LIBRO SEXTO DE LA «MITOLOGIA» DE NATALE...

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LIBRO SEXTO DE LA «MITOLOGIA» DE NATALE CONTI Que hay que soportarlo con ánimo resignado, si no podemos conseguir algo de Dios Puesto que la vida de los mortales está rodeada de muchas dificultades y por ninguna parte suele estar privada de desgracias, Cristianísimo Rey, dijeron los antigüps que lo mejor que podían hacer era atraer a los hombres, con la dulzura de la palabra y la maravilla de los asuntos expuestos, a la prudencia y a la tranquilidad de los ánimos. Pues, ¿con qué razones puede convencerse alguien en algún momento de que es inútil o incluso perjudicial lo que muy a menudo ha tratado de obtener de los dioses inmortales mediante promesas con gran empeño de su espíritu, si antes no se ha sabido con certeza que también otros hombres han conseguido, finalmente y con dificultad, de los propios dioses alguna vez calamidades para sí y para sus seres más queridos? Pues, ¿con qué ánimo hay que pensar que estuvo Teseo tras haber conocido la inocencia de su hijo cruelmente despedazado? O, ¿qué ira de los dioses hubiese podido perjudicar tanto a Sémele como la buena disposición de Júpiter al haberse acercado a ella, que se lo había pedido, con lá apariencia que solía hacerlo ante la inmortal Juno, con un rayo? A su vez, ¿qué violencia de los hombres de peor voluntad o qué odio de los infames hubiese aniquilado tan cruelmente a Faetonte como la condescendencia paterna y las súplicas de un hijo oídas con excesiva buena voluntad por su propio padre? Porque, si los dioses no hubiesen estado tan bien dispuestos algunas veces para los hombres que suplican, muchas calamidades, muchos peligros, muchas muertes habrían sido desterradas de las cabezas de los hombres buenos. Así pues, para que lo soportemos con ánimo resignado, si no podemos conseguir algo de los dioses, fueron envueltas en fábulas muchas reflexiones, con el fin de que penetraran suavemente en el vulgo. Pues no hay que caer continuamente en la desesperación cuando suplicamos algo en vano, cosa que hicieron la mayoría de los hombres necios, quienes, al no haber conseguido sus deseos, o bien dijeron que no había dioses, o que no se preocupaban de los asuntos humanos, o que todas las cosas eran arrastradas en una sucesión indisoluble y determinada de los hados, y sometieron las cosas divinas a su ignorancia y no la cortedad de su entendimiento a la naturaleza divina. Así pues, para que soportemos con ánimo resignado que alguna vez nuestras súplicas han sido vanas, y para que acojamos con buena disposición la decisión de los dioses inmortales, los antiguos imaginaron aquellas cosas que 395

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LIBRO SEXTO DE LA «MITOLOGIA»

DE NATALE CONTI

Que hay que soportarlo con ánimo resignado, si no podemos conseguir algo de Dios

Puesto que la vida de los mortales está rodeada de muchas dificultades y por ninguna parte suele estar privada de desgracias, Cristianísimo Rey, dijeron los antigüps que lo mejor que podían hacer era atraer a los hombres, con la dulzura de la palabra y la maravilla de los asuntos expuestos, a la prudencia y a la tranquilidad de los ánimos. Pues, ¿con qué razones puede convencerse alguien en algún momento de que es inútil o incluso perjudicial lo que muy a menudo ha tratado de obtener de los dioses inmortales mediante promesas con gran empeño de su espíritu, si antes no se ha sabido con certeza que también otros hombres han conseguido, finalmente y con dificultad, de los propios dioses alguna vez calamidades para sí y para sus seres más queridos? Pues, ¿con qué ánimo hay que pensar que estuvo Teseo tras haber conocido la inocencia de su hijo cruelmente despedazado? O, ¿qué ira de los dioses hubiese podido perjudicar tanto a Sémele como la buena disposición de Júpiter al haberse acercado a ella, que se lo había pedido, con lá apariencia que solía hacerlo ante la inmortal Juno, con un rayo? A su vez, ¿qué violencia de los hombres de peor voluntad o qué odio de los infames hubiese aniquilado tan cruelmente a Faetonte como la condescendencia paterna y las súplicas de un hijo oídas con excesiva buena voluntad por su propio padre? Porque, si los dioses no hubiesen estado tan bien dispuestos algunas veces para los hombres que suplican, muchas calamidades, muchos peligros, muchas muertes habrían sido desterradas de las cabezas de los hombres buenos. Así pues, para que lo soportemos con ánimo resignado, si no podemos conseguir algo de los dioses, fueron envueltas en fábulas muchas reflexiones, con el fin de que penetraran suavemente en el vulgo. Pues no hay que caer continuamente en la desesperación cuando suplicamos algo en vano, cosa que hicieron la mayoría de los hombres necios, quienes, al no haber conseguido sus deseos, o bien dijeron que no había dioses, o que no se preocupaban de los asuntos humanos, o que todas las cosas eran arrastradas en una sucesión indisoluble y determinada de los hados, y sometieron las cosas divinas a su ignorancia y no la cortedad de su entendimiento a la naturaleza divina. Así pues, para que soportemos con ánimo resignado que alguna vez nuestras súplicas han sido vanas, y para que acojamos con buena disposición la decisión de los dioses inmortales, los antiguos imaginaron aquellas cosas que

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han sido dichas sobre Faetonte y otras muchas semejantes a éstas, que a la masa de incultos les parecen cuentos de vieja y asuntos que mueven a risa, pero, si alguno presta atención correctamente a la naturaleza de las fábulas en su totalidad, se dará cuenta de que han sido pensadas para reconducir la vida humana a lo mejor. Pero ahora investiguemos lo que acerca de Faetonte ha sido confiado a la memoria por los antiguos.

Cap. 1: Sobre Faetonte

Se dice que hijo de la ninfa Clímene y del Sol fue Faetonte, quien como no quiso ceder ante Epafo, hijo de Júpiter, y se vanagloriara de ser hijo del Sol, Epafo dijo que éste se jactaba de serlo falsamente, según dice Ovidio en el libro I (748-56) de las Metamorfosis: Ahora, finalmente, se considera a Epafo nacido de la semilla del gran Júpiter, y en las ciudades tiene templos juntamente con su madre. Fue igual a éste en carácter y en años el hijo del Sol, Faetonte; a éste, que una vez hablaba con orgullo y no cedía ante él y se enorgullecía de su padre Febo, no lo soportó el Ináquida y le dijo: «Loco, crees a tu madre todas las cosas y estás hinchado por la figura de un falso padre». Enrojeció Faetonte y con la vergüenza reprimió su cólera y llevó junto a su madre los insultos de Epafo, cosas que también han sido por Tzetzes en la Historia 137 (v. 359) de la Quiliada IV. Pero Pausanias, en Los auntos de Ática (I 3,1), escribe que Faetonte nació de la Aurora y de la sangre de Cèfalo, lo que también atestigua Hesíodo en la Teogonia (984-7): Para Titano parió Eos a Memnón, de broncínea coraza, rey de los etíopes, y al soberano Ematión; además, con Cèfalo concibió un ilustre hijo, el impetuoso Faetonte, varón semejante a los dioses. Así pues, contaron mediante fábulas que Faetonte, enfure­cido por las injurias de Epafo, para dejar clara la nobleza de su estirpe ante todos los hombres, se encaminó a presencia del Sol, su padre, y finalmente consiguió con sus súplicas que éste le prometiera bajo juramento que le habría de conceder lo que Faetonte le pidiera. Entonces Faetonte pidió que le concediera, durante un día, el carro y el gobierno de la vida; aunque el Sol soportaba esto con dificultad, sin embargo no podía negar lo que había afirmado mediante juramento, y procura con muchas razones convencer a su hijo de que no intente una empresa tan dura y tan difícil, que precisa un conocimiento y una firmeza de carácter mucho mayores. Pero, como nada le sirviera para alejarlo de tan gran empresa, ni con consejos ni atemorizándolo ni suplicándole, se dice que, mal de su grado, le entregó el carro y las riendas de los caballos, como espléndidamente escribió Ovidio en el libro II (19-149) de las Metamorfosis y Luciano en Los diálogos de los dioses (25,1-2), Así pues, como Faetonte no supiera mantener, debido al miedo a Escorpión, dentro del camino fijado el carro recibido, hizo que unas veces se abrasase el orbe de las tierras por la severidad del calor muy cercano y que incluso las regiones junto a los ejes del cielo sintieran un calor al que no estaban acostumbradas, y que otras veces la tierra de los etíopes se agobiara con friios muy rigurosos y desconocidos. Al haberse dado cuenta Júpiter de esto, temeroso de que pereciera en su totalidad el linaje de los seres vivos, arrojó con un rayo celeste del carro a Faetonte, quien cayó a las orillas del río Erídano, según dice Apolonio en el libro IV (596-600) de los Argonáutica: Desembocaron en la muy profunda corriente del Erídano, donde una vez Faetonte, medio quemado, herido en su pecho por un ardiente rayo, cayó del carro de Helio en la desembocadura del muy profundo mar. Aún ahora éste exhala un profundo vapor de la herida candente. [Y Lucrecio, en el libro V

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(399-404), dice: Pero entonces el padre omnipotente, agitado por una penetrante colera, con un golpe repentino de su rayo hizo caer de sus caballos a la tierra al magnánimo Faetonte, y et Sol, saliendo al encuentro del que caía, recuperó la imperecedera luminaria del mundo y recogió los caballos desbocados y temblorosos los enganchó. Y después dio de nuevo vida a todas las cosas, guiándolos por el camino que les era propio. ] Por otra parte, en el país de los Celtas está aquel lugar en el que se dice que cayó Faetonte, donde brotan las fuentes del Erídano junto a los montes Pirineos, según atestigua Dionisio en la Descripción del mundo (288-91) en estos versos: Después de éstos está el monte Pirineo y el país de los Celtas, cerca de las fuentes del Erídano, de hermosa corriente, en cuya desembocadura, en otro tiempo, durante la solitaria noche se quejaban las Helíades llorando a Faetonte. Pues es sabido que sus hermanas, que han sido recordadas cuando tratábamos acerca del Sol, soportaron tan mal la muerte de Faetonte que, al llorar conti­nuamente, fueron convertidas por la misericordia de los dioses en álamos, según afirma Ovidio en el libro I (2,31-2) de las Pónticas: También felices vosotras, cuyo rostro, que llamaba a voces a su hermano, ocultó con una nueva corteza el álamo. Sus lágrimas se convirtieron en ámbar, según dice el mismo poeta en el libro II (364-6) de las Metamorfo­sis: De allí fluyen las lágrimas y, goteando de las recientes ramas, se endurece al sol el ámbar que acoge el transparente río y lo envía a las jóvenes latinas para que se adornen. {Aunque Artemidoro de Efeso escribió que entre los celtas corrió el rumor de que el ámbar era, sin duda, no las lágrimas de las Helíades sino las de Apolo cuando, entristecido por la muerte de Esculapio, se dirigió a los Hiperbóreos debido a la indignación contra su padre. Además, no faltaron quienes dijeron que esto mismo aconteció en la época en que recibió la orden de convertirse en siervo debido a la muerte de los Cíclopes. Algunos creyeron que, a consecuencia de aquel incendio, fue llamado con el sobrenombre de Faetonte, ya que antes era llamado Erídano, de quien también recibió su nombre el río.]

Estas son las cosas que a modo de fábula fueron dichas por los antiguos sobre Faetonte. Se decía que Faetonte era hijo del Sol y de Clímene porque es el ardor o la inflamación que procede del Sol; pues phaetlió significa ardo. Dijeron que la madre de éste era Clímene, que es el agua y fue llamada apo tou Iclyein que sìgaìTicA inundar En efecto, opinaron Anaxágoras y Heráclito que las estrellas eran ígneas y que se alimentaban de los vapores que son extraídos de la tierra mediante la fuerza del sol, pues cuando los vapores se han inflamado, entonces el calor es agobiante, lo que también es claro durante los días del estío, cuando efectivamente se hacen más densos los vapores de la tierra y éstos se calientan por el sol, lo que también sucede con mayor frecuencia cuando están cercanas las lluvias, momento en el que el calor es grande y casi insoportable. Por esta razón, Faetonte es hijo del Sol y de Clímene, esto es el ardor de aquellos vapores que son provocados por el Sol. Otros consideraron a Faetonte hijo de Cèfalo y de la Aurora, porque se piensa que Cèfalo es el propio Sol, príncipe de todos los astros, pues el ardor nace de las fuerzas del Sol durante su órbita. Cuentan las fábulas que éste consiguió el carro de su padre el Sol porque ese ardor anduvo errante a lo largo y a lo ancho y devastó muchas provincias no acostumbradas a tan pesados calores. Pero yo, en realidad, a través de esta fábula creería

465 Que las lágrimas de Apolo eran el ámbar aparece en Schol. Ap. Rh. IV 611, sin atribución a Artemi­doro.

466 Klyein: escuchar. Lo más parecido a inundar es klyzein: bañar, lavar.

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que alguna vez hubo una gran sequía, o un calor violento e inaudito a causa de una determinada conjunción de los planetas con el Sol, que estaba en la última parte de Libra a finales de septiembre, por lo que los antiguos imaginaron que Faetonte, antes de llegar a Escorpión, cayó por temor a éste. Crearon la ficción de que él se desvió de su camino en aquella paite del zodíaco en especial que es la última de Libra hacia Escorpión, en donde está la llamada vía abrasada, que está a diez grados de distancia por ambas partes Pues, al haber llegado el carro del Sol allí y al no cesar sin embargo el calor con el acortamiento de los días, se creyó que el carro del Sol había abandonado su camino acostumbrado y de ahí se dio lugar a la fábula. Así pues, la fábula de Faetón no es otra cosa que la violenta sequía debida a la conjunción de algunas estrellas enantes; y se dice que éste cayó a las orillas del río Erídano porque, la mayoría de las veces, a esta sequía suelen seguirla inundaciones, o la peste, o terremotos, o escasez de víveres. Pues se dice que, cuando un extraordinario calor del Sol y una sequía de la tierra invadió, en el año 1242 de nuestra salvación, la Galia, Grecia e Italia, surgió con tanta virulencia la peste en el año siguiente, que apenas sobrevivió uno de cada diez mil hombres. Esto mismo sucedió alguna vez en Egipto y en Asia, después de una sequía y después de violentas inundaciones; en efecto, en una sola noche, bajo el mandato de Tiberio César fueron destruidas doce ciudades por un terremoto. Y Anaximandro predijo, a partir de la observación de los astros, no sólo las tempestades sino incluso los vientos subterráneos que habrían de llegar a Lacedemonia. Cuentan mediante fábulas que éste fue fulminado por Júpiter junto al río Erídano porque, de la misma manera que en la salida de Orion, también en la de Erídano muy a menudo se reúne una gran violencia de lluvias, razón por la que Cicerón dice en los versos de la Aratea (145-6) que aquél tiene grandes fuerzas, cuando traduce así: También verás situado en esta parte del cielo a Erídano, río funesto con gran violencia. Se creó así la ficción de que fue fulminado por un rayo porque los vapores, elevados por el calor a la parte más alta del aire, condensados estrechamente por el frío circundante (pues aquella parte del aire donde no llegan los rayos del Sol devueltos por la tierra es más fría) enviaron y precipita­ron truenos, relámpagos y rayos, hasta que finalmente desapareció el calor. Por este motivo se dice que Júpiter lo arrojó del carro y que recompuso cualquiera de los asuntos moríales que veía que se desmoronaban. Pues Júpiter unas veces es [el calor, que es la vida de todos los seres vivos, otras veces el elemento del fuego al igual que este Vulcano que abrasa, otras veces] el aire, otras la mente divina, por quien, al convertirse por fin el aire en más frío, alguna vez se vuelven a crear los seres vivos casi abrasados y extinguidos por el calor.

[Otros dijeron que la fábula había sido imaginada por este motivo, a saber porque fue el primero en observar el curso del Sol; y, al haber muerto antes de conocer en su totalidad la ciencia, se dijo que fue arrojado por un rayo, según dice Luciano en la Astrologia (19). Otros sostuvieron que mediante esta fábula los antiguos habían puesto de relieve que la administración de los asuntos más importantes y el máximo poder sobre los estados no debía ser confiado ni a los jóvenes ni a los adolescentes ni a los inexpertos, puesto que el poder sobre los demás sólo conviene a los más prudentes, ya que, quienes colocan a jóvenes inexpertos al frente de los asuntos públicos, ellos mismos se dan cuenta de que se han equivocado frecuentemente con gran peligro para sí, de los gobernantes y de los subditos.] Es sabido que sus hermanas lloraron la muerte de Faetonte tan lastimeramente

467 Cf. Bocc. G.D. VII 41.

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que por compasión de los dioses fueron convertidas en álamos. Esto no significa otra cosa sino que de la humedad y de ese gran calor del Sol suelen nacer después muchas clases de árboles y de plantas; no obstante, cuando el calor ha superado la capacidad de la materia, ya no es autor de la generación sino de la corrupción. Por otra parte, la savia que fluye en último lugar, sea de los cuerpos de los animales o de los árboles, es más espesa, razón por la que dicen que el ámbar fluyó de aquellos árboles que en principio lloraban. Hubo quienes hicieron girar estos asuntos más bien hacia el campo de la historia, pues todas las fábulas tienen una parte de historia como fundamento. Escribe Tzetzes, en la historia 127 (IV 137, 378-87), que Faetonte fue el hijo de un rey que, al conducir su carro por las riberas del Po, río de los Celtas, murió cuando cayó al río, y que a éste le lloraron con tan gran tristeza de ánimo sus hermanas que se volvieron locas, por lo que se dice que fueron convertidas en árboles. Y Plutarco, en Pirro (1), escribe que el primer rey de los tesprotos y de los molosos tras el diluvio fue Faetonte, al que Luciano, en el diálogo Sobre la astrologia (19), creyó hijo del Sol y que había recibido el carro porque fue el primero en conocer el curso del Sol. Hubo quienes dijeron que la fábula de Faetón derivó del hecho de que un gran cometa, de naturaleza solar, produjo en algunos lugares, tras disolverse por fin, un calor insoportable. Pues la naturaleza de los cometas, bien sea vapor acumulado alrededor de los astros, bien sea muy largo de por sí el que poco a poco se quema, o bien surja por cualquier otra causa, es de tal clase que consecuencia suya son la sequía, el calor y la escasez de aguas, ya que los vapores son más propensos a inflamar el aire que a producir lluvia. En lo que respecta a las costumbres, mediante estas cosas quisieron reprimir la arrogancia de algunos que no dejan de atribuirse nada y piensan que ellos nada desconocen a causa de su nobleza; arrogancia que, la mayoría de las veces, arrastra a los hombres a grandes calamidades. Pero ahora hablemos acerca de la Aurora.

Cap. 2: Sobre la Aurora

Que la Aurora fue hija de Hiperíon y de Tea y hermana del Sol y de la Luna lo manifestó Hesíodo, en la Teogonia (371-4), en estos versos: Tea parió al gran Helio, a la resplandeciente Selene y a Eos, que alumbra a todos los habitantes de la tierra y a los dioses inmortales y que viven en el anchuroso cielo, entregada al amor de Hiperíon. Otros creyeron que la Aurora fue hija de Titán y de la Tierra. Los antiguos dijeron que ésta era la precursora del Sol, así como Lucífero precursor de la Aurora, puesto que anuncia a los moríales que el Sol está a punto de nacer, según dice Orfeo en el Himno a la Aurora (78,3): Mensajera del divino Titán, grande y venerable. Homero le atribuyó a ésta dedos de rosa a causa de su color rojizo, o enrojecido, y dice que era transportada en un asiento de oro en el Himno a Venus (V 218-9): Así también la Aurora, de trono de oro, raptó a Titono, de vuestro linaje, semejante a los inmortales. Pues contaron mediante fábulas los poetas que la Aurora solía ser transportada en un carro tirado por cuatro rojizos caballos, según atestigua Virgilio en el libro VI (535-6): Con esta sucesión de conversaciones, la Aurora, con su cuadriga del color de las rosas, había atravesado ya la mitad de la bóveda celeste en su etérea carrera. [A la que, sin embargo, le atribuye una biga en otro lugar (VII 26), según está en estas palabras: La Aurora resplandecía rojiza en su biga del color de las rosas.] Por su parte Teócrito llamó a los caballos de la Aurora no de color de las rosas sino blancos, en Hilas (XIII 11): Ni cuando Eos, la de blancos caballos, corría a los

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dominios de Zeus. Sin embargo, dejó escrito Licofrón, en la Alejandra (16-8), que la Aurora solía ser transportada por el caballo Pegaso, según está en estos versos: Inmediata­mente Eos sobrevolaba la inaccesible montaña del Fegio en las veloces alas de Pegaso (dejando) cerca de Cerne en su lecho a Titono. Homero escribió que ésta surgía del Océano, como el Sol y los restantes astros, en el Himno a Mercurio (IV 184-5), de este modo: La Aurora, hija de la mañana, trayendo la luz a los mortales, surge del Océano de profunda corriente. Confió a la memoria Pausanias, en Los asuntos de Laconia (III 18,12), que la Aurora, cautivada por la belleza de Céfalo, joven hermosísimo, lo raptó. Además, raptó a Orion, según escribió Homero en el libro V (121) de la Odisea: Del mismo modo, cuando Eos, de dedos de rosa, raptó a Orion... Y ésta también raptó, para que fuera su marido, a Titono, al que trasladó a Délos, y, al levantarse, lo dejaba dur­miendo en el lecho junto con su hijo Memnón, según afirma Virgilio en el libro IV (584-5) de la Eneida: Y ya rociaba las tierras con luz nueva la primera Aurora, abandonando el azafranado lecho de Titono. Además, escribió Apolodoro así, en el libro I (2,4), que ésta tuvo de Astreo los vientos y los astros: De Eos y de Astreo los vientos y los astros. Pues unida con Astreo, su hermano, hijo de Hiperíon y de Tea, tuvo a Argeste Záfiro y Bóreas y el Noto, según dice Hesíodo en la Teogonia (378-80): Para Astreo Eos parió los impetuosos vientos: Zéfiro, que despeja. Bóreas, de rápida marcha, y Noto, unida en amoroso abrazo la diosa con el dios. Que ésta resultaba muy agradable y placentera no sólo para los hombres sino para todos los animales, hombres y plantas, lo escribió Orfeo, en el Himno a la Aurora (78,7-11), con estas palabras: La que alegra al linaje de los mortales; no hay ninguna que huya de tu aspecto superior; cuando alejas el dulce sueño de los párpados, todo mortal se alegra, todo reptil y las otras especies de cuatro patas, de los de alas y de los muy numerosos que habitan el mar.

Estas son las cosas que sobre la Aurora han sido transmitidas por los antiguos a modo de fábula. Consideraron a ésta hija de Tea y de Hiperíon por este motivo, a saber porque, según decisión de la bondad divina, la luz del Sol permanece junto a los mortales. Pues, ¿qué clase de beneficio tenemos que no tengan los hombres procedente de Dios? A ésta unos la llamaron hija de la Tierra y de Titán, otros mensajera de Titán y creyeron que emergía del océano, porque a los navegantes les parece que sale del agua, o a los que están en una llanura que de la tierra, y de la luz del Sol, al que precede. Pues la mirada puede medir hasta una cierta medida la distancia de los lugares según su capacidad natural, pero se equivoca, además, a causa de su debilidad y debido a la masa de aire interpuesta entre la mirada y los cuerpos alejados que se contemplan. Por esta razón, si queremos medir algo lejano, han de ser utilizados instrumentos de óptica o algunos que ayuden y delimiten la mirada. Así pues, la naturaleza del aire turbulento y de los vapores que continuamente se elevan hace que la blanca luz del Sol, por mediación de éstos, puesto que es todavía débil, se vea como la Aurora rojiza y del color de las rosas. Por esta razón le atribuyeron el color de la rosa y rosados dedos, un trono de oro y aquellos rojizos caballos que son los mismos que los del Sol. Debido a su rapidez de movimiento, le fue atribuido un carro. Dijeron que ésta tenía caballos color de nieve otros, quienes prestan atención no a los vapores que se elevaban sino a la naturaleza misma de la luz. Pero ahora háblese acerca de Memnón.

468 Comi traduce el lipousa del v, 19, que no cita. 469 Argestes es un epíteto, el que despeja, y no un nombre de viento como Conti pretende.

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Cap. 3: Sobre Memnón

Hijo de la Aurora y de Titono fue Memnón, quien tuvo como hermano de los mismos padres a Ematión, según dice Apolodoro, en el libro III (12,4), y Hesíodo en la Teogonia (984-5): Para Titono parió Eos a Memnón, de broncínea coraza, rey de los etíopes, y al soberano Ematión. Que éste nació en Tebas lo atestigua Dionisio, en Sobre la situación del mundo (248-50), en estos versos: Ciertamente, cuantos habitan la magnífica Tebas, la venerable Tebas de cien puertas, donde gritando Memnón recibe cariñosamente a su Aurora al salir. Estrabón, en el libro XV (3,2.C728), escribe, sin embargo, que la madre de Memnón fue llamada Cisia. Dice Pausanias, en Los asuntos de la Fócide (X 31,7), que éste fue rey de los etíopes y que vino a la guerra de Troya desde Etiopía, o mejor desde Susa, ciudad de Persia. Pues Memnón, antes de la guerra de Troya, había vencido por completo a todos aquellos pueblos que mediaban hasta el río Coaspe. Confió a la memoria Estrabón, en el libro XVI (XVII 1, 42.C813), que no lejos de la ciudad Ptolemaica de Egipto, en la ciudad de Abido, hubo un palacio de Memnón construido totalmente de piedra que provocaba la admiración, y, además, un laberinto de esta misma factura, al que llamaron Memnonio. Se sabe que éste fue a la guerra de Troya prestando ayuda a Príamo, y que, tras haber realizado un combate singular con Aquiles, murió. Cuando éste fue herido, brotó una fuente, de la que decían que cada año manaba agua de color de sangre en el día en que aquél fue muerto, según atestiguan estos versos de Calabro: Y quien ensan­grentado corría sobre la tierra cuando era el infeliz día de Memnón, en el que aquél murió. Dicen que él, después de su muerte, fue sepultado en Palto, junto al río Bada de Siria, según escribió el poeta Simónides (PMG 539,34=Strab. XV 3,2.C728), y que fue enterrado en la desembocadura del Esepo lo atestigua Estrabón en el libro XIII (1,11.C587); por esta razón, la aldea que estaba muy cerca fue llamada aldea Memnonia. Dejó escrito Pausanias, en Los asuntos de Laconia (III 3,8), que la espada de Memnón, de bronce en su totalidad, juntamente con la lanza, que sólo tenía broncíneos la punta y el extremo inferior, fueron depositados en el templo de Esculapio en Nicomedia. Hubo quienes dijeron que la Aurora consiguió de Júpiter que, al ser puesto Memnón en su pira, se convirtiera en ave, lo que se dice qué también ocurrió, según dice Ovidio en el libro XIII (595-606) de las Metamorfosis: «Vengo privada de mi Memnón, que inútilmente llevó las fuertes armas en favor de su tío y en sus primeros años murió a manos del valiente Aquiles; así lo quisisteis, dioses. Concede a éste, te suplico, un honor, consueto de su muerte, supremo gobernante de los dioses, y suaviza las heridas de una madre». Había asentido Júpiter cuando la elevada pira se derrumbó con su alto fuego y negros humos en espiral cubrieron el día, como cuando tos ríos exhalan neblinas nacidas de ellos y no se deja al Sol pasar hacia abajo. Vuelan tas negras pavesas y en un soto cuerpo condensadas se espesan y toman su figura y cobran color y vida del fuego, su propia ligereza las dotó de alas. Se dice que también salieron de la misma pira otras muchas aves, llamadas Memnonias, que, cayendo a la pira mientras luchaban entre sí, se consagraron a Memnón como exequias. Teócrito recuerda que el propio Memnón, cambiado también en ave, voló alrededor de la pira y recorrió la pira, en el Epitafio de Blón (Mosco III 41 y 43), cuando se lamenta de la muerte, según está en estos versos: Jamás el ave de Memnón volando alrededor del sepulcro lloró tanto al hijo de Eos en los valles de oriente. Dejó escrito Luciano, en FHopseudes (33), que fue muy célebre aquel milagro de la estatua de Mem­nón, puesto que la estatua de aquél que fue erigida en el templo de Serapis, en la Tebas

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egipcia, espontáneamente, al ser tocada por los rayos del sol, emitía un suave sonido y un no sé qué lastimero a la puesta del sol, de manera que parecía que se alegraba con la llegada de su madre y se entristecía con su partida, según atestiguó también Comelio Tácito (Ann. II 61). [Y Suidas en estas palabras: Pues esta estatua está vuelta hacia los rayos del sol, es imberbe y está hecha de piedra negra, y sucede que los dos pies están juntos, hechos según el arte escultórico de Dédalo, y que las manos se apoyan rectas sobre el asiento. En efecto, esta figura se apoya como en posición de levantarse y los dos ojos, en verdad, y cuanto es propio de la boca cantan como emitiendo un sonido y dicen que el resto del tiempo produce menos admiración. En efecto, no parecen vivos, pero en cambio cuando los rayos del sol caen sobre la estatua, y esto sucede a la salida del sol, no falta la admiración; pues empieza a cantar al punto cuando el rayo del sol llega a ella sobre la boca y los ojos parecen resplandecientes ante la luz, como los de los hombres que dicen convivir alegremente con el sol, pues parece que se levantan con el sol, como los que sirven bien a lo que es más poderoso.] Dijeron los antiguos que esta estatua tuvo por costumbre dar respuestas. Se cuenta que fue de piedra negra la propia estatua que emitía aquel sonido. Escribe Estrabón, en el libro XVII (1,46.C816), que él fue una vez a Tebas, en Egipto, donde había dos colosos de elevadísima estatura totalmente de piedra, cercanos entre si y las partes superiores de uno de ellos habían sido corroídas por un terremoto; la parte de éste que había quedado sobre la base, alrededor de la hora prima, según dice, emitió un sonido no muy grande, estando presente una gran muchedumbre. Pues así estaba grabado en la misma base artísticamente. Y esto no será ciertamente increíble si alguno ha conocido cuánto poder hay en la ciencia o si ha comprendido la preeminencia de los sacerdotes en las cuestiones astronómicas y filosóficas. Pues aquéllos no pasaban la mayor parte de su vida entre muy impuras rameras ni entre glotones llenos de vino, sino que el tiempo que les dejaba la administración de los sacrificios lo pasaban en su totalidad en los más honestos estudios y observaciones de cuestiones bien naturales o divinas. Y Tzetzes en la historia 64,(610-614) de la Quiliada VI dice que Memnón fue llamado Cipo por los antiguos y que fue una columna de color rojo veteado que emitía un sonido ciertamente alegre durante el día, porque se complacía con la presencia de su madre, en cambio lastimero durante la noche, porque se lamentaba de la partida de aquélla. En realidad, otros escritores difieren de Tzetzes porque creyeron que Memnón fue sepultado en Ilio y no trasladado a su patria. Y todas estas cosas han sido dichas a modo de fábula sobre Memnón.

Dijeron que Memnón fue hijo de la Aurora y de Titono porque éste gobernó en las regiones de oriente, ya que también los latinos llamaron al oriente a veces con el nombre de la Aurora, según está esto en Virgilio en el libro VIII (685-6): De otro lado Antonio, con la fuerza bárbara y abundantes armas vencedor desde los pueblos de la Aurora, lo que se dijo porque a la salida del sol y en el momento de la Aurora misma la mayoría de las veces surge una suave aura, pues la pequeña aura parece llamarse aurora. Que guerreó ante Troya, que fue muerto por Aquiles, que fue enterrado con honores, todo esto no se aparta de la historia. Pero que hayan volado aves desde su pira y que la Aurora consiguió de Júpiter para él la inmortalidad, ¿qué otra cosa es sino la adulación de los antiguos poetas?

470 Lo que Tzetzes dice es que a Memnón le estuvo dedicada una artística columna o mojón que en griego es stéle y en latín cippus.

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Pues aquellos que buscaban el favor de los reyes cercanos, cantaban la futura gloria eterna e inmortal de esos mismos reyes y la que se acercaba a todos los pueblos y sazonaron múltiples cosas con adornos de fábulas y con la dulzura de la palabra como a pócimas desagradables con los más dulces aditamentos, para que la simple adulación no provocara repugnancia en sus oyentes. Las cosas que se refieren a la maravilla de la estatua eviden­cian la maestría de los antiguos artistas, que no sólo levantaron colosos de increíbles proporciones y artificio y columnas admirables tanto por su peso como por el arte de las figuras grabadas en ellas, sino que también las exportaron a apartadas regiones. Pues fue tan grande su técnica para ensamblar las piedras que ni siquiera los que las escudriñaban con la mayor atención podían descubrir juntura alguna; por esta razón con toda claridad se habló acerca de aquella pirámide que fue llevada desde Egipto a Roma: Si es una sola piedra di ¿con qué técnica fue levantada? Si dos o más di ¿dónde la juntura? En lo que se refiere a las costumbres y el modo de vida, no veo que haya nada de Memnón, por lo que casi toda la explicación es histórica. Pero ahora hablemos acerca de Titono.

Cap. 4: Sobre Titono

Titono, del que dicen que fue amado por la Aurora debido a la elegancia de su cuerpo, fue hijo de Laomedonte y hermano de Príamo, según se cuenta, aunque sin embargo se recuerda que fueron distintas las madres de éstos. Pues dicen que la madie de Príamo fue Leucipo, y en cambio la de Titono para unos Estrimo, para otros Reo, hija del Escaman-dro. Dicen que Titono fue llevado al cielo porque era amado por la Aurora y que para él fue conseguida de las Parcas la inmortalidad; pero, al haberse olvidado la Aurora de pedir también que no envejeciera, se dice que Titono llegó a tan gran vejez que descansaba agitado en la cuna como los niños pequeños. Pero se dice que finalmente fue convertido en cigarra, las cuales, una vez cambiada su primera piel o bajo el peso de la edad, no mueren sino que rejuvenecen. Así trató esta fábula Horacio en el libro II (16,3Q) de los Poemas: Una larga vejez amengua a Titono. Por otra parte, se cree que sufrió esto a causa del dolor que se apoderó de él al conocer la muerte de su hijo Memnón; pues agitó los brazos como si pretendiera volar para ver a su hijo, por lo que se dice que inmediatamente le nacieron alas. Afirma esto el mismo poeta en el libro I (28,8), puesto que dice que aquél que parecía haber conseguido la inmortalidad, y a quien le nacieron alas, finalmente murió: Y Titono, llevado hacia los aires. Sin embargo, otros dicen que él le suplicó a la Aurora poder anunciar a la inmortalidad ya que, a causa de su vejez, ya no podía gozar de los placeres humanos; como ella no tuviera la capacidad de concedérselo, lo convirtió en cigarra. Se dice que Titono fundó Susa, la ciudad más notable de Persia no lejos del río Caspe y sede en obstante, que aquél solía ser abandonado en el lecho por la Aurora, en este verso (Georg. I estuviera acostado en la cuna, según hemos dicho, a causa de su vejez, Virgilio escribe, no obstante, que aquél solía ser abandonado en el lecho por la Aurora, en este verso (Georg. I 447): Abandonando la Aurora el azafranado lecho de Titono Titono tuvo de la Aurora como hijos a Memnón y Ematión, según se ha dicho [de quien recibió su nombre Ematia,

471 Cf. Stnib. XV 3, 2.C728. 472 Verso repetido por Virgilio en Aen. IV 585 y IX 460.

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aunque otros dijeron que la Aurora parió también del Titán Astreo los vientos,] y una hija: lodama Y éstas son las cosas que se dicen sobre Titono. Quienes intentaron trasladar este asunto a la historia, dicen que Titono se casó con una mujer de Oriente y, tras haber tenido de ella los hijos anteriormente citados, llegó a tan gran avanzada edad que se agitaba en la cuna en su casa como los niños. Se dio lugar a la fábula de que la Aurora le había amado a partir de esto, a saber por la templanza de los lugares de Oriente, quienes lo convirtieron en marido y casi en inmortal. El hecho de que fue convertido en cigarra, ¿qué otra cosa significa sino la charlatanería y la locuacidad de los viejos? Pues los ancianos están unas veces descontentos, otras son fanfarrones y siempre alaban el tiempo pasado y desprecian el presente, tal como Homero representó a Néstor. Hubo quienes añadieron una alegoría que produce risa y que no puedo contar casi sin estallar en carcajadas. Pues dicen que Titono es la fuerza divina y la Aurora, en cambio, la de la mañana, adecuada para vender mercancías y llevar a cabo los negocios, por lo que Titono era considerado marido de la Aurora. Pero, puesto que muchas acciones propias de los hombres se llevan a cabo durante el día y las propias de las mujeres durante la noche, según dijeron, por este motivo creo que fue inventado esto por algunos, y, dado que las cosas que se venden se exponen durante el día, dijeron que Príamo era hermano de Titono, pues priamai significa comprar. Pero yo creería que esta fábula fue imaginada porque, mediante ella, los sabios nos daban consuelos para soportar con ánimo resignado las vicisitudes de la naturaleza, ya que la mueríe, fin de todas las calamidades, fue concedida a los hombres por beneficio de los dioses. En efecto, aunque la Aurora consiguió de los dioses la inmortalidad para Titono, él sin embargo obtuvo con súplicas de los propios dioses que se le permitiera morir, porque pensaba que era preferible morir de una vez a estar continuamente asediado por las inco­modidades y tantos inconvenientes de la naturaleza. Pero ahora hablemos acerca de Pasi-fae.

Cap. 5: Sobre Pasífae

Se dice que Pasífae fue hija del Sol y de Perseide, según dice Cicerón, en el libro III (19,48) de Sobre la naturaleza de los dioses, en estos términos: Por otra parte. Circe y Pasífae, nacidas de Perseide, la hija de Océano, y del Sol, su padre, no están incluidas en el número de los dioses. Se sabe con certeza que ésta fue esposa de Minos, de quien tuvo como hija a Ariadna, de la que dicen que, llevada por Teseo y abandonada en Naxos, fue tomada como esposa por el Padre Líber, según dice Apolonio en el libro III (998-9): La joven Minoide, la bien intencionada Ariadna, a la que parió Pasífae, la hija de Helio. Contaron mediante fábulas que Venus, después de que fuera delatado por el Sol su adulte­rio con Marte, se ensañó con todo el linaje del Sol. Por esta razón Ariadna, descendiente del Sol, conoció por experiencia la ingratitud y la dureza de Teseo, y Pasífae, su madre, fue presa de un amor tan grande a un toro que se puso bajo él gracias al artificio construido

473 Esto es una clarísima confusión ya que lodama es una hija de Itono, hijo de Anfictfon, cf. Paus. IX 34, 1 $s. y asimismo Schol. Lyc. 355. Pero en Schol. Lyc. 1206 tenemos: lodamai téi Tithónon tou Amphiktyónos. Tithónou es un error del escoliasta y en este error se basa Conti, quien da un paso más, haciendo ya a lodama hija de «Titono» y la Aurora, sin reparar en que este «Titono» que aparece en el escolio es hijo de Anfictíon.

