LIBRO SÉPTIMO DE LA «MITOLOGIA» DE NATALE...

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LIBRO SÉPTIMO DE LA «MITOLOGIA» DE NATALE CONTI Cuan justa y útilmente han conseguido la gloria los varones ilustres Y no puede haber ninguna ley más justa ni ninguna norma de conducta más excelente, Serenísimo y Óptimo rey Carlos, que aquella que ofrece dignos premios a las virtudes y suplicios a cada una de las infamias, porque es justo que los ánimos de los mortales no sólo se aparten de las acciones deshonrosas sino que también sean empujados a la virtud y a acciones excelentes, para que no vivan esta vida obscuramente negligentes e inactivos. Esta única razón impulsó a Hércules y a los restantes héroes ilustres a soportar con fortaleza los trabajos y todos los pehgros de tal manera que nada fue ni tan horrendo ni tan difícil que no fuera superado con esfuerzo y paciencia. Pues se dice que fueron quitados de en medio los ladrones, los infiernos abordados, domeñados horribles monstruos y reprimida y anulada la crueldad de los tiranos por los premios a la virtud. Por otra parte, es un excelente premio a la virtud la gloria, que empuja de manera admirable con estímulos los ánimos de los mortales a cualquier tipo de acción relevante y hace que todas las cosas difíciles, peligrosas e inabordables parezcan ligeras, al alcance de la mano y muy fáciles y no puede ser finalmente poderosa y duradera ninguna ciudad, ningún imperio, ninguna nación que, tras haber establecido suplicios determinados para los que cometen acciones deshonrosas, no tenga después en ninguna consideración a los hombres buenos, puesto que tan sólo habrá de ser feliz aquella que ha llevado honores y magistraturas a los hombres buenos; y la que ha hecho esto será tanto más destacada y feliz que las demás ciudades cuanto más diligente haya sido en llevarlo a cabo. Una prueba suficientemente notable de lo que digo será el imperio de los Romanos confiado a menudo a hombres buenos, aunque fueran extranjeros, y también los atenienses pusieron muy a menudo al frente de la más importante república a muchos hombres buenos extranjeros. Pero, por el contrario, aquella ciudad que no es accesible a no ser a sus ciudadanos, que ha cerrado totalmente sus puertas al valor y fortaleza de los extranjeros, que, no teniendo en cuenta la honradez entre sus ciudadanos, confió las magistraturas a unos cualquiera incluso faltos de honradez, que establece casti- gos para los criminales pero ningún premio a la virtud, o incluso a veces castigos muy pequeños a la falta de honradez, ¿de qué modo puede no ser inactiva y entregada al placer? [¿Cómo no se va convertir en la más injusta tiranía de hombres necios y criminales?] ¿De 479

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LIBRO SÉPTIMO DE LA «MITOLOGIA»

DE NATALE CONTI

Cuan justa y útilmente han conseguido la gloria los varones ilustres

Y no puede haber ninguna ley más justa ni ninguna norma de conducta más excelente, Serenísimo y Óptimo rey Carlos, que aquella que ofrece dignos premios a las virtudes y suplicios a cada una de las infamias, porque es justo que los ánimos de los mortales no sólo se aparten de las acciones deshonrosas sino que también sean empujados a la virtud y a acciones excelentes, para que no vivan esta vida obscuramente negligentes e inactivos. Esta única razón impulsó a Hércules y a los restantes héroes ilustres a soportar con fortaleza los trabajos y todos los pehgros de tal manera que nada fue ni tan horrendo ni tan difícil que no fuera superado con esfuerzo y paciencia. Pues se dice que fueron quitados de en medio los ladrones, los infiernos abordados, domeñados horribles monstruos y reprimida y anulada la crueldad de los tiranos por los premios a la virtud. Por otra parte, es un excelente premio a la virtud la gloria, que empuja de manera admirable con estímulos los ánimos de los mortales a cualquier tipo de acción relevante y hace que todas las cosas difíciles, peligrosas e inabordables parezcan ligeras, al alcance de la mano y muy fáciles y no puede ser finalmente poderosa y duradera ninguna ciudad, ningún imperio, ninguna nación que, tras haber establecido suplicios determinados para los que cometen acciones deshonrosas, no tenga después en ninguna consideración a los hombres buenos, puesto que tan sólo habrá de ser feliz aquella que ha llevado honores y magistraturas a los hombres buenos; y la que ha hecho esto será tanto más destacada y feliz que las demás ciudades cuanto más diligente haya sido en llevarlo a cabo. Una prueba suficientemente notable de lo que digo será el imperio de los Romanos confiado a menudo a hombres buenos, aunque fueran extranjeros, y también los atenienses pusieron muy a menudo al frente de la más importante república a muchos hombres buenos extranjeros. Pero, por el contrario, aquella ciudad que no es accesible a no ser a sus ciudadanos, que ha cerrado totalmente sus puertas al valor y fortaleza de los extranjeros, que, no teniendo en cuenta la honradez entre sus ciudadanos, confió las magistraturas a unos cualquiera incluso faltos de honradez, que establece casti­gos para los criminales pero ningún premio a la virtud, o incluso a veces castigos muy pequeños a la falta de honradez, ¿de qué modo puede no ser inactiva y entregada al placer? [¿Cómo no se va convertir en la más injusta tiranía de hombres necios y criminales?] ¿De

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qué modo no se olvidará de los beneficios recibidos e incluso no será desagradecida? ¿Cómo no envejecerá entre rameras y se marchitará en medio del ocio? Pues no puede suceder que el ánimo de los hombres no haga nada, el cual, a no ser que sea contenido con ejercicios honestos, es necesario que se incline a todo tipo de vergonzosas y deshonestas aficiones; pues cuando las puertas están cerradas a las virtudes,, necesariamente están abiertas a los vicios y crímenes, puesto que por lo general ha de hacerse algo.

Cap. 1; Sobre Hércules

Ciertamente ninguna otra cosa que la gloria de la virtud hizo ilustre a Hércules, domina­dor y destructor de monstruos, ladrones y hombres malvados, quien consiguió entre todos los hombres tanto renombre y gloria cuanto ninguna época podrá nunca destruir; en su honor se instituyeron templos, altares, ceremonias, sacerdotes, cosa que no podía conce­derle ni la nobleza de su estirpe ni únicamente la fuerza de su cuerpo ni su enorme poderío sin sabiduría y sin grandeza de ánimo.

Hércules fue hijo de Júpiter y de Alcmena, según atestigua Orfeo, en los Argonáutica (118-21), en estos versos: En primer lugar contemplé la fuerza del divino Hércules, a quien parió Alcmena unida a Zeus Cronión, entonces cuando el ardiente Helio abandonó por tres veces el resplandor del día y por todas partes descendió lentamente una prolon­gada noche. Pues dicen que Alcmena fue esposa del tebano Anfitrión. Como éste guerreara contra los Teléboas, pueblo de Etolia, y fuera el general del ejército, porque así se lo había prometido a Alcmena al casarse, a saber que vengaría la muerte de su hermano, Júpiter, cautivado por el amor de ésta, tomando la apariencia de Anfitrión según dice Plauto en el Anfítrión, se introdujo en su casa el día anterior y la tomó [con engaños para no violarla. En efecto, eran habitantes de Tafos, una de las islas Equínades, los Teléboas, quienes antes vivían en Acarnajiia. Como éstos eran muy amantes de rapiñas y perjudiciales para todos, dirigiéndose a Argos robaron los bueyes de Electrión, padre de Alcmena. Iniciada una guerra por este motivo, el propio Electrión y sus hijos perecieron en esta guerra. En efecto, según fue escrito por Herodoro (Jac. 3IF15=Schol. Ap. Rh. I 747), que describió aquella guerra, fueron cuatro los hijos de Andrómeda y Perseo: Esténelo, Méstor, Alceo y Elec­trión, quienes reinaron con un poder compartido después de la muerte de Perseo. De Méstor nació Hipótoe, y de ésta y de Neptuno Ptérelas, de quien Teléboas y Tafio. Algunos dicen que surgió una guerra entre ellos porque los Teléboas reclamaban de los Electriónidas por la fuerza la herencia de sus antepasados, ya que no podían conseguirla conforme a derecho]. Y, al estar Alcmena grávida de Anfitrión, para que sin embargo concibiera también de él, se dice que Júpiter unió tres noches en una y tomó todo este tiempo para engendrar a Hércules, pues una sola noche no era tiempo suficiente para plantar un árbol tan grande. Más adelante, como Anfitrión fuera recibido a su regreso con muy poco interés, preguntó el motivo a Alcmena y oyó que en la noche anterior había llegado a la casa uno igual a él; entonces supo por Tiresias que Júpiter se había unido a Alcmena, según atestigua Apolodoro de Atenas en el libro II (4,8). Así pues, nació en Tebas Hércules de su padre Júpiter y de su madre Alcmena, según testimonia Homero, en el Himno a Hércules (XV 1-3), de este modo: Voy a cantar a Hércules, hijo de Zeus, al que, con mucho el mejor de los habitantes de la tierra, dio a luz en Tebas la de bellas danzas Alcmena, después de haberse unido al Cronión amontonador de nubes. Sin em-

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bargo, los poetas dijeron que Hércules fue también hijo de Anfitrión, según dice Eurípides en el Hércules loco (1-3): ¿Quién de los mortales no conoce al que compartió el lecho de Zeus, al argiva Anfitrión, a quien en otro tiempo engendró Alceo, hijo de Perseo, al padre de Hércules? Tuvo Hércules un hermano, Ificles, nacido en el mismo parto y más joven en una sola noche, y una hermana, Laónome, de la que se confió a la memoria que se casó con Polifemo [La admirable rapidez de pies de Ificles y su increíble ligereza la descri­bió Orfeo, en La palabra sagrada (284K=Tzetz. Chil. II 42), en estos versos: En ver­dad, no podrías evitar a los dioses llevando a cabo cosas no justas ni aunque fueras llama­do más rápido que ¡fieles, quien corría por encima de las espigas y además no hería el fruto llevando sus ligeras piernas sobre la seca mies. ] Dejó escrito Pausanias en Los asuntos de Beocia (IX 11,3) que Juno, movida por el odio a su rival Alcmena, cuando supo que estaba ya muy cerca el momento del parto, envió unas mujeres hechiceras para que impidieran el par­to. Se dice que en ese momento Históride, hija de Tiresias, burló con astucia a aquellas he­chiceras, pues desde un lugar desde el que aquéllas podían oírla con facilidad gritó que Alc­mena había dado a luz. Ellas, aterrorizadas y engañadas por aquel grito, se fueron al mo­mento, con lo que Alcmena dio a luz entonces mismo. Otros contaron un motivo distinto de éste, ya que dicen que Juno no le impidió a Alcmena dar a luz sino que se cuenta que, al cumplir Hércules el noveno mes en el vientre de su madre y el séptimo Euristeo, el hijo de Esténelo, Júpiter juró que uno de éstos habría de gobernar sobre el otro y que el gobierno pertenecería a aquél que hubiese nacido antes en el mismo día. Al haber percibido esto Juno, hizo que saliera del vientre de su madre Euristeo sietemesino, en cambio postergó el nacimiento de Hércules hasta el primer día del décimo mes, como dice Teocrito en el Pequeño Hércules (XXIV 1-2): Una vez la mideátide Alcmena a Hércules, que tenía diez meses, y a ¡fieles, más pequeño en una noche ""V [Por otra parte Eumolpo, aquel que compuso el libro Sobre los misterios, escribió que ciertamente Hércules fue al principio odioso para Juno porque su madre era su rival, pero fue después aplacada por Palas, por cuya exhortación también Juno había ofrecido su leche a Hércules pequeñito y lo había hecho inmortal En esa misma noche que siguió al primer día de su nacimiento '̂"̂ Juno, a media noche, envió dos feroces serpientes para que herido por ellas, sin que nadie lo supiera antes, muriera; pero se dice que Hércules a éstas, tras haberlas agarrado con las dos manos, las apretó de un modo tal que las estranguló quedando él sano y salvo, según dice Ovidio en Deyanira (Her. IX 21-2): ¿Y cuentan que tú con gran fuerza estrangulas!'' dos serpientes cuando eras un tierno niño en la cuna ya digno de Júpiter?, lo que también explicó más extensamente Teocrito, en el Pequeño Hércules (XXIV 11-5), de este modo: Y cuando la Osa se vuelve a media noche hacia el ocaso frente al propio Orion, quien entonces hace resplandecer su gran hombro, entonces Hera, rica en recursos, lanzó dos terribles monstruos, dos serpientes que estaban erizadas con negras espirales. Después sigue de qué modo Hércules, sin lágrimas y exento de temor, estranguló a ambas. Sin

564 Cf. Schol. Ap, Rh. 1 1241. En Schol. Pind, Pyth. IV 79c se da el nombre de Eufemo al marido de Laónome.

565 Teócrito dice que Hércules estaba en el décimo mes de su vida, no que hubiera nacido a los diez meses. Este Idilio trata de las serpientes que atacan a los dos hermanos, cuando tenían precisamente esa edad.

566 Conti mezcla aquí sus conocimientos. De Eumolpo como autor de misterios se habla en Schol, Lyc, 1328. donde también se dice que Hércules fue inmortal por haber mamado la leche de Hera, pero sin mencionar a Palas ni tampoco atribuir el dato a Eumolpo, quien aparece iniciando a Hércules en los Misterios Eleusinos.

.567 Cf Pind. Nem. I ^5.

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embargo Apolodoro, en el libro II (4,8), recuerda que Hércules estranguló las serpientes de inusual tamaño enviadas por Hera cuando tenía ocho meses. Pero otros, entre los que estuvo Ferecides (Jac. 3F69=Schol. Pind. Nem. I 66a y ApoUod. II 4,8), contaron que estas serpientes fueron enviadas no por Juno sino por Anfitrión para saber cuál de los dos era hijo de Júpiter y que Ificles, aterrado, huyó con griterío, Hércules, tras haberlas cogido, las estranguló. [Por lo demás, cuando Palas, acercándose a Juno, la convenció para que ofreciera su pecho al niño, al mamar el niño con más fuerza de lo que era propio de su edad, cuentan que Juno sintió dolor y arrojó al niño; otros dicen que como Hércules no pudiera retener la leche, la arrojó hasta el cielo y creó la así llamada Vía Láctea. Sin embargo, otros dicen que esto ocurrió en el tiempo en que Opis, según la orden que había recibido, exprimió leche sobre la piedra que entregó a Saturno, cosa que otros dijeron sobre Mercurio y la variedad de opiniones acerca de la Vía Láctea la trató así de modo admirable Marco Manilio (I 750-4) en estos versos; Y no debe ser silenciada por mí la más suave antigüedad de la fama divulgada, que del niveo pecho de la reina de los dioses fluyó el licor de la leche y llenó el cielo de su color; por eso se llama Vía Láctea y el nombre procede de la misma causa.] Después, una vez que Hércules hubo crecido, fue instruido en el arte de lanzar armas arrojadizas por Teutaro, un pastor escita, según dice Isacio (Schol. Lyc. 50,56 y 458). Otros sostienen que este arte la aprendió de Radamantis, otros que de los pastores de Anfitrión, otros que de Quirón y Testíade, aunque sin embargo Teócrito (XXIV 108) escribe que fue instruido en el arte de disparar por un cierto Eurito, como opina también Apolodoro (II 4,9). De Lino, hijo de Apolo, aprendió las letras, según se cuenta; la música de Eumolpo; la lucha y las otras artes de la palestra de Harpálico y Panope según opinó Apolodoro (II 4,9), de Autólico aprendió a guiar el carro y del propio Anfitrión el arte ecuestre. Quiénes fueron los maestros en cada una de estas espe­cialidades lo atestigua Teócrito en estos versos (XXIV 105-16): Ya este niño le enseñó las letras el anciano Lino, héroe hijo de Apolo vigilante guardián; por otra parte a tensar el arco y a lanzar la flecha al blanco Eurito, rico por los grandes campos procedentes de sus padres; y también lo hizo cantor y le formó las dos manos en la lira construida de boj el Filamónida Eumolpo. Todos los movimientos de piernas con los que los flexibles hombres de Argos se derriban los unos a los otros en la lucha, cuantas habilidades apropiadas a su arte descubrieron los hábiles púgiles con las correas de sus cestos y las que cayendo a tierra inventaron los que luchan con todos los recursos, todas las aprendió recibiendo enseñanzas del hijo de Mermes, Harpálico de Panopea. Se dice que mató a Lino golpeán­dolo con la cítara porque había sido azotado por él y pronunció la propia defensa de esta muerte siendo todavía un niño. Por otra parte, en los asuntos astronómicos tuvo como maestro a Quirón, el mejor y más sabio de los hombres. Otros dicen que de Castor aprendió a luchar con las armas. Por tanto, fue instruido en todas las artes propias de los hombres libres por los hombres que sobresalían en cada habilidad. Se dice que Hércules se destacó por el tamaño y altura de su cuerpo, puesto que Heraclides del Ponto (Herodoro, Jac. 3IFI9=Schol. Lyc. 663 = Schol. L·th. IV 87a y Tzetzes Chil. II 210) dice que su

568 Diod. Sic. en IV 9, 6, habla de que Atenea convenció a Hera para que diera de mamar a Hércules, pero no hace mención de la Vía Láctea. Lo referente a Ops procede de Schol. Germ. BP p. 104, 1 e Hyg. Poet. Astr. 11 43, quien también habla de lo relativo a Mercurio. Para lodo ello cf. Ruiz de Elvira, MIt. Cías. pp. 215-6.

569 Como se ve en los versos de Teócrito reproducidos Infra, Harpálico es , efectivamente, hijo de Hermes, pero Panopea, indica la patria, no el nombre de su madre.

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altura fue de cuatro codos y un pie " ° . Además Herodoro, en el Edipo (=Schol, Isth. IV 87a) e Ion de Quíos recuerdan que tuvo tres filas de dientes y que de sus ojos fluía un resplandor de fuego, según dice Tzetzes en la historia 115 (957-8) de la III Quilíada Al haber nacido Hércules con la condición de que Euristeo, hijo de Esténelo y de Arquipe, nacido antes por engaño de Juno gobernara sobre él, recibió la orden de afrontar todas aquellas cosas que por doquier eran vistas como los más horribles peligros y de limpiar de terroríficos monstruos todo el orbe de la tierra. Así pues, recuerdan que el primero de todos los trabajos de Hércules fue el León del Citerón. Pues, cuando Hércules todavía era niño y tenía dieciséis años o, según sostuvieron otros, dieciocho y fue enviado a guardar el ganado por Anfitrión para que no cometiera por segunda vez una falta contra su maestro, mató un león [invulnerable que, según dicen, había bajado de la órbita de la Luna y] que andaba errante en la selva de Nemea, que estaba entre Fliunte y Cleonas, porque destruía sus rebaños. [Confió a la memoria Crisermo, en el libro II de Los asuntos del Peloponeso, que Juno, que quería dar un castigo a Hércules, llamó en su ayuda a la Luna utilizando versos mágicos, la cual llenó de espuma una cesta de la que nació el león. Iris, cogiendo a éste en su regazo, lo llevó al monte Ofeltas y en ese mismo día fue despedazado por él el pastor Apesanto, según dice E)emódoco en Los asuntos de Heraclea.] La piel de este león no podía ser atravesada en modo alguno por ningún hierro, según había determinado Juno, que perseguía con odio implacable a Hércules. Hércules lanzó en vano muchas flechas contra éste y no lo hirió en absoluto; después, tras haber recurrido a la clava [que era pesada por su abundante hierro, según escribió Sócrates a Idoteo, pero Pisandro (Jac. 16F4=Schol. Ap. Rh. I 1195) dice que era totalmente de hierro] y gracias a ella lo debilitó con abundantes golpes. Después desolló el león, cogido con sus manos desnudas, valién­dose de las garras y así llevó como escudo en lo sucesivo la piel arrancada con las garras del león muerto, según atestigua Eurípides en Hércules loco (465-6): Cubrías tu cabeza con ta piel del fiero león con la que él mismo se vestía. [Lo que se realizó en un pequeño monte de Beocia llamado Teumeso.] Permaneció después la costumbre de que muchos héroes utilizaran pieles en lugar de escudos. En efecto, también Teseo y Anceo, que estuvo con los Argonautas, y Argos y otros muchos hicieron usó de pieles en lugar de escudos, según está en muchos lugares de Apolonio, cosa que se hacía a imitación de Hércules. Por otra parte, fueron tres los leones vencidos por Hércules: el heliconio, el lesbio y el ñemeo. Al haberse percatado Tespio, rey de Beocia, de la fama de las hazañas realizadas por Hércules, pensó que habría de ser la mejor decisión para sus asuntos si, ya que tenía cincuenta hijas, recibía de aquél otros tantos hijos que sobresalieran por la fuerza de su cuerpo y la decisión de su espíritu, por lo que invitó a Hércules a un banquete y, tras haberlo recibido con bondad y magnificencia, finalmente lo embriagó de tal manera que se unió en una misma noche al conjunto de sus cincuenta hijas a excepción de una a la que, según atestigua Pausanias en Los asuntos de Beocia (IX 27,6), condenó a ser eterna sacerdotisa sobre todo de su culto. Dicen que cada una de éstas dio a luz hijos varones a

570 2'072 m. Cf. Ruiz de Elvira, Mlt. Cías. pp. 210-211. 571 Herodoro en el Edipo hace alusión tan sólo a la estatura de Hércules, dato que Conti le ha atribuido

anteriormente a Heraclides Póntico porque en Schol. Lyc. 663 aparece como el Póntíco Herodoro, lo que, sin duda, le ha hecho confundir a Herodoro de Heraclea con Heraclides del Ponto. Este Herodoro no aparece mencionado en la Chil. III, aunque sí el historiador Heródoto, en el verso 954, pero sin que haga mención de Hércules.

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excepción de dos, la mayor y menor en edad, que parieron gemelos. Hubo quienes dijeron que cada una pasó una noche con Hércules, lo que ciertamente no sería admirable y mucho menos increíble [si bien indigno de Hércules], puesto que ha habido algunos tan propensos a Venus que incluso han realizado el acto setenta veces, segiin dice Teofrasto en las Historias de las plantas. Al crecer de día en día la celebridad del nombre y la fama del valor de Hércules, porque Hércules con las armas recibidas de Minerva había prestado su auxilio a Creonte, príncipe de los tebanos y, tras haber dado muerte a los Minias y a Ergino, que asediaba la ciudad de Tebas, había liberado el territorio tebano de un tributo impuesto injustamente según se escribe, admirando su valor Creonte le concedió a su hija Mégara en matrimonio. [Hizo esto cuando era adolescente, pues arrojó del país, mutiladas, las embajadas que habían sido enviadas para reclamar el tributo. Al reclamar Ergino al autor de las injurias, Creonte se admiró del atrevimiento, pues estaba inclinado a la capitulación. Pero Hércules, exhortando a los de su misma edad a liberar la patria, sacó de los templos sagrados las armaduras que los antiguos habían colgado en honor de los dioses, ya que los Minias habían sacado de la ciudad todas las armas particulares para que los tebanos no renovasen la guerra. Al llegar a la ciudad Ergino con sus tropas, saliéndole al encuentro junto a los lugares estrechos del camino, hizo que fuera inútil la gran cantidad de tropas enemigas y dio muerte a Ergino y desbarató casi todo su ejército. A continuación, haciendo uso de repente de su victoria, se apoderó de la ciudad de Orcómeno, incendió el palacio de los Minias y arrasó por completo la ciudad. Por esta razón Euristeo, conside­rando sospechoso su valor, le hizo venir ante sí y le ordenó unos trabajos. Como Hércules no quisiera obedecer, Júpiter le envió la señal de que no eludiera las órdenes y también comprendió por el oráculo deifico que era voluntad de los dioses que llevara a cabo doce trabajos a las órdenes de Euristeo; al haberse apoderado de él un gran abatimiento, Juno le envió la locura, razón por la que mató como a enemigos a los hijos tenidos de Mégara; después, tras haberlo descubierto, se abstuvo durante mucho tiempo del contacto de los hombres. Se cuenta] así pues [que] Hércules (antes de su enfurecimiento o locura ^'^] tuvo de Mégara como hijos a Terímaco, Lamio, Creontíades y Eteicoonte, según dice Apolo-doro en el libro II (4,11 y 7,8 Otros sostuvieron que fueron hijos de Hércules Onites, Democoontc, [Tenfrante]. Después se marchó a Argos para cumplir las órdenes de Euris­teo. Dicen que corrió el rumor de que en el tiempo en que Hércules bajó a los Infiernos había muerto, por lo que, al volver, dio muerte a Lieo, rey de los tebanos, que intentaba casarse con su esposa Mégara. Por este motivo, debido al odio de Juno, atacado por la cólera atentó contra todos los hijos suyos que había tenido de Mégara. Dijeron unos que fueron ocho los hijos de Hércules y de Mégara contra los que atentó. Otros que cuatro de Hércules y dos de Ificles, puesto que a él Creonte le había dado como esposa su hija menor. Sobre este enfurecimiento de Hércules enloquecido fue compuesta una tragedia por Eurípides. Así pues, tras haber asesinado a sus hijos y a los de Ificles o, según sostuvieron otros, haberlos arrojado al fuego, se condenó a sí mismo al exilio; purificado más adelante por Testio se dirigió a Delfos y, habiendo interrogado al dios acerca de dónde debía

572 Para las versiones sobre si la locura de Hércules fue anterior o posterior a los trabajos, cf. Ruiz de Elvira, MIt. Cías. pp. 217-8.

573 En ninguno de estos lugares aparece citado Lamio. 574 Conti dice Testio de acuerdo con la lectura de A para BIbl. ti 4, 12. Tespio es conjetura de Bekker,

Hereher y Wagner aceptada por Frazer, mientras Heyne, Westermann y Müller mantienen la lectura de los códices,

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habitar, la Pitia le responde que conviene que él vaya a Tirinto y que sirva durante doce años a Euristeo y realice otros tantos trabajos y que, acabados éstos, finalmente habrá de ser recibido entre los dioses inmortales. En verdad entonces fue llamado por primera vez Hércules por la Pitia, ya que antes recibía el nombre de Alcida. Así pues, emigró a Tirinto y dicen algunos que, lo primero de todo, le fue ordenado por Euristeo que matase el león de Nemea, que era invulnerable. (Pues estos mismos piensan que el león más arriba mencionado fue el del Citerón pero no el de Nemea, ya que había atacado los rebaños por primera vez desde el monte Citerón). [Contó en fábulas Anaxágoras (DK59A77=Schol. Ap. Rh. 1 498) que en la Luna había una extensa región desde la que cayó el león de Nemea, pues llama no menos tontamente al Sol masa de hierro incandescente. Sin duda es un grado nada despreciable de estupidez, incluso si no sabes qué decir, querer sin embargo afirmar esta parte o aquélla cerca de los asuntos propuestos.] Efectivamente aquél persiguió en vano con la aljaba vacía y con la clava a la fiera; como ésta se hubiese refugiado en la cueva de dos entradas, cerró una de las bocas y después, con los brazos colocados alrede­dor del cuello, la mantuvo así apretada hasta que la ahogó y la llevó colgada sobre sus hombros hasta Micenas. Por lo demás, como se dijera que en Lerna, del territorio de Argos y de Micenas, había una hidra enorme y especialmente terrible, que vivía en un pantano próximo al lago, que tenía muchas cabezas, según escribió Pisandro de Camiro (Fr. 2K=Paus. II 37,4), Hércules recibió de Euristeo la orden de matarla. Pasaba la mayor parte del tiempo y había sido criada bajo un plátano junto a la fuente Amimone, junto a la cual fue también destruida. Dicen que esta hidra tuvo muchas cabezas; así Naucrates de Eritrea contó que tuvo siete, pero Zenódoto de Efeso nueve y Heraclides Póntico cincuenta. Tantas veces como se le cortaba una de ellas, inmediatamente se duplicaba el número de las anteriores, a no ser que alguien hubiera quemado al punto con fuego el tallo restante cortado del cuello. Al haber conocido Hércules esto, no ahorró ningún esfuezo o trabajo para oprimirla. Aseguran que el veneno de esta hidra fue muy penetrante, ya que una flecha teñida con aquel veneno mató casi inmediatamente a Quirón o al centauro Palemor, según sostuvieron otros. Dicen que éste, empujado por la fuerza del dolor corrió al río que fluye desde el monte Lápito de Arcadia para lavarse allí la herida, por lo que se dice que después permaneció durante largo tiempo un fétido olor a consecuencia de la herida lavada. Efectivamente, aquella hidra fue un animal totalmente perjudicial y portador de muerte para los hombres, ya que cuando atacaba devastaba todas las cosas del campo y atentaba cruelmente contra los ganados y campos vecinos. Cuentan mediante fábulas que Hércules se sirvió de la ayuda de lolao como auriga, pues había llegado en carro allí, tras haber ayudado a la hidra un enorme cangrejo al que Hércules pisó; pues lolao llevó hasta Hércules fizones encendidos de un bosque cercano que había incendiado. Pero creyeron que este trabajo, habida cuenta de que Hércules había sido ayudado por lolao, no fue aceptado por Euristeo entre los doce. Después, como una cierva consagrada a Diana en Enoe tuviera pies de bronce y cuernos de oro y no pudiera ningún mortal alcanzarla en la carrera y viviera en el monte Menalo, Hércules recibió la orden de llevarla a Micenas. Pero como Hércules no quisiera matarla ni herirla por estar consagrada a Diana, la persiguió corriendo durante todo un año; pero aquélla, finalmente agotada, se refugió en el monte Artemisio y, ya a punto de atravesarlo a nado, fue capturada junto al río Ladón y transpor­tada a Micenas sobre sus hombros. Dicen, en efecto, que Euristeo se conmocionó hasta tal punto por el valor de Hércules que dispuso para sí una tinaja de bronce como escondrijo y no admitía a Hércules en la ciudad y ordenó que todos los monstruos se expusieran delante

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de las puertas de la ciudad y por medio del heraldo Copreo le ordenó todas aquellas cosas terribles. Hay quienes dicen que aquella cierva de Taígete había sido consagrada después por Hércules a D i a n a " ' . Además, como recibiera la orden de partir para matar el jabalí del Erimanto, fue recibido muy amablemente en hospitalidad por Polo, quien incluso abrió una vasija del mejor vino en honor de su huésped [segiín había sido ordenado por Dioniso ' ' ' * ] . Entonces los Centauros, excitados por el maravilloso aroma del vino, corrie­ron a casa de Polo y atacaron a Folo (para robar el vino], a los que Hércules al punto dio muerte con sus flechas. [Algunos Centauros tenían como armas pinos arrancados con sus raíces, otros enormes rocas, otros teas encendidas, otros grandes hachas. Se inició el combate. Ayudó a Folo su madre. Nube, derramando abundante lluvia e hizo resbaladizo el camino. Hércules, aportando su ayuda, mató a muchos y puso a otros en fuga. Los Centauros más famosos que cayeron en combate fueron: Dupón, Tereo, Hipotión, Melan-quetes. Oreo, Isople, Dafnis, Anfión, Argeo, F r i x o " ' . Sin embargo Folo enterró a los muertos debido a su parentesco y casualmente se hirió con la punta de una flecha arrancada de una herida; al no poder recuperarse murió y a éste Hércules lo enterró magníficamente en el monte por él llamado Fóloe.] Por otra parte, en esta misma época todo el territorio de la Fócide, debido a la cólera de Diana porque Éneo la había privado de los honores de las víctimas que se merecía, era devastado por un jabalí de gran tamaño que había nacido en el monte Erimanto de Arcadia y al que Hércules, yendo después de la matanza de los Centauros, llevó encadenado ante Euristeo, al que había hecho salir de un matorral agotado a causa de la altura de la nieve. Más adelante, al tener Augías, rey de la Elide, un enorme establo de tres mil cabezas de ganado que estaba repletísimo de estiércol, Euristeo ordena a Hércules limpiarlo en un solo día. Una vez que Hércules hubo llegado allí, Augías pactó que él habria de darle la décima parte de todos los animales si limpiaba aquel establo en un día, porque parecía que esto no podía hacerlo de ninguna manera. E>e$pués, como Augías negara que él hubiera prometido entregarle un estipendio por la limpieza del establo, es muerto por el propio Hércules con sus flechas y su hijo Fileo, que había huido a Duliquio, puesto que había dicho que la acción de su padre era injusta, con la ayuda de Hércules sucedió a su padre en el reino. Por otro lado, Augías fue hijo del Sol, según se decía, tal como pensaron otros de Neptuno, según otros de Forbante y de Hirmine, según otros de Nicteo, otros de Epoco de cuyos ojos se decía que fluían rayos semejantes a los solares. [Aunque algunos pensaron que Hércules llevó la guerra a Augías después de acabados los doce trabajos y que no se había hecho inmediatamente después a causa del estipendio negado y retenido.] Una vez muerto Augías Hércules con sus despojos instituyó los juegos de la Elide en honor de Júpiter Olímpico, que llamó Olímpicos, los cuales se celebraban cada quinto año y él fue el primero que retó a todos los que quisieran al certamen, Pero Euristeo no aceptó este trabajo entre los doce porque lo había realizado con la esperanza de un estipendio. Luego, al haber oído Hércules que junto al lago Estinfalo de Arcadia, en el que Juno fue criada y [había] un famoso templo de Diana, había unas aves que se alimentaban de carne humana, recibió la orden de dirigirse a matarlas. Hubo quienes

575 Conti confunde lo que dice Pindaro Oí, III 53 y Schol. ad loc. , donde se afirma que esta cierva había sido consagrada a Artemis por Taígete. Cf. Ruiz de Elvira, Mlt. Cías. , p. 221 .

576 Cf. Diod. Sic. IV 12. 3. 577 Cf. Diod. Sic. IV 12, 7.

578 Todas estas genealogías proceden de Schol. Ap. Rh. I 162.

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dijeron que las aves fueron llamadas Estinfálides no por el lago Estinfalo, o por el río, o por Estinfálide, laguna de Arcadia, sino por un cierto héroe, Estinfalo, del cual y de su esposa, llamada Ave, fueron éstas hijas, segiin opinó Mnaseas (FGH, Nfiiller, III, p. 15I=Schol. Ap. Rh. II 1052). A éstas las mató Hércules porque no lo habían aceptado en hospitalidad aunque sí fueron recibidos los Molíones. Otros recuerdan que éstas no fueron muertas con las flechas sino que, como tan sólo se le había ordenado que las alejara, aterrorizadas por Hércules con el sonido de unas castañuelas de bronce recibidas de Palas, volaron desde Arcadia hasta la isla Aretia, según dice Pisandro de Camiro (fr. 4K=Paus. VIII 22,4), Seleuco en Misceláneas (ibid.) y Carón de Lámpsaco (Cares=ibid.). A éstas, en efecto, las llamaron Nadadoras, según dice Apolonio en el libro II (1052-7) de los Argonáutica: Y ni Hércules, cuando se dirigía a la Arcadia, pudo alejar con sus flechas las aves que nadaban en la laguna Estinfálide, pues yo personalmente lo vi, sino que aquél, agitando en sus manos una castañuela de bronce, la hizo sonar en una altura muy extensa; y ellas huyeron lejos chillando can espantoso miedo. Pues dicen que esa casta­ñuela con la que aterró a las aves Estinfálides fue fabricada por Vulcano y que Palas se la entregó a Hércules que se acercaba allí. En realidad, hubo en los lugares desiertos de Arabia unas aves, que recibían el nombre de Estinfálides, en nada más benignas para los hombres que los leones o los leopardos, puesto que, golpeando con sus picos los cuerpos protegidos con hierro o bronce, con mucha facilidad rompían las corazas; por esta razón se inventó después el corcho, protegidos por el cual los hombres, si eran golpeados por los picos, aquéllas quedaban apresadas con el pico clavado en aquella corteza como en una trampa o en alguna materia muy viscosa, según dice Pausanias en Los asuntos de Arcadia (VIII 22, 4-5). Fueron muy semejantes a los ibis de Egipto, pero con un pico más recto y más duro y con el cuerpo mucho mayor. Estas fueron llamadas en Arabia también Estinfá­lides, quizá por la forma de aquellas que en alguna ocasión volaron hasta Arcadia y fueron rechazadas por Hércu les" ' . [Confió a la memoria Timagcto (FHG, Müller, IV, p. 520=Schol. Ap. Rh. II 1031) que esas Estinfálides que fueron rechazadas por Hércules tuvieron alas, pico y uñas de tiierro, a las que llamó unas veces sideropterous, es decir de alas de hierro, otras veces sidéronuchas, esto es de uñas de hierro, o bien siderorig-cbous, esto es de picos de hierro. ] Después de la huida de las Estinfálides siguió el trabajo de domar y conducir aquel toro que había sido enviado por la cólera de Neptuno contra los cretenses y que andaba errante con la intención de devastar todo el territorio de C^ta . Efectivamente, muchos animales admirables por su tamaño y fiereza invadieron en épocas distintas toda Grecia debido a la cólera de los dioses, como el león del Parnaso y el de Nemea, el jabalí de Calidón, el de Erimanto y el de Cromión. Cuentan mediantiB fábulas que, como Minos dominase todo el mar que baña Grecia, no tributó a Neptuno un honor mayor que a los restantes dioses, por lo que Neptuno, encolerizado, envió contra su país este toro que exhalaba fuego de sus narices. Hubo quienes dijeron que Minos había prometido lo pñmero que obtuviera, según hemos dicho en Nfinos, y que guardó este toro entre sus rebaños, por lo que Neptuno envió la furia para que lo devastara todo. Otros dijeron que este toro, por engaño de Minos, fue trasladado al suelo del Ática y que aplastó a muchos atenienses, produjo la muerte a cualquiera que le salía al encuentro y ente otros a Andrógeo, el hijo de Minos; como éste pensara que aquél había sido asesinado mediante

579 Cf. también Paus. VIH 22, 5-6.

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emboscadas, tras haber equipado una flota llevó la guerra contra los atenienses. Este mismo toro, cuando fue llevado ante Euristeo, como quiera que era sagrado, liberado de nuevo por Hércules devastó la región de Maratón y dicen algunos que fue inmolado después por Teseo a Diana Maratonia Apolodoro (11 5,7) pensó que este toro fue el que llevó a Europa a través del mar '* ' . Después, como Diomedes, el rey de Tracia, hijo de Cirene y de Marte, alimentara de carne humana en la ciudad de Tirida unos caballos muy feroces y muy crueles y que respiraban fuego, a los que ofrecía para ser devorados sus huéspedes cautivos, recibió de Euristeo la orden de llevar aquellos caballos. Hércules, dirigiéndose entonces junto a Diomedes, tan pronto como lo capturó, lo ofreció a sus propios caballos para que lo devoraran; y, después de haberse comido a Diomedes, unos piensan que fueron matados por Hércules los propios caballos, otros que fueron llevados ante Euristeo, los cuales, al haberles enviado al monte Olimpo a pastar, se dice que fueron destrozados por las fieras. [Y no pensaría yo que debe ser pasado por alto el hecho de que, cuando llegó al territorio de Epidauro junto a una colina, cogiendo con la mano un olivo a la orilla del camino le dio la vuelta, olivo que tomó aquella figura que recibe el nombre de Mudable y causa admiración a todos los extranjeros, no lejos del templo de la Diana llamada Corifea'"^j Le ordenó después Euristeo que trajera a su presencia el cinturón de Hipólita, la reina de las Amazonas, que había oído que era hermosísima, con el fin de regalárselo a su hija Admeta, cinturón que sin embargo algunos sostuvieron que no era de Hipólita sino de Diilique, en cambio Ibico (PMG 299=Schol. Ap. Rh. II 780) que de la hija de Briáreo. Entonces Hércules, tras haberse dirigido hasta las Amazonas con una sola nave, dio muerte a los hermanos Migdón y Amico, que intentaban impedirle el camino hasta Bebricia, y, tras haber devastado todo el país de los Bébrices, se lo entregó a Lieo, hijo de Deífilo, al que había llevado consigo, quien después dio a Bebricia el nombre de Heraclea en honor de Hércules. Después de haber atracado en Temiscira, [las Amazonas, tras haber reunido sus tropas, se aprestaron para la defensa. Iniciado el combate, le salió al encuentro la primera de entre las más destacadas, Huracán, así llamada por su velocidad, la segunda Filipis, a continuación Protoe, después Eribea, por fin Celeno, Euribita y Febe, compañeras de Diana y, abatidas todas ellas, apresó a Deyanira, Asteria, Murpeo, Tecmesa y Alcipe. Melanipe, considerada antes la más valerosa, perdió el poder. Entonces Hércu­les, muertas las Amazonas más destacadas y puestas en fuga las restantes, destruyó por completo aquel pueblo'*^.] Vencidas por completo las Amazonas le quitó el cinturón tras haber atacado Hipólita la nave. Después Hércules le entregó Hipólita a Teseo, compañero de su expedición. Al volver este mismo junto a Euristeo, encontró a Hesíone, la hija de Laomedonte, la que, debido a la cólera de Neptuno. Laomedonte según las respuestas de los dioses había ordenado que fuera expuesta a aquel cetáceo que Neptuno había enviado, y a ella la liberó del cetáceo Hércules. Pero, como hubiera prometido Laomedonte a Hércules por este beneficio unos caballos muy hermosos y sin embargo no se los hubiese entregado, Hércules, indignado a causa de los engaños del hombre, atacando Troya dio muerte al rey; y entregó Hesíone a Telamón, quien habla escalado el muro el primero, y permitió a Hesíone que de entre los cautivos comprara a quien quisiera y ella compró a su hermano

580 Cf. Paus. 1 27, 9-10. 581 Apolodoro atribuye esta afirmación a .Acusilao (Jac. 2F29). 582 Cf. Paus, II 28, 2. 583 Cf. Diod, Sic. IV 16, 2-3.

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Podarces, quien por esta causa recibió después el nombre de Priamo. [En verdad se dice que no sólo navegó hacia Troya sino que también sometió a las Amazonas y mató a Alcioneo teniendo como aliado a Telamón, cuya amistad toca así Teócrito (XIII 37-8): Y al mismo Hércules y al duro Telamón; estos dos eran compañeros y siempre comían en una sola mesa Después a Tmolo y Telégono, hijos de Proteo, que mataban a los huéspedes vencidos en la lucha, él mismo los estranguló luchando. Este mismo mató con sus flechas a Sarpedón, ultrajante hijo de Neptuno y hombre totalmente cruel, y después de esta victoria llevó el cinturón a Euristeo. Pero más adelante Euristeo ordenó que trajera a su presencia los bueyes rojizos de Gerion, rey de Híspanla, que devoraban a los extranjeros. Por esta razón se dirigió a apresarlos. Se dice que Gerion, hijo de Crisaor y Calírroe, tuvo un cuerpo triple y un perro de dos cabezas en Eritía y un dragón de siete cabezas, nacido de Tifoeo y Equidna, que guardaba estos mismos bueyes. Y tuvo como solícito y cuidadoso ayudante a Euritión. Llegando allí Hércules, tras haber dado muerte a Gerion y al perro Ortro, [al dragón] y al pastor Euritión, conducía los bueyes desde Gadis, isla del Océano, hasta Tartesos, la más célebre ciudad de Iberia en aquella época. [Y cuando Libis, hermano de Alebión del que después recibieron nombre los ligures y obtuvo su denominación toda Liguria, intentaba obstruir su camino, fue muerto por Hércules] Pero el gigante Alcioneo, caminando con Hércules hasta el Istmo de Corinto, mientras conducía los bueyes arrojó una enorme piedra cogida del Mar Rojo, con la que mató a veinticuatro hombres. Pues, aunque un peso tan grande apenas podrían arrastrarlo doce carros. Hércules fácil­mente lo repelió con la clava y dio muerte a aquél y arrojó la roca en el Istmo, donde se celebraban los Juegos. Así pues, en estos lugares levantó Hércules dos columnas como confines de sus trabajos, a una de las cuales la llamó Calpe y a la otra Abila [ y las colocó en los límites de Libia y Europa]. Y, sin embargo, no hay suficiente acuerdo entre los escritores acerca de dónde fueron erigidas estas columnas, puesto que Dicearco, Eratóste-nes, Polibio (II 1,6) y muchos escritores griegos dijeron que fueron erigidas en los estre­chos del Euripo. En cambio, los hispanos y los pueblos de Africa pensaron que estaban en Cádiz, lo que opina también Dionisio en el librilo Sobre la situación del mundo (62-5) en estos versos: Y vosotras, oh Musas, enumeradme los caminos torcidos comenzando por orden desde el Océano occidental, donde también se alzan las columnas en los confines de Hércules, gran milagro, junto a la última Gades. Pues fue una antigua costumbre de los generales dejar algún recuerdo de su expedición en aquellos lugares más alejados hasta los que habían llegado con su ejército o su flota, del mismo modo que Baco erigió doS columnas en oriente, Alejandro levantó junto a los remotos Indos altares como límites de su expedición militar a la India, [y ordenó,] sobre los cuales hizo sus promesas a los dioses inmortales, según atestigua Estrabón en el libro III (5,5C171). Pero se dice que, al conducir Hércules los bueyes de Gerion hacia Libia a través de Iberia, Dercilo y Ale­bión hijos de Neptuno, atraídos por la belleza de los bueyes, los robaron y los llevaron a Etruria; al haberse escapado de éstos un toro y haber pasado a nado hasta Sicilia, la llamaron después Italia, pues en la lengua de los tirrenos toro se dice Italus. [Tras haber

584 Conti toma todos los datos de la versión ampliada (ed. de 1616) de Schol. Ap. Rh. I 1289 y añade el v. 37 del Hilas de Teócrito.

585 Sigue la lectura de A del texto de Apolodoro al nombrar a lalebíon. 586 Cf. nuestra traducción de Boccaccio, p. 587, n. 336. Además de Pomponio Mela, a través de Boccac­

cio, es fuente de Conti Tzetz. Chil . II 340 ss.

