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  • Manfredi relata en estas tres novelas la vida de un hombre implacable queluch por un poderoso sueo: convertir el mundo conocido en una solanacin bajo su mando. Asistimos a la conquista de Asia y al momento enque Alejandro Magno corta el nudo gordiano en Anatolia: quien lo deshicieradominara el confn del mundo.

    l y sus hombres derrotan al poderoso Daro, rey de los persas. Las tropasvictoriosas avanzan hasta Egipto, donde el orculo de Amn le revela suorigen divino y su destino de gloria inmortal.

    Alxandros no es solo el relato de una vida excepcional, es tambin lahistoria de Filipo, padre de Alejandro, que fue asesinado misteriosamente ynunca fue vengado, as como de su madre Olimpia. Y es, adems, lahistoria de amor de Alejandro y Roxana, nica mujer que podr salvarlo dela terrible soledad que padece.

  • Valerio Massimo Manfredi

    AlxandrosAlxandros - 00

  • ALXANDROS I.EL HIJO DEL SUEO

  • Et siluit terra in conspectu eius( Y la tierra enmudeci en su presencia ).

    1 Macabeos, 1:3

  • Antecedentes

    Los cuatro magos suban a paso lento los senderos que conducan a la cumbrede la Montaa de la Luz: llegaban de los cuatro puntos cardinales tray endo cadauno una alforja con las maderas perfumadas destinadas al rito del fuego.

    El Mago de la Aurora llevaba un manto de seda rosa con matices de azul ycalzaba sandalias de piel de ciervo. El Mago del Crepsculo llevaba unasobrevesta carmes jaspeada de oro, y de los hombros le colgaba una larga estolade biso recamada con idnticos colores.

    El Mago del Medioda vesta una tnica de prpura adamascada con espigasde oro y calzaba unas babuchas de piel de serpiente. El ltimo de ellos, el Magode la Noche, iba ataviado con lana negra, tej ida con el velln de corderosnonatos, constelada de estrellas de plata.

    Caminaban como si el ritmo de su andadura fuese marcado por una msicaque slo ellos podan or y se acercaban al templo con paso acompasado,recorriendo distancias iguales, aunque uno suba un repecho pedregoso, el otroandaba por un sendero llano y los ltimos avanzaban por el lecho arenoso de rosya secos.

    Se encontraron ante las cuatro puertas de entrada de la torre de piedra en elmismo instante, justo en el momento en que el alba vesta de una luz perlina elinmenso territorio desierto de la planicie.

    Se inclinaron mirndose al rostro a travs de los cuatro arcos de entrada yacto seguido se acercaron al altar. El primero en dar comienzo al ritual fue elMago de la Aurora, que coloc en cuadrado unas ramas de madera de sndalo;le sigui el Mago del Medioda que aadi, en sentido oblicuo, unas ramitas deacacia formando pequeos haces. El Mago del Crepsculo amonton sobreaquella base maderas descortezadas de cedro, recogidas en el bosque del monteLbano. Por ltimo, el Mago de la Noche puso encima unas ramas peladas ysecas de encina del Cucaso, madera castigada por el rayo, secada por el sol delas alturas. Acto seguido los cuatro extrajeron de las alforjas los slices sagrados ehicieron saltar al mismo tiempo azuladas chispas en la base de la pequea

  • pirmide hasta que el fuego comenz a arder, primero dbil, tmidamente, peroluego cada vez ms intenso y brioso; las lenguas rojas se tornaron azules y casiblancas, hasta que finalmente fueron semejantes en todo al Fuego del cielo, alaliento divino de Ahura Mazda, dios de verdad y de gloria, seor del tiempo y dela vida.

    Slo la voz pura del fuego murmuraba su arcana poesa dentro de la grantorre de piedra; ni siquiera se oa el respirar de los cuatro hombres inmviles enel centro de su inmensa patria. Contemplaban arrobados cmo la sagrada llamatomaba su forma de la simple arquitectura de las ramas colocadas artsticamentesobre el altar de piedra, tenan su mirada fija en aquella luz pursima, en aquelladanza maravillosa de luz, elevando su plegaria por el pueblo y por el Rey. ElGran Rey, el Rey de Reyes que se sentaba lejos, en la resplandeciente sala de supalacio, la inmortal Perspolis, en medio de un bosque de columnas pintadas deprpura y de oro, custodiado por toros alados y leones rampantes.

    El aire a aquellas horas de la maana, en aquel lugar mgico y solitario,estaba calmado, tal como deba ser a fin de que el Fuego celeste tomara lasformas y los movimientos de su naturaleza divina, que siempre lo empuja hacialo alto para unirse con el Empreo, su fuente originaria.

    Pero de golpe sopl una fuerza poderosa sobre las llamas y las apag. Ante lamirada estupefacta de los magos, tambin las brasas quedaron convertidas ennegro carbn.

    No hubo ninguna otra seal ni sonido, salvo el fuerte chillido del halcn queascenda por el vaco cielo, ni hubo tampoco ninguna palabra. Los cuatrohombres se quedaron estupefactos junto al altar, afectados por un triste presagio,derramando lgrimas en silencio.

    En aquel mismo instante, muy lejos, en un remoto pas de Occidente, unamuchacha se acercaba, temblando, a las encinas de un antiguo santuario con elfin de solicitar una bendicin para el hijo que senta moverse por primera vez ensu seno. El nombre de la muchacha era Olimpia. El nombre del nio lo revel elviento que soplaba impetuoso entre las ramas milenarias y agitaba las hojasmuertas a los pies de los gigantescos troncos. El nombre era:

    ALXANDROS!

  • 1

    Olimpia se haba dirigido al santuario de Dodona por una extraa inspiracin,por un presagio que la haba visitado en sueos mientras dorma al lado de sumarido, Filipo, rey de los macedonios, ahto de vino y de comida.

    So que una serpiente reptaba lentamente a lo largo del corredor y queluego entraba silenciosamente en el aposento. Aunque ella la vea, no podamoverse, as como tampoco gritar ni escapar. Los anillos del gran reptildeslizbanse por el suelo de piedra y las escamas relucan con reflejos cobrizos ybroncneos bajo los rayos de la luna que entraban por la ventana.

    Por un momento haba deseado que Filipo se despertase y la tomase entre susbrazos, le diese calor contra el pecho fuerte y musculoso, la acariciase con susgrandes manos de guerrero, pero su mirada enseguida volvi a posarse sobre eldrakon, sobre aquel animal portentoso que se mova como un fantasma, comouna criatura mgica, una de sas que los dioses despiertan por simple placer delas entraas de la tierra.

    Extraamente, ya no le produca miedo ni senta ninguna repugnancia; esms, se senta cada vez ms atrada y casi fascinada por aquellos movimientossinuosos, por aquella potencia silenciosa y llena de gracia.

    La serpiente se introdujo bajo las mantas, se desliz entre sus piernas y suspechos y ella sinti que la haba posedo, ligera y framente, sin causarle elmenor dao, sin ninguna violencia.

    So que su semen se mezclaba con el que el marido haba expelido yadentro de ella con la fuerza de un toro, con la fogosidad de un verraco, antes decaer vencido por el sueo y el vino.

    Al da siguiente el rey se puso la armadura, comi carne de jabal y queso deoveja en compaa de sus generales y parti para la guerra. Una guerra contraun pueblo ms brbaro que sus macedonios: los tribalos, que se vestan con pielesde oso, se cubran la cabeza con gorras de piel de zorro y vivan a orillas del roIstro, el ms grande de Europa.

    Se haba limitado a decirle:

  • Recuerda ofrecer sacrificios a los dioses mientras yo est ausente yconcibe un hijo varn, un heredero que se parezca a m.

    Luego mont sobre su caballo bayo y se lanz al galope con sus generales,haciendo retumbar el patio bajo los cascos de los caballos de batalla, hacindoloresonar con el fragor de las armas.

    Tras su partida, Olimpia tom un bao caliente y, mientras sus doncellas ledaban masaje en la espalda con esponjas empapadas en esencias de jazmn y derosas de Pieria, mand llamar a Artemisia, su nodriza, una anciana de buenafamilia, de enormes pechos y estrecho talle, que se haba trado de Epiro al venirpara unirse en matrimonio con Filipo.

    Le cont el sueo y le pregunt:Mi querida Artemisia, qu significa?Hija ma, los sueos son siempre mensajes de los dioses, pero pocos son los

    que saben interpretarlos. Creo que deberas dirigirte al ms antiguo de nuestrossantuarios; consulta al orculo de Dodona, en nuestra patria, Epiro. All lossacerdotes se transmiten desde tiempos inmemoriales cmo leer la voz del granZeus, el padre de los dioses y de los hombres, que se manifiesta cuando el vientopasa a travs de las ramas de las milenarias encinas del santuario, o bien cuandohace susurrar sus hojas en primavera o en verano, o las agita ya secas en torno alos raigones durante el otoo o el invierno.

    Y as, pocos das despus, Olimpia emprendi viaje camino del santuarioerigido en un lugar de imponente grandiosidad, en un valle verdeante enclavadoentre boscosos montes.

    Decase de aquel templo que era uno de los ms antiguos de la tierra: dospalomas haban emprendido el vuelo de la mano de Zeus cuando huboconquistado el poder tras expulsar del cielo al padre Cronos. Una haba ido aposarse sobre una encina de Dodona, la otra sobre una palmera del oasis de Siwa,entre las ardientes arenas de Libia. En aquellos dos lugares, desde entonces, podaorse la voz del padre de los dioses.

    Qu significa el sueo que he tenido? pregunt Olimpia a los sacerdotesdel santuario.

    stos se hallaban sentados en crculo en unos asientos de piedra, en medio deun verdsimo prado florido de margaritas y rannculos, y estaban escuchandosoplar el viento que agitaba las hojas de las encinas. Hubirase dicho quetotalmente arrobados.

    Uno de ellos dijo por fin:Significa que el hijo que nazca de ti descender de la estirpe de Zeus y de

    un mortal. Significa que en tu seno la sangre de un dios se ha mezclado con lasangre de un hombre.

    El hijo que des a luz resplandecer con una energa maravillosa, pero lomismo que las llamas que arden con luz ms intensa queman las paredes del

  • candil y consumen ms deprisa el aceite que las alimenta, as tambin su almapodra quemar el pecho que la alberga.

    Recuerda, reina, la historia de Aquiles, antepasado de tu gloriosa familia: lefue concedido elegir entre una vida breve y gloriosa y otra larga pero oscura.Eligi la primera: sacrific la vida a cambio de un instante de luz cegadora.

    Es ste un destino ya escrito? pregunt Olimpia temblando toda ella.Es un destino posible repuso otro sacerdote. Los caminos que un

    hombre puede recorrer son muchos, pero algunos hombres nacen dotados de unafuerza distinta, que proviene de los dioses y que trata de retornar a ellos. Guardaeste secreto en tu corazn hasta que llegue el momento en que la naturaleza de tuhijo se manifieste en su plenitud. Entonces preprate para todo, incluso paraperderle, porque hagas lo que hagas no conseguirs impedir que se cumpla sudestino, que su fama se extienda hasta el ltimo confn del mundo.

    No haba terminado an de hablar cuando la brisa que soplaba entre elramaje de las encinas se transform de repente en un fuerte y clido viento delSur: en poco rato alcanz una fuerza tal que dobl las copas de los rboles yoblig a los sacerdotes a cubrirse la cabeza con sus mantos.

