Lettieri Civilizacion en Debate

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  • LA CIVILIZACIN EN DEBATEHistoria contempornea: de las revoluciones

    burguesas al neoliberalismo

  • Alberto Lettieri

    La civilizacin en debate

    Historia contempornea: de las revolucionesburguesas al neoliberalismo

    Con la colaboracin de Marita Gonzlez

  • Alberto Lettieri, 2004 De esta edicin, Prometeo libros, 2004Av. Corrientes 1916 (C1045AAO), Buenos AiresTel.: (54-11) 4952-4486/8923 | Fax: (54-11) 4953-1165e-mail: [email protected]

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  • ndice

    Introduccin ................................................................................11

    PARTE I: LAS IDEAS

    Captulo 1: Libertad e igualdad ......................................................17

    Captulo 2: El universo de las ideas polticas.Liberalismo y democracia en el siglo xix .....................................23

    Captulo 3: Libertad de mercado y desigualdad social .......................39

    Captulo 4: La democracia, problema poltico ..................................53

    Captulo 5: La poltica y sus transformaciones ..................................71

    Captulo 6: Las ideas del siglo xx ....................................................87

    Captulo 7: La globalizacin ......................................................... 101

    PARTE II: LA POLTICA

    Captulo 8: Las revoluciones liberales ............................................ 121

    Captulo 9: Burgueses, aristcratas y radicales ................................ 151

    Captulo 10: La lucha por la hegemona ........................................ 171

    Captulo 11: La Primera Guerra Mundial ....................................... 193

    Captulo 12: La Revolucin Rusa .................................................. 209

    Captulo 13: Los totalitarismos ..................................................... 227

    Captulo 14: Aislacionismo o maquiavelismo?La poltica exterior de los Estados Unidos (1900-1945) .............. 265

    Captulo 15: La Segunda Guerra Mundial ..................................... 295

    Captulo 16: Amrica Latina: una regin subalterna ....................... 319

    Captulo 17: La inacabada crisis de dominacin ............................. 341

  • PARTE III: ECONOMA Y SOCIEDAD

    Captulo 18: Hacia un mundo industrial ....................................... 365

    Captulo 19: El orden econmico burgus (1848-1873) .................. 399

    Captulo 20: Los Estados Unidos en el siglo xix ............................. 419

    Captulo 21: Las sociedades occidentales durante el siglo xix .......... 439

    Captulo 22: Viejos y nuevos imperios .......................................... 459

    Captulo 23: De los aos dorados a la Gran Depresin.Los Estados Unidos entre 1918 y 1945 ...................................... 493

    Captulo 24: La agona del liberalismo econmico .......................... 517

    Captulo 25: La economa a partir de 1945 .................................... 541

    Captulo 26: Cambios sociales en el siglo xx .................................. 563

    Conclusin ................................................................................. 585

    Bibliografa ................................................................................. 589

  • Agradecimientos

    Para Rosana, Jimena, Alexis, Maximiliano y Agustn.Alberto

    A Ral y Leandro.Marita

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    Introduccin

    El hombre es lobo del hombre.Thomas Hobbes, Leviatn, o la materia, la forma y

    el poder de un Estado eclesistico civil (1651)

    En los ltimos treinta aos la humanidad experiment una etapa deaportes cientficos sin precedentes. Cotidianamente, los medios de co-municacin nos informan sobre nuevos descubrimientos en la robtica,la informtica y la clonacin de organismos vivientes, la medicina y lageologa, la fsica y las ciencias naturales. A menudo, estos avances sondesplazados del centro de atencin pblica en cuestin de horas, antesde que sea posible digerirlos y disfrutarlos, para ser reemplazados porotros que vendrn a correr con una suerte similar. Sin embargo, estadimensin optimista de la realidad, que refleja con fidelidad las inmen-sas posibilidades creativas de la mente humana, coexiste con otra, mu-cho ms opaca, que tal vez a algunos (los menos) les resulte desconocida,y a otros (la inmensa mayora) demasiado familiar.

    La imposicin de la filosofa neoliberal a lo largo de la dcada de1990, con toda su brutalidad e injusticia, ha conseguido que la mayoraacepte con cierta naturalidad la creciente desigualdad que caracteriza alas sociedades contemporneas. Un breve repaso de algunos ndices to-mados al azar permite denunciar la magnitud de esta situacin agravian-te: el 70% de la poblacin mundial es analfabeta, el 6% ms rico concen-tra el 59% de la riqueza mundial y casi todos ellos viven en los EstadosUnidos, el 80% no tiene resuelto el problema de la vivienda, el 50%padece de desnutricin y slo el 1% ha accedido a la educacin univer-sitaria o una computadora. Lamentablemente, la oscura definicin for-mulada por Thomas Hobbes en 1651, el hombre es lobo del hombre,mantiene una llamativa actualidad en los tiempos en que nos toca vivir.

    Seremos capaces de remediar esta desigualdad escandalosa para queel futuro pueda ser esperado con ilusin no slo por esos minsculos

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    porcentajes de privilegiados que tienen resueltos sus problemas sino porla humanidad en su conjunto?

    Este ensayo apunta a ofrecer una contribucin en este sentido. Aldecidirnos a redactarlo no nos hemos propuesto difundir conocimientosfcilmente olvidables, sino estimular la comprensin, la reflexin y elpensamiento crtico entre sus lectores.

    No se trata de un libro para especialistas, sino una obra destinada aun pblico amplio vido de acceder a conocimientos actualizados querara vez trascienden los claustros universitarios. Lamentablemente, la eli-tizacin de la cultura ha provocado un resultado sumamente nocivo: quelos intelectuales olvidaran algo tan obvio como que los frutos de susesfuerzos son polvo lanzado al viento si no tienen como destinataria a lasociedad que los cobija y con la cual deben labrar su principal compro-miso.

    Por esta razn, el presente es un libro de opinin, plagado de juiciosde valor y de tomas de posicin de sus autores, que desmiente la preten-dida neutralidad cientfica del saber acadmico. La razn es sencilla: elsaber histrico puede constituir un arma de emancipacin social, uninstrumento de libertad, como tambin puede ser el orfebre que modelalas cadenas que se imponen a las sociedades humanas. A lo largo de lassiguientes pginas podr comprobarse que muchas de las preocupacio-nes que nos aquejan en la actualidad la libertad, la democracia, la des-igualdad, el progreso material y espiritual, la calidad de vida, etc. tam-bin afectaron a quienes nos precedieron. Cada sociedad histrica elabo-r sus propias respuestas para ellos, y muchas de estas soluciones fueronretomadas y perfeccionadas por quienes las sucedieron.

    La aplicacin de las enseanzas del pasado a la resolucin de losproblemas presentes fue una estrategia caracterstica del hombre a lo lar-go de su existencia. Sin embargo, las sociedades contemporneas pare-cen determinadas a romper todo vnculo con el pasado. Constantementese nos invita a percibir lo sucedido como algo obsoleto e inservible, asepultar la memoria colectiva de nuestras sociedades, a adoptar modelosde vida forneos que expresan las pautas impuestas por los beneficiariosde la globalizacin de la economa, la cultura y las comunicaciones, avivir el presente prescindiendo de todo vnculo de solidaridad con nues-tros semejantes.

    Los resultados de esta filosofa estn a la vista: la desigualdad, la vio-lencia, el desnimo, la miseria y las adicciones se multiplican, y todo elloes presentado como inevitable, posmoderno e inmodificable. La grosera

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    de semejante postura salta a la vista, aunque a menudo sea ms conve-niente pasarlo por alto.

    Hace casi veinte siglos, los romanos definieron a la historia como maestrade la vida. Ellos no desconocan que si bien las sociedades cambiaban, mu-chas otras cosas persistan. Por esa razn, si bien las enseanzas de la historiano podan ser aplicadas sin ms, provean de valiosos criterios y experienciaspara sus sucesores. Ojal que el mundo en el que nos ha tocado vivir no seademasiado soberbio como para no entender la necesidad de reconciliarse conel pasado, y que los lectores de esta obra puedan extraer algunas enseanzasque nos permitan construir, entre todos, un futuro mejor.

    Alberto LettieriBuenos Aires, marzo de 2003.

  • PARTE ILAS IDEAS

  • Captulo 1Libertad e igualdad

    El extenso perodo que se analiza en este ensayo se inicia con tresprocesos claves dentro de la historia de la humanidad: las revolucionesliberales que se desarrollaron en Inglaterra, Estados Unidos y Franciaentre mediados del siglo XVII y fines del siglo XVIII. En primer lugar, esnecesario sealar que estas revoluciones impusieron un cambio sustan-cial a la idea misma de revolucin. Hasta entonces se utilizaba esta cate-gora para denominar a un cambio de un gobierno o de forma de go-bierno como resultado de un levantamiento armado. Por lo tanto, re-volucin implicaba principalmente la idea de un cambio de hombres o a lo sumo, de rgimen poltico que no afectaba mayormente a la es-tructura econmico-social. Hoy podramos denominar a un movimientode ese tipo como una revuelta, un golpe de Estado o un levantamiento.Sin embargo, a partir de la revolucin norteamericana y esencialmente apartir de la Revolucin Francesa, el contenido del concepto revolucincambi drsticamente, ya que comenz a utilizarse para designar a unproceso de cambio socioeconmico estructural, acompaado de unamodificacin sustantiva en el reparto del poder dentro de una sociedad.Esto necesariamente implic la existencia de ganadores y perdedores nonicamente a nivel individual, sino tambin de los distintos grupos, cla-ses y estamentos que daban vida a cada sociedad. De este modo, el pri-mer componente revolucionario que van presentar estas revoluciones fundamentalmente la francesa va a ser el cambio experimentado por lapropia idea de revolucin.

    En tanto las revoluciones anteriores implicaban simplemente un gol-pe de Estado, un acontecimiento puntual, pudieron ser fechadas en unmomento preciso. Por el contrario, en el caso de las revoluciones que seinician con la Revolucin Francesa, el fechado de sus orgenes y de suduracin es decir, hasta cundo los procesos fueron verdaderamenterevolucionarios dio origen a largas disputas polticas, ideolgicas e his-toriogrficas, justamente porque los cambios producidos no slo afecta-

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    ban a los nombres de los titulares del poder, sino tambin a los grupos,clases o estamentos, que se beneficiaban de su ejercicio.

