontecimiento de Alianza. Compromiso: Haz Señor que tu amor despierte nuestra fe y concédele la calidad y hondura que tú quieres. Señor te amo, pero ayúdame a demostrártelo, por ello pondré en práctica el mandamiento del amor, y a través de un examen de conciencia reflexionaré sobre aquellas personas que me falta demostrarle el verdadero amor, y tendré una muestra de amor hacia ellas.

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Lectio Divina. Sábado 25 de mayo de 2019. El amor lo puede todo. Invocación al Espíritu Santo: Inunda mi inteligencia con tu luz para conocer: Tu Divina Voluntad. Lo que puedo y debo hacer. Lo que debo y puedo modificar. Lo que no depende de mí cambiar. Cómo debo conducirme en los acontecimientos de la vida. Lectura. Juan capítulo 15, versículos 18 al 21: Jesús dijo a sus discípulos: “Si el mundo los odia, sepan que me ha odiado a mí antes que a ustedes. Si fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya; pero el mundo los odia porque no son del mundo, pues al elegirlos, yo los he separado del mundo. Acuérdense de lo que les dije: ‘El siervo no es superior a su señor’. Si a mí me han perseguido, también a ustedes los perseguirán, y el caso que han hecho de mis palabras lo harán de las de ustedes. Todo esto se lo van a hacer por mi causa, pues no conocen a aquel que me envió”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: La antítesis del amor es el odio. Jesús vino como expresión del amor del Padre para implantar el amor y constituir la comunidad de los que se aman, pero la respuesta ha sido el rechazo y la persecución. A sus seguidores les espera la misma suerte que corrió el Maestro: serán odiados y perseguidos por aquellos que siguen los criterios de este mundo. El evangelista refleja aquí una experiencia que ya vive su comunidad: la persecución de que son objeto por parte del judaísmo. Meditación: Muchos de nosotros tenemos algunos caracteres que nos identifican como hijos del señor “Y” y la señora “X”. Son los rasgos heredados de nuestros padres. Lo que los científicos llaman el patrimonio genético. De ellos heredamos unos ojos oscuros o claros, el color de nuestro cabello, nuestra estatura, y también algo de lo que será nuestro temperamento. Como cristianos, también heredamos rasgos espirituales de nuestra madre la Iglesia. Lo dice claramente Jesucristo: pertenecemos a algo que va más allá de nuestros pobres horizontes materiales. No somos de este mundo. La gracia nos eleva a un orden superior. Pero debemos ser conscientes de que también muchos de nuestros hermanos en Cristo sufren el desafío continuo de la fe, ya sea con la persecución, las calumnias, o hasta con la misma vida. Pensaríamos que dentro de las cosas heredadas, esta sería una de esas enfermedades mortales que se tienen sin ser deseadas. Pero la realidad es que Dios en su infinita sabiduría, lo ha puesto como el vínculo más estrecho entre su Reino que espera. Y nosotros peregrinos buscamos siempre la forma de acercarnos más a Él. No temamos, pues, su brazo siempre está con nosotros. Debemos orar y confiar. Él ha vencido al mundo. Oración:

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¿Qué me Pide Dios en mi familia? Hay un dicho que comúnmente se usa: “La familia que reza unida, permanece unida”. Sin duda alguna tiene mucha verdad de trasfondo, porque gracias a que somos una familia podemos salir airoso de los problemas y dificultades que se nos presente a lo largo de la vida, porque la unión hace la fuerza. Y no solo eso, sino que Jesús vienen a reafirmar su presencia en medio de nuestra casa, porque Él es la fuerza que nos ayuda a salir airoso de las tempestades y la luz que alumbra a cada uno de los miembros de la familia. Él nos ha elegido para que cada uno tuviera una familia, y dentro de ella encontremos la felicidad que él mismo nos da. El cristiano tiene que mantenerse fiel a Cristo y a su mensaje. Dice san Ireneo: “Dios no tiene necesidad de nada; pero el hombre tiene necesidad de estar en comunión con Dios. Y la gloria del hombre está en perseverar y mantenerse en el servicio de Dios”. Contemplación: Catecismo de la Iglesia Católica numerales 44 al 45 El hombre es por naturaleza y por vocación un ser religioso. Viniendo de Dios y yendo hacia Dios, el hombre no vive una vida plenamente humana si no vive libremente su vínculo con Dios. Por ello no podemos dejar que el mundo tan superficial y materialista nos separe del Creador. Porque el hombre está hecho para vivir en comunión con Dios, en quien encuentra su dicha. “Cuando yo me adhiera a ti con todo mi ser, no habrá ya para mi penas ni pruebas, y viva, toda llena de ti será plena”. Catecismo de la Iglesia Católica numeral 68 Por amor, Dios se ha revelado y se ha entregado al hombre. De este modo da una respuesta definitiva y sobreabundante a las cuestiones que el hombre se plantea sobre el sentido y la finalidad de su vida. Catecismo de la Iglesia Católica numeral 69: Dios se ha revelado al hombre comunicándole gradualmente su propio Misterio mediante obras y palabras. La fidelidad a Dios puede traer muchas veces la persecución: “Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros” (Juan capítulo 15, versículo 20). No hemos de tener miedo de la persecución; más bien hemos de temer no buscar con suficiente deseo cumplir la voluntad del Señor. ¡Seamos valientes y proclamemos sin miedo a Cristo resucitado, luz y alegría de los cristianos! Compromiso: ¡Dejemos que el Espíritu Santo nos transforme para ser capaces de comunicar esto al mundo! iré con las personas que están alejadas de Dios y le leeré el evangelio y compartiré una experiencia del amor de Dios.

