Lectura 6. Dictadura, Democracia, Neoliberalismo Política y Sociedad 1970 – 2000.pdf
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Módulo 4
Unidad 6
Lectura 6
Materia: Historia Social Latinoamericana
Profesoras: Lic. Ma. Florencia Palacio – Lic. Claudia
Guevara
Historia Social Latinoamericana – Lic. Ma. Florencia Palacio con la colaboración de la
Prof. Lic. Claudia Guevara | 2
Si aceptamos que uno de los rasgos fatales de la matriz de la centralidad estatal
era la existencia de un Estado hipertrofiado, débil por su carencia de autonomía
frente a los actores sociales, pero demasiado grande para sus posibilidades
reales de actuación eficaz, parece obvio que en la búsqueda de un nuevo
régimen social de acumulación es preciso avanzar en la construcción de un
Estado pequeño y fuerte, un Estado nuevo que sea capaz de impulsar políticas
de redistribución y expandir el mercado interno por un mecanismo distinto del
reparto de rentas estatales.
Pero aquí es donde se cierra el círculo, pues para conseguir una reconstrucción
del Estado es necesaria una cierta estabilidad política que los actuales sistemas
de partidos parecen incapaces de lograr y que, seguramente, sólo podría
producirse a partir de un caso ejemplar que pudiera ser tomado como referencia
en otros Estados, tanto a la hora de diseñar estrategias económicas como a la
hora de definir nuevas identidades colectivas.
A la espera de una experiencia ejemplar, de un mito fundante de la legitimidad
de democracias eficaces por sus resultados, la sombra que oscurece el futuro
político de América Latina es la del retorno del líder (Zermeno, 1989): una
reciente exclusión social combinada con apatía política, que dejaría abierto el
tiempo de las tribus urbanas, de las identidades sociales marginales, de los
populismos efímeros, de los liderazgos anti políticos. (Ludolfo Paramio-SCIC)
La caída de la Unión Soviética, los procesos de integración regional y el
fenómeno de Globalización fueron factores que transformaron el escenario
internacional de finales de los´ 80 y que, como refleja el cuadro a continuación,
junto a los acontecimientos mencionados en el módulo anterior, crisis del
petróleo, crisis de la Deuda y posterior aplicación del “recetario” neoliberal
estuvieron todos acompañados por diferentes transiciones políticas y sociales,
como dictaduras militares, proceso de democratización e instauración de nuevos
regímenes democráticos muchas veces indefinidos ideológicamente.
El objetivo del desarrollo de este módulo es que Ud. pueda conocer y
comprender las diferencias y similitudes en las crisis nacionales del modelo
latinoamericano, la aplicación de recetas neoliberales, y la emergencia de
nuevos paradigmas en la política.
Este módulo buscará analizar las consecuencias políticas y sociales del retorno a
la democracia de los países latinoamericanos, así como de la aplicación de las
políticas de corte neoliberal, que en general fueron bastante significativas en la
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región, afectando el empleo y la estructura económica de casi todos los Estados,
para luego poder hacer unas breves consideraciones sobre la situación actual y a
futuro.1
1 El esquema presentado es de la autoría del Prof. Rómulo Montes, Titular de la Cátedra en modalidad presencial.
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Crisis estado
Bienestar en
occidente
Transición
democrática
CRISIS
Deuda externa
Crisis año 1973
AMÉRICA LATINA
Dictaduras y fin del
Modelo ISI y el Estado
solidario
Petrodólares
POLÍTICA
Crisis de la POLÍTICA
Nuevos paradigmas
¿Neopopulismos?
Crisis
Económica
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6.1 Neoliberalismo y Neoco6.1 Neoliberalismo y Neoco6.1 Neoliberalismo y Neoco6.1 Neoliberalismo y Neoconservadurismo. nservadurismo. nservadurismo. nservadurismo.
El problema de la GobernabilidaEl problema de la GobernabilidaEl problema de la GobernabilidaEl problema de la Gobernabilidad.d.d.d.
Luego de la salida de la crisis de la deuda y con el comienzo de la oleada
democratizadora post dictadura, hacían falta en todos los países una serie de
reformas no sólo económicas, sino también políticas y sociales, que pudieran
proveer cierta estabilidad para poder emprender nuevamente un camino de
legitimidad e institucionalidad.
De este modo, con la ayuda de las reformas económicas, potenciadas por los
lineamientos impuestos por el Consenso de Washington y a tono con el NOI
(Nuevo Orden Internacional), en la mayoría de los países se llamó a elecciones
democráticas. El resultado: partidos segregados que se unificaron para
presentarse como alternativas válidas ante los ciudadanos, gobiernos electos sin
demasiada fuerza política dentro de sociedades convulsionadas, parlamentos
con incipiente poder constitucional que habían quedado en desuso por casi una
década y toda una reestructuración a futuro del tejido productivo.
Se evidenciaba también la inestabilidad política de estos gobiernos electos ante
fuerzas armadas aún con poder de convocatoria para llevar adelante golpes de
Estado, aunque el contexto histórico ya comenzara a condenar a los gobiernos
autoritarios, con lo cual se daba paso a una nueva etapa, que tenía todo por
descubrir.
En medio de este “caos”, los gobiernos comenzaron con la implementación de
las reformas económicas, la ampliación de los procesos de integración (firma del
Tratado de Asunción en 1991 que dio nacimiento al MERCOSUR), y la
reestructuración del sistema político y parlamentario, con la redacción de
nuevos artículos de las Constituciones Nacionales de muchos países, como
Brasil, Argentina, Chile.
En cuanto al modelo a seguir del momento, el Neoliberalismo, propone el
levantamiento de regulaciones sobre los precios, apertura financiera, y
comercial, liberalización de los regímenes laborales, protagonismo del sector
privado y disminución del papel del Estado, sistema de mercado, acento en los
instrumentos de política fiscal, monetaria, arancelaria y tributaria, descuidando
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factores estructurales, institucionales y políticos. Limita su instrumental a
Principios inspiradores adoptados a priori.
Además, está en contra de la ISI y considera que las exportaciones son las que
promueven el dinamismo. Los instrumentos: tasa arancelaria baja y tasa de
cambio alta y estable. Sin embargo, promueve la explotación con poco valor
agregado de productos primarios y con mano de obra barata como ventaja
comparativa, lo cual deriva en un aumento de la vulnerabilidad externa de la
región. Todo lo referente a regionalización es ajeno a sí, debido a su carácter
global, que no se detiene en un análisis sectorial. Sólo posee un marco de
indicadores de mercado para orientar las decisiones de la empresa, que basta
para conducir una adecuada selección de las actividades más dinámicas. En
resumen, sería imposible que un modelo de este tipo funcione correctamente en
economías desequilibradas como las latinoamericanas.
Otorga prioridad a los mecanismos redistributivos, ya que le da al mercado y al
crecimiento un factor benéfico per se sobre la igualdad, sin tomar medidas que
solucionen el problema de la pobreza. Asimismo, promulga que en las
situaciones de crisis hay que volcarse al crecimiento que mejora la condición de
los más pobres ya que la prioridad es combatir la extrema pobreza. Propone la
abolición de los subsidios indiscriminados, sólo deben mantenerse para los más
pobres, los demás deben costear sus gastos de educación y salud por sí mismos.
(Lineamiento del Consenso de Washington).