    Por esta razn, y en tanto buena parte de los valores, prcticas y for-mas de ver el mundo que caracterizaron a las revoluciones liberales con-servaron su vigencia durante mucho tiempo e incluso algunos todavalo siguen haciendo hasta la actualidad, muchas de sus claves puedenutilizarse para interpretar con fidelidad los procesos histricos contem-porneos. No est de ms puntualizar que si bien la Revolucin Francesasignific un cambio poltico y social, tambin y esencialmente significun cambio a nivel ideolgico, un cambio en la concepcin del hombre,en el equilibrio entre los valores burgueses de libertad y de igualdad quedeban imperar entre los hombres. Antes de la Revolucin Francesa, prc-ticamente en todo el mundo, las sociedades existentes eran de tipo esta-mental. Eran sociedades en donde los hombres eran ubicados en deter-minados estadios sociales a partir del lugar en el que haban nacido, apartir de su cuna, y la posibilidad de ascenso social era una empresaprcticamente mproba. Por el contrario, los ideales de igualdad, liber-tad y fraternidad que trajo consigo la Revolucin Francesa implicaronuna nueva concepcin del hombre, una concepcin revolucionaria delhombre.

    De este modo, esta revolucin no fue revolucionaria por haberse sus-tanciado a travs de un movimiento armado, sino que lo fue primordial-mente por la nueva concepcin del hombre que trajo consigo y por sucapacidad de revolucionar al conjunto de las sociedades occidentales alo largo del tiempo. En efecto, si bien la Revolucin Francesa se inici enuna fecha determinada, la Francia de 1789, como un acto poltico con-creto, en tanto momento liminar en la transformacin de la concepcinde la idea del hombre, sus orgenes son muy anteriores, y su duracin,ciertamente, mucho ms prolongada, al punto que algunos autores sos-tienen que an no ha concluido, en la medida en que muchas de susideas y valores fundantes todava no se han consagrado adecuadamenteen la mayor parte del planeta. En efecto, cuando se observa actualmenteel mapa universal es posible advertir que la igualdad entre los hombrestodava sigue siendo un ideal bastante lejano, por no hablar ya de valoresmucho ms abstractos, como la de fraternidad entre los pueblos, queconstituye lamentablemente una entelequia. Y tambin se observa que laidea de libertad con todo su potencial emancipatorio todava no se haconcretado.

    As, el principal aspecto revolucionario de la Revolucin Francesa essu carcter de revolucin, antes que francesa; es decir, aquello que la

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    vaca de su componente esencialmente nacional, francs, para convertir-la en patrimonio de la humanidad. Aun cuando como movimiento pol-tico la Revolucin Francesa puede haber implicado cambios en el perso-nal poltico francs y en la estructura social de Francia, su principalaspecto revolucionario fue justamente esa capacidad de proyeccin uni-versal que permiti pensar a los hombres y a las sociedades y a las rela-ciones que se establecen entre ellos de otra forma: de una forma revo-lucionaria.

    Estos ideales de los que estaba imbuida la Revolucin Francesa searticulaban sin dificultad con las nuevas ideas econmicas de la poca,y en conjunto permitieron crear las condiciones adecuadas para el sur-gimiento de un nuevo sistema econmico: el capitalismo. En el terrenopoltico, la Revolucin Francesa abri las compuertas para la consagra-cin de la burguesa como nueva clase hegemnica, en el marco de unproceso plagado de avances, retrocesos y equilibrios siempre inestables.Antes de la revolucin las sociedades eran estamentales. El mundo en-tero estaba compuesto por privilegiados y perjudicados, que encontra-ban la razn de su ubicacin social en la cuna en que les haba tocadonacer. Quien naca noble, mora noble. Quien naca campesino, moracampesino. Quien naca siervo, mora siervo. La burguesa, nueva clasesocial nacida a partir de las transformaciones experimentadas por lassociedades europeas desde el siglo XII y con mayor nitidez, a partir delsiglo xv, expresaba una nueva lgica social asentada sobre el indivi-dualismo, la capacidad de enriquecimiento, el ahorro y la inversin.Sin embargo, al momento de la revolucin esta lgica no haba conse-guido extenderse an a los dems estamentos sociales, razn por la cuallos poderes poltico, militar y social continuaban en manos de estructu-ras arcaicas y aristocrticas, de actores que ejercan sus privilegios y seaprovechaban de ellos para concentrar las tierras, lucrar, imponer tribu-tos y obligaciones de diverso tipo al resto.

    La Revolucin Francesa expres la determinacin de la burguesa deliquidar esos privilegios. Por esto, uno de los ideales centrales de estarevolucin fue la libertad, entendida como la determinacin de cons-truir una sociedad en la cual la cuna no otorgara privilegios que premia-ran o condenaran a los hombres a lo largo de su vida. Por el contrario, losburgueses consideraban que cada hombre deba alcanzar el lugar que lmismo fuese capaz de conseguir. Y el terreno en el cual los hombresdeban dirimir su ubicacin en el mundo, su condicin de ganadores operdedores, no era otro que el mercado.

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    Sin embargo, la burguesa era todava una clase demasiado dbil comopara poder derribar por s sola a este antiguo y an poderoso poderaristocrtico, por lo que intent aglutinar tras de s a otros grupos socia-les postergados fundamentalmente artesanos y campesinos, pequeospropietarios. Un segundo ideal, el de igualdad, permita unificar lasdemandas. A diferencia de lo sostenido tradicionalmente por los esta-mentos privilegiados, las nuevas ideas afirmaban que los hombres debannacer libres e iguales, que el lugar de nacimiento de una persona nodeba marcar a fuego su destino. El ideal de igualdad implicaba un fabu-loso aglutinante, un eslogan, un valor que permiti encuadrar detrs delliderazgo de esta burguesa en ascenso al resto de las clases sociales pos-tergadas.

    Estos dos ideales el de libertad y el de igualdad adquirieron unpapel central en las sociedades occidentales a lo largo de todo el perodoestudiado en este libro, pero van a estar en permanente tensin. Porque,en realidad, a la burguesa no le preocupaba demasiado la suerte de losdems grupos sociales postergados: slo le interesaba consagrar la idea deque los hombres nacan iguales, para que inmediatamente dejaran deserlo en el terreno del mercado, a partir del uso que hiciesen de sulibertad. As, la igualdad que conceba la burguesa era una igualdadpara diferenciarse. Esta concepcin de la relacin entre los ideales delibertad e igualdad, que subordinaba claramente el segundo al primero,no coincida con la interpretacin que hacan otros sectores sociales queconsideraban que las nuevas sociedades a construir deberan tener comoeje a la igualdad y como componente subordinado a la libertad. Es decir,se planteaba que los hombres deban ser solidarios entre s, que deberantener formas de vida y patrimonios similares, y conservar esa equivalenciaa lo largo de sus vidas. Para ellos la igualdad era el principal valor quecaracterizaba a la Revolucin Francesa y, para garantizarla, se sostenaque el Estado debera adquirir una matriz social que le permitiera velarpor la igualdad entre los hombres, poniendo lmites a la capacidad deacumulacin individual que acababa por diferenciarlos, por propiciarsituaciones de explotacin del hombre por el hombre. A lo largo delsiglo XIX, esta matriz social se desarroll a partir de dos vertientes: una deellas, ntimamente vinculada con la antigua idea comunitaria del cristia-nismo; la otra, identificada con el socialismo.

    Junto con los valores de igualdad y libertad, la Revolucin Francesaaport un tercer ideal: la fraternidad entre los hombres, que fue levanta-do en un principio y, en adelante, nicamente de manera intermitente.Cuando la burguesa revolucionaria plante la idea de fraternidad lo

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    hizo afirmando que el principal deber de los hombres era con los otroshombres, sus iguales, y no con la aristocracia o con la monarqua quelos sojuzgaba, segn lo dictaminado por el orden estamental. Esto impli-caba sostener que los pueblos deban ser fraternales entre ellos en sulucha de liberacin respecto del poder aristocrtico, ya que todos enconjunto formaban parte de una misma especie, la especie humana, queno admita privilegios ni dotes excepcionales surgidos de la cuna. Sinembargo, con el paso del tiempo y una vez que la burguesa y su formade entender el mundo consiguieron adquirir un carcter hegemnico,el ideal de fraternidad fue muy cuestionado por los gobernantes y lasburguesas nacionales, ya que permita definir a un hombre universal, aun hombre que se encaminaba hacia algn tipo de liberacin y para elloorientaba su accin hacia la destruccin de cualquier tipo de coercin incluido, por supuesto, el poder estatal para dar vida a una sociedadcomunitaria e igualitaria. Y ni qu decir de cmo se daba de bruces esteideal de fraternidad con el vergonzoso trato que reciban las poblacionesnativas extracontinentales de parte de las civilizadas naciones europeasen su calidad de metrpolis coloniales. En verdad, ni en el gobiernodomstico ni en la administracin de sus territorios imperiales las clasesdirigentes occidentales se ocuparon seriamente de impulsar la vigenciade este valor: por el contrario, su inters radic siempre en dividir a loshombres para poder gobernarlos con mayor facilidad. Por esta razn,una vez que la Revolucin Francesa consigui triunfar, el ideal de frater-nidad entre todos los hombres del mundo fue reemplazado por la ideanacional, del vnculo cultural y simblico y, en muchos casos, genticoque una a los miembros de una misma comunidad nacional, y que debaresultar lo suficientemente slido como para permitir relativizar las pro-fundas diferencias de clase que aquejaban al cuerpo social. Por esta ra-zn, los hombres pblicos de las sociedades burguesas plantearn cons-tantemente que el principal deber del hombre no era con la especie hu-mana, sino con quienes comparte un mismo destino comn.

    De este modo, igualdad-libertad y fraternidad-nacin constituyenlos dos principales ncleos de tensin que present la Revolucin Fran-cesa. En su momento, estos valores permitieron liquidar el poder aristo-crtico absoluto y poner en marcha procesos de modificacin estructu-ral. Sin embargo, no hay que perder de vista que la Revolucin Francesafue revolucionaria slo hasta un punto: aqul hasta el cual la burguesaestaba dispuesta a ser revolucionaria. En efecto, la burguesa no queraponer el mundo patas para arriba, ya que no quera construir una so-ciedad de iguales. Su objetivo, a partir de la Revolucin Francesa, sim-

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    plemente consisti en generar sociedades en las cuales no existieran mslos privilegios de nacimiento, pero donde las diferencias entre las clasessociales quedaran marcadas y consolidadas a travs de los nuevos valorese instituciones del liberalismo triunfante. Por esta razn, durante la Re-volucin Francesa, la burguesa fue revolucionaria en su decisin inicialde acabar con el poder aristocrtico, pero cuando advirti la gestacin deun peligro mayor es decir, que los pobres, los miembros de las clasesmarginales y ms desplazadas intentasen llegar a gobernarse por s mis-mos, modificar sustancialmente su situacin y dar a luz un mundo en elque la igualdad fuese la pauta, y no ya la libertad no tuvo inconvenien-tes en modificar su plan original, y buscar una alianza con una aristocra-cia ya decrpita y debilitada. As, con los sectores populares a la izquier-da y la aristocracia a la derecha, la burguesa pudo presentarse a s mismacomo expresin de equilibrio, del justo medio.

