Lengua Castellana y Literatura 2

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LENGUA CASTELLANA Y LITERATURA EXAMEN 2 CONTENIDOS: - Tema 2 – Literatura: Realismo y Naturalismo. - Tema 3 – Gramática: Oraciones subordinadas sustantivas. - Tema 2 – Comunicación: Funciones del lenguaje. - Tema 3 – Comunicación: La exposición. LITERATURA TEMA 2. – EL REALISMO Y EL NATURALISMO. 1. LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX. – LEER DEL LIBRO. 2. EL REALISMO Y EL NATURALISMO. Realismo: movimiento cultural propio de la sociedad burguesa del siglo XIX, a la que no agradaban ya la fantasía y el idealismo románticos. Los rasgos generales de la literatura realista son los siguientes: Observación y descripción precisa de la realidad. Este es el principio básico del Realismo. El interés por la observación de la realidad es paralelo a los métodos de observación característicos de las ciencias experimentales. Los escritores se documentan sobre el terreno anotando apuntes sobre personajes o ambientes, o bien consultando libros, de los que extraen información precisa. Ubicación próxima de los hechos. Frente a la evasión en el espacio y en el tiempo del Romanticismo, los autores realistas escriben sobre lo que conocen. La mirada se desplaza a lo cotidiano, eliminando el subjetivismo y la fantasía y controlando los excesos de la imaginación y del sentimentalismo. Frecuente propósito de crítica social y política. Esta intención varía según la ideología de cada escritor. Los autores conservadores describen la realidad para mostrar su degradación y reclamar un retorno a los valores tradicionales. Los progresistas también muestran las lacras sociales, pero estas, según ellos, obedecen a la pervivencia de una mentalidad conservadora que impide el avance hacia el mundo nuevo. Estilo sencillo y sobrio. Los realistas rechazan la retórica romántica. El ideal estilístico es la exactitud, pues el escritor pretende asemejar su labor a la del científico. Predilección por la novela. El género literario por excelencia fue la novela, que, según los realistas, era el más adecuado para reflejar la realidad en su totalidad. Los rasgos típicos de la novela realista son: Verosimilitud. Las historias son como fragmentos de la realidad. Desaparecen del relato los sucesos inverosímiles, los hechos maravillosos y las aventuras insólitas.

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LENGUA CASTELLANA Y LITERATURAEXAMEN 2

CONTENIDOS:

- Tema 2 – Literatura: Realismo y Naturalismo.- Tema 3 – Gramática: Oraciones subordinadas sustantivas.- Tema 2 – Comunicación: Funciones del lenguaje.- Tema 3 – Comunicación: La exposición.

LITERATURA

TEMA 2. – EL REALISMO Y EL NATURALISMO.

1. LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX. – LEER DEL LIBRO.2. EL REALISMO Y EL NATURALISMO. Realismo: movimiento cultural propio de la sociedad burguesa del siglo XIX, a la que no agradaban ya la fantasía y el

idealismo románticos. Los rasgos generales de la literatura realista son los siguientes:

Observación y descripción precisa de la realidad. Este es el principio básico del Realismo. El interés por la observación de la realidad es paralelo a los métodos de observación característicos de las ciencias experimentales. Los escritores se documentan sobre el terreno anotando apuntes sobre personajes o ambientes, o bien consultando libros, de los que extraen información precisa.

Ubicación próxima de los hechos. Frente a la evasión en el espacio y en el tiempo del Romanticismo, los autores realistas escriben sobre lo que conocen. La mirada se desplaza a lo cotidiano, eliminando el subjetivismo y la fantasía y controlando los excesos de la imaginación y del sentimentalismo.

Frecuente propósito de crítica social y política. Esta intención varía según la ideología de cada escritor. Los autores conservadores describen la realidad para mostrar su degradación y reclamar un retorno a los valores tradicionales. Los progresistas también muestran las lacras sociales, pero estas, según ellos, obedecen a la pervivencia de una mentalidad conservadora que impide el avance hacia el mundo nuevo.

Estilo sencillo y sobrio. Los realistas rechazan la retórica romántica. El ideal estilístico es la exactitud, pues el escritor pretende asemejar su labor a la del científico.

