Ley de La Oferta y La Demanda

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3. El Proceso de la oferta y la demanda Es una de las fuerzas que rigen el comportamiento del mercado en las economías de libre concurrencia. Fue formulada por los economistas clásicos. Adam Smith, a quien suele considerarse como el padre de la economía política, sorprendido por el “orden” imperante en el sistema económico, proclamó el principio de que una “mano invisible” guiaba a cada uno de los individuos dentro de la sociedad para que, al buscar su personal conveniencia y en su afán de alcanzarla, realizara los actos económicos que a la postre serían los que más convinieran a todos. El economista escocés partía de la plena identificación entre el interés individual y el interés social. Para él, el interés social no era más que la suma de los intereses individuales y, en consecuencia, cada persona, buscando sólo su conveniencia egoísta, contribuía sin proponérselo a la consecución del bien general. ¿Cómo podía ocurrir esto? Pues porque los individuos estaban guiados dentro del proceso de producción e intercambio por una >“mano invisible” que les llevaba a ejecutar actos de conveniencia general aun sin su voluntad y desde luego sin la voluntad del gobierno. La economía no respondía a una planificación coherente ni a un acto gubernativo deliberado. Estaba librada a sus propias fuerzas e iniciativas. Las suyas eran “leyes naturales”, porque no las imponía autoridad alguna sino que nacían de la propia “naturaleza de las cosas”. El “para quien” y el “cómo” de la producción de los bienes y servicios, así como el precio de ellos, están sometidos a las propias <fuerzas del mercado al margen de toda >planificación estatal de la economía. Bajo este régimen económico, los precios de los bienes y servicios que se ofrecen en el mercado así como el volumen en

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3. El Proceso de la oferta y la demanda

Es una de las fuerzas que rigen el comportamiento del mercado en las economías de

libre concurrencia. Fue formulada por los economistas clásicos. Adam Smith, a quien

suele considerarse como el padre de la economía política, sorprendido por el “orden”

imperante en el sistema económico, proclamó el principio de que una “mano invisible”

guiaba a cada uno de los individuos dentro de la sociedad para que, al buscar su

personal conveniencia y en su afán de alcanzarla, realizara los actos económicos que

a la postre serían los que más convinieran a todos. El economista escocés partía de la

plena identificación entre el interés individual y el interés social. Para él, el interés

social no era más que la suma de los intereses individuales y, en consecuencia, cada

persona, buscando sólo su conveniencia egoísta, contribuía sin proponérselo a la

consecución del bien general. ¿Cómo podía ocurrir esto? Pues porque los individuos

estaban guiados dentro del proceso de producción e intercambio por una >“mano

invisible” que les llevaba a ejecutar actos de conveniencia general aun sin su voluntad

y desde luego sin la voluntad del gobierno. La economía no respondía a una

planificación coherente ni a un acto gubernativo deliberado. Estaba librada a sus

propias fuerzas e iniciativas. Las suyas eran “leyes naturales”, porque no las imponía

autoridad alguna sino que nacían de la propia “naturaleza de las cosas”. El “para

quien” y el “cómo” de la producción de los bienes y servicios, así como el precio de

ellos, están sometidos a las propias <fuerzas del mercado al margen de toda

>planificación estatal de la economía.

Bajo este régimen económico, los precios de los bienes y servicios que se ofrecen en

el mercado así como el volumen en que ellos deben ser producidos son el resultado

de la correlación fuerzas entre la oferta y la demanda. A mayor oferta corresponden

menores precios y viceversa. Éstos no se fijan en función del cúmulo de trabajo

necesario para producirlos ni de los costes de producción, sino simplemente de la

relación oferta-demanda en el >mercado. Por supuesto que en esta relación incide una

serie de factores adicionales, como la proporción entre bienes y masa monetaria y la

velocidad de circulación de los medios de pago en la economía.

Los economistas de la escuela clásica estuvieron convencidos de que dentro del libre

juego de las fuerzas económicas, al chocar entre sí intereses individuales opuestos, se

generaba en el proceso de la producción, circulación y distribución de bienes un efecto

estabilizador que alcanzaba los necesarios equilibrios o que los restauraba en caso de

que, momentáneamente, se hubieran perdido.

