Lectura 11 - Sociedad Anónima - Órgano de Gobierno

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Materia: SOCIEDADES Profesor: Sebastián VANELLA GODINO - 1 - Unidad 11 - Sociedad Anónima - Órgano de Gobierno Adentrémonos ahora al estudio del órgano de gobierno de las sociedades anónimas, o sea la Asamblea de Accionistas, que podemos entender como la reunión de accionistas convocada según la Ley y los estatutos, para resolver cuestiones previstas por ellos o los asuntas indicados en la convocatoria. Existen varias definiciones en doctrina, sin embargo encontramos puntos comunes en todas ellas, que a continuación mencionamos: a) Es, sin dudas, un órgano social, lo que implica que los accionistas que participan en él intervienen a título de integrantes del órgano de un sujeto de derecho, atribuyéndole las consecuencias del acto a la sociedad, debiéndose cumplir los recaudos de convocatoria, deliberación y votación que estén previstos en el estatuto y que surjan de la Ley. Es importante notar que la voluntad de la asamblea sustituye las voluntades particulares de sus integrantes, formándolas y transformándolas para lograr la voluntad de la sociedad. La asamblea de accionistas, para adoptar decisiones válidas, requerirá convocatoria en debida forma, quórum correspondiente y obtención de las mayorías para decidir. b) Se trata de un órgano no permanente que, a diferencia del Directorio, no funciona ininterrumpidamente, sino que sus decisiones surgen como consecuencia de la convocatoria, deliberación, votación y decisión. c) Sus facultades son indelegables, no pudiendo suplirse su competencia por otros órganos de la sociedad. Es por ello que suele designarse a la asamblea como soberana, siendo en consecuencia el órgano máximo de la sociedad, refiriendo con ello que sus decisiones, pese a que pueden ser impugnadas por los socios, están por encima de los demás órganos societarios, quedando subordinados a sus acuerdos. Sin embargo, esa sumisión no es incondicional, toda vez que nunca podrá validarse una decisión ilegítima o contraria a los intereses de la sociedad. Por otra parte, debe tenerse presente que el poder de decisión de la asamblea no supone la invasión a las facultades de los órganos restantes. En consecuencia podemos afirmar que la competencia de la asamblea está limitada por las funciones propias de los administradores encargados de representar a la sociedad en todos los asuntos pertenecientes al giro ordinario de la sociedad. En consecuencia, la competencia de la asamblea no es ilimitada, sino que se circunscribe a los asuntos que la propia LSC le otorga y que por lo general son temas relevantes para la sociedad. Nuestra LSC trata distintos tipos de asambleas, las ordinarias y extraordinarias, y las generales y especiales. Comenzaremos por estas últimas, que son aquellas en las que sólo participan accionistas que tengan derechos particulares, su tratamiento está previsto en el art. 246 LSC. Mientras que en las generales, por el contrario, participan todos los accionistas y, como podrá ya inferirse, se dividen a su vez en ordinarias y extraordinarias. Las primeras tratan exclusivamente los temas previstos en el art. 234 LSC, por lo que su carácter es otorgado por la naturaleza de los temas a tratar, siendo ellos: la aprobación de las cuentas de los administradores; designación, retribución y remoción de los mismos; determinación de su responsabilidad; aumento de capital, dentro del quíntuplo. En la asamblea extraordinaria, por regla general, se tratan todos los temas que no están comprendidos en las asambleas ordinarias. Justamente, por el nivel de importancia de las decisiones que debe afrontar este tipo de asamblea, es que se ha previsto para ella un régimen de quórum y mayorías más fuerte o riguroso, que el de las asambleas ordinarias.

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Unidad 11 - Sociedad Anónima - Órgano de Gobierno Adentrémonos ahora al estudio del órgano de gobierno de las sociedades anónimas, o sea la Asamblea de Accionistas, que podemos entender como la reunión de accionistas convocada según la Ley y los estatutos, para resolver cuestiones previstas por ellos o los asuntas indicados en la convocatoria. Existen varias definiciones en doctrina, sin embargo encontramos puntos comunes en todas ellas, que a continuación mencionamos:

a) Es, sin dudas, un órgano social, lo que implica que los accionistas que participan en él intervienen a título de integrantes del órgano de un sujeto de derecho, atribuyéndole las consecuencias del acto a la sociedad, debiéndose cumplir los recaudos de convocatoria, deliberación y votación que estén previstos en el estatuto y que surjan de la Ley. Es importante notar que la voluntad de la asamblea sustituye las voluntades particulares de sus integrantes, formándolas y transformándolas para lograr la voluntad de la sociedad. La asamblea de accionistas, para adoptar decisiones válidas, requerirá convocatoria en debida forma, quórum correspondiente y obtención de las mayorías para decidir.

b) Se trata de un órgano no permanente que, a diferencia del Directorio, no funciona ininterrumpidamente, sino que sus decisiones surgen como consecuencia de la convocatoria, deliberación, votación y decisión.

c) Sus facultades son indelegables, no pudiendo suplirse su competencia por otros órganos de la sociedad.

Es por ello que suele designarse a la asamblea como soberana, siendo en consecuencia el órgano máximo de la sociedad, refiriendo con ello que sus decisiones, pese a que pueden ser impugnadas por los socios, están por encima de los demás órganos societarios, quedando subordinados a sus acuerdos. Sin embargo, esa sumisión no es incondicional, toda vez que nunca podrá validarse una decisión ilegítima o contraria a los intereses de la sociedad. Por otra parte, debe tenerse presente que el poder de decisión de la asamblea no supone la invasión a las facultades de los órganos restantes. En consecuencia podemos afirmar que la competencia de la asamblea está limitada por las funciones propias de los administradores encargados de representar a la sociedad en todos los asuntos pertenecientes al giro ordinario de la sociedad. En consecuencia, la competencia de la asamblea no es ilimitada, sino que se circunscribe a los asuntos que la propia LSC le otorga y que por lo general son temas relevantes para la sociedad. Nuestra LSC trata distintos tipos de asambleas, las ordinarias y extraordinarias, y las generales y especiales. Comenzaremos por estas últimas, que son aquellas en las que sólo participan accionistas que tengan derechos particulares, su tratamiento está previsto en el art. 246 LSC. Mientras que en las generales, por el contrario, participan todos los accionistas y, como podrá ya inferirse, se dividen a su vez en ordinarias y extraordinarias. Las primeras tratan exclusivamente los temas previstos en el art. 234 LSC, por lo que su carácter es otorgado por la naturaleza de los temas a tratar, siendo ellos: la aprobación de las cuentas de los administradores; designación, retribución y remoción de los mismos; determinación de su responsabilidad; aumento de capital, dentro del quíntuplo. En la asamblea extraordinaria, por regla general, se tratan todos los temas que no están comprendidos en las asambleas ordinarias. Justamente, por el nivel de importancia de las decisiones que debe afrontar este tipo de asamblea, es que se ha previsto para ella un régimen de quórum y mayorías más fuerte o riguroso, que el de las asambleas ordinarias.

