LIBRO Religion en La Nueva Era Por Swami

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Primer capítulo – ¿Estamos en una nueva era? Que vivimos en una nueva era parece incontestable. Casi todo en nuestro tiempo proclama que la nueva era es un hecho. En 1899 el director de la Oficina de Patentes de Estados Unidos, Charles Duell, escribió al Presidente, William McKinley, recomendándole que se cerrara la oficina. “Todo lo que pueda inventarse ya está inventado”, aseguraba. En aquel momento prácticamente todos los inventos que asociamos con la civilización moderna todavía eran desconocidos o estaban en un estado de desarrollo tan rudimentario, que hoy nos parecen cómicos o encantadoramente pintorescos. En tiempos del presidente McKinley el mundo carecía de autopistas y veloces coches, aviones, radio, televisión, grabadoras de sonido, frigoríficos, lavadoras e infinidad de otras cosas que hoy damos por supuestas. El mayor cambio se ha producido en nuestra percepción de la realidad con el descubrimiento, a comienzos del siglo XX, de que la materia es energía. Este descubrimiento está obligándonos a llegar a la conclusión de que la energía es la realidad que subyace a todo, no sólo a la materia sino también a las instituciones e ideas. Algunas personas han afirmado que cuando las reservas de petróleo de nuestro planeta se agoten volveremos a los tiempos medievales. Están equivocadas. Eso sería imposible para el ser humano en esta etapa del desarrollo de la civilización, por la sencilla razón de que no sólo somos seres dependientes de la energía, sino seres conscientes de la energía. Actualmente concebimos todo en términos de energía. No fue el descubrimiento del petróleo lo que nos trajo la era moderna. Fue una conciencia ya creciente de la energía. La conciencia de la energía condujo al hombre moderno a descubrir el petróleo. Mi padre, que trabajó como geólogo especializado en petróleo en Rumania, me dijo que el primer lugar en que se descubrió petróleo saliendo del suelo fue en ese país, como lo había hecho durante siglos, siendo considerado durante todo ese tiempo como un perjuicio. Sólo cuando la gente se dio cuenta de sus necesidades energéticas, especialistas en petróleo como mi padre fueron enviados a Rumania para explotar estos recursos. Cuando la humanidad está preparada para dar un nuevo paso en su desarrollo, ese paso aparece como si lo hiciera por arte de magia. Tal como ocurrió con la penicilina, que es simplemente moho del pan, la gente puede haber tenido ese siguiente paso delante de los ojos durante muchos siglos. Una vez que el ser humano está listo, el descubrimiento se hace a la vez posible e inevitable. La conmoción del descubrimiento de que la materia es energía nos ha dado un indicio de posibilidades todavía más profundas. ¿Es posible que la energía, por su parte, sea sólo la manifestación de otra realidad todavía más sutil? El eminente físico Sir James Jeans lo cree así. Refiriéndose a esta realidad fundamental la llama “sustancia mental”. Bien, por qué no designarla más sencillamente: conciencia. ¿Una nueva era? Tradicionalmente la cronología de las naciones y civilizaciones comienza con acontecimientos terrenales: el nacimiento de Jesús, la muerte de Buda, la emigración de Mahoma a Medina, los diversos reinados de reyes y emperadores. No obstante, el momento presente es a todas luces tan diferente de cualquier otro momento de la historia, que, francamente, parece razonable definirlo como nuevo. Con la cantidad de nuevas percepciones de la realidad que crecen diariamente, amenazando con alcanzar las proporciones de una avalancha, parece inútil continuar intentando reconciliar los tiempos que vivimos con una civilización que pertenece tan claramente al pasado. El viejo orden comenzó a desmoronarse ante la arremetida de un fuerte y creciente espíritu de investigación. Los primeros martillazos se sintieron en Occidente. Pronto se hicieron sentir en todo el mundo. Fue el espíritu de investigación el que condujo al Renacimiento italiano, la Reforma Protestante, el viaje de Cristóbal Colón y el impacto a nivel universal del reconocimiento de que la tierra es redonda y los grandes viajes y descubrimientos que se produjeron a raíz del desembarco de Colón en el Nuevo Mundo. El espíritu de investigación condujo a numerosos hechos inesperados: que en este planeta existían y habían existido en el pasado otras civilizaciones avanzadas, tan importantes como la nuestra. ¡Evidentemente Marco Polo no había mentido, después de todo! Nuestra civilización, incluso nuestra religión, no se erguían solas e incontestadas en un extenso páramo en estado salvaje: Tenía sus iguales, levantándose con la misma dignidad. A su vez otras partes del mundo se vieron sacudidas en su autocomplacencia por estos, inexplicablemente avanzados, bárbaros de Europa. El mayor golpe a lo que podemos llamar viejos tiempos procedió de los hallazgos de la ciencia moderna. Los descubrimientos de Kepler, Copérnico, Galileo, Newton y otros, cambiaron tan radicalmente el enfoque de la realidad que tenía el ser humano, que podemos decir con seguridad, que en todo el mundo la gente llegó en cierto momento a cuestionarse todo cuanto había sido aceptado anteriormente por las grandes inteligencias de su civilización. La ciencia trajo al mundo una manera totalmente distinta de pensar. La Lógica, que había sido siempre el punto fuerte del pensamiento occidental, fue reemplazada por la ciencia. En lugar de aceptar que supuestos reconocidos universalmente formaban la base del razonamiento, la ciencia desafió esos supuestos, o bien dijo, como hizo con las cuestiones relacionadas con Dios y el alma, “No podemos probar esas hipótesis, así pues dejémoslas a un lado, al menos por ahora, y dediquémonos a cuestiones que podamos probar”. Los científicos estudiaban los hechos y a partir de esos hechos sacaban sus conclusiones. La inseguridad producida por este nuevo modo de pensar fue muy profunda en Occidente, donde la gente se había especializado en un acercamiento lógico a la realidad, y minimizó el acercamiento intuitivo. No en todas partes la “inseguridad” describe la reacción. Hablar de perplejidad es más acertado. El impacto de la cultura occidental produjo tal trastorno y confusión cultural, que todavía tiene que asentarse en unos nuevos y más progresistas modelos de vida. Una historia –probablemente apócrifa pero aún así muy reveladora- ilustra esta confusión mejor de lo pudieran hacerlo relatos reales. Un hindú aseguró a un occidental, “Con todas las investigaciones arqueológicas que se han realizado en mi país, no se ha

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Espiritualidad

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Primer capítulo – ¿Estamos en una nueva era?

Que vivimos en una nueva era parece incontestable. Casi todo en nuestro tiempo proclama que la nueva era es un hecho.

En 1899 el director de la Oficina de Patentes de Estados Unidos, Charles Duell, escribió al Presidente, William McKinley, recomendándole que se cerrara la oficina. “Todo lo que pueda inventarse ya está inventado”, aseguraba.

En aquel momento prácticamente todos los inventos que asociamos con la civilización moderna todavía eran desconocidos o estaban en un estado de desarrollo tan rudimentario, que hoy nos parecen cómicos o encantadoramente pintorescos. En tiempos del presidente McKinley el mundo carecía de autopistas y veloces coches, aviones, radio, televisión, grabadoras de sonido, frigoríficos, lavadoras e infinidad de otras cosas que hoy damos por supuestas.

El mayor cambio se ha producido en nuestra percepción de la realidad con el descubrimiento, a comienzos del siglo XX, de que la materia es energía. Este descubrimiento está obligándonos a llegar a la conclusión de que la energía es la realidad que subyace a todo, no sólo a la materia sino también a las instituciones e ideas.

Algunas personas han afirmado que cuando las reservas de petróleo de nuestro planeta se agoten volveremos a los tiempos medievales. Están equivocadas. Eso sería imposible para el ser humano en esta etapa del desarrollo de la civilización, por la sencilla razón de que no sólo somos seres dependientes de la energía, sino seres conscientes de la energía. Actualmente concebimos todo en términos de energía.

No fue el descubrimiento del petróleo lo que nos trajo la era moderna. Fue una conciencia ya creciente de la energía. La conciencia de la energía condujo al hombre moderno a descubrir el petróleo.

Mi padre, que trabajó como geólogo especializado en petróleo en Rumania, me dijo que el primer lugar en que se descubrió petróleo saliendo del suelo fue en ese país, como lo había hecho durante siglos, siendo considerado durante todo ese tiempo como un perjuicio. Sólo cuando la gente se dio cuenta de sus necesidades energéticas, especialistas en petróleo como mi padre fueron enviados a Rumania para explotar estos recursos.

Cuando la humanidad está preparada para dar un nuevo paso en su desarrollo, ese paso aparece como si lo hiciera por arte de magia. Tal como ocurrió con la penicilina, que es simplemente moho del pan, la gente puede haber tenido ese siguiente paso delante de los ojos durante muchos siglos. Una vez que el ser humano está listo, el descubrimiento se hace a la vez posible e inevitable.

La conmoción del descubrimiento de que la materia es energía nos ha dado un indicio de posibilidades todavía más profundas. ¿Es posible que la energía, por su parte, sea sólo la manifestación de otra realidad todavía más sutil? El eminente físico Sir James Jeans lo cree así. Refiriéndose a esta realidad fundamental la llama “sustancia mental”. Bien, por qué no designarla más sencillamente: conciencia.

¿Una nueva era? Tradicionalmente la cronología de las naciones y civilizaciones comienza con acontecimientos terrenales: el nacimiento de Jesús, la muerte de Buda, la emigración de Mahoma a Medina, los diversos reinados de reyes y emperadores.

No obstante, el momento presente es a todas luces tan diferente de cualquier otro momento de la historia, que, francamente, parece razonable definirlo como nuevo. Con la cantidad de nuevas percepciones de la realidad que crecen diariamente, amenazando con alcanzar las proporciones de una avalancha, parece inútil continuar intentando reconciliar los tiempos que vivimos con una civilización que pertenece tan claramente al pasado.

El viejo orden comenzó a desmoronarse ante la arremetida de un fuerte y creciente espíritu de investigación. Los primeros martillazos se sintieron en Occidente. Pronto se hicieron sentir en todo el mundo. Fue el espíritu de investigación el que condujo al Renacimiento italiano, la Reforma Protestante, el viaje de Cristóbal Colón y el impacto a nivel universal del reconocimiento de que la tierra es redonda y los grandes viajes y descubrimientos que se produjeron a raíz del desembarco de Colón en el Nuevo Mundo.

El espíritu de investigación condujo a numerosos hechos inesperados: que en este planeta existían y habían existido en el pasado otras civilizaciones avanzadas, tan importantes como la nuestra. ¡Evidentemente Marco Polo no había mentido, después de todo! Nuestra civilización, incluso nuestra religión, no se erguían solas e incontestadas en un extenso páramo en estado salvaje: Tenía sus iguales, levantándose con la misma dignidad.

A su vez otras partes del mundo se vieron sacudidas en su autocomplacencia por estos, inexplicablemente avanzados, bárbaros de Europa.

El mayor golpe a lo que podemos llamar viejos tiempos procedió de los hallazgos de la ciencia moderna. Los descubrimientos de Kepler, Copérnico, Galileo, Newton y otros, cambiaron tan radicalmente el enfoque de la realidad que tenía el ser humano, que podemos decir con seguridad, que en todo el mundo la gente llegó en cierto momento a cuestionarse todo cuanto había sido aceptado anteriormente por las grandes inteligencias de su civilización.

La ciencia trajo al mundo una manera totalmente distinta de pensar. La Lógica, que había sido siempre el punto fuerte del pensamiento occidental, fue reemplazada por la ciencia. En lugar de aceptar que supuestos reconocidos universalmente formaban la base del razonamiento, la ciencia desafió esos supuestos, o bien dijo, como hizo con las cuestiones relacionadas con Dios y el alma, “No podemos probar esas hipótesis, así pues dejémoslas a un lado, al menos por ahora, y dediquémonos a cuestiones que podamos probar”. Los científicos estudiaban los hechos y a partir de esos hechos sacaban sus conclusiones.

La inseguridad producida por este nuevo modo de pensar fue muy profunda en Occidente, donde la gente se había especializado en un acercamiento lógico a la realidad, y minimizó el acercamiento intuitivo. No en todas partes la “inseguridad” describe la reacción. Hablar de perplejidad es más acertado. El impacto de la cultura occidental produjo tal trastorno y confusión cultural, que todavía tiene que asentarse en unos nuevos y más progresistas modelos de vida.

Una historia –probablemente apócrifa pero aún así muy reveladora- ilustra esta confusión mejor de lo pudieran hacerlo relatos reales. Un hindú aseguró a un occidental, “Con todas las investigaciones arqueológicas que se han realizado en mi país, no se ha

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descubierto ni un cable. Esto demuestra que en la antigua India ¡teníamos inalámbricos!”.

Lo peor, desde el punto de vista de los valores de la civilización, es que la gente comenzó a dudar de la misma moralidad, ya que no podía ser probada y comprobada con instrumentos científicos. La moralidad, los valores espirituales, Dios, el alma, la vida después de la muerte y multitud de otras cuestiones sin las cuales, o al menos sin algunas de las cuales, la civilización apenas puede existir, parecieron irrelevantes a las personas cuyos ojos estaban ahora deslumbrados por los descubrimientos de la ciencia. En otras palabras, de algún modo la ciencia se encontró a sí misma creando una nueva religión, aunque ha demostrado ser una religión muy estéril.

No obstante, nuevos modos de pensar han venido para quedarse y necesitan ser comprendidos, no que nos lamentemos de ellos. Quizá los valores espirituales puedan ser probados, no con instrumentos, sino con la experiencia humana profunda. No hay nada en el nuevo acercamiento a la realidad que diga que el ser humano deba limitarse a experimentar con la materia, particularmente ahora que se ha visto que la materia no existe sino como vibración de algo más sutil.

La religión -no las enseñanzas reales de Jesucristo y Buda, sino las imágenes exteriores de las que se ha cubierto la religión- ya no tienen la misma relevancia para el ser humano moderno. Pero existe, con más fuerza que nunca, una necesidad profundamente sentida de comprensión y de esa seguridad interior que sólo la religión puede darnos. Sólo falta saber cómo satisfacer esa necesidad.

Tampoco los clásicos tienen el mismo atractivo que tuvieron en un tiempo. Están relacionados con un tiempo pasado, con viejas formas de ver las cosas. Y aún así, la comprensión que transmiten bajo sus viejas imágenes es tan válida como siempre. No puede sino surgir gradualmente la necesidad de investigarlos de nuevo más profundamente, en busca de respuestas que no se encuentran en ningún Noticiario de las Diez.

O bien la humanidad está decayendo, como creen muchos clasicistas y los fundamentalistas de todas las religiones o bien esta realidad corresponde a una nueva y más progresista era. Si se trata de lo último, deben ser explorados nuevos modos de pensar, pues en ellos reside la capacidad para comprender realidades no efímeras, sino eternas.

Lo que poseemos hoy no es sólo una percepción totalmente nueva del universo, sino una percepción de la verdad potencialmente mucho más profunda. Además, la transformación que estamos sufriendo en nuestro pensamiento no está limitada a una nación o cultura; es mundial.

En primer lugar, no parece irracional decir que, nos guste o no, los tiempos han cambiado, radicalmente además. De hecho parece aceptable que estos cambios son tan amplios, de tan largo alcance, tan esenciales en su impacto en los seres humanos de todo el mundo, como para concluir que vivimos en una nueva era que no se puede ignorar.

¿Existe entonces alguna forma de explicar los cambios que han tenido y todavía están teniendo lugar?

Curiosamente se ofreció una explicación hace un siglo, antes de que el cambio hacia una conciencia de la energía fuera suficientemente claro como para definirlo, y cinco años antes de que el director de la Oficina de Patentes de los Estados Unidos escribiera al presidente McKinley recomendándole que cerrara la Oficina de Patentes. En cierto sentido esa recomendación era correcta. Todo lo que podíamos extraer de los viejos tiempos ya había sido extraído. Realmente todos los inventos que han llegado después han sido impulsados por la energía. Los viejos tiempos eran un libro cerrado. Había comenzado una nueva era. Ahora la labor de la humanidad es comprender las consecuencias de esta nueva era de descubrimientos.

Segundo Capítulo – Las Edades de la Civilización

Hacia el final del siglo XIX, un hombre con excepcionales méritos como estudioso y sabio, escribió un libro titulado La Ciencia Sagrada. Swami Sri Yukteswar, de Serampore, Bengala, era un hombre dotado de una comprensión profunda. Era también un erudito en la antigua tradición de la India, que incluye el cuerpo de sabiduría más antiguo conocido por el hombre, gran parte de la cual es anterior a la historia tal como la conocemos actualmente. En su libro afirma que, según un sistema cronológico que fue establecido por astrónomos de la antigüedad, nuestra tierra ha entrado en una nueva era y bastante recientemente.

