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  • Hay momentos en la vida en los que la nica manera de salvarse auno mismo es muriendo o matando.A finales del siglo XIX, durante la ltima etapa zarista, los Zucker,perseguidos por ser judos, tienen que abandonar Rusia huyendo del horror yla sinrazn. A su llegada a la Tierra Prometida, Samuel Zucker adquiere lastierras de los Ziad, una familia rabe encabezada por Ahmed. Entre l ySamuel nace un fuerte vnculo, una slida amistad que, por encima de lasdiferencias religiosas y polticas, se mantiene generacin tras generacin.Con las amenazas, la sed de venganza y muchas pasiones desatadas comoteln de fondo, las vidas entrecruzadas de los Zucker y los Ziad conformanun mosaico de traiciones y sufrimientos, de amores posibles e imposibles,al tiempo que plasman la gran aventura de vivir y convivir en un territoriomarcado por la intolerancia.Intensa y conmovedora crnica de dos sagas familiares, la nueva yesperadsima novela de Julia Navarro nos adentra en las vidas de personascon nombres y apellidos, que luchan por alcanzar sus sueos, y que sonresponsables de su propio destino.

  • Julia NavarroDispara, yo ya estoy muerto

  • Para lex,que todos los das me regala su alegra.

    Y para Fermn, siempre.

  • H

    1. Jerusaln, poca actual

    ay momentos en la vida en los que la nica manera de salvarse a uno mismo esmuriendo o matando. Aquella frase de Mohamed Ziad la haba atormentadodesde el mismo instante en que la haba escuchado de labios de su hijo WdiZiad. No poda dejar de pensar en aquellas palabras mientras conduca bajo unsol implacable que doraba las piedras del camino. El mismo color dorado de lascasas que se apiaban en la nueva ciudad de Jerusaln construidas con esaspiedras engaosamente suaves, pero duras como las rocas de las canteras dedonde haban sido arrancadas.

    Conduca despacio dejando que su mirada vagara por el horizonte donde lasmontaas de Judea se le antojaban cercanas.

    S, iba despacio aunque tena prisa; sin embargo, necesitaba saborear aquellosinstantes de silencio para evitar que las emociones la dominaran.

    Dos horas antes no saba que iba a emprender el camino que la llevara haciasu destino. No es que no estuviera preparada. Lo estaba. Pero a ella, que legustaba planear hasta el ltimo detalle de su vida, le haba sorprendido lafacilidad con que Jol haba conseguido la cita. No le haba costado ni una docenade palabras.

    Ya est, te recibir a medioda.Tan pronto?Son las diez, tienes tiempo de sobra, no est muy lejos. Te lo sealar en el

    mapa, no es complicado llegar.Conoces bien el lugar?S, y tambin los conozco a ellos. La ltima vez que estuve all fue hace tres

    semanas con los de Accin por la Paz.No s cmo se fan de ti.Y por qu no iban a fiarse? Soy francs, tengo buenos contactos, y las

    almas cndidas de las ONG necesitan quien les oriente por los los burocrticosde Israel, alguien que les tramite los permisos para cruzar a Gaza y Cisjordania,que consiga una entrevista con algn ministro ante el que protestar por lascondiciones en que viven los palestinos; les proporciono camiones a buen preciopara trasladar la ayuda humanitaria de un lugar a otro Mi organizacin hace unbuen trabajo. T puedes dar fe de ello.

    S, vives de los buenos sentimientos del resto del mundo.Vivo de prestar un servicio a los que viven de la mala conciencia de los

    dems. No te quejes, no hace ni un mes que os pusisteis en contacto con nosotros,y en ese tiempo te he conseguido citas con dos ministros, con parlamentarios detodos los grupos, con el secretario de la Histadrut, facilidades para entrar en losTerritorios, te has podido entrevistar con un montn de palestinos Llevas cuatrodas aqu y ya has cumplido con la mitad del programa que tenas previsto.

  • Jol mir con fastidio a la mujer. No le caa bien. Desde que la recogi en elaeropuerto cuatro das atrs haba notado su tensin, su incomodidad. Lemolestaba la distancia que pona entre ellos al insistir en que la llamara seoraMiller.

    Ella le sostuvo la mirada. Tena razn. Haba cumplido. Otras ONG utilizabansus servicios. No haba nada que Jol no pudiera conseguir desde esa oficina convistas de la Vieja Jerusaln a lo lejos. Con l trabajaban su mujer, que era israel,y cuatro jvenes ms. Diriga una empresa de servicios muy apreciada por lasONG.

    Te dir algo de ese hombre: es una leyenda dijo Jol.Hubiese preferido hablar con su hijo, es lo que te ped.Pero est de viaje en Estados Unidos invitado por la Universidad de

    Columbia para participar en un seminario, y cuando regrese, t y a te habrs ido.No tienes al hijo, pero tienes al padre; creme cuando te digo que ganas con elcambio. Es un viejo formidable. Tiene una historia

    Tanto le conoces?En ocasiones los del ministerio les envan a la gente como t. Es una

    paloma , todo lo contrario que su hijo.Precisamente por eso me interesa hablar con Aarn Zucker, porque es uno

    de los principales lderes de la poltica de asentamientos.Ya, pero el padre es ms interesante insisti Jol.Se quedaron en silencio para evitar una de esas absurdas discusiones en las

    que se enzarzaban. No haban congeniado. l la encontraba exigente; ella slovea su cinismo.

    Y ahora estaba ya de camino. Cada vez se senta ms tensa. Haba encendidoun cigarrillo y aspiraba el humo con fruicin mientras fijaba la mirada enaquella tierra ondulada en la que a ambos lados de la carretera parecan treparunos cuantos edificios modernos y funcionales. No haba cabras, pensdejndose llevar por la imagen bblica, pero por qu habra de haberlas? Noquedaba sitio para las cabras junto a aquellas moles de acero y cristal que eran laensea de la prosperidad de la moderna Israel.

    Unos minutos ms tarde sali de la autopista y enfil una carretera quellevaba hacia un grupo de casas situadas sobre una colina. Aparc el cochedelante de un edificio de piedra de tres plantas idntico a otros que se alzabansobre un terreno rocoso; desde all, los das despejados, se alcanzaba a ver lasmurallas de la Ciudad Vieja.

    Apag el cigarrillo en el cenicero del coche y respir hondo.Aquel lugar pareca una urbanizacin burguesa, como tantas otras. Casas de

    varios pisos, rodeadas de jardines ocupados por columpios y toboganes para losnios y coches alineados junto a aceras impolutas. Se respiraba tranquilidad,seguridad. No le costaba imaginar cmo eran las familias que vivan ahora

  • dentro de aquellas casas, aunque saba cmo haba sido ese lugar dcadas atrs.Se lo haban contado algunos viejos palestinos con la mirada perdida en losrecuerdos de aquellos das en los que eran ellos quienes vivan en ese pedazo detierra porque an no haban llegado los otros, los judos.

    Subi las escaleras. Apenas apret el timbre, la puerta se abri. Una mujerjoven que no tendra ni treinta aos la recibi sonriente. Vesta de manerainformal, con pantalones vaqueros, una camiseta amplia y zapatillas deportivas.Su aspecto era igual al de tantas otras jvenes, pero habra destacado entre milespor su franca sonrisa y su mirada cargada de bondad.

    Pase, la estbamos esperando. Usted es la seora Miller, verdad?As es.Soy Hanna, la hija de Aarn Zucker. Siento que mi padre est de viaje,

    pero como insistieron tanto desde el ministerio, mi abuelo la atender.Del minsculo recibidor pasaron a un saln amplio y luminoso.Sintese, avisar a mi abuelo.No hace falta, aqu estoy. Soy Ezequiel Zucker dijo una voz procedente

    del interior de la casa. Un instante despus apareci un hombre.La seora Miller clav su mirada en l. Era alto, tena el cabello cano y los

    ojos de color gris; a pesar de la edad, pareca gil.Le estrech la mano con fuerza y la invit a tomar asiento.As que quera usted ver a mi hijoEn realidad quera conocerlos a los dos, aunque sobre todo a su hijo puesto

    que es uno de los principales impulsores de la poltica de asentamientosS, y es tan convincente que el ministerio le enva a los visitantes ms

    crticos para que les explique la poltica de asentamientos. Bien, usted dir, seoraMiller.

    Abuelo interrumpi Hanna, si no te importa, me voy. Tengo unareunin en la universidad. Jons tambin est a punto de irse.

    No te preocupes, puedo arreglrmelas solo.Cunto tiempo necesita? pregunt Hanna a la seora Miller.Intentar no cansarle Una hora, un poco ms quiz respondi la

    mujer.No hay prisa dijo el anciano, a mi edad el tiempo no cuenta.Se quedaron solos y l not su tensin. Le ofreci t, pero ella lo rechaz.As que usted trabaja para una de esas ONG que estn subvencionadas por

    la Unin Europea.Trabajo para Refugiados, una organizacin que estudia sobre el terreno los

    problemas que sufren las poblaciones desplazadas a causa de conflictos blicos,catstrofes naturales Intentamos evaluar el estado de los desplazados, y si lascausas que han provocado el conflicto estn en va de solucin, o cunto puededurar su situacin, y si lo creemos conveniente instamos a los organismos

  • internacionales a que adopten medidas para paliar el sufrimiento de losdesplazados. Nuestros estudios son rigurosos, y por eso recibimos ay uda deinstituciones comunitarias.

    S, conozco los informes de Refugiados sobre Israel. Siempre crticos.No se trata de opiniones sino de realidades, y la realidad es que desde 1948

    miles de palestinos han tenido que abandonar sus hogares, se han visto despojadosde sus casas, de sus tierras. Nuestra labor es evaluar la poltica de asentamientosque todava est produciendo ms desplazados. Donde nos encontramos ahora,aqu en esta colina, hubo una aldea palestina de la que no queda nada. Sabe qusuerte corrieron los habitantes de aquella aldea? Dnde estn ahora? Cmosobreviven? Podrn recuperar algn da el lugar donde nacieron? Qu sabeusted de su sufrimiento?

    Inmediatamente se arrepinti de sus ltimas palabras. Aqul no era elcamino. No poda mostrar tan abiertamente sus sentimientos. Tena que intentarmantener una actitud ms neutral. No de complacencia, pero tampoco deanimadversin.

    Se mordi el labio inferior mientras esperaba la respuesta del hombre.Cmo se llama? pregunt l.Cmo dice?Le pregunto por su nombre. Resulta muy envarado llamarla seora Miller.

    Usted puede llamarme Ezequiel.Bueno, no s si es correcto Procuramos no confraternizar cuando

    estamos trabajando.Mi intencin no es confraternizar con usted, pero s que nos llamemos por

    nuestros respectivos nombres. Vamos, no estamos en Buckingham Palace! Estusted en mi casa, es mi invitada y le pido que me llame Ezequiel.

    Aquel hombre la desconcertaba. Quera negarse a darle su nombre, desdeluego no pensaba llamarle a l por el suyo, pero si l decida dar por terminada laconversacin, entonces entonces habra desaprovechado la mejor oportunidadque iba a tener nunca para llevar a cabo aquello que tanto la atormentaba.

    Marian.Marian? VayaEs un nombre comn.No se disculpe por llamarse Marian.Sinti rabia. l tena razn, se estaba disculpando por su nombre, y no tena

    por qu.Si le parece bien, le dar el cuestionario que traigo preparado y que servir

    de base para el informe que debo redactar.Supongo que hablar con ms personasS, tengo una larga lista de entrevistas: funcionarios, diputados,

    diplomticos, miembros de otras ONG, organizaciones religiosas, periodistas

  • Y palestinos. Supongo que hablar con ellos.Desde luego, ya lo he hecho, ellos son el motivo de mi trabajo. Antes de

    venir a Israel he estado en Jordania y he tenido la oportunidad de hablar conmuchos palestinos que tuvieron que huir despus de cada guerra.

