LEYENDAS

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"Yo conozco a la mujer que canta agua, y al anciano que habla piedras blancas, y al muerto que viene y va por los rincones sin morir nunca, y al duende que desteje en la noche lo que tejiste en el da, y a la nia que siempre se aparece en tus sueos y cumple todos tus deseos, y al barquero que navega lento sobre un atad lleno de velas negras, y a la mariposa que es mariposa y flor azulada al mismo tiempo, y al cura que por borracho asisti a su propio entierro, y al bufeo, delfn de ro que se disfraza de hombre para robarse en las fiestas a las muchachas ms hermosas, y a la anciana que cuida el tesoro que est al final del arco iris, y al indio que desde hace siglos busca a su amada por esos montes de niebla, y al conquistador sin cabeza que cabalga con una espada en alto en las noches sin luna, y al to zorro que por ms que se esfuerce nunca atrapar al astuto to conejo, y a la mujer pez que se arrastra de noche por la tierra, y al nio que no es nio y aguarda llorando a que algn ingenuo se ponga al alcance de sus garras, y al rbol que camina pero que nadie lo ha visto caminar durante el da. Yo los conozco a todos, a los invisibles y los visibles, a los que desencadenan el trueno y a los que son uno con el silencio, a los que aman la luz y a los que estn hechos de sombra. Y aunque no lo creas, te conozco a ti: soy yo el que acaricia tu cabeza mientras te duermes y te habla al odo antes de que estalle la maana. No vengo ni voy porque siempre he estado contigo. No tengo nombre ni rostro, mas mis palabras tienen sabor a tierra recin baada por la lluvia." LEYENDAS DEL ECUADOR (Edgar Allan Garca)LA TUNDA La Tunda no es negra, es negrsima, como una noche sin luna ni estrellas en una casa sin puertas ni ventanas. La Tunda no tiene boca, ni siquiera bemba, sino bembisissima, es decir, una bemba as y as. En vez de pierna derecha maneja una pata de molinillo que suena tum tum cuando camina por el monte, mas cuando ella sonre se ilumina la noche, llueven cocos recin pelados y vuelan mariposas blancas. Entonces la gente que sabe, se da cuenta de que la Tunda anda cerca, lo que significa que de inmediato debe seguir el consejo de mi abuela que siempre dice el que juye vive, mijito. Y es que la Tunda no vive all, sino allj, o sea, ms lejos que all, pero cuando se viene pac, es decir, ms cerca que ac, la cosa se va poniendo color de hormiga y ms tarde olor a guineo pecoso, porque el rato menos pensado, ya a veces tambin el ms pensado, se aparece meneando las caderas en los caminos y, con su monstruosa coquetera, convence al caminante distrado para que se coma un tapao e camarn hecho por ella. S, escucharon bien, un tapao que por si no lo saben, es un preparado de la cocina esmeraldea que sabe a paraso, a gloria y a cielo, al mismo tiempo. Como dice la misma Tunda ms rico que un tapao de camarn, slo un tapao de camarn hecho por yo, as es que como comprenderan, el caminante acepta la invitacin muerto del gusto, en especial si ya son ms de la tres de la tarde y no ha comido sino un par de majajas fras . Una vez instalado selva adentro, los camarones preparados con yerbas secretas se deshacen en la boca del invitado. La Tunda, vestida con una preciosa pollera color, se deleita preguntndole cada cinco minutos ms?, y el caminante slo atina a decir que s con la cabeza, mientras la boca llena de saliva aguada y de una lengua golosa, no deja de saborear el mgico tapao. Al cabo de diez o doce platos, la Tunda ha encendido ya su cachimba de carrizo y, con las piernas cruzadas, fuma tranquila al pie de un guabo o de un manguero, lo que est ms cerca de sus anchas espaldas. Mientras tanto, satisfecho hasta los huesos, el invitado sorbe tragos lentos de un tazn de agua zurumba que ella mismo le ha preparado con puados de panela y filosas hojas de limoncillo.

Es en ese instante cuando todo empieza a transformarse pues, de pronto -ms que de lento- la Tunda se pone cada vez ms hermosa ante los ojos del hombre, en tanto est comienza a sentir mariposas blancas en la cabeza: al principio es apenas un aleteo suavecito, luego un zumbido parecido al de las avispas negras luego de una larga lluvia de verano, y poco ms tarde un estruendo insoportable, como si millones de murcilagos le revolotearan desesperados entre ceja, oreja y sien. El tipo piensa que es la indigestin pero no, no es la indigestin, lo que le pasa es que se acaba de ser entundado, es decir, enloquecido por la Tunda. Desde entonces se la pasar recitndole dcimas que hablarn de su gran-belleza-nocturna, ponindole hojas de pltano en el suelo para que no se ensucie la sucia pata de molinillo, hacindole trencitas de colores en las greas sin remedio, besndole las enormes manos callosas cada cinco minutos, y preparndole sendos sudados de pescao, puzandaos de gallina prieta y encocaos de cangrejo para los increbles almuerzos que se despacha la seorita Tunda, una vez que consigue quien le sirva. Segn cuentan, esta hijita del diablo con una princesa negra disfruta a su anchas de ese amor loco durante un tiempo hasta que se abomba (quiero decir se cansa) y abandona el entundao que, como comprendern, queda desconsolado. Entonces, brincando y saltando, bailando y danzando, caminando y andando, desde alluj se zumba quien entund, y asisucesi, hasta que se acabe el currulao o se muera el bemb. Y a propsito, en este terrible momento en que no he comido sino un casabe frio, no hueles ese tapao de camarn revoloteando en el aire? Mmmm, s, es un tapao de camarn. Pues, quieres que te diga la verdad? Ya no aguanto ms. Yo me voy por esa veredita alegre pall, pal monte, a com, a com mi tapao y t, qu?, no vienes tambin?LEYENDAS DEL ECUADOR (Edgar Allan Garca)

EL HIJO DEL DIABLO Haba una seora que guardo doce aos de viudez. Esta seora se cargo de naturaleza, necesitaba estar con un hombre, ya no aguantaba ms y un da dijo: maana me entrego al mismo diablo. Es as como al da siguiente se pone su mejor traje, se maquilla, se pone deslumbrante y sale en busca de algn caballero apuesto que se cruce pos su camino. Al transitar sola por el camino encuentra a un seor vestido de rojo montado en una mula colorada, seguramente fue el diablo. Entonces la seora cay en mal. Desde ese hecho quedo embaraza, paso tiempo y pario un lindo nio. Con el tiempo el nio creci y fue a la escuela era un nio muy inteligente, saco las mejores calificaciones y continuo en el colegio. Un cierto da sali d paseo y fue a nadar al rio con sus compaeros, todos desnudos; cuando de pronto, le miran la rabadilla y en ella escrito YO SOY HIJO DEL MISMO DIABLO. Sus compaeros decan: ste ha sido hijo del diablo y todos huyeron de l. Ese da el muchacho no fue donde su madre y se dedic a vagar por todos lados hasta que se encontr con un viejecito que le dijo: qu te pasa? El le contesto: - dicen que en la espalda tengo escrito YO SOY HIJO DEL MISMO DIABLOY el viejito le dijo:- no te preocupes, tu no tienes la culpa de nada, promteme portarte bien, se bueno con todos, caritativo y te salvar. Yo soy DIOS y estoy contigoLe dio la vuelta y le borr la escritura de la espalda, y en su lugar puso YO SOY HIJO DEL MISMO DIOS.JUEGOS TRADICIONALES, CUENTOS Y LEYENDAS DE MONTUFAR

EL CHURILLO El Churillo es una loma que deslinda con Chiles Alto. Segn cuentan est encantada porque existen grandes cantidades de oro y plata Por las noches, en este lugar han visto aparecer algo como una puerta, una entrada a la loma, en cuya puerta se encontraba un perro negro grande con una gran cadena de oro en el cuello y los ojos que le brillaban como candela. No deja pasar a la gente, todos los que caminan por ese lugar tienen miedo. En otras ocasiones aparece un yugo de oro con yuntas de bueyes de oro, dando la vuelta en la cima de la loma. Dicen tambin que en las noches de luna llena aparece un hombre completamente desnudo con una corona de oro en la cabeza, bajo el brazo trae algunos escritos que nadie ha podido cogerloJUEGOS TRADICIONALES, CUENTOS Y LEYENDAS DE MONTUFAR

COMPACTADO CON EL DIABLO Un hombre por la pobreza en la que viva, un da de esos seta la decide invocar al diablo en un socavn, all arriba por el Barrio Santa Clara, por el Molino del Obraje, para que le d palta y as salir de la pobreza y la desesperacin en la que viva. Se va a media noche, senta los pasos cerquita de l. Invoc al diablo y ste nada de aparecer. Lo llam hasta la madrugada sin tener respuesta. Regres a la casa renegando, as paso ocho das y nada de aparecerse el diablo. En sus sueos el diablo le deca que vaya al mismo lugar pero sin ningn relicario. Y el pobre deca: pero yo no tengo nada y se buscaba en los bolsillos y nada que encontr tal relicario, pero lo encontr pegado con la suciedad en el bolsillo de la camisa que era una medallita del Santo Cristo. Lo sac del bolsillo y lo lanz contra el suelo y dijo:- solo por esta porquera sigo siendo pobreA la siguiente noche decidi ir nuevamente al socavn y en el camino se encuentra con un amigo y l le dice: mira ngel, t estas pobre, te voy a dar plata para que trabajes en ganado y cuando tengas suficiente dinero me lo vas pagando. Este amigo emocionado le cuenta lo que iba hacer con el diablo y entonces su amigo le dice que agradezca al Santo Cristo porque el lo haba salvadoJUEGOS TRADICIONALES, CUENTOS Y LEYENDAS DE MONTUFAR

EL DELFN ROSADO Esta tradicin es ms comn entre los pueblos Kichwas, especialmente en el norte de la Amazona ecuatoriana y en las reas en las que se encuentran poblaciones de delfines rosados. Dice la leyenda que el origen de este singular animal fue un joven guerrero indgena, a quien uno de sus Dioses, envidioso de sus atributos masculinos, lo conden a vivir en los ros y lagos de la Amazona en forma de delfn. Desde entonces, este mamfero acutico ha sido fuente de especial fascinacin para todos. Segn las tradiciones locales, especialmente en tiempos de fiestas, cuando todos estn entregados a la celebracin, la bebida y el baile, los delfines salen del ro en forma de hombre, atractivo y vestido de blanco, cubierto por un sombrero, y mientras los hombres se emborrachan, ellos seducen con sus encantos a las mujeres jvenes de la comunidad y las embarazan. Una variante de esta misma leyenda habla de que toda mujer joven que en sus das de menstruacin y en noches de luna llena entra en las aguas a baarse o surca un ro o lago en canoa en la noche, ser inevitablemente embarazada por un delfn. Tan en serio se toma esta leyenda que en muchos casos, se acredita la paternidad de los nios sin padre en sta regin, a los delfines.http://www.globalexpresstours.com/espanol/pais-peru/misticismo-peru/la-leyenda-del-delfin-rosado.html