Su libro apareció en 1894 d.C. En él describe la cronología antigua y corrige ciertas interpretaciones erróneas de dicha cronología que se habían introducido en los últimos siglos.

Hace mucho tiempo, en la India, como en otras civilizaciones antiguas, se enseñaba que la tierra pasa por cuatro eras sucesivas. Como es comprensible, los eruditos occidentales no están de acuerdo con estas tradiciones. Pero, sorprendentemente, Sri Yukteswar les da un soporte científico. Hay que tener en cuenta, además, que distintas civilizaciones de los tiempos antiguos tenían tradiciones similares.

En la India, a estas eras se les denominó, Satya Yuga (también Krita Yuga), la era espiritual; Treta Yuga, la era mental; Dwapara Yuga, la era de la energía; y Kali Yuga, la era oscura. De Kali Yuga se decía que era una edad de ignorancia espiritual en que la humanidad en general vive esclava de la materia. Según Sri Yukteswar, la humanidad ha salido recientemente de la era de Kali Yuga.

Otras civilizaciones antiguas han dado diferentes nombres a sus cuatro edades. Los egipcios las llamaron las edades de los dioses, semidioses, héroes y hombres. Los griegos las llamaron las edades de oro, plata, bronce y hierro. Curiosamente, según todas estas tradiciones, la humanidad de los tiempos históricos vivía en la última e inferior de estas edades.

Actualmente, cuando la gente tiene conocimiento de esas tradiciones antiguas, las descarta condescendientemente por mitológicas. Quizá al afirmar que vivimos en la era más oscura, añadan a su cínica reacción algún dicho al estilo de, “¿Qué hay de nuevo bajo el sol?”. Por supuesto en la India también se cree que todavía vivimos en la era más oscura. ¿Qué otra cosa mejor (concluyen nuestros modernos escépticos) podría habernos legado nuestra historia primitiva?

Sin embargo Sri Yukteswar anunció que el mundo dejó realmente la edad oscura, o Kali Yuga, recientemente y entró en la siguiente

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edad de Dwapara Yuga. Pues dijo que el anterior descenso desde las edades más elevadas a las edades inferiores, es sólo parte de una pauta cíclica. Después de Dwapara (la edad de bronce de los griegos y la edad heroica de los egipcios) vendrá de nuevo Treta, la edad de plata o edad de los “semidioses” y después otra vez Satya Yuga, la edad de oro y la edad de los dioses.

Para nosotros el interés más inmediato es el hecho de que Sri Yukteswar dijo que Dwapara es una era de energía. También en la tradición del antiguo Egipto la edad que está por encima de la edad del hombre es la de los héroes, una descripción que así mismo sugiere energía. Y la tradición griega de una edad de bronce hace pensar en el cobre, el bronce es una aleación del cobre. Como sabemos, el cobre es el elemento utilizado actualmente para transmitir la electricidad.

Curiosamente, ciertos artefactos y bajorrelieves descubiertos en distintas partes del mundo, sugieren que el hombre antiguo quizá conoció y utilizó la electricidad. Está, por ejemplo, la pila que fue descubierta en el museo de Bagdad por el ingeniero y arqueólogo alemán Wilhelm Kinig. Este vestigio se remonta al año 248 a.C. También en el templo egipcio de Dendera existen bajorrelieves que representan lo que se parece mucho a tubos de descarga de electrones y de plasma.

En la India la tradición que se acepta actualmente es que todavía vivimos en Kali Yuga, la edad oscura. Según esta lectura convencional de los textos, una lectura rechazada con fría lógica por Sri Yukteswar, la humanidad no ha sobrepasado mucho el comienzo de Kali Yuga y está destinada a hundirse todavía más en la ciénaga de la ignorancia y la degradación moral que es producto de esta era. La perspectiva no puede ser más sombría. Según esta interpretación, las cosas continuarán empeorando durante otros 427.000 años. En ese momento es de suponer que el mundo se habrá aniquilado, mientras que otras personas creen que Satya Yuga, la era espiritual, reaparecerá y se iniciará una vez más el proceso eterno de descenso desde el idilio del Edén al desastre estigio.

En contraste con estos lúgubres pronósticos, Sri Yukteswar da una nota verdaderamente feliz. Afirma que, hace varios siglos, se introdujo un grave error de cálculo en el sistema yuga, mucho más antiguo. Dijo que el fallo fue en sí mismo producto del regalo de ignorancia de Kali Yuga a la humanidad.

Sri Yukteswar revela que la verdadera duración de Kali Yuga y de cada una de las demás eras, es mucho más breve que esos terriblemente largos lapsos de tiempo que se les atribuye convencionalmente. En vez de 432.000 años para Kali Yuga, esta era dura sólo 1200 años. La tierra comenzó a salir de Kali Yuga en el año 1600 d.C. y completó su aparición cien años después, en 1700 d.C.

Así como las estrellas palidecen ante el lento amanecer, así el último siglo de Kali Yuga mostró el despertar de esos rayos al acercarse Dwapara Yuga, la edad de la energía. En el año 1700 d.C. experimentamos por así decir las primeras nubes rosadas de Dwapara Yuga. Fueron necesarios doscientos años más para que estos nuevos rayos se fortalecieran hasta el punto de llevar a la tierra a Dwapara Yuga propiamente dicha.

En 1900 d.C., lo que podemos llamar el sol de Dwapara Yuga se elevó realmente sobre el horizonte. La edad de la energía había comenzado.

Lo que hace tan fascinante el análisis de Sri Yukteswar es que se corresponde asombrosamente bien con los hechos objetivos que son conocidos actualmente por la ciencia, pero que eran desconocidos en el momento en que escribió su libro.

Cuando lo escribió, la ciencia todavía no había descubierto que la materia es energía. Y lo que es más sorprendente, la descripción del universo que da Sri Yukteswar, corroborada después por la ciencia en numerosos detalles, era completamente desconocida para los astrónomos de su tiempo.

Afirmaba que la galaxia recibe energía desde su centro, que llamó su “gran centro” o, citando los textos antiguos, el Vishnunabhi o “asiento del poder creativo, Brahma, el magnetismo universal”. Sri Yukteswar describió el movimiento del sol en la galaxia, el efecto energetizador de ese “gran centro” a medida que el sol se acerca a él y el debilitamiento de ese efecto cuando nos alejamos de él. Su libro La Ciencia Sagrada, se escribió y publicó en 1894. Noventa años más tarde los astrónomos descubrieron finalmente una gigantesca emanación de energía desde el centro de la galaxia y también desde el centro de otras galaxias. Todavía hoy prosigue el debate sobre qué puede significar esa masiva fuente de energía. Por supuesto la ciencia sólo puede medir, y por tanto tener conciencia, de las formas de energía más burdas. La energía espiritual está más allá del alcance de los instrumentos físicos.

En la época en que escribió Sri Yukteswar, los científicos ya tenían ciertos conocimientos sobre los movimientos estelares, pero no tenían ni idea de que éstos sucedieran independientemente de nuestro sol. Creían que las estrellas giraban alrededor del sol, que para ellos era el cuerpo más grande que existía en el espacio. No tenían noción de que nuestro sistema estelar es una galaxia. Todavía no se les había ocurrido que la Vía Láctea es simplemente nuestra galaxia vista de canto desde nuestra posición cercana a su borde. No tenían ni la menor idea de las enormes distancias que existen entre las estrellas. Todavía más sorprendente es que creían que el sol era el centro del universo y de un universo bastante más pequeño que éste. Incluso hoy, los astrónomos son escépticos sobre la posibilidad de que exista vida en otro lugar del espacio.

Sólo en 1918 el astrónomo norteamericano Harlow Shapley demostró que el sol es únicamente el centro de nuestro sistema solar. Pero hasta 1924, cuando Edwin Hubble demostró que la llamada nebulosa de Andrómeda era de hecho una galaxia, los astrónomos no comenzaron a darse cuenta de que la Vía Láctea debía ser también una galaxia.

Cuando yo era estudiante en Inglaterra, a mediados de los años 30, fundé con unos cuantos amigos una sociedad de astronomía, nos parecía maravilloso el reciente descubrimiento de que, además de la nuestra, había dos o tres galaxias más en el universo. Hoy, unos años más tarde, se sabe que existen más de 100 billones de galaxias y sospecho que simplemente ¡los astrónomos han dejado de contar!

Sri Yukteswar explicó que el sol, al moverse en su órbita dentro de la galaxia, se acerca y se aleja del “gran centro” galáctico. Cuando se acerca, los poderosos rayos de energía que emanan de ese “gran centro” energetizan el sistema solar y por tanto despiertan la conciencia humana, capacitando a la humanidad en general para comprender, a niveles cada vez más sutiles, el funcionamiento interno del universo. Cuando el sol se aleja del “gran centro”, la conciencia general de la humanidad disminuye gradualmente, haciéndose cada vez menos capaz de comprender las leyes universales, hasta que finalmente, para la humanidad la materia asume la naturaleza de una realidad absoluta, sólida e inmutable.

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Lo que despierta la conciencia es la energía. De ahí la correlación entre energía mental y genio. Una elevada energía mental es un signo universal de excepcional inteligencia. Lo contrario también es cierto: una baja energía mental acompaña siempre a la estupidez.

Durante Satya Yuga el género humano en su conjunto es capaz de percibir todo en la creación como “materia mental”, tal como sospechaba Sir James Jeans. En esa edad de oro la mayoría de los seres humanos comprenderán que el universo es una proyección de la conciencia divina.

Por contraste, durante Kali Yuga el género humano en su conjunto es incapaz de percibir la materia sino como la revelan los sentidos. El ser humano se ve forzado, si tiene la sutileza suficiente para reflexionar sobre ello, a atribuir la conciencia a causas materiales o a considerarla totalmente separada y sin relación con la materia. Dios, en la edad oscura, sólo puede ser considerado, como de hecho lo han descrito los teólogos, “totalmente aparte”.

Los sorprendentes conocimientos de Sri Yukteswar, procedentes en parte pero no totalmente, de un sabio estudio de los textos antiguos, revelan realidades universales que eran desconocidas en su época incluso para los científicos más avanzados. Su conocimiento es suficientemente digno de admiración como para merecer ser considerado con respeto. Se debe añadir, además, que existen aspectos de su explicación que todavía no se han comprobado científicamente.

Afirmaba por ejemplo, basándose una vez más en los textos antiguos, que el sol, además de su rotación alrededor de la galaxia (los astrónomos calculan que la duración de una rotación es de aproximadamente doscientos millones de años) se mueve alrededor de su estrella dual. Tal dual todavía no se ha descubierto. Pero hay que hacer notar que los astrónomos están comenzando a preguntarse sobre la posibilidad de que exista tal dual.

Hace varios años distintos periódicos estadounidenses y de otros países recogían la teoría de ciertos astrónomos de que podía existir realmente la hermana del sol. Afirmaban que la existencia de esta dual explicaría ciertas excentricidades en los movimientos de los planetas exteriores de nuestro sistema solar. Por supuesto es bien conocido que muchas estrellas tienen duales. Si esta hermana del sol llega a descubrirse, los astrónomos afirman que probablemente será una estrella “apagada”.

Sri Yukteswar también afirmaba que el tiempo que tarda el sol en recorrer la órbita alrededor de su dual es de 24.000 años. Explicó que este giro coincide con una precesión completa del equinoccio, desde 0º en Aries hacia atrás, a través de Piscis, Acuario, etc. para regresar a 0º en Aries.

Ya que la precesión del equinoccio es un fenómeno desconocido para la mayoría de las personas, permitidme que lo explique aquí brevemente.

El sol, la luna y los planetas, aparentemente giran alrededor de la tierra. Por supuesto sólo la luna orbita realmente la tierra, pero para los ojos humanos todos ellos parecen hacerlo así. (Aquí estamos ocupándonos de apariencias). Detrás de estos cuerpos en movimiento y formando una especie de telón de fondo, están las constelaciones o signos del zodiaco. Cada constelación consiste en una configuración de lejanas estrellas; desde hace mucho tiempo se cree que, tomadas en conjunto, emanan de ellas ciertas influencias psíquicas. La astronomía moderna acepta estas constelaciones sólo por conveniencia y no porque crea en esas influencias. Las constelaciones son simplemente una forma tradicional, establecida desde hace mucho tiempo, de dividir el firmamento.

Si bien existen muchas constelaciones en el firmamento, las que constituyen el zodiaco y por delante de las cuales se mueven el sol, la luna y los planetas de nuestro sistema solar, son solamente doce.

El momento en que el sol atraviesa el Ecuador en su movimiento desde el hemisferio Sur al Norte, marca el comienzo de la primavera. Este punto vernal se produce el, o cerca del, 21 de Marzo de cada año. En un signo o constelación, el grado con el cual el sol pasa por este punto varía ligeramente cada año, moviéndose una fracción de grado hacia atrás. Las efemérides actuales siempre marcan el punto vernal en 0º Aries, es decir, al comienzo de la constelación Aries. No obstante esto es una convención con fines prácticos. Todos los años, desde hace unos 1500, el punto vernal retrocede levemente hacia Piscis, el signo inmediatamente anterior a Aries. Dentro de aproximadamente 300 años alcanzará 0º Piscis y comenzará a retroceder hacia el signo Acuario. Ésta es la razón por la que a veces la gente se refiere a la época actual como la Era de Acuario, aunque de hecho están precipitándose. El sol todavía no ha alcanzado ese punto en el equinoccio de primavera.

Los astrónomos afirman que la precesión equinoccial emplea alrededor de 25.800 años en completar una vuelta al zodiaco. Sus explicaciones de esta precesión se basan en el hecho de que la Tierra tiene un movimiento oscilatorio alrededor de su eje. Sri Yukteswar relaciona la precesión con el movimiento del sol alrededor de su dual. Hasta ahora nadie ha hecho un intento serio por comparar estos distintos fenómenos, en parte porque todavía no se ha probado el movimiento del sol alrededor de su dual. Quizá la disparidad entre los 25.800 años calculados por los astrónomos y los 24.000 de Sri Yukteswar, se deba a variaciones en la velocidad de la precesión. O quizá ambas explicaciones simplemente describan dos fenómenos paralelos, pero separados. En cualquier caso Sri Yukteswar dio la cifra de 24.000 años basándose en los textos antiguos.

Por otra parte debe admitirse que la explicación de Sri Yukteswar pone de manifiesto un grado de información tan por delante de cualquiera soñado por los científicos hasta muy recientemente, que merece el más cuidadoso de los estudios. Desde luego sería una grosería, basándose en preguntas todavía sin resolver, despreciar como “mitológico” el resto de lo que afirman los textos antiguos. Quien lo hiciera así se parecería a un contable moderno que desdeñara el ábaco, no porque el ábaco sea más lento o menos seguro que nuestras calculadoras (se ha demostrado que el ábaco, en manos de un experto, es tan rápido y absolutamente seguro), sino simplemente porque el ábaco no es una calculadora moderna.

Sri Yukteswar afirma que actualmente el sistema solar, en su órbita alrededor de la dual del sol, está moviéndose hacia el “gran centro” de nuestra galaxia. En esto, una vez más, el alcance de su conocimiento es asombroso.

Hasta hace poco, los astrónomos, incluso después de descubrir que la Vía Láctea es una galaxia, no tenían ni idea de dónde se situaba el centro de la galaxia ni de en qué dirección se mueve nuestro sol con respecto a ese centro. Sólo bien entrado el siglo XX, se descubrió que el centro de la galaxia se encuentra en la constelación Sagitario y que el sol se mueve hacia una constelación

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situada a unos 50º de Sagitario, llamada Hércules. No es necesario decir que, en una órbita elíptica, no estaríamos yendo hacia el centro de la galaxia en línea recta. Hércules concuerda muy bien con el concepto de un movimiento elíptico en la dirección general hacia Sagitario.

* En el desierto de Gobi y en otros lugares, se han encontrado amplios restos de arena vitrificada que se parecen en todo a los efectos de las explosiones atómicas del desierto de Nevada. Además, en el antiguo poema épico de La India, el Mahabharata, existen descripciones de una “terrible” arma, que son similares a las modernas descripciones de las explosiones atómicas. El Mahabharata y otros textos antiguos de La India describen máquinas voladoras (llamadas vamanas) y nos dicen cómo se construyeron.

