Legitimación y y Racionalización Weber y Habermas La Dimensión Normativa de Un Orden...

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Legitimación y y Racionalización Weber y Habermas La Dimensión Normativa de Un Orden Secularizado_Enrique Serrano Gomez

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Enrique Serrano Gómez

Legitimacióny racionalización

Weber y Habermas:la dimensión normativade un orden secularizado

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lll\ uN|vERs|DAD AUTÓNOMA METROPOUTANAAN UN|DÁD IZTÁPÁLAPÁ

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Enrique Serrano Gómez

LEGITIMACIÓNY RACIONALIZACIÓN

Weber y Habermas:la dimensión normativade un orden seculari zado

AI f,1¿\IšfIïPfiiI§>,<§>E*<§?›>€al EDITORIAL DEL HOMBRE

lI.\\ UNIVERSIDAD AUTONOMA METROPOLITANA'T'-"" UNIUÂD TZTÂPAI AFÄ

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7 7 T ILegitimación y racionalización : Weber y Haben-nas: la dimensiónnumiaüva de un orden smularizado/ Emique Serrano Gómez. -Barcelona: Anthmpos 1 México 2 Universidad AutónomaMetr0p0lita.na - Iztapalapa, 1994. _ 302 p. ; 20 cm. -(Pensamiento Crítico / Pensamiento Utópico ; 83. Serie FilosofíaPolíüca)sibliognfia p. 295-293. Indie@ISBN B4-7658-418-O

1. Weber, Max - Filosofía 2. Habermas, Jürgen - Filosofia 3. Poder (Filosofia)I . Universidad Autónoma Metropolitana - Iztapalapa (México) Ii. TítuloIII _ Colección321.01

Primera edición: enero 1994

© Enrique Serrano Gómez, 1994© Editorial Anlhropos. 1994Edita: Editorial Anthropos. Pmmat. S. Coop. Ltda.Vía Augusla, 64. 08006 Bzmcclona

En cnedieión con la Universidad Aulónoma Metropolitana,Iztapalapa. México

ISBN: 84-7653-418-0Depósito legal: B. 251-1994Fotocomposición: Seled. S.C.L. Sant Cugat del VallèsImpresión; Indugmí, S.C.C.L. Badajoz, 147. Bancelona

Impreso en España - Printad in Spain

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PRoLoGo

Weber definió la legitimidad como la creencia en la validez deun orden social por parte de un número relevante de los miem-bros de ima sociedad. Esta definición presupone una crítica a lanoción tradicional de legitimidad, en la que se considem que elorden social legítimo es aquel que se adecua a un orden trascen-dente (divino, natural o histórico). La crítica weberiana consiste.en resaltar que los juicios sobre la legitimidad implican una refe-rencia a valores y que éstos, por su parte, no se apoyan en loshechos. Es decir, Wcber asume de manera consecuente la diferen-ciación entre enunciados empíricos y enunciados normativos. Di-cha diferenciación conduce a la tesis de que sólo los enunciadosempíricos son susceptibles de ser verdaderos. mientras que losenunciados nonnativos remiten a una creencia o consenso social.

La tesis weberiana sc ha interpretado generalmente como unatoma de posición en favor del relativismo. Porque, aparentemente,si se determina la legitimidad en base a las creencias de un gruposocial, entonces lo legíümo y lo ilegítima dependerán de la cornu-nidad de creencias enla que se sitúa el sujeto que juzga. Estainterpretación de la obra de Weber se ha convertido en un lugarcomún; sin embargo, se trata de una interpretación que, aunqueno carece de base, hace a un lado la complejidad y tensiones queexisten en la obra de este autor. Asimismo esta interpretaciónmantiene una continuidad con la tradición que el propio Weberintenta poner en cuestión respecto al problema de la fundamenta-

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ción. Si asumimos que fundamentar racionalmente un enunciadosólo consiste en mostrar su «verd-'1d››, esto es, su adecuación a un«estado de cosas», o en deducirlo de un axioma. entonces tendre-mos que accptar que los enunciados normativos carecen de unaFundamentación racional. Pero, precisamente, la tesis que guíaeste trabajo es que el problema de la legitimidad requiere de unarevisión crítica de la noción de fundamentación racional y, portanto, de trascender el viejo dilema entre enunciados capaces deser verdaderos y enunciados que no cumplen este requisito.

Para Weber, afirmar que los enunciados normativos y losvalores que en ellos entran en juego carecen de un sostén en los«hechos» no implica necesariamente que no puedan fundamen-tarse. Si bien es cierto que Weber retoma la crítica de Nietz-sche a la idea de un orden trascendente que sostiene los valorese impone una jerarquía única entre ellos, también existe en lateoría weberiana una fuerte herencia kantiana, la que estableceuna distinción entre razón teórica y razón práctica. Esta distin-ción indica que la justifieación de los valores no debe buscarseen su «verdad›› o «fal.sedad››. El imperativo categórico no pre-tende describir una situación o estado de cosas existente, sinoque se plantea como un principio regulatívo de las relacionessociales, que, según Kant, se apoya en el «hecho de la razón».Weber no apela a la Razón como una entidad capaz de ofiecerun contenido universal y necesario; para él., la fundamentaciónde los principios normativos sólo puede localizarse en las con-diciones que permiten la constitución de las relaciones sociales,con la pluralidad y conflictos a ellas inherentes.

Creo que la actualidad dc Weber, frente a la polémica entrefundamentalistas y contextualìstas, reside en esa tensión entre laherencia nietøscheana y la herencia kantiana que recorre toda suobra. La mayoría de los intérpretes se han centrado en las «hue-llas de Nietzsche» o han señalado la oposición entre sus antece-dentes lcóricos. Por mi parte, trataré de reconstruir la teoría deWeber con la intención dc buscar los puntos en los que se hacepresente la influencia de Kant, para intentar, a su vez, mostrarque esta es compatible con la crítica de Nietzsche. Ello puede serlaehado de unilateral; de hecho lo es, Pero, si tomamos en cuentaque lo que ha predominado hasta hoy es la unilateralidad de laotra parte, entonces mi parcial reconstrucción puede, en polémi-

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ea con las otras, llevamos a visualizar la complejidad que enciena la teoría weberiana. Parte de esta complejidad proviene delproyecto weberiano de rechazar todo fundamentalismo y, al mis-mo tiempo, distanciarse del relativismo.'

El proceso de racionalización que caracteriza a la cultura oc-cidental desemboca, según Weber en un «desencanto del mun-do», entendido como una pérdida de la seguridad que proporcio-na la creencia de que nuestros valores se encuentran respaldadospor un orden inrnutable, accesible a todo sujeto racional. Es in-dudable que esto representa un fenómeno ambiguo, pues si libe-ra al individuo de las cadenas de la tradición, al tiempo lo enfren-ta a situaciones inéditas que ponen en riesgo esa libertad. Pero eldesencanto del mundo no es un rechazo de la razón, sino uncuestionamiento de sus pretensiones, una ilustraciónï de la Ilus-tración. Para Weber, lo racional no se encuentra en un saberuniversal y necesario, que tiene que ser percibido como tal portodo sujeto, sino en los procedimientos que nos permiten situar yrevisar críticamente nuestro saber. Con esto se rechaza el mito de<<Razón››, como un principio único, capaz de reducir toda diversi-dad y, de esta manera, desterrar el conflicto del mundo.

En la medida en que el debate sobre la legitimidad es partedel problema de la justificación racional de los enunciadosnormativos, en él no sólo está en juego la deten-ninación de unconcepto, sino también la posibilidad de una teoría crítica.Esto es lo que percibió Habermas al adentrarse en esta polé-mica. Su proyecto es superar el déficit respecto a la definicióndel nivel normativo de la teoría crítica que caracteriza a suspredeoesores. Me refiero no sólo a los viejos representantes dela Escuela de Francfort, sino también a una amplia tradiciónteórica que utiliza el adjetivo de «cr-itica» para calificar su tra-bajo. Frente a la «razón maten`al», propia de las sociedadestradicionales, y la «razón instrumental», que extiende su domi-nio en las sociedades modemas, Haberrnas opone una «racio-nalidad comunicativa» como sostén de la labor crítica.

1. El intento de distinguir entre escepticismo y relativismo no es exclusivo deWeber, se encuentra también, entre otros. cn un autor que influyó directamente en cldc.-;a.i1'ollo de la teona webcriana, a saber, G. Simmel, Filosofía del dinero, Madrid.Centro de Estudios Constitucionales, 1977.

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En efecto, la noción de «racionalidad comunicativa», entendi-da como una racionalidad «situada››, «procedimental››, intema alos «juegos lingüísticos» e instituciones de las sociedades concre-tas, es una buena pista para determinar el nivel normativo deuna teoría. Ello puede perrnitír precisar las intuiciones que enWeber se mantienen en gennen respecto a la viabilidad de imaCritica racional. Sin embargo, las dificultacles que implica el desa-rrollo de una teoría crítica no sólo radican en superar el déficitrespecto a la definición del nivel norrnativo; también se refieren ala relación entre ese nivel crítico y el nivel empírico de esa teoría.En este aspecto, la teoria de Habermas, al mantener un dualismoentre «mundo de la vida» (acción) y «sistema››, tiene que pagarun alto precio, que se traduce en un «diagnóstico de la moderni-dad» insaiisfactorio; ya que se limita a describir un síntoma, loque él denomina «colonización del mundo de la vida», que tradu-ce en términos de intersubjetividad la vieja noción de alienación.Pero las causas de esta llamada Kcolonización», que remiten a ladinámica y contradicciones internas del sistema, quedan fueradel alcance de la teoría haberrnasiana. Gon ello se mantiene unabismo entre el nivel normativo de la teoría y su nivel empírico,lo cual reduce la Crítica a una simple condena moral por no ajus-tarse a las «situaciones ideales» definidas en su nivel normativo.Mi propuesta para desarrollar el potencial crítico de la teoría dela acción comunicativa es volver a tomar como punto de partidalos conceptos de poder y dominación, para lo cual Weber vuelvea convertirse en una importante orientación de este proyecto.

Una primera versión de este trabajo se presentó como tesisdoctora] el semestre de verano de 199] en la facultad de filosofíade la Universidad de Constanza (Alemania). Por su valiosa asso-ría quiero reiterar mis agradecimientos a los profesores AlbrechtWellmer y Wolfgang Fach. Asimismo quiero agradecer las obser-vaciones críticas del profesor Axel Honneth que sirvieron paraimroducir importantes modilìcaciones en esta segunda versión ypermitir que esta tesis se convirtiera en el punto de partida deuna investigación más amplia. Sin la amplia colaboración de Ga-briela Gandara este trabajo no hubiera sido posible.

2. Una crítica en sentido kantiano que exige tanto la autonomía del sujeto comola capacidad de establecer Ifmiis a las pretensiones del saber.

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INTRODUCCIÓN

EL CONCEPTO «LEGITIMIDAD»

El más fuerte no es jamás lo bastante pamser siempre el amo y señor, si no transformasu fuerza en derecho y la obediencia de losdemás en deber.

Rousseau

1. UNA PRJMBRA APRQXIMACION

El uso del concepto «legitimacióm remite a un procesodonde aquellos que detentan el poder político buscan obtenerun consenso que asegure la «obediencia habitual», tanto de losindividuos que forman parte de su cuadro administrativo,corno en general de todos los que se encuentran vinculados aese poder. «La legitimidad implica la capacidad del sistemapara engendrar y mantener la creencia de que las institucionespolíticas existentes son las más apropiadas para la sociedad.››'Cuando se pregunta por la legitimidad de un orden politico,no basta con establecer la existencia de una «obediencia habi-tual», entendida como una regularidad empírica en la que losindividuos actúan en consonancia con lo prescrito por el or-den. Al mismo tiempo, se pone en cuestión la existencia de unconsenso o creencia en la validez de ese orden, por parte desus integrantes, como uno de los «rnotivos›› de esa obediencia.

Los individuos orientan y coordinan sus acciones por mediode un, orden social determinado debido a una amplia gama de

l. SM. Lipsel, El horfrbmywlúico, Buenos Aires, EUDEBA, 1977, p, 57.

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motivos: costumbre., temor, constelación de intereses, etc. Pero,en la medida en que además de otros motivos, por lo menospara una parte socialmente relevante de los actores, aparezca elorden como legitimo, incrementa de manera considerable laprobabilidad de que ias acciones se orienten y coondinen por él.La legitimidad presupone que los individuos asumen las nor-mas que constituyen un orden social como obligatorias o comomodeios, es decir, como algo que «debe ser». Entendjda de estamanera, la legitimidad es un requisito indispensable para logiarla estabilidad de un orden, así como también para mantenerrestringido el uso de medidas coercitivas.

Por ahom considero, en especial, el sentido político delconcepto «legitimidad››. La legitimidad como atributo del siste-ma político hace referencia a la justificación de la asimetría,surgida del control diferencial de los recursos de coacción, lacual define a este sistema como tal. El tema de la legitimaciónse encuentra estrechamente vinculado a la pregunta sobre eldeber de obediencia de los mandatos emanados del orden po-lítico. Esto no excluye que pueda utilizarse el concepto «legiti-midad» en relación con otros sistemas sociales. De hecho, hasido utilizado por diversas teon'as sociológicas en un sentidoampliado. Por ejemplo:

ha legitimación -<explica›› el orden institucional alribuyendovalidez cognoscitiva a sus significados objetivados. La legítima-ción justifica el orden institucional adjudicando dignidad norma-tiva a sus imperativos prácticos. Es importante comprender quela legitimación tiene un elemento tanto cognoscitivo como nor-mativo [...] La legitimación no sólo indica al individuo por quedebe realimr una acción y no otra; también le indica por qne lascosas son lo que son. En otras palabras, el «conocimientow pre-cede a los «valoresw en la legitimación de las in.=;tituciones.2

En su origen el adjetivo Íegítimus, significaba que un man-dato o legislación eran adecuados a un orden establecido. El

2. H, Berger y T. Luckmann. La construcción socia! de la realidad, Bttenos Aires.Arnorrortu, 1984, p. 122. En es-te caso, Io que se observa sobre Ia legitimación delorden institucional en general es también válido para la legitimación del orden políti-co en partìculan

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núcleo normativo de este sentido tradicional de la legitimidaddescansa en el supuesto de que los valores y normas de eseorden están lundarnentaclos en un principio de justicia quetrasciende la arbitrariedad de las voluntades particulares. Deahí que en el lenguaje común el término «legítimo» se use confrecuencia como sinónimo de justo o razonable. Desde estaperspectiva, decir que algo es legítimo equivale a sostener quetiene una justificación en relación con un interés o bien co-mún. A lo largo de la historia, la diferencia entre las múltiplesconcepciones de la legitimidad se localiza, fundamentalmente,en las distintas interpretaciones sobre el principio de justicia.Este último se puede considerar como un principio divino, na-tural, histórico o racional. La disputa entre las interpretacionesdel principio de justicia que sustenta la legitimidad no sólotiene implicaciones teóricas, sino que también están en juegoproblemas de la organización, las funciones y los límites delpoder político.

En la historia del concepto «legitimidad» la teoría de We-ber representa un punto culminante, ya que en ella se criticaradicalmente el núcleo normativo de la concepción tradicionalde la legitimidad. La critica no consiste, como consideran al-gunos intérpretes, en postular la necesidad de acceder a unpunto de vista ajeno a toda postura valorativa, esto es, a unaneutralidad valor¬ativa.3 Weber busca hacer patente la presen-cia de un conllicto de valores que no puede superarse y ante elcual resulta inevitable tomar posición.

El carácter trivial de la vida «cotidiana» consiste precisa-mente en que el hombre que se ve inmerso en ella no es cons-ciente y, sobre todo, no quiere tener consciencia, por razones yasea psicológicas o pragmáticas, de este encadenamientn de va-lores mortalmente hostiles [...] El fruto del árbol del conoci-miento, tan amargo para nuestra comodidad humana, pero ine-ludible, consiste precisamente en la necesidad de tomar con-ciencia de tales aniagonismos y de comprender que toda acción

3. Sobre la crítica a la 11;-ducción del concepto de «libertad valorativa› a una«neutralidad valorativa-, véase L. Aguila: Villanueva, Weber: La idea de ciencia social,2 vols., México, Pon-ua, 1938.

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individual y, en último término, la vida entera -a condición deque no fluya como un fenómeno de la naturaleza, sino que seallevada con plena consciencia- no constituye más que una ca-dena de decisiones últimas gracias a las cuales el alma escogesu propio destino, al igual que en Platónf*

Cuando Weber resalta la naturaleza insuperable del conflic-to de valores pone en duda, al mismo tiempo, la existencia deun 'principio (divino, natural, histórico 0 racional) en e] quepuedan [undamentarse y, gracias a su mediación, reconciliarse0 establecer una jerarquía única entre ellos. «Y por lo tanto,que los ideales supnemos que más nos conmueven, sólo se ma-nifiestan en todo tiempo gracias a la lucha con otros ideales,los cuales son tan sagrados como los nuestros. »5 De esta mane-ra se rechaza también el concepto de justificación propia de ladefinición tradicional de la legitimidad. Esta última parlc delsupuesto de que los procedimientos para justificar las expresio-nes <tx es verdadero» y «x es legítimo» son idénticos; por lo quefundamentar el carácter legítimo de un mandato, una legisla-ción o un orden institucional es demostrar su adecuación (0que se «deriva››) a un principio ajeno ala arbitariedad humana,capaz de ser reconocido como tal por todo sujeto racional.

La estrategia crítica de Weber tiene su antecedente en laliteratura trágica. En la tragedia se escenifica el encuentro deposiciones en conllicto, en donde cada una esgrima sus dere-chos y sus razones. Con ello no se trata de que el espectadorse coloque en una posición ajena al conflicto, sino que desna-turalice o cobre conciencia de su propia posición valorativa,irrduciéndole a participar en el conflicto. La tragedia no predi-ca, ni busca un contraste maniqueo entre «buenos» y «1-nalos»,sino que muestra la justificación de cada una de las partes enlucha. Sobre este aspecto de la tragedia, Hegel senala:

Es el mismo héroe quien habla y la representación muestraal auditorio, que es al mismo tiempo espectador, hombres auto-conscientes que conocen y sabcn decir su derecho y su fin, la

4. M. Weber, Ensayos metodológicos, Barcelona, Península, 1984, pp. 71-72.5. ibm', p. 122.

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fucna y la voluntad de su determinación. Son artistas que noexpresan, como en el lenguaje que en la vida real acompaña alobrar usual, no consciente, natural e ingenuamente, lo exteriorde sus decisiones y de sus empresas, sino que exteriorizan laíntima esencia, demuestran el derecho de su actuar, afinnansercnamente y expresan determinadamente el pathos al quepertenecen, libres de cirturrstancias contingentes y de la parti-cularidad de las personalidades, en su individualidad universal.La existencia de estos caracteres son. finalmente, hombres rea-lts, que revisten la personalidad de los heroes y los presentanen un lenguaje real, que no es un lenguaje narrativo. sino elsuyo pnopiofi

El postulado de la libertad valorativa weberiano implica latoma de conciencia de nuestra posición, a través de asumir elconflicto irreconciliable de los valores, para hacer patentenuestra libertad y, al tiempo. la exigencia de elegir. La libertadvalorativa requiere, al igual que la tragedia, del contraste entrela perspectiva del espectador y la perspectiva del participante.Este contraste se manifiesta en los diferentes juegos lingüísti-cos que subyacen a las dos perspectivas. A partir de la pers-pectiva del participante se puede decir: «rx es legítimo» o «oc noes legítimo». En cambio, desde la perspectiva del observadorsólo se puede sostener: «Para el grupo o individuo G. :c eslegítimo» o «para G, 1 no es legítimo», Cuando se agrega:«Para G, x es legítimo, pero en realidad no lo es» 0 «G aciertaen considerar a x como legítimo», se abandona la perspectivade espectador y se toma de nuevo la de participantef

Pero la libertad valorativa no sólo precisa cobrar concien-cia de la postura que se asume ante el conflicto de valores;también es necesario reconocer que esa decisión o elección nose encuentra sustentada en una verdad o principio válido paratodos. De lo contario se corre el riesgo (muy común, por cier-to) de constatar la existencia de otras posiciones valorativas yotras comunidades de creencias, para después únicamente re-afirmar mis propios prejuicios, convicciones y evidencias coti-

6. G.F. Hegel, Fenomenohagúr del Esprfitu, México, FCE, 1971. p. 425.7. Weber vio este contraste al distinguir entre -:juicios de valor- y «juicios referi-

dos a valores- (op. cin).

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dianas. Es decir, el riesgo consiste en que, frente a la plurali-dad. se mantenga la afimiación de que es la propia posición la«verdadera›› o correcta, mientras que las otras son «falsas››.Con ello nos mantenemos esclavos de nuestros valores y creen-cias particulares, ya que los conservamos inmunes a la criticaracional. En cambio, la libertad valorativa exige un grado deobjetividad (que no tiene nada que ver con neutralidad) queme permita reconocer los límites de mi posición, así comotambién los derechos y las razones de las otras posturas.

La objetividad propia de la libertad valorativa no presupo-ne un observador neutral, capaz de colgar sus valores en elperchero, para asumir un punto de vista trascendente respectoal conflicto de valores. Este observador neutral coincidiría conel punto de vista divino, que mediante su «lenguaje perfecto»podría abarcar la realidad en toda su amplitud. Pero nosotros,pobies mortales, no tenemos más remedio que observar la rea-lidad desde un punto de vista particular, ligado a una posiciónvalorativa.

De ello resulta que todo conocimiento de la realidad culturales siempre un conocimiento bajo unos puntos de vista especifi-camente particulares. Cuando exigimos del historiador o del so-ciólogo la premisa elemental de que sepa distinguir entre loesencial y lo secundario, y que para ello cuente con los «puntosde vista» precisos, únicamente queremos decir que sepa referir-consciente o inconscientemente- los procesos de la realidada unos -valores culturales» universales y a entresacar conse-cuentemente aquellas conexiones que tengan un significadopara nosotros. Y si de continuo se expone la opinión de quetales puntos de vista pueden ser «deducidos de la materia mis-ma», ello sólo sc debe a la ingenua ilusión del especialista,quien no se pcrcata que _desde un principio y en virtud de lasideas de valor con las que ha abordado inconscientemente ellema~ de entre la inmensidad absoluta sólo ha destacado unfragmento íntimo, precisamente aquel cuyo examen le importa*

¿Cómo conciliar el postulado de la libertad valorativa y laimposibilidad de situarse en un punto de vista trascendente o

8. 1ì7(d_, pp. 153-154.

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ajeno al politeísmo conflictivo de los valores? Ante este proble-ma hay que recordar que el espectador de la tragedia no es unobservador ajeno al conflicto, sino que se exige de él escuchara hombres «autoconscientes que conocen y saben decir su de-recho y su fin, la fuena y la voluntad de su determinación», yde esta manera participar en el conflicto. La autopresentacióndel otro exige del espectador una comprensión a partir de supropia posición valorativa. Al espectador no se le pide queabandone sus valores, sino que tome conciencia de ellos, através de ponerlos en juego en el acto de comprensión delotro. El contraste que surge del conflicto, en el que cada unade las partes expone sus razones y sus derechos, junto con elcontinuo paso entre las perspectivas de participante y de ob-servador facilitan la desnaturalización de los propios valores.La libertad valorativa, como la tragedia, no se conforma conun lenguaje narrativo, en el que se describen comportamientosy sucesos, sino que necesita de un uso comunicativo del len-guaje que permita acceder a la comprensión. Precisamentela tragedia nos enseña que la perspectiva del participante y laperspectiva del observador no son posturas opuestas o rivales,sino momentos relacionados en el círculo hermenéutico.

Weber, en oposición a la idea de una ciencia neutral, ajenaa valores, sostiene que toda explicación requiere de una com-prensión y. como tal. de la perspectiva del participante. Expli-cación y comprensión no son dos metodos distintos, sino acti-vidades complementarias dentro de la actividad cientifica.Esto lo podemos reconstruir esquernáticamente de la siguientemanera:

a) El paso de la perspectiva inmediata de participante enuna comunidad de creencias a la perspectiva de un observadorcapaz de constatar la pluralidad y conflicto de creencias.

b) Pero desde la perspectiva de observador únicamentepuedo establecer la existencia de una pluralidad de comunida-des de creencias. Es por eso que se requiere tomar de nuevo laperspectiva de participante, en busca de una comprensión delas razones que sustentan la diversidad de creencias.

c) A partir de esa primera comprensión (incapaz de ofre-cer una certeza) es posible volver a la perspectiva de observa-

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dor con el objetivo de dar una explicación, por ejemplo. recu-n-iendo a la construcción de tipos ideales.

d) Pero ninguna explicación puede pretender tampoco te-ner una evidencia o certeza absoluta. De ahí la necesidad devolver a la perspectiva de participante para poner a pruebanuestras explicaciones.

e) En este cambio continuo de perspectivas. los propiosvalores, desde los cuales se da la comprensión y la explicacióndel fenómeno, se ponen en cuestión. Esto representa una con-dición necesaria (no suficiente) para que mis creencias pier-dan su evidencia inmediata o su carácter aparentemente «na-tural». La libertad valorativa es, por tanto, consecuencia deltrabajo de la comprensión y explicación, y no un prerrequisitode ellas.

Sin embargo, la práctica política no es la escenificación deuna tragedia; y el esquema político tampoco puede reducirseal esquema de la argumentación polémica entre distintas co-munidades científicas. En la practica política, el conflicto entreposiciones valorativas o ideológicas se encuentra vinculado es-trechamente a intereses en pugna. Esto tiene como consecuen-cia que el reconocimiento y la comprensión del otro sean mu-cho más difíciles de lo que ya son en otros campos de La prác-tica social. Weber sabe esto, y es por ello que vincula el reco-nocimiento político del otro a la historia de los conflictos so-ciales. El reconocimiento en la política no es el resultado deun diálogo pacífico, sino una posible consecuencia de la lucha,que tiene que objetivame en el derecho y, en general, en lasinstituciones sociales. Es la resistencia del otro, su capacidadpara reafirmar sus intereses e ideas en el conflicto, lo que abrela posibilidad de su reconocimiento. Este reconocimiento es loque lleva a la transfonnación y racionalización de los conflic-tos sociales, lo que no implica su supresión, sino el cambio dela forma y los medios en que se realizan dichos conllictos.

Weber, al reconstruir el proceso de racionalización, en bus-ca de la especilicìdad que adquiere este proceso en la culturaoccidental, encuentra que desde el punto de vista del sistemapolítico este tiene dos consecuencias fundamentales, a saber:1) la monopolimción de la violencia legítima, que culmina en

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el Estado moderno -lo que presupone una diferenciacióndel sistema político respecto a los otros subsistemas sociales-;2) la racionalización de las normas del derecho, que culminaen la noción del orden jurídico como sostén de la legitimidaddel poder estatal.

El rango de que modcrnamentc disfrutan las asociacionespolíticas se debe al prestigio que impone en el ánimo de suscomponentes la creencia específica, muy extendida, en un espe-cial carácter sagrado -la degitirnidad» de la acción comunita-ria por ellas establecida-, inclusive y justamente cuando inclu-ye en su seno la coacción física y el poder de disponer de lavida y la muerte. Esto constituye el consenso especíñco entresus miembros acerca de su legitimidad. Como ocurre efectiva-meute en la época modema, esta creencia en la «legitimidadwespecífica de todas las acciones emprendidas por tal tipo decomunidad puede incremantar en tan gran medida. que sólociertas comunidades políticas (llamadas r<Estados››) se conside-ran como únicas capacitadas para permitir o conceder unaautorización para que las demás comunidades en general usendegitimamente» dela coacción física. Así, para el desempeño yejercicio de este poder existe en las comunidades políticas ente-ramente desarrolladas un sistema de orrlenaciones casuísticas alas que se atribuye hoy de un modo exclusivo tal degitimidad»específica. Se trata del «ordenamiento jurídico», cuya creaciónse atribuye hoy de un modo exclusivo a la comunidad política,porque ésta ha llegado, en efecto, a ejercer normalmente el monopolio consistente en dar vigor, mediante la coacción física. atal sistema de normas. Esta preemìnencìa del «ordenamientojurídico» garantizado por el poder político ha surgido y se hadesarrollado a través de un lento proceso, debido a que las de-más comunidades que poseían poderes coaclivos especiales hanperdido, por efecto de los desplazamientos económicos y de or-ganización. su poder sobre el individuo, de suerte que se handisuelto o, sometidas al yugo de las comunidades políticas, hanvisto su poder reducido o limitado por éstas?

La reconstrucción webcñana del proceso de racionaliza-ción y, con ello, de las transformaciones de los procesos dc

9. M. Weber, Fcouomfa ysociedad, Mexico, FCE. 1983, p. 663.

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legitimación se basa en una noción descriptiva de la legitimi-dad. Como hemos apuntado, la noción descriptiva de la legiti-midad se limita, desde la perspectiva del observador, a estable-cer la presencia de una creencia e.n la validez de un ordeninstitucional concreto por parte de u.n número socialmente re-levante de individuos vinculados a él. De esta manera, se cen-tra la atención en la configuración empírica de los motivosque llevan a que los hombres acaten un orden establecido.Este es el objetivo de los tres famosos «tipos-ideales» de domi-nación legttima. Es indudable que la noción descriptiva de lalegitimidad es un instrumento imprescindible para el desarro-llo de las ciencias sociales. Pero, antes de ser observadores ocientíficos, somos participantes de un orden social y la nocióndescriptiva de la legitimidad no puede fundamentar racional-mente nuestros juicios sobre la legitimidad, tanto de nuestracomunidad de creencias como de las otras comunidades. Deahí la pregunta por un criterio racional que nos permita juzgarcríticamente la multiplicidad de consensos sobre la legitimidadde los órdenes institucionales.

No se trata de hacer a un lado la noción descriptiva de lalegitimidad; en la medida en que nos permite tomar en cuentala pluralidad de creencias, también juega un papel importanteen el proceso de desnatutalización de nuestras creencias, loque representa una condición nccesmia de todo pensamientocon pretensiones críticas. Se trata, por el contrario, de vincularla noción descriptiva y el criterio normativo de la legitimi-dad.” El posible éxito de esta empresa ha sido cuestionadodesde diversas posiciones y con distintos argumentos. La pro-pia teoría de Weber ha sido interpretada frecuentemente comouna demostración de la imposibilidad de cumplir con el objeti-vo de esta tarea. Esto nos mantendría en el dualismo entre lasperspectivas del observador y del participante, esto es, de re-ducir nuestras posibilidades a describir la multiplicidad decreencias sobre la legitimidad, por un lado, y, por el otro, a

10. Deuäs de este objetivo se encuentra un problema filosófico fundamental, es-pecialmente en las actuales ciicunstmcix: la pregunta sobre la posible relación entrepluralidad y universalidad. Sobre esto, véase A. Wellmcr, Zur Díalektik von Moderneund Posxmodeme, Fmncforl, Suhrlcamp. 1990.

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mantener dogmátìca 0 irracionalmente nuestras creencias.Veamos brevemente cuáles han sido las principales ravonesque se han opuesto a los intentos de vincular la dimensiónempírica y la dimensión nonuativa dc la legitimidad.

1.1, La legitimidad como «le-yenda» del grupo dominante

Este argumento lo encontramos ya en la propia teoría deWeber. Consiste en sostener que la legitimidad sólo representauna autojustificación no susceptible de ser examinada 0 cues-tionada racionalmente, es decir, de mantener que la legitimi-dad es la «leyenda›› o la «ideología›› con la que el grupo domi-nante busca justificar su posición.

La más sencilla observación muestra que en todos los con-trastes notables que se manifiestan en el destino y en la situa-ción de dos hombres. tanto en lo que se xelìene a su salud y 21su situación económica 0 social como en cualquier otro respec-to, y por evidente que sea el motivo puramente « accidental» dela diferencia, el que está mejor situado siente la urgente nccesi-dad de considerar como degítima» su posición privilegiada, deconsiderar su propia situación como resultado de un «rnérito›› yla ajena como producto de una «culpa». Esto se manilìestatambién en las relaciones existentes entre los grupos humanosprivilegiados en sentido positivo y negativo. La «leyenda›› detodo grupo privilegiado cs su superioridad natural y, si cabe, susuperioridad «.sanguínea».' '

Si bien es cierto que todo grupo o individuo privilegiadointenta desarrollar un discurso que presente su posición comolegítima, esto no explica por que en los procesos de legitima-ción las normas que constituyen un orden social pueden llegara considerarse como válidas incluso por aquellos grupos o in-dividuos que no ocupan una posición privilegiada. La propues-ta de reducir la legitimidad a una autojustificación pasa poralto que el problema fundamental de la legitimación consisteno en tranquilizar conciencias --aunque éste sea también un

11. M. Weber, Economía... op. cif., p. 705.

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aspecto importante-, sino en garantizar la aceptación de lavalidez de un orden institucional por parte de aquellos a quie-nes se exige obediencia. El propio Weber asume de modo im-plícito que la legitimidad no se limita a cumplir una funciónde autojustificación. en tanto afirma que ésta representa unamediación importante entre el mandato y la obediencia.

Se puede aducir que los dominados aceptan la «leycnda›› o«ideologia›› de los dominadores como consecuencia de una«falsa conciencia» que les impide a los primeros conocer otomar conciencia de sus «verdaderos›› intereses. Es cierto quetodo grupo dominante, gracias al control de los recursos socia-les, trata de «manipulan los consensos sociales para estabili-zar y mantener su situación privilegiada. Pero supongamos,sólo por un momento, que los dorninadores tienen la capaci-dad de controlar plenamente las conciencias y las voluntadesde los dominados. De cualquier forma, en este argumento serecurre a nociones como «falsa conciencia», «manipulación»,etc., que tienen un sentido normativo, lo que nos permite pre-guntar por el criterio que las sostiene. Recordemos que el cri-terio normativo de la legitimidad no tiene por objetivo definiruna situación ideal de reconciliación de los conflictos sociales,su meta se encuentra en apoyar la crítica a los consensos exis-tentes en las distintas sociedades.

¢›1.2. Legitimacron a través de «dádìvas››

Otra posibilidad consiste en afirmar que la legitimidad noes el resultado de un consenso en torno a valores y normas,sino consecuencia de la capacidad del sistema político de re-partir benefícios y ventajas entre los distintos grupos sociales.En efecto, todo sistema político asegura un cier1o grado delealtad entre sus subalternos mediante la distribución de privi-legios, servicios, bienes, etc. Incluso existen formas de organi-zación del poder político en las que la legitimidad se asientasobre un sistema de relaciones clientelista, en las que la lealtadde los individuos depende básicamente de los beneficios espe-cíficos que éstos reciben del Estado o de los titulares dei poderpolítico de manera directa. Pero esta observación no pone en

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cuestión el hecho de que en los procesos de legitimación inter-venga en mayor o menor medida un consenso en torno a valo-res y normas. En primer lugar, hay que recordar, según hemosdicho, que la obediencia a un sistema político es el resultadode un amplio espectro de motivos. Cuando Weber afirma quela legitimidad del Estado moderno se caracteriza por la creen-cia en la validez del orden jurídico, no quiere decir que éstesea el único motivo de la obediencia habitual de los ciudada-nos, sino sólo un motivo entre otros que, al adquirir mayorimportancia, determina la modernidad del Estado. En segun-do lugar, la distribución de dádivas y el mantenimiento de unalealtad basada en los beneficios que se reciben del sistema po-lítico es un proceso en el que también intervienen valores y, enconsecuencia, susceptible de una crítica normativa racional.

Respecto a este tema es posible retomar la distinción analí-tica que realiza Easton entre «apoyo difuso» y «apoyo específi-co» como categorías que nos permiten una investigación em-pír-ica más precisa sobre los diversos aspectos que intervienenen el proceso de la legitimación. El «apoyo difuso» se refiere ala creencia o sentimiento de validez de un conjunto de valorespor parte de los individuos que los llevan a obedecer los man-datos emanados de un orden social.

No obstante. para los fines que ahora perseguimos bastarácon aceptar el hecho de que ningún sistema duraría mucho sino formara una reserva de apoyo -frecuentemente llamada pa-triotismo, amor al país, lealtad, etc.- con la que pudiese con-tar, sean cuales fuer-.in las pruebas, tribulaciones o lrustracioncsa que en un momento se vieran sometidos los miembros.”

El «apoyo específico» nos remite al apoyo que un sistemarecibe a cambio de los beneficios concretos que los miembrosreciben de él.

Una última categoría importante de respuesta a la tensiónderivada del apoyo se puede describir como productos. Median-

I2. D. Easton. Esquema para el aiidliris polfríco, Buenos Aires, Amorrortu, 1982.p. 172.

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te ellos, cabe estimular el insumo de apoyo específico cuando elapoyo difuso amenaza con descender hasta un punto peligrosa-mente bajo. Este insumo para el sistema se produce a cambiodc los beneficios y ventajas específicos que los miembros expe-rimentan como parte de su condición de tales. Él representa orefleja la satisfacción que siente un miembro cuando advierteque sus demandas fueron atendidas”

.f sa1.3. Legitimación por decision

En la polémica sobre el concepto «legitimidad››, el decisio-nismo nepresenta una de las posturas más difundidas. La tesiscentral del decisionismo consiste en afirmar que cualquiercontenido puede obtener una validez jurídica mediante unadecisión de la autoridad y, por el mismo camino, perderla.Esta postura ha encontrado un apoyo en los textos de Weber.Para este autor, la dominación legal, propia del Estado moder-no, se caracteriza porque en ella no se obedece directamente ala persona que detenta el poder, sino a la regla estatuida. En ladominación legal la autoridad sostiene su legitimidad en la le-galidad; sin embargo, en tanto que Weber no ofrece un criteriode validez de la legalidad, parece que ésta no tiene otro apoyode su validez que la voluntad y capacidad de imposición de laautoridad. Carl Schrnitt, representante destacado del decisio-nismo, ve en la teoría de Weber uno de sus principales antece-dentes.

Desde la perspectiva de Schmitt los conceptos fundamenta-les de la teoría del Estado son conceptos teológicos seculariza-dos.14 Respecto al tema de la legitimidad, su intento estriba endesechar toda discusión normativa y sostener que el derechopositivo sólo rige en virtud de la decisión que toma la autori-dad. Su tesis es una inversión. del iusnaturalismo clásico ypuede resumirse en la expresión: «Autor¡tas, non veritas facitlegem». En su Teoría de la Constitución, afinna que las normas

13. Ibfd., p. 172. Este apoyo específico no corresponde, en la tenninología deWeber, zi la legitimidad en sentido estricto, sino al tipo-ideal de la llamada domina-ción por constelación de intereses.

14. C. Schmitt, Polítische fltcologie, Berlín, Dunckcr & 1-Iumblot, 1990.

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constitucionales no requieren de ninguna justificación, sinoque su sentido se encuentra en su existencia política. Esto pre-supone que el hu-idamento de la validez de las normas juridi-cas que legitiman el poder político no es otro que la capacidadde imposición y eficiencia de la autoridad en un contexto so-cial determinadols

Para que la discusión con la doctrina decisionista puedarendir frutos es preciso ames aclarar algunos puntos. En lavida política de la sociedad es necesario, como es evidente,tomar decisiones ante altemativas. El problema no es cuestio-nar el poder de decisión de la clase política, sino saber por quelas decisiones tomadas por un individuo o grupo llegan a ad-quirir un carácter obligatorio o vinculante para otros indivi-duos o grupos. Cuando Carl Schmitt rechaza toda justificaciónnormativa de las decisiones, entonces tenemos tres alternativasgenerales con diferentes variaciones:

A) Considerar que la legitimidad dc una decisión es conse-cuencia de los rendimientos que ésta puede ofrecer a losmiembros de la sociedad. Se trataría de una variante de lo quehemos llamado legitimación a través de dádivas. Ésta otorga,en efecto, un «apoyo específico», el cual, a pesar de que juegaun papel esencial en los procesos de legitimación, no es sufi-ciente para garantizar la estabilidad del orden institucional alargo plazo con las variaciones y contigencias de sus ciclos dereproducción. El que un sistema político no satisfaga los inte-reses específicos, ligados a «.productos››, no significa necesaria-mente su derrumbe. Ello se debe a la mayor o menor Flexibili-dad que el apoyo difuso, que nos remite a un consenso entorno a valores y normas, otorga al sistema político.

B) Considerar que la legitimidad se reduce a la capacidadrepresiva del sistema político. Pero esto, lejos de ser una posi-ción realista 0 científica, hace a un lado, como observó ya Ma-quiavelo, la experiencia de la historia política de las socieda-des. Porque ningún sistema político puede mantenerse a largoplazo sobre bases exclusivamente coactivas. Creo que la expe-

15. C. Schmitt, Lzagalífät und Zegírìriiíräl. Berlín. Dunckcr & Ilumblot, 1932; Teo-ría de la Comfírucíón, Madrid, Alianza, 1982.

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riencia de los países socialistas puede decirnos mucho sobreeste tema. Conforme el socialismo se alejó de sus ideales quelo legitimaban se fue tomando en un sistema más frágil. Ladictadura, fenómeno que Schmitt analiza con detalle,'6 en lamedida en que suspende las garantías jurídicas sólo puede ob-tener una legitimidad temporal ligada a la realización de unfin específico. Pero cuando este fin se cumple o cuando a lar-go plazo no se realiza, entonces la dictadura pierde toda posi-bilidad de legitimidad y se toma de esta manera en un sistemafrágil.

C) Considerar que el apoyo a un sistema político es el re-sultado de una combinación de intereses y temor, gracias a ladistribución de dadivas y al uso de mecanismos coactivos. Esindudable que el interés y el temor son motivos importantes,que en mayor o menor medida intervienen en el fenómeno dela «obediencia habitual» de un orden político. Pero la nociónde legitimidad no niega este hecho, simplemente afirma quejunto a estos otros motivos la creencia en la validez representaun elemento que otorga una mayor estabilidad al sistema, deahí que la tarea de despertar y mantener esta creencia hayasido una actividad fundamental en toda organización política.Negar esto sería mutilar también nuestro realismo.

Por otra parte, no se trata de negar que en una gran canti-dad de sistemas políticos, en especial en sistemas tradicionaleso premodernos, la autoridad tiene un mayor o menor poder deimponer un contenido jurídico arbitrario. Pero éste se debe aque la legitimidad en ellos no está dada por la creencia en lavalidez del orden jurídico, sino por la creencia en la validez delestatus dc autoridad respaldada, ya sea por la tradición, un«carisma››, la rutinización del carisma a favor de ciertos esta-tus o una combinación Cle todo ello. Ejemplos de esto encon-tramos de sobra en los sistemas políticos latinoamericanos.Esta diversidad de formas de la legitimidad nos conduce a losdistintos tipos-ideales de dominación que desarrolla Weber y ala necesidad de complementarios y/o corregirlos. Pero el pro-

I6. C. Schmitt, La díctadum, Madrid, Alianza, 1985.

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blema consiste en saber si la dominación legal-racional puedeofrecer un criterio para juzgar de manera crítica otras formasde dominación o si, por el contado, se trata de la noche en laque todos los gatos son negros. Esto nos conduce a un viejotema de la teoría política, a saber: ¿gobierno de los hombres ogobierno de la leyes?17

También es necesario tomar en cuenta que la creencia enla validez del contenido de una decisión concreta puede llegara generalimrse, sólo en la medida en que coincide con ciertosvalores, normas, expectativas, etc., vinculados a un orden so-cial. La ilusión de que un individuo o grupo puede imponer sudecisión con independencia de la mediación normativa del or-den institucional es una consecuencia de sobrevztluar la pers-pectiva dc la teoría de la aoción en detrimento de la teoría dela estructura social. Esto no sólo cs característico de la doctri-na decisionista, sino de una amplia tradición metodológica., ala que se ha denominado «individualismo inetodológicomlg

1.4. I,eg'tin1ación a través de procedimientos

El autor que desarrolla la tesis de que la legitimidad en lasociedades modernas es el resultado de «procedimientos›› esNiklas Luhmann. En un principio este teórico retoma la pos-tura del decisionismo:

El derecho de una sociedad se torna positivo cuando se 11:-conoce la legitimidad dc la legalidad pura y, entonces, el de-:echo es respetado porque ha sido sancionado según reglasdeterminadas por una decisión competente. Con ello pasa a sercuestión central de la convivencia humana la institución de. laarbitrariedad.”

17. Sobre este lema véase N. Bobbio. «¿Gobi¢-mo de los hombres o gobierno delas leyes?›. en El ƒiuuro de la democracia, México, PCE, 1986.

18, Una crítica más amplia a los diversos aspectos del dec-¡sionismo muy sugesli-va la encontramos en C. Graf von Krockow, Die Erirschcídung. Francfort, Campus,1990,

19, N. Luhmann, -Soziolngie des politischen Systems”, en Soziolugische Auƒldà-rung, Opladen, 1970. p. 167.

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Sin embargo, asumirá que un decisionisrno ingenuo nopuede explicar los procesos de legitimación en relación con lacomplejidad de las sociedades modernas. La tesis de Luhmannplantea la necesidad de clcsligar el concepto de legitimidad delas decisiones personales, para, de esta manera, poder investi-gar adecuadamente las condiciones de la institucionalización ycapacidad de aprendizaje en los sistemas sociales.

La legitimidad no se apoya precisamente en un reconoci-miento voluntario, en convicciones personales que exigen unaresponsabilidad, sino, por el contrario, se apoya en un climasocial, en donde se instìtucionaliza como evidente el reconoci-miento de docisiones vinculantes, las cuales son consideradasno como una consecuencia de decisiones personales, sino comoconsecuencia de la validez de una decisión ligada a un cargo[der amtlichcn Entschcidung].1°

Para Luhmann, la complejidad de las sociedades modernasimplica que en ellas no existe ni un centro que pueda repre-sentar a la totalidad social, ni la posibilidad de reducir la plu-ralidad de las posiciones valorativas a un consenso único. La«aceptacióm del público, por tanto, no puede vincularse a uncontenido concreto de la decisión, sino a los procedimientosque permiten tomar decisiones. Estas últimas, en la medida enque la complejidad de la sociedad es mayor que la compleji-dad del sistema político, no pueden sostenerse en una infor-mación completa de la sociedad, ni pueden tampoco basarseen una justificación normativa.

Legitimación a través de procedimientos no cs justificaciónmediante derecho procesual, aunque los pnocedinrìenlos presti-poncn una reglamentación jurídica; se trata más bien de una¡estructuración de las expectativas a través de un proceso decomunicación fáctico. el cual transcurre conforme a una regla-mentación juridica, esto es, un suceso real y no una referenciade sentido rronnativall

20. N. Luhmann. Legitimarrovr dtm:h Verēzhren, Francfort, Suhrkamp, 1983.21. N. Luhmann, op. cil.. p. 37.

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En tanto en las sociedades modernas las «viejas›› garantíasnormativas se han venido abajo (lo que Weber llama «desen-canto del mi_mdo») y con ello desaparece la creencia en unorden que justifique el contenido de las decisiones, la estabili-dad del sistema político debe buscarse por medios formales.Éstos se encuentran. representados por la institucionalizaciónde procedimientos, entendidos como sistemas de interacciónespeciales en los que se integran las expectativas de los indivi-duos. Son los procedimientos los que constituyen las condicio-nes de la rectitud o corrección delas decisiones.

Es un hecho que una característica básica de las socieda-des modernas es su elevada complejidad, resultado de un pro-ceso de diferenciación de los subsistemas sociales. Asimismo,es preciso advertir que el proceso de diferenciación, relaciona-do con una racionalización, conduce a una erosión de los re-cursos normativos tradicionales, lo que impide su uso en lalegitimación. Por lo que esta última cstá ligada a procedimien-tos que sustentan la corrección de las decisiones. Pero esto noquiere decir que los procedimientos sean ajenos a toda dimen-sión normativa. Estos procedimientos- no pueden reducirse ziprocesos fácticos, ya que presuponen una relación de sentidonormativa. Las reglas que determinan los procedimientos, pormedio de los que se legitima un orden institucional, remiten aun conjunto de valores y normas inherentes a ese orden. Pen-semos, por ejemplo, en los procedimientos electorales y la re-gla de la mayoría que los determina. Se trata entonces de esta-blecer la relación entre los procedimientos y su dimensiónnormativa, para después preguntar por un criterio que nos

.fpeirnita un enjuiciamiento crítico de la legitiniacion.

1.5. legitimidad, pluralidad cultural y relativismo

La última posición que deseo destacar es aquella que noniega que el proceso de legitimación hace referencia a los es-tándares nomiativos de la sociedad, sino que cuestiona la exis-tencia de un criterio racional que nos permita sustentar la crí-tica a la diversidad dc estándares norrnativos de las distintassociedades. Esta posición considera que rechazar la existencia

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de un orden o principio trascendente (divino, natural, históricoo racional) para fundamentar los valores y normas de una so-ciedad deja como única alternativa viable el etnocentrismo. Laalternativa etnocéntrica consiste en afirmar que lo único legí-timo es aquello que coincide con los valores y normas dela comunidad de creencias con la que nos identificamos. Unctnocentrismo matizado sería aquel que sostiene que paracada uno lo legítimo o ilegitimo depende de los valores pro-pios de su sociedad o comunidad de creencias. En él se reco-noce, por tanto, una diver¬sidad`de criterios de legitimidad in-conrnensuiables. Un buen ejemplo de esta tradición es la teo-ría de Rorty.

Desde este punto de vista lo que cuenta como racional ocomo fanático es relativo al grupo ante el cual nos parece nece-sario justificarnos; al cuerpo de creencias compartidas que dc-termina la referencia de la palabra «nosot'ros». Por tanto, laidentificación kantìana con una conciencia [self] transcultural yahistórica cs sustituida por una identificación quasi-hegelianacon nuestra comunidad, entendida como un producto histórico.Para la teoría social pragmática la cuestión dc si la justilicabili-dad ante la comunidad con la que nos identificamos suponeverdad, es simplemente irrelevante.”

En primer lugar, este relativismo cultural no es lo suficien-temente radical y pasa por alto que dentro de una comunidadde creencias se da también un conflicto de valores, así comotambién una disputa sobre lo que debe considerarse como fun-damentado o justiñcado por los estándares normativos de di-cha comunidad. Rorty evade cl problema y se sitúa como ciu-dadano de una democracia con un amplio margen de toleran-cia.” Pero imaginemos por un momento a Rorty dentro deuna comunidad de fanáticos religiosos: como representante de

22. R. Rorty, «La primaria de la democracia En-.nte a la filosofía». Sociológica.Revista de la Uiriversƒdad Autónoma Meimpohtamz-Azca¡›o1zaIco, 2, 3 (1986-1987).p. 107. Solidmilär u1erOby`ek1ivi1är?. Stuttgart, Reclam, 1988.

23. «Si nuestra identidad moral consiste en ser ciudadanos de una democracialiberal, el fomentar esta ligereza contribuye a nuestros propósitos morales» (ib!d.,p. 125).

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un liberalismo democrático, Rorty podría sustentar que cadaquien puede creer lo que quiera, mientras se respete la libertadindividual. Sin embargo, esa comunidad de fanáticos vería enRorty un hereje y, como tal, podría condenarlo a la hoguera.Probablemente Rorty vería en esa condena un acto injusto queatenta contra su libertad individual. Pero, en la medida en queél es un relativista consecuente, no podría justificar su juiciocrítico contra la condena apelando a un orden trascendente oa una verdad. Sin embargo, podría aducir que los estándaresnormativos de esa comunidad de fanáticos tampoco sostienenuna «verdad›› que justifique sus actos. Ello no salvaría su vida,pues los fanáticos son poco predispuestos a la argumentación,pero demostraría que su ejecución calece de una coartada ojustificación, por lo que puede calificarse de injusta. Esto nosindica la posibilidad de encontrar un camino para definir uncriterio normativo transcultural sin tener que apelar a un or-den trascendente o a un sujeto trascendental kantiano.

Mi intención al imaginar esta improbable situación no escriticar la tesis de Rorty respecto a que no existe un vínculoentre verdad y justificabilidad de los problemas morales. Tansólo intento destacar que en la postura escéptica implica algomás de lo que sus críticos y el propio Roity ven. El afirmar«que no existe un orden natural de la justificación de lascreencias» no conduce de modo necesario a un relativismo,entendido como la tesis que niega la posibilidad de establecerun criterio racional que nos permita juzgar críticamente la plu-ralidad de estándares normativos. Aquel que excluye la exis-tencia de verdades, valores y certezas absolutos tiene que reconocer que las opiniones y creencias distintas e incluso opues-tas a las suyas pueden ser, en principio, también correctas. Loque no puede tolerar es la postura que considera que suscreencias tienen una justificación tal que pueda excluir a lasotras. El escepticismo, no en el sentido de poner en duda laexistencia del mundo exterior, sino en el sentido de cuestionarla posibilidad de acceder a una certeza absoluta, puede penni-timos determinar un criterio universal para fundamentar lapostura critica. Intentar mostrar la posibilidad de una funda-mentación escéptica del universalìsmo será uno de los ejes deeste trabajo.

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El asumir la imposibilidad de establecer la existencia de unorden trascendente o de una verdad que justifique a priorinuestros actos puede ser el primer paso para la justificaciónde un criterio normativo de la legitimidad. Dicho criterio nor-mativo no debe entenderse como una forma de legitimaciónalternativa, sino como un principio que nos permite juzgar demanera crítica las formas de legitimación existentes. Se trata,por tanto, de relacionar la dimensión empírica y la dimensiónnormativa del concepto de legitimidad. Para cumplir con esteobjetivo es preciso tomar como punto de partida la nociónempírica de la legitimidad, que la relaciona con un consensosocial, y después buscar el principio nonnativo de la legiti-midad.

Por otra parte, determinar un criterio normativo de la legi-timidad que no hornogenice 0 pase por alto la pluralidad deformas de la legitimación exige asumir' una perspectiva históri-ca, Dicho de otra manera, es necesario reconocer que la deter-minación de ese criterio es el resultado de un proceso históri-co de racionalización de las imágenes del mundo, vinculadoestrechamente a la historia de los conflictos sociales. Este pro-grama se encuentra de manera implícita en Rorty.

El fomentar la ligereza en torno a tópicos filosóficos tradi-cionales tiene cl mismo objetivo que el adoptar una actitud ligara con respecto de cuestiones teológicas tradicionales. Como elsurgimiento de las grandes economías de mercado. la mayoralfabetización, la proliferación de géneros artísticos y el plum-lismo desenfadado de la cultura contemporánea, esa superficìa-lidad filosófica y esa ligereza contribuyen al desencanto delmundo. Ayuda a que los habitantes del mundo sean más prag-rnáticos, más tolerantes, más receptivos a las demandas de laracionalidad instmmental.24

En este texto se asume que reconocer la falta de relaciónentre la justificación de los problemas morales y una «vcrdad››0 certeza absoluta es consecuencia de un desarrollo histórico.ligado a fenómenos tales como: el desarrollo de una economia

24, 1bfd,,p. 125.

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de mercado, la diferenciación de los subsistemas sociales, elpluralismo de la cultura contemporánea, etc. Rorty no desa-rrolla este tema. Sin embargo, esta noción de la racionaliza-ción de las imágenes del mundo y esta toma de postura afavor de la ligereza en el tratamiento de los problemas cultura-les presuponen un criterio normativo. ¿Cómo se puede justifi-car éste desde una posición escéptica consecuente?

Me pana-.ce que para responder a esta pregunta y, al mismotiempo, definir un criterio normativo de la legitimidad es me-jor abandonar a Rorty y volver a retomar el diálogo con We-ber. Mi propuesta va más allá de la tarea exegética. No meinteresa sólo reconstruir la concepción de la legitimidad deWeber y relacionarla con su teoría de la racionalización de lasimágenes del mundo. Se trata, esencialmente, de argumentarcon Weber, más allá de él e incluso contra él para poder defi-nir ese criterio normativo racional de la legitimidad.

Por otra parte, las distintas posiciones que he mencionadoen relación con la polemica de la legitimidad me parece quepueden aportar importantes elementos para la tarea que hepropuesto. Por tanto, las considerará constantemente, explícitao implícitamente, como interlocutores. Sin embargo, me opon-dré a dos tesis que encontramos en ellas, a saber: 1) el consi-derar que la legitimidad es un fenómeno que puede explicarsecon independencia de una discusión en torno a temas norma-tivos; 2) el considerar que no existe un criterio racional parajuzgar críticamente a la pluralidad de procesos de legitimación(esto último se encuentra estrechamente relacionado con laposibilidad de desarrollar una teoría social que no abandonesus pretensiones críticas). Antes de adentrarnos en esta tareacabe hacer una observación: muchas de las paradojas y calle-jones sin salida que surgen en la polémica sobre la legitimidadse originan en la imprecisión con que se determina el concep-to de «.poder››.

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2. PODER Y LEGITIMIDAD

Para Weber «poder significa la probabilidad de imponer lapropia voluntad dentro de una relación social, aun contra todaresistencia y cualquiera que sea el fundamento de esa probabi-lidad››.25 A partir de esta definición es difícil establecer el ca-rácter de la legitimidad. ¿En que sentido puede ser legitimoque un individuo o grupo imponga su voluntad, a pesar de laresistencia de los otros? Si el poder debe entenderse tan sólocomo imposición, ¿por qué los individuos a quienes se exigeobediencia van a aceptar o asumir el contenido del mandatocomo válido? ¿Cómo se justifica la asimetría en la relaciónsocial? Esto parece conducimos a la paradoja de que la legiti-midad del poder requiere, en última instancia, de su desapari-ción. Es decir, el único poder legítimo, en sentido estricto. se-ria el que no existe. Con esta determinación del poder es difícilllegar a un entendimiento en la polémica sobre el poder.

La definición weberiana de poder se encuentra dentro deuna tradición dominante en la teoría política moderna. Enesta tradición se considera el poder como una capacidad «na-tural» o upresocial» de los individuos, que les permite realizarsus intereses particulares. incluso en contra de la resistenciade los otros. A esta concepción «individualista›› (por darle al-gún nombre) del poder corresponde una concepción peculiarde la sociedad. Esta última es vista como el resultado de lasuma de acciones individuales. Desde esta concepción de la so-ciedad se pretende explicar el problema de la constitución yreproducción del orden social mediante un modelo teleológicode la acción. De acuerdo con este modelo, cada individuo eligesus fines, según sus intereses y preferencias «subjetivas››, asicomo los medios más adecuados para acceder a ellos. El poder del individuo se encuentra en su capacidad, ligada en elcontrol de los medios, de realizar sus Eines.

Pero este modelo es el que conduce a las paradojas y calle-jones sin salida en torno al problema de la legitimidad. La

25. M. Weber, Fcoiwmiìn., op. cil.. p. 43.

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dificultad estriba en pretender explicar el poder y su legitimi-dad desde la perspectiva de una teoría de la acción, en la cuallos individuos poseen intereses, lines con independencia delorden social. Con ello pasa por alto que las acciones son es-tructuradas socialmente. Para ver cuáles son los límites delconcepto «indi\fidualista» de poder examinemos la situaciónesquemática de un individuo que manda a otro realizar unadeterminada acción: «A manda a B realizar x». A puede sus-tentar su mandato en la superioridad de su fuerza física y/o enel control de ciertos recursos dc coacción. Es probable queesto tenga como oonsecuencia que B cumpla el mandato portemor. Se trata de una situación bastante frágil, limitada espa-cio-temporalmente, que depende de la presencia amenazantede. A y del temor de B.

Los propios representantes de la teoría individualista delpoder advierten que esta situación no puede dar cuenta de laconstitución y reproducción de un orden social. La estabilidady pennanencia de una relación de poder (lo que Weber llama«dominación››) requiere ya de la mediación del orden social.Dicha mediación presupone que las acciones sociales son es-tructuradas socialmente y, a su vez, que la estructura social sereproduce a través de las acciones de los individuos. En elinterior de un orden social, tanto el mandato como la obedien-cia tienen la forma de acciones guiadas por un sentido, el quenos remite directamente a una dimensión intersubjetiva cons-tituida por los códigos culturales. Por otra parte, la obedienciaen relación a un orden social tiene lugar debido a una multi-plicidad de factores, irrcductibles a la simple violencia o impo-sición.

Podemos pensar la relación entre el mandato de A y laobediencia de B basándonos en el modelo de una inten^elaciónentre un emisor y un receptor. El mandato es un mensaje enel que se expresa que el emisor espera un determinado com-portamiento del receptor. Por su pane, el receptor interpreta elmensaje como una decisión del emisor, ante un espectro dealternativas de acción posibles. En la medida en que cxistcnotras alternativas de la acción, el emisor debe tratar de condi-cionar o limitar la libertad del receptor, para que la posiciónde éste se incline a favor de la obediencia a su mandato. La

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amenaza de aplicar sanciones en caso de desobediencia es,evidentemente, un factor importante que conduce a la acepta-ción del contenido del mandato. Pero estas sanciones no selimitan al uso de los recursos coactivos. sino que el receptorpuede utilizar una multiplicidad de recursos sociales. Pode-mos, retomando una distinción de Parsons, hablar de dos ti-pos de sanciones: «negativas›› o coactivas y «positivas››; estasúltimas serían aquellas que vinculan la obediencia al mandatocon beneficios específicos para el receptor.

Pero la mejor estrategia para obtener una mayor estabili-dad y eficiencia en la relación de poder es, sin excluir otrasestrategias, la de sustentar el contenido del mandato en losestándares normativos imperantes en una sociedad. Los están-dares nonnativos abren la posibilidad de llegar a definir un fincolectivo que permite justificar la asimetría de las relacionesde poder. Este fin común debe entenderse no como una ins-tancia que dimana de un orden trascendente, sino como unresultado de la propia actividad politica. El que el orden socialsea una mediación entre el mandato y la obediencia implicaque el poder no puede reducirse a la simple fuerza, n_i al es-quema del comportamiento de individuos aislados. La primeradimensión en la que se manifiesta el poder es en la estructura-ción social de las acciones.” El poder se encuentra presente entodas las relaciones sociales, utilizando la terminología de We-ber podemos decir que el poder es «sociológicamente amorio».De ahí que sólo tenga sentido hablar del poder en relación a lamultiplicidad de formas en las que se manifiesta socialmente.

Como punto de partida determincmos el poder, de una ma-nera muy amplia, como la capacidad de un individuo, en elcontexto de sus relaciones sociales, o de un grupo pam reali-

26. La dificultad conceptual en el desarrollo de una teoría del poder más precisaconsiste en integrar la perspectiva dela acción social y la perspectiva dela estructurasocial. Mientras las teorías individualistas del poder sólo reconocen la perspectiva dela acción individual, Foucault.. por ejemplo, solo contempla la perspectiva de Ia es-tmctum social. Sin embargo, el propio Foucault parece reconocer, en sus últimostrabajos, la necesidad de vincular estas dos perspectivas. Véase «El sujeto y cl poder»,cn H. Dreyfus y P. Rabinow. Michel Foucault: más alla' del csfntcluraltlsnto y la herme-ncmíca, México, UNAM, 1988. La integración de estas dos perspectivas metodoló-gicas es una labor en la que todavía hay mucho que realizar. Sobre este tema verA. Giddens, Die Coatstílutíon oƒšocíery, Cambridge. Poiity Press, 1984.

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zar sus fines. Las diversas formas en las que se manifiesta elpoder se definen no sólo por los distintos medios o recursossociales en los que se sustenta esa capacidad, sino también porlas maneras en que se coordinan las acciones. Pero el uso delconcepto «poden no sólo denota una capacidad de realizaciónde lines (_«poder paran), también se encuentra ligado a un as-pecto coactivo («poder sobre››). Este último proviene de unadistribución asimétrica de los distintos recursos sociales, loque propicia una ventaja crucial de unos individuos sobreotros en la determinación de los fines colectivos y las manerasde acceder a cllos. Dentro de un orden social el poder cs tantouna capacidad creadora que se expresa en la delinición de fi-nes, producción de los medios, como una fuerza represiva oimpositiva. El poder adquiere este doble aspccto en su institu-cionalización, entendida como un proceso de integración delas expectativas de los actores en un sistema de interrelaciónde roles, bajo un nivel normativo común. Este doble. aspectodel poder cs lo que permite comprender su permanencia y laposibilidad de su legitimación. En un orden social donde losindividuos comparten estándares normativos y procedimientospara la toma de decisiones es posible acceder a la definiciónde fines colectivos. El reconocimiento de estos últimos comotales por parte de un número socialmente relevente de indivi-duos permite un incremento del poder del sistema en la reali-zación de dichos fines."

Cuando se enfoca la asimetría de la relación de poder seafirma que «A tiene el poder sobre B», en tanto que A tiene uncontrol de ciertos recursos que le permiten que sus decisionesprevalezcan sobre las de B, en la definición de fines colectivosy estrategias para reaiiznrlos, así como la posibilidad de acudira sanciones (negativas y positivas) en caso de oposición o des-obediencia de B. Sin embargo, al considerar el poder comouna capacidad de definir y realizar fines se resalta que el po-der es un resultado de la relación social y no una propiedad de

27. Con la terminología de Parsons podemos decir que el poder no implica siem-pre un juego «suma cero». en donde la ganancia de un participante representa enlodos los casos una pérdida para los otros participantes. T. Parsons. «On the conceptof political power», en Politics and Social Structure, Nueva York, Free Press, l969.

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individuos aislados.” Para establecer una mediación entre es-tas dos perspectivas es preciso vincular el poder a un ordensocial y, de esta manera, tematizar los problemas de la genera-ción de obediencias y estabilidad sistémica. Con ello, además,se abren otras dimensiones en el análisis del poder vinculadasa la estructura social, como son: el mayor o menor margen dealternativas, la definición de situaciones conflictivas, la violen-cia estructural, etc.” Lo que ahora nos importa resaltar parainiciar el examen. de la legitimidad es que el poder presuponeuna relación social enla que existe una reciprocidad desequili-brada, estrechamente vinculada a un orden social, en la reali-zación de fines colectivos. Se habla de un poder legítimo cuan-do el estatus de A (Autoridad), el mandato, o ambos se en-cuentran apoyados en los estándares normativos inscritos enel orden social y, como tal, se apela a la reciprocidad de larelación social de poder.

28. «El poder es. pues. una relación y no un au-ibuto de los actores. No puedemanifestarse -y en consecuencia hacerse restrictivo para una de las panes presen-tes- más que mediante el inicio de una relación que enfrenta si dos o más actores.dependientes unos de otros. en el cumplimiento de algo común que condiciona susobjetivos personales» (Croñer y Friedbetg, El actor y el sistema, México, Alianza,1090, p. ss).

29. Sobne las dimensiones del poder, véase S, Lukas, El poder. « Un enfoque rudi-cal», Madrid, Siglo XXI, 1985, asi como la antología del mismo autor Power, Oxford,Basil Blackwell. 1986.

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I

LA .LEGITIMIDAD EN UN MUNDODESENCANTADO

1. LEQTJMIDAD Y DOMINACION

El punto de partida de la sociología política dc Weber es elconcepto de poder. entendido como «la probabilidad de impo-ner la propia voluntad dentro de una relación social, aun con-tra toda resistencia y cualquiera que sea el fundamento de esaprobabil.idad››. Es decir, se dcfine el poder como una relaciónsocial asimétrica, la cual se sustenta en el control diferencialde los recursos de dominación. Estos últimos son los medios(cualidades y posesiones) que le permiten a un individuo ogrupo imponer su voluntad frente a otros. Desde esta perspec-tiva, el poder es «sociològìcamente arnorfo», ya que se trata deun aspecto propio de una multiplicidad de relaciones sociales.Es por eso que para precisar el concepto de poder es precisovincularlo a las diversas [onnas en que se manifiesta dentrodel orden social y a los distintos medios en los que se apoya.Precisamente la noción de dominación tiene este objetivo.

«Por dominación debe entenderse la probabilidad de en-contrar obediencia a un mandato de determinado contenidoentre personas dadas.››' La dominación presupone la continui-

l. M. Wehcr, Economía _v sociedad, México, FCE. 1983, p. 42: «El concepto de

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dad en el ejercicio del poder y, con ello, del surgimiento deuna «asociación››, constituida por una «regulación limitadora»,así como, eventualmente, por un «cuadro adininistrativo». Enla relación de dominación los mandatos del dominador nosólo se sustentan en los recursos de dominación, sino tambiénen la regulación propia de la asociación. Ello permite generaruna «disciplinas u «obediencia habitual» de los dominados, encuanto esa regulación es común a ellos. «La situación de do-minación está unida a la presencia actual de alguien mandan-do cficazmente al otro.›› De las distintas formas que puedenadquirir las relaciones de dominación Weber distingue dos «ti-pos-ideales››: a) dominación por <<constelación. de intereses» yb) dominación por « autoridad».

El tipo de dominación por constelación de intereses se sus-tenta en el tráfico fonnalmente libre de los dominados, loscuales se inspiran en su propio interés. Este tipo corresponde,en términos generales, al mercado. La competencia monopoli-ca iepresenta su forma más pura. El monopolio alcanza unalto grado de influencia en la determinación de los precios y, através de este mecanismo, la posibilidad de imponer su volun-tad. La dominación por constelación de intereses es el vínculosocial más impersonal en el que los hombres pueden entrar,ya que adquiere la característica de un sistema objetivo, en elque cada uno se guía por el interés de satisfacer sus necesida-des mediante los bienes de cambio y, en la medida en que seabandona a su propia lógica, no reconoce ningún vínculo fra-ternal, sentimental o tradicional entre individuos.

El tipo de dominación mediante autoridad («.poder demando y deber de obediencia››) se caracteriza por recurrir a laexigencia de obediencia con independencia de los motivos eintereses de los dominados. El modelo más puro de este tipode dominación es el poder ejercido por el padre de familia, clfuncionario 0 el piíncipe. En este caso, el poder del domina-

pocler es soc-iológicamenle amolfo. Todas las cualidades irnaginables de un hombre ytoda suene de constelaciones posibles pueden colocar a alguim en la |›o.slcion deimponer su voluntad en una situación dada. El concepto de dominación tiene, poreso. que ser más preciso y sólo puede significar la probabilidad de que un mandatosea obedeciclo».

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dor se fundamenta en la autoridad que le otorga la tradición,la legalidad o lazos sentimentales.

Los criterios que utiliza Weber para distinguir estos dostipos generales de dominación son la forma en que se ejerce elpoder y el papel que juegan los intereses de los dominados. Enla dominación por constelación de intereses, cada individuoorienta sus acciones de acuerdo con las expectativas de reali-zar sus propios intereses, bajo la dirección de una racionalidadestratégica. El carácter de dominación proviene de la asimetríaen los bienes o calificaciones que le permiten a cada uno ocu-par una situación de mayor o menor privilegio. En la domina-ción por autoridad los intereses de los dominados se subordi-nan a su «del:›cr›› de obediencia. Como consecuencia de esto,la dominación por constelación de intereses encuentra su legi-timación directamente en su funcionamiento, ya que la creen-cia en su validez depende de que en ella cada uno busca cum-plir con sus objetivos; en cambio, en la dominación por autori-dad se requiere un proceso de legitimación en el que la asime-tría de la relación se justifique en relación a un fin común osuperior. Mientras en la dominación por constelación de inte-reses los individuos dependen de un sistema (como lo es elmercado) que se impone a sus voluntades particulares, en ladominación por autoridad se exige acatar el contenido de losmandatos, mediante los que se establece una conducta deter-minada.

Con estos dos tipos de dominación, Weber busca concep-tualizar la diferencia entle el sistema económico y el sistemapolítico, así como la manera específica de ejercer el poder encada uno de ellos. Esta forma de distinguir entre el sistemaeconómico, al que corresponde una dominación por constela-ción de intereses, y el sistema politico, al que corresponde unadominación por autoridad, establece una polémica en dosfrentes. Por un lado, se critica la tradición del liberalismo queconsidera el sistema economico como un mecanismo autorre-gulado en el que existe una tendencia a establecer un equili-brio entre los factores de la producción, que se ve petturbadopor la intervención del Estado. Frente a ello, Weber destacaque el sistema económico, lejos de tender a un equilibrio, pro-picia una asimetría que da lugar a un conflicto de intereses y a

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la consolidación de relaciones de dominación. Por otro lado,se cuestiona la tesis marxista de que las relaciones sociales dcdominación pueden reducirse 0 considerarse como una simplemanifestación de la nelación de dominación entre propietariosy no propietarios de los medios de producción. En oposición aesta tesis, Weber mantiene que cada relación de dominacióntiene una especificidad y dinámica propias, irreductibles a lasotras.

Afìrmar que cada tipo de dominación posee sus propiascaracterísticas no quiere decir que entre los distintos tipos dedominación existan fronteras fijas. Por el contrario, entre ladominación por constelación de intereses y la dominación porautoridad existe un tránsito fluido.

No obstante toda forma típica de dominación en virtud deuna constelación de intereses y sobre todo en virtud de la pose-sión de un monopolio, puede transformarse gradualmente enuna dominación mediante autoridad. Por ejemplo, los bancosde crédito exigen para la mejor comprobación del destino dadoa su dinero la intervención de sus directores en el consejo deadministración de las sociodades anónimas que han solicitadocrédito. pero el consejo de administración da órdenes termi-nantes a la dirección de la empresa en virtud del deber de obe-diencia?

Weber está interesado en destacar tanto la diferenciación,propia de las sociedades capitalistas, entre la dominación eco-nómica y la dominación política como la relación que existeentre ellas, la que tiende a estrecharse conforme se desarrollael capitalismo.

Ahora bien, si al sistema político corresponde una domina-ción por autoridad, esta última no es exclusiva de aquél. Ladominación por autoridad aparece en distintos campos de lavida social, como es la familia, las asociaciones de ciudadanosde todo tipo, la empresa, etc. Para definir la dominación políti-ca es necesario acudir ai medio que la caracteriza, a saber: lacoacción física.

2. I17íd_. p. 59.

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No es posible definir una asociación política -incluso el«E_stado››- señalando los fines de la «acción de la asociación».Desde el cuidado de los abastecimientos hasta la protección delarte, no ha existido ningún fin que ocasionalmente no haya sidoperseguido por las asociaciones políticas, y no ha habido ningu-no comprendido entre la protección dc la seguridad personal yla declaración judicial del derecho que todas esas asociacioneshayan perseguido. Sólo se puede definir, por eso, el carácterpolítico de una asociación por el medio -elevado en determi-nadas circunstancias al lin en sí- que sin serle exclusivo esciertamente específico y para su esencia indispensable: la coac-ción fi'sìca.3

Esto no quiere decir que la actividad política se reduce a laaplicación dc la violencia, sólo se sostiene que la posibilidadde ejercer la coacción física en apoyo a sus mandatos confierea la actividad política su pathos específico. Cuando se define alEstado como aquella comunidad que en el interior de un de-terminado territorio neclama para sí, con éxito, el monopoliode la violencia legítima. no se pretende que la coacción físicasea el medio único o cotidiano con el cual el Estado mantienela vigencia del orden. Por el contrario, este monopolio le per-mite al Estado recurrir a otros medios (administrativos, economicos, informativos, etc.) para cumplir con sus fines y mante-ner la coacción física en un estado potencial, que sólo se ac-tualiza en caso de resistencia o trasgresión del orden. Sin em-bargo, es la posesión del monopolio de la violencia legítimaaquello que otorga al «instituto»4 estatal su particularidadfrente a otras asociaciones.