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Lectio Divina. Domingo 26 de mayo de 2019. El que ama a Dios cumple sus mandamientos. Oración: “Ven, Espíritu creador, visita las almas de los fieles, e inunda con tu gracia los corazones que tu creaste. Ilumíname y hazme conocer lo bueno para obrarlo y lo malo para detestarlo por el don de la Sabiduría. Intensifica mi vida interior por el don del Entendimiento, Aconséjame en mis dudas por el don del Consejo. Dame la energía necesaria en la lucha contra mis pasiones, por el don de la Fortaleza. Envuelve todo mi proceder en un ambiente sobrenatural, por el don de la Ciencia. Haz que me sienta hijo tuyo en todas las vicisitudes de la vida y acuda a ti, por el don de la Piedad. Concédeme que te venere y ande con cautela en el sendero del bien, guiado por el don del santo Temor a Dios”. Amén. Lectura. Juan capítulo 14, versículos 23 al 29: Jesús dijo a sus discípulos: “El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y haremos en él nuestra morada. El que no me ama no cumplirá mis palabras. La palabra que están oyendo no es mía, sino del Padre, que me envió. Les he hablado de esto ahora que estoy con ustedes; pero el Consolador, el Espíritu Santo que mi Padre les enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo cuanto yo les he dicho. La paz les dejo, mi paz les doy. No se la doy como la da el mundo. No pierdan la paz ni se acobarden. Me han oído decir: ‘Me voy, pero volveré a su lado’. Si me amaran, se alegrarían de que me vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Se lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, crean”. Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: Es parte del discurso continuado por Jesús, donde anuncia su regreso próximo, para estar con sus discípulos cuando resucite de entre los muertos. Entonces la presencia del Padre y de Jesús será plena en los que lo aman. Es el segundo anuncio del Espíritu Consolador que presenta al Espíritu como el “maestro” que recordará y descubrirá en toda su profundidad la enseñanza de Jesús y la verdad, que es el mismo Jesús. Meditación: Las despedidas son, por lo general, tristes y dolorosas. A todos nos hacen sufrir porque sentimos una honda y extraña división interior. Una parte de nuestro ser se queda allí, en esa tierra de la que partimos, con nuestros amigos y seres queridos; y la otra se viene con nosotros, pero con el corazón lleno de recuerdos, de las alegrías y bellos momentos que compartimos juntos, de nostalgias. y tal vez también de dolor y de lágrimas. Santa Teresa de Jesús nos cuenta en el libro de su “Vida” que, el día en que dejó a su padre y la casa paterna para irse al convento, sintió que se le descoyuntaban los huesos y el alma se le partía en dos. ¡Y si eso les pasa a los santos! Pero Teresa era una mujer de carne y hueso, y con un corazón muy sensible, igual o mucho más que el nuestro. Los santos no son bichos raros o extraterrestres, sino seres humanos como nosotros.

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El mismo Jesús, al hacerse hombre, quiso compartir con nosotros los mismos sentimientos, experiencias y flaquezas de nuestra condición humana. También Él gozó de la dulzura de la amistad, del consuelo del amor y del afecto familiar. También Él sintió el desgarrón de su corazón –sensibilísimo— cuando tuvo que despedirse de su Madre, y dejarla sola, para marcharse de casa a comenzar su vida pública. Y experimentó también el mismo dolor y pesar al despedirse de sus discípulos, sus amigos íntimos, antes de su pasión. En el capítulo 13 de su evangelio, nos refiere san Juan con incontenible emoción que “antes de la fiesta de la Pascua, viendo Jesús que llegaba su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin” (Juan capítulo 13, versículo 1). El “fin” tomado en sentido temporal y en intensidad: “hasta el colmo, hasta el extremo”. Así comienza el evangelista la narración de la Última Cena, su despedida. ¿Qué sentimos nosotros cuando estamos en una comida “de despedida”? ¿Cuándo, reunida toda la familia y los amigos, al final de esta tendremos que decir adiós a las personas que nos son más entrañables para marchar lejos, por un tiempo indefinido, y quién sabe hasta cuándo volveremos a verlos, si los vemos? ¿Has tenido alguna experiencia como ésta? Y, ¿qué podríamos decir cuando este adiós es ya para siempre, sin retorno? Escuchemos la confidencia íntima que Juan Ramón Jiménez nos ofrece en este poema: ““...Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros/ cantando;/ y se quedará mi huerto, con su verde árbol,/ y con su pozo blanco./ Todas las tardes el cielo será azul y plácido;/ y tocarán, como esta tarde están tocando,/ las campanas del campanario./ Se morirán aquellos que me amaron;/ y el pueblo se hará nuevo cada año;/ y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,/ mi espíritu errará, nostálgico.../ Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol/ verde, sin pozo blanco,/ sin cielo azul y plácido.../ Y se quedarán los pájaros cantando...”. Tal vez nos suene muy nostálgico. Pero también esto es una despedida. Al menos, también está compuesta por estos ingredientes, aunque no son los únicos. Pues bien, en este Evangelio de hoy también se nos habla de una despedida. Las palabras que hemos escuchado están tomadas del discurso de Jesús en la Última Cena. Es cierto que estamos celebrando ya la Pascua de la resurrección del Señor. Sí. Pero también es verdad que pronto se irá el Señor, de modo definitivo, de la vista de los apóstoles, para subir al cielo. Y tendrá que dejarlos, esta vez sí, ya para siempre. ¿Qué palabras tan entrañables, de cariño y de amistad sincera, tendría que decirles? ¿Cuáles serían sus últimos consejos y recomendaciones?... Nuestro Señor se va. Pero se quedará espiritualmente presente entre los suyos por medio de su amor y de su Eucaristía. No obstante, no le parece suficiente, y quiere darnos todavía más. Ya nos dejó el testamento de su amor divino y de su redención, nos dio toda su Sangre preciosa sobre el altar de la cruz, nos regaló a su Madre santísima en el Calvario, nos dejó su Evangelio, fundó su Iglesia y los sacramentos… ¿Qué más podía regalarnos? ¡Su Espíritu Santificador! El próximo domingo celebraremos la fiesta de la Ascensión. Y el domingo siguiente vendrá el Espíritu Santo el día de Pentecostés. Así nacerá la Iglesia. Será su solemne “inicio” en el tiempo, y durará hasta el fin del mundo. Por eso, nuestro Señor nos prometió el Espíritu Santo, el Espíritu “que procede del Padre y del Hijo” –como rezamos en el Credo— y que es el amor recíproco entre el Padre y el Hijo, el Amor que es persona divina, la tercera Persona de la Trinidad Santísima. Cristo se irá. Se tiene que ir. Es más, nos asegura que “nos conviene que Él se vaya”, porque solo así podrá venir el Paráclito, el Consolador, “que el Padre enviará en Su nombre. Será Él quien nos lo enseñe todo y nos vaya recordando todo lo que Jesús nos ha dicho”. Gracias al Espíritu Santo existe la Iglesia y los sacramentos. Gracias al Santificador tenemos fe, amor y las demás virtudes, porque “la caridad de Dios ha sido derramada en nosotros por el Espíritu Santo que se nos ha dado” (Romanos capítulo 5, versículo 5).