Para los lectores interesados, existe un cuerpo considerable de Literatura moderna sobre estos temas y otros similares. Por supuesto algunos de estos libros son más objetivos y leíbles que otros. Yo mismo quise investigar sobre estos libros hace años. Pero la cantidad de material publicado era ya tan grande, que si se deseaba entrar en ese campo de forma responsable, habría que hacer de ello el trabajo de una vida. En Crystal Clarity Publishers está disponible una grabación de una hora y cuarenta minutos  titulada “The Cycles of Time” y un libro en ingles titulado: Los Yugas. Llaves para entender: nuestro pasado oculto, la era emergente de energia, y el futuro iluminado”

Una vez más la explicación de Sri Yukteswar ha demostrado ser extraordinariamente precisa.

Explicó que las amplias edades por las que atraviesa la tierra coinciden con el movimiento del sistema solar hacia el “gran centro” de la galaxia y alejándose de él. Con esta explicación no sólo desafió a la opinión científica que prevalecía en su época, sino también a las convenciones de La India.

Allí muchas personas sostienen  que Kali Yuga terminará, tras otros 427.000 años, en la reaparición repentina de Satya Yuga, la edad más avanzada. Otras afirman que en ese momento el mundo será destruido. De nuevo la explicación de Sri Yukteswar de un cambio gradual desde las edades avanzadas a las edades inferiores es razonable, mientras que la convención de un descenso unilateral no está, hasta donde yo he podido comprobar, respaldada por la lógica. Sin duda no puede darse ninguna explicación que apoye el cambio brusco de la miserable degradación de Kali Yuga a la brillante iluminación de Satya Yuga. Sri Yukteswar afirmó que la presente explicación se deslizó durante el pasado Kali Yuga.

En cuanto a la afirmación de que el mundo será destruido al final de Kali Yuga, está más allá de la lógica; por tanto no necesita una defensa lógica. Además esta teoría discrepa de otra tradición antigua, según la cual un planeta sólo se destruye por dos razones: que todos sus habitantes se vuelvan buenos o todos malos.

Lo que podemos observar respecto al funcionamiento de la Naturaleza, es que sus cambios son siempre cíclicos. El día se funde a través del crepúsculo con la noche, no abruptamente. El tiempo se templa lentamente desde el crudo invierno, con sus vientos fríos y nevadas, pasando por el tenue verdor de la primavera al calor y los colores cálidos del verano. A continuación se enfría a lo largo del otoño con su caída de las hojas para regresar de nuevo a la fría nieve y el hielo del invierno. La luna crece, decrece y vuelve a crecer es una sucesión sin fin de sus fases. La vida aparece infirme y desamparada al comienzo; gradualmente asume todo su poder; después, tras alcanzar su cima, se debilita y muere, para nacer de nuevo en una repetición sin fin. También las manchas solares son cíclicas, con periodos de once años de máxima y mínima actividad.

Se pueden citar ejemplos similares hasta la saciedad: la elevación y caída de las civilizaciones; los planetas y cometas que orbitan alrededor del sol; los altos y bajos emocionales de los seres sensibles. Contraviniendo el limitado modo de pensar de Kali Yuga, parece que ningún desarrollo natural es realmente lineal. Por supuesto en algunos casos puede parecerlo, por ejemplo cuando una superficie es demasiado amplia como para ser abarcada por el ojo humano, a nivel del suelo. Durante Kali Yuga la humanidad creía que la tierra era plana; sólo al final del Kali Yuga ascendente, Cristóbal Colón demostró que la tierra es realmente redonda. Curiosamente parece que fue aproximadamente en el mismo punto del arco descendente de Kali Yuga cuando se perdieron los conocimientos antiguos.

La geometría euclidiana, con sus líneas rectas y planos, fue considerada durante centurias como la última palabra en cuanto a medir la realidad. Por contraste, los científicos actuales afirman que el universo se rige por una geometría esférica y no por la geometría euclidiana. De hecho la esfera domina en la Naturaleza.

Hasta los descubrimientos más avanzados de la ciencia moderna pueden presentarse como cosas antiguas, bien conocidas por la humanidad hace mucho tiempo. Constantemente están sacándose a la luz evidencias que hacen pensar en la existencia de civilizaciones antiguas tan avanzadas como la nuestra. Un cuerpo de evidencias creciente indica que la energía atómica fue conocida en edades lejanas*; que los primeros egipcios, indios y otros pueblos, tenían máquinas voladoras; que la humanidad pudo haber viajado a otros planetas; y que los pueblos antiguos eran capaces de proyectar imágenes a grandes distancias, al igual que hace el hombre moderno con la televisión.

Todo esto reúne un cuerpo de evidencias que es sorprendentemente distinto de los supuestos aceptados actualmente y todavía no lo suficientemente abundante como para demoler el modelo del pasado que los arqueólogos han ido creando penosamente a lo largo de más de doscientos años, de los últimos doscientos años. Aunque tiene que ser etiquetado como “al margen” de los datos, gradualmente su escarpado volumen está convirtiéndose en embarazoso para la ortodoxia. Y está atrayendo a su esfera de influencia a una lista creciente de respetados investigadores.

Sri Yukteswar afirma que, después de 1200 años de Kali Yuga descendente, la tierra alcanzó, en el año 500 d.C., el punto más alejado del centro galáctico. (Para ser exactos él situó ese punto en el año 499 d.C. Sin embargo él mismo redondeó la cifra al año 500, de ese modo resultaba más fácil hacer corresponder el sistema antiguo con el más extendido actualmente. No consideraba la diferencia de un año significativa).

Así pues en el año 500 d.C. la humanidad alcanzó el punto más bajo en cuanto a ignorancia intelectual, moral y espiritual. Desde el año 500 d.C. otros 1200 años de Kali Yuga ascendente llevaron a la humanidad al año 1700 d.C. y al comienzo de Dwapara Yuga. Siguió un periodo de doscientos años de transición que llevaron a la humanidad plenamente a la actual era de la energía en el año

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1900 d.C.

Finalmente el siglo XX vio el verdadero comienzo de Dwapara Yuga.

Así pues hoy nos encontramos al comienzo de lo que, de hecho, es una nueva era. Esta nueva era de Dwapara durará en total 2400 años. Pues, afortunadamente, las eras más avanzadas se hacen progresivamente más largas. Mientras que Kali Yuga dura sólo 1200 años, Dwapara Yuga, la era de la energía, dura 2400 años; Treta Yuga, la era mental, 3600 años; y Satya Yuga, la era espiritual, 4800 años. Estos 12.000 años en total, forman el arco ascendente del ciclo. En el punto más alto de Satya Yuga el proceso se invierte. En orden descendente, la tierra pasa entonces por otros 4800 años de Satya Yuga; 3600 años de Treta Yuga; 2400 años de Dwapara Yuga y 1200 años de Kali Yuga.

Por tanto, según Sri Yukteswar, estamos en una nueva era en base, no a ningún acontecimiento terrestre, sino a uno totalmente impersonal, el viaje del sol por el cosmos.

Sri Yukteswar sugirió que el género humano reconociera este hecho de una nueva era instituyendo una cronología nueva y universal. ¿Qué podría ser más adecuado? Debería ser una afirmación de que realmente hemos entrado en una nueva fase de la historia y que ha llegado el momento de que la humanidad trate de entender, en todos los aspectos, tanto los acontecimientos terrestres como las realidades universales de una forma nueva.

Así el año actual no es 1993* d.C. Siguiendo la cronología propuesta por Sri Yukteswar, es el año 293 Dwapara.

* En el desierto de Gobi y en otros lugares, se han encontrado amplios restos de arena vitrificada que se parecen en todo a los efectos de las explosiones atómicas del desierto de Nevada. Además, en el antiguo poema épico de La India, el Mahabharata, existen descripciones de una “terrible” arma, que son similares a las modernas descripciones de las explosiones atómicas. El Mahabharata y otros textos antiguos de La India describen máquinas voladoras (llamadas vamanas) y nos dicen cómo se construyeron.

Para los lectores interesados, existe un cuerpo considerable de Literatura moderna sobre estos temas y otros similares. Por supuesto algunos de estos libros son más objetivos y leíbles que otros. Yo mismo quise investigar sobre estos libros hace años. Pero la cantidad de material publicado era ya tan grande, que si se deseaba entrar en ese campo de forma responsable, habría que hacer de ello el trabajo de una vida. En Crystal Clarity Publishers está disponible una grabación de una hora y cuarenta minutos  titulada “The Cycles of Time”.

Tercer capítulo – ¿Qué le sucede a nuestro planeta?

Pocas personas, incluso entre las más reticentes a creer que ésta es una nueva era, negarán que vivimos en tiempos de crisis. Sólo hay que escuchar la música popular para sentir el pulso de los tiempos.

Es revelador seguir la pista al desarrollo reciente de la música popular: desde el majestuoso minueto de hace dos siglos, pasando por los ritmos más exuberantes del vals (“tremendamente sensual”, pensaba la gente cuando apareció por primera vez), a la excitación nerviosa de la época del jazz. La nerviosa época del jazz fue seguida por la histeria y la poderosa auto-afirmación de los “cuarenta”, con la época de las big bands. Después vino, con insistencia creciente, la violencia, angustia, escándalo y cruda pasión del rock moderno. El desarrollo de estos 200 años muestra qué cambio radical han sufrido las actitudes del público. Quizá la música popular lo dice mejor que cualquier otro medio: Vivimos en una época de tensión, de conflicto interior y exterior, de miedo apocalíptico. No es de extrañar que los fundamentalistas lo vean como “el fin del mundo” predicho por la Biblia y no esperen nada de la nueva era.

Se necesita tiempo para que se produzcan cambios radicales. Se necesita tiempo incluso para darse cuenta de ellos. Cuando se hacen notar generalmente suscitan multitud de reacciones, tanto positivas como negativas, eso produce confusión y retrasa todavía más la llegada de la comprensión clara. Los cambios nunca se producen con facilidad.

Situémonos por tanto fuera del presente y veamos los cambios que estamos contemplando como acontecimientos históricos. Imaginemos por un momento que vivimos en el futuro, digamos en el siglo XXIII d.C. o, para ser totalmente futuristas, en el año 493 Dwapara.

Kali Yuga (según nuestros historiadores) fue una época en que la conciencia humana estaba limitada por la creencia en que la materia era fija y absoluta. La humanidad estaba entregada a esta creencia y por tanto no podía comprender fácilmente las cosas en términos de fluidez.

En religión, una verdad se aceptaba sólo si podía ser arropada por una definición absoluta, un dogma, como curiosamente se le llamaba. El universo, incluso para los científicos de aquellos tiempos, era un mecanismo gigante. La gente tenía una idea, hasta de las esferas divinas, como estáticas, no dinámicas, casi como imágenes cristalizadas, congeladas en la eternidad.

También en la sociedad todo tenía asignado su lugar propio. La gente tenía una posición definida y, a su vez, era definida por esa posición. Un rey era un rey, no un simple ser humano que vivía al margen de las normas reales. Un aldeano era un aldeano y si alguna vez la gente pensaba en él puramente en términos humanos (lo que apenas ocurría), entonces, al menos su superior social, lo definía como perteneciente al orden inferior de la humanidad.

Eran inconcebibles cambios en el status quo, pues el status quo era un estado mental. La mayoría de las personas sencillamente no se preguntaba sobre estos asuntos.

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Y entonces, gradualmente, comenzaron a levantarse las nieblas de Kali Yuga. Las viejas formas empezaron a perder definición, como las estrellas al acercarse el amanecer. La conciencia de Dwapara comenzó a infiltrarse en el mundo y en la conciencia humana.

Pronto, algunos espíritus precoces comenzaron a hacer descubrimientos. Descubrieron que la tierra no es plana, como se había creído, sino redonda. Copérnico, al comienzo del siglo dieciséis, propuso que el sol, no la tierra, es el centro del universo y más tarde su teoría fue respaldada por Galileo, Kepler y Newton. No obstante, Copérnico levantó una airada protesta en los círculos más ortodoxos, que sintieron que las bases de la religión se tambaleaban.

El siglo diecisiete vio el fin de la noche de Kali Yuga. Los conceptos establecidos sobre el orden natural, basados en el silogismo y la lógica, perdieron pie y fueron arrastrados por la marea creciente de los descubrimientos científicos modernos. Las aserciones dogmáticas dieron paso a la experimentación como el método adecuado para llegar a la verdad. Los baluartes de los supuestos establecidos fueron resquebrajándose año tras año ante el cañoneo ininterrumpido de las nuevas conclusiones.

No obstante, los hábitos de pensamiento, fuertemente amurallados, aunque resquebrajados con frecuencia no eran fáciles de derribar. En los siglos XVIII y XIX, durante lo que Sri Yukteswar llama el sandhya, o periodo de transición, a Dwapara Yuga, se tendía a mirar las nuevas teorías y descubrimientos con desconfianza, casi con hostilidad. Por otra parte, ¿no era esto natural? La resistencia estaba presente incluso en los círculos científicos. William Thompson Kelvin, el físico y matemático inglés del siglo XIX, nunca aceptó la teoría electromagnética de la luz de Maxwell, porque, decía, no seguía un modelo mecánico.

Kali Yuga tardó en ceder su dominio sobre la mente de las personas. La nueva energía de Dwapara Yuga se utilizó para reforzar las actitudes persistentes de Kali Yuga. El hombre empleó su creciente energía en el saqueo de las riquezas del planeta, en vez de trabajar con la Naturaleza en armonía recíproca.

Mientras tanto, los espíritus más sensibles, artistas, poetas y compositores del siglo XIX, por ejemplo, censuraban el aparente triunfo del materialismo y soñaban nostálgicamente con lo que ingenuamente suponían que habían sido tiempos más simples. Hans Christian Andersen, reaccionando ante el absurdo de este sueño romántico, escribió un cuento en el que un hombre del siglo XIX era transportado al pasado, a la Edad Media. Andersen describió la tremenda desilusión del pobre hombre ante el barro omnipresente, las calles oscuras, la pobreza, los interminables inconvenientes. Su historia fue un buen tanto.

Y aún así los espíritus poéticos continuaron soñando. Nunca comprendieron que sus mismos sueños estaban animados por los nuevos rayos de conciencia que podrían, realmente, liberar al espíritu humano de la esclavitud de la materia y del auténtico materialismo que ellos deploraban.

Por lo que se refiere a la conciencia generalizada, la nueva conciencia inspiró a la gente un nuevo deseo de expresarse a sí misma. Nunca volverían a vivir en la esclavitud de posiciones heredadas, hacia las que interiormente no sentían afinidad. De todas formas, también en esto, el cambio llegó con vacilación. Los rayos persistentes de Kali Yuga produjeron nuevas tendencias en la conciencia social, que se manifestaron como movimientos de masas. La gente pensaba en términos de cantidad, no de calidad. Los levantamientos, las revoluciones y las nuevas filosofías sociales que proponían “el poder para el pueblo” (en vez del más luminoso concepto de “el poder para la verdad”) fueron simplemente signos de los tiempos.

El siglo XIX vio lo que se pregonó extensamente como el triunfo del materialismo. De hecho lo que realmente sucedió fue que la energía Dwapara, al infiltrarse en la conciencia de la gente, por un momento dio energía a sus viejos hábitos de pensamiento, incluyendo la hipnosis del materialismo. Dwapara Yuga simplemente pareció animar esos conceptos antes de hacerlos añicos definitivamente.

 

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Regresemos ahora, después de haber mirado por un momento hacia atrás, hacia esas tendencias generales del pasado, al siglo XX. En nuestros días es frecuente que la gente critique el general deterioro moral. Otros, como Jean Paul Sartre, que hizo del nihilismo una auténtica definición de progresismo, declaran con satisfacción que la vida no tiene objeto, no tiene significado. Se mire por donde se mire,  la atmósfera de los tiempos debe describirse como una crisis de fe.

La gente todavía no se ha dado cuenta de que ya se han sembrado las semillas de una fe más profunda y de que están incluso abriéndose ya verdes brotes hacia el acogedor sol.

Inevitablemente existe un virulento conflicto entre las actitudes de Kali Yuga, que las personas convencionales consideran correctas y adecuadas, y las actitudes Dwapara, que los espíritus más libres de nuestro planeta aceptan actualmente como liberadoras. Las mentes convencionales se vuelven hacia los textos antiguos y las antiguas autoridades como sostén. Pero en la mayoría de los casos, el sostén que reclaman es simplemente una cuestión de interpretación. El mismo Jesucristo, a cuyas enseñanzas acuden a menudo para combatir a la ciencia, animaba a sus seguidores a abrazar la verdad y no ser dogmáticos. “La verdad”, dijo, “os hará libres.”

