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Capítulo I

CuentosyLeyendas

Los tlahuicas en los anales aztecasCoatlicueEl fantasma de la casade gobierno en CuernavacaTequesquitengoLa plaza de XoxocotlaLos chalmerosEl canto del gallo

La maestra rural, mural de Diego Rivera (detalle)8

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leyenda

Los tlahuicas en los anales aztecas

Juan José Landa *

En el año de 1392, el poderoso rey Tezozomoc de Azcapotzalco,envió a sus vasallos aztecas a conquistar la ciudad de Cuauhnahuac(Cuernavaca), capital del señorío Tlahuica. Para esta campaña,Acamapichtli, que era el gobernante de Tenochtitlan, organizó a sushuestes para emprender su primera guerra fuera del valle de Méxicoy lucharon con tanta fiereza, que Cuauhnahuac fue tomada sinmayores dificultades. Así, los aztecas llevaron a Tezozomoc un granbotín y prisioneros, además la misión cumplida de que Cuauhnahuachabía sido derrotada y sojuzgada.

En el año de 1397, gobernaba en Tenochtitlan el jovenHuitzilihuitl de 19 años de edad. Su pueblo aún era pobre, pero teníanfama de trabajadores y guerreros; la tierra en que estaba fundadasu ciudad era una isla.

El padre de Huitzilihuitl había conquistado las ricas tierrastlahuicas de Cuauhnahuac, y desde entonces los isleños conocieronpor primera vez este lugar, el cual causó una gran impresión paraellos, debido a la abundancia de bosques, fauna y agua, además deun clima agradable y de fértiles tierras, todo esto en un extenso valle.

En tales circunstancias, llegó a oídos de Huitzilihuitl la fama deuna hermosa mujer Ilamada Miahuaxihuitl, hija del reyOzomatzintecutli de Cuauhnahuac, quien era un gobernantepoderoso, pues tenía vasallos que le tributaban y gente que lecultivaba sus tierras, las cuales producían fruta y el mejor algodónde aquella época.

Pensando en los beneficios que acarrearía una alianza con lostlahuicas, Huitzilihuitl se empeñó en un gran plan, el cual consistíaen conquistar el amor de aquella noble doncella, y si tenía éxitoprovocaría un progreso económico para su pueblo.

Huitzilihuitl puso sus pensamientos en Miahuaxihuitl, y seenamoró de ella. Posteriormente platicó sus intenciones a sus

*Nació en Cuernavaca, Morelos en 1951. Escritor e investigador. Autor del libro Los tlahuicas.10

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familiares, pero ellos le advirtieron que todo sería en vano, pues elrey Ozomatzintecutli nunca daría su hija a un pretendiente tanhumilde como él. Le recomendaban otras mujeres, pero no las quisode ningún otro lugar, porque su corazón se había ido a Cuauhnahuac,y por esta razón envió a sus parientes a pedirla por esposa.

El padre de Miahuaxihuitl era un hechicero: “Llamaba a todasla arañas, así como al ciempiés, la serpiente, el murciélago y elalacrán, ordenándoles a todos que cuidasen a su hija doncella, queera bien ilustre, para que nadie entrase donde ella residía, ni bellacoalguno la deshonrara, estaba bien cerrada y protegida, había todaclase de fieras resguardándola por los jardines del palacio, a causade esto había gran temor y nadie se acercaba a sus aposentos”. Aesta princesa la solicitaban los gobernantes de todos los pobladosporque querían casarla con sus hijos, pero Ozomatzintecutli noaceptaba ninguna petición.

En cuanto oyó el rey de Cuauhnahuac a los enviados aztecas quesolicitaban a su hija, se acercó a ellos y les dijo: "¿Qué es lo que 11

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dice Huitzilihuitl?; ¿qué podrá él darle?; lo que se da en el agua, demodo que tal como él se viste con ropa de lino acuático, así la vestirá,¿y de alimento qué le dará? ¿O acaso es aquel sitio como éste, dondehay de todo, viandas y frutas muy diversas, el imprescindible algodóny las vestiduras? ¡Id a decir todo esto a vuestro rey antes de quevolváis aquí! “Al oír esta respuesta, los enviados salieron del palacioy regresaron inmediatamente a decirle a Huitzilihuitl que su peticiónhabía sido rechazada.