EL SAPO KUARTAM Esta leyenda pertenece a la cultura Shuar y habla de una variedad grande de sapo o rana, que habita en los rboles del bosque tropical la que, si es objeto de provocacin o burla, se transforma en tigre y se come al agresor. Cuenta la historia que un cazador Shuar sali a una de sus faenas en el bosque y pese a las advertencias que le haba hecho su mujer, al escuchar el peculiar sonido de ste sapo (algo as como Kuaaarr taaaamm), no vacil en imitarlo de manera repetida y burlona. De pronto y sin darle tiempo a nada, el joven cazador se vio atacado desde el propio rbol de donde provena el sonido de la rana, por un enrome jaguar (llamado en algunos casos tigre), el cual lo destroz y se comi parte de l. Al percatarse la mujer del cazador de lo sucedido, acudi al rbol en el que habitaba este batracio y al encontrar los restos de su esposo, decidi vengarse del animal, para lo cual tumb el rbol y al caer muri el sapo que para entonces tena un enorme vientre. La mujer lo abri y encontr en su interior los dems restos de su marido y, aunque no lo pudo devolver a la vida, crey al menos vengarse del malvolo Sapo Kuartam que se transforma en tigre.http://www.visitecuador.travel/contenidos.php?menu=4&submenu1=16&id=157&tipo=1&idiom=1

VICO Y EL DUENDE Humbal es una parroquia del cantn Pelileo, cerca de Baos. All est ubicada la quebrada de Gualagchuco, un lugar pesado porque en el fondo, entre las grietas formadas por un riachuelo que recorre el lugar, habita el duende. Los humbaleos evitan pasar cerca de la quebrada despus de las seis de la tarde, hora en que aquella criatura del infierno, hijo del demonio, sale por los alrededores a perseguir a la gente, en especial a los chicos que se pasan en la calle jugando bolas hasta altas horas de la noche. Se cuenta que all viva un muchacho como de 10 aos llamado Vico. Callejero, jugador de trompos y bolas, se quedaba en la calles hasta que oscureca. Su abuela, que siempre estaba pendiente de l, sola ir a buscarlo y le aconsejaba que se enderezara, que dejara de ser andariego porque sino alguna vez se le iba a asomar el duende. Vico nunca escuch los consejos hasta que una tarde, cuando regresaba a su casa, se top con un hombrecito pequeo, ms pequeo que un enano. El hombrecito llevaba un sombrero negro enorme como los que usan los mariachis, su rostro era negro y velludo, usaba poncho rojo, tena los pies chiquitos y las manos inmensas y deformes, con ella pepeaba una bolas. Un escalofri recorri el cuerpo de Vico cuando reconoci que frente a l estaba el duende; mas en lugar de salir corriendo se acerc para observar aquellas bolas de colores increbles. El demonio le invito a jugar y Vico, a quien le brillaban los ojos de las ansias, acepto. Como estaba oscureciendo, fueron al lado de una tienda ubicada al filo de la quebrada, donde un foco alumbraba a las personas que llegaban a comprar ah. Vico hizo una bomba, ambos pusieron las bolas e iniciaron el juego. Las primeras partida fueron para l, pues esa un diestro jugador. Sin embargo tras algunas prdidas el hombrecito del enorme sombrero, que tena el rostro prendido de las iras, se acomod el poncho rojo hacia atrs y la suerte cambio a su favor. Vico no volvi a ganar y en pocas partidas se quedo sin una bola. El duende guardo las bolas en una bolsita de cuero que llevaba en la cintura y se acerco al ambicioso muchacho; pareca que quera atraparlo con esas manos inmensas y deformes. Vico se estremeci, sinti que se lo llevaba, mas para su suerte escucho una voz conocida, la de su abuela que se aproximaba. El muchacho se sinti aliviado y se dispuso a marchar, no sin antes exigir una revancha para la prxima noche. El pequeo demonio oculto en la oscuridad, inclin la cabeza en seal de afirmacin. La abuela de Vico llego por l y se lo llevo a casa. En la maana, quiso contarle a su abuela sobre el encuentro de la noche anterior, pero se call porque saba que ella armara un escndalo y lo llevara a la iglesia, derechito a la pila de agua bendita; adems, no le habra permitido acudir a la cita nocturna, en la cual dispuesto a recuperar sus bolas a cualquier precio, aunque tuviera que engaar al mismo diablo. A la tarde luego de la escuela, Vico practico toda la tarde en el patio de la casa. Al oscurecer, se dirigi a la iglesia. Entro all y en forma disimulada, mojo en la pila de agua bendita las bolas que tena en el bolsillo. Sali santigundose y se encamino en direccin a la quebrada, al lugar de la cita. Encontr all al duende, escondido entre las sombras, cubierto el rostro con el enorme sombrero negro, sosteniendo la bolsita de du cuero. Sin decir nada, Vico trazo la bamba y reanudaron el juego. Igual que la noche anterior, el muchacho vicioso gano las primeras partidas. El duende a quien pareca que le saltaban los ojos de la rabia, se acomodo el poncho rojo hacia atrs. Sin embargo esta vez su suerte no cambi. Estaba con mala puntera y no le atinaba a la bomba ni siquiera a corta distancia, tiraba directo contra la bola adversa pero, resultado del agua bendita, su bola se desviaba o se detena a pocos centmetros. Cuando le tocaba el turno a Vico coga a su jugadora y lo mataba. El duende se dio de golpes contra el suelo, hizo berrinches y dijo malas palabras, hasta que perdi todas las bolas de colores.

El rostro del pequeo demonio enrojeci de las iras; de algn modo aquel muchacho lo haba engaado. Por su parte Vico se senta orgulloso pero quera ms. Deseaba ganarle tambin la bolsita de cuero y ret al demonio a apostarla, a cambio de diez bolas. El Duende acept loco de contento y volvieron a jugar. Vico gan nuevamente, pero en esta ocasin el demonio no hizo ningn berrinche pues, aunque perdi la bolsita de cuero y las bolas, acababa de ganar algo ms valioso: el alma del nio. El Duende empez a acercarse con las manos abiertas, amenazante. En la oscuridad, sus ojos encendidos resaltaban como bolas de fuego. Aterrado, Vico retrocedi a la quebrada, adonde le guiaba el demonio. Quera gritar para pedir auxilio, pero senta que una mano le tapaba la boca. El terror recorra su cuerpo, sudaba fro, el corazn le lata como si fuera a salrsele del pecho. El espanto le nubl la vista. Cuando crey que era el fin y estaba a punto de desmayarse, vio una figura como una aparicin bendita. Otra vez era la abuela. La anciana traa un fuete y una botella de aguardiente en una mano; en la otra, un paquete de cigarrillos. Puso la botella y los cigarrillos en el suelo, a un lado del maligno, y grit en forma amenazante: Duende, Duende, prefieres fuete o aguardiente? En el acto el demonio tom las cosas del suelo y desapareci, dejando su caracterstico olor a azufre. Vico se desplom ms plido de lo que era, con los pelos de punta, echando espuma por la boca y sacudindose presa de convulsiones. La abuela pidi auxilio, y los huambaleos acudieron de inmediato desde las casas cercanas. Alguien trajo colonia y la aplic en la nariz y en la frente del desmayado, en tanto una vecina rezaba el Avemara. El muchacho empez a reanimarse; haba faltado poco para que le cargara el Duende. A la maana siguiente, Vico hall con sorpresa la bolsita de cuero en el bolsillo del pantaln. La abri con ansias, pero no hall las bolas de colores increbles. La bolsa contena bolitas de excremento de chivo.CUENTOS ECUATORIANOS DE APARECIDOS (Mario Conde)

LA CRUZ DE LA CARRETERA En el lmite entre la provincia de Pichincha y Cotopaxi, en un sector llamado Chaupi, ocurrieron hace aos una seria de accidentes de trnsito en los cuales perecieron decenas de personas. En un principio, los partes policiales dijeron que las desgracias se deban a las irregularidades de la carretera y las repentinas neblinas y precipitaciones del lugar. Mas cuando estas fueron demasiadas como para pensar que se trataba de pura mala suerte, se realiz una investigacin que arroj resultados inslitos: los accidentes haban ocurrido pasadas las seis la tarde, los siniestrados eran solo buses interprovinciales y cosa de no creer, se deca que haba un causante de todo. Un ser del ms all. Conductores y pasajeros sobrevivientes contaban que una repentina aparicin se precipitaba contaban que una repentina aparicin se precipitaba de pronto a la mitad de la va. Instintivamente, a fin de esquivarla, los choferes maniobran sin existo y los autobuses se volcaban con gran estruendo. Entre las latas retorcidas, los vidrios rotos y la agona de la gente, los sobrevivientes afirmaban haber visto el alma en pena de una mujer, que observaba parada desde el filo de la carretera Los accidentes siguieron sucedindose. En uno de estos, un conductor ileso en la parte fsica pero con los nervios desechos a causa del terror, conto una historia que espeluzno a las autoridades encargadas del caso: en el viaje Ambato Quito, a la altura del paramo, el sector se cubri de neblina y empez a caer una fuerte llovizna. Avanzaba con el autobs a velocidad prudente cuando por Chaupi, antes del control de polica, se me lanzo delante de la unidad una mujer vestida de blanco.

Ella no se percato de ningn peligro. Yo solamente gire el volante, el bus se dio dos vueltas de campana y se estrello contra la cuneta. Aturdido y confundido, vi que la mujer segua parada en la va, como si el autobs le hubiese traspasado su cuerpo sin tocarla. Entre la neblina y la lluvia, distingu que aquella aparicin llevaba un vestido blanco de novia, tena una calavera horrenda en vez de cabeza y botaba fuego por las cuencas vacas de los ojos. El espectro horroroso me mira con furias diablicas un momento; luego se echo a correr hacia el bosque de pinos. Se supo despus que, meses atrs, una joven riobambea viajo a Quito en vsperas de su matrimonio. La chica, de una familia pudiente de la ciudad, haba salido con unas amigas para comprar el vestido de novia en un almacn exclusivo de la capital. El grupo regresaba a Riobamba cuando, en el control de Chaupi, un polica retuvo la licencia de la chica. La joven novia baj del auto, cruzo la carretera y fue a buscar el documento. Cuando sali se puso a correr sin fijarse en que una unidad de transporte interprovincial vena por la carretera, haba empezado a llover y la neblina impeda la visibilidad. Al chica solo alcanzo a distinguir que unas luces se aproximaban a toda velocidad. Fue lo ltimo que vio antes de que el autobs la arrastrara por ms de veinte metros, despedazndola. Al ao de su fallecimiento, la familia celebr la misa de honras en el sector donde haba acaecido la tragedia. Al final de la ceremonia, plantaron una cruz en el lugar. Se dice que a partir de aquel da dejaron de ocurrir las desgracias. Desde entonces, cuando suceden accidentes de trnsito con prdidas humanas, la gente tiene la costumbre de colocar una cruz al filo de la carretera donde pereci un ser querido, para que su alma descanse en paz y no vague por el mundo de los vivos.CUENTOS ECUATORIANOS DE APARECIDOS (Mario Conde)

EL APARECIDO DEL COSTAL Cuentan hace muchos aos, en la feria de animales de Guamote, muri un anciano que venda un puerco. Los ancianos de la localidad hasta ahora se acuerdan de este suceso, porque dicen que nunca se vio un moribundo con tanto miedo en el rostro. Quienes presenciaron la tragedia cuentan que, entre las convulsiones de la agona, el anciano mantena la mirada al frente con un terror espantoso, como si observase que alguna aparicin se acervaba a l. Este hombre, llamado Don Mariano, estaba parado al centro de la plaza cuando sinti que alguien lo miraba desde atrs. Haba gran concurrencia de gente y a pesar de que la sensacin de ser observado dur solo un instante, el crey reconocer a quien lo haba estado mirando. No se trataba de nadie del pueblo, pero aquella persona, le resulto familiar, como si fuese un conocido de toda la vida, o por lo menos de hace muchos aos. Curioso empedernido y andariego sin remedio Don Mariano era de los que les gustaba enterarse de fuente directa sobre cualquier suceso o chisme del pueblo. No estaba esta vez dispuesto a quedarse con la duda de saber quin era aquella persona. Encargo el puerco y se encamino entre la concurrencia, abrindose paso en direccin al desconocido. Cuando lleg a donde crey haberlo visto, el se haba marchado ya. Don Mariano se puso a buscarlo por todo el lugar, entre los comerciantes de vacunos, los puestos de comida y el camino de ese extremo de la plaza. A lo lejos, diviso al desconocido alejndose por all. Sin dudar un segundo, se dispuso a seguirlo pese a que de un momento a otro, la silueta del hombre se perdi. Avanzando a paso ligero, llego a un cruce donde un miserable camino de tierra atravesaba el empedrado: siguiendo este, en direccin contraria al pueblo, se iba al cementerio; en el otro sentido, dando una larga vuelta, se acceda a la parte delantera de la plaza, por donde Don Mariano haba entrado en la maana . El anciano observo en ambas direcciones del camino de tierra y distingui al desconocido, que iba hacia la plaza como si regresara a la feria. A Don Mariano le intrig esa extraa vuelta del sujeto y, picado por la curiosidad, contino siguindolo.