Predilección por la novela. El género literario por excelencia fue la novela, que, según los realistas, era el más adecuado para reflejar la realidad en su totalidad. Los rasgos típicos de la novela realista son:

Verosimilitud. Las historias son como fragmentos de la realidad. Desaparecen del relato los sucesos inverosímiles, los hechos maravillosos y las aventuras insólitas.

Protagonistas individuales o colectivos. Los protagonistas de las novelas son o individuos o amplios grupos sociales. En el primer caso, interesa el análisis psicológico del protagonista; en el segundo, la descripción de ambientes. Se distinguen, pues, dos tipos de novelas: la psicológica y la de ambientación social.

Narrador omnisciente. El narrador maneja por completo los hilos del relato: sabe lo que va a suceder, conoce los pensamientos de los personajes, interviene en la obra con juicios sobre hechos y personajes y con observaciones dirigidas al lector.

Didactismo. Es corriente que los autores pretendan con sus novelas dar al lector una lección moral o social. Ello es así en las llamadas novelas de tesis, en las que el escritor desea demostrar una idea general a la que quedan subordinados el argumento, los personajes y el ambiente de la obra.

Estructura lineal. Los hechos suelen transcurrir de forma lineal en el tiempo, aunque no son extrañas las vueltas atrás para contar episodios anteriores, pero estas solo interrumpen provisionalmente el hilo de la narración.

Descripciones minuciosas. Las descripciones son extremadamente detalladas. Esta atención al detalle lleva a captar en muchos personajes rasgos tan concretos que ellos solos bastan para individualizarlos, lo que justifica la abundancia de meticulosos retratos físicos y psicológicos.

Aproximación de la lengua al uso coloquial. Se utiliza una lengua próxima a la de la conversación, a la que se eleva a la categoría de lengua literaria. Los autores se esfuerzan en adecuar la lengua a los personajes, que hablan según su condición social, su origen geográfico o sus propias particularidades.

Naturalismo: corriente literaria que se desarrolló durante el último tercio del siglo XIX, principalmente en Francia. Fue defendido por el novelista Émile Zola, quien pretendía que la literatura se convirtiera, a semejanza de las ciencias

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naturales, en otra ciencia cuyo objeto de estudio fuera el medio social. La literatura debía analizar científicamente el comportamiento humano siguiendo los principios de la observación y de la experimentación. Para ello partía de la idea de que el hombre no era realmente libre, sino que se encontraba determinado biológica y socialmente, puesto que los individuos estaban condicionados por su herencia genética y por el ambiente social en que se movían. Esto explica el interés de los naturalistas por ambientes miserables y por personajes tarados, alcohólicos, embrutecidos o víctimas de patologías diversas, ya que estos casos permitían demostrar mejor la influencia de la biología y del medio social. Técnicamente, se extremaron los rasgos del Realismo: descripciones minuciosas, reproducción fiel de la lengua hablada… en cuanto al punto de vista narrativo, si el papel del científico consistía en exponer y analizar los hechos, así tenía que actuar el novelista, que no debía intervenir en la narración, por lo que se defendió el ideal del narrador impersonal.

3. EL REALISMO Y EL NATURALISMO EN ESPAÑA.

El triunfo del Realismo en España fue tardío. Sin embargo, el Naturalismo fue conocido bastante pronto y las obras de Zola no tardaron en traducirse, aunque los escritores españoles no aceptaron la idea de convertir la literatura en una ciencia y solo aprovecharon del Naturalismo algunos recursos narrativos y su interés por los ambientes miserables.

La transición de la prosa romántica a la novela prerrealista se manifiesta en las obras de Fernán Caballero y Pedro Antonio de Alarcón. El Realismo se consolida con las novelas de Juan Valera, José María de Pereda, Emilia Pardo Bazán, y sobre todo, de Benito Pérez Galdós y Leopoldo Alas, Clarín.

FERNÁN CABALLERO es el seudónimo de la escritora Cecilia Böhl de Faber (1796 – 1877). En sus obras abundan todavía los elementos románticos. Las más conocidas son La gaviota y La familia de Alvareda.