Pretende también una reducción del aparato estatal, la venta de empresas
públicas y la canalización de nuevos créditos al sector privado. Tiene como
supuestos que: las distorsiones de las economías de América Latina se corrigen
con la Liberalización. El "Ajuste estructural programado" debe ser direccionado
para ser eficaz. Segundo, que el sector privado responde a los indicadores del
mercado, lo cual conduce a una mayor eficiencia e inversión. No obstante, no
existe evidencia empírica de esto, es más, el empresariado tiene un
comportamiento distinto al esperado por el Neoliberalismo, ya que está
condicionado por el contexto histórico y cultural que hace que se adapten a la
realidad de forma diversa.
Asimismo, concede escasa atención a factores sociales y de poder que
interactúan con las políticas económicas y que, en definitiva, determinan la
viabilidad de la estrategia de desarrollo. Esto deriva en la aceptación de marcos
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no democráticos. Por ejemplo: Argentina y Chile bajo gobiernos de facto en los
´70 y ´80.
El diagnóstico neoliberal de la crisis establece que ésta intensificó problemas
mucho más profundos subyacentes en las economías latinoamericanas. Estos
problemas derivaban de políticas e instituciones internas equivocadas e
insostenibles (proteccionismo a ultranza por ejemplo) y del peso del excesivo
papel del Estado en la economía, junto con la debilidad del sector privado.
Para subsanar esta situación, el Neoliberalismo propone una “Nueva estrategia
de Desarrollo", que incluye: la reanudación del crecimiento y ajuste que
garantice el empleo productivo y el reestablecimiento de la confianza de los
mercados externos a través del pago de la deuda. Hay cuatro áreas estratégicas:
1) Orientación hacia afuera de la política económica. 2) Aumento del ahorro
interno y asignación eficiente a proyectos de inversión. 3) Reformas del papel
del Estado en la economía. 4) Apoyo internacional a esta estrategia. Desde esta
visión, los cambios apoyarían una mayor competitividad internacional,
impulsarían el crecimiento y la creación de empleo y aumentarían los ingresos
por exportaciones para pagar el servicio de la deuda.
El elemento clave en esta estrategia es la continuidad en las políticas y el
encuentro de la forma adecuada y el manejo equilibrado de los instrumentos de
política monetaria, fiscal y cambiaria, que logren cumplir con los objetivos de
estabilización y apoyen las transformaciones estructurales e impongan menores
costos en el crecimiento de corto plazo.
Para lograr la estabilización se requieren un conjunto de políticas: a) aumento
del ahorro público con disminución del gasto e incremento del ingreso, b)
aumento del ahorro privado y fortalecimiento de instituciones financieras, c)
mayor eficiencia económica y mejoras en la inversión privada por la eliminación
de las distorsiones microeconómica, d) mejor asignación de la inversión pública
hacia actividades productivas y e) aumento de la oferta de los bienes transables.
Las etapas del ajuste abarcan: en primer lugar, el logro de estabilidad
macroeconómica, disminución de la inflación y de la tasa de interés real;
segundo, la aplicación de reformas profundas estructurales orientadas a
incrementar la productividad externa e interna de los mercados de bienes,
insumos y financieros, la racionalización del sistema global de reglamentación y
reforma institucional que promuevan el aumento del ahorro público; tercero, la
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fase de consolidación de las reformas donde el objetivo principal es la
recuperación sostenida de los niveles de inversión.
El gran inconveniente de la aplicación de estas medidas, no fue efectivamente el
de la reestructuración per se, sino que no se tuvieran en cuenta las
características y tradiciones culturales y sociales de cada país. A continuación se
hará una breve reseña de algunos casos nacionales para dar cuenta de esta
afirmación.
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6.1.1 La difícil democratización: Los Casos
Nacionales
Los casos de Argentina, Brasil y Chile fueron los más paradigmáticos en cuanto
a la aplicación de reformas económicas, políticas y constitucionales en el
período de transición desde las Dictaduras militares hacia gobiernos
democráticos. De acuerdo a Sznajder:
La transición a la democracia de cada uno de estos países implicó serios cambios
constitucionales, sea un retorno al statu quo ante, como en el caso argentino, que
luego requirió una seria reforma constitucional; sea la redacción de una nueva
constitución, como sucedió en Brasil; o una serie de reformas constitucionales
que transformaron una transición impuesta por los militares en una pactada entre
los militares y la oposición, en Chile, en 1989.
En el caso de Chile, fue el gobierno militar el que tomó la iniciativa, pocos días
después del golpe del 11 de septiembre de 1973, de constituir una comisión de
juristas y expertos que se encargase de redactar una nueva constitución para el
país. La idea básica era elaborar un tipo de democracia que supiera defenderse
contra los peligros de la masificación de la política y las amenazas revolucionarias.
De aquí que el modelo de constitución autoritaria que surge sea fuertemente
presidencialista y reduzca las prerrogativas del futuro congreso.
En Brasil, el congreso libremente electo se transformó en asamblea constitucional
y redactó la nueva constitución de 1988. La intención era establecer las bases para
una democracia moderna. Por lo tanto, la constitución contiene largas y
detalladas secciones sobre derechos humanos y derechos civiles. Por otro lado,
reestablece la mayoría de las prerrogativas del congreso anuladas durante el
gobierno militar, incluyendo una amplia medida de control presupuestario.
En Argentina, frente a la imposibilidad de conseguir el apoyo político suficiente
de los dos tercios del congreso para convocar una convención constituyente, y
frente al problema de la sucesión presidencial y la prohibición de reelección,
temiéndose medidas de fuerza y el deterioro e inestabilidad económicos que
podría generar un cambio de gobierno, se procedió a reformar la constitución en
1994.
La reforma se llevó a cabo sobre la base de un pacto político logrado entre el
presidente Menem y la más notoria figura de la oposición radical, el ex presidente
Alfonsín. El 'Pacto de Olivos' representó una síntesis entre el interés de
continuidad justicialista y el interés de la oposición de limitar el poder
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presidencial y a la vez coartar las oportunidades de arbitrariedad y corrupción. De
aquí surge un modelo mixto, en el que el ejecutivo obtiene la posible reelección,
pero se debilita al perder parcialmente el control sobre los nombramientos
judiciales, y se refuerza a la oposición en el Senado. (Sznajder, 2002)
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6.2 Las consecuencias sociales del ajuste 6.2 Las consecuencias sociales del ajuste 6.2 Las consecuencias sociales del ajuste 6.2 Las consecuencias sociales del ajuste estructural. El mundo del trabajo.estructural. El mundo del trabajo.estructural. El mundo del trabajo.estructural. El mundo del trabajo. 6.2.1 La cuestión social y el agravamiento 6.2.1 La cuestión social y el agravamiento 6.2.1 La cuestión social y el agravamiento 6.2.1 La cuestión social y el agravamiento de las desigualdades.de las desigualdades.de las desigualdades.de las desigualdades. Cierto es que durante el período en que se aplicaron las políticas de ajuste
estructural, hubo muchos cambios políticos y sociales que acompañaron el
proceso.
En un primer acercamiento se debe hacer una reflexión sobre la reforma del
Estado, ya que fue un factor importante de cambio durante la década del ´90,
puesto que en varias situaciones también fue causante de crisis, como se verá
más adelante en relación al mercado laboral.
En América Latina, el Estado fue el regulador por excelencia de la distribución
de la renta, la acumulación fiscal y prestador y previsor de los servicios sociales.