Cuando el anciano haba acortado la suficiente distancia para verlo de cerca, se sorprendi pues aquel hombre, aunque se hallaba de espaldas, segua resultndole familiar: algo en su porte o en su andar le eran conocidos. Fue mucha ms su sorpresa cuando observo que llevaba un costal casi lleno y que mientras caminaba, iba recogiendo puados de tierra que guardaba all. Cada vez mas intrigado, con cierta ansiedad y temor, el anciano lo segua casi pisndole los talones pero el desconocido pareca no notar su presencia. Llegaron en ese punto a unos matorrales de sacos que delimitaban los linderos de las propiedades de don Mariano. Para el anciano, el sujeto se adentro por una abertura entre los matorrales y tomo el sendero que conduca a su casa, siempre recogiendo puados de tierra. En ese momento se escucharon alaridos de los perros, que salieron huyendo despavoridos por los terrenos. Don Mariano se sobresalt pues en un breve descuido a causa del alboroto, el extrao haba desaparecido. Entr de inmediato en el patio llamando a grandes voces a sus hijos, pero no tuvo repuesta alguna. No haba nadie; todos haban salido a las labores del campo. Don Mariano siempre haba sobresalido por ser un hombre predispuesto a la aventura e incrdulo. De modo que no crey que se tratase de un alma en pena o de un aparecido. Por el contrario, tras reflexionar en los hechos, llego a la conclusin de que era un delincuente. En vista de que no haba nadie en los alrededores y como no saba precisar donde andaban sus hijos, el anciano regreso a la plaza para dar la voz de alarma all. En el camino fue pensando en un explicacin a la familiaridad del sujeto y al hecho de guardara puados de tierra en un costal. Avanzaba concentrado en sus reflexiones cuando, de pronto, se estremeci al percibir que alguien se mova a sus espaldas. Volte la cabeza y ah estaba el extrao, como surgido de la nada, caminando a unos cien metros tras suyo, con el costal a rastras. Asustado, se ech a andar aprisa para pedir ayuda. Cerca de la plaza regreso a ver y l continuaba detrs, como si viniera siguindole los pasos. Apretando las mandbulas, infundindose de valor, don Mariano se detuvo para encararlo, seguro de que no se atrevera a causarle dao a tan escasa distancia de la feria. Un frio lo invadi cuando se fij en que aquel ser tena su mismo cuerpo, usaba ropas iguales a las suyas y llevaba incluso su sombrero. Se diferenciaba por el costal, repleto ya, y porque mantena la cabeza agachada y el sombrero le ocultaba la cara. Don Mariano temblaba; el miedo lo tena paralizado. Entonces la aparicin levanto la cabeza y el horror se apodero del anciano al observar que tena su mismo rostro pero con facciones cadavricas y una mirada exhausta y triste. En ese instante se oyeron gritos provenientes de la feria. La gente se atropellaba despavorida y hua de un toro semental que haba enloquecido al ser faado. El semental arras con todo a su paso como un vendaval y se lanz hacia el camino de tierra. El terror causado por aquel aparecido, ni siquiera le permiti a Don Mariano percatarse del peligro. El toro se arroj contra l, lo embisti y lo levant por los aires. El cuerpo cay destrozado. Agonizante Don Mariano vio que apareci segua avanzando hacia l, recogiendo algunos puados mas de tierra, mirndolo con la misma expresin de tristeza. Acudieron entonces en tropel las personas de la plaza, rodearon a don Mariano y trataron de socorrerlo. Pero el no reaccion, tena la mirada aterrada, fija al frente como si observase a alguien que se aproxima. Cuando el aparecido lleg a sus pies, recogi la tierra de sus zapatos y cerr el costal, que estaba totalmente repleto. Don Mariano muri en ese momento. - Que en paz descanse! exclam alguien, aunque como era andariego, aos le ha de llevar recoger todos sus pasos. - No se crea comento otro, persignndose , dicen que cuando el fin de uno est cerca, el alma se anticipa a recogerlosCUENTOS ECUATORIANOS DE APARECIDOS (Mario Conde)

ESPUMA DE MAR En tiempos precolombinos, no hubo en territorio ecuatoriano pueblo ms guerrero que el huancavilca, que se asent en las orillas del ro Guayas. Pero a ms de su renombre para la guerra, fueron tambin famosos por una misteriosa vidente que habit entre ellos. Se llamaba Posorja, que significaba espuma de mar. La vidente lleg un da a las costas de la pennsula de Santa Elena, embarcada en una pequea nave de madera. Era solamente una criatura y vena envuelta en unas finas mantas estampadas con jeroglficos; adems, llevaba en el pecho un colgante adornado con un caracolillo de oro. Posea una apariencia sobrenatural, sus cabellos eran largos y dorados como las hebras de la mazorca tierna de maz. Sus dientecillos parecan perlas. El color de su piel imitaba el de las nubes. Tras ser recogida por los huancavilcas, se presentaron ante ella los ms poderosos adivinos y hechiceros para examinarla y explicar su origen. Sin embargo, nadie ofreci una respuesta cierta y aventuraron que era una hija del mar, enviada a ellos como deidad protectora. Espuma de mar creci hasta hacerse mujer. Vagaba libremente por llanos y lomas, entraba en pueblos y cabaas, jugaba con los nios y con los pjaros. Pero haba pocas en que no sala de su cabaa. Sumida en profunda meditacin, tomaba entre sus dedos el caracolillo de oro y, acercndolo al odo, pareca escuchar una voz que le hablaba desde el fondo marino. Y en trance vaticinaba guerras, pronosticaba victorias y anunciaba sequias tras cosechas abundantes. Rodeados en torno a ella, los huancavilcas la escuchaban con devocin pues saban que sus palabras se cumpliran, como la noche se cumple tras el da. Los vaticinios de Posorja atrajeron hasta su aldea al Inca Huayna-Cpac, Seor de nimo Esforzado que conquist el Reino de Quito. Aos despus convocaron tambin a si hijo Atahualpa. La vidente vaticin la muerte de Huayna-Cpac en Tomebamba, la guerra fratricida entre Atahualpa y Huscar. Al prncipe quiteo le pronostic su triunfo sobre Huscar y el breve tiempo que durara su victoria. Presagi tambin la llegada de unos hombres blancos y vestidos de metal que lo mataran luego de tomarlo prisionero en Cajamarca. Tras pronunciar este augurio, Posorja anunci que su misin en la tierra haba concluido. Corri al mar y se adentr hasta que las aguas mojaron sus doradas hebras de maz tierno. Desprendi de su cuello el caracolillo de oro y lo sopl con dulzura. Y la espuma de mar la devolvi a su hogar.VEINTE LEYENDAS ECUATORIANAS Y UN FANTASMA (Mario Cande)

EL HADA DEL CERRO SANTA ANA En Guayaquil se levanta un cerro cuya cima existe un faro que se puede divisar desde cualquier parte de la ciudad. Denominado antiguamente Cerrito Verde, en la actualidad se lo conoce como Santa Ana, debido a una increble historia que dio origen a tal nombre. Hace mucho tiempo, antes del asentamiento de los huancavilcas en la cuenca del ro Guayas, residi all un despiadado cacique que posea un palacio construido de oro, plata y mrmol. Pese a los fabulosos tesoros, la ambicin del cacique era insaciable, de modo que lanzaba su ejrcito contra pueblos vecinos y saqueaba sus riquezas. Hasta que un da la hija del cacique, una joven de incomparable belleza, enfermo gravemente. Desesperado, el cacique mand llamar al chamn ms poderoso de la regin y le ofreci hacerlo rico si la curaba. Si realmente deseas salvarla, restituye a sus legtimos dueos todo lo que has robado sentenci el chamn. Elige entre la salud de tu hija y tu avaricia! Antes que perder mi fortuna prefiero que muera mi hija el cacique se apodero de un hacha de oro y se lanz contra el chamn. Pero t, brujo maldito, la acompaars al otro mundo.

La arremetida result intil. En un instante, el chamn se deshizo en humo, en tanto su voz retumb entre los radiantes muros del palacio: Te condeno a vivir con tu hija y tus tesoros en las entraas del cerro sentenci. Hasta que tu hija, que aparecer cada cien aos, encuentre un hombre que la escoja por sobre la fortuna

Al eco de la maldicin, el cielo se volvi negro, el cerro se levant como un gigantesco monstruo y sepult en sus entraas el majestuoso palacio. Tras siglos de encierro y obscuridad, en la poca de la fundacin de Guayaquil, un teniente espaol, escal hasta la cima del cerro. Encontr all una bellsima joven que llevaba un vestido de arcoris y una varita de plata como si fuese un hada. Como por arte de magia, la joven traslad al teniente a una cmara al interior del cerro u le mostro el palacio cubierto de oro y plata. All le pregunt se deseaba ser dueo de esos tesoros o prefera convertirse en su esposo. Si la elega, ella sera fiel y cariosa para siempre, incluso despus de la vida. Gracias, cara bonita dijo el espaol, pero ahora me urgen ms los tesoros.