PEDRO ANTONIO DE ALARCÓN (1833 – 1891) es también un escritor prerrealista, cercano aún al Romanticismo y a la prosa costumbrista. Su mejor obra es la novela corta El sombrero de tres picos, farsa costumbrista que recrea un cuentecillo folclórico.

JUAN VALERA (1824 – 1905) es autor de conocidas novelas como Pepita Jiménez, Doña Luz y Juanita la Larga. Estas obras se sitúan en lugares ideales donde se desvanecen los conflictos sociales de la época. Su estilo es culto, la construcción es bastante hábil y, aunque el narrador interviene en los relatos, el uso de la ironía pone distancia entre los personajes y el autor.

JOSÉ MARÍA DE PEREDA (1833 – 1906) defiende en sus obras un mundo rural e idílico frente a los males del mundo urbano y burgués, que representa para él la degradación y la corrupción. La mayoría de sus novelas transcurren en Cantabria, y son un ejemplo de la llamada novela regional. Destacan en ellas las descripciones del paisaje y de tipos locales, la capacidad observadora del escritor y la riqueza lingüística. Las más importantes son El sabor dela tierruca, Sotileza y Peñas arriba. (Pedro Sánchez; La puchera).

EMILIA PARDO BAZÁN (1851 – 1921) fue persona cultivada y buena conocedora de la literatura europea de su tiempo. Su obra narrativa es diversa. En algunas de sus novelas, como La tribuna, Los pazos de Ulloa y La madre naturaleza, se percibe la influencia del Naturalismo en las situaciones escabrosas, los ambientes degradados, los señores decadentes y los criados brutales, las crudas descripciones, las escenas de gran violencia, etc. Pero el determinismo naturalista queda corregido por la fe religiosa de su autora. Notable interés tienen también sus cientos de cuentos, reunidos en diversos volúmenes: Cuentos de Navidad, Cuentos de amor, Cuentos de la Tierra.

4. BENITO PÉREZ GALDÓS.

Nación en Las Palmas de Gran Canaria en 1843. Desde muy joven vivió en Madrid dedicado a la literatura y llegó a ser el novelista español más importante de su tiempo. En 1889, fue elegido miembro de la Real Academia Española. En la última década del siglo, continuó su actividad como novelista, pero inició también con bastante éxito su carrera como autor teatral.

Ya en el siglo XX, Galdós fue elegido diputado republicano en 1907 y otra vez en 1909. El tramo final de su vida fue difícil. En 1912 fracasó su candidatura al Premio Nobel por la oposición a los conservadores españoles. Ya ciego, se vio obligado a dictar sus últimas obras. Murió en Madrid en 1920.

Las numerosas novelas de Galdós pueden clasificarse en los siguientes grupos:

Primeras novelas. Casi todas son novelas de tesis en las que Galdós no oculta sus simpatías por la España liberal: Doña Perfecta, Marianela, La familia de León Roch.

Novelas españolas contemporáneas. Así llamo Galdós a las novelas que publicó a partir de La desheredada. Algunas novelas de este periodo son Fortunata y Jacinta y Miau. (El amigo Manso, La de Bringas). Su obra más ambiciosa es Fortunata y Jacinta, extensa novela que retrata la vida social madrileña de la época. En esta obra se encuentra el mejor Galdós: minuciosa captación de ambientes y tipos, uso magistral de los diálogos, empleo de

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novedosos monólogos interiores, sabio manejo narrativo de múltiples anécdotas argumentales, etc. A los elementos realistas y naturalistas, Galdós incorpora recuerdos, sueños, imaginación, locura, símbolos. Todo ello se integra de tal forma que da por resultado un mundo poblado por poderosas individualidades, que son las que transmiten al lector una fuerte impresión de verdad.

Últimas novelas. El interés de Galdós por buscar nuevos cauces expresivos se manifiesta en sus novelas desde 1889. De este período son La incógnita, Tristana, La Tetralogía de Torquemada, Misericordia y El caballero encantado. En todas ellas ensaya originales procedimientos narrativos: novelas dialogadas, narraciones epistolares, introducción de elementos fantásticos, sueños, símbolos, etc. En algunas es también visible la influencia del espiritualismo de la novela europea de fin de siglo.

