Levinstein Raquel- SEÑOR QUITAME LO BRUTO

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Dra. Raquel Levistein

SEOR,QUTAME LO BRUTOUn relato que te ensea a utilizar tu potencial interior para enfrentar y transformar la adversidad.

PRLOGOUna vez ms la doctora Levinstein nos invita a mirar en nuestro interior para descubrir nuestra verdad y as volvernos libres. En este nuevo libro, la autora intenta con xito una nueva forma de brindarnos sus enseanzas; el relato, y lo hace muy bien. Para empezar, nos mete en el personaje principal, Juan Salabim, y a lo largo de la obra vivimos en los zapatos de l. Como lo plantea nuestra queridsima doctora, todos somos brutos, en el sentido de pasamos buena parte de nuestra vida sumidos en la inconciencia, lo que nos hace cometer todo tipo de tarugadas que no slo nos daan a nosotros mismos, sino tambin a los seres que ms amamos. A lo largo del libro, viviendo las vicisitudes de Juan Salabim, aprendemos que Dios aprieta pero no ahorca y que nos quiere tanto que, a pesar de ser tan brutos, nos tiende su mano bondadosa para sacarnos de las arenas movedizas de la inconciencia. Para aprovechar mejor el libro, sugiero al lector identificarse plenamente con el personaje principal y tratar de vivir lo que l vive en el espacio y en el tiempo

narrados, pues slo as usted podr sacarle al relato todas las enseanzas que la autora ha procurado ocultar sutilmente en cada situacin, en cada escena, en cada dilogo interno y externo de la narracin, para que usted las descubra, las haga suyas y las aplique en su vida personal, a pesar de que est convencido de que usted no es ningn bruto. Aunque yo creo que al finalizar de leer el libro, exclamar como yo: Todos somos Juan Salabim! Luis Castaeda

Prefacio

En una poca en la que prevalecen las guerras, conflictos y levantamientos entre las naciones y en la humanidad, cuando nuestro diario acontecer se encuentra teido de violencia, inseguridad y hasta tragedias. Cuando la corona que enmarca una historia de humanidad doliente e inconsciente aflora las dependencias qumicas y emocionales, cuando las familias se desintegran y parece que los hijos estn en contra de los padres y los padres en contra de los hijos; cuando la mayor guerra que tenemos que enfrentar se encuentra dentro de nosotros mismos, surge este libro como un canto de esperanza y gratitud a la vida para que dejes de ser dependiente de falsas profecas, de supercheras y supersticiones; para que ya no seas ms presa del miedo, y logres la conquista de tu propio interior descubriendo la verdad, la verdad que te hace libre, eterno e inmortal. Para que dejes de sentirte como una hoja al viento o un corcho en el mar; para que dejes de reclamarle a la vida y a Dios, tal como t puedas entenderlo, los sinsabores que cotidianamente tienes que enfrentar; para que jams dejes de voltear a las estrellas y descubrir en ellas tu raz Divina y la esencia de eternidad que palpita e tu corazn y descubras que la adversidad que como humanidad estamos enfrentando representa la ms grandiosa de las oportunidades: la de descubrir tu esencia y tu verdad, aquella que no slo te hace libre, sino aquella que te permite establecer un reencuentro con nuestro Creador y percibirle como parte de ti mismo, y t, an en tu fragilidad y pequeez humana, como parte integral de l. Y con ello, la posibilidad de transformar la realidad material, catica y destructiva por su propia naturaleza, en un edn de paz, armona y libertad anunciado desde tiempos inmemoriales. Este libro constituye la respuesta a una serie de acontecimientos con los que se instal lo que pareca una noche oscura, un invierno largo y fro. Esto comenz con el fallecimiento de personas muy queridas y cercanas a m hasta con aquellas prdidas que desgarran el alma y mutilan el corazn porque son parte de mi propia vida: la prdida de mi hermana, mi nica hermana mujer; la prdida de mi esposo, mi compaero durante casi 35 aos y la prdida de un to muy querido, que en mis recuerdos de infancia cobra un papel muy, pero muy especial.

En este lapso, no mayor de ao y medio, tambin tuvimos que enfrentar accidentes, enfermedades con carcter fatdico como el cncer de mi madre, dos cirugas en mi propio cuerpo, injusticias y arbitrariedades dentro del ncleo laborar, hasta mi salida de Televisa, Radio. Hoy, cuando el alba comienza a aparecer, me doy cuenta de que en verdad en cada ser humano se encuentra la verdad que le hace libre, y que el oro para convertirse en oro tiene que atravesar el crisol de fuego. S que ninguna contrariedad o adversidad tiene el poder de daar, ni siquiera de tocar a la criatura ms amada de Dios, que eres t mismo. Pero es necesario que comiences a creer en ti. Dios se encuentra presente en cada paso que das, en cada instante que transcurre. l es tu fuerza y tu verdad. Y an cuando hay momentos en los que quisieras verle con el alma, escucharle con el corazn, parece que no responde, parece que se ha ido, que ya no est. Hoy quiero compartir contigo la victoria de un triunfo humano, un triunfo que es tu propio triunfo, una victoria que nos corona a todos como humanidad, porque lo que un hombre hace para s mismo, lo haceaun sin darse cuentaen pro o en contra de la humanidad entera. Hoy quiero decirte que aun cuando en ese lapso que no se mide con hojas de calendario ni con el tiempo que marca las manecillas del reloj, hubo momentos de incertidumbre y de profundo dolor, jams dej de tener la certeza de que el amor infinito del Padre me envolva, de que su sabidura infinita me guiaba, y que aun cuando haba cosas que yo no poda entender, que la razn no poda explicar, ni el corazn aceptar del todopor lo menos en primera instanciame repeta mil veces: Seor no entiendo, no entiendo qu es lo que pasa, pero s que si T ests a cargo, todo, todo est bien; an cuando no pueda entenderlo, Seor, yo confo, confo en Ti Esta frase se hizo cotidiana en m; era como la punta de lanza con la que iniciaba una nueva batalla, con la que enfrentaba una nueva adversidad. Con slo repetirla obtena paz y serenidad. Quisiera que tambin fuera tu frase preferida en los momentos difciles; y lo ms importante, que comenzaras a creer en ti. Pues sta era la respuesta silenciosa que yo no escuchaba con claridad cuando de mil formas le deca al Creador que confiaba en l. l mismo me deca: pero, acaso, t confas en ti? Esa respuesta la quise evadir mil veces. Me pareca que con mi confianza en l era suficiente. Me pareca que era soberbia, falta de humildad, creer en m. Pero hoy s a ciencia cierta que tena que creer en m, y que si bien es cierto que por mi misma nada, nada puedo, en l todo, todo es posible, como, todo es posible para el que cree. Hoy el miedo ya no me da miedo, no como desafo o reto de inconciencia, sino porque s que en cada ser humano se encuentra sembrada una semilla de gloria, que en cada uno de nosotros se encuentra la esencia misma del padre y que el infortunio es precisamente la oportunidad para descubrir esta verdad, para transformar la oscuridad en luz, la esclavitud en libertad y el sufrimiento en paz.

Hoy que el tiempo ha transcurrido y la luz se comienza a instalar, puedo decirte que, en cada contratiempo enfrentado con valor, dignidad y confianza en Dios y en m, hay resultados maravillosos, slo que por nuestra propia naturaleza humana estamos dados a ver slo lo malo e ignorar incluso el milagro que viene como respuesta a una oracin, a una creencia a la gratitud infinita, aun antes de ver la respuesta. Voy a comentarte slo algunas de las bendiciones con las que El Seor respondi a mi llamado: Mi sobrino que slo tena el 15% de posibilidades de vida, hoy se encuentra vivito y coleando y con un proceso de transformacin que lo hace mejor cada da. Los accidentes que tuvieron mis hijos y mi nieta y que parecan mortales por necesidad. En los que aunque hubo prdida total de automvilhoy tengo uno nuevo y mejorsalieron ilesos; la nia incluso sin rasguo alguno. El cncer de mi mam, que por su edad y condicin no era sujeto de ciruga ni quimioterapia, ya desapareci, y para todos los mdicos este hecho, la forma y la rapidez con el que se llev a cabo representa un milagro sorprendente. Hoy goza de una estupenda salud. Tenemos un equipo de trabajo maravilloso, mil proyectos en ciernes y la certeza de que Dios tiene preparado un nuevo y mejor espacio en la radio para continuar con el trabajo que adoro hacer y que juntos como radioescuchas, grupos de transformacin interna y equipo de colaboradores, llevamos a cabo da con da con el nico fin de transformarnos en mejores personas y construir a partir de nuestro propio cambio una vida, un mundo y un Mxico mejor. Hoy s tambin que la muerte es vida y que, en verdad, en verdad jams se pierde lo que se ama! Y que si bien esos seres amados ya no se encuentran en este plano material, forman parte constante de mis sueos, son compaa de todo momento que, como ngeles silenciosos, dialogan con mis ms nobles sentimientos y mis ms encumbrados pensamientos. Y que si bien ya no es posible verles con los ojos del rostro, s es posible sentirles con el corazn, y no hay da en que no acudamos puntuales a la cita en el corazn de Dios cuando hacemos oracin, cuando pedimos por nuestros seres queridos y por cada uno de los hijos de Dios, cuando recordamos nuestros momentos compartidos y las cosas bellas que aun en la distancia hoy por hoy podemos compartir. Hoy s que ni la muerte puede vencer a la Criatura ms amada de Dios, que eres t mismo; hoy s que en cada hombre y en cada mujer se encierra la esperanza de darle vida a la vida de Dios, que hay leyes del espritu que cuando las conoces y las pones a tu disposicin, la materia que aparece grosera e irreverente se pliega para darle vida a tus sueos ms encumbrados, a tus creencias ms arraigadas, a tus anhelos y esperanzas ms aejas.