El conflicto entre la agonizante rigidez y dogmatismo de Kali Yuga y la recién nacida apertura de Dwapara Yuga, parece destinado a estallar en un conflicto abierto sin tardar mucho. De hecho quizá lleguemos a ver otra guerra mundial, mucho más devastadora que la última. Quizá suframos otros tipos de desastres: plagas, depresión mundial, incluso cataclismo global, antes de que la conciencia humana se ablande lo suficiente como para recibir sin obstáculos los rayos de Dwapara Yuga.

Los cambios en la Tierra, si llegan a producirse, serán la respuesta de la Naturaleza a la falta de armonía en los pensamientos y la energía de la humanidad. Si las personas dirigieran estos mismos pensamientos y energía hacia la armonía, producirían cambios mundiales para bien.

No obstante, si tuviera lugar una devastación, serviría para limpiar el terreno, por decirlo así, para la próxima cosecha. En esta era, o yuga  ascendente, el desastre no será total. En última instancia resultará beneficioso.

En esencia, la diferencia entre la conciencia humana durante Kali Yuga y Dwapara Yuga fue resumida por Zenón en su paradoja de la flecha. Zenón, un filósofo de la Grecia antigua, argumentaba (¡a aquellos griegos les apasionaba una buena pelea filosófica!) que

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es un contrasentido referirse a una flecha en vuelo. En cualquier momento del supuesto vuelo, decía, la flecha está estacionada en un punto concreto del espacio. Su trayectoria no es sino una serie infinita de puntos a lo largo de su recorrido. En otras palabras, la flecha, a pesar de las apariencias, no está moviéndose en absoluto.

La mentalidad del hombre de Kali Yuga se rasca la cabeza, enarca las cejas y finalmente declara, “¡Vaya!, ¡caramba!, supongo que eso tiene sentido, pero entonces, ¿cómo consigue llegar la flecha a su destino?”. La mentalidad de Kali Yuga no puede resolver la paradoja por la sencilla razón de que, para ella, los puntos fijos son el marco de referencia natural; el movimiento entre ellos no tiene solidez y por tanto es menos real.

Por su parte, la mentalidad de Dwapara Yuga dice, “¡Cómo puedes ser tan absurdo! El movimiento de la flecha es lo real, no los puntos a lo largo de la trayectoria. Esos puntos, en sí mismos, no tienen realidad. Son ilusorios”. En Dwapara Yuga la materia se considera sólo una onda, o vibración, de la energía.

Kali Yuga ve la progresión en términos de sus estados individuales. Dwapara Yuga la ve como un flujo.

Kali Yuga ve toda realidad compartimentada, cada cosa separada de todas las demás. Dwapara Yuga ve la realidad como un todo integral.

Kali Yuga analiza; establece diferencias. Dwapara Yuga busca la unidad que subyace a las diferencias.

Kali Yuga dice, “o esto o aquello”. Dwapara Yuga dice, “esto y aquello”

Para la mentalidad de Kali Yuga, al separar cada realidad de todas los demás, los problemas parecen con frecuencia insolubles. Kali Yuga no ve una conexión natural entre los problemas y sus soluciones. Por tanto se orienta hacia los problemas, pues cuando existe un problema, éste es la realidad inmediata.

Dwapara Yuga, con su visión unificadora, comprende que en la creación todo es un equilibrio entre opuestos. Al ver las cosas íntegramente, Dwapara Yuga se orienta de forma más natural hacia las soluciones. Al observar un problema busca automáticamente su solución acompañante. Por eso Dwapara Yuga encuentra solución a problemas que para la mentalidad de Kali Yuga son insolubles.

La ciencia moderna, cada vez más recargada de complejidad, ansía encontrar una nueva simplicidad tanto como un viajero en el desierto anhela encontrar un oasis. De hecho la obsesión de la ciencia por los detalles es tan sólo un remanente de los hábitos de pensamiento de Kali Yuga. Incluso hoy, la vanguardia de la ciencia está llevando al ser humano más allá de la forma, a esas fuerzas de la energía que generan las formas.

La lucha entre la conciencia de Kali Yuga que decae y la influencia de Dwapara Yuga que alborea, es inevitable y temporal. Sólo puede resolverla el tiempo. Por tanto miremos hacia delante, hacia el momento no tan distante en que estas cuestiones serán más claras. Y visualicemos lo que el futuro nos depara.

Pues las tendencias del futuro están ya comenzando a emerger a nuestro alrededor. De hecho, ya están haciéndose evidentes para quienes, como señaló Jesucristo, “tengan ojos para ver.”

Cuarto capítulo – Una mirada hacia el futuro

¿Qué podemos esperar de los años y siglos venideros? Durante Kali Yuga la materia se manipuló subiéndola, cargándola o golpeándola toscamente para darle forma. Los músculos mandaban. Incluso con mecanismos que facilitaban el trabajo, como la palanca, la dificultad para levantar o transportar cosas era tal, que hasta para obtener mínimos resultados se necesitaba el máximo esfuerzo. Los héroes populares eran hombres de fuerza muscular. La importancia de una persona se medía por su poder mundano. La grandeza se calculaba en virtud de sus victorias militares.

Actualmente la grandeza se atribuye con más frecuencia a quienes inventan aparatos que nos ahorran trabajo manual. Ya no nos impresionan quienes, como Hércules, pueden hacer un trabajo extraordinariamente duro por sí mismos. Recuerdo que en los años 30 hacer el paso subterráneo para el tren en la estación de Bucarest, Rumania, supuso el trabajo de un considerable número de hombres durante quince años. Y que cuando, al final de los años 40, en Los  Ángeles, California, ayudé en la construcción de un edificio, todavía tuvimos que mezclar el hormigón para sus grandes cimientos a mano. La gente joven no se hace idea de lo recientemente que comenzó a utilizarse la maquinaria pesada para este tipo de trabajos.

En el futuro, ¿quién sabe qué medios se encontrarán para mover la pesada materia? La maquinaria pesada es la aplicación del descubrimiento de la energía en Dwapara a los conocimientos de Kali Yuga, por ejemplo a la palanca, inventada por el griego de la Antigüedad, Arquímedes. Probablemente al progresar Dwapara Yuga se descubrirán métodos más sutiles de mover la materia.

Consideremos esta posibilidad: Ya se sabe que la materia no es sino una vibración de energía. Quizá con el tiempo se utilizará el sonido, u otra forma de vibración, para mover objetos pesados. De hecho, un grupo de pensadores de vanguardia está sopesando los logros de la humanidad en aquellas épocas en que se creyó que la civilización había sido primitiva, pero que, según Sri Yukteswar, estaba en una edad avanzada del ciclo yuga descendente. Estos escritores han sugerido, por ejemplo, que las vibraciones sonoras podrían explicar mejor que el trabajo de los esclavos cómo se construyeron las mayores y más antiguas pirámides. ¿Fantasía? Quizá. Pero quizá no. Y si es fantasía, también lo fue la de Julio Verne, el escritor de ciencia ficción francés del siglo XIX, la mayoría de cuyas predicciones “imposibles” hace mucho que se cumplieron.

En este decenio final del siglo XX todavía vivimos al comienzo, con otros XIX siglos por venir, de Dwapara Yuga propiamente dicho. A medida que las potencialidades de la energía se desplieguen a nuestro alrededor, la humanidad verá inevitablemente maravillas que hoy parecerían increíbles, si pudiéramos imaginarlas; maravillas que, hace sólo doscientos años, habrían llevado a

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sus inventores a la hoguera.

Como el director de la Oficina de Patentes de los EEUU, que propuso al final del siglo XIX cerrarla porque todo lo que podría inventarse ya estaba inventado, actualmente un grupo de científicos ha dicho que estamos acercándonos al final de los descubrimientos. El universo, afirman, ya encierra pocas sorpresas para nosotros.

A lo que se refería el director de la Oficina de Patentes era a artefactos mecánicos. Probablemente él no tenía ni idea del impacto que la energía tendría en los mecanismos. Y a lo que se refieren sus almas gemelas en la ciencia es, una vez más, al tipo de conocimiento de Kali Yuga. De hecho debe ser verdad que estamos acercándonos al final de los descubrimientos desde la limitada perspectiva de Kali Yuga. Sin embargo, la edad de la energía abrirá horizontes ilimitados en los próximos siglos.

Poner al descubierto los secretos energéticos de la materia ofrecerá a la humanidad un poder y una libertad no soñados hasta ahora. El conocimiento de que la materia es energía dará a la humanidad un poder sin precedentes para la transformación y transporte de la materia. Tal desarrollo no podrá dejar de tener un enorme impacto en nuestras vidas y en el mundo que nos rodea.

También nos obligará a cierta autodisciplina, para que las consecuencias de un comportamiento irresponsable no nos lleven al desastre. Pero concentrémonos por ahora en las oportunidades positivas que se nos presentan, no en sus peligros latentes. Y tengamos fe en que los rayos de energía que ya iluminan la mente humana, que han producido ya tantas maravillas, confieran también a la humanidad la sabiduría necesaria para manejarlas con seguridad.

De hecho, el temor a que un poder creciente tenga como resultado la destrucción del planeta es simplemente un signo del pensamiento de Kali Yuga. Fue esta clase de pensamiento la que inspiró en el pasado a los dirigentes shaker a declarar, “Si Dios quisiera que voláramos nos habría dado alas.”

Especialmente en un ciclo ascendente, sin duda el instinto humano se orientará con más fuerza hacia la creación que hacia la destrucción.

¿Cuáles serán pues las consecuencias de esta nueva conciencia, de este nuevo sentido de libertad? Veo tres tendencias generales fundamentales.

Tendencia Número UnoLa primera será una reacción contra la complejidad y una vuelta a una simplicidad nueva. Actualmente en todos los campos, desde las ciencias físicas a la medicina, psicología, educación, negocios y las simples “asuntos” de la vida, todavía pesan los detalles. La complejidad es la herencia que Kali Yuga ha legado a Dwapara Yuga. No es una necesidad de conocimiento. Es simplemente el reflejo de una mente más ocupada en los detalles minuciosos del conocimiento que en el “vuelo de la flecha” de la sabiduría.

La nueva simplicidad no será una vuelta a la tosca ignorancia. Por el contrario estará acompañada de una conciencia brillante, una compresión que llega cuando el conocimiento es absorbido por una vigorosa corriente de conciencia. Lo que estoy describiendo es la simplicidad de la sabiduría intuitiva. Gradualmente la gente se dará cuenta de que cuando la corriente es adecuada, los detalles se resuelven solos. Esta sencilla verdad tiene un fundamento todavía más simple: La energía tiene su propia inteligencia.

En música las buenas melodías surgen de tal simplicidad. Las melodías inolvidables son producto de la inspiración, no de un sofisticado conocimiento de la notación musical. (De hecho las melodías de la música folk tienen con frecuencia más encanto que las producidas laboriosamente por compositores profesionales. Por eso muchos compositores se han visto obligados a tomar prestadas sus melodías de las tradiciones populares).

En las artes simplicidad significa flujo intuitivo, que trasciende las intrincadas creaciones intelectuales o emocionales.

En política simplicidad significa tener la sabiduría necesaria para comprender que un tratado cuidadosamente conseguido nunca sustituye a la genuina buena voluntad.

En los negocios la simplicidad significa reconocer que los beneficios proceden de la energía creativa y no de detallados estudios de mercado.

En medicina la simplicidad significa estimular el flujo de energía en el cuerpo. En el futuro, los médicos se ocuparán sólo secundariamente de curar partes específicas del cuerpo.

Y en ciencia la simplicidad significa comprender que los grandes descubrimientos son producto de la intuición, no del conocimiento académico.

Tendencia Número DosLa segunda tendencia será un énfasis renovado en el ser humano individual. Se dedicarán menos esfuerzos al estudio del hombre como estadística social y más tiempo a su vida interior, a su sintonía personal con la Verdad más elevada. Las personas llegarán a darse cuenta de que los logros humanos, hasta los más importantes, nunca han sido mayores que el ser humano, origen de los mismos. Pues los grandes logros, en  su totalidad, sólo pueden dar a entender la grandeza potencial del ser humano.

Así pues, como complemento a la continua búsqueda de conocimiento y dominio exterior, habrá una vuelta a la sencilla sabiduría inscrita en el oráculo de Delfos, una recomendación grabada en la prehistoria (¿quién sabe?, quizá durante el último Dwapara Yuga descendente), la recomendación: “Conócete a ti mismo.”

Tendencia Número TresLa tercera tendencia será una demanda creciente de calidad sobre cantidad. “Más grande” dejará de ser equiparado con “mejor”.

Durante Kali Yuga, la percepción de la materia como una realidad absoluta hizo creer a los reyes que cuanto más territorio poseyeran, mayores se volvían ellos mismos. Hizo pensar a la gente en la humanidad como masa, en vez de como individuos. Esto llevó a Karl Marx, en un momento ya tan tardío como el final del siglo XIX, a exaltar al peón sudoroso sobre el hombre de ideas. (En realidad ¿qué es el comunismo sino un eco agonizante de Kali Yuga?).

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Hace unos años, E.F.Schumacher escribió un moderno libro titulado Lo pequeño es hermoso. El mismo título ayudó a vender el libro. Pues en los asuntos humanos hay una tendencia en aumento a la miniaturización y al alejamiento de la mentalidad bulldozer, que compara el poder material con la inercia material en una guerra de conquista por la fuerza bruta. En el futuro habrá tendencia a adaptarse a la realidad, no a someterla a fuerza de golpes.

Los grandes cambios en la conciencia humana empiezan siempre por unos pocos individuos, lo suficientemente sensibles como para percibir la necesidad del cambio y lo suficientemente enérgicos como para arrimar el hombro. Los cambios en la conciencia general se producen gradualmente, normalmente sólo después de una o más generaciones.

Cuanto más esencial y de largo alcance es el cambio, más tiempo es necesario para que sea aceptado. Así, al menos algunos de los viejos hábitos de Kali Yuga persisten en Dwapara Yuga y, dada la media de obtusidad humana, quizá persistan en Satya Yuga. Después de todo, durante Kali Yuga hubo algunas almas como Jesucristo y Buda cuyas conquistas fueron las más elevadas, incluso cuando la mayoría de la humanidad estaba imbuida en la conciencia material. Lo que determina el nivel de conciencia de un individuo no es sólo la energía de la tierra en su conjunto, sino también su propio refinamiento, como instrumento que recibe esa energía.

Los viejos hábitos se afirman con más agresividad cuando son confrontados a nuevas alternativas. En Dwapara Yuga esta agresividad es estimulada por una intensidad de energía realmente en aumento. Así, aunque desde el punto de vista cuantitativo está disminuyendo, en el siglo XX hemos visto un énfasis exagerado en, y una llamada a, la conciencia de masa en todos los campos: en política, filosofía social, mercado, empresa, publicidad e incluso en campos como la educación y la religión. No obstante, el cambio es inevitable.

El cambio hacia un énfasis en la calidad será como la otra cara de la moneda, con la nueva concentración en el hombre interior frente al hombre como una estadística social. Todavía hoy la ciencia dice, “La clave del universo es el electrón.” El hombre moderno llegará a decir, “La clave para comprender el universo es, en última instancia, el hombre.”

Unidad en la DiversidadLa simplicidad está convirtiéndose rápidamente en una obligación en los asuntos humanos. La avalancha de información ha llegado a tal punto, que la humanidad se siente cada vez menos capaz de abordar el volumen y complejidad de la misma que encuentra en todos los campos.

El descubrimiento de la energía como la realidad que subyace a la materia, cambiará nuestra forma de procesar la avalancha de información objetiva. Creo que los ordenadores no serán la última palabra en este proceso evolutivo.

Se verá que infinidad de fenómenos son sólo expresión de un flujo unificador. En innumerables aspectos de la vida, la gente se dará cuenta de que la comprensión del flujo hace innecesario preocuparse en exceso por los detalles. Pues se hará cada vez más patente que, inherente a la misma energía, existe cierta inteligencia que guía y que permanece sin explotar mientras la atención de la persona está absorbida en los detalles, pero que se libera cuando su voluntad se ocupa de lo que puede describirse como el ritmo natural de la actividad.

Los obstáculos y problemas que surgen cuando se opera con materia inerte, se transforman en oportunidades de éxito cuando la persona se hace consciente de que está operando con la realidad viviente que existe tras la apariencia de inercia.

Quinto Capítulo – La religión en la Nueva Era

Si actualmente la religión no goza de la alta estima de que gozó en un tiempo, la razón no es difícil de encontrar. En todo el mundo, la religión se ha identificado a sí misma con actitudes que se han abandonado a medida que la humanidad abraza otras, menos limitadas a la forma y más adaptadas a la conciencia de la era de la energía.

Tradicionalmente la religión se ha definido a sí misma por sus propias creencias, no por la experiencia dinámica de paz interior, de cercanía a Dios, que las grandes Escrituras han ofrecido como una amorosa promesa a la humanidad. La religión ha enfocado su atención en las formas externas de alabanza, en detrimento del espíritu interior que esas formas estaban destinadas a expresar.