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Sin perjuicio de las diferentes competencias entre las asambleas ordinarias y extraordinarias, la LSC permite su celebración en forma simultánea, siempre que haya quórum y se decida por las mayorías pertinentes. El régimen de mayorías se encuentra establecido en los arts. 243 y 244 LSC, para las asambleas ordinarias y extraordinarias respectivamente. La unanimidad no se exige generalmente como forma decisoria, salvo en los siguientes casos:

1) Para las asambleas unánimes (art. 237, último párrafo) 2) Decisiones no incluidas en el orden del día. 3) Reconducción del contrato social, con plazo de duración vencido y encontrándose ya

inscripta registralmente la designación del liquidador. Si bien, podemos afirmar que nuestra Ley ha adoptado el régimen mayoritario para la toma de decisiones, éste no es ilimitado, sino que debe estar inspirado en el interés social, de lo contrario estaríamos frente a un acuerdo adoptado en exceso o desviación de poder. Recordemos que el interés social, es el fin perseguido por la sociedad a través del cumplimiento de su objeto, que debe prevalecer sobre el interés personal de cada uno de los socios, ya que pueden ser coincidentes o no. Nótese que para medir el grado de presencia del interés social, no podemos enfocarnos solamente en el mejor provecho que pueda derivarse de una situación, ya que necesariamente el interés social supone el respeto absoluto del sistema societario, ya que su antecedente es un contrato plurilateral de organización, en el que, el carácter que tiene cada uno de los accionistas, junto con la observancia de la Ley y los estatutos, constituyen sus elementos. En cuanto a las disposiciones concernientes a la convocatoria, surge de los dispuesto en el art. 236 LSC, que se faculta para convocar a asamblea de accionistas al directorio o al síndico, en los casos previstos por la Ley, cuando lo consideren necesario o cuando les sea requerido por los accionistas que representen por los menos el 5% del capital social. Al respecto podemos observar:

1) El artículo es aplicable tanto a las asambleas ordinarias, como extraordinarias. 2) No es, pese a su apariencia, una facultada (la convocatoria) exclusiva del órgano de

administración o de control, ya que la sindicatura podrá efectuarla sólo cuando omitiera hacerlo el directorio, lo que implica la previa intimación al mismo para que realice la convocatoria requerida.

3) También pueden llamar a asamblea los accionistas que cuenten con el 5% del capital social, si los estatutos no fijaran una representación menor, debiéndose indicar los temas que serán motivo de tratamiento. Recibida esta solicitud, el directorio o el consejo de vigilancia deberán convocar a asamblea para que se celebre en un plazo máximo de cuarenta días, obligación que también corresponde a la sindicatura, si el directorio hizo caso omiso de su previa intimación al respecto.

Las asambleas deberán convocarse por publicación de edictos, durante 5 días, con una antelación de 10 días de anticipación, por lo menos y no más de 30, debiendo mencionarse: carácter de la asamblea, fecha, hora y lugar de reunión, orden del día. Para el fracaso de la primera convocatoria, y a los fines de que se celebre la asamblea, la LSC permite una segunda convocatoria, asamblea que podrá celebrarse el mismo día, una hora después de fijada la primera, sin embargo, debemos tener presente:

1) Si bien la LSC ha fijado el término de celebración de las asambleas en segunda convocatoria, la que deberá llevarse adelante como mínimo una hora después de fijada la

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primera, téngase presente que su celebración, no podrá exceder los treinta días siguientes de fracasar aquella.

2) El llamado a segunda asamblea, salvo convocatoria simultánea, deberá efectuarse por tres días con ocho de anticipación como mínimo.

3) Quórum: Tratándose de asambleas ordinarias, la Ley exige para la constitución de la primera convocatoria, la presencia de accionistas que representen la mayoría de las acciones con derecho a voto; en la segunda convocatoria, se considerará constituida cualquiera sea el número de esas acciones presentes.

4) Respecto de las asambleas extraordinarias se reúnen en primera convocatoria con la presencia de accionistas que representen el 60% de las acciones con derecho a voto, si no se ha fijado estatutariamente un quórum mayor; en segunda convocatoria se requiere la presencia de por lo menos los accionistas que representen el 30% de las acciones con derecho a voto, salvo que estatutariamente se haya fijado un quórum menor.

Debemos mencionar las asambleas unánimes, que son aquellas caracterizadas en el último párrafo del art, 237 y que son celebradas sin publicación de la convocatoria, quedando supeditada su validez a la presenciad de la totalidad de los accionistas, representantes del total del capital social, debiendo adoptarse sus decisiones sólo por unanimidad. Según lo dispuesto por el art. 238 LSC, para la asistencia a las asambleas es necesario el depósito, por parte de los accionistas, de sus participaciones. El objeto del artículo bajo estudio es que, aquellas personas que concurran a las asambleas, puedan acreditar su carácter de socio, procurando de esa manera identificar a los titulares de las acciones. Debemos destacar que este mecanismo era necesario al momento de la existencia de acciones al portador. En la actualidad, al existir sólo acciones nominativas no endosables, bastará con cursar las comunicaciones pertinentes para que se los inscriba como asistentes, con no menos de tres días hábiles de anticipación al acto asambleario. El libro donde deberá registrarse su concurrencia es el Registro de Asistencia a las Asambleas, que reviste una particular importancia, por dos motivos:

1) Preconstituye una forma incontrovertible de prueba de la presencia en asamblea de accionistas y acciones en número suficiente para que sea válida y pueda deliberar.

2) Permite al accionista tomar conocimiento de quienes son los socios concurrentes, eventualmente sus representantes y el monto de las tenencias declaradas, junto con los derechos que derivan de éstas.

El accionista no sólo tiene derecho a la exhibición del mismo, sino también en mérito de su derecho de información, a solicitar copias de sus constancias. Completado el libro, con la anticipación prevista por el párrafo 1º del art. 238 LSC, debe ser suscripto por los accionistas, o sus representantes, el mismo día de la asamblea, como requisito de admisión al acto asambleario. De la asamblea en cuestión van a poder participar la totalidad de los accionistas, siempre y cuando no se hallen en mora en la integración de sus participaciones. La LSC prevé la posibilidad de que los socios actúen por medio de apoderados o mandatarios, en cuyo caso bastará que se otorgue instrumento a tales efectos, de manera escrita, en instrumento privado, con firma certificada en forma judicial, notarial o bancaria, salvo que en el estatuto esté prevista el otorgamiento por escritura pública. No pueden ser apoderados los directores, síndicos y miembros del consejo de vigilancia. El poder general de administración habilita al mandatario para concurrir a la asamblea, aún cuando no contenga cláusulas expresas en tal sentido.

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Otro aspecto a tener en cuenta es que un mismo apoderado, podrá representar a dos o más accionistas. Existe la posibilidad de que se realice un cuarto intermedio durante el desarrollo de una asamblea, ¿Quiénes podrán participar al reanudarse la misma? Para responder a ello, ponemos a consideración la lectura del siguiente archivo.