Introduccin

Si ya ests leyendo este libro, ya vas por buen camino, ya que aceptar por lo menos la posibilidad de ser o parecer Bruto te aproxima a la solucin del problema. Aceptarlo, te permite recorrer al menos el 50% del sendero para dejar de serlo, y si adems de atreves a voltear al cielo par pedirle a l, nuestro Creador, pues habla de que Bruto, lo que se dice Bruto, en realidad no eres. Pero antes de descubrir el camino cierto para dejar de parecer o ser un Bruto, sera conveniente saber a ciencia cierta lo que significa la palabra Bruto. No te parece? El diccionario de Espaol Moderno de Ediciones Larousse se refiere a la palabra Bruto como: Necio, falto de inteligencia, imbcil, bestia, animal, salvaje, tosco como un diamante en bruto. Bueno creo que por donde le busques, ninguno de los conceptos antes mencionados es siquiera halageo, salvo el ltimo que se refiere a una joya en bruto, y por bruto que sea su estado, habla de que en el fondo se encuentra un diamante que tiene que ser descubierto, de un carbn (leste bien, dije carbn) que tiene que ser pulido, muy, pero muy pulido para mostrar la belleza y la infinita riqueza que se encuentra en el interior. Pienso que esto ya lo intuyes, pues de otra manera no estaras leyendo este libro; slo que, para variar, buscas el camino cmodo, el que parece ms fcil, que es el de pedirle a Dios que te quite lo bruto, as como as, como magia o milagro, sin poner algo de tu parte, para despus, como siempre, reclamarle a l porque no realiza tu voluntad, porque no concede tus solicitudes y pedidos a la carta con la diligencia y la celeridad digna de un Dios, y con esto no slo corres el riesgo de quedar igual o ms Bruto que al principio, sino, adems, resentido, enojado y alejado de l. Por supuesto que es bueno el slo hecho de desear dejar de ser o parecer un Bruto, desde luego que siempre resulta bueno invitar a Dios a tu vida en cualquier aspecto; pero no esperes que slo por este hecho, lo Bruto desaparezca, porque sin duda t tambin tienes que hacer lo tuyo, quiz la parte que parece ms difcil y compleja; pero si lo observas desde un punto de vista ms amplio que tu propia brutalidad te permita percibir, a ti slo te corresponde realizar lo posible, lo humanamente posible; a Dios le toca hacer lo imposible. En este sentido, hay buenas y malas noticias. Voy a comenzar por las segundas: Esperar a que Dios te quite lo Bruto as como as, no se va a poder, pues como dira

San Juan de la Cruz: Dios nunca va a hacer por el hombre lo que el hombre debe hacer por s mismo, as que no esperes un milagro ni tampoco que en un abrir y cerrar de ojos desaparezca lo Bruto y que como en un acto de magia te transformes en un diamante radiante, ni siquiera leyendo y leyendo y releyendo este libro; pero no te desanimes, creo que la sola posibilidad de transformarte en una joya preciosa, de descubrir y manifestar la infinita riqueza que se encuentra enclaustrada en ti, vale la pena continuar en el intento. No te rindas a las primeras de cambio. Porque si por lo menos ya pas por ti el deseo, la idea de dejar de ser o parecer Bruto, no desaproveches este impulso y contina adelante, pues tambin te tengo buenas noticias y son las que te dicen que s es posible quitarse lo Bruto, que s es posible pulir el carbn que oculta el brillo incandescente de un diamante prodigioso que eres t mismo, en tu ms pura esencia, en la verdad que se oculta debajo de la apariencia engaosa de un burdo y sucio carbn. Y la noticia ms importante y maravillosa es la respuesta del Creador ante la ms mnima invocacin, cuando con sumo candor e inocencia le pides que te quite lo bruto. l te dice de mil formas, aun sin que t logres percibirlo del todo claro, que te ama, que no sabes cunto, cuanto te ama, que camina contigo y en ti, siempre cerquita, siempre a tu lado, y que si bien l no puede quitarte lo bruto, no porque para l sea algo imposible, sino por el amor infinito que te profesa, porque l espera que t mismo descubras el potencial infinito que deposit en tu interior desde el principio del tiempo; que seas t mismo, quien se atreva a ponerse de pie frente a la vida para comenzar a expresar la grandeza del espritu que te sustenta, que es el mismito espritu de Dios que suspira en ti, que hace latir tu corazn, que renueva tus clulas, y que es el mismo que te regala con cada nuevo amanecer y con cada respiracin una nueva y mejor oportunidad. l, que te dice que las experiencias por las que has atravesado a lo largo de tu existencia, por tristes y dolorosas que parezcan, son las oportunidades para pulir el carbn que aprisiona la luz radiante de un diamante majestuoso que se encuentra en el interior, y que ya no tienes que continuar el camino del sufrimiento para manifestar tu genuina realidad, que puedes elegir el camino del autoconocimiento, que es posible dejar de aprender basndose en pedradas y cadas, que es posible dejar atrs el dolor e iniciar un camino de aprendizaje y autotransformacin, que lo que ante ti se presenta como un panorama oscuro y gris, no manifiesta ms que la oportunidad de descubrir y utilizar los recursos del corazn, la mente y el espritu, la Esencia Divina que es tu sustento y que fluye en ti a raudales. Para que logres salir de la inconsciencia y recobres la dignidad de tu propia dimensin y para que recuerdes que ests hecho a imagen y semejanza del Creador y que en ti mismo, en tu propio interior, se encuentran todos los recursos para transformar y trascender la realidad que se levanta frente a ti como un fantasma vestido de miedo que te atemoriza, aun cuando no tiene un sustento vlido para sostenerse, no mayor al poder que t por ignorancia e inconsciencia le otorgas. Este libro te ofrece herramientas de conocimiento. T pones el esfuerzo y el tiempo para leerlo, para hacerlo tuyo, adems de la accin para aplicar lo aqu aprendido. Dios ya te regal todos los recursos necesarios, no slo para no ser ni parecer Bruto, sino para que logres manifestar la luz y el brillo de tu genuina esencia, tu genuina verdad, la verdad que te permite manifestar tu verdadera dimensin: La verdad que te hace libre.

Este libro te ofrece herramientas de conocimiento. T pones el esfuerzo y el tiempo para leerlo, para hacerlo tuyo, adems de la accin para aplicar lo aqu aprendido. Dios ya te regal todos los recursos necesarios, no slo para no ser ni parecer Bruto, sino para que logres manifestar la luz y el brillo de tu genuina esencia, tu genuina verdad, la verdad que te permite manifestar tu verdadera dimensin: La verdad que te hace libre. As que espero que hayas tomado la valiente decisin de seguir adelante y quitarte lo Bruto por ti mismo, con tus propios recursos, sin esperar que Dios vaya a realizar tu trabajo; pero s con la certeza de que desde el momento en que le invocaste y que has tomado la decisin de realizar el trabajo maravilloso de convertirte en un diamante majestuoso, despus de parecer un simple y sucio carbn, l ya camina contigo, te entrega su ms tierna y bella sonrisa y mantiene su mano extendida y su corazn abierto para que logres caminar tu camino sin desfallecer, para que en ningn momento te sientas solo o abandonado, para que sepas y te sientas hoy y siempre.

La criatura ms amada de Dios!

La voz de Dios

La voz de Dios es posible escucharla cuando aprendes a guardar silencio, cuando escuchas los secretos que te confa el viento, cuando interpretas la sinfona que conjuga el canto de las aves con la danza de las hojas de los rboles cuando son acariciadas por la brisa, cuando escuchas a tu corazn. Por eso es que, ante la profunda necesidad de cambio y la solicitud que diriges al Creador para que te quite lo bruto si supieras escuchar a tu corazn, l te dira: Desde el principio del tiempo sembr una luz infinita y eterna en tu interior, a ti te corresponde quitarte lo bruto, despojarte del fango, de los apegos, los miedos y los defectos de carcter. A ti te corresponde despertar la tolerancia, perdonar,

desarrollar y tejer virtudes para vestirte con ellas a fin de que logres descubrir la esencia que te conforma, la luz que brilla en tu interior. Ten presente que la victoria es para aquellos que perseveran, para aquellos que aprenden a descubrir en la adversidad una oportunidad; no para aquellos que se atemorizan o se doblan ante el ms mnimo movimiento de aguas bravas, aquellos que gimotean y se quejan por los problemas que da con da hay que encarar, menos an para los que cargados por las culpas, por los remordimientos de las acciones cometidas en plena inconciencia contra su cuerpo, mente y espritu; contra los que ms dicen amar y contra la vida misma, generan y aceptan los contratiempos y calamidades como si fueran castigos divinos. Jams pienses que las dificultades que tienes que enfrentar a los malos momentos que se presentan en el diario vivir son un castigo de M para ti. No pienses que he dejado de amarte ni envidies lo que piensas que es un bien para otro. Deja de lado la vara con la que mides los bienes materiales y aprende a descubrir en cada situacin simplemente una oportunidad que te permite descubrir en ti tu verdadero potencial pues, as como la semilla ms diminuta tiene que atravesar la tierra pantanosa y luchar contra la gravedad para percibir la luz, crecer y expresar el proyecto de vida grabado en su interior, tambin los aviones para emprender el vuelo tienen que luchar contra la resistencia que ofrece la fuerza de gravedad, si esta no existiera los aviones jams podran volar. As tu, enfrenta con jbilo en el corazn las situaciones que parecen difciles, adivinando la oportunidad que se presenta ante ti para convertirte en una mejor persona, ms fuerte, ms sabia, ms duea de ti, para que descubras el poder de ser t mismo, sin miedo ni ataduras de inconciencia. Atrvete a dejar salir a la luz al Caballero Andante que vive en ti; al mitolgico caballero guila, que algn da se atrevi a soar que poda volar y dominar el firmamento; al Guerrero de la Luz que anhela la victoria de la conquista de su propio interior, La conquista de s mismo! Descubre en ti la sonrisa que transforma tu mundo, que genera por s sola un amor eterno e infinito, el valor de un perdn genuino, el perdn que sale del corazn y que tiene la capacidad de transformar la oscuridad en claridad, la prisin de un infierno de resentimientos en la magia y la libertad del perdn. As que si vuelves a decir Seor, qutame lo bruto!, no dudes en escuchar tu corazn para escuchar la voz de Dios que te dice: Lo bruto te lo tienes que quitar t; la vida se encargar de brindarte las oportunidades, algunas disfrazadas de adversidad, otras como una franca oportunidad que de ti depender no transformar en adversidad, en algo contrario a tus propsitos de crecimiento, felicidad y libertad. Las herramientas ya se encuentran depositadas en ti desde el principio del tiempo; descbrelas y aplcalas, no dudes en consultar a tu corazn cuando tengas duda o aparezca la incertidumbre y, sobre todo, jams dudes que camino contigo, que vivo en ti. Esto es lo que Dios te dira, si t aprendieras a escucharlo con el corazn. Ah! Se me olvidaba decirte que el solo deseo de quitarte lo bruto, aun cuando de inicio lo hayas solicitado de la manera ms cmoda y aparentemente accesible, representa en ti la seal para iniciar un camino de auto-transformacin y superacin, as como la dura cscara de la semilla sembrada un da, se rompe y comienza un

proceso sorprendente de metamorfosis o cambio. Si la semilla pudiera hablar como t puedes hacerlo, probablemente asustada reclamara a los cielos por la aparente proteccin que acaba de perder; si observara que a pesar de sus gimoteos, lamentos, gritos y promesas de enmienda comenzara a hundirse cada vez ms, como la bellota cuando inicia su proceso de transformacin, quiz se enojara con los cielos, se sentira presa del infortunio, pedira auxilio y quizs en un grito desesperado pedira que Dios mismo le quitar lo bruto. Slo que la semilla no grita ni se desespera, slo hace lo que cabe hacer en el momento justo, como si adivinara que su estancia en la oscuridad y las tinieblas, as como su descenso a lo profundo de la tierra, le permitieran hacer races para un da descubrir la luz, convertirse en roble y acariciar el cielo. Y es que la semilla jams pierde el contacto con la sabidura interior, con las seales que la misma naturaleza le brinda para lograr la milagrosa transformacin de bellota en roble, y a un simple huevo, del cual surge un ave diminuta que se transforma en el guila que surca el firmamento. Te invito a que t, en este viaje que inicias, jams dejes de escuchar a tu corazn. No temas ni te acongojes cuando atravieses un tnel sin luz, un camino pantanoso, una noche oscura o un invierno fro y largo; o cuando sientas que por ms que luchas todo parece adverso y sientes que te hundes ms, de igual manera que la bellota adivina que va a convertirse en un roble, recuerda que en lo ms profundo de tu ser se encuentra una verdad inscrita, aquella que te hace libre, eterno, invencible e inmortal. La verdad que te permite no slo acariciar el cielo como lo hace el roble cuando ha dejado atrs a la bellota, sino conquistarlo, hacerlo tuyo, pues t eres un Ser humano, tu esencia e Divina, y cuando logres despojarte de las lpidas de fango, miedo, apegos y mentiras, podrs descubrir el diamante maravilloso que eres t mismo.