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por Dédalo, y de ésta nació el Minotauro, que tenía una parte de hombre y otra de toro, según está en la Ariadna (Her. X 101-2) de Ovidio; Y tu audaz diestra no hubiese matado con la estaca llena de nudos al en parte hombre, en parte toro. Tras haber nacido este monstruo, se construye un laberinto con innumerables revueltas de pasadizos y trampas, de tal manera que cuando alguno pensaba que había encontrado el camino de vuelta y que lo conducía a la salida, entonces se daba cuenta de que era una nueva entrada y con muchas más dificuhades que las anteriores, y aquél fue encerrado en él. Sin embargo, descubrió estas trampas Dédalo, quien las había inventado, para satisfacer el amor de Ariadna cuando se encerraban allí quienes desde Atenas eran enviados, cada noveno año a causa de la muerte de Andrógeo para ser devorados por el Minotauro o, según creyeron otros, para morir entre las trampas del laberinto. Este asunto, según mi opinión, lo explicó muy claramente en estos versos Virgilio en el libro VI (24-30): Aquí está el amor del cruel toro, y Pasífae a él sometida mediante engaño, y la naturaleza mezclada y el linaje de doble figura, el Minotauro, testimonio de un abominable amor. Aquí aquel artificio de la morada y el interminable errar. Pero Dédalo, compadecido sin duda del gran amor de la princesa, él mismo desentrañó los engaños de la casa y sus revueltas, guiando los ciegos pasos con un hilo. Tuvo un hijo, Andrógeo, y a Ariadna, según dice Isacio (Schol. Lyc. 798), a los que otros añadieron a Fedra. Hubo quienes dijeron que aquélla, en la época en que Minos guerreaba contra los atenienses, tuvo relaciones a escondidas con Tauro, jefe de los soldados, y de aquél tuvo un hijo al que llamaron Tauro, por el nombre de su padre, y también le añadieron el nombre de Minos porque parecía de Minos aunque era de Tauro. Otros dijeron que Tauro fue un general de Minos, que era el más cruel contra los atenienses que eran enviados allí como tributo, según atestigua Plutarco en Teseo (16). Otros sostu­vieron que, de la unión con este general y con Minos, nacieron dos hijos gemelos, Andrógeo de Minos y Tauro de Tauro; sin embargo, como esto no se hiciera público, uno de ellos recibió el nombre de uno y otro padre. Esto no sólo pertenece a la fábula sino que, además, se aparta de la verdad, puesto que en la mujer el receptáculo del semen, una vez que ha concebido con avidez el semen y lo ha absorbido, se cierra y ya no se vuelve a abrir antes de haber llevado el feto a su madurez. Hubo quienes contaron una causa fabulosa de por qué Minos conoció una esposa adúltera, porque ella se unió incluso a un toro. Pues como Minos, cuando estaba a punto de ir a la guerra, pidiera a su padre que le proporcio­nara una víctima digna de tan gran sacrificio, el toro de notable belleza que le había sido proporcionado lo puso al frente de sus vacadas e inmoló otro en lugar de aquél. Por esta razón Minos conoció después que, a consecuencia de la cólera de Júpiter provocada por aquel engaño, fue inculcado en su esposa el amor al toro. Otros sostuvieron que Minos, obstaculizado por los cretenses para suceder a su padre en el trono, respondió que a él se le daría un reino por parte de los dioses inmortales y que, si no creían esto, los dioses habrían de confirmarlo con un augurio. Al punto prometió a Neptuno en secreto que él le ofrecería en sacrificio lo primero que apareciese. Pero, al haber aparecido un toro de notable belleza, lo entregó a sus pastores para que lo condujeran junto a su vacada y sacrificó otro en lugar de aquél, por lo que Neptuno, encolerizado, inculcó en la esposa de Minos el abominable

474 En la edición de 1567 aparece «séptimo» en lugar de «noveno», quizás por influencia del número de siete jóvenes y siete doncellas que se enviaban, según la versión más tradicional. Acerca del número de jóvenes y de la periodicidad del tributo, véase Ruiz de Elvira, MU. Cías., pp. 370-1.

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deseo de aquel toro. Dejó escrito Plutarco en Cieomenes*^' (Agís 9) que en Talamas, en otro tiempo ciudad de Mésenla, hubo un importante templo y oráculo de Pasífae; y algunos pensaron que Pasífae era una de las ninfas hijas de Atlas, y que ella no fue hija del Sol sino de Júpiter, la cual fue así llamada porque allí el oráculo era manifiesto para todos, [como si fuese pra to pasi phainein ta manteia. Y hayase hablado hasta aquí sobre los asuntos fabulosos que tienen que ver con Pasífae.]

Trasladó esta fábula al campo de la historia Tzetzes, en la historia 19 (520-31) de la QuiUada I, quien escribe que fue enviado como augurio por Neptuno el general Tauro, que con una parte de la flota llevaba refuerzos a Minos, y al verlo los cretenses saludaron como rey a Minos antes de que diera comienzo la lucha. Pasífae, la esposa de Minos, quedó cautivada, cuando lo vio, por el amor de este Tauro, general muy elegante y fuerte, y se dice que, teniendo como cómplice a Dédalo y contando con su ayuda, se unió con aquél en una casa particular de madera, unión de la que nació un niño que llevó el nombre del adúltero y también del marido legítimo de Pasífae. Pero yo creería que bajo ésta se oculta una opinión más profunda y de mayor utilidad, puesto que las fábulas se inventaban no sólo con el fin de una narración histórica sino para describir las cuestiones naturales o las costumbres, como hemos dicho. Pasífae, hija del Sol y de Perseide, ¿qué otra cosa es que el alma de los mortales, que tiene poder sobre la razón y el discernimiento, así como el cuerpo es más puro con la fuerza del Sol, que distribuye de la mejor manera la materia del cuerpo? O ¿qué otra cosa es Perseide que la propia materia húmeda de la que nace el cuerpo? Esta misma alma, puesto que es la esposa de Minos, el varón más justo y mejor, si se inclina a placeres ilegítimos, se dice que se aparta de su legítimo marido y se refugia en los brazos de un adúltero, toro muy salvaje. Pues cuando el espíritu se aparta de la razón, inclinándose a la ira o a las bajas pasiones, entonces a todos les parece vergonzoso y recibe la forma de toro. Por esta razón, si alguno piensa que en esta fábula existe la mayor vergüenza y considera una mujer infame a Pasífae, que experimentó tan vergonzosos y tan ilegítimos placeres, ¿de qué modo no considerará algo muy vergonzoso que él mismo ceda por lujuria, o por cólera o por otros muy vergonzosos movimientos de los ánimos? Cierta­mente, han de concederse al cuerpo los placeres que la naturaleza reclama por necesidad, puesto que ni la ira ni el placer han sido dados por Dios de modo inútil, sino que han de ser concedidos solamente aquellos placeres que han concedido Júpiter o Neptuno, lo que se pone de manifiesto mediante este toro, a saber, para restablecer las fuerzas del cuerpo y para propagar la especie. Y la máxima prueba de esta cuestión es que la ira para actuar, o el placer para procrear, o los restantes movimientos de los ánimos, ayudan casi siempre, con moderación, al cuerpo y a los negocios, ya que suelen ser muy perjudiciales si no se les une la moderación. Pero del uso fuera de la ley de los placeres y de estas emociones, nacen necesariamente muchos monstruos, no sólo el Minotauro, que de tal manera enredan a los hombres que quienes se han apartado una vez de la justicia, o han despreciado las leyes, después con mucha dificultad se corrigen de sus crímenes, puesto que la costumbre y el hábito diario se hacen naturales en los hombres así acostumbrados. Y las innumerables revueltas de los pasadizos del laberinto no quisieron significar otra cosa sino que aquel que una vez se ha entregado a cosas ilegítimas no puede después desenredarse sin grandes

475 En Cleomenes (que es Vida Paralela a AgisJ se habla del templo de Pasífae, pero no del oráculo ni de su ubicación,

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dificultades antes del último día de su vida o sin la gran habilidad de Dédalo, consejero ingenioso. Pero así brevemente sobre Pasífae. Ahora hablemos acerca de Circe.

Cap. 6: Sobre Circe

Circe fue hija del Sol y de Perseide, hija de Océano, según escribió Hesíodo en la Teogonia (956-7), en estos versos: Para el incansable Helio parió la ilustre Oceánide Perseide a Circe y al rey Eetes. Sin embargo Homero, en el libro X (135-9) de la Odisea, la llama hija del Sol y de Perses, no de Perseide, en estos versos: Llegamos a la isla Bea, donde habitaba Circe, la de la hermosa cabellera, divinidad terrible dotada de voz hu­mana, hermana de la misma sangre del sagaz Eetes, pues ambos fueron tenidos por Helio, que alumbra a los mortales, y por su madre Perse, la que tuvo como hija Océano. Unos creyeron que fue hija de Hécate, otros de Eetes y no hermana *^*. Otros, por el contrario, la consideraron hija de Astérope y de Hiperíon, como atestigua Orfeo en los Argonáutica (1220-6): Doncella emparentada con el noble Eetes, hija de Helio; en efecto, la llamaban Circe su madre Astérope e Hiperíon, el que se ve de lejos; ésta corrió rápidamente a la nave; todos, admirándola, se quedaron estupefactos, pues su cabellera flotaba semejante a rayos de fuego, resplandecía su hermoso rostro, de fulgor... Pero Dionisio de Mileto (Jac. 32Fla=Schol. Ap. Rh. III 200) dejó escrito, en el libro I de los Argonáutica, que ésta fue hija de Hécate, la hija de Perses, y de Eetes, pues dice que Perses y Eetes fueron hijos del Sol, de los cuales Eetes gobernó sobre los Coicos y los de la Meótide, mientras Perses en el país de los Tauros, y tomó como esposa a una de las indígenas que se llamaba Hécate. Hubo quienes dijeron que Perses de una ninfa del país tuvo a la hombruna Hécate, que se dedicaba sobre todo a la caza, y que fue la primera de todas en encontrar raíces portadoras de muerte y la más experta en preparar venenos y medicamentos, que experimentaba en los extranjeros, puesto que incluso a su propio padre eliminó con venenos. Dicen que ésta fue la primera en darse cuenta del poder del acónito y que también descubrió las verbenas entre otras hierbas venenosas. Cuentan que ella, llegada a la regián de los Coicos, se casó con su tío paterno Eetes, del que nacieron Circe y Medea. Pero, al hacerse adulta Circe, superó incluso a su propia madre en la ciencia de los encantamientos, ya que muchos los había aprendido de su propia madre y los más ella misma, por propia experiencia, los había descubierto día a día. Dionisiodoro dice que ella, ya de edad madura, se casó con el rey de los Sármatas y, quitado de en medio éste poco después con venenos, se dice que ella sola, apoderándose del reino, trató tan cruelmente a los pueblos sometidos que, expulsada del reino con una pequeña tropa de mujeres, fue obligada a huir a Italia y se asentó en un promontorio que por ella recibió más adelante el nombre de Circeo. [Dejó escrito Hero-diano, en el libro V de la Historia Universal, que Circe fue trasladada por su padre el Sol a Hesperia en un carro y que se asentó en una isla situada junto a Tirrenia en el Mar de Sicilia, la que después, por ella, fue llamada Circea siguiendo esta opinión, Apolonio de Rodas escribió así en el libro III (309-13) de los Argonáutica: Pues yo lo sabía desde

476 Cf. Ap. Rh. Arg. III 200 y Schol. ad loe. En Diod. Sic. IV 45 aparece también Hécate como madre.de Circe y Medea, siguiendo el historiador la versión pseudoracionalizadora de Dionisio Escitobraqufon.

477 Esta noticia, sin que se le atribuya a Herodiano, está recogida en Schol. Ap. Rh. m 311.

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que, dando vueltas en el carro de mi padre Helio cuando acompañaba a mi hermana Circe hacia el interior de la tierra Hesperia, llegamos a la costa de la península Tirrenia, donde aún ahora habita, muy lejos, muy lejos de la tierra de la Cólquide.] Otros recuerdan que hubo dos Circes y reunieron las hazañas de ambas en una sola. Circe recibió el nombre de Eea por la isla Eea, cercana al río Fasis en el territorio de la Cólquide, isla que, sin embargo, algunos creyeron que estaba en el Mar de Sicilia. Apolonio de Rodas, en el libro IV (659-63) de los Argonáutica, escribe que Eea es una isla de Italia, junto al campo de los Tirrenos, en estos versos: Rápidamente desde allí navegaron a través de las olas del mar Ausonio contemplando las costas tirrenas; llegaron al famoso puerto de Eea. Enton­ces, desde cerca, lanzaron las amarras de la nave a la costa. Allí encontraron a Circe, que bañaba su cabeza en las aguas del mar. Se dice que ésta tuvo cuatro esclavas y que se servía de su ayuda en la preparación de encantamientos y para recoger las hierbas y las flores de las hierbas, según escribió Pausanias en Los primeros asuntos de la Elide (V 19,7). Pero Ovidio, en el libro XIV (264-70) de las Metamorfosis, escribió que cumplían esta misión Nereidas y Ninfas, en estos versos: Juntamente las Nereidas y las Ninfas, que no tiran de vellón alguno moviendo los dedos ni sacan hebras que los sigan, clasifican plantas y distribuyen sin orden alguno flores esparcidas en los cestos y hierbas que se distinguen por sus colores. Ella en persona examina la obra que éstas hacen, ella conoce cuál es el uso o en qué hoja está, cuál es la mejor manera para las mixturas y examina, mirándolas con atención, las hierbas pesadas. Se utilizaba la carne del aguzanieves en los encantamientos, pero sobre todo en los amorosos, del que se contaba en fábulas que fue una hija de la Persuasión quien,' al intentar atraerse a Júpiter a su deseo con pócimas, fue metamorfoseada por Juno en el ave de su nombre, pues es llamada iynx por los griegos. Se dice que ésta tenía por costumbre cambiar a los hombres en distintas clases de animales valiéndose de los poderes de las hierbas que recogía, sobre la que escribió así Virgilio en el libro VII (15-20): De allí se oían los bramidos y las iras de los leones que rechazaban las cadenas y rugían en la noche avanzada y jabalíes erizados de cerdas y osos se enfurecían en los establos y aullaban figuras de grandes lobos, a los que la cruel diosa Circe había metamorfoseado desde el aspecto de hombres a rostros y lomos de fiera usando poderosas hierbas Qué alimentos daba Circe a aquellos que quería convertir en esas figuras lo puso de relieve Licofrón (673-80) en estos versos: ¿Ya qué serpiente, modelada en forma de animal, no verá, que mezcla hierbas con harina y a hombres con forma de bestia? Estos, desgraciados, lamentando su desgracia en las pocilgas, como cerdos que van a pastar, devorarán orujo de posos de vino mezclado con forraje y borujo, pero a él le salvará del maleficio la raíz del molí y Ciaros, al aparecer, resplandeciente divinidad tricéfala de Nonacris. Así escribió estas cosas Ovidio en el libro XIV (273-6): Y, sin tardanza, ordena mezclar cebada de tostado grano, miel, fuerte vino sin mezcla con leche a la que se le ha añadido el cuajo, y añade jugos que se ocultan disimuladamente bajo este dulce sabor. Tomamos de su sagrada mano copas que ella nos da. Pues, una vez que les había ofrecido a aquéllos estos alimentos, tras vaciar la copa y tocados con una vara a la vez que con algunas palabras mágicas, al punto se convertían en fieras. Escribió Homero, en el libro X (233-319) de la Odisea, que así convirtió a los compañeros de Ulises pero que, no obstante, no pudo metamorfosear a Ulises, quien había recibido de Mercurio como

478 Recogido igualmente por Bocc. G.D. IV 14.

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antidoto contra los encantamientos la raíz del moli. En efecto, se consideraron remedios de los encantamientos el moli, el pez estrella marina, la piedra del jaspe, el ramno, el sauce, la hierba pulguera y otros muchos tipos de plantas, piedras y animales. Se dice que ésta se unió a Ulises y dio a luz de él a Agrio y a Latino, según dice Hesíodo en estos versos de la Teogonia (1011-3): Circe, hija del Hiperiónida Helio, parió en unión amorosa con el intrépido Ulises a Agrio, al irreprochable y poderoso Latino. También tuvo Circe de Ulises a Telégono y a Ausón [del que recibe su nombre Ausonia] y a Casífone No obstante, si es ridículo, como dice Tzetzes en la historia 16 (564-72) de la Quiliada V, que viviendo con Ulises un solo aflo diera a luz a tres hijos, ¿cuánto más se aparta de la verdad que hubiera engendrado cinco? [Se dice además que fueron hijos de la misma Circe Marso, por quien fueron así llamados los pueblos Marsos, y Romano.] Confió a la memo­ria Estrabón, en el libro IX (1,13.C395), que el sepulcro de Circe muerta se erigió en una de las islas Farmacusas, que no está lejos de Salamina. Y sobre Circe han sido dichas brevemente estas cosas. Ahora investiguemos qué entendieron los antiguos por ésta.

Circe fue hija del Sol y de Perseide, la hija de Océano, o de Hiperíon y Astérope, según les plugo más a otros, porque todas las cosas nacen de la humedad y del calor del Sol. Pues es llamada Circe de mezclar, ya que en la generación es necesario que se mezclen las cosas que se llaman elementos, lo que no puede realizarse a no ser mediante el movimiento del Sol, En efecto, es Perseide o Perse la humedad del Océano, que hace las veces de materia o de mujer; el Sol es el artífice o macho, que es el autor de la forma en la procreación de las cosas naturales. Por esta razón, la procreación y aquella mezcla que se produce en la procreación de las cosas naturales es llamada con toda razón Circe, hija del Sol y de la hija del Océano. [Tuvo cuatro siervas, que recogían flores y hierbas para los encantamientos, que son sin duda los cuatro elementos que nos suministran, según sus fuerzas, la naturaleza de todos los movimientos.] Se creyó que esta Circe era inmortal porque la procreación y la corrupción de los elementos entre sí es perpetua. Los antiguos creyeron que ésta cambiaba a los hombres en diferentes tipos de animales, dado que de la corrupción de uno nunca nace otro de la misma forma sino con mucho distinto de aquél; y pensaron que ella habitó la isla de Eea debido a las enfermedades y lamentos de los animales que poco a poco, al faltarles las fuerzas de los compuestos, son afectados por diferentes molestias. En efecto, ae ae significa ay ay. Esta, aunque cambió a todos los demás hombres en bestias, no pudo sin embargo metamorfosear a Ulises porque, gracias a un don de los dioses inmortales, estaba inmunizado para no soportar esto. En efecto, ¿de qué modo el alma, que es divina e inmortal por beneficio del Dios óptimo, puede corrom­perse a causa de alguna fuerza del sol o de la naturaleza? ¿O de qué modo, fortificada por la razón divina, puede ser convertida en bestia? Esto, sin duda, pueden sufrirlo los acom­pañantes del alma, a saber los elementos que están anexionados y unidos al alma inmortal en el cuerpo, pero el alma propiamente no puede de ninguna manera, dado que ha sido creada por Dios de naturaleza divina. Efectivamente, mediante estas cosas pusieron de

479 Ausón es hijo de Circe en Serv. Aen. Vili 328 y Eusth. Od. XI 20, pero en Schol. Ap. Rh. IV 553 es hijo de Ulises y de Calipso. Casífone, como hija de Ulises y Circe y hermana de Telégono, aparece en Schol. Lyc. 798. Y los tres, Telégono, Ausón y Casífone, en el mismo orden en que Conti los cita están en Tzetz. Chil. V 567, y en vv. 564-5 se habla de que Ausonia recibe su nombre de Ausón. De Ausón como eponimo de Ausonia habla también Bocc. G.D. XI 45, quien ofrece algunas fuentes pero no la de Serv. Aen. VIH 328; cf, la página 674 de nuestra traducción de la obra de Boccaccio y CFC XI, pp. 279-280.

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relieve, según yo opino en verdad, que el alma es inmortal aunque el cuerpo está sujeto a muchas enfermedades y finalmente a la corrupción. En verdad, ya que Circe es la mezcla, según se ha dicho, en las cosas naturales a causa del movimiento del Sol, con razón se dice que hizo tantas cosas mediante encantamientos, que hizo bajar del cielo a la Luna, detuvo los ríos y cambió de un lugar a otro los árboles y las cosechas, cosas todas que escribieron los poetas por doquier. Pues cuando surgen en abundancia vapores, ¿quién no ve que la Luna está oculta alguna vez incluso a mitad de mes, y que alguna vez, a causa de la escasez de lluvias, se secan las mismas fuentes y no manan de ellas los ríos? Y sucede alguna vez que, debido a la escasez de humedad, no hay ninguna cosecha allí donde por costumbre eran muy fértiles y son mucho más abundantes en el sitio en el que nunca lo fueron con anterioridad [o acaece esto, por el contrario, debido a la humedad en exceso]. Y, en verdad, esto no se produce por ninguna otra razón sino por la alternancia de la naturaleza, que nace de la mezcla de los elementos según sea mayor o menor. Y éstas, ciertamente, son las cosas que, con relación a la razón física, se contenían bajo esta fábula de Circe, según yo pienso realmente, las que, sin embargo, algunos intentan conducir en su totalidad a la ciencia química, puesto que sostienen que estas cosas fueron imaginadas por los antiguos con esta finalidad y no en razón de la física o de la enseñanza moral. Pero, para dejar de lado a éstos, tuvieron tanto ingenio los antiguos creadores de las fábulas que fueron celebradas por los poetas, que no sólo abarcaron las razones físicas bajo algunas de éstas sino que incluso transmitieron preceptos muy útiles para toda la vida humana. [Y fueron múltiples las causas por las que los antiguos se vieron impelidos a crear fábulas; en primer lugar, porque abarcaban muchas cosas con pocas palabras; después, porque eran útiles y aptas para el recuerdo gracias al artístico encadenamiento de la historia, así como porque eran gratas por el placer que producían debido a lo admirable de los asuntos imaginados; a esto se añadía, lo que parecía odioso para la naturaleza humana y todavía más si había algo de naturaleza divina, que a cualquiera se le hacían evidentes los secretos que se ocultaban bajo las lonas y las ficciones de las fábulas. Pues, así como el vino se cortompe en los recipientes mal preparados y no transmite a los bebedores su primera dulzura, así las cuestiones divinas o filosóficas comunicadas al vulgo se corrompen, puesto que a lo largo del tiempo van de mano en mano confiadas a los menos cultos. A esto se añade que el conocimiento de las más importantes cuestiones ocultado con gran artificio bajo la corteza de las fábulas se conserva así más íntegro y es transmitido a la posteridad. Pues, así como el método se ocultaba con toda diligencia y no podía cambiarse sin mucha dificultad, así con mayor facilidad se perciben aquellas cosas que habían sido transmitidas sobre la filosofía; por este motivo también se producía que los diferentes talentos eran contenidos por aquella variedad de cosas como en una opípara disposición de diferentes manjares.] Pero, ea, recorramos con pocas palabras aquellas cosas que, con la finalidad de formar las costumbres, se contienen bajo esta fábula. Se dice que Circe fue hija del Sol y de Perseide, la hija de Océano, porque el deseo de los animales se produce de la humedad y del calor. Este, puesto que es un cosquilleo natural que excita a los placeres, si nos domina, imprime en nuestro ánimo los vicios de las bestias y los produce con la contem­plación de los astros y conspira con ellos; de éstos, unos nos empujan a Venus y a las orgías, otros a la cólera, a la crueldad y a todo tipo de desvergüenza; por ello, si alguno se somete a estos deseos, cuentan mediante fábulas que éste ha sido convertido en alguna figura de bestia por Circe mediante encantamientos, dado que aquélla incluso puede hacer bajar los astros del cielo, puesto que, no sin alguna fuerza de los astros, hay en nosotros

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una inclinación natural hacia esta o hacia aquella acción vergonzosa, a la que nos desliza­mos con facilidad si no nos ha auxiliado la clemencia divina y no permite que nos deslicemos, lo que se entiende mediante el don de Ulises por Mercurio [y según afirma Virgilio en estos versos del libro VII (21-4): Para que los piadosos ¡royanos no sufrieran monstruos semejantes tras haber entrado en el puerto ni se acercaran a ios crueles litorales, Neptuno llenó sus velas con favorables vientos y les facilitó la huida y los transportó más allá de los agitados vados]. Así pues, según la naturaleza de las ignominias a las que cada uno era propenso, eran metamorfoseados en distintas figuras de animales. Así, los lujuriosos se convertían en cerdos, los coléricos en leones u osos y los demás de la misma manera. Y por qué se creaban fábulas por este motivo lo ponen de relieve aquellas cosas que fueron escritas por Homero acerca de Ulises. Pues, ¿por qué lo introdujo en medio de los goces de los Feaces? ¿Por qué hizo que en el país de los Lotófagos muchos compañeros de éste, tras haber probado el fruto de los más suaves árboles, se olvidaran del regreso y de la patria? Porque muchos, cuando les es concedida la posibilidad de goces y placeres, tienen siempre en su espíritu aquella opinión del Cíclope, que grita así en Eurípides (Cycl. 334-41), aunque les avergüence decirlo: Las que yo no sacrifico a nadie excepto a mí, de ningún modo a los dioses, y a la más grande de las divinidades, a este estómago. Pues beber y comer cada día es el mismo Zeus para los hombres sabios, y no afligirse por nada. Pero a los que establecieron las leyes, diversificando la vida de los hombres, los incito a lamentarse. Yo no dejaré de hacer el bien a esta persona mía. Ciertamente, otros son inflexibles para los placeres y no se complacen en ellos inmodera­damente, los cuales, sin embargo, si les ocurre algo adverso, inmediatamente se quebran­tan y están con el ánimo abatido hasta tal punto que ni siquiera se dan cuenta de que están entre los vivos. Por esta razón, si algunos compañeros de Ulises fueron arrebatados por los placeres murieron en medio de gravísimos peligros, ya que unos fueron devorados por el Cíclope, otros por los Lestrígones, otros absorbidos por Escila, el más voraz de los monstruos. Otros, al no haber sido vencidos por la fuerza de los goces ni por la magnitud de los peligros, se vieron inmersos, debido a su avaricia, en muy grandes dificultades, tras haber desatado el odre lleno de los vientos encerrados por Eólo a escondidas de Ulises que dormía. Otros, más bien por ambición que por avaricia o por todas las dificultades a las que antes nos hemos referido, se habrían atemorizado si los oídos de todos ellos no hubiesen sido taponados para hacer frente a los cantos de las Sirenas gracias a la prudencia de Ulises. Pero ante todos estos tipos de peligros y de placeres se mantuvo invencible Ulises y dio prueba de su enorme constancia y de su fortaleza. Pero no superó nada de esto sin la decisión divina porque en una y otra suerte hay necesidad del auxilio de los dioses inmortales, dado que la sabiduría humana en modo alguno es suficiente para soportarlas con rectitud. [Se dice que con ningún otro tuvo relaciones Circe ya que es nulo el trato de los enajenados y dementes, mientras Ulises, por el contrario, en su sano juicio y con prudencia vivía con ella continuamente.] Y, para decirlo en pocas palabras, mediante esta fábula quisieron poner de relieve los antiguos que es conveniente que el hombre sabio en una y otra suerte se gobierne con moderación y que se yerga invencible ante todas las dificultades, puesto que la restante multitud, a la manera de una ligerísima barquilla, es llevada por las olas de acá para allá y a donde le ha empujado la variabilidad de los vientos; por ello, los compañeros de Ulises se convirtieron en fieras mientras que él se mantenía invicto gracias a la sabiduría que, en realidad, es don de Dios. [Yo creería que Ulises es la parte de nuestra alma que participa de la razón, que Circe es la naturaleza, que los

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compañeros de Ulises son las facultades del espíritu que están unidas a las inclinaciones del cuerpo y no obedecen a la razón. Pues la naturaleza es la apetencia de las cosas ilegítimas y la ley justa es la rienda y el freno del carácter pervertido, por lo que conviene considerar fieras a esas facultades. Pero la razón, la única que nos hace semejantes a Dios, permane­ció invencible contra aquellos estímulos de la apetencia.] Pero ahora háblese acerca de Medea.

Cap. 7: Sobre Medea

Medea, realmente, fue hija de Eetes, rey de los Coicos, y de Idia, como atestigua Hesíodo en estos versos de la Teogonia (958-62): Eetes, hijo de Helio el que ilumina a los mortales, se casó con una hija de Océano, río que termina en sí mismo, por decisión de los dioses, con Idia de hermosas mejillas. Esta concibió para él a Medea, de hermosos tobillos, sometida en amorosa unión por la dorada Afrodita. En efecto, Aloco y Eetes fueron hijos del Sol y de Antiope de los cuales, como Eetes, no contento en absoluto con el reino de su padre, se hubiera dirigido a Coicos confiando entre tanto el reino paterno de Corinto a Buno, hijo de Mercurio, se casó en Citea, cudad de la Cólquide, con Idia, hija de Océano, de la que tuvo a Medea y a Apsirto. [Sin embargo, otros consideraron que Apsirto fue mayor que Medea y que a éste lo tuvo Eetes de la caucasia Asterodía, hija de Océano y Tetis, y entre éstos estuvo Epiménides (Jac. 457Fl l=Scho l . Ap. Rh. III 242). A este Apsirto, a causa de lo sobresaliente de su figura, le dieron los Coicos el sobrenombre de Faetonte, según escribió Sosibio y Timonacte en Los asuntos de Escitia (Jac. 842F3= Schol. Ap. Rh. III 1236). En efecto el Sol, su padre, hizo un reparto: para Aloeo un territorio en Arcadia, para Eetes Corinto con el fin de que la habitaran sus hijos. Eetes entregó a Buno el territorio y la ciudad para que lo conservara para sus descendientes en el caso de que alguno naciera más adelante de él, en caso contrario el propio Buno tendría el territorio; y Eetes en persona se dirigió a la Cólquide donde reinó, según dice Eumelo (Jac. 451F2=Paus. II 3,10), el poeta historiador, tal como se ha visto más arriba en los versos del propio Eumelo"**".] Tuvo Eetes como hermanas a Pasífae y Circe y, según opinaron otros, a Calipso, tal como hemos dicho. Así se refirió a su linaje Cicerón en el libro III (19,48) de Sobre la naturaleza de los dioses: ¿Qué contestarás a Medea que, siendo sus dos abuelos el Sol y Océano, fue engendrada de su padre Eetes y de su madre Idia? ¿Qué a Apsirto, el hermano de ésta, que según Pacuvio se llama Egialeo Por esta razón, también Eurípides, en Medea (746-7), llama al Sol padre del padre de Medea de este modo: Jura por el suelo de la tierra y por Helio, el padre de mi padre. Euforión (Fr.41 v. Groningen=Schol. Ap. Rh. II 354) y Andro de Teos en La navegación (Jac. 802F1 = Schol. Ap. Rh. II 354) pensaron que Medea fue hija de Hécate. Pero Heraclides Póntico escribió que fue hija de Neera, una de las Nereidas**^. [Otros dijeron que la madre de Medea fue Eurílite, entre los cuales estuvo Dionisio de Mileto (Jac. 32Fla=Schol. Ap. Rh.

480 Cf. nota 456, 481 Sin duda la fuente es Bocc. G.D. IV 11, 12 y 13 puesto que el certaldés además de citar el texto de

Cicerón también menciona la Her. XVII ovidiana. 482 Dato que aparece en Dionisio de Mileto en el lugar citado por Conti a continuación.

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III 242) algunos añadieron como hermana de Medea a Angitia, la que enseñó a los Marsos los remedios contra los venenos*** """.J Sin embargo Ovidio, en la Epístola de Helena (Her. XVII 231-2), escribe que ella fue hija de Ipsea y que su hermana fue Calcíope, según está en estos versos: No existía ya Eetes al que, repudiada, pudiera volverse, no su madre ¡día *** ni su hermana Calcíope. Apolonio, en el libro III (1136) de los Argonáutica, llamó también a la propia Medea Eea, bien porque hacía uso de las artes de Circe o bien porque era nociva para muchos. Pues es sabido que ella, cautivada por el amor de Jasón, traicionó a su padre, a su patria y a su reino. Pues como Jasón navegase por orden de Pellas a la Cólquide con una muy escogida tropa de tesalios para apoderarse del vellocino de oro, temiendo Medea la magnitud de los peligros y que Jasón fuese aniquilado por ellos, hizo que, tras habérsele dado palabra de que la haría su esposa, por mágicas artes superase Jasón la fuerza de los peligros sin ningún esfuerzo y que consiguiera arrebatar con inmunidad el vellocino de oro. [Hubo quienes dijeron que Eetes, el padre de Medea, tomó muy a mal la victoria de Jasón y que, por ello, tras haber convocado una asamblea hizo la propuesta de que durante la noche se quemara la nave Argo. Se dice que Medea, una vez que hubo tenido conocimiento de ello, huyó junto a los Argonautas aprovechando la obscuridad de la noche y reveló la decisión de su padre de quemar la nave y asesinar a todos los Argonautas; por ello éstos emprendieron al punto la huida llevando consigo a Medea, delatora de las asechanzas. Otros dijeron que Eetes, después de que fueran supera­dos los peligros del vellón de oro, invitó a todos los Argonautas a un espléndido banquete, aunque con la intención de dar muerte a todos los que se sentaban a la mesa a escondidas y mediante engaño; y que entonces Medea, en parte conmovida por la atrocidad de la acción, en parte cautivada por el amor y el deseo del mismo Jasón, tras haber huido junto a las naves descubrió a Jasón la decisión paterna. Otros sostuvieron que ella puso todo su empeño en sacar de allí el vellocino de oro. Dionisio de Mileto (Jac. 32F10a y b=Schol. Ap. Rh. IV 223 y 228) escribió que ella llevó a la nave el vellocino de oro y huyó juntamente con los Argonautas para evitar la venganza de su padre. Antímaco, en el libro III de los Argonáutica (=Schol. Ap. Rh. IV 153), dice que Jasón fue a escondidas con Medea al bosque consagrado a Marte para apoderarse del vellocino de oro.] Luego, como la persiguiera su hermano Apsirto, se dice que, tras haberlo apresado, lo mató junto a las islas Apsírtides, según dice Estrabón en el libro VII (5,5.C315). Sin embargo dicen otros, entre los que estuvo Acusilao, que Medea se llevó consigo a su hermano y, al apremiarles el padre que los perseguía, lo descuartizó [allí donde después fue fundada la ciudad llamada Tomos por estos cortes] y puso en el mar, en un escollo que sobresalía, las manos y la cabeza y los restantes miembros los esparció en aquella región para retrasar la carrera de su padre, opinión que siguió así Ovidio en el libro III (9,27-32) de las Tristes: Y así lo desgarra, y dispersa por entre los campos los miembros desgarrados que pueden

483 Dionisio de Mileto dice que Medea es hija de Hécate. Que su madre fue Eurílite lo dice según el mismo escolio el «autor de los Naupáctka». Sobre este autor cf. Fragmentos de épica griega arcaica, trad., introd. y notas de Bernabé Pajares, A., Madrid 1979, pp. 264-5.

483 bis Angitia como hermana de Circe aparece en Bocc. G.D. IV 15 y según Serv. Aen. VII 75 Angitia es el nombre dado a Medea por los Marrrubios o Marsos. Cf. nuestra traducción de Boccaccio p. 242, n. 131.

484 Como hiciéramos ya en nuestra traducción de la G.D. IV 12, p. 238, n. 126, seguimos la lectura ofrecida por las ediciones más prestigiosas y llamamos a la madre de Medea Idia, no Ipsea. Creemos que los versos que reproduce Conti han sido tomados de Boccaccio, si bien Ipsaea es la lectura que da el Codex Guelferbytanus.

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encontrarse en muchos lugares. Y para que el padre no lo desconozca, coloca en lo alto de un escollo sus exangües manos y la ensangrentada cabeza, con el fin de que su progenitor se retrase con un nuevo motivo de llanto y, mientras recoge los miembros sin vida, retarde su infeliz viaje. Y Cicerón lo toca brevemente en su Defensa de la ley Manilla (IX 22). [Confió a la memoria Dionisio de Mileto (Jac 32F10a y b=Schol. Ap. Rh. IV 223 y 228) que el propio Eetes persiguió a los Argonautas y que los héroes, al marchar, lucharon a orillas del río con armas arrojadizas, en la que los compañeros de Eetes combatían a caballo. Y, además de otros, en este enfrenamiento murió Ifis, hijo de Esténelo y hermano de Euristeo. Pero, puestos en fuga los coicos, Apsirto fue llevado cautivo a la nave, según dice Ferecides (Jac. 3F32a y b=Schol. Ap. Rh. IV 223 y 228), al que después arrojaron desmembrado. Sin embargo, algunos recuerdan que éste fue degollado en el interior del palacio de Eetes por consejo de Medea, para que más tarde no la persiguiera, puesto que no temía del mismo modo a su padre, más lento como corresponde a un anciano.] Y además recuerdan que era muy grande el poder de Medea, puesto que era muy experta en las artes mágicas, según afirma Apolonio en el libro III de los Argonáutica, y conoció todo tipo de fármacos y cualquier cosa que nacía de la tierra. Por este motivo se dijo que hacía volver los ríos a sus fuentes, que hacía bajar los astros del cielo y otras muchas cosas admirables que así reseñó Apolonio (III 528-33): Una muchacha se ha criado en el palacio de Eetes, a la que especialmente la diosa Hécate la ha enseñado a fabricar fármacos, los que produce la tierra firme y el mar de abundantes olas, y con ellos apacigua la llama del fuego incansable y detiene inmediatamente los ríos que fluyen resonantes y desvió los astros y el curso de la sagrada Luna. Pues contaron los antiguos que fue tanto el poder del arte de la magia que los bosques y los sembrados eran llevados de un lado a otro y los muertos volvían a la vida y las piedras emitían mugidos, según escribió Ovidio en el libro XIV (406-1 i) de las Metamorfosis acerca de Circe, en estos versos: Los bosques saltaron de su sitio (maravilla decirlo) y el suelo lanzó un gemido y el árbol cercano palideció y los pastos rociados se humedecieron con gotas de sangre y pareció que las piedras producían roncos mugidos y que ladraban perros, que la tierra se ensuciaba con negras serpientes y parecía que ingrávidas almas volaban por doquier. Y esto mismo contó sobre la propia Medea en la Epístola de Hipsípila (VI 85-8): Y ella se esfuerza en apartar de su órbita a la Luna, que opone resistencia, y en esconder entre tinieblas los caballos del Sol. Ella reprime las aguas y detiene los ríos de sinuosa corriente; ella aparta de su asentamiento los bosques y las rocas vivas. Se dice que esta misma, tras haber abandonado a su padre y su patria una vez que Jasón hubo superado todos los peligros, siguiendo a Jasón se encaminó hacia Lemnos y, presa de celos hacia las Lemníades, arrojó ciertas pócimas en Lemnos que introdujeron un olor fétido en las mujeres de este lugar y en adelante permane­ció durante mucho tiempo la costumbre de que las Lemníades, en un determinado día del año, pareciesen malolientes a sus hijos y sus maridos, según escribió Mírsilo en el libro I de Los asuntos de Lesbos (Jac. 477Fla=Schol. Ap. Rh. I 615), aunque no obstante otros sostuvieron que esto fue obra de Venus, según opinó Estesícoro de Hímera; [porque parecía que ellas se preocupaban poco de Venus o que no tributaban honores divinos a la diosa, ésta hizo que, a causa de la fetidez de su olor, fuesen odiosas para sus maridos, a los que incluso dieron muerte valiéndose de asechanzas y después, al arribar los Argonautas a la

485 Continúa oneciendo los datos que los escolios le proporcionan.

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isla, se unieron a ellos. Quienes nacieron de éstos fueron después a Lacedemonia junto a sus padres y, admitidos allí, urdieron asechanzas contra la libertad de los lacedemonios y, capturados y puestos bajo vigilancia, después, vestidos con trajes de mujer tras la llegada de sus madres, escaparon de sus vigilantes y de un peligro inminente.] Por otra parte, la primera señal de la crueldad de Medea fue, como hemos dicho, el haber despedazado a su hermano, cuyos miembros unos dijeron que fueron esparcidos por la tierra y otros que diseminados por el mar para que, mientras los recogía, se hiciera más lenta la carrera de su padre que la perseguía; en efecto tras haber recogido los huesos de Apsirto, Eetes envió a los Coicos para que la persiguieran, pero aquéllos, una vez dejado atrás el Erídano, las islas de las Sirtes y las Sirenas, finalmente llegaron a Feacia junto al rey Alcinoo, cuya esposa Arete unió a Medea con Jasón y le entregó doce siervas, mientras se demoraban los perseguidores, de los cuales unos se asentaron junto a los Ceraunos, otros en el golfo Ilírico y otros como habitantes de las Apsírtides. [Timonacte, en el libro I de Los asuntos de Escitia (Jac. 842F2=Schol. Ap. Rh. IV 1217), dejó escrito que Jasón tuvo relación con Medea en el territorio de Coicos y que la había recibido en matrimonio de su padre Eetes; por esta razón en aquella región de los confines del Ponto se mostraban unos jardines que fueron llamados los Jardines de Jasón en aquel lugar en que por primera vez bajó de la nave, donde había discos, gimnasios y el lecho conyugal de Medea, en el que se había entregado en matrimonio. Pero fue escrito por Timeo, en el libro II de Los asuntos de Italia (Jac. 566F87=Schol. Ap. Rh. IV 1153), que Medea se casó con Jasón en Corcira, por lo que hasta su época permaneció la costumbre de que en el templete de Apolo, que allí se había levantado, se hicieran sacrificios todos los años, santuario en el que Medea por primera vez hizo sacrificios después de su boda, tras haber erigido allí el templete y dos altares que habrían de ser recuerdo de aquella boda para la posteridad. Por otra parte, estuvo aquél no lejos del mar y cerca de la ciudad y, de los dos altares, uno fue llamado de las ninfas, otro de las Nereidas.] Después los Argonautas, [dejando atrás las Sirtes y las Sirenas al son de la cítara de Orfeo, Escila y Caribdis, las Cianeas y las rocas errantes, llegaron por fin a Trinaquia, donde pastaban los bueyes del Sol; inmediatamente,] habiendo pasado en su navegación Creta, Egina y la Lócride, llegaron finalmente a lolco.