Muy afligido se hallaba el joven gobernante, cuando en sueñosse le apareció el dios Tezcatlipoca y le dijo: “No te aflijas, que vengoa decirte lo que habrás de hacer para que puedas tener aMiahuaxihuitl. Haz una lanza y una redecilla, con las cuales irás aflechar la casa de Ozomatzintecutli, en donde está enclaustrada ladoncella, su hija. Haz también un carrizo muy hermoso, éste adórnalocuidadosamente y píntalo bien metiéndole además en el centro unapiedra muy preciosa, de muy bellas luces. Irás a dar allá por suslinderos donde flecharás todo, e irá a caer el carrizo en cuyo interiorirá la piedra preciosa, allá donde está enclaustrada la hija deOzomatzintecutli, entonces la tendremos”

El enamorado hizo exactamente lo que el dios Ie había indicado,yéndose a los linderos de Cuauhnahuac, y enseguida flechó haciael palacio.

Cuando cayó el carrizo en el patio, donde se encontrabaMiahuaxihuitl ésta lo levantó maravillándose, lo sostuvo en sus manospor largo tiempo, dándole vueltas, admirando sus colores y finalmentelo rompió por la mitad y vio dentro la piedra preciosa. Quiso muyfemeninamente asegurarse de que era buena la piedra, mordiéndola,pero se la tragó y ya no pudo sacarla, con lo cual quedó embarazada.Y siendo Huitzilihuitl la causa del embarazo, el rey de Cuauhnahuacse la dio por esposa.

El niño que más tarde nació fue Moctezuma Ilhuicamina.

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poema

Coatlicue

Sergio Mondragón *

coatlicue la mujer de la falda de serpientesla del collar de corazonesla esposa del Señor del Solla virgen después del partola hermana de la lluvia y el maíz

coatlicue bálsamo de los guerreroscoatlicue la de las sandalias de oro

la de las garras de leónla de las horas violentas

coatlicue cuyas lágrimas fecundan la tierracoatlicue madre solteracoatlicue monstruosa que devoras a tus hijos

que has abierto la ventana de mi corazóntam tam sobre el pecho de los que te invocan

coatlicue viudacausante del regocijo celestehermana de todas las flores de la tierraharapienta que viajas por mi garganta

coatlicue ataviada para las bodas del cielo y el infiernocoatlicue que te desposas con quienes te maldicencoatlicue sagrada

pitonisa de los pájarosheredera del bien y del mal que tú equilibrassobre mi plexo solar

coatlicue cabeza de serpientes y cinturón de calaverasmadre de las estaciones

coatlicue coatlicueávida de sacrificios

coatlicue huérfanacoatlicue que pendes del hilo dorado del tiempo

que habitas en la raíz de los vientosque entras en mi cuarto disfrazada de golondrinadisfrazada de mi hija

*Nació en Cuernavaca, Morelos, en 1935. Escritor. Fundó y dirige la revista El Corno Emplumado.14

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coatlicue mi mujerla prisa de los ríosla risa de la eternidad

coatlicue de piedracantora en la palma de mi mano

coatlicue que rezas a la sombra de tlálocque te desnudas para que te poseamosseñora de los cielos

coatlicue en la punta de mi sexocoatlicue en ruinascoatlicue toda ternura toda amor toda crueldadcoatlicue para descender contigo a los infiernoscoatlicue tomo tu mano de piedra y me despido

con la serial de la cruz.

Coatlicue, acuarela de

Melquiades González Becerra.

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leyenda

El fantasma de la casade gobierno en Cuernavaca

Juventino Pineda Enríquez *

Aún se respiraba en Cuernavaca el perfume de la bella cuantoinfortunada emperatriz Carlota. La ciudad conserva intacta el sellocolonial que le imprimieran los caballeros españoles del siglo XVIII.Era la época del Gral. don Jesús H. Preciado, por tres veces gober-nador del estado, entre los años de 1885 y 1894.