El deseoEste Libro es para ti si de todo corazn deseas un cambio en tu vida y transformarte en una mejor persona y que has buscado diferentes recursos para despojarte de todo aquello que te daa, te esclaviza y te hace dependiente y que te hace vivir una existencia apagada, sin luz, siempre de espaldas a la vida, incluso daar y destruir a quien ms amas.

Este libro es para ti si ya has experimentado la dicha de una oracin contestada y has percibido de una y mil formas la Presencia y el amor infinito del Creador, tal vez l sentirte papachado, nico y especial te ha llevado a confundir a Dios con Santa Claus y pensar que la vida debe resolverse acorde a tus antojos, ignorando la Sabidura Divina que gua al Cosmos en orden y armona, involucra a todos los seres vivos y a todos y cada uno de los hijos de Dios. Tal vez te has sentido abandonado, enojado y hasta resentido con el Creador cuando las cosas no salen acordes con tu solicitud y es que ahora te corresponde a ti caminar un trecho del camino para que logres descubrir tu verdad, la verdad que te hace libre, pero para transformarte en la persona que anhelas Que necesitas, que debes ser, debes desearlo con toda el almo, debes tomar la decisin de transformarte en una persona mejor. Ten presente que cuando tomas una decisin ejerces el don ms grande y maravilloso entregado por el Creador a su criatura amada..., Libre albedro, ya que cuando un hombre toma una decisin el Universo entero se estremece y, a partir de ese momento, las cosas, las personas y las circunstancias que se requieren para llevar a cabo tu deseo, comienzan a aparecer en tu vida como perlas engarzadas por la divina mano del Creador. Tal vez sea un libro, un problema o dificultad, pues no siempre las cosas aparecen como t quieres, pero s como las necesitas. Este libro es para ti, para que sea tu compaero constante a partir de hoy que has tomado la decisin de iniciar un camino de auto-transformacin y libertad, que has tomado la firme decisin de convertirte en una mejor persona. A partir de este momento, el camino lo inicias solo. Por favor, no pienses que ello representa que Dios te ha dejado de su mano, que la adversidad que aparece ante ti es castigo Divino y que la noche que experimentas en tu vida significa que Dios te ha dejado de su mano. Al contrario, es tu oportunidad para descubrir quin eres. Pues si todo te fuera entregado en la mano, si todas tus necesidades se encontraran cubiertas y todos tus caprichos concedidos slo por pedirlos, perderas tus instintos, te convertiras en una ovejita en un borrego que se estremece de miedo cuando escucha un trueno o aparece en el firmamento un rayo que anuncia una tempestad. Un borreguito que slo hace lo que los dems hace. Jams descubriras el valor infinito que en ti se encuentra ni desarrollaras las virtudes que tienen que ser tus compaeras constantes, el vestido con que se arropa el alma para lograr atravesar el bosque encantado de la inconciencia y conquistar la genuina libertad que le corresponde a la Criatura ms amada de Dios. S que es difcil aprender, incluso siquiera darse cuenta de que lo que acontece cuando te encuentras involucrado en la problemtica, porque la misma inconciencia nos impulsa a delegar errores y responsabilidades en los dems. Sera lo que Cristo Jess llamara ver la paja en el ojo ajeno e ignorar la viga en el propio. Es por ello que te voy a narrar una historia, la historia de Juan Salabim, el hombre que es todos los hombres del mundo, el hombre que eres t mismo, t misma. Por favor lela no slo con los ojos del rostro, sino con los de la mente, del corazn y del espritu y descubre el potencial infinito que se encuentra en tu interior.

La historia de Juan Salabim

La decisinUna maana nublada y fra Juan Salabim se levant dela cama y se dirigi al espejo. Su rostro reflejaba el rostro de todos los hombres, de todas las mujeres. No tena ni forma definida. Bien poda ser el rostro de un adolescente, de un anciano o hasta de un nio. En l se mostraban todos los sufrimientos del mundo, las culpas, los miedos, las angustias y los remordimientos, aquellos que le recordaban todo lo que haba hecho a lo largo de su existencia y, ms an, todo lo que haba dejado de hacer en aras de comodidad, la evasin y el miedo. Juan Salabim era un hombre como cualquiera, un perfecto desconocido para el mundo; aun cuando el mundo entero viva aprisionado dentro de l, tena una familia, una historia o ms bien, muchas historias qu contar. Pero eran tantas y tantas las formas en las que haba disfrazado su identidad, tantos los rostros y las mscaras con las que haba maquillado su miedo, su inseguridad; tantas las mentiras con las que haba tratado de ocultar sus fallas, sus errores y tantas otras con las que haba tratado de inventar el personaje que deseaba ser, olvidndose de lo que en realidad era l. Poco a poco la memoria se fue despejando la noche anterior como tantas otras en que tena problemas, en que se haba refugiado en el alcohol que, ingeniosamente, como l mismo lo consideraba, haba mezclado con ciertas drogas para sentirse bien, al fin que, como l se lo repeta mil veces, poda dejar todo esto cuando l quisiera.

En su soberbia e inconsciencia, pensaba que l era diferente, que poda dejar todo eso cuando lo quisiera. Se senta listo y ms inteligente que los dems cuando por utilizar pastillas para adelgazar o cualquier tipo de estimulantes, la gente le expresaba lo bien que luca tan delgado. Se senta bien cuando alguien le halagaba por su enorme capacidad de soportar largusimas jornadas de trabajo sin descanso, a veces sacrificando hasta las horas de sueo. Haba aprendido a reprimir sus emociones ahogndolas en alcohol o callndolas con enorme atracones de comida, porque eso lo haca aparecer siempre ecunime ante los dems, o al menos eso crea l. Pero el caso es que apenas ayer le haban notificado en la empresa a la que haba dedicado toda una vida de trabajo y dedicacin que se quedaba sin empleo, que sus servicios ya no eran tiles para la empresa y que l solo encabezaba la larga lista de los empleados considerados en este primer recorte que la compaa realizaba en un desesperado intento por mantenerse a flote en tiempos de crisis, ignorando como suelen las personas, grupos e instituciones inconscientes, que lo mejor que posee una empresa es su propia gente. Por si fuera poco, ayer mismo su esposa le haba pedido el divorcio, y sus hijos a los que conoca mejor en fotografa que en la realidad, se mostraban siempre silenciosos e indiferentes ante su presencia, pues sus largas y continuas jornadas de trabajo le haban impedido compartir con ellos, con su familia, los mejores momentos, incluso sus primeros pasos y los festivales en la escuela. Juan Salabim recordaba que en aquellos tiempos todo lo que no favoreciera su intento de hacerse rico, importante y por qu no?, imprescindible para la empresa y hasta famoso, le pareca trivial y hasta molesto. En esos momentos de enfrentamiento ante los hechos que le hacan ver que su mundo se desmoronaba, pretendi platicar con algn amigo, pero bruscamente se detuvo antes de intentar comunicarse con alguien. La memoria que poblaba de recuerdos su mente le haca evocar la enorme lista de personas y personajes a los que slo haba utilizado en aras de sus relaciones laborales o como compaeros de parranda y francachelas en las que haba conocido tantas y tantas mujeres. Estas imgenes le recordaban sus constantes infidelidades y el continua reclamo de mujeres que pretendieron sentirse amadas por el importante ejecutivo, mujeres sin nombre, sin historia. Quiso salir corriendo y manejar el auto a toda velocidad en la carretera que le quedaba cercana. Una recuerdo ms lo desplom y l hizo caer de bruces en la mullida alfombra de su habitacin. Tambin el auto deportivo que le haba servido de transporte y que cada ao, sin falta era renovado por el del ltimo modelo, tambin haba sido recogido por la empresa. Sinti pena por l mismo, sinti pena estar tirado en el piso derrotado, aplastado por un alud de recuerdos, de culpas y reproches que surgan desde lo ms profundo de su corazn. Ms avergonzado se sinti cuando recapacit sobre la causa que lo impuls al suelo como un relmpago: La prdida de su carro! Le dio pena que fuera esa prdida material la que le haba hecho sentir el impacto de la derrota y no la prdida de sus hijos, de su esposa, de su familia. Tal vez esto era

porque, aun al darse cuenta, a ellos los haba perdido tiempo atrs. Tal vez la prdida fue tan paulatina que nunca se percat de que ya haca tiempo que los haba extraviado. Las prdidas eran tantas y tan cuantiosas que Juan Salabim sinti que el mundo se desplomaba sobre l. Quiso refugiarse una vez ms en el alcohol, tomarse alguno de los medicamentos que temporalmente lo hacan sentirse mejor, pero esta vez no tena fuerzas ni para ponerse de pie. El rostro que haca apenas un rato le haba mostrado el espejo reflejaba tal angustia que sinti miedo de tan slo imaginar el infierno que experimentaba despus de la sensacin pasajera de bienestar que le propiciaba el alcohol y la droga. No haba vuelta de hoja, ah estaba Juan Salabim solo frente a sus miedos, sus prdidas y sus culpas. No tena ms camino frente a s: repetir la sarta de errores y evasiones que haba realizado a lo largo de toda la vida o iniciar un cambio..., una transformacin. Y si bien era cierto que Juan Salabim no tena claro lo que quera realizar, lo que pretenda lograr, s era desesperadamente claro para l que el infierno que estaba experimentando y que tantas veces haba querido evadir abriendo puertas falsas, ya no lo quera sufrir ms, ya no quera daar a quien ms amaba, ya no quera continuar en esa carrera loca de autodestruccin y culpa: Juan Salabim Ya no quera sufrir! En su desesperacin, sin darse cuenta, Juan Salabim haba tomado una decisin, aquella que haba surgido de la desesperacin la derrota: la simple decisin de ya no querer sufrir. No saba a ciencia cierta lo que quera, lo nico que resultaba claro es que ya no quera sufrir. El mundo que se encontraba prisionero dentro de l mismo se estremeci y el Cosmos que le observaba desde el infinito se conmovi. Ah estaba Juan Salabim, quien haba tomado una decisin.

El equipaje

Juan Salabim sinti el impulso de alejarse de todo aquello que le recordaba sus prdidas y fracasos. Quiso despedirse de su familia, pero se detuvo en seco cuando se percat de que la casa se encontraba vaca; sus hijos y su esposa no se encontraban. Juan Salabim experiment la angustia y la desesperacin como nunca. No recordaba cundo y a dnde haban partido; ni siquiera recordaba haberse despedido de ellos; no saba dnde buscarlos, a quin llamar para saber sobre su paradero. Como loco les buscaba por cada habitacin, por cada rincn de la casa vaca, que hablaba de fro y soledad como un viejo castillo abandonado que lo haca sentir prisionero, como un condenado encarcelado en viejas mazmorras, encadenado a un grillete que le desgarraba hasta el alma. Un grillete que le ataba tan fuerte como su pasado. Y, el castillo o lo que aparentaba ser un castillo, que a pesar de parecer inmenso le aprisionaba, le asfixiaba como una lpida cargada a la espalda durante una eternidad. Todo a su alrededor pareca una fantasa sacada del averno. Cada rincn ola a miedo y gritaba ausencia y soledad. Todo pareca sacado de un cuento de horror. Lo nico real, la verdad contundente que estaba frente a Juan Salabim, era que su familia no se encontraba en casa. No obstante, todas las cosas de ellos, sus pertenencias, los closets repletos, los juguetes abandonados en la sala y el jardn le hacan suponer que tenan que regresar. Pens en prepararse un caf y esperar su regreso para hablar. Haba tantas cosas por aclarar, tantas otras por cambiar, pero Juan Salabim tena miedo, miedo de tenerlos frente a frente, miedo de prometer cambios como tantas otras veces y de volver a caer, volver a fallar. Adems, en esta ocasin, Juan Salabim pensaba que no tena nada que ofrecer. Apenas ayer se haba quedado sin chamba y hasta sin carro. Juan Salabim experiment tal angustia que, corriendo, se dirigi hacia donde tena su guardadito de pldoras y alcohol, pero esta vez, al tenerlas en sus manos, su primer impulso fue vaciarlas en la taza del bao. Al jalar la manija del tanque de excusado y observar que el puado de pastillas y el alcohol se iban sin remedio, experiment una angustia mayor, pero tambin una inexplicable sensacin de alivio y paz desconocida por l hasta ese momento.