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07/ 08/ 2004 Citar Lexis Nº 0003/000893 Género: Doctrina; Título: Cuarto intermedio: ¿Quiénes pueden participar en la segunda reunión? Autor: Racciatti, Hernán (h.) - Romano, Alberto A.; Fuente: JA 1997-IV-752. SOCIEDADES (EN PARTICULAR) - 05) Sociedad anónima - j) Asamblea - 11.- Asistencia I. GENERALIDADES Es sabido que la ley 19550 prevé en su artículo 247 la posibilidad de que la asamblea disponga pasar a un cuarto intermedio por una única vez, debiendo continuar la sesión dentro de los treinta días siguientes. Se ha apuntado que las razones que justifican tal previsión pueden ser diversas, destacándose la posibilidad de que sea necesario someter a consultas determinadas cuestiones antes de procederse a la votación, o que los socios requieran mayor información sobre un determinado punto que aquella que se le otorga en la reunión, o que no se pueda completar en una sola reunión el tratamiento la totalidad de los asuntos que integran el orden del día (1). Sin perjuicio de los motivos expuestos, se advierte que salvo casos en que la prórroga de la sesión aparezca como una decisión abusiva de la mayoría, utilizada con fines extrasocietarios, en cuyo caso podría corresponder su impugnación, el criterio de nuestra ley en lo que hace a cuarto intermedio es amplio. Es que la norma lo autoriza sin indicación de una circunstancia o justificación específica, y sin requerir una participación accionaria determinada para proponer el tratamiento de la cuestión; esto último es razonable, ya que si en definitiva el punto deberá ser resuelto por la mayoría correspondiente, no se justifica supeditar el tratamiento de la prórroga a una determinada participación accionaria. En otras palabras, entonces, si la mayoría resuelve pasar a cuarto intermedio no importa la finalidad que motivó tal decisión -obviamente siempre que no constituya una violación al ordenamiento jurídico- ni la cantidad de acciones que posean quienes propongan la prórroga. Por tanto, lo que la ley prevé es la posibilidad de que sea la propia asamblea quien decida pasar a un cuarto intermedio para continuar dentro de los treinta días subsiguientes. No se trata de una facultad o prerrogativa concedida a aquellos socios que posean determinado porcentaje accionario (2). La propuesta de pasar a cuarto intermedio puede ser efectuada por cualquiera de las personas que tienen derecho a voz en la asamblea, y deberá ser resuelta por la mayoría legal o

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estatutariamente acordada para el tipo de asamblea de que se trate. De tal manera, entendemos que se encuentran legitimados para mocionar el cuarto intermedio tanto los accionistas como los directores, síndicos y gerentes generales que no revistan la calidad de tales, desde que, como dijimos, si lo resuelve la mayoría pierde cierta relevancia la persona en que se origina la petición de prórroga (3). II. ¿QUIÉNES PARTICIPAN EN LA SEGUNDA REUNIÓN? La ley menciona que sólo pueden participar en la segunda reunión los accionistas que cumplieron con lo dispuesto en el artículo 238. Ello supone el depósito de las acciones o la comunicación de asistencia -en el supuesto de que se trate de acciones nominativas o escriturales cuyo registro sea llevado por la propia sociedad- (art. 238 1er. párrafo) y la firma del libro de asistencia por parte del accionista que concurre (art. 238 2do. párrafo). Aquí es donde queremos detenernos, ya que si bien es cierto que la ley excluye la posibilidad de que se reabra el depósito de acciones, no debe por ello concluirse que sólo puedan participar en la segunda reunión quienes hayan asistido a la primera (4). Es que, aún cuando no se duda de que se trata de una única asamblea, puede ocurrir que existan accionistas que hayan comunicado su asistencia o depositado sus acciones en los términos dispuestos por el artículo 238, pero que no hayan concurrido a la primera reunión y, en consecuencia, no hayan firmado el libro de asistencia. Al respecto, tenemos para nosotros que para poder participar en la segunda reunión no es necesario haber asistido a la primera, sino haber comunicado su asistencia o cumplido con el depósito correspondiente y haber firmado el libro de asistencia. Esta interpretación es la que corresponde de acuerdo con la clara expresión del artículo 247, que en ningún momento refiere a la necesidad de haber asistido a la primera reunión. En otras palabras, quienes pueden participar en la nueva reunión serán aquéllos que estaban en condiciones de participar en la primera, y no sólo aquéllos que hubieran asistido a la misma. No obstante, debe repararse en que aquellos accionistas ausentes que no firmaron el libro de asistencia habrían incumplido uno de los requisitos dispuestos por la normativa legal para participar en la segunda reunión, y en tal sentido podría afirmarse que sólo pueden asistir a la segunda reunión los socios registrados. Ahora bien, ¿es subsanable dicha cuestión? ¿Podrían los accionistas ausentes en la primera reunión pero que han cumplido con el depósito de las acciones o la comunicación previa, firmar el libro de asistencia para lograr su participación? De acuerdo con la línea argumental que venimos sosteniendo, debemos interrogarnos sobre si el accionista que comunicó su asistencia o depositó sus acciones y llega a la asamblea luego de comenzada la misma (supuesto análogo al cuarto intermedio), puede o no firmar el libro de asistencia e ingresar. Sin dudas, la importancia del libro de asistencia radica principalmente en su utilidad para verificar el quórum y el cómputo de los votos (5), pero ello no puede permitirnos concluir que una vez verificada la existencia del quórum e iniciado el acto, el libro deba considerarse definitivamente cerrado y vedarse el acceso a la asamblea.