    Me preguntaba usted por el sufrimiento de los desplazados Bien, yopodra hablarle horas, das, semanas enteras sobre el sufrimiento.

    Costaba creer que aquel hombre alto y fuerte, que a pesar de su edaddesprenda confianza en s mismo con aquella mirada gris acero que denotabaque tena una gran paz interior, supiera de verdad lo que era el sufrimiento ajeno.No iba a negarle que hubiera padecido, pero eso no implicaba que fuera capaz desentir el dolor de los dems.

    Cmo sabe que aqu hubo una aldea rabe? pregunt de pronto captandoel desconcierto de ella.

    En mi organizacin tenemos informacin detallada de todos y cada uno delos pueblos y aldeas de Palestina, incluso de las que y a no existen desde laocupacin.

    Ocupacin?S, desde que llegaron los primeros emigrantes judos hasta la

    proclamacin del Estado de Israel, adems de todo lo que ha pasadoposteriormente.

    Qu es lo que quiere saber?Quiero que me hable de la poltica de ocupacin, de los asentamientos

    ilegales, de las condiciones de vida de los palestinos que ven derruidas sus casaspor acciones de venganza de por qu continan levantando asentamientos enlugares que no les pertenecen De todo eso pretenda hablar con su hijo. S queAarn Zucker es uno de los ms firmes defensores de la poltica deasentamientos, sus artculos y conferencias le han hecho famoso.

    Mi hijo es un hombre honrado, un militar valiente cuando ha servido en elejrcito, y siempre se ha destacado por decir en voz alta lo que piensa, sinimportarle las consecuencias. Es ms sencillo lamentarse por la poltica deasentamientos, incluso no decir nada, pero ntimamente apoyarla. En mi familiapreferimos dar la cara.

    Por eso estoy aqu, por eso en el Ministerio de Exteriores me han enviado ahablar con su hijo. Es uno de los lderes sociales de Israel.

    Usted cree que quienes defienden los asentamientos son poco menos queunos monstruos

    Marian se encogi de hombros. No le iba a decir que, efectivamente, era loque pensaba. La entrevista no estaba discurriendo por los derroteros que se habafijado.

    Le dir lo que y o pienso: no soy partidario de que se construy an nuevosasentamientos. Defiendo el derecho de los palestinos a tener su propio Estado.

  • Ya, pero su hijo Aarn piensa todo lo contrario.Pero es conmigo con quien est hablando. Y no me mire como si fuera un

    viejecito, no soy ningn ingenuo.La puerta de la sala se abri y apareci un joven alto, vestido de soldado, con

    un subfusil colgado al hombro. Marian se alarm.Es mi nieto Jons.As que es usted la de la ONG Perdone pero no he podido evitar

    escuchar sus ltimas palabras. Me gustara darle tambin mi opinin, si mi abuelome lo permite.

    Jons es hijo de Aarn explic Ezequiel Zucker a Marian.La poltica de asentamientos no es algo caprichoso, se trata de nuestra

    seguridad. Mire usted el mapa de Israel, fjese en nuestras fronteras Losasentamientos forman parte del frente en que nos vemos obligados a luchar afirm Jons con tanta conviccin que a Marian le molest y sinti un rechazoinstintivo hacia aquel joven.

    Luchan contra mujeres y nios? Qu gloria hay en derruir las casasdonde malviven las familias palestinas? pregunt Marian.

    Acaso debemos dejarnos matar? Las piedras hieren. Y en esas aldeasdonde parece que viven apacibles familias tambin hay terroristas.

    Terroristas? Usted llama terrorista a quien defiende su derecho a vivir enel pueblo donde ha nacido? Adems, la poltica de asentamientos slo buscaquedarse con un territorio que no les pertenece. Las resoluciones de NacionesUnidas sobre las fronteras de Israel son meridianamente claras. Pero su pashace una poltica de hechos consumados. Construyen un asentamiento en zonasdonde viven los palestinos, los acorralan, les hacen la vida imposible, hasta lograrque se vayan.

    Es usted una mujer apasionada, no s por qu se molesta en venir aqu pararedactar un informe. Es evidente que tiene las cosas claras, nada de lo quepudieran decirle mi abuelo o mi padre cambiara su manera de pensar, meequivoco?

    Tengo la obligacin de escuchar a todas las partes.Trata de cubrir un trmite, nada ms.Basta, Jons, dejemos a la seora Miller hacer su trabajo. La voz de

    Ezequiel Zucker no daba lugar a una nueva respuesta de su nieto.De acuerdo, y a me voy. Y el joven sali sin despedirse.Marian ley en los ojos grises de Ezequiel Zucker que iba a dar por zanjada

    aquella conversacin que ella no haba sabido manejar. Pero no poda irse. Anno.

    Creo que aceptar ese t que me haba ofrecido.Ahora era l quien pareca desconcertado. No tena ganas de seguir

    conversando con aquella mujer, pero tampoco quera mostrarse grosero.

  • Cuando regres con el t, la encontr mirando a travs de los ventanales. Noera una mujer hermosa, pero s atractiva. De mediana estatura, delgada, con elcabello negro recogido. Calcul que haca tiempo que haba cumplido loscuarenta, que estaba ms cerca de los cincuenta. La notaba desasosegada y esedesasosiego le pareci contagioso.

    En aquella direccin est Jerusaln dijo mientras colocaba la bandejacon el t sobre una mesita baja.

    Lo s respondi Marian.Se esforzaba por componer una sonrisa, pero l y a no pareca dispuesto a la

    conversacin.Antes dijo que podra hablar semanas enteras de sufrimientoS, podra respondi l con sequedad.De dnde es usted, Ezequiel? Cul es su pas de origen?Soy israel. sta es mi patria.Imagino que para un judo lo ms importante es sentir que tiene una patria

    dijo ella haciendo caso omiso del tono distante del hombre.Nuestra patria, s. Nadie nos la ha regalado. Tenamos derecho a ella. Y no

    he venido de ninguna parte. Nac aqu.En Palestina?S, en Israel. Le sorprende?NoEn realidad mis padres eran rusos y mis antepasados polacos. Hay muchos

    rusos de origen polaco; ya sabe, Polonia siempre estuvo en el punto de mira delos rusos, y cada vez que stos se quedaban con un pedazo de tierra polaca, losjudos polacos pasaban a ser rusos. La vida de los judos no era fcil en Rusia, dehecho no lo era en ningn lugar de Europa, aunque la Revolucin francesa dio unvuelco a nuestra situacin. Las tropas de Napolen exportaban la idea de lalibertad all por donde iban, pero esas ideas chocaron con la Rusia de los zares. Sien Europa Occidental nuestras condiciones de vida cambiaron, y muchos judosse convirtieron en hombres preeminentes y polticos importantes, en Rusia nosucedi as.

    Por qu?El zar y sus gobiernos eran profundamente reaccionarios y temerosos de

    todo lo que crean diferente. De manera que a los judos los hacan vivir en lasllamadas Zonas de Residencia , situadas en ciudades del sur de Rusia, enPolonia, Lituania, Ucrania, que entonces eran parte del imperio ruso. Ni siquierapes en el nimo de la corte rusa la lealtad de los judos cuando Napolen invadiel pas.

    Catalina no nos quera, en realidad es difcil encontrar un zar o una zarinaque nos quisiera como sbditos.

    Se refiere a Catalina la Grande.

  • S, claro. Hizo todo lo posible para expulsarnos.Pero no lo logrNo, no lo logr; tuvo que conformarse con aprobar medidas que restringan

    las actividades de los judos. No eran muchos los judos que vivan dignamente enaquel tiempo: algunos comerciantes, algunos prestamistas, algunos mdicos S,los hubo que consiguieron permisos especiales y lograron vivir casi comociudadanos normales. Ha odo hablar de los pogromos?

    Naturalmente, s lo que fueron los pogromos.En 1881 hubo un atentado contra el zar Alejandro II y entre los

    participantes en el complot haba una mujer, juda, Gesia Gelfman. En realidadsu participacin no fue relevante, pero sirvi de espita para que se desencadenarauna violencia salvaje contra los judos de todo el imperio. Aquel pogromocomenz en Yelisavetgrad, y se extendi a Minsk, Odessa, Balti Miles de judosfueron asesinados. Un ao despus, muchos de los que sobrevivieron tuvieron queabandonar cuanto tenan porque el nuevo zar, Alejandro III, firm una orden deexpulsin.

    Su familia sufri aquellos pogromos?Le interesa saberlo?S musit ella. Necesitaba que el hombre se relajara. Ella tambin lo

    necesitaba.Si tiene tiempo para escuchar la historiaPuede ser una manera de entender mejor las cosas.

  • M

    2. San Petersburgo - Pars

    i abuelo paterno era comerciante de pieles, lo mismo que lo haba sido supadre, Simn. Viajaban por Europa vendiendo pieles rusas a los peleteros, quecon ellas cosan sofisticados abrigos para sus clientas ricas. En Francia seencontraban sus mejores clientes. En Pars, Simn tena un amigo peletero,monsieur Elas. Cuando Simn muri, mi abuelo Isaac continu con el negocio ylo ampli. Mi abuelo Isaac sola cambiar parte de su mercanca por esos abrigosya confeccionados que luego venda en la corte de San Petersburgo. Lasaristcratas rusas gustaban de cuanto llegaba de Pars.

    Mi abuela Esther era francesa, hija de monsieur Elas, quien no pudo evitarque el joven Isaac se llevara a su nia, por ms que se opuso. Monsieur Elas sehaba quedado viudo y Esther era su nica hija. Isaac y Esther se casaron enPars y de all emprendieron viaje hasta un pueblo cercano a Varsovia, la casadonde Isaac viva con su madre viuda, Sofa. Tuvieron tres hijos, Samuel, Anna yFriede, el ms pequeo. Se llevaban todos un ao de diferencia entre ellos.Monsieur Elas siempre se lamentaba de tener a su hija y a sus nietos lejos, ycuando Samuel, mi padre, cumpli diez aos, mi abuelo Isaac decidi llevarlecon l a Francia para que conociera a su abuelo. Samuel no gozaba de buenasalud y su madre se separ de l llena de aprensin. Saba que para monsieurElas sera un regalo conocer a su nieto mayor, pero se preguntaba si Samuelsera capaz de aguantar los inconvenientes de un viaje tan largo.

    No te preocupes, nuestro Samuel y a casi es un hombre la consol susuegra, Sofa, e Isaac sabr cuidar de l.

    Sobre todo procura que no se enfre, y si tiene fiebre, quedaos en algunaposada y dale este jarabe. Le aliviar insisti Esther.

    Sabr cuidar de nuestro hijo; ocpate t de los dems, no los pierdas devista, sobre todo a Friede, el pequeo es demasiado inquieto. Me voy tranquilosabiendo que no estis solos, que cuentas con el apoyo de mi madre.

    Para Isaac haba sido un alivio que Esther congeniara con su madre. Sofa erauna mujer de carcter, pero se haba rendido ante la bondad de Esther. Nuera ysuegra parecan madre e hija.

    Tras varias semanas de viaje, Isaac y Samuel llegaron a Pars; all supieronlas noticias de los disturbios que estaban producindose por toda Rusia.

    Han asesinado al zar. He odo decir que hay judos implicados en laconspiracin anunci monsieur Elas.

    No puede ser! El zar ha mejorado las condiciones de vida de nuestracomunidad. Qu ganaramos los judos con su desaparicin? respondi Isaac.

