Leyendas Argentinas

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Las leyendas infa ntiles cumplen la función de explicar una cultura y de reforzar valores morales o espirituales. Estas historias se presentan como verdaderas sin serlo y siempre narran las proezas de un personaje, o los sucesos extraordinarios de un lugar, o cualidades maravillosas de un objeto.

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Selección de leyendas Argentinas cortas para niños

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Las leyendas infantiles cumplen la función de explicar una cultura y de reforzar valores morales o espirituales. Estas historias se presentan como

verdaderas sin serlo y siempre narran las proezas de un personaje, o los sucesos extraordinarios de un lugar, o cualidades maravillosas de un objeto.

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1- Un día YACÍ, la luna, quiso conocer de cerca la tierra. Le pidió  a su amiga ARAÍ,  la nube rosada del atardecer que la acompañara y juntas convertidas en dos hermosas muchachas bajaron y comenzaron su paseo por la selva.Por primera vez podían caminar por la hierba fresca, escuchar el canto de los pájaros, sentir el perfume de las flores y verse reflejadas en las aguas cristalinas del río. ¡Todo era maravilloso!

2 - De pronto de entre la espesura de los árboles apareció un YAGUARETÉ dispuesto a atacarlas.YACÍ Y ARAÍ  quedaron inmóviles frente al feroz animal.En ese mismo momento, un viejo cazador GUARANÍ se paró entre las muchachas y el YAGUARETÉ  y apuntó con su arco y su flecha al animal.El YAGUARETÉ al ver al anciano, escapó velozmente ocultándose nuevamente entre los árboles.

3-        El viejo cazador invitó a YACÍ Y ARAÍ   a su pobre choza. Al llegar fueron recibidos por su mujer y su hermosa hija. La familia ofreció a las dos muchachas lo único que les quedaba para comer: unos panes de maíz y luego las invitaron a descansar.A la mañana siguiente YACÍ Y ARAÍ  se despidieron agradecidas y se marcharon. Cuando se habían alejado lo suficiente, volvieron a transformarse en luna y en nube rosada del atardecer y subieron al cielo.Desde ahí YACÍ    siguió mirando al cazador, a su esposa y a su hija que con tanto cariño les habían dado de comer lo único que tenían en su humilde casa.

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4- Luego de varios días YACÍ llamó a ARAÍ  y le dijo: Tenemos que premiar a esa familia que nos ofreció su casa y su comida. Lo mismo he pensado yo, respondió ARAÍ.La luna y la nube rosada, buscaron juntas un regalo, debía ser algo muy original… por fin tuvieron una gran idea.Una noche volvieron a la selva y

mientras la familia dormía plantaron en la puerta de la choza unas semillas celestes, luego subieron nuevamente al cielo. Desde ahí YACÍ iluminó fuertemente el lugar y ARAÍ dejó caer una suave lluvia.

5- A la mañana siguiente frente a la choza, habían crecido unos pequeños árboles, sus hojas eran de color verde oscuro y tenían flores blancas. Cuando el anciano despertó y salió, quedó maravillado al ver esas plantas desconocidas y llamó a su mujer y as u hija. Los tres miraban asombradoscuando de pronto el cielo se oscureció y apareció  ante ellos una luz blanca, brillante que fue tomando forma de muchacha… era YACÍ que dulcemente les dijo:- no tengan miedo, yo soy YACÍ la luna y vengo a premiarlos por su bondad. Esta nueva planta es la yerba mate y desde ahora será para todos los hombres de esta región, símbolo de amistad y alimento para beber.Luego YACÍ  le enseñó al anciano cómo debían tostar y moler las hojas del árbol para preparar la bebida y sonriendo volvió al cielo.

6- El cazador siguió las instrucciones, tostó las hojas y las molió, las colocó dentro de una calabaza, vertió agua caliente y con una pequeña y fina caña bebió.Después pasó el recipiente a su mujer, para que probara… y a  su hija… una y otra vez la calabaza pasó de mano en mano…. Había nacido el mate.