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Cristo se irá. Sí. Pero se quedará para siempre con nosotros. No solo en la Iglesia y en la Eucaristía. ¡También dentro de nosotros! Así nos lo prometió Él mismo: “El que me ama, guardará mi palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos en él nuestra morada”. ¡Qué palabras tan profundamente consoladoras! ¿Existe en alguna parte del universo un amor más grande y más intenso que este de Dios, que viene incluso a morar dentro de nuestro mismo ser? Tenemos a Dios dentro de nosotros. Entonces, todo está arreglado: ¡adiós soledad, adiós tristeza, adiós lágrimas! ¡Lo tenemos todo! Él está con nosotros, Él nos consuela, Él nos acompaña, Él nos sanará. Oración: Jesús, te damos gracias porque has dado respuesta a nuestras interrogantes, manifestándote como Hijo, y en tu persona misma nos has revelado al Padre que tanto nos ama y nos muestra los medios necesarios para unirnos con Él cumpliendo los mandamientos y escuchando tu Palabra. Ayúdanos a no desfallecer en nuestra lucha constante por escucharte y meditar cuanto nos dices en la Sagrada Escritura y en los acontecimientos de la vida diaria, continúa enviando al Espíritu Santo que guía e ilumina nuestros pasos para que la enseñanza que un día nos dejas en tus palabras continúe prolongándose y germinando en más corazones que quieran acoger al Padre, por medio del Hijo, iluminados por el Espíritu Consolador. Contemplación: Veamos lo que nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica en el número 2054: Jesús recogió los diez mandamientos, pero manifestó la fuerza del Espíritu operante ya en su letra. Predicó la ‘justicia que sobre pasa la de los escribas y fariseos’ (Mateo capítulo 5, versículo 20), así como la de los paganos (Mateo capítulo 5, versículos 46 al 47). Desarrolló todas las exigencias de los mandamientos: ‘habéis oído que se dijo a los antepasados: No matarás... Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal’ (Mateo capítulo 5, versículos 21 al 22). Catecismo de la Iglesia Católica número 2055: Cuando le hacen la pregunta: ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley? (Mateo capítulo 22, versículo 36), Jesús responde: ‘Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas’ (Mateo capítulo 22, versículos 37 al 40; Deuteronomio capítulo 6, versículo 5; Levítico capítulo 19, versículo 18). El Decálogo debe ser interpretado a la luz de este doble y único mandamiento de la caridad, plenitud de la Ley. Catecismo de la Iglesia Católica número 101: En la condescendencia de su bondad, Dios, para revelarse a los hombres, les habla en palabras humanas: “La palabra de Dios, expresada en lenguas humanas, se hace semejante al lenguaje humano, como la Palabra del eterno Padre asumiendo nuestra débil condición humana, se hizo semejante a los hombres “ (Dei Verbum número 13). Catecismo de la Iglesia Católica número 736: Gracias a este poder del Espíritu Santo los hijos de Dios pueden dar fruto. El que nos ha injertado en la Vid verdadera hará que demos “el fruto del Espíritu que es caridad, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza”(Gálatas capítulo 5, versículos 22 al 23). “El Espíritu es nuestra Vida”: cuanto más renunciamos a nosotros mismos (Mateo capítulo 16, versículos 24 al 26), más “obramos también según el Espíritu” (Gálatas capítulo 5, versículo 25): Compromiso: Me esforzaré en no descuidar mi lectura de la Palabra de Dios, e invitar a familiares y amigo a acercarse a ella también, a fin de propiciar un ambiente de cercanía y vivencia de la Palabra.