    El viento trajo consigo una densa calina roj iza que oscureci enteramente elvalle; tambin Olimpia se arrebuj el cuerpo y la cabeza con el manto,quedndose inmvil en medio del torbellino, como la estatua de una divinidad sinrostro.

    La ventolera pas tal como haba llegado y, cuando la calina se aclar, lasestatuas, las estrellas y los altares que adornaban el recinto sagrado aparecieroncubiertos de una fina capa de polvo rojo.

    El ltimo sacerdote que haba hablado la roz con la punta de un dedo y se laacerc a los labios.

    Este polvo lo ha trado el soplo del viento lbico, aliento de Zeus Amn quetiene su orculo entre las palmeras de Siwa. Es un prodigio extraordinario, unaseal portentosa, porque los dos orculos ms antiguos de la tierra, separados poruna enorme distancia, han hecho or sus voces al mismo tiempo. Tu hijo ha odollamadas que llegan de lejos y tal vez no haya odo el mensaje. Un da lo oir denuevo dentro de un gran santuario rodeado por las arenas del desierto.

    Tras haber escuchado estas palabras, la reina volvi a Pella, la capital de loscaminos polvorientos en verano y fangosos en invierno, esperando con temor yansiedad el da en que naciera su hijo.

    Los dolores del parto comenzaron un atardecer de primavera, tras la puestadel Sol. Las mujeres encendieron los velones y su nodriza, Artemisia, mandllamar a la partera y al mdico Nicmaco, que haba atendido ya al viejo reyAmintas y haba estado a cargo del nacimiento de no pocos vstagos reales, tanto

  • legtimos como bastardos.Nicmaco estaba preparado, sabedor de que ella haba salido de cuenta. Se

    ci el mandil, hizo calentar agua y mand traer otros candeleros para que nofaltase luz.

    Pero dej que fuese la partera la primera en acercarse a la reina, porque unamujer prefiere ser tocada por otra mujer en el momento de traer al mundo a suhijo: slo una mujer comprende el dolor y la soledad en que se alumbra unanueva vida.

    En aquellos momentos, el rey Filipo se encontraba poniendo cerco a la ciudadde Potidea y por nada del mundo habra abandonado a sus tropas.

    Fue un largo y difcil parto porque Olimpia era estrecha de caderas y decomplexin delicada.

    La nodriza le secaba el sudor repitiendo:Aprieta fuerte, nia, empuja! El ver a tu hijo te consolar de todo el dolor

    que debes de estar pasando en estos momentos.Le mojaba los labios con agua de manantial, que las doncellas cambiaban de

    continuo en la copa de plata.Pero cuando el dolor aument hasta hacerle perder casi el sentido, intervino

    Nicmaco, gui las manos de la partera y mand a Artemisia que empujarasobre el vientre de la reina porque a ella le fallaban y a las fuerzas y el niopadeca.

    Apoy el odo sobre la ingle de Olimpia y pudo escuchar cmo ibadisminuy endo la palpitacin del corazoncito.

    Empuja todo lo fuerte que puedas orden a la nodriza. El nio tieneque nacer enseguida.

    Artemisia se apoy con todo su peso sobre la reina que, lanzando un grito msfuerte, pari.

    Nicmaco at el cordn umbilical con un hilo de lino, lo cortinmediatamente con unas tijeras de bronce y lav la herida con vino puro.

    El nio se puso a llorar y l se lo entreg a las mujeres para que le lavasen yvistiesen. Artemisia le mir la carita y se qued completamente extasiada.

    No es una maravilla? pregunt mientras le pasaba por el semblante uncopo de lana empapado en aceite.

    La partera le levant la cabeza y al secrsela no pudo reprimir un ademn deestupor.

    Tiene la pelambrera de un nio de seis meses con unos bonitos reflejosdorados. Se dira un pequeo Eros.

    Entretanto, Artemisia le vesta con una minscula tnica de lino porqueNicmaco no quera que los nios fuesen fajados prietamente tal como seacostumbraba a hacer en la mayor parte de las familias.

    Segn t, de qu color tiene los ojos? pregunt a la partera.

  • La mujer acerc un veln y los ojos del nio se encendieron con un reflejoiridiscente.

    No s, es difcil decirlo. Unas veces parecen azules, otras oscuros, casinegros. Tal vez sea la naturaleza tan distinta de sus progenitores

    Mientras tanto, Nicmaco se ocupaba de la reina que, como ocurre a menudocon las primerizas, perda sangre. Previendo que esto pasase, haba hechorecoger nieve en las pendientes del monte Bermin.

    Hizo con ella varias compresas y las aplic sobre el vientre de Olimpia. Lareina se estremeci, fatigada y exhausta como estaba, pero el mdico no se dejenternecer y sigui aplicndole las compresas heladas hasta que vio cortarse deltodo el flujo de sangre.

    Luego, mientras se quitaba el mandil y se lavaba las manos, la confi alcuidado de las mujeres. Dio permiso para que le cambiasen las sbanas, lelimpiasen el sudor con esponjas suaves empapadas en agua de rosas, le pusiesenuna camisa limpia, que cogieron de su arcn, y le diesen de beber.

    Fue Nicmaco quien le present al pequeo:Aqu tienes al hijo de Filipo, reina. Has dado a luz un nio guapsimo.Finalmente sali al corredor donde aguardaba un j inete de la guardia real en

    traje de viaje.Vamos, corre al encuentro del rey y dile que ha tenido un hijo. Dile que es

    un varn hermoso, sano y fuerte.El j inete se ech el manto sobre los hombros, se puso en bandolera la alforja

    y sali a todo correr. Antes de desaparecer en el fondo del corredor, Nicmacogrit detrs de l:

    Dile tambin que la reina se encuentra bien.El hombre ni siquiera se detuvo y poco despus se oy un relincho en el patio,

    al que sigui un galope que se perdi por las calles de la ciudad sumida en elsueo.

  • 2

    Artemisia tom al nio y lo puso sobre la cama al lado de la reina. Olimpia seincorpor ligeramente sobre los codos, apoy ando la espalda en los almohadones,y le mir.

    Era guapsimo. Tena unos labios carnosos y la carita sonrosada y delicada. Elcabello, de un color castao claro, reluca de reflejos dorados y justo en el centrode la frente tena lo que las parteras llamaban la lamedura del becerro : unmechoncito de pelos de punta y separados en dos.

    Los ojos le parecan azules, pero el izquierdo tena en el fondo una especie desombra que le haca semejar ms oscuro con el cambio de la luz.

    Olimpia le levant, le estrech contra ella y comenz a acunarle hasta quedej de llorar. Luego desnud su pecho para darle de mamar, pero Artemisia seacerc y le dijo:

    Nia, para esto est la nodriza. No estropees tu pecho. El rey no tardar envolver de la guerra y tendrs que estar ms hermosa y deseable que nunca.

    Extendi los brazos para coger al nio, pero la reina no se lo dio, le acost ensu regazo y le dio su leche hasta que se durmi tranquilo.

    Mientras tanto, el mensajero corra a rienda suelta en la oscuridad a fin depresentarse ante el rey lo ms pronto posible. Lleg a medianoche a orillas delro Axios y espole a su caballo por el puente de barcas que una ambas orillas.Cambi el caballo de batalla en Therma, que estaba an a oscuras, y se adentrpor la Calcdica.

    El amanecer le sorprendi en el mar y el vasto golfo se incendi en elmomento de aparecer el sol como un espejo delante del fuego. Trep por elmacizo montaoso del Calauro, en medio de un paisaje cada vez ms spero yagreste, entre inaccesibles riscos que a trechos caan a pico sobre el mar, orladosal fondo por el furioso rebullir de la espuma.

    El rey estrechaba el cerco a la antigua ciudad de Potidea, que desde haca

  • medio siglo se hallaba bajo control de los atenienses, no porque quisieraenfrentarse con Atenas, sino porque la consideraba territorio macedonio y era suintencin consolidar su propio dominio en toda la regin que se extenda entre elgolfo de Therma y el estrecho del Bsforo. En aquel momento, encerrado consus guerreros en el interior de una torre de asalto, Filipo, armado, cubierto depolvo, sangre y sudor, se dispona a lanzar el asalto definitivo.

    Hombres! grit, si os tenis en algo, ste es el momento dedemostrarlo! Regalar el ms hermoso corcel de mis caballerizas al primero quetenga redaos de lanzarse conmigo sobre los muros enemigos, pero, por Zeus, siveo temblar a uno solo de vosotros en el momento decisivo, juro que laemprender con l a vergajos hasta dejarle sin pellejo. Y ser y o quien lo hagapersonalmente. Me habis odo bien?

    Te hemos odo, rey !Entonces vamos! orden Filipo e hizo seal a los servidores de que

    quitaran el seguro a las rganas.El puente se abati sobre las murallas ya desmochadas y a medio demoler

    por las embestidas de los arietes y el rey se abalanz dando gritos y grandesmandobles, tan rpido que resultaba difcil seguirle. Pero sus soldados sabanperfectamente que el soberano mantena siempre sus promesas y se lanzaron enmasa, empujndose unos a otros con los escudos, al tiempo que disparaban a losflancos y almenas abajo a los defensores ya extenuados por el esfuerzo, por lavigilia y el largo cansancio de meses y meses de continuos enfrentamientos.Detrs de Filipo y de su guardia se esparci el resto del ejrcito, entablando undursimo combate con los ltimos defensores que bloqueaban los caminos y lasmismas entradas de las casas.

    A la cada del sol Potidea, de rodillas, peda una tregua.

    El mensajero lleg cuando era casi de noche, tras haber reventado otros doscaballos. Al asomarse por las colinas que dominaban la ciudad vio un hormiguerode fuegos alrededor de las murallas y pudo or el vocero de los soldadosmacedonios que estaban de francachela.

    Dio un espolazo a su caballo y en poco rato lleg al campamento. Pidi serllevado a la tienda del rey.

    Qu te trae? le pregunt el oficial de guardia, uno del norte a juzgar porsu acento. El rey se halla ocupado. La ciudad ha cado y hay una embajadadel gobierno que est negociando.

    Ha nacido el prncipe repuso el mensajero.El oficial se estremeci.Sgueme.El soberano, con armadura de combate, estaba sentado en su tienda, rodeado

  • de sus generales. Detrs de l se hallaba su lugarteniente Antpatro. Alrededor,los representantes de Potidea, ms que negociar, escuchaban a Filipo, que dictabasus condiciones.

    El oficial, sabedor de que su intrusin no iba a ser tolerada, pero que unretraso por su parte en anunciar tan importante noticia habra sido an menostolerado, dijo de un tirn:

    Rey, traigo una noticia de palacio: has tenido un hijo!Los delegados de Potidea, plidos y demacrados, se miraron a la cara y se

    hicieron a un lado levantndose de los escabeles en que les haban hechosentarse. Antpatro se puso en pie con los brazos cruzados sobre el pecho comoquien espera la orden o la palabra del soberano.

    Filipo se qued con la palabra en la boca:Vuestra ciudad tendr que proporcionar un y concluy, con voz

    totalmente demudada: hijo.Los delegados, que no haban comprendido, se miraron de nuevo turbados,

    pero Filipo haba derribado su asiento, tras empujar a un lado al oficial y cogerpor el hombro al mensajero.

    Las llamas de los candeleros esculpan su rostro de luces y sombras cortantes,encendan su mirada.

    Dime cmo es orden con el mismo tono con que ordenaba a susguerreros que se dirigieran a la muerte por la grandeza de Macedonia.