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Existió una tribu, en la cual todos los jóvenes debían pasar por una serie de pruebas para poder convertirse en adultos, la primera consistía en correr más rápido que el viento, la segunda era nadar de un lado de un río al otro, y la última era permanecer sin moverse durante un tiempo. Un día un joven llamado Johe, junto con otros más de su aldea, comenzaron las pruebas para lograr convertirse en adultos, en la primera prueba Jahe sorprendió a todos corriendo velozmente y dejando a todos atrás. En la segunda prueba Jahe cruzó sin ninguna complicación el río, mientras sus compañeros aún seguían luchando contra la corriente. En la tercera prueba Jahe logró mantenerse inmóvil aún mientras todos a su alrededor trataban de hacerlo reír.El jefe de su aldea quedó sorprendido con la destreza de Jahe, por esta razón decidió ofrecerle la mano de su hija, pero el joven decidió

no aceptarla, él se había enamorado de un canto el cual había escuchado mientras realizaba las pruebas, ese canto había logrado que el joven mantuviera la concentración.El joven buscó y buscó pero no logró encontrar el origen de ese bello canto. Un día desesperado de no encontrar el origen, levantó sus manos al cielo y pidió a los dioses su ayuda, de pronto comenzó a escuchar

de nuevo ese bello canto, de pronto sus manos comenzaron a moverse, como si él fuera un ave, poco a poco se comenzó a convertir en un ave, y pronto descubrió que aquel canto venía de una hermoso pajarito posado sobre un árbol.

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Según cuenta la leyenda la flor del ceibo nació cuando Anahí fue condenada a morir en la hoguera, después de un cruento combate entre su tribu y los guaraníes.Por entre los árboles de la selva nativa corría Anahí. Conocía todos los rincones de la espesura, todos los pájaros que la poblaban, todas las flores. Amaba con pasión aquel suelo silvestre que bañaba las aguas oscuras del río Barroso. Y Anahí cantaba feliz en sus bosques, con una voz dulcísima, en tanto callaban los pájaros para escucharla. Subía al cielo la voz de la indiecita, y el rumor del río que iba a perderse en las islas hasta desembocar en el ancho estuario, la acompañaba. Nadie recordaba entonces que Anahí tenía un rostro poco agraciado, ¡tanta era la belleza de su canto!.

 Pero un día resonó en la selva un rumor más violento que el del río, más poderoso que el de las cataratas que allá hacia el norte estremecían el aire. Retumbó en la espesura el ruido de las armas y hombres extraños de piel blanca  remontaron las aguas y se internaron en la selva. La tribu de Anahí

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se defendió contra los invasores. Ella, junto a los suyos, luchó contra el más bravo. Nadie hubiera sospechado tanta fiereza en su cuerpecito moreno, tan pequeño. Vio caer a sus seres queridos y esto le dio fuerzas para seguir luchando, para tratar de impedir que aquellos extranjeros se adueñaran de su selva, de sus pájaros, de su río.

 Un día, en el momento en que Anahí se disponía a volver a su refugio, fue apresada por dos soldados enemigos. Inútiles fueron sus esfuerzos por librarse aunque era ágil.

 La llevaron al campamento y la ataron a un poste, para impedir que huyera. Pero Anahí, con maña natural, rompió sus ligaduras, y valiéndose de la oscuridad de la noche, logró dar muerte al centinela. Después intentó buscar un escondite entre sus árboles amados, pero no pudo llegar muy lejos. Sus enemigos la persiguieron y la pequeña Anahí volvió a caer en sus manos.

 La juzgaron con severidad: Anahí, culpable de haber matado a un soldado, debía morir en la hoguera. Y la sentencia se cumplió. La indiecita fue atada a un árbol de anchas hojas y a sus pies apilaron leña, a la que dieron fuego. las llamas subieron rápidamente envolviendo el tronco del árbol y el frágil cuerpo de Anahí, que pareció también una roja llamarada.