3. Ibtd., p. 44. «Una asociación de dominación debe llamarse asociación políticacuando y en la medida que su existencia y la validez de sus ordenaciones, dentm deun ámbito geográfico determinado, estén garantizados de un modo continuo por laamenaza y aplicación de la fuerza física por parte de su cuadro administrativo»(r`br'd.. p. 43).

4. «Por instituto (Anstalt) debe entenderse una asociación cuyas ordenacioneshan sido "otorgadas" (impuestas) y rigen de hecho (relativamente) con respecto atoda acción que con de-tenninadas características dadas tenga lugar en el ambito desu poder [...] Un instituto es, ante todo, el Estado, junto con sus asociaciones hetero-céfalas, y también la iglesia, siempre que sus ordenamientos estén racionalmenteestatuidos. Las ordenaciones de un "instituto" tienen la pnetmsión de valer para todoaquel en quien se den determinadas características externas (nacimiento, estancia,utilización de determinados servicios), con independencia de si -como en la unión

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Al definir las asociaciones políticas por su medio específicoes preciso tener en cuenta que pueden existir otro tipo de aso-ciaciones que hagan uso de la coacción dentro del tenilorioestatal, como es el caso de un grupo de «bandidos››. Por lo quees importante preguntan ¿cuál es la diferencia entre una co-munidad política y otros gmpos que utilizan la coacción? Ladiferencia estriba fenornénicamente en el control persistentede un territorio. Dicha persistencia o continuidad implica unproceso de legitimación de las ordenaciones que constituyen elsistema político, por medio del cual éstas adquieren un carác-ter de validez para un número socialmente relevante dc indivi-duos. Un grupo armado puede apoderase del poder político,pero su permanencia y constitución como un Estado dependede que apoye su poder en un orden legítimo. Weber consideraal Estado como resultado de un largo proceso de centraliza-ción y diferenciación del poder político, que conduce al mo-nopolio de la violencia legítima.

De este modo, la comunidad política monopoliza la aplicaciónlegitima de la fueim mediante su aparato coactivo y se transfor-ma gradualmente en un instituto protector de los derechos.5

Por tanto, la dominación política es una forma de domina-ción por autoridad, que utiliza como medio específico (no ex-clusivo) la coacción fisica y en la que el poder requiere unproceso de legitimación basado en un conjunto de nonnas quetienen una pretensión de validez para todos los miembros dela asociación, con independencia de si entraron 0 no por deci-sión personal, o si colaboraron 0 no en la elaboración de lasnormas. Weber usa de manera restringida el concepto de do-minación pam referirse al tipo de dominación que requiere unproceso de legitimación, esto es, a la dominación por autori-dad.° En este sentido restringido se la define como sigue:

(Vereín}- entio o no por decisión personal en la asociación o si colaboró o no en laelaboración de las ordenaciones. Son por eso en su pleno sentido cspecílìco ordena-ciones otorgadas (impuestas). El instituto puede ser especialmente una asociacióntemiortal» (fina, p. 42;.

5. 1bø.,p.6<›7.6. Weber hablará de una -dominación no legítima» para denota: el tipo de domi-

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Consiguìentemente, entendemos aquí por dominación un es-tado de cosas por el cual una voluntad manifiesta («mandato››)del fidominador» o de los «dorninadores›› influye sobre los actosde otros (del fltdominado» o de los ›<dominados››), de tal suerteque en un grado socialmente relevante estos actos tienen lugarcomo si los dominados hubieran adoptado por sí mismos y comomáxima de su obrar el contenido del mandato («obediencìa››).7

En esta definición de la dominación en sentido restringido0 de la dominación por autoridad se establece, en primer lu-gar, que esta modalidad de dominación requiere la presenciade alguien que exija y encuentre obediencia a sus mandatos.Esto lo podemos expresar de la siguiente manera:

zz) «A manda a B realizar x_››b) «B realiza ›:.››

Este esquema, aunque nos da los elementos básicos de la re-lación de dominación, se limita a expresar este fenómeno cornoun comportamiento «causalmente adecuado», es decir, como unasimple sucesión de hechos. Se presenta el vínculo mandatoobe-diencia como un acontecimiento empírico del que no podemosdesprender ninguna interpretación que apoye nuestras explica-ciones, sino solamente podemos dar una cálculo estadístico deprobabilidades, tal que a un evento -en este caso «A manda a Brmlizar x››- le sigue otro -B realiza x-, bajo ciertas circuns-tancias. con un cierto grado de probabilidad. Dichas circunstan-cias pueden ser, por ejemplo, la amenaza de coacción fisica. Perosi nos limìtarnos a esta explicación basada en un cálculo de probabiiídades hacemos a un lado la mediación social entre manda-to y obediencia, con lo cual perdemos la posibilidad de concep-

nacíón por constelación de intereses. por ejemplo cuando desarrolla su sociología delas ciudades, entendidas como asentamientos humanos que se desenvuelven en tornoal mercado; mientras que los famosos tipos de dominación legítima presuponen mo-dalidades de la dominación por autoridad. Esta terminología puede ser confusa, por-que incluso la llamada dominación no legítima, requiere de una legitimación. Lo quesucede es, como hemos dicho. que la dominación por constelación de intereses en-cuentra su legitimación en su propio funcionamiento, mientras que la dominaciónpor autoridad mquìere dc un proceso de legitimación para complementar su repro-ducción social.

Y. M. Weber, Economía... ap. cif., p. 699.

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tualizar las diferentes modalidades de la dominación. Llegamos ala noche en la que todos los gatos son negros.

Para poder captar las diversas formas social@ de la domina-ción se requiere determinar, según Weber, el vínculo mandato-obediencia como una acción social «adecuada por el sentido». osea, como acciones guiadas por un <<motivo››. Recordemos quepor umotivo» se entiende en la teoría webetiana un complejo designificados que parece conferir al agente y/o al obsewador tarrones para oomponarse de cierta manera. Esto se indica en la deli-nición de dominación. cuando se afinna que cl mandato influyeen la conducta de los otros (los dominados) «como si» estos hu-biemn adoptado el «contenido del mandato» («mot1'vo››) comomáxima de su obrar. Por lo q_ue ahora tenemos:

a) «A manda a B realizar x.››a') «A aduce los motivos ml, m2,.. m".››bl) «B acepta y asume ml, mz... m“.››b) «B realiza X.››

Las premisas al y bl señalan que los extremos de la rela-ción de dominación, A y B, no sólo actúan de manera reactivaante cienos estímulos, sino que entre ellos existen reglas com-partidas, en cantidad y cualidad variables, las cuales permitenque exista un proceso de comprensión (en primer lugar entreA y B, pero también de un posible observador). Es obvio queel proceso de aducir y aceptar motivos no es algo que se mani-fieste en la vida cotidiana como un algo consciente, sino queaparece implícito. Este proceso se hace explícito sólo en casode que se pongan en cuestión, los motivos o por diveisas razo-nes no «funcione›› la comprensión. Es decir, las premisas a' ybl remiten a una dimensión. intersubjetiva, por la cual elvínculo de dominación adquiere una forma específica. Lasnuevas premisas nos permiten trascender el análisis funcional,necesario como un paso previo, para acceder a una «interpre-tación causal correcta››,3 que requiere un proceso de compren-

8. «Una interpretación causal correcta de una acción concreta significa: que eldesarrollo entemo y el motivo han sido conocidos de un modo certero y al mismoIieinpo comprendidos con sentido en su conexión» (t'búJ., p. Il).

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sión. Esto nos permite explicar la relación de dominación enla que los individuos se consideran seres sociales, que orientansus acciones por un sentido.

En el enlace entre mandato y obediencia intervienen varioselementos. A Weber le interesa destacar y clasificar los motivosque nos remiten a las distintas formas de dominación social.

La dominación, o sea, la probabilidad de hallar obediencia aun mandato determinado. puede fundarse en diversos motivos:puede depender directamente de una constelación de intereses,o sea dc consideraciones utilìtarias de ventajas e inconvenientespor parte del que obedece; 0 puede depender también de lamera trcostumbre», de la ciega habituación a un comportamien-to invcterado, o puede fundarse. por fin, en el puro afecto, en lamera inclinación del súbdito. Sin embargo, la dominación quesólo se fundara en tales móviles sería relativamente inestable.En las relaciones entre dominantes y dominados, en cambio, ladominación suele apoyarse interiormente en motivos jtuidicos,en motivos de su vlegitimidad», de tal manera que la conmo-ción de csa creencia en la legitimidad suele, por lo regular, aca-rrear graves consecuenciasfl

Cuando se habla de la presencia de «motivos jurídicos» enla relación de dominación se trata del hecho de que los hom-bres aceptan la regulación de su conducta por preceptos 0normas que constituyen el orden de la asociación y cuyo aca-tamiento externo está garantizado «exter¬namente›› por la coac-ción. Estos preceptos 0 normas presuponen un nivel nonnati-vo con una pretensión de validez general; el que esta preten-sión de valìdez sea aceptada o no cs lo que otorga al orden sulegitimidad o ilegitimidad. La creencia en la validez de los pre-ceptos permite a éstos adquirir la cualidad de obligatorias o elaspecto de modelos a los que deben ajustarse las acciones. Larelación entre la creencia en la validez de las normas y suapoyo coactivo puede entenderse de dos formas: a) es el res-paldo coactivo lo que permite que sobre las normas se sosten-ga la creencia en su validez por parte de un número social-mente relevante de individuos, o b) es la creencia en su validez

9. Ibai, pp. 106-701.

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lo que permite que estas normas se nespalden en la coacciónen caso de ser transgredidas. Antes de entrar en una polémicasobre estas dos formas de entender la relación entre creenciaen la validez y ooacción, me parece oponuno destacar que enlos casos concretos se conjugan estos dos caminos que unenvalidez y coacción. La vía racional es, obviamente, la que sóloacepta apoyar con la coacción las non-nas que se consideranválidas. Pero no debemos perder de vista que la creencia enla validez también puede llegar a ser el resultado de un apoyocoactivo de las normas. Un grupo puede imponer un conjuntode normas que ellos consideran válidas, y éstas, a fuerza decostumbre, pueden llegar a considerarse también como válidaspor otros individuos ajenos al grupo que las impuso en unprimer momento.”

La obediencia a los ordenamientos de una relación de do-minación no sólo es consecuencia de la creencia en su legiti-midad, pues, como hemos afirmado, en el lazo entre mandatoy obediencia intervienen una gran cantidad de elementos. Latesis que sostiene Weber es que la creencia en la validez delorden, o sea, su legitimidad, es factor importante para estabili-zar y garantizar la reproducción de ese orden. Por eso, en todadominación aquellos que ocupan un lugar privilegiado no seconforman con encontrar una obediencia habitual, sino quebuscan despertar y fomentar la creencia en su legitimidadcomo parte esencial de su ejercicio.

Como es conocido, Weber ofrece una clasificación de lostipos de dominación por autoridad de acuerdo con los distin-tos fundamentos en los que se sustenta la creencia en la vali-dez del orden. La tesis que subyace a la teoría de los tipos-ideales de dominación legítima consiste en que la diferenciaentre ellos no sólo se refiere a las distintas «ideas›› o creenciassobre su legitimidad, sino que esas ideas remiten a estructurasy formas de ejercer la dominación diferentes. Podemos decirque los diversos «fundamentos de la legitimitad» son conside-rados por Weber como indicadores o síntomas de las distintas

10. Sobre este tema quisiera señalar que si bien cs cierto que vigencia y validezpueden yuxtaponerse en ciertos contextos sociales, desde un punto de vista racionalcrítico no debemos utilizarlas como sinónimos.

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modalidades de dominación. No se trata de establecer una re-lación causal simple entre las ideas y las estructuras de la do-minación; la hipótesis es mucho más compleja, se trata de queexiste una correspondencia entre las ideas y las estructuras dedominación en las que cada nivel mantiene su especificidad, y,sin embargo, existe entre ellas un vínculo e influencia bidirec-cional. Los tres tipos puros de dominación legítima son:"

A] La dominación legal-racional que descansa en la creen-cia en la legalidad de ordenaciones estatuídas y de los dere-chos de mando de los llamados por esas ordenaciones a ejer-cer la autoridad (autoridad legal). Las ideas que entrelazadascaracterizan a esta modalidad de dominación son:

a) Que todo derecho, «pactado›› u «otorgado» (impuesto),puede ser estatuido de modo racional. -racional conarreglo a fines o racional con arreglo a valores 0 ambascosas_, con la pretensión de ser respetado por todoslos miembros de la asociación.

b) Que todo derecho según su esencia es un cosmos dereglas abstractas, por lo general estatuidas intencional-mente, cuya judicatura implica la aplicación de esas re-glas al caso concreto; y que la administración supone clcuidado racional de los intereses previstos por las orde-naciones de la asociación, dentro de los límites de lasnormas jurídicas y según principios señalables que tie-nen la aprobación o por lo menos carecen de la des-aprobación de las ordenaciones de la asociación.

c) Que el soberano legal típico, la «persona puesta a la ca-beza», en tanto que ordena y manda, obedece por suparte al orden impetsonal por el que orienta sus dispo-sicíones, es decir, las ordenaciones de la asociación.

d) Que el que obedece sólo lo hace en cuanto miembro de

11. Existen varias versiones sobre los tres tipos de dominación legítima. La pn-meia de ellas con-esponde al capítulo ix de Ecmxomúrt y sociedad; la segunda fuepublicada como un artículo independiente que apareció en Preussísche Jahrbflcìxcr de1922 (en la edición cn español, este anículo sc incorporó al cap. ix), y la terceravemión corresponde al cap. ln de esta obra.

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la asociación y sólo obedece al derecho. Es decir, seobedece no a la persona, sino al orden irnpersonal, ysólo se está obligado a la obediencia de la autoridaddentro de la competencia limitada, racional y objetivaque el orden otorga a dicha autoridad.

Estas ideas corresponden a una estructura de la domina-ción de la que podemos destacar los siguientes elementos:

1) La autoridad corresponde a líderes, «honoratoi-ies» (ad-ministradores honorarios) y, en el caso típico, políticosprofesionales.

2) El tipo más puro de dominación legal es aquel que seejerce por medio de un cuadro adrninistrativo burocrá-tico. Éste esta constituido por funcionarios, los cualesson personalmente libres, se deben sólo a los deberesobjetivos de su cargo, poseen una calificacion personalque fundamenta su nombramiento, son retribuidos endinero con sueldos fijos, ejercen el cargo como su únicao principal profesión, tienen ante sí una «carrera›› (as-censos y avances), tabajan con completa separación delos medios administrativos y sin apropiación del cargo yestán sometidos a una rigurosa disciplina y vigilanciaadministrativa. lz

3) Existe en la dominación legal una jerarquía administra-tiva en la que se produce una clara delimitación de fu n-Ciones. Rige el principio administrativo de atenerse alexpediente.

4) Los sometidos a este tipo de dominación son ciudada-nos que obedecen, en primer lugar, al orden impersonaldel derecho.

B) La dominación tradicional que descansa en la creenciacotidiana de la santidad de las tradiciones heredadas de tiem-pos lejanos («desde tiempo inmemorial››) y en la legitimidad

12, Sobre el sentido peculiar y las consecuencias que el cuadro administrativoburocrático tiene sobre la dominación legal, véase W. Schluchter, Aspekte brtrokratïs-chef Herrschaƒr, Francfort, Suhrkamp, 1985.

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de los señalados por esa tradición para ejercer el poder demando (autoridad tradicional). Entre los principios estructura-les de la dominación tradicional el más importante es el que serefiere a su estructura patriarcal, en la que la obediencia sedebe a una devoción rigurosamente personal.. Su germen radi-ca en la autoridad de un dominus dentro de una comunidaddoméstica. Esta modalidad de dominación puede caracterizar-se, en términos generales, por los siguientes elementos:

1) La autoridad pueden ser señores, reyes, príncipes o pa-tricios. Su poder se encuentra limitado por normas tra-dicionales; sin embargo, la tradición deja un espaciomayor o menor para su libre arbitrio. La tensión entrelo estatuido por la tradición y el libre arbitrio del señores un conflicto característico de todas las formas de dominación tradicionales.

2) La autoridad tradicional puede ejercer su poder sin uncuadro administrativo, pero en el caso de apoyarse enuno, este está constituido por servidores, con quienesestablece lazos de fidelidad personal. Estos servidorespueden ser reclutados entre miembros de su linaje, ser-vidores domésticos, esclavos, clientes, por relacionespersonales de confianza o por pacto de fidelidad.

3) No existe una clara delimitación de funciones y cargos,sino un espectro más o menos caótico de privilegios. Ennumerosos casos se da una apropiación del cuadro ad-ministrativo (por arriendo, prevenda o venta) del poderde mando y de los medios administrativos, dando lugara una dominación estamental, como sucede, por ejem-plo, en el feudalismo y en el «Estado estamental».

4) Los sometidos a esta modalidad de dominación sonsúbditos llamados a obedecer no a disposiciones esta-tuidas, sino a los mandatos de la autoridad tradicional.

C) La dominación carismática que descansa en la entre-ga extracotidiana a la santidad, heroísmo o ejemplatidad deuna persona y a las ordenaciones por ella creadas o reveladas(autoridad carismática). La creación de un dominio carismáti-co es siempre el resultado de situaciones extremas, ya sean de

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orden económico, político o cultural.” Cuando el movimientoque ha arrancado a un grupo dirigido car-ismáticamente delcírculo de lo cotidiano refluye otra vez en este último, el domi-nio carismático es refrenado ylo se institucionaliza (rutiniza-ción del carisma). Por su naturaleza extracotidiana, la domina-ción carismática, en sentido estricto, es inestable. La validezdel carisma descansa en ei reconocimiento de los seguidoresdel líder. La dominación carismática presupone una comuni-cación de carácter emotivo. Entre los elementos de la domina-ción carismática. podemos destacar los siguientes:

I) La autoridad car-ismática está representada por líderesreligiosos. guerreros, profetas, caudillos, etc.

2) El cuadro administrativo, si es que lo podemos llamarasí, está constituido por las peisonas de confianza o sé-quito dcl líder.

3) No existe un principio administativo objetivo.4) Los dominados son adeptos al líder carismático.

Con estos tipos de dominación por autoridad, Weber buscadeterminar el carácter específico de la dominación política enlas sociedades capitalistas. La dominación en estas sociedadescorresponde a la dominación legal-racional, que es el tipo-idealque Weber desarrolla con más precisión. La dominación tradi-cional, en cambio, es el tipo ideal. más amplio y corresponde atodas las formas de dominación no capitalistas. Es claro en-tonces que Weber intenta establecer un fuerte contraste parapoder distinguir la peculiaridad de la dominación propia de loque él denomina «capitalismo racional». Por otra parte, la do-minación carismática representaría una forma dinámica; conella, busca conceptualizar las transformaciones políticas y so-ciales en general.”

13. Weber entiende por «car-isma» cierta cualidad de una personalidad individualen virtud de la cual quien la posee es puesto aparte de los hombres comunes ytratado como si estuviera dotado de poderes o cualidades sobrenaturales, sobrchu-manas o, al menos, excepcionales. Por clio se trata al individuo en cuestión comolíder.

14. La noción de «carismaw es un concepto muy vago que ha suscitado numero-sas discusiomes. Un primer acermmiento a la polémica sobre la noción de carisma

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1.1. Estado, derecho y legitimidad

El Estado-nación es el resultado de un proceso de centrali-zación clel poder político que culmima en cl monopolio de laviolencia legítima. Este proceso de centralización presuponeuna multiplicidad de transformaciones en la manera de ejercerel poder. Una de las facetas más importantes de estas transfer'-maciones se refiere a la relación entre la coacción física mo-nopolizada por el Estado y el derecho. En este apartado, quie-ro reconstruir la manera en que el cambio en la relación entrecoacción y derecho, que da lugar al Estado moderno, es con-ceptualizada por dos autores con diferentes presupuestos me-todológicos y teóricos en general; a saber, Weber y Foucault.Lo interesante de ello es que ambos coinciden de maneraasombrosa en la descripción empírica del proceso, sin embar-go, la evaluación de este fenómeno es distinta. Con esto sehace patente la importancia de la determinación de los crite-rios norrnativos que subyacen a las teorías y la necesidad desu revisión critica.

Todos los sistemas políticos se sustentan en un conjunto denormas jurídicas que orientan y limitan el uso legitimo de lacoacción fisica. Las diferencias entre ellos se refiercn no sóloal contenido de las normas, sino también, y fundamentalmen-te, a los procedimientos que el propio sistema jurídico estable-ce para la constitución y aplicación de las normas. Uno de loserrores del positivismo jurídico clásico fue considerar que elderecho se podía reducir al modelo de «órdenes respaldadaspor amenazas››,'5 de la forma «si se hace, omite u ocurre algodel género x, entonces aplique una sanción del género y». Escierto que una parte del derecho (el derecho penal) consiste eneste tipo dc reglas, pero el derecho no se limita a ellas. Dentro

sc puede encontrar en P. Worsley, Al son de la trompeta final, Madrid, Siglo JOEL1980. Asimismo se puede encontrar una gran variedad de ejemplos de formas dedominación carismática en la amplia bibliografía sobre movimientos mesiánicos ymìlenzu-islas. Una buena reconstrucción del tipo de dominación tzartsmatica se en-cuentra en R. Bendix, Max Weber, Buenos Aires, Amnrrorlu, 1979.

15. I. Austin, The Pmvtnce of Junšprztderice Detennined, Londres, Weindenfeldand Nicolson, 1955. Para una crítica a esta posición, véase H.L.A, Hart, El conceptode derecho, México, Editora Nacional, 1980.

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de la variedad de normas jurídicas existen también aquellas enlas que se establecen procedimientos, que no necesariamentese dejan reducir al esquema «mandato-obediencia».

El positivismo, al intentar reducir la diversidad de normasjurídicas al modelo de «órdenes respaldadas por amenazas»,pierde la especiticidad de las diferentes [orrnas de derecho,vinculadas a distintas concepciones de los procedirnientos,que, a su vez, remiten a distintos modos de organización so-cial del poder. Es por eso que tanto Weber como Foucaultcritican la postura positivista y sostienen que la comprensióndel desarrollo histórico de las formas jurídicas exige ampliarnuestra perspectiva para incluir en la historia del derecho lastransformaciones que se han dado en los procedimientos jurí-dicos.

De la gran diversidad de procedimientos jurídicos, Weber yFoucault” distinguen dos grandes tipos. El primero de ellos seencuentra ejemplificado tanto por los procedimientos de laGrecia «arcaica››, narrados por Homero, como por los procedi-mientos del antiguo derecho germánico, el cual llegó a predo-minar en la Europa medieval. En la terminología de Weber setrata de los procedimientos típicos de la dominación tradicio-nal, ligados todavía a un formalismo mágico. En este tipo deprocedimientos, las normas jurídicas reglamentan el conflictoentre los particulares, sin que intervenga directamente unaautoridad o poder público, y, cuando esta se encuentra presen-te, sólo es un testigo de la regularidad del procedimiento.

Desde un punto de vista csquemático podemos caracterizarel antiguo Derecho Germánico de la época en que Tácito co-mienza a analizar esta curiosa civilización que se extiende hastalas puertas del Imperio del siguiente modo: En primer lugar nohay acción pública. es decir, no hay nadie que representando ala sociedad, a un grupo, al poder, o a quien lo cletente tenga asu cargo acusaciones contra los individuos. Para que hubieseun proceso penal era necesario que hubiese habido daño, que almenos alguien afirmase haber sufrido daño n se prescntase

16. M. Weber, «Economía y derecho». en Economfiz... op. cil., y M. Foucault, Laverdad y las Ibmzas jurídicas, Barcelona, Gedisa, 1930.

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como victima y que esta presunta víctima dmignase a su adver-sario [...] La acción penal se caracterizaba siempre por ser unaespecie de duelo u oposición entre individuos, familias o gru-pos. No había intervención alguna de ningún representante dela autoridad, se trataba de una reclamación de un individuo aotro que se desarrollaba con la sola intervención de estos dospersonajes: El que se dcliende y el que acusa."

El derecho germánico era una forma de conducir el con-flicto entre individuos y de encauzar los actos de venganza, yasea por medio de la reglamentación de los duelos o por deter-minadas pruebas en las que se manifestaba la inocencia o cul-pabilidad de alg-uien. En estas «ordalías›› o «juicios de Dios»no se busca la verdad de un hecho, ni existe propiamente unasentencia, sino sólo una victoria o un fracaso.

Las pruebas procesales, en el sentido actual, no se refieren alo mismo. Prilnitivamente no se ofrecen medios probatoriospara acreditar la -verdad» o «Ealsedad›› de un hecho [...] El pri-mitivo procedimiento expiatorio entre los clanes, así como laadministración popular de la justicia, tienen un derecho proba-torio de tipo estrictamente Formal. En sus origenes, hallábasccondicionado, como ya vimos, por representaciones mágicas:La cuestión jurídica debe ser correctamente planteada por laparte a quien corresponde hacerlo. Y la idea de que un «he-cho», en el sentido del procedimiento actual, puede ser «proba-do» por medios racionales, especialmente por declaraciones de¢te.stigos››, que tanta importancia tienen en la actualidad, o por«presunciones››, pennanece durante largo tiempo ajena a la ad-ministración de justicia. El conjumdor (Eídashelfizr) del viejoproceso no jura que un «hecho» sea verdadero, sino que refuer-za el «derecho›~ de la pznte exponiendo a su persona a la maldi-ción divina.”

El segundo tipo de procedimientos jurídicos tiene sus ante-cedentes en la Grecia «clásica›› y en el mundo romano; pero sedesarrolla en la segunda mitad de la Edad Media, su desenvol-vimi.ento está ligado al proceso de constitución del Estado mo-

17. M. Foucault, ibfd., pp. 65-66.18. M. Weber, EcorrormIa..., op.cit., pp. 519 y 605.

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demo. Este tipo de procedimiento se caracteriza por la apari-ción de un tribunal al que se subordina tanto la parte acusado-ra como la parte acusada. En el siglo XII aparece la figura del«procurador››, que se presentará como representante del «strberano» cada vez que ocurre un conllicto entre individuos, un«delit0››. El procurador se encarga de indagar la «verdad›› parapoder establecer una «sentencia››_ En torno a la figura del pro-curador aparece también la institución policiaca (_el scheriff enInglaterm), encargada de auxiliar al procurador en el procesode indagación y encargada de la ejecución de la sentencia. Es-tos elementos constituyen el germen del poder judicial con elcual el Estado se apropia de la administración de justicia.

La noción de «infraccíóm o «de1ito» ya no se refiere ahorasólo a la ofensa o daño cometido por un individuo contra otro,sino que se consolida la idea de que se ha cometido una lesióncontra el orden legal de la sociedad en general y del Estado.

De esta manera, el soberano, el poder político, viene a do-blar y, paulatinamente, a sustituir a la víctima. Este fenómeno,que es absolutamente nuevo, permitirá que el poder político seapodere de los procedimientos judiciales. El procurador. pues,se presenta como representante del soberano lesionado por eldaño [...] La infracción no es un daño cometido por un indivi-duo contra otro, es una ofensa 0 lesión dc un individuo al 01'-den, al Estado, a la ley, a la sociedad, a la soberanía. al sobera-no. La infiacción es una de las grandes invenciones del pensa-miento medieval. Se ve así cómo el poder estatal va conliscandotodo el procedimiento judicial, el mecanismo judicial, el meca-nismo interindividual de liquidación de los litigios de la altaEdad Media.”

El Estado exigirá una reparación de la lesión contra el or-den en su «sentencizw del caso. En su primera fase, las senten-cias eran fundamentalmente monetarias 0 de confiscación debienes, por lo que la administración de justicia fue una impor-tante fuente. de linanciamiento para las monarquías absolutis-tas nacientes.

Una detenninación fundamental de este segundo tipo de

19. M. Foucault, op. air., p. 76.

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procedimientos judiciales es el proceso de <<indagación», en-tendido como una búsqueda de la «verdadn del «hecho››. Eneste caso, los «particulares›› pierden el derecho de resolver suslitigios por si mismos y deberán someterse al tribunal estatal.El tribunal, encabezado por un procurador o juez, abre unproceso de indagación de la «verdad», preguntando a testigosy/o buscando testimonios.

Pero cuando la autoridad y la creencia de estos poderes irra-cionales [que garantizan la «.validez›› de las ordalías y los juiciosde Dios] se desvanecen y en su lugar tienen que aparecer losmedios racionales de prueba y la fundamentación lógica del fa-llo, a la administración de justicia sólo le resta cl carácter deuna lucha de intereses entre las partes, orientada en la direc-ción de una probabilidad relativamente grande de descubrir laverdad [...] La administración de justicia aspira al estableci-miento de la verdad y repudia, por ende, cl derecho probatorioformalmente ligadr>.'°

Este tipo de procedimientos tiene sus antecedentes directosen los procesos judiciales, donde las partes en conflicto se so-meten al juicio de una autoridad tradicional, que sustenta sufallo en los principios de la tradición o en preceptos religiosos0 en su propio entendimiento («Justicia Cadi››)_ Sin embargo,una de las peculiaridades de los procedimientos que se desa-rrollan junto al Estado moderno es que el tribunal basa susjuicios en un sistema de nonnas jurídicas generales. Las deci-siones jurídicas aparecen como la «aplicación›› de un preceptogeneral a un hecho particular; para ello se requiere una siste-matización del Derecho. Precisamente el desarrollo de estetipo de procedimientos [ue un factor que impulsó la sistemati-zación del derecho. Es en este momento, por ejemplo, cuandose retoma el derecho romano, preservado en el seno de la ins-titución eclesiástica, y cuando se avanza en la profesionaliza-ción de la actividad jurídica.

Respecto a esta transformación de los procedimientos judi-ciales, Foucault afirma lo siguiente:

20. M. Weber, Econoiiiim... op. cif.. pp. 606 y 026.

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Es común que se oponga ol nuevo procedimiento racionalde indagación a las viejas pruebas del derecho bárbaro. He sc-nalado supra las diferentes maneras empleadas en la alta EdadMedia para intentar establecer quién tenía razón. Tenemos laimpresión de estar frente a sistemas bárbaros, arcaicos, irracio-nales y nos resulta sorprendente comprobar que fue necesarioesperar hasta el siglo XII para que sc llegase, a través del proce-dimiento de la indagación, a un sistema racional de estableci-miento de la verdad. Sin. embargo, yo no creo que el proce-dimiento de indagación sca simplemente el resultado de unaespecie de progreso de la racionalidad. No fue racionalizandolos procedimientos judiciales que se llegó a él, fue toda unatransformación política, una nueva estructura política, la quehizo no sólo posible sino además necesaria la utilización de esteprocedimiento en el dominio judicial. La indagación cn laEuropa medieval es sobre todo un proceso de gobierno, unatécnica de administración, una modalidad de gestión; en otraspalabras, cs una determinada manera de ejercer el poder.”

Foucault está interesado en destacar la especificidad decada uno de los tipos de procedimiento jurídico, asi como ladiscontinuidad que existe entre ellos. De esta manera. buscacuestionar la idea de que el desarrollo de las formas jurídicaspueda ser conceptualizado como un proceso de racionaliza-ción, entcndido como sinónimo de uprogreso» 0 «perfecciona-miento». Para Foucault, detrás de los cambios en los procedi-mientos jurídicos existe una transfonnación de la estructurassociales que da lugar a nuevas modalidades de ejercicio delpoder. Para él, las distintas estructuras y modalidades de ejer-cicio del poder son inconmensurables y, por tanto, irreducti-bles a un proceso teleológico. Foucault considera a la historiacomo una sucesión discontinua de formas de poder y dominio.

La htimanìdad no progresa lentamente de combate cn comba-te. hasta una reciprocidad universal en la que las reglas sustitui-rán para siempre a la guerra; instala cada una de estas violenciasen un sistema de reglas y va así de dominación en dominación.”

21. M. Foucault, op. cif., pp. 82-83.22. M. Foucault, ~.Niet7scl'1e. la genealogía, la historia», en Mícroffirica del poder.

Madrid, L3 Piqueia, 1979, p. 17.

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Si comparamos los procedimientos judiciales del derechogermánico, en los que la inocencia o culpabilidad de alguien semuestra mediante un duelo o caminando entre brasas ardientes0 repitiendo trabalenguas, entre otros. y los procedimientos ju-diciales modernos, entonces, los primeros nos parecerán irra-cionales, manifestaciones de la barbarie. Sin embargo, con elloolvidamos que los procedimientos judiciales modernos presu-ponen un proceso de centralización del poder politico que llevaa la constitución del Estado y. con él, al surgimiento de formasinéditas de violencia, que hacen palidecer, por su intensidad,efectividad y extensión, a la violencia de las prácticas del dere-cho gennánico. Si tomamos en cuenta que las transformacio-nes en los procedimientos jurídicos están ligadas a cambios enlas estructuras y modalidades del ejercicio del poder más am-plios, entonces veremos que no es tan fácil hablar de un pro-greso hacia formas de reciprocidad. universal basadas en leyesracionales. Cada forma de la dominación tiene una especifici-dad y, con ella, sus propias formas de violencia y tipos de ries-gos. Si la administración central de la justicia por parte. delEstado permite una racionalización de los procedimientos jurí-dicos, no por eso nos hemos librado de fonnas irracionales deviolencia; por el contrario, aparecen tipos de coacción más suti-les o refinados. Por otro lado, el monopolio estatal de la coac-ción acrecíenta el riesgo de los individuos.23

Pero si radicalizarnos la tesis de la inconrnensurabilidad delas for-mas de dominio y únicamente afirrnarnos que la huma-nidad en la historia sólo transita de una dominación a otra,entonces, renunciamos a toda pretensión crítica. La única al-ternativa seria cl describir las distintas modalidades históricasde la dominación. Este es un precio que Foucault no está dis-puesto a pagar. Es evidente que en su teoria existe un móvilcritico, que se presenta como una denuncia 0 desenmascara-miento, que puede expresarse de manera esquemática como

23. Esto es lo que veía Locke en su ciítica a la tesis absoluüsta dc que los indivi-duos. para evitar el riesgo del conflicto entre ellos, deben entregar todo su poder alEstado. Según este representante del liberalismo. ello es una idea tan inscnsata comoquerer protegerse del riesgo que nos pueden causar los zorros metiéndonos cn lajaula de los leones.

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sigue: las prácticas sociales que «normalmente›› se consideranopuestas a la violencia y al dominio, esto es, el conocer, larehabilitación social, la cura, etc., son en «i-ealidad›› tambiénmaneras de ejercer el poder y, por tanto, formas de violencia ydominación con las que se busca disciplinar a los individuos.

Es posible aceptar la afirmación de que en las distintasprácticas sociales se expresan modalidades diversas de ejercerel poder; pero si nos limitamos a sostener que todo cs poder y,por tanto, todo es dominio, todo es violencia, caemos en elerror que queríamos evitar, a saber: lejos de rescatar la especi-ficidad de las formas de poder y dominación, llegamos a lanoche en la que todos los gatos son negros. Precisamente, porel hecho de que. existe una multiplicidad de formas de poder ydominación, es posible determinar un criterio normativo quenos permita juzgar críticamente las distintas formas históricasde la dominación. Con la determinación de un criterio norma-tivo no se busca anticipar la posibilidad de acceder a una si-tuación social transparente, es decir, libre de todo conllicto ydominación. Se trata de enfrentarnos a las formas de coaccióny dominio que experimentamos. Si en esta lucha aparece laidea de una situación libre de dominio, debemos considerarlano como un fin de la historia o un estado al que la humanidadpueda acceder, sino tan sólo como un criterio regulativo, un«deber-ser» que se mantiene siempre en tensión con el ser, elcual nos permite fundamentar nuestros juicios sobre las for-mas de dominación concretas. La alternativa radical entre do-minio y utopía es la que conduce, cuando se desvanece la ilu-sión de acceder a esa situación plenamente racional de armo-nía, a sostener que la noción de liberación es una ilusión deaquellos que se quitan unas cadenas para ponerse otras.

Respecto al problema de la definición de un criterio nor-mativo, la teoria de Foucault representa un caso ejemplar.Uno de sus primeros objetivos es cuestionar de un modo radi-cal la critica «.humanista››.

Entiendo por humanismo el conjunto de discursos mediantelos cuales sc le dice al hombre occidental: «Si bien tú no ejerccscl poder, puedes sin embargo ser soberano. Aún más: cuantomás renuncies a ejercer el poder _v cuanto más sometido estés a

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lo que se te impone, más serás soberano». El humanismo es loque ha inventado paso a paso estas soberanías sometidas queson: el alma (soberana sobre el cuerpo, sometida a Dios), laconciencia (soberana en el orden del juicio, sometida a la verdad), el individuo [soberano titular de sus derechos, sometido alas leyes de la naturaleza o a las reglas de la sociedad), la liber-tad fundamental (interiormente soberana, exteriormente con-sentidora y «adaptada a su destino››). En suma, el humanismoes todo aquello a través de lo cual se ha obstruido el deseo depoder en Occidente -prohibido quener el poder, excluida la pmsibilidad de tomarlo-. En el corazón del humanismo está lateoría del sujeto (en el doble sentido del tém1ino).1"

El humanismo apela a un modelo ideal de hombre (y, conél, de sociedad) para después criticar la realidad que no seadapta a ese modelo. Sin embargo, con ese modelo de hombrese homogeneiza a los individuos, en cuanto se sostiene queellos sólo pueden ser «soberanos›› si se adaptan a él. despojan-dose de su particularidad. De ahí el doble sentido del término«sujeto›› como instancia soberana y, al mismo tiempo, someti-do a un orden trascendente o trascendental. La intención críti-ca de Foucault es radical y consiste en tratar de demostrar queesos modelos normativos de hombre, lejos de representar laliberación de los individuos, son el resultado de las disciplinascon las que se busca someter a los hombres a un orden esta-blecido y, por lo tanto, expropiarles su capacidad de ejercer elpoder.”

En la medida en que Foucault se propone criticar los mo-delos normativos que han dominado en los discursos de lacultura occidental, cae en la ilusión de poder situar su propiodiscurso mas allá de. todo criterio normativo, más allá del Bieny del Mal.” Pero, en sus últimos trabajos, se da cuenta de queesto io lleva a una contradicción, ya que su crítica, al negarsea establecer un criterio normativo, pierde ese carácter y lo si-

24. M. Foucault, «Mas allá del Bien y del Mal», en Microƒisica... op. cif.. p. 34.25. Sobre este lema. véase M. Foucault, «E1 sujeto y el poder», en H. Dreylus y

P. Rabinow, Foucault: Más aflá del esmecturalísmo y la hemienéuzica, México, UNAM,i984.

26. In mismo que su crítica a la noción de «\/erdad» lo lleva a considerar que sudiscurso puede situarse más allá de esta pretensión de validez.

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túa ante las distintas formas de dominación imposibilitado defundamentar un juicio critico sobre ellas. Precisamente, en susúltimas obras, se esfuerza por determinar el criterio normativoen el que descansa su propio discurso. Por ejemplo, en laslecciones que Foucault dictó en el Colegio de Francia a finalesde 1983 y principios de 1984,27 Foucault acude a la nocióngriega parrhesia (decir la verdad: dire la verité; véridicrion) paraoponer la figura de quien tiene el poder dc decir la verdad, elveraz, frente a la figura del que sólo tiene el poder y no quiereoír la verdad. Entre los ejemplos que utiliza se encuentra laescena del encuentro de Platón con el tirano de Siracusa, Dio-nisio, narrada por Plutarco. Platón afirma que viene a Siracu-sa a buscar el hombre perfecto capaz de gobemar el mejorEstado. Con ello, de manera implícita, sostiene que no es Dio-nisio ese hombre, lo cual despierta la furia del Tirano. La im-portancia de estas lecciones, según mi punto de vista, es que,cn ellas, Foucault rcvaloriza la oposición entre verdad y poder,que antes consideró <<siinplemente›› como un mito, y con ellola noción de un sujeto autónomo, independiente del poder po-lítico. De esta rnanera, al igual que en los dos últimos volúme-nes de la Histon`a de la sexuaiidad, se reconoce la importanciade la determinación de un principio normativo capaz de sus-tentar el carácter crítico de la teoria.

Queda fuera de lugar adentrarse ahora en la reconstruc-ción del criterio nonnzrtivo que propone Foucault en la últimaparte de su obra. Mi interés es sólo destacar cómo la preten-sión de situarse más allá de todo criterio normativo, para to-mar una posición «realista›› o sólo descriptiva, es reconocidapor el propio Foucault como una ilusión. Por tanto, tambiéndebemos revisar críticamente su cuestionamiento de la nociónde racionalización con la que Weber busca conceptualizar eldesarrollo de las formas jurídicas.

Weber es consciente de que la noción de racionalizaciónpresupone un criterio normativo, que permite destacar de la

27. M. Foucault, Das Wahrsprachax der finderen, Francfort. Mateiialis, 1988.También en «El sujeto y el poder», art. cit., Foucault sostiene la necesidad de distin-guir entre el poder como capacidad, el poder como dominación y la comunicación.Con ello, abre la posibilidad de definir un criterio normativo (véase p. 236).

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pluralidad de hechos históricos aquellos que posibilitan cons-truir una narración sobre la historia. Para Weber, esta selec-ción de hechos históricos basada en un criterio normativo es,sin embargo, necesaria; porque ninguna teoría es capaz deabarcar toda la complejidad del devenir histórico.

Debido a ello, todo conocimiento de la realidad infinita me-diante cl espíritu humano finito, está basado en la tzicita premi-sa de que sólo un fiagmento finito dc dicha realidad puedeconstituir el objeto de la comprensión científica, y que sólo re-sulta «csenciz-il» en el sentido de «digno de ser con0cid0».”

En primer lugar, lo que exige la libertad valoratìva es reco-nocer que ese criterio normativo no está Fundado en los pro-pios hechos históricos, sino que representa un punto de vistadel investigador. Por ello, la objetividad científica requiere queese criterio se determine con claridad para que pueda sercuestionado críticamente y asumir sus límites. Precisamente,la crítica de Weber al mancismo consiste en que esta tradiciónpretende acceder a la definición de una «ley histórica», quetrasciende todas las ideologías. Por el conte/ario, Weber sabeque su explicación histórica, en cuanto presupone valores, essólo una reconstrucción parcial que debe revisarse o contras-tarse continuamente, es decir, que se trata sólo de un modeloheurístico, que debe orientar investigaciones más amplias yprecisas.

Cuando Weber habla de racionalización, no implica la tesisde que la humanidad avanza de combate en combate hastallegar a una reciprocidad universal basada en leyes racionales.Por el contrario Weber busca diferenciar el concepto de «ra-cionalización» de la noción de «progr¬eso››, entendido comouna versión secularizada de la noción cristiana de «perfeccio-namiento». Cuando se sostiene que en el Estado moderno seda una racionalización de las normas jurídicas y de su cuadroadministrativo, no se sostiene que éste sea «mejor» moralmen-

28. M. Weber, la ac-ción social: Ensayos metodológicos, Barcelona, Península,1984, p. 14]. -/.La ausencia de ideología y la "objetividad" científica no tienen ningúnparentesco intemo» tp. 125).

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te o más cercano a esa supuesta reciprocidad universal entrelos hombres, sólo se reconoce que existe el desarrollo de unaracionalidad con arreglo a fines dados, que le permite ser más«elicient-e››. Esto es, que tiene una mayor capacidad de realizarlos fines que se propone. ¿Cuáles son estos fines? Eso es loque está en juego en la política.

Por otra parte, cuando Weber habla de la racionalización,considera que esta capacidad técnica de las instituciones so-ciales permíte a los individuos superar su dependencia de lasformas de dominación tradicionales; pero, al mismo tiempo,esa misma capacidad técnica representa un peligro inédito ensu magnitud para la libertad de los individuos, esto es, aparecela amenaza de esa «fjaula de hierro», de la que existen muypocas probabilidades de escapar. Es a esto a lo que se ha lla-mado la «paradoja de la racionalidad››; en ella se hace patentecuál es el criterio normativo con el que Weber desarrolla suteoría de la racionalización, a saber: la defensa de la libertadindividual. En esto, Weber coincide con el proyecto que Fou-cault esboza en sus últimos trabajos.

Preguntar por un criterio normativo de la legitimidad tienecomo objetivo determinar y dar una justificación racional delprincipio en el cual se pretende sustentar la crítica no sólo alas formas de dominación tradicionales, sino también a aque-llas que experimentamos en las sociedades modernas. Una teo-ría social con pretensiones críticas ya no puede hoy en díaapelar a un principio trascendente o ajeno a la vida social,sino que tiene que buscar un fundamento interno en ésta. Esevidente que esta tarea rebasa el proyecto teórico weberiano.Mi tesis no consiste, como he dicho antes, en que una simplereconstrucción de la teoría de Weber pueda proporcionar unasolución a este problema, Tan sólo sostengo que la noción deracionalización weberiana abre la posibilidad de establecer elcriterio, inmanente a la vida social, que nos permita sustentarla crítica a las formas de dominación histórica, sin perder porello la posibilidad de describir la especificidad de cada una deellas. Í '-

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2. RACIONALIZACIÓN YDESENCANTO DEL MUNDO

Pienso que la palabra mcjonalización es pe-ligmsa. Lo que tenemos que hacer es analizarracionalidades específicas, en lugar de invocarsiempre cl progreso dc la racionalización cngeneral.

Foucauu

Uno de los problemas centrales de la teoría de Weber esintentar determinar las características de la civilización occi-dental y. más espccíficamente, las del capitalismo moderno.

El hijo dcl mundo cultural europeo moderno que sc propon-ga abordar los problemas de la historia universal, inevitable yjustificadamente lendrá que considerar esta problemática del si-guiente modo: ¿Qué serie de circunstancias han conducido aque en Occidente, y sólo aqui, hayan surgido fenómenos cultu-rales en los cuales existe (por lo menos asi nos gustaria repre-sentárnoslo) una dirección de desarrollo con significado y vali-dez universal.”

Weber enumera un conjunto de fenómenos culturales pro-pios de Occidente: el desarrollo de la ciencia, así como su cul-tivo sistemático y organización universitaria; la sistematiza-ción del derecho y su administiación a cargo de funcionariosespecializados, guiados por reglas racionales positivas (las le-yes); la organización burocrática del Estado; la empresa capi-talista, la cual presupone su diferenciación de la organizacióndoméstica; la organización del trabajo desde el punto de vistadel rendimiento y la eficiencia; el desarrollo del comercio so-cial regulado por el derecho privado; la música annónica; clarco en ojiva; la literatura impresa destinada a la prensa, etc.Weber considera que en esta multiplicidad de fenómenos cul-turales, a pesar de su heterogeneidad, existe una nota común;a saber, una modalidad especial de racionalidad. De esta ma-nera, la pregunta por la peculiaridad de la civilización occiden-

29_ M. Weber, Gesammelte Aufsdfzfl zur Religíonssozjologie, I, Tubinga, .l.C.B.Mohr, 1978, p. I.

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tal (y del capitalismo como parte de aquélla), se transforma enla pregunta por la índole cspecílìca del racionalismo propio deesa cultura.

Si Weber sc hubiera limitado a identificar su propia cultu-ra con la «Razón», entonces sería uno más de aquellos indivi-duos, incapaces de ver más allá de sus narices, que asocian suforma de vida con la «Fonna›› en que tienen y deben vivir loshombres. Estos individuos, propensos a realizar «filosofías dela historia», no reconocen que los fenómenos culturales no tie-nen un significado y valor unívoco. Sin embargo, este no es elcaso de Weber. En primer lugar, para el autor de Economía _vSociedad. la racionalidad propia de Occidente es una modali-dad, entre otras, de racionalizar la vida.

Es posible nacionalizar» la vida desde diferentes puntos devista y en las direccionts más diversas. Esta sentencia, olvidadacon frecuencia, debería encabezar los estudios sobre el raciona-lismo. El «racionalismm es un concepto histórico que encierraun mundo de contradicciones.”

En segundo lugar, la racionalización de la cultura occiden-tal es para Weber un proceso complejo que no puede reducir-se a la idea de progreso. Weber reconoce que existen «progre-sos», entendidos como un perfeccionamiento dcl aspecto téc-nico, en diversos campos de la práctica social. Sin embargo,esto no implica que la humanidad avance hacia una situaciónde armonía y reciprocidad universales. Por el contrario, Weberdestaca que el desarrollo técnico presupone que los riesgos alos que se enfrentan los hombres son mayores. Conforme latécnica avanza, no sólo crece la posibilidad de superar proble-mas sociales tradicionales, también aumenta la capacidad dedominación y destrucción de los hombres. Weber no comparteel optimismo ilustrado que considera que el progreso técnicose convierte directamente en un progreso práctico-moral.

Por otra parte, Weber es consciente de que cuando se con-ceptualiza la historia en términos de racionalización, de mane-ra necesaria, se introduce un criterio normativo, pues aquello

zo. lara., p. sz.

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que aparece como racional desde una perspectiva, puede con-sideraise como irracional desde otra.

Una entidad no es -.<irracional›› en sí misma, sino en relacióna un determinado punto de vista nacional». Si alguna utilidadtendrá este estudio será mostrar cl ooncepto de racionalidad,aparentemente univoco, cn su complejidad.”

Cuando se habla del devenir histórico como un proceso deracionalización no se refiere a una supuesta «l-ey» históricaque conduzca a una meta predeterminada. Cuando se calificala trayectoria de la cultura occidental como una «racionaliza-ción» se asume una posición normativa que permite seleccio-nar ciertos datos y, de esta manera, construir un modelo, queaparece como una narración coherente, que nos pennite aden-trarnos en el estudio de este proceso. Pero el contraste entre elmodelo y el desarrollo histórico real mostrará la mayor com-plejidad de este último.

Ahora bien, el principio de la «libertacl valorativa», que elpropio Weber propone, exige hacer explícitos los supuestosnormativos desde los cuales se conceptualiza la historia en tér-minos de una racionalización. Porque esta es la única manerade mantener una postura crítica con esos supuestos y de serconscientes de la enorme distancia entre el tipo ideal y la his-toria real.-32 La mejor manera de hacer explícitos los supuestosen los que descansa la noción de racionalización es determinarcon claridad qué se entiende por ésta. Aunque no existe untratamiento sistemático del concepto de «racionalidad›› en laobra de Weber, es posible encontrar en ella algunas distincio-nes que nos permiten emprender el análisis de este concepto.La primera distinción aparece en el marco dc la teoría de la

31. Ibfd., p. 86. «Es necesario que investiguernos qué espíritu engendro aquellaforma de pensamiento y dc vida "racionales", cuya idea de "p1oÍeSión"y consagraciónal trabajo profesional ("inacional"desclc el punto de vista del puro interés propioeudcmonístico), y que es todavia una parte constituyente de nuestra cultuni capitalis-Ia. Nuestro interés ncside, precisamente, en esc elemento racional que se encuentraen este y en todo Concepto de profesión» (p_ 62).

32. Precisamente, la crítica de Weber al marxismo consiste en afiirnar que esteúilimo no distingue enmc sus modelos heuristicos, necesarios pala el desarrollo teóri-co. y la iealidad social en toda su complejidad.

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acción social y la fundamentación de la sociología comprensi-va. En este punto, Weber afirrna que la acción social racionalpuede ser:

1) Racional con arreglo a fines: determinada por expectati-vas en el comportamiento tanto de objetos del mundo mtteriorcomo de otros hombres y utilizando esas expectativas como«condiciones» o wrnedios» para el logro de fines propios racio-nalmente sopesados y perseguidos.

2) Racional con arreglo a valores: determinada por la creen-cia consciente en el valor -ético, estético, religioso o de cual-quier otra forma como se intcrprete- propio y absoluto de unadeterminada conducta. sin relación alguna con cl resultado. osea, puramente en méritos de ese valor.

Estos dos tipos de acción social racional contrastan conotros dos tipos de acción social:

3) afectiva, especialmente emotiva, determinada por afectosy estados sentimentales actuales. y 4) tradicional: determinadapor una costumbre arraigada.”

En este contraste es posible alcanzar una primera determi-nación del concepto «racional››_ Un parámetro esencial de laracionalización de la conducta es la sustitución de la sumisióna la costumbre y los afectos por la elaboración consciente delos valores, fines y medios que intervienen en la acción.

La acción racional con arreglo a fines puede permitir unaracionalización en dos sentidos: a) cuando el empleo do me-dios se hace de forma consciente y planificada, utilizando lasexperiencias y la reflcxión sobre ellas (racionalidad técnica), yb) cuando la elección de los fines no obedece ciegamente a latradición y las pasiones, sino u la reflexión sobre los valores,medios y circunstancias en que se efectúa la acción. Por suparte se habla de una racionalización con arreglo a valorescuando se da una elaboracion consciente de los «propósitosúltimos» de la acción y por su consecuente planeación.

33. M, Weber. Econom{a..., op. cif.. p. 20.

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No es el «fin›› contrapucsto al «valor›› lo que distingue am-bos tipos de acción racional, sino la distinta ponderación delos factores que intervienen en ella. En la acción racional conarreglo a Fines se pone el énfasis en la instrumentalidacl, estoes, en la efectividad con que se establecen y realizan la metas.Mientras que en el modelo de acción racional con arreglo avalores lo esencial es adecuar la conducta a un valor, sin im-portar las circunstancias y las consecuencias.

En cuanto tipos-ideales, la racionalidad con arreglo a finesy la racionalidad con arreglo a valores pueden establecer dis-tintas relaciones en los diversos casos concretos. Por ejemplo.estos tipos-ideales pueden llegar a complementarse cuando laelección de lines se hace con arreglo a valores; de esta mane-ra, la acción es racional con arreglo a fines únicamente res-pecto a la elección de medios. Pero entre estos dos tipos deacción racional también puede existir una tensión, que seacrecienta en la medida en que, para el actor, los valores o losintereses que definen los fines34 o ambos se acercan al caracterde <<abs0luto››. El individuo que considera un valor como unabsoluto actuará de acuerdo con él sin importarle las circuns-tancias y las consecuencias de su acción; asimismo adccuarásu acción a dicho valor haciendo a un lado sus intereses co-yunturales. El individuo que orienta sus acciones por una ra-cionalidad con arreglo a fines, en la que los intereses que defi-ne el fin se consideran incuestionables o en que el fin es dadode manera absoluta, entonces, actuará en la búsqueda de larealización de ese fin sin importarle los valores y normas quetenga que trasgredir.

Cuando se recurre a los ejemplos extremos de estos dostipos de acción racional se hace patente que en la teoría de

34. Weber, a diferencia del utilítaiismo, distingue entre waloves» e dnrerescs».Como apunta Habermas: «En este contexto es relevante la distinción entre interesesy valoncs. Los intereses cambian, mienuas que los valores generalizados valen siem-pre para más de un tipo de situación. El utilitarísmo no da razón de esta distincióncategorial subrayada por el neokantismo. Hace la vana tentativa de convertir lasorientaciones “con arreglo a intemscs”en principios éticos, e incluso de "hipostatiz.aH'la racionalidad con arreglo a fines convirtiéndola en un valor. Dc ahí que la doctrinautilitarìsta, según Weber, nunca pueda conseguir el estatus ni tener el alcance de unaética iegida por principios» (Roda de la aceiúu coniuriicariva, Madrid, Taurus, 1987,pp. 232-233).

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Weber se pone en cuestión la concepción tradicional de la re-lación entre racionalidad y moral, según la cual, actuar racio-nalmente implica de manera directa una valoración moral po-sitiva. Para Weber puede calificarse una acción de racional, yasea con arreglo a lines o con arreglo a valores, sin que ellopresuponga decir nada sobre su carácter moral. Esto es muyimportante para entender la postura de Weber. Por ejemplo,Weber considera que la acción racional con arreglo a fines esla más acomprensible» desde un punto de vista estrictamentemetodológico. Porque en este tipo de acción, al existir una de-terminación clara de los fines, medios y ciertas consecuenciasde ella, se convierte en un paradigma para la construcción detipos ideales. Pero esta valoración metodológica de la raciona-lidad con arreglo a fines no presupone que este sea un modeloadecuado moralmente. Por el contrario, Weber considera queun mundo en el que los hombres sólo actuaran de acuerdocon este tipo de racionalidad sería una jaula de hierro, en laque los individuos pierden toda su libertad.

Precisamente, Weber considera que la racionalización de lacultura occidental se caracteriza por un enorme desarrollo dela racionalidad con arreglo a fines a costa de la racionalidadcon arreglo a valores. Ello trae como consecuencia un inmen-so progreso técnico que puede llegar a ser cataslrólico para lalibenad individual; pues hacer a un lado la racionalidad conarreglo a valores propicia una nueva forma de lradicionalismotecnocrático, en el que el individuo pierde la capacidad criticay de elección frente a los valores que orientan su acción.”Para acercarnos a la comprensión de este diagnóstico weberia-no de las sociedades industriales, debemos introducir otra dis-tinción respecto a la noción de «racionalidad››. Esta otra dis-tinción la encontramos en su sociología de la economía:

1) Llamamos racionalidad fonnal de una gestión económi-ca al grado de cálculo quo le es técnicamente posible y queaplica realmente.

35. Sucedería lo mismo en una sociedad en donde la expasión de la racionalidadcon arreglo a valores impidicra la labor critica de la racionalidad con arreglo a Eines.Recordemos que la expansión de la racionalidad con arreglo a I-ines permite a loshombres sacuclixse el yugo de las sociedades tradicionales

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2) Al contrario llamamos racionalidad material al grado enque el abastecimiento de bienes dentro de im grupo dc hom-bres (cualesquiera que sean sus limites) tenga lugar por mediode una acción social de carácter económico orientada por de-terminados postulados de valor (cualquiera que sea su clase), desuerte que aquella acción Fue contemplada, lo será o puede ser-lo, desde la perspectiva de tales postulados de valor. Estos sonen extremo dive1¬sos.3°

La distinción. entre «racionalidad formal» y «nacionalidadmaterial» responde. al intento de diferenciar las economías ca-pitalistas respecto a formas económicas precapitalistas y socia-listas. El grado máximo de racionalidad formal de una gestióneconómica se alcanza cuando se hacen a un lado todos loscriterios normativos ajenos a la dinámica mercantil.

Debe llamarse racional formal a una gcstióu económica enla medida en que la «procuración», esencial en toda economiaracional. pueda expresarse y se exprese en reflexiones sujetas anúmero y cálculo (por lo pronto con completa independenciade cuál sea la forma técnica de ese cálculo, es decir, lo mismo sise realiza con estimaciones cn dinero o en especie). Este con-cepto es, pues (si bien, como se mostrará luego, sólo de modorelativo), inequívoca en el sentido de que la forma en dinerorepresenta el máximo de esta calculabilidad formal (claro quetambién esto, ¡ceteris paribus1).37

La racionalidad formal se concentra en la determinaciónde los medios más adecuados para alcanzar un fin dado, comopuede ser la obtención de una ganancia a través del intercam-bio. La racionalización, en el sentido de la racionalidad for-mal, se mide por la eficiencia, la capacidad técnica” y el gradode calculabilidad.

En las sociedades «precapitalistas›› 0 «<tmdicionales››, cl pro-

36. M. Weber, Economta..., op, cil., p. 64.37. Ibfd.38. «"l'écnica"de una acción significa el conjunto de los medios aplicados en ella.

en oontraposición al sentido o tin por el que ten concreto) se orienta; y “técnicaracional" significa una aplicación de medios que conscientemente y con arreglo aplan esta orientada por la experiencia y la reflexión, y en su óptimo de racionalidadpor el pensamiento científico» tíbfd., p. 47).

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ceso de producción y distribución dc bienes se encuentra so-metido a un conjunto de reglas tradicionales que impiden eldesenvolvimiento autónomo de la racionalidad formal. Es de-cir, se trata de economías en las que impera una «racionalidadmaterial», sustentada en principios normativos ajenos a la di-námica económica, como son: relaciones de parentesco; valo-res religiosos; sistema de privilegios tradicionales; vinculosafectivos; prohibiciones morales; etc. La transición al capitalis-mo sc caracteriza por un proceso de diferenciación del sistemaeconómico, mediante el cual se superan las restricciones tradi-cionales de la racionalidad formal que impiden su expasión.

Afirmar que la tendencia de las cconomías capitalistas seorienta a la expansión de la racionalidad formal a expensas dela racionalidad material no quiere decir que la historia del ca-pitalismo sca ajena atodos los principios normativos de la ra-cionalidad material. El propio Weber, al estudiar la «ética pro-testante», está interesado en localizar los valores que permitena los individuos romper con el traclicionalismo y adecuar susconductas a las exigencias del desarrollo capitalista y su racio-nalidad formal. Por otra parte, en todo el transcurso históricode la sociedad capitalista se encuentran continuos intentos decomplementar y/o controlar el desarrollo de la racionalidadformal con distintos principios de una racionalidad material.Desde la «Ret`omia›› hasta el denominado «Estado de bienes-tar» se localiza una multiplicidad de cjemplos de ello. La tesisde Weber consiste en mantener que la racionalidad formaltiende a imponerse a largo plazo sobre cualquier principioproveniente de la racionalidad material. El reto que tienen quealrontar los hombres para conservar su libertad es, según We-ber, el dc mantener un grado de racionalidad material frente ala expansión parasitaria de la racionalidad formal sobre todoslos ámbitos de la \-ida humana.

Weber considera que todos los movimientos socialistas, apesar de las enonnes diferencias que existen entre ellos, coin-ciden en sostener que la «justicia››, el «bien común», el «bien-estar de los ciudadanos» son valores que no pueden abando-narse a la espontaneidad del mercado y su racionalidad [or-mal. Por tanto, las posturas socialistas en sus diversas varieda-des tienen en común el proyecto de necuperar una práctica

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política, guiada por una racionalidad material, corno mediopara realizar los valores de justicia social.

las racionalidades material y formal (en el sentido de unacalculabilidad exacta) se separan cabalmente entre sí en formatan amplia como inevitable. Esta irracìonalidad fundamental einsolublc de la economía es la fuente de toda «problemáticasocial» y en especial de todo socialismo.3°

Weber se acerca en este punto a las posiciones socialistas,pues el representa un liberalismo que cuestiona la creencia deque el mercado por sí mismo puede conducir a un equilibriode los factores de la producción.

Sin embargo, Weber rechaza dc manera categórìca la alter-nativa de socializar los medios de producción y constituir unaeconomia planificada. Para Weber, la socialización de los me-dios de producción (como propone Manz) lleva a una mayorexpansión de la racionalidad formal a través de la burociaciaestatal.

Socìalización creciente significa hoy, dc modo inevitable,burocmlización creciente [___] Finalmente, cuanto mas cnecicrala administración económica por cuenta propia de la burocra-cia mtatal, tanto más fatalmenle se haría sentir la falta de unórgano autónomo de control que pudiera, como lo hacen losparlamentos, pedir públicamente explicaciones a los funciona-rios todopodcrosos y tuviera el poder de exigirles rendimientosde cuentas.”

Weber es de la opinión de que la socialización, entendidacomo un control central de la economía por parte del Estado,lejos de conducir a la «dictadura del proletariado», desembocaen la «dictadura del funcionario».

Para Weber, las posibles aiternativas frente a la expansionde la racionalidad formal no sc encuentran en el ámbito eco-nómico, sino en la dimensión política de la sociedad. La politi-ca es para Weber una actividad que exige del individuo una

so, mia., p. ss.40. 1b¦a_,pp. 1.061-1.113.

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decisión y un compromiso entre valores rivales (racionalidadmaterial) y, al mismo tiempo, un conocimiento de los mediosque permiten su realización (racionalidad formal)_'" En estepunto, Weber desarrolla lo q_ue podemos llamar una defensadesencantada de la democracia parlamentaria. Se trata de unadefensa en la que se abandona la fundamentación iusnatura-lista tradicional, para argumentar que la organización. demo-crática, en la medida en que se basa en un «equilibrio>› 0 con-trapeso de los poderes, permite mantener un margen pam laracionalidad material, con la cual se definen y renuevan cons›tantemente los objetivos políticos. El carácter polémico de estadefensa de la democracia reside en que Weber considera quela racionalidad material sólo puede encarnarsc en el líder polí-tico que determina e impone los fines mediante su decisiónpersonal. Sobre este tema Mommsen señala acertadamente:

Desde luego no deja de tener una cierta ironía el hecho deque el último gran representante del liberalismo clásico recu-rriera a los medios de dominación de aquel cesar-isnio que otro›ra fuera considerado como su enemigo mortal, para poder asísalvar, en una realidad social antiliberal, la idea liberal básicade la libertad individualfil

Esta breve caracterización del contexto teórico en que apa-rece la distinción entre racionalidad fonnal y racionalidad ma›terial nos permite precisar su sentido. Hemos dicho que la ra-cionalidad con arreglo a fines y la racionalidad con arreglo a

41. Sobre este tema, véase M. Weber, «La política como vocación», en El políticoy el cwnrlƒìco, Madrid, Aliama, 1981. Este sentido especifico de la politica se mani-fiesta, por ejemplo, en la distinción weberiana entre el politico (vel que vive para lapoifticav) y el funcionario (-«cl que vive de la politicav). Este último forma parte del«aparato administrativo- estatal (su burocracia), el cual, al igual que los cuadrosadministrativos de las empresas capitalistas privadas, ajusta sus acciones a una radonalidad fom-ral, esto es, al cálculo de los medios más eficientes para cumplir con unEin dado. En cambio, el político, en sentido esuicto, es aquel que es capaz de propo-ner y establecer los Fines que han de guiar al Estado o a cualquier otra organizaciónpolitica y, por tanto, de introducir una racionalidad material, sin renunciar, por ello,alos imperativos dela racionalidad formal.

42. W. Mommscn, Max Weber: Sociedad, política e ìzfsforia, Buenos Aires, Alfa,1981. p. 79. Sobre esto, véase también N. Rabotnikof, Max Weber: Dssericamo. políti-ca _v democracia, México, UNAM, 1989.

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valores pueden relacionarse de distintas maneras en la plurali-dad de casos concretos. Ahora bien, cuando en la racionalidadcon arreglo a fines, éstos aparecen como algo dado, ajeno a lavoluntad de los individuos, que sólo pueden elegir entre losmedios técnicamente más adecuados para acceder a ellos, We-ber habla de una racionalidad formal contrapuestà a una ra-cionalidad material. Es decir, la racionalidad formal repre-senta el desarrollo del aspecto técnico y estratégico de la racio-nalidad con arreglo a fines, en detrimento de su relación conla racionalidad con aneglo a valores.

El mejor ejemplo de la racionalidad formal se encuentra enla teoria económica. El «hombre económico» tiene, por unlado, un conjunto de «necesidades›› y, por el otro, se enfrentaa una situación en la que los bienes que satisfacen esas necesi-dades son escasos. Dadas sus <<r1ecesidades›› y la escasez de losbienes, la elección racional (formal) de ese individuo consisteen buscar la mejor estrategia y los medios más adecuadospara incrementar su satisfacción. Desde el punto de vista de laracionalidad formal, lo único que se le puede exigir al agentees q_ue sea consciente de sus preferencias y que elija de acuer-do con ellas de una manera técnicamente adecuada. Los vín-culos sociales de los individuos se reducen a su aspecto estra-tégico y, por ello, en este juego, la interposición de una racionalidad con arreglo a valores se considera como una «pertur-bación» o <<interposición›› respecto a la elección técnicamenteacorrecta».

La racionalidad formal y la material (cualquiera que sea elvalor que la oriente) discrepan en principio en toda circunstan-cia, aunque sean numerosos los casos empíricos particulares cnque coinciden (en todos a tenor de la posibilidad teórica, la cualse construye, sin duda, sobre supuestos totalmente it-reales).Pues la racionalidad formal del cálculo en dineno no dice nadasobre la naturaleza dela distribución de los medios nattuales.”

En cuanto tipos-ideales, la racionalidad formal y la racio-nalidad material se nos presentan como modelos opuestos de

43. M. Weber, Ecouomfi.'.... op. cif., p. B3.

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acción. En las sociedades capitalistas, esta oposición teórica seencarna en una tensión entre ambos tipos de racionalidad enlas diferentes esferas de la acción social. Por ejemplo. en elconflicto entre las exigencias de la orientación de la acción deacuerdo a las probabilidades de ganancia a través del inter-cambio mercantil y las exigencias derivadas de la solidaridad yla justicia. Pero esta tensión se manifiesta, como hemos dicho,no sólo en el ámbito económico, sino en todos los sistemassociales. En la política se expresa como la contradicción entreel proceso de burocratización y la libertad individual.44 Tam-bién en el campo del saber cultural se manifiesta el conílictoentre la racionalidad fonnal y la racionalidad rnaterial comouna tensión entre los postulados científico-técnicos y los postu-lados normativos.

Siempre que el conocimiento empírico-analítico ha llevado atérmino el dcscncantamiento del mundo y la transformacion deéste en un mecanismo causal, surge definitivamente la tensióncontra las pretensiones del postulado religioso de que el mundocs un cosmos ordenado por Dios y que, en consecuencia, poseealgún tipo de orientación y sentido éticos. Pues la consideraciónempírica del mundo y, sobre todo, la matematica, rcpugnan porprincipio cualquier consideración de las cosas que se preguntepor el «scntidow del acontecer intram,undano.“5

Veamos ahora como conceptualiza Weber el proceso de ra-cionalización en el sistema político y el sistema cultural, parapoder determinar el sentido de este proceso en la historia de lacivili7.ación occidental.

2.1. Economía y racionalización del Estado

Para Weber, el Estado moderno presupone una racionali-zación de su aparato administrativo y de su sistema jurídico.Sin embargo, este autor insiste continuamente en que el «ra-

44. Sobre este problema, véase W. Schluchter, op. cil.45. Mi Weber. Gesammdle A,ufš¢1'r:ie..., op. cit., p. 564.

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cionalismo» puede adquirir diferentes formas. De ahí que seanecesario determinar en qué sentido se habla de racionaliza-ción en este contexto. Una primera pista para solucionar esteenigma se encuentra en la afirmación weberiana dc que la ra-cionalización de la organización estatal es una consecuenciade las transformaciones en las relaciones y ejercicio del podervinculadas al surgimiento dela sociedad capitalista.

La determinación del carácter de la racionalización estatalexige, entonces, remitirse a la estructura de los «Estados patri-monialistas» y, por comparación, acceder a la peculiaridad delEstado modemo. El patrimonialismo representa el caso máspuro de la dominación tradicional y, como tal, es el mejortérmino para establecer una comparación con el tipo de domi-nación legal-racional propia del Estado moderno.

Ahora bien, hablamos de una organización estatal-patn'mo-nial cuando el soberano organiza en forma análoga a su poderdoméstico el poder político y. por tanto, el dominio sobre loshombres y territorios extrapatrimoniales, sobre los súbditos po-líticos, dominio que no puede utilizar, como el poder domésti-oo, la fuer-La física.'*°

En el patrimonialismo. la forma de ejercer el poder no sesustenta en el deber de servir a una «finalidad impersonal» yen la obediencia a normas abstractas, sino en la sumisión envirtud de una devoción rigurosamente peisonal. Los súbditosse encuentran en una relación con el Estado análoga a la exis-tente entre los miembros de la comunidad doméstica y el pa-iriarca.

En las relaciones patrimonìalistas, aquellos que reclamanobediencia lo hacen en nombre del uso establecido. Por tanto.las tradiciones representan la iìiente de legitimidad del señorpatrimonial y son, al mismo tiempo, un límite a su poder. Noobstante, las tradiciones dejan un amplio campo para que el.señor ejerza su poder arbitrario. La característica básica de ladinámica de esta modalidad de dominación se encuentra en latensión entre el poder arbitrario del señor y la autoridad de las

46, M. Weber, Ecrmo›1u21..., op. cít., p. 759,

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tradiciones. El límite entre estos dos elementos es fluido, y latensión entre ellos se ha resuelto históricamente de muy diver-sas maneras. Es obvio, por otra parte, que al señor patrimo-nial le interesa mantener el límite entre su poder y las costum-bres establecidas en la mayor imprecisión posible, porque, unavez adoptada una regulación formal, puede verse obligado arespetarla en todos los casos.

La administración de justicia es una actividad en la que semanifiesta de manera ejemplar la tensión entre el poder delseñor y las tradiciones.

El patriarca, lo mismo que el señor patrimonial, rige y deci-de según principios de la «justicia del Cadi», o sea: ligado es-trictamente por una parte a la tradición, pero, por la otra, y enla medida que dicha vinculación deja libertad, de acuerdo conpuntos de vista jurídicamente informales e irracionales de equi-dad y justicia en cada caso particular y, además, «con conside-ración dela pcrsonaw."

El derecho en este tipo de dominación está constituido porun conjunto caótico de reglamentos, en los que se preservanprivilegios tradicionales, apoyados en una recopilación de ca-sos particulares.

La estructura del Estado patrimonial se encuentra formadapor una serie de cargos, entre los que no existe una clara deli-mitación de <<compenencias››. El cuadro administrativo típicodel Estado patrimonial se recluta entre los empleados domésti-cos o individuos de confianza. Cada funcionario obtiene sucargo como un beneficio del señor y adquiere ante este últimoun deber de fidelidad personal. En su forma más pura, el do-minio patrimonial es considerado como un bien corriente dela fortuna del señor.

_ El patrimonialismo es la forma de dominación más exten-dida ar lo largo de la historia, por tanto, es también el tipo dedominación que posee un mayor número de variaciones.Cuando un vasto temtono queda bajo el dominio de un Esta-do patrimonial, cl monarca se ve ante la siguiente altemativa:

41. 1ba1.,p. 710.

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mantener la centralización del poder o delegar poderes a susservidores. Si opta por el centralismo, se limita la eficienciaadministrativa dc] gobiemo y su capacidad de afrontar situa-ciones más complejas. En cambio, si toma el camino de dele-gar poderes, se genera una fuente de conflicto entre su poder yel de los servidores. Las luchas de poder y transformaciones dela dominación patrimonial nos remiten, por lo general, a unade estas dos situaciones.

Los cambios en la correlación de fuerzas en los Estadospatrimoniales pueden dar lugar a otras formas de dominación.Por ejemplo, cuando el monarca afronta la tarea de controlarun amplio territorio, puede acudir a los sewicios de tropas alas que paga con rentas y concesiones de tierra. Esto crea lascondiciones para la aparición del feudalismo. En el feudalismose sustituye la relación patriarcal de poder por un pacto defidelidad, determinado contractualmente sobre la base del mi~litarismo caballeresco. El feudalismo en sus diversas manifes-taciones implica una descentralización del poder del señor. Elmonarca se transforma en el primus inter pares.

Ni las diferentes formas de dominación. patrimonial., ni lasdel sistema feudal pueden considerarse como formas «inter-medias» de una evolución inevitable o necesaria hacia el Esta-do modemo. Incluso, en numerosas ocasiones, las modalida-des de dominación patrimonial y feudal fueron un obstáculopara el desarrollo de las relaciones capitalistas. Pensemos en elcaso de España, donde el proyecto imperial de Carlos V derm-ta a la naciente burguesía (_1521); o en el caso de Rusia, dondeel «Estado Absolutista» se convierte en un instrumento para laconsolidación del leudalismo. El sistema de privilegios que ca-racteriza a la dominación patrimonial y feudal es un obstáculopara el desarrollo del proceso de racionalización que caracteri-za al Estado modemo.