    Parece que algunos se estn tomando la justicia por su mano y han atacado

  • algunos pueblos judos de la Zona de Residencia aadi monsieur Elas.Es la excusa que necesitaban todos los que se oponan a la poltica del zar

    para con los judos! Espero que se imponga la razn y la verdad.Es terrible que en Rusia a los judos no se les permita salir de las Zonas de

    Residencia se lament monsieur Elas. Al menos en Francia podemos viviren las ciudades, y aqu mismo, en el corazn de Pars.

    La idea maldita de las Zonas de Residencia se la debemos a la zarinaCatalina. Los consejeros de la Gran Catalina quisieron cortar las alas a nuestrosartesanos y mercaderes. Pero ahora son muchos los judos que viven en lamismsima San Petersburgo. Se necesitan permisos especiales, pero se puedenconseguir explic Isaac.

    S, pero no para todos replic monsieur Elas. Menos mal que vuestrohogar no est lejos de Varsovia. Temera por vosotros si vivierais en Mosc o enSan Petersburgo.

    No podan ocultar la preocupacin que les embargaba. Las noticias quellegaban desde Rusia eran tan confusas que hacan que temieran por la suerte dela familia.

    Samuel y y o regresaremos de inmediato. No estar tranquilo hasta ver ami esposa y a mis hijos. S que mi madre cuida de ellos, pero no puedo dejarlossolos por ms tiempo.

    Yo tampoco descansar hasta saber que has llegado y reciba tus noticiascomunicndome que todos estn bien. Debes marchar cuanto antes.

    Dos das despus acudi a visitarlos un viejo amigo de monsieur Elas, unhombre bien relacionado en la corte.

    No podis regresar. Estn matando a cientos de judos. Los disturbios hancomenzado en Yelisavetgrad, pero se han extendido por toda Rusia explic elvisitante.

    Monsieur Elas se dola de la situacin.A lo mejor es peligroso que regresis dijo sin demasiado

    convencimiento porque en el fondo de su corazn anhelaba saber cuanto antesque su querida hija Esther y sus nietos no corran ningn peligro.

    No podemos quedarnos aqu, he de regresar. Mi esposa y mis hijos mepueden necesitar respondi sin dudar Isaac.

    Quiz deberas dejar conmigo a Samuel. No para de toser, y hay das enque la fiebre le deja postrado en la cama.

    Lo s, pero no puedo dejarle aqu. Esther no me lo perdonara. Quiere atodos nuestros hijos por igual, pero con Samuel ha sufrido mucho a causa de sumala salud. Si no regresamos juntos pensara que le ha pasado algo.

    Conozco a mi hija, s que preferira que Samuel se quedara aqu a salvo.

  • Monsieur Elas no pudo convencer a mi abuelo Isaac, que en cuanto pudo, sepuso en camino. Viaj con Samuel en un coche de postas, tirado por buenoscaballos, junto a otros dos comerciantes que tenan como destino Varsovia y que,alarmados como ellos, regresaban a sus casas.

    Padre, madre est bien? Y Friede y Anna? No les habr pasado nada,verdad? Samuel no dejaba de preguntar a su padre por la suerte de su madrey de sus hermanos.

    El viaje se les hizo eterno. Apenas lograban dormir por la noche en aquellasposadas donde por ser judos no siempre eran bien recibidos. En varias ocasionesincluso tuvieron que dormir al raso porque no les queran dar alojamiento.

    En qu somos diferentes? le pregunt Samuel una noche a su padremientras descansaban el uno junto al otro en una estrecha cama de un mserohostal en Alemania.

    Es que crees que somos diferentes? respondi el bueno de Isaac.Yo me veo igual a todo el mundo, pero s que los dems no nos ven como

    ellos y no s por qu. No comprendo por qu hay chicos que no quieren jugarcon nosotros, ni por qu no vamos a menudo a la ciudad, y cuando lo hacemos,madre y t parece que tengis miedo. Caminamos con la cabeza baja, como sias no nos vieran, o molestramos menos. Es por ello por lo que creo que somosdiferentes; tenemos algo que no les gusta a los dems, pero no s qu es, por esote lo pregunto.

    No somos diferentes, Samuel; son los otros quienes se empean en vernosdiferentes.

    Pero creen que ser judo es algo malo se atrevi a decir Samuel,dicen que matamos al profeta Jess.

    Jess era judo.Y por qu le matamos?No le matamos, y no te preocupes, ser judo no es malo, como no lo es ser

    cristiano o musulmn. No debes pensar en esas cosas. Cuando seas may or, locomprenders. Ahora duerme, maana salimos temprano.

    Cundo llegaremos a Varsovia?Con un poco de suerte, en cinco o seis das. Te gusta Varsovia ms que

    Pars?Slo quiero saber cunto falta para llegar a casa, echo de menos a madre.

    Cuando llegaron a Varsovia tuvieron que buscar acomodo en casa de Gabriel,un primo lejano de Isaac. Samuel tosa, tena fiebre y sufra convulsiones, a loque se sumaba el agotamiento producido por un viaje tan largo.

    Mi padre tuvo que guardar cama durante varios das a pesar de la

  • impaciencia del abuelo Isaac.Ten calma, tu hijo no est en condiciones de viajar. Puedes dejarle aqu

    con nosotros, mi esposa le cuidar; y a vendrs a por l cuando ests seguro deque tu familia se encuentra bien, slo ests a una jornada de viaje le insisti suprimo.

    Pero mi abuelo no quera or hablar de dejar a su hijo en Varsovia, sobre todoestando como estaban tan cerca de su propia casa.

    Por fin emprendieron viaje a pesar de que Samuel se encontraba muy dbily de que la tos no le haba desaparecido del todo.

    Ser judo debe de ser algo muy malo insisti Samuel mientras luchabacontra la fiebre.

    No lo es, hijo, no lo es. Debes sentirte orgulloso de lo que eres. La maldadno est en nosotros sino en quienes se niegan a vernos como seres humanos.

    El abuelo Isaac era un hombre ilustrado, seguidor de las ideas de MoissMendelssohn, un filsofo alemn que en el siglo anterior haba puesto en marchaun movimiento llamado Haskal (Ilustracin) que propona que los judoshicieran suy a la cultura europea. Mendelssohn tradujo la Biblia al alemn y seopuso a las corrientes ms ortodoxas del judasmo. Defenda que ser judo no eraincompatible con sentirse alemn, e invit a su comunidad a integrarseplenamente en las sociedades a las que pertenecan. Guiado por aquellas ideas,mi abuelo trataba de convencer a su comunidad de que ser judo no eraincompatible con sentirse profundamente ruso. Aunque haba sectores ortodoxosque rechazaban semejante asimilacin, no dejaban de sentirse rusos y noconceban vivir en ningn otro lugar que no fuera Rusia. Se trataba, deca miabuelo, de no encerrarse en uno mismo, sino de abrirse a los dems, conocer yser conocidos. As educaba a sus hijos, y as pretenda vivir, pero la Rusia queencontr a su regreso de Pars rechazaba, an ms si cabe, a los judos.

    Llegaron al atardecer, con el polvo del camino cubrindoles las ropas y lapiel. El shtetl haba ido creciendo con el paso del tiempo no muy lejos de unpueblo de gentiles, y la convivencia entre judos y quienes no lo eran siemprehaba estado impregnada de desconfianza y de un odio sutil que en ocasionesexplotaba en forma de rabia. Cualquier padecimiento de las familias gentilessiempre encontraba un culpable en la comunidad juda, como si les resultaraimposible razonar que la causa de sus miserias tena que ver con la codicia y lapoltica de los zares que les haban arrebatado sus tierras.

    Cuando llegaron al barrio donde vivan, a las afueras del pueblo, sufrieron unsobresalto. Pareca que un incendio hubiera asolado el lugar. El rastro del fuegoconvertido en holln embadurnaba los muros de las casas. Mi abuelo pidi alcochero que se diera prisa, por ms que empezaba a temer llegar a su hogar.

  • Los cristales de las ventanas de su casa estaban rotos, y un olor espeso ahumo y a tragedia los golpe apenas se bajaron del carruaje.

    Quieren que los espere? pregunt el cochero.No, mrchese respondi Isaac.Unos vecinos les salieron al paso. Sus rostros sombros presagiaban lo peor.Isaac, amigo Moiss, un vecino que se apoyaba en un bastn, sujetaba

    a duras penas a Isaac por el brazo intentando que no entrara en los restos de loque haba sido su casa.

    Qu ha pasado? Dnde est mi esposa? Y mis hijos? Y mi madre? Qule ha sucedido a mi casa?

    Fue horrible horrible musit una mujer envuelta en un manto que lacubra de la cabeza a los pies.

    Qu ha pasado? insisti mi abuelo.Tu esposa y tus hijos han muerto Los han asesinado. Tambin a tu

    madre. No han sido los nicos, la turba se ha ensaado con todos los nuestros. Losiento explic su vecino intentando impedir que entrara en los restos de lacasa.

    Isaac consigui zafarse del hombre que lo retena.Ven a mi casa, all te explicar lo sucedido, podris descansar. Mi mujer os

    preparar algo de comer.Pero Isaac y Samuel corrieron hacia la casa. No queran escuchar lo que les

    estaban diciendo. Empujaron la puerta deseosos de encontrar a su familia. AEsther recibindolos con los brazos abiertos, a Anna preguntando si le traan algnregalo de Pars, al pequeo Friede saltando a su alrededor, a Sofa acudiendo a lacocina para hacerles algo de comer. Pero en la casa reinaba el silencio. Unsilencio ominoso roto por el maullido lejano de un gato y por el cruj idoprovocado al pisar los restos de vaj illa esparcida por el suelo. Alguien habaarrancado las puertas de la alacena, y el silln donde Isaac sola sentarse a fumardespus de una larga jornada de trabajo yaca enseando sus tripas de muelles.Sus libros, los libros que hered de su padre y de su abuelo, los libros que lmismo haba comprado en cada uno de sus viajes, haban sido arrancados de labiblioteca, pisoteados, y sus hojas diseminadas por todos los rincones.

    La habitacin que tantos aos comparti con Esther, en la que haban nacidosus hijos, pareca un campo de batalla donde el enemigo se hubiera ensaado contodos los muebles y dems enseres.

    Samuel haba entrado en el cuarto que ocupaban el pequeo Friede y l, y vioque todo haba sido destruido. Dnde est el caballo de madera? , pens elnio, aorando de repente aquel juguete que su abuelo le haba hecho con suspropias manos y en el que tantas veces haba visto subido a Friede.

    Isaac ech el brazo por la espalda de su hijo apretndole contra l, intentandoaliviar la desesperacin reflejada en el rostro del nio.

  • El cuarto que la pequea Anna comparta con la abuela Sofa tampoco sehaba salvado del ataque salvaje. Algunos vestidos de la nia aparecanpisoteados, otros haban desaparecido.

    El vecino los haba seguido y aguardaba en silencio a que dieran rienda sueltaa su dolor.

    Supongo que ests enterado del asesinato del zar. Un grupo terrorista acabcon su vida, y en ese grupo haba una mujer juda. Al parecer su participacin nofue importante, pero el caso es que conoca a los terroristas. Ya sabes que losperidicos llevaban meses denunciando que los judos somos un peligro. Elatentado se lo confirm explic el hombre con la voz sofocada por la emocin.

    Pero qu tiene que ver mi familia con eso? Dnde estn? preguntIsaac con la voz transida de dolor.

    En el peridico dijeron que los judos habamos participado en el asesinatodel zar. En el Novoye Vremya nos acusaron de ser los responsables. Eso encendilos nimos de la gente, y comenzaron los ataques en muchas ciudades. Primerofueron algunos incidentes aislados, algn judo al que maltrataban. Luegoprendieron fuego a muchas casas, asaltaron nuestros negocios, apalearon a losjudos dondequiera que se encontraban.