Durante la década del noventa, en concordancia con el ideario neoliberal, el rol
del Estado fue disminuyendo cada vez más en cuanto a sus objetivos
primordiales en relación a la ciudadanía, para relacionarse cada vez más con los
intereses privados de algunas empresas y estancarse en la burocracia pública.
Esto se vio reflejado no sólo en la venta o desaparición de las empresas públicas
de servicios, sino también en el carácter de “administración pública gerencial”
en términos de Bresser Pereira, que sólo respondía a ciertos reclamos de la
ciudadanía, lo cual finalizaría en el ingreso a la “crisis de gobernanza”2, que
permanece hasta la actualidad.
La Globalización impuso entonces una doble presión sobre la capacidad del
Estado para cumplir sus funciones, por un lado sobre el rol fundamental de
2 La gobernanza es una forma de gobierno (en su sentido mas amplio) en la que la coherencia de la acción pública (la definición de problemas, la toma de decisiones y su ejecución) no pasa por la acción aislada de una elite político-administrativa relativamente homogénea y centralizada, sino por la adopción de formas de coordinación a distintos niveles y multiactorial, cuyo resultado, siempre incierto, depende de la capacidad de los actores públicos y privados para definir un espacio común, de su capacidad para movilizar expertos de orígenes diversos y de implantar modos de responsabilización y de legitimación de las decisión, a un tiempo en el universo de la política electoral y de la política de los problemas. (http://unpan1.un.org/intradoc/groups/public/documents/CLAD/clad0043411.pdf. José Manuel Ruano de la Fuente, Universidad Complutense de Madrid. VII Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Lisboa, Portugal, 8-11 Oct. 2002)
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protección de los ciudadanos y por otro, que se tornase como un agente privado,
más barato, más eficiente y más efectivo en el manejo de las empresas. Como
consecuencia se desencadenó una crisis, al no poder cumplimentar estos
objetivos y volverse obsoleto ante el ritmo del mercado. La “Reforma del
Estado” se convirtió en el lema a seguir...
Para poder alcanzar este objetivo existen diferentes caminos a seguir, pero hay
puntos que no se pueden obviar, como la delimitación del área de actuación del
Estado, que en lugar de reducirse aumentó de tamaño y lo sigue haciendo, las
actividades exclusivas, los servicios sociales y la producción de bienes y servicios
para el mercado.
Las consecuencias de la crisis y el abandono de ciertas funciones del Estado,
como la de controlar y regular las actividades económicas, tuvo como
consecuencias el aumento de rigideces estructurales en ámbitos como el laboral.
En relación al párrafo anterior, pueden mencionarse muchas razones que
llevaron a que la tasa de desempleo aumentara de manera exponencial durante
toda la década del ´90, no obstante hay algunas de ellas que resultan claves a la
hora de analizar los efectos y tendencias de las reformas y el fenómeno de la
Globalización dentro del mercado laboral latinoamericano.
Vale mencionar en primer lugar el efecto de la apertura comercial que atrajo
nuevos capitales, principalmente “golondrinas” en forma de IED y las
Privatizaciones de empresas nacionales, principalmente de servicios públicos,
combustibles y telecomunicaciones, en pos de lograr una mayor eficiencia en las
ganancias, lo cual generó despidos masivos, ya sea por la duplicación de los
empleos o porque había sucursales de las diferentes empresas que cerraban sus
puertas.
Esta afirmación no pretende ser taxativa, ya que en muchos campos se requería
una modernización, sobre todo en el de las comunicaciones, pero en otros, como
el de los hidrocarburos, hubo países como Brasil o México que tuvieron mejores
perspectivas en cuanto al futuro de sus economías en relación a estos recursos.
Una ventaja de esta aplicación de política fue el mayor y mejor acceso para los
países de la región para adquirir nuevas tecnologías, no sólo para el consumo de
la población, sino también para el abastecimiento de las industrias, que muchas
veces contaban con equipos obsoletos, que impedían la producción de bienes
competitivos con los del resto del mundo. La contracara de esto, fue la
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incapacidad de la mano de obra de “aggiornarse” a las nuevas tecnologías y en
algunos casos que ya no se consideraban imprescindibles para el proceso
productivo, razón por la estos trabajadores pasaban a formar parte de la tasa de
desempleo.
En este mismo momento histórico, se llevaron a cabo serias modificaciones en
el sistema de comercio internacional, que fue tomando una forma cada vez más
estructurada con la creación del GATT (Acuerdo General de Tarifas y Comercio),
que luego dio paso a la formación de la Organización Mundial del Comercio
(OMC), que pretendía reducir las barreras arancelarias y no arancelarias al
comercio entre los Estados miembro; así como también se firmaron diversos
acuerdos de integración económica, tal como se mencionó anteriormente,
ejemplo de esto es el MERCOSUR, el NAFTA y la profundización de la
Comunidad Económica Europea.
El lado positivo de esta integración fue la mejor liberalización del comercio
internacional, dentro de parámetros institucionales, que posibilitaron el acceso
de los productos de los países menos desarrollados en los mercados centrales,
no obstante, lo mismo sucedió a la inversa, ya que muchos artículos importados
coparon los mercados nacionales de los países latinoamericanos, dejando como
resultado un porcentaje más de trabajadores desempleados, que no pudieron
ser absorbidos por las industrias más intensivas en mano de obra.
El problema de raíz de la aplicación de estas políticas relacionadas al aumento
de la tasa de desempleo, fue que los Estados en lugar de preocuparse por regular
estos movimientos económicos y proteger al mercado nacional del trabajo, se
concentraron en la liberación y apertura de la economía, volviendo al rol de
“Estado Gendarme” y dejando al mercado subsanar las rigideces de las
estructuras nacionales, como sí lo hicieron los países del Sudeste asiático, que
pasaron por una situación similar.
A nivel sectorial, el mercado laboral tuvo una disminución en el campo
relacionado al sector agrario y un aumento en el sector de servicios, que obtuvo
casi el 95% en la creación de nuevos empleos. Esta tendencia fue reforzada por
los movimientos migratorios, ya que gran parte de la población rural se trasladó
hacia las ciudades en busca de una mejor calidad de vida, lo cual también se vio
potenciado por la incorporación de maquinaria más avanzada en el proceso
agrícola, lo cual generó una sustitución de mano de obra por equipos. El cuadro
a continuación refleja estos cambios:
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Aumento del Empleo por sector, 1990-1997ª Sectores
Aumento del Empleo
Contribución al Total
Agricultura -0.9 -13.2 Ind. Manufacturera 1.1 8.5 Construcción 2.7 8.8 Comercio, restaurants y hoteles 3.6 32.7 Electricidad, gas y agua, transporte almacenamiento y comunicaciones 4.9 12.0 Servicios financieros, seguros, bienes raíces y servicios a las empresas 6.9 13.4 Servicios sociales, comunales y personales
2.7 41.7
Otros -3.1 -4.0 Total 2.0 100.0 Fuente: Jürgen Weller, Reformas económicas, crecimiento y empleo: los mercados de trabajo en América Latina y el Caribe, Sede Chile, CEPAL. a) Promedios ponderados anuales respecto de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, México, Perú, Costa Rica y Jamaica.