La joven encantada gimi; la cmara se pobl de gritos y lamentos. Al instante, apareci la figura furiosa del cacique, maldijo la ambicin del espaol y pretendi aprisionarlo para que padeciera tambin la condena de vivir sin estar vivo. Presa del pnico, el teniente se postr de rodillas y clam auxilio a Santa Ana, patrona de su localidad natal. De inmediato, de forma milagrosa, sinti que flotaba y de pronto se hall en el exterior del cerro. Agradecido por la salvacin, el espaol mand a levantar all una cruz con la leyenda , nombre con el que desde entonces se conoce a este sitio de Guayaquil.VEINTE LEYENDAS ECUATORIANAS Y UN FANTASMA (Mario Cande)

EL NARANJO ENCANTADO En los tiempos de antao, en Manab, las mujeres solan ir a lavar la ropa en los manantiales del Chocotete, volcn apagado hace miles de aos y que en la actualidad forma parte del balneario de Jo, famoso por sus aguas azufradas de poder curativo. Con la ropa a lomo de mula, las lavanderas suban al pie de una ladera donde manaban unas aguas verdes oscuras. El paraje era extrao, por el color de los manantiales y por un solitario rbol de naranjo que cargaba todo el ao unos fragantes frutos amarillos. A ms de esta increble abundancia, contaban las lavanderas que el rbol guardaba con recelo sus frutos. Consenta que las personas tomaran las naranjas, las ms dulces que jams nadie hay probado, solo para comerlas all. Pero jams permita que se las llevaran a otro lugar. Lo llamaban por esto el Naranjo Encantado. Por qu el rbol se comportaba de esta manera? Nadie lo saba. Lo cierto es que en una ocasin, un joven desoy los cuentos de las lavanderas y subi al Chocotete con una mula para llevarse una carga de naranjas. El joven lleg hasta el rbol colmado de frutos maduros a eso del medioda. Tom dos y, en efecto, comprob que eran los ms dulces y suculentos que jams haba probado. Enseguida, cosecho lo que pudo en un costal, lo carg en la mula y la arre para que empezara el descenso. Mientras avanzaba detrs de la bestia, en la mente del joven haba una idea: regresar el prximo da. Sin embargo, se dio cuenta de que debido a su distraccin haba extraviado el camino. Perdido en un inmenso paraje, totalmente diferente del que haba ascendido, el joven se vio pronto rodeado de grandes matas de cerezos, ovos y cactus. Preocupado, trat de hallar el camino a los manantiales, pero mientras ms andaba, mas se internaba en una vegetacin virgen y exuberante. Hombre y mula pasaron el resto de la tarde dando vueltas sobre sus propias huellas. Al anochecer, muerto del cansancio, el joven descarg la bestia e hizo un alto entre la oscuridad y la intemperie. Al prximo da, el joven despert adolorido y picado por hormigas y zancudos. Cargo el costal de naranjas y arre a la bestia, que de nuevo se ech a andar en crculos, esquivando dificultosamente la vegetacin. En este punto, el joven comprendi que a ese paso iba a perecer de hambre o de cansancio. Ya no le importaban las naranjas, sino salir de aquel lugar. Descarg la mula para dejarla andar a su antojo, a ver si con su instinto hallaba el camino de regreso. Entonces, una vez que las naranjas rodaron por la tierra, la exuberante vegetacin desapareci como por arte de magia y el paisaje volvi a ser el mismo: una ladera con manantiales de agua verde oscura. Loco de contento, el joven corri hacia donde se oan las voces de las banderas. Una vez all, no esper para referirles lo sucedido. Mientras lo escuchaban, las mujeres miraban a lo lejos, al solitario y receloso habitante de la ladera. Con el pasar de los aos, la vegetacin del Chocotete se fue perdiendo hasta convertirse en el risco que es hoy. Con sta se march tambin el Naranjo Encantado. Y hasta la fecha nadie lo ha vuelto a ver.VEINTE LEYENDAS ECUATORIANAS Y UN FANTASMA (Mario Cande)

LA GALLINA DE ORO En recintos de la costa ecuatoriana, especialmente en los asentados cerca de ros o esteros, aparece al amanecer una gallina de oro. Quienes la han visto hablan de ella con temor y respeto, pues dicen que surge de pronto a las orillas del ro, dorada y resplandeciente como una luna llena, seguida de una docena de pollitos que brillan entre las primeras luces del da. En cierta ocasin, un grupo de moradores de un pueblito se reuni para tratar de atrapar a la fabulosa ave. El que menos se imaginaba que con la fortuna se compraba una finca para salir de pobre! El que ms se vea con los bolsillos llenos de plata como para darse una vida de millonario! El plan era sencillo. Dos hombres se escondieron a un lado del estero donde se haba visto aparecer a la gallina y a sus polluelos. Cinco se apostaron en lnea recta en un camino que iba del estere a una choza abandonada de caa guada, la que servira de corral. Dos se ubicaron al interior de la choza para cerrar la trampa sobre las ansiadas presas. A eso de las cinco de la maana, cada quien aguardaba en su puesto acalambrado par la expectativa y la falta de movimiento. Entonces se escuch el cacareo de la gallina y el piar de sus cras, los hombres escondidos vean con incredulidad. Un brillo dorado se destacaba entre la oscura orilla del estero. All, a pocos pasos, la fortuna tena forma de alas, picos y patas de oro. Alguien dio la seal y empez la cacera. Las acciones se desarrollaron segn lo planeado. Espantadas, las fabulosas aves se echaron a correr por el camino, tratando de desviarse hacia la maleza, pero siempre apareca alguien que las obligaba a avanzar a la choza abandonada. All entraron a toda velocidad, seguidas siete hombres mientras los del interior cerraron la trampa. Sin embargo, los pollitos se escabulleron par las rendijas de las viejas guadas, no as la gallina que al verse acorralada comenz a cacarear de forma ensordecedora. Entre el ruido y la confusin dorada, no falto algn precavido que haba trado una sbana vieja. La arroj como si fuera una red y la gallina de oro qued atrapada. En los rostros de los hombres brill la fortuna. Sus das de pobres haban terminado! Tendran plata hasta para rerse! Yo levanto la sbana y ustedes la toman por las patas dijo el dueo de la sbana. Pero nadie se movi cuando levant la prenda, lo que aprovecho el ave para escapar por entre las piernas de sus captores. Otra vez los hombres vieron con incredulidad. La fortuna acababa de escurrrseles de las manos, igual que el agua del estero. Cmo se te ocurre levantar la sbana! protest airado el jefe del grupo, y al instante se percat de algo extrao. Las palabras salan de su boca, pero nadie poda orlas. Los dems lo vean gesticular y mover los labios con desesperacin, pero no escuchaban palabra alguna pues en sus odos seguan resonando los bulliciosos cacareos, que no cesaron sino despus de una semana. Quien quiera fortuna, que se aventure una madrugada a capturar a la gallina de oro! Eso s, que se prepare a pasar unos das con los odos llenos de cacareos.VEINTE LEYENDAS ECUATORIANAS Y UN FANTASMA (Mario Cande)

EL RBOL DE LA ABUNDANCIA Hace muchos aos, la selva ecuatoriana soport una prolongada sequa. Los ros se haban vuelto riachuelos y los habitantes de la selva: dioses, humanos y animales, padecan de hambre. Afectados por la escasez, los gemelos divinos Cuillur y Ducero fueron a la choza de su amigo Mangla para pedirle comida. ste les brind chicha de yuca y mientras conversaban, los gemelos se dieron cuenta de que en una esquina haba unas enormes escamas de pescado, arrancadas seguramente de un pez muy grande. De dnde sacas estos peces? Preguntaron los gemelos. Mangla les indic que en una laguna cercana y los invit a ir a pescar con l. En la laguna, los tres pasaron horas tratando de capturar una pieza, pero no lograron nada. Al comprender que su amigo los haba engaado, los gemelos sujetaron a Mangla por los brazos. Te daremos una buena paliza por mentiroso lo amenazaron. Arrepentido del embuste, Mangla les cont que por la Cordillera de los Guacamayos exista un rbol grueso y gigantesco, tanto que en su copa albergaba una laguna poblada de gran variedad de peces, aves y animales. Los gemelos presionaron a su amigo para que los llevara al lugar donde creca este rbol de gran abundancia Luego de avanzar por senderos de animales y sortear pantanos habitados por boas, entraron en un bosque amarrillo y verde de caas guadas. Los rayos del sol no iluminaban el lugar y el fro calaba en los huesos. Al salir del bosque. Llegaron por fin a un extenso claro de la selva. All se ergua un descomunal rbol. Los brazos unidos y extendidos de los gemelos u su amigo no alcanzaban para rodear la mitad de la circunferencia del tronco. Tras reflexionar como derribar aquel gigantesco rbol, que proveera de comida a todos, los gemelos divinos pidieron ayuda a los roedores, aves e insectos de la selva. Guatusas, ardillas, ratones, tucanes, halcones, pjaros carpinteros, abejorros, hormigas, etc., se pusieron de inmediato a morder, picar y raspar, trabajaron hasta el agotamiento en jornadas de sol a sol. Al final de nueve das y nueve noches, el tronco fue cortado completamente, pero el rbol no cay. Un halcn levant el vuelo y fue a investigar. Cuando descendi, cont a Cuillur y Ducero que el misterio no estaba abajo en el tronco, sino en la copa. Ardilla! dijeron los gemelos al instante se convirtieron en dos roedores de esta especie. Treparon gilmente hasta la copa del gigantesco rbol y quedaron sorprendidos con la vista. Ante ellos se extenda una inmensa laguna, de agua cristalina y con islotes llenos de aves y animales. Pero haba tambin un colosal bejuco que naca en el islote ms grande y suba verticalmente hasta enredarse en el cielo. Por esto el rbol no caa. Cortmoslo! dijeron los gemelos convertidos en ardillas. Sus afilados dientes se pusieron a roer el bejuco. El rbol se precipit estruendosamente. El agua de la laguna se esparci por las chacras sedientas. Los peces nadaron en los nuevos arroyos. Las especies de aves y animales buscaron refugio en la selva. El torrente cristalino lleg hasta los ros y los volvi anchos y navegables, como son hasta ahora.VEINTE LEYENDAS ECUATORIANAS Y UN FANTASMA (Mario Cande)

Los nicos que no disfrutaron del rbol de la abundancia fueron los gemelos y su amigo. Cuillur y Ducero porque tras cortar el bejuco treparon por ste hasta el cielo, donde ahora son dos luceros que aparecen al inicio y al final del da. Mangla, en cambio, muri aplastado cuando el rbol gigantesco impacto contra la tierra.

EL DESEO DE LAS PIEDRAS Antiguamente, en uno de los afluentes del ro Napo, existan dos piedras sagradas que con sus cnticos apaciguabas las aguas y evitaban las inundaciones. Debido a su procedencia volcnica, eran de un color rojo tostado. La una posea un espritu macho y la otra un espritu hembra. En los das de sol, conversaban animadamente de sus sueos y deseas, pues en cierta ocasin las aguas del Napo les haban hablado de la inmensidad del mar. Desde entonces ansiaban bajar por el ro y conocerlo. Un da del mes de julio, el cielo se cubri de negros nubarrones y se oscureci como su fuera de noche. La gente de las comunidades vecinas gritaban con voces de pnico; una tormenta elctrica acompaaba al torrencial aguacero; pareca que haba llegado el fin del mundo. Inundados hasta ms no poder, los senderos de la selva se transformaron en torrentes que arrasaban con todo para desembocas las aguas lodosas en el ro. Un ruido descomunal se oa en la cabecera del Napo. A la media noche, los habitantes de las comunidades abandonaron sus hogares y se refugiaron en los terrenos altos. La creciente, cargada de lodo, palos y ramas, desbord las aguas de su cauce normal. Valindose del empuje de la corriente, la piedra macho empez a rodar con lentitud por el lecho del ro. Por fin iba a conocer el mar! A cada vuelta, su espritu lanzaba gritos de alegra que se confundan con los truenos de la tormenta. Por su parte, la piedra hembra, cuyo espritu era benigno con los seres humanos, permaneca en su sitio y con sus cnticos trataba de apaciguar al Napo. A la maana siguiente cuando por fin ces de llover y empez a bajar el nivel del ro, la piedra macho haba rodado hasta Paacocha, cientos de kilmetros abajo del ro Napo, separada tristemente de la piedra hembra. Desde aquella ocasin, cada mes de julio el Napo crece formidablemente. En la oscuridad de la noche entre los truenos de las tormentas que se retumban en la selva, parece orse un llanto mineral. Es la piedra hembra que deja or sus cnticos, se queja de su soledad y le pide al ro que la lleve junto a su amado. Se dice que un da ocurrir otra gran inundacin. Entonces el deseo de las piedras se cumplir, volvern a unirse y juntas rodarn hasta el mar.VEINTE LEYENDAS ECUATORIANAS Y UN FANTASMA (Mario Cande)