La racionalización del Estado sólo fue posible en aquelloscontextos sociales en que se dio un encuentro equilibrado en-tre el Estado y la economía m_ercantil-capitalista. En la medidaen que el Estado se adaptó a la dinámica del mercado y asu-mió funciones necesarias para su reproducción, el mercadoaportó. a su vez, cl impulso basico hacia la racionalización delsistema politico.

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Mercantilismo signilìca el paso de la empresa capitalista dcutilidades a la politica. El Estado es tratado como si constaraúnica y exclusivamente de empresas capitalistas; la política eco-nómica exterior descansa en el principio dirigido a ganar lamayor ventaja posible al adversario: a comprar lo más baratoposible y a vender a precios mucho más caros. El objeto consis-te en reforzar el poder de la dirección del Estado hacia fuera.Mencantilismo significa, pues, fomtación moderna del poder es-tatal, de un modo directo por medio del aumento de los ingre-sos del príncipe, e indirectamente mediante el aumento de lafuerza impositiva de la poblaciónflf*

El ámbito en que se lleva a cabo el encuentro entre el capi-talismo y el Estado es el de las ciudades. El capítulo de Econo-mía y sociedad en el que se expone la sociología de las ciuda~des tiene como título «La dominación no legítima». Esto sedebe a que Weber considera la ciudad, en primer lugar, comouna «comunidad de mercado», en donde las relaciones de po-der entre los individuos cobran la forma de una «constelaciónde intereses» (dominación por constelación de intereses). Esdecir, se trata de relaciones de dominación que, en sí mismas,no requieren la formación política de una legitimidad, porquese apoyan en el tráfico fonnalmente libre de los individuos enla búsqueda de satisfacción de sus propios intereses.

Los asentamientos urbanos pueden haber surgido comoufortalezas» o por otras circunstancias, pero adquieren su ca-rácter con el desarrollo de un mercado. En el caso de la histo~ria occidental, las ciudades adquieren, además, una autonomíapolítica, que les permite desarrollar un derecho propio y untribunal como instancia para aplicarlo.

No toda «ciudadw en sentido económico ni toda fortalezaque. en sentido político~administrativo, suponía un derecho par-ticular do los habitantes, constituye un «ayuntamiento». Elayuntamiento urbano, en el pleno sentido del vocablo, lo cono-oe como fenomeno extendido únicamente cl Occidente. Lo co-noce además una parte del Cercano Oriente (Siria y Fenjcia,acaso Mesopotamia), pen) sólo por temporadas y nada más que

4a. ma., p. 1.053.

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en germen. Porque para su institucionalización era necesaria laexistencia de asentamientos con un carácter industrial-mercan-til bastante pronunciado, oon las siguientes poculiaridaes: 1) lafortaleza, 2) el mercado, 3) tribunal propio y derecho, por lomenos parcialmente, propio, 4) carácter de asociación y unidoa esto. 5) por lo menos, una autonomía y autocefalìa parcial.por lo tanto, administración por autoridades cn cuyo nombra-miento los burgueses participaban de algún modo.”

Son numerosos los autores que han señalado que la histo-ria del capitalismo y la de las ciudades corren paralelamente.En efecto, en las ciudades europeas del medioevo aparece elgetïrlen de la estructura del capitalismo, es decir: ct.) la diferen-ciación del sistema económico, lo cual implica la ruptura delos lazos tradicionales entre el proceso productivo y la comuni-dad doméstica, así como la consolidación de una economíamercantil; b) la diferenciación del sistema político, que asumela función de garantizar las condiciones generales de la pro-ducción e intercambio mercantil.5° Un fenómeno peculiar dela historia de Occidente es que las ciudades pierden su autono-mía frente al avance del Estado-nación, pero la estructura so-cial de las ciudades influye de modo determinante en las nue-vas formas de organización del poder. El Estado se implantaen la atmósfera de la ciudad.

Estas breves observaciones sobre el origen histórico del Es-tado modemo, permiten acercarnos a la determinación delsentido de la racionalización del sistema político. El punto departida de este proceso se encuentra en la superación de losprincipios de la dominación patrimonialista ante el avance dela economía mercantil capitalista. Esto indica, a su vez, que esla racionalidad propia de la economía capitalista la que se ex-tiende al sistema politico,

En la teoría de Weber, la noción de <<CapÍtalìsn'10›› cobradiversos sentidos. Un primer sentido se refiere a todo tipo deacción orientada hacia el lucro. Weber habla. frecuentementede un «capitalismo imicional» 0 de un «capitalismo con orien-

49. rt›a'.,p.949.50. Esto no quiere decir que el sistema poiítico se sitúe en un nivel ajeno a los

Conflictos Sociales, sino que impone a éstos una dinámica propia.

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tación política» o de un «capitalismo aventurero» para referir-se a toda fonna de búsqueda de la ganancia sin importar sufuente: el botín, los impuestos, las prebendas oficiales, los tn'-butos, las rentas, etc. El capitalismo definido como una bús-queda de la ganancia tiene una larga historia, que no se limitaa la cultura occidental. Este es un sentido sumamente ampliode «capitaIismo›› (muy poco utilizado en las ciencias sociales).

El segundo sentido en el que Weber utiliza el témiino «ca-pitalismo» es para referirse a la búsqueda de la ganancia me-diante la «organización racional del trabajo» y el «intercambiomercantil» (este es el sentido con el que se utiliza más fre-cuentemente este concepto). Weber habla en este caso de un«capitalismo racional», que presupone tanto la consolidacióndel mercado como la apropiación por parte del empresario delos instrumentos de trabajo, las fuentes de energía y la mate-rias primas. Esta es la modalidad de capitalismo que Weberconsidera como propia de Occidente.

Únicamente ha sido nuestro Occidente en donde se han co-nocido las explotaciones racionales capitalistas con capital lijo.trabajo libre y una especialización y coordinación racional deltrabajo, así como una distribución de los sen/¡cios puramenteeconómica sobre la base de economías lucrativas capitalistas.Es aquí únicamente donde se ha dado, como forma típica ydominante de la cobertura de las necesidades de amplias ma-sas, la organización del trabajo de carácter formalmente volun-tario, con ubreros expropiados de los medios de producción ycon apropiación de las empresas por parte de los poseedores delos valores industiiales. Únicamente en nuestro Occidente esdonde se conocieron el crédito público en la forma de emisiónde valores rentables. la comercialización de efectos y valoies,los negocios dc emisión y financiamiento como objeto de explo-taciones racionales, el comercio en bolsa de mercaderías y va-looes, los mercados de dinero y de capitales, y las asociacio-nes monopolistas como forma de organización racional y lucra-tiva de empresas de producción (no tan sólo de empresas co-meicia1es).51

Sl. M. Weber. Economúz..., op, cif., p. 134.

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Todavía es posible distinguir un tercer sentido del conceptocapitalismo, relacionado con el segundo. Se trata del capitalis-mo como organización social, en el que la racionalidad propiade las empresas capitalistas se extiende a otras áreas de laactividad social.

El capitalismo ha seguido su triunfal carrera contra las pro-testas y no raramente contra la directa oposición del clero. Susostén, la uburguesía» -en la forma de la «gran burguesía»-se fue emancipando cada vez más con mayor ímpetu contra losportadores de los dones mágicos de la disposición de la gracia yante todo contra las pretensiones au toritarias y favorables a lasautoridades tradicionales que abrigaba la hiczrocraciafz

El calificativo de «racional›› aplicado al capitalismo signifi-ca la capacidad de elegir y producir los medios más adecuadospara acceder a un fin dado. En un primer momento, dicho finestá representado por la ganancia a través del intercambiomercantil (cálculo del capital), pero, posteriormente, puedetratarse de otro tipo de fines, como puede ser la conservacionde un sistema de dominación. Es decir, la modalidad de racio-nalidad que se expande en la sociedad capitalista es una «ra-cionalidad formal» (una racionalidad con arreglo a fines en laque éstos aparecen como dados).53

En la perspectiva de Weber, el desarrollo de la sociedadcapitalista es el resultado de la convergencia del afan de lucro(elemento presente en gran parte de la historia humana) y lascondiciones que permiten el grado maximo de racionalidadformal (las cuales sólo se conjugaron en la historia de la civili-zación occidental).

El grado máximo de racionalidad fomial del cálculo de ca-pital en las empresas de producción sc alcanza cuando se danestos supuestos:

52. 1brd.,p_ 922.53. Es muy importante tener en cuenta que la intención de Weber en este contex-

to es utilizar el termino uacionalidad» en un sentido descriptivo. Después de conocerlas consecuencias de este proceso de racionalización (en la ditección de una raciona-lidad formal), Weber introduce de manera explícita un punto de vista normativo.sustentado en una posición politica.

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1. Apropiación completa por los propietarios de todos losmedios materiales de producción y ausencia completa de apro-piación tormal de las probabilidades lucrativas en el mercado(libertad en el mercado de bienes).

2. Autonomía plena en la selección por los propietarios dcla dirección, 0 sea ausencia completa de apropiación formal dela dirección (libertad dc empresa).

3. Ausencia completa de apropiación por los trabajadorestanto delos puestos de trabajo como de las propiedades lucmti-vas y, al contrario, ausencia de apropiación de los trabajadorespor cl propietano (trabajo libre, libertad en el mercado dc tra-bajo y libertad enla selección de los trabajadores).

4. Ausencia completa de regulaciones de consumo, produc-ción 0 Precio o de otras ordenaciones que limiten el pacto librede las condiciones de cambio (libertad contractual económicaen el sentido material).

5. Calculabilidad plena de las condiciones técnicas de pro-ducción (técnica mecánica racional).

6. Calculabilidad plena en el funcionamiento del orden juri-dico y administrativo y garantía formal, rnerecedora de couiìan-za, de todos los pactos por el poder político (administraciónracional formal y derecho racional formal).

7. Separación lo más completa posible entre la explotacióny su destino, por una parte, y la hacienda y el destino del patri-monio. por otra; y particularmente entre el capital de la empre-sa y su conservación del patrimonio del propietario y sus peri-pecias a traves de la herencia: Este sería, en general, cl casoformalmente óptimo para las grandes empresas: 1) reelabora-doras de materias primas, de transporte y de minería, en laforma de sociedades por acciones libremente enajenablcs y ga-rantía de capital sin responsabilidad personal; 2) en la agricul-tura, en la forma del arriendo a largo plazo (rclati\'ameritc)r

8. Ordenación del sistema monetario en la forma más for-malmente racional posible.”

Como podemos apreciar, las condiciones sociales que posi-bilitaron el desarnollo de la racionalidad formal, indispensablepam la dinámica del capitalismo, presuponen una reestructu-ración de las relaciones de poder. Marx ya había destacadoque el punto de partida de la sociedad capitalista se encontra-

54. M. Weber. Ecour›mfa..., op. at., p. l3l_

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ba en la expropiación del trabajador de los medios de produc-ción («acu1nulación originaria››), lo cual creaba la asimetríaesencial de esta sociedad. Por su parte, Weber afirrna que estaexpropiación no es exclusiva del ámbito productivo, en un sen-tido estricto, sino que ocurre en diversos niveles dc la socie-dad. El soldado profesional dcl Estado moderno pierde la pro-piedad de los medios de coacción, el cuadro administrativo esdespojado de la propiedad de los medios de adrninístración,incluso, en la academia, el profesor se conviertc cn un asala-riado de la institución. Con ello, Weber, más que oponerse alas observaciones históricas de Marx, sostiene su parcialidad yniega la existencia de una relación asimétrica, a la que debanreducirse los diversos sistemas de poder de una sociedad. Porejemplo, la negación o superación de la asimetría capital-traebajo no tiene que conducir a la superación de otras formas deasimetria social, como la de Estado-sociedad civil.

El Sistema de relaciones de poder conforma una red com-pleja que se extiende por toda la estructura social. En el inte-rior de esta red es posible distinguir analíticamente diversosejes, como el de propietarios y no propietarios de los mediosde producción o el de aquellos que tienen acceso al contml delos medios dc coacción legítima y los que carecen de éste. Sinembargo, cada uno de estos ejes no posee una dirección única,ni es ajeno a la multiplicidad de relaciones que conligtlran lared del poder social. Así como cada sistema de relaciones depoder tiene su propia especificidad, también existen entre ellosdiversos puntos de contacto e influencia recíproca.

Para entender la dinámica de la red social de poder cs nc-cesario abandonar la pretensión de llegar a una explicacióncausal siruple. Un buen ejemplo de ello se encuentra en eltema que ahora nos ocupa. En la convergencia del Estado y lasociedad capitalista ninguno de los dos términos puede consi-derarse como un efecto de la actividad del otro sistema depoder. Por el contrario, ambos juegan un papel activo y se daentre ellos una influencía recíproca. Si el Estado es una condi-ción necesaria para el desarrollo de la economia capitaiista,esta implica una transfomiación en las relaciones de domina-ción que se extiende a la organización estatal. En aquelloscontextos sociales en los que se da un encuentro del Estado y

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la economía capitalista, la racionalidad formal de esta últimase transmite al Estado, lo cual se expresa en la racionalizaciónde su cuadro administrativo y de su sistema jurídico.

Hemos dicho que la diferenciación de la organización do-méstica y la organización de la producción, así como la apro-piación de los medios de producción por parte del empresariorepresentan condiciones necesarias del desarrollo de la racio-nalidad formal en la empresa capitalista. De manera análoga,la separación del cargo y la fortuna personal del funcionario esuna condición indispensable de la racionalización del cuadroadmini_strau'vo estatal que da lugar a la burocracia mode:-na.55

La administración burocrática pura. o sea, la administraciónatendida al expediente, es a tenor de toda Ia experiencia la for-ma más racional de cjencerse una dominación; y lo es en lossentidos siguientes: en precisión, continuidad, disciplina. rigor yconfianza; por tanto calculabilidad para el soberano y los inte-resados; intensidad y extensión en el servicio: aplicabilidad for-malmente universal a toda suerte de tareas; y susceptibilidadtécnica de perfección para alcanzar el óptimo en sus resultados..El desarrollo de las formas «mode.rnas» de asociaciones en todaclase de terrenos (estado, iglesia. ejército, partido, explotacióneconómica, asociación de interesados, uniones, fundaciones ycualesquiera otras que puedan citarse) coinciden totalmentecon el desarrollo c incremento creciente de la administraciónburocrática: su aparición cs, por ejemplo, el germen del estadomoderno occidental.”

La superioridad técnica de la burocracia depende de unadivisión y especialización del trabajo, así como de su orienta-ción por medio de reglas impersonales. La burocratización ge-nera una forma de dominación, basada en una racionalidadformal, que hace peligrar la supervivencia de la libertad indivi-dual. De acuerdo con Weber, allí donde se implementa la ad-ministración burocrática, su poder es sencillamente inque-

55. El fenómeno de la wcomzpcìóm, en países como los de América Latina. na-pxesenta la persistencia di: estructuras patrimonìalislas cn la organización estatal.Ello también se hace patente en la falta de racionalización del orden jurídico. elsistema de lcaltades personales, propio de este tipo de Estados.

56. M. Weber, Economía., op. ciz.. p. 178.

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bmntablc, ya que se trata de un fenómeno inevitable si sequiere eludir el diietantismo y la ineficiencia ante los proble-mas complejos delas sociedades modernas.

Una máquina inerte es espíritu coagulado. Y sólo el serlo leda el poder de forzar a los individuos a servirle y determinar elcurso cotidiano de sus vidas de trabajo de modo tan dominantecomo es efectivamente el caso cn la fábrica. Es espíritu coagu-lado asimismo aquella máquina viva que representa la organi-mción burocrática con su especialización del trabajo profesio-nal aprendido, su delimitación de competencias, sus reglamen-tos y sus relaciones de obediencia jerárquicarnente gradoadas.En unión con la máquina muerta. la viva trabaja cn foriar elmoldc de aquella servidumbre del futuro a la que tal vez loshombnzs se vean algún día obligados a someterse impotentes,como los fellahs del antiguo Estado egipcio, si una administra-ción buena desde cl punto de vista puramente técnico -y estosignifica una administración y un aprovisionamiento racionalespor medio de funcionarios- llega a representar para ellos elvalor supremo y único que haya de decidir acerca dc la formade dirección de sus asuntos.57

Desde el punto de vista de la burocratización de la vida, lacaracterística básica de la racionalización en la cultura occi-dental es el desarrollo desmedido de una racionalidad fonnal.Esta expansión de la racionalidad formal encierra la paradojade que, por un lado, permite la liberación de los individuosrespecto al yugo de las tradiciones; pero, por otro lado, esteproceso puede desembocar en la creación de una nueva servi-dumbre. Para Weber, este destino de la humanidad sólo puedeser evitado o, mejor dicho, controlado si se mantiene una dife-renciación de los sistemas sociales que impida la centraiiza-ción del poder burocrático.

Una vez eliminado el capitalismo privado, la burocracia es-tatal dominaría ella sola. Las burocracias privada _v pública, queahora trabajan una al lado de la otra y, por lo menos posible-mente, una contra otra, manteniéndose, pues, hasta cierto pun-

sv. nm.. p. 1.074.

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to en jaque. se fundirían en una jerarquía única; a la manera,por ejemplo, del Egipto antiguo, sólo que en forma incompara-blemente más racional y, por tanto, menos evitable.”

Sin embargo, la racionalización de Occidente no sólo secaracteriza por la expasión desmedida de una racionalidadfonnal, la cual le permite esa superioridad técnica, sino tam-bién por otros aspectos. La conceptualización de estos últimosrequire que nuestra idea de racionalización se amplíe zi otroscampos de la actividad social. En especial, se trata de conside-rar el desarrollo del sistema jurídico como parte del pnocesode racionalización de las imágenes del mundo. Ello, además,nos permitirá encontrar una salida al problema de la legitimi-dad de la dominación legal.

2.2. Racionalizacìón de las imágenes del mundo

En la introducción a la Ética económica de las religionesuniversales, Weber afirma:

Son los intereses (materiales e ideales) no las ideas, los quegobiernan directamente la acción de los hombres. Pero las«imágenes del mundo», las cuales estan constituidas por ideas.actuaron a menudo como guardagujas que determinaron lasvías por las que la dinámica de los intereses movió la acción.”

Los intereses «materiales›› e «ideale.s›› son los impulsos quecorresponden a las necesidades sociales de los individuos y tie-nen por objeto los bienes que satisfacen esas necesidades. Losintereses son los resortes que mueven las acciones. Sin embar-go, los intereses se pueden expresar por medio de ideas queconstituyen las imágenes del mundo. Por su parte, las ideassólo pueden tener una eficacia empírica si se alían con losintereses. Esta unión de intereses e ideas es la base de todaslas instituciones sociales.

SS. IÍJIH.59. M. Weber, Gesammeltc Auƒšdtz¿..., op. ctlt., p. 252.

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Cada orden institucional se sustenta en una trama de inte-reses; pero un orden que sólo descansara sobre ese fundamen-to sería bastante frágil. Normalmente, un orden institucionalrequiere el apoyo tanto de una trama de intereses como de lacreencia en su legitimidad por parte de sus miembros. Pero lacreencia en la legitimidad sólo puede darse en relación a ideas,ya que éstas son las que llevan consigo un potencial de funda-mentación y justificación. La noción de «orden legítimo» pre-supone que las ideas están acopladas con los intereses, y, pormedio de esta integración, las ideas permiten una justifica-ción de los intereses y éstos ofrecen una eficacia fácticaa lasprimeras.

En la teoría weberiana, la sociedad es considerada como clterreno donde se libra una lucha entre grupos con interesesantagónicos. Cada uno de estos grupos no sólo posee intere-ses particulares, sino también, con ellos, una imagen del mun-do propia. Weber desanrolla su sociología de la religión y delderecho bajo la hipótesis de que la racionalización de las imá-genes del mundo está estrechamente vinculada a los conflictosde intereses y a las transformaciones de las estructuras de po-der. Es por ello que 'la racionalización de las imágenes delmundo no sólo debe pensarse como un proceso teórico, sinotambién como una consecuencia de la historia dc los conflic-tos sociales. Las imagenes del mundo no pueden considerarsecomo la «causa›› de los cambios sociales, pero tampoco pue-den verse como un simple «efecto›› de ellos. La tesis de Weberconsiste en mantener que las imágenes del mundo juegan unpapel activo en las transformaciones sociales, en la medida enque se encuentran integradas a los intereses.

En el caso de la tristemente célebre «ética protestante»,Weber' nunca afirma que ella sea la causa de la sociedad capi-talista. Esta última es consecuencia, como todo fenómeno his-tórico, de una multiplicidad de causas que da como resultadouna olfganización inédita de las relaciones sociales, la cual rc-pnesenta, entre otras cosas, las condiciones necesarias para laexpansión de una racionalidad formal.

La premisa más general para la existencia del capitalismomoderno es la contabilidad racional del capital como norma

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para todas las grandes empresas lucrativas que se ocupan de lasatisfacción de las necesidades cotidianas. A su vcz, las premi-sas de esas empresas son las siguientes: 1. Apropiación de todoslos bienes materiales de producción [...] 2. La libertad mercantil[...] 3. Técnica racional {...] 4. Derecho racional.”

Ahora bien, Weber tan sólo sostiene que el protestantismofue un elemento que permitió crear las bases motivacionalespara adecuar las conductas de los individuos a la expansión dela racionalidad fomial y superar la crisis de las orientacionestradicionales de las acciones que ese proceso conlleva. Desdeeste punto de vista, el protestantismo es uno de los múltiplesfactores que, en su encadenamiento, intervienen en el surgi-miento y consolidación de las sociedades capitalistas.

Weber reconoce que en la historia existen distintos carni-nos de racionalización de las imágenes del mundo. Lo que leinteresa es resaltar el carácter específico de este proceso en lacultum occidental. Esta reconstrucción se basa en los siguien-tes criterios:

A) El primer criterio con el que Weber mide la racionali-zación de una imagen del mundo es el de la «superación delpensamiento mágico». Este último se caracteriza por la creen-cia de que «detrás›› de los acontecimientos naturales y socialesexisten «fuer1.as›› que pueden ser manipuladas mediante técni-cas rituales. La visión mágica del mundo se apoya en el princi-pio de la analogía, así como en la distinción entre un ámbitocotidiano y uno extracotidiano. Es cierto que el pensamientomágico puede alcanzar un alto grado de racionalización; peroesta forma de racionalización consiste en el desarrollo de unsistema de analogías en el que toda nueva experiencia o fenó-meno debe encontrar un sitio preestablecido. Esta modalidadde racionalización se opone al desenvolvimiento del racionalis-mo en su acepción occidental.

Para Weber. el pensamiento mágico implica un tradiciona-lismo que coarta todo impulso de indagación e impide accedera una posición critica.

60. M. Weber, Historia Eco:-:ónizha Geneml. México, FCE. 1974. p. 237.

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Toda acción puramente mágica que se ha revelado comoeficiente en el sentido naturalista, se repite de un modo riguro-so en la forma ya probada. Esto se aplica ahora al total do-minio de las signilicaciones simbólicas. La mas ligera desvia-ción respecto a lo probado puede haccrlo inopeiante. Todos loscirculos de la actividad humana son atraídos a este círculo má-gico-simbólico. Por eso, se tolera con mayor [acilidad las gran-des contradicciones en las apreciaciones puramente dogmáti-cas, incluso dentro de las ncligiones nacionalistas, que cambiosen el simbolismo, que podrían poner en peligro la acción mági-ca del acto o -en la nueva concepción que trae el simbolis-mo- hasta podn'an despertar la cólera del dios o de las almasde los antepasadosfil

B) Un segundo criterio, estrechamente ligado al primero,es el «surgimiento de un "punto de. vista ético”››. Éste es resul-tado de la sustitución de la creencia en fuerzas mágicas por lacreencia en dioses (Dios), con los cuales el hombre establecerelaciones basadas en la «resposabi1ídad››, la «culpa›› , la «li-bertad», etc.; esto es, una relación ética.

Pero incluso allí donde el orden de la naturaleza y con él,colocado en el mismo nivel, el de las relaciones sociales. sobretodo las jnrídicas, no valen como algo que está por encima delos dioses sino como creaciones suyas, se presupone como cosaevidente que el dios garantizará contra la infracción de este or-den que el mismo ha creado. La elaboración conceptual de estepostulado tiene vafias consecuencias para el actuar religioso _vpara la actitud general del hombre respecto a Dios. Da lugar aldesarrollo de una ética religiosa, y a la separación de las exigen-cias divinas de aquellas otras exigencias de la naturaleza a me-nudo tan deficicnte. Al lado de los dos modos primitivos deinfluir en los poderes snprasensibles, ya sea ganándolos no porla práctica de alguna virtud religiosa sino por el halago de darsatisfacción a sus deseos egoístas, tenemos ahora la práctica delos mandamientos religiosos como medio específico de asegu-rarse la buena voluntad del dios.°2

61. M, Weber, Economfam, np. cif., p. 332.62. lbúí.. p. 350.

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El problema común de todas las religiones es la preguntapor el origen y el sentido del «maln (el cual se manifiesta enlas catástrofes naturales, en la injusticia en las relaciones so-ciales, en los conflictos bélicos, ete). En las religiones se handado distintas respuestas a este problema (la teodicea), desdela teoría del «karma›› del hinduismo, hasta la doctrina de «sal-vación» del cristianismo. La teodicea, como un intento porresponder al problema del «mal››, no sólo implica una cuestiónética, sino también una doctrina general del mundo. Weberdistingue dos estrategias frente al tema de la teodicea: a) laoriental, que concibe la divinidad como un cosmos no creadoe impersonal, (_«religiones cosmocéntricas» como el taoísmo, elbudismo y el hinduisrno); y b) la estrategia propia del cercanoOriente y el Occidente, la que se remite a la idea de un Dioscreador, personal y trascendente (_«religiones teocéntricas»como el judaísmo, el cristianismo y el islamismo).

Weber sostiene la tesis de que cada una de estas concepcio-nes religiosas del mundo tiene como consecuencia una actitudpráctica específica frente al mundo.

Ahora bien: la diferencia histórica decisiva entre la religiosi-dad de salvación predominantemente oriental y asiática y la re-ligiosidad de salvación occidental consiste en que la primeradesemboca esencialmente en la contemplación y la última en elascetismo. El hecho de que la diferencia sea Iluida y el hecho,también, de las variadas y repetidas combinaciones de rasgosmísticos y ascéticos --por ejemplo, en la religiosidad rnonacalde Occidente- nos muestra la compatibilidad entre elementosal parecer heterogéneos, pero en nada afecta a la gran significa-

_ ción que teviste esta diferencia incluso para nuestra oonsidera-ción puramente empírica. Porque lo que nos importa es el efec-to producido sobre la acción.”

Desde la perspectiva de los efectos que tienen sobre las ac-ciones las distintas concepciones neligiosas, Weber encuentraque la religión cristiana en su versión protestante posee unavisión del mundo que permite el acoplamiento motivacional de

63. rara., pt 435.

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las acciones con los principios del racionalismo formal, pro-pios de la sociedad capitalista.

La creación de una ética capitalista [ue obra -no delibera-da- del ascetìsrno ìnuamundano del protestantismo; que cm-pujó a la vida de los negocios a los elementos más piadosos ymas rigoristas, que buscaban cl éxito en los negocios como [ru-to dc una conducta racional de la vida."*'

C) Otro criterio del proceso de mcionalización es el gradode «sistematización de las imágenes del mundo». La racionali-zación, en este sentido, se refiere al cumplimiento de las exi-gencias del pensamiento operacional formal. Weber consideraque este aspecto de la racionalización es el resultado del surgi-miento de una casta de sacerdotes encargados de realizar estalabor de sistematización de las doctrinas. En este punto, We-ber distingue dos elementos complementarios en la histoiia delas religiones: a) el de la profecía, en el que se «revelam omanifiestan los principios de la doctrina. y b) la sistematiza-ción de la doctrina por el estamento intelectual de los sacer-dotes.

Un profeta es un sistcmatizador en el sentido de la unifica-ción de la relación del hombre con el mundo a partir de últi-mas posiciones de valor. La clase sacerdotal sìstc-:matiza el con-tenido de la profecía o de las tradiciones sagtadas cn el sentidodc una articulación y adaptación casuíslico-racional a los mo-dos de pensar y de vivir de su pmpia capa y dc los laicos domi-nados por ella.”

D) Un criterio esencial de la racionalización de las imáge-nes del mundo es, según Weber, la «diferenciación de las dis-tintas esferas de valor». Esta diferenciación sólo se lleva hastasus últimas consecuencias en la cultura de la civilización occi-dental. La diferenciación de las esferas de valor implica la ca-pacidad de distinguir dìferentes tipos de discurso según el va-lor sobre el que descansa. Así, por ejemplo, se trata de diferen-

64_ Ibúi., p. 460.es Ibai., p. 310.

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ciar entre el discurso científico, basado en el valor <.<verdacl››, yel discurso normativo en el que se apela al valor de la «correc-ción» o la «rectitud››.65 La diferenciación de las esferas de va-lor permite, entre otras cosas, la independencia de la cienciarespecto de la religion, lo cual abre la posibilidad de su desa-rrollo autónomo. Asimismo, la diferenciación de las esferasde valor tiene como consecuencia el desarrollo de una esferaautónoma del arte, corno medio de expresión individual y co-lectiva de los hombres. El proceso de diferenciación de las es-feras de valor impulsa la secularización de la cultura; por «se-cularización» debe entenderse no la negación de los valoresreligiosos, sino su distinción respecto a los valores intrínsecosde otros campos de la acción social.

El resultado general de la forma modcma de racionalizaciónintegral, a la vez teórica y práctica, intelectual y técnica, de laimagen del mundo y del modo de vida ha sido que. cuanto másprogresaba este tipo particular de racionalización, tanto másdesplazada se vio la religión al terreno de lo que. desde el puntode vista de la formación intelectual de la imagen del mundo,hay que llamar irracional [...] El conocimiento racional al queen otro tiempo habia apelado la propia religiosidad etica, diofomia, de modo autónomo y siguiendo sus propias normas in-tramundanas, a un cosmos de verdades que no sólo no teníanada que ver con los postulados sistemáticos de la ética religio-sa, a saben que el mundo. en tanto que cosmos, ha de satisfa-cer exigencias éticas y exhibir algún tipo de sentido; sino quehubo de rechazar radicalmente tal pretensión. El cosmos de lacausalidad natural y el cosmos de la postulada causalidad decompensación ética se enfrentaron en un antagonismo irrecon-ciliable.°7

Con estos cuatro cnterios Weber determina el grado de ia-cionalización de una imagen del mundo. Desde esta perspecti-va, una imagen del mundo es más racional cuanto más: a) se

66. No debemos confundir la diferenciación de las esferas de valor con la diferen-ciación de los sistemas sociales. Se trata de dos procesos que se encuentnm en nive-les de abstracción diferentes. El confundir o yuxtaponcr estos dos procesos puedeconducir at envies importantes.

67. M. Weber, Gesømmelle /tuƒšätze... op, cil., pp. 253 y S69.

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supere la conoepción mágica; b) se desarrolle el pu_nl;o de Vis-ia ético, ligado a un lenguaje basado en la <<li'oertad›› y «res-ponsabilidad» de los individuos; C) se lleve a cabo su sistema-lización, y d) se diferencien las esferas de valor ligadas a losdistintos tipos de discurso 0 campos del saber (muevo poli-teísmo››).

No debemos perder de vista que la racionalización de lasimágenes del mundo representa, para Weber, un proceso am-biguo; ya que no sólo presupone una serie de conquistas acu-mulativas de la razón, sino también costos que recaen sobre laforma de vida de los hombres y sobre la propia razón. La ex-pansión de la racionalidad formal, propia de la historia de lacivilización occidental, no sólo permite un desarrollo de la ca-pacidad técnica, con la cual es posible una liberación de loshombres de su dependencia inmediata de la naturaleza, sinotambién presupone una crítica de las imágenes 1'netafísico-reli-giosas del mundo, que lleva a la liberación de los individuosrespecto al traclicionaiisrno. Sin embargo, el desarnoilo técnicotrae consigo nuevos riesgos para la libertad y la supervivencia,como son la burocralización del mundo, la pérdida del equili-brio ecológico, el aumento de la capacidad bélica destructiva,la falta de control de la asimetría en las relaciones sociales,etc. La Liberación del tradicìonalismo que obstnuye el desarro-lio de la individualidad de los hombres también aísla a losindividuos y los deja inerrnes frente a los poderes sociales im-petsonales (el inercado, la burocracia estatal), en la medida enque se destruyen las asociaciones y comunidades Liadicionales.Weber no trata de sacar un balance de este proceso, pues noexiste un valor unívoco que nos permita hacer conmensura-bles los beneficios y los costos de la racionalización (este ba-lance puede hacerse desde distintas perspectivas. con resulta-dos igualmente diversos). El objetivo es tomar conciencia delos riesgos que el proceso de racionalización produce, para, deesta manera, poder enirentarlos. El resultado de este enfrenta-miento no es algo que pueda determinarse teóricamente, yaque depende de la capacidad práctica de los hombres.”

63. Véase M. \-Veber, Economíam, op. cif., pp. 234 ss.

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Las imágenes metaiïsico-religiosas del mundo cumplen conla función de ofrecer un sentido unitario de la vida que permi-te la orientación y coordinación de las acciones de los horn-brcs. Pero la racionalización de la imágenes del mundo condu-ce a la disociación de las esferas de valor, destruyendo así lacreencia en la unidad de la mzón y llevando, con ello, a unapérdida del sentido. Esto, aun cuando permite considerar elsentido como un producto de los hombres, conduce a una difi-cultad grave en la coordinación de las acciones en las socieda-des modemas. Porque al cuestionarse la existencia de un sen-tido trascendente común a todos, lo que se tiene es una plura-lidad de sentidos creados por los múltiples individuos. En es-tas condiciones, la legitimación del poder ya no puede apelar alas imágenes tradicionales del mundo para justificar, medianteel sentido que éstas ofrecen, la situación de privilegio de unosy el deber de obediencia de otros. El políteísmo de los valores,propio de las imágenes del mundo modernas, implica poten-cialmente una crisis de legitimación que abarca no sólo el po-der político, sino también el orden institucional de la sociedaden su conjunto.

El problema consiste en establecer si es posible, bajo lacondición propia de una visión moderna del mundo -esto es,sin acudir a un reencantamiento del mundo--, determinar uncriterio normativo de legitimidad, capaz de ser aceptado portodo sujeto racional. En ello está en juego la posibilidad deunir pluralismo y universalismo sin reducir o eliminar uno delos términos de la relación. Cuando se plantea teóricamente larelación de universalidad y pluralismo se trata de pensar no enuna reconciliación de los conflictos sociales, a la maneta delas utopías tradicionales, en las que la pluralidad se sacrificaen aras de la universalidad armónica, sino en una organiza-ción social que preserva la libertad individual, con los conilic-tos a ella inherentes, y la posibilidad de una coordinación delas acciones para enfrentar los riesgos propios de la sociedadesmodemas. Este horizonte normativo cumpliría la función desustentar nuestros juicios cn”ti_cos de las sociedades concretasy, al mismo tiempo, oricntaría nuestras acciones.

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3. LEGALIDAD YLEGITIMIDAD

Sin embargo, pam cl hombre modcmo, ob-jetivo, para el hombre que sabe distinguir en-tre la esfera de la espontaneidad y la dc laobediencia, la sumisión a una ley dictada porpoderes impexsonales, substraídos a todo in-flujo, es el estado más digno.

SIMME1.

3.1. Recorustrucción de la posición weberiana

Cuando se habla del tipo ideal de la dominación legal-ra-cional hay que tener en cuenta que no se afirma que los otrostipos de dominación carezcan de reglas jurídicas. La tesis quese sostiene es que en la dorriinación legal el derecho se con-vierte en el fundamento básico de la legitimidad del poder. Eneste caso, las personas obedecen a la «le.y›› y no al funcionanoque la aplica. Pero, ¿en qué se sustenta la creencia en la vali-dez del orden legal?; ¿de dónde extrae la legalidad su fuerzalegitimador.-1? El problema de la legitimidad de la legalidad haoriginado un amplio debate, en el que intervienen casi todoslos intérpretes de la obra de Weber. Su propio editor, Johan-nes Winckelmann, destaca ya esta dificultad y sostiene que la«fe en la legalidad» no puede sustentar la legitimidad de unadominación; ya que la legalidad, en la medida en que pierdesu referencia a valores como la libertad o la justicia, se con-vierte en un instrumento de opresión.

De acuenio con la concepción de principio que sostiene MaxWeber el concepto de poder legal atañe al poder dc sanciónracional, y por cierto orientado racionalmente respecto a valo-nrs, que sólo en su fonna degenerativa puede desnaturalizarseen un poder de legalidad formal, apoyada en una racionalidadcon 1-aspecto a fines, neutral frente a los valores _v carente dedignidad.”

69. J. WincIzeImai¬_n.1egtn`mirär um! Ie¿;aIitd( in Max Weber: flewsckaƒissozmlogímTttbinga, J.C.B. Mohr, 1952, p. 75.

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Para Winckelmann, la legitimidad de la legalidad se en-cuentra en los valores inscritos en el orden legal. Sin embargo,Weber sostiene que entre los valores existe un conflicto insu-perable, ante el cual no cabe más que la decisión individual.¿Cómo es posible entonces que un valor 0 un conjunto de va-lores pueda constituirse en el fundamento social de la creenciaen la validez del orden jurídico? Incluso un valor que aparen-temente puede llegar a ser aceptado por todos, cuando se exa-mina con mayor detalle se encuentra que existen varios modosde. interpretarlo. Usando un ejemplo del propio Weber, pode-mos preguntar: ¿qué es lo justo: dar más al que menos tiene odar más al que más rinde? Cualquiera que sea nuestra res-puesta (incluso el no aceptar este dilema), hace patente quelos valores ante los que parece posible acceder a un consensoencierran también un conilicto, ligado a su articulación conotros valores y a las diversas concepciones del mundo en quese insertan.

Frente a este politeísmo de valores puede mantenerse quela única salida es la decisión individual. Esta tesis parece noencerrar grandes dificultades, incluso resulta atractiva, mien-tras se trate de la determinación de nuestro proyecto de vidaindividual o. en términos del «.neoaristotelisn1o››, nuestra con-cepción de la «vida buena». Pero cuando consideramos nues-tra relación con los otros y nos acercamos al tema de la legi-timidad del orden legal (que permitiría la convivencia dela pluralidad de proyectos de «vida buena››), esta tesis seconvierte en la afirmación de que la validez de la legalidadno tiene otro fundamento que la decisión de la autoridady su capacidad para imponerse.” Esta es la postura deCarl Schmitt, opuesta radicalmente a la de WinckelmannPara Schmitt la legalidad encierra un método formal para latoma de decisiones, que tienen como único fundamento desu legitimidad la voluntad del soberano. Éste será, por su

70. Se trata de la tesis Humpty-Dumpty. «Cuando utilizo una palabra -dijolIurnpty-Dumpty›- significa exactamente lo que yo quieto que sig-nilìque, ni más nimenosj La cuestión está -dijo Alicia- en si puedes hacer que las palabras signifi-quen cosas Lin distintasi hr cuestión está -respondió H-D- en quién es el queIflñnf-la. eso es toda» (L. Cìanol. Alicia a .franés dei espejo, Madrid, Aliama, 1980).

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parte, aquel que puede mantener 0 suplíniir la vigencia delorden legal."

En una primera aproximación parece que el decisionismode Schmitt es mas cercano a la teoría de Weber que la posturade Winckelmann. Pero si aceptamos la interpretación decisio-nista de Weber se pierde la especificidad de la dominaciónlegal-racional, pues se convierte en una forma de dependenciapersonal semejante a los tipos ideales de la dominación tradi-cional o de la dominación carismática. La tesis de Schmittrespecto a que el caudillo (der Führer) es el guardián de lalegalidad puede sustentarse en los ejemplos del fascismo euro-peo y, a pesar de las diferencias. en los populismos latinoame-ricanos; pero me parece que se tiene que aceptar que estossistemas políticos están bastante alejados de la noción. del «Es-tado de derecho», ligada a las democracias modernas. Por eso,antes de considerar a Weber como un decisionista más, se rc-quiere revisar con cuidado su argumentación.

La mayoría de las interpretaciones del tema de la legitimi-dad del orden legal en la obra de Weber coinciden, a pesar delos distintos matices y énfasis, en que la postura de este autorno es clara.” En efecto, Weber nunca desarrolló este proble-ma, aunque existen numerosas observaciones, a veces contra-dictorias, sobre el. Mi intención no cs hacer llorituras exegéti-cas para respaldar mi propia posición en el prestigio de lateoría weberiana y presentarla como la más «precisa›› inter-pretación. Mi propósito trasciende la labor interpretativa y sediriie, esencialmente al problema, pues considero que para en-contrar uria salida al tema de la legitimidad de la legalidad esnecesario no sólo argumentar con Weber, sino también másallá de él. Sin embargo, me parece importante retomar lapostura de Weber porque en ella confluyen dos tradicionesteóricas contrapuestas; a saber: Kant y Nietzsche. I-Iay intér-pretes que acentúan la herencia de Kant en la obra de We-

71. C. Schmitt, lfgaliräz and nzginmirär, Munich, Dune-¡ter & Humboldt, 1968; ytambién, Der Hürer der Verƒàrsszmg. Tubinga, J.C.B. Mohr, 1969.

72. Por ejemplo, J. Habermas, Teoría de la acción commxítalíva, Madrid. Taurus,1987; W. Mommsen, Max Ivøher.- Sociedad. política e historia, Buenos /tires, Alfa,1981; F. Laos, Zur 'tVerr- and lia,-his-Iehre Max Webcrs, Tubinga J.C.B. Mohr, 1987;S. Breuer, Max Webers 1-¡errsc¡mƒ'rs.socío¡eg1'e, Fram:-E011, Campus, 1991.

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ber;73 otros, en cambio, enfatizan las huellas de Nietzsche ensu obra.” Frente a ellos, creo que la actualidad de Weber seencuentra en esa tensión teórica que nos lleva a reconocer,por una lado, la falta de una fundamentación trascendente delos valores y, con ello, el pluralismo; pero, por el otro lado.también la necesidad de establecer un principio universalcomo sostén de la cn'ti,ca racional. Es dentro de esta tensióndonde es preciso argumentar para proponer una solución, dela legitimidad de la legalidad que coiresponda a la compleji-dad propia de las sociedades modernas y de una racionalidadpostmetafísica.

Weber, como hemos visto, considera la dominación legal ysu modalidad de derecho como el resultado de un proceso deracionalización.

El desenvolvimiento general del derecho y del procedimien-to, estructurado en etapas históricas de desarrollo, conduce dela revelación carismáiica a través de profetas jurídicos, 21 lacreación y aplicación empírica del derecho por notables (crea-ción cautelar de acuerdo con los preceden tes); después al «otor-gamiento» de derecho por el imperium profano y los poderesteocráticos y. por último, al derecho sistemáticamente estatuidoy a la aplicación del mismo por juristas especializados. sobre labase de una educación letrada de tipo lógico-formal. las cuali-dades forrnales del derecho se desarrollan partiendo de unacombinación del fonnalismo mágicamente condicionado y dela inacionalidad, condicionada por la revelación, del procedi-miento jurídico primitivo, eventualmente a través de una racio-nalidad material y antiformalista racionalidad con arneglo a fi-nes condicionada teocrática y patrimonialmente, hacia la siste-matización y creciente racionalidad jurídica especializada y. portanto, lógica y, con ello, -primeramente desde un punto devista exterior- hacia una mayor sublirnación lógica y una cre-ciente fuerza deductiva del derecho, lo mismo que hacia unatécnica crecientemente racional del procedimiento jurídico."

73. Por ejemplo, W. Schluchter, Religion und Iebensğhrmrg, Francfort, Suhr-kamp. isss.

74. Por ejemplo, H. l-tennis, Max. Webcrs Fragesiellung, Tubinga, J.C.B. Muhr,1987.

75. M . Weber. Economía,... op. cil., -pp. 649-650.

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El derecho forma parte de las «imagenes del mundo», porlo que Weber utiliza para conceptualizar la racionalización delcampo jurídico criterios análogos a los que aplica en el estudiodel proceso de racionalización de aquéllas. Podemos hablar,como propone Schluchter, de un «desencanto dc las vías jurí-dicas», por el paralelismo que existe. entre el proceso de racio-nalización en la esfera religiosa («desencanto de las vías desalvación››) y la esfera del derecho.

A] La superación del pensamiento mágico se expresa en eiderecho mediante la sustitución del formalismo mágico de losprocedimientos judiciales (presente todavía en el derecho ger-mánico medieval) por los procedimientos de indagación, pro-pios del derecho modemo, que, a través de pruebas ylo testi-monios, buscan establecer la «verdad›› de un hecho.

B) El surgimiento y desenvolvimiento de un punto de vistaético se manifiesta en el derecho por el desarrollo de un len-guaje basado en las nociones de alibertad» y nesponsabilidad»de las «pel-sonas» (sujetos de derechos y deberes), así comotambién por la generalización de las leyes (pretensión de vali-dez para todos los individuos sometidos al orden jurídico).

C) La sistematización en el derecho lleva a la creación deun orden jerárquico de leyes generales que tienen que ser«aplicadas›› cn los casos concretos. Esta sistematización presu-pone la determinación de los principios o leyes fundamentalesen las que descansa el orden jurídico. El trabajo de la sistema-tización del derecho está ligado a la consolidación de la profe-sión jurídica.

D) Por último, la diferenciación de las imágenes del mundorepresenta en el campo del derecho la distinción de las normasjurídicas respecto a otros tipos de normas sociales. Se trata deun proceso de diferenciación que culmina en la consideracióndel derecho como un conjunto de estatutos emanados y respal-dados por un poder político (posítivación del derecl1o).7f*

76. Se entiende por «positivación del derecho» el proceso por el cual se llega areconocer que no existe una conexión necesaria entre las no:-mas jurídicas vigentes ylas normas morales. Aunque ello no implica que no deba o pueda existir tal conexión.Este es uno de los sentidos que se da a la noción de «derecho positivo».

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Es posible, a su vez, distinguir analíticamente dos niveles,vinculados entre sí, en los que opera la racionalización del de-recho: a) procedimientos y b) normas.

a) En la racionalización de los procedimientos jurídicos,Weber distingue tres etapas históricas: 1) el «fomialismo detipo mágico», en el cual se supone. que la adecuación a lasreglas jurídicas asegura la rectitud o corrección del juicio. Porejemplo: se considera que repetir en todos los casos ciertosritos o «.conjuros›› que han mostrado anteriormente su eficaciaes la manera de emitir una sentencia correcta. 2) La segundaetapa está representada por el desarrollo de procedimientosjurídicos dominados por una «racionalidad material» (raciona-lidad con arreglo a valores que se opone. a la racionalidad conarreglo a fines). Se trata de procedimientos que nos remiten acriterios extrajurrdicos, como son los vinculos de dependenciapersonal, privilegios tradicionales, consideraciones de origencultural, racial, etc. 3) El formalismo jurídico propio de losprocedimientos jurídicos, en los cuales se distinguen las nor-mas del procedimiento legal de la materia del proceso. En estecaso, no es el cumplimiento estricto de las reglas del procedi-miento lo que garantiza la corrección o incorrección, la culpa-bilidad o inocencia, como sucede en el formalismo mágico.Las reglas del procedimiento representan ahora únicamente elmarco necesario donde debe demostrarse, mediante la indaga-ción. la corrección o incorrección de un acto, la culpabilidad oinocencia de una persona.”

b) La racionalización de las normas implica su sistemati-zación y su generalización. pero también cl cuestionamientocrítico de sus fundamentos de validez. Esta crítica conduce, deacuerdo con Weber, a una apositivación» (Positivíenmgc) delderecho, por medio de la que se reconoce tanto su distincióncon las normas morales, como la imposibilidad de apelar a unfundamento de validez trascendente (Dios, Naturaleza, I-listoria, Razón). El derecho moderno rige como un sistema de nor-mas positivamente estatuido. ¿En qué se basa la creencia en la

77. Este fomralismo lógico se basa en la separación de las nociones de «poden y«ver-dad», lo que caracteriza a la concepción juridica modcma.

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validez del orden jurídico? ¿Acaso sc trata de una creenciasustentada únicamente en una tradición cultural 0 en conside-raciones estratégícas de los individuos? ¿Será que la validezdel orden legal depende exclusivamente de la voluntad del titu-lar del poder soberano, como sostiene el decisionjsmo?

Pana responder a estas preguntas, empecemos por recordarlo que nos dice el propio Weber en su definición dc los con-ceptos fundamentales:

Los que actúan socialmente pueden atribuir validez legítimaa un orden determinado:

al cn méritos de la tradición: validez de lo que siempre cxistió;b) en virtud dc una creencia afectiva (emotiva especialmente):

validez de lo nuevo revelado o de lo ejemplar;c) cn virtud de una creencia racional con arreglo a valores: vi-

gencia de lo que sc tiene como absolutamente valioso;d) en méritos de lo estatuido positivamente, en cuya legalidad

se cree.”

La primera alternativa corresponde al tipo de dominacióntradicional. Como hemos visto, la racionalización de las imá-genes del mundo lleva a cuestionar ]os méritos de la tradicióncomo sostén de la legitimidad del orden legal estatal. Esto noquiere decir que en la modernidad la tradición ya no juege unpapel importante en la legitimación, pero la creencia en la va-lidez de un orden jurídico debido a la tradición no es la carac-terística distintiva de la dominación legal. La segunda alterna-tiva corresponde al tipo dc dominación cañsniática. La legiti-midad de un orden en virtud de una creencia afectiva no sóloha jugado un papel en las sociedades tradicionales, sino tam-bién en las sociedades modernas. Pero este fundamento de lalegitimidad, coino la dominación carismática en su conjunto,tiene un carácter pasajero, inestable, por lo cual no puede con-siderarse como el fundamento permanente o «noi-mal» de ladominación estatal. Por otra parte, el proceso de racionaliza-ción ha socavado la creencia en la validez de la revelación. Por

78. M. Weber, Er-o1:onu'a..., op. cif., p. 29.

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tanto, sólo nos quedan dos alternativas (la c y la al) como posi-bles candidatos para la fundamentación de la creencia en lavalidez del orden legal moderno.

La tercera alternativa no corresponde a un tipo ideal dedominación legitima, sino a una concepción de la legitimidadque Weber considera un puente o transición entre la domina-ción tradicional y la dominación legal-racional. Se trata deliusnaturalisrno, el cual comparte con la visión del mundo tra-dicional la creencia en la posibilidad de acceder a valores ab-solutos; pero, a diferencia del tradicionallsmo, considera queestos valores pueden justìficarse racionalmente., y que dichajustificación cs accesible a todo sujeto con independencia desu tradición cultural. Weber ve el derecho natural como uninstrumento que permitió enfrentarse a la creencia en la vali-dez incuestionable y acrítica de la tradición.

Derecho natural es el conjunto de normas vigentes prcemi-nentemcnte frente al derecho positivo y con independencia deél. que no deben su dignidad a un establecimiento arbitrario,sino que por el contrario, legitiman la fuerza obligatoria de éste.Es decir, el conjunto de nonnas que valen no en virtud de provenir de un legislador legítimo, sino en virtud de cualidades pu-ramcnte inrnancnles: forma específica y única consecuente dela legitimidad dc un derecho que queda cuando decaen la reve-lación religiosa y la santidad hereditaria de la tradición. El de-recho natural es por ello la forma específica de legitimidad delorrlenamicntu jurídico revolucionariamente creado. La invoca-ción al derecho natural ha sido siempre la forma en que lasclases que se rcbelaban contra el orden existente prestaban legi-timidad a su anhelo dc creación jurídica cuando no se apoya-ban sobre la tradición 0 sobre normas religiosas positivas.”

Weber considera que el derecho natural moderno repre-senta un caso paradigmático de «racionalidad material», es de-cir, de una racionalidad con arreglo a valores en la que a estosúltimos se les atribuye una validez absoluta, ya que se les con-sidera fundamentados en un orden «natural-racional».

T9. l"bfi1`.. p. 640 tel subrayado es mio).

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Los criterios materiales en el sentido ìusnaturalista son lamaturaleza» y la txrazón». A partir de estos criterios y las reglasde ellos derivables se considera que las reglas del acontecer ylas nonnas de validez universal coinciden. Los conocimientosde la razón humana valen como idénticos a la «naturaleza delas cosas» o «lógica de las cosas» corno ahora se diria. Lo quetiene validez obligatoria es identificado con lo que de hecho espor término medio. Las normas obtenidas por la colaboraciónlógica de conceptos éticos o jurídicos pertenecen, en el mismosentido que las «leyes dc Ia naturaleza». a esos principios uni-versales y obligatorios que «ni Dios mismo puede cambiar» y alos cuales ningún ordenamiento jurídico debe opone1se.“°

Lo que Weber rechaza de manera tajanie del iusnaturalis-mo es, precisamente, la identificación entre las normas jurídi-cas y la supuesta «naturaleza o lógica de las cosas». Para We-ber, cn oposicion al derecho natural, no es posible sustentarlos valores en los hechos, ya que el proceso de diferenciacióninherente a la racionalización hace patente la distinción entrelas esferas del «ser›› (los juicios enipítico-científicos) y del «de-ber ser» (los juicios normativos). En este punto, Weber retomala crítica nietzscheana a la concepción que ve a la cienciacomo un posible sustituto de la religión en la tarea de funda-mentar los valores.”

Weber valora la cn'tìca del derecho natural a la posicióningenua y dogmática del tradicionalismo respecto a la validezde los valores. Sin embargo, se opone a la pretensión iusnatu-ralista de dar una fundamentación absoluta de los valores me-diante el procedimiento de remitirlos a un supuesto orden<<natura1-racional» capaz de ofrecer una validez universal y ne-cesaría.

La inferencia dc la realidad a unas ideas de valor que leconfieren signìñcado. asi corno cl subrayar y ordenar los ele-mentos de lo real así tenidos desde la perspectiva de su signiñ-

so. Iba, p. 642.81. «Tras la anìquiladom crítica nietzscheana de aquellos últimos hombres que

habían encontrado la felicidad, puedo dejar de lado el ingenuo optimismo que feste-jaba en Ia ciencia. es decir, en la técnica científicamente fundamentada. el camino dela felicidad» (M. Weber. «La ciencia como vocación», an. cil., p. 207).

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cado cultural. es un punto de vista completamente heterogéneoy clisparatado, comparado con el análisis de la realidad paraconocer sus leyes y ordenarla según unos conceptos generales.Ambos tipos de orden mental de lo mal no guardan entm síninguna relación lógica necesaria.”

Por tanto, la única posibilidad que queda como para soste-ner la legitimidad del Estado moderno es la creencia en lavalidez «de lo estatuido positivamente, en cuya legalidad secree», esto es, la «fe en la legalidad».

Esta legalidad puede valer como legítima:rx) en virtud de un pacto de los interesados;B) en virtud del otorgamiento (iniposición-Oklrqvíerung) de

una autoridad considerada como legitima y del sometimientocoi-re.spondienl'e.¿"1

Con esta segunda alternativa, Weber parece acercarse a lapostura decisíonista. Pero Weber hace la siguiente observación:

La sumisión a un ordenamiento impuesto por un individuoo por un grupo, cuando lo que decide no es el temor o unamotivación racional con arreglo a fines, sino que mcdian ideasde legitimidad, presupone la creencia en algún tipo de legitimi-dad del poder de mando dc aquellos que imponen ese ordena-miento.”

Es decir, no es la decisión e imposición lo que genera lalegitimidad, como sostiene el decisionismo, sino la creencia enla validez del estatus de la propia autoridad. Esto nos remite,cosa que pasa por alto la tradición decisionista, a un nivel nor-rnativo. Esta forma de sustentar la creencia en la validez delorden jurídico, a diferencia de las formas de dominación tradi-cional basadas en la dependencia personal, se basa en la

82. M. Weber. La acci`ón..., up. cif., p. 146. Vale la pena hacer notar que estaradical disüncidn no sólo tiene que ver con la critica nietzschcana, sino también conla distinción entre razón teúiica y razon práctica propia de Ia filosofia de Kant,

83. M. Weber, Economia... op. cil., p. 29.84. Ib(d'., p. 30.

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creencia en la validez del estatus de legislador, independiente-mente de la persona o grupo que ocupe esa posición. Estacreencia resulta de considerar la necesidad de un orden legal,válido incluso para el legislador o autor del orden legal, comomarco para coordinar las acciones sociales.

Weber considera que la otra fuente de la legitimidad delorden legal es el acuerdo 0 pacto entre los interesados. Conello, Weber rescata una tesis del iusnaturalismo; pero, al mis-mo tiempo, trata de despojarla de su envoltura metafísica. Latesis consiste en remitir la legitimidad al consenso, repre-sentado tcóricamente como un pacto o convenio racional de lavoluntad. Sin embargo, Weber rechaza que de ese pacto seaposible deducir un contenido universal y necesario, entendidoese contenido como una forma de organización política espe-cífica o una política económica concreta o un conjunto de nor-mas. Para los representantes del iusnaturalismo, en la medidaen que creen que todos los individuos comparten un ordennatural-racional, es posible determinar el contenido del pacto.Weber se opone a esto y asume que el consenso puede referir-se a diversos contenidos, los cuales dependerán de la tradicióncultural, el contexto social y los intereses de los participantes.

Para hacer más clara esta postura de Weber, volvamos denuevo a su crítica al derecho natural.

La legitimación iusnaturalista del derecho positivo puedehallarse más vinculada a condiciones formales o más vinculadaa cøndìciones materiales. La diferencia es gradual, pues no pue-de existir un derecho natural puramente formal, ya que tendríaque coincidir con los conceptos jurídicos desprovistos de conte-nido. Pero dc todos modos la oposición es muy importante enla práctica. El tipo más puro de la primera especie es el dere-cho natural que apareció, por ejemplo, en los siglos xvn y xviubajo las mencionadas influencias. especialmente en la forma dela «teoría del pacto» y de modo muy particular en su formaindividualista. Todo derecho legítimo descansa sobre un estatu-to y el estatuto se apoya en última instancia en un convenioracional de la voluntad. Bien sobre un contrato real primitivode individuos libres. que regula para el futuro la forma de crea-cion del nuevo derecho estatuido o, en sentido ideal, estableceque sólo será legítimo aquel derecho cuyo contenido no contra-

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diga al concepto de un orden conforme a la razón, estatuido através de un acuerdo libre. Los «derechos de libertad» son clelemento esencial de este denecho natural, figurando en primertérmino la libcrtad contractual. El contrato racional librementecelebrado, ya sea como fundamento histórico real de todas lasfonnas de socialización, incluyendo al Estado. ya como criteriode estimación, llegó a ser uno de los principios formales univer-sales dc la construcción iusnaturalistafi-5

En primer lugar, hay que explicar por qué «no puede exis-tir un derecho natural puramente formal». En la tenriinologíaweberiana, un derecho es «material» cuando no existe una di-ferenciación entre las normas jurídicas y las nonrnas moralesy/o se les da una prioridad a éstas. En cambio, un derecho esformal cuando se considera que los procedimientos jurídicosrepresentan el contenido propio del derecho -lo cual valepara el fonnalismo mágìco~ o cuando se establece una dife-renciación entre las normas jurídicas y las normas morales.así como una diferenciación entre las normas que definen losprocedimientos y el contenido de los juicios respecto a los dis-tintos casos -lo cual es propio del derecho moderno. Comovemos, las dos modalidades de formalismo jurídico repre-sentan los extremos del proceso de racionalización del dere-cho, mientras que el derecho material es una forma históricaintermedia. Desde la óptica weberiana, el iusnaturalismo es eltipo ideal de derecho material, es decir, de un derecho en queno se establece una diferenciación entre normas jurídicas ynormas morales; como tal, es un caso paradigmático de racio-nalidad con arreglo a valores, en la que se pretende otorgaruna validez «.absoluta›› a éstos mediante la estrategia de sus-tentarlos en un orden universal y necesario (natural-racio-nal).3Ó Por tanto, por definición no puede haber un derechonatural puramente formal.

ss. n›ø±,pp.a41-642.86. «El tipo mas pum de una validez racional con arreglo a valores está repue-

sentado por el derecho natural. Cualquiera que haya sido su limitación frente a suspretensiones ideales, no puede negarse, sin embargo, el influjo efectivo y no insignifi-cante de sus preceptos lógicamente deducidos sobre la conducta; preceptos que hayque separar tanto de los revelados como do los estatuidos o dc los derivados deiderecho tradicional» (ibíd., p. 30). El mérito del derecho natural es pretender ofrecer

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Sin embargo. Weber sostiene que el derecho natural que sedesarrolló en los siglos XVLI y XVIII está más cercano al derechofonnal contemporáneo. Esto se debe a que las teorías iusnatu-ralistas, en la medida en que se apoyan en la noción contrac-tualista, reconocen que todo orden jurídico es siempre unacreación de los individuos y no el resultado de una revelacióndivina 0 la herencia de una tradición incuestionable. Esto pro-picia que su atención se centre en el aspecto procedimental-formal del derecho, en el que la introducción de las normasjurídicas presupone la búsqueda de un consenso social. Lo quemantiene la continuidad entre las versiones tradicionales deliusnaturalismo y las versiones racionalistas es el supuesto queintroducen estas últimas respecto a que la «Razóm representaun orden universal y necesario, del cual es posible deducir uncontenido al que todos los hombres, con independencia delcontexto social e histórico, deben reconocer como válido. Des-de este punto de vista, la «Razón›› es un sustituto del ordendivino o cósmico, que gamntizaría que todos los seres raciona-les, en cuanto actúan como tales, tienen que acceder a un con-senso con contenido común sobre la modalidad de organiza-ción social y políticas específicas. Si se cree que todos compar-timos un orden racional, que trasciende nuestros intereses ytradiciones particulares, entonces, se considera que el conteni-do de ese orden será el objeto del consenso.

Weber retoma la noción de un «pacto de los interesados»como fuente de la legitimidad, pero rechaza la creencia de la«Razón›› como una entidad trascendente o trascendental quedetermina el contenido de ese pacto. La teoría webeiiana de laracionalización trata, precisamente, de demostrar que la razónno es una instancia ajena al devenir histórico, sino una enti-dad inmersa en éste, que adquiere una pluralidad de conteni-dos en los distintos contextos sociales, culturales e históricos.Por tanto, la legitimidad de la legalidad reside en el consensosobre la validez del contenido de esta última; pero, ya que di-cho contenido es variable, el único criterio racional que nos

una fundamentación racional de los valores para todo sujeto con indepm-¡decia de suorigen social y cultural. De ahí el papel fundamental que jugó el iusnaturaiismo en elproceso de racionalización.

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permite sustentar la crítica racional, a las diversas creencias enla legitimidad (_«fe en la legalidad››) es la propia noción de con-senso y los procedimientos ligados a ella.

Ahora podemos precisar por qué las dos fuentes de la legi-timidad del orden legal -es decir. el «pacto de los interesa-dos» y el «otorgamiento (imposición) de la autoridad»_ remi-ten a un consenso. Lo que las diferencia es el objeto del con-senso; mientras en el «pacto›› el objeto del consenso son laspropias leyes, en el segundo caso, el consenso se da en tornoal estatus de autoridad. El «pacto entre los interesados» repre-senta el tipo ideal de legitimidad del «Estado de derecho»,pero las dos fuentes de la legitimidad del orden legal confluycnen los procesos de legitimación de los Estados modernos. ParaWeber, el orden legal del Estado de derecho no puede preverlas transformaciones y casos inéditos ligados a la complejidady acelerada movilidad de las sociedades modernas, por lo quese requiere que la legitimidad se extienda al estatus de unaautoridad capaz de proponer modificaciones al orden legalpara adaptarlo a las situaciones cambiantes de las sociedadesmodernas. La diferencia respecto a las formas de dominacióntradicional consiste en que el poder y la legitimidad de esaautoridad tienen que estar rnediadas por el derecho.

A la luz de esta concepción de la legitimidad del orden le-gal sc puede comprender la noción de «democracia plebis-citaria del líder» que nos propone Weber. El objetivo de esteautor al acudir a esta visión de la democracia es doble. Poruna parte, busca describir el funcionamiento de las democra-cias en los Estados modernos, más allá de las justificacionesiusnaturalistas de este régimen político. Por otra parte, tratade explicar la manem en que se pueden conjugar las dos fuen-tes de la legitimidad del orden legal y, de esta manera, deter-minar una noción prescriptiva de la democracia adecuada aun «mundo desencantado». Desde la óptica weberiana, el or-den legal del Estado de derecho debe complementarse con lalegitimidad del estatus de una autoridad o lider (el político ensentido cstricto, o sea, aquel que vive «para la polít.ica››), quiendeberá proponer los fines, más allá de la inercia burocrática,con el objetivo de enfrentarse a las cambiantes situaciones dela sociedad. Ahora bien, no debemos perder de vista, como el

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propio Mommsen teconooefn que, para Weber, este lider debesometerse al orden legal y justificar sus actos, «circunstanciaque impone un límite racional a las técnicas carì.srnáticas››.Esto es lo que diferencia esta propuesta respecto a los fenóme-nos como el fascismo y el populismo. La idea de Weber esmás cercana a los líderes carismáticos de los partidos políticosdentro de las dernocmcias rnodemas.

Con este señalamiento, no pretendo agotar la discusión entomo al concepto de «democracia plebiscitaria del líder» pm-puesta por Weberfg sólo intento superar la polémica henne-néutica sobre la legitimidad de la legalidad, que 'tantos ríos detinta ha ocasionado, para transformarla en una polémica so-bre la pertinencia de la propuesta weberiana en relación conla realidad de las sociedades que vivimos. Independientementede nuestra posición sobre este terna, creo que es posible reco-nocer que. Weber abre el problema de la deterïninación delcarácter de las democracias modemas sin tener que acudir alos modelos iusnaturalistas clásicos.

3.2. Más allá del legado weberiano

La tesis respecto a que el «pacto entre los interesados» re-presenta el fundamento de la legitimidad del orden legal plan-tea una serie de problemas que en la teoría weberiana no en-cuentran respuesta. En primer lugar, se trata de afrontar lasiguiente cuestión: ningún orden legal tiene como origen unpacto entre todos los interesados 0 todos aquellos que se venafectados por ese orden.” ¿cómo es posible entonces hablar deun pacto como fuente de la legitimidad de la legalidad? Meparece que la única manera de utilizar con sentido la metáfora

87. W. Mommsen, «Acema del concepto de "Democracia plebíscitaria del iíde1"›,en op. cít., p. 78.

S8. Sobre esta polémica. véansc el trabajo de Mommsen antes citado (ibíd), asícomo también N. Rabotnikof. op. cif.: C. Gneuss y J. Kocka (cotnps-_), Max Weber. EinSymposion, Munich, DTV, 1988; P. Rossi, Von: Hísror¿.snms zur hismrischen Sozial-wísscuschafi, Francfort, Suhrlmmp, 1987.

89. Quiza podemos hallar un ejemplo en el que un pacto sea el origen del ordenleg,-ul. pero ese pacto tendría que renovaxse en cada generación, lo cual no ha existido.

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del pacto o contrato como fuente permanente del orden legalconsiste en apelar a ciertos derechos que se establecen en esemismo orden.

Como apunta Hannah Arendt:

El asentimiento -en el sentido de que ha de suponer-se laafiliación voluntaria de cada ciudadano a la comunidad- que-da obviamente (excepto en el caso de la nacionalización) tanabierto al menos al reproche de ser una tìoción como el contra-to originario. El argumento es correcto legal e históricamente,pero no existencial y teóricamente. Cada hombre nace comomiembro de una determinada comunidad y sólo puede sobrevi-vir si es bien iecibido y se encuentra en su elemento. En lasituación de hecho de cada recién nacido hay implicado tm tipode asentimiento; principalmente una clase de conformidad conlas normas según las cuales se juega el gran juego del mundoen el grupo particular al que pertenece por su nacimiento. To-dos vivimos y sobrevivimos por una especie de consentimientotácito. que, sin embargo, sería difícil denominar voluntario.¿Cómo podríamos en cualquier caso denorninarlo así? Pode-mos, sin embargo, llamarlo voluntario, cuando el niño nace enuna comunidad en la que el disentimiento es también una posi-bilidad legal y de facto para él cuando llega a ser hombre. Eldisentimiento implica el asentimienlo y es la caractmistica delgobierno libre. Quien sabe que puede discntir sabe que, de al-guna fomia, asiente cuando no disiente.”

La idea del consenso como fundamento del orden legal,más que referirse a un supuesto origen del orden legal, nosremite a las garantías de libre asociación y expresión que enese orden se establecen y que, gracias al control y división delpoder politico, de hecho pueden ser ejercidas por los ciudada-nos. La posibilidad legal de la libertad de expresión y asocia-ción es parte de los «derechos fundamentales››; éstos son deno-minados así porque en ellos se condesa el reconocimiento detodos los ciudadanos como «personas›› (sujetos de derechos ydeberes). El reconocimiento entre «personas›› implica admitir

90. H. Arendt, «Desobediencia civil», cn Onis de la república, Madrid, Taurus.1973. D. 95. No se ttata de vincula: la teoría política de Weber y la de Anrndt. única-mente se trata de señalar una comprension modema de la tesis contractualism.

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la facultad de cada uno de cuestionar el consenso imperanteen una sociedad. La noción de consenso así entendida no pre~supone una reconciliación de la pluralidad de puntos de vistapresentes en una sociedad. sino la legitimidad del debate con-tinuamente abierto sobre lo legítimo e ilegitimo.

El orden legal, con sus «derechos fundamentales», no con-duce a una superación de los conflictos sociales, sino a sutransformación, mediante un manco que garantiza la integri-dad de la unidad social y la de cada urio de sus participantes.Weber sabe que es imposible desterrar el conflicto de la socie-dad, pero también es consciente de la multiplicidad de formasen las que este conflicto puede presentarse. El conflicto puedeadquirir la modalidad de un enfrentamiento bélico, en dondese busca el exterminio del otro, o puede desarrollarse comouna competencia entre individuos que buscan acceder al poder mediante el voto popular. El concepto «conÍlicto››, comolos de «podem y «dominación››, sólo adquiere un significadopreciso cuando se vincula a la diversidad de formas en las quese presenta.

La intervención de la comunidad mediante la violencia es,desde luego, un hecho primitivo: desde la comunidad domésti-ca hasta cl partido. toda comunidad se ha apoderado siempre-cuando debía y podia- del poder Fisico para salvaguarclar losintereses de sus miembros. Resultado de una evolución es sóloel monopolio del poder legítimo mediante la asociacion políticaterritorial y su socialización racional hasta constituir una orga-nización tipo instituto (como lo es el Estado) [...] Mientras anti-guamente la intervención de la asociación contra todo posibleultraje se hallaba sometida únicamente al imperativo de los in-tereses religiosos o militares, las ofensas contra las personas y laspropiedades están ahora garantizadas por el aparato ooactivo.De este modo, la comunidad política monopoliza la aplicaciónlegítima de la fuerza mediante su aparato coactivo, y se transfor-ma gradualmente en un instituto protector de los derechos'-ll

91. M. Weber. Eccmomt'a..., op. cil., pp. 663, 664 y 667. «Porque resulta imposibleeliminar de cualquier vida cultural la lucha. Resulta posible cambiar sus medios. suobjeto e incluso su orientación básica y sus portadores, pero sin embargo no esposible suprimìrla a ella misma» (M. Weber, la accfon..., op. eii., p. 83).

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Considerar al Estado como «un instituto protector de losderechos» no quiene decir pensarlo como una entidad que tras-ciende los enfrentamientos e intereses particulares. Por el con-trario, Weber sabe que ni la burocracia, ni los políticos son una«clase universal» cuya función sea la de mediar imparcialmenteen los conflictos sociales. Sus acciones siempre estarán motiva-das por intereses y objetivos particulares. La noción de «Esta-do» como instituto protector de los derechos, sólo significa quela legitimidad de su poder se encuentra en el respeto y garantiadel orden legal que enmarcan los conflictos sociales. El poderpolítico puede encontrar una legitimidad en el derecho graciasa que éste, a través de los «derechos fundamentales», reconocela libertad de disenso de los ciudadanos y el objetivo supremode garantimr la integridad de cada uno de ellos.

La tesis según la cual la legitimidad del orden legal emanadel respeto a los «derechos fundamentales», que hacen referen-cia a valores como «l.ibertad››, «igualdad›› y «jusLicia››, nos acer-ca a la interpretación de Winckelmzmn. Pero, como hemosmencionado, ésta parece contradecir la postura weberiana del«politeísmo de los valores». Creo que esto no es así, ya queasumir la falta de una fundamentación de los valores y su con-flicto perpetuo es compatible con la tesis mencionada. Empece-mos por recordar que, para Weber, los «derechos fundamenta-les» juegan un papel esencial en la legitimación de la legalidad.

¿Cómo es posible todavia salvar algún resto de libertad demovimientos (en cualquiera de sus sentidos «individualistas»)en relación con la tendencia predominante hacia la burocratiza-ción? Pues es una grave ilusión creer que podamos vivir (lam-bién los mas consenadures entre nosotros) sin esas conquistasdc la era de los derechos humanos.”

Weber, a diferencia del derecho natural, mantiene que los«derechos htmianos» (que fonrian parte de los «derechos fun-darnentales››) no tienen una validez absoluta, en el sentido de

92, M. Weber, Gesammeile Poliluche Schríflen, Tubinga, .I.C.B. Mohr, 1988,p. 333. Vease también W. Hrugger, Mettscliertrechrscrhos and Veraritwonmrgspoiitik.Max H/chefs Beitrag zur Atralfyse und Bcgrtindung der Merucheirrechie, Fribuigo/Mmnich, Karl Alber, 1980.

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que no se encuentran fundamentados en un orden natural, di-vino o histórico. Para él, los derechos humanos son una con-quista histórica emanada directamente de los conflictos socia-les. Pero la imposibilidad de dar una fundamentación científi-ca de los valores no quiere decir que éstos carezcan de unajustificación racional. La justificación de los valores implícitosen los derechos humanos se encuentra precisamente en la im-posibilidad de fundamentarlos en los «hechos›› 0 en un ordennatural, divino o histórico. En la medida en que reconozcoque mi posición frente al conflicto de valores no se apoya enuna «verdad›› o en una certeza absoluta sobre su corrección,debo admitir, entonces, que las otras posturas normativas yvaloraciones, incluso las opuestas a las mías, pueden ser enprincipio conectas. Esto es lo que podemos liamar una justifi-cación escéptica del universalismo.93

Para que el politeísmo dc los valores pueda ser compatiblecon la pretensión de universalidad inherente a la justificaciónracional de los valores es preciso distinguir dos niveles: a) elnivel de los valores que, dentro de la pluralidad de formas yproyectos de vida, delìnen la particularidad de cada uno deellos, y b) el nivel de los valores que. internos a la pluralidadde formas de vida, se refieren a la justicia o equilibrio entreellas. En relación a este punto, Weber distingue entre «valoresculturales» (Kultu.nverte) y «obligaciones o imperativos éticos»(ethischen Pflichten oder Imperatíve).