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Lectio Divina. Lunes 27 de mayo de 2019. “Por gracia del Espíritu Santo, nosotros damos testimonio en medio de las pruebas”. Invocación al Espíritu Santo: Con el canto: Espíritu Santo ven, ven. Espíritu Santo ven, ven. Espíritu Santo ven, ven, en el nombre del Señor (2). Acompáñame, ilumíname, toda mi vida. Acompáñame, ilumíname, Espíritu Santo ven, ven. Purifícame, santifícame…. Lectura. Juan capítulo 15, versículos 26 al 27; capítulo 16, versículos 1 al 4: Jesús dijo a sus discípulos: “Cuando venga el Consolador, que yo les enviaré a ustedes de parte del Padre, el Espíritu de verdad que procede del Padre, él dará testimonio de mí y ustedes también darán testimonio, pues desde el principio han estado conmigo. Les he hablado de estas cosas para que su fe no tropiece. Los expulsarán de las sinagogas y hasta llegará un tiempo, cuando el que les dé muerte creerá dar culto a Dios. Esto lo harán, porque no nos han conocido ni al Padre ni a mí. Les he hablado de estas cosas para que, cuando llegue la hora de su cumplimiento, recuerden que ya se lo había predicho yo”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: La venida del “Paráclito” es uno de los temas principales en el discurso final de Jesús. Enviado por el Padre y por Jesús, permanecerá junto a los discípulos para recordarles y completar las enseñanzas de Jesucristo (capítulo 14, versículos 25 al 26), los conducirá a la verdad capítulo (capítulo 8, versículo 32) y les explicará el sentido de los acontecimientos futuros (capítulo 16, versículos 12 al 15); él glorificará a Cristo (capítulo 16, versículo 4) y mostrará al mundo el engaño del “padre de la mentira” que no ha creído en él (capítulo 8, versículo 44); Él defenderá a los cristianos ante los tribunales y ante el Acusador (Lucas capítulo 12, versículos 11 al 12; Zacarías capítulo 3, versículo 1); y mostrará que el mensaje que Jesús traía del Padre era verdadero. Meditación: Para oír basta con no estar sordo. Para escuchar hacen falta muchas otras cosas: tener un alma despierta; abrirla para recibir al que, a través de sus palabras, entre en ti; ponerte en la misma longitud de onda que el que está conversando con nosotros; olvidarnos por un momento de nosotros mismos y de nuestros pensamientos para preocuparnos por la persona y los pensamientos del prójimo. ¡Todo un arte! Este relacionarse, “ser social”, es algo propio, natural de todo hombre. “La vida social no es, pues, para el hombre sobrecarga accidental. Por ello, a través del trato con los demás, de la reciprocidad de servicios, del diálogo con los hermanos, la vida social engrandece al hombre en todas sus cualidades y le capacita para responder a su vocación” (Gaudium et Spes, nn. 24-25). El mensaje que Jesús nos propone hoy retumba fuertemente en el mundo actual. Nos promete que nos enviará al Consolador. Nos dice que daremos testimonio de Él. Y nos previene para que no nos escandalicemos: seremos perseguidos, calumniados, e incluso, muchos morirán en su nombre. Este es el resumen del cristianismo a lo largo de dos milenios.

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Un Espíritu que sopla y conforta. Un testimonio único e invaluable de caridad cristiana. Un número incontable de mártires y defensores de la fe. Para un enfermo es la compañía sonriente la mejor de las medicinas. Para un anciano no hay ayuda como un rato de conversación sin prisas y un poco de comprensión. El indigente necesita más nuestro cariño que nuestra limosna. Para el parado es tan necesario sentirse persona trabajando como el sueldo por el trabajo que le pagarán. Y es que la esencia del cristianismo es la caridad. No hay tarea más hermosa que dedicarse a tender puentes hacia los hombres y hacia las cosas. Sobre todo en un tiempo en que abundan los constructores de barreras. En un mundo de zanjas ¿qué mejor que dedicarse a la tarea de superarlas? Ser un cristiano auténtico que sabe acoger en su alma al Espíritu Santo. Que da testimonio de Cristo en todo el mundo. Que vive la caridad y acepta el dolor por el bien de la Iglesia y del Reino de Dios. Oración: Espíritu Santo, por quien damos testimonio en medio de la adversidad. Oh Dios, que por el misterio de Pentecostés santificas a tu Iglesia extendida por todas las naciones, derrama los dones de tu Espíritu sobre todos los confines de la tierra; y no dejes de realizar hoy, en el corazón de tus fieles, aquellas mismas maravillas que obraste en los comienzos de la predicación evangélica. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. Contemplación: Fragmento de la carta a Diogneto: Los cristianos en el mundo… Viven en la carne, pero no según la carne. Viven en la tierra, pero su ciudadanía está en el cielo. Obedecen a las leyes establecidas, y con su modo de vivir superar estas leyes. Aman a todos, y todos los persiguen. Se les condena sin conocerlos. Se les da muerte, y con ello reciben la vida. Son pobres, y enriquecen a muchos; carecen de todo, y abundan en todo. Sufren la deshonra, y ello les sirve de gloria; sufren detrimento en su fama, y ello atestigua su justicia. Son maldecidos, y bendicen; son tratados con ignominia, y ellos, en cambio, devuelven honor. Hacen el bien, y son castigados como malhechores; y, al ser castigados a muerte, se alegran como si les diera la vida. Los judíos los combaten como a extraños y los gentiles los persiguen, y, sin embargo, los mismos que los aborrecen no saben explicar el motivo de su enemistad. Para decirlo con pocas palabras: los cristianos son en el mundo lo que el alma es en el cuerpo. Compromiso: Rogaré al Espíritu Santo me conceda la fortaleza para sufrir por amor a Dios y ofreceré los pequeños inconvenientes de mi jornada para la extensión de su Reino.