    Por este motivo, las expectativas de la burguesa francesa y de lainternacional en general a lo largo del siglo XIX dejaron de pasar porprofundizar y llevar la revolucin hasta sus ltimas instancias, para tren-zar una alianza con las aristocracias que le permitiesen controlar a lasclases inferiores y explotarlas en beneficio mutuo. Y en esto, precisamen-te, est situado el lmite de la Revolucin Francesa: en su carcter derevolucin burguesa, instrumental para los intereses de la burguesa. Estaafirmacin no implica una negacin de la existencia de tendencias msrevolucionarias, ms igualitarias y ms populares, de movimientos queapuntaban a la construccin de una sociedad socialista o elementos quede algn modo anticipan el anarquismo. Pero, de hecho, la conduccinde la Revolucin Francesa fue esencialmente burguesa durante todo sucurso.

    Sin embargo, la existencia de esas otras tendencias servira como ins-piracin para la accin de numerosos partidos polticos y movimientossociales, para la gestacin de ideales de hombre y de sociedades, desdeentonces y hasta la actualidad. En tal sentido, el ideario burgus tuvoque enfrentar a otros dos universos ideolgicos que sern estudiados endetalle en este libro: el socialismo y el anarquismo. En ambos casos apa-rece un horizonte, un objetivo final: la construccin de una sociedad sinclases y la liquidacin del Estado, considerado como un instrumento deopresin, de dominacin del hombre por el hombre, aunque, por cierto,las estrategias y los procesos a travs de los cuales se propona esa liqui-dacin del Estado y la construccin de una sociedad de iguales difirie-ron en ambos casos.

  • Captulo 2El universo de las ideas polticas.

    Liberalismo y democracia en elsiglo xix

    La existencia actual de regmenes llamados liberal-democrticos odemocracias liberales puede llegar a hacernos creer que el liberalismo yla democracia son interdependientes. Sin embargo, su relacin es porcierto compleja, ya que un Estado liberal no es por fuerza democrtico ms an, generalmente se organiz en sociedades donde la participacinen el gobierno estuvo restringida y limitada a las clases pudientes, nitampoco un gobierno democrtico gener forzosamente un Estado libe-ral. Ms an, en muchos casos, el avance de la democratizacin pro-ducto de la ampliacin del sufragio universal plante graves desafos, eincluso la crisis de los Estados liberales.

    Para comenzar a desentraar la relacin entre liberalismo y democra-cia resulta indispensable presentar una definicin inicial de ambos con-ceptos. Por liberalismo se entiende una determinada concepcin del Esta-do, comprendido como mbito exclusivo de la poltica con poderes yfunciones limitados, y que cuenta con el monopolio legtimo de la coer-cin sobre un territorio dado. El trmino democracia, en tanto, resulta msproblemtico para definir, ya que tiene un significado jurdico-institu-cional y otro tico, que raramente van de la mano. El primero alude auna de las formas de gobierno positivas consagradas por la teora polticaclsica: aquella en la cual el poder no est en manos de uno (monarqua)o de unos pocos (aristocracia), sino de la mayor parte; el significadotico, en tanto, alude al ideal de igualdad.

    Entre los siglos XVII y XIX, el liberalismo aport los principales funda-mentos ideolgicos para la construccin del nuevo sistema legal estatal yde sus instituciones fundamentales, a travs de autores como Hobbes,Locke, Rousseau o Montesquieu, y, ms adelante, como Tocqueville o J.S. Mill. De este modo, estuvo lejos de constituir un pensamiento esttico,

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    ya que las preocupaciones y perspectivas que lo alimentaron estuvieronestrechamente vinculadas con las transformaciones experimentadas porlas sociedades occidentales, durante el trayecto que permite ligar la crisisde la sociedad feudal con la consolidacin de la sociedad capitalista. Porese motivo, es posible distinguir por lo menos tres momentos dentro delpensamiento liberal clsico. En un primer momento, la burguesa comer-cial en ascenso necesit de un soberano poderoso, absoluto, capaz degarantizar la propiedad privada, fijar barreras arancelarias proteccionis-tas que los pusieran a salvo de la competencia exterior y consolidar elmercado interno mediante la fijacin de una poltica econmica unifica-da en todo el territorio; a este momento histrico corresponden la re-flexiones de Jean Bodin, y, sobre todo, de Thomas Hobbes. Sin embargo,una vez que estas exigencias estuvieron salvadas, y la propiedad privadase fue consolidando, en un segundo momento el debate se centr en unanueva cuestin, que en cierta medida invirti la perspectiva anterior: laexigencia de garantas para los individuos frente al ejercicio del poderabsoluto, y de su derecho a participar en el gobierno comn. Esta cues-tin se desarroll extensamente en las obras clsicas de John Locke, Mon-tesquieu y Jean-Jacques Rousseau, quienes elaboraron diversas respuestasfundadas en las nociones de contrato social, separacin de poderes ysoberana popular. Finalmente, en un tercer momento, entre fines delsiglo XVIII y mediados del siglo XIX, la relacin entre liberalismo y demo-cracia, y la eventual fijacin de correctivos para las desigualdades genera-das por el capitalismo se convertirn en eje de la reflexin.

    En este captulo analizar las caractersticas de la relacin entre libe-ralismo y democracia durante la primera mitad del siglo XIX, haciendohincapi en las principales cuestiones sometidas a debate, para luegoexaminar los lineamientos centrales de dos exponentes caractersticosdel pensamiento liberal a mediados de la centuria: John Stuart Mill yAlexis de Tocqueville.

    I. El gobierno representativo: la distincin entre lalibertad de los antiguos y la libertad de los modernos

    El uso corriente presenta como variedades de la democracia a la demo-cracia representativa y la democracia directa. Sin embargo, si bien resulta evi-dente que lo que hoy designamos como democracia representativa tienesus orgenes y presenta las huellas de las tres revoluciones modernas lainglesa, la norteamericana y la francesa (sobre todo, en el caso norteame-

  • ricano, donde muchas de las disposiciones de la Constitucin de 1787continan en vigencia), ese rgimen no fue concebido por sus creado-res como una forma de democracia, ya que por tal consideraban al rgi-men imperante en las pequeas ciudades de la antigedad clsica. Por elcontrario, para referirse al rgimen instituido por ellos, utilizaron losconceptos gobierno representativo o repblica. En efecto, tanto elnorteamericano James Madison como el abate francs Emmanuel JosephSieys recalcan expresamente que el nuevo rgimen prescripto no consti-tuye una adaptacin de la democracia de los antiguos, producto de laimposibilidad tcnica de reunir en asambleas a los pueblos de los gran-des Estados como lo haba sugerido Rousseau, sino una forma de go-bierno sustancialmente diferente y superior.

    Este nuevo rgimen se sostena sobre una renovada concepcin de larepresentacin. En el pasado, las sociedades estamentales haban utiliza-do una concepcin sociolgica de la representacin, segn la cual losmiembros ms destacados de cada uno de los estamentos u rdenes eranreconocidos como sus representantes naturales; es decir, los representan-tes reflejaban socialmente a sus pares. Por el contrario, la nueva con-cepcin de la representacin, esencialmente poltica, permita refinar eltratamiento de los negocios pblicos, al designar como representantesdel conjunto de la nacin soberana y no de sus electores particulares aun cuerpo electo de ciudadanos, distinguidos por su sabidura, su pa-triotismo y su amor por la justicia, y decididos a impedir que las decisio-nes pblicas respondiesen a intereses personales o grupales, tal comosuceda en el caso del voto imperativo. El sistema representativo, de estemodo, pona a los gobernantes virtuosos en condiciones de resistir laspasiones efmeras y desordenadas que imperan en cualquier comunidad,volvindolos responsables de sus decisiones.

    De tal manera, los cuatro principios fijados para el gobierno repre-sentativo moderno fueron desde un principio: a) los gobernantes sonelegidos por los gobernados a intervalos regulares; b) los gobernantesconservan en sus iniciativas un margen de independencia en relacincon los gobernados; c) una opinin pblica sobre los temas polticospuede expresarse fuera del control de los gobernantes, pero no tienenecesariamente efectos vinculantes inmediatos con la toma de decisionespolticas; d) la decisin colectiva es tomada al trmino de la discusin(el objetivo de las discusiones tiene como objeto producir consentimien-to, pero no implica que ninguna opinin sea considerada inferior a lasdems).

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    La anttesis entre liberalismo y democracia, bajo la forma de una con-traposicin entre la libertad de los antiguos y la libertad de los modernos, fueenunciada y argumentada por Benjamin Constant, en un discurso pro-nunciado en el Ateneo Real de Pars en 1818, en los primeros aos de larestauracin borbnica. Segn Constant, la finalidad de los antiguos con-sista en distribuir el poder poltico entre todos los ciudadanos de unamisma patria, y a esto llamaban libertad; el fin de los modernos, en tanto,consista en limitar el ejercicio del poder por parte del Estado, y llamaban liber-tad a las garantas acordadas por las instituciones. Para Constant, ambosfines eran contradictorios, ya que la participacin directa de los antiguosen las decisiones colectivas (o libertad en sentido positivo), terminaba porsometer al individuo a la autoridad del conjunto, en tanto el ciudadanomoderno reclamaba al poder pblico su libertad como individuo (o liber-tad en sentido negativo). De este modo, la libertad de los modernos consista,fundamentalmente, en el goce efectivo de la independencia privada. El nfasispuesto por el pensamiento liberal en las garantas jurdicas del individuorespecto de la accin del poder poltico implic una verdadera revolu-cin copernicana en la teora del Estado, que dej de ser enfocada desdela perspectiva del poder soberano como lo haban hecho Bodin o Hob-bes, siendo reemplazada por la perspectiva de los sbditos.

    El planteo de Constant desligaba el disfrute de los derechos civiles cuya garanta resultaba indispensable para todos dentro del mundo mo-derno de los derechos polticos, que a su juicio no resultaban en modoalguno necesarios y, ms an, cuya dotacin demasiado generosa podallevar a nuevas versiones de lo que denominaba despotismo jacobino,por oposicin a su ideal de repblica representativa. En este rgimenprescripto por Constant, no slo los gobernantes sino el conjunto delcuerpo electoral deban contar con ocio suficiente para interesarse en losasuntos pblicos, y con suficiente independencia para evitar que su votose viese libre de toda influencia externa (lo cual, se argumentaba, noocurra con la inmensa mayora de la poblacin). Para Constant slodeban tener derecho a voto los propietarios que viviesen de sus propiosrecursos, posicin que se tradujo en la votacin de 1817, que impuso uncenso de 300 francos como requisito para integrar el cuerpo electoral.