Era como si se hubiera liberado de lpidas y piedras cargadas en la espalda por toda una eternidad. Ese vaco haba que llenarlo con algo; en medio de su confusin y dolor pens en hacer su equipaje; quera alejarse de ese lugar donde cada espacio le reclamaba sus continuas y prolongadas ausencias, su estar y no estar, su indiferencia y hasto. Juan Salabim quera fugarse aun cuando slo fuera geogrficamente. Juan Salabim tena miedo de que los muros hablaran, de que le reclamaran sus ausencias y hasta los pensamientos que haba cobijado en sus breves estancias en lo que su esposa y sus hijos llamaban hogar. Casi sin darse cuenta, Juan Salabim se encontraba sacando enormes maletas de su armario: trajes, corbatas, diversos artculos de tocador. Todo lo haca como automticamente. A l no le costaba ningn esfuerzo empacar, estaba tan acostumbrado a viajar. Pero esta vez Juan Salabim se detuvo como frenado por un rayo; se dio cuenta que todas esas cosas que tena frente a s mismo, en esta ocasin no le serviran ms que de estorbo. Esta vez el viaje que iniciaba era diferente. Todas esas cosas ostentosas y lujosas no le serviran ms que de carga, una carga ms de las que ya no poda, no quera soportar. Como autmata, Juan Salabim se dirigi hacia el piso superior donde se encontraba el cuarto de triques. Con inseguridad abri la puerta de ste; ah se encontraban almacenados cuadros y muebles viejos. Haba tambin un viejo bal de regular tamao que su madre antes de morir le haba entregado a l en propia mano cuando l apenas era un nio. Sinti vergenza al percatarse de que jams haba abierto ese legado que con el slo hecho de verlo, le traa tantos recuerdos, recuerdos de una niez perdida. Destacaban aquellos que poblaban su mente: desde la muerte de su madre en que temporalmente tuvo que dejar la escuela para ponerse a trabajar y as ayudar a su familia, hasta aquellos que se perdieron en su niez. Tener el cofre frente a s le traa tantos recuerdos, como el hecho de jams haber querido abrirlo. Hoy reconoca que la verdad siempre le haba dado miedo enfrentar el ayer. Cuando su madre muri, sinti rabia, coraje que le causaba mucha culpa, pues aun cuando en su limitado razonamiento de nio comprenda que ella haba muerto, en su corazn infantil slo haba reclamos y reproches por esa ausencia que le desgarraba el alma, que le parta el corazn. El Juan Salabim de aquel entonces se senta abandonado y traicionado por ese ser que tanto amaba y que mayor falta le haca cuando l apenas era un nio de escasos 10 aos de edad, y a decir verdad, le haba hecho falta cada da de su vida. Haba tambin en ese lugar muchos recuerdos y juguetes de sus hijos de cuando eran ms pequeos. Al tener aquellos objetos tan cerca, Juan Salabim experiment la sensacin de un balde agua fra que recorra todo su cuerpo, como si escuchara un reclamo silencioso que le recordaba que l tambin haba abandonado a sus hijos, y l ni siquiera tena la excusa de estar muerto, o si? ; acaso estaba muerto y l mismo lo ignoraba? Como un nio pequeo, Juan Salabim se sent en el piso y, desolado con las manos en el rostro, comenz a llorar. La habitacin le pareci obscura y triste y se vio a s

mismo, como tantas veces de nio, en una habitacin fra y oscura donde haba llorado sus miedos, sus culpas y vergenzas, cuando tantas veces haba necesitado la presencia de alguien amoroso, alguien que le hiciera sentir importante, que le hiciera saber que todo estaba bien; cuando sus gritos silenciosos no eran escuchados por alguien, cuando sus propias lgrimas eran su cobija y el miedo su compaero constante. Como si volviera a experimentar la pea de aquel entonces, Juan Salabim detuvo su llanto y se puso de pie. Bien que haba aprendido que los hombres, los hombres no deben llorar. Con los ojos an nublados por el llanto percibi en un rincn la imagen de una alforja parecida a la maleta que usan los carteros, y sin pensarlo gran cosa, la coloc en su hombro y como por inercia comenz a llenarla con objetos que a simple vista parecan absurdos: un discreto y rado costal de lona que contena siete canicas, cada una de color diferente como los colores del arco iris, y una ms grande y bonita que pareca una diminuta bola de cristal en la cual se reflejaban todos los colores; un viejo palo de escoba que en sus aos de infancia haba servido de corcel. Juan Salabim recordaba que con el tiempo ese palo haba sido recortado a la mitad y adems pulido y barnizado, para pegarle a las piatas en las posadas decembrinas que se realizaban en su casa y que su esposa haba intentado convertir en tradicin. Estos recuerdos le haba hecho sentir mal una vez ms a Juan Salabim, pues se percat de que l siempre tena algn buen pretexto, una buena excusa para estar ausente en las posadas de los nios y en las reuniones familiares que tanto le aburran. Como queriendo justificar sus ausencias, intent convencerse a s mismo de que esas fechas eran temporada de brindis, relaciones y negocios francachelas y desmanes le grit en silencio su propia conciencia. Juan Salabim prefiri evadir aquellos recuerdos que lo embargaban de culpabilidad y vergenza, e instintivamente estir la mano para guardar en su alforja una espada de plstico que durante algn tiempo haba sido el juguete preferido de su hijo el mayor. Record cuantas veces lo haba rechazado porque tena cosas importantes que hacer o porque se mora de sueo y de cansancio. Como un alud, los recuerdos poblaron su mente. Como una pelcula antigua comenzaba a observar cuando Juanito, su hijo mayor, se enfrentaba a monstruos y fantasmas imaginarios empuando la famosa espada a la que l mismo haba bautizado como: La espada del valor y la verdad, con la que el nio se senta valeroso e invencible. Juan Salabim sac la espada de la alforja y la empu en ademn de combate, como cuando su hijo Juanito luchaba contra los monstruos invisibles que su fantasa infantil le permita observar. Juan Salabim se espant cuando la espada se encendi como lmpara incandescente al ser elevada en seal de batalla. Era como un rayo lser que se activaba precisamente en el momento en que la espada se empuaba en seal de combate. Esta reaccin produjo en Juan Salabim una sonrisa, quiz la primera espontnea e ingenua durante mucho, mucho tiempo. Enseguida extrajo del bal que le haba regalado su madre una alcanca vieja que ella le haba heredado antes de morir, cuando le dijo que su contenido le servira para cuando fuera mayor, para los tiempos difciles. Juan Salabim durante un largo lapso mantuvo estrechada la alcanca junto a su pecho, junto a su corazn, como intentando abrazar aquel rostro amado, y en silencio

intentaba platicar con su madre dicindole; Mam, los tiempos difciles han sido cada da desde que t no ests, slo que hoy me doy cuenta de ello; hoy, aunque sea por una sola vez, no le reclamo a la vida tu ausencia y, curiosamente, no estoy enojado contigo porque ya no ests Pero, verdad que s ests conmigo?, verdad que s escuchas lo que te digo?, verdad que no te has ido del todo, mamita? ---deca Juan Salabim en silencio, como en una oracin que pretende traspasar el infinito. Pero Juan Salabim, como otras tantas veces, cuando ahogado de borracho, embrutecido por la droga y el alcohol haba intentado establecer un dilogo con su madre, no obtena respuesta alguna. El silencio le apabullaba, le estremeca el corazn. Se sinti ridculo y se enjug las lgrimas con la mano, y en voz alta dijo--- vaya, mam, creo que los tiempos difciles no los puedo evadir ms; es el momento de enfrentar el dolor, de abrir la vieja alcanca, tan vieja como mi dolor. Sin darse cuenta del contenido, Juan Salabim vaci la alcanca en un desteido paliacate que se encontraba a la mano y el cual, ahora recordaba, le haba servido como parte del disfraz que llevaba para el bailable del da de las madres, en el primer ao de su partida. Los ojos se le arrasaron una vez ms de lgrimas, pues recordaba que en esa ocasin su madre se encontraba ausente, a diferencia de los aos anteriores en los que siempre la vea en las filas de adelante aplaudiendo y estimulando cualquier cosa que l haca o deca. Recordaba que alguien le haba dicho en aquella ocasin que su mam se encontraba en el cielo y que desde ah le observaba y le aplauda como siempre, slo que l ahora tena que percibirla con ojos del corazn. Juan Salabim no entenda en aquel entonces, como tampoco entenda ahora, cmo ver con los ojos del corazn, cmo ver lo que nadie puede ver, cmo sentirse feliz cuando ella, su madre adorada, ya no se encontraba con l. Cuntos recuerdos, cunto dolor, cunta soledad! Juan Salabim ya no quiso seguir recordando; se apresur a revisar la alforja que le serva de equipaje y se percat de que ste era un tanto extrao, pero en realidad era ms extrao lo que estaba experimentando, y ms an el viaje sin rumbo definido que pretenda realizar. Antes de dirigirse a la salida pas por la cocina y tom algunas frutas, un pedazo de queso y galletas para guardar en su alforja. Tambin empac algunas botellas de agua. Ya para salir, Juan Salabim dedic unas breves lneas a su esposa e hijos, a las que agreg el cheque con el que lo haba indemnizado y otro por la cantidad ntegra que a lo largo de mucho tiempo l haba guardado en el banco y que nadie ms haba de su existencia. Una vez ms Juan Salabim se sinti mal, pues a pesar de que la cantidad que le dejaba a su familia era importante a nivel material, su corazn le deca que eso que les dejaba era demasiado poco, era nada en realidad. Juan Salabim sinti que la conciencia le recriminaba el abandonar de esa manera a su familia pero, como si tratara de justificar su decisin, Juan Salabim deca para s mismo: Acaso no le haba abandonado ya desde haca tiempo?. Creo que por esta ocasin no les abandono del todo, pues a pesar de mi ausencia fsica, a la que ya deben estar acostumbrados, por primera vez me los llevo en cada pensamiento y en

mi corazn; por primera vez reconozco y acepto que ellos son lo ms importante de mi vida, que son lo que ms amo, mi razn de existir; pero ya no quiero daarlos ms, ya no quiero hacerlos sufrir ms. Ya para salir, Juan dirigi los pasos hacia su recmara y tom la fotografa en la que se encontraban juntos los cuatro: su amadsima esposa y los hijos de su corazn junto a l. Era la clsica foto familiar que un da Eva, su esposa, se las haba ingeniado para escapar. Slo quedaba el recuerdo de aquel fallido intento en esa fotografa que ahora era su ms grande tesoro, mismo que coloc con sumo cuidado en la bolsita secreta de la alforja que le serva como porta equipaje; el equipaje que ms pareca el equipaje de un nio dispuesto a jugar, que el de un hombre que haba tomado la decisin de convertirse en una mejor persona, de transformarse en un hombre, un hombre de verdad.