Valores culturales, aquellos que el individuo debe realizar, yobligaciones éticas. aquellas que cl individuo debe cumplir, tie-nen por principio una dignidad distinta.`›“"

93_ Se trata de supemr el relativismo al que nos condena aparentemente el escep-ticismo mdicalizando a este último. Se entiende por wesçepticismo», en este contexto,la tesis que asu me que los valores carecen de un fundamento en los ›-hechos» y que.por tanto, nuestrm juicios valorativos no poseen una certeza absoluta o incuestiona-ble sobne su corrección. Considero que un antecedente de esta justificaciún escépticadei universalismo se encuentra. como el propio Weber observa, en John Stuart Mill(véase Sobre Ia, libertad. Madrid, Alianza, 1981). También será usada esta justilicaciónpor Kelsen para defender a la democracia de sus detractores, tanto de «deiechancomo de «izquierdas (véase E.wi.c¡a y valor de la democracia, México, Editora Nacio-nal, 1980).

94. M. Weber, Gessarnelte Auƒšätze..., op. cif., p. 154.

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Tanto los «valores culturales» como las «obligaciones éticas»pertenecen a la esfera normativa.. Su dislinta dignidad proviene deque hacen referencia a distintos niveles. Mientras los «valores cul-turales» determinan un proyecto o forma de vida particular, las«obligaciones éticas», expresadas como irnpemtivos, representanprincipios que nos sirven para juzgar las diversas normas que defi-nen la pluralidad de proyectos o forïnas de vida particulares. Comoejemplos de «imperativos éticos» Weber menciona los «derechoshumanos» y las «proposiciones "formales" de la ética kantiana». Elcarácter «forma1›› de éstas, como de todos los «imperativos éticos»,no se refiere a que ellos carezcan de un contenido; signilìca que delos «imperativos éticos» no puede desprenderse ima decisión sobrecómo debe actuzuse en las diversas situaciones concretas.

Aunque esta postura webcriana es deudora de la ética kan-tiana, establece una importante diferencia con ella. La preten-sión de Kant era deducir del «imperativo categórico» («yo nodebo obrar nunca más que de modo que pueda querer que mimáxima deba convertirse en ley universa1››) un sistema de nor-mas que guiam nuestras acciones en todo contexto social e his-tórico. Por ejemplo, normas como «no rnentirás», «no faltarás atus promesas», «no matarás». etc., deben, según Kant, teneruna validez con independencia de las circunstancias en que sedesarrolla la acción. Para Weber, esta pretensión kantiana esexcesiva, ya que el imperativo categórico sólo puede juzgar so-bre la naturaleza mora] de la norma que se adopta como guíade la acción en relación con las circunstancias en que se desa-rrolla la acción.. Sobre esta interpretación del imperativo cate-górico, Weber, en una carta a Tönnies, dice lo siguiente:

Ciertamente, yo también soy de la opinión (quizá de unamanera más decidida que usted; en todo caso, igual de decidi-da) que cuando alguien en su acción personal reconoce la nece-sidad de una oñentación en referencia a valores, un juicio devalor o como usted quiera llamarlo: entonces, si no es pocomusical [unmus:'kalisch], debe aceptar obligatoriamente todaslas consecuencias del imperativo kantiano (en cualquiera de susformas más 0 menos modemas).°5

95. M. Weber, «An Proffcssor Tòru-1ics›› [1908]. en E. Baumgarten. Max Weber

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Describir una situación específica puede ayudarnos a com-prender esta diferencia entre Kant y Weber. Pensemos que unamigo acude a nosotros para pedir refugio porque lo persiguela policía. Posteriormente, llegan los guardias preguntando porese amigo. ¿Qué hacer? Para Kant es indudable que hay quedelatarlo, ya que no se debe violar en ningún caso la norma«no mentiras». En cambio, para Weber, la norma de nuestraconducta dependerá de los valores que consideremos poderjustificar racionalmente Si consideramos como válida, por di-versas razones, una sociedad en que cada uno debe entregar asu amigo a la policía con tal de no violar el precepto «no men-tiras», entonces, debemos entregarlo. Esto presupone que deboaceptar que, en el caso de que sea yo quien pida refugio, misamigos tienen la obligación de entregarme a la policía. Encambio, si consideramos que valores como «solidaridad››,«lcaltad››, etc., pueden oríllarnos, en determinadas circunstan-cias, a violar el precepto «no mentiras», entonces, de acuerdoa las circunstancias, trataré de ocultar o salvar a mi amigo.

Como vemos, la diferencia es enorme. Kant busca funda-mentar una ética con un contenido nomiativo, válido paratoda situación, con lo que se hace a un lado el problema delpoliteísmo conflictivo de los valores. Por el contrario, Weberesboza una ética del conflicto, la cual parte de la existencia deuna tensión insuperable entre los valores, que nos obliga a tomar una decisión. La distinción con el simple decisionismoconsiste en que para Weber la decisión puede justificarse ra-cionalmente en la medida en que asumimos una pretensión devalidez general del contenido de la decisión en referencia alcontexto de la acción.

El conjunto de imperativos élicos, ejemplificados por losimperativos kantianos y los derechos fundamentales, confor-man una ética formal. El carácter formal de esta ética consis-te, como hemos señalado, en que sus normas no pueden esta-blecer la decisión que debemos tomar frente al conflicto de

Werk and Person, Tubinga, J.C.B. Mohr, 1969. Aunque esta interpretación del impera-tivo calegórico se acerca a la de Wellmer, en Weber falta su desarmllo en términosde la noción de «imersubje|iv1`dad›; véase A. Wellmor, Erhik und Dialog. Francfort,Suhrkamp, 1986.

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valores. Cada individuo debe decidir entre las esferas de valoren pugna y. de esta manera, determinar su proyecto de «vidabuena».9° Los imperativos éticos representan únicamente losprincipios en los que se sustenta el procedimiento para juzgarla naturaleza moral de nuestras decisiones, en cuanto exigenque aquello que cada uno considera necesario para su decisiónlibre debe asumirlo como válido para los otros.

Weber considera que la «ética formal» es la única compati-ble con la pluralidad y complejidad de las sociedades moder-nas. Frente a las críticas al fomtalismo, el autor de Economíay sociedad sostiene:

la ética formal puede responder a ello que sus enunciadosno son un medio para deducir decisiones materiales ni en elcampo de la ética, ni mucho menos, por tanto, en relación conel conflicto entre las esferas de valor. Un intento en este sentido[de deducir de los imperativos éticos una decisión material parala conducta] permanece tan estéril como aquel de quien preten-de deducir de enunciados lógicos estados de cosas químicosmateriales. También los imperativos kantianos son análisis váli-dos en relación a hechos sencillos en los procedimientos de losjuicios éticos. Pero cualquiera que sea su tipo de función en lasdecisiones materiales. en todo caso ellos (los imperativos kan-tianos) no contienen ninguna decisión para el conflicto ético-ilracional de las distintas esferas de valor.”

El fomialismo ético, en la medida en que se despoja de lapretensión de establecer una decisión para la acción en lassituaciones concretas, es lo que permite conceptualizar el pa-pel del conlllicto de valores. Conflicto que existe incluso entrelos imperativos éticos y los valores culturales.

96. Es por eso que el concepto de apersonalidadv juega un papel tan importanteen las reflexiones éticas de Weber. La v-personalidad» de un individuo se forja en lacapacidad de decisión y el contenido de esas decisiones. Véase D. Henrich, Die Ein-heí: der lV¿s$en.$chaƒìsiehm Max I-Vebers, Tubinga, J.C.B. Mohr, 1952. A. Valdecantos.rifiistoricismo, sujeto y moral», lscgorm, 2 (noviembre 1990).

97. M. Weber, «Fragment aus dem Nachlass Max Weber» [1912], en Baumgztrten,op. cil” p. 400. La iadicalización del formalismo kanliano, esto es, asumir que de losimperativos éticos no es posible deducir una decisión xrnaterial» para las acciones, eslo que permite a Weber ¡ecupcrar la crítica nietzscheana a las éticas tradicionales.

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De entrada debe rechazarse la identificación que Schmollerhace entre imperativos éticos y «valores culturales», por subli-mes que sean. Porque puede haber un punto de vista según elcual los valores culturales sean «obligatoi-ios», incluso si entranen un inevitable e irreductible conllicto con cualquier ética. In-versamente, y sin contradicción intema, también es concebibleuna ética que rechace todos los valores culturales. Pero de cual-quier modo, ambas esferas dc valores no son idénticas [___] Laposibilidad de una ética nomiativa no queda ciertamente enentredicho por el hecho de que existan problemas de tipo prác-tico para los cuales no pueda ofrecer por si misma unas indica-ciones unívocas (aquí quedan clasificados. a mi parecer, deter-minados problcmas institucionales y precisamente de «políticasocial››), ni por el hecho de que la ética no es lo único que tienevalor en el mundo. sino que a su lado coexisten otras esferas devalor, cuyos valores sólo pueden ser realizados por quien asumauna «culpa›› ética. Aquí debe clasificarse ante todo la esfera dela actuación política. En mi opinión, constituye una muestra dedebilidad el querer negar las tensiones contra lo ético que halla-mos en aquélla. Pero esta situación no es privativa de ella,como nos quiere hacer creer la habitual distinción entre moral«privadan y upollticm.”

El conflicto entre imperativos éticos y valores culturalespresupone que situarse en el punto dc vista moral es tambiénuna decisión del individuo. Ahora bien, Weber reconoce quecuando un individuo en una determinada esfera de la acción.social (como puede ser la política), asume una «"culpa" ética»,esto es, contradice un imperativo ético, lo hace también enreferencia a valores” y, como tal, puede ser juzgada crítica-mente. Pero, entonces, Weber debe aceptar que los ìmperati~vos éticos consen/an su validez como criterio para juzgar esadecisión del individuo.

Esta concepción de la ética formal tiene una importanterepercusión en el tema de la legitimidad del orden legal, por-›

98. M. Weber, La a.ccr`dn..., op, cif., pp. 67-68.99. Weber, a diferencia del decisíonismo, es consciente que el ataque a la ética

implica también una referencia a valores y, por tanto, una dimensión nonnativa.Sobre esta [alta de conciencia del decisionismo respecto a los valores implícitos en sucrítica a la moral, véase M. Kaufmann, ¿Derecho sin neglas?, México, Fonraniam,1991.

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que con ella se apunta una propuesta de solución al problemaque dicho tema encierra. La legitimidad de la legalidad remi-te, según el propio Weber, a un consenso, ya sea respecto alorden legal mismo o al estatus de autoridad que ese mis-mo orden establece o ambos. Posteriormente, he agregado latesis de que son los derechos fundamen12tles, en especial elderecho a la libertad de expresión y asociación, lo que nospermite pensar el consenso como un fimclamento permanentede ese orden legal. Aparentemente, esta es una tesis ajena a lapostura teórica weberiana. Pero, como hemos visto, lo que élrechaza radicalmente es pensar esos derechos como instanciasemanadas o apoyadas en un orden trascendente; para Weberse trata de derechos que surgen como resultado de la historiade los conflictos sociales y que transforman, a su vez, el carác-ter de esos conflictos. Respecto a este punto he sostenido queaceptar que los valores inherentes a los «derechos humanos»carecen de base en los «hechos», no significa que no puedadarse una justificación racional de ellos. Por el contrario, sujustificación se basa en el hecho de que, ante la falta de cette-zas sobre la corrección moral de nuestras creencias, se tieneque aceptar que todas las creencias son en principio correctas(justificación escéptica del urtìversalismo). Lo que con esta jus-tificación racional se excluye (ya que ella tiene un carácter ne-gativo) es la pretensión de quienes consideran que sus creen-cias son las «vcrdaderas›› o las únicas correctas y que, portanto, tienen el derecho de excluir o reprimir las otras creen-cias y a quienes las sustentan. Los derechos fundamentalesrepresentan las instancias que garantizan el libne juego de lascreencias en conflicto ante las que cada individuo debe elegir.

Weber entiende los «derechos humanos» como «imperati-vos éticos» formales, pues no definen una modalidad específi-ca de organización social ni políticas concretas, En ellos sim-plcmente se establece que cualesquiera que sean. ias decisionesque en una sociedad se tomen en relación a su organización ya sus políticas, estas sólo podrán tener una legitimidad legal-racional si los procedimientos que llevaron a esas decisionesrespetan las exigencias de los derechos fundamentales y si és-tos son garantizados por el contenido de esas decisiones. Setrata de distinguir entre las normas que garantizan la continua

l2O

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apertura de la discusión sobre lo legítimo y lo ¡legítimo (impe-rativos éticos) y las nonnas que cada sociedad, grupo o indivi-duo acepta como legítimas (valores culturales). Estos dos tiposde normas poseen una dignidad distinta porque son los impe-rativos éticos los que deben adquirir una prioridad si se quiereconciliar la pluralidad con la integridad de la unidad social ycon la de cada uno de sus miembros.

La diferencia que existe entre esta posición wcberiana y lasteorías neocontractualìstas consiste en que las últimas mantie-nen la intención, propia del iusnaturalismo clásico, de deducirun contenido específico a partir del consenso. Por ejemplo,Rawls pretende detenninar dos principios materiales de justi-cia a partir de la noción de «situación originaria››.'°° Por suparte, Nozick considera que el consenso racional debe guiar-nos a justificar la validez de un «Estado mínimo››.'°' En cam-bio, para Weber, la idca de consenso o «pacto entre los intere-sados» no puede definir ningún principio material de justicia,así como tampoco la validez de un «Estado mínimo» o un«Estado máximo» 0 cualquier otra forma concreta de organi-zación estatal. Los derechos fundamentales, que permiten ha-blar de un consenso, son condiciones que legiliman el dere-cho, pero no determinan o definen su contenido.

Precisamente, Weber ve que uno de los riesgos de una do-minación legal-racional consiste en que ciertos valores cultura-les se hagan pasar como imperativos éticos (derechos funda-mentales); es a esto a lo que denominó «las tendencias antifor-males en el moderno desenvolvimiento jurídico».

La «igualdad juridica» y la exigencia de garantías jurídicascontra la arbitrariedad requiere una -robjetividad» racional for-mal por pane del négimen de gobierno, en oposición al capri-cho personal libre derivado de la gi-acia propia dc la antiguadominación patrimonial. Sin embargo, cuando en alguna cues-tión particular el ethos domina a las masas --y queremos pres-cindir de otms instintos~. los postulados de la «1egalidad» ma-

IOO. I, Rawls. A Theory ø(`)'usl1'a:. Cambiitlge, MA. Harvard. University Press,1971: 0. Hötfe (compr), Úber John Rawls' Theme der fierechrigkair, Franciori, Suhr-kamp, 1977.

101. R. Nozick, A›1an'¡uz'a, .Estado y utopía, México, FCE. 1988.

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terial encaminados al caso concreto y a la persona concretachocan inevitablemente con el formalismo y con la fría «objeti-vidad» normativa del régimen de gobierno burocrático, de suer-te que entonces debe rechazarsc emotivamente por esta razónlo que había sido racionalmente exigido. En particular deja in-sati.-sfechas a las masas desposeídas la «igualdad jurídica» for-mal y la justicia y el gobierno ttcalctilables», tal como lo exigenlos intereses «biu~gueses››. Para tales masas, cl derecho y el go-bierno tienen que estar al servicio dela nivelación de las proba-bilidades de vida económicas y sociales enfrente de los poseedo-res, y solamente pueden desempeñar esta función cuando asu-men un carácter no formal, es decir, un carácter sustancialmen-te rético» (0 de «Cadï››) [...] No solamente se opone al cursoracional de justicia y del gobierno [...] toda clase de «justiciapopular», sino también toda clase de influencias ejercidas sobreel gobierno por la llamada «opinión pública», es decir, cuandoexiste una democracia de masas, por una acción socia] brotadade «sentimientos» irracionales preparados y dirigidos normal-mente por los jefes de partido y por la prensa.1°1

La legitimidad de la legalidad moderna exige que todas laspersonas sean iguales frente a la ley. Sin embargo, Weber ob-serva que en las «democracias de masas» existe la tendencia aestat-uir leyes especiales para los distintos grupos sociales, locual cuestiona la pretensión de validez general del orden legal yconduce de nuevo a modalidades de derecho patrimonial en lasque se reconoce legalmente la presencia de privilegios y desi-gualdades que carecen de una justificación racional. Weberconsidera que ello es consecuencia tanto de los intentos de loslíderes politicos por manipular el consenso social, mediante larepartición de prebendas, negociación de pn'vilegios y el uso deprejuicios sustentados en valores culturales (corno pueden serel antìsemitismo, el nacionalismo, etc.), como por la presiónque ejercen los grupos de intereses sobre el gobierno. De estamanera, el consenso sobre la validez del orden legal deja dereferirse a los procedimientos para dirigirse a los beneficios queese orden reporta a los distintos grupos. Si examinamos la his-toria de las democracias modernas encontrarnos que ios remo-

i02_ M, Weber, Economía... op. cif., pp. 735-736.

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res de Weber respecto a esta tendencia no son infundados. Peroante este problema no basta con apelar a la necesidad de con-servar el carácter formal del orden legal y, así, mantener supretensión de validez general, ponque detrás de este problemaexiste, como el propio Weber lo reconoce, un conflicto entreuna «justicia formal» y una «justicia sustancial».

En las democracias modernas, la aparición de leyes especia-les no sólo es resultado de la manipulación de líderes y de lapresión de grupos privilegiados, sino también un efecto de lasluchas de las «masas desposeídas», que no se conforman conuna «justicia formal», sino que exigen un control en la asime-tría respecto a la distribución de la riqueza social, esto es, queclaman por una «justicia sustancial». La aparición en la escenapolítica de las masas que exigen una justicia más amplia es unefecto inevitable de la propia dinámica democrática. La manerade enfrentar la tensión entre «justicia formal» y «justicia sus-tancial» es mediante la diferenciación de los derechos funda-mentales, en los que debe sustentarse la legitimidad de la legali-dad, y los derechos emanados dc la acción de los diferentesgrupos sociales. Con ello no se supera el conflicto entre estosdos niveles de la justicia, únicamente sc evitará el riesgo de quela utilización de consignas respecto a una «justicia sustancial»sirvan como coartada para suprimir o posponer la «justicia for-mal», con las libeitades ciudadanas que ella presupone. Recor-demos que el suprimir la «justicia formal» (igualdad formal) ennombre de la «justicia sustancial» (igualdad real) no ha condu-cido a la realización de esta última, sino a la negación de todamodalidad de justicia. La «justicia formal» no es una condiciónsuficiente para acceder a una «justicia sustancial», pero es unacondición necesaria para luchar por ella.

Es indudable que la propuesta sobre la legitimidad del or-den legal que he desarrollado trasciende el legado teórico we-beriano, pero mantiene una continuidad con él. Hemos argu-mentado con Weber, pero más allá de Weber, con el objetivode salir del estancamiento en que la polémica en torno a esteterna había caído. Espero, sin embargo, que la propuesta so-bre la legitimidad de la legalidad aquí expuesta sea juzgadaprincipalmente en relación al problema real, y no tanto cn re-ferencia :1 la fidelidad o infidelidad a la obra de Weber.

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Esta propuesta señala además el camino para pensar unavinculación entre una «ética de la convicción» y una «ética dela responsabilidad», que, para Weber, tienen que complemen-tarse en los hombres con «vocación política».

Es. por el contrario. infinitamente conmovedora la actitudde un hombre maduro (de pooos o muchos años), que sienterealmente y con toda su alma esta responsabilidad por las con-secuencias y actúa conforme a una ética de la responsabilidad,y que al llegar a un cierto momento dice: «no puedo hacer otracosa, aquí me detengo». Esto si es algo auténticamente humanoy esto sí cala hondo. Esta situación puede, en electo, presentfi-senos en cualquier momento a cualquiera de nosotros que noesté muerto interionnente. Desde este punto de vista la ética dela responsabilidad y la ética de la convicción no son términosabsolutamente opuestos, sino elementos complementarios quehan de concurrir pana formar al hombre auténtico, al hombreque puede tener «vocación política».'°3

El hombre con «vocación política» debe actuar confomie auna ética de la responsabilidad, dentro del marco formal deuna ética de la convicción constituida por los «imperativos éti-cos». Estos últimos no pueden indicarle cuál es la decisión«correcta›› en las distintas situaciones; será él quien tenga queelegir entre los diversos «dioses» (valores) en pugna. Los impe-rativos éticos sólo le exigirán que en sus acciones reconozca alotro como «persona››, con los derechos y libertades que ellopresupone Es esta forma de relación entre una ética de laresponsabilidad y la ética de la convicción la que está en labase de los procedimientos democráticos.

103. M. Weber, «La politica como vocación», an. cit,, p. 176. -Tenemos que vercon claridad que toda acción puede ajustarse a dos máximas funclamentaimente dis-tintas entre si e irremediablemente opuestas: puede orientarse conforme a la "éticade la oonvicción" o conforme a la "ética de la responsabilidad" [gr-sinrmvigselhish odervera:iltuortungsethiscfl. No es que la ética de la convicción sea idéntica a la falta deresponsabilidad o la ética de la responsabilidad a la falta de oorivìcción, No se trataen absoluto de esto. Pero st hay una diferencia abismal entre obrar según la maximade una ética de la convicción, tal como la que ordena treligiosameme hablando] "elcristiano obra bien y deja el resultado en manos de Dios" o según una máxima dc laética de la responsabilidad, como la que ordena tener en cuenta las consecuenciasprevisibles de la propia acción» (pp. 163-164).

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3.3. Interludio: razón y modernidad

En este interludio se busca detenninar el concepto de «ra-zón» que presupone la concepción de la legitimidad desarrolla-da a partir de la teoría de Weber. La especificidad de la posi-ción weberiana resalta si consideramos el problema de la re-lación entre razón e historia. Para el derecho natural, razón ehistoria se oponen, en cuanto la primera está constituida porprincipios que tienen una validez con independencia del con-texto social e histórico. Ello conduce a sostener que la legitirni›dad es la adecuación a esos principios universales. Por su par-te, las filosofías de la histoña vinculan razón e historia trans-formando esta última en una «hazaña de la razón». La legiti-midad, desde este punto de vista, consiste en adecuarse a la«necesidad›› interna al devenir.

Weber se opone a estas dos posiciones:

Ya es sabido cómo dicha situación cambió paulatinamente,sin que, por otra parte, se lograsc obtener una distinción deprincipio entre el conocimiento del «entc» y del «deber ser». Atal distinción se opuso en primer lugar la opinión de que losfenómenos económicos se hallaban regulados por unas leyesnaturales invariables, y en segundo lugar la opinión de que es-taban regidos por un principio de desarrollo unívoco. A conse-cuencia de ello, se creia que en el primer caso el «deber ser»coincidía con el invariable «ente››, mientras que en el segundocaso lo hacía con el inevitable «devenir».1°^

Para Weber, la razón no es ajena a la historia, pero tampo-co se identifica con el devenir histórico, sino que ella misma esuna entidad histórica. Lo que mc interesa mostrar es que ellono conduce necesariamente a un relativismo, pues existe laposibilidad de una concepción formal-procedimental de la ra-zón que sirve como apoyo a la crítica de las creencias tradicio-nales de la legitimidad y que identifica lo racionalmente legíti-mo con aquello que está abierto a la crítica. Examine-mos estapespectiva.

l04_ M. Weber, la a¡JciÓI'l.... 017. cif., p. 115.

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En el cuestionamiento de las concepciones tradicionales dela legitimidad, las teorias iusnaturalistas de los siglos Jo/II yXVIII postulan la existencia de un derecho con una validez uni-versal, el cual se sustenta, no en la revelación divina o en lasantidad de la tradición, sino en la «razón››. En su libro Defura belli ac pacis (1625), Hugo Grocio sostiene que la Fuentedel derecho natural es la propia «naturaleza›› sociable delhombre y que ese derecho coincide con el dictado de la «rectarazón» que es común a todos.l°5 Aunque Grocio considera queen el derecho natural se manifiestan las huellas de Dios, almismo tiempo, afirma que la validez de esas normas jurídicasse conservaría aun cuando Dios no existiera o fuera ajeno alos asuntos humanos.

Por infinito que sea el poder de Dios. sin embargo, puededecirse que hay ciertas cosas sobre las cuales aquel poder nose extiende [...] Del mismo modo que ni siquiera Dios puedehacer que dos voces dos no sea igual a cuatro, así Él no puc-dc hacer que lo que es intrínsecamente malo no sea malo.'°°

El objetivo de Grocio es desarrollar su teoría jurídica almargen de todo presupuesto teológico y apelar sólo a princi-pios ciertos, es decir, principios «tan evidentes que nadie pue-de negar sin hacerse violencia a sí mismo».

La concepción de la razón implícita en esta teoría del dere-cho natuml es aquella que la considera como una entidad in-manente a la subjetividad, que permite ordenar los datos de laexperiencia y, por esta vía, acceder al conocimiento del mun-do. Esto se encuentra en la base de lo que Kant denominómás tarde «Revolución Coperuicana».

Entendicron que la razón sólo reconoce lo que ella mismaproduce según su bosquejoz que la razón tiene que anticipar'-se con los principios de sus juicios de acuerdo con leyes cons-tantes y que tiene que obligar a la naturaleza a responder sus

105. H. Grocio, De irme belii ac pacis: L ); «nazumlìs jutis matar est ipsa naturahumana, que nos [...] ad sucietatem mutuam :ippetendam ferrer» (pi-olegomcna §lb): «jus naturale est dictamen nectac rationis» (§ 10),

l06. lbfd., I, 1, X.

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preguntas, pero sin dejarse conducir con andaderas, por así dc-cir1o."”

De acuerdo con esta «revolución››, las normas que constitu-yen el derecho natural deben ser válidas, no porque coincidancon un supuesto orden cósmico o con los mandamientos divi-nos, sino porque ellas derivan de algo que es común a todoslos hombres: la razón.

La «Revolución Copernicana», de la que forma parte el deve-cho natural. es lo que abre la visión moderna del mruido, en cuan-to pcrrnite cuestionar toda autoridad tradiciona.l-religiosa. Sin em-bargo, desde otra perspectiva, encontramos una continuidad entrelas visiones metafísicas tndicionalcs y el iusnatumlismo raciona-lista. Ya que este último apela a una razón, que si bien se conside-ra inmanente a la subjetividad, es, por otra parte, trascendenterespecto al mundo histórico y, con ello, a la pluralidad de contex-tos sociales. Es la propia subjetividad (el ser-sujeto del sujeto) loque se ha transformado en el ente privilegiado, trascendente, des-de el cual se quiere explicar el ser.1°5 La consecuencia es que elsujeto queda escindido en una dimensión racional y una dimen-sión que hace referencia a su contexto social particular, sus pasio-nes, sus intereses. Dicho de otm manera, se abre un abismo entrerazón e historia. Por una parte se encuentirm las normas raciona-les que configuran el derecho natura] y, por otra parte, las situa-ciones sociales históricas en las que se dmanollan las acciones.

La Ilustración se propone eliminar el abismo entre razón ehistoria para extender el dominio de la primera sobre la se-gunda. Ello da lugar a la proliferación de las filosofías de lahistoria, en las que el devenir histórico deja dc ser el ámbitode lo contigente y se convierte en el camino de la realizaciónde la razón. En el concepto «progreso››, secularizacìón de lanoción cristiana de «pe1feccionamiento››, se encuentra la me-diación entre lo racional y lo histórico. Kant resume este pro-yecto ilustrado de la siguiente manera:

107. I. Kant, Kririk der raírren Vermmƒr, Francfort, Suhrkamp, 1974, p. 23.108. Sobre este lema, véanse M. Heidegger, «La época de la imagen del mundo»,

en Senda: perdidas, Buenos Aires, Losada, 1979: y también, La pregzmlrt por Ia. cosa,Buenos Aires, Alfa, 1975.

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Puesto que los hombres no proceden de una manera pura-mente instintiva, como los animales, ni tampoco según un planconcertado en sus grandes líneas, como ciudadanos racionalesdel mundo; parece que no es posible constmìr una historia hu-mana confonnc a plan [...] No hay otra salida para el filósofo,ya que no puede suponer la existencia de ningún propósito ra-cional propio de los hombres _y su juego, que tratar de descu-brir en este curso contradictorio dc las cosas humanas algunaintención de la Naturaleza. Ella posibilitar-ía una historia, con-forme a un plan de la namraleza. en criaturas que, sin embar-go, se conducen sin plan propio.'°'*'

Hegel retornará este proyecto, pero considera que su plenarealiración requiere de una crítica de la idea de razón propiadel iusnaturalisrno moderno (y de la filosofía desde Cusa aKant). En su trabajo de Jena «Sobre las maneras de tratar cien-tíficarnente el derecho natural»,11° Hegel expone su critica aliusnaturalismo, que mantendrá a lo largo de toda su obra. He-gel distingue dos posiciones del iusnaturalismo, el empirismo yel forrnalismo. De la primera, critica el transformar determina-ciones particulares, características de una sociedad y un dere-cho específicos, en principios universales. En cambio, del for-malismo, que asocia fundamentalmente a Kant, cri tica el hechode que al abstraer todas las determinaciones particulares, conel objetivo de establecer los principios universales de la «razonpura», accede a un esquema vacío y ajeno a la pluralidad de loscontextos sociales. Esta antinomia del iusnaturalismo es resul-tado, según Hegel, de la disociación de razón e historia. Hegelmantiene que para romper con esta aparente antinomia es ne-cesario vincular de nuevo el derecho natural y el derecho positi-vo. Sin embargo, advierte que no pueden identificarse de mane-ra inmediata, ya que ello sólo será posible como resultado deun proceso histórico, entendido como un aprendizaje progresi-vo que permitirá elevar el derecho positivo al nivel de la razón.

En la Filosofía del derecho, Hegel pretende exponer la es-tructura social y política que posibilita la reconciliación entre

109. I. Kant. -»Idea de una historia universal desde el punto de vista cosmopoli-ta». en Filosofiìz de la historia, Buenos Aires. Nova, 1958, p. 40.

110. G.F. Hegel, Früha poliltscha Sysfcme, Ulm. Ullstein Buch, 1974, pp. 103-201.

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derecho natural y derecho positivo, entre ley y costumbre, en-tre moralidad y eticidad, entre razón e historia. El Estado, enla medida en que encanta conscientemente el derecho, repre-senta la instancia social racional capaz de mantener la integri-dad de la unidad social y la de cada uno de sus miembros.

El Estado, como la realidad de la voluntad substancìal, a lacual posee en la autoconciencia particular elevada a su univer-salidad, es lo racional en si [an sich] y para sí, Esta unidadsubstancial es autofinalidad absoluta e inmóvil, en la que la li-bertad llega a su derecho supremo, así como ese fin último tie-ne el derecho supremo frente a los individuos cuyo supremodeber es el de ser miembros del Estado! “

Este Estado es, desde la óptica hegeliana, un producto deldevenir racional de la liistoria.

Además la historia univcmal no es el mero tribunal de sufuerza, es decir, la necesidad abstracta e irracional de un desti-no cicgo, sino que, porque ella es razón en sí y para si y su serpara si en el espíritu es saber, ella es el desarrollo necesario,únicamente desde el concepto de su libertad, de los momentosde la razón y así de su auto-conciencia y de su libertad, la expli-citación y realización del espíritu universal.”

De esta manera, la razón deja de ser considerada comouna entidad inmanente a la subjetividad de los individuos paraconvertirse también en una cualidad del orden social. La ra-cionalidad es, para Hegel, una cualidad que se desarrolla me-diante la interacción de los hombres con su medio y que con-duce, como culminación de ese desarrollo, a la «ident.iclacl››entre lo «subjetivon y lo «objetivo››.

La autoconciencia, esto es, la certeza de que sus determina-ciones son tanto objetivas (determinación de la esencia de la

111. G.F. Hegel, Gmndlinien der Phílosopkie des Rechrs, Fmncfon, Suhrkamp,1986, 258, |¬. 399. Pam evitar las criticas símplislas a Hegel hay que recordar queeste autor no habla de un Estado panicular, sino del wncepto de Estado, cl cualpresupone un nivel normativo.lll. Ibfd., § 342.

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cosa), como sus propios pensamientos, es la razón, la cual, encuanto es dicha identidad es no sólo la sustancia absoluta, sinola verdad como saber.”

Como reacción a la filosofia hegeliana aparece una multi-plicidad de teorías que exponen una serie de objeciones y du-das criticas frente a ese proyecto sistemático de vincular razóne historia, En el caso de Marx, se cuestiona la tesis de la posi-bilidad de identificar el orden institucional de la sociedad mer-cantil capitalista con la razón. Para ello se busca determinar laexistencia de un conflicto inherente a la reproducción de lasociedad capitalista que impide la superación o control de losconflictos sociales. Para Marx, el proceso de valorización delcapital, lejos de posibilitar la realización de un orden socialjusto, mantiene y polariza la estratificación de los sujetos so-ciales. El Estado es visto ya no como una mediación entreparticularidad y universalidad, sino como un instrumento dedominación al servicio de intereses particulares. Sin embargo,en la teoría de Marx se conserva la tesis hegeliana de la posibi-lidad de rcconciliar razón e historia. Desde el punto de vistamarxista, dicha reconciliación sólo será posible como resulta-do de la transformación de la sociedad capitalista, que las con-tradicciones internas a esa misma sociedad propician,

No sólo en la tradición marxista se mantiene el optimismode encontrar -«la razón como la rosa en la cruz del presente».Un gran número de teorías del siglo XIX considera tambiénque el devenir histórico oonducirú a una situación social racio-nal, gracias al progreso científico y tecnológico. El supuestoque subyace a la mayoría de estas teorías consiste en plantearque el perfeccionamiento de las capacidades científicas y tec-nológicas permite un progreso en el nivel normativo-moralque regula las relaciones sociales, lo que hace posible accedera una armonía social, en la que la dominación del hombresobre el hombre se convierta en una «administración científicade las cosas». Estas visiones de la historia comparten con elmarxismo la tesis de que romper con la depenclecia respecto a

113. GF. Hegel, Erizykloiiädie der phílosophíschen ivisseitsclrafleir, Francfort,Sulirkamp, 1987, § 439,

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la naturaleza posibilita a los hombres superar la «escasez›› y,con ella, la fuente de los conflictos.

En la teoría de Weber se abre un doble frente: primero,contra la tesis iusnaturalista que opone razón e historia. Se-gundo, eontra la tesis de las filosofías de la historia que con-vierten cl devenir histórico en un proceso racional que culmi-na o culminará en un orden institucional transparente. Enoposición al derecho natural, Weber plantea la necesidad devincular razón e historia; pero no convirtiendo a la historia enuna hazaña de la razón, como las filosofías de la historia, sinoconsiderando la razón como una entidad histórica.

Sostener el carácter histórico de la razón puede, a su vcz,conducir a dos posiciones: a) al «historicismo››,'14 entendidocomo una posición filosófica que afirma la variabilidad y rela-tividad histónca de todos los conceptos y normas, con lo cualniega toda posibilidad de acceder a determinaciones universa-les, b) a una concepción procedural-formal dc la razón, en laque, si bien se asume el carácter histórico de la razón y lavan`abi1idad de todos sus oontenidos, se mantiene, sin embar-go, que la universalidad de la razón debe buscarse en los pro-cedimientos que permiten revisar críticamente («exigir 1†a7.0-nes>›) nuestras creencias y conocimientos, así como tambiéndiferenciar distintas esferas de valor. No se tmta de negar queesos procedimientos también están sujetos al devenir históricoy, con él, a la transformación y corrección. La universalidadde los procedimientos racionales, no se localiza en su trascen-dencia, sino en la pretensión de validez que los acompaña. Latensión e inadecuación entre la pretensión de validez universalde estos procedimientos y la naturaleza particular del contextoen el que se ponen en juego indican, precisamente, la necesi-dad de la continua corrección tanto de nuestras creencias yconocimientos como de los propios procedimientos. Lo racional es asumir esta ìnadecuación y, con ella, la apertura a la

114. El concepto -rhistoricismo» ha adquirido diversos sentidos. Sobre este tema,véase H. Sehnädelbach, La ƒìíosoƒfa de la histonh después de Hegel, Buenos Aires, Alfa,1930. El sentido de -hiszoricismo» que utilizamos en este uabajo es el mismo queusa Leo Suauss cuando afirrna: «El Hislorìcìsmo es el último resultado dc la crisisdel derecho natural modernoa, Naturrechr amd Gerchichze, Francfort, Sulirkamp,1989, 11. 36.

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crítica continua. Como podemos apreciar se trata de una con-cepción mínìrna de la razón que contrasta de manera decisivacon su definición tradicional.“5

Generalmente se ha visto a Weber como un representantede lo que hemos llamado aquí «historicismo››. Esta interpreta-ción se sustenta en el hecho de que Weber critica frontalmentela concepción tradicional de la razón, definida como una ins-tancia de la que es posible deducir una «forma de vida» o untipo de organización institucional concreto de la sociedad Enefecto, la razón se identifica con una universalidad que homo-geneiza 0 reduce la pluralidad intrínseca al mundo humano.“'°El error de esta interpretación consiste en pensar que la críticaa esta concepción se identifica con una postura «irracionalista» o con un <<relativismo›› absoluto. De este modo, se. deja delado una serie de observaciones que el propio Weber hace aeste respecto:

Quizás el máximo malentendido que de continuo se achacaa los partidarios del antagonismo de valores es la interpretaciónde dicho punto de vista corrio un «1'elativismo». Esto es. comouna concepción de la vida que precisamente tiene por base unavisión de las cosas que se halla en radical oposición con la rela-ción quc los valores mantienen entre sí y que (lógicamente) sólopuede ser elaborado de forma significativa tomando por baseuna metafísica de carácter (orgánico) muy particular.'lT

En este texto resulta interesante la manera en que Weberse distancia del <<r'elativiSrno››, propio de la posturas hístoricis-tas, ya que no apela a un principio absoluto o a una funda-

IIS. Sobre esta idea de -frazón», véase H. Putnam, Razón, verdad c historia, Ma-drid, Tecnos, 1988. Habermas, en sus últimos trabajos, parece también acercarse aesta concepción y cita al propio Putnam: «”Pues la razón. entendida así, es inmancn-te, es decir, no cabe encontrarla fuera de los juegos de lenguaje e instituciones, y a lavez, trascendente _una idea iegulativa por la que nos orientzunos cuando criticamosnuestras actividades c insu`tuciones"» (Pensamimm posrmetafísrro, Madrid, Taurus,1990, p. 180).llo. Esto es lo que critican los llamados teóricos del -pcstrnodernismo». Pcno

estos tiran al niño con el agua de la bañera, ya que consideran que su critica a lanoción tradicional de la wazón» se hace desde una posición extema a la propiarazón. Es decir, no queda clan: en qué se apoya su crítica.

117. M. Weber-,Z/1accíótr..., op. eii., p, 72.

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mentación de los valores en «hechos›› (_orden divino, natural,histórico, etc.). La posición historicista consiste en afirmar quecada contexto social c histórico posee sus propios valores yque, por tanto, es inconmensurable con otros contextos. Encambio, la tesis webetiana afirma que el conflicto de valoreses una realidad común a todos los contextos sociales e históri-cos. Cada sociedad o cada individuo puede tomar una decisiónparticular frente a este conllicto, pero comparte con las otrasu otros esa nealidad conflictiva y ello presupone la posibilidadde una comunicación (que no necesariamente presupone unacuerdo o «entendimiento›› en sentido fuerte). Lo propio de lassociedades modernas consiste, según Weber, cn asumir teóricay prácticamente ese conflicto, lo cual se manifiesta en la dife¬renciación de las esferas de valor y sistemas sociales, sin lailusión de que exista una decisión o postura que permita supe-rar 0 negar ese conflicto.

El hecho de que los valores no se sustenten en los «he-chos» no quiere decir que carezcan de toda objetividad. Weberdistingue entre los meros sentimientos y los valores. Estos últi-mos poseen una objetividad social que hace posible la discu-sión Søbre valores (wertdískussion).

Muy alejado, por tanto, de la afirmación de que desde elpunto de vista de la exigencia dc «libertad valorativa» resultanestériles o incluso insensatas las discusiones empíricas a partirde controversias sobre valoraciones, el conocimiento de su ver-dadero sentido constituye, por el con trario, la premisa de todaslas discusiones útiles de este tipo. Presuponen simplemente lacomprensión de la posibilidad de valoraciones últimas, que cnprincipio ofrecen una divergencia inconciliable. Porque no sólo«comprenderlo todo» no significa «pcndonarlo todo», comotampoco la simple oomprensión del punto de vista del contrarioconduce a aprobarla, sino que nos conduce con la misma facili-dad, y a menudo con mayor probabilidad, a darnos cuenta dela imposibilidad de un mutuo acuerdo, dc la causa y del puntoque lo impide' "i

118. IBM., pp. 66-67. En esta noción de discusión sobre valoraciones se encuenuauna importante diferencia con la posicion de Habcrnias.

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Para Weber, la comprensión o entendimiento (en su senti-do débil) de la postura valorativa del otro no conduce necesa-riamente a un acuerdo o entendimiento (en su sentido fuerte),sino sólo a establecer la causas de nuestro desacuerdo. El ob-jetivo de las discusiones sobre valores es, según Weber, la po-sibilidad de distinguir el nivel del conocimiento de la verdad(wahrheftserkcimtmls) y los juicios de valor. Distinguir estosdos niveles no quiere decir que no existan estrechas relacionesentre ellos, sino asumir que mis valores, como los valores delotro, no se sustentan en una «verdad». Esta distinción, a suvez, abre la puerta a la diferenciación entre «valores cultura-les», que definen una forma de vida particular, e «imperativoséticos», que permiten la convivencia de la pluralidad de for-mas de vida. Los «imperativos éticos» no suprimen el conflictoentre las formas de vida, solamente hacen posible la toleranciade la pluralidad; excepto la tolerancia frente aquellos que si-guen considerando que su forma de vida y, con ella, su deci-sión ante los valores es la «verdadera››.

La distinción entre «valores culturales» e «imperativos éti-cos» permite a Weber rechazar tanto la pretensión de identifi-car los valores propios de una forma de vida con la universali-dad como la postura del relativismo histórico.

Con el nacimiento del sentido histórico, nuestra ciencia que-dó dominada por una combinación de evolucionismo ético y derelativismo histórico. Dicha combinación intentó despojar lasnormas éticas de su carácter formal. determinar el contenidodel campo ético mediante la inclusión del conjunto dc valores yalzar de :sta forma la «economía politica» a la dignidad de una«ciencia ética», establecida sobre bases empíricas. Al conferir elsello de lo ético al conjunto de todos los ideales culturales posi-bles. se dejaba desvanccer la dignidad especíiica de los impera-tivos éticos. sin nbtener lo más mínimo para la «objetividad›~ dela validez de tales ideales.”

El aporte de Weber consiste en destacar la necesidad deuna critica a las pretensiones absolutistas de la razón, por las

119. 1aa.,p.11s.

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que se sacrifica la pluralidad del mundo humano. Pero estaCrítica de la razón debe ser realizada por la propia ra7.Ón me.-diante el reconocimiento de sus límites y sus diferencias inter-nas. Es una concepción procedimental-forma] de la razón laque puede cumplir con esta tarea sin renunciar a establecer uncriterio universal en el que pueda sustentarse la objetividad dedicha crítica. Es cierto que Weber sólo esboza algunos rasgosde esa razón procedimiental. Su determinación plena requieretrascender la teoría webeñana y nomper con algunos de lossupuestos que la sustentan. En este punto, la teoría de la ac-ción comunicativa de Habei-mas puede resultar de gran. utili-dad. siempre y cuando ella misma sea depurada de sus preten-siones absolutistas y se asuma, como lo hace el propio Haber-mas en sus últimos trabajos, el carácter «situaciona1» de larazon.

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II

CONCEPTO NORMATIVODE LA «LEGITIMIDAD››

1 _ LEGITIMIDAD l/DISCURSO PRÁCTICO

[___] la idea de una política consensual puedecn un momento dado servir como un princi-pio regulador, o mejor como un principio crí-tico con respecto a otras formas políticas; perono creo que eso liquide el problema de la rela-ción de poder.

Foucnurr

Según Habermas, enla discusión sobre la legitimidad estáen juego también la posible fundamentación de las cuestionespráctico-morales. Habermas reconoce que la definición empí-rica de la legitimidad es de gran utilidad en las investigacionessociológicas. Sin embargo, en esta definición hay una pérdidade la capacidad de argumentar racionalmente sobre los crite-rios de validez que intervienen en los procesos de legitimación.

La pennuta empìrista de la legitimación por aquello que setiene por tal permite, pues, investigaciones sociológicas plenasde sentido [___] De todas maneras parece legítimo preguntarsepor el precio que el empinsta ha de pagar por la redeiinición desu objeto. Cuando se entiende el ámbito objetual de modo tal

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que en su interior no puedan aparecer órdenes legítimos, sinotan sólo órdenes tenidos por tales, se ciega cn el análisis el nexoexistente entre las razones y los motivos; y en todo caso se ex-cluye, por razón de método, una valoración de las razones inde-pendientes del actor. El estudioso mismo se absticne del enjui-ciamiento sìstemático de las razones en las que se apoyan laspretensiones de legitirnidad'

Cuando nos limitarnos a dar una definición empírica de lalegitimidad, adoptarnos la postura de observadores, ocupadosúnicamente en constatar que la pretensión de legitjmjclad deun orden es reconocida de facto en un contexto social y tiem-po determinado. Frente a esta postura, I-Iaberrnas destaca queel reconocimiento de la legitimidad está motivado, entre otrascosas, por apeiar a razones y que la validez de éstas sólo pue-de juzgarse si se abandona la posición de observador externoal proceso de legitimación.

Ahora bien: que las razones sean buenas razones es algo quesólo se puede establecer en la actitud perlolmativa de quienparticipa en una argumentación, no en virtud de la observaciónneutral de aquello que este o aquel participante en un discursoconsidera como buenas razones?

La intención de Habermas es desarrollar una «Teoría Críti-ca» que no puede limitarse a dar una descripción de las dife-rentes Ionnas de legitimación, sino que debe preguntar por unposible criterio normativo que permita juzgar las pretensionesde validez dc aquéllas. Haber-mas retoma el reto de dar unadefinición normativa de la legitimidad. Lo interesante de esteproyecto es que no pretende «reencantar›› el mundo; por elcontrario asume tanto la crítica a las visiones tradicionales delmundo, como el reconocimiento de la pluralidad que caracte-riza a las Sociedades modernas.

1. J. Habern-ras. La mcronsrrucciou del nmrerialismo krlstónro, Madrid, Taurus.1981, p. 266 (Zur Relcorrstmkríon de.: hi.storr'.Sche1¡ Marerialismus. Francfort, Suhr-kamp, 1976. p. 293; en adelante, la referencia a las páginas dc la edición alemanaaparecera entre paréntesis mas las de la edición castellana).

2. rb¢¢±,p. zas tp. 294).

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Hasta ahora he analizado dos conceptos de legitimación: elernpirista y el normativo. El primero es aplicable, hablando enlo que a las ciencias sociales atañe, mas resulta insatisfactoriopor cuanto hace abstracción de una ponderación sistemática delos fundamentos de la validez. El otro concepto, que sería satis-factorio en este sentido, resulta empero, insostenible a causa delcontexto metafisico en que se encuentra enmarcado. Por todoello, lo que yo propongo es un tercer concepto de legitimación,que me atrevería a calificar de reoon.structivo.3

Veamos esta definición de legitimidad. para después exa-minar por que se considera como una «tercera›› posibilidad.

Legitimidad significa que la pretensión que acompaña a unorden politico de ser reconocido como correcto y justo no estádesprovisla de buenos argumentos; un orden legítimo merece elreconocimiento. legitimidad significa el hecho del merecìmicn-to de reconocimiento por parte de un orden político.

Más adelante, agrega Habermas:

Por legitimidad entiendo el hecho de que un orden políticoes merecedor de reconocimiento. La pretensión de legitimidadhace referencia a la garantía -en el plano dc la integraciónsocial- de una identidad social determinada por vías normati-vas. Las legitimaciones sirven para hacer efectiva esa preten-sión, esto es; para mostrar oómo y por qué las institucionesexistentes (o las recomendadas) son adecuadas para emplear elpoder político en forma tal que lleguen a realizarse los valoresconstituidos de la identidad social*

La intuición inicial de Habeirnas es que la legitimidad deun poder está indisolublemente ligada a un proceso de comu-nicación. El poder tiene, en cuanto fenómeno social, una reali-dad simbólica; de ahí proviene su necesidad de justificación, ytambién ahí se encuentran los medios de ésta.

El derecho natural ya había localizado la fuerza legitirnanteen la formación de un consenso racional. Pero la tradición del

3. 1br1.,p. z7o(p.z9s).4. 177121. 179.243 y2-49 (pp. 271 y 276).

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iusnatumlismo no se había conformado con mantener el con-senso como base de la legitimidad. sino que, en casi todas susversiones, existe la tendencia a dar un contenido específico aese consenso. En cambio, Haber-mas busca llevar hasta susultimas consecuencias la sustitución de las razones últimaspor las condiciones formales de un consenso racional.

Por niveles de justificación entiendo, pues, condiciones for-males de la aceptabilidad dc las rarones que prestan a las legiti-macìones eficacia, fuerza conscnsual y fuerza rnotivadora [...]Fuerza legitirnante hoy sólo la poseen reglas y premisas comu-nicativas, que permiten distinguir un acuerdo o pacto obtenidoentre personas libres e iguales frente a un consenso contingenteo fo11ado.5

Para Ilaberrnas, el núcleo non-nativo de la legitimidad seencuentra en las condiciones pragmáticas que permiten la co-municación entre los individuos dentro del proceso de legiti-mación. La tesis fundamental en este punto consiste en afir-mar que el lenguaje tiene como telos interno el entendimiento(Verständigungígung). Además de esta tesis se proponen otrasdos complementarias: 1) en el concepto de frentendimiento» seencuentra implícita la idea de un acuerdo libre de coacción, y2) el concepto de «entendimiento›› presupone una noción am-plia de racionalidad. Con estas tesis se apunta la estrategia defundamentación de una noción normativa de legitimidad queno tiene que recurrir a un orden trascendente (divino, naturalo histórico). Ahora se plantea que son las condiciones que per»rniten acceder a un acuerdo racional las que poseen una fuer-za legitimante y que estas condiciones se encuentran implíci-tas en todo proceso de comunicación lingüística. Por tanto, setrata de reconstruir los procesos de comunicación para deter-minar esas condiciones.

Haben-nas denomina su concepto de legitimidad como «re-constructivo», ello hace referencia al método en que ese con-cepto se sustenta. El objetivo del llamado «método reconstruc-tivo» es hacer explícitos los elementos y estructuras de saber

5. ¡bfd,, pp. 251 y 254 (pp. 278 y 281).

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preteórico presentes en las acciones humanasf* Examinei-nosalgunos aspectos generales de este método para precisar elsentido del concepto «reconstructivo›› de legitimidad.

Habermas se remite a los trabajos lingüísticos de Chomsky.Este último distingue entre «ejecución lingüística efec|_iva›› (per-formance) y competencia lingüística (competente). Mientras laprimera se refiere al uso del lenguaje en situaciones particu-lares, la segunda se nefiere a los principios lingüísticos (fonéti-cos, sintácticos y semánticas) que debe asumir cualquier «ha-blante-oyente» en el uso del lenguajeï Para Chomsky, el objetoteórico de la lingüística no es el habla efectiva (performance),sino los principios a los que debe recurrir un hablante compe-tente de una lengua (competence). La forrna de acceder a losprincipios que asume todo hablante competente, distinguiéndo-los de los aspectos contingentes, es mediante un proceso re-constructivo de los procesos lingüísticos.

Ilabermas, por su parte, sostiene que no sólo los rasgos foné-tìcos, sintácticm y semánlicos de las oraciones, sino tambiénciertos rasgos de las emisiones admiten una reconstrucción entérminos universales. En otras palabras, no sólo la lengua (_«com-petencia LLngüIstica››) sino también el habla (_«competencia comu-nicati_va››) es susceptible de una reconstrucción mcionala En elacto del habla, el hablante no sólo emite una oración con uncontenido empírico (O), también la sitúa pmgiiiáficamente a tra-vés de un «modo» (fuerza ilocucionaria): por ejemplo, «te prome-to que O», «te exijo que 0», «te aseguro que O», etc. La encarga-da de reconstruir las estructuras generales que aparecen en todoacto del habla es la «pragmática universal».

He propuesto el nombre de pragmática universal para elprograma de investigación dirigido a la reconstrucción de lasbases universales de validez del habla [...] La intención básica

6. Véanse J. Habennas, Zur Løgik der Sozr'alwisse›Lechaƒïen, Francfort, Suhrkamp,1982; y T. McCarthy. La Teoría Crítica de Jürgen Habermas, Madrid, Tecnos. 1937.

7. N. Chomsky, Aspectos de la teoría de la sintaxis. Madrid, Aguilar, 1970.8. A esto es a lo que se ha denominado el «giro pragmática» que tiene sus bases

en las teoría-; de Wittgenstein, Austin y Searie: L. Wittgenstein, I'hi`1oso¡›hische Unrcr-suchzmgen, Fmnclorl, Suhxtamp, 1984: J. Austin, Cómo hacer cosas con palabras.Barcelona, Paidos, 1982; J _ Searle, Acrosdel habla, Madrid, Cátedra, 1980.

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de la pargmatica universal de los actos del habla se expresa enel hecho dc que tematiza las unidades elementales del habla(emisiones) en la misma actitud que la lingüística te-matiza lasunidades del lenguaje (oraciones). La meta del análisis recons-tructivo del lenguaje es la descripción explícita de las reglas queun hablante competente debe dominar para fomiar oracionesgramaticales y emitirlas de fonna aceptable. La teoría de losactos del habla comparte esta tarea con la lingüística. Mientrasque esta última parte del supuesto que todo hablante adultoposee un conocimiento implícito reconstruible, en el cual se ex-presa su competencia de reglas lingüísticas (pam producir ora-cioncs); la teoría de los actos del habla postula una competen-cia de reglas comunicativas correspondientes, a saber, la com-petcncia de usar oraciones en actos del habla. Se supone ade-más que la competencia comunicativa tiene un núcleo tan uni-versal como la competencia lingüística. Una teoria general delas acciones de habla describiría. por tanto, exactamente aquelsistema fundamental de reglas que dominan los sujetos adultosen tanto que pueden satisfacer las condiciones de un empleoafortunado de oraciones en emisiones. con independencia dellenguaje particular al que esas oraciones pertenezcan y de loscontextos contingentes en los que se insertan los enunciados.°

El objetivo de la pragmática universal es identificar y re-construir las condiciones universales de un posible entendi-miento entre los sujetos sociales. Habermas sostiene que estascondiciones contienen un núcleo normativo. Toda comunica-ción se encuentra ligada (implícita o explícitamente) a «pre-tensiones de validez» que son las siguientes: 1) entendimiento(el cua] exige que las emisiones del hablante scan rnteligibles);2) verdad (la cual exige que los contenidos proposicionales opresuposiciones existenciales sean verdaderas); 3) veracidad (lacual exige que el hablante sea sincero o veraz), y 4) correccióno rectitud (la cual exige que la emisión sea correcta en térmi-nos morales). Estas pretensiones de validez nos remiten a lasFunciones pmgmáticas del habla, las cuales, a su vez, nos per-miten dar una clasificación de los actos del habla:

9. J. l-labeimas. «Was hcillt UniversalpragmaLik?» fi976], en Vorstudfefz wm' Er-gdnwngeu zur Iïieorie des lvmnxuiríkariverr Handels, Francfort, Sulnkamp, 1984, pp.357 y 386-396.

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1) La primera de estas funciones es la «representativamella se refiere a la relación con un mundo objetivo «ex-temo» (verdad). Corresponde a los actos del habla«constaLivos››.

2) La segunda es la «expresiva» y se refiere a la relacióncon el mundo subjetivo (veracidad). Corresponde a losactos del habla «.<.expresivos››.

3) La función «interactiva›› es la tercera y nos remite a larelación con otros individuos, es decir, con el mundosocial (corrección o rectitud). A ella corresponden losactos del habla «regulativos››.

Hasta ahora. no hemos hablado del «entendin1iento››; ellose debe a que esta pretensión de validez es común zx todos losactos del habla. Mientms que las otras pretensiones de validezrelacionan la emisión del hablante con un orden extralingüísti-co (con el mundo externo, con el mundo subjetivo o con elmundo social), el entendimiento, en cambio, es una pretensióninmanente al lenguaje en sus diversos usos.

La meta del entendimiento es acceder a un acuerdo que tie-nc como término una comunidad intersubjetiva de compren-sión recíproca, de saber compartido, de confianza mutua y decoincidencia. El acuerdo se basa en el reconocimiento de lascuatro pretensiones de validez correspondientes: entendimiento,verdad, veracidad y rectitud. Podemos observar que la expre-sión alcmana Verständigzmg ftambién la española «entendi-mientns] e_±; ambigua. Su sentido mínimo indica que dos sujetosentienden una expresión lingüística de la misma manera. Susentido maximo es que entre ambos existe un acuerdo relativoa la rectitud de un enunciado en relación a un contexto norrna-tivo mutuamente reconocido. Además, dos participantes del pro-ceso comunicativo pueden llegar a una comprensión sobre algocn el mundo y pueden hamrse mutuamente oomprensibles susintenciones. Si el pleno acuerdo, que engloba los cuatro compr»nentes mencionados, fuera el estado non-nal de la comunicaciónlingüística, no sería necesario analizar el proceso de cornpren~sión desde la perspectiva dinámica del producir un acuerdn.'°

10, l'bía'›. p. 355.

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La acción comunicativa transcurre sobre el transfondo deun acuerdo aproblemático; los sujetos aceptan de manera in-genua o inmediata las pretensiones de validez inscritas en losactos del habla. Pero en cuanto una de estas pretensiones devalidez se ve cuestionada, la acción comunicativa queda blo-queada. Si los individuos desean mantenerse en el nivel comu-nicativo. deben entonces hacer explícitas estas pretensiones devalidez para reestablecer el entendimiento mediante la redefi-nición común de la situación. Es por ello que Habermas plan-tea el acuerdo, en cuanto meta del entendimiento, desde unaperspectiva dinámica. Cada una de las cuatro pretensiones devalidez puede ser objeto de un desempeño (Einlösung) dentrode un contexto de interacción social en el que se busca justifi-carlas o fundamentarlas. En el caso de la verdad y la rectitud,su fundamentación puede requerir salir del contexto de la ac-ción y pasar a una situación discursiva. En el «discurso›› sebusca apoyar estas pretensiones de validez en argumentos."

El discurso representa una ruptura de la acción comunica-tiva para acceder a un plano en que todos los participantesdeben someterse a la dinámica de la argumentación, con lafinalidad de llegar a un acuerdo sobre la validez de las preten-siones cuestionadas. El discurso es una continuación por otrosmedios (los argumentos) de la acción orientada al entendi-miento. Mediante el discurso se prueba la naturaleza objetivade la verdad delas emisiones y de la corrección de las normas.El resultado del discurso racional debe ser, según Habermas,un acuerdo válido no sólo para sn.-s participantes, sino tambiénpara todo sujeto racional posible.

Llamamos, ciertamente, racional a una persona que en elámbito de lo cognitivo-instrumental expresa opiniones fundadasy actúa con eficiencia; sólo que esa racionalidad perrnanececontingente si no va a su vez conectada a la capacidad deaprender de los desaciertos, de la refutación de hipótesis y delfracaso de las intervenciones en el mundo. El medio en queestas experiencias negativas pueden claborarse productivamente

11. J. Habermas, wwahrheitstheonenn [1972], en Vorstud¡en..., op. cít., pp. I4'l«142.

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cs cl discurso teórico, es decir, la forma de argumentación enque se convierten en terna las pretensiones de verdad que sehan vuelto problemáticas. Llamamos racional a una personaque puede justificar sus acciones recurriendo a las ordenacionesnormativas vigentes Pero sobre todo llamamos racional a aquelque en un conflicto normativo actúa con lucidez, es decir, nodejándose llevar por sus pasiones ni entregándose a sus interc-ses inmediatos. sino esforzándose por juzgar irnparcialmente lacuestión desde un punto de vista moral y por resolverla consen-sualrnente. El medio en que puede examinarse hipotéticamentesi una norma dc acción, este o no reconocida de hecho, puedejustificarse ìmparcialmentc, cs el discmo práctico, es decir, laforma de argumentación en que se convierten en tema las pre-tensiones de rectitud norrnativa.12

La descripción del discurso como un proceso de funda-mentación racional de las pretensiones de validez, en dondesólo debe aceptarse la coacción del mejor argumento, es, evi-dentemente, una idealización. El propio Habermas afirma queel discurso es una forma de comunicación infrecuente o rara,por tratarse de un proceso que ha de aproximarse suficiente-mente a condiciones ideales. En este punto se introduce el co-nocido y rnuy discutido concepto de «situación ideal de ha-bla». Con este concepto Habermas busca hacer explícitas lascondiciones que deben satisfacerse para que exista una argu-mentación plenamente racional. Entre estas condiciones se en-cuentra la de que los participantes de una comunidad de diá-logo deben reconocerse recíprocamente como interlocutorescon los mismos derechos. Cada uno debe tener el derecho deexponer sus argumentos y la obligación de escuchar los aje-nos, así como la de respetar la lógica de la mejor argumenta-ción. Haberrnas es consciente del carácter irreal de esta situa-ción ideal de habla, sin embargo, sostiene que no se trata sim-plemente de un ideal abstracto, sino que dicha situación ideales una suposición que subyace a todo discurso. Cualquier incli-viduo que participe en un discurso debe aceptar de un modo

12 J. Habermas, Teoría de la accion commzícariva, I, Madrid, Taurus. 1981, p. 38(ïïreonle des .fcommwiiknriwfn Hrxrzdclns. Fmncíon, Suhrkamp. 1987. p. 39: en adelan-te, las páginas de la edición alemana apareceran entre panélitesis tras las de la espa-ñola).

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implícito la posibilidad de llegar a un acuerdo a través de laargumentación racional. Rechazar este supuesto sería desvir-tuar el sentido del proceso de argumentación.

Por otra parte, Habermas afirma que esta situación idealde habla también ha tenido una influencia en la vida políticade nuestras sociedades. El principio de que la legitimidad ra-cional se encuentra en el diálogo que busca un acuerdo esinseparable de la historia de la democracia. Como apunta Al-brecht Welltner:

De ahí que el principio dc lo razonable para la ilustraciónpueda interpretarse como una demanda de abolición de todaslas relaciones de poder que no tuvieran más legitimidad que lade su facticidad. La razón no como un concepto opuesto al deautoridad, sino como un principio de comunicación pacífica yno forzada, frente a la realidad experimentada de una comuni-cación desfigurada dc la politicalï

El interés por estudiar la influencia del ideal de formaciónracional de la voluntad colectiva en la política está presente yaen los primeros trabajos de Haben'nas“ y es una línea de in-vestigación que recorre toda su producción teórica.

Esta primera aproximación a la teoría de la acción comu-nicativa de Haberrnas nos permite precisar el sentido de sudefinición de legitimidad. Ahora podemos acudir al siguienterazonamiento: 1) la legitimación puede conceptualizarse comoun proceso de comunicación; 2) el uso comunicativo del len-guaje tiene como objetivo interno la búsqueda del entendi-miento; 3) por tanto, la legitimidad estará dada por las condi-ciones que permiten un proceso comunicativo orientado haciael entendimiento, y 4) como discurso práctioo, la legitimidadpresupone la idea normativa de una argumentación libre detoda coacción externa, en la que se ponga a prueba la validezde los fundamentos del poder.

13. A. Wellmer, Teoría crírica de la socindad y posifivisrwio. Barcelona. Ariel, 1979,p. 51.

14. J. Haberrnas, Struktunmndel der Óƒƒìmtlichkeil, Berlin. Darmstadt und Neu-wied, 1962; Tìveorie :md Pmns, Francfort, Suhrlramp, 1978; Anbeír, Erkcunmzs, Fort-schrirz (Aufsärze 1954-1970), Amsterdam, Verlag de Mumer, 1970.

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Lo que no debemos perder de vista es algo que el propioHaber-mas destaca; a saber, entre el entendimiento en su sentidomínimo y el entendimiento en su sentido máximo existe un abis-mo. Dos sujetos entienden ima expresión lingüística porque entreellos hay una coincidencia respecto al significado (uso) de laspalabras. Pero ello, como vio Wittgensteín, 15 no implica una coin-cidencia de opiniones. Un fascista y un demócrata pueden enten-der cada uno ei sentido lingüístico del discurso del otro, pero ellono implica que puedan compartir sus opiniones. La tesis de Ha-bermas consiste en afirmar que el entendimiento lingüístico mí-nimo contiene un núcleo normativo, en el cual se exige del ha-blante-oyente que asuma la responsabilidad de. buscar un enten-dimiento en su acepción máxima; es decir, que fundamenta m-cionalmente La pretensión de verdad y corrección inscrita en susemisiones lingüísticas. El fascista y el demócrata, para cumplircon las exigencias de ese núcleo nomiativo, tendrian que sometersus respecüvm visiones particulares del mundo a la coacción delmejor argumento. Es evidente que de esta manera se avanzariaun gran trecho en el camino del entendimientoflfi Entre sujetosracionales puros (o casi) la meta del entendimiento sería, obvia-mente, más fácil de alcanmr. He querido detenerme en. ello paradestacar el carácter nonnativo de la definición reconstructiva dela legitimidad. El problema reside ahora en precisar en qué senti-do Habermas considera su delìnición como una alternativa frentea las definiciones normativas de la l.egitimidad.

Creo que es posible aceptar que la definición de I-Iabermasrepresenta efectivamente una alternativa frente a las nocionestradicionales de la legitimidad. Su carácter altemativo se en-cuentra en la estrategia de fundamentación del nivel normali-vo. El método neconstructivo le permite a Habermas desecharel supuesto de un orden trascendente (divino, natural o histó-rico) como fundamento de las normas morales. De manera

15. «Correcto y falso es lo que los hombres dicen; y los hombres concuerdanen el lenguaje. Esta no es una concordancia de opirtiones, sino de formas de vida»¦'L, Wittgensteìn, op. cif., § 241).

16. Tendríamos que examinar con más cuidado qué significa la pretensión decorreción para las expresiones normativas. Este es un punto esencial para hablar deun entendimiento pleno. Pospongo esta lanza, ya que ella requiere de un examen másdetallado dela teoría de la acción comunicativa.

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más precisa, podemos decir que Habermas nos ofrece un cri-terio racional para juzgar críticamente la dimensión normativainscrita en los procesos de legitimación. Este criterio es inde-pendiente de los mitos, religiones, visiones del mundo, etc.,que aparecen en los diversos procesos de legitimación tradicio-nales, ya que se trata de un principio normativo que hace refe-rencia al carácter «formal›› o estructural del discurso.

Haberrnas considera que la definición reconstmctiva de lalegitimidad también es una opción en el sentido que no propo-ne a priori un tipo específico de organización política. Debe-mos advertir aquí que la institucionalización de la idea de for-mación discursiva de la voluntad colectiva parece estar ligadanecesariamente a una organización democrática del poder.Por eso, alguien puede objetar que en la definición reconstruc-tiva de la legitimidad si hay una torna de partido a priori porun modelo específico de organización política. Sin embargo,Habennas mantiene que la democracia está definida esencial-mente por un principio racional de legitimación y no por tiposespecíficos de organización.

La democratización no puede significar una preferenciaaprioristica por un determinado tipo de organización, cn pro,por ejemplo, de la llamada «democracia de identidad» [...] Ladiscusión entre los representantes de una teoría normativa de lademocracia por una parte y los de un concepto mealista» oempírico de la misma por otra reviste unos caracteres igual-mente difíciles. Si las democracias se diferencian de otros siste-mas dc dominación por un principio racional de legitimación, yno por tipos de organizacion caracterizados aprioristicamente,las criticas que entre sí se formulan unos y otros han de malo-grar su objetivo.”

17. J. Habermns, La mco›rstruz:ción..., op. cif., pp. 252-253 tpp. 279-280). «Porconsiguiente, la democracia, en tanto que principio de ordenación política, no parti-culariza a priori ningún tipo específico de organizacion (_por ejemplo, un sistema desoviets) como el correcto. Ni tampoco excluye a priori ninguna organización queimplique representación, delegación, etc. La cuestión es, más bien, enoontmr en cadaconjunto concreto de circunstancias mecanismos institucionales que justifiquen lapresunción de que las decisiones políticas básicas oontarían con el acuerdo de todoslos afectados por ellas mismas si pudieran participar sin restñocìones en una forma-ción discursiva de la voluntad colectiva. Esle principio sirve de estándar a la I.em1acrítica dela sociedad» (T. McCarthy, op. cil., p. 384).

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El sentido de esta noción de la democracia lo podemoscomprender mejor si tomamos en cuenta que es el resultado deuna polémica con aquellos qtte reducen la democracia a unaserie de procedimientos. Habermas subraya que los procedi-mientos sólo adquieren una Íuena legitimadora en la medidaen que se encuentran vinculados a una dimensión norrnativa.

Pero un procedimiento sólo puede legitimar indirectamente,es decir, remitiendo a instancias que por su parte tienen que serreconocidas. Así, las constituciones burgucsas escritas contie-nen un catálogo de derechos fundamentales, enérgicamente in-munizados contra los cambios, que posee Fuerza legitimadoraen la medida y sólo en la medida en que se lo enticntlc enconexión con una ideología aneja al sistema (lc dominación. ¡S

En efecto, la implementación de procedimientos políticoshace referencia siempre a un sistema de normas que son con-sideradas como válidas. Pensemos, por ejemplo, en la regla dela mayoria que define los procesos electorales; sólo una des-cripción empírica estrecha puede hacer a un lado su relacióncon el valor de la «soberanía popular».

Ahora bien, así como los procedimientos democráticos nosremiten a un nivel nonnativo, los valores democráticos nos re-miten a una serie de procedimientos. Podemos distinguir ana-líticamente entre el nivel de justificación de la dominación ysus procedimientos de organización, pero entre ellos existeuna inutua dependencia. Esto es muy importante tenerlo encuenta, porque en la historia han existido regímenes que ape-lan a los valores democráticos, pero que no implementan losprocedimientos democráticos de decisión. Ello ha conducido adictaduras que se ejercen en nombre del «pueblo››, de la «vo-luntad general», de la «clase universal». La confusión en todasellas consiste en querer conciliar los principios democráticoscon la idea de «identidad››. La única democracia viable es laque asume la naturaleza plural de nuestras sociedades.

Creo que se puede llegar a un acuerdo con la posición deHabennas al afirmar que la democracia no es un tipo de orga-

IE. J. I-Iabermas, La idgica de las ciertcias socíaiu, Madrid, Tecnos, 1988. p. 384.

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nización política a la manera de los modelos utópicos, que,dominados por el principio de la «identidad›› o de la reconci-liación plena de los conflictos sociales, se empeñan en diseñartodos los aspectos de la organización social. La noción de «de-mocracia» se encuentra ligada, sin embargo, a ciertos princi-pios de organización política, los cuales permiten vincular suaspecto normativo con la realidad social. División de los pode-res, procesos electorales competitivos, garantías institucionalessobre la libertad de opinión, de organización, son algunos delos rasgos esenciales de una organización democrática. Estosprincipios democráticos generales pueden encarnatse en dife-rentes forrnas e implican también una búsqueda continua denuevos tipos de organización y mecanismos de participaciónpolítica. Podríamos decir que la democmcia presupone una or-ganización social «abierta››, esto es, en continua transforma-ción, como consecuencia del ejercicio de la libertad.

Pero me parece que, cuando Habermas se refiere a la defi-nición reconstructiva de la legitimidad como una «tercera›› po-sibilidad (frente a las definiciones empíricas y normativas tra-dicionales), no sólo se refiere a los problemas metodológicos yorganizativos, sino que su pretensión va más allá. Esto se pue-de ver cuando Habermas habla de la situación ideal de ha bla.

la anticipación de una situación ideal de habla tiene paratoda comunicación posible el significado de una aparienciaconstitutiva que, a la vez, es manifestación de una forma devida. Pero no podemos saber a priori si esa ilusión proviene, sinembargo, de suposiciones inevitables, 0 si pueden crearse prác-ticamente las condiciones empíricas para una realización (aun-que sea aproximativa) de la forma de vida que esas suposicio-nes nos permiten poner de manifiesto. Desde este punto de vis-ta las normas fundamentales del habla racional incluidas en lapragmática universal contienen una hipótesis práctica.”

La dificultad se ìocaliza cuando la situación ideal de hablano se toma únicamente como una suposición conrrafáctìca(proveniente de suposiciones inevitables) que nos sirve como

19. J . Habennas, awaltrheitstheorien», art. cil., pp. 181-182.

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referente nomiativo en la crítica a los consensos fácticos, sinoque se presenta como una situación en la que se anticipa unafomia de vida que puede llegar a realizarse. Aquí se introdu-ce implícitamente el supuesto de la posibilidad de acceder auna situación social donde las relaciones entre los individuosy la relación del individuo consigo mismo se tornen transpa-rentes, lo cual permitiría un acuerdo pleno. Sobre este punto,Wellmer observa:

Me parece que el concepto de comunicación libre de domi-nio, como Habcrmas lo construye, contiene el supuesto de quelos problemas prácticos [morales] tienen una unívoca soluciónracional -aun cuando nosotros podamos penderla o a causa deobstáculos internos o extemos a la comunicación nos sea impe-dido acceder a la solución racional de los problemas. I-Iabermasjustiñea este supuesto, en tanto él como medida de las solucio-nes concretas de los problemas prácticos no introduce un ordenracional con carácter ontológico, sino el propio consenso librede los individuos. Yo creo que en este pensamiento existe uncírculo.”

En efecto, parece caerse en un círculo al pensar que el con-senso racional nos permite encontrar una solución a nuestrosproblemas prácticos y, al mismo tiempo, creer que esa solu-ción práctica es la posibilidad de acceder a un consenso ra-cional.

El origen de este círculo vicioso se encuentra en la inter-pretación de la situación ideal de habla como la anticipaciónde una forma de vida. En la base de aquélla se localiza elsupuesto de una posible reconciliación (entre los hombres ycon la naturaleza «extema›› e «interna››) basada en una solu-ción mcional univoca de nuestros problemas práctico-momles,a la que se accederia mediante un diálogo pacífico. En ello sepercibe la sombra de Ia tradición utópica, en especial de laque va de Marx” a Adorno. Esta herencia de la tradición utó-pica parece contradecir o, por lo menos, entrar en conflicto

20. A. Wellrner. Erkik und Drlfzlag. Francfort, Suhrkamp, 1986. p. 198.21. R. Zimrnennann, Utopic-Ratíovialildt-Polirüc, Fn'burgo/Munich, Verlag Karl Al-

ber, 1985.

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con la noción «posmetalisica›› («posconvencional››) de la razónque Habermas se propone desarrollar.

La tensión entre la noción de una razón «posmeta[ísica›› yla tradición utópiea no se encuentra en determinar hasta quépunto se puede realizar una organización racional de la socie-dad, en la que la libertad de cada uno pueda coeicistir con lade los demás. En esto ya advertía Kant lo siguiente:

Pues cuál pueda ser el grado máximo en que la humanidadhaya de detenerse, y cuán amplia la distancia que necesaria-mente haya de quedar entre la idea y su realización, nadie pue-de ni debe deterrninarlo precisamente; porque es la libertad laque puede franquear cualquier límite indicado."