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Lectio Divina. Martes 28 de mayo de 2019. “ a ale r a e nad e les dr ar”. Oración al Espíritu Santo: Ven a mí, Espíritu Santo, Espíritu de sabiduría: dame mirada y oído interior para que no me apegue a las cosas materiales, sino que busque siempre las realidades del Espíritu. Ven a mí, Espíritu Santo, Espíritu de amor: haz que mi corazón siempre sea capaz de más caridad. Ven a mí, Espíritu Santo, Espíritu de verdad: concédeme llegar al conocimiento de la verdad en toda su plenitud. Ven a mí, Espíritu Santo, agua viva que lanza a la vida eterna: concédeme la gracia de llegar a contemplar el rostro del Padre en la vida y en la alegría sin fin. Amén. Lectura. Juan capítulo 16, versículos 5 al 11: Jesús dijo a sus discípulos: “Me voy ya al que me envió y ninguno de ustedes me pregunta: ‘¿A dónde vas?’ Es que su corazón se ha llenado de tristeza porque les he dicho estas cosas. Sin embargo, es cierto lo que les digo: les conviene que me vaya; porque si no me voy, no vendrá a ustedes el Consolador; en cambio, si me voy, yo se lo enviaré. Y cuando él venga, establecerá la culpabilidad del mundo en materia de pecado, de justicia y de juicio; de pecado, porque ellos no han creído en mí; de justicia, porque me voy al Padre y ya no me verán ustedes; de juicio, porque el príncipe de este mundo ya está condenado”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: A la tristeza de la despedida se suma el dolor ante el porvenir de persecuciones que se les ha anunciado. El ponerlos sobre aviso servirá en el momento de la prueba; en el momento actual es motivo de pena intensa. Pero es mitigado por la promesa del Espíritu que estará con ellos. Quien condena será condenado, pues el espíritu pone de manifiesto la verdad. Los que condenan son los culpables, el condenado es inocente, el sistema que lo condenó sale condenado. La culpa consiste en no haber creído a pesar de los signos5. Meditación: Siempre las horas más tristes tienen que ser las de la despedida, no de aquellas en las que se dice sencillamente “hasta luego”, sino las que comprenden en su totalidad el significado del “adiós”. En esos momentos nos asaltan las lágrimas de los ojos y no sabemos qué decir. La tristeza nos invade, y todo queda cubierto por la niebla. Así era como se sentían los discípulos en las horas del adiós al Maestro. Para ellos parecía el adiós definitivo, mientras que para Él solo era un hasta pronto. Además sabe que la tristeza de los discípulos se volverá en alegría, cuando Él regrese. También nos promete un Consolador, aquel que nos ayudará a entender lo que nuestra pobre inteligencia no alcanza en esta vida. Por eso no desesperemos en la tristeza de ver que Cristo no está entre nosotros. Él está, aunque no físicamente, pero sí espiritualmente. Él vendrá en el tiempo señalado, y quiere encontrarnos en vela para entrar con Él en su Reino.

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Pidamos a Dios que nos dé la gracia de vivir siempre esperando a Cristo, no con cara llena de tristeza, sino con rostros de resucitados. Oración final: Señor, concédenos la gracia de vivir íntimamente unidos a ti con la fuerza del Espíritu para que todo lo esperemos de ti y vivamos como verdaderos hijos tuyos. No permitas que la tristeza y el pecado nos invadan, más bien inúndanos de tu amor y esperanza. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén. Contemplación: Veamos qué nos dice el catecismo de la Iglesia Católica en el numeral 732: En este día se revela plenamente la Santísima Trinidad. Desde ese día el Reino anunciado por Cristo está abierto a todos los que creen en Él: en la humildad de la carne y en la fe, participan ya en la Comunión de la Santísima Trinidad. Con su venida, que no cesa, el Espíritu Santo hace entrar al mundo en los “últimos tiempos”, el tiempo de la Iglesia, el Reino ya heredado, pero todavía no consumado: Hemos visto la verdadera Luz, hemos recibido el Espíritu celestial, hemos encontrado la verdadera fe: adoramos la Trinidad indivisible porque ella nos ha salvado (Liturgia bizantina, Tropario de Vísperas de Pentecostés; empleado también en las liturgias eucarísticas después de la comunión). Compromiso: Invocaré en todo momento la presencia del Espíritu y le encomendaré cada una de mis actividades.

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Lectio Divina. Miércoles 29 de mayo de 2019. “El Padre y Yo somos uno”. Oración al Espíritu Santo: Escúchanos, Espíritu Santo, Tú que eres nuestro amigo. Tú que estás siempre cerca de nosotros, llena nuestros corazones de tu amor. Te damos gracias, Oh Padre, porque, cuando Jesús volvió contigo nos enviaste al Espíritu Santo para que ocupara su puesto. Aunque no podemos verle, sabemos que está actuando en el mundo, en todo lo que es bueno y santo, y en nuestras vidas para que cumplamos tu voluntad. Envíanos al Espíritu Santo, te rogamos, para que moldee nuestras vidas y nos guíe siempre. Lectura. Juan capítulo 16, versículos 12 al 15. Jesús dijo a sus discípulos: “Aún tengo muchas cosas que decirles, pero todavía no las pueden comprender. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él los irá guiando hasta la verdad plena, porque no hablará por su cuenta, sino que dirá lo que haya oído y les anunciará las cosas que van a suceder. Él me glorificará, porque primero recibirá de mí lo que les vaya comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho que tomará de lo mío y se lo comunicará a ustedes”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: En los versículos anteriores comentábamos su ausencia, pero ahora el mismo Jesús asegura que el Espíritu está presente. Jesús habla del futuro, se adivina que ya están sucediendo las situaciones descritas. Ya marchó Jesús. Sin que él se fuera no vendría el Espíritu, que es como poseer a Jesús de manera más íntima. El Espíritu sigue siendo el Abogado Defensor. Meditación: El Espíritu Santo es un don que Jesús nos trae después de su resurrección. Jesucristo nos conoce muy bien y porque nos conoce nos da este gran regalo. Jesús sabe que nuestra vida en la tierra tiene sus dificultades, sus momentos de prueba, sus momentos en que parece que no vemos con claridad a Dios junto a nosotros. Sin embargo, su Espíritu está dentro de nosotros y Él nos irá guiando para tomar las decisiones correctas y más prudentes. No dudemos ni tengamos miedo porque con Él todo lo podemos. Ahora bien, todo don exige una gran responsabilidad. Cada uno de los católicos debemos cuidar que nuestro cuerpo y alma estén siempre lo mejor dignamente posible para que allí habite el Espíritu Santo, tenemos que cultivar nuestra vida de gracia. Dios nos ama y no duda nunca en atender a nuestras suplicas. No obstante, Dios nos quiere fieles y entregados confiadamente a Él. Ojalá que cada día, Dios ocupe el primer lugar en nuestra casa, en la oficina y sobre todo en nuestro corazón.