    Las autoridades aseguran que han sido acciones llevadas a cabo por buenosciudadanos que han dado rienda suelta a su dolor por la muerte del zar. Enrealidad, la polica ha permanecido impasible ante los ataques contra nuestrascasas y nuestra gente. Se han ensaado con especial crueldad. Han muertomuchos de los nuestros. Todos hemos sufrido prdidas.

    Y mi madre? Dnde estn mis hermanos, y mi abuela Sofa? pregunt el pequeo Samuel suplicando una respuesta.

    El da en que comenzaron los disturbios, tu madre y los dos pequeoshaban ido al mercado. Mi mujer y otras vecinas iban con ellos. Un grupo demujeres con sus hijos de la mano quin iba a sospechar lo que pas

    Qu fue lo que ocurri? le inst a proseguir Isaac.En el mercado empezaron a recibir insultos de otras mujeres. Las

    llamaban asesinas por la muerte del zar. Lo que empezaron siendo gritos einsultos se transform en agresiones. Una mujer arroj a tu hija Anna una patataa la cara, otras la imitaron y comenzaron a arrojarles restos de basura y dehortalizas podridas Anna no soport la humillacin, recogi las patatas del sueloy se dispuso a arrojrselas al grupo que las insultaba. Tu esposa Esther agarr aAnna por el brazo pidindole que no respondiera a la provocacin. Nuestrasmujeres se asustaron y decidieron regresar al barrio a todo correr perseguidaspor la multitud. Los nios se caan, apenas podan seguirlas en la carrera, y ellasse afanaban en llevar en sus brazos a los ms pequeos protegindoles de losgolpes e insultos de los atacantes. Algunas cayeron al suelo y las pisotearon, otraslograron llegar hasta aqu, pero fue en vano. No s de dnde los haban sacado,

  • pero algunos de los perseguidores llevaban palos con los que comenzaron agolpear a todos los que encontraban a su paso. Empezaron a tirar piedras contralos cristales de nuestras casas, a derribar las puertas y a sacar a quienes seresguardaban dentro apalendoles hasta hacerles perder el sentido. A mi esposale rompieron un brazo y le dieron un golpe en la sien que hizo que perdiera elconocimiento. Ahora sufre mareos y se le nubla la vista. A m, como podis ver,me rompieron una pierna, por eso me ay udo del bastn para andar; tuve suerte,porque adems de la pierna slo sufr la rotura de seis costillas. Me cuestamoverme, pero he salvado la vida.

    La turba comenz a desvalijar nuestras casas, a destrozar lo que no sellevaban. No eran personas, parecan alimaas desprovistas de cualquierhumanidad. Ni siquiera se conmovieron con los gritos de terror de los nios ni lassplicas de sus madres.

    La polica se acerc pero no intervino. Por ms que pedamos ay uda,miraban complacidos cuanto suceda.

    Dnde est mi madre? grit Samuel.El hombre se retorci las manos en un gesto de desesperacin.Se enfrent a esos salvajes. Un grupo de hombres haba entrado en vuestra

    casa siguiendo a Anna, la increpaban por haberse atrevido a enfrentarse a susmujeres en el mercado. Uno de los hombres la haba agarrado y Esther defendia su hija como una loba, mordiendo y araando al agresor. La abuela Sofaintent proteger a Friede, alguien la golpe con un palo en la cabeza y la dejinconsciente No s cmo sucedi, pero tiraron un candelabro al suelo y elfuego no slo arras vuestra casa sino que se extendi a las de los vecinos Nofue hasta muchas horas despus que pudimos apagar el incendio. Encontramoslos restos de tu familia entre los rescoldos del fuego. Los enterramos en elcementerio.

    Era tal el dolor, la conmocin que sufrieron al escuchar el relato del vecino,que en ese instante no derramaron ni una sola lgrima. Samuel agarr con fuerzala mano de su padre, apoy ndose en l, conteniendo las nuseas.

    No podan moverse ni decir nada, sentan que les haban arrancado el alma.El hombre aguard unos instantes, dejando que encajaran el dolor que los

    inundaba. Luego volvi a acercarse a Isaac y tir de l, suavemente.Aqu no podis quedaros. Necesitis descansar. Os ofrezco un lecho en lo

    que queda de mi casa.No pudieron comer por ms que insisti la esposa del vecino. Tampoco se

    sentan con nimo de escuchar ms detalles de la barbarie que haba tenido lugar.La mujer los condujo a un cuarto y les dej una bandeja con un par de tazonesde leche.

    Os ayudar a descansar. Maana ser otro da. Tendris que sacar fuerzaspara volver a empezar.

  • Estaban agotados por el viaje, pero apenas durmieron aquella noche. Isaacsenta a su hijo dando vueltas, y l mismo no encontraba acomodo en la camaque compartan.

    An no haba amanecido cuando Isaac descubri a su hijo mirndolefijamente.

    Es malo ser judo. Por eso han matado a madre, y a Anna, y a Friede, y ala abuela. Yo no quiero ser judo, ni tampoco quiero que lo seas t; si lo somos,nos matarn. Padre, cmo se puede dejar de ser judo? Qu podemos hacerpara dejar de ser judos y que los dems lo sepan?

    Isaac abraz a Samuel y comenz a llorar. El nio intentaba secar laslgrimas de su padre, pero la tarea resultaba intil. Tambin l quera llorar,mezclar sus lgrimas con las de su padre, pero no poda. Estaba demasiadotrastornado.

    El sol se haba impuesto sobre la maana cuando escucharon unos golpessuaves en la puerta. La buena vecina que los haba acogido les pregunt sinecesitaban algo y si querran bajar a desayunar. Samuel le dijo a su padre quetena hambre.

    Se levantaron y se asearon antes de reunirse con la familia.Os acompaar al cementerio se ofreci la mujer. Supongo que

    querris saber dnde los hemos enterrado.Y tu esposo?Ha ido a la imprenta, tiene que seguir trabajando.El dueo de la imprenta le da trabajo a pesar de todo?Hace como si no supiera lo que ha ocurrido, y Moiss es un buen impresor

    al que paga poco.Porque es judo, no? dijo Samuel.Cmo dices? pregunt la mujer.Que si le paga poco es porque es judo. A lo mejor si deja de ser judo le

    pagara ms insisti el muchacho.Calla, hijo, calla! No digas eso le pidi Isaac.La mujer mir a Samuel y le acarici el pelo, despus musit:Tienes razn, s, eso es, y aun as debemos estar contentos. Estamos vivos y

    tenemos para comer.

    Sintieron fro cuando se acercaron a la tumba donde haban sido depositadoslos cuerpos calcinados de Sofa, Esther, Anna y Friede.

    Isaac cogi un puado de aquella tierra que cubra los cuerpos queridos y laapret con fuerza hasta que la dej escapar entre los dedos.

    Estn juntos? quiso saber Samuel.S, pensamos que era mejor que estuvieran juntos se excus la mujer.

  • Es lo que hubiesen querido, es lo que querra y o afirm Isaac.A nosotros tambin nos enterrarn aqu cuando nos maten? pregunt

    Samuel con un destello de terror en la voz.Nadie va a matarnos! Por Dios, hijo, no digas eso! T vas a vivir, claro

    que vivirs. Tu madre no querra otra cosa.Es un nio y la prdida es muy dolorosa dijo la mujer compadecindose

    de Samuel.Pero l vivir, nadie le har dao. Esther no me lo perdonara. Isaac se

    ech a llorar mientras abrazaba a su hijo.La mujer dio unos pasos atrs para dejarlos solos. Ella tambin haba llorado

    hasta la extenuacin. Senta que el dolor de Isaac y de Samuel era el suyo.Nos gustara quedarnos solos le pidi Isaac.La mujer asinti y tras besar a Samuel se march. Tambin ella buscaba la

    soledad cuando acuda a llorar a los suyos.Isaac se sent al borde de la tumba acariciando la tierra spera, como si se

    tratara de los rostros de su mujer y de sus dos hijos. Samuel se apart unos pasosy tambin se sent en el suelo contemplando a su padre y aquel tmulo de tierradonde su abuela, su madre y sus hermanos yacan para la eternidad.

    Saba que, a pesar de que pareca estar en silencio, su padre estaba musitandouna oracin. Pero qu poda decirle a Dios?, se pregunt. Quiz la culpa era deellos por no haber estado en casa para evitar que mataran a su familia. Sihubieran estado entonces s que habran podido pedirle a Dios que hiciera algo,pero ahora?

    Al cabo de un buen rato, Samuel dijo que le dola la cabeza, y decidieronregresar ante el temor de que volviera a enfermar.

    Pasaron el resto del da rebuscando entre los restos de lo que haba sido suhogar.

    Samuel encontr las tapas y algunas hojas de la Biblia familiar. Con cuidadointent colocarlas una a una sabiendo que para su padre era importante aquelviejo libro que antes haba sido de su abuelo, y que ste a su vez lo haba recibidode su padre, y as hasta unas cuantas generaciones atrs.

    Por su parte, Isaac haba encontrado en el suelo un par de pauelos bordadospor Esther, con alguna marca de pisadas pero an intactos. Los pendientes y elanillo de su esposa haban desaparecido de la caja donde los guardaba, aunque shaba hallado su dedal, as como el de Sofa.

    Un par de libros conservaban todas sus pginas. Tambin pudieron rescatarlos restos de un cuadro en el que apareca dibujado el rostro sonriente de Esther.Haba sido el regalo de bodas de un amigo de la familia aficionado a la pintura.Aquel hombre haba captado con fidelidad la delicada belleza de su mujer, susojos castaos con reflejos verdosos, el cabello rubio oscuro, la piel blanca, casitransparente.

  • Isaac estuvo a punto de echarse a llorar, pero evit hacerlo delante deSamuel. No quera que su hijo lo viera derrotado, de manera que respir hondoconteniendo las lgrimas mientras con un pauelo limpiaba lo que quedaba delcuadro. Luego continu buscando cualquier objeto intacto y que pudiera serles deutilidad o al menos de recuerdo.

    Padre, aqu est tu Biblia. Samuel le entreg el libro con cuidado.Haba muchas hojas desperdigadas, pero creo que las he encontrado todas.

    Gracias, hijo, algn da esta Biblia ser tuya.No la quiero respondi Samuel arrepintindose al instante de haberlo

    dicho.Se quedaron en silencio. Isaac sorprendido por las palabras de su hijo; Samuel

    pensando en cmo explicar a su padre por qu no quera aquel libro.Me la dio mi padre, y a l se la entreg el suy o, y yo te la dar a ti. Espero

    que cuando llegue el da no la rechaces.No quiero el libro de los judos porque no quiero ser judo respondi, con

    sinceridad, el nio.Samuel, hijo, los hombres no elegimos lo que somos, nos encontramos con

    ello. T no has elegido ser judo, y o tampoco, pero es lo que somos y eso nopodemos cambiarlo.

    S, claro que podemos. Podemos dejar de serlo, se lo diremos a todo elmundo y nos dejarn en paz. Si somos judos nos matarn.

    Hijo Isaac abraz a Samuel y rompi a llorar. Abrazados, lloraronjuntos, hasta sentir que no les quedaban ms lgrimas.

    A Isaac le dola la congoja de su hijo, comprenda su desesperacin y cmoen su mente infantil ser judo se haba convertido en sinnimo de muerte ydestruccin. No le reprochaba que quisiera desprenderse de lo que crea que erala causa de la muerte de la familia.

    Continuaron buscando entre los restos del que haba sido su hogar. Despus debuscar por la casa, se acercaron al cobertizo que haba servido de almacn parasus pieles. No quedaba nada. Antes de partir hacia Francia haba seleccionado elmejor gnero para vender, aunque haba dejado otras piezas con las quecomerciar ms adelante. La turba se las haba llevado.