La dificultad entre la noción posmetafísiea de la razón y latradición utópiea reside en el ideal utópico mismo, es decir, enplantear la realización de un sentido pleno, el cual otorgaríauna solución racional unívoca a todos nuestros problemas enuna situación de plena reconciliación. «Quien sueña con unasupresión del poder hace referencia, implícitamente, a lo idén-tico.››23 El ideal de la «iclentidad››, que subyace a la tradiciónutópiea, no puede compaginarse con una definición de la ra-zón abierta a la pluralidad.

En este punto hay que tener cuidado. No se trata de afir-mar simplemente que en Haberrnas hay un renacimiento de lafilosofía de la historia y su ideal utópico de una reconciliación.Este autor es consciente de las dificultades que afrontan lasfilosofías de la historia y toma, frente a ellas, una distanciacritica. De esta manera, puede superar muchos de los erroresde esas filosofías. Habermas no sostiene, por ejemplo, la exis-tencia de un proceso causal regular en la historia Tambiénreconoce que la posible «evolueióm tiene costos y que, conellos, aparecen nuevos problemas.

la dialéctica del progreso sc manifiesta en el hecho de que,con la adquisición de capacidades para ncsolver problemas. se

22. I. Kant, Iírírik der minera Vamrmƒr, I, Francfort, Suhrkarnp, 1974, p. 324 (_a-3171.23. U. Rödel et al., Die Demokrarirche Fmge, Francfort, Suhrkamp, 1989, p. 125.

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alcanza conciencia de la existencia de problemas nuevos [...] Elsufrimiento a causa dc las contingencias de un proceso que nopodemos dominar gana una cualidad nueva en la medida cnque nos atribuimos la facultad de intervenir en él de un modoracional. Desde el punto de vista negativo. este sufrimiento es elde una necesidad nueva. Podemos, así, hacer el intento de inter-pretar la evolución social en función de aquellos problemas yneoesidades que se manifiestan a través de los adelantos evolu-tivos: el propio proceso evolutivo-social dc aprendizaje generanuevos recursos en cada etapa de desarrollo que, a su vez, su-ponen la existencia de dimensiones nuevas de la escasez y, conello, necesidades históricas nuevas.”

En la teoría de Habermas tampoco se acude a la idea deun «macro-sujeto» al estilo de las filosofías de la historia tradi-cionales. Por el contrario, se habla de una dimension intersub-jetiva como base de la acción comunicativa, lo cual implica lapluralidad de sujetos.

la idea de un sujeto de la historia que se crea a sí mismo,era y es una Ficción; pero en modo alguno cs absurda la in-tención que esa idea a la vez expresa y yerra de ligar la evolu-ción de los sistemas socioculturales al tipo de control que cs laautoneflexión en cl sentido de una institucionalización política-mente eficaz de discursos (de comunidades intersubjetivas deorden superior autogeneradas por vía discuI_siva).25

De ahí la importancia de realizar un esfuerzo he11nenéuLi-co para comprender la intención de Ilabermas al proponeruna teoría de la evolución social de los sistemas culturales.

Habermas mantiene, desde sus primeros trabajos, la necesi-dad de retomar la perspectiva de una «filosofía de la historia conintención práctica». Esto es, pensar la historia no sólo como unaacumulación de sucesos. sino buscar en ellos un sentido que per-rnitzt apoyar nuestra práctica como crítica del presente@ El pun-to de partida de la teoría de la evolución social de Habermas es

24. J. Habermas. La reconslmccion.,,, op. cif., p. 167.25. I. I-Iabeimas, La lógica,... op. cir., p.450,26. Kant proponía una «paz perpetua» como horizonte normativo de la filosofía

de la historia con intención práctica. Por su parte, Hegel trató de demostrar que esa

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una «reconstrucción del materialismo histórico». «Reconstruc-ción» significa aquí una crítica interna al materialismo histórico.con la Finalidad de acceder a un planteamiento más adecuadopara los objetivos que esa misma teoría se había planteado.

Lo que se critica del marxismo es su concepción unilateraldel desarrollo histórico de las sociedades. Para Habermas. laevolución social no se puede reconstruir si sólo se sigue laperspectiva de la organización de la fuerza de trabajo. Es porello que Habermas se remite a los trabajos del joven Hegelpara distinguir dos dimensiones de la dinámica social: «traba-jo» e «intcracción››.27 Por trtrabajo» se entiende una acción quese guía por una racionalidad con arreglo a fines. Ésta puedeadquirir el carácter de una «acción instrumental», cuando seorienta por reglas técnicas en relación a objetos del mundoextemo, o el de una «acción estt¬atégica››, cuando se orientapor ciertas reglas de preferencia impemntes en un contexto enrelación con otros individuos.

Las acciones instrumentales de los distintos individuosmuestran una racionalidad final, esto es: están coordinadas enrelación con el fin productivo. Las reglas de la acción estratégi-ca, según las cuales se produce la cooperación, son una partecomponente necesaria del proceso de trabajo.”

Mientras que por «interaccióm se entiende una acción quese orienta a través de normas intersubjetivamente vigentes quedefinen expectativas recíprocas de comportamiento.

Ahora bieni los medios de vida no se producen con el fin deconsumirlos. Al igual que el trabajo, también la distribución de

reconciliación futura tiene una base objetiva en el propio devenir histórico (curiosa-mente llege] vuelve a la perspectiva del Estado-nación como fon-na definitiva de esareconciliación). Marx retoma la posición de Hegel y afirma que su mérito no esdestacar la existencia de una lucha de clases, sino «mos-trar» que esa lucha conduce¢neoesan'amente› a una sociedad comunista. Entre la posición dc Kant y la hegelia-no-marxista se abre un abismo en el que se mueve continuamente Haben-nas.

27, I. Habennas, «Arbeit und Interaktìorn. Bcmerkungen zu Hegels Jenensm'"Philcxsophie des Geistes”››, en Techník und I-Vissenschaƒi als «Ideologíc››, Francfort.Suhrlramp, 1969 (Ciencia y técnica como «x'deologt'a››, Madrid, Tecnos, 1984).

28. J_ Habennas, La rr~co›istruccíón..., op. oir., p. 133.

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los productos del nabajo está organizada socialmente. Las re-glas de la distribución no se refieren a la elaboración de ma-terial 0 a la aplicación, adecuadamente coordinada, de los me-dios, sino a la vinculación sistemática de aspiraciones 0 intere-ses recíprocas. El reparto de productos acabados requiere, portanto, unas reglas de interacción que se pueden desligar de lassituaciones concretas y establecer con carácter duradero comonormas reconocidas o como reglas de la acción comunicativaen el nivcl dela comprensión lingüística.”

Con la base de estas dos modalidades de la acción, Haber-mas diferencia dos tipos de integración social:

1) La integración del sistema, que corresponde al trabajo.Por ella, la sociedad se conserva dentro de ciertos límites, res-pondiendo a los problemas que le presenta su entorno median-te mecanismos impemonales (como lo es, por ejemplo, el mer-cado). En ella se busca un equilibrio social con independenciadel consenso norrnativo de los individuos que intervienen.

2) La integración social, que corresponde a la interacción.En ella se crea un «marco institucional» sustentado en un oon-sen$0 n0tTnatìv0 de los individuos, Originado en un procesocomunicativo.

La introducción de formas nuevas de integración socia] (porejemplo, la sustitución del sistema de parentesco por el Estado)requiere un conocimiento de carácter práctico-moral, no un co-nocimiento técnico-valorativo que se pueda realizar en las ne-glas de la actuación instrumental y estratégica', esta sustituciónno precisa de una extensión de nuestra capacidad de controlsobre la naturaleza exterior, sino de un conocimiento que scmaterializa en las estructuras de interacción. En una palabra:una extensión de la autonomía social frente a la naturaleza in-terìor. que nos es propia.”

Estas dos dimensiones o niveles de la integración social es-tan vinculadas en la dinámica social. La fomia en que se vin-

za, ¡bar30. Mt, p. 147.

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culan es a lo que Habermas denomina «principios de organi-zación». En las llamadas sociedades tradicionales, por ejem-plo, la integración del sistema se encuentra subordinada al«marco institucional» de la integración social.

Las «sociedades tradicionales» sólo pueden subsistir mien-tras la evolución de los subsistemas de la acción con respecto afines se mantiene dentro de los límites dc la eficacia legitimado-ra de las tradiciones culturales. Esto da lugar a una «supe-rioridad» del marco institucional, superioridad que ciertamanteno excluye reestructuraciones inducidas por un potencial exce-dente de las fuer-Las productivas, pero que sí excluye la disolu-ción crítica de la forma tradicional de legitimación. Esta inata-cabilidad representa un buen criterio de demarcación de las so-ciedades tradicionales frente a las que han cruzado el umbralde la rnode.mì7ación.3'

En cambio. el principio de organización de las sociedadescapitalistas se caracteriza por que la integración del sistema(_encamada en el mercado y los sistemas administrativos) rom-pe con los limites del «marco institucional». El modo de producción capitalista permite una expansión permanente de lossistemas de acción con arreglo a fines. Esto es lo que perci-bían tanto Manr como Weber.

La superioridad de la forma de producción capitalista estri-ba en los dos casos siguientes: en la instauración de un meca-nismo cconómico que garantiza a largo plazo la ampliación delos subsistemas de acción racional con arreglo a fincs y en lacreación de una legitimación económica bajo la que el sistemade dominación puede adaptarse a las nuevas exigencias de ra-cionalidad que comporta cl progncso de esos subsistemas. Esese proceso de adaptación lo que Max Weber entiende como«racionalización».32

Haber-rnas sostiene que en las sociedades capitalistas tam-bién hay una evolución en el rrivel de la integración social. Su

31. I. Ilabermas, Tecìrm'k..., op. cif., p. 67 (Lrad. cast.: p. 73).32. i'b(a'., p. 70 (trad. cast.: p. 73).

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teoria de la evolución social busca asumir la perspectiva de losdos niveles de integración, para ofrecer un diagnóstico sobre eldesarrollo de las sociedades capitalistas. De esta manera. sebusca, además, superar la unilateralidad presente en las teo-rías de Marx y de Weber.

La respuesta que propongo implica que el género humanoen cuanto tal no aprende solamente en la dimensión del conoci-miento técnicamente valorable _decìsivo para la expansión delas fuerzas productivas-, sino también en la dimensión de laconciencia práctico-moral fundamental para las esnucturas in-teractivas.”

Para conceptualizar el proceso de aprendizaje en el nivelpráctico-moral Habermas acude, en un primer momento, almodelo del psicoanálisis y, posteriormente. al modelo de lapsicología evolutiva de signo cognoscitivo (Piaget y Kohlberg).Ello resulta problemático porque implica extmpolar los mode-los psicológicos de socialización del individuo a la explicacióndel desarrollo de las estructuras normativas de la sociedad. Enla base de esta extrapolación se encuentra la poco afortunadaanalogía entre ontogénesis y Íìilogénesis, la cual ha sido uno delos temas favoritos de las filososfías de la historia tradicional.El propio Habermas advierte los peligros y dificultades que seesconden detrás de esta analogía; sin embargo, insiste en usarestos modelos para dar cuenta de la racionalización culturalde las sociedades.

Toda teoría general de la justificación permanece caracterís-ticarnente abstracta frente alas formas históricas de la domina-ción legítima. Aplicar rasems de justificación discursiva a socie-dades tradicionales es comportarse de modo históricamente«injusto». ¿Hay una altemativa a esa injusticia histórica de lasteorías geneiales por una parte, y a la arbitrariedad de la meracomprensión histórica por otm? El único programa con pers-pectivas que acierto a ver lo constituye una teoría que aclareestructuralmente la sucesión históricamente observablc, de ni-veles de juslilicación y la reconstruye como un contexto lógico-

33. J. Habermas, La reco›tsrrucción..., op. cil., p. 149.

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evolutivo. La bien probada psicología evolutiva de signo cog-noscitivo, que ha reconstruido, en lo relativo a la ontogénesis,las etapas de la conciencia moral, puede al menos entendersecomo una indicación heurística y como un aliento.”

Es curioso que Habermas haya retomado del joven Hegel ladistinción entre trabajo e interacción y no haya, al mismo tiem-po, recuperado el principio de la «lucha por el reconocimiento»para dar cuenta del proceso de racionalización cultural.

Hegel atribuye el proceso de aprendizaje moral de la especiea la experiencia negativa de la lucha práctica, en la que lossujetos sostienen una lucha por su reconocimiento jurídico ysocial. Con ello, Hegel anticipó una crítica materialista a lasteorías del desarrollo cognoscitivo. De un concepto transforma-do de lucha social puede también beneficiarse una teoría socialcrítica, porque ese concepto abre la posibilidad para esa teoríade interpretar el proceso histórico como consecuencia de con-flictos y enfrentamientos morales.-ls

En efecto, para Hegel, los conflictos sociales no se reducena un problema de distribución de los bienes sociales, sino queimplican una dimensión moral: la lucha por el derecho a tenerderechos (el reconocimiento como persona). Desde este puntode vista. la explicación de la racionalización de las estructurasnonnativas de la sociedad nos remite directamente a la histo-ria de las luchas sociales y su influencia en el marco institucio-nal, y no a un proceso psicológico (aunque éste pueda despuésser recuperado).

Es cierto que el concepto de «lucha por el reconocimiento»requiere, como sostiene Honneth, ser transfonrtado para poderser utilizado por una teoría critica. Creo que una de las trans-formaciones más importantes de este concepto debe estar diri-

34. Ibíd., pp. 171-172. ¿No es acaso una mayor injusticia reducir todas las moda-lidades de legitimación a eslabones en una cadena evolutiva? ¿No es una mayorinjusticia desechar la especificidad de los diversos sistemas políticos a favor de unacontinuidad histórica?

35, A. Honnetli, «Moralische Entwicklung und sozialer Kampf», en Ziuíschenbe-trachtrmgcir ¿ri Prom? def Au,f.l<ì¿(rrmg, Francfort, Sulirkamp, 1989; y Kritik der Mtrcìrt,Francfort, Suhrkamp, 1989.

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gida a romper el vínculo que existe en el sistema hegelianoentre esta lucha con una filosofía de la historia. La «lucha porel reconocimiento» no tiene un «ox-igen››, ni un «final›› , sinoque la debemos entender como un principio abstracto queaparece en toda forma de asimetría social. En cada una de lasformas de asimetría social, «la lucha por el reconocimiento»adquiere rasgos específicos.

La manera cn que se desenvuelve esta lucha en el nivel dela socialización de los individuos es, por ejemplo, diferente almodo en que se desarrolla en la relación sociedad civil - Esta-do, etc. Recuperar el concepto de «lucha por el reconocimien-to» puede servir, además, para establecer una mediación entre«trabajo›› e <_<interacción›› («mundo de la vida» y «sistema››),así como para realizar una critica radical a la noción funcio-nalista de poder (poder como «medio››).

Los modelos evolutivos construidos a partir de la psicologíanos ofrecen pautas de desarrollo poco flexibles, lo cual loshace inadecuados para conceptualizar el desarrollo de las es-tructuras norrnativas de la sociedad. El «modelo Freud» nospresenta la emancipación del género humano en términos deautorreflexión, y el «modelo Piaget››,3f* en términos de una lógi-ca evolutiva que debe cumplir gradualmente con diferentesetapas de aprendizaje. En ambos casos se pierde la especifici-dad de la dimensión política y su apertura de posibilidadesque no obedecen a una pauta preestablecida. Es cierto queI-Iabermas no pasa por alto la presencia del conflicto social,pero con los modelos psicológicos parece subordinarlo a unalógica evolutiva situada por encima de él. ¿Se trata acaso depostular nuevamente la acción de una astuta razón que «usa››el conflicto como medio para cumplir sus fines? Por otra par-te, la extrapolación de la psicología evolutiva nos acerca dema-siado, a pesar de todas las precauciones que toma Habcnnas.a la idea de un sentido histórico que «debe» cumplirse.

Si queremos captar la especificidad del desarrollo de lasestructuras normativas de la sociedad tendremos que volver almedio en el cual se desenvuelven; a saber: el conflicto social.

36. A. Wellmer, «Ubcr Vernunft, Emanzìpation und Utopie», en op, cif.

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Mi propuesta es pensar el desarrollo de las estructums nonna-tivas no como una «lógica evolutiva», sino a través de una víanegativa, esto es, como el cuestionamiento de las pseudounì-versalidades o particularidades que pretenden adquirir un es-tatuto universal o que reprimcn una perspectiva universalista.Precisamente, la lucha por el reconocimiento puede ser pensa-da como un enfrentamiento contra pseudouniversalidades.Esto nos acercaria al devenir histórico empírico, pues nos per-mitiría abordar el estudio de las luchas sociales no sólo desdela perspectiva de la redistribución de la riqueza, sino tambiénen su sentido moral y jurídico. La lucha de individuos o gru-pos que buscan su reconocimiento como «personas›› y, comotales, cuestionan la pretendida universalidad de un orden esta-blecido (reconocimiento que no sólo puede pensarse en termi-nos fonnales). Pensemos en las luchas obreras, feministas, dcminorías raciales, étnicas, etc.

Es posible asumir los logros de las investigaciones psicológi-cas sin tener que aceptar la conceptualización del desarrollo delas estructuras normativas de la sociedad como un proceso psi-cológico. Se puede relacionar la perspectiva ontogenética y lalilogenética sin establecer entre ellas una analogía. Ello nospermitiría, además, recuperar los resultados de la ciencia antro-pológica (entendida como sociología de «otras» culturas). El lo-gro más destacado de estas disciplinas es el reconocimiento deque los «otros››, llamados «salVï1_les›› o «pueblos primitivos», noson niños ingenuos, ni «buenos›› (_o «malos››). ni individuos quese encuentran en una etapa «pre-lógica», sino que simplementerepresentan otra forma de conceptualizar el mundo. Si acaso sepuede hablar de una evolución de las estructuras normativases, precisamente, en la capacidad de reconocer a los «otros››,para aprender de ellos a percatarnos de nuestra propia unilate-ralidad. Es decir, aprender que la vida se puede racionalizardesde los más diversos puntos de vista. Esto no puede calificar-se, desgraciadamente, ni como una enseñanza generalizada, nidefinitiva de nuestra cultura (ven cualquiera que nos situemos).

En la Teoría de la acción comunicativa Haber-mas denomi-na este desarrollo como «decentración de las imagenes delmundo». «La evolución cognitiva significa en tenninos genera-les la deccntración de una comprensión del mundo de cuño

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inicialmente. egocentrista.››3"' Pero el utilizar los términos de lapsicologia evolutiva se presta a una confusión sobre la natura-leza de este desarrollo social.

No debemos perder de vista que la llamada «decentraciónde las imágenes del mundo» es el resultado de los conflictossociales y que éstos sólo pueden objetivarse en un desarrollohistórico si se cumplen por lo menos estas dos condiciones:1) un cierto equilibrio de poder entre las fuer-Las sociales, y2) la transformación de ese equilibrio en una nueva forma deinstitucionalización de las relaciones de poder y, por tanto, enuna nueva forma de ejercicio del poder. En este sentido, meparece importante rescatar la intuición de Weber de estudiarel desarrollo de las imágenes del mundo en dos niveles: a) elde la relación entre las imagenes del mundo y las relaciones depoder, y b) el de la lógica y dinámica de esas visiones del mun-do (es aquí donde quizá puedan recuperarse los «logros›› de lapsicología evolutiva). Hacer a un lado cualquiera de estos nive-les es caer en la unjlateralidad.

Es evidente que Habetrnas puede responder que la institu-cionalización de las nuevas relaciones de poder requiere de unnuevo nivel de las estructuras nonnativas de la sociedad.

Incluso quisiera sostener la tesis de que el desarrollo de es-tas estructuras normativas representa la avanzadilla de la evolu-ción social, pues nuevos principios de organización social signi-fican nuevas for-mas dc integración social. y sólo éstas, por suparte, hacen posible la implementación de las fuerzas producti-vas existentes o la generación de otras nuevas, así como el in-cremento dc la complejidad de la sociedad.”

Ante ello habria que preguntar, ¿qué es primero, la trans-formación de las formas de ejercicio del poder o la transfor-mación de las estructuras normativas? Me parece que si real-mente se quiere supcrar la unilateralidad de la teoría marxistadel desarrollo social hay que renunciar a las explicaciones cau-sales simples.

37. J. Habermas. Teoría..., l.0p. cit_, p. 103 tp. 106).38. I. Habennas, La m:onstruccEn'n..., op. cif.. p_ 35.

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Afirmar que se trata de explicar el desarrollo de las concep-ciones del mundo a través de una vía negativa implica renun-ciar a la idea de una «evolución lógica» hacia una universali-dad en la que se abren las puertas del entendimiento pleno(identificado con la «verdad››)_ Se trata, como hemos dicho, deabordar el desarrollo social como un cuestionamiento perina-nente de las falsas universalidades. Esta crítica a las pseudo-univexsalidades se despliega en el interior de los conflictos so-ciales, los cuales se desenvnelven tanto en el nivel de la inte-gración social como en el de la integración del sistema. Entreestos dos niveles existe una relación compleja, irreductible aun vínculo causal simple. El proceso de desarrollo social nopresupone necesariamente ningún punto culminante, ni tam-poco la realización de un modelo de sociedad transparente. Eldesarrollo de las estructuras normativas no conduce a un en-tendimiento pleno o en su sentido máximo, sino a un entendi-miento sobre la forma de enfrentar nuestros conflictos que ga-rantice tanto la integridad de la sociedad como la integridadde cada uno de sus miembros.

Habermas, en la Teoría de la acción, comum`ca.t1'va asumeque la racionalidad comunicativa, entendida como el resultadode una comprensión clecentmda del mundo, tiene un carácterprocedimental y que, por tanto, de ella no es posible obtener elideal de una forma de vida plenamente racional.” El propioHaberrnas califica al utopismo que confunde la infraestructuracomunicativa con una forma de vida lograda como un en¬or dela modernidad. Esto último nos faculta para llegar a un acuer-do fundamental, pues nos permite eliminar la ambigüedad delconcepto de «situación ideal del habla». Se tiene que aceptarque este concepto no presupone ninguna anticipación de unaforma de vida («lograda››), sino que sólo es un criterio normati-vo. Por otra parte, esto también nos permite confirmar que ladefinición reconstiucliva de la legitimidad no es una «tercera››alternativa, sino sólo un criterio para juzgar críticamente losconsensos fácticos que sustentan las diversas formas de legiti-mación. La definición reconstructiva de la legiümidad tiene, en-

39. Ji Habermas. Tüorfa..., op. air., pp. 107-109 (pp. 110-113).

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tonces, que asumir la definición empírica de la legitimidadcomo punto de partida, sin presuponer una fon-na de legitima-ción «auténtica» o «verdadera›› en que las relaciones de poderqueden superadas. Su potencialidad crítica no se encuentra enanticipar una utopía de la reconciliación, sino en sustentar lascríticas concretas a las diversas formas de legitimación.

Nosotros no podemos anticipar la perfección del sentido,sino sólo la eliminación del sinscntìdo. Nosotros no podemospensar las relaciones entre los individuos completamente libresde toda coacción, ni una racionalidad plena, pero dc hecho po-demos intentar suprimir y apartar las coacciones y bloqueosque experimentamos-.40

Con esta serie de observaciones críticas, he querido llamarla atención sobne la tensión que existe en la teoría de Haber-mas entre la noción posmetafisica de la razón y la situaciónideal del habla, entendida como la anticipación de una formade vida realizable. Ilabermas es consciente de esta tensión yde las dificultades que ella engendra. Creo que en la base delos cambios y modificaciones en su teoría se encuentra un in-tento de superar estas dificultades y no existe, hasta la fecha,una toma de posición definitiva ante este problema. No debe-mos olvidar que se trata de una filosofía viva. Con ello, no sólome refiero al hecho de que I-Iabermas esté vivo, sino tambiénque se trata de una filosofía abierta, por principio, a la discu-sión y, por tanto, a la transformación.

Mientras tanto, por nuestra parte, podemos rescatar el prin-cipio de la «prohibición de las imágenes» (Bílderverbor) que ca-rac.ten'z.aba a la primera Escuela de Francfort. Esta prohibiciónse convertía en un rechazo de toda utopía positiva, lo cual deja-ba como única alternativa la crítica alas formas de dominaciónconcretas que existen en el presente, así como la crítica a suspretensiones de ser fomias definitivas de la historia.^“ Cuando

40. A. Wellmer, op. cif., p. 220.41. Desgraciadamente la Escuela de Fmncforr no continuó con este proyecto.

Como apunta George Friedman la Escuela de Fmncfon estaba lo suficientementecerca de la tradición del judaísmo para retornar la esperanza de una redención, perono lo su ficiemc para mantener esa esperanza denrm de la critica al presente. Por ello

1. 63

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la Teoría Cn't1`ca afirmaba «hay algo más», no se trataba de defi-nir ese algo. sino destacar las contradicciones en las formas deorganización del presente. No se trata de anunciar la realiza-ción del sentido pleno, sino de denunciar y afrontar el «sinsen-tido» en el presente.

2. LEGITIMIDAD VRACIONALIDAD COMUNICATE/A

Habermas retoma de la teoria weberiana la distinción entredos tipos de dominación; a saber: a) la dominación por «cons-telación de intereses», y b) la dominación por «autoridad››.42Habemias utiliza esta distinción para diferenciar dos modosde coordinación de las acciones. En el primer caso («conste1a-ción de intereses››), las relaciones sociales se coordinan mer-ced al entrelazamiento fáctico de intereses; en el segundo(_«auto1idad››), mediante el reconocimiento de pretensiones devalidez. Tanto Weber como Habermas sostienen que entre es-tos dos tipos de coordinación de las acciones no existe unafrontera fija, sino un tránsito fluido. Se trata, en primer lugar,de una distinción analítica. Sin embargo, para ambos, el pro-ceso de modernización de las sociedades presupone una dife-renciación de estas dos formas de coordinación de las accio-nes. Diferenciación que conduce, por un lado, a la consolida-ción de un subsistema de coordinación social basado funda-

se abandonamn a la idea de una reconciliación abstracta y a la desesperanza anteuna realidad que se :dejaba de ese ideal. «La Escuela de Francfort cs, por último. másdigna de alabanza por lo que no pudo realizar porque, en su fracaso. demosmó labancarrota de la modernidad- (la flosofm poli/rica de Ia Escueia de Frankfurt, México.FCE, 1986, p. 314).

42. «Por eso, al lado de ou-as numemsa.-; Eonnas posibles nos representamos dostipos mdicalrnenle opuestos de dominación. Por una pane. la dominación medianteuna constelación de intereses (especialmente por una situación de monopo1io)¡ porotra, mediante la aulnridad (poder de mando y deber de obediencia). El tipo más pumde la primera forma es el dominio monopolizador de un mercado. El tipo más pum dela úlúma fonna es el poder ejercido por el padre de lamilia, por el funcionario o por elpríncipe» (M. Weber, Emnomü _v.socím'ad. México, FCE. 1983, p. 696).

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mentalmente en una constelación de intereses, como lo es elmercado, y, por el otro, a una autonomización del sistema pt»lítico estatal, sustentado en una coordinación de las accionesmediante autoridad.

Las diferencias entre estos autores aparecen cuando seaborda el examen de la racionalización inscrita cn el procesode modernización social. Haberrnas sostiene que el análisisweberiano de la racionalización es unilateral, ya que Weberaborda este terna, de manera predominante. desde el punto devista de la racionalidad con arreglo a fines o racionalidad te-leológica. Esta unilateralidad impide a Weber, según Haber-mas, apreciar en toda su amplitud el sentido de la racionaliza-ción y, en especial, el sentido del desarrollo moral y jurídicode las sociedades modemas.

Un primer problema consistía en que Weber investiga la ra-cionalización del sistema de acción exclusivamente bajo el as-pecto de racionalidad con arreglo a fines [...] Un segundo pro-blema consistia en que Weber estorbado por la angostura a quedan lugar los conceptos básicos de su teoría de la acción, equi-para el patrón de racionalización que representa la modemi-zación capitalista con la racionalización social en general.”

El origen de la unilateralidad de la teoría weberiana se en-cuentra. para Habennas, en la concepción de la acción socialpropia de este autor. Weber toma como punto de partida unmodelo teleológico de acción y define el sentido como una in-tención presocial (prccomunicativa) del actor. Ello se mani-fiesta en la siguiente definición:

Por acción debe entenderse una conducta humana (bien con-sista en nn hacer externo o interno. ya en omitir o permitir) siem-pre que el sujeto 0 los sujetos de la aocìón enlacen a ella un senti-do subjetivo. La -»acción social», por tanto, es una acción endonde el sentido mentado por su sujeto o sujetos está referido ala conducta de otros, orientándose por ésta en su dcsarrolloff*

43, J. Hahermas, Teor{a..., u, op. cif., pp. 429-430 (p. 449).44. M. Weber. Ef,-onom(a..., op. cil.. p. 5. Sobre esta critica a Weber, véase

P. Winch, Ciencia Sociafy Fiiasofìx, Buenos Aires, Amorrortu, 1980.

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En este texto se hace patente que Weber piensa el «senti-do» como una entidad subjetiva; de ahí que no pueda introdu-cir el concepto de «acción social» por via de una explicaciónde la noción de «sentido››, sino que tiene que agregar quc la«acción social» requiere que el «sentido subjetivo» este referi-do a otros.

Por el contrario, Habermas mantiene la tesis de que el«sentido›› es irneductible a la subjetividad del actor e insepara-ble de la dimensión social. Es decir, se afirma que todo senti-do posee una objetividad vinculada a una dimensión intersub-jetiva. De esta manera. Habermas toma como base de su teo-ría un modelo comunicativo (dialógico) de la acción, en el quedos 0 más sujetos buscan acceder a un entendimiento sobrealgo en el mundo.

El concepto de acción comunicativa fuerza u obliga a consi-derar lambién a los actores como hablantes y oyentes que serefieren a algo en el mundo objetivo, en el mundo social y en elmundo subjetivo, y se relacionan mediante pretensiones de vali-dez que pueden ser aoeptadas 0 ponerse en tela de juicio.”

Weber y Habcrmas coinciden en que es el sentido lo quediferencia la acción del meno comportamiento, pero los dosacuden a diferentes concepciones del <<sentido». A este respec-to, Habermas nos dice:

Lo que Weber tiene aqui a sus espaldas no es una teoria delsigrtificado, sino una teoría ìntencionalista de la conciencia. Noexplica el «sentidm empleando como modelo los significadoslingüísticos, ni relaciona el «sentidm con el medio lingüísticode la comprensión o entendimiento posibles, sino que lo rela-ciona con las opiniones c intenciones de un sujeto de la acción,al que en principio se concibe como un sujeto aislado. Esteprimer paso separa ya a Weber de una teoiía de la acción co-municativa: lo fundamental para Weber no es la relación inter-

45. J . llabcimas, Vors:uri1`cn..., op. cif., p. 490: «La teoría dela racionalidad comu~nicativa no postula un sujeto autosuficiente, enfrenlándolo a un mundo-objeto, sinoque en su lugar oornienra a partir de la noción de un mundo vital simbólicamenteestmcluxado, en ci que se constituye la reflexividad hurnana»: A. Giddcns, “Razónsin xe\fo1ución?›-, en Habenims y la modemidad, Madrid, Cátedra, 1988, p. 169.

lóó

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personal de a lo menos dos actores lingüística e interactivamcn-te competentes que apunte a un entendimiento lingüístico. sinola actividad teleológìca de un sujeto de acción solitario. Al igualque en la semántica intencional, el entendimiento lingüístico esconcebido aqui según el modelo de la mutua influencia queentre sí ejercìtan sujetos que actúan teleológicamente.'“>

Habermas advierte que el concepto weberiano de «acciónsocial», así como la visión de la sociedad en él implícita, nosconduce a situar el proceso de racionalización esencialmenteen el nivel de la coordinación de las acciones mediante «cons-telación de intereses». El paradigma de acción racional es paraWeber aquella en la que el actor se orienta, en primera instan-cia, a la realización de un fin o fines precisos, para lo cualelige los medios más adecuados y considera otras consecuen-cias previsibles de la acción como condiciones colaterales deléxito. Desde tal perspectiva categorial, la racionalización de lossistemas de acción tiene que limitarse a la implantación y ex-tensión de sistemas de acción racional con arreglo a fines.

Weber habla también del tipo de racionalidad con arreglo avalores, lo que parece indicar que reconoce un proceso de racionalización en el nivel de la coordinación de las acciones mediantevalores comunes. Sin embargo, Weber sólo atribuye un significa-do restrictivo al proceso de racionalivacìón de estos subsistemassociales. La racionalización en este nivel de la coordinación socialse refiere a la sistemalización y concientización de los valoresque guían la acción. La racionalización, de acuerdo con Weber,tiene como consecuencia el cuestionamiento de las fundamenta-ciones tradicional-religiosas de los valores, pero no ofrece ningu-na altemativa de fundamentación de ellos. El sujeto tiene queasumir los valores como instancias irracionales, que tienen comoúnico fundamento la voluntad humana."

46. J. Habei-mas, Teorú¡..., 1, op. cif.. p. 360 (pp. 377-378). Sobre la critica dcHabcrmas a la teoría inlenciunalista del significado, véase «Pragmatische Wende», enNachmeraphysísches Denken, Francfort, Suhrkamp, 1988.

47. Esta interpretación de la obra de Weber es, como he tratado de mostrar en laprimera parte de este trabajo. unilateral. Sin embargo, la critica de I-labermas a lateoria de la acción wcberiana resulta pertinente, ya que en ella se encuentran lossupuestos que impiden a Weber conceptualìznr la dimensión del proceso de raciona-lización ligado ala racionalidad con arreglo a valores.

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Esta teoría de la racionalización tiene importantes conse-cuencias para el tema de la legitimidad. La legitimidad es unanecesidad de aquellos sistemas sociales que se basan en unacoordinación de las acciones mediante el reconocimiento denormas comunes. El problema reside en saber en qué se fun-damentan esas normas y con qué criterio podemos juzgarlas.La respuesta de Weber, desde la óptica de Habermas, es queesas normas se sustentan en valores ligados a una cultura par-ticular y que, a partir del desencanto del mundo a través de laracionalización, se reconoce que los valores sólo se sustentanen la voluntad de los individuos.

Frente a esta posición, la tesis de Haberrnas consiste ensostener que el proceso de racionalización no sólo consisteen la extensión de la racionalidad con arreglo a fines, sino quedicho proceso opera también en el nivel de la coordinación delas acciones por normas (racionalidad con arreglo a valores).Desde el punto de vista habcrmasiano la racionalización cues-tiona los fundamentos tradicional-religiosos de los valores ynonnas, pero también ofrece la posibilidad de acceder a unafundamentación de ellos inmanente a las relaciones sociales.

Habermas sostiene que para poder investigar los procesosde racionalización social en toda su extensión es menester des-arrolllar un concepto más amplio de racionalidad. Esta es,precisamente, una de las metas principales de su Teoría de laacción comum'catz`va_ En primer lugar, trataré de determinarlas características generales de esta racionalidad comunicativa,en la que Habennas busca sustentar el carácter crítico de suteoría. Posteriormente, intentaré destacar las consecuenciasque este concepto de racionalidad tiene en el examen del pro-ceso de racionalización social. En este punto se verán, ade-más, los efectos que la racionalización ejerce sobre el proble-ma de la legitimidad.

2.1. Racìonalidad comunicativa

La primera pista que encuentra Habermas para desarrollarun concepto amplio de «racionalìdad» la encuentra en la tesisde que la racionalidad se refiere, más que a la posesión del

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saber, a la utilización de ese saber por los sujetos en situacio-nes concretas.

Nuestras consideraciones pueden resumirse diciendo que laracionalidad puede entenderse como una disposición de los su-jetos capaces de lenguaje y de acción. Se manifiesta en fonnasdc comportamiento para las que existen en cada caso buenasrazones. Esto significa que las emisiones o manifestaciones ra-cionales son accesibles a un enjuiciamiento objetivo. Lo cual esválido para todas las manifestaciones simbólicas que, a lo me-nos implícitamente, vayan vinculadas a pretensiones de validez(0 a pretensiones que guarden una relación interna con unapretensión de validez susceptible de critica). Todo examen ex-plicito de las pretensiones de validez controvertidas requiereuna forma más exigente de comunicación. que satisfaga los pie-supuestos propios de la argumentación.”

Habennas introduce una clasificación de las acciones so-ciales basada en sus orientaciones. En ella se diferencia entre«acciones orientadas al éxito» y «acciones orientadas al enten-dimiento». En la acción orientada al éxito el sujeto busca, enprimer lugar, la realización de un [in específico; para lo cualelige los medios más adecuados en la situación dada y tomaen cuenta otras consecuencias previsibles de la acción comocondiciones colaterales del éxito. Las acciones orientadas aléxito pueden ser-. a) instmmentales, cuando las consideramosbajo el aspecto de observancia de reglas de acción técnicas yevaluarnos el grado de eficacia de la intervención que esa ac-ción representa en un contexto de estados y sucesos; o b) es-tratégicas, cuando las consideramos bajo el aspecto de obser-vancia de reglas de elección racional y evaluamos el grado deinlluencia sobre las decisiones de un oponente racional.” Encambio, se habla de una acción orientada al entendimientocuando el sujeto busca coordinar sus acciones con otro u otrossujetos a través de un proceso comunicativo que tiene por ob-jetivo acceder a un consenso.

En estos dos tipos generales de acción se usa el lenguaje y

48. I. Haberrnas, Teoria... I, op. cít., pp. 42-43 tp. 44).49. Ibfd., p. 36'! (p. 385).

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el saber en él encarnado de modo diferente. En la acción.orientada al éxito, el lenguaje es utilizado para la transmisióny almacenemiento de información, mientras que en la accióncomunicativa los sujetos utilizan el lenguaje para armonizarsus planes de acción mediante la búsqueda de un entendi-miento. El proceso de entendimiento se define, a su vez, comoun acuerdo que debe satisfacer las condiciones de un asenti-miento, racionalmente motivado. respecto al contenido de unaemisión. Habennas se propone establecer que el uso del len-guaje orienlado al entendimiento es el «modo original» y, enconsecuencia, que la racionalidad con arreglo a lines, propiadel uso del lenguaje orientado al éxito, no puede ser la única oprimaria forma de racionalidad.” Para demostrar esto, Haber-mas recurre a las aportaciones de la filosofia del lenguaje, enespecial a las provenientes de la llamada tradición del «lengua-je ordinario» (el segundo Wittgenstein, Austin, Searle, etc.).

John Searle destaca que hablar es una forma de compone-miento gobemada por neglas y que la unidad básica o mínimade la comunicación lingüística es el acto del habla.5* SegúnAustin* y Searle, en el acto del habla podemos distinguir el«acto locutivo», conformado por el contenido proposicional(p), y la «fuer-¿a ilocutiva», que representa el modo (M) en quese usa ese contenido pnoposicional. Por ejemplo, la oración'Juan fuma habitualmente' representa el contenido proposicional que puede ser utilizado de distintos modos en diferentes

50, «Los ejemplos de esta forma de emplear el lenguaje orieniándose a las canse»cuencías, parecen desacreditar el acto de habla como modelo dc acción orientada alenlendjmìento [..,l Esto sólo podnía evitasse si lográsemos mostrar que el empleo dellenguaje oríenlado al entendimiento, es cl modo original. frente al que el enten-dimiento indiieclo, la comprensión indirecta, el dar a entcndcr 0 el hacer que elotro conciba tal o cual opinión, se comportan de foma parasilaiim (Ibíd, p, 370[p. 388]).

51. «Hablar un lenguaje es tomar parte en una forma de conducta (altamentecompleja) gobemada por reglas [...] La unidad de la comunicación lingüística no es,como se ha supuesto generalmente, el símbolo. palabra, oración ni lan siquiera lainstancia del simbolo, palabra u oración, sino más bien la producción 0 emisión delsímbolo, palabra u mación al realizar el acto del habla. Considerar una instanciacomo un mensaje cs considerarla como una instancia producida o emitida. Másprecisannentc, la producción 0 emisión de una oración-instancia bajo ciertas condi-ciones constituye un acto del habla y los actos del habla son las unidades básicas omínimas de la comunicacion lingüísuca- (J _ Searle, op, cif., pp. 22-26).

52. J.I.. Austin, op. cif.

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actos del habla, es decir, adquirir distintas fuerzas ilocuciona-rias: 1) 'Juan fuma habitualmente', 2) '¿Fuma Juan habitual-1nente?', 3) '¡Juan, fuma habitualmentel', 4) '¡Ruego al cieloque Juan fumara habittialnienteï. Se trata de cuatro actos delhabla distintos, ya que el contenido proposicional se usa dedistintas maneras. En el primero se afirrria ese contenido, estoes, se trata de una aserción; en el segundo se hace una pre-gunta; en el tercero se da una orden y, en el último se expresaun deseo. Todo acto del habla presupone un contenido propo-sicional y una fuena 0 modo ilocucionario (Mp).

En cada acto del habla, el agente se dirige por lo menos aotro, con el objetivo de llegar a un entendimiento sobre algoen el mundo. Es a esto a lo que Habennas llama «la dobleestructura del habla>›; con lo que se destaca que el sujeto alutilizar el lenguaje no sólo se refiere a un estado de cosas en elmundo, sino que, paralelamente, se establece una relación conel otro. En este carácter dual del acto del habla I-Iabermassustenta la tesis de que el entendimiento es un reios inmanenteal lenguaje. Para poder explicar el concepto de «entendimien-to» es necesario precisar en qué consiste usar el lenguaje conintención comunicativa y diferenciarlo del uso del lenguajecon intención estratégica.

Al realizar un acto del habla, un individuo se dirige a otrocon el objetivo de obtener de este una determinada respuesta(cualquiera que sea su tipo). Las consecuencias del acto sobreel oyente es lo que Austin denomina <<per1ocuciórt›› o efectosperlocucionarios. Para Haberrnas, la forma en que tienen lu-gar estos efectos perlocucionarios es el punto esencial paradistinguir los modos en que se usa el lenguaje, Cuando losefectos perlocucionarios tienen como causa el entendimiento,determinado por la tuema ilocucionaria, entonces estamosfrente al uso cornunicalivo del lenguaje.

A esta clase de interacciones, en que todos los participantesannonizan entre si sus planes individuales de acción y persi-guen, por ende, sin rmìenfa alguna sus fines ilocucionarios. es ala que se llama acción comunicativa f...] La acción comunicati¬va se distingue delas interacciones de tipo estratégico porquetodos los participantes persiguen sin re.se-.was tines ilocucìona-

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rios con el propósito de llegar a un acuerdo que sirva de basea una coordinación concertada de los planes de acción indivi-duales.”

En cambio, cuando los efectos perlocucionarìos no se deri-van del entendimiento, sino que se apoyan en un contexto deacción teleológica que va más allá del acto del habla; entonces,se trata de un uso estratégico del lenguaje. Veamos un ejemplotrivial:

'H afirmó ante O que dejaba su empresa',

En emisión, H alcanza un éxito ilocucionario cuando 0 en-tiende su afirmación y la acepta como válida. Pensemos ahorael caso en que H es un socio de la empresa y su capital esindispensable para que ésta mantenga su actividad. I-I busca,además. un aumento en la participación de las ganancias. Eneste caso, la emisión adquiere otro sentido: H conoce su situa-ción y busca atemorivar a O, con el objetivo de realizar su fin.Los efectos perlocucionarios, en este caso, no se siguen direc-tamente de la comprensión del significado de la emisión, sinoque se respaldan en un contexto de acción teleológica que vamás allá del acto del habla. La moderna teoria de juegos nossuministra un enorme arsenal de este tipo de ejemplos en losque se manifiesta un uso estratégico del lenguaje.

La tesis de Habermas es, como hemos dicho, que el uso dellenguaje orientado al éxito es un uso parasitario o derivado dellenguaje, porque incluso este uso tiene como condición nece-saria que el oyente entienda el significado de la emisión, apesar de que la intención no se expresa directamente en ella.

Ahora bien, los actos dc habla sólo pueden servir a este finno ilocucionario dc ejercer una influencia sobre el oyente si sonaptos para la consecución de Eines ilocucionarios. Si el oyente

53. J. Ilabermas. Teorín..., I, op. cif., pp. 376-379 (pp. 395-397). En este texto,Habcrmas identìtìca los efectos perlocucionaiios con la acción estratégica. Posterior-mente, en Nacìmwraphysfschrs Denken, Habennas corrige sn posición para distinguirentre los efectos periocucionarios que se derivan de un entendimiento y los que sonconsecuencia de una acción estratégica.

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no entendìera lo que el hablante dice, ni aun actuando teleoló-gicamente podría cl hablante servirse de actos comunicativospara inducir al oyente a comportarse de la [or-rna deseada. Eneste sentido, lo que al principio llamábamos «empleo del len-guaje orientado hacia las consecuencias» no es un modo origi-nario de uso del lenguaje. sino la subsunción de actos de hablaque sirven a fines ilocucionarios, bajo las condiciones de la ac-ción orientada al éxito.-“

Es posible ver la importancia de esta distinción entre estosdos usos generales del lenguaje si recordamos que la racionali-zación de las sociedades tiene como consecuencia la consoli-dación de subsistemas de acción basados en una racionalidadcon arreglo a fines, en los que la coordinación de los actoresse da mediante una trama de intereses, sin Ia intervención deun acuerdo lingüístico.

Las formas generalizadas de comunicación, como son la in-fluencia y el compromiso valoratìvo, exigen actos ilocucionariosy dependen. por tanto de los efectos de vinculo que tiene cllenguaje cuando se lo usa con vistas al entendimiento. Por elcontrario, los medios de control como son el dinero y el podergobieman ias interacciones a Lravés de las intervenciones de egoen la situación de alter, es decir, a través de efectos perlocucio-nafios.”

Volveremos más adelante a este tema, ahora sólo deseo in-dicar su presencia para poder continuar la reconstrucción dela noción de racionalidad comunicativa.

Hemos visto que la acción comunicativa es aquella en laque los participantes persiguen lines ilocucionarios con el ob-jetivo de acceder a un acuerdo que sirva de base a una coordi-nación concertada de sus planes de acción. En este punto hayque explicar qué condiciones tiene que satisfacer un acuerdocomunicativo para cumplir con sus funciones dc coordinación.Desde la perspectiva del oyente se pueden distinguir Lres pla-nos de reaccíón ante un acto del habla: a) el oyente entiende la

54. 1z›fd..p.s7s tp. se-ii.55. Ibki., n, p. 399 (p. 417).

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emisión, esto es, comprende el significado de lo dicho; b) eloyente toma una postura con un «sI›› 0 un «no›› frente a lapretensión de validez inscrita en la ftierm ilocucionaria de unacto del habla, y c) el oyente orienta sus acciones conforme alas obligaciones de acción convencionalmente establecidas.

Existen dos posibilidades por las que cl oyente. puede versemotivado a la aceptación de la oferta que se le hace en el actodcl habla. La primera consiste en que el hablante posee la ca-pacidad de recurrir a mecanismos dc sanción en caso de queel oyente se niegue a aceptar sus propuestas. Mientras el ha-blante no apele a la validez de normas, el acto del habla seapoya únicamente en una voluntad contingente y su poder desanción. En este caso, el efecto de coordinación de las accio-nes no se debe a lo dicho, sino a un medio objetivo como es elpoder.

La segunda posibilidad consiste en que el hablante acuda apretensiones de validez que pueden ser respaldadas con razo-nes. Sólo en este caso se accede a un entendimiento racional-mente motivado.

En todos los casos en que el papel ilocucionario no expreseuna pretensión de poder sino una pretensión de validez. no nosencontramos con ia fuerza de motivación empírica aneja a unpotencial de sanción contingentemente asociado con ios actosdel habla, sino con la fuerza de motivación racional propia dela garantía que acompaña a las pretensiones de validez [...] mien-tras que las pretensiones de validez guardan una relación inter-na con razones, prestando al papel ilocucionario una fuerza demotivación racional, las pretensiones de poder, para imponersetienen que venir respaldadas por un potencial de sanción.”

El entendimiento funciona como un mecanismo racionalde coordinación. de las acciones en la medida en que los parti-cipantes dei proceso de interacción se ponen de acuerdo sobrelas pretensiones dc validez inscritas en sus actos del habla.Desde este punto de vista, Habermas destaca que existe unvínculo entre la dimensión del significado y la dimensión de la

56. Iblií., 1, pp. 386-389 (pp. 406-498).

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validez. «Entendemos un acto del habla cuando sabemos quelo hace aceptable.››57 Las condiciones de aceptabilidad dc unacto del habla nos remiten a las pretensioiies de validez queacompañan a todo acto del habla.

Para la acción comunicativa sólo pueden considerarse, pues,detemiinantes aquellos actos del habla a los que el hablantevincula pretensiones de validez susceptibles de crítica. En losdemás casos, cuando el hablante persigue con actos perlocucio~narios fines no declarados frente a los que cl oyente no puedetomar postura, o cuando persigue fines ilocucionarios frente alos que el oyente, como en el caso de los imperativos, no puedetomar una postura basada en ramnes, permanece baldío el po-tencial que la comunicación lingüística siempre tiene para crearun vínculo basado en la Eucna de convicción que poseen lasrazones.59

Cada acto del habla sirve para representar un estado decosas, para establecer una relación con un destinatario y paraexpresar las intenciones o vivencias del hablante.” Estas fun-ciones del habla corresponde a las tres pretensiones de vali-dez: 11) «verclad››, por la que Se Sostiene la adecuación entre elcontenido proposicional y la existencia de un estado de cosas;b) «rectitud o corrección moral», por la que se sostiene la adc-cuación del enunciado a un contexto normativo vigente en lasociedad, y c) «veracidad››, por la que se sostiene que la inten-ción manífiesta del hablante es, en efecto, la que el hablanteexpresa. Estas Ines pretensiones de validez intenrienen en todoacto del habla, sin embargo, en cada acto del habla, una deellas adquiere un papel predominante. Ello nos permite ofre~cer la siguiente clasificación de los actos del habla:

57. Ibttƒ., p. 382 (p. 400). En la tradicion de la semántica veritativa se sostenía quela comprensión de una emisión sc encontraba en el conocimiento de las condicionesbajo las cuales la emisión era verdndaa. Por ejemplo. Wittgensleìn sostiene que:«Entender una proposición quiere decir. saber que es caso, cuando ella es verdadera»(Tracmfus § 4.024). En el caso de Habemias. ¡ms el giro piagrnatico, la verdad no esla única ptetensión de validez.

ss. md., p. 391 tp. -110).59. sobre estas tres funciones del lenguaje, véase K. Buhlcr, Spmchtheorie, citado

por Habmnas «Zur Kritik der Bedeutungsthenrïc», cn Nachnwtaphysi`sches._., op. oir..p. 105.

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a) «Actos del habla constativos», en ellos el hablante se re-fiere a algo en el mundo objetivo, en el sentido de reflejar unestado de cosas. La negación de tales emisiones significa queO cuestiona la pretensión de verdad que H plantea con la pro-posición que afirma.

b) «Actos del habla regularivos», el hablante se refiere enellos a un mundo social común, en el sentido de estableceruna relación interpersonal que sea reconocida como legítima.La negación de tales emisiones significa que O cuestiona larectitud normativa que el hablante pretende que tiene su ac-ción.

c) «Actos del habla expresivos», el hablante se refiere a sumundo subjetivo en el sentido de revelar ante su público unavivencia a la que él tiene un acceso privilegiado. La negación detales emisiones significa que O pone en duda la pretensión deveracidad con la que el hablante acompaña la presentación quehace de sí mismo@

Esta clasificación de los actos del habla le sirve a Haber-mas para introducir tres tipos puros (en el sentido webeñano)o tres casos límites de acción comunicativa: la «conversacíón»,la «acción dirigida por normas», y la «acción dramatúrgica »_

En principio, las pretensiones de validez pueden ser critica-das. Cuando el oyente toma una postura negativa o de rechazoante una pretensión de validez (el disenso), o también (mandose da un malentendido, los participantes de una interacciónpueden buscar restablecer el entendimiento recurriendo a unplano discursivo. En el discurso los participantes buscan, através de argumentos. apoyar con razones sus pretensiones devalidez.

Llamo argumentación al tipo del habia en que los partici-pantes tematimn las pretensiones de validez que sc han vueltodudosas y tratan de desempenarlas 0 de recusarlas por mediode argumentos. Una argumentación contiene razones que están

60. J. Habexrnas. Tmn'a.... I, op. ci!-. PP- 415-416 (pp. 435-436). Habermas distin-gue también los «imperal1'vos› por los que el hablante se refiere a un estado de cosasque desea ver realizado y los actos del habla «operativcm en los que se examina laaplicación de reglas de cortstntcción (lógicas, giamaticales, matemáticas, etc.}.

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conectadas de forma sistemática con la pretensión de validez dela manifestación 0 emisión problematizadafi'

El discurso teórico es la forma de argumentación en que seconvierten en tema las pretensiones de vcrdad que se hanvuelto problemáticas. El discurso práctico es, por su parte, laforma de argumentación en que se convierten en tema las pre-tensiones de rectitud normativa. En el discurso práctico, larectitud normativa de un acto del habla implica su adecuacióna valores sociales reconocidos íntersubjetivamente. El proble-ma aquí consiste en saber si existe un criterio objetivo paracriticar, a su vez, los valores vigentes en una sociedad. Haber-mas considera que este criterio se encuentra en el propio pro-ceso en el que se busca acceder a un acuerdo. La validez delas normas, y valores relacionados con ellas, se mide por sucapacidad de establecer un consenso universal. Sobre este pro-blema, tendremos que volver, ya que en él está en juego laposibilidad de ftlndamentación Crítica de la legitimidad, enten-dida como una forma de discurso práctico.

Por último, en el caso de que la pretensión de veracidadsea la cuestionada, no se puede establecer la sinceridad delhablante mediante un discurso. Un hablante sólo podrá de-mostrar que piensa realmente lo que dice actuando en conse-cuencia respecto a sus afirrnaciones. La veracidad de los actosdel habla expresivos no puede fundamentarse, sólo mostrarse.

Desde la perspectiva del discurso o de la exigencia de vera-cidad se hace patente que los actos del habla no son formas decomportamiento aislado, sino que presuponen una tradicióncultural, a la que Habermas denomina, siguiendo a I-Iusserl,«mundo de la vida» (Lebenswelt). El mundo de la vida es eluniverso que se da por supuesto en la vida cotidiana.

Pero el mundo de la vida no sólo tiene la función dc formarcontexto. Olšrece a la vez una provisión de convicciones, a laque los participantes en la comunicación recurren para cnbrircon interpretaciones susceptibles de consenso la necesidad deentendimiento surgida en una determinada situación [...] El

si. Ibai., p. 37 tp. ss).

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mundo de la vida, en la medida en que entra en consideracióncomo recurso de los procesos de interpretación, podemos repre-sentárnoslo como acervo lingüísticamente organizado de su-puestos do fondo, que se reproduce en forma de tradición cul-tura1.'>2

En el mundo de la vida se almacena el saber y el trabajointerpretativo de las generaciones precedentes. En este sentido,cl mundo de la vida está constituido por una saber implícito,holísticamente estructurado. El mundo dela vida es, al mismotiempo, un conjunto de formas de vida, dentro de las cuales sedesarrolla la conducta cotidiana. Las estructuras del mundo dela vida fijan las formas dc intersubjetividad en las que es posi-ble el entendimiento entre los participantes de un proceso co-municativo. El entendimiento que buscan los individuos me-diante la comunicación no surge del vacío, sino que presupo-ne el trasfondo de un mundo de la vida común 0 comparti-do intersubjetivamente. El concepto de «mundo de la vida» esun complemento fundamental de la noción de «acción comu-nicatìva».

El saber implícito en el mundo de la vida no puede cuestio-narse e.n su totalidad. Habermas comparte con Wittgenstein ycon la tradición herrnenéutica la idea de que no puede darseuna duda radical. Las dudas o cuestionamientos aparecensiempre en una «situación››, entendida como un fragmento delmtmdo de la vida delimitado en relación a un «tema››. El temasurge, por su parte, en conexión con los intereses y fines de losparticipantes en la comunicación para destacar componentesen referencia a una situación. Las dudas ante las pretensionesde validez o ante diferentes altemativas de acción aparecensiempre vinculadas a situaciones concretas.

Hagamos una recapitulación sobre esta caracterización ge-neral de la racionalidad comunicativa. La racionalidad es unadisposición de los sujetos capaces de lenguaje y acción. Lossujetos se comportan de manera racional cuando buscan coor-dinar sus acciones mediante un entendimiento gestado comu-nicativamente. El entendimiento se da cuando el oyente(_s) en-

62. J. Iiabennas, Vorsmdí2n..., op. cit., p. 180.

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ticnde(n) el acto del habla de otro sujeto, cs decir, sabc(n} quélo hace aceptable, y asumc(n) ante ese acto del habla una posi-ción afirmativa. Las pretensiones de validez inscritas en lafuerza ilocutiva del acto del habla son los medios que posibili-tan el entendimiento.

Las fuerzas ilocucionarias constituyen los puntos nodales delas redes de socialización [Vergesellschafiztrig] comunìcativaï elléxico ílocucionario representa, por así decirlo, las superficiesde intersección en que se cornpcnctran el lenguaje jr los órdenesinstitucionales de una sociedad.”

El entendimiento al que se accede en un acto del hablaconcreto tiene como trasfondo un «mundo de la vida», Elmundo de la vida representa un acervo culturalmente transmi-tido y lingüísticamente organizado de patrones de interpreta-ción comuncs a los sujetos. Los sujetos pertenecen, junto consus actos del habla, a un mundo de la vida. Este último cs,entonces, el lugar en que el hablante y el oyente se encuentrany la instancia que proporciona los elementos para su posibleentendimiento.

En caso de disentimicnto, es decir, en caso de que el oyen-te tome una postura negativa ante la pretensión de validez ins-crita en el acto del habla, la racionalidad de los sujetos se ma-nifiesta en su predisposición y capacidad de exhibir, así cornodc criticar los fundamentos de esas pretensiones de validez. Elmedio para asumir de manera crítica las pretensiones de vali-dez cs el discurso, entendido como una interrupción dc la ac-ción cotidiana, para aocedcr a un plano en el que mediante lafuerza del mejor argumento se busca re-establecer el entendi-miento. Respecto a la pretensión de validez, la forma de asu-mirla críticamente es mostrar la coherencia 0 incohcrencia en-tre lo que el sujeto sostiene en sus enunciados y sus acciones.

El concepto de racionalidad comunicativa destaca dos mo-mentos en cl proceso de coordinación de las acciones sociales:tz) el aspecto comunicativo de interpretación de una situacióny logro de un acuerdo, y b) el aspecto teleológioo de ejecución

63. J. Habeimas, Teorfa..,, 1, op. cif., p. 411 (p. 430).

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de un plan de acción determinado en el acuerdo. Una de lastesis fundamentales de Habermas es afirmar que el primer as-pecto posee una prioridad sobre el segundo. Como hemos vis-to, Habermas es consciente de que no toda coordinación delas acciones se da mediante el entendimiento lingüístico. Sinembargo, la racionalidad teleológica de las acciones estratégi-cas (propia de. los sistemas de integración social por trama deintereses) tiene también una dimensión lingüística, por tantoqueda incluida como una forma derivada de racionalidad co-tnunicativa.

Haberrnas sostiene que el uso estratégico del lenguaje no esuna modalidad original, sino una utilización «parasitaria>› dellenguaje.

Las interacciones estratégicas también se entienden por logeneral como lingüístìcamente mediadas; pero dentro de estemodelo los actos de habla mismos quedan asimilados a accio-nes orientadas al éxito. Pues para los sujetos que actúan estraté-gicamente, que se afanan directamente. es decir, sin más me-diaciones, por la realización de sus planes de acción, la comuni-cación lingüistica es un medio como cualquier otro; se sirvendel lenguaje para provocar electos perlocucionarios [...] Sóloque este uso del lenguaje orientado a las consecuencias que sepretenden, yerra el telos (inscrito en el lenguaje mismo) de unacuerdo que los participantes en la interacción pueden alcanzarentre sí sobre algof"

A partir de esta caracterización de la racionalidad comuni-cativa, podemos comprender el sentido de la crítica dc Haber-mas a Weber. Este último, según el primero, toma como pa-radigma de la acción racional aquella que se sustenta en unaracionalidad con arreglo a fines, pues en ella los fines, losmedios y las consecuencias son considerados por el actor y,además, se posee un criterio objetivo para medir su éxito, asaber, la realización del fin. A partir de esta postura, la racio-nalización de los sistemas de acción consiste en la implemen-tación y difusión de los sistemas de acción racional con arre-

64. J. Habeimas, Vorsfudim... op. cif., p. 169.

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glo a fines, en los que las acciones quedan integradas por unatrama de intereses. En cambio, Haberrnas sostiene que elloSólo es tina de las facetas de la racionalización social y que,para captar este proceso en toda su amplitud, se requiere to-mar como punto de partida el concepto de «racionalidad co-municativa».

La racionalidad de las acciones la tematizamos, por lo genc-ral, bajo el aspecto de «racionalidad con arreglo a l-ines» en laelección de medios. Al proceder asi suponemos un modelo te-leológico de acción. La acción es entendida como actividadteleológica. El sujeto agente interviene en el mundo con la in-tención dc producir en él un estado apetecido, por medio de laelección y aplicación de los medios adecuados; trata de cumpliren una situación dada las condiciones de contorno bajo las que,según su conocimiento de las cadenas causales, se producirá elestado deseado. Pues bien, afirmo que la racionalidad con arre-glo a fines es sólo un punto de vista bajo el que las accionespueden racionalizarse, es decir, ejecutarse de forma más o me-nos racional (y enjuìciarse según grados de racionalidad). Voy aseñalar otros aspectos bajo los que las acciones, en especial lasacciones sociales, son susceptibles de racionalización."”5

2.2. Racionalización social y legitimación

Habcrrnas considera que las sociedades deben ser pensadasal mismo tiempo bajo los aspectos de «mundo de la vida» y«sistema». Estos aspectos corresponden a los dos mecanismosde coordinación de las acciones: la integración social y la inte-gración sistémica. Por integración social se entiende los meca-nismos que coordinan las acciones de los participantes me-diante un consenso alcanzado cornttnicativamente 0 aseguradonormativamente. La noción de «integración sistémica» nos re-mite :1 los mecanismos que a través de un entrelazamientofuncional de las consecuencias de la acción estabilizan plexosde acción no pretendidos.

ss. rata., p. 441.

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Por eso he propuesto distinguir entre integración social eintegración sistémica [...] En un caso el sistema de acción que-da integrado. bien mediante un consenso asegurado normativa-xnente, o bien mediante un consenso comunicativamentc alcan-zado; en el otro, por medio de un control [Steuenmg] no nur-mativo de decisiones particulares carentes subjetivamenle decoordinacióiifif'

Habermas introduce la dualidad «mundo de la vida - siste-ma» como una distinción metodológica. Desde el punto de vis-ta del participante en las relaciones sociales, el proceso de in-tegración social aparece como un fenómeno ligado al mundode la vida. En cambio, desde la perspectiva de un observadorexterno, el mismo fenómeno aparece como una integraciónsistémica.

Desde la perspectiva metodológica es fácil separar los dosaspectos bajo los que cabe tcmatizar los problemas de integra-ción de una sociedad. Mientras que la integración social se pre-senta como parte dela reproducción simbólica del mundo de lavida, el cual. además de depender de la reproducción de perte-nencias a grupos (0 solidaridades) depende también de tradicio-nes culturales 5' procesos de socialización: la integración funcio-nal equivale a una ieproducción material del mundo de la vidaque puede ser concebida como conservación de un sistema. Eltránsito desde un ámbito de problemas al otro lleva aparejadoun cambio de actitud metodológica y de aparato conceptual. Laintegración funcional no puede tematizamc adecuadamenteen la linea de un análisis del mundo de la vida efectuado desdela perspectiva interna, sólo se hace adecuadamente visible cuan-do se ubjetualiza al mundo de la vida, es decir, cuando se loconcibe cn actitud objetivante como sistema que mantiene suslímitesfi'

Sin embango, Habermas sostiene que esta distinción metodo-lógica tiene su base en el propio objeto de estudio. Se trata deuna distinción analítica de dos aspectos de la integración de unasociedad. Aspectos que se relìenen a los mecanismos de forma-

óo. J. Habermas, Teoría... 11, op. cít., p. 213 (p, 22o).67. Ibíd., 11, p. 332 (p. 349).

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ción del consenso y a los mecanismos de intercambio y poder. Laintuición que está en la base de esta distinción habermasiana esque la sociedad no puede reducirse a un entrelazarniento cornu-nicatjvo de las acciones. Pensar la sociedad tan sólo como unared de cooperaciones mediadas cornunicativarnente es caer en ladoble ficción de suponer ima autonomía absoluta de los sujetos yuna transparencia absoluta del proceso de comtmicación. La so-ciedad no es el resultado predeterminado de sus miembros. En lasociedad se localizan mecanismos de integración sistémica, quepuede considerarse como resultado de las acciones humanas,pero se trata de instancias que llegan a trascender, en su funcio-namiento, a las voluntades individuales.

La posición de Haberrnas respecto a la racionalización esque este proceso tiene como consecuencia una diferenciaciónde las dos modalidades de integración. De esta manera, la dis-tinción metodológica entre integración social e integración sis-témica adquiere, en las sociedades modernas, el carácter deuna distinción real de dos tipos diferentes de subsistemas so-ciales; éstos se diferencian por la predominancia que adquiereuna de las dos modalidades dc integración. Por ejemplo, en lassociedades modernas, el mercado representa cl caso típico deun subsistema social que entrclaza funcionalmente las conse-cuencias de las acciones, sin recurrir de manera directa a unproceso de entendimiento lingüístico.

En su trabajo Ciencia y técnica como «i`deoZogí.¢r››, Haber-mas ya sostiene la existencia de dos procesos de racionaliza-ción o, para ser más exactos, dos niveles del proceso de racio-nalización, irreductibles entre sí.

Y sobre este transfondo queda sobremanera claro que hayque mantener bien separados dos conceptos de racionalización.A nivel de los subsistemas de acción racional con arreglo a ii-nes, el progreso científico y técnico ha obligado ya a una reor-ganización de las instituciones y de determinados ámbitos so-ciales, y parece estaria exigiendo a mayor escala todavía. Peroeste proceso de despliegue de las lìier-Las productivas sólo po-dria convertirse en un potencial de liberación a condición deque no sustituya a la racionalización en el otro nivel. La racio-nalización a nivel del marco institucional sólo puede realizarseen el medio de la interacción lingüísticamente mediada, consi-

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guiendo que la comunicación se vea libre de las restricciones alas que está sometida.”

En la Teoría de la acción comunicativa, Habermas se pro-pone precisar la naturaleza dual del proceso de racionaliza-ción. La idea que guía a Habermas es que la racionalizaciónpropia de las sociedades occidentales no puede reducirse,como lo hace Weber, a la implementación y extensión dc sub-sistemas basados en mecanismos de integración sistémica(subsistema de acción racional con arreglo a lines).

Haber-mas concibe la racionalización que conduce a las so-ciedades modemas como un doble proceso. Por una parte,una diferenciación de los elementos constitutivos del mundode la vida y, por la otra, una diferenciación entre el mundo dela vida y sistema. A la primera, la denomina «lingüistizaciónde lo sacro» (die Versprachlichurig des Sakralen) y a la segunda,«desacoplamiento de sistema y mundo de la vida» (_Entk0ppe-lung von System und Lcbenswelt).

La descripción de la racionalización del mundo de la vidacomo «lingüistización de lo sacro» está inspirada en la teoríasociológica de Durkheim. Para Durkheim, en las llamadas «so-ciedades primitivas», la identidad colectiva se constituye en laforma de un consenso normativo. Este consenso normativo semanifiesta en la forma de una visión religiosa del mundo.

Durkheim habla de que todas las grandes instituciones Seoriginan en el espíritu de la religión. Esto sólo puede significar,por de pronto, que la validez non-nativa tiene fundamentos mo-rales y que por su parte la moral tiene sus raíces en lo sacro; enun principio, las normas morales y jurídicas tenían, ellas tam-bién el carácter de preceptos 1-ituales.f'9

Las visiones del mundo mítico-religiosas no sólo ofrecenun esquema interpretativo, que tiene la pretensión de dar

68. J. Ilabermas. Techriüc... ap. cír., p. 98.69. I. Habcrmas, Teoria... n, op. cif., p. B3 (p. 89). Cuando se habla en este con-

texto de una identidad colectiva que se constituye en forma de un consenso normati-vo, hay que tener en cuenta que no se mila de un consenso alcamado, puesto que laidentidad de los miembros del grupo se constituye cooriginariamcnle ccrn la identi-dad del grupo.

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cuenta de todo fenómeno en el mundo, también ofrecen unconjunto de pautas de conducta que delinen formas de vida.

Este tipo de sociedades se caracterizan por estar diferen-ciadas segmentariamente, esto es, se encuentran constituidaspor una repetición de segmentos similares y homogéneos,como es el caso de una reunión de grupos familiares. En estassociedades predomina una forma de integración social susten-tada en la institución de las relaciones de parentesco. Los me-canismos de integración sistémica están subordinados, en estecaso, a dicha institución. Por ejemplo, la organización del po-der político, del proceso productivo y la circulación de bienesdependen de las relaciones de parentesco.

En las llamadas «sociedades primitivas» (integradas por re-laciones de parentesco), existe un equilibrio precario, que se vecuestionado cuando surge una estratificación basada en elcontrol diferencial de los recursos de coacción. Se trata delsurgimiento de una organización política diferenciada de losvínculos de parentesco (denominada «Estado››, utilizando eltérmino en un sentido muy amplio).

Los mecanismos sìstémicos sólo pueden permanecer íntima-mente ensamblados con los mecanismos de la integracìórr so-cial mientras permanezcan adheridos a estructuras sociales pm-viamente dadas, esto es, al sistema de parentesco. Pero encuanto se forma un poder político que ya no obtiene su autori-dad del prestigio de los grupos de descendencia dornirrantes.sino de la capacidad de hacer uso de medios de sanción jurídi-ca, el mecanismo de poder se desliga de las estructuras del pa-rentesco [...] Por eso hablo dc mecanismo de la organizaciónestatal como mecanismo; este mecanismo es incompatible conla estructura social de las sociedades organizadas por parentes-co [...] Los estamentos basados en el nacimiento se transformanasí en estamentos basados en la posesión diferencial de riqueza[Bcsitartände] garantizados políticanrentef"

El surgimiento de una organización política diferenciada, yla forma de estratificación que ello presupone, representa elpunto de partida del doble proceso de racionalización. Por una

70. lliíd., pp. 233 y 239 (pp. 246-247 y 253).

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parte, aparece un subsistema social sustentado en un mecanis-mo de integración sistémica cuyo medio específico es el poder(control diferencial de recursos de coacción y, con ellos, deotros recursos sociales). Por otra parte, las visiones del mundomíticas se ven cuestionadas; ahora tienen que afrontar el pro-blema de crear una legitimación a las desigualdades que hansurgido en el seno de las relaciones sociales. Las visiones delmundo tienen que ofrecer una legitimidad a la organizaciónpolítica dentro del contexto de una sociedad estratificacla.

No debemos perder de vista a lo largo de este examen quela racionalización es el resultado de una transformación de lasrelaciones de poder. Ésta era la intuición que encontrábamosya en la teoría weberiana de la racionalización.

La nacionalización del mundo de la vida, entendida comolingüistización de lo sacro, se presenta como un cuestiona-miento de la autoridad de las imágenes del mundo. Esto quie-re decir que el saber transmitido por la imágenes del mundoqueda expuesto progresivamente a una revisión critica. Estacrítica tiene, en principio, el afán de adaptar éstas a las nuevassituaciones sociales. Ello lleva, en primer lugar, a la sistemati-zación del saber que caracteriza a las grandes religiones delmundo. Pero el proceso crítico no se detiene en la sistematiza-ción del saber, sino q_ue empieza a confrontarse, paulatina-mente, con las experiencias en diferentes campos. Aquí co-mienza el largo proceso que Weber denominó «desencanto delmundo».

Cuanto más avanza este proceso crítico, menos garantiza-do está el logro de un consenso mediante las creencias y códi-gos de conducta preestablecidos. Ello obliga a los individuos abuscar reestablecer el entendimiento mediante procesos comu-nicativos, en los que el consenso es, cada vez más, el resultadode los propios esfuerzos de interpretacion de los individuos yde su toma de posición frente a pretensiones de validez quepueden ser criticadas. Precisamente, Habermas llama a esteproceso lingüistización de lo sacro porque en él los supuestosy evidencias inscritos en las tradiciones se tematizan, de ma-nera gradual, en un plano discursivo.

En el marco de este trabajo, no podemos, como es obvio,entrar en el análisis histórico de este proceso de racionaliza-

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ción, pero podemos establecer en que sentido se puede hablarde una racionalización del mundo de la vida. I-Iabermas en-tiende la racionalización del mundo de la vida (lingüistizacióiide lo sacro) como una diferenciación de sus componentes es-tructurales; estos componentes son: «cultur-a››, «sociedads y<(p€l”S0n€llÍClad ››.

Llamo cultura al acervo de saber, en que los participantesen la comunicación se abastecen de interpretaciones para en-tenderse sobre algo en el mundo. Llamo sociedad a las ordena-ciones legítimas a través de las cuales los participantes en laintegración regulan sus pertenencias a grupos sociales. asegu-rando con ello la solidaridad. Y por personalidad entiendo lascompetencias que convierten a un sujeto en un ser capaz delenguaje y de acción, esto es, que lo capacitan para tornar parteen procesos de entendimiento y para afirmar en ellos su propiaidentidad.”

Para comprender la tesis de que la racionalización delmundo de la vida es una diferenciación de sus componentesestructurales, hay que tener presente el carácter de éstos. L.-1raiz de los componentes estr'L1ctuI'aleS del mundo de la vida Scencuentra en los tres componentes del acto del habla, que son:rr) el componente proposicional, por el que se establece unarelación entre cl enunciado y un estado de cosas; b) el compo-nente ilocucionario, a través del cual sc establece una relaciónentre el hablante y el oyente, gracias al modo ilocucionar-iocon el que se usa el contenido proposícional, y c) el compo-nente expresivo con el que se da una relación entre el enuncia-do y las intenciones o vivencias del hablante.

Así como existe una correspondencia entre los componen-tcs estructurales del mundo de la vida y los componentes delacto del habla, así también existe una correspondencia entresus funciones. Enunciados aplicados cornunicativamente sir-ven para: representar un estado de cosas (o algo que al ha-blante le sale al encuentro en el mundo), establecer una rela-ción cnllrc el hablante y un destinatario y expresar intenciones

ti. rbrd., p. rss (p. zoe).

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o vivencias de un hablante. Estas funciones corresponden, res-pectivamente, a las siguientes funciones del mundo de la vida:

Bajo el aspecto funcional de entendimiento, la acción comu-nicativa sirve a la tradición y a la renovación del saber cultural;bajo el aspecto de coordinación de la acción sirve a la integra-cion social y a la creacion de solidaridad: y bajo el aspecto desocialización, finalmente, sin/c a la fonnacìón de identidadespersonales. Las estructuras simbólicas del mundo de la vida sereproducen por vía de la continuación del saber válido, de laestabilización de la solidaridad de los grupos y de la formaciónde actores capaces de responder alas nociones."