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La ley no sólo no indica límite temporal para el cierre del libro de asistencia, sino que además no parece lógico vedar un derecho esencial del accionista -el de asistencia y, consecuentemente en la mayoría de los supuestos, el de voto- fundado en la formalidad del cierre del mencionado libro (6). No se nos escapa que la interpretación que postulamos puede ser generadora de cierto entorpecimiento en el desarrollo de la asamblea. Pero este sería un problema a presentarse en sociedades con elevado número de accionistas -en general, sociedades abiertas- que, por otra parte, no pasa de constituir un inconveniente que podría regularse a través de otros medios y que debe ceder frente a la importancia de facilitar al accionista la concurrencia a las asambleas, su intervención en las deliberaciones y debates, y su contribución, a través del voto, en el gobierno de la sociedad. NOTAS: (1) Conf., al respecto, Nissen, Ricardo, "Ley de Sociedades Comerciales . Comentada, anotada y concordada", t. 4, p. 51, Editorial Ábaco, 1995; (2) Este es el criterio seguido por el Codice Civile de 1942 de Italia, que, en su artículo 2374 otorga a los socios que reunan el tercio del capital presente en la asamblea la posibilidad de solicitar un cuarto intermedio, por un plazo no mayor de tres días, basado en la circunstancia de no estar suficientemente informado sobre el tema objeto de deliberación. Sobre el particular puede verse Ferrara jr., Francesco y Corsi, Francesco, "Gli imprenditori e la società", ps. 493/494, Giuffrè editore, 1992; también, Fré, Giancarlo, "Società per azioni", ps. 375 y 376, 5ª edic. aggiornata da Aldo Pellicano, Bologna, 1989, quien explica que la solicitud de pasar a cuarto intermedio podrá ser efectuada de cualquier manera; es decir, que cualquier socio podría formularla y peticionar al presidente de la asamblea que interpele a este órgano social a fin de dirimir si la propuesta tiene suficiente número de adherentes, en cuyo caso tendrá efecto sin más; (3) Compárese la opinión de Sasot Betes y Sasot, para quienes la propuesta podría ser hecha por el presidente de la asamblea o algunos de los accionistas; vid. Sasot Betes, Miguel A. y Sasot, Miguel P., "Las asambleas", p. 238, edit. Ábaco, 1978. Por nuestra parte somos de la idea de que siendo que el artículo en cuestión no indica los facultados para proponer la prórroga, y atendiendo a que la ley tampoco distingue entre los límites a la deliberación de los accionistas en relación a los directores, síndicos y gerentes generales, sino que parece otorgarlo en forma amplia a todos -sin perjuicio de las limitaciones temporales en su ejercicio por cuestiones prácticas- , todos aquéllos con derecho a participar con voz podrían postular el pase a cuarto intermedio, solicitando al presidente de la asamblea que interpele a ésta sobre la propuesta, siendo la asamblea, en definitiva, quien resuelva sobre el punto; (4) Cómparse, en relación a lo que aquí sostenemos, la opinión de Martorell, Ernesto E., "Sociedades Anónimas", p. 279, Editorial Depalma, 1988; también, Nissen, Ricardo, ob. cit., loc. cit.; Mascheroni, Fernando, "Sociedades Anónimas", p. 171, Editorial Universidad, 1993. Por su parte, Sasot Betes y Sasot, expresan que "...va de suyo que sólo podrán concurrir a la reanudación de las deliberaciones, los mismos accionistas que integraron el quórum que permitió a la asamblea constituirse y deliberar válidamente en su primera reunión. De ahí que la propia LS., como hemos visto, sea imperativa al establecer que sólo podrán asistir y participar en la segunda reunión los accionistas que cumplieron con el registro de sus acciones al constituirse la asamblea...."; Sasot Betes, Miguel A. y Sasot, Miguel P., ob. cit., p. 239; (5) Conf., Halperín, Isaac, "Sociedades Anónimas", p. 583, Editorial Depalma, 1975; (6) En tal sentido parecieran expresarse Zaldívar, Enrique, Manovil, Rafael M., Ragazzi, Guillermo y Rovira, Alfredo, "Cuadernos de Derecho Societario", Vol. 3, ps. 436 y 437, edit. Abeledo-Perrot, 1983, cuando expresan que, en la práctica, se acostumbra labrar un acta de cierre de asistencia y que, de ello, se acostumbra derivar una especie de clausura de entrada de quienes no hubieran registrado su asistencia antes de dicho cierre; y reflexionan sobre ello indicando que "...tal clausura es ilegítima. La única condición para

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la asistencia es la legitimación y el cumplimiento en término del depósito. De ninguna disposición legal se desprenden otros requisitos y el conculcamiento del derecho a asistir vicia de nulidad toda deliberación o resolución que se realice o adopte. Las dificultades prácticas que se pudieren alegar en punto a la no coincidencia de lo expresado en el acta de cierre de asistencia con lo que pueda ser la realidad posterior durante el desarrollo de la asamblea, no constituye argumento valedero porque, además de no poder privar cuestiones de conveniencia práctica sobre el ejercicio de derechos de fondo de los accionistas, idénticas dificultades surgen cuando durante la asamblea alguno de los accionistas que firmó su asistencia se retira alterando eventualmente el quórum, y en todo caso las bases del cómputo en las votaciones...". Sobre la importancia del derecho de asistencia a las asambleas, en el marco del derecho español, se ha dicho que "...el derecho de asistencia del accionista, tiene, pues, en ese sentido, el carácter de derecho sustancial a la calidad de socio..."; Uria, Rodrigo, Ménendez Ménendez, Aurelio y Muñoz Planas, José M., "La junta general de accionistas", editorial Civitas, 1992. Al respecto, si bien nuestra Ley de Sociedades Comerciales no tiene un artículo como el 48 del ordenamiento español que enuncia al derecho de asistencia entre aquellos que integran el contenido mínimo de la acción, entendemos a la reflexión plenamente aplicable al derecho argentino. Véase, también, sobre el punto, Richard, Efraín Hugo y Muiño, Orlando M., "Derecho Societario", ps. 469/470, edit. Astrea, 1997.----------1997 Al haber ya tratado el quórum de ambos tipos de asambleas, vamos ahora a detenernos en el régimen de mayorías, tratados por los arts. 243 y 244. Respecto de las asambleas ordinarias las decisiones se tomarán por mayoría absoluta, salvo que se establezca una mayoría superior estatutariamente. Para el caso de las asambleas extraordinarias la LSC realiza una distinción, según se trate de cuestiones comprendidas en el art. 244 o no. En el caso de que no estuviesen comprendidas, las decisiones se adoptarán en primera o segunda convocatoria por mayoría absoluta de los votos presentes, salvo que existe una mayoría superior en el contrato social. Para los casos previstos, contrariamente, se adoptarán las decisiones con el voto favorable de la mayoría de acciones, sin tener en cuenta la pluralidad de voto, ello en mérito de la importancia que revisten los supuestos en consideración. Ahora bien ¿Cómo debe computarse el voto del accionista que se abstiene? La respuesta no surge de la LSC, pero en general la doctrina entiende que debe tenerse como voto negativo, sin embargo Nissen, con acierto, pone en evidencia una clara contradicción del legislador. En efecto no puede considerarse como voto negativo, en tanto la LSC no le permite ejercer su derecho de receso, lo que sólo acontece cuando el socio se ha manifestado en contra de la decisión asamblearia. El derecho de receso puede definirse como la facultad de todo socio de separarse de la sociedad, previo reembolso del valor de su participación social, cuando el órgano de gobierno, resuelve reformar el estatuto, alterando las bases que se tuvieron en cuenta al constituir o incorporarse a la misma, o bien cuando se modifica sustancialmente el ejercicio de sus derechos. La finalidad del instituto no es la de facultar al accionista para que éste se retire voluntariamente de la sociedad a placer, sino que intenta conciliar dos intereses que se consideran esenciales en el ámbito societario, ellos son:

1) El derecho de la sociedad a modificar sus estatutos. 2) El derecho del socio que no comparte tales modificaciones, que podrá retirarse frente a las

mismas. El derecho de receso es uno de los más claros ejemplos de carácter contractual de la sociedad, y un remedio contra el poder ilimitado de las asambleas, a las que no se les impide alterar las bases

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del contrato, en la medida en que se permita a su vez, al socio disconforme el derecho de retirarse, previo reembolso del valor de su participación. El derecho bajo examen debe considerarse como excepcional, ya que ha sido reservado para enfrentar determinadas situaciones que sin dudas no forman parte del día a día de la sociedad. Se exige una clara manifestación de voluntad en contra de la modificación estatutaria adoptada, y de su voluntad a ejercer el receso. Podemos afirmar entonces que éste, no procede de manera automática, con la sola manifestación en contrario, sino que el socio declare de manera unilateral y recepticia su voluntad de receder, su manifestación no necesita ser aceptada por la sociedad. Las causales legales para el ejercicio del receso son:

1) Transformación. 2) Prórroga de la sociedad. 3) Reconducción del contrato social. 4) Cambio fundamental del objeto. 5) Reintegro parcial o total del capital social. 6) Transferencia del domicilio al extranjero. 7) Fusión. 8) Escisión. 9) Retiro de la cotización y oferta pública. 10) Aumento del capital social.