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llegado Hércules a Sicilia, hizo el camino desde Peloríade hasta Erix y a éste le prepararon las ninfas un baño junto al mar.] Como Erix, el rey de Sicilia, se adueñase de aquel toro y no quisiera devolvérselo a Hércules que lo reclamaba, se llegó a un combate y Erix murió golpeado con el cesto. (Sin embargo, algunos dicen que Erix, hijo de Venus y de Butes fue muerto no en el pugilato sino en la palestra, tras haber propuesto como premio para el vencedor uno los bueyes, otro el reino. Hércules, vencedor, concedió la región para que fuera disfrutada por sus habitantes hasta que la reclamara algún pariente suyo; y Dorico de Lacedemonia, que llegó allí después de muchas generaciones, fundó en ese lugar Heraclea, que los Cartagineses destruyeron sospechando de ella como demasiado poderosa. Atacando también a los sículos, quienes reunidas muchas tropas habían salido a su encuentro e intentaban robar los bueyes, los derrotó y mató a muchos, entre los que los más importan­tes fueron Leucaspis, Pediacrates, Bufonas, Gavatas, Cigeo, Critidas'*^.] Después de muertos los ladrones, tras haber atravesado el mar Jónico, condujo los bueyes a Micenas ante Euristeo y éste los inmoló todos a Juno. [Se dice que Gerion, que gobernaba entonces en Hispania, tuvo tres hijos que destacaban por su fuerza y por el conocimiento de los asuntos bélicos, que hacían uso de una singular reflexión y concordia para proteger el reino paterno. Hércules, para luchar contra éstos, reclutò tropas en Creta, que eran pueblos belicosos puesto que habían sido los primeros de todos los mortales en ser militares a sueldo; lleno de grandes honores, en agradecimiento a los cretenses limpió también esta isla de casi todas las fieras, por lo que allí no quedaron vestigios de serpientes ni de lobos o de osos o de otras fieras semejantes.] Cuentan mediante fábulas que Hércules, después de conducir los bueyes a Tartesos, devolvió su copa al Sol, pues se dice que Hércules, al dirigirse hacia los bueyes, excesivamente calentado por los rayos del Sol, dirigió su arco incluso contra el propio Sol por lo que el Sol, admirado de sus fuerzas y de su grandeza de espíritu, le dio la copa de oro en la que atravesó el Océano para capturar los bueyes, [según dice Feíecides en el libro H de las Historias (Jac. 3F18a=Ath. XI 470c-d). Y cuando navegaba a través del Océano en esa copa, como el Océano quisiera crear un peligro a la constancia y valentía de Hércules, envió contra él una enorme tempestad con la que la copa zozobraba enormemente. Entonces Hércules, enfurecido, dirigió su arco incluso contra el Océano, por lo que el Océano, temiendo su cólera, se apresuró a apaciguarse, aunque Teolito (Jac. 478Fl=Ath. XI 470b) escribe en el libro II de las Estaciones que navegó en un caldero.] Se cuenta además que Juno, al casarse, entregó como dote a Júpiter muchos manzanos que producían frutos de oro, los cuales eran custodiados por un dragón insomne entre las ninfas Hespérides. Las Hespérides, hijas de Héspero, hermano de Atlas, fueron Egle, Aretusa, Hesperetusa o, según plugo más a otros Egle, Eretusa, Vesta, Eritía. Se decía que el dragón que custodiaba las manzanas de oro era hijo de Tifón y de Equidna, el cual tenía cien cabezas y hacia uso de muchas voces. Después Hércules recibió de Euristeo la orden de llevarle aquellas manzanas de oro y, al no saber Hércules dónde estaban, se dirigió a las ninfas que habitaban en una cueva junto al Erídano. Ellas le informan de que ha de ser consultado acerca de este asunto Nereo, quien, tras haber sido interrogado por Hércules, muestra que ha de acercarse a Prometeo, por quien será instruido

587 Cf. Diod. Sic. IV 23 , 5. 588 Cf. Bocc. G .D . IV 30 quien, sin duda, sigue a Myth. Vat. 11 161. Véase C F G XI pp. 239-240 589 Así ApoUod. II 5, 11.

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acerca de qué debe hacerse una vez matado el propio dragón.] Así pues, matado éste Hércules arrancó las manzanas de oro y las llevó ante Euristeo.

Otros sostuvieron que él recibió de Prometeo el consejo de enviar en su lugar hasta aquéllas a Atlas y sostener él mismo el cielo el tiempo necesario hasta que volviera Atlas. En verdad, muchos son los combates que realizó también en este viaje; fue retado a un combate singular por Cieno junto al río Equedoro y fueron separados por un rayo celeste. Después fue instruido por Nereo, al que había apresado y se había cambiado en miiltiples formas, acerca de dónde estaban las manzanas de las Hespérides. Como hiciera el camino desde los montes Pirineos a través de la región Ilíríca y hubiese llegado a Libia, le salió al encuentro Anteo, hijo de la Tierra, hombre de admirable estatura, puesto que llegaba a una altura de sesenta y cuatro codos y era despiadado con todos los extranjeros, a los que obligaba a luchar consigo y los estrangulaba. Este, tras haber retado a Hércules a la lucha, casi ahogado por él, cae a tierra tres veces. Pero era de tal condición que cuantas veces tocaba a su madre la Tierra tantas veces resurgía más fuerte; y, dándose cuenta de esto, Hércules lo sostuvo apresado en alto lejos de la tierra todo el tiempo necesario para que expirara, hasta que, finalmente sofocado por la fuerza y los brazos de Hércules, murió. [Yo, ciertamente, creería que este asunto no tiene ningún otro significado que un dogma de los médicos, a saber que los contrarios deben ser curados con los contrarios, según parece significar el nombre de Anteo, lo que, sin embargo, puede ser trasladado a muchas acciones políticas y juicios y a la utilidad de toda la vida humana. Pues, al ser Hércules el Sol, la tierra fría, una vez tocada, recrea las cosas que fueron abrasadas por un calor excesivo; por esta razón vuelve a la vida al propio Anteo. Y así aprendemos que a las enfermedades febriles han de aplicárseles medicamentos que refrigeren, sì bien no violen­tos para que no se produzca un absceso a causa de la reacción. Y no está demostrado que en los asuntos civiles puedan ser útiles por la misma razón las cosas extremas. Por otra parte, se pone de manifiesto que aquél, casi muerto por el ardor del Sol, tocando sólo la tierra revivía, pues la fuerza de la naturaleza ha de ser ayudada y excitada por los contra­rios, pero no aniquilada por una mole de contrarios.] Partiendo desde Libia hacia Egipto, encontró a Busiris, hijo de Neptuno y de Lisianasa, o Libia, que hacía uso de una crueldad tal contra los extranjeros que a cuantos foráneos apresaba los inmolaba a su padre Neptuno o, según sostienen otros, a Júpiter. Y el valor de Hércules no permitió que se ejerciera impunemente aquel tipo de crueldad, pues, tras haber preparado contra Hércules las mismas asechanzas que contra los restantes huéspedes, Busiris [hijo de Neptuno] y su hijo Anfidamante y el heraldo Calbes, ministros de aquel impuro altar [ante el que tenían por costumbre asesinar a los extranjeros, en el mismo altar de Júpiter], sucumbieron a manos de Hércules. [Y, al partir hacia Tebas y a través de los montes exteriores de Libia, mató con sus flechas muchos animales salvajes en los lugares desiertos.] Después al mismo Hércules, que caminaba a través de Arabia, le salió al encuentro Ematión, hijo de Titono, hombre totalmente violento y bárbaro contra todos los peregrinos, que tenía por costumbre matar y desvalijar a todos los extranjeros, y también le dio muerte a éste. Al punto, dirigiéndose a los montes del Caucaso y a los Hiperbóreos, atravesó con sus flechas el águila, también ella misma hija de Tifón y de Equidna, que devoraba el hígado de Prome­teo y, sueltas las cadenas con el acebuche, liberó a Prometeo. Cuando, luchando en Calidón contra el Aqueloo, que había adoptado la figura de toro, le rompió un cuerno, el

590 Aproximadamente 28,5 m.

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Aqueloo, para recuperarlo, le regala el cuerno de Amaltea, la hija de Hemonio, cuerno que él consagró a Júpiter lleno de todos los frutos. [En efecto, le había sido prometida Deyanira en el tiempo en que estaba en Calidón. Pero, invitado a un banquete, dio muerte con su puño al hijo de Arquíteles, coperò de Eneo, porque, sin darse cuenta, había derramado en sus manos el agua con que le había lavado los pies, según fue confiado a la memoria por Arquíloco (F 147 Edmonds=Schol. Ap. Rh. I 1212). A consecuencia de esta acción salió desterrado con Deyanira del territorio de Eneo.] Este mismo apresa a los hijos de Memnó-nide. Pásalo y Aclemon, hombres inhumanos y fieros que consideraban premios al valor las matanzas, robos y rapiñas. Al reprenderles y decirles su madre todavía no os habéis encontrado con un hombre que tiene las posaderas negras reían. En efecto, éstos, cuando intentaban robar al dormido Hércules su alforja, son capturados por Hércules y los cuelga de su hombro tras haber atado juntos los pies de ambos. Y llevaba a uno en la parte delantera y a otro en la posterior. Puesto que Hércules iba sin taparrabos y ellos hablaban entre sí, al ver sus partes pudendas, sus posaderas y fu negra pelambrera, recordando a su madre, se pusieron a reír a carcajadas, y Hércules, una vez que hubo conocido esto los dejó l i b r e s [ T a m b i é n mató a Sauro, nocivo para los caminantes, al otro lado del río Eri­manto, llamado después Colina de Sauro " ^ . ] También al ladrón Caco [de triple cabeza, hijo de Vulcano] lo venció en el monte Aventino, y a Lacinio, que llenaba con sus robos la más alejada ribera de Italia, lo mató; del mismo modo saqueó la isla de Cos y mató a su rey Eurípilo junto con toda su familia, porque se dedicaban a matanzas y latrocinios contra todos, [y capturó a su hija Calcíope, de la que tuvo un hijo. Tésalo, que dio su nombre a Tesalia, aunque otros dicen que Hércules devastó la isla de Cos no a causa de los latroci­nios de su padre Eurípilo sino por amor a Calcíope.] También abatió a Pirecmes, rey de Eubea, porque injustamente había atacado con la guerra la región de los beocios. Del mismo modo quitó de en medio a Albíon y Bergíon que le obstaculizaban el camino cuando se acercaba a los montes Atlánticos [combate en el que, al faltarle dardos, como hubiera peligro para su vida, suplicó a su padre Júpiter que le proporcionara flechas y al punto cayó una muy abundante lluvia de piedras, con la que fueron aplastados aquellos gigantes, por lo que aquel lugar de la Galia Narbonense fue llamado Campo de Piedras]. También en un combate singular acabó con Cieno junto al río Peneo, porque éste había dado muerte a muchos tras haber propuesto premios para un combate singular. Del mismo modo, mató a los Gigantes que Juno había criado contra él o, según sostuvo Timárquidas, que habían nacido de la sangre del león de Nemea, y Polignosto escribió, en Los asuntos de Cízico (FHG Müller, IV, p. 481=Schol. Ap. Rh. I 996), que eran unos ladrones. [Se dice que, caminando con Alcioneo, lo mató en el Istmo, cosa que, sin embargo, no realizó antes de que Alcioneo le hubiera roto doce carros de equipaje mediante una gran afrenta y de que con un solo lanzamiento de una roca hubiese oprimido a veinticuatro hombres y algunos bueyes, roca que después fue repelida por Hércules con la clava cuando era lanzada contra él mismo y dio muerte a Alcioneo con la clava. Arrojó aquella roca de gran tamaño en el Istmo y no podían apartarla cincuenta parejas de bueyes, según fue escrito por Teseo en Los asuntos de Corinto y por Teodoro en La guerra de los Gigantes. Por lo

591 La fuente de Conti es Tzetz. Chil. V 73-96 y Schol. Lyc. 91 . Para los detalles sobre las palabras de la madre de los Cercopes, véase Ruiz de Elvira, Mlt. Cías. p. 242.

592 Cf. Paus. VI 21 , 3. 593 Cf. nota 586.

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demás, completados los asuntos de Iberia y arrebatados los bueyes de Gerion, se cuenta que Hércules recorrió la región de los Celtas dando muerte a muchos ladrones malvados e impuros, que se daban a conocer mediante monstruos y fieras variadas y con muchos soldados que acudían diariamente a los campamentos y fundó la ciudad de Alesia, muy poblada y extensa, a la que hizo libre y metrópoli de la región. Después, acercándose a Italia, hizo transitables los Alpes dando muerte a los más importantes ladrones, que asesina­ban y saqueaban a los caminantes. Hizo el viaje a través de la costa Ligùstica y a través de Tirrenia llegó al puerto llamado antes de Hércules junto al Tíber, donde se dice que después fue fundada Roma. Dirigiéndose desde allí a Palacio, una pequeña ciudad así llamada, fue recibido en hospitalidad por Potitio y Pinario, los ciudadanos más importan­tes, a los que vaticinó que aquella ciudad habría de sobresalir por encima de todas por su felicidad y opulencia. Después de que hubo llegado a la llanura de Cumas, llamada Flegrea desde antiguo por el fuego que brotaba, encontró a los Gigantes ya aludidos quienes, tras haber conocido su llegada, se reunieron en un combate y, habida una enorme lucha, con la ayuda de los dioses la victoria estuvo en manos de Hércules, que dio muerte a muchos de los enemigos. Dicen que el mismo Hércules llegó a los confines de Reggio y Locri y, al querer descansar agotado por el esfuerzo del camino, fue atacado por las cigarras. Por ello suplicó a Júpiter que las cigarras que lo atacaban desaparecieran; a partir de entonces en adelante tampoco se han visto cigarras en aquella región "'*.] También mató a Eurito y Ctéato, hijos de Neptuno y de Molíone; después erigió altares a doce dioses: Júpiter, Neptuno, Juno, Palas, Mercurio, Apolo, las Gracias, Baco, Diana, Alfeo, Saturno y Rea. Sin embargo, otros pensaron que los Gigantes fueron muertos sólo por Hércules, al haber emprendido la guerra contra Júpiter, según dice Horacio en el libro II (12,6-9) de los Poemas: Y a los hijos de la tierra domeñados por la mano hercúlea, con cuyo peligro se estremeció el resplandeciente palacio del viejo Saturno. Se dice que después de la victoria sobre los Gigantes consagró su clava a Mercurio con el sobrenombrre de Poligio, clava que dicen que fue de acebuche y que volvió a echar brotes y, haciendo crecer sus raíces, se convirtió en un árbol insigne cosa que quizá podría no parecer admirable, puesto que Virgilio dice en el libro II (30-1) de las Geórgicas que los olivos echan brotes incluso secos: Y es más, con los troncos cortados (maravilla es decirlo) la raíz del olivo brota del leño seco. Dicen que él, antes de bajar a los infiernos, subió al Eta y bebió en una fuente que de allí fluía y como, gracias al poder de ésta, olvidó todos los males pasados, llamó a aquella fuente Leto, según dice Demofato en Los asuntos de Etolia. Todas estas cosas fueron realizadas por Hércules antes de descender a los infiernos. Efectivamente, no parecía suficiente la tierra para agotar el valor de Hércules, por lo que Euristeo le ordenó bajar a los infiernos y que trajera a su presencia al muy horrible perro de los infiernos, Cerbero. Contaron mediante fábulas que éste tuvo cincuenta cabezas, tres caninas y las restantes y la cola de serpiente. Por consiguiente. Hércules, tras haber realizado sacrificios a los dioses conforme al rito se metió en una cueva en el promontorio del Ténaro y, alrevesado el Aqueronte y los demás ríos de los lugares infernales, encontró a Teseo que estaba sentado sobre una roca y a Pirítoo. pero, porque Pirítoo había llegado hasta allí espontánea y deliberadamente, lo dejó en ese lugar y liberó a Teseo, porque había sido

594 Todo lo entrecorchetado tiene principalmente como fuente a Diod. Sic. IV 21-22. 595 Cf Paus. II 31 , 10.

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obligado por la necesidad. Entonces mató a Menetes, hijo de Ceutónimo, pastor de los Infiernos, porque oponía resistencia a Hércules para capturar a Cerbero; pues, en efecto, cuando empezó a luchar con él, abrazó de tal manera a Menetes que le rompió todos los huesos. Y encontró a Cerbero en el umbral de los Infiernos, que, al ver a Hércules, se refugió junto al trono del rey de los Infiernos y Hércules lo capturó protegiéndose sólo con la piel de león y la coraza, aunque no había ningún remedio para su mordisco puesto que la rápida violencia del veneno penetraba inmediatamente incluso en los huesos. Cuentan las fábulas que Hércules, cuando descendía hacia los infiernos, encontró en la ribera del rio Aqueronte un álamo blanco y de él se hizo una corona, según atestigua Olimpiònico en el libro Sobre las plantas y la parte exterior de sus hojas se volvió negra a causa de las tinieblas de los lugares infernales. Permaneció después la costumbre de considerar este árbol consagrado a Hércules y en los sacrificios de Hércules los sacrificantes se coronaban con ramas de álamos y, según escribió el comentarista de Teócrito (II 121a), también se preparaban como premios para los vencedores de los juegos coronas de ramas de álamo, porque Hércules había realizado muchas competiciones. Así pues, llevó a Cerbero a través de Trezén junto a Euristeo, y Euforión (fr. 41=Schol. Ap. Rh. II 354) y Herodoro (Jac. 31F3l=ibid.) escribieron que éste fue conducido a través de Heraclea, que los naturales del lugar llaman Aquerusia, y que, tan pronto como vio la luz, vomitó y de este vómito nació el acónito. Por su parte, el acónito es una pequeña raíz de hierba semejante a la grama, cuya bebida es amarga y deja la boca seca, muerde el corazón, corta la respiración por haber enfriado el pulmón, llena el vientre de flatos y provoca un frecuente golpeteo en las sienes y hace a los hombres locos y estúpidos, según escribió Apolodoro de Cirene; y fue llamado así acónito, según dice Teofrasto en el libro II (IX 16,4-7) de Las plantas, porque fue descubierto en las aconas o peñascos, peñascos que unos dijeron que se produ­cen en Heraclea, otros en Tanagra, otros en Hermíone. El acónito es llamado también pardialanques y mioctono, porque mata a las panteras y a los ratones. Hubo quienes dijeron que recibió la orden de volver a llevar inmediatamente a los infiernos a Cerbero, que había sido conducido ante Euristeo. Algunos trabajos de Hércules los describió así brevemente Quinto de Esmima (Anth. Gr . XVI 92 ^'^): Por otra parte mató un fuerte león en Nemea; en segundo lugar, aniquiló en Lerna la Hidra de muchas cabezas; por otra parte, en tercero, después de éstos mató al jabalí del Erimanto; a continuación cazó la cierva de cuernos de oro en cuarto lugar; y en quinto echó fuera las aves Estinfálides; y en sexto trajo el espléndido cinturón de la Amazona; en séptimo limpió el abundanate estiércol de Augías; en octavo, expulsó de Creta el toro que respiraba fuego; en noveno lugar, condujo desde Tracia los caballos de Diomedes; en décimo, condujo desde Eritía las vacas de Gerion; al perro Cerbero lo subió en undécimo lugar desde el Hades; en duodécimo, transportó hasta la Hélade las manzanas de oro; como decimotercero tuvo un penoso trabajo de esta clase: en una sola noche se unió a cincuenta muchachas. Versos que así fueron recitados por alguien en latín: El primer trabajo soportado el del león de Cleonas,

596 Olympionikos es lo que dan los códices de los escolios a Teócrito, pero esta lectura fue despreciada por DUbner que asigna este dato a Eratóstenes. Cf. la ed. de Wendcl, C , Scholia in Theocritum Vetera, Leipzig 1967 (=1914) , p . 290, Schol. II 121a.

597 Conti sigue el texto del epigrama que aparece como anónimo en la Antología Palatina, pero conoce la atribución hecha en Tzetz. ChU. II 491-503 a Quinto de Esmima, si bien Tzetzes presenta variantes en el texto que Conti no recoge. Para lo referente a estos versos, cf. Ruiz de Elvira, Ml t . Chis., p. 212.

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el siguiente abatió con hierro y antorchas la Hidra de Lerna; inmediatamente su fuerza, en tercer lugar, golpeó el jabalí del Erimanto; en cuarto lugar estuvieron los dorados cuernos de la cierva de patas de bronce; en su quinto riesgo expulsó las aves Estinfálides, en sexto despojó a la Amazona tracia de su cinturón; en los establos de Augías el séptimo coste de su trabajo; como octava gloria se enumera el haber sido expulsado el toro; la novena victoria en las cuadrigas de Diomedes; Iberia da la décima palma con Gerion muerto; el undécimo triunfo las manzanas traídas de las Hespérides; Cerbero es la meta suprema del último trabajo. Pero Quinto de Esmima añadió un decimotercer trabajo de este modo: Después el decimotercer trabajo es el más duro: tuvo amores a la vez en una sola noche con cincuenta doncellas. Aunque algunos dicen que fueron tantos los trabajos de Hércules, otros creyeron que fueron casi infinitos, según atestigua Eurípides con estos versos en el Hércules loco (1266-78): Cuando aún mamaba, introdujo en mi cama una serpiente de ojos resplandecientes, para que muriera, la compañera de lecho de Zeus, y cuando mi carne se cubrió de vigorosos músculos, ¿para qué es preciso decir los trabajos que soporté? ¿A cuántos leones o Tifones de tres cuerpos o Gigantes o ejércitos de cuadrúpe­dos Centauros no declaré la guerra? Tras haber dado muerte a la perra Hidra, llena de cabezas que siempre rebrotan, soporté también múltiples trabajos y llegué incluso a los Infiernos para traer el perro de tres cabezas, portero del Hades, a la luz, según las órdenes de Euristeo. Dicen, además, que Sauro, hostil para los caminantes e indígenas, fue muerto por Hércules, según dice Pausanias en Los primeros asuntos de la Elide (El. 11, VI 21,3-4). Y éste no sólo fue nocivo para los ladrones y hombres malvados [y no sólo sintieron los hombres malvados y ladrones y las fieras más crueles y los horrendos mons­truos que la fuerza hercúlea era temible,] sino [que] también [se cuenta que,] tras haber llegado junto a Alcestis que había muerto, vencida la Muerte, la devolvió viva a su marido, según escribió Eurípides en la tragedia Alcestis. Hubo quienes dijeron que Hércules sos­tuvo el cielo no para enviar a Atlas a buscar las manzanas de oro sino compadecido del esfuerzo del hombre, hasta que aquél estuviera un poco descansado. [Por lo demás, dicen que Hércules, acabados los trabajos, dedicó la clava, que había cortado de un acebuche junto al mar Sarónico, a Mercurio con el sobrenombre de Poligio junto a Trezén, según escribió Pausanias en Los asuntos de Corinto (II 31,10).] Tuvo Hércules como compañero de muchos trabajos a Telamón y a lolao, del que también se cuenta que fue su auriga, según dice Pausanias (VIII 45,6). Recuerdan muchas esposas de Hércules; ciertamente tomó como esposa a Mélite, hija del rey Egeo, de la que tuvo a Hilo Por haberle sido prometida Iole, según dice Menecrates, destruyó toda Ecalia mientras Eurito huía hacia Eubea, porque le había negado su hija Iole. [Tuvo también ocho hijos de Mégara, la hija de Creonte, que se dice fueron asesinados por orden de Euristeo, pues en la puerta de Tebas llamada Electra vivió Anfitrión en Tebas y después de Anfitrión Hércules, donde los tebanos solían celebrar las exequias, según dice Crisipo en Los asuntos de Tebas (=Schol. Pind. Isth. IV 104b), y realizar competiciones fúnebres que duraban toda la noche y no terminaban antes de que brillara el Sol. Otros dicen que fueron matados por Hércules, aunque Lisimaco (Jac. 382F7=Schol. Isth. IV I04g) dice, sin embargo, que fueron asesi­nados por el engaño de algunos extranjeros. Otros aseguran que los mató el rey Lieo.

598 Cf. Ap. Rh. Arg. IV 538 y Schol. IV 524 y 1125.

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Sócrates (Jac. 3lOF9=ibid.) pensó que fueron quitados de en medio por engaños de Augeo. Y, sin embargo, no es menor la discusión sobre su número o sus nombres entre los escritores antiguos. Pues Dionisio, en el libro I de Sobre los círculos (Jac. 15F2=ibid.), dice que sólo fueron Deicoonte y Terímaco. Bato, en el libro II de las Historias tlel Ática (Jac. 268F1 =ibid.), nombró a Polidoro, Platrócleo, Mecistófono, Aniceto, Toxoclito, Me-nebrontes y Quersibión. Eurípides (fr. I016N=ibid.) a Aristodemo, Terímaco y Deicoonte; Feíecides, en el libro II (Jac. 3F14=ibid.), los llama Antímaco, Clímeno, Gleno, Terí­maco, Creontíades y dice que fueron arrojados al fuego por Hércules enloquecido. Dinias de Argos (Jac. 306F8=ibid.) menciona a Terímaco, Creontíades y Deincoonte. Herodoro (Jac. 31F32=ibid.) dice que Hércules se volvió loco dos veces y priinero los mató, en la época en que no se llamaban Heraclidas sino Alcidas, pues Hércules todavía no se llamaba así, ya que obtuvo este nombre después de superados no pocos trabajos por orden de Juno.] Se dice que Hércules también se casó con Auge, a la que su padre Aleo, colocándola en una urna junto con su hijo Télefo, arrojó al mar, la cual después, salvada junto con la urna por los cuidados de Palas, llegó hasta las bocas del Caico y fue acogida por Teutrante Pero después Hércules la concedió a su hijo Hilo. [Fue confiado a la memoria que Hércules a una hija de Alcimedonte, héroe de Arcadia, de nombre Fíalo, la violó junto al monte Ostracino y ésta, inmediatamente después de dar a luz, junto con el niño que había tenido de Hércules, encadenada fue expuesta a las fieras en un monte cercano. A estas cosas añadieron que el graznido de una urraca imitó a un niño llorando y como Hércules, que por casualidad caminaba por allí, desviase su camino hacia aquélla pensando que era un niño, liberó a la joven y al niño de sus cadenas, y al niño le dio el nombre de Ecmágoras, llamó a la fuente cercana Cisa en recuerdo del salvamento y del niño y la madre liberados, puesto que los griegos llamaban cissa a la urraca Este mismo levantó las murallas de Tirinto. También éste construyó un canal de cincuenta estadios a través de la llanura del campo Feneático, por el cual se deslizaba sin causar perjuicio el río Olbio, al que algunos de los arcadios llamaban Aroanio, y la altura de sus orillas llegaba hasta treinta pies*'"'.] Más tarde Hércules fue cautivado por el amor de Onfala, hija del rey de Lidia, razón por la que fue obligado a realizar muchas acciones poco apropiadas para un hombre fuerte. En efecto, quien había superado a Busiris en Egipto, quien al valerosísimo atleta Anteo en Mauritania, en Hispania a Gerion, en Tracía a Diomedes; quien había vencido a leones, quien había estrangulado serpientes incluso siendo niño, quien había eliminado a ladrones, quien a homicidas, quien a todo tipo de malvados por todas partes con valentía singular, a quien no habían aterrorizado ni las tinieblas de los lugares inferiores, ni las múltiples cabezas de la Hidra, ni el rapidísimo y mortal veneno de Cerbero, y no lo había conmovido ni tan sólo un poco ninguna violencia de peligros, este mismo entre las esclavas, entregada la piel de león a la desarmada Onfala, vestido con ropas de mujer llevó a cabo un arte sedentario, como atestigua Ovidio en Deyanira (Her. IX 75-8,81-2): No te avergüenza, Alcida, haber colocado tu mano, vencedora de mil trabajos, en esos pulidos canastillos. Con tu vigoroso pulgar llevas los recios hilos y devuelves a tu hermosa dueña la tarea justa. Se dice que, desgraciado, temblando por las correas del látigo, ante los pies de tu dueña has tenido

599 Cf. Paus. VIII 4, 9. 600 Cf. Paus. VIH 12, 2-4. 601 Cf. Paus. VIII 14, 3.

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miedo de sus amenazas. Así pues, mientras era esclavo de Onfala, venció con la guerra a los Cercopes, pueblo de Efeso, que obligaban a los huéspedes que llegaban junto a ellos a cavar sus viñas como esclavos. Otros cuentan la causa de por qué Hércules estuvo al servicio de Onfala de esta manera: Dicen que Eurito, que había marchado a recibir a Alcestis, a la que Hércules había devuelto a la vida, no fue acogido por Hércules en hospitalidad y fue arrojado fuera de los muros de Tirinto al estar Hércules poseído por la locura, por ese motivo, apenas purificado finalmente por Deífobo, cayó en una grave enfermedad. Como quisiera librarse de ella. Hércules fue hasta el oráculo, que le dio la respuesta de que se libraría si, vendido, prestaba servicios como esclavo durante tres años y entregaba a Eurito el pago de su servidumbre, por lo que se dice que, comprado, estuvo al servicio de Onfala, reina de Lidia y esposa de Tmolo. Hubo quienes dijeron que en primer lugar fue esclavo y que después, pasado el tiempo de la servidumbre, hizo la guerra ante Troya. Tuvo también a Deyanira, a la que recibió después de haber luchado con el Aqueloo, hija de Eneo, rey de Etolia, la cual había estado prometida a Aqueloo, Y cuando Hércules estaba a punto de atravesar junto con Deyanira el río de Etolia, que entonces casualmente había crecido en exceso debido a las continuas lluvias, el centauro Neso ofreció su ayuda voluntariamente para atravesar a Deyanira; y, tras haberla confiado a Neso, el propio Hércules atravesó el primero sin temor el río. Pero como, todavía en la primera orilla, Neso intentase violar a Deyanira, fue herido por Hércules con las flechas emponzoñadas por el veneno de la Hidra; éste, para vengarse incluso muerto del enemigo, entregó a Deyanira su ttinica impregnada con la sangre y con aquel veneno, y la sangre recogida en un recipiente, diciéndole que en ellos estaba la fuerza del amor, porque, si se vestía su marido con aquella tiínica, sería el mejor remedio contra los amores de las rivales. [Este río, aunque antes se llamaba E veno, más tarde fue llamado Centauro después de la muerte de Neso, según dice Evénor en el libro Sobre los ríos.] Deyanira guardó aquella túnica así recibida para el momento oportuno. Después, como Hércules, sometida Ecalia y cautiva Iole, se dirigiera a Ceneo, promontorio de Eubea, levantó un altar a Júpiter para hacer un sacrificio por la victoria obtenida y envió a su siervo Licas para que anunciara a Deyanira que Hércules había vencido y ya estaba cerca. Pero como Deyanira sospechara del amor de Iole, envió a Hércules la túnica recibida de Neso como un antídoto contra los amores de la rival Iole. Después, al haber surgido por todo el cuerpo una picazón inmensa, ardor y pústulas, arrojó desde una roca a Licas al río cercano a las Termopilas; este mismo, finalmente, atacado por el fuego sagrado y por la locura, al no poder soportar tan grandes tormentos, se arrojó a una pira en el monte Eta. Dicen que Hércules intentaba arrancarse en vano la túnica desgarrada y al mismo tiempo desprendía su carne. Deyanira, al tener conocimiento de esto, con su propia mano dio fin a su vida ahorcándose. Apolodoro (II 7,7) escribe que fue encendida por Peante la pira a la que Hércules había subido para morir, por lo que recibió las flechas como regalo. Sin embargo la opinión más extendida es que Filoctetes fue el heredero de aquéllas porque enterró a Hércules junto al río Dirás.] Otros dicen que Deyanira no se mató ahorcándose sino con la clava de Hércules, dejando una hija, Macaria, que había tenido del propio Hércules Dejó escrito Luciano, en

602 Conti no ha reproducido el texto de Apolodoro II 6, 2, que está siguiendo, sino que se ha confundido de nombre: no es a Eurito sino a su hijo Ifíto a quien Hércules despeña, ni tampoco iban a recibir a Alcestis, sino que la muerte de Ifito tiene lugar inmediatamente después de que Hércules haya conseguido liberar a Alcestis de la muerte.

603 Cf. Paus. 1 32, 6,

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Hermótimo (7), que Io que de mortai hubo en Hércules y su mácula humana, por así decir, se quemó en aquella pira; lo que era divino ascendió al cielo, según atestigua muy clara­mente Filipo de Bizancio (Anth. Gr . XVI 93) en estos versos: Destruí la enorme fiera de Nemea, destruí la Hidra y el toro y destrocé la mandíbula del jabalí. Tras haber arran­cado el cinturón, cogí los caballos de Diomedes; después de haber hecho resonar las manzanas de oro, apresé a Gerion; Augías me conoció, el cervatillo no se me escapó; maté los pájaros. Conduje a Cerbero, yo mismo habito el Olimpo. [Por otra parte, son muchos los hijos dejados por Hércules, si es que también aquel Afer, por el que Africa recibió su nombre, fue hijo de Hércules, y Acelo, de quien obtuvo su nombre la ciudad de Licia, fue hijo de Hércules y de Málide, esclava de Onfala, y Bento, que dio su nombre a Bentesio, después Brundusio, según escribió Diocles en Los cambios de nombres de las ciudades; y Lamio y Camiro, hijos de Iole, y Lido, por el que Meonia fue llamada Lidia, asi como de Camiro se llamó Camiro la primitiva ciudad de Rodas; y (según pretendieron algunos) Lamo de Onfala, Hilo de Mélite, hija del río Egeo, que dio su nombre a la isla y a una ciudad de la isla; y Escites, que dio nombre a Escitia, al que tuvo de una mujer semivíbora; e Hilo de Deyanira; y Sardo, por el que Icnusa fue llamada después Cerdeña, y Olinto, que dio su nombre a la ciudad por él levantada, y Macaría, de quien recibió su nombre Chipre; e Hipóloque y Bdela, para dejar a otros muchos en silencio, puesto que se adueñó de muchas para su placer. Pues, muerto su padre Ormeno, raptó a Astidamía, de la que tuvo nueve hijos, y a Astíoque, de la que tuvo a Tlepólemo, y se unió a Pirene, hija de Bébrice, en el monte Pirineo, que recibió de ella su nombre, y que fue después allí sepultada.] Que Hércules fue uno de los doce dioses de Grecia lo atestigua Heródoto en Euterpe (II 43): Y he oído acerca de Hércules la noticia de que era uno de los doce dioses, quien también escribió (II 145) que Dioniso, Pan y Hércules fueron considerados por los griegos con mucho los más recientes de todos los dioses. Otros pensaron que éste fue uno de los Dáctilos del Ida, otros que hijo del primer Júpiter, otros que del tercero, lo que sucede porque hubo muchos Hércules, según atestigua Cicerón en el libro III (16,42) de Sobre la naturaleza de los dioses de este modo: Aunque me gustaría saber, en realidad, a qué poderosísimo Hércules rendimos culto; pues nos transmiten muchos quie­nes investigan los escritos ocultos y escondidos: el más antiguo nació de Júpiter, pero del Júpiter más antiguo; en efecto, encontramos también muchos Júpiter en los escritos anti­guos de los griegos. Así pues, de aquél y de Lisítoe es hijo este Hércules del que hemos oído que luchó con Apolo por el trípode. Se habla de otro, hijo del Nilo, el Egipcio, del que dicen que escribió las letras frigias. El Tercero es uno de los habitantes del ¡da, a quien ofrecen exequias. El Cuarto es hijo de Júpiter y de Asteria, la hermana de Latona, al que honran especialmente los tirios, del que dicen que fue hija Cartago. El Quinto en la ¡ndia, que es llamado Belo. El Sexto este hijo de Alcmena al que engendró Júpiter, pero el Tercer Júpiter. Aunque hubo tantos Hércules, las hazañas de todos los demás se atribuyen únicamente al hijo de Alcmena.

Dicen que luchó con Apolo por el trípode este mismo a quien, como hubiera venido a Delfos para ser purificado por la muerte de Ifito, no quiso darle respuesta Jenoclea, la intérprete del dios, porque estaba manchado por un asesinato. Entonces Hércules se llevó el trípode tras robarlo del templo y, al reclamarlo Apolo, se habría desencadenado una violenta lucha si Latona y Diana no hubiesen calmado a Apolo y Minerva la ira de Hércules, según dice Pausanias en Los asuntos de la Fócide (X 13,7-8). Hubo quienes dijeron que Hércules vivió hasta los treinta anos. Se dice que fueron muchos los hijos que

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Hércules tuvo de diferentes mujeres; enumerarlos a todos aquí seria innecesario, puesto que a muchos los mencionó Apolodoro de Atenas en el libro II (7,8) de su Biblioteca. Pero después de que fue acogido entre los dioses, Juno se reconcilió con él y le entregó a su hija Hebe en matrimonio, bodas que conmemoró Platón, poeta cómico muy destacado. Fue confiado a la memoria por Ibico (PMG 3(K)=Schol. Ar. Nub. 1050) que fueron invento de Hércules los baños calientes que él, agotado por el duradero esfuerzo, utilizaba muchas veces y que le fueron mostrados por Vulcano. Pero otros, entre los que estuvo Pisandro (Fr. 7a K=ibid.), dijeron que éstos le fueron dados a Hércules como regalo de Minerva. Se dice que Hércules fue el primero de todos los mortales en descubrir la construcción de ciudades y aumentó las inventadas con la adición de pueblos, y estableció los juegos, puesto que por la fuerza de su cuerpo sobrepasaba a los restantes mortales, segtín dice Estrabón en el libro VIII (3,30.C355). Dicen además que éste fue muy voraz porque, cuando caminaba por el país de los Dríopcs [en la época en que por necesidad salió exiliado junto con Deyanira de la región de Eneo tras haber dado muerte con su puño al coperò, como hemos dicho, atacando el hambre a su hijo y buscándolo Licas, el ayo, llegó junto a Tiodamante], degolló un toro de Tiodamante, que estaba arando, después de haberlo liberado del yugo y lo comió entero en un solo día en el país de los Dríopes; también había hecho esto con anterioridad en la ciudad de los lítides. [Aunque dicen algunos que Hércules pidió a Tiodamante un poco de alimento y, como aquél se lo hubiera negado, según es el carácter de muchos campesinos. Hércules encolerizado, liberando del yugo uno de los bueyes, lo inmoló a los dioses e hizo un banquete;] su [enojo y su] glotonería y voracidad las expresó así Calimaco en el Himno a Diana (III 159-61): Pues, efectivamente, ni siquiera al divinizarse sus miembros bajo la encina frigia cesó en su glotonería; su hambre es todavía aquella con la que en otro tiempo se encontró con Tiodamante que estaba arando. [La cual, sin duda, no fue menor que la de Dafnis, que está en Sosíteo (fr. 2,4-8N=Tzetz. Chil. II 596-600): Este hijo bastardo alterado de aquél; y de qué madre, la que lo ha parido lo sabe. En efecto, devora tres alforjas repletas de pan, en un cono día bebe a la vez un recipiente de diez ánforas de capacidad. Pues pueden servimos de prueba de que la voracidad de Hércules fue admirable incluso aquellas cosas que fueron escritas por el muy delicado poeta Epicarmo en Busiris (fr. 21K=Ath. XI 411a-b); En primer lugar, si vieras comiendo a éste, quedarías muerto. Por una parte resuena su garganta desde el interior, retumba la mandíbula y hacen ruido las muelas, tritura el canino, silba con las narices y mueve las orejas no menos que los cuadrúpedos. Se cuenta que Hércules, habiendo llegado a Trifilia, región de la Elide, tuvo una disputa acerca de la voracidad con Lepreo, hijo de Pergeo, según dice Hesiodo en Las bodas de Ceix (fr. 26SM-W) y, como cada uno de ellos hubiese matado un buey para su banquete, en modo alguno se encontró a Lepreo más lento o menos dispuesto para comer; pero, como después del banquete se llegara a luchar a consecuencia de la indignación por su valor emulado, Lepreo murió a manos de Hércules.] Pero, como Tiodamante se retirara entriste­cido por el toro robado y hubiese lanzado muchas maldiciones a Hércules por aquella injuria, permaneció después entre los linfíos el rito de sacrificar a Hércules con el sobre­nombre de Butenas un buey de labranza acompañado de muchas imprecaciones de maldi­ción. [Sin embargo, se cuenta que después Tiodamante, dirigiéndose a la ciudad de los dríopcs, condujo a los propios dríopes armados contra Hércules y que empujó a Hércules a una situación tal que fiíe preciso dar armas incluso a Deyanira, de la que se dice que también fue herida en el pezón y, una vez que hubo vencido por fin a éstos, caído el mismo

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Tiodamante, raptó a su hijo Hilas como esclavo, según escribió Ferecides en el libro lU (Jac. 3Fl l lb=Schol . Ap. Rh. I 1289). Y más tarde, a causa del pillaje, llevó a todo aquel pueblo hasta Traquis, ciudad de Tesalia, para que viviera allí y junto al monte Eta, que está próximo a los montes de la Fócide. Tuvo además al propio Hilas como su favorito, de tal manera que no había casi ninguno de los mortales en aquella época a quien le fuera desconocido el nombre de Hilas. En efecto, se dice que, al navegar juntamente con los Argonautas hacia la Cólquide y enviar a Hilas a buscar agua, corrió hasta Quíos buscando a Hilas, ya que le pareció que después de un espacio prudente de tiempo no volvía. Sin embargo, fue escrito por Eforo en el libro V (Jac. 70F14=ibid.) que Hércules se quedó por decisión propia en la región de Lidia a causa de Onfala; Dionisio de Mitilene (Jac. 32F6=ibid.) dice que él ni siquiera emprendió la navegación a la Cólquide ni mucho menos prestó su ayuda a Jasón en aquello que realizó con Medea'"*. Herodoro (Jac. 31F41=ibid.) excluyó a Hércules y a algunos otros del número de los que participaron en aquella expedición a la Cólquide. Hesiodo, en Las bodas de Ceix (fr. 263M-W=ibid.), escribió que el propio Hércules fue a buscar agua a Magnesia junto a las llamadas Aletas, que se llaman así porque allí fue abandonado. Anticlides, en el libro II de Los asuntos de Oelos (Jac, 140F2=ibid.), escribió que Hilas fue un hijo de Hércules perdido cuando fue a buscar agua y que ya no volvió. Pues en efecto] no hay que admirarse de que Hércules hiciera esto con Tiodamante, puesto que fue injusto contra muchos y devastó Ecalia por haberle sido negada Iole y tuvo como favorito a Hilas, tan célebre que para nadie es desconocido el nombre de Hilas, y puesto que alguna vez solía emborracharse, según atestigua Damagetes (Anth. Gr . XVI 99) en estos versos: Este que todo lo domina, el vencedor sobre los hombres con sus doce trabajos, celebrado con cantos a causa de su gran fortaleza, ebrio después del banquete hace girar sus pasos que se tambalear^ por el vino, vencido por el suave Bromio que desata sus miembros. Tuvo Hércules muchos sobrenombres, como los restantes dioses. Pues, como hubiese gran cantidad de mosquitos entre los teucros y éstos desaparecieran según su deseo, lo que se creyó que sucedió por la ayuda de Hércules, fue llamado Hércules Conopion, según dice Estrabón en el libro XIII (1,64.C613), pues llamaron al mosquito conope. Alexicaco, porque aleja los males; Ceramintes, porque libera de las Parcas; además fue llamado Calínico, Buraico, Rinoco-rustes, Hipódoto y con otros nombres semejantes a éstos. Se cuenta que en la época más antigua se hacían sacrificios a Hércules no como a uii dios, sino que se le tributaban honores fúnebres en calidad de héroe; y se cuenta que, como Pestìo, al llegar a Sición, se diera cuenta y soportase mal que no se le tributasen honores divinos a aquél en justa correspondencia a sus grandes virtudes, decidió que quemasen junto al altar las patas de un cordero degollado y que comiesen una parte de la carne, como solían hacer con las demás víctimas, y que la otra parte la ofrecieran a Hércules como si tributaran honras fúnebres a un héroe. Y el cordero era, en verdad, una víctima totalmente provechosa para los sacrifi­cios de Hércules, ya que se pensaba que hacía huir a los lobos de los establos, según testimonia Antípatro (Anth. Gr . IX 72) en estos versos: Está bien dispuesto Hermes, pastores, alegre con la leche y con las libaciones de miel de encina; pero no así Hércules;

604 Dionisio de Mitilene afirma lo contrario, a saber que Hércules llegó a la Cólquide y ayudó a Jasón. 603 Este epigrama, anónimo en la Antología, penenece a un grupo (del 90 al 104) que en su mayoria están

dedicados a Hércules, y uno de ellos, el 95, es de Damageto; de ahí, quizás, la atribución de Conti.

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pide un carnero o un gordo cordero y sobre lodo elige para sí un sacrificio. Pero aleja los lobos. Mas, ¿qué es mejor, que lo custodiado sea destruido por los lobos o por su guardián? Por otra parte, estaba prohibido a las mujeres según la ley de los sacrificios que juraran por Hércules, o entraran en su templo, o participaran en los sacrificios, a causa de que, cuando Hércules llevaba sediento los bueyes de Gerion a través de Italia, una mujer le respondió que ella no podía darle agua, ya que se celebraba el día de las mujeres y no estaba permitido a los hombres disfrutar de aquella solemnidad que se guardaba como rito de los sacrificios en Italia. Existía además la costumbre de unos sacrificios de tal tipo que en medio del sacrificio se cantaban las alabanzas de los dioses y las cosas inventadas por estos dioses para utilidad del género humano o sus ilustres hazañas, del modo que está en Virgilio en el libro VIII (285-302): Entonces se colocan para el canto alrededor de los altares encendidos los Salios, ceñidas sus sienes con ramas de álamo, éste el coro de los jóvenes, aquél el de los ancianos, que con sus cantos refieren las alabanzas y las hazañas de Hércules: cómo estranguló oprimiéndolas con su mano los primeros monstruos de su madrastra, las dos serpientes; cómo él mismo destruyó con la guerra importantes ciuda­des, Troya y Ecalia; cómo soportó mil crueles trabajos bajo el rey Euristeo y según los designios de la inicua Juno: «Tú invicto, con tu mano matas a los bimembres hijos de la Nube, a Hileo y Folo, tú al monstruo de Creta y al descomunal león bajo la roca de Nemea. Temblaron ante ti los Lagos Estigios, ante ti el portero del Orco que se recuesta sobre los huesos medio roídos en el antro ensangrentado; y no te aterrorizó ningún fantasma, no el mismo Tifoeo, de gran estatura, enarbolando sus armas; no te rodeó privándote de razón la serpiente de Lerna con la turba de sus cabezas; te saludo, verda­dero hijo de Júpiter, añadido como gloria a los dioses, ven favorable hasta nosotros y a tus sacrificios con pie propicio», [que han sido recitados por nosotros en el libro I al explicar el uso de los himnos de los anfiguos]. Es además admirable lo que está escrito por Cornelio Tácito, en el libro XII (13), de este modo: Entretanto Gotarces junto a un monte, que tenía el nombre de Sambulos, hacía sus votos a los dioses del lugar y con especial veneración a Hércules, quien en un tiempo determinado en sueños aconseja a los sacer­dotes apostar junto al templo los caballos dispuestos para cazar. Cuando los caballos han recibido las alforjas llenas de flechas, errantes durante la noche por los desfiladeros, vuelven finalmente con sus aljabas vacías con gran jadeo. De nuevo el dios, en una aparición nocturna, muestra qué bosques han recorrido y por todas partes se encuentran fieras esparcidas. [Los escritores de los asuntos de Egipto *"* aseguran que el maestro de Hércules Egipcio fue Lino, aquel que inventó el primero los ritmos y el canto y sobresalió absolutamente en la habilidad poética; tres discípulos suyos, célebres por encima de los otros, fueron Orfeo, Támiris y Hércules. Dicen que, como incitara a Hércules, un poco más lento de ingenio, a la disciplina con golpes, mató al maestro con la cítara. Más adelante, tras llegar a la edad viril, al destacarse por su gran fuerza, anduvo errante durante largo tiempo y levantó una columna en Libia '<'^; también dicen que de él que junto con los dioses llevó a cabo la guerra contra los Gigantes ' °^ . Este no parece estar de acuerdo en absoluto con el Egipcio, pues los Gigantes nacieron antes de la época de Troya o mejor, como dicen los griegos, a la vez que la primera generación de hombres, tiempo que abarca

606 Cf. Diod. Sic. 01 67, 2. 607 Cf. Diod. Sic. I 24, 1. 608 a . Diod. Sic. IV 21, 5.

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algunos miles de años, pues la clava y la piel de león es acorde con el Hércules más antiguo, porque en aquella época todavía no se habían inventado las armas y se luchaba con troncos y los cuerpos se protegían con pieles de fiera. Recibió su nombre no porque consiguió la gloria a través de Juno, segiin escribió Matris (=Diod. Sic. I, 24,4), sino porque uno de ellos, el más joven, imitó las hazañas del otro, para lo cual es prueba el hecho de que limpió la tierra de muchos animales, puesto que la mayor parte de la tierra antes de la época troyana se hizo habitable gracias al cultivo y a la abundancia de ciuda­des.] Estas son casi todas las cosas, o no mucho más que éstas, que acerca de Hércules fueron recordadas por los escritores antiguos, las que, dado que están en boca de todos, quise resumir muy brevemente y no añadir testimonios inútiles a un asunto fijado en la mente de todos. [Por lo demás Euristeo, tras la muerte de Hércules, por el miedo a una conjura y acordándose de las injurias infligidas, persiguió a todos los Heraclidas a los que, al haberse refugiado en Atenas, reclamó mediante embajadas a los atenienses amenazando incluso con la guerra si no eran entregados a sus legaciones. Se dice que lolao, que se había muerto, tras haber oído en los infiernos tan vergonzosa petición de Euristeo, consi­guió de Plutón el permiso y la facultad de revivir para vengar a los Heraclidas, razón por la que, habiendo resucitado, dio muerte a Euristeo e inmediatamente después volvió a morir.]