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Oración: Padre: El Espíritu Santo, transformó a aquellos seguidores de Jesús que no sabían qué hacer después de su muerte y no habían entendido la fuerza de la resurrección. Tu Espíritu, Padre, los llenó por dentro, hizo de ellos hombres y mujeres nuevos, testigos de una vida transformada, comunidad de Jesús, Iglesia viva. Padre, envíanos también a nosotros tu Espíritu, para que seamos tus hijos y continúe a través nuestro la novedad de Jesús, su esperanza, la fuerza y el amor. Para crear en todas partes tu misma vida. Amén. Contemplación: Veamos qué nos dice el Documento de Aparecida en los numerales 152 y 153: Jesús nos transmitió las palabras de su Padre y es el Espíritu quien recuerda a la Iglesia las palabras de Cristo (confrontar Juan capítulo 14, versículo 26). Ya, desde el principio, los discípulos habían sido formados por Jesús en el Espíritu Santo (confrontar Hechos capítulo 1, versículo 2); es, en la Iglesia, el Maestro interior que conduce al conocimiento de la verdad total, formando discípulos y misioneros. Esta es la razón por la cual los seguidores de Jesús deben dejarse guiar constantemente por el Espíritu (confrontar Gálatas capítulo 5, versículos 25), y hacer propia la pasión por el Padre y el Reino: anunciar la Buena Nueva a los pobres, curar a los enfermos, consolar a los tristes, liberar a los cautivos y anunciar a todos el año de gracia del Señor (confrontar Lucas capítulo 4, versículos 18 al 19). Esta realidad se hace presente en nuestra vida por obra del Espíritu Santo que, también, a través de los sacramentos, nos ilumina y vivifica. En virtud del Bautismo y la Confirmación, somos llamados a ser discípulos misioneros de Jesucristo y entramos a la comunión trinitaria en la Iglesia, la cual tiene su cumbre en la Eucaristía, que es principio y proyecto de misión del cristiano. “Así, pues, la Santísima Eucaristía lleva la iniciación cristiana a su plenitud y es como el centro y fin de toda la vida sacramental”. Compromiso: Mi participación en la comunidad ¿me llevó alguna vez a experimentar la luz y la fuerza del Espíritu Santo?

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Lectio Divina. Jueves 30 de mayo de 2019. “Ustedes llorarán y el mundo se regocijará”. Oración al Espíritu Santo: Espíritu Santo, Amor del Padre y del Hijo, inspírame siempre lo que debo pensar, lo que debo decir, lo que debo callar, lo que debo escribir, lo que debo actuar, lo que debo arrancar de mi vida y lo que debo cultivar, lo que debo hacer para pedir perdón y lo que debo perdonar, lo que debo hacer para procurar tu gloria y abrirme a tu acción santificadora, lo que debo pedirte para mis hermanos y lo que debo afrentarme para su salvación. Espíritu de Jesús toda mi confianza está puesta en ti. Amén. Lectura. Juan capítulo 16, versículos 16-20: Jesús dijo a sus discípulos: “Dentro de poco tiempo ya, no me verán; y dentro de otro poco me volverán a ver”. Algunos, de sus discípulos se preguntaban unos a otros: “¿Qué querrá decir con eso de que: ‘Dentro de poco tiempo ya no me verán, y dentro de otro poco me volverán a ver’, y con eso de que: ‘Me voy al Padre’?” Y se decían: “¿Qué significa ese ‘un poco’? No entendemos lo que quiere decir”. Jesús comprendió que querían preguntarle algo y les dijo: “Están confundidos porque les he dicho: ‘Dentro de poco tiempo ya no me verán y dentro de otro poco me volverán a ver’. Les aseguro que ustedes llorarán y se entristecerán, mientras el mundo se alegrará. Ustedes estarán tristes, pero su tristeza se transformará en alegría”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: En la reflexión del texto de ayer, Jesús hacía hincapié a sus discípulos sobre la presencia del Espíritu en sus vidas y ministerio al reiterarles que Él les revelará y les hará entender todo cuanto Jesús les ha enseñado y hablado, y que precisamente su gloria consistirá en su manifestación por medio de la predicación de sus apóstoles. Hoy sin embargo nos daremos cuenta de que en realidad los discípulos no entendían lo que Jesús les hablaba, lo que le aguardaba (su muerte y resurrección) y que el mundo se alegrará mientras que ellos entristecerán. Meditación: Tampoco nosotros encontraremos la vida si permanecemos tristes y sin esperanza y encerrados en nosotros mismos. Abramos en cambio al Señor nuestros sepulcros sellados -cada de nosotros los conoce-, para que Jesús entre y lo llene de vida; llevémosle las piedras del rencor y las losas del pasado, las rocas pesadas de las debilidades y de las caídas. Él desea venir y tomarnos de la mano, para sacarnos de la angustia. Pero la primera piedra que debemos remover esta noche es ésta: la falta de esperanza que nos encierra en nosotros mismos. Que el Señor nos libre de esta terrible trampa de ser cristianos sin esperanza, que viven como si el Señor no hubiera resucitado y nuestros problemas fueran el centro de la vida (Homilía de S.S. Francisco, 26 de marzo de 2016). Oración:

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Señor, ayúdanos a comprender que toda nuestra vida depende del grado de fe que pongamos en cada una de nuestras situaciones, ayúdanos a comprender tus palabras para decir Señor que te amo y que te conozco, que vives y reinas en mí, saber que un día llegaré hasta ti, pero no puedo decirlo de boca si mis actuaciones dicen lo contrario, no puede ser que un Dios vivo, esté en mi corazón solo cuando necesito de Él, porque me ha llegado tal o cual contrariedad. Señor bájate de la cruz y ven a hacer en nosotros, verdaderos hijos de Dios que estamos hechos a imagen y semejanza suya, toma nuestro corazón de barro, reseco, sin vida, sin voluntad y pon en cambio un corazón de carne que sienta y viva, tu divinidad, que sienta como llegas día a día hasta nosotros para bendecirnos, un corazón vivo que sienta y vea, como deseas nuestro reencuentro contigo, ese reencuentro que vaya a apartarnos de toda insinuación del mundo, que vive constantemente asechándonos y haciéndonos tropezar. Amén. Contemplación: Veamos qué nos dice la Verbum Domini: El Espíritu del Señor sigue derramando sus dones sobre la Iglesia para que seamos guiados a la verdad plena, desvelándonos el sentido de las Escrituras y haciéndonos anunciadores creíbles de la Palabra de salvación en el mundo. Volvemos así a la Primera carta de san Juan. En la Palabra de Dios, también nosotros hemos oído, visto y tocado el Verbo de la Vida. Por gracia, hemos recibido el anuncio de que la vida eterna se ha manifestado, de modo que ahora reconocemos estar en comunión unos con otros, con quienes nos han precedido en el signo de la fe y con todos los que, diseminados por el mundo, escuchan la Palabra, celebran la Eucaristía y dan testimonio de la caridad. La comunicación de este anuncio -nos recuerda el apóstol Juan- se nos ha dado “para que nuestra alegría sea completa” (1ª de Juan capítulo 1, versículo 4). … El anuncio de la Palabra crea comunión y es fuente de alegría. Una alegría profunda que brota del corazón mismo de la vida trinitaria y que se nos comunica en el Hijo. Una alegría que es un don inefable que el mundo no puede dar. Se pueden organizar fiestas, pero no la alegría. Según la Escritura, la alegría es fruto del Espíritu Santo (confrontar Gálatas capítulo 5, versículo 22), que nos permite entrar en la Palabra y hacer que la Palabra divina entre en nosotros trayendo frutos de vida eterna. Al anunciar con la fuerza del Espíritu Santo la Palabra de Dios, queremos también comunicar la fuente de la verdadera alegría, no de una alegría superficial y efímera, sino de aquella que brota del ser conscientes de que solo el Señor Jesús tiene palabras de vida eterna (confrontar Juan capítulo 6, versículo 68). Compromiso: Trataré de vivir con fe y esperanza mi vida cristiana, de manera especial el día de hoy.

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Lectio Divina. Viernes 31 de mayo de 2019. “Visitación de la Virgen”. Aclamación al Espíritu Santo: Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Tú eres la fuerza que vigoriza nuestro trabajo. Tú, el aliento que vivifica nuestra alma. Tú, la luz que ilumina nuestra mente. Tú, el motor de nuestras obras. Danos docilidad para seguir tus mandatos y que gocemos siempre de tu protección. Amén. Lectura. Lucas capítulo 1, versículos 39 al 56: María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea, y entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto esta oyó el saludo de María, la creatura saltó en su seno. Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando la voz, exclamó: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”. Entonces dijo María: “Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava. Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede. Santo es su nombre y su misericordia llega de generación en generación a los que lo temen. Ha hecho sentir el poder de su brazo: dispersó a los de corazón altanero, destronó a los potentados y exaltó a los humildes. A los hambrientos los colmó de bienes y a los ricos los despidió sin nada. Acordándose de su misericordia, vino en ayuda de Israel, su siervo, Como lo había prometido a nuestros padres, a Abraham y a su descendencia, para siempre”. María permaneció con Isabel unos tres meses, y se volvió a su casa. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. (Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda). Indicaciones para la lectura: El evangelio de san Lucas es bien conocido como el evangelio de la Misericordia. Su autor, escena tras escena, recalca la preferencia del Señor por los pobres, la misericordia que ha tenido Dios en Jesús para con el mundo, la oración en la vida de los hombres y la presencia del Espíritu Santo en los creyentes. Una lectura atenta al pasaje de La Visitación, y concretamente en el Magníficat, nos permitirá encontrar estos cuatro elementos generales del Evangelio en el texto propuesto hoy para nuestra meditación. Este es el encuentro del Antiguo Testamento, con el nuevo, María va a anunciar el cumplimiento de las promesas ya que en ella se cumplen. La