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Sostenían que incluso en el orden del comercio exterior este automatismo funcionaba

perfectamente. Pensaban que la balanza de pagos en cada país se ajustaba

automáticamente, gracias a las fuerzas del mercado, de modo que los desajustes que

podían eventualmente ocurrir eran pasajeros y ella recobraba espontáneamente su

situación de equilibrio. Decían que los >superávit en la balanza de pagos encontraban

automáticamente su equilibrio gracias a la entrada neta de oro —en los países cuyo

sistema monetario estaba ligado al patrón oro— o por las oscilaciones producidas en

el tipo de cambio —en los que hubieran adoptado el sistema de libres oscilaciones—

que al provocar un incremento de la oferta monetaria conduciría al aumento de la

demanda de bienes y servicios en el mercado, cuya consecuencia inmediata sería el

alza general del nivel de precios. Esta alza, a su vez, estimularía las importaciones,

que resultarían más baratas que la producción nacional, y desalentaría las

exportaciones, con lo cual la balanza de pagos recobraría su posición de equilibrio. Si

el caso fuera de >déficit en la balanza de pagos, se produciría el proceso contrario y la

disminución de las importaciones junto con el incremento de las exportaciones

revertirían la tendencia negativa. Y como el carácter de ambos procesos es simétrico,

según sostienen los economistas clásicos y neoclásicos, las tendencias del ajuste en

uno u otro sentido encontrarían pronto su punto de equilibrio.

Esta es otra de las ilusiones de los patrocinadores del libre mercado. Las cosas, en

realidad, no son tan simples. En el caso de los países con déficit en la balanza de

pagos más probable es que el ajuste se realice a costa de la producción y el nivel del

empleo que por la vía de los precios.

Según el criterio de los economistas de las escuelas clásica y neoclásica, la

intervención del Estado en la economía no haría otra cosa que dañar o desquiciar la

operación de la ley de la oferta y la demanda y el funcionamiento automático de las

fuerzas del mercado. El Estado debe mantenerse al margen del proceso económico de

la sociedad. Por eso plantearon la tesis del <laissez faire y por eso la defienden hoy

con tanto ardor sus seguidores.

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3.1. El mercado y su funcionamiento

3.1.1. Oferta y demanda

El precio de un producto está determinado por un equilibrio entre la oferta (lo que se

quiere producir a un precio determinado) y la demanda (lo que se desea comprar a un

precio determinado).

El modelo de la oferta y la demanda describe la interacción en el mercado de un

determinado bien entre consumidores y productores, en relación con el precio y las

ventas de dicho bien. Es el modelo fundamental de la microeconomía, y se usa para

explicar una gran variedad de escenarios microeconómicos.

Además, sirve como base para otras teorías y modelos económicos. El primero que

describió este comportamiento fue Antoine Augustin Cournot, y fue Alfred Marshall

quien lo popularizó posteriormente.

Este modelo predice que, en un mercado libre y competitivo, el precio se establecerá

en función de la cantidad demandada por los consumidores y la cantidad proveída por

los productores, generando un punto de equilibrio en el cual los consumidores estarán

dispuestos a adquirir todo lo que ofrecen los productores al precio marcado por dicho

punto.

3.1.1.1. Teoría

El modelo establece que en un mercado libre, la cantidad de productos ofrecidos por

los productores y la cantidad de productos demandados por los consumidores

dependen del precio de mercado del producto. La ley de la oferta es directamente

proporcional al precio; cuando más alto sea el precio del producto, más unidades

estarán disponibles para los consumidores. Por el contrario, la ley de la demanda es

inversamente proporcional al precio; cuanto más alto sea el precio, menos

demandarán los consumidores. Por tanto, la oferta y la demanda pueden hacer variar

el precio.

