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Lema mes de abril 2015 “NO ACEPTÉIS COMO VERDAD NADA QUE CAREZCA DE AMOR, Y NO ACEPTÉIS COMO AMOR NADA QUE CAREZCA DE VERDAD” Nos adentramos en un final de curso, el cual, sin el trabajo de nuestro PPV sería imposible de afrontar. Por ello, como la tarea es difícil y costosa, queremos contar, no sólo con la ayuda de nuestro trabajo y de nuestro proyecto de vida, sino también con la ayuda de alguien que supo muy bien conjugar el amor y la verdad, la entrega y el ejercicio de la inteligencia. Se trata de Edith Stein, es decir Santa Teresa Benedicta de la Cruz. Una joven que como nosotros, siempre estaba en busca de la verdad. Ella era de nacionalidad judía, y además atea, que en una ocasión se convirtió al catolicismo y además, encontró su felicidad plena en el Monasterio de Carmelitas Descalzas de Alemania. De profesión se dedicó al estudio de la Filosofía, y como le tocó vivir los desafortunados años de la Segunda Guerra Mundial, fue por ello, asesinada junto a su hermana Rosa, en las Cámaras de Gas de Auschwitz el 9 de agosto de 1942. Para esta hermana nuestra está claro que la relación que se establece entre amor y verdad es una relación de justicia, una relación de equilibrio que no podemos obviar ya que nos invita a no aceptar como verdadero nada que carezca de amor, y a no aceptar nada como lleno de amor que no sea verdadero. Esta es la clave de su pensamiento y es la única manera de ser plenamente libre: estableciendo una relación recíproca entre amor y verdad. Lo que se conoce como verdadero, es decir, como bueno para mí eso se quiere con el corazón, y lo que no es bueno para mí porque no me hace bien, se detesta con el corazón. Y esto en definitiva es lo que está en juego de todo conocimiento acerca de la verdad: la dignidad humana. Existe una sola familia humana. Es lo que Edith Stein reafirmó con gran insistencia: «Nuestro amor al prójimo, escribió es la medida de nuestro amor a Dios. Para los cristianos, y no sólo para ellos, nadie es extranjero. El amor de Cristo no conoce fronteras». Su ideal fue la libertad. Durante mucho tiempo Edith Stein vivió la experiencia de la búsqueda. Su mente no se cansó de investigar, ni su corazón de esperar. Recorrió el camino arduo de la filosofía con ardor apasionado y, al final, fue premiada: conquistó la verdad; más bien, la Verdad la conquistó. En efecto, descubrió que la verdad tenía un nombre: Jesucristo, y desde ese momento el Verbo encarnado fue todo para ella. Al contemplar, como carmelita, ese período de su

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Lema  mes  de  abril  2015  

 “NO  ACEPTÉIS  COMO  VERDAD  NADA  QUE  CAREZCA  DE  AMOR,    Y  NO  ACEPTÉIS  COMO  AMOR  NADA  QUE  CAREZCA  DE  VERDAD”  

 Nos  adentramos  en  un  final  de  curso,  el  cual,  sin  el  trabajo  de  

nuestro   PPV   sería   imposible   de   afrontar.   Por   ello,   como   la   tarea   es  difícil   y   costosa,  queremos   contar,   no   sólo   con   la   ayuda  de  nuestro  trabajo  y  de  nuestro  proyecto  de  vida,  sino  también  con  la  ayuda  de  alguien  que  supo  muy  bien  conjugar  el  amor  y  la  verdad,  la  entrega  y  el  ejercicio  de  la  inteligencia.       Se   trata   de  Edith Stein,   es   decir   Santa   Teresa   Benedicta   de   la   Cruz.   Una   joven   que   como  nosotros,  siempre estaba en busca de la verdad.  Ella  era  de  nacionalidad  judía,  y  además  atea,  que  en  una  ocasión  se  convirtió  al  catolicismo  y  además,  encontró  su  felicidad  plena  en  el  Monasterio  de  Carmelitas  Descalzas  de  Alemania.    

    De  profesión  se  dedicó  al  estudio  de  la  Filosofía,  y  como  le   tocó   vivir   los   desafortunados   años   de   la   Segunda   Guerra  Mundial,   fue  por  ello,  asesinada   junto  a  su  hermana  Rosa,  en  las  Cámaras  de  Gas  de  Auschwitz  el  9  de  agosto  de  1942.       Para   esta   hermana   nuestra   está   claro   que   la relación que se establece entre amor y verdad es una relación de justicia, una relación de equilibrio  que  no  podemos  obviar  ya  que  nos  invita  a  no  aceptar  como  verdadero  nada  que  carezca  de  amor,  y  a  no  aceptar  nada  como  lleno  de  amor  que  no  sea  verdadero.  Esta  es  la  clave  de  su  pensamiento  y  es la única manera de ser plenamente libre:   estableciendo   una   relación   recíproca   entre  amor   y   verdad.   Lo   que   se   conoce   como   verdadero,   es   decir,  como  bueno  para  mí  eso  se  quiere  con  el  corazón,  y  lo  que  no  es  bueno  para  mí  porque  no  me  hace  bien,   se  detesta  con  el  corazón.    