En Occidente, la religión, tomando su orientación del racionalismo romano y no de las enseñanzas de Jesucristo, ha congelado ese espíritu en organizaciones formales. Pero el espíritu de la religión ha sufrido en todas partes. Pues incluso donde las formas de organización están menos desarrolladas, se ha dado un énfasis excesivo a la religión como institución social y se ha considerado muy poco a la religión como guía para el desarrollo espiritual.

De todas las instituciones humanas, la religión ha sido siempre la más reticente al cambio. En el conservadurismo reside su fuerza, pero también su mayor debilidad; su fuerza porque las enseñanzas religiosas expresan valores eternos; su debilidad porque, en cierto sentido, esos valores son traicionados cuando se limitan a formas de expresión concretas. Es correcto no interpretar esos valores como simple reflejo de una moda pasajera. Al mismo tiempo, definirlos ya es interpretarlos. Ninguna simple expresión de valores eternos puede ser absoluta.

Además, la percepción humana de la verdad cambia, mientras la verdad misma permanece inalterable. Cuando en vez de la adherencia a la Verdad, el inmovilismo se convierte en el principio rector, los dogmas se convierten en dogmatismo. Hábitos profundamente rutinarios toman el mando y la Verdad misma se olvida. Finalmente se encuentran justificaciones incluso para institucionalizar la misma revelación.

La debilidad de la religión reside en que, en nombre de preservar la Verdad, la entierra. Pues confunde hasta los cambios más saludables con disolución y herejía.

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En su aspecto más elevado, la religión es el regalo de Dios a la humanidad. No es simplemente el regalo de algún hombre sabio a la humanidad. En tiempos de cambio es especialmente importante que la humanidad sea guiada por Dios. Los grandes maestros espirituales que han venido en otros momentos cruciales de la historia humana vinieron con esa misión. Su nacimiento fue oportuno, pero también fue decretado. Buda, Krishna y Shankaracharya en Oriente, Jesucristo en Occidente, estos hombres no fueron un accidente histórico.

Actualmente, en el amanecer de la era de Dwapara, hay una necesidad perentoria de un nuevo mensaje procedente de lo alto. Si alguna vez Dios habló a la humanidad por medio de profetas, sin duda es el momento de que lo haga de nuevo. La necesidad es tanta como lo fue anteriormente. Si el Señor es realmente nuestro Padre, Madre y Amigo Eterno y si le llamamos como Hijos suyos, tiene que responder a nuestra necesidad urgente. Para nuestra comprensión humana existen límites.

El sentido común puede mostrarnos la necesidad de adaptarnos a las nuevas realidades. La razón puede facilitar este proceso de adaptación ayudándonos a ver que los nuevos descubrimientos apoyan las verdades espirituales y que no las socavan de ninguna manera. Nuestro sentido de la historia, aplicado a la transición desde la esclavitud de la materia a la energía, puede mostrarnos las direcciones que la religión tomará probablemente en el futuro, una vez que se haya adaptado a las percepciones de la nueva era. Aún así, nuestra fe exige algún signo claro, procedente de lo alto, de que nuestra demasiado humana comprensión está guiándose adecuadamente. Sin tal signo y tal guía, el peligro de arrogancia en nuestro razonamiento es enorme. Y la arrogancia es la muerte de la sabiduría.

Con o sin tal guía, tenemos que utilizar nuestra razón lo mejor que podamos. La Divinidad sólo responde cuando el ser humano hace cuanto puede con todas sus facultades, no cuando deja en suspenso esas facultades en nombre de una falsa humildad. La sabiduría no es para el estúpido. Ni para quienes almacenan su energía en sí mismos temerosamente, en vez de expandirla.

Con o sin una guía superior, pidamos a nuestra razón humana que nos muestre cuáles pueden ser las tendencias del futuro, para que podamos poner todo de nuestra parte para adaptarnos a ellas.

Lo primero que debe hacer la religión es reconocer que vivimos en una era de energía. La religión debe aceptar que la energía no es una moda pasajera, sino sencillamente algo práctico. Lejos del tipo de cataclismo que nos llevaría de regreso a las cavernas, la energía debe ser clasificada como un conocimiento estable del ser humano.

Profundizando todavía más, debemos aceptar que la energía es la realidad; la materia, la ilusión. La energía es la onda, o vibración, la materia es sólo su manifestación. En otras palabras, la energía no es el producto de la materia, sino la causa.

¿Qué significado tiene todo esto para la religión? La respuesta se nos impone implacable. Pues el poder de la religión no reside en sus formas externas, ceremonias, dogmas, instituciones. Reside en el espíritu inherente a estas formas, que son únicamente sus manifestaciones. La Verdad nos trajo la religión. La religión nunca creó la Verdad.

Lo sagrado de una ceremonia religiosa reside en la energía que aporta a ella la profunda sinceridad del sacerdote y los participantes. Esta santidad no puede medirse con instrumentos físicos. Es una energía espiritual, no visible, pero sentida distintamente por quien entre profundamente en el espíritu de la ceremonia.

En las iglesias he visto a personas que rezaban, pero dejando que sus ojos se movieran inquietos para ver quién entraba y salía. En una ocasión observé a un sacerdote recitando el oficio de difuntos, mientras se limpiaba las uñas. Y en La India asistí a ceremonias védicas del fuego donde los sacerdotes brahmines hacían los movimientos externos y repetían de memoria los mantras adecuados, mientras lanzaban miradas a la audiencia en busca de aprobación.

Cuando el sol se pone, al brillar sobre las nubes del Oeste las tiñe de resplandecientes matices. Pero cuando el sol desaparece por completo, esas mismas nubes se presentan grises y sin brillo. De igual forma, lo que determina la influencia espiritual de las prácticas religiosas es el espíritu que está detrás de ellas y no las prácticas mismas.

En Occidente, y quizá en todas partes, la religión se ha centrado más en el número de sus seguidores que en la calidad del culto. En los lugares en que se ha alentado más el desarrollo espiritual individual, como en La India, para la religión es más fácil adaptarse a la creciente demanda de nuestra era de la experiencia sobre la creencia ciega. En último término, la religión tiene que dirigirse en todas partes hacia el énfasis en las verdades universales, eternas.

La religión tiene que hacer hincapié en la importancia del espíritu sobre la forma y de la experimentación (o experiencia) sobre las aserciones dogmáticas. A menos que se permita que estos principios reclamen el lugar que les corresponde, la religión se hará cada vez más irrelevante. No obstante, no es probable que la religión continúe resistiéndose a estas esperanzas legítimas mucho más. Pues la religión es una necesidad eterna del alma. Sin algún tipo de religión, el espíritu humano se marchita y muere. La humanidad no puede permitir que esto suceda.

Cuando visité Australia, hace unos años, al final de una conferencia que impartí, alguien se me acercó y me dijo “Soy ateo. ¿Cómo puede usted definir a Dios de forma que me resulte comprensible?”. Lo pensé y respondí “¿Por qué no piensa en Él como el mayor potencial que usted pueda imaginar para sí mismo? Por un momento pareció desconcertado; después respondió, “¡Puedo vivir con esa definición!”.

El espíritu humano moriría si perdiera toda aspiración elevada. Se condenaría a sí mismo a la apatía y la ruina. Como dijo Voltaire, “Si Dios no existiera, el hombre tendría que inventarlo.”

Puesto que el espíritu humano no puede vivir sin religión, la humanidad tendrá que encontrar la forma de vivir con ella. Y eso supone, no rechazar, sino explorar y reconciliar las diferencias entre los viejos supuestos dogmáticos y los nuevos descubrimientos científicos.

Las direcciones básicas del futuro, simplicidad, énfasis en la calidad y búsqueda en el interior del hombre, no pueden sino llegar a ser tan importantes en el terreno de la religión como en cualquier otro campo de actividad.

Las verdades más profundas de la religión son bastante simples. Han sido oscurecidas por las estructuras externas de la religión, que han llegado a su complejidad en la lucha de la religión contra multitud de desafíos, hasta crear confusión y disensión, no

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claridad. De todas las instituciones humanas, la religión debería ser la más unificadora. Pero la gente lucha, se persigue y va a la guerra por sus diferencias religiosas, todo esto en el nombre de Dios que, como todas las religiones proclaman, es un Dios de Amor.

Una vez más es el momento de explorar la relación interna del hombre con su Creador. Jesucristo dijo, “Mirad, el reino de Dios está dentro de vosotros.” También dijo, “Destruid este templo y volveré a levantarlo en tres días.” La Biblia nos dice que estaba refiriéndose, no al templo de Jerusalén, sino al templo de su cuerpo. La inferencia es obvia. Pues se rinde culto dentro del templo, no fuera. La verdadera meta de la peregrinación, así lo declaran las Escrituras Indias, es interior. Por tanto, lo que importa en religión no es el lugar externo de culto, ni los ritos externos, ni siquiera el sistema concreto de creencias (que, después de todo, son sólo definiciones formuladas por seres humanos), sino la experiencia personal, real, interior, de Dios y la Verdad. Según todos los santos que han experimentado este sublime despertar, Dios es simple; el Hombre es complejo.

La Verdad exige que la religión vuelva a la simplicidad. La religión debe regresar a la realidad fundamental, el amor divino. Debe regresar a la necesidad humana de una experiencia personal, directa, de ese amor.

La tarea Divina no es convertir a los demás. Es vivir y expresar amor divino.

En una ocasión un amigo de La India pasó el verano en una estación de montaña en los Himalayas. En el bungalow de al lado vivía una misionera, directora de una escuela cristiana local. Mi amigo, de naturaleza franca, le hablaba amablemente cuando se encontraban por la mañana. Ella malinterpretó su cordialidad como un signo de que podía estar interesado en convertirse. En reciprocidad era todo sonrisas. Le invitó a visitar su escuela, le presentó cariñosamente a sus alumnos y le explicó extensamente el gran trabajo que estaba haciendo y la belleza de las enseñanzas de Jesucristo. Él respondió agradecido a todas estas atenciones.

Ella fue dándose cuenta poco a poco de que mi amigo no tenía interés en convertirse. Sus modales se enfriaron. La sonrisa se borró de sus labios. Finalmente comenzó a tratarle como a un extraño. Él continuó saludándole amablemente como antes. Ella, en respuesta, guardaba un digno silencio. Como converso potencial le interesaba. Como ser humano perdió toda importancia. Nunca le había visto como a alguien con sus propias necesidades espirituales. Ahora, al menos ésa era la impresión, para ella representaba simplemente una decepción en la estadística de miembros de la iglesia.

En Dwapara Yuga el énfasis cambiará del acercamiento cuantitativo al cualitativo. Cambiará del deseo de la iglesia de un mayor número de conversos, a la necesidad individual de respuestas satisfactorias, incluso si las preguntas son “inconvenientes” o “difíciles”.

Los últimos siglos han demostrado claramente la insuficiencia de la simple creencia. Han justificado el método científico de probar la validez de las hipótesis. La gente ha asumido que el método científico no es válido en religión, puesto que la religión opera con verdades no mensurables. Pero si esto es así, la ciencia se descalifica rápidamente a sí misma. ¿Pues cómo se mide la energía?  La medida ha sido una herramienta útil, pero cuando se trabaja con sujetos demasiado sutiles para ser medidos hay que buscar otros patrones.

Si la religión no tuviera nada más que ofrecer que creencias que no pueden probarse, sólo atraería a soñadores. ¿Iría alguien a jugar a un casino que tuviera reputación de no pagar jamás a sus clientes? ¿O que les diera largas con la promesa de pagar cuando el cielo se desplomara? A pesar de las promesas de consuelo para el más allá de la religión, ésta también cubre necesidades espirituales en el presente. Si esto no fuera verdad la gente habría dejado de volverse hacia la religión hace mucho tiempo, como en las tribus primitivas la gente dejó de acudir a sus hechiceros cuando se dieron cuenta de que los médicos modernos hacían el trabajo mejor.

La religión ofrece enseñanzas que elevan y amplían la mente humana. Quizá más que enseñanzas ofrece experiencia. La inspiración sentida durante la oración profunda y la meditación es algo vivo. Las grandes obras de arte rozan esta intensidad de inspiración sólo en la medida en que son eco de la inspiración del alma, pero la religión ofrece la inspiración del alma directamente.

Un ejemplo de la inmediatez que ofrecen las enseñanzas de todas las religiones, es la recomendación de tratar a los demás como querríamos que nos trataran a nosotros. La religión nos ayuda a ser sensibles a la verdad de que todos formamos parte de una realidad mayor. “Ningún hombre es una isla”. Ningún hombre vive realmente solo, excepto cuando se aísla mentalmente de los demás.

Así como el laboratorio es el taller de la ciencia, la mente humana es el taller de la religión. Las ceremonias religiosas son sólo proyecciones del anhelo humano de transformación interior. Es en sus propios pensamientos, ante todo, donde el hombre debe trabajar. Son sus propios sentimientos los que debe purificar.

¿No nos dijo Jesús eso exactamente? “Benditos son los puros de corazón”, dijo, “pues ellos verán a Dios”. No dijo “Benditos son mis discípulos”, ni siquiera, “Benditos son quienes creen lo que digo”. Dejó claro que nuestra salvación depende, no de afiliaciones externas, no del simple reconocimiento mental de la verdad, sino de la pureza ante el Señor, cuyo reino está “dentro”.

La mayor parte de lo que enseña la religión puede ser puesto a prueba y confirmado. En última instancia quizá resulte que todas sus afirmaciones pueden ser confirmadas. Para observar un microbio se necesita un microscopio. Para percibir la Verdad se necesita calmar la mente hasta que se vuelva cristalina.

Existen dos necesidades claras en la religión actual. Una es probar las Escrituras, como la Biblia nos dice que hagamos. La otra es la necesidad de desarrollar métodos prácticos para realizar nuestras pruebas.

Obviamente los tubos de ensayo no pueden utilizarse en el “laboratorio” de la mente. Se necesitan métodos para calmar la mente y concentrarse. En este sentido la meditación es comparable a un laboratorio científico. Ayuda a conseguir el grado de claridad mental necesario para este tipo de investigación. No puede percibirse la verdad mientras la mente esté inquieta y mientras su atención se dirija hacia el exterior, hacia los sentidos.

La medicina moderna ha adoptado muchos remedios de otras culturas, en las que su eficacia era conocida. También en otros campos, los descubrimientos de una cultura han ayudado al desarrollo de las demás. En todo el mundo, especialmente en nuestros días, la tendencia hacia la polinización cruzada cultural ha ido en aumento.

Desgraciadamente, en religión las declaraciones de exclusividad han originado que la gente mire con abierta hostilidad las prácticas

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y creencias incluso ligeramente distintas de las suyas.

Pero ahora, en Dwapara Yuga, la búsqueda humana de comprensión espiritual tomará una nueva dirección. La religión dejará de ser dogmática. A medida que se concentre en el desarrollo espiritual individual, dará cada vez mayor énfasis a lo experimental. Con el tiempo la religión incluirá en sus prácticas métodos psico-físicos diseñados para ayudar al individuo a alcanzar paz y claridad interior. Entonces, el yoga, en todas sus ramas, jugará su papel.

Puesto que el yoga opera no sólo con técnicas mentales y físicas de auto desarrollo, sino con el control directo de la energía interior (pranayama o control de la energía), será reconocido como una auténtica ciencia de la religión. Confío en que se convierta en la ciencia por excelencia de la nueva era. Las prácticas de meditación yoga serán utilizadas para probar las afirmaciones de la religión, al poner a la persona en contacto con su superconciencia y al hacerle capaz de guiar su vida por la intuición del alma.

Como dije, la religión de la nueva era se dirigirá al interior, no al exterior. El objetivo de esta búsqueda interior no será reforzar el ego, sino hacer remontar la conciencia individual hasta su fuente en la Conciencia Infinita. Como la atención del ego se dirige normalmente hacia fuera, hacia el cuerpo y al mundo que le rodea, la identificación consigo mismo se basa en estas identidades superficiales. “Soy un hombre (o una mujer). Soy estadounidense (o francés, o italiano). “Soy… Soy”. El dominio del ego sobre la conciencia humana puede reducirse sólo gracias al contacto con una conciencia más elevada. Si esperamos alcanzar una comprensión clara de quién y qué somos, tenemos que ir al interior e investigar un vínculo más profundo con el mundo que nos rodea.

Jesús dijo. “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Quería decir que nuestro prójimo es, en el sentido más profundo y espiritual, nuestro verdadero ser.