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Según la ley de la oferta y la demanda, el precio de un bien se sitúa en la intersección

de las curvas de oferta y demanda. Si el precio de un bien está demasiado bajo y los

consumidores demandan más de lo que los productores pueden poner en el mercado,

se produce una situación de escasez, y por tanto los consumidores estarán dispuestos

a pagar más.

Los productores subirán los precios hasta que se alcance el nivel al cual los

consumidores no estén dispuestos a comprar más si sigue subiendo el precio. En la

situación inversa, si el precio de un bien es demasiado alto y los consumidores no

están dispuestos a pagarlo, la tendencia será a que baje el precio, hasta que se llegue

al nivel al cual los consumidores acepten el precio y se pueda vender todo lo que se

produce.

Este punto hacia el cual se mueven los precios es el punto de equilibrio, en el cual la

cantidad demandada es igual a la cantidad ofrecida. Es decir, los productores están

dispuestos a vender exactamente la misma cantidad de bienes que los consumidores

desean adquirir.

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3.1.1.2. La oferta

La oferta es la relación entre la cantidad de bienes ofrecidos por los productores y el

precio de mercado actual.

Con respecto a la variación de la oferta, el aumento o disminución de ella depende,

entre otros factores, de los costos de fabricación de los bienes, de los impuestos, de

los avances tecnológicos con que se cuenta en las diversas etapas del proceso

productivo.

La disponibilidad de tecnología en las etapas de un proceso productivo y en diversas

actividades económicas, es un importante elemento en la disminución o incremento en

la oferta de determinados bienes.

Gráficamente, la relación entre la cantidad de bienes ofrecidos y el precio de mercado

se representa mediante la curva de oferta. Debido a que la oferta es directamente

proporcional al precio, las curvas de oferta son casi siempre crecientes. Además, la

pendiente de una curva de oferta suele ser también creciente (es decir, suele ser una

función convexa), debido a la ley de los rendimientos decrecientes.

A veces, las curvas de oferta no tienen una pendiente creciente. Un ejemplo es la

curva de oferta del mercado laboral. Generalmente, cuando el salario de un trabajador

aumenta, éste está dispuesto a ofrecer un mayor número de horas de trabajo, debido

a que un sueldo más elevado incrementa la utilidad marginal del trabajo (e incrementa

el costo de oportunidad de no trabajar).

Pero cuando dicha remuneración se hace demasiado alta, el trabajador puede

experimentar la ley de los rendimientos decrecientes en relación con su sueldo. La

gran cantidad de dinero que está ganando hará que otro aumento de sueldo tenga

poco valor para él. Por tanto, a partir de cierto punto trabajará menos a medida que

aumente el salario, decidiendo invertir su tiempo en ocio.

Este tipo de curvas de oferta ha sido observado en otros mercados, como el del

petróleo: después del récord del precio provocado por la crisis de 1973, muchos

países exportadores de petróleo disminuyeron su producción.

Otro ejemplo de curvas de oferta atípicas lo encontramos en las compañías de

servicios públicos. Debido a que una gran cantidad de sus costos son costos fijos, el

costo marginal de estas empresas es prácticamente una constante, con lo cual su

curva de oferta es una recta creciente.

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3.1.1.3. La Demanda

La demanda es lo que se desea comprar con un determinado poder adquisitivo.

La curva de demanda representa la cantidad de bienes que los compradores están

dispuestos a adquirir a determinados precios, suponiendo que el resto de los factores

se mantienen constantes (cláusula ceteris paribus). La curva de demanda es por lo

general decreciente, es decir, a mayor precio, los consumidores comprarán menos.

Los determinantes de la demanda de un individuo son el precio del bien, el nivel de

renta, los gustos personales, el precio de los bienes sustitutivos, y el precio de los

bienes complementarios.

La forma de una curva de demanda puede ser cóncava o convexa, posiblemente

dependiendo de la distribución de los ingresos.

Como se ha dicho antes, la curva de demanda es casi siempre decreciente. Pero hay

algunos ejemplos extraños de bienes que han tenido curvas de demanda crecientes.