    El mensajero se sinti absolutamente incapaz de dar satisfaccin a aquellapregunta, al darse cuenta de que no tena ms que cuatro palabras que referirle.Se rasc el gaznate y anunci con voz estentrea:

    Rey, tu hijo es un varn hermoso, sano y fuerte!Y t cmo lo sabes? Acaso le has visto?Nunca hubiera osado, seor. Yo me encontraba en el corredor, tal como

    me haban ordenado, con el manto, la alforja en bandolera y las armas. SaliNicmaco y dijo dijo exactamente lo siguiente: Ve corriendo al encuentrodel rey y hazle saber que ha nacido un hijo suyo. Dile que es un varn hermoso,sano y fuerte .

    Te ha dicho si se me parece?El hombre dud, luego repuso:No me lo ha dicho, pero estoy seguro de que se te parece.Filipo se volvi hacia Antpatro que se acerc a l para abrazarle y en aquel

    momento el mensajero record haber odo tambin otras palabras mientrasbajaba corriendo la escalinata.

    El mdico ha dicho tambin queFilipo se volvi de golpe.Qu?Que la reina se encuentra bien concluy el mensajero de un tirn.

  • Cundo ha ocurrido eso?La pasada noche, poco despus de la puesta del Sol. Yo me lanc escaleras

    abajo y me puse en camino. No he parado un solo instante, no he comido nada,slo he bebido de mi cantimplora, no me he bajado del caballo ms que paracambiar de cabalgadura No vea la hora de darte la noticia.

    Filipo retrocedi y le golpe con una mano en el hombro.Dad de comer y de beber a este buen amigo. Lo que quiera. Y dejadle

    dormir en una buena yacija porque me ha trado la mejor de las noticias.Los embajadores se congratularon a su vez con el soberano y trataron de

    aprovechar el momento favorable para cerrar las negociaciones con un resultadoms ventajoso, tras haber mejorado con mucho el humor de Filipo, pero el reyafirm:

    Ahora no.Y sali seguido de su ay uda de campo.Hizo llamar inmediatamente a todos los comandantes de la unidades

    territoriales de su ejrcito, hizo traer vino y quiso que todos bebieran con l.Luego orden:

    Que las trompas llamen a reunin. Quiero a mi ejrcito formado enperfecto orden, tanto a la infantera como a la caballera. Quiero convocarlo parala asamblea.

    En el campamento se oy el resonar de las trompas y los hombres, en partey a ebrios o semidesnudos, acompaados de prostitutas en sus tiendas, sevolvieron a poner en pie, se equiparon con la armadura, empuaron la lanza yfueron, lo ms deprisa posible, a formar filas porque el toque de las trompas eracomo la voz del rey que gritaba en medio de la noche.

    Filipo estaba ya en pie sobre un podio, rodeado de sus oficiales, y cuando lasfilas estuvieron formadas el soldado ms veterano, como era costumbre, grit:

    Para qu nos has llamado, rey? Qu quieres de tus soldados?Filipo se adelant. Luca la armadura de gala de hierro y oro as como un

    manto de color blanco; sus piernas estaban enfundadas en unas botas de mediacaa de plata repujada.

    El silencio fue roto por el bufido de los caballos y la llamada de los animalesnocturnos atrados por los fuegos del campamento. Los generales que estaban allado del soberano podan ver que ste tena el rostro enrojecido, como cuando sesentaba en el vivaque, y los ojos relucientes.

    Hombres de Macedonia! grit. En mi palacio de Pella la reina me hadado un hijo. Yo declaro en presencia vuestra que l es mi legtimo heredero y oslo confo. Su nombre es

    ALXANDROS!

  • Los oficiales ordenaron presentar armas: la infantera levant las sarisas,enormes lanzas de combate de unos diez pies de largo, y la caballera alz haciael cielo un verdadero bosque de jabalinas, mientras los caballos piafaban yrelinchaban mordiendo el freno.

    A continuacin comenzaron todos a cantar rtmicamente el nombre delprncipe: Alxandros! Alxandros! Alxandros!, mientras golpeaban lasempuaduras de las lanzas contra los escudos haciendo ascender su fragor hastalas estrellas.

    Pensaban que as tambin la gloria del hijo de Filipo ascendera, como susvoces, como el estruendo de sus armas, hasta las moradas de los dioses, entre lasconstelaciones del firmamento.

    Una vez disuelta la asamblea, el soberano volvi con Antpatro y sus ay udasde campo a la tienda donde los delegados de Potidea le esperaban an, pacientesy tranquilos. Filipo confes:

    Siento enormemente que Parmenio no se encuentre aqu con nosotros paradisfrutar de este momento.

    El general Parmenio, en efecto, se hallaba en aquel momento acampado consu ejrcito en los montes de Iliria, no lejos del lago de Lychnitis, a fin de asegurartambin en aquella parte las fronteras de Macedonia. Ms adelante hubo quiendijo que, el mismo da en que haba sido anunciado el nacimiento de su hijo,Filipo se haba apoderado de la ciudad de Potidea y haba tenido noticia de otrasdos victorias: la de Parmenio contra los ilirios y la de su tiro de cuatro caballos enla carrera de carros en Olimpia. Por eso los adivinos afirmaron que aquel nio,nacido en un da de tres victorias, sera invencible.

    En realidad, Parmenio derrot a los ilirios a comienzos del verano y pocodespus se celebraron los Juegos Olmpicos y las carreras de carros, pero puededecirse, de todos modos, que Alejandro naci en un ao de maravillososauspicios y que todo haca presagiar que le aguardaba un futuro ms semejanteal de un dios que al de un simple mortal.

    Los delegados de Potidea trataron de reanudar su discurso en el punto en quelo haban dejado, pero Filipo indic a su lugarteniente:

    El general Antpatro conoce perfectamente lo que y o pienso, hablad con l.Pero, seor intervino Antpatro, es absolutamente necesario que el

    rey No le dio tiempo a acabar la frase cuando ya Filipo se haba echado el manto

    sobre los hombros y con un silbido haba llamado a su caballo. Antpatro fue trasl.

    Seor, se han requerido meses de asedio y arduos combates para llegar aeste momento y no puedes

    Claro que puedo! exclam el rey saltando sobre su caballo y dando unespolazo.

  • Antpatro sacudi la cabeza y se dispona a volver al pabelln real cuando lavoz de Filipo le llam.

    Toma! dijo sacndose el anillo del dedo y arrojndoselo. Esto teservir. Firma un buen tratado, Antpatro, pues esta guerra ha costado un ojo dela cara!

    El general cogi al vuelo el anillo real con el sello y se qued durante unosinstantes mirando a su rey, que se iba volando a travs del campamento y salapor la puerta sur. Grit a los hombres de la guardia:

    Seguidle, idiotas! Le dejis irse solo? Moveos, demonios!Y mientras aqullos se lanzaban al galope en su persecucin logr ver an

    durante un momento el blanco del manto de Filipo al lado de la montaa bajo laluz lunar y luego ya nada. Volvi a entrar en la tienda, hizo sentarse a losdelegados de Potidea, cada vez ms perplejos, y pregunt, sentndose a su vez:

    Bien, dnde nos habamos quedado?

    Filipo cabalg toda la noche y todo el da siguiente detenindose tan slo paracambiar de caballo y para beber, al tiempo que lo haca su animal, en lostorrentes o en las fuentes. Lleg a la vista de Pella tras el crepsculo, cuando lasltimas luces del sol tean ya de prpura las cspides lejanas del monteBermin, cubiertas todava de nieve. En el llano galopaban rebaos de caballoscual oleadas marinas y millares de pjaros bajaban a dormir sobre las plcidasaguas del lago Borboros.

    La estrella vespertina comenzaba a brillar tan flgida como para rivalizar enesplendor con la luna que se elevaba lentamente sobre la superficie del mar. Eraaqulla la estrella de los Argadas, la dinasta reinante desde los tiempos deHeracles en aquellas tierras, estrella inmortal, ms hermosa que cualquier otraen el firmamento.

    Filipo detuvo el caballo para contemplarla e invocarla.Asiste a mi hijo le dijo de corazn, hazle reinar despus de m y haz

    reinar despus de l a sus hijos y a los hijos de sus hijos.Luego subi al palacio real, donde no le esperaban, extenuado y baado en

    sudor. Le recibi un alboroto, un susurro de vestidos de mujeres ajetreadas porlos corredores, un tintineo de armas que resonaban en los cuerpos de guardia.

    Cuando se asom a la puerta del aposento, la reina se hallaba sentada sobreun escao, el cuerpo desnudo apenas velado por una enagua jnica fruncida enmil finsimos plieguecillos; la estancia estaba perfumada con rosas de Pieria y lanodriza Artemisia sostena en sus brazos al nio.

    Dos ayudantes le liberaron de la coraza y le descieron la espada para que elrey pudiese sentir el contacto con la piel del nio. Le tom en brazos y le sostuvoa lo largo de su espalda, con la cabeza apoy ada entre el cuello y el hmero.

  • Senta los labios del pequeo apoy ados contra la cicatriz que le pona algo rgidoel hombro, senta el calor y el perfume de su piel de lirio.

    Cerr los ojos y se qued derecho e inmvil en medio de la habitacinsilenciosa. Olvid en aquel momento el fragor de la batalla, el ruido estridente delas mquinas de asedio, el galope furibundo de los caballos. Escuchaba respirar asu hijo.

  • 3

    Al ao siguiente la reina Olimpia dio a luz una nia a la que pusieron pornombre Cleopatra. Se asemejaba a la madre y era muy graciosa, tanto es asque las doncellas se divertan cambindola continuamente de vestido como si deuna mueca se tratara.

    Alejandro, que andaba desde haca ya tres meses, fue admitido en suhabitacin al cabo de varios das de nacer la nia, con un pequeo regalopreparado por la nodriza. Se acerc con circunspeccin a la cuna y se quedmirando a su hermanita lleno de curiosidad, con ojos como platos y la cabezareclinada sobre un hombro. Una doncella se acerc temiendo que el pequeo,celoso de la recin llegada, le hiciese algn desplante, pero l la tom de la manoy la estrech contra s como si comprendiera que aquella criatura estaba unida al por un profundo lazo y que, durante mucho tiempo, sera su nica compaa.

    Cleopatra balbuce algo y Artemisia dijo:Lo ves? Est contentsima de conocerte. Por qu no le das tu regalo?Alejandro se desat entonces del cinturn un arito metlico con unos

    cascabeles de plata y comenz a agitarlo delante de la pequea, que alargenseguida las manitas para cogerlo. Olimpia le miraba emocionada.

    No sera hermoso poder detener el tiempo? observ como si pensara envoz alta.

    Durante un largo perodo despus del nacimiento de sus hijos Filipo se vioenfrascado continuamente en sangrientas guerras. Haba consolidado lasfronteras del norte, donde Parmenio derrotara a los ilirios; al oeste tena el reinoamigo de Epiro en el que reinaba Aribas, el to de la reina Olimpia; al este habasojuzgado con diversas campaas a las belicosas tribus de los tracios extendiendosu control hasta las orillas del ro Istro. A continuacin se haba apoderado de casitodas las ciudades que los griegos haban fundado en sus costas: Anfpolis,Metona, Potidea, y se haba implicado en las guerras intestinas que desgarrabanla pennsula helnica.

    Parmenio haba tratado de ponerle en guardia contra semejante poltica y un

  • da en que Filipo haba convocado al consejo de guerra en la armera del palaciodecidi tomar la palabra.

    Has creado un reino poderoso y slido, seor, y has dado a los macedoniosel orgullo de su nacin; por qu quieres mezclarte en las luchas internas de losgriegos?