    Si bien Constant haca referencia al mundo de los antiguos para jus-tificar su ideal moderno de libertad, en realidad descargaba su ataquecontra las nociones de igualdad, democracia participativa y de voluntadgeneral, enunciadas por J.-J. Rousseau. En realidad, la tensin entre losvalores de libertad e igualdad contaba con una larga historia dentro delpensamiento liberal, que a menudo los haba presentado como incompa-

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    tibles. En efecto, cuando la mayora de los pensadores liberales Locke,Montesquieu, Burke, etc. defendieron la nocin de igualdad, lo hicie-ron nicamente en sentido negativo; es decir, para garantizar el derechode todos a desarrollar sus potencialidades y aprovechar oportunidades,lo cual, ciertamente, no suceda en la sociedad aristocrtica. En realidad,se trataba de un concepto de igualdad subordinado al concepto de liber-tad, ya que reclamaba la igualdad para diferenciarse, para explotar lasfacultades individuales, para afirmar las diferencias. Hasta mediados delsiglo XIX, la nica voz discordante fue la de Rousseau, quien haba ante-puesto la voluntad general a la voluntad individual, subrayado los lmi-tes del ejercicio de la libertad individual, asignando al Estado la funcinde hacerlos respetar, y privilegiado las nociones de soberana popular,sufragio universal y democracia directa.

    Los argumentos de Constant definieron la matriz del rgimen polticodurante la restauracin borbnica en Francia. Asimismo, influyeron de-cididamente en las tesis de los liberales doctrinarios franceses Royer-Collard, Gizot, etc., que alcanzaron protagonismo durante el gobiernode Luis Felipe de Orlans, quienes consideraron que el desafo de lahora consista en terminar con la revolucin, garantizar el orden e impe-dir que el principio igualitario legado principal de la Revolucin con-dujese a la anulacin de la libertad poltica. Los doctrinarios francesessostuvieron las ventajas de un gobierno representativo sustentado sobrela soberana de la razn y atento a las evoluciones de la opinin pblica,con sufragio restringido por voto censatario, bajo la forma poltica deuna monarqua constitucional, y acompaado de una generosa dotacinde derechos civiles para todos los habitantes. Este pensamiento ser de-rrotado entre 1848 y 1851, en el marco de la Segunda Repblica, y revisa-do durante el Segundo Imperio.

    II. La democracia como proteccin en InglaterraDesde John Locke en adelante, el ncleo principal de la tradicin

    liberal reflej una aguda tensin entre los valores de libertad e igualdad.A excepcin de la obra de Rousseau, el modelo liberal de sociedad estu-vo basado en la libertad, a la que se subordin una igualdad de oportu-nidades apropiada para diferenciarse en el terreno del mercado. Segnse ha indicado, los liberales de los siglos XVII y XVIII de Locke a Constantno fueron en absoluto demcratas. Sin embargo, en la primera mitad delsiglo XIX comienzan a advertirse, en el caso ingls, algunas preocupacio-

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    nes aisladas que apuntan a recomponer la relacin entre liberalismo ydemocracia, cuyos resultados, de todos modos, no habran de aflorar demanera inmediata. Entre ellos se destaca el modelo de democracia liberalpropuesto por James Bentham y James Mill, que ha sido denominadodemocracia como proteccin. Ambos autores se inscriban en una teo-ra, el utilitarismo, que consideraba que el nico criterio defendible racio-nalmente del bien social era la felicidad. Esta felicidad era definida comola cantidad de placer individual una vez restado el dolor. Para medir lafelicidad total de una sociedad haba que medir a cada individuo comounidad. Sin embargo, al sostener que la sociedad es una coleccin deindividuos que buscan incesantemente el poder sobre, y a expensas deotros, Bentham aceptaba sin mayores objeciones el capitalismo, socavan-do simultneamente su principio igualitario. De hecho, Bentham estabacreando una sociedad a partir de un modelo de hombre, el empresariocapitalista o a lo sumo, el empleado cuentapropista, y reconoca comouna ley de validez universal que las grandes masas de los ciudadanos notendrn ms recurso que su industria diaria, y por consiguiente estarnsiempre prximas a la indigencia. En esta lnea de razonamiento, justa-mente, llegaba a sostener que el hombre tenda naturalmente a maximi-zar sus bienes materiales, y en consecuencia, sus placeres, a expensas delos otros, slo en la medida en que tuviese la seguridad de conservar supropiedad, por lo cual la bsqueda de ganancias se converta en unincentivo para la produccin. Esto lo llevaba a concluir que no era posi-ble la existencia de ninguna sociedad superior a la barbarie, si no existala garanta de la propiedad.

    Qu tipo de Estado se preguntaba Bentham haca falta para estasociedad? La pregunta implicaba un problema doble: por un lado, elsistema poltico deba producir gobiernos que establecieran y protegieranuna sociedad de mercado libre, y al mismo tiempo, instituciones queprotegieran a los ciudadanos contra la rapacidad de los gobiernos. Pues-to que a principios del siglo XIX en Inglaterra se daba por descontado elmarco general del gobierno v.g., la eleccin peridica de las asambleaslegislativas, y la subordinacin de la burocracia a la autoridad de ungobierno responsable ante el electorado, tanto Bentham como James Millavanzaron sobre la cuestin del sufragio, examinando quines tenanderecho de voto y la frecuencia de las elecciones, proponiendo el votosecreto y la vigencia de una efectiva libertad de prensa, para que el votofuera una expresin libre y efectiva de los deseos de los votantes. Auncuando sus escritos presentaron marcadas oscilaciones sobre la cuestinque incluyeron tesis restrictivas, el voto a los propietarios, y hasta un

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    voto prcticamente universal que exclua a menores, analfabetos y mu-jeres Bentham no estaba entusiasmado por sostener el voto democrti-co, aunque lo aceptaba como una consecuencia lgica del proceso hist-rico. En realidad, su preocupacin central era otra: ya que la felicidad enuna sociedad era limitada, haba que impedir que el gobierno desposeye-se al resto, permitiendo que la mayora pudiese revocar con frecuencia alos gobernantes, quienes, de este modo, se esforzaran por conseguir quela gente tuviese toda la felicidad posible.

    Partiendo de los supuestos de una sociedad capitalista de mercado,Bentham y James Mill construyeron un modelo de hombre a medida,como maximizador de utilidades, y un modelo de sociedad, como sumade individuos con intereses conflictivos, a los que sumaron un principiotico la igualdad para la libertad, dedujeron la necesidad de un go-bierno, de las funciones que debera desempear, y del modo deseablepara elegir y autorizar a los gobiernos. Por ese motivo, su razonamiento afavor de la democracia representativa se basaba en consideraciones deproteccin contra la opresin y la depredacin de los malos gobiernos.El entusiasmo de James Mill respecto de la democracia liberal no eramayor que el de Bentham, y los fundamentos que lo alentaban no varia-ban de manera significativa. En 1820, James Mili present su argumentoms decisivo a favor del sufragio universal aunque de una manera tan hi-pottica que afect decisivamente su impacto. Para James Mill, la ley recto-ra de la naturaleza humana era el egosmo, afirmando a continuacin quequienes no tenan poder poltico estaran oprimidos por quienes s lotenan. Todo ciudadano necesitaba contar con un voto para protegersedel gobierno. Sin embargo, este razonamiento inicial se dilua cuandocomenzaba a barajar otras opciones, restringiendo el voto universal a losmayores de 40 aos ya que todos tenan una familia detrs, o bienimponiendo un voto censatario que excluyera al tercio ms pobre de lapoblacin, as los otros dos tercios slo conservaran la mitad de supoder coactivo.

    En realidad, el objetivo de James Mill, tanto como el de Bentham, noparece haber sido la instauracin del sufragio universal, sino la sancinde una reforma electoral que permitiera socavar los poderosos interesesdominantes de la exclusiva clase terrateniente y adinerada que controlel sistema electoral hasta la reforma de 1832. Por ese motivo, alentaba elfantasma del voto universal, para conseguir una reforma limitada que, detodos modos, excluyera a los pobres. Si bien James Mill seala su prefe-rencia por la ampliacin del sufragio slo a las clases medias, no obstan-te, seala que no cabe temer ningn peligro de las clases bajas como s

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    lo teman los sectores ms conservadores, ya que esas clases se dejabanguiar siempre por la clase media. El gobierno, aseguraba James Mill, de-ba ser el negocio de los ricos. Si lo obtienen por las malas, el gobiernoser malo. Si lo obtienen por las buenas, ser bueno. El nico modobueno de obtenerlo, conclua, era a travs del sufragio libre del pueblo,que no slo protegera a los ciudadanos, sino que incluso mejorara laactuacin de los ricos como gobernantes.

    III. Del gobierno republicano a la repblica igualitaria:los Estados Unidos

    Durante el siglo XIX, la democracia liberal alcanz su versin ms igua-litaria en la sociedad norteamericana. Los norteamericanos establecierongobiernos cuyos miembros eran elegidos por el pueblo extendiendo elderecho a voto hasta un grado desconocido en los tiempos modernos ehicieron que los integrantes del pueblo llano participaran en los asuntosdel gobierno, no slo como votantes sino tambin como verdaderos diri-gentes. En el mundo angloamericano del siglo XVIII, el trmino democra-cia se utilizaba para designar al gobierno del pueblo y por el pueblo (como enel caso de las ciudades antiguas), y no nicamente al gobierno estableci-do por el pueblo mediante un proceso electoral, el cual era definidocomo una repblica o gobierno representativo. Sin embargo, hasta en-tonces la impracticabilidad tcnica y la inestabilidad de esta clase dedemocracia haba llevado a su descrdito. De todos modos, los britnicosde ambos lados del Atlntico consideraban que el pueblo deba desem-pear algn papel en el gobierno, a fin de que ste no degenerara en unatirana. Su consecuencia fue la sancin de constituciones mixtas, quecombinaban las tres formas de gobierno benignas aceptadas por la teora pol-tica clsica: la monarqua, en la figura del rey; la aristocracia, en la de laCmara de los Lores, y la democracia, en la de la Cmara de los Comuneso las Asambleas de Colonos. La representacin era el mecanismo quepermita sustituir a los muchos por unos pocos como afirmaban losnorteamericanos y, por ms que desde un criterio moderno el sufragiofuera limitado, las asambleas electas de este modo eran los organismosms populares del mundo.