Episodios nacionales. Son cuarenta y seis novelas dispuestas en cinco series de diez episodios cada una, excepto la última, que quedó inacabada con solo seis. Reconstruyen en forma novelada la historia del siglo XIX español. Las dos primeras series se escribieron entre 1873 y 1879; las tres últimas entre 1898 y 1912. Con los Episodios Galdós acude a la Historia para explicar su presente y las convulsiones político – sociales que siguieron al derrocamiento de la monarquía borbónica en 1868.

5. LEOPOLDO ALAS, CLARÍN.

Nació en Zamora en 1852, aunque la mayor parte de su vida transcurrió en Oviedo, primero como estudiante y luego como catedrático de Derecho. En la capital asturiana murió en 1901. Clarín, uno de los intelectuales más preparados de su tiempo, fue muy conocido en su época por su labor periodística. Como crítico literario era temible, pues censuraba sin piedad a los malos escritores.

Pese a su brevedad, la calidad de su obra narrativa hace de él un importantísimo escritor. Sólo escribe dos novelas, La Regenta y Su único hijo, algunas novelas cortas y poco más de cien relatos breves recogidos en diversos volúmenes: Pipá, El señor y lo demás son cuentos.

Los cuentos son de dos clases: satíricos o de tono reflexivo. Los primeros parten de un tipo ridículo cuyos rasgos se caricaturizan. En los segundos, Alas expresa sus preocupaciones personales: el amor, la religión, el falso intelectualismo, el egoísmo, la envidia, la humildad…

La Regenta es una novela excepcional que relata el adulterio de una mujer frustrada. La auténtica protagonista de la obra es la sociedad provinciana, de la que se sirve Clarín para mostrar las mezquindades de la España de la Restauración. Así, satiriza duramente los comportamientos de la clase dominante del canovismo: clero, nobles, burgueses, desfilan por sus páginas descubriendo su frivolidad, hipocresía, orgullo, mediocridad y miseria moral. En La Regenta, como novela naturalista es muy importante la influencia del ambiente sobre los personajes: tanto el mundo exterior (la ciudad, el ambiente callejero, las relaciones sociales) como el más próximo (su familia, su infancia, su formación) los condicionan de modo definitivo; incluso la naturaleza se relaciona con el ánimo de los individuos. Dos son los rasgos principales del ambiente que envuelve a los personajes: el tedio (aburrimiento) y la lujuria. En la cerrada sociedad provinciana todo se repite hasta el aburrimiento, y en ese medio la lascivia es la única vía de escape de las muchas frustraciones.

Su único hijo narra la vida en una pequeña capital de un frustrado matrimonio, cuyas relaciones con los componentes de una compañía de actores sitúan la acción en un ambiente extraño. Clarín juzga ásperamente la moralidad de la sociedad que retrata, cuyos rasgos, ocultos bajo una máscara de romanticismo trasnochado, son el egoísmo, la codicia, el engaño, la hipocresía y la mentira. Los personajes viven en la más extrema soledad y se mueven exclusivamente por intereses materiales en un medio social que condiciona su comportamiento con una mezcla de determinismo naturalista y cierto sensualismo decadente más próximo a la literatura de fin de siglo.

COMUNICACIÓN

TEMA 2.- FUNCIONES DEL LENGUAJE

1. EL PROCESO DE COMUNICACIÓN.

El emisor, que es quien tiene intención de comunicar algo, construye (o codifica) un mensaje utilizando signos de un código y lo hace llegar hasta el destinatario a través de un canal y en un contexto determinado. El receptor del mensaje lo descodifica empleando ese mismo código y de esta manera conoce la información que el emisor quería transmitirle.

2. ELEMENTOS DE LA COMUNICACIÓN.

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Interpretar el mensaje no es solo descifrar el significado de los signos que lo componen, sino que implica también otras cosas. Por ejemplo, la deducción de información por parte del receptor (y el emisor supone que va a ser capaz de deducirla). Hay que tener en cuenta las siguientes precisiones:

No hay que confundir receptor y destinatario, porque pueden ser diferentes. Receptor del mensaje es cualquiera que lo recibe, descodifica e interpreta. En cambio el destinatario es aquel a quien el emisor dirige su mensaje, la persona a la que pretende informar, pedir o preguntar algo.

