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UNIVERSIDAD DE MEXICO25
A Iberto M o'ravia y Palma Bucarelti
Por AJí CHUMACERO
tras, se sitúa entre los mejorlogrados de nuestras últimasgeneraciones.
Pero no sólo los temas v laforma de relatarlos hiciéronque El llano en llamas arrastrara tan l1~pentinalmente lacuriosidad, a menudo inclinadaa preferir lo trágico, de lospocos que se interesan por laliteratura mexicana. Había ahíotro diestro ingrediente deigual importancia., que entrenosotros ha sido pretexto, sobre todo desde que apareció lanovela de la Revolución, paraarmar "pastiches" cuyo dudoso valor literario desciende enocasiones por la cuesta baja delo folklórico Me re!fiero aluso del lenguaje popular conintenciones artísticas. Rulfo,apartándose ele esa semitradición adivina el alcance de laspalabras en boca del campesino y, además de eJ.C~lotar e.nsu provecho la tradICIonal 1'1
queza del habla circunscrita alabios torpes aunque no carentes de malicia, sabe adaptar asu régimen expresivo los girosy las significaciones de taksfórmulas maduradas por eltiempo y atávicamente vivasen el trato cliario de la g-ente.El buen uso, cuando no el abuso de esas frases lo lleva ae1~var a dignidad artística locorriente, aquello que en :1recodo de un camino se c1epoír sin más propósitos que señalar una cosa por su nombreo recordar un hecho pasajero.Como muy pocos de los escritores que han desmedido suentusiasmo por redimir el habla popular, Juan Rulfo captacon probidad e inteligencia losmatices favorables a la ¡:reación de su obra.
Tal parece, pues, que elcuento es el campo idóneo enque se ejercita la' pluma deJuan Ru\ fa. La n~vela es ~tra
blo más fiel a la vida que alas ideologías, a lo concretoque a lo abstracto, a las situaciones que a los propósitos.
Todo un siglo de historiaparece haber escogido la fidelidad a unos principios sistemáticos antes que a la asistemática realidad, y cuandotodos se sentían en el deberde ser infieles a la vida ennombre del Nuevo Orden o decualquier otro orden impositivo, toda una generación erafiel en la somura, y esperabasu momento para mostrarnosque por debajo de las leyesestán los hombres vivos, pordebajo de la historia la naturaleza viva, por debajo de losracionalismos la rea!idad viva.y que ningún sistema' abstracto, aunque esté respaldado porla más poderosa policía, puedepretender absorber toda nuestra capacidad de fidelidad.
PARAMO"R U L F O
Hitler. 110 gobernaba sobre unpueblo si~ltemático, "profundo", lógico, sino sobre un pue-
brando al transcurrir de argumentos desagradables, siembran esas páginas de premeditadas sorpresas aptas paraasombrar incautos pero firmemente estructuradas con latranquila desesperación de unávido cálculo literario. Hechosinsólitos, recogidos en monótonas maneras monologales, seincorporan a la literatura joven de México por medio deesa manía evocadora de JuanRulfo. Su libro contiene el balance de varios años de aprendizaje y, con' no pocas mues-
de un racionalismo rígido, autoritario y abstracto. PeroMussolini, contrariamente a
EL "PEDRODE JUAN
LIBROS
eAsr desconocido apenashace dos años, con la
. publicación de su libro; inicial El llano en lla
mas (1953) Juan Rulfo atrajopoderosamente la atención dela crítica v de los lectores enterados. S~l inmediato prestigionació de unos cuantos cuentos-sencil!os algunos, complicados los menos- sobresalientesrOl' la cualidad que ha de serimprescindible en todo cuentista: la de saber "contar".Frases llanas, provistas de unpoder ~fín a lq terrible y vi-
Tasi no sonaban entre nosotros; y después empezaron aIIegar las traducciones de novelas, y a fines de 1953, unvoluminoso número de! Surdedicado a las letras italianas.
La novela italiana de lapost-guerra ofrece un panorama de insospechado vigor yriqueza. En él encontramos,por lo menos, dos novelistas deprimer orden: Cesare Pavesey Guido Piovene. Y una variedad de temperamentos, demétodos, de temas, cuya amplitud puede ser sugerida consólo mencionar nombres comoCorrado Alvaro, Carla Levi,Alberto Moravia, Vasco Pratolini, Elio Vittorini, por ejemplo.
Es I1lUY difícil intentar desentrañar líneas generales en unpanorama tan abigarrado, yotros artículos de esta serie seocuparán de comentar algunasfiguras aisladas; pero tal vezsea. interesante, aun a riesgode caer en apreciaciones personales, sugerir algo acerca delsentido de este fenómeno ensu conjunto. Fidelidad, renacimiento, esperanza, como yaqueda apuntado, son, a mi ver,las palabras que más espontáneamente evocan el espectáculode este panorama. Estas trespalabras me parecen estrechamente ligadas, me parecen como tres incisiones hacia unmismo centro, un centro narae! que no encuentro una definición mejor que la vida, lovivo. Ya en el Renacimientoclásico, según creo, esto estáclaro. Es sabido que el Renacimiento no es un descubrimiento de los antiguos, sinode lo vivo de los antiguos. LaEdad Media conocía a los antiguos, cuyas obras nos legó enmanuscritos; pero en la EdadMedia los antiguos estabanmuertos; la vi·da estaba en otraparte. Y entonces Italia volvióa encontrar y a hacer germinarla semilla viva de lo antiguo..que allí sin duda no habíamuerto del todo, como lo muestra su misma fecundidad. Poreso es re-nacimiento; la EdadMedia es simplemente nacimiento - en lo cual tal vezhaya más grandeza.
y es ('sta misma Italia, otravez invadida, dominada y despedazada como en tiempos deFelipe TI, la que nos ofreceahora otro eiemplo de fidelidad a la vida. ¿ N o es lícitopensar que tenía que ser estepueblo meridional. mediterráneo (como le gusta decir aCamus); este pueblo alegre.vital, poco racionalista v qUf'algunos juzgan superficial elque se mantuviera fiel a lascosas originarias cuando est:!fidelidad era casi una ·~xtra
vagancia? Los tdtalitarismosde nuestro siglo son sin dudaId última y feroz consecuencia
26 UNtVERStDAD DE MEXICO
El autor de "Pedro Páramo". Fotografías de Ricardo Sa/a:::ar
R1I/fo i'n c01ll,'(lIiío di' S1I f01/1;/:.1
ARTEMIO DE VALLE ARIZPE,
Horizontes iluminados. Tradiciones, leyendas y sucedidos del México virreyrtal. Editorial Patria, S. A. México,1954. 256 pp.
El romanticismo de ValleArizpe toma la forma de "tradición", modalidad que inauguró Ricardo Palma en América, con quien tiern~ tantospuntos de contacto y a quientan hábilmente mimetiza. Palma da la fórmula de su invención, del método tradicionis~a :
mo ...". y sólo Pedro no llegónunca al confesionario "a acusarse de algo" y desmentir derodillas la fuerza ciega de sualbedrío. Incólume, continúasiendo la enéarnación y el prestigio de la infamia. Pero, comoun Adán sin paraí o, ·~l quecrea la vida en torno, a tiempoha advertido que "todos sevan" y que por encima de suindeclinable voluntad el triunfo postrero pertenecerá a lamuerte. El asesino paternal,hecho a batallas e intransigencias, se ve obligado a resignarse ante el espectáculo cotidianode la desaparición.
En el esquema sobre queRulfo se basó para escribir esta novela se contiene la fallaprincipal. Primorc1 ia lmen te,Pedro Páramo intenta ser unaobra fantástica, pero la fantasía empieza donde 10 real aúnno termina. Desd'e el comienzo,ya el personaje que nos lIevaa la relación se topa con unarriero que no existe y que lehabla de personas que murieron hace mucho tiempo. Después la llegada del muchachoal pueblo de Comala,desapare6do también, y las subsigui,ntes peripecias -concebidas sin delimitar los planosde los varios tiempos en quetranscurren- tornan en confusión lo que debió haberseestructurado previamente cuidando de no' caer· en el adverso'encuentro entre un estilo preponderantemente realista y unaimaginación dada a lo irreal.Se advierte, entonces, una desordenada composición que noayuda a hacer de la novela launidad q).le, ante tantos ejemplos que la novelística moderna nos proporciona, se ha deexigir de una obra de esta naturaleza. Sin núcleo, sin' unpasaje central en que concurran los demás, su lectura nosdeja a la postre una serie deescenas hiladas solamente porel valor aislado de cada una.Más no olvidemos, en cambio,que se trata de la primera novela de nuestro joven escritory, dicho sea en su desquite,esos diversos elementos reafirman, con taritos momentos impresionantes, las calidades únicas de su prosa.
la especie. En ese huerto, losmejores frutos los corta PedroPáramo. Promesas, insinuaciones, dinero y muerte son losargumentos que emplea paracolmar su devoción por la existencia. Frente a él y los demás,el sacerdote católico -que esla conciencia secreta dr hombres y mujeres-- también desciende a su propia naturalezahumana y desde el refugio deltrmplo mira, rencorosamente,pasar la ráfaga de PedroPáramo como un signo vital queatropella la calma de aquel desierto. "Me acuso, padre, queayer dormí con Pedro Páramo.Me acuso de que tuve un hijode Pedro Páramo. De que lepresté mi hija a Pedro Pára-
mo si fuera 1: n montón de pie~lras". Páginas antes, al con-emplar el paso de un cortejo
fúnebre, Pedro Páramo habíapensado: "Todos escogen elmismo camino. Todos se van".y esa razón, constante siempre, resume en su persona el~entido general de la novela.
Crispa, también aqui comoen los cuentos de El llano enllamas, el enamoramiento de;Rulfo por las formas primitiwas de ciertas relaciones que~1acen de la soledad el origendel encantamiento. El hOl11brey la mujer aparecrn tan cercanos uno del otro y tan propensos al pecado, que semejansólo el engañoso emblema dela naturaleza para reproducir
cosa. En ella no valen idénticasarmas. La hermana mayor delgénero exige tratamielltos queapoyen una historia si no másdilatada sí menos sujeta a l1nacontecimiento único. Rulfo hapasado ahora de sus desvelosen el cuento a los de la .novela.Su Pedro Páramo, acabado deeditar por el Fondo de Cultura Económica, es la primeraprueba de ese ensanchainientoen el cual, sin desme{ltir losaciertos arriba señalados, searriesga a abordar temas muyconocidos por él pero estructurados en diferente forma.Vuelve aquí sobre análogascuestiones: recrea en términosde sangre los más atroces sucedidos, alienta en sus procedimientos monologales un similar espíritu y rescata de! habla coloquial giros que avivanlas descripciones. En conjunto,Pedro Páramo resucita sindesmerecimientos las cualidades d~ El llano en llamas.
Al buen escritor pocas palabras bastan: "Vine a Camalaporque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me 10 dijo."y desde la entrada, tras estasbreves frases, el viejo Páramo,padre pral ífico, amo y .señorde aquellas tierras estériles, domina .Ios sucesos. Pero quizáno sea del todo su figura d~
cacique despiadado la principal de la novela. Tampoco podría serlo el hijo que describealgunas de las aventuras ni lasviejas histéricas que pueblan elrelato. Como trasfondo, el pueblo de Camala resulta la másperdurable presencia y son susderruidos muros la mayor verdad de esta obra imagina ria.Por sus caPes dan traspiés losborrachos. rn sus casas seconspira contra la tranquilidad, en su cementerio sobreviven las voces de quienes sombrearon con sus cuerpos y suspasiones rI pais~,je de pasadasépocas. Con violentos impulsosplásticos, Rulfo evoca -y sunove.la no ·es otra cosa quemera evocación-- un enjambre\de rumores que animan a Comala, y los trae al presente como si auténticamente estuvirran ocurriendo. La muerte deun hijo de Pedro Páramo dejaen libertad su hermoso caballoque continúa corriendo y relin~chando por obra y magia delos espectros que invaden loscapítulos. Los ladridos de perros ausentes encienden la impasibilidad de la noche. Lasblasfemias proferidas deceniosatrás se adelantan en el tiempoy siguen derramándose fervorosamente. Las campanas sonlas mismas que antaño doblaron a muerto. Y el viejo, al través del libro, persiste en elumbral de su casa, sentado enel camada equipal desde el quehabría de desmoronarse "co-