Todo acto del habla implica, por tanto, tres referencias al mun-do: la referencia a un atado de cosas, la referencia a un oyente y lareferencia al propio hablante. En la medida en que existe una cf»rrespondencia entre los component@ y funciones del acto de hablay los del mundo dela vida, entonces, la diferenciación de los oom-ponentes esttucturales del mundo de la vida es ima diferenciaciónde tres ámbitcn o «mundos›› a los que pueden hacer nefenzncia losactos del habla. Estas ámbitos o «mundm›› son:

- El «mundo objetivo», entendido como el conjunto deestados de cosas o entidades sobre las que es posible hacerenunciados verdaderos.-- El «mundo social», entendido como el conjunto de nor-

mas c instituciones vigentes en una sociedad, es decir, las rela-ciones interpersonales legítimamente vinculadas.

-_ El «mundo subjetivo», entendido como el conjunto dcvivencias e intenciones a las que cada cual tiene un accesoprivilegiado y que el hablante puede manifestar vemzmenteante un público.

Antes de continuar es preciso advertir que 1-Iabermas aban-dona el concepto ontológico de «mundo›› y lo sustituye por unconcepto de «mundo›› definido en términos de la constituciónde la experiencia.

12. zm., p. 196 (pp. zos-zo<››.

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En primer lugar voy a sustituir el concepto ontológico dcmundo por un concepto de mundo planteado cn términos deteoria de la constitución de la experiencia y a adoptar la parejaconceptual «mundm y «mundo de la vida». Son los propiossujetos socialìzados los que, cuando participan en procesos co-operativos de interpretación, hacen un uso implícito del con-cepto de mundo.”

El mundo de la vida es el acervo de saber del que los pa rtì-cipantes en la interacción extraen sus interpretaciones. Cuan-do se habla de «mundo›› (objetivo, social o subjetivo) uno delos componentes de ese acervo cultural queda convertido entema. El mundo de la vida es el contexto cultural en el cual lossujetm acceden a un entendimiento; el mundo es el ámbitosobre el cual los sujetos llegan a un entendírniento.

Con el uso de este aparato conceptual, I-Iabermas buscamostrar el contraste entre las imágenes del mundo míticas ylas imágenes del mundo rncionalizadas. Mientras que en lasprimeras no existe una distinción entre los mundos objetivo,social y subjetivo, las segundas presuponen una diferenciaciónde estos mundos. En las imágenes del mundo míticas, encon-tramos que para explicar fenómenos naturales se acude a cate-gorías del mundo social (se humaniza o personaliza la natura-leza). También encontramos en ellas la tendencia (persistentehasta nuestros días) de fundamentar los valores en una su-puesta adecuación a un orden objetivo (la confusión entre«ser›› y «deber-ser››). En cambio, las imágenes del mundo mo-demas requieren de la diferenciación de los componentes delmundo de la vida y, con ello, la distinción de los tres mundos,entendidos como ámbitos de referencia del acto del habla queposeen una dinámica propia, así como una pretensión de vali-dez especíñca.

[...] la desinitologización de la imagen del mundo significa ala vez una dcsocialización de la naturaleza y una «desnaturali-zación» de la sociedad.”

13. lbfd.. 1, p. 119 (p. 135).74. 1bu±.p.77f_p.so›.

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Ya Weber había expuesto la racionalización del mundocomo una diferenciación de esferas conceptuales. Esta diferen-ciación pennitía la expansión de una racionalidad con arregloa fines, ya que ésta se liberaba del obstáculo que representabael marco institucional de las sociedades tradicionales. Weberveía en el desarrollo de la racionalización una doble conse-cuencia («paradoja de la racionalizacióm), Por una parte, laracionalización permite el desarrollo del conocimiento científi-co y, con él, el aumento de la capacidad técnica y organizativade la sociedad. Pero, por otra parte, esa misma capacidad téc-nica y organizativa, ligada al cuestionamiento del fundamentotradicional de los valores, representa un peligro para la super-vivencia de la libertad individual (burocraljzación del mundo).Frente a esta posición, lo propio de Habermas es afirmar queel proceso de racionalización no puede reducirse a la expasiónde la racionalidad con arreglo a fines, sino que debe entender-se, en primer lugar, como un proceso de aprendizaje en lostres componentes estructurales del mundo de la vida.

Para Habermas, la diferenciación de los componentes es-twcturales del mundo de la vida no implica que se rompa lainterrelación entre ellos. Por el contario, el proceso de aprendi-zaje que se lleva a cabo en uno de ellos repercute sobre losprocesos de aprendizaje que se realizan en los otros compo-nentes. Por ejemplo: si la «cultura›› suministra el saber válidopara quedar cubiertas las necesidades de entendimiento, en-tonces, el proceso de aprendizaje en este componente se mani-fiesta en la capacidad de desarrollar un conocimiento sobre elmundo objetivo susceptible de crítica; ello tiene un efecto di-recto sobre las formas de legitimación de las instituciones(«sociedad») y sobre los patrones de comportamiento («perso-nalidad››). Esta compleja relación entre los componentes es-tructurales del mundo de la vida le permite a Habermas dariienda suelta a su furor taxonómico; lo cual tiene como resul-tado una multiplicidad de diagramas en torno a los vínculosde estos componentes estructurales. En pos de la claridad, melimitaré en este trabajo a señalar que debemos considerar laracionalización del mundo de la vida como un proceso deaprendizaje que se realiza en los niveles de la cultura, sociedady personalidad, los cuales se encuentran, a su vez, estrecha-

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mente relacionados, relación que no presupone una jerarquíao un vínculo causal simple.

En este contexto, se entiende por «cultura›› el componenteestructural del mundo de la vida en el que se conjugan lasinterpretaciones para oitenderse sobre algo en el mundo (elconjunto de posibles enunciados verdaderos). La racionaliza-ción en este nivel conduce. a la autonomización del discursoteórico, determinado como una forma de argumentación cn laque se convierten en tema las pretensiones de verdad que sehan vuelto problemáticas. La cultura se convierte no sólo enuna acumulación de saber, sino en un saber falible y, comotal, sometido a una constante contrastación con el mundo ob-jetivo. Un ejemplo de la racionalización en este nivel es el des-arrollo de la ciencia y su lucha por independizarse de las visio-nes clel mundo tmdicíolial-religiosas. Junto al desarrollo de laciencia se abre la posibilidad de incrementar el potencial tec-nológico y organizativo de los hombres.

La «persona1idad›› se ha definido como el conjunto decompetencias que adquiere el sujeto en el proceso de socializa-ción y adquisición de una identidad. La racionalización en estenivel lleva a una mayor autonomía del individuo frente a lastradiciones sociales, así como a una ampliación de los mediosy espacios que puede utilizar el individuo para su expresión.El proceso de aprendizaje se manifiesta aquí en la consolida-ción de una esfera privada, con todo lo que ella implica, y laexpansión de una esfera autónoma del arte.

La «sociedad›› se define como el conjunto de ordenacioneslegítimas a través de las cuales los miembros de la sociedadregulan su pertenencia a grupos sociales, asegurando con ellola solidaridad. La racionalización en este nivel conduce a laautonomización del discurso práctico. Ello presupone que laautoridad moral se desliga de sus fundamentos sacros y, deesta manera, la validez normativa se convierte en un tema dis-cursivo que puede ser sometido a critica. La tendencia de laracionalización en este nivel es la de transformar, paulatina-mente, la solidaridad basada en la comunidad de fe en unasolidaridad surgida de normas cuya validez es el resultado deun reconocimiento comunicativo. El proceso de aprendizajeen el campo nonriativo se manifiesta como una separación de

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los valores respecto de las imágenes del mundo particulares,que tiene como resultado un derecho y una moral con carácteruniversal.75

He querido mencionar el último al componente estructuraldel mundo de la vida denominado usociedad», porque deseodetenerme en él, ya que, en este punto, se localiza el núcleo dela teoría de la legitimación en Habermas. Weber ya había ob-servado que el proceso de racionalización en el campo norma-tivo propiciaba una separación de los valores y las visionestradicional-religiosas del mundo. Según Weber (en la interpretación habermasiana), ello deja como único sostén de los valo-res a la voluntad. Habermas, en oposición a esta postura, sos-tiene que la racionalización no sólo cuestiona el fundamentotradicional de los valores, sino que ofrece también una alterna-tiva de fundamentación, que se localiza en el propio procesode comunicación.

Si la rectitud, junto con la verdad, puede calificarse de pre-tensión de validez susceptible de desempeño discursiva, de ellose sigue que la rectitud de una norma puede someterse a exa-men lo mismo que la verdad de los enunciados. En la tradiciónlìlosófica sc han venido enfrentando, entre otras. dos formas dever las cosas. La primera fue desarrollada en el derecho naturalclásico y afirma que los enunciados nomiativos son susceptiblesde verdad cn el mismo sentido que los enunciados descriptivos;la otra sc ha convertido, dc mano del nominalìsmo y del empi-rismo , en la concepción hoy dominante y dice que los enuncia-dos normativos no son susceptibles de verdad. Tengo por falsoslos supuestos que subyacen a ambas versiones. Sospecho que lajustificación de la pretensión de validez contenida en las reco-mendaciones, ya sea de normas de acción, o de normas de valo-ración, es tan susceptible de examen discursivo como la justi-ñcación de la pretensión dc validez implicada en las afirma-ciones.7"

75. «Desde un punto de vista estmctnral, la explicación de la unìvexsalización delderecho y la mural, que Durkheim constata. es que los problemas de justificación yaplicación de las normas se hacen cada vez más dependientes de los procesos deformación lingüística del consenso. Y mando la comunidad de fe y de cooperación seha secularizado, sólo una moml universalista puede mantener un carácter obligato-rio» (ibãi, 1|. p. 129 [pp. 137-138]).

76. J. Habennas, Vorstudúen... op. cif., pp. 144-145.

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La tesis de Habermas es que la fundamentación de las nor-mas se encuentra en el consenso al que acceden los hombres através de sus acciones comunicativas. Weber reconoce tam-bién que es el consenso el que otorga validez a las normas,pero, en él, éste sólo expresa un acuerdo contingente entrevoluntades particulares. En cambio, I-Iabei-mas sostiene que cnel proceso de acceder a un consenso comunicativo no sólo en-tra en juego un equilibrio entre intereses particulares, sinotambién principios universales ligados a la lógica del discursopráctico. p

La diferencia entre Weber y Haberrnas se toma nítida sidestacamos que, para Haberrnas, no basta sostener que la vali-dez de las normas se encuentra en el consenso, sino que hayque localizar un principio crítico que nos permita distinguirentre la multiplicidad de consensos aquellos que tienen un ca-rácter racional. Habennas reconoce las diferencias que existenentre cl discurso teórico y el discurso práctico, sin embargo.su estrategia consiste en establecer una analogía entre ellos,sin dejar a un lado su especificidad.

En cl discurso teórico se salva el abismo entre las observa-ciones particulares y las hipótesis generales mediante diferentescánones de la inducción. El discurso práctico pnecisa dc unprincipio puente. Por este motivo, todas las investigaciones so-bre la lógica de la argumentación moral conducen a la necesi-dad dc introducir un principio moral que, en su calidad de nor-ma de argumentación, cumple una función semejante al princi-pio de inducción en el discurso científico experimental [...] Por1o tanto, el principio puente que posibilita cl consenso tiene queasegurar que únicamente se aceptan como válidas aquellasnormas que expresan una voluntad general: esta es, oomo seña-la Kant una y otra vez, que han de poder convertirse cn «Icygeneral»_77

Así como la «ver-dad››78 es la pretensión de validez que per-mite acceder a un acuerdo en el discurso teórico, así mismo se

77. I. Hab-emias. Momlbcivuƒšrseiiz und komnluiiikalives Iƒandeliz, Francfort,Suhrkamp, 1983, p.73_

78. Véase I. Ilabcnnas, «Wahrhcil_stl1coricn», art. cit. Sobre la crítica a la defini-ción dc verdad en Habennas, véase A. Wellmer, Ethik una' Díalog, op. cit.

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requiere de un principio universal que defina la pretensión devalidez que permite acceder a un consenso en el discurso prac-tico. Haber-mas ofrece la siguiente versión del principio de uni-versalidad (U):

(U) Toda norma válida ha de satisfacer la condición de quelas consecuencias y efectos secundarios que se derivan. previsi-blemente, tle su cumplimiento general para la satisfacción delos intereses de cada particular, pueda ser aceptada librementepor cada afectado.”

La introducción del principio de universalidad (U) requierede una justificación. La exigencia de justificación de U no estrivial, ya que existen diversas posiciones teóricas que nieganla posibilidad de acceder a una universalidad en el campo nor-mativo. Kant había justificado su versión del principio de launiversalidad [el imperativo categórico) en la noción de «suje-to trasccndentab; esto es, una entidad racional común a todoslos individuos que representa la condición a priori de la expc-riencia. Podemos decir que Kant introduce la universalidadcomo un «hecho de razón» con independencia de las relacio-nes sociales.

Kant presupone en su filosofía práctica la autonomía, es de-cir, la propiedad de la voluntad de ser ley para sí misma, y ensu filosofia teórica presupone la identidad simple e inatacablcde la autoconcicncia; pero precisamente por ello destierra a laacción ética del ámbito de la moralidad. Kant presupone elcaso límite de una sintonización preestablecida de los sujetosagentes [...] Cada sujeto particular, al examinar sus propias má-ximas para ver si son idóneas como principios de una legisla-ción universal, tiene que suponer esas mismas máximas dc ac-ción a todos los demás sujetos como máximas igualmente obli-gatorias para ellos.”

Haberrnas intenta romper con el planteamiento monológi-co de la ética kantiana para buscar una fundamentación del

79. 3. Habcnnas, Moraibeiunƒi'tsei›1..., op. cit.. p. 131.80. J . Ilabermas, Techrrüc., op. cit.. p. 20.

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principio de universalidad U en el proceso de comunicación.Para Habermas la cuestión de si una nonna es susceptible deadmitir un consenso racional y, por tanto, universalizable, sólopuede decidirse dialógicamente.

Pero si sc ha mostrado que el postulado de la universalidad,derivado de forrna pragmátioo-trascendental, se puede funda-mentar mediante presupuestos de argumentación, la misma éti-ca del discurso se puede reducir al escueto postulado «D» segúnel cual, únicamente pueden aspirar ala validez aquellas normasque consiguen to pueden conseguir) la aprobación de todos losparticipantes de un discurso prácticos'

De los principios U y D, en los que Habennas sustenta la«ética discu1¬siva››, no es posible desprender ningún contenidoconcreto. Ante ello alguien puede objetar que la «ética discur-siva» es «siinplemente›› un formalismo. En efecto, se trata deun [ormalismo en la medida en que la ética discursiva no asu-me la pretensión de establecer cómo debemos actuar; su pre-tensión es tan sólo establecer cómo debemos afrontar nuestmsconflictos prácticos. La ética discursiva renuncia a toda apor-tación sustancial propia, pero valida un procedimiento de for-mación de la voluntad colectiva y. de esta manera, cede lapalabra a los afectados, que son los que tienen que encontrarrespuestas a sus cuestiones prácticas. «El teórico moral no dis-pone de un acceso privilegiado a verdades morales» En estesentido es más justo calíficarla como una ética procedimental.

La ética discursiva no proporciona orientaciones de conteni-do, sino solamente un procedimiento lleno de presupuestos quedcbc garantizar la imparcialidad en la formación del juicio. Eldiscurso práctico es un procedimiento no para la producción denomias justificadas, sino para la comprobación de la validez denormas postuladas de modo hipotético. A panir de este proce-dimiento se diferencia la ética discursiva dc otras éticas cogniti-vas, universalistas y formalistas. incluso de la teoría de la justi-

8l. J . Habermas, Morizlbeuiuüiseim... op. cit., p. 103; Knmbartel. «Momlischcs Ar-gunienücricnx, cn Pmktísche Pìiilosophíe ¡md kolrsfrukrívfz `iVt¢sen_echaƒi^heofie. Franc-fort, Suhrl-:amp 1974.

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cia de Rawls. «D›› pone de manifiesto que <<U» se limita a expre-sar el contenido normativo de un procedimiento de formacióndiscursiva de la voluntad y, en consecuencia, debe distinguirsecuidadosamente de los contenidos atgtimentativosšü

Por otro lado, hay que tener cuidado y advertir q_ue la éticadiscursiva sí presupone un contenido determinado. En la loca-lización de este contenido, el propio Habermas nos da unapista cuando sostiene que es necesario diferenciar el principioU de los presupuestos de la argumentación, los cuales puedenexponerse en formas de reglas:

1) Todo sujeto capaz de hablar y de actuar puede partici-par en la discusión.

2) zz) Todos pueden cuestionar cualquier afirmación.b) Todos pueden introducir cualquier afirmación en el

discurso.c) Todos pueden manifestar sus posiciones, deseos y

necesidades.3) A ningún hablante puede ímpedírscle el uso de sus de-

rechos reconocidos en 1 y 2 por medios coactivos origi-nados en el exterior o en el interior del discurso.”

Estos presupuestos de la argurnentación, que definen la si-tuación ideal de dialogo, tienen obviamente un caracter nor-rnativo. Los individuos en el proceso de argumentación debenreconocerse como libres, con los mismos derechos y obligacio-nes, así corno también deben negar la validez de toda coacciónque no sea la del mejor argumento. Aquí cabe hacer una ob-servación críticu: las normas que pueden obtener una aproba-ción de todos o un «reconocimiento universal» me parece queson las mismas que definen los presupuestos de la argumenta-ción. Si esto es así, nos movemos en un círculo que nos dicemuy poco sobrc los conflictos morales. La ética del discursoparecería un salvavidas que se arroja a un náufrago que yallegó a la playa.

82. I. Habennas, MoralbeivuBt$e¿n..., op. cit., pp. 132-133.ss. mu, p. 99.

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Habermas afirma que toda ética procedimental tiene quedistinguir entre la estructura y los contenidos del juicio moral.El objetivo de esta distinción es localizar, dentro del conjuntode cuestiones practico-morales, aquellas que son accesibles auna discusión racional para someterlas a un test de fundamen-tación. En otras palabras, se trata de separar las normas quepueden llegar a considerarse justas de las múltiples repre-sentaciones de la «vida buena». Al realizar este deslinde, nosencontrarnos que las normas que pueden llegar a ostentar unreconocimiento universal se identifican con los presupuestosde la argumentación. Sin embargo, los presupuestos de la ar-gumentación, si es que merecen ese nombre, no pueden ser elresultado de la argumentación misma. Creo que es posibleaceptar que estos presupuestos están ligados a la lógica de laargumentación, pero su reconocimiento y vigencia son resulta-do de una larga historia de luchas sociales en la que se hancuestionado, y se cuestionan, la identificación entre la univer-salidad y las representaciones morales particulares.

Desde este punto de vista, me parece que es preciso coincidircon Weber respecto a que la conceptualización del proceso deracionalización no puede separarse del estudio de la historia delas luchas sociales y las formas de ejercer el poder. Peno tambiénes menester rescatar la propuesta de Habermas respecto a laexistencia de dos rlivcles en el proceso de racionalización, porqueello nos perrnite ver que la historia de las luchas sociales no pue-de reducirse al principio de una racionalidad con arreglo a fines.El conllicto entre los grupos sociales se maniliesta dentro de tmmarco institucional común, por lo que es irreductible a la simpleoposición de intereses. Es decir, se trata de rescatar la dimensiónmoral y jurídica de los conflictos sociales. Considero que paraesta tarea el modelo hegeliano de la «lucha por el reconocimien-to» es más adecuado que los de la psicología evolutiva utilimdospor I-Iab-ermas, El modelo hegeliano evita la confusión entre laracionaliración y los procesos psicológicos y, al mismo tiempo,destaca las diferencias entre [ilogénesis y ontogénesis, sin hacer aun lado sus posibles analogías.”

84. A. Honnelh, art. cite; y uMoralbew'uÍSI.Sein und soziale K1assenlicrrscl1aEt»_ enDie zBm`ssef1.-2 Welt des Sezthierr, Francfort, Suhrkamp, 1939.

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La idea de que el punto de vista moral está ligado al princi-pio de la universalidad no es ningún descubrimiento dc la mo-dernidad. Los códigos morales más antiguos que conocemostienen una pretensión de universalidad. Sin embargo, en ellosse identifica la universalidad con las representaciones moralesde la tribu o cultura a la que pertenecen. La dimensión moraldel conflicto social se localiza en la aparición del «otro››, aquelque reclama su reconocimiento como persona (sujeto de dere-chos y obligaciones) y, como tal, pone en tela de juicio la iden-tificación entre la universalidad y la visión del mundo impe-rante. Las luchas obreras, campesinas, feministas, étnicas, etc.,no sólo buscan la realización de sus intereses particulares,sino que también, y como condición de ello. cuestionan la in-diferenciacíón entre la universalidad y las identidades particu-lares. Por tanto, el derecho y la moral urtiversalistas no puedenverse únicamente como el producto de una clase o una socie-dad específica, ya que han sido y siguen siendo los medios delucha de todos aquellos que se ven excluidos del orden ímpe-rante.

Hemos dicho que la propuesta para conceptualizar la ra-cionalización de la dimensión normativa mediante el modelode una lucha por el reconocimiento tiene sus raíces en Hegel.Ahora es preciso señalar también una diferencia entre estapropuesta y la postura hegeliana. No podemos pensar la racio-nalización corno la realización de una universalidad, entendidacomo una situación ideal de reconciliación o de control de losconllictos. El proceso de racionalización no tiene un puntoculminante que pueda identificarse con algún contexto socialconcreto. ni tampoco con un modelo de sociedad predetermi-nado. La racionalización implica una diferenciación de las ví-siones del mundo particulares y los principios univcrsalistas.Estos principios universalistas, que se identifican con los pre-supuestos de la argumentación, no definen un modelo de so-ciedad (por lo menos, no en el sentido de la tradición utópieadominante), sino procedimientos que pen-niten afrontar racio-nalmente nuestros conflictos, Cuando se califica de racionalesa estos procedimientos, no se pretende que a través de ellos sealcance una solución a nuestros problemas práctico-morales ouna reconciliación de nuestros conflictos, únicamente se sos-

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tiene que estos procedimientos garantizan la integridad de laspartes en conflìcto.

El ejemplo paradigmático de estos procedimientos es la de-mocracia, Los procedimientos democráticos no sólo permitenla torna de decisiones colectivas bajo condiciones de participa-ción ciudadana lo más amplia posible, sino que también seencuentran sustentados en principios universalistas, como lagarantía de la libertad individual. Estos principios son conside-rados como universales en la medida en que se presentancomo candidatos a un reconocimiento de todos los miembrosde la sociedad; por tanto, esos principios universales no se re-fieren a una identidad metafísica del género humano («natura-leza humana», «voluntad general», «sujeto trascendental»,etc), ni a una entidad u orden a los que deben subordinarselos ciudadanos. Se trata de principios que encuentran su baseen los procesos de comunicación inherentes a la integraciónsocial, pero que sólo son reconocidos y alcanzan su vigenciacomo resultado de una larga historia de luchas sociales. Noexiste una solución racional al problema de la institucionaliza-ción de la libertad.

El consenso democrático no presupone un acuerdo en tor-no a todos los problemas que afronta la sociedad, solamenteimplica un acuerdo sobre el marco institucional en el que debemoverse el disenso.

[...] creo que es evidente que para que la legitimación demo-crática se mantenga viva no es suficiente con un comenso aoer-ca de las normas y reglas de procedimiento básicas sin tener cncuenta distintas posibilidades de acuerdo racional; porque másallá de un cierto punto, cl desacuerdo acerca de las cuestionessustantivas se convertirá necesariamente en un desacuerdoacerca de las reglas de procedimiento 0 un desacuerdo acercade la interpretación de las normas básicas. (Los nuevos movi-mientos sociales proveen un amplio material que sirve de ilus-tración). Esto demuestra de nuevo que existe un «I-más» 0 «me-nos» con nespcclo ala legitimidad democrática; el estándar (in-terno) de este irmás» 0 «menos» se expresa precisamente pormcdío de la idealización normativa que I-lab-ermas deriva de sunoción de la racionalidad comunicativa. Esto significa, sin em-bargo, que la acción comunimtiva en el caso ideal se conver-

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tiría en el mecanismo exclusivo -no de la coordinación de laacción, ya que suponemos que persisten formas sistémicas deintegración, sino de asegurar el consenso y considerar la diver-gencìa. Ni que decir que tal forma de vida no se hará nuncarealidad; lo irnporiante aquí no es que será históricamente posi-ble, sino cómo debe entenderse la «gamática profunda» denuestros proyectos históricos.”

La racionalimción del mundo de la vida (la lingüístizaciónde lo sacro) lleva implícita una transformación de las formasde legitimación y ejercicio del poder político. En este procesode transformación. de las formas de legitimación, podemosdestacar dos tipos ideales, que representan los extremos entrelos que se ha movido el devenir histórico. El primero corres-ponde a la legitimación del poder mediante. las nonnas tradi-cionales inscritas en el mundo de la vida. El aura de lo sacroprotege a estas normas del cuestionamiento crítico, es decir, sepresentan como principios de un orden trascendente (natural.divino, histórico, etc). En esta forma de legitimación no existeuna diferenciación entre el discurso teórico y el discurso prác-tico. Por tanto, se considera que la fundamentación de las nor-mas, en analogía con los enunciados empíricos susceptibles deser verdaderos, se encuentra en su adecuación a un orden aje-no a la voluntad de los hombres.

El segundo tipo correspondería a la legitimación del podermediante normas susceptibles, en principio, de un consensocomunicativo. Se traia de normas que se han diferenciado delas visiones dcl mundo particulares, que definen los presupues-tos de la argumentación racional. No se trata de que esas nor-mas tengan o puedan tener como base un consenso universal(todos los consensos reales tienen un carácter limitado y, porende, particular), sino que se presentan como condiciones deposibilidad de un debate continuo sobre lo legítimo y lo ilegíti-mo. Por tanto, esas normas sólo pueden mantener su carácterracional como instancias de legitimación del poder si garanti-zan la apertura del debate y la integridad de todos aquellos

85. A. Wellmer, -fRazón, utopía y la dialéctica de la ilustración», en Habenmrs y lamodernidad, Madrid, Cátedra, 1988, p. 10-I.

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que participan de uno u otro modo en él. Estas normas seencuentran ejempliiìcadas por los...

[...] derechos fundamentales que son, a su vez, la base detoda constitución democrática.”

Si sólo tomarnos en cuenta la racionalización del mundo dela vida, observamos que la tendencia que define a este procesoes pasar del consenso fundamentado en valores institucionaliza-dos a un consenso sostenido cn el reconocimiento intersubjeti-vo de las pretensiones de validez inscrita en los actos del habla.Desde la perspectiva del análisis de Durkheim se plantea lacuestión de qué queda de la conciencia colectiva que fue ele-mento constitutivo de la identidad de las sociedades tribales.una vez que el acuerdo nonnativo básico sobre valores y conte-nidos concretos, asegurado por el ritual, sc evapora en un con-senso sobrr: fundamentos de una ética normativa. sólo asegura-do ya procedimentalmente. De este consenso procedimentalhan escapado todos los contenidos. Los valores culturales. obien han sido abstraidos en valores formales básicos como sonla igualdad. la libertad, la dignidad humana, etc., o pierden. suaura. quedando a merced del resultado de un proceso de enten-dimiento exento de todo prejuicio.”

La comunidad de fe religiosa se transforma paulatinamenteen una comunidad de comunicación, sujeta a la necesidad decooperar y a las coacciones que dicha cooperación lleva consi-go. El resultado de esta racionalización sería una integraciónde la sociedad asegurada comunicativamente. Pero la capaci-dad de integración mediante un entendimiento comunicativotiene límites. Ninguna sociedad puede llegar a ser una red decooperación lingüísticamente mediada. Haberrnas es conscien-te de que la comunidad ideal de diálogo es :sólo una idealiza-"Ííøción y que no puede entenderse como una situación final den-tro de una filosofía de la historia. Si tomamos en cuenta la

86. Se trata de asumir que, a falla dc un orden universal que nos permita accedera un consenso, sólo tenemos como alternativa de fundamentación racional el reco-nocimiento de la necesidad del debate perpetuo sobre lo legítimo y lo ¡legítimo y.con ello, la necesidad de garantizar" las libertades que permiten la apertura de lacrítica. Mi propuesta puede calificarse como una fundamentación escéptica dcl uni-versalismo.

87. J. Habem1as.Teoría..., n, op. cit., p. 156 (p. 165).

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dinámica de la historia, encontramos que la pérdida de la efi-ciencia leg-itimadora de las tradiciones viene acompañada delsurgimiento de mecanismos de integración sistémica, los cua-les no requieren un entendimiento lingüístico.

La racionalización del mundo de la vida puede ser concebi-da como una progresiva liberación del potencial de racionali-dad que la acción comunicativa lleva en su seno- Con ello laacción orientada al entendimiento adquiere una autonomíacada vez mayor Emite a los contextos normativos, pero simnltá-nearnente, el mecanismo del entendimiento. cada vez más so-brecargado y finalmente desbordado, es sustituido por mediosde comunicación (lesling-üistizados.“

Junto a la racionalización del mundo de la vida corre para-lelamente un desacoplarniento de la integración social y la in-tegración sistémica. El desacoplamiento de sistema y mundode la vida, propiciado por la división del trabajo, conduce a laconsolidación de subsistemas sociales que se sustentan en unaintegración sistémica que no requiere de manera directa elconsenso proporcionado por el mundo de la vida. Este es elotm nivel en el que se desarrolla la racionalización de las so-ciedades modernas.

La reproducción material de la sociedad exige que las acti-vidades racionaies con arreglo a fines de los diversos indivi-duos queden eficientemente coordinadas. El lenguaje es unmecanismo de coordinación de la acción costoso, de escasamovilidad y de limitada capacidad de rendimiento. El entendi-miento lingüístico depende, como hemos visto, del saber defondo que proporciona el mundo de la vida y, cuando éste seracionaliza, el entendimiento depende cada vez más de unacuerdo que los agentes deben alcanzar. Esto disminuye la efi-ciencia de la coordinación comunicativa y aumenta el riesgodel disenso. La solución histórica fue la sustitución del lengua-je por medios objetivos de coordinación de las acciones.

El ejemplo más claro de estos medios es el dinero. El dine-ro tiene las propiedades de un código con el cual pueden

ss. 1bfd..p.219tp.232)_

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transmitirse inforrnaciones. El dinero puede informar al recep-tor de una oferta y motivarle a la aceptación de esa oferta.Pero, en este caso, la aceptación no tiene como base el recono-cimiento de una pretensión de validez susceptible de crítica,sino que discurre conforme a un automatismo independientede los procesos de entendimiento lingüístico.

El código dinero esquematiza tomas de posturas posibles dealter en los sig-uicntcs términos: éste puede, 0 bien aceptar, obien rehusar la oferta de intercambio que le hace ego y con elloadquirir algo 0 renunciar a esa adquisición. Bajo estas condi-ciones los participantes en el intercambio pueden condicionarpor medio dc ofertas sus posturas recíprocas sin necesidad dcsuponer la disponibilidad del prójimo a la cooperación, que eslo que se da por supuesto en la acción comunicativa.”

El dinero, al posibilitar formas de intercambio social sinreferencias al mundo de la vida (clesmundarrizadas), permite lacoordinación de las acciones sin la mediación de un entendi-miento lingtìístico. Este subsistema está representado por' elmercado; en él, cada individuo busca la realización de sus in-tereses, sin tener que negociar, en cada transacción, la forma-ción de un consenso. El mercado representa el paradigma deun sistema basado en una racionalidad con arreglo a lines. Elmedio dinero hace aparecer la red de relaciones sociales comouna «segunda naturaleza», en el sentido de establecer un siste-ma de vínculos sociales desligado del proceso lingüístico por elque los individuos llegan a un acuerdo. En esta modalidad deintegración dc las acciones, el nivel normativo desaparece dela vista de los actores. Cada individuo elige., de acuerdo consus preferencias, un fin y busca los medios más adecuadospara su realización.

La consolidación de una economía mercantil capitalistacondujo no sólo a la monetarización de las relaciones entre lasunidades económicas de una sociedad, sino también a la mo-netarización en el intercambio entre el subsistema económicoy los otros subsistemas sociales. El propio sistema político, en

se. Iba., p. .ns (p. 3%).

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la [onna de Estado-nación, adopta los rasgos de la economíamercantil.

El aparato del Estado se hace dependiente del subsistemaeconómico regido por medio de control sistémico; ello lo obligaa una reorganización que conduce, entre otras cosas, a que elpoder político quede asimilado a la estructura de un medio decontrol sistémico, el poder queda asimilado al d'mero.9°

Conforme el aparato estatal pasa a depender de una econo-mía regulada por el medio dinero, el propio poder político co-bra los rasgos de un medio objetivo. Bajo estas condiciones,quien ostenta el poder político puede condicionar las posturasde los sometidos al poder sin recurrir a la disponibilidad deéstos a la cooperacion, ya que puede hacerlo mediante la ma-nipulación de recompensas y castigos, dentro de un sistema deintegración basado en una racionalidad con arreglo a fines.Este es el punto de partida del proceso de 'ourocratizacion quehabía analizado Weber. La organización burocrática del poderpolítico adquiere el carácter de un sistema objetivo indiferentea los elementos estructurales del mundo de la vida.

Lo que Habennas denomina desacoplamiento de sistema ymundo de la vida es, por tanto, la autonomización y desarrollode susbsistemas de accion racional con respecto a fines, loscuales aumentan la capacidad dc control técnico y organizati-vo de la Sociedad. Weber enfocó su atención en este nivel de laracionalización y obseivó que el incremento de la capacidadtécnica y organizativa de la sociedad tiene un doble aspecto.Por un lado, pennite ala sociedad romper con su dependenciarespecto a la naturaleza al permitir un aunlenlo en la poten-cialidad productiva; pero, por el otro lado, el incremento de lacapacidad técnica y organizativa se convierte en un medio decontrol de las acciones de los individuos que pone cn peligrola supervivencia de la libertad individual. La tesis de Haber-rnas, en oposición a Weber, es que cl «estuche dc servidum-bre» no es el resultado de la racionalización en sí rnisma, sinouna defonnación de este proceso que lleva a la ruptura del

90. efe., p. 242 (p. :set

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equilibrio entre integración social e integración sistémica, esdecir, entre mundo de la vida y sistema.

El diagnostico que hace Habermas de la modemidad sesustenta en el par conceptual «mundo dc la vida» y «_sistema››.

Con los subsistemas diferenciados a través de los medios decontrol, los mecanismos sistémicas se crean sus propias estruc-turas sociales exentas de contenido normativo, que se yerguenpor encima del mundo de la vida. Ciertamente que éstas que-dan conectadas retroalimentivamcnte con la práctica comunica-tiva cotidiana a través de la institucion básica que es el derechocivil. Ahora bien: del sólo hecho de que la integración social y laintegración sistémica queden ampliamente desacopladas nopueden inferirse aún dependencias lineales en una u otra direc-ción. Podemos reprcsentarnos las cosas de dos maneras: las ins-tituciones mediante las que quedan anclados en el mundo de lavida mecanismos de control tales como el dinero y el poder,canalizan, o bien el influjo del mundo de la vida sobre los ám-bitos de acción formalmente organizados, 0, a la inversa el in-flujo del sistema sobre los plexos de acción comunicativamenteestructurados. En el primer caso actuarían como marco institu-cional que somete el mantenimiento del sistema a las restriccio-nes normativas del mundo de la vida; en el otro, como la«base›› (cn el sentido de Marx) que subordina el mundo de lavida a las coacciones sistémicas de la reproducción material yque de este modo lo mediatízaf"

Las «paradojas de la modernidad» se originan, según Ha-bemmas, por la subordinación del mundo de la vida a los impe-rativos sistémicos (el segundo caso mencionado en el textoprecedente). El predominio de la integración sistémica poneen peligro la reproducción simbólica del mundo de la vida ydesplaza a la integración social de ámbitos de los que no pue-de ser sustituida sin tener consecuencias «patológ1`cas››. A estoes a lo que I-Iabcrmas denomina «colonización del mundo dela Vida».

Un ejemplo claro de la colonización del mundo de la vidalo encontramos en el problema de la legitimación en el capita-

9l. Ibíd., pp. 261-262 (pp. 275-276).

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lismo tardío. Hemos dicho que el desacoplamiento de sistemay mundo de la vida lleva, en el sistema político, a una transfor-mación del poder en un medio de coordinación dc las accio-nes de manera semejante al dinero. Sin embargo, entre el di-nero y el poder existe una asimetría esencial que Habermasdestaca en su crítica a Parsons.

El por que el poder necesita legitimación y requiere, porconsiguiente, un anclaje nonnativo más exigente que el dinero,puede entenderse si tenemos en cuenta las situaciones estándarque subyacen a ambos casos. Mientras que la relación dc inter-cambio no redunda estructuralmente en detn'rnento de ningunode los implicados cn lu que hace a sus respectivos cálculos deutilidades y el proceso de intercambio. como suele decirse, re-vierte en interés de ambas partes, el sometimiento a los manda-tos se encuentra estructuralmente desfavorecido [rente a quienostenta cl poder [..,] Sólo la referencia a fines colectivos suscep-Iìbles de lcgitimación crea en la relación de poder el equilibriocon que la relación típico-ideal de intercambio cuenta ya deantemano. Pero mientras que en el caso dcl proceso dc inter-cambio el enjuiciamiento de intereses no necesita de ningúnentendimiento entre los que participan en ese proceso, la cues-tión dc qué es o qué no es de interés colectivo exige un consen-so entre los miembros de un colectivo, lo mismo si ese con-senso normativo viene asegurado de antemano por la tradiciónque si ha dc empezar obteniéndose mediante procesos dc cn-tcndimiento. En ambos casos salta a la vista la vinculación a laformación lingüística de un consenso, consenso que únicamen-te puede tener por respaldo razones potcnciables.”

El poder político requiere, a diferencia del medio dinero,un proceso de legitimación. Si tomarnos en cuenta el procesode racionalización del mundo de la vida, el proceso de legiti-mación en las sociedades modernas debería adquirir el carác-ter de un discurso práctico, en el que se busca un consensosobre la validez de las normas en que se sustenta el poderpolítico. La colonización del mundo de la vida se manifiestacomo un bloqueo de este proceso de racionalización, mediante

92. zbfd., p. :isa (pp. -ios-406).

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la tendencia a sustituir los procesos de legitimación políticapor una justificación del poder que no haga referencia (direc-ta) a un nivel normativo, sino a su capacidad técnica de regu-lar y controlar los conflictos sociales. Es decir, la legitimacióndel poder se reduce a su efectividad.

En la medida en que la actividad estatal se dirija a la estabi-lidad y crecimiento del sistema económico la política adopta unpeculiar carácter negativo: cl objetivo de la política es la preven-ción de las disfunclonalidades y evitar los riesgos que pudieranamenazar al sistema. es decir, la política no se orienta a la reali-vación de fines prácticos, sino a la resolución de cuestiones téc-nicas [...] La solución de tareas técnicas no está referida a ladiscusión pública, ya que lo único que ésta haría sería proble-matizar las condiciones marginales del sistema dentro de lascuales las tareas dela actividad estatal se presentan como técni-cas. La nueva política del intervencionismo estatal exige por esola dcspolitizacíón de la masa de la población. Y en la medidaen que quedan excluidas las cuestiones prácticas, queda tam-bién sin funciones la opinión pública política.”

En el análisis del proceso de racionalización habcrmasianopodemos destacar tres momentos:

A) El primer momento está representado por las socieda-des donde los mecanismos de integración sistémica no se des-ligan todavía del marco institucional en el que se efectúa laintegración social. Los mecanismos sistémicos sólo puedenpermanecer vinculados a los mecanismos de la integración so-cial mientras permanezcan adheridos a estructuras socialespreviamente dadas. En estas sociedades no existe, por tanto,una diferenciación entre mundo de la vida y sistema, asi comotampoco una diferenciación de los elementos estructurales delmundo de la vida.

B) El segundo momento está representado por el stugimien-to de una sociedad política diferenciada. Ello representa el puntode partida de la racionalización del mundo de la vida Gingüistiza-

93. J. I-labeimas, Taclmilc., op. cif., pp. 77-78.

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ción de lo sacro) que llevará a una diferenciación de sus trescomponentes estructurales: cultura, sociedad y personalidad. Laautoridad de la tradición queda, cada vez más, abierta a ttnacrítica discursiva, mediante la liberación del potencial que la ac-ción comunícativa lleva en su seno. Se acrecienta el saber sobreel mundo objetivo (ciencia y técnica). las nor-mas que regulan lasrelaciones sociales tienden a cobrar un caracter universal (su dis-tinción respecto a las imágenes del mundo particulares) y se con-solida una esfera privada en donde se resguarda la autonomíaindividual. La lingüistización de lo sacro puede interpretarsecomo un proceso de aprendimje en el que los hombrä abando-nan paulatinamente los esquemas interpretativas tradicionales,para intentar restablecer un entendimiento rnu tuo a través de suspropios esfuerzos comunicativos. Esto no quiere decir que losconflictos sociales desaparezcan; sólo se afirma que los conflictostransfonnan su fonna de manifestarse.

La aparición de una organización política diferenciada, eneste segundo rnornento, representa también el punto dc parti-da de un desacoplamiento de sistema y mundo dc la vida.Cuanto más se cuestiona la autoridad de la tradición y susesquemas interpretativas, tanto mayor es la carga que han deasumir los actores para definir en común las diferentes situa-ciones. Ello aumenta el riesgo del disentimiento, del malenten-dido y del fracaso en la coordinación de las acciones. Paradisminuir estos riesgos en los mecanismos de integración sis-témica se sustituye el lenguaje por medios de coordinación delas acciones. Estos medios (dinero y poder) conforman códi-gos, los cuales se desligan de su referencia al mundo de la viday sus pretensiones de validez susceptibles de crítica. Es decir,su funcionamiento ya no depende de un entendimiento en ter-minos comunicativos. La conexion de estos medios con elmundo de la vida se da por medio del derecho, el cual creael marco institucional en el que se mueven dichos medios(esta dependencia indirecta expresa, según Haberrnas, la pn`o-ridad del mundo de la vida sobre el sistema). El desacopla-miento de sistema y mundo de la vida lleva, en las sociedadescapitalistas, a la consolidación de un subsistema económicoque gira en torno al mercado y el desan'ollo de un subsistemapolítico que adquiere la forma de Estado (nación).

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Este segundo momento encierra, en consecuencia, el dobleproceso de racionalización. el cual se cumple en un ampliodevenir histórico particular. La lingüistización de lo sacro y eldesacoplamiento de sistema y mundo de la vida se encuentraninterrelacionados de una manera compleja; su mutua influen-cia no puede reducirse a una relación causal simple.

C) El tercer momento tiene como punto de partida la si-tuación en la que ya se encuentran diferenciados sistema ymundo de la vida. Habermas apunta que el solo hecho deldesacoplamiento de sistema y mundo de la vida no implicanecesariamente una subordinación de uno u otro. El marcoinstitucional puede someter el matenimiento del sistema a lasexigencias del mundo de la vida o puede que la dinámica delas coacciones sistémicas someta al mundo de la vida. La tesisde Habemias respecto a la modemidad es que las paradojasde la racionalización tienen su origen en una situación seme-jante a la descrita en el segundo caso, esto es, una subordina-ción del. mundo de la vida a los imperativos sistémicos. A ellolo denomina Haberrnas «la colonización del mundo de lavida», en la que la sociedad adquiere los rasgos de un sistematécnico organizativo que se impone a los individuos. Se tratade la burocratización del mundo, la «jaula de hierro», de laque nos habla Weber, en la cual se pone en peligro la supervi-vencia de la libertad.

Este tercer momento, más que ser una fase distinta a laanterior, es una caracterización del camino que ha seguido eldoble proceso de racionalización en las sociedades modernas.

A la postre. los mecanismos sistémicas acaban desplazandolas formas de integración social, incluso en aquellos ámbitos enque la coordinacion de la acción en términos de consenso notiene sustitución alguna; es decir. incluso allí donde lo que estáen juego es la reproducción simbólica del mundo de la vida.Entonces la mediatización del mundo de la vida adopta ia for-ma dc una colonización del mundo de la vida?

94, J› Habermas, Teorm..., I, op. cit., pp. 279-280 (p. 293).

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Antes de entrar a examinar más detalladamente el diagnós-tico de Habermas sobre la modernidad en el próximo aparta-do, quiero terminar éste con algunas observaciones críticas so-bre la dualidad sistema - mundo de la vida. Axel Honneth. ensu libro Crítica del poder,95 destaca que el examen teórico de laracionalización en Haberrnas nos conduce a un dualismo. Poruna parte, las esferas política y económica sustentadas en me-canismos de integración sistémica; por otra parte, las esferassociales donde se coordinan las acciones mediante un entendí-miento lingüístico Desde este dualismo, las «deformacionespatológicas de la vida social» se ven como el resultado de unacolonización de los sistemas de racionalidad con arreglo a fi-nes sobrc el mundo de la vida; esto es, como la intromisión deun elemento extemo en los procesos comunícativos. Este diag-nóstico basado en ei dualismo sistema - mundo de la vida lecierra la posibilidad a Habermas de llevar a cabo un anáüsiscrítico de la organización interna de los sistemas económico ypolítico. Es en el interior de estos sistemas donde las relacio-nes asimétricas de poder se reproducen y expanden, lo cual laslleva a transformar las acciones comunicativas en acciones es-tratégicas.

La respuesta de Habemias9° a estas críticas consiste en re-conocer que el mundo de la vida no es una instancia ajena alas relaciones de poder y en insistir en que la distinción entreintegración social (mundo de la vida) e integración sistémica(sistema) es una distinción analítica, que sólo adquiere un ca-rácter real en las sociedades modernas. Me parecc que estarespuesta es insatislactoiia; ya que, si en realidad se trata deuna distinción analítica y el mundo de la vida no es ajeno a lasrelaciones de poder, entonces, es menester revisar el análisishaberrnasiano del proceso de racionalización en su totalidad.Esta revisión debe estar enfocada a rescatar la mediación quevincula mundo de la vida y sistema, mediación que tambiénlos lleva a diferenciarse en las sociedades modemas. Hemosvisto que el punto de partida de la lingüistización de lo sacro y

95. A. Honnelli, ¡Cmik der Machr. op. cif.. p. 333.96. J. Í-laberrnas, ~Entge¡_znung», en A_ l-[nnncnLh y H. Joas (comps.), Kommumf-

kaƒlves Harzdelri, Fratìcforl, Suhrkamp, 1936, pp. 327-406.

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el desacoplamiento de sistema y mundo de la vida se encuen-tran en el surgimiento de una organización política diferencia-da, lo cual presupone una ruptura del equilibrio en la asime-tría de las relaciones de poder. Ello parece indicar que la me-diación entne sistema y mundo de la vida tiene que buscarseen las formas de organización y ejercicio del poder, así comoen la determinación del carácter que cobran los conflictos enlas distintas y cambiantes formas de dominación. Esta era laintuición que estaba en la base de la teoría weberiana de laracionalización.

Coincido con Habermas en la tesis de que el proceso deracionalización no puede entenderse en términos unilaterales,sino como una «pugna›› o tensión entre los imperativos sisté-micos o imperativos del mundo de la vida. Precisamente porello resulta desafortunado entender esta tensión sobre la basede un dualismo, en el que los «efectos disfuncionales» («per-turbaciones en la reproducción» o «patologias››) se ven comola colonización de una esfera por la otra. La afirmación de queen las sociedades modemas existe una «colonización del mun-do de la vida» no puede aceptarse como un diagnóstico; entodo caso, se trata de la descripción de un síntoma, frente alcual restamos impotentes si no conocemos sus causas. Consi-derar la «colonización del mundo de la vida» como un diag-nóstico nos cierra las puertas al examen de las fuentes de estefenómeno, las cuales se encuentran en la formas de organiza-ción y ejercicio del poder.

La tensión entre mundo de la vida y sistema no puedetraducirse como una oposición de los subsistemas económicoy administrativo con el resto de los subsistemas sociales. Estoes simplificar demasiado las cosas y establecer cortes dema-siado tajantes. Así como no pueden asociarse los efectos per-locucionarios con las acciones estratégicas, ya que existenefectos perlocucionarios que se derivan de un entendimiento(esto lo reconoce el propio Habennas). de manera análoga nose pueden agrupar de un lado los mecanismos de integraciónsistémica y de otro lado los mecanismos de integración social.El problema es más complejo; el pnopio Habennas advierteque pueden existir subsistemas sustentados en una integra-ción sistémica controlados por mecanismos de integración so-

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cial. Por ejemplo, una administración burocrática sometida aun sistema democrático del poder. Ello no quiere decir que laorganización burocrática abandone su tendencia a constituiruna dominación dentro de un contexto democrático; lo únicoque se afirma es que la organización burocrática adquiere ca-racterísticas distintas dependiendo de la existecia o ausenciade mecanismos de distribución y control de su poder. Asícomo Haber-mas sostiene, en oposición a Marcuse, que la téc-nica no puede ser satanizada a priori, ya que el problema seproduce cuando ésta se usa como medio de control en la do-minación, lo mismo podemos decir ahora respecto de ios me-canismos de integración sistémica: el carácter colonizador deéstos nos remite al papel que juegan en los sistemas de domi-nación.

I-Iabermas, a diferencia de los «neoliber-ales›› y de los teó-ricos de sistemas, asume que los subsistemas económico ypolítico no pueden considerarse como formas de integraciónautoequilibradas y autorreguladas. En sus análisis de las crisisdel «Estado de bienestar», Habermas ve que, en el interior dela organización política y económica, existen contradiccionesque demuestran la imposibilidad de que las formas de integra-ción sistémica lleguen a independizarse de las for-mas de inte-gración social. Podemos agregar que la quiebra de las dictadu-ras burocráticas en los países socialistas demuestra algo pare-cido; esto es, que una administración burocrática no puedemantenerse sólo por los principios sistémicas, ya que su pro-pia eficiencia depende de procesos de legitimación políticos.La burocracia no es un bloque homogéneo capaz de inde-pendizarse de la necesidad de legitimación. De estas observa-ciones, Habermas desprende la prioridad del mundo de la vidasobre el sistema. Pero ello no es suficiente, ya que si queremosentender el sentido de esta colonización y encontrar altemati-vas debemos determinar la naturaleza de ias contradiccionesinternas de ios sistemas, las cuales impulsan la expansión delos imperativos sistémicos.

Estas objeciones no sólo se refieren a problemas teóricos,sino que también tienen importantes repercusiones en las es-trategias practicas frente a la llamada «colonización del mun-do de la vida». Haberrnas propone una defensa del mundo de

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la vida mediante pequeños grupos, capaces de generar espa-cios públicos autónomos, frente a los sistemas económico ypolítico. Estos grupos, según Habermas, tienen. que ser lo sufi-cientemente pequeños para que no rebasen el umbral que loslleve a convertirse en organizaciones forrnales, con un aparatoburocrático que adquiera el carácter de sistema.

Antes bien. será necesario que los impulsos provenientes delmundo de la vida penetraran en la autorregulación de los siste-mas funcionales. Mas esto exige un cambio de relación entreespacios públicos autónomos autooiganizados, por un lado, ylos ámbitos de acción regulados a través del dinero y el poder,en otras palabras: una nueva división de los poderes en la di-mensión de la integración social. La fuer-la de integración socialque la solidaridad posee debería poder afirmarse contra los mc-dios de control «dinero›› y «poder-›› los cuales sólo pueden gene-rar integración sistémica [...] Llamo autónomos a los espaciospúblicos que no son genaados y mantenidos por el sistema po-lítico con el fin de procurar-se legitimación [...] Las formas deautoorganización refuerzan la capacidad dc acción colectiva.Sin embargo, las organizaciones próximas a la base no debenrebasar el umbral que las lleve a convertirse cn una organiza-ción formal, autonornizada como sistema.”

Se trata, entonces, de que en las sociedades colonizadaspor los imperativos sistémicos aparezcan islas minúsculas enlas que se defienda la integración social y que, cncerradasen sus límites, busquen influir en las formas de integraciónsistémica.

Frente a esta propuesta basada en espacios públicos limi-tados, en los que pequeños grupos defienden el entendimien-to comunicativo, cabe preguntar: ¿cómo puede lograrse ladefensa del mundo de la vida sin transfomiar las formas enlas que se organiza la integración sistémica? ¿Qué capacidadtienen esos grupos minúsculos, por ejemplo de intelectuales,frente a los mecanismos sistémicos y sus imperativos? Weberhabía observado con agudeza que las formas de asociación

97. J. Haber-mas, Der philosophíscke Diskurs ríar Modeme, Francfort, Suhrkamp.isss, Pp. 422-423.

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que renuncian a la organización burocrática están condena-das a la ineficiencia y al diletantismo. Por otro lado, paradefender la interacción comunicativa se requiere tener untema sobre el. cual pueda abrirse un proceso discursivo ¿Cuá-les serían los temas de esos grupos que pretenden salvar elmundo de la vida? Obviamente., los temas versarían sobreaquellos electos que se producen por esa expansión de losimperativos sistémicos, por ejemplo, la destrucción del mc-dio ambiente, la condena de tres cuartas partes de la huma-nidad a la pobreza extrema, las patologías individuales, etc.Todos ellos nos llevan a poner en cuestión de nuevo el fun-cionamiento y organización de los subsistemas en los quepredomina una integración mediante un entrelazaniientofuncional de intereses.

La desproporción del diagnóstico y las propuestas haber-masianas frente a la realidad conllictiva de nuestras socieda-des me parece que tiene su origcn en la distinción tajante en-tre sistema y mundo de la vida, asi como en el olvido de sumediación, que reside en las formas de organización y ejerci-cio del poder. Si bien es cierto que las sociedades modernaspresuponen el surgimiento de subsistemas en los quc predo-minan los mecanismos de integración sistémica, ello no nosautoriza a establecer distinciones tan radicales. Por el contra-rio, se trata de determinar el carácter de la mediación entrelas modalidades de integración de las acciones, las cuales,como vio Weber. son fonnas de ejercer el poder dentro detipos de organización de la dominación. Es cn. la reproducciónde la dominación donde se genera la violencia explícita e ím-plícita que restringe fundamentalmente las posibilidades de lasacciones comunicativas. Más que oponer la comunicación alpoder y al dinero, es preciso oponer el poder de la comunica-ción al poder que busca sustraerse de la crítica.

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3. CRISIS DE LEGITIMACIÓN YCAPITALISMO

Un problema que se plantea a todo proyecto de teoria criti-ca es detemrinar el criterio normativo en el cual sustenta suspropuestas.” Una teoría con aspiraciones críticas debe funda-mentarse en principios cuya validez pueda ser reconocida portodo sujeto racional. Pero ninguna teoría puede tener la certe-za absoluta de poseer una validez universal; por tanto, ellamisma debe asumir que sus principios poseen una pretensiónde validez que es posible cuestionar o criticar en el interior deun discurso racional. Frente a este problema, la posición deHaberrnas consiste en afirmar que su proyecto de teoria críti-ca busca apoyarse en aquellos principios que hacen posible eldiscurso racional y lo mantienen como un proceso abierto.

Para Hzrbermas, las normas que deben guiar a toda teoríacrítica son inherentes ala estructura comtuiicativa, por medio dela cual los hombres coordinan sus acciones. El esquema de suargumentación lo podemos reconstruir de la siguiente manera:

a) El entendimiento es un ¡elos interno del lenguaje.”b) El entendimiento racional se apoya en las pretensiones

de validez (verdad, rectitud y veracidad) inscritas en la fuerzailocucionaria de los actos del habla.

c) El medio racional para cuestionar las pretensiones devalidez y buscar el reestablecimiento del entendimiento es eldiscurso.

d) El discurso debe sustcntarse en la fuerza del mejor ar-gumento, es decir, el discurso requiere de la supresión de todacoacción ajena a la lógica de la argumentación.

e) La argumentación, racional tiene una serie de presu-puestos que definen una «situación ideal de habla››.'°° Dichos

98. El objetivo de este trabajo no es abordar el estudio empírico de las crisis delcapitalismo en su fase actual. sino revisar críticamente el aparato categoria! que hapropuesto Habermas para realizar esta tarea.

99. «Con Wittgenstein estoy convencido que "lenguaje" y "entendimiento" sonoonoeptos cooriginarios, conceptos que se explican mutuamerne» (J. Haberrnas. Vers-zudiem., op. cit., p. 497).

100. La cual no debe entenderse como una anticipación de una Fomra de vida

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presupuestos están constituidos por una serie de normas enlas que se establece la necesidad de reconocimiento recíprocode los participantes en el discurso como «personas›› (esto es.sujetos de derechos y deberes iguales), así como por el acuer-do de rechazar toda coacción que no sea la del mejor argu-mento.

Una vez establecido el criterio normativo de la teoría críti-ca surge el problema metodológico de cómo debe procederdicha teoría. Una posible. estrategia sería establecer simple-mente un contraste entre el criterio normativo y la realidadsocial; pero esta estrategia conduce a que la crítica se reduzcaa una condena moral. Por ejemplo, si tomamos como puntode partida la definición normativa de la legitimidad, en la quese sostiene que la legitimidad del poder se encuentra en unconsenso racional, sólo encontraremos que todo consenso em-pirico no se ajusta a las condiciones ideales. Esto nos obligaríaa sostener que toda forma de legitimación empírica no es en«realidad» tal, sino una ilusión de legitimidad 0 una [alsa legi-timidad contmpuesta a una «verdadcra›› 0 utópiea fonna delegitimación.

Este modelo de estrategia es rechazado por I-Iabermas(aunque él mismo se acerca en muchos momentos a esta es-trategia), como lo fue por Hegel o Marx.

No hay nada que me ponga más nervioso que esa suposi-ción, reitenada en tantas versiones y cn los más sospechososcontextos. de que la teoría dc la acción comunicativa, al llamarla atención sobre la facticidad social de pretensiones de validezreconocidas como tales, proyecta o al menos sugiere una utopíaracionalista de la sociedad. Ni considero un ideal una sociedadque se haya vuelto del todo transparente, ni pretendo sugerirideal alguno -no es sólo a Marx a quien aten-an las huellas delsocialismo utópico.'°'

plenamente racional trealizable), sino como una idcalización normaljva que se presu-pone en toda argumentación empírica.

101. I_ Ilabennas. Vorsruríit-11..., op. cit., pp. 499-500 (Teoría de la acción comuní-cariva. Complementos y estudios previos, Madrid. Cátedra, 1989, p. 419).

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Una variante más sofisticada de la estrategia que hemosmencionado sería no tanto la contrastación directa del criterionormativo con la realidad, sino pensar que el primero es unaanticipación de una forma de vida que puede llegar a realizar-se. La tesis fundamental de esta estategia es afimiar que loexigido moralmente está formándose en la experiencia. De ahíque su primera tarea sea la de localizar las tendencias históri-cas que conducen a la realización del ideal. El punto proble-mático de esta estrategia consiste cn que, a pesar de su críticaal utopismo, mantiene el ideal de una «reconciliación››, queabre la posibilidad de realizar una sociedad libre de conflictos.A este respecto, Lefort nos dice:

Quien sueña con la abolición del poder, hace relerencia, su-brcpticiamcntc, a lo idéntico [...] Esta es una ilusión que surgecuando se confunde lo simbólico con lo real.”

En un primer momento, Habermas, heredero de la tradi-ción hegeliano-manrisla, parecía retomar esta estrategia, peroposteriormente ha rectificado su posición.

Wellmer ha criticado en un trabajo sobre «r-azón, emancipa-ción y utopía» los cortocircuitos que se producen cuando no sepresta atención a las mediaciones entre ética del discurso ypráctica de la vida y se cree que de la ética del discurso puedenobtenerse sin más los criterios para algo asi como una fonnaideal dc vida [...] En el lugar expuesto [«Teorías de la verfdad»]yo mismo hice uso de una formulación que sucurnbe a uno detales cotocircuìtos, y que quisiera aquí revocar: «[...] ningunasociedad histórica coincide con la forma dc vida que anticipa-mos en el concepto de una situación ideal de habla». Podemos,

- ciertamente, valiéndonos del hilo conductor de la ética del dis-curso, desarrollar la idea formal de una sociedad en la que to-dos los procesos de decisión políticamente importantes quedenrctronlimentativamente conectados con formas institucionaliza-das de formación discursiva de la voluntad colectiva. Esta ideasurgio bajo determinadas condiciones históricas de la mano de

102. C. Lefort, «Dmils de l'homme et politique», cn I.'ím›entr'm1 damocrarique, Pa-nfs, Librairie Arrlième Fayard, 1981. p. SO.

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la idea dc democracia burguesa. Pero sería un cortocircuito deltipo de los que Wellmer critica. el pensar «que con ello hemosformulado a la vez el ideal de una forma de vida que pudieraconsiderarse completamente racional -tal ideal no puede ha-bcrlo»_103

La racionalidad comunicativa que Haberrnas define tieneun carácter procedimental. Esto implica que no se pretende lasolución racional a todos nuestros problemas practicos, sino unprocedimiento racional para enfrcntarlos. La naturaleza formalde la racionalidad comunicativa no quiere decir que carezca decontenid o. Por el contrario, la racionalidad comunicativa presu-pone un contenido ligado a los procedimientos democráticospam la toma de decisiones y control del poder. Es cierto que lademocracia es inseparable de ciertos principios generales de or-ganización del poder, pero éstos no definen una forma de so-ciedad ni, ofrecen una receta 0 método para resolver los proble-mas económicos y sociales a los que nos enfnentamos. Precisa-mente, la democracia se basa en el reconocimiento de que noexiste una «verdad» o «pn'ncipio›› del que podamos derivar unaforma de vida racional común. a todos los hombres, en la quese superen las dificultades y antagonismos. La democracia noes un estado ideal de mconciliación, sino un proceso abierto alsurgimiento de situaciones inéditas y a la aparición de múlti-ples propuestas pam enfrcntarlas.

Toda teoría crítica requiere de un horizonte utópico, entendi-do como la alìrmación de la posibilidad de trascender una reali-dad dada. Pero este horizonte utópico no implica necesariamentela definición de una Forma de vida 0 una organización socialejemplar. Esto lo reconoce el propio Habermas, en efecto:

Ciertamente que el concepto de racionalidad comunicativacontiene también una perspectiva utópica. De las estructuras dela intersubjetividad no menguada pueden inferirse condicionesnecesarias pam un entendimiento no coactivo dc los individuosentre sí, así como para la identidad de un indivìduu que puedacntenderse consigo mismo sin hacerse violencia. Pelo esa pers-

ll`I3. .T . Ilabcnnas, Vt›rsIudím..., op. cil., 1'). 538.

2 I 8

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pectiva sólo comprende determinaciones formales de la inErnes-tmctura comunicativa de las formas de vida y biografías posi-bles -no se extiende a la forma concreta dc lo que scn'a unafonna de vida ejemplar o de lo que sería un modelo paradigmá-tico de biografía.”

Una estrategia alternativa a las dos mencionadas es la detomar una vía negativa. Es decir, en vez de plantear la realiza-ción de una organización social ejemplar 0 transparente (ajenaa todo conflicto), se trataría de criticar las tendencias que bus-can perpetuar una forma de dominación concreta. Este era elcamino que pareció tomar la Escuela de Francfort en los añostreinta, guiada por dos principios básicos: 1) la afirmación«hay algo más», esto es, sostener la posibilidad de trascenderuna realidad dada mediante la capacidad transformadora delos hombres, y 2) la «prohibición de imágenes», o sea, el soste-ner que el horizonte utópico no tiene que tomar la forma deun modelo concreto de sociedad futura. sino que debe enten-derse como una crítica de la sociedad presente. Este tipo deteoría crítica debería sostenerse en un trabajo interdisciplina-rio con el objetivo de analizar la situación social del presentedesde diversas perspectivas.

Pero este proyecto crítico no se llevó adelante, debido nosólo a las circunstancias históricas que lo rodearon, sino tam-bién a los propios supuestos que lo sostenían. Dentro de estossupuestos cabe destacar dos de ellos que se encuentran rela-cionados con la herencia marxista. El primero fue asumir acrí-ticamente los principios de la teoría marxista de la crisis. Merefiero a los principios filosóficos que subyacen a esa teoría yconfluyen en la construcción de una filosofía de la historia.Esta última conduce a considerar las crisis como escalonesque llevarán a una crisis definitiva, que anuncia la destruccióndel viejo orden y el surgimiento de un nuevo orden (cl «reinode la libertad››). Aquí entra en juego una determinada concep-ción del sujeto de la historia, de la revolución, del nuevo ordensocial y su organización política, etc. Si bien es cierto que es-tos teóricos se mostraron criticos respecto a ciertos aspectos

104. 11112/1'., p. 489.

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de la teoría marxista, también es cierto que retomaron las lí-neas fundamcntales de esa teoría.

El segundo supuesto está vinculado al primero y es, encierta manera, su consecuencia. Éste consiste en considerarque, al no cumplirse con las expectativas inscritas en la filoso-fía de la historia, se había llegado a un estado de integraciónde los individuos al sistema que impedía su transformación.En efecto, aquel «sujeto revolucionario» nunca llegó a la citaque los intelectuales habían establecido con él para que leshiciera la revolución. El proletariado no se adaptaba a las pre-dicciones que se habían for-rnulado. En los procesos revolucio-narios de este siglo no fue el proletariado quien tomó la inicia-tiva en la construcción de la dictadura que lleva su nombre, lacual anunciaría la cercanía dcl reino de la libertad. Las revolu-ciones fortalecían al Leviatán. en el que sc creaba la jaula dehierro de la nueva servidumbre.

La trayectoria de la Escuela de Francfort nos indica quesus representantes no asumieron de manera consecuente elproyecto de critica negativo. A pesar de sus diferencias y trans-formaciones los representantes de. la «Teoría Critica» mantie-nen el trasfondo de una filosofía de la historia, que llega apredorninar sobre el análisis del presente.'°5 Esta Filosofia de lahistoria (quc no sólo tiene raíces marxistas) se convirtió en latesis de una racionalización de la sociedad, sustentada en una«razón instrumental», que culmina en forma de un dominioque invade todas las esferas de la actividad humana.

Una de las nociones que más influyeron en la historia de laEscuela de Francfort fue la de «capitalismo de Estado», desa-rrollada por Pollock.'°fi Según esta noción, la sociedad capita-

105. G. Marramao, «Die Funnveriindeiung des politischen Konllikls im Spätkapi-talismus. Zur Krilik des poliliklheoretisdion Paradigmas der Frankfurler Schulca, enGbonlå y A. I-lonneth (comps-.), Sozialforschung als Kritik, Francfort, Suhrkamp, 1980.

106. «EI control del gobicmo sobre la producción y distribución ofrece el mediode eliminar las causas económicas de las depresiones, que acumulan en la Ruinas yno aplicación del Capital y el Trabajo [Sí›2]. Incluso podemos decir que en el capialis-mo de estado la economia nacional como ciencia social ha perdido su objeto deestudio. Problemas económicos, en su viejo sentido, ya no existen. cuando la coordi-nación de las actividades económicas ya no se realiza a través de las leyes nntumiesdel mercado, sino por medio de un plan consciente» (F. Pollock, «Staa|:kapita1ismus=›,en Smdim dr-_; Ka¡›ita.ii3nrus. Munich, CH. Beck, 1975. |›› 91).

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lista ha sufrido una importante transfonnación, que se carac-teriza por un desplazamiento de la mediación del mercado poruna planificación estatal. La planificación burocrática aparece,desde esta perspectiva, como una forma de organización a laque tienden no sólo las sociedades socialistas, sino también elpropio capitalismo. Al optimismo de las políticas keynesianas.respecto a la posibilidad de controlar las crisis mediante laintervención del Estado («sociali7.ación de las inveisiones››),'°7correspondió el pesimismo de los que veían en la administra-ción burocrática un dominio monolítico. Pero tanto el optimis-mo keynesiano, como el pesimismo de los teóricos del «capita-lismo de Estado» coincidían en sobreestimar la capacidad delEstado y su aparato burocrático en el control de las crisis. Sinembargo, hoy día, la caída de las sociedades socialistas y lacrisis del «Estado de bienestar» hacen evidentes los límites dela actividad estatal, así como también cuestionan las esperan-zas de las políticas keynesianas y los temores de los represen-tantes de esa peculiar idea de «capitalismo de Estado».

El concepto de «capitalismo de Estado» (en el sentido dePollock) fue adoptado por Horkheimer y después se convirtióen un lugar común de la Escuela de Francfort. Se habló de uncapitalismo posliberal, en el sentido de un capitalismo en elque las crisis económicas quedan controladas o domesticadaspor medio de la intervención estatal. El riesgo ya no se en~cuentra en las contradicciones económicas que condenan auna gran parte de los miembros de la sociedad a la pobre-za, sino en la «cosificacióm y «enajenación›› que produce eldominio omnipotentc de la razón instrumental sobre las«masas›-.103

Es indudable que el capitalismo ha sufrido profundastransformaciones, entre las que la más evidente es la amplia-ción e incremento de la actividad estatal. Es cierto que la am-pliación e incrcmento de la actividad estatal presupone uncambio en el principio organizativo del capitalismo liberal yen la estructura de la estratificación estatal. Sin einbango, las

107. J.M. Keynes «Economic ptmibilities for our Crandchildiem, en Essays inPersuasíon. (The colfecred Ii/rirífrgs of)'.M.K). Londres, Macmillan, 1972.

108. G. Friedman. la f.losofla,.,, op. cit.

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crisis económicas no pueden considerarse como un fenóme-no del pasado, ni como un fenómeno controlado por el Esta-do. Por el contrario, a pesar de que la intervención del Estadoaltera la frecuencia de los ciclos y los modos de manifestarsede las crisis económicas, éstas permanecen y se incorporan aotros subsistemas de la sociedad. Así como se repoiitizan lasrelaciones económicas, también se desplazan la dinámica y lascontradicciones económicas al sistema político.

Con esta observación no quiero decir que la supervivenciade las crisis económicas en el capitalismo avanzado impliqueque estén inscritas en él las tendencias que lleven a su supre-sión. Sólo trato de indicar que los temores de los repre-sentantes de la Escuela de Francfort, respecto a una sociedaddonde impere el bienestar sin libertad, se revelan como el re-sultado de un estado de ánimo (entendible por las circunstan-cias y situación histórica que les tocó vivir), y no como resulta-do de un análisis de las transformaciones del capitalismo.

En un principio. el proyecto teórico de Habermas se pro-puso superar no sólo el déficit de la Teoría Crítica respecto ala definición de su criterio nonnativo, también se propuso am-pliar y mejorar el aparato conceptual para determinar lastransformaciones del capitalismo. En su trabajo Problemas delegitimación en el capitalismo tardío, Haberrnas busca localizary caracterizar las tendencias a las crisis en las sociedades capi-talistas actuales. Además, intenta acceder a una definición delas crisis que contemple no sólo las contradicciones económi-cas y político-administrativas, sino también la forma en queesas contradicciones aparecen y se representan a los sujetosque viven la situacion de crisis.

Según cso, un concepto de crisis apto para las ciencias so-ciales tiene que captar la conexión entre «integración social» e«integración siste'mica››_ Esas dos expresiones derivan. de diver-sas tradiciones teóricas. Dc integración social hablamos respec-to de sistemas e instituciones en que se socìalizan sujetos ha-blantes y actuantes; los sistemas de sociedad aparecen aquí concl aspecto dc un mundo de la vida estructurado por mediossimbólicos. De integración sistémica hablamos respecto de mn-dìmìentos dc autogobìemo específicos de un sistema autorregu-

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lado: los sistemas de sociedad aparecen aquí con el aspecto dela capacidad para conservar sus límites y su patrimonio domi-nando la complejidad de un ambiente inestable. Ambos para-digmas, mundo de la vida y sistema, tienen su razón de ser,otro problema es asociarlos.'"°

Los paradigmas de mundo de Ia vida y sistema no sólodescriben dos aspectos de la realidad social (integración sociale integración sistémica), también presuponen dos posicionesmetodológicas diferentes (la del participante y la del obsenfa-dor). De ahí que no sea posible establecer entre ellos un víncu-lo sin mediaciones.

Bajo el aspecto del mundo de la vida, tematizamos, en unasociedad, las estructuras normativas (valones e instituciones).Analizamos acontecimientos y estados en su dependencia rm-pecto de funciones de la integración social (_en la terminologíade Parsons: integration y pattem maintenance). mientras quelos componentes no nonnativos del sistema se consideran con-diciones limitantes. Bajo el aspecto sistémico tematizamos. enuna sociedad. los mecanismos de autogobiemo y la ampliacióndel campo de contingencia. Analizamos acontecimientos y esta-dos en su dependencia respecto de funciones de la integraciónsistémica (en la terminología de Parsons: adaptation y goal al-taínment), mientras que los valores normativos se considerandatos. Cuando concebìmos un sistema social como mundo dela vida ignoramos su aspecto de autogobierno: si entendemosuna sociedad como sistema dejarnos de considerar el aspectode validez, es decir, la circunstancia de que la realidad socialconsiste en la Pacticidad de pretensiones de validez aceptadas, amenudo contrafácticas' '°

Me parece que la tesis que debía guiar el análisis de las mms-formaciones de las cn'sis en el capitalismo es que éstas constitu-yen un punto privilegiado para encontrar la mediación entre losparadigmas de mundo de la vida y sistema. Esto se debe. precisa-

109. J. 1-Iabcrmas, Problemas de Iegüímación en ei capitalismo tardío, Buenos Ai-ies, Amomnu. 1975, p. 19 tLegitímarioøisprobleme mi $;xïtka¡›ira!i:mus. Francfort.Suhrltamp, 1973). la Ienomenoiogia (A. Schutz) y la teoría de sistemas son las dostradiciones teóricas dc las que derivan estos dos paradigmas

no. 1ba¡..p.2o.

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mente, a que el concepto de «crisis›› hace referencia no sólo aproblemas de autogobierno no resueltos, sino también a la fonnaen que los individuos perciben esos problemas.

El carácter objetivo e íntersubjetivo de las crisis tiene quemanifestar la mediación entre sistema y mundo de la vida. Lasperturbaciones en la comunicación (falta de entendimiento ydisenso) indican la necesidad de pasar a un plano discursivo,donde se hacen conscientes las pretensiones de validez inscritasen los actos del habla. De manera análoga, las crisis manifies-tzui la necesidad de una actividad política en la que se temati-cen los fines y medios implícitos en los sistemas sociales. Estaactividad política no puede conformarse con la guía de unaracionalidad con arreglo a fines, sino que debe apoyarse tam-bién en una racionalidad comunicativa. Con ello. no quiero de-cir que las decisiones políticas se adecuen al modelo de unacuerdo plenamente racional, pero este último constituye unhorizonte normativo de esa actividad política. La actividad polí-tica hace patente que los [ines de los sistemas sociales no sederivan de manera directa de funciones sociales dadas, sino deun acuerdo entre los hombres alcanzado comunicativarnente.

Pero veamos ahora cómo describe Habermas la crisis en elcapitalismo tardío y si esta descripción le sirve para encontrarla mediación entre los paradigmas «mundo de la vida» y «sis-terna». Haberrnas empieza por reconocer la persistencia de lascrisis económicas y, al mismo tiempo, afirma que éstas se han«desplazado›› a otros sistemas sociales para manifestarse como«crisis de racionalidad». «crisis de legitimidad» y «crisis demotivación». Lo importante es ver qué entiende I-Iabermas porese «desplazamiento de las crisis» y si el análisis de dicho des-plazamiento le permite localizar la mediación entre los para-digmas mencionados.