El emisor no solo transmite significados. Al comunicarse, pretende conseguir algo, bien sea dar al destinatario una información que este desconoce, preguntar, dar una orden, pedir alguna cosa, expresar un deseo o un sentimiento, etc. Interpretar su mensaje es, ante todo, reconocer o deducir cuál es la intención con que ha sido emitido. No hay mensaje que no sirva para algo, que no tenga una función comunicativa.

De cuál es la intención del emisor nos informan ciertas marcas que se pueden observar en el mensaje, en su discurso. Pero en muchas otras ocasiones, para reconocer la intención comunicativa es imprescindible tener en cuenta lo que hemos llamado el contexto: conjunto de conocimientos previos que emisor y receptor presuponen en el momento de la comunicación. Pueden ser de distinto tipo:

Contexto lingüístico. Está constituido por los mensajes verbales que ambos interlocutores hayan intercambiado previamente.

Contexto situacional (situación comunicativa). Conocimiento de aquellas circunstancias personales, espaciales, temporales, etc… que son relevantes en una comunicación.

Contexto histórico. Conocimientos sobre la época y sociedad en la que un texto fue escrito. Contexto literario. Conocimientos sobre una obra, su autor y el movimiento al que pertenece.

3. LAS FUNCIONES DEL LENGUAJE.

Todo mensaje se emite con una determinada intención, pues con él el emisor quiere conseguir algo. Esa intención es la que define qué función comunicativa cumple el mensaje. Hay tres funciones fundamentales:

Función representativa o referencial. El emisor pretende transmitir al destinatario de su discurso cierta información sobre la realidad que desconoce. La atención se centra en los referentes del discurso, es decir, en los elementos del contexto comunicativo que no son ni el emisor ni el receptor.

Función expresiva o emotiva. La intención del emisor es mostrar sus emociones y sentimientos, hacer patente su estado de ánimo. La atención del discurso, se centra pues, en el propio emisor.

Función apelativa o conativa. La atención se orienta hacia el receptor: lo que el emisor pretende es provocar una respuesta de este. Tal respuesta puede ser física (que el receptor del discurso lleve a cabo determinada acción) o verbal (que el receptor emita a su vez un mensaje de contestación).

Estas funciones principales de la comunicación no son excluyentes: al contrario, a menudo se dan al tiempo en un mismo mensaje.

3.1. FUNCIONES DEL LENGUAJE COMPLEMENTARIAS.

En determinados casos los mensajes verbales pueden desempeñar otras funciones especiales.

Función fática o de contacto. La intención es asegurar la comunicación, centrándose entonces en el canal comunicativo, que el emisor pretende abrir, comprobar, cambiar o cerrar; empleando un mensaje lingüístico o algún elemento concreto dentro de un mensaje. Esta función la cumplen las expresiones que intentan iniciar, mantener o terminar una conversación.

Función metalingüística. El discurso verbal se refiere a la propia lengua, es decir, al código de la comunicación. Función poética o estética. El emisor emplea distintos mecanismos y centra la atención del discurso en el mensaje

mismo, en su forma. Los textos con dicha función no es diferente la manera de construirlos, sino que aporta información que es fundamental para interpretar el mensaje.

TEMA 3.- LA EXPOSICIÓN.

1. ¿QUÉ ES UNA EXPOSICIÓN?

La exposición es una forma de discurso, es decir, una manera especial de transmitir a un receptor o receptores una serie de ideas.

Exponer es proporcionar de manera organizada y clara una información desarrollada sobre un tema con el propósito fundamental de que el lector u oyente la comprenda.

2. CARACTERÍSTICAS DE LOS TEXTOS EXPOSITIVOS.

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Cumplen un propósito explicativo: conseguir que el interlocutor sepa más cosas sobre un tema que, en principio, ignora o conoce solo parcialmente. Por tanto, en toda exposición hay que tener en cuenta tres elementos: un asunto que hay que explicar, un receptor o destinatario que desea conocer algo sobre ese asunto, y un emisor (el expositor) que, en cierto modo, es un experto en la materia. Esto, es muy importante para comprender cómo han de ser los textos expositivos.