Pero como, a causa de la inesperada lie- [Algunos añadieron que Pellas, tras ba­gada de los Argonautas, Pelias hubiese to- ber oído el rumor de que todos los Argo-mado la decisión de dar muerte a Esón, nautas habían perecido, aprovechando la Esón al hacer un sacrificio se entregó a la oportunidad dio muerte a todos los que po-muerte tras haber bebido la sangre de un dían aspirar al trono; a Esón, el padre de toro, y la madre de Jasón se dio muerte con Jasón, lo obligó a beber sangre de toro, lo su propia mano ella misma, dejando a su que tuvo lugar en medio de un sacrificio. Y pequeño hijo Prómaco, al que después de- degolló a su hermano Prómaco, que era un goUó Pelias. Pero se dice que Jasón, tras niño pequeño. Dicen que su madre Anfíno-haber entregado el vellocino de oro a Pelias, me **'' se refugió en el palacio del rey y navegó al Istmo y, consagrada la Argo a que, después de haber insultado a éste por

486 Puesto que el texto de las dos ediciones utilizadas, si bien contenido similar, tiene distinta forma, hemos {Heferido dar la doble traducción a dos columnas. La de la izquierda pertenece a la edición de 1S67 y la de la derecha a la de 1616, así como el resto de lo entrecorchetado.

487 Sobre los nombres de la madre de Jasón, véase Ruiz de Elvira, Mit. Cías., pp. 265-6. Entre ellos no aparece el de Anflnome, que, por otra pane, es el nombre de una ninfa en la liiada.

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Neptuno, exhortó a Medea a vengar la muerte de sus parientes. Ella, fingiendo odio contra Jasón, como si despreciada hu­biera huido de él, según dice Policrates de Samos, se refugió junto a las hijas de Pelias y allí, tanto para vengar la muerte de los parientes de Jasón como para prepararle a Jasón el camino hacia el reino, urdió ase­chanzas contra Pelias de este modo: con­vence a las doncellas regias Asteropea y Autónoe de que ella habrá de devolver la juventud a su anciano padre con pócimas, con el fin de retener el reino y vengar sus injurias. Y para que se le preste credibilidad coció un viejo camero, degollado expresa­mente, entre venenos y sacó de la caldera un tierno corderillo. Tras haber visto esto, las bijas de Pelias, maravilladas, creyeron en los engaños de Medea y permiten a Me­dea que Pelias, en vano desmembrado, sea introducido en una caldera de agua hir-vientc; entonces las hijas recibieron el cuer­po del anciano tan deshecho que no quedó nada que pudiera ser llevado a la sepultura.

su perfidia y haberle dicho que pagaría crueles castigos a los dioses, violentamente se atravesó el pecho con la espada y pere­ció. Jasón, mientras, navegaba de noche al golfo de Tesalia, no lejos de lolco, aunque no podía vérsele desde la ciudad. Cuando tuvo conocimiento de todas estas cosas por los exploradores, pidió ayuda de los nobles y de los Argonautas para vengar oculta­mente tan gran oprobio. Después de haber deliberado y haberse hecho diferentes pro­puestas, puesto que a unos les parecía que debía ser invadida de improviso la ciudad, otros pensaban que debían ser pedidos au­xilios por cada uno a su patria y que la guerra no debía realizarse con emboscadas sino abieríamente, porque una ciudad tan poblada y sobre todo tan amplia no parecía poder ser capturada por cincuenta y tres héroes, Medea reclamó para sí una ven­ganza más segura mediante asechanzas y pócimas secretas. Y así preparó una imagen hueca de Diana, en la que ocultó pócimas de todo tipo y convirtió sus cabellos, unta­dos tres veces, en canos; también dispuso su

rostro y su cuerpo lleno de arrugas, de modo que a todos les parecía una vieja casi desdentada. Después, tomando a la diosa, dispuesta de una manera admirable para ser aceptada por la superstición del vulgo, irrumpió por la mañana en la ciudad, como inspi­rada por una divinidad, y exhortó al pueblo, que corría por todas partes hacia esta nueva visión, a que acogiesen con veneración a la diosa, que llegaba desde los Hiperbóreos propicia para la ciudad y para el rey. Inclinada toda la ciudad al culto y a los sacrificios, introdujo a la diosa en el palacio y, tras haber creído Pelias y sus hijas que se les daría la felicidad de parte de la diosa, ya que cuando surgían prodigios parecía que Diana, llevada por serpientes, volaba en el aire sobre muchas regiones del mundo, todos con veneración la acogieron. Pero luego Medea dijo que le había sido prescrito por la diosa despojar al rey de su vejez y convertirlo en joven y otorgarle muchos otros dones que tenían que ver con la felicidad y la piedad del padre. Como las palabras de Medea le hubieran parecido extraor­dinarias y admirables a Pelias, les prestó crédito y determinó que se hiciera lo que ella decía, y la doncella, queriendo llevar al rey a la perdición, después de haber ordenado a una de las hijas de Pelias que trajese agua pura, habla al punto. Ella, retirándose al lecho como si fuera a lavar todo su cuerpo, preparó en un orden adecuado todos los poderes de

488 Los nombres de las Pelfades son Pisfdice, Pelopca, Hipótoe y Alcestis. Cf. Ruiz de Elvira, Mit. Cías., p. 269.

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las pócimas; por este motivo, los presentes creyeron llenos de admiración todas las cosas que ella había dicho. Pues, de tal modo fingió un ídolo para que pareciera que Diana, volando a través de los aires desde los Hiperbóreos arrastrada por serpientes, era recibida hospitalariamente por Pelias. Como aquel invento pareciera algo sobrehumano, Pelias lo creyó totalmente y consiguió de sus hijas que cualquier cosa que ella ordenara fueran ellas las únicas en ejecutarla, pues no era conveniente para un rey recibir un regalo de los dioses a través de manos de siervos. Así pues de noche, cuando Pelias duerme, dice Medea que es necesario cocer en una caldera el cuerpo de Pelias. Al haber aceptado las doncellas a su pesar estas palabras, añadió a la crueldad de sus palabras el experimento de un camero convertido por la misma arte en un cordero, el cual fue cortado miembro a miembro y cocido con algunas hierbas. Y, en efecto, revivió y se le vio balar y saltar con alegría. El asunto fue así creído y el padre, desmembrado en vano por las hijas que, a causa de su crueldad, se hicieron sordas a la compasión y las súplicas de su padre; únicamente Alcestis no se manchó con aquel crimen tan vergonzoso. Mientras el padre yacía casi descuartizado, dijo Medea que no debía ser cocido antes de que se hicieran algunos sacrificios a la Luna, y ordenó que las hijas subieran a lo alto del tejado con antorchas encendidas, porque ella misma debía hacer en su lengua de Coicos unas preces a la Luna. Aquella señal de las antorchas encendidas sobre el palacio era el indicio, según habían convenido los Argonau­tas, de que el crimen había sido perpetrado. Los héroes, pensando que esto significaba que el rey estaba muerto, con gran rapidez corren hacia la ciudad y, entrando en la ciudad con las espadas desenvainadas, dan muerte a los guardias del palacio que les oponen resisten­cia. Las hijas de Pelias, que habían bajado junto a su padre para cocerlo, como ni podían vengar el engaño descubierto ni proteger el palacio, que ya estaba lleno de hombres armados, fueron acogidas humanitariamente por Jasón, quien dijo que él sabía que ellas eran inocentes del parricidio, porque con esperanza de felicidad y engañadas habían dado muerte a su padre. Concedió a Acasto, hijo de Pelias, el reino paterno y entregó en matrimonio las hijas a los héroes más importantes. Pues Andremon se casó con Anfínomc, Admeto con Alcestis, Tésalo, rey de los focenses de Caria, con Evadne. Llevadas a cabo así estas cosas, Jasón se dirigió al Istmo y, realizados unos sacrificios, consagró la Argo a Neptuno y, granjeándose el favor de Creonte, rey de los corintios, alcanzó tanto prestigio que gobernó junto con él mientras vivió. Algunos añadieron a estas cosas que los Argo­nautas fueron convocados por Hércules para que instituyeran una alianza por si alguien declaraba la guerra a alguno de ellos. Una vez que hubieron pactado mediante juramento, determinaron que el lugar adecuado para reunir las tropas en cualquier tipo de aconteci­miento era el que estaba junto al río Alfeo de la Elide, lugar que también consagraron a Júpiter Olímpico, donde fue establecido por primera vez el certamen ecuestre y de lucha, para cuya celebración se congregó una muhhud casi infinita de nobles. Sin embargo, no faltaron quienes dijeron que Medea, fingiendo odio a Jasón porque había sido despreciada por él, huyó junto a las hijas de Pelias, entre los que estuvo Policrates de Samos, y que esto lo hizo con la siguiente intención, en parte para vengar con aquellas asechanzas la muerte de los familiares de Jasón, en parte también para abrir a Jasón el camino al trono. Dicen que ciertamente el padre no sucumbió ante los engaños de Medea sino que fue persuadido por sus hijas, a las que dan el nombre de Asteropea y Autónoe además de Alcestis. Otros dicen que fueron empujadas por su propio deseo a permitir que a su padre, anciano y débil, le fuera restituida la juventud con medicamentos, para que después pudiera retener el reino por más tiempo y rechazar todas las injurias. Para que se creyera esto, un

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camero yugulado sirvió de prueba a las hijas de Pelias. Dando crédito extraordinario a estos engaños de Medea, permiten a Medea que Pelias, descuartizado en vano, sea introdu­cido en una caldera de agua hirviente y, después de una gran ebullición, recibieron un cuerpo de tal manera deshecho que no quedó nada que pudiera ser entregado para sepul­tarlo Este mismo asunto lo trató así brevemente Ovidio en su Medea (Her. XII 129-30): ¿Por qué voy a hablar de las hijas de Pelias, que hicieron daño movidas por el amor filial, y de los miembros paternos degarrados con virginal mano?] En esa época Jasón, que vivía en Corinto, tomó como esposa a Glauce, hija de Creonte el rey de Corinto, olvidándose de todos los beneficios que había recibido de Medea. Soportando Medea esto muy mal, hizo arder a Glauce, después a Creonte y a sus propios hijos Mormoro y Peres, que había tenido de Jasón, les dio muerte con el hierro, o, según otros, a Merimno, no Mormiro, para otros Mérmiro [Aunque no faltaron quienes cuentan que Medeo y también una hija, Eríope, y Políxeno fueron tenidos de Jasón por Medea*". Pues, en efecto, la peor de todas las enfermedades y de todos los males son los celos y son más potentes que cualquier locura, sobre los que escribió así Arquías (Anth. Gr . IX 345 *'^); Y no enloqueció tanto contra su hijo Learco Atamante cuanto mató a sus hijos el corazón de Medea, pues los celos son un mal mayor que la locura. En efecto, si mata una madre, ¿en quién depositarán ahora la confianza los niños?] Otros dijeron que fue enviado por Medea a la recién casada un peplo impregnado de venenos y que tan pronto como se vistió con él se consumió apoderándose de ella un fuego inextinguible, según dice Apolodoro en el libro I (9,28); [por otra parte, al ser presa de aquel fuego, Glauce se arrojó después a una fuente para extinguir la quemazón, fuente que después recibió de ella el nombre de Glauce Otros dijeron que fue llevado un tocador muy pequeñito con un fuego inextinguible encerrado en él por los hijos de Medea a la hija de Creonte. Y, al haberlo abierto ésta, escapó con tal violencia el fuego que abrasó todo el edificio, según atestigua Daíloco en la Destrucción de Cízico. Otros pensaron que no fue un tocador sino un vestido y una corona de oro impregnados en nafta y que, al ser tocados por el fuego, a causa de la atracción del fuego se abrasó todo el palacio. Pues las cosas que han sido impregnadas de nafta, si son tocadas por el fuego o por el Sol, produciéndose fuego inmediatamente, hacen arder sin remedio alguno todas las cosas que están cercanas. Al haber sido Medea la autora y descubridora de esta ponzoña, con razón es llamada el fuego de Medea aquel fármaco que, bebido, extiende el ardor por los miembros de tal modo que no puede aliviarse por ningún medio, sobre el que hizo mención así Nicandro en los Alexipharmaca (249-51): Existía el odioso fuego de la cólquide Medea, el «efimero». Si alguno lo toma, humedecido éste con la lengua se produce a la vez una irritación de la que no se puede escapar. Pues fue obra de Medea encerrar la fuerza oculta del fuego no sólo en las cosas impregnadas sino incluso en la bebida. A este fármaco unos le dieron el nombre de efímero, entre los cuales estuvo Demetrio de Escepsis, porque por la mañana, junto al

489 Toda esta larga narración desde el comienzo del corchete procede de Diod. Sic. IV 50-53. 490 Los nombres de los hijos de Jasón y Medea son Mérmero y Feres en ApoUod. 13, 28, Hyg. F«b. 25 y

239, Paus. 11 3, 6 y Schol. Lyc. 175. 491 Cf. Paus. 11 3, 8-9, 492 Epigrama atribuido a Leónidas de Alejandría. 493 La expresión nova nupU la toma Conti de Ov. Met. VII 394. 494 Cf. Paus. II 3 6.

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río Tánais, sólo nacían las hierbas que le eran necesarias para sus mezclas, al mediodía han crecido, por la tarde se secan. Otros llamaron a esa hierba Iris y fármaco, otros farico, otros nafta. Y no faltaron quienes pensaron que se le da el nombre de efímero porque no pueden pasar de un día quienes han bebido ese fármaco. Y, según opinó Dífilo de Sifnos, se descubrió después que las hojas de encina eran una ayuda contra esta pócima y un remedio no pequeño si se bebía leche de vaca en la que se hubieran macerado o ramas de correhuela o raíz cortada hervida en leche, o licor de manzanas maceradas o membrillos, o de mirtos astringentes, o de retoños de vid, o de ramas de zarzas, u hojas de serpol cocidas en licor de la parte interna de la cañaheja, o de nueces de Cerdeña, o la médula de la cañaheja, u orégano tierno. Pues se descubrió que todas estas cosas, bebidas, eran un antídoto no desdeñable contra esta pócima, según dice el comentarista de Nicandro (Alex. 249b), quien expresó la opinión de Dífilo Dejó escrito Plutarco, en Alejandro (35,10), que el fármaco con el que Medea untó el manto y la corona se hace especialmente de betún, que se produce en gran abundancia en Babilonia en Ecbatana; y su naturaleza es de tal clase que atrae al fuego desde lejos e inflama el aire de en medio. Se cuenta entre algunos autores que Mérmero y Feres, hijos de Medea, por haber llevado aquellos regalos, fueron expulsados de Corinto a pedradas; su sepulcro se mostraba junto al llamado Odeon, según dice Pausanias en Los asuntos de Corinto (II 3,6). Sin embargo, hubo quienes recordaron que ellos volvieron sanos y salvos junto a su madre pero que, por odio a Jasón, que se había casado con Glauce, fueron descuartizados. [No faltaron quienes opinaron de un modo muy distinto a éstos, cuya opinión fue que Jasón tuvo de Medea, en Corinto, a Tésalo y Alcímenes, y mucho más tarde a Tisandro. Dicen que él, cautivado después por el amor de Glauce, cuando ya languidecía la belleza de Medea, intentó convencer a Medea de que lo soportara con ánimo resignado si él llegaba a casarse con aquella doncella, puesto que así procuraba un parentesco regio para sus hijos. Recibió la orden de marcharse contra su voluntad Medea, la cual pidió un solo día para disponer su partida y reunir sus pertenen­cias y, durante la noche, cambiada su figura, penetró en el palacio y todo lo llenó de llamas. Otros dijeron que los hijos de Medea llevaron regalos a causa de los cuales, como hemos dicho, ardió. Dado que no podía vengarse de J a ^ n de ninguna manera, estranguló a los hijos tenidos en común para afiigirlo por lo menos con aquel dolor. Y, una vez realizadas estas cosas, huyó durante la noche de Corinto a Tebas junto a Hércules, garante de que se cumplieran las promesas de Jasón. Tésalo, que había escapado de las manos de su madre ensangrentadas por el asesinato de sus hermanos, se crió en Corinto y después se fue a lolco, la patria de Jasón, y por su nombre llamó Tésalos a aquellos pueblos tras haber obtenido el gobierno. Algunos dicen que Medea, que había salido de Tebas hacia Atenas, dio a luz para Egeo a un hijo, de nombre Medo, del que recibió su nombre Media, puesto que gobernó sobre aquel territorio. Otros dicen que no de Egeo sino de otro rey cualquiera tuvo a Medo quien, al gobernar con sabiduría, mereció que se llamara Media de su nombre para eterno recuerdo * " . ] Otros dijeron que, una vez muerto Buno, le sucedió en el reino un hijo de Maratón, Corinto, y, muerto también éste, los Corintios hicieron venir de lolco a Medea para reinar. Esta, tras haber entregado el reino a Jasón, tuvo de él hijos, a los que ocultaba en un santuario de Juno porque tenía la esperanza de hacerlos inmortales. Como

495 En dicho escolio no aparece mencionado ningún autor. 496 Todo lo entrecorchetado procede de Diod. Sic. IV 54-55.

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hubiera descubierto esto Jasón, tras haberla abandonado regresa a lolco y se dice que esta misma, después de haber entregado el reino de Corinto a Sisifo, se dirigió al extranjero Confió a la memoria Apolodoro (I 9,28) que Medea, después de que fue incendiado el palacio de Creonte, recibió del Sol un carro tirado por dragones y se dirigió a Atenas y allí se casó con Egeo, y que ella, por maquinar asechanzas contra Teseo, fue obligada a huir de Atenas. [Algunos añadieron que también le nació un hijo de Egeo que era llamado Medo, de quien recibió su nombre Media, en quien intentaba que recayera el reino de Atenas habiendo preparado asechanzas contra Teseo. Y, descubiertas éstas, se vio obligada a huir con su hijo a una parte de Asia entonces llamada Aria. Algunos sostienen que Políxeno fue hijo de Medea y de Jasón. Otros dicen que Mérmero fue destrozado por una leona cuando cazaba. Otros dicen que Medea sólo concibió de Jasón a Medo y Eriópide "*'*.] Dicen que después volvió ella a su patria y que el reino paterno, que éste había perdido por engaño de sus parientes, se lo restituyó a su padre, una vez matado su tío Perses, y que hizo esto no sin la ayuda de Jasón, con el que se había reconciliado. Dónde o de qué modo murió no se sabe con ninguna certeza, pero, no obstante, fue opinión de Ibico (Fr. 291=Schol. Ap. Rh. IV 814) y de Simónides (Fr. 558=ibid.) que después de muerta llegó a los Campos Elisios y se casó con Hércules

Ahora investiguemos qué significado tienen estas cosas. Se dice que Medea es hija de Eetes, hijo del Sol, y de la Oceánide Idia porque Medea es el pensamiento, tal como su propio nombre significa. Puesto que el Sol produce el verano y el invierno, aquellas cosas que tienen que ver con el alimento o con el cuidado del cuerpo han de procurarse con prudencia; esta consideración o prudencia, dado que atañe a cada uno, hizo que Idia sea la madre de Medea, pues se dice Idia casi como si fuera eidyiua, esto es la que conoce, porque el conocimiento es la madre del pensamiento. Jasón, puesto que puede significar médico o medicina, así llamado apo tou iasthai, de curar, se llevó consigo a Medea. ¿Qué significa esto? Que quien tiene intención de proporcionar a su espíritu la medicina que es la prudencia, para convertirse en un hombre bueno y de mente sana y prudente, considerará en poco todas las cosas restantes e incluso las muy queridas. En efecto, quien no ha desdeñado el deseo de los placeres, del que ha nacido, quien no ha destrozado el apetito poco honesto y desenfrenado, ése no puede emprender nada admirable y nada digno de gloria; por esa razón se dice que Medea descuartizó a sus hijos y a su hermano y abandonó su patria para seguir a Jasón. Así pues, aquel que ha sido realmente sabio domina con facilidad los astros que invitan a los placeres y modera los placeres que arrastran a la desvergüenza; por lo que se dice que Medea, o el pensamiento, solía hacer bajar del cielo la luna y las estrellas, y detener los ríos de las pasiones y que hacía muchas cosas que parecían admirables para la masa; cosas que, sin duda, en ningún momento sucedieron en reaUdad, según atestigua Ovidio en Sobre el cosmético de la cara (37-42): Y vosotros no confiéis en las hierbas ni en la poción mezclada, ni probéis el dañino flujo de una yegua en celo. Ni las serpientes se cortan por la mitad con cantos marsos ni el agua vuelve a su fuente yendo hacia atrás. Y, por más que alguien remueva los bronces de Temesa, nunca

497 Paus. II 3, 10-U, 498 Todo el corchete es un lesumen de Paus. II 3, 8-9, que cita, al hablar de Políxeno, a Helanico (Jac.

4F132); tiene como fuente para la muene de Mérmero los Naupactla Fr. 10 Kinkel, y para Eriópide y Medo a Cinetón de Lacedemonia Fr. 2 Kinkel.

499 Ibico y Simónides hablan de la boda de Medea con Aquiles, no con Hércules.

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la Luna será arrancada de sus cabellos. [No faltaron tampoco quienes dijeron que Medea era el arte, hermana de Circe o de la naturaleza, puesto que el arte imita, según sus fuerzas, la naturaleza y es tanto más loable cuanto más se acerca a la semejanza. El Sol es el padre de una y otra, puesto que nada puede realizarse rectamente sin la ayuda divina, que es la fuerza de nuestra alma impresa por la divinidad en nosotros, pues no hay ningún bien en estas cosas o en nosotros que no se deba a la generosidad y magnificencia de Dios.] Esta misma provocó el fuego y los increíbles ardores del odio en los ánimos de los malintencio­nados e hizo que se atormentaran con un dolor no pequeño. Pues para vengarse de los enemigos no hay ningún modo más venerable, más seguro o más merecedor de honores que si uno se ha distinguido como justo y prudente para todos los asuntos y ha hecho uso en todo de la recta moderación de su espíritu. Porque si alguno se permite estar enredado en los lazos de los placeres ilegítimos, de la avaricia y de la crueldad, ¿cómo no va a volar lo más rápidamente de allí tomando un carro y alados dragones? Pues, ya que Medea es nieta del Sol, significa la prudencia nacida en nosotros según la templanza del aire y según la fuerza de sus rayos; ciertamente ayuda mucho a la prudencia la templanza del cuerpo, porque cobra fuerzas bien de la presión del aire, bien de la crianza, bien de los alimentos, bien de la naturaleza de la región que habitamos. Estas cosas pensaron los antiguos ante este aspecto digno de admiración de las hazañas e imaginaron aquellas cosas que se han dicho acerca de Medea para exhortamos a la moderación del espíritu y a la rectitud de la vida. Otros creyeron que Medea era una mujer criminal y lujuriosa ya que ella, a causa de su loco amor por Jasón y su pasión inmoderada, traicionó a sus padres, su reino y su patria para seguir a un hombre desconocido, falaz, impostor y que se olvidó de los favores recibidos. Recuerdan que ésta fue llamada Medea debido a que intentó atraer hacia sí el amor de Jasón con todo tipo de artes. Pues está escrito así en Dífilo: Pues la llamaron Medea porque descubrió las artes venenosas. Se dice que ésta volvió a la juventud a algunos ancianos con la ayuda de hierbas y mediante el fuego porque atrajo con sus artes a su deseo incluso a los ancianos e hizo que se comportaran como jóvenes imprudentes y desvergonzados. Representan a ésta proclive a todo tipo de acciones crueles y lascivas y que, por ello, poco después cayó en toda clase de dificultades, miserias y en el odio de todos, porque ningún impuro puede ser feliz durante largo tiempo, dado que es obra de la virtud únicamente aquella felicidad que puede encontrarse en los asuntos humanos, ya que, en último término, el fin y el efecto de todos los crímenes son la penitencia, las calamida­des y las desgracias, pues todos los poco honrados son infelices. Por esta causa Medea finalmente, empujada a la desesperación, reflexiona así consigo misma la magnitud de los crímenes pasados y los peligros que han de ser su consecuencia, según está en Séneca trágico (Med. 451-8): Pero, ¿a dónde me devuelves? ¿He de dirigirme al Fasis y a Coicos y al reino paterno y a los campos que bañó la sangre de mi hermano? ¿A qué tierras ordenas que me dirija? ¿Qué mares me muestras? ¿Los abismos del Mar Póntico, a través de los cuales conduje de vuelta las nobles tropas de los reyes siguiendo a un adúltero a través de las Simplegades? ¿He de dirigirme a la pequeña lolco o a la tesalia Tempe? Cualquiera de los caminos que para ti abrí los he cerrado para mí. En efecto, como hemos dicho, es lo más difícil de todo que un hombre criminal sea feliz durante largo tiempo. Pero, bien sea Medea la reflexión o la prudencia, bien una mujer malvada, mediante su fábula intentaban los antiguos instruimos para la honradez y la integridad. Pero, al haber vuelto a la patria y haber recuperado el reino para su padre, los indígenas establecieron allí para ella honores divinos en los que no estaba permhido por la ley que

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intervinieran los hombres en los sacrificios, según escribió Estáfilo, a causa de las injurias que había recibido de Jasón, y ni siquiera entrar en el templo en ningún momento. Pero ahora hablemos de Jasón.

Cap. 8: Sobre Jasón

Me parece muy necesario, antes de recordar las hazañas de Jasón, remontarme lo más que pueda al origen de su estirpe y reseñar por qué causas fue movido a navegar con los más selectos héroes de Grecia junto a hombres extranjeros y a lejanos pueblos y a soportar aquellos trabajos que incluso de oídas son no poco dignos de temor. [Pues apenas ninguno, a excepción de Hércules, el más duro domeñador de todos los monstruos, y de Teseo, quien, a imitación del propio Hércules, quitó de en medio a muchos ladrones y hombres maléficos y los obligó a seguir estos mismos tipos de suplicios con los que atormentaban a los extranjeros, y de Ulises, quien él mismo se introdujo en peligros infinitos e insoporta­bles y perdió en ellos a muchos de sus compañeros, apenas se encontrará ningún otro que hiciera ostentación de tanto valor en asuntos difíciles.] Pues así se tiene el asunto, según opinó Ferecides (=Schol. Lyc. 175 '""·): Tiro, hija de Salmoneo y de Alcídice, fue criada por Creteo, hermano de Salmoneo. Después de que Neptuno se hubiese unido a ella, dio a luz dos hijos, Pehas y Neleo, a los que después la madrastra de su madre expuso en un establo de ganado. Una vez que ellos hubieron crecido, reconocieron a su madre y mataron a la madrastra de su madre que se refugiaba en un santuario de Juno. Entonces Neleo, al haber surgido una disensión con Pelias, se dirigió a Mésenla y allí fundó Pilos. [Pues hubo tres Pilos en el Peloponeso: junto al río Alfeo en la Elide, en Trifilia donde el río Amatois y en Mésenla junto al promontorio Corifasio.] Pero Pelias, en Tesalia, tuvo como hijos a Acasto, Pelopea, Hipótoe, Pisídice y Alcestis de Anaxibia, hija de Biante o, según sostu­vieron otros, de Filómaca, hija de Anfión. Creteo, hijo de Eolo, tras haber fundado lolco, tuvo de Tiro a Esón, Amitaón y Feres; después de este Creteo gobernó en lolco Pelias, a quien le fue respondido por un oráculo que había de morir a manos de un descendiente de Eolo. Por su parte, uno de éstos era Jasón, el hijo de Esón y de Polimede, hija de Autólico. [Ciertamente Erecteo, Atamanate y Salmoneo fueron hijos de aquel Eolo que fue conside­rado hijo de Júpiter.] Por consiguiente Pelias, para quitar de en medio a todos los Eólidas, quiso dar muerte también a Jasón, uno de la estirpe de los Eólidas, cuando todavía era un niño. Al darse cuenta de esto los parientes de Jasón, aguardaron una noche muy obscura y lo sacaron cubierto y encerrado en un arca como un muerto y lo llevaron a la cueva de Quirón y se lo entregaron a aquél para que lo criara y lo educara. Una vez que hubo crecido Jasón y aprendido de Quirón el arte de la medicina, fue llamado Jasón [ya que antes recibía el nombre de Dolomedes]. Así pues, una vez llegado a la edad adulta, salió de aquella cueva y surcó la tierra junto al río Anauro, como dice Apolonio en los Argonáu­tica (1 5 ss.). Nuevamente le fue dado otro oráculo a Pelias para que se guardase de aquél

500 Aunque Conti sigue de cerca el Schol. Lyc. 175, tiene presente el texto de ApoUod. I 9, 8 y no toma en consideración el error del comentarista en el sentido de que Pelias y Neleo dan mueite a su propia madrastra, sino que con noverca matris, Conti especifica que a quienes ellos dan muerte es a Sidero, la madrastra de su madre Tira; de ello se deduce que Conti ha entendido el texto de Apolodoro sin caer en el error de Frazer del que nos habla Ruiz de Elvira, MIt. Cías., p. 267.

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al que viera con un pie desnudo. Más tarde, al realizar sacrificios a Neptuno, Pelias convocó a todos los suyos a estos sacrificios y, como Jasón viniera también allí, fue interrogado por Pelias: ¿Qué harías si se te hubiera predicho que tú habrías de ser asesinado por alguien? A lo que respondió Jasón, según el consejo de Juno, y le dijo que enviaría a aquél a recobrar el vellocino de oro. En efecto, era el vellocino de oro la piel [de oro] del camero que había llevado a Frixo a la Cólquide, que él mismo, según se cuenta, inmoló a Júpiter, favorecedor de la huida, con el sobrenombre de Fixio y colgó la piel en un árbol en el bosque consagrado a Marte en Coicos. [Unos pensaron que aquella piel era blanca, otros de color púrpura, según opinó Simónides (Fr. 576=Schol. Ap. Rh. IV 177). Pero Dionisio de Mitilene (ibid.) creyó que fue un hombre y pedagogo de Frixo, que había sido capturado por los coicos y mantenido bajo custodia y al que se se llamaba de oro a causa de lo sobresaliente de su doctrina y por la integridad de sus consejos.] Custodiaba esta piel un dragón del tamaño de una nave que es conducida por cincuenta remos y que nunca era presa del sueño. Asi pues Pelias, en el mismo momento de la respuesta de Jasón, ordena al propio Jasón que traiga a su presencia el vellocino de oro. Entonces Jasón se embarca en una nave constmida siguiendo el divino consejo de Palas y que tenía un mástil dotado de voz hecho de una encina de Dodona y con cuarenta y nueve héroes, los más elegidos, navegó hacia la Cólquide. Dejó escrito Demageto (=Schol. Ap. Rh. 1 224) que Pelias ordenó que la nave fuese afianzada con clavos pequeños, lo que, sin embargo, en modo alguno hizo Argo el constructor de la nave, para que ésta se hundiese más rápidamente. [Esta recibió su nombre también de su constructor. Recuerdan que ésta fue la primera nave de guerra, aunque otros dicen que la primera nave larga fue construida por Dánao cuando Egipto lo perseguía, y ésta fue también llamada Danaide.] Y los nombres de aquellos que siguieron a Jasón a la Cólquide son los siguientes: Acasto, Admeto, Etálides, Anfídamante, Anfión, Anceo hijo de Neptuno, Argo, Argeo, Asterio, Asterión, Augías hijo del Sol, Bianto, Butes, Calais hijo de Bóreas, Cálao, Canto, Castor, Ccfeo, Clitio, Corono, Equíon, Ergino, Eríbotes, Euridamante, Euríto, Euritión, Hércules, Hilas, Jasón, Idas, Idmon, Ificlo hijo de Esón, Ificlo en Testíada, Ifíto hijo de Eurito, Ifito de Focea, Lao-conte, Laódoco, Linceo, Meleagro, Mopso, Nauplio, Odeo el Enida, Oileo, Orfeo, Pale-monio, Peleo, Palero, Pólux, Polifemo, Tenareo, Tálao, Telamón, Tifis, Zetes hijo de Bóreas [Con sumo cuidado reseñó los nombres de éstos Sófocles en la obra titulada Lemníades (Fr. 385=Schol. Pyth. IV 303b) y Esquilo en los Cabiros*" (p. 31N=ibid.), aunque varios les añadieron también éstos en lugar de algunos: Actórida, Actorión, Aglao, Anfisteco, Autólico, Bufago, Ceneo, Dcileon, DeucaUón, Eufemo, Ifis, Ifídamante, Me­néelo, Néstor, Filoctetes, Feante, Ablogio, Tideo. Tuvieron consigo los Argonautas tres adivinos en total: Mopso hijo de Ampico, Idmon hijo de Abante, Anfiarao hijo de Ecles.] Se cuenta que Jasón [se encaminó primero a Lemnos, luego llegó ante Cízico, rey de los Doliones, a Misia y Cío, después a Iberia, de aquí al país de los Bébrices y], como se dirigiera junto a la Siríe de Libia, fundó allí un templo que fue consagrado más tarde a Hércules por haber celebrado allí los Argonautas unos juegos en los que fue declarado vencedor Hércules. Después, al no poder navegar a causa de la naturaleza de las Sirtes, se

501 Para mayor facilidad hemos seguido el orden alfabético latino de la edición de 1616. 502 Conti al aludir a la obra de Esquilo dice in Ciberls que es claramente transcripción de la lectura

kiberiüs que dan los mss. de los escolios a Pindaro, frente a kabeirois, ofrecida por Drachmann, siguiendo a Meursius, tal como se indica en el aparato crítico de su edición.

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dice que los Argonautas llevaron la nave Argo sobre los hombros por espacio de doce días a través de los desiertos de Libia, hasta que, encontrando por fin el duodécimo día el mar, la botaron. [Y así, al acercarse a Eurípilo, hijo de Neptuno, recibieron como presente lo que se ofreció. En efecto, cogiendo un terrón de tierra lo entregó, terrón que aceptó Eufemo, hijo también de Neptuno y de Mecionice. Entonces, navegando la nave en dirección a Tera, del terrón disuelto vaticinó Medea muchas cosas.] No faltaron quienes dicen que, después de botado el navio, se celebró una competición y se erigió un templo, según opinó Isacio (Schol. Lyc. 886). [Más tarde llegaron junto al adivino Fineo, que era ciego, quien, sin embargo, sabía que le había sido presagiado por el destino el fin de sus desgracias cuando hubiesen llegado ante él los hijos de Bóreas, pues era atacado de manera extraordinaria por las Harpías. Finalmente liberado de ellas, desvela a los Argonautas la manera, el curso y las dificultades de la navegación: Que en primer lugar les habrían de salir al encuentro las piedras Cianeas, a las que algunos llamaron Simplégades o rocas que entrechocan, de donde manaba abundante fuego y cuyo peligro habría de ser probado por medio de una paloma enviada delante. Aconseja que desde allí han de marcharse lejos de Bitinia, que no está muy distante del Bosforo, puesto que aquellos tracios que habitaban Salmideso eran crueles y despiadados con todos los que navegan a través de sus costas. Les enseña que después conviene que ellos lleguen a la isla Tiníade, que de allí hay que dirigirse al país de los Mariandinos y a Aquerusia y a los montes de Pafiagonia. Y advierte que ha de pasarse en la navegación por delante de la ciudad de los Enetos, el Carambe y Hali e Iri, Temisciro, el campo Deante, Capadocia, los Cálibes, Tibarenos, Mostines, Aretiade, la isla de las Estinfálides, los Maciones, Fílires, Bequiros, Safires, Biceres y el río Fasis, que fluye por la tierra llamada Circea. Después indica que debe ser dejada atrás la ciudad de Cita antes de acercarse al vellocino de oro, lugares todos que necesariamente debían atravesar los que navegaban desde lolco a la Cólquide. Pero, cuando llegaron en primer lugar a Misia, como Hércules hubiese roto su remo, desembarcó para cortar otro de los bosques cercanos, donde fue abandonado por los Argonautas, según pretendieron algu­nos debido a la muerte de Hilas, pero según otros a causa de su desconocimiento del arte del remo, para que no rompiera todos los remos. Otros creyeron que esto había ocurrido por la voracidad de Hércules, ya que los Argonautas temían que acabara en poco tiempo con toda la comida. Otros que debido a su peso, dado que la nave casi se hundía cuando él se detenia en cualquier parte de la nave y se arqueaba. Otros que por causa de la envidia, para que por lo sobresaliente de su valor no se obscureciera todo el valor de los demás ni quedara oculto.] Cuando por fin, superadas todas las dificultades, Jasón llegó a Escitia [colonia de los egipcios] junto a Eetes, rey de la Cólquide, fue recibido con gran benigni­dad por los hijos de Frixo y con ellos se dirigió ante Eetes. Unos dicen que en un primer momento Jasón fue recibido con benignidad y de buen grado por Eetes; otros que con rostro no demasiado alegre. Después, como reclamase Jasón el vellocino de oro en nombre de Pelias, de quien decía que había sido éste antes y que le había sido arrebatado con engaños, pareció que Eetes aceptó la petición con ecuanimidad, según dicen algunos; otros dicen que Eetes respondió encolerizado que él habría de conceder finalmente a Jasón lo que pedía cuando hubiese dominado unos toros de pies de bronce y que exhalaban fuego de sus narices y hubiese sembrado los dientes del dragón custodio de este vellocino [usando un arado de acero] y hubiera matado a los hombres armados que nacieran de aquellos dientes. Otros dijeron que el propio Eetes poseía aquellos dientes, que le habían sido entregados como regalo por Palas, después de haber sembrado Cadmo los demás en el campo tebano.

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Pero Medea, hija de Eetes, cautivada por el amor de Jasón, le dio un ungüento con el que se mantenía incólume al fuego de los toros [y ordenó que tuviera la precaución de no arar con el viento en contra, para que la violencia de las llamas no se dirigiera contra él mismo y que no comenzase el surco, según la costumbre de los que aran, desde el mismo fm sino que levantase el arado. En efecto, algunos dicen que primero Eetes unció los toros que vomitan fuego y aró y que, después de desuncirlos, ordenó a Jasón uncirlos y arar. Otros que Medea], tras haber dormido de noche al dragón con un fármaco, llevó a Jasón el vellocino de oro y que, llevándose con ella a su hermano Apsirto, salió en barco de Coicos con los Argonautas. [Algunos dicen que Jasón, por consejo y obra de Medea, superó todos aquellos peligros y no recibió el vellocino de oro de Medea. Por otra parte huyó Jasón de noche con la nave Argo, según se ha dicho, de la región de Coicos, sugiriendo Venus esta decisión, como atestigua Idmon (Naup. fr. 8 = Schol. Ap. Rh. IV 86): Afrodita sugirió que huyeran del palacio a través de la negra noche que cae rápidamente Otros dicen que le fue enviado a Eetes por Venus el deseo de unirse con su esposa Eurílite, en el momento en que hacía consultas acerca de la quema de la nave Argo, para que aquéllos pudieran huir con seguridad, según escribió en estos versos Dionisio, en los Argonautas (Naup. fr. 8=ibid.): Entonces, precisamente. Afrodita introdujo en Eetes el deseo de unirse en abrazo amoroso con Eurílite, su esposa, pues le preocupaba en su corazón cómo regresaría Jasón a su patria después de su empresa con sus compañeros que combaten cuerpo a cuerpo. Pero realmente sobre el regreso de los Argonautas hay una muy grande controversia entre los escritores; ciertamente Herodoro, en los Argonáutica (Jac. 31F10=Schol. Ap. Rh. IV 259), escribe que ellos volvieron por el mismo mar por el que se habían dirigido a Coicos. Por otra parte, Recateo de Mileto (Jac. IFlSa y 302c=ibid.) sostuvo que desde el Fasis entraron en el Océano, de allí al Nilo, de éste al Mar Tirreno, a través del cual fueron llevados a la patria. Artemidoro de Efeso (=Schol. Ap. Rh. IV 259) afirma que éstos dicen una mentira, puesto que el Fasis de ningún modo desemboca en el Océano. Y además fue escrito por Timageto, en el libro I de Sobre los Puertos (=Schol. Ap. Rh. IV 284), que el Istro, según sabemos, fiuye desde los montes llamados Célticos o Hiperbóreos, o desde los Rífeos, el cual desemboca en el mar Céltico y que el a'gua de este río se distribuye en dos direcciones, una parte de la cual penetra en el mar Euxino, otra en el mar Céltico, por cuya desembocadura navegaron los Argonautas en dirección a Tirrenia. Por otra parte Escimno de Délos (G.G.M. Müller I 196=Schol. Ap. Rh. IV 284) dice que a través del Tánais navegaron hacia el mar abierto y desde allí entraron en el mar Tirreno. Pero, dejadas estas controversias sobre el regreso de los Argonautas, que parecen algo extravagantes y poco versadas en navegación, nosotros, siguiendo la opinión más común y más probable, pen­samos que debe hablarse así brevemente sobre el regreso de aquéllos. Que, realizados y superados todos los peligros en la región de los Coicos, navegaron primero hacia el Istro; luego a través de aquél hacia el Adriático y especialmente hacia aquel lugar que los

503 Según el escolio el consejo es dado por Idmon a sus compañeros. Conti, quizás influido por los versos que con anterioridad cita el escolio y que él transcribe después, en los que se habla de la actuación de Afrodita, cree que las palabras de Idmon pertenecen a la diosa e introduce un hypothek' Aphroditè: Afrodita sugirió que no está en el texto original, y además considera a Idmon el autor de dichos versos.