La LSC no impone otros requisitos que la temporalidad del mismo, otorgando a los socios presentes en la asamblea correspondiente, que votaron en contra de la decisión, un plazo de 5 días; para los ausentes, que acrediten debidamente el carácter, 15 días. En ambos casos se computa desde la clausura del acto asambleario. Valgan las siguientes consideraciones, incorporadas por la jurisprudencia, atento la existencia de algunas lagunas en la LSC:

1) El derecho de receso es indivisible, debiendo ejercerse por la totalidad de las acciones que posee el recedente.

2) No se requieren fórmulas sacramentales para el ejercicio del derecho, sino sólo notificación fehaciente.

3) En el plazo mencionado, la declaración debe llegar a conocimiento de la sociedad. 4) La manifestación de la voluntad debe dirigirse a la sociedad, representada por su

representante legal. Respecto de la determinación del valor remiten a los estados contables de la sociedad, tema no poco discutido, donde parte de la doctrina establece que se debería realizar un balance especial a tales efectos. Pero debemos tener presente que la aprobación de los estados contables, no debe ser un mero trámite, sino que es responsabilidad de los socios custodiar la legalidad y veracidad de los mismos. De esta manera se obliga al accionista a interiorizarse de la gestión societaria. Aunque en la realidad, otros parecen ser las prácticas. De todas formas, a los efectos de la determinación del valor de la participación societaria, debemos destacar que no se agota con el capital social propiamente dicho, sino que corresponde incluir, en la debida proporción, al fondo de reserva, resultados no asignados y todo lo que constituya el patrimonio de la sociedad entendido como universalidad. El efecto del ejercicio del receso, para el accionista, es que una vez notificada la sociedad éste queda separado de la misma y desligado del vínculo de derechos y obligaciones que lo unían, en efecto pasa a ser un tercero con un derecho creditorio al reembolso del valor de su participación.

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Deja de ser accionista en el mismo momento en que notifica fehacientemente a la sociedad, cesando también su legitimación para ejercer cualquier derecho inherente a la calidad de socio. Analicemos ahora un extracto doctrinario, que trata las impugnaciones de asamblea.

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07/ 08/ 2004 Citar Lexis Nº 0003/007985 Género: Doctrina; Título: Régimen impugnatorio de las resoluciones asamblearias de las sociedades anónimas Autor: Uguet, Ricardo; Fuente: JA 2000-IV-1163 SOCIEDADES (EN PARTICULAR) - 05) Sociedad anónima - j) Asamblea - 15.- Impugnación 20004206.txt I. INTRODUCCIÓN (nota: el texto se suprimió atento excedía los fines del módulo) II. EL ART. 251 LEY DE SOCIEDADES COMERCIALES Interpretando a contrario sensu el art. 233 ley 19550, es menester concluir que cuando la asamblea de accionistas de una sociedad anónima se aparta de los carriles del derecho sus resoluciones dejan de ser imperativas, por cuanto no obligan a los socios ni deben ser cumplidas por el directorio. Empero, para que tal temperamento tenga andamiaje ha sido necesario dotar a los accionistas de una herramienta adecuada para dejar sin efecto la resolución contraria a derecho. Aparece, así, la acción de impugnación de decisiones asamblearias consagrada en el art. 251 LSC. en cuanto establece que "toda resolución de la asamblea adoptada en violación de la ley, el estatuto o reglamento, puede ser impugnada de nulidad por los accionistas que no hubieren votado favorablemente en la respectiva decisión y por los ausentes que acrediten la calidad de accionistas a la fecha de la decisión impugnada. Los accionistas que votaron favorablemente pueden impugnarla si su voto es anulable por vicio de la voluntad". Y en su última parte este artículo establece que "la acción se promoverá contra la sociedad, por ante el juez de su domicilio, dentro de los tres meses de clausurada la asamblea". No aclara el legislador si se trata de un plazo de caducidad o de prescripción, omisión que ha alimentado la ardua controversia doctrinaria iniciada aún antes de la sanción de la ley 19550 , cuando la cuestión estaba regida básicamente por los arts. 317 y 353 CCom. y que fueron derogados por la citada ley en atención a que el régimen se mostraba "ineficaz por insuficiente" (1). La controversia doctrinaria apuntada -que se ha trasladado al terreno jurisprudencial- es tan ardua como interesante, en atención a que la cuestión no es meramente académica o teórica (2) dados los disímiles efectos prácticos que de uno y otro instituto se desprenden, en atención a que los plazos de prescripción pueden verse suspendidos; no así los de caducidad. Se observa, pues, que la adhesión a una u otra tesitura genera importantes consecuencias prácticas: así, para quienes adhieren a la tesis de la prescripción, la resolución asamblearia viciada puede ser atacada aún transcurrido en exceso el plazo trimestral en cuestión, si es que se dan algunos de los supuestos que permiten su suspensión (vgr. constituir en mora, en los

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términos del art. 3986 CCiv., a los órganos sociales para que convoquen una nueva asamblea que deje sin efecto la anteriormente viciada, conforme lo previsto por el art. 254 LSC.). En cambio, para quienes se enrolan en la postura de la caducidad, la acción impugnatoria debe ser promovida -indefectiblemente- dentro de los tres meses de clausurada la asamblea, pues en caso contrario se purgaría el vicio que afecta la resolución en cuestión, la que quedaría firme, tornándose inatacable en lo sucesivo (3). III. DISTINCIÓN ENTRE CADUCIDAD Y PRESCRIPCIÓN (nota: el texto se suprimió atento excedía los fines del módulo) IV. ¿EL ARTÍCULO 251 LSC. CONSAGRA UN PLAZO DE CADUCIDAD O DE PRESCRIPCIÓN? Durante décadas los autores especializados en derecho societario han debatido intentando dar una respuesta contundente al interrogante precedentemente expuesto. Sin embargo, la respuesta unívoca todavía no ha llegado; por el contrario, las posiciones se han ido endureciendo y nutriendo -casi por partes iguales- de los aportes brindados por los máximos exponentes de la materia. Así, dentro de los autores que conciben el plazo del art. 251 LSC. como de prescripción se cuentan Halperín (11), Zavala Rodríguez (12), Farina (13), Richard, Escuti y Romero (14) y Nissen (15). Precisamente este último autor es quien más fervientemente sostiene esta tesitura, para cuyo análisis pormenorizado remitimos a su obra, deteniéndonos aquí en un punto concreto: este autor considera que calificando el plazo del art. 251 LS. como de prescripción no se perturba el normal funcionamiento y desenvolvimiento de la sociedad, pues la suspensión de la prescripción, por aplicación de la causal prevista en el art. 3986 ap. 2 CCiv., no tendría cabida en materia comercial, dado que el art. 845 CCom. establece que "todos los términos señalados para intentar alguna acción o practicar cualquier acto, son fatales e improrrogables" (16). Sin desmedro de reconocer que en algún momento esta fue la postura prevaleciente en la Justicia Comercial, debemos destacar que conforme el criterio jurisprudencial actual -sustentado por nuestro más alto tribunal- se considera que en materia comercial tiene cabida la suspensión de la prescripción por aplicación de la causal prevista en el art. 3986 ap. 2 CCiv. (17); motivo por el cual, si se considerara que el art. 251 LSC. consagra un plazo de prescripción, la suspensión de dicho término podría determinar que deba considerarse tempestiva una acción promovida varios meses y hasta un año después de clausurada la asamblea, contrarrestando el efecto buscado por el legislador al consagrar un breve plazo de tres meses para que los accionistas disconformes con la resolución asamblearia insten la pertinente acción judicial (18). Por su parte, en la corriente de opinión contraria, es decir, entre quienes se inclinan por la tesis de la caducidad, se cuentan Fargosi (19), Zaldívar (20), Otaegui (21), Bendersky (22), Martorell (23), Verón (24), Roitman (25), Gagliardo (26) y Williams (27), quienes sustentan esta tesitura en base a los siguientes argumentos centrales: La ratio legis del plazo fijado en el art. 251 es típica para configurar un supuesto de caducidad, pues la fijación de un plazo relativamente breve y la expresa determinación del momento en que comienza su decurso, demuestran que el legislador ha buscado la certidumbre de la perdurabilidad de la fuerza vinculante de las decisiones asamblearias y de sus consecuencias jurídicas, en atención a los intereses y derechos tutelados y en pos de la estabilidad jurídica (28). El art. 251 LSC. se inspira en el art. 2377 del Código Civil italiano y precisamente en Italia la doctrina y jurisprudencia elaboradas son virtualmente unánimes en admitir que se trata de un supuesto de caducidad (29). El art. 251 LSC. consagra un plazo de caducidad porque se trata de un término final de una relación de derecho sustancial, que requiere el cumplimiento objetivo de ciertos hechos o actos dentro de un término perentorio; el transcurso de ese plazo es extintivo (30).