    Parmenio tiene raznintervino Antpatro. Estas luchas no tienen ningnsentido. Luchan todos contra todos. Los aliados de ayer se pelean hoy entre sferozmente y el que fuera derrotado hace tan slo dos das se ala con el msodiado de sus enemigos con tal de enfrentarse al vencedor.

    Es cierto admiti Filipo, pero los griegos tienen todo lo que a nosotrosnos falta: el arte, la filosofa, la poesa, el teatro, la medicina, la msica, laarquitectura y sobre todo la ciencia poltica, el arte del gobierno.

    T eres un rey objet Parmenio, no tienes necesidad de ningunaciencia. Te basta con dar rdenes para que todos te obedezcan.

    Mientras no me fallen las fuerzas observ Filipo. Mientras alguien nome clave una daga entre las costillas.

    Parmenio no replic. Recordaba perfectamente que ningn rey de losmacedonios haba muerto nunca en su lecho. Fue Antpatro quien rompi elsilencio, que se haba vuelto pesado como un pedrusco.

    Si lo que precisamente quieres es meter la mano dentro de la boca del lenno puedo disuadirte, pero te aconsejara que actuaras del nico modo que hagaposible contar con una esperanza de xito.

    Es decir?En Grecia no hay ms que una fuerza superior a todos, una sola voz que

    puede imponer el silencioEl santuario de Apolo en Delfos dijo el rey.O mejor dicho, sus sacerdotes y el consejo que los gobierna.Lo s se mostr de acuerdo Filipo. Quien controla el santuario controla

    una gran parte de la poltica de los griegos. El consejo se halla ahora endificultades: ha declarado una guerra sagrada contra los focenses, acusados dehaber cultivado terrenos pertenecientes a Apolo, pero los focenses se hanapropiado del tesoro del templo con un golpe de mano y con las riquezas hanreclutado miles y miles de mercenarios. Macedonia es la nica potencia quepuede hacer cambiar las tornas del conflicto

    Y has decidido entrar en guerra concluy Parmenio.Con una condicin: que si venzo, quiero el puesto y el voto de los focenses

    en el consejo y la presidencia del consejo del santuario.Antpatro y Parmenio comprendieron que el rey no slo tena ya en mente su

    plan sino que lo llevara a cabo a cualquier precio y ni siquiera intentarondisuadirle.

  • Fue un conflicto largo y spero, con opciones por ambos bandos. CuandoAlejandro contaba tres aos, Filipo fue derrotado por primera vez de formaaplastante y se vio obligado a emprender la retirada. Sus enemigos dijeron quehaba huido, pero l repuso:

    No he huido, slo me he echado atrs para tomar impulso y volver aembestir como un carnero enfurecido.

    Aqul era Filipo. Un hombre de una increble fuerza de nimo ydeterminacin, de indomable vitalidad, de espritu penetrante y entusiasta. Perolos hombres as se quedan cada vez ms solos porque pueden dedicarse cada vezmenos a aqullos que les rodean.

    Cuando Alejandro comenz a intuir lo que suceda en torno a l y a darsecuenta de quines eran sus padres, tena cerca de seis aos. Hablaba sin ningunavacilacin y comprenda razonamientos complejos.

    Cuando se enteraba de que su padre estaba en palacio, abandonaba lashabitaciones de la reina y se iba hasta la sala de reuniones donde Filipo celebrabaconsejo con sus generales. Encontraba a stos viejos, llenos de cicatrices por losinfinitos combates que haban librado, y sin embargo apenas si superaban lostreinta aos, a excepcin de Parmenio que desde haca aos superaba lacincuentena y tena el pelo en gran parte cano. Cuando Alejandro le vea, sepona a tararear una cantinela que haba aprendido de Artemisia:

    El viejo soldado que va a la guerracae por tierra, cae por tierra!

    Y luego se arrojaba tambin l por los suelos entre las risas de los presentes.Pero por encima de todo observaba a su padre, estudiaba sus actitudes, su

    modo de mover las manos y de revirar los ojos, el tono y timbre de su voz, lamanera en que dominaba a los ms fuertes y poderosos hombres del reino con lasola fuerza de la mirada.

    Se acercaba a l mientras presida el consejo, pasito a pasito, y cuando msenfervorizado se hallaba en sus discursos o en sus discusiones trataba de subirsesobre sus rodillas como si pensara que en aquel momento nadie le vera.

    Slo en ese punto pareca reparar Filipo en el hijo y le estrechaba contra supecho, sin interrumpirse, sin perder el hilo del discurso, pero no por ello dejabade notar que sus generales cambiaban de actitud, vea sus ojos mirar fijamente alnio y su expresin trocarse en una leve sonrisa, fuera cual fuese el asunto que lestuviera tratando. Tambin Parmenio sonrea pensando en la cantinela y elrevolcn de Alejandro.

    Luego, tal como haba venido, el nio se iba. Unas veces se retiraba a suhabitacin a esperar a que su padre viniera a verle. Otras, tras larga espera, iba a

  • sentarse a uno de los balcones del palacio, clavaba su mirada en el horizonte y sequedaba as, mudo e inmvil, encantado de la inmensidad del cielo y de la tierra.

    Si entonces se le acercaba ligera su madre, vea ella adensarse lentamente lasombra que le oscureca el ojo izquierdo, como si una noche misteriosadescendiera sobre el nimo del principito.

    Las armas le fascinaban, y en ms de una ocasin las doncellas le habansorprendido en la armera real tratando de sacar de la vaina una de las pesadasespadas del rey.

    Un da, mientras observaba maravillado una gigantesca panoplia de bronceque haba pertenecido a su abuelo Amintas III, sinti que le observaban a susespaldas. Se dio la vuelta y se encontr frente a l a un hombre alto y cenceocon una barbita de chivo y dos ojos hundidos y demonacos. Le dijo que sellamaba Lenidas y que era su maestro.

    Para qu? pregunt el nio.El maestro no supo qu responder a aquella primera pregunta de su discpulo.Desde entonces la vida de Alejandro experiment un cambio profundo. Cada

    vez vea menos a su madre y a su hermana y cada vez ms al maestro. Lenidascomenz por ensearle el alfabeto, y al da siguiente le vio escribir su nombrecorrectamente con la punta de un palo en las cenizas del hogar.

    Le ense a leer y a contar, cosa que Alejandro aprenda muy deprisa yfcilmente, aun sin prestar un especial inters. En cambio, cuando Lenidascomenz a contarle historias de dioses y de hombres, historias del origen delmundo, de las luchas de los gigantes y de los titanes, vio que se le iluminaba elrostro y que le escuchaba arrobado.

    Su espritu se senta fuertemente inclinado hacia el misterio y la religin. Unda Lenidas le llev a visitar el templo de Apolo que se alzaba en las cercanasde Therma y le permiti que ofrendara incienso a la estatua del dios. Alejandrolo cogi a manos llenas y lo arroj dentro del pebetero levantando una gran nubede humo, pero el maestro le reprendi:

    El incienso cuesta una fortuna! Podrs malgastarlo de este modo cuandohayas conquistado los pases que lo producen.

    Y dnde estn esos pases? quiso saber el nio, al que le pareca extraoque se pudiera ser avaro con los dioses. Luego pregunt: Es cierto que mipadre es muy amigo del dios Apolo?

    Tu padre ha ganado la guerra sagrada y ha sido nombrado jefe del consejodel santuario de Delfos donde se halla el orculo de Apolo.

    Es cierto que el orculo dice a todos lo que deben hacer?No exactamente contest Lenidas tomando de la mano a Alejandro y

    llevndole al aire libre. Mira, la gente, cuando se dispone a hacer algoimportante, pide consejo al dios, como diciendo: Tengo que hacerlo o no? Y silo hago, qu pasar? . S, cosas de este tipo. Hay adems una sacerdotisa, a la

  • que se llama pitia, por medio de la cual el dios responde, como si empleara suvoz. Comprendes? Pero son siempre palabras oscuras, difciles de interpretar yes por eso por lo que hay sacerdotes: para explicrselas a la gente.

    Alejandro se volvi para mirar al dios Apolo que se ergua sobre el pedestal,rgido e inmvil, con los labios estirados en una extraa sonrisa, y comprendipor qu los dioses tienen necesidad de los hombres para poder hablar.

    En otra ocasin en que la familia real se haba trasladado a Egas, la viejacapital, para ofrecer sacrificios en las tumbas de los antiguos reyes, Lenidas lehizo ver desde una torre de palacio la cima del monte Olimpo cubierta denubarrones de temporal, asaeteada por relmpagos enceguecedores.

    Ves? trat de explicarle, los dioses no son las estatuas que uno admiraen los templos: viven all en lo alto, en una morada invisible. Viven eternamente,se sientan en torno a un banquete, en el que beben nctar y se alimentan deambrosa. Esos relmpagos no son desencadenados sino por Zeus en persona.Pueden caer sobre cualquier mortal y sobre cualquier cosa en cualquier parte delmundo.

    Alejandro mir largo rato, con la boca abierta, la imponente cumbre.Al da siguiente un oficial de la guardia le encontr por un sendero fuera de la

    ciudad caminando a toda prisa en direccin a la montaa.Adnde vas, Alejandro? le pregunt bajando del caballo.All repuso el nio sealando el Olimpo.El oficial le tom en brazos y se lo llev a Lenidas, que estaba demudado del

    espanto y pensaba ya en los horribles castigos a que le habra sometido la reinade haberle sucedido algo al nio.

    Aqul ao Filipo tuvo graves problemas de salud causados por las enormespenalidades que tena que soportar durante las campaas militares y por la vidadesordenada a que se entregaba cuando no estaba en la lnea de combate.

    Alejandro se alegr de ello, porque pudo ver ms a menudo a su padre ypasar muchas horas con l. Fue Nicmaco el encargado de ocuparse de la saluddel soberano y se trajo de su hospital de Estagira a dos asistentes que le ay udarona recoger en los bosques y en los prados de las montaas de los alrededores lashierbas y las races con que preparar los frmacos.

    El rey fue sometido a un rgimen estricto y poco menos que privado porcompleto de vino, a tal punto que se volvi intratable y nicamente Nicmaco seatreva a acercrsele cuando estaba del peor humor.

    Uno de los dos asistentes era un chico de quince aos que se llamabaasimismo Filipo.

    Qutamelo de en medio le orden el soberano. Me fastidia tener a otroFilipo a mi alrededor. Mejor dicho, har lo siguiente: le nombrar mdico de mihijo, bajo tu supervisin, por supuesto.

    Nicmaco acept, acostumbrado como estaba y a a los caprichos de su

  • soberano.Qu hace tu hijo Aristteles? le pregunt un da Filipo mientras beba,

    torciendo el gesto, una pocin de diente de len.Vive en Atenas y sigue las enseanzas de Platn repuso el mdico. Es

    ms, por lo que yo s, est considerado el mejor de sus discpulos.Interesante. Y cul es el asunto de sus investigaciones?Mi hijo es como yo. Le atrae la observacin de los fenmenos naturales

    ms que el mundo de la especulacin pura.Y tiene inters por la poltica?S, ciertamente, pero tambin mostrando una especial inclinacin por las

    distintas manifestaciones de la organizacin poltica ms que por la cienciapoltica propiamente dicha. Rene constituciones y las compara unas con otras.