504 Estos versos, según el escolio, pertenecen como el anterior a los Naupáctica y no a Dionisio, autor, en efecto, de unos Argonáutica, tal como aparece en los escolios a diferentes versos de Apolonio, y Conti, sin duda, tiene presente el Schol. IV 119, muy cercano a éste, donde se cita a Dionisio.

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antiguos llamaban Saturnio, donde fue descuartizado Apsirto; como Júpiter hubiera llevado muy a mal aquella acción tan impía, se dice que envió vientos contrarios a los Argonautas para que naufragaran. Pero Juno, a escondidas, los envió propicios y favorables que los llevaron al mar llamado Sardo. Luego, habiendo dejado atrás a las Sirenas, llegaron sanos y salvos a Drépano, que después fue llamada Corcira. Una vez que hubieron llegado allí, los Coicos que les perseguían casi los alcanzaron, por lo que se vieron obligados a refugiarse en el país de Alcinoo. A los Coicos, que reclamaban a Medea, les fue respon­dido por Alcinoo que la recuperarían únicamente en el caso de que Medea fuera virgen, pues tendría que ser así para que fuera devuelta a su padre, pero si ya era mujer de Jasón con todo derecho podría la esposa seguir a su marido. Se dice que se llevaron a cabo las bodas aquella misma noche. Debido a esto los Coicos, al temer volver junto a Eetes sin haber cumplido su misión, decidieron vivir en el golfo Ilírico. Al continuar navegando desde allí los Argonautas, desconocedores, por haber muerto Mopso y Canto, de la nave­gación y de los medios de salvación, fueron instruidos por Tritón de cómo podían salvarse; y, conduciendo la nave a la laguna Tritónide, navegaron después en dirección a Creta; como en este lugar les fuera cerrado el camino por Talo, eliminado éste con las artes mágicas de Medea llegaron a Egina y de allí a Tesalia y se dice que así volvieron a su patria.] Otros dicen que Jasón superó todos aquellos peligros por los consejos y la ayuda de Medea y que volvió al punto a la patria, y dicen que esta navegación duró dos meses. Por otra parte, los Coicos eran también llamados Lazos, según dice Isacio (Schol. Lyc. 887), de la colonia de los Egipcios que viyían no lejos de los llamados Abasgos o Masagetes y eran llamados bien coicos, bien escitas, bien asíanos o bien leucosiros y habitaron junto al n'o Fasis en la región de Asia. Por otra parte, hay también una Escitia en Europa, que es limítrofe con la Meótide y el Tañáis, y entre los pueblos de Escitia algunos enumeraron también a los Alanos, donde se peneua en Hircania y en la región de los Caspios. Otros contaron de una manera muy distinta la causa de por qué Jasón fue enviado hasta el vellocino de oro, entre los cuales estuvo Mecateo. Pues dicen que cuando Jasón salió de la gruta de Quirón y fue reconocido por su padre y sus parientes, fue acogido en un banquete solemne. Después se dirigió con gran alboroto ante Pelias reclamando el reino de sus antepasados; Pelias promete que él se lo habrá de dar si antes va a la Cólquide e invoca tres veces el alma de Frixo, como estaba marcado por la ley, diciendo que él era aterrado con visiones nocturnas a causa de Frixo. Pues, si te diriges allí, dice, y haces esto y consigues el vellocino de oro, yo, ya anciano, te concederé a ti, joven, el peso del reino, razón por la que Jasón, aceptadas estas condiciones, se dirigió allí según hemos dicho. Estas son las cosas, para decirlas en resumen, que acerca de Jasón fueron confiadas a la memoria por los antiguos. Ferecides (Jac. 3Fl04=Schol. Ap. Rh. I 45) escribió que Alcímede, hija de Fllaco, fue la madre de Jasón, Herodoro (Jac. 31F40=ibid.) dice que Jasón fue hijo de Polifeme, hija de Autólico. En cambio fue opinión de Andrón (Jac. 10F5=ibid.) que Teogneta, hija de Laódico, fue la madre del propio Jasón. Estesícoro (fi-. 238=Schol. Ap. Rh. 'I 230) pensó que fue hijo de Teoclímene, Demetrio de Escepsis (=Schol. Ap. Rh. I 230) que de Reo, otros que de Polimede. Sin embargo, todos le atribuyeron a Esón como padre. Las dificultades de la navegación y las hazañas de los Argonautas en su viaje las abarcó Apolonio en sus Argonáutica. Y los peligros y los trabajos que se imponían al

505 Asi ApoUod. I 9, 1.

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que tenía intención de apoderarse del vellocino de oro los resumió así brevemente Medea en Eurípides (Med. 476-82): Yo te salvé, como saben cuantos griegos embarcaron contigo en la nave Argo, cuando fuiste enviado para uncir al yugo los toros que respiraban fuego y a sembrar el campo productor de muerte; y yo maté el dragón que guardaba el vellocino de oro cubriéndolo con los múltiples repliegues de sus anillos estando siempre libre de sueño, e hice surgir para ti la luz de salvación. Asunto que, aunque con más brevedad, abarcó así Virgilio en el libro II (140-2) de las Geórgicas: No revolvieron estos lugares toros que exhalan fuego de sus narices con los dientes sembrados del cruel dragón; ni los erizó una cosecha de hombres con cascos y apretadas lanzas. Cuando Jasón hubo superado todas estas cosas con la ayuda de Medea, vuelve a casa con el vellocino de oro y se lleva consigo a Medea quien, tras la muerte de los padres de Jasón, dirigió todos sus engaños para vengarlos a petición de Jasón y convenció a las hijas de Pelias, como hemos dicho, para que degollaran a su padre, que en vano se lamentaba, tras haber prometido que ella lo rejuvenecería, de la misma manera que había rejuvenecido un camero. Hubo quienes dijeron que incluso Jasón, que envejecía, cocido por la propia Medea fue vuelto a su juventud, según escribió Ferecides (Jac. 3F113a=hypoth. Med.) y el poeta Simónides (548=ibid.) y Licofrón (1315). Que también fue cocido por Medea Esón, el padre de Jasón, y devuelto a la juventud lo describió así el poeta que compuso los Regresos (fr. VI Alien =hypoth. Med.): En seguida convirtió a Esón en un amable muchacho en la flor de la juventud, habiéndole quitado la vejez con sus sabios conocimientos, tras haber cocido muchas drogas en calderos de oro. Esquilo, en Las nodrizas de Baco (fr. 50N=ibid.) dice que junto con sus maridos fu eron cocidas también ellas y así vuchas por esta misma a la juventud. Tuvo Jasón una hija. Atalanta que se casó con Milanión, a Apis y a Euneo; [de Hipsípila, hija de Toante,] a Filomelo y Toante. [Dicen que los Argonautas, al ver en Coicos un ave que era desconocida para los griegos, la llevaron a Grecia y que la llamaron faisán por el río de la Cólquide.] Fue escrito por Estáfilo (Jac. 269Fll=ibid.) que Jasón murió finalmente por decisión de Medea, pues ella misma no sé de qué modo lo convenció para que durmiese debajo de la popa de la nave Argo, que ella sabía que iba a resquebrajarse en poco tiempo; finalmente, habiendo caído ésta sobre Jasón, él murió. Hubo en muchos lugares templos erigidos en honor de Jasón, a causa de su valor, pero sobre todo era venerado con especial culto en Abdera, para el que fue erigido un templo por Parmenón de hermosa factura y con piedras talladas.

Estas son las cosas que se dice que fueron realizadas por Jasón de una manera excelente y digna de gloria, que fueron celebradas en los elogios de casi todos los poetas, aunque aquella navegación haya sido muy breve y no pueda ser comparada con las navegaciones de nuestra época y sobre todo con aquellas que realizan los españoles en dirección a aquella parte de la Tierra recientemente descubierta. [En efecto, se dice que Hércules no llegó al final de aquella expedición porque buscaba a Hilas, enviado por agua, y no pudo navegar con los restantes héroes. Así pues, fueron obligados, al igual que los restantes que en algún momento tienen en poco a los hombres honrados, a, desprovistos de su fuerza y su valor.

506 Entre las diferentes versiones acerca del padre de Atalanta tenemos la de ApoUod. ni 9, 2, donde al padre de Atalanta se le da el nombre de laso (lasos); pero en Eliano, Var. hlst. XIII 1, se le llama lasíon (lasióii). De alguna de estas versiones es de donde Conti toma la confusión y así de lasos pasa a lason, quizás por influjo de lasión, y presenta a Atalanta como hija del argonauta. Para más detalles, cf. Ruiz de Elvira, Mit. Olas. p. 330.

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convertirse en suplicantes mujerucas hasta que se apoderasen del vellocino de oro, según dice Plutarco en los Poh'ticos (Mor. 819D). Los Argonautas fueron llamados Minias por Minias, un hijo de Marte, según sostuvo Dionisio Tracio ( = Schol. Isth, I 79c). Otros, entre los cuales estuvo Aristodemo (Jac. 383F16=ibid.), que Minia, por el que fueron así llamados, fue hijo de Aleo.] Hubo quienes pensaron que los hechos llevados a cabo en la navegación de Jasón son las mutaciones de los cuerpos químicos y que el vellocino de oro, capturado finalmente después de tantos esfuerzos, es la piedra llamada de los filósofos, que se obtiene después de tantas mutaciones de esos cuerpos. Otros pensaron que no se dijo con intención poética que Jasón fue llevado a través del mar Póntico con los Argonautas en busca del vellocino de oro hasta la región de la Cólquide y que se llevó consigo a Medea, hija de Eetes, sino que dicen que el vellocino de oro fue un libro confeccionado con pieles de camero, en el que estaba escrito de qué modo podía obtenerse oro mediante la alquimia, entre los que estuvo Suidas. Y consideraron que con todo derecho era llamado vellocino de oro la piel del camero en la que se contenía la manera de obtener oro. Y realmente es ridículo que alguna vez se hayan encontrado toros que exhalaban llamas de sus narices o que en algún momento hayan nacido de los dientes sembrados no sólo hombres sino incluso las armas que les son propias, o haya nacido nunca un camero al que se le esquilara oro en lugar de pelos. ¿Qué hombre en su sano juicio creerá que estas cosas han sido vistas alguna vez? Pero, dado que los sabios antiguos [magnificaron] la filosofía, en parte para que no fluyera hacia el vulgo inculto, en parte para que los preceptos de la sabiduría se impregna­ran de la delicadeza y la admiración de los asuntos extraordinarios, ocultaron los secretos de la naturaleza o de la ciencia bajo las diferentes ficciones de las fábulas, no menos que los egipcios contaron el conocimiento y la ciencia de los asuntos sagrados bajo jeroglíficos. En efecto, es casi inherente a todos el menospreciar incluso las cosas más importantes cuyo alcance se permite con facilidad, pero las que no pueden a no ser con dificuhad y con grandes esfuerzos ensalzarlas con admirables alabanzas y admirarlas como las más ilustres. El que no se desliza con el vulgo a este defecto no puede ser un hombre de inteligencia mediocre. Así pues, se dice que Jasón fue hijo de Alcímede y de Esón o, según pensaron otros, de Polimede o Reo, y criado por Quirón, el más justo de los Centauros, e instruido por él en el arte de curar, y los nombres de todas sus madres tienen el significado de reflexión. Esón, procedente de la estirpe de Neptuno, ¿qué otra cosa es a no ser la pmdencia que surge de los diferentes negocios y dificultades, que como la materia se someten a la prudencia? Pues de aquéllos y de la reflexión nace y se produce la prudencia. Aprendió de Quirón el arte de curar, de donde obtuvo el nombre, pues íasis es arte de curar. Pero ¿quién ha sabido que fue dado por Jasón a alguno que sufna un remedio de la enfermedad? Pues Jasón no fue cirujano y no ha de pensarse que Quirón, hombre muy justo y muy sabio, enseñó a Jasón el cuidado más del cuerpo que del alma, cuidado que conviene a un hombre bueno. Porque si le enseñó el cuidado del ánimo, ¿qué hay entre los dioses inmortales que convenga más a un hombre bueno que la prudencia? Yo ciertamente pienso así: Que Jasón aprendió de Quirón de qué clase de moderación de ánimo conviene hacer uso en cualquier caso, qué antídoto existe contra los placeres impuros, con qué moderación de ánimo ha de ser aplacada la cólera, con qué arte vencida la avaricia, aniquilada la lujuria, expulsada del ánimo la ambición, puesto que aquélla es la más vergonzosa de todos los monstruos y el mayor de los defectos. Se cree que Jasón, instruido en aquellas enseñanzas, sano y salvo venció peligros y temibles monstruos sabiamente con la ayuda de los dioses, o por lo menos con el consejo de los ministros de los dioses, y que,

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habiendo partido hacia Coicos, domeñó los toros que vomitan fuego y de pies de bronce, que no han de ser considerados otra cosa que la obstinación de ánimo y la cólera. Pues quien no se conduce con la razón y con la constancia de ánimo, éste o es de poco ingenio o sigue la obstinación en lugar de la constancia y la vana arrogancia. El someter estas inclinaciones del ánimo al razonamiento y al espíritu, ¿qué otra cosa es que vencer aquellos toros que vomitan fuego y arrojar la locura de sí contra hombres armados nacidos de los dientes del dragón? ¿O qué otra cosa es dormir al corpulento dragón con la ayuda de Medea que frenar la envidia con la sabia reflexión de la mente? Pues la propia Medea es médos, reflexión. Este, con la ayuda de ella, llevó el vellocino de oro a su patria y lo dedicó a los dioses o, según plugo a otros, lo ofreció a Pelias, puesto que ha de huirse sobre todo de la avaricia y ha de abrazarse la justicia. Pero sobre todo debe ser venerada la religión de los dioses inmortales porque es el comienzo de las virtudes y de toda felicidad; después ha de respetarse a los reyes y príncipes de los pueblos, a los que, no sin la voluntad de Dios, les ha sido concedido el poder sobre los hombres con la condición de que sean varones buenos y justos. Y, para decirlo con brevedad, los antiguos celebraron la navegación de Jasón, que unos desvían hacia la historia, otros al arte químico, no por otra causa a no ser porque quisieron poner de relieve que la vida humana es arrastrada en todas partes por muchas dificultades y es necesario proporcionar a un hombre bueno la medicina de la reflexión en su espíritu para que, sin temor, se mantenga firme ante todas las conmociones y todas las vicisitudes de la fortuna. Y, sin embargo, no se me pasa por alto el hecho de que hubo otros, entre los que estuvo Dércilo, que pensaron que los Argonautas navegaron hacia el vellocino de oro para destruir la opulencia de los Escitas (pues a las riquezas siempre las sigue como una sombra la envidia y en realidad todas las guerras se emprenden casi para obtener botín con el pretexto de vengar injurias) ya que se decía que no lejos del monte Cáucaso algunos torrentes llevaban oro, que fue costumbre de los escitas recoger en tablones perforados y pieles de lana, según dice Estrabón en el libro XI (2,19.C499). A los que navegaban desde Tesalia hasta estos lugares les salían al encuentro muchos escollos y muchas dificultades casi insuperables, como a hombres desconocedores hasta ahora del arte de navegar; por esta razón crearon la ficción de aquellas cosas que eran muy temibles. Pero suficiente sobre Jasón, hablemos ahora acerca de Frixo.

Cap. 9. Sobre Frixo

Frixo, de quien se dice que transportó el vellocino de oro a Coicos, fue hijo de Atamante y de Néfele. Pues, como reinara en Tebas Atamante, tomó como esposa a Néfele, de la que tuvo a Frixo y a Hele. Después, no sé por qué causa repudiada Néfele, tomó como segunda esposa a Ino de la que tuvo a Clearco o, según prefirieron otros, Learco y Palemón, al que también llamaron después Melicertes. Pero Ino, como odiase a los hijastros, lo que es costumbre de la mayoría de las madrastras, [cautivada por un gran amor hacia su hijastro, al no consentir Frixo, convirtió todo el amor en un odio muy exacerbado, que suele ser grande en la mayoría de las madrastras. A ésta Pindaro, en los Himnos (fr. 49=Schol. Pyth. IV 288a), la llamó Demódice, Ferecides (Jac. 3F98=ibíd.) Temisto, Sófocles Néfele en la tragedia Atamante (p. 131N=ibid.), Hippias (Jac. 6F11 = ibid.) le dio el nombre de Gorgopis,] maquina insidias de este tipo contra Frixo y Hele. Tostó todas las semillas de trigo y de las restantes legumbres para que no nacieran; después

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convence a los adivinos mediante soborno para que anuncien a Atamante que las mieses no nacen por este motivo, a saber porque era necesario inmolar a uno de los hijos de Néfele a los dioses. Oída esta respuesta, se dice que Atamante, obligado por la gran indigencia, según pensaba, determinó que habría de sacrificar a Frixo ante el altar, según dice el gramático Apolodoro en el libro I (9,1). Pero Néfele arrebató a Frixo y a Hele y les entregó una oveja de oro, capturada por Mercurio, por la que fueran llevados por los aires. Pero, una vez que hubieron llegado a ese mar que está entre Sigeo y la Quersoneso, sucedió que Hele cayó al mar cercano, que por ella fue llamado más tarde Helesponto o de la Atamántide, según dice Esquilo en los Persas (69-70) y Ovidio en la Epístola de Leandro (XVIII 137-44): Blanquean las aguas de la Atamántide con enormes olas y apenas permanece segura la barquilla en su puerto. Pienso que de este modo estuvo este mar cuando obtuvo por vez primera el nombre de la doncella sumergida que tiene. Y bastante funesto es este lugar por Hele muerta; por más que respete en el nombre contiene un crimen. Siento envidia de Frixo, a quien seguro a través de los mares amenazadores llevó la oveja de oro con vellón de lana. [Frixo, tras la muerte de su hermana Hele, debido al largo viaje y esfuerzo descansó en el promontorio Brixaba, pero unos bárbaros, tras haberlo visto, se acercan armados; el camero, inclinado, haciendo uso de voz humana lo despertó, por lo que huyendo llevó el camero a Coicos.] Hele, capturada después por unos pescadores, fue sepultada en la costa, según escribió Heródoto en PoUmnia (VII 58). Frixo llegó sano y salvo a la Cólquide y allí hizo un sacrificio al Júpiter de sobrenombre Fixio, es decir protector de la huida y clavó la piel en una encina en el bosque de Marte en honor de éste, que después, según contaron mediante fábulas, solía ser custodiada por un dragón. [Otros dicen que Dipsaco, hijo del río Filis y de una ninfa indígena, acogió hospitala­riamente a Frixo y que allí Frixo inmoló el camero a Júpiter con el sobrenombre de Lafistio, por lo que permaneció durante largo tiempo después la costumbre de que uno de los oriundos del propio Frixo hiciera sacrificios al mencionado Júpiter, según fue escrito por Suidas en el libro II de Los asuntos de Tesalia.] Después Frixo se casó con Calcíope, hija de Eetes [que dice Ferecides, en el libro VI (=Schol. Ap. Rh. II 1144), que se llamó Evenia de nombre propio y tuvo como sobrenombre Calcíope y Ofiusa, y se dice que de ella tuvo cuatro hijos. Y Acusilao (Jac. 2F38=Schol. Ap. Rh. II 1122) les dio los nombres de Argos, Frontis, Melas y Citisoro, a los que Epiménides (Jac. 457F12=ibid.) añadió un quinto, Presbon. Otros añadieron a Citoro, del que recibió su nombre el monte, y otros añadieron a Telamón y Augías]. Tuvo como hijos a Argos, Melia, Cati, Soro, Frontis y Hele de aquélla, de la que sin embargo algunos sostienen que no fue llamada Calcíope sino lofosa Enloquecido después Atamante por voluntad de Juno, puesto que había criado a Dioniso, recibiéndolo de Mercurio, como a una muchacha durante algún tiempo, dio muerte a Learco, hijo que había tenido de Ino. Aterrada por esto Ino se precipitó en el mar junto con Melicertes. Cayendo del poder a causa de estas muertes y prófugo de Beocia, Atamante consultó el oráculo y obtuvo la respuesta de que habitara allí donde fuera acogido por animales salvajes en un banquete. Poco después, en la llamada Atamantis, unos lobos huyeron al verlo y abandonaron las cames medio devoradas de las ovejas que comían.

507 Cf. Schol. Ap. Rh. II 653. 508 Cf. Schol. Lyc. 22. 509 Cf. Schol. Ap. Rh. II 1122 donde se cita a Acusilao (Jac. 2F38) y Hesíodo (fr. 255M-W) como autores

de esta variante.

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Como decidiera Atamante vivir allí de acuerdo con la respuesta del oráculo, tomó como tercera esposa a Temisto, hija de Hipseo, de la que tuvo a Leucón, Eritro, Esqueneo y Titono " " o , según sostienen otros, a Pto [a los que sin embargo Dionisio, en los Argo­náutica, llamó Esqueneo, Eritro, Leucón y T i t o n o ' " . ] Sin embargo, otros dijeron que ciertamente Frixo no fue conducido al altar para ser sacrificado sino que a él, enviado a elegir la mejor víctima para los sacrificios, le habló el camero y le puso de manifiesto todas las insidias de la madrastra, entre los que estuvo Didimo, por lo que él junto con su hermana huyó de la tierra patria subiendo a los lomos del camero, según le había señalado el camero, y que después inmoló aquel camero a los dioses junto al río Fasis, tal como su madre le había indicado. Otros dicen que el camero habló en el momento en que Hele se resbaló y exhortó a Frixo a que tuviera espíritu valiente y arrojado porque habría de llevarlo a la tierra de la Cólquide. Otros dijeron que Néfele fue una diosa que, despreciada por Atamante a causa de una mujer voló al cielo y, quejándose a Júpiter, envió la aridez al campo de Atamante, a consecuencia de la cual sucedieron aquellas cosas que se dicen sobre las insidias de la madrastra. Como realizaran el viaje hasta la región de los Coicos Frixo y Hele, transportados no por el mar, según pensaron algunos, sino por un itinerario terrestre, al atravesar el mar cercano a Abido se cayó Hele, pero Frixo, que llegó a la Cólquide, inmoló el camero a Marte, tal como sostienen algunos; según otros, lo inmoló a Mercurio; y, dado que vivió allí, dio nombre a la región que por Frixo fue llamada Frigia. [Otros contaron mediante fábulas que la piel del carnero fue suspendida de las ramas de una encina en el bosque consagrado a Júpiter, que después Mercurio hizo de oro; en efecto, Apolonio, en el libro II (1142-8) de los Argonáutica, testimonia que fue dedicada a Júpiter Fixio, es decir el que favorece la huida: Creo que con toda seguridad habréis oído hablar de Frixo hace tiempo, quien llegó a la ciudad de Eetes cabalgando en un carnero que le entregó Hermes de oro; aún ahora podríais ver la piel. Después lo sacrificó, según sus sugerencias, de entre todos los dioses a Zeus Crónida, protector de la huida. Aunque que esa piel era ya de oro en el momento en que atravesaron el mar para huir a la Cólquide lo puso de manifiesto Marco Manilio en el libro IV (514-7) de los Astronómica: Testigo para ti es el propio Carnero cuando doró, al surcarlo, eí cristalino mar y transportó en su lomo a Frixo, privado de su hermana por decisión de los hados, hasta la ribera del Fasis y la Cólquide.] Pero más tarde Atamante, para pagar su castigo a Néfele a causa de los hijos, es llevado al altar de Júpiter para ser degollado pero fue salvado por Hércules; este asunto file después el argumento de la tragedia Atamante ' " d e Sófocles. Contaron en fábulas que después, para etemo recuerdo de este hecho, se obtuvo de Júpiter, con las súplicas de Néfele, que se colocara el signo del Camero en el cielo, lo que se llevó a cabo. Otros pensaron que fue una nave que llevaba pintado en su proa un camero la que transporíó a Frixo y Hele a través del mar pero como Hele contemplara el mar desde la proa cayó al mar y murió, según escribió Helanico (Jac. 4F127=Schol. Ap. Rh. II 1144). Otros, entre los que estuvo Ferécrates, pensaron que Camero fue el ayo de Frixo quien, al darse cuenta

510 Lo hasta aquí dicho tiene como fuente el Schol. Lyc. 22. 511 Este dato lo toma Conti de Schol. Ap. Rh. II 1144, pero allí no se cita a Dionisio ni su obra como

fuente, sino a Herodoro (Jac. 31F38). 512 Cf. Schol. Ar. Nub. 257. 513 Es el Atamante II de Sófocles y a ello se refieie el Schol. Ar. Nub. 257. 514 Cf. Bocc. G.D. XIII 68.

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de las insidias de Ino, aconsejó a Frixo que se salvara huyendo. Como éste hubiese huido a la Cólquide, se dio lugar a la fábula de que fue mantenido sano y salvo por el camero hasta la Cólquide, según escribió Dionisio en los Argonáutica (Jac. 32F26=Schol. Ap. Rh. IV 119), del que también recordó que navegó junto con Frixo hasta la Cólquide. Otros pensaron que se dio lugar a la fábula porque Hele, tras haber muerto de una enfermedad en el camino, fue arrojada al mar, según es costumbre de los navegantes, mientras que Frixo fue llevado sano y salvo a la Cólquide. Y se encuentran tantas cosas escritas sobre Frixo entre los antiguos.

Realmente, todas estas cosas contienen una historia verdadera a excepción del modo de la huida. Pues en modo alguno puede suceder que un camero tenga vellón de oro o vuele por el aire y así llegue a la tierra de la Cólquide. Pero, como fuera costumbre de los antiguos imprimir no sólo en las monedas animales domésticos sino pintarlos en casi todas las cosas o llamarlas con los nombres de aquéllos según las imágenes pintadas, yo creería que Frixo y Hele fueron transportados en una nave que tenía pintado un camero dorado en la popa. [Algunos dijeron que Frixo y Hele navegaron en una nave que tenía pintado en la popa un carnero y que Hele, soportando a duras penas la navegación, se tumbó en un costado de la nave y cayó al mar.

Otros dicen que Trigón, rey de los escitas, era yerno de Eetes en Coicos en la época en que Frixo fue capturado con su ayo. Que el niño fue aceptado como presente por Eetes y criado como un hijo, a quien le dejó el reino, pero al ayo, de nombre Crio (lo que significa en griego camero), lo sacrificó a los dioses y clavó con clavos la piel del descuartizado en el templo de la Diosa, tal como estaba regulado por ley entre ellos. Se dice que el camero era de oro porque los consejos de los sabios han de ser considerados de oro. Otros dijeron que aquella piel fue dorada por Eetes y rodeada de guardias, puesto que había obtenido de un oráculo que su muerte habría de sobrevenirle cuando la hubiese robado un extranjero, lo que ciertamente significaba cuando faltase la prudencia y la reflexión. Por esto, a causa del sumo cuidado, de la ferocidad y crueldad de los guardias, se dice que el dragón era insomne y que bueyes que exhalaban fuego de su boca y hombres nacidos de la Tierra custodiaban el vellocino de oro. En efecto, no ha de apartarse uno con ligereza de lo deliberado con sabiduría. Como aquellos guardias hubiesen sido reclutados de la región táurica, dicen que Medea, dirigiéndose de noche junto a la puerta cerrada, hizo uso de la lengua de los Tauros y por esta razón los soldados con prontitud le abrieron la puerta como a la hija del rey. Los Argonautas, penetrando con las espadas desenvainadas, dieron muerte a muchos bárbaros, pusieron en fuga a los restantes de aquel lugar y se apoderaron del vellocino. A estas cosas se añadió que Eetes, reunida una numerosa tropa de los suyos, se enfrentó a los Argonautas que todavía permanecían en la costa, por lo que muchos cayeron heridos y murió Ifíto y después el propio rey. Pero, al no poder los Argonautas resistir la muhitud tan grande de soldados que se les venía encima, dicen que se hicieron a la mar. No faltaron quienes dijeron que los Coicos fueron puestos en fuga por el valor de los Argonautas y que muchos de aquéllos fueron aniqui lados '" . ] Y pienso que mediante esta fábula quisieron demostrar los antiguos de qué modo conviene que se soporten las vicisitu­des de la fortuna. Puesto que es propio de un ánimo blando y mujeril no soportar con sabiduría los cambios de la fortuna o entristecerse en exceso en las adversidades o exaltarse

515 Toda la ampliación tiene como fuente Diod. Sic. IV 44 ss.

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demasiado en los sucesos felices. Pues en todos los peligros o en toda felicidad la pruden­cia debe ser como un escudo, ya que la mayoría de los incautos continuamente se que­brantan por la grandeza de un cambio repentino. Sin embargo Luciano, en el diálogo Sobre la Astrologia (14), escribe que Frixo se complacía en la ciencia de los asuntos astronómicos y se dice por parte de los creadores de fábulas que fue arrebatado al cielo por el camero. Pero yo creo que esto no significa otra cosa que el que aquel que ha sabido hacer uso de las situaciones presentes óptima y sabiamente está muy cerca de la naturaleza de los dioses inmortales; en cambio, si abusa imprudentemente con poca honestidad y con orgullo fácilmente es arrojado del más alto grado de dignidad, lo que cuentan que también sufrió Hele. Pues ninguna condición de los hombres es tan firme y tan constante que a causa de su temeridad e imprudencia no pueda ser rápidamente arrojada si así complace a Dios. Y que esto es así se deduce de sus propios nombres, pues Atamante significa que no hay que admirarse, ya que thaumazesthai es admirarse y a suprime esa acción; realmente Néfele es niebla, de la que nace al momento el desprecio de los asuntos humanos, pues, como dijo el poeta: No admirarse, es casi un asunto del Numico, que tan sólo puede producir y mantener sano y salvo al feliz. Realmente, ¿qué lugar puede ser concedido con todo merecimiento a la admiración, ya que toda la vida de los hombres fluctúa de acá para allá y a cualquier sitio que le empuja el ímpetu de los vientos se precipita allí con facilidad? Efectivamente, todas las riquezas, amistades e imperios son estables tanto tiempo cuanto sopla la brisa favorable de la fortuna. Así pues, sea llamada ella propensión de los bienes de cada uno a la felicidad presente, o decisión de Dios por el desconocimiento de los mortales o cualquier otra cosa, ella es totalmente necesaria para un hombre prudente. Al soplar esta brisa y conservando la moderación de espíritu en un feliz suceso, Frixo, tras haber evitado las asechanzas de su madrastra, llegó a la región de los Coicos, donde, no sin auxilio de los dioses, encontró un imperio más firme y todas las cosas más tranquilas. Y bastante sobre Frixo, ahora hablemos acerca de la nave Argo.

Cap. 10: Sobre la nave Argo

Aquella nave que después fue colocada entre los astros, en la que navegaron los Argonautas, fue construida por Argos, que fue arquitecto. Dicen que a él le fue ordenado por Pelias que clavara clavos muy endebles, aunque sin embargo él la constmyó con clavos muy fuertes, por lo que después se dijo que fue construida por consejo de Palas. Se fabricó esta nave en un lugar que distaba de lolco veinte estadios, al que, dado que la nave fue allí ensamblada, lo llamaron Págasas apo tou pégnusthai, es decir de ensamblar, según atestigua Estrabón en el libro IX (5,15.C436) y Ovidio en la Epístola de París (XVI 347-8): A la Fáside la transportó en un barco recién construido el pagaseo Jasón. Y la tierra de Tesalia no fue mancillada por una tropa de Coicos. Se dice que el mástil de esta nave fue cortado de una encina de Dodona, un árbol profético, árbol que Palas señaló, por lo que Licofrón llamó al propio mástil urraca charlatana con estas palabras (1319): La cargó en su charlatana urraca. Y Valerio Flaco la llamó nave profética en el libro I (649-50) de los Argonáutica. Se sabe que esta nave tenía treinta asientos de remeros en ambos lados, la que Teócrito llamó, en Hilas (XIII 74), triakontazygon, pues zygon significa banco de remeros y asiento de la nave sobre el que se sientan los remeros, al decir así: Porque había abandonado la nave de treinta bancos. [Diodoro Sículo, en el libro IV

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(42-56) de las Historias, cuenta que, ciertamente, Jasón no fue enviado a aquellos peligros sino que él mismo, por deseo de gloria a imitación de los héroes anteriores, pidió por propia iniciativa a Pelias que le permitiera una expedición hacia Coicos, lo que le concedió con gusto, dado que temía a la descendencia de su hermano al no tener ningún hijo. Se dice que la nave fue construida por algunos junto al Pelio y que sobresalía por su gran magnitud y por el restante aparejo, ya que con anterioridad los hombres navegaban en chalupas y en pequeñas naves de vela. Al extenderse la fama de las inusitadas dimensiones del navio, muchos proceres de las regiones vecinas desearon participar en esta expedición. Jasón eligió a los más importantes, de manera que en total fueron cincuenta y cuatro. Llamaron a esta nave Argo unos por su constructor, otros por su rapidez, ya que antiguamente argos significaba veloi. En su itinerario liberaron a Hesíone, tras matar al cetáceo, la cual, recibida la opción de permanecer con sus padres, prefirió partir con su salvador para no experimentar en su patria un segundo peligro con la llegada de un cetáceo. Al llegar una tempestad Orfeo, por la salvación de todos, se inició en los dioses de Samotracia. Y no he pensado que deba ser omitido el hecho de que, al remitir el viento, con la aparición de dos astros sobre la cabeza de los Dióscuros, todos se admiraron y pensaron que en su conjunto se habían liberado por decisión de los propios dioses. Por ello permaneció la costumbre de que todos, al correr un peligro durante el invierno, hicieran promesas a los dioses de Samotracia. Añaden a esto que Fineo fue muerto y sus hijos liberados ya que Fineo, debido a las malintencionadas acusaciones de la madrastra Idea, había privado a sus hijos de la vista. Dijeron también algunos que la nave Argo fue arrastrada hasta las fuentes del Tánais y a un cierto lugar, ya que era necesario navegar hacia el Océano a través de otro río puesto que Eetes había ocupado el puerto del Ponto con sus naves. Y éstos, teniendo así a la izquierda la tierra, llegaron desde las Osas hacia Occidente, no lejos de Gades, al mar Mediterráneo. En efecto, prueba del múltiple recorrido de esta nave son las islas y puertos, como Argoo y Telamonio.] Por otra parte, soltaron amarras del litoral por primera vez los Argonautas al final de la primavera, en la época en que nacen las Pléyades al amanecer, según se deduce de los versos de este mismo (Theocr. XIII 25-8): Cuando las Pléyades se levantan y en un extremo apacientan el cordero recién nacido, al estar acabándose ya la primavera, entonces el varón divino, flor de los héroes, pensó en la navegación. Dicen que esta nave fue la primera que se atrevió a enfrentarse a las amenazas de los vientos y a trasladarse por mar hasta lejanas regiones, según opinó Ovidio en el libro III (9,7-8) de las Tristes: Pues en la nave que, construida bajo el cuidado de la belicosa Minerva, corrió la primera a través de aguas no experimentadas. [Sin embargo, no faUaron quienes añadie­r o n " * que acompañó a la nave durante dos días el dios marino Glauco, quien vaticinó a Hércules sus trabajos e inmortalidad y los honores divinos a los Dióscuros. Les exhortó a que, tan pronto como tocasen tierra, hicieran sacrificios a los dioses, con cuyo consenti­miento se habían salvado en dos ocasiones. Y dichas estas cosas Glauco se sumergió. Los Argonautas, cuando llegaron a la tierra que gobernaba Bizanto, por el que la ciudad recibió el nombre de Bizancio, construyendo un ara hicieron sacrificios a los dioses. Después, atravesando la Propóntide y el Helesponto, llegaron a la Tróade, donde se cuenta que a Ificlo y Telamón, enviados como legados para reclamar a Hesíone y los caballos prometi­dos, los encarceló Laomedonte y tendió emboscadas a los Argonautas, en cuya decisión

516 Cf. Diod. Sic. IV 49, 2 ss.

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tuvo como aliados y ayudantes a todos sus hijos a excepción de Príamo, quien intentaba que no se negara la justicia a nadie, ni siquiera a los extranjeros. Como éste no fuese oído, llevó a escondidas dos espadas a los cautivos diciendo que con estas llaves se abriría la cárcel; con ellas dieron muerte a los guardias y llegaron junto a sus compañeros. Tras haberse descubierto la acción y conocerse la maldad del rey, se llegó a la lucha. Tras haberse entablado combate. Hércules dio muerte a Laomedonte, tomó la ciudad, castigó a los autores de tan injusta decisión y concedió el reino a Príamo a causa de su justicia.] Por otra parte se dice que, después de la navegación a Coicos, tras haber vuelto sanos y salvos a la patria los héroes elegidos de la Argo, fue consagrada por Jasón a Palas; y ésta, después, porque había conservado a tantos dioses, fue colocada entre los astros en orden inverso, de tal manera que nace la popa antes que la proa, según dice en estos versos Arato (342-50): Junto a la cola del gran perro se desliza la Argo del lado de la popa, pues no hay un camino para ella de acuerdo con la costumbre, sino que se mueve en dirección hacia atrás como las mismas naves cuando los marineros dan la vuelta dirigiendo su popa al puerto. Al punto cada uno la hace girar hacia atrás y empujada por la corriente se dirige a tierra. Así se desliza del lado de la popa la Argo de Jasón y ella es invisible y sin estrellas desde la proa hasta el mástil, todo lo demás resplandeciente, que traduce así Cicerón (Arat. 126-36): Pero junto a la cola del perro se desliza la Argo, que avanza lentamente, llevando delante con luz la popa vuelta, no como las otras naves suelen mostrar delante sus proas en el mar, surcando con su espolón los prados de Neptuno, sino que vuelta hacia atrás recorre siempre los lugares del cielo, del mismo modo que los marineros, cuando intentan tocar puertos seguros, dan la vuelta a la nave con su gran peso y arrastran la popa girada hasta las ansiadas costas. Así vuelta se desliza sobre el éter la vieja Argo y desde la proa hasta el cielo está sin luz el mástil, desde el mástil a la popa se ve resplandeciente de luz. Contaron mediante fábulas que esta nave fue colocada entre los astros, al haber sido fabricada por consejo de Palas, porque tanto Dios no permite que exista ninguna buena acción sin recompensa como es sobre todo grata a Dios la que procede de la sabiduría y de la reflexión. La buena acción que existe sin el consejo de Palas y casi en un impulso de la naturaleza o que acaece por tasualidad, ciertamente no debe ser censurada; con mucho es más agradable a Dios y más loable la que se toma con medida. En efecto, como los hombres antiguos quisieron exhortar a la buena acción, dijeron que asunto divino y que se acerca mucho a la naturaleza de los dioses inmortales son la generosidad y largueza ya que, para ejemplo de generosidad, diversos animales y cosas carentes de sentido, dado que creían que habían prestado grandes servicios a los dioses, fueron incluidos en el número de los astros y admitidas muy cerca de los dioses. En efecto, esto fue la causa de por qué se dice que la Argo consiguió honores divinos. Ahora hablemos de la cabra celeste.

Cap. 11: Sobre la cabra celeste

Brillante prueba de lo que yo decía es que también la cabra que prestó buenos servicios a Júpiter, puesto que le ofreció su leche, no sólo la colocaron entre los astros sino que también Júpiter, para memoria eterna de este hecho, solía llevar su piel, por lo que fue llamado Egioco. Que Júpiter, por el beneficio recibido de aquélla, la colocó entre los astros lo atestigua Arato (163-4) en estos versos que están así traducidos por Germánico César

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(165-8): Una es considerada la nodriza de Júpiter (si realmente Júpiter niño acarició las ubres dignas de confianza de la cabra de Creta), la que en una resplandeciente estrella sirve de testigo del agradecido pupilo. En estas palabras del Betuleo, por lo demás varón muy docto, no cabe la corrección. Unos dijeron que la nodriza de Júpiter fue una ninfa, de nombre Amaltea; otros pensaron que fue una mujer arcadia, que era llamada con el sobrenombre de Cabra, quien, tras haber dado a luz gemelos, los confió para que fueran alimentados a otras mujeres con el fin de ser ella nodriza de Júpiter; por esta razón sus hijos, como si lo fueran de una cabra, recibieron el nombre de Cabritos. Estos, al haber concedido la leche materna a Júpiter y estar ellos mismos colocados entre los astros, se mantienen en la derecha del Auriga, y a ellos los llamó Arato (156-9) estrellas del Auriga y en su orto se produce la mayor parte de las más terribles tempestades, según se deduce claramente de estos versos: Si te parece bien examinar el Auriga y los Astros del Auriga y si a ti ha llegado la fama de la propia Cabra y de los Cabritos, que muchas veces contemplaron a los hombres naufragando en el mar que purpurea de espuma. Era costum­bre entre los fiiasios honrar de manera especial a la Cabra como astro celeste, de la que colocaron en el foro una estatua de bronce cubierta de oro en gran parte, según atestigua Pausanias en Los asuntos de Corinto (Il 13,6); realmente esto se hacía porque se pensaba que el orto de la Cabra perjudicaba muchísimo a las vides. Así pues, para aplacarla, le instituyeron honores divinos. Efectivamente, al nacer la Cabra, o algunas vides sufren insolación o se secan sin remedio. Esto, en realidad, es propio del Sol cuando está en Leo, pues entonces sobre todo se enferman las vides por la carencia de humedad, lo que también se produce más según la naturaleza de los lugares. Ya hemos explicado con anterioridad por qué fue colocado entre los astros el signo de la Cabra, porque Júpiter no quiso ciertamente parecer desagradecido ni tampoco olvidado de los favores recibidos con rela­ción a la cabra. Esta Cabra fue llamada Olenia porque fue recibida en el codo del Auriga o de la hija de Oleno. Por una razón semejante fue colocado el Delfín entre los astros, porque convenció a Anfitrite de que se casara con Neptuno o, según sostuvieron otros, porque Arión de Metimná fue salvado por aquél. En verdad, que no fue cabra sino mujer se deduce incluso del hecho de que Amaltea fue la esposa del rey Nicteo, de quien tuvo a Nictímene, según atestiguó Apolodoro de Cízico. Pero suficiente sobre la Cabra, ahora debe hablarse acerca del bosque de Dodona.