La sin par Cuauhnahuac tenía con sus aleros de teja, sus callesempedradas y la especial configuración de sus casas, cierto ropajede romanticismo y de misteriosa atracción, todo cuidadosamentecultivado por algunos personajes de la mejor sociedad, muy dados aa las aventuras, pero puntillosos en grado sumo cuando de la honrase trataba. Sobresalía entre ellos un tal don Pilar Castellanos,comandante de policía, valiente, temerario y muy cumplido con susdeberes.

Solía don Pilar rondar noche a noche por las accidentadas callesde Cuernavaca, velando por la conservación del orden; sólo muchasveces o acompañado en otras por uno sólo de sus ayudantes, siemprea caballo.

El año de 1887 habían ocurrido dos sucesos notables: lainundación de Yautepec en junio, causada por el río y la inauguracióndel reloj público sobre la lglesia de Guadalupe en Cuernavaca,durante las fiestas de la patria en septiembre; y dos años despuésquedaba al servicio, sobre la azotea del Palacio de Cortés, elobservatorio meteorológico.

Cuenta la tradición que una de esas noches se encontraba elcomandante Castellanos, de vigilancia, frente a la Casa de Gobierno,hoy Palacio Municipal, cuando de improviso escuchó un tropel decaballos en desenfrenada carrera. Su primer impulso fue el de deteneral infractor de los reglamentos municipales o bien prestar el inmediatoauxilio que el caso requería, si se trataba de alguna persona cuyocaballo se hubiera desbocado. Con grande asombro, don Pilar notó,

16*Nació en Yecapixtla, Morelos en 1894. Maestro, escritor y periodista. Autor de Leyendas de Mo-relos y obras de teatro para niños.

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a la débil luz de las farolas, que por la calle nadie venía y aún más,el ruido cesaba frente al comandante, reanudándose unos pasosadelante, como si el caballo y el jinete, en salto prodigioso, nohubiesen querido atropellar al guardián del orden público.

lntrigado quedó del suceso inexplicable don Pilar, quien sepropuso desentrañar el misterio. Una segunda noche, muchas semanasdespués de la primera, volvió a repetirse el caso, pero en esta vezse pudo apreciar que la ruidera con su tintineo de espuelas, resoplidosdel caballo y traqueteo en el empedrado, partía precisamente de unode los macetones de la Casa de Gobierno que en la parte baja seencontraba.

A la mañana siguiente fue quitado el macetón y, en su base, se 17

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cuenta que fue encontrado un esqueleto humano, que, con religiosocuidado y miedo consiguiente, fue sacado para depositarlo en elosario del panteón, cesando así las correrías del fantasma de la Casade Gobierno.

La conseja popular quiso encontrar en tales sucesos la comisiónde un crimen de épocas remotísimas; tal vez un castellano influyente,noble señor por añadidura, en una aventura galante, había sidomuerto por el marido de la dama entre juramentos y chocar deespadas; quizá un granadero de la Corona sostenía relaciones ilícitascon alguna mujer del alto mundo, siendo sorprendido en losmomentos en que raptaba a la bella moza, y muerto por las balasdel enfurecido padre de la dama, cuando ya se la llevaba a la grupadel caballo tras de sacarla de la misma casa en que fue inhumadoclandestinamente para borrar toda huella.

La verdad es que don Pilar Castellanos durmió ya tranquilo, enlas pocas horas que le dejaban sus obligaciones, desde ese día enque los huesos del fantasma descansaron en el osario común. Niaun siquiera el suceso fue causa bastante para que el enérgico yexigente comandante variara a un ápice su línea de conducta trazadade antemano, pues, según es fama, en su celo por el honor del cuerpopoliciaco, llevó a la cárcel una vez a la mujer autora de sus días,por haber estimado que se expresaba en términos poco comedidosde los guardianes del orden, si bien sacándola luego con toda clasede excusas y disculpas.

Tal era don Pilar Castellanos, el fiel servidor de los intereses dela sociedad de Cuernavaca.