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Se trata de un término de caducidad porque el plazo para el ejercicio de este derecho no puede ser interrumpido o suspendido a tenor del Código Civil, art. 3986 , por obvias razones de certeza que hacen al funcionamiento de las sociedades anónimas en las que se halla de por medio el interés público (doct. arts. 301 inc. 2 y 303 inc. 2 LSC.) (31). En la Sección V ap. 17, de la Exposición de Motivos de la Ley 22903 (LA 1983-B-1605), el propio legislador expresamente establece que respecto del art. 251 "se abrevia el plazo de caducidad a tres meses, computando la necesidad de dar seguridad a decisiones que se vinculan con la estabilidad de un sujeto de derecho que constituye, en definitiva, un orden jurídico de segundo grado". En esta línea de pensamiento se encuentra también la jurisprudencia mayoritaria, en tanto se ha resuelto que "el plazo establecido por el legislador en el art. 251 ley 19550 es un plazo de caducidad, toda vez que revela la premura con que éste quiere formar una expresión contraria a la validez de la decisión asamblearia, cuyo cuestionamiento autoriza. La perentoriedad del plazo tiende evidentemente a aventar las inseguridades que podrían naturalmente inspirar, a los terceros, decisiones asamblearias sujetas a objeciones por un período prologando, y disipar la pareja inseguridad que viviría el ente societario si las decisiones de su órgano de gobierno padecieran una prolongada vulnerabilidad. Y es precisamente la persecución evidente y rápida de esta certeza, y la contemplación del modo enérgico con que el legislador ha planteado esa voluntad, lo que autoriza a concluir que se trata de un plazo de caducidad" (32). V. NUESTRA POSICIÓN Nosotros adherimos a esta última postura, pues vemos en la caducidad un derecho o potestad jurídica que se debe ejercitar dentro de un marco temporal, normalmente breve, como una carga del titular. La ausencia de esta conducta dentro del término que se hubiere fijado no impide el perfeccionamiento del derecho sino que -lisa y llanamente- provoca su extinción, sin reparar en el aspecto subjetivo o volitivo de su titular. Entendemos que al margen de los casos en que la caducidad se pacta convencionalmente, cuando es el propio legislador quien sujeta un derecho a un breve plazo de caducidad, lo hace porque está en juego el interés general, lo hace por razones de orden público; motivo por el cual estos plazos no pueden ampliarse ni abreviarse por voluntad de las partes. Analizando en nuestro derecho los casos particulares (33) en los que se prevé un plazo de caducidad podemos extraer como conclusión que normalmente el beneficiario de esa situación es un centro jurídico de segundo orden o grado, razón por la cual el legislador busca que el titular del derecho lo ejercite raudamente, pues la demora puede causar serios perjuicios en el sujeto eventualmente obligado y, en ciertas circunstancias, en la comunidad toda. Es que cuando el legislador consagra un breve plazo de caducidad toma en cuenta dos aspectos concretos: (i) quién es el sujeto pasivo de la relación obligacional y (ii) con qué grado de celeridad deben adquirir firmeza y certidumbre las relaciones jurídicas que anudan estos sujetos. En esta inteligencia, la sociedad comercial aparece como un orden jurídico de segundo grado que anuda un sinnúmero de relaciones negociales sobre la base de las decisiones que adoptan sus órganos de gobierno y de administración. Cuando esas decisiones no se ajustan a derecho es necesario que los legitimados para promover la demanda de impugnación accionen rápidamente para impedir que la resolución en cuestión pueda tener principio de ejecución, ocasionando un perjuicio, no sólo a la sociedad, sino también a los terceros que contratan con ella. Sobre la base de este enfoque es que el legislador ha otorgado a los accionistas disconformes con la resolución asamblearia un derecho a condición de que lo ejerzan dentro de un breve plazo fijado de antemano, plazo que -por tal motivo- en principio no puede ser objeto de suspensión y/o interrupción (34); lo que sólo es compatible con su tipificación como un término de caducidad. Y a mayor abundamiento de argumentos, destacamos que también nos lleva a adherir a la tesis de la caducidad el análisis de una de las normas específicas de la materia sub examine: el art. 253 LSC. (35), en cuanto ordena la suspensión procesal de las acciones impugnatorias que