Ahora investiguemos brevemente qué se señala a través de ellas. Se dice que Hércules, al que podemos interpretar como glorioso a causa del odio de Juno, fue hijo de Júpiter y de Alcmena, quien indudablemente no es otra cosa que la honradez, la fortaleza y la excelen­cia de las fuerzas tanto del espíritu como del cuerpo, que arroja del espíritu todos los vicios y los destruye. Y esto se deduce de la interpretación de sus mismos nombres. Fue llamado en primer lugar Alcida porque alke significa fuerza, e igualmente hijo de Alcmena, ya que menos también significa valentía. Así pues. Hércules o la fortaleza del espíritu, hijo de la valentía y de Júpiter, esto es de la bondad divina, consiguió para sí gloria inmortal entre todos los hombres; y al haber hecho esto con el estímulo de Juno, con razón también obtuvo el nombre de Juno y de la gloria. Pues hére es Juno y kleos gloria. Otros no hicieron ninguna mención de Juno al explicar este nombre, puesto que dijeron que Hércules fue la gloria para todos los mortales, como puso de manifiesto aquella respuesta del oráculo: Pues vivirás teniendo una gloria inmortal entre los hombres, y aquélla: Febo te da el sobrenombre de Hércules, pues en verdad vivirás teniendo una gloria inmortal entre los hombres. Otros creyeron que este nombre había salido apo tes aretes, esto es de la virtud, puesto que Hércules es la fortaleza, la prudencia y la razón que hay en nosotros, así como la constancia; y, puesto que estas cosas no tocan a nadie en suerte sin la bondad divina y una buena disposición de ánimo, por esto Hércules es llamado hijo de Júpiter y de Alcmena o la constancia. En efecto, toda honradez y paciencia necesita, para superar las situaciones adversas o vencer los placeres, de la divina bondad como guía, con la que se ha regido, puesto que ninguna fuerza humana es por sí suficientemente poderosa. En cambio, yo creería que aquellas cosas que se cuentan sobre el nacimiento de Hércules y de Euristeo tienen que ver con la fuerza de los astros, porque cuando nació Euristeo había una conjun­ción de los planetas que más felicidad producen en un lugar afortunado, conjunción que presagia el poder; sin embargo, cuando Hércules, una conjunción llena de trabajos y peligros con otro planeta, que ciertamente da la gloria pero que obstaculiza. Y, puesto que aquella fuerza de los astros actúa ocultamente en nosotros y se nos mete dentro según la fuerza de la naturaleza del primer aire que respiramos al nacer, se dio lugar a la fábula de que Júpiter juró que quien naciera el primero gobernaría sobre el otro y de que Juno, al

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retrasar a Hércules y alargar su nacimiento hasta el décimo mes, hizo que éste se viese obligado a obedecer y tuviera siempre a Juno como enemiga. Pues, si alguno ha nacido bajo un horóscopo feliz de los astros, respirando por primera vez la fuerza del aire así dispuesto, está inclinado a aquellas cosas a las que le empuja la fuerza de los astros, pues si es maligna aquella fuerza y la conjunción de las estrellas, puede cambiarse a mejor con una moderación en las decisiones. [Fue instruido por Quirón, mitad hombre y mitad animal, porque conviene que el príncipe conozca la fuerza de las leyes y de las armas y los momentos. Otros interpretan de la siguiente manera que Jiipiter engendrara a Hércules habiendo adoptado la figura de Anfitrión, a saber porque el hombre es como un instru­mento y la fuerza divina y la de los astros son como los artífices para la creación de hombres ilustres. Pues ni Hércules ni [ladie puede ser ilustre sin Júpiter, dado que todo poder y toda preeminencia procede sólo de Dios. Por otra parte, porque el beneficio de los padres es mínimo si se compara con el beneficio de la divina bondad, por esa razón se dijo que Hércules es hijo de Júpiter más que de Anfitrión.] Así pues, el primero de todos los peligros propuesto a Hércules fue el de las dos serpientes cuando todavía era niño. ¿Qué podemos entender por estas serpientes? La emulación del valor ajeno, puesto que muy fría es casi toda virtud que no se esfuerce por la imitación de alguien. Por tanto, con razón el comienzo de todos los trabajos para Hércules partió de las serpientes, puesto que, aunque era todavía niño, se inflamaba con la gloria y las hazañas de los héroes pretéritos para imitarlos en su valor e incluso para superarlos, ya que el comienzo de todo valor y de toda nobleza se muestra en los espíritus tiernos como un indicio de emulación para el valor. Así pues, cuando alguno es así empujado al valor, han de ser aplacadas como el primero de todos los monstruos la soberbia, la cólera, la arrogancia y la locura, que es el león de Nemea y se alimenta en el bosque de la ignorancia de nuestro ánimo y devasta todas las virtudes. Y, sin embargo, después de aplacados estos movimientos de los ánimos, no conseguimos la tranquilidad a través de toda la vida, dado que contra nosotros se alzan muchas asechanzas de los placeres; por ello, después de aplacado el león, le son ofrecidas a Hércules las hijas de Tespio, a todas las cuales deshonra en una sola noche. ¿Qué conside­raremos a Minias, o a Lico, o a los Centauros, o los jabalíes domeñados, o las yeguas de Diomedes que son crueles contra los extranjeros, a no ser la crueldad y todos los movi­mientos ilegítimos de los ánimos oprimidos? ¿Qué los ladrones, a los que eliminó por todas partes, a no ser la avaricia, la rapiña y los pillajes que se oponen especialmente a un hombre bueno? ¿Qué es Teseo, o Prometeo u otros muchos liberados de las desgracias presentes, a no ser la generosidad de un hombre bueno y su beneficencia, que conviene a todos los hombres oprimidos injustamente? Pues son dos las partes de la justicia, una para que nosotros no caigamos en la injusticia, otra para que no permitamos, si podemos, ser atacados por otros y aliviemos a los oprimidos injustamente. Pero, puesto que la templanza es muy necesaria en todos los asuntos, ya que de un crimen cualquiera suelen nacer muchas acciones vergonzosas, se dice que Hércules de una vez extinguió todas las cabezas de la Hidra. Igualmente erigió como término de su vagar unas columnas en Iberia, en las últimas costas de Gades, porque ningún lugar es inaccesible a la virtud, ya que la gloria del valor llega incluso a los hombres más alejados de la tierra habitada. Del mismo modo éste, después de haber superado tantos peligros, después de haber quitado de en medio a tantos ladrones, después de haber limpiado el orbe de las tierras de horrendos monstruos, cautivado por el amor de Onfala, cometió muchas acciones vergonzosas e indignas de sus primeras hazañas. ¿Por qué han sido contadas estas cosas en monumentos literarios? ¿O

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por qué han sido transmitidas a la posteridad? Para que los antiguos sabios nos aconsejen que un hombre bueno siempre ha de estar vigilante, ya que si desvía un poco los ojos de la virtud y se descuida, es llevado por el apetito, como por un rapidísimo río, hasta la lujuria y los placeres ilegítimos y se envilece por su propia naturaleza. Este, a causa de los amores mujeriles, cae después en el más cruel tipo de muerte, porque el fin de todos los placeres son el dolor y las miserias. Debido a sus excelentes virtudes, en primer lugar fue venerado por los hombres como un héroe y después, tras su muerte, como un dios, ya que toda virtud provoca el odio contra sí, pues quienes observan que ellos no pueden superar la virtud de los otros, se consideran en último término felices si obscurecen aquéllas diciendo por lo menos algo. Pero, cuando desaparece el autor de esa virtud, entonces desaparece también el odio entre los mortales y brilla la mayor gloria de los hombres buenos después de la muerte. Así pues, ya que el apetito de las cosas agradables e ilegítimas o la envidia de los mortales puede oprimir y obscurecer las hazañas de cualquiera, con razón se ha dicho lo siguiente por Eurípides en Andrómaca (100-2): Es preciso no llamar nunca feliz a ninguno de los mortales hasta que veas cómo, estando muerto, llega abajo tras haber pasado el último día. Hubo, sin embargo, algunos que desviaron las hazañas de Hércules hacia la historia, como es aquello referente a Augías, Se dice que Augías fue hijo del Sol y que tuvo tan gran vacada y tantos rebaños que la mayor parte del campo permanecía ociosa y sin cultivar cubierta de estiércol, [pues algunos contaron que allí solía encerrar tres mil bueyes en un establo que nunca había sido limpiado.] En efecto. Hércules, o por una parte del campo o por algún otro pago que le había sido prometido, desvió el río Alfeo hacia aquellos lugares y eliminó toda la gran cantidad de estiércol. Luego, al haber vuelto la región a la fertilidad, se dijo que había limpiado los establos de Augías. Augías le negó el pago porque le parecía que casi no había empleado ningún esfuerzo en limpiar los establos, pues la mayoría de los necios conceden premios no a las fuerzas y trabajos del espíritu sino del cuerpo. Del mismo modo dijeron que Gerion tenía tres cuerpos porque eran tres hermanos de una misma opinión y que estaban de acuerdo en todo o, según pensaron otros, porque gobernaba sobre tres islas de Hispania cercanas entre sí, a saber Ebuso y las Baleares Menor y Mayor*"'. Como éste tuviera mucho poder con sus fuerzas de mar y tierra, se dice que tuvo un perro de dos cabezas. A Anteo de Libia no pudo vencerlo en su región por el conocimiento del lugar, pero lo superó fácilmente fuera de su patria. Tam­bién hubo quienes consideraron a la hidra de muchas cabezas como muchos hermanos de acuerdo entre sí, muerto uno de los cuales parecían resurgir muchos a causa de sus dispositivos bélicos siempre recientes y muy poderosos. En lo que respecta a las manzanas de las Hespérides y al trabajo de Atlas, dicen que Atlas, que ejercía un cargo, cayó alguna vez en alguna dificultad de las más grandes y, al haber concluido el asunto con el consejo de Hércules, hombre muy sabio, le regaló a Hércules tres ovejas, presente que, corrían aquellos tiempos, era no poco honorífico; y como mela son ovejas y ma\a frutos entre los griegos, se dio lugar a la fábula. Y hemos pensado que para la comprensión de estas fábulas conviene no poco aquella carta que, con anterioridad, enviamos al varón brillantí­simo tanto por su singular ingenio como por su honradez, el senador de Venecia Mateo Bembo, que no lamentaré escribir en este lugar a causa de la dulzura de su razonamiento; y se tiene así: Me congratulo de que vuelvas a las Musas después del agobio de los asuntos

609 Cf. Bocc. G .D. XIII 1 que tiene como fuente a Serv. Aen. Vil 662.

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de estado tan grande cuanto la república patria puso sobre ti, oh tú, Mateo, el más importante hombre del pueblo de Venecia. Pues se dice que un trabajo constante domeña los feroces leones. Por ello la naturaleza, madre nutricia, cuidándose de que las cosas se conserven, ordena que las noches sucedan alternativamente a los días. Por ello también se dice que el Alcida hizo que se recobraran los hombros de Atlas, que desfallecían, cuando sostuvo el peso del mundo. Es fábula que Atlas sostuvo los refulgentes astros del cielo: desempeñó magistraturas y llevó un peso público. Créeme: es con mucho más feliz uno que deja pasar los días rápidos sin discusiones, sin murmuraciones del vulgo, no estando obligado a escuchar diferentes quejas. Si alguien desea la mayor felicidad en los asuntos humanos que espere como un campesino hasta que el río pase en su totalidad. O no hay nada feliz para el hombre o solamente lo es el descanso que, sin embargo, no se concede a nadie sin alteraciones; y a ti o te preocupan siempre tus desgracias o las de un amigo cuando, si en una parte son arrancados con el arado los frondosos bosques, surgen en otra parte. Hay algunos a quienes no agobia ambición alguna, pero nos atormenta el delirante deseo de poseer. Y nada se ofrece a sus ojos más atractivo que el oro; y creen que el descanso se consigue una vez amontonado éste; los infelices se engañan; la mente es la única que tranquiliza y da brillantez; el resplandor de la plata y del oro, las posesiones, la nobleza, no pueden expulsar del espíritu las preocupaciones, ni pueden los pueblos o las fasces o la púrpura de los reyes. Sin embargo, tampoco una mente despreciadora del oro, alejada de la ambición, puede haber dejado el ánimo sereno. Cuando hayas evitado estas cosas, te saldrán al encuentro muchos peligros de lü vida y arrastrarán tu espíritu siempre de acá para allá. Si de uno escapa el amor del dinero, si escapa el de los honores, lo atrae el sueño, el vino y el deseo de Venus. O ataca su vida la furia implacable de la cólera. Ciertamente es vergonzoso ser vencido por estas emociones del espíritu. Oponte desde el primer momento a la cólera. Que soporte que tú no quieras ceder a las fluctuaciones de la cólera. Ha sido encontrada una medicina a propósito. Pero si arrebata a cualquier parte un poderoso impulso, aceptas ser arrastrado por esta razón arrebatada, andas como una nave que, privada de timonel, recorre la llanura del mar que blanquea de espuma por donde la lleva el arbitrio de los vientos, y haces muchas cosas que quizá lamentarás apaciguado. No otra cosa es evitar a Escila, rodeada de perros rabiosos, por entre las aguas, no otra cosa evitar a Caribdis. Esta locura del espíritu es el Cíclope, quien se esconde en la cueva de la mente. Tú vence a éste con engaño, quema a éste con un tizón, dómalo con esta razón. Así vencido, finalmente conocerás los derechos ancestrales de la hospitalidad, cuan vengador es el nutricio Júpiter con los crueles huéspedes. Pero los insensibles hados ordenan que unos pocos tiranos bajen a las mansiones de Díte. El trabajo de Hércules y la clava de nudosa madera no permiten nada que causa horror ni tampoco quien domeña los minoicos monstruos de Creta, y se dice que uno y otro son hijos de dioses. Si domeñas la ira y la reprimes con las cadenas y la prisión, a consecuencia de ello estarán en torno a ti los halagos y los suaves susurros de los placeres. Te es necesario evitar éstos a la vez. Que ni los cantos de las Sirenas ni los bebedizos de Circe hagan que te conviertas en un monstruo de distintas formas de fieras. La vida de los hombres es desgraciada porque se mantiene rodeada de innumerables enemigos. No es necesario para nadie sucumbir vergonzosamente o que la victoria le conceda una gran alabanza. Pues, ¿de qué va a servir, vencidos los ejércitos bárbaros, dominar en un imperio por donde el Sol se levanta o se esconde en las aguas ibéricas si al vencedor lo ataca en su pecho una guerra continua? Si un suave placer arrastra al cautivo, la victoria no mereció alabanza

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alguna. Sólo disfrutará del ocio y de los tranquilos momentos de la vida el que ha sabido vencer los monstruos que surgen en el pecho y quien ha expulsado del ánimo las preocu­paciones fútiles. Por casualidad, acabado el tiempo de la magistratura, disfrutas de ocios como ciudadano particular; los dones de las Piérides pueden ablandar a un particular. Los asuntos domésticos quizá requieren la atención del dueño; concédeles un poco de tu atención. Finalhtente, si la preocupación por los asuntos públicos cede ante algo, que aquél ejerza con relación a sí mismo como magistrado y que sopese lo que ha concluido en el tiempo pasado. Si todas las cosas se han llevado a cabo rectamente, que inmole una cordera blanca como la nieve a los dioses. Este puede levantar sin temor la vista hacia el cielo y las moradas de los dioses, éste puede confiarse a los turbulentos vientos. A las furias de la Fortuna y al inevitable rayo de Júpiter los menosprecia la sagrada virtud, que tiene la seguridad de obrar rectamente. Pero, para que volvamos a las manzanas de las Hespérides, algunos dijeron que fueron regaladas a Hércules por las ninfas tras haber matado al dragón que las custodiaba, poique Dragón, el pastor, fiíe en realidad un hombre muy violento y cruel contra todos. Se dice que sus ovejas fueron manzanas de oro poique las ovejas eran de color de oro. ¿Por qué se dice que, después de tantas victorias, de tantos trabajos por tierra y por mar, después de haber vencido a tantos ladrones, a tantos hombres malvados y a tantos violentos huéspedes, él mismo sirvió tan vergonzosamente a la reina de Lidia? Porque lo más peligroso es que seamos vencidos más por los placeres que por las dificultades, y más digno de gloria es vencerse a sí mismo y refrenar los impulsos del espíritu que someter a uno mismo todo el orbe de las tierras. Y nadie puede ser llamado en realidad un hombre bueno, a no ser quien ha pasado todos sus días hasta el fínal en medio de la mayor inocencia y la integridad de la vida. Otros creyeron que Hércules no era otra cosa que el Sol, de quien, a causa de los signos del Zodíaco, se dice que llevó a cabo doce trabajos y dan como prueba de este asunto el hecho de que Gerion, hijo de Calírroe y de Crisaor, o hijo de Pegaso, es el propio invierno. El Sol conduce los bueyes de éste desde las regiones extremas del Océano hasta las tierras deshabitadas porque los truenos, relám­pagos y rayos nacen de la evaporación de la humedad y de modo especial del Océano. Pero Gerion recibe el nombre apo tou garyein, que significa rugir, lo que es propio del invierno. Y dado que el Sol, acercándose a todas las cosas a lo largo del Zodíaco, las impulsa al nacimiento y las hace desarrollarse, por ello dicen que le fue dada Hebe como esposa por Juno, esto es por la templanza del aire. [Otros creyeron que mediante la fábula de Gerion, que tenía muchas piernas y abundantes manos y ojos que se regían por una decisión única, se ponía de manifiesto la concordia de los ciudadanos, que se hace casi inexpugnable cuando todos, con justos ánimos, se ponen de acuerdo en una cosa, según dice Plutarco en Políticos (Mor. 819D).] Y, para concluir brevemente, aquellas cosas que se han contado acerca de Hércules no sólo se contaron en relación con la naturaleza del'Sol sino también para la educación de la vida humana, puesto que, por otro lado, en vano se recordarían las alabanzas de Hércules, ya que aquellos monstruos que se dice que fueron por él domeñados ni pudieron existir así ni, si hubieran existido, nos hubieran dañado, según dice Lucrecio, en el libro V (24-36), en estos versos: Pues, ¿qué daño nos hubieran hecho ahora las grandes fauces del león de Nemea y el erizado jabalí de Arcadia? Finalmente, ¿qué podría el toro de Creta y la Hidra, peste de Lerna, rodeada de una empalizada de venenosas culebras? ¿O qué la violencia de los tres pechos de Gerion de triple cuerpo? ¿Qué los caballos de Diomedes, que exhalan fuego por sus narices, y las playas bistonias, cerca de Tracia y del Ismaro? ¿Tanto nos molestarían? ¿Habrían de ser

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temidas por sus curvas uñas las aves arcadias que habitan el Estinfalo? ¿Qué daño nos haría, finalmente, el cruel guardián de las resplandecientes manzanas de oro de las Hespérides, el cruel dragón que vigila abrazando con su enorme cuerpo el tronco del árbol, muy cerca del litoral del Océano y las sonoridades del piélago, a donde ninguno de nosotros se acerca ni se atreve el bárbaro? Porque, si alguno ha reflexionado con atención las cosas que han sido dichas por nosotros hasta ahora, al punto verá claro que aquellas cosas que se cuentan sobre Hércules tienen que ver tanto con la recta formación de las costumbres y la vida de los hombres como el Sol. Y suficiente sobre Hércules, ahora hablemos acerca del Aqueloo.

Cap. 2: Sobre el Aqueloo

Se dice que Aqueloo fue un río de Etolia quien, tras haberse sumergido en el río llamado Toante que nace, según dice Estrabón en el libro X (2,1.C 450), en el monte Pindó, separa Etolia de Arcanania y desemboca en el golfo Malíaco, dio nombre al río, río que por el propio rey fue llamado después Aqueloo. Plutarco, en el librito Sobre los ríos (22,1), escribe que de Testio, hijo de Marte y de Pisídice, recibió su nombre el río Testio, que más adelante fue llamado Aqueloo por Aqueloo, hijo de Océano y de la ninfa Náyade, allí sumergido. Este río desemboca en el mar de las islas Equínades, como atestigua Heródoto en Euterpe (II 10), la mitad de las cuales convirtió casi en un continente. Alceo (fr. 450) opina que fue hijo del Océano y de la Tierra, pero Hecateo que del Sol y de la Tierra y Ninfis, en el I de Heraclea que de Tetis y la Tierra. Cuentan mediante fábulas que este río había pedido en matrimonio a Deyanira, hija de Eneo rey de Etolia, la que incluso le había sido prometida. Pero, al llegar Hércules a la región de Calidón, él mismo [tam­bién] pidió en matrimonio a Deyanira, que así mismo le fue prometida. Por consiguiente, ñie necesario que se decidiera mediante un certamen a cuál de los dos correspondía Deyanira; por esta razón el Aqueloo, tras haber adoptado la forma de toro, atacó a Hércules; Hércules, tras agarrarlo con sus manos de un cuerno, se lo rompió y como él, a causa del dolor, cediera ante Hércules, le pidió a éste su cuerno [derecho], a cambio del cual le regaló el cuerno de Amaltea [hija de Harmonio, según escribió Alcimo en Los asuntos de Sicilia], lo que toca así Ovidio en Deyanira (Her. IX 139-40): Llorando recogió el Aqueloo sus cuernos en las húmedas riberas y sumergió sus truncadas sienes en la pantanosa agua. Fue Amaltea la cabra que alimentó a Júpiter con su leche después de que Rea lo entregó para ser criado a Adrastea e Isda, según escribió Hermógenes en el libro Sobre Frigia. El otro cuerno de esta cabra lo dio Júpiter ya adulto a sus nodrizas en premio a sus servicios, una vez que hubo colocado la cabra entre los astros, y le añadió la facultad, según dice Janto en Los asuntos de Etolia, de que cualquier cosa que fuera deseada por quien lo poseyera, bien fuera bebida o comida, al punto naciera. Otros pensaron que Amaltea no fue una cabra sino la hija de Hemonio, rey de Etolia, que tuvo un cuerno, no de cabra sino de toro, que tenía esta propiedad, según escribió Ferecides (Jac. 3F42=Apo-llod. II 7,5). Y no es admirable que el Aqueloo se hubiese convertido en toro para luchar con Hércules, puesto que se dice que al pedir a Deyanira también adoptó múltiples figuras.

610 Traducimos el texto de Lucrecio tal como en Conti aparece, aunque no coincide con la lectura de las ediciones.

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según atestigua Sófocles en las Traquinias (9-14): Pues era mi pretendiente un río, hablo del Aqueloo, que con tres figuras me pidió a mi padre, llegando como un resplandeciente toro, otras veces como moteada serpiente retorcida, otras veces como un ser con cabeza de buey y figura de hombre y de la sombría barba brotaban chorros de agua defi^ente. En efecto, fue costumbre de los poetas representar a los ríos semejantes a toros, puesto que al irrumpir con ímpetu producen un mugido semejante a los toros o, según opinó Helanico, porque parecen surcar la tierra como los bueyes; o, según les pareció a otros, porque en las riberas de los ríos se oye mugir a los toros debido a los fértiles pastos. Confió a la memoria Safo (fr. 212) que Aqueloo, además, fue el primero en inventar la mezcla del vino; por esta razón, dice, así Virgilio en el libro I (9) de las Geórgicas: Y mezcló las bebidas de Aqueloo con las uvas recién inventadas. [Y por ello fue costumbre de los antiguos que todas las aguas que eran apropiadas para las mezclas de vino recibieran el nombre de Aqueloo, por lo que Aqueo, en el drama satírico Eton (Snell 20F9=Ath. X 427c), presenta a los Sátiros llevando a duras penas una bebida de agua y las llama así aguas del Aqueloo: ¿Acaso el Aqueloo estaba más mezclado? Pero no es lícito llegar al fin de la estirpe de aquél, es mejor beber a la manera escita.]

Y estas cosas han sido confiadas a la memoria mediante fábulas sobre el Aqueloo. El Aqueloo fue hijo de Océano o de Tetis, o del Sol y de la Tierra porque todos los ríos nacen del Océano y de las fuentes y de los lugares cavernosos bajo tierra. Qué esposas tuvo Aqueloo no se sabe, aunque tuvo como hijas a Calírroe y Castalia, según atestiguó Faniasis (fr. 15K=Paus, X 8,9), y las Sirenas, las que, por consejo de Juno, provocaron a las Musas a un certamen de canto y, vencidas éstas, las Musas les arrancaron las plumas de las alas y se hicieron coronas, según dice Pausanias en Los asuntos de Beocia (IX 34,3). Tuvo también como hija a Dirce, que fue convertida en la fuente en la que fue lavado Baco recién nacido, según dice Eurípides en las Bacantes (519-22): Hija del Aqueloo, soberana doncella Dirce, pues tú en otro tiempo en tus fiíentes recogiste al hijo de Zeus. Así pues, como es mutua la sucesión de cambios de los elementos entre sí y los rayos del Sol hacen salir los vapores del Océano y de la parte superior de la tierra, por lo que se producen las nieves, granizos y lluvias según dice Aristóteles en Los asuntos meteorológicos (II 8,365b), como consecuencia de lo cual se produce un crecimiento en los ríos, por esta razón se dice que es hijo del Océano. Y se dice que la Tierra es su madre, bien porque ella se disuelve en el agua, como en el elemento cercano, o porque del aire encerrado en la propia tierra nacen los ríos cuando se cambia en agua. [Otros creyeron que el Aqueloo era la fuerza de las mejores aguas, como lo atestigua Eforo en Los pesos de Asia (Jac. 70F20a=Macrob. Sat. V 18,6-8): O a los oráculos de Dodona, pues en casi todas las respuestas el dios solía ordenar que se hicieran sacrificios con Aqueloo, de modo que pensaban muchos que este río fluía a través de Arcarmnia, pero el agua en su conjunto era llamada por el oráculo Aqueloo. En efecto, existía la costumbre entre los que hacían los sacrificios de llamar en todos los sacrificios a aquel agua que se utilizaba en los sacrifícios Aqueloo, lo que testimonia poco después el mismo Eforo: Pues llamamos especialmente Aqueloo al agua en los juramentos, en las invocaciones y en los sacrificios, porque fue considerada el agua más suave y más saludable la del Aqueloo, que es un río de Arcanania y se adentra en el mar hasta las islas Equínades, según dice Heródoto en Euterpe (II 10,3): Y no menos del Aqueloo, que, fiuyendo a través de Acarnania y desembocando en el mar de las islas Equínades ha convertido en tierra firme la mitad. Y en este mismo sentido sobre el Aqueloo escribió Estrabón, en el libro X (2,I .C 450) de su Geografía, que la

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costa austral de Acarnania y de Etolia están bañadas por el mismo mar que forma el golfo de Corinto, en el que desemboca el Aqueloo, que en época anterior se llamaba Toante ' " y después recibió el nombre de Aqueloo, según escribió Plutarco en el libro Sobre los ríos y los montes (22,1).] Hemos dicho por qué adoptó la figura de toro. Se convirtió también en serpiente porque los ríos se dejan llevar en sinuosa corriente. Puesto que él alguna vez no aumenta con lluvias continuas y está plácido, se le imagina con forma humana, pero a causa del sonido con cabeza de toro. Hércules, según dice Estrabón en el libro X (2,19.C 458), unido a Eneo por parentesco y beneficioso para todos los mortales, mantuvo dentro de sus cauces con diques y acueductos el río que atacaba sin motivo y con ímpetu la región y le quitó fuerzas. Y a esta agua que antes destrozaba la región, canalizada en múltiples riachuelos, la hizo de mucha utilidad. Por ello se dijo que le había roto un cuerno de toro a aquel río y que en lugar de aquél había recibido el cuerno de la abundancia de todas las cosas. Así pues, el río, desecado poco a poco de esta manera, dio lugar a la fábula que se inventó en honor de Hércules. No encuentro qué otra cosa a excepción de la historia se contiene bajo esta fábula, a no ser que gracias a la prudencia todas las cosas, incluso las perjudiciales, se hacen útiles, dado que sobre todo fue éste uno de los dones de la prudencia de Hércules, cuyo sentido se ha explicado. Pero ahora acerca del jabalí de Calidón.

Cap. 3: Sobre el jabalí de Calidón

Pero, puesto que no hay casi ninguno de los poetas antiguos que no haya celebrado el jabalí de Calidón, recorramos también nosotros brevemente las cosas que acerca de él han sido confiadas a la memoria: Así pues, se cuenta mediante fábulas que Eneo, rey de Etolia y que gobernaba en Calidón, tenía por costumbre ofrecer las primicias tanto de las cosechas como de los animales domésticos a Diana y, como éste hubiese decidido ahorrar gastos, privó a Diana de las primicias acostumbradas. En cambio Sosífanes, en el Meleagro, confió a la memoria que Eneo solía ofrecer las primicias^ a todos los dioses en agradeci­miento a la abundante fertilidad de su territorio, pero en una ocasión descuidó los honores a Diana. Ella, indignada en efecto por el honor descuidado, envió contra el campo de Calidón un jabalí, de gran tamaño y fiereza, que vivía en el monte Eta, para que devastara toda la región, lo que así abarcó brevemente Ovidio en el libro VIII (272-9) de las Metamorfosis: El motivo de la petición era un jabalí, siervo y vengador de la irritada Diarm. Pues dicen que Eneo ofrendó a Ceres, por la prosperidad de un año pleno, las primicias de los frutos, a Lieo sus vinos, y a la rubia Minerva los jugos de Palas; empezando por los del campo llegaron a todos los dioses celestiales los honores a que aspiran; sólo los altares de la Latoide olvidada dicen que quedaron abandonados sin incienso. También la cólera afecta a los dioses. Y entre los otros daños que infligía a aquella región, devastaba una viña muy cuidada que Anceo [hijo de Neptuno y de la ninfa Astipalea] había plantado con mucho cuidado; y en la crianza de ésta también el propio Eneo se había esforzado no poco, según dice Homero en el libro IX (533-42) de la Ilíada: Pues Artemis, de trono de oro, hizo aparecer un mal para éstos, irritada porque Eneo no

611 Plutarco no habla de Toante, sino de Testio, como el propio Conti dice al comienzo de este capítulo.

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le ofreció en sacrificio las primicias de una viña en la colina; en cambio los otros dioses fueron obsequiados con sacrificios solemnes y únicamente no lo ofreció a la hija del gran Zeus; o lo olvidó o no lo pensó; obró muy temerariamente en su corazón. Irritada la flechadora, prole divina, hizo aparecer un robusto y salvaje jabalí de blancos dientes, que solía hacer mucho mal a la viña de Eneo, y éste lanzó por tierra muchos árboles grandes arrancados de "raíz con sus propias raíces y con las mismas flores de los frutos. Se confió a la memoria que Anceo fue duro y cruel con sus siervos mientras plantaba aquella viña. Por esta razón uno de ellos dijo que el señor no habría de probar el fruto de la viña; pero Anceo, cuando llegó el fruto a la madurez, se reía del siervo y ordenó que se le mezclara vino; y éste, cuando estaba a punto de llevar la copa a la boca, le echaba en cara a aquél la falsedad de sus palabras, a lo que respondió el siervo: Muchas cosas están en medio de la copa y de la punta de los labios. Mientras se decían estas cosas, llegó corriendo junto a Anceo, que sostenía la copa llena, alguien dando la noticia de que toda la viña era devastada por un enorme jabalí. Entonces Anceo, dejando la copa y cogiendo una segur, se lanzó contra aquel jabalí y, herido por éste en una pierna, murió, según opinó Ferecides; sin embargo Pausanias, en Los asuntos de Arcadia (VIII 4,10), confió a la memoria que Anceo no sólo corrió contra el jabalí sino que al ayudar a Meleagro, hijo de Eneo, fue muerto por aquella fiera. Ovidio (Met. VIII 401-2) dice que él fue herido en el vientre. Después se reunieron los más fuertes cazadores de Etolia para matar este jabalí. Pues junto a Meleagro vinieron Jasón, Teseo y Pirítoo, Linceo, Idas, Leneo, Leucipo, Acasto, el Ampícida*'^, el Eclida*' ' , Telamón, Fileo, Euritíón, Lélex, Equíon, Hilco, Hípaso, Néstor, Panopeo, Pólux, lolao. Atalanta, Peleo, Protoo, Cometes *'•*. Y, en efecto, mu­chos mortales cayeron en aquella lucha mortalmente heridos por los dientes de aquel jabalí. Escribió Ovidio, en el libro VIII (419), que éste fue matado por Meleagro con un venablo en el hombro, aunque Isacio (Schol. Lyc. 492) dice que le fue clavado por el propio Meleagro un venablo en la frente y dice que la primera de todos que hirió al jabalí con una fiecha fue Atalanta, la hija de lasio, no la de Esqueneo, según está en la historia 102 (70-2) de la VII Quilfada de Tzetzes. Cuan grande fue el tamaño de este jabalí se deduce de que se dice que un diente suyo estuvo en los jardines de César, en el templo del Padre Líber, y que medía no menos de un pie y cuarto [En efecto, dicen que en diferentes épocas fueron excitados por los dioses para perdición de los hombres desvergonzados muchas fieras muy crueles, como los jabalíes del Erimanto y el de Cromión, y un toro contra los cretenses porque, cuando Minos gobernaba toda la Grecia que bañaba el ancho mar, no tributó a Neptuno un honor mayor que a los otros dioses.]

Por ello estas cosas fueron celebradas por los poetas, para que se supiera que ningún culto de los dioses era abandonado sin castigo por los mortales, sino que todas las cosas graves que suceden, bien sea la esterilidad de los campos o la peste de los animales o la crueldad de los monstruos, ocurre por decisión y providencia de Dios, bien a causa de que ha sido despreciada la religión o por la falta de honradez de los hombres, aunque a veces las causas están ocultas de tal manera que parece que más bien suceden por la acción de la

612 Se trata de Mopso. 613 Es Anfiarao, hijo de Ecles. 614 Para las listas de participantes en esta empresa colectiva, consúltese Ruiz de Elvira, Ml t . Cías . pp. 320-

321, donde se recogen las de ApoUod. I 8, 2 , Ov. Met . VIII 299-317 e Hyg. F a b . 173. 615 Cf. Paus. VIII 46, 5 para quien la medida es de media braza. Sobre su tamaño, cf. Ruiz de Elvira, Mlt .

Cías. p. 329.

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naturaleza o por la conjunción de los astros o por el variado movimiento del Sol que por la voluntad y decisión de Dios. Pues nada de esto se produce sin la divina voluntad, por lo que sucede alguna vez que las cosas que amenazan los astros se desvanecen por la bondad de Dios y las que antes no habían sido vistas ni conocidas de antemano nos invaden de repente, porque todas las cosas se producen con justicia, con decisión y por un determinado juicio de Dios. Y, para decirlo con brevedad, mediante esto no quisieron significar otra cosa a no ser que las adversidades llegan a causa de los pecados, esto es, que debe ser venerada la religión de los dioses inmortales, que nadie ha podido despreciar sin calamida­des e impunemente. Pero ahora hablemos acerca de los Centauros.

Cap. 4: Sobre los Centauros

Las cosas que se han explicado con anterioridad sobre Ixíon nos permitirán ser más concisos en la explicación de los Centauros. Se dice que los Centauros son hijos de Nube y de Ixíon, los cuales nacieron de aquella nube a la que Ixíon se unió en lugar de a Juno. [Se dice que éstos fueron criados por las ninfas en el monte Pelio, los cuales, ya adultos, unidos con las yeguas engendraron a los Hipocentauros.] Son llamados Centauros, casi como Centuros, ya que kentaó significa pincho, porque éstos fueron los primeros de todos los mortales que inventaron la lucha a caballo, de entre ellos Peletonio descubrió los frenos y las espuelas, con los que se apaciguaban o se empujaba a los más lentos y a los más rápidos. Estos fueron pobladores de Tesalia, habitantes del monte Pelio, hombres total­mente salvajes, crueles e injuriosos contra todos. Surgió en cierta ocasión una importante lucha entre éstos y los Lápitas, que fueron así llamados por Lápites, hijo de Apolo y de la ninfa Estilbe, según dice Posidonio *'*; pues como Pirítoo, al casarse con Deidamía, [o según sostuvieron otros Hipodamía, hija de Butes celebrara sus bodas, puesto que los Centauros eran parientes de Deidamía los invitó también al banquete. En efecto, éstos se acaloraron a la vez por el vino e intentaron con mucho descaro apoderarse de la propia desposada y de las restantes mujeres de los Lápitas y finalmente violarlas. Al no consentir esto los Lápitas, dio comienzo una importante lucha en el mismo palacio y en ella murieron muchos de los Centauros, sobre todo gracias a la ayuda de Teseo a Pirítoo, según se ve claramente en el Escudo (178-84) de Hesiodo en estos versos: Allí estaba la lucha de los lanceros Lápitas alrededor de su señor Ceneo y de Driante, Pirítoo, Hopleo, Exadio, Palero y Próloco y Mopso, el hijo de Ampico, Titaresio, vastago de Ares, y Teseo, el hijo de Egeo, semejante a los inmortales. Eran de plata, teniendo armas de oro alrededor de sus cuerpos. Al otro lado, se agrupaban frente a ellos los Centauros. [Por otra parte, la lucha se inició primero con las copas, las mesas y los vasos sagrados, según dice Valerio Flaco en el libro I (140-2) de los Argonáutica: En otra parte Fóloe y enloquecido por el abundante vino Reco y las repentinas luchas por la doncella atracia: vuelan cráteras, mesas y altares de los dioses.\^ao finalmente la victoria estuvo en manos de los Lápitas y los Centauros, puestos en fuga, fueron expulsados de sus confines y en su huida se

616 Cf. Diod. Sic. IV 69, 1-3 y Schol. Ap. Rh. I 4 1 . 617 El nombre de la mujer de Pirítoo es , en la tradición común, Hipodamía; Deidamía es el nombre que

aparece en Plut. Thes . 30.

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refugiaron en Fóloe de Arcadia, según parece atestiguar Orfeo en sus Argonáutica (415-6): En efecto, éste cantaba la lucha de los audaces Centauros, a quienes los Lápitas dieron muerte a causa de su temeridad. Así pues, los Centauros, vencidos por los Lápitas, se vieron obligados a buscar nuevos asentamientos para sí y marchándose a la región de los perrebios, [tras ser expulsados los anteriores habitantes de aquel lugar,] vivieron alh', según dice Estrabón en el libro IX (5,19.C 440). Estos fueron los nombres de los Centau­ros más importantes que se dice que estuvieron en esta lucha: Abante, Areo, Afidas, Astilo, Amico, Antímaco, Afeo, Amidas, Asbolo, Abrió, Arcto, Bromo, Bianos, Breto, Bravenor, Ceneo, Quirón, Cílaro, Cronio, Critón, Cráneo, Dictis, Danis, Dineo, Drialo, Dorpo, Dorilo, Demoleón, Erigipo, Eurito, Elope, Eurínomo, Emaquio, Enopión, Grineo, Grifeo, Merlino, Hípaso, Hilas, Helino, Harpago, Harmandio, Imbreo, Ifínoo, Latreo, Liceto, Lieo, Lícidas, Licocton, Monico, Mimante, Mérmero, Medon, Meneleo, Neso, Nedon, Nicton, Odites, Ocelo, Ometo, Folo, Perimedes, Pisenor, Piracmo, Flegreo, Pé­treo, Pireto, Praxión, Peantor, Reto, [Rifeto,] Rifeo, Taumante, Tereo, Tonio, Teléboas, Estipalo, Teroctono, Silanto, Teramon, Turio. De los Lápitas mencionó a algunos Hesiodo en el Escudo (178-84). [A éstos algunos añadieron a Bayo, pero no aquél que dio nombre a la ciudad, hijo de Mercurio o, según prefirieron otros, de Neptuno.] Aunque algunos de los Centauros, porque su raza era cruel y salvaje contra todos los extranjeros, sintieron la fuerza de Hércules, como se ha dicho; ciertamente, se dice que éstos, heridos por las flechas emponzoñadas con el veneno de la Hidra, al lavarse infectaron el agua del río Anígero de tal modo que aquella agua conservó durante mucho tiempo un olor muy pesti­lente y los peces que nacían en aquel río no podían servir de alimento. [Pero Antímaco, en la Centauromaquia, escribió que aquéllos, expulsados por Hércules de Tesalia, se refu­giaron en las islas de las Sirenas donde, deleitados por los cánticos de aquéllas, fueron atraídos a una clara perdición después.] Cuando Neso y otros Centauros fueron sepultados, a consecuencia de estas heridas, en la colina no lejos de Calidón que fue llamada Tafíaso, se difundía un pesadísimo hedor hasta la raíz del monte y manaba algo semejante a la sangre corrompida, según dice Estrabón en el libro IX (4,8.C 427). Las cosas que se dicen sobre la forma de los Centauros son completamente fabulosas lo mismo que lo son las de su nacimiento. En efecto, unos contaron que Quirón fue hijo de Ixíon, de quien tuvieron su origen los Centauros. Otros dicen que Saturno se unió a Fílira, hija de Océano, mientras gobernaba sobre los Titanes y, al haberlos sorprendido Rea, Saturno por vergüenza se transformó en caballo, por lo que se dice que Quirón nació hipocentauro y el más justo y sabio de todos los Centauros, que fue pedagogo de Jasón y de Aquiles. Se dice que ésta fue la causa de por qué a los Centauros les correspondió la doble figura, esto es equina por su padre y humana por su madre. En efecto, algunos pensaron que la parte inferior hasta el cuello tenía forma de caballo y que a partir del vientre equino en lugar de cuello surgía un vientre y una figura de hombre y que se veía toda la parte superior de tal manera que parecía a los que la contemplaban una figura con la apariencia de un hombre a caballo. Algunos pensaron que solamente las extremidades inferiores eran equinas y las superiores humanas, según dice Pausanias en Los primeros asuntos de la Elide (V 19,7). Pero Lucrecio, en el libro V (878-81), afirma que los Centauros no pudieron ser ni de esta ni de aquella forma, [no sólo] porque dos formas [tan distintas] no pueden existir a la vez, [ya

618 Cf. Schol. Lyc. 670 que no cita a Antímaco ni su obra.

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que comienza una a tener fuerza cuando la otra envejece y se debilita, sino también] porque es necesario que todas las cosas surjan de semillas determinadas y en todas sobresalga una única naturaleza, dado que no pueden existir a la vez dos formas distintas e iguales en fuerzas, por lo que dice así; Pero ni los Centauros existieron ni en ningún momento pueden existir con doble naturaleza y doble cuerpo, formados de miembros heterogéneos, de modo que sus facultades puedan ser exactamente iguales por una y otra parte. Tras haber sido Hércules acogido en una ocasión benignamente en hospitalidad por Quirón, Quirón, admi­rando la pequenez de las flechas de Hércules, las tocó y se dice que una de éstas cayó clavándose en el pie de Quirón, por lo que se cuenta que aquél murió a consecuencia de esta herida y, debido a su notable justicia y respeto a los dioses, fue colocado entre los astros; pero Aqueo y Erasístrato dicen que Quirón no murió de aquella herida, sino que se curó con la hierba centaurea, que también llaman centaureo, aplicada a la herida, hierba que después fue llamada con el nombre de aquél como inventor del uso de esta hierba, de lo que se acuerda así Virgilio, en el libro IV (270) de las Geórgicas, y la llama centaurea: Y el tomillo cecropio y las centaureas de pesado olor. Y Lucrecio en el libro II (400-1): Pero, por el contrario, la repugnante naturaleza del ajenjo y del centauro silvestre con su desagradable sabor atormentan la boca. Pues esa hierba es amarga y huele muy mal. [Pues la primera y más sencilla medicina de los antiguos fueron las raíces de las hierbas, según puso de relieve Homero en estos versos (II. XI 846-7), con las que se curaban la mayoría de las enfermedades: Aplicó una raíz amarga triturándola con las manos.] Y si la figura de los Centauros no puede existir entre las cosas humanas, ¿qué causa empujó a los antiguos a imaginar estas cosas tan fabulosas?

Se deduce, según pienso, de las hazañas de los Centauros qué quisieron poner de relieve mediante estas cosas. Pues en tan prodigiosa forma de cuerpo, ¿qué humanidad, qué justicia, qué moderación, qué piedad puede haber? O quien ha sido en su mitad un monstruo horrible, ¿de qué modo no se precipita a las mayores calamidades a causa de sus ignominias y es obligado a abandonar la patria y sus poderes por la mayor deshonra? Pero, dado que hay un lugar propio para la virtud de cada uno y que en ocasiones la virtud puede estar en cualquier figura, por ello, a causa de su notable justicia, Quirón fue recibido entre los astros. Así pues, a través de las cosas que se han dicho sobre los Centauros los antiguos quisieron señalar que no hay que abandonarse sin moderación al vino, ni ceder a los placeres, ni poner las manos en las cosas ajenas valiéndose de la violencia, sino que conviene hacer uso de la moderación y la justicia en todos los casos; y deben ser temidos aquellos que tienen un cuerpo muy deforme, puesto que las costumbres son la mayoría de las veces semejantes al cuerpo. Pero, por el contrario, es el fin de todos los deshonestos que sean obligados a abandonar la patria, los poderes, los penates, los hijos, las esposas y que busquen desterrados otra patria a causa de su pobreza. [Y no se me oculta que hubo algunos que dicen que los Centauros fueron los primeros en haber descubierto el arte de la equitación.] Pero ahora hablemos acerca de Cigno.