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leyenda

Tequesquitengo

Mario Herrera A. *

Cuenta la tradición popular que cierto día un vecino deTequesquitengo, cálido pueblecito del estado de Morelos, tuvo laoportunidad de conocer el mar, quedando maravillado ante lainmensidad y belleza de éste.

-¡Ay! Si pudiera traer a mi mujer y a mis hijos a conocer el mar;pero gano tan poco que no me alcanzaría -se lamentaba elhombre-. Lo único que puedo hacer es llevarles agua de mar enuna botella para que la conozcan. Dicen que si se entierra en el patiopuede brotar ahí un mar. Ojalá esto fuera cierto. ¡Qué hermoso seriaque mis hijos tuvieran su mar al pie del guamúchil!

Pensando esto, llenó una botella con agua de mar y regresó asu pueblo natal, donde, emocionado, contó a su familia lo hermosoque era el mar, provocando con su narración exclamaciones deasombro en sus pequeños hijos. Pasada la euforia, enterró la botellacon agua de mar en el patio y se olvidaron todos del asunto.

Pero una mañana un ruido extraño los despertó. Salieron al patio,y con gran sorpresa vieron cómo a mitad de éste brotaba,incontenible, un gran borbollón de agua, produciendo un sonido muyparecido al rumor de las olas. Diríase que un mar estaba cantando.

Se hizo un gran charco que inundó el patio y la casa y prontoinvadió las calles y la plaza del pueblo. Nadie se explicaba este hechoinsólito; pero el charco crecía y crecía cubriendo pronto las casas.La gente tuvo que buscar refugio en lo alto de los cerros, desde dondevieron, por fin, hundirse la torre de la iglesia, mientras’el oleaje haciasonar la campana que anunciaba el fin de un pueblo y el nacimientode un mar. El mar de Morelos.

Fue así como, según la leyenda, nació el lago de Tequesquitengo.Y hay quien asegura que, en las cálidas tardes, mientras el sol se oculta

20*Nació en Yautepec, Morelos, en 1956. Maestro, compositor y poeta. Su obra aún no se ha pu-blicado.

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y la brisa eriza las tranquilas aguas, suele escucharse el tañer de lacampana de la vieja iglesia que parece rezar una oración vespertinaen el fondo del lago.

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cuento

La plaza de Xoxocotla

Francisco Rojas González *

-Es BONITA la plaza de Xoxocotla; bonita y limpia -dije sinintención de adular.

-Tiene su historia, igual que la escuela y I’agua entubada-me informó el viejo Eleuterio Ríos, mientras acariciaba entre pul-gar e índice el indómito bigote; aquel bigotazo salpicado de hilosde plata y que, de tener fe al refrán que dice: “cuando el indio enca-nece, el español perece”, mala jugada les haría al porte juvenil yal gesto arrogante de mi amigo, por los cuales -mentirosos- sele juzgaría un hombre en plena madurez.

-Si, tiene su historia -repitió el anciano, con inaguantables de-seos de contarla. Sin esperar más, la dijo en voz lenta, entre chupa-da y chupada al cigarro de hoja prendido entre sus dientesamarillentos.

-Era yo delegado municipal del pueblo cuando llegó la comiti-va. El candidato a la cabeza. No crea usté que vinieron aqui por sugusto, no. . . Fue que iban pa’ Puente d’ Istla; pero ahí en la curvade El Tordo tronó una rueda del “for” y tuvieron que descolgarsepa’ca pa Xoxocotla, en busca de una sombrita y de un trago de agua.

El candidato era grandote, serio y muy callado. Sus compañe-ros, en cambio, hablaban mucho, pero como los pericos, ni ellos mes-mos entendían sus babosadas.

Alguien me dijo que al candidato lo iban a ascender a Presiden-te de la República. Yo no lo creí. . . ¡Tantas levas cuentan los lam-biscones! El candidato parece que me leyó el pensamiento, porquesonriéndose tantito, más bien con sus ojos que con su boca, se mequedó miramente y luego dijo:

“¿Qué es, señor delegado, lo que más necesita este pueblo?”Yo pensé que había que seguirle el juego y de purita raspa le dije:“Pos ya ve su mercé qué plaza tan triste es ésta de Xoxocotla,

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*Nació en Guadalajara, Jalisco, en 1904. Novelista y cuentista. Entre sus obras sobresalen el dio-sero, Lola Casanova y La Negra Angustias.