Una de las consecuencias más apabullantes de la situación laboral fue entonces,
que a causa de las reformas, el Estado quedó totalmente debilitado, sin poder
para hacer frente a los cambios en la estructura productiva, generando un
marco regulatorio escaso, que potenció el aumento del trabajo informal, baja de
salarios y beneficios y una pauperización en la calidad de vida de los asalariados.
El siguiente cuadro refleja dicho contexto:
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Fuente: Ros, J. “El Desempleo en América Latina desde 1990”. Serie Estudios y
Perspectivas. CEPAL. 2005.
Otros factores de incidencia en el aumento del desempleo son, de acuerdo al
análisis de Jaime Ros:
Tanto la acumulación de capital como el crecimiento del PIB tienen el efecto
negativo esperado sobre el cambio en el desempleo, aunque ninguno de los
coeficientes es estadísticamente significativo. El crecimiento de la fuerza de
trabajo resulta ahora tener un efecto negativo y significativo, en lugar de positivo,
sobre el desempleo. Este efecto negativo puede ser el resultado de un efecto
positivo del crecimiento de la fuerza de trabajo sobre el empleo informal, que
reduce el desempleo como fracción de la fuerza de trabajo urbana total, que
domina el efecto positivo sobre el desempleo como fracción de la fuerza de trabajo
formal, que opera a través del cambio en el diferencial salarial.
El efecto positivo esperado de la apreciación cambiaria también se confirma en los
resultados de regresión, y los coeficientes son estadísticamente significativos en
las dos regresiones. La participación de las exportaciones industriales tiene
coeficientes altamente significativos en las dos especificaciones y el signo negativo
esperado. Ello confirma el papel clave del cambio estructural en la explicación de
la diversidad de experiencias de desempleo. (Ros, 2005)
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Fuente: Ros, J. “El Desempleo en América Latina desde 1990”. Serie Estudios y
Perspectivas. CEPAL. 2005.
En su conjunto, los resultados sugieren que los fuertes aumentos en el desempleo
en varios países sudamericanos están estrechamente asociados a procesos de
desindustrialización que han tenido lugar en los años noventa en esta parte de la
región, junto con un pobre desempeño en términos de crecimiento económico. Al
igual que varios países europeos en los años setenta y ochenta (como lo
demuestran Rowthorn y Glyn, 1990), el aumento en el desempleo tiene el carácter
de una desaceleración industrial. En el caso de América del Sur esta
desaceleración, que ha sido acompañada de fuertes reducciones en el empleo
manufacturero, aparece vinculada con dos factores principales que operaron
durante los años noventa, los procesos de apreciación real que tuvieron lugar
como resultado de flujos masivos de capital y la reorientación del patrón
comercial hacia actividades intensivas en recursos naturales que siguió a la
adopción de programas de liberalización comercial. Este patrón comercial ha
mostrado tener una baja capacidad de generación de empleo.
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En contraste, en México, Centroamérica y el Caribe, la liberalización comercial
estimuló el desarrollo de manufacturas intensivas en trabajo que en la mayoría de
los casos impidió el incremento del desempleo, y contribuyó a su reducción aun
cuando se observaron procesos de apreciación real. Tanto o más importante es el
hecho de que las variaciones en la participación del empleo formal tienden a
reflejarse en cambios en el empleo informal en la parte norte de la región más que
en el desempleo. El cambio en la tasa de desempleo como proporción del cambio
total en el desempleo más la participación del empleo informal tiene coeficientes
mucho más bajos en los países de la parte norte de la región que en los países
sudamericanos, donde el aumento en el desempleo es el que tiende a absorber la
mayor parte de las reducciones en la participación del empleo formal. (Ros, 2005)
El envilecimiento de las condiciones laborales generó una malestar social, cuyas
consecuencias fueron: pérdida en la calidad de vida, aumento de la pobreza,
tanto urbana como rural, descontento social con la clase política por la falta de
actuación ante estas situaciones, decaimiento del nivel educativo y una tasa
constante de desempleo de alrededor del 10% que se mantiene en casi todos los
países hasta la actualidad…
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6.3 Representación y Liderazgo en 6.3 Representación y Liderazgo en 6.3 Representación y Liderazgo en 6.3 Representación y Liderazgo en
América Latina.América Latina.América Latina.América Latina.
Luego de diez años de reformas y de situaciones sociales conflictivas, el tejido
social latinoamericano, que a finales de los años noventa estaba bajo una
situación de presión por el aumento de la pobreza, el desempleo y la violencia,
hizo notable la necesidad de un cambio en las diferentes dirigencias políticas de
los Estados.
Hasta el momento, en la mayoría de los países, gobernaban partidos con
tendencias de derecha o centroderecha, muy arraigados a la ideología
neoliberal. Esta tendencia comenzó a revertirse a finales de la década del ´90 y
comienzos del 2000. Es el caso de Chile, Brasil, Argentina, Colombia,
Venezuela, Perú, Bolivia, Uruguay, en los que comenzaron a sucederse
dirigentes más relacionados a los partidos de centro izquierda.
En este contexto de demanda social y politización de los movimientos sociales,
es cuando los partidos conservadores empiezan a temer a los líderes
“populistas”, ya que no pueden dar respuestas de carácter técnico para
mantener el statu quo, haciendo que la población sucumba ante propuestas
distintas e innovadoras, a diferencia del poder tradicional.
En cuanto a la situación actual de América Latina, Ernesto Laclau sostiene que:
Las consecuencias de esta doble crisis son claras: una crisis de las instituciones
como canales de vehiculización de las demandas sociales, y una proliferación de
estas últimas en movimientos horizontales de protesta que no se integraban
verticalmente al sistema político.
El movimiento piquetero en Argentina, el movimiento de los Sin Tierra en Brasil,
el zapatismo en México (al menos en sus fases iniciales) son expresiones claras de
esta tendencia, pero fenómenos comparables pueden encontrarse en
prácticamente todos los países latinoamericanos. Vemos aquí la plena operación
de la distinción entre «equivalencia» y «diferencia» a la que antes me he referido.
La canalización puramente individual de las demandas sociales por parte de las
instituciones está siendo reemplazada por un proceso de movilización y
politización creciente de la sociedad civil.
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Éste es el real desafío en lo que concierne al futuro democrático de las sociedades
latinoamericanas: crear Estados viables, que solo pueden serlo si el momento
vertical y el momento horizontal de la política logran un cierto punto de
integración y de equilibrio.
Es conocido el proceso a través del cual, durante la década del 90, la represión
social y la desinstitucionalización fueron condiciones de la implementación de las
políticas de ajuste. Piénsese en el abuso de los «decretos de necesidad y urgencia»
por parte de Carlos Menem; en el estado de sitio seguido por una violenta
represión sindical en Bolivia en 1985; en el uso de la legislación antiterrorista para
los mismos fines en Colombia; en la disolución del Congreso peruano por Alberto
Fujimori; o en la violenta represión por parte de Carlos Andrés Pérez de las
movilizaciones populares subsiguientes a la suba astronómica del precio de la
gasolina en 1989. El fracaso del proyecto neoliberal a fines de los 90 y la
necesidad de elaborar políticas más pragmáticas, que combinaran los mecanismos
de mercado con grados mayores de regulación estatal y de participación social,
condujeron a regímenes más representativos y a lo que se ha dado en llamar un
giro general hacia la centroizquierda. Es decir que la viabilidad de estos nuevos
regímenes requería un cambio en la forma del Estado que articulara de un modo
también nuevo las dos dimensiones señaladas. (Laclau, 2006)
Fuente: Informe “La Democracia en América Latina”. PNUD. 2004
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Más allá de que la región actualmente festeja más de una década de Democracia,
hay que tener en cuenta que esta se fortalece a través de un proceso, que es largo
y que necesita ser trabajado día a día y en el cual, las instituciones y los partidos
son actores de primera clase, simplemente para volver al estado más básico: dar
respuesta a los ciudadanos.