    Y qu piensa de la monarqua?No creo que sea muy dado a emitir juicios de valor. Para l la monarqua

    es simplemente una forma de gobierno ms tpica de ciertas comunidades que deotras. Como ves, seor, creo que mi hijo est ms interesado en conocer elmundo tal como es que en establecer principios a los que ste debera adecuarse.

    Filipo se ech al coleto el ltimo sorbo de pocin ante la mirada vigilante desu mdico que pareca decir: Todo, todo . Luego se limpi la boca con el bordede la clmide y dijo:

    Tenme informado de ese muchacho, Nicmaco, porque me interesa.As lo har. Tambin me interesa a m, pues soy su padre.En aquel perodo Alejandro frecuentaba a Nicmaco lo ms que poda

    porque era un hombre muy afable y lleno de sorpresas, mientras que Lenidastena un carcter descontentadizo y era terriblemente severo.

    Un da entr en el lugar de trabajo del mdico y le vio mientras auscultaba laespalda de su padre y contaba los latidos del corazn tomndole el pulso.

    Qu haces? le pregunt.Controlo los latidos del corazn de tu padre.Y qu mueve el corazn?La energa vital.Y dnde est la energa vital?Nicmaco mir al nio a los ojos y ley en ellos una avidez insaciable de

    saber, una intensidad maravillosa de sentimientos. Le roz la cabeza en unacaricia mientras Filipo le miraba atento y fascinado.

    Eso nadie lo sabe dijo.

  • 4

    Filipo se restableci completamente en breve tiempo y reapareci en laescena poltica en plenitud de facultades, desilusionando a aqullos que le habandado incluso por muerto.

    Alejandro lo sinti porque ya no le vera tan a menudo, pero mostr interspor conocer a otros chicos, algunos de ellos de su misma edad, otros algomay ores, hijos de nobles macedonios que frecuentaban la corte o vivan enpalacio por explcito deseo del rey. Era ste un modo de mantener la unidad delreino, de vincular a las familias ms poderosas, los jefes de tribu y de clan a lacasa del soberano.

    Algunos de estos muchachos frecuentaban tambin junto con l lasenseanzas de Lenidas, como Prdicas, Lismaco, Seleuco, Leonato y Filotas,que era el hijo del general Parmenio. Otros, mayores, como Tolomeo y Crtero,tenan ya cargo de pajes y dependan directamente del rey para su educacin yadiestramiento.

    Seleuco era en aquel tiempo bastante pequeo y endeble, pero gozaba de lassimpatas de Lenidas porque era buen estudiante. Estaba especialmente versadoen historia y matemticas y para su edad era sorprendentemente cuerdo yequilibrado. Poda hacer clculos complicados cada vez en menos tiempo y sediverta compitiendo con sus compaeros, a los que normalmente humillaba.

    Los ojos oscuros y hundidos conferan a su mirada una intensidad penetrantey el pelo alborotado subrayaba un carcter fuerte e independiente, pero nuncarebelde. Durante las clases trataba a menudo de hacerse notar por susobservaciones, pero no recurra a zalameras con el maestro ni haca nada poragradar a sus superiores o adularlos.

    Lismaco y Leonato eran los ms indisciplinados porque provenan deregiones del interior y haban crecido libremente en medio de bosques y prados,apacentando caballos y pasando la mayor parte de su tiempo al aire libre. Vivirentre cuatro paredes les haca sentirse como en una prisin.

    Lismaco, que era algo mayor, haba sido el primero en acostumbrarse al

  • nuevo tipo de vida, pero Leonato, que no contaba ms que siete aos, hubirasedicho un lobezno por su aspecto hirsuto, su cabello pelirrojo y sus pecas en lanariz y en torno a los ojos. Si era castigado reaccionaba soltando coces ymordiscos, y Lenidas haba tratado de domarle primero privndole de alimentoo encerrndole bajo siete llaves cuando los dems jugaban, luego haciendofrecuente uso de su palmeta de sauce. Pero Leonato se vengaba y siempre quevea aparecer al maestro al fondo de un corredor comenzaba a cantar a voz encuello su cantinela:

    Ek kor kor korne!Ek kor kor korne!

    He aqu cmo llega, cmo llega la corneja! , y todos los dems se unan al, incluido Alejandro, hasta que el pobre Lenidas se pona rojo de ira, montabaen clera y le persegua con la palmeta de sauce.

    Cuando discuta con sus compaeros, Leonato no quera nunca llevarse lapeor parte y se las tena tiesas tambin con los mayores, de modo que andabaeternamente lleno de moraduras y rasguos, apareca impresentable casisiempre en las recepciones pblicas o en las ceremonias de la corte. Todo locontrario que Prdicas, el ms concienzudo del grupo, quien no faltaba nunca nial aula ni al terreno de juego y adiestramiento. nicamente tena un ao ms queAlejandro y con frecuencia era, junto con Filotas, su compaero de juegos.

    Yo de mayor ser general como tu padre repeta a Filotas, que, de susamigos, era el que ms se pareca a l.

    Tolomeo, que rondaba los catorce aos, era ms bien robusto y precoz parasu edad. Comenzaban a apuntarle las primeras espinillas y algn que otro pelilloen la barba, tena una cara cmica dominada por una nariz imponente y uncabello siempre alborotado. Los compaeros le tomaban el pelo diciendo quehaba comenzado a desarrollarse a partir de la nariz y l se ofenda muchsimo.Se levantaba la tnica y se jactaba, ensendolas, de otras protuberancias que lecrecan no menos que la nariz.

    Aparte de estas salidas de tono era un buen muchacho, muy apasionado de lalectura y de escribir. Un da permiti a Alejandro que entrara en su habitacin yle mostr sus libros. Tena una veintena por lo menos.

    Cuntos! exclam el prncipe e hizo ademn de tocarlos.Quieto! le par Tolomeo. Son objetos muy delicados: el papiro es

    frgil y puede romperse, hay que saber desenrollarlo y enrollarlo de formaadecuada. Tiene que guardarse en un lugar ventilado y seco y es preciso poneren alguna parte, bien escondida, una ratonera porque a los ratones les gustamucho el papiro y si llegan hasta l ests perdido. Se te comen dos libros de laIlada o una tragedia de Sfocles en menos de una noche. Espera aadi,

  • que ya lo cojo yo.Y desat un rollo que llevaba un cartelito rojo.Ya est, ves? Es una comedia de Aristfanes. Se llama Lisstrata y es mi

    preferida. Cuenta que en cierta ocasin las mujeres de Atenas y de Esparta,cansadas de la guerra que mantena alejados a sus maridos y teniendo grandesganas de Se interrumpi mirando al nio que le escuchaba con la bocaabierta. Bien, dejmoslo, pues eres demasiado pequeo an para estas cosas.Te parece que te la cuente en otra ocasin?

    Qu es una comedia? pregunt Alejandro.Cmo? No has ido nunca al teatro? se asombr Tolomeo.A los nios no nos llevan all. Pero s que es como escuchar una historia,

    slo que aparecen hombres de verdad que llevan puesta una mscara en la caray fingen ser Heracles o Teseo. Algunos incluso aparentan ser mujeres.

    Ms o menos replic Tolomeo. Dime, qu te ensea tu maestro?S sumar y restar, conozco las figuras geomtricas y distingo en el cielo la

    Osa Mayor y la Osa Menor y ms de veinte constelaciones ms. Y adems sleer y escribir y he ledo las fbulas de Esopo.

    Mmm observ Tolomeo devolviendo a su sitio con delicadeza el rollo. Cosas de nios.

    Y adems conozco toda la lista de mis antepasados, tanto por parte de mipadre como de mi madre. Yo desciendo de Heracles y de Aquiles, lo sabas?

    Y quines eran Heracles y Aquiles?Heracles era el hroe ms fuerte del mundo y llev a cabo doce trabajos.

    Quieres que te los cuente? El len de Nemea, la cierva de Ceri Cerinea comenz a enumerar el pequeo.

    Ya s, ya s. Est muy bien. Pero si quieres, alguna vez, te leer cosashermossimas que tengo aqu en mi despacho, te parece bien? Y ahora, por quno vas a jugar? Sabes que ha llegado un amiguito que tiene precisamente tuedad?

    A Alejandro se le encendieron los ojos.Y dnde est?Le he visto en el patio dndole patadas a una pelota. Es un tipo robusto.Alejandro baj a toda prisa y se detuvo bajo el prtico para observar al

    nuevo husped sin atreverse a dirigirle la palabra.De repente, un patadn ms fuerte mand la pelota a rodar justo entre sus

    pies. El nio la recogi y los dos se encontraron frente a frente.Te gustara jugar a la pelota conmigo? Con dos se juega mejor. Yo disparo

    y t la coges.Cmo te llamas? pregunt Alejandro.Yo Hefestin, y t?Alejandro.

  • Entonces vamos, ponte all, junto a la pared. Yo tirar primero y si atrapasla pelota tendrs un punto, luego tiras t. En cambio, si no la paras el punto lohabr ganado yo y podr tirar otra vez. Entendido?

    Alejandro hizo un gesto de asentimiento y se pusieron a jugar, llenando elpatio con sus gritos. Cuando estuvieron agotados de cansancio y chorreandosudor, pararon.

    Vives aqu? pregunt Hefestin al tiempo que se sentaba en el suelo.Alejandro se sent a su lado.Claro. Este palacio es mo.No me vengas con cuentos. Eres demasiado pequeo para tener un palacio

    tan grande.El palacio es tambin mo porque es de mi padre, el rey Filipo.Por Zeus! exclam Hefestin agitando la mano derecha en seal de

    admiracin.Quieres que seamos amigos?Por supuesto, pero para hacerse amigos es preciso intercambiarse una

    prenda.Qu es una prenda?Yo te doy una cosa a ti y t me das otra a m a cambio.Se hurg en el bolsillo y sac un pequeo objeto blanco.Oh, un diente!S silb Hefestin por el hueco que tena en el lugar de un incisivo. Se

    me cay la otra noche y a punto he estado de tirarlo. Tmalo, tuyo es.Alejandro lo tom y se qued confuso al no saber qu darle a cambio.

    Rebusc en los bolsillos, mientras Hefestin permaneca erguido delante de lesperando con la mano abierta.

    Alejandro, al no contar con ningn regalo de la misma importancia, dejescapar un largo suspiro, trag saliva y a continuacin se llev una mano a laboca y se cogi un diente que le bailaba desde haca unos das, pero bastantesujeto an.

    Comenz a sacudirlo con fuerza hacia adelante y hacia atrs, conteniendo laslgrimas de dolor, hasta que se lo arranc. Escupi un cogulo de sangre, luegolav el diente bajo la fuente y se lo entreg a Hefestin.

    Aqu tienes farfull. Ahora somos amigos.Hasta la muerte? pregunt Hefestin, echndose al bolsillo la prenda.Hasta la muerte replic Alejandro.

    Era ya hacia finales del verano cuando Olimpia le anunci la visita del toAlejandro de Epiro.

    Saba que tena un to, hermano menor de su madre, que se llamaba como l,

  • pero, aunque lo hubiera visto en otras ocasiones, no le recordaba muy bienporque l era entonces demasiado pequeo.

    Le vio llegar acompaado de su escolta y de sus tutores una tarde antes de lapuesta de sol, a caballo.

    Era un muchacho de gran apostura de unos doce aos, con el pelo oscuro ylos ojos de un azul intenso; ostentaba las enseas propias de su dignidad: la cintade oro en torno al pelo, el manto de prpura y, en la diestra, el cetro de marfil,porque tambin l era un soberano, aunque joven y de un pas formadonicamente por montaas.