Cap. 5: Sobre Cigno

[Pero, en verdad, fueron diferentes las opiniones de los escritores antiguos acerca de Cigno, ya que diversos contaron que fue hijo de diversos padres y que por diversas causas fue cambiado en el ave de su nombre.] Y se dice que [aquel] Cigno que fue muerto por

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Hércules y después cambiado en el ave de su nombre [se dice que] fue hijo de Marte y de Cleobulina, según fue contado por Posidonio en el libro Siobre los dioses y los héroes. Se cuenta que este Cigno, hijo de Marte, fue matado por Hércules por esta razón, a saber debido a que él daba muerte a los extranjeros que llegaban a Tesalia, ya que tenía la intención de erigir un templo a su padre con las cabezas de los hombres asesinados por él. Hubo también un Cigno hijo de Apolo, muerto por Aquiles cuando guerreaba ante Troya, sobre lo que escribió así Isacio (Schol. Lyc. 232): Aquiles, al guerrear ante Troya, rrmtó a Cigno y a Teñe, al hijo de Cigno con la palabra, al de Apolo con la acción. [Se dice que fue asesinado por Aquiles ante Troya y fue creído por otros hijo de Cigno, aunque lo era de Apolo, según se deduce puesto que, ayudando a los troyanos, con sus naves de guerra cerró los pasos del mar de Troya y obstaculizaba a los griegos y no les permitía desembar­car; sin embargo, la mayoría pensó que éste era hijo de Neptuno. Por otra parte Sileno, en las Historias fabulosas, escribió que los compañeros de Diomedes fueron metamorfosea-das en aquellas aves, de la misma manera que las hermanas de Meleagro lo fueron en meleágrides. El asunto sucedió de esta manera *" : Se dice que al volver Diomedes, hijo de Tideo y de Deípile, de la guerra de Troya, en venganza de la herida que había infligido a Marte y a Venus, su esposa Egialea fue excitada por un deseo increíble y casi furioso por amor a Cometes, hijo de Esténelo o, según les pareció a otros, de Cilárabes. Por ello, al haber vuelto a su patria, encontró a su esposa dominada por aquél de modo que poco faltó para que fuera asesinado por la propia Egialea, ya que con dificultad se salvó amparándose en el altar de Juno Argiva. Después, alejándose de ese estado de cosas presente y presa de la desesperación, emigró a Italia hasta los pueblos llamados Daunios, en los que gobernaba por aquel tiempo el rey Dauno. Como por casualidad sucediese entonces que Dauno era asediado por los enemigos, conocido el valor y la fortaleza de Diomedes y su presencia en Italia, envió una embajada para pedir al propio Diomedes que le prestara ayuda en aquella dificultad de la situación y también le prometió que le habría de dar una parte de su territorio para que la habitase en pago de tan gran beneficio. El, tras haber llegado en auxilio de los daunos y haber obtenido la victoria para ellos, fundó la ciudad llamada después Argiripa, en la que decidió tener su palacio. Y, como Dauno no quisiera parecer en absoluto olvidado de un beneficio tan importante, propuso a Diomedes y le concedió la posibilidad de elegir si prefería el botín o toda la región del enemigo que había capturado. Al no haber querido Diomedes elegir ninguna de estas cosas y descara Dauno obsequiarle con un presente suficientemente digno de la ayuda de Diomedes hacia él, determinó que fuese juez Alteno hermano bastardo de Diomedes. Pero, como Alteno hubiese sido dominado por el amor de Evipe, la hija de Dauno, y quisiera ser complaciente con Dauno, adjudicó a Dauno la región y ordenó que se le entregara el botín a Diomedes. Se dice que Diomedes, indignado por este juicio, pidió a los dioses que no fuesen confiadas semillas útiles para la tierra y que aquélla no diera fruto a no ser que alguno de sus parientes o conciudadanos hubiera sembrado allí. Y después, como sucediera esto mismo y la tierra no diera fhito alguno y si alguno nacía, por la malignidad del aire, o caía de la planta o no llegaba a la madurez, y por todas partes perecían los animales y, si llevaban alguno en el útero, abortaban, se dice que Dauno envió para preguntar al oráculo cuál era la causa de

619 Para todo lo que sigue cf. Schol. Lyc. 592. 620 En Schol. Lyc. 592 el hermano de Diomedes aparece como Aleno.

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tan gran indignación de los dioses o qué se había cometido contra los dioses, a consecuen­cia de lo cual habían invadido tantas incomodidades y tantas calamidades la región de Dauno. Como el oráculo respondiera que esto en parte había ocurrido por la maldición de Diomedes, en parte también por la ira de los dioses, y en modo especial la de Venus, que había empujado contra Diomedes a su propio hermano a causa del amor a Evipe, Dauno oculta con disimulo el asunto en esta ocasión y prorroga su decisión para el momento oportuno. Y así, no habiendo pasado muchos días, Dauno prepara asechanzas contra Diomedes y le da muerte repentinamente como odioso para los dioses y enemigo. Los compañeros griegos de Diomedes, que le habían seguido hasta Italia, tras haber contem­plado la muerte tan vergonzosa y digna de compasión de su jefe, comenzaron a llorarlo mucho y a lamentarse y se dice que, mientras se lamentaban con gritos penetrantes, fueron convertidos todos por misericordia de los dioses en cisnes, aves cantoras, lo que sucedió en la isla llamada Diomedea de la región de Gargano. Otros dice que no fueron metamorfo-seados en cisnes sino en unas aves muy semejantes a los cisnes, de las que se dice que después habitaron aquella isla llamada Diomedea por el nombre del propio Diomedes Por otra parte, esa isla está situada junto al golfo Jónico y el Adriático, según escribió Agatárquides en Los asuntos de Europa y Calimaco en el libro Sobre la fundación de las islas y las ciudades habitadas y de los nombres de ellas (fr. 407,172Pf.). Pues, como los lápiges eran pueblos de Apulia junto al golfo Jónico, de ellos unos eran llamados Peucentios, otros Diculos, que después fueron llamados Daunios y Tarentinos. El territorio de los Daunios estuvo en Apulia, que más tarde fue llamada en su totalidad lapigia de lápige, hijo de Dédalo, más tarde Salacia y después C a l a b r i a Y Apulia recibe su nombre de Argiripa, la ciudad de Diomedes, que en los tiempos siguientes fue llamada Apuiis. A estas cosas añadieron además Timeo Siculo, en Los asuntos de la patria (Jac. 566F53=Schol. Lyc. 615), y Alcimo que todas las estatuas de Diomedes que por todas partes había erigido en aquel territorio en su honor con las piedras que había transportado consigo en su nave procedentes de las ruinas de Troya, fueron arrojadas con ultrajes al mar. Pues fue confiado a la memoria por aquellos escritores sicilianos que Diomedes, dado que tenia el escudo de oro de Glauco, dio muerte al dragón de la Cólquide, que había devastado la región de Feacia; tan pronto como llegó a Italia, habiendo conseguido un gran honor por este asunto, se preocupó de que fueran erigidas numerosas estatuas en su honor para eterno recuerdo de tan ilustre hazaña, las que, según hemos dicho, fueron esculpidas de las piedras troyanas, estatuas que, junto con el propio Diomedes asesinado, fueron arrojadas por Dauno al mar.] Dejó escrito Pausanias, en Los asuntos del Ática (I 30,3), que Cigno fue el rey de aquellos ligures que habitaron en la Galia Transpadana, ilustre por la gloria del arte de la música y su conocimiento, de quien se dice que, al morir, fue metamorfosado por Apolo en el ave de su nombre. [Otros dijeron que el rey de los Ligures, de nombre Cigno, siguió con amor digno de admiración a Faetonte y que él, después de la caída de éste, lloraba y gritaba tan continuamente que por compasión de los dioses fue convertido en el ave de su nombre y, al estar muy versado en el arte de la música, se cree que después de su muerte fue consagrado a Apolo, el dios de los músicos.] Luciano, en

621 Cf. Schol. Lyc. 592, 594 y 598, 622 Cf. Schol. Lyc. 602, donde en lugar de Dículos se les llama Pedículos y se habla de Salentia no de

Salacia.

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aquel diàlogo que se titula Cisnes (4), recuerda que los cisnes fueron asesores y amigos de Apolo, hombres expertos en música que, tras haber muerto, fueron convertidos en las aves de su nombre [por este mismo.

Estas son las cosas que fueron confiadas a la memoria sobre los Cignos a manera de fábula por los escritores antiguos, cosas que, si se consideran muy atentamente, en parte nos advierten de que no hay ninguna actitud vergonzosa y ninguna arrogancia que no tenga a Dios como autor del castigo y de la venganza, en parte también fueron imaginadas para gloria de hombres ilustres. En efecto, como Diomedes había herido incluso a los propios dioses, no pudo escapar en modo alguno de la justa venganza de los dioses, porque se había ensoberbecido tanto con el feliz resultado de sus asuntos que ni siquiera respetó a los dioses; y decía que los honraba y les rendía culto más encarecidamente como autores de toda la felicidad humana. Se dice que sus compañeros fueron metamorfoseados en aves porque toda falta de felicidad y la desgracia pone alas para la huida a los amigos de antes. Se convirtieron en semejantes a cisnes o, según prefirieron otros, en los propios cisnes, mientras emitían gritos de luto y que movían a compasión, porque ni es seguro, ni razonable, ni casi piadoso llorar las calamidades de aquellos criminales que, según la decisión divina y la divina providencia, soportan esas calamidades a causa de las injurias infligidas incluso a los mismos dioses, ya que podemos conocerlo. En efecto, se convierten en semejantes a brutos aquellos que ni pueden dominar las emociones de sus espíritus ni siquiera en parte, ni se esfuerzan en soportar con ánimo resignado lo que, establecido por orden divina, no puede ser cambiado por ningún motivo. Esta situación con todo derecho hizo que se dijera que los compañeros de Diomedes fueron convertidos en las aves llama­das diomedeas. Otros dijeron que aquel Cigno muerto por Aquiles cuando guerreaba ante Troya se convirtió en el ave de su nombre, no ciertamente porque fuera realidad (pues no hubo ningún tiempo en el que los hombres se convirtieran en plantas, aves, peces o rocas), sino que fue imaginado por los poetas para consuelo de los suyos. Pues una causa de la invención de muchas fábulas fue algunas veces la adulación excesiva de los poetas, quienes pensaron que nada dejaba de estarles permitido, a veces para obtener mediante sus ficcio­nes el favor de los príncipes de su época. Así, muy a menudo son incluidos después de la muerte en el número de los dioses los hombres en honor de los cuales se crearon templos, altares, sacerdotes, ceremonias y ritos propios de los sacrificios y muchos llegaron a convertirse en varios cuerpos de animales mediante la suavidad de la palabra con admirable placer de los lectores. Pues la dulzura poética tiene el poder de que aquellas cosas que en prosa y en una conversación libre parecen ridiculas, vanas y engañosas, la dulzura poética las hace no sólo probables y muy semejantes a la verdad sino que incluso, con increíble placer y admiración de los oyentes, las imprime en los espíritus de tal manera que no se destruyen con facilidad. Esto se produce a causa de la naturaleza del metro y de la variedad de temas que les está permitido a los poetas acoger en sus escritos, puesto que los restantes tipos de escritores suelen correr hacia el final del asunto aceptado antes de que se incorpore algo extraño. Pues, sí bien al poeta le está permitido alguna vez llegar a describir cualquier cosa por pequeña que sea, esto ciertamente no se le permite con facilidad a los restantes escritores, a no ser por un motivo muy importante o porque el propio asunto parezca haberlo pedido necesariamente. Porque en verdad recordaron que Cigno, rey de aquellos ligures que habitaron en la Galia Transpadana, fue metamorfoseado por Apolo en el ave de su nombre; con ello ciertamente los poetas quisieron poner de relieve que no conviene que los príncipes sean hombres desconocedores y que además sean ignorantes de las mejores

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artes que se llaman liberales, puesto que modelan los ánimos de manera admirable para las virtudes regias y para la óptima administración de las cosas presentes y para la previsión de las futuras, así como para soportar con ánimo resignado los acontecimientos favorables o adversos. Yo pensaría que esto debe iniciarse en primer lugar con el conocimiento de la música, pero no con aquella charlatanería y griten'o de los banquetes y de los compañeros de bebida; porque es tanta la fuerza de ella que en primer lugar dispone el ánimo y las costumbres poco adecuadas y después prepara lo dispuesto para que sean absorbidas con facilidad todas las disciplinas encubiertas. Otros dijeron que los poetas, para obtener el favor de los parientes vivos del propio rey Cigno, lo ensalzaron con inmortales alabanzas a causa de su pericia en el arte de la música y dijeron que fue un hombre grato a los dioses y que incluso vivió después de la muerte y fue transformado en un ave hermosísima y dedicada a Apolo, que incluso recibe la propia muerte con su canto porque se da cuenta de que es amiga de Dios y ha de pasar una vida mejor. En efecto, ya que la muerte es común para todos los seres animados, no hay ninguna diferencia de sangre, facultades, honores, a no ser que alguien haya superado con la fuerza de la alabanza y la virtud, con la eternidad de su nombre la meta común para todos de la vida, o nada ha de ser buscado especialmente en los asuntos humanos, o únicamente la gloria que se extiende ampliamente gracias a la bondad de las costumbres, santidad, fidelidad, piedad, integridad, inocencia y buenas acciones. También se obtiene esto mismo con la excelencia del conocimiento de las disciplinas y artes liberales, honor que se conserva durante mucho tiempo en los ánimos de las generaciones venideras. Pues, como de ningún modo puede suceder que no hagamos nada, ¿qué queda para los ingenios preclaros más adecuado en lo que ejercitarse, cuando se les concede algún ocio, que en conocer las hazañas de los tiempos pasados y los delirios por los que se perdieron a sí mismos y a los suyos quienes estaban al frente de los grandes asuntos, o con qué virtudes se conservaron estas cosas en su totalidad sabiamente por ellos mismos? Además, el estudio más honesto y más útil de todos y que ha de ser puesto por delante de todas las ocupaciones es aquél con el que alguno se forma a sí mismo para pasar la vida con la virtud lo más honestamente posible ' ' " . ] Y bastante sobre Cigno, háblese ahora acerca de las Harpías.

Cap. 6: Sobre las Harpías

Se dice que las Harpías, que fueron también llamadas aves Estinfálides fueron hijas de Taumante y de Electra, hija del Océano, y hermanas de Iris, según escribió Hesiodo, en la Teogonia (265-7), en estos versos: Taumante se llevó a Electra, hija del Océano de profundas corrientes; ésta dio a luz a la rápida Iris y a las Harpías de hermosa cabellera, Aelo y Ocípite. Acusilao creyó que fueron hijas de Neptuno y de la Tierra, Sosibio [confió a la memoria que Erasia y Harpía fueron] hijas de Fineo, las cuales, según se deduce de

623 Versión más ampliada en la edición de 1616, aunque a veces hay algún pensamiento coincidente con la de 1567.

624 Nuevamente nos hallamos ante la confusión de las Harpías con las Estinfálides, lo que sin duda Conti toma de Bocc. G.D. XIII 1, que es donde aparece por primera vez, dato que es seguido por Coluccio Salutati De tab, Herc. III 12, 24.

623 En Schol. Lyc. 165 y en Tzetz. Chfl. I 7, 220, los nombres son Erasia y Harpiria.

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los anteriores versos de Hesiodo, fueron tres: Iris, Aelo y Ocípite. Algunos ponen Celeno en lugar de Iris. Asió las llamó Alope, Aqueloe y Ocípete, como también Higino (Fab. 14*^'); Estesícoro añadió a Tiela; Asclepiades a Ocítoe, Aqueo a Ocípode Fue con­fiado a la memoria por Isacio que éstas solían vivir en Tracia y tenían orejas de oso, cuerpo de ave rapaz, cara de doncella y fueron aladas y con brazos y pies de hombre pero con uñas monstruosas, cosas que en casi su totalidad describió así Virgilio en el libro III (214-8) de la Eneida: No hay monstruo más funesto que ellas, ninguna peste o cólera de los dioses más cruel surge desde las aguas estigias, el rostro de las aves es de doncella, las deyecciones de su vientre muy repugnantes, sus manos ganchudas y su rostro siempre pálido por el hambre. Este mismo poeta (III 226-7) hace que lleguen volando a los banquetes y las llamó aladas. Recuerdan los poetas que éstas fueron los perros de Jvipiter y démones rapaces, que fueron enviadas para cruel suplicio de Fineo. Pues escribieron los antiguos que Fineo solía vivir en Bitinia, junto al río Salmideso de Tracia, hijo de Agénor y de Casiopea o, según pareció mejor a algunos, de Agénor y de Fenice, según Apolodoro (I 9,21) de Neptuno, de quien sin embargo cuentan todos que reinó en Paflagonia. Algunos dicen que, como se le hubiese concedido la posibilidad de elegir entre vivir mucho tiempo ciego o morir después de un tiempo determinado, de acuerdo con su decisión fue cegado por el Sol y vivió desde la época de Agénor hasta la navegación de los Argonautas*^*. Otros, a cuya opinión se adhiere Sófocles (587N=Schol. Ap. Rh. II 178), cuentan que fue hija de Bóreas y de Oritía su esposa Cleopatra, de la que tuvo dos hijos: Crambo y Orito o [según prefirieron otros] Partenio y Crambo. Después, repudiada Cleopatra, se casó con Idea, la hija de Dárdano rey de los escitas; entonces fueron acusados aquellos adolescentes de haber intentado violar a la madrastra y, apresados por su padre, a causa de este crimen fueron condenados a muerte; finalmente, conocidos por los Argonautas su inocencia y el parentesco que entre ellos existía, los liberaron tras haber dado muerte a muchos de los bárbaros y matado también al rey en la lucha. No faltaron quienes dijeran que a causa de esta acusación los adolescentes fueron privados de la vista, por lo que Neptuno, indignado a causa de esa crueldad, lo cegó también a él y envió contra él a las Harpías. Otros, entre los cuales Filócoro (Jac. 328F228), los llamaron Timo y Mariandino [Otros dijeron que éstos no fueron hijos de Cleopatra ni de Idea, hija de Dárdano, sino de una concubina escita.] Se dice que, por haber hecho esto, fue castigado por Júpiter con el suplicio de carecer de la vista y ser atormentado por un hambre eterna. Sin embargo, ni siquiera cuando se le preparaban los manjares le estaba permitido comer entonces, puesto que Júpiter había enviado junto a él sus perros, esto es las Harpías, que incluso le arrancaban el alimento de la boca cuando se dispona a comerlo. Acusilao escribió que fue sometido a estos suplicios porque, al ser adivino, había puesto de manifiesto a los mortales los secretos de Júpiter y de los dioses Al llegar los Argonautas junto a éste, fueron recibidos con gran benignidad y, en recompensa por mostrarles el camino hacia la Cólquide y por la generosa hospitalidad, enviaron a los alados hijos de Bóreas con fiechas, quienes pudieron

626 Higino las llama Aélopo, Celeno y Ocípete. 627 Cf. Ruiz de Elvira, Mlt. Cías. p. 281. 628 Cf. Ap. Rh. Arg. II 178. 629 Estos nombres aparecen en Schol. Ap. Rh. II 140, pero sin citar a Filócoro. Este mismo escolio es la

fuente de lo que Conti dice a continuación. 630 Cf. Apollod. I 9, 21 sin que se cite a Acusilao.

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alejar a las Harpías de la mesa de Fineo; tras haber perseguido a éstas, que huyeron de su territorio hasta las islas llamadas Piotai, que otros llamaron Equínades, y tras haber regre­sado de nuevo junto a los Argonautas porque aquéllas habían jurado que ellas no atacarían más a Fineo, aquellas islas fueron llamadas Estrófades, cosas todas que fueron explicadas por Apolonio, en el libro II (178-86) de los Argonáutica, cuando dice lo siguiente: Y allí Junto a la costa tenía su casa el Agenórida Fineo, que había sufrido los más terribles castigos de todos a causa de su arte adivinatoria, que antes le había concedido el hijo de Leto; y no había respetado el sagrado pensamiento del propio Zeus vaticinándolo cori claridad a los hombres. Y por ello le había arrojado encima una larga vejez y le arrebató la dulce luz de los ojos, y no le estaba permitido disfrutar de tantos innumerables alimen­tos cuantos siempre traían a su casa los vecinos para oírle decir las profrcías. Después, los versos que siguen narran casi todas aquellas cosas que hemos dicho sobre Fineo. Por otra parte, se dieron la vuelta los Boréadas y desistieron de perseguir a las Harpías al llamarlos Iris o, segiin la opinión de otros, por mandato de Jiipiter. Por lo demás, recuer­dan que existia para los Boréadas la condición de que, si no conseguían alcanzar a las Harpías, habrían de morir y éstos cuentan que a manos de los Boréadas fueron muertas las Harpías, de las cuales una voló hasta el Peloponeso, la otra cayó al río Tigris que por ella fue llamado Harpis, según dice Apolodoro en el libro I (9,21). Paniasis, sin embargo, pensó que ellas no fueron expulsadas por los Boréadas con las espadas desenvainadas sino que fueron muertas a flechazos antes de que se hiciera volver a los Boréadas. Por otra parte, que son llamadas perros de Júpiter se deduce de estos versos de Apolonio en el libro II (288-9): No está permitido, hijos de Bóreas, que golpeéis con las espadas a las Harpías, perras del gran Zeus. Algunos pensaron que estas mismas Harpías fueron des­pués expulsadas por Hércules de Arcadia, cuando devastaban la ciudad de Estinfalo junto ai río Erásino, con el golpeteo de las castañuelas de bronce, tal como se ha dicho. Queremon escribió que éstas se escondieron finalmente en una cueva de Creta desde donde nunca más salieron volando. Y éstas son las cosas que sobre las Harpías fueron confiadas a la memoria por los antiguos.

Fueron llamadas Harpías de harpazó, porque llevan consigo todas las cosas, aunque las que dejaban las ensuciaban de tal manera con sus excrementos repugnantes y fétidos que en modo alguno podía aguantarse el hedor. Y, como la naturaleza de los ríos, fuentes y lluvias se ponía de relieve por medio de las Náyades y las demás Ninfas, y el aire de arriba y la fuerza ígnea mediante Júpiter, el agua por Neptuno, el aire inferior por Juno, por Vesta la tierra, así mediante las Harpías fueron señaladas por los antiguos la fuerza y la naturaleza de los vientos; y éstos, como se ha dicho muy a menudo, bajo estas invenciones fabulosas han transmitido todos los preceptos de la filosofia natural y de costumbres, mezclando la utilidad con la delicadeza, Y el nacimento de las propias Harpías demuestra que son las fuerzas de los vientos. Pues quienes creyeron que fueron hijas de Taumante y de Electra, ¿qué otra cosa pensaron que eran éstas que la admirable naturaleza de los vientos, los que desde el agua superficial y más pura del Océano son elevados a través de los rayos del Sol? Sirve de prueba para este asunto sobre todo el hecho de que consideraron hermana de los vientos a Iris, que aparece con las lluvias y nubes colocadas de una manera determinada y no puede aparecer sin lluvias, en el momento en que también o son dominados los vientos o ya han pasado. Además, los nombres de cada una de las Harpías significa o el ímpetu o la rapidez o el aspecto de los vientos, pues Ocípete es la que vuela rápidamente, Aelo la tempestad y Celeno la obscuridad de las nubes, que son impelidas por los vientos. [Esto

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también lo intiicaba la forma de las Harpías, las que se representaban aladas y de sexo femenino a causa de la doble ligereza y rapidez, ya que ni siquiera los Boréadas pudieron apresarlas, de manera que se puede decir de ellas con toda razón: ¿Qué más ligero que el humo? El soplo. ¿Qué más que el soplo? El viento. ¿Qué más que el viento? La mujer. ¿Qué más que la mujer? Nada.] Quienes llamaron a Iris la tercera Harpía cayeron en lo mismo. Pues nada se ve privado de la violencia de estos vientos. ¿Pues qué? Quisieron poner de relieve mediante estas cosas que los vientos nacen de la violencia superior de las aguas, es decir de la parte pura, o de aquella agua que está mezclada por arriba con la tierra, que se eleva hacia arriba convertida en vapor, vapores que después o bien se condensan en lluvia o bien se convierten en vientos. Y, además, esta fábula no repugna a la enseñanza cívica, puesto que pone de manifiesto que la rapiña y la avaricia de los hombres fue enviada a los mortales por decisión de los dioses como el más grave de los castigos. Pues, ¿por qué fue privado de la vista Fineo? Porque no veía que la condición de la vida humana se encierra en unos límites muy estrechos y está contenida en pocos y a causa de esto era atormentado por hambre eterna y no podía alimentarse de los manjares presentes, puesto que aquel deseo de posesión no le permitía disfrutar de los bienes presentes sino que solamente se hacía más rico. Esto es lo que significa el cuerpo de ave de rapiña, las manos ganchudas, la boca siempre pálida por el hambre, las restantes formas del cuerpo, que surge del ánimo del hombre avaro hasta la uña. Algunos quisieron señalar mediante las Harpías la naturaleza de los robos, y éstas fueron consideradas doncellas porque por voluntad de los dioses los bienes son estériles y se dilapidan en breve por haber sido conseguidos mediante la rapiña y el robo; por esta razón se dice que son famélicas, aladas y sucias. Pero ahora acerca de las Hespérides.

Cap. 7: Sobre las Hespérides

Las Hespérides, por cierto, fueron hijas de Héspero, el hermao de At las*" . Sin embargo, Eubulo creyó que éstas eran hijas de Atlas, no de Héspero, y Querécrates que de Forcis y de Ceto Los nombres * ' ' de éstas fueron Egle, Aretusa y Hesperetusa, como dijimos en Hércules. Estas tuvieron unos jardines no lejos de Lixo, la ciudad de Maurita­nia, en la parte última de Etiopía, en el occidente, donde los lugares fueron abrasados por el Sol, cubiertos de arena e infectados por la abundancia de serpientes, y se decía que allí había un dragón, a no mucha distancia de Méroe y del Mar Rojo, que custodiaba unas manzanas de oro para que no fueran arrebatadas por nadie, dragón al que vigilaba una sacerdotisa de las Hespérides, según se evidencia en estos versos del libro IV (480-5) de Virgilio: Junto a los confines del Océano y la puesta del Sol está el último lugar de tos Etíopes, donde el gigantesco Atlas hace girar sobre su hombro el eje del cielo guarnecido de brillanates estrellas. Me han hablado de una sacerdotisa de allí, del pueblo de los masitios, que custodia el templo de las Hespérides y que proporcionaba manjares al dragón y conservaba en el árbol los sagrados frutos. Pues en el lugar donde se decía que

631 Esta filiación se encíientra en Serv. Aen. I 530 y IV 484 y es recogida por Bocc. G .D . IV 30. 632 Cf. Schol. Ap. Rh. IV 1399 sin citar autor. 633 Para los nombres de las Hespérides, véase Ruiz de Elvira, Mit. Cías. pp. 60-61,

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Atlas sostenía el cielo, allí, en la región más extrema de la tierra, vivían las Hespérides, como señaló Dionisio en el libro Sobre la situación del mundo, en estos versos: Atlas sostiene el anchuroso cielo por una fuerte necesidad en los confines de la tierra, delante de las Hespérides de voz sonora, sosteniéndolo con la cabeza y con sus infatigables manos. Se cuenta que Atlas rodeó de montañas este jardín por todas partes, porque Temis le había respondido que habría de suceder que un hijo de Júpiter llegara junto a él y se apoderara de las manzanas de oro. Agretas, en Los asuntos de Libia (Jac. 762F3=Schol. Ap. Rh. IV 1296), dice que estos frutos fueron ovejas que se llamaban de oro, las cuales, por tener un pastor cruel y rudo, se decía que eran custodiadas por un dragón, pero Ferecides, en el libro X (Jac. 3F16a-c=ibid.), donde recordó las bodas de Juno, dice que la tierra cercana a Océano en el occidente produjo unos manzanos de color de oro y que los manzanos producían frutos de color de oro, opinión que siguió así Lucano (IX 365-7): El Alcida le quitó su producto a los árboles y la cosecha al bosque y, dejando los ramos vacíos, sin peso, llevó las resplandecientes manzanas al tirano de Argos. El dragón que guardaba las manzanas, hijo de Tifón y de Equidna, se llamaba Ladón, como atestigua Apolonio en el libro IV (1396-401): Extraviados, llegaron a la sagrada llanura en la que todavía ayer Lxidón, una serpiente de origen terrestre, guardaba las manzanas de oro en la región de Atlas; y en torno corrían las ninfas Hespérides entonando deliciosos cantos, pero entonces mismo aquélla, destrozada por Hércules, estaba tendida junto al tronco del manzano. [Aunque había también un Ladón, río de Arcadia, del cual fue hija Metope, la esposa de Asopo, el río de Tebas, cuya hija, la ninfa Tebe, dio nombre a la ciudad.] Que esta serpiente nació de la tierra lo atestigua Pisandro (Jac. 16F8), pero no de Tifón y de Equidna, según dice el comentarista de Apolonio (IV 1396). Pensaron que éste tenía cien cabezas. Se cuenta que Hércules, al haber sido enviado por Euristeo junto a las manzanas de oro, se detuvo algún tiempo dudoso porque no sabían dónde estaban; y se dirigió a presencia de unas ninfas hijas de Júpiter y de Temis, que habitaban en una cueva [junto al rio Eridano], para conocer por ellas dónde podría encontrar las manzanas de oro de las Hespérides, y ellas le enviaron junto a Nereo, según se ha dicho m^s arriba. Se cuenta también que Atalanta, hija de Esqueneo, fue cautivada por tres manzanas de las Hespérides que Venus había dado a Hipómenes cuando ofrecía su boda al vencedor pero la muerte a los vencidos, por lo que no sólo Hércules se apoderó de las manzanas de las Hespérides. Que Atalanta fue cautivada por las manzanas lo dice Teócrito en Amarílide (III 40-2): Hipómenes, cuando quería casarse con la doncella, cogiendo en sus manos las manzanas, cubrió la carrera; y Atalanta, cuando lo vio, cómo enloqueció, cómo se lanzó a un profundo amor.

Estas son las cosas que a modo de fábula fueron recordadas por los antiguos sobre las Hespérides. Ahora investiguemos qué significan. [En verdad, para que el asunto sea trasla­dado a la historia, se dice que se tuvo así brevemente: Héspero y Atlas fueron dos hermanos famosos por su gloria, que tenían unas ovejas que destacaban por su hermosura, amarillas y de color de oro. Héspero, al haber tenido una hija de nombre Hespéride, la unió en matrimonio a su hermano y de ella recibió la región el nombre de Hespérite. De ella tuvo Atlas seis hijas, que fueron llamadas Atlántides y por su madre Hespérides. Presa de deseo por la fama de su hermosura, Busiris envió a piratas y ladrones para que las raptaran y las llevaran a su presencia en el tiempo en que Hércules luchó contra Anteo. Los salteadores raptaron a las doncellas cuando jugaban en un jardín y las llevaron, tras introducirlas en una nave. Cuando casualmente los piratas comían en la playa. Hércules,

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conocido el asunto sobre las doncellas, dio muerte a los ladrones uno a uno y devolvió las hijas a su padre, por cuyo beneficio recibió como presente de Atlas unas hermosísimas ovejas y otras muchas cosas y el conocimiento de la astronomía; y, al haber transmitido ciertamente el conocimiento de la esfera a los griegos, se dice que sostuvo con su hombro el cielo en lugar de Atlas ] En efecto, las Hespérides, según sostienen unos, fueron hijas de Héspero, según otros de Atlas y son astros. Su padre fue el cielo o el tiempo de la tarde, que casi es hermano del cielo. Se dice que tuvieron jardines en occidente, en los que había manzanas de oro, porque la naturaleza de las estrellas es tal que resplandecen como el oro y tienen apariencia redonda y éstas no solían nacer a no ser en occidente, puesto que las estrellas aparecen con el Sol en occidente, ya que durante el día están ocultas por la luz del Sol. Pero, ¿quién es el dragón que guardaba estas manzanas y daba vueltas alrededor del jardín? Algunos pensaron que era el círculo del Zodíaco, hubo [sin embargo] quienes dijeron que las manzanas de las Hespérides eran unas ovejas en occidente en una isla que estaba rodeada continuamente por un río sinuoso y con meandros a modo de serpiente.

Aunque otros pensaron que las Hespérides fueron estrellas, creyeron que aquel dragón era la línea oblicua que nos contiene a nosotros y a los astros dentro de sí y la que recibe el nombre de horizonte o linea que señala el límite. Puesto que ésta es oblicua para todos los hombres, a excepción de los que habitan bajo esta misma línea en la que los días se manifiestan iguales a las noches, con razón fue llamada serpiente y dragón por los creado­res de fábulas [y de historias]. Quienes dijeron que la serpiente era un río que rodeaba una isla, éstos afirman que Hércules fue hasta la isla y volvió tras haber esperado el momento oportuno, cuando el río se hizo vadeable por la sequedad, y desde allí condujo las ovejas capturadas hasta Grecia Pero quienes dijeron que aquellas manzanas fueron estrellas, pensaron que el conocimiento de los asuntos astronómicos fue llevado a Grecia por Hércu­les. Y, para resumir brevemente la opinión de esta ficción, guardan como serpientes las manzanas de oro quienes a causa de la avaricia ni siquiera pueden dormir seguros. Por esta razón fue dicho brillantemente por los sabios que las riquezas han sido dadas a los hombres como la piedra de toque de cualquier espíritu, las cuales son las propiedades para hombres buenos y sabios y casi las oportunidades concedidas para realizar con mucha brillantez las hazañas para utilidad de la patria, de sí mismos, de los amigos y de los hombres buenos; en cambio, a los imprudentes y malvados como un suplicio, puesto que incluso aumenta el propio deseo de acumular, razón por la que, según cuánto uso hace cada uno de las propias riquezas, puede reconocer que es un hombre bueno y amigo de Dios. Pero ahora [hable­mos] acerca de Atalanta.

Cap, 8. Sobre Atalanta

De Atalanta, la hija de Esqueneo que por la fueza de su cuerpo y la rapidez de sus pies aventajaba no sólo a las mujeres sino incluso a los hombres, tenemos estas pocas cosas dignas de memoria: [que se complacía de modo admirable con la caza y se dice también

634 Cf. Diod. Sic, IV 26 ss. 635 Cf. Bocc. G .D. IV 30, quien tiene como fuente a Pomponio Mela III 10. 100-103. 636 Cf. Bocc. G . D . IV 30.

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que ella, como un día estuviera agotada por la sed en medio de la caza junto al santuario esteteo de Esculapio, golpeó una piedra con la punta de la lanza y brotó una fuente que sacaba a borbotones agua muy fría de la roca y] que ella fue la primera en golpear al jabalí de Calidón con sus flechas, segün dice Isacio (Schol. Lyc. 492). [Al haberle sido concedida a ésta la piel del jabalí por la importante victoria, al punto surgió por parte de los hombres, que soportaban muy mal que la gloria de la victoria les hubiera sido arrebatada por una mujer, una disputa por la piel encabezada por los tíos matemos de Meleagro. Y, matados éstos por el propio Meleagro a causa de la afrenta infligida, toda la violencia de la venganza se volvió contra Meleagro. Pues, dado que habría de vivir unido a un tizón guardado por su madre y apagado, ya que era preciso que muriese cuando éste se hubiese extinguido, arrojado al punto aquél al fuego a causa de la indignación materna, Meleagro murió. Además se recuerda] que fue vencida en la carrera por Hipómenes porque se había retrasado recogiendo tres manzanas de las Hespérides, [asunto que atestigua así Arabio (Anth. Gr . XVI 144): ¿Lanzabas este presente de oro a la doncella como regalo de bodas o como retraso de su veloz carrera, Hipómenes? La manzana cumplió ambas cosas, pues alejaba a la doncella de su ataque y era el distintivo de la Pafla, protectora del matrimo­nio. Pues fue costumbre de muchos antiguos ofrecer las bodas de las mujeres más impor­tantes para ser obtenidas por el valor. Así Anteo, rey de Libia, ofreció a su hija Alceide o, según prefirieron otros, Barce, al vencedor de la carrera. Así Dánao a sus hijas, Pisandro de Camiro*" a sus hermanas, según dice Ferecides (Jac. 3F75=Schol. Pyth. IX 185a). Así dicen que fue ofrecida Hipodamía.] Y, puesto que, no pudiendo soportar el retraso, sin tener ningún respeto a la diosa se unió en el templo de la Gran Madre con Hipómenes, el vencedor, Hipómenes fue convertido en león y ella misma en leona.

Pero, ¿por qué han sido celebradas y confiadas a la memoria estas cosas? Porque quisieron poner de relieve que Atalanta no es otra cosa que el placer y que enloquece a quien lo busca con gran riesgo y peligro de su vida, puesto que las enfermedades, la vergüenza, la pérdida de facultades y no pocos peligros de la vida son compañeros de los placeres, a los que sin éstos nunca es fácil llegar. Por tanto, quien ha buscado el placer a través de grandes peligros, sin tener ningún respeto a los dioses o a las leyes más sagradas, ¿de qué modo podrá mantener la forma humana de su espíritu y no convertirse en la más desagradable bestia? Por consiguiente, para que evitemos los placeres llenos de peligros, para que rindamos culto a los dioses inmortales, para que no despreciemos sus lugares sagrados, han sido transmitidas estas mismas cosas en monumentos literarios por los antiguos, quienes no nos han transmitido nada inútil y que no tenga muchísimo que ver con la formación de la vida humana; pues, por el contrario, si alguien lo llega a considerar rectamente, todos los escritos de esta época sacados a la luz por muchos ignorantes están llenos de lujuria, avaricia y adulación y no se preocupan de que los que los leen se conviertan en hombres buenos y moderados. [Hubo otra Atalanta, hija de lason, con la que se casó Milanión, pero son confiadas a la memoria estas cosas sobre la hija de Esqueneo, que entregada por completo al placer y a todo tipo de lujuria pasaba su vida en el Menalo, monte de Arcadia *'*". Pero suficiente sobre Atalanta, hablemos ahora acerca de Teseo.]

637 Cf. Paus. III 24, 2. 638 Cf. Pisandro de Camiro fr. 6 K=Schol . Pind. Pyth. IX 185a. 639 Pisandro de Camiro, ibidem, habla solamente del nombre de la hija de Anteo. 640 Para las diferentes Atalantas, cf. Ruiz de Elvira, Mit. Cías. pp. 329 ss.

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Cap. 9. Sobre Teseo

Se dice que Teseo fue hijo de Neptuno y de Etra, según se ha contado en las fábulas. Sin embargo Plutarco, en la vida de éste (Thes. 3-4), escribió que fue hijo no de Neptuno sino de Egeo, opinión con la que coincide Ovidio también en estos versos (Her. X 131-2): Ni es tu padre Egeo ni tú hijo de la Piteide Etra: tus progenitores son las rocas y el mar. Se cuenta que éste, siendo todavía un niño, en la época en que Hércules llegó a Trezén a casa de Piteo, vio la piel de león que Hércules llevaba y quitó un hacha de las manos de un siervo con la intención de matar aquella fiera, porque pensaba que era un león, mientras los restantes niños de Trezén huyeron nada más ver aquella piel**'. Este después, cuando llegó a la edad adulta, imitando el valor y la fortaleza de Hércules, eliminó por todas partes a muchos ladrones y hombres malvados recorriendo el orbe de las tierras, y a Escirón, que en un monte no lejos de Atenas entre Mégara y el Istmo arrojó a muchos mortales desde ese escarpado l ug^ , lo obligó a experimentar el mismo tipo de muerte con el que él mataba a los caminantes. Sin embargo otros, entre los que estuvo Sosícrates (Edmonds 3A, p. 306F2=Ath. XI 474a), dijeron que ofrecía sus pies a los extranjeros para que se los lavaran y, mientras se los lavaban, los arrojaba desde un lugar muy elevado al mar. Este mismo [Teseo mató en la palestra en Eleusis a Cercion, como éste solía hacer con los extranjeros; igualmente junto al río Cefilo al ladrón Polipemon **^, de sobrenombre Sinis *"", y] a Procrustes [que vivía en el lugar del Ática llamado Coridalo y] que doblaba hacia tierra con fuerza pinos y a los extranjeros atados a éstos árboles, que volvían a su posición tras haber sido cortadas las ataduras, los despedazaba y descuartizaba con muchísima crueldad, lo mató. [Igualmente mató a Perifetes, hijo de Vulcano, en Epidauro, que utilizaba en la lucha una clava de bronce] y dio muerte a otros ladrones que ejercían contra los extranjeros distintos tipos de crueldad, según atestiguan Plutarco (Thes. 8) y Estrabón en el libro IX (1,4,C 391). Se dice que éste tuvo tan gran valor que sirvió de ayuda a muchos hombres aguerridos para combatir los más importantes crímenes. Pues navegó a la Cólquide con Jasón y acudió para abatir al jabalí de Calidón, y ayudó a Adasto a recuperar los cadáveres de los muertos ante Tebas y junto con Pirítoo venció totalmente a los Centauros y después bajó a los Infiernos, de donde fue liberado por Hércules, como hemos dicho. Se dice que como Teseo, por la fama y por la celebridad de su nombre y de su valor, superase casi toda confianza antes de hacerse amigo de Pirítoo, Pirítoo, queriendo probar su valor, robó sus vacas de Maratón. Teseo, conmocionado por la injuria del enemigo, lo persiguió siguiendo sus huellas. Pirítoo, sin sentir temor por su llegada, incluso salió sin miedo alguno al encuentro de aquél que lo perseguía. Teseo, admirando su grandeza de espíritu y la prestancia de su cuerpo, entabló conversación con él, razón por la cual surgió entre ellos la amistad. Por otra parte, Teseo entabló su estrecha amistad con Pirítoo en un lugar del Ática no lejos del templo de Serapis, según dice Pausanias en Los asuntos del Ática (I 18,4). Este, antes de la amistad con Pirítoo, siendo todavía un adolescente, quiso navegar a Creta con aquéllos y ser uno de los que cada año eran enviados, a manera de tributo por la muerte de Andrógeo, ante Minos rey de Creta; decían que éstos, encerrados en el

641 Cf. Paus. I 27, 7. 642 Véase Ruiz de Elvira Mlt. Clus. p. 359. 643 Plut. Thes. 8 da a Sinis el sobrenombre de Pitnocampte, es decir «el que dobla los pinos».

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Laberinto, eran devorados por el Minotauro. Cuentan las fábulas que Asterio, o Minotauro, tuvo el cuerpo en su totalidad de hombre pero la cabeza de toro. Este estaba en el laberinto, un lugar muy amplio e inextricable a causa de las vueltas y revueltas de muchos caminos, que había sido construido a imagen de aquel laberinto de Egipto que estuvo junto a la ciudad llamada de los Cocodrilos, la magnificencia de cuya obra la describió así Heródoto en Euterpe (II 148, 2-4): Si alguno recorriese las fortalezas y la realización de las obras de los griegos, será evidente que son de menor trabajo y coste que este laberinto. Cierta­mente es digno de mención, en verdad, el templo de Efeso y el de Samos. En efecto, las pirámides eran más grandes que cuanto puede decirse y cada una de ellas equivale a muchas obras de los griegos y de las grandes; con todo, el laberinto sobrepasa a las pirámides. Pues tiene doce patios cubiertos contiguos, con las puertas frente a frente entre sí, seis mirando al Bóreas, seis al Noto. Y un muro exterior que los contiene dentro de sí. Y las habitaciones son dobles, unas subterráneas, otras levantadas a ras de tierra sobre aquéllas, en número total de tres mil, mil quinientas de cada clase. A imitación de éste ideó Dédalo un laberinto en Creta, en el que eran encerrados los jóvenes enviados a Minos bajo el nombre de tributo, quienes se pensaba que eran devorados por el Minotauro. Pero, tras haber navegado Teseo hasta allí, fue instruido por Ariadna, la hija de Minos, con el invento de Dédalo, de qué modo, una vez muerto el Minotauro, se libraría de la inextrica­ble trampa de los caminos y volvería a la entrada, donde había atado el hilo. En efecto, éste, llevando consigo a Ariadna, artífice de su salvación, se dirige a la isla de Naxos, en la que recibió de Baco el consejo de que abandonase a Ariadna; éste, golpeado por un temor divino, mientras la veía a ella sumergida en un profundísimo sueño, desplegó las velas a los vientos y huyó de la isla; con ella se casó después Baco y de ella tuvo a Toante, Enopión, Estáfílo, Evantes, Latramis, Taurópolis Confió a la memoria Teopompo que Minos, tras haber recibido a Teseo y al restante contingente de jóvenes atenienses, fue cautivado por el amor de Peribea y, como Teseo pusiera obstáculos a su pasión. Minos, irritado, dijo otras muchas injurias contra Teseo y negó que él fuera hijo de Neptuno. Añadió éste, además, que no podría devolverle la joya que llevaba si la arrojaba al mar. Después de haber dicho esas cosas, arrojó la joya al profundísimo abismo del mar. Recuer­dan que en ese momento Teseo emergió con la gema y con una corona recibida como regalo de Anfitrite y dicen que esa corona, para eterno recuerdo de su acción, fue colocada por Neptuno entre los astros. Sin embargo Plutarco, en la Vida de Teseo (3-4), escribió que él era hijo de Egeo, aquel que dio su nombre al mar Egeo, aunque Nicócrates de Chipre (Jac. 376F3b=Schol. Ap. Rh. I 831) dice que lo recibió de la isla llamada de las Cabras, Conón (Jac. 26F2=Schol. Ap. Rh. I 1165) pensó que recibió su nombre apo tés aigos Perlcanias, es decir de la cabra Percania Nicostrato que de Caristia, que fue también llamada Egea. Y, como antes los hombres de Atenas estuvieran diseminados en aldeas, se dice que el propio Teseo los introdujo dentro de murallas y les dio leyes e instituyó allí una administración popular que duró hasta la época en que Pisístrato, ha­biendo oprimido la República, impuso la tiranía. Se dice que [las Amazonas, mujeres belicosas, irrumpieron en una ocasión hostilmente contra Grecia con sus armas y que

644 Cf. Schol. Ap. Rh. III 997. 645 Conti sigue la lectura del ms. L de los escolios a Apolonio I I I 6 5 , que después fuera corregida por

Meineke en apo tes peri Kanas Aigos.

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hicieron un ataque sobre todo contra el territorio ateniense; a estas cosas añadieron que Antiope, la reina de las propias Amazonas, o, según prefirieron otros, Hipólita, fue ven­cida por Teseo aunque la ayudaron los escitas. Pues ellas, tras haber reunido muchas fuerzas, penetraron a través de Tracia hasta el Bosforo Cimcrio y, después de haber recorrido gran parte de Europa, colocaron su campamento finalmente en un lugar por ellas llamado Amazonio, que estuvo en el territorio ateniense. Teseo, una vez que hubo reunido fuezas urbanas suficientemente poderosas, teniendo consigo a su esposa Antiope, de la que tuvo como hijo a Hipólito, emprendió el combate tras haber reunido las enseñas y, al estar la victoria en sus manos después de una duradera lucha, dio muerte a algunas de las Amazonas y obligó a las otras a salir huyendo del territorio ateniense. Se dice que] Teseo fue inventor de la palestra, según dice Pausanias en Los asuntos del Ática (I 39,3), y perfeccionó el arte de los gimnastas, puesto que antes se luchaba solamente con el tamaño y fuerza del cuerpo ignorando totalmente el arte. Se dice que Teseo raptó a muchas mujeres, pues [raptó] a Antiope y a Fedra la tomó por esposa. [Se dice que, cuando estaba a punto de casarse con ella, temiendo que los hijos que de ella nacieran dominasen a Hipólito o Hipólito los gobernase, envió a Hipólito junto a Piteo e hizo aquello tanto para que se educase junto a él como para que Hipólito sucediese a aquél en el reino. Después] cuando llegó a Trezén, tras haber dado muerte a Palante y a sus hijos porque maquinaban revoluciones, [llegó a Trezén para purificarse de la muerte en la época en que por primera vez Hipólito fue contemplado por Fedra y ella cayó en su deseo. Después sucedieron esas cosas que fueron confiadas a la memoria sobre Hipólito. Además,] dicen que Helena fue raptada en Afidnas, ciudad que después fue arrasada por Castor y Pólux, que perseguían a Teseo, y Helena fue recuperada, según dice Estrabón en el libro IX (1,17. C396), en la época en que Teseo cumplía el quincuagésimo año de su vida. Pero, como Helena se retirase a Lacedemonia de Tesprotis, a donde había ido con Teseo y Piritoo, grávida de Teseo dio a luz en Argos, donde erigió un magnífico templo en honor de Lucina, según dicen Erasístrato y Pausanias en Los asuntos de Corinto (II 22,6-7) aunque Ovidio, en la Epístola de Helena (Her. XVII 21-8), dice en estos versos que en absoluto le fiíe arrebatada la virginidad por Teseo: ¿Acaso porque el héroe hijo de Neptuno ejerció su violencia contra mí, habiendo sido raptada una vez parezco digna incluso de ser raptada dos veces? Habría sido culpa mía si hubiese sido seducida; puesto que fui raptada, ¿cuál fue mi culpa a no ser el no querer? Sin embargo, aquél no consiguió de su hazaña el fruto buscado. Volví no habiendo sufrido nada salvo miedo. El desvergonzado solamente me robó unos pocos besos mientras me defendía; nada más tiene aquél de mí. Tuvo como hijos a Demofoonte y Acamante, de los que se acuerda asi Euripides en los Heraclidas (115 y 119): Demonfonte el hijo de Teseo, un padre noble, y su hermano Acamante, que prestan oído a tus palabras. Cuentan que, echadas las suertes, a Teseo le correspondió Helena, sin embargo con la siguiente condición: que cualquiera de los dos a quien le tocara en suerte prestaría su ayuda al otro hasta que raptara a una mujer **^. Así pues, cuentan mediante fábulas que éstos, conocida la extraordinaria belleza de Proserpina, bajaron a los Infiernos y, agotados por el continuo esfuerzo del camino, se sentaron en los Infiernos en una roca, de donde después no pudieron levantarse hasta que Teseo fue liberado por

646 Pausanias cita como fuente a Estesícoro, Euforión y Alejandro de Pleurón. 647 Cf. Plut. Thes . 3 1 .

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Hércules, que habla llegado allí para traer a Cerbero. [Otros dicen que llegó con Pirítoo a Tesprotia Teseo, quien había tomado las armas porque deseaba vivamente a la esposa del rey, y entablado un combate con el rey de los Tesprotos, tras haber perdido gran parte de su ejército fue encadenado en Ciquiro. Se dice que después él, acogido muy benignamente por los escirios en la isla de Escíros, fue asesinado con emboscadas por orden de Licome-des; para vengar esta muerte Cimón arrasó la ciudad de Esciros y llevó los huesos de Teseo a Atenas.] He querido reunir acerca de Teseo, de entre las muchas cosas que sobre él se cuentan, estas pocas cosas que se repiten en todos los poetas y que son más semejantes a narraciones fabulosas que a historias verdaderas. Se dice que Teseo fue hijo de Neptuno porque a los hombres fuertes, que parecían sobrepasar las propiedades de las fuerzas humanas o para quienes los asuntos marítimos tenían un feliz resultado, los antiguos los llamaban hijos de Neptuno, ya que no consideraban a ningún dios o más favorable o más ñero con quien relacionarlos. La celebridad de su nombre brilló entre muchos escritores porque, a imitación de Hércules, ofreció muchos ejemplos de su valor destruyendo por todas partes a los hombres malvados y dando muerte a los tiranos más crueles y a los ladrones. Pues no puede suceder que las hazañas que se han llevado a cabo valientemente con valor estén privadas de méritos, alabanzas y encomios honoríficos de los escritores, que llevan e impulsan muchísimo a la imitación de los hombres ilustres. Pues si se silencian las hazañas de los hombres ilustres, necesariamente domina allí, en lugar de la virtud, la desidia y la pereza. ¿Por qué se oye hablar de la forma del laberinto y de los intransitables recovecos de sus caminos, o por qué tantas palabras acerca del Minotauro? ¿Acaso quisieron imprimir también en los ánimos de las generaciones venideras el terror del laberinto los antiguos, quienes no escribieron nada a no ser para utilidad de los mortales y para la formación de la vida humana?