Para poder encontrar una salida a esta encrucijada social y política, es necesario
que existan ciertas precondiciones, como por ejemplo: un sistema de partidos
estable y representativo, una consciencia ciudadana más responsable al
momento del sufragio, la reducción de la burocracia y de la corrupción en el
sistema político, en resumidas palabras, la Reforma del Estado latinoamericano,
con miras a fortalecerse política y socialmente, establecer lineamientos
económicos estables y favorables para los sectores productivos, que sea capaz de
emitir políticas de redistribución sin caer en la dádiva, expandir el mercado
interno y que los líderes eviten caer en discursos vacíos que puedan fomentar la
convulsión social de la cual se pretende salir para consolidar un Estado mejor
para el futuro.
De acuerdo a un Informe del PNUD (Programa de Naciones Unidas para el
Desarrollo), se debe revalorizar el sentido de la Democracia y su relevancia
política para poder dar soluciones a los problemas de los ciudadanos. Ambas, la
política y la economía, son herramientas que deben utilizarse de manera
correcta para lograr la gobernabilidad democrática en todos los niveles de la
sociedad.
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6.3.1 Los cambios en la estructura social 6.3.1 Los cambios en la estructura social 6.3.1 Los cambios en la estructura social 6.3.1 Los cambios en la estructura social
latinoamericanalatinoamericanalatinoamericanalatinoamericana
En los últimos veinte años del siglo XX, América Latina experimentó un vuelco
extraordinario a medida que los países abandonaban, una tras otra la consigna
de la industrialización autónoma, que habían preconizado los propios
intelectuales en una etapa anterior, y se embarcaban en un nuevo modelo de
desarrollo basado en las economías abiertas y en la competencia global.
El Neoliberalismo, como se ha denominado a este modelo, es en realidad una
vuelta al pasado, cuando los países latinoamericanos participaban en la
economía mundial sobre la base de sus ventajas comparativas como productores
de bienes primarios, en tanto que importaban manufacturas y tecnología del
mundo industrializado.
Había sido precisamente, la vulnerabilidad de estas economías sujetas a los
vaivenes de los mercados externos lo que aconsejó las políticas neokeynesianas
de sustitución de importaciones a mediados del siglo XX. (Prebisch, 1950;
Furtado, 1970)
Las políticas recomendadas por la resucitada ortodoxia liberal y el "Consenso de
Washington", que les dio el respaldo ideológico, han sido descriptos
extensamente en la literatura contemporánea de las Ciencias Sociales (Sunkel,
2001; Robinson, 1996; Portes, 1997). También han sido analizadas las
consecuencias de esas políticas, tanto en función del crecimiento económico
como de la equidad social. (Filgueira, 1996; Roberts, 2001; de la Rocha, 2001)
Menor atención han merecido las repercusiones de esta profunda reorientación
de los países latinoamericanos sobre sus estructuras sociales y, particularmente,
en los patrones de estratificación social del largo plazo. La estructura de clases
de estas sociedades no podía, ni tampoco pudo, mantenerse al margen de los
grandes cambios producidos en su organización productiva y en el comercio
mundial global.
Aunque organismos tales como la Organización Internacional del Trabajo (OIT)
y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) han
estudiado la evolución de la pobreza y la desigualdad en la región, su enfoque
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analítico no les ha permitido formular estas tendencias sistemáticamente desde
la perspectiva de las clases sociales (CEPAL, 2000; OIT, 2000).
El concepto de clase social -dado su origen marxista y la consiguiente
connotación de nociones tales como conflicto, privilegio y explotación (Grusky y
Sorensen, 1998; Wright, 1997)- suele excluirse de las publicaciones oficiales de
dichas organizaciones. Sin embargo, tal omisión implica pasar por alto aspectos
significativos de la dinámica social contemporánea, al privarla de una valiosa
herramienta analítica.
Estratificación social y estructura del poder
en América Latina
Rubinstein, Juan C
*Disertación en las Jornadas de Integración Económica, sobre Sociología
Latinoamericana, Universidad Nacional de la Plata, Rep. Argentina.
América Latina: continente subdesarrollado
Un análisis, a nivel estructural, de nuestro continente, debe partir del
presupuesto que nosotros, latinoamericanos, debemos asumir en plenitud
nuestra condición de integrantes del mundo subdesarrollado. Éste es el hecho
esencial.
Somos subdesarrollados y somos dependientes, cualquiera sea el grado de
subdesarrollo que presenten unos u otros países de América Latina. Por
supuesto que si tomamos el caso de la Argentina y lo comparamos con Bolivia o
Haití, la diferencia resulta sideral.
Esas diferencias se reflejan en la política, por su mayor o menor estabilidad; y
en el desenvolvimiento social, por la mayor o menor movilidad dentro de las
clases sociales o la mayor o menos complejidad de la sociedad global.
De cualquier manera, es necesario analizar estructuralmente a América Latina a
partir del presupuesto de que estamos condicionados por una situación general
determinada por la dependencia.
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Hay que tener en cuenta además, como dijimos, como elemento sustancial para
nuestro enfoque, la circunstancia de que tanto la estructura social o de clase
como la de poder, no juegan independientemente. Constituyen, tanto una como
otra, los términos indispensables de un proceso histórico interdependiente. No
hay posibilidad, salvo por razones didácticas, de establecer ningún corte del
proceso.
Éste se va dando dentro de una dinámica, donde la estructura económica, la
estructura social o la política, juegan como co-determinantes. Existe una
relación dialéctica y, por ello, esa relación se da en juego abierto. Es decir, si
dentro de la estructura económica opera un cambio tecnológico en los medios
de producción y cambio de inmediato se producirán variables en la estructura
de clase y de poder, que van a conjugar, a su vez, situaciones diferentes en la
estructura económica.
Por vía de hipótesis, cabe la misma explicación para la estructura social en su
vinculación con la económica y la política o de ésta en relación con la estructura
económica y social. La interdependencia de cada estructura con las demás es la
que otorga al proceso histórico su continuidad.
Se puede afirmar que la realidad latinoamericana en 1971 nos plantea posiciones
tajantes que determinan o la fractura violenta del sistema o la alternativa de una
alianza de sectores, que aprovechen del aparato del estado, no para mantener o
para co participar del poder con los actuales grupos dominantes, sino para
sustituir a estos y asumir la conducción del proceso político latinoamericano en
los próximos años.
Discusión
DR. SANCHEZ. ¿Qué valor le asigna entonces a la idea de integración
latinoamericana dentro del panorama planteado?