    La mayora de los revolucionarios norteamericanos de 1776 no tenaintencin alguna de abandonar la frmula del gobierno mixto o equili-brado, aunque s estaban decididos a reemplazar la monarqua por unarepblica. El gobierno de uno (el rey), debera mantenerse bajo la forma

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    de un Ejecutivo unipersonal (aunque sensiblemente debilitado), el go-bierno de los pocos (aristocracia) en el Senado, y el de los muchos (de-mocracia) en las Cmaras de Representantes o Diputados. Sin embargo,en 1776 los radicales de Pennsylvania denunciaron que esa frmula im-plicaba la persistencia de elementos monrquicos y aristocrticos en lasociedad que haban sido abolidos por la Revolucin, y establecieronun gobierno simple, sin gobernador y con una cmara nica.

    Este argumento tuvo un xito notable en la poca, y oblig al resto delos Estados a abandonar la teora del gobierno mixto, y a declarar quetambin los gobernadores y senadores y el resto de funcionarios electospor voto popular, e incluso los jueces y algunas autoridades policialeseran representantes populares, que deban controlarse mutuamente en elejercicio de sus funciones. La importancia de este cambio no debe dejar-se de subrayar, ya que tuvo profundas consecuencias. Por una parte,convirti a la eleccin y al voto en un elemento esencial del sistemarepresentativo, que tuvo una significativa acogida de parte de una socie-dad que desde los tiempos coloniales senta una profunda desconfian-za hacia quienes la dirigan. Esta ampliacin del sufragio cambi el con-cepto de representacin implcita que se haban endilgado en el pasado losmiembros de la Cmara de los Comunes inglesa, definida por EdmundBurke a fines del siglo XVIII quien afirm que, por ms que la mayorparte de la poblacin no votaba, se la consideraba representada igual-mente en los organismos deliberativos, por vnculos mucho ms con-cretos, fundados en la residencia y la formacin de sus representantes.Asimismo, permiti reemplazar la concepcin republicana del liderazgopoltico sustentada por los padres fundadores, por otra esencialmentedemocrtica. En efecto, el perfil del lder poltico que haba poblado laspginas de El Federalista recomendaba asignar las responsabilidades delgobierno a quienes poseyeran talento y fuesen virtuosos, es decir, queestuviesen dispuestos a sacrificar sus intereses particulares en aras delbien pblico. Para ello, los representantes tenan que ser independientesy estar libres de las ocupaciones y de triviales intereses comerciales yeconmicos. Tales lderes tenan que contar con el ocio indispensablepara reflexionar sobre los problemas de la sociedad, para lo cual debanestar liberados de la preocupacin por su existencia cotidiana, ya que nose les permita recibir salario alguno (su percepcin permita sospecharde inters particular, y manchaba su virtud). Esta concepcin fue atacadaen los inicios del siglo XIX, con el argumento de que ese liderazgo virtualde la aristocracia slo poda ser aceptado en una sociedad jerrquica,pero no en una repblica igualitaria, donde la diversidad y pluralidad

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    existentes difcilmente podran ser evaluadas por una elite, por ms ele-vados que fuesen su virtuosismo o ilustracin. De este modo, la tradicio-nal tesis de la soberana de la nacin enunciada por Sieys que sostenaque, una vez electo, el representante no deba rendir cuenta a sus pro-pios electores (como suceda en los regmenes estamentales con voto im-perativo), sino a la nacin en su conjunto fue reemplazada por otrosargumentos mucho ms pragmticos, que afirmaban que slo los indivi-duos que compartan un inters particular podan hablar adecuadamen-te en su defensa. Ningn hombre se sostena, ingresa a la sociedadpara promover el bien ajeno, sino el propio; de este modo, se exiga quela democracia fuera representativa no slo en un sentido poltico en loreferido a los orgenes electorales de los mandatos, sino representativatambin en un sentido sociolgico, e incluyera en los cargos de gobiernoa profesionales, comerciantes, mercaderes, industriales, etc. Tambin sereclam el pago de un salario u honorario a los representantes, para sumanutencin, aunque esta solicitud slo fue concedida en 1911.

    La nueva lgica de la representacin, poltica y sociolgica a la vez,fue reemplazando a la puramente poltica, en trminos de Sieys, y, porsupuesto, a la representacin virtual definida por Burke. Para ello re-sult necesaria la ampliacin del sufragio universal a prcticamente todala poblacin blanca, masculina y adulta, en 1825. Los nuevos lderesnorteamericanos que surgieron en el seno de la denominada democra-cia jacksoniana en referencia a Andrew Jackson, presidente que avallos cambios y la concepcin crecientemente igualitaria del rgimen pol-tico fueron personas del comn; sin embargo, esto no afect la estabili-dad del rgimen como teman los intelectuales liberales europeos sinoque contribuy decididamente a consolidarlo. De este modo, el pueblonorteamericano no gobernaba directamente en ninguna parte, pero susrepresentantes elegidos a travs del sufragio universal poblaban todaslas instituciones del pas.

    IV. John Stuart Mill y el gobierno representativoLa democracia norteamericana fue la gran excepcin dentro de las

    sociedades avanzadas de Occidente. Por el contrario, la expansin delsistema capitalista haba producido un espectculo desolador: grandesurbes industriales mugrientas y repletas de pobres, marginados y misera-bles, que, paradjicamente, eran presentadas como el ideal del progreso.La experiencia histrica estaba demostrando fehacientemente que las re-

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    glas de juego reclamadas por el liberalismo clsico no haban bastadosiquiera para asegurar una igualdad para la libertad. Era posible revertiresa situacin? Por qu el respeto de esos principios no haba dado losresultados esperados? Alexis de Tocqueville y John Stuart Mill fueron losdos mayores escritores liberales del siglo XIX, que publicaron la parte cen-tral de su produccin entre 1835 y 1861. Sus obras representan a las dosmayores tradiciones de pensamiento liberal europeo, la francesa y la in-glesa, y son exponentes de las dos alas del liberalismo europeo, la conser-vadora, en el caso de Tocqueville, y la radical, en el de Mill.

    John S. Mill, liberal y democrtico, consider al gobierno representa-tivo al que denominaba tambin gobierno popular como el desarro-llo natural y consecuente de los principios liberales. As como Tocquevi-lle fue historiador y escritor poltico, Mill fue un terico poltico y, mu-cho ms, un talentoso reformador, que adhera al utilitarismo de Ben-tham. La libertad por la que se interesaba Mill era aquella que BenjaminConstant asign a los modernos, e Isaiah Berlin defini como libertadnegativa, es decir, la situacin en la cual un individuo puede hacer loque desea sin estar impedido por una fuerza externa, ni constreido ahacer lo que no desea. Para John S. Mill slo poda ejercerse legtima-mente un poder sobre cualquier miembro de la sociedad civil contra suvoluntad con fines de proteccin, para evitar daos a los dems.

    Sin embargo, el panorama que ofreca a mediados del siglo XIX la so-ciedad inglesa era crtico. La condicin de la clase obrera se haba vueltodecididamente inhumana, y eso aumentaba los riesgos para la propie-dad. Tanto desde una perspectiva moral como econmica, una reformaresultaba indispensable, y el rgimen poltico no poda hacer caso omisode esta situacin. John S. Mill tena perfecta conciencia del aumento dela militancia de la clase obrera. Por otra parte, le haban impresionadomucho las revoluciones europeas de 1848 y el fenmeno del movimientocartista, a fines de los aos 30, as como tambin la creciente alfabetiza-cin de la clase obrera, la difusin de sus peridicos, y el aumento de sucapacidad organizativa, a travs de sindicatos y mutualidades. Mill estabaconvencido de que no se poda seguir excluyendo o reprimiendo a lospobres durante mucho ms tiempo.

    John S. Mill consideraba que la mejor forma de gobierno era la demo-cracia representativa por lo menos en ciertos pases que haban alcanza-do determinado grado de civilizacin ya que consideraba (como Arist-teles) que el despotismo era aceptable para los pueblos brbaros, siempreque el fin fuese facilitar su progreso: La participacin de todos en losbeneficios de la libertad es el concepto perfecto del gobierno libre. Para

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    concretar esta participacin, John S. Mill promova una ampliacin delsufragio en la lnea ya transitada por el radicalismo benthamiano en 1832.John S. Mill afirmaba que el mejor remedio contra la alternativa de unatirana de la mayora que, como veremos, tanto preocupaba a Tocquevi-lle, era la extensin de la participacin electoral, que a su juicio tena ungran valor educativo, poniendo como nico requisito el pago de unapequea cuota. De este modo, el obrero que realizaba una labor repetiti-va pasara a comprender mejor la relacin entre los acontecimientos leja-nos y su inters personal, y le permitira vincularse con ciudadanos dife-rentes de los que lo rodeaban en su trabajo cotidiano. En una nacincivilizada y adulta no deberan existir ni parias ni hombres golpeadospor la incapacidad, ms que por su propia culpa.

    Sin embargo, John S. Mill estaba todava lejos del ideal del sufragiouniversal, puesto que exclua del derecho a voto a los analfabetos pre-vea para ellos la extensin de la enseanza, los que vivan de limosnas,los que estaban en bancarrota y los deudores fraudulentos, aunque erafavorable al sufragio femenino, afirmando que para las mujeres el votocomo proteccin era ms necesario debido a su debilidad. Para mitigar elimpacto de la ampliacin del sufragio y desterrar el peligro de la tiranade la mayora, Mill propona cambiar el sistema electoral, adoptandouno proporcional. Pese a su plena aceptacin del principio democrticoy su elogio del gobierno representativo, J. S. Mill se limitaba a prescribiruna democracia liberal escasamente ambiciosa. En efecto, para atenuar elefecto innovador del sufragio ampliado, propuso la institucin del votomayoritario, sealando que si bien consideraba justo que todos voten,nada obligaba a que todos tuviesen un solo voto: los ms ricos podrantener varios votos, y ms an los instruidos, quienes deberan aprobarpreviamente un examen de calificacin.

    Si bien John S. Mill esperaba que en el futuro, la clase obrera sera lobastante racional como para dominar las leyes de la economa polticaliberal y mejorar su condicin, consideraba asimismo que su modelo degobierno representativo era un medio necesario, aunque no suficiente,para garantizarle proteccin frente al gobierno y promover una gradualtransformacin de la sociedad, en sentido ms igualitario. Para Mill, labuena sociedad era aquella que posibilitaba y alentaba el progreso detodos, y no la que promova un modelo de individuo egosta y desapren-sivo. Para ello, aconsejaba una justa proporcin entre remuneracin ytrabajo, y una equitativa distribucin del producto social. Este modelode hombre y de sociedad deseables marc la clave que iba a prevalecer enadelante en la teora democrtica liberal hasta mediados del siglo XX.