 Ante el asombro de los que contemplaban la escena, Anahí comenzó de pronto a cantar. Era como una invocación a su selva, a su tierra, a la que entregaba su corazón antes de morir. Su voz dulcísima estremeció a la noche, y la luz del nuevo día pareció responder a su llamada.

Con los primeros rayos del sol, se apagaron las llamas que envolvían Anahí. Entonces, los rudos soldados

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que la habían sentenciado quedaron mudos y paralizados. El cuerpo moreno de la indiecita se había transformado en un manojo de flores rojas como las llamas que la  envolvieron, hermosas como no había sido nunca la pequeña, maravillosas como su corazón apasionadamente enamorado de su tierra, adornando el árbol que la había sostenido. Así nació el ceibo, la rara flor encarnada que ilumina los bosques de la mesopotamia argentina. La flor del ceibo que encarna el alma pura y altiva de una raza que ya no existe. Fue declarada Flor Nacional Argentina, por el 2 de diciembre de 1942. Su color rojo escarlata es el símbolo de la fecundidad en este país.

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Hace mucho tiempo vivían dos hermanos huérfanos en un monte, el joven, llamado Caco se encargaba de conseguir todo lo necesario para sobrevivir, mientras la hermana se encargaba de cuidar la casa y hacer de comer.Caco era un joven de buenos sentimientos, mientras su hermana era mala, ella se dedicaba hacer sufrir a su hermano. Su deber era hacer de comer para ambos con la comida que traía Caco, pero ella para hacerlo sufrir solamente cocinaba para ella. Cuando llegaba Caco todos los días después de haber trabajado, encontraba que solo

su hermana había hecho de comer para ella. Ella le daba felicidad hacerlo sufrir y buscaba excusas para hacerlo. Un día Caco cansado de su hermana, decidió darle una lección, le dijo que lo acompañare al bosque a bajar de un gran árbol un panel de miel, la

hermana decidió ayudarlo porque le encantaba la miel. Al llegar al árbol ambos subieron, luego Caco le dijo a su hermana que esperara arriba, mientras Caco bajaba iba cortando todas las ramas por las que habían subido, al llegar abajo, le grito a su hermana que ahora era su

turno de sufrir, y se fue. La hermana arrepentida comenzó a pedirle que la bajara, comenzó a gritarle su nombre.-¡ Caco, uy! ¡ Caco uy! ¡ Cacuy! ¡Cacuy!…Continúo gritando hasta que se convirtió en un ave y salió

volando. Las personas que viven cerca de los cerros aseguran escuchar aun ese grito. Le han apodado el ave solitaria y siempre causa miedo a quien lo escucha.

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En el norte de Argentina se cuenta la leyenda de la salamanca, la salamanca es un lugar donde brujas, hechiceros junto con sus ayudantes, se reúnen para compartir conocimientos, durante las noches de los sábados.Durante ese día, dentro de la salamanca parece una gran fiesta, para poder entrar a ella se necesita una clave, sin ella no se podrá entrar. Aquellas personas que han transitado por el lugar donde aseguran se realizan la reunión, aseguran haber escuchado cantos y música.Al lugar también acuden aquellas personas que desean pedir un favor al chamuco, quien le entrega lo que pidan una vez que ellos han firmado un contrato donde entregan su alma en cierto tiempo.La salamanca se realiza dentro de cuevas ubicadas en las laderas de las montañas o volcanes. Una vez encontrada la entrada con la clave, las personas que desean entrar tendrán que pasar por varias pruebas hasta llegar por fin a la salamanca.