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expresión de Isabel ‘Dichosa tú que has creído’ es un elogio a María que ‘creyó’ y por eso se van a realizar en ella los misterios anunciados de parte de Dios. La fe, el mérito principal del hombre: respondiendo a Dios, creyéndole, María ha hecho posible el cumplimiento de las promesas. El Magníficat, está formado de tres partes: la primera es una alabanza a Dios por la elección que hizo en María; la segunda es el reconocimiento de la providencia de Dios en el mundo; la tercera, es el anuncio del cumplimiento de las promesas hechas a los Padres. Meditación: La prontitud con que María fue a servir a su prima demuestra el verdadero fruto que comporta tener a Jesús en el corazón. Son varios los comentadores que señalan la primera concepción que se llevó a cabo de la Madre del Señor antes que la física; antes que el Verbo de Dios se hiciera Carne en el Seno de María, se hizo “amor” en su corazón y así ella lo aceptó primero en el alma para luego venir misteriosamente en su vientre a cobijarse. De este modo la imagen de la acogida de Jesús por parte de los cristianos está abierta a todos: hombres y mujeres, santos y pecadores, dignos e indignos. María se mostró inmediatamente dispuesta a los planes de Dios. Quien ha cobijado de veras a Jesús en el alma podrá dar los frutos que esta identificación comporta. El cristiano de verdad no podrá pasar desapercibido ante la mirada de los hombres, máxime si ellos viven en la justicia de Dios. Isabel era una mujer justa. Ya mayor parecía que la maldición de Dios era más que un hecho. Mujer maldita era la estéril entre los judíos. La fecunda demostraba la gracia con que Dios la había regalado en su fecundidad. Y de todos modos luchaba por demostrar su amor a Dios junto con su fiel esposo Zacarías, a pesar de que los hechos mostraran otra cosa. Los planes de Dios no son los planes de los hombres. Muchas veces, más de lo que creemos Dios escribe recto con reglones torcidos. Los justos que parecen despreciados por Dios son en realidad los más amados. Y tarde o temprano Dios los premia. Probados como están por el amor de verdad, son como irresistibles a un Dios que desfallece ante los humildes. Isabel tuvo un hijo. El que sería el más grande profeta, Juan el Bautista. María va donde su prima para acompañarla y servirla. Ella, la que quiso ser virgen por amor a Dios cuando eso significaba una locura cultural; Ella, que supo acoger al Verbo de Dios primero en su corazón y que lo tuvo realmente presente como un sagrario viviente; Ella que ante tanta prontitud con Dios no podía serlo menos con los hombres aunque eso significara sacrificio. Va a ver a una vieja pariente para servirla. ¿Si eso hizo la que sería la futura madre de Dios, no podríamos servir nosotros de la misma manera? La persona de María siempre tiene algo de atrayente, algo que resuena en nuestras almas por ser ella el modelo más perfecto de la Creación. Nos encontramos frente a una mujer como ninguna. ¿Por qué? Pues porque su ejemplo de humildad, caridad y prontitud para servir es un fuerte llamado a convertir nuestro corazón, a prepararlo para recibir a ese Niño tan esperado. Él solo espera encontrarnos listos para darnos todo lo que Él puede dar: la vida eterna. Contemplemos la escena. María, una joven de unos 15 años, como muchas de su época. Una joven que lleva en su seno la Vida apenas concebida. Camina, peregrina en los montes para llegar a donde está su prima. No se enorgullece al ser nombrada Madre de Dios. Al contrario, su humildad le hace abandonar cualquier tipo de comodidad para ir a esos lugares donde se necesite un apoyo, alguien cercano que asista al prójimo sin esperar ninguna clase de recompensa.

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El arcángel le ha confesado que quien espera en el Señor nunca será despreciado. Ese fue el caso de Isabel. Y es también la situación de muchas personas que en necesidad o prosperidad, en la alegría o la tristeza saben dirigir su pensamiento a Dios para buscar solo lo que a él le agrade. A quien prepare su corazón, como María o Isabel, Dios entre otros tantas gracias espirituales o incluso humanas, no deja de darle el don del Espíritu Santo. Gracias a él podemos estar siempre alegres aun en medio de la adversidad, ser generosos con los demás, caritativos con cualquier persona porque solo quien tiene a Dios puede darlo a los demás. Cristo viene, ¿estamos listos para recibirlo? Oración: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abrahán y su descendencia por siempre”. Contemplación: Veamos lo que nos dice el Documento de Aparecida: 269 María es la gran misionera, continuadora de la misión de su Hijo y formadora de misioneros. Ella, así como dio a luz al Salvador del mundo, trajo el Evangelio a nuestra América. En el acontecimiento guadalupano, presidió, junto al humilde Juan Diego, el Pentecostés que nos abrió a los dones del Espíritu. Desde entonces, son incontables las comunidades que han encontrado en Ella la inspiración más cercana para aprender cómo ser discípulos y misioneros de Jesús… 271 María nos enseña el primado de la escucha del primado de Dios en la vida del discípulo y del misionero. El Magníficat está enteramente tejido por los hilos de la Sagrada Escritura, los hilos tomados de la Palabra de Dios. Así, se revela que en Ella la Palabra de Dios se encuentra de verdad en su casa, de donde sale y entra con naturalidad… 272 María ayuda a mantener vivas las actitudes de atención, de servicio, de entrega y de gratuidad que deben distinguir a los discípulos de su Hijo… Crea comunión y educa a un estilo de vida compartida y solidaria, en fraternidad, en atención y acogida del otro, especialmente si es pobre o necesitado. En nuestras comunidades, su fuerte presencia ha enriquecido y seguirá enriqueciendo la dimensión materna de la Iglesia y su actitud acogedora, que la convierte en ‘casa y escuela de comunión’ y en espacio espiritual que prepara para la misión. 451 el canto del Magníficat muestra a María como mujer capaz de comprometerse con su realidad y de tener una voz profética ante ella. 553 que María nos enseñe a salir de nosotros mismos en camino de sacrificio, amor y servicio, como lo hizo en la visitación a su prima Isabel, para que peregrinos en el camino, cantemos las maravillas que Dios ha hecho en nosotros conforme su promesa. Compromiso: Procuraré ser portador de la gracia de Dios, como María, en todos los encuentros que hoy tenga con los demás: con mis consejos, con mi servicio, con mi paciencia, con mi alegría. Seré un portador de Cristo a mis hermanos.