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    V. Alexis de Tocqueville: la democracia en AmricaAlexis de Tocqueville fue mucho ms liberal que democrtico. Estaba

    convencido de que la libertad, sobre todo la libertad religiosa y moral(ms que la econmica) era el fundamento y el fermento de cualquierconvivencia civil. Pero haba entendido que el siglo nacido con la Revo-lucin Francesa corra precipitada e inexorablemente hacia la democra-cia; era un proceso irreversible. Si la democracia destruy el feudalis-mo y destruy reyes se preguntaba retroceder ante los burgueses yricos? De ninguna manera. En La democracia en Amrica, Tocqueville con-fesaba que haba escrito bajo una especie de terror religioso ante la revo-lucin irresistible que continuaba avanzando a pesar de las ruinas queproduca. Despus de su corto viaje a los EE.UU., entre 1830 y 1831,haba tratado de entender las condiciones de una sociedad democrticaen un mundo tan diferente del europeo, del que haba tomado la ima-gen de la democracia misma. En ese momento se formul la preguntadecisiva: Podr sobrevivir, y cmo, la libertad en la sociedad democr-tica?.

    Tocqueville entenda por democracia tanto una forma de gobiernodonde participaban todos de la cosa pblica lo contrario de la aristocra-cia, como una sociedad que se inspiraba en el ideal de igualdad y que,al extenderse, terminara por sumergir a las sociedades tradicionales ba-sadas en un orden jerrquico inamovible. Para l como tambin paraJohn Stuart Mill la amenaza de la democracia como forma de gobierno era caeren la tirana de la mayora, a la que defina como una forma de soberanaarbitraria, que arrasaba con los derechos de la minora. De este modo,para Tocqueville fuertemente influido por el pensamiento doctrinariode la Monarqua de Julio el peligro que corra la democracia como realizacinprogresiva del ideal igualitario era la nivelacin que termina en el despotismo. Des-potismo y tirana de la mayora eran, a su juicio, dos formas de tiranaque, en diversa medida, constituan la negacin de la libertad.

    Examinando el caso francs, Tocqueville consideraba que la revolu-cin haba creado la ficcin de que todos los hombres eran libres e igua-les ante la ley; sin embargo, si bien el concepto de ciudadano signific laigualdad jurdica, independientemente de su riqueza, tambin sera elorigen de la tensin inevitable entre igualdad y libertad, ya que la liber-tad y la igualdad de derechos planteada por la constitucin no habatenido un correlato en las caractersticas que iba adquiriendo la sociedadfrancesa, en el marco del desarrollo de un capitalismo que generaba cadavez ms desigualdad. Al asumir a la igualdad como una conquista ina-

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    lienable, las clases subordinadas comenzaron a reclamrsela a los Esta-dos, que se vieron obligados a optar entre proteger la libertad y aceptar ladesigualdad, o limitar la libertad en algn grado para asegurar una me-nor desigualdad.

    Para Norberto Bobbio, Tocqueville se mostraba como un escritor libe-ral y no democrtico cuando consideraba a la democracia no como unconjunto de instituciones entre las cuales la ms caracterstica era la par-ticipacin del pueblo en el poder poltico, sino como exaltacin delvalor de la igualdad no solamente poltica sino tambin social, en detri-mento de la libertad. En tal sentido, no tena dudas al anteponer la libertad delindividuo a la igualdad social. Tocqueville adverta con desesperacin que loshombres tenan una inclinacin natural hacia la igualdad, una pasininsaciable, que los lleva a querer tenerla en la esclavitud, de no podertenerla en la libertad. Estaban dispuestos a soportar la pobreza, pero nola aristocracia. El principio de la mayora, apuntaba, es la teora de laigualdad aplicada a la inteligencia.

    Para Tocqueville, los efectos de la tirana de la mayora eran muchos,y todos ellos muy negativos: la inestabilidad del legislativo, el ejercicioarbitrario de los funcionarios, el conformismo de las opiniones, la dismi-nucin de hombres confiables en la escena pblica. El problema polticopor excelencia, sostena, no es tanto el de quin detentaba el poder unrey o un presidente, sino la manera de limitarlo y controlarlo; a sujuicio, la democracia no ofreca reaseguros demasiado slidos.

    A travs de la obra de Tocqueville se radicaliza la incompatibilidad enltima instancia entre el ideal liberal, para el que cuenta la independencia dela persona en la esfera moral y sentimental, y el ideal igualitario, que deseauna sociedad compuesta por individuos semejantes en sus aspiraciones, gustosy condiciones. Para Tocqueville, el gobierno democrtico, aunque inevi-table, encarnaba una nueva forma de despotismo, a causa de su crecientecentralizacin y omnipresencia. El pueblo acepta ser tutelado, pensan-do que ellos mismos seleccionaron a sus tutores. Sale un momento de ladependencia, designa su amo, y vuelve a entrar en ella.

    De todos modos, Tocqueville sugera algunos correctivos para prote-ger a la libertad del avance del igualitarismo, como la libertad de prensa,la libertad de asociacin y la prctica del inters bien entendido, es decir,el inters que llevaba a los propietarios privados a participar del espaciopblico, no como realizacin personal sino para defender sus interesesde la rapia del Estado. Sin embargo, esto no le impide concluir afir-mando que, en general, los derechos del individuo son menospreciadosen el Estado democrtico, en nombre del inters colectivo.

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    VI. ConclusionesDurante la primera mitad del siglo XIX, la relacin entre liberalismo y

    democracia experiment una profunda tensin. Desde la perspectiva delos pensadores liberales europeos, la igualdad sigui considerndose comoun valor subordinado a la libertad, que constituy el eje y centro de sureflexin. En tal sentido, el clebre discurso pronunciado por BenjaminConstant, en 1818, consagr una relacin cannica entre ambos princi-pios, al tiempo que estableci la supremaca del gobierno representativoy censatario sobre cualquier versin de la democracia ampliada. Si biendurante la primera mitad del siglo no faltaron las iniciativas reformistas,a la luz de los grotescos resultados sociales que expona el proceso dedesarrollo del capitalismo, sus aportes fueron limitados y reflejaron lacontradiccin que invada a los autores ms progresistas, como JeremyBentham o James Mill. Si bien era deseable algn tipo de reforma, sobretodo en lo referido a la ampliacin del sufragio, las dudas sobre suspotenciales efectos sobre el derecho de propiedad los condujo a recortarsensiblemente su apuesta: era tolerable la extensin del sufragio a la clasemedia pero, seran igualmente confiables las clases populares en caso degozar de un derecho similar? De este modo, aun cuando la extensin delsufragio de 1832 pudo celebrarse como un avance cierto en la capacidadde control de la sociedad sobre eventuales abusos del gobierno, las de-mandas de los cartistas o los proyectos de cambio social levantados porlos owenistas durante esa misma dcada, fueron observados con evidentedesconfianza y temor por las clases dirigentes, para terminar condenadosal fracaso. Contemporneamente, en el caso francs, la Monarqua deJulio mantena las bases esenciales del rgimen borbnico restaurado,con la diferencia de la sancin de una Constitucin que reconoca elorigen contractual de la monarqua de Luis Felipe de Orlans, en tantoslo aceptaba el ejercicio de la soberana por parte de la poblacin capa-citada o razonable al momento de designar la composicin de las c-maras representativas. La posterior ampliacin del universo de sufragan-tes producto de la disminucin del censo exigido, implic un cambiosimilar al supuesto por el Reform Bill ingls de 1832, aunque no un avan-ce significativo del principio democrtico.

    Mientras tanto, del otro lado del Atlntico, los norteamericanos con-seguan desarrollar un nuevo modelo de sociedad, en la cual la pobrezano era algo necesario, y el republicanismo igualitario de la democraciajacksoniana inspirado de algn modo en el modelo roussoniano hacade la democracia participativa sostenida en un modelo de gobierno del

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    pueblo, por el pueblo y para el pueblo una realidad. Los intelectualeseuropeos no tardaron en dirigir hacia all sus miradas: en el caso deAlexis de Tocqueville, el fenmeno desconocido de una sociedad de-mocrtica le caus escozor, aunque no alter sus facultades, permitin-dole elaborar una descripcin cannica de la sociedad de los EstadosUnidos. All estaba el futuro, aunque no en todas partes ese futurohabra de ofrecer los mismos resultados. Mientras tanto, en Inglaterra,su amigo John S. Mill se abocaba a elaborar propuestas reformistas, tra-tando de compensar las desigualdades provocadas por el capitalismosin provocar un cambio demasiado radical, que trajese consigo la temi-da tirana de la mayora. Para entonces, el futuro de la democracia libe-ral no deba juzgarse necesariamente con pesimismo. En Francia, larevolucin del 48 reinstal el sufragio universal, que habra de ser man-tenido en el futuro por el inminente emperador Luis Bonaparte. LosEstados Unidos constituan el espejo en el que las naciones latinoame-ricanas y buena parte de los reformistas europeos utilizaban para dise-ar su futuro. Finalmente, la concepcin tica de un liberalismo equi-tativo sostenida por John S. Mill comenzaba a definir el modelo dehombre y de sociedad prevalecientes dentro de la teora democrticaliberal, hasta mediados del siglo XX.

  • Captulo 3Libertad de mercado y

    desigualdad social

    La construccin de la civilizacin capitalista fue el producto de unacompleja sntesis entre continuidades y cambios. La comprensin de esteprolongado proceso no es una tarea sencilla, ya que resulta indispensa-ble transitar por diversos perodos histricos, identificar a los actores queaparecen, permanecen y abandonan la escena, reconstruir las relacionesque se establecieron entre ellos, explicitar las ideas a travs de las cualesintentaron justificar sus demandas y pretensiones, etc. Una empresa detal envergadura puede resultar infructuosa si no se logran establecer losvnculos entre los alcances y lmites de los ideales de libertad e igual-dad que propiciaron los revolucionarios burgueses y los cambios econ-micos y sociales que antecedieron y precedieron a la gran transformacin.

    Si bien las revoluciones liberales se presentaron a s mismas como unpaso en el camino de la emancipacin humana, lejos de adquirir uncarcter universal e igualitario tenan como objetivo refrendar la des-igualdad de las relaciones sociales que se estaban consolidando con elascenso de la burguesa. El proyecto capitalista requera de una sociedadque se juzgara a s misma como libre, igual y fraterna, en contraposicincon el Antiguo Rgimen. Esta antinomia respecto del pasado inmediatomerece una breve lectura retrospectiva sobre las caractersticas de la so-ciedad previa al siglo XVIII.