    Le haban despojado de todo cuanto tena. De su madre, de su esposa, de sushijos, de su casa, de su negocio. Por qu? Por qu Dios se ensaaba de aquellamanera con ellos? Qu mal haban hecho? Se mordi los labios para no dejarescapar ni un gemido. Todo ese mal que haban recibido era slo por ser judos?Pero no poda dejarse vencer por el dolor. Samuel estaba a su lado, muy quieto,aferrado a su mano, contemplando lo poco que se mantena en pie del cobertizo.

    Al menos me queda un hijo , pens. Apret an ms fuerte la mano deSamuel. S, le quedaba un hijo. Por lo menos l tena a Samuel y la presencia desu hijo sera su fuerza para seguir viviendo.

  • Cuando regresaron a casa de sus vecinos, estaban exhaustos.Qu vais a hacer? les pregunt Moiss, el hombre que tan

    generosamente les haba acogido.Empezar de nuevo respondi Isaac.Os quedaris aqu? quiso saber el hombre.No lo s, tengo que hablar con Samuel. Quiz sera mejor marcharnos a

    otra ciudadLo comprendo. Cada da cuando salgo a la calle pienso que en cualquier

    momento les puede suceder lo mismo a mis hijos o a mis nietos A veces eldolor es tan intenso que siento la necesidad de escapar, pero adnde podramosir? Nosotros somos viejos, y a pesar de todas las desgracias conservo mi trabajode impresor. Con lo que me pagan, mi mujer y y o podemos mantenernos.Nosotros no podemos escapar, la vejez nos encadena a este lugar.

    Isaac le agradeci a Moiss cuanto haca por ellos.No me lo agradezcas, sabes que mi esposa era amiga de tu madre. Ha

    llorado a Sofa tanto como a nuestra familia. No hacemos nada que no nos dicteel corazn. No es que dispongamos de mucho, pero lo que tenemos es vuestro,nuestra casa es vuestra casa, quedaos el tiempo que necesitis.

    Aquella noche Isaac pregunt a Samuel si quera que reconstruyeran la casa.Podemos levantarla de nuevo. Llevar su tiempo, pero podemos hacerlo.

    Tengo algo de dinero, en Pars me pagaron bien las pieles que llev para vender.Qu te parece?

    Samuel guard silencio. No saba qu responder. Aoraba su casa, s, pero suaoranza era algo ms que cuatro paredes. Su casa era su abuela, su madre, sushermanos; si no poda estar con ellos tanto le daba dnde fueran a vivir.

    No quieres vivir aqu? le pregunt su padre.No lo s yo yo quiero estar con madre. Y rompi a llorar.Yo tambin musit Isaac, yo tambin, hijo, pero tenemos que aceptar

    que y a no est. S que no es fcil resignarse, a m me sucede lo mismo. Yotambin he perdido a mi madre la abuela Sofa.

    Podemos irnos? pregunt Samuel.Irnos? Adnde te gustara que nos furamos?No lo s, a otra parte, a lo mejor con el abuelo ElasA Pars? Me dij iste que no te gustaba demasiado.Pero era porque echaba de menos a madre. Tambin podemos ir a

    Varsovia con el primo Gabriel.Isaac comprendi que su hijo necesitaba una familia, que l solo no era

    suficiente para mitigar el dolor de Samuel.Lo pensaremos. Estoy seguro de que el abuelo Elas nos acogera de buen

    grado, lo mismo que Gabriel, pero debemos pensar de qu vamos a vivir, nopodemos convertirnos en una carga para la familia.

  • No puedes vender pieles?S, pero para eso hemos de estar aqu. Es en Rusia donde se encuentran las

    mejores pieles, las que quieren las damas de Pars y Londres.Y no podras hacer otra cosa?El nico oficio que conozco es ste, el que me ense mi padre y el que yo

    te ensear a ti. Comprar y vender. Comprar aqu y vender all donde no tienenlo que nosotros podemos ofrecerles. Por eso todos los aos llevo las pieles a Pars,a Londres, a Berln Somos comerciantes, Samuel. Quiz podramos irnos a otraciudad. Qu te parece San Petersburgo?

    Nos permitirn vivir all? Conseguirs el permiso?Puede ser, Samuel, al menos podramos intentarlo. En la corte siempre

    gustan de la moda de Pars, y en los bales traemos varias prendasconfeccionadas por tu abuelo Elas. No es la primera vez que vendemos pieles alas grandes damas de Mosc y San Petersburgo.

    Y y o qu hara?Estudiar, debes estudiar; slo el saber te ayudar a labrarte un futuro.Yo slo quiero estar contigo, a lo mejor podras ensearme a ser un buen

    comercianteTe ensear, claro que lo har, pero despus de que estudies y si es eso lo

    que deseas. An es pronto para que sepas lo que quieres.S que no quiero ser prestamista. Todos odian a los prestamistas.S, sobre todo los que tienen una deuda que en ocasiones no quieren saldar.Yo tambin odio a los prestamistas. He odo que arruinan a la gente.Son los poderosos los que suelen aborrecer a quienes prestan el dinero.Ya, pero aun as yo no quiero ser prestamista. Es algo feo.

    A la maana siguiente Isaac habl con Moiss y con su mujer.Nos marcharemos dentro de unos das. Intentar probar suerte en San

    Petersburgo. Mi padre tena un amigo que se dedica a la qumica, y sus remediosson muy apreciados por los aristcratas de la corte imperial. Le pedir que meayude a obtener un permiso de residencia en la ciudad.

    Te vas de aqu? Pero si an te queda el terreno de la casa, y tu familiayace en el cementerio se lament la mujer.

    Y siempre los llevaremos en nuestro corazn. Pero ahora tengo que pensaren Samuel. Para l es muy difcil continuar en el lugar donde antes tena unafamilia, una abuela, una madre, unos hermanos, y en el que ahora no tiene nada.Debo darle una oportunidad a mi hijo. Yo siento que mi vida est acabada, perol tiene diez aos y toda una vida por delante. Ninguno de los dos olvidaremosnunca, pero tengo que ayudar a mi hijo a superar el dolor que le atenaza. Si nosquedamos aqu ser ms difcil. Todo le recuerda a su madre.

  • Lo comprendo dijo Moiss, y o en tu lugar hara lo mismo. Ya te lodije, dispn de nuestro hogar el tiempo que necesites. Quieres que me encarguede buscar un comprador para el solar de tu casa?

    No, no quiero vender ese trozo de tierra. Ser para Samuel, puede quealgn da l quiera volver, quin sabe. Pero s te pido que te hagas cargo delterreno, y si lo deseas puedes utilizarlo como huerto. Te firmar un permiso paraque dispongas de l hasta el da en que Samuel venga a reclamarlo.

    Una semana despus, Isaac y Samuel dejaron el pueblo subidos a un carrotirado por dos mulas. Llevaban los bales con las prendas tradas de Pars.Adems, Isaac haba guardado dentro de la camisa, pegada a su cuerpo, unabolsa de cuero con el nico dinero que les quedaba.

    La esposa de Moiss les entreg una cesta con algunos vveres.No es mucho, pero al menos no pasaris hambre hasta llegar a San

    Petersburgo.Haca fro y el aire estaba hmedo. Durante la noche haba llovido. Se

    pusieron en marcha en silencio, sabiendo que en su camino pasaran junto alcementerio. Isaac no quera mirar hacia donde descansaban los suyos. Mantuvola vista al frente, despidindose en silencio de su madre, de su esposa, de Anna yde Friede. l pudo contener las lgrimas, pero Samuel rompi a llorar. No intentconsolarle, no poda, no hubiera encontrado las palabras.

    Al cabo de un rato Samuel se acurruc a su lado y se durmi. Isaac le tapcon una manta forrada con piel. En el cielo restall un relmpago seguido de untrueno. Volva a llover.

    Fue un viaje largo y duro en el que Isaac apenas se permiti el descanso.Procuraba que su hijo se mantuviera a cubierto de la lluvia y le haba preparadoen el carro una suerte de lecho para que estuviera cmodo.

    Muchas noches dorman el uno junto al otro dentro del carro porque no seatrevan a pedir techo en algunas de las posadas que encontraban a su paso. Elodio hacia los judos era ms patente que nunca y el nuevo zar, Alejandro III,amparaba los pogromos que se haban extendido por todo el imperio. Losperidicos ms reaccionarios justificaban esas persecuciones a los judos comomovimientos espontneos de indignacin de la poblacin. Pero indignacin dequ?, por qu?, se preguntaba Isaac, y siempre llegaba a la misma conclusin: No nos sienten como rusos sino como un cuerpo extrao que adems les disputael trabajo . Tambin pensaba que los judos deban sentirse ante todo rusos ydespus judos y no al revs, y sobre todo comportarse como rusos.

    De camino a San Petersburgo no fueron pocas las ocasiones en que sepreguntaba cmo le recibira Gustav Goldanski, el amigo de su padre. Caba laposibilidad de que no quisiera recibirlos, al fin y al cabo apenas le conoca, y por

  • lo que haba escuchado contar a su padre, su viejo amigo no es que se hubieraconvertido al cristianismo, pero rechazaba comportarse como un judo. Quiz noquisiera recibirlos o acaso se sentira incmodo por ponerle en el compromiso detener que hacerlo.

    Pero todas estas dudas las guardaba para l, no quera aadir incertidumbre aldolor de Samuel.

    Hablaban de San Petersburgo como el final de un camino donde encontraranel sosiego que ambos necesitaban y, sobre todo, la oportunidad de comenzar denuevo.

    Llegaron bien entrada la maana de un ventoso da de otoo.No les cost demasiado encontrar la casa de Gustav Goldanski. Se encontraba

    en el corazn de la ciudad, en un elegante edificio cuyo portn estaba flanqueadopor dos sirvientes. Los miraron con suficiencia, preguntndose cmo aquelhombre con la barba mal recortada y aquel chiquillo que no dejaba de toser seatrevan a pedir que su seor los recibiera de inmediato.

    Uno de los sirvientes los retuvo en la puerta y el otro fue a avisar a su seorde la extraa visita.

    A Isaac se le hizo eterno el tiempo que estuvieron aguardando a que regresarael sirviente. Samuel pareca asustado.

    Mi seor los recibir les anunci el sirviente, que pareca asombrado deque as fuera a suceder.

    El otro criado se hizo cargo de las mulas y el carro, igualmente sorprendidode que aquel hombre extrao con un chiquillo pudiera conocer a su seor.

    Samuel miraba a su alrededor admirado del lujo de aquella casa. Las sillastapizadas con brocados de seda, los candelabros dorados relucientes, las espesascortinas, los muebles delicadamente tallados. Todo le resultaba nuevo y tanfastuoso que le pareca irreal.

    Esperaron un buen rato en un saln que tena las paredes enteladas en sedaazul y en el techo un fresco de unas ninfas peinndose junto a un lago de aguascristalinas.

    Gustav Goldanski ya haba rebasado por aquel entonces la madurez y estabams cerca de la ancianidad. Tena el pelo blanco como la nieve y los ojos decolor azul, un azul apagado por el paso del tiempo. Sin ser demasiado alto nidemasiado delgado, tena cierta apostura. Es un poco ms joven de lo que serami padre ahora si an viviera , pens Isaac.

    Vaya, no esperaba la visita del hijo de Simn Zucker. Hace tiempo que nonos veamos. Os recuerdo de alguna ocasin en que acompaasteis a vuestropadre a San Petersburgo. S que el bueno de Simn muri, le envi una carta decondolencia a vuestra madre Vuestro padre y y o nos conocimos durante unviaje. No s si os lo cont

    S que os conocisteis en un camino poco transitado, no muy lejos de

  • Varsovia. Vos habais sufrido un revs, vuestro carruaje haba quedado atrapadoen la nieve, y mi padre, que viajaba por el mismo camino, os encontr y osayud a liberarlo.