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es un solar grandote y tierroso y en medio, como todo adorno, esegüizachito íngrimo y solo que no sirve ni p’hacerle sombra a un ga-llo. . . Nosotros, los del pueblo, quisiéramos una plaza con sus ban-quetas, sus prados y su tiosco rodiado de faroles. . ."

“Lo tendrán”, dijo el candidato muy seriote.

“Tampoco hay escuela. Vea su mercé cómo están los probes niños arrejolados en aquella sombrita que dan las torres de la iglesia.Cómo quere su mercé que aprendan ansina. ¡Luego ni maistra tie-nen! Doña Andrea Sierra que le entiende a la lectura, pues a vecesles da la leición y se las viene a tomar una vez a la semana. . ."

A mí por poco me gana la risa, verdá de Dios, por el modito tandescarado de burlarse de uno. Pero pa seguir con el argüende, puesle dije yo también muy desimulado y faceto:

"Tendrán escuela”, volvió a prometer el candidato, con tal sere-nidad y firmeza, que me destantió un poquito. Pero cuando me acordéque todos los que tienen el empeño de candidatos, su oficio es echarpuras mentiras, pues me le quede mirando, largo, hondo, como esel costumbre de po’aca, cuando quiere uno burlarse de alguien. Elhombre no entendió o hizo que no entendía mi gesto y entonces volvía travesiar con él. Mis paisanos gozaban al ver la forma en que me'sta-ba yo tantiando al señor político:

"Como usté habrá visto, tenemos harta agua po’aquí, pero nosfaltan tubos. Usté que viene tratando de hacer la felicidá del pue-blo, nomás arregule cómo se vería una pila echando agua cristalinaen medio de la plaza y rodiada de siemprevivas, ‘juanitas’ y viole-tas. . . y las muchachas con sus cántaros redonditos y sudorosos ylos muchachos ya lebrones mirándolas de ganchete, así como Diosmanda que el macho mire a la hembra que le llena el ojo. . . y losniños en I’escuela y en I’escuela una maistra catrina y guapa, ense-ñándoles a todos el silabario. . ."

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Entonces el bruto de mi compadrito Próculo Delgadillo no pu-do aguantar la risa; pero el candidato, siempre tan formal, dijo:

"Tendrán su plaza, su escuela, su fuente y su maistra.” Luegose paró para despedirse. Me tendió la mano. Yo apenas si se la rocé,no más pa no ser malcriado, pero de manera que él tantiara que nonos había hecho tontos.

Cuando se fueron, nos juntamos todos los vecinos al derredordel güizachito. Los jóvenes créiban buenas las promesas del candi-dato y estaban muy alegres; pero los viejos, que nos han brotadocanas y salido arrugas de tanto y tanto esperar que se cumplan losofrecimientos de los politicos, pos nomás nos réibamos de la ines-perencia de la gente tierna.

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Don Eleuterio calló un momento; se quitó su enorme sombrerode palma y de lo más profundo de la copa sacó una caja de cerillos;

encendió uno, hizo hueco con sus manos a la flama y entre resopli-dos pegó fuego a su gran cigarro de tabaco cimarrón.

Luego siguió el relato:-Pasó un año. Yo estaba para entregar la delegación a mi com-

padrito Remigio Morales que Dios haiga. Era mediodía, hacíauna calor como pocas. El solazo brillaba en aquel desierto que no-sotros llamábamos plaza; los cerdos gruñían porque sentían derre-tirse; las gallinas con el pico abierto escarbaban la arena calientey con las alas estendidas se revolcaban buscando refrescarse; los pe-rros con las colas entre las patas, babeaban como si tuveran el mal.Las mujeres en las cocinas se habían quitado las camisas y los niñosencuerados buscaban las sombritas y pedían agua d’un hilo.