El inicio del viajeJuan Salabim caminaba por la carretera y contemplaba el azul con el que el cielo se vesta en esa maana especial. Le traan poderosamente la atencin las diferentes formas que las nubes adoptaban de un momento a otro y, cosa curiosa, senta que disfrutaba el ruido que haca el silencio de esos parajes en los largos tramos en los que no pasaba vehculo alguno. Escuchaba embelesado el sonido que haca el viento al danzar con las hojas de los rboles y al acariciar su rostro. Pareca que tena mil secretos que contarle, secretos que parecan confundirse con el bullicio del trino de las aves. Haba tantas cosas que observar, tantas que descubrir, que Juan Salabim se sorprendi al percatarse de que ese mismo camino lo haba recorrido durante aos da tras da en su vehculo deportivo, pretendiendo ganarle la carrera al viento y hasta al tiempo. Qu tonto y absurdo se sinti en ese momento en el que recordaba sus prisas cotidianas, su incapacidad para detenerse aunque fuera por un solo instante para saludar al da, al sol que en ese amanecer, como cada da, acariciaba su rostro y le regalaba generoso luz y calor. Juan Salabim se sorprendi al darse cuenta de que la vida se entrega generosa a cada instante y que no es el cmulo de aos lo que le da sentido a la vida, sino la capacidad de darse cuenta de que se est vivo, de detenerse un momento para percibir las aparentemente pequeas cosas de la vida, que en su lenguaje peculiar hablan de la grandeza del Creador. Juan Salabim en tanto tiempo jams haba percibido lo que hoy vea; jams haba escuchado lo que hoy escuchaba. Era tan profundo su cavilar, que pas distrado frente a un anciano, cuya sombra Juan Salabim pis sin darse cuenta. El hombre le llam por su propio nombre y le cuestion; Juan Salabim, a dnde vas?. Juan Salabim volte sorprendido y le dijo..., cmo es que sabes mi nombre?. A lo que el anciano respondi Juan Salabim, tu nombre es el nombre de todos los hombres y t eres el hombre que eres, el que ha sido y el que ser. Juan Salabim no acaba de salir de su sorpresa, mucho menos an entenda algo de lo que el anciano le deca. Slo atin a sentarse junto de l, al fin que ese da no tena prisa alguna; ni siquiera saba hacia donde dirigir sus pasos; no tena un rumbo fijo o un lugar a donde llegar. En sus adentros, Juan Salabim se cuestionaba un tanto inquieto, con gran incertidumbre: Este anciano no es el que aparece en casi todos los cuentos de hadas?, no ser un rey disfrazado de mendigo o un gran sabio que tiene algo importante que revelarme?. O tal vez un tesoro que regalarme?, agreg Juan Salabim.

Casi al instante Juan Salabim solt una sonora carcajada y en silencio se dijo a s mismo: Qu te pasa Juan, pareces nio pensando tonteras, soando con los Reyes Magos? ; note das cuenta que este viejillo no es ms que un pobre teporochn padeciendo una cruda? Estas ltimas palabras lo hicieron estremecer. Acaso l mismo no estaba tambin experimentando los crudos efectos de una resaca, una cruda, no slo por el alcohol y las drogas con las que haba pretendido evadir la demanda de divorcio de su esposa y la liquidacin de su empresa, sino una cruda del alma, una resaca del corazn? Acaso l no conoca bien los efectos posteriores a una borrachera?, Juan Salabim, si bien se sinti avergonzado, inmediatamente, tal como era su habitual costumbre, trat de evadir, de minimizar el impacto de enfrentar sus propias debilidades. En silencio agreg: Bueno, no puedo negar que este pobre hombre se parece a m cuando estoy crudo, pero la mera verdad es que este cuate s que est peor que yo. Como pretendiendo borrar todos esos pensamientos, Juan Salabim se sent junto al anciano, sac una fruta de su alforja y se la ofreci gentilmente aunada a una sonrisa. El anciano se acerc a Juan Salabim para recibir la fruta que ste le ofreca, la tom entre sus manos sucias y polvorientas, que no mostraban ni el ms mnimo rasgo de pulcritud e higiene. Al tenerlo tan cerca, Juan Salabim percibi un desagradable olor que emanaba del anciano y se dijo para s: Ay! Juan Salabim, Juan Salabim, por si todava te quedaba alguna duda de que este anciano fuera un Rey o un gran sabio disfrazado de mendigo, aqu tiene la triste realidad. Juan Salabim continu con su dilogo interno y agreg: Mejor ser que te mantengas alerta, no vaya a ser un asaltante, un gancho para despistar; no vaya a ser que alrededor se encuentren escondidos sus cmplices. Creo que ser mejor que me vaya. Juan Salabim se sinti atemorizado y ridculo ante la posibilidad de una asalto, pues si bien saba que sus posesiones eran escasas, no ignoraba que esto haca enojar a los asaltantes, que incluso llegaban a matar cuando no obtenan lo que pretendan y l no tena con qu defenderse. Ni modo de que frente a un grupo de delincuentes bien organizados sacara la espadita de plstico de Juanito, su hijo mayor, o que los agarrara a palazos con el viejo palo que en su temprana infancia le haba servido de corcel. Hasta ganas tuvo de botar su alforja pero se detuvo al instante; bien que mal ah llevaba algo de agua y alimentos y, sobre todo, la fotografa de su familia, que era su mauro tesoro. Como si el anciano adivinara sus pensamientos, ste le dijo: Juan Salabim, por qu tienes tanto miedo; de qu o de quin pretendes huir; hacia dnde quieres ir? El anciano continu: Qu te amenaza de mi presencia?; acaso te asusta la posibilidad de lo que puedo ser o lo que soy?; acaso no te das cuenta de que lo que ves en m no es sino el reflejo fiel de lo que eres t mismo? Juan Salabim no saba qu responder. Estaba sorprendido e impactado por el alud de preguntas que le haca el anciano, preguntas que parecan no tener respuesta. El anciano prosigui: Qu puedo robarte yo, Juan Salabim? Acaso, no eres t mismo un ladrn?, no has sido t el propio ladrn del bienestar de tu familiar?, de tus valores y virtudes y hasta de tus sueos?

Cmo es que t sabes todo esto? respondi ms sorprendido que molesto Juan Salabim, a lo que el anciano contest: Qu bien se nota que apenas inicias tu viaje, qu bien se nota que no sabes ni lo que eres, mucho menos lo que puedes ser. Qu bien se nota que no sabes ni a dnde vas ni dnde te encuentras. Juan Salabim slo atinaba a mirar con ojos desorbitados al anciano; no lograba entender, cmo era posible que un simple teporocho supiera ms de l mismo que lo que l pretenda saber? El anciano agreg: Mira bien, Juan Salabim, lo que ves a tu alrededor es reflejo de lo que t mismo eres; lo que eres es reflejo de lo que ves, o ms bien, de lo que quieres ver. Las palabras del anciano slo lograban confundir ms a Juan Salabim, quien no lograba salir de su asombro y del temor que experimentaba en su corazn. Como para disimular su miedo, Juan Salabim no le respondi al anciano, slo atin a preguntarle por su nombre, a lo que ste respondi: Me llamo Juan, Juan Sin Nombre. An ms sorprendido, Juan Salabim le dijo: Juan?, Juan!, cmo yo? El anciano respondi: Acaso no te nombran Juan Salabim? Tu nombre es un nombre comn, pero tu apellido tiene magia; en cambio, yo me llamo slo Juan, Juan sin nombre, el desposedo, el que todo perdi. Qu mi apellido tiene magia? Deca para s Juan Salabim claro, como l nunca tuvo que soportar las burlas de sus compaeros de escuela, ni las cancioncitas burlonas cuando repetan a coro: Juan Salabim, Juan Salabim a la bimmm, bimm, bimm, Juan Salabamm a la bamm bamm bamm Juan Salabam, a la bimm a la bamm..., entre todos te vamos a pambear. Y enseguida todos en bandada se le aventaban encima para darle pamba china. Cuntas veces haba tenido que salir corriendo a esconderse en algn sitio oscuro y solitario. Cuntas veces haba tenido que tragarse sus lgrimas para no ser escuchado por los montoneros. Cuntas veces haba invocado a su madre muerta, quien no responda a sus gritos silenciosos. Cuantas veces aun siendo hombre haba llorado en secreto cuando alguien se burlaba de su nombre o cuando senta que todos estaban en su contra. Juan Salabim iba reclamarle al anciano el que pensara que su nombre tena magia, pero grande fue su sorpresa cuando se percat de que el anciano ya no estaba frente a l.

Enojado con la vidaJuan Salabim sinti miedo cuando percibi la ausencia del anciano en aquella oscuridad en medio de aquel bosque que l desconoca a pesar de la cercana y colindancia con su propia casa. Nunca haba tenido tiempo para internarse en l. Jams se haba aventurado a conocer sus caminos. Ms sorprendido qued Juan Salabim cuando se percat de que ya era de noche. Ignoraba el lapso que haba transcurrido desde que sali de su casa, cunto tiempo haba transcurrido durante su charla con el anciano, con Juan sin nombre. Lo que s recordaba era que an era de da cuando sali de su casa, incluso haba claridad cuando se top con el anciano, y en un abrir y cerrar de ojos ya era de noche! Sin duda ---dijo Juan Salabim para s mismo de ahora en adelante tendr que voltear con ms frecuencia al cielo, fijarme en la posicin del sol en el firmamento, para que la noche no me sorprenda como en esta ocasin. Juan Salabim pens en regresar a casa, pero no!, la decisin ya estaba tomada. Tambin pens en regresar a la carretera pero sinti miedo y prefiri adentrarse hacia el bosque y buscar un lugar donde pasar la noche, la noche que pareca oscura y el bosque inhabitable. Juan escuchaba ruidos que le atemorizaban: el crujir de las ramas, los sonidos de los animales del bosque, el ruido que provocaban sus propios pasos sobre las hojas secas y, sobre todo, el ruido del silencio, el silencio de su propia soledad. Juan Salabim ya no pudo ms y cay arrodillado en el piso hmedo de esa noche invernal. Comenz a llorar todas sus prdidas, sus fracasos y la deplorable condicin