Cap. 12: Sobre Dodona

De todos los oráculos fue el más célebre el de Dodona, tanto por la abundancia y frecuencia de la muhitud que allí se reunía como por la cantidad de bellotas que en ese bosque nacía, pues, según atestigua Virgilio en el libro I (148-9) de las Geórgicas, las bellotas fueron el primer alimento de los mortales, según se ve en estos versos: Al faltar ya las bellotas y los madroños del sagrado bosque y al negar Dodona el alimento. Y nosotros, en nuestras Cazas, escribimos así: Al ser el lecho para los primitivos mortales la

517 Hemos mantenido la lectura de los códices, una, pese a que Conti dice illa, a imitación de Bocc. G.D. XI 1, quien a su vez sigue a Lact. Div. Inst. I 21. 38 ss. Cf. la edición de Germánico de Le Boeuffie, A,, París 1975, ad loe.

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hierba, sus palacios frías cuevas y ramajes entretejidos, al ofrecer la bebida el río de saltarina agua que resplandece con sus ondas y alimento la encina consagrada a Júpiter Motoso y las bayas rojizas de corteza del color de la sangre. Estrabón, en el libro VII (7,10.C327-8) de la Geografía, escribe que el oráculo de Dodona fue edificado por los Pelasgos, por lo que Homero, en el libro XVI (233) de la Uíada, invocó a Júpiter como Dodoneo y Pelásgico. Dejó escrito Plutarco, en Pirro (1), que Deucalión y Pirra después del diluvio llegaron al Epiro al oráculo de Dodona, que estuvo en la región de los Tespro­tos y Molosos. Había allí un enorme bosque, muy poblado de apretadas encinas y hayas, donde nacía una gran cantidad de bellotas, por lo que los poetas lo llamaron Dodona por la abundancia de bellotas. Fue llamado Dodona por una ninfa Oceánide o, según sostuvo Hecateo, de Dodona la hija de Júpiter y de Europa Se cuenta que en este lugar Pelasgo, el primero de todos los mortales, enseñó a los hombres a alimentarse de bellotas y que entre éstas eran las más útiles las que se cogían de una sola encina, ya que antes se alimentaban de raíces y hierbas inútiles e incluso algunas veces mortíferas. Este inventó cabanas para guarecerse de las lluvias y librarse de los ataques de los cambios de tiempo y les enseñó a tejer túnicas hechas de piel de cerdo; de este modo durante algún tiempo en Eubea y en la Fócide los hombres parecieron más obscuros, según escribió Andro de Teo en su Navegación. De ahí que, al haber muchas encinas y hayas en el bosque de Dodona, haya dicho Luciano en los Amores (31) que de una encina surgió un oráculo: Esta misma al punto, como el haya en Dodona, que hizo salir del interior de sus ramas una voz sagrada. [Por otra parte, eran ambiguos hasta el límite los oráculos de los antiguos, ya que la mayoría de las veces no podían comprenderse a no ser con negocios pactados, aunque lofón de Cnosos, hombre de agudo y rápido ingenio para comprender las respuestas de los oráculos, puso la mayor parte de aquellos oráculos en versos heroicos e intentó enseñar a los hombres de qué modo podían ser éstos interpretados con facilidad.] Sin embargo Homero, en el libro XIV (327-8) de la Odisea, llama a este oráculo procedente de una encina así: Dijo que éste había ido a Dodona para saber la voluntad de Zeus según la frondosa encina sagrada. Confió a la memoria Pausanias, en Los asuntos de Acaya (VII 21,2), que entre los acamienses, etolios y epirotas y losxpueblos limítrofes de estas regio­nes hubo un oráculo de notable fama, porque en una encina daban respuestas las palomas. Pues, al ser dos las palomas, las embajadas de diversos pueblos llegaban allí bien por alguna enfermedad o por la esterilidad de los campos, o por alguna calamidad pública de los que sufrían, para obtener respuestas que sirvieran de remedio a sus calamidades y oían la voz de aquellas palomas. Y las respuestas se daban de distintas formas en distintos momentos, pues en principio hablaban las mismas encinas, después comenzaron a dar respuestas dos sacerdotisas, de las que una se llamaba Peristera, la otra Tritón; y, puesto que Peristera significa en griego paloma, por esto se dio lugar a la fábula de que dos palomas daban la respuesta. Otros piensan que las dos palomas hablaban realmente, lo que quizá sucede al existir el poder de las tinieblas; y los malos demonios hacen estas cosas y otras mucho más admirables que éstas para mantener oprimidos los ingenios de los pueblos y que no se eleven a las cosas divinas. Pues no hay casi nadie de los vivos que, con los milagros de esta clase, ya que hablan las estatuas y las aves y predicen los augurios

518 El que aparece como hijo de Zeus y Europa es Dodón, pero no Dodona, cf. St. Byz. Dódóné, y Schol n. XVI 233.

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venideros y los animales dan el significado de muchas cosas, no se haya enredado en esa religión de los antiguos. Por esto es por lo que tenemos también que dar más gracias a Dios, nuestro Señor, ya que mediante su único hijo. Cristo, toda la muchedumbre de oráculos engañosos ha sido abatida y todos los malos demonios con sus templos han sido de tal manera arrasados que ya hace tiempo que no se manifiesta ningún vestigio de ellos. Han sido pisoteados los altares, talados los bosques sagrados, quemados los libros en los que se contenían los ritos de los sacrificios, entregada al olvido la selección de las vícti­mas, condenados los sacerdotes y alcahuetes de sus falacias. Y no hay casi ninguno que no pueda conocer el culto verdadero, santo y sincero de Dios, a no ser que alguien desee entregarse al desenfreno de las ignominias por un simulacro de religión. En efecto, si solamente hubiera entre los hombres discusión sobre el verdadero y legítimo culto de Dios y no más bien sobre los propios beneficios de cada uno, el asunto podría juzgarse incluso en el plazo de tres días y habría al punto de un solo pastor y un único rebaño y no lo que es ridículo y digno realmente de conmiseración, que surjan tantas guerras por las religiones. Efectivamente, el verdadero culto de Dios ha de estribar en el raciocinio, la piedad y la integridad, no en los hombres armados o en los pechos de los caballos acorazados o en las máquinas de guerra; y aquel que puede más en la guerra no es más religioso o un varón más bueno [sino el que razona la probabilidad de su reflexión}. Pues, ¿quién ha convencido mediante espadas o resplandecientes cascos a su espíritu, que, como es divino, no permite en absoluto ninguna violencia? No hay ninguna máquina de guerra ni más fuerte ni de mayor ímpetu para empujar el espíritu que la razón; y con ella sola el espíritu vencido sigue a la vencedora razón o se aparta por pudor de tal manera que no puede levantar en absoluto sin pudor los ojos hacia la vencedora. Pero estas cosas pertenecen a otro asunto, volvamos ya a la obra emprendida y hablase acerca de Níobe.

Cap. 13: Sobre Níobe

Níobe, de la que cuentan que fue hija de Tántalo y de Eurianasa [otros de Pélope] o, según pensaron otros, de Taígete una de las Pléyades, fue madre de muchos hijos quien, como se jactara por encima de la moderación tanto de la muchedumbre de aquéllos como también por lo destacado de su hermosura, se atrevió a compararse a los dioses

519 Eurianasa como esposa de Tántalo aparece en Schol. Eur. Or. 4 y con el nombre d« Euritemista en Schol. Or. n .

520 A Tántalo se le atribuyen otras esposas como son: Dione, una de las Pléyades, según Ov. Met. VI 174, Hyg. Fab. 9, 82, 83; en Schol. Eur. Or. 11, aparece Clitia como esposa de Tántalo; Estérope, otra de las Pléyades, aparece como esposa de Tántalo en Myth. Vat. I 204 y también Peníope en Lact. Plac. Theb. IV 57. Ahora bien, Conti nos presenta como madre de Nlobe a otra distinta que no aparece en los mitógrafos: Taígete, una de las Pléyades. El según pensaron otros... es, sin duda, una confusión; no puede ser Taígete, sino que se refiere a otra de las Pléyades que son presentadas como esposas de Tántalo y Conti ha confundido los nombres de éstas. Quizás la confusión sea debida al propio texto de Ovidio Met. VI 174, donde no aparece ningiin nombre, sino el patronímico:

Pleiadum sóror est genitrix mea, maximus Atlas puesto en boca de Níobe. Aquí debemos entender que se trata de Dione, pero al no decir el nombre es posible que Conti saque de aquí su genealogía y hable de Taígete. Cf. Ruiz de Elvira, Ovidio, Metamorfosis, voi. II, p. 210, n. 31.

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inmortales e incluso a considerarse superior. Pues así se jacta en Ovidio en el libro VI (170-86) de las Metamorfosis: ¿Qué locura, dice, anteponer dioses oídos a los vistos? ¿O por qué es honrada Latúna en los altares y mi divinidad está todavía sin incienso? Mi padre es Tántalo, el único a quien le ha sido permitido probar las mesas de los dioses; mi madre es hermana de las Pléyades, mi abuelo es el enorme Atlas, que sobre su cuello sostiene el eje del cielo; [mi otro abuelo es Júpiter, también me jacto de tenerlo por suegro. Me temen los pueblos de Frigia, bajo mi dominio está el palacio de Cadmo, las murallas levantadas con la lira de mi marido junto con la población están regidos por mí y mi esposo. ] En cualquier parte de la casa a donde dirija mis ojos se contemplan inmensas riquezas. Se añade a esto mi cara digna de una diosa. Suma aquí siete hijas y otros tantos jóvenes y pronto yernos y nueras. Preguntad ahora qué motivo tiene mi orgullo; atreveos a anteponer a mí, hija de Tántalo, a Latona, hija de un no sé qué Ceo ' ^ ' . Sin embargo, Apolodoro de Atenas escribe, en el libro I (II 1,1), que Níobe fue hija de Foroneo, rey del Peloponeso, y de Laódice aunque otros dicen que su padre fue Tántalo. Dicen [algu­nos) que ésta se casó con [Zeto, otros que con Alalcomeneo, otros que con] el tebano Anfión, según está en el libro III (5,6) de la Biblioteca. Pero, según pienso, al haber existido dos Níobes, sólo se habla de la hija de Tántalo. Sobre el número de los hijos que ella parió de Anfión no se ponen de acuerdo entre sí los escritores. Herodoro (Jac. 31F56) escribió que los hijos de Níobe fueron sólo dos varones y tres hembras, según atestigua el mismo Apolodoro (III 5,6). Homero en el último libro de la Ilíada (XXIV 603-4) dice de la siguiente manera que ella tuvo seis varones y otras tantas hembras: Ciertamente le murieron doce hijos en el palacio, seis hijas y seis hijos en la flor de ta edad. Pero Hesíodo (fr. 184) creyó que Níobe dio a luz diez varones y otras tantas hembras, según escribió el mismo Apolodoro (III 5,6). Otros sostuvieron que fueron siete varones y otras tantas hembras, lo cual es la opinión común Pero ella, a causa de la excelencia de sus hijos, no sólo se atrevió, según se decía, a provocar a Latona a una competición de fertilidad sino que también con insultos y con palabras deshonrosas la hirió y encolerizó de tal manera que Diana mató con sus flechas a las seis hijas y Febo a otros tantos jóvenes, según dice Plutarco en el libro Sobre la superstición (170C). Las hijas murieron en casa, en cambio los varones mientras cazaban en el Citerón a manos del propio Febo. [Dicen que Ismeno, uno de los hijos de Niobe herido por Apolo, al no poder soportar el dolor se anojó al rio llamado pie de Cadmo, río que después fiíe llamado por éste Ismeno, en Beocia, no lejos de Tebas Ovidio, sin embargo, dice que murieron los catorce hijos, con cuya opinión coincide Antípatro (Anth.Gr. XVI 131) en estos versos: Esta es ta Tantátide, ta que en otro tiempo tuvo en un solo vientre catorce hijos víctimas de Febo y Artemis, pues ta doncella envió a las doncellas a la muerte, a los varones el varón, pues tos dos mataron a los catorce. Y la que fue madre otrora de tan gran muchedumbre, ta en otro tiempo

321 Seguimos la lectura aceptada en la edición de Ruiz de Elvira de las Metamorfosis de Ovidio, frente a la que Conti ofrece para el verso 185.

522 La Níobe de la que Apolodoro habla es la hija de Foroneo, distinta a la hija de Tántalo. En cuanto a Laódice es la lectura de un Codex Palatlnus aceptada por Heyne en su edición de la Biblioteca, no asi por Frazer.

523 Cf. Frazer, Apollodorus, The Library, ed. with an eng. transí., by, voi. l, pp. 340-341 y Ruiz de Elvira. MIt. Cías. p. 189.

524 Todo ello procede de Ps. Plut. De (luv. 2, 1,

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afortunada por su descendencia, arrogante no dejó a ninguno para que cuidase de su vejez, la madre no es llevada, como es norma, por los hijos sino los hijos por la madre a cada una de las penosas tumbas. Tántalo, también a ti te perdió la lengua así como a tu hija; y ella se convirtió en piedra, sobre ti una piedra provoca terror. Por otra parte, los nombres de los hijos de Nlobe, según Tzetzes en la historia 141(420-3) de la V (IV) Quih'ada fueron: Sípilo, Agénor, Fédimo, Ismeno, Eupnito, Tántalo, Damasicton; las hijas Neera, Cleódoxe, Astíoque, Faeta, Pelopia, Ogige y Cloris. Pero Apolodoro (III 5,6) dijo Minito en lugar de Eupnito y llamó así a las hijas: Etodea, o Tera, Cleódoxa, Astíoque, Ftía, Pelopia, Asticratía, Ogigia. Ovidio, sin embargo, añadió a los hijos de Níobe a Alfénor (VI 248) o Uioneo (261). [Pausanias, en Los asuntos de Corinto (II 34,4), recuerda a un Argos hijo de Níobe otros nombraron a un cierto Amidas, otros a Genua, aunque la mayoría creyeron que Genua fue hija de Axiotea, la esposa de Prometeo, quien echó los cimientos de la ciudad de Genova en la costa del mar Ligústico, otros sostuvieron que la había reinstaurado casi destruida.] Isacio dice que fueron hijos de Niobe Homoloide (Schol. Lyc. 520) y Pelasgo (ibid.) 177 y 481) y ciertamente le atribuye a Pelasgo como padre a Júpiter, aunque Apolodoro (II 1,1) dice que ella fue la primera de todas las mujeres que se unió con Júpiter y que de él tuvo a Argos. Además, en alguna ocasión se llamó Cloris a Melibea, de la que recuerdan que, junto con Amidas, fue la única de las hembras que sobrevivió, en cambio de los varones Anfíon, porque ellas en actitud suplicante hicieron el ruego a Latona de que las perdonara, según dice Pausanias en Los asuntos del Ática (Cor. II 21,9). Aunque hubiese perdido tanta abundancia de hijos en un solo día Níobe, que es la inconstancia de las cosas humanas, no fue más prudente para soportar las adversidades de lo que lo había sido en la felicidad y con la abundancia de todas las cosas. Pues se dice que, por misericordia de los dioses, al no poder soportar tamaño dolor, fue convertida en roca, tal como señaló Ovidio en el libro I (2,29-30) de Desde el Ponto: Feliz Níobe que, aunque vio tantos cadáveres, perdió la conciencia de sus desgracias convertida en roca. Y Calimaco en el Himno a Apolo (II 22-4): Y ciertamente la roca que vierte lágrimas difiere sus dolores, la que como piedra húmeda está fija en Frigia, mármol en lugar de mujer que profiere un algo quejumbroso. Es sabido que Níobe, una vez contemplada la muerte de sus hijos, se dirigió desde Tebas al Sípilo, por lo que escribió Pausanias en Los asuntos del Ática (I 21,3) que su imagen fue un peñasco rocoso y escalpado en el Sípilo que, casi excavado para producir una ilusión óptica, al que está muy cerca no se le presenta la figura de alguien llorando y ni siquiera la de una mujer, en cambio a los que están lejos les parece una mujer triste y llorosa. De aquella imagen, que estaba en el Sípilo, monte de Migdonia, se acuerda así Ovidio en la Epístola de Aconcio (XX 105-6): Y la soberbia madre que, con una roca que ha surgido a través de su cuerpo, también ahora se yergue derramando lágrimas en la tierra migdonia. Por otra parte, se convirtió en piedra no de repente, puesto que había solicitado esto de los dioses, sino poco a poco, como parece poner de relieve Sófocles en la Antígona (823-7), en estos versos: He oído, verdaderamente, que ha muerto la muy dolorida extranjera frigia, la hija de Tántalo, junto a la cima del Sípilo, a la que dominó como yedra espesa un brote de roca. El mismo poeta dice en Electra (150-3) que ésta derrama lágrimas en un sepulcro de piedra, puesto que el sepulcro es su cuerpo hecho roca. Y casi todas estas cosas se han dicho sobre Níobe

525 Se trata de Níobe, hija de Foroneo.

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la hija de Tántalo. Otra Níobe fue la hija de Foroneo, príncipe del Peloponeso, y de la ninfa Telódice, o Laódice, sobre la que se ha hablado con anterioriad, y esta misma fue hermana de Apis quien, al gobernar muy cruelmente en el Peloponeso, fue quitado de en medio por Telxíon, aunque algunos dicen que ella no fue hermana sino madre de Apis, rey de los argivos y de los sicionios, quien, después de haber confiado el reino de los argivos a su hermano Egialeo, se fue a Egipto, tomó como esposa a Isis y allí reinó. Después, otorgados muchos beneficios a los hombres egipcios, inventadas muchas cosas útiles para la vida humana, fue honrado especialmente por los egipcios tras su muerte con el nombre de Serapis y rindieron honores a su divinidad bajo la forma de un buey vivo, dado que este animal es casi el más útil de todos los demás para el género humano. Dejó escrito Pausanias, en Los asuntos de Arcadia (VIII, 2,7), que la estatua de Níobe no solía derramar lágrimas en cualquier época del año sino sólo en verano. Se dice que una transformación similar sufrió cierta anciana a causa de la ira de Venus, pues también ella misma fue convertida en piedra. En efecto, cuentan que como Venus estuviese encoleri­zada con los dioses porque habían permitido que ella y Marte fuesen apresados por Vul-cano en la red y por ello se había retirado a los bosques caucásicos debido a la vergüenza, todos los dioses la buscaron durante largo tiempo en vano, pero una anciana indicó el lugar donde se escondía Venus al ser interrogada por un dios, por lo que fue así transformada, de la cual se acuerda Licoft'ón (826) [en este verso]: Y una vieja decrépita con su cuerpo convertido en piedra. Es sabido, además, que al haber matado Apolo y Diana a los hijos de la Níobe de antes, Júpiter convirtió a todos los hombres en piedra durante nueve días y que al décimo día, restituyéndolos a su primitiva figura, permitió que fueran enterrados

Estas son las cosas que mediante fábulas se cuentan por todas partes sobre Níobe. Ahora extraigamos de ellas la opinión de los antiguos. Del mismo modo que mediante los ejemplos anteriores los sabios antiguos nos exhortaban a las buenas acciones y a la genero­sidad, cuando enumeraban la nave, la cabra celeste y muchos animales en el cielo entre los astros, o los describían con honores divinos, así mediante este ejemplo, apartándonos de la arrogancia y de la temeridad, nos empujaban a soportar con ánimo resignado las prósperas vicisitudes de la fortuna. Fue Níobe hija de Tántalo y de Eurianasa; y Tántalo es la avaricia, Eurianasa la opulencia; de éstos nace la soberbia de los mortales, de la que el desdén hacia los dioses y desprecio de los amigos y el olvido de los beneficios recibidos bien de los dioses o de los hombres acostumbraron a ser el cortejo. Así pues esta Níobe, bien haya de ser considerada como la soberbia o la temeridad, veía a su alrededor tan gran cantidad de hijos que su espíritu se enorgullecía de manera admirable; pues ésta veía de una parte riquezas, honores casi divinos, que se consideran riquezas, y la nobleza de sus antepasados; de otra muchos amigos, parientes, abundantes allegados y una muhitud de gente que la saludaba extendida por doquier; por esta razón piensa que ella está con mucha diferencia por encima de la envidia y de todas las facuhades humanas y considera que ni siquiera el propio Dios es más feliz o más poderoso. Cuando alguna casa o alguna ciudad ha crecido hasta tal grado de soberbia, ten presente que está cerca el castigo de Dios y la destrucción, según somos aconsejados mediante esta fábula. En efecto, cuando alguno se ha ensoberbecido en su ánimo de esta manera, entonces no pueden protegerlo de la

526 Cf. Schol. Lyc. 826. 527 Cf. II. XXIV 610-611,

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venganza divina ni los hijos ni los parientes ni la nobleza, porque ninguna facultad es tan inmensa que no pueda destruirla en un solo día el poder divino. Cuando las fortunas se tambalean, los parientes vuelven la espalda, los amigos de antes huyen, no queda ningún allegado, camina solo aquél al que antes muchos rodeaban, no recibe el saludo de ninguno, no tiene ningún valor la nobleza sin riquezas despreciada por todos. Efectivamente, para debilitar la temeridad de los mortales, presentaron los antiguos a Níobe que se vanagloriaba de muchas cosas preclaras, la que se había enorgullecido con tan gran felicidad que incluso consideraba en poco a los dioses mismos, de la que sin embargo dijeron que de repente fue privada de toda felicidad. Se dice que ante tantas calamidades Níobe se quedó tan estupe­facta que no dejó salir ni lágrimas ni gritos ni lamento alguno, sobre lo que escribió así Cicerón en el libro III (26,63) de las Discusiones Tusculanas: Y se representa a Níobe de piedra, creo, a causa del eterno silencio de su dolor. Porque, si no hubiese sido de un ánimo tan temerario y no se hubiese mostrado tan altiva con su felicidad, no hubiese caído en aquellas calamidades; o si hubiese acontecido que ella se hubiese arrepentido después de admitir la desgracia y hubiese reconocido que ella no había parido, por así decir, brotes eternamente lozanos sino aquellos que, cuando le pluguiera a Dios, podían marchitarse, habría dado satisfacción a la voluntad divina y no hubiese sido convertida en piedra. [Pues en la boca del sabio ha de estar siempre aquel sabio dicho que reza así: Ninguno de los mortales es feliz con la ausencia de Dios. ] Hubo quienes intentaron trasladar el asunto a la historia y dijeron que hubo una enorme peste en Frigia y que en un mismo día acabó con todos los hijos de Níobe, aunque tenía muchos. Y, puesto que son el sol y la luna quienes provocan la peste, ya que ésta nace del calor y de la abundancia de vapores, se puso en fábulas que Apolo y Diana mataron a aquéllos con sus flechas y, al haberse quedado paralizada ante tantos dolores y pareciese casi sin sentido Níobe, la madre de éstos, dijeron los creadores de fábulas que ella se convirtió en piedra. Se dice que durante este tiempo fueron convertidos los hombres en piedra por Júpiter porque los hombres son crueles c inhumanos a causa del miedo en estas ocasiones y no hay ningún lazo fírme de parentesco o amistad. Pero, al haber cesado la peste al décimo día, se dice que entonces recibieron sepuhura. Pero ahora hablemos acerca de Támiris.

Cap. 14: Sobre Támiris

Támiris, hijo de Filamón y de Arsia [o más bien de la ninfa Argíope, según sostuvieron algunos, fue considerado] tracio de linaje, [aunque Argíope fue habitante del Parnaso, de la cual se dice que cuando lo llevaba en su vientre emigró a Odrisas porque Filamón había rechazado su matrimonio, por lo que después consideraron a Támiris tracio*^*, pues la ciudad de Odrisas en Tracia fue muy noble y opulenta. Así pues, una vez que Támiris hubo llegado a la edad adulta,] destacadísimo por la hermosura de su cuerpo, floreció en todo tipo de alabanzas a causa de las dotes de su espíritu. Y entre sus restantes virtudes se recuerda también aquélla, a saber que su verso fue tan sonoro y tan armonioso que parecía compuesto por las propias Musas. Dejó escrito Plutarco en el libro Sobre la música (1132B) que éste compuso la guerra llevada a cabo por los Titanes contra los dioses con

528 Cf. Apollod, I 3, 3 y Paus. IV 33, 4.

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tanta armonía en el discurso y con tanta dulzura de modulación que ningún poema podría parecer más excelso. Pero, puesto que a la preeminencia de los ingenios casi siempre está unida [la soberbia,] la arrogancia, la [casi] temeridad y el desprecio de los otros que sobresalen en este género, Támiris se atrevió incluso a despreciar a las propias Musas, gracias a las cuales él mismo sobresalía por encima de los demás, a lanzarles injurias y a retarlas a un certamen de canto, cuando más bien le convenía darles las gracias por la cantidad de dones recibidos. Así pues, como estuviera este Támiris en Mesenia y partiera de Ecalia dirigiéndose a Dorio [esc fue el nombre de las palabras] y tras haberlas provo­cado a un certamen de canto, se dice que ellas le salieron al encuentro y pactó con ellas que, si vencía, él quería unirse con todas; si, por el contrario, era vencido, él sufriría los castigos según su decisión, como escribió Asclepíades Mirleano (Ascl. Trág: Jac. 12F10=Schol. Eur. Rhes. 916); éste, en efecto, vencido por las Musas, al punto fue privado de la vista y despojado de la ciencia del canto, como atestigua Homero en el libro II (594-600) de la lUada en estos versos: Y Dorio, donde las Musas, saliéndose al encuentro a Támiris el tracio, le privaron del canto, al venir de Ecalia de casa de Eurito el ecaleo; en efecto, jactándose de que saldría vencedor aunque cantaran las propias Musas, hijas de Zeus portador de ta égida; ellas irritadas lo dejaron ciego, por otra parte lo privaron del divino canto y le hicieron olvidar el arte de pulsar la cítara. [Pero, al haber arrojado la lira a un río cercano, hizo que este río se llamara después Balira por la lira que había sido arrojada ^^''.] Sin embargo Pausanias, en Los asuntos de Mesenia (IV 33,7), escribe que le sucedió esto a Támiris por enfermedad, puesto que algo semejante a lo de Támiris le sucedió a Homero y a algunos otros, no por un desprecio hacia los dioses sino por una debilidad natural. En verad, Pródico de Focea (Fr. 4K=Paus. IV 33,7), que compuso el poema Miniada, escribió que Támiris soporta en los inñemos un suplicio por su temeridad y arrogancia hacia los dioses, lo que ciertamente conviene más a la razón, ya que es muy corto el transcurso de la vida humana para pagar el castigo de tan gran arrogancia. Cuentan que a causa de esta pérdida de la vista Támiris dejó de componer poemas, por lo que se dijo que las Musas le privaron del canto y del arte de pulsar la cítara. Pero jcuán ridicula es, dioses buenos, la explicación que da Tzetzes en la historia 108 (92-101) de la VII Quiliada burlándose de las necedades ajenas! Dice, en efecto, que Támiris fue un notable poeta que abarcó en cinco mil versos la creación del mundo pero, al ser soberbio y orgulloso y haber desaparecido sus escritos, contaron mediante fábulas los antiguos, según dice, que aquél compitió con las Musas y fue cegado y le fue arrebatada la divina facuhad del canto. ¿Quién no se da cuenta de cuan poca acogida tiene esta explica­ción de la fábula? Efectivamente, no fueron pensadas las fábulas por los antiguos a causa de estos subterfugios y naderías de viejas sino, según yo decía, para, con el miedo y el respeto a los dioses, apartamos de la inútil arrogancia valiéndose de los ejemplos de aquellos que, por haber sido arrogantes, sufrieron enormes castigos por su temeridad, para que recordemos los beneficios recibidos de Dios, para que ni estemos abatidos en las situaciones demasiado adversas ni nos ensoberbezcamos en las situaciones felices en ex­ceso; ninguno de estos defectos complace en absoluto a Dios y es indigno por completo de un hombre sabio. Estas fueron las causas, según me parece ciertamente y con mucho más honradas y probables, de por qué se inventaban fábulas de este tipo, aunque se apoyen en

529 Cf. Paus. IV 33, 3, donde se explica que el nombre Balira procede de baUein-. arrojar y lyra.

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la base de alguna historia. [Y por esto yo mismo no me burlaría ni siquiera de las explicaciones en ocasiones ridiculas de Tzetzes, puesto que sé que es humano equivocarse algunas veces, errar y engañarse, a no ser que él hubiera sido incluso más arrogante y más inconstante que el propio Támiris. Y, para no decir muchas más cosas, a no ser que él censuraba con la mayor dureza las equivocaciones de los otros escritores por leves que fueran, pues ningún hombre bueno y prudente debe substraer nada de la dignidad de los otros al escribir, sino llevar y dirigir todos sus escritos a la utilidad y formación de todos los presentes y venideros. En verdad, quienes con sus obras literarias incurren en infamias, naderías y acciones vergonzosas, con toda razón deben ser tenidos tal cuales son sus escritos, los cuales ciertamente parecen diferenciarse poco en su mayoría de sus costumbres y de su manera de pensar.] Pero ahora háblese acerca de Marsias.

Cap. 15: Sobre Marsias

Marsias, también flautista frigio, se vio sometido a un suplicio no pequeño a causa de una temeridad y petulancia similares a las de éste. Fue hijo de Hiágnide de aquel que, el primero de todos los mortales, adecuó las leyes de la música a las alabanzas de los dioses, de las que los griegos hicieron uso en las solemnidades. Este Marsias se atrevió a rivalizar con Apolo en la maestría de la flauta. Contaron en fábulas que éste estuvo unido en gran amistad con Cibeles pero, después de haber vagado durante largo tiempo, llegó a la ciudad de Nisa junto a Dioniso, que reinaba allí en esa época, donde se atrevió a rivalizar con Apolo, que se encontraba allí, el cual era considerado en gran estima tanto por otras muchas excelencias como por el invento de la cítara y el arte de pulsar la citara, porque él había recogido la flauta arrojada por Minerva, según dicen, y le parecía que se había convertido en el más experto en soplarla.

Así pues, retó a Apolo a un certamen musical con la condición de que el vencedor diera órdenes al vencido como le placiera, según atestigua Pausanias en Los asuntos de la Fócide Por ello permaneció después la costumbre en los sacrificios de la Gran Madre de que estuvieran presente también las flautas, según dice Asclepíades Mkleano. Así pues, en este certamen Apolo, tras haber pulsado la cítara cantaba después con su boca; en cambio Marsias era sólo experto en tocar la flauta por lo que, vencido, pagó las culpas de su temeridad. [Quienes quisieron explicar el asunto con más detalle añadieron a esto que los jueces de Nisa son elegidos en la misma época en la que Marsias luchó con Apolo; así pues, en primer lugar utilizó Marsias las flautas de tal manera que los oyentes se llenaron de estupor y daba la impresión de que por su dulzura aventajaba con mucho a su adversa­rio. Como se jactase de su arte ante los jueces tras haber juzgado, dicen que Apolo de nuevo acompañó su canto con la cítara, por lo que venció a la flauta doble. Pero él se esforzaba en mostrar a los jueces que era vencido por encima de toda justicia, que era preciso que se hiciera la comparación del arte, no de la voz, comparación en la que debían confi'ontarse cítara y flautas, pero que no era adecuado confi'ontar dos cosas con una sola. Apolo respondió que no obtenía más que lo justo porque Marsias había hecho lo que le

530 Hiagnis o Hiágnide (Hiagnis, -idos) es el nombre de la madre de Marsias, no del padre según Tzetzes. Chü. I 15, 370.

531 Pausanias habla de Marsias en X 30, 9 pero no de la competición, ni de sus condiciones, lo que quizás toma Conti de Diod. Sic. III 59 ss. y que está también en Apollod. I 4, 2.

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convenía al soplar con la flauta; asi pues, que convenía que se impusiera a uno y otro la siguiente condición, a saber que o los dos o ninguno utilizara la boca sino que presentara el uso propio de los dedos únicamente.] Que este certamen se realizó no lejos [de Célenos o, según se llama ahora, no lejos] de la ciudad de Apamea, en donde nacen cañas muy buenas para hacer flautas, lo dejó escrito Estrabón en el libro XII (8,18.C578). Se dice que de aquel lago manan las fuentes del río Marsias, aunque Ovidio, en el libro VI (382-400) de las Metamorfosis, escribe que Marsias fue metamorfoseado en río por Apolo. En verdad, se cuenta que en aquel lago fue inventada la flauta por Minerva y, al soplarla y haberse contemplado en el lago y haber visto la fealdad de su rostro y su hinchazón, la arrojó lejos diciendo; apartaos de mí, feas contorsiones del cuerpo, según dice Ateneo en el libro XIV (616 e-f). Al haberla encontrado Marsias, que vivió mucho antes de la guerra de Troya, no sólo la sopló y aventajó a los demás en su arte, sino que incluso después fue el inventor de la música doria y de la flauta doria, del mismo modo que Anfíon de la lidia, según atestigua Plutarco en el libro Sobre la música (1131F) [y en Dorion, ciudad del Pelopo­neso, este mismo se había atrevido a retar a las Musas a una competición de canto]. Así pues, es sabido que Marsias, cuando fue vencido rivalizando con Apolo, fue colgado de un pino, árbol cercano, y despellejado, según atestigua Nicandro en estos versos (Alex. 301-2): Muchas veces puedes cortar la resina del pino gimiente, donde Febo arrancó la piel de los miembros de Marsias. [Al haber ocurrido esto junto al río llamado antes Midas, sucedió que después el río fue llamado Marsias, de cuya sangre nacieron los Sátiros, según escribió Agatárquides en Los asuntos de Frigia (Jac. 284F3=Ps. Plut. De Huv. 10,5). Sin embargo, Apolo se arrepintió muy pronto de tanta crueldad, por lo que rompió las cuerdas de la cítara; habiéndola encontrado las Musas le añadieron la cuerda mediana, Lino el licano, Orfeo el hípato y Támiris el perífate. Después fueron depositadas la flauta y la cítara en el antro de Dioniso porque amaba a Cibeles, cuando se va de expedición desde aquí al país de los Hiperbóreos.] De la piel de Marsias se confeccionó un odre que Heródoto, en Polimnia (VII 26), escribe que estuvo en la ciudad de Celenas de este modo: Ciertamente éstos, tras haber atravesado el río Halis recorrieron Frigia marchando a través de ella y llegaron a Celenas, donde nacen las fuentes del río Meandro y de otro no de menos importancia que el Meandro, que tiene por nombre Catarractas, el cual, nacido en la plaza de Celenas, desemboca en el Meandro; en ella y en la ciudad está colgada la piel en forma de odre del sileno Marsias que, según es relatado por los frigios, tras haberla arrancado fue colgada por Apolo. [Por otra parte, contaron mediante fábulas que aquella desgracia le sucedió a Marsias junto al río Meandro, como parecen atestiguar los versos de Filipo (Antípatro, Anth.Gr. IX 266): Febo habló acerca de Glafiro, el de voz sonora, que cantaba la pasión con flautas de loto de muchos agujeros: «Marsias, has mentido en cuanto a tu descubrimiento, pues éste se ha llevado de Frigia como presa la flauta de Atenea. Si tú en otro tiempo hubieras soplado en esta misma, Hiagnis no hubiera lamentado la desgraciada contienda de flauta en el Meandro». Pues, ciertamente, es totalmente verídico lo que en otro tiempo profirió el oráculo, que tales como sean las acciones de un hombre tal fin le llega.] Se dice que por este motivo Febo se había irritado después con todos los tocadores de flauta y recuerdan que éste fue aplacado más adelante gracias a Sacada, que fue el primero que entonó el canto pitio en Delfos.

532 El nacimiento de los Sátiixis no es mencionado por Agatárquides sino por Alejandro Comelio en una obre del mismo titulo citada en De fluv. 10, 1.

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Qué quisieron poner de relieve los antiguos mediante esta fábula pienso que está claro para todos, puesto que se ha dicho que para reprimir la temeridad de los espíritus ensober­becidos y en exceso altivos se inventaron muchas fábulas, de las que también se puede hacer uso para consolar a aquellos que están abatidos por cúmulos de molestias y calami­dades. Pues, así como Dios actúa contra los temerarios, así también ayuda a los hombres buenos oprimidos por alguna calamidad y esto mismo lo contaron los antiguos mediante fábulas. Efectivamente, al haber sido cautivada por el amor de Peleo Creteide hija de Hipólito y esposa de Acasto, y no poder, sin embargo, convencerlo de que se uniera a ella, lo acusó ante Acasto de haber atentado contra su pudor. Acasto, que tenía a éste en su casa, lo condujo a la cima del monte Pelio y lo dejó atado para que fuera despedazado por las fieras, según escribió Diogneto en Los asuntos de Esmirna Pero, compadecido de su inocencia, Júpiter le envió a través de Vulcano una espada con la que se protegiera de las fieras. Más adelante, tras haber llegado a la ciudad con unos pocos acompañantes, derrotó a Acasto y él mismo se apoderó de su imperio. Así pues, del mismo modo que no es propio del hombre sabio alzarse contra la divina voluntad de Dios a causa de la felicidad y opulencia presentes, de igual modo en las situaciones adversas no hay que ceder a las fuerzas de la tempestad sino que conviene en uno y otro caso hacer uso de moderación en el ánimo. Ahora hablemos acerca de Ixíon.

Cap. 16: Sobre Ixíon

Pero mucho más criminal que éstos fue Ixíon, hijo de Flegias, según opinó Eurípides (Ixíon, ír.424N); según Esquilo (ir. 89N=Schol. Pyth. 11 40b) de Antíon, según Ferecides de Fisión (Jac. 3F51a=ibid.) y de Etón (Jac. 3F51b=Schol. Ap. Rh. III 62), pero según otros de Marte y de Pisídice. Este, en efecto, tomó como esposa a Día, hija de Eyoneo o, según prefirieron otros, de Deyoneo y tras haber prometido que él habría de dar muchos presentes a su suegro, [pues era costumbre de los antiguos ofrecer regalos a los padres de las desposadas, lo que puso de relieve Homero (II. XI 244-5): Primero le regaló cien bueyes y después le ofreció mil cabras y otras tantas ovejas. Así pues, como recla­mase Deyoneo los presentes por la esposa recibida y le apremiase con dureza, Ixíon, obligado, invitó a su suegro como a un banquete] y, al haber venido Deyoneo para recibir aquellos regalos [porque fingía que él estaba mitigado por su justicia], Ixíon lo arrojó a una fosa de carbón que había cubierto con tablas muy delgadas por encima y con fuego ocuho dentro. Tras haber sido presa de locura por aquella muerte y no encontrar ningún dios u hombre por el que fuese purificado, ya que había sido el primero en atreverse a dar muerte a un pariente, se dice que Júpiter, lleno de compasión por éste no sólo lo purificó [porque se había mostrado muy anepentido] sino que lo trató generosamente una vez llevado al

533 Dan este nombie a la esposa de Acasto; Schol. Pind. Nem. IV 92 y Schol. Ap. Rh. I 224 donde también se la llama Hipólita. En cambio Apollod. III 13,3 3 y 7 la llama Astidamía. Cf. Ruiz de Elvira, Mit. Cías. p. 337.

534 Las palabras de Conti proceden de Schol. Pind. Nem. IV 92, donde no aparece citado autor alguno. 535 Es obvio que Conti tiene ante sus ojos los escolios a Apolonio de Rodas y a Pindaro ya que los primeros

hablan de Eyoneo y los segundos de Deyoneo.