Un bien cuya curva de demanda tiene una curva creciente se conoce como un bien

Giffen o un bien Veblen. Sin embargo, la existencia real de este tipo de bienes es más

que discutible, y en todo caso estaría orientada a fenómenos sociales y no puramente

económicos, como la ostentación de riquezas.

3.2. Sistemas económicos

En toda comunidad organizada se mezclan, en mayor o menor medida, los mercados

y la actividad de los Gobiernos. Es más, el grado de competencia de los mercados

varía, desde aquellos en los que sólo opera una empresa, ejerciendo un monopolio,

hasta la competencia perfecta de un mercado en el que operan cientos de minoristas.

Lo mismo ocurre en cuanto a la intervención pública, que abarca desde la intervención

mínima al regular impuestos, crédito, contratos y subsidios, hasta el control de los

salarios y los precios de los sistemas de economía planificada que imperan en los

países comunistas.

Incluso en las sociedades en las que se defiende a ultranza la planificación de la

economía se ha tenido que modificar la postura oficial y se hacen concesiones a la

empresa privada.

Por ejemplo, la antigua Unión Soviética permitía a sus agricultores, aunque fuese a

través de empresas colectivas, vender las cosechas de sus parcelas privadas.

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Durante la dominación comunista en Polonia, casi todas las granjas estaban en manos

privadas. En la antigua Yugoslavia se permitió la gestión de las fábricas por los

trabajadores bajo el mandato del mariscal comunista Josip Broz, Tito, que al mismo

tiempo asentaba la evolución de su régimen hacia sistemas de economía mixta,

alejados de las premisas dominantes en la Unión Soviética.

En las economías de mercado también se producen este tipo de divergencias. En casi

todas existe monopolio estatal sobre las líneas aéreas y los ferrocarriles. Incluso en los

países en los que el estado no tiene empresas públicas, como en Japón, su influencia

sobre la actividad económica es enorme.

En los Estados Unidos, el más firme defensor de la economía de mercado, el gobierno

ha tenido que intervenir para evitar la quiebra de empresas en crisis, como Lockheed y

Chrysler; de hecho, ha convertido a los principales fabricantes de armamento en

empresas públicas de facto.

Muchos economistas estadounidenses han tenido que aceptar la existencia de una

economía mixta: combinación de iniciativa privada e intervención del gobierno.

3.2.1. Sistema de libre empresa

Las principales diferencias entre la organización económica planificada y la capitalista

radica en quién es el propietario de las fábricas, granjas y el resto de las empresas, así

como en sus diferentes puntos de vista sobre la distribución de la renta o la forma de

establecer los precios.

En casi todos los países capitalistas, una parte importante del producto nacional bruto

(PNB) la producen las empresas privadas, los agricultores e instituciones no

gubernamentales como universidades y hospitales privados, cooperativas y

fundaciones.

Aunque existe una fuerte oposición en los países industrializados al control de precios

y a la planificación de la economía, los gobiernos han tenido que recurrir a este tipo de

medidas en casos de emergencia, como durante la Segunda Guerra Mundial.

Sin embargo, en las economías de libre mercado se considera que la propiedad

pública de medios de producción y la intervención pública en la fijación de precios son

excepciones, que se deben evitar, a las reglas de la propiedad privada y de la fijación

de precios a través de mercados competitivos.

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3.2.2. Planificación central

La visión totalmente opuesta a la anterior es la que prevalece en China y en otros

países comunistas, donde predomina la tendencia hacia la planificación centralizada

de la economía.

Aunque cada vez se tolera más la existencia de empresas privadas, y a pesar de que

ninguna economía planificada ha podido funcionar sin cierto grado de privatización de

la agricultura, la ideología dominante favorece la planificación estatal, al menos en

teoría, para fijar los precios, la propiedad pública de las fábricas, las granjas y las

grandes redes de distribución públicas.

En teoría no existe ninguna razón que impida a una sociedad democrática optar por

una planificación centralizada de la producción, los precios y la distribución de la renta.

Sin embargo, la experiencia demuestra que la planificación central de las economías

ha ido en general acompañada del control del partido.

No obstante, existen importantes diferencias en el grado de control entre los distintos

países comunistas, e incluso en un mismo país a lo largo del tiempo.