Y   esto   en   definitiva   es   lo   que   está   en   juego   de   todo  conocimiento  acerca  de  la  verdad:  la dignidad humana.  Existe  una   sola   familia   humana.   Es   lo   que   Edith   Stein   reafirmó   con  

gran  insistencia:  «Nuestro  amor  al  prójimo,  -­‐escribió-­‐  es  la  medida  de  nuestro  amor  a  Dios.  Para  los  cristianos,  y  no  sólo  para  ellos,  nadie  es  extranjero.  El  amor  de  Cristo  no  conoce  fronteras».    

Su ideal fue la libertad. Durante   mucho   tiempo   Edith   Stein   vivió   la   experiencia   de   la  búsqueda.  Su  mente  no  se  cansó  de  investigar,  ni  su  corazón  de  esperar.  Recorrió  el  camino  arduo  de   la   filosofía   con   ardor   apasionado   y,   al   final,   fue   premiada:   conquistó   la   verdad;   más   bien, la Verdad la conquistó.  En  efecto,  descubrió  que   la  verdad  tenía  un  nombre:  Jesucristo,  y  desde  ese  momento  el  Verbo  encarnado  fue  todo  para  ella.  Al  contemplar,  como  carmelita,  ese  período  de  su  

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vida,  escribió  a  una  benedictina:  «Quien busca la verdad, consciente o inconscientemente, busca a Dios».  

Edith   Stein,   aunque   fue   educada   por   su  madre   en   la   religión   judía,   a   los   catorce   años   «se  alejó,  de  modo  consciente  y  explícito,  de   la  oración».  Quería  contar   sólo  con  sus  propias   fuerzas,  preocupada  por   afirmar   su   libertad   en   las   opciones  de   la   vida.  Al   final   de   un   largo   camino,   pudo  llegar   a   una   constatación   sorprendente:  sólo   el   que   se   une   al   amor   de   Cristo   llega   a   ser  verdaderamente  libre.    

La  experiencia  de  esta  mujer,  que  afrontó  los  desafíos  de  un  siglo  atormentado  como  el  siglo  XX,  es  un  ejemplo  para  nosotros:  el  mundo  moderno  muestra  la  puerta  atractiva  del  permisivismo,  ignorando   la   puerta   estrecha  del   discernimiento   y   de   la   renuncia.   Por   eso,   nos  dice   ahora:  Evitad  concebir   vuestra   vida   como   una   puerta   abierta   a   todas   las   opciones.  Escuchad   la   voz   de   vuestro  corazón.  No os quedéis en la superficie; id al fondo de las cosas.  Y  cuando  llegue  el  momento,  tened  la  valentía  de  decidiros.  De  apostar  por  vuestra  felicidad  y  por  vuestra  plenitud.    

Santa  Teresa  Benedicta  de  la  Cruz  llegó  a  comprender  que  el  amor  de  Cristo  y  la  libertad  del  hombre  se  entrecruzan,  porque  el  amor  y  la  verdad  tienen  una  relación  intrínseca.  La  búsqueda  de  la  libertad  y  su  traducción  al  amor  no  le  parecieron  opuestas;  al  contrario,  comprendió  que  guardaban  una  relación  directa.    En  nuestro   tiempo,   la   verdad   se   confunde  a  menudo  con   la  opinión  de   la  mayoría.  Además,   está  difundida  la  convicción  de  que  hay  que  servir  a  la  verdad  incluso  contra  el  amor,  o  viceversa.  Pero  la  verdad  y  el  amor  se  necesitan  recíprocamente.  Sor  Teresa  Benedicta  es  testigo  de  ello.  La  «mártir  por  amor»,   que   dio   la   vida   por   sus   amigos,   no   permitió   que   nadie   la   superara   en   el   amor.   Al  mismo  tiempo,  buscó  con  todo  empeño  la  verdad,  sobre  la  que  escribió:  «Ninguna  obra  espiritual  viene  al  mundo  sin  grandes  tribulaciones.  Desafía  siempre  a  todo  el  hombre».    

Santa  Teresa  Benedicta  de  la  Cruz  nos  dice  a  todos:  NO ACEPTÉIS COMO VERDAD NADA QUE CAREZCA DE AMOR. Y NO ACEPTÉIS COMO AMOR NADA QUE CAREZCA DE VERDAD. El  uno  sin   la  otra  se  convierte  en  una  mentira  destructora.      Cuestiones  para  el  discernimiento…    

1. ¿Cuál   es   tu   ideal   de   vida?   ¿a   qué   aspiras   con   tu   esfuerzo   y   con   tu   trabajo?   ¿qué   es   lo   que  buscas  conseguir?  

2. ¿Te  atreves  a  ser  valiente  a  la  hora  de  decidir  sobre  tu  felicidad  aquello  que  más  te  conviene?  3. ¿Te  parece  justo  que  todo  esté  a  tu  servicio  sin  preocuparte  de  lo  que  necesitan  los  demás?  

         Para  una  buena  lectura:  

• VIDA  DE  EDITH  STEIN.  Baldomero  Jiménez  Duque.  Ed.  San  Pablo  1999.  • EDITH  STEIN,  SIGNO  DE  CONTRADICCIÓN.  Florencio  García  Muñoz.  Ed.  San  Pablo  2007.  • EDIITH  STEIN  O  LA  BÚSQUEDA  DE  LA  VERDAD.  Ciro  García.  Ed.  Monte  Carmelo  1998.