Yo y el polecía estábamos echando un pulquito en ca doña Tri-na Laguna, aquí nomasito. . . De repente llegó Tirso Moya, que paraentonces era un muchachillo apenas d’este pelo; muy espantado medijo: “Andele, Tata Luterio, qui’hay lo busca el Presidente." Toncesacabé con el jarrito de pulque y pedí otro. . . ¡Hacía tanta calor! Be-bí espacito, sin cortar la plática con el polecía. . . Y ahí nomás quellega Lucrecita la de mi entenado Cerardo: Qui’hay lo precura elPresidente, Tata Luterio”, . . “Ande, cuele -dije-, vaya a ver si yapuso el puerco.” Y la muchacha se jué corre y corre. . . A poco ratitoapareció Odilón Pérez el menso y con su voz de babosote me avisó:“Que I’osta aguardando el Presidente, Tata Luterio”. . . “Pos dile, con-testé, que si no puede aguantarse tantito, que no tengo quiha-cer. . ." Y el menso de Odilón se fue muy obediente con el recado.

“Ese ha de venir a cobrar el piso de la plaza del día lunes”, co-menté con el polecía.

Seguimos traguetiando pian pianito, sin priesas. Conté yo con todacalma los centavos de la recaudación de la plaza que traiba entre 25

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mi faja. Todavía oyí una talla muy colorada que me contó el pole-cía y salí mascando un pedazo de barbacoa que me había ofertadodoña Trina Laguna.

¡Y que lo voy mirando . . .! ¿Quién cré usté que era? Pos el can-didato. Ahí estaba, bajo la sombra delgadita del güizache. Lo rodea-ban más de veinte muchachillos, él se reía con ellos y al más chiquitínlo tenía abrazado. Todas las mujeres, desde las puertas de sus casaslo miraban con almiración; él no se daba cuenta, así de entretenidoestaba con la chamacada. . . Había llegado íngrimo y solo, igual queel güizachito; su “for” lo esperaba allá en la carretera. . . Nomás porsu pura planta adeviné que ya lo habían ascendido a Presidente dela República.. Grandote, serio y confiado como todos los que sonhombres de nacencia, no sé qué aigre le encontré con Emiliano. Ennada se parecían, pero el gesto, el cariño por los niños. . . Yo no se.Bueno, ni en el vestido se parecían, pero a éste le caiba tan bien latejana, como a aquél su jarano galoneado, con el que dicen que seaparece a los caminantes que pasan por Chinameca.

Yo lleno de vergüenza me le acerqué. Me dio su mano que en-tonces se la agarré con las dos mías, si, como se estrecha la manode un amigo, de un hombre del que uno sabe que es buena gente.La mano era grande, fina, pero más juerte que las dos mías empal-madas. Sonreía otra vez con ese modito tan suyo; apenas si se le mi-raban los dientes debajo de su bigote recortado y tupido. . . ¡La risaera de hombre cabal, de puro mexicano!

Yo todo avergonzado le dije que disimulara la espera en el sola-zo, porque cuando me dijeron que ahistaba el Presidente, pos yo créi-ba que era el presidente municipal de Puente d’lstla que vería porlo del piso de la plaza del lunes.

El hombre no dejó de sonrirse y luego luego, pos a lo que te truje:"Siñor delegado -dijo muy respeitoso-, ahoy llegarán a Xoxo-

cotla los ingenieros a levantar I’escuela, a hacer la plaza y a meterI’agua en los tubos. . . Pronto vendrá la maistra o sea la preceitora”.

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Plaza, acuarela de Melquiades González Becerra

Yo me jui de lomos, pa’ques más que la verdá.Cuando se jué, todo el pueblo lo siguió. Naiden hablaba, él iba

por delante caminando recio. Nosotros al trote apenas si lo alcanzá-bamos. Cuando subió a su “for” se jué saludándonos con la mano.

Al regresar, todos los jóvenes se reían de nosotros los viejos qui’ha-bíamos disconfiado. Disd’entonces he creído más en los muchachos

y ya les hago caso de todo lo que dicen. . . L’otro día, uno d’ellos 27

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me preguntó: " ¿Si viniera otra vez a Xoxocotla un candidato, quéle pediría usté, tío Luterio?”