    Mira! exclam Alejandro vuelto hacia Hefestin, que estaba sentadojunto a l con las piernas colgando fuera de la galera. se es mi to Alejandro.Se llama como yo y tambin es rey, lo sabas?

    Rey de qu? pregunt el amigo balanceando las piernas.Rey de los molosos.Estaba hablando an cuando los brazos de Artemisia le cogieron por detrs.Ven! Debes prepararte para ir a ver a tu to.Le llev en volandas, mientras l agitaba las piernas para no dejar a

    Hefestin, hasta la estancia de bao de su madre; all le desnud, le lav la cara,le hizo ponerse una tnica y una clmide macedonia orlada en oro, le ci unacinta plateada alrededor de la cabeza y acto seguido le puso de pie sobre unasiento para mirarle admirativamente.

    Ven, pequeo rey. Tu mam te espera.Le condujo a la antecmara real donde la reina Olimpia aguardaba, y a

    vestida, peinada y perfumada. Estaba magnfica: los ojos negrsimoscontrastaban con el pelo llameante, y la larga estola azul recamada con palmetasde oro a lo largo de los bordes cubra un quitn de corte ateniense ligeramenteescotado y sujeto en los hombros mediante un cordoncito del mismo color que laestola.

    El surco de entre los senos, que el quitn dejaba en parte al descubierto,estaba esplndidamente adornado con una gota de mbar del tamao de unhuevo de pichn, incrustada en una cpsula de oro a imitacin de una bellota deencina: uno de los regalos de boda de Filipo.

    Tom de la mano a Alejandro y fue a sentarse en el trono al lado de sumarido, que estaba esperando y a al joven cuado.

    El muchacho entr por el fondo de la sala y se inclin ante el soberano, talcomo exiga el protocolo, y luego ante su hermana la reina.

    Filipo, orgulloso de sus xitos, enriquecido por las minas de oro de las que sehaba apoderado en el monte Pangeo, consciente de ser el seor ms poderoso dela pennsula helnica o tal vez incluso el ms poderoso del orbe despus delemperador de los persas, se las ingeniaba cada vez mejor para llenar de asombroa sus visitantes, tanto por la riqueza de sus ropajes como por el fasto de los

  • adornos que luca.Tras los saludos de rigor, el joven fue acompaado a sus habitaciones a fin de

    que se preparase para el banquete.Tambin a Alejandro le hubiera gustado tomar parte de l, pero su madre le

    dijo que era demasiado pequeo an y que podra jugar con Hefestin a lossoldaditos de cermica que haba mandado hacer para l a un alfarero de Aloros.

    Aqulla noche, tras la cena, Filipo invit a su cuado a una salita privada parahablar de poltica; Olimpia se sinti muy ofendida por ello, tanto porque era lareina de Macedonia como porque el rey de Epiro era su hermano.

    En realidad, Alejandro era rey nominal pero no de hecho, porque Epiroestaba en manos de su to Aribas que no tena ninguna intencin de abandonar;slo Filipo, con su podero, su ejrcito y su oro, podra mantenerle establementeen el trono.

    Hacerlo formaba parte de sus intereses, porque de ese modo atara a s almuchacho y frenara las pretensiones de Olimpia, la cual, vindosefrecuentemente desatendida por su esposo, haba encontrado en el ejercicio delpoder las satisfacciones que le eran negadas por una vida gris y montona.

    Debes tener paciencia unos aos ms explic Filipo al joven soberano.El tiempo que necesito para hacer entrar en razn a todas las ciudades costerasan independientes y hacer comprender a los atenienses quin es el ms fuerte.No es que la tenga tomada con ellos: simplemente no les quiero cercamolestando en Macedonia. Y adems quiero conseguir el control de los estrechosentre Tracia y Asia.

    Por m est bien, mi querido cuado replic Alejandro que se sentamuy halagado al verse tratado como un verdadero hombre y un verdadero rey asu edad. Me doy cuenta de que hay cosas ms importantes que las montaasde Epiro, pero, si un da quisieras brindarme tu ay uda, te estara agradecido elresto de mis das.

    Para ser nada ms que un adolescente, el muchacho razonaba ms que bieny Filipo sac una excelente impresin.

    Por qu no te quedas con nosotros? pregunt. En Epiro te encontrarsen una situacin cada vez ms peligrosa y yo prefiero saberte a buen recaudo.Aqu est tu hermana, la reina, que te quiere. Tendrs tus habitaciones, tusemolumentos y cuantas consideraciones son propias de tu rango. Cuando llegueel momento, yo mismo har que ocupes el trono de tus padres.

    El joven rey acept de buen grado y se qued en el palacio real de Pellahasta que Filipo hubiera llevado a cabo el programa poltico y militar que habade hacer de Macedonia el ms rico, el ms fuerte y el ms temible estado deEuropa.

    La reina Olimpia haba regresado despechada a sus aposentos, a esperar aque su hermano viniera a presentarle sus respetos y volver a verla antes de

  • retirarse. Desde la habitacin contigua le llegaban las voces de Hefestin yAlejandro que jugaban con los soldaditos y gritaban:

    Ests muerto!No, t s que ests muerto!Luego el alboroto se atenu hasta casi desaparecer del todo. Las energas de

    aquellos pequeos guerreros se apagaron muy pronto tras asomar la luna en elcielo.

  • 5

    Alejandro cumpla siete aos y su to, el rey de Epiro, doce cuando Filipoatac la ciudad de Olinto y a la alianza calcdica, que controlaban la granpennsula de forma de tridente. Los atenienses, aliados de la ciudad, trataron denegociar, pero no le encontraron muy predispuesto a ello.

    Respondi:U os vais de aqu o me voy yo de Macedonia.Lo que no dejaba mucho margen de maniobra.El general Antpatro intent que se tuvieran en cuenta tambin otros aspectos

    del problema y tan pronto como los invitados de Atenas hubieron salido,furibundos, de la sala del consejo, observ:

    Esto favorecer a tus enemigos en Atenas, especialmente a Demstenes.No temas comenz diciendo el rey con un encogimiento de hombros.S, pero es un excelente orador aparte de un buen poltico. El nico que ha

    comprendido tu estrategia. Ha observado que ya no empleas tropas mercenarias,sino que has formado un ejrcito macedonio, compacto y motivado, y has hechode l el pilar de tu trono. l considera que esta realizacin hace de ti el enemigoms peligroso. Un contrincante inteligente debe ser tenido en cuenta.

    Filipo no supo qu replicar por el momento. Se limit a decir:Haz que algn amigo nuestro de la ciudad no le pierda de vista. Quiero

    saber todo lo que diga de m.As lo har, seor replic Antpatro.Y enseguida alert a sus informadores en Atenas para que le mantuviesen al

    da de forma rpida sobre los movimientos de Demstenes. Pero cada vez que lellegaba el texto de un discurso del gran orador lo pasaba mal. Lo primero que elrey preguntaba era el ttulo.

    Contra Filipo era normalmente la respuesta.Otra vez? gritaba montando en clera.Le revolva tanto el estmago que, si haba comido o cenado, la comida le

    sentaba fatal. Recorra el despacho arriba y abajo como un len enjaulado

  • mientras su secretario le lea el texto; de vez en cuando, paraba a ste gritando:Qu es lo que ha dicho? Reptelo! Reptelo, maldicin!El pobre secretario tena la sensacin de haber sido l mismo, por iniciativa

    propia, quien haba proferido aquellas palabras.Lo que ms encolerizaba al soberano era la obstinacin de Demstenes al

    calificar a Macedonia de estado brbaro y de segundo orden .Brbaro? gritaba tirando al suelo todo cuanto tena sobre la mesa. De

    segundo orden? Ya le ensear yo a se si es de segundo orden!Debes tener en cuenta, seor le haca notar el secretario con intencin de

    calmarle, que, por lo que me consta, las reacciones del pueblo a estas salidasde tono de Demstenes son ms bien tibias. La gente de Atenas est msinteresada en saber cmo se resolvern los problemas del latifundio y del repartode tierras a los campesinos del tica que en las ambiciones polticas de grancalado de Demstenes.

    A los apasionados discursos contra Filipo siguieron otros en favor de Olinto, afin de convencer al pueblo de que votase ayudas militares para la ciudadasediada, pero tampoco stas tuvieron resultados apreciables.

    La ciudad cay al ao siguiente y Filipo la arras para dar un ejemploinequvoco a todo aquel que tuviese la ms mnima intencin de desafiarle.

    As tendr se un buen motivo para tratarme de brbaro! grit, cuandoAntpatro le invit a reflexionar sobre las consecuencias, en Atenas y en Grecia,de gesto tan radical.

    Y, en efecto, aquella drstica decisin no hizo sino agudizar las diferencias enla pennsula helnica: no haba ciudad o pueblo en toda Grecia donde no hubieraun partido promacedonio o un partido antimacedonio.

    Por su parte, Filipo se senta cada vez ms prximo a Zeus, padre de todos losdioses, por gloria y poder, aunque los continuos conflictos a los que se lanzabacon la cabeza gacha, como un carnero enfurecido para emplear sus propiaspalabras, comenzaban a pasarle factura. Beba mucho durante los intervalosentre un conflicto y otro y se entregaba a excesos de todo tipo, en orgas queduraban noches enteras.

    Por el contrario, la reina Olimpia se encerraba cada vez ms en s misma,dedicada al cuidado de los hijos y a las prcticas religiosas. Filipo visitaba ahorararas veces su lecho y, cuando lo haca, el encuentro terminaba de formainsatisfactoria para ambos. Ella se mostraba fra y distante y l sala humilladode aquel enfrentamiento, dndose cuenta de que su fogosidad no provocaba en lareina la menor palpitacin, la menor sensacin.

    Olimpia era una mujer de carcter no menos fuerte que el de su esposo ycelossima de su dignidad. Vea en su joven hermano, y sobre todo en su hijo, aaqullos que un da seran sus inflexibles valedores, devolvindole el prestigio y elpoder que le correspondan y que la arrogancia de Filipo le arrebataba da tras

  • da.Aunque las prcticas religiosas oficiales eran una obligacin, carecan para

    ella evidentemente de sentido. Estaba convencida de que los dioses del Olimpo, sies que existan, no deban de tener el menor inters por las cosas humanas. Otroseran los cultos que la apasionaban, sobre todo el de Dionisos, un dios misteriosocapaz de posesionarse de la mente humana y de transformarla, arrastrndola aun torbellino de emociones violentas y de sensaciones ancestrales.

    Se deca que se haba hecho iniciar en los ritos secretos y que habaparticipado de noche en las orgas del dios, en las que se beba vino mezclado conpoderosas drogas y se bailaba hasta el agotamiento y la alucinacin, al ritmo deinstrumentos brbaros.

    En aquel estado le pareca correr de noche por los bosques, dejar en lasramas, hechas j irones, las hermosas vestiduras reales, para luego perseguir a lasfieras salvajes, abatirlas y alimentarse de su carne cruda y an palpitante. Y lepareca que luego caa extenuada, presa de un pesado sueo, sobre un manto deoloroso musgo.

    Y en aquel estado de semiinconsciencia vea a las divinidades y criaturas delos bosques salir tmidamente de sus guaridas: las ninfas de verde piel como lashojas de los rboles, los stiros de hirsuto pelo, mitad hombres y mitad cabras,que se acercaban a un simulacro del falo gigantesco del dios, lo coronaban dehiedra y de pmpanos de vid, lo baaban de vino. Luego desencadenaban laorga bebiendo vino puro y entregndose a sus cpulas bestiales para alcanzar, enmedio de aquel xtasis frentico, el contacto con Dionisos para imbuirse de suespritu.