DR. RUBINSTEIN. No lo omití deliberadamente, pero no tengo ningún
inconveniente en contestarle. En primer lugar hay que plantearse con claridad
qué se entiende por integración latinoamericana y quién la va a hacer. Esa es la
premisa fundamental. Es evidente que frente al planteo mundial de cohesión de
grandes mercados económicos que, evidentemente, apuntan hacia la
constitución de grandes colectividades políticas - tipo Mercado Común Europeo
o tipo Comecón en los países socialistas - vamos a ingresar en un período de
enfrentamientos o por lo menos de negociaciones a nivel continental. De tal
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manera que el proceso de integración constituye uno de los elementos que hay
que computar para el proceso de desarrollo futuro de América Latina. De eso no
cabe la menor duda. Incluso por el hecho de que las economías nacionales
latinoamericanas deben enfrentar mercados insuficientes, salvo el caso de
Brasil, que por si es un estado continente. En ese aspecto y sobre esa base la
integración latinoamericana va a jugar un papel. Ahora el problema se plantea
en quién va a dirigir esa integración.
Durante la década del 50, Estados Unidos se opuso. Es decir, prefirió mantener
relaciones bilaterales con los distintos países latinoamericanos. En la
actualidad, el proceso de concentración económica industrial y, sobre todo, la
aparición de las llamadas corporaciones multinacionales, plantean una
estrategia diferente y por tanto una táctica distinta. Ya, ahora, son los intereses
monopolistas los que, más entusiastamente, sostienen la política
integracionista.
Las corporaciones multinacionales y los "conglomerados", formas empresarias
donde el núcleo unificador es el aparato financiero, necesitan disponer de
amplios mercados para realizar economías de escala. Por eso si se ponen a
analizar por qué a partir del 66 se produce el proceso de desnacionalización de
los bancos en la Argentina, por ejemplo, van a entender perfectamente que eso
está correlacionad0 con los cambios que se producen en la estructura
empresarial de los sectores monopólicos extranjeros, es decir ya les interesa más
que la producción en sí misma el control financiero de los aparatos productivos.
Estos conglomerados trabajan no en un país, sino en va varios al mismo tiempo.
Por ejemplo la IBM aquí arma gran parte de las computadoras, pero algunas de
sus piezas se producen en el Brasil, otras en México, se arman acá y se exportan
a otros países; es decir en función de los diferentes costos de producción
adoptan uno u otro país, pero para que eso les resulte mucho más viable,
necesitan de un aparato común a todos los países. De tal manera que aquí se da,
en cierta medida, una coincidencia de los sectores monopólicos con las
aspiraciones de los pueblos de América Latina, que, poco a poco, van cobrando
conciencia sobre la necesidad de integrarse.
Integración que obedece a varias razones: primero, porque vamos a tener un
mercado consumidor mucho mayor; hoy son 290, mañana 380 y de aquí a 30
años serán 600 millones de habitantes, lo cual significa un mercado
potencialmente rico.
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En segundo término, un mercado amplio producirá lo que se conoce en
términos económicos como "economía de escala" es decir, la posibilidad real de
adoptar toda la tecnología moderna, con una producción a menores costos,
aunque el costo inicial sea alto.
El problema de la integración debe plantearse en términos políticos: quién, para
qué y con quién. Esos son los puntos focales que hay que tener en cuenta en el
planteo de la integración latinoamericana. ¿Para quiénes? Porque está
íntimamente relacionado el grupo que tome el poder, si lo toma y lo toma en
beneficio de las mayorías, es un grupo determinado. Y el ¿con quiénes? Si se
está dentro de esa misma línea tendrá que ser ese mismo sector. Pero
evidentemente no hay ninguna duda que la perspectiva conduce a la
integración. No podemos negarnos al proceso de integración, porque si no, nos
lo van a imponer desde afuera. De eso no cabe ninguna duda.
DR. KARAKACHOFF. Usted cerró su exposición enunciando la tesis de la
CEPAL de 1970, que si no entendí mal, estaría dada por la conjunción de los
sectores populares y grupos que, perteneciendo a las minorías dirigentes por su
papel subordinado, pudieran entrar en una alianza. Quisiera preguntarle si eso
implicaría una marcha hacia el socialismo, y además si realmente usted suscribe
esa misma tesis.
DR. RUBINSTEIN. En primer lugar, le tengo que aclarar que yo tengo una
posición política determinada, así que no puedo negarme a decir si la suscribo o
no. El problema es el siguiente: evidentemente la CEPAL es consciente de la
necesidad del cambio. Por supuesto los técnicos de la CEPAL no pueden
embanderarse políticamente por razones que hacen a la propia estructura de la
Comisión Económica para América Latina, pero ellos manifiestan
expresamente. No hay ninguna duda, dicen, que eso lleva a un replanteo total de
sus tesis anteriores.
Es decir, es evidente que esta tesis que se articula sobre el estado popular, con
un grupo dominante no hegemónico, como sería el grupo empresarial, que a su
vez tiene que subordinarse a ese estado popular, es una etapa de transición, que
puede que conduzca hacia la sociedad socialista. Ahora ellos observan que
fracasaron los esquemas anteriores. En eso son conscientes y lo reconocen. Es
decir, toda la temática en la que se basó la CEPAL desde 1949 hasta 1970, sobre
la base de la emergencia de los sectores intermedios, que en cierta medida fue
sostenida por Torcuato Di Tella, la abandonan. Y esto significa una innovación.
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Por supuesto que se dan cuenta que si hay que producir más, si hay que
canalizar a toda esa población marginal, la única forma de realizarlo está en
alterar las estructuras actuales porque, para ello, resulta necesario implantar
una tecnología que, solamente, podrá servir a esa canalización si está en manos
de un estado popular. Entonces, con objetividad científica tiene que llegar a esa
conclusión; pero, lo que hay que recalcar, es que los técnicos cepalistas no optan
por esa solución. Se limitan a subrayar una posible tendencia del proceso.
Repito, a esa tesis se llega después de un análisis sobre el fracaso del proceso de
lo que llamaron la primera década del desarrollo. La CEPAL analizó la década
pasada y en virtud del fracaso de las políticas planteadas en 1960 con relación al
papel que creyeron podían cumplir los sectores medios en América Latina, en
1970 articularon otra hipótesis. En 1963, en el informe de la CEPAL acerca de la
situación social de América Latina en la posguerra, ya se habla de la falta de
fisonomía de la clase media; ahí se advierten las primeras inquietudes por parte
de los hombres de la CEPAL, de que el modelo propuesto no era viable para
América Latina; pero esa tesitura se hace mucho más evidente a finales del 70,
cuando se observa que el proceso de cambio que se esperaba no ocurrió y las
condiciones objetivas han determinado una mayor marginalidad, una mayor
resistencia a aceptar los cambios, por parte de los sectores dominantes. De tal
manera que la tesis cepalista de 1970 lleva, por eliminación, a plantearse la
problemática siguiente que acabo de enunciar.
Aunque importante, no pretende otra cosa que señalar la tendencia que acusa el
proceso. No debemos olvidar que es un organismo técnico. En cambio, la
búsqueda de los instrumentos indispensables para el cambio la tenemos que
hacer nosotros, no lo van a hacer los técnicos.
DR. LESCANO. Entiendo que el poder terrateniente gobernante tradicional
históricamente en este país, ha agotado sus posibilidades. ¿Queda todavía
alguna nueva estrategia para modificar formalmente las relaciones de poder con
Los sectores intermedios y el popular como posibilidad de acceder a cumplir
una función hegemónica dentro de cada país?