Una isla es, sólo superficialmente, la masa de tierra visible a nuestros ojos. Su mayor masa no está al alcance de nuestra vista, se encuentra bajo el agua. Allí está conectada con la tierra y con todas las demás islas existentes.

La religión del futuro será una religión de Autorrealización. Consistirá en la comprensión de que el infinito amor y gozo de Dios forma nuestra realidad más profunda y que Dios es nuestro auténtico Ser. Pues si la materia es energía, la energía no es sino una manifestación del pensamiento, el pensamiento una manifestación de la conciencia y la conciencia, en última instancia, no es sino la Divinidad a partir de la cual hemos sido creados y se han creado todos los seres y todas las cosas.

Sexto Capítulo – Las Instituciones Religiosas en la Nueva Era

El hecho de que la materia sea energía no relega la materia a la no-existencia. Sólo significa que existe algo más que lo que aparece a primera vista. Se ha ensalzado a la materia, como el niño campesino de la fábula que resultó tener talento de gran artista. El cometido de Dwapara Yuga no es echar abajo las realidades de Kali Yuga, sino sólo llevarlas a niveles de realidad más elevados.

La religión, por ejemplo, no se verá minada por el descubrimiento de que el drama divino representado en la tierra por los grandes salvadores de la humanidad sea de alcance limitado. Ni se debilitará al comprender que el Creador de cientos de billones de galaxias tiene que ser totalmente distinto del anciano de larga barba blanca que pintó Miguel Ángel en la Capilla Sixtina; que el Señor no pertenece de ninguna manera al género humano. La religión, lejos de ser silenciada por los descubrimientos de la ciencia moderna, será llevada de un lenguaje arcaico a uno vivo.

También la comprensión de la moralidad por parte de la gente sufrirá una transformación. La moralidad no está muerta, como muchos creen. En el primer momento de euforia, nacida al comprender que nada es absoluto, la gente concluyó rápidamente que es totalmente correcto hacer lo que se desee. Pero se equivocó al concluir esto. Si bien la moralidad es relativa, sus normas son de aplicación universal para todos en el estado concreto de su evolución espiritual. En otras palabras, la relatividad es direccional, no caprichosa. Si un perezoso dijera un día enérgicamente, “¡Voy a trabajar duro y hacerme millonario!” todo el mundo le aplaudiría. Sin embargo, si un noble servidor de la humanidad como Gandhi, hiciera el mismo anuncio, su decisión sería censurada universalmente como vergonzosa.

Con el énfasis creciente en el ser interior, se hará cada vez más patente que los principios de la moralidad están profundamente enraizados en el orden natural. Éste es uno de los temas que he explicado extensamente en mi libro, Crisis en el Pensamiento Moderno; no es necesario que lo trate aquí con amplitud. De lo que se trata es de que también nuestra moralidad está expandiéndose y haciéndose más profunda, aunque en el proceso experimente cierta confusión. La moralidad no está pasada de moda. Al contrario, con el tiempo se verá que constituye las bases de una vida verdaderamente plena y feliz.

Esto también es cierto para las organizaciones religiosas. La idea de que no son un bien incuestionable dará paso, tras el desencanto, a una valoración más madura del bien que pueden hacer.

La meta de la práctica religiosa es elevar al ser humano por encima de la dependencia de cualquier organización religiosa. Como dijo un santo de La India en cierta ocasión, “Es una bendición nacer en una religión, ¡pero una desgracia morir en una!” No obstante, si las organizaciones religiosas son expansivas y tienen espíritu de entrega, si no hacen a sus miembros exigencias contractivas y su objetivo es servir a los demás, no controlarlos, pueden ser una fuerza muy beneficiosa para el mundo.

En mis escritos anteriores mostré que el grado de expansión o restricción de una organización es lo que determina su estado de salud, sea bueno o malo.

La tendencia a la contracción, en los individuos y mucho más en las organizaciones, lleva a un estado de implicación ególatra exagerado. La gente que se involucra de forma ególatra no tiene sentido de la proporción. Esto también es válido respecto a las organizaciones, pues las personas que ponen en marcha una organización proyectan en ella las actitudes que abrigan en su interior. Un líder que se involucra ególatramente, proyecta actitudes constrictivas a su organización, hasta el punto de que todo el personal piensa menos en términos del bien que pueden hacer al mundo que en términos del bien que pueden hacerse a sí mismos. La

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preocupación general es crear salvaguardas para que, tanto ellos como la organización, desempeñen sus funciones sin amenazas serias al status quo. En tales organizaciones prevalece una atmósfera de miedo. No existen iniciativas.

En las organizaciones religiosas, generalmente se elaboran argumentos racionales para justificar esta descarada apariencia de egolatría. Así, si no se alientan las innovaciones creativas, es porque “las enseñanzas tienen que ser preservadas en su pureza.” Si alguien siente la generosa necesidad de ayudar a los demás, es apremiado a reducir su ímpetu porque “la organización debe fortalecerse para servir mejor a la humanidad.” (Realmente su gran error es que hace que quienes le rodean parezcan malos). Y, por temor a que la organización pierda su precario sentido de equilibrio, ni siquiera se escuchan las sugerencias a menos que sean eco de normas ya establecidas.

Como es de esperar, lo que sucede en ese tipo de organizaciones religiosas es que la visión espiritual se olvida y se pierde en una niebla burocrática.

En estos casos, la salida debe buscarse en un cambio de orientación, de un flujo de energía restrictivo a uno expansivo; de actitudes protectoras a las saludables actitudes de hacer partícipes a los demás.

Para cumplir los fines espirituales hay que tener en cuenta dos principios fundamentales. El primero de estos principios es, Las personas son más importantes que las cosas. El segundo es, Allí donde existe adhesión a la verdad, está la victoria.

Vi expresado el segundo principio por primera vez en La India, en la divisa de la familia real de Cooch Behar. En bengalí tenía un ritmo especial: “Jato dharma, tato jaya”.

El primero de estos principios se ha expuesto muchas veces de diferentes formas. Jesucristo lo expresó al decir, “El sábado fue hecho para el hombre y no el hombre para el sábado.”

Para las mentes mundanas el segundo principio resulta más difícil de entender. La gente tiende, absurdamente, a ver los principios elevados como trabas al éxito. Como le dijo su padre a un amigo, deseando sin duda compartir con él la sabiduría conseguida a lo largo de toda una vida, “Hijo, ¡nadie se ha hecho rico jamás siendo honesto!”. En todas las épocas, esta clase de hombre ha amasado una fortuna fraudulentamente, para perderla después.

Por supuesto el sentido práctico es esencial. Pero muchas personas se oponen a toda idea expansiva con la explicación, “Sólo trato de ser práctico.” Tales personas, si se encuentran al frente de una organización, la condenan a la mediocridad.

La Organización en la NaturalezaUna forma excelente de aprender a dirigir una organización es estudiar cómo lo hace la Naturaleza.

Consideremos el cuerpo humano. Como institución bien regida, el cuerpo tiene una cadena de mandos. El ego, actuando a través de la voluntad, da sus directrices por medio de los nervios del cerebro y la médula espinal.

Para que el cuerpo prospere, su ego rector, como el director ejecutivo de una empresa, debe escuchar  sus necesidades y responder a ellas con sensibilidad.

Así mismo, para que el cuerpo prospere, sus diversas partes deben sentirse alentadas y respetadas por sus “superiores”, el ego y la energía de los centros nerviosos. El cuerpo se consume cuando su energía se agota como consecuencia de una equivocada forma de vivir.

El ego debe tener una relación sana y expansiva con el cuerpo y, a través de él, con el mundo circundante. Debe aspirar a ponerse al servicio de unas metas vitales por encima de la simple satisfacción de sus deseos egoístas.

Todo el universo manifiesta los mismos principios. Las leyes mecánicas de la Física están enraizadas en la Verdad espiritual. La gravedad es un reflejo del principio del amor divino. La ley de Newton de acción y reacción es un reflejo de la ley de compensación, que en La India se llama la ley del karma. El flujo y reflujo de la marea es una manifestación del principio básico de dwaita (dualidad), que según las enseñanzas de La India constituye el fundamento de la creación universal.

La Clave UniversalLa llave maestra de las leyes del universo es el amor.

Swami Sri Yukteswar, en su libro La Ciencia Sagrada, escribió sobre los efectos del amor en el cuerpo humano: “Cuando el amor, el regalo celestial de la Naturaleza, aparece en el corazón, elimina del organismo todo cuanto produce nerviosismo y lo calma llevándolo a un estado absolutamente normal; y, dando vigor a sus poderes vitales, expulsa toda sustancia extraña, los gérmenes de la enfermedad, por medios naturales (la transpiración, etc.). Y así da al hombre una salud perfecta de cuerpo y mente y le permite comprender adecuadamente las orientaciones de la Naturaleza.”

Sri Yukteswar explicó además los efectos del amor en la comprensión humana: “Cuando este amor se desarrolla en el hombre, lo hace capaz de entender la verdadera situación de su propio Ser, así como de quienes le rodean”.

ParamhansaYogananda, el principal discípulo de Sri Yukteswar, enseñó que la única forma de entender verdaderamente a los demás es sentir por ellos profunda compasión. El psicoanálisis trabaja con el intelecto; por tanto sólo puede aportar una comprensión superficial de la naturaleza humana. La comprensión profunda sólo es posible gracias al amor.

Por esta razón, cuando a Paramhansa Yogananda se le preguntó en una ocasión, “¿Quién ocupará su lugar cuando usted haya dejado este mundo?”, respondió con una tierna sonrisa, “Cuando yo me vaya, sólo el amor podrá ocupar mi lugar.” Se refería, no sólo al amor por Dios, sino por Dios en los demás, en la humanidad, en todos los seres. Al contemplar Dwapara Yuga, sólo el amor puede ayudarnos a absorber totalmente sus energías.

También Jesús insistió en este principio. La Biblia, en Marcos 3:1-5, menciona a ciertas personas ortodoxas que le observaban con aire crítico para ver si rompía la ley judaica y curaba a un hombre en sábado. El relato nos dice que Jesús “miró a su alrededor con enojo, afligido por la dureza de sus corazones.”

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También en Juan 13:35, dice, “Por esto conocerán que sois mis discípulos, porque os amáis unos a otros”.

El Principio del Amor en las Instituciones HumanasEn una organización sana todo miembro es considerado, y se considera a sí mismo, importante para el todo, sea cual su posición “jerárquica”. Incluso si la organización es un tanto desdeñosa respecto a las normas de procedimiento, funcionará relativamente bien y sin contratiempos, siempre que su energía sea expansiva y sus trabajadores se ocupen de servir a los demás en vez de ocuparse de protegerse de la cólera de sus superiores.

En una organización sana, también los líderes se ocupan en primer lugar del bienestar de sus subordinados y, sólo secundariamente, del trabajo que pueden obtener de ellos. En esa sociedad, los asuntos más importantes son vistos, a todos los niveles, más dirigidos al bien de la sociedad en su conjunto, que como una fuente de beneficios para la organización

Por el contrario, una organización espiritual enfermiza, al igual que un ego enfermizo, es restrictiva en su energía. Sus trabajadores temen por sus puestos. Sus líderes temen por su autoridad. La misma motivación hacia el trabajo se basa más en el miedo al fracaso que en las expectativas de éxito. Líderes y trabajadores son igualmente indiferentes a las necesidades de los otros, aunque disfrazan su indiferencia, como la guinda de un pastel, con principios altisonantes.

En las organizaciones espirituales constrictivas se oye con frecuencia el desmentido, “Sólo las metas del trabajo son importantes” o “Sólo importa la voluntad de Dios” (en otras palabras, las personas no son importantes). Pero lejos de revelar un alto idealismo, tales desmentidos evidencian simplemente que la enfermedad ha llegado a un estado avanzado, lo que, en esta virulenta forma, puede diagnosticarse como “restricción galopante”. En tales organizaciones se teme la confianza en uno mismo o el entusiasmo persistentes y pueden ser activamente frenados.

Todo mecánico del automóvil conoce la importancia de tratar a sus herramientas con cuidado. Tiene que limpiarlas y engrasarlas con regularidad y poner cuidadosamente cada una en su lugar. Si no tiene el adecuado cuidado, puede decirse con seguridad que es un mal mecánico.

Del mismo modo, una organización prospera cuando sus miembros se sienten respetados, cuidados y, en última instancia, amados. Si se ve que la organización no los trata con el debido cuidado, no es necesario otro diagnóstico. Sin temor a equivocarnos, podemos temer lo peor.

En Dwapara Yuga las organizaciones religiosas serán dirigidas con más sensibilidad. Los buenos líderes verán sus organizaciones como ejemplos de la ley universal de acción y reacción. La conciencia de la energía, como opuesta a la conciencia de la materia, propiciará un cambio desde las formas externas a su motivación interior, espiritual.

Los defectos de las organizaciones de Kali Yuga en general y de las organizaciones eclesiásticas en particular, son éstos:

1. 1.      El error de creer que la forma puede sustituir a la verdad.2. 2.      El error de creer que puede conseguirse más gracias al poder que al amor; que el control impuesto es más efectivo y más

seguro que el amor.3. 3.      El error de creer que los líderes que se encuentran en los puestos más altos están cualificados para entender todo.4. 4.      El error de creer que, para desarrollar el espíritu adecuado, se necesitan muchas reglas y la rígida observancia de las

mismas.5. 5.      Y por último, el error de creer que los dogmas, no la caridad, son la esencia de la religión.

En Dwapara Yuga, si uno se toma la molestia de estudiar estas alternativas, las verá desde una perspectiva diametralmente distinta. Pues Dwapara ayuda a la gente a ver que:

1. 1.      La verdad puede tomar muchas formas.2. 2.      El amor es el mayor poder; los cambios que produce proceden del interior y por ello son duraderos.3. 3.      La sabiduría no es propiedad del hombre. No depende del talento o la inteligencia, sino de lo abierta que esté la persona a

recibir comprensión “de lo alto”.4. 4.      El espíritu recto florece en la simplicidad del corazón. Un exceso de normas, un exceso de rígida observancia de las

mismas, produce una mente calculadora, restrictiva y capaz de la artería, el fraude y la ambición sutil.5. 5.      Los dogmas son el cuerpo, pero la caridad es la vida del cuerpo. Los dogmas son la definición de la religión, pero la

caridad es su expresión viva.En mi último escrito decía que, si la elección para un puesto administrativo tuviera que hacerse entre alguien profundamente espiritual, pero sin experiencia y una persona materialista pero con experiencia, la decisión recaería, obviamente, en la persona materialista con experiencia. Sin embargo ésta es la manera de pensar de Kali Yuga. Una manera de pensar que considera las formas externas de las cosas como su realidad, ignorando su esencia.

Durante Dwapara Yuga se hará más o menos obvio que la eficacia de una organización depende de su espíritu, no de su eficiencia. La eficiencia, si bien es deseable, sirve de poco si el espíritu es débil. La eficiencia puede aprenderse, pero el espíritu correcto no puede ser enseñado; sólo puede ser inspirado.

Durante Dwapara Yuga, en las organizaciones espirituales se hará cada vez más énfasis en fomentar la comprensión y el amor. Se valorará la eficiencia, pero no a expensas de las actitudes espirituales correctas. Se considerará que la auténtica comprensión procede de Dios, no de la autoridad humana. Si se ve que un sacerdote es más santo que los demás, su ejemplo será tomado, no como una amenaza a la uniformidad, sino como una bendición para la iglesia como un todo; no como algo embarazoso, sino como algo a que deben aspirar los demás sacerdotes.

Así mismo, las líneas de autoridad no debe mantenerse con tanta rigidez que se sacrifiquen los principios espirituales a la conveniencia de la organización. Si alguien, en los escalones más bajos de una organización, se siente incomprendido por su inmediato superior, quienes estén situados todavía más arriba, si bien darán todo el apoyo posible a ese superior, escucharán también con benevolencia las quejas de su subordinado. Una comprensión suficientemente clara de la necesidad de una línea de autoridad hará posible dejarla a un lado en casos individuales, sin debilitar por ello a estas líneas en un contexto normal.

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No obstante, en estas últimas consideraciones llegamos a un nivel de comprensión en que la simple razón es insuficiente. Sólo la intuición puede guiar la comprensión humana prudentemente, allí donde la razón tropieza. Así pues regresamos a un punto que ya tocamos anteriormente, a saber, que es necesaria cierta forma de revelación para que en este momento la humanidad sea guiada indefectiblemente hacia la nueva era.

Consideremos ahora que tal orientación es posible. Si lo es, ¿cómo podemos obtener el máximo de ella? Probablemente lo que se necesita no es una conversión externa. El cambio que todos necesitamos está en el interior del individuo. Debe ser una conversión a su ser más elevado.