ALAS DE CENIZA En pocas antiguas los tucanes no eran aves sino personas. Vivan en comunidades en los claros de la selva y se dedicaban a la caza y la pesca. Pero all tambin habitaban los diablos, que se coman a los tucanes. Un da, un valiente tucn se fue de cacera solo y all, en la espesura de la selva un diablo se lo comi y se visti como l. Su mujer aguardaba en la casa y cuando lo vio llegar se fij en sus piernas demasiado grandes. Enseguida se dio cuenta que era un diablo que se haba comido a su marido. Toma, aqu est la carne para la comida dijo el diablo a la mujer, ofrecindole el cuerpo del tucn ahumado. La mujer no quera cocinar la carme se su esposo, pero el diablo insista en que les diera de comer a sus hijitos, que lloraban de hambre. En eso, pens en un truco para escapar Necesito agua para cocinar la carne le dijo al diablo dndole una olla de barro. Ve a traerla del ro. El diablo se fue y al rato trajo una olla repleta, pero la mujer pidi otra. En la tercera ida, aprovechando un descuido, cogi a sus dos hijos y se fue a la casa de los hombres tucanes. Aydenme, por favor. Un diablo mato a mi marido y ahora quiere que lo comamos. Logramos escapar, pero viene siguindonos. De inmediato, los hombres tucanes prepararon sus lanzas de chonta, El diablo no tard en llegar. Est aqu la madre de mis hijos? pregunto. Si le respondieron los hombres tucanes. Para ingresar en aquel cuarto haba que agacharse. Los hombres tucanes aprovecharon esta accin del diablo y lo hirieron con las lanza. Luego recogieron lea y le prendieron fuego. No importa que me maten deca mientras mora. Mis cenizas se convertirn en alas. Por temor, los hombres tucanes recogieron las cenizas y las envolvieron en unas hojas de pltano. Ordenaron a un joven que las echara la rio. Pero este sinti curiosidad y las abri. De all se echaron a volar los primeros misquitos del mundo, que desde entonces molestan a los humanos.VEINTE LEYENDAS ECUATORIANAS Y UN FANTASMA (Mario Cande)

EL FAROL DE LA VIUDA La fmina viuda, realizaba, por decirlos as, una hazaa heroica, pues tena que vrselas, muchas veces, con riesgos donde poda hasta perder la vida, o por lo menos su farol, que era su escudo y su alfanje porque en ms de una ocasin tena que habrselas con los canes de los llanos de taita chabaco, ya que sus muecas adquiran rasgos caricaturales y jocosos, cuando a veces a la luz de la luna, la noche era alumbrada por sus amarillentos rayos que dejaba ver el rostro de la herona viuda, su faz demacrada. Y cuando ella apareci al tablado de sus andanzas, era una poca de transicin, entre la imaginacin primitiva, esto es, cuando la lgica no haba empezado a trabajar, y la poca en que ya entraba, o sea en la investigacin histrica y social, entr tambin la era de investigar y an crear leyendas propiamente dichas, de carcter histrico-literario. La viuda alegra, cuya compaa y hasta cierto punto custodia, era le farol que se adelantaba a ella iluminndole el camino fragoso por el que transitaba, hasta entrar en su aposento, que decan estaba ubicado en el barrio de el Vado.http://www.visitaecuador.com/andes.php?opcion=datos&provincia=1&ciudad=FKeee938&clasificacion=lbUS&servicio=oh8TQ9vh

LA SIRENA DEL PAILN La hermosa meloda se escuchaba en la Baha del Pailn. Peces, ro subterrneo o lo que quiera decirse, pero la meloda se escuchaba. Los viejos sanlorenceos aseguraban que la msica proviene de una sirena por quien el pueblo est encantado. Antiguamente, la sirena acostumbrada a peinar sus largos cabellos, sentada en una enorme piedra. Su peine es de oro, lo mismo que su pelo. Un da, un joven quiso cogerla. Ella logr escapar y el peine olvidado sobre la piedra, fue llevado por el joven como un precioso recuerdo. Esa noche una bomba de fuego por el canal San Pedro, pas muy cerca de los manglares del fondo y remont a los cielos. Luego vino un fuerte aguacero y un viento que como trapiche moli a los manglares y, ya bagazos, los dejo uno sobre otro formando una extensa carretera. Y en San Lorenzo, vientos, truenos y relmpagos eran una. El mar suba y el cielo se vena abajo con el peso del granizo, pues en un clima tan ardiente como el de San Lorenzo, la temperatura baj. Cayeron municiones del cielo exclamaban las gentes que desconocan el granizo. El poseedor del peine, muy asustado tuvo que armarse de valor y arrojar tan maravillosa prenda. El mar la recibi con satisfaccin y la Sirena al recuperar su peine, calmo su furia. Bajaron las aguas y todo volvi a la normalidad. Se volvieron a reconstruir las casas y la yerba creci en los lugares en que fue quemada por la tempestad.

EL ERMITAO DE RIOBAMBA rase una vez que se era... as empezaba mi ta abuela, la seorita Abigail, sus cuentos fantsticos, y en homenaje a ella he decidido empezar as la historia de un seor que puso al rojo vivo la helada aldea de Riobamba, all por 1751. Se trataba de un hombre alto, enjuto (o sea flaco), macilento (es decir con cara de ya me muero), con una larga barba que empezaba a encanecer y unas ropas que no eran otra cosa que harapos. Se lo haba visto caminando por esos zigzagueantes y polvorientos caminos de entonces -igualiticos a los de ahora- seguido siempre por cuntos dientes le quedaban?, de qu lado dorma?, nadie lo saba, qu rabia, qu pena, cmo chismear con tan poca informacin, decan las vecinas, y de inmediato pasaban a otro tema. Pues bien, un lunes el hombre enjuto y macilento se instal a un lado del camino que va de Guamote a Riobamba, un martes levant una pequea choza de paja y un mircoles cerr para siempre la puerta a los curiosos. Apenas si sala a pedir caridad en los alrededores, con mano temblorosa y ojos de perro apaleado. No deca, como los dems mendigos: una caridad, por el amor de Dios, sino: Habr por desgracia un pan?, o Habr por ventura un real?, y la gente, desconcertada, le daba una que otra monedita o algn plato de comida, a ver si as ganaban el cielo por tanta generosidad demostrada con un triste ermitao. Se empez a decir entonces que aquel hombre era un santo, que cuando peda caridad ni siquiera mencionaba el nombre de Dios, pues tal era el profundo respeto que la sola palabra le inspiraba, que tena una mirada de tanto dolor que daba ganas de ayudarlo, que... en fin, ya te imaginars todas las cosas que puede decir un grupo de personas desocupadas en sus infinitos ratos libres; pero lo que en verdad les causaba admiracin era su caballo, s, ese mismo, el que pareca lagartija vieja, por qu?, porque a pesar de su apariencia, corra como el viento; mejor an, pareca el viento mismo, pero sobre todo no pareca de este mundo. Era pues, segn los vecinos de Riobamba, el caballo de un santo. Una maana de domingo -afuera haca un sol esplendoroso- el hombre entr a la iglesia de rodillas, con la cabeza gacha y las huesudas manos juntas. El sacerdote lo vio y se dijo: al fin viene a mi iglesia este pobre ermitao que tanta curiosidad ha despertado en el pueblo; satisfecho, sonri, cerr los ojos y levant la hostia para que sobre ella cayera la luz de Dios y, por esta gracia, se transformara en el cuerpo de Cristo. De pronto, el ermitao salt como un perro rabioso sobre el cura, le arranch la hostia y la destroz ante la sorpresa de unos y los gritos de otros. No contento con ello, intent matar al cura con una daga que sac de un morral fabricado con cuero de cabra. No lo logr gracias a la intervencin de los caballeros de Riobamba que en un santiamn lo atacaron con espadas y floretes. Tantos huequitos hicieron en el cuerpo del ermitao, que a los nios les pareci un cernidor en vez de un hombre muerto, pero... ante la sorpresa de todos, ni una gota de sangre cay sobre el suelo de la iglesia, hasta que lo sacaron a la calle. Don Lope Diez de Armendriz, Presidente de Quito, tan pronto tuvo noticia del suceso, mand a quemar el cadver y a esparcir luego sus cenizas al viento, para que el mal que aquel hombre tena dentro, regresara al lugar de donde haba venido. Claro, si eso hubiera pasado en nuestros tiempos, el veredicto hubiera sido: el ermitao estaba loco, pero como era el siglo XVIII, todos estuvieron de acuerdo en que se trataba de un hombre que tena el demonio dentro, y que sin duda eso explicaba muchas cosas, entre ellas la velocidad del caballo que muchos montaron antes de lo sucedido. Pues bien, djame decirte que la lagartija vieja, qu digo, el caballo del ermitao desapareci tan misteriosamente como haba venido, y que unos das ms tarde -jura doa Clementina- llovi sangre sobre Riobamba. Si fue cierto o no, slo hay una forma de saberlo: la ciencia ms exacta de todas: tira una moneda al aire: si cae cara, significa que no; si cae cruz, quiere decir que s... y si cae de lado, es porque es hora de salir a jugar.LEYENDAS DEL ECUADOR (Edgar Allan Garca)

EL SEOR DE SARABIA Me cont mi abuelita que hace muchos, muchos aos, lleg a estas tierras un seor con una cara que daba pena y un cuerpecito tembloroso, pequeo y encorvado. Era como si al pobre hombre lo hubieran apaleado toda la vida o hubiera pasado hambres de meses, de aos enteros. A mi abuelita -que en ese entonces era nia- no le daba sino lstima el solo ver el rostro del recin llegado, pero a otras personas les daba asco, e incluso rabia de que aquel tipo caminara por las calles de la ciudad. Miren, decan, ah viene el desgraciado ese, dizque Sarabia se llama; otros agregaban, con algo de miedo: basta verle la cara para saber que el tipejo aquel esparce la mala suerte por todos lados; ojal se muriera de una vez, pedan en voz alta los ms crueles. El hombre solo observaba y callaba. Nadie saba lo que pensaba o senta el misterioso personaje. Un da, para alivio de muchos, el hombre desapareci. Se fue al campo, lejos, muy lejos, para que nadie lo viera, o quiz para no ver a nadie. Tal vez, decan otros, para morir. Y por esos caminos solitarios andaba cuando, de pronto, una pepita de oro cay rodando a sus pies. El hombre levant la vista y vio una pared entera brillando sobre su cabeza, resplandeciendo con la luz del amanecer. Era oro, el oro ms puro jams visto, salindole al paso a aquel hombre que, ante aquel sbito milagro, slo atin a esbozar una sonrisa maligna. Deca mi abuelita que ese mismo da cambi su suerte de perro apaleado y, de la noche a la maana, se transform en el hombre ms poderoso y temido de la regin. Poderoso porque su riqueza era inmensa y casi todo lo que quera lo lograba con slo mover un dedo. Temido porque cuando se vio rico decidi vengarse de todo el mundo. Ahora van a ver, dijo, ahora van a saber quin es el seor de Sarabia. Convirti a sus empleados en poco menos que esclavos a los que azotaba noche y da. Contrat guardaespaldas con los que mandaba a matar a sus enemigos y, a veces, incluso a los que le servan, slo para que estos murganos aprendan quin soy yo, deca a todos. Compr los servicios de los jefes de polica, de los jueces, de los alcaldes y de los polticos ms influyentes. Nadie poda negarse a un pedido suyo. Nadie poda escapar a su poder ni detenerlo. Todos le teman como al mismsimo demonio. Con solo escuchar El seor de Sarabia, temblaban y obedecan. Una noche, luego de tomarse un par de botellas de un vino francs muy especial que guardaba en sus ricas bodegas, se sinti tan poderoso, tan invencible, tan por encima de todo y de todos, que sali al portal de su enorme casa tambalendose y grit: Quin como el seor de Sarabia? Nadie! Nadie, carajo! Ni Dios mismo! En ese preciso instante, se escuch un rugido bajo la tierra y un trueno espantoso en medio de las nubes. El viento empez a soplar con una fuerza nunca antes vista y la tierra a temblar. Las gentes escapaban de las minas y las haciendas, los animales enloquecidos atropellaban lo que encontraban a su paso, las acequias se salan de su cauce, los arrayanes caan como si hubieran sido heridos por un hachazo gigantesco. Slo el seor de Sarabia permaneca ah, paralizado, boquiabierto, viendo cmo todo lo que haba construido se vena abajo, se incendiaba, se derrumbaba, se enlodaba, desapareca en apenas unos cuantos minutos aterradores. Nadie volvi a saber del seor de Sarabia, pero mi abuelita me cont que una noche, al pasar cerca de las minas derrumbadas y de las casas quemadas, vio una mancha blanca cruzando los escombros. Ella asegura que era un fantasma, un fantasma que no asustaba a nadie, pues era un alma triste y solitaria. Y bien, exclam mi abuelita antes de enviarme a dormir, al parecer eso fue todo lo que qued del orgulloso y malvado seor de Sarabia. Y ahora, buenas noches y a la cama.LEYENDAS DEL ECUADOR (Edgar Allan Garca)