    Otros se le acercaban furtivamente con sus enormes falos erectos, espiandovidamente su desnudez, excitando su lujuria animal

    As la reina, en lugares recnditos, conocidos nicamente por los iniciados, sesumerga en las profundidades de su naturaleza ms salvaje y brbara, en losritos que liberaban la parte ms agresiva y violenta de su espritu y de su cuerpo.Al margen de aquellas manifestaciones, su vida era la que las costumbresatribuan a cualquier mujer o esposa, y ella misma entraba en aquella vida comosi cerrase tras de s una pesada puerta que borraba todo recuerdo y todasensacin.

    En la quietud de sus aposentos enseaba a Alejandro lo que de aquellos cultospoda aprender un muchacho; le contaba las aventuras y las peregrinaciones deldios Dionisos que haba llegado, acompaado de un cortejo de stiros y de silenoscoronados de pmpanos, hasta la tierra de los tigres y de las panteras: la India.

    Pero si bien el influjo de la madre tena un gran peso en la formacin delnimo de Alejandro, ms an lo tena la imponente montaa de instruccin quele era suministrada por orden y voluntad de su padre.

    Filipo haba ordenado a Lenidas, responsable oficial de la educacin del

  • muchacho, que organizara su formacin sin descuidar nada y as, a medida queAlejandro progresaba, eran llamados a la corte otros pedagogos, preparadores einstructores.

    No bien estuvo en condiciones de apreciar los versos, Lenidas comenz aleerle los poemas de Homero, en particular la Ilada, en la que se mostraban loscdigos de honor y de conducta destinados nicamente a un prncipe real de lacasa de los Argadas. De este modo el viejo maestro comenz a ganarse no slola atencin, sino tambin el afecto de Alejandro y de sus compaeros. Lacantinela que anunciaba su llegada al aula, no obstante, sigui resonando en loscorredores de palacio:

    Ek kor kor korne!Ek kor kor korne!

    He aqu cmo llega, cmo llega la corneja! . Tambin Hefestinescuchaba junto con Alejandro los versos de Homero, y los dos muchachos seimaginaban, arrobados, aquellas extraordinarias aventuras, la historia de aquelgigantesco conflicto en el que haban tomado parte los hombres ms fuertes delmundo, las mujeres ms hermosas y los mismos dioses, alineados unos en unbando, otros en el otro.

    Ahora Alejandro se daba perfecta cuenta de quin era, de aquel universo quegiraba en torno a l y del destino para el que se le preparaba.

    Los modelos que le proponan eran los del herosmo, la resistencia al dolor, elhonor y el respeto de la palabra dada, el sacrificio hasta la entrega de la propiavida. A ellos se apegaba da tras da, no tanto por diligencia de discpulo cuantopor propia inclinacin natural.

    A medida que creca, su naturaleza se revelaba como lo que era, partcipe almismo tiempo de la agresividad salvaje del padre, de la clera real que derepente estallaba como un rayo y de la ambigua y misteriosa fascinacin de lamadre, de su curiosidad por lo desconocido, de su avidez por el misterio.

    Alimentaba hacia la madre un afecto profundo, un apego casi morboso, yhacia el padre una admiracin infinita que, sin embargo, con el paso del tiempo,se iba trocando gratamente en afn de competencia, en un deseo cada vez msfuerte de emulacin.

    Hasta el punto de que las noticias frecuentes y a entonces de los xitos deFilipo parecan entristecerle ms que alegrarle. Comenzaba a pensar que, si supadre lo conquistaba todo, no le quedara y a a l tierra alguna en la quedemostrar su valor y coraje.

    Era todava demasiado joven para darse cuenta de lo grande que era elmundo.

    A veces, cuando entraba en el aula de Lenidas con sus compaeros para

  • seguir sus lecciones, ocurra que se cruzaba de pasada con un joven de aspectomelanclico, que poda frisar los trece o catorce aos y que se alejaba rpido sindetenerse a hablar.

    Quin es ese chico? pregunt en una ocasin a su maestro.Eso no es asunto tuyo repuso Lenidas y cambi enseguida de

    conversacin.

  • 6

    La may or aspiracin de Filipo, desde que se convirtiera en rey, haba sidollevar Macedonia al mundo griego, pero saba que para conseguirlo tendra queimponerse por la fuerza. Por dicho motivo haba dedicado en primer lugar todassus energas a hacer de su pas una potencia moderna, sacndolo de su condicinde estado tribal de pastores y agricultores.

    Haba desarrollado la agricultura en las llanuras, haciendo traer trabajadoresexpertos de las islas y de las ciudades griegas de Asia Menor, y haba estimuladolos trabajos de extraccin en el monte Pangeo, obteniendo de sus minas hasta miltalentos anuales de oro y de plata.

    Haba impuesto su autoridad a sus jefes tribales y les haba ligado a lmediante la fuerza o con alianzas matrimoniales. Haba creado adems unejrcito como no se haba visto nunca otro hasta aquel entonces, un ejrcitoconstituido por unidades de infantera pesada enormemente poderosas, unidadesde infantera ligera de gran movilidad y escuadrones de caballera que no temanel enfrentamiento en la zona del Egeo.

    Pero todo esto no haba bastado para que fuera aceptado como griego.Demstenes, pero asimismo otros muchos oradores y polticos de Atenas,Corinto, Mgara, Sicin, seguan llamndole Filipo el Brbaro.

    Para ellos eran objeto de risa la pronunciacin de los macedonios, quienesacusaban el influjo de los pueblos salvajes que presionaban en sus fronterasseptentrionales, y sus monstruosos desafueros en el beber, en el comer y hacer elamor durante sus banquetes, que por lo general degeneraban en orgas.Consideraban brbaro a un estado basado an en los vnculos de sangre y no en elderecho de ciudadana, regido por un soberano que poda mandar sobre todos yestar por encima de las leyes.

    Filipo alcanz su objetivo al conseguir finalmente imponerse a los focenses enla guerra sagrada, logrando su expulsin del consejo del santuario, el ms noble yprestigioso consejo de toda Grecia. Los dos votos de que disponan susrepresentantes fueron asignados al rey de los macedonios, al que fue atribuido el

  • cargo altamente honorfico de presidente de los Juegos Pticos, los msprestigiosos despus de los Olmpicos.

    Fue la coronacin de diez aos de esfuerzos decisivos y coincidi con elhecho de que su hijo Alejandro cumpla diez aos.

    En ese mismo perodo, un gran orador ateniense de nombre Iscratespronunci un discurso en el que exaltaba a Filipo como protector de los griegos ycomo el nico hombre que poda aspirar a someter a los brbaros de Oriente, lospersas, que desde haca ms de un siglo amenazaban la civilizacin y la libertadhelnicas.

    Alejandro fue informado de estos acontecimientos por sus maestros y talesnoticias le llenaron de ansiedad. Se senta y a lo bastante mayor como paraasumir su papel en la historia del pas, pero saba perfectamente que era tambindemasiado pequeo para poder actuar.

    Conforme creca, su padre le dedicaba cada vez ms tiempo, como si leconsiderase y a un hombre, pero no por ello dejaba de lado sus ms audacesproyectos. Su objetivo no era, en efecto, el predominio sobre los estados de laGrecia peninsular: ste era nicamente un medio. Miraba ms all, allende elmar, hacia los infinitos territorios del Asia interior.

    A veces, cuando pasaba un perodo de descanso en el palacio de Pella, lellevaba con l despus de cenar a la torre ms alta y le sealaba el horizonte endireccin a Oriente, por donde asomaba la luna de entre las olas del mar.

    Sabes qu hay all, Alejandro?Est Asia, pap responda l. El pas del sol naciente.Y sabes lo grande que es Asia?Mi maestro de geografa, Cratipo, dice que tiene ms de diez mil estadios.Pues est en un error, hijo mo. Asia es cien veces ms grande que eso.

    Cuando yo combata a orillas del ro Istro, me encontr a un guerrero escita quehablaba el macedonio. Me cont que allende el ro se extenda una llanura vastacomo un mar y a continuacin montaas tan altas como para penetrar los cieloscon sus cumbres. Me explic que haba desiertos tan extensos que se requeranmeses para atravesarlos y que adems haba montaas completamente cubiertasde piedras preciosas: lapislzulis, rubes, cornalinas.

    Cont que en aquellas llanuras corran rebaos de miles de caballosardientes como el fuego, incansables, capaces de correr volando durante das porla extensin infinita. Existen regiones me dijo sepultadas por el hielo,oprimidas por una noche que dura la mitad del ao, y otras abrasadas por elardor del sol en cada estacin, donde no crece una brizna de hierba, donde todaslas serpientes son venenosas y la picadura de un escorpin mata a un hombre enpoco rato . sta es Asia, hijo mo.

    Alejandro le mir, vio sus ojos arder de sueos y comprendi qu era lo quearda en el alma de su padre.

  • Un da, haba pasado ms de un ao de aquella conversacin, Filipo entr derepente en su habitacin.

    Ponte los pantalones tracios y coge una capa de lana burda. Nada deinsignias ni de adornos, pues partimos!

    Adnde vamos?He hecho preparar ya los caballos y los vveres; estaremos fuera unos das.

    Quiero que veas una cosa.Alejandro no hizo ninguna otra pregunta. Se visti tal como se le haba pedido,

    salud a su madre asomndose un momento a la entrada de su estancia y baj atodo correr al patio donde le esperaban una pequea escolta de la caballera realy dos cabalgaduras.

    Filipo estaba ya en la silla, Alejandro salt sobre su caballo negro y salieronal galope por la puerta abierta de par en par.

    Cabalgaron durante varios das hacia Oriente, primero por la costa, luego porel interior, para seguir nuevamente por la costa. Pasaron Therma, Apolonia yAnfpolis, parndose de noche en pequeas posadas de campo y comiendo lacomida tradicional macedonia: asado de cabra, caza, queso curado de oveja y elpan cocido bajo las cenizas.

    Tras dejar atrs Anfpolis, comenzaron a trepar por un escarpado senderohasta que se encontraron, casi de improviso, ante un paisaje desolado. Lamontaa haba sido privada de su manto boscoso, y por todas partes veansetroncos mutilados y raigones carbonizados. El terreno, tan desnudo, mostrabaperforaciones en varias de sus partes y en la entrada de cada cueva seamontonaban enormes cantidades de detritos, como en un gigantescohormiguero.

    Comenzaba a caer una fina e insistente lluvia y los j inetes se cubrieron lacabeza con las capuchas y pusieron los animales a paso de marcha. El senderoprincipal no tard en bifurcarse en un laberinto de trincheras por las que se movauna multitud de hombres andrajosos y macilentos, de piel renegrida y rugosa,que cargaban pesadas espuertas llenas de piedras.

    Ms all suban al cielo columnas de negro y denso humo, en perezosasvolutas, difundiendo por toda la zona una espesa nube que dificultaba larespiracin.

    Tpate la boca con la capa orden Filipo a su hijo, sin aadir nada ms.Reinaba por toda la zona un extrao silencio y ni siquiera se oa el ruido de

    todos aquellos pies, amortiguado como estaba por el denso barrizal en el que lalluvia haba transformado el polvo.

    Alejandro miraba a su alrededor espantado: as se haba imaginado que serael Hades, el reino de los muertos, y le vinieron a la mente en aquel momento losversos de Homero.