Séptimo Capítulo – La Orientación de Dwapara Yuga

Poco antes de comprometerse a escribir su libro La Ciencia Sagrada, Sri Yukteswar oró para que los avances realizados por la humanidad en este nuevo Dwapara Yuga, debidos a los descubrimientos de la ciencia, recibieran orientación de la sabiduría divina. En respuesta a su oración, Dios le envió un alma iluminada para que la preparase para tal misión.

Paramhansa Yogananda fue ese alumno. Gran maestro, su papel fue, en parte, traer la sabiduría antigua a Occidente en su esencia pura y en parte también mostrar cómo llevar a la práctica esas verdades en los tiempos modernos.

La misión de Paramhansa Yogananda no fue sólo cualitativa, para unos pocos discípulos. Fue también cuantitativa, para toda una era. Fue enviado para mostrar el camino a toda la humanidad, a medida que la civilización avanza por el todavía inexplorado terreno de Dwapara Yuga.

Uno de los modelos de vida que vino a establecer Yogananda para la nueva era, fue fundar “colonias de hermandad universal”, como él las llamó: comunidades en las que la gente pudiera llevar estos nuevos y elevados conceptos al nivel práctico y, posteriormente, ofrecerlos a la humanidad como algo factible, no simplemente como modelos teóricos.

Yo participo, personalmente, en esta idea, porque sentí que me correspondía a mí establecer la primera de esas colonias de hermandad universal. Ananda World-Brotherhood Village está situada en las estribaciones de Sierra Nevada, al Norte de California, cerca de las ciudades hermanas de Nevada City y Grass Valley. Actualmente –año 293 Dwapara- se ha ramificado en otras seis comunidades en: Seattle, Washington; Portland, Oregón; Palo Alto y Sacramento, California; Dallas, Texas y cerca de Asís, Italia. En ellas residen alrededor de 800 miembros. La comunidad primitiva se asienta en un terreno de alrededor de 1460 hectáreas y en ella viven alrededor de 400 miembros.

Fieles a los principios de Dwapara Yuga, el tamaño no es nuestro objetivo. Nuestro objetivo es inspirar en las personas individualmente –incluso en gran número de personas- una nueva claridad y una dedicación más centrada en su desarrollo interior. Tratamos de inspirar estos ideales también en los demás, sean de donde sean, sin tener en cuenta su afiliación religiosa externa. Como decía con frecuencia Paramhansa Yogananda, “Prefiero un alma a una multitud y ¡adoro las multitudes de almas!”.

Para decirlo mejor, intentamos no ponernos metas. Como declara uno de nuestros dichos; “La meta de la vida es dejar de ponerse metas y expandir el sentido de SER hasta el Infinito”.

Tomé contacto con Yogananda en 1948, después de haber leído su libro Autobiografía de un Yogui. Le busqué para mi propia salvación. También le busqué a causa de la profunda preocupación que sentía por el futuro de la humanidad. Pues había llegado a comprender que sin la guía divina, el género humano había entrado, en el siglo XX, en un terreno de cambios tan vasto, que las posibilidades de errar su camino eran enormes. Después de leer su libro, comprendí que en él estaba el mensaje que podía guiar a la humanidad para salvar los escollos de los tiempos modernos.

Inspirado por la visión de la espiritualidad enfocada hacia las comunidades en la nueva era, fundé Ananda en 1968, hace veinticinco años y veinte años después de conocer a Yogananda.

Al poner en marcha Ananda, hice siempre todo lo que puede por extraer lecciones de su ejemplo y de su forma de enseñar y orientar a los demás. Escribí libros para mostrar la importancia de sus enseñanzas en numerosos aspectos de la vida moderna: el matrimonio y las relaciones amorosas, el desarrollo de los niños, la educación, los negocios, el liderazgo, las artes, la arquitectura, la filosofía, las comunidades, en cierto sentido, todo el espectro de la vida. Escribí canciones y música instrumental, cerca de 300 piezas en total, para ayudar a la gente a sentir la conciencia que contenía su mensaje. Ayudé a establecer escuelas y negocios para dar a estos conceptos una base más concreta.

Confieso que había un aspecto en el que me parecía que Yogananda no nos había dado suficientes directrices: la constitución de organizaciones en la nueva era. Hasta que no escribí este ensayo, casi cuarenta y cinco años después de conocerle, creía que él consideraba las organizaciones un mal necesario. Esta convicción influyó en parte en lo que escribí en las dos primeras series de ensayos. En un borrador de este tercer ensayo afirmaba:

“Para subrayar la importancia de la conciencia sobre la forma, [Paramhansa Yogananda] nunca puso mucha energía en organizar su obra. La realidad fundamental de esta obra fue su rotundo espíritu de expansión.

“La hermana Gyanamata, su principal discípula, predijo, ‘No conseguiréis organizar esta obra mientras él viva’. El mismo Yogananda dijo, ‘Tendréis que trabajar duro para organizar la obra cuando me haya ido’”.

En todo cuanto he hecho en mi vida adulta, he tenido en cuenta lo que él dijo e hizo, hasta las más pequeñas sugerencias, con intención de extraer todo su significado. Como fundador de Ananda, he sentido que mi papel, como persona, era insignificante. Mi tarea era transmitir a los demás el mensaje que había recibido de este maestro de grandeza universal.

Así pues, mientras escribía este ensayo, reflexionaba una vez más en los ejemplos que él había dado como fundador de una organización (Self-Realization Fellowship). Y de pronto comprendí este aspecto de su vida como nunca antes lo había entendido.

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Su misión abrazaba un amplio espectro de actividades, de forma que habría sido imposible para él limitarse al papel normal de administrador. No obstante, nos marcó la dirección que debíamos dar a su obra de acuerdo con Dwapara Yuga. Más que eso, nos dio un ejemplo perfecto de la forma de gestión en Dwapara Yuga inspirándonos a elevarnos hasta lo que él quería decir, en vez de molernos la cabeza, por decirlo así, con lo que quería que hiciéramos.

Su misma entrega al espíritu de su obra, no a la forma de ésta, era necesaria para asentar en nosotros un acercamiento más fluido y amable hacia la organización que las rígidas formas en las que, como occidentales, nos habíamos educado desde niños.

Éramos nosotros, imbuidos en los patrones de pensamiento habituales de nuestra herencia occidental, quienes no estábamos todavía preparados para esta clase de liderazgo.

Recuerdo que un discípulo me contó, casi en tono de perplejidad, que el Maestro había intentado durante mucho tiempo despertar en él el interés por echar una mano con los asuntos organizativos. Cuando el joven tuvo la impresión de que por fin había entendido cómo actuar, le llevó al Maestro un programa para expandir la obra. El Maestro, exasperado porque el joven había confundido la necesidad de orden y simplicidad con la necesidad de trabajar duramente, rechazó el programa completo con estas palabras, “Cuando estemos preparados, Dios nos enviará a quienes Él desee que ayuden.”

La forma de actuar del Maestro no era poner los puntos sobre las íes. Si veía que una persona carecía de capacidad para reconocer una verdad, cambiaba de tema. También a este respecto demostró uno de los principios del liderazgo en Dwapara Yuga, no imponerse nunca, sino intentar inspirar a los demás desde dentro a desarrollar su propia comprensión de las cosas.

Éste es un ejemplo de cómo trabajaba: En 1949 me puso al cargo de los monjes. Un año después me pidió que los organizara. Hasta entonces los mojes no se habían organizado nunca.

Se podría suponer que dedicó horas a instruirme en cómo organizarlos. Muy al contrario, como hacía generalmente en estos asuntos, dejó que fuera mi sintonía con él la que percibiera sus deseos y les diera forma. De vez en cuando hacía alguna sugerencia o un comentario aleccionador. Ocasionalmente me corregía si veía que yo no le había entendido en alguna cosa concreta. En general simplemente vigilaba lo que yo estaba haciendo, expresando satisfacción de vez en cuanto y permitiendo que yo actuara tal como me sintiera guiado interiormente.

La mayor parte de la preparación que nos dio fue a nivel intuitivo, desde dentro. Para que yo organizara a los monjes era suficiente con que entendiera el espíritu de sus intenciones y estuviera en sintonía con su guía interior. Él sabía que, desde ese nivel de comprensión, los detalles seguirían como una consecuencia natural.

Así, mientras escribía este ensayo, llegué a darme cuenta de que para él la organización era importante, pero en menor medida que el espíritu de sus enseñanzas. Que por eso esperó casi hasta el final de su vida para pedir que se organizaran los monjes y quizá también porque me correspondía a mí llegar hacia el final de su vida para ayudar en ese aspecto de su misión. Por eso dijo, “Tendréis que trabajar duro para organizar la obra cuando me haya ido”. Marcó la pauta sobre cómo organizar, pero a lo largo de su vida subrayó fundamentalmente el espíritu que existía tras la forma.

Por otra parte, creo que la razón de que me correspondiera a mí entrar en contacto con él en los últimos años de su vida (lo hice en 1948, él falleció en 1952) fue porque mi sentido del discipulado era centrífugo, no centrípeto, se dirigía hacia fuera desde un centro de sintonía con él orientado a ayudarle en su misión, en vez de centrarse ante todo en él como profesor.

También su forma de orientarme se enfocaba en hacer de mí un instrumento gracias al cual pudiera ayudar a los demás.

Un día me sentí de mal humor. Cuando me vio después de esto, aunque mi mal humor se había evaporado, dijo, “A partir de ahora, nada de mal humor. Si no ¿cómo ayudarás a los demás?”

Su guía se orientaba siempre hacia el espíritu interior de cuanto hacíamos. Incluso cuando dábamos conferencias decía, “centraos en transmitir a la audiencia vuestras vibraciones. No os centréis sólo en los pensamientos que expresáis.”

En cierto momento, en Monte Washington nos hacía mucha falta un especialista para la imprenta. Como esto había sido tema de conversación durante varias semanas, un día me acerqué al Maestro con aire de triunfo, “Señor, ¡tenemos una persona para la imprenta!”.

“¿Por qué dices eso?”, preguntó. “En primer lugar mira si tienen nuestro espíritu. Después mira dónde encajarán en nuestra obra”.

En una ocasión acepté como residente en el monasterio a una persona de quien ni siquiera sabía si estaba preparada para nuestra forma de vida. El hombre necesitaba desesperadamente un empuje espiritual y parecía dispuesto a poner todo de su parte. El Maestro, al verle por primera vez un día, me señaló más tarde, “¡Voy a tener que darte intuición!”.

Este principio de hacer las cosas por intuición, en vez de hacerlas sólo con la razón, resultó fundamental para mí cuando fundé Ananda. Por supuesto también tuve que utilizar el sentido común. Cada vez se hizo para mí más claro que sin intuición no puede lograrse jamás nada verdaderamente importante.

Una de las instrucciones que me dio el Maestro fue, “No pongas demasiadas normas. Destruye el espíritu.” Fue esta instrucción, y no otra, la que me hizo comprender su visión de que la organización es un flujo en vez de una estructura cristalizada.

Como dije anteriormente, y observando el ejemplo de Yogananda sobre cómo debería dirigirse una institución en Dwapara Yuga, hay que examinar la dirección de la energía y no lo que normalmente la gente llama “los aspectos prácticos” del procedimiento organizativo. En este sentido, Paramhansa Yogananda cumplió en muchos sentidos los requisitos de un líder de organización en Dwapara Yuga.

En primer lugar y por encima de todo estaba su carácter expansivo. En la mayoría de las personas se observa un conflicto entre sus tendencias a la expansión y a la contracción. En el Maestro nunca observé tal conflicto. Para nosotros su carácter expansivo fue una inspiración constante. También fue un reto incesante.

Una de las pruebas de una naturaleza expansiva es que se orienta hacia las soluciones y no, como una naturaleza restrictiva, hacia los problemas. La conciencia que sólo ve problemas, al igual que la constricción, es un síntoma de Kali Yuga. La conciencia que ve

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soluciones, al igual que la expansión, es un signo de Dwapara Yuga.

Durante la Segunda Guerra Mundial, en Los Ángeles se pusieron restricciones a la construcción de nuevos edificios. El Maestro quería construir una nueva iglesia en Hollywood. Pero, a causa de las restricciones, se le dijo que no podía hacerlo.

En vez de concentrarse en lo que no podía, decidió que habría algo que podría hacer. Pronto se le presentó la solución.

No existían restricciones para remodelar estructuras ya existentes. El Maestro investigó y finalmente encontró un viejo edificio en venta de las dimensiones justas para lo que él quería. Se trasladó el edificio a la propiedad de Hollywood y allí se procedió a remodelarlo.

Los vecinos, orientados hacia los problemas, ¡como la mayoría de la gente!, al ver aquellas paredes que se descargaban en un solar vacío, pusieron el grito en el cielo. ¡No eran capaces de ver sus posibilidades artísticas! Pero gradualmente, para su asombro, la decrépita ruina se transformó en la encantadora joya que, desde hace cincuenta años, ha sido la Iglesia de Todas las Religiones de Self-Realization Fellowship en Hollywood.

Carácter expansivo. Orientarse hacia las soluciones. Juzgar la aptitud de las personas para un puesto por su espíritu más que por su capacidad. Alentar a los subordinados a desarrollar su propia intuición, sintonía y comprensión, en vez de explicarles detalladamente cada movimiento. Darles la oportunidad de aprender de sus errores. Revisar las acciones después de realizadas, en vez de preocuparse con antelación de todo lo que puede salir mal. Apoyo. Amor. Estos fueron algunos de los medios con los que Yogananda señaló el camino a una gestión progresista en la nueva era de Dwapara.

También demostró su dominio de las necesidades de gestión en esta era de energía de otros modos. Dio una importancia fundamental a servir a los demás. Y trató a todo el mundo imparcialmente, con amor divino, reverenciando a todos por igual, en Dios.

Su concepto de la gestión espiritual era verticalista, no en el sentido en que se utiliza normalmente este concepto en gestión, sino en el sentido de que dio la máxima prioridad a la verdad, después a los elevados conceptos que mejor expresan la verdad, después a las personas como receptoras de la verdad y sólo en último lugar a la organización como recipiente que contiene esa verdad y vehículo para expandirla.

Para él las personas eran más importantes que la organización o iglesia. Las enseñanzas eran más importantes que las personas en el sentido de que no quería comprometer la Verdad para acomodarla a los engaños de la gente. Y por último, la Verdad eterna era para él más importante que cualquier formulación concreta de la misma.

Octavo Capítulo – Ananda, un Primer Paso

Cuando creé Ananda hice cuanto estuvo en mi mano por seguir el ejemplo de Paramhansa Yogananda, por hacer de ella un laboratorio en que probar y desarrollar sus ideales. No se trata de que estos ideales no tuvieran precedentes, sólo la Verdad no tiene precedentes. Con anterioridad otras personas han expresado las mismas ideas muchas veces y de muchas formas distintas. Lo nuevo es que esos conceptos se han presentado como fundamentales en un momento en que la conciencia general está preparada para adoptarlos.

En Ananda hay muy pocas reglas escritas. Preferimos trabajar con las personas tal como son, no como una prescripción artificial dice que deberían ser. “Las personas son más importantes que las cosas.” En principio las normas se crearon para las personas.

He intentando seguir siempre el comprensivo enfoque que Yogananda daba a la organización. Si se necesita hacer algo, por muy importante que sea, nuestra primera preocupación es la gente; sólo secundariamente el trabajo. Pues las instituciones espirituales existen para ayudarte a ti, a mí y a quien se acerca sinceramente a ellas buscando guía y fuerza interior. Tienen sentido para quienes puedan formar parte de ellas y se pueda contar con ellos y no para una humanidad amorfa que esté “fuera” y que quizá pueda beneficiarse algún día, sólo si mientras tanto hacemos sitio a Juan y a María por lo que pueden dar.

En Ananda, si surgen dudas sobre si será espiritualmente beneficioso para una persona un puesto para el que se le está considerando, se buscan otros candidatos, aunque sean menos adecuados para el empleo, a quienes  parezca que les va a ayudar. Preferimos que un proyecto fracase a que tenga éxito a costa de una persona. Como consecuencia, nuestros proyectos no fracasan. De hecho Ananda ha florecido en un campo (el de las comunidades) en que la media de fracasos ronda el 100%.

En 1980 compramos East West Books, una librería especializada en temas metafísicos situada en Menlo Park, California. La persona a quien puse al cargo de la tienda protestó: “¡Pero yo no sé nada sobre la venta de libros!”.

No te preocupes, la consolé. Hazte amiga de todo el que entre. Aprenderás sobre libros con el tiempo. A tus clientes les encantará hablarte de ellos como contrapartida al sustento espiritual que recibirán aquí. Sirve y ama en ellos a Dios”.