Por aquel laberinto no quisieron poner de relieve ninguna otra cosa sino que la vida de los hombres es embrollada y está complicada con muchas dificultades, ya que de unas siempre nacen otras más graves, de las que nadie puede liberarse a no ser mediante la prudencia y la fortaleza de cada uno. Pero esto no recae sólo en la vid^ privada sino mucho más en las magistraturas y en la avaricia y en la ambición "de los hombres, cosas todas que están llenas de admirables dificultades. Pues, si los hombres buenos y prudentes estuvieran al frente de las cosas más importantes antes que los ambiciosos, casi todas las dificultades con las que se atormenta la vida humana serían destruidas, porque nada hay temible, difícil o laborioso hasta tal punto que no sea superado por el valor. Esta fue la única causa de por qué en los escritores antiguos se oyen tantas cosas sobre Teseo; pues Teseo no pudo (lesenvolverse sin el arte de Dédalo ni sin una divinidad y por lo destacado de su carácter. Pero, puesto que es más difícil la lucha de los placeres que la de las dificultades y muchos, vencidos todos los más horribles monstruos y los más graves peligros, después se vieron envueltos en los placeres de tal modo que llegaron al mayor peligro de su vida, por esto cuentan las fábulas que muchas mujeres fueron raptadas por Teseo y que él cayó en las mayores turbulencias finalmente a causa de las mujeres, dado que se libró con dificultad del ataque de los hermanos de Helena y casi fue abatido por los Centauros y al descender a los Infiernos no habría podido regresar de allí sin la ayuda de Hércules. Pues algunas veces suele ser refrenada con la firmeza de los nervios y la notable fortaleza del cuerpo la pasión,

648 Cf. Paus. I 17, 4-6.

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que precisa de la templanza y una cierta moderación del espíritu. Sin embargo, algunos intentan conducir esta fábula a la historia, según atestigua Tzetzes, en la historia 51 (741-58) de la II Quilíada, y Plutarco, en la Vida de Teseo (35,5), quien dice que aquella Proserpina fue la hija de Plutón, rey de los Molosos, que su esposa era Ceres y Cerbero su perro muy cruel. Teseo y Pirítoo fueron apresados mientras se disponían a raptar a la hija de este rey. Entonces Pirítoo murió despedazado por aquel perro, Teseo, encadenado, fue liberado más adelante por Hércules que llegó hasta allí. Pausanias, en Los asuntos del Ática (I 17,4-6), dice que éstos no vinieron junto a Plutón, rey de los Tesprotos, mediante engaños y quisieron raptar a su hija sino que Pirítoo empuñó las armas impulsado por un excesivo amor a su esposa; entonces, perdida una gran parte del ejército, Pirítoo murió en la lucha y Teseo, cautivo, fue encadenado en Ciquiro, fin que obtienen por suerte casi todas las pasiones ilegítimas. Pero háblese acerca de Tereo.

Cap. 10: Sobre Tereo

Tereo, hijo de Marte y de una ninfa Bistónide sufrió, también él, un muy grave suplicio a causa de su inmoderada lujuria, ya que no sólo fue obligado a huir de su patria sino que incluso cambió su figura humana en la forma de un ave. Este tomó como esposa a Progne, hija de Pandíon, rey de Atenas, y de Zeuxipe, aunque él gobernaba sobre Tracia y la Fócide. Pues, cuando fue fundada Atenas, reinó el primero de todos Acteo, a éste le sucedió Cécrope, que se casó con una hija de Acteo y de aquélla tuvo a Herse, Pándroso y Aglauro y un hijo varón, Erisicton; luego, muerto Erisicton antes que su padre, regresó el reino a Cécrope, de éste a Cránao y después de éste a Erictonio, desde quien llegó el reino a Pandíon. Así pues, durante mucho tiempo tuvo vigencia entre los focenses, según escribe Pausanias en los asuntos de éstos (X 4,8-9), el rumor de que Filomela, por miedo a Tereo, fue metamorfoseada en el ave de su nombre en el territorio de ellos. Por otra parte, así se tuvo el asunto, según atestiguó Ovidio en el libro VI (424-674) de las Metamorfosis: Se cuenta que en una ocasión Tereo, empujado por las súplicas casi continuas de Progne, se dirigió junto a su suegro Pandíon y le pidió que enviase consigo a Filomela para visitar a su hermana, lo que consiguió de Pandíon con facilidad, como es natural en quien conside­raba a su yerno un hombre bueno y comedido; dicen que en el camino Tereo, en el momento en que se había acercado a Dáulide, ciudad del Parnaso, cayó en el amor de Filomela, a la que finalmente deshonró por la fuerza, puesto que ella durante mucho tiempo había luchado contra la lujuria de Tereo. Sin duda alguna, para que ella después no delatase tan impuro y vergonzoso hecho a su hermana o a ningún otro, le cortó la lengua y dio a su hermana Progne la noticia de que había muerto en el camino. Después Filomela envió a su hermana a escondidas mediante mensajeros la historia escrita con su sangre o mejor, como opinó Nicócrates, se preocupó para que, bordada, le fuera enviada a aquélla ocultamente. Progne, soportando muy mal esto y pensando que no podía cometerse impu­nemente un crimen tan atroz, ofreció cocido a su padre, para que lo comiese, a su hijo Itis, el único que tenía Tereo. Después, como Tereo llamaba a Itis, Progne mostró a Tereo las

649 Cf. Bocc. G .D . IX 8 que es el único que da este nombre a la madre de Tereo, atribuyendo el dato a Teodoncio. Sobre esto véase CFC XI, p. 265.

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extremidades del cuerpo y demostró que había sido comido por su padre. Tereo, al ver éstas, corrió a desenvainar la espada para vengar la muerte de su hijo, razón por la que, por decisión de los dioses. Progne se convirtió en ruiseñor para emprender más rápidamente la huida; Tereo, al perseguirla, se convirtió en abubilla y, al ser más lento, no la pudo alcanzar. Filomela fue metamorfoseada en golondrina e Itis en faisán, cosas que en su totalidad sucedieron en Tracia, junto a Dáulide, segiin dice Estrabón en el libro IX (3,13. C423). Virgilio explicó brevemente esta fábula así en Sileno (Bue. VI 78-81): O cómo narró los metamorfoseados miembros de Tereo, los manjares que le preparó Filomela, los regalos que le ofreció, con qué carrera se dirigió a los lugares desiertos y con qué alas voló, desgraciada, sobre su mansión de antes. Aunque, de acuerdo con la costumbre poética, éste dijo Filomela por Progne. Por ello se dijo que la propia Progne, o Aedón, o Filomela o Ruiseñor, llamaba con sus continuos lamentos a Itis y que extendía por los bosques sus quejumbrosas cantilenas, según dice Homero en el libro VII (XIX 518-22) de la Oilisea, en estos versos: Como cuando la hija de Pandáreo, la parda Aedón canta bellamente al comenzar la primavera, posada en el frondoso follaje de los árboles, y ella deja oír su voz de sonidos variados, llorando a su hijo Itilo. Consecuencia de ello fue que a esta ave quejumbrosa la llamó mensajera de Júpiter Sófocles, en Electra (145-9), porque es la que anuncia la primavera y la llegada del calor suave, pues dice así: Insensato el que olvida la lastimera muerte de sus padres, pero a mi, en cambio, me alivia el alma la dolorida ave mensajera de Zeus, que a Itis, a Itis siempre llora.

Estas son las cosas que sobre Tereo, su esposa y su hijo fueron contadas por los antiguos mediante fábulas, las que en ninguna proporción pueden ser totalmente verdade­ras, sino que en su mayoría solían ser imaginadas para utilidad de los hombres. Pues ni la ley de la naturaleza puede permitir ni el espíritu del hombre estar de acuerdo con los que dicen que cualquier hombre se convierte de repente en una figura tan diferente de la suya. Que Tereo gobernó en Tracia, que se extendía desde Dáulide al otro lado de Queronea, que se casó con Progne, hija de Pandíon y de Zeuxipe, que de ella tuvo a Itis y que violó también a Filomela, todo ello todavía no se aleja de la verdad, así como que, para venganza de su injuria y de su crimen. Progne mató a su hijo y lo dio a su padre para que lo comiera. Pues, ¿qué hay de estas cosas que no pueda realizarse? Pero que todos estos echaron a volar convertidos en aves, eso realmente es fabuloso, ya que el sepulcro de Tereo fue erigido no lejos de una roca, que fue llamada de Mergo o de Minerva Etia, en el territorio ateniense, según dice Pausanias en Los asuntos del Ática (I 41,8) De hecho, puesto que aquellas mujeres después de aquella matanza huyeron muy rápidamente a Atenas junto a su padre, por ello los poetas imaginaron que ellas, debido a la tristeza y al dolor de aquellas cosas que habían realizado y padecido, fueron metamorfoseadas en pájaros. Luego, puesto que se vio por primera vez en esta época una abubilla en Dáulide, contaron mediante fábulas que Tereo se había convertido en ese ave, ya que se decía que una de las mujeres se había convertido en golondrina, la otra en ruiseñor, porque una y otra ave emiten cantos y voces lastimeros y luctuosos. Pues es tal el poder de los sonidos que incluso los que no producen ninguna voz nos empujan sin embargo unas veces al regocijo.

650 Cf. Ruiz de Elvira, Mit. Cías. pp. 359-364, para todo lo referente a Procne, Filomela y Aedón. 651 Quien está enterrado en un escollo, llamado de Atenea Etia en Mégara, es Pandíon, según Paus. I 5, 3 y

4 1 . 6. No tiene, pues, razón Conti al atribuir la localización del sepulcro de Tereo en el peñasco de Mergo,

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otras a la tristeza de espíritu, ya que el alma de los hombres está compuesta de ritmos, según opinaron los Pitagóricos, y fácilmente se da cuenta del sonido de la armonía y con las voces y sonidos, incluso con las que no significan nada pero que tienen que ver con una cierta proporción de los ritmos, casi como con un cosquilleo, es empujada rápidamente a una y otra emoción. Esta misma proporción de ritmos sirve de mucho también en el arte oratoria, dado que no sólo con una opinión sino también con el sonido de la voz se motivan los ánimos más lentos o se refrenan los excitados más de lo conveniente. Se dice que así también los poetas en la antigüedad, mediante la armonía de sus versos, inflamaban los ánimos de los soldados para la guerra y muchos instrumentos musicales fueron inventados en los campamentos, con cuyo estrépito incitaban a ios soldados a la lucha. Pero, en lo que respecta a las costumbres, los antiguos quisieron poner de relieve a través de esta fábula lo que yo decía poco antes: que han de ser más temidos por un hombre bueno y prudente los cosquilieos de los placeres que las amenazas de los enemigos, puesto que no existe ninguna ciudad tan feliz, ningún reino tan poderoso, ninguna unión de la naturaleza o de la amistad tan grande y tan profunda que no pueda romper la lujuria y la falta de moderación; ciertamente, compañeros de todos los placeres y de toda lujuria son la matanza, las penas, exilios, necesidad y la pérdida de los bienes presentes. Pero ahora hablemos acerca de Medusa.

Cap. 11: Sobre Medusa

También Medusa, a causa de su lujuria y del inmoderado deseo de Venus, atrajo hacia sí la crudelisima cólera de los dioses, puesto que aceptó a Neptuno en el templo de Minerva. Hubo muchas mujeres llamadas con este nombre: así, una de las hijas de Priamo y una de las de Esténelo y Nicipe fueron llamadas Medusa, y se dice que aquélla que es celebrada por los poetas, según dice Pausanias en Los asuntos de Corinto (II 21,5), fue hija de Forcis pero no se sabe quién fue su madre, aunque algunos dicen que fue hija de un monstruo marino. Por consiguiente la diosa, irritada por la profanación del templo, puesto que se había cometido un sacrilegio allí, para que no quedase sin venganza tan gran crimen, en primer lugar le convirtió en serpientes la cabellera por cuya hermosura había agradado a Neptuno, después le dio aquel poder de que todo aquél que la mirase se convirtiera en piedra, lo que afirma Ovidio en el libro I (2,35-6) de Desde el Ponto: Aunque la propia Medusa salga al encuentro de nuestros ojos, al punto ella perderá sus poderes. Después, puesto que convertía a muchos hombres en piedra y llenó de enorme matanza a los pueblos que vivían junto a la laguna Tritónide, por misericordia de los dioses es enviado Perseo, hijo de Júpiter y de Dánae para matarla [o más bien, según prefirieron otros, se dirigió allí para cortar la cabeza de Medusa, enviado por Polidectes, rey de Serifos]. El, tras haber recibido de Mercurio las sandalias aladas y una espada curva y de Palas el escudo, con un solo golpe cortó su cabeza, la que después llevó Palas pegada a su escudo. Dionisiocles escribe que Andrómeda, expuesta a un cetáceo, fue liberada por Perseo porque éste, mostrando la cabeza de la Medusa, convirtió el monstruo marino en piedra*". Pero Isacio (Schol. Lyc, 838) recuerda que no fue esa la causa de la desgracia

652 Cf, Schol. Lyc. 836 donde se dice que con la cabeza de Medusa se petrífica una parte del monsuuo, pero no se cita a ningún autor.

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de Medusa, sino que dice que Medusa, la esposa de Piside, fue la más hermosa de todas las mujeres de su época, puesto que se jactaba sobre todo de la gran hermosura de sus cabellos y afirmaba que era más hermosa que Palas y se atrevió a rivalizar en belleza incluso con la diosa. [La diosa, que llevó muy a mal su arrogancia c imprudencia, convirtió en primer lugar sus cabellos, de los que se vanagloriaba especialmente, en muy repugnantes y muy temibles serpientes, y después alejó a todos los mortales de la contemplación de aquella figura, de manera que quien se atreviese a mirarla en adelante se convertía en piedra. Como hubiesen sufrido ya muchos aquella calamidad] Palas [compadecida de las desgra­cias de los mortales] envió a Perseo junto a aquélla y la enseñó la Górgona en una pintura de Samos, en donde hubo una ciudad llamada Diclerio por aquel asunto. Pero, para volver a Perseo, quien había sido enviado con anterioridad por misericordia de los dioses porque había convertido a muchos hombres en piedra, Perseo en primer lugar llegó a presencia de Pefredo y Enio, llamadas las Fórcides, que eran viejas desde su nacimiento y hermanas de las Górgonas. Y les arrebató el tínico ojo que ellas utilizaban alternativamente y el tínico diente en común, y no se los devolvió antes de que lo condujeran ante unas Ninfas. Entonces, tras haber recibido unas sandalias aladas de las ninfas y una alforja o saquito y el casco de Plutón y la hoz adamantina de Mercurio y el espejo de Palas, volando llegó a Tartesos, ciudad de Iberia, junto a las propias Górgonas, que tenían las cabezas llenas de escamosas serpientes y unos dientes del tamaño que tienen los de los grandes jabalíes, manos de hierro y alas con las que volaban. Así pues, Perseo voló hasta éstas, a las que encontró durmiendo, y mirando de espaldas en el espejo, cortó la cabeza de Medusa dirigiéndole Palas la mano. Al punto, de la cercenada cabeza de Medusa saltó el caballo alado Pegaso. Entonces, soportándolo muy mal las otras hermanas [Esteno y Enríale] y llorando emitían un enorme silbido de sus múltiples serpientes, por lo que Palas inventó la ley de las flautas llamada desde antiguo de muchas cabezas. Y Perseo, transportando a su espalda en el hombro la cabeza cortada metida en la alforja, la llevó ante Palas. Por otra parte, así describió su forma Hesiodo en el Escudo (216-30): En él estaba también el hijo de Danae de hermosa cabellera, el jinete Perseo, no tocando el escudo con sus pies ni fuera de él, es gran maravilla entenderlo, pues no se apoyaba en ninguna parte. Así lo labró de oro con sus manos el ilustre patizambo; y en los pies tenía las sandalias aladas y de sus hombros colgaba una espada guarnecida en negro colgada de un cinturón de bronce; y éste volaba como el pensamiento; y por toda la espalda tenía la cabeza de un monstruo terrible, la Górgona. A su alrededor corría la alforja, maravilla es verla, de plata; y flotaban brillantes flecos de oro; en torno a las sienes del héroe estaba el terrible casco de Hades con la tenebrosa obscuridad de la noche. Aquél, Perseo el hijo de Dánae, estaba en tensión, semejante al que corre y al que está rígido por el miedo, y detrás de él se precipitaban las Górgonas horribles y que no pueden ser nombradas. Así pues, de la sangre que fluía del cuello de Medusa nació el llamado Crisaor y Pegaso, y de las gotas que caían de esa misma cabeza diferentes tipos de serpientes, [según escribió Apolonio de Rodas en la Fundación de Alejandría (Coli, Alex. Powel, fr. 4=Schol . Nic. Ther . 12a). Pero Zenodoteo Teófilo en el libro II de las Historias (FHG Müller, IV, p. 516, fir. 5=ibid.) dice que hubo en el Ática dos hermanos. Falange el varón y Aracne la mujer.

653 Tanto aquí, como en VI 22, donde se reproduce el mismo escolio, Conti llama a este autor Zenódoto, siguiendo la edición Aldina de los escolios a Nicandro.

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Además, Falange aprendió de Palas el arte de la guerra y Aracne a tejer. Se dice que, por haber tenido éstos relaciones incestuosas, la diosa, movida por el odio de tan grande acción vergonzosa, los convirtió en serpientes, aunque Acusilao (Jac. 2F14=ibid.) contó que las serpientes nacieron de la sangre de Tifón.] Palas fijó esta cabeza en su escudo y solía llevarla, según atestigua Eurípides en su Reso (306-8) de esta manera: Y una Górgona de bronce, como en la égida de la diosa, puesta encima de la frente de los caballos, provo­caba temor con sus múltiples campanillas. Sin embargo, otros sostuvieron que la cabeza de la Górgona estuvo clavada en aquellas armas con las que se protegía el pecho más que en el escudo, algunos llamaron a la protección del pecho Gorgonio, para que se comparara la belleza de aquella que se atrevió a rivalizar con ella en hermosura. Estas son las cosas que, a manera de fábula, recuerdan sobre Medusa, la cual, puesto que era la única mortal de las Górgonas, fue muerta. Ahora investiguemos por qué se han imaginado estas cosas. Pausa­nias, en Los asuntos de Corinto (II 21,S), traslada la muerte de Medusa a la historia, donde dice que ella fue la hija de Forcis que, muerto su padre, recibió de él el reino de aquellos pueblos que viven a orillas de la laguna Tritónide y que solía salir a cazar y a luchar junto con aquellos pueblos sobre los que gobernaba. Pero, como hubiera salido en formación de batalla al encuentro de aquellas tropas muy elegidas de Perseo que él guiaba desde el Peloponeso, fue asesinada de noche en su campamento mediante emboscadas y Perseo, admirado de la belleza de ésta aún después de muerta, llevó su cabeza cortada para que sirviese de espectáculo para todos. Y se dice que los hombres, admirados tras su contemplación, se convirtieron en piedras. No faltaron, sin embargo, quienes dijeron que en África había animales de figura inusual y que causaban admiración y entre ellos hombres salvajes, y Medusa fue una de ellos que, alejándose de sus rebaños, llegó hasta la laguna Tritónide y llenó de matanza a los habitantes de ésta, hasta que fue muerta por Perseo con la ayuda de Minerva, porque los hombres de este lugar se consideraban consa­grados a Minerva. Pero nada de estas cosas que se han dicho hasta ahora parecían ser digno de ser transmitido a la posteridad, a no ser que subyaciera una opinión más brillante y de más utilidad.

Pero, ¿qué es? Ya que se decía que Medusa era la más hermosa de todas las mujeres, ¿qué impide que se la considere el placer o la lujuria? Pues es tal la fuerza de los placeres que nos obliga a olvidamos del culto a los dioses, de toda humanidad, misión, de toda utilidad, si nos entregamos a su arbitrio. Por esta razón, ya que los hombres se hacen inútiles para las restantes cosas, brillantemente se dijo que solían convertirse en piedras. Otros atribuyen la fuerza de Medusa a la soberbia, arrogancia y temeridad; por esta razón es doble la opinión sobre aquélla, a saber que profanó el templo de la diosa a causa de su lujuria y que se atrevió a rivalizar con la diosa sobre la belleza de los cabellos. Pues quienes son llevados en exceso por la soberbia y la petulancia, ésos no tienen ninguna considera­ción de los hombres ni de los dioses, éstos se hacen inútiles para todos los demás y especialmente para sí y se convierten en piedras; por esta razón se atribuye esta fuerza a la soberbia y a la lujuria. Así pues, a través de esta fábula recibimos la advertencia de que huyamos de la lujuria, puesto que ella es odiosa para los dioses y finalmente desagradable para nosotros; que no seamos movidos excesivamente por la soberbia, puesto que Dios es vengador de toda temeridad; que pensemos que cualquier bien que tengamos proviene de

654 Cf. Paus. II 2 1 , 6.

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Dios, que es el único autor y dispensador de todos los bienes, porque si alguno se vanagloria en exceso de aquellas cosas que ha recibido de Dios o incluso desprecia a Dios, le será arrebatado por él todo lo que de Dios tuvo y recibirá tan gran cúmulo de males como grande era el de los bienes anteriores. Pues del mismo modo, aunque Medusa antes hacía volver hacia sí los ojos de todos a causa de la notable belleza de su cuerpo y de sus cabellos o, para decirlo más verdaderamente, a causa de su primitiva felicidad, después de que su cabellera se convirtió en serpientes todos apartaban de ella los ojos; pues cuando sopla la fuerza de la fortuna y una brisa benigna, nos rodea por todas partes una gran abundancia de amigos y parientes; pero si Dios aparta el curso de la fortuna, todos, amigos y parientes, salen volando con rapidez y muchos que antes fueron íntimos, cuando se encuentran con nosotros desvían su mirada. Por consiguiente, yo creería que la fábula de Medusa fue imaginada por los antiguos para reprimir estos vicios, pero no por la causa que se ha dicho más arriba. [Por otra parte, el hecho de que dijeran que la diosa apartó a los hombres de su contemplación, esto ciertamente tiene que ver con el placer, puesto que nada puede apartamos de él tanto como los suplicios que de él provienen. Pero los hombres son tan propensos por su carácter bien a las calamidades propuestas o a mezclarse en algún placer del que no pueden en absoluto apartarse, por lo que fue necesaria la ayuda de Palas, la diosa de la sabiduría, que envió a Perseo, hijo de Júpiter, para darle muerte. Pues si no somos instruidos en los preceptos de la divinidad y Dios nos auxilia, difícilmente podemos abstenemos por algún medio de las tentaciones de los placeres. Se dijo que Palas clavó aquella cabeza en su pecho porque consiguió que se demostrara cuan gran terror debe inspirar con todo derecho la sabiduría a los enemigos, y que evidenciaran que es tan grande la fuerza de la sabiduría que inunda a los hombres con tan gran dulzura de ánimo que consigue que realmente se queden estupefactos ante estos placeres de la fortuna que nosotros solemos llamar bienes, dado que son rocas y madera junto al oro, si se comparan con la divinidad y con la maravilla de la sabiduría. Pues es un don importante de la sabiduría aquello que nos muestra que es estúpido pensar que hay alguna firmeza en las cosas caducas e insignificantes.] Pero ahora háblese acerca de las Górgonas.

Cap. 12: Sobre las Górgonas

Pero es doble la clase de Górgonas, aunque todas han nacido de los mismos padres de los que también Medusa, a saber de Forcis y de Ceto. Otras, en verdad distintas de éstas puesto que nacieron canosas, fueron llamadas Greas, sobre las que escribió así Hesiodo en la Teogonia (270-3): Por su parte Ceto tuvo de Forcis a las Greas, de hermosas mejillas, canas desde su nacimiento, y las llamaron Greas los dioses inmortales y los hombres que caminan sobre la tierra, y a Pemfredo, de bello peplo, y a Enío, de peplo color azafrán. Y éstas vivieron en Escitia y tenían en común un solo ojo y un solo diente, del que hacían uso cuando salían de casa y que en casa depositaban en un recipiente, lo que parece poner de relieve así Esquilo en el Prometeo (792-7): Atravesando el estruendo del mar hasta que llegues a la llanura Gorgonea de Escitine donde habitan las Fórcides, las tres viejas doncellas de figura de cisne, que son dueñas de un ojo común, tienen un solo diente.

655 El texto de Esquilo ofrece kistheneg, «topónimo probablemente fantástico», según R. Adrados, F. Esquilo, Tragedlas, trad, de, Madrid 1984, vol. I, p. 280, n. 44 ad loe.

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a las que no contempla el Sol con sus rayos ni ¡a Luna nocturna. Aunque los latinos llamaron a éstas Lamias, sin embargo escribió Durís, en el libro II de Los asuntos de Libia (=Schol. Arist. Vesp. 1035), que hubo una sola Lamia, que fiíe una mujer de muy notable belleza y, al haberse unido Jijpiter a ella. Juno hizo que murieran todos los que nacieran de ella. Asi pues, cuentan que ella, a causa del dolor, no sólo se convirtió en deforme sino que incluso, por la nostalgia de sus hijos y el odio de los otros, solía devorar a los niños en sus cunas y recibió el nombre de Lamia por el tamaño de su garganta. Sin embargo Pausanias, en Los asuntos de la Fócide (X 12,1), escribe que Lamia fue una hija de Neptuno y la primera de todas las mujeres que hizo vaticinios, la cual fue llamada Sibila por los africanos. No obstainte, Apolodoro de Atenas, en el libro 11 (4,2), no las llamó con estos mismos nombres sino Pemfredo, Enío. Melantes, en el libro Sobre los misterios, añadió leno a las que habían sido enumeradas por Esquilo y Hesiodo. Perseo les arrebató el ojo y el diente común cuando se dirigía a matar a Medusa, según dice Simónides en Perseo, que retuvo durante mucho tiempo hasta que ellas le indicaron las Ninfas que tenían las sandalias aladas. Fueron llamadas hermanas de éstas las tres Górgo­nas que, según dice Apolodoro en el libro II (4,2), tenían sus cabezas cubiertas de los anillos de serpientes escamosas, dientes tan grandes como lo son los de los enormes jabalíes, manos de bronce y alas de oro. Se dice que éstas vivían en los últimos confínes de Iberia, en occidente, no muy alejadas de las Hespérides, según atestigua Hesiodo en estos versos (Theog. 274-8): Y a ¡as Górgonas, que habitan al otro lado del glorioso Océano, en la lejanía cerca de la noche, donde las Hespérides de voz aguda Esteno, Euríale y Medusa, la que sufrió desventuras. Esta era mortal y las otras inmortales y privadas de vejez las dos, y con ella sola se unió el de azulada cabellera. Tzetzes, en la historia 22 (717-9) de la V Quilíada, atribuye falsamente el ojo de las Greas a las Górgonas, pues no puede suceder que Perseo le quitara el ojo a las Górgonas y lo retuviera durante mucho tiempo hasta que le fueran indicadas las Górgonas. Menandro, en el libro Sobre los misterios, recuerda que también Escila fue enumerada entre las Górgonas por algunps. Estas habitaron eh las islas Dórcades, en el mar de Etiopía, islas que algunos llamaron Gorgadas, de donde viene el nombre de Górgonas. Confió a la memoria Ninfodoro, en el libro II de las Historias (Jac. 572F17) y Teopompo, en el libro XXVII (Jac. 1I5F411) que por parte de algunos se decía que las Górgonas no tuvieron la cabeza llena de anillos de escamosas serpientes sino que sus propias cabezas fueron de serpientes escamosas y que tuvieron dientes como los de los jabalíes y un ojo y manos de hierro cada una y alas con las que volaban. Tenían éstas en lugar de cinturón dos víboras entrelazadas, según atestiguó Polemón en el Libro a Adeo y a Antigono. Solían, además, convenir en piedras a todos aquéllos por los que eran contempladas, según puso de manifiesto Esquilo en estos versos (Prom. 798-800): Cerca de éstas se hallan tres hermanas aladas, las Górgonas de cabellera de serpientes, odiosas para los hombres, tras ver a las cuales ningíín mortal conservará la vida. Pues, después de haber matado Perseo a Medusa, volaron como sí quisieran engullirlo. Pero, como Perseo no podía ser visto gracias al casco de Plutón, aquéllas se apartaron del camino emprendido. Y ciertamente no recuerdo haber leído más que estas cosas sobre las Górgonas. Dejó escrito Alejandro Mindio, en aquel libro que

656 El nombre de laino de una de las Greas, aparece en Ferecides (Jac. 3 F I l = S c h o l . Ap. Rh. IV 1515) y quizás sea Delnó, pero no se habla de ningún autor llamado Melantes.

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escribió Sobre las bestias de carga que los Nómadas en Libia solían llamar Górgona a un animal muy semejante a las ovejas salvajes, como atestigua también Ateneo según la (^inión de aquél en el libro V (221b), que algunos consideraron, sin embargo, más semejante a una foca. Se dice que era propio de este animal tener tal potencia en su soplo que mataba a todos los animales que le salían al encuentro, y tenía aquel animal una cabellera que le colgaba de la frente hasta los ojos y, cuando agitaba ésta y su cabeza, pese a que' veía con dificultad a causa del peso, mataba a los que habían sido vistos. Aunque otros dicen que esto ocurría no a consecuencia del soplo sino de su contemplación y los rayos de sus ojos. Atestigua el mismo Ateneo [en el libro V (221c-d)] que muchos soldados de Mario, cuando guerreaban contra Yugurta, persiguieron a este animal creyendo que era una fiera salvaje y al punto cayeron muertos, puesto que este animal, al temer el estrépito de los que lo perseguían, agitó la cabellera que cubría sus ojos. A estas Górgonas, bien fueran mujeres o bien monstruos horribles, las arrojaron después los poetas a los Inflemos para hostigar a los criminales, así como otros animales muy crueles que se encuentran por todas partes, según lo indica Virgilio (Aen. VI 286-9): Están en sus establos junto a las puertas los Centauros, las Escitas de doble figura, Briáreo de cien brazos, la bestia de Lerna que grita horriblemente y la Quimera armada con llamas, las Górgonas y las Harpías y la figura de una sombra de tres cuerpos.

Hubo quienes pensaban que las Greas, hijas de Forcis y de un monstruo marino, no eran otras cosas que el conocimiento y aquella sabiduría que se adquiere por la experiencia. Dijeron que éstas tenían un solo ojo del que hacían uso cuando salían de casa, porque es necesaria la prudencia no tanto para los que permanecen sentados dentro de las paredes domésticas cuanto para los que salen a la vida pública y donde están las dificultades. Otros dicen que mediante estas cosas son reprendidos los ingenios de los ciuriosos, que están ciegos para sus propios asuntos domésticos aunque tengan muy aguda vista para los ajenos. Así pues, con el máximo derecho se dice que éstas son Greas y han nacido ancianas e hijas de monstruos marinos y habitan en aquellos lugares que no se iluminan ni con la luz del Sol ni con la de la Luna, puesto que en las cosas claras y abiertas no es necesaria ninguna rebuscada prudencia. Hermanas de esta prudencia, o de las Greas, son las Górgonas, de las que unos pensaron que eran los placeres, otros los peligros de la vida humana y tanto de unos como de otros nadie se libera fácilmente sin el consejo de las Greas. Pues tanto la razón como el deseo nacen de la misma fuente y del mismo ánimo. Por ello se dijo también que Perseo las venció y salió sano y salvo con la ayuda de Palas, el ojo de las Greas, el casco de Plutón y la espada de Mercurio, puesto que en todas las situaciones arduas y difíciles se precisa en primer lugar de la sabiduría, de la inteligencia y sutileza del espíritu y, además, de la agudeza de ingenio, sin las cuales no puede realizarse nada digno de gloria; y a estas cosas les sirven de utilidad también las riquezas. Por consiguiente, ¿qué ponían de manifiesto los antiguos a través de estas cosas? Para resumirlo brevemente, lo mismo que si dijeran: Prestad atención, mortales, porque la vida humana está cercada de muchos placeres que os arrastran a la perdición y a eternas tristezas; prestad atención, para que no os dejéis ser arrastrados como estúpidos por ellos. Y puesto que, por otra parte, os rodean muchos peligros, guardaos de ceder; superadlos en cambio con fuerte

657 Kténón es lo que dan a los mss. A y C de Ateneo y esta lectura fue, posteriormente, corregida por Schdnemann en Plénón: aves.

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ánimo; en todos ellos haced uso de vuestra prudencia y suplicad el auxilio divino, que no suele faltar a nadie que lo pida con un ánimo sincero. Si hacéis esto, saldréis sanos y salvos de todos los peligros, incluso de los más graves, y no seréis presa de los perniciosos placeres. Quien haga esto será Perseo, el hijo de Júpiter, esto es grato a Dios y su amigo. [Algunos pensaron que hubo muchas mujeres belicosas en los confínes de Libia hacia el ocaso, pero sobre todo la estirpe de las Górgonas, contra las que emprendió una campaña militar Perseo, que, guardando su virginidad, se mantenían con admirable agilidad para guerrear durante algún tiempo. Pasados los años del servicio militar, podían dedicarse a la procreación; los hombres las obedecían, cuidaban la casa y los asuntos domésticos. Estas vivieron a orillas de la laguna Tritónide, en occidente, junto al Océano, en Etiopía, de las cuales se dice que fueron totalmente vencidas por Perseo en el tiempo en que Medusa gobernaba sobre ellas y que fueron totalmente destruidas por Hércules en la época en que colocó una columna en Libia. Por otra parte, se dice que la laguna de Tritón desapareció a consecuencia de los terremotos y las crecidas del Océano.] Sin embargo Isacio (Schol. Lyc. 17) intenta desviar esta fábula a los asuntos de la naturalezaa y dice que las Górgonas son hijas del mar, puesto que reciben su nombre del bramido del mar, esto es las aguas. Hasta ellas llegó Perseo, o el Sol, hijo de Júpiter, por supuesto ministro de la mente divina, siguiendo el consejo de Minerva, ya que todas las acciones de la naturaleza tienen lugar según la divina sabiduría y no en vano ni inútilmente. Debido a la rapidez de movimiento, se dice que éste tuvo las sandalias aladas de las ninfas; puesto que su fuerza penetra en todas las cosas, recibió de Mercurio la hoz; pero, dado que debilita las humedades que atrae de modo que no pueden ser vistas por nadie, se dice que tuvo el casco de Plutón. En efecto, mató a Medusa, que era mortal, porque sólo debilita el agua del mar más ligera y de la superfìcie, mientras las demás aguas permanecen. Se dice que se convierten en piedras quienes han visto a Medusa porque la sabidura de Dios es admirable y, a causa de la admiración, se detiene casi atónito cualquiera que pueda contemplar correctamente «la fuerza y la acción del Sol y las virtudes de la naturaleza. Y esta misma fábula puede ser trasladada en su totalidad para la instrucción de la vida humana, según se ha dicho. Pero ahora ha de hablarse acerca de las Sirenas,

Cap. 13: Sobre las Sirenas

Se dice que la Sirenas, también ellas mismas monstruos muy peligrosos para los hombres a causa de la dulzura de su canto, ablandaban de tal manera con sus cantos a los hombres que navegaban que los empujaban a un profundísimo sueño; y después a éstos, así dormidos, los arrojaban al mar y les daban muerte, pues de todas las cantilenas imaginaban aquellas cosas que pensaban que iban a ser más agradables según el carácter de cada uno. Así pues, los antiguos imaginaron que éstas eran hijas de Terpsícore y del río Aqueloo, que separa Etolia de Acarnania e inundó la ciudad de Nicópolis, que César levantó para eterno recuerdo de su victoria después de haber vencido a Antonio Nicandro, en el libro III de los Cambios, escribe que la madre de las Sirenas fue Melpòmene, otros que Estérope, otros que Calíope. Recuerdan que éstas fueron tres, que en una ocasión, por instigación de Juno, retaron a una competición de canto a las Musas; por esta razón, al ser las Sirenas

658 Cf. Schol. Lyc, 653.

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antes aladas, las Musas airancaron las alas a las vencidas y colocaron en sus cabezas coronas hechas de aquéllas, lo que tuvo lugar junto a una ciudad de Creta Uatnada por aquella causa Áptera, según dice Crobilo en el libro I (en St. Biz. s.v.). Esta fue la causa de por qué se dijo que se consideraba a las Musas con las cabezas aladas, a excepción de una, que era la madre de aquéllas *^'. Así pues, éstas vivieron en principio junto al Peloro, promontorio de Sicilia, o, según prefirieron otros, en las islas Sirenusas, que están en la parte más alejada de Italia, según opinó Estrabón en el libro I (2,12.C22), quien también dice en el libro V (4,8.C247) que hubo unas islas Sirenusas rocosas y desiertas no lejos de Capri. Se dice que éstas tuvieron la parte inferior de su cuerpo de aves aladas y que la parte superior imita la figura humana, según opinó Teompompo en Calesero (Edm. 1, p. 856, fr. 23=Ath. Vn 302e) e Isacio (Schol. Lyc. 653). Por ello las llamó monstruos Ovidio en el libro HI (311-2) del Arte amatoria: Las Sirenas eran monstruos del mar, que con su voz melodiosa retuvieron cualquier tipo de nave que hubiera desplegado las velas. En verdad, los nombres de aquéllas fueron los siguientes: Agláope, Pisínoe, Telxio-pca; según pretendió Querilo Telxíope, Molpe, Agláofone. Pero Clearco de Sola, en el libro III de los Amatorios, llama a una de ellas Leucosia, a la otra Ligia y a la tercera Parténope, por lo que dice también Estrabón, en el libro I (2,13.C23) de la Geografia, que Ñapóles, nobilísima ciudad de Italia, fue llamada Parténope por el nombre de una de las Sirenas que murió en este lugar. [Pero se dice que Palero, un tirano de Sicilia, restauró aquella ciudad casi destruida por la guerra y la llamó nueva ciudad o NeápoUs aunque, sin embargo, Diodoro Siculo (en Schol. Lyc. 717) y Opiano (Cyn. II 149=ibid.) pensaron que aquélla fue fundada por Hércules y llamada asi.] El mismo Estrabón, en el libro VI (1,1. C 252), confió a la memoria que la isla Leucosia obtuvo su nombre igualmente de otra Sirena que allí mismo se arrojó al mar y murió. Cuentan mediante fábulas que una de éstas solía cantar con la voz, otra con las flautas, la tercera con la cítara o la lira, para que sus diferentes encantos se manifiesten según el carácter de cada uno, tal como se deduce de estos versos: Lo que lamenta la tuba, lo que los clarines, lo que los roncos cuernos, lo que hace sonar la flauta de mil agujeros y lo que los suaves cálamos, y lo. que canta la dulce Aedón, lo que la lira, lo que la cítara, lo que el cisne pronto a morir. De hecho, se decía que el canto de estas Sirenas era de una admirable dulzura, puesto que arrastraban a los hombres incluso a una evidente perdición y hacían que ellos, olvidados de sí mismos, se dejaran arrastrar a una muerte clara. Por esta razón escribe Orfeo, en los Argonáutica (1268-72), que cuando los Minias navegaban por esos lugares con Anceo al timón, el propio Orfeo cogió la cítara y con su canto silenció el canto de las Sirenas y, al cantar él los combates de los dioses, efi modo alguno se oyeron las cantilenas de las Sirenas, según está en estos versos: Y allí asentadas las doncellas dejan oír su voz sonora, hechizan en su oído a los mortales que ya no vuelven. En aquel momento les fue agradable a los Minias el rumor del canto de las Sirenas y no fueron capaces de dejar atrás el funesto sonido de aquéllas, y unos dejaron caer los remos de sus manos. Después ellas, presa de la desespe­ración y enmudecidas, arrojaron sus instrumentos al mar, según dice el mismo poeta (1284-6) en estos versos: Entonces, en ese momento, al tocar él la cítara, desde un nevado escollo las Sirenas se quedaron atónitas, hicieron cesar su canto y una arrojó de sus manos la flauta de loto, la otra la lira, cosas todas que declaró así Apolonio, en el

659 Esa una, según Schol. Lyc. 653, es Terpsícore.

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libro IV (891-909) de los Argonáutica, donde dice que Orfeo empezó a cantar y superó todo el canto de las Sirenas: Al punto contemplaron la hermosa isla Antemoesa, donde las dulces Sirenas hijas del Aqueloo destruyen, al seducirlo con sus dulces cantos, a cual­quiera que arroje las amarras. A éstas las dio a luz la bella Terpsícore, una de las Musas, en amorosa unión con el Aqueloo; y en otro tiempo honraban cantando todas a la vez a la gloriosa hija de Deo, todavía virgen; pero ahora parecían semejantes en parte a pájaros, en parte a doncellas; estaruio siempre al acecho desde una atalaya de buen puerto, muchas veces, verdaderamente, arrebataron a muchos el dulce regreso, haciéndolos perecer devo­rados. Y sin miramientos también emitieron de sus bocas un canto armonioso para los que iban. Y algunos hubieran estado a punto de arrojar las amarras desde las naves sobre aquellas riberas si el tracio Orfeo, hijo de Eagro, tensando en sus manos la ¡ira bistonia, no hubiera hecho sonar la impetuosa melodía de un canto de ritmo rápido, para que ¡os oídos del turbado se embotaran a la vez con el ruido del plectro, y la lira dominó el canto de las doncellas. Era tal la astucia de las Sirenas que ellas cantaban sobre las cosas con las que cada uno se deleitaba muchísimo al oírlas; así, para cautivar a los ambiciosos y deseosos de gloria cantaban sus hazañas, para ablandar a los apasionados, asuntos de amor y se acordaban admirablemente de todos los hechos pasados; por esta razón dicen así en Homero, en el libro XII (184-91) de la Odisea: Ea, célebre Ulises que vienes, insigne gloria de los aqueos, deten la nave para que oigas más cerca la voz. Pues nadie ha pasado en su negro navio sin oír la suave voz que fluye de nuestras bocas, sino que se van todos después de haberse recreado y saben más, pues conocemos cuántos trabajos padecieron en la gran Troya argivos y troyanos por la voluntad de los dioses, y sabemos también cuanto ocurre en la fértil tierra. Y dado que muchos, una vez que hubiesen desembarcado en aquel lugar, no podían alejarse apresados por la dulzura de su canto sino que morían sin enterrar en las islas desiertas, que blanqueaban mucho a causa de los huesos de los muertos, se precisaba mucha prudencia y firmeza de ánimo para evitar aquellos peligros. Por ello Ulises es instruido por Circe, la hija del Sol, acerca de qué modo debían ser atravesados. Y Ulises tapó con cera los oídos a los marineros cuando estaban a punto de acercarse allí y ordenó que a él lo ataran con muy apretadas cadenas al mástil y no quiso que se le soltara, aunque lo pidiera, puesto que rogaba a quienes no le oían en absoluto, ya que así lo aconseja Circe (Od. XII 39-51): Llegarás en primer lugar a las Sirenas, las que encantan a todos los hombres cuantos llegan hasta ellas. Aquél que por desconocimiento se acerca y escucha la voz de las Sirenas, a éste ya no le saldrán al encuentro, cuaruio vuelva a su casa, ni su mujer ni sus hijos pequeños, sino que las Sirenas, sentadas en una pradera, los hechizan con su sonoro canto; alrededor un gran montón de huesos de hombres putrefactos y en torno sus pieles disminuyen. Pero pasa de largo, unta las orejas de tus compañeros ablandando dulce cera, para que ninguno de los otros las escuche. Pero si tú mismo quieres escucharlas, que te aten de pies y manos en la rápida nave, que te aten de pie en la carlinga y que las cuerdas estén atadas a ésta. Pues estaba casi toda aquella costa blanca a causa de los huesos de los insepultos, lo que también dice Virgilio en el libro V (864-5): Y ya en su marcha se acercaba tanto a los escollos de las Sirenas, en otro tiempo intransitables y blancos con los huesos de muchos hombres. [Y Lesques en la Pequeña Diada: Después, cuando hayas llegado al agua salina de las Sirenas. Con los dulces cantos de las Sirenas destruyeron a gran número de navegantes, cuyos blancos huesos se pudren.] Ptto, como Ulises hubiera burlado sus astucias tras haber tapado los oídos de sus compañeros y él mismo se hubiera atado al mástil, se cuenta que

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las propias Sirenas se arrojaron al mar y no fueron oídas después nunca más, según ponen de relieve los siguientes versos: El gran Ulises, engendrado por la sangre de Sisifo, untó con cera los oídos de sus compañeros y él mismo ofreció sus propias manos a las cadenas. La flota rebasó los escollos y las costas inhóspitas y aquéllas, precipitándose, se arrojaron al mar. Y, tras hat>erse precipitado al mar, bien se consiguiera esto con el arte de Orfeo o con la de Ulises, se dice que se convirtieron en rocas, según atestigua Orfeo en los Argonáutica (1287-90): Gimieron terriblemente, porque llegó el triste destino de la muerte fatal, y desde un horadado promontorio se lanzaron a lo profundo del mar que resuena con sus bramidos y cambiaron en piedras su cuerpo y su orgulloso figura. [Y, puesto que se cantó que fueron vencidas no lejos de la costa dé Creta, una ciudad de la región fue llamada Áptera, porque allí perdieron las alas.] Y tantas cosas fueron dichas a manera de fábulas sobre las Sirenas por los antiguos.