EL YAVIRAC

Por si no lo sabes, el Panecillo se llama as porque a los primeros espaoles les pareci que aquel cerro tan redondo y armonioso, que se levantaba en el corazn de Quito, era igual que un pan, un panecillo de miga blanca y apretada, de esos que los panaderos de Sevilla o Andaluca horneaban para luego inundar las calles con su olor irresistible. Muertos de nostalgia, los espaoles bautizaron el pequeo cerro como El Panecillo, en una tierra en que no se conoca el pan que ellos aoraban, pues an no haba trigo sino que rebosaba de humeantes llapingachos, tortillas de quinua, humitas de sal y de dulce, yuca asada, bizcochos de maqueo, empanadas de morocho, chigiles de maz, tortas de choclo, tamales rellenos con mote y chicharrn de llamingo tierno, todos chisporroteando en la viscosa mapahuira y baados luego en un jugoso aj que mmmm, no, no!, preme la mano, no tiene sentido continuar con tantas y tantas delicias que como te imaginars, enloquecieron de gusto a los recin llegados, aunque ellos como ya te dije seguan extraando esos panecillos calientes, acompaados de vino tinto, que aos ms tarde el gran Velsquez se encargara de pintar en un lienzo donde un nio parte, desde hace siglos, un sabroso pedazo de pan. Debes saber tambin que antes de que llegaran los espaoles, este sitio era conocido como el Yavirac, y ah, sobre su cima, los indios anteriores a los incas, y ms tarde los incas que invadieron estas tierras, festejaban el Inti Raymi, la gran fiesta del Sol. As, el 21 de junio de cada ao, los indios de distintas regiones se reunan en el Yavirac para cantar y bailar y beber y alabar, en una ronda de alegra, al altsimo seor del cielo que mora cada tarde y renaca cada maana, al generoso Inti de la vida y el calor, al padre de la siembra y de la cosecha que ao tras ao daba a luz Pacha Mama, la Madre Tierra. Pues bien, cuenta la leyenda que Atahualpa (en realidad se llamaba Atabalipa) haba mandado construir en la cima del Yavirac un templo de oro puro. Debes saber que a los incas les gustaba mucho el oro por una sola razn: ste era el metal que ms se pareca a los rayos de luz que brotaban del Sol. Para los espaoles en cambio, aquel metal significaba conquista, gloria, fortuna, tierras, nobleza, poder sin lmites. Por eso, luego de que los espaoles mataron al Inca Atahualpa (que en ese entonces tena 33 aos), marcharon a toda prisa hacia Quito con ansias de repartirse el Templo de Oro que estaba en la cima del Yavirac.

Imagnate, por un momento, imagnate los rostros de decepcin que tenan los espaoles que sudorosos y cansados subieron a la cima del Yavirac y se encontraron con que no haba ni una sola pepita de oro sobre la tierra seca: el Templo del Sol haba desaparecido como por arte de magia. Pero lo que no saban ni supieron nunca era que dentro del Yavirac, en el corazn del cerro, entrando por caminos secretos llenos de araas ponzoosas y alacranes gigantescos y desfiladeros llenos de trampas mortales, se encuentra el Templo del Sol, cuidado por cientos de doncellas hermosas que no envejecen nunca y por una anciana sabia que segn he escuchado es la mismsima madre de Atahualpa. Te cuento otro secreto: si alguna vez logras encontrar la entrada, y luego de salvarte de los peligros que te esperan, llegas por fin a la morada de la anciana, tienes que pensar muy bien en lo que dices y haces. Si la anciana te pregunta mirndote fijamente a los ojos qu buscas en esos recintos sagrados, tienes que decir que eres pobre, que has ido a dar ah por accidente, que slo buscas la salida y que juras nunca revelar la entrada secreta a aquel templo. La anciana entonces se levantar de su trono de oro macizo; te har escoger entre una enorme piedra de oro, ms un puado de perlas, rubes y esmeraldas que estn sobre una mesa, y una tortilla de maz, una mazorca de choclo tierno y un pocillo con mote jugoso que estn sobre otra mesa. Pinsalo bien, pues si escoges la primera mesa, es probable que al salir te encuentres con que en vez de riquezas slo llevas un pedazo de ladrillo y unas cuantas piedras comunes en las manos.

Y es probable tambin que, si escoges los alimentos que se encuentran sobe la segunda mesa, la tortilla se convierta de pronto en un enorme pedazo de oro slido, el choclo tierno en numerosas pepitas de plata y el pocillo con mote en gran cantidad de perlas brillantes. Escoge bien, porque es probable que suceda tambin al revs, y que una vez afuera ya no haya forma de volver atrs. Yo no te contar nunca, as insistas, por qu tengo un cerro de dinero que se me sale por los bolsillos ni por qu vivo en esa mansin de estilo antiguo que se levanta a un lado de la cima del hermoso Yavirac; slo te dir que gracias a que la vida ha sido tan generosa conmigo, desde hace aos suelo ayudar a manos llenas a aquellos que ms lo necesitan. Ah, y como s que te estars imaginando que todo lo que ahora tengo se lo debo a la anciana del Templo del Sol, djame decirte algo, y que te quede muy, pero muy claro, de ahora en adelante: es probable que s y es probable que no. Entendido? Y ahora, por favor, djame para que pueda comer una comida que antes no me gustaba pero que ahora me encanta: mi tortilla de maz, mote y choclos tiernos... a menos, claro est, que tambin tengas hambre y quieras saborear un poco de estas delicias conmigo.LEYENDAS DEL ECUADOR (Edgar Allan Garca)

ETSA Ampam haba ido esa maana lluviosa al Registro Civil para inscribir a su pequeo hijo. Un hombre de traje gris los vio llegar, se sec el sudor con un pauelo arrugado y pregunt de mala gana. Qu quieres, indio? Habla rpido que no tengo tiempo. Quiero inscribir a mi hijo dijo con tranquilidad Ampam. Ya, y cmo quieres ponerle, pues? Quiero que lo anoten como Etsa, igual que... Pero, cmo... grit el hombre mientras se levantaba furioso del escritorio, le vas a poner Etsa a este nio?, Etsa?, no ves que es nombre de mujer?, ests loco? Estos indios ignorantes... Ampam trat de explicarle que Etsa, en el idioma de los shuar, quera decir Sol, el valiente Sol, el generoso Sol de sus antepasados, pero el tipo no lo dej explicar nada. Ampam mir con tranquilidad a aquel hombrecito que se negaba a escuchar e insista en hablar palabras sin sentido. Entonces record la tarde en que su abuelo Artam que en shuar quiere decir Poderoso Espritu Tigre de la maana lo llev a caminar por la selva. Ah, entre gigantescos matapalos y frondosos copales, chambiras y pitajayas, le cont de qu manera el luminoso Etsa les devolvi la vida a los pjaros. Iwia es un demonio terrible le explic Artam. Desde siempre ha tenido la costumbre de atrapar a los shuar y meterlos en su enorme shigra para despus comrselos. Fue as como, en cierta ocasin, el cruel Iwia atrap y luego se comi a los padres de Etsa. Entonces rapt al poderoso nio para tenerlo a su lado y, durante mucho tiempo, le hizo creer que su padre era l. Cuando Etsa creci, todos los das, al amanecer, sala a cazar para el insaciable Iwia que siempre peda pjaros a manera de postre. El muchacho regresaba con la gigantesca shigra llena de aves de todas las especies, pero una maana, cuando apenas empezaba su cacera, descubri con asombro que la selva estaba en silencio. Ya no haba pjaros coloridos por ninguna parte. Slo quedaba la paloma Ypankam, posada sobre las ramas de una malitagua. Cuando Etsa y la paloma se encontraron en medio de la soledad, se miraron largamente. Me vas a matar a m tambin? pregunt la paloma Ypankam. No dijo Etsa, de qu servira? Parece que he dejado toda la selva sin pjaros, este silencio es terrible.

Etsa sinti que se le iban las fuerzas y se dej caer sobre el colchn de hojas del piso. Entonces, Ypankam vol hasta donde estaba Etsa y, al poco rato, a fuerza de estar juntos en medio de ese bullicioso silencio en el que an navegaban los gritos de los monos y las pisadas de las hormigas, se conviertieron en amigos. La paloma Ypankam aprovech para contarle al muchacho la manera en que Iwia haba matado a sus verdaderos padres. Al principio, Etsa se neg a creer lo que le deca, pero a medida que escuchaba las aleteantes palabras de Ypankam, empez a despertar del engao que haba tejido el insaciable Iwia y, entonces, como si lo hubiera astillado un sbito rayo, se deshizo en un largo lamento. Nada ni nadie poda consolarlo: lloraba con una mezcla de rabia y tristeza, golpeando con sus puos el tronco espinoso de la enorme malitagua. Cuando Ypankam se dio cuenta de que Etsa empezaba a calmarse, le dijo: Etsa, muchacho, no puedes hacer nada para devolverle la vida a tus padres, pero an puedes devolvrsela a los pjaros. Cmo? quiso saber Etsa. La paloma explic: "Introduce en la cerbatana las plumas de los pjaros que has matado y sopla". El muchacho lo hizo de inmediato: desde su larga cerbatana empezaron a salir miles, millones de pjaros de todos los colores que levantaron el vuelo y con su alegra poblaron nuevamente la selva. Desde entonces le asegur su abuelo Artam Etsa, nuestro amado Sol y el demonio Iwia son enemigos mortales. Ampam record una vez ms la figura imponente de Artam, mirndolo a los ojos y sonrindole con orgullo, mientras el hombre del Registro Civil aseguraba, manoteando sobre el escritorio, que era imposible inscribir con el nombre de Etsa al nio. Ampam entonces volte a ver a su pequeo y, levantndolo sobre sus fuertes brazos, le dijo: No importa lo que diga este hombre, hijo. T eres, t siempre sers Etsa, mi Sol, el Sol del futuro, y cuando seas grande, cuando por fin te llegue la hora de luchar en este mundo dominado por Iwia, desde tu cerbatana volarn pjaros coloridos que inundarn estas ciudades grises y desterrars para siempre a los Devoradores de la Vida. Vmonos! Ampam abandon el Registro Civil, con una sonrisa dibujada en los labios, ante el desconcierto del empleado que, de pronto, sinti que algo se haba transformado dentro de l, que su voz altanera haba cambiado, que ahora estaba chillando como Yampuna, el papagayo de las selvas amaznicas.LEYENDAS DEL ECUADOR (Edgar Allan Garca)

LA CAJA RONCA En Ibarra se dice de dos grandes amigos, Manuel y Carlos, a los cuales cierto da se les fue encomendado, por don Martn (papa de Carlos), un encargo el cual consista en que llegasen hasta cierto potrero, sacasen agua de la asequia, y regasen la sementera de papas de la familia, la cual estaba a punto de echarse a perder. Ya en la noche, muy noche, se les poda encontrar a los dos caminando entre los oscuros callejones, donde a medida que avanzaban, se escuchaba cada vez ms intensamente el escalofriante "tararn-tararn". Con los nervios de punta, decidieron ocultarse tras la pared de una casa abandonada, desde donde vivieron una escena que cambiara sus vidas para siempre... Unos cuerpos flotantes encapuchados, con velas largas apagadas, cruzaron el lugar llevando una carroza montada por un ser temible de curvos cuernos, afilados dientes de lobo, y unos ojos de serpiente que inquietaban hasta el alma del ms valiente. Siguindole, se lo poda ver a un individuo de blanco semblante, casi transparente, que tocaba una especie de tambor, del cual vena el escuchado "tararn-tararn". He aqu el horror, recordando ciertas historias contadas de boca de sus abuelitos y abuelitas, reconocieron el tambor que llevaba aquel ser blanquecino, era nada ms ni nada menos que la legendaria caja ronca. Al ver este objeto tan nombrado por sus abuelos, los dos amigos, muertos de miedo, se desplomaron al instante.