    As fue. Yo regresaba de Varsovia de visitar a mi madre. Era invierno y loscaminos eran pistas de hielo y nieve. Las ruedas del carruaje se quedaronenterradas en la nieve, y uno de los caballos se rompi una pata. Fuimosafortunados de que vuestro padre viajara por el mismo camino y nos ayudara,de no ser as habramos perecido de fro. Le ofrec mi hospitalidad si algn davena a San Petersburgo. Aunque nunca quiso alojarse en mi casa, s me visit enalguna ocasin y desde entonces entablamos una buena amistad. ramos muydiferentes, con intereses distintos, pero coincidamos en que la nica manera deacabar con la maldicin que nos persegua a los judos era asimilarnos en lasociedad donde nos tocaba vivir, aunque vuestro padre crea que sentirse rusonada tena que ver con la religin.

    S, mi padre me inculc esa misma idea, aunque a veces no depende denosotros, sino de los dems.

    Creis que hacemos lo suficiente? No, yo creo que no Peroperdonadme, an no os he preguntado el motivo de vuestra visita. Este nio, esvuestro hijo?

    Por indicacin de Isaac, Samuel tendi su mano a aquel hombre que le sonrial estrechrsela.

    Es mi hijo Samuel, mi nico hijo. He perdido a toda mi familia explicIsaac con un deje de emocin en la voz.

    Goldanski observ al padre y al hijo antes de preguntar por lo sucedido.A causa de alguna epidemia?El odio y la sinrazn tienen el mismo efecto que las epidemias. El asesinato

    del zar Alejandro II ha provocado la desgracia para los judos del imperio. Vossabris mejor que yo que se han producido ataques violentos contra nuestracomunidad, sobre todo en las Zonas de Residencia, pero tambin en Mosc y enVarsovia, principalmente en los shtetls, donde los judos estamos asentadosganndonos la vida con nuestro trabajo y esfuerzo.

    Lo s, lo s Desde abril hasta bien pasado el verano han ido llegandonoticias terribles sobre los ataques a judos. Hace tiempo que abandon la religinde mis antepasados; no es que me hay a hecho cristiano, pero tampoco sigo lasleyes de Moiss; aun as, me he interesado cuanto he podido para que lasautoridades impidan los disturbios, aunque no siempre han atendido mis splicas.Qu le ha sucedido a vuestra familia?

    Mi casa ya no existe, la quem una turba enfurecida, y mi madre, miesposa y mis dos hijos pequeos sucumbieron a aquel incendio.

    Lo siento. Os compadezco.He perdido cuanto tena salvo dos bales con ropa de abrigo trados de

  • Pars, y el dinero de las ventas de pieles obtenido en mi ltimo viaje. Es lo quetengo para empezar de nuevo. Pero sobre todo tengo a Samuel. Es mi nica raznpara seguir viviendo.

    Qu puedo hacer yo?No conozco a nadie en San Petersburgo, pero es aqu donde pretendo

    iniciar una nueva vida y me atrevo a pediros vuestro consejo, que guiis nuestrosprimeros pasos por la capital imperial.

    Tenis donde alojaros?No, la verdad es que acabamos de llegar, nuestro equipaje est en el carro

    que dej en manos de vuestros sirvientes.Conozco a una viuda que quiz pueda alojaros, se gana la vida alquilando

    un par de habitaciones, normalmente a estudiantes. No encontraris lujos, pero lacasa es cmoda y la mujer, de confianza. Su marido me sirvi de ay udantedurante muchos aos, el pobre muri de un ataque al corazn. Os dar una notapara ella, si tiene alguna habitacin libre seguro que os la alquilar sin cobrarosdemasiado.

    Os lo agradezco, necesitamos un techo y descanso. Llevamos muchasjornadas durmiendo a la intemperie, y como veis mi hijo no deja de toser.

    No soy mdico, slo un qumico convertido en boticario. He dedicadobuena parte de mi vida a elaborar remedios para la enfermedad y esa tos nopresagia nada bueno Os dar uno de mis jarabes, le aliviar.

    Os lo agradezco.Bien, qu ms puedo hacer?Sois un hombre importante, conocis a mucha gente en la corte, si

    pudierais conseguir que vieran la ropa que he trado de Pars Son abrigos ychaquetas de pieles, pero confeccionadas al gusto parisino. Puede que algunadama se sienta interesada

    Lo har por la amistad que me una a vuestro padre. Hablar con miesposa, ella sabr la mejor forma de que vuestros abrigos sean vistos por lasdamas de San Petersburgo. Ahora esperad un momento mientras os escribo lanota para la viuda de la que os he hablado.

    Raisa Korlov los recibi con frialdad hasta que ley la nota firmada porGustav Goldanski, entonces les sonri confiada invitndoles a pasar al saln biencaldeado por el fuego que crepitaba en una amplia chimenea.

    De manera que viene recomendado por el profesor Goldanski No puedeusted traer mejores referencias, pero en este momento no voy a poder alojarles.Tengo una habitacin alquilada a un joven que estudia en la universidad y la otraest ocupada por mi hermana, que se ha quedado viuda y la he acogido en micasa. Es mayor que yo y la pobre mujer no tiene a nadie ms en el mundo. No

  • pudo tener hijos, tampoco los he tenido yo. Para m es un inconveniente porquepierdo el dinero del alquiler, pero qu otra cosa puedo hacer? No sera buenacristiana si la dejara desprotegida. Adems me sirve de compaa, yo tambinme qued viuda, y siempre es mejor compartir lo que se tiene con alguien de lafamilia.

    Un rictus de desesperanza se dibuj en el rostro de Isaac. Le preocupaba latos de Samuel, recordaba que Goldanski le haba insistido en que el nionecesitaba descanso y calor, adems del frasco de jarabe y de las pastillas que lehaba dado.

    En ese caso, podra usted recomendarme algn sitio donde puedaencontrar acomodo para m y para mi hijo?

    No s no conozco a nadie de confianza Hay casas, s, pero no meatrevo a recomendrselas, quiz bueno, dispongo de otra habitacin, pero esmuy pequea, es donde guardo los trastos, y nunca la he alquilado

    Por favor! suplic Isaac.Es muy pequea, como le he dicho, y tendra que ayudarme a sacar

    algunas cosas, hay que limpiarla y acomodarla para que quepan los dos Nos

    Le ay udar a sacar los trastos, le ayudar en todo lo que usted disponga. Mihijo est exhausto, hemos hecho un largo viaje. El profesor Goldanski nosasegur que con usted estaramos como en casa.

    El profesor siempre me halaga. Bueno, le ensear el cuarto y usteddecide si se quiere quedar. En ese caso, tendr que darme tiempo para arreglarlo.Y este nio que se quede aqu, le dar algo de beber para que entre en calor.

    Isaac ayud a la viuda Korlov a sacar del cuarto varios mueblesdesvencijados. La mujer se afan en la limpieza y no tard ms de dos horas entener la habitacin arreglada.

    Era tan pequea como la viuda les haba advertido. La cama ocupaba casitodo el espacio. Un armario y una mesa con una silla completaban el mobiliario.Isaac le pag el precio que haban acordado. Dos meses por adelantado.

    Es demasiado pequea dijo la viuda deseando escuchar a Isaac locontrario porque bien le vena ese dinero inesperado que ella saba excesivo paraaquel cuarto.

    Estaremos bien, se lo aseguro respondi Isaac.La viuda les mostr un cuarto an ms pequeo que serva de aseo

    comunitario.Mi esposo estaba obsesionado con la higiene, el profesor Goldanski le

    ense que muchas enfermedades son fruto de la suciedad, y por eso dispuso queen nuestra casa tuviramos este lugar donde poder baarnos. Supongo quequerrn asearse despus de un viaje tan largo Eso s, nada de malgastar elagua.

  • Isaac respir tranquilo cuando por fin Samuel estuvo en la cama bien tapado.El nio estaba agotado y no paraba de toser.

    La viuda Korlov se haba mostrado compasiva, le haba servido a Samuel untazn de leche con un trozo de tarta y haba invitado a Isaac a una taza de t.

    Se tumb encima de la cama al lado de su hijo y ambos se quedaronprofundamente dormidos. Ya haba cado la tarde cuando les despertaron unosgolpes en la puerta.

    Seor Zucker est usted despierto?S, s, ahora voy.Le espero en el salnIsaac se levant de inmediato, preocupado por el aspecto de su ropa arrugada

    despus de haberse quedado dormido en la cama. En el saln le aguardaba RaisaKorlov y una mujer muy mayor.

    sta es mi hermana Alina, ya le he contado que viene usted recomendadopor el profesor Goldanski.

    Seora. Isaac se inclin al tiempo que tenda la mano a Alina.Las dos hermanas se parecan. Raisa era ms joven, rondara los cincuenta,

    mientras que Alina calcul que haca tiempo que haba pasado de sesenta. Perolas dos tenan la misma mirada verdosa, y el valo de la cara cuadrado, entradasen carnes, y altas, muy altas.

    Raisa le entreg un sobre.Lo acaba de traer un sirviente del profesor Goldanski.Gracias. Issac no saba qu deba hacer ante la mirada inquisitiva de las

    dos mujeres.He hablado con mi hermana dijo Raisa como si Alina no estuviera

    presente y nos hemos preguntado cmo va a cuidar usted de su hijo En fin,si quiere, podramos ajustar un precio para que usted y el nio comieran aqu.Para nosotras ser un trabajo aadido, pero

    Oh! Se lo agradezco, nada nos puede convenir ms.Su esposa ha muerto, verdad? pregunt Alina, mientras Raisa se estiraba

    la falda.Ya te he dicho que eso es lo que el profesor Goldanski me ha escrito en la

    nota de recomendacin la interrumpi Raisa.Isaac no tena ningn deseo de dar satisfaccin a la curiosidad de las dos

    mujeres, pero saba que no tena otra opcin.Mi familia muri en un incendio. Mi esposa, mis hijos, mi madre Samuel

    y yo estbamos de viaje No podemos seguir viviendo en el mismo lugar Poreso hemos venido a San Petersburgo, deseamos comenzar una nueva vida yustedes son muy amables acogindonos con tanta generosidad.

    Qu tragedia! Cunto lo siento! exclam Alina, y pareca sincera.Pobre nio! se lament Raisa. Perder a una madre es lo peor que a

  • un cro puede pasarle.S, as es. Adems, Samuel est dbil, y aunque yo procuro darle todos los

    cuidados que necesita, echa mucho de menos a su madre.Entonces le conviene nuestra oferta?S, claro que s, dganme cuntos rublos costara nuestra manutencinCerraron un acuerdo satisfactorio para ambas partes, aunque el dinero de

    Isaac estaba menguando ms rpidamente de lo que haba previsto. Pero enalgn lugar tendran que comer, y siempre sera mejor la comida de aquellacasa.

    Se someti a las preguntas curiosas de ambas mujeres y en cuanto pudo pidipermiso para retirarse, estaba impaciente por leer el mensaje del profesorGoldanski.

    Samuel se haba despertado y le sonri.Qu bien he dormido! Estoy mucho mejor.Isaac le puso la mano en la frente, pareca que le haba bajado la fiebre.Tienes que asearte un poco, esta noche cenaremos con la seora Korlov y

    su hermana. Me han dicho que tienen preparada una sopa muy rica, te sentarbien.

    Isaac abri el sobre impaciente y ley la misiva:

    He hablado con mi esposa. Intentar ayudaros. Venid a visitarnos elprximo jueves a la hora del t, y traed esos abrigos de los que mehablasteis, es posible que alguna de las amigas de mi esposa se interese porellos.