Ahora investiguemos qué señalaron mediante estas cosas. [Y, en primer lugar, parece algo ridiculo eso de que hubo alguna vez unos animales que estuvieron compuestos de dos figuras tan distintas que una parte era de pez, la otra de hoinbre, porque ninguna de las dos clases de animales vive en las aguas y en lo seco; y no se me oculta que algunos creyeron que en la creación del mundo, cuando los elementos fueron separados entre sí por el Sumo Creador, todos los animales nacieron en primer lugar espontáneamente y aquellos que tenían mucho calor, elevados a lo más alto, se convirtieron en aves, y los que tenían mucha mezcla de tierra permanecieron en el grupo de los reptiles y de los animales terrestres y habitaron la tierra, y los que se acercaban a la naturaleza del agua habitaron el mar y las aguas y fueron llamados nadadores. Pero después de que la tierra, por el calor del Sol, se secó y se condensó, cesó esta creación y los animales nacieron de la unión mutua, según opinó el ñsico Anaxágoras, siguiendo al cual Eurípides escribió en Melanipe (fr. 484N,2-6): Puesto que el cielo y la tierra eran una sola figura, cuando se separaron uno de otro en dos, produjeron todas las cosas y dieron a la luz árboles, aves, animales terrestres y a los que alimenta el mar y el linaje de los mortales y de los dioses, quienes se dirigieron al cielo al descubrir sus muchas cosas bellas y ventajosas **".] Escribió Ar-quipo, en el libro V de los Peces, que hubo algunos lugares marinos recogidos en algunos desfiladeros de montes escarpados y que si las olas, que emitían un sonido suave y armonioso, atraían a los navegantes hacia ellos para visitarlos, una vez que habían llegado alU, arrastrados por el empuje de las olas eran absorbidos, de donde se dio lugar a la fábula. Pero Dorion, en el libro Sobre los peces, escribe que las Sirenas fueron unas hermosas meretrices que vivían en la costa, quienes con la dulzura de su canto atraían a los nave­gantes hacia sí y, una vez atraídos, los retenían todo el tiempo necesario hasta que, olvidada la preocupación de las cosas útiles, eran reducidos a la máxima pobreza; por esta razón se dice que todos los que se habían acercado a las Sirenas sufrían un naufragio. Pues reciben el nombre de Sirenas, casi cadenas, porque a los que atraen los encadenan en amor. Y no faltaron quienes pensaron que las Sirenas fueron unas aves de la India que a los navegantes atraídos a la costa con la dulzura de su canto, tras haberlos dormido, después los (kspedazaban y engullían. Horacio, en el libro II (3,14-5) de las Sátiras, escribe que las Sirenas no son rocas, ni meretrices, ni aves de la India, sino la desidia y la inactividad, casi la más vergonzosa de todas las cosas, que atraen a todos hacia sí y finalmente los

660 En Nauck no se recogen el último verso y medio que Conti ofrece de la Melanipe.

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llevan a la perdición, puesto que dice: Serás despreciado, infeliz; ha de ser evitada la pereza, engañosa Sirena. Yo, ciertamente, creería que el canto de las Sirenas y las propias Sirenas no son otra cosa que los placeres y sus cosquilieos; se dice que éstas son hijas de una de las Musas y del Aqueloo, porque han nacido de un padre semejante a un toro y propenso a los placeres y la Musa es aquella dulzura que nos empuja hacia ellos. Estas nos llevan finalmente a la perdición, porque nacen de aquella parte del alma que está privada de razón y se llama alogos. Estas, para expresar la naturaleza de los mortales, parecen en parte bestias, en parte doncellas, dado que es casi semejante a un monstruo quien no obedece a la razón y a la reflexión, sino al deseo, ya que una parte de aquél es hombre y la otra bestia. Pues, dado que una fuerza de nuestra alma está dotada de razón, la otra carece de razón, ¿de qué modo no tiene cada uno dentro de sí encerradas y latentes las Sirenas? O quien no tiene nada, a no ser la forma del cuerpo, en común con el hombre y no hace uso de razón alguna sino que es llevado de aquí para allá según los impulsos del ánimo, a donde le ha arrastrado el placer, los apetitos y el deseo, ¿de qué modo éste no tiene dentro de sí a las Sirenas o incluso él mismo se convierte más bien en el monstruo más repug­nante? Pero, ya que diferentes personas son dominadas por diferentes cosas y no todos son empujados por los estímulos del placer, por la ambición o la avaricia, ellas se jactaban de tener el conocimiento de todas las cosas y ablandaban a cada uno con canciones gratas. Incluso los nombres de ellas atestiguan que las Sirenas no fueron otra cosa que las emocio­nes del espíritu. Pues, ¿qué es Pisínoe? ¿No es acaso la fuerza que persuade con facilidad la mente? Pues peitheín es persuadir y noos es mente. En cambio Agláope es dulce por su aspecto, Telxíope agrada con su sola contemplación, pues theigein significa agradar y Telxínoe ablanda la mente y es agradable la voz de Aglaófone y sonora la de Ligia, y Leucosia es blanca y Parténope tiene el rostro de doncella, nombres que en su totalidad fácilmente pueden adecuarse a los impulsos del espíritu o a las libidinosas meretrices. Por consiguiente, si alguno quisiera evitar las numerosas calamidades y las muchas tristezas, es necesario que éste tape sus oídos ante los placeres ilegítimos y los vergonzosos encantos de la vida humana, siguiendo el ejemplo de Ulises o de Orfeo, y obedezca los consejos de los restantes hombres sabios y a ellos solos escuche. Porque, sin embargo, si alguno tuviere los oídos abiertos al canto de las mismas Sirenas y gobernara con su propio ingenio su vida, conviene que éste se ate a la razón como Ulises se ató al mástil de la nave, puesto que es necesaria una sabiduría increíble y casi divina para que, cuando uno ha sido deleitado una vez por las Sirenas, pueda volver de allí sano y salvo. Asi pues, conviene que Orfeo, o un hombre sabio y amigo, venza con sus consejos muy sabios y de confianza las voces de las Sirenas, a no ser que prefiramos ser arrastrados a las desgracias con los halagos de perniciosos placeres. Otros, en cambio, consideraron que las Sirenas eran las voces de los aduladores y que ninguna perdición más dulce ni más criminal que ésta se apodera de los príncipes [o de los] hombres [ambiciosos]. Ellas empujan al más profundo sueño a los príncipes porque, como si estuvieran dormidos, no ven en su mayoría qué diferencia al amigo del adulador y, porque es más dulce a los oídos la conversación de im adulador que la de un amigo, aceptan de mejor grado las cosas que son más agradables. Por el contrario los aduladores, al conocer el carácter del príncipe, piensan qué palabras habrán de ser más gratas y si se complace con la gloria de sus hazañas o amontonando riquezas, o con las meretrices u otras cosas de este tipo y ensalzan su afición con las admirables. Puesto que esta conversación es agradable para el que la oye, se dice que las Sirenas son hijas de una de las Musas. Y ellas finalmente arrastran a la perdición a los

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oyentes porque, donde hay lugar para la adulación, no queda ninglin lugar para la amistad, ninguno para la sinceridad, ninguno para la justicia, puesto que aquél que confia más en los otros que en sí mismo en lo que le concierne, cierra los ojos, cuando le hablan con suavidad, a toda salvación y felicidad tanto propia como de los suyos y necesariamente no se hace en absoluto diligente para actuar. Esta es la única causa de por qué con tanta frecuencia cambiaron los príncipes de las regiones de Italia, e igualmente ninguno fue durante mucho tiempo príncipe de la misma región, puesto que nada es más firme y más estable que el reino que es gobernado por un príncipe sabio. Pues quien no ha ofendido ni a Dios ni a los hombres mediante injurias, ¿de qué modo soportará las calamidades, ya que apenas pueden ser derrocados los [príncipes] que son malhechores? O, ¿de qué modo el príncipe que arroja lejos de sí a los aduladores puede no ser un hombre bueno, prudente y sabio? Pero suficiente sobre las Sirenas, ahora hablemos acerca de Orfeo.

Cap. 14: Sobre Orfeo

Orfeo, según opinó Asclepiades Mirleano (Jac. 12F6c=Schol. Ap. Rh. I 23), fue hijo de Apolo y de Calíope, una de las Musas. Pues aunque fueron distintas las opiniones de los diferentes autores sobre los padres de aquél, sin embargo Virgilio, siguiendo la opinión del Mirleano, escribió así en Folión (Bue. IV 55-7): No me vencerán con sus cantos ni el tracio Orfeo ni Lino, aunque a éste le asista su madre y a éste su padre, a Orfeo Calíope, a Lino el bello Apolo. Y Menecmo (Jac. 131F2 = Schol. Pyth. IV 313a) contó que aquél fue hijo de Apolo, aunque no hizo ninguna mención de su madre, según está en estos versos: Habitantes de Piera, que sufrís horriblemente, pagad el aborrecido ultraje, pues habéis matado a Orfeo, el hijo querido de Apolo. Con todo, Apolonio, en el libro I (23-5) de los Argonáutica, contó que fue hijo de Calíope y de Eagro en estos versos: En primer lugar mencionaremos a Orfeo, del que se cuenta que lo engendró en otro tiempo la propia Calíope, unida al tracio Eagro junto a la atalaya Pimplea. Otros sostuvieron que fue hijo de Eagro y de Polimnia, otros de Menipe y otros de Tamíride y consta que fueron sus hermanos lálemo e Himeneo Dicen que éste sobresalió tanto en sus conocimientos de canto que ante su canto los ríos se detenían, las aves volaban, corrían las fieras y los bosques, las rocas, los vientos y las especies de todos los que carecen de sentido corrían a él, según dice Horacio en el libro I (12,5-12) de sus Poemas: O en las sombrías regiones del Helicón o en la cima del Pindó o en el helado Hemo, desde donde al atjar los bosques siguieron al cantor Orfeo, que con el arte aprendida de su madre detenía los impetuosos cursos de los ríos y los rápidos vientos, suave también para conducir los bosques que prestaban oído a su lira cantora, sobre lo que escribió también Apolonio en el libro I (26-31) de los Argonáutica: Y cuentan que éste hechizaba con sus cantos las inamovibles rocas de los montes y las corrientes de los ríos. Como testimonio de aquel canto, los robles agrestes, que verdean en la ribera de la Zona de Tracia, todavía, uno tras otro.

661 Orfeo como hijo de Menipe, la hija de Támiris, aparece en Tzetz. Chil. I 12, 305-307, de donde, sin duda, Conti tomó el dato, pero sufre una confusión ya que no se presenta a Menipe como hija de Támiris, sino que hace a Orfeo hijo de una Tamíride, lo que es una traducción errónea de Mennipes tea Thunyridos hyios, con lo que presenta de un lado a Menipe (la Tamíride, al ser hija de Támiris) y de otro a Tamíride.

662 Cf. Schol. Pind. Pyth. IV 313a.

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innumerables se mantienen en hilera, a los que, encantados con su lira, condujo él desde Pieria. Y, aunque hubo muchos Orfeos, como atestigua Suidas (s. v. 654-60), sin embargo todos los hechos de los demás se reúnen en el más antiguo, el tracio hijo de Eagro quien, según dice Tzetzes en la historia 399 (179-80) de la XII Quilíada, fiíe contemporáneo de Hércules y vivió cien años antes de la guerra de Troya. Este fue el primero que escribió en Grecia sobre astrologia, lo que dice así Luciano en el diálogo Sobre la astrologia (10): Pero los griegos no escucharon nada acerca de astrologia ni de los etíopes ni de los egipcios sino que les explicó estas cosas por primera vez Orfeo, el hijo de Eagro y de Calíope. Este mismo, antes que todos, introdujo los sacrificios de Baco en Grecia e instituyó en un monte de Tebas en Beocia, donde nació el Padre Líber, aquellos sacrificios que fueron llamados órficos, en los que él mismo fue despedazado, según dice Lactancio en Sobre la falsa religión (Div. Inst. I 22,247) Este inventó muchas cosas útiles para la vida humana y para la política, según dice Pausanias en Los asuntos de Beoda (IX 30,4), pues fue el primero en descubrir las iniciaciones a los dioses y toda la teología c inventó las expiaciones de las acciones impías y contó con qué ritos se aplacaban las mentes de los dioses encolerizados, y encontró los remedios de muchas enfermedades, según atestigua él sobre sí mismo en los Argonáutica (8-11): El corazón impulsa a decir las cosas que nunca antes ha dicho, cuando, guiado por el estímulo de Baco y del soberano Apolo, mostraba las temibles flechas, medicinas para los hombres mortales, ritos para los iniciados en los misterios. Este mismo escribió sobre la generación mutua de los elementos entre sí y sobre la violencia del amor en los asuntos de la naturaleza, sobre los Gigantes luchando contra Júpiter, sobre el rapto y dolor de Prosérpina, sobre los vagabundeos de Ceres, sobre los trabajos de Hércules, sobre los ritos de los sacrificios de los Ideos y los Coribantes, sobre las piedras y las respuestas ocultas de los oráculos, sobre los sacrificios de Venus y de Minerva, sobre la lucha de los egipcios a causa de Osiris, sobre las purificaciones de aquéllos, sobre los vaticinios, sobre las observaciones de los auspicios, sobre la situación, de las fibras, sobre la interpretación de los sueños, sobre las señales y los prodigios, sobre la expiación de aquéllos, sobre la expiación de los infiernos, sobre la razón y movimiento de los astros, de qué modo pueden ser aplacados los dioses encoleriza­dos, sobre todas las cuales atestiguó él mismo que escribió en el comienzo de sus Argo­náutica (7ss.). Fue un hombre muy sabio, alumno de Lino y, según discuiría aquella época, el más experto en asuntos divinos. [Y cuánta sabiduría tuvo éste fácilmente puede conocerse por estos versos que escribió en el libro Sobre las piedras (17): A cualquiera de los hombres lo conduce el corazón sensato, para pasar por alto de las cosas digo el resultado, y un poco después (43-9): Si quiere saber, aprenderá cuántas cosas secretas maquitian los mortales en sus mentes y cuántas han hecho resonar los aires entre si, las aves, gritando un canto enigmático para los hombres, las aves, impetuosas intérpretes del gran Zeus. Y sabrá detener el silbido de la serpiente que avanza por tierra o atenuar el veneno de las serpientes que reptan. ] No faltaron quienes pensaron que Orfeo y Anfión fueron magos egipcios, según dice Pausanias en Los segundos asuntos de la Elide (VI 20,18). Se cuenta que éste tuvo por esposa a Euridice y que, como Aristeo se inflamara en amor por ella y la persiguiera para violarla una vez conseguida, ella, al huir por lugares intransi­tables, murió herida por una serpiente que estaba ocuha en la hierba. Se cuenta que Orfeo

663 Tomado de Bocc. G.D. V 12.

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entonces, cogiendo la citara, bajó a los Infiernos [y, al cantar un lamento admirable, provocó las lágrimas de los dioses infernales, según dice Marco Manilio en el libro V (323-7) de Los asuntos astronómicos: Ahora, al aparecer la Lira, sobre las ondas la

figura de la tortuga que sólo resuena después de la muerte en manos de quien la recibió en herencia, con la que una vez Orfeo, el hijo de Eagro, proporcionó sueño a los mares, sentido a las rocas y oídos a los bosques y lágrimas a Dite y, por último, límite a la muerte.] Después, apaciguados Plutón y Prosérpina [muy severos reyes de los muertos] por la dulzura de su canto, no sólo obtuvo volver él mismo a la luz tras haber visto a Euridice sino incluso llevar consigo a Euridice en persona, sin embargo con la condición de no mirar atrás antes de llegar a los aires de arriba, según dice Ovidio en el libro X (8-85) y Virgilio en el libro IV (454-527) de las Geórgicas. Sin embargo, como impaciente de amor se volviera a mirar a aquélla en contra de las leyes de los dioses del Infierno antes de llegar a la luz, la perdió. Luego, el que había descendido a los Infiernos por el Ténaro, escribió acerca del descenso a los Infiernos y sobre aquellas cosas que había visto en los Infiernos, tal como él mismo atestigua en estos versos de los Argonáutica (40-2): Pero he contado las cosas que vi o percibí cuando recorrí el Ténaro, sombrío camino, dentro del Hades, confiado en mi lira a causa del amor de mi esposa. Dicen que éste, cuando descendió a los bifieroos, cantó allí las alabanzas de todos los dioses a excepción de las del Padre Líber, que omitió por olvido, razón por la cual Dioniso, encolerizado, imbuyó la locura a sus Bacantes, por las que fue despedazado junto al río Hebro y sus miembros esparcidos por los campos para que fueran devorados por los perros; sin embargo, se dice que fueron reunidos por las Musas y sepultados en Dio, lugar de Macedonia, porque, por encima de los demás, había ensalzado a Apolo con loas dignas de alabanza. [Om)$ dijeron que fue golpeado por Júpiter con un rayo en Tracia, según atestigua Leónidas (Anth. Gr. VII 617) en estos versos: Las Musas enterraron al tracto Orfeo el de la lira de oro con ésta, al que mató Zeus, el que domina en lo alto, con su ardiente rayo.] Se dice que su cabeza, arrojada al Hebro junto con la lira, fue llevada a Lesbos por la fuerza del río y allí sepultada, [que la lira, colocada entre los astros, por cada una de las Musas, cuyas alabanzas había cantado brillantemente, fue adornada con nueve resplandecientes vcstrellas;] otros recuerdan que aquél, después de la muerte de Euridice, despreció el matrimonio con las restantes mujeres y convenció a muchos hombres de que la mujer es un gran mal, tanto si es mala como si buena, razón por la cual, al abstenerse muchos de casarse con mujeres, fue despedazado por aquéllas en unos sacrificios simulados en honor del Padre Líber, según opinó Apolo-doro de Cirene en el libro Sobre los dioses. Otros hablaron de un motivo muy vergon­zoso, que trató así Ovidio (Met. X 83-4): Fue él también quien instigó a los pueblos de Tracia a trasladar a los tiernos varones el amor. Pausanias, en Los asuntos de Beocia (IX 30,5), dice que fueron las mujeres de los tracios, indignadas porque, a causa de la dulzura de su canto, arrastraba consigo a muchos maridos, quienes, tras haberse librado del miedo sin temor, lo despedazaron. Pero Apolodoro de Gela, en Flladeifos, dice que Calíope fue elegida por Júpiter como juez cuando Venus y Prosérpina discutían acerca de Adonis; al haber decidido ésta que Adonis fuese común a ambas Venus, indignada, excitó a las mujeres contra Orfeo, el hijo de Calíope. Otros dicen que Venus dirigió el amor de todas las mujeres hacia Orfeo de tal manera que, apresado por ellas precipitadamente, mientras

664 Cf. Hyg. Poet. Astr. II 7.

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luchaban entre sí por Orfeo, fue despedazado. Agatárquides de Gnido, en el libro XXII de Los asuntos de Asia, escribió que, muerta Euridice, fue a Aomo, en la Tesprótidc, donde había un oráculo muy antiguo para hacer venir las almas; como creyese que se le había presentado Euridice y se diese cuenta de que se había engañado, se dio muerte. Por ello escribió Pausanias (IX 30,6) que los ruiseñores que estaban alrededor del sepulcro de Orfeo en Tracia emitían un canto más dulce que todos los demás. [Otros pensaron que Orfeo murió fulminado por un rayo porque había divulgado los secretos de los iniciados a la gente profana y salvaje. Dicen que hijo suyo fue Metón, que habitó en Tracia y llamó con su nombre la ciudad que fundó, según dice Plutarco en Los problemas (Quaest. Graec. 11,293B).] Otros dicen que, hastiado de la vida después de la muerte de Euridice, se dio muerte a causa de la tristeza. Quienes contaron que fue despedazado por las mujeres, añaden que el río Helico, que fue llamado Bafira entre los de Dión, se ocultó bajo tierra en la época en que las mujeres mataron a Orfeo, a fin de no ofrecer sus aguas a las mujeres manchadas con la sangre de aquél para que se purificaran ***; Apolodoro, en el libro I (3,2), escribe que fue enterrado en Pieria. [Se dice que las Musas soportaron muy mal su muerte, pero sobre todo Mnemósine y Calíope, según dice Antípatro (Anth. Gr. Vn 8): Ya no conducirás, Orfeo, las encinas embelesadas, ni tas rocas, ni tas salvajes manadas de fieras; ya no adormecerás el rugido de tos vientos, ni el granizo, ni las ráfagas de nieve, ni el mar embravecido. Pues has muerto; te lloran mucho las hijas de Mnemósine y sobre todo tu madre Calíope. ¿Por qué gemimos por la muerte de ¡os hijos cuando no les es posible ni siquiera a los dioses arrancar del Hades a sus hijos?] Estas son las cosas que sobre Orfeo fueron confiadas a la memoria por los antiguos. Ahora expliquemos por qué se inventaron. Se dice que Orfeo fue hijo de Apolo y de Calíope, o de Polimnia, porque fue un hombre que sobresalía muy especialmente en oratoria y en poesía y se dice que todos los hombres buenos fueron hijos de un dios, porque pensaron que las almas de los hombres ilustres bajaban de una de las esferas, y especialmente del Sol, a estos cuerpos. Y este mismo, como llegara junto a los hombres todavía rudos, que vivían sin ninguna distinción de costumbres y sin leyes y vagaban a modo de fieras por los campos sin tener casa alguna, resaltó tanto con su palabra y la dulzura de su discurso que llevó a los hombres a un tipo de vida más civilizada, los reunió en un solo lugar y les enseñó a fundar colonias y a someterse a las leyes de las ciudades, a observar los pactos de los matrimonios, don que fue considerado propio de los antiguos poetas y lo que es en realidad, según dice Horacio en el Arte Poética (391-9): Sacerdote e intérprete de los dioses, Orfeo a¡ejó a los hombres salvajes de las matanzas y del vergonzoso alimento. Se dice que a causa de esto ablandaba tos tigres y los impetuosos leones. Se dice también que Anfión, fundador de la ciudad de Tebas, movía las rocas con el sonido de su tira y tas conducía a donde quería con su dulce plegaria. Esta fue la sabiduría en otro tiempo: separar las cosas públicas de las privadas, las sagradas de las profanas, impedir ta unión errante, dar leyes a los cónyuges, fundar ciudades, grabar tas leyes en tablas. Este fue el primero en utilizar el instrumento musical de siete cuerdas, a imitación de los siete planetas y teniendo en cuenta su longitud, intensidad y tamaño, según se ha dicho. Aquella clase de poetas antiguos eran totalmente sabios; y no se creía, como ocurre en nuestra época, que toda ciencia de la actividad poética se basaba únicamente en la dimensión de las palabras y en el metro. Y no parlotea-

665 Plutarco habla de Metón como antepasado, no como hijo de Orfeo. 666 Cf. Pauv IX 30. 8.

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ban cualquier cosa que les venía a la mente, adulando a los hombres más importantes con la intención de obtener algún regalillo, sino que los versos de los poetas eran de tal clase que estaban considerados como las sagradas leyes y muy a menudo las ciudades que discutían sobre algún asunto utilizaban los versos de un poeta como la opinión del juez más severo. Se dice que éste tuvo tanta fuerza en su palabra que levantó los ánimos de los mortales, consternados y abatidos, debido a alguna calamidad presente, en la desesperación y los volvió a llevar a la anterior situación y les devolvió la tranquilidad. Quien sea capaz de hacer esto, ha de ser considerado el más importante entre los restantes hombres, no quien vive únicamente para sí y tanto disfruta amontonando solamente riquezas como los bienes de la sabiduría, siendo realmente inútil para los demás hombres como si nunca hubiera nacido. En efecto éste, aplacados los dioses infernales, esto es las perturbaciones del ánimo, intentó conducir a la luz a Euridice, que, según significa su propio nombre, no es otra cosa que la justicia y la equidad. Fue de nuevo ella vuelta a llevar a los Infiernos a causa del excesivo amor de Orfeo, porque no debe haber un excesivo deseo ni siquiera de la justicia, ya que las perturbaciones del ánimo se aplacan con la razón y, si alguno ha sido un poco más negligente [o más ávido] en este asunto, es rechazado como por una fuerza extema y recae en lo mismo. Así pues, le conviene al hombre bueno estar siempre vigilante y no ceder en exceso incluso a los deseos honestos que empujaix a las más graves perturba­ciones del ánimo, porque si alguno, sin embargo, cede a los placeres, él después resbalará hacia las más grandes calamidades o caerá en el más desgraciado tipo de muerte. Por consiguiente, para que proporcionemos moderación a los afectos del ánimo y comprenda­mos que no es útil desear nada en exceso de buen grado, fueron confiadas a la memoria estas cosas por los antiguos acerca de Orfeo. [Sin embargo, otros explicaron esta fábula de Ovidio de tal modo que afirman que ella es el alma que se unió a Orfeo, o al cuerpo. Y Aristeo es presa del amor hacia ella, lo. que ha de ser entendido realmente como un bien. Esta huye a través de hierbas y flores de él y es muerta por una serpiente que se oculta entre estas flores y desciende a los infiernos, de donde es hecha salir por el sonido de la lira, en efecto con la condición y las advertencias de que fácilmente puede quedarse sin el cuerpo si no obedece a la razón y a la ley.] Y suficiente, sobre Orfeo, ahora hablemos acerca de las Musas.

Cap. 15: Sobre las Musas

Se consideraba que las Musas, que son las protectoras de los poetas, fueron las autoras de todas las cantilenas. [Se creyó que fueron hijas, juntamente con Satumo, de Cielo, según opinó Museo (DK 2B15=Schol. Ap. Rh. IH 1) y muchos de los antiguos; pero los más modernos] dicen que fueron hijas de Júpiter y de Mnemósine, según atestigua Orfeo en el Himno a las Musas (76, 1-2) de este modo: Hijas de Mnemósine y de Zeus Tonante, Musas Piérides, gloriosas, de ilustre nombre. Y Hesiodo en la Teogonia (915-917): Y otra vez amó apasionadamente a Mnemósine de hermosos cabellos, de la que nacieron para él las nueve Musas de dorada frente, a las que agradan las fiestas y el placer del canto. Cicerón, en el libro m (21,54) de Sobre la naturaleza de los dioses, escribe que del Segundo Júpiter nacieron cuatro Musas: Telxíope, Mneme, Aede, Melete *" ; del Tercero y

667 l ^ s nombres que da Conti no coinciden con los que ofrecen las ediciones de Cicerón.

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de Mnemósine, nueve; igualmente del Tercer Júpiter y de Antíopa las Pierias ***, iguales en número a las anteriores. Aunque hubo tres clases, sin embargo se dice que todas son hijas de Júpiter y de Mnemósine; y nacieron en el monte Pierio, según dice Tzetzes en la historia 90 (939) de la VI QuiUada. Escribió Pausanias, en Los asuntos de Beocia (IX 29,1-3), que fueron los hijos de Aloco los primeros de todos en determinar que convenia rendir culto a las tres Musas, Métete, Mneme y Aede; que después Píero, un lacedemonio, tras haber llegado a Tespia, estableció que se rindiera culto a las nueve Musas con los mismos nombres con los que hasta ahora se las llama. Pero Aristocles, en el libro III de Sobre los Coros'*'; escribe que Píero tuvo nueve hijas, a las que él llamó con los nombres de las Musas, de quienes nacieron los que son llamados por los griegos hijos de las Musas. Pero Mimnermo (fr. 13=Schol. Nem. XIII 16 y Paus. IX 29,4) creyó que las Musas fueron hijas del Cielo y más antiguas que Júpiter, aunque hubo otras más jóvenes hijas de Júpiter. Dejó escrito Euíranor, en el libro Sobre los tocadores de flauta, que Eufeme fue nodriza de las musas Otros pensaron que fueron hijas de Memnón y de Tespia. Hubo entre los tespienses unos juegos de las Musas que recibieron el nombre de Musea '^ ' , en los que se ofrecían premios a los vencedores de cantilenas y armonía. Que estas diosas estuvieron al frente de los banquetes sagrados, que se hacen mediante purifica­ciones, y de las solemnidades y de todo tipo de alegría, lo señaló asi Orfeo en los Himnos (76,7): Las que disteis a conocer a los mortales las ceremonias mistéricas. [Y en otro sitio (fi:. 38Kem=Schol. Ap. Rh. III 1) está escrito: Y los mortales no se olvidan de las Musas, pues ellas son las soberanas a cuyo cuidado está el coro y las amables alegrías y los matrimonios y las orgías y las acciones de Cipris '^^.] Ellas mismas fueron las inventoras de los poemas y de la música y las moderadoras de toda la sabiduría, como atestigua el propio Orfeo: Oídme, divinidades que tenéis el timón de la sagrada sabiduría. Sin em­bargo. Plutarco, en el librito Sobre la Música (3,1131F-1132), de acuerdo con la opinión de Heraclides, concedió la invención de los versos no a las Musas sino a diferentes hom­bres, quien atribuye la primera invención de la lira a Anfión, hijo de Júpiter y de Antfope, y la poesía al hijo de éste, ya que fue instruido por su padre; y dice que Lino Eupeense cantó en primer lugar los lamentos y llantos en verso, así como Antedonio Ante los himnos y Filamón de Delfos los cánticos sobre el nacimiento de Apolo, de Diana y de Latona. Demetrio de Bizancio, en el libro III de la Poesía, atribuye la invención de estas cosas no a las Musas, o a los hijos de las Musas, sino al propio Apolo, puesto que dice que él inventó la flauta, la cítara y los cantos al son de la lira y aduce como prueba de este asunto que en medio de los sacrifícios de Apolo se entonaban himnos acompañados de flautas; también hubo desde muy antiguo una estatua de éste en Délos con una apariencia tal que en la mano derecha llevaba el arco, en la izquierda a las Gracias, y una de las Gracias llevaba a la boca de Apolo la flauta, otra la lira, otra la siringe, según dice Pausanias (IX 35,3). [Sin embargo Calimaco, en un epigrama (Anth. Gr. IX 504) escribe que las Musas inventaron no sólo la actividad poética sino todos los géneros de escritos y de

668 Cicerán dice que las Pierias son hijas de Piero y Antiopa. 669 En Schol. Pind. Nem. ni 16, se cita a Aristarco en lugar de Aristocles. 670 Cf. Paus. IX 29. 5. 671 Cf. Paus. IX 31, 3. 672 El último verso òrfico no aparece en el escolio. 673 Como anónimo en la Antología.

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ciencias, pero puso así en evidencia qué inventó cada una: Calíope descubrió el arte del verso heroico, Clio la suave música de la cítara que acompaña la danza, Euterpe la voz sonora del coro trágico. Melpòmene descubrió para los mortales el dulce bárbiton, la encanta­dora Terpsícore nos dio la artística flauta. Erato inventó los muy agradables himnos de los inmortales, Polimnia enseñó a todos los aedos la armonía Urania descubrió el polo y la danza de las estrellas celestes, Talía inventó la vida cómica y las costumbres respeta­bles.] Estas diosas son un gran consuelo en las situaciones adversas y no ligeros halagos para las honoríficas, puesto que nos apartan de los placeres ilegítimos y de todo tipo de lujuria, segiin dice Teócrito en el Cíclope (XI 1-3): Me parece, Nielas, que no ha habido ningún otro bálsamo contra el amor ni ungüento ni polvos medicinales que las Piérides; es esto un remedio ligero y dulce al alcance de los hombres. Función de éstas fue inflamar los ánimos de los soldados mediante versos para la guerra, de éstas consolar a los hombres buenos en las desgracias, de éstas cantar las acciones ilustres y las hazañas, para impulsar a los restantes mortales a la virtud a imitación de aquéllas, puesto que de ese tipo eran las cantilenas en los banquetes de los antiguos, como se evidencia en el libro Sobre la Música de Plutarco. Y también Homero pensó que era conveniente que los ánimos de los héroes se agudizaran con austeros y decorosos cantos para que, instruidos y alentados muy a menudo con las excelentes hazañas recordadas de hombres ilustres, luchasen con los enemigos; pues fue costumbre de los cantores y poetas antiguos que confesaran con dulzura que ellos no sólo eran moderadores de los ánimos sino también maestros de la moral. Pues las ciudades de Grecia contaron a sus hijos desde el comienzo de la adolescencia los primeros rudimentos de la poética, no sólo de aquella desnuda y despojada totalmente de placer sino de la casta y moderada. Asi pues, valiéndose de ella, los músicos, que enseñaban los cantos y las modulaciones de la lira y de las flautas, se confesaban ellos mismos maestros y reformadores de las costumbres, cosas que se aprendían de Pitágoras y después de los seguidores de Pitágoras. Homero, además, llamó a los cantores correctores de costumbres, puesto que escribió en el libro III (263-75) de la Odisea que fue dejado por Agamenón un aedo como custodio y consejero de Clitemnestra, quien, relatando las alabanzas de las mujeres que, estando sus maridos ausentes, vivieron casta y moderadamente, introdujo en su ánimo un deseo de honor, de gloria y de honradez; después, haciendo agradable la costumbre que se aparta de los malos pensamientos, robusteció su espíritu y no se apoderó de ella Egisto antes de matar al aedo. Por otra parte, cantaban los antiguos en los banquetes cantilenas filosóficas o de asuntos astronómicos, del tipo que es, en Virgilio (I 740-6), el canto de lopas en el banquete de Dido; incluso se cantaban en ellos las brillantes acciones de los varones ilustres, con las que las generaciones posteriores se inflamaran a la virtud, a imitación de aquéllos, según está esto en el libro VIII (72-3) de la Odisea de Homero: Y apenas saciado el deseo de beber y de comer, la Musa inspiró al aedo a celebrar con su canto la gloria de los guerreros. Así también, según está en el libro IX (183-9) de la Ilíada, cuando los heraldos de Agamenón hubieron llegado a la tienda de Aquiles lo encontraron cantando con la cítara las hazañas de gloriosos héroes, tal como está en estos versos: Dirigían muchos rtiegos a Enosigeo, que ciñe la tierra, para convencer con facilidad el altivo espíritu del Eácida. Cuando llegaron a las tiendas y naves de los Mirmidones, lo encontraron deleitándose con una melodiosa lira hermosamente labrada.

674 Ojnti omite el v. 7 y ofrece el 8, que en la edición de Patón aparece secluso.

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que tenía un puente de plata, que había cogido de entre los despojos tras haber destruido la ciudad de Eetión; y éste con ella deleitaba su espíritu y cantaba la gloria de los hombres. Estas eran las cosas que incitaban a la virtud y a la emulación, las cuales eran cantadas en los banquetes, en las reuniones públicas o entre las copas por los antiguos cantores: a saber, hazañas gloriosas de varones ilustres que o habían luchado victoriosa­mente con los enemigos o habían muerto valerosamente en la guerra en defensa de la patria. Algunas veces se cantaban cantilenas que trataban de las maravillas del mundo y de la infinita sabiduría de la mente divina y del sabio artífice, o del conocimiento de los astros, del tipo que son aquellas que se cantan en Apolonio, en el libro I (496-506) de los Argonáutica: Y cantaba cómo la tierra y el cielo y el mar al principio estaban trabailos con una forma única unos con otros y se separaron cada uno por un lado a causa de una terrible discordia; y cómo un firme destino mantiene siempre en el éter los astros y los cursos de la Luna y del Sol; y cómo surgieron los montes y cómo llegaron a ser los ríos que resuenan con sus ninfas propias y todos los animales. Cantó cómo al principio habitaban la cumbre del nevado Olimpo Ofión y la Oceánide Eurínome; y cómo, por la violencia y por las manos, uno cedió su honor a Crono y la otra a Rea y se arrojaron a las olas del Océano. Por último, fue tanta la modestia y la templanza de los antiguos cantores, que ni siquiera entre los pretendientes de Penèlope se cantaban cosas vergonzosas o lasci­vas, aunque eran jóvenes muy propensos a todo tipo de placer y a toda falta de modera­ción, sino que entre ellos se cantaban canciones sobre los regresos, muy fatigosos y llenos de dificultades, de los griegos a la patria, según se deduce de estos versos (Od. I 325-7): Y el ilustre aedo cantaba ante éstos, que escuchaban sentados en silencio; y cantaba éste el penoso regreso de los aqueos que había preparado desde Troya Palas Atenea. Por tanto, se consideraba a las Musas protectoras de estas cantilenas, de los cantores y de los poetas, y fue considerado su guía Apolo.

Dijeron que éstas mostraban su sabiduría con tanta dulzura que fueron consideradas el mejor remedio contra todos los halagos de los placeres, según dice Teócrito en Los pastores (IX 34-6): Pues no es súbitamente más dulce la primavera ni las flores para las abejas cuanto para mí queridas las Musas, pues a aquéllos a quienes miran risueñas ya no les es perjudicial Circe con su bebedizo. Por otra parte, fue considerada la fuerza de las Musas casi admirable, puesto que con la dulzura de su palabra y la admirable variedad de asuntos y ficciones convencen de que muchas cosas falsas son verdaderas, y no hay nada tan ligero y débil que el artificio de los experimentados poetas no lo ensalce de manera admirable, ya que sobre todo ellas dicen sobre sí mismas en la Teogonia (27-8): Sabemos decir muchas mentiras semejantes a verdades y sabemos, cuando queremos, proclamar la verdad. Cuentan los antiguos mediante fábulas que las Musas, soportando muy mal que Venus les clavase ios aguijones del amor, dieron muerte a Adonis, amigo de aquélla, ya que algunas fueron cautivadas por el amor de algunos mortales: así, Calíope se enamoró de Eagro, de quien dio a luz a Orfeo y Cimotón; Terpsícore tuvo a Reso de Estrimón, Clio a Lino de Magnes y otras de otros. Y, al entonar un canto muy alegre sobre las alabanzas de la caza, detuvieron a aquél, que se quedó boquiabierto y absorto por el canto hasta que Marte, rival de Adonis, se dirigió al jabalí e hirió al propio Adonis o, según pareció mejor a otros, instigó contra Adonis al jabalí por el que fue muerto. Entonces, de la sangre de Adonis nació la anémona roja, ya que antes era blanca. Cuando Venus, con los cabellos desordenados y los pies desnudos, corría hacia allí, la rosa se enrojeció por la sangre de Venus porque una espina había pinchado profundamente su pie. Sin embargo, hubo algu-

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nos que dijeron que las Musas fueron siempre castas, según atestigua Platón en aquel epigrama (Anth. Gr . IX 39) que está en Diógenes Laercio (III 17,33): A las Musas Venus: «Muchachas, honrad a Afrodita o lanzaré armado a Eros contra vosotras.» Y las Musas a Cipris: «Estas bromas a Ares, a nosotras no se dirige ese niño alado». Fueron muchos los lugares consagrados a las Musas de los que recibieron sus sobrenombres, como Helico-niades por el monte Helicón, que les consagraron Oto y Enaltes, y de Pieria, Plimpla y Libetra, Piérides, Libétridcs y Pamásides y Pegásides, lugares que les fueron consagrados por los habitantes tracios en Beocia, según dice Estrabón en el libro X (3,17.C471), porque los tracios prestaron gran atención a la música antigua e inventaron la armonía poética, como fueron Eforo, Orfeo, Támiris, Museo y Eumolpo, quien obtuvo su nombre porque cantaba artísticamente. Se dice que las hijas del Aqueloo se atrevieron una vez a rivalizar con las Musas acerca del canto, razón por la que sufrieron el castigo antes citado. También fueron llamados los cisnes aves de las Musas a causa de su canto, según atestigua Calimaco en el Himno a Délos (IV 249-52) de este modo: Ella dijo. Y los cisnes, aedos que cantan al dios, abandonando el meonio Pactólo, dieron la vuelta siete veces alrededor de Délos, cantaron durante el nacimiento como aves de las Musas, las más melodiosas de todos los seres alados. [A éstas les estuvieron consagradas las coronas de diferentes flores y ramas y sobre todo de palma, con las que se coronaban, así como con las de plumas.]

Y éstas son casi todas las cosas que sobre las Musas fueron transmitidas por los antiguos, cosas que ahora explicaremos brevemente. Unos pensaron que las Musas fueron hijas de Mnemósine y de Júpiter, otros que de Antiope y de Júpiter, otros que de Memnón y de Tespia, puesto que las Musas son consideradas la ciencia y la mejor disposición del ánimo para captarla y que no se introduce en nosotros a no ser por obra de la divinidad, habida cuenta de que todo bien ha sido concedido bajando del cielo por el padre de las luces, pero se conserva y se aumenta-con el bien y el ejercicio de la memoria; por esta razón dijeron que las Musas eran hijas de Júpiter y de la Memoria. Pues, ¿qué otra cosa es Mnemósine que la memoria? A su vez Antiope es el ejercicio o más bien la emulación, cuando uno se esfuerza con todas sus fuerzas para no ser superado en el conocimiento del canto. Y, ciertamente, Memnón no es otra cosa que la memoria y Tespia que la adivina­ción o el conocimiento divino. Esto lo ponen de manifiesto también muy claramente los nombres de aquellas Musas que fueron veneradas por los hijos de Aloeo: Mélete es el ejercicio, Mneme la memoria, Aede el canto. Quienes dijeron que las Musas fueron hijas de Ciclo y más antiguas que Júpiter, casi caen en lo mismo, a no ser que éstos entiendan a Júpiter no desde el punto de vista de la mitología sino del de la historia. Dijeron que Eufeme fue la nodriza de estas Musas porque el buen nombre, la gloria y la alabanza y el honor alimentan las artes y disciplinas, y no hay ningún estímulo más agudo y poderoso para los hombres que la gloria para impulsarlos hacia las cosas que reportan honor. Quienes pensaron que las Musas eran solamente tres, creyeron que ellas eran las artes a través de las cuales se llega al conocimiento de la sabiduria. Sin embargo, fue una opinión más común que las Musas eran las almas de las esferas, esto es Urania del cielo estrellado y de su esfera, que recibe el nombre de fija; Polimnia de Satumo, Terpsícore de Júpiter, Clio de Marte, Melpòmene del Sol, Erato de Venus, Euterpe de Mercurio, Talia de la Luna, las cuales, conforme se van alejando más del centro del mundo, así producen diferentes sonidos. Pues, ya que unas esferas son más lentas, otras más veloces, otras ocupan el lugar intermedio entre estos movimientos, se consideró que ésta era la diferencia de los sonidos, de modo que, a partir de un movimiento muy veloz y ordenado de los cielos y de un

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contacto muy fuerte, se producía una variada y grande melodía, tal como opinaron los Pitagóricos. Así pues, son ocho las Musas recordadas y otros tantos los tonos de las esferas, de las que está aparte aquella que se añadióccomo la novena, Calíope, como si dijera la buena armonía. Estas, como están cerca del primer cuerpo que se mueve, pró­ximo al cual se cree que está la sede de Dios, se dice que danzan abededor del altar de Júpiter, como dice Hesiodo (Theog. 3-4) en estos versos: Y con sus delicados pies danzan alrededor de urm fuente de reflejos violeta y del altar del poderoso Cronión. Puesto que son variadas las afíciones de estas Musas, las almas de los mortales que ban descendido de aquellas esferas, son también presas de variados gustos, según opinaron los Pitagóricos. Porque quienes lo han hecho de la Luna, se deleitan con la cómica lascivia y la jactancia, puesto que están más sometidos a la naturaleza de Talía. Quienes descendieron de la esfera de Satumo o de Polimnia, ya que son de temperamento seco y ftío, destacan mucho por la memoria de las cosas pasadas, pues el carácter y la naturaleza de los cuerpos están de acuerdo la mayoría de las veces con la naturaleza de los planetas y por ello diferentes personas se deleitan con diferentes aficiones. [Según la visión de los planetas, por ejemplo, si Mercurio es de aspecto fuerte y bueno, brindará la elocuencia y la elegancia, dulziva de la palabra, sabiduría e ingenio sobre todo en las cosas matemáticas. Se piensa que este mismo junto con Júpiter engendra teólogos y filósofos. Este mismo, si está unido con la feliz visión de Marte, hace a los médicos expertos y afortunados, pero, con una mala visión, ignorantes o infelices e incluso ladrones según se cree, lo que tiene lugar sobre todo cuando se dice que está quemado por el Sol. Con Venus engendra poetas y músicos, con la Luna mercaderes precavidos y cuidadosos negociantes. Con Satumo proporciona la ciencia y el conocimiento de vaticinios. Y no es sólo mudable según la naturaleza de aquellos planetas con los que se mezcla, sino que también aumenta las fuerzas de aquéllos, pues con cuanto más poderoso aspecto contempla a aquéllos, tanto más propicio es para aumentar sus virtudes, dado que las fuerzas de los restantes planetas crecen o disminu/en de acuerdo con sii malignidad o beneficio.] Pero las fuerzas de estos planetas y la variedad de sus afíciones las expresaron así los siguientes versos (Anth. Lat. 664): CUo, cantando las hazjañgs, devuelve su momento a lo pasado. Melpòmene proclama ¡as tristezas con trágico grito. Talía, la de la comedia, se complace con la conversación lujuriosa. Euterpe oprime la caña de soplos que cantan dulcemente. Terpsícore, con la cítara, conmueve, domina, aumenta las emociones. Portando el plectro. Erato da saltos con el pie, con el verso, con el rostro. Calíope encomienda los versos heroicos a ¡os ¡íbros. Urania escu­driña los movimientos del cieio y ¡os astros. Seña¡a todas ¡as cosas con ¡a mano y iwbla con el gesto Polimnia. La vioíencía de ¡a mente apoUnea empuja por todas partes a estas Musas. Sentado en e¡ centro, domina Febo todas ¡as cosas Y dejó escrito también Tzetzes, en la historia 90 (931-44) de la VI Quilíada, que las Musas no son otra cosa que el conocimiento y esa fuerza del espíritu que entiende, ya que el Helicón fue llamado lugar de las Musas por las hojas que caen. Así pues, los antiguos pensaron que éstas no sólo tenían el poder de la armonía de la música sino también el de componer las costumbres y moderar los ánimos apartándolos de las perturbaciones inmoderadas. Pues quien es estu­dioso de la música y del arte poética, éste no suele ser casi lujurioso y cruel, puesto que todos los vicios están ligados al ocio y a la ignorancia, pero no al estudio de las (iisciplinas.

675 En Conti encontramos el siguiente orden de los versos con respecto a la Antología Latina: 1, 4 , 3 , 2 , S, 6. 9, 8, 7, 10 y 11.

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por lo que sucede que Pitágoras consideró la música una ciencia divina, según dice Estrabón en el libro X (3,10.C468) de la Geografía. Asi pues, como creyeran los antiguos que todos los asuntos humanos están regidos por la mente divina y por los cuerpos celestes de alguna manera, contaron que toda la excelencia de cada conocimiento era enviada hacia abajo por el Sol y por los restantes planetas, puesto que en realidad la fuerza humana es débil e ineficaz sin la ayuda divina para completar cualquier obra, razón por la que las Musas son invocadas muy a menudo por los poetas a fin de que les ayuden. Los que son llamados hijos de las Musas fueron de ingenios y conocimientos tan sobresalientes que parecían enviados desde el cielo por la divinidad en medio de los hombres, puesto que ningún deseo de Venus puede caer a no ser así contra los cuerpos celestiales. Y ahora hablemos acerca de Dédalo.