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El pombero es un duende que cuida los bosques y los animales, las leyendas cuentan que aparece en el norte de argentina, donde las personas aseguran que tiene la forma de un duende, pero con los pies al revés, para confundir a los que intentan seguirlo.Son pocas las veces que las personas lo han visto, pero en la mayoría de las ocasiones ha sido en el norte de argentina, el caso más reciente es de un par de jóvenes quienes aseguran que iban caminado hablando de pombero, cuando de pronto aparecieron en las vías de un tren con un tren acercándose rápidamente, ellas rápidamente se levantaron y se alejaron del camino pero lograron ver a un pequeño ser observándolas a lo lejos.Las jóvenes aseguran no saber cómo llegaron a las vías, aunque cuentan que el pombero no es un ser malévolo, sino que puede llegar hacer amigo del hombre.

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Había una vez un matrimonio que vivía del campo, el hombre trabajador mientras la mujer era haragana, el marido llamado Crespín, pasaba todo el día en el campo, trabajando bajo los fuertes rayos del sol, mientras la mujer pasaba sus días descansando en su hogar sin importarle otra cosa más que su descanso. Hubo una temporada donde las cosechas comenzaron a crecer más de lo normal, Crespín encantado por la gran abundancia de sus cosechas, comenzó a trabajar más horas de las que podía soportar un hombre, pero no pasó mucho tiempo para que cayera enfermo. Cuando lo hizo mandó a su esposa al pueblo por medicinas, ella fue al pueblo y las consiguió, pero de regreso pasó por un rancho donde había una fiesta, ella decidió ir a divertirse un momento, pero poco a poco comenzó a olvidarse de su marido, de pronto llegaron personas a buscarla, diciéndole que su marido se había puesto mal y que la estaba esperando, ella solo contestaba que la vida era alegría y ella quería disfrutarla, así paso toda la noche, por más que intentaban llevársela ella no quería. Al día siguiente al terminar la fiesta fue a su casa y encontró que su marido ya había muerto, en ese momentos se sintió sola comenzó a vagar por el monte, gritando el nombre de su

esposo, Crespín.Después de un tiempo le pidió a los dioses que la convirtieran en pájaro para salir volando, los dioses se lo concedieron, y durante en las épocas de cosecha se dice que se escucha a ese pájaro solitario haciendo un sonido que parece decir Crespín.

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Cuenta la leyenda, que en lejanos tiempos, en el Gran Chaco, los indios eran felices, no se conocían las estaciones porque no había cambios de clima, ni fenómenos atmosféricos.

En esa armonía y felicidad los indígenas brindaban todos sus tributos a NAKTÁNOÓN (el bien). Esta actitud puso furioso a NAHUET CAGÜEN (el Mal) que vivía en las tinieblas, que para vengarse y calmar su ira creo NOMAGA (el invierno).

Satisfecho de su obra se dirigió al pueblo indígena diciendo:

- Ja, ja, ja, morirán de frío. Mi nuevo servidor los hará padecer y se les helará la sangre en las venas. El sol no brillará en el cielo chaqueño. Un perpetuo nublado cubrirá la tierra toba. El invierno será helado y dañino. La naturaleza irá pereciendo. Los indios gritarán y se retorcerán implorando a NAKTÁNOÓN (el Bien) que les dé calor y castigue a NAHUET CAGUEN (el Mal).

Fue entonces cuando cuatro embajadores, los preferidos y más escuchados a lo alto suplicaron al Bien, que derrame calor sobre la tierra. Los embajadores fueron:

El palo borracho

La planta del patito

El picaflor

La viudita

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Compadeciendo el Bien, los convierte en una flor, la flor del algodón (Gualok) que tiene de cada uno un atributo.

- El calor de la planta del patito

- El capullo como el palo borracho

- La bandada del picaflor

- La blancura de la viudita.

Despejado el cielo de nubes, la flor (Gualok) llega a la tierra y se abre, mientras siguen resonando los tambores indios y las semillas vuelan y vuelan, y al caer nuevos algodonales nacen… y nuevas semillas… y nuevos algodonales hasta que todo el territorio se cubre de blanco.

El urundai se hace telar para tejer la hebra suave del algodón convirtiéndose en níveas túnicas que cubren a los indígenas dándoles calor de vida. El canto aborigen se eleva.