    Era lunes, faltaban tres das para la cita, y tendra que sacar los abrigos delbal, airearlos y arreglar cualquier desperfecto que pudiera encontrar despus deun viaje tan largo. Su suerte estaba en aquellos abrigos, si es que lograba que lasdamas de San Petersburgo se interesaran por ellos.

    Isaac pens que los das que faltaban para acudir a casa de Goldanski se leharan interminables, pero Raisa Korlov se empe en mostrarles la ciudad apesar de que Samuel no se haba repuesto del todo.

    Respirar aire puro no le har dao, eso s, bien abrigado insisti la viudaKorlov antes de arrastrarles a uno de sus interminables paseos.

    Padre e hijo mostraron su admiracin ante el Palacio de Invierno. Tambinse sorprendieron por la belleza de algunas calles que les recordaban a Pars.

    La viuda Korlov se enorgulleca de su ciudad, y presuma de la alegra de sushabitantes.

    El alma de la ciudad son los estudiantes, ellos llenan de risas las tabernas ylas calles. Algunos los consideran pendencieros, pero puedo asegurar que son

  • buenos inquilinos y pagan con puntualidad. En diez aos slo he tenido que echara uno de mi casa.

    El otro inquilino de la casa result ser un joven serio, de gesto adusto, quepasaba todo su tiempo en la universidad o encerrado en su cuarto, estudiando. Noera muy hablador pero se mostraba corts. La viuda Korlov les haba contadoque el joven Andri era hijo de un herrero que estaba sacrificando su escasafortuna para que su primognito estudiara una carrera.

    Las dos viudas trataban a Andri con afecto, lo mismo que a ellos; una y otrahacan lo posible para que sus inquilinos se sintieran como en su propia casa.

    Fueron tambin Raisa y su hermana Alina quienes ay udaron a Isaac a colgaren perchas los abrigos y a airearlos; Alina incluso se ofreci a coser un par deforros que se haban descosido.

    Le ser ms difcil llevarlos en las perchas, pero si los vuelve a colocar enel bal se arrugarn y olern a rancio explic Alina.

    Con la ayuda de Samuel logr colocar los abrigos y chaquetas en el carro. Laviuda Korlov le haba prestado unas sbanas viejas para que no se mancharan,adems la mercanca quedara tapada y no despertara la codicia de los ladrones.

    Por fin, a las cuatro en punto de la tarde de aquel jueves del invierno ruso, yacompaado por Samuel, se present en la elegante mansin de los Goldanski.

    En esa ocasin los sirvientes no los recibieron con desconfianza. Tenanrdenes de su amo de acompaarles de inmediato al interior de la casa.

    Mientras aguardaban en una sala a que apareciera el profesor Goldanski,Isaac, nervioso, pasaba los dedos por algunas de las pieles que haba depositadoen las sillas de la estancia.

    El corazn le lati con ms fuerza cuando apareci Goldanski seguido de unamujer ms joven que l.

    Mi esposa, la condesa Yekaterina.Padre e hijo le hicieron una profunda reverencia impresionados por el ttulo

    y, sobre todo, por su porte elegante. Tiene la piel como la porcelana pens Isaac admirando la tez

    blanqusima de la condesa y la figura de una jovencita.Conoc a su padre. Siempre fue bien recibido en nuestra casa, y usted

    tambin lo es. Este pequeo es su hijo?S, condesa Samuel, saluda a la condesa.Samuel intent una torpe reverencia, pero la condesa le cogi de la mano

    obligndole a incorporarse.Tienes la edad de mi nieto. Algn da debes venir a jugar con l.Bien, querida, examina las prendas de nuestro amigo Isaac antes de hacer

    pasar a tus amigas.Isaac contuvo la respiracin hasta que la condesa termin de inspeccionar

    prenda por prenda.

  • Hay abrigos muy bonitos, creo que comprar alguno, estoy segura de quea las damas que ahora mismo aguardan expectantes tambin les gustarn.

    Unos minutos despus las amigas de la condesa entraron en el saln. Todasvestan elegantemente, y parloteaban despreocupadas, ansiando ver esasmaravillas que les haba anunciado la condesa Yekaterina.

    La tarde no pudo ser ms provechosa. Regresaron a la pensin de las viudassin una sola prenda. La condesa y sus amigas las haban comprado todas yconminaron a Isaac a que trajera ms abrigos de Pars.

    Incluso telas, encajes, o algn vestido sugirieron las seoras, ansiosasadmiradoras de la moda de la capital francesa.

    De camino a la pensin, Isaac compr unas flores para las viudas. Aquellanoche ellas se mostraron ms generosas a la hora de servir las raciones de lacena.

    San Petersburgo no se les antojaba hostil, a pesar de que los peridicoscontinuaban publicando artculos contra los judos. Pero tanto Isaac como Samuelsentan un cierto alivio de no tener que enfrentarse al recuerdo permanente de ladesgracia que se haba cebado con ellos. Si se hubieran quedado en su shtetlprximo a Varsovia no habran logrado enderezar sus vidas.

    No, no podan olvidar a Sofa, ni a Esther, ni a la rebelde Anna, ni al pequeoFriede, pero al menos en San Petersburgo haba momentos en que dejaban depensar en ellos y eso les permita sobrevivir.

    Con la venta de los abrigos Isaac pensaba comprar ms pieles que llevara aPars, no slo para vender, sino tambin para que monsieur Elas leconfeccionara nuevas prendas para traer a San Petersburgo. Tambin pensabainvertir en telas. Si las cosas iban bien, Samuel podra llegar a estudiar en launiversidad. Estaba seguro de que el profesor Goldanski le recomendara, y a queen las universidades haba una cuota para la admisin de judos. La Universidadde San Petersburgo permita un tres por ciento de alumnos judos. Pero Goldanskise haba hecho un nombre entre las familias ilustres. Sus conocimientos dequmica y de botnica los haba dedicado a la elaboracin de medicinas. Esto lehaba granjeado la animadversin de algunos boticarios, pero la eficacia de susbrebajes era tal que su profesionalidad era respetada incluso entre miembros dela corte, algunos de los cuales se haban empeado en que el clebre qumicopudiera dejar constancia de sus conocimientos en la universidad, adonde erainvitado con cierta asiduidad, de ah que muchos le llamaran profesor.

    Los das transcurran y la vida de Isaac y Samuel cada vez era ms apacible.No deseaban ms de lo que tenan. Las viudas Korlov los cuidaban con afecto, ySamuel pareca recuperado gracias a las comidas de Raisa y a los jarabes delprofesor Goldanski, al que visitaban de cuando en cuando.

  • As que vais a la sinagogaS, profesor, quiero que mi hijo no olvide quines somos.Crea que estbamos de acuerdo en que lo mejor para los judos era ser de

    donde vivimos. En nuestro caso, rusos.Y as es como pienso, pero por ser rusos hemos de dejar de creer en

    nuestro Dios? Hemos de renunciar a nuestros libros? Hemos de renunciar asoar que el ao prximo estaremos en Jerusaln? Antes crea que para serbuenos rusos debamos renunciar a todo esto, pero ahora pienso que podemos serrusos y judos sin traicionar a nuestra patria ni a nuestro Dios.

    Sueos, palabras, libros! Isaac, la vida es muy corta, no da para mucho.No hace falta exhibir las creencias. Fijaos en m Nac en Varsovia, y si nohubiera sido por el empeo de mi padre, no habra pasado de hacer mejunjes enla botica Vine a San Petersburgo, estudi, me abr camino, luego conoc a lacondesa, me cas y soy rico. Creis que habra podido tener una esposa comola condesa si me hubiera empeado en ser slo un judo? Ella fue muy valienteenfrentndose a su familia para casarse conmigo. Lo menos que he podido hacerpor ella es comportarme como espera de m.

    Y no esperaba que un judo fuera judo? Nada ms hacer la pregunta searrepinti. Haba sido una impertinencia que el profesor, su benefactor, nomereca.

    Gustav Goldanski le mir fijamente antes de responder. El brillo de sus ojosmostraba que estaba molesto, pero el tono de su voz no reflejaba ningunaemocin.

    Lo que esperaba era que no fuera diferente, o que al menos no llevara esadiferencia hasta hacer imposible la vida que tenemos. Soy ruso, me siento ruso,pienso en ruso, lloro en ruso, me emociono en ruso, amo en ruso. Hace tiempoque olvid el lenguaje familiar, aquellas palabras que slo servan paraentendernos entre nosotros los judos. Llevo a Dios en mi corazn y le pido que semuestre misericordioso conmigo, pero no le honro ms por recitar determinadasplegarias o guardar el sabbat.

    La ley de Dios es sagrada se atrevi a replicar Isaac.No estoy seguro de que Dios hay a dado instrucciones sobre tantas

    pequeas cosas hasta organizar cada hora de nuestras vidas. Creo que espera otracosa de nosotros. Es ms difcil hacer el bien, mostrarse generoso con quien nadatiene, sentir piedad por los que sufren, ay udar a los que lo necesitan sa es lamanera en que intento honrar a Dios, y no os dir que siempre lo consigo, soyslo un hombre.

    No quiero que mi hijo crezca sin saber quin es respondi Isaac.Vuestro hijo es quien es porque ya es, y no es otra cosa que lo que siente en

    su corazn. No, no os confundis, no creo que haya que renunciar a ser judopara ser ruso, slo que an no hemos sido capaces de encontrar la manera de ser

  • ambas cosas a la vez sin que una parte desconfe de la otra. Yo he hecho misrenuncias, quiz vos logris la sntesis. Ojal!

    Se hicieron buenos amigos. Y rara era la semana en que Isaac no se reunieracon el profesor. Les gustaba hablar, discutir, especular.

    En alguna ocasin la condesa Yekaterina invitaba a Samuel a compartir losjuegos de su nieto. Samuel congeni pronto con Konstantin, que tena un carcterabierto y generoso como su abuelo.

    Gustav Goldanski y la condesa Yekaterina haban tenido un solo hijo, Boris,dedicado a la diplomacia en nombre del zar. Casado con Gertrude, una noblealemana, les haban dado dos nietos a sus padres: Konstantin, el mayor, y lapequea Katia. Formaban una familia dichosa hasta que la mala suerte se cruzen el camino de Boris y Gertrude cuando participaban en una carrera de trineos.Sufrieron un accidente en el que Gertrude muri en el acto y Boris, unos dasdespus, dejando hurfanos a Konstantin y Katia, que desde entonces vivan consus abuelos.

    Samuel admiraba al profesor Goldanski. Quera ser como l, adquirir suposicin, pero sobre todo tener la valenta de romper con el judasmo. Isaacatisbaba que para su hijo tenan ms valor las opiniones del profesor que lassuyas. Le dola, pero no manifestaba su contrariedad, y en el fondo de su alma locomprenda. Cmo no admirar a un hombre que todo se lo deba a su talento einteligencia y que nunca haba hecho dao a ningn semejante? No, no podaculpar al profesor Goldanski de la admiracin que le profesaba su hijo. Tampocopoda culpar a Samuel de su deseo de romper con la religin de sus may ores. Elchico haba perdido a su madre y a sus hermanos por ser judos, y desde su mstierna infancia haba sentido que los dems consideraban a los judos como seresperniciosos a los que mantener apartados. Samuel ansiaba ser como los dems, yeso era lo que el bueno de Gustav Goldanski haba conseguido: ser slo ruso.

    Quiz guiado por esa admiracin hacia el profesor Goldanski y por la amistadque le una a Konstantin, Samuel soaba con poder sortear el destino. Saba que apesar del empeo de su padre para que fuera a la universidad, lo ms fcil paral sera continuar con el negocio familiar convirtindose en tratante de pieles.