Y también se puede constatar que el capitalismo a veces ha ido acompañado de

regímenes políticos totalitaristas, como por ejemplo en Chile y en Brasil.

Los principales problemas a los que se enfrenta el capitalismo son el desempleo, la

inflación y las injustas desigualdades económicas. Los problemas más graves de las

economías planificadas son el subempleo o el masivo empleo encubierto, el

racionamiento, la burocracia y la escasez de bienes de consumo.

3.2.3. Economías mixtas

En una situación intermedia entre la economía planificada y la economía de libre

mercado se encuentran los países socialdemócratas o liberal-socialistas. Entre ellos

destacan las democracias de los países escandinavos, sobre todo Suecia. En este

país la actividad económica recae en su mayor parte sobre el sector privado, pero el

sector público regula esta actividad, interviniendo para proteger a los trabajadores y

redistribuir la renta entre los de mayores y los de menores ingresos.

Por otra parte, la antigua República Socialista de Yugoslavia constituyó otro ejemplo

importante de economía mixta entre la década de 1950 y la de 1980. Aunque el partido

comunista institucional seguía ejerciendo un férreo control, la censura fue escasa, la

emigración no estaba prohibida, existía libertad de cultos y una mezcla de propiedad

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pública, cooperativismo y propiedad privada, que crearon una economía bastante

próspera.

3.2.4. Problemas económicos actuales

Entre 1945 y 1973 las economías de los países industrializados de Europa occidental,

Japón y los Estados Unidos crecieron lo suficiente para aumentar el nivel de vida de

sus ciudadanos. En algunos países menos industrializados también se produjo un

crecimiento similar, sobre todo en los del sureste asiático como Taiwan, Hong Kong,

Singapur y Corea del Sur.

Este crecimiento se debió a una serie de circunstancias. Tras la destrucción del tejido

económico ocurrida durante la Segunda Guerra Mundial, se produjo una expansión

económica sin precedentes, gracias, entre otras, a la ayuda financiera que Estados

Unidos concedió a los países de Europa occidental y a Japón.

Las  multinacionales estadounidenses realizaron fuertes inversiones en todo el mundo.

Es probable que los factores que más contribuyeron a su desarrollo fueran los bajos

precios y la abundancia de los productos energéticos (sobre todo petróleo).

3.2.5.Problemas energéticos

En 1973 la creciente demanda internacional de petróleo hizo que los precios se

dispararan. Ese año la Organización de países exportadores de petróleo (OPEP), que

controlaba la producción mundial, aprovechó su poder para elevar los precios.

Las políticas llevadas a cabo por la OPEP redujeron las posibilidades de crecimiento

económico tanto de los países industrializados como de los países en vías de

desarrollo que no tenían reservas petrolíferas.

El barril de petróleo bruto costaba en el otoño de 1973 dos dólares; a mediados de

1981 su precio se había multiplicado por 20. Para los países ricos, las importaciones

de petróleo suponían una transferencia de rentas y riqueza a los países de la OPEP.

Los países en vías de desarrollo importadores de petróleo tuvieron que acudir a la

financiación de los grandes bancos de Europa occidental y de Estados Unidos.

Asfixiados por el pago de intereses, los países menos industrializados se han visto

obligados a frenar sus planes de desarrollo.

Aunque la gran caída de los precios energéticos durante la segunda mitad de la

década de los ochenta benefició a los consumidores de los países importadores,

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supuso un grave quebranto para los ingresos de los países exportadores menos

desarrollados, como México, Nigeria, Venezuela e Indonesia.

3.2.6. Inflación y recesión

Algunos de los países más desarrollados, como Japón y Alemania (ahora

perteneciente a la unificada República Federal de Alemania), lograron superar la crisis

de las décadas de 1970 y 1980 mejor que el resto de los países. Sin embargo, todos

los países desarrollados han tenido que enfrentarse al problema de una alta inflación

acompañada de altas tasas de desempleo y escaso crecimiento económico.