El bien ha vencido. Ante todo lo acontecido el demoníaco NAHET CAGUEN (el Mal) enfurecido nuevamente y en un último intento, maldiciendo, se convirtió en “Lagarta rosada” plaga del algodón.

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Se dice que cierta vez Koonex, la anciana curandera de una tribu de tehuelches, no podía caminar más, ya que sus viejas y cansadas piernas estaban agotadas, pero la marcha no se podía detener.

 Entonces, Koonex comprendió la ley natural de cumplir con el destino. Las mujeres de la tribu confeccionaron un toldo con pieles de guanaco y juntaron abundante leña y alimentos para dejarle a la anciana curandera, despidiéndose de ella con el canto de la familia.

Koonex, de regreso a su casa, fijó sus cansados ojos a la distancia, hasta que la gente de su tribu se perdió tras el filo de una meseta. Ella quedaba sola para morir. Todos los seres vivientes se alejaban y comenzó a sentir el silencio como un sopor pesado y envolvente.

El cielo multicolor se fue extinguiendo lentamente. Pasaron muchos soles y muchas lunas, hasta la llegada de la primavera. Entonces nacieron los brotes, arribaron las golondrinas, los chorlos, los alegres chingolos, las charlatanas cotorras. Volvía la vida.

Sobre los cueros del toldo de Koonex, se posó una bandada de avecillas cantando alegremente. De repente, se escuchó la voz de la anciana curandera que, desde el interior del toldo, las reprendía por haberla dejado sola durante el largo y riguroso invierno.

Un chingolito, tras la sorpresa, le respondió:

- “nos fuimos porque en otoño comienza a escasear el alimento. Además durante el invierno no tenemos lugar en donde abrigarnos.”

- “Los comprendo”, respondió Koonex, “por eso, a partir de hoy tendrán alimento en otoño y buen abrigo en invierno, ya nunca me quedaré sola” y luego la anciana calló. Cuando una ráfaga de pronto volteó los cueros del toldo, en lugar de Koonex se hallaba un hermoso arbusto espinoso, de perfumadas flores amarillas.

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Al promediar el verano las delicadas flores se hicieron fruto y antes del otoño comenzaron a madurar tomando un color azulmorado de exquisito sabor y alto valor alimentario.

Desde aquél día algunas aves no emigraron más y las que se habían marchado, al enterarse de la noticia, regresaron para probar el novedoso fruto del que quedaron prendados. Los tehuelches también lo probaron, adoptándolo para siempre.

Desparramaron las semillas en toda la región y, a partir de entonces, “el que come Calafate, siempre vuelve.”

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Una india llamada Maitén, de incomparable belleza, había despertado el amor de dos indios pehuenches (hombres del pinar, en araucano).

Cuando ambos le manifestaron su amor, ella les confesó que se hallaba prometida a Coyán, indígena de su propia toldería. No contentos con ello, y dispuestos a luchar por su amor, allegáronse en consulta hasta el toldo de una india adivina.

De resultas de sus deliberaciones, y a los pocos días, Maitén fue adormecida por aquélla y arrojada en una pequeña embarcación a las azuladas aguas Nahuel Huapi, en la que moraba el espíritu que había de decidir a quién de los dos pertenecía el corazón de la joven.

Contra lo esperado, el genio del lago levantó bramando todo el caudal, abriendo un lecho en la tierra rocosa por donde se deslizó pura y diáfana el agua, y la embarcación, a la que se aferraba

desesperadamente el fiel Coyán, comenzó a alejarse llevada por la corriente. “Poco después ambos eran transformados en dos macá plateados (aves acuáticas) para que continuaran su vida eternamente unidos y, desde entonces, aseguran los indios que al caer la tarde se veía llegar una pareja de aves que se posaban breve tiempo sobre las ondas del Nahuel Huapi y luego tendían nuevamente el vuelo hacía las alturas. Eran Maitén y Coyán, que venían a testimoniar su gratitud al genio del lago por la dicha que les

brindaba”.