    El feudalismo, cuyo apogeo se desarroll entre los siglos IX y XIII, cons-truy un tipo de comunidad estamental, donde la economa era esen-cialmente de subsistencia. La vida se desenvolva en el campo y las prc-ticas cotidianas estaban acotadas a la vecindad. La sociedad feudal secaracterizaba por su rigidez estructural en tanto cada hombre encontrabaprefijado desde su nacimiento su lugar en la organizacin social. Esacondicin estaba dada por su herencia o sus lazos sanguneos, de talforma que un hombre naca libre o siervo de acuerdo con sus vnculos o

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    redes de parentesco. La base de la sociedad estaba compuesta por lossiervos o vasallos, elemento central para la produccin rural. Los lazos deservidumbre unan a los siervos con sus estamentos superiores seorfeudal, nobleza, clero y con la cspide de dicha escala social cuyasfiguras centrales fueron la monarqua y la Iglesia, instituciones entronca-das por intereses econmicos, religiosos y sociales, las cuales perpetua-ban su poder a lo largo del tiempo. En esta economa por lo general seconsuma todo o casi todo lo que se produca, razn por la cual el comer-cio era muy marginal; por ello las relaciones econmicas internacionalesse limitaban al intercambio de bienes suntuarios. Hasta finales del sigloXV el planeta tuvo escasa integracin econmica y la precariedad de lascondiciones de vida de los hombres fue el elemento ms sobresaliente dela poca. Estas limitaciones se reflejaron en las problemticas econmicasabordadas por el pensamiento de la poca. Por ejemplo, Santo Toms deAquino circunscriba los estudios econmicos al anlisis de los fraudescomerciales, la usura y el denominado justo salario.

    El rgimen de produccin feudal a duras penas consigui convivircon los profundos cambios en el orden internacional y con su propiadinmica interna; su desintegracin pareca un destino inevitable. Losestamentos acomodados se resistieron a los cambios con todos los instru-mentos que tuvieron a su alcance. En efecto, las monarquas de la Euro-pa occidental desplegaron para su propia supervivencia diversas estrate-gias de perpetuacin: imbricadas alianzas, guerras imperiales intermi-tentes o indefinidas, expansionismo, absolutismos monrquicos, nego-ciacin o coercin de acuerdo con la posicin de fuerza en cada pascon las ascendentes clases burguesas, expansin del comercio, intentan-do adquirir por la fuerza un poder que perda legitimidad a medida queiba emergiendo el mundo capitalista.

    El largo trnsito a ese nuevo orden tuvo puntos de inflexin queconjugaban nuevos elementos filosficos, religiosos, tecnolgicos. No fuemenos importante el descubrimiento de Amrica, la expansin hacia losterritorios asiticos y la lucha de las potencias europeas por la distribu-cin de esos nuevos espacios geogrficos. Un nuevo modelo econmico,el mercantilismo, fue el resultado de estas nuevas reas con inmensos ydesconocidos recursos naturales y metales preciosos disponibles para suexplotacin. El mercantilismo se desarroll entre los siglos XV y XVII ins-taurando el comercio a distancia. Las potencias europeas se veran alta-mente beneficiadas mediante el comercio y el reparto colonial, lograndouna importante acumulacin de capital y construyendo los primeros pi-lares de un novedoso sistema econmico mundial: el capitalismo.

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    El florecimiento de las relaciones exteriores de las naciones desarrolltoda una ingeniera institucional econmica donde las cuentas externasla balanza comercial comenz a definir el estadio de evolucin de cadaEstado. Estas vinculaciones no siempre mostraron trminos amistosos;por el contrario, los imperios iniciaron una vertiginosa bsqueda de nuevosmercados y de espacios vrgenes pasibles de ser colonizados o asimila-dos a las metrpolis. La supremaca martima y territorial constituy laforma en que los imperios midieron sus fuerzas y su capacidad de ejercerel poder poltico. De esta forma, Europa materializ durante todo esteperodo una lucha imperial, siendo sus protagonistas Inglaterra, Espaa,Portugal, Francia y Holanda, y su dinmica de funcionamiento, el co-mercio y la guerra. Sin embargo, este continente no posea el monopoliodel comercio, existan adems otros imperios de gran importancia, quie-nes controlaban el flujo mercantil de otras regiones. As el Imperio Turcose extenda desde el Mediterrneo occidental hasta el ocano ndico; elmundo musulmn gobernaba Oriente Medio, el sudeste asitico y la zonameridional de ste hasta la India. Sin embargo, el mayor imperio eracontrolado por China, pues su soberana alcanzaba hasta los territoriosdel Asia sudoriental.

    La vinculacin estrecha entre la economa mercantil y el colonialismono necesariamente implicaba la gran extensin o importante riqueza delos territorios adquiridos, tambin dependa de las estrategias geopolti-cas que desplegaran los pases para la comercializacin de sus productos,siendo las rutas de ultramar y los canales de acceso a nuevos mercados elmecanismo adecuado para expandir sus ventas.

    Los Pases Bajos, territorios que actualmente conocemos como los Es-tados de Luxemburgo, Holanda y Blgica, sobresalan en la actividadmercantil mundial. En este sentido, Holanda, la regin ms rica del nor-te, ejerca desde el siglo XV una supremaca comercial sobre las IndiasOrientales. Tempranamente emergieron como centro de distribucin enel comercio global. En este pas la agricultura haba logrado una moder-nizacin importante con capacidad de comercio regional, as como unaamplia red de comunicaciones, un veloz sistema de transporte y empren-dimientos textiles de pequea escala. Por este motivo, algunas corrienteshistoriogrficas concluyen que esta regin lograba una combinacin ar-moniosa entre el capitalismo y el espritu renacentista. Esta visin anali-z el gran desarrollo cultural y cientfico alcanzado por Holanda. Sinembargo, la economa de los Pases Bajos en dicho perodo est muy lejosde definirse como capitalismo, por lo menos en un sentido estricto. Efec-tivamente, Holanda haba desarrollado un lucrativo comercio en el Blti-

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    co y hacia finales del siglo XVII poda disputarle a Portugal y a Espaa sucontrol econmico en el ocano ndico. No obstante, una de las clavespara comprender por qu ni Holanda ni sus vecinos se transformaron enpioneros de la Revolucin Industrial, como s lo ser Inglaterra, es ladecadencia de su hegemona martima y la simultnea emergencia deGran Bretaa como sucesora del dominio ocenico. Luego de una guerrade ochenta aos que termin con la Paz de Westfalia en 1648, Holandaya no encabezara la supremaca mercantil, pasando a ocupar un lugarsubordinado.

    I. La mano invisible del mercadoEn el transcurso de los siglos XVII y XVIII se fue conformando un imagi-

    nario colectivo segn el cual la riqueza era el producto natural del co-mercio entre las naciones. Bajo esta concepcin surgi la economa poltica,entendida como una ciencia social cuyo objetivo era el anlisis de leyesinmutables de carcter universal que describieran las formas de circula-cin de la riqueza. Su antecedente inmediato se conoce como la escuelafisicrata puesto que describa la armona de intereses econmicos comoun orden natural. El mayor exponente de este pensamiento fue FranoisQuesnay, quien estudi cmo se distribua la riqueza total de una na-cin. Su anlisis determin que cada pas posea tres clases o grupossociales: el productivo, el propietario y el sector estril; la clase produc-tiva era la encargada de desarrollar mediante las actividades de cultivo lasriquezas anuales de una nacin. Se incluan en dicha esfera todas laslabores y todos los gastos que se efectuaban hasta la venta de los produc-tos; el comercio ocupaba el rol de redistribucin de ingresos al conjuntode la poblacin. En segundo lugar, se poda ubicar a la clase propietaria,la cual estaba comprendida por los poseedores de la tierra, pero tambinse extenda al sector poltico. Por ltimo, la clase estril, constituida portodos los habitantes que se ocupaban de otros servicios y otras labores,distintos de la agricultura y cuyos gastos eran pagados por las otras dosclases. Bajo este modelo estamental, Quesnay consideraba que la prospe-ridad de una nacin se alcanzaba mediante la ampliacin de las reascultivables y el ms alto grado de libertad de comercio. En el proceso decirculacin de este economista se daba por supuesta la equivalencia realque se estableca en el mercado al intercambiar mercancas.

    Sin embargo, dicha concepcin colisionaba con los lmites de la ex-pansin agrcola. Como se explica en el captulo XVIII, el constante decli-

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    ve de los precios agrcolas en el siglo que transcurre entre 1650 y 1750sera para algunos historiadores uno de los factores que impulsarn larevolucin tecnolgica industrial. El otro elemento que estuvo ausentedel anlisis fisiocrtico es el valor agregado del trabajo humano. Habauna correlacin directa entre el sistema de estructura territorial de lasociedad feudal respecto del mundo de las ideas econmicas y lo questas consideraban la genuina riqueza nacional. Bajo una sociedad esta-mental y jerrquica, es lgico que no se tomara en cuenta la capacidadde los hombres para producir ya que la forma de produccin se asenta-ba en la servidumbre, no existiendo un mercado de trabajo libre. Laliberacin de los siervos y la eliminacin de las regulaciones en las acti-vidades productivas iran conformando una sociedad civil autnomadonde los individuos se presentaran como fuerza de trabajo libre paraser contratada. La libertad y la igualdad burguesa no constituan uncarcter emancipatorio para el individuo, sino ms bien un atributonecesario para el desarrollo de las relaciones capitalistas. Para cuando elmundo estuviera preparado para el trnsito a una sociedad industrial,la autonoma del individuo sera la columna vertebral de las corrienteseconmicas liberales.

    Con la obra de Adam Smith comienza un nuevo ciclo del pensamien-to de la humanidad. Hasta ese momento desde Maquiavelo hasta losfisicratas la sociedad era vista como una entidad creada y regulada deacuerdo con las leyes del Estado, pautando una preeminencia de lo po-ltico respecto de las dimensiones econmica y social. Esta concepcincomenzara a invertirse a partir de este momento, dejando paso a nuevasinterpretaciones que afirmaron que era el orden econmico la estructuracondicionante de las dems esferas de la vida social. Situado en el focodel proceso de cambio, Smith transitaba esta encrucijada en forma ambi-valente, otorgando a veces una supremaca a lo poltico y otras inaugu-rando el perodo de preeminencia de lo econmico. Expresin de supoca como de sus ideas, Smith ceda en ocasiones a los dictados de latradicin, aunque ello no le impidi que destellaran en su trabajo lasprimeras premisas econmicas de la era del capital. Por esta razn, esconsiderado el fundador de la ciencia econmica, a partir de la publica-cin de su libro Investigacin sobre la naturaleza y causas de la riqueza de lasnaciones, editado en 1776. Sin embargo, esta obra no puede ser conside-rada como la sntesis de su pensamiento, ya que previamente Smith sehaba dedicado a la filosofa moral, constituyendo su obra ms acabada laTeora de los sentimientos morales, editada en 1759. All ofreca una miradaen la que prevaleca el carcter sociable del individuo y no tanto su com-

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    ponente egosta, que sera el elemento central de su obra posterior, hastael punto de ser caracterizado universalmente nicamente con esta pers-pectiva.