“Pos si lo queres saber, yo le pediría que áhi, dond’estuvo elgüizachito íngrimo y solo, le levantara una estatua al Presidente quevino. . . Una estatua pa’ que todos lo estemos mirando, pa’ que sirvade almiración a los niños que salen de I’escuela y pa’ que las lindasmuchachas de Xoxocotla corten el día del santo de él toditas las flo-res del jardín y se las avienten a sus pies. . .

“Es güeno su pensamiento, tío Luterio -me contestó elmuchacho-; yo y otros muchachos sabemos ler por él y usté y to-dos los viejos han güelto a creer en un hombre, como cuando créi-ban en Emiliano el de Anenecuilco. . ." ¡Hágame usté el favor! ¡Cómoestá de lista la juventú de ahoy: . .

Don Eleuterio se quedó unos instantes en silencio, con los ojosperdidos quizá en el recuerdo; luego, volviendo de su abstracción,me miró fijamente para decir:

-Pero a ver, amigo, póngale usté un defecto a la plaza de Xo-xocotla.

-Sólo le falta el monumento. . .-¡Eso es, un monumento! -dijo como si hubiera hecho un

hallazgo-. Un monumento... pero encima del, pos la estatua d’esequien usté sabe. . . Entonces la plaza de Xoxocotla sería la máslinda de todo Morelos. . . ¿O qué opina usté, maistro?

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leyenda

Los chalmeros

Mario Herrera A. *

Las leyendas no tienen por qué ser siempre antiguas. Este es el casode una leyenda moderna que narra un hecho, para muchos cierto,ocurrido en la década de los sesenta en el serpenteado y solitarioCanon de Lobos, tramo de la carretera Cuernavaca-Cuautla que selocaliza a partir del km 18 de ésta, antes de llegar a Yautepec, enel estado de Morelos.

Cuentan aún, los choferes de la línea camionera que cubre estaruta, que era el tiempo de los “chalmeros”, temporada del año enque de todos puntos del país parten peregrinaciones al pobladomexiquense de Chalma para rendir ofrenda al santo patrono de estelugar. Cerca de la medianoche entró al Canon de Lobos el últimocamión que viaja de Cuautla a Cuernavaca. Los últimos pasajerosse habían bajado en Yautepec y el camión venía de vacío.

-Ora sí nos fue mal- comentó el chofer.-Sí, hombre. Vamos a sacar bien poco- replicó el cobrador

mientras se disponía a dormir una siesta.

Sin embargo, al tomar una curva tuvo que frenar el chofer, puesun nutrido grupo de personas invadía la estrecha carretera y le hacíanla parada. Eran chalmeros, hombres, mujeres y niños provistos decobijas, lámparas y demás enseres, quienes al detenerse el camión,se dispusieron a abordarlo.

-¿A dónde van?- preguntó el chofer.-Vamos a Chalma.-Solo llego a Cuernavaca.-Está bien.Y abordaron el camión en tropel, llenándolo casi a reventar.

Animado, el chofer puso el camión nuevamente en marcha y,entre el bullicio del pasaje, comentó al cobrador, que aún seguíaen su siesta en el asiento de junto:

30*Nació en Yautepec, Morelos, en 1956. Maestro, compositor y poeta. Su obra aún no se ha pu-blicado.

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-¡Ora sí nos va a ir bien, "hijo"!-¿Qué?... ¿Me hablas?... -contestó el cobrador abriendo los ojos

y sacudiendo la cabeza.-Que ora sí nos va a ir bien. Traemos cupo Ileno.-¿Cupo lleno?- exclamó el cobrador sorprendido, mientras

volteaba hacia atrás-.Pero si el camión viene vacío. Nomás venimos tú y yo.

El chofer miró al espejo retrovisor y la animada sonrisa se lecongeló dramáticamente. Intuitivamente dio un frenón en seco quecasi lanza el camión al desfiladero y en medio de una súbita crisisde nervios exclamó:

-¡Manito, yo subí a más de cincuenta chalmeros en la curvade allá atrás!... ¡Yo los subí, manito,... me hicieron la parada!...