Cap. 16: Sobre Dédalo

Dédalo, cuyo propio nombre pone de relieve que fue un hombre ingenioso y sobresa­liente, estuvo tan enredado en tantas ficciones de las fábulas que con dificultad pudo finalmente escaparse de ellas, no por otra causa sino para dejar a los hombres un claro ejemplo de vivir recta y sabiamente. Tzetzes, en la historia 19 (490) de la I Quilíada, atestigua que éste fue hijo de Eupalamo, o Eufemo, y de Alcipe. Pero Ferecides (Jac, 3F146=Schol. O .C. 472) escribió que Dédalo fue hijo de Erecteo, un varón ateniense, y de Ifinoe, de quien también recibieron su nombre las tribus Dedálidas en Atenas. En efecto. Dédalo fue de la estirpe real dé los llamados Metiónidas. Pero Pausanias escribió, en Los asuntos de Beocia (IX 3,2), que él fue hijo de Palamaon. Este no sobresalió más por la importancia de su arte que por la celebridad de su nombre a causa de su vagar y la variedad de sus desgracias. Se dice que abandonó su patria porque arrojó desde el tejado, por envidia, a Átalo, hijo de su hermana Perdiz, o a Acalo, según prefirieron otros, o a Talo, discípulo suyo pero no, como pensaron algunos, hijo de Perdiz; pues, tras haber cometido esto, sabía a qué leyes estaba sometido. Por ello, por miedo a los castigos, se refugió junto a Minos, rey de Creta, a quien siguió su discípulo Eudeo, ateniense. Sin embargo dice Pausanias, en Los asuntos del Ática (I 26,4), que se llamó Calo aquél por cuya muerte Dédalo salió prófugo de la patria. Pues ps algo innato en los ingenios más sobresalientes que no puedan soportar con ánimo resignado a los superiores e incluso a los iguales, ya que se esfuerzan lo más posible en aventajar a todos. Cuentan las fábulas que éste aprendió de Minerva la arquitectura y todo el arte de edificar y modelar la madera, por lo que cuando llegó a Creta resultó grato al propio rey y a las hijas del rey por las excelentes obras que realizó de modo admirable. Este construyó el laberinto a imitación de aquel laberinto egipcio, aunque sólo habían llegado a su oído sus proporciones. Después se hizo muy amigo de Pasífae cuando de aquélla se apoderó una gran pasión por el toro y se lo confesó a Dédalo (pues Venus, a causa del odio del Sol, que descubrió su adulterio, se ensañaba contra toda la descendencia del Sol). Se dice que Dédalo, con sus admirables artes, ideó una vaca de madera y que Pasífae, encerrada en ella, tuvo relaciones con el toro. Pero después, descubierto el asunto y condenado a muerte por el engaño, junto con su hijo se liberó de las cadenas y huyó a Inico, que era una ciudad de Sicilia, junto al rey Cócalo

676 Cf. Paus. VU 4, 6.

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tras haber perdido a su hijo en el camino. Pero, como Minos lo persiguiera en una nave, fondeó primero en aquella parte de Sicilia donde fundó la ciudad después llamada Minoa, de la que hace así mención Gregorio Gemisto en el libro I de Los asuntos griegos Navegó hacia Minoa, ciudad de Sicilia, que fundó Minos, aquel rey de los cretenses, cuando habiendo llegado a Sicilia en busca de Dédalo fue recibido en hospitalidad por Cócalo, rey de los sicilianos. Como éste fuese reclamado por Minos y Cócalo no se lo entregara, estalló la guerra entre Minos y los sículos, segiin dice Pausanias en Los asuntos de Acaya (VII 4,6). Tras haber llegado a Sicilia, fue tenido en tanta consideración entre los sicilianos que el nombre de nadie fue más célebre en esa época ni en Sicilia ni en Italia. Cuentan los antiguos mediante fábulas que, al huir de Creta, Dédalo ideó para sí y para su hijo unas alas de cera para huir volando en ese momento con ellas del imperio de Minos, que gobernaba la tierra y el mar en toda su extensión. Pero, una vez que Dédalo adaptó las alas a los hombros de Icaro y a los suyos, advirtió al hijo, con muchas palabras, que no se dirigiera a lugares muy elevados o excesivamente cercanos al mar, sino que mantuviera un camino en el centro del espacio y lo siguiera a él en su vuelo. Pero Icaro, tal como es el carácter de los adolescentes, pensando que estas cosas tenían poca importan­cia y no habiendo tomado en consideración los titiles y saludables consejos paternos, dominado por lo agradable del vuelo, buscó los lugares más altos; por esta razón, derreti­das las alas por el excesivo calor del Sol, cayó de cabeza en el mar que por él fue llamado Icario, según dice Ovidio en el libro II (95-6) del Arte amatoria: «¡caro», gritaba, contempló las alas en las olas. La tierra cubre sus huesos, las aguas tienen su nombre. Sin embargo, Andretas de Ténedos, en la Navegación de ia Propóntide, escribió que el mar Icario no recibió su nombre de Icaro, el hijo de Dédalo, sino de una de las Cicladas que se llamaba Macris e Icaro. Dédalo tuvo por esposa a una hija de Gortinide, de la que tuvo como hijos a Escilide y Dipeno, según dice Pausanias en Los asuntos de Corinto (II 15,1); además, de una mujer cretense tuvo a lápige, de la esclava Náucrate a Icaro, y de lapide, hijo de Dédalo, recibió su hombre lapigia, según dice Estrabón en el libro VI (3,Í . C279). Puesto que antes de la época de Dédalo se esculpían las estatuas sin manos, pies y ojos. Dédalo fue el primero de todos los mortales que proporcionó las partes que faltaban, por lo que se dijo que Dédalo había hecho estatuas que se movían porque no carecían de pies, según indica Euripides en Hécuba (836-8): Ojalá me surgiera voz en los brazos y en las manos y en los cabellos y en la planta de los pies, bien con las artes de Dédalo o de alguno de los dioses. Así Platón, el cómico, en El burlador: Me parece que se mueven todas las obras de Dédalo y las estatuas ven. [Pues fue el primero en dar forma a los ojos y en hacer piernas y manos, ya que los más antiguos representaban los ojos cerrados, las manos bajas y pegadas a los costados. Otros dicen que fueron los rodios los primeros en hacer estatuas que caminaban, según dice Aristarco, y Polemon dice que, puesto que antes eran rudos, Dioniso estuvo encadenado en Quíos.] Sin embargo, no se había llegado todavía a una perfecta y acabada técnica de esculpir estatuas en la época de Dédalo, puesto que escribe Pausanias, en Los asuntos de Corinto (II 4,5), que las obras de Dédalo fueron toscas y poco bellas en su aspecto, pero sin embargo manifestaban un cierto hálito divino. Entre las obras más ilustres de Dédalo se enumeró una silla plegable, dedicada como un

677 Debe tratarse de Giorgio Gemisto Pleton, platónico que, en el siglo xv, mantiene discusiones en Florencia con el cardenal Bessarion.

678 Cf. Paus. I 27, 1.

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exvoto, en el santuario de Minerva Foliada en Atenas y todas las estatuas de madera eran llamadas dédalos por los antiguos. Habia una fiesta solemne, que recibía el nombre de Dèdala y cuentan mediante fábulas que fue instituida por este motivo Se dice que una vez Juno, enfadada con Júpiter, llegó a Eubea y Júpiter, con la intención de aplacarla, visitó a Citerón, que gobernaba a los de Platea, hombre que sobresalía mucho en prudencia y astucia. Entonces Júpiter, por consejo de aquél, fabricó una estatua de madera que colocó sobre un carro cubierta de vestidos y dio a todos la noticia de que iba a casarse con Platea, hija del Asopo. Cuando Juno se hubo enterado de esto, llegó corriendo al punto y lanzó sus manos contra la estatua; y, tras haber roto sus vestidos, se dio cuenta con regocijo de que había sido engañada; por esta razón fácilmente se reconcilió con Júpiter y para conmemorar este asunto cada siete años se colocaba sobre un cairo ima imagen de madera, que se llamaba Dèdala, y era transportada con gran pompa al santuario de Juno, según escribió Filarco en el libro XIX de las Historias. Sin embargo, no se hacía de cualquier madera aquella imagen sino que se elegía, según este rito, la madera para ella Hubo en Beocia, no lejos de Alalcomenas, un bosque sagrado, el mayor de todos, y allí muy antiguas encinas. A este bosque iban los de Platea y desparramaban pedazos de carnes hervidas y tenían especial cuidado, dejadas de lado las demás aves, con los cuervos, a los que apartaban de cualquier intento y alejaban de la carne. Y en lo que respecta a las otras aves, observaban cuál había cogido la carne y sobre qué árbol se había posado. Y no estaba permitido tallar el Dédalo de otra madera que no fuese la de aquel árbol que había sido señalado así en primer lugar. [Se cuenta que Dédalo ideó en Selinunte una cueva con tan admirable artificio, de donde surgía un vapor muy sutil y tan agradable que hacía salir del cuerpo humano el sudor con gran suavidad, por lo que fácilmente volvían a la salud los cuerpos enfermos; y más adelante surgieron importantes y nobles escultores de estatuas del taller ateniense de Dédalo, entre los cuales no tuvo el último lugar Onatas de Egina, hijo de Mición, según dice Pausanias en Los asuntos de la Elide (V 25,43), y Ageladas de Argos, Damofonte de Sición, Arcesilao de Quíos, Leócares de Sición, Alcmenes de Chipre, para dejar de lado a otros. Pues cuan grande multitud de ilustres artífices floreció casi en la misma época y qué obras memorables de cada uno existieron, me pareció que no sería fútil y desagradable enumerarlas si podía hacerse con una gran brevedad; ciertamente, la pintura es un arte que apenas se diferencia de las llamadas artes liberales. Pues quién se atreverá a separar de aquellas disciplinas la propia pintura, discipula de las buenas artes e imitadora (por así decir) de la naturaleza, puesto que ésta es un arte única que, como una callada historia, imita con mucho más cuidado las hazañas y las figuras del cuerpo y los colores que lo que puede ser expresado con la palabra, y lo pone en manos de las generacionees venideras. Este arte, compañera inseparable de Grecia, nodriza de todas las más excelentes artes, imitando las plantas y los animales, en épocas pasadas alcanzó la naturaleza cuando consiguió la atención de los poderosos de tal modo que incluso se atrevió a rivalizar con la propia naturaleza al expresar de modo admirable toda la maravilla de la nativaleza en todas las obras de la naturaleza. Al ser conocido esto en Grecia, con razón se tomó la costumbre de que los primeros aprendizajes de los nobles adolescentes fueran esbozar los contomos

679 Cf. Paus. IX 3 , 1. 680 Cf. Paus. IX 3, 1-2. 681 Cf. Paus. IX 3 , 4.

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del cuerpo, y este conocimiento, siendo su promotor y consejero Panfilo, era absorbido junto con las demás artes liberales, siendo por lo demás desconocida y prohibida para los esclavos. Realmente, pues, fue tan admirable la importancia de la pintura en algunos que no sólo expresaba los contomos del cuerpo, las figuras y los colores sino que también aparecía en los fisiognomistas cuánto había vivido cada uno o cuánto habría de vivir, lo que consiguió en primer lugar Apeles y, lo que parecía más admirable, se reconocían en la pintura todas las emociones del espíritu trazadas por el artista mismo, puesto que había hecho al pueblo ateniense con una figura tal que todas estas cosas se reconocían en él, Ciertamente, si la pintura o la escultura no está de acuerdo con la fisiognomía no ha de ser considerada muy útil; por esta razón, casi toda obra de arte se termina al representar fundamentalmente la cabeza y lo que queda está en la mayor parte en las extremidades. Pues entonces está completo el conocimiento de las figuras, si parece que en ellas está de acuerdo la fisiognomía con las hazañas; por otra parte, si ocurre lo contrario, sus imágenes han de dejarse a los propios artífices para custodia de los talleres. Y éstos son los nombres de algunos insignes pintores y las más representativas obras de aquéllos, que parecieron dignas de recuerdo a los escritores antiguos.

Fue considerada obra notable del famosísimo pintor Androbio, entre otras, Dánae transportada por los vientos a través del mar, a la que parecían estar contemplando unos piratas estupefactos. Después, un admirable Hércules colocado sobre la pira en el monte Eta, quien, tras haber abandonado lo que tenía de humano, según parecía, era recibido por los dioses en el cielo, y Escilide arrancando las áncoras de la escuadra persa, y Estratónice y Deyanira.

Agacrito, discípulo de Fidias, hizo una Minerva Itonia y un Júpiter de bronce no lejos de Coronea.

Ageladas de Argos hizo un Júpiter Soberano entre los Mesenios, de quien también fiíe obra un Hércules adolescente entre los aqueos y un Júpiter con cara de niño de bronce, además, cuatro caballos de bronce, que fueron enviados a Delfos por los argivos en concepto de voto y otros tantos de los Tarentinos.

Fue insigne escultor Alcamenes, quien hizo una estatua de Venus y de Juno en el camino de Palero, que llevaba a Atenas. Y una estatua de Marte armado y otra admirable de Venus en una parte de la ciudad llamada de la Noche. Así mismo, una imagen de Baco, hecha de marfil y oro, en el templo que estuvo junto al teatro, y en Atenas una estatua de Hécate con los tres cuerpos juntos a la vez, llamada Epipirgidia; una imagen de Esculapio en Mantinea, en Beocia los trabajos de Hércules junto a las figuras de los Colosos, de piedra del Pentélico.

También una mujer, Alcistera, pintó a un saltador, considerada importante, puesto que no sólo los varones sino también las mujeres destacaron en el arte de la pintura, pues se recuerda que hubo un muy hermoso Esculapio de Aristareta, hija y discipula de Nearco, y Lala de Cízico, etemamente doncella, fue muy ingeniosa para representar con su pincel a las mujeres, ya que pintó a muchas e incluso se representó a sí misma excelentemente mirándose a un espejo.

Obra de Alcmenis es un Hércules tebano y una Minerva con aspecto de Coloso, hecha de piedra del Pentélico.

Anfión de Cnosos representó a las hijas de Acéstor y a Bato, en Cirene, sentado en un carro con su madre Cirene como auriga y una ninfa de Libia, que pone la corona a Bato.

Igualmente, Anaxágoras de Egina hizo en Olimpia una estatua de Júpiter y un Hércu-

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Ics, que luchaba con el león de Nemea y que le daba muerte en un apretadísimo abrazo, de bronce.

Antermo, Miciadas y Nalas, en una obra común, hicieron una Diana de piedra para los lasios y otra para los de Quíos, la cual, por una ilusión óptica, aparece mirando severa y casi encolerizada a los que entran en el templo y ya aplacada y benigna a los que salen; y también otras obras de éstos fueron de piedra de Paros.

Antífane de Argos hizo unos Castores en Delfos y también obra suya fue un caballo de bronce y una Lucina asistiendo a una parturienta.

Por otra parte, Antífilo fue un pintor no desdeñable que hizo muchas excelentes obras, pero fue la principal de todas un niño que inclinado soplaba en el fuego y, con este fuego avivado un poco por el soplo, toda la casa parecía recibir un poco de luz durante la noche. Pintó también un sátiro con una piel de pantera.

También de Cos, Apeles, no inferior a nadie en el conocimiento y la fama del arte de pintar, pintó la celebérrima Venus que salía del agua, cuyo rostro y pechos pintó tan perfectamente teniendo como modelo a su hermosísima amiga Friné, que se la veía tal como estaba, con los vestidos y la cabellera sueltos hacia el mar, ante la vista de todos los griegos, en la época de las fiestas de Neptuno y de Ceres. Hizo también una importante Diana y pintó en Efeso un Alejandro con el rayo de Júpiter y a éste mismo triunfador y a Belo junto a él con las manos atadas a la espalda, y a Castor, Pólux y una Victoria. Pintó también a Clito, que iba a la guerra sobre su caballo, a quien tendía el casco un niño; y a un héroe desnudo de admirable factura, con las partes del cuerpo pintadas, y un caballo en competición y a Arquelao con su esposa y su hija. Pero fue considerada la más importante de todas sus obras Antigono cubierto de armadura avanzando sobre el caballo. Pintó también a Diana según los versos de Homero e ideó una célebre mesa con admirables artificios. Y, al estar Antigono privado de un ojo, primero imaginó la manera de ocultar el defecto, para que lo que faltaba al cuerpo pareciese faltar a la pintura: en efecto, mostró únicamente la parte íntegra, ocultó la otra vuelta a la sombra. Pintó también las cosas que no pueden ser representadas con el pincel: relámpagos y truenos, e inició tan sólo una Venus para los de Cos, pero la muerte le arrebató la obra; publicó volúmenes que contenían la doctrina de la pintura. Este fue conocido por Protógenes gracias a la finura de su línea incluso en madera. Pues se creyó que era tanta su excelencia que a él sólo le estaba permitido pintar a Alejandro, mientras a los demás les estaba prohibido.

Ateniense por su patria, Apolodoro, que floreció en la nonagésima Olimpíada, fue un pintor muy brillante. Se creyó que obra de su admirable artificio fue un Ayax golpeado por el rayo de Júpiter y de tanta belleza que el arte de la pintura no produjo nada más excelente antes de esa época; de éste fue también un hermosísimo sacerdote en actitud de adoración.

Arcesilao pintó a Leóstenes en el Pireo, junto a Atenas, considerada su obra más importante, y, entre otros, a los hijos de éste; este Leóstenes venció a los macedonios en dos combates, en Beocia y en las Termopilas.

Ardices, corintio por su patria, reivindica para sí en el arte de pintar, con todo derecho, la gloria de que fue el primero junto a Teléfanes de Sición que ejercitó este típo de arte. Ellos tan sólo sombrearon las figuras con líneas y no utilizaban ningún color sino que, en lugar de colores, distribuían unas h'neas en el interior, de donde se dio que unos pensaron que era de los corintios, otros que de los de Sición, el invento de pintar o grabar con lineas. Pero, puesto que estos artistas imitaban poco la naturaleza, como todavía toscos al pintar, ñie necesario que escribieran en sus pinturas los nombres de aquellos que habían intentado

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representar pintándolos. Pues, ¿quién no sabe que nada imita a la naturaleza del mismo modo que los colores si se unen con los colores adecuados y convenientes? Y es necesario que unos y otros se alien para representar la efigie; por el contrario, si falta uno de éstos, todo esfuerzo de los artistas será casi vano. Por esta razón conviene que confiesen que les falta mucho, que sólo pueden imitar los contomos con mármoles o metales. Así pues, es necesario que los pintores confiesen que le deben mucho a Perifanto de Corinto, quien ideó, el primero de todos, los colores y que comenzó a colorear con arcilla triturada. Sin embargo, otros atribuyeron la invención de las pinceladas a Filocles de Egipto, otros a Cleantes de Corinto.

Ardalo realizó como muy importante obra dos Vulcanos, uno en Delfos y otro en el templo de Minerva Pollas, de bronce, en la época en que, juntamente con los pintores, destacó una insigne multitud de escultores que convertían los metales fundidos en figuras de hombres o de animales. Pues, aunque son más duraderas las figuras que se funden o se tallan que las que se pintan y no soportan tan fácilmente las injurias del tiempo, pueden obtener la misma proporción de los miembros o semejanza que la pintura, aunque no tienen colores, que es el mayor adorno de la naturaleza y la señal para reconocer las costumbres y el carácter de cada uno. Sin embargo, hubo algunos artistas que mostraron su ingenio pintando, fundiendo, esculpiendo.

En efecto, Argeo, el que había representado un Jiípiter de bronce, él mismo hizo un importante Apolo de madera, así como Átalo de Atenas había hecho un Hércules de piedra en Naxos y después talló un Apolo Licio de madera.

Por otra parte, Arístides de Tebas fue un pintor de tanta preeminencia que no sólo representó las figuras mediante los colores sino que también fue el primero que imitó los espíritus; éste pintó la lucha de Alejandro de Macedonia con los persas, obra muy célebre y de admirable belleza. Pintó también al Padre Líber con Ariadna, tabla que fue vendida en seis mil sestercios. Admirablemente se hizo evidente la perturbación del espíritu de uña mujer en una tabla en la que, tomada una ciudad, estaba representado un niño que se revolvía y se anastraba hasta las mamas de su madre, que moria a consecuencia de una herida y a la que se veía preocupada por el niño. Pintó también cuadrigas corriendo y cazadores con su presa, y a un autor con la lira, que parecía enseñar al niño y soportar a duras penas las incapacidades de su ingenio, y a un enfermo, que fue muy alabado.

Aristocles de Cidón, discípulo e hijo de Cleetas, hizo un bellísimo Ganimedes de bronce en Elide, que era llevado por el águila hasta Júpiter, y un Hércules que luchaba por el cinturón.

Aristolao, hijo de Pausias, pintó unos memorables Pericles, Epaminondas, Medea, una Virtud, al pueblo ateniense, a Teseo.

Aristomedonte hizo varias estatuas de bronce en Delfos, y sobre todo una destacada Latona que llevaba a Febo muy pequeño y que guiaba con su mano a la pequeña Diana.

Aristónomo de Egina construyó en Elide un Júpiter de bronce que llevaba en una mano un ave, en otra el rayo, con una corona de variadas ñores puesta sobre su cabeza.

Ascaro, discípulo de Ageladas de Sición, hizo igualmente en Elide un Júpiter de bronce coronado de fiores y que tenía en la mano derecha el rayo como si fuera a lanzarlo. Hizo también un Pan que luchaba con Cupido.

De Asclepiodoro conocemos tan sólo una obra digna de recuerdo: una admirable tabla de los doce Dioses.

Atenio Maronita, egregio pintor discípulo de Glaucón de Corinto, pintó para los ate-

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nicnses unas mujeres que celebraban los sacrificios Caneforia, esto es llevando sobre la cabeza cestos de variadas flores hasta el templo de Ceres; hizo igualmente un Aquiles que se ocultaba bajo un vestido de mujer y sorprendido por Ulises. Hizo también una admirable tabla de Aglasón con un caballo.

El lacedemonio Atenodoro hizo un Apolo y un Júpiter de mármol en Delfos. Baticles, escultor de Magnesia, hizo una silla para los espartanos de Amiclea, y un

Minotauro de bronce que parecía que era arrastrado vivo vencido por Teseo. Sostenían aquella silla dos Gracias en la parte frontal y en la espalda dos Horas, en la parte izquierda de ésta estaba Tifón y la Hidra, en la derecha los Tritones, Júpiter llevaba a Taígete y Neptuno a Alcione. Estaba también la lucha de Hércules con Cieno y la de los Centauros en casa de Folo y la hazaña de Perseo contra Medusa y la pelea de Hércules con el gigante Turio, la de Tindáreo con Eurito y el rapto de las hijas de Leucipo. Mercurio llevaba al cielo al Padre Líber que acababa de nacer. Peleo llevaba a Aquiles a Quirón para que lo criara y educara. Cèfalo era raptado por la Aurora a causa de su hermosura. Aquiles luchaba con Memnón, Hércules mataba a Diomedes y a la Hidra y raptaba el perro de Plutón, se llevaba las vacas de Gerion, mataba en el margen superior a los hijos de Actor, estrangulaba al león y después luchaba con el centauro Oreo y se enfrentaba al Aqueloo y mataba a Neso junto al Eveno. Se celebraba la boda de Harmonía con los regalos de los dioses. Mercurio conducía a las tres diosas al juicio. Juno contemplaba a lo convertida en vaca. Minerva huía de Vulcano, Belerofontes daba muerte al monstruo de Licia, Calais y Zetes alejaban de Fineo las Harpías, Teseo y Pirítoo raptaban a Helena, Apolo y Diana daban muerte a Titio con sus flechas. Admeto uncía un jabalí y un león al carro; puesto que había además muchas cosas, a la obra de las Gracias y de Diana se añadió una estatua de Leucofrine.

Beto de Cartago hizo en Elide un importante Fusión, desnudo y dorado, que estaba a los pies de una Venus de mármol, aunque la Venus era obra de Cleón de Sición. Pues hubo muchos artistas que fueron célebres con tan sólo una obra importante, como Timoteo al haber hecho una estatua de Esculapio en Trezén; Teopompo de Egina, que hizo un toro de bronce en Delfos; Teocles de Lacedomonia, que cinceló cinco Hespérides en Elide; Policies, que hizo un Hermafrodito de bronce; Nicódamo del Menalo, que fundió en Elide una Minerva provista de casco y la égida; Mendeo de Peón, que en Elide hizo una Victoria de bronce sobre una pelota; Hermion de Trezén, que esculpió en Samos un Apolo Pitio; Hipatodoro, quien una Minerva en la ciudad de Alífera; Ificles, que una leona de bronce sin lengua a causa de Aristogitón; Leocaris un Júpiter Polieo de bronce en la acrópolis de Atenas; Calo de Egina un hermosísimo Mamertino de niño en Elide, y una Minerva de madera en la cindadela de Trezén; Califonte de Samos una Discordia de bronce en el templo de Diana de Efeso; Eleuterio un Baco de piedra de Paros en Atenas, en el templo del Padre Líber junto al teatro; Euquir de Atenas un Mercurio de mármol en Fenea; Endeo, discípulo de Dédalo, una Minerva sentada de mármol en la acrópolis de Atenas; Doriquidas de Lacedemonia, discípulo de Dipeno, una Temis de mármol en Elide; Efeo una Venus de madera en el santuario de Apolo Licio; Endio una Minerva Alelea, que hizo ado­lescente.

Briaxis fue muy célebre por un Apolo de bronce y una Juno en Fenea, quien también hizo una estatua de Esculapio e Higía en Atenas, en el santuario de Júpiter con el sobre­nombre de Pulvéreo, que estuvo sin adornos.

Bularco, aquel que sobresalió en la decimosexta Olimpíada, pintó con mucho arte la

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batalla de Magento, tabla que fue considerada de tanto valor que se pagó con una cantidad de oro igual a su peso.

Butilo, discípulo de Mirón, fundió un niño que soplaba fuego y a los Argonautas y el águila llevando a Ganimedes, al que había raptado por orden de Júpiter; estaba hecho tan armoniosamente que no lo hería con las uñas; después, un Apolo con diadema.

Destacadas obras de Calámide de Agrigento en Elide fueron unos niños de bronce que extendían sus manos derechas, y una estatua de la Victoria sin vestidura y sin alas en Atenas; un Esculapio imberbe en Corinto, de oro y bronce, que tenía en su mano derecha el fruto del pino y en la izquierda el cetro; hizo en Atenas una leona de bronce a causa de la muerte de Pisístrato y en Tebas una estatua de Amón; en Tanagra un Mercurio que llevaba un camero de bronce en el hombro, y a Apolo Alexicaco para los atenienses y una estatua de bronce de Venus.

Calimaco, el siempre descontento con su obra'*^, hizo una lámpara de bronce que ardía durante todo el año y en ella no se consumía el aceite, que depositó en Atenas en la cindadela de Minerva; y fue el primero que horadó las piedras; hizo también una Juno casada en Platea.

Califón de Samos, en el templo de Diana de Efeso, pintó la lucha de los troyanos ante las naves de los griegos y principalmente la Discordia con su terrible rostro.

Cánaco de Sición hizo un Apolo Filesio y una cierva con admirable artificio. Igual­mente, un Apolo Didimeo en Mileto y uno Ismenio en Tebas y una Venus de oro y de marfil en Corinto. Sin embargo, sus obras fueron demasiado rígidas como para imitar la realidad.

Ccfísodoro, aquél que floreció en la nonagésima Olimpiada, hizo en Atenas una Paz de bronce que llevaba en su regazo a Pluto, un altar de Júpiter y una Minerva en el puerto de Atenas.

Cefisodoto y Jenofonte hicieron para los arcadios una imagen de Diana Hospitalaria de piedra del Pentélico.

Caicóstenes de Atenas fue considerado admirable y él mismo creador, aunque imagi­naba solamente vasijas de barro, esto es imágenes y estatuas al esfilo de Creta; y a causa de esto, debido a la gran abundancia de vasijas de barro de este tipo, fue llamado Cerámico un lugar en Atenas.

Cares de Lindo hizo el coloso del Sol en Rodas, de setenta codos, de admirable belleza. Insigne obra de Quión fue una Minerva y una Diana de mármol en Delfos. Quirísofo de Creta hizo en Tegea, de mármol de Paros, una imagen dorada de Apolo. Además, se dice que Crisipo de Sola y Zenón, hijo de Mnaseo, fueron los más

importantes de todos los pintores de su época en pintar animales, uno de los cuales hizo un Hércules dando muerte al león de Nemea, el otro pintó admirablemente con su pincel un jabalí de Calidón y a la desgraciada Hesíone expuesta al cetáceo, y las aves del Estinfalo.

Cimón de Cleonas, que solía pintar en corcho, fue el primero de todos en hacer resaltar inmejorablemente los miembros y reprodujo las venas en los cuerpos y resaltó los pliegues y las anugas en los vestidos, inventó también los llamados perfiles, es decir reproducir con el pincel a los personajes mirando hacia aniba, hacia abajo y a lo lejos.

682 Para el por qué de este apelativo de Calimaco y lo concerniente a la lámpara por ¿I fabricada, véase Paus. I 26, 6-7.

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Cleón de Sición hizo una estatua broncínea de Dailoco, joven que venció a todos los jóvenes en las competiciones olímpicas, que fue considerada una obra muy hermosa.

Critias hizo un Epicarmo de bronce, obra insigne, ejercitándose en la carrera de solda­dos armados.

Cresicles, también escultor, hizo en Samos una estatua femenina de tanta belleza y de tanto artificio con piedra de Paros que fue presa de un increíble amor por ella Clisofo de Selimbre y, como no pudiera abrazase a ella a causa del fiío y de la dureza, llegó hasta tal grado de deseo que puso delante de ella un trocito de carne y se unió totalmente a ella, según dice Adeo de Mitilene en el libro Sobre los escultores (en Ath. XIII 605f-606a).

También los Cíclopes fueron escultores nada desdeñables, puesto que obra suya fueron los leones de mármol que se sientan en la puerta de Micenas y la cabeza de mármol de Medusa junto al río Cefiso.

Igualmente fueron muchas las obras notables de Dédalo, entre las que está la litera plegable en la acrópolis de Atenas, y para los tebanos un Hércules en Lebadea de Beocia, un Trofonio en Creta, una Minerva de madera en Cnosos, en Olunte una Britomartis, una Venus de madera en Délos, en Corinto una talla de madera de Hércules desnudo, cierta­mente rudo pero sin embargo, según dicen, que ponía de manifiesto ante sí algo divino. En Samos talló una Juno de madera. Y eran éstas las maderas de las que se hacían desde antiguo casi las imágenes del Sol: cedro, loto, encina, ciprés, hiedra, cilicia, ébano.

£>édaIo de Sición, de quien fue hijo y discípulo Patrocles, elaboró un trofeo erigido por los eleos en Alte, que fue adquirido tras haber sido vencidos los laconios en combate; y éste también hizo estatuas de los pancratiastas, como la mayoría de los artistas, que han sido envueltas por nosotros en silencio puesto que no se han visto como cosas dignas de recuerdo.

Daraeas de Trezén hizo en Delfos una Diana, un Neptuno y un Lisandro. Damofonte de Mésenla hizo obras importantes de mármol del Pentélico, una Lucina

que llevaba delante de sí la antorcha y una estatua de Higía y de Esculapio en Acaya; en Arcadia un Mercurio y una Venus de madera, pero la punta de los pies de Venus, la cara y las manos fueron de piedra; y una Ceres que Uevab^a en su derecha la antorcha, quien con su izquierda acercaba a Hera una cesta; Hera sostenía una cesta y el cetro en sus rodillas, todo lo cual había sido hecho de una sola piedra en Acacesio. Este mismo hizo una Madre de los Dioses de piedra de Paros y un Júpiter Olímpico de marfil, y en Mésenla una Diana Lafria y a esta misma como Lucífera y una Fortuna de mármol.

El escultor Demetrio hizo de bronce una Minerva llamada Música, en cuyo escudo estaban figurados unos dragones del tal manera que cuando eran golpeados emitían un sonido muy semejante a una cítara.

Fue obra de Diomene una lo y una Calisto de bronce en la acrópolis de Atenas, y una Calisto hija de Licaón.

Dionisio de Argos, importante escultor, hizo en Elide un Orfeo y un Padre Líber y muchos de entre los trabajos de Hércules, y un destacado caballo con su auriga.

Los cretenses Dipeno y Escilide, discípulos de Dédalo, hicieron una importante estatua de Minerva de mármol en la ciudad de Cleonas, y a Castor y Pólux de ébano, en Argos, con sus caballos, y a Anaxis, Mnasino, Hilaíra y Febe. Estos fueron los primeros que en Sición cincelaron en mármol y, como éstos hubieran comenzado a tallar el mármol para los dioses y después hubieran abandonado la obra emprendida, invadió la región de Sición el hambre y la escasez de trigo y entonces, reclamados según la respuesta del oráculo,

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acabaron un Apolo, una Diana, un Hércules, una Minerva y un Jano, y éstos fueron los primeros de los mortales que sobresalieron en tallar el mármol,

Dilo y Amicleo hicieron también en común de bronce sobresalientes estatuas de Júpiter y de Egina en Delfos.

También Econ, aquel egregio pintor que floreció en la centesimoséptima Olimpíada, pintó con admirable artificio un Padre Líber, la tragedia y la comedia y a una anciana que llevaba la antorcha de Semíramis, convertida de doncella en reina, y parecía estar a la vista el recato de la noble recién casada.

Eleutereo hizo en Atenas una estatua de Baco de marfil y oro. Emilo de Egina grabó en Elide a las Horas sentadas en tronos y a sus pies había cestos

llenos de distintas flores y frutos. Endeo, discípulo de Dédalo, hizo una Minerva sentada de mármol de Paros. Endio hizo para los arcadios una Minerva de marfil llamada Alea, famosa obra. Eubulides hizo en Atenas un Apolo en el Cerámico. Eumano, ateniense por su patria, intentó, el primero de todos los que existieron antes

de su época, representar las figuras con colores, ya que floreció antes de la época de Cimón de Cleonas. Pero, tal como son todas las cosas que nacen en su principio toscas y sin arte, fue fácil para quienes lo siguieron superarlo. Este pintó una Diana recién nacida que asistía a su madre como píutera y a esta misma matando con sus flechas junto a Apolo a Pitón en venganza de su madre.

Euclides, escultor de la misma patria, hizo una Ceres y una Venus, un Padre Líber y una Lucina de piedra del Pentélico en Acaya, y un Júpiter sedente en Egina.

Y Eufranor del Istmo fue un pintor en la época en que la pintura había recibido ya la mayoría de los adornos y había llegado al máximo, y fueron obra suya los doce dioses y Teseo, que parecía haber entregado la justa administración de la ciudad a los atenienses que estaban presentes. Esta misma pintura, que estaba en el pórtico, mostraba delante la cuidadosa ayuda llevada por los atenienses a los lacedemonios en Mantinea, que era un combate ecuestre en el que destacó el ateniense Grilo y por parte de la caballería beocia sobresalía el tebano Epaminondas. Pues parecía que los jinetes estaban encima de los jinetes y los caballos de los caballos. De este mismo Euíranor fue la tabla de Efeso, en la que se veía a Ulises sembrar sal con un buey y un caballo uncidos. Hizo también un Paris que se reconocía en la misma obra como juez de las diosas, amante de Helena y quien había matado a Aquiles. Hizo también una Buena Fortuna que llevaba en una mano una copa y en la otra amapolas y espigas, y una Latona recién parida y otra que llevaba a Apolo y a Diana sentados sobre su brazo. Hizo también una Virtud y una figura de Coloso y una mujer que administraba un sacrificio.

Eutícrates, hijo de Lisipo, hizo en Delfos un Hércules y un Alejandro de Macedonia cazador, de bronce.

El laconio Gifiado hizo algunos trípodes para Diana y una Minerva de bronce en Lacedemonia, y muchos trabajos de Hércules, y Castores, y a Vulcano liberando a su madre de las ataduras, y a Anfitrite y Neptuno, que sobresalían en belleza por encima de sus restantes obras.

Hermón modeló en Trezén, de madera, imágenes de los Castores con mucha elegancia de sus miembros.

Hermógenes de Citerà hizo un Apolo Clario de bronce y una Venus en Corinto. Hizo

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también un Neptuno de bronce, que se hundía en el agua con un delfín bajo los pies, según dice Alcimo en el libro Sobre los escultores.

Hegias de Atenas o, según dice Adeo en el libro Sobre los escultores, de Crotona, fue el primero de todos los mortales en distinguir al pintar un hombre de una mujer, puesto que antes de él las fíguras se pintaban imperfectas, de tal manera que ni se distinguía a las mujeres de los hombres ni tenían ninguna elegancia de cara ni de miembros.

Hipatodoro hizo en Arcadia una Minerva de mármol digna de ser contemplada tanto por su tamaño como por su factura.

Irene, una mujer hija del pintor Gratino, pintó en la ciudad de Eleusis una joven y a Calipso ya vieja, y a Teodoro, importante prestidigitador de su época.

Lafaes, fliasio por su patria, hizo en Sición un Hércules, un Apolo en Acaya, igual­mente un Hércules de madera en Corinto, en el santuario del propio Hércules.

Learco de Regio, discípulo de Dipeno y Escilide o, según prefirieron otros, de Dédalo, hizo una importante obra de madera de Júpiter Calcieco en Lacedemonia.

Leocares hizo una Euridice y una Olimpia de oro y marfil, y un Apolo con el sobre­nombre de Patroo.

Por otra parte, Leocaris, fue un pintor no despreciable, que hizo como obra más destacada un Júpiter en el último pórtico del Pireo.

Locro de Paros esculpió en Atenas una Minerva de admirable belleza y un Demóstenes, expulsado en su segundo exilio a Calaurea, que moria tras ingerir un veneno, y a Pindaro, porque habia alabado a los atenienses en un poema.

Licio, hijo de Mirón, pintó en Alte, en Elide, a los bárbaros que se había enfrentado en combate con los griegos, a Agamenón con Paris, a Eneas con Diomedes, a Deífobo con Ayax Telamonio.

La obra de Lisón fue considerada casi divina entre estos mismos pueblos. Lisipo de Elea hizo un Cupido de bronce para los de Tespias y una estatua de Pirro. Lisipo de Sición hizo muchas obras excelentes, pero entre éstas son dignas de gran

alabanza las Musas en Atenas, un Júpiter de bronce en el santuario de Venus y un Hércules en Corinto y un Júpiter en Argos y una estatua de bronce de Sócrates en Atenas, que fue erigida por decisión popular en el lugar más concurrido de la ciudad, donde los atenienses arrepentidos habían ejecutado a los propios acusadores de Sócrates, según dice Diógenes Laercio en la vida de aquél (Socr. II 19).

Lisístrato, también él mismo de Sición y hermano de este Lisipo, no debe ser pasado en silencio, puesto que fue el primero de todos los mortales que modeló figuras de hombres de yeso, lo que fue un invento apropiado sobre todo para cualquier obra artística de fundición, puesto que de ella el arte de fundir recibió una gran facilidad.

Medón de Lacedemonia hizo de mármol una Minerva armada con el escudo, la lanza y el yelmo.

Menócarcs, discípulo de Pausia, pintó a Esculapio y a su hija Higía y a Egle, a Pan y a Ocno, que sostenía una cuerda que un asno devoraba.

El escultor Menodoro hizo un excelente Cupido en Tespias y una Calisto en la acrópolis de Atenas.

Obra importante del pintor Micón, ateniense, fue la lucha de Lápitas y Centauros en el templo de Teseo en Atenas, y aquéllos que navegaron hasta la Cólquide. En el templo de Castor y en el pórtico llamado Pecile los ejércitos de los atenienses, naturalmente con Teseo como jefe, dispuestos a luchar con las Amazonas son obra de aquél, y los griegos

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que salían de Ilio y los reyes reunidos a consecuencia de la sacrilega acción de Ayax con Casandra, y la columna de mujeres cautivas, y Casandra, y quienes lucharon contra los persas en Maratón; en ambos ejércitos en guerra se apreciaba la misma fogosidad y se veía a los bárbaros que huían arrastrarse a ciegas hacia la laguna a causa del miedo. Estaban también las naves fenicias y la matanza hecha a los bárbaros por los griegos, y Teseo alejándose del litoral, y Minerva y Hércules.

De Mirón de Atenas fue un niño de bronce en la acrópolis, y la hazaña de Perseo contra Medusa y una obra muy célebre en el Helicón, un Padre Uber puesto de pie, además de Erecteo que estuvo en Atenas. Hizo este mismo un Orfeo de madera y un Cupido de mármol, que por la otra parte parecía un Hércules fabricado admirablemente de bronce y el discóbolo de bronce. Y no debe parecer admirable el hecho de que el mismo artista haya ejercitado su ingenio en materias diferentes, puesto que hubo muchos de los antiguos que sobresalían no menos en pintar que en fundir y esculpir, porque de modo especial existe un único origen de todas las artes, una única razón, un único fin. Hizo una vaca de bronce en Egina, cuya elaboración artística mereció una especial alabanza, y estatuas de Arcesilao y de Licas, y Aristeo, hijo del Padre Líber, y un Júpiter Soberano muy admirado, y un Apolo de bronce de excelente belleza.

Muso hizo un Júpiter de bronce en Elide en el templo de Júpiter Popular o Laetas, que fue ofrenda de los corintios.

Mis, muy experto no sólo en trabajar la plata sino también en cincelar la madera, con gran alabanza por parte de todos los que lo contemplaban, esculpió en el escudo de Minerva la lucha de los Centauros y Lápitas, Minerva que Fidias había hecho de bronce.

Obra de Nauquides de Argos fue una estatua de Hebe en el santuario de Juno en la región de Micenas, y una Hécate de bronce en Argos.

La escultora Nicágora de Sición hizo un Hércules convertido en serpiente para los corintios, que desde Epidauro fue transportado a Corinto en muchas bigas debido a su enorme peso.

Nicerato hizo de bronce un Esculapio y a su hija Higía. Nicearco, pintor no desdeñable, hizo muchas obras importantes, entre las que obtuvo el

primer lugar un Pan luchando con Cupido, que parecían casi iguales, e igualmente un Cupido y una Venus entre las Gracias. Había también un Hércules entristecido de tal forma que parecía cansado de su deshonor.

Nielas de Atenas, hijo de Nicodemes, que floreció en la centesimoduodécíma Olim­píada, inventó reproducir con colores lo claro, lo obscuro y lo luminoso de tal manera que sus pinturas no parecían pintadas sino tener consistencia por si mismas; tan grande fue la preeminencia de su artificio en expresarlos. Se cuenta que de éste fue un Baco, hecho con admirable factura, y una lo, una Andrómeda y una Calipso fueron dignas de ser contem­pladas. Pintó en Atenas los infiernos de acuerdo con los versos de Homero, obra conside­rada admirable que llamaron Nekyia; después refiejó con su pincel la hermosura de Jacinto y la ferocidad del toro de Maratón en el pórtico llamado Estoa. En verdad, fue con mucho el más admirable de todos los pintores para representar a todos los animales, y sobre todo a los perros.

Nicodamo hizo en Elide un Hércules, en edad juvenil, considerado una obra muy admirable.

Nicómaco, hijo de Aristodemo, hizo él mismo muchas importantes obras entre las que, para recordar las más importantes, está una Madre de los Dioses sentada en el trono con

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gran majestad, alrededor de la cual pululaba una maravilla de flores y frutos. En esta misma pintura estaban los dioses y la mayoría dominados por la voluntad de ella, según se veían. También Prosérpina raptada por Plutón, que parecía introducirse bajo tierra, y Escila, el monstruo marino, Apolo y Diana y Rea, sentada a lomos de un león.

Olimpióstenes hizo tres Musas en el Helicón, así como Cefisodoto. El pintor Onfalion, discípulo de Nielas, el hijo de Nicomedes, hizo un admirable

Esculapio en Mésenla y un Tritón que cabalgaba por el mar a lomos de un delfín y a Podalirio y Macaón y a Higía, hija de Esculapio, doncella hermosísima, considerada de gran artifìcio, que mostraba en el rostro una cierta alegría.

Onatas de Egina, hijo de Micón, modeló en la Elide una estatua de Júpiter y un Hércules que dedicaron los de Tasso, no estando detrás de ninguno de los nobles artífices procedentes del taller ático de Dédalo. Obra de este mismo fue un Mercurio que llevaba un camero bajo sus alas, provisto de casco y vestido con la clámide. Este, cuando hizo una Ceres para los de Pigalia, recibió en pago tanto cuanto pidió, esto es diez grandes talentos, según dice Aristodemo de Abdera en el libro II de Sobre los escultores. Floreció en la misma época en que Hegias y Ageladas, muy ilustres escultores.

Panfilo de Macedonia, maestro de Apeles y de Melantio, aritmético y geómetra no desdeñable, quien decía que el arte de pintar o de esculpir o las restantes de este tipo no podían trabajarse sabiamente sin las matemáticas, hizo una Victoria de los atenienses en Fliunte y representó extraordinariamente con su pincel a Ulises.

Paneno, hermano de Fidias, pintó con admirable artificio la batalla de Maratón contra los persas en el pórtico llamado Pecile en Atenas, y hubiera sido ennoblecido con esta sola obra incluso si no hubiera hecho ninguna otra. Era tanta la graciosa belleza de sus figuras pintadas que no parecía que luchaban figuras pintadas sino hombres vivos, ya que cual­quiera podía reconocer a los que luchaban. Este mismo pintó, sin recibir pago alguno, el muy noble templo de Apolo en Delfos, por lo que fue distinguido con muchos honores por los Anfictioncs y se decretó un senadoconsulto para que el erario público pagase su alimento y que él viviera en cualquier lugar del territorio estatal. Este fue el primero que hizo que las figuras pintadas tuvieran la boca abierta y mostraran los dientes e hizo evolucionar el rostro representado desde la tosquedad inicial a un aspecto más agradable.

Se dice que Parrasio, hijo de Evenor, efesio por su patria,fue el primero que encontró las proporciones en las figuras y añadió gracia y belleza a los cabellos y una elegancia no vista antes al rostro. Pues lo más necesario de todo es que se observen las proporciones en toda obra de pintura, escultura y otras artes semejantes y no sólo a causa de la graciosa belleza, que hace agradables a la vista las figuras, sino también porque conviene que se imite hasta el más mínimo detalle, según las fuerzas, a la naturaleza, que suele siempre observar una determinada proporción de los miembros en los animales bien constituidos. Así pues. Panfilo solía decir que la geometria y la aritmética eran disciplinas muy necesarias para la pintura, puesto que la proporción se considera muy cuidada en los números y después en otras magnitudes. Pmeba muy evidente de este asunto es que si alguien ha medido la cabeza desde el cabello a la barbilla, o un dedo, o una mano, o un pie del cuerpo, podrá encontrar el tamaño de todo el cuerpo o de cada uno de los miembros. Las obras más importantes de este Parrasio fueron un Meleagro en Rodas, y Hércules, y Perseo volando con el casco de Plutón y las sandalias aladas de Mercurio; además, dos figuras de soldados armados con loriga, de las cuales una parecía sudar corriendo en la guerra, la otra, agotada, quitadas ya las armas, parecía jadear. De este mismo fueron dos destacadas tablas, en una

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de las cuales estaba pintado Aquiles, Agamenón y Ulises, en la otra Castor, Pólux y Eneas. Pintó éste en la acrópolis de Atenas, en el templo de Minerva, de manera admirable la lucha de los Centauros y después de éstos aquellas uvas con las que se engañaban las aves, aunque se concedió la victoria al artificio del velo. Pintó también a la nodriza cretense con un niño en las manos y al Padre Líber con una Virtud de pie y a un sacerdote con un niño que tenía un incensario y una corona.

Y Pasiteles, por su parte, aunque sobresalió en la pintura modelada, en la escultura y en el cincelado, sin embargo llamó al modelado la madre de todas las artes.

Pausfas, pintor notable, sicionio por su patria, entre otras obras importantes hizo en Argos un Cupido que, tras haber tirado las flechas, sostenía la lira; y una Glícera que hacía coronas de flores y a la Embriaguez bebiendo en una copa de cristal.

