Lidiar Con La Apatía_ Un Hilo de Deseo Que Se Teje Entre Enseñantes y Aprendientes
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13/11/2014 Lidiar con la apatía: un hilo de deseo que se teje entre enseñantes y aprendientes.[1] | El Monitor
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Nº35 Noviembre 2014
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Inicio > Secciones > Dossier > Lidiar con la apatía: un hilo de deseo que se teje entre enseñantes y aprendientes.[1]
Lidiar con la apatía: un hilo de deseo que se teje entre enseñantes y aprendientes.[1]
Perla Zelmanovich [2]
La apatía de los estudiantes es uno de los nombres recurrentes que adopta el malestar de los docentes, en particular en la escuela media. Se destaca entre otras
manifestaciones, como la irrupción de agresiones sin motivos aparentes o la compulsión a ciertos consumos, entre los que cuenta la conexión tecnológica
ininterrumpida, que mensajes de texto mediante, distraen del trabajo educativo. Desasosiegos de los “enseñantes” cuando no alcanzan a producir jóvenes
“aprendientes”.
- ¿Con qué dificultades te encontrás en el aula?
– La dificultad más grande es la apatía con la que te encontrás. No importa lo que des, el chico es como que tiene mucho desgano, por eso en realidad a mí me
gusta lo de los cortos. Para mí la experiencia de los cortos es una manera de lidiar con la apatía de los chicos.
Profesora de lengua y literatura Experiencia: “Cine en las escuelas medias del sur” Primera entrevista (noviembre de 2006)
El seguimiento de experiencias, que según sus propios protagonistas logran lidiar con lo que se presenta como apatía generalizada, muestran que ese mismo
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malestar es el que puede convertirse en el motor para relanzar el trabajo educativo: “Para mí la experiencia de los cortos es una manera de lidiar con la apatía de
los chicos”. Leemos allí una paradoja que adoptamos como una brújula:
“… encontrar la fuerza viva de la intervención en el mismo callejón sin salida de una situación” [3]
Es en el callejón sin salida de la apatía donde la profesora encuentra la razón para embarcarse en la experiencia de cine ofertada por un programa de gobierno.
Ese primer enunciado preanuncia lo que luego constataríamos: la puesta en marcha de un juego de deseos que fue emergiendo al calor de una producción
colectiva. El “corto” se convertiría en el significante que pondría a los estudiantes, a partir de tareas diferenciadas, en relación con los conocimientos a los que
aspiraba la profesora, y otros que no figuraban en su agenda. El “guión del corto” en un caso, las “luces del corto” en otro, o el “history board del corto”, etc., se
fueron sumando a un significante para todos: “el corto de 4° 3°”. Sus protagonistas reconocen una producción para la cual todos resultan necesarios, a partir de
un aporte particular. Así lo constatan diversas experiencias relevadas, a saber: la elaboración en clases de biología, de marcas de agua en papel que usarían luego
para confeccionar libros de actas; la investigación, elaboración y presentación de una obra de teatro basada en un período de la historia nacional, entre otras
producciones a las que tuvimos acceso. Son experiencias que visibilizan los múltiples vínculos educativos que componen el trabajo con un grupo de estudiantes,
vínculos que se van tejiendo a partir de los significantes que representan a cada joven, ante la producción que se les propone en una clase, sea esta de
matemática, de física o de geografía. Se esboza una condición que mantiene la pulsación de apertura y cierre del vínculo educativo: reconocerse cada uno
necesario para una producción a partir de un interés propio. Las dificultades para encender la chispa del deseo por el conocimiento, son las que motorizan a
muchos docentes a transitar modos inéditos de sostenimiento de la propia función, a encontrar la fuerza viva de la intervención [educativa] en el mismo callejón
sin salida de una situación. Intervenciones que se conforman bajo nuevos ropajes, al amparo de semblantes intercambiables que van configurando nuevas
imposturas: entre asumir el saber frente a un tema específico en una clase magistral, abrirse a saberes que requieren apelar a colegas de otras disciplinas,
ofertar un “menú” de temas a elección de los estudiantes, embarcarlos en una producción colectiva que requiere de intereses plurales como el caso que estamos
presentando, entre otras variaciones. Las experiencias muestran un juego entre el interés del enseñante por su disciplina y su abstinencia con respecto a un
saber prefijado acerca de lo que se presenta bajo la apariencia de la “apatía” y acerca de lo que puede despertar la curiosidad de los estudiantes. Encontramos en
las exploraciones pedagógicas que apelan a una diversificación de los semblantes, modos de lidiar con la impotencia que genera la deserción del deseo.
Me llevó a sumarme al proyecto mi propia apatía, si no hacía algo nuevo y creativo, me moría. No fue quizá una elección tan conciente sino más bien una
búsqueda constante de los vericuetos del deseo propio y del otro …
Profesora de lengua y literatura Experiencia: “Cine en las escuelas medias del sur” Última entrevista (diciembre de 2008)
Se dibuja un arco entre la primera entrevista [La dificultad más grande es la apatía con la que te encontrás] y la última [Me llevó a sumarme al proyecto mi
propia apatía], que abre un campo de problemas e indagaciones, en torno a los modos de sostener la función en nuevas y plurales imposturas que propician la
emergencia del deseo, cuya deflación entendemos que denuncian las apatías y otros desasosiegos.
Partimos de considerar que el deseo[4] siempre se constituye en relación al deseo del Otro, encarnado en el docente en este caso, y más aún, en relación a una
falta que se recorta de manera más o menos explícita en aquel que dirige su mensaje al estudiante, que puede ser relativa al modo de concebir su campo de
conocimiento o al “saber no saberlo todo” acerca de las razones del sujeto de la educación. Las experiencias nos enseñan que la emergencia del deseo se ve
facilitada cuando en una operatoria que se va configurando “entre varios” profesores, “entre lenguajes” y “entre pares”, la falta en el Otro escolar se pone en
función y se torna productiva para los candidatos a estudiantes. Es una operatoria que se teje en una trama en la que se recortan intersticios necesarios en los
“entre”, que pueden ser ocupados por significantes diversos que representen a cada joven ante la producción, en tanto partícipe necesario.
Diego que empezó tirado sobre una mesa, completamente desinteresando, mantuvo el entusiasmo toda la filmación, incluso participó de la edición, no tan así
Francisco, que ya estaba nuevamente atrapado por otras realidades.
Profesor de lenguaje audiovisual Experiencia: “Cine en las escuelas medias del sur” Entrevista (octubre de 2008)
13/11/2014 Lidiar con la apatía: un hilo de deseo que se teje entre enseñantes y aprendientes.[1] | El Monitor
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Se trata de una posición que no se pretende infalible ni omnipotente, y que requiere de nuevas y plurales imposturas que contribuyen a lidiar con las resistencias
a la oferta estandarizada, cuya fijeza retorna bajo la forma de “apatía”. Toda impostura alude a una manera de ocupar el lugar socialmente establecido, como es
el de “profesor/a”, que participa de una dialéctica entre semblantes, entre identificaciones[5] necesarias en las cuales reconocerse. Marcelo Pereira en su obra “A
impostura do mestre” (2008: 190 a 203)[6], actualiza el modo de asumir la impostura de la función docente bajo la figura del “maestro provisorio”.
Acompañando las transformaciones sociales y culturales, las identificaciones requieren de parte del enseñante de nuevos y costosos movimientos subjetivos. Las
imposturas fijas y estables, herederas de la escuela moderna, funcionan de manera paradojal, en tanto generan desinterés y al mismo tiempo desconcierto y
resistencia cuando se las intenta conmover. Bajo nuevas imposturas que atienden a esta paradoja, “en el corazón del ser del maestro tendríamos una especie de
“no-ser” o de una “falta – en- ser” que requiere admitir la incompletud, la contingencia, la suplencia, el no tener todo el saber” (Pereira: op.cit.). El esfuerzo
subjetivo que ello implica demanda un estudio particularizado y dispositivos de acompañamiento desde los niveles de gestión escolar y de las políticas educativas.
Se trata de andamiar la emergencia de una impostura que legitima que el maestro implicado en su propio discurso, no habrá de saberlo todo. Remite a las
producciones filosóficas de Jacques Ranciere (2006)[7] cuando construye la figura del maestro ignorante, y de Walter Kohan (2009)[8] cuando asimila al
maestro a la figura de Sócrates. Desde la perspectiva que propone Pereira (op.cit), se trata de una posición que puede operar la sustracción de un exceso, como
el que generan los nombres que provee el discurso circulante, con los que son clasificados los sujetos cuando no se instala el trabajo (apáticos, con síndromes de
desatención, desinteresados, ineducables, entre otros). Desde estas nuevas imposturas provisorias habría un tratamiento del exceso, que “hacen del acto –
particular, contingente, provisorio – el principio o el corazón de su ser, sin miedo, sin concesiones, sin conmiseraciones”[9] (Pereira: op.cit.). Nos muestran las
experiencias giros hacia un saber interesado por la cultura, que deja abiertas grietas en las que pueden ir ocupando su plaza tanto los estudiantes, otros colegas
y múltiples lenguajes. En ese movimiento se advierte la emergencia de sujetos aprendientes, en tanto se los supone a partir de una oferta consistente pero
abierta al mismo tiempo, que facilita la multiplicidad de significantes en los que pueden verse representados. Se activa un dislocamiento, una mudanza, un
pasaje, que de alguna manera encubre el horror ante el vacío, ante la incompletud presente en la relación que se da siempre con un otro. Luis Behares (2010)
[10]lo nombra como el terror, la angustia que anida en el acto de enseñar, en
tanto toda enseñanza es una respuesta a un saber que se sabe que no se sabe. Supone siempre lidiar con un vacío (ineludible y necesario). La impostura que
ofrecía la escuela moderna velaba esta incompletud con los ideales de ascenso social, de construcción del Estado y la Nación y de preparación para el trabajo,
aunque sólo para un sector de la población. Es necesario reconstruir los ideales y habilitar otros que sostengan una impostura necesaria en las nuevas
condiciones, que facilite la inserción, ahora disponible para todos los sectores, de cada joven en un lazo colectivo. La apatía es un indicio del sujeto puesto en
suspenso, en espera de recibir su alojamiento en el Otro encarnado en las figuras que asumen la función docente, con nuevas imposturas permeables a las
excepciones que se presentan en el grupo. Se proponen para tejer la trama “con un hilo de deseo” a partir del Otro que cada docente encarna, destinado a
obtener el punto de anclaje del sujeto para que pueda incluirse en un discurso, allí donde, de otro modo, estaría condenado a la exclusión o a la segregación. Se
produce así una “institución invisible” que se apoya en el profesor que acepta una impostura que se provee de lo provisorio. Entendemos la dificultad que supone
y las invenciones pedagógicas y políticas a las que convoca sostener esta posición en una estructura escolar en condiciones de masividad. Entenemos
indispensable sostener abierto el debate sobre esta tensión. Las instituciones educativas herederas de una cultura y una gramática fijas, pueden confrontar a los
sujetos cuyas subjetividades se producen en el marco de otro tipo de regulaciones, o que son hijos de las desregulaciones familiares y sociales, con lo
mortificante de la norma cuando está desarticulada de la ley simbólica que los gobierna, que es la que regula la subjetividad. Se trata de insertar en un lazo a los
sujetos que quedan fuera de ese discurso universal, fuera de esas identificaciones normalizadas, de esos semblantes reguladores de un discurso hegemónico y
homogéneo. Supone integrar los modos inéditos y siempre particulares con los que el sujeto intenta ser admitido en el Otro, sosteniendo al mismo tiempo la
dificultad de cada docente de encarnarlo a solas. Cuando prima el discurso burocratizado, se refuerza la necesidad de una práctica que ponga a resguardo la
subjetividad, es decir, la emergencia de deseos singulares que demandan la asunción de nuevas imposturas.
Notas
[1] Las ideas que aquí se presentan surgen del trabajo de campo de nuestra tesis de doctorado: Vínculo educativo y paradojas de la inclusión en la escuela
media. Aportes del psicoanálisis en su extensión a las prácticas socio-educativas
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[2] Dirige el Diploma Superior en Psicoanálisis y Prácticas Socio-Educativas (con modalidad virtual) en FLACSO Argentina. Área de Educción. Sus investigaciones
actuales buscan articular una perspectiva de la clínica socio-educativa, con la teoría social contemporánea.
[3] “Encuentro ahí la impresión del milagro de los primeros freudianos: encontrar la fuerza viva de la intervención en el mismo callejón sin salida de una
situación”, es la expresión pronunciada Jacques Lacan, en su texto “Psiquiatría inglesa y la guerra”[3] (1994) En: Revista Uno por uno, N ° 40: Barcelona.
Manifiesta de ese modo su admiración por el saber analítico creado para intervenir en las condiciones extremas de la guerra. En nuestro caso, para reinventar el
vínculo educativo en las condiciones en que se desenvuelve en la actualidad.
[4] El lugar de donde viene para el sujeto su mensaje de lenguaje se llama Otro, parental o social. El deseo del sujeto hablante se constituye a partir de una falta
en el Otro, que recorta un objeto supuesto [como] perdido. Ese objeto es la causa del deseo y soporte del sujeto.
[5] Identificación, en su sentido más fuerte implica reconocerse en un significante. Más allá de las imágenes que tenga el propio sujeto de sí mismo, sólo puede
ser representado en tal o cual momento por tal o cual significante. Pero lo propio del significante es la diferencia y la identificación debe pensarse en relación a
esta diferencia y auto-diferencia. Ningún significante basta para representar su ser, pero cada cual a su manera dice algo de su verdad. El significante es el
semblante por excelencia.
[6] PEREIRA, M.R. (2008). La impostura del maestro. Belo Horizonte: Argvmentvm.
[7] RANCIÈRE, Jacques (2002) El maestro ignorante. Barcelona:Editorial Leartes.
[8] KOHAN, Walter Omar (2009). Sócrates: el enigma de enseñar. Buenos Aires:Editorial Biblos.
[9] La traducción es nuestra.
[10] BEHARES, L. E. (2010) Saber y terror de la enseñanza. Montevideo-Uruguay: Psicolibros – Waslala.
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