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tengan por objeto la nulidad de la misma asamblea, con el objeto de permitir la acumulación de todas ellas ante el juez previniente, "norma que sólo es compatible y coherente bajo la hipótesis de la caducidad en la misma medida en que repugna a la de prescripción" (36). Coincidimos con la jurisprudencia que considera que la acumulación de las acciones impugnatorias, previa suspensión del trámite de las iniciadas hasta el fenecimiento del plazo común, indica claramente que lo que se trata de preservar es la seguridad jurídica en función de la estabilidad de las decisiones asamblearias, siendo éste el valor superior que nace como requerimiento propio del sistema (37). Se trata, pues, de que dentro de los tres (3) meses de clausuradas las deliberaciones que ponen fin al acto de gobierno propio de la asamblea se devele definitivamente la validez de sus decisiones o, de lo contrario, se resuelva sobre su eventual nulidad en una única sentencia que centralice y decida -de una sola vez- todas las impugnaciones, para las que no existe sino un plazo único que es tratado por la ley como plazo común a todos los potenciales impugnantes. Resulta menester insistir en que esta situación no es compatible con la calificación del plazo como de prescripción, ya que en este caso el plazo es "ampliable" (art. 3986 CCiv.) desde el momento en que se pone el acento en la intención del sujeto, razón por la cual se admite tanto la interrupción como la suspensión de dicho término en mérito de su actuación personal, lo cual no es posible dentro de la arquitectura que emerge de los arts. 251 y 253 LSC., en cuanto consagran un término que opera fatalmente para todos los potenciales impugnantes y que no puede extenderse ni acortarse como si se tratara de un plazo de prescripción (38). VI. LOS SUPUESTOS DE NULIDAD ABSOLUTA. DOBLE FACULTAD ACCIONARIA PARA IMPUGNAR LAS RESOLUCIONES SOCIALES Si bien en el parágrafo anterior no dudamos en calificar como de caducidad el plazo previsto en el art. 251 LSC., debemos realizar aquí una importante aclaración -que en nada opaca la conclusión a la que hemos arribado-: para la mayoría de la doctrina societaria, a la que adherimos, el breve plazo trimestral del art. 251 LSC. no se aplica en aquellos supuestos de decisiones asamblearias que adolecen de nulidad absoluta, pues este tipo de nulidades no es subsanable a tenor de lo normado en el art. 1047 CCiv. (39). En efecto, la última parte de esta norma reza: "La nulidad absoluta no es susceptible de confirmación", lo cual significa que si la decisión a impugnar es violatoria de una norma de orden público no opera la caducidad de la acción tendiente a decretar su invalidez; ello así por aplicación del principio de que no puede haber derechos adquiridos contra disposiciones de tal carácter (40), en atención a que el transcurso del tiempo no puede consolidar los vicios que acarrean una nulidad absoluta (41). Siguiendo esta orientación, nuestra jurisprudencia ha resuelto que "si la demanda se basa en la existencia de un acto societario nulo de nulidad absoluta, no es de aplicación el art. 251 ley 19550, sino las normas ordinarias del Código Civil, conforme a las cuales tal acción no es susceptible de extinguirse por vía de prescripción (42). Siendo menester destacar que al enrolarnos en esta tesitura hemos tomado postura en otro gran debate que mantiene la doctrina del derecho societario, representado por el interrogante dirigido a saber si se aplica al régimen nulificatorio de las sociedades comerciales la teoría general de las nulidades del Código Civil. Consideramos que esa aplicación corresponde con el alcance que enseña Halperín (43), para quien la nulidad de las deliberaciones y decisiones asamblearias obedece a un régimen especial que se aparta del establecido por el Código Civil, máxime en nuestro derecho, en que este ordenamiento regula la nulidad del acto jurídico en general sin prever el acto jurídico colegial; sin perjuicio de lo cual son aplicables los principios generales de la materia. Y en esta inteligencia, dado que a nuestro entender la Ley de Sociedades no establece un régimen nulificatorio específico derogatorio del régimen civil, sino que -por el contrario- la

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normativa societaria se ve influida y penetrada por las normas del derecho común (arts. 18 , 1047 y 1048 CCiv.), compartimos la opinión de los autores que consideran que, aún cuando la letra del art. 251 LSC. no lo disponga expresamente, existen dos clases de acciones para atacar las resoluciones asamblearias: (i) la específica acción de impugnación regulada en el art. 251 LSC., aplicable a los supuestos de nulidad relativa, y que debe ejercitarse dentro del breve plazo que consagra esta norma, bajo apercibimiento de convalidarse el vicio en cuestión y (ii) la acción ordinaria de nulidad que surge del Código Civil, destinada a obtener la declaración de nulidad absoluta y que puede ser iniciada por cualquiera que ostente un interés legítimo. Esta acción es -por la índole de los intereses en juego- de carácter imprescriptible e inconfirmable (art. 1047 CCiv.) (44). Es menester destacar que esta doble facultad para la interposición de las acciones judiciales arriba indicadas se encuentra expresamente consagrada en el derecho comparado, tal como surge de la reseña efectuada por Otaegui (45), y ha tenido recepción jurisprudencial en nuestro país, en tanto se ha resuelto que "la norma del art. 251 ley 19550 no excluye la posibilidad de que se accione por nulidad absoluta del acto del directorio, supuesto en el que ya no será aplicable dicho artículo, sino la norma del art. 1047 CCiv., que confiere legitimación para accionar a todos los que tengan interés en hacerlo, excepto el que ha ejecutado el acto, sabiendo o debiendo saber el vicio que lo invalidaba; por lo demás, si esa nulidad es absoluta la acción de impugnación es imprescriptible" (46). VII. LA NULIDAD ABSOLUTA DEBE JUZGARSE CON CARÁCTER RESTRICTIVO (nota: el texto se suprimió atento excedía los fines del módulo) NOTAS: (1) Conforme Exposición de Motivos de la ley 19550, Cap. II, Sección V, VIII, 9; (2) Fargosi, Horacio P., "Caducidad o prescripción de la acción de nulidad de asambleas de sociedades por acciones", LL 1975-A-1061; (3) Esto sin perjuicio de destacar que para la mayoría de nuestros doctrinarios, cuando el vicio que afecta la decisión asamblearia degenera en un supuesto de nulidad absoluta, tal irregularidad no es pasible de subsanación y/o confirmación a tenor de lo dispuesto en el art. 1047 CCiv.; vale decir que en esta hipótesis no habría un término para demandar la nulidad absoluta, con lo que se torna superfluo analizar si el art. 251 LSC. consagra un plazo de prescripción o de caducidad, puesto que el mismo no se aplicaría al caso en cuestión. Remitimos a lo expuesto en el punto VI; (11) Halperín, Isaac, "Sociedades anónimas", 1975, Ed. Depalma, p. 658; (12) Zavala Rodríguez, C. J., "Código de Comercio comentado", t. VI, p. 290, ns. 226/7; (13) Farina, Juan M., "Tratado de sociedades comerciales", Parte Especial, II-B, 1979, Ed. Zeus Editora, p. 301, § 344; (14) Efraín Richard, Ignacio Escuti y José Romero, "Manual de Derecho Societario", p. 286, nota 27; (15) Nissen, Ricardo A., "Impugnación judicial de actos y decisiones asamblearias", 1989, Ed. Depalma, p. 150; (16) Nissen, Ricardo A., "Impugnación judicial de actos y decisiones asamblearias", 1989, Ed. Depalma, p. 157; (17) Conf. fallo de la Corte Sup. del 10/3/1992 en autos "Jakim, Horacio S. v. Amparo Cía. Argentina de Seguros", RDCO 1993-A-305; JA 1992-II-547; (18) Conf. "Exposición de Motivos de la Ley 22903", Sección V, ap. 17; (19) Fargosi, Horacio P., "Caducidad o prescripción de la acción de nulidad de asambleas de sociedades por acciones", LL 1975-A-1061; (20) Zaldívar y otros, "Cuadernos de Derecho Societario", vol. III, p. 491; (21) Otaegui, Julio C., "Invalidez de actos societarios", 1978, Ed. Ábaco, p. 416; (22) Bendersky, Mario, "Impugnación judicial de asambleas de sociedades anónimas", en RDCO, 1977, p. 34; (23) Martorell, Ernesto, "Sociedades anónimas", p. 297; (24) Verón, Alberto V., "Sociedades comerciales", t. 3, p. 929 y ss; (25) Roitman, Horacio, "Impugnación de decisiones asamblearias", RDCO, 1984, p. 107; 26) Gagliardo, Mariano, "Sociedades anónimas", 1998, Ed. Abeledo-Perrot, p. 255; (27) Williams, Jorge N., "La impugnación de decisiones asamblearias nulas y el art. 251 de la ley 19550", LL 1983-C-1047;