A) Crisis económica

En el capitalismo liberal, la Fuente de las crisis se encuentra,utilizando la terminología de Habermas, en el «principio de or-ganización que opone trabajo y capital», entendido como unarelación económica (integración sistémica) conflictiva. En esta

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modalidad de capitalismo, los problemas sistémicos se locali-zan directamente en la esfera económica y adquieren el carác-ter de crisis, en su sentido amplio, porque esa misma esfera seencarga de las funciones básicas de la integración social.

EI traspaso de las funciones de integración social a un siste-ma parcial que las cumple prioritariamente sólo es posible porel hecho de que en el capitalismo liberal la relación de clases seha institucionalizado a través del mercado de trabajo, despoliti-zãndose así [...] Con ello el mercado adquiere una doble fun-ción: por un lado, opera como mecanismo de autogobierno enel sistema de trabajo social timoneado por el medio «dinero››;por otro lado, institucionaliza una relación de coacción entrelos propietarios de los medios de producción y los obrems asa-lariados [...] El crecimiento económico se cumple a través decrisis que sobreviencn periódicamente, porque la estructura declases desplamda y traducida al sistema de autogobierno eco-nómico ha transformado la contradicción de los intereses declase en una contradicción de imperativos sistémicos. '“

Para Habermas, la condición del capitalismo liberal se hatransformado; ello se manifiesta, entre otras cosas, en dos fe-nómenos: 1) la intervención del Estado, que asume la tarea deremediar las fallas funcionales del mercado y mejorar las con-diciones de acumulación del capital; 2) la sustitución del me-canismo del mercado por un «compromiso cuasipolítico» en-tre las empresas y los sindicatos en la determinación del sala-rio. Estos dos fenómenos, junto al surgimiento de una compe-tencia oligopólíca, indican una tendencia a la repolitización delas relaciones de producción y a desplazar las crisis económi-cas al sistema político.

Habermas no se pronuncia claramente respecto al proble-ma de si la intervención del Estado y la repolitización de lasrelaciones económicas implica el surgimiento de un nuevoprincipio de organización. Habermas se limita a mencionardiversas teorías sobre la relación entre el Estado y el sistemaeconómico en el capitalismo tardío. La primera teoría, repre-sentada por Mandel,“2 considera que la intervención estatal

111. Ibai., pp. 4143.

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prolonga la política del capital con otros medios. Desde estaperspectiva, el Estado, lejos de superar o controlar las crisiseconómicas, se incorpora a ellas. La segunda, representadapor los teóricos del capitalismo monopolista de Estado, sostie-ne que el Estado no obedece dc manera ciega la lógica delvalor, sino que percibe conscientemente los intereses del capi-tal monopólico y actúa conforme a ellos. Desde esta posición,el Estado es visto como una agencia del capital monopólicoque impone una planificación política.

Habermas no critica estas teorías, sólo se limita a dejarlasdc lado por la simplificación que, intuitívamente, percibe enellas. Habermas se acerca a otra teoría, representada porOffe."3 Según esta teoría, el Estado compensa las fallas delmercado mediante un sistema de reglas de selección, que de-terminan lo que ha de tematizarse como crisis, lo que ha deregularse, las prioridades, etc. El Estado. para esta postura, noes ni un instrumento inconsciente del automatismo del merca-do, ni es un órgano de planificación central de los interesesmonopólicos. El Estado es, según esta teoría, una instanciacon una capacidad limitada de planificación que responde zilos compromisos cuasipolíticos que han sustituido a los meca-nismos del mercado.

Es cierto que la teoría de Olfe nos permite superar la sim-plificación de las posturas que se limitan a considerar al Esta-do como un instrumento de los intereses monopólìcos 0 comouna entidad que sólo responde a los mecanismos del mercado.En esta pespcctiva existe, sin embargo, una gran cantidad deinterrogantes sobre la relación del Estado y el sistema econó-mico, que sería necesario contestar para poder determinar elsentido del desplazamiento dc las crisis económicas al sistemapolítico. El propio l-Iabcrmas ve algunos de estos interrogan-tes; por ejemplo:

¿Admiten las estructuras del capitalismo tardío una autosu-peración. por vía evolutiva, de la contradicción inherente a una

112. E. Mandel, Der S¡›¿t1kapitalísmus, Francfort, Suhrkamp, 1972.113. C. Oñe. .šfmkrurprobleme das kapitalisrircíieii Smares, Francfort, Suhrkamp,

1972.

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producción socializada que persigue lines no generalizabics? o¿bastan las estructuras del capitalismo tardío para contener lacrisis económica en el largo pl:-1zo?' '4

Pero Haben-nas no emprende esta tarea y termina por con.-ceder la posibilidad de que el Estado pueda contener la crisiseconómica a largo plazo.

Por ahora no veo ninguna posibilidad de decidir. con argu-mentos sóiidos. la pregunta por las posibilidades de autotrans-formación del capitalismo tardío. Pem no excluyo la perspecti-va dc que la crisis económica pueda ser contenida a largo pla-zo, aunque sólo de tal modo que los imperativos contradictoriosdc autogobiemo, determinados por la compulsiva necesidad demlorizar el capital, generen una serie de nuevas tendencias alas crisis. La tendencia, hoy actuante. a la perturbación del cre-cimiento capitalista puede manejarse administrativamente y serdesplazada poco a poco al sistema sociocultural pasando por elsistema político' '5

B) Crisis de racionalidad

Sin excluir totalmente la posibilidad del surgimiento de cn'-sis económicas en el futuro (como de hecho han surgido), Ha-bermas afirma que las crisis se han desplazado al sistema polí-tico-administrativo. para manifestarse como «crisis de raciona-lidad». Estas últimas adquieren la característica de un déficitde racionalidad administrativa frente a la tarea de regular yconciliar los imperativos del sistema económico.

El Estado. integrándose en el proceso de la reproducción, hamodificado los deterrninantes del proceso de valorización encuanto tal. Apoyaclo en un compromiso de clases, el sistemaadministrativo obtiene una limitada capacidad de p1an.iíìcaci,ón,que puede utilizarse para procurar legitimación, dentro delmarco de la democracia formal, con miras a evitar reactiva-

1l4. .L Habennas, Prol¬iema.s..., op. cit., p. 57.115. 1bfd..p. ss.

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mente las crisis. En relación con ello, el interes por la conserva-ción del capitalismo en su conjunto compite con los interesesoontadictorios de fracciones particulares de los capitalistas. porun lado, y por el otro con los intereses generalizablcs, orienta-dos a los valores de uso, de diversos grupos de la población. Elciclo de la crisis distribuido a lo largo del tiempo y de conse-cuencias sociales cada vez más graves se reemplaza ahora poruna inflación y una crisis pennanente de las Finanzas públicas[...] El aparato del Estado se encuentra entonces ante dos tareassimultáneas: por un lado, debe recolectar la masa de impuestosrequerida en detrimento de ganancias e ingresos privados, apli-cándola con racionalidad suficiente como para evitar las pertur-baciones de un crecimiento sujeto a crisis; por otro lado, la re-colección selectiva de los impuestos, el modelo de prioridadesreconocido para su aplicación y los propios rendimientos admi-nistrativos han de procurarse de tal modo que resulte satisfechala creciente necesidad de legitimación."°

Aunque las crisis dc racionalidad adquieren un desarrollopropio y presentan síntomas distintos a los de las crisis del«capitalismo liberal» no se puede decir que exista una rupturaentre ellas. Las crisis de racionalidad pueden ser consideradascomo crisis económicas desplaradas, si se entiende que estedesplazamiento no implica una superación de los antagonis-mos inherentes al sistema económico, sino su transformación.Por ejemplo, James 0'Connor ha visto que en la base de lascrisis de racionalidad o, para usar sus propios términos, de la«crisis fiscal››“7se encuentra la contradicción de una forma deproducción que tiende a socializar los gastos pero mantienelas ganancias privadas. Me parece que el propio Offc ve lacontinuidad que existe entre las crisis económicas tradiciona-les y las modalidades que éstas cobran en nuestros días, lo querepresenta un cuestionamiento de la capacidad reguladora ycompensadora del Estado. Habermas conoce estos estudios,pero considera que no puede excluirse la posibilidad de llegara un control de las crisis de racionalidad.

116. Ibíd., pp. 80-81.117. J . O'Connor, Die Fi›ra›rzkn'se das Staares, Francfort. Suhrkamp, 1974.

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Los compmmisos políticos no constituyen, como las decisio-ncs de opción económica en un sistema autogobemado por elmercado, una trama matural», espontánea, tejida con accionesindividuales racionales con arreglo a lines. Por eso no existeninguna incompatibilidad impuesta por la lógica entre los inte-reses do la planificación capitalista en su conjunto y la libertadde inversión, la necesidad de planificación y la renuncia a laintervención, la independización del aparato estatal y su dc-pendencia respecto a intereses particulares. La posibilidad deque el sistema administrativo se procure una vía dc compromi~so entre las pretensiones contrapuestas, que lc permita obtenerun grado suficiente de racionalidad organizativa. no puede ex-cluirsc con argumentos lógicos* 'S

C) Crisis de legitimación

Los límites de la planificación estatal no sólo hacen refe-rencia a la limitada capacidad administativa y planificadoridel Estado, sino también a su limitada capacidad de procurar-se una legitimación. Cuanto más interviene el Estado en elsistema económico más se requiere la legitimación de su poder, pero las formas y fundamentos de la legitimidad tradicio-nales ya no están disponibles. Mientras que las crisis de racio-nalidad son «crisis sistémicas» (problemas de autogobierno),las crisis de legitimidad son «crisis de identidad», esto es, re-presentan una amenaza para la integración social. La argumen-tación cle Habennas puede resumirse de la siguiente manera:

n) En el capitalismo liberal el Estado se descarga, hasta cier-to punto, de la exigencia de una legitimación. Ello se debe a queel memado, en cuanto dominación por constelación de intereses,tiene la apariencia de ser nn mecanismo que puede justificarse a

118. J. Habcrmas. Problemas... op. cit., p. 84. ¿No existe una incompatibilidad,impuesta por la lógica o no. entre las inversiones privadas y la mlanificación capita-lista en su conjuntow? ¿Qué es eso de «planificación capitalista en su conjuntm? ¿Loscompromisos entre pnetcnsíones connapuestas anulan la tensión entre ellas? Qui-zás no existan «argumentos lógicos» para predecir una crisis «definitiva del capitalis-mo. pem sf existen argutnentos para hablar y cstudizu" las crisis que iivirnos cn estesistema.

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sí mismo, ya que se sustenta en un «intercambio de equivalen-tes». De esta manera, el Estado encuentm la legitimación de supoder en las propias relaciones de intercambio. En la medida enque el Estado cumple las funciones que garantizan la reproduc-ción dcl sistema mercantil, el discurso de legitimación puede pre-sentar al Estado como un <<garante›› de las relaciones mercantilesy, con ellas, de la sociedad civil en general.

b) En el capitalismo tardío, la apariencia de un Estado«gamnte››, externo a las relaciones dc producción, se vieneabajo, debido al incremento y extensión del intervencionismoestatal en el nivel económico. El «reacoplamiento del sistemaeconómico y el sistema político», es decir, la repolitizacìón delas relaciones económicas, intensifica la necesidad de legitima-ción dcl poder del Estado. El incremento y extensión de lainten/ención del Estado conduce al derrumbe dela creencia enel mercado como un mecanismo autorregulado. sostenido enla justicia de un intercambio de equivalentes.

c) El Estado, en el capitalismo tardío, enla medida en queya no se presenta como un simple «garante» de las condicio-nes dc la producción, sino que participa activamente en el pro-ceso de producción y distribución, requiere de una legitima-ción, al igual que los sistemas políticos precapítalistas o tradi-cionales. El problema es que ya no existe la posibilidad deinvocar el acervo de tradiciones, socavado y agotado por laracionalidad propia del desarrollo capitalista. Esto se traducecn, un déficit o penuria de legitimación del poder estatal.

« 1D) Crisis de motivacion

El déficit de legitimación del poder estatal. observa Haber-mas, no conduce necesariamente a una crisis de legitimación.Habermas advierte que este déficit en el capitalismo tardío hasido cubierto por una «democracia fomial», en la que se limitala participación de los ciudadanos a plebìscitos periódicos(procesos electorales).“9 Esta «democracia formal» se comple-menta con un «privatismo civil», entendido como:

119. Debemos recordar que, para Habennas. la democracia se encuentra esen-

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[...] indiferencia politica [de los ciudadanos] combinada conuna orientación en [unción de la carrera (profesional), del ocio,del consumo, lo que [omcnta las expectativas de recompensasconformes al sistema (en la forma de ingresos. tiempo libre ysegurirlad).“°

La tesis fundamental de Haberrnas respecto a las crisis demotivación consiste en afirmar que los valores del «privatismocivil» se ven cuestionados por la expansión de la racionalidadadministativa que acompaña a la intervención del Estado. Deesta manera, el intento de «suplir››'?' el déficit de legitimaciónmediante un sistema de «democracia formal» complementadocon un «privatísmo civil» encuentra un límite en la interven-ción del Estado. Ello se debe a que las tradiciones y valores noson manipulables administrativamente. Por el contrario, la ra-cionalidad administrativa (Zweckratioimiitär) lleva a cuestionarel poder y vigencia de las imágenes tradicionales del mundo.

En resumen, desde la perspectiva habermasiana, una crisisde legitimación sólo puede surgir en el capitalismo tardío,cuando el «pi-ivatismo civil», indispensable como complemen-to de una «democracia formal», se ve cuestionado por la ex-pansión de la racionalidad administrativa. Esto es, las crisis dclegitimación aparecen cuando al déficit de la legitimidad seaúna una crisis de motivación.

Para I-Iabermas, las crisis de legitimación y las crisis demotivación están estrechamente relacionadas: mientras las cri-

cìalrnentc vinculada a una esfera pública en la que se da un proceso discuisivo dcforrnación_ de la voluntad común capaz de ofrecer una legitimación del Estado. L1«democracia formal» sería entonces aquella en la que esa esfera pública se sustituyepor un consenso fabricado (manipulado) por intereses particulares(Srruk:trnvar1deI...,op. ci.f.).

120. J. Habeimas, .Pm¡;Iemas..., p. 54. «Privatismo civil significa que los ciudada-nos se interesan por los rendimientos fiscalcs y de seguridad social del sistema admi-nistrativo, y pafiicipan poco aunque de acuerdo con las posibilidades institucional-mente prescxistas cn cl proceso de legitimación (elevada orientación hacia el outputversus escasa orientación hacia el input). El privatismo civil corresponde a las estruc-turas de lo público despolitizado» (p, 96).

12]. ¿Por qué no se acepta que esto es una modalidad de legitimación pmpia del«capitalismo rardím?

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sis de legitimación destacan el aspecto de la creciente necesi-dad de legitimación que genera el incremento y expansión dela actividad estatal, las crisis de motivación se centran en loscambios que produce la expansión dela administración estatalen el sistema cultural. De acuerdo con Haber-mas, la crisis delegitimación tiene en su base ima crisis de motivación.

Esta convicción avala rni tesis de que sólo un rígido sistemasociocultural, que no pueda ser fácilmente instrumentado parasatisfacer necesidades administrativas, explicaría que una pe-nuria de legitimación se convirticse en una crisis de legitima-ción. Por consiguiente, podrá prcdecirse una crisis de legiti-mación solo si aparecen expectativas sistémicas que no puedenser satislechas con la masa de valores disponible o, en general,con recompensas conformes al sistema. En su base ha de cn-contrarse, entonces, una crbis de motivación, o sea, una discre-pancia entre la carencia de motivos experimentada por el Esta-do, cl sistema de formación y el sistema de profesiones por unlado y, por el otro, la oferta de motivación generada por el siste-ma sociocultural@

Según esta descripción habermasiana de las crisis que ca-racterizan al capitalismo avanzado, ya no son «crisis sistémi-cas» sino «crisis de identidad». En otras palabras, para Haber-mas, las crisis se han desplazado de la reproducción de las con-diciones materiales de la sociedad a la reproducción de lasestructuras normativas de la intersubjetividad. Habermas es losuficientemente precavido y no excluye la aparición de crisissistémicas. Pero considera que aquello que sí puede «predecir-se››'23 es una crisis de legitimación, con un caracter distinto aaquél de las crisis propias del capitalismo liberal. Según Ha-bennas, las crisis de legitimidad, en cuanto crisis de identidad,ya no se desencadenan directamente por problemas de la dis-tribución de la riqueza, sino por el cuestionamiento del nivelnormativo. Aquí se encuentra el antecedente de su «diagnósti-

122. J. Habennas, Probl¢mas..., op. c:'1_, p, 95.123. Cabe destacar que la argumentación de Habeimns tiene un caracter' predic-

tivo. Me parece que antes de predecir crisis es necesario determinar el carácter de lascrisis que se viven en el pmsente.

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co» de la modemidad como «colonización del mundo de lavida». Veamos su argumentación.

Desde la perspectiva de Habermas, las crisis de identidadpropias de la fase actual del capitalismo se originan en unadisparidad entre el desarrollo económico-político y el desarro-llo cultural; ésta consiste en lo siguiente:

1) El desarrollo económico-político conduce a una «demo-cracia formal» complementada por un «privatismo civil» (conel correspondiente «privatisrno familiar y profesional››). Estaforma de organización busca otorgar al. Estado una inde-pendencia en la toma de decisiones, al limitar la participaciónde los ciudadanos a plebiscítos periódicos (procesos electora-les) y al propiciar que los ciudadanos centren su interés en lavida privada y las «recompensas conforme al sistema».

2) El desarrollo cultural presupone un proceso de raciona-lización de las imágenes del mundo, en el que se opera unatransfonnación de las estructuras normativas que rigen las re-laciones sociales. Esta transformación implica una tendencia ala constitución de un sistema de valores universales («moraluniversalista››). De esta manera, la vigencia de los valores tra-dicionales y burgueses (por ejemplo, la «ideología del rendi-miento», el «individualismo posesivo», etc.) que sostenía el pri-vatismo civil se ve socavada.

La erosión del patrimonio de tradiciones preburgués y bur-gués da lugar a estructuras normativas que son inadecuadaspara la reproducción del privatismo civil y del privatismo fami-liar y profesional.l2°

3) Por un lado, el sistema económico-político establecidorequiere que los ciudadanos centren sus intereses en la esferaprivada, limitando así su participación política a ofrecer unalealtad difusa a dicho sistema. Pero. por el otro lado, el cues-tionamiento de los valores que sustentan el «privatismo civil»tiende a generar sintomas de desencanto y protesta. que setraducen en una renovación de la exigencia de participación

124. J. Habeirnas, PmbIemas..., op. cif., p. 105.

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política. Es decir, se conjugan una crisis de motivación y eldéficit de legitimación (originado por la erosión de las tradi-ciones), lo que dsemboca en una crisis de legitimación.

Thomas McCarthy ha reconstruido este mismo argumentodestacando el aspecto del desarrollo moral (lo que se apuntaen nuestra premisa 2):

1) «Mienlras tengamos que contar con una forma de socia-lización que liga la naturaleza interna a una organización co-municativa del comportamiento, no es posible ninguna formade lcgitimación de normas de acción que garantice. aunquesólo sea aproximativamente, una aceptación inmotivada de de-cisiones»

2) Desde el capitalismo liberal, la necesidad de legitimaciónde las normas sólo puede satisfacerse recurriendo a sistemasuniiersalistas de valores.

3) Hoy, la única fomia de moralidad universal capaz de re-sistir la destrucción de la tradición es una ética comunicativaen la que todas las decisiones políticamente relevantes estén li-gadas a la formación de un consenso racional en un discursolibre de toda coacción.

4) Los clementos basicos de una ética comunicativa estánìnflucnciando ya hoy los procesos de socialización típicos dealgunos estratos sociales, esto cs, han conseguido la «capacidadde configurar motivos».

5) Como resultado, los patrones privatistas de motivación,esenciales para la democracia formal, se ven amenazados dedesintegiación, una amenaza que puede docurncntarse con losdifundidos síndromes del desencanto y de la protesta.l25

McCarthy, acertadamente, advierte que cada una de laspremisas dcl argumento es discutible, tanto por razones teóri-cas como por razones empíricas. Por ejemplo, así como la ero-sión de las visiones del mundo tradicionales es un fenómenoempíricamente comprobable (lo cual no quiere decir que estasvisiones no puedan cobrar nuevos bríos en un momento decrisis), la erosión dc los valores que sostienen el privatismo

125. T. McCarthy. op. cit.. p. 433.

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civil es un fenómeno que no puede determinarse con claridad.Por el contario, en muchos aspectos, este privatismo parecereforzarse.

Pero evidentemente cs demasiado pronto para predecir quetales desanullos vayan a conducir a un aumento del desencantoy de la protesta y no a una adaptación más 0 menos hedonistaal sistema. o a otros patrones de motivación iìmcionalmenteequivalentes. En resumen, estos desarrollos parecen ser por elmomento demasiado ambìguos como para soportar el peso delargumento de Habc1†uas.“"'

Pero mi interés ahora no es criticar por separado cada unade las premisas, sino destacar un problema que subyace atoda la argumentación habermasiana. Este problema consiste,como obsen/a McCa11hy, en la falta de vinculación entre losparadigmas «mundo dela vida» y «sistema››.

Aunque Habermas sc ha mostrado rotundo a la hora de se-ñalar las insuficiencias de la teoría de sistemas y la necesidadde uniñcar la perspectiva de la teoria de sistemas y la perspecti-va de la teoría de la acción, no ha construido todavía (ni tam-poco pretende haberlo construido) un marco de referencia con-venientemente integrado. Ciertamente que ha sugerido una se-rie de líneas maestras (basadas en su concepción de los siste-mas sociales como sistemas que sc reproducen a sí mismos através de acciones ligadas a pretensiones de validez): pero enmuchos aspectos, el uso que hace de esos diferentes marcos dereferencia sigue siendo incongruentc; más que integral-los ge-nuinamente, lo que hace es emplearlos dc fomia alternativa. Laargumentación que desarrolla en Problemas de legitimación esun ejemplo de esto. Se basa en cierta medida en el uso de con-ceptos y supuestos, no nzconstruidos, dc la teon'a de sistemas;como resultado, la actividad práctico-política de los agentes so-cialcs tiende a pasar a un segundo plano.'27

Habennas desaprovecha la ocasión que ofrece el análisisde las crisis para localiaar la mediación entre mundo de la

126. Iba., p. 434.127. Iba., pp. 435-437.

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vida y sistema. Esta mediación debería buscarse en los víncu-los que unen las crisis de sistema y las crisis de identidad,pues cn ello está en juego la definición de la relación entre losproblemas de autogobierno y la forma en que los sujetos asu-men y viven esos problemas; es decir, las dos dimensiones q_ueel concepto de crisis debe tener, como el mismo Haber-massostiene, para ser útil a las ciencias sociales. La búsqueda delvínculo entre crisis sistémica y crisis dc identidad requiereabordar el estudio de las formas de organización y ejerciciodel poder, ya que esto nos permite dar una explicación deldesplazamiento de las crisis. Esta perspectiva es relegada porHabermas, lo que crea un vacío en los fundamentos de suteorfadm

En los trabajos de I-Iabermas existen observaciones, segúnlas cuales en la base de las crisis de identidad se encuentrancontradicciones sistémicas no resueltas. Incluso se ofrece elllamado «modelo de la represión de intereses generalizables»,que nos indica que detrás de las crisis del capitalismo existeuna relación de dominación. Pem al no existir en la teoria deHaber-mas un intento sistemático de localizar los vínculos en-tre crisis sistémicas y crisis de identidad, parece que se tratade dos modalidades distintas de crisis, de las cuales las crisisde identidad son las propias del capitalismo tardío.

Me parece acertada la intención de Haberrnas de criticar elexcesivo énfasis que el marxismo pone en los factores econó-micos a costa de los llamados factores supra-estructurales.Pero el carácter unilateral del marxismo no se puede superarcon tan sólo trasladar el acento de un lugar a otro, sino mm-piendo con los planteamientos dualistas. No se trata de susti-tuir el dualismo infraestructura-supraestructura por el dualis-mo mundo de la vida - sistema, aun cuando se cambien lasprioridades. El problema estriba en localizar las mediacionesque unifican estos elementos.

128. Por ejemplo, la historia dei desanoiin de las técnicas administrativas (deltaylorismo al neofordismo) le oi`recei1a a Hahen-nas una explicación del carácter deese desplazamiento de las crisis. No es que las crisis hoy en día hayan dejado de sercrisis sistémicas pam convertirse en crisis de identificación, sino que las crisis setmnsforrnan en fenómenos complejos que hunden sus raíces en todos los subsiste-mas sociales.

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La falta de mediación entre mundo de la vida y sistema sehace patente, por ejemplo, cuando Habennas trata el proble-ma de la transformación de la estratificación social. Habermassostiene que el concepto marxista de «lucha de clases» ya nopuede aplicarse a las sociedades contemporáneas. En efecto, latesis marxista de que la lógica de la estratificación social pue-de reducirse a la asimetría propietarios - no propietarios de losmedios de producción no puede aceptarse. La dinámica de lassociedades ha demostrado que la estratificación social estáconstituida por una pluralidad de sistemas de relaciones asi-méuicas, de las que, cada uno posee su propia especificidad.De ahí que tampoco sea aceptable la tesis marxista de que lalucha de clases en el capitalismo conduce a una polarización ysimplificación de las clases, que abre la posibilidad de su supe-ración. Por el contrario. la experiencia del capitalismo contem-poráneo nos muestra que la estructura de la estratificación setorna más compleja. Ello se manifiesta no sólo en el surgi-miento de nuevos estratos o «clases intermedias», sino tam-bién en la fragmentación de lo que tradicionalmente se consi-deraba como clases peculiares del capitalismo.

La postura de Habermas frente a la transforrnación de laestratificación social puede resumirse en dos tesis. 1) Mante-ner que el conflicto de clases peculiar del capitalismo liberal seha institucionalizado y, con ello, se ha desactivado o paraliza-do. Es decir, que el proletariado se ha disuelto e integrado enel sistema. 2) Afirrnar que, paralelamente al cambio en la na-turaleza de las crisis, aparecen «nuevos›› movimientos sociales.El potencial de protesta ya no se vincula con el problema de ladistribución dela riqueza, sino en otras líneas de conflicto, lasque surgen de la «colonización del mundo de la vida» por losimperativos del sistema.

El hecho de que con el Estado social _v la democracia demasas el conflicto de clases que caracterizó a las sociedadescapitalistas en la fase de su despliegue haya sido institucionali-zado y con ello paralizado no significa la inmovilización detoda suerte dc potenciales de protesta. Pero los potenciales deprotesta surgen en otras líneas de conflicto, justo allí donde, sila tesis de la colonización del mundo de la vida está cn lo cier-

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to, era también de esperar que surgieran [...] En una palabra:los nuevos conflictos sc desencadenan no en tomo a problemasde distribución, sino en tomo a cuestiones relativas a la gramá-tica delas formas de vidad”

Es indudable que, en el capitalismo tardío, el conflicto en-tre los grupos ha perdido su rostro tradicional. Ello hace evi-dente la imposibilidad de utilizar el concepto de «clase social»en el sentido restringido del marxismo. Es posible aceptartambién que los conflictos en estas sociedades se manifiestanen torno a problemas relativos a la «gramática de las formasde vida». Podemos decir que los problemas sociales aparecencomo <<riesgos››'3" que afectan a los diversos grupos (aunqueno por igual), en la medida en que cuestionan una forma dcvida en general. El caso paradigmático se encuentra en la des-trucción del medio ambiente. Pero lo que no tiene ningunabase empírica es sostener que estos conflictos no se desenca-denan o no tienen en la base un problema de la distribución.

Estoy de acuerdo con Haberrnas en que las luchas socialesno se pueden reducir a un problema de distribución de la ri-queza; pero esto no es ninguna novedad: las luchas obreras,feministas, étnicas, etc., siempre han trascendido este proble-ma. Me adhiero a la propuesta de Honneth y Wellrner respec-to a que la noción de «lucha por el reconocimiento» nos per-mitirá captar los otros aspectos (jurídicos, sociales, de identi-dad, etc.) presentes en los conflictos sociales. La forma de su-perar la unilateralidad del marxismo no es sostener que losproblemas de distribución de la riqueza pasan a un segundoplano, para dar una prioridad a los problemas que afectan lasgmmáticas de las formas de vida. La superación de dicha uni-lateralìdad consiste en ver que tanto los problemas de distribu-ción de la riqueza como los que afectan a las formas de vidatienen una raíz común en las formas de organización y ejerci-cio del poder.

Recordemos, además, que hace mucho tiempo que la con-tradicción capital-trabajo dejó el ámbito limitado de la fábrica

129. J. Habcrmzrs, Tcorfa.... n. op. cír., p. São.130. U. Beck, Risikogeseifschaƒì, Francfort, Suhrltamp. 1986.

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para extenderse a otras esferas, como el consumo, la organiza-ción familiar, la organización comunitaria, etc. Esto no nosdebe llevar a recobrar viejas fórmulas, como «determinaciónen última instancia», usadas por la tradición marxista paraintentar superar su unilateralidad de origen. Pem tener pre-sente las tendencias expansionislas de la organización de laproducción capitalista nos permitira advertir que también enlas «nuevas›› demandas sociales se encuentra presente un pro-blema de. distribución de la riqueza social.

Por otro lado, es curioso que una teoría con pretensionesuníversalistas base su diagnóstico casi exclusivamente en elanálisis de la coyuntura política y social de un sólo país. Creoque también es posible llegar a un acuerdo respecto a quehace mucho tiempo que el capitalismo ha saltado las fronterasnacionales para ligarse a la dinámica de un mercado mundial.Desde esta perspectiva, que Habermas olvida por completo, esposible encontrar algunos elementos que nos pueden servir enla explicación de la pacificación y control de los conflictos so-ciales en las sociedades industriales. No se trata de rescatar elesquematismo de ciertas teorías del «subdesan¬ol.lo››, que con-sideran que la vieja contradicción capital-trabajo se ha tornadoen una contradicción entre naciones. Me parece que la situa-ción es más compleja. No pretendo entrar en el análisis de ellaahora, pero tenerla en cuenta nos permitirá mantener una dis-tancia crítica frente a la tesis según la cual los conflictos ya nose desencadenan en torno a problemas de la distribución. Ha-berrnas puede responder que su interés es ofrecer un diagnós-tico del capitalismo tardío. Frente a esta respuesta cabe pm-guntar, ¿cs posible un análisis de la situación económica y so-cial del capitalismo tardío sin tomar en cuenta sus vínculoscon un mercado mundial?

Pero dejemos esto a un lado y volvamos al restringido con-texto político y social que Habermas tiene en cuenta para rea-lizar su diagnóstico de la modernidad. Como consecuencia delas crisis del Estado social, las políticas neoliberales de la ofen-siva conservadora han buscado controlar dicha crisis supri-miendo los <<gastos›› sociales y trasladando de nuevo los costosindiscriminadamente a la sociedad civil. Estas políticas se hanrealizado a costa de grupos sociales con menor capacidad de

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organización y protesta: desempleados, minorías étnicas, jubi-lados. trabajadores de ciertos sectores, etc. Incluso en paísescomo Alemania, cuya capacidad de mantener una balanza depagos positiva les ha permitido mantener altos niveles de bie-nestar, se han manifestado estos síntomas. Habennas, comociudadano de ese país, podrá analizar este problema de mane-ra más adecuada que yo; pero a condición de reconocer que latransformación del carácter y rostro de los conflictos socialesno implica la superación de los problemas de distribución.

No se trata de pedirle a Habermas que nos ofrezca un am-plio análisis político y económico de las sociedades contempo-ráneas. Dicho análisis tendría que ser el resultado de un traba-jo interdisciplinario de un amplio grupo de investigadores.Pero sí podemos exigir que el aparato conceptual de una teo-ría crítica nos dé las herramientas para enfrentar ese análisisy, de esta manera, trascender la mera condena moral de unasituación dada. Por otra parte, relegar ciertos aspectos de laproblemática social tiene también consecuencias para el apa-rato conoeptual. Consecuencias que se manifiestan no sólo enla dìficultad de Haberrnas ante el tema de la relación entreteoría y práctica, como apunta McCarthy, sino también en di-ficultades internas de la teoría, como puede ser la relación en-tre mundo de la vida y sistema 0 la mediación entre los pará-metros normativos y la descñpción de las situaciones socialesparticulares.

En Problemas de legrnmación en el capitalismo tardío (1973)el dualismo entre los paradigmas teóricos «mundo de la vida»y «sistema›› se presenta como una dificultad que hay que supe-rar para acceder a una descripción adecuada de las crisis. Estetexto tiene un carácter programático y, por ello, se tiene laesperanza de que podrá Llegar a superarse ese dualismo. Inclu-so existen elementos en otros textos de Haberrnas que puedenllegar a servir en esa tarea. Pienso, por ejemplo, en la critica aMarcuse, en la que Habermas sostiene que no se trata de bus-car una alternativa a la técnica existente, ni de satarrìzar a latécnica en sí misma. Esto parece indicar que el camino ade-cuado es convertir en objeto de la crítica la forma de poderque utiliza la ciencia y la técnica como medios de dominación.

De manera sorpresiva, encontramos que, en la Teoría de la

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acción comunicativa (1981) no sólo permanece la dualidad mun-do de la vida - sistema, sino también que dicha dualidad sesustancialíza para convertirse en el fundamento del «diagnósti-co de la rnodemidad». El diagnóstico de Habermas consiste enafirmar que la tensión entre mundo de la vida y sistema se hatransformado en una colonización del segundo sobre el prime-ro. Esto quiere decir que en las sociedades capitalistas la coor-dinación comunicativa de las acciones se ve restringida por elsurgimiento de sistemas de integración despersonalizados(como lo es el mercado). Pero esto no puede tomarse como un«diagnóstico››; a lo sumo, siguiendo la metáfora médica, comola descripción de un síntoma. La cuestión estriba en saber quées lo que impulsa y está en la base de esa expansión cancerige-na de aquellos subsistemas gobernados por una integraciónsistémica (racionalidad con arreglo a fines) que llegan a blo-quear la racionalidad comunicativa. Asimismo se trata de pre-guntar por aquello que impide la introducción y regulacióncomunicativa dentro de esos mismos sistemas.

La descripción. de este síntoma es algo que encontramos yaen la teoría sociológica clásica. Pero lo importante es com-prender y explicar en qué se fundamenta esta transformaciónde las sociedades capitalistas. Habermas puede responder quela «colonización del mundo de la vida» es el resultado de unpeculiar proceso de racionalización. Weber ya había visto quela especificidad de las sociedades capitalistas se encuentra enun proceso de racionalización particular. Pero Weber sostieneademás que esa racionalización, sin olvidar los aspectos inter-nos que ella implica, se encuentra ligada a la transformaciónde las formas de organización y ejercicio del poder, esto es, alos cambios en las estructuras de dominación.

El propio Habennas percibe que la racionalización en simisma no conduce necesariamente a una «colonización delmundo de la vida». ¿Por qué entonces el proceso de racionali-ración adquiere la forma de una colonización del mundo de lavida? La respuesta que podemos encontrar en la teoría dela acción comunicativa se basa en el dualismo mencionado.I-laberrnas distingue dos niveles de la racionalización: a) «des-acoplamiento» entre «mundo de la vida y sistema» que presu-pone la diferenciación de los subsistemas sociales y con ella la

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posibilidad de un desarrollo técnico, y b) «lingüistización de losacro» en el que se cuestionan el tradicionalismo y con ello seabre un proceso de aprendizaje («decentración de las imáge-nes del mundo››), lo cual abre la posibilidad de una coordina-ción comunicativa de las acciones. Por tanto, tenemos un nivelde la racionalización, identificado con el «sistema››, en el quese localizan las relaciones de poder y dominación (dominaciónsobre la naturaleza, asi' como dominación y relaciones estraté-gicas entre los hombres); mientras que el otro nivel, identifica-do con el «mundo de la vida», se encuentra desligado o másallá de las relaciones de poder y dominación.'3' La respuestasería entonces una tautología: la colonización del mundo de lavida es consecuencia de que el primer nivel desborda sus lími-tes y coloniza el mundo de la vida. ¿Por qué sucede esto? Aquíencontramos sólo un vacío que no se puede pretender llenarcon algunas observaciones esporádicas, repartidas a lo largode toda la obra de Habennas.

Existe, por supuesto, una alternativa [uncionalista a esteproblema que consiste en afirmar que la «colonización delmundo de la vida» es el resultado de un «aumento de la com-plejidad», sustentada en factores ineludibles, como puede serel aumento en la densidad demográfica o el incremento de lacapacidad técnica de las sociedades. Pero esta respuesta notiene nada que ver con una teoría crítica; me parece que seríainaceptable psua Habermas. Incluso algunos teóricos de siste-mas advierten que el «aumento en la complejidad» no es undato en el que pueda sostenerse una explicación, sino un fenó-meno que requiere ser explicado.

Respecto a este problema, la etnología ha contribuido a lacomprensión de que el contraste entre las sociedades llamadas«primitivas››, relativamente no complejas, y las sociedades mo-demas, con estructuras supercomplejas, está relacionado conuna transformacion en la organización del poder social. Detrásde esta ailrrnación no hay ninguna nostalgia por un paraíso

131. Me parece que mi compañero Christoph Demmerling tiene razón al encon-trar una analoga entre este planteamiento habennasiano y el esquema de San Agus-tín («Civitas Terrena y Civitas Dei», en Vom «Bmvuƒirseím zur «Kommwn'kan`an».Jürgen Haber-mas and der Paradfgmemvechsci in der Soziulphilosophíz Lmanuscritol.

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perdido, un pasado al que se tiene que volver. No quiero dccirque las sociedades modernas puedan regresar a modelos mássimples mediante una transforrnación de las relaciones dc po-der, peno es el estudio de estas últimas lo que nos puede. encada caso concreto, mostrar las altemativas posibles.

El sentido de la critica a Haber-mas que hemos esbozadopuede aclamrse si tomamos en cuenta la forma en que Haber-mas percibe el contraste entre su posición y la de aquellos queél mismo considera dos de sus antecedentes: Man: y Weber.Respecto a su relación con el primero, Habcrmas sostiene:

Con ello vuelvo a la cuestión central dc si en la situaciónactual de las ciencias sociales cs necesario y posible hallar unsustituto de la teoría del valor. al menos por el lado en que estapermitía poner en ielación los asertos teóricos relativos a la di-mensión «sistcmaw con los relativos a la dimensión «mundo dela vida». Como hcmos visto, Marx entendió el plexo sistémicode la autorrealización dcl capital como una totalidad fctichista;y ello habia dado lugar a la exigencia metodológica de que todoaquello que pudiese caer conectamente bajo una descripciónsistémica había de poder descifmrsc a la vez como tm procesode cosìficación del trabajo vivo. Pero esta dcsmesurada exigen-cia desaparece si en el sistema económico capitalista no vemossolamente una nueva formación de ielaciones de clases, sinotambién un avanzado nivel de diferenciación sistémica con de-recho propio. Bajo esta pnemisa la cuestión semántica de cómotraducir algo de un lenguaje teórico a otro se transforma en lacuestión empírica de cuándo el crecimiento del complejo monotariobunocrático afecta a otros ámbitos de acción que no pue-den asentarse sobre mecanismos de integración sistémica sioque se produzcan efectos laterales patológicos.'32

Es posible aceptar que el concepto de «colonización delmundo de la vida» es un sustituto del concepto de «fetichismode la mercancía», que nos permite superar las dificultades ori-ginadas en los supuestos de una «filosofía de la conciencizt».Ello se debe a que la tesis de la colonización se apoya en unateoria de la comunicación y no en el modelo sujeto-objeto.

132. -T. Habermas. Toon?1..,, 11, op. cit., p. 528.

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También es posible coincidir en que el mercado representaun nivel de diferenciación sistémica con derecho propio. Enotras palabras, se sostiene que el mercado es una instancia decoordinación necesaria en las complejas sociedades modernas.Esto implica una critica al credo marxista respecto a que esposible controlar la asimetría de las relaciones de poder me-diante la sustitución de una economía de mercado por unaeconomía planificada, esto cs, volver a una sociedad basadaúnicamente en un integración social. Dicha crítica ya habíasido realizada por Weber, y la historia de las sociedades socia-listas parece. confirmarla.

Pero la estructura del argumento marxista me parece ade-cuada, en el sentido en que Marx no basa su crítica sólo en lanoción de «fetichismo de la mercancía», sino que consideraque éste es expresión de contradicciones más profundas quenos remiten a una forma de dominación. Aquí nos topamosde nuevo con el reduccionismo propio del marxismo, encuanto Manz considera que la dominación en las sociedadescapitalistas se reduce a la asimetría propietarios - no propic-tarios de los medios de producción. Pero este reduccionismono se supera si nos limitamos a señalar que el mercado esuna instancia de integración indispensable, que, al desbordarsus límites y colonizar el mundo de la vida, conduce a efectoslaterales patológicos. Lo importante es saber por qué se daesa expansión de los imperativos sistémicos más alla de sus«límites››. Esto se puede responder, y, con ello, sustituir real-mente la teolía del valor marxista, si se presenta un análisisalternativo de las formas de organización y ejercicio del poderen estas sociedades; cosa que hasta la fecha no ha realizadoHabe-rmas.

Quizá habría que esperar a la aparición de un tercer tomode la Teoría de la acción comunicativa que cubriera los vacíosexistentes en los otros dos. Ya que no es la presencia en símisma del complejo monetario-burocrático lo que conduce ala colonización del mundo de la vida, sino que la colonizacióndebe estar originada por las contradicciones internas de dichosistema. Por otra parte, es el conocimiento de esas contradic-ciones intcrnas del complejo monetan`o-burocrático («siste-ma››) lo que podría poner en relación los asertos teóricos rela-

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tivos a la dimensión «sistema›› con los relativos a la dimensión«mundo de la vida».

Respecto al contraste entre la postura de Weber y la suya,Habermas nos dice:

tp) el nacimiento de las sociedades modernas (lo que prima-riamentc quiere decir. de las sociedades capitalistas modernas)exige la materialización institucional y el anclaje rnotivacionalde ideas jurídicas y morales posconvencsìonales. pero

(q) la modernización capitalista sigue un patrón, a conse-cuencia del cual la racionalidad congnitivoinstrumental desbor-da los ámbitos de la vida comunicativamente estructurados yadquiere en ellos la primacía a costa dc la racionalidad prácti-co-rnoral y práctico-estética, lo cual

(r) provoca perturbaciones en la reproducción simbólica delmundo de la vida.

La explicación que da Weber del nacimiento de las socieda-des modemas se concentra en la afirmación (_p); su diagnósticode la actnalidad se refiere a los efectos laterales patológicos deque se habla en (r): Weber no hace la afirmación (q); pero estaafirmación es compatible con la interpretación que más arribahemos pmpuesto de la Zwischenbetrachtung; las afirmacinnes(p). (q), (r) pueden anicularsc en un bosquejo de argumenta-ción (algo laxo desde luego) si amplían-los el marco teórico en elsentido propuesto, es decir: si. por un lado, reconstruimos lasbases de la teoría de la acción comunicativa que sc ajusten a unconcepto de sociedad desarmllado en términos de mundo dc lavida y a la perspectiva evolutiva de una diferenciación de lasestructuras de ese mundo de la vida; y si, por otm, desarrolla-mos los conceptos básicos de la temía de la sociedad en la di-rección de un concepto de sociedad articulado en dos planosque viene sugerido por la perspectiva evolutiva de una autono-mización de los contextos de acción sistérnicamente integradosfrente al mnndo de la vida integrado socialmentc.'33

Me parece correcto reconstruir la teoría de la acción webe-rtana en la dirección de una teoría de la acción comunicativa;de esta manera, es posible superar las dificultades que se deri-

133 Ibúi, pp. 431-432. En este larga cita se resume el proyecto de teoria criticaque nos propone 1-labcrmas.

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van de los supuestos de una «filosofía de la conciencia» y sumodelo sujeto-objeto presentes en la argumentación de Weber.A partir de esta reconstrucción quizá es posible reinterpretarla descripción webcriana de la burocratización del mundocomo una manifestación de la «colonización del mundo de lavida». De hecho, esto es lo que hace Habermas,

Sin embargo, es discutible sostener que «Weber no hace laalimiación (q)››. La tesis de que la racionalidad con arreglo afines (Zweckmtionalítät) se expande a costa de la racionalidadcon arreglo a valores (Wertrazionalität) está presente no sólo enla Zwischenbetmcíitung de la sociología de religión, sino encasi todos los ectitos sociológìcos, metodológicos y políticos deWeber. Pero Weber considera, además, que la racionalidadcon arreglo a valores (que podemos reinterpretar en términosde la racionalidad comunicativa) es un elemento indispensableen los ámbitos de la economía y el Estado. Por tanto, empeza-ría por ser una «colonizacióm interna de los ámbitos econó-mico y político, para después extenderse a otros. Esto es, We-ber no confunde la distición analítica entre distintas formas deintegración de la sociedad y la diferenciación de los subsiste-mas sociales.

Por otra parte, Weber no se conforma con sostener la pre-sencia de un proceso de «burocratizacióm (o «colonizacióndel mundo de la vid¬»), sino que, al mismo tiempo, trata deencontrar su origen en las transformaciones de las formas deorganización de la dominación. Sólo este último nivel nos pue-de permitir determinar hasta que punto la burocratización, encuanto fenómeno inevitable de la modernidad, puede limitar-se. Es decir, para Weber, el proceso de burocratización (colo-nización) no debe llevar necesariamente a un totalitarismo. pa-recido al Estado orwelliano. El interés que guía sus escritospolíticos no es sólo describir la dominación burocrática, sinotambién proponer Ion-nas de organización del poder que limi-ten el alcance de la burocratización.

Las propuestas de Weber para limitar la burocratización,centradas en el modelo de la democracia plebìscitai-ia de líder,resultan cuestionables, en especial si pensamos en la historiapolítica de la República de Weimar. Pero esta polémica noslleva a un nivel, relegado por Habeimas, en el que se ponen. en

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cuestión las formas concretas de la dominación que se locali-zan en la base de la burocratización o «colonización››. Porejernplo, al modelo weberiano se le puede objetar que la oiga-nización burocrática no tiene el carácter de un bloque homo-géneo que opera de forma completamente automática, sinoque en su seno y en el contexto social en que opera existencontradicciones que representan una de las determinantes desus acciones, así como también un límite a sus tendencias co-lonizadoras. El caso del derrumbe de las dictaduras burocráti-cas en los países socialistas ofrece un ejemplo de esta proble-mática.

Lo importante es, por tanto, determinar las contradiccionesintemas de lo que Habermas denomina <<sistema››, y no opo-ner de manera externa «sistema» (sistema económico y siste-ma politico-administrativo) y «mundo de la vida» (_<<e1 resto delos subsistemas sociales»), Sólo la primcm opción nos permitelocalizar las posibilidades reales de rescatar la dimensión co-municativa de la coordinación social y trascender una críticabasada exclusivamente en el contraste entre un modelo o nivelnolmativo y la realidad social. En esta misma dirección, Jo-hannes Berger afirma:

Según Haberrnas sólo la del-ìnición de la acción comunicati-va abne la perspectiva desde la cual el proceso dc racionaliza-ción social aparece como una contradicción entre las estructu-ras del mundo de la vida, producidas comunicativamcnte, y elaumento de la complejidad de los subsistemas de acción racio-nal con arreglo a fines. A cllo quiero oponer que la teoría de laacción comunicativa sólo puede captar esa contradicción; penoaquellas contradicciones que surgen de los subsistemas de ac-ción racional con arreglo a fines. y que mnelran en los subsiste-mas orientados por el «mundo de la vida», o no se les prestaatención 0 se les presta muy poca.“'*

La respuesta de Habermas a este tipo de ctíticas consisteen afirmar que no considera que los subsistemas sociales conarreglo a fines («sistema››) sean entidades automatizadas y aje-

_ 134. J. Beiger, «Die Veispraclilichung des Saltralen und die Entspxachlichung derÓkonomic», en A. Honneth y I-L .Ioas (comps), op. cit., p. 272.

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nas a las contradicciones. Yo no dudo que esta sea la posiciónpolítica de Habermas, pero su aparato categoria] no permite laconceptualización, hasta ahora, de ese nivel al mantenerse enla oposición esquemática entre «sistema›› y «mundo de lavida». Describir la tensión entre «mundo de la vida» y «siste-ma» como una contradicción entre subsistemas sociales dife-renciados conduce a considerar que a la «colonización delmundo de la vida» se le puede oponer externamente una esfe-ra de opinión pública, entendida esta última como una ámbitosocial que se levanta por encima de las relaciones de poder ydominación. para permitir un entendimiento comunicativo ra-cional puro. Simpatizo con la intención de revitalizar lo mejordel proyecto de la Ilustración; yo también tomo partido por larazón. Pero sustancializar la distinción analítica «mundo dela vida» y «sistema›› para presentar a la razón comunicativacomo una instancia inmaculada, libre del pecado del poder,me parece una estrategia que no permite acceder a los objeti-vos del proyecto mencionado.

4. PODER Y LEGITIMACIÓN

Son numerosos los autores que han criticado el dualismo«mundo de la vida» - «sistema›› de la teoría habermasiana.“5Por su parte, Habennas responde a sus críticos con la afirma-ción de que la dualidad «mundo de la vida» - «sistema›› es unadistinción analítica, que sólo como resultado de un proceso deracionalización cobra realidad, en la forma de una tensión en-tre los imperativos sistémicos (económico y político-adminis-tmtivos) y la coordinación comunicativa de las acciones. Eldiálogo parece estancarse y, con ello, se aleja la posibilidad de

135. Véanse los trabajos de IL Joas, T. McCarthy. l-LP. Kxüger y J. Berger enA. [Ionnethy H. Ioas (comps), op. cit. Asimismo. el trabajo de R. Johannes, «Uberdie Welt. die Haber-mas von der Einsiclit ins System Ircnnl», en G. Bolte (comp),Unkririschc Theo:-ie, Luneburgo, Zu Klampen, 1989.

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un entendimiento. Mi objetivo en las siguientes páginas serápreguntar qué significa la tensión «mundo de la vida» - «siste-ma» y cuáles son las dificultades que causa mantener estedualismo. Quizá otra descripción de este campo problemáticonos permita superar el malentendido y continuar en la perpe-tua tarea de buscar un entendimiento.

La pregunta por la mediación entre «mundo de la vida» y«sistema›› tiene como antecedente el problema de la relaciónentre acción y estructura social. En la teoría sociológica se handado diversas respuestas a este problema; pero, generalmente,se tiende a privilegiar uno de los términos a expensas del otro.Parsons, con su teoría «estructuml funcionalista de Sistemas»,trató de superar ese dualismo mediante un enfoque dinámicode la teoría social. Parsons vinculó las nociones de «estructu-ra» y «Eunción>›, para dar lugar al concepto de «sistema››. Elpunto de partida fue preguntaise por las funciones que tieneque cumplir un sistema para conservar su estructura. Sin em-bargo, lejos de superar el dualismo «acción›› - «estructura so-cial», éste se transfonnó en el dualismo «acción» _ «sistema››.

El programa «acción social» se centra en el significado queuna acción tiene para un actor, mientras que cl programa «sis-tema social» se centra en las consecuencias que una actividadtiene para un sistema de actividad. Parsons no tiene un sistemade acción como él pretende, sino solamente un sistema com-portamental y una teoria de la acción, separada del pr¡mero.'5°

Cuando se propone establecer una mediación entre «mun-do de la vida» y «sistema›› se afirma, al mismo tiempo la nece-sidad de superar el planteamiento dualista de «accións y «sis-tema». La idea es que la acción y el sistema no son instanciasexternas una respecto de la otra, entre las que se pueda esta-blecer una relación causal simple. La acción se. encuentra es-

I36. P. Menzies, Parsons and the Social Image of Man, Londres, 1976, p. 160citado por Habetmas en Teon'a..,. lr, op. cit.. p. 284. «El planteamiento en lén-ninos deteoria de la aoción liga el análisis sociológico a la perspectiva intema de los miem-bros de los grupos sociales. AI cienzífico social se le plantea entonces el pmblemametodológico de anudar Iiermenéuticamente su propia comprensión con la compren-sión de los participantes. La teoria de sistemas. en cambio, vincula el análisis sociolo-gico a la perspectiva extema de un observador», J. Habemias, 1'bt2x'.. p. 28.

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tntcturada socialmente y las funciones por las que se reprodu-cen (mantienen y transforman) las estructuras sociales se rea-lizan a través de las acciones mismas. La comprensión de estevinculo entre acción y sistema requiere no sólo una perspecti-va dinámica, sino también un cuestionamiento de los presu-puestos derivados de la «filosofía de la conciencia» y su mode-lo «sujeto-objeto››.'37

La critica a la filosolïía de la conciencia representa un pasofundamental en la tarea de buscar la relación interna entreacción y sistema social. Desde Hegel hasta nuestros días exis-ten diversos intentos de criticar la filosofía de la conciencia.I-Iaberrnas examina en El discurso filosófico de la modernidadvatios de estos intentos y encuentra que muchos de ellos per-manecen prisioneros de los planteamientos de la filosofía de laconciencia. Por ejemplo, Habermas al final de su examen dela posición de Heidegger, nos dice:

Al atenerse a una mera inversión del patrón que la filosofíadel sujeto representa, Heidegger pennanece prisionero de losplanteamientos dela filosofía dcl sujctoí”

Esta observación es importante en la medida en que nosindica que la ruptura con la filosofia de la conciencia no con-siste en trasladar la prioridad en el modelo sujeto-objeto de untérmino a otro.

La propuesta de Habermas consiste en abandonar la no-ción de una «razón centrada en el sujeto», para asumir lanoción de una «racionalidad comunicativa». La racionalidadcomunicativa implica un modelo de acción orientada al enten-

137. «Por "objeto" entiende la filosofía de la subjetividad todo lo que puede serrepresentado como siendo; y por "sujeto", la capacidad de referirse en actitud objeti-vnntc a tales entidades cn el mundo y la capacidad de adueñarse de los objetos, seateórica o prácticamente. Los dos atributos del espiritu son la representación y laaccion. El sujeto se reñere a los objetos, bien sea para repxesenlárselos tal como son,o bien para producir-los tal como deben ser. Estas dos funciones del espíritu se entre-lz-izan la una con la otra: el conocimiento de los estados de cosas está estiucttitalmen-te referido a la posibilidad dc intervenir cn el mundo como totalidad de estados decosas; y la acción. para tener éxito, requiere a su vcz el conocimiento de la cadenacausal en que interviene» (ib{a'., 1, p. 49-1).

138. J. Haber-mas, El dis-rurso ƒìiosoƒino de la modeniidad. Madrid, Taurus, 1989,p. 195.

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dimiento, que presupone la presencia cle. por lo menos, dossujetos que buscan coordinar sus acciones por medio de unentendimiento sobre algo en el mundo («mundo objetivo» o«mundo subjetivo» o «mundo social››).

Si pnesuponemos por un momento el modelo de acciónorientada al entendimiento, que he desarrollado cn otro lu-gar[*]. aquella actitud objetivante cn que el sujeto cognoscentese refiere tanto a sí mismo como a entidades cn el mundo. ya

, no puede go-¿ar de privilegio alguno. En el pamdigma del en-" tendirniento intcrsubjetivo lo fundamental es la actitud lealiza-

tiva de participantes cn la interacción que coordinan sus planes.V de acción entendiéndose entre sí sobre algo en el mundo. Al

ejecutar ego un acto de habla y al tomar alter postura frente aesc acto, ambos cntablan una relación interpe1¬sona1.'39

Como complemento a. este modelo de acción comunicativaHabennas introduce el concepto de «mundo de la vida». Estepuede entenderse, en un primer momento, como el acervo deautoevidencias o de convicciones, del que los participantes enla comunicación hacen uso en los procesos cooperativos deinterpretación.

Pero el mundo de la vida no sólo tiene la función de formarcontexto. Ofrece a la vez una provisión de convicciones, a laque los participantes en la comunicación recurren para cubrircon interpretaciones susceptibles dc consenso la necesidad deentendimiento surgida en una determinada situación [...] Elmundo de la vida, en la medida en que entra en consideracióncomo iecumo de los procesos de interpretación, podemos repre-sentárnoslo como acervo lingüistìcamente organizado de su-puestos de fondo, quc se reproduce en forma de tradición cul-tura1."'"

El concepto de «mundo de la vida», por tanto, nos indicaque la acción comunicativa no puede entenderse como el en-

l39. Íbíd., pp. 353354. [*] Sobre el concepto de acción comunicativa, véaseJ . Habermas, Team... Compíømen1os..., op. cit.. en especial; «Obs-exvaciones sobre elconcepto de acción comunicativa» (1982).

140. J. Habennas, Vørsmdíen.... op. cit., p. 495.

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cuentro de sujetos aislados, sino que se encuentra estructuradasocialmente por una Uadición cultural. El entendimiento entrelos individuos sólo puede existir en el trasfondo de un contextosocio-cultural, del cual los sujetos extraen sus principios y mo-delos de interpretación que les permiten buscar un acuerdo.

Resulta plausible la tesis de que el modelo de una raciona-lidad comunicativa es un camino adecuado para criticar y 51.1-perar los supuestos de la «filosofia de la conciencia». Evidente-mente, en este camino aparecen nuevas dificultades y proble-mas. Uno de los primeros problemas consiste en ofrecer unadeterminación más precisa del concepto «mundo de la vida» y,con ello, del concepto de <<raZón››, en cuanto esta última Seríaun elemento integrante del primero. Sin embargo, ante estasdificultades es posible llegar a acuerdos básicos y a la defini-ción de una problemática que trasciende los límites de la filo-sofía de Ia conciencia.

Entre los acuerdos cabe apuntar, por ejemplo, la acepta-ción de que el contenido del mundo de la vida es histórico, loque implica que cl mundo de la vida tiene un contenido varia-ble en la pluralidad de las culturas, que se transforma. Estoindica además (aunque en este punto no exista un acuerdogeneral) que la razón estaría constituida no por un contenidocultural particular, sino por los procedimientm intersubjetivosque se utili7.a.n para enfrentar las incoherencias, contradiccio-nes, disensiones, malentendidos que surgen en el proceso co-municativo, ya sea entre individuos que comparten un «mun-do de la vida» 0 entre individuos situados en «mundos de lavida» diferentes. Estos procedimientos racionales nos remitenal medio de la argumentación en sus diferentes modalida-des.14' Hablar de una «racionalidad procedirncnt.al›› no presti-pone que esta carezca de todo contenido, ya que a los procedi-

l41. «Racionalídad discursiva significa más bién: a) una concepción ptocedimen-tal de la racionalidad, esto r:s,u11a forma específica de enfrentarse a las incohenen-cias, contradicciones y disensit.-nes, y b) un estandar formal de mcionalidad que opc-ra en un metanivcl respecto de todos aquellos estándares sustantivos de racionalidadque sean "par-ásitos" de un estándar mínimo de racionalidad en el sentido de Lul-res»(A. Wcllmer, Ou Ratíonatity [manuscrito], Constancia, 1977, citado por Habermas enTeor1Ia..., I, op. cit., p. 10?. Sobre este problema, véanse Morall›etvu,{t`zseitt..., op. cit.;Na.chmetapP1_vs¡sches..., op. cit.; M. Scel, «Die zwei Bedeutungen 'lrommunikativeñ'Rationaiitäo-; y la respuesta de Habermas en A. Honneth y H. Joas (compa), op. cit.

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mientos racionales les son inherentes, como a todo procedi-miento, principios. Pero éstos, en contra de la concepción tra-dicional de la «razón››, no definen una forma de vida concreta.

Habemaas afirma que la naturaleza procedimental de la ra-zón se manifiesta como consecuencia de un proceso de apren-dizaje histórico, entendido como un proceso de «deoentraciónde las imágenes del mundo», que permite distinguir entre loscontenidos particulares de valor de una tradición cultural y loscriterios universales de valor. Sostiene, por tanto, que los pro-cedimientos y los principios de la racionalidad comunicativatienen la característica de ser criterios universales de valor-.“2Independientemente. de si se está de acuerdo o no con Haber-mas en este punto, lo impoit-ante ahora es destacar que la ra-zón ya no se entiende como un atributo de la conciencia delindividuo, sino como procedimientos y principios sociales, conuna historia, que se manifiestan en el proceso de coordinaciónde las acciones individuales.

Pero aún no es tiempo de proclamar victoria sobre la filo-sofía de la conciencia, porque, al aplicar el modelo de raciona«lidad comunicativa al estudio de la sociedad, aparece una difi-cultad, que, de no resolverse adecuadamente, nos llevará acaer en un dualismo análogo al de aquella filosofía. Esta difi-cultad la advierte Habermas explícitamente, entre otros mo-mentos, en su critica a Mead («e1 idealismo de la teoría de lasociedad de Mead››). La sociedad no puede reducirse a un sis-tema de relaciones sociales coordinadas comunicativmnente,ni tampoco puede pensarse una «comunidad ideal de diálogo»como una utopía realizable en la historia.

Mead pasa por alto la economía, la estrategia, la lucha porel poder político; sólo atiende a la lógica y no a la dinámica dela evolución social; todo lo cual menoscaba sus consideracionesacerca de este lema. Pues precisamente por ser cierto que laintegración social ha de venir asegurada en medida crecientepor medio de un consenso comunicativamente alcanzado. tantomás urge preguntarse por los limites de la capacidad integrado-

M2. Tal es el caso del principio U y el postulado D que definen la ética deldiscurso. J . l-labermas. Momlbeivu¡'1'tsefn.... op, cit.

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ra dc la acción orientada al entendimiento, por los límites de laeficacia empírica de los motivos racionales. Las coacciones quesu propia reproducción impone al sistema social y que penetrana través [hindurchgreifen] de las orientaciones de acción de losindividuos socializados se cierran a un análisis que se restrinjaa las estructuras de interacción.“3

La sociedad no puede pensarse únicamente sobre la basede una integración Conlunicativa de las acciones, ya que lasociedad también está constituida por formas de integraciónsistémica que trascicnden la coordinación comunicativa de lasacciones por parte de los individuos. En la medida en que unasociedad se toma más compleja, la integración sistémica seextiende y adquiere mayor ímportancia.144 El ejemplo paradig-mático de esta última modalidad de integración es el mercadoy su «medio››; pero la organización burocrática representatambién un mecanismo de integración sistémica. Los sistemasmercantiles y burocráticos están constituidos simbólicamente,pero en ellos el proceso de comunicación se limita a la trans-misión de informaciones, sin intentar acceder a un entedi-miento entre los participantes.

Podemos utilizar la propia terminología de Haberrnas parasostener que toda sociedad está constituida por una «integra-. ;cion social» y una «integración sistémica».

El análisis de esas relaciones (las relaciones empíricas exis-tentes entre las etapas de la diferenciación sistémica y las for-mas de integración social) sólo es posible si se distingue entrelos mecanismos de coordinación de la acción que armonizanentre sí las orientaciones de acción de los participantes y aque-llos otros mecanismos que a través de tm entre-Iazamiento Eun-cional de las consecuencias agregadas de la acción estabilizan

143. J. Í-labennas, Te0n'a..., It, op. cil., 1:. 169. «La proyeccion utópiea de unacomunidad ideal de comunicación puede conducir .tt en-or si se le malinterpretacomo iniciación 3 una filosofía de la historia o si se malentiende el limitado papelmetodológico que con su sentido puede ìncumbiz-le. La construcción de un discursosin rcstncciones ni distorsiones puede servimos a lo sumo como trasfondo sobre elque situar las sociedades modemas que conocemos, a Ein de destacar con mayorviveza los difusos contomos de algunas de sus tendencias evolutivas» (p. 154).

144. Podemos decir que el crmr de la utopía marxista fue pensar que era posiblevolver a un control comunicativo de las acciones eliminando este tipo de sistemas.

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plexos de acción no-pretendidos. La integración dc un sistemade acción es producida en el primer caso por medio de un con-senso asegurado nomiativamente o alcanzado comunicativa-mente, y, en el segundo, mediante una regulación nononnativade decisiones particulares que se sitúa allende la conciencia delos actores. La distinción entre integración social, que se apoyaen las propias orientaciones de acción, y una integración sisté-mica de la sociedad, es decir, una integración que se cumple através de, o atravesando, esas orientaciones de acción nos obli-ga a introducir la correspondiente diferenciación en el conocptomismo de sociedad [...] Por eso voy a proponer que entcndamoslas sociedades simultáneamente comn sistema y mundo de lavida."*5

El concepto dualista de la sociedad (sociedad como «mun-do de la vida y sistema››) puede aceptarse como punto de par-tida de la investigación, pero no puede asumirse como unanoción definitiva de la sociedad. El objetivo es encontrar lamediación entre estos dos aspectos de la integración de la so-ciedad, ya que mantener el dualismo «mundo de la vida» -«sociedad›› equivaldría tan sólo a trasladar únicamente los dì-lemas de la filosofía dela conciencia a otro nivel. Ya no seríael modelo sujeto-objeto pero sería el modelo intersubjetividad-sistema, esto es, el reino inmaculado de la racionalidad comu-nicativa frente al reino de los sistemas de relaciones estratégi-co-instrumentales.

Haber-mas es consciente de esta dificultad, como se mues-tra en su crítica a Parsons. Por eso, intenta superar la dualidadentre la teoría de la acción (-rmtmdo de la vida››) y la teonfa desistemas («sistema››) de la siguiente manera:

1) Su tesis básica consiste cn afirmar que el uso comuni-cativo del lenguaje tiene una prioridad sobre el uso estratégi-co-instrumental, ya que éste presupone saber usar comunicati-vamente el lenguaje. I-Iabennas sostiene que el uso estratégico-instrumental del lenguaje cs una modalidad derivada y parasi-tan`a del uso comunicativo.

145. J. Habemias, T:-or1.'a_.., ||, op. cit., pp. 167-168.

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Los ejemplos de esta forma de emplear el lenguaje orientan-dose a las consecuencias, parecen desacreditar el acto de hablacomo modelo de aoción orientada al entendimiento [...] Estosólo podría evitarse si lográsemos mostrar que el empleo dellenguaje orientado al entendimiento. es el modo original, frenteal entendimiento indirecto. la comprensión indirecta, el dar aentender o el hacer que el otro conciba tal o cual opinión, secomportan de forma parasitar'ia."“>

2) Posteriormente, Haber-mas advierte que el uso comuni-cativo del lenguaje es propio de la teoría de la acción. En carn-bio. la teoría de sistemas se sustenta en la perspectiva externade un observador que no busca un entendimiento. Esta faltade búsqueda del entendimiento (de una comprensión antes dedar una explicación) es común a un uso estratégico del len-guaje y a la teoría de sistemas.

El planteamiento en términos de teoria de la acción liga elanálisis sociológico a la perspectiva interna de los miembros delos grupos sociales. Al cìentífico social se le plantea entonces elproblema metodológico de anudar herrnenéuticamente su pro-pia comprensión con la comprensión de los participantes. Lateoría de sistemas, en cambio, vincula el análisis sociológico ala perspectiva extema de un obse1vador.1"

3) Habermas concluye que hay una prioridad de la pers-pectiva del mundo dc la vida sobre la perspectiva del sistema.

Cuando se habla de una prioridad de la perspectiva delmundo de la vida sobre la perspectiva del sistema se afirmaque la actitud del partícipe en un mundo de la vida tiene uncarácter primario sobre la del observador externo. La tesis dela prioridad del mundo de la vida nos permite: a) desamollaruna crítica a la noción de «neutralidad valor'ativa›› de la cien-cia, porque la tesis de la prioridad del mundo de la vida haceevidente que toda actividad científica se sustenta en formas devida, constituidas, entre otras cosas, por valores; b) criticar lasteorías de la sociedad que toman únicamente la perspectiva

146. Ibfd., 1, p. 370.I47. Ibtd.. tt, p. 239.

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del sistema y dejan de lado la dimensión de la acción; c) defi-nir un criterio normativo, en la medida en que se estableceuna prioridad práctico-moral de las interacciones comunicati-vas entre los individuos sobre las interacciones estratégicas.

Pero hablar de una prioridad del mundo de la vida sobre elsistema no implica superar el dualismo entre ellos. sino sim-plemente establecer una relación externa de subordinación.Para fundamentar la afirmación de que la tesis de la prioridaddel mundo de la vida no presupone una superación del dualis-mo «mundo de la vida» - «sistema››, asi como tampoco miaconciliación entre la teoria de la acción y la teoría de sistemas,podemos seguir dos pasos: examinar la forma en que Haber-mas, después de llevar a cabo una reconstrucción crítica de lateoría de Parsons, utiliza esa misma teoría para complementarsu propia teoría de la acción comunicativa (apartado 4.1), yproponer una estrategia alternativa en la búsqueda de la me-diación entre «mundo de la vida» y «sistema›› (apartado 4.2).

4.1. ¿Crítica de la razón funcionalista?

Haberrnas encuentra que la fragilidad del compromiso ca-tegorial entre la teoría de sistemas y la teoría de la acción enParsons se hace patente en la reducción de la integración de lasociedad a mecanismos sustentados en «rnedios›› (integraciónsistémica), lo cual deja de lado la integración que se efectúamediante Ia comunicación lingüística que busca un entendi-miento (integración social). La teoría de los medios de controlen Parsons parece ser, en efecto, un buen punto para iniciaruna critica a la mzón funcionalista.

Recordemos que Parsons habla, en un principio, de cuatro«medios de control», estos son: dinero, poder, influencia ycompromiso valorativo. Parsons toma el dinero como paradig-ma para desarrollar su ooricepto de medio de control. El dine-ro adquiere las propiedades de un código con el cual se pue-den trasmitir infonnaciones. El código dinero permite a unemisor informar a un receptor de una oferta y motivarle a laaceptación de esa oferta. El receptor puede aceptar o rechazarla oferta y, con ello, adquirir algo o renunciar ala adquisición.

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De esta manera, el código dinero permite una coordinación delas acciones sin necesidad de suponer «la disponibilidad delprójimo a la cooperación», ni la búsqueda de un entendimien-to lingüístico, las cuales son requisitos de la acción comunica-tiva. Por otra parte, el medio dinero puede cumplir su funcióngracias a que posee una serie de propiedades: el dinero puedemedirse, puede enajenarse en cantidades cualesquiera y pue-de acumularse.

El medio dinero funciona de tal modo que la interacciónsocial se desliga de u.n vínculo directo con el mundo de lavida. Aunque el dinero mantiene una conexión indirecta Con elmundo de la vida a través del derecho (su «anclaje institucio-na1››), el funcionamiento cotidiano del dinero no requiere acu-dir al saber común de los participantes para llegar a un acuer-do, simplemente, cada actor orienta sus acciones por el éxito(«acción estratégica››), representado por la rentabilidad.

Un medio de regulación 0 control tiene una f.>sLructura tal,que las acciones de alter quedan conectadas con las acciones deego eludiendo los riesgos que los procesos de formación de con-senso comportan, Este aut-omatismo se produce porque el códi-go del medio sólo vale

- para una clase bien delimitada de situaciones estándar,_ que viene definida por una constelación unívoca de intereses

de modo:_ que las orientaciones de acción dc los participantes vienen

fijadas por un valor generalizado;_ que alter sólo puede decidir básicamente entre dos opciones

alternativas;- que ego puede controlar esas posturas u opciones de alter

por medio de ofertas y- que los actores sólo se orientan por las consecuencias que

puedan tener sus acciones, es decir, tienen la libertad de ha-cer depender sus decisiones exclusivamente de un cálculo delas perspectivas de éxito que tiene su acción.”

En el caso ejemplar del dinero, la situación estándar es elintercambio de bienes; el valor generalizado es la utilidad en

148. J. Habermas, Teoría... CompIememos..., op. cif., p. 485.

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relación a intereses económicos; las tomas de postura. la acep-tación o rechazo de la oferta, y el criterio de éxito, la rentabi-lidad.

La crítica de Habemias a Parsons consiste fundamental-mente en destacar que al generalizar las propiedades del códi-go dinero a los otros medios se pierde la distinción entre ejer-cer un influjo por medios comunicativas y ejercer un influjopor medios estratégicos.

Las formas generalizadas de comunicación, como son la in-fluencia y el compromiso valorativo, exigen actos ilocucionariosy dependen, por tanto, de los efectos de vínculo que tiene ellenguaje cuando se lo usa con vistas al entendimiento. Por elcontrario, los medios de control como son el dinero y el podergobiernan las interacciones a través de las intervenciones de egoen la situación de alter, es decir, a través de efectos perlocucio-narios.“°

Pero la fragilidad e inexactitud de la teoría de los mediosde control no se limita al hecho de pasar por alto las diferen-cias entre ejercer, dentro de una relación social, un influjo pormedios comunicativos y ejercer un influjo por medios estraté-gicos. Las dificultades de dicha teoría son mayores. Parsons, altomar como paradigma de su concepto de «medio›› al dinero yextenderlo, posteriormente, a los otros, pasa por alto diferen-cias esuucturales esenciales. Como Habermas advierte, la si-tuación estándar que subyace al dinero es distinta a la situa-ción que existe en la base del poder.

El por qué el poder necesita legitimación y requiere, porconsiguiente, un anclaje normativo más exigente que el dinero,puede entenderse si tenemos en cuenta las situaciones estándarque subyacen a ambos casos. Mientras que la relación de inter-cambio no redunda estructuralmente en detrimento dc ningunode los implicados en lo que hace a sus respectivos cálculos deutilidades y el proceso de intercambio como suele decirse, re-vierte en interés de ambas partes, el sometido alos mandatos seencuentra esnucluralmcnte desfavorocido frente a quien ostenta

149. J, Habermas, T=:oría..., Ir. p. 399.

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el poder [...] Sólo la referencia a [ines colectivos susceptibles delegitimación crea en la relación de poder el equilibrio con elque la relación típicoideal de intercambio cuenta ya de ante-rnano.15°

El hecho de que el «medio›› poder requiera una legitima-ción nos indica que este no puede desligarse de los procesoscomunicativos de formación de un consenso. Por otra parte, eipoder no puede medirse, enajenarse o acumularse en el mis-mo sentido que el dinero. Todo esto nos indica que debencuestionarse críticamente las analogías que sustentan la teoríade los medios de control de Parsons. Pero Haberrnas no llevaa cabo esta crítica, sino que se confomia con distinguir entredos tipos de medios: los que dependen del entendimiento (in-fluencia y compromiso valorativo) y aquellos que se utilizan enrelaciones sociales estratégicas guiadas por una racionalidadde acuerdo a Eines (el dinero y el poder).