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cielo y lo hizo partícipe de sus secretos. Así pues, éste, en pago a tan gran generosidad y magnanimidad de Júpiter hacia él, intentó violentar a Juno y cuando ella hizo saber esto a Júpiter, Júpiter no lo creyó con facilidad, puesto que para él eran conocidos los casos de Belerofontes e Hipólito sino que quiso contemplarlo con sus propios ojos abiertamente. Por tanto, se dice que formó una nube con la figura de Juno y la puso ante Ixíon y, unido a ella, tuvo a los Centauros. Como Ixíon se vanagloriase de este hecho y lo corriese por todas partes y no fuese capaz de silenciar aquella vergüenza que había cometido contra Júpiter, fue arrojado del cielo a los infiernos a causa de su charlatanería. Aquí fue encade­nado a una rueda de hierro, alrededor de la cual daban vueltas varias serpientes y era agitado por un movimiento continuo de la rueda que giraba alrededor, de modo que nunca podía descansar, lo que puso de relieve Virgilio, en el libro III (37-9) de las Geórgicas, en estos versos: El odio que produce desgracias temerá a las Furias y la inflexible corriente del Cacito y las serpientes enroscadas de Ixíon y la cruel rueda. Y Tibulo en el libro I (3,73-4): Allí giran en la rápida rueda los culpables miembros de Ixíon, que se atrevió a asediar a Juno. Confió a la memoria Estrabón, en el libro IX (5,21.C442), que Flegias no fue el padre sino el hermano de Ixíon, cuyo hijo fue Pirítoo, Quirón y otros

Estas son brevemente las cosas que se encuentran escritas sobre Ixíon entre los anti­guos; ahora investiguemos qué explicación se les da. Tzetzes (Quii. VII, hist. 99) ataca duramente a Pindaro y al filósofo Paléfato como si le hubieran robado un utensilio de su casa o hubieran saqueado los templos de los dioses inmortales. A Pindaro, ciertamente, porque dijo (Pyth. II 42 ss.) que cuando Ixíon se unió a la nube producida por Júpiter engendró sin las Gracias a un arrogante*'* hijo, quien tuvo relaciones con las yeguas magnesias en el monte Pelio, de las que nació un linaje en parte semejante a las madres, en parte al padre. En cuanto a Paléfato porque dijo que los hijos de Ixíon fueron llamados Centauros debido a que, al devastar las mieses unos toros salvajes que habían llegado a Tesalia, unos jóvenes valerosos, subiendo a los caballos, arremetieron contra los toros y los picaron con pinchos; pero cuando los campesinos los vieron desde lejos creyeron que eran hombres en su parte superior y caballos en la inferior, ya que nadie antes de ese momento había subido a un caballo y, puesto que los habían visto picando aquellos toros, los llamaron Centauros '^ ' ; no veo de qué modo se apartan estas cosas de la antigua sencillez y credulidad de los hombres. Pero, ¿cuan absurda explicación dio éste después, dioses buenos? Pues dice que Nube fue una sierva así llamada en la corte de un faraón, a la que pinchó Ixíon y que de ella nació el linaje de los centauros, que son así llamados por la Nube o Aura pinchada. ¿Quién, por los dioses inmortales, hizo uso del pinchazo en los asuntos de Venus? Y no sirve de excusa que lo que tiene su fundamento en las fábulas de los griegos las confirme con los ejemplos unas veces de los egipcios y otras de los caldeos, puesto que estos lugares distan entre sí mucho más por sus costumbres y los ritos de sus sacrificios y la manera de hablar que incluso la forma de los vestidos o en la distancia de los territorios. Porque si se llamaba Aura una sierva del Faraón o bien era necesario que la

536 Se trata del motivo Putifar. 537 En efecto, Estrabón presenta a Ixíon como hermano de Flegias y en 5, 19.C439 habla de Pirítoo como

hijo de ixíon, pero no menciona a Quirón, sino la lucha de los Centauros. Lo que ocurre es que Conti, al saber que los Centauros son hijos de Ixíon, asimila Quirón a éstos sin reparar en que es hijo de Crono y Fllira.

538 Conti entiende el adjetivo hyperphialon: arrogante, como el nombre del hijo de Ixíon. Nosotras, sin embargo, hemos mantenido el adjetivo en nuestra traducción, siguiendo el texto pindàrico.

539 Relación etimológica con kenteln: aguijonear.

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fábula fuese inventada en esta región o mostrar que aquélla llegó a Tesalia, o mejor es guardar silencio sobre esto que decir aquellas cosas que se ignoran. [Hijo de Día y de Ixíon fue Pirítoo quien, a causa de su parentesco, invitó a los Centauros a su boda. Y, como hubiera hecho sacrificios a los restantes dioses olvidándose de Marte, tuvo a aquel dios encolerizado y hostil, por lo que sucedió que aquéllos fueron impelidos por la cólera del dios y por el vino a poner sus manos lascivas en las mujeres de los Lápitas. Como consecuencia de ello surgió la lucha y matanza muy conocidas.] El hecho de que Ixíon preparara emboscadas contra su suegro se ha dicho de manera histórica. Y se dice que después de arrepentido se volvió loco. Al haber sido éste el primer homicidio cometido entre parientes, nadie deseaba su trato o amistad, por lo que se vio obligado a huir de la patria y acogido muy benévolamente por un cierto rey (pues todos los reyes eran llamados Júpiter debido al recuerdo muy reciente de Júpiter) fue purificado y nombrado secretario, por lo que se contaron estas cosas como de Júpiter. Hasta aquí estoy de acuerdo con Tzetzes, porque opino que estas cosas tienen que ver con la narración histórica. Se dice que Ixíon atentó a escondidas contra la castidad de la esposa del rey y que ella lo tomó muy a mal y, disimulando entre tanto el asunto, lo descubrió a su marido. Este, al no creer con facilidad a su esposa, quiso verlo con sus propios ojos; entonces colocó en lugar de su esposa a una mujerzuela, de nombre Néfele, y encargó a su mujer que ordenara que aquél fuese a un lugar determinado en una hora convenida de la noche, porque lo esperaba. Así pues éste, viniendo tal como se había acordado, tuvo relaciones en lugar de con la esposa del rey con la criada, de la que nació Imbro, que fue llamado el primer Centauro. [Se dice que, además, nacieron de este mismo Ixíon y de la Nube Odites, Orneo, Flegreo, Polo y Rifeo, de quienes recibieron su nombre los montes.] Pero después fueron llamados Cen­tauros no sólo los que descendían de Ixíon sino la gran cantidad que vivían en Tesalia junto al Monte Pelio, porque atacaron a los enemigos a manera de toros y eran presa del furor en los asuntos militares. Estos, según dicen, fueron los primeros que inventaron el subir a los caballos rápidos y saUarines y el luchar a caballo, ya que fue también descubrimiento de los propios Lápitas el bocado, las gualdrapas y todo tipo de arreos ecuestres. Por ello se dijo a modo de fábula que Ixíon, purificado por Júpiter, fue recibido en el cielo y atentó contra la castidad de Juno y por esta causa fue arrojado a los infiernos. Pues, por haber sido conocida su temeridad, fue Ixíon destituido del cargo de secretario, expulsado de la familia real y convertido en el más desgraciado de todos, puesto que, con todo, era atormentado por la ambición y el deseo de gloria. Ya que de aquellas cosas necesariamente surge la envidia, por ello se dice que fue arrojado a los infiernos y encadenado entre serpientes a una rueda que daba vueltas en perpetuo movimiento, relato que conviene no poco a los hombres envidiosos y llenos de ambición, según dice el muy sesudo autor Plutarco, en Agís (1) y Cleomenes, de este modo: Algunos, no sin razón ni negligente­mente, declaran que es acorde con los ansiosos de gloria el mito de Ixíon, cómo se apoderó de Néfele en lugar de Hera y así nacieron los Centauros. Pues también éstos, abrazando la gloria como una imagen de la virtud, no hacen nada puro ni nada conve­niente sino muchas cosas corrompidas y mezcladas, llevados de una parte a otra siguiendo los deseos y las pasiones. Pues aquellos que siguen en lugar de la virtud la gloria de cualquier asunto, o quienes en lugar de la verdadera sabiduría abrazan la falsa, es necesario que hagan muchas cosas deshonestas, razón por la que nacen de una nube los Centauros semejantes a un monstruo. Y, puesto que no es duradera ninguna situación de los que con artes ilegítimas buscan con afán la cima del honor y la gloria, por ello Ixíon fue destituido

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del cargo de secretario y arrojado a los infiernos, donde es atormentado con un castigo eterno, esto es con el recuerdo dé* las acciones pasadas. Yo creería, en verdad, que no menos ilustre es la explicación de esta fábula que hizo pública el inmejorable varón y compadre mío Tomás Filólogo, caballero de Ravenna, hombre en verdad de una magnifi­cencia y generosidad casi regia y de unos conocimientos no despreciables, con cuya inteligencia me complazco con admü'ación, a saber que con toda justicia es más riguroso el suplicio de Ixíon que el de todos los demás que en los infiernos son atormentados en la medida en que éste había recibido mayores beneficios de Dios, porque con toda brillantez se ha escrito que quien más recibe más debe. Esto es, que esta fábula fue imaginada de tal manera que mediante ella ponían de relieve los antiguos que por encima de todos los vicios era odioso para los dioses inmortales el olvido de los beneficios recibidos, y mucho más cuando uno no sólo se olvida sino que devuelve incluso injurias en pago de los beneficios, crimen que en último término evidencia que existe un Dios vengador. [Con todo, pone de manifiesto que es casi el peor de todos los demás vicios éste que, no una sola vez, experimentaron la mayoría de los príncipes, que conocieron que les eran preparadas ase­chanzas por aquéllos a los que consideraban los más queridos por encima de todos y a los que habían llevado a las mayores riquezas o a los supremos honores. Pero también hace poco el casi único ornamento de nuestra época y refugio de todos los buenos, Francisco II de Médicis, Serenísimo Gran Duque de Etruria, al que junto con Carlos, Serenísimo Archiduque de Austria, me atrevería a llamar verdaderamente regios y dignos de gobernar, los únicos de todos los pn'ncipes de nuestra época, ciertamente según mi opinión, a causa de su humanidad, prudencia, moderación de ánimo, magnificencia y gloria en toda clase de vütud.] Pero suficiente sobre Ixíon, háblese ahora acerca de Sisifo.

Cap. 17: Sobre Sisifo

No está claro de quién fue hijo Sisifo, del que sin embargo algunos pensaron que lo fue de Eolo, puesto que Ovidio (Met. XIII 26) y Horacio (Carm. 11 14,20) lo llamaron Eólida y Homero en el libro V (154) de la Ilíada así: Sisifo Eólida, el que, en efecto, tuvo como hijo a Glauco. En verdad el comentarista de Apolonio (III 1094) pensó que Sisifo fue llamado Eólida ouk ap' Aiolou, all' apo ton Aiólou, esto es no por Eolo sino por aquellos que descienden de Eolo. Hubo quienes pensaron que se casó con él Mérope, una de las Pléyades, de la que habla así Ovidio en el libro I (IV 175) de los Fastos: La séptima, Mérope, se unió a ti. Sisifo, un mortal. De ésta tuvo a Glauco, que también es llamado Taraxipo que fue despedazado por los caballos en el Istmo en el hipódromo, y a Creonte. Tuvo también de otras mujeres otros hijos: Tersandro, Omitión, Almo [Metabo, Hosmo,] Porfirión y otros muchos, y habitó la ciudad de Efira en el Peloponeso, según atestigua Homero en el libro VI (152-3) de la lUada: Hay una ciudad, Efira, en el interior de Argos, criadora de caballos; allí vivía Sisifo, que era el más astuto de los hombres. Cuentan que éste fue el más astuto de todos los mortales, puesto que desbarató los engaños de Autólico, ladrón insigne y famoso en su tiempo, quien no sólo con juramentos sino con embustes engañaba a los hombres de tal manera que tomaban unas cosas por otras. En efecto, como en una ocasión Autólico hubiese escondido los rebaños de Sisifo, que enton-

540 Cf. Paus. VI 20, 19.

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ees reinaba en Corinto, e intentara devolvérselos cambiados, hizo esto inútilmente, puesto que Sisifo había grabado a fuego en sus rebaños su propio nombre contenido en una sola letra bajo las pezuñas. Una vez que Autólico observó esto, contrajo una gran amistad con Sisifo y le dio en matrimonio a su hija Anticlea, de la que nació una hija del mismo nombre a la que después tomó como esposa Laertes, el padre de Ulises y de la que hace mención así Homero en el libro XI (84-6) de la Odisea; Llegó después el alma de mi difunta madre, Anticlea, hija del magnánimo Autólico, a la que dejé viva al partir hacia la sagrada Ilio. Es sabido que Júpiter llevó a Egina, hija del Asopo, a un lugar llamado Flíunte para unirse a ella; cuando Asopo la buscaba Sisifo no sólo le dio noticias sino que le dijo también que Júpiter se había unido a ella. Pero Asopo, para averiguar si era verdad lo que se decía, se acercó a ella y, cuando Júpiter hubo tenido conocimiento de estas cosas la convirtió en la isla de su nombre y a Sisifo le impuso el suplicio de que continuamente llevase en los infiernos una enorme roca hasta la cima de un monte, la que, tras haber llegado a la cima del monte, por propia iniciativa volvía rodando al pie del monte y no podía ser sujetada por fuerza alguna, según dice Pausanias en Los asuntos de Corinto (II 5,1) y expresó con todo lujo de detalles Homero en el libro XI (593-600) de la Odisea: Y ciertamente vi a Sisifo, que soportaba crueles esfuerzos, empujando con ambas manos una enorme piedra. En verdad éste, apoyándose en pies y manos, empujaba hacia arriba la piedra en dirección a la cima; pero cuando creía que superaba la cumbre, entonces una enorme fuerzja la hacía volver; de nuevo después volvía a rodar la cruel piedra hacia la llanura; no obstante éste, esforzándose, la hacía rodar de nuevo y el sudor le corría desde los miembros y el polvo se levantaba desde su cabeza. Se sabe que Sisifo murió y fue sepultado en el Istmo, según está en Los asuntos de Corinto (II 2,2) de Pausanias. No faltaron, sin embargo, quienes pensaron que Sisifo fue arrojado a los infiernos y sufiió este suplicio por unas causas distintas y mucho más probables, pues algunos dijeron que porque, al ser partícipe de los secretos de los dioses, había divulgado los arcanos de los dioses, fue merecedor de aquel suplicio en los infiernos por decisión de los propios dioses. Otros dicen que aquél tuvo por costumbre torturar con todo tipo de tormentos a los extranjeros que habían llegado hasta él, por lo que con razón a él, que se merecía el castigo, le fue impuesto aquél en los infiernos. [Otros pensaron que le fue aplicado el suplicio a causa de su perfidia, porque engañó a las divinidades; y dicen éstos que él, después de morir, descendió a los infiernos y engañó a Plutón pues, cuando estaba a punto de morir, ordenó a su esposa que dejara su cadáver sin sepultura y, como ella lo hubiese hecho, pidió a Plutón que le permitiera ir a castigar a su esposa, por la que había sido despreciado tanto, y que volvería inmediatamente. Tras haberle concedido esto Plutón, vuelto a los aires de arriba no quiso volver ya a los infiernos, pero se dice que, arrastrado por Mercurio a viva fuerza, le fue impuesto este suplicio.]

Y éstas son casi todas las cosas que sobre Sisifo han sido confiadas a la memoria por los antiguos. Ahora investiguemos qué significan y, lo primero de todo, ha sido explicado

541 La unión de Sisifo con Anticlea es presentada o bien con el consenso implicito de Autólico, asi en Hyg. fíb, 201, a bien por seducción, así en Plut. QuMst. gr. 3; pero Conti presenta algo que llama nuestra atención y es que atribuye falsamente a Homero la unión con una Anticlea, hija de Anticlea. Conti, pues, hace un arreglo para conciliar la unión de Anticlea con Sisifo y con Laertes, sin presentar a la mujer de Laertes unida a la vez con Sisifo.

542 Cf. Apollod. I 9, 3. Para todo lo referente a Sisifo, véase Ruiz de Elvira, Mh. Olas. pp. 302-303.

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más arriba que nada está más de acuerdo con la naturaleza divina que la beneficencia, generosidad y bondad, y que nada repugna tanto como la crueldad y la avaricia, ya que no puede ser amigo de los crueles y de los avaros Dios, quien es amigo de los hombres buenos mediante la benevolencia. En efecto, puesto que Dios ama a los que actúan bien, ¿en cuánto odio debe pensarse que tiene a los que tratan con injurias a aquéllos por quienes han sido beneficiados? Así pues Sisifo, tras haber sido hecho partícipe de los secretos de los dioses, ya que en respuesta de tan gran beneficio recibido violó incluso la palabra dada, con razón sufre los más graves suplicios. Si, por el contrario, se muestra también cruel con relación a los extranjeros, con razón conoce cuáles son los premios de la crueldad, porque toda clase de deshonra tiene finalmente a Dios como vengador. Si, además, dijo algo para injuria de los dioses y divulgó los arcanos de los dioses, para que los dioses no fueran honrados por los hombres, se cree que no sufre nada a no ser el peso de su falta de honradez y de su crimen. En verdad, para apartar a los hombres de la avaricia y de la crueldad y exhortarlos a la generosidad, humanidad y recuerdo de los beneficios recibidos y al culto de los dioses y a guardar fidelidad a los magistrados y a los reyes, que nos conceden honores, fueron inventadas estas cosas por los antiguos. Sin embargo Lucrecio, en el libro III (995-1002), escribe que esta fábula está de acuerdo con aquellos que reclaman del pueblo magistraturas y honores con el mayor empeño de su ánimo y nunca pueden obtenerlos, bien porque se les considera indignos o bien porque también en esto es muy grande el poder de la fortuna. Pues dice así [el poeta epicúreo]: También está ante nuestros ojos en vida Sisifo, quien decide solicitar al pueblo los fasces y las crueles segures y se retira siempre vencido y triste. Pues pedir el poder, que es fútil y no se da nunca, y soportar siempre un duro trabajo en ello, esto es empujar una piedra que se esfuerza con el monte en contra, que sin embargo ya desde lo alto de la cima de nuevo se da la vuelta y se dirige precipitadamente a la superficie de la llanura. Pues fue tanta la superioridad de los antiguos en la creación de las fábulas que quisieron que bajo éstas estuviera contenida no sólo una cosa sino que aquéllas se pudieran diversificar en distintas opiniones para que se extrajese de ellas una múhiple utilidad. Efectivamente, mediante esta misma fábula apartaban a los hombres de la ambición, más perniciosa que la cual no existe nada para el género humano, pues no debe recurrir a la soga quien ha sufrido una derrota, incluso si aventaja a los otros, sino pensar que se realizan muchas cosas estúpidamente por la muchedumbre imprudente o por jueces irreflexivos, ya que por todas partes es muy numerosa la cantidad de ignorantes. Si, por el contrario, está convencido de ser cómplice de algún crimen quien ha sufrido una derrota, entonces debe examinar la razón de toda su vida y corregir lo que ha conocido como poco recto para él, acomodarse lo más posible a la honradez y mostrarse digno de gobernar a los otros hombres, puesto que no es feliz ni duradero ningún gobierno donde los impuros dominen sobre los hombres buenos, los necios sobre los sabios, los ignorantes sobre los más instruidos en la administración del estado. Algunos creyeron que la piedra de Sisifo era el afán de los mortales y que aquella colina era todo el curso de esta vida y la cumbre, hasta la que Sisifo se esforzaba en hacer rodar la roca, era la tranquilidad y la quietud del espíritu, que los infiernos eran los hombres y Sisifo el alma. Pues ya que, según la opinión de los pitagóricos, ha sido enviada desde el cielo por la divinidad el alma, la que fue cómplice de todos los arcanos divinos, se empeña en llegar con todas sus fuerzas a la felicidad y a la tranquilidad de la vida, que unos piensan que está en acumular riquezas, otros en los honjfbs y magistraturas, otros en la fama y celebridad de las hazañas, otros en el conocimiento de las ciencias, otros en la

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belleza extraordinaria del cuerpo, o en la salud o nobleza, o en cosas de este tipo, y éstos, cuando han consegido lo deseado, de nuevo se precipitan a las profundidades y quien antes tenía ansias de acumular riquezas ora está preocupado por adquirir honores, ora en recupe­rar la salud, y así siempre se desliza hacia alguna perturbación y no puede nunca llegar a la suma tranquilidad. Así pues, se dijo no estúpidamente que Sisifo, arrojado por Júpiter a los infiernos, hacía girar en vano la roca hasta la cumbre del monte, roca que, cuando parecía llegar a lo más alto, entonces de nuevo bajaba rodando hacia la llanura. Otros llevan este asunto a la historia al decir que Sisifo fue un escriba de Teucro, quien escribió la guerra troyana antes de Homero, de quien aprendió Homero la Ilíada y que, puesto que había revelado algunos secretos a los troyanos, sufrió un grave suplicio

Cap. 18: Sobre Tántalo

También Tántalo, del que dijeron que era atormentado en los infiernos bien por el miedo a una roca que se balanceaba sobre él o bien por la escasez de las cosas necesarias para el alimento, fue impuro y se olvidó de los beneficios recibidos. Ensebio contó, en el libro II de la Preparación evangélica, que éste era hijo de Júpiter y de la ninfa Plota, aunque Juan Diácono y Dídimo, en el libro XI de la Odisea, piensan que fue hijo de Júpiter y de la ninfa Pluto. Y Tzetzes, en la historia 10 (444-S) de la V Quiliada, escribe que éste fue ciertamente hijo de su madre Pluto, pero que tuvo por padre a Tmolo, rey de Lidia. Luciano, en el diálogo Dipsades (6), pensó que él fue hijo de Eton, según atestiguan estos versos: Pienso que sufre este tipo de cosas Tántalo, el hijo de Eton, al no calmar de ninguna manera el sufrimiento que causa la sed. Hubo quienes dijeron que en una ocasión fueron recibidos en hospitalidad los dioses por éste, quien, tras haber preparado un exqui­sito banquete para ellos, colocó entre los demás manjares a su hijo Pélope asesinado, según piensan algunos, porque lo había inmolado para magnificencia del banquete, ya que les había ofrecido a su hijo, lo más querido de todas las cosas. Al haberse dado cuenta de esto los otros dioses se abstuvieron de aquellos manjares, a excepción únicamente de Cercs que, casi fuera de sí por el dolor del rapto de su hija, irreflexivamente comió el hombro. Entonces los demás dioses, compadecidos del hijo de éste, lo arrojaron de nuevo en un caldero y, vuelto a cocer, lo restituyeron a la vida, según escribió Pindaro en las Olímpicas a Hterón de Siracusa (I 26-7) en estos versos: Después de que lo sacó del caldero purificador Cloto, adornado en su resplandeciente hombro con marfil. Y también Licofrón (156-7) llamó a Pélope el que dos veces tuvo juventud, porque fue vuelto a la vida por los dioses más joven de lo que era antes, según se deduce de estos versos: Y a éste, que fue joven dos veces y huía del pesado deseo raptor de Naumedonte Pero se dice que, como le faltara el hombro que había comido Ceres, los dioses fabricaron uno de marfil, hombro que después fue el emblema de todos los Pelópidas, como para los espartanos la lanza, según atestigua Isacio (Schol. Lyc. 152). Pero, dado que Tántalo había contaminado los manjares de los dioses con una muerte humana y había violado las leyes de la hospitalidad al haber inmolado a su hijo para probar a los dioses, según prefirieron unos, arrojado a los

543 Todo eUo procede de Tzetz. ChU. V 29, 829-33, quien a su vez tiene como fuente a Malalas. 544 Epíteto de Posidón.

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inflemos fue condenado a un etemo deseo de manjares y sin embargo éste tiene siempre ante sí manjares con una muy exquisita y regia preparación y no puede alcanzarlos en modo alguno, aunque sufre el tormento de un hambre insaciable. Algunos pensaron que le servían de impedimento las Furias para no alcanzarlos, según dice Virgilio en el libro VI (603-7): En elevados lechos festivos brillan dorados pies y manjares preparados ante sus ojos con lujo propio de reyes; al lado está recostada la mayor de las Furias e impide con sus manos tocar las mesas y se yergue levantando la antorcha y truena con su voz. Pero Homero, en el libro XI (582-92) de la Odisea, dice que Tántalo no es aterrorizado por las Furias en los infiernos, sino atormentado por una sed eterna y que está continuamente en el agua que le llega hasta la barbilla, pero que, tantas veces como él intenta alcanzarla con los labios, tantas se retira ella inmediatamente; esto mismo lo hacen diversos tipos de frutos, por cuyo deseo está siempre angustiado, según está en estos versos: Y ciertamente vi a Tántalo, que soportaba crueles dolores estando de pie en un lago que se acercaba a su barbilla; y aparecía sediento, pero no podía alcanzar la bebida. Pues cuantas veces el anciano se agachaba deseando beber, tantas veces el agua se perdía absorbida y alrede­dor de sus pies la tierra se mostraba negra y una divinidad la secaba. Muy elevados árboles hacían caer su fruto por encima, peras, granadas y hermosos frutos de manzano y dulces higos y florecientes olivos; cuando el anciano se esforzaba en tocarlas con sus manos, el viento se las llevaba hacia las nubes sombrías. Otros pensaron que una piedra pendía sobre la cabeza de aquel que, cuantas veces intentaba beber, otras tantas le golpeaba la cabeza, y que la piedra era el suplicio de Tántalo lo escribió así Cicerón en el libro IV (16,35) de las Discusiones Tusculanas: Está cercano a esta desgracia, es decir a la enfermedad, quien acercándose a algún mal tiene miedo y está inseguro sin aliento. Los poetas, poniendo de relieve esta fuerza del mal, hacen que cuelgue sobre Tántalo una roca en los infiernos: «a causa de los crímenes y de la falta de moderación de su espíritu y por un lenguaje altivo». Eurípides, en su Orestes (1-10), escribe que, a causa del temor. Tántalo no podía detenerse en ningún lugar puesto que sobre él pende continuamente una roca, y dice que él sufre esta pena a causa de la inmoderada ligereza de su lengua y de su charlatanería, según está en estos versos: No hay palabra alguna tari terrible de decir, ni sufrimiento ni desdicha de origen divino, cuya carga no abrume la naturaleza de los hombres. Pues aquel dichoso —y no le reprocho la suerte— nacido de Zeus, según dicen, Tántalo, revolotea por el aire temiendo la roca que se levanta sobre su cabeza. Y paga esta pena, según dicen también, porque, siendo un hombre que tenía el honor de una mesa compartida con los dioses, tuvo una lengua desenfrenada, el más vergonzoso vicio. Por su parte Tibulo, en el libro I (3,77-8), parece haber pensado que le fue dado a Tántalo tan sólo el suplicio de que estuviera en el agua y fuera atormentado por una red continua, según se ve en estos versos: Tántalo está allí y alrededor los lagos, pero el agua deja abandonada la intensa sed del que está ya casi a punto de beber. Y Ovidio (Am. II 2, 43-4) dice que ese suplicio le fue impuesto a Tántalo por su charlatanería, porque divulgó a los mortales los secretos de los dioses, según se ve claramente en estos versos: Busca aguas en medio de las aguas Tántalo e intenta coger los frutos que se le escapan. Esto le ha proporcionado su charlatana lengua. Otros cuentan mediante fábulas que Tántalo sufrió este castigo a causa de la delación hecha a Asopo, su padre, de que Egina había sido raptada por Júpiter, lo que otros atribuyeron a Sisifo. Pero Comelio Galo (Anth. Gr. XVI 89), poeta muy excelso, abarcó todo el asunto en elegantes versos, a saber que Tántalo fue arrojado a los inñemos a causa del inmoderado desenfreno de su lengua, que allí era

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oprimido por hambre y sed eternas, que ha de ser sujetada por el hombre prudente dentro de rejas determinadas la lengua que, si saca a la luz las cosas que deben mantenerse ocultas, engendra eternas calamidades para los charlatanes en el futuro. Pues dice así: Este que antes era compañero de mesa de los bienaventurados, éste que muchas veces llenó su estómago de bebida de néctar, desea ahora una gota mortal; pero la celosa mezcla siempre está más baja que los labios. «Bebe», dice la inscripción, «y aprende los ritos del silencio; los audaces con la lengua sufrimos estos castigos». Otros, entre los que estuvo Tzetzes (Quil. V, hist. 10,465-6) y Dídimo, pensaron que le fue impuesto a Tántalo este castigo porque hizo partícipe a sus iguales del néctar y la ambrosía [según dice Pindaro en estos versos (01. I 60-3): Después de los tres el cuarto suplicio, porque robó a los inmortales y dio a sus semejantes los hombres, compañeros de banquete, el néctar y la ambrosia]. Este tuvo como hijos a Brotea, Pélope y Níobe, [Bascilo, porque tuvo como esposa a Antemesa, hija de Lico,] y ciertamente hasta aquí sobre los asuntos de fábula.

Dijeron unos que Tántalo fue hijo de Júpiter y de la ninfa Pluto, otros de la ninfa Plota, otros de Eton, en realidad no como pensaron algunos a causa de que hubo muchos Tántalos, sino porque diferentes personas interpretan con distinto razonamiento la misma fábula, aunque todos sin embargo tienden hacia un único y mismo fin. Pues, ¿por qué es hijo de Júpiter? Porque se creyó que Tántalo fue un hombre muy versado en asuntos divinos y naturales, conocimiento que no corresponde a cualquiera, según opinaron los pitagóricos, sino sólo a aquéllos cuyas almas fueron especialmente atraídas desde la esfera de Júpiter hasta estos cuerpos, o a aquellos que tienen a Júpiter dominando en su horós­copo, cuya fuerza así como suministra la opulencia así también la sabiduría en los naci­mientos. Pero, habida cuenta de que aquella región superior del éter es considerada ígnea por Anaxágoras y Empédocles, no fue absurdo que se pensara que Tántalo era hijo de Eton, es decir del éter ardiente y de fuego. Se dice que éste recibió a los dioses en un banquete y que puso ante ellos para ser comido a Pélope, cuyo hombro comió Ceres, y esto ¿qué otra cosa significa que las calamidades perpetuas que han de ser soportadas por hombres buenos y sabios mientras se aplican en los asuntos divinos? Pues incluso los hijos o las cosas más queridas han de ser abandonados para seguir las divinas. Porque la felicidad de los asuntos humanos está mucho más inclinada hacia los criminales que hacia los hombres buenos, pues aquél a quien le salen al encuentro muchas dificultades debe ser considerado o bien amigo de Dios, si lo soporta con ánimo resignado, o bien lo habrá de ser en poco tiempo quien mediante estas incomodidades pone en práctica la constancia de los hombres buenos y la grandeza de ánimo. Este, aunque era muy rico, hasta tal punto se aplicó al conocimiento de las cosas divinas que, dejadas de lado las riquezas, despreció todos los placeres del cuerpo, por lo que fue dicho por algunos que en la mayor abundancia de todos los deleites estaba atemorizado por una roca que pendía sobre él, de manera que no las disfrutaba. Este hizo partícipe a los hombres del néctar y de la ambrosía porque fue el descubridor del conocimiento más placentero [y más sutil] de las cosas celestes, ya que no hay ningún néctar más agradable que el conocimiento de Dios. Así pues, ¿qué era la piedra que continuamente pendía sobre la cabeza de aquél? El continuo esfuerzo y afición que se aplica al conocimiento de las cosas divinas, preocupación del ánimo que, puesto que nos aparta de los placeres del cuerpo, fue llamado [por los necios] una de las Furias y la mayor en apartamos con horror de los manjares que están a nuestro alcance; en efecto, tenía placeres en abundancia gracias a sus riquezas, pero no disfi'utaba de ellos por la intranquilidad de su espíritu.

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Sin embargo, otros desvian esta fábula para llevar a los avaros a la generosidad, los. cuales dicen que los opulentos eran llamados hijos de Júpiter a causa de sus riquezas y estos mismos condenados a una sed perpetua porque no hay ninguna saturación de riquezas incluso en la mayor abundancia, ya que el deseo de ellas crece con la abundancia, por lo que dice asi Horacio a propósito de un avaro en el libro I (1,68-70) de las Sátiras: Tántalo, sediento, intenta coger los ríos que huyen de sus labios; ¿por qué ríes? Con el nombre cambiado se cuenta la fábula sobre ti. Pero Cicerón, según se deduce de lo anteriormente mencionado, parece haber pensado que las preocupaciones y los vanos temmes han de ser expulsados de las mentes de los hombres por medio de esta fábula, lo que tamb}¿n opinó Lucrecio (III 980-3): Y el desgraciado Tántalo no teme la gmn roca que pende en el aire, según cuentan, paralizado por un vano temor, sino que más bien en la vida el vano miedo a los dioses apremia a los mortales y temen la desgracia que la fortuna puede traer a cada uno. Y de hecho ningún temor recae en el hombre sabio a no ser el de ofender a la divina bondad, cuando Dios como padre y autor de todos los bienes debe ser respetado con veneración y benevolencia antes que temido como temible y ñero. Otros pensaron que mediante esU fábula se nos aconseja que la insolencia de la lengua debe ser reprimida, otros que para aletjar t los hombres de toda deshonra y crueldad, puesto que en último término Dios es el vengador más severo de todos los crímenes. Otros creyeron que mediiuite esta fábula se ponía de relieve que los arcanos de la religión no deben ser descubiertos a los hombres profanos e impuros, puesto que entre el vulgo profano hay la misma explicación de estas cosas que de los alimentos: los que a unos alimentan para salud y fortalecimiento de su estómago, matan a otros o los empujan a la más grave enfermedad. Pues según cada imo es un hombre bueno, así recibe el conocimiento de las cosas sagradas en buena proporción. Ahcmi háblese acerca de Titio.

Cap. 19: Sobre Titio

Se dice que Tttio, a causa de su falta de honradez y su temeraria lujuria, sufrió un suplicio no pequeño en los infiernos. Este fue hijo de Júpiter y de EUa&, hija de Orcómeno, según escrutó Apolonio en el libio I (762) y Apolodoro en el libro I (4,1) de su Biblio­teca. Cuentan mediante f̂ Usulas que Latosa fue importunada por éste con la intención de vk>laria, per lo que se dice que fiíe muerto por las flechas de Apolo, según atestigua Apolonio de Rodas en estos vosos (I 7S9-62): Y en éste estaba representado Febo Apolo disparaiuk) flechas, como un pastorcilbjodavía no adulto, al enorme Titio que arrastraba a su madre del velo con audacia, al que engendró la divina Elara pero crió y dio a luz de_ nuevo G^a. Pero fue opinhte de Eufoñón (fr. 109 v Gr.=Schol. Ap. Rh. I 179) que Titio no intentó vioUr a Latona sino a Diana. Además, escribió Ferecides (Jac. 3FSSsSchol. Ap. Rh. I 761) que Júpiter se unió a Elara, h^a de Orcómeno, y, al temer los celos de Juno, ocultó a ésta, que estaba grávida, en las entrañas de la tierra, de donde nació Titio y, muerta sú madre, lo alimentó la Tierm, por lo que se dice que fue criado por la Tierra. CaHmaco, en el Baño de Diana (ID 110), muestra que Titio fue muerto no por Apolo sino por Diana, puesto que dice: Artemis Pamnia. matadora de THio. Pero Pausani^,. en Los «HiBÉBf -ék Lafionln (Ta 18,15), dejó escrito que en un templo estaban colocad«s las esUttuas de Apoto y de CHana y Titio era alcanzado por las ftechas de ambos. Por otra parte, se dice que todas estas cosas tuvieron lugar en Panopeo, lugar de Lebadea, según

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dice Estrabón en el libro IX (3,14.C423). Pausanias, en Los asuntos de la Fócide (X 4,5), escribe que Titio fue enterrado en el territorio panopeo y que su sepulcro medía casi la tercera parte de un estadio. Recuerdan que éste, después de haber sufrido la muerte por parte de Apolo y Diana, fue arrojado a los infiernos y que allí fue abatido y encadenado para que de ninguna manera pudiera moverse, y que fue de un tamaño que causaba admiración, puesto que su gran cuerpo cubría nueve yugadas de tierra, según atestigua Tibulo (I 3,75-6) en estos versos: Y, tendido a lo largo de nueve yugadas de tierra, Titio alimenta las permanentes aves con sus negras entrañas. Imaginaron que éste era despeda­zado continuamente por dos buitres que comían su hígado que, tan pronto como era devorado, de nuevo revivía para que no falte argumento y fundamento del inmortal castigo, según dice Homero en el libro XI (576-9) de la Odisea: Y vi a Titio, hijo de la ilustre Gea, tendido en el suelo; éste estaba tumbado a lo largo de nueve yugadas y dos buitres, colocados en sus costados, roían su hígado penetrando dentro de sus entrañas; pero él no podía alejarlos con sus manos. Sin embargo Vhrgilio, en el libro VI (595-600), atribuye a Titio solamente un buitre, y no como Homero un segundo por ambos lados, que desgarra el hígado de aquél con su pico, cuando expresa así todo el asunto en una bella descripción: Y era posible ver también a Titio criado por la Tierra, madre de todos, cuyo cuerpo está tendido a lo largo de nueve yugadas completas, y un enorme buitre de curvado pico devorando el hígado inmortal y roe para su alimento visceras fértiles para los tormentos y vive en lo profundo de su pecho y no se concede descanso alguno a las fibras que vuelven a nacer. Estas son las cosas que fueron confiadas a la memoria sobre Titio por los antiguos escritores. Ahora ha de extraerse de ellas la verdad.

Estrabón, en el libro IX (3,12.C422-3), traslada esta fábula a la historia y dice que se dijo que en aquel tiempo Apolo llegó desde el cielo a la tierra y civilizó a los hombres que antes se alimentaban tan sólo de los frutos de los árboles silvestres, que Titio, un rey muy cruel de Panopeo, fue un hombre violento y además infame, al que Apolo mató con sus flechas como más tarde mató a Pitón. Después, para que siguiendo su ejemplo los hombres criminales se apartaran de toda acción vergonzosa y cruel, se dijo que Titio era atormen­tado muy cruelmente con este castigo en los infiernos. Lucrecio, en el libro III (992-4), desvió esta fábula hacia el deseo amoroso y las preocupaciones del espíritu, pues dice que en modo alguno pueden suceder muchas de las cosas que se inventan sobre los lugares infernales ni Titio ha podido soportar así un dolor etemo, aunque tuviese un hígado igual a todo el orbe de la tierra, sino que mediante estas cosas los antiguos han querido poner de manifiesto las preocupaciones del espíritu para que nos apartemos de ellas, pues dice así: Pero está aquí Titio, al que, postrado en el amor, despedazan los buitres y lo devora una angustiada congoja o al que con cualquier otra pasión desgarran las preocupaciones. Otros creyeron que se pensó que Titio era tan enorme porque quisieron poner de relieve los antiguos que no hay ninguna fuerza tan grande a la que no pueda castigar o someter la fuerza de la justicia, cuando es cometido algo inicuo por hombres muy poderosos y fuertes. Pues no hay ningún número tan grande de soldados, ningunas guardias tan vigilantes, ningún destacamento tan seguro, ninguna conjuración si carece de justicia, que Dios no pueda con facilidad someter o desbaratar valiéndose incluso de hombres débiles. Pero Pedro Nelio de Siena, hombre que sobresale en la elegancia de las buenas letras y de las costumbres, y Francisco Calvino, hombre muy docto y muy amigo mío, pensaron que aquellos buitres eran los recuerdos de los crímenes pasados de Titio, que continuamente pellizcan el espíritu de los pecadores y lo atormentan, puesto que toda falta de honradez

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casi presagia la venganza de Dios y el castigo, que poco a poco siguen las huellas de los crímenes. Así pues, para exhortar a los mortales a la justicia y apartarlos de toda impiedad y crueldad, para que nadie se atreva a actuar impunemente en contra de Dios y de los hombres, fueron confiadas a la memoria estas cosas por los antiguos. Realmente deben ser consideradas las más importantes de todas las fábulas que pueden ser conducidas a muchas vías para corregir las costumbres y que no tienen una explicación sencilla; es más, pienso yo que bajo éstas se oculta no sólo la manera de corregir las costumbres sino también una explicación de las cosas naturales. En efecto, Titio ha de ser entendido como caña de mies, ya que los griegos la llaman tityron, pero, puesto que le ha sido quitada una letra, pareció un nombre de hombre al no saber qué significaba. Este Titio fue hijo de Elara, la hija de Orcómeno, y de Júpiter. ¿Por qué así? Porque Orcómeno es un río de Tesalia, cuya hija es la ninfa Elara, esto es el líquido lechoso en las semillas, ya que sin las ninfas de río no puede nacer la caña de la mies [dado que la humedad es el principio de la generación en todas las cosas]. Ya se ha dicho qué es Júpiter. A ésta se unió Júpiter porque en un tiempo determinado las semillas toman del aire la templanza creadora y la humedad, con la que son llevadas al nacimiento, que es evidente en aquellas semillas que no pueden conservar la virginidad a no ser hasta un determinado momento; y, pasado ese espacio de tiempo, es necesario que nazcan o aquella humedad creadora que conserva las semillas echada poco a poco se evapora, hasta que aquellas semillas dejadas dentro se pudren muertas. Puesto que en este tiempo la semilla está llena y concibe de Júpiter, es metida bajo tierra para que Juno no se ensañe con ella cruelmente, pues el trigo viejo no es así adecuado para la siembra debido a la inclemencia del aire. Después sale de la propia tierra en verdad no la semilla, que ya está putrefacta puesto que muere dentro de la tierra, sino la caña, que es Titio. Este es criado por la propia tierra por lo que fue llamado el alimentado de la tierra. Este se alza hacia el cielo y, como si estuviera dispuesto a atacar a Latona, es muerto y abatido por las flechas de Apolo y de Diana. Esto no tiene otro significado que el que la caña, cuando ha crecido hasta una altura adecuada, es llevada después a la madurez por obra del Sol y de la Luna, de manera que finalmente sea abatida por los segadores. Pues ni la Luna sola conduce a la madurez, porque es necesario el calor, ni consigue esto únicamente el Sol, porque el calor en solitario seca si no ayuda la templanza de la humedad. Por esto se dice que el hígado de Titio muerto es comido por los buitres, puesto que son inútiles para hacer el pan las cortezas exteriores del trigo y todo lo que está dentro sirve para hacer pan. Por otra parte se extiende no en nueve sino en muchas yugadas de tierra, que están cubiertas de mieses en su totalidad. Por tanto, esta fábula contiene en su conjunto la manera de sembrar y segar el trigo y la de hacer el pan, dado que así el hígado de Titio siempre renace y es inmortal, lo que significa el cuidado anual de los agricultores. Pero ahora hablemos acerca de los Titanes.