Fidias, escultor insigne, sobresalió no menos fundiendo que esculpiendo, aunque fue primeramente pintor, y floreció en la nonagésima Olimpíada; dicen que hubo muchas obras admirables de éste y entre otras la Madre de los Dioses en Atenas y una Venus de piedra de Paros. Fue también obra suya un Apolo de bronce llamao Pamopio en la acrópolis y en ese mismo lugar una Minerva de bronce, en cuyo escudo esculpió una figura semejante a él al no estarle permitido firmar. Hizo otra Minerva llamada Lemnia, muy hermosa, siendo su ayudante Colotes y una Némesis con una corona grabada con ciervos y una estatua de la Victoria que llevaba en la mano izquierda una lanza de fresno y en la derecha una copa, obra en la que inscribió su nombre y que estuvo en la Acrópolis de Atenas, según dice Hipias en el librd II de Sobre los escultores. Fue suya una Leda de bronce y otra de madera, una Minerva de sobrenombre Area, cuyas manos y pies eran de piedra del Penté­lico, en Platea; hizo también en la Elide un Júpiter de marfil y una Venus de oro y marfil, que oprimía con un pie una tortuga; en la ciudadela de la Elide hizo igualmente una Minerva de oro y marfil, en cuyo yelmo se posaba un gallo, y otra además para los de Pelene; hizo en el templo olímpico un importante Júpiter de marfil y en Efeso una Ama­zona de bronce en el templo de Diana y dos Minervas; y en Atenas una Venus de piedra de Paros y en Platea un Mercurio Prònao de mármol.

Filesio de Eretria hizo en la Elide una pareja de bueyes de bronce de notable factura. Filóxeno de Eretria pintó el combate de Alejandro con Darío y una Lujuria en la que se

entregaban al placer tres Silenos. Pisias hizo un Apolo en Atenas y un Júpiter consejero de mármol en la curia de los

Quinientos. Policleto, escultor de Argos, ejercitó también él su ingenio en diferentes materias.

Obras suyas dignas de recuerdo fueron un fuerte joven que se veía sosteniendo una lanza, que por ello fue llamado Doriforo, y unos niños jugando con dados; y una importante Venus en Esparta y una Juno de oro y marfil sentada en un trono con una corona colocada en la cabeza, en Micenas, en el templo de la misma Juno, a la que asistían las Gracias y las Horas, y tenía en una mano una granada y en la otra el cetro; sobre ella se sentaba un cuclillo; y en Argos un Júpiter de mármol blanco y una estatua broncínea de su hermano y una Hécate de bronce. Sin embargo, no hay que dejar pasar en silencio el hecho de que no se esculpían de oro, plata o marfil, a no ser los grandes dioses, puesto que los plebeyos se hacían desde antiguo de cualquier material. Se consideraban grandes dioses de grandes pueblos a éstos: Júpiter, Neptuno, Marte, Mercurio, Vulcano, Apolo, Juno, Vesta, Ceres, Venus, Diana, Minerva, pues para los otros se hacían estatuas de madera o de barro. Este hizo un Apolo, una Diana y una Latona de mármol blanco en la cima del monte Ortia, del

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que fue obra una estatua del Padre Líber con coturnos en Megalópolis, que sostenía en la mano izquierda el tirso y en la derecha una copa, y sobre el tirso se posaba un águila. Pero de todas sus obras fue la más digna de alabanza un reyezuelo llamado Artis que era casi el canon de aquellas proporciones que han de ser observadas por los demás artistas en toda medida de las figuras; hizo también dos estatuas de bronce no muy grandes, pero en cambio de una gran belleza y con ropaje y vestimenta de doncella que, según la costumbre de las doncellas de Atenas, sostenían los cestos sagrados sobre sus cabezas y eran llamadas Canéforas.

Polignoto de Tasos, hijo de Micón, pintó en Delfos a Néstor cubierto con el píleo y sosteniendo un lanza; y con el pincel representó admirablemente la guerra de Troya y a Caronte, ya entrado en años, y a los transportados en la barquilla de visibilidad poco clara; y a Epeo que llegaba desde el suelo hasta las murallas de Troya. Hizo un Cerbero, obra que sin duda producía horror, y un Ocno con el asno que devoraba la cuerda. Fue Ocno un hombre indolente cuya esposa consumía lo que él adquiría. En Atenas, en el templo de los Dióscuros, las hazañas de Castor y Pólux; a Diomedes que traía las flechas de Filoctetes. Fue obra suya un Ulises robando el Paladio y Orestes dando muerte a los siervos de Egisto, en la acrópolis de Atenas, y Alcibíades con recuerdos de la victoria ecuestre ante Nemea, y en Platea un Ulises tras haber ejecutado ya la matanza de los pretendientes. Algunos dicen que fue éste, y no Peneno, el primero que enseñó a representar las figuras abriendo la boca y mostrando los dientes y diferenció los cambios de expresión del rostro. Con este invento se proporcionó un gran invento a todo el arte de pintar. Hubo, sin embargo, quienes dijeron que hasta la época de Polignoto, Zeuxis y Timante no se habían inventado más que cuatro colores.

Praxias de Atenas, discípulo de Calámide de Agrigento, elaboró los rostros de Diana, Latona, Apolo, las Musas, el Padre Uber, las Tíades, el Sol poniente en Delfos. Muerto éste, terminó los restantes Andróstenes, también él ateniense, discípulo de Encamo. Pues Friné, de cuyo admirable amor había sido cautivo Praxíteles, habiéndosele dado la oportu­nidad de elegir cuál estatua preferia, si la de éste o la del Sátiro en los tripodes, eligió ésta y la depositó en Tespias. Y, aunque muchos aristas se ejercitaron en todas las artes, pintando, fundiendo o cincelando, sin embargo no todos sobresalieron en todas sino en alguna especialmente. Pues Fidias estuvo más dotado para representar a los dioses que a los hombres. Nielas sobresalió en los perros, Praxíteles en los caballos.

Praxíteles, no desconocido casi para ninguno de todos los artistas que florecieron en su época y ni siquiera para los posteriores, hizo el rapto de Prosérpina y la Embriaguez en bronce, y a Ceres y Prosérpina en la primera entrada en la ciudad desde Palero a Atenas, y además un Sátiro, del que se vanagloriaba especialmente, en el camino que se llamaba Trípode, en el templo del Padre Líber, de piedra de Paros, y allí mismo un Cupido no menos digno de admiración. Además, a Harmodio y Aristogitón dando muerte al tirano, y los doce dioses, a Persuasión y a Latona con sus hijos junto a la puerta llamada Ninfada, y a Diana, Apolo y Neptuno y otra Latona en Argos, a un adolescente que iba a matar con su arco un lagarto en Atenas; a Ceres y a su hija y a Jaco llevando una linterna en Tespias, en Gnido una Venus de piedra de Paros, que reía con risa fingida, según dice Luciano en Los amores (lS-6), con la que tuvo relaciones Macareo de Perinto, lo que dicen que ocurrió en Samos, donde se escriben también aquellas cosas acerca de Clisofo Selimbriano por paite de Adeo de Mitilene en el libro Sobre los escultores (=Ath. XIII 60Sf-606a). En Anticira hizo una Diana, que llevaba en la derecha una antorcha, con el carcaj

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colgándole del hombro y a su lado izquierdo un perro, también él de bronce. Hizo también una estatua de Friné de oro sobre una columna de piedra del Pentélico, según dice Alcctas en el libro II de Las ofrendas despositadas en Delfos (Jac. 405Fl=Ath. Xin 519b). Fue obra suya en la Elide un Mercurio que llevaba a Baco niño. Y allí también hizo, en común con Cleón de Sición, una Venus de bronce de admirable factura. Fue Cleón discípulo de aquel Antífanes que había sido alumno de Pericleto, discípulo de Policleto de Argos. Hizo en Atenas una estatua de Diana Brauronia y la imagen de la diosa consejera, y las Tíades y las Cariátides y una Juno Mantinea sentada en su trono, a la que asistían Hebe y Minerva; en Platea una Juno de piedra del Pentélico, donde Calimaco hizo otra. En Tespias una hermosísima Venus dorada teniendo de modelo a Friné; otra Friné de mármol en Atenas. Hizo una Belona, un Triptólemo y la Buena Fortuna y un Cupido de mármol cuyo modelo fue Glicerio, una amiga suya hermosísima, no menos que Friné, o Tais, o Leoncio, o Hipe, o cualquiera de sus famosas amigas.

Protógenes, caunio por su patria, fue un pintor muy conocido que, aunque realizó muchas obras muy destacadas, solía considerar la más importante para él aquel célebre laliso en el que, todavía no acabado, consumió siete años pintándolo en Rodas; y trabajó durante mucho tiempo en aquel hermosísimo perro que jadeaba para representar la espuma que manaba de su boca. Representó con su pincel a Marsias vencido y casi exánime a causa de la tristeza y a Níobc que contemplaba la muerte de sus hijos, quien con su propia cara permitía reconocer que casi se había vuelto loca. Fue tan bien considerado que, al ser capaz Demetrio de tomar la ciudad de Rodas, prefirió liberar de fuego a la ciudad en la que estaba laliso a devastar a laliso con el fuego. Pintó un importante Sátiro, que estaba acostado en una columna con un coturno apoyado en la columna, semejante en realidad a una vid; y a Pátalo Hemiónida, a Cidipe, a Tlepólemo, a Antigono, a la madre de Aristóteles; hizo también estatuas de bronce. Pintó también a los legisladores atenienses.

Pitágoras de Paros pintó a las Gracias con muy bellos rostros en Pergamo, obra muy famosa.

Pitágoras de Regio fue el primero de todos en dar forma en bronce a las venas, nervios, cabellos y otras muchas cosas c inventó todo más artísticamente de lo que habla sido antes de su época; y éste hizo también, además de otras muchas cosas, estatuas de pancratiastas y él aprendió su arte de Clearco de Regio, quien lo había aprendido de Euquiro de Corinto, quien de los espartanos Siadra y Carta.

Pitodoro de Tebas hizo una Juno de bronce que llevaba en su mano las Sirenas en Coronea.

Reco y Teodoro de Samos fueron los primeros que inventaron en Samos el artificio de las artes plásticas. Hizo también otras estatuas en el templo de la Diana de Efeso y una mujer muy obscura que los efesios llamaban Noche.

Escopas de Paros hizo en la Elide una Venus Popular de bronce sentada sobre im macho cabrío, y muchas otras estatuas en diferentes lugares, pero sobre todo en Jonia y Caria. Hizo en Atenas un Amor, un Cupido y un Deseo; en Corinto un Hércules y una Hécate, estatuas de mármol. Hizo también de mármol una Venus que parecía reír por la noche a causa de los placeres del amor y de los robos nocturnos; y un Faetón y una Vesta que se sentaba con dos siervas, y a Tetis con Aquiles y las Ninfas, que se sentaban sobre delfines. Tritones y Forcis. Hizo para los de Gnido un Baco y una Minerva, para los arcadios un Esculapio imberbe y una Higiea de mármol del Pentélico, y para los de Platea una Minerva Prónaos de mármol.

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Obra del pintor Simón de Egina en la Elide fue un caballo y un auriga de pie y los trabajos de Hércules.

Sócrates, hijo de Sofronisco, esculpió en Atenas, de mármol, en la entrada de la Acrópolis, a las Gracias y Mercurio. Pintó también a Higiea, hija de Esculapio; y también a Egle, Panacea e laso y un perezoso que retorcía una cuerda que comía un asno eran también pinturas suyas.

Estrongilos estaba poco dotado para reproducir en mármol los cuerpos humanos, aun­que representaba inmejorablemente los bueyes y los caballos. Solamente hizo en Atenas una Diana Hospitalaria tolerable.

Taurisco, pintor no despreciable, además de otras obras importantes pintó un discóbolo, en el que se reproducía admirablemente los músculos ^n la espalda, la fuerza del brazo y toda la disposición del cuerpo que intenta lanzar con todas sus fuerzas hacia lo alto; y a Panisco, a Clitemnestra y a Polinices, que reclamaba el reino, y a Capaneo.

Tecleo y Angilión, maestros de Calón y discípulos de Escilide y Dipeno, hicieron una estatua notable de mármol en Délos de Apolo Delio.

Telestas y Aristón hicieron en común en la Elide un coloso broncíneo de Júpiter de dieciocho pies, obra considerada importante.

Teocosmo, ciudadano ateniense, hizo, en colaboración con Fidias, un Júpiter de már­mol, en cuya cabeza se sentaban las Horas y las Parcas; su rostro era de oro y marfil, el resto era de yeso y barro.

Teodoro de Samos fue admirable en su arte, puesto que fue el primero en inventar el modo de fundir el hierro y hacer estatuas de él. Sin embargo, no tuvo muchos émulos a causa de la dificultad del metal, que no pudo, en la época siguiente, ser fundido cómoda­mente para estatuas, por lo que fue necesariamente purificado por él con algún remedio.

Teompompo de Egina hizo un importante toro de bronce en Corcira. Trasimedes de Paros, hijo de Arignoto, hizo un destacado Esculapio sentado de oro y

marfil, que sujetaba un bastón y que con la otra mano oprimía la cabeza de una serpiente, con un perro que yacía a sus pies.

Timeneto pintó con su pincel en la acrópolis de Atenas un Musèo que parecía volar gracias al regalo de Bóreas, y un gimnasta y un niño que llevaba hidrias.

Tilato y Orcto y sus hijos hicieron en la Elide aquella imagen de Júpiter que después fue llevada a Olìmpia.

Timilo hizo de mármol blanco un Amor que asistía al Padre Líber en Atenas, en la vía de los Trípodes, y un sátiro niño que brinda un vaso.

Timantes pintó una Ifigenia de pie junto al altar y a muchos apesadumbrados a su alrededor, pero parecía que su tío Menelao superaba a todos los demás en tristeza. Como el insigne artífice pensara que él no era capaz de expresar con el pincel el dolor del padre, porque ya había reflejado lo que había podido en el tío paterno, ocultó la cara del padre cubriéndola con el vestido. Pintó él mismo un Polifemo con los sátiros en una pequeña tabla y el juicio de las armas en Ayax, y por esta tabla fue juzgado superior a Parrasio de Samos. Hizo un Cíclope dormido y, para poner de relieve su tamaño, unos sátiros que medían con el tirso su dedo pulgar.

Timocles y Timárquidas de Atenas hicieron un Esculapio imberbe de mármol en Elatea. Timómaco de Bizancio, insigne pintor, además de un Arión transportado por delfines

tocando la cítara, hizo un Ayax, una Medea, un Orestes y una Ifigenia entre los Tauros que, con rostro triste y púdico, mientras se quemaba en el altar, arreglaba sus vestidos para

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morir decorosamente. Hizo también una Górgona, en la que su aite brilló de modo espe­cial; también hizo unos atenienses sentados y otros lanzando arengas, y su obra más importante fue la Górgona.

Tiságoras, conocedor del artificio de Teodoro de Samos, según parece, hizo de hierro en Delfos un Hércules que luchaba con la Hidra y otras muchas estatuas de hierro dignas de alabanza, aunque el arte era dificilísimo. Hizo en Pergamo una cabeza de león y otra de jabalí.

Obra de los tebanos Jenócrito y Eubio fue un Hércules Prómaco de piedra blanca en Beocia.

Jenófilo hizo en Argos un Esculapio de piedra blanca, al que Estratón añadió la Buena Salud, y un Neptuno en Anticira con una figura tal que, con una mano apoyada en una pierna, subía sobre un delfín con el pie y en la otra llevaba un tridente.

Jenofonte de Atenas hizo una estatua de la Fortuna que llevaba a Pluto; al haber muerto dejando inacabada esta obra, Calistónico, ciudadano tebano, completó la cara, las manos y algunas otras cosas.

Zeuxis, pintor muy ilustre de Heraclea, se procuró tan amplias riquezas por medio de su arie, que se atrevió a llevar a los juegos olímpicos una túnica que llevaba su nombre con letras de oro. Obra admirable de éste fue la pintura de Penèlope, a la que pintó de tal manera que, además de la eximia belleza, también se contenía en aquella pintura su empeño en la sobriedad y en la honestidad y todas las costumbres que suelen ser propias de una honestísima matrona y casi brillaban. Pintó a Marsias atado y las uvas, hasta las que volaban las aves, con un niño que las llevaba. Hizo en Agrigento un Hércules que daba muerte con sus manos a las serpientes en presencia de Anfitrión y Alcmena, pintura en la que se reflejaba un cierto miedo de los padres. Pintó un Júpiter en el trono con una sobresaliente majestad mientras le asistían los restantes dioses; y una obra llamada Helena, que hizo teniendo como modelos a cinco hermosísimas doncellas elegidas de Crotona, fijándose en las pa^es que le parecieron más sobresalientes en cada una. Pintó una Atalanta y un Pan, dios de los pastores, que después regaló a Arquelao, pues, tras haber conseguido enormes riquezas, ya que pensaba que sus obras no podían comprarse a ningún precio digno comenzó a regalarlas. Pintó en Atenas, en el templo de Venus, un hermosísimo Cupido coronado de rosas y un notable Centauro. Y, para no consumir más tiempo enumerando a artistas o sus obras, que podían llenar un gran volumen, hubo, además de los anteriormente mencionados, muchos otros pintores y escultores entre los que eran célebres:

Alipo de Corcira, Andreas de Argos, Andreas de Ténedos, Antífilo de Naxos, Antífilo de Corinto, Asterión de Atenas, Cálleles de Mégara, Calinto de Crotona, Cántaro de Sición, Querilo de Olinto, Crisotemis de Chipre, Cleetas de Esmima, Cleón de Arcadia, Dédalo de Corinto, Detondas de Cefalenia, Depo de Mégara, Dontas de Lacedemonia, Dionisiocles de Mileto, Eutélidas de Argos, Eutico de Quíos, Glaucias de Egina, Gratiano de Esparta, Hermócrates de Samos, Hipias de la Elide, Lisipo de Quíos, Liso de Macedo­nia, Megacles de Mésenla, Micón de Siracusa, Naucides de Esmima, Nicodemo de Egina, Nicodemo de Zacinto, Olimpo de Cos, Pantias de Quíos, Patrocles de Crotona, Patrocles de Sición, Filotimo de Egina, Polico de Egina, Policles de Atenas, Polidamante de Esco-tusa. Proteo de Area, Ptólico de Egina, Ptólico de Corcira, Pirilampes de Mésenla, Piri-lampe de Sición, Silanión de Atenas, Sóidas de Naupacto, Somis de Abdera, Estadieo de Atenas, Estenis de Olinto, Estonis de Mégara, Teocles de Crotona, Teocosmo de Líparo, Teomnesto de Sardes, Tisandro de Macedonia. Dédalo tuvo un hijo, lápige, de quien

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recibió su nombre lapigia y una ciudad de Licia fue llamada Dèdala por Dédalo allí sepultado. Dédalo fue el primero en inventar el hacha pequeña, la plomada, la cola de pegar y el taladro y junto con su discípulo Calo ideó por vez primera la rueda de alfarero y la sierra para la aspereza de la mandíbula de serpiente, que corroe la piedra pequeña y el hierro. Dédalo, envidioso, para que no eclipsara la gloria del maestro, lo mató mediante engaños. Pero bastante sobre estos artistas. Ahora acerquémonos, investigándolas, a aque­llas cosas que a manera de fábula se han dicho sobre Dédalo.]

Estas son casi todas las cosas que han sido difundidas acerca de Dédalo; investiguemos ahora su significado. Que Dédalo fue un ingenioso artista y que mató al hijo de su hermana Átalo, o Teles, o Calo, quien inventó la rueda de alfarero y, a imitación de los dientes de una serpiente, la sierra que había cortado una estrecha tablilla y que, por este motivo, abandonó su patria y se refugió en Creta, donde se hizo muy amigo de Minos y de Pasífae, se ha contado ciertamente desde el punto de vista de la historia, pero no a modo de fábula. También se ha dicho a manera de historia que Pasífae se unió a Toro, como hemos explicado. Y, como Dédalo había sido no sólo cómplice del adulterio sino también había prestado su ayuda, por ello fue encarcelado por Minos juntamente con su hijo Icaro. Estos, abierta la cárcel, valiéndose de unas pequeñas naves con algunos que odiaban la adminis­tración de Minos, excesivamente severa, desplegadas las velas a los vientos y con la ayuda de los remos, que impulsaban fuertemente por uno y otro lado, emprendieron la huida. Y Dédalo llegó a Sicilia, pero Icaro, a causa de la falta de pericia del piloto, encalló, naufragó y murió. Se dice, por otra parte, que Dédalo ideó unas alas porque éste, al perseguirlo la escuadra de Minos, fue el primero en inventar el despliegue de las velas y, aprovechando un viento favorable en la popa, adelantó a la escuadra de Minos que sólo utilizaba los remos, segtín dice Pausanias en Los asuntos de Beocia (IX 11,4). Algunos pensaron, además, que se dijo que Pasífae se enamoró de un toro porque, como había oído de boca de Dédalo lo referente al toro colocado entre los astros y a toda la ciencia astronómica, fue presa de un gran amor a la astronomía, según dice Luciano en el libro Sobre la Astrologia (16). Pero aportan otro motivo de por qué Minos lo persiguió des­pués. Y estas cosas, ciertamente, sobre Dédalo soni^cordadas desde el punto de vista de la historia por diferentes escritores. Tengamos ahora en consideración lo que atañe a las costumbres. Realmente, de todos los males y de todas las calamidades es la base la injusticia. Pues, ya que Dédalo arrojó a Calo desde una torre por envidia, él mismo cayó en muchas fafigas y se dio cuenta de que ni siquiera la amistad de un rey es firme y segura para los hombres criminales. Pues, ¿qué preeminencia de ingenio puede existir que no sea desgraciada cuando va unida a la falta de honestidad y a la desvergüenza? Por consi­guiente. Dédalo, al dirigirse a lo más alto y buscar las amistades de los hombres más importantes, él mismo comprobó aquello de que quería convencer a su hijo: que es más seguro desear la mediocridad, puesto que las mayores fortunas de cada uno, los más grandes crímenes y las mayores calamidades suelen estar unidas. Esta misma razón hizo que cuando, dispuesto a volar a Sicilia, ajustaba las alas a Icaro, le aconsejara buscar siempre el camino del medio; por esta razón, al volar no debía acercarse excesivamente al Sol a causa del gran calor, ni excesivamente al mar, para que las alas, como era preciso, no se hicieran más pesadas por el agua o más duras por el frío. Pues así lo aconseja en Ovidio en el libro II (57-64) del Arte amatoria: Sigúeme con las alas que te han sido dadas; yo iré delante marcando el camino; que tu preocupación sea seguirme. Estarás seguro siendo yo tu guía. Pues si vamos a través del aire del éter con el Sol cercano, la

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cera no podrá soportar el calor. O si batimos las algas muy abajo, cerca del mar, la pluma que es capaz de moverse se humedecerá con las aguas del mar. Vuela entre uno y otro. Teme también, hijo, los vientos, y, por donde te lleven las brisas, ofrece unas velas favorables. Si alguien considera estos preceptos con mucha atención, realmente poco tienen que ver con la navegación; mucho más con la formación de la vida humana; pues es con mucho más grave la desgracia de los afortunados que la de aquéllos que han vivido durante largo tiempo carentes de felicidad y la pérdida de toda felicidad es molesta para aquéllos para quienes ha empezado a soplar una fortuna adversa. Y estas cosas fueron celebradas por los poetas no por otra causa a no ser para demostrar que para nadie es segura la superioridad de las riquezas y de todas las cosas, y que lo mejor es la mediocri­dad, que no arrastra consigo la envidia de la mayoría ni tampoco es despreciada porque la tolera la ínfima condición de los hombres. [Y Luciano, en la Astrologia (14-5), afirma que mediante estas cosas se demuestra el calor y el desconocimiento de la juventud, puesto que en esa edad no se investigan con cuidado las cosas que convienen, sino que se eleva al cielo con su espíritu alejándose del arte, y desde un juicio recto cae de cabeza al mar.] Pero ahora háblese acerca de Pélope.

Cap. 17: Sobre Pélope

Se dice que ese Pélope cuyo hombro comió Ceres fue hijo de Taígete y de Tántalo, se­gún atestigua Eun'pides en Orestes (11) [donde habla acerca de Tántalo]: Este engendró a Pélope, del que nació Atreo. Unos recuerdan que, por su patria, fue lidio, otros que de Paflagonia pero, cualquiera que fuera su patria, se cuenta el siguiente asunto acerca de él: Enómao, rey de la Elide y de Pisa, como hubiese sabido por un oráculo que habría de suceder que fuera asesinado por su yerno y tuviera de Euritoe una hija, Hipodamía, de extraordinaria belleza, intentó con todas sus artes apartar a los hombres del matrimonió con ella. Y propuso á los pretendientes de Hipodamía una competición de carros con la siguiente condición, a saber que quien fuera vencido seria ejecutado; en cambio, el que hubiera resultado vencedor obtendria el matrimonio de Hipodamía. [Recuerdan que Már-mace fue el primero de los pretendientes que, con riesgo de su vida, llegó a pedir la mano de Hipodamía y que junto a su sepulcro fueron muertas y enterradas, por orden de Enómao, las yeguas llamadas Partenia y Erifa; y que después de aquél fueron muertos por Enómao los pretendientes en este orden: Alcátoo, Eurialo, Eurimaco, Crótalo, Acrias, Portaon Cápelo, Licurgo, Calcodonle, Lasio, Tricolono, Aristómaco, Priante, Cronio, Eolio y finalmente Eritras, a lodos los cuales solía tributar honores fúnebres Pélope, el vencedor, cada aflo mientras reinó.] Otros, sin embargo, sostuvieron que esto fue hecho por el padre porque estaba enamorado de su hija, que no queria conceder a nadie, razón por la que se dice que inventó aquellas cosas acerca del oráculo. [Se cuenta que Enómao, tantas veces como retaba a los pretendientes de su hija a una competición de carros, solía realizar un sacrificio a Júpiter Areo.] De esta misma estaba enamorado Mirtilo, hijo de

683 Cf. Paus. VI 2 1 , 7. 684 En Paus. VI 2 1 , 10, que recoge el testimonio de Hesiodo (fr. 259a M-W) no hay ningún Portaon, sino

que aparece Alcátoo como hijo de Portaon.

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Mercurio y de Cleobule o, según prefirieron otros, de Faetusa, según otros de Manto, el cual era auriga del propio padre de Hipodamía. Así pues, entre los restantes pretendientes [estaba también Mirtilo] después de la muerte de otros trece [cuyos nombres fueron éstos escritos por Epiménidcs (Jac. 457F14=Schol. Pind. OÍ. I 127): Mermnes, Hipóstrato, Eolopeo, Pirante, Acaman, Hipomedonte, Alcátoo, Calcon, Lasio, Escópelo, Licurio, Acró-como, Crócalo, Eurimaco, Eurialo, aunque por algunos otros fueron puestos en susti­tución de los no citados Eolo y Tricorono y no es única la opinión acerca de éstos, porque unos dieron los nombres de Aristómaco, Hipótoo, Euríloco, Automedonte, Pelagunte, Cirianunte, Pélope y Opuntio. Por otra parte, con los cráneos de ellos tenía la intención de levantar un templo a Marte. En aquellas competiciones murió también Cranón, en cuyo honor ios tesalios dieron nombre a una ciudad llamada antes Efira, después Cranón, según dice Nicéforo * " . ] Tan pronto como Hipodamía hubo visto a Pélope, que se destacaba por su belleza, cayó presa de su amor y ocultamente tramó con Mirtilo que concediera la victoria a Pélope en contra de su padre. Entonces Mirtilo no introdujo los clavos en los cubos de las medas, por lo que hizo que Enómao fuese vencido por Pélope y se matara al aflojarse las ruedas. Otros dicen que Enómao fue vencido por Pélope porque Mirtilo colocó clavos de cera en los cubos. Pues Enómao concedía a los pretendientes que llevaran a Hipodamía en su carro, y quiso que el inicio de la carrera fuera desde el rio Clade y el fínal en el Istmo de Corinto y él en persona los seguía en su carro con la lanza corriendo a su espalda, carro que era arrastrado por los muy veloces caballos Psila y Harpina. Asi pues, el propio Enómao clavaba la lanza en la espalda a los pretendientes que habían sido alcanza­dos. Y así vencido Enómao por Pélope a causa de los engaños de Mirtilo, al morir maldijo a Mirtilo para que muriese a manos de Pélope, lo que sucedió también poco después. En efecto, al llevar Pélope a Hipodamía y al tener aquélla sed en el camino, Pélope se apartó un poco del camino para buscar agua; Mirtilo, pensando que esta primera ocasión era suficientemente adecuada al estar ausente Pélope, intentó violar a Hipodamía. Entonces Hipodamía, una vez que hubo vuelto Pélope, acusó a Mirtilo, a quien Pélope arrojó al mar en el promontorio de Geresto, mar que después fue llamado por él Mirtpo, según señaló Euripides en Orestes (988-94). Pero Istro, en el libro XII de Los asuntos del Ática, escribió que Mirtilo fue un hombre muy belicoso que, al haberle sido prometida y luego no concedida Hipodamía, luchó con Pélope, por el que sin embargo fue vencido. [Recuerdan que, después del asesinato de Mirtilo, el propio Pélope fue purificado por Vulcano y que él, tras haber llegado al mar y haber tomado Pisa, el palacio de Enómao y la Apia llamada Pelasgiótide, lo llamó Peloponeso, esto es isla de Pélope, aunque es una península. Ade­más, cuentan las fábulas que éste, cuando fue cocido, fue amado por Neptuno, según señaló Pindaro (OÍ. I 25-7) en estos versos; De él se enamoró Posidón, el que rodea la tierra, después de que lo sacó del caldero purificador Cloto, adornado en su resplande­ciente hombro con marfil. Escribió Pausanias, en Los primeros asuntos de la Elide (V 10,6), que no fueron sólo dos los caballos de Enómao, sino cuatro. Confió a la memoria Janto, en Los asuntos de Lidia, y Herodoro en aquellas cosas que escribió sobre Perseo y Andró­meda, que esos cuatro caballos de Enómao recibieron los nombres de Psila, Harpina, Ocion, Aorato; y a Mirtilo le fue prometido en juramento por Pélope como precio del fraude

685 Conti, que tiene como fuente Schol. Pind. Pyth. X 85, considera nombre de un autor el adjetivo alkepitoriM: el victorioso.

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que Mirtilo estaría con Hipodamía en la primera noche; y como después él reclamara esto, se dice que fue arrojado de la nave al mar por Pélope, según atestigua también Pausanias en Los asuntos de Arcadia (VIII 14,11). Al haber llegado su cuerpo arrastrado por el oleaje hasta Fenea, fue enterrado allí con mucho honor y fueron instituidos en su honor sacrificios anuales, aunque atestigua Duris de Samos que este nombre le fue dado al mar Mirteo no por Mirtilo sino por Mirton una joven allí ahogada. [Fue confiado a la memoria por Teseo en Los asuntos de Corinto y por Pausanias, en los mismos (II 14,4), que el carro de Pélope fue depositado en Corinto, en el templo Anactoro, carro que colgaba del techo, puesto que Pélope fue honrado entre los eleos con tan especial honor por encima de los demás héroes como Júpiter por encima de los demás dioses.] Se dice que Pélope tuvo como hijos a Cleono, del que recibió su nombre la ciudad, Letreo, Atreo, Alcátoo, Lisídice, Plístenes y Tiestes. [Otros dijeron que fueron hijos suyos Piteo, Crisipo, Diante e Hi-palcmo.] Pero de qué mujeres no consta; [y un tal Argío, pero sin duda no aquél que, quemado el primero por Hércules, inició la costumbre de que en lo sucesivo se quemaran los cadáveres, y Corinto, por quien fue reconstruida la ciudad de Efíra, aunque algunos atribuyen esto a Júpiter, otros a Orestes y otros a otros corintios. Realmente, el hecho de que Neptuno se enamoró de Pélope cuando fue sacado del caldero, lo trasladaron algunos a la historia y dicen que se dijo esto porque Pélope, antes de llegar al desarrollo del calor natural y antes de que la naturaleza cociera las humedades inútiles, había sido de poca salud. Pero, al llegar a la pubertad, se dice que fue amado por Neptuno, cuyos hijos y amigos fueron hombres belicosos y fuertes. Y esto realmente no se aparta de la razón física ya que fue escrito por Aristóteles, en la Historia de los animales, que muchos fueron hasta la pubertad enfermizos y una vez que han expulsado por primera vez el semen se vuelven sanos o les sucede lo contrario. ] Pélope fue sepultado en Letrina, que fue una ciudad de la Elide, según escribió Isacio (Schol. Lyc. 52): Y Troya no podía ser tomada, según predijo un oráculo, antes de que Neoptólemo, el hijo de Aquiles, llevara allí un hueso de Pélope y el arco de Hércules, que tenía Filoctetes. [Este hueso, cuando era llevado en devolución a Grecia tras la toma de Troya, desapareció a consecuencia de un naufragio que tuvo lugar junto a Eubea y, después de muchos años, fue capturado por un pescador, quien admirado del tamaño, consultó al oráculo de quién era; al saber que era el hueso de Pélope, lo enterró en la playa. Y después, al haber recibido los eleos la orden de que lo buscaran para aliviar la peste, tras haberle dado muchos regalos, lo recibieron públicamente **''.] Y no muchas más cosas que éstas fueron confiadas a la memoria acerca de Pélope.

Pero, ¿por qué estas cosas sobre Pélope e Hipodamía, que no disienten del relato histórico, han sido recogidas y celebradas por los poetas? Porque la vida humana no es otra cosa que una lucha semejante a esta competición, puesto que han de ser soportados peligros y calamidades y ha de lucharse valerosamente con los placeres y, si somos vencidos por éstos, somos conducidos realmente a la perdición; pero si nosotros mismos salimos vence­dores, seremos tenidos como hombres valerosos y constantes y tendremos siempre como compañera a la fortaleza, como a Hipodamía, durante toda la vida, puesto que la costumbre casi se convierte en naturaleza, y que el ingenio, o la naturaleza de los mortales, es

686 Cf. Paus. VIH 14, 2. 687 Cf. Paus. V 13, 4-6, donde el relato es más extenso y algo diferente del de Conti.

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propenso y veloz para los placeres lo atestiguan los propios nombres de los caballos, puesto que Harpina significa rapaz, Ocis y Psila son veloces, por otra parte Aorato no puede ser visto. Así pues, al querer mostrar que es propio de los mortales una vida llena de lucha, llena de miserias, llena de peligros, siempre añadieron a los placeres peligros, ya que todos son en último término motivo de desgracia. Y, para apartamos de ellos y para que nos convirtamos, según nuestras fuerzas, en hombres buenos, demostraron qué suplicios se disponen para aquellos que han sido vencidos por los placeres. Esta es la única causa de por qué han sido confiadas a la memoria estas cosas y divulgadas por los poetas. Pero ahora hablemos acerca de Perseo.

Cap. 18: Sobre Perseo

Muy semejante a la de Enómao fue la causa que empujó a Acrisie, padre de Dánae y abuelo de Perseo, a no conceder a nadie su hija en matrimonio, puesto que éste había recibido la respuesta de que le habría de suceder que sería asesinado por el nieto que naciera de su hija Dánae; en efecto, fue Dánae, la madre de Perseo, hija de Acrisio, el rey de Argos, y de Euridice, hija de Euroteo [o, según plugo más a otros de Lacedemoni; después de que ésta hubiera nacido, Acrisio se dirigió al oráculo para saber si después habria de tener algún hijo varón. Entonces el oráculo respondió que no tendría ningún hijo varón pero que habría de nacer un nieto, hijo de su hija, por el que él mismo sería muerto; según escribió Ferecides, en los libros I y XII de sus Historias (Jac. 3F12=Schol. Ap. Rh. IV 1091), éste entonces, de vuelta a su patria, construyó bajo tierra una habitación de bronce en su residencia, según dice Sófocles en Antígona (944-51), en la que encerró a Dánae con su nodriza y le puso guardias, para que de ella no naciera ningún hijo, según escribió Pausanias en Los asuntos de Corinto (II 23,7) y Horario en el libro HI (16,1-11) de sus Poemas: La torre broncínea, las sólidas puertas y las siniestras guardias de perros vigilantes hubieran protegido suficientemente del adulterio a Dánae encerrada, si de Acrisio, custodio temeroso de la doncella escondida, no se hubieran reído Júpiter y Venus. Pues habria de existir un camino seguro y expedito para el dios convertido en precioso metal. El oro ama ir por enmedio de servidores y quebrar las rocas más podero­samente que el golpe del rayo. Así pues, al haberse enamorado Júpiter de ésta, se dice que bajó fluyendo desde el techo semejante al oro y que, al haberlo recibido ella en su regazo, Júpiter se mostró tal cual era y se unió a ella, por lo que nació Perseo. Hubo quienes dijeron que su padre supo que Dánae estaba grávida, pero esperó a que diera a luz; otros sostuvieron que dio a luz a escondidas y dejó libre al niño durante tres años antes de que Acrisio lo supiera; que entonces Dánae fue conducida por su padre ante el altar de Júpiter Herceo y le preguntó de quién lo había tenido; al contestar ella que de Júpiter, no se le dio crédito y, habiendo dado muerie antes a la nodriza, fue encerrada en un arca de madera y arrojada al mar, según atestigua Apolonio en el libro IV (1091-2) de los Argonáutica: Cuántas desgracias soportó Dánae en el mar por la maldad de su padre. Después, tras haber llegado el arca a la isla de Serifos, que es una de las Cicladas, donde gobernaba Polidectes, hijo de Andrótoe y de Perístenes, [aquel que fue hijo de Damástor, quien lo fue

688 Cf. ApoUod. II 2, 2.

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de Nauplio, quien de Neptuno,] o, según prefiriron otros, hijo de Neptuno y de Carebia o de Amemone, por Dictis, hermano del rey que estaba pescando allí por casualidad, fue sacada el arca con una red y a éste Dánae le rogó que abriese el arca. Y, tras haberla abierto y haber sabido quiénes eran, los llevó a su casa y como parientes los tuvo junto a él humanitariamente, según dice Estrabón en el libro X (5,10,C487). Después, con el correr del tiempo, Polidectes intentó violar a Dánae y, al no poder a causa de Perseo, fíngió que él queria preparar una dote para Hipodamía, la hija de Enómao, e impuso a Perseo la obligación de que le trajera la cabeza de Medusa para regalársela a Hipodamía. Así pues, tras haber recibido aquellas cosas acerca de las cuales se habló en Medusa, se dirigió allí. [Se cuenta que Esteno y Euríale, hermanas de Medusa, llegaron en persecución del homicida hasta Argio, colina así llamada porque Argos se había ocultado allí; y éstas, cuando esperaban que ellas iban a apoderarse de él, a causa de su gran alegría emitieron un gran mugido, por lo que el lugar y la ciudad recibieron el nombre de Micenas.] Se sabe que después Acrisio, según dice el mismo Ferecides (Jac. 3F12=Schol. Ap. Rh IV 1091), con ningún cuidado pudo evitar el cumplimiento del destino y la respuesta del oráculo, puesto que, una vez llevada [a Serifos] la cabeza de Medusa, Polidectes y todos los suyos fueron convertidos en piedra y Peseo, tras dejar a Dictis para que gobernara en Serifos, con una gran tropa de Cíclopes y con Dánae y Andrómeda se dirigió a la ciudad de Argos. Se dice que Andrómeda fue hija de Cefeo y de Casiopea y que ésta fue encadenada por las Nereidas a una roca, para ser devorada por un cetáceo, a causa de que Casiopea habia concitado ia ira de aquéllas contra sí, ya que se vanagloriaba de que su hija aventajaba en belleza incluso a las Nereidas. Así pues, ésta fue liberada por el valor de Perseo, que caminaba hacia allí, [después de haber mostrado la cabeza de Medusa] y a éste también lo siguió después, según dice Ctesias en Perseide (==Ps. Plut. De fluv. 18,6). Así pues, cuando Perseo llegó a Argos no encontró a Acrisio, porque por temor había huido a Larisa, que fue una ciudad de los pelasgos. Por tanto, habiendo dejado allí a Dánae con su madre Euridice, él mismo con los Cíclopes y Andrómeda se dirigió a Larisa, donde reconoció a Acrisio y le convenció para que volviera con él a Argos. Pero, antes de abandonar Larisa, sucedió que se celebró una competición en aquella ciudad y a este certamen acudió el propio Perseo y cogiendo un disco empezó a lanzarlo, pues todavía no había sido inventado el pentatlón sino que las competiciones se realizaban de una en una por separado. Y se dice que el disco, volando contra el pie de Acrisio, lo hirió y de esta herida murió y los de Larisa erigieron con magnificencia su sepulcro delante de las puertas de la ciudad. Sin embargo, Pausanias, en Los asuntos de Corinto (II 16, 2), escribe que Acrisio no fue golpeado por el disco que había girado sino por el empuje de aquél lanzado junto al río Peneo cuando Perseo, orgulloso por la gloria de haber inventado el disco, mostraba su arte en una reunión de hombres. [Teseo, en Los asuntos de Corinto, confió a la memoria que Perseo, al volver a Argos, como pensara que el parricidio era motivo de una gran infamia para él, pidió a Preto que intercambiaran el reino y, conseguido esto, fundó una ciudad a la que dio el nombre de Micenas por haber encontrado una empuñadura de espada al excavar sus cimientos, ya que los habitantes de allí llamaban a la empuñadura micete, lo que sin embargo algunos sostuvieron que sucedió por una seta nacida allí repentinamente otros

689 Cf. Ps. Plut. De fluv. 18, 6. 690 Cf. Paus. II 16, 3 , donde no se habla de una empuñadura encontrada, sino de que a Perseo se le cayó la

vaina de su espada y lo consideró de buen augurio.

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que por Miceme, la hija de Inaco*" . ] Y después se casó con Andrómeda, según dice Heródoto en Polimnia (YII 61), de la que tuvo un hijo, Perses, al que dejó junto a su abuelo porque éste no tenía ningún hijo varón. [Fue hija suya también Eritra, de quien recibió su nombre el mar Eritrco, a la que tuvo antes de fundar Tarseo, ciudad de Cilicia, aunque algunos sostienen que ésta fue fundada por Sardanápalo.] Tuvo también una hija Gorgófone, según dice Pausanias en Los asuntos de Corinto (II 21,7) [que fue la primera de todas las mujeres que se casó en segundas nupcias, ya que, muerto Peñeres, hijo de Eolo, se casó con Ebalo, aunque antes era costumbre de las mujeres que, muerto su primer marido, se abstuvieran de segundas nupcias. Además, recuerdan que fueron hijos de Perseo y de Andrómeda Electrión y Esténelo, según escribió Herodoro en sus Historias (Jac. 31F15=Schol. Ap. Rh. I 747), a los que añadió también a Méstor; otros, además de éstos, le atribuyeron como hijo a Eritro, quien gobernó sobre el mar Eritreo y, sepultado en aquellas regiones, dio su nombre al mar, según atestiguó Arriano en el libro VIH (37,3) de Las liazañas posteriores a Alejandro.] Estas son las cosas que fueron confiadas a la memoria sobre Perseo, además de aquellas que han sido dichas con anterioridad. [Perseo fue enterrado en una vía, al lado izquierdo, por donde pasaba el camino de Micenas a Argos, y a éste le fueron concedidos honores divinos como les son tributados a los Héroes.]

Ahora investiguemos qué significan estas cosas. Que Dánae fue así encerrada y que Júpiter convertido en oro se unió a ella no significa otra cosa sino que con la largueza todo se pone al alcance de los ojos y nada hay a buen recaudo de la avaricia. [Cosa que puso de relieve con estos versos Paulo Silenciario (Anth. Gr. V 217): Zeus, convertido en oro, cortó en dos el lazo de la no tocada virginidad deslizándose hacia la habitación forjada en bronce de Dánae. Y yo digo que la leyenda cuenta lo siguiente: «El oro, que todo lo somete, vence los muros de bronce y las prisiones». El oro menosprecia a todos los guardianes, todas las llaves; el oro doblega las cejas altivas y éste plegó el corazón de Dánae; que ningún amante implore a la Pafia si tiene dinero. Pues no hubo ninguna época, desde que las riquezas irrumpieron en el conocimiento de los hombres, en la que el oro no haya tenido la máxima majestad, a quien sé han visto obligados a servir muy a menudo todas las leyes de la honradez, todos los derechos de la humanidad y el culto a Dios, pues es infinito el número de quienes honran, se preocupan, aman, veneran en realidad más al oro que al verdadero Dios, aunque con sus palabras declaran lo contrario, y sobre todo en las ciudades más grandes, donde reina más la avaricia, la ambición y todo desenfreno inmoderado.] Que fue expuesta en un arca tiene que ver con la historia. Que Perseo realizó aquellas cosas que se han dicho sobre él mismo con anterioridad, todo ello es fabuloso, pues Perseo es la razón de nuestra alma y la prudencia. Pero, al ser Medusa o una meretriz o la lujuria y el placer natural, que convierte a los hombres en piedras, ésta muere a manos de Perseo y su cabeza es entregada a Palas, que la clava en el escudo; todo esto no significa otra cosa sino que es la misma la fuerza de la sabiduria y la de la lujuria y no hay menos placer en los asuntos preclaros que en la lujuria, sino que para este conoci­miento hacemos uso de la razón como de una alcahueta; por este motivo Perseo llevó la cabeza cortada de Medusa a Palas. Pero sobre Medusa ya se ha explicado con mucho cuidado en otro lugar. El fue un obstáculo para Polidectes, porque la razón no sólo se alza contra

691 Cf. Paus. II 16, 4, que cita a Hesiodo (fr. 246M-W).

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los placeres sino que también socorre a otros según sus fuerzas. Pues no es sólo un hombre bueno o justo el que no hace nada inicuo sino también el que, en la medida de sus fuerzas, sirve de impedimento a otros, para que no hagan nada injusto. Se imaginó que éste, con ayuda de los dioses, evitó el ataque de las Górgonas y dio muerte a Medusa, cuya contemplación no le estaba permitida a nadie, porque toda la prudencia humana por sí misma es débil sin la ayuda de Dios, sin la cual no podemos escapar suñcientemente a los encantos de los placeres; pues esto mismo, ser un hombre bueno, es un don de Dios. [Otros dijeron que Perseo, hijo de Júpiter, dio muerte a la Górgona y que por esta razón voló después a lo alto del cielo; ha de ser entendido desde el punto de vista de la historia, ya que éste mató a un tirano de Creta o, según prefirieron otros, de Arcadia, pero según otros de su patria Atenas, hazaña por la cual fue, según dicen,'elevado al cielo con alabanzas o, lo que conviene más a la razón, con el sentimiento de alegiía de las hazañas realizadas. Otros entienden que por estas cosas se pone de relieve la inmortalidad del alma, puesto que ella, mediante el movimiento continuo, produce la generación y la corrupción, pero ella misma, vencedora de las cosas inferiores, liberada da este peso volará finalmente al cielo.] Y a nadie le está permitido contemplar protegido los placeres, puesto que si alguien se detiene durante mucho tiempo a considerar los placeres ilegítimos, no es difícil que sea arrastrado aquél, cautivo en las redes de aquéllos. Sin embargo. Cares de Mitilene, en el libro II de sus Historias, escribió que Dánae no fue deshonrada por Júpiter sino por su. tío paterno Preto, del que nació Perseo; que ella después se casó con Pilumno, rey de Apulia, para quien dio a luz a Dauno. Pero, dado que estas cosas no tienen nada que ver con la formación de la vida, que sean dejadas por ahora.

Fin del Libro Séptimo

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