    Para entender esta aparente contradiccin, hay que tener en cuentaque Smith tena delante de sus ojos un nuevo tipo de civilizacin, unasociedad que l mismo denomin sociedad comercial, donde todos loshombres se haban convertido en mayor o menor medida en mercade-res. Para la sociedad comercial no exista antinomia alguna entre la socia-bilidad del hombre y su propensin egosta, ya que ambas se conjugabany se alimentaban positivamente. Smith caracteriz a la sociedad modernacomo un gran avance civilizatorio frente a la desaparecida sociedad me-dieval e, incluso, lleg a considerarla, bajo ciertas condiciones, como laforma absoluta y definitiva de organizacin social, tratando as de de-mostrar la viabilidad de un orden naciente: el capitalismo. Esto se ad-vierte en su esfuerzo denodado para penetrar en la anatoma de la socie-dad civil y captar su movimiento, traduciendo as su conviccin respec-to de la necesidad social de contar con una reflexin terica que permi-tiera conceptualizar las novedosas formas que haba adquirido la vidahumana.

    De este modo, el orden social ideal que elabora en su obra econmicaremite a lo que l denominaba sistema de libertad natural, que presupo-na invariablemente la existencia de una sociedad bien gobernada; esdecir, la existencia de un Estado que se atuviera a los principios de lajurisprudencia natural, por un lado, y la existencia de individuos capa-ces de ejercer sus virtudes ciudadanas, por el otro.

    Adam Smith consideraba que el desarrollo de la riqueza de las nacio-nes se deba al incremento de las facultades productivas del trabajo, yque el aumento de la riqueza beneficiara a corto plazo a todas las capassociales. Por tanto, la economa poltica deba abocarse al anlisis de ladistribucin de la riqueza generada a partir del trabajo. Esta concepcinintroduca un nuevo enfoque econmico que desestimaba la importanciade los recursos naturales como elementos multiplicadores de la riquezade las naciones, para poner en primer plano el trabajo humano. La teoradel valor-trabajo que desarrollaba Smith estaba en consonancia con losfundamentos liberales de John Locke sobre la propiedad privada. Pataambos, la premisa que la justificaba consista en considerarla como pro-ducto del esfuerzo individual del hombre desplegado a travs del traba-jo. En consecuencia, el trabajo humano era el que genera valor, y stedesarrollaba toda su potencialidad a partir de la divisin del trabajo de la

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    civilizacin capitalista. Propiedad privada y divisin del trabajo, pues,eran la sntesis perfecta de la sociedad capitalista.

    Smith explicaba la divisin del trabajo a partir de lo que observaba enel interior de una manufactura de alfileres. All, cada trabajador ya noproduca todo el bien sino que se limitaba a realizar una operacin par-cial, un fragmento, dentro de la obra total el producto final realizadapor el colectivo de los obreros. De la divisin del trabajo dentro deltaller, Smith pasaba, como si fueran homologables, a la divisin del tra-bajo en la sociedad. En otros trminos, y siguiendo a Carlos Marx, trasla-daba la divisin tcnica del trabajo a la divisin social del trabajo que reinaba enla sociedad moderna. Esta afirmacin encerraba muchas consecuenciaspata la configuracin de un nuevo orden internacional, ya que Smithconsideraba que la asignacin eficiente de funciones en el interior deltaller se poda aplicar al intercambio entre las naciones, cuyos interesesno deberan ser contradictorios, sino armnicos.

    La fundamentacin terica de Smith se basaba en su concepcin me-tafsica de la naturaleza humana, cuyo axioma principal sera la pro-pensin natural al intercambio. Desde esta perspectiva, el desarrollo dela naturaleza humana conllevara inevitablemente a una economa demercado capaz de multiplicar, de manera automtica, la riqueza mun-dial. Esta conviccin ha llevado a popularizar universalmente la teoraliberal de Smith recurriendo a la imagen de la mano invisible del merca-do. Su divulgacin, pues, ha infligido una simplificacin brutal a sucomplejo andamiaje cientfico, reducindolo a una receta infalible apli-cable a cualquier sociedad atemporal: la eliminacin de la intervencinestatal en los asuntos econmicos. Sin embargo, esta visin est muy leja-na a su teora, no slo porque Smith no haca la distincin entre socie-dad civil y Estado, considerndolas como una misma esfera de accinque no debera quedar al margen de la accin estatal, sino porque esteautor enfatizaba la imperiosa necesidad de que los gobiernos asignaranrecursos para morigerar las desigualdades existentes en las clases socia-les. Para este objetivo entenda que la herramienta ms adecuada era laeducacin.

    Smith no lleg a conocer la sociedad capitalista con todos sus atribu-tos, ya que vivi en una poca en la cual el proceso de conformacin delmercado no haba conseguido an derribar definitivamente las barretasdel mundo del trabajo. Hasta la dcada de 1830 todava no exista enGran Bretaa un mercado laboral formalmente libre, despojado de lasprotecciones caractersticas de la sociedad medieval; en efecto, an semantenan las regulaciones del salario y de las condiciones laborales,

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    atendiendo a criterios ajenos o que a menudo distorsionaban grave-mente al libre juego entre la oferta y la demanda.

    Por el contrario, mucho ms adecuada resulta la crtica actual queformulan muchos historiadores y antroplogos, que afirman que el hom-bre no posee una natural propensin al trueque de bienes materiales, yno necesariamente acta para salvaguardar sus intereses individualesmediante su posesin. Las objeciones no se limitan a la obra de Smith,sino que se extiende a toda la teora econmica clsica y neoclsica, quetenan como pilar comn la conviccin en la existencia natural de eco-nomas de mercado. En efecto, los sistemas econmicos que precedieronal capitalismo no permiten comprobar la primaca de mercados autorre-gulados a lo largo de la historia, y el comportamiento humano que enellos se registra no parece tener como principio natural el intercambio,sino la accin recproca y la redistribucin. Lo que los hombres, en rea-lidad, parecen haber buscado denodadamente ha sido el reconocimientode sus derechos y activos sociales, es decir, su estatus, su posicin social.De este modo, las revoluciones burguesas no pueden ser ya comprendi-das nicamente como un proceso de ascenso de la burguesa deseosa deconsolidar su poder econmico, sino tambin por su necesidad de obte-ner un reconocimiento social significativo. Esta lectura, que nos aleja deuna mirada exclusivamente economicista, permite asimismo compren-der la adscripcin de las masas populares a las consignas burguesas delibertad, igualdad y fraternidad propias de la Revolucin Francesa. Sibien la burguesa acab por acordar a estos ideales un contenido bastanteestrecho y excluyente, no resulta sta la nica interpretacin posible yms an, permite explicar, la potencialidad de tales valores para alentarlas luchas sociales emancipatorias protagonizadas por las clases subalter-nas, incluso hasta el presente.

    II. La cuestin socialCuando el siglo XIX naca, todas las instituciones, relaciones sociales y

    actores que dieron vida al Antiguo Rgimen haban eclosionado. En lasnaciones donde an se perpetuaban, tena sus das contados. En aque-llos lugares donde se pudo conciliar tradicin y modernidad, como es elcaso de Gran Bretaa, los conflictos sociales pudieron ser amortiguados,aun con muchas fricciones, por un andamiaje institucional ms o menosconsolidado; en otros casos, como Estados Unidos, no tenan un arraigoprofundo con el viejo mundo como para sentir su desintegracin; Fran-

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    cia por su parte, constituye el ejemplo ms traumtico y en consecuenciams revolucionario de este proceso de ruptura.

    No obstante, la consolidacin de las relaciones capitalistas iba a con-tinuar su curso, afianzndose en la destruccin de todos los vestigiosfeudales que an quedaran. La liberacin de las fuerzas del mercadorequeran la autonoma del hombre, entendida como la eliminacin detodas las barreras protectivas existentes en el cuerpo social. Un nuevoactor, el proletariado, emergera como contracara de las relaciones capi-talistas de produccin. La esfera econmica deba articularse a partir deuna nominal libertad e igualdad para comprar y vender su fuerza detrabajo. Esto era peculiarmente difcil para un mundo acostumbrado aconcebir al cuerpo social como un ente orgnico uniforme. Todos losinstrumentos destinados a regular y proteger el organismo social debanser destruidos permitiendo la emergencia del individuo como categoraorganizadora de lo social.

    La idea del ciudadano implicado polticamente en los asuntos de sunacin se combinaba ahora con la emergencia de la cuestin social. Sinrefugio en los mecanismos protectivos feudales la supervivencia de loshombres dependera de su implicacin en la divisin del trabajo delproceso industrial. Producto de la eliminacin de las protecciones socia-les, emergi como fenmeno social masivo e indito, la pobreza. Comonovedad de la sociedad industrial, existieron diversas controversias so-bre cmo abordar esta cuestin. Inicialmente, los liberales consideraronque la pobreza era transitoria y circunstancial producto de costumbresarraigadas en los hombres que no propiciaban el esfuerzo individual porsu impulso natural al ocio. La vocacin por el trabajo y los deseos deascenso social se instauraran a partir del ejemplo impulsado por la claseburguesa. Sin embargo, este aprendizaje automtico no se dio en formaespontnea y con el tiempo la cuestin social se transformara en unaamenaza de disgregacin del orden burgus. El temor de la burguesaestaba bien fundado, ya que la necesidad de implicar polticamente a lasmasas populares en los acontecimientos revolucionarios haba dejadocomo saldo una deuda social de ideales libertarios e igualitarios negadosa la mayora de la poblacin, as como tambin una conciencia de luchapor sus intereses.

    A esto se sumaba la explotacin abusiva por parte de los empresarioshacia los trabajadores, que originaron los primeros intentos de creacinde movimientos obreros modernos. La puja entre obreros y capitalistasno se circunscriba a las cuestiones relativas al salario y condiciones detrabajo, sino tambin al supuesto disciplinamiento y control social re-

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    queridos para el orden capitalista. Las prcticas propias de la vida indus-trial implicaron una gran transformacin en la vida cotidiana de los hom-bres, exigiendo la creacin de pautas de comportamiento en el interiordel taller, obligaciones horarias, de higiene, e incluso de cambios en lasrutinas y conductas morales vinculando la vida en el taller con la vidaprivada de los hombres.

    La nueva clase empresarial debi afrontar un doble desafo, por unlado amoldarse a las nuevas condiciones de competitividad fruto de lainterrelacin mundial del capitalismo, y por el otro, la creciente capaci-dad organizativa y de resistencia de los sectores asalariados. En lo re