Cap. 20: Sobre los Titanes

Se dice que los Titanes, que emprendieron una guerra contra Júpiter y fueron arrojados con muchos rayos a los infiernos, fueron hijos de la Tierra y del Cielo, según fue escrito por Esquilo en su Prometeo (204-6) en estos versos: Entonces yo, aconsejando lo mejor posible, no pude convencer a los Titanes, hijos de Urano y de la Tierra. Lo que también escribió Orfeo en los Himnos (37,1): Titanes, ilustres hijos de Gea y Urano. Estos

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Titanes iniciaron la guerra contra Júpiter por el siguiente motivo, porque (como se ha dicho en Júpiter) antes de Saturno gobernaban sobre los dioses Oñon y Eurínome, hija de Océano, que fueron llamados Titanes. Pero Saturno, denotado por completo Ofíon cuando Rea habla vencido en la palestra a Eurínome, les arrebató el poder. Sin embargo otros dijeron que Titano fue hermano de Saturno, a quien le correspondía por derecho hereditario el poder puesto que era mayor que Saturno, pero, sin embargo, con los ruegos de su madre y de sus hermanos consiguió de su hermano gobernar el propio Saturno, quien dominó también sobre los Titanes, según dice Apolonio en el libro II de los Argonáutica (1232-3): Donde con Fílira el Uránida Crono, cuando reinaba en el Olimpo sobre los Titanes. Sin embargo, con la condición de que diera muerte a los hijos, si de él nacía algún varón, para que el poder no pasase a ellos después de Saturno sino que volviera a Titano. Como Júpiter ñiese criado a escondidas en contra de lo pactado y hubiese ocupado el reino paterno, Titano y sus hijos tomaron las armas y declararon la guerra a Júpiter, que gobernaba de modo ilegitimo y en contra del juramento paterno. Pero, tras haber sido Júpiter accmsejado por Temis en el sentido de que utilizase como armadura la piel de la cabra Amaltea porque ella habría de causar terror a aquéllos, venció a los Titanes en la guerra, razón por la que, dado que se consideran justas las causas de la lucha según el resultado de las guerras, por todos fue considerada digna de alabanza la victoria de Júpiter, Pero, antes de que Júpiter iniciara la guerra contra los Titanes, obligó a todos los dioses a jurar sobre el ara que le guardarían fidelidad prestándole auxilio, por lo que aquella ara, después, fue colocada entre los astros, según dice con estas palabras el comentarista de Arato (402) siguiendo la opinión de Eratóstenes: Eratóstenes dice que este altar es aquél en el que por primera vez. los dioses hicieron un juramento conjunto cuando Zeus, equipán­dolo los Cíclopes, guerreó contra los Titanes. Se dice que estuvieron entre los demás Titanes Prometeo, Crío, Palante, Anito y el centímano Egeón, que también «ra llamado Bríáreo, y Giges, que fue considerado hijo de la Tierra y del Ponto, del que sin embargo escribió Ion, en los Dkirambos (=Schol. Ap. Rh. I 1165), que no emprendió la guena contra Júpiter sino que fue Uamado del mar por Tetis para guardar a Júpiter. Otros pensaron que fue un Gigante y no un Titán quien fue paiticipe de la güexra contra J < ^ ] ^ , pero que después huyó a causa de esta guerra desde Eubea a Frigia, (tonde finalñiMte murió, según escribió Tarreo (=^ibid.). Esta guerra llevada a cabo por los Titanes contra los dioses había sido escrita por Eumelo. un poeta antiguo, en muy elegantes verscM heroicos (fr. 2A=ibid. Es sabido que los Titanes fueron los primeros de todos los mortales initruidos por Ceres en el aite de la siega, según escribió Apolonio, en el libro IV (988-9), en estos versos: Pues en otro tiempo había habitado Deo en aquella tierm y enseñó a los Titanes a segar la fecunda espiga. Al haber sido heridos éstos cuando llevaban a cabo la guerra contra Júpiter, se dice que de la sangre de aquéllos que cayó a tierra surgieron distintos tipos de víboras y de serpientes portadoras de muerte, tal como atestigua Nicandro, en los Tiicrinca (8-10), de este modo: Pero ciertamente dicen que dañiruts arañas venenosas juntamente con perjudiciales culebras y víboras e innumerables pesadumbres de la tierra nacieron de la sangre de los Titanes. Pero, después de que los

545 Afumación que hace Tarreo, refiriéndose a Egeón. 546 Sobre el autor de U Titaiioiiiaqiria, cf. Bernabé Pajares, A., Fragmentos de épica griega arcatca,

trid.. introd. y notas de, Utdmá 1979, pp. 20-21.

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Titanes fueron vencidos, fueron instituidos por Hércules Ideo los Juegos Olímpicos en honor de Júpiter para etemo recuerdo de su victoria, juegos en los que, además de otros, Apolo venció en la carrera a Mercurio y Marte fue el vencedor en el pugilato; y por ello se mantuvo la costumbre de que se entonaran las modulaciones de las flautas en honor de los atletas que saltaban el pentatlon, porque este tipo de canto estaba consagrado a Apolo, que había sido el primero en obtener las palmas olímpicas. Ocurrían estas pocas cosas que pueda recordar ahora sobre los Titanes. Pero ahora saquemos de ellas la verdad. [Los egipcios confiaron a la memoria que los Titanes fueron cuarenta y cinco hijos del Cielo, que tuvo éste de varias mujeres, y diecisiete de ellos de Titea, quienes, aunque tenía cada uno su nombre propio, sin embargo fueron llamados por su madre Titanes. Como su madre hubiera sido prudente y beneficiosa, obtuvo honores divinos y después de la muerte fue llamada Tiena y, como tuvo muchas hijas, llamaron a la mayor Rea y Reina Esta crió a sus hermanos y, al desearse sucesores del reino, fue dada en matrimonio a uno de sus hermanos, Hiperíon, del que tuvo dos hijos, a saber varón y hembra, y a él lo llamaron Sol por su belleza y a ella Luna. Los otros hermanos, temiendo que el reino no habría de volver a ellos, maquinaron una acción totalmente criminal: degollar a Hiperíon y ahogar a Sol, todavía pequeño, en el río Erídano. Al haberse realizado esta decisión según el plan previsto. Luna se arrojó del palacio presa de tristeza. Se dice que la madre, al soportar aquella crueldad con mucho dolor, recibió el consejo de su hijo a través de sueños de que no lo llorara, porque los Titanes oportunamente sufrirían el adecuado castigo de los dioses y él y su hermana habían sido convertidos en cuerpos inmortales por la clemencia divina, ya que el mismo Sol, fuego sagrado, habría de ser invocado como Sol en el cielo y su hermana como Luna, lo que también sucedió poco después, según dice Diodoro Siculo en el libro III (57 ss.) de las Historias.] Pausanias, en Los asuntos de Corinto (II 11,5), escribe que Thán estuvo versado en astronomía, por lo que fue llamado hermano del Sol, ya que fue muy agudo para observar las estaciones del año y los momentos oportunos para cada trabajo. Pues fue el primero que conoció, según el movimiento anual del Sol, en qué momento han de ser plantados los renuevos y las semillas en la tierra, qué firutos hace crecer y madurar con facilidad el Sol. Tras haber hecho partícipes a los mortales con mucha bondad de este método y conocimiento de los auntos astronómicos y de cómo deben realizarse los trabajos, se dijo que él mismo y su hijo intentaron alcanzar el cielo y quisieron arrojar a Júpiter de su reino y tener éste bajo su dominio y el de sus hijos. Se dice que entonces Júpiter cogió el rayo y lo arrojó contra aquéllos. Pero, ¿qué otra cosa son los rayos que el fuego muy ardiente enviado por la bondad divina, o el deseo del conocimiento de los asuntos celestes, ya que la divina bondad arrastra hacia sí a los que desean conocer las cosas celestes? Pues sin la ayuda divina o sin el poder de los astros no somos ilumina­dos ni llegamos al conocimiento de las cosas celestes. Ciertamente, hay una fuerza ígnea en la sangre de aquellos que se elevan hasta el conocimiento de estas cosas, ya que piensan que las Musas son las almas de las esferas celestes, según puso de relieve Virgilio en el libro II (475-7) de las Geórgicas: Pero a mí, lo primero antes que todas las cosas, que me reciban las Musas, cuyos ritos practico golpeado por su gran amor y que me enseñen los caminos del cielo y los astros. Pero aquéllos que tienen una naturaleza de sangre más fh'a, ésos son empujados y están más propensos a los placeres que a ciencia

547 U Regina de Conti es Basilea, hennana y esposa de Hiperíon y madre de Helio y Selene en Diod. Sic , loc. et., Infra.

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alguna, cosa que poco después afirma el mismo poeta en estos versos (483-5): Pero si la fría sangre en torno a mi corazón impide que yo pueda acercarme a estas partes de la naturaleza, sean placer para mí los campos y los ríos que corren en los valles. Tenemos este color de la sangre y la temperatura del cuerpo como estímulo para cada cosa y, si intentamos algo contra éste, nos esforzamos en vano o no sin la mayor diñcultad. Otros creyeron que Saturno era Titán o el tiempo, como escribió Orfeo en el Himno a Saturno (13,2): Abundante en decisiones, puro, magnánimo, poderoso Titán. Pues, cuando parecen nacer todas las cosas del tiempo como si fueran a superar la propiedad mortal, entonces poco a poco mueren abatidas por el calor del cielo y retroceden ante aquellos cuerpos divinos y eternos a los que parecían querer oponerse e igualarse. Así pues, los asuntos humanos caen golpeados por el rayo porque el calor es el artífice tanto de la generación como de la corrupción, por lo que mediante estas fábulas los antiguos pusieron en eviden­cia los asuntos humanos, que nacen en algunos momentos, y el propio tiempo, como si el hermano de aquéllas cediera ante los cuerpos divinos, con cuya alternancia de calor todas las cosas se acercaban a la muerte y al nacimiento, porque cuando, a causa de su poca consistencia, han exhalado finalmente fuego, se disuelven en los demás elementos a partir de los cuales habían sido creados. En efecto, estos asuntos humanos algunos los llamaron Titanes pero las virtudes divinas Júpiter y Hércules y con distintos nombres de dioses. Pero, ya que el tiempo nació del cielo y del curso anual del Sol y se producen en él y por él nacen las cosas que están sometidas a la generación, por ello dijeron que los Titanes están en los inñemos y a ellos mismos los llamaron padres de los hombres y de los dioses, según atestigua Homero en el Himno a Apolo (III 334-6): Oídme ahora, Gea y ancho Urano allá en lo alto, y vosotros, Titanes, que habitáis bajo la tierra en el gran Tártaro, de quienes proceden los hombres y también los dioses. Y Orfeo, en el Hlnino a los Titanes (37,1-6), los llama fuente de todos los seres animados que habitan en todas partes, según está en estos versos: Titanes, ilustres hijos de Gea y Urano, antepasados de nuestros padres, que habitáis bajo la tierra en las mansiones del Tártaro en lo profundo de la tierra. Principios y fuentes de todos los muy afligidos mortales, de los habitantes del mar y de los del aire y de los que habitan la tierra, pues todo linaje en el mundo sale de vosotros. Otros creyeron que Titán era el Sol, del cual era esposa la Tierra, puesto que muy claramente nacen todas las cosas de éstos. Algunos creyeron que los antiguos mediante esta fábula explicaban los cambios de los elementos y llamaron Titanes a aquellos elementos que contenían dentro de sí algo terrestre y denso, que por la fuerza de los cuerpos superiores continuamente son precipitados más abajo. En efecto, los vapores siempre son atraídos hacia arriba por la fuerza del Sol y éstos, cuando han llegado a los aires de arriba, en virtud de los cuerpos divinos o se disuelven en los más puros elementos o son rechazados hacia abajo y esta lucha es etema. En verdad los sabios antiguos mediante esta fábula de los Titanes ponían de relieve esas mismas cosas. Y esto en cuanto a la razón física. Por otra paite, que nadie es temerario impunemente contra la religión de los dioses ya se ha explicado muy a menudo, por lo que no investigaré la razón ética en esta fábula. Y ahora háblese acerca de los Gigantes.

Cap. 21: Sobre los Gigantes

Se dice que los Gigantes nacieron de la Tierra y de la sangre de Cielo en el momento en

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que Saturno cortó a su padre los genitales, tal como dice Hesíodo en la Teogonia (183-5) en estos versos; Pues cuantas gotas de sangre salpicaron, todas las recogió Gea; y, pasado un período de un año, dio a luz a las poderosas Erinies y a los enormes Gigantes. Y Orfeo en el libro VIII de La palabra sagrada (fr. 50=Et. M. s.v. Gigas): A los que dan el nombre de Gigantes entre los bienaventurados, porque nacieron de Gea y de la sangre de Urano. Esta misma opinión la tuvo también Acusilao, según atestigua el comentarista de Apolonio (IV 992). Pues un poco más arriba muestra Hesíodo (167-82) que Saturno, apostado en emboscadas con una hoz, durante la noche cortó a su padre los genitales. Otros contaron que los Gigantes no nacieron por obra de Saturno sino que eran solamente hijos de la Tierra, según opinó Apolodoro en el libro I (6,1), y dijeron que ellos fueron dados a luz por Opis, o la Tierra, enfurecida porque habían muerto los Titanes, y los engendró para venganza de los dioses, según puso de relieve en estos versos Apolonio (II 38-40): Sino que uno parecía un monstruoso hijo del destructor Tifoeo y de la misma Gea, como los que había parido irritada contra Zeus con anterioridad. Homero, en el libro XI (305-16) de la Odisea, pensó que los Gigantes eran hijos de Neptuno y de Ifimedía, los cuales intentaron colocar los montes Osa y Olimpo sobre el Pelio con la intención de subir hasta el cielo para atacar a Júpiter, pues dice así: Después de ésta vi a Ifimedía, la esposa de Aloeo, quien ciertamente dijo que se había unido a Posidón y así parió dos hijos, aunque fueron de corta vida, a Oto semejante a los dioses y al célebre Efialtes, a los que crió muy grandes y bellos la nutricia Tierra, pero menos que el famoso Orion, pues ellos vivieron nueve años y tenían una anchura de nueve codos y ciertamente la longitud era de nueve brazas. En efecto, ellos amenazaron a los inmortales con establecer en el Olimpo la discordia de una guerra impetuosa. Intentaron colocar el Osa sobre el Olimpo y además sobre el Osa el frondoso Pelio, para que el cielo pudiera ser escalado Se dice que éstos sobresalían no sólo por las dimensiones de su cuerpo y que fueron de fuerzas invencibles, sino que también de aspecto totalmente terrible, con los cabellos que colgaban desde la cabeza, la barba abundante y de pies de serpientes, según dice Ovidio en el libro V (35-42) de los Fastos: La Tierra dio a luz una fiera descendencia, monstruos enormes, los Gigantes, que iban a tener la osadía de atacar la mansión de Júpiter. Les dio mil manos y en lugar de piernas serpientes. Y les dijo: «Empuñad las armas contra los grandes dioses». Estos se disponían a levantar los montes hasta lo más alto de los astros y a provocar con una guerra al gran Júpiter; Júpiter, arrojando rayos desde la fortaleza del cielo, volvió los enormes pesos contra sus promotores. Habitaron en los campos de Flegra o, según prefi­rieron otros, junto a Palene éstos que, al tener una estatura elevada que causaba admira­ción, arrojaban rocas y árboles incendiados contra el cielo, según atestigua Isacio (Schol. Lyc. 63) con estas palabras: La Tierra, irritada a causa de los Titanes, engendró en la Flegra de Palene a los Gigantes de pies de serpiente, de abundante barba y espesa cabellera, quienes arrojaban piedras y árboles encendidos contra el cielo, de los que los más importantes Porfirión y Alcioneo. Por otra parte, hubo muchos que empuñaron las armas contra los dioses, por lo que dice Sófocles en las Traquinias (1058-9): Ni el ejército de los Gigantes nacido de la Tierra. Se dice que éstos, tras haber subido a los más elevados montes, lanzaron enormes piedras contra los dioses, de las cuales las que cayeron

548 Quienes intentan escaiar el cielo no son los Gigantes sino los Aleadas. Sobre su tamaño cf, Ruiz de Elvira, Mit. Cías. p. 57.

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al mar se convirtieron en islas, según dice Duris de Samos (Jac. 76F87=Schol. Ap. Rh. I 501), y las que cayeron a tierra en montes. Por otra parte, corría entre los dioses el rumor de que ninguno de los Gigantes podría ser abatido si no se tomaba a uno de los mortales como aliado en la guerra; entonces Júpiter, según el consejo de Palas, incluyó como aliado a Hércules que, el primero de todos, mató a Alcioneo atravesado por una flecha. Pero como, a pesar de ello, siempre revivía con más fuerza. Minerva, lanzándose al ataque, llevó fiíera de la órbita de la Luna a aquél, que así murió Júpiter y Hércules matan a Porfirión, que intentaba violar a Juno; Apolo hirió con sus flechas el ojo izquierdo de Efialtes, Hércules con las suyas el derecho. Hércules, después de éste, mató a Eurito con una lanza de encina Hécate a Clitio, Minerva dio muerte a Encelado y Palante y (después, lleván­dolo hacia el Istmo de Corinto, mató a Alcioneo, cuyas proporciones eran admirables]. Como Polibotes, huyendo por mar, llegara a la isla de Cos, Neptuno, que lo perseguía, arrojó contra aquél como dardo una parte arrancada de la isla que, al caer, se convirtió en la isla de Nisiros, Mercurio mató a Hipólito, Diana a Gratión, [Marte a Mimante], las Parcas a Agrio y a Toon. Los demás murieron fulminados por Júpiter, según atestigua Apolodoro en el libro I (6,1-2) de su Biblioteca. Pero Pausanias, en Los asuntos de Arcadia (VIII 29,1), dice que hubo un valle. Bato, en el que se dijo que los Gigantes llevaron a cabo la guerra contra los dioses y que fue costumbre realizar sacrificios en este lugar a los relámpagos, truenos y tormentas a imitación de aquella lucha. [Otros conta­ron mediante fábulas que también se sumaron a esta guerra los Silenos y que el asno de Sileno, asustado por las dimensiones y la mole de los enemigos, empezó a rebuznar con gran ruido y por este motivo los Gigantes, creyendo que un monstruo inmenso y temible se acercaba a aquella guerra contra ellos, inmediatamente se dieron a la fuga; y se dice que para etemo recuerdo de este hecho fue colocado el asno entre los astros.] Otros dijeron que en Sicilia fue fulminado Tifón, según atestigua Hesíodo donde escribe estos versos (Theog. 859-60): Una llamarada de este rey fulminado cayó en los inaccesibles y sombríos barran­cos del monte. Algunos pensaron que las Islas Pitecusas fueron llamadas Islas de los Gigantes y que el combate tuvo lugar en los campos de Flegra [lugar que es una aldea en Tracia]. Otros contaron que éstos nacieron con la condición de que serían inmortales tanto tiempo cuanto estuviesen en el campo en el que habían nacido, por lo que llevados fuera de aquel campo por decisión de Palas perecieron. Otros contaron en fábulas que los Gigantes, expulsados por Hércules de Flegra, cercana a Campania, llegaron a esa tierra y que, a consecuencia de la sangre de ellos, la fuente de Leuca tuvo un olor fétido y la región de Campania fue llamada Flegra porque era abundante en fuego y en fluido de aguas calientes y toda la región de Bayas y Cumas producía aguas que llevaban la naturaleza del azufre y del fuego. Pues dicen que son calientes hasta tal punto que borran las llamas de las heridas, puesto que de la naturaleza del propio rayo despiden azufre. Pensaron algunos que tanto miedo causó a los dioses de arriba la temeridad de los Gigantes y su audacia al contem­plarlos por primera vez que, tan pronto como apareció Tifoeo, huyeron todos a Egipto

549 Conti sigue el relato de Apollod. I 6, 1 y al hablar de la muerte de Alcioneo siguiendo la versión A del texto de Apolodoro, traduce exó tés selénès, lectura que a partir de Heyne ha sido corregida por Palénés y admitida universalmente.

550 Apolodoro en I 6, 2, dice que es Dioniso el que mata a Eurito con el tirso. 551 A saber Eratosth. Cat. 11, Hyg. Poet. Astr. II 23 y Schol. Germ. BP p. 71, 4 y G p . 129; aunque todos

estos testimonios hablan de los asnos en general.

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donde, cansados por el largo caminar y perdida la esperanza de huida, se ocuharon bajo distintas figuras, según dice Ovidio en el libro V (319-24) de las Metamorfosis: Cantala guerra de los dioses y coloca a los Gigantes en un honor que no les es propio y amengua las acciones de los grandes dioses, y que Tifoeo, salido de las profundas moradas de la tierra, provocó el miedo en los celestiales y que todos ellos volvieron la espalda para la huida hasta que, agotados, los acogió la tierra de Egipto y el Nilo que se divide en siete bocas. Se dice que, dado que los dioses se metamorfoscaron allí en diferentes animales, esa file la causa de por qué después los egipcios rindieron culto a muchos animales. Pero entre los gigantes antes mencionados son recordados Ceo y lápeto ^'^ por Virgilio (Georg. I 279); Horacio (Carm. III4,S3 y SS) nombró a Mimante y Reto. Además estuvieron con éstos Asió, Cinno, Bcsbico, Almope, Equíon, Peloro, Ato, Celado, Damástor, Paleneo y otros muchos. Dicen que para vencer a los Gigantes sirvieron de mucho sobre todo el consejo de Palas y la fuerza de Hércules y de Pan quien, tocando una concha marina en aquel combate produjo un imponente terror a los enemigos, y después la de Baco, que sobresalió mucho con sus fuerzas. Así pues aquéllos, vencidos por obra de estos dioses, fueron arrojados a los infiernos y Encelado, colocado bajo el monte Etna, es atormentado con continuas llamas. Se dice que fue tan grande el tamaño del cuerpo de Tifoeo que, al estar encerrado por toda Sicilia con sus tres promontorios, toda está colocada sobre su cuerpo, sobre su mano derecha está colocado el Peloro, que mira a Italia; sobre la izquierda el Paquino, sobre sus piernas el Lilibeo, y su cabeza está oprimida por el Etna, según dice Ovidio en estos versos (Met, V 346-52): La extensa isla de Trinacria fue lanzada sobre los miembros del gigante y colocado bajo sus enormes moles atormenta a Tifoeo, que se atrevió a esperar las mansiones del cielo. El ciertamente se esfuerza y lucha a menudo por volver a levantarse, pero su mano derecha está aprisionada por el ausonio Peloro, la izjquierda por ti, Paquino, las piernas están oprimidas por el Lilibeo, deja caer su peso sobre la cabeza el Etna. Y, puesto que compañero de toda injusticia y crimen suele ser el castigo sobre todo contra la temeridad y avaricia de los Gigantes y de todos los desho­nestos están esos versos de Eurípides, en Helena (903-8), que no sólo deben ser citados por todos con la lengua sino ser sopesados con el máximo cuidado en la mente, versos que se tienen así; Pues odia el dios la violencia y ordena a todos que no adquieran los bienes mediante la rapiña. Ha de dejarse una riqueza que es injusta. Pues común es el cielo para todos los hombres y la tierra, en la que es preciso que los que llenan sus casas no tomen bienes ajenos ni arrebaten nada por la fuerza. Estas son las cosas que fueron confiadas a la memoria sobre los Gigantes por los antiguos; investiguemos qué contienen ellas oculto.

Se dice que los Gigantes son hijos de la Tierra y de Cielo, nacidos casi de un parricidio y de la crueldad de Saturno contra su padre porque normalmente no nace casi nada bueno de un adulterio y de una unión ilegítima, y aquellos que son de materia más densa casi no suelen ser templados y amigos de la justicia; por esta razón los cuerpos más densos son inclinados a los placeres y conservan la cólera durante más tiempo, no ceden con facilidad a la razón, son menos propensos a aceptar las disciplinas y son llevados la mayoría de las veces por el placer y el ímpetu de los espíritus. Sin embargo otros los consideraron hijos de Neptuno y de Ifímedía porque se dice que todos los crueles, inhumanos y fieros son hijos de Neptuno, pues sus cuerpos ignoran la bondad de costumbres a causa de la abundancia de

552 Titanes mencionados por Virgilio como hijos de la Tierra.

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humedad que no se disuelve con el sol, cuyos rayos ayudan mucho no sólo a formar ios cuerpos sino incluso a moderar los ánimos de los mortales. Pero, ¿qué otra cosa es Ifímedía que la pasión pertinaz y clavada en el ánimo, que no cede ni al consejo ni a la razón? Pues en aquellos cuerpos en los que hay grandes fuerzas es muy pequeño la mayoría de las veces el consejo y la prudencia. En verdad éstos como imprudentes, crueles y temerarios, que pensaban que no había nada honesto a no ser lo que les placía, se atrevieron a querer arrojar del cielo al propio Júpiter. Yo creería que esto no es otra cosa que el que los hombres imprudentes, a los que domina la pasión y el ímpetu de su ánimo, desprecian a los dioses y, según sus fuerzas, echan por tierra la religión, puesto que la religión es contraría a toda temeridad y falta de honradez. Pues sin religión y sin miedo a los dioses no puede hacerse nada justo ni piadoso ni santo. Pero, ya que compañeros de todos los crímenes son el suplicio, el castigo y las desgracias, porque Dios es el más severo vengador de los ultrajes, aquéllos fueron muy justamente castigados por Hércules, Palas y los otros dioses y sometidos a muy crueles suplicios en los infiernos, puesto que a ningún criminal le está permitido estar finalmente sin castigo. [Otros dijeron que este combate se realizó en Tesalia a causa de la ferocidad y del desprecio a los dioses de sus habitantes. Se dice que fiíeron sepultados los Gigantes, que exhsüaban fuego a causa de las cavidades sulíúteas, allí donde se encontró un hueso de pierna humana de un tamaño tal que apenas hubieran podido moverlo, tras ser colocado en un carro, treinta pares de bueyes.] Pero ahora háblese de Tifón.

Cap. 22: Sobre Tifón

Pero, puesto que se ha hablado de los Gigantes y sólo hemos tratado algunas cosas sobre Tifón, dado que se encuentran más cosas dichas sobre él que sobre cualquiera de los otros y no es la misma la causa de su nacimiento, me pareció que debe ser explicado aparte lo que por los antiguos se dice acerca de Tifón. Así pues, dejó escrito Homero, en el Himno a Apolo (III 300-9), que Juno, soportando muy mal que Júpiter hubiese parido sin ella de su cabeza a Minerva, suplicó al Cielo y a la Tierra y a todos los dioses de arriba y de los lugares infernales poder parir, también ella misma, sin unión con varón; y, tras haber golpeado ésta con la mano la tierra, a continuación en el instante siguiente nació de la Tierra Tifón, que fue entregado a una dragona para ser criado, según se deduce de estos versos: Y cerca estaba la fuente de hermosa corriente donde el soberano hijo de Zeus mató con su arco poderoso a la dragona bien alimentada, grande, salvaje monstruo, la cual causaba muchos males a los hombres sobre la tierra, por una parte muchos a ellos mismos y por otro a las ovejas de flacas patas, pues era un sangriento azote. Y en otro tiempo, habiéndolo recibido de Hera la de doradas flores, crió al espantoso y terrible Tifón, azote para los mortales al que, en efecto, en otro tiempo parió Hera, irritada contra el padre Zeus a causa de que el Crónida había engendrado a la ilustre Atenea en su cabeza. Por otra parte Hesíodo, en la Teogonia (820-2), creyó que Tifón o Tifoeo fue hijo de la Tierra y del Tártaro o Erebo, según se ve claramente en estos versos: Y después de que Zeus expulsó del cielo a los Titanes, la monstruosa Gea parió a su hijo más joven, Tifoeo, en amorosa unión con el Tártaro por mediación de la dorada Afrodita. Y, para no escribir aquí todos los versos de Hesíodo (820-39), que están al alcance de todos, desarrollaré en latín la opinión de Hesíodo improvisando así: Pero cuando Júpiter hubo expulsado del

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elevado cielo a los Titanes, inmediatamente después la nutricia Tierra engendró a Tifoeo, el último vastago de Erebo, cautivada por la dulzura de Venus. Tenía éste unos brazos de dura fuerza para cualquier tarea admirable y los pies rápidos, cien cabezas desde los altos hombros. Se elevaban torvas bocas de cruel dragón que lamían ciegas, además, con lenguas de triple dardo. Resplandecían de fuego los ojos bajo las negras cejas. Final­mente, cada cabeza exhalaba llamas y fuego. En todas éstas había voces y sonaban de modo distinto y producían un gemido que causaba pavor. A menudo atronaban con su boca a las grandes divinidades, de manera que parecían correr. Unas veces parecían mugir con el gran bramido de un toro, otras parecían producir el rugido de un salvaje león, otras veces emitir voces de perros ladrando. Los montes sombríos desde las profun­das raíces emitían de nuevo también el horrendo sonido. Pero aquel día, finalmente, hubiese parecido demasiado poderosa esta descendencia y hubiese vencido a hombres y a los dioses de arriba si el padre omnipotente, creador de hombres y de dioses, desde el alto éter no hubiese producido de repente un trueno y abundantes rayos. [Su crianza, según ha sido contada por Teodoro en la Guerra de los Gigantes, es discutida y llena de controver­sia, porque unos, entre los que estuvo el historiador Artemon (Jac. 569F4=Schol. Pyth, I 31c), pretenden que fue criado en Lidia, otros en Frigia, otros en Cilicia, en la muy célebre cueva llamada de Tifón, ya que también Homero (II. II 783) dice: En Arimos, donde dicen que estaba la guarida de Tifoeo.] Por otra parte Tifoeo era de un tamaflo de cuerpo admirable, pues era más alto que la cima de todos los montes incluso hasta las piernas: la cabeza tocaba los astros, una mano estaba extendida hacia oriente, otra hacia occidente. De sus hombros surgían cien cabezas de serpientes, en las piernas tenía muy grandes espirales de víboras. Su cuerpo estaba totalmente cubierto de plumas, cabellos desgreñados, barba abundante, ojos de fuego y mucho fuego salía hirviendo de su boca.

Al huir los dioses de éste, Júpiter lo persiguió hasta el monte Cáucaso en Siria y lo hirió con su rayo. Pero aquél después retuvo a Júpiter cautivo al que, con aquella hoz que le quitó, le cortó los nervios de las manos y de los pies y lo llevó colocado sobre sus hombros hasta Cilicia. Pero Mercurio secuestró a Júpiter y lo devolvió a su forma primi­tiva. Entonces Júpiter, persiguiendo a aquél por segunda vez, lo hirió con el rayo junto al monte Hemo, que fue así llamado por la abundancia de sangre que allí cayó de la herida; después a aquél, que huía a Sicilia, le arrojó encima el Etna, según atestigua Euforión; y Pindaro en las Olímpicas (IV 6-7) dice que Tifón, el de cien cabezas, se ocultaba bajo el Etna en estos versos: Pues bien hijo de Crono, que dominas el Etna, peso lleno de tormentas que oprime al terrible Tifón de cien cabezas. Otros atestiguan que fue abatido con flechas no por Júpiter sino por Apolo. Dejó escrito Estrabón, en el libro XVI (2,7.C750), que Tifón fue una serpiente, según pensaron algunos, pero no un hombre, que, fulminado mientras buscaba escondrijos para la huida, dividió la tierra con sus largos arrastres no lejos del río Orontes en el campo de Apamea, en Antioquía, junto a Seleucia. Sin embargo Pindaro (=Schol. Pyth. I 31c) y Homero (H. II 783) pensaron que Tifón fue sepultado en Cilicia, según atestigua Isacio en sus comentarios a Licofrón Otros dijeron que Tifón, fulminado por Júpiter, huyó a Siria y hasta el campo Pelusio, que está en

JÍ3 Si bien es cierto que Conti tía debido leer atentamente el escolio al v. 177 de Licofrón, la fuente directa para citar a Pindaro y a Homero es Schol. Pyth. I 31c, que también le ha servido para citar supra, II. II 783 ya que «Isacio» no menciona ni a Pindaro ni a Homero.

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Egipto, y se ocultó en el lago Serbónide, que se extiende desde Siria hasta el Pelusio, opinión que fue también la de Heródoto (III 5,3). Y también Apolonio, en el libro II (1208-15) de los Argonáutica, escribe que hubo un lugar a los pies del monte Cáucaso que se llamaba Tifaonia, donde recuerdan que Tifón fue golpeado por Júpiter en la isla de Nisa, junto al anteriormente citado lago Serbónide, según está en estos versos: [Lo vigila alrededor y por todas partes una serpiente ] inmortal e insomne, a la que la propia Gea dio a luz en las hoces del Cáucaso, donde la roca Tifaonia; dicen que allí Tifón, herido por el rayo de Zeus Crónida cuaruio tendía hacia él sus violentos brazos, derramó caliente sangre de su cabeza; después partió hacia los montes y la llanura de Nisa, donde todavía ahora yace sumergido en las aguas del lago Serbónide. Y nosotros compusimos unos versos nada despreciables (según pienso) en una carta que hemos conservado largo tiempo después de haberla enviado al muy ilustre e importante senador Miguel Soriano, caballero de Venecia, en verdad ornato brillante y nada mediocre de su patria y de todos los buenos, al que siempre he venerado de modo especial; pero así se tienen aquellos versos: Había una

fuente límpida, transparente en su cristalina agua, que no habían perturbado las aves, ninguna zarpa de fieras, ninguna hoja caída de los árboles; y el pastor no había conducido allí sus sedienttos rebaños. A su alrededor densos ramajes, y la hierba de su orilla era suave y estaba rodeada de espesos bosques. Aquí cayó por los dardos de Febo la mons­truosa dragona, peste y negra corrupción para los mortales. Pues ella había sido nodriza de Tifón; Juno había llevado a éste para ser criado y lo engendró en contra de Júpiter, puesto que él se permitió engañar el lecho conyugal y privó a su esposa de la dulce alianza de Venus cuando él solo concibió a Minerva. Así pues. Juno temió pálida que hubiese sido descubierta una nueva manera de engendrar hijos y que después no frecuentara a su esposa. Una vez que creció, la terrible criatura de Juno con pies de serpiente tocaba el cielo con su alta cabeza, innumerables plumas y serpientes cubrían su cuerpo, con la derecha tocaba las regiones del sol naciente, mientras estaba de pie, y con la izquierda las regiones del poniente. Sus cien cabezas, que exhalaban fuego de sus tutrices, se atrevieron a alzarse contra Júpiter y contra el cielo. Pero el padre omnipotente hizo caer sobre ¡as tierras con su diestra truenos y rayos; temblaron tos montes con un murmullo al que no estaban acostumbrados y pensaron que el mundo se desmoronaba con su trabazón deshe­cha. Pero finalmente se ocultó en el agua de Serbónide el propio Tifón golpeado por el fuego de un rayo inflamado. Luego, oprimido, soportó el peso del monte Etna. Así desprecia la violencia humana ta fuerza y cólera de Dios. Se cuenta que junto a Tifonia de la sangre corrompida del fulminado Tifón nació aquella serpiente que custodiaba en Coicos el vellocino de oro. [Aunque Acusilao (Jac.2F14=Schol. Nic. Ther . 12a) creyó que todas las serpientes habían brotado de la sangre de Tifón. Pero Apolonio de Rodas, en el libro que escribió Sobre la fundación de Alejandría (CoIIect. Alex. Powell, fr. 4=ibid.) pensó que de la sangre de Medusa, como oportunamente se dirá. Zenódoto (FHG MUUer, IV, p. 516 fr. 5=ibid.) contó una fábula muy distinta a éstas sobre el nacimiento de las serpien­tes, pues dice que hubo en la región del Ática un hombre, llamado Falange, que tuvo una hermana llamada Aracne; por lo demás, se dice que cuando Falange hubo crecido fue ins­truido por Palas en el arte de las armas, mientras que su hermana Aracne había aprendido muy atentamente todas las cosas que tienen que ver con la confección de las telas y el arte de coser. Pero se dice que, al haber tenido Falange relaciones con su hermana, la diosa se turbó por la fealdad de la acción y soportó la fechoría tan mal que convirtió a ambos en serpientes. Al estar grávida Aracne de su hermano, le fue ordenado por Palas que diera a

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luz no sin el mayor peligro de su vida, puesto que fue devorada por sus hijos, lo que se dice que también sucedió después a los demás de esta estirpe. Y algunos contaron este origen de las serpientes.] Pero, al arder el monte Cáucaso, éste huyó a Italia a las islas Pitecusas, según dice Ferecides (Jac. 3F54=Schol. Ap. Rh. II 1210/1). Por otra parte Nisa, en cuyo lago se ocultó por primera vez Tifón, no está lejos de Egipto, según se deduce de estos versos de Herodoro (Jac. 31F61=ibid.): Existe una Nisa, cima muy elevada frondosa por sus bosques lejos de Fenicia, cerca de las corrientes de Egipto Unos dijeron que Tifón fue enterrado en Frigia, otros que en Beocia, otros que en las Pitecusas. [Y nosotros en una ocasión abarcamos en estos versos griegos, para divertimos, toda la fuerza de la injusticia o de las injurias: Una cosa muy funesta para los mortales es la Injusticia, que arruina el género humano. A ésta, juntamente con las sombrías Erinies, la parió en verdad la Noche, divina entre los dioses, para Aqueronte el de hermosas aguas. En se,guida las malvadas hijas de Pluto acogieron a la muchacha. La Envidia arrogante, la joven Abun­dancia y la Cólera inmediatamente cogieron a la criatura, a la que alimentaron y cuida­ron, y la Soberbia le ofrecía sus pechos. Y la rodeó estrechamente de pañales la soberana Avaricia. Y, una vez crecida, obtuvo como amiga a la Audacia, el Odio y la Desvergüenza llena de gloria. Diversiones de éstos eran las no justas acciones de la diosa de Chipre, la sangrienta matanza y la gran violencia de la Rapiña. Se unió a éstas también la divina Temeridad. Con estas muchachas jugaba muy astuta y vanidosa la Injusticia, que nació antes y alada. Una vez crecida, sus dos ojos eran muy semejantes a la llama ardiente, la abundante muerte inhumana en sus cejas, en lugar de cabellos serpientes venenosas y densas. También los dos pies eran de serpientes y la uña afilada. Ella quiso dirigirse al cielo y arrojar a todos los inmortales y apoderarse inmediatamente del esplendente poder. Pero, fulminada por un proyectil de fuego, cayó a tierra en eí mismo día y su ala se quemó con la llama. Si no hubiese recogido a la divinidad que caía su amigo el Placer, no existiría ni siquiera el recuerdo de la Injusticia. Quemó todas las cosas y todas las destruyó y todas las perturbó cuando cayó desde arriba a la tierra de los hombres. Y no se cuidó de la impetuosa fuerza de los dioses bienaventurados y no respetó ni la fuerza ni la gloria ni a los mortales; de modo que los hombres promulgaban muchas leyes acerca de ésta y vestían pesadas corazas y llevaban armas y en relación a ésta inventaron la acción del dios que excita a la batalla y las filas del ejército que lamenta la guerra. Pero de todas maneras se regocijaba contemplando la muerte, las guerras y las batallas y viendo las cenizas de las casas incendiadas. Y gozó con el frenesí guerrero y con los odios de los de la misma sangre. La Injusticia sola rompe todas las cosas de los hombres, ella misma expulsa a los reyes de sus tronos sujetos con oro y les arrebató sus construcciones de oro. Y si la Infamia no hubiera contenido la locura de la Injusticia, el saqueo de todas las cosas hubiera sido muy fácil para los mortales. La joven envió hacia los cuervos y a la ruina total a la Injusticia y demostró que es el receptáculo del mal. Con la Injusticia no hay amistad firme ni felicidad alguna, la tranquilidad huye y no permanece el respeto, sino que dirige las batallas, discusiones, desórdenes, daños, ruido, guerra y el temor que ator­menta, y les procura estrépitos, perturbaciones y rapiñas, gritos de guerra, estremeci-

554 Estos versos que atribuye a Herodoro, debido a la lectura de Schol. Ap. Rh. II 1211 (como demuestra el término keras: cima) son los mismos que hemos encontrado en V 3 Sobre Baco, correspondientes al Himno bomérico a Dioniso (I) cuya fuente en aquella ocasión era Diod. Sic. III 66, 3 y I 15, 7.