Minutos despus, llenos de horror, Carlos y Manuel despertaron, mas la pesadilla no haba llegado a su fin. Llevaban consigo, cogidos de la mano, una vela de aquellas que sostenan los seres encapuchados, solo que no eran simples velas, para que no se olvidasen de aquel sueo de horror, dichas velas eran huesos fros de muerto. Un llanto de desesperacin despert a los pocos vecinos del lugar. En aquel oscuro lugar, encontraron a los dos temblando de pies a cabeza murmurando ciertas palabras inentendibles, las que cesaron despus de que las familias Dominguez y Guanoluisa (los vecinos), hicieron todo intento por calmarlos. Despus de ciertas discusiones entre dichas familias, los jvenes regresaron a casa de don Martn al que le contaron lo ocurrido. Por supuesto, Martn no les crey ni una palabra, tachndoles as de vagos. Despus del incidente, nunca se volvi a or el "tararn-tararn" entre las calles de Ibarra, pero la marca de aquella noche de terror, nunca se borrara en Manuel ni en Carlos. Ojala as aprendan a no volver a rondar en la oscuridad a esas horas de la noche.LEYENDAS DEL ECUADOR (Edgar Allan Garca)

LA DAMA TAPADA Algunas calles y callejones del antiguo Guayaquil se llamaban El Ahorcado, El Mate, la Encrucijada, El Descomulgado, lo cual deca mucho acerca de cmo era el constante ambiente de miedo que se viva. Pues bien, precisamente en esos tiempos de no me diga y del qu barbaridad, corra una historia muy popular acerca de una dama tapada que haba sido vista por quienes se les haca tarde en otras casas, es decir, en la ciudad, que ya para entonces eran muchas. Se aparecera entre las doce de la noche y las cuatro de la maana y, por lo general, le sala al paso al trasnochador que caminada un poco en curva otro tanto recto, por alguno de los oscuros callejones antes mencionados. En efecto, de pronto, sin que supiera cmo, una seora muy elegante empezaba a caminar delante de l. En el aire dejaba una estela de una fragancia a rosas y a gardenias que mezcladas resultaban muy atractiva para el caminante nocturno. Pero ms atractiva todava era su manera de caminar, sus contoneos, su taconeo, la forma en que lo miraba de lado como sonriendo e invitndolo a seguirla. El trasnochador se pona entonces como loco y susurraba piropos de la poca como hey, bella damita, deme una miradita, o me parece que se ha cado usted del cielo, seorita, o la seguir, la seguir y su amor alcanzar Pero, una vez cansado de seguirla por ese laberinto e callejones oscuros y con la intencin de admirar el rostro de aquella dama que iba tapada por una mantilla negra, el trasnochador se adelantaba corriendo y se le pona delante. Ella se detena como si se hubiera asustado y, aprovechando el desconcierto, la dama era destapada por la mano del audaz. Dicen que de entre las sombras surga un rostro angelical con unos ojos negros y brillantes, una hermosa barbilla partida en dos, unas mejillas sonrosadas y unos labios hmedos que le sonrean con coquetera y se soltaban a susurrarle palabras dulces. Entonces, el silencio se haca ms silencioso, la oscuridad ms oscura y las calles solitarias ms solitarias que antes. Era como si en esos instantes la dama y el trasnochador se quedaran completamente solos en la mitad de ninguna parte. Y el segundo en que todo deba ser o no ser, justo cuando el hombre iba a besar aquellos labios y abrazar aquella cintura delicada, la bella dama se transformaba en una calavera de cuencas negras y sonrisa macabra. El infortunado daba un salto hacia atrs con ojos de sapo y cabellos de puerco espn. Una vez que lograba recuperarse de la primera impresin de sorpresa ms que de horror, corra desesperado a su casa, perseguido por la terrible carcajada del fantasma o, si ustedes quieren, de doa fantasma.

Dicen que la dama tapada era el espritu de una seora que tuvo muchos amantes y que cuando esta muri de manera violenta y por causas misteriosas, qued atada a la tierra, condenada a recorrer las calles cercanas a la casa que haba habitado en vida. Dicen tambin que unos pocos no volvan a trasnochar, pero que otros, cada vez ms audaces y atrevidos, se adentraban al menos dos veces al ao por aquellas calles y callejones solitarios, iluminados solamente por unos cuantos tragos de aguardiente, con el nico propsito de ganarse el ttulo de tunante entre sus compinches. La dama tapada no estaba sola en el mundo: en Quito se paseaba una muy parecida solo que con mantilla y bufanda por causa del fro- conocida como La Viudita; y en esmeraldas otra, llamada la Tacona que segn cuenta mi to Seferino- todava se desliza por las playas, con una botella de aguardiente en la mano, en busca de un pachanguero, jumo y coquetn. Para terminar esta apasionante historia, djame decirte que algunos de los tunantes no volvieron nunca ms de sus audaces correras con la dama tapada. Al parecer, de vez en cuando ella se emocionaba ms de la cuenta, alargaba el brazo huesudo y tomaba el cuello del trasnochador para darle un beso mortal, un beso digno de ser el ltimo beso que un tunante recibiera en este mundo.LEYENDAS DEL ECUADOR (Edgar Allan Garca)

UNA MUCHACHA DE LUNA Mi abuelo Ulises me cont una noche, mientras afuera aullaba el viento de la marejada, que la voz de las sirenas, esos seres mitad mujeres y mitad peces, es tan pero tan hermosa que nadie puede resistir su llamado. Luego me dijo que saliera de la cabaa para ver si poda escucharla. Confieso que sal con un poco de temor. Haca fro. Arriba, la luna era apenas una ua en el cielo cuajado de estrellas. Abajo, el mar estaba revuelto y ruga como nunca. De pronto, en medio de las tinieblas escuch un canto, s, un canto de mujer algo dulce y triste al mismo tiempo, una meloda parecida a un llamado o a un sollozo, una voz hecha de viento, resplandor de luna y silencio. Mi abuelo Ulises no necesit preguntarme si la haba escuchado. Mi emocin lo deca todo. Me abraz con sus largos brazos y me dijo: en buena hora que estamos en tierra porque si no, esa voz es capaz de arrastrar cualquier barco hasta las rocas, mientras los tripulantes la escuchan embobados. Aprovechando el momento, le pregunt: has visto alguna vez a una sirena? l se qued muy serio y me empez a contar. Hace muchos, muchos aos, cuando en Manab no haba agua elctrica ni luz potable (yo sonre porque mi abuelo muchas veces haca ese juego de palabras), cada vez que llegaba la Semana Santa, se escuchaba un canto dulce, algo como una queja o un llanto hecho cancin que vena el Cerro de la Mona. Nadie se arriesgaba a buscar en medio de la oscuridad a la duea de ese canto, porque les daba temor pero, al mismo tiempo, nadie poda dormir durante esas largas noches en que el silencio propio de las tinieblas era interrumpido por esa triste y dulce meloda. Mi abuelo, dijo mi abuelo Ulises, haba crecido escuchando ese canto que duraba exactamente siete noches cada ao y, fue una de esas noches, me parece que un viernes santo, cuando ya l haba cumplido los diecinueve o los veinte aos, que se levant de la cama sudando. Como todos en el pueblo, no podan dormir, pero a diferencia de los dems, l haba tomado una decisin de la que tal vez pronto se arrepentira. Se visti de prisa y se deslizo hacia la noche. Una vez fuera, sigui a tientas el canto de la misteriosa mujer. Haba un cielo salpicado de estrellas como el de esta noche, dijo mi abuelo, y de pronto se vio transitado por caminos en los que nunca antes haba estado. El canto era cada vez ms fuerte y l senta cmo su cuerpo entero se estremeca con cada nota. Al final, apartando unos matorrales, la vio. Y eso le cort la respiracin. Era la mujer ms hermosa que l jams haba visto o vera jams en toda su larga existencia. Detrs de una piedra observ como esa mujer muy joven, hecha de luz de luna, se peinaba las hebras plateadas con una peinilla de ncar. Mi abuelo no pudo aguantar ms, venciendo todo temor se levant y empez a caminar hacia a ella. La joven dej de cantar y le sonri. Al fin viniste, le dijo, te he estado esperando desde antes de que nacieras.

Mi abuelo se estremeci. No solo que era tarde para huir, sino que no quera huir. Al mirar los ojos esmeralda de esa muchacha color de luna, sinti que el destino y l se haban encontrado, que en ese mismo instante se jugaran la vida por esa mujer que, si bien no tena cuerpo de pez como las sirenas, al igual que ellas era capaz de estrellar, contra las rocas, la vida de cualquier hombre. La muchacha le dijo: Si eres tan valiente como para haber venido, tendrs tu recompensa; sers el hombre ms rico de esta regin si logras pasar la prueba. Tienes que atarme, le dijo fuerte, muy fuertemente, y llevarme contigo hacia la ciudad, as, atada. Eso s no tengas miedo, suceda lo que suceda no me sueltes. Mi abuelo temblaba, pero estaba decidido. Tom entonces una cuerda que ella le ofreci ye empez a atarla de pies y manos. Tan pronto comenz a bajar por el Cerro de la Mona, arrastrando consigo a la muchacha, mi abuelo se dio cuenta de que las piedras se transformaban en perros salvajes que intentaban morderlo, los ceibos parecan furiosos gigantes agitando sus garras, los comunes matorrales semejaban monos enloquecidos que chillaban y le mostraban sus colmillos, en tanto el viento, cada vez ms fuerte, le golpeaba el rostro como si quisiera detenerlo. Atrs vena la muchacha, boca arriba, sonriendo como si nada. Esa sonrisa extraa, sospechosa, en vez de tranquilizarlo, le haca temer lo peor. Y as sucedi cuando ya haban avanzado un buen trecho, mi abuelo escuch un sssssss aterrorizante. Volte a ver y observ cmo la muchacha, en un segundo, se haba transformado en una serpiente gigantesca que tironeaba la cuerda con fuerza hacia atrs. Para colmo, por todos lados aparecieron cientos, miles de serpientes fosforescentes arremolinndose bajo sus pies, en actitud de ataque. Mi abuelo no pudo ms, solt la cuerda y corri como venado asustado cerro abajo, esquivando las piedras y los rboles normales, mientras escuchaba cmo la muchacha le gritaba cobarde, eres un cobarde, vuelve, vuelve ac, djame darte el tesoro destinado a tiLEYENDAS DEL ECUADOR (Edgar Allan Garca)