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(28) Fargosi, Horacio, "Caducidad o prescripción de la acción de nulidad de asambleas de sociedades por acciones", LL 1975-A-1061; (29) Fargosi, Horacio, "Caducidad o prescripción de la acción de nulidad de asambleas de sociedades por acciones", LL 1975-A-1061; (30) Gagliardo, Mariano, "Sociedades anónimas", 1998, Ed. Abeledo-Perrot, p. 255; (31) Otaegui, Julio C., "Invalidez de actos societarios", 1978, Ed. Ábaco, p. 416; (32) C. Nac. Com., sala B, 21/3/1979, "Carabassa, Isidoro v. Viuda de Canale e Hijos S.A.I.C. y F. Canale S.A. o Productos Alimenticios Conservados S.A.I.C. y F. s/sumario", Of. de Jurisprudencia de la C. Nac. Com. de la Capital Federal, ficha n. 3057. En igual sentido se ha dicho que "el plazo previsto por la Ley de Sociedades Comerciales, art. 251 , para promover la acción de nulidad de decisión asamblearia configura un supuesto de caducidad y no de prescripción; ello se basa en la necesidad de dar certeza a las decisiones societarias, ya que de no existir dicha limitación temporal no habría posibilidad de adoptar ninguna de las resoluciones propias de las asambleas, porque ni los socios estarían a salvo de la nulidad tardíamente deducida" (C. Nac. Com., sala E, 26/12/1991, "Parodi de Pérez, Nelly v. Transportes del Tejar S.A. s/sumario", Of. de Jurisprudencia de la C. Nac. Com., ficha n. 13718); (33) Así, por ejemplo, el art. 25 de la Ley de Procedimientos Administrativos, el art. 474 CCom. y el art. 67 LCT; (34) Esto sin perjuicio de lo que expondremos más adelante en cuanto a la anómala situación que ha creado la ley 24573 -de mediación prejudicial- aplicable al ámbito de la Capital Federal (punto VIII); (35) En la parte que interesa a nuestro análisis el art. 253 LSC. establece que "...sólo se proseguirá el juicio (de impugnación de la resolución asamblearia) después de vencido el término del art. 251. Cuando exista pluralidad de acciones deberán acumularse, a cuyo efecto el directorio tendrá la obligación de denunciar en cada expediente la existencia de las demás"; (36) C. Civ. y Com. Bahía Blanca, sala 1ª, 19/3/1992 (voto del Dr. Cervini) "López de Cabañas, Omar A. v. Banco Comercial de Tres Arroyos S.A.", JA 1992-IV-597; (37) Del voto del Dr. Cervini en los autos citados en nota 36, JA 1992-IV-597; (38) Esto sin desmedro de destacar que ante una situación excepcional, como la que describimos en el punto VIII, puede aceptarse un criterio que considere suspendido un plazo de caducidad como si se tratara de uno de prescripción; (39) En sentido contrario Williams, para quien, dado que nuestra ley 19550 no contiene una norma análoga al art. 2379 del Código Civil Italiano que, para los supuestos de deliberaciones nulas por imposibilidad o ilicitud de objeto, remite -en forma expresa- a las normas de derecho común en materia de nulidades (arts. 1421, 1422 y 1423), quedarían incorporadas dentro del art. 251 LSC., y sujetas al breve plazo de caducidad que esta norma establece, tanto las acciones por nulidad absoluta como por nulidad relativa; esto con el fin de obviar el inconveniente de que las decisiones asamblearias puedan ser objeto de impugnación y llegar a ser anuladas después de varios años de su ejecución (Williams, Jorge N., "La impugnación de decisiones asamblearias nulas y el art. 251 de la ley 19550", LL 1983-1047); criterio que también ha tenido recepción jurisprudencial en los autos "Salgado, Rodolfo v. Polleschi, Aldo C. y otros", Sup. Corte Bs. As., 4/12/1990, Ac. 43679, ED 148-262, fallo 44442. Zaldívar, E.-Manóvil, R.-Ragazzi, G.-Rovira, A., "Cuadernos de Derecho Societario", vol. III, 1980, Ed. Abeledo-Perrot, ps. 491/2; (40) Zaldívar, E.-Manóvil, R.-Ragazzi, G.-Rovira, A., "Cuadernos de Derecho Societario", vol. III, 1980, Ed. Abeledo-Perrot, ps. 491/2; (41) Halperín, Isaac, "Sociedades anónimas", 1975, Ed. Depalma, p. 175; (42) C. Nac. Com., sala de Feria, 11/1/1985, "Lucino, Jorge A. y otro v. Unión Comerciantes Cía. de Seguros", LL 1985-C-483, fallo 84085. En igual sentido se ha dicho que "el plazo de caducidad del art. 251 LS. no resulta aplicable en caso de nulidad absoluta de la decisión asamblearia, sujeta a los arts. 18 y 1047 CCiv." (C. Nac. Com., sala C, 10/7/1990, "Paneth, Erwin v. Boris Garfunkel [h.] S.A.", ED 142-244, fallo 43382); (43) Halperín-Otaegui, "Sociedades anónimas", 1998, Ed. Depalma, ps. 753/4; (44) En esta línea de pensamiento se encuentra Otaegui, para quien "la acción de impugnación de nulidad de la Ley de Sociedades Comerciales, art. 251 , no excluye la acción de nulidad del Código Civil, imprescriptible e inconfirmable en el caso de una resolución cuyo objeto o contenido sea contrario al orden público (art. 953 CCiv.), o al régimen societario, aunque no exista una mención expresa al respecto en la Ley de Sociedades". Otaegui, Julio C., "Invalidez de actos

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societarios", 1978, Ed. Ábaco, p. 395; (45) Otaegui, Julio C., "Invalidez de actos societarios", 1978, Ed. Ábaco, p. 393 y ss; (46) C. Nac. Com., sala B, 24/9/1980, "Guillermo Kraft Ltda. S.A. v. Motormecánica S.A.", JA 1981-IV-11. En relación con este criterio, puede pensarse, por ejemplo, en una asamblea de accionistas que derogara el derecho de los socios a la aprobación e impugnación de los estados contables. Dicha resolución atentaría contra una de las normas indisponibles para los socios -el art. 69 LSC.- que declara nula cualquier convención que limite o derogue aquellos derechos. Una resolución asamblearia de tales características no puede confirmarse o subsanarse por el transcurso del tiempo, razón por la cual cualquiera de los socios, aún los que se incorporen al ente con posterioridad, pueden promover en cualquier tiempo la acción ordinaria de nulidad del Código Civil (art. 1047)..---2000AR_DA002.