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miento y huida. Pues tanto como uno está eminentemente alejado de estos males, tanto tejos está de la malvada Injusticia. Puesto que tan sólo Dios habita to más lejos posible, únicamente Dios es especialmente feliz. Versos que así fueron traducidos al latín por Lorenzo Gotio, amigo mío, al que, a causa de su singular bondad y elegancia de costum­bres, tengo en especial estima. Pero como las reglas del verso no permite con tanta facilidad injusticia en su lugar se emplea deshonestidad No hay ninguna cosa más peligrosa para los mortales que ta Deshonestidad: ella destruye el género humano. A ésta, nacida de Aqueronte, el rio que fluye con negra agua, la parió ta pálida Noche en el mismo parto que a las Furias. LMS crueles hijas de Pluto se apoderaron de la muchacha. La Envidia, que no proporciona felicidad, y además su hermana la Abundancia; la Sober­bia ofreció sus ubres para que fueran secadas y la propia Ira, divinidad que debe ser temida, alimentó a ésta con su pecho. La regia Avaricia oprimió estrechamente a la muchacha con fajas y a ella se unió como compañera la Temeridad y la Audacia que carece de vergüenza junto con el Crimen. Las diversiones de éstos eran las impías accio­nes de la diosa de Pafos, las crueles muertes y ta muy abundante violencia de la Rapiña. Luego se añade a éstas como compañera la Petulancia en persona. La Desvergüenza solía jugar con estas muchachas, engañosa, que antes nació con atas. Sus propios ojos eran muy semejantes a la llama ardiente, en sus párpados jugueteaba la abundante muerte. Sus sienes tas lamían apretadas serpientes en lugar de cabellos y tenía uñas curvas y pies de serpiente. Se atrevió a atacar tos reinos celestiales del Tonante y en su vuelo intentó arrojar de allí a los dioses. Pero, golpeada por el implacable fuego del resplande­ciente rayo, se desliza hacia la tierra, cae su ata quemada. Y, si no hubiera recogido a ta que caía su amigo el Placer, no existiría ni el nombre ni la fuerza de la Deshonestidad. Destruyó muchas cosas, devastó, arruinó muchas aquélla tan pronto como cayó en la patria de los hombres. Y no creyó que debía ser evitada la cólera de los dioses de arriba, no la aterrorizó ta Vergüenza, no fue vencida por el Miedo. Contra ésta los mortales establecieron leyes y revestidos de dura coraza llevan dardos ensangrentados. Contra ésta la Juventud, grupo que lamenta la guerra, y los combates ensangrentados del dios lucha­dor. Pero se alegró contemplando tos combates, guerras y luchas y que las casas habían caído convertidas en cenizas. Y se alegró con tos odios de tos allegados y con la feroz peste. La inicua Desvergüenza destruye a los hombres, hace caer a tos reyes juntamente con sus palacios, a ta vez que entrega a tos caídos a tas profundidades de ta Fortuna. Y si no le hubiese frenado un poco ta Infamia contemplada, entonces ta cruel Desvergüenza habría destruido todas las cosas. La cruel Desvergüenza es enviada junto a los cuervos y es evidente que es el fiero receptáculo de los mates de todo tipo. No existe ningún descanso, ningún pudor o riqueza, ningún vínculo de amistad con ta desvergüenza. En su corazón hay discusiones, reproches, riñas, griterío, estrépito, guerras, odio, afrenta, rubor, pavor, temblor, incendios, daños, tumultos y el dolor que produce infelicidad y junto a éstos ta rapiña y la huida. Finalmente uno está tan alejado del pesar cuanto lejos de él mismo esté ta desgraciada Desvergüenza. Y, puesto que Dios es el único que claramente está lo más lejos posible, habrás de decir que Dios es el único feliz. 1 Algunos creyeron que Tifón fue rey de Egipto, un hombre inhumano y fiero, a causa de cuya crueldad casi todo Egipto fue devastado y arrasado; y éste fue así llamado por la natura-

555 Esto es iniustitia, -ae es sustituida por improbitas, -atis.

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leza de una serpiente muy cruel o porque, según la costumbre de las serpientes, devastaba Egipto; y a éste, según dice Heródoto en Euterpe (II 144), lo quitó de en medio Osiris. Otros piensan que Tifón fue una enorme serpiente, porque este animal, al ser llamado amphibion por los griegos dado que vive igualmente en el agua y en la tierra, se representa unas veces bajo las aguas, otras oculto bajo tierra. Esta serpiente fue así llamada porque, a causa de la especial virulencia de su veneno, quemaba todas las cosas y hacía que se secaran al contacto. Así pues, como lo expulsaba de todas partes la violencia del aire y no podía encontrar una temperatura lo suficientemente adecuada para sí, se dice que por miedo a Júpiter huyó a Egipto donde, al ser incapaz de soportar el calor, murió sumergido en un lago. Se dice que éste nació de la tierra golpeada por Juno porque es tan grande la fuerza de la temperatura del aire algunas veces que nacen plantas admirables de tamaño y de forma y animales inauditos. Otros recondujeron esta fábula en su totalidad a la naturaleza, puesto que escribe Estrabón, en el libro V (4,5-6.C243-5), que todo el territorio que se extiende de Cumas a Sicila, el Etna, las islas Lipari, Pozzuoli, Ñapóles, el campo de Bayas y las Islas Pitecusas suelen tener bajo ellas algunas cuevas profundas que convergen en un solo lugar, las cuales también se extienden hasta Grecia, en las que es muy abudante la violencia del azufre. Por ello, al producirse frecuentemente en algunas épocas,-cuando soplan vientos subterráneos, en estos lugares terremotos y saltar hasta muy lejos efluvios de llamas y de aguas hirvientes y exhalaciones de fuego y cenizas con rescoldos, contaron los antiguos mediante fábulas que aquella serpiente o tirano de Egipto fue condenado con un etemo suplicio a yacer bajo estos lugares y, cuantas veces se movía éste, vomitaba fuego y cenizas y agitaba las tierras. Dicen, además, que hubo un lugar en la isla de Sicilia llamado Epomeo, surgido a causa de terremotos e incendios casi en medio de la isla, que se originó al mover Tifoeo un hombro. Otros creyeron que Tifón era la fuerza, no ciertamente de los vientos subterráneos sino de los que soplan desde un lugar elevado, el cual tocaba con sus manos [la. región de] oriente y occidente y cuyas cabezas llegaban muy alto hasta los astros, pues los vientos vagan en mucha extensión. Le atribuyeron muchas cabezas a causa de las diversas fuerzas de los diferentes vientos; el cuerpo estaba cubierto de plumas a causa de la rapidez; abiededor de sus piemas abundantes anillos de víboras debido a la fuerza perjudicial algunas veces de los vientos; los ojos eran de fuego y exhalaba llamas de su boca a causa de la materia de los vientos que stirge de los vapores secos y cálidos. Se crea la ficción de que huyó al monte Cáucaso porque en los montes dominan la mayoría de las veces los vientos. Otros condujeron esto ai primer origen del mundo, ya que dicen que tan gran violencia e inflamación de los vientos nació del Erebo o de Caos, después fue reprimida por Júpiter, ya que Júpiter es la eukrasia o la temperatura adecuada, y a esta violencia lo oprimió la temperatura del cielo y del empíreo. Pero, dado que a causa de los lugares cavernosos los vientos y los fuegos son subterráneos, contaron después mediante fábulas que éste fue fulminado en Sicilia por Júpiter. Otros creyeron que Tifón es la naturaleza pestilente del aire contaminado por el excesivo calor, porque la fuerza excesiva del calor perjudica mucho a los cuerpos humanos y los hace muy débiles para soportar los restantes cambios de tiempo. Luego, por haber cesado el calor en un momento determi­nado al retirarse el sol a lo largo del círculo del Zodíaco, se produjo una gran abundancia de lluvias y truenos, puesto que las lluvias no podían condensarse por el calor. Entonces cayeron muchos rayos por lo que Júpiter hizo huir con sus rayos a Tifón en principio hacia Egipto y a los lugares más cálidos al sur, después lo sepultó bajo el Etna. Algunos pensaron que Tifón fue un hombre fiero y osado que intentó arrojar a Júpiter de su reino

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tras haber reunido una gran tropa de desterrados y envidiosos; por ello, debido a su poder, le atribuyeron un cuerpo tan grande. Dado que con su persuasión inflamó a algunos contra Júpiter, se dijo que solfa exhalar fuego de su boca y que le cortó los nervios a Júpiter. Mercurio le robó éstos y los devolvió a Júpiter porque con las palabras de Júpiter se reconciliaron después los ánimos de aquéllos que se habían separado del partido de Júpiter. Recondujeron de nuevo esta fábula para apartar los espíritus de la ambición otros que, al querer poner de manifiesto que aquélla era el peor de casi todos los vicios, dijeron que era hija del Erebo y que exhalaba fuego de su boca. Esta se alzó contra Júpiter porque no hay ningún cuidado de la religión, ninguno del amor a los hombres, ninguno de la justicia cuando brota la locura de la ambición. Puesto que ésta tiene muchas cabezas, pusieron de relieve las muchas maneras, las muchas preocupaciones y las muchas molestias de ella. A este Tifón, o a esta ambición que huye de acá para allá, la oprime y la quebranta porque, aunque el deseo oponga resistencia durante algún tiempo al razonamiento y a la sabiduría, sin embargo es vencido finalmente por aquéllos y no hay ningún sabio que por fin no se someta a la razón, aunque sea agitado un poquito por el deseo. Pero ahora hablemos acerca de Paris.

Cap. 23: Sobre Paris

No neciamente ni en vano, sino para demostrar la inconstancia de la vida humana, fueron confiadas a la memoria por los antiguos aquellas cosas que se contaron sobre Paris, hijo de Príamo y de Hécuba, a saber que juzgó a Palas, Venus y Juno, que rivalizaban en hermosura. Y, para remontarme a muy antiguo, dicen que Hécuba, grávida, soñó que ella había dado a luz una antorcha de ardiente fuego que quemaba toda Asia, y a ésta, que preguntó a los adivinos, se le dio como respuesta que el niño que llevaba en su vientre habría de ser la causa de la destrucción de su patria asunto que tocó así Ovidio en la Epístola de París a Helena (XVI 45-9): Le pareció a ella en las imágenes del sueño que de su preñado vientre daba a luz una enorme antorcha encendida. Aterrada se levanta y cuenta las temibles visiones de la obscura noche al anciano Príamo, él a los adivinos; el vate canta que Ilio habrá de arder con el fuego de Paris. Por ello, una vez que hubo nacido el niño, Príamo lo entregó a Arquelao para que fuera expuesto a las fieras, y recuerdan que éste, expuesto durante cinco días, mamó la leche de una osa. Pero, según contaron otros, Hécuba se cuidó de que fuera criado por los pastores en el monte Ida; y no faltaron quienes dijeron que él fue criado como hijo por el propio A r q u e l a o [ P u e s , en efecto, ¿quién podrá evitar las cosas que han sido decretadas y establecidas por una determinada decisión de Dios? En verdad, también Tiestes había ordenado que fuera expuesto a las fieras su hijo Egisto, tenido de su hija Pelopia, porque un oráculo le había advertido que aquél iba a ser el autor de muchos males y, sin embargo, encontrado por un pastor en el bosque y alimentado por las cabras de donde tomó el nombre, asesinó a Atreo y a Agamenón; y a Troya no la salvó que París fuera arrojado ni Saturno pudo evitar a Júpiter, aunque antes habían sido advertidos por los oráculos, si así había sido establecido

556 Acerca del sueño de Hécuba, cf. Ruiz de Elvira, Mil. Cías. pp. 399-400. 557 Sobre la infancia de Paris, véase Ruiz de Elvira, Mit. Cías. p. 400.

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por la divinidad.] Una vez hubo crecido éste, obtuvo gran fama de justicia y equidad; y como una vez hubiesen robado los ladrones y piratas las vacadas del rey y las alejaran, los persiguió con las armas junto con otros pastores del rey y, tras dar muerte a los piratas, recuperó las vacadas, por lo que fue llamado Alejandro, según atestigua él mismo sobre sí en la Epístola (XVI 359-60) de Ovidio: Casi un niño recuperé las vacadas sustraídas por los enemigos tras haberles dado muerte y de ahí obtuve la razón de mi nombre. Después, al haberse revelado como el más fuerte en los Juegos Agonales que durante esta época tenían lugar en Roma, fue finalmente reconocido por Príamo y aceptado en palacio. Pero cuentan mediante fábulas que sucedió en la época en que Paris estaba todavía entre los pastores que llegaron a las bodas de Tetis y Peleo los dioses, todos convocados a excep­ción de la Discordia, a la que no había invitado nadie. Soportándolo ella esto muy mal, arrojó por la puerta una manzana elegante y muy hermosa con la inscripción: Que la coja la más hermosa Mercurio la recogió y la leyó, según atestigua Luciano en el Diálogo de Panope y Galene (Dial. mar . 5,2). Entonces se originó una gran disputa y rivalidad entre los muchos dioses que la rechazaban, cediendo las demás ante tres diosas. Y Júpiter ordenó que este juicio fuese llevado ante el muy justo Paris, según era considerado enton­ces. Escribió Estrabón, en el libro XIII (1,51.C605), que en Antandro, un monte así llamado que se eleva en Alejandría, fueron juzgadas aquellas diosas por Paris, aunque Ovidio escribe que esto tuvo lugar en los montes del Ida también en estos versos: Cuando Venus, Juno y Palas, en los montes del ¡da, prestaron sus cuerpos a mi juicio. Dicen que a éste trataron de ganarlo todas las diosas con grandes regalos, ya que Juno le prometía el gobierno de Asia y de Europa, Palas aseguraba mediante promesas que ella le haría más sabio que todos los jgriegos, en cambio Venus decía que ella le habría de conceder la más hermosa de todas las mujeres si se le adjudicaba la victoria de la belleza. Este asunto lo tocó así Ovidio en la Epístola de Paris (XVI 79-81): Y tan grande es la preocupación de vencer. Arden en deseos de tratar de ganar mi juicio con grandes regalos: la esposa de Júpiter habla de reinos, la hija de valor. Y son muchas las restantes cosas que están escritas en esta misma Epístola en este sentido, cosas que también muy extensamente declaró así Eurípides en las Troyanas (925-31): Y por una parte el regalo de Palas a Alejandro era conquistar la Hélade al mando de los frigios, por otra parte Hera le prometió obtener el reino y ¡as regiones de Asia y Europa si Paris la elegía; por su lado Cipris, ensalzando mi figura, prometió entregarme si superaba en belleza a las diosas. Casi en aquella misma época sucedió que la belleza de Helena era muy célebre en toda Grecia y se consideraba que ésta superaba por sus riquezas y la nobleza de su linaje a todas las demás mujeres. En efecto, era hija de Tindáreo rey de Ebalia, y de Leda, según pensaron algunos, aunque otros dijeron que Júpiter se unió convertido en cisne a Leda, que de él concibió un huevo, del que nacieron Pólux y Helena. Y de otro huevo concebido de Tindáreo nacieron Clitcmnestra y Castor Otros creyeron que Helena era hija no de Leda sino de Nemesis y dicen que Leda fue su nodriza y Júpiter su padre, según dice Pausanias en Los asuntos del Ática (I 33,7). Quienes pensaron que nació de Júpiter

558 Para lo relativo a la inscripción de la manzana, cf. Ruiz de Elvira, Mit. Cías. pp. 395-98, en especial p. 397 y el artículo citado en nota 48.

559 Como ya hiciéramos en nuestra traducción de G.D. escribimos Tindáreo pese a que Conti habla de Tíndaro. Cf. nota 58.

560 Cf. nota 59.

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convertido en cisne dijeron que el cisne fue colocado entre los astros para eterna memoria de este hecho**'. Así pues, al destacar de modo admirable por su belleza, todos los príncipes de las ciudades griegas llegaron a su presencia para pedirla en matrimonio; puesto que ella había sido raptada con anterioridad por Teseo, [y se dice que tras haber dado a luz de él levantó en Argos un templo a Lucina,] y devuelta después a sus hermanos que la reclamaban, y puesto que parecía que recaería un gran odio contra aquél que la obtuviera, todos, esperando cada uno alcanzarla para sí, se juramentaron, ante la ley promulgada por Tindáreo, a defender según sus fuerzas si alguno intentaba violarla o quitársela al marido legítimo, según atestigua Pausanias en Los asuntos de Laconia (III 20,9 y 24,10-1). [Pues se dice que, no lejos del llamado Platanistas y del santuario de Minerva Parea, Tindáreo convocó a los pretendientes, quienes sobre los testículos de un caballo castrado juraron que ellos defenderían a Helena y la guardarían de la injuria, en el caso de que sus nupcias fueran violadas por algunos; después de aquel juramento, Tindáreo enterró el caballo, según escribió Pausanias en Los asuntos de Laconia (III 20,8-9). Por ello, cuando Hércu­les hizo un pacto con los hijos de Neleo, dada la palabra por una y otra parte, tras haber sacrificado un jabaU, él mismo y aquéllos juraron sobre sus testículos y reftendaron el juramento hecho anteriormente, según escribió Hecateo en Foroneo (Jac.lF25 bis). Y éste no se llevaba a cabo en cualquier momento, según dice Dcmóstenes en su discurso Contra Aristócrates (68), al ser un juramento de gran peso, y no en cualquier época sino en días determinados, según se deduce de estas palabras: Después esto no producirá un juramento al azar sino que nadie jura sobre ninguna otra cosa: estando de pie junto a las entrañas cortadas de un jabalí y de un carnero y de un toro y de aquellos degollados es necesario hacerlo por éstos y en los días que conviene. Es más, también fue una ceremonia solemne entre los atletas olímpicos, tras pronunciar unas palabras sobre los testículos de un jabalí castrado antes de iniciar los juegos, jurar que ellos no habrían de cometer ningún fraude o asechanza y los cerdos, una vez hecho el juramento, no eran de ninguna utilidad. En efecto, a causa de la superstición, se tenía el cuidado de que los hombres no comieran las víctimas sobre las que se había jurado. Y también Homero atestigua que aquel jabalí castrado sobre el que Agamenón juró que él no había tocado a Briseida fue arrojado al mar por Taltibio de acuerdo con el rito de los antiguos sacrificios, según se deduce de estos versos del libro VII (XIX 264-8) de la Ilíada: «Y si algo de esto juro en falso, que los dioses me den muchos males, cuantos dan a quien peca contra ellos jurando». Dijo y con el cruel bronce corta las entrañas del jabalí, al que por su parte Taltibio arrojó dando vueltas al gran abismo del espumoso mar para pasto de los peces. Plutarco, en Cicerón (10) y Publicóla (4), dice que entre los conjurados tenían un procedimiento muy distinto, puesto que mataban a un hombre y todos los conjurados, obligados por este grande y horrendo juramento, bebían su sangre y comían sus entrañas. Esquilo, en la tragedia que escribió de los Siete contra Tebas (42-8), demuestra que fue costumbre propia de los conjurados que todos los conjurados tocaran la sangre de la víctima sacrificada por este motivo, según está en estos versos: Pues siete hombres, impetuosos jefes, desollando un toro sobre un gran escudo guarnecido de negro y cogiendo con sus manos la sangre de toro, juraron por Aries, Enio y el Terror, ávido de sangre o, preparando destrucción para la ciudad, saquear por la fuerza la fortaleza de los cadmeos, o, muriendo, empapar la

561 Cf. Hyg. Poet. Astr, II 8.

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tierra con sangre. Entre los antiguos existió también la costumbre de que quienes juraban sostuvieran en sus manos una masa de hierro incandescente y rogaran a los dioses y les suplicaran que aquel juramento fuera estable hasta que flotara en el agua aquella masa que inmediatamente arrojaban a lo profundo, según atestigua Calimaco (fr. 388,9 Pf.=Schol. Soph. Antig. 264): De los foceos, hasta que la gran masa incandescente en el removido mar. Y Sófocles en Antígona (264-5): Y estábamos dispuestos también a coger con las manos hierros candentes y a saltar en medio del fuego y a jurar por los dioses. Pues, en efecto, pensaban que aquellos que juraban con razón y sin culpa sostenían sin daño incluso masas de hierro incandescente y andaban impunemente sobre el fuego, y se guardaba enteramente un rito en los pactos, otros en las conjuramentaciones y otro en los juramen­tos.] Después sucedió que Paris delegado [y enviado] navegó con veinte trirremes a recla­mar a Hesíone, que Telamón había raptado tras morir su padre Laomedonte. Y éste fue recibido muy cordialmente en hospitalidad por Menelao, a quien le había correspondido la boda de Helena. Pero como tuviera que volver sin haber concluido el asunto, se dice que él, despreciado el derecho de hospitalidad y la amistad de Menelao, se adueñó de aquella meretriz, Helena, con gran abundancia de dinero y de bienes regios, según escribió el autor de los Cantos Ciprios y Heródoto en Euterpe (11 115-7). Sin embargo este mismo en Clio (I 2-3) dice que Alejandro navegó no para reclamar a Hesíone sino impulsado por los ejemplos de épocas anteriores, porque los egipcios le habían raptado a los griegos a lo y los griegos a los egipcios Europa y Medea a los coicos, quienes no volvieron con los que las buscaban; con esta decisión navegó para raptar a Helena, cosa que afirma Ovidio (Her. XVI 345-50) en estos versos: Los tracios cautivaron en nombre de Aquilón a la hija de Erecteo y sin embargo la ribera bistónide estuvo al resguardo de la guerra. A la Fáside la transportó en un barco recién construido el pagaseo Jasón. Y la tierra de Tesalia no fue mancillada por una tropa de Coicos. También el que te raptó a ti, Teseo, raptó a la Miru)ide; sin embargo Minos no convocó a los cretenses a ninguna guerra. [Y un poco antes (33-6);] Y no vengo como admirador a las ciudades griegas (más ricas son las ciudades de mi reino). Te busco a ti, a quien la dorada Venus ha prometido para mi lecho. Te deseé antes de que me fueras conocida. Pues así ocurre muy a menudo que la impuni­dad de los pecadores sirve de ejemplo y acicate para acometer otros delitos. [Pero Diog­neto, en Los asuntos de Esmirna, dice que Alejandro no fue enviado como embajador y escribe que no fue incitado por los ejemplos de los héroes antiguos sino por orden de Venus, bajo cuyos consejos también Harmónidas o, según opinó Andretas, Feraclo, fabricó una nave para él y navegó hacia allí. Y recuerda que, tan pronto como Alejandro la hubo visto, cayó en su deseo. Otros dijeron que Helena fue raptada por Paris cuando entre las Bacantes hacía sacrificios en honor de Ino en la orilla del mar y se la llevó a Egipto y allí se unió a ella por primera vez.] Así pues, se cuenta que Paris navegó con ella a Egipto porque tenía miedo de que Menelao los persiguiera con una flota de lacedemonios; y una vez que hubo llegado allí a Canóbica, puerto del Nilo, encontró en la costa un templo de Hércules en el que, si se ha refugiado allí algún sierrvo tras realizar unos ritos ceremonia­les, no podía ser violado por nadie; al haber delatado en este lugar los siervos el crimen de Alejandro ante los sacerdotes, soportaron muy mal en primer lugar la iniquidad de la injuria que había causado a Menelao, después, enviada una embajada acerca de este asunto a Menfis junto a Proteo, los siervos recibieron la orden de apresar a Alejandro, que intentaba cometer injusticias, y conducirlo ante Proteo. Llenando a éste de reproches. Proteo, ciertamente, lo envió con sus compañeros, pero retuvo junto a sí a la esposa y las

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riquezas de Menelao hasta la llegada de Menelao y ordenó que en el plazo de tres días saliera Alejandro de todo el territorio de los egipcios. Hay quienes dicen, entre los que está Duris de Samos, que Alejandro escapó a Troya sin llevarse nada; otros dicen que volvió a su patria con una imagen viva de Helena, según pensó Eurípides (Hel. 33-5). Y no faltaron en verdad quienes recuerdan que Alejandro volvió al punto a la patria en línea recta y que las embajadas de los griegos enviadas para reclamar los bienes no fueron ni siquiera escuchadas por los troyanos. Se cuenta que sólo una vez se unió Alejandro a Helena en el territorio de los atenienses, aunque se dice que fueron hijos de Helena y de Paris Bunico, Cortito, Agano e Ideo. [Otros dijeron que en Granas, que es una de las Espóradas, se unió Paris a ella, isla que más tarde fue llamada por ella Helena y, como Paris forzara en contra de su voluntad y casi por la fuerza a la que ya se arrepentía de haber abandonado a su marido, se dice que de sus lágrimas nació la hierba llamado helenio, la que, si es bebida por las mujeres en el vino, se cree que excita el deseo amoroso y mueve a reír, según escribió Alejandro Comelio en Los asuntos de Frigia. Y aunque se dice que Helena fiíe devuelta virgen por Teseo a sus hermanos, no faltaron quienes consideraron a Hermlone hija suya y de Teseo y, según creyó Duris (Jac. 79F92=Schol. Lyc. 513) a Ingenia. A ésta, además, le atribuyeron algunos como hijos a Nicostrato, Efíola y Menelao.

[Pero, puesto que el fm de una vida criminal rara vez suele ser feliz, Helena final­mente, muerto Menelao, arrojada de su casa por sus hijos Nicostrato y Megapentes debido a la vergüenza de su vida anterior, se dirigió a Rodas junto a su compatriota Polixo, que por esa época gobernaba aquella isla. Pero, dado que Tlepólemo había muerto a causa del adulterio de Helena en la guerra de Troya, deseando vengar la muerte de su marido envió contra Helena mientras se bañaba a sus esclavas con atavíos de Furias, las cuales, tras haberla aprehendido y haberla colgado en un árbol estéril, finalmente le dieron muerte ahorcándola, según fue escrito por Pausanias en Los asuntos de Laconia (III 19,9).] Y así este mismo Alejandro fue después un ciudadano cobarde y pernicioso para su patria, según demostró Homero en el libro III (38 ss.) de la Ilíada. Este, como había sido predicho por los intérpretes de sueños, atrajo contra sí los ejércitos de toda Grecia y sus ciudadanos, éste, debido a su pasión, hizo desmoronarse hasta los cimientos su patria y el remo más poderoso y más antiguo de Asia, éste, finalmente, hecho venir de la isla de Lemnos, es asesinado; y que todas estas clases de calamidades le fueron predichas por Nereo lo atestigua Horacio, en el libro I (15) de los Poemas. Se relatan en parte a modo de historia, en parte de fábula, las cosas que acerca de Paris fueron confiadas a la memoria por los antiguos.

Algunos antiguos han imaginado que se inventó esta fábula sobre la generación de las cosas naturales, pues ¿qué otra cosa pueden significar las bodas de Tetis y Peleo a no ser que de la mezcla del agua y de la tierra con la ayuda del calor nacen los cuerpos de la naturaleza? En efecto, pelos es cieno y limo, en cambio Tetis agua, como se dirá después. A la mezcla de estos dos, del mismo modo que a las bodas, acudieron todos los dioses, porque nada puede producirse de la materia sola sin artífice. Pues las almas, bien las mortales de los animales, bien las inmortales de los hombres, deben ser introducidas en los cuerpos y, puesto que dominan totalmente incluso en los cuerpos de los animales, es adecuado que ellas vengan desde un lugar más noble que aquél en el que están los propios elementos, pues el alma de los mortales es extraída del aire o del fuego o de los cuerpos celestes o de todos éstos, y hay una cierta armonía a consecuencia de la igualdad de las proporciones o algo más noble que todos éstos pero desconocido; dijeron que ella es

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atribuida por los demás absolutamente a todos los cuerpos y que asumía algunos poderes propios de cada una de las virtudes celestes. Por eso se dijo que todos los dioses vinieron a las bodas de Tetis y Peleo. De éstas estuvo ausente la Discordia, la única de todos los dioses, porque las cosas no pueden conservarse a no ser mediante la amistad y las propor­ciones cuanto más de acuerdo están entre sí tanto más cobran fuerza y florecen. Pero al acercarse la Discordia y la desigualdad de las fuerzas naturales, entonces no sólo desapa­rece la proporción sino que incluso se viene abajo toda mezcla. Pero así como la amistad es el principio de la generación, así la discordia y el litigio lo son de la corrupción. No veo qué otra cosa relacionada con la naturaleza se contiene en esta fábula, por lo que la parte restante de la fábula tiene que ver con las costumbres. Las ciudades, imperios, naciones, experimentaban esta misma fortuna que cada uno de los cuerpos naturales, los cuales se desmoronan hasta los cimientos a causa de la discordia. En efecto, casi siempre hay discordia y rivalidad entre estas tres diosas, Palas, Juno y Venus, puesto que aparece como algo molesto para las ciudades lo que sucede la mayoría de las veces: que poco expertos y necios dominen sobre los más expertos y los sabios, que los carentes de recursos sobre los ricos, entre los que es casi natural la discordia; que lujuriosos e impuros gobiernen sobre hombres puros y moderados; pues que todas estas cosas se den en uno solo, es decir que una misma persona sea sabia y moderada y rica es lo más difícil de todas las cosas; si acontece esto, nadie soportará de buen grado el gobierno de aquél. Porque, por otra parte, [no verdaderas sino] falsas son las cosas que se han contado sobre Paris, e incluso en Ovidio (Her. XVII 129-30) no las cree una mujeruca que dice así: Ciertamente, con dificultad puedo creer que divinidades celestiales lian sometido su belleza a tu criterio. Así pues los antiguos, para impulsar con fuerza a los hombres que tenían que reinar hacia las dotes de mando, inventaron esta fábula, mediante la cual dijeron que convenía que fuera moderado, sabio y con fortuna aquel que tenía que gobernar a los restantes hombres, puesto que Paris, tras despreciar la sabiduría y las riquezas por su lujuria perdió el imperio [en el que no podía mantenerse en absoluto sin la ayuda de aquellas diosas]. Pues cuando uno se recrea más en una afición, se dice que esa apetencia del ánimo es Paris. A éste le fueron concedidas aquellas diosas para que las juzgara y todas parecían dignas de vencer, aunque Juno prometía el reino. Palas la sabiduría, Venus la mujer más hermosa, para obtener la victoria en aquel certamen. Pero, ¿quién en su sano juicio va a elegü* en lugar del poder, las magistraturas o los honores a la más vergonzosa cortesana? ¿O quién, a no ser un impuro, abraza el placer en lugar de la sabidiuía, el don más divino de los dioses? O quien ha hecho esto, ¿cómo no va a crecer siendo un ciudadano criminal y pernicioso para su patria? ¿Qué hosphalidad no es capaz de violar éste? ¿A quién no le ha sido dado este juicio? No hay ninguno de nosotros, gracias a los dioses inmortales, que no condene a Paris por su juicio, pero tampoco hay casi nadie que no imite el vergonzoso juicio de Paris. Exponiendo esta acción vergonzosa de Paris, los antiguos hicieron que nosotros condená­ramos nuestra propia locura, pues Venus, a la que Paris consideró en tanto, no es otra cosa que la locura, como su propio nombre significa, según atestigua Eurípides en las Troyanas (989-90) en estos versos: Pues todas las tonterías son Afrodita entre los mortales, y con razón el nombre de la diosa comienza por insensatez- Con razón fue hecho excelentemente por la propia naturaleza que se le diera al placer un breve momento pues, si se da un mayor espacio de tiempo a los placeres, comprobaremos que los hombres somos los más crueles y los más locos de todas las bestias. Y suficiente sobre Paris, ahora hablemos acerca de Acteón.

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Cap. 24: Sobre Àcteón

Recuerdan que Acteón sufrió un suplicio no pequeño porque se atrevió a contemplar desnuda a Diana; ponían de relieve que se debía un honor tan grande a los dioses inmorta­les. Fue éste, según escribió Tzetzes, en la historia 61(567-8) de la VI Quiliada, hijo de Autónoe, la hija de Cadmo, y de Aristeo, quien, como se complacía en la caza de manera admirable, como es natural al haber sido criado por Quirón, según dice Apolodoro en el libro II (III 4,4), se dice que cansado solía dormir en una roca que estuvo no lejos de Mégara en dirección a Platea, que también fue llamada roca de Acteón. Escribió Pausanias, en Los asuntos de Beocia (IX 2,3), que Acteón vio a Diana lavándose en una fuente cercana a aquella roca y ella, no pudiendo soportarlo, introdujo la rabia en los perros para que lo despedazaran. Abarcó esta fábula en muchas palabras Ovidio, en el libro III (138-252) de las Metamorfosis, quien escribe que aquél no tenía por costumbre dormir sobre una roca sino en una cueva próxima a aquella fuente. Se dice que por esta causa fue convertido en ciervo y despedazado por sus perros en el Citerón, porque continuamente criaba muchos como fieras, según puso de relieve Eurípides en las Bacantes (337-9) de este modo: Ves el desgraciado destino de Acteón, al que despedazaron los carnívoros cachorros que crió, mejor en la caza. Realmente, los nombres de los perros por los que fue despedazado Acteón no significan otra cosa que o bien los colores de los cuerpos o bien la sagacidad que es propia de los perros. En efecto, son éstos: Melampo, el que tiene las patas negras; Icnobates, que persigue por las huellas; Pánfago, que todo lo come; Dorceo, perspicaz; Oríbaso, montaraz; Nebrófono, que mata los cervatillos; Lélape, huracán; Te-ron, fiera; Pterelas, alado; Agre, el que busca; Hileo, selvático; Nape, que vaga por los desfiladeros; Peménide, perra de los pastores; Harpía, rapaz; Ladon, semejante a un cerva­tillo; Drómade, corredor; Cánaque, ruidosa; Esticte, moteada; Tigre, fiera; Alce, robusta; Leucón, blanco; Asbolo, del color del hollín; Lacón, el que resuena con un mugido; Aelo, tempestuoso; Too, rápido; Ciprio, lujurioso; Licisca, lobita; Hárpalo, rapaz; Melaneo, negro; Lacne, velluda; Labro, rápido; Agriodonte, adecuado para los caminos salvajes; Hilactor, aullador Y algunos recuerdan un total de cincuenta perros de Acteón. Otros dijeron que Acteón, oculto por Diana bajo una piel de ciervo, file despedazado por los perros azuzados para herirlo, con el fin de que no hiciera a Sémele su esposa, opinión que fue la de Estesícoro de Hímera (fr. 236=Paus. IX 2,3), o, según pretendió Acusilao (Jac. 2F33=Apollod. III 4,4), porque se unió a e l l a '* ' . Otros piensan que Acteón no fue convertido en ciervo ni oculto bajo una piel de ciervo sino que a los perros les fue imbuida la idea de que lo consideraran una fiera, lo que trata Ovidio (Her. XX 103-4) en estos versos: Y testigo Acteón, en otro tiempo creído una fiera por aquéllos con los que él mismo entregó con anterioridad los animales salvajes a la muerte. Pero no hubo solamente un Acteón, según yo pienso, sino uno destrozado por los perros, otro despedazado por las

562 Salvo Ciprio, que no aparece en ninguna de las fuentes consultadas, los nombres de los peiros de Acteón son los que da Ovidio. Sobre sus diferentes nombres y los autores que los mencionan asi como acerca de su significado cf. Ruiz de Elvira, Mit. Cías. pp. 184-5.

563 Acusilao, según Apolodoro, no afirma tajantemente que Acteón se uniera a Sémele, sino que la deseaba. Cf. Ruiz de Elvira, Mit. Cías. pp. 183-4.

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Bacantes, sobre el que existe la siguiente opinión del comentarista de Apolonio (IV 1212): Meliso, porque liberó y protegió a los corintios de Fidón, rey de los argivos, por quien habían estado a punto de ser desunidos, obtuvo importantes honores a causa del singular beneficio. En una ocasión ocurrió que los Baquíadas, irrumpiendo en la casa de éste, descuartizaron a su hijo Acteón, por más que sus padres oponían resistencia. Como estuvieran por celebrarse los ístmicos, Meliso, acercándose al altar, llenó de reproches a los corintios si no vengaban la muerte de su hijo; tras haber dicho esas cosas, se arrojó desde un precipicio cercano. Pero los corintios, presos de un enorme temor si dejaban aquella muerte de Acteón sin venganza, y aun mucho más por la orden de un oráculo, arrojaron a los Baquíadas de su territorio. Se dice que en esa misma época uno de los Baquíadas, Quersócrates, reconstruyó Corcira, expulsados los coicos que allí habitaban, en donde se refugiaron todos los Baquíadas. [Cuentan que Aristeo, el padre del primer Ac­teón, soportó tan mal la muerte de su hijo que, indignado contra Beocia y toda Grecia, emigró inmediatamente de Grecia a Cerdeña.] Pero, ¿por qué han sido transmitidas estas cosas a la posteridad como admirables y dignas de etemo recuerdo?

Yo, realmente, pienso que han salido de la historia para formar las costumbres. Pues, ¿qué impide, cuando el Sol ha entrado en el signo de Leo, aumentado el poder de la Luna especialmente en este signo, que surja la rabia en los perros, especialmente en los días de la Canícula? ¿O qué fuerza, qué razón, qué conocimiento puede ofrecer resistencia a los perros azuzados por la rabia para que no se lancen y se enfurezcan contra su dueño? Hubo quienes consideraron que mediante la furia de los perros o por la encolerizada diosa de la caza se señalaban las propiedades de Acteón tontamente disipadas, porque los perros no despedazaron a Acteón, sino sus riquezas, lo que ciertamente me parece muy ridículo, pues la decisión de los antiguos no fue exhortar a los hombres venideros a la caza o apartarlos de ella, sino corregir las costumbres no rectas. Así pues, mediante esta fábula nos exhortaban a reportar beneficios a los hombres buenos y nos apartaban con toda razón de los hombres ingratos y que se olvidaban de los beneficios recibidos, lo que parece haber señalado Teócrito en este verso (V 38): Alimenta los perros para que te devoren. Realmente, el mejor de todos los beneficios es el que se hace con el hombre bueno, que recuerda y es agradecido, pero el que se lleva a un hombre malvado y desagradecido es con mucho el peor que se hace, puesto que los hombres deshonestos, para no verse obligados a devolver un favor semejante, muy a menudo en lugar de los beneficios recibidos rastrean causas de enemistad encubierta y se fingen encolerizados por cualquier pequeñísima causa para que asi aparezca borrado lo que se ha hecho con ellos. Así pues, para que seamos prudentes en conceder beneficios, para que no alimentemos con nuestros propios bienes a los que ponen asechanzas contra el honor, las propiedades y nuestra vida, nos enseñaron los antiguos la manera de conceder beneficios, puesto que hacer un beneficio a un hombre bueno es casi recibirlo y esta es una parte de la justicia, según se transmite en la moral. Además, mediante estas fábulas somos aconsejados para que no seamos excesivamente curiosos en los asuntos que en nada nos atañen, puesto que a muchos les fue perjudicial el haber conocido los secretos de los otros, o de los principes de las ciudades o de los grandes honores o principalmente de los dioses, cuya sospecha, por mínima que sea, fácilmente puede castigar al conocedor de sus arcanos. Y, para decirlo en pocas palabras, esas fábulas, que los tontos y la mayoría de los ignorantes consideran tan sólo naderías de viejas, las contaron los antiguos a la posteridad para, mediante ellas, apartamos de la temeridad, cmeldad, arrogancia, lujuria y actos ilegítimos y exhortamos a la humanidad,

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prudencia, bondad, integridad y moderación y para, finalmente, formar toda la vida hu­mana para lo mejor.

Fin del libro sexto

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