La transformación que impuso la OPEP en el mercado energético mundial agravó los

problemas de inflación al elevar los precios del petróleo y, por lo tanto, aumentar el

costo de la calefacción y de la producción de importantes bienes que utilizan petróleo

en sus procesos de producción, entre los que hay que destacar los fertilizantes

químicos, los productos plásticos, las fibras sintéticas y los productos farmacéuticos.

Estos precios elevados reducían el poder adquisitivo de la misma manera que lo

hubiese hecho un impuesto alto sobre la renta. La pérdida de poder adquisitivo hizo

que el volumen de ventas de bienes de consumo disminuyera, lo que provocó el

despido de numerosos trabajadores y la ruina de otros tantos comerciantes, lo que

produjo un efecto en cadena perjudicial para toda la economía.

3.2.6. Economías en vías de desarrollo

Los países menos industrializados necesitan la ayuda de los países ricos para poder

generar el capital, la tecnología y la organización necesarios para desarrollarse.

Asimismo, es necesario que puedan acceder con facilidad a los mercados de los

países industrializados para vender sus productos manufacturados y las materias

primas que poseen. Sin embargo, la capacidad política de los países ricos para

atender estas necesidades depende de que puedan solucionar sus propios problemas,

como la inflación, el desempleo y el estancamiento del crecimiento.

En los países democráticos, es muy difícil lograr el apoyo de la población para

conceder ayuda financiera a otros países cuando el salario medio de los ciudadanos

es reducido. Tampoco resulta fácil permitir la entrada de productos del exterior más

baratos cuando se considera que son la causa del desempleo nacional. La economía

del desarrollo está muy limitada por consideraciones de tipo político.

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3.3. El rol del estado en la economía

3.3.1. Antecedentes

El debate, tanto en aspectos normativos como positivos sobre el papel del Estado en

las economías modernas, se ha intensificado en la última década, dando lugar a

acuerdos en algunas áreas.

La discusión ha evolucionado desde la concepción a favor de que el Estado debía

intervenir en todos los ámbitos de la actividad económica —bajo la óptica de un

Estado paternalista y perfecto—, hacia favorecer las bondades del libre mercado -

calificando al Estado como un mal asignador de recursos-.

Los extremos han dejado de ser válidos. En su momento, la razón para justificar la

intervención estatal fue la existencia de fallas de mercado, y luego fueron las fallas de

gobierno las que hicieron cuestionar la intervención estatal.

"Existe un creciente consenso sobre el rol que el gobierno puede jugar en los

esfuerzos exitosos de desarrollo, pero también existe un reconocimiento sobre las

fallas en lo relativo a la efectividad de las actividades de gobierno" (Stiglitz, 1998), por

lo que el debate estéril de Estado versus Mercado cambió a uno fundamental: la

efectividad del Estado.

La principal conclusión que se desprende de la existencia de fallas, tanto de mercado

como de gobierno, es que el rol del Estado debe ser dinámico y ajustado a su

capacidad de responder a los desafíos, evaluada en función de la fortaleza de sus

instituciones.

A este respecto existe relativo acuerdo sobre el rol del Estado en la provisión de

bienes públicos, y desacuerdo en la forma que debe proveerlos y su participación en la

promoción del desarrollo.

El tamaño y funciones del Estado dependen de la cultura, entorno, oportunidades y

distribución de poder. En países con instituciones débiles, los Estados deben

focalizarse en cumplir con funciones básicas, más que en funciones de intervención

directa.

3.3.2. Seis funciones importantes del Estado

De forma general, Stiglitz establece como funciones básicas del Estado:

• Promover la educación, para derivar en una sociedad más igualitaria y facilitar la

estabilidad política.

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• Fomentar la tecnología.

• Brindar soporte al sector financiero, principalmente a través de la diseminación de

información.

• Invertir en infraestructura: instituciones, derechos de propiedad, contratos, leyes y

políticas que promuevan la competencia.

• Prevenir la degradación ambiental.

• Crear y mantener una red de seguro social.

En economías en desarrollo el gobierno debe jugar un rol especial, dada la débil

institucionalidad de mercados y la existencia de severos problemas de información.