en la que se encontraba: Sin rumbo hacia donde dirigir sus pasos, sin trabajo, sin dinero, sin familia, sin madre y eso s, con mucho, mucho miedo. Ese desamparo y ese llanto amargo ya lo haba experimentado tantas veces, desde su infancia, cuando apenas siendo un nio de 10 aos haba perdido a su madre tras una larga y penosa enfermedad. Esos ruidos y esas sombras que ahora perciba eran los mismos que perciba en sus noches de soledad cuando nadie escuchaba su llanto, cuando nadie pareca entender lo que le atemorizaba, lo que le haca sentir tan mal. Juan Salabim quiso invocar a Dios para pedirle ayuda, un poco de misericordia, de piedad, pero acaso no era l quien se haba llevado a su madre a ese sitio que todos llaman Cielo, a ese lugar en el que jams se percibe una respuesta, en el que es imposible ver y tocar lo que tanto se ama, lo que tanto se necesita. Acaso no Dios mismo permaneca siempre callado y oculto, ajeno a todas las necesidades de sus hijos, sus hijos? se cuestion Juan Salabim o ms bien sus creaciones con las que l se divierte a su antojo, pone y quita sin consideracin. Como le laceraban el alma a Juan Salabim los recuerdos de aquel da fatdico en el que su madre haba muerto, cuando alguien que slo pretenda consolarle ignorando como perciben los mensajes los nios le dijo: Juan, a tu mam se la llev Dios; fue su voluntad llevrsela y ahora est en el cielo junto a l. Pareca que le haban dicho que el coco se haba llevado a su mam. S, claro que estaba enojado con Dios y con su mam! Con Dios por haberse llevado lo que ms amaba, y con su mam por haberlo abandonado as como as; por lo que, lleno de furia, se desgarr la camisa, pate las hojas que estaban en el suelo, golpe a los rboles que se encontraban a su alrededor y se enoj an ms con Dios. Sin duda Juan Salabim se encontraba peleado, con l mismo, con su madre, con la vida y con Dios. Llorando como un nio pequeo, repeta lanzando sus gritos al viento: Esto es lo que queras, verdad, Seor Dios?, para eso me trajiste al mundo? para divertirte con mi dolor, con mis sufrimientos?, para despojarme de todo, para verme temblando como un nio? Dnde ests?, por qu no respondes?, ven y pelea!, ya no te tengo miedo!, ya todo me quitaste, no tengo nada que perder. Como si su enojo y el desafo a Dios le hiciera estremecerse y llenarse de culpa, recapacit y agreg en voz baja: Bueno, la verdad es que s te tengo miedo, mucho miedo, pero estoy enojado contigo. Cmo es posible que pueda existir un Dios tan cruel?, que me obligue a buscarle cuando lo necesito tanto y se esconda, que nunca se muestre, que nunca responda. Un Dios que amo, odio y necesito con todas las fuerzas de mi corazn. La noche pareci hacerse ms negra, ms oscura, y la soledad y el miedo crecieron. Como nio pequeo, Juan Salabim se acurruc en el piso bajo las ramas de un enorme rbol y ahogado en llanto, gimiendo como un beb, deca una y otra vez Mam, mam, dnde ests?, por qu no vienes?, por qu no vienes, mam? El fro pareca congelar sus huesos. Record que no llevaba cobija alguna. Muerto de miedo y desolacin, tom su valija, se recost en el suelo y volte al cielo como queriendo encontrar una respuesta a sus inquietudes, una compaa y cobijo. Como por arte de magia, las nubes se disiparon y apareci en el firmamento una luna llena que irradi con luz el lugar y que hasta pareca sonrerle. Y conforme las nubes se iban disipando, las estrellas comenzaron a poblar el firmamento como diciendo: Juan Salabim, nada est perdido; todo te pertenece pero tienes que encontrarlo; mira, el manto estrellado no es sino el techo de tu hogar.

Juan Salabim, sin saber por qu, se sinti confortado, pero aun as, para sus adentros y dirigindose a Dios y a su madre les dijo: Por lo menos la luna y las estrellas parecen contestar y hasta consolarme en mi inmensa soledad, no como otros, que mientras ms se les llama, ms se esconden, que mientras ms se les necesita, menos responden. Y as, enojado con la vida, el sueo sorprendi a Juan Salabim, y en menos de lo que canta un gallo, se qued profundamente dormido bajo el cobijo del manto estrellado que disipaba la oscuridad y le haca olvidar temporalmente que estaba enojado, muy enojado con la vida.

El reencuentroJuan Salabim se qued profundamente dormido y en su sueo percibi a un ngel de rasgos femeninos que bajaba del cielo, le besaba en la frente y le invitaba a viajar en direccin a las estrellas. Juan Salabim accedi de inmediato de buena gana, pues bien que saba que las estrellas se encontraban en el cielo, y ese era el lugar preciso donde toda la gente que conoca, le expresaba que ah era donde se encontraba su madre despus de su partida material. En su sueo, Juan Salabim, confiado y tomado de la mano de ese ngel misterioso, inici el trayecto rumbo a las estrellas suspendido en el aire. l tambin experiment la sensacin de ser un ngel que viajaba ligero. Todo lo que observaba le maravillaba; las estrellas irradiaban luces como hilos de plata y oro que como serpentinas de luz se dirigan hacia ellos. De los lugares ms oscuros parecan brotar millones de estrellas diminutas. A su lado pas un cometa a una velocidad impresionante, y como si el ngel adivinara los deseos de Juan Salabim, la detuvo haciendo un ademn de alto, como si le hiciera la parada a un autobs, y lo ms sorprendente fue cuando el cometa se detuvo y esper a que ellos se montaran en su cauda y enseguida continu su viaje hacia lo que pareca ser un tnel infinito de luz radiante.

Juan Salabim quiso darle las gracias a su extrao gua, pero al dirigir la mirada hacia el ngel, Juan Salabim se qued como petrificado cuando percibi en el rostro del ngel la cara de su madre. Juan Salabim ya no pudo ms y, con la voz un tanto apagada por el llanto, se dirigi al ngel y le dijo: Mam, eres t?. Antes de obtener respuesta alguna, Juan Salabim se estremeci y qued an ms sorprendido cuando se dio cuenta de que l ya no mostraba la imagen de un hombre, sino la de un nio, un nio de escasos 10 aos que se senta amado y protegido como haca ya mucho tiempo no lo experimentaba, tanto que en sus recuerdos de hombre no encontraba una sensacin similar a la que ahora le embargaba. El ngel le abraz con fuerza y con infinita ternura le dijo: S mi nio; s, mi amor, soy yo tu madre que jams te ha abandonado, por fin te das cuenta de quin soy! el ngel continu diciendoDesde mi partida material, mil veces te he besado en la frente y mil veces te he dicho te amo! En esos momentos, las estrellas parecan danzar al ritmo de la meloda ms dulce que brotaba del reencuentro de una madre con su hijo. Era la meloda ms exquisita y hermosa, la que haca estremecer al Universo entero..., era una meloda de ternura, del amor ms grande e infinito, el amor ms parecido al amor de Dios, el que no pide algo a cambio, el que no manipula, chantajea o utiliza. Era el amor que emanaba del reencuentro de un hijo con una madre en la dimensin de las estrellas, en la dimensin de los sueos. Juanito pequeo no dejaba de llorar abrazado al corazn de su madre, quien cariosa le acariciaba la frente y le besaba con inmenso amor diciendo a la vez: Mi pequeo Juan, mi nio adorado, quiero decirte que no ests solo, que nunca lo has estado, pues aun en las noches ms oscuras y largas cuando has experimentado la mayor soledad y el ms grande de los vacos, el Seor nuestro Creador me ha permitido permanecer a tu lado; incluso me regal la forma y la misin de un ngel, t ngel, mi nio!, tu ngel, mi amor! exclam su madre. El nio que ya haba dejado de llorar y permaneca abrazado a su madre, le pregunt con los ojos desorbitados por la magnitud de la sorpresa que le causaba saber que ese ser tan amado jams haba permanecido lejos de l, que era su ngel. Mi ngel, mam? pregunt Juan Salabim S mi nio, s, mi amor contest la madre, continu diciendo: Yo soy tu ngel, el ngel de todos los que am y me amaron. La mirada desorbitada de Juan Salabim le hizo comprender que ste tena todava muchas preguntas por hacer, muchas dudas que esclarecer, por lo que sin dejar de abrazarlo y de acariciar su frente, continu diciendo: Slo que no me ves y no me escuchas porque mi presencia y mi lenguaje son como el de Dios mismo: No puede ser percibido con los ojos del rostro, sino con los del almo y slo puede escucharse con los odos del corazn. Ella, amorosa, continu diciendo: El Seor nuestro Dios a quien t percibes como el coco, como un ser vengativo, cruel y despiadado, te ha regalado mil bendiciones desde el momento en que fuiste concebido, bendiciones que t no has querido ver, pues has permitido que el enojo, tus inseguridades, miedos, apegos y soberbia pongan una venda en los ojos del alma, que te impide percibir el milagro que representa cada respiracin, cada latido de tu corazn y cada amanecer; el milagro que representa la vida misma que es tu regalo ms grande, tu regalo mejor.

Cuando no escuchas con los odos del alma ni miras con el corazn, --prosigui la madre es imposible percibir las cosas verdaderamente importantes, las que emanan del Espritu Divino, de l nuestro Creador y que slo con esta mirada interior es posible percibir en lo grande y en lo pequeo, en lo finito. Acaso no te has dado cuenta de cun grande es su amor hacia ti, pequeo? Hoy mismo, s!, hoy mismo te ha regalado un da muy breve para no cargar con ms tormentos tu corazn tan desgarrado, tan daado. Te regal tambin una noche con luna llena para alumbrar tu propio corazn y un manto estrellado como cobija, no slo para quitarte el fro del cuerpo, sino el del alma con gran ternura la mujer agreg Sin embargo, Juan, t te enojaste con l y hasta lo desafiaste. Juan se senta profundamente avergonzado, pero tambin pletrico de dicha no slo por disfrutar tan cercanamente la compaa de su madre, sino adems por descubrir cun inmenso era el amor que Dios le profesaba, mismo que su madre corrobor cuando le dijo: Pero no te preocupes, mi nio, l como respuesta te regal una sonrisa y una cobija de estrellas; adems, una promesa, que t percibiste como una intensa necesidad de dormir, para regalarte estos momentos compartidos conmigo. ste, Juan, es parte del infinito mundo en el que podemos coincidir. Tambin lo hacemos cuando piensas en m, cuando me extraas y cuando de mil formas me dices te amo!. Juanito Salabim slo atin a asentir con la cabeza y a sonrer y a preguntar: Entonces este es el Cielo en el que ti vives, mam? S Juan contest la madre y continu en el cielo de los sentimientos, los pensamientos y las oraciones, pues el cielo que t percibes con los ojos del rostro es slo parte del universo material, y aun cuando su grandeza es infinita, no puede ser percibida ni con la ayuda de los aparatos ms complejos y avanzados. No refleja ni en mnima parte el espacio infinito de la mente de Dios, que es el Cielo en el que coincidimos todos los hombres, los que son, los que hemos sido y los que seremos, pues muchas son las moradas en la casa del Seor ---agreg la madre y continu: El Cielo en el que yo habito slo se toca con los pensamientos y sentimientos ms nobles y encumbrados y se percibe slo con el corazn; no obstante, Juanito, las estrellas del cielo material y fsico te invitan a voltear al firmamento para que recuerdes tu pequeez y en tu pequeez recuerdes tu grandeza, para que nunca olvides que desde las estrellas te vigilan y te protegen quienes te han amado, aun cuando ya no se encuentren en el plano material, pues en verdad te digo que lo que se ama, jams se pierde, y que el amor es puente y pasaporte que te lleva derechito al corazn de Dios, donde todos los seres vivos coincidimos, donde se encuentra el punto de partida de nuestra existencia, el punto de coincidencia y el de regreso.

Con alma de nio

Cuando despert Juan Salabim se sent diferente; no saba si el reencuentro con su madre haba sido slo un sueo o haba sido realidad, pero su corazn le deca que era verdad, que no estaba solo, que nunca lo haba estado, que junto a l estaba, tanto de da como de noche, la presencia del ser ms querido a quien tanto amaba: Su madre! Despus de ese sueo, Juan Salabim haba aprendido a percibir el amor infinito del Creador en todas las cosas, incluso en aquellas de las que slo poda percatarse con los ojos del rostro: El canto de las aves que con gran algaraba saludaban el nuevo da, el sol haciendo su aparicin espectacular en ese maravilloso amanecer, en el que los rayos del sol despertaban a la vida a todos los seres del bosque, llenando de luz calor todo lo que se encontraba a su alcance, como un poema, como una sinfona que sonaba a himno de alabanza y gratitud. Todo eso le haca pensar que si a pesar de los problemas que l mismo haba tenido que enfrentar el da anterior, su ayer, de todo el dolor y tragedias que sin duda el sol haba visto en su recorrido por el mundo. El Astro Rey apareca sereno y formal en la cita de este amanecer; todo sin duda, tena solucin; todo, todo estaba bien, aun cuando la materia grosera le gritara de mil formas lo contrario. Con todas las fuerzas del corazn, Juan Salabim dio gracias al Cielo por ese encuentro maravilloso que sin duda haba transformado su vida. Dio gracias por cada respiracin, por ese nuevo amanecer y por el milagro de la vida que palpitaba en cada latido del corazn. Juan Salabim no ignoraba que se encontraba solo en medio de un sitio desconocido para l; tampoco haba olvidado todas las prdidas que haba sufrido, la chamba, el dinero y hasta la familia, adems de que tena que continuar un camino sin rumbo fijo; pero l se senta diferente, se saba diferente. Ese sueo no slo le haba regalado paz en el corazn y la capacidad de ver y escuchar con ste, sino que haba hecho germinar una semilla de esperanza en su alma e instalado la fe, la certeza de que las cosas podan ser mejores, mucho mejor de lo que parecan. En silencio, Juan Salabim dijo para s mismo y para el ser que, hoy saba, viva en lo ms profundo de su corazn, en lo grande y en lo pequeo: Gracias, Seor, gracias por todos los bienes que haces llegar a mi vida; gracias por todas las bendiciones que derramas en los que amo y en m mismo.

Como si un rayo le detuviera en seco, Juan percibi en su propia mente una serie de pensamientos que pretendan hacerle dudar que l fuera un privilegiado, un consentido del Creador: Juan, acaso no eres un perdedor? No te abandon tu familia y te dejaron solo? Ya te viste al espejo Juan?, pareces pordiosero. De qu y a quin, das tantas gracias? No te dejaron sin carro y sin chamba? T dirs lo que quieras pero tu mam no est contigo desde que eras un nio. Juan Salabim no quiso seguir escuchando lo que sus propios pensamientos le gritaban. Su corazn le deca que no tena que luchar contra ellos. Cay arrodillado en el piso, y en un ademn se tap los odos y cerr los ojos, pues aun cuando saba que esas voces provenan de su interior, de su propia mente, algo le deca desde lo ms profundo de su corazn que esos pensamientos eran alimentados por la materia, por el dolor y la soledad de sus recuerdos que jams haba enfrentado. Con todas las fuerzas de su corazn Juan Salabim grit repetidas veces: Seor, yo confo en ti; Seor, yo confo, yo confo en ti, y aun cuando hay tantas cosas que no entiendo, tantas cosas qu enfrentar, si T ests a cargo..., todo, todo est bien, aun cuando yo no pueda entenderlo. Gracias, gracias infinitas te doy, Seor. Como por arte de magia, Juan Salabim comenz a experimentar una inmensa paz. Los pensamientos negativos que parecan recriminarle y retarlo desaparecieron y, en su lugar, se instalaron la serenidad y la armona. Tal pareca que ese encuentro con su madre en el Cielo, en el que se coincide a travs de los sueos, las oraciones, los sentimientos y los pensamientos ms nobles y elevados, con los seres que ms amamos, le haba despertado la capacidad de ver ms all de los ojos del rostro y de escuchar no slo con los odos, sino con el corazn; de ver ms all de sus propias narices, ms, mucho ms all de las cosas materiales, y a adivinar la presencia de Dios en todo momento, en todo instante. Y as, casi sin darse cuenta, Juan Salabim haba recuperado lo ms valioso que puede poseer un ser humano: La esperanza, la fe y la gratitud. Al levantarse del piso, Juan Salabim se percat de que las canicas que traa guardadas en su valija se haban dispersado por el suelo. A toda prisa se aprest a recogerlas. Sonri cuando se dio cuenta de que ya no se senta ridculo cuando se imaginaba como un hombre recogiendo canicas del suelo, sino ms bien como un nio jubiloso preparndose para la aventura. Juan Salabim no lo saba, pero el encuentro con su madre, aun cuando slo fue por un instante y en el pas de los sueos, haba sanado la fractura emocional que le haba marcado toda la vida: La fractura de abandono, misma que de manera inconsciente lo haba programado para perder reiteradamente a lo largo de su vida lo ms importante, lo que ms amaba; a ser l mismo una persona incapacitada para involucrarse emocionalmente de manera profunda y sana, llevndole a desamparar a los que tanto le necesitaban y tanto, tanto le amaban. Sin darse cuenta, Juan Salabim haba rescatado a su nio interior de las garras de la inconsciencia, de las profundidades del sufrimiento y del abandono. Ese da, el nio interior de Juan Salabim, sin que ste se diera cuenta, caminaba con l en el corazn y la conciencia. Era l quien le haca ver la vida desde el enfoque del que la percibe

un nio. Este amanecer era para Juan Salabim y su nio interior como un da nuevo para estrenar, como un juego de canicas que pretenda ganar.

Un juego de canicas diferenteCuando Juan Salabim recogi la primera canica, una muy hermosa de color violeta, se sorprendi cuando de sta se desprendi un rayo de luz del color de la misma. De inmediato le envolvi de pies a cabeza y se extendi hasta toda el rea que podan percibir sus ojos, incluso los ojos del alma. Bajo la influencia de esa luz, Juan Salabim experiment el deseo profundo de perdonar de desprenderse de todos los resentimientos acumulados a lo largo de toda su existencia, incluso de aquellos que le haban llevado a despreciarse a s mismo, a considerarse miserable y pecador. En silencio, Juan Salabim dio gracias por este prodigio que le permita librarse de una carga tan pesada, acumulada a lo largo de toda su existencia. Simultneamente a esta sensacin, y con los ojos anegados por el llanto Juan repiti varias veces en voz alta: El perdn de Dios me libera, el perdn de Dios me transforma. Como si en verdad Juan Salabim fuera un hombre nuevo, despus de esa preciosa experiencia de perdn provocada por el contacto con una de sus antiguas canicas, una de color violeta, percibida bajo la visin de un hombre con alma de un nio, Juan se apresur a recoger el resto de las canicas. La que enseguida tom entre sus manos fue de color azul, cuya luz le envolvi de igual manera que la anterior. Bajo esa luz, Juan Salabim experiment una sensacin de fuerza y proteccin, desconocida para l hasta ese momento. Era como si la Proteccin Divina le cubriera, como si Dios mismo le resguardara. Con fuerza inaudita, de su corazn salieron estas palabras: Si Dios en m, quin o qu contra m. En silencio dio gracias por este privilegio y como nio corri presurosamente a recoger el resto de las canicas que se encontraban tiradas en el suelo. El nio que haba despertado en el corazn de Juan Salabim no dejaba de rer, y ansioso esperaba ver la sorpresa que le tenan deparadas las otras canicas. De la de color naranja, al ser tocada, se desprendi un rayo de luz del mismo color que, de manera idntica a la anterior, le cubra. Juan Salabim prest atencin a la impresin que la emisin de esta luz le manifestaba y experiment una profunda sensacin de armona y paz. Del corazn mismo brotaron estas palabras: La Paz y la Armona Divinas me envuelven; la Paz y la Armona de Dios viven en m.

Enseguida tom entre sus manos la de color rosa que, de igual manera a las anteriores, le envolvi con un profundo sentimiento de amor que lo haca sentirse parte del todo, uno con Dios. En esa sensacin de xtasis percibi de nuevo la imagen de su madre que con amor infinito le besaba la frente y como una hada generosa, un ngel bondadoso, hizo aparecer frente a los ojos de Juan Salabim las imgenes de cada uno de sus hijos y de Eva, su compaera. Esta vez fue Juan Salabim quien bes la frente de cada uno de sus seres queridos con ternura infinita, con un amor indescriptible, y repiti en voz alta: El amor de Dios todo lo envuelve, el Amor Divino todo lo traspasa y lo unifica. Despus de esa preciosa experiencia , en la que Juan Salabim experiment la sensacin de ser parte del todo, tom entre sus manos la canica de color verde, la cual al envolverle con la luz de idntico color que emanaba de ella, le permiti experimentar una sensacin de salud y vitalidad que Juan Salabim ya haba olvidado por el estrs cotidiano, sus frecuentes borrachera y toxicomana, por las pocas horas que dedicaba al sueo y al descanso, por los largos perodos sin ingerir alimentos sanos y nutritivos y, por supuesto, por todos los alimentos chatarra con los que pretenda espantar el hambre; pero, sobre todo, por todo los resentimientos almacenados, las emociones encontradas, por los miedos y las culpas calladas. Juan Salabim record que no haba noche en la que no fuera despertado por las agruras que senta que le quemaban. Tena gastritis, colitis, una lcera incipiente, gripas frecuentes, dolor de cabeza y, por si fuera poco, una constante opresin en el pecho, a veces tan intensa que en repetidas ocasiones le hizo sospechar la inminencia de un infarto. No obstante, ahora disfrutaba de una sensacin y vitalidad desconocidas o, por lo menos, olvidadas por l, hasta ese momento; por si fuera poco, tambin haba dejado de experimentar el temor de no tener dinero ni posesin alguna, y en esta autorreflexin estaba sumergido cuando todava con la canica verde en las manos se dirigi hasta donde se encontraba la valija. Se cercior de que ah permaneciera el viejo paliacate con el que haba guardado el contenido de su vieja alcanca. Algo en el corazn le deca que era rico, que era alguien muy pero muy especial. Juan Salabim repiti en voz alta, como en las ocasiones anteriores, las palabras que fluan del corazn: La Verdad Divina me hace libre; la riqueza de Dios me pertenece; la salud y la vitalidad son la expresin perfecta de mi cuerpo, mi mente y mi espritu. Todava quedaban dos canicas por recoger..., la de color dorado y la cristalina, en cuyo fondo se reflejaban todos los colores; pero la proximidad de la valija hizo desistir temporalmente a Juan Salabim de su intento original, pues el contacto con su nio interior haba despertado la curiosidad y le haba permitido dejar de lado, aunque fuera por esos momentos, las viejas rutinas con las que Juan desempeaba sus labores da con da, como si pretendiera ocultar bajo esa rigidez sus propios impulsos de mandar todo al diablo, de abandonarlo todo. Cuidadosamente, Juan Salabim deposit en el rado costal de lona las canicas que hasta entonces haba recogido, el sitio donde haban permanecido durante tanto tiempo, y las guard en la vieja valija. Del interior de sta, llam poderosamente la atencin el viejo palo de escoba que en sus aos de infancia haba servido de corcel. Como un nio que descubre sus regalos en una maana de Navidad lo tom entre sus manos y se mont en l. Cerr los ojos para disfrutar la sensacin de aquel ayer, cuando siendo apenas un nio, montaba el viejo palo de escoba que para l era un caballo blanco con alas que poda volar y

dirigirse a lugares insospechados y maravilloso, en los que en ocasiones l era un rey, en otras un valiente guerrero y en otras slo un nio que escapaba de los gritos y los problemas familiares tan frecuentes en su hogar. La mente de Juan Salabim se empez a poblar de recuerdos. Las imgenes que aparecan una a una en su mente le recordaban los momentos compartidos con su viejo amigo, su bravo y hermoso corcel blanco con el que haba compartido mil aventuras en sus fantasas de nio. Recordaba cuando lo ataba al pie de su ventana por el temor de que algn da lo fuera a abandonar, y le dejaba platos para que saciara su hambre y su sed. A veces eran dulces, caramelos, migajitas de pan y gotitas de agua de limn o de refresco que casi siempre terminaba por ingerir l mismo. Juan no haba entendido hasta ese momento por qu su amado corcel blanco haba desaparecido cuando su madre falleci: Justo cuando ms lo necesitaba! Ahora, por fin!, comprenda que precisamente con aquel acontecimiento, cuando su madre dej de existir en una madrugada de invierno, l mismo haba dejado de ser nio. Pero ahora montado en ese viejo palo de escoba, con el corazn inquieto como el de un chiquillo ---era su propio nio interior--- comenz a cantar aquella vieja cancin que en sus pocas de infancia se escuchaba en la radio y que le gustaba entonar cuando montaba a su amigo preferido, su caballito blanco: Caballo, caballito, no dejes de volar, pues para m no hay ms placer que volar, volar, volar Cual no sera la sorpresa de Juan Salabim cuando al abrir los ojos se encontr suspendido en el aire montado en el lomo de un esplndido corcel blanco dotado de unas enormes alas. Desde lo ms profundo del corazn, el nio interior de Juan Salabim exclam con peculiar euforia: Este hermoso caballo blanco parece ser el hermano mayor de mi caballito blanco. Juan Salabim, que ya haba aprendido a escuchar al corazn, le prest atencin y comprendi que la dicha que perciba en su interior era sea inequvoca de que su viejo amigo, el cual haba acudido a su encuentro, hoy que tena el privilegio de ser otra vez como un nio. Ah mismo, suspendido en el aire, Juan abraz fuertemente al caballo mientras ste mova la cabeza y le buscaba con la mirada, aleteando de una manera tan peculiar que denotaba inmensa alegra. El caballo aterriz de manera cuidadosa y Juan Salabim, de un salto, se par en el piso para abrazar fuertemente a su entraable amigo, compaero y cmplice de tantas aventuras, de tantos sueos, de tantas victorias y de tantas y tantas derrotas.

El oro y el crisolEl caballo blanco, su amigo de toda la vida a quien Juan Salabim desde nio haba bautizado como Plata, comenz a empujar suavemente con el hocico a Juan como querindolo apresura para que se montara en su lomo y emprender de nuevo un vuelo, un vuelo de aventuras, amistad y libertad, como los de antao. Juan Salabim, acaricindole el lomo, le dijo carioso: Espera, espera un poco, compaero, slo recojo mi equipaje y dos canicas que todava se encuentran tiradas en el suelo; pero no las veo a simple vista. Como si escuchara su intencin, la canica cristalina, en cuyo fondo se reflejaban todos los colores, comenz a brillar como un arco iris gigante. Juan Salabim se dirigi hacia ella y penetr justo en el centro del arco iris, experimentando una a una las sensaciones que ya anteriormente haba conocido cuando tuvo en sus manos cada una de las canicas. Gustosos recogi la diminuta esfera cristalina del suelo. De ella brot un rayo de luz dorada que, en esta ocasin, no lo cubri a l, sino que se dirigi hacia el sitio en donde se encontraba una roca de gran tamao, a cuyas faldas se encontraba la canica dorada que, al tenerla en sus manos, lo cubri como las anteriores con una luz idntica a su color. En esos momentos Juan Salabim escuch una voz que desde su corazn le deca: Juan, recoge tu equipaje, monta en el lomo de Plata y djate guiar. Esta vez, las palabras que Juan repiti en voz alta y que salan del corazn fueron: La Sabidura Divina es mi Gua; la Inteligencia de Dios me conduce y me orienta. Y as, ms rpido que un relmpago, Juan Salabim recogi su valija y, de un salto, mont el lomo de Plata lleno de jbilo, pletrico de ilusiones y de recuerdos, pues bien que saba que cada vez que montaba su caballo blanco le esperaban un sinnmero de aventuras.

Cuando menos pens, Juan Salabim y Plata se encontraban volando por encima de lo que pareca ser una antigua ciudad europea, cuyos edificios principales posean enormes y hermosas cpulas. Las fachadas de las casas y edificios se encontraban pintadas de color blanco y los techos parecan hechos de teja roja. Ese era sin duda un lugar extrao pero extremadamente hermoso. Desde las alturas se perciban la limpieza, el orden y la riqueza de extrao lugar. Plata inici el descenso y se pos en lo que pareca la entrada de una enorme muralla, misma que protega a la hermosa ciudad. Juan no acababa de salir del asombro ante todas las cosas que esta experimentando, cuando descubri a Juan Sin Nombre apostado justo en el centro de la entrada. Mayor fue su sorpresa cuando percibi que ste ya no pareca un miserable pordiosero, sino que traa puesta una rara vestimenta, la vestimenta que caracteriza a los magos, especficamente el vestuario del Mago Merln. rale! ---dijo para s Juan Salabim ahora el viejito se agenci un disfraz de mago, ya ni la amuela. Como si adivinara sus pensamientos, Juan Sin Nombre lo recibi con una gran sonrisa pero sin proporcionarle explicacin alguna, y en seal de bienvenida le ofreci un pedazo de queso y un pan, que Juan Salabim recibi con enorme gratitud y casi al momento devor ---ya no recordaba cunto tiempo llevaba sin ingerir alimento. Mientras Juan Salabim ingera las viandas, caminando pausadamente los tres; Juan Sin nombre, Juan Salabim y Plata se adentraron a la ciudad, que pareca recibirles con gusto y hospitalidad. Antes de que Salabim lanzara el cmulo de preguntas que la mirada llena de asombro dejaba entrever, Juan Sin Nombre le dijo: Juan, dirgete hacia aquella casona, --misma que sealaba con el dedo ndice de la mano derecha pregunta por Juan Alquimia. Juan Alquimia? ---dijo Juan Salabim, a lo que Juan Sin Nombre slo respondi con un asentimiento de la cabeza y le dijo, como adivinando los pensamientos de Juan Salabim: A Plata djalo aqu junto al ro; hay suficiente pasto y agua para que pueda saciar su sed, su hambre y para que tambin pueda descansar. Sin cruzar ms palabras, Juan Salabim acarici a Plata, se lo entreg al anciano y dirigi sus pasos hacia la casona que le haba sealado el mago, es decir, Juan Sin Nombre. No con poco temor toc el protn, el cual se abri casi de inmediato ---como si lo estuvieran esperando--- y sali a su encuentro un anciano con enorme parecido a Juan Sin Nombre, y por si fuera poco, traa una vestimenta similar; Tambin vesta como el Mago Merln! Juan Salabim en silencio dijo para s: Esto parece una fiesta de disfraces o, ms bien, una reunin de locos. En esas cavilaciones se encontraba cuando la voz del anciano lo sac de sus pensamientos y le dijo: Te esperaba, Juan Salabim. Pasa sta es tu casa. Me esperabas? ---exclam Juan Salabim y enseguida le pregunt: Acaso eres t Juan Alquimia?. El mismo que viste y calza ---sonriendo respondi el anciano. Juan Salabim dijo para sus adentros: Vaya que viste y calza el viejito; en ningn lugar y a ninguna hora este cuate podra pasar desapercibido Antes de que Juan Salabim pudiera expresar palabra alguna, Juan Alquimia le dijo: Muchacho, prstame las monedas que guardas en tu valija, a ver que podemos hacer por ti. Mis monedas? ---dijo Juan Salabim an ms sorprendido de lo que ya se encontraba, y casi por instinto sac del desteido paliacate con el que haba envuelto el contenido de la alcanca que su mam le regalara entes de morir.

El anciano sac cuidadosamente el contenido del paliacate y se dirigi a Juan Salabim diciendo: Parece que estas monedas de denominacin antigua ya no tienen mucho valor, pero vamos a ver si contienen algo de oro. Acto seguido, el anciano coloc el puado de monedas en un crisol que se encontraba encima de la fogata encendida y le dijo a Juan Salabim: Mira muchacho, el oro antes de ser oro tiene que pasar por el fuego del crisol, pues slo en estas condiciones logra desprenderse de inmundicias y de metales pesados que ocultan su valor. No bien haba pronunciado esas palabras el anciano, cuando Juan Salabim se percat de que en el lugar permanecan enormes cantidades de oro de diferentes tamaos, desde piedras diminutas hasta enormes rocas de ese precioso metal; incluso los muebles y los utensilios parecan estar hechos de oro, de oro macizo y puro. Los ojos de Juan Salabim parecan salirse de la rbita, y por ms esfuerzo que haca no atinaba a articular palabra. Al percibir esa expresin tan conocida en los hombres, Juan Alquimia prefiri retirarse y dejar solo en esa esplndida habitacin a Juan Salabim. La mirada de Juan Salabim reflejaba la codicia, la codicia humana tan natural y espontnea en los hombres cuando perciben la riqueza ajena. Juan dijo en silencio; Si tomo un pedazo de oro de buen tamao, puedo echarme a correr y montar a Plata para alejarnos de este sitio; as me convertira en un hombre infinitamente rico y poderoso: Podra hasta comprar la compaa de la que me despidieron y demostrarles quin soy; bueno, hasta creo que podra recuperar a mi familia, comprarles muchas cosas bonitas y quizs hasta me llegaran a perdonar. En esos pensamientos estaba Juan Salabim cuando record que precisamente su afn por conseguir riquezas y bienes materiales le haba llevado a perder lo que tanto amaba. Pero acaso no sera mejor enfrentar la adversidad como un hombre rico y poderoso que como un hombre pobre y miserable? Adems ---continu Juan Salabim en su autorreflexin, yo slo tomara un pedazo de todo el oro que este anciano posee. Tratando de minimizar su intencin, Juan agreg: Tiene tanto oro, que lo ms probable es que ni siquiera se dara cuenta de la pieza que me llevara. Adems, yo slo tomara un pedazo; claro, un buen pedazo de oro. Hay quienes matan por menos que esto; yo en realidad no le causara gran dao. Juan estaba a punto de tomar una de las piezas de oro de regular tamao cuando, arrepentido, se par en seco al escuchar la voz del corazn que le deca: No, Juan, no lo hagas, eso sera un robo, y aunque la codicia pone una venda de auto-engao a los ojos del alma y t mismo te esfuerzas por justificar y minimizar tu accin, el lastre de la culpa no hara ms que agregar peso y carga a tu afligido corazn. Esa voz que en silencio emanaba del corazn le record tambin cun grande era el amor del Creador. y todas las cosas buenas que apenas comenzaba a descubrir. Juan Salabim llor avergonzado por el acto que