Han de tener un tema único y bien definido. Por ello se evitan las digresiones, los cambios de tema y, en general, todo aquello que no se ajuste al propósito de la explicación.

La información que presentan pretende ser completa: el expositor ha de explicar y aclarar cuanto considere que el destinatario debe conocer sobre el tema. Es fundamental, por tanto, que quien expone haya realizado previamente una labor de documentación, consultando las fuentes necesarias con el fin de recoger y contrastar los datos de interés.

Estos datos e ideas han de presentarse de manera objetiva. Lo que el destinatario espera es información exacta sobre el tema. No le interesa lo que el expositor opina o siente, sino lo que sabe sobre el asunto. Así, este ha de evitar las valoraciones y los meros juicios personales.

Lo fundamental es que el receptor conozca y comprenda la información que se presenta, por lo que esta debe estar cuidadosamente ordenada. Esta organización puede ser muy variada, pero en cualquier caso ha debido ser planificada por el autor para facilitar lo más posible la comprensión del texto.

Se ha de emplear un lenguaje claro y preciso, que se adapte perfectamente a las posibilidades de comprensión del destinatario.

3. ESTRUCTURA DE LOS TEXTOS EXPOSITIVOS.

En un texto expositivo, las ideas han de estar dispuestas en un orden lógico, claro y reconocible, con el fin de facilitar la compresión del lector u oyente.

Se estructura en tres partes:

Introducción: sirve para situar al lector ante el tema que se va a explicar. Se pueden emplear muy diferentes recursos: definiciones, anécdotas, referencias, datos relevantes… Algo, que llame la atención del receptor y lo oriente sobre aquello de lo que después se le va a hablar.

Desarrollo: es la parte más extensa. En él se incluyen de manera muy ordenada, las distintas ideas, explicaciones y datos concretos que constituyen el contenido de la exposición. El orden depende del tema, por lo que no hay un esquema definido. Lo importante es que las ideas estén enlazadas de manera clara para que el lector comprenda sin dificultad el tema, y para ello conviene organizarlas en secuencias bien delimitadas. Una secuencia es un grupo de ideas que mantienen entre sí una relación lógica y constituyen una parte definida del texto, suelen ir señaladas por algún título o, por alguna marca, entonces las denominamos apartados. La relación que une las distintas ideas puede ser muy variada:

La sucesión cronológica: exposiciones de tema histórico. Relación analítica: idea general que se desarrolla en aspectos más concretos (se analiza). Relación sintetizante: a partir de la presentación de hechos particulares se extrae una idea general que los

engloba (los sintetiza). Relación causa – consecuencia: se presenta un hecho y a partir de él se exponen sus consecuencias y

efectos o viceversa. Relación problema – solución: se plantea un problema y después se explican una o varias soluciones

posibles.

Hay muchos más mecanismos que pueden emplearse en una exposición: enumeraciones, ejemplos, definiciones, resúmenes, apoyos gráficos como diagramas, mapas o esquemas. Todos son recursos que empleados adecuadamente, sirven para lo que es el objetivo último de una exposición: hacer que el lector u oyente comprenda lo mejor posible un tema.

Conclusión o cierre: puede cumplir diferentes funciones. Suele ser una recapitulación o resumen de lo que se ha dicho en el desarrollo, una conclusión o a veces, se cierra la exposición sugiriendo nuevas perspectivas del asunto tratado o problemas que han quedado sin resolver.

GRAMÁTICA

TEMA 3.- ORACIONES SUBORDINADAS SUSTANTIVAS

1. LAS ORACIONES SUBORDINADAS SUSTANTIVAS.

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Las oraciones subordinadas sustantivas equivalen a un sustantivo, por ello desempeñan las funciones sintácticas propias de un sintagma nominal. Por ello, puede ser sustituida por un pronombre como eso o ello.

Me disgusta que lleves esa camiseta – Me disgusta eso

2. CLASES DE ORACIONES SUBORDINADAS SUSTANTIVAS.

Se pueden clasificar atendiendo a su significado y atendiendo a la forma de su núcleo verbal.

Según su significado se distinguen los siguientes tipos:

Sustantivas declarativas: van introducidas por la conjunción que: Pienso que en Europa se trata mal a los inmigrantes.

Sustantivas interrogativas indirectas: son oraciones subordinadas de modalidad interrogativa cuyo significado remite a una información desconocida por el hablante. Hay dos clases de interrogativas indirectas:

Totales: van introducidas por la conjunción si: No sabemos si vendrá esta mañana. Parciales: van introducidas por un interrogativo, que puede ser un pronombre (qué, cuál, quién, cuánto), un

determinativo (qué, cuál, cuánto) o un adverbio (cuándo, dónde, cómo, cuánto, cuán). Me pregunto quién se lo habrá dicho.

En cuanto a los elementos que introducen la oración subordinada, hay que saber que las conjunciones que y si desempeñan simplemente la función de nexo subordinador; sin embargo, los interrogativos, además de marcar la subordinación, realizan una función sintáctica dentro de la oración subordinada.

Según la forma de su núcleo verbal:

Sustantivas flexionadas: su núcleo verbal aparece en forma personal. Sustantivas no flexionadas: o de infinitivo; su núcleo verbal aparece en infinitivo, que es la forma verbal no personal

que equivale al sustantivo.

Las subordinadas sustantivas de infinitivo no llevan nexo si son declarativas, pero sí mantienen el nexo cuando son interrogativas.

El que una subordinada sustantiva lleve el verbo en infinitivo o lo lleve en forma personal depende, entre otros factores, de su sujeto; si se refiere a algo que ha sido mencionado antes. No obstante, hay verbos que pueden aparecer en la subordinada tanto en forma personal como en infinitivo y también hay casos en los que, aunque el sujeto de la subordinada designa algo ya mencionado antes, el núcleo verbal no puede aparecer en infinitivo.

3. FUNCIONES DE LAS ORACIONES SUBORDINADAS SUSTANTIVAS.

Desempeñan las mismas funciones sintácticas que los sintagmas nominales.

Sujeto: para reconocerlo sustituimos por un pronombre y luego lo ponemos en plural, si es sujeto, el verbo, concuerda con él y cambiará también de número: No me gusta que me griten – No me gustan esas cosas.

Complemento directo: Siempre puede sustituirse por el pronombre lo: Creo que Paco ya no vive en Málaga – Lo creo.

Término de preposición: cuando la subordinada va precedida de preposición, forma con ella un sintagma preposicional que puede desempeñar las siguientes funciones:

Complemento indirecto: puede ser sustituido por el pronombre le: Tiene miedo a que lo despidan – Le tiene miedo a eso.

Complemento de régimen: puede ser sustituido por el pronombre eso o ello precedido por la preposición exigida por el verbo: Confío en que sea verdad – Confío en ello.

Complemento circunstancial: la subordinación equivale a un pronombre o a un nombre y por ello puede ser sustituida por un sintagma nominal: Le duele la barriga desde que desayunó – Le duele la barriga desde el desayuno.

Complemento del nombre: el SPrep va complementando a un nombre: No tengo ninguna duda de quién ha sido.

Complemento del adjetivo: el SPrep depende de un adjetivo: Mucha gente está harta de trabajar tanto. Complemento del adverbio: el SPrep complementa a un adverbio: Tengo que comprar el pan después de

salir de clase.

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ANEXO

Las oraciones interrogativas directas son oraciones interrogativas independientes que se escriben con signos de interrogación. Estas oraciones, atendiendo a la información solicitada al interlocutor, se clasifican en totales y parciales. En las totales el hablante pregunta sobre el predicado en general y sobre la veracidad de la relación entre este y el sujeto, pudiéndosele contestar con Sí o No; en las parciales, el hablante pregunta por algún elemento de la oración y a ellas no se puede responder con Sí o No.

Dequeísmo: empleo incorrecto de la preposición de delante de la conjunción que. Si la oración subordinada que empieza por que tiene función de CD o de Suj, no puede aparecer de delante de

la conjunción. Si la oración subordinada actúa cómo término de prep. en función de CR, CN, CAdj o CAdv, sí aparece