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Plan Lector IES Jaroso 2015-2016 Un texto científico #eljaros olee EL BOCATA DE DEMÓCRITO Salieron a una calle de casas de una sola planta, blancas y sencillas, y enseguida llegaron a una pequeña plaza en la que un anciano de lasta barba canosa estaba sentado en un banco de piedra comiéndose un bocadillo. -¡Qué viejo! –exclamó Alicia. -Sí; Demócrito tiene ciento setenta años más que yo –dijo Arquímedes. -¿Ciento setenta? -Más o menos. Yo nací en el año 287 antes de Cristo, y él, hacia 460. Se acercaron al anciano, que masticaba parsimoniosamente mirando al infinito, y Alicia dijo: -Qué bien huele tu bocadillo. -¿Quieres un poco? –le ofreció Demócrito. -No, gracias –contestó Alicia-. Nunca como después de bañarme… ¿O es antes de bañarme? Estoy un poco liada. En cualquier caso, ahora no me apetece, gracias. Pero huele muy bien. -Sí –convino el anciano disponiéndose a dar otro bocado-. Queso fresco, aceite de oliva, pan de trigo… -¿Es verdad que descubriste los átomos al oler un pan recién horneado? –preguntó Alicia. -Sí, así es… No se lo digas a nadie, pero me había metido el dedo en la nariz, y al sacarlo olí el pan. No es que con el otro orificio no lo oliera; pero al sacar el dedo lo olí mucho mejor, y entonces me imaginé uno panecillos diminutos entrando por el agujero que el dedo había dejado libre. -Vaya imaginación… -Sí, a mí el olor a comida suele estimularme la imaginación.

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EL BOCATA DE DEMÓCRITO

Salieron a una calle de casas de una sola planta, blancas y sencillas, y enseguida llegaron a una pequeña plaza en la que un anciano de lasta barba canosa estaba sentado en un banco de piedra comiéndose un bocadillo.

-¡Qué viejo! –exclamó Alicia.

-Sí; Demócrito tiene ciento setenta años más que yo –dijo Arquímedes.

-¿Ciento setenta?

-Más o menos. Yo nací en el año 287 antes de Cristo, y él, hacia 460.

Se acercaron al anciano, que masticaba parsimoniosamente mirando al infinito, y Alicia dijo:

-Qué bien huele tu bocadillo.

-¿Quieres un poco? –le ofreció Demócrito.

-No, gracias –contestó Alicia-. Nunca como después de bañarme… ¿O es antes de bañarme? Estoy un poco liada. En cualquier caso, ahora no me apetece, gracias. Pero huele muy bien.

-Sí –convino el anciano disponiéndose a dar otro bocado-. Queso fresco, aceite de oliva, pan de trigo…

-¿Es verdad que descubriste los átomos al oler un pan recién horneado? –preguntó Alicia.

-Sí, así es… No se lo digas a nadie, pero me había metido el dedo en la nariz, y al sacarlo olí el pan. No es que con el otro orificio no lo oliera; pero al sacar el dedo lo olí mucho mejor, y entonces me imaginé uno panecillos diminutos entrando por el agujero que el dedo había dejado libre.

-Vaya imaginación…

-Sí, a mí el olor a comida suele estimularme la imaginación.

-A mí también, pero no me imagino cosas diminutas, sino todo lo contrario. Cuando mi madre hace chocolate, me imagino una bañera llena.

-¿Qué es el chocolate? –preguntó Arquímedes.

-Debe ser una especie de sopa –opinó Demócrito.

-¿Cómo es posible que, con lo sabios que sois, no sepáis lo que es el chocolate? –exclamó Alicia-. ¡Ah, sí, ahora me acuerdo! El chocolate vino de América, y los antiguos griegos no conocíais América… Da igual, la sopa también sirve. Aunque no es lo mismo, porque la sopa no me gusta, y nunca se me ocurriría imaginarme una bañera llena…

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-Vale, vale –la interrumpió Demócrito-; pero también podrás imaginar cosas pequeñas, ¿no?

-Sí, claro –contestó Alicia con suficiencia.

-¿Puedes imaginar una pulga?

- Por supuesto. Una vez vi una, y es tan fácil de imaginar como una hormiga. Puedo imaginármela como un puntito negro sobre la palma de mi mano.

-¿Y también puedes imaginar una repulga?

-¿Qué es una repulga?

-La pulga de una pulga. La repulga es tan pequeña con respecto a la pulga como la pulga con respecto a ti.

-No puedo –reconoció Alicia tras una pausa-. Para poder imaginar una repulga, primero tengo que imaginar que la pulga ha crecido hasta tener por lo menos el tamaño de un perro; pero supongo que eso no vale.

-Pues no, no vale –dijo Demócrito con un suspiro-. Nuestra capacidad de imaginar lo muy pequeño es tan limitada como nuestra capacidad de imaginar lo muy grande… Pero nada nos impide pensar en lo que pasaría si cogiéramos cualquier objeto material y lo fuéramos dividiendo en partes cada vez más pequeñas. Por ejemplo, para hacer este bocata he tenido que partir el pan por la mitad; cada mitad podría dividirla a su vez en dos cuartos, cada cuarto en dos octavos, y así sucesivamente… Pensando en los minipanecillos invisibles que entraban en mi nariz cuando olía el pan recién horneado, me pregunté cuán pequeña podía llegar a ser una partícula. Si dividimos un trozo de pan en parte cada vez más pequeñas, ¿podemos seguir indefinidamente, o llegará un momento en que tendremos una micromiga indivisible? Tras mucho reflexionar, llegué a la conclusión de que la división no podía seguir siempre, y supuse que todas las cosas estaban compuestas por diminutas partículas que no podían dividirse en otras más pequeñas. A estas partículas elementales las llamé átomos, que en griego quiere decir precisamente «indivisibles».

-Pero se tardó dos mil años en comprobar que Demócrito tenía razón –intervino Arquímedes-; pues, efectivamente, todos los elementos simples, como el hierro, el azufre o el oxígeno, se componen de átomos, partículas mínimas que no pueden dividirse en otras más pequeñas que sigan teniendo las mismas propiedades que el elemento en cuestión. Y los átomos se juntan entre sí para formar moléculas, que son las partículas más pequeñas de las sustancias compuestas, como el agua, o la sal. Así, por ejemplo, si se unen dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno, se forma una molécula de agua (por eso su fórmula es H2O).

- Pues si las moléculas de agua son tan pequeñas –dijo Alicia-, yo debo de tener varios millones encima de mí, porque estoy toda mojada.

-¿Varios millones? –exclamó Demócrito-. ¡Con eso no hay ni para mojar una pulga, ni siquiera una repulga! ¡Hay millones de millones de millones de moléculas de agua

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correteando por encima de ti! Por no hablar de las que tienes dentro, pues casi un setenta por ciento de tu cuerpo es agua.

Maldita física

Carlo Frabeti

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