DR. RUBINSTEIN. Para responderle tendría que tener una virtud profética
que creo que no tengo. El problema es el siguiente: hay algunos países donde
todavía prevalecen ciertas estructuras agrarias, es decir, que el dinamismo de
los cambios es mucho menor, porque la estructura agraria es mucho menos
dinámica que una estructura urbana. Traté, antes, de señalarlo. El sector
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terrateniente podría promover algún tipo de movilización a nivel ocupacional,
no a nivel de clases; es decir, podría hacerlo en la medida en que iniciara un
cierto proceso de industrialización.
Hasta ahora no se ha visto. Cuando el sector terrateniente es fuerte dentro de
una estructura agraria, la fractura es total. Eso no significa necesariamente que
esa fractura total inmediatamente promueva un estallido revolucionario; muy
por el contrario, creo que retrae esa posibilidad, es decir revoluciones de tipo
campesino podrían darse, pero son difíciles, y pueden desviarse en sus objetivos
y frustrarse muy hábilmente, con los elementos con que cuentan los grupos
dominantes, sobre todo en el control de los medios de comunicación de masas.
En otros países que ya están a medio camino, es decir donde ya las poblaciones
urbanas son más o menos prevalentes o por lo menos representan casi la mitad
de la población, que son casi todos los países latinoamericanos, el poder de la
clase terrateniente es cada vez menor. ¿Por qué? Porque la coyuntura
internacional no le permite en este momento abrir proceso de industrialización
como pudo haberse dado hace 25 ó 30 años atrás. Virtualmente, lo poco que se
ha hecho en materia de industrialización, aún en esos países, ya saturó la
posibilidad de continuar la política de sustitución de importaciones. De tal
manera que tendría que haber un cambio de tipo cualitativo en el proceso de
industrialización. En este momento ya no se dan las coyunturas que
permitieron, en su momento, la industrialización substitutiva. Existen factores
que frenan esa posibilidad, entre otros, la relación de precios de intercambio
desfavorable, balanzas de pago deficitarias, una enorme deuda externa con
relación a los países metropolitanos. Esos factores prefijan condiciones de
desequilibrio económico que tornan imposible, ahora, dentro del "sistema",
realizar ese cambio, tal como se llevó a cabo en la Argentina, donde se trasladó
parte de los ingresos del campo a la industria, interpenetrando los ingresos de la
industria con los del campo de modo bastante complejo. Es muy difícil que se
pueda hacer. No creo que pueda repetirse una coyuntura económica
internacional como la que vivió nuestro país después de la segunda guerra
mundial.
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Estrategia y táctica para el cambio 3
Estos tres factores: planificación global, organización del mercado y distribución
racional del consumo improductivo exige la coparticipación de los trabajadores
en su realización.
El consentimiento de los trabajadores, derivado de su coparticipación en la
gestión empresaria ya importa un tipo de organización jurídico - política que
implica una conducción prevalente de estos en el estado; conducción que, en
virtud de los parámetros explicitados recién, debe ser consciente.
Ya no se trata de una conciencia de la situación (pasiva); estamos frente a una
conciencia de la función (activa).
Pero esta conciencia activa, resulta del cambio en la composición misma de la
clase obrera. El trabajador, en esta etapa, ya se encuentra inmerso en el nuevo
mundo de la técnica automática y sus formas de reaccionar, de relacionarse -
con su semejante y con su realidad circundante - sus necesidades y sus
apetencias al depender de aquélla se tornan racionales. Sus emociones quedan
liberadas para volcarse en el trabajo creador de su tiempo libre, en tanto su
alienación frente a la máquina se supera con su participación directiva dentro
del proceso.
Al plantearse la conducción del estado por los trabajadores, tenemos en cuenta
dos presupuestos: 1) que se han producido ya ciertas transformaciones en las
condiciones objetivas; 2) que la clase trabajadora ha modificado su composición
interna.
Con relación a lo primero, salta a la vista que para la emergencia de la etapa
intermedia, no solamente se requiere la existencia de contradicciones en el
sistema, producidos por la antinomia propiedad social-apropiación individual
del producto. Ellas ya existen actualmente y han existido antes de ahora.
Se requiere también el establecimiento de modos de producción que
inevitablemente exijan una programación consentida de la actividad económica.
Las investigaciones realizadas en los países industrialmente desarrollados
indican que los costos fijos de una industria automatizada, unido al ritmo de
innovación tecnológica que exige un porcentaje de amortización más elevado,
3 Juan Carlos Rubinstein - Estrategia y táctica para el cambio, Ediciones "La Bastilla", Buenos Aires, 1972. pág. 194 ,193
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determina una extrema sensibilidad y vulnerabilidad de las empresas y obliga a
estas a una programación de tareas que calcule el mayor número de variables
posibles. Una planificación de esa naturaleza exige una cierta planificación
global de la economía nacional y aun de la regional y una orientación del
mercado, mediante la inducción del consumo.
Rubinstein, Juan C. Estratificación social y estructura del poder en América
Latina. Nueva Sociedad Nro. 4 Enero-Febrero 1973, Pp. 13-26. Disponible en:
http://www.nuso.org/upload/articulos/43_1.pdf (09-01-2012)
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6.3.26.3.26.3.26.3.2 Los Populismos: viejas y nuevas Los Populismos: viejas y nuevas Los Populismos: viejas y nuevas Los Populismos: viejas y nuevas
matricesmatricesmatricesmatrices
Los populismos de América latina Por Carlos Escudé Para LA NACIÓN 10 de julio de 2007
Caricatura de Huadi.
El populismo latinoamericano presenta diversas texturas. Bajo el mismo rótulo,
incluimos fenómenos muy diferentes entre sí. Quizá su único denominador
común resida en una de sus causas: la concentración del ingreso y su correlato,
la pobreza masiva. Aunque, según la Cepal, en el último año se ha producido
una modesta pero alentadora mejora, ése y otros organismos reiteradamente
nos advierten que América latina se distingue de las otras regiones del planeta
por su abrumadora brecha entre pobres y ricos. Hay regiones aún más pobres,
pero nuestra inhumana polarización en la distribución del ingreso no tiene
paralelos.
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Siendo éste el caso, no sorprende que aquí la democracia frecuentemente
arriesgue el futuro en favor del presente. El triunfo de la oposición en el reciente
referendo venezolano y la persistencia de estadistas que no son populistas, como
Michelle Bachelet, Alvaro Uribe y Tabaré Vázquez, no deben llevarnos a
engaños respecto de la tendencia general. En vigencia del sufragio universal,
cuanto mayor sea la población por debajo de la línea de pobreza más proclives
seremos al populismo. La gente sin esperanzas no suele apostar al futuro,
especialmente cuando ha sido sistemáticamente traicionada. Razonará que es
mejor pan para hoy y hambre para mañana, que hambre para hoy y para
mañana también.
Aunque en mayor o menor medida la mayoría de los países de la región siempre
han tenido una clase marginal masiva, lo que ha cambiado en el último cuarto
de siglo es que ahora nuestros sistemas políticos están mucho más cerca de ser
democracias electorales plenas. Aun en los casos afortunados en que se evitan
los excesos demagógicos, cuando el ingreso está muy concentrado cada elección
resulta una especie de ruleta rusa. Obviamente, la fuente de este mal no es la
democracia, sino la codicia de nuestras burguesías prebendarías, que ha sido
mayor que en otras partes del mundo.