    Un ao despus del asesinato del zar Alejandro II, su sucesor, Alejandro III,promulg los Reglamentos Provisionales, un conjunto de reglas encaminadas adificultar todava ms la situacin de los judos en el imperio ruso. Esto provocque muchos judos comenzaran a pensar en emigrar; algunos pusieron rumbo aEstados Unidos, otros a Inglaterra, otros muchos a Palestina, pero se no era elcaso de Isaac, que se iba defendiendo con el negocio de las pieles.

  • Si yo fuera judo me ira de aqu. La afirmacin de Andri sorprendi alas viudas Korlov tanto como a Isaac y a Samuel.

    Las viudas y sus huspedes se encontraban compartiendo la comida deldomingo. Alina haba comentado que una familia de judos que ella conocahaba vendido todos sus bienes para marcharse a Estados Unidos, cuando Andri,que siempre se mostraba cauto, hizo esa afirmacin mientras engulla el guiso decarne que Raisa haba preparado.

    Por qu? quiso saber Alina.Porque aqu no los quiere nadie, los rusos no somos ciudadanos, pero

    ellos an son menos que nosotros afirm Andri.Andri! Cmo dices esas cosas? Si alguien te oy era le recrimin

    Raisa.Oh! Ya me cuido de no decir lo que no debo, pero me sorprende que el

    bueno del seor Isaac se conforme con las migajas que recibe de nuestroimperio dijo mientras pasaba su mirada de Isaac a Samuel.

    Madre Santsima! No digas esas cosas! Raisa pareca asustada.Lo siento, seora Korlov, tiene razn, no debera haber dicho nada se

    disculp Andri.Por qu no? A m s me interesa conocer tu opinin terci Alina Korlov.Slo faltabas t, hermana! Hay cosas de las que no se debe hablar, y entre

    ellas est criticar a nuestro gobierno. No permitir que nadie diga nadainconveniente afirm Raisa, enfadada.

    A nosotros no nos molestan las opiniones de Andri afirm Isaac en unintento por mostrarse conciliador.

    A quien le molestara es al mismsimo zar si pudiera escucharle. No quieroque nadie hable de poltica en esta casa. Te tena por una persona prudente dijoRaisa mirando fijamente a Andri.

    Siento haberla disgustado, no volver a pasar.Andri se disculp y solicit el permiso de Raisa para levantarse de la mesa y

    retirarse a su cuarto a estudiar.La viuda Korlov se lo dio con evidente mal humor.Alina, no deberas introducir temas de conversacin que susciten

    problemas dijo Raisa mirando a su hermana mayor.Es que ni siquiera podemos hablar con confianza entre las paredes de esta

    casa? La Ojrana no tiene odos aqu respondi Alina.La Ojrana tiene odos en todas partes. Bastante nos significamos y a

    teniendo a judos entre nuestros huspedes respondi Raisa sin darse cuenta delrictus de amargura que afloraba en el rostro de Samuel.

    Isaac permaneca en silencio mientras las dos hermanas discutan. Tema quela conversacin transcurriera por unos derroteros que pudieran perjudicar a suhijo y a l mismo. En los ltimos das haba notado ms nerviosa a Raisa. Los

  • Reglamentos Provisionales decretados por el gobierno del zar Alejandro IIIhaban mermado y a de por s los escasos derechos de los judos, a los que ahorase poda expulsar de sus lugares de residencia sin motivo alguno, adems deponer may ores dificultades a su acceso a la educacin en las universidades eincluso prohibirles el ejercicio de algunas profesiones. Pero a pesar de todo esto,Isaac se senta seguro bajo la proteccin de Gustav Goldanski y prefera nohacerse notar en exceso e ir sobreviviendo.

    Aquella noche, de regreso a su cuarto, Samuel pregunt a su padre si ellostambin se iran a Estados Unidos.

    Nosotros no, estamos bien como estamos. Cmo podra ganarme la vidaall?

    Pero Andri ha dicho que los judos cada da valemos menos Yo tambinhe escuchado que el zar nos odia, y algunos compaeros de la escuela murmuransobre lo que est pasando Padre, por qu no dejamos de ser judos de una vezpor todas?

    Isaac volvi a explicar a su hijo que la indignidad estaba en quienesperseguan a los judos por su condicin religiosa y que deba aprender a respetarel derecho de cada hombre a creer en su Dios y decir sus oraciones como suspadres les haban enseado a hacerlo.

    A tu madre no le gustara orte hablar as. Has olvidado cuanto te ense?La mataron por ser juda respondi Samuel intentando contener las

    lgrimas.Su padre no respondi, lo abraz fuerte y le acarici el pelo, luego le mand

    que se acostara, pero Samuel no poda dormir.S que en Estados Unidos tambin hace fro, necesitarn pieles como aqu.

    Podras vendrselas.No es tan fcil, desconozco cmo funciona all el negocio de las pieles.

    Tampoco conocemos a nadie. No, no iremos; no voy a exponerte a mscalamidades. Es cierto que en Rusia a los judos apenas nos toleran, pero almenos nosotros hemos encontrado el amparo del profesor Goldanski y ahora lascosas nos van bien, no podemos quejarnos. Lo nico que debemos hacer esmostrarnos prudentes y no hacernos notar.

    Padre, tienes miedo?Isaac no supo qu responder a la pregunta de Samuel. S, tena miedo. Miedo

    a lo desconocido, a no poder proteger a su hijo. An tena edad para emprenderuna nueva vida, estaba en la mitad de la treintena, pero no quera arriesgarse.

    Cuando seas may or comprenders que quedarnos aqu fue una buenadecisin. Somos rusos, Samuel, y extraaramos nuestra patria.

    Somos judos, eso es lo que somos, as es como nos ven los dems.Somos rusos, hablamos, sentimos, sufrimos como rusos.Pero no rezamos como rusos y t mismo, padre, te empeas en que no

  • olvide el yiddish y me obligas a acudir a la sinagoga para que el rabino meensee hebreo replic Samuel.

    S, y tambin insisto en que aproveches las clases de ingls y de alemn.Algn da, Samuel, a nadie le preguntarn en qu cree o a quin reza, y todos loshombres seremos iguales.

    Cundo ser eso?Algn da y a lo vers.Eso es lo que dice el abuelo Elas.Y tiene razn. Ahora duerme.

    Fueron sorteando los aos con la proteccin de Gustav Goldanski.Isaac viajaba una vez al ao a Pars, en cuanto asomaba la primavera.

    Siempre acompaado por Samuel, para complacer a su abuelo Elas.El hombre no haba logrado recuperarse de la prdida de su hija Esther y

    suplicaba a Isaac que se quedaran a vivir con l en Pars, pero Isaac siemprerechazaba la peticin de su suegro.

    Y de qu bamos a vivir? No, no sera justo convertirnos en una carga.Cada hombre tiene que labrarse su destino, y el nuestro est en Rusia, somosrusos, aqu seramos extranjeros.

    Pero en Rusia tambin somos extranjeros responda Samuel, allsomos menos que nada.

    No es que Samuel quisiera dejar San Petersburgo. Haba llegado a amaraquella ciudad ms que ningn otro lugar del mundo, pero sus sueos estabanrepletos de sobresaltos, de miedo, del rostro de su madre ensangrentado, de sushermanos gritando. De manera que su corazn estaba dividido entre el deseo deemular a Gustav Goldanski y la tranquilidad que respiraba en Pars al abrigo desu abuelo Elas. Tambin fantaseaba con Estados Unidos. Uno de sus mejoresamigos haba emigrado con su familia a aquel lejano pas.

    Fue durante esos viajes a Francia cuando empez a tomar conciencia de lasideas de Karl Marx y de un ruso preeminente, Mijal Bakunin; ambos ya habanmuerto, pero haban sembrado sus ideas por toda Europa.

    Elas le prestaba los escritos de estos hombres, y no era extrao que algunosamigos de su abuelo se enzarzaran en largas discusiones en la trastienda del taller.Unos defendan las ideas de Karl Marx, otros se declaraban fervientes partidariosde Bakunin, y a pesar de que unos y otros defendan la igualdad, a tenor de laviolencia de sus disensiones saltaba a la vista que sus posiciones eranirreconciliables. Y all en aquella trastienda Samuel fue recibiendo una inopinadaeducacin poltica en torno al socialismo y el anarquismo.

    Con el paso del tiempo comprendi que tanto su abuelo como su padresimpatizaban con Marx aunque procuraban mantener sus ideas ocultas a ojos de

  • los dems.Aquellos veranos en la casa de su abuelo tambin sirvieron para que no

    olvidara el francs, la lengua de su madre. Tambin fue en Pars donde seenamor por primera vez, apenas recin cumplidos los diecisis aos. Brigittetena dos largas trenzas del color del trigo y unos enormes ojos castaos que ledejaban paralizado cuando le miraban. Trabajaba en la panadera de su padre, auna manzana del taller del abuelo Elas. Samuel siempre insista en encargarse decomprar el pan.

    Un mostrador de latn le separaba de Brigitte, a la que observaba junto alhorno con las mejillas teidas de harina.

    Nunca intercambiaron ms que sonrisas, pero Samuel senta que se leaceleraba el corazn cada vez que la vea.

    Sin embargo no fue slo l quien se enamor. Una tarde en la que el abueloElas le pidi que lo acompaara a llevar unos abrigos a la esposa de un abogadoque viva en la orilla derecha del Sena, tropezaron inesperadamente con Isaac.Estaba acompaado de una mujer de mediana edad con la que parecacompartir una gran intimidad puesto que iban agarrados del brazo. Hablaban yrean, parecan felices, aunque el gesto de Isaac cambi bruscamente cuando sedio de bruces con su hijo y con su suegro, que le crean visitando a unos clientes.

    Ante la mirada inquisitiva de Elas y el asombro de Samuel, Isaac no pudoocultar su nerviosismo.

    Samuel!Hola, padreIsaac acert a murmurar el abuelo Elas.Despus de unos segundos en silencio, fue la mujer quien comenz a hablar.As que t eres Samuel. Tena muchas ganas de conocerte, tu padre no deja

    de hablar de ti. Est muy orgulloso por lo mucho que estudias, dice que llegarsmuy lejos. Y supongo que usted es monsieur Elas. Es un honor saludarle, s queno slo es el mejor peletero de Pars, sino un buen hombre.

    La mujer les sonri y tanto Samuel como el abuelo Elas se sintierondesarmados por aquella sonrisa franca.

    Y usted es? comenz a preguntar el abuelo Elas.Marie Dupont, soy modista, trabajo para la tienda de monsieur Martel, all

    conoc a Isaac.Marie no era guapa, aunque tena un rostro agradable. Haba que mirarla dos

    veces para encontrarla atractiva, y a que a simple vista el cabello castao, losojos castaos y la figura ligeramente rellena no eran ningn reclamo. Fue ella laque logr con su charla que los hombres se sosegaran.

    Cuando Elas se excus por tener que marcharse para entregar los abrigosque llevaba, Marie propuso acompaarlos, y as los cuatro pasaron buena partede la tarde recorriendo Pars. Al llegar la hora de despedirse, Marie volvi a

  • sorprenderlos cuando los invit a merendar el domingo siguiente.Vivo con mi madre en el Marais, nuestra casa es humilde, pero nadie hace

    las tartas de manzana como ella.No se comprometieron a ir pero tampoco rechazaron la invitacin. Una vez

    Marie se hubo marchado, Isaac intent explicarse ante su suegro y su hijo.Marie es una buena amiga, nada ms.Yo nada te he preguntado respondi el abuelo Elas sin ocultar por ms

    tiempo su enfado.Cuando por fin llegaron a casa, Elas se encerr en su habitacin y no quiso

    salir para cenar. Isaac y Samuel cenaron mano a mano, al principio en silencio.Padre, por qu se ha enfadado el abuelo?Supongo que por Marie respondi Isaac con sinceridad.Es es bueno, vas a casarte con ella?No voy a ca