I-[emos partido de la cuestión de hasta qué punto puede ge-neralizaisc y transferìrse a otros ámbitos de acción el conceptode medio desarmllado para el caso dinero; hemos seguido la víade una crítica ìnmanente que a la postre nos ha conducido ados tipos opuestos de medios de comunicación, a un dualismode medios que nos permite explicar la resistencia que en deter-minados ámbitos de acción oponen las estructuras del mundode la vida a la sustitución de la integración social por la integra-ción sistémica. Lo mismo que su Filosofia antropológica última,también su teoria de los medios de comunicación deja patenteque la teoria de Parsons, ni siquiera en su forma madura, escapaz dc resolver el conflicto de las dos estrategias categmialesque pugnan en su seno; corno mucho la oculta. Lo cual haceque Parsons tenga que pagar un precio cuando pasa al planodel análisis empírico para desarrollar una teoría de la actuali-dad socialfisl

Pero el dualismo de medios no supera todas las debilidadese inexactitudes de esta teoría; ni tampoco resuelve el conflicto

150. Ibúl., p. 388.151. Ibfd., pp. 401-402.

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entre las dos estrategias categotiales {«mundo de la vida» y«sistema››); simplemente, la hace evidente. Lo cual tiene comoconsecuencia que se tenga que pagar un precio muy alto cuan-clo se pasa al plano empírico para dar un «diagnóstico de lamodernidad», ya que este diagnóstico se limita a sostener lapresencia de una colonización del mundo de la vida por losimperativos del sistema, sin explicar en qué se originan esosimpulsos colonizadores.

¿Por qué Habermas asume la teoría de los medios (con lacorrección de la distinción entre dos tipos de medios) despuésde haber visto su imprecisión? Me parece que Habermas yux-tapone el fenómeno de la diferenciación de los subsistemassociales y la teoría de los mcdìos de control, sin percibir queello conduce a una simplificación y esquematismo inacepta-bles. Es cierto que la racionalización de las sociedades lleva auna diferenciación de los subsistemas sociales. Pero la diferen-ciación de estos subsistemas no puede reducirse, como pien-san Parsons y Habermas, a identificar cada uno de ellos conun medio. Por el contrario. cada uno de estos subsistemas sediferencia por la formas de organización y ejercicio del poder(definido no como un medio exclusivo del subsistema políti-co), características de cada uno de ellos. Asimismo, los otrosmedios también están presentes en cada uno de los subsiste-mas, sólo que ocupando lugares estructurales y cumpliendofunciones distintas. Por ejemplo, la politica no puede reducirsea la función de cumplir metas colectitas dadas y aplicar san-ciones (negativas) a los individuos con una conducta anómica,como se presenta enla teoría de Parsons. En la política estánen juego la definición de los fines colectivos, en relación congmpos sociales en conflicto. En el proceso político de defini-ción de los fines colectivos están también presentes la influen-cia, el compromiso valorativo y el dinero.

El subsistema económico, que representa el caso paradig-mático de una integración sistémica gobernada por el mediodinero, tampoco puede considerarse ajeno a los mecanismosde integración social. El mismo Haberrnas, en trabajos ante-riores, reconoce que la distribución de la riqueza no sólo es elresultado del mecanismo sistémico dcl mercado, sino que tam-bién intervienen reglas de interacción 0 normas reconocidas.

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Al igual que el trabajo, también la distribución de los pro-ductos del trabajo está organizada socialmente. Las reglas de ladistribución no se refiemn a la elaboración de material o a laaplicación, adecuadamente coordinada, de los medios, sino ala vinculación sistemática de aspiraciones o intereses recípro-cos. El reparto de productos acabados requiere, por tanto, deunas reglas de interacción que se puedan desligar de las situa-ciones concretas y establecer con carácter duradero como nor-mas rcconocidas 0 como reglas de la acción comunicativa en elnivel de la comprensión lingüística'-“Z

Esta observación del propio Habermas nos indica que nopodemos situar la economía en la categoría de sistema enfren-tado al mundo de la vida, ya que elementos de este último seencuentran presentes en todo el ciclo económico. Incluso en lasociedad capitalista el proceso de producción-distribución, re-gido por el mercado y el medio dinero, se encuentra tambiénregulado por normas impuestas yfo reconocidas q_ue dependende un proceso comunicativo y su contexto cultural (mundo dela vida).'53

El fenómeno de la diferenciación de los subsistemas socia-les no puede explicarse asignando a cada uno un medio. Entodo caso, podemos utilizar la distinción entre los medios decontrol para analizar como se estructuran y funcionan en con-junto en cada uno de los subsistemas. Pero en esta estrategiatambién se hace patente una dificultad en la definición de «po-der¬›› y «polttica›› en la teoría de Parsons. Veamos en que con-siste esta dificultad.

Parsons, en su trabajo «Sobre el poder politico», sostiene:

152. J. Haber-mas, La rer:onstrur:cíón.__.. op. cit. p. 133. «Un sistema que regulasocialmente el trabajo y la distribución es lo que llamamos una economía [_..].-

153. Precisamente aquello que es común a toda posmm socialista es considerarque la distribucion no puede abandonarse al mecanismo sistémico del mercado. sinoque tiene negulrtrse por un acuerdo politico que garantice. dentro de un marco delibertad, la búsqueda de una justicia social. Este axioma del socialismo no debe iden-tificarse con la postura marxista de sustituir el mecanismo del mercado por unaplanificación central; esta es sólo una interpretación autoritaria (estatalista) del prin-cipio básico del socialismo. Me parece que hablar de una economía social de merca-do es otra mancm de asumifese principio del socialismo más cercana a las realida-des de las sociedades modernas. Por oLra parte, no debemos olvidar que esta econo-mía social de mercado rr.-quiere del complemento de una organización democráticadel poder y el desarrollo de una cultura política democrática.

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Poder es, por tanto, una capacidad generalizada de garanti-zar el cumplimiento de obligaciones vinculantes por parte deunìdadm dentro de un sistema de organización colectiva, cuan~do las obligaciones se legitiman mediante la referencia a su re-percusión en las metas colectivas y donde. en caso de actitudesrecalciu-antes, se presupone la ejecución de sanciones situacio-nales negativas, cualquiera que sea el agente efectivo de tal eje-cución [...1 En esta forma legitimada, el poder de A sobre B esel ederecho» que tiene A, en cuanto unidad de adopción dedecisiones que pnevalezcan sobre las de B, en interés de la efi-ciencia de la operación colectiva en su totalidad.'5“

En la base de esta definición parsoniana del poder existeuna importante tesis, según la cual el poder político no puedeentenderse tan sólo como coacción o fuerza represiva. Parsonscritica a Wright Mills por considerar al poder «exclusivamentecomo una facultad para conseguir lo que desea un grupo, im-pidiendo que otro grupo consiga lo que desea», en lugar de veral poder como una «facultad para el cumplimiento de unafunción dentro y en pro de la sociedad en cuanto sistema.'55Parsons considera (acertadamente, creo) que si nos limitamosa ver al poder como una fuerza represiva («po|:ler sobre››) nopodremos comprender su persistencia dentro de un orden so-cial. Es por eso que él, en su teoría, busca asociar el poderpolítico con la autoridad y el proceso de legitimación en refe-rencia a la realización de fines colectivos («poder para››). ParaParsons, el poder político depende de la «institucionalizaciónde la autoridad» y es concebido como un medio de movilizarlas adhesiones y las obligaciones con el objetivo de acceder auna acción colectiva eficaz.

Es posible aceptar que el poder político se determina comola «capacidad generaliïada de garantizar el cumplimiento deobligaciones vinculantes, cuando éstas se legitiman en referen-cia a fines colectivos». Pero ello nos plantea de inmediato elproblema de la definición de los fines colectivos y su vincula-ción con las relaciones de poder. El propio Parsons reconoce

154. T. Parsons, «On the concept of political power», en Polirics and Social Struc›twz. Nueva York, Free Press, 1969.

155. T. Parsons. «The distribution of power in American society», en ibrd.

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que los fines sociales no dimanan de disposiciones innatas oadquiridas de los individuos, ni de un orden externo a las rela-ciones sociales, sino que su origen se encuentra en la prácticasocial. Sin embargo, Parsons sitúa la determinación social delos «fines colectivos» como el resultado de un «consen.so››, gra-cias a la mediación de los estándares normativos del ordeninstitucional, en un nivel ajeno al conflicto social.

Para Parsons, el poder y la política presuponen la existen-cia de fines colectivos dados y, por tanto, pasa por alto que ladeterminación de los fines está vinculada con las relaciones depoder. De esta manera, la política queda reducida a una activi-dad instrumental-estratégica, en la que sólo se calculan losmedios más eficaces para realizar los fines colectivos dados.En oposición a la postura de Parsons podemos afirmar que laprimera actividad política es la búsqueda de un consenso, in-dispensable para la integración social, dentro de un marcoconflictivo.

Al determinar el poder corno «propiedad del sistema», sedeja de lado que el poder también se expresa como una rela-ción conflictiva entre individuos y grupos situados en una re-lación social asimétrica ( la perspectiva de la acción). Con ellono quiero decir que en la teoría de Parsons se ignore la pre-sencia del conflicto social. Pero, al considerar el poder sólocomo «propiedad del sistema», se reduce el conflicto social alproblema dc la conducta desviada del individuo (<<anomia››).Es decir, se torna en cuenta solamente el conflicto entre elindividuo y la sociedad, pero no el conflicto entre grupos conintereses, valores distintos. La pluralidad de intereses nos re-mite a la presencia de una estructura social estratíficada y esella, a su vez, la que nos indica que no se puede asumir unadefinición de los [ines colectivos sobre la base de estándares nor-mativos, sin considerar la asimetría del poder y la dominación.

Parsons sólo reconoce como fuente del conflicto social lacolisión entre la intención de la acción individual y los finescolectivos. Con ello también se restringe el problema de la vio-lencia al terna de la conducta anómíca y la aplicación de san-ciones a dicha conducta. Seolvida la presencia de una «violen-cia estructural» que no se limita a usar los instrumentos decoacción física, sino que se manifiesta en una multiplicidad de

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formas, entre ellas en las formas que adquieren los mecanis-mos mediante los que se definen los fines colectivos. Haber-mas, a diferencia de Parsons, ve que la «violencia estructural»(él usa este ténnino) representa un fenómeno esencial en elanálisis de las relaciones de poder.'5°'= Sin embargo, con la«dualidad de medios», que Habermas nos propone para corre-gir la teoria de los medios de control, no se superan las difi-cultades que la definición parsoniana de poder y política pre-sentan. Por el contrario, se mantiene la incapacidad de con-ceptualizar el carácter de los conflictos sociales en toda su am-plitud.

En su respuesta a Giddens, Haber-mas sostiene:

Giddcns repite contra mi las objeciones que los teóricos dclconflicto, como Coser, Lockwood y Dahrendorf, hicieron a Par-sons a fines de los años 50. En esta disputa, estoy, en efecto, dellado de Parsons, porque pienso que su teoría es suficientementecompleja como para tener en cuenta todos los fenómenos paralos que sus oponentes quisieran poner en marcha un plantea-miento más especial. Por otra parte, en modo alguno hago míasciertas premisas idealistas de la teoría de la sociedad de Parsonsy me atengo al primario metodológico de la teoría de la acciónsobre la teoria de sistemas.'57

Esta respuesta de Haber-mas es curiosa, porque es precisa-mente desde la perspectiva de la teoría de la acción donde sehacen patentes las dificultades de la definición parsoniana depoder y política, y que no sólo los teóricos del conflicto hanvisto. Ello nos indica la necesidad de llevar a cabo una críticaradical de la teoría de los medios de control en Parsons, queno se limite a postular una dualidad de medios.

Pero la «dualidad de medios», que nos propone Haberrnas,no sólo deja sin resolver las dificultades de la conceptualizaciónde Parsons; también nos lleva a caer de nuevo en un dualismoanálogo al de la filosofía de la conciencia, ya que se propone la

156. J. Habermas, «Hannah Arendts Begriff der Machu [1976], en Polirik, Kunst,Rellflgíofi. Stuttgart, Reclam, 1978.

157. J. Habeimas, «Réplica a objeciones», en Teoría... Comp!ememos..., op. cit.,p. 459.

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existencia de medios propios de la «reproducción material» delmundo de la vida (dinero y poder) y medios propios de la «re-producción simbólica del mundo de la vida (influencia y com-promiso valorativo); es decir, se i_ntroduce un dualismo carentede mediaciones entre una reprqducción «maten`al» (trabajo) yuna reproducción «simbóli<:a›› (entendimiento).'53

En la reproducción material dcl mundo de la vida, que seefectúa a través del medio dela actividad teleológìca, participantanto acciones estratégicas como acciones comunicativas. Encambio. la reproducción simbólica del mundo de la vida depen-de sólo de la acción orientada a.l entendimiento. Naturalmente,el mantenimiento del sustrato materiai es una condición nece-saria para el mantenimiento de las estructuras simbólicas de unmundo de ia vida. Pero la apropiación de tradiciones, la rcnova¬ción de solidaridadcs, la socialización de los individuos necesitade la hermenéutica natural de la comunicación cotidiana y, portanto, del medio que representa Ia formación lingüística de con-senso [...] Mientras que para la reproducción material del mun-do de la vida lo relevante de la acción social es el aspecto deactividad teleológìca, para la reproducción simbólica del mundode la vida lo importante es el aspecto del entendirniento.'99

Es posible hacer una distinción analítica entre el nivel ma-terial (sistema) y el nivel simbólico (mundo de la vida) de lareproducción social. Pero el problema consiste en establecerlas mediaciones que vinculan estos dos niveles. De lo contra-rio, sólo se trasladan los dilemas de la filosofía de la concien-cia al plano de la intersubjetividad. Hablar de la prioridad dela perspectiva del mundo de ia vida, esto es, de la reproduc-ción simbólica, no resuelve el problema. Por ejemplo, respectoal marxismo, lo único que se ha hecho es trasladar la priori-dad de un nivel al otro, sin embargo, se mantienen todas lasdificultades de una visión dualista que divide la sociedad en lo«maten'al›› y lo «simbólico-cu1tur¬al››. Con las propias palabras

158. A pesar de un planteamiento diferente, existe una gran semejanui enu-e estedualis-mo de mundos y el dualismo marxista de inha y supiaesuuctum. Recordemosque Habemias, como otros críticos del marxismo. veía en esta dualidad un plantea-miento dualista problemático.

159. J. Habermas. Teorfa._. Complementos... op. cit., p. 504.

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de Haberrnas podemos sostener: «Ambos paradigmas, mundode la vida y sistema, tienen su razón de ser: otro problema esasoc.iarlos››.1°0 El problema de asociar estos dos paradigmas nose soluciona con establecer una relación extema entre ellos.cualquiera que sea la prioridad que se considere.

La comunicación cotidiana es, en efecto, un medio indis-pensable para la apropiación de tradiciones, la renovación desolidaridades y la socialización de individuos. Pero estas funcio-nes no se cumplen en un contexto ajeno o externo a las formasde organización de la llamada por Haberrnas «reproducciónmaterial», La acción comunicativa está estructurada socialmen-te no sólo por los «supuestos de fondo» de una tradición cultu-ral, sino también por aquello que Habermas llama «sistema››.

En este punto cabe preguntar por la relación existente en-tre los supuestos de fondo del mundo de la vida y el sistema.Es evidente, por ejemplo, que la diferenciación y desarrollo del«sisteman (economía y aparato político administrativo) fueuno de los elementos que permitió la distinción entre los con-tenidos particulares del mundo de la vida respecto de los pro-cedirnientos y principios «universales›› que definen la razónprocedimental. Pero el mundo de la vida en la sociedad capita-lista no sólo está constituido por esa razón procedimentai,sino también por una pluralidad de contenidos particularesvinculados también a las formas de organización internas delos sisternas.““ Sin embargo, esta perspectiva y el campo pro-blemático a ella ligada quedan relegados por el planteamientodualista «mundo de la vida» _ «sistema››.

4.2. El poder como mediación entre mundo de la viday sistema

Weber distingue dos tipos de dominación: la «dominaciónpor constelación de intereses» y la «dorninación por autori-dad». Lo que las distingue es la forrna en que se organiza el

160. J. 1-labermas, Hroblrzmas.... op. cit., p. 19161. las investigaciones empíricas de Foucault representan un ejemplo de esta

problemática.

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poder y que tiene como resultado dos formas de integraciónde las acciones. La dominación por constelación de interesespresupone lo que Habermas denomina una integración sisté-mica, ejemplificada de manera paradigmática por las relacio-nes mercantiles. La dominación por autoridad, en cambio, im-plica una integración social, ya que en ella el poder requiereun proceso de legitimación en referencia a un nivel normativo;como ejemplos de este tipo de dominación Weber menciona elpoder ejercido por el padre de família (en la familia patriar-cal), por el funcionario y por el príncipe. Estas dos formas deintegración conesponden, en la terminología de Habermas, ala distinción de sistema y mundo de la vida, respectivamente.Por tanto, encontramos que, aunque Weber no utiliza los tér-minos «sistema›› y «mundo de la vida», la diferenciación entrelos tipos de dominación que él menciona puede ser interpreta-da en este sentido. De esta manera, llegamos a la tesis de quela diferencia entre sistema y mundo de la vida se localiza endos modalidades distintas de ejercer el poder.

Esta tesis que hemos propuesto, basada en una interpreta-ción habermasiana de la teoría de Weber, presenta todavía unproblema muy grave. Se trata de que el concepto «podem enWeber se encuentra restringido al modelo mandato-obedjerrcia (que es es el modelo tradicional, sustentado en la «visiónjuridica del pocler››). Esto tiene dos consecuencias importantes:a) se limita el poder a las acciones intencionales de los indivi-duos, y b) al considerar que el poder sólo es la capacidad deuna voluntad particular para imponerse sobre otras. se reduceel poder a su faceta de violencia y dominación. A partir de estaconcepción restringida del poder, que encontrarnos en Weber,resulta imposible salir de los presupuestos de la «filosofía de laconciencia» y rescatar la dimensión normativa de la teoría dela accion comunicativa.

En oposición a la concepción restringida del poder hay queconsiderar que: a) el poder no es el atributo de un individuoaislado y sus acciones, sino el resultado de una estructuraciónsocial de las acciones; b) el poder no puede reducirse a sufaceta de violencia y dominación, pues esto nos impide expli-car su persistencia dentro de un orden social; el poder tam-bién se manifiesta como la capacidad socia] de determinar y

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realizar fines, lo cual nos remite a su faceta creativa.” Sinembargo, si se rompe con la concepción restringida del podery se busca una definición de éste que abarque sus diferentesfacetas, tendremos la posibilidad de acercarnos a la posiciónde Haberrnas y, al mismo tiempo, superar el dualismo siste-ma-mundo de la vida mediante la mediación que representa elpoder.

El propio Habermas habla de un «poder producido comu-nicativamente» (die kommuníkatív erzeugte Macht).

Por una parte, me inclino con Hannah Arendt a considerarlas convicciones comunicativamcnte compartidas como unafuente de poder legitimo y la práctica comunicativa cotidianadel mundo de la vida como generador de un poder reconocidosin coacciones. Por otro lado, resultan útiles tanto el conceptoweberiano de dominación [Herrschaƒì] (en el sentido de mezclasde poder/violencia institucionalìmdos) como el concepto de po-der de Parsons (como un medio generador de estructuras sisté-rnicas).'“

Si se es consecuente con este proyecto de definición delpoder, se tiene que reconocer que el poder no sólo es un «me-dio» sistémico, sino que también se manifiesta en lo que Ha-bermas llama «mundo de la vida», Los individuos que accedena un entendimiento por una vía comunicativa se encuentrandentro de una relación de poder (no necesariamente de domi-nación) y generan, a su vez, un poder que se expresa en larealización de metas comunes.

Haberrnas parece acercarse a esta posición en la polémicacon Luhmann.

El poder, voy a introducirlo con independencia de la catego-ria de riqueza, a saber. deñniéndolo como la capacidad de im-pedir a otros individuos o grupos la defensa de sus propios inte-reses. Por lo general el poder está distribuido asimétricamentc;sólo cntonces puede una de las partes impedir a la otra una

162. la concepción restringida del poder ha sido criticada desde diversas posicio-nes teóricas; por ejemplo, encontramos críticas a esta concepción del poder en Par-sons. Hannah Arendt. Foucault, Steven Lukes, entre otros.

163. J . Habermas, Teoría... Co›11_ufeme1r:os.... op. cit., p. 459.

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persecución (estratégicamente eficaz) de sus intereses 0 puedeimponer a la otra sus propios intereses. En el caso menos co-rriente de distribución simétrica del poder pueden ambas par-tes imponer un compromiso, es decir, renuncias mutuas a lasatisfacción de intereses. Cuando sc aplica fácticamente la fuer-za 0 se amenaza de forma permanente o abierta con la violen-cia, hablamos de un ejercicio maniñesto del poder; la constela-ción de los elementos en pugna y el control sobre los medios dedestrucción deciden sobre quién puede imponer a quién a lalarga renuncias a intereses. Por el contrario, el ejercicio legítimodel poder se basa en normas reconocidas; Max Weber lo llamódominación [Herrschaƒìl La don1inación la entiendo como uncaso especial del ejercicio normativo del poder. Las normas vi-gentes (y por supuesto que no sólo las normas que atañen a ladominación) llevan inserto poder siempre que las expectativasrecíprocas de comportamiento permiten satisfacciones de lasnecesidades sólo a condición de que se renuncie a la satisfac-ción iegítima de otras determinadas necesidades interpretadas,es decir. cuando las per-misiones van unidas con prohibiciones.El ejercicio del poder (represión) será funcionalmente necesariomientras haya necesidades interpretadas que no encumtrenuna satisfacción socialmente permitida a través de normas vi-gentes [...].'°4

Este texto resulta curioso. Primero, el poder se definecomo la capacidad de un grupo de impedir a otro grupo ladefensa de sus propios intereses. Sin embargo, posteriormente,se sostiene que es la asimetría lo que permite a una de laspartes impedir a la otra la defensa de sus intereses. pues,cuando hay una relación simétrica del poder pueden ambaspartes imponer un compromiso. Pero entonces no es el poderen sí mismo lo que otorga a un grupo la capacidad de impo-ner sus intereses en detrimiento del otro, sino la distribuciónasimétrica del poder. Por tanto, tendremos que buscar una de-finición del poder que abarque tanto la situación de su distri-bución asimétrica como la situación, menos corriente, de sudistribución simétrica. Esta definición es la que concibe el po-der como la capacidad de determinar fines colectivos y los me-dios más adecuados para aicanzarlos. Entendido de esta ma-

le-1. I. Habermas, La Iógicamr op. cit., p. 391.

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nera el poder no sólo es una atributo de las acciones estratégi-cas, propias de la integración sistémica, sino también u.n atri-buto presente en la coordinación comunicativa de las acci<›nes, que caracterim la integración social. Es la distribución delpoder lo que determina que las acciones puedan tomar un ca-rácter estratégico o comunicativo.

La distribución simétrica del poder o el control de la sime-tría de las relaciones de poder es una condición necesaria paraacceder a una coordinación comunicativa de las acciones ba-sada en pretensiones de validez. Habermas tiene toda la razóncuando dice que la distribución simétrica del poder es un casopoco corriente. Es por eso que el discurso y el acuerdo comu-nicatívo racional son también poco corrientes. Ello nos indica,además, que una teoría critica no puede conformarse con ha-blar de una «colonización del mundo de la vida», sino quetiene que localizar y hacer conscientes los mecanismos que re-producen ia asimetría en la distribución del poder, ya que estadistribución y la falta de control en la asimetría social es loque impide que el acuerdo racional comunicativo sea un fenó-meno más frecuente en nuestras sociedades.

Desde este punto de vista no se trata de un dualisrno entre«mundo de la \n`da›› - «sistema››, sino de distintas formas deorganización y ejercicio del poder. Para concretar la propuestade considerar al poder como una mediación entre sistema ymundo de la vida quiero enunciar una serie de tesis sobre ladeterminación del poder:

1) El poder es sociológicamente amorfo, es decir, es unaspecto dinámico presente en todas las relaciones sociales. Deahí que sólo tiene sentido hablar del poder en relación con lasdiversas formas de su organización y ejercicio. La afirmación«toda relación social implica poder», por su generalidad, nodice nada. Lo importante es establecer las modalidades en lasque el poder se presenta dentro de un orden social. Es por eso,que la mejor forma de analizar el fenómeno del poder es através de un método comparativo.

2) El poder se manifiesta como la capacidad de una socie-dad, de un grupo o de un individuo dentro de sus relacionessociales para definir y alcanzar un fin. Desde esta perspectiva,

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el poder no sólo tiene un carácter instrumental (el medio pararealizar un fin dado), sino que se expresa, en primer lugar, enla constitución del espacio social en el que Se determinan odefinen los fines.

3) El poder no es propiedad 0 atributo de un individuo oun grupo, sino el resultado de una relación social. El poder esun atributo del sistema de relaciones sociales, que se realizamediante las acciones individuales. El poder sólo existe mien-tras se ejerce.

4) En el interior del orden social, el poder no representade manera exclusiva una fuerza represiva o impositiva («podersobre»); también constituye, primordialmente, una fuerzacreativa que se localiza en la determinación de Eines, produc-ción de bienes, generación de discursos, trasmisión del saber(_«poder para»). El poder adquiere su doble carácter («poderpara y sobre...››) dentro del proceso de institucionalización.Entendido este último como un proceso de definición e inte-gración de las expectativas de los actores, en un sistema deinterrelación de roles, bajo un nivel nomiativo común.

5) El carácter de imposición y represión del poder («poderso'ore››) se origina en la asimetría de las relaciones sociales. Laasimetría en las relaciones sociales se sustenta, a su vez, enuna distribución y control desigual de los recursos sociales(fuerza física, medios de coacción, saber, recursos económi-cos, etc.). En este sentido la dominación es la institucionaliza-ción de una relación asimétrica de poder.

6) Dentro de la dominación. en cuanto institucionalizaciónde una relación asimétrica de poder, la violencia no sólo semanifiesta como coacción fisica, sino que adquiere diversasmodalidades. que dependen del uso de distintos recursos y for-mas de sanción. Por otra parte, el ejercicio de la violencia re-quiere un poder. pero el uso indiscriminado o continuo de laviolencia conduce a la impotencia (la pérdida del poder). Eliose debe a que el poder, por cuanto es un producto de la rela-cion social, requiere para reproducirse de la permanencia yestabilidad de esas relaciones sociales.

7) Si el poder sólo fuera una capacidad de realizar finescolectivos, no requeriría un proceso de legitimación. Lo quehace que el poder requiera una legitimación es la asimetría

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con la que se encuentra distribuido en las relaciones sociales.Una relación simétrica de poder se. legitima a si misma. porejemplo, pensemos en la situación ideal de un intercambiomercantil de equivalentes. En cambio, la relación entre Estadoy sociedad civil requiere una legitimación, en la medida enque se trata de una relación asimétrica sustentada, en primerlugar, en el control estatal de los medios de coacción fisica. Laasimetría del poder sólo puede legitimarse en cuanto se remitea un fin colectivo. Por ejemplo, en el caso de la relación Esta-do - sociedad civil, el monopolio del control de los medios decoacción se legitima en la medida en que ese monopolio esta-tal permite la «pacificación›› de la sociedad civil y garantiza lareproducción de un orden social (éste es la base del argumen-to del discurso de legitimación del poder estatal en la teoríapolítica clásica, como es el caso de las teorías de Hobbes yLocke).

8) El tema de la legitimación presupone que el poder no esexclusivamente una propiedad del sistema, sino una capacidaddel sistema que se realiza mediante las acciones de los indivi-duos. Ello se debe a que la noción de «legitimidad›› implica laaceptación de las normas que forman parte del sistema socialpor parte de los individuos. (Aquí podemos introducir la lla-mada, por Habermas, prioridad de la teoría de la acción.)

Uno de los problemas que se desprende de estas tesis es elde preguntar por la existencia de un criterio que nos permitadistinguir en la diversidad empírica de los consensos en tornoa fines colectivos aquellos que surgen de un acuerdo entre in-divìduos libres y los que son el resultado de una imposición oacuerdo forzado. En este problema, está en juego la posiblefundamentación de una teoría crítica. La posición de Haber-mas consiste en afirmar que este criterio no se encuentra enun contenido específico de los fines con los que se legitima elpoder, sino en la forma en que se definen esos fines. Los finescolectivos varían de acuerdo con el contexto socio-cultural ehistórico. Sólo la modalidad en que estos fines se determinanpuede llegar a ofrecer un criterio universal en el que puedasustentarse una teoría crítica.

En este ptmto, coincido con 1-Iabermasi La racionalidad del

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comenso en torno a fines colectivos no se encuentra en su con-tenido, sino en la forma en que se accede a ese consenso y laactitud que se mantiene frente a él. A partir de esta coinciden-cia. podemos introducir una serie de observaciones que nospemiitirán mantener un diálogo crítico con la postura de Ha-bermas. En primer lugar, es preciso advertir que el reconoci-miento de la pluralidad del mundo humano es compatible conla idea de un consenso racional, como criterio normativo de lalegitimidad del poder, sólo si se renuncia zi la tesis de que elconsenso puede ofrecer una verdad universal y necesaria. Launiversalidad sólo puede sustentarse, como hemos dicho, en losprincipios que definen los procedimientos de formación delconsenso social sobre los lines colectivos y los medios para rea-lizarlos. Estos procedimientos nos remiten a una organizacióndemocrática del poder, caracterizada como una for-rna de con-trolar y limitar la asimetría en las relaciones de poder.

En segundo lugar, me parece indispensable mantener unaclara distinción entre el criterio mormativo de la legitimidad,definido por el consenso racional en tomo a fines colectivos, ylas modalidades empíricas de la legitimación. Si sostenemosque la única forma de legitimación es aquella que se definemediante el criterio normativo, nompernos con la posibilidadde dar una definición empírica de la legitimidad que sustentelas investigaciones sociológicas y políticas. Por otra parte, afir-mar que la única forma de legitimación es aquella que se basaen un consenso racional nos conduce a la paradoja de que elpoder legitimo es tan sólo aquel que se sostiene en una rela-ción simétrica de poder.“'5 Pero el poder dentro de una re-lación social simétrica no requiere un proceso de legitimación.Podemos superar esta paradoja si asumimos que la definiciónnormativa de la legitimidad representa sólo un criterio (un ho-tizonte normativo) que nos pennite enfrentar críticamente elestudio de las formas empíricas de la legitimación, y no unaforma utópiea de legitimación del poder.

Las tesis que hemos enunciado sobre la deterrninación delpoder definen una propuesta encaminada a unificar el potencial

165. W. Fach, -.Dislmrs und l-lerrschaft Úberlegungen zu Haberrnas'Leg¡tima-lionslogik», Zeirschriƒì für Sozíologie, 3 (junio 1974).

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critico de la teoría de la acción comunicativa con la investigaciónempírica de las formas de organización y ejercicio del poder. En-tre las ventajas que ofrece esta propuesta se encuentran:

1) Se considera que la distinción entre integración social eintegración sistémica, siguiendo la intuición de Weber, se basaen una distinción entre dos tipos de organización y ejerciciodel poder (poder por constelación de intereses y poder porautoridad).

2) Se evita postular la existencia de una dualidad entre elnivel «material›› (sistema) y el nivel «simbólico-cultural» (mun-do de la vida) de la reproducción cultural.

3) Ya no se toma al dinero, sino al poder, como paradig-ma de los medios de control. Los diferentes medios de contnolrepresentan, desde esta perspectiva, distintas formas de ejercerel poder.

4) Se establecen las bases para desarrollar una critica a larazón funcionalista. Esta crítica parte del rechazo al supuestode que la sociedad tiene que cumplir con funciones dadas(pata lo cual utilím instrumentalmente el poder) y sostieneque la definición de las funciones no es independiente de lasrelaciones de poder y el nivel simbólico de las acciones. Para-lelamente, se rechaza la concepción instrumentalista del podery la política implícita en la teoría funcionalista.

5) Se liga el análisis del proceso de racionalización a lahistoria de los conflictos sociales; entendidos estos últimos nosólo como luchas por la distribución de la riqueza, sino tam-bién, en un sentido amplio, como luchas por el reconocimien-to. Con ello se establece una mediación entre la lógica y ladinámica de la evolución social, sin tener que acudir a la pro-blernática analogía entre ontogénesis y filogénesis. ni a la ex-trapolación de los modelos psicológicos en la explicación deldesarrollo social.

6) A diferencia de otras propuestas que parten de la no-ción del poder (por ejemplo, Foucault)16° no se reduce el pro-

166. El propio Foucault vio en sus últimos trabajos, la imposibilidad de reducirel terna de la validez al lema del poder. Véanse «Das Suhjekl und die Macho (epílo-go de Foucault) y «Genealogia der Ethik», en H. Dreyfus y P. Rabinow. Michel Fou-

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blema de la validez a un problema de poder. Sólo se sostieneque la coordinación comunicativa basada en pretensiones devalidez requiere, para realizarse, una simetría o control de laasimetría en las relaciones de poder.

7) Se hace patente que la colonización del mundo de lavida está vinculada a las contradicciones internas del sistema,sustentadas estas últimas en la asimetría de las relaciones depoder. Podemos decir que la colonización del mundo de lavida es el resultado del predominio de una forma de organiza-ción y ejercicio del poder (poder por constelación de intereses)que intenta evitar o eludir la fomiación de un consenso políti-co y la referencia a un nivel normativo.

cauh', Jenseírs von Srrukruralisnws und Hermmeutik, Francfort, Campus. 1987;M. Foucault, Das Waltrspwchen des Andemt. Ftancfoit. Malcfifllis. 1933; y Hi$fl2fi`r1 dela sexualícktu', ut, México, Siglo XXI, 1988,

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III

CONCLUSIONES

1. LEGITIMIDAD Y CONSENSO

La legitimidad del Estado moderno se basa en su legalidad.Sin embargo, la legitimidad implica algo más que la concor-dancia del poder estatal con un orden jurídico fácticamentevigente. La legalidad sólo puede generar legitimidad si se su-pone ya la legitimidad del orden jurídico. La noción de «legiti-midad» implica que ese orden jurídico es reconocido comoválido y que, de hecho es utilizado por los miembros de lasociedad para coordinar sus accionesl Por tanto, la explica-ción del fenómeno de la legitimidad requiere la determinaciónde los fundamentos que permiten el consenso sobre la validezdel orden jurídico.

La formación de un consenso entre un conjunto de indi-viduos presupone la existencia de un saber común a ellos(«mundo de la vida››). Este saber, lingüística y holisticarnenteorganizado se reproduce bajo la forma de una tradición cultu-ral, que define la identidad de una sociedad y posibilita la

1. Se entiende en este contexto que la función del derecho consiste en estabilizarexpectativas de comportamiento notmaüvamente generalizadas,

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coordinación de la acciones de los miembros de esa sociedad,en la medida e.n que ofrece la posibilidad de acceder a unainterpretación común de las situaciones a las que se enfrentanlos actores. La legitimidad del orden jurídico implica que eseorden se encuentra justificado por los estándares normativosinherentes a una tradición cultural.

Por legitimidad entiendo el hecho de que un orden políticoes merecedor de reconocimiento. La pretensión de legitimidadhace referencia a la garantía -en el plano de la integraciónsocial- de una identidad social detertninada por vías normati-vas. Las legitimaciones sirven para hacer efectiva esa preten-sión, esto es, para mostrar cómo y por qué las institucionesexistentes (o las recomendadas) son adecuadas para emplear elpoder político en forma tal que lleguen a realizarse los valoresconstitutivos de la identidad social?

El contenido de los estándares normativos, implícitos entoda tradición cultural, es variable en las distintas sociedadesy en los distintos periodos históricos. Esto parece conducir-nos a una posición relativista, según la cual, lo legítimo de-pende de la comunidad de creencias en la que nos situemos.En cuanto se iguala lo legítimo y lo socialmente vigente, elproblema de la definición de un criterio racional para susten-tar la crítica se torna irrelevante. La critica se limitará a cons-tatar si una acción es adecuada o coherente con los principiosaceptados como válidos por la comunidad con la que nosidentificamos.

Muchas veces se ha interpretado la obra de Weber comoun ejemplo de este relativismo, ya que, para este autor. la dife-renciación entre «hechos›› y «valores›› presupone la imposibili-dad de dar una fundamentación científica de los valores y nor-mas que constituyen los estándares nonnativos de las tradicio-nes culturales. Esta interpretación se queda a medio camino.El propio Weber afirma que la tesis del politeísmo de los valo-res no debe conludírse con un relativismo.

2. J, Habermas, la recmwtnrccióii del materíafütvw histórico, Madrid, Taur|.|5.1981, p. 249,

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Quim el máximo malentendìdo que de continuo se achaca alos partidarios del antagonismo de los valores es la interpreta-ción de dìcho punto de vista como un «relativismo››. Esto es,como una concepción de la vida que precisamente tiene porbase una visión dc las cosas que se halla en radical oposicióncon la relación que los valores tienen entre sí y que (lógicamen-te) sólo puede ser elaborada en base a una metafísica de carác-ter (orgánico) muy particular.3

En primer lugar, para Weber, la sociedad no puede serreducida a comunidad de creencias; porque en cada sociedad,especialmente en las modernas, existe una pluralidad de co-munidades de creencias. En segundo lugar, desde la perspec-tiva weberiana, incluso dentro de una comunidad de crecn-cias particular existe un conflicto de valores. Mientras el rela-tivismo se conforma con reconocer la pluralidad de visionesdel mundo, la tesis del politeísmo sostiene que esa pluralidadconlleva una tesión que desemboca en el enfrentamiento (deahí el rechazo de toda metafísica orgánica). Es el conflictoentre las visiones del mundo lo que da lugar a una racionali-zación de ellas. El proceso de racionalización abre, a su vez,la posibilidad de acceder a una diferenciación entre el discur-so empírico y el discurso normativo, asi como también a unadiferenciación en el discurso normativo entre los «valores cul-turales», que definen cada visión del mundo particular, y los«imperativos éticos», que permiten la coexistencia de la plura-lidad.

El proceso de justificación en el discurso teórico-empíricoconsiste en demostrar la «verdad›› de sus enunciados, esto es,su adecuación a un «estado de cosas» (mundo objetivo). Latesis de Weber consiste en mantener la imposibilidad de tras-ladar la noción de «verdad›› al discurso práctico-moral, comoes el de la legitimidad. Weber intenta así criticar las imágenestradicionales del mundo en las que, al no existir una diferen-ciación entre discurso descriptivo y discurso prescriptivo, sesostiene que la legitimidad de un sistema político y su orden

3. M. Weber, la acción social. Ensayos me:oa'ológ1`cos. Baruelona, Península, 1984,p. 72.

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jurídico se encuentra en una supuesta rfverdad», es decir, ensu adecuación a un orden divino o natural o histórico. Al mis-mo tiempo, se cuestiona la pretensión de aquellos que, aunqueasumen la crítica a las imágenes tradicionales del mundo, con-sideran que la ciencia puede cumplir la función legitimadorade las concepciones religiosas.

Si se considera que la única manera de justificar racional-mente los enunciados es demostrar su «verdad››, entonces, latesis weberiana tendrá que interpretarse como una negaciónde la posibilidad de acceder a una justificación de los enuncia-dos normativos. En efecto, desde la perspectiva de Weber losenunciados normativos no son susceptibles de ser «verdade-ros» en el mismo sentido que los enunciados empíricos. Estono quiere decir , sin embargo, que aquéllos no puedan justifi-carse. La justificación de las normas debe buscarse en el con-senso, por lo que se trata de establecer si el consenso puede, asu vez, ser justificado racionalmente.

El derecho natural moderno, con su modelo de «contratosocial», ya había visto que la fundamentación racional de lalegitimación se encontraba en el consenso. Pero este iusnatu-ralismo conserva rasgos metafísicos, porque considera que elconsenso es el resultado de una «verdad ›› accesible a todo su-jeto mcional. En otras palabras, para la teoría iusnaturalista elconsenso siempre está ligado a un contenido nonnativo que seconsidera verdadero, por cuanto coincide con la «naturalezade las cosas», lo cual conduce a naturalizar los estándares nor-mativos de una sociedad particular, al considerarlos como una«verdad›› que «ni Dios mismo puede cambiar».

Los criterios materiales para juzgar lo que es legítimo en elsentido iusnaturalista son la «natmalezan y la nazón». Entreambas, así como las reglas dc ellas derivables: reglas generalesdel acontecer y normas de validez universal, son vistas comocoincidentes; los conocimientos de la razón humana valenoorno idénticos a la «naturaleza de las cosas» o «lógica de lascosas», como ahora se diría. Lo que tiene validez obligatoria esidentificado con lo que de hecho es por término medio. Las«norr-nas› obtenidas por la colaboración lógica de conceptoséticos o jurídicos pertenecen, en el mismo sentido que las «leyesde la naturaleza», a esos principios u.nive1-sales y obligatorios

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que «ni Dios mismo puede cambiar» y a los cuales ningún or-denamiento jurídico debe oponerse."

Para Weber, lo único que puede aspirar a un consenso uni-versal es justamente la falta de una fundamentación última ode una ceI1e?.a absoluta de nuestras creencias. Aquel que reco-noce que sus creencias no se sustentan en una «verdad›› o enuna certeza indubitable tiene que reconocer que las otrascreencias, incluso las opuestas a las suyas, pueden en principioser correctas. En este punto, Weber coincide con John StuartMill cuando afirma: «Las creencias de la humanidad quecuentan con mayores garantías no poseen más protección queuna invitación constante al mundo entero a demostrar su faltade fundamento››.5

Si se asume de manera consecuente la falta de una funda-mentación niltinia o de una certeza absoluta, lejos de caer enun relativismo, se debe aceptar la necesidad de mantener per-manentemente nuestras creencias abiertas a la crítica y, portanto, la validez universal de las condiciones que permitenejercer esa critica constante. Es a esto a lo que he denominado«fundamentación escépüca del universalismo», la cual repre-senta una condición necesaria de la concepción «postradicio-nal» o «posmetafïsica›› del mundo. La igualdad, surgida antela falta de certezas, permite compaginar la pluralidad y la uni-versalidad.

Desde este punto de vista. la «razón›› no puede identificarsecon un contenido específico, sino con los procedimientos quenos permiten revisar críticamente los distintos contenidos. Espor ello que Weber abandona la noción de «razón», entendidacomo un principio material universal y necesario, para hablarde «racionalización›› y sostener que la vida puede raciona1izar›se desde los más diversos puntos de vista. Haber-mas pareceacercarse a esta concepción mínima de razón, sobre todo ensus últimos escritos, en los que la caracteriza, en referencia auna tesis de Hilary Putnam de la siguiente manera:

4. M. Weber, Economúz y sociedad, México, FCE, 1981. p- 642.5. J. Stuart Mill, Sobre ia libertad, Buenos Aires, Aguilar, l980. p. 43.

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En la propia posibilidad de entendimiento lingüístico cabeleer un concepto de razón «situada» que eleva su voz en preten-siones de validez que dependen del contexto a la vez que loLrascienden: «Pues la razón, entendida así, es inmanente, cs de-cir, no cabe encontrarla fuera de los juegos de lenguaje e insti-tuciones, y a la vez trascendente -una idea regulativa por laque nos or-¡entamos cuando criticamos nuestras actividades einstituciones-».["] Para decirlo con mis propias palabras: lavalidez que pretendemos para las proposiciones y las normastrasciende espacios y tiempos, pero la pretensión se entablasiempre aquí y ahora, cn contextos determinados y se acepta orechaza con consecuencias fácticas para la acciónfi

Weber no desarrolló esta concepción de la razón comoapoyo a su modelo de legitimidad racional de la legalidad de-bido, como han observado Winch y Haberrnas, a las limitacio-nes de su teoría de la acción.. Limitaciones que pueden resu-mirse en la falta de una concepción del significado que lc per-rnitiera superar la noción subjetìvista de la intencionalidad.«Weber parte, pues, de un modelo teleológico de acción y defi-ne el “sentido subjetivo" como una intención (pre-comunicati-va) de acción››.7 Sin embargo, la tensión que generan las lie-rencias kantiana y nietzschiana en la obra de Weber, le penni-tió a este autor desanfollar una crítica racional de la propiarazón (una Ilustración de la Ilustración), mediante la determi-nación dc los límites y posibilidades de la racionalidad. Dirigirla argumentación hacía la dirección que apunta esta crítica eslo que permite salvar la dificultad que encierra el terna de lalegitimidad del orden legal en las sociedades modernas.

La legitimidad de la legalidad estatal se encuentra en elconsenso sobre su validez por parte de un número socialmenterelevante de ciudadanos. Pero ese consenso sólo tiene unabase racional si esos ciudadanos gozan de la posibilidad legal

6. I. Habcrrnas. Perrsamienm postnrerafísico. Madrid, Taurus, 1990, p. 180. [*]H. Putnam, «Why Cant Reason be Naturalized», en Realrlsm and Reason, Cambridge,University Press, 1986. p. 234; véase también H. Putnam, Razón, verdad' 2 hrstunh,Madrid. Tecnos, 1988.

7. I. Habermas. Teoría de la cartón comunicativa. |. Madrid, Taurus, 1988. p. 360.Véase P. Winch, -«La naturaleza de la conducta significativa», en Ciencia social yfilusoƒïa, Buenos Aires. Amormrlu, 1971.

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y de facto de disentir. La legitimidad de un orden social des-cansa en el consenso sobre su validez y el criterio para juzgarcríticamente ese consenso es la presencia o ausencia de lascondiciones que permiten ejercer la libertad de todos los parti-cipantes. Se trata de distinguir entre los aspectos estructuraleso formales del consenso, que remiten a las condiciones en lasque se genera, y los aspectos del contenido del consenso, que asu vez serán distintos considerando la pluralidad de contextossociales e históricos. Son las condiciones estmcturales o for-males (en el sentido de que no definen el contenido de la deci-sión) las que nos permiten determinar un criterio racionalpara criticar alos diversos consensos empíricos.

Un gobierno que recurre a una ideologia religiosa puedegozar de u.na legitimidad entre sus ciudadanos. Esto quieredecir que existe un vínculo entre el orden legal que enmarcalas acciones de ese gobierno y los estándares normativos impe-rantes en esa sociedad. Es ello lo que da lugar al consensosobre la validez de su orden legal. Pero la pretensión de vali-dez inherente a ese consenso tiene la caracteristica de ser unapretensión ajena a la critica racional. Todos aquellos que nocomparten los estándares normativos hegemónicos serán con-siderados como «herejes››, a los que puede excluirse de la co-munidad o reprimirse Un gobiemo puede utilizar también losrecursos económicos estatales para construir un consenso me-diante el establecimiento de una red de relaciones clientelistas.Pero, en este caso, si no existen las condiciones legales e insti-tucionales que permiten acceder a un consenso libre, tampocose puede hablar de una legitimidad racional.

Entre las condiciones necesarias para la existencia de unconsenso libre, podemos distinguir las legales y las institucio-nales. Las que denominamos «condiciones legales» hacen refe-rencia principalmente a los derechos fundamentales, entendi-dos como las normas en las que se condensa el reconocimien-to de todos los miembros de la sociedad como «per_sonas», Elatributo de «persona›› presupone el reconocimiento del indivi-duo como sujeto de derechos y deberes; con ello, se asumeimplícitamente su libertad y su autonomía. Los derechos [un-damentales no se sustentan en una supuesta «naturaleza hu-mana», ni en alguna otra entidad metafísica, sino que ellos

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son el resultado de una historia de conflictos sociales. El con-flicto social no se reduce al problema de la distribución de lariqueza, pues incluye una dimensión moral, en la que a su vezestá en juego el problema del reconocimiento.”

Se puede objetar que en la caracterización de los derechosfundamentales no se debe confundir su <<validez›› y su «géne-sis». El sentido de esta critica es advertir que, si bien es ciertoque el origen de estos derechos se encuentra en la historia delos conflictos sociales, el fundamento de su validez no puedereducirse a ello. Frente a esta objeción es preciso reconocerque el fundamento de la validez de los derechos fundamenta-les nos remite a la estructura comunicativa de la razón. Sinembargo, la racionalidad comunicativa no es una entidad aje-na al devenir histórico, ni una instancia trascendente respectoa los órdenes sociales. Se trata, como hemos dicho, de una«razón situada». Ello quiere decir que la definición del conte-nido de los derechos fundamentales es resultado directo de uncontexto social particular, pero el carácter racional de estasnonnas se manifiesta es su pretensión de validez universal su-jeta a la critica. La tensión entre la particularidad del contex-to en el que surgen estas normas y su pretensión de validezuniversal significa que el contenido específico de esos der-eschos fundamentales también está sujeto a su continua revisióncrítica.

El discurso práctico es un procedimiento no para la produc-ción de normas justificadas, sino para la comprobación de lavalidez de nomias postuladas de modo hipotético [...] Todos loscontenidos, incluso cuando afectan a normas fundamentales deacción, tienen que hacerse dependientes de los discursos reales.El postulado ético-discursiva prohíbe determinar ciertos conte-nidos normativos (por ejemplo, ciertos principios de la justiciadistributiva) en nombre de una autoridad filosófica y fijarlos deuna vez por todas en el sentido de una teoría m0ral.9

8. Sobre este tema. véase A. Honneth, Kanipfum Anerkemzung' [tesis de habilita-cìonj, Universidad de Francfort, l989_

9. J. Habermas, Momibewuƒšrsein und kommunikalives Haudeìn, Francfort. Suhr-kamp, 1983, pp. 132-133.

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La razón comunicativa, en si misma, carece de tm conteni-do predeterminado. entendido como una «verdad›› o un con-junto de principios concretos que debe reconocer todo sujetoracional como válidos. La razón remite a los procedimientospara cuestionar el contenido dado en cada contexto social par-ticular. Cuando se afirma entonces que la validez de los dere-chos fundamentales se sustenta en la estructura comunicativade la razón, únicamente se afirma que su validez tiene quevincularse a los discursos reales. Pero el consenso dentro deuna sociedad o contexto social particular no otorga ningunavalidez universal. Esta última es sólo una pretensión abierta ala critica. Los derechos fundamentales son aquellos que garan-tizan esa apertura crítica, en cuanto establecen la libertad decada individuo a djsentir o cuestionar la validez del contenidode un consenso particular. Sin embargo, los propios derechosfundamentales presuponen un contenido cuya validez debe so-meterse a su comprobación por medio del discurso práctico. 1°

El reconocimiento del carácter comunicativo de la validezde los derechos fundamentales y del orden jurídico en generalrepresenta el paso del Estado de derecho (Rechtstaat) al Esta-do democrático en sentido estricto. El Estado de derecho esuna condición necesaria, pero no suficiente, para definir la es-tructura democrática de un sistema político. El Estado de de-recho también puede asumir rasgos autoritarios, cuando seconsidera que la validez de su orden jurídico trasciende la vo-luntad de sus ciudadanos y los consensos que surgen entreellos. El Estado de derecho autoritario afirma: «la ley es laley»; tautología que tiene el sentido de considerar que existeuna obligación de obedecer al derecho con independencia desus contenidos y requerimientos.

En la teoria kantiana del derecho, encontrarnos la caracte-rización del Estado de derecho autoritario. En la medida enque Kant considera que es posible deducir de un principio ra-

10. Lo único que queda fuera del cuestionamiento crítico es el propio principio 0derecho de la crítica. Si a esto se le quiere llamar, como lo hace Apel. «fundamenta-ción última». puede hacerse. pero esto es una fuente de confusion. Porque ello notiene nada que ver con la noción de «fundamentación última» a la que aspira lafilosofía metafísica tradicional; por el contrario, esta tesis se encuentra más cercanaal escepticismo weberianu

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cional el contenido del derecho, sostiene la imposibilidad deque los ciudadanos puedan cuestionar la validez del orden ju-rídico, ya que esto los pondria en contradicción con su propia«t'azÓn››.

Por tanto, contra el poder legislativo del Estado soberano noexiste ninguna resistencia legal por parte del pueblo; porque unestado jurídico sólo es posible mediante la subordinación a lavoluntad universal legislativa. Ningún derecho de sedición (sedi-tio), menos aún de rebelión (rebellio) pertenece a todos contra éloorno persona singular (monarca), bajo pretexto de que abusade su poder (tymnmts)."

La crítica de Weber a la teoria moral kantiana consiste,precisamente, en que del imperativo categórico o de cualquierotro principio de la razón no es posible deducir un contenidoconcreto del orden jurídico. Ello nos conduce a la tesis de quela legitimidad de la legalidad no se encuentra en el consensorespecto a un contenido determinado del derecho, sino cn lainstitucionalización de la posibilidad de cuestionar todo con-senso.

Es en el Estado democrático donde se asume que la validezdel orden legal no está dada por una vverdad» o un principioincuestionable, sino por el consenso de sus ciudadanos sobresu validez. De esta manera, el Estado democrático debe garan-tizar las distintas formas de participación política, por cuantoes la participación ciudadana la única manera de confirmar lapretensión de validez de la legalidad (incluso la «desobedienciacivil» que negaba Kant). El concepto moderno de «democra-cia», entendida como el orden institucional y los procedimien-tos que hacen posible la existencia de un consenso libre, impli-ca que la legitimidad de la legalidad se sustenta en el debatecontinuo sobre lo legítimo y lo ilegítimo.

11. I. Kant, Die Metaphysik der Sitten, Francfort, Suhrlcamp, 1982, p. 439.

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2. LEGITIMJDAD YRACIONALIZACION

La noción de legitimidad de la legalidad que he reconstrui-do surge como resultado de un proceso de racionalización.Toda descripción de la historia como un proceso de racionali-zación implica la introducción de criterios valorativos. La exi-gencia weberiana de «libertad valorativa» obliga a tomar con-ciencia de estos criterios y aceptar que éstos nos llevan a selec-cionar ciertos hechos que nos permiten construir una narra-ción histórica en la que se destacan ciertas tendencias dentrode la pluralidad y complejidad histórica. Ninguna teoría de laracionalización puede pretender convertirse en una «meta-na-rración», a la manera de la filosofías de la historia tradiciona-les, capaz de ofrecer el sentido o la «1ey›› del devenir histórico.En su análisis de los procesos de racionalización social y cul-tural, Weber introduce tres criterios normativos:

1) «Sistematización de los plexos de sentido». En este sen-tido. la racionalización se refiere al menor 0 mayor grado desistematización y estructuración metódica del saber. En otraspalabras, se considera que un saber es tanto más racionalcuanto más se ajusta a las exigencias dei pensamiento opera-cional formal.

2) «Capacidad de control y organización». Desde este pun-to de vista, la racionalización está ligada al incremento delsaber empírico como medio para ampliar la capacidad de con-trol y organización de la sociedad. Este aspecto del proceso deracionalización hace referencia, evidentemente, al desarrollocientífico y tecnológico.

3) «Diferenciación de los campos del saber». Este criterionos remite al proceso de diferenciación de las distintas «esfe-ras de valor». Dicha diferenciación conduce, en primer lugar,a una distinción entre el saber empírico, el saber práctico-mo-ral y el saber estético, pero también a una delimitación entredistintos niveles en el interior de estos campos del saber.

Este último criterio nos indica que, para Weber, el procesode racionalización de la cultura occidental no sólo se caracteri-

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za por una expansión de la racionalidad con arreglo a fines(como han destacado la mayoría de sus intérpretes), sino tam-bién por un proceso de aprendizaje en el campo del saberpráctico-moral. Este proceso de aprendizaje en la dimensiónde la racionalidad con arreglo a valores puede ser caracteriza-do como una crítica en sentido kantiano, es decir, como unintento por determinar los límites, lo cual nos permite estable-cer la diferenciación de las distintas pretensiones de validez.La crítica de la racionalidad con arreglo a valores tiene comoresultado tomar conciencia de que los juicios de valor no sesustentan en una «i/erdad» que tiene que ser reconocida portodo sujeto racional, sino en una decisión del individuo 0 delgrupo en relación al conflicto de valores. Esto abre la posibili-dad, en primer lugar, de cuestionar de manera radical las pre-tensiones de validez dogmáticas de las visiones del mundo tm-dicionales. Dicho dogmatismo se apoya en la confusión entreel saber empírico, ligado a una pretensión de verdad, y el sa-ber prácticomoral.

Pero afirmar que detrás de los juicios de valor se encuentrauna decisión, no quiere decir que ellos sean ajenos a una críti-ca racional, Aquel que acepta que sus juicios de valor se basanen una decisión, y no en una «verdad››, tiene que admitir laposible corrección de los otros juicios de valor, incluso de losopuestos a los suyos, esto es, tiene que asumir la pluralidad.

También tiene que saber que los irideales» nunca pueden serel producto de un saber empírico progresivo. Y por lo tanto,que los ideales supremos que más nos conmueven, sólo se ma-niñestan en todo tiempo gracias a la lucha con otros ideales, loscuales son tan sagrados como los nuestros.'2

Es a esto a lo que he denominado la «fundamentación es-céptica del universalísmo», según la cual, la falta de un funda-mento trascendente de los valores no implica la idea de quetodo tiene el mismo valor. La racionalización de la dimensiónnormativa lleva a la diferenciación entre «valores culturales»,que hacen referencia a los valores que cada individuo o grupo

12. M. Weber, La acc¿6n..., op. cit., pp. 121-122 (el subrayado u mío).

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asume como válidos, y los «imperativos éticos», que, al deter-minar las condiciones que garantizan la coexistencia de la plu-ralidad de posiciones valorativas, su validez trasciende los con-textos particulares. Es esta diferenciación la que nos permitepensar una complementación entre ima ética de la responsabi-lidad y una ética de la convicción.

Sin embargo. estas intuiciones. respecto al proceso de ra-cionalización de la dimensión nonnativa permanecen en laobra weberiana sin desarrollarse debido, como hemos señala-do. a las limitaciones de su teoría de la acción. Es la «teoria dela acción comunicativa» que expone Habermas la que nosbrinda la posibilidad dc precisar el sentido del proceso deaprendizaje de la racionalidad con arreglo a valores. La «éticacomunicativa» llega a una distinción semejante a la de «valo-res culturales» e «imperativos éticos» cuando afirma:

Así, L1 construcción del punto de vista moral corre a la parcon una diferenciación dentro del punto de vista práctico: lascuestiones morales, que se pueden decidir de modo fundamen-talmente racional bajo el aspecto de la capacidad de universali-dad de los intereses o de la justicia sc diferencian ahora de lascuestiones evaluativas que se representan cn su aspecto más ge-neral como cuestiones de la vida buena (o de la realización dela persona) y que solamente son racionalmente dìscutiblcs den-tro del horizonte de una fonna de vida históricamente concretao de un estilo de vida individual.”

El examen del proceso de racionalización de la dimensiónnonnativa nos permite determinar un criterio racional parasustentar la crítica a los juicios de valor, implícitos en la no-ción de «legitimidad››. Este criterio nos remite a un consensoal cual se accede mediante un «discurso libre de dominación».Sin embargo, este criterio no encierra una «ley›› o tendenciahistórica, ni tampoco representa una meta del devenir históri-

13. J. Habermas, op. cif., p. 134. «Cuando definimos bs cuestiones prácucascomo cuestiones de la "vida buena” que se refieren en cada caso a la totalidad de unaforma de vida particular, el forrnalismo éúco cs, en efecto, decisivo: El postulado dela universalidad funciona como un cuchillo que hace un corte entre lo "bueno" y lo"justo", entre enunciados evaluatívos y enunciados normativos rigurosos» (p. 129).

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co, que justíficaría todos los medios para cumplir con ella. Setrata sólo de un criterio racional para juzgar los consensosreales. Respecto a este tema, Wellmer precisa:

Con la idea de un «discurso libre de dominación» única-mente hemos obtenido en apariencia una medida objetiva, conla que podemos «medirn la racionalidad practica de las perso-nas o de las sociedades. En realidad, sería una ilusión creer quepodemos emanciparnos de la facticidad normativa de nuestrasituación histórica, con sus normas y criterios de racionalidadheiedados, con el fin de contemplar. por asi decirlo, «al mar-gen» de la historia y de nuestra posición en ella. Una tentativaque se hiciera en esta dirección sólo podria acabar en la arbi-umiedad teórica y en el tenor práctico. “

El problema que debe afrontar la teoría de la racionaliza-ción es relacionar el desarrollo de la racionalidad con arreglo afines y el proceso de aprendizaje moral que hemos menciona-do, sin caer en la ingenuidad de postular la existencia de un«progreso›› único, a la manera de las filosofías de la historiatradicionales. Precisamente, una de las virtudes de la nociónweberiana de la racionalización fue cuestionar la idea de que elprogreso cientifico y técnico, ligado a la expansión de la racio-nalidad con arreglo a fines, implica directamente un «pi-ogreso»moral. Respecto a este problema, Haberrnas propone conside-rar la racionalización como un doble proceso que correspondea las dos formas de integración de la sociedad: integración so«cial (mundo de la vida) e integracion sistémica (_sistema).

Habermas denomina «lingüistización de lo sacro» al nivelde la racionalización que con-esponde a la integración social.«Lingüistízacion de lo sacro» sígnifica que la integiación social. basada en las acciones orientadas al entendimiento, ad-

14. A. Weilmer, Prakrischc Phílosophik una' Theorie der Gesellcchaƒr, Constancia,Univflrsítårsverlag. 1979, n. 40. -Tal teona [de la racionalidad comunicativa] disponede criterios pam una critica de las relaciones que desmienlen la pmrnesa. que laeticídad de los órdenes considerados legítimos y las nonnas vigentes comportan, deencarnar intereses generales. Pena en modo alguno puede eregiise en juez y preten-der decidir sobre el valor de formas de vida que en su diversidad compiten unas conotras» (J. Habennas, Teoría de ia acción coniunícarfva Complementos y emzdibs prwm, Madrid, catecim, 19s9,p. 410).

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quiere una autonomía cada vez mayor respecto a los contextosnormativos dados tradicionalmente. Es decir, se trata de unproceso de aprendizaje por el que los individuos tornan unadistancia critica ante los esquemas interpretativos tradiciona-les (como aquellos que encierran las religiones), para intentarreestablecer un entendimiento mutuo a través de sus propiosesfuerzos comunicativas. Este nivel comprende también la di-ferenciación de las esferas de valor, que en la terminologíahaberrnasiana se califica como la «diferenciación de los com-ponentes estructurales del mundo de la vida».

Al nivel de la racionalización que corresponde a la integra-ción sistiémica, Habermas lo llama «desacoplamiento de siste-ma y mundo de la vida». Para Habermas, la crítica a los es-quemas tradicionales abre la posibilidad de que la racionali-dad con arreglo a fines adquiera un desarrollo autónomo, quepermitiría el aumento de la capacidad de producción, organi-zación y control de la sociedad, lo que, a su vez, representa lacondición necesaria para la consolidación de subsistemas so-ciales basados esencialmente en una integración sistémica. Porotra parte, es esa misma expansión de la racionalidad conarreglo a [ines la que hace posible llevar la crítica a los esque-mas nonnarivos tradicionales a sus últimas consecuencias ycon ello a un <<desacoplamiento›› entre integración social e in-tegración sistémica que caracteriza a las sociedades modernas.

Cuanto más progresa la generalización de motivos y valores,tanto más desligada queda la acción comunicativa de patronesnomiativos concretos, heredados. Con esta desconexión, la car-ga de la integraciún social se desplaza de manera cada vez másneta del consenso de base religiosa hacia los procesos lingüísti-cos de formación de consenso [lingüistización de lo sac|o]. Mas,por otro lado, la emancipación respecto a orientaciones particula-res de valor implica simultáneamente la separación entre acciónorientada al éxito y acción orientada al entendimiento [desacopla-miento de sistema y mundo de la vidal Con la generalización demotivos y valores queda expeclito el camino para la formación desubsistemas de acción racional con arreglo a fines.”

15. J. Habennas, Teoria... ii, op. cif., pp, 254-255.

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Con la expresión «desacoplamiento de sistema y mundo dela vida» Habermas sostiene que si bien la expansión de la ra-cionalidad con arreglo a fines se encuentra estrechamente liga-da a la racionalización de la dimensión normativa, no por ellotodo avance científico y técnico se traduce en un aprendizajemoral. El desarrollo de la racionalidad con arreglo a fines libe-ra a los individuos tanto de la dependencia frente a su medionatural, como de su dependencia iespeeto a las tradicionesculturales y sus esquemas interpretativos acriiicos. Sin embar-go, es también el desarrollo de la racionalidad con aireglo afines lo que puede bloquear ese aprendizaje moral, por cuantose genera una dependencia frente a los mecanismos de inte-gración sistémica que funcionan con independencia de la vo-luntad y consenso de los individuos.

Ahora bien: del sólo hecho de que la integración social y laintegración sistémica queden ampliamente desacopladas nopuede inferirse aún dependencias lineales en una u otra direc-eión. Podemos representamos las cosas de ambos modos: lasinstituciones mediante las que quedan anclados en el mundo dela vida mecanismos de control tales como el dinero o el podercanalizan, o bien la influencia del mundo de la vida sobre ám-bitos de acción fonnalmente organizados, o, a la inversa. la in-[luencia del sistema sobre los plexos de acción estructuradoseomunieativarnente. En el primer caso actuarían como mantoinstitucional que somete el mantenimiento del sistema a las res-lrieeiones normativas del mundo de la vida; enel otro, como la«basc» (en el sentido de Mana) que subordina el mundo de lavida a las coaccioncs sistémicas de la neproducción material yque de ese modo lo mediatiza.'°

Según I-Iabermas, la historia de las sociedades capitalistasdemuestra que se ha optado por la segunda altemativa, es de-cir, por la subordinación de las condiciones que permiten elentendimiento lingüístico a los imperativos del sistema. Esesto a lo que denomina «colonización del mundo de la vida»,la cual se expresa como una tensión entre el pricipio de lareproducción capitalista y los valores democráticos.

is. mid.. pp. zm-zsz.

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Entre capitalismo y democracia se cntabla, en efecto, unaìndisoluble relación dc tensión, pues con el capitalismo y la de-mocracia compiten dos principios opuestos de integración de lasociedad [...] Desde la perspectiva de una teoría de la sociedadel sentido normativo de la democracia puede reducirse a la fór-mula de que la satisfacción de las necesidades funcionales de laeconomia y de la administración, esto cs, de los ámbitos deacción integrados sistémicamente, tiene que encontrar su límiteen la integridad del mundo de la vida. es decir, en las exigen-cias de los ámbitos de acción que dependen de la integraciónsocial. Mas. por otro lado, la dinámica capitalista propia al sis-tema económico sólo puede preservarse en la medida en que elproceso de producción quede dcsaeoplaclo de orientaciones ha-cia valores de uso. El mecanismo impulsor del sistema econó-mico hay que mantenerlo lo más al abrigo posible de las res-tricciones que tiende a imponerle el mundo de la vida y, porconsiguiente, también de las exigencias de legitimación a que seenfrenta el sistema de acción administrativa."

Se puede aceptar que la noción de «colonización del mun-do de la vida» describe un síntoma caraetetístico de las socie-dades capitalistas, pero I-Iabermas nunca explica el origen ocausa de los impulsos colonizadores de los imperativos sisté-micos. Si bien es cierto que las sociedades modernas no pue-den renunciar a los mecanismos de integración sistémica(mercado y burocracia), cabe preguntar: ¿cómo se establecenlos limites entre integración sistémica e integración social?;¿por qué la racionalidad con arreglo a [ines traspasa sus lími-les para adentrarse a los plexos de acción que requieren deuna coordinación comunicativa? El concepto de «colonizacióndel mundo dc la vida» se basa en un dualismo entre «repro-ducción materìal de la sociedad» (sistema) y «reproduccióncultural, comunicativa, de la sociedad» (mundo de la vida). Sinos limitamos a plantear este dualismo, sin buscar la medía-ción entre estos dos aspectos de la reproducción de la socie-dad, tendremos que pagar un alto precio cuando tratemos depasar al plano empírico para ofrecer un diagnóstico de la mo-

17. Ibiìl., pp. 487-488. Sobre esta tesis de la tensión entre capitalismo y democra-cia, véase también A. Wolfe. Los límites de la legitimidad, México, Siglo XXI, 1980.

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dernidad. Este precio es la imposibilidad de determinar lascausas de esa colonización y mantenemos en una condenamoral o satanización de la racionalidad con arreglo a fines(parecida si la posición de los viejos representantes de lacuela de Francfort).

El potencial crítico de la teoria de la acción comunicativasólo podrá desanollarse si se supera el dualismo «sistema-mundo de la vida», es decir, si buscamos la mediación entreintegración social e integración sistémica. Así como la teoriade la acción comunicativa nos permite precisar el criterio nor-mativo que en la teoría de Weber sólo encontramos esbozado,es ahora la teoría de la dominación weberizma la que nos per-mite determinar la mediación entre sistema y mundo de lavidad, entne integración social e integración comunicativa.

En el aparato conceptual de Weber, lo que Habermas de-nomina «integración social» e «integración sistémica» repre-sentan dos modalidades de dominación, a saber: «dominaciónpor autoridad» y «dominación por constelación de intereses»,respectivamente. Con ello se destaca que el tema de la integra»ción de la sociedad se vincula de manera estrecha con el temadel poder y que, por tanto, el problema de la mediación entrelas dos dimensiones de la integración debe conceptualizarse apartir de las fomias de organización y ejercicio del poder.” Deesta forma, podemos trascender la simple descripción de laexpansión de los imperativos sistémicos propios de los subsis-temas económico y administrativo sobre los otros subsistemassociales, pam adentrarnos en la determinación de las causasde esta «colonización del mundo de la vida». La falta de equili-brio entre las dos modalidades de integración mencionadasempieza dentro de los propios subsiste.-mas económico y admi-nistrativo, como consecuencia de las relaciones de poder.

18. Se trataría, como señala Axel Honneth, de vincular la teoria norrnativa delïabeimas con la manera en que Foucault describe las modalidades de organizacióny ejercicio del poder.

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ÍNDICE ONOMÁSTICO

Adorno. T.: 151 Aguilar, L.: 13. 141, 281 Apel, K.-0.: 285 Arendt. H.: 112, 265, 269 Austin, J.: 53, 141, 170, 171

Baumgarten. E.: 116, 118 Bobbio, N.: 27 Brugger, W.: 114 Bühler, K: 175

Carlos V: 79 Canul. L.: 98 Chomsky, N.: 141 Crotier: 38 Cusa, N.: 128

Dahrendo1f, R.: 265 Dreyfus, H.: 3ó, 61. 275 Durkheim, E.: 184, 192, 201

Easton, D.: 23

Fach. W.: 10, 274 Foucault, M: 36, 53-62, 64, 65,

137, 267, 269, 275, 276, 294

Giddens, A.: 36. 166. 265 Grocio, H: 126

Hart. H.L.A: 53 Hegel, G.W.F.: 14, 15, 128-131,

153, 154, 158, 198, 216., 250 Heidegger. M: 127, 250 Hennis, H.: 100 Henrich, D.: 118 Hobbes, T.: 273 Honneth. A.: 10, 158 .. 197. 210,

220, 238, 247 .. 248, 252, 284 .. 294 Horkheimer, M: 221

Kant, l.: 8, 99, !06.116.117, 126-128, 152-154, 193, l 94, 285, 286

Kelsen, H.: 115 Keynes. J.M.: 221 Kc,hlberg. L.: 157 Kroclcow, C.G. van: 27

Lefort, C.: 217 Llpset, S.M.: 11 Locke, J.: 59, 273 Loclcwood, D.: 265 Loos. F.: 99

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Luckmann, N.: 121.uhrna.nn, N.: 27, 28, 269Lukcs, S.: 38. 252, 269

Mandel, E.: 225. 226Mzucuse, H.: 212, 240Marx. C.: 73, 84, B5, 130, 151, 154,

156, 157. 205, 216, 243. 244, 292McCarthy, T.: 141, 1.48, 234, 235,240, 248

Mead, H.: 253Mill, J.S.: 115, 263, 281Mommsen, W.: 74, 99. 111

Nietzsche. F.: 8. 53, 99, 100Nozick, R.: 121

O'C0nnor. J.: 228Offe, C.: 226, 228

Parsons, T.: 36, 37. 206, 223, 249.255, 257. 259-265, 269

Piaget, J.: 157, 159Platón: 14, 62Plutmtoz 62Pollock, F.: 220. 221Pulnam, H.: 132, 281, 232

Rabinow, P.: 36, 61, 275Rnbotniknf. N.: 74, 111

300

Rawls, J.: 121, 196Rödcl, U.: 152Rorty, R.: 30-33Rossi, P.: 111Rousseau, JJ.: 11

Schluchler. W.: S0, 76, 100,101

Schmitt, C.: 24~26, 98, 99Schmoller, W.: 119Schnädclbach, H.: 131Scarle, J.: 141, 170Secl, M.: 252Sìmmel, G.: 9, 97Smauss. L.: 131

Tácito: 54Tönnics, F.: lló

Wellmer, A.: 10, 20, 117, 146,151, 159, 163, 193, 200. 217.218, 238, 252, 290

Winch, P.: 165, 282Winckelmann, I.: 97-99, 114Wittgcnstein, L.: 141, 147, 170

175, 178. 215Wolfe, A.: 293Woisley, P.: 53

Zimmermann, R.: 151

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ÍNDICE GENERAL

Pnowco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7

Innionuccion. Ex. coNc1=.-Pro .L1=.Gn1M1m›.n» . . . . . . . . . . . 111. Una primera aproximación . . . . . . . . . . . . . . . . . 11

1.1.. La legitimidad como «le_ycnda›› del grupo dominante _ 211.2. Legitimación a través de «dádìvasw . . . . . . . . . . 221.3. Legitimación por decisión . . . . . . . . . . . . . , . 241.4. Legitimación a través de procedimientos . . . . . . . 271.5. Icgìtimidad, pluralidad cultural y relativismo . . . . . 29

2. Poder y legitimidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 34

I. I/1 Leommmw EN un MUNDO r›EsENcm'r.u›o . . . . . . . _ . 391. Legitimidad y dominación . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39

1.1. Estado, derecho y legitimidad . . . . . . . . . . . . . 532. Racionalización y desencanto del mundo . . . . . . . . _ . 65

2.1. Economía y racionalización del Estado . † . . . . . . 762.2. Racionalìzación delas imágenes del mundo . . . . . 88

3. Legalidad y legitimidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . _ 973.1. Reconstrucción dela posición weberìana . . . . , , _ 973.2. Más allá del legado weberiano . . . . . . . . . . . _ . 1113.3. Interludio: razón y modernidad . . . . . . . . . . . . 125

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Page 303: Legitimación y y Racionalización Weber y Habermas La Dimensión Normativa de Un Orden Secularizado_Enrique Serrano Gomez

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Este libro se adentra, mediante un diálogo con las teoríasde Max Weber y Jürgen Habermas, en la problemática implícitaen el concepto de «leg¡timidad››. En la medida que dicho conceptopresupone una referencia a valores y normas se planteael tema de la fundamentación racional de los enunciadosnormativos. En ello está en juego no sólo la determinacióndela noción de «leg¡timidad››, sino también la posibilidad dedesarrollar una teoria crítica.Por otro lado, una teoría con pretensiones críticas no debelimitarse a definir su criterio normativo; precisa, ademàs, vincularese criterio con un aparato conceptual capaz de captar lacomplejidad inherente al nivel empírico. Se trata, por tanto, derelacionar la dimensiónnormativa y la dimensión empírica delconcepto «legimitidad››. Para afrontar esta tarea se acude a lanoción de «racionalización›› como mediación entre la diversidadde formas de legitimación y la concepción normativa delegitimidad. El reto consiste en no asumir, por esta vía,una concepción teleológica dela historia.Enrique Serrano Gómez (l\/léxico D.F., 1958) realizó estudios deFilosofía enla UNAM y los amplió enla Universidad de Constanza(Alemania), donde se doctoró bajo la dirección de Albrecht _Wellmer. En la actualidad es profesor en la Universidad AutónomaMetropolitana-I.

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