-¿Chalmeros? - repitió el cobrador, casi sin voz y con los pelos

Río Cuautla, óleo de Jorge Cázares 31

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erizados, mientras un escalofrío le recorría el cuerpo-. ¡Estás loco,“hijo”!... ¡Si aquí nomás venimos tú y yo!... ¡Estás loco!...

Blanco y demudado, como pudo, el chofer puso en marcha elcamión y a todo lo que dio la maquina salieron huyendo del Cañónde Lobos como quien viene escapando del infierno.

Al contar al día siguiente a sus compañeros lo ocurrido, no faltóalguien que les recordaba que hacía un año, por estas mismas fechasy en ese mismo punto, se había ido al desfiladero un camión llenode chalmeros, peregrinos devotos, que jamás llegaron a su destino,pues murieron casi todos.

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Cerro de Zempoala. Vista desde Cuernavaca, óleo de Jorge Cazares (detalle)

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cuento

EI canto del gallo

Javier Arteaga *

Eran las cuatro de la mañana y otra vez el canto de ese gallo, comotodas las madrugadas, lo despertaba y llenaba de inquietud e intri-ga. No sabía por qué, pero ese cantar le daba mala espina. Pensabaque era absurdo, que era su fantasiosa imaginación quien daba esacuriosa interpretación al canto del gallo. Durante el día llegaba in-cluso a reírse de lo tonto de sus observaciones, pero en la noche,o mejor dicho ya de madrugada, ese gallo comenzaba a cantar conun aire y un timbre que lo amedrentaba. ¿Por qué si todos los gallosque he oído -se decía- son cuadrisílabos, este, en forma trisílabadesgarra su patético canto seguido de lacónicos cacareos más pare-cidos a Iamentos? Era cada vez más angustiosa y desconcertante esasituación que cesó con los primeros rayos del sol.

*Nació en Cuernavaca, Morelos. Médico. Escribe cuento y poesía. 33

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A la mañana siguiente, Julián, joven pasante de antropologia, de-cidió conocer a fondo la realidad sobre ese misterioso gallo. Sólole faltaba una semana de las cuatro que debía radicar en ese aisla-do pueblo de la montaña en donde realizaba una investigación parasu tesis y creyó que sería una incógnita toda la vida si no esclarecíael misterio. Por la dirección de donde provenía el patético canto,intuyó que sería en el jacal de don Nicasio donde viviría el misterio-so animal. Se dirigió a la casucha y fue precisamente don Nicasioquien le abrió como si ya lo esperara. Antes de cualquier preguntaéste se adelantó a decir: -¡Ay joven! Disculpe usted las molestiasque le ha ocasionado tan latoso animal, pero no se preocupe quehoy en la mañana maté al condenado. A mi también me teníacansado.

Allí en la mesa, yacía un enorme gallo negro degollado. -Mirejoven, continuó, es para un regalito, yo doy y a mí me dan; así esla vida amigo. Y siguió hablando de cosas vagas e incomprensiblespara Julián, quien durante toda la visita no alcanzó ni a pronunciaruna sola palabra. Fue Nicasio quien con voz hipnótica dominó y lle-vó a su antojo la conversación. Ofreció a Julián un té que éste nose animaba a beber, pero, a instancia y presión de don Nicasio, lohizo. Finalmente salió del jacal desconcertado. Después, en el trans-curso del día, cuando se sumergió de lleno a sus actividades de in-vestigación, se olvidó del incidente.

Al anochecer llegó a la casa en que se hospedaba, lleno de unpesado cansancio y, sin merendar, se retiró a dormir inmediatamente.

Como de costumbre, en las últimas semanas, despertó en la ma-drugada. Pero, esta vez, notó la ausencia de los lamentos y quejidosdel gallo. Sintió cierta alegría, pero fue bruscamente rota por el so-bresalto, al darse cuenta que dormía de pie, con sus garras aferra-das al barrote de una silla; su piel era plumosa y negra. Quiso gritar“Auxilio”, pero de su pico sólo salió un lacónico y patético cantotrisílabo.

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