  • All estn el pueblo y la ciudad de los cimeriosentre nieblas y nubes, sin que jams el solresplandeciente los ilumine con sus rayos,ni cuando sube al cielo estrellado,ni cuando vuelve del cielo a la tierra,pues una nube perniciosa se extiende sobre los mseros mortales.

    Odisea, XI, 14-19.

    Luego, de golpe, el silencio se vio roto por un ruido sordo y acompasado,como si el puo de un cclope se abatiese con monstruosa potencia sobre lasatormentadas laderas del monte. Alejandro espole con los talones a su caballoporque quera saber el origen de aquel estruendo que ahora haca temblar latierra como el trueno.

    Despus que hubo bordeado una prominencia rocosa vio dnde terminabantodos los senderos. Haba una mquina gigantesca, una especie de torre hecha degrandes travesaos que llevaba en lo alto una polea. Una soga sostena una telametlica colosal, y por el otro lado la soga estaba retorcida sobre una rgana queera maniobrada por cientos de aquellos desdichados, que la hacan girarenrollando la soga en torno al tambor, de modo que la red se alzaba en el interiorde la torre de madera.

    Cuando alcanzaba la parte superior, uno de los vigilantes soltaba la clavija delfreno liberando el tambor, que rodaba en sentido contrario arrastrado por el pesode la red que caa al suelo haciendo pedazos las piedras arrojadas de continuo porlas espuertas transportadas a hombros montaa arriba.

    Los hombres recogan el mineral fragmentado, llenaban otras espuertas conl y se lo llevaban por otros senderos hasta una explanada, donde otros lopulverizaban en los morteros a fin de lavarlo a continuacin en el agua de untorrente que era canalizada por medio de una serie de rpidos y rampas,separando las pequeas pepitas y el polvo de oro que contenan.

    stas son las minas del Pangeo explic Filipo. Con este oro he armadoy equipado a nuestro ejrcito, he construido nuestros palacios, he erigido elpodero de Macedonia.

    Por qu me has trado aqu? pregunt Alejandro profundamenteturbado.

    Mientras hablaba, uno de los porteadores se desplom casi debajo mismo delas patas de su caballo. Un vigilante se asegur de si estaba muerto o no; luegohizo una seal a dos desventurados que depositaron en tierra las espuertas, lecogieron por los pies y se lo llevaron a rastras.

    Por qu me has trado aqu? pregunt de nuevo Alejandro.Filipo se dio cuenta de que el cielo plmbeo se reflejaba en su mirada

    sombra.

  • No has visto an lo peor respondi. Ests dispuesto a descender bajotierra?

    No le temo a nada afirm el muchacho.Entonces sgueme.El rey se ape del caballo y se acerc a la entrada de una de las minas. El

    vigilante que haba venido a su encuentro empuando el ltigo se detuvoestupefacto, al reconocer en su pecho la estrella de oro de los Argadas.

    Filipo se limit a hacer una indicacin y volvi atrs, encendi un candil y sedispuso a guiarlos por el subsuelo.

    Alejandro sigui al padre, pero apenas hubo entrado sinti que se sofocaba acausa de un hedor insoportable a orina, sudor y excrementos humanos. Habaque avanzar inclinados y, en determinados puntos, casi con la espalda doblada, alo largo de una angosta tripa que resonaba por doquier con un continuo martilleo,un jadear difuso, ataques de tos, estertores agnicos.

    De vez en cuando el vigilante se detena all donde un grupo de hombres sehallaban ocupados en extraer con el pico el mineral o bien en la bocamina de lospozos. Al fondo de cada uno de stos palpitaba la claridad de un veln iluminandouna espalda huesuda, unos brazos esquelticos.

    A veces el minero, al or ruido de pasos o de voces que se aproximaban,alzaba el rostro para mirar y Alejandro descubra mscaras desfiguradas por lafatiga, las enfermedades y el horror de vivir.

    Ms adelante, al fondo de uno de aquellos pozos, vieron un cadver.Muchos se suicidan explic el vigilante. Se lanzan sobre el pico o se

    traspasan con el cincel.Filipo se volvi para observar a Alejandro. Estaba mudo y en apariencia

    impasible, pero sobre sus ojos haba cado una mortal oscuridad.Salieron por la parte opuesta del monte a travs de un estrecho agujero y

    encontraron los caballos y la escolta esperndoles.Alejandro mir a su padre.Cul fue su delito? pregunt.Su rostro estaba plido como la cera.Ninguno repuso el rey. Salvo haber nacido.

  • 7

    Volvieron a montar sobre sus sillas y descendieron al paso bajo la lluvia quevolva a caer. Alejandro cabalgaba en silencio al lado de su padre.

    Quera que supieses que todo tiene un precio. Y quera que supiesestambin qu clase de precio. Nuestra grandeza, nuestras conquistas, nuestrospalacios y nuestras vestiduras todo debe ser pagado.

    Pero por qu ellos?No hay un porqu. El mundo est gobernado por el hado. Al nacer fue

    establecido que muriesen de ese modo, as como, al nacer, fue establecidotambin para nosotros un destino que nos es ocultado hasta el ltimo instante.

    Slo el hombre, de todos los seres vivos, puede ascender hasta casi tocar lamorada de los dioses, o bien caer ms bajo que los brutos. T ya has visto lasmoradas de los dioses, has vivido en la casa de un rey, pero consideraba justo quevieses tambin lo que puede reservar la suerte a un ser humano. Entre estosdesdichados hay hombres que tal vez un da fueron caudillos o nobles y que elhado precipit de repente en la miseria.

    Pero si ste es el destino que puede correspondernos a cada uno denosotros, por qu no ser clementes mientras la fortuna se nos muestra favorable?

    Esto es lo que quera orte decir. Debers ser clemente siempre que te seaposible, pero recuerda que no puede hacerse nada por cambiar la naturaleza delas cosas.

    En aquel momento Alejandro vio a una nia algo ms pequea que l quesuba por el sendero cargada con dos pesadas cestas llenas a rebosar de habas ygarbanzos, destinadas probablemente a la comida de los vigilantes.

    El joven se ape del caballo y se detuvo delante de ella: era delgada, ibadescalza, con los cabellos sucios, y tena unos ojazos negros rebosantes detristeza.

    Cmo te llamas? le pregunt.La nia no respondi.Probablemente no sabe hablar observ Filipo.

  • Alejandro se dirigi al padre:Yo puedo cambiar su suerte. Mejor dicho, quiero cambiarla.Filipo asinti:Puedes hacerlo, si es eso lo que quieres, pero recuerda que el mundo no

    cambiar por eso.Alejandro hizo subir a la pequea sobre su caballo, detrs de l, y la cubri

    con su capa.Llegaron de nuevo a Anfpolis al anochecer y se hospedaron en la casa de un

    amigo del rey. Alejandro orden que la nia fuese lavada y vestida, y se quedmirndola mientras coma.

    Intent hablarle, pero ella responda con monoslabos y nada de lo que decaresultaba comprensible.

    Se trata de alguna lengua brbara le hizo notar Filipo. Si quierescomunicarte con ella, deberas esperar a que aprenda el macedonio.

    Esperar replic Alejandro.El da siguiente amaneci con un tiempo esplndido y reanudaron el viaje de

    regreso volviendo a cruzar el puente de barcas sobre el Estrimn, pero, una vezllegados a Bromisco, se dirigieron hacia el sur por la pennsula del monte Athos.Cabalgaron durante toda la jornada y a la hora del ocaso llegaron a un punto enel que se vea un enorme foso, semienterrado, que divida la pennsula en dos.Alejandro tir de las riendas de su caballo y se qued mirando estupefactoaquella obra ciclpea.

    Ves ese foso? pregunt su padre. Pues fue excavado har casi cientocincuenta aos por Jerjes, el emperador de los persas, con objeto de permitir elpaso de su flota y evitar de este modo correr el riesgo de un naufragio en losescollos de Athos. Trabajaron en ella diez mil hombres turnndosecontinuamente, da y noche. Y antes el Gran Rey haba hecho construir unpuente de barcas a travs del estrecho del Bsforo, uniendo Asia con Europa.

    Dentro de pocos das recibiremos la visita de una embajada del Gran Rey.Quera que comprendieses el podero del imperio con el que estamosnegociando.

    Alejandro asinti y observ largo rato sin hablar de aquella obra colosal;luego, viendo a su padre reanudar el viaje, dio un talonazo a su caballo y se fuedetrs de l.

    Quisiera pedirte una cosa dijo cuando lleg de nuevo a su lado.Te escucho.Hay un muchacho de Pella que frecuenta las lecciones de Lenidas, pero

    que no est nunca con nosotros. Las pocas veces que me encuentro con l evitahablar conmigo y tiene normalmente un aspecto triste, melanclico. Lenidasnunca ha querido explicarme quin es, pero estoy seguro de que t lo sabes.

    Es tu primo Amintas repuso Filipo sin volverse. El hijo de mi hermano,

  • muerto en combate, luchando contra los tesalios. Antes de que t nacieras, era lel heredero del trono y yo gobernaba como regente.

    Tratas de decir que debera ser l el soberano?El trono es de quien es capaz de defenderlo replic Filipo. Recurdalo.

    Por eso, en nuestro pas, cualquiera que ha tomado el poder ha eliminado a todosaqullos que habran podido urdir asechanzas contra l.

    Pero t has dejado vivir a Amintas.Era el hijo de mi hermano, y no poda acarrearme ningn dao.Fuiste clemente.Si quieres llamarlo asPadre?Filipo se volvi: Alejandro le llamaba padre cuando estaba rabioso con l

    o cuando quera hacerle una pregunta muy seria.Si fueras a morir en combate, quin sera el heredero del trono, Amintas o

    y o?El ms digno.El muchacho no pregunt nada ms, pero aquella respuesta le caus una

    profunda impresin y no se borr jams de su mente.Regresaron a Pella tres das despus y Alejandro confi a Artemisia la nia

    que haba arrancado de los horrores del monte Pangeo.De ahora en adelante afirm, con cierta entonacin infantil estar a

    mi servicio. Y t le ensears todo cuanto debe saber.Pero tiene un nombre al menos? pregunt Artemisia.No lo s. Yo, de todas formas, la llamar Leptina.Es bonito, y adecuado adems para una nia.Aqul da lleg la noticia de que, a muy avanzada edad, haba fallecido

    Nicmaco. El soberano no dej de sentir un cierto disgusto porque haba sido unexcelente mdico y porque haba ayudado a nacer a su hijo.

    En cualquier caso, su consultorio no fue cerrado, aunque su hijo, Aristteles,haba seguido un camino muy distinto y se encontraba en aquellos momentos enAsia, en la ciudad de Atarnea, donde haba fundado, tras la muerte de su maestroPlatn, una nueva escuela filosfica.

    El joven ayudante de Nicmaco, Filipo, haba seguido trabajando en elconsultorio del mdico desaparecido y ejerca la profesin con suma pericia.

    Mientras tanto tambin los chavales que vivan en la corte con Alejandrohaban crecido, tanto fsica como espiritual y anmicamente, y las inclinacionesque haban demostrado de nios se haban visto en gran medida consolidadas; loscompaeros que tenan una edad prxima a la de Alejandro, como Hefestin,que era ya su amigo inseparable, o bien Prdicas y Seleuco, se haban convertidoen sus ntimos y formaban un grupo slido, tanto en el juego como en el estudio;Lismaco y Leonato se haban acostumbrado, con el paso del tiempo, a la vida en

  • comunidad y desahogaban su exuberancia con los ejercicios f