EL HUIA GILLI La noche estaba oscura. Ms oscura de lo que puedes imaginar. Te aseguro que si hubieras querido ver tu propia mano, no habras podido; lo nico que habras visto era una mancha oscura frente a tu nariz, pero nada ms. Y es que arriba no haba ni una estrella, ni un cachito de luna, nada de nada para alumbrar el camino. A Jos se le haba hecho tarde por quedarse a jugar cartas en el pueblo, o ms bien por sentarse a hacer trampas con las cartas. Ahora, con los bolsillos llenos de dinero, quera volver a su casa en la montaa y se encontr con que no poda, pero como la gente del lugar no lo quera ver ms, se organiz para llenar un botelln de vidrio con algunas lucirnagas y, listo, de inmediato el frasco se convirti en una linterna. Se la dieron a Jos y le dijeron que ya no tena ningn pretexto para quedarse ah insultando a todo el que se cruzaba en su camino y que se fuera ese mismo instante. Jos tom el botelln sin agradecer A nadie y empez a caminar entre la neblina de los pramos de Quisapincha, abriendo bien los ojos para no caer en la terrible quebrada de las Lajas. De pronto, un llanto. S, un llanto de beb retumbando en medio de la terrible oscuridad. All, abajo, en la quebrada, lloraba desesperado un ni- 110, tal vez abandonado, quiz herido. Aunque a Jos, por lo general, no le importaba ayudar a nadie, esta vez ni siquiera lo pens dos veces y se lanz quebrada abajo en busca del guagua. En la bajada se le rompi el botelln contra una piedra y las lucirnagas escaparon como estrellas fugaces, pero el llanto del nio era tan fuerte que en unos pocos minutos Jos lo pudo encontrar en medio de la espesa niebla. Lo levant con mucho cuidado, lo acun en su pecho y lo arrop con su grueso poncho. De inmediato el guagua dej de llorar. Sonri, pero su sonrisa se vio apenas como una mancha gris: as de cerrada estaba la noche. A tientas quiso salir de In quebrada, pero el guagua le empez i quemar el pecho. S, era como tener una plancha llena de carbones encendidos bajo el poncho.

Tanto quemaba el nio que no pudo resistir ms y trat de alejarlo, de abandonarlo en el suelo, pero en ese momento, el guagua le clav una especie de garra en el pecho. Jos crey que se iba a desmayar cuando el guagua habl como una persona adulta, con una voz ronca y gangosa: Dientes tengo, dijo. Jos no poda creer lo que estaba pasando. Dientes tengo, repiti an ms fuerte. Jos se espant del todo cuando vio -no supo cmo- los colmillos de la criatura que tena acurrucada entre sus brazos. Trat de lanzarlo a la quebrada, pero no pudo. Dientes tengo y te voy a matar, dijo con voz ronca otra vez la criatura infernal. Pero... por qu, balbuce muerto de miedo Jos. Porque eres una peste con las personas del pueblo, porque nunca las ayudas cuando te lo piden, porque eres egosta, avaro y tonto, dijo con voz de trueno la criatura. Jos no pudo ms, sinti que las piernas se le doblaban, que la cabeza le daba vueltas y finalmente se desmay. Al otro da se levant cuando el sol ya estaba alto. Le dola todo el cuerpo entumecido. Haba soado?, qu haba pasado en realidad?, se pregunt mientras se levantaba. No, dijo por fin, solo fue un sueo, una pesadilla, nada ms que eso, pero cuando empez a caminar oy otra vez muy cerca el llanto de un guagua. Jos entonces corri, corri y corri desesperado, sin mirar atrs, y mientras corra y tropezaba y se levantaba, iba prometiendo en voz alta: desde ahora voy a ayudar a todos los que me lo pidan, voy a ser generoso, voy a decir siempre la verdad, no voy a pelear con nadie... lo juro, lo juro, lo juro... Me contaron que desde entonces Jos cambi mucho. Y que incluso tuvo un hijo que creci con el buen ejemplo de su padre y fue, incluso, mejor que l en bondad y paciencia, y no por miedo al Huia Gilli, sino porque crea que solo la generosidad lograr salvar a este mundo.LEYENDAS DEL ECUADOR (Edgar Allan Garca)

EL MUSEO EMBRUJADO Haba una vez un escritor que estaba redactando un libro sobre leyendas ecuatorianas. Imagnatelo en medio de libros y papeles, consultando diccionarios llenos de polvo, escribiendo a mano -y a veces con el pie- unas historias terrorficas llenas de fantasmas y aparecidos, cuando de pronto -siempre hay un de pronto en estos cuentosescuch el timbre del telfono. Dnde estar ese bendito telfono?, pregunt sacndose los gruesos lentes, pero... qu raro suena, dijo frunciendo la nariz, tendr gripe el pobrecito? No te ras pero el telfono sonaba lejano y gangoso porque el escritor estaba sentado justo sobre l. Cuando se dio cuenta de la vibracin que le suba por la espalda, se levant, tom el auricular y dijo: alooo?, al otro lado de la lnea oy: (hola, a que no adivinas quin soy). El escritor dijo de inmediato: Caperucita (Nooo), La Bruja Maruja (Nooo), Barba Roja en pantuflas (ya, djate de hacer bromas), dijo la voz al otro lado (soy yo, Mara Dolores, tu amiga del Museo de la Ciudad... mira, te tengo una sorpresa, una historia realmente muy interesante... es de fantasmas...). Al escritor se le eriz todo el cuerpo y grit: no te muevas, no te muevas, ya voy para el Museo! De inmediato quiso correr pero pis un viejo diccionario, resbal sobre trescientas hojas amarillentas y cay como saco de papas sobre un montn de polillas que salieron volando como si hubieran visto un escritor. Ahora imagnate al escritor, despeinado y sin afeitarse, manejando a la velocidad de la luz, rumbo al Museo de la Ciudad, que -por si acaso- antes no era Museo sino el famoso Hospital San Juan de Dios, y antes que eso, el Hospital de La Misericordia. Tan pronto lleg a la puerta, grit: dnde estn los fantasmas? Shhh, dijo Mara Dolores. De inmediato lo llev por un largo corredor, viraron a la izquierda, entraron a un cuarto cerrado y lo par frente a una urna protegida por un grueso vidrio. Mira, le dijo. El escritor mir hacia arriba, mir hacia abajo y dijo: muy bonito todo, muy bien arreglado, excelentes colores... pero dnde estn los fantasmas! Shhh, volvi a decir Mara Dolores.

Est ah, ves? El escritor se acerc a la urna y vio las huellas de unos pies de nio, o tal vez de nia, sobre la arena que estaba dentro. Antes de que el escritor gritara otra vez: dnde estn los fantasmas!, Mara Dolores dijo: escucha bien, por favor; ayer pusimos arena en esta urna, la aplanamos bien, luego la sellamos con este vidrio grueso. Y?, pregunt el escritor con cara de desesperacin. Esto que te cuento sucedi a las cinco de la tarde, esto es, al finalizar la jornada; luego cerramos la puerta con llave y, qu crees, esta maana descubrimos estas pequeas huellas sobre la arena, es decir, dentro de la urna sellada! Antes de que el escritor protestara de nuevo, Mara Dolores le explic que era sabido que en el Museo de la Ciudad sucedan cosas muy raras: capas negras que se movan solas en el aire, voces detrs de las paredes donde no haba nadie, pasos que los guardias escuchaban a medianoche, cuando el Museo estaba completamente vaco... Ya veo, dijo el escritor tragando saliva y de inmediato volvi a mirar la urna con vivo inters: para su sorpresa le pareci que haba dos nuevas huellas de pies de nio, o de nia, sobre la arena. Se le erizaron los vellos de la nuca y se le aflojaron las rodillas. Creo que lo mejor ser que nos vayamos de aqu, dijo el escritor con cierto temblor en la voz, y se alej casi trotando, sin esperar por la sorprendida Mara Dolores. Esa noche no pudo dormir bien. El pobre daba vueltas y vueltas en la cama, con un fro espantoso a pesar de los tres pantalones y los cuatro sacos de lana que tena encima. Por fin, justo cuando empezaba a creer que no iba a poder dormir, un sueo profundo le fue ganando la partida al fro y se lo llev a una calle llena de niebla. El escritor se vio entonces caminando por la ciudad desierta, aunque a lo lejos, muy a lo lejos, escuchaba cascos de caballos y agudos relinchos. Pas el Arco de la Reina y entr a lo que pareca un hospital. Haba mucha actividad a pesar de que ya haba cado la noche. Los corredores estaban alumbrados por pequeas antorchas. Oy que alguien deca: la epidemia, ha llegado otra vez la epidemia, que Dios se apiade de nuestras almas. Slo entonces se dio cuenta de que haba muchos enfermos acostados en los patios y los corredores. Las monjas y los pocos doctores no alcanzaban a entender a todos. Se le ocurri acercarse para ayudar en lo que pudiera, pero nadie lo tomaba en cuenta, era como si l no existiera. De pronto, vio a un nio de unos cuatro aos parado frente a l. El pequeo estaba sonriendo y sostena entre sus manos un mueco de madera. En ese momento escuch una voz ronca a sus espaldas, se volte: muy cerca de l se encontraba un hombre encorvado, mirando fijamente al nio. Ven Manuel, le dijo. El nio se acerc sonriendo y lo abraz con fuerza. Ay, mi nio, dijo el anciano, no s qu haramos en este lugar sin ti. Eres como una luz para todos nosotros... cuando te acercas a nuestros tristes lechos, nos parece que se cierran las heridas y disminuyen los dolores ms terribles. El nio slo atinaba a acariciarle la barba crecida y a mirarlo con sus enormes ojos negros. Mientras vea la escena, se dio cuenta de que en verdad aquel no era un nio comn. Sus ojos eran luminosos y su presencia pareca disminuir la pesadez del lugar. De pronto la voz de una mujer dijo: Manuel, no te acerques a los enfermos, que te puedes contagiar. S, mam, contest el nio, pero continu abrazando al anciano. La mujer, que por el delantal que llevaba, podra haber sido la cocinera del hospital, se acerc y tom al nio en sus brazos. Ven, le dijo, es hora de que duermas. Cuando ambos se alejaron, el anciano pareci empeorar de su dolencia, se apoy en la pileta de piedra, y lo mir a los ojos con tristeza. Escriba, le dijo, por favor, escriba! El escritor se despert de un salto, sudando. El rostro del nio lo tena tan grabado en su mente que, luego de dos meses, segua recordndolo. Una maana soleada se sent frente a su vieja mquina de escribir y tecle: Haba una vez un nio que era la alegra de los enfermos del Hospital San Juan de Dios. Se llamaba Manuel y era el hijo de la cocinera. Todos queran acercrsele porque sentan que el nio, de alguna extraa manera, aliviaba su sufrimiento. Aunque el nio muri durante una de las tantas pestes que azotaban a Quito, este sigui deambulando por los corredores del hospital, consolando a los enfermos con su presencia luminosa. Pas el tiempo; un da el Hospital se convirti en Museo, y, para sorpresa de todos, en una de las urnas que haban sido selladas con un grueso vidrio, Manuel puso sus pequeos pies desnudos sobre la arena que haba en su interior para hacernos saber que an sigue caminando en sus patios y corredores, consolando a todos esos fantasmas que hasta ahora no pueden, o no quieren abandonar el lugar.

Sac la hoja de la mquina y la ley dos veces. No se le ocurra escribir nada ms, pero le pareci que era suficiente. Aqu puede estar el comienzo de una hermosa leyenda: "La leyenda del museo embrujado". El escritor cerr entonces los ojos e imagin al pequeo Manuel sonriendo en medio de una espesa niebla y, ms tarde, corriendo como sol