No obstante, la diversidad entre nuestros populismos es enorme. Hay un
populismo de izquierda y otro de derecha: los gobiernos de Carlos Menem en la
Argentina y Alberto Fujimori en Perú ilustran el segundo caso, frecuentemente
ignorado por los analistas. Tienden a conquistar el poder con los métodos del
populismo clásico y luego instrumentan políticas que concentran el ingreso,
distribuyendo prebendas entre empresas amigas.
Pero no es ésta la única diferencia. Hay un populismo que se encarna en un líder
carismático, como el de Hugo Chávez en Venezuela, y otro anclado en un
partido populista tradicional, como el de Néstor Kirchner en la Argentina.
Además, como señaló recientemente el politicólogo Kenneth Roberts, el
populismo a veces se ejerce desde arriba hacia abajo, como lo hace Chávez en su
país y antaño lo hizo Juan Perón entre nosotros. En este caso, el hombre fuerte,
magnánimo y paternal seduce por medio de la distribución de beneficios, que en
alguna ocasión ni siquiera fueron reclamados. Se adelanta, cosechando premios
políticos. Pero otras veces es al revés, y el populismo resultante es un emergente
que viene de abajo hacia arriba. Es lo que ocurre con Evo Morales en Bolivia.
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Allí, el gobernante ofrece lo que exigen unas mayorías enardecidas, que están
conscientes de haber sido dominadas y explotadas durante siglos.
Éste es el caso más extremo, que ilustra con claridad que no es con voluntarismo
como se supera el populismo. En Bolivia no sólo nos encontramos con una
polarización abismal en la distribución del ingreso. Su situación se agrava
porque la minoría que domina la economía se diferencia étnicamente, de una
manera visible, de la mayoría que domina el sistema político.
Como lo diagnosticó Amy Chua, una distinguida Profesora de Derecho de la
Universidad de Yale, en su libro World on Fire (2003), en tales circunstancias
tiende a generarse un etnonacionalismo potencialmente catastrófico, que
enfrenta a una minoría étnica opulenta y odiada con una mayoría autóctona
iracunda, fácilmente movilizable por políticos que buscan votos.
En estos casos, la democracia se convierte en el motor de la conflagración
étnica. Más allá de América latina, dos casos extremos en los que esta
combinación condujo al genocidio son la ex Yugoslavia y Ruanda. En Yugoslavia
los croatas eran la minoría dominadora de la economía. Bajo el comunismo de
Tito hubo estabilidad, pero con la democratización, la historia se enderezó hacia
la tragedia.
La mayoría serbia pasó a controlar el sistema político, los croatas optaron por la
secesión y los serbios se lanzaron a recuperar la integridad territorial,
desencadenando venganzas genocidas contra los croatas, a quienes odiaban, y
contra los bosnios, a quienes despreciaban. Eventualmente, todas las partes se
volvieron genocidas. Un caso análogo fue el de Ruanda, donde los tutsis
representaban el 14% de la población pero dominaban la economía. En cuanto
se estableció la democracia, la mayoría hutu dominó el sistema político. En
1994, civiles hutus masacraron a 800.000 tutsis.
En otras ocasiones, la minoría económicamente dominante fue expulsada, como
ocurrió con los blancos en Rodesia. A su vez, en la ex Unión Soviética una
minoría judía económicamente privilegiada se sintió obligada a emigrar. En
casos más venturosos, como el de Sudáfrica, se pudo evitar el genocidio, pero no
sin peligrosas turbulencias que pudieron terminar muy mal.
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Cuando se produce este divorcio entre una mayoría que domina el proceso
electoral y una minoría étnicamente diferente a simple vista, que domina la
economía, típicamente se genera un proceso que sobreviene en tres fases. La
primera es un impulso hacia la confiscación de la riqueza de la minoría
dominante. La segunda es una reacción defensiva de la minoría opulenta contra
la democracia electoral. Agotada esa instancia (que suele ser la de las dictaduras
militares), la tercera fase se caracteriza por una violencia, a veces genocida,
contra la aborrecida minoría.
El parecido entre los casos mencionados y el incierto drama que se desencadena
actualmente en Bolivia es estremecedor. La mayoría de la población es indígena,
pero Morales es el primer presidente de ese origen en su historia. La mayor
parte de los recursos naturales se encuentran en cuatro departamentos cuya
población es percibida como blanca.
En forma permanente, crece la tensión entre los empobrecidos indígenas de las
tierras altas y los terratenientes de tez más clara de las tierras bajas. Santa Cruz,
Tarija, Beni y Pando albergan ambiciones secesionistas. Se oponen a la
nacionalización de los hidrocarburos y a las confiscaciones de tierras del
gobierno, exigidas por la mayoría indígena de las sierras. La situación no es
demasiado diferente de la de la ex Yugoslavia antes de su guerra civil. Y, en
menor medida, se viven situaciones similares en Ecuador, Perú y algunas
regiones mexicanas.
Por lo tanto, en América latina nos encontramos con dos tipos de problemas
estructurales complementarios, originarios de nuestros diversos populismos.
Por un lado, están las clases masivas de marginados, acrecentadas por obra de
mecanismos de concentración del ingreso que sistemáticamente fueron puestos
en funcionamiento por burguesías prebendarias que capturaron a todos
nuestros Estados. Por el otro, en algunos países está el conjunto de fenómenos
emergidos de la dominación crónica de grupos autóctonos mayoritarios por
parte de minorías étnicamente diferentes. Ambos fenómenos se agravaron, en
tanto la democracia electoral finalmente ha dejado de ser una ficción y las
mayorías sumergidas han pasado a dominar los sistemas políticos.
En este contexto poco promisorio, la buena noticia para los argentinos es que,
según un informe anual de la Cepal titulado Panorama social de América latina
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2007, el nuestro es el país de América latina en que más se redujo la pobreza
durante 2006.
En aquellos países que aún pueden evitar una eventual catástrofe, éste es el
único camino para la superación del populismo. .
El autor es director del Centro de Investigaciones Internacionales de la
Universidad del CEMA e investigador principal del Conicet.
http://www.lanacion.com.ar/970536-los-populismos-de-america-latina (09-01-
2012)
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1. ¿Qué importancia tuvieron los procesos de integración para la
región?
2. ¿Cuáles son las consecuencias sociales más representativas de la
aplicación de las políticas neoliberales?
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Bibliografía Lectura 6
Del Pozo José (2002), Historia de América Latina 1825-2001, Santiago de Chile, Editorial LOM.
De Riz Liliana (1996), Política y partidos. Ejercicio de análisis comparado Argentina, Chile, Brasil y Uruguay, Desarrollo Económico Vol. 25 N° 100, Buenos Aires.
Laclau, Ernesto. La deriva populista y la centroizquierda latinoamericana. Nueva Sociedad, 205. Revista de la CEPAL Nº 89. Chile, 2006. http://www.nuso.org/upload/articulos/3381_1.pdf Paramio, Ludolfo (1992), Problemas de la consolidación democrática en América Latina en la década de los 90. Escritos de teoría sociológica en homenaje a Luis Rodríguez Zúñiga, 847-864, Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas, 1992. Ros, Jaime (2005), El Desempleo en América Latina desde 1990. Serie Estudios y Perspectivas. CEPAL. Sznajder Mario (2002), ¿Adaptando el Estado al Mercado, o el Mercado al Estado? Reformas constitucionales en Chile, Brasil y Argentina hacia fines del siglo XX, en E. I. A. L. Vol. 13.
www.uesiglo21.edu.ar