Hoy East West Books figura entre las mejores librerías de temas metafísicos del país y en el segundo puesto en ventas entre las librerías de esta clase en la Costa Oeste, todo gracias a nuestro principio de dar la máxima prioridad al espíritu con que trabaja la gente y no a la capacidad en términos mundanos. La capacidad se ha seguido automáticamente.

Otro ejemplo de confianza en el espíritu en primer lugar, no en las realidades materiales, tuvo lugar en 1976. Ese año un incendio forestal destruyó 182 hectáreas de terreno en Ananda y veintiún hogares. Era fácil presagiar la desaparición de nuestra comunidad. No había reservas económicas para la reconstrucción y Ananda no estaba asegurada. Aunque generosamente apoyados por donativos de amigos y otras organizaciones, llevó años recuperarse de las pérdidas. Sin embargo, a fuerza de mucho trabajo duro, con animosa fe en Dios y con Su gracia, finalmente la reconstruimos, mejor que antes.

En las primeras etapas de la reconstrucción nos enfrentamos a un dilema moral. Antes del incendio una pareja había decidido dejar Ananda. Les habíamos prometido comprar su casa cuando dispusiéramos de fondos. Cuando se destruyó su hogar, junto con los

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demás, por supuesto no quedó nada para volver a comprarla. Los donativos iban llegando a goteo, no en avalancha. Teníamos que tener en cuenta la reconstrucción de las demás casas. ¿Seguíamos obligados a comprar un edificio que ya no existía? Si era así, ¿cuándo debíamos hacerlo?

Después de consultar con los residentes al respecto, decidimos pagar por el hogar de la pareja en primer lugar, con los primeros donativos recibidos. “Jato dharma tato jaya: Allí donde existe adhesión a la verdad, está la victoria”. Nuestros corazones se regocijaron al comprender que nuestros hogares, que la misma Ananda, pertenece a Dios y al Gurú, no a nosotros.

Inspirados por el ejemplo del Maestro, sentimos que nuestra comunidad es el mundo entero, no sólo Ananda. He aquí una consecuencia práctica de ese sentimiento.

Finalmente se descubrió que la causa del incendio había sido una chispa en el descargador de tensión de un vehículo oficial de la comarca. Esto significaba que podíamos demandar al órgano comarcal por daños. Nuestros vecinos, que también habían perdido sus hogares, presentaron la demanda y se les indemnizó. Cuando se recibieron por primera vez noticias de la responsabilidad comarcal, algunos de nuestros vecinos nos telefonearon excitados, “¡Conseguiréis fácilmente dos millones de dólares por vuestras pérdidas!” Ananda fue quien más perdió en el incendio. Con dos millones de dólares podríamos reconstruir nuestros hogares y también rehabilitar el terreno devastado.

En vez de esto escribimos a los supervisores comarcales diciendo que la comarca, no Ananda, era nuestra comunidad mayor. Les decía, no queremos que nuestra mala suerte recaiga en los demás miembros de la comunidad.

Diez años después muchos de nuestros vecinos todavía se lamentaban de las pérdidas que habían sufrido durante el incendio. En Ananda, al día siguiente del incendio estábamos ya manos a la obra, alegremente, limpiando el terreno y comenzando a construir de nuevo. La alegría jamás nos abandonó. El incendio resultó ser, en muchos sentidos, una de las mayores bendiciones que jamás recibimos.

Nuestra profunda convicción se ha visto justificada repetidamente a lo largo de los años. Es ésta, que si el espíritu es realmente expansivo y entregado, Dios, quizá a través de la Energía Cósmica Inteligente, proveerá siempre.

Tomé la decisión de fundar Ananda en un momento de mi vida en que mis ingresos no llegaban a 400$ mensuales. Mis amigos y familiares desecharon mi proyecto como absurdo. Pero la energía me hacía sentir que era correcto. Mi único papel en el proyecto era poner toda la energía de que fuera capaz.

Una vez más fue Yogananda quien me inspiró esta decisión. Un día un visitante le preguntó, en tono de burla, “¿Qué bienes posee esta organización?” “¡Ninguno!”, respondió con fuerza el Maestro, “¡Sólo a Dios!”.

Para conseguir el dinero que necesitaba para comenzar Ananda, viajé diariamente de una ciudad a otra dando clases de yoga. Teniendo presente la reticencia del Maestro, años antes, a cobrar por sus clases, pero recordando que dijo que lo había hecho cuando comprendió que la gente apreciaba lo que recibía sólo cuando daba algo a cambio, cobraba un precio simbólico de 25$ por un curso de seis semanas. Si alguien se lamentaba de no poder pagar ni siquiera esa cantidad, le permitía hacer algún pequeño servicio a cambio de las lecciones: colocar las sillas, por ejemplo; o, cuando compré los primeros terrenos de Ananda, trabajar allí el fin de semana. (Aunque parezca mentira, en todos los casos en que alguien dijo que no podía pagar, podría haberlo hecho fácilmente. No obstante prefería dejar que ellos fijaran sus prioridades. Yo era responsable de mi propio espíritu de servicio). Como ocurre siempre, Dios me envió el número de estudiantes pagadores que necesitaba para hacer frente a los costes del terreno y la construcción. Nunca una cantidad mayor, pero siempre suficiente.

Disciplina ProgresistaYa he comentado con suficiente detalle para el objetivo de este ensayo, cómo deberíamos tratar de crecer poniendo los principios en primer lugar y teniendo siempre presente que las personas son más importantes que las cosas. Uno de los aspectos de la vida en comunidad que puede parecer más difícil de desarrollar, cuando se mantiene una actitud de comprensión, es la disciplina.

Y sin embargo en toda institución es necesaria cierta disciplina. La anarquía no conlleva libertad. No obstante, cuanto más proceda esa disciplina del interior del individuo, en vez de serle impuesta desde fuera, mejor, tanto para la organización como para el individuo y su relación con la organización.

Paramhansa Yogananda también marcó la pauta a este respecto.  En una ocasión me dijo, “Sólo me gusta la disciplina con amor. Pierdo el ánimo cuando tengo que disciplinar de otra forma”.

También daba suprema importancia a la libertad del individuo. “Sólo disciplino a quienes lo desean”, decía, “nunca a quienes no lo desean”.

Se puede pensar que a veces será necesario poner las necesidades de la organización antes que las de las personas, decir, “¡Hazlo, si no verás!”. Jamás oí que Paramhansa Yogananda hiciera esto.

En una ocasión, antes de mi llegada, se proyectó una gran inauguración para la colonia de SRF en Encinitas, California. Todos los implicados sentían gran presión para tener todo listo para la ocasión. Se había invitado al público y los medios de comunicación. El reverendo Bernard, uno de los ministros (quien me contó la historia), estaba encargado de enlucir las torres, de suma importancia. Tuvo que trabajar varias veces de noche para terminar en el plazo señalado.

Se necesitaba un empujón final. La presencia de Bernard era crucial para completar la tarea. Pero el último día no apareció. Cuando finalmente se presentó, el Maestro le preguntó, “¿Dónde estabas?”.

“Señor”, respondió el joven, “estaba meditando”.

“¡Ah!”, dijo el Maestro apaciguado instantáneamente, “¿Por qué no lo dijiste?”.

La comunión con Dios era la auténtica razón de nuestra vida allí. El Maestro jamás antepondría a la prioridad más elevada ningún proyecto, por urgente que fuera.

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En Ananda, siguiendo una vez más el ejemplo del Maestro, se subraya la cooperación sobre la obediencia. Si una persona se muestra poco dispuesta a hacer algo que se le ha pedido, nuestra norma es sencillamente pedírselo a otra.

Si rehúsa hacer algo una segunda o tercera vez, probablemente no se le volverá a pedir que haga nada a menos, y hasta que, cambie de actitud. Pues si no acepta la responsabilidad de disciplinarse a sí mismo, no se ganará nada imponiéndole disciplina desde fuera.

Cuando la disciplina externa llega a través de la persuasión o la fuerza, sólo debilita a la persona al hacerla dependiente, o bien la confunde, haciéndola rebelde. La claridad mental y la fortaleza son necesarias para que la organización sea fuerte, aunque a corto plazo pueda parecer más conveniente la obediencia ciega.

También es importante ver la organización y la situación del individuo en ella en términos de energía. La energía crea un vórtice. Una vez que se crea un vórtice positivo, la energía negativa, o bien se transforma y es atraída hacia el centro, o bien es repelida y se disipa.

Existen momentos, y han existido en Ananda, en que tiene que combatirse la energía negativa. En tales casos lo mejor es afirmar la energía positiva, haciendo así que se refuerce, en vez de aportar energía al vórtice negativo mostrando ira hacia él o denunciándolo.

Participación en la GestiónUna práctica de Ananda poco común y que siento que algún día se extenderá ampliamente, es nuestra norma de actuar a través de la participación directa en vez de por medio de puestos de responsabilidad.

A este proceso lo llamamos “Participación en la Gestión”. Ha evolucionado a lo largo de los años, por medio de la prueba y el error y no gracias a una teoría a priori sobre el asunto. No disponíamos de modelos de estudio, o al menos que supiéramos. Para mí, la “participación en la gestión” propone una importante dirección a considerar por parte de otras organizaciones a medida que avanzamos por Dwapara Yuga.

Durante mucho tiempo, antes de fundar Ananda, estudié otras organizaciones y observé sus formas de funcionamiento. Observé que, en general, un puesto elevado lleva consigo que la persona tiene que demostrar su capacidad para tomar importantes decisiones en todos los campos. Quién lo dijo se consideraba mucho más importante que qué dijo.

También asistí a reuniones en las cuales quienes menos sabían sobre un proyecto eran con frecuencia quienes más hablaban de él, como para demostrar que, también ellos, se tomaban su responsabilidad muy en serio como miembros del cuerpo decisorio.

Por supuesto estar en posiciones de liderazgo es importante. Pero cuando todas las decisiones las toman quienes ocupan puestos elevados, inevitablemente su pericia no está a la altura de la tarea de tomar decisiones acertadas. Además, los puestos elevados invitan a la ambición, a la envidia y a darse importancia.

En Ananda tenemos a algunas personas en puestos clave, pero se mantienen con frecuencia reuniones a un nivel en que toda persona con responsabilidad en un proyecto participa.

Lo importante es que en todas las parcelas del trabajo la energía sea dirigida con un único espíritu. Si no es así, nada evitará que las distintas comisiones se dispersen, tomando cada una su propia dirección y destruyendo en el proceso la coherencia que es esencial en toda obra.

Paramhansa Yogananda intentó que la gente comprendiera la gestión como participación y el liderazgo como sintonía con la fuente. Demasiadas personas, cuando las situaba en tales puestos, no comprendían con qué poderosa fuente espiritual estaban viviendo. Por eso con frecuencia intentaban hacer las cosas de acuerdo con su visión personal, sin preocuparse mucho de sintonizarse con él. Quienes habían recibido sus enseñanzas a menudo veían su papel como una oportunidad para exponer por su cuenta unas enseñanzas totalmente distintas.

En una labor de esta importancia espiritual, es necesario comprender que Dios ha enviado a la tierra un mensaje divino por medio de esta línea de grandes maestros. Cuanta mayor sea la pureza con que transmitamos ese mensaje a los demás, más seguros estaremos de llevarlo a la humanidad tal como esos maestros, inspirados por Dios, deseaban.

Ninguna obra puede prosperar con una variedad de guías espirituales. De ahí lo acertado del dicho de Emerson, “Una institución es la sombra alargada de un solo hombre”. La lógica de esta afirmación, aplicada a la obra de Paramhansa Yogananda, es aplastante: La misión que creó no prosperará a menos que él mismo, en espíritu, continúe al frente.

Él sabía que después de su muerte, sus discípulos, cada uno de los cuales podía naturalmente percibirle en un aspecto de su naturaleza polifacética pero no en todos, estarían dispuestos a llevar su obra en una multitud de direcciones distintas. Por eso dijo, “Sólo el amor puede ocupar mi lugar.” No “Mi recuerdo” o “Vuestra sintonía conmigo” o “Las reglas que he escrito”, sino algo todavía más importante, el amor como guía básica independientemente de las distintas formas de percibirle a él y a su misión.

Así pues, actualmente, cuando dos discípulos interpreten sus enseñanzas y guía de forma distinta, deben dar la prioridad máxima al amor: demostrar su amor a él y su sintonía con él, a través del amor mutuo.

¿Tienen que estar siempre de acuerdo? Por supuesto es preferible que lo estén. Pero dado que a veces las personas no consiguen ver las cosas con otros ojos, al menos deben amarse mutuamente.

¿Deben entonces dar carpetazo a sus diferencias en nombre de la armonía? Una vez más, si es posible, sí, por supuesto. Pero si sus diferencias son tan importantes que dejarlas a un lado por el bien de la armonía comprometería su propia comprensión de la verdad, ¿qué elección les queda sino estar de acuerdo en diferir? En ese caso al menos les queda el amor.

El amor es un regalo. No puede ser impuesto por una orden. No puede pedirse. Debe darse libremente o no darse en absoluto.

El Maestro demostró este espíritu en su propia vida. Y demostró cómo un espíritu de amor puede reinar soberano en una organización: gracias a la ausencia de autoafirmación; viendo a Dios en todo; no haciendo de la organización una extensión del propio ego, sino viendo a toda la humanidad como hermanos y hermanas; no juzgando a nadie; y subrayando el espíritu de servicio en vez del espíritu que se encuentra con tanta frecuencia en las organizaciones: la lucha a muerte por los puestos directivos.

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En Ananda hemos conseguido, en un grado muy satisfactorio, frenar la ambición personal con el sencillo recurso de hacer resaltar la función y minimizar el puesto. Una persona puede ser relativamente nueva en Ananda y encontrarse participando en reuniones y ayudando a tomar decisiones sobre cuestiones fundamentales, si está directamente implicada en los asuntos en cuestión. Recurriendo simplemente a la participación en la gestión, es posible que hayamos eliminado el ochenta por ciento de las luchas internas y la competencia, que son tan comunes en las organizaciones.

Cuando se trata de tomar decisiones que afectan a las bases, es siempre necesario tener una dirección desde arriba. Es necesario mantener siempre un equilibrio entre las dos corrientes de energía, la que circula desde arriba hacia las bases y la que se dirige desde las bases hacia arriba. Si las decisiones se tomaran sólo a nivel de las bases, se perdería la homogeneidad. Es tan común que la gente se quede atrapada en los detalles, hasta el punto de perder contacto con el propósito más profundo de lo que está haciendo, que en Ananda hemos creado una defensa contra esta tendencia: Además del director general, que es responsable de los cómo de una decisión, tenemos un director espiritual, que es responsable de los porqué.

La tarea del director espiritual es asegurar que el espíritu de Ananda mane de la sintonía con las enseñanzas del Maestro y la guía interior y no sólo del interés personal. Ninguna decisión es sancionada a menos que se sienta que procede de la divinidad, a través del rayo especial de la gracia de Dios que es obra de nuestra línea de gurús.

La necesidad de sintonía con su obra es considerada primordial. Ananda es parte de esa obra, pero la totalidad de la obra es más extensa que Ananda, tal como definimos actualmente nuestra iglesia y nuestra comunidad. El cometido es llevar el amor a todas partes, sin limitarlo a las formas que pueda adoptar, sino concentrándose en el amor mismo y pidiendo que fluya hacia el mundo y desde el interior llene de energía a cuantos toque.

Ananda existe para servir a la gran comunidad humana sirviendo en primer lugar a sus propios miembros, después a todo el que se acerque a Ananda pidiendo ayuda, después a quienes esté en condiciones de ayudar de forma práctica y por último a todos, por quienes puede, cuanto menos, orar.

En el periodo de Dwapara Yuga, las organizaciones religiosas estarán más motivadas por el espíritu del amor de lo que estuvieron en el pasado. El énfasis, tan común en el pasado, en el poder y el control, será reemplazado por un amoroso deseo de servir a todos, de incluir a toda la humanidad en un espíritu de parentesco en Dios y de bendecir a todos con Su amor.

Swami Kriyananda (1926-2013) – Libro escrito en 1995

Si sienten la inspiración le agradeceriamos que diera un donativo para poder seguir impartiendo las enseñanzas de Yogananda, a traves de Ananda, gratuitamente a todos los buscadores sinceros de la Verdad. Les aseguramos que todo lo que den lo usaremos con este fin.“Madre Divina, te ofrecemos esta donación. Bendicela para que sirva como un canal de tu Luz y lleve esa Luz a todos los seres de esta tierra que estan buscando direccion espiritual y valores más elevados en sus vidas.”