Dicho papel deberá realizarlo brindando los incentivos correctos para la eficiencia de la

actividad económica, el fortalecimiento de la infraestructura institucional y la provisión

de servicios básicos.

3.3.3. Efectividad del Estado

A pesar de que el Estado puede apoyar la promoción del desarrollo, también puede

originar grandes daños, derivados de los errores en la aplicación de reglas que crean

incertidumbre. En tal sentido, el Estado debe incrementar la eficiencia y eficacia en el

desempeño de sus funciones.

Debido a la escasez de recursos y la debilidad de las instituciones en los países en

desarrollo, el Estado debe enfatizar su accionar en áreas estrictamente necesarias

para que, a pesar de las restricciones existentes, los resultados sean óptimos.

En estas circunstancias cabe hacerse algunas preguntas: ¿Qué puede decirse acerca

del proceso de toma de decisiones? ¿Qué hacer con las potenciales fallas de mercado

que obviamente la intervención estatal no aliviará? ¿Qué arreglo institucional permite

un mejor desarrollo del mercado? ¿Cómo interactúan en el desarrollo las políticas y las

instituciones?

Las respuestas a esas preguntas dependen también de la dinámica del Estado,

generalmente caracterizada por las siguientes acciones:

• Derroche de recursos por la existencia de privilegios: Se crean rent-seekers en

cuyas circunstancias si el aparato institucional es débil, el Estado queda expuesto a

presiones de grupo, generando corrupción e impunidad.

• Grupos de poder e intereses que hacen lobby para incrementar acuerdos favorables

a ciertos sectores.

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• Intereses propios de grupos dentro del gobierno, que generan un comportamiento

maximizador de los burócratas.

Las consideraciones anteriores indican que el Estado puede mejorar su acción a

través de:

• Restringir sus intervenciones a aquellas áreas que evidencian influencia significativa

y sistemática de intereses particulares de grupos de presión. Un ejemplo del pasado

fue el otorgamiento de cuotas de importación, con el objetivo falaz de regular los

precios internos de algunos productos. El resultado fue una excesiva distorsión en el

sistema de precios, y la sistemática presión de grupos privilegiados que se

beneficiaban, oponiéndose a la liberación comercial.

• Fortalecer la idea de un Estado a favor de la promover la competencia.

• Evitar la secretividad en la toma de decisiones a través de la difusión de información,

e incentivar la transparencia, tanto en la formulación como en la ejecución de políticas.

A este respecto, el gobierno necesita tener un balance entre la experiencia y la

representatividad.

• Promover la provisión de bienes públicos mediante mecanismos de mercado, que

incluyan la participación del sector privado y de organizaciones no gubernamentales.

• Diseñar mecanismos en el uso de información de mercado para la toma de

decisiones públicas.

En conclusión, la definición del rol del Estado debe tomar en cuenta características

tales como: la existencia y capacidad de instituciones para ejecutar políticas, la

dinámica de las transformaciones económicas (la globalización, por ejemplo), los

actores políticos, y sobre todo, las ventajas comparativas que posea.

Dentro del entorno y la efectividad de las políticas, uno de los instrumentos en donde

se refleja el papel que podría jugar el Estado es el presupuesto de ingresos y egresos.

En aquí donde se identifica la política fiscal a seguir, elemento clave en la conducción

de los gobiernos.

Cabe señalar que a pesar de la importancia de la política fiscal, no constituye el único

elemento para juzgar el rol del Estado, sino existen otros, tales como la política

monetaria, cambiaria, comercial y una serie de instituciones que permiten u

obstaculizan el actuar de los agentes económicos.

Page 14: Ley de La Oferta y La Demanda

Webgrafía:

http://www.enciclopediadelapolitica.org/Default.aspx?i=&por=l&idind=891&termino=

http://itilv3.osiatis.es/estrategia_servicios_TI/gestion_demanda/desarrollo_oferta.php

http://www.virtual.unal.edu.co/cursos/sedes/manizales/4010043